SOCIALISMO O MUERTE

 


Cuba, un país donde no hay elecciones libres

desde hace setenta años

 


Cuba es el país de las Américas con la tasa de suicidio más alta, con 16,3 defunciones por cada 100.000 habitantes, reveló un reporte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

 

El suicidio infantil en Cuba

 

La tasa de homicidio intencional en Cuba

es mayor que en Estados Unidos

 

La infernal lucha

por la supervivencia del cubano de a pie

 

A  la tiranía de los hermanos Castro se le ha documentado el triple de muertos que a la dictadura de Pinochet.

 

Por supuesto que no existe dictadura buena, es repudiable cualquiera sea el apellido que se le dé. Pero la tiranía comunista es la peor, la más destructiva, la más degradante, porque es totalitaria; por ello las atrocidades cometidas por el régimen de los hermanos Castro son más horribles que las crueldades cometidas por el régimen de Pinochet.

 

Es indudable que existe una gran diferencia entre una dictadura como la de Pinochet y un régimen totalitario como el imperante en Cuba. Con todo lo criminal que fue el régimen militar chileno, fue una dictadura que pretendió acallar a los opositores y evitar sus expresiones públicas. Pero el totalitarismo no busca solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentes, el famoso ‘lavado de cerebro’.

 

La obsesión de los regimenes totalitarios es deshacer todas las barreras existentes entre la vida pública y la privada. No es simple coincidencia que se parezca tanto el saludo de los niños en el castrismo y en el nazismo: son regimenes totalitarios donde los infantes son adoctrinados desde las edades más tempranas. Mis hijos lo sufrieron y pronto lo sufrirá mi nieta mayor.

 

 

En Cuba se mantienen las tres

características básicas del socialismo soviético

 

- El monopolio político del Partido Comunista.

 

- El predominio de la propiedad estatal.

 

- La coordinación de la economía por decisiones administrativas y no por el mercado.

 

 

Cuba es tiranizada desde hace seis décadas por la familia Castro, encabezada por dos hermanos terroristas, asesinos y cómplices de narcotraficantes.

 

El régimen castrista persevera en hábitos estalinistas, que ni siquiera estaban vigentes en las últimas décadas de la Unión Soviética.

 

 

 

CUBA BAJO EL CASTRISMO,

donde se rompió el récord de engaños

 

Fidel Castro nos vendió gato por liebre

 

Si los cubanos pudiéramos liberarnos...

Canek Sánchez Guevara:

(primer nieto de Ernesto ‘Che’ Guevara)

El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo”.

 

Martín Guevara:

(hijo del hermano menor del Che)

si algo no le gusta a Fidel después de no ser el centro de atención constante, es quedar mal, que se sepa la verdad, que se sepa que bebe vinos castellanos de más de 200 euros la botella mientras pide a su pueblo sacrificios numantinos.

 

 

 

Desde enero de 2010, año en que comenzó la excarcelación y el destierro de la mayoría de los presos políticos de la Primavera Negra, la detención arbitraria de críticos del régimen militar cubano se ha incrementado:

 

Año 2010: 2.074

 

Año 2011: 4.123

 

Año 2012: 6.602

 

Año 2013: 6.424

 

El nivel de violencia física empleada en diciembre de 2013 por los cuerpos represivos y grupos paramilitares contra pacíficos disidentes fue uno de los más altos en los últimas décadas. A pesar del carácter cerrado de la forma de gobierno, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional comprobó que además de las detenciones, 179 disidentes fueron agredidos físicamente en 27 actos de agresión; 153 fueron víctimas de los llamados actos de repudio en 27 incidentes reportados; al tiempo que 153 opositores sufrieron acciones vandálicas, generalmente contra sus hogares, y otras formas de hostigamiento.

 

En los primeros cinco meses de este año 2014 se han documentado 4.941  detenciones  arbitrarias  por  motivos  políticos: 1.052 en enero, 1.051 en febrero, 813 en marzo, 905 en abril y 1.120 en mayo, denuncia en su informe mensual sobre represión la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).

 

Los activistas pro democracia continúan siendo agredidos físicamente por agentes policiales y/o paramilitares, son víctimas de actos de repudio y otras formas de hostigamiento o acciones vandálicas, generalmente contra los hogares de los activistas.

 

Predominan los secuestros policiales en los que las autoridades ni siquiera informan del paradero de los detenidos ni les permiten mantener contacto con abogados o familiares.

 

Continúa usándose a niños para acosar a disidentes.

 

Prosiguen las violaciones a la libertad religiosa.

 

Desde hace más de dos años le he venido informando semanalmente a la jerarquía católica cubana sobre las graves violaciones a los DDHH del pueblo cubano.

 

Desde hace dos años le he venido solicitando a la jerarquía católica cubana que se cree algo similar a la Vicaría de la Solidaridad establecida en Chile cuando la dictadura de Pinochet, pero la  jerarquía católica cubana continúa guardando silencio cómplice.

 

¿Por qué con Pinochet sí, pero con los Castro no?

 

¿Cuál es el objetivo de la jerarquía católica cubana? 

 

Además de por sus múltiples crímenes, el fracaso socioeconómico del castrismo se pone de manifiesto con las enormes carencias que sufre el pueblo cubano desde hace más de medio siglo en cuanto a alimentación, vivienda, agua potable, transporte y derechos humanos.

 

Véase lo que los hermanos Castro consideran es

una canasta básica alimentaria mensual (Año 2013)

 

Cinco libras de arroz a 0,25 centavos la libra y dos adicionales a 0,90 centavos.

 

Diez onzas de granos (miniestras) a 0,80 centavos.

 

Tres libras de azúcar refino y 1 de azúcar sin refinar a 15 y 10 centavos la libra respectivamente.

 

Media libra de aceite a 0,20 centavos.

 

Un sobre de café mezclado con chícharo (arveja) de 4 onzas a 4 pesos.

 

Una libra de pollo a 0,70 centavos.

 

Once onzas de pescado o, en su lugar, pollo al mismo precio.

 

Cinco huevos a 0,15 centavos.

 

Un pan pequeño (diario) de 80 gramos a 0,05 centavos.

 

Sólo para niños de 0 a 7 años: 3 kilogramos de leche en polvo.


Un kilo de sal cada tres meses para el núcleo familiar.

 

Hace seis años, en 2007, se autorizó la venta a la población de 227 gramos cada tres meses, o sea, 908 gramos al año.

 

La venta libre de carne de res es monopolio del Gobierno, quien la vende a 9,50 pesos convertibles el kilogramo, o sea, la mitad del salario promedio mensual.

 

Los hermanos Castro consideran que los niños cubanos son precoses: a los siete años les quitan el derecho a poder tomar leche a un precio asequible.

 

Desde hace veinte años se le añade la crisis de los sistemas de salud y educación, además del apartheid en los servicios de salud desde hace más de treinta años.

 

Según el Censo de Población y Viviendas 2012, de las 3.885.900 unidades de alojamiento existentes en Cuba:

 

1- El veintinueve  por ciento carece de abastecimiento de agua por acueducto.

 

2- El sesenta por ciento no tiene sistemas de desagüe que viertan en alcantarillados.

 

En 1978, el Ministerio de Salud Pública dio a conocer que la tasa de suicidios en Cuba había rebasado los 20 por cada 100.000 habitantes. Esas cifras mostraban que en menos de una década, el índice de muertes por esa causa se había duplicado –en 1969 sólo morían así 8 entre 100.000. Desde hace cuarenta años, Cuba es el país con más suicidios per cápita del hemisferio occidental.

 

De acuerdo al reporte demográfico  de 2012, 46.662 cubanos emigraron legalmente de forma permanente ese año, la mayor cifra desde que más de 47.000 personas salieran de Cuba durante la crisis de los balseros de 1994.

 

En los últimos cinco años, los cubanos han estado emigrando a un promedio anual de 39.000, sostuvo el reporte, el promedio más alto en un periodo, similar al de los primeros años en que se instaurara la tiranía de los hermanos Castro.

 

Como una imagen dice más que mil palabras,

véanse los siguientes vídeos:

 

Véase  la Cuba real frente a la Cuba oficial

 

Véase  la calidad de los servicios del sistema de salud que puede usar el cubano de a pie

   

Véase  el ‘apartheid’ en los servicios del sistema de salud de Cuba

 

Véase  por qué después de ciento treinta años sin cólera, Cuba lo sufre oficialmente desde 2012

 

Véanse  la neuritis óptica y la neuropatía periférica en la Cuba castrista

 

Véanse  las fotos de los pacientes psiquiátricos muertos de hambre y frío en la Cuba castrista

 

Véase  los médicos cubanos, esclavos de bata blanca

 

Véase  la calidad de los servicios del sistema de educación que puede usar el cubano de a pie

 

Véase  cómo era Cuba y cómo el comunismo la destruyó

 

 

Cuba, a los 50 años de su revolución

(Documental, 2009)

 

 

Véase una de las agresiones físicas sufridas por una pacífica mujer cubana –ocurrió en julio de 2013-, por parte de las brigadas paramilitares organizadas por orden de Fidel y Raúl Castro:

 

 

Oscar Casanella,

investigador y profesor universitario,

denuncia amenazas hechas por la policía política

y habla sobre sus condiciones laborales

28 de mayo de 2014

 

 

¡Háblame!

(El rey está desnudo)

 

Tribu Mokoya es un disco surgido de la unión de un grupo de raperos cubanos con un venezolano, en el cual se destaca el tema ¡Háblame!, cuya letra desenmascara los mitos de esa entelequia llamada Revolución cubana.

 

¡Háblame! en ocasiones usa un lenguaje vulgar, lenguaje que se ha adueñado de la sociedad cubana, incluyendo a las universidades.

 

Uno de los creadores de ¡Háblame! es Silvito ‘El Libre’, hijo de Silvio Rodríguez -uno de los integrantes más destacados del movimiento musical cubano llamado la Nueva Trova, que comenzó rebelde y poco a poco fue captado por el régimen. Probablemente, el añadido ‘El Libre’ que Silvito puso a su nombre artístico tiene el objetivo de diferenciarse de su padre.

 

¡Háblame! es una clara interpelación a Fidel Castro Ruz, un pedido de rendición de cuentas por haber hecho “de un país tan feliz una islita triste” y “porque ha sido el cruel estalinismo el pago al amor y la fe y la esperanza que el pueblo puso un día en este sistema”; síntesis brillante de la frustración de una experiencia histórica que en sus inicios concitó adhesiones masivas.

 

Casi todos los temas acontecidos durante la tiranía de los hermanos Castro son mencionados por estos artistas, que le piden a Fidel Castro -sin nombrarlo- que les hable: la caída en desgracia de antiguos aliados como el general Ochoa, la misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos -líder carismático que hubiese podido opacar el liderazgo de Fidel Castro-, los cubanos muertos intentando huir del ‘paraíso’ castrista, las deserciones, el acoso a los disidentes como Yoani Sánchez y Guillermo Fariñas, el contraste entre las privaciones que sufre la inmensa mayoría del pueblo y el lujo en que vive la nomenklatura -término que designa a la élite de funcionarios de un régimen comunista, que disfrutan de condiciones socioeconómicas muy superiores a las de los ciudadanos de a pie-, la vuelta de la prostitución que el régimen se vanagloriaba de haber erradicado por completo, la persecución a los homosexuales, la censura a los artistas, las carencias en los hospitales y la pretensión de dirigir la vida de todos y cada uno de los cubanos. Véase completo, incluyendo la letra, aquí. 

 

 

 

Historia de una revolución que cumple 50 años

(Documental, 2009)

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Discrepo totalmente con lo que se expresa en este documental de que Fidel Castro era comunista antes de 1959. Véase aquí.

 

 

 

Vivo en una dictadura

 

Las bodas de oro del racionamiento

demuestra el fracaso del régimen:

La Libreta de Racionamiento cumplió 50 años

el viernes 12 de julio de 2013.

El eufemismo que utiliza el régimen para nombrarla es Libreta de Abastecimiento

 

 

La venta racionada de alimentos

Venta de un panecito por persona al día

La libreta (documental)

Venta de alimentos por la libreta de racionamiento

 

¡Qué bueno es el comunismo…!

Manuel Castro Rodríguez

5 de julio de 2014

 

A finales de la década del sesenta y con el cinismo que siempre lo ha caracterizado, el dictador Fidel Castro Ruz ordenó situar vallas por todas partes, donde los lemas que predominaban eran: El presente es de lucha, el futuro es nuestro” y Los niños nacen para ser felices”. Con su habitual sentido del humor, el pueblo cubano transformó los lemas castristas en:El presente es de lucha, el futuro es negro” y “¿Los niños nacen para ser felices… o para tener lombrices?”.

 

Este sábado, su hermano menor, el dictador designado –que ha demostrado ser tan cínico y criminal como el creador de la tiranía dinástica- expresó durante su intervención en la sesión plenaria de la eufemísticamente llamada Asamblea Nacional del Poder Popular: El éxito de Cuba ha sido resistir al imperialismo. Si no fuera por el dolor que les han causado a varias generaciones de cubanos, tal declaración merecería una estruendosa carcajada.

 

Fidel y Raúl Castro, tiranos insaciables que a Cuba han destruido, jamás han tenido un proyecto para favorecer al pueblo cubano. Desde que el propio Fidel asesinara la Revolución, apenas transcurridas cuatro semanas de su entrada triunfal a La Habana el 8 de enero de 1959, todo lo que han hecho los hermanos Castro ha sido con el objetivo de entronizarse en el poder, primero ellos y ahora sus descendientes.

 

Y lo peor es que todavía hay gente que defiende ese régimen de oprobio. La izquierda caviar -goza de todos los derechos consagrados por la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero apoya al régimen militar que le niega al pueblo cubano el disfrute de esos mismos derechos- tiene a Cuba como un parque temático de una utopía que ha fracasado donde quiera que se ha implantado. Ahora apoya la “actualización del modelo”, o sea, la combinación de la tiranía totalitaria con pequeñas reformas económicas, todo en nombre de la supuesta justicia social imperante en Cuba.

 

No debe pasarse por alto esta entrevista a un sobrino de Ernesto Guevara de la Serna, el Che, que es una verdadera lástima no sea leída por la mayoría de la izquierda iberoamericana, dado que es una muestra de la Cuba en la que viven o han vivido extranjeros que defienden el castrismo.

 

La situación imperante en Cuba desde pocos años después que los hermanos Castro se adueñaran del poder y establecieran un régimen totalitario, era mucho peor a lo narrado en esta entrevista, la cual me ha hecho recordar algo que viví en 1968, poco después que mediante un discurso Fidel Castro Ruz se robara 55.636 micro y pequeñas empresas, entre ellas 8.101 establecimientos de venta de comida (restaurantes, cafeterías, guaraperas, puestos de frita, etc.) que hasta el 13 de marzo de 1968 existían en Cuba:

 

De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado, de manera clara y terminante”,

 

declaró Fidel Castro el 13 de marzo de 1968 en la escalinata de la Universidad de la Habana, cuando decretó la “ofensiva revolucionaria”.

 

A decenas de miles de trabajadores independientes los despojó de lo único que tenían para poderse ganar la vida honradamente y los obligó a trabajar para él: “se llegó a aplicar una ‘Ley contra la vagancia’ que castigaba con la detención a los hombres que no estuvieran vinculados laboralmente”. Por cierto, la ‘Ley contra la vagancia’ no se ha derogado.

 

Hasta el 13 de marzo de 1968, la mayor parte de las noches me comía dos panes con tortilla acompañados de dos vasos grandes de guarapo (el jugo de la caña), con eso ‘escapaba’. Después de comenzar la “ofensiva revolucionaria” desapareció la gastronomía popular, ni el pan con tortilla o el guarapo o algo similar se podían comprar, por lo que tenía que ‘inventarla’ para poder cenar.

 

Posteriormente al 13 de marzo de 1968, la mayoría de la población residente en La Habana comenzó a pasar hambre literalmente hablando. Unas semanas más tarde, un amigo que estudiaba el último año de Economía en la Universidad de la Habana me invitó a comer en el hotel Habana Riviera, donde vivía un compañero de estudio de él, un guyanés que era miembro del People’s Progressive Party, organización política creada por Cheddi Jagan. Comimos opíparamente, ya que el guyanés sólo tenía que firmar; así se pasó los cinco años de la carrera. El pueblo cubano es el que pagaba y continúa pagando.

 

Ese fue el primer ‘revolucionario’ extranjero que conocí.  Un par de años después conocí a JB -una bella joven paraguaya casada con un comunista que estaba encarcelado en su país-, la cual vivía en una excelente residencia ubicada en la intercepción de las calles 15 y 16, en el entonces bello barrio habanero del Vedado, y gozaba de una alimentación que la mayoría de los cubanos ni soñábamos, todo disfrutado gratuitamente por ella y pagado por el pueblo cubano.

 

En Cuba, ‘el primer territorio libre de América’, los ‘revolucionarios’ extranjeros vivían a cuerpo de Rey, mientras los niños cubanos perdían el derecho a tomar leche desde que cumplían siete años. ¿Esa es la tan pregonada justicia social? ¡Qué bueno es el comunismo para la cúpula del poder y sus amistades!

 

 

Entrevista a Martín Guevara, sobrino del Che

Nora Gámez

28 de junio de 2014

 

A primera vista, nada delata que este cincuentón seductor, con melena despeinada y gran conversador, es sobrino de Ernesto Guevara de la Serna, el Che, uno de los argentinos más famosos del siglo veinte. Tampoco su acento porteño lo descubre, deslavado por extensos periodos en Cuba y en España, donde reside actualmente. Pero cuando Martín Guevara comienza a hacer la historia de su vida, queda claro su lazo con el Che, ese tío que nunca conoció pero al que quiso emular en pequeñas acciones cotidianas de rebeldía.

 

Al leer su libro “A la sombra de un mito. Un sobrino del Che Guevara relata los 12 años que vivió en Cuba”—traducido al inglés como Shadow of a myth, por Adrianne Miller—, su relación con el Che, familia y “héroe” a la vez, se presenta como una búsqueda angustiosa de la verdadera naturaleza del ser humano. A veces, la narración recuerda a la de esos santos católicos atormentados por la duda y por no ser suficientemente merecedores del Señor.

 

Martín fue rockero, mochilero, directivo de una compañía y ahora escritor. De vuelta de todo, decidió escribir estas memorias para quitarse de encima el peso del mito. A la vez, Martín logra documentar en toda su complejidad una época idealizada por muchos cubanos, quienes no tenían acceso, cómo él, a una vida que existía sólo para el disfrute de extranjeros y de la élite.

 

Así comienza nuestro diálogo.

 

¿Cuánto tiempo estuviste en Cuba exactamente?

 

Yo estuve físicamente del año 1973 hasta el 1988, con un año en el medio que me fui a Argentina cuando llegó la democracia, desde el 83 hasta finales del 84 y de ahí volví a Cuba. Quitando ese año y medio, me quedé hasta el 88 cuando el Consejo de Estado y mi madre me dijeron que me fuese de Cuba.

 

Cuéntame de tu primera impresión cuando llegas a la isla.

 

Cuando yo llegué a Cuba en el 73, ahí me empezaban a explicar que tenía un tío que había luchado, porque a los 10 años yo no sabía nada de mi tío Ernesto…

 

¿Y por qué no sabías nada de tu tío Ernesto?

 

Porque en Argentina se alternaba una democracia con golpes militares, no tan cruentos como el del 76 pero siempre había golpes militares. El comunismo en esos años era algo muy combatido, muy perseguido, y mi tío era una persona que había hecho estallar a Latinoamérica, incluso después de su muerte. Por ejemplo, Fidel se hizo más guevarista, todos se empezaron a hacer más guevaristas. Como estaba muerto, pues ya, se acabaron los problemas. Y entonces mi padre y mi madre nos cuidaban de esa manera, que en el colegio no lo estuviésemos hablando mucho.

 

Nosotros somos una familia tradicional argentina, los Guevara Lynch y de la Serna, que eran en un inicio las familias pudientes, las familias que colonizaron Argentina. Con lo cual siempre de todas maneras en ese sentido siempre estábamos cubiertos, aunque hubiese un familiar guerrillero. Eran años de cuidarse.

 

Cuando llegamos a Cuba entonces sí me cuentan la historia de él… A mí me gustaban mucho los personajes de la literatura y la fantasía, que también habían luchado para favorecer a los pobres, con todo ese lenguaje que la izquierda secuestra, del proletario y el campesino. Un poquito lo que hizo Roma después de matar a Cristo, que secuestró ese lenguaje. En nombre de eso, hacer el mal es más fácil porque después, el que se sienta bueno no sabe cómo luchar contra el dueño de ese lenguaje. Te sientes como el demonio. Si nací en Cuba y me dicen que Fidel trajo comida y yo hablo mal de Fidel, es muy difícil.

 

Martín, cuando recuerdas tu niñez en el libro, mencionas que vivir en el Hotel Habana Libre era un estatus social. Háblame más de esas distinciones sociales.

 

Cuando llegamos a Cuba nos esperaban unos carros “Volgas”, unos guardaespaldas y nos llevan al hotel Habana Libre. Y nos suben a una suite, con cinco restaurantes a nuestra disposición. Cuando salimos a caminar ese mismo día, ya un niño como yo de 10 años se da cuenta que todo es mentira. Que precisamente ese hecho nos hace a nosotros mejor que el resto de los cubanos que veíamos en la calle.

 

Yo iba todas las mañanas y pedía un huevo frito con jamón para desayunar en una de las cafeterías del Habana Libre, y me llevaba unos bocadillos al colegio para darles a mis amigos o al conserje para después poder fugarme más fácil, típica cosa de muchachos. Y dos o tres meses así hasta que llega uno del ICAP (Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos) y me dice “todo lo que hemos contado es verdad, en este país todo el mundo es igual allá en la calle, pero no todo es perfecto, estamos tratando de construirlo. Te vamos a pedir que no lleves más los bocadillos de jamón a la gente porque se van a llevar una idea equivocada, porque pueden confundirse”. Y ahí es donde yo tomo contacto con las dos grandes características que al cubano se le escamotearon: el jamón y la verdad.

 

Sin embargo, muchas personas han idealizado esa década, como años en los que hubo verdadero igualitarismo y más abundancia.

 

No, no lo hubo. Cuando uno viene a este país y da un paseo por Key Biscayne, uno dice no, el rico cubano no pasa por ahí. Pero tú eres lo que sientes en tu sociedad. Y en Cuba, tener dos Ladas, acceso a un yate y a poder viajar y traer cosas, era algo distintivo. Pero luego lo que era prohibitivo era tener dólares, traer “pitusas”, películas de Rambo, todo eso, porque era lo que se le decía a la población que no debía sentir ninguna atracción por ello.

 

La primera tienda del INTUR (Instituto Nacional de Turismo) se hizo en el 76 en el hotel Habana Libre. Uno iba con una tarjeta, se pagaba en pesos cubanos pero previamente había que haber pagado en dólares. Y crearon un comité dentro del Habana Libre que preparaba a los trabajadores. El ascensorista y la de la perfumería nos contaban que les daban una muela aleccionadora política sobre que esas cosas no había que desearlas. “Son para los capitalistas que son malos”, decían. La contradicción era enorme pues les decían que “el capitalismo es malo” pero ellos veían que los extranjeros tenían acceso a lo mejor del país.

 

De repente empezó la Diplo (Diplotiendas, tiendas en dólares para turistas y residentes extranjeros en Cuba). Todo lo que era Diplo era mejor. “Diploniña” era una niña bonita, que no era para uso de la población. El cubano empezó a tenerle odio al carné azul, porque en ese tiempo el carné azul era el de los cubanos y el verde para los extranjeros.

 

Además había siete tipos de estratificaciones para los extranjeros, la sociedad más estratificada que había visto, eso nunca se cuenta. Un sistema de castas tremendo. Primero estaban los estudiantes angolanos y salvadoreños, que tenían derecho a un poco más que los cubanos pero mucho menos que los demás. Luego, venían los estudiantes asturianos y gallegos que se habían quedado, pero podían viajar cada dos años con 2.000 pesos cubanos. Después, exiliados, como los chilenos, los residentes temporales con más caché, técnicos extranjeros, turistas, diplomáticos, y luego los millonarios españoles. Y cada uno de esos tenía sus tiendas.

 

¿Cómo vivían los miembros de la élite política que conociste?

 

Yo desde que llegue decidí tener las amistades que quería tener. Un compañero, no recuerdo cual, me dijo que la “juntadera” con Evelio, mi amigo desde quinto grado de la primaria, no era buena. En ese tiempo yo me sentía llamado por esa cosa revolucionaria, y todo lo que creía era que había que rebelarse contra lo mal hecho, como dijo el Che en la carta a los hijos, dondequiera que haya una injusticia, no dijo si en Cuba o no, donde quiera, hay que denunciarla.

 

Tenía diez u once años, pero con esa fantasía que ya me habían metido, de ayudar a los pobres, yo me quería hacer amigo de los que yo veía más carenciados, pero con mucho sentido de la rebeldía. Y la gente del Departamento de América me llamaba la atención, que debía juntarme con las familias revolucionarias y de ser posible la de comandantes y generales. Yo no me codeaba con ellos pero estaban mis primos y, claro, íbamos a algunas fiestas.

 

A mí me parece una perversión humana ese tipo de mal llamado socialismo que pretende que todos sean a rajatabla obligados a vivir pobres, porque eso ya lo trató de hacer Mao Tse-Tung y salió peor que en Cuba. El humano de por sí necesita un sabor rico. Necesita el placer, forma parte de nuestra vida. Pero respeto mucho más a alguien que si lo propone, lo vive también, aunque en ningún caso me parece natural. Pero claro cuando un tipo está diciendo eso y se apropia de todas las casas de visita…

 

Las casas que ellos tenían no eran solo las casas en Siboney o en Miramar, que eran grandes, con chóferes. El tema era el poder que tenían. Por ejemplo, el poder de Fidel no lo tiene Bill Gates. Gates puede comprar hasta cierto punto en los Estados Unidos, tiene todo el dinero del mundo. Pero llega un punto en que ya no puede. Fidel, lo que decía era ley.

 

Cuando estaba en la beca, el director me trataba mucho mejor porque pensaba que yo los fines de semana veía a Fidel. No vaya a ser que le contara las cosas malas que había en la beca. Era una cosa de un miedo, un terror, que de niño no sabes por qué pero cuando vas creciendo dices, a ver, ¿por qué la gente tiene tanto miedo?

 

Como joven lo que veía era esas diferencias muy marcadas, mucho menos grandes que en el capitalismo, pero en el capitalismo queda claro para todos es una sociedad desigual. Pero en Cuba todas las carencias que había, el pueblo las estaba soportando porque supuestamente todos lo estábamos pasando mal. Somos todos iguales pero unos somos más iguales que otros.

 

Entonces esa parte yo creo que fue muy dura. Me he encontrado en España con personas que vivieron el período especial y me dicen “¡Tú viviste los años de abundancia!” Imagínate, como un judío que haya sido muy pobre antes del 39 pero después tuvo que pasar por Auschwitz.

 

Hay un episodio dramático en el libro, cuando narras la golpiza que recibiste en la beca. Cuéntame un poco más sobre tu experiencia en las becas cubanas.

 

Cuando entro a la beca mi padre estaba preso y yo vivía a la par esa prisión. Yo veía que en Cuba si hablabas, te metían preso 20 años. En Argentina te metían preso y te mataban. No era cuestión de la derecha o la izquierda. Era intolerancia. Lo único que a mí me interesaba en ese entonces era el rock, por esa nueva onda de gente que lo que quería era libertad, no muelita ni de izquierda ni derecha. Libertad.

 

Las becas cumplían con bastantes cosas. Primero, quitarlo (al muchacho) de la familia, desarraigarlo. Aunque sea con buenas intenciones, porque otros, no solo Fidel, pensaban que así iban a crear un hombre nuevo. Pero siempre de esa forma conductista. Los sacamos de la familia, la familia es un concepto burgués, un concepto católico, religioso. Después se fueron viendo las calamidades de eso.

 

Para mí la beca era como una prisión. Hasta tenía unas divisiones étnicas muy claritas. En los albergues de varones habían guapos que eran de un estilo, unos niños más estudiosos que eran de otro. Los más desaventajados en la escuela, allí se desquitaban. Era un momento difícil, era un bulling a lo loco, o sea, donde además tenías que soportar, ser guapo, ser “hombre”. Como en las películas de las prisiones, si te caían a golpes no ibas a dar quejas. Simplemente te quedabas callado y al otro día con un miedo tremendo, hasta que aprendías a fajarte y a robarles también a ellos. Todo era por el lado malo. Aprende a robarle al estado y puedes vivir en Cuba. Todo el mundo roba. Te acostumbrabas a eso. Te metían una galleta, después lo cogías y le metías un palo en la cabeza. Te llevaban a ese terreno de la maldad. Los niños se volvían locos, había depresiones y un nivel de alcoholismo brutal. Había también un nivel de suicidio terrible.

 

En el libro también narras tus experiencias durante el éxodo del Mariel. ¿Cómo justificaban los adultos que te rodeaban los actos de repudio, el hecho de que miles de personas quisieran abandonar el país?

 

En ese momento fue cuando yo me di cuenta que eso andaba muy mal. Porque yo vi en la Marcha del Pueblo Combatiente cómo le tiraban piedras a la gente dentro de la embajada [de Perú]. Gente bailando rumba y gritando “que se vayan”. Después se abrió el Mariel, empezaron los golpes en todos los CDR, en todos los lugares donde se iba alguien, había gente más o menos cruel. Era delincuencia común. Esa maldad la fomentaron, era algo como contra los judíos. A los judíos se les llamaba ratas y en Cuba, a los que se iban les decían gusanos, fíjate cómo deshumanizaban al ser humano. Yo hablo de lo que vi, por eso cuando me dicen ‘su tío fusiló y tal’, yo les digo, no es que no lo crea, pero a otros les toca hablar de eso, yo voy a hablar de lo que yo vi.

 

Fidel ahí es el responsable primero de quitarle el gentilicio a la gente. La cubanía la repartía él y si no le gustabas, no eras considerado cubano. Y ahí en el Mariel, lo veías mucho. Usando al pueblo contra la gente. Yo vi un muchacho que había pasado por un reformatorio, pero con un sentido de justicia inusual, hablarle a los policías de manera muy respetable. Cuando la policía fue a golpear a una familia, el tipo se metió por delante con un machete y no dejó que los tocaran. Eso fue en 1980, en Alamar. En ese edificio se partió en dos algo, la sociedad. Antes de eso, había gente que sentía de verdad el internacionalismo, que iba a Angola porque quería, se sentía orgullosa. Algo se quebró ahí. Después de eso, todo pasó a ser mentira. De los 125.000 que se fueron con el Mariel, 99.9 por ciento habían sido criados por la revolución. Todos eran gente desencantada. Ese fue un gran palo para la Revolución pero Fidel lo transformó en éxito porque al otro día dijo que el nivel de delincuencia había bajado.

 

En tu libro no hablas mucho de Fidel Castro. ¿Tu familia no tenía mucho acceso a él?

 

Al principio sí. Pero después ya no. Mi padre cuando se fue de Cuba dejó claro que quería que viviéramos de una manera asceta, sin ningún privilegio. Me contaron que Fidel cogió un cabreo muy grande con nosotros los Guevara y con muchos exiliados, que se estaban aprovechando demasiado porque todo lo pagaban con crédito en el Habana Libre e iban todos los días al cabaret Turquino a beber. Entonces a mi familia, a mi tía y a mi abuelo, los mandaron a Marianao, y a nosotros a Alamar, y nos habían dejado claro que era porque mi padre quería que nosotros nos criáramos en un barrio obrero y que yo fuese a la beca. Por lo cual yo no le tenía ningún agradecimiento a mi padre porque la beca era una cosa espantosa. Alamar era como una cosa hecha completamente contra todo sentido de la estética.

 

Fidel es un fenómeno muy interesante que habrá que estudiar, igual que mi tío, nunca por las cosas que declaran ellos. Trato de ver las razones más cercanas, en la familia. En el caso de mi tío venía de una familia aristocrática venida a menos y las primeras novias de mi tío eran todas de apellidos fuertes y tenían mucho dinero. La manera en que lo trataron…Y una persona de tanto orgullo, como somos en los Guevara, claro le dio por eso y a Fidel le pasó un poco lo mismo. Cuando un guajirito como él llegó a Belén, la manera en que se burlaban de él, hijo de un gallego, gente de estirpe y de alcurnia…

 

¿Cómo habla tu familia del Che?

 

Mi abuelo, por supuesto, en términos mucho más humanos. Era su hijo. Pero mi abuelo nunca se dejó llevar por la moda revolucionaria que toda la familia se dejó llevar y copió ese lenguaje. A él le gustaba mucho la comodidad de su clase y eso nunca lo perdió. Me contaba cosas de sus antepasados Lynch y los irlandeses que lucharon con los ingleses, y los vascos contra los españoles, y que Ernesto había sacado de esas cosas. Más que ponerlo en términos de política, él lo explicaba como algo de la sangre.

 

Mi tía Celia, que es una de las personas que más quiero y respeto por sus convicciones, era uña y carne con Ernesto. Lo quería muchísimo. Ella nunca ha podido ver las fotos ni las películas de su muerte. Pero nunca habla de él, ni del héroe ni de nada. Ella respeta mucho Cuba, no le puedes hablar mal de Fidel ni nada. No le gustan nada esos presidentes de América, pero ella tiene una lealtad muy grande a lo que hizo su hermano y no lo puede tocar. Sin embargo cuando ha hablado conmigo del hermano, habla del hermano puro, de lo increíble que era.

 

Yo en mi búsqueda de mi tío trato de hacer la división entre cuando conoció la muerte, ya sea porque le mataron gente al lado, le dieron un tiro o cuando él mató por primera vez en la guerra. Yo creo que ahí hubo un cambio. Hasta ese momento era un personaje de viajar, atender leprosos…Después siguió ayudando a los pobres, pero con un poco más de resentimiento contra los ricos, que ese es el ingrediente que no me sirve. Yo creo que hay que ayudar a los pobres pero el resentimiento no hace bien.

 

¿Alguna vez te hablaron de algún tipo de contradicción entre el Che y Fidel?

 

No, él dice que no, porque él confía en Fidel. También es un padre muy leal. Se comió más de ocho años preso. Es como un soldado del hermano mayor. Sigue creyéndolo. Eso no lo puedo entender, ¿qué más necesita?

 

Hay personas que aseguran que cuando Fidel lee la carta de despedida del Che, este estaba todavía en Cuba. Se dice que había conflictos entre ellos sobre cómo dirigir la Revolución.

 

La carta que comentas fue una de las cosas tremendas que le hizo Fidel. Ya había muchas discusiones de él con Fidel, con Carlos Rafael Rodríguez, que quería la alineación total con el partido comunista de la Unión Soviética. Y el Che se planteaba más lo de Tito en Yugoslavia. Pero ya Fidel había decidido por Carlos Rafael que pertenecía al PSP (Partido Socialista Popular), aunque había sido muy desconfiado de todo el partido comunista cubano, menos de Alfredo Guevara que era su amigo personal.

 

No sé si estaba en Cuba o en Checoslovaquia. Lo que si sé es que el Che le dijo a Fidel que la carta era para él, personal, no era para el pueblo de Cuba. Leer esa carta en público significaba que no volvía más. Un tipo con ese orgullo, que ya lo estaban matando en vida, era una sentencia. Después que él muere, los 5 que quedan vivos salen a tiros. Urbano, Benigno, todos salieron a tiros, eso demostró que se podía salir.

 

En el diario que escribe el Che en Bolivia, hay varias referencias a “Manila”, una referencia codificada a Cuba, y él repetía que no llegaba información de allá.

 

Yo creo que él nunca llegó a visualizar la traición de verdad de Fidel; de que la sintió, claro que sí. Encima de eso la tristeza por la muerte de su madre. Mi abuela nunca le ocultó a los demás hijos que el preferido era Ernesto, mucho antes de que fuera el Che. Y ella murió cuando el estaba en esas guerrillas.

 

Yo creo que, y esto ya es especulación, el realmente en un momento se planteó lo de la burocracia en Cuba. Él quería la revolución, y de hecho lo hizo, se fue a lugares, al terreno, pero se fue más bien a morir. Y también creo yo, a purgar las cosas mal hechas. No quiero decir que él habrá pensado “qué mal que hice en La Cabaña”. Pero en algún momento, de eso no se puede sentir orgullo y si lo sintió, muy mal. ¿Entonces todo el mundo tiene derecho por diferencias políticas a eliminar al oponente? Es increíble, porque era un hombre muy culto, y hablaba de filosofía con Sartre y Simone de Beauvoir. Pero tenía un pragmatismo muy radical. Y eso no va con Cuba. Porque Fidel ni baila ni hace chistes, le hacen chistes de los demás pero no de él. Cuba es un país muy especial. No le iba bien una cosa así cerrada como la Unión Soviética.

 

Recientemente la revista Letras Libres publicó una entrevista a Alfredo Guevara en la que este dice algo similar y eso ha escandalizado a mucha gente.

 

Eso es lo que yo siempre pensé. Ese país con esa forma de bailar y sentir la realidad, eso no era el lugar para el realismo socialista. Se pudo medio meter por un tubo pero no aguantó mucho tampoco.

 

Yo creo que uno de los problemas de las revoluciones es que han hablado en nombre de la humanidad en abstracto y no del hombre concreto que tenemos delante. Ese es un tema que aparece en el texto “El hombre y el socialismo en Cuba.” Y el Che fue tomado como un teórico y sus ideas sirvieron para justificar determinadas políticas.

 

Fidel nunca creyó en esas cosas, el Che sí. Cuando el Che hablaba del reconocimiento moral, no material, él se lo creía, porque él quería que se le reconociera moralmente más que materialmente. Él era muy extremista en eso, muy extremista. Él dejó todas las comodidades en Argentina para dedicarse a esto. Todo el mundo de la dirigencia estaba muy contento cuando el Che se fue, se lo habían quitado de encima.

 

Tú mismo cuentas que el Che no quería convertirse en un burócrata aburguesado.

 

Efectivamente. Eso fue para mí fue lo que lo salva, lo que lo retorna a ese tío mío que valoro mucho; el hombre pensador y solitario, un poeta y un romántico que termina él mismo yéndose a su muerte. Para mí, el Che, y lo digo como un elogio, era pésimo para dirigir masas. Era muy bueno dirigiendo un grupo de gente porque decía la verdad, decía “miren, vamos a morirnos”. No era proselitista, si no estabas de acuerdo te bajabas y ya. Fidel era maravilloso, un gran mentiroso, que miente a millones.

 

Hay gente que me pregunta aquí en Miami por los fusilamientos. Yo de eso no puedo hablar. A él lo usó Fidel. El Che no mentía, fue a las Naciones Unidas y dijo que estaban fusilando y que seguirían fusilando. Fidel nunca ha dicho eso, sin embargo fue quien lo mandó a hacer todo eso. Hasta con su amigo [Arnaldo] Ochoa lo mandó a hacer. Yo no hablo de esa época, primero, porque yo no estuve; segundo, porque es mi sangre. Y luego porque en esos años, tanto la izquierda como la derecha, resolvían las cosas con violencia tremenda. No era sólo el Che, no era copyright de él, no. Y por eso no lo toco tanto, pero al decir lo que yo valoro y lo que creo que está mal, ya está claro que eso no entra dentro del paquete.

 

Aleida Guevara, una de las hijas del Ché, lleva una intensa vida política, viaja mucho hablando de su padre, alimentando el mito. Sin embargo, usted ha tomado un rumbo más crítico. ¿Usted sigue en contacto con su familia en Cuba? ¿Cómo tomaron ellos este libro?

 

Obviamente, no solo ellos si no todos, hasta mi padre, no hemos hablado de eso.

 

Yo de los primos y los familiares no hablo nada malo por eso mismo. La manera de diferenciarme de ellos cuando han hablado mal de mí es no hacer lo mismo. No te voy a fusilar porque yo creo que está mal lo que tú hacías, que era matar y fusilar. A diferencia de ellos, yo sí soy tolerante. Aprendí a vivir entre aquellos que no piensan como que yo. No tengo ningún problema que Aliucha (Aleida) sea mi prima y piense como piense. Lo que le exijo es que tampoco tenga problema conmigo y que permita que todos los cubanos piensen como les de la gana y tengan el mismo acceso al poder que tiene ella.

 

El libro, con eso ellos no comulgan, nunca lo van a asimilar. Ernestico fue mi mejor amigo como primo, el hijo menor. La hija mayor del Che, Hildita, que murió de cáncer, también fue una prima querida. Sinceramente, ellos tienen que representar un personaje, cuando te dan una cosa o aquella otra. Muchos me dan la espalda porque tienen que hacerlo. No lo encuentro muy valiente, es verdad, no les daría una medalla por eso. Pero entiendo que tienen que hacerlo. En Cuba hubo una época que se iba tu hermano a Estados Unidos y te ponía en muy mala posición. Te venían a ver para decirte que no le podías escribir y te lo tenías que tragar. No te podías ni cartear con tu hermano. La gente sacrificaba al hermano, a mí me pasa lo mismo. No me lo tomo personal. Tengo derecho pero no lo hago.

 

¿Cómo reaccionó tu familia cuando encontraron los restos del Che?

 

Mi tía Celia y mi padre fueron a Santa Clara. Yo toda esa pantomima no la soporté. Les cuestioné por qué apoyaban eso. Primero que toda la vida hemos sido ateos y ahora te me vienes con un tema del alma, ¡no! Pero que se apropie Fidel, que no le hizo nada de caso… “Como mínimo tendrás que aceptarlo”, le decía a mi tía Celia, “que Fidel no lo ayudó en nada”. Ella dijo que él no podía. El hecho es que no lo ayudó. Lo dejó solo, y Latinoamérica se llenó de guerrillas hechas por Fidel.

 

¿Qué pasa? Occidente valora la juventud, y los tipos que hayan sido fuertes, capaces y que mueren jóvenes. Todo eso lo cogió Fidel, que es más bicho. Cuando el Che murió, Carlos Puebla le cantó, todo el mundo vino a cantar y los intelectuales también. Ojo, Cuba fue quien lo abandonó. Fue muy difícil hacer que la intelectualidad, quitando a Vargas Llosa, se manifestase realmente diciéndole a Fidel, no, tu eres un dictador, me da igual si de izquierda o derecha.

 

Donde único no ven al Che como un mito es en Miami por lo que sabemos. Pero en todos lados es igual, en Hollywood también. Yo hablé con Benicio del Toro cuando estaba haciendo la película del Che y me dijo que admiraba mucho al Che. Yo le contesté: “Benicio cuidado, porque la forma en que mi tío veía a un latinoamericano, en tu caso un puertorriqueño que se va a Estados Unidos a los 15 años para ver si tiene suerte en el básquetbol a buscar dinero, ¡no te la quiero contar!

 

Hoy la gente lo idealiza, se compra la camiseta de él y se fuma un porro… Hay que tener cuidado con lo que se idealiza. Él encarnaba la libertad, la rebeldía, sí, pero de una manera determinada. Cuando se peleó con la Unión Soviética fue porque Nikita (Kruschev) ya le parecía muy flojito y muy corrupto, a él le gustaba Mao. Eso es lo que le hizo pelearse con Fidel y los rusos, porque aquí la traición máxima es la de los rusos, que obligaron a Fidel a no ayudar. Es una idea que tengo, no es una certeza, pero estoy casi convencido por varios datos que me han dado.

 

Uno de los mayores aciertos del libro es tu manera de deconstruir el dilema de la izquierda latinoamericana, esa izquierda que insiste en apoyar el socialismo al estilo cubano, pero siempre desde la comodidad que brinda estar en otro país, con mayor holgura económica

 

Mejor de lo que lo has dicho no se puede decir. No se puede negar. Es la verdad. Y eso te lo dice gente con cinco o seis negocios que puede ir a todos lados y te dicen “¿pero cómo estás en contra de Cuba”. Esos mismos si yo les entregara un carné azul y los mandara para Cuba estarían presos. Porque si quieren hacer negocios, eso es business y les hablo de los años que yo viví, en que no podía tocar un dólar.

 

El modelo de sociedad que a mí me gusta es hacia arriba no prohibamos nada. En cuanto empiezas a prohibir una cosa, es una cadena. Pero el comunista siempre ha sido así, quieren repartir lo de Rockefeller pero cuando ellos tienen que repartir para abajo ya no. Así no vale.

 

¿Cuándo fue la última vez que fuiste a Cuba?

 

Fui hace como seis años porque mi hijo grande tuvo un accidente y estuve como 15 días. Esa vez no fui a Alamar. Yo fui en el 93 y pasé por allí y no había nada. Cuando bajamos en el aeropuerto decía Aeropuerto “os art”, estaban borradas las letras del cartel “José Martí”. En aquella época había “alumbrones”, no apagones. Para mí fue un shock.

 

En la Unión Soviética la gente se iba por los montes Urales con peligro de morir congelados, que se los comiera un lobo o los mataran a balazos los guardias. En Alemania saltaban el muro con un tremendo peligro de que los mataran y en Cuba, la gente prefiere cruzar esas noventa millas con esos tiburones, en vez de reunirse y luchar porque no creen que tendrá ningún resultado. El problema de Cuba no es el hambre. Ahí el problema es “el obstine”, que se convierte en angustia, una locura y un estrés.

 

 

 

Sobrevivientes

Milena Rodríguez / Gutiérrez

23 de julio de 2014

 

SOBREVIVEN los cubanos en la isla en medio del muy caluroso verano de 2014. Sobreviven en medio de enormes carencias. Sobreviven sin aire acondicionado, sin internet, con dinero que no vale. Sobreviven en medio de no se sabe cuál régimen político. Sobreviven en el abandono, sin saber qué pasará mañana ni dónde estarán cuando pase.

 

Llegas a La Habana y te sorprende un aeropuerto vacío, o un aeropuerto lleno de pasajeros solos, que llegan o se van pero a los que nadie espera o despide. Descubres después que quienes esperan y despiden existen, aunque no se ven; están afuera, sin techo, esperando o despidiendo a la intemperie. Nueva orden de quienes mandan. Quien no viaja no tiene derecho a utilizar el aeropuerto. Da igual que llueva, da igual el duro sol del verano. Se acabaron las despedidas y recibimientos familiares. El aeropuerto José Martí es una película de Buñuel. El ángel exterminador. Aeropuerto surrealista. Sólo que en vez de no salir, lo que no se puede es entrar. Está prohibido pisar el aeropuerto si no eres viajero. Quién sabe cuándo cambiará la orden. Nadie sabe cuándo cambian las órdenes en Cuba.

 

En medio del muy caluroso verano de 2014 estrenan Boccaccerías habaneras, película del director Arturo Sotto. Hay largas colas para verla. Al menos el fin de semana. Al menos en el Infanta, único Multicine, donde funciona mejor el sonido, y el aire acondicionado. La película obtuvo el premio Coral del público en el último Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Y recrea, a través de tres historias adaptadas a la realidad cubana, algunos cuentos de un clásico de la literatura italiana y universal, El Decamerón. En la película, como en la realidad, los cubanos hacen largas colas. En la película, con el fin de contar sus historias a un supuesto escritor con la imaginación agotada que paga por apropiárselas. Las historias de ficción cuentan lo que se vive fuera de ella: la sobrevivencia cubana, tarea casi imposible, ocupación casi única, compensada, en la ficción como en la realidad, con el humor y con el sexo. La primera historia narra los preparativos de una boda habanera, organizada con escasos recursos y grandes limitaciones. En la pantalla, los personajes dicen lo mismo que en la calle: “Antes, en los 80, te daban una caja de cerveza. Ahora, cada cual se compra solo su cerveza, si puede, en medio de muchos que no pueden. Y te la tomas solo. Y te acostumbras”.

 

 

Humillaciones

Eduardo Del Llano

3 de junio de 2014

 

 

El cineasta marxista Eduardo Del Llano narra tres de los innumerables ultrajes que hemos sufrido los cubanos bajo el castrismo

 

 

 Las humillaciones hieren en el alma; son experiencias que uno preferiría borrar de la memoria. Como tal cosa es imposible, las asiento aquí, para exorcizarlas.

 

 

 El 13 de junio de 1993 se estrenó Alicia en el pueblo de Maravillas, que estuvo cuatro días en cartelera. En diciembre la película no pasó en el Festival, pero un buen número de periodistas curiosos intentó entrevistar a Daniel y a todos los que tuvimos que ver con ella. Un día nos reunimos en el Hotel Nacional con reporteros y delegados para hablar del tema. Yo desfallecía de hambre: todo el mundo estaba mal alimentado en 1993, pero yo además soy alérgico al huevo, el gran salvavidas. Un profesor universitario norteamericano en particular me hizo muchas preguntas; parecía un tipo simpático, congenió conmigo, así que al terminar la improvisada rueda de prensa –a las tres de la tarde– le pedí que me comprara un sándwich en la cafetería. Lo hizo, desde luego, pero no voy a olvidar la mirada que me lanzó al entregármelo. Jamás volví a hacer una cosa parecida, pero no juzgo a quien haya necesitado hacerlo con frecuencia.

 

 

 En 1998 la mamá de mi hija mayor se realizó una interrupción de embarazo cuya secuela casi inmediata fue una infección preocupante. El ungüento que detenía el proceso y curaba las heridas venía en diminutos pomitos que costaban veintitrés dólares cincuenta; yo –a diferencia de muchos necesitados– pude reunir el dinero, así que fui a la farmacia del Cira García… para enterarme de que se vendía sólo a extranjeros. Le supliqué al empleado, que al final me dijo: “mira, sal a la calle y habla con el primer extranjero que pase, explícale tu situación y pídele que te lo compre”. Lo hice: en la esquina abordé al primer tipo con aspecto foráneo… que resultó ser un cubano de Miami. El tipo, amablemente, me compró la medicina. Un detalle importante: el ungüento era producido en Cuba.

 

 

 Dejo para el final la peor de todas; aunque no es una experiencia personal, ocurrió exactamente como la cuento. Attilio es un amigo italiano –de izquierda, por más señas– que en una época, por razones de trabajo, venía con frecuencia a Cuba. En una ocasión invitó a cierto cayo turístico a dos amigos cubanos, un pintor y una sicóloga, negros ambos. A la hora de embarcar en el bote que los conduciría a destino, el custodio no dejó pasar a los cubanos: explicó que era lo establecido, que no se trataba de un capricho suyo, y que no. Cualquiera hubiera optado ahí por dos soluciones opuestas, ambas muy socorridas: tomar por el cuello al guardián y cagarse en el gobierno, o retirarse con el rabo entre las piernas. Attilio no hizo una cosa ni otra: improvisó y le dijo al tipo que comprendía perfectamente, pero que necesitaba hacerle aún una pregunta; en Cuba, contó, andaba siempre con dos perros pastores alemanes para su protección personal; no los traía hoy porque no venía directamente de su casa, pero, añadió, era probable que en unos días volviera al cayo, y quería saber si podía tomar la embarcación con los animales. Sonriente, el custodio le dijo que eso sí, que los dos perros podrían pasar sin ningún problema.

 

 

El eterno desfile de mi vida

Wendy Guerra

1 de mayo de 2014

 

Esta mañana recibí un comentario desde Miami. Era mi amigo el periodista Wilfredo Cancio Isla que me enviaba señales desde la otra orilla: “Que te mejores!!! Mucha suerte y mucha salud, y a coger tranquila el Primero de Mayo. No te vayas a excitar en el desfile”.

 

Una broma. Los cubanos bromeamos con lo que nos duele o nos molesta, ésa es nuestra salvación o nuestra perdición; retozamos con todo ese lenguaje, con la nomenclatura socialista que empleamos desde hace cinco décadas, sobre todo aquellos que trabajamos en medios oficiales como la prensa y la televisión, los llamados ‘medios de difusión masivos’. Esos que elijen los adjetivos para construir un universo alegórico impenetrable que sólo entendemos nosotros-entre nosotros y contra nosotros-.

 

Hoy es Primero de mayo y ese día siempre hay un desfile frente a la Plaza de la Revolución.

 

¿Por qué desde que salí de la secundaria básica nunca volví a los desfiles? Por qué desde que pude -más o menos- decidir mi vida, y a pesar de trabajar por años en la televisión cubana, no accedí a presentarme en aquella plaza, la destinada a la batalla de ideas a “llevar el mensaje” a los niños para los que hacía mi programa diariamente.

 

Mi opinión involucra el respeto por la integridad de los niños, el derecho de esos niños a determinar su vocación y/o intereses políticos sólo en la mayoría de edad. No sólo en Cuba, en muchas partes del mundo los políticos ponen a los niños a leer y a recitar, a llorar o a figurar en tribunas incomprensibles para aquellos que mañana no les perdonarán ese gesto de sus padres. ¿Estarán de acuerdo esos niños en haber sido usados en una u otra causa?

 

Universos de disímiles comunicados, poemas, banderas, desfiles y canciones políticas hemos atravesado los Pioneros en nuestra infancia. Ya sé que algunos cubanos que abandonan la isla niegan haber desfilado o haber figurado en actos de repudio o en simples desfiles, pero la verdad es que en estos años todos hemos atravesado juntos, entre bromas y comentarios, desmayos y sudores, el pelotón de banderas y cabezas que transcurren bajo la brava dictadura del sol, ése que cocina los cuerpos y hasta las ideas.

 

Querido Wilfredo: No puedo desfilar en el Día de los Trabajadores porque el sindicato aquí no responde sólo a los trabajadores, como todos saben. Cada una de las asociaciones ¿independientes? responden al Estado y sus decisiones se determinan a otros niveles. Por mucho que yo desfile, mi gesto no cambiará un ápice las necesidades de los trabajadores.  

 

No puedo desfilar porque recuerdo a mi madre antes del amanecer, justo en la madrugada, encerrada conmigo en el cuarto, la casa totalmente cerrada, la radio apagada, haciendo pensar a los vecinos que ella estaba desfilando con el grupo de la emisora de radio. Porque recuerdo los desfiles en los que saludamos a Erich Honecker o a cualquiera de aquellos supuestos símbolos del llamado Campo Socialista, aquellos que luego supimos fueron lamentables verdugos de sus pueblos.

 

Estoy cansada del largo desfile. No sé a dónde va la fila interminable de preguntas sin respuestas, de reclamos silenciosos, pero a dónde vamos nosotros al final de esa larga acción plástica e intervención pública de un concepto antiguo. El suelo de la plaza es una obra de René Francisco, mixtura de colores, comida y recuerdos de una ciudad que ahora retoza, e intenta, coquetea con parecerse a lo que fuimos.

 

Recuerdo la plaza en blanco y negro, con uniformes y ropa de trabajo. Recuerdo el Noticiero ICAIC Latinoamericano trasmitiendo el sentimiento colectivo, pues al inicio de este tiempo miles de cubanos querían decirle al mundo su vivencia... Y yo recuerdo: “Hoy mi deber era cantarle a la patria, alzar la bandera, sumarme a la plaza. Hoy era un momento más bien optimista, un renacimiento, un sol de conquista. Pero tú me faltas hace tantos días, que quiero y no puedo tener alegrías”.  Recuerdo: “Lo que yo siento quisiera decirlo un día de julio en medio de la plaza, decir tu nombre por los altavoces, sentirlo rebotar de casa en casa”. Luego lo espontáneo se volvió obligatorio y en ese punto aniquilamos la fe para convertirlo en la simulación de un acto de fe.

 

Queda también aquel fragmento de ‘La insoportable levedad del ser’, aquel donde Sabina (personaje de una checa en el exilio) intenta explicarle a Frank (su amante suizo) pormenorizadamente por qué no debe entrar en La Gran Marcha. Un hombre como él  no conoce el poder de la masa cuando puede aplastarte, anularte, asfixiarte... y así murió Franz, anulado por la desconocida masa. Aplastado por la marea anónima, aquella tan lejana al pensamiento de un suizo.

 

No, no seré una cabeza más, un número más en medio de la plaza. Hoy mi deber es desfilar en primera persona, desde mi experiencia, contar la verdad de muchos que siguen en sus casas, desfilando en una plaza personal, una plaza que habla del hombre y no de “ese grupo que avanza silencioso”. Hoy desfilar... ¿hacia dónde?


 

No hay nada que celebrar

Miriam Celaya

30 de abril de 2014

 

Hasta Karl Marx se sorprendería del único desfile de trabajadores esclavos

 

Desde todos los medios de prensa oficiales arrecia la fanfarria convocando a la “gran movilización del pueblo unido que acontecerá en plazas y avenidas” este 1ro de Mayo. Címbalos y trompetas se congratulan con los clamorosos beneficios alcanzados por la clase trabajadora cubana.

 

Entre las actividades colaterales que se anticipan a “la fiesta” se realizó una deslucida celebración del 144 aniversario del natalicio de Lenin, en la colina que lleva su nombre en el municipio capitalino de Regla, mientras a lo largo de la semana han llovido los actos de entrega de condecoraciones y certificados a dirigentes sindicales. Este año habrá “un desfile superior”, debido a que durante el acto de clausura del XX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el General-Presidente convocó a “hacer temblar la tierra”.

 

¡Y en verdad es impresionante la cantidad de peso que aguanta esta tierra! La realidad cubana es cada vez más incoherente. Solo en Cuba es posible celebrar un congreso sindical sin que existan sindicatos o premiar a los dirigentes de una organización cuyos aportes más destacados en los últimos tiempos consisten en haber anunciado y apoyado –como si de un avance se tratara– el plan gubernamental de despidos para sacar de sus puestos al 25% de la fuerza laboral del país; aprobar impávidos y sin sonrojos un Código Laboral propuesto por el máximo explotador de la clase trabajadora el pasado 20 de diciembre, aún no publicado; y convocar a una marcha de trabajadores para apoyar al mismo sistema político que los despoja de derechos tan elementales como la participación libre en las transformaciones económicas que se están fraguando desde las oficinas de la cúpula verde olivo, es decir, a espaldas de esos trabajadores.

 

Pero el señor Luis Manuel Castañedo, secretario general de la CTC, anunció esta semana en la capital que éste será “un desfile combativo, masivo, disciplinado y compacto” para “respaldar el socialismo, la unidad en torno a la dirección histórica de la revolución, la implementación de los Lineamientos y el apoyo a la liberación de los Héroes antiterroristas que permanecen injustamente encarcelados en Estados Unidos”.

 

Así, con todo mezclado como en un ajiaco, recitó de un tirón su puñado de frases manidas y huecas, carentes absolutamente del menor significado para la mayoría de los que marcharán, y probablemente para él mismo.

 

Así, por el breve tiempo en que dure el paso por la Plaza Cívica, los cubanos marchantes pospondrán todas las actividades ilícitas como robo al Estado, contrabando, receptación, corrupción administrativa, etc., para pasar tan obedientes como simuladores ante el monumento de “la raspadura”, justo ante la estatua de ese cubano mayor que nunca estuvo sindicalizado y que, por demás, rechazaba el socialismo por considerarlo “la esclavitud futura”. No es posible concebir mayor dislate e hipocresía.

 

Por las dudas, y habida cuenta que los despidos, las “deserciones” y la emigración constante han diezmado las filas de los siempre heroicos trabajadores cubanos, la CTC se asegurará de que también asistan los CDR, la FMC, la Asociación de Combatientes, los estudiantes y la UJC. Hace falta rellenar en lo posible los evidentes claros que se han estado abriendo últimamente en las filas de los fieles durante las procesiones.

 

Cuando, finalmente, el próximo jueves se consume la pantomima tumultuaria, nadie estará muy seguro de qué estará celebrando en realidad “la clase trabajadora”: el cierre de tantas industrias y plazas laborales, el aumento de los impuestos, la insuficiencia de los salarios, los incumplimientos de la zafra azucarera y de los planes agropecuarios, los aumentos de los precios en los mercados, la negación del derecho de libre contratación, u otro de tantos similares logros que han llegado de la mano de los Lineamientos, fruto cimero del tardo-castrismo. Da igual, de lo que se trata es de una cuestión de pura forma y no de contenido; no necesariamente de ser, sino de aparentar. No señalarse.

 

Si no fuera tan triste sería risible. Lo más probable es que hasta el mismísimo Karl Marx se sorprendería si pudiera ser testigo del único desfile de trabajadores realizado en condiciones de esclavitud. Y conste que sin necesidad de latigazos ni mayorales. Dicen algunos granujas, de esos que siempre andan de guasa, que el General-Presidente tiene una carta escondida para garantizar la asistencia: al que complete el circuito del desfile se le estimulará con un vaso de leche. ¡Acabáramos!

 

 

Un Primero de Mayo por dentro

Eliécer Ávila

29 de abril de 2014

 

Un desfile por el Primero de Mayo en La Habana

 

En pocos lugares se viven tan intensamente las grandes movilizaciones como en las universidades. La Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), por ser un caso “especial” dada su relevancia “estratégica”, se convierte en un hervidero desde muchos días antes de la fecha.

 

El primero de mayo, nada puede quedar mal en el desfile, los “máximos líderes” de la revolución estarán observando y también los invitados extranjeros. Además la prensa internacional aprovechará cada detalle negativo para “desacreditar la imagen de nuestro pueblo”. Por tanto, está prohibido sentarse a descansar una vez que comience el desfile, usar símbolos que puedan asociarse al enemigo, salir del bloque que le corresponde a cada facultad, vestirse de un color ajeno al que nos identifica y un largo etcétera que uno termina aprendiendo de memoria…

 

Como batallones militares, día tras día en las últimas dos semanas, cada brigada de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) ensaya su papel en el desfile. Bajo el sol en los días y bajo luces gigantescas en las noches, miles de estudiantes aprendimos a conformar bloques compactos y uniformes, tomar distancias y hacer cordones de seguridad.

 

Un grupo especialmente selecto se encarga de cubrir los flancos, de velar porque ningún “apátrida” vulnere los anillos y atente contra el desfile en territorio UCI. Otro grupo portará megáfonos para —como directores de orquesta— indicar el momento oportuno de decir las consignas asignadas por el Consejo de Estado en el cierre de la marcha.

 

Algunas consignas reiteradas en los últimos catorce años han sido: “los jóvenes no fallarán”, “seguiremos fieles a nuestra historia”, “por la revolución todo”, y bueno, entre col y col se puede lubricar con tres o cuatro clásicos —”viva Fidel”, “viva Raúl”— que, como los Avemarías, siempre funcionan.

 

Hace unos años, cuando “la UCI era la UCI” —como solemos decir los mayorcitos— siempre daban pulóveres, un gancho perfecto para que nadie se ausentara. Muchos compañeros de estudio, en algún punto de la carrera, solo contaban con estas prendas como ropa en su armario, incluso para salir a una fiesta.

 

Veinticuatro horas antes del momento tan esperado, las calles internas y los parqueos de la universidad comienzan a llenarse de ómnibus de todos tipos y colores. Quien ve tantos juntos no puede imaginarse que existan en La Habana problemas con el transporte, ni con el combustible.

 

La comida, que no es sorpresa para nadie que se acabe, se retrase o esté horrible, esa tarde es un lujo.

 

Esa noche, por lo general, nadie duerme. Las congas, la música, las discusiones de deportes, y “dar cuero” en los balcones, entretienen lo suficiente hasta escuchar la indicación de subir a las guaguas, identificadas con códigos para que cada cual encuentre la suya.

 

El viaje hasta el punto de desembarco se hace usualmente de madrugada. Una interminable caravana atraviesa las calles habaneras, escoltada por motos de policía que intentan despejar el camino con una destreza y velocidad que provoca mirar por el cristal todo el tiempo.

 

De esta forma, 10.000 estudiantes y casi 3.000 trabajadores, armados con su jabita de merienda y agua, llegan al punto de encuentro donde otras decenas de miles siguen llegando toda la noche, militares de todas clases, estudiantes de enseñanza artística, de enfermería… En fin, un rosario interminable de curvas, rostros, miradas, sonrisas pícaras, intercambios de teléfonos, pellizcos de las novias y experiencias inesperadas matizan el torbellino humano que rompe por completo la monotonía del algebra, el C++ y los vericuetos del free software.

 

A pesar del cansancio y de la trasnochada, el desfile es una fiesta. El único momento que importa de verdad dura menos de un minuto. Es cuando se pasa por delante de la tribuna en los altos de la Plaza de la Revolución. Así que, mientras tanto, vale reírse como un demente de cualquier cosa posible, da lo mismo lo feo que es fulanito, lo chivatico que es menganito que no se despega de la decana…

 

Se acerca el momento cero, las voces de los locutores de televisión que arengan sin pausa se hacen más nítida y a lo lejos ya se distingue un puntico verde con sobrero entre varias guayaberas blancas en lo alto de la plaza. “¡Es Raúl, hacia ahí hay que enfocar!” Nuestros propios arengadores, casi sin voz por el esfuerzo, intentan sacar sus últimas energías para hacernos vibrar a una sola voz. Todos hemos cogido el papelito del bolsillo y releemos las consignas fundamentales para no equivocarnos, es importante que el coro quede perfecto.

 

“¡Levanten esas banderas!”, “¡Es la UCI compatriotas!”. “¡Un cierre espectacular!”

 

Entre los gritos y el sol que nos encandila cuando miramos a lo alto, pasan unos segundos y ya estamos fuera del foco. Solo hemos podido ver un grupito distante de galones y estrellas que alza la mano en gesto de saludo, como premio a un esfuerzo increíble que acaba en un pestañazo.

 

Sobrepasada la avenida Boyeros, entre la Biblioteca Nacional y el MINFAR, ya nada importa. Una estampida desordenada intentará subirse en la guagua que pueda y llegar a la cama para recuperar el aliento. Aún pasarán horas para que eso sea posible.

 

La misión está cumplida, nuestro agradecimiento eterno por ir a una universidad de excelencia sin merecerlo, quedó patentado. Los líderes supremos tienen lo que querían, nuestra muchedumbre ha sido captada por miles de cámaras y esas gloriosas imágenes darán la vuelta al mundo legitimando todo, absolutamente todo lo que se necesite legitimar. Todo ha sido acatado, todo ha sido ratificado, todo ha sido aceptado. No importa lo que creamos cada uno de nosotros individualmente sobre cada tema. La masa ha hablado —¡y con qué fuerza!— en nombre del país.

 

Pero solo unos pocos saben el sentido profundo de estos actos. La inmensa mayoría es totalmente ajena a las jugadas de inteligencia. No se imaginan cuánto tiene que ver ese desfile con los precios de la cebolla o los frijoles en el mercado, con la falta de internet, con los salarios, el transporte, la burocracia, la vida en cada rincón de la Isla. Ni siquiera saben cuánto les cuesta a su propio bolsillo este espectáculo millonario.

 

A veces, cuanto más huyes de la política, cuanto más te escondes en la cotidianidad, cuanto más lejos quieres estar de los conflictos y más despreocupado quieres vivir, es precisamente cuando más víctima eres de quienes organizan minuciosamente tu agenda invisible, para hacerte protagonista, activo y constante, de sus propios intereses.

 

Luego del desfile, la realidad cotidiana sigue igual, el pueblo gana un buen cansancio y algo de distracciones, y el Gobierno se queda con cientos de decisiones firmadas, para el presente y para el futuro, por la obediencia y la apatía, típicas del hombre nuevo.

 

Si la gente se imaginara la gran oportunidad que se pierde…

 

 

El Primero de Mayo en Cuba,

un «performance» que no convence a nadie

Marlene Azor Hernández

28 de abril de 2014

 

Los trabajadores son rehenes de “la nomenklatura”

 

¿Cómo entender las grandes movilizaciones masivas que se produjeron durante años en todos los países del ex “socialismo real” y en la Cuba de hoy?

 

Para los gobiernos de estos países, sus funcionarios, algunos de sus intelectuales orgánicos y amigos extranjeros estas movilizaciones en las grandes plazas centrales de sus ciudades incluyendo desfiles militares, eran y son hoy, la muestra de la fortaleza y legitimidad del régimen político. Una mirada desde los trabajadores, explicaría que su presencia es sólo el performance frente al poder de lo que se espera de ellos, so pena de sufrir algún tipo de represalias, o el precio a pagar por tener una vida privada con mayor libertad de acción.

 

En el 40 Aniversario de la RDA, el 7 de octubre de 1989, la parada militar y civil en Berlín ocurrió como siempre, con un apoyo popular masivo. Un mes después, el 9 de noviembre se derrumbó el Muro de Berlín por esos mismos ciudadanos, —armados de mandarrias—, que aplaudían un mes antes al presidente en funciones. Las estrategias de resistencia popular frente a gobiernos totalitarios, parecen ser pensadas desde la sobrevivencia.

 

Seguramente este primero de mayo, algunos irán con pancartas “sospechosas” para la seguridad del Estado para pedir un “socialismo verdadero” y no la farsa gubernamental, pero estos serán solo unos pocos. El grueso de los trabajadores movilizados lo harán para evitar represalias de distintos tipos o sencillamente para no “marcarse” frente a un poder que los encuadra como “súbditos” y no los respeta como ciudadanos.

 

Vicente Bloch descubre un mecanismo de control social muy eficaz que se verifica a nivel masivo en la medida en que las precarias condiciones económicas[1] obligan a la inmensa mayoría de la población cubana a vivir en la ilegalidad, lo cual les genera una vulnerabilidad adicional frente al poder que les incita a la simulación política y a la conformidad pública[2].

 

Frente a la precariedad de vivir en la ilegalidad, la población muestra conformidad política como un escudo para ahorrarse problemas complementarios en una cotidianidad que le roba todo su tiempo en la reproducción simple de sus vidas. Así, se ha socializado una manera de hacer política que incita a la sumisión y a desentenderse de la política como posición menos riesgosa en la vida cotidiana[3].

 

En realidad, no hay nada que festejar este primero de mayo para los trabajadores cubanos. Un nuevo Código de trabajo fantasma con un reglamento no publicado, una canasta básica cada vez más inaccesible, la prohibición de la iniciativa económica para los nacionales, —con la nueva ley de inversión extranjera— la ausencia del derecho de huelga, la prohibición de sindicatos libres, y los nuevos parásitos estatales, —las agencias empleadoras— que se interponen en el derecho de libre contratación de los trabajadores. Un paisaje desolador y sin señales de cambios positivos.

 

Si la élite política cubana necesita cada año, verse en el “espejo” del apoyo simbólico de las mayorías, el resto de la nomenklatura corre para mantener sus puestos.

 

La Central de Trabajadores de Cuba en el corre, ve y dile

 

Hace un mes la dirección nacional de la CTC, decidió por los trabajadores del país la consigna que deben llevar en las pancartas los trabajadores el primero de mayo: “Unión y eficiencia”, una consigna que refleja el mandato del gobierno a los trabajadores: nada de las demandas salariales de los trabajadores que salieron abrumadoramente en el proceso de preparación del “Congreso obrero” ni de sus derechos esquilmados, sino unidad con el gobierno y producir más con precarios salarios. En realidad el gobierno y la CTC, siguen pensando que los trabajadores cubanos son idiotas.

 

Detrás de “la fiesta” de los trabajadores, encontramos todas las maniobras de control social e intimidación para lograr al menos la vista aérea de una masa compacta en los primeros momentos del desfile. La CTC nacional, provincial y municipal, anda “acuartelada” desde hace más de un mes para garantizar la imagen aérea que se publicará en Granma al día siguiente. Para ello necesitan que la dirección sindical de cada centro de trabajo, enliste a sus trabajadores y comiencen el proceso de presión de pasar lista en la Plaza de la Revolución. Un proceso de intimidación que incluye “castigos” con los “incentivos” al final del mes o del trimestre, con las posibilidades de no ser más “idóneo” —ahora que se reconocen las plantillas infladas— o sencillamente con alguna sanción por el partido, si se es miembro del único existente, pertenencia que garantiza movilidad social o al menos no caer más bajo en la escala social. Puro clientelismo político.

 

Pero la CTC nacional y sus sucursales por todo el país tienen que garantizar la presencia multitudinaria al precio que sea, aunque sólo sea para la foto aérea del inicio del desfile. De lo contrario, pierden su puesto de trabajo como funcionarios pagados por el gobierno. De manera tal, que “la fiesta”, perdón, el desfile, exige garantizar transporte público para desplazar a los trabajadores y la gasolina, coordinaciones a todos los niveles, alguna merienda si la transportación es por ejemplo a las cinco de la madrugada, horas de reuniones a todos los niveles para que salga la movilización y quiénes van primero y quiénes después en el desfile, como resultado de la “emulación socialista” —algo que tiene sentido sólo para los funcionarios sindicales— y todos estos recursos y energías para que la élite se regale la imagen simbólica de la adhesión multitudinaria, en un gesto narcisista que exige demasiados gastos para el quebradero de cabeza que es la economía cubana hoy.

 

Tendremos la foto aérea del desfile del primero de mayo en la capital y en las cabeceras de provincia, pero este gesto narcisista que tanto necesita el poder y tanto cuesta al país, será leído en esas claves de los trabajadores: puro performance simbólico vacío de contenido y pleno de sonrisas, para ver si nos dejan más tranquilos el resto del año… a ver cuando podemos derrumbar definitivamente nuestro Muro de Berlín.

 

[1] El salario real en 2013, ha podido recuperar su poder de compra en un 27 % con relación a su capacidad en 1989.

[2] Vicent Bloch “Genèse d´un pouvoir totalitaire: le cas de Cuba” revue Communisme, n385/86, 2006 p. 85-115.

[3] Ver el artículo de Augusto César San Martín, “Cierta mordaza allende los mares” en la edición del 26 de marzo 2013 en http://www.cubanet.org/. El periodista intenta entrevistar a cubanos que viven en EEUU y encuentra la negativa a referirse a temas políticos en una autocensura igual a la que mantenían dentro del país porque quieren regresar “sin problemas” a Cuba e incluso quieren invertir en el país cuando se les permita.

 

 

Primero de Mayo en Cuba para celebrar más explotación

Eugenio Yánez

24 de abril de 2014

 

El régimen, como siempre, contra los trabajadores

 

Una vez más, la dictadura cubana contra la clase obrera, con el silencio cómplice de los sindicatos oficialistas. Ahora con relación al pago a los trabajadores en las empresas que se creen en la Zona de Desarrollo Especial de El Mariel (ZDEM).

 

Se mantiene la contratación de trabajadores a través de una “entidad empleadora” estatal y no mediante relación directa inversionista-empleados. Así es desde hace muchos años, dispositivo para esquilmar trabajadores; el Estado cobra de los inversionistas en moneda fuerte y paga a los cubanos en devaluada moneda nacional y con tarifas salariales locales. Ahora, según anuncios edulcorados, lo haría no para buscar ganancias, sino como función “facilitadora”, que incluye pactar el salario de los trabajadores con los empresarios.

 

Facilitación innecesaria, pues en todas partes los trabajadores negocian con empleadores sin necesidad de una estructura burocrática y parasitaria de por medio, y que en el caso cubano, además de no apoyar a los trabajadores, incrementa costos y establece procesos discriminatorios y excluyentes contra ellos, a través del concepto de “idoneidad”, en la práctica un control político de la fuerza de trabajo “autorizada” a prestar servicios a inversionistas extranjeros. El mismo mecanismo que empleaban los racistas surafricanos en tiempos del apartheid para contratar trabajadores en Namibia.

 

El costo de tal actividad “facilitadora” ascenderá al 20 % del salario de cada trabajador. Así que la quinta parte de lo que gane cada uno en la ZDEM es para mantener burócratas y represores políticos que serán los facilitadores más caros del planeta. Si no existieran harían más sencilla la contratación de empleados por los inversionistas y permitirían al trabajador recibir su salario sin descuentos para sustentar vividores.

 

Los trabajadores recibirán su pago mensual en pesos cubanos (CUP), a una tasa arbitraria de 10 pesos cubanos (CUP) por cada peso convertible (CUC), cuando el cambio oficial es de 25 CUP por cada CUC. Es decir, los cubanos recibirían de la “entidad empleadora”, con esa tasa de cambio, un 40 % de lo que les corresponde.

 

Con pesos cubanos, hay pocas opciones: una parte fundamental de alimentos, vestuario, calzado, artículos de higiene y aseo, materiales de construcción y reparación, y hasta de medicamentos y transporte, debe obtenerlos en pesos convertibles en tiendas del Estado que venden en esa moneda. Entonces, se necesitan 25 pesos cubanos por cada peso convertible del precio del producto en las tiendas estatales, o comprar CUC en las Casas de Cambio estatales (CADECA) a razón de 25 pesos cubanos por CUC.

 

Para explicar esta “lógica” totalitaria, veamos un ejemplo concreto de cómo serían los números con este atraco a mano armada diseñado por el gobierno “revolucionario”:

 

La “entidad empleadora” negocia el salario de los trabajadores con los empresarios. El sindicato oficialista es simple adorno, ni pinta ni da color. Supongamos que se pacta un salario mensual de 600 pesos convertibles (CUC) para un mecánico de mantenimiento. No importa ahora si ese es el salario apropiado o no, simplemente tomemos esa cifra como ejemplo.

 

La “entidad empleadora” estatal se apropia de 120 CUC (20 %) como gasto de operación, quedando para el mecánico 480 CUC. En una CADECA 480 CUC equivalen a 11.520 pesos cubanos al precio de venta de 24 CUP por cada CUC. Pero el Estado “proletario” despluma 6.720 pesos cubanos al obrero con la tasa de cambio de 10 CUP por 1 CUC, y le paga solamente 4.800, gracias a la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.

 

Además, el trabajador debe pagar impuestos por el salario que recibe, como sucede en todas partes. Para un salario de 600 CUC, si los impuestos fueran del 10 % -podría ser mucho más- el obrero pagaría 60 CUC, ó 1.500 pesos cubanos (CUP). Entonces, de los 4.800 CUP que cobra, le quedarían 3.300 después de pagar sus impuestos.

 

3.300 pesos cubanos en una CADECA estatal cubana permiten comprar 132 pesos convertibles (CUC). De manera que de un salario inicial de 600 CUC el trabajador cubano recibiría solamente el 22 %, y el 78 % irá para el Estado “socialista” y sus burócratas, represores y vividores, con la complicidad de los sindicatos, parásitos también ellos mismos. ¿Es eso lo que celebrarán los trabajadores cubanos este Primero de Mayo?

 

Digan lo que quieran decir los sicarios verbales del régimen por estos foros, esa es la realidad: más o menos la quinta parte del salario para el trabajador, casi cuatro quintas partes para el Estado “de los trabajadores”. Y quienes laboren en la Zona de Desarrollo Especial de Mariel serán privilegiados comparados con el resto de los cubanos de a pie. Si eso no es explotación, plusvalía o plustrabajo, ¿qué es y cómo se llama?

 

Papá-Estado se siente con derecho a esquilmar y estafar a los cubanos y a la vez decir que los subsidia, pero son los cubanos quienes subsidian a los parásitos en el poder.

 

¿Recuerdan lo que se canta en La Internacional? “Agrupémonos todos/en la lucha final/la Tierra será el paraíso/bello de la humanidad”.

 

¡Solavaya!

 


‘Gusano’: por una convivencia civilizada

con quienes piensan distinto

Yusimí Rodríguez López

5 de abril de 2014

 

Contra el optimismo ante los cambios implementados por el régimen, el documental de Estado de Sats muestra lo que no cambia: mano dura contra quien piense distinto.

 

Ante la avalancha de negocios privados y prósperos que inundan el país es inevitable la sensación de que Cuba avanza, cambia. Y es cierto, 10 o 15 años atrás resultaba impensable que habría tantos establecimientos gastronómicos cuyos propietarios serían cubanos, cuya categoría podía competir y sacar ventaja a los de propiedad estatal, y cuyos comensales serían sobre todo nacionales.

 

Quién iba a pensar hace unos años que habría salas de navegación en el país y que, a pesar de los precios, habría largas colas de cubanos para entrar. Quién iba a pensar que los cubanos podrían comprar y vender sus casas, sus carros y hasta… viajar fuera del país, sin solicitar permiso para hacerlo. Sí, el país cambia, ¿pero prospera?

 

Justo en esos momentos cercanos al regocijo chocamos con uno de esos documentales incompatibles con las pantallas del cine o la televisión oficial, no para recordarnos los actos de repudio y la violencia sufrida por quienes abandonaron el país en las décadas épicas de la Revolución, como parece ser el propósito de Gusano según sus primeras imágenes, sino para echarnos en cara que todo eso está sucediendo ahora mismo.

 

Gusano no es un documental realizado por extranjeros ni por cubanos testigos accidentales o deliberados de un capítulo de la represión en el país, sino por quienes la padecen. Prácticamente atrincherados, los integrantes del equipo de Estado de Sats se las arreglan para mostrar lo sucedido justo en la entrada de la casa de Antonio Rodiles, sede de Estado de Sats, los días 10 y 11 de diciembre del 2013, cuando se celebraba a nivel mundial el Día de los Derechos Humanos, y que nuestra prensa oficial prefirió ignorar.

 

Si el filme se limitara a mostrar el acto, no de repudio sino “cultural”, para el que fue movilizada la policía, además de los estudiantes llevados allí para protagonizar la actividad, y las detenciones arbitrarias de que fueron víctimas Antonio Rodiles, Walfrido López y Kizzy Macías, no duraría quizás más de diez minutos, ni pasaría de ser un reportajito sobre un suceso aislado, que ni siquiera es el peor episodio de la represión en Cuba ahora mismo.

 

Los hechos, además, no son nuevos para quienes cuentan con acceso a internet o a un correo electrónico donde recibir boletines de la prensa independiente. Fue esa prensa la que llenó el vacío dejado por la prensa oficial. Pero incluso muchos sin acceso a internet, supieron algo de lo ocurrido por Radio Bemba. Por tanto, este Gusano (palabra que desde los inicios de la Revolución ha designado a quienes no son partidarios del régimen) no podía simplemente arrastrarse por la superficie del asunto, sino arrastrarse por la historia y mostrar la represión en Cuba después de 1959.

 

Nuevos repudiadores y la misma intransigencia

 

Los entrevistados en el material viven en Cuba y han sido testigos de la represión o la han sufrido en carne propia, pero no aprovechan esta oportunidad de estar frente a las cámaras solo para narrar sus experiencias. Los reprimidos, como nos recuerda el escritor Rafael Alcides, ya no son los que quieren irse, sino los que se quedan. No podía faltar en este documental el fragmento de aquel discurso donde el eterno líder afirma que “aquellos que no tengan un corazón que se adapte a la idea de una Revolución… no los queremos, no los necesitamos”.  Ahora, esos que no necesitábamos mantienen el país en pie con los envíos de dinero, aclara Alcides.

 

Aunque los repudiadores de antaño han sido reemplazados por una nueva generación dispuesta a quedarse ronca gritando consignas y oprobios, y a golpear si es necesario, sus lemas permanecen inmóviles y enmohecidos. A estas alturas, la gente vitorea a Fidel Castro, cuando no solo dejó de ser el presidente del país, sino cuando además su hermano y presidente actual ha revertido casi todo lo hecho por el eterno líder (sin reconocer sus errores garrafales en la dirección del país).

 

La autoridad moral de Fidel Castro, según un repudiador de nueva generación que perdió la voz durante el acto de repudio a Estado de Sats, se debe a que asaltó el Moncada, vino en el Granma y peleó en la Sierra Maestra. En otras palabras, su capacidad para hacer la guerra, para lograr sus objetivos por medios violentos. Y para engendrarla con sus discursos.

 

Cuando una ve a los cubanos repudiar a sus compatriotas por querer abandonar el país, se pregunta cómo lograban cultivar tanto odio. El exiliado hijo del general Ramiro Valdés dijo en una entrevista que nadie fue obligado a participar en esos actos, que algo análogo debían tener en su interior. Aún si no los alentó, el Gobierno permitió que esas personas actuaran con absoluta impunidad; nadie fue preso ni pagó multas por desorden público, apedrear casas, gritar insultos, agredir físicamente. En el documental, el militar retirado Fernando Dámaso cuenta de un grupo de personas a las que el Partido había orientado salir a dar golpes a quienes querían irse. Sin embargo, nada nos garantiza que sea cierto, porque cualquiera que desee desprestigiar a la Revolución cubana afirmará cosas de esa índole y peores. Pero resulta más difícil creer que quienes tomaban parte en esos actos se organizaran de forma espontánea, que llegaran a los lugares de los hechos, todos juntos, sin orientación ni cita previa, y se marcharan luego sin recibir castigo, y que nada de eso fuera alentado por el Gobierno.

 

Se afirma que es necesario conocer la historia para no repetir errores; según esa lógica, ningún cubano debería participar nunca más en ese tipo de actos. No después de que los otrora traidores, insultados y agredidos por abandonar el país, se convirtieran en traedores de dólares y fueran recibidos como mesías. No después que en el discurso oficial dejaran de ser apátridas para convertirse en ciudadanos que se iban por motivos económicos. Pero la historia y la histeria se repiten; en Cuba sobra ignorancia, además del coraje del que se alardea en nuestros medios oficiales.

 

Nadie se pregunta cuál es el delito de esos cubanos y cubanas a los que reprime. Y de haber un delito, una violación a la Constitución, por qué no están presos. El colmo de esta ignorancia es que una mujer, durante un acto de repudio a las Damas de Blanco, presumiblemente frente a la casa de Berta Soler, grite que de no ser por el 10 de octubre Berta Soler sería esclava. ¿Qué relación hay entre el inicio de la guerra de independencia contra España y la liberación de los esclavos por parte de Carlos Manuel de Céspedes, y el régimen cubano? Algo así como la relación entre José Martí y el asalto al Cuartel Moncada. De tanto escuchar que el 10 de octubre de 1868 marcó el inicio de las luchas revolucionarias en Cuba y que estas culminaron el 1 de enero de 1959, las personas parecen ver en Fidel y Raúl Castro la reencarnación de todos los próceres cubanos.

 

Lo que el régimen no cambia

 

Es bueno que este documental circule cuando acaba de actualizarse la Ley de Inversión Extranjera y se ha incrementado el salario de los médicos. Raúl Castro parece decirnos: “Si el pueblo quiere licencias para abrir negocios privados, que las tengan; si quieren comprar casas y carros, que los compren; si quieren viajar, que viajen, si quieren internet, que la tengan (cara), pero que la tengan; si los deportistas y los médicos quieren ganar un poquitico más de dinero, que lo ganen; si el pueblo quiere libertad de prensa, expresión y asociación…; un momento, al pueblo no se le pueden dar todos los gustos”.

 

Ni siquiera si se trata de derechos reconocidos en la Carta de los Derechos Humanos de la ONU. Quizás uno de los detalles más sutiles y aplastantes de este documental sea el hecho de que mientras Rodiles y sus compañeros están siendo detenidos, bajo ningún cargo, y la cámara de Kizzy está siendo destruida, vemos en pantalla a nuestro presidente actual hacer uso de la palabra en Sudáfrica, rindiendo tributo a Nelson Mandela, “Líder de la Unión y la Paz”, el mismo 10 de diciembre del 2013, elogiándolo como “ejemplo insuperable… respetuosos de su diversidad… con la convicción de que el diálogo y la cooperación son el camino para la solución de las diferencias y la convivencia civilizada de quienes piensan distinto”, sin sonrojarse. ¿Dónde hemos escuchado antes hablar de doble rasero en la política?

 

Cuando se realiza un documental sobre la represión en Cuba puede ser difícil prestar demasiada atención a aspectos como la fotografía, la banda sonora, la dirección de arte. Al menos, como espectadora es difícil concentrarse en ellos cuando los hechos son tan contundentes. Sin embargo, uno de los mayores aciertos del filme es la inclusión del tema “Duro con él” de Carlos Puebla, el cantor de la Revolución, porque la banda sonora de la represión no podía ser otra. Versos como “al que asome la cabeza, duro con él”, “quien piense seguir aquí conspirando a todo tren, que recuerde por su bien que el paredón sigue ahí”, muestran, casi mejor que el propio documental, cómo este Gobierno ha legitimado glorificado la represión, y la absoluta impunidad con que esta ocurre, sin que los ciudadanos tengan la menor defensa contra ella.

 

 

Cómo arreglar el desastre

Verónica Vega

5 de abril de 2014

 

El título alude a la pregunta que cierra el post “Devaluación”, de Yoani Sánchez, acerca de cómo se podrían reparar los profundos y visibles estragos causados por la revolución del 59 a la sociedad cubana.

 

Sin ánimo de polemizar, pienso que hay causas tan innegables como el irrespeto institucionalizado por razones ideológicas, la “meritocracia”, el cultivo intencional de la vulgaridad y la ignorancia con fines de manipulación política. Pero, puesto el dedo en la llaga, la pregunta crucial ahora no es tanto quién tiene la culpa sino cómo remediar el inmenso daño.

 

Más de una vez he oído el criterio lapidario de que sólo la extinción total de las actuales generaciones puede dar comienzo a un gradual saneamiento moral en Cuba. Pero el no poder participar de ese renacimiento le quita a uno hasta las ganas de opinar, ¿no creen?

 

Así que empecé a imaginar qué se podría hacer de existir una voluntad legítima de cambio (no solo del pueblo, claro, sino del mismo gobierno), y estas fueron las premisas que se me ocurrieron:

 

-Salarios acordes a los precios actuales. Cuando cada ciudadano experimente que puede vivir, (no sólo sobrevivir) sin necesidad de desviar recursos, “luchar”, o delinquir abiertamente, irá recuperando el sentido de la ética y apreciando el valor de la honestidad.

 

-Que se valore al trabajador por su capacidad y rendimiento y nunca por su lealtad política. Esto reajustará el orden natural de las cosas y hará que los trabajadores se sientan estimulados, ayudará a desarrollar proyectos y eliminará un mal tan omnipresente en la isla como la mediocridad.

 

-Que se eliminen las degradantes verificaciones basadas en testimonios de directivos de los CDR o miembros del PCC para legitimar el derecho de un ciudadano a obtener una plaza laboral, un viaje o lo que sea.

 

-Que se destierren ipso facto los mítines de repudio.

 

-Que se sancione con todo el peso estipulado por la ley vigente (o se creen y aprueben leyes para este propósito), a toda persona que exprese discriminación a otra por raza, sexo o pensamiento.

 

-Que se reivindiquen oficialmente los sustantivos “señor”, señora, “señorita”

 

-Que todo ciudadano sea tratado con respeto, en cada oficina o institución del país, por parte de cada funcionario o agente de la policía.

 

-Que los maestros y profesores mantengan una conducta y vocabulario apropiados ante los estudiantes, que las visitas no sean anunciadas, que la verdad se haga presencia en los pasillos, las aulas y los lemas…

 

-En los espacios institucionales donde se reúnen jóvenes para consumir reguetón, que se vayan incluyendo otras alternativas de música bailable.

 

-Que se limpien las calles y se pongan multas a los que arrojan desperdicios en la vía pública, por ventanas o balcones.

 

-Que se articulen y apliquen leyes contra la música alta, la violencia doméstica, el acoso sexual, el maltrato a los animales, el abandono de éstos, que se hagan respetar mediante multas las áreas de restricción para fumar…

 

Y un largo etcétera.

 

La mayoría dirá que soñar no cuesta nada, pero pensar y expresar la Verdad puede debilitar la mentira institucionalizada, los malos hábitos asumidos por falta de opciones, temor, apatía.

 

Hace poco, en una reunión de mi CDR, un vecino alentaba a asistir a las reuniones para definir estrategias de convivencia (el pago a la persona que pone el motor del agua y chapea los alrededores del edificio, por ejemplo), y enfatizaba:

 

-Yo no convoco por motivos políticos, a mí no me interesa las ideas políticas de nadie, si las tiene, sino para resolver asuntos que nos afectan a todos los vecinos.

 

Y es que la realidad es más fuerte que las construcciones mentales. A estas alturas, visto y experimentado con creces el descalabro moral y económico, la gente tiene hambre, sino de verdad, al menos de progreso.

 


En The New York Times Julia Cooke explica cómo las reformas castristas excluyen a una parte fundamental de la sociedad.

In Cuba, Unequal Reform

By JULIA COOKE

APRIL 1, 2014

 

I caught a cab in Havana one afternoon a few years ago when I lived in Cuba. It was a gypsy cab, which is to say a man with a car who’d accept money to give me a ride. We settled on $3, and I slipped into the front seat of the Russian Lada next to the driver, a stern, tall, 50- or 60-something black man in a suit. Cuban taxi drivers are notorious busybodies, but this man was silent until we approached my apartment.

 

“I am a doctor,” he finally said. “Cardiólogo. I did some of the first pediatric open-heart surgeries in Havana.”

 

This sort of interaction is familiar to anyone who’s spent much time in Havana. Highly trained Cubans doing tasks far beneath their intellectual capacity for extra cash — whether moonlighting or full-time — are the inheritance of the Castro regime. As so much changes in the country under Raúl Castro, this remains the same.

 

The last three years have brought tremendous economic reforms to Cuba, particularly in terms of opening up the tourism and small business sectors. The National Assembly has legalized the purchase and sale of property and cars, granted licenses to small businesses and nonprofessional independent contractors, and done away with the exit permits that have restricted Cubans’ travel and migration since 1961. Just last weekend, it slashed government taxes on foreign companies operating in Cuba.

 

And yet one group of Cubans has been systematically excluded from these transformations: professionals, like my gypsy-cab-driving doctor. Until this changes, the country, and the foreign investment it hopes to lure with reforms like this most recent one, will stagnate.

 

It is still illegal for professionals, ranging from engineers to doctors to lawyers to architects, to practice independently. Cuba’s free, meritocratic educational system has made them, the rationale goes, and so their human capital should benefit the state. But in return, they earn paltry state paychecks that hover around $18 to $22 per month. To make ends meet they drive taxis after hours or quit the jobs they were trained for altogether in order to work at restaurants, bars or privately owned shops.

 

There has been some loosening in certain fields. Last month, the government announced that medical professionals would see steep raises in their salaries, offering — on the high end of the spectrum — a doctor with two specialties $67 monthly. And last fall, a new law began to allow Cuban professional athletes to sign contracts with foreign leagues and compete for pay abroad. Still, a Cuban can go into business as a party clown but not a lawyer; she can open a bar but not a private clinic.

 

The newest chapter in the reshaping of Cuba’s economy is the law passed on Saturday, which lowers total taxes on foreign businesses from 55 percent to 15 percent (businesses headquartered anywhere but the United States, that is, because of our trade embargo). But Cuban workers don’t stand to benefit much from the change. Should foreign companies be lured to Cuba by better deals, they would not be able to hire professionals as they see fit. Rather, they would still have to contract labor through the Cuban state.

 

This is not to say that independent practice does not happen — it does. Web programmers take on freelance assignments paid in cash, writers sell books in Spain, architects quietly make renderings for a well-connected family’s new restaurant. Yet these professionals work in the underground economy, without legal protections. Five years ago, before Raúl Castro’s reforms came into effect, the current generation of entrepreneurs selling religious paraphernalia or spa services were doing the same. Now they are able to be openly compensated for their work.

 

Younger generations of Cubans are daring and savvy; they’re used to a legal landscape that changes monthly. But many young professionals aren’t willing to wait. Too often, they complete the two to three years of social service required to “pay for” their degrees and then leave the country, often for Europe, Latin America or the United States. In 2012, migration statistics shot as high as in the early 1990s, when Cuba plunged into a post-Soviet economic crisis. And the ranks of migrants were bloated with professionals.

 

Back home, an older and more experienced generation, like the cardiologist who picked me up, drives taxis. Cuba’s brain drain doesn’t just cross borders, pushing skilled locals into other economies; necessity, too, forces professionals out of their fields on the island itself. This diminishes the country’s appeal to some of its best citizens, yes — and to foreign investors as well.

 

To be a professional in Cuba today is still a grim prospect. And until this changes, economic reforms or no, Cuba won’t change much, either.

 

Julia Cooke is the author of “The Other Side of Paradise: Life in the New Cuba.”

 

A version of this op-ed appears in print on April 2, 2014, in The International New York Times.

 

 

La Delgada Línea Azul

Verónica Vega

25 de marzo de 2014

 

“La Delgada Línea Roja” es una bella y atroz película cuyo título alude al trazo que confina en un mapa, a un territorio objetivo de guerra. A la tragedia que decreta esa señalización.

 

Habituada desde niña a mirar el horizonte sobre el mar que rodea esta isla, y a pensar en los muchos que se fueron y (van) a habitar el misterio de su inaccesibilidad, he pensado que esa línea azul es también para los cubanos una demarcación fatal.

 

¿Cuántas historias tienen como principio (o fin) esta línea tan filosa que ha podido cortar en dos un país?

 

Hace unos días saludé a un viejo conocido frente a la UNEAC, y cuando mi hijo me preguntó quién era le respondí: “alguien que cada vez que lo veo me hace sentir que él y yo somos objetos museables… Porque lo conocí entre un grupo de artistas en los 90s de los que al parecer solo quedamos nosotros”.

 

Se me hace inevitable recordar un poema de Reina María Rodríguez donde habla de sus dos agendas para contactos: una con los amigos de aquí, otra para los que están afuera. No hay ni que decir que los nombres de los de “aquí”, saltan para la otra agenda.

 

Leyendo el artículo de Harold Cárdenas, creador de La Joven Cuba, “La Contradicción” me convenzo de que tanto la vida como el poder político se alimentan del reciclaje generacional y específicamente aquí, del espejismo de la peculiaridad en un problema que ya cumplió 55 años.

 

El autor expresa: “De los amigos de mi niñez y adolescencia no quedan muchos aquí, no sé si me tocó la (mala) suerte de estudiar junto a muchos infantes-emigrantes o es que se han marchado tantos, no sabría decirlo porque las cifras de la emigración joven en Cuba no son públicas”.

 

Que la juventud abandone la isla implica socavar las bases mismas del futuro, esto es innegable, pero, ¿no predominaba la juventud en el éxodo de Camarioca, del Mariel o entre los balseros del 94? Todos mis amigos y familiares que emigraron, lo hicieron siendo jóvenes.

 

Más allá de admitir que el síndrome digámosle “de la curiosidad, la frustración o la claustrofobia”, parece haberse convertido en pánico, la hemorragia comenzó con la Revolución, y la actual desidia social, la falta de unión y perspectiva civil, son consecuencia no sólo de los bajos salarios, las restricciones tangibles e intangibles, la sostenida labor de descrédito a cualquier forma de disidencia, sino de este largo desangramiento.

 

El éxodo toma la forma del matrimonio por conveniencia, recorre las intrincadas y caras redes de emigración “legal” ilegal, e infinitas alternativas que solo conciben la desesperación de los necesitados y la falta de escrúpulos de los que tienen acceso a las barreras que delimitan el “aquí” y el “allá”.

 

Se camufla en las misiones de trabajo, en las visitas a familiares o amigos, muestra su rostro en las colas ante las oficinas de inmigración y las embajadas, y su desolación en los ojos de los denegados por “posible emigrante”, que salen de su entrevista en la SINA.

 

Muchos de los que abandonan el imponente edificio, frente al malecón, están lejos de ser jóvenes. Perdieron sus mejores años en un país que condena su vejez a la indigencia. Sus hijos y nietos no viven o no quieren vivir en Cuba.

 

Sufrieron el trabajo paciente y la espera inútil, la prórroga continuada de la ilusión, la separación de esposos, hijos, la soledad y la pobreza. Ven la delgada y remota línea azul como una maldición.

 

Sí, a mí también me gustaría tener acceso a las estadísticas de la emigración cubana, pero a la suma TOTAL de los que empeñaron su vida en un sueño. Sueño que hace décadas vaga sobre esa línea abstracta que divide, no el mar y el cielo sino el aquí y el allá, la negación y la esperanza.

 

Las cifras de los que se fueron por vías legales, de los que lo intentaron en embarcaciones frágiles y llegaron, de los que nunca lo consiguieron. De los que salen por misión y se quedan, de los que hacen visitas familiares y también se quedan. De los que han desertado entre los altos oficiales cuyas rutas siempre fueron libres de la burocracia que toca a los “cubanos de a pie”, y libres de la inquisición de las estadísticas.

 

Y las cifras de los que no se exiliaron y han vivido (o hasta murieron), en casas, calles o cárceles, con la mente fija en cualquier otro país posible, del que no sea necesario huir.

 

 

Etiquetas de Dánae

Tania Díaz Castro

21 de marzo de 2014

 

Con su álbum de marcas extranjeras, la niña era feliz junto a un mundo de colores sacados de la basura

 

En mi infancia y adolescencia, allá por los años cuarenta y cincuenta, a ningún niño se le hubiera ocurrido coleccionar etiquetas de productos comerciales. Los envases se botaban después de consumido el producto y a nadie le llamaba la atención sus etiquetas, por muy atractivas y coloridas que éstas fueran. Si hago memoria, recuerdo las etiquetas de las compotas estadounidenses, donde se veían fotos de hermosos y risueños bebés, o aquellas que anunciaban el chocolate La Estrella, donde aparecían graciosas españolas vestidas a la usanza tradicional.

 

Pero aun así, jamás a los niños de aquella época se nos ocurrió pegar etiquetas en un álbum, como si se tratara de aquellas postalitas –así le llamábamos- que narraban aventuras de Walt Disney o historias de las dos guerras mundiales.

 

Es por eso que jamás podré olvidar a Dánae, aquella niña de trece años que a partir de 1990 comenzó a coleccionar etiquetas de productos importados. Es precisamente en esa fecha, a inicios del Período Especial, que llegan a Cuba artículos de procedencia extranjera, para ser vendidos en dólares, después de varias décadas en que los comercios cubanos habían permanecido vacíos, desde que Fidel Castro se hizo dueño de todo y las cosas desaparecieron de la faz de la tierra cubana.

 

Todavía recuerdo aquella expresión de Dánae, de alegría y curiosidad, cuando una tarde le regalé un antiguo y lindo estuche de bombones cubanos.

 

Cada día llegaba a mi casa y me enseñaba la nueva etiqueta que había adquirido, al encontrar el producto en la basura. Para ella, aquel álbum suyo representaba un mundo nuevo, donde el colorido y las figuras de las etiquetas jugaban un importante papel –y nunca mejor dicho.

 

Pero un día me resultó tan penosa su colección, que le pedí no me la mostrara más. Se trataba de una prueba grotesca de la miseria y fealdad que había comenzado a sufrir Cuba desde que Fidel Castro convirtiera a la isla en un país anormal, donde ni siquiera se les ponía etiqueta a los pocos artículos que se fabricaban en el país y las que llegaban de la Unión Soviética eran tan poco agradables a la vista, que pasaban inadvertidas.

 

Dánae había vivido durante trece años en un país donde los productos que adquiría la población carecían de nombre, de explicación sobre su contenido, fecha de elaboración, fecha de vencimiento y propiedades alimenticias.

 

Así ha vivido el pueblo cubano durante más de medio siglo de dictadura socialista, condenados a consumir los peores productos del mundo y siempre escasos, como el pan, entre muchos otros, que no se comercia envuelto y siempre ha carecido de los ingredientes básicos para una elaboración de calidad.


 

Devaluación

Yoani Sánchez

7 de marzo de 2014

 

Para una célula es difícil mantenerse sana en un organismo enfermo. En una sociedad ineficiente, una burbuja de funcionalidad estallaría. Así mismo, no pueden potenciarse ciertos valores éticos –seleccionados y filtrados- en medio de una debacle de integridad moral. Rescatar códigos de conducta social, implica aceptar también aquellos que desentonen con la ideología imperante.

 

Desde los medios oficiales, nos llaman ahora a recuperar los valores perdidos. Según la versión de comentaristas televisivos, la responsabilidad del deterioro recae fundamentalmente sobre la familia, una parte en la escuela… y ninguna sobre el gobierno. Hablan de mala educación, groserías, falta de solidaridad y extensión de malos hábitos como el robo, la mentira y la indolencia. En un país donde por medio siglo el sistema educativo, toda la prensa y los mecanismos de producción y distribución cultural, han sido monopolios de un único partido, vale la pena preguntarse ¿de dónde ha surgido tal depauperación?

 

Recuerdo que cuando niña nadie se atrevía a dirigirse a otro con el calificativo de “señor”, porque resultaba un rezago burgués. Como el vocativo “compañero” se asociaba a una posición ideológica, muchos comenzamos a llamarnos entonces con nuevas formas. “primo”, “joven”, “oye tú”, “puro”… y una larga lista de frases que derivaron en fórmulas vulgares. Ahora se quejan en la TV de que somos soeces a la hora de dirigirnos a otros, pero… ¿quién empezó ese deterioro?

 

El sistema cubano apostó por la ingeniería social, y jugueteó con la alquimia individual y colectiva. El ejemplo más acabado de ese fallido laboratorio fue el llamado “hombre nuevo”. Ese Homus Cubanis crecería supuestamente en el sacrificio, la obediencia y la fidelidad. La uniformidad era incompatible con las particularidades éticas de cada hogar. Así que para lograrla, a millones de cubanos nos alejaron –siempre que pudieron- del entorno familiar.

 

Íbamos al círculo infantil con apenas 45 días de nacidos, los campamentos pioneriles nos recibían después de aprender las primeras letras, partíamos hacia las escuelas al campo recién terminada la infancia y pasábamos nuestra adolescencia en un preuniversitario en medio de la nada. El Estado creía que podía sustituir el papel formador de nuestros padres, pensó que lograría cambiar los valores que traíamos de casa por un nuevo código de moral comunista. Pero la criatura resultante distó mucho de lo planificado. Ni siquiera llegamos a convertirnos en un “hombre bueno”.

 

La emprendieron también contra la religión, pasando por alto que en sus disímiles credos se transmiten parte de los valores éticos y morales que moldearon la civilización humana y nuestras propias costumbres nacionales. Nos hicieron denigrar a los diferentes, insultar con obscenidades a los presidentes de otros países, burlarnos de figuras históricas del pasado, sacar la lengua o lanzar la trompetilla al pasar por una embajada foránea. Nos inculcaron la “promiscuidad revolucionaria” que ellos mismos ya practicaban desde la Sierra Maestra y nos incitaron a reírnos de quienes hablaban bien, tenían una amplia cultura o mostraban algún tipo de refinamiento. Esto último nos fue enseñado con tanta intensidad, que muchos fingíamos hablar vulgarmente, dejar de pronunciar algunas sílabas o nos callábamos nuestras lecturas, para que nadie se diera cuenta que éramos “unos bichos raros” o potencialmente unos “contrarrevolucionarios”.

 

Un hombre –desde la tribuna- nos estuvo gritando por cincuenta años. Sus diatribas, su odio, su incapacidad para escuchar calmadamente un argumento en contra, fueron las “modélicas” posturas que aprendimos en la escuela. Él, nos infundió la algarabía, la crispación constante y el dedo índice autoritario para dirigirnos a los otros. Él –que creía saber de todo cuando en realidad sabía de muy poco- nos transmitió la soberbia, el no pedir disculpas y la mentira, ese engaño de los pícaros y los timadores que se le daba tan bien.

 

Ahora, cuando el cuadro ético de la nación parece un espejo hecho trizas contra el suelo, llaman a la familia a repararlo. Nos piden que formemos valores en casa y que transmitamos orden y disciplina a nuestros hijos. Pero ¿cómo hacerlo? Si nosotros mismos fuimos moldeados en el irrespeto a todos esos códigos. ¿Cómo hacerlo? Si ni siquiera ha existido un proceso de autocrítica desde el poder, donde aquellos que jugaron a la ingeniería social con nuestra vidas reconozcan lo que hicieron.

 

Los códigos éticos no se recomponen tan fácilmente. Una moralidad devaluada por el discurso público, no puede reponerse de la noche a la mañana. Y ahora ¿cómo vamos a arreglar todo este desastre?


 

Mi edificio, mi calle, mis recuerdos

Amir Valle

4 de marzo de 2014

 

Una noticia circula en las redes: 600 personas han quedado en la calle debido al derrumbe de un edificio en Centro Habana.

 

Para muchos será sólo una nota más del desastre habitacional cubano, un edificio más que suma sus ruinas a esa ciudad decadente, cuyos edificios siguen desplomándose con la misma cotidiana tozudez con la que se desploma la Revolución.

 

Para mí es distinto: viví allí durante varios años, en el quinto piso, en el apartamento 501, y al leer que se ha desplomado el séptimo y sexto piso, y que hay peligro de derrumbe total, el recuerdo me llega desde esos escombros que ahora mismo contemplan sin esperanza, estoy seguro, muchos de quienes vivieron allí y fueron mis vecinos.

 

Hace un tiempo escribí que, cuando llegué a Centro Habana, ya había vivido en el Cotorro, Luyanó, Arroyo Naranjo y el Vedado. Entré así a un universo raro, marginal, siempre abierto a la especulación, la bolsa negra, el bajo mundo y la nocturnidad podrida, como sigue siéndolo hoy, y como he querido recoger en varias de mis novelas que transcurren en esas calles.

 

En el edificio Arbos, ese edificio de Oquendo 308 que ahora está en las noticias, habían matado a un guardaespaldas del capo norteamericano Meyer Lansky, luego de una borrachera prodigiosa y escandalosa, allá por 1957. Estaba acostado con una de las más conocidas prostitutas de La Habana: Cacha La China, un prodigio de la raza amarilla dotada con las formas de las mulatas cubanas y la experiencia ancestral asiática en las artes del sexo. Lo descubrieron a la mañana siguiente con el miembro cercenado. A Cacha le habían cortado los senos. Se desangraron. El olor a marihuana llenaba toda la habitación de la tercera planta de aquel edificio para putas y gente pobre. La policía llegó a eso de las diez y un perro gris y anémico dejó la posible pista tras el olor excitante de una perrilla faldera en la planta baja. Cuando el manipulador tiró de la correa para que siguiera buscando, se echó en el piso y comenzó a aullar bajito, como si mascullara una protesta. Todo el barrio de Cayo Hueso comentó el suceso y la prensa lo reflejó con grandes alaridos sensacionalistas.

 

En 1994, justo el mismo año en que me mudé para aquel sitio, en el sexto piso del viejo edificio de ocho plantas, construido en la década del 20, aparecieron cuatro muertos: un extranjero, español según las señas de los vecinos, un negrito homosexual conocido como Juana Picadillo y dos jineteras. Habían pasado toda la noche en una orgía terrible y los gritos de la cópula se mezclaban con la algarabía musical de mi vecino, acostumbrado a escuchar hasta altas horas de la noche rancheras mexicanas cantadas por Los Tigres del Norte.

 

A las dos de la mañana se escucharon los disparos. Poco después llegó la policía. La puerta de la habitación estaba abierta y adentro los muertos: Juana Picadillo con dos balazos en el pecho, una de las muchachas con la cabeza destrozada por un tiro y la otra, de nalgas a la puerta, con un agujero en la espalda, la boca todavía sobre la verga del españolito, a quien también habían disparado a la cara. Todos desnudos. La policía los cubrió con sábanas y los retiró del edificio a eso de las cuatro.  Cuando amaneció, ya no había rastro de policía ni de perros, que también habían dejado la pista esta vez tras una puddler coqueta de la segunda planta. Todo el barrio de Cayo Hueso comentó durante varios días el suceso. La policía nunca más volvió y no se publicó ni una sola nota en los periódicos.

 

Ese espíritu ruinoso, que se respiraba desde que uno entraba en el antiquísimo ascensor Otis que funcionaba de vez en vez, fue eternizado parcialmente en el documental Arte nuevo de hacer ruinas y me resulta curioso que muchos de los que vieron ese documental no hayan notado que se trata del mismo edificio donde el alemán Florian Bochmeyer filmó parte de ese importante documento sobre esa Habana que sobrevive en medio de sus propios escombros.

 

Además de amigos que aún vivían allí, de algunos conocidos que llegaron a ser parte de mi familia (condenados todos ahora a desandar La Habana, y desgraciadamente no como lo hacía Eusebio Leal), la segura muerte física de ese espacio no impide que los recuerdos lo perpetúen, al menos en mi memoria. Ahí quedan las noches parado en el balcón de la quinta planta mirando las luces caer sobre la ciudad y el malecón; las agotadoras (y tan fastidiosas como divertidas) jornadas sin agua ni corriente en que teníamos que llenar el inmenso tanque de 55 galones de nuestra casa, subiendo aquellos interminables cinco pisos, desde la cisterna en la planta baja, cubo a cubo y por las escaleras; la sensación de vigía privilegiado desde la que asistí a las riadas de pueblo protestando en las calles de Centro Habana durante las revueltas del año 94, hasta que decidí bajar y sumarme al gentío descontento; las triquiñuelas entre vecinos para proteger de la policía a los pequeños comerciantes clandestinos a quienes comprábamos la comida y otras necesidades  (recuerdo un día en que tres vecinos me llenaron la casa de latas de pintura llenas de colas de langosta porque a mí, como era un periodista conocido, los policías no me revisarían el apartamento); e incluso las veces en que escritores hoy muy reconocidos iban a trabajar sus libros en mi moderna computadora (recuerdo ahora mismo a Pedro de Jesús, a Ronaldo Menéndez y a Alberto Garrido, que estuvieron allí para armar justamente los libros con los que obtuvieron el Premio Pinos Nuevos 1997 y los Premios Casa de Cuento 1997 y 1999, en ese orden).

 

Alguien me dijo una vez que la memoria se vacía, gota a gota, cuando desaparecen los sitios, las personas, el eco de los sucesos que motivaron los recuerdos. Quiero negarme a que eso sea cierto. Exactamente este 3 de marzo pasado hizo 8 años de mi destierro alemán. Ocho años, debo reconocerlo para mi vergüenza, en que sólo pensé en ese edificio cuando lo vi en el documental Arte nuevo de hacer ruinas. Ahora asisto a la noticia de su agonía. Por suerte, si mi memoria falla y llega el olvido, he escrito ya muchos de esos recuerdos. Espero que eso los salve.

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Derrumbe en La Habana

deja más de 600 personas en la calle

Augusto César San Martín y Pablo Méndez

3 de marzo de 2014

 

El desplome parcial en los pisos superiores puso en peligro la estructura del edificio de cinco plantas, con 120 apartamentos

 

Desde la tarde del pasado jueves 27 permanecen en la calle los residentes del edificio ubicado en Oquendo 308, entre San Rafael y San Miguel, Centro Habana.

 

El derrumbe parcial en los pisos superiores puso en peligro la estructura del edificio de cinco plantas, con 120 apartamentos.

 

Desde los primeros desplomes del  hormigón armado, los más de 600 residentes comenzaron a abandonar el inmueble, trasladando sus pertenencias hacia la calle. Ante la inminencia de derrumbe total, las autoridades locales decretaron el desalojo.

 

Puertas, lozas de baño, inodoros, equipos electrodomésticos, camas y toda clase de pertenencias  mantienen los vecinos en la calle. Estas personas no han sido evacuadas.

 

A las 7:00 p.m. del sábado la policía ordenó cortar la electricidad  y prohibió la entrada al edificio, hasta la mañana del domingo. La orden ocasionó alteración por parte de los vecinos, que no han terminado de evacuar sus pertenencias.

 

Durante el viernes, funcionarios del gobierno local se reunieron con parte de los afectados. Según una de las víctimas, aseguraron que se evacuarían a todas las personas paulatinamente.

 

Uno de los residentes del edificio que no quiso identificarse declaró a la prensa independiente:

 

-No sabemos para dónde vamos. Ayer pararon 9 guaguas aquí para llevarnos para albergues y se fueron vacías… Queremos casas, nada de albergue.

 

Se conoció además que algunas familias afectadas fueron instaladas en apartamentos de edificios ubicados en Santa Fe, municipio Playa. Las prioridades en las entregas de viviendas se establecen por la composición de núcleos familiares con niños.

 

El edificio construido en 1928 fue declarado de peligro de derrumbe en 1988. Todos las victimas consultadas coinciden en la reiteración de las alertas al gobierno sobre el deterioro de  la edificación.

 

 

La Habana, entre gritos y silencios

Ernesto Pérez Chang

3 de marzo de 2014

 

La Habana es una ciudad de gritones. Apenas ha salido el sol y, antes de que comiencen a cantar los gallos, los gritos se imponen sobre cualquier otro ruido. Las voces del vecino que despierta a quien no tiene reloj despertador. Las voces de agitación de las madres levantando a los hijos para que vayan a la escuela. Los pregones del panadero y los alaridos de una señora para que alguien que pasa por la acera apague el motor del agua.

 

Una mujer corre por la calle lanzando palabrotas al chofer del autobús que ha pasado antes de hora y ha decidido no esperar. La gente que viaja dentro, amontonada, protesta por la incomodidad, por los malos olores, por el estado del tiempo que, por el tono de furia que emplean, tan absurdo, a veces pienso que es una manera enmascarada de criticar el estado deplorable de las cosas.

 

Según pasan las horas la gritería aumenta como en una competencia descontrolada donde cada cual ensaya su nota más alta. Los vendedores ambulantes sueltan los pulmones en los gritos. También los compradores de oro, los de botellas vacías.

 

Según pasan las horas la gritería aumenta como en una competencia descontrolada donde cada cual ensaya su nota más alta. Los vendedores ambulantes sueltan los pulmones en los gritos. También los compradores de oro, los de botellas vacías.

 

Se suman al coro los que reparan colchones o máquinas de coser. Los que no venden ni compran pero que mandan recados o saludos a viva voz desde los balcones. La empleada que anuncia que se acabaron los turnos de alguna fila entre las tantas que estamos obligados a hacer. Los que avisan que ha llegado el pollo de la dieta o los cinco huevos del mes. Los cobradores del agua, el fumigador, los niños que salen de la escuela voceando consignas patrióticas que les han enseñado los maestros. El altoparlante que recorre las calles anunciando un acto político en la plaza o que explica, con muy elaborados galimatías, por qué nuestras elecciones de un solo partido son las más democráticas del universo.

 

Por la noche, los gritos y las formas de emitirlos son otros. Siguen siendo intensos pero si uno los escucha con atención puede llegar a sentir el cansancio en las voces, las frustraciones del día a día, el silencio que hay tras ellos.

 

Gritos por el niño que, jugando en la escuela, ha roto los zapatos nuevos, irremplazables. Gritos porque en la guardería han anunciado que estarán cerrados la próxima semana por falta de agua. Gritos de las madres porque saben que esos días de ausencia serán descontados del salario.

 

Las altas horas de la tarde, la oscuridad que asiste a las desnudeces, son el momento de los estallidos. La angustia contenida se exterioriza en peleas de todo tipo: gritos por la comida que está sin hacer porque no hay dinero para comprar el cilindro de gas. Gritos por la electricidad que cortaron o han de cortar por la falta de pago.

 

A pesar de la intensidad y la persistencia, uno sabe que esas voces casi en los extremos del sonido, rozando sus límites, no son otra cosa que el más estricto y controlado silencio.

 

Gritos porque se acabó el arroz. Gritos porque un padre de familia ha quedado sin empleo. Gritos porque la televisión anuncia que habrá lluvias intensas y ya los techos no aguantan más humedad. Gritos porque otra vez han pedido dinero en la escuela para hacerle un regalo al profesor que suele tornarse muy severo al calificar los exámenes.

 

Gritos porque los papeles de algún trámite no saldrán si no se paga un soborno. Gritos porque el más honesto de los vecinos, un militar que todos los años vacaciona en Varadero, ha denunciado a la pobre anciana que vive de tostar y vender maní en la esquina, sin licencia.

 

Gritos de dos madres desesperadas porque nadie interviene en una sangrienta bronca de pandillas donde están involucrados sus hijos. Gritos de indiferencia de la policía porque el asunto de la anciana vendedora es mucho más peligroso para la seguridad de la nación.

 

Gritos extraños, demasiado humanos, que escucho apagarse después de unos disparos. Gritos que se amontonan en mis oídos y que, con el tiempo, he aprendido a no escuchar porque no deseo terminar parado en la azotea de mi edificio gritando sin control, con los brazos atados por una camisa de fuerza.

 

En La Habana todos gritan a toda hora, lo hacen con una energía tan descomunal que uno puede escuchar las voces aun cuando está lejos, más allá de las aguas que bordean la isla. Sin embargo, a pesar de la intensidad y la persistencia, uno sabe que esas voces casi en los extremos del sonido, rozando sus límites, no son otra cosa que el más estricto y controlado silencio.


 

 

Libreta de racionamiento o manual de privaciones

Ernesto Pérez Chang

14 de febrero de 2014

 

Esta es la canasta básica de un cubano: cinco huevos al mes y unas cuantas libras de arroz, del que se “enfanga” y no crece. Azúcar, la suficiente para transformar el vaso de agua corriente en un desayuno de emergencia. La sal común, con granos del tamaño de una pelota de ping pong, el paquete de un kilogramo no se sabe cada cuántos meses. Es de las cuentas más complicadas.

 

Con regularidad, reparten unos cuantos gramos de tendones y pellejos molidos con harina de soya, algo de condimento y sustancias químicas conservantes que ningún laboratorio pudiera explicar. La gente consume la mezcla sin saber exactamente qué es, pero han aprendido a engullir sin hacer muchas preguntas. Tal vez la fórmula sea de los secretos mejor guardados y, lo de tragar a ciegas, de las maniobras de consumo más inteligentes.

 

Los frijoles, cuando no vienen picados por gusanos y gorgojos entonces huelen a fumigación y, de tan viejos, no hay modo de transformarlos en algo humanamente comestible.

 

El aceite, con algunas moscas flotando en él, solo sirve para embarrar la botella, jamás para aderezar, y el único panecillo barato que se permite el obrero, es de sabor tan ácido y de textura tan rara que a veces termina para comida de los cerdos.

 

Si entrara ese barco que todos contemplan con regocijo desde el muro del Malecón, entonces llegará el pollo de una libra por consumidor, calculada la ración para treinta días. A veces uno compra a los médicos el autorizo de una dieta médica y, después de unos trámites escabrosos en las oficinas de comercio, recibe otro poquito de comida durante unos meses. Usualmente uno enferma con los años como consecuencia de la prolongada malnutrición y se gana el extra como si fuera un premio de lotería. De modo que la enfermedad no parece un agravante sino una bendición.

 

La libreta de racionamiento no nos provee de mucho más. Cada año las autoridades recortan las páginas. De modo que la edición nunca resulta aumentada sino disminuida. Solo en eso consisten las incesantes correcciones. Las casillas que van sobreviviendo a las podas periódicas, al final terminan tan vacías como el interior de nuestros refrigeradores, por no decir, de nuestras barrigas.

 

Tal vez para justificar la perpetua permanencia en nuestras vidas, al documento, un verdadero manual de privaciones, se le agregan otras funciones de control y se convierte en un elemento esencial que regula y determina a fondo nuestras existencias. Tanta es su importancia en algunos hogares humildes que en la cubierta se ha llegado a advertir que no es un documento oficial.

 

No obstante, todos sabemos que lo es, y lo llevamos a todas partes junto con el carné de identidad, incluso adosado al pasaporte cuando viajamos al extranjero. El diablo son las cosas.

 

La libreta de racionamiento o de “abastecimiento”, como se le nombra de manera oficial, debería ganarse un lugar entre los símbolos de la nación. Creo que nada puede ser más representativo de un pueblo y de la historia de penurias que ha soportado.

 

Solo en determinados hogares de privilegio la libreta de racionamiento no existe o, sencillamente, duerme el sueño eterno en alguna gaveta cuando no en un cesto de basura. Palacetes de las zonas restringidas o lugares donde habitan los dioses de este Olimpo insular: gerentes de grandes y pequeñas empresas estatales, militares de alto rango, dirigentes con poder efectivo, hombres y mujeres que han sabido sacarle provecho a tantos y perversos mecanismos de control o que han descubierto que el socialismo solo es una gran fiesta donde, si te va muy mal, es porque no has sido invitado.

 

 

 

Decenas de miles de cubanos residentes en La Habana nunca han visto salir agua del grifo de la vivienda que habitan

No sale agua del grifo en numerosos hospitales y escuelas. Mis hijos nacieron en  1976 y 1983 en el Ramón González Coro, el mejor hospital gineco-obstétrico de Cuba.  En ambas ocasiones yo tuve que cargar agua para que mi esposa pudiese lavarse al menos, ni pensar en bañarse.

 


La venta racionada de otros productos

por la libreta de racionamiento

El transporte de pasajeros en La Habana

 


El transporte público en La Habana va de mal a peor

Iván García Quintero

16 de enero de 2014

 

Viajar desde Santiago de las Vegas, un poblado al sur de La Habana, al centro de la capital, es un itinerario que la línea P-12 de Metrobús debe cubrir en una hora y 15 minutos. Su frecuencia en horas pico debe ser de 8 minutos.

 

Pero la realidad es otra. Pregúntele a Darío, empleado de una tienda: “En un día con suerte, demoro una hora y cincuenta minutos en llegar a mi trabajo y casi dos horas  regresar a mi hogar. Es tan malo el servicio que brinda la terminal de Mulgoba en cualquiera de sus tres rutas, P-12, P-13 o P-16, que los pasajeros habituales debemos buscar otras opciones”,

 

Las otras opciones son desplazarse en viejos ‘boteros’ (taxis particulares) que cobran 20 pesos por persona. “Si viajara exclusivamente en ‘almendrones’ gastaría 960 pesos en los 24 días de labor, y yo devengo un salario de 440 pesos más 15 cuc de estimulación, que sumado representan 800 pesos mensuales. Solo en taxis se consumiría mi salario”, indica Darío.

 

Otra posibilidad para cubrir el trayecto hasta Santiago de las Vegas es abordar un rutero que sale del Parque El Curita, en las inmediaciones de la calle Galiano. Desde hace dos años, pequeños microbuses dados de baja del servicio para turistas, se han reciclado y convertido en una   cooperativa, con el objetivo de aliviar el servicio de transporte urbano.

 

Cobran 5 pesos per cápita y la mayoría de los vehículos tiene aire acondicionado. Solo se puede viajar sentado. Ahora mismo en la ciudad funcionan varias líneas con destino al Cotorro, Alamar, Playa, Marianao y La Palma, un transitado cruce de calzadas situado en el municipio Arroyo Naranjo.

 

Viajar en ómnibus ruteros es más barato. Pero no tanto. Darío, por ejemplo, en los ruteros gasta 240 pesos al mes, casi el tercio de su salario.

 

Los habaneros de bolsillos estrechos, la mayoría, suelen viajar en ómnibus urbanos. “No es un buen negocio viajar en taxis o ruteros para ir a trabajar, porque el salario se te evapora”, dice Miguel, obrero de la construcción que lleva una hora en una parada en las inmediaciones del Capitolio, esperando el P-8 con destino a Mantilla.

 

El transporte público en Cuba es una de las tantas asignaturas suspensas del gobierno cubano. Después de 1959, cuando Fidel Castro llegó al poder, el servicio de ómnibus urbanos se ha tornado en una pesadilla.

 

En los años 60, el régimen compró ómnibus  británicos Leyland, en un intento por diseñar una red de transporte funcional. Entonces en La Habana circulaban alrededor de 2.500 ómnibus.

 

Existían más de cien rutas. Y una flota de 3 mil taxis a precios módicos con autos adquiridos a finales de los 70 a subsidiarias estadounidenses en Argentina y Canadá.

 

Aun así, el funcionamiento del transporte público distaba de ser óptimo. Las guaguas iban atestadas de personas colgadas en sus puertas. A veces para abordar un ómnibus se necesitaba tener la preparación de un atleta olímpico, pues se debía correr cientos de metros a toda velocidad ya que los choferes no se detenían en las paradas.

 

Hacia mediados de los 80, los añejos Leyland, probablemente los ómnibus que mejor se adaptaron al pésimo estado de las vías habaneras y maltratos de los pasajeros, fueron dados de baja tras 20 años de servicio.

 

Se probó con ómnibus Hino de Japón, Pegaso de España e Ikarus de Hungría. Pero debido al exceso de explotación, mal estado de las calles y pésima asistencia técnica, a los pocos años la mitad de esos ómnibus estaban parados.

 

Con la llegada del ‘período especial’, una crisis económica estacionaria que se alarga por 23 años, el transporte público desapareció. El número de buses en La Habana se redujo a menos de 150. La gente caminaba decenas de kilómetros para trasladarse de un sitio a otro. O pedaleaba en bicicletas chinas por oscuras y ruinosas calzadas.

 

Los tecnócratas diseñaron el camello. Un remolque adaptado a un camión con capacidad para 300 pasajeros. Se crearon 7 rutas. Se viajaba apiñado, como carne prensada en lata. Entre el calor y el estrés del ‘período especial’,  los camellos se convirtieron en ring de peleas monumentales, terreno fértil de carteristas y tarados sexuales.

 

El transporte urbano, en estado de indigencia, a partir de 2007 mejoró su servicio cuando comenzaron a rodar alrededor de 470 ómnibus articulados de la marca Yutong, Liaz y Maz. Funciona una empresa, llamada Metrobús, que gestiona 17 rutas designadas con la sigla P y recorren las principales arterias de La Habana.

 

Deben tener una frecuencia en horas pico entre 5 y 10 minutos. Pero debido a problemas de financiación, más de 170 autobuses están parados por falta de piezas. Entonces habaneros como Darío deben espera más de una hora en la parada para abordar un Metrobús.

 

La ‘solución mágica’ del gobierno de Raúl Castro es que la incipiente clase media cubana  (trabajadores privados, artistas, músicos, deportistas que ya pueden contratarse en circuitos rentados y un segmento que vive a costa de las remesas giradas desde el exterior), adquieran autos en concesionarias del Estado. Y con las supuestas amplias ganancias, crear un fondo de inversiones para adquirir ómnibus nuevos.

 

Pero a los precios actuales de venta -algunos superan los 260 mil dólares-, es difícil que el proyecto del régimen funcione. Por tanto, los habaneros de a pie consideran que el transporte urbano seguirá de mal en peor.

 

 

 

El transporte de carga en La Habana

La Chivichana:

transporte de carga y pasajeros en Cuba

El castrismo es un sistema que no tiene lógica

Entrevista a madre de menor discapacitado

8 de julio de 2013

Conferencia de prensa de Guillermo Fariñas,

Premio Sájarov 2010

Vivienda en Cuba: el derrumbe que viene

Daniel Benítez

9 de julio de 2013

 

Más de un millón 170 mil casas cubanas, el 39 por ciento del fondo habitacional existente en el país, se encuentra entre regular y mal, según un informe del Instituto Nacional de la Vivienda (INV).

 

El informe gubernamental antecedió al recién concluido período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde el tema de la vivienda centró buena parte de las discusiones socioeconómicas de los diputados.

 

La Comisión de Industria, Construcciones y Energía del Parlamento señaló en sus conclusiones la urgencia de las labores de recuperación y mantenimiento del fondo habitacional del país, y llamó a priorizar el desarrollo de la industria de materiales de la construcción.

 

Los diputados -indicó la comisión parlamentaria- prestarán especial atención a la construcción de viviendas en los municipios, y a aquellas que se erijan en zonas rurales y montañosas, sobre todo si se realizan mediante esfuerzo propio, con créditos y otras facilidades.

 

Fuentes no gubernamentales cifran incluso en 57 por ciento las edificaciones en mal o regular estado, mientras reflejan que existe un déficit de más de 700 mil hogares.

 

Cifras preocupantes

 

Entre las principales causas del deterioro señaladas en el informe del INV se encuentran el frecuente azote de fenómenos climatológicos, culpables por “afectar de una u otra manera más de un millón de moradas en los últimos 10 años”. Solo el huracán Sandy, que asoló la isla en octubre de 2012, dejó unas 150 mil casas dañadas y más de 17 mil se derrumbaron totalmente en las provincias de Santiago de Cuba y Holguín.

 

Las estadísticas sobre la construcción de viviendas no resultan nada halagüeñas. Cuba construyó apenas 32.103 viviendas en 2012, el 28 por ciento de ellas levantadas con esfuerzo de la población. La cifra revela la caída continuada en la edificación de inmuebles por sexto año consecutivo, luego que en el 2006 se terminaran 111.273.

 

Todo eso a pesar de que el salario promedio en la construcción fue el más alto entre todos los sectores laborales del país, con 580 pesos cubanos mensuales (CUP), unos $24 dólares. (El salario promedio en el país subió a 466 CUP, 11 pesos más que en el 2011).

 

Los resultados del primer semestre del 2013 van por el mismo camino. Según reveló el ministro de Economía y Planificación, Adel Yzquierdo, durante su intervención ante el Parlamento cubano, la construcción de viviendas cayó en un 3 por ciento en lo que va de año y se incumplieron 500 inmuebles en una provincia tan necesitada cono La Habana.

 

Situación tensa

 

Por eso, indicó el ministro, es una necesidad que se cumpla el plan de viviendas en Santiago de Cuba, que está avanzando “pero de manera muy tensa” en medios de las secuelas del huracán Sandy.

 

Yzquierdo también dijo que se observó un decrecimiento del plan de construcción de viviendas por medios propios en un 6 por ciento, pues las personas están utilizando los recursos entregados para reparar sus casas y menos para construirlas. El plan de edificación de viviendas por medios propios es de 13.000.

 

Debido a esta precaria situación, el régimen ha tenido que aplicar urgentes medidas para intentar detener el deterioro tras décadas de inmovilismo en el sector, y de una casi completa paralización en las construcciones y reparaciones.

 

Primero la opción, por fin después de más de cinco décadas, de compra y venta, que ha desatado una ola de anuncios en los más disímiles sitios, incrementando la especulación inmobiliaria con precios exorbitantes (muchas veces sin tener en cuenta el estado constructivo de las locaciones), y luego la entrega de créditos y subsidios para facilitar la “construcción por esfuerzo propio”.

 

Demanda de materiales

 

Pero, ¿puede dinamizar el mercado y lograr ostensibles mejoras? Realmente es poco creíble si se tiene en cuenta que los subsidios no sobrepasan los 80 mil pesos cubanos, -unos 3.200 CUC- para una edificación de 25 metros cuadrados con baño, cocina y pago de mano de obra incluidas, mientras que solo se autorizaron créditos de entre 5.000 y 10.000 CUP para acciones menores.

 

Sin embargo, el país tampoco cuenta con una industria de materiales de la construcción capaz de hacer frente a una mayor demanda, de ahí que solo los subsidiados puedan comprar en establecimientos específicos el cemento P-350, instalaciones sanitarias, pinturas y elementos de plomería y electricidad hasta revestimientos de paredes, entre otros.

 

El informe del INV refleja que en los primeros seis meses del presente año las ventas minoristas de estos materiales fueron superiores a los 650 millones de CUP, y que al menos hasta marzo de 2013 unas 33 mil personas fueron beneficiadas con estas alternativas.

 

En el 2011, por 24 domingos consecutivos, la televisión cubana transmitió el curso  “Con tus propias manos: Cómo construir y mantener tu vivienda”, con el supuesto objetivo de dar “a la población imprescindibles conocimientos sobre las acciones constructivas a realizar para la ejecución de nuevas viviendas o la rehabilitación de las existentes mediante el esfuerzo propio”.

 

Un reto monumental

 

Pero el reto de la vivienda en Cuba es monumental y no podrá resolverse con soluciones a medias, sin liberar totalmente las fuerzas productivas y permitir que la empresa privada entre al negocio de las construcciones.

 

Hace 60 años, el reclamo del derecho a la vivienda era una de las motivaciones de Fidel Castro y el grupo de jóvenes que asaltaron el Cuartel Moncada. El programa del Moncada se hizo luego finalidad gubernamental desde 1959, sin que hasta la fecha pueda hablarse no ya de promesas cumplidas, sino de el mínimo mantenimiento habitacional que impida la destrucción y el derrumbe del patrimonio arquitectónico nacional.

 

En su discurso de clausura de la Asamblea Nacional, este domingo, Raúl Castro admitió que el proclamado crecimiento del 2,3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer semestre del año, “no se nota en la economía de la familia cubana promedio”.

 

Mucho menos se advierte en la situación de la vivienda, que es acaso el mayor obstáculo para intentar imaginarnos la luz al final del túnel cubano.

 

CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS EN CUBA (2000-2012)
2000 – 42.940
2001 – 35.805
2002 – 27.460
2003 – 15.590
2004 – 15.352
2005 – 39.919

2006 - 111.373
2007 – 52.607
2008 – 44.775
2009 – 35.085
2010 – 33.901
2011 – 32.540
2012 – 32.103

Fuente: ONE

 

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Desde hace más de cuatro décadas la escasez de alimentos y viviendas son dos de los principales problemas que afectan al cubano de a pie. Según el Gobierno, a comienzos de 2008 el déficit habitacional ascendía a 600 mil viviendas y necesitaba reparación el 85% de los inmuebles de más de tres pisos.

El profesor Carmelo Mesa Lago estimó en 1997 que el déficit habitacional ascendía a un millón de unidades, por lo que actualmente debe ser mucho mayor, dado que hace siete años, en 2006, se planificó la construcción de cien mil viviendas anuales, pero solo se cumplió ese año y los derrumbes continúan.

En la mitad de las viviendas cubanas conviven hasta cuatro generaciones; la situación más crítica es en la capital, donde el 70% de las viviendas estaba en un estado precario; y unos mil 400 edificios en mal estado son desalojados anualmente por el peligro de derrumbarse.

Desde hace más de una década, las “posadas” (push botton) se utilizan para albergar a personas sin vivienda. La crisis habitacional obliga a muchos divorciados a seguir conviviendo bajo el mismo techo, incluso hasta en el mismo cuarto.

Por mucho empeño que ponga una familia cubana en reparar su vivienda, es imposible que lo pueda hacer si no recibe ayuda de sus familiares y/o amigos que han emigrado.

Luisa M. Medinas Isnaga y su hija Idaisil Rivero Medina de 12 años fallecieron hace un mes, el 2 de junio de 2013, a causa del derrumbe de su casa situada en Antonio Maceo No. 460, entre Rosario y Simón Bolívar, Trinidad, a dos cuadras del centro turístico.


Doscientos veintisiete derrumbes en La Habana

en menos de una semana en noviembre de 2013

26 derrumbes totales y 201 parciales, dos muertos

 

Fidel Castro prometió hace sesenta años: “Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”.

 

Derrumbe en Infanta y Salud,

cerca de la Universidad de la Habana,

provoca la muerte de tres personas

Condiciones en que está el centro de La Habana

Crisis de la vivienda en el oriente de Cuba

Mi Habana de los parqueos

Ernesto Pérez Chang

20 de febrero de 2014

 

Si Holguín, en el oriente cubano, es la “ciudad de los parques”, La Habana pronto será la de los “parqueos”, me ha dicho en tono de broma un vecino.

 

Me dice, además, que con la liberación de la venta de autos, él pronostica que dentro de un par de años cada ciudadano —más allá de los ingresos mensuales—, adquiera el suyo porque los precios astronómicos no fueron pensados como un obstáculo sino como un “incentivo”.

 

“Hay que devolverle la fe y el optimismo al ciudadano”, pudiera intuirse de los precios exorbitantes. Creo que solo por eso es que, bien cerca de las concesionarias de autos, se han mandado a colocar carteles gigantescos donde se lee: “55 años, nuevos retos, nuevas victorias”.

 

Tal vez busquen alentar a los de bajos salarios, como nosotros, que nos hemos puesto a hacer cálculos demasiado pesimistas, sin tener en cuenta los milagros de la ciencia cubana en el campo de la salud.

 

Para quienes piensan que 55 años es demasiado tiempo, les recomiendo que lean los otros carteles que hablan sobre la esperanza de vida de los cubanos y la posibilidad de que, bajo los cuidados del sistema de salud, pronto el ser humano sobrepase los 120 años de vida, de modo que esperar 55 para adquirir un Peugeot es una bicoca.

 

Ya puedo imaginar por ahí, recorriendo las calles de la ciudad, algunos funcionarios, armados con megáfonos, divulgando una versión actualizada de aquella canción de Carlos Gardel: “Sentir… que es un soplo la vida, que 55 años no es nada… que los hombres mueren pero el Partido es inmortal…trala la la la”, mientras estimulan la práctica de ejercicio físicos, el bajo consumo de calorías en las dietas, el optimismo revolucionario, la sobriedad como factores para prolongar la vida que, unidos al ahorro sistemático, garantizarían la adquisición de un carro de 200 mil cuc con un salario mensual de 30 cuc. ¡Señores, más que suficiente para alguien que habrá de vivir tanto como Matusalén!

 

Junto con mi vecino, vaticino que, luego de la fuerte campaña de convencimiento, las ventas de autos se disparen vertiginosamente, y que se intensifique la habilitación de grandes parqueos por toda la ciudad.

 

No es que falten los recursos para reconstruir los centenares de edificios y ciudadelas que se derrumban a causa de las lluvias y el paso de los años, no, sino que apremia utilizar los espacios de las demoliciones para resguardar las propiedades de los ciudadanos.

 

Este fin de semana mi vecino y su esposa dicen que irán juntos a seleccionar un auto. Para comenzar el plan de ahorros, ya han planificado una vida bien modesta, inspirada en la más auténtica Edad de Piedra.

 

La esposa, que es muy buena en las matemáticas, ha estado haciendo cálculos. Todas las noches, antes de irse a dormir le recuerda con alegría: “ánimo, querido, solo tenemos que ahorrar nuestros salarios, sin tocar ni un centavo durante 8334 meses. Es decir, que si la suerte nos asiste, en 695 años yo misma conduciré nuestros amados restos al cementerio”.

 

 

Cines eróticos de Cabrera Infante

José Hugo Fernández

15 de febrero de 2014

 

Pilares de las dos grandes pasiones del novelista: el cinematógrafo y el amor. Hoy son ruinosas sombras

 

En los cines de barrio de La Habana, Guillermo Cabrera Infante no sólo se enamoró para siempre del sortilegio del cinematógrafo. También descubrió el amor, y fue iniciado en las sublimes artes del rascabucheo, el ligue y la masturbación. En el capítulo más delicioso de su novela La Habana para un infante difunto, da cuenta de tales iniciaciones, siempre a su modo divertido e ingenioso.

 

Sin embargo, hoy, nuestro célebre fanático de “los cines más que del cine, con la mortificación de la busca sexual sólida interrumpiendo el disfrute de las sombras en la pantalla”, nos lanzaría pestes desde el cielo si pudiera echarle un vistazo a lo que alguna vez calificó como la topografía de su paraíso encontrado.

 

Ni el apego de los habaneros al cine (como espectáculo y también como enclave de iniciación erótica), ni el hecho, trascendente en sí mismo, de que constituyen referencias de primera línea dentro de una obra cumbre de la literatura cubana, han sido suficientes para evitar que casi todas esas salas que conformaron el itinerario cinéfilo y amatorio de Cabrera Infante estén actualmente clausuradas, inútiles, destruidas, o, en el mejor y más escaso de los casos, transformadas en míseras cuarterías o en planteles de la desidia estatal. Algunas pocas, aunque en pésimas condiciones, han tenido la “fortuna” de ser utilizadas como sedes de agrupaciones independientes de teatro o de danza.

 

En el cine Lira, viendo Los Viajes de Gulliver, el más célebre narrador cubano de los últimos tiempos experimentó su primer contacto carnal con una dama. Era una gorda, “mayor en más de un sentido”, que le dio trato de liliputiense y atajó sus ímpetus con un blúmer-faja a prueba de manos rascabuchadoras. El Lira, que, según Cabrera Infante, luego se haría pretensioso al cambiar su nombre apolíneo por el apodo de Capri, es uno de los únicos cines de aquel itinerario que aún continúa vivo. Sólo que con mucho menos ánimos que si estuviera cerrado.

 

Cascarón sin cáscara, vacío, maloliente, con los cristales rotos, el cine Capri, o lo que le resta, se llama ahora Mégano. Y ni pretensioso ni apolíneo, de lo que fue no queda sino lo que este nuevo nombre indica: un montón de arena, que se desmorona sin remedio, expuesto al viento, la soledad y la intemperie.

 

En el Majestic, Guillermo conoció el beso de lengua, impartido por una cocinera que a los pocos minutos de haberlo visto por vez primera, le estaba desabotonando la portañuela mientras lo amenazaba: “tú vas a ver lo que es una mujer”. No lo vio, debido a las protestas de los espectadores vecinos, pero jamás olvidaría aquel beso. Los habaneros, en cambio, nos olvidamos del Majestic, que en sus ruinas descansa, digamos en paz, desde hace un largo rato.

 

No nos hemos olvidado del Dúplex, pero para el caso es lo mismo, ya que tanto este cine como su hermano gemelo, el Rex, desaniman con sus puertas cerradas desde hace años (y presumo que para siempre), el bulevar de San Rafael. En el Dúplex, Cabrera Infante obtuvo su primera falsa promesa de amor, bajo el influjo de Fantasía, la película de Walt Disney, y en fecha memorable, pues fue justo el día que entregó para la imprenta el primer cuento suyo.

 

La primera calabaza se la dieron en el cine Universal, que hoy ya ni siquiera existe. Su primer desengaño maduró en predios de otro fiel difunto, Radiocine, donde, entre las escenas de celos y de incesto de El Séptimo Velo, había creído conquistar a una joven de luminosos ojos negros, a la que montó guardia en días siguientes, sólo para oírle decir, con el corazón en la boca: “Yo no lo he visto a usted en mi vida”. Una salida por demás sincera, aunque pueda parecer ingrata, puesto que en aquellas salas cinematográficas se ligaba a ciegas.

 

En el cine América, Cabrera Infante dio su primer paso en falso enamorando a una boba, coja y fañosa por más señas. Fue la primera pero no la única sorpresa que le reportaría su técnica de conquista, basada en el máximo aprovechamiento de la oscuridad y en el ataque sin palabras, mediante el toqueteo. Este cine, que hoy ya no es cine, mantiene sus puertas abiertas, pero dedicado a la presentación de espectáculos musicales en vivo que suelen ser tan frustrantes, bobos y cojos como aquella infeliz que le sirvió gato por liebre al novelista.

 

El Lara no es ni polvo

 

Como cazador cazado, Guillermo Cabrera infante también sufriría su primer gran apuro (y el segundo) en un cine habanero, el Lara, de Prado. Entre sus penumbras le montaron asedio un pederasta gigantesco, peludo y viejo, y un japonés kamikazi, mamador compulsivo. Sólo la suerte y una tímida decisión de último minuto consiguieron librarlo de aquellos vampiros del bálano adolescente. Al que no lo salvó ni el médico chino fue al Lara. Luego de innumerables años de olvido y podredumbre, convertido en meadero público, no es ya ni polvo. Apenas permanece su recuerdo en forma de insufrible olor a orina.

 

Porque si es verdad que entre los conductos de la nostalgia ninguno resulta tan fiel y recurrente como el olfato, para quienes vivimos hoy en La Habana la nostalgia no tendrá otro signo en el futuro que no sea el olor a excreta de la vejiga.

 

Es justo a lo que olieron antes de caer por completo los asentamientos cinematográficos del Habana, Cervantes, Ideal, Encanto, Verdún o Alkázar, donde Guillermo intentó conjurar su amor fugaz por las mujeres con su pasión eterna por el cine. Es a lo que han olido, huelen u olerán otros que también configuran su itinerario amoroso y que todavía están en pie pero cerrados, o privados de su mágica función: Negrete, Reina, Favorito, Infanta, Astor, Neptuno… cuya suerte es compartida por la mayoría de los cines habaneros de barrio.

 

En el Rialto le tumbaron por primera vez un ligue a Guillermo. El despojo estuvo a cargo de otro conquistador de cinematógrafo más osado y mejor parecido que él. Para colmo, estaban exhibiendo la película El filo de la navaja, y tocó la fatal casualidad de que su rival se parecía al protagonista, Tyrone Power.

 

Con todo, no perdió más que nosotros, que hemos perdido el Rialto, al parecer para siempre, pues aunque el edificio se conserva intacto, incluso recién restaurado, ahora sirve de base a una corporación dedicada al comercio de equipos electrónicos. Parte el alma pasar por Neptuno y Consulado, frente a aquel que fuera el cine de ensayo más concurrido y glamouroso para varias generaciones posteriores en dos, tres o cuatro décadas a la del autor de Tres tristes tigres.

 

Un amigo le había presagiado al premio Cervantes habanero (nacido en Gibara) épocas malas por venir: “Un día –advirtió- vas a encontrar tu Némesis en un cine”. Lo que no le dijo, porque no era adivino, es que no iba a ser en uno solo, sino en casi todos los cines que fueron testigos del descubrimiento de sus sueños imberbes y de sus primeros fulgores sexuales. Tampoco lo previno en cuanto a que su Némesis no tendría figura de mujer, sino de ingratitud histórica.

 

Mucho menos podría imaginar el amigo profeta que aquella sentencia, más que al novelista, que contra truenos y ciclones tiene asegurada ya butaca fija en el cine de Dios, nos afectaría a nosotros, sus lectores de La Habana, que finalmente somos las víctimas directas de la aniquilación de la memoria que, cual venganza divina, cae hoy sobre Guillermo Cabrera Infante y todo lo que le cuelga.

 

El propio Guillermo ha contado que en sus años de adolescente pobre en esta capital, su madre, cinéfila impenitente pero sin dinero para pagar el vicio, lanzaba una pregunta, siempre la misma, para que la familia escogiera entre la comida y el alimento visual: ¿Cine o sardina?, solía indagar ella entre sus hijos y esposo, hacia finales de la década de los años cuarenta, en el siglo XX. En estos días, después que la historia avanzó durante más de medio siglo, con rumbo –nos decían- hacia el futuro, a ningún habanero de a pie se le ocurriría formular la misma interrogante, debido a la obviedad de la respuesta: Ni cine ni sardina.

 

 

La dignidad prestada

Verónica Vega

12 de febrero de 2014

 

Una amiga próxima a emprender su primer viaje, me comenta que ya tiene la maleta lista, casi todo prestado. Treinta y siete años de abnegado servicio en salud pública en Cuba ya se sabe no dan para costear un viaje al extranjero, pero ni siquiera le alcanzan para confeccionar su equipaje.

 

Cuántas veces para los cubanos el éxito de una cita depende de un vestido o zapatos que, como los de Cenicienta, hay que devolver antes de medianoche, y cuidado no tengan una rotura o una mancha impertérrita que arruine un gesto de confianza y una amistad de años.

 

Recuerdo aquella frase que resumía estas soluciones forzadas, capaz de convertir la vanidad en vergüenza: “Sorullo, ¡suelta lo que no es tuyo”! O: “Si grito sorullo te quedas en cueros”… esto significaba que al decir tal palabra cada prenda retornaría a su dueño.

 

En mi adolescencia, innumerables veces evadí una invitación a una fiesta o hasta al cine, solo por no tener que ponerme. No era extraño pues en la escuela oía comentarios malsanos sobre los profesores que repetían la ropa y tomaba conciencia del descrédito que implicaba delatar (involuntariamente) esas carencias.

 

Lo curioso es que eran los cándidos ochentas, y casi todos pasábamos los mismos apuros.  Hoy, a cincuenta y cinco cacareados años de la Revolución de los humildes y para los humildes, la pobreza es un defecto aún más imperdonable.

 

Los padres se sienten aplastados por las demandas de los hijos, que no quieren ser víctimas del viejo desprecio, inamovible con los cambios de ideología. Arrancados de cuajo los viejos valores “burgueses”, el respeto al pensamiento propio y hasta a la religión, el resultado arroja ejemplos escalofriantes como la afirmación que le oí personalmente a la directora del municipio de educación de Habana del Este: “la estética es más importante que la dignidad”.

 

Mirando a los más jóvenes con sus ropas sugestivas, zapatos a la moda y móviles táctiles, intento adivinar qué mecanismos sustentan su autoestima. Recursos desviados de una empresa, productos de una cadena de venta ilegal, remesas que callan el esfuerzo y desvelo de alguien, detrás del mar. Cualquier variante de prostitución, mentiras… Cuántas angustias subyacen en esa mueca de desdén y cuán endeble es su consistencia.

 

Entre intelectuales y artistas, al margen de prédicas de espiritualidad, también la humildad es un refugio muy efímero. Al paso del tiempo, el éxito debe ayudar a reemplazar las sandalias baratas y la ropa hecha a mano, por prendas “de afuera”, aunque sean igualmente exóticas. No tener móvil es inadmisible y además de dar una pésima impresión, lastra relaciones e inserciones en proyectos sustanciosos.

 

Conocí personas que hacían del mal vestir una forma de protesta: contra los prejuicios de clase, el consumismo, las modas, la mutilación de la individualidad. Revalidaban el derecho al juego con su imagen, a otra forma de libertad. Una actitud valiente que le granjeó honores y menosprecios.

 

El tiempo, algunos viajes y ganancias moderaron su actitud: no hay como el olor y la textura de la ropa nueva, no hay como las miradas de aprobación, la dulce convicción de irse adentrando en un estatus  superior.

 

Hacer abstinencia de lo que se carece por designio es relativamente fácil. Varios de los renunciantes más célebres: Gautama Buda, San Francisco de Asís, Mahatma Gandhi… vivieron las delicias de una ropa elegante antes de cubrir sus cuerpos con harapos o un sencillo atavío hecho en su propia rueca.

 

Si es cierto que la vanidad es el pecado preferido del diablo tiene el mundo en sus manos. Porque a casi todos nos preocupa la apariencia, por más que nos resistamos a la moda o a la opinión de los demás. Dónde termina la zozobra de lucir mal solo lo sabe y lo decide uno mismo.

 

Ahora, me cuestiono si la solución es esconder la miseria, obtener de un préstamo una buena impresión, un mínimo respeto; que sólo un vestido ajeno consiga una conquista.

 

¿Por qué tenemos que cargar con el doble yugo de la pobreza y de la hipocresía? ¿Por qué avergonzarnos de carencias que significan honestidad?

 

En la Cuba de hoy, el origen de la prosperidad no se cuestiona. Lo inaceptable no es el cómo nos tratan, los precios cada vez más absurdos o esa publicidad en el Día de las Madres, de los Padres, de los Enamorados, anunciando regalos inaccesibles para la gran mayoría. Que muchos adquieren a costa de sacrificar una necesidad propia sólo por no delatarse incapaces de estar a ese nivel de vida que, a empujones, se está volviendo oficial.

 

¿Cómo? Dejando más mendigos por el camino, más ancianos paralizados ante una velocidad que no pueden seguir, más niños y adolescentes que exigen a sus padres no los dejen ser  blanco de la humillación, más padres que no ven otra válvula de escape que su moral.

 

En cinco décadas de elasticidad probada, ésta demuestra ser capaz de seguir estirándose, ajustándose al nuevo concepto del “socialismo sustentable”, o mejor expresado: al sálvese quien pueda.

 

Lo más triste es que las pautas las dictan quienes nunca han pasado el aprieto de un guardarropa precario, pies ampollados por zapatos ajenos, la dignidad salvada por los pelos en un gesto de solidaridad y confianza.

 

Los que en cinco décadas no han sufrido ningún cambio, si acaso el de su propio discurso.

 

 

La Habana para todos los cubanos

Ernesto Pérez Chang

29 de enero de 2014

 

El camión se detiene en una esquina del parque. Por la matrícula, todos saben que ha llegado de La Habana. Porque lo han visto otras veces, rompen el letargo de las tardes provincianas y se aproximan con rapidez. Son cerca de las cuatro de la tarde en Guantánamo, en el extremo oriental de Cuba.

 

El parque está lleno de gente que conversa y de niños que juegan. Algunos hombres solo esperan. Llevan horas aguardando la llegada de ese camión que desde hace tiempo cumple con la rutina de aparecer los mismos días del mes y a la misma hora.

 

El vehículo pertenece a una empresa constructora de La Habana que regularmente necesita de mano de obra no especializada, de obreros que realicen el trabajo duro y mal remunerado que ya los habaneros no aceptan hacer porque saben que el mercado negro en la capital, tal vez la única forma de comercio efectiva y asequible para la mayoría de los ciudadanos, rinde mejores ganancias que más de diez horas de trabajo a pleno sol.

 

Las leyes que regulan las migraciones internas en Cuba, prohíben que una persona que vive en el Oriente cubano se establezca de modo permanente en La Habana. Aquí, la estancia de un oriental o “palestino” —como les llaman debido a las restricciones y a lo azaroso de sus vidas— no puede sobrepasar las 72 horas, si no se arriesga a ser deportado a su lugar de origen y bajo las peores condiciones.

 

A los llamados “palestinos” se les segrega y humilla con tales medidas de control. No es difícil presenciar en cualquier esquina la escena aborrecible de un policía que detiene a uno de esos ciudadanos de segunda. Suelen ser reconocibles por el modo de hablar tan peculiar o por sus rasgos físicos, sobre todo por el color de la piel, mucho más oscura.

 

Se les solicita el carné, también el boleto de viaje para comprobar el tiempo de permanencia y, cuando existe, el documento “transitorio”, una especie de tarjeta concedida por las oficinas de registro de identidad del Ministerio del Interior.

 

En ellas se autoriza un periodo de residencia de solo seis meses para aquellos a quienes alguien —tal vez mediante pago o acuerdo misterioso y pocas veces por generosidad— les ofrezca un espacio donde vivir siempre que los funcionarios de vivienda lo certifiquen mediante inspecciones.

 

Estos procedimientos suelen propiciar abusos, extorsiones, chantajes de todo tipo. De no contar con los papeles en regla, la persona es detenida, esposada y conducida a centros de retención donde permanecen en condiciones pésimas por varios días hasta que son embarcados por ferrocarril, en vagones controlados por las autoridades.

 

Para evitar ese círculo de ignominia, por una parte, y de corrupción burocrática que ronda y penetra los trámites legales, por la otra, los orientales prefieren ser contratados por una empresa habanera.

 

Hasta un año pudiera prorrogarse el permiso si la persona ha sido aceptada en algún grupo de trabajo con capacidad para ofrecerlo a gente de otro lugar.

 

Solo los habitantes de Santiago, Holguín, Guantánamo, Granma, Las Tunas y demás provincias, excepto Pinar del Rio y Matanzas, pueden sentir la burla de ese eslogan que, a la entrada de la capital, les anuncia que “La Habana es de todos los cubanos”.

 

Las oportunidades de trabajo en sus territorios no abundan y, de haberlas, el salario, rayano en el absurdo, no resuelve las penurias de sus vidas. Trabajar y vivir en La Habana por un tiempo será un alivio bajo la forma de una apuesta por la más elemental sobrevida.

 

Habrán triunfado si la suerte los conduce a un empleo mejor, o a encontrar una pareja con residencia fija o a insertarse en ese comercio paralelo e ilegal imposible de controlar por las autoridades, debido a los niveles de corrupción de los funcionarios  y a la profundidad y extensión del fenómeno.

 

La Habana es una ciudad conformada por decenas de capas de ilegitimidades no superpuestas sino intrincadas, donde solo un par de ellas se hace visible en el discurso oficial. Son demasiado irreales los barnices para que la gente crea en ellos.

 

Las otras capas, a veces expuestas, a veces duramente profundas y hasta con leyes propias que las controlan, son el terreno donde transcurre la vida de más del noventa por ciento de la sociedad.

 

En esos intersticios no oficiales es donde el ciudadano común puede encontrar una posibilidad de subsistir acorde con lo que gana y con lo que se permite soñar, aunque siempre con los pies bien hundidos en la tierra.

 

Así, todos, palestinos o no, comprendemos la importancia de establecerse en La Habana y no alejarse de su centro jamás, de modo que arriesgarse a venir o quedarse, es el dilema central en la vida de muchos cubanos.

 

Cuando el camión de la empresa constructora se detiene en el parque de Guantánamo o en cualquier otro, son muchos los hombres que extienden la mano para hacerse de un contrato, el que sea.

 

No importan las horas de trabajo, ni pasar jornadas alejados de sus familias, ni dormir en albergues oscuros entre hombres sudorosos y entregados al alcohol que les alivia quién sabe cuáles melancolías o pesadumbres.

 

Al subir a ese camión con matrícula de La Habana, ellos, cansados de hundirse en el letargo provinciano, tal vez comenzarán el viaje de la sobrevida.

 

 

El régimen pretende que los emigrados paguen

las facturas telefónicas de sus familiares en Cuba

21 de enero de 2014

 

La estatal Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), que tiene el monopolio de las comunicaciones en la Isla, anunció este lunes un servicio en internet para que los emigrados se encarguen de pagar las facturas telefónicas de sus familiares en Cuba.

 

La empresa anunció que desde este martes será posible realizar esa operación y la recarga de tarjetas prepago a través del sitio web www.ezetop.com, reportó el sitio oficial Cubadebate.

 

Estos servicios “podrán ser activados por familiares y amigos en el extranjero”, precisó la empresa. Ezetop, la única página en internet que por el momento permitirá esas operaciones, ofrece desde hace tiempo un servicio de recargas de teléfonos celulares de Cuba.

 

En cuanto a las facturas telefónicas, ETECSA dijo que, a través de la opción “Mi cuenta prepago” los emigrados podrán pagar gastos “en CUC a los usuarios residenciales que pagan el servicio telefónico en CUP y tienen facturas en CUC para otros servicios (como salida internacional, identificador de llamadas y número breve)”.

 

“Desde www.ezetop.com las recargas de servicios y pagos de facturas tienen un importe mínimo de 10.00 CUC y el interesado puede realizar tantas operaciones como desee”, añadió.

 

La empresa aclaró que desde Ezatop sólo se podrán realizar operaciones en CUC (que el Gobierno equipara al dólar), y que los pagos a través de la página se podrán efectuar también dentro de Cuba, siempre que el usuario “tenga las tarjetas bancarias requeridas por ese sitio web”, que son VISA y MasterCard.

 

En un país con un salario medio mensual que no supera los 20 CUC, las tarifas de los servicios internacionales de telefonía son prohibitivos para la mayoría de los cubanos.

 

 

La anexión en los tiempos (del regreso) del cólera

Erasmo Calzadilla

21 de enero de 2014

 

En años recientes los ciudadanos de Puerto Rico e Islas Malvinas fueron consultados sobre el estatus de su respectivo territorio. En ambos casos prefirieron la anexión o integración a una metrópolis primermundista antes que la independencia. Si a Cuba le dieran la posibilidad de escoger ¿Qué decidiría?

 

Medio siglo de “socialismo” ha erosionado el sentido de pertenencia a un territorio y a una cultura; patria es aquí una palabra en vías de extinción. Ninguna dictadura, ningún bloqueo, ni siquiera el neocolonialismo norteamericano pudo conseguir tanto desarraigo.

 

Buena parte de los cubanos residentes, sobre todo los jóvenes, anhela escapar. Bien hacia el norte, pero igual si el destino es Ecuador, Chile, China… El asunto es marcharse a cualquier rincón del planeta donde exista la esperanza de salir adelante, aun a costa de enormes sacrificios.

 

Yo mismo, soy un buen ejemplo de desarraigo: No me enorgullece un pueblo que acepta tranquilo una dictadura; los símbolos patrios me provocan repugnancia. Si no fuera por mis viejos hace rato hubiera levantado el vuelo.

 

Pero eso no me impide comprender la perversidad que ronda al tema Anexión. Por supuesto que los habitantes de un país con pobreza crónica añorarán “integrarse” a cualquier vecino rico que les abra las puertas, pero esa es solo una parte de la historia.

 

La responsabilidad del rico en la pobreza crónica y estructural del pobre es la otra. Sería muy injusto y miserable evocar lo primero sin recordar lo segundo.

 

Incertidumbre

 

En menos de veinte años la escasez de combustibles fósiles y el cambio climático desatarán una crisis global. Habrá guerras, migraciones y alteración de los límites fronterizos. Algunos analistas consideran que como resultado las pequeñas naciones se integrarán en grandes bloques, perdiendo en el trance la soberanía.

 

Si ello ocurriera ¿hacia dónde gravitaría Cuba? ¿Hacia el norte o hacia el sur? La tendencia actual es hacia el sur, pero quién sabe mañana.

 

En cualquier caso será difícil conservar libertades y derechos individuales en medio de convulsiones sociales; ya lo estamos viviendo.

 

Y hasta aquí mi análisis geoestratégico futurista respecto a la anexión.

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¿De un águila las dos alas?

Orlando Luis Pardo Lazo

13 de diciembre de 2012

 

Puerto Rico vota por la anexión a EE UU y la prensa oficial cubana hace su ‘interpretación’

 

En medio de la ola represiva cubana del pasado mes de noviembre, pensé que todo no era más que otra patética pataleta de la policía política para distraer así la atención de la noticia de mayor impacto en el área del Caribe, acaso en nuestro hemisferio: los puertorriqueños de hoy no ven con ningún horror su anexión a los Estados Unidos de América. Al contrario, por primera vez en su historia votan en mayoría a favor de ese proceso.

 

Si fueran súbditos del castrismo esos electores plebiscitados el 6 de noviembre último, hoy habría 824.195 nuevos presos de conciencia en las cárceles de Cuba. Amnistía Internacional terminaría siendo una institución local enfocada solo en nuestra islita. Lo que fue una opción civilizada en Puerto Rico, en la Mayor (y Peor) de las Antillas hubiera sido fuente de una guerra civil, ganada a priori por los abusos de Estado y los saboteadores de toda espontaneidad ciudadana. Al parecer, la bota del Imperio yanqui humaniza. En cambio, la humanidad soberana de la revolución nos trajo tantas barbas como barbaries.

 

1. Independencia, 2. Estado Libre Asociado Soberano, 3. Estadidad número 51 de los EE UU: ni un solo acto de repudio ocurrió como consecuencia de esta consulta popular. Una más, de las muchas a las que se ha sometido el pueblo de Puerto Rico, incluido un referéndum constitucional en agosto de 2012, donde, por supuesto, se hicieron campañas de oposición en contra la intención gubernamental (que perdió, por cierto) y, para colmo de democracia, hasta los presos de aquel país pudieron participar (mientras que en Cuba son considerados cadáveres en trance de rehabilitación).

 

El cantinfleo de los medios de prensa cubanos (o transmisibles dentro de Cuba) me sacó más de una carcajada a pesar de los amigos presos extrajudicialmente y los teléfonos boicoteados por Cubacel, la misma empresa que nos contrata como clientes solo para estafarnos con su irresponsabilidad criminal. En escasas horas, los “talibanes totalitarios” de la internet secuestrada cubana, coordinaron una escalada mediática de injerencia ideológica contra nuestra vecina nación.

 

TeleSur resucitó al líder nacionalista boricua Rafael Cancel Miranda, quien entiende que toda consulta es “una entretención para engañar al mundo con una falsa democracia”, pues “el derecho de los pueblos no se somete a votación”. En el portal gubernamental Cubadebate, Cancel Miranda critica paradójicamente que el plebiscito no fuera vinculante de cara al gobierno de Washington, a pesar de que el suyo sea “un país secuestrado por el poder imperialista estadounidense”.

 

El bloguero oficialista cubano Enrique Ubieta dictaminó que “los números a veces son tramposos”. El propio Cubadebate citó fuentes que consideran que no hubo más que “una ficción estadística”. La licenciada en periodismo Marina Menéndez desde Juventud Rebelde diagnosticó que se trataba del “resultado de la manipulación en la mente de un pueblo que se ha visto crecer 'gracias' a los vínculos con el Norte, y a quien se le ha hecho creer que no puede vivir sin ese nexo”, ya que “la anexión no fue el parecer de la mayoría; aunque esa variante haya obtenido, al contarse las boletas, los mayores porcentajes”.

 

De hecho, esta profesional se pone a sumar peligrosamente en público las boletas en blanco, más las ausencias a las urnas, más los votos anulados. Operación que, de haberla aplicado semanas atrás a las elecciones del Poder Popular en Cuba, le hubiera arrojado un escalofriante millón y tantos de desafectos cubanos a la revolución, a pesar de no contar con alternativa viable en ninguna boleta legal.

 

Lo cierto es que Puerto Rico es una isla abierta al mundo, sin necesidad de sermones papales a sus gobernantes. La cicatriz de los machetazos independentistas jamás ha llegado al 10% en ninguna elección. De ahí la necia necesidad de no confiar en ese tecnicismo burgués que es el sufragio popular. Más de la mitad de los puertorriqueños viven en EE UU y desde 1917 todos son ciudadanos de esa nación, sin necesidad de los oprobiosos permisos de Entrada y Salida al país (perpetuados bajo disfraz en Cuba con la reforma migratoria raulista). Sin embargo, aún no hay síntomas en absoluto de un holocausto de la identidad nacional boricua. Antes bien, los horrores de las dictaduras de derecha e izquierda latinoamericanas, para ellos son solo una lectura de clase más.

 

Recuerdo a propósito unas décimas impresentables de la autora del himno La Borinqueña, Lola Rodríguez de Tió (1843-1924), en ocasiones atribuidas disparatadamente a ese ubicuo Autor Intelectual que es nuestro José Martí. Aquella cantinela de infancia suena ahora demasiado subversiva (es decir, censurable) a la luz de la opción anexionista en Puerto Rico, justo cuando La Habana acumula líderes moribundos al por mayor: Cuba y Puerto Rico son / de un pájaro las dos alas, / reciben flores y balas / sobre el mismo corazón. / Qué mucho si en la ilusión / que mil tintes arrebola, / sueña la musa de Lola / con ferviente fantasía / ¡de esta tierra y la mía / hacer una patria sola!

 

 

El otoño de Cuba

Fernando Ravsberg

BBC Mundo

17 de enero de 2014

 

Casi el 20% de los cubanos tienen más de 60 años y en un futuro próximo un tercio de los habitantes del archipiélago serán personas de la tercera edad. El último censo de población pone sobre la mesa uno de los problemas más complejos que enfrenta Cuba.

 

“La sociedad se tiene que preparar para el envejecimiento”, dijo el vicepresidente Marino Murillo a los diputados en diciembre pasado, agregando que esa tendencia “ya no tiene solución, eso va a ocurrir y no se puede transformar en el corto plazo”.

 

La situación ha llegado al extremo de que hoy es mayor el número de ancianos que el de los niños y adolescentes. Inciden en esta realidad la reducción de la natalidad, el aumento de la esperanza de vida y, en menor medida, la emigración de jóvenes.

 

Entre los diferentes retos que enfrenta una sociedad tan envejecida, uno de los más complejos es la atención de las personas de la tercera edad. La prolongación de la vida hace que hoy haya ancianos cuidando de sus padres, casi centenarios.

 

Económicamente implica que cada año aumenta el número de jubilados a la par que disminuye el de ciudadanos en edad laboral. El gobierno remodela los asilos y las casas del abuelo pero la realidad es que las plazas se quedan muy por debajo de las necesidades.

 

Padres de hijos ancianos

 

A sus 97 años Margarita Roca camina con alguna dificultad pero mantiene la cabeza muy clara. La encontramos recién bañada, sentada en su sillón y almorzando, bajo la atenta mirada de su hijo menor, Raúl Arias, quien a los 71 años asume su atención.

 

Este cuadro será cada vez más común en la medida en que continúe aumentando la esperanza de vida, cuyo promedio supera hoy los 78 años, aunque el de las cubanas llega a los 80. Contribuyen a esto diferentes factores pero la amplia cobertura de salud es clave.

 

Margot –así quiere que la llamemos- nos dice riendo que el principal problema que hay en su casa es que ella es “muy majadera” pero nos explica que últimamente se porta mejor, come a la hora y se baña sin protestar. Solo pelea con su hijo para que la deje trabajar.

 

Raúl, sin embargo, enfrenta dificultades mucho más serias, “vivimos de 2 jubilaciones que no alcanzan, para poder cuidarla he tenido que dejar de trabajar y todos los precios están por la nubes. Me cuesta mucho comprarle la leche, por ejemplo”.

 

“Tenemos $ 200 de jubilación cada uno (U$D 8)”, nos cuenta Raúl y explica que esa cantidad no alcanza, “se nos va todo en el pago de la luz, la balita del gas, el agua, el periódico y el teléfono. Por suerte mis hijos me ayudan a llegar a fin de mes”.

 

Cuidados para los ancianos, buenos pero escasos

 

Cuba cuenta con proyectos interesantes para la tercera edad como la universidad del adulto mayor, donde estudian jubilados, la práctica generalizada de ejercicios como el Tai Chi o las Casas del Abuelo, en las que los ancianos pasan el día mientras sus hijos trabajan.

 

Estos centros son una solución para apoyar a las familias. Allí se relacionan con gente de su edad, hacen ejercicios, comen y juegan, nada de esto se paga pero solo hay 230 casas, con capacidad para cubrir apenas una tercera parte de las necesidades de la sociedad.

 

Los asilos de ancianos también son gratuitos pero en todo el país existen 127, con un total de 9000 camas. El gobierno planea construir nuevos 13 asilos y 140 Casas del Abuelo antes del 2015 pero sigue siendo poco para un país con más de 2 millones de adultos mayores.

 

Elizardo Sanpedro, trabajador del asilo Santovenia, institución regentada por la Iglesia Católica y la Salud Pública, explica a BBC Mundo que tienen 450 personas internas, alimentan a 150 abuelos más y mantienen una la lista de espera enorme.

 

“Muchos ancianos quieren venir” porque “este es el mejor de todos los hogares, el resto están en un estado lamentable”, dice Sanpedro y agrega que aquí no hay tanta corrupción, “lo que viene para los abuelos las monjitas se lo dan a ellos, nada se pierde”.

 

Sin reemplazo poblacional

 

Alberto Fernández, jefe de atención al adulto mayor de Salud Pública, explicó que Cuba es la primera nación de América Latina donde los mayores de 60 años (18,3%) superan al grupo de 0 a 14 años (17,3%). Lo que deja al país sin reemplazo poblacional.

 

Además de la mayor esperanza de vida, influye la baja natalidad, la cubana tiene como promedio 1,69 hijos. Las razones son muy variadas pero destacan las dificultades económicas, la integración laboral de la mujer y, en particular, la escasez de vivienda.

 

 

Podría influir los jóvenes que dejan el país, sin embargo, los privilegios migratorios de los cubanos en EEUU hacen que emigren también muchos ancianos. Según el Coronel Lamberto Fraga, durante el 2013 el mayor grupo de viajeros tenían entre 40 y 60 años.

 

 

Un editor en Cuba

Ernesto Pérez Chang

15 de enero de 2014

 

Me reservo su nombre porque él no quiere que lo escriba. No será necesario. Pudiera ser sustituido por cualquier otro. Solo diré que es editor. Quizás uno de los mejores de Cuba. Tiene sesenta y cinco años y más de la mitad de su vida la ha dedicado a publicar libros de todo tipo.

 

Ha hecho su trabajo con pasión, a pesar de las circunstancias terribles que lo rodean: un salario que apenas le alcanza para comer y una casa vieja, corroída por la humedad, a punto de venirse abajo totalmente. Lo agobian los problemas del día a día pero él no se queja, es incapaz de hacerlo, tiene miedo.

 

Hace unos días, mientras conversábamos por teléfono, lo sentía agitado, con la voz apagada. Me dice que había pasado la noche paleando los escombros de la sala de la casa. Con las lluvias otro pedazo de su vivienda se había desplomado y estuvo en peligro de perder la vida.

 

Entre el agua y los derrumbes lo ha ido perdiendo todo: los muebles, los libros de tantos años, las ropas. Ahora vive arrinconado en una esquina de lo que fuera la cocina familiar. Las cosas que ha logrado rescatar se acumulan inútilmente en un espacio mínimo.

 

Bien sabe que en cualquier momento también les llegará la hora. Las lluvias en Cuba no se detienen jamás por estos meses y no hay esperanzas de obtener otra casa porque mi amigo no es dirigente del Partido, ni militar, solo es un simple editor de literatura.

 

Me dice que en sus años de trabajo para editoriales del Estado ha aprendido a obedecer. Si de “arriba” le ordenan “boca abajo”, él debe apresurarse a dar la vuelta, sin titubeos. Ha podido comprobar en carne propia que nadar contra la corriente es sumamente arriesgado. Eso lo sé.

 

Me ofrece el consejo con la bondad de un padre sin reconocer que ha sido una víctima entrenada a golpes. Ese es su secreto para una mediana sobrevida en un país de sobrevivientes pero no se da cuenta de que apenas ha vivido los sesenta y cinco años que tiene.

 

Su vida transcurre detenida en una misma escena interminable donde cada año que transcurre es el mismo, bajo el asedio de iguales temores. La salud que se agota, una vida que termina, una casa que no soportará las próximas lluvias, los últimos días en un albergue de tránsito, sus libros bajo los escombros, su oficio despreciado por una ola de entusiasmo mercantil y maquillaje.

 

Ante la crisis económica que afecta todo, incluido el sistema editorial cubano, la mayoría de los editores han perdido sus trabajos y se encuentran subsistiendo a merced de los contratos que no abundan y que jamás pagarán lo suficiente para llevar una vida decorosa.

 

El oficio que tanto ama le ha enseñado que en Cuba la palabra escrita es un terreno pantanoso. En él ha visto hundirse a colegas que no advirtieron el mensaje subliminar de algún poema o por no haber interpretado “debidamente” el pasaje de una novela, la moraleja subversiva de un cuento, el verbo corrosivo de un ensayo.

 

La literatura en Cuba, la cultura en general, se hace bajo el asedio de los funcionarios suspicaces. No se puede arriesgar lo poco que se tiene y el oficio de editor es, en Cuba, leer con cuidado, siempre dudando, poner bajo sospecha. Las liebres saltan desde cualquier lugar.

 

Se pudiera pensar que una labor tan arriesgada rinde buenos dividendos pero el de la edición literaria, en Cuba, es un oficio relegado. Los salarios, extremadamente bajos, ridículos, se han mantenido invariables por más de veinte años y ya, por último, en esa política de “sálvese quien pueda”, puesta en marcha para reflotar cierto buque herrumbroso y hundido, se ha reducido el mercado laboral a niveles ínfimos.

 

Ante la crisis económica que afecta todo, incluido el sistema editorial cubano, la mayoría de los editores han perdido sus trabajos y se encuentran subsistiendo a merced de los contratos que no abundan y que jamás pagarán lo suficiente para llevar una vida decorosa.

 

La industria editorial no es constante, los ingresos de las empresas del libro dependen de unos mecanismos de distribución insuficientes y divorciados del productor, y abundan los tiempos muertos donde el editor y el corrector (otra especie en vías de extinción), que no dominan otro oficio y expuestos a la vorágine de desempleos y restricciones en todos los sectores más rentables de la economía, sencillamente se paralizan y son condenados a vivir en la peor miseria.

 

Si antes el salario no alcanzaba, al menos era una cantidad mensual, fija, que aliviaba la presión mientras servía para pagar los servicios de agua, gas, electricidad y teléfono cada día más caros y tarifados a espaldas de un ingreso medio.

 

Ahora la realidad es un abandono a la suerte de cada cual y no valen la destreza ni los años de experiencia, sino factores de otro tipo como estar en el lugar y el momento adecuados para obtener una contratación o una plaza vacante, disponer de una computadora en buen estado (un simple editor no puede darse el lujo de adquirir una máquina que le costaría treinta veces el monto neto de su salario mensual, muchos menos mantener sus piezas y actualizarla), dominar los programas de edición digital, aceptar las escuálidas tasas de pago y, luego de realizado el trabajo, esperar meses por que haya dinero en la cuenta de la empresa para saldar las deudas con los contratados.

 

Tengamos presente, además, que la edición no se puede ejercer por cuenta propia y que no está permitida la iniciativa privada en el sector editorial.

 

Bajo esas circunstancias, la vida de cualquier editor en Cuba se ha vuelto aún más tormentosa y no existe una organización gremial, especializada, que los proteja y esto, en gran medida, ha contribuido a que las medidas institucionales que los afectan se tornen irrevocables e incuestionables, porque nadie mejor que ellos para intuir los efectos negativos de la palabra escrita bajo el lente de un funcionario suspicaz.

 

Mientras escribo estas líneas, en La Habana llueve a cántaros. Las manchas de humedad en los techos de mi casa crecen por día y sé que no faltarán muchos años para que yo comience, como mi amigo, a replegarme en los rincones, evadiendo los derrumbes. Llueve sin señales de una breve escampada y mi amigo, que teme a tantas cosas, continuará en silencio.

 

 

La filosofía del despojo continúa

René Gómez Manzano

10 de enero de 2014

 

Este nuevo año ha venido acompañado por algunos acontecimientos con incidencia económica. Ellos han despertado interés en nuestra población. Puede decirse que, de esos sucesos, a un par puede reconocérseles carácter positivo. La mayoría, por el contrario, resultan muy contraproducentes.

 

Hace semanas entró en vigor  la prohibición a los pequeños comercios privados de vender confecciones extranjeras o artículos de uso doméstico. A esto se unen las cuantiosas multas que los burócratas de la ONAT, sin prueba alguna, han impuesto a muchos cuentapropistas porque —suponen aquéllos de manera arbitraria— declararon ingresos menores a los reales.

 

Pero la novedad que mayor conmoción ha causado es —sin dudas— la venta libre de autos a los particulares por parte del Estado.

 

La alegría dura poco en casa del pobre

 

Los ilusos que leyeron en internet la Gaceta Oficial Extraordinaria número 46, de 31 de diciembre, y que intentaron desentrañar sin éxito el enrevesado léxico de las diferentes disposiciones legales contenidas en ella, deben haberse llevado la gran sorpresa al presentarse en los puntos de venta de los ansiados vehículos y ver sus precios.

 

En realidad, su pasmo no tenía que haber sido tan grande. El inciso b) del artículo 8 de la Resolución 543 del Ministro de Finanzas y Precios contiene una norma que debió haberles servido como severa advertencia. Según ese precepto, para determinar el precio de venta de los vehículos se parte del valor de compra o la tasación oficial, a lo que se suma el importe de las mejoras (en su caso). Acto seguido, ese punto de partida se multiplica… ¡“por un índice de 15.0”!

 

Pese a esto, aun los que comprendieron el sentido de esa cláusula expoliadora deben haberse sorprendido ante la realidad. Como informó BBC Mundo, un Peugeot 508 nuevo se vende en 262 mil dólares; un modelo 206 de la misma marca, con cinco años de uso, cuesta unos 85 mil dólares. No por gusto la internauta Vilma, en un comentario enviado a ese órgano de prensa, expresa: “Eso tiene que ser en CUP o una bola, porque si es en serio, no hay forma de que se le esté imponiendo el 50% por encima del precio de compra”. Pues no, estimada amiga, la gabela aplicada por el codicioso régimen castrista no es la que usted sugiere, ¡sino treinta veces mayor!

 

El desenfreno alcanzó tales cotas que incluso la prensa extranjera acreditada en Cuba, habitualmente tan cautelosa, se hizo eco de la indignación ciudadana. La colega Anne-Marie García, de la AP, cita algunas frases: “Una locura”, “¡Increíble!”, “Es ciencia ficción”, “Son unos abusadores”, “¡Qué falta de respeto!”.

 

Ante estos hechos, ¿no parecen superfluas las preocupaciones expresadas por el periodista Haroldo Dilla a pocas horas del cambio de año? Él, después de calificar de “positiva” la medida, expresa su angustia ante los hipotéticos “embotellamientos, déficit de estacionamientos, insuficiencia de gasolineras y otros problemas” que supone que ella ocasionará. También, según ese escritor, “habrá que decidir… qué edificios derrumbar en la ciudad para hacer parqueos”.

 

Alucinaciones aparte, hay que expresar que esos costos demenciales exceden en mucho de los que pueden encontrarse en cualquier otro país, incluso del Primer Mundo. Pero aun en la misma Cuba, los vendedores particulares anunciaban en revolico.com precios menos irracionales. Por ejemplo, dos autos marca Toyota, del año 2010, se vendían a 55 mil y 45 mil dólares.

 

Otra acción vergonzosa adoptada por el régimen totalitario a inicios de este nuevo año fue la ocupación de simples juguetes que las Damas de Blanco y miembros de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) habían obtenido gracias a la ayuda de compatriotas exiliados, con el fin de obsequiarlos a los niños en la festividad de los Reyes Magos.

 

Las multas exorbitantes a los cuentapropistas, los precios locos de los automóviles y el escamoteo de los juguetes tienen, como punto común, el desenfreno del régimen totalitario. Medidas como ésas hacen recordar una frase —muy publicitada en su tiempo— del fundador de la dinastía: “Desaparezca la filosofía del despojo y habrá desaparecido la filosofía de la guerra”.

 

Claro, cuando Fidel Castro la pronunció, tenía en mente al “odiado imperialismo”, ¿pero acaso lo señalado en este artículo no constituye la aplicación de una verdadera filosofía del despojo?

 

 

Los miedos de Raúl Castro

Eugenio Yánez

9 de enero de 2014

 

Las nuevas generaciones de cubanos no creen en la épica de “la revolución”

 

Podrán poner una pionerita a leer el discurso que le prepararon para el primero de enero, pero eso no resuelve nada: todos saben que los jóvenes cubanos hace tiempo dejaron de creer en la épica de “la revolución”.

 

La legitimidad de la gerontocracia por haber llegado al poder tras una revolución victoriosa le sirvió con los que hoy constituyen grupos de la tercera edad en Cuba, pero no basta para motivar, mucho menos emocionar, al resto de la población.

 

Los más jóvenes cubanos, y otros no tan jóvenes, no tienen vínculo emotivo con los guerrilleros castristas, y los ven tan lejanos como los mambises, los que derrocaron la dictadura de Gerardo Machado, los combatientes de Girón y el Escambray, o los “internacionalistas” que pelearon en Angola y Etiopía.

 

Los cubanos con más de 50 años vivieron el engendro tropical llamado socialismo cubano, subsidiado por la Unión Soviética; la propaganda continua y embrutecedora; el “enfrentamiento” permanente con Estados Unidos; las latas de carne rusa o de col rellena; los incómodos ómnibus Girón; los abrigos “24 por segundo”; los manuales de marxismo; las trifulcas en reuniones sindicales para poder comprar un televisor en blanco y negro, una lavadora o un reloj; el trabajo “voluntario”; los interminables discursos de Fidel Castro; los “muñequitos” rusos en la televisión; la libreta de abastecimientos. En algunas épocas —no siempre— en tiendas del “mercado paralelo”, productos no racionados como salchichas, queso o hígado de pollo, a precio de oro. El asco de los mítines de repudio y las golpizas durante el éxodo masivo de El Mariel. Y represión y promesas incumplidas.

 

Las generaciones nacidas a partir de 1989 solamente han conocido el “período especial”, con “camellos” y bicicletas como medio de transporte, apagones continuos, ropa raída, zapatos con huecos en las suelas, viviendas derrumbándose, epidemias por alimentación deficiente, cocimientos de hierbas, “bistec” de cáscaras de toronja, y “medicina verde”. Y doble moneda, claria, jineteras, el “Maleconazo” y la crisis de los balseros. También el subsidio venezolano, el culto a Fidel Castro y Hugo Chávez, la “actualización del modelo”, el “cuentapropismo”. Y represión y promesas incumplidas.

 

Muchos padres de los que nacieron a partir de 1989 vivieron primero la locura de la “socialización” del país, la ofensiva revolucionaria y el fracaso de la zafra de los Diez Millones. Y sobre sus frustraciones y carencias propias vieron y ven las de sus hijos en un llamado período especial del que todavía no ha salido ni saldrá el país, porque una camarilla ambiciosa e inepta ha sometido a todo un pueblo a penurias extremas y situaciones de miseria para no ceder el poder ni buscar alternativas al “modelo” fracasado y decadente, basado en la represión y promesas incumplidas.

 

Inventarse ahora, como hace Raúl Castro para justificar su fracaso y ocultar sus miedos, una “permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”, además de patético, es ridículo.

 

¿Qué aspiraciones de construir un mundo mejor puede ofrecerle el régimen a los cubanos, después de 55 años de fracasos, represión y promesas incumplidas? ¿Las incoherencias, recetas absurdas y palabras huecas de los “lineamientos” del Partido Comunista, o quizás las “reflexiones” de Fidel Castro?

 

No hacen falta supuestos “empeños de diseminar ideas que niegan la vitalidad de los conceptos marxistas, leninistas y martianos”: la vitalidad de los conceptos marxistas y leninistas, después de la caída del Muro de Berlín, es tan falsa como la promesa de Raúl Castro del vaso de leche para los cubanos. Y los conceptos “martianos” en las políticas castristas nunca han ido más allá de algún discurso demagógico.

 

Pretender enfrentar imaginadas campañas enemigas “entre otros medios, con una creativa conceptualización teórica del socialismo posible en las condiciones de Cuba”, lo único que demuestra es que, tras medio siglo de abortada ingeniería social con los cubanos como conejillos de Indias, el régimen ni siquiera conjetura cuál sería ese “socialismo posible” en la Isla.

 

Por si fuera poco, aspirar a que ese enigmático ejercicio de adivinación, soplando la flauta como el burro para ver si suena música, sea la “única alternativa de igualdad y justicia para todos”, demuestra soberbia y torpeza, al pretender que la camarilla dirigente que ha arruinado al país por 55 años sea la única capaz de encontrar soluciones.

 

Cuando en el mundo contemporáneo los conceptos modernos de dirección enseñan la necesidad de convertir los problemas en oportunidades para el progreso y el avance, la claque dirigente cubana hace cada día precisamente lo contrario: convierte cada oportunidad en un problema que no sabe resolver, mientras niega a todos los demás cubanos la posibilidad de intentar solucionarlos.

 

Considera incapaces, ineptos o enemigos a todos los que no son parte de su pandilla. Y tiene miedo, mucho miedo, a que cualquier cubano demuestre la ignorancia, incapacidad y cobardía política de “los históricos”.

 

Porque ya los cubanos han demostrado en todo el mundo, durante más de medio siglo, todo lo que son capaces de esforzarse, lograr y prosperar como personas libres, sin depender o estar bajo la bota de “la revolución” o de esos “históricos” a los que ya a estas alturas solamente les queda capacidad de reprimir y hacer promesas que, como siempre, no serán cumplidas.

 

 

Cuba dice…

Fernando Ravsberg

9 de enero de 2014

 

“Los precios de los automóviles han conseguido lo que no lograron Yoani Sánchez, Guillermo Fariñas, las Damas de Blanco, Kennedy, Johnson, Nixon, Reagan, Bush padre y junior”, escribió en su blog el periodista cubano Javier Ortiz.

 

Y agregó que “el valor del Peugeot 508 ha creado un consenso unánime” que sería útil a quienes “buscan formas de hundir la Revolución”. Ciertamente, tal y como señala el colega, nunca una reforma había recibido semejante rechazo.

 

Es el único caso donde haber mantenido la prohibición hubiera tenido un costo político menor. Con todos sus fallos, el sistema de “cartas” daba precios asequibles a decenas de miles de profesionales enviados a trabajar en misiones en el extranjero.

 

“Aplican los precios del mercado pero lo hacen solo cuando les conviene. Si vamos a guiarnos por el mercado para los carros deberíamos hacerlo también con los salarios y multiplicarlos por el mismo índice”, me dijo un importante economista cubano.

 

El curador de arte Abelardo Mena propone una sociedad “solidaria y con justicia social, pero con consumo. Ese que se nos ha negado por décadas de franciscanismo mesiánico” y asegura que “es el subdesarrollo y la escasez, no la abundancia, quienes generan el consumismo inculto, el nuevorriquismo”.

 

Los cubanos que se quedaron sin cartas

 

Es cierto que al grueso de la población le da lo igual que los autos cuesten US$10 mil o US$1 millón porque de ninguna forma pueden comprarlos, pero sí afecta a decenas de miles de médicos, intelectuales, diplomáticos cubanos, artistas o periodistas.

 

En Facebook Lourdes Llera se pregunta “¿qué será de ellos?” de “todos los cubanos que de una manera íntegra y muy sacrificada lograron obtener la Carta de autorización” porque “la mayoría no sobrepasa los CUC 5.000.00 (US$5.500)”.

 

De hecho Duviesky Turiño Gómez escribió en la página digital Cubadebate un comentario donde explica que ahora “para los que estamos de misión internacionalista hace falta 4 o 5 misiones continuas (entre 8 y 10 años) para poder comprar un auto de segunda mano”.

 

En las redes sociales, un periodista de un medio estatal calculaba que para adquirir un carro necesitará ahorrar 5.790 salarios íntegros, durante 482 años, y concluyó que “apretaron con los precios. Seremos el hazmerreír del mundo entero”.

 

Los que hicieron la ley bien pudieron haber hecho una excepción con estos cubanos, dejando para ellos los lotes de automóviles dados de baja de las agencias de renta, a los mismos precios que tenían antes del 3 de enero del 2014.

 

Los cubanos que reparten las cartas

 

Hace unos meses, el crítico de arte Jorge Gómez señalaba que quienes ponen las dificultades para que los cubanos se compren un carro son los “burócratas” que ya tienen uno. Se equivocaba, en realidad muchas veces tienen dos, si contamos el oficial y el personal.

 

Un médico indignado me explica que quienes le niegan la posibilidad de comprar su carrito utilizan los vehículos oficiales para ir a la playa, llevar los niños a la escuela o comprar en el súper. Una práctica que en países como El Salvador la ciudadanía denuncia y la ley sanciona.

 

La principal defensa oficial es que buscan promover el trasporte colectivo y un intelectual cubano me responde que ese argumento sería válido “si quienes aprobaron esos precios renunciaran a sus carros y empezar a montar guagua (autobús) como nosotros”.

 

Para evitar especulaciones se podría publicar el número de vehículos estatales al servicio de políticos y funcionarios, la cantidad de combustible que consumen y cuánto gastan en repuestos porque, al fin y al cabo, esa factura se paga con el trabajo de todos los cubanos.

 

Los cubanos alquimistas

 

No es raro que incluso las opiniones de los lectores de la página oficial Cubadebate sean casi todos contrarios a los precios. Lo curioso es que la redacción haya publicado comentarios como “Viva el mercado negro” o “ni mis bisnietos se podrán comprar uno”.

 

Incluso en ese sitio un internauta anuncia: “Compro la yegua que le dio la patada en la cabeza al tipo que puso los precios de los carros”, mientras otro se burla diciendo que “¡con esos precios se puede construir el Metro de la Habana en menos de un año!”.

 

Es que algunos cubanos dudan que la creación del fondo para la promoción del transporte público arregle las cosas si ni siquiera con la ayuda económica soviética y la asesoría francesa se fue capaz de organizar una red de buses mínimamente eficiente.

 

De todas formas pueden demostrar que esta vez será diferente. El viernes se vendió en US$120 mil un Hyundai 2010 que en EE.UU. cuesta US$15.000.

 

Con ese dinero podrían, en teoría, importar un bus 0 km. Veremos si informan cuándo llega y dónde va a circular.

 

Algunos economistas nacionales dicen que el Ministerio del Transporte necesitará los secretos de la alquimia para adquirir vehículos en el extranjero con pesos cubanos convertibles, moneda que, a pesar de su nombre, no tiene convertibilidad fuera de Cuba.

 

 

Usted también puede comprar un Peugeot

Pedro Campos

7 de enero de 2014

 

Antes del 1 de enero de 1959, una efectista propagada anunciaba: “Usted también puede tener un Buick”. Y era difícil llegar a tener un Buick, para lo cual había que pagar una entrada de varios cientos de pesos cubanos, equivalentes al dólar y letras mensuales que oscilaban entre 100 y 500 pesos.

 

Y digo difícil, mas no imposible, pues muchos profesionales, maestros y asalariados fijos se las arreglaban para adquirir a plazos, sino un Buick, al menos un Chevrolet de 4 o 5 años de uso para  ir a los trabajos y pasear a la familia de vez en cuando.

 

Conozco el caso de una pareja, maestros ambos  de escuela primaria, -cuyos salarios unidos no llegaban a 300 pesos cubanos- que, con mucho esfuerzo, lograron dar una entrada en una concesionaria de autos usados para sacar un Chevrolet de 3 años de uso y pagar una letra mensual de 100 pesos cubanos, durante 2 o 3 años.

 

¿Cómo hacían? Alquilaban el auto a un chofer, de lunes a viernes, de 8 de la mañana a 5 de la tarde, quien lo trabajaba dando carreras a pueblecitos cercanos. Con esas carreras, se financiaban el carro y el chofer y los maestros tenían auto desde las 5 de la tarde hasta el otro día a las 8 de la mañana y los sábados y domingos.

 

Hoy, el generoso  gobierno “socialista”  todo poseedor y todo decisor que administra el capitalismo monopolista de estado cubano, anuncia el fin de la prohibición  de ventas de autos nuevos y usados a la población y nos espeta en la cara: Ahora usted también puede comprar un Peugeot.

 

Este estado, principal empleador –hasta hace poco el único- que también proporciona salud y educación gratuita a sus asalariados para que puedan trabajar con alta productividad y en buen estado físico, paga salarios de miseria entre 300 y 1000 pesos cubanos mensuales, es decir entre 12 y 40 CUC, moneda más o menos equivalente al dólar.

 

Según se ha dado a conocer, un Peugeot del año se ha puesto a la venta por el monopolio estatal, en algo más de un cuarto de millón de dólares, más o menos un cuarto de millón de CUC, o lo que es lo mismo, más de 6 millones, 250 mil pesos cubanos (un CUC = 25 Pesos Cubanos).

 

Conozco un especialista en medicina que gana unos 700 pesos cubanos mensuales. La salud es uno de los sectores mejor pagados por el gobierno-empleador. Este profesional, tendría que trabajar  más de 8900 meses, sin gastar en más nada, para comprarse un Peugeot del año. De manera que trabajaría unos 714 años para terminar de pagar su carro.

 

Otras “ofertas”:

 

Un Geely del 2010, 26 500 CUC = 650 000 Pesos. 928 meses, o sea 77 años.

 

Un Kia Picanto 2011, 38.285 CUC = 957 125 Pesos. 1367 meses, o sea 113 años.

 

Un Hyundai Sonata 2009, 60 000 CUC = 1 500 000 Pesos. 2142 meses, o sea 178 años.

 

Y así por el estilo autos nuevos y de uso VW, Toyota, Renault y otras marcas.

 

La información hasta ahora conocida no precisa formas de pago, si es al contado, si habrá plazos, cuáles serán los intereses.

 

Los comentarios los dejo a los lectores. Me limito a exponer hechos y datos. Pero si me piden una opinión, simplemente diría: Sí, cae otra prohibición absurda más, de tantas que aún quedan; pero con contrafilo criminal, puesto que la economía popular está en crisis debido al modelo estado-centralista asalariado que el gobierno pretende “actualizar”, nunca cambiar.

 

Otra medida que no ataca las causas del desastre, tendente a buscar más dinero para la burocracia y a dar una imagen irreal de liberalización de la economía. Otra afrenta más al pueblo de Cuba, en nombre de un socialismo que nunca ha existido y de una revolución popular que ha sido traicionada.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: En 1958 el salario promedio mensual en la industria tabacalera era de 359 dólares; en la industria cervecera, 273 dólares; mientras que en la industria azucarera era sólo de 120 dólares.

 

 

Cuba a los 55 años de su revolución

Carlos Malamud

5 de enero de 2014

 

Algo no debe ir muy bien con el programa reformista de Raúl Castro cuando el actual y máximo responsable del gobierno revolucionario cubano debe dedicar su discurso conmemorativo del 55 aniversario de la caída de la dictadura de Batista a contentar al ala más dura y ortodoxa del establishment. De otro modo no se entendería ni el tono general ni los párrafos dedicados al constante enfrentamiento con los Estados Unidos o a la conspiración internacional y neoliberal que intenta negar “la vitalidad de los conceptos marxistas, leninistas y martianos” que todavía caracterizan la vida cotidiana de la sociedad isleña.

 

Salvo un par de alusiones a los programas de restablecimiento de la red de distribución de agua potable y a la reconstrucción de los edificios públicos y particulares de Santiago, no hubo referencia alguna a las iniciativas reformistas impulsadas por el propio Raúl Castro ni a los enormes desafíos que el pueblo cubano enfrenta como consecuencia de las mismas. De no ser por la duración del discurso uno podría pensar que su hermano Fidel había vuelto, ya que los principales conceptos utilizados en esta ocasión nos retrotraen a la noche de los tiempos.

 

Toda la intervención estuvo enmarcada por tópicos pre y post revolucionarios que pese a su vigencia sólo describen parcialmente una realidad más compleja y contradictoria. Si la Cuba de Batista era un nido imperialista de atraso, corrupción y prostitución, la Cuba de Fidel se convirtió, gracias al esfuerzo revolucionario, en el mejor de los mundos. En palabras de Raúl Castro: “La imagen de Cuba, famosa en América antes de la Revolución como un paraíso para el juego, la prostitución, refugio de mafiosos y destino preferido de sus sucias inversiones, facilitadas por la generalizada corrupción administrativa de la tiranía, se transformó mediante el proceso revolucionario en símbolo de dignidad, independencia, humanismo e intransigencia en defensa de los principios”.

 

Más allá de su longitud, no me resisto a reproducir los párrafos destinados a denunciar en la mejor clave conspirativa “la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”. Pese a ello, el discurso de Raúl Castro, reproducido en la web de Cubadebate y en los otros órganos oficiales castristas, puede seguirse a través de las redes sociales, incluyendo las muy imperialistas facebook y twitter.

 

El complot denunciado busca “introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral”.

 

Los responsables de la trama, que no dan la cara, “se afanan engañosamente en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social, como si esos preceptos no representaran cabalmente los intereses de la clase dominante en el mundo capitalista. Con ello pretenden, además, inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, todo ello con el marcado fin de desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba”.

 

Llegados a este punto la gran duda que surge es si la respuesta gubernamental al complot será la paralización de las medidas aperturistas de los últimos años que han permitido elevar el nivel de crítica en la sociedad cubana, o si sólo se trata de un recado destinado a los sectores más duros para pasarles la mano por la espalda y decirles no os hemos abandonado. La suerte de aquellos espacios de opinión creados por la afanosa labor de mucha gente, tanto opuesta como más próxima al régimen, puede estar amenazada. Esto podría ocurrir con los numerosos blogs y otros medios emergidos recientemente, o por emerger en un futuro próximo. Menos peligro corren algunos espacios laicales próximos a la jerarquía eclesiástica, gracias al paraguas institucional con el que cuentan.

 

El discurso de Raúl Castro tuvo bastante de maniqueo y poco de autocrítico. Tras reconocer que el mundo había cambiado mucho en los últimos 55 años, sólo admitió que había sido para reconocer las justas reivindicaciones cubanas. En realidad dijo que pese a la fuerte presión estadounidense para separar a Cuba de Estados Unidos, hoy su gobierno preside la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y se prepara para celebrar su próxima Cumbre a fines de este enero. Por el contrario, ni una palabra acerca del sentido de la revolución en un mundo globalizado como el actual.

 

Dicho de otra manera, ¿ha valido la pena el sufrimiento de varias generaciones de cubanos para llegar a los resultados actuales?, ¿se ha consultado a la juventud cubana lo que piensa respecto a las reformas emprendidas? Si después de largos años de privaciones se festeja como verdaderos logros el poder salir al extranjero, vender coches, tener un teléfono móvil o una mejor conexión a internet es porque las premisas revolucionarias de favorecer la libertad y el interés general no se han cumplido totalmente. Como se viene repitiendo desde hace tiempo, aunque algunos no hayan madurado lo suficiente para admitirlo, el unanimismo es la tumba de todas las revoluciones.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Raúl Castro vuelve a repetir una de las tantas mentiras dichas por Fidel, en este caso sobre la prostitución en 1958, que las mismas investigaciones realizadas por la Universidad de la Habana demuestran su falsedad. Véase:

http://profesorcastro.jimdo.com/c%C3%B3mo-fidel-castro-miente-sobre-la-prostituci%C3%B3n-en-cuba/

 

 

Cuba's classic cars are icons

of oppression that deserve scrapping

Mark Wallace

The Guardian, Sunday 5 January 2014

 

It's deeply distasteful that we prefer to admire an Oldsmobile than consider the communist dictatorship that led to its survival

 

Most western travellers visiting Cuba will have come across the island's cars long before their plane lands. They appear in every travel guide, and you can buy calendars and posters of the 1950s classics that still drive through the streets of Havana.

 

They've become an icon of the island – considered a quaint, unmissable feature of Cuba's unique atmosphere. So, it was against a background of nostalgia that the news broke that they may at last be retired. It was portrayed almost as a saddening shame that these majestic beasts of the road might disappear.

 

This is patronising nonsense. As the experience of the rest of the world shows, if Cubans had the choice they would have abandoned their clapped-out Studebakers and Oldsmobiles long ago. The only reason they didn't is that the communist dictatorship that rules them did not allow it.

 

In a classic example of some being more equal than others, only senior party officials and a smattering of celebrities deemed of use to the party have been allowed to buy new vehicles from abroad over the past 60 years.

 

The motor museum driving Cuba's roads each day might seem quaint to tourists, who can go back to their air-conditioned, reliable and safe modern cars when their holiday is over – in reality the sight is a symptom of the way in which dictatorship runs down the lives of those forced to labour beneath it.

 

The tourist attitude is a form of rubbernecking at misfortune, of the type that has commonly become unacceptable in decent society. While our Victorian ancestors thought it quaint to set up villages of what they considered to be primitive Africans at shows in Britain, today we rightly act to end the misery of poverty instead of gawping at it. Somehow Cuba has managed to escape that trend. While Iran and North Korea are seen for what they really are, the last outpost of dictatorship in the Americas is let off lightly, all Buena Vista Social Club tracks, mojitos and sun-soaked beaches.

 

Maybe it's that the cars, along with the island's music, are a leftover from what is to the west a vanished age of style and romance. Maybe it's simply part of the wider fashion for excusing the actions of the Castro regime, hand in hand with the incongruous sight of western liberals wearing T-shirts of the racist and murderer Che Guevara.

 

Whatever the cause, it's deeply distasteful that we prefer to admire old cars than consider the system that led to their survival – extensive censorship of the media, vast police surveillance, near-total restrictions on freedom of assembly and speech, arbitrary arrest and torture of journalists and dissidents. There is a good reason why large numbers of Cubans have fled to the US in recent decades, and why people still take the desperate measure of cobbling together rafts and trying to float across the Caribbean, risking their lives to be free.

 

Raúl Castro's relaxation of the rules on car imports is only a baby step towards true freedom in Cuba, of course. For a start, the state still imposes huge taxes on car imports, leading to Peugeot 508s going on sale for $262,000 under the new rules. But it's a start. Once a little freedom is let into a society, inevitably people demand more.

 

As ever, communist autocrats struggle to let go. After 60 years, it will take a long time to unravel the oppressive web of permits, snoopers, secret policemen and torturers that propped up Fidel and now prop up his brother.

 

As the icons of that age, the cars, fall by the wayside, the rest, one must hope, will follow.

 

 

Pasear en máquina

Raúl Rivero

5 de enero de 2014

 

Las reformas económicas del régimen han provocado que los ciudadanos de más imaginación y fantasía de Cuba reciban este año 2014 con ilusión y optimismo. Es el caso particular de un hombre de Centro Habana que se benefició cuando el gobierno legalizó 178 oficios. Trabaja como pelador de frutas naturales y tiene ahora el sueño de comprase un Peugeot Exterpert Tepee que le saldrá en 212.940 pesos convertibles (CUC).

 

Con los soñadores no se puede. Nadie debe extrañarse ante el delirio de una muchacha de Pinar Río que vende refrescos en la sala de su casa y aspira a ganar el dinero suficiente que le permita adquirir un Seat, que se vende en la isla por 45 mil CUC. Y hay que escuchar en silencio a los hombres y mujeres que, en Guantánamo, Chambas, Guayos, Colón y Nueva Gerona, sacan cuentas y se ven al timón de un carro.

 

Ellos quieren liberarse de la agonía que es pasar la mitad de la vida en las paradas de guaguas porque la red del transporte público es una ruina vaporosa desde la década del 60. Y se proponen revivir, sin saberlo, una manera inocente, barata y popular que tenían para entretenerse en los atardeceres muchos cubanos en los años anteriores a 1959: pasear en máquina.

 

No hay talanqueras ni nubes negras para los sueños. El totalitarismo miente sin creatividad porque necesita el engaño y la trampa, pero la gente vuela a otras vidas por necesidad y porque mientras más incoherente, cerrada o absurda se presenta la realidad, mayor tiene que ser el delirio y más poderosa la esperanza.

 

El anuncio de la venta libre de automóviles, sin una carta de autorización oficial de los jefes, alcanzó algunos titulares en los sitios donde el comunismo con guaracha todavía despierta curiosidad y en otros espacios controlados por cómplices , amigos y aprovechados.

 

Se le dio algo de relieve en ciertos puntos de Europa donde necesitan que el signo de apertura en Cuba se extienda para justificar sus alianzas y tratados con la dictadura.

 

La verdad es que la venta de autos con el Estado como intermediario principal se produce en un país en el que lo único que se reparte sin limitaciones es la represión y, con una intensidad especial, a los opositores pacíficos, las Damas de Blanco y el periodismo independiente. Una nación sin libertades políticas, sin prensa libre, empobrecido y empantanado.

 

Para el año que viene, después de otros 365 días sin ningún cambio esencial y en atención a los precios que le han puesto a los automóviles, los propagandistas de la jefatura deben de estar pensando en otro golpe de efecto. Se comenta que barajan la idea de anunciar la venta de aviones y helicópteros por la libre a la población.

 

Con esos aparatos la fantasía y los soñadores van a llegar muy lejos.

 

 

Venta de carros en Cuba:

Sueños de una noche de verano

Emilio Morales

5 de enero de 2014

 

Cuando el gobierno cubano anunció la venta liberada de autos nuevos y de uso para inicios del 2014, muchos cubanos despertaron una ilusión demorada por más de medio siglo. Pero tras despertar a la realidad, con la publicación de las resoluciones, las tarifas impositivas y los precios de los vehículos, el sueño se tornó en desencanto.

 

La ilusión duró lo que un merengue en la puerta de un colegio al conocerse este viernes los listados de precios de las agencias comercializadoras.

 

Lo que parecía ser una de las medidas más renovadoras dentro de las reformas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro se convirtió, de un pestañazo,  en la burla más descarnada de un gobierno a su población.

 

Los ciudadanos cubanos, con un salario medio anual de 466 pesos (CUP) -equivalente a 18 dólares mensuales- están condenados definitivamente a dejar de aspirar a tener un auto. A no ser que el gobierno cubano rectifique la descabellada estrategia de venta que acaba de poner en marcha.

 

¿Puede un cubano comprar un auto a 239,250.00 CUC (más de un cuarto de millón de dólares) que ni siquiera es un auto de lujo, cuando su salario es de 18 CUC al mes?  ¿Cuántos sueldos en pesos cubanos se necesitan para un vehículo corriente de uso que deberá pagar en efectivo?

 

CIMEX, cueva de ineptos

 

Tendría que vivir 1.107 años ahorrando su salario completo para poder comprar un auto a tales precios. ¿Es esta acaso la compensación que prometía el socialismo al final del camino?

 

En Estados Unidos una enfermera con un salario promedio de 60.000 dólares al año no puede darse el lujo de pagar esa astronómica cifra y muchos menos al contado. En cambio, sí puede comprar un Lexus 350 de 43.500 dólares y pagarlo por una letra o una renta (lease) por 450 dólares mensuales. Por cierto, un costo 5,5 veces inferior al precio del PEUGEOT 4008 del 2013 puesto a la venta, en esa misma cantidad, por las autoridades cubanas.

 

Los precios anunciados muestran un desconocimiento profundo del mercado, y de las estrategias de mercadeo y de precios, algo verdaderamente impropio de una corporación que -como CIMEX-  fue pionera del mercado dolarizado y acumula  más de 25 años operando como  líder del mercado minorista en la isla.

 

Evidentemente quienes han manejado la estrategia de precios de estos autos -ya sea a nivel corporativo como de gobierno-  tienen un desconocimiento gigantesco del  mercado y necesitan algunas clases adicionales de economía global. La toma de la corporación Cimex por parte de las Fuerzas Armadas ha cambiado la forma de mercadear los productos de las más de 35 líneas de negocios de la mayor compañía de la isla.

 

Precios inflados

 

Me temo que las reformas han deformado la maquinaria de investigación de mercado y estrategia que siempre tuvo CIMEX. Los nuevos cuadros y especialistas necesitan un reciclaje urgente que les corrija la miopía de mercadeo que a todas luces padecen.

 

La lista de precios que muestra la oferta de autos es  irracional y está totalmente fuera de contexto. El precio promedio de los autos puestos a la venta es de 54,090 CUC, una cifra muy superior al precio promedio de la propiedad inmobiliaria (real estate) en la isla, que es de 31.489 CUC. Una muestra inobjetable de que el monopolio estatal especula más que el sector privado. La diferencia es de un 77,8%.

 

El precio más bajo entre 77 modelos puestos a la venta -según los listados divulgados- corresponde a un BMW del año 1997, con valor de 14.457,60 CUC. Pongamos los pies en la tierra: se trata de un carro con 16 años de explotación, lo que en Estados Unidos llamarían un “transportation”, y nadie pagaría por él  más de 2.500 dólares. Si tomamos como ejemplo este avejentado BMW para ilustrar los desmanes del mercado estatal,  significa que el precio fijado por el gobierno tiene un 458% por encima de su valor real.

 

Las cifras del resto de los autos andan también por las nubes; ningún modelo o marca escapa de la desproporcionada oferta. ¿Cómo es posible que todas estas marcas permitan tan mal negocio? ¿Quién corre con los costos y gastos de semejante disparate? ¿Le interesa realmente al gobierno cubano vender autos nuevos y de uso a la población? ¿Cuantos cubanos de a pie podrán pagar estos carros a precios estratosféricos?

 

Desespero financiero

 

Tan descabellada medida es una muestra clara de que el gobierno cubano está  desesperado, a la caza de nuevas fuentes de financiamiento, rápidas, a toda costa y por cualquier vía. Todo parece indicar que la nueva zona franca del puerto del Mariel ha tenido un mal comienzo y la estrategia de atracción de capitales va a tener que ser cambiada. Los recorridos de altos funcionarios cubanos alrededor del ámbito de “países amigos” (y otros no tan amigos antes) en fechas recientes es un indicio de que hay síntomas de preocupación con el macroproyecto lanzado, y se aspira nuevamente a los capitales que puedan proporcionar estados aliados.

 

En el 2014 la ayuda venezolana podría caer en un 50%, dada las dificultades que enfrenta el gobierno de Nicolás Maduro con la alta inflación y los problemas acumulados desde la era de Hugo Chávez.. No son tiempos de  regalar capital sin retorno y La Habana comienza a asimilar esta dura pero aplastante realidad del chavismo transnochado.

 

En este contexto, las reformas raulistas tienen que dar un giro de 180 grados y sus arquitectos deben poner los pies en la tierra si quieren desarrollar seriamente un sistema económico para salir del subdesarrollo y renovar la tecnología de más de medio siglo que todavía mueve la ineficiente y obsoleta industria cubana.

 

Hasta el momento, las estrategias para atraer al tan necesitado capital extranjero han sido torpes y desalentadoras. Los empresarios foráneos interesados en invertir en Cuba deberán agregar ahora en su listado de riesgos los autos adquiridos a precio de Porsche, Ferrari y Lamborghini.

 

Y mientras esta comedia macabra transcurre en el tórrido invierno de la isla, los almendrones seguirán adornando las calles cubanas y el mercado de autos seguirá distorsionado con precios exorbitantes para carros de más de medio siglo y carros nuevos con precios de otra galaxia. Eso sí, algo espectacularmente provechoso y publicitario ha logrado el gobierno a solo 24 horas de sacar a la venta su parque automotor: Cuba se ha convertido en el mercado de automóviles más caro el mundo.

 

Documento: Decretos sobre la venta de vehículos a la población

Cubanos podrán comprar autos nuevos sin autorización estatal

Arranca la venta de autos para los cubanos con precios astronómicos

 

 

Raúl Castro en el 2014

Carlos Alberto Montaner

4 de enero de 2014

 

Pese a su discurso, está convencido de que el marxismo y su secuela colectivista han fracasado. Pero el estalinismo le es muy útil para gobernar, y no aceptará reformas políticas

 

Raúl Castro ha iniciado el 2014 con otro discurso lamentable. ¿Por qué el general repite una sarta de tonterías ideológicas en las que ya nadie cree, ni siquiera él mismo? No es fácil saberlo. Raúl, aparentemente, permanece sujeto a la autoridad intelectual y moral de su hermano, pero, a estas alturas, él, la nomenclatura, y casi todo el país, dan por sentado que el Comandante es el principal causante de la catástrofe económica que padecen los cubanos.

 

¿Cómo lo sabemos? Basta ver y escuchar pacientemente la charla que Juan Triana Cordoví, profesor de economía de la Universidad de la Habana, le da a la plana mayor de la policía política con el objeto de defender y explicar las reformas de Raúl Castro. Se trata de una persona del régimen aleccionando a sus compañeros con total autoridad.

 

Pese a su discurso, Raúl está convencido de que el marxismo y su secuela colectivista han fracasado. Acepta que el igualitarismo es contraproducente, y admite, además, que el régimen se dedicó durante décadas a imponer prohibiciones absurdas que han convertido la vida de los cubanos en un infierno.

 

Naturalmente, nada de esto quiere decir que va a aceptar reformas políticas. El marxismo podrá ser un disparate, pero el estalinismo le es muy útil para gobernar.

 

Intentará, eso sí, corregir los desastres económicos producidos por su hermano porque cree que de ello depende la supervivencia del régimen. ¿Cómo? Primero, ha eliminado algunas prohibiciones innecesarias. La dictadura puede admitir la tenencia de teléfonos móviles, la compraventa de casas y autos, la salida y regreso de los disidentes o a la contratación privada en el exterior de algunos atletas. Nada de eso pone en peligro al Gobierno y alegra a las masas.

 

También se propone crear un tenue espacio económico lateral —el cuentapropismo, esa ridícula palabreja— para que la sociedad civil desarrolle pequeñas empresas privadas, casi todas de servicio, que le den trabajo a más de millón y medio de personas que abandonarían paulatinamente las abultadas nóminas del Estado, producirían algunos alimentos y aliviarían la miserable vida de los cubanos.

 

Pero eso no es lo importante. La esencia de la reforma es otra: el Estado, dirigido por militares, se reservará el control y disfrute de unas 2.500 empresas medianas y grandes que forman el corazón del aparato productivo del país. Esa es la parte del león.

 

Es en este espacio económico, dicen los raulistas pomposamente, donde se juega el destino de la revolución. Raúl ha invertido el principio de subsidiaridad: la sociedad civil se ocupará de todo aquello que el Estado no pueda abarcar.

 

Un perfecto disparate. ¿Cómo van a lograr hacer eficientes las empresas estatales al punto de que generen beneficios permanentemente? La fantasía más recurrente de Raúl, un militar convencido de la utilidad de los refuerzos negativos, consiste en suponer que, mediante controles, auditorías, castigos y amenazas, todo ello supervisado por su hijo Alejandro, duro coronel de los servicios de inteligencia, conseguirá el milagro. 

 

Tonterías. ¿Cuánto tardarán Raúl Castro y los raulistas en comprender que el Estado es un pésimo gestor de todas las empresas, las pequeñas y las grandes? ¿Cuándo entenderán que los objetivos y modus operandi de las empresas realmente eficientes son totalmente diferentes a los de los estados?

 

¿Por qué cree Raúl que todas las empresas públicas, en todas las latitudes, suelen acabar siendo focos de corrupción, con plantillas sobredimensionadas, atrasadas tecnológicamente e improductivas? ¿Cuándo admitirán que el sistema comunista no es reformable, como confirmó Gorbachov en los años noventa? ¿O todo lo que desean es morirse mandando y los que vengan detrás que desmonten el error y el horror? ¿Es terquedad, cobardía, convicción, irresponsabilidad o todo eso junto?

 

Elija usted, perplejo lector.

 

 

Discurso de Raúl Castro

va en dirección contraria a lo expresado

en la conferencia del profesor Juan Triana

Manuel Castro Rodríguez

1 de enero de 2014

 

El Dr. Juan Triana Cordoví, profesor del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana, les dio una conferencia a oficiales del Ministerio del Interior (MININT).

 

Aunque el profesor Triana Cordoví repite el discurso oficial –para lo cual miente reiteradamente-, pretendiendo excluir a Fidel Castro de su responsabilidad por haber destruido la economía más próspera de Iberoamérica-, reflexiona sobre la necesidad de que todos los cubanos tengan internet en sus domicilios -aunque el MININT continúe vigilándolos a todos- y realizar otros cambios profundos en Cuba. Tan pronto vi el vídeo me surgieron varias interrogantes:

 

¿Cómo se obtuvo esta conferencia filmada por los equipos del Ministerio del Interior?

 

¿Quién publicó esta conferencia en YouTube?

 

 ¿Por qué esta conferencia ha sido publicada en YouTube?

 

¿Cuál es el objetivo de esta conferencia, donde se llama a realizar cambios profundos en Cuba?

 

¿Qué fin persigue el régimen de La Habana con la amplia divulgación de esta conferencia del profesor Juan Triana Cordoví?

 

Considero que la única explicación es que esta conferencia es para consumo externo –la probabilidad de que el cubano de a pie pueda ver YouTube tiende a cero-, la conferencia va dirigida a los potenciales inversionistas extranjeros, para hacerles creer que se avizoran grandes cambios irreversibles, por lo que su dinero estaría seguro. Téngase en cuenta que no hay nada más cobarde que el dinero: huye rápidamente a la primera señal de peligro.

 

 

Techos minados

Pablo Pascual Méndez Piña

16 de diciembre de 2013

 

La Habana se derrumba cada día. La incompetencia del Gobierno y las soluciones parciales de expertos sin poder político dejan indenfensa a la población

 

Era el atardecer del pasado 29 de noviembre, aún llovía en La Habana y Agustín Rebollar, un jubilado de 71 años, residente en el Vedado, permanecía cabizbajo cubriéndose el rostro con las manos para que no lo vieran llorar.

 

Se le mojó el colchón, los electrodomésticos, la ropa, los muebles y para empeorar su estado de ánimo, la vecina de los bajos comenzó a gritarle improperios cuando su techo igualmente comenzó a filtrarse.

 

En un impasse del aguacero, Rebollar miró el firmamento con la esperanza de que los nubarrones desaparecieran, pero el chaparrón se acrecentó e iracundo comenzó a dar patadas al piso y a exclamar obscenidades para desahogarse.

 

Tormentos similares sufrieron Manuela, Olimpia y Barbarita —vecinas de Rebollar—, que tras el desplome de una pared contigua a su apartamento, fueron conducidas por la policía hacia un albergue en el municipio Boyeros, en donde aún permanecen evacuadas.

 

Por desdicha, Fidel Vega y Pastora Góngora, residentes en la calle Campanario número 619 en el municipio Centro Habana, murieron aplastados al colapsar súbitamente su morada.

 

Un sinnúmero de damnificados y más de 2.000 evacuados provocaron las intensas lluvias tras el estacionamiento del cuarto frente frío de la actual temporada.

 

Durante 72 horas las precipitaciones sobrepasaron acumulados de 300 milímetros en los municipios norteños de la capital, arrojando un saldo catastrófico de 227 derrumbes, de ellos 201 parciales y 26 totales —según despachos oficiales.

 

“Tenemos los techos minados”, advirtieron algunos capitalinos ante la posibilidad de que sus techumbres reventaran por los aguaceros.

 

“La Habana es como un viejo con achaques”, la comparaban otros, refiriéndose a que la ciudad no sale de un desplome para meterse en otro.

 

El doctor Eusebio Leal, en el prólogo de la más reciente edición del ensayo La Ciudad de las columnas, de Alejo Carpentier, la retrata como: “La ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de los asimétrico, de lo abandonado”.

 

En un trabajo realizado por la colega María del Carmen Ramón, titulado: La Habana cuesta, pero vale, publicada en la revista digital Cuba Ahora, el arquitecto Mario Coyula, director de arquitectura y urbanismo de la ciudad, expuso una imagen más realista y espeluznante del futuro capitalino:

 

La Habana podría terminar en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad”.

 

La solución es el problema

 

Según expone Coyula, si echamos un vistazo a la maqueta de La Habana, notaremos que predomina el color amarillo, correspondiente —según simbología— a la urbanización de los primeros sesenta años del siglo pasado.

 

Así podríamos deducir que desde entonces el desarrollo socio económico de la capital en el rublo de la construcción de viviendas ha sido pobre.

 

A posteriori, solo se le añadieron las comunidades de Alamar, San Agustín y algunas zonas de desarrollo de microbrigadas. Pero la densidad demográfica aumentó y con ella el hacinamiento poblacional, sobre todo en Centro Habana, que tiene cerca de 1.000 habitantes por hectárea, a lo que se suma el inconveniente de la baja altura, que implica que las personas prácticamente vivan unas sobre otras, como en latas de sardinas.

 

Afirma Coyula que La Habana aún conserva la misma infraestructura de principios del siglo XX, y ejemplifica el caso del acueducto, que ya tiene cien años y se encuentra colapsado: sus canalizaciones estaban destinadas a ofrecer servicio a 300.000 habitantes, aunque fue proyectado para el doble de esa capacidad.

 

Hoy en la ciudad residen más de dos millones de personas y se impone una gruesa inversión, si pretenden restañar los derrames albañales que corren por las calles.

 

Coyula rememoró que hace muchos años, en una reunión muy interesante con un grupo de desarrollo de la capital, un especialista del Ministerio de la Construcción aseveró: “La Habana cuesta 3.000 millones arreglarla”.

 

“Pero el costo es mucho mayor —aclara Coyula—. La Habana cuesta pero vale, y la única manera para solucionar su restauración es ponerla a generar dinero para ella misma, como hizo Eusebio Leal con el proyecto del Centro histórico”.

 

Desde hace 50 años el mantenimiento constructivo del fondo habitacional fue soslayado por el Ministerio de Construcción (MICONS) y aunque el Instituto Nacional de la Vivienda (INV) creó empresas para tales propósitos, se quedaron por debajo de las necesidades y comenzaron a apuntalar viviendas en mal estado como salida a las dificultades. Dicha solución, sin embargo, fue insuficiente, corroborándose que el enfoque dado al problema fue equivocado.

 

Las actuales construcciones de viviendas solo están destinadas a reponer los derrumbes —apuntó Coyula—, pero el Gobierno no puede ser el único responsable de resolver los problemas de la gente, que espera con pasividad que el Estado paternalista venga a arreglarle su casa o construirle una nueva.

 

“Del mismo modo la nueva ley que permite la compraventa de viviendas, podría tener un efecto positivo, porque la gente va a cuidar su propiedad, no solo por el techo, sino porque es una mercancía que un momento dado puede significar dinero”, estimó.

 

La reflexión de Coyula encuentra detractores como Fermín Álvarez, un economista de 52 años, quien cuestiona la posibilidad de producir más de 3.000 millones de dólares para arreglar la ciudad, con un modelo económico inoperante como el actual y la circulación de dos monedas desvalorizadas que inhiben el interés de los inversores extranjeros.

 

Igualmente, Álvarez asegura que el régimen parece más preocupado en estrangular al sector cuentapropista que solo representa un insignificante 2% del Producto Interno Bruto (PBI) —según estimados oficiales— que en fomentar la capacidad individual y el desarrollo de la variante no estatal, que pudiera aportar considerables ingresos destinados a beneficios sociales.

 

Un ex directivo del otrora Ministerio de la Industria de Materiales de Construcción (MIMC) que solicitó el anonimato, califica la ley compraventa de viviendas, como un subterfugio del régimen para liberarse de responsabilidades.

 

“Durante más de 50 años, el Gobierno fue el verdadero dueño de todas las casas, prohibiéndole a ‘los usuarios que las habitaban’ venderlas a otros particulares, excepto al propio Estado que descaradamente se atribuía la facultad de tasar su valor”, aseveró.

 

“Tal condición, causó el deterioro de muchos inmuebles —apunta—, sobre todo en los edificios multifamiliares, puesto que si el Estado era el dueño, también era el responsable de su reparación”.

 

Los déficits y altos precios de materiales de construcción en Cuba, son una consecuencia de la decisión gubernamental de destinar el grueso de estas producciones a la exportación y la ayuda a los bloques regionales, mientras la demanda nacional representa el renglón menos priorizado”.

 

Una bolsa de cemento de 42 kilogramos cuesta 6,6O CUC (dólares), lo que constituye cerca de la mitad del ingreso medio cubano, equivalente a 15 CUC. ¿Cuántas personas que dependen de un salario, pueden hacer está inversión sin dejar de comer?

 

Igualmente se suma la compra de áridos y otros materiales. Pero lo más costoso es la mano de obra calificada para acometer las reparaciones. “Sería de ilusos creer que con el flaco crédito que le ofrecen a las personas más vulnerables se cubrirían los gastos de reconstrucciones, después de más de 50 años de errores y estúpidas prohibiciones del Gobierno”, concluye el ex directivo del MIMC.

 

Fuera de base

 

El 90% de los afectados por el evento meteorológico ocurrido los pasados días 28, 29 y 30 de noviembre, afirman que fueron sorprendidos por las lluvias.

 

Señalan que el Instituto de Meteorología expuso un pronóstico sutil, y para nada alertó a la población sobre la posibilidad de intensas lluvias, con acumulados superiores a los 300 milímetros en los municipios norteños, algo que sería como un “bombardeo”, ya que estas regiones presentan los mayores problemas constructivos en la capital. Tampoco se emitieron partes especiales para mantener informada a la población.

 

Tampoco los órganos de la Defensa Civil —amén de su probada verticalidad— alertaron, ni emitieron fases informativas o alarmas para orientar a los damnificados. Asimismo, el 95% de los consultados alega que hubo indolencias que causaron riesgos innecesarios y pérdidas de vidas.

 

Diré ‘good bye’

 

Agustín Rebollar comenta que en esta ocasión los aguaceros no le dieron tregua para subir a la azotea y barrer las charcas, como suele hacer en estos casos. Cuenta que para impermeabilizar el techo aplicó varios derretidos de cemento con agua para taponar las filtraciones, pero no sabe si lo hizo bien o mal.

 

“Si al menos en la televisión pusieran un programa didáctico para enseñarnos cómo se hace —opina—, yo mismo le metería el pecho, a pesar de mis 71 años, porque con 270 pesos (11 CUC) que me pagan de retiro, no puedo pagarle a un albañil”.

 

Dentro de su casa, Rebollar muestra un techo de vigas y losas, arqueado y cubierto de mazamorras por la humedad, que no se ha venido abajo gracias a un apuntalamiento hecho con troncos de madera.

 

“La próxima vez, si es que hay próxima —resuelve Rebollar—, estaré obligado a hacer lo que recomendó el difunto Álvarez Guedes: Me daré un beso en el fondillo y diré good bye”.

 

 

 

Vivir en un albergue: la tragedia de miles de cubanos

Lilianne Ruiz

16 de diciembre de 2013

 

La pobreza en la que vive la mayoría de los cubanos -y a la que se adaptan, gracias a los minuciosos mecanismos de poder que han impuesto 54 años de terror de Estado-, no es una fatalidad insalvable. Bastaría con que el gobierno cubano respetara todos los derechos humanos, abriendo el juego político y económico, para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la isla.

 

La miseria se agrava cuando tampoco se tiene dónde vivir, ni se cuenta con recursos económicos para rentar, edificar o comprar una casa. Se estima que, tan solo en el municipio de Centro Habana,  6 mil  201 familias (24 mil 584 personas) están afectadas por la condición inhabitable de sus viviendas. De esa cantidad, solo 125 familias están ubicadas en las llamadas comunidades de tránsito: albergues colectivos, como se les conoce en Cuba.

 

Pero esos datos no ilustran acerca de lo que significa para una familia vivir albergada. Hay que traspasar el umbral de las cifras para ver de cerca el verdadero rostro de la tragedia.

 

El “Albergue Colectivo” de San Rafael, en Centro Habana

 

Según los que allí viven, en el edificio hubo antes una fábrica de almohadillas sanitarias (íntimas, en lenguaje cubano). No faltan los carteles decrépitos con alguna consigna comunista. El salón está dividido en diferentes cuartos donde se agrupan las pertenencias de los que han ido a parar a ese sitio Lo que parece ser el baño es de hecho una letrina. Tampoco se ve por ninguna parte una pila de agua corriente.

 

Iverlysse Junco tiene 29 años. La puerta de tablones de madera del cuartucho donde vive con su esposo y sus 4 hijos, crea una falsa ilusión de privacidad. Todo luce precario y feo, pero impresiona ver el blanco de los pañales con que cubre la cunita de su bebé de un mes de nacido. No ha descuidado su arreglo personal a pesar de que no espera a nadie; guarda su dignidad en la limpieza y el orden que mantiene en los 4 x 4 metros donde viven.

 

Hace 6 años salió de un “solar” en peligro de derrumbe. La habitación no tiene una sola ventana. Lo primero que nos muestra detrás de una cortina es otro tablón de madera corredizo que da a la calle. “Cuando vinimos estaba completamente cerrado, pero un día no soporté más la falta de aire y agarré un serrucho para hacer ese agujero”, dice.  “Lo malo es que ahora mi esposo y yo no podemos salir juntos, porque uno de los dos tiene que quedarse para cuidar que nadie entre a llevarse nuestras cosas. Vinieron a ponerme una multa, nada menos que por alterar la fachada. Pero le dije al delegado de la circunscripción que ellos conocen muy bien mi situación”.

 

En una improvisada meseta de cocina tiene un par de hornillas eléctricas donde lo hace todo: desde cocinar hasta hervir los pañales, como es costumbre entre las madres cubanas que no tienen cómo pagarse el lujo de los pañales desechables, que supone un costo superior al salario de un mes.

 

El bebé está resfriado a consecuencia de la humedad: tiene que tender la ropa allí dentro. El agua se la pide  a un vecino de la cuadra. Les deja llenar los cubos que luego transportan a un tanquecito en una esquina de la habitación. Esa agua tan limitada tiene que servirles para lavar, fregar, cocinar y bañarse en la misma habitación. Parte de su rutina de todos los días es mantener el depósito lleno. Pero con otras necesidades  no hay arreglo; tienen que orinar y defecar en un cubo destinado para ese fin y luego salir a verterlo por la alcantarilla, en la calle.

 

“Aquí todo es duro. Lo más difícil es levantarse por la mañana y tener que estar vigilando a la gente para poder salir a botar el cubo. El cloro para limpiar y el aromatizante no me pueden faltar”.

 

Su esposo trabaja en demoliciones, por eso ella está al tanto de la cantidad de derrumbes que ocurren, especialmente cuando llueve.

 

¿Cuando salgo yo de aquí? Los derrumbes van a seguir porque La Habana se está cayendo”.

 

Aunque Iverlysse  y su esposo trabajen mucho, se ven reducidos a la total dependencia del Estado. En un sistema colectivista, que  condena la propiedad privada y el libre mercado, la hipotética solución consiste en que, no con el esfuerzo propio, sino con el trabajo colectivo, la familia de Junco obtendrá una casa donde vivir.

 

En la práctica, la sociedad ha quedado sometida al control y la planificación  estatal. La felicidad de la familia de Junco dependerá entonces de que su expediente sea privilegiado ante los ojos del funcionario, que el próximo 20 de diciembre deberá decidir si, entre las 900 casas que se otorgarán en toda la provincia de La Habana -después de priorizar los “casos” que llevan 20 años albergados, esperando-, califica la suya como suficientemente afectada por una situación extrema.

 

“Ya he ido a la Provincia (Oficina de Vivienda) y al gobierno. Tres veces fui a la Plaza de la Revolución y siete veces escribí cartas al Consejo de Estado. En todas las ocasiones la respuesta fue: Tiene que esperar. Hay casos peores que el suyo. ¿Qué puede ser peor que esto?”, se pregunta Iverlysse.

 

Las cifras de la cantidad de albergados y de personas a la espera de serlo, fueron ofrecidas por la Unidad Municipal de Atención a las Comunidades de Tránsito  (UMACT)  del municipio Centro Habana, por una persona que pidió anonimato. El dato de las 900 casas que serán otorgadas el próximo 20 de diciembre lo aportó una trabajadora de vivienda que tampoco quiso revelar su nombre.

 

 

Las guaguas sucias

Haroldo Dilla Alfonso

16 de diciembre de 2013

 

La periodista de Granma considera como una indisciplina inaceptable que la gente haga lo que hace en cualquier otro lugar del mundo cuando viaja en un bus por muchas horas

 

Desde que vivo fuera de Cuba puedo hacer algo que no podía hacer en Cuba: leer el Granma. Y lo hago diariamente y con cuidado pues el Granma, aunque terriblemente aburrido, es parte de una realidad nacional que cambia, trabajosamente, pero cambia. Y por ello en los últimos tiempos es posible encontrar artículos curiosos, no porque sea la voluntad del periódico intrigar a sus lectores, pues el Granma sigue aspirando a ser un periódico de ideas firmes. Sino porque sus periodistas están obligados a escribir piezas condimentadas con las consignas del momento, la crítica light pero de alguna forma relevante y finalmente alguna pericia profesional. Y todo esa confabulación de propósitos diversos da lugar a piezas que arrancan dudas y sonrisas.

 

Hace unos días encontré un artículo dedicado a los viajes interprovinciales y sus incidentes, y cuyo hilo argumental era nada más y nada menos que la monstruosidad perpetrada por un pasajero que, en un viaje desde Las Tunas, vomitó en el bolsillo posterior del asiento delantero. Los choferes andaban acongojados con el descubrimiento, que hicieron el día después del hecho terrorista, y a puro olfato, lo que ciertamente indica que el ómnibus no fue limpiado adecuadamente tras doce horas de camino y una noche de estancia. Y que los bolsos de los asientos donde los pasajeros comunes —que no vomitan— siempre dejan papeles y otros desechos, no fueron vaciados.

 

Debido a que el país se encuentra en una campaña por el rescate de aquello que el General/Presidente considera los tradicionales buenos modales de los cubanos, la periodista creyó oportuno empujar en esta dirección. Y, fast and furious, cargó contra los pasajeros desaprensivos que no saben comportarse en un ómnibus interprovincial. Donde, de paso menciono, que está prohibido ingerir alimentos durante las muchas horas de viaje, a pesar de que los buses paran en lugares donde no hay comida, y cuando la hay, no hay dinero. “Muchas veces —escribe la periodista citando a un chofer— dejan restos de bocaditos en el piso, migajas de pan, estuches plásticos, latas vacías, manchas de grasa o de líquidos en los asientos y hasta hay quienes se limpian las manos con las cortinas o con la tela destinada para apoyar la cabeza durante el viaje”.

 

Es decir, que la periodista considera como una indisciplina inaceptable que la gente haga lo que hace en cualquier otro lugar del mundo cuando viaja en un bus por muchas horas: come, deja virutas de pan y restos de comida en el piso, desecha latas y botellas y se limpia las manos con lo que tenga cerca si no hay servilletas. Y como eso lo saben todas las compañías de transportación de pasajeros, los vehículos se limpian tras cada viaje, se usan sustancias desinfectantes y ambientadoras y se desechan los restos de la actividad humana, con algún vómito eventual incluido. Y cada algún tiempo, se cambian los forros y se lavan. Todo lo cual parece que no se hace en Cuba.

 

Sin embargo, la periodista no pareció particularmente afectada por lo que sí son irregularidades mayores, que menciona de paso al comenzar su curioso artículo. La cito: “…turbios procedimientos para poder adquirir pasajes (sobre todo por lista de espera, en la capital del país), no declaración de capacidades reales por parte de conductores en terminales, cobro de pasaje sin entrega de boletín, paradas innecesarias, almuerzos y comidas en establecimientos no estatales con precios que no están al alcance de todos los pasajeros”. Ante todo lo cual el vómito del pasajero es solo un chiste pesado.

 

Es una pena que la periodista —con seguridad una persona capacitada e inteligente— no haya podido ofrecernos un análisis más completo de lo que es un tema muy complejo. Todo el mundo sabe que el sistema de transporte interprovincial insular ha sido una actividad deficiente y muy corrupta. Y que su insuficiencia crónica ha producido un tipo de cubano medio que no conoce la Isla más allá de su entorno inmediato y de algún viaje ocasional. Hoy la isla de Cuba es una suerte de agregaciones feudales habitado por seres severamente territorializados.

 

En los tiempos del “socialismo real” un viaje interprovincial en fechas calientes implicaba someterse a unas extenuantes listas de espera que solo satisfacían los más perseverantes, o evitaban los que, socio en mano, podían pagar. Cuando apareció el mercado, los precios eran tales que había que trabajar muchos días, o desviar la ayuda de Miami, para poder viajar. Hoy por ejemplo, un viaje a Santiago en la opción más barata —y también más incómoda— cuesta casi un salario mínimo.

 

Caro, muy caro, pero si al menos limpiaran…

 

 

Gobierno cubano impulsa

construcción de ciudades militares

Daniel Palacios

11 de diciembre de 2013

 

El gobierno cubano tiene en marcha un ambicioso proyecto constructivo, a cargo del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), para edificar miles de viviendas en áreas urbanas especialmente destinadas a oficiales y trabajadores del sector militar.

 

La construcción de las Ciudades Militares (CM), como se conocen estas obras, comenzó hace dos años en tres ciudades del país, La Habana, Santa Clara (Villa Clara) y Santiago de Cuba, y hasta el momento se han terminado unos 1.500 apartamentos, según confirmaron a CaféFuerte fuentes vinculadas a los planes de urbanización.

 

Al parecer, existen además proyectos constructivos de esta envergadura en Pinar del Río, Ciego de Ávila, Camagüey  Holguín y Guantánamo.

 

En el caso de la CM de La Habana, se encuentra ubicada en la conocida intersección de las avenidas 100 y Aldabó, en el municipio Boyeros, justo frente al más grande centro de procesamiento penal e investigaciones criminales del país.

 

El conglomerado militar capitalino cuenta hasta el momento con 30 edificios ya habitados, cada uno con una decena de apartamentos, lo que constituye apenas la mitad de los 50 planificados, según reveló de una fuente allegada al grupo de contratistas de la obra,

 

Con técnica avanzada

 

“Este es uno de los planes constructivos más grandes en las últimas dos décadas en las FAR”, comentó la fuente bajo condición de anonimato. “Hemos hecho varios edificios y complejos de ellos en diferentes ciudades de Cuba, pero nunca tantos como ahora. Se pretende solucionar al menos las necesidades básicas de hogar a los oficiales y trabajadores civiles”.

 

En el pasado, las FAR construyeron edificios de microbrigadas y complejos habitacionales para sus oficiales y trabajadores civiles en todo el país, pero sin el concepto y la planificación de las actuales CM.

 

Agregó que en los nuevos proyectos se está utilizando una técnica de avanzada que consiste en armar la edificación con paneles de acero y rejillas de alambrón,  revestidos de hormigón, procedimiento que aumenta la consistencia y la dinámica constructiva, lo que permite avanzar a pasos agigantados.

 

Los apartamentos son de dos o tres habitaciones y tienen incorporados sistemas de calentamiento de agua por mediación de paneles solares, que asegura la climatización hidráulica.

 

“Actualmente estamos trabajando en el acondicionamiento de las calles interiores de comunicación entre los bloques, así como la terminación de otros tres edificios que se encuentran a punto de entrega”, informó la fuente.

 

Los edificios de la CM habanera se encuentran en los predios de una antigua unidad militar dedicada a las labores de abastecimiento y logística, que fue desactivada como parte de la “reestructuración” que comenzó también las FAR, con el fin de optimizar su gestión. El terreno cuenta con alrededor de 1,5 kilómetros cuadrados y colinda con el  Hospital Nacional Ënrique Cabrera”.

 

De acuerdo con el entrevistado, aún no se tiene planificado habilitar alguno de esos bloques para la población civil no vinculada laboralmente con las Fuerzas Armadas.

 

La ciudadela de Santiago

 

Mientras en La Habana los transeúntes se quedan boquiabiertos con la rapidez y el crecimiento del proyecto habitacional, en Santiago de Cuba, la segunda urbe en importancia del país, se lleva a cabo un plan similar para habilitar 60 edificios con similares características.

 

Hasta el momento se conoce que está activa y avanzando la construcción de 30 complejos en el reparto 30 de Noviembre, y un número equivalente en el Abel Santamaría, ambos barrios ubicados en las afueras de la capital santiaguera. Se trabaja para solucionar prioritariamente el dilema habitacional de oficiales y trabajadores civiles de las FAR afectados por el huracán Sandy, que causó desastres en la zona oriental en octubre del 2012.

 

“La velocidad con que se están construyendo es impresionante”, comentó a Café Fuerte, Rubersys Urgellés, residente en las inmediaciones del complejo ubicado en Abel Santamaría.

 

Urgellés relató que hasta ahora nunca vio nada igual en cuanto a ritmo constructivo.

 

“Ellos no se demoran ni mes y medio en levantar un edificio y el ritmo es frenético, pues las jornadas son bien largas… Eso me da algo de indignación, porque aquí en Santiago hay cientos de familias que lo perdieron todo y que llevan más de un año en un albergue. Yo vi entregarle uno de los apartamentos a un  suboficial que recientemente se graduó y que vivía junto a sus padres en una buena casa”, aseguró.

 

En cuanto al proyecto de CM en Santa Clara, se conoce que se trabaja en unos 50 edificios, aunque fue imposible visitar el lugar.

 

Entre  unos y otros

 

Las reacciones de los pobladores al conocer los planes de las CM van desde la sorpresa hasta la indignación.

 

“Resulta ofensivo ver tantos problemas de vivienda en el pueblo y que los militares hagan semejante alarde de poder en nuestras propias narices. Es como si nos dijeran que no somos nada si no nos unimos a sus filas”, comentó Rodolfo Hurtado, un jubilado de 69 años.

 

Yordan Calama, con grados de mayor de las FAR especializado en el área de Logística, es beneficiario de uno de los apartamentos de la CM del reparto 30 de Noviembre, en Santiago de Cuba. Asegura que cada uno de los oficiales que reciben estos inmuebles se lo han ganado a base de trabajo arduo.

 

“Nada ha sido regalado. Hemos tenido que sacrificarnos mucho día y noche en el cumplimiento de nuestras misiones y ser muy conscientes de nuestra lealtad a la dirección de la Revolución, por eso cada uno de los que han recibido esas casas nos las merecemos”, aseveró el oficial.

 

Sin embargo, han sido varias las quejas sobre la equidad y el derroche de estos bienes. Una residente de la barriada de Alta Habana contó que conoce de una familia de militares que cada uno de ellos recibió un apartamento en la CM de 100 y Aldabó.

 

“En un solo núcleo familiar son cinco las casas que dieron, porque todos son oficiales de las FAR, eso es injusto e inadmisible. No se puede estar impasible mientras nos restriegan en la cara esas cosas”, dijo airada la fuente, que pidió no ser identificada.

 

Necesidades, albergues, derrumbes

 

Según cifras publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), existen alrededor de 20 mil familias residiendo en locales temporales (albergues), así como unas 10 mil reubicadas en hogares de familiares.

 

Numerosos albergados acumulan hasta 15 años en esta situación en espera de una solución gubernamental, mientras que la construcción de casas para los damnificados y albergados continúa a ritmo aletargado.

 

La infraestructura habitacional cubana se encuentra entre las más deterioradas del continente, con un 40 por ciento en estado regular o malo. De cada 10 edificios cubanos, 8,5 necesitan reparación.

 

En días recientes, las intensas lluvias provocaron en La Habana 227 derrumbes- 26 de ellos considerados totales- y obligaron a evacuar a 2.240 personas, Dos personas fallecieron a consecuencia de un desplome ocurrido en la barriada de Centro Habana, la más vulnerable por el estado de sus edificaciones.

 

El déficit de viviendas en el país supera las 700.000, pero el país construye solo a ritmo de unas 32 mil anuales.

 

El proyecto de las CM se suma a otros planes constructivos de menor magnitud ejecutados por las  Fuerzas Armadas, y coexiste paralelamente con las construcciones que emprende el Ministerio del Interior (MININT) para sus oficiales y trabajadores civiles a lo largo del país.

 

 

Cuba, ¿qué planes tienes para Año Nuevo?

Leonardo Padura

9 de diciembre de 2013

 

Después de tres décadas de socialismo supuestamente planificado (1960-1990), a lo largo de las cuales lo que se “planificaba” por las estructuras de gobierno y Estado muchas veces se cumplía a medias, se perdía en el olvido por falta de control o de realismo, o en el mejor de los casos se ejecutaba de cualquier forma solo para cumplir el plan, los cubanos nos acostumbramos a vivir esperando (o sin esperar) a que la dirigencia política, financiada con las potentes subvenciones soviéticas, ideara una nueva “planificación”.

 

Esta reorganización o proyecto entraba en nuestras vidas como una tromba, aunque luego podía desaparecer con la velocidad y consistencia del humo.

 

Aquella planificación idealista tuvo, sin embargo, un resultado: la gente se acostumbró a recibir órdenes y orientaciones en las que su decisión individual tenía poco o ningún peso. Si tenías un teléfono era porque el Estado te lo concedía; si viajabas, porque te lo permitía… y así hasta lo infinito.

 

Los años más duros de la crisis y carencias que siguieron a la desaparición de la Unión Soviética y sus subvenciones demostraron cuán poco preparado estaba el país para valerse por sí mismo, pues tantas planificaciones socialistas apenas habían logrado dotar a la economía nacional de una estructura capaz de sostenerse sin apoyos foráneos.

 

En los últimos seis, siete años, el Estado-gobierno-Partido único, dirigido por el general Raúl Castro luego de la salida del poder efectivo del hasta entonces máximo líder Fidel Castro, ha tratado de poner orden en la estructura económica y social con una planificación más realista, y lo refrendó con la elucubración de unos Lineamientos de la Política Económica y Social, aprobados como instrumento programático en el Congreso del Partido Comunista de 2011.

 

Amparada en esos lineamientos, la dirigencia ha introducido numerosos e importantes cambios en la vida económica y social de la nación. Pero entre el programa y la vida real, cotidiana, individual de los moradores de esta isla del Caribe, hay una distancia estresante que es la del desconocimiento de cómo, cuándo, en qué orden se concretarán las “actualizaciones” planificadas…

 

Me explico en dos palabras: a los cubanos les sigue resultando imposible, a pesar de las planificaciones, crear sus proyectos vitales pues cada vez deben modificarlos, rehacerlos u olvidarlos de acuerdo a lo que desde las alturas de decisión política les va llegando en el momento, la forma y con la intensidad que los rectores de la actualización decidan, con su elevada mirada macroeconómica o macrosocial, esas planificaciones o variaciones que muchas veces llegan sin que los ciudadanos tengan la posibilidad de hacer sus propias actualizaciones y replanificaciones.

 

Ahora mismo los cubanos que por una u otra vía han logrado capitalizar algún dinero tienen muy poca certeza de lo que será el futuro monetario del país, pues habrá una unificación de las monedas circulantes, pero sin una idea precisa de cómo ni cuándo se producirá, qué valor tendrá el dinero, etcétera.

 

Los aún más afortunados que, por ejemplo, aspiraban a adquirir un automóvil nuevo o de segunda mano vendido por el Estado, ahora tampoco saben si alguna vez, y cómo, podrán acceder a ese sueño que, por ocultas razones, sigue siendo controlado, limitado o negado por el Estado, aun cuando la venta de un automóvil en Cuba es uno de los más beneficiosos negocios con que pudiera soñar cualquier vendedor del universo (los autos nuevos están, o estaban, gravados con un 100 por ciento de impuestos, o sea, costaban el doble de su precio de mercado).

 

Pero esos afortunados son, como resulta fácil colegir en un país empobrecido, un porcentaje ínfimo de la población.

 

El mayor número de ciudadanos vive al día (o más atrás del día), en malabáricas economías domésticas de subsistencia que se ven alteradas constantemente por un proceso de inflación que se desató en la década de 1990 y que no ha hecho más que incrementarse en una proporción inalcanzable para los salarios que reciben los empleados públicos, que son alrededor de 80 por ciento de los que trabajan en Cuba.

 

Los artículos de primera necesidad (alimentos, higiene), además de la electricidad, el transporte y otros servicios se encarecen constantemente, según lo planificado centralmente, y dan al traste con la planificación con la que a duras penas se fueron arreglando cientos de miles de familias, millones de individuos.

 

 

El peligro de ser ciego

en las destruidas calles de La Habana

Gladys Linares

11 de diciembre de 2013

 

El cuarto congreso de la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI), premió a Raúl Castro con el Bastón de Cristal. ¡Qué burla! Los invidentes tropiezan en las ruinosas aceras, caen en zanjas, en tragantes sin tapa. La mayoría está obligada a vender en portales, para sobrevivir

 

Nuestro país vive una difícil situación económica, social y medioambiental, pero a pesar de ello, los congresos, eventos y festivales se suceden unos tras otros con la atención de los medios. En dichos eventos, los delegados oficialistas hacen juegos malabares para “premiar” al régimen, que luego alardea en la arena internacional de los logros del Gobierno.

 

Luis, un joven ciego de Santos Suárez, al escuchar del premio a Raúl, exclamó: “¿Será que ahora el Bastón de Cristal es un premio a la indolencia?

 

Luis se queja de los tragantes sin tapa, de las zanjas que algunas veces abren los vecinos para que corran las aguas albañales, y otras que abre Aguas de La Habana y que luego no tapan. Insiste en que un día camina por una calle sin problemas, y al siguiente ya hay un nuevo peligro, como le sucedió hace pocos días, cuando fue a cruzar la Calzada de Diez de Octubre por un sitio conocido y se cayó en un hueco lleno de aguas putrefactas.

 

Hoy, la propaganda castrista trata de hacer ver que los ciegos en el pasado ocupaban el último puesto en la sociedad, lo cual es incierto, pues ya en 1878 fue inaugurada la primera escuela de ciegos, iniciativa que también se seguía en las provincias.

 

Luego, en 1926, se fundó en K y 21, El Vedado, la primera escuela con apoyo gubernamental, por iniciativa del entonces alcalde de La Habana, Varona Suárez, nombre que llevó la escuela durante muchos años.

 

Pedro, quien pasó un curso de cuatro meses en el Centro Nacional de Rehabilitación para Adultos Ciegos, en Bejucal, me cuenta que las clases eran muy superficiales, incluidas las de Braille. “Aprendí lo elemental, pero eso sí, los profesores eran muy educados, nos atendían muy bien. Y la comida, aunque sencilla, estaba hecha con gusto”.

 

Y continúa: “Después me fui superando en el Braille, indagando por aquí y por allá. En la iglesia católica me ayudaban mucho, porque la asociación no tiene hojas para escribir en Braille”.

 

Los ciegos y débiles visuales en Cuba son alrededor de 32.000, según cifras divulgadas por el Gobierno. Sin embargo, el Centro de Rehabilitación que menciona Pedro lleva diez años cerrado para ser reparado.

 

Hace algún tiempo conocí a un ciego afinador de pianos, quien a partir de 1959 perdió mucha clientela, pues la mayoría eran maestras particulares, y eso lo prohibieron. Entonces, como no podía vivir de su oficio, empezó a vender cosas sin licencia. Cuenta que trabajó en la feria de Egido, y se salvó de no caer preso porque una mujer le avisó que los carros de las Brigadas Especiales de la PNR estaban cargando con los ciegos.

 

Sin embargo, José Antonio, un invidente de Luyanó, me cuenta que él vendía en el parque El Curita, en Centro Habana, junto a otros ciegos e impedidos físicos. Un día los sacaron de allí alegando que este parque era patrimonio nacional y lo iban a reparar, aunque han pasado diez años y sigue igual.

 

De ahí fueron a parar al parque Agrimensor, cerca de la Terminal de Trenes. Pero el hostigamiento era mucho: les confiscaban la mercancía, les ponían multas, los detenían. “Un día nos reviramos, íbamos camino a la unidad de Policía de la calle Picota, y entonces los carros de bomberos nos echaron agua. No recibimos apoyo de la ANCI, pero sí de los transeúntes, que gritaban a los policías ‘esbirros’, ‘asesinos’, ‘abusadores’”.

 

Hasta que un día los fueron cogiendo presos uno a uno en el camino, y los llevaron para el DTI de 100 y Aldabó, donde José Antonio pasó 37 días, hasta que lo devolvieron a su casa, buscaron a dos miembros del CDR y les dijeron que estaba bajo prisión domiciliaria.

 

Hace cuatro años que José Antonio espera por el arreglo de su vivienda, desde que vino una brigada de la ANCI, hizo un presupuesto de los materiales y no ha regresado.

 

Para evitar que vendan por las calles, el Gobierno les ha otorgado a algunos ciegos una pensión de 150 pesos mensuales. Sin embargo, algunos venden a escondidas, pues con tan poco dinero no pueden vivir.

 

La ANCI, por otra parte, tampoco es una asociación no gubernamental, como pretende hacer creer el Gobierno. Humberto era un débil visual que se incorporó como activista para atender a los ciegos de su barrio. A esta labor le dedicaba tanto tiempo, que recibió varios diplomas de reconocimiento. Cierta vez le iban a otorgar un televisor Panda. Todo iba muy bien hasta que Julita, la representante de Diez de Octubre, se presentó en el CDR para verificar su adhesión al sistema.

 

Allí le dijeron que Humberto no era cederista, y que además era “de los derechos humanos”. Esa información bastó para escamotearle el Panda, pero no impidió que la Asociación continuara beneficiándose de su gestión como activista.

 

 

Las puertas cerradas

Fernando Dámaso Fernández

7 de diciembre de 2013

 

En La Habana de los años cincuenta, los comercios, las salas de cine, los teatros, las clínicas y los hospitales, tenían grandes puertas abiertas (cuando apareció el aire acondicionado, se abrían y cerraban para mantener la agradable temperatura interior). Esto permitía la entrada y salida de los ciudadanos, con facilidad y sin agolpamientos innecesarios y molestos. Entonces, cuando éramos tan malos según la propaganda oficial actual, los porteros, donde los había (hoteles, cines, teatros, etcétera), se ocupaban de dar la bienvenida con una sonrisa e invitar a pasar (en los cines y teatros, previa presentación del ticket correspondiente). Se entraba y salía con carteras y bolsos y nadie los registraba, sometiendo al portador a la humillación de considerarlo un delincuente.

 

Con el tiempo las cosas cambiaron y las grandes puertas se cerraron, dejando sólo pequeñas aberturas para entrar y salir, bajo los ojos escrutadores del portero de turno, cuya tarea consiste en impedir entrar con carteras o bolsas, y revisar las de las compras, comprobando que los productos que contienen correspondan al ticket de caja. Desapareció la sonrisa y alguno, como de mala gana, deja caer un vuelva pronto, tal vez esperando la propina que nunca llega. Resulta que, ahora que somos tan buenos también según la propaganda oficial, todo está enrejado, y hasta las puertas de cristal tienen sus gemelas de hierro, las que a veces se prolongan frente a las vidrieras, cuando éstas no han sido sustituidas por paredes de bloques o con cortinas metálicas de corredera, que las sellan totalmente.

 

Es el síndrome del secretismo, trasladado al comercio y a los restantes espacios públicos: primero ocultar y después complicar el acceso. ¡Innovaciones del socialismo tropical! Esperemos que los nuevos espacios del comercio privado destierren esta absurda costumbre, y de nuevo las grandes puertas, abiertas para todos, o abriéndose y cerrándose por el mucho aire acondicionado, regresen a la ciudad.

 

 

 

Oportunistas de la guerra

Pablo Pascual Méndez Piña

3 de diciembre de 2013

 

¿Cuánto le cuesta el ejército a los cubanos? Para financiar sus gastos y afianzar su poder, Raúl Castro creó el Grupo Administrativo Empresarial del MINFAR (GAE), un monopolio que absorbe corporaciones como ETECSA, CIMEX, TRD Caribe, las hoteleras Gaviota, Horizontes…

 

En Cuba, la práctica de perder tiempo es un fenómeno cotidiano. Este se nos evapora hablando en las esquinas, en los puestos de trabajo, esperando guaguas, haciendo trámites burocráticos, leyendo el periódico Granma, buscando baratijas en los agromercados y “construyendo el socialismo”, que es como recorrer el camino más largo entre capitalismo y capitalismo.

 

 El 90% de los consultados sobre el tema, coincidió en que las mayores pérdidas de tiempo y recursos en la Isla, son los invertidos en preparación para enfrentar al “imperialismo yanqui” que desde hace más de 54 años amenaza con invadirnos.

 

Gracias al “inminente peligro”, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) y su Estado Mayor General poseen en calidad de sede, una edificación con 500 oficinas, cuyas instalaciones les proporcionan a sus más de 4.000 oficiales y trabajadores civiles, un sugestivo confort a costa de astronómicos gastos de energía y combustible.

 

Según fuentes anónimas, el Edificio Sierra Maestra, otrora “Alcaldía de La Habana” o edificio INRA, alberga tres comedores, cafeterías, gimnasio, tiendas, centro de cálculo, policlínico y un bar-restaurante para altos oficiales. Al menos 400 empleados se dedican a las labores de servicios y  mantenimiento, entretanto un batallón de soldados élites asume su seguridad.

 

En sus espacios se alza la Sala Universal de la FAR —una copia en menor escala del palacio de los congresos del Kremlin—, destinada a celebraciones oficiales. Además se suman inmensas áreas de parqueo, talleres, naves para unidades de ingeniería, un cuerpo de bomberos y una piquera con un considerable parque de automóviles y ómnibus, destinados a trasladar a sus oficiales desde el Estado Mayor hasta sus enclaves comunitarios.

 

Vale aclarar que el 100% de la máxima jerarquía castrense reside en palacetes que pertenecieron a la antigua burguesía, todos ubicados en los residenciales Nuevo Vedado, Kholy, Miramar y Biltmore, asimismo una brigada especializada se encarga de sus mantenimientos y remodelaciones.

 

A lo largo y ancho de la Isla, el MINFAR posee un sinfín de unidades militares, clubes, hospitales, academias, complejos de reparación para armamentos, hangares, aeródromos, bases navales, polvorines, almacenes de piezas de repuesto, combustibles, víveres y subterráneos que resguardan la técnica de combate —en alto porcentaje modelos obsoletos de la segunda guerra mundial, mientras el resto de la tecnología corresponde a las décadas de los 50, 60 y 70 del siglo pasado.

 

Parte de la maquinaria bélica ha sido modificada por los ingenieros militares, a causa de las dificultades para conseguir suministros de piezas en Rusia y Ucrania.

 

Los militares son los trabajadores más improductivos de la Isla, y paradójicamente los mejor remunerados. Sus escalas salariales tienen en cuenta el grado militar, los años de servicio, las condecoraciones, el secreto de Estado, el nivel cultural, grados científicos, etc.

 

Igualmente reciben módulos gratuitos de ropa y uniformes, cigarrillos, viviendas, vacaciones en centros turísticos para uso exclusivo de las FAR, la asignación de electrodomésticos y artículos ofertados en las cadenas de tiendas en divisas (“shopping”), con la salvedad de que en el MINFAR no existe la dualidad monetaria vigente en el país, ya que en el feudo de Raúl Castro el CUC (peso convertible) y el CUP (peso nacional) tienen el mismo valor.

 

Para financiar los gastos de este elefante verde olivo, el general/presidente creó el Grupo Administrativo Empresarial del MINFAR (GAE), un monopolio que absorbe el total de utilidades de las corporaciones ETECSA, CIMEX, TRD Caribe, la antigua CUBALSE, las hoteleras Gaviota, Horizontes, etc.

 

Fidel Castro, en su informe al primer congreso del Partido Comunista de Cuba, confirmó: “Mientras exista el imperialismo, el Partido, el Estado y el pueblo, les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia revolucionaria no se descuidará jamás.”

 

Pero el inmovilismo del MINFAR y su lastre económico es justificado por el general Raúl Castro, quien el pasado 24 de noviembre en sus conclusiones sobre las maniobras Bastión-2013, expresó: “Para evitar ríos de sangre, son necesarios ríos de recursos.”

 

Contradictoriamente, el 95 % de los consultados coinciden en que a pesar de las arengas, los discursos patrióticos, los ejercicios militares y los multimillonarios gastos, Cuba permanece indefensa ante Norteamérica.

 

Vienen o no vienen

 

Reinaldo Rodríguez, un electricista de 58 años, alega que cuando Castro se alzó en la Sierra Maestra maquinaba enfrentarse a un enemigo gigante como EEUU, para parodiar la leyenda de David contra Goliat y agenciarse la solidaridad del mundo antiimperialista.

 

“Castro nos utilizó —afirma Rodríguez—, en los años 70 cursé estudios en un Instituto tecnológico y año tras año estábamos obligados a prepararnos durante 45 días como artilleros antiaéreos. El frío, el hambre y los malos momentos que nos hicieron pasar en las trincheras, fueron inútiles, y aún, nuestra generación tiene que soportar la misma perorata sobre una invasión que nunca llegará.”

 

Javier, de 40 años, residente en el Vedado y trabajador de una panadería, dice que en el año 2007, el Comité Militar lo citó en reiteradas ocasiones para movilizarlo, incluso le amenazaron con el arresto si no se presentaba.

 

Los trasladaron a una unidad en las cercanías de Artemisa, donde le entregaron uniformes y botas. Allí, durante 15 días, permanecieron floreando. Recuerda que al término del curso, le entregaron diplomas, mientras un coronel —borracho como una cuba— les echó un discurso para hacer las conclusiones del entrenamiento.

 

Un estudiante de ingeniería del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (ISPJAE), afirmó: “Según los instructores militares del ISPJAE, en caso de una confrontación con EEUU, Cuba resultará invadida y ocupada por los yumas.”

 

“Entonces comenzaría 'la guerra de todo el pueblo' —apunta—, un modelo de resistencia terrorista, en que cada cubano tendrá acceso a un explosivo o cualquier arma para aniquilar a un soldado yanqui; acorde a una cuota formulada por la máxima dirección del partido comunista, en cada municipio se debe matar a un invasor, para totalizar 168 asesinatos por día.”

 

Él y sus compañeros de clase se preguntan: “¿Si el MINFAR no es capaz de detener una invasión, y nosotros tenemos que matar a los yanquis, entonces qué diablos pintan?”

 

Paco Echemendía, un contable de 52 años, pasó el servicio militar en una unidad de tropas motos mecanizadas y participó en varias maniobras que se efectuaron en el polígono de Jejenes, en Pinar de Río. Cuenta que en los ejercicios en que participó, los gastos de combustible ascendían a cifras multimillonarias.

 

“¿Cómo es posible entender —indica Paco— que exijan ahorro y más ahorro en los spots publicitarios, para después gastar lo economizado en ejercicios  militares? Óigame, esos anfibios BTR tragan gasolina como carajo.”

 

Y Chicho, un jubilado de 72 años residente en el Cerro, opina: “A estas alturas y con las necesidades que tiene el pueblo, es inconcebible que la gente se preste a comer catibias correteando con fusiles de palo… Durante 54 años el MINFAR ha sido la silla presidencial de Fidel y Raúl Castro, y mientras permanezcan vivos, esos culos gordos del ejército seguirán siendo los mayores oportunistas de la Isla”.

 

 

George Orwell a 110 años de su nacimiento

Daniel Díaz Mantilla

30 de noviembre de 2013

 

‘Rebelión en la granja’ y ‘1984’, sus dos obras más conocidas, han vendido más de 50 millones de copias en todo el mundo. En ellas denunció no solo peligros de su época, sino peligros futuros, a los que estamos hoy expuestos

 

Richard Walmsley, funcionario inglés en la colonia británica de la India, trabajaba para el Ministerio del Opio en la comunidad de Motihari, un pequeño pueblo del norte, casi irrelevante, a solo cincuenta kilómetros del Himalaya. Lo único notable en aquel lugar perdido entre los campos de labranza y los ríos tributarios del Ganges, era un monumento de piedra: la estupa budista que el emperador Ashoka había mandado erigir más de un milenio atrás. Era la mayor estupa del mundo, pero eso a los ingleses no les importaba.

 

Richard se había casado con Ida Mabel, una mujer de ascendencia birmana y francesa, y allí les nació su primer hijo, Eric Arthur Blair, en junio de 1903. Dos años después, la familia se trasladó a Inglaterra y el niño comenzó a asistir a un colegio parroquial. Eran pobres y no podían pagarle una buena educación a su hijo, pero Eric destacaba y obtuvo becas para estudiar en las mejores escuelas inglesas. Le gustaba escribir, trabajó en varias revistas estudiantiles e incluso publicó algunos poemas. Sin embargo, no logró conseguir una beca para la universidad y, siendo ya adolescente, sus padres decidieron enviarlo de vuelta a la India para que se uniera a la policía de Birmania.

 

A los veinticinco años, harto de la policía y sus abusos, resentido con el Imperio Británico y su sistema colonial, Eric regresó a Europa. Probó suerte en Londres, pero la pobreza lo obligó a refugiarse en casa de una tía, en París, donde trabajó como lavaplatos para un hotel de lujo. Su situación, lejos de mejorar, se hacía peor, y un año después, enfermo, tuvo que retornar a casa de sus padres en Suffolk. Allí escribió sus dos primeras novelas —Sin blanca en París y Londres (1933) y Los días de Birmania (1934)—, en las que contaba crudamente sus experiencias. Fue por esa época que adoptó el seudónimo de George Orwell. Aquellos libros iniciales no tuvieron éxito, pero Eric era tenaz: La hija del clérigo (1935), Mantened la aspidistra izada (1936) y su primer volumen de ensayos, El camino a Wigan Pier (1937), lo confirmaron en su afán de ser escritor.

 

Era un hombre de izquierdas, opuesto al imperialismo desde su juventud y apasionado defensor de los más pobres, de manera que al estallar la Guerra Civil Española se alistó como miliciano y partió a Barcelona, donde combatió junto al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Sobre sus vivencias en esta guerra, en la que fue herido y enfermó de tuberculosis, escribió en el relato autobiográfico Homenaje a Cataluña (1938), donde criticaba duramente los desmanes de los comunistas que, al servicio de Stalin, minaban la fuerza de los republicanos españoles. Sus críticas no encontraron mucho apoyo y le trajeron el odio de los partidos de orientación pro-soviética no solo en España, sino también en Inglaterra, que comenzaron una campaña de descrédito en su contra.

 

Sin reconocimiento como autor, Eric sobrevivió escribiendo reseñas para el New English Review hasta que en 1940 estalló la Segunda Guerra Mundial. Su salud, debilitada por la tuberculosis, le impidió participar en los combates, aunque no se resignó a la inactividad: escribió numerosos ensayos y artículos de propaganda antifascista, y en 1941 fue contratado como periodista por el Servicio Oriental de la BBC.

 

Creía en el socialismo y sus textos despertaban las sospechas del gobierno británico; pero rechazaba también el estalinismo, y sus duras diatribas contra el Pacto Molotov-Ribbentrop no le hicieron más fácil la existencia. Títulos como El león y el unicornio (1941) y sus contribuciones a la antología La traición de la izquierda, de Victor Gollancz, dan fe de su difícil posición como intelectual.

 

‘Rebelión en la granja’

 

Ya en abril de 1944 tenía terminado el manuscrito de Rebelión en la granja, donde describía con ingenio y mordacidad la corrupción del socialismo soviético bajo el gobierno de Stalin, pero las editoriales inglesas se negaban a publicarlo porque la URSS era un importante aliado, y el libro solo vio la luz en agosto de 1945, cuando la guerra llegaba a su fin.

 

Rebelión en la granja fue un éxito rotundo. Desde entonces hasta 1947, siendo ya un escritor de prestigio, pero agravado en su enfermedad, se mudó a un rincón tranquilo de la isla de Jura para escribir su última y más célebre obra, 1984. La novela se publicó en junio de 1949 y pocos meses después, en enero de 1950, Eric Arthur Blair —conocido ya universalmente por su seudónimo George Orwell— murió en Londres a la edad de 46 años.

 

Su vida y su obra, signadas por los acontecimientos y las paradojas de su época, lograron trascenderla y extraer de ella imágenes que aún hoy siguen conmoviendo a sus lectores. A más de sesenta años de su muerte, odiado por unos y admirado por otros, George Orwell es sin dudas el más influyente autor inglés de su generación —más incluso que Graham Greene y Evelyn Waugh—, y solo sus dos últimos libros, traducidos a 62 idiomas, han vendido alrededor de cincuenta millones de copias por todo el mundo.1 Para algunos, a pesar de su honestidad personal, su idealismo y el valor con que expresó sus opiniones, Orwell es un mal escritor, cuyo éxito es desproporcionado y se debe solamente a ciertas circunstancias sociales y políticas que le favorecieron.2

 

Es cierto que las circunstancias de su tiempo y los posteriores años de Guerra Fría influyeron mucho en la recepción de su obra, aunque esa influencia no fue solo positiva ni resulta suficiente para explicar el interés que aún genera. El propio T. S. Eliot, en la carta donde argumentaba las razones por las que no publicaría Rebelión en la granja en la editorial Faber and Faber, admitía “que se distingue por su escritura, que la fábula se maneja con mucha habilidad y que la narración logra conservar el interés del lector en su propio plano —y eso es algo que muy pocos autores han logrado desde Gulliver”.3

 

Esa comparación entre las obras de Orwell y Jonathan Swift no es, sin embargo, gratuita: Orwell había estudiado profundamente la sátira política de Swift y lo admiraba al punto de reconocer que “Los Viajes de Gulliver ha significado más para mí que cualquier otro libro jamás escrito”.4 Pero más que el elogio implícito en los comentarios de Eliot, la comparación entre estos dos escritores es útil porque ayuda a entender las analogías y diferencias de sus pasiones.

 

Bertrand Russell escribió al respecto en junio de 1950: “Ambos dieron cuerpo a su desilusión en sátiras amargas y magistrales. Pero si la sátira de Swift expresa un odio universal e indiscriminado, la de Orwell tiene siempre una corriente subterránea de ternura: él odia a los enemigos de aquellos a quienes ama, mientras que Swift solo podía amar (y poco) a los enemigos de aquellos a quienes odiaba. Más aún: la misantropía de Swift brotaba de una ambición frustrada, mientras que la de Orwell nacía de la traición de ideales generosos por parte de aquellos que decían ser sus defensores.”5

 

Russell respetaba a Orwell porque, en su opinión, “había conservado un impecable amor a la verdad y se había permitido aprender incluso las lecciones más dolorosas”, pero veía en él un hombre triste que había perdido su fe en la humanidad.6 Aquel futuro mundo distópico que Orwell describe en 1984, donde el ciudadano, despojado de toda libertad, de toda privacidad, se encuentra a merced de un Estado tiránico que vigila y castiga cruelmente cada disidencia, hasta la de pensar, se le antojaba a Russell expresión de la desesperanza de Orwell.

 

Muchos estudiosos han encontrado en esa última novela, sin embargo, la advertencia de un peligro más que el augurio de un futuro inexorable.7 El propio Russell, en 1938, veía con preocupación esa posibilidad: “Muchas fuerzas conspiran para guiar a las comunidades modernas hacia la uniformidad —las escuelas, los diarios, el cine, la radio, la instrucción militar, etc. Por lo tanto, la posición de equilibrio momentáneo entre el aprecio a la independencia y el amor al poder tiende, en las condiciones actuales, a moverse cada vez más en la dirección del poder, facilitando así la creación y el éxito de Estados totalitarios. Mediante la educación es posible debilitar el amor a la independencia hasta un extremo cuyos límites hoy se ignoran. Cuánto puede aumentar gradualmente el poder que un Estado ejerce hacia el interior de su sociedad sin provocar una revuelta, es imposible decirlo; pero no parece haber razones para dudar de que, con el tiempo, ese poder puede crecer mucho más allá del punto que en la actualidad han alcanzado los Estados más autocráticos.” 8

 

‘1984’

 

La Segunda Guerra Mundial sacudió, como ninguna otra guerra antes, la conciencia de la humanidad. La masacre de millones de personas, el inmenso poder de destrucción que la tecnología había puesto en las manos del hombre, el efecto combinado de la propaganda y el terror, hacían posibles esas oscuras pesadillas. Incluso el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, llamó la atención sobre esa posibilidad cuando, en su discurso de despedida, advirtió sobre los riesgos combinados de la autocomplaciente desidia de los ciudadanos y la incontrolada adquisición de influencia por parte del complejo militar-industrial.9

 

La señal de alarma que Orwell lanzó con 1984 no debe verse entonces —como pensaba Russell— solo como una consecuencia directa de la decepción ni como el temor exagerado de un único sujeto visionario. De hecho, al menos en sus rasgos más generales, mucho de lo que Orwell describe en 1984 había sido imaginado ya por otro popular autor inglés, Herbert Spencer, en su ensayo El individuo contra el Estado, que se publicó inicialmente en 1884.

 

Allí Spencer escribía: “incluso en sociedades privadas que se forman de manera voluntaria, el poder de las organizaciones reguladoras tiende a hacerse grande, si no irresistible. […] E incluso en entidades cooperativas que se forman para realizar negocios de manufactura o distribución, y que no necesitan de la obediencia a sus líderes que se requiere donde los propósitos son ofensivos o defensivos, suele suceder que las agencias administrativas adquieren tal supremacía que despierta protestas sobre ‘la tiranía de la organización’. Juzguen ustedes entonces que pasará cuando, en vez de asociaciones relativamente pequeñas, a las que las personas pueden pertenecer o no, según deseen, tengamos una asociación nacional en la que todos los ciudadanos estén incorporados y de la cual no puedan separarse sino abandonando el país. Juzguen, bajo tales condiciones, cómo será el despotismo de un oficialismo centralizado y jerarquizado que tenga en sus manos los recursos de la comunidad y que disponga de cuanta fuerza demande para hacer cumplir sus decretos y mantener aquello que quiera entender por orden.”10

 

La novela de Orwell vio la luz en una época cuando esas premoniciones de Spencer parecían más próximas. Lóbrega y asfixiante como los peligros a que la humanidad despertaba tras la guerra, 1984 suscitó desde su publicación numerosas lecturas, favorables o no, pero siempre apasionadas y casi siempre bajo el prisma de lo ideológico, de uno u otro signo. Así, hubo quienes vieron en ella una profecía y quienes la tildaron de vulgar propaganda.

 

Algo similar había ocurrido antes con Rebelión en la granja, y en cierta medida también con Homenaje a Cataluña y con casi toda su obra ensayística desde El camino a Wigan Pier. El cuestionamiento y la defensa de la calidad artística de su literatura, apoyados en la aceptación o el rechazo de sus ideas políticas y —lo que es peor— en su manipulación, lo convirtieron en un autor muy difícil de valorar objetivamente. Su destino como intelectual es también sui generis: fue un socialista ignorado en los países socialistas que, con sus críticas al control total de la sociedad por el Estado, se ganó el epíteto de subversivo, y que, no obstante su lealtad a la clase obrera y sus duros retratos del imperialismo, se convirtió —a su pesar— en bandera de la lucha contra las ideas socialistas.

 

Esa circunstancia lo llevó más de una vez a pensar sobre los compromisos intelectuales del escritor y sobre la compacta imbricación de literatura y política en su propia obra: “Uno no puede mirar con interés puramente estético a una enfermedad que lo está matando; no puede sentirse ecuánime ante un hombre que está a punto de cortarle la garganta. En un mundo donde el Fascismo y el Socialismo peleaban el uno contra el otro, cada persona que pensara debía tomar partido […]. La literatura tenía que volverse política, porque otra cosa hubiese implicado una deshonestidad mental.”11

 

Pero su necesaria toma de partido no lo hizo un mero instrumento al servicio de un dogma impuesto ni coartaron el ejercicio de su capacidad para pensar por sí mismo: un escritor —dijo— “no debe negarse jamás a considerar una idea por el hecho de que esta pueda conducirlo a la herejía, y no debe preocuparse demasiado si su heterodoxia se hace visible”.12

 

Es difícil no coincidir con Harold Bloom cuando afirma que sus obras son hijas de una época y que eventualmente se olvidarán;13 aunque tal vez esa época no sea tan breve ni esté tan concluida como él supone. La “herejía” de Orwell, su “heterodoxia”, y el carácter parabólico de sus dos últimos relatos, les confieren una indeterminación cronotópica significativa: podemos leerlos en tanto que representaciones magnificadas del totalitarismo soviético, pero ni su sentido y ni sus implicaciones terminan con la caída del socialismo en Europa del Este.

 

Para Dennis Wrong, por ejemplo, Orwell “fue uno de los principales creadores del concepto de totalitarismo, entendido como una nueva forma de tiranía que se apoya en técnicas de vigilancia y comunicación que se hicieron de uso general sólo a partir del siglo XX”,14 un tipo de gobierno que —aunque ya, en su opinión, parezca improbable— es “una posibilidad permanente en las sociedades industriales urbanas orientadas hacia el progreso tecnológico y la comunicación de masas”.15

 

Otro concepto orwelliano todavía bastante popular en estos tiempos, y muy vinculado con las modernas técnicas de espionaje, es el del “Gran Hermano”, cuyas resonancias pueden advertirse sin demasiado esfuerzo en proyectos de vigilancia global como Echelon y Prism, y en muchas de las llamadas “teorías de la conspiración”.

 

Sin embargo, juzgar sobre la mayor o menor probabilidad de que una tiranía al estilo de 1984 se instaure en este siglo me parece innecesario para valorar la trascendencia de la obra de Orwell. No me cuento entre quienes lo ven como el profeta de un porvenir oscuro, sino apenas como un autor cuyas ideas han dejado huellas que todavía persisten y que acaso sean útiles en el análisis de la sociedad y la política de nuestro tiempo.

 

Pero la notoriedad de Orwell va más allá del impacto causado por sus ficciones realistas o distópicas, más allá de la capacidad de sus neologismos y conceptos —”policía del pensamiento”, “doble pensar”, “crimental”, “Gran Hermano”, etcétera— para ilustrar aspectos o quizás tendencias de la realidad posterior a la Segunda Guerra. Su extensa obra ensayística y la coherencia de su propia vida con las posiciones que defendía en sus textos, son interesantes como paradigma intelectual y arrojan luz sobre los riesgos que suele enfrentar quien desafía los estereotipados fanatismos con que la propaganda oscurece la comprensión de la realidad. En este sentido, también, George Orwell sigue vivo a 110 años de su nacimiento.

 

Sin forzar las cosas, podríamos decir sobre él lo que dijo José Martí acerca de Spencer: “Es su frase como hoja de Toledo noble y recia, que le sirve a la par de maza y filo, y rebana de veras, y saca buenos tajos, y tanto brilla como tunde: derriba e ilumina. [...] Como en una idea agrupa hechos, en una palabra agrupa ideas”.16

 


1 John Rossi y John Rodden, “A political writer”, The Cambridge Companion to George Orwell (Cambridge University Press, Cambridge, 2007, p. 10).

2 Harold Bloom, “Introduction”, Bloom’s Modern Critical Views: George Orwell (Chelsea House, Nueva York, 2007, pp. 2-4).

3 “that it is a distinguished piece of writing, that the fable is very skilfully handled and that the narrative keep’s one interest on its own plane —and that is something very few authors have achieved since Gulliver”, T. S. Elliot, en Edward Quinn, Critical Companion to George Orwell. A Literary Reference to His Life and Work (Facts On File, Nueva York, 2009, p. 23).

4 Gulliver’s Travels has meant more to me than any book ever written”, en Edward Quinn, op. cit., p. 386.

5 “Both embodied their despair in biting and masterly satire. But while Swift’s satire expresses universal and indiscriminating hate, Orwell’s has always an undercurrent of kindliness: he hates the enemies of those whom he loves, while Swift could only love (and that faintly) the enemies of those whom he hated. Swift’s misanthropy, moreover, sprang mainly from thwarted ambition, while Orwell’s sprang from betrayal of generous ideals by their nominal advocates”, Bertrand Russell, en Jeffrey Meyers (ed.), George Orwell: The Critical Heritage (Routledge, Londres-Nueva York, 1997, p. 300).

6 “He preserved an impeccable love of truth, and allowed himself to learn even the most painful lessons. But he lost hope”. Idem, p. 301.

7 Bernard Crick, “Nineteen Eighty-Four: context and controversy”, The Cambridge Companion to George Orwell, ed. cit., pp. 153-155.

8 “Many forces conspire to make for uniformity in modern communities —schools, newspapers, cinema, radio, drill, etc. Density of population has the same effect. The position of momentary equilibrium between the sentiment of independence and the love of power tends, therefore, under modern conditions, to shift further and further in the direction of power, thus facilitating the creation and success of totalitarian States. By education, love of independence can be weakened to an extent to which, at present, no limits are known. How far the internal power of the State may be gradually increased without provoking revolt it is impossible to say; but there seems no reason to doubt that, given time, it can be increased far beyond the point at present reached even in the most autocratic States”, Bertrand Russell, Power. A New Social Analysis (Unwin Hyman, Londres, 1988, p. 115).

9“Eisenhower’s Farewell Address to the Nation”.

10 “even in private voluntarily-formed societies, the power of the regulative organization becomes great, if not irresistible: often, indeed, causing grumbling and restiveness among those controlled. […] And even in bodies of co-operators, formed for carrying on manufacturing or distributing businesses, and not needing that obedience to leaders which is required where the aims are offensive or defensive, it is still found that the administrative agency gains such supremacy that there arise complaints about ‘the tyranny of organization’. Judge then what must happen when, instead of relatively small combinations, to which men may belong or not as they please, we have a national combination in which each citizen finds himself incorporated, and from which he cannot separate himself without leaving the country. Judge what must under such conditions become the despotism of a graduated and centralized officialism, holding in its hands the resources of the community, and having behind it whatever amount of force it finds requisite to carry out its decrees and maintain what it calls order”, Herbert Spencer, The Man Versus the State (The Caxton Printers, Caldwell, Idaho, 1960, pp. 48-49).

11 “You cannot take a purely aesthetic interest in a disease you are dying from; you cannot feel dispassionately about a man who is about to cut your throat. In a world in which Fascism and Socialism were fighting one another, any thinking person had to take sides […]. Literature had to become political, because anything else would have entailed mental dishonesty”, George Orwell, “The Frontiers of Art and Propaganda”, The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, vol. II (Secker & Warburg, Londres, 1968, p. 89.)

12 “He should never turn back from a train of thought because it may lead to a heresy, and he should not mind very much if his unorthodoxy is smelt out”, George Orwell, “Writers and Leviathan”, The Collected Essays…, vol. IV, ed. cit., p. 412.

13 Harold Bloom: “Introduction”, en Kim E. Becnel, Bloom’s How to Write about George Orwell (Bloom’s Literary Criticism, Nueva York, 2011, p. VII).

14 “[Orwell] was one of the prime formulators of the concept of totalitarianism as a new kind of tyranny that is very much dependent upon the techniques of surveillance and communication that came into general use only in the twentieth century”, Dennis Wrong, en John Rodden, Every Intellectual’s Big Brother. George Orwell’s Literary Siblings (University of Texas Press, Austin, 2006, p.127).

15 “[Totalitarianism] might be a permanent possibility in urban industrial societies committed to technological progress and mass communication”, Idem, p. 126.

16 José Martí, “Herbert Spencer”, Obras Completas, t. 15, (Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p. 387).

 

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Le recomiendo a quien desee tener una idea de cómo fue Cuba desde mediados de la década del sesenta hasta poco después de la caída del Muro de Berlín, que lea ‘1984’. Si bien la situación ha mejorado algo –por ejemplo, el artículo La futura esclavitud, escrito por José Martí, continúa sin aparecer en el portal http://www.josemarti.cu/, pero lo publicó la Biblioteca Virtual de Filosofía y Pensamiento Cubanos- el régimen castrista continúa violando la casi totalidad de los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, empezando por el Artículo 13, según el cual:

1.  Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

2.  Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

 

Para poder residir en La Habana los cubanos nacidos en otras provincias tienen que ser autorizados por el Gobierno; aquel cubano del interior del país que sea sorprendido en La Habana sin tener los documentos que lo autoricen, son detenidos y enviados a su lugar de nacimiento. Véase La Habana, ciudad prohibida para muchos cubanos.

 

A varias decenas de miles de cubanos se nos tiene prohibido visitar nuestra patria. Véase el caso reciente de la cubana Blanca Reyes Castañón –esposa del laureado poeta cubano Raúl Rivero- a quien los hermanos Castro le impidieron que visitara a su padre enfermo en Cuba. Blanca denunció el miércoles 15 de agosto de 2013 la “monstruosidad” de la dictadura cubana por haberle denegado el visado de entrada en Cuba para visitar a su padre, de 93 años y que estaba muy enfermo. Ella había solicitado formalmente un visado humanitario el pasado 22 de julio. El padre de Blanca Reyes Castañón murió sin que su hija pudiese verlo por última vez; véase

http://www.youtube.com/watch?v=c2FV2uqiHZM

 

En la columna que todos los lunes yo escribía para el Panamá América, hice referencia a la denuncia hecha por José Martí. Véase

 

Debate público con el profesor Jované (XVI)

07 | 02 | 2011 Por Manuel Castro Rodríguez

 

Profesor Jované, al haberse celebrado el 28 de enero el 158º aniversario del natalicio de José Martí, es necesario señalar que toda persona honesta debiera denunciar que la obra martiana es censurada por el régimen militar que tiraniza al pueblo cubano desde hace medio siglo. Aunque el portal http://www.josemarti.cu/ expresa que “está destinado a divulgar la vida y la obra de José Martí Pérez (1853-1895), el más genial y universal de los pensadores cubanos”, no se encuentra su artículo ‘La futura esclavitud’, donde Martí vislumbró el régimen de oprobio que padece Cuba y que la ‘izquierda’ adocenada pretende instaurar en Panamá: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, irá a ser esclavo de los funcionarios”.

 

‘La futura esclavitud’ es un análisis que José Martí hizo del ensayo ‘La esclavitud futura’, escrito por el filósofo y sociólogo británico Herbert Spencer (1820-1903), donde coincide con él en su mayor parte. Martí nos dice: “Teme Spencer, no sin fundamento, que al Ilegar a ser tan varia, activa y dominante la acción del Estado, habría este de imponer considerables cargas a la parte de la nación trabajadora en provecho de la parte páupera (…) Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes”.

 

Martí pronosticó: “El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre”. Invito al pueblo panameño a leer ‘La futura esclavitud’ (Obras Completas, tomo XV). Como la praxis es el criterio de la verdad, le sugiero al lector que no comprenda lo que expresa Martí en ‘La futura esclavitud’, a que viva por un mes entre los trabajadores cubanos; además de entenderlo, podrá comprobar la deplorable situación socioeconómica en que el castrismo ha sumido al pueblo de la otrora ‘Perla del Caribe’.

 

Exhorto a la sociedad panameña a que tenga siempre presente las palabras escritas por Martí con motivo de la muerte de Marx, publicadas en el periódico La Nación, de Buenos Aires: “Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Mas, se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia cese, sin que se desborde, y espante”.

 

Aunque el castrismo es la negación de la vida y obra de José Martí, la eficiente maquinaria publicitaria de la tiranía -que tiene en la ‘izquierda’ adocenada a su principal papagayo-, pretende hacernos creer que el régimen militar es martiano y marxista. La lectura de los textos de Martí demuestra fehacientemente que esta es una vil mentira.

 

José Martí termina con una alerta su artículo hecho con motivo de la muerte de Marx: “Suenan músicas, resuenan coros, pero se nota que no son los de la paz”. Panameño, ¡ni capitalismo salvaje ni castrismo! Continuará.

 

 

Patética súplica a una autócrata

Eugenio Yánez

28 de noviembre de 2013

 

Integrantes del Ballet Nacional de Cuba imploran migajas a Alicia Alonso

 

Me costó trabajo leer hasta el final la súplica que miembros del Ballet Nacional de Cuba de gira por España dirigieron anónimamente a Alicia Alonso.

 

No por la estulticia y miseria que puede albergar el alma humana, sino por ver hasta dónde se pueden degradar algunos cubanos por una paella, dos blúmers o un litro de aceite vegetal, equivalentes contemporáneos del plato de lentejas bíblico.

 

Muy triste para todos los cubanos, vivan donde vivan, que bailarines profesionales de una compañía de ballet que merecidamente ha ganado reconocimiento mundial a lo largo de los años, después de una gira de casi tres meses por España, mendiguen 50 euros (menos de 68 dólares) para cada integrante del conjunto, para comprar pacotilla y llevar de regreso a Cuba algunas monedas con que obtener muslos de pollo o leche en polvo.

 

Hay quienes cuestionan si ese correo electrónico que circula en medios intelectuales y artísticos en La Habana es real o falso. No tiene importancia: es creíble, y eso es lo peor. Porque refleja, lamentablemente, el nivel de humillación e indigencia moral en que pueden caer algunos razonando dentro de esquemas mentales creados por el totalitarismo para denigrar la condición humana y hacer más fácil ejercer la dictadura.

 

Además de lastimosa, la comunicación es incoherente y no podrá entenderla quien no sepa cómo se vive en Cuba. Decir que el dinero de la dieta no alcanza para “comer, comprar y ahorrar” es risible: las dietas (viáticos) son una subvención a quienes tienen que viajar por motivos de su trabajo, no una dádiva para “comer, comprar y ahorrar”, lo que se supone que haría cada persona con su salario (en un país normal, claro).

 

La comunicación es patética: se dirigen a Alicia Alonso como siervos de la gleba a los feudales o esclavos a sus mayorales. Casi abochornados por molestar a la Primerísima Ballerina Obsoleta con insignificancias tales como derechos laborales y humanos, y justificando no firmar el lloroso reclamo por “sentido común y conservar la seguridad de los bienes que nos reportan las giras”, es decir, para cuidar las migajas.

 

Pretenden que la bailarina en jefe haga mohines a su esbirro de turno por no comprar en “el Mercadillo” o pasearse por España con su esposa durante siete semanas, mientras los siervos viajan solos en ómnibus “espantosamente incómodos” (¿peores que los de Cuba?) y se alimentan “Dios sabe de qué mala manera” (¿quizás bistec de cáscaras de toronja, pasta de oca, picadillo extendido o café mezclado con chícharos?).

 

Es lamentable que para reclamar derechos haya personas que planteen que no saben ni les interesa que “cada quien que se defienda como pueda”, mientras los que reclaman tengan acceso al “regalo” que consideran les corresponde, no por talento o esfuerzo, sino por sumisión y mansedumbre.

 

La mentalidad feudal no es nueva en el Ballet de Cuba. Conocidas son las veleidades de la bailarina en jefe durante más de medio siglo, su prepotencia, intolerancia, envidia, complicidad con el poder, maltratos, favoritismos, soberbia y estilo de vida aristocrático.

 

Muy rápidamente viene a la mente la tentación de decir que los que reclaman tan patéticamente tienen lo que se merecen. Pero no nos degrademos a nosotros mismos: ningún ser humano merece ese pantano moral donde la tiranía ha sumido a los cubanos para avasallarlos y explotarlos, al extremo de hacer creer a bailarines profesionales que merecen 50 euros de regalo si los ruegan humilde y temerosamente, y si se han portado “bien” soportando abusos y humillaciones.

 

Tal vez no suceda nada, o quienes lloran reciban parte de “sus” 50 euros, o hasta toda esa suma, si la camarilla decide evitar escándalos ahora y pasar la cuenta después. Creer que la rebeldía de porcelana de quienes no llegarán nunca a cimarrones quedará sin consecuencias es de una candidez extrema. Imposible hacer el amor y ser virgen a la vez.

 

Mucho mejor como seres humanos les iría a esos pedigüeños si fueran capaces de renunciar al “regalo” y a la plañidera conducta que muestran en su carta y estuvieran dispuestos a vivir sin “la seguridad de los bienes que nos reportan las giras”, pero en condiciones mucho más dignas y honorables, en Cuba o donde fuera. A fin de cuentas, los integrantes del Ballet cubano son reconocidos en todo el mundo y podrían trabajar en muchos países por salarios decorosos sin tener que mendigar 50 euros a una autócrata antediluviana, por excelsa que haya sido como bailarina, o a su mayoral en la gira, colocado en ese cargo por ella misma.

 

Es cierto que las precarias condiciones de vida de los cubanos bajo la tiranía obligan a todos, dirigentes, médicos, profesores, ingenieros, científicos, artistas, deportistas, intelectuales, empresarios, técnicos medios, obreros calificados, militares, a ver el viaje al exterior como vía para resolver perentorias necesidades personales y de su familia, y en consecuencia considerar una conducta ovina como la vía más recomendable para lograr sus objetivos, trocando dignidad o solidez moral por acceso a electrodomésticos, ropa, equipos electrónicos, muebles, colchones, juguetes, privilegios o dinero.

 

Dejemos la doble moral a un lado aunque sea esta vez: ¿quién no ha caído en la tentación, unos más y otros menos, en algún momento de su vida, pensando en obtener una buena cena, una computadora, una muñeca para la hija o un abrigo para su mamá? ¡Quien esté libre de pacotilla que lance la primera piedra!

 

No crucifiquemos demasiado a esos infelices, sí, infelices, del Ballet Nacional de Cuba, que imploran por 50 euros. Otros cubanos han hecho cosas peores por mucho menos.

 

Como participar en un mitin de repudio por una cajita con congrí y pescado.

 

 

 Madurando a Maduro en versión Raúl Castro

Ángel Santiesteban

28 de noviembre de 2013

 

Ahora que el Presidente de Venezuela ha asaltado los comercios en su versión libre de “Robin Hood”, con la errada y desesperada idea de echarse a los pobres en el bolsillo, mientras para otros escenifica la fiel versión de “Alí Babá y sus cuarenta ladrones”, el mandatario cubano Raúl Castro debería imitarlo y asaltarse a sí mismo y rebajar los precios inaccesibles que él comercializa para su pueblo empobrecido.

 

Las tiendas recaudadoras de divisas solo pueden ser visitadas por aquellos cubanos que reciben remesas desde el exterior, o por los nacionales que sobreviven de la usura en la bolsa negra, la mayoría substrayendo lo que sea posible de sus centros laborales. El salario medio del trabajador de a pie es de 450 MN, lo que al convertirlo serían 18 CUC. Un televisor chino “Panda” es ofertado en la red nacional por 300 CUC, es decir, que ese trabajador promedio necesita cerca de diecisiete sueldos para adquirirlo, cuando el costo, según me confiesa en secreto una funcionaria de la comercializadora Copextel, no sobrepasa los 8 dólares por unidad, lo que convierte la ganancia neta cerca de 38 veces.

 

Por supuesto, todo este “sueño feliz” para el explotado trabajador cubano, podría realizarse si logra subsistir en ese casi año y medio sin comer, ni asearse ni vestirse, sin electricidad ni agua, y Dios lo ampare si posee esposa e hijo. Por eso, un chiste muy común entre los trabajadores es  “ellos fingen que te pagan, nosotros fingimos que trabajamos”.

 

Hace años conversé con un extranjero que se había interesado por importar alimentos a Cuba. Lo primero que descubrió fue que al Gobierno no le importaba ofrecerle al pueblo un mejor precio, solo se ocupaba de cuantificar sus ganancias. Le alarmaba el 2.40 centavos de dólar que se vendía el pomo de aceite de baja calidad a la población. Ofrecía al país un negocio del cual no podría rehusarse, por ejemplo: el pomo de aceite de girasol lo entregaba en oscilación entre 9 centavos de dólar y 11 por unidad, costo que incluía el transporte hasta el puerto del país, menos del entre 12 y 14 con que lo importaban en ese momento, sin sumar el funcionario que salía al exterior y le entregaban su dieta diaria, transporte aéreo, hospedaje, gastos de representación, etcétera. A pesar de su buena oferta, fue rechazado. Luego de hacer confianza con los funcionarios, le explicaron -entre invitaciones a restaurantes y whiskys- que en la salida del país estaba su beneficio, pues recibían comisiones de los capitalistas a los cuales les garantizaban la compra.

 

Un país guiado por un lobo, obligadamente lo convierte en una manada de lobos. “Una casa de locos jamás podría organizarse”, me dijo el extranjero y nunca más se interesó en regresar.

 


La ‘tristeza’ de la juventud cubana

Andrés Oppenheimer

aoppenheimer@elnuevoherald.com

27 de noviembre de 2013

 

Escuchando al rapero cubano “Silvito el libre”—el hijo del prominente trovador oficialista Silvio Rodríguez— uno no puede más que concluir que los nietos de la Revolución Cubana son escépticos con respecto a las últimas reformas económicas de la dictadura de la isla.

 

Estuve con “Silvito el libre” la semana pasada, durante una visita del joven rapero a Miami, y le pregunté sobre una de las canciones de su grupo, titulada “Háblame”. La canción dice, entre otras cosas, que Cuba es un país sumido en la tristeza, donde la seguridad del estado persigue a los ciudadanos, y donde el comunismo sirve a los intereses de unos pocos.

 

“Definitivamente, la mayoría del pueblo cubano está sumido en la tristeza”, me dijo Silvito. “Porque el cubano ha cambiado mucho del cubano de antes. El cubano ha perdido la alegría, muchos han perdido la esperanza”.

 

Yo esperaba que Silvito agregara que el estado de desesperanza en Cuba se debe al embargo comercial de Estados Unidos —la muletilla del régimen cubano para explicar todos los males de la isla—, pero Silvito ni siquiera lo mencionó. Dijo que los cubanos son un pueblo triste porque “se sienten pisoteados todos los días por la policía, por el gobierno, por las leyes, por todo”.

 

Cuando le pregunté qué dice su padre sobre sus opiniones políticas, Silvito me dijo que Silvio Rodríguez “es una persona muy libre y muy abierta”. Silvito agregó que su padre “siempre me apoyó en todo momento... El profesa su sentimiento, y yo profeso el mío”.

 

Silvito me contó que tanto su madre como muchos de sus amigos han sido acosados por la policía secreta. Por no ser miembro del sindicato oficial de artistas, no puede cantar en conciertos masivos, y solo puede presentarse en conciertos alternativos “una vez cada seis meses, más o menos”, me dijo.

 

¿Tú eres una excepción entre los jóvenes cubanos?, le pregunté, refiriéndome a su postura política.

 

“No, para nada. La juventud cubana completa, o casi completa, piensa igual que yo”, respondió Silvito. “La juventud cubana completa, o casi completa, es víctima del abuso de la policía, de la separación de sus familias por esto de Cuba y (el exilio de) Florida, y sabe lo que es vivir en Cuba y salir para la calle sin desayunar, y montarte en una guagua (bus) para llegar a un trabajo donde alguien te maltrata, para cobrar prácticamente nada”.

 

Le comenté que, después de 54 años de gobierno totalitario y con una de las censuras de prensa más rígidas del mundo, uno podría suponer que la mayoría de los cubanos —especialmente los nacidos después de la revolución de 1959— ya estarían bien adoctrinados. ¿Por qué no funcionó el adoctrinamiento gubernamental?, le pregunté.

 

“Hasta hace un tiempo yo creo que sí (que funcionó,) porque todavía hay personas que creen en esa revolución. Pero desde hace un tiempo para acá la gente se ha ido despertando. Porque ya ha sido mucho, ¿entiendes?”.

 

Cuando le pregunté sobre las últimas reformas económicas del gobernante Raúl Castro, que ha flexibilizado las restricciones para viajar afuera de la isla y ha autorizado a alrededor de 435,000 personas a trabajar en el sector privado, Silvito se encogió de hombros, como diciendo que no estaba muy impresionado por las medidas. Cuba ha autorizado en el pasado algunas reformas en el sector privado, solo para revertirlas más tarde.

 

“Han habido algunos cambios, positivos algunos, pero yo personalmente no veo ningún cambio”, respondió. Tras una pausa, agregó: “Yo veo las cosas cada día más mal. No veo ningún cambio positivo”.

 

El escepticismo de Silvito —que según dicen otros visitantes cubanos es un fenómeno generalizado entre los jóvenes de la isla— contrasta con el optimismo de algunos recientes estudios académicos realizados en Estados Unidos, que consideran que en la isla están ocurriendo cambios positivos de importancia.

 

Un nuevo informe de Brookings Institution, titulado “¿Aterrizaje suave en Cuba?”, escrito por el ex asesor de asuntos latinoamericanos de la Casa Blanca durante el gobierno de Clinton, Richard Feinberg, dice que “un dinámico sector privado” de más de dos millones de personas está emergiendo en la isla, y agrega que en Cuba se están produciendo “cambios tectónicos”.

 

Mi opinión: Es difícil decir desde lejos si las reformas económicas de Cuba son cambios cosméticos, o si representan el principio de una apertura económica. Lo más probable es que hayan sido concebidas por el régimen como una política de control de daños para apaciguar a una población cada vez más impaciente y crítica.

 

Los nietos de la revolución cubana están hartos de que les mientan, los repriman y los censuren, y cuanto más se demoren los hermanos Castro en permitir que Cuba se abra al mundo, tanto más anticomunista se hará la juventud cubana. Tal como me dijo Silvito: “Ya ha sido mucho, ¿entiendes?”.

 

 

Trabajar

Verónica Vega

27 de noviembre de 2013

 

¿Quiénes trabajan en Cuba y por qué?

 

Cuando una ve las paradas llenas de gente que madruga para ir al trabajo en Cuba, se pregunta qué magnetismo puede provocar tal flujo a pesar de años de salarios “simbólicos”.

 

Incluso con el sentido de culpa que se nos inculcó a los nacidos en los 70 y 80 con respecto al dinero —culpa que todavía se explota cuando se trata de azuzarnos contra los inconformes políticos)—, una lógica elemental nos hace relacionar trabajo-salario-precios. Y la vida se encarga de demoler, de golpe o de a poco, el exceso de idealismo.

 

Claro, entre aquellos que llenan las guaguas al amanecer están quienes reciben parte de su mensualidad en divisas, que nunca son suficientes pero algo alivian. Y los que compensan las cifras que faltan al jornal sustrayendo recursos cuya prolijidad depende de su falta de escrúpulos.

 

Los motivos por los que la gente mantiene un empleo estatal van del “privilegio” de acceder a internet, un horario abierto que les permite alternar con funciones más lucrativas, a la mera inercia o el miedo a no tener pensión en la vejez, por más que en las calles la visión de maltrechos ancianos vendiendo bagatelas o incluso mendigando, nos recuerden el resultado de décadas de trabajo.

 

Sé de una enfermera, amante de su profesión y querida por todos sus pacientes, que se retiró, entre otras causas, porque sobre ella recaía la responsabilidad de comprar el detergente con que lavar el material de la enfermería. Cuando no pudo asumir el gasto y le expresó a un paciente su imposibilidad de atenderlo por no tener jeringuillas estériles, la reacción de sus superiores fue prácticamente estigmatizarla. Delatar ante la población las deficiencias internas del sistema de salud es visto como una traición política.

 

Sé de un maestro que dejó su profesión por lo “simbólico” e inoperante de su sueldo. Viendo las recientes reformas salariales para los deportistas, una se pregunta por qué los docentes y el personal de salud no son incluidos en esta nueva estrategia.

 

¿No bastan para clasificar como reformables el imparable éxodo en ambas funciones, o el patente deterioro de la educación y la salud pública?

 

Pero lo más asombroso es chocar en la prensa, en la televisión, en respuestas “oficiales”, con un enfoque nuevo y recurrente. La urgencia de iniciar alternativas empresariales, pues “ya es hora de dejar de ser una carga para el Estado”.

 

La independencia es el precio primero de la dignidad, es cierto. Ahora, en qué momento de la historia de este país la población entregó de forma espontánea su autonomía económica. En qué acto masivo donde no estuve, los cubanos dijimos que no queríamos ser independientes.

 

Así como se nos recalcaba el valor de la soberanía, paradójicamente se daba por sentado que el Estado monopolizaba empresas y ministerios porque era el administrador de nuestros intereses. Porque el Estado representaba al pueblo. Y estaba tan intrínsecamente unido al Gobierno o a la revolución que no había modo de diferenciarlos. Detalle que tampoco importaba porque el primer requisito para ser revolucionario, y por extensión cubano, era la confianza.

 

De las clases de historia o los intentos de aproximación al marxismo, todavía recuerdo la demonización del concepto de empresa privada. Crecí convencida de que negociante era sinónimo de delincuente.

 

De pronto se produce una escisión (por demás cuestionable) entre Gobierno y Estado, se redime la privatización, y la prosperidad tan tabú se promueve hasta en el desfile por el Primero de Mayo.

 

Pero además se nos apremia a volar, ¡ya! No importa si no hemos desarrollado las plumas, si nuestras alas están atrofiadas. No importa si el mismo Estado que reclama nuestra responsabilidad no se responsabiliza de garantizar insumos en la aventura cuentapropista.

 

Sin embargo, una vez más, el pueblo reacciona a la altura de las expectativas que se le imponen. El cómo es irrelevante, éste siempre ha sido un país surrealista. Se abren nuevos y más llamativos negocios, se ahonda más la brecha entre las ya visibles clases sociales.

 

Los precios en comercios, taxis, espectáculos culturales —las  reglas para ser respetado, que incluyen como primer paso tener un teléfono móvil—, todo se va poniendo a tono con esta sociedad triunfal que se filtra en la vieja, acaparando más y más espacio.

 

No importa los que queden rezagados. Los que no reciben remesas, o no consiguieron a tiempo un trabajo “lucrativo”, o les sobran los escrúpulos. O los que los sorprendió el ocaso entre uno y otro camino, y carecen de fuerzas y hasta salud para comenzar de cero.

 

El feroz capitalismo del que les alertaron siempre y contra el que lucharon tanto, les pasará por encima.

 

Así que mientras se activan los rescoldos del pudor al dinero para demonizar a los periodistas independientes, no pagados por el Estado, se precipita al vacío de una improvisada libre empresa a jóvenes y viejas generaciones.

 

Los que no tengan cómo dar ese salto, y mientras no entren en la terrible categoría de “disponibles”, seguirán aferrados al pedacito que tienen, seguirán corriendo a las paradas al despuntar el día. Y el futuro los sorprenderá en las calles vendiendo bolsas de nailon, o con la mano extendida, o con la mirada opaca en algún lóbrego inmueble.

 

 

¿Qué nombre le ponemos a su difunto padre?

Reinaldo Cosano Alén

26 de noviembre de 2013

 

Tomás Núñez, un habanero de 62 años, necesitó copias de sus dos divorcios, disueltos mediante juicios en el Tribunal Municipal Popular de Plaza: “Me presenté a recoger las copias. La secretaria no pudo hacerlas porque ‘los archivos están destruidos’. Vi la habitación con expedientes amontonados sobre el piso, estropeados, cebándose en ellos la humedad, las polillas, el abandono”. Núñez marchó a los Estados Unidos sin las copias de divorcio que nunca obtendrá.

 

Una señora de Santiago de Cuba -llamémosle X- presentó solicitud de subsanación de error en la Oficina del Registro Civil. El segundo nombre del padre, fallecido, no coincidía. Quería liquidar unos bienes inmuebles heredados para solventar gastos en el exterior, pero el notario remarcó la incongruencia: “No podemos cumplir su solicitud –le dijo-. El Libro de Registro está muy deteriorado, le faltan hojas.

 

En susurro, repuso X: “Necesito arreglar ese papel. Ayúdeme, y se lo agradeceré”.  Entonces el funcionario extrajo un modelo de su buró, lo rellenó y llevó a otra oficina, no sin antes preguntar a X: “¿Qué nombre le ponemos a su difunto padre?”. Finalmente, le entregó el documento, ya listo. Un sobre con diez euros quedó discretamente olvidado sobre el buró.

 

Félix González, profesor residente en La Habana del Este, se queja por demoras en la entrega de documentos: “Solicité una inscripción de nacimiento en el Registro Civil de Guanabacoa. La obtuve al mes. El Libro estaba poco legible y deteriorado por insectos, humedad, falta de ventilación, sin climatización, ni usar desinfectante. En el Registro de Campo Florido hay murciélagos”.

 

La ciudadanía invierte mucho tiempo y recursos para obtener certificaciones de nacimiento, jubilación, traspasos de propiedad o cualquier otro documento. Se ha vuelto solución mágica la presentación de tres testigos -reales o ficticios- que avalen la pérdida. Una salida por la puerta falsa.

 

Hay reducción de empleados en notarías, justo cuando más se necesita este servicio para nuevas gestiones del trabajo por cuenta propia. Los archivos de ministerios y demás dependencias oficiales carecen de archiveros, especialmente en provincias y municipios.

 

Muy lamentable es la destrucción de gran cantidad de documentos de inapreciable valor histórico, en Gibara, provincia de Holguín. Un funcionario quemó gran parte de documentos y publicaciones de varios siglos por considerarlos papeles viejos.

 

El Archivo Nacional de Cuba se fundó en 1840, al recoger los Archivos de las Ordenanzas, de 1569, y de la Real Hacienda. Plausible labor de salvaguarda. Aparecen registros de sucesivos gobiernos coloniales y republicanos, política, cultura, ciencia, guerras libertarias, ataques de corsarios y piratas, alzamientos de esclavos, represión, actas notariales, mapas, planos, caricaturas, grabados, publicaciones periódicas, libros, bandos, haciendas, sesiones de las Cortes españolas, gacetas oficiales de La Habana, registros de derechos autorales y otras mil facetas del devenir histórico.

 

El Sistema Nacional de Archivos colocó a nuestra isla entre los más avanzados del mundo. Hubo siempre gran celo por la preservación patrimonial, desde la colonia.  Lamentablemente, entró en acelerado declive durante el último medio siglo, por falta de previsión, competencia, recursos, voluntad oficial, lo cual pone en precaria situación nuestra memoria histórica.

cosanoalen@yahoo.com

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Puedo dar fe de que se producen situaciones iguales y peores a las que se denuncian en este artículo. Por ejemplo, desapareció el cadáver de mi padre. Sus restos fueron depositados en la necrópolis de Colón, el principal cementerio cubano, situado a un par de kilómetros de la sede del Gobierno Nacional, pero se esfumaron como por arte de magia. A pesar de las múltiples gestiones que hice, ninguna autoridad pudo darme una explicación al respecto.

 

 

Competir o emular

Reinaldo Escobar

15 de noviembre de 2011

 

“No se trata de crear conciencia con riquezas sino de crear riquezas con conciencia” decía entonces el máximo líder desmintiendo de alguna forma la tendencia marxista de poner lo material por encima de lo espiritual, y fue así como la Emulación Socialista se enraizó en nuestra realidad.

 

Una de las pocas polémicas que hemos presenciado entre los partidarios del sistema socialista en Cuba ha sido la que contendía alrededor de los estímulos materiales y los morales. Digo que fue una polémica por llamarle de alguna forma, porque en realidad la voz cantante la llevaban los defensores de los estímulos morales quienes hablaban como si estuvieran discutiendo, pero lo hacían con alguien cuyos argumentos desconocíamos o simplemente ni siquiera escuchábamos.

 

“No se trata de crear conciencia con riquezas sino de crear riquezas con conciencia” decía entonces el máximo líder desmintiendo de alguna forma la tendencia marxista de poner lo material por encima de lo espiritual, y fue así como la Emulación Socialista se enraizó en nuestra realidad. Ser cumplidor de la emulación, trabajador de avanzada o acumular aquellos méritos que se identificaban con las letras entre la A y la K constituían “el motor impulsor de la producción” que lograba el cumplimiento de las metas y permitía al centro de trabajo obtener la bandera Héroes del Moncada. A fin de año en una asamblea se entregaba a cada trabajador un certificado donde se especificaba el número y la calidad de los méritos obtenidos los cuales podía presentar en el año subsiguiente para avalar su solicitud de efectos electrodomésticos.

 

Muchas veces presidí aquellas comisiones sindicales en las que teníamos que determinar si el refrigerador se lo dábamos a Karitina que tenía los méritos A, B y C o a Sarría que había ganado el B, el C, el E y el H y no en pocas ocasiones se producían engorrosos empates técnicos y había que distinguir si el televisor se le confería a la señora que tenía un hijo con retraso mental o a uno cuya anciana madre enfrentaba un cáncer terminal. Un buen día naufragó el socialismo en Europa y dejaron de entrar al país aquellos artículos subvencionados y otro buen día se dolarizó la economía y aparecieron las Shopin a donde no había que ir con un bono otorgado en asamblea sindical sino con un fajo de billetes verdes que tenían la milagrosa posibilidad de convertirse en bienes y servicios.

 

La gente empezó a comprender que para obtener aquellos dólares, que más tarde se metamorfosearon en CUC, había que hacer todo lo contrario de lo que antes hacía falta para ganarse méritos. Entonces regresó la prostitución en busca de turistas y la abuela que sobrevivía a un cáncer que no quería terminar tuvo que mudarse a un rincón de la sala porque había que alquilar su cuarto (que era el único con ventana a la calle). Hasta el gobierno comprendió que todo estaba cambiando y entre recelos y corcoveos abrió el trabajo por cuenta propia donde para sobrevivir entre las crueles leyes del mercado no valen los diplomas ni las medallas sino la eficiencia y la rentabilidad bajo la competencia pura y dura.

 

Ese esfuerzo adicional que pone en su kiosco el cuentapropista para vender más, es el cambio más importante ocurrido en Cuba en los últimos años. Esa necesidad de ser competitivos es la mejor terapia para empezar a curarse del daño antropológico ocasionado por los delirantes caprichos de ciertos fabricantes de utopías.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: En el discurso que Fidel Castro pronunció el 26 de julio de 1968 afirmó que “el camino, a nuestro juicio, no es crear conciencia con el dinero o con la riqueza, sino crear riqueza con la conciencia y cada vez más riquezas colectivas con más conciencia colectiva”.

Cuando el autor de este artículo expresa “teníamos que determinar si el refrigerador se lo dábamos”, se refiere a dar el derecho a comprar el refrigerador; esto también forma parte de la orwelliana neolengua creada por el castrismo, que seguimos utilizando inconcientemente la mayoría de los que hemos sufrido la tiranía de los hermanos Castro.

 

 

 

La crisis perenne del agua potable y las aguas negras

 

Manuel Castro Rodríguez

 

20 de noviembre de 2013

 

 

 

La Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) de Cuba dio a conocer el Resumen adelantado del Censo de Población y Viviendas 2012. De las 3.885.900 unidades de alojamiento, o sea, ‘todo local o recinto estructuralmente separado e independiente, construido en todo, o en parte para fines de alojamiento de personas’, sólo:

 

 

 

2.854.995 unidades de alojamiento tienen baño o ducha con agua corriente, lo que representa el  73,47% del total.

 

 

 

2.776.866 unidades de alojamiento cuentan con abastecimiento de agua por acueducto, o sea, el  71,46% del total.

 

 

 

1.546.121 unidades de alojamiento tienen sistemas de desagüe que vierten en alcantarillados,  lo que representa el 39,78% del total.

 

 

 

La situación es mucho peor, ya que decenas de miles de residentes en La Habana nunca han visto salir agua del grifo de su residencia; lo normal para ellos es cargar agua diariamente.

 

 

 

Desde hace unos cuarenta años tampoco sale agua del grifo de los baños de la inmensa mayoría de los cines, cafeterías y restaurantes a que acude el cubano de a pie; solo cuando se realiza el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano es que hay agua en algunos cines.

 

 

 

Tampoco sale agua del grifo de los baños de la mayoría de los centros educacionales de la capital. De los baños de la Facultad de Economía de la Universidad de la Habana emana un mal olor imposible de soportar.

 

 

 

Tampoco sale agua del grifo en numerosos hospitales. Mis hijos nacieron en  1976 y 1983 en el Ramón González Coro, el mejor hospital gineco-obstétrico de Cuba. En ambas ocasiones yo tuve que cargar aguapara que mi esposa pudiese lavarse, ni soñar con bañarse.

 

 

 

Además, los supermercados y centros comerciales no tienen baños.

 

 

 

Alejandro Vilá Noya, directivo de Aguas de La Habana, reconoció que “los salideros más escandalosos están en las calles, porque son visibles y corren por el pavimento (...) más del 50 por ciento del agua que bombean se pierde por esas causas”.

 

 

 

El sistema de acueductos “no ha recibido un mantenimiento integral en el último medio siglo”, o sea, desde que Fidel Castro tomó el poder.

 

 

 

Desde hace casi medio siglo, la falta de agua es uno de los suplicios que sufre el cubano de a pie residente en la capital, a pesar de que cuando Fidel Castro tomó el poder en 1959, La Habana tenía un buen servicio de agua potable.

 

 

 

El ingeniero cubano Francisco de Albear Lara diseñó y construyó el acueducto que lleva su nombre; su proyecto obtuvo medalla de oro en la Exposición de París (1878). El acueducto de Albear, inaugurado el 23 de enero de 1893, ¡hace 121 años!, suministra actualmente el 20% del agua que se consume en la capital de Cuba.

 

 

 

Con relación al hecho de que según el censo de 2012 sólo el 40% de las unidades de alojamiento de Cuba tengan sistemas de desagüe que vierten en alcantarillados, se observa que no ha habido mejora en la última década, dado que “en 2003, la cobertura de alcantarillado alcanzaba sólo a 63 por ciento de los 2,2 millones de habitantes de La Habana”.

 

 

 

Además, dadas las numerosas roturas del alcantarillado, se pueden ver las aguas negras (albañales) corriendo por no pocas calles de la capital. Esto, unido a las numerosas roturas que tienen las tuberías del acueducto, provoca que en numerosas ocasiones ¡las aguas de consumo humano sean contaminadas por las aguas negras!

 

 

 

La ayuda de los emigrados -sólo en el año 2012 entre efectivo y bienes los cubanos radicados en EEUU enviaron a Cuba 5.105 millones de dólares- no ha podido impedir que se continúe expandiendo la indigencia por todo el país. Aumentó la migración ilegal hacia la capital y se han incrementado las ‘villas miserias’. Más de veinte mil cubanos que residían en La Habana sin permiso, han sido desalojados y devueltos a sus lugares de origen.

 

 

 

Más de 700 mil televisores

en blanco y negro en hogares cubanos

Daniel Benítez

14 de noviembre de 2013

 

El atraso tecnológico salta a la vista con las más recientes cifras oficiales de equipos electrodomésticos. Aún sobreviven en los hogares cubanos más de 700 mil televisores en blanco y negro, mientras que el promedio de computadoras es el mismo que el de calentadores fijos de agua: 0.12 por vivienda.

 

Datos divulgados por el Censo de Población y Viviendas 2012 arojan que 759.164 televisores en blanco y negro, de las marcas Caribe 216 y Krim 218, todos con más de 25 años de explotación, están dando la batalla por la permanencia entre las familias cubanas.  De ellos, 662.900 equipos (87 %) están en pleno funcionamiento.

 

Actualmente el fondo habitacional de la nación cuenta con 3.882.424 viviendas particulares, lo cual significa que en uno de cada cinco hogares hay un televisor B/N, verdadera reliquia antigua.

 

TV a color en La Habana

 

La cifra de televisores en colores es de 2,9 millones, concentrados mayormente en los hogares habaneros: 759.409, a poco más de uno por espacio habitacional en el territorio.

 

Desde junio, Cuba realiza pruebas experimentales de transmisión y recepción de la señal abierta de televisión digital. El país planea dejar atrás completamente la señal analógica de televisión para el 2021.

 

La cifra de televisores contrasta con la cantidad de computadoras: 439.234, el 94 por ciento de ellas en funcionamiento, Los calentadores fijos de agua o ducha eléctrica andan casi por la misma cifra: 446.142.

 

El Censo 2012 contabilizó un total de 22 equipos electrodomésticos en uso, entre los que los ventiladores tienen el primer lugar: 6.417.024, de los cuales casi el 97 por ciento están ayudando a los 11,2 millones de habitantes a luchar con el calor.

 

En contraposición las unidades de aire acondicionado sobrepasan a duras penas el medio millón, lo cual significa que 0,16 por ciento de las casas cuentan con uno.

 

El conteo casa por casa, que concluyó en septiembre del 2012, registró además los teléfonos celulares (852.413), los teléfonos fijos (884.824), las lavadoras (2.32 432), los hornos microonda (585.597), las planchas eléctricas (2,42 millones).

 

¿Qué pasa con las ollas arroceras?

 

Refrigeradores, radios y equipos de reproducción de audio y video se encuentran también entre los que más presencia tienen en los hogares nacionales, todos en cifras que sobrepasan los dos millones de unidades.

 

Llama la atención en la cifra de refrigeradores, 3.022.968 unidades, que aún el 20 por ciento de las casas cubanas carecen de uno, y el porcentaje es aún más alarmante en la zona oriental del país, donde la carencia de un equipo de refrigeración alcanza índices del 40 por ciento de los hogares.

 

El registro  pone en evidencia que la región oriental presenta un atraso tecnológico mucho mayor que la parte occidental del país.

 

Pero lo que resulta asombroso es la cantidad de máquinas de coser: 1.122.455, solo un poco menor que las bicicletas que cada día recorren la isla: 1.354.148, de las cuales el 94 por ciento está en buen estado.

 

Un dato revelador es el de las ollas arroceras y/o multipropósito, que alcanzan los 3,6 millones en todo el país. La entrega de los módulos de cocción fue promovida como parte de la “revolución energética”, lanzada por Fidel Castro en el 2005.

 

Sin embargo, el Censo muestra que es el equipo que menos se está usando en la actualidad en las casas cubanas, pues unas 400 mil ollas (un 12 por ciento) están reportadas como fuera de funcionamiento.

 

Lista completa de los equipos por vivienda aquí

 

 

El retorno a la ilegalidad

Fernando Dámaso Fernández

11 de noviembre de 2013

 

Hace años, cuando comenzaron a otorgarse licencias para la realización de unos pocos trabajos por cuenta propia, algunas personas que se dedicaban, por la izquierda, a abastecer a las familias con leche fresca y en polvo, yogurt, mantequilla y quesos, pescados y mariscos, embutidos, prendas de vestir y otros productos y artículos, así como a servir comidas a domicilio, al plantearles que ahora podían hacerlo legalmente, me respondieron que, como no tenían la menor confianza en el gobierno, continuarían haciéndolo a su manera. Cumplieron su palabra y, a pesar de las persecuciones, multas y decomisos, aún hoy lo continúan haciendo. Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, que involucran a algunos trabajadores por cuenta propia a los cuales se les prohíbe realizar sus actividades, parece que ellas tenían razón.

 

El nuevo paso atrás dado por las autoridades, uno más en su continuo retroceso, lanzará a la calle a miles de cubanos, que deberán volver a tener que inventar para ganarse la vida y sobrevivir, perdidos los recursos invertidos y abandonados por un gobierno que dice protegerlos. Como nadie acepta morirse de hambre por decreto, algunos buscarán nuevos negocios y otros, los menos optimistas, retornarán a la ilegalidad, fortaleciendo el desarrollado mercado negro.

 

Desconozco si las autoridades, preocupadas por mantener su control absoluto a toda costa, habrán valorado las consecuencias económicas, sociales y políticas de su nueva metedura de pata. Con estas medidas absurdas, hablar de avances constituye una falta de respeto a la ciudadanía, además de que aumenta el descrédito de que gozan entre los cubanos de a pie, esos que, en la práctica, cada día las respetan menos. Un gobierno enquistado en el poder por más de medio siglo, manteniendo los mismos dirigentes en sus cargos principales, no cambia: sólo se repite a si mismo, repitiendo sus mismos errores.

 

 

¿Reminiscencia capitalista?

Wilfredo Vallín Almeida

10 de noviembre de 2013

 

El socialismo resultaría victorioso sobre ese “capitalismo agonizante”

 

Los acontecimientos vividos a lo largo de nuestra existencia unas veces pueden quedar en el olvido, pero otras dejan profundos recuerdos que no desaparecen nunca. Y esos acontecimientos pueden haber tenido muchas manifestaciones diferentes, ya que pueden estar dados por un hecho, un sueño, una omisión, una frase y hasta un cartel.

 

De los dos últimos mencionados, y que yo creía tener ya muy relegados en la memoria, de súbito me asaltan dos cuando menos lo esperaba: mientras veía un video que un amigo me había hecho llegar.

 

El video en cuestión se refiere a una investigación y varias detenciones que realizó el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la Policía Nacional Revolucionaria. Los detenidos resultan involucrados en operaciones fraudulentas cuyo monto es la friolera de 33 millones de pesos.

 

El cartel que me viene a la memoria en ese momento es uno que vi no sé cuántas veces durante muchos años. Se trata de una gran valla que miraba hacia la vía pública en una amplia avenida y que, sobre un fondo blanco tenía unas palabras en rojo que decían: “El futuro pertenece por entero al socialismo.”

 

Es un cartel que ya no he visto más, pero que estuvo presente en la juventud de los cubanos de la generación de los 60 – 70, cuando se daba por sentado que el sistema capitalista estaba en fase terminal y que -¿quién podía dudarlo?- el socialismo resultaría victorioso sobre ese “capitalismo agonizante”.

 

La frase, que también me vino a la memoria junto al cartel, es la siguiente: “El delito es una reminiscencia de la sociedad capitalista y desaparecerá en la medida del avance del socialismo”.

 

Esa frase la leí muchísimas veces en los libros de texto de la carrera de Derecho y en los textos marxistas que los estudiantes universitarios teníamos que estudiar, y examinar obligatoriamente.

 

Viendo esta filmación, que termina con palabras del general de ejército Raúl Castro y donde admite que el robo en el país es gigantesco, a todas las instancias y a todos los niveles (bueno, o a casi todos), y como, por otra parte, creo verla ahora más floreciente y vigorosa que nunca antes en la historia de Cuba, me resta entonces una sola pregunta:

 

¿Qué ha pasado con la tal “reminiscencia capitalista”?

 

 

Canto de cisne

Regina Coyula

4 de noviembre de 2013

 

El jueves el 3D Adrenalina terminó de instalar una vistosa marquesina como la de los cines de antes; dos días después se enteraban por el periódico que no podrían mantenerse abiertos ni hasta este fin de semana. Los de Adrenalina decidieron abrir esa noche del viernes. Como Scarlett O’hara lo pensarían mañana. Por teléfono confirmaron que solo ellos y un 3D en Alamar ofrecerían funciones luego de la prohibición vía nota periodística. El de Alamar se dispuso a esperar a que fueran las autoridades a cerrárselo. Un matrimonio de la barriada de Lawton estaba desesperado porque planearon la apertura de su 3D precisamente para el viernes del cierre y no pudieron siquiera recuperar una ínfima parte de la inversión.

 

La medida, era una guerra avisada. La razón, obviando la socorrida inexistencia del permiso para ejercer dicha actividad, está en la política cultural de la Revolución, según la cual se debe educar y cultivar a nuestro pueblo con espectáculos que eleven su sensibilidad y acervo cultural, etcétera, etcétera, etcétera. Dicho así, no parece tan terrible, pero es sospechoso que la televisión estatal y única, ofrece cada “productos” que uno se pregunta quién aprueba ciertos guiones y destina presupuesto para programas inolvidables por espantosos. Esa misma televisión nos tiene al tanto de las maravillas Made in Bollywood y hay cada enlatados, recuerdo uno sudcoreano que pretendía ser una comedia; debe ser que el humor nuestro no tiene que ver con ellos, lo cual explica que el noticiero de la televisión norcoreana me resulte hilarante; luego entonces la política cultural de la Revolución tiene diferentes unidades de medida.

 

Muchas personas con la aparición de estos cines particulares vio la posibilidad de recuperar el gusto por ir a ver una película más allá de la pantalla casera. Salvo el Chaplin, la Cinemateca y acaso algún otro cine del circuito de la calle 23, los muy mermados cines sobrevivientes en la debacle nacional exhiben su abandono con butacas raídas (cuidado con las alimañas), aire acondicionado deficiente (si todavía tienen), equipos de proyección y audio en mal estado, todo lo que hace de una visita al cine algo muy alejado de una experiencia placentera. Así que la recuperación del gusto, tendrá que esperar.

 

La perla, para el final. Una conversación de vecinas a propósito de ver a los alicaídos ya sin adrenalina que cantar, desmontando su marquesina. Una decía a la otra: --Sabes qué pasa, que en algunos lugares de esos, le han puesto pornografía a los niños. La otra mujer asentía impresionada, pues la más joven, que llevaba la voz cantante, hablaba con mucho convencimiento. Pero no fue suficiente y remató confidencial refiriéndose a las salas de juego de computadoras en red: --De buena tinta me han dicho que los siquiátricos están llenos de muchachos loquitos por jugar esas cosas. Tanta bobería condensada me colmó la paciencia y en mi mejor modo le dije que no repitiera esas cosas sin fundamento, que parecía un argumento del gobierno para rodear de un ambiente malsano estos lugares. La mujer negaba con las manos y con la cabeza y se apuró a decir: --No no, ¿yo?, gobierno?, ¡qué gobierno si yo acabo de anotarme en el bombo por tercera vez!

 

 

Cuesta abajo

Fernando Dámaso Fernández

4 de noviembre de 2013

 

El cierre, el pasado 1 de noviembre, de las salas de 3D, y la prohibición, después del 30 de diciembre, de las tiendas particulares, asestan un duro golpe al cuentapropismo. Una vez más las autoridades (recordar Pitirre en el Alambre, Operación Maceta y la liquidación de los Mercados Libres Campesinos en años anteriores) demuestran su incapacidad para competir con la propiedad privada, aún y cuando esta sea incipiente y esté obligada a existir dentro de absurdas camisas de fuerza, y la falsedad de la actualización y de los denominados cambios. Cuando el río suena es que algo trae, y no sería nada extraña la aplicación de otras medidas similares en las próximas semanas. Esperar para ver.

 

Ancladas en el pasado, dogmáticas hasta la médula, fanáticas del marxismo leninismo y del socialismo, a pesar de sus más que demostrados fracasos, pretenden sobrevivir (al menos hasta que les dure la existencia física) en el feudo cerrado en que han convertido al país, a años luz del mundo real. Lo triste es que muchos ciudadanos aceptan tranquilamente estas arbitrariedades, la mayoría de las veces cometidas contra sus propios vecinos, y hasta es posible que se presten a declarar su apoyo a ellas en algunos de los denominados El pueblo opina, a que nos tiene acostumbrado la prensa oficial.

 

Quienes, olvidando los más de 54 años de improvisaciones e inventos fallidos, veían un poco de esperanza en lo que estaba sucediendo lentamente, han recibido un verdadero cubo de agua fría. Si el gobierno pretende que, con la aplicación de estas medidas, las cuales responden únicamente al deseo de demostrar fuerza y marcar quien manda, va a ganar adeptos y lograr el ordenamiento legal del país, de cuyo desorden es el máximo responsable, se equivoca una vez más: volverán a proliferar, como antes, las actividades ilegales y el mercado negro se ampliará por todo el territorio nacional, simplemente porque nadie puede obligar a los ciudadanos a morirse de hambre y a vivir en la miseria. Nuestros jóvenes, cercenados sus proyectos de vida por autoridades de incapacidad demostrada, optarán por el éxodo, al igual que muchos profesionales, atletas y artistas, y Cuba, como dice la letra del viejo tango, continuará cuesta abajo en la rodada.

 

Miedo al 3D

Alejandro Ríos

4 de noviembre de 2013

 

En el comienzo no fue el verbo sino el latrocinio. Se crea el Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos, más conocido por sus siglas ICAIC, y el séptimo arte se ideologiza y controla. El nuevo régimen se hace dueño absoluto de los medios de producción y de las cadenas de distribución y exhibición.

 

Luego pasó el tiempo, se acabaron las prebendas socialistas europeas, y el país que se vanagloriaba de tener la mayor cantidad de salas de cine por kilómetro cuadrado vio el comienzo de una decadencia indetenible y donde ayer, por poner un ejemplo, funcionaban los espléndidos y modernos cines REX y Duplex, de la otrora relevante calle comercial de San Rafael, hoy aparecen dos oquedades de donde emana agua putrefacta.

 

En medio del período especial y sin dinero para dilapidar, quién iba pensar en salvar las salas de cine en Cuba. Las butacas fueron cediendo, los aires acondicionados se arruinaron y los proyectores se fundieron.

 

La torpe solución estatal consistió en crear pequeñas salas o cuchitriles donde exhibir filmes en formato DVD y tratar de mantener unas pocas salas emblemáticas como el Chaplin o Cinemateca, que no deja de estar depauperado, el renovado cine Infanta y el otrora Radiocentro, conocido por el combativo nombre de Yara.

 

Hoy entran en escena los cuentapropistas que un día se entusiasman con las llamadas reformas, dando rienda suelta a su imaginación gerencial y al siguiente los apabullan porque están teniendo éxito.

 

Primero fueron las antenas clandestinas distribuidas como redes por los barrios para disfrutar canales de televisión del sur de La Florida, luego los video clubs y sus películas de todo género en alquiler y ahora las salas de exhibición, con refrigerios y aclimatación a la manera del llamado “cine bistro”.

 

En casas particulares se abren primorosos espacios y es entonces cuando la nueva clase comerciante criolla decide mejorar la mercancía y llegan las proyecciones en tercera dimensión. El público se deslumbra con la tecnología capitalista y los testaferros y comisarios del régimen se espantan ante tanta popularidad.

 

El nuevo presidente del ICAIC, quien ha heredado un imperio desvencijado, es el primero en hablar de ilegalidades y pirateo de filmes, porque no se pagan derechos de autor, en el mismo país donde el Ministerio del Interior mantuvo la compañía Omnivision vendiendo videos norteamericanos nuevos, subtitulados al español, en Latinoamérica, durante años y donde Avatar, por poner un caso conocido, se exhibe en la televisión nacional mucho antes que James Cameron hubiera negociado esa eventualidad en los propios Estados Unidos.

 

La prensa cubana ha dedicado un extenso reportaje sobre el tema como si se tratara de un asunto de seguridad nacional. Y se habla de que los precios a las salas que exhiben 3D oscilan entre uno y cuatro CUC “en dependencia de las ofertas gastronómicas”. Tanta es la demanda que deben hacerse reservaciones por anticipado.

 

Uno de los exhibidores explica: “Independicé la sala de la casa y le acondicioné un televisor de 47 pulgadas, un reproductor de sonido y video y 20 asientos”.

 

Ya las alimañas burocráticas, sin embargo, comienzan a encimarse, claro que siguiendo órdenes superiores, y quieren acabar con lo que ellos han sido incapaces de proporcionar. Conspiran contra la felicidad para no ceder el poder.

 

“El ICAIC –puntualiza el presidente de la institución– defiende el cine como valor y expresión cultural que no puede arruinarse con la política de mercado, modus operandi de estas salas por cuenta propia. Sin ser categórico, diría que no creo que pueda existir un reconocimiento legal a una actividad que viole la política cultural de la revolución”.

 

 

Dos monedas, dos realidades

Yoani Sánchez

27 de octubre de 2013

 

La señora cuenta las monedas antes de salir de casa: tiene cincuenta y cinco centavos de pesos convertibles. Es el equivalente al salario de toda una jornada laboral y apenas si ocupa una pequeña parte de su bolsillo. Ya sabe qué va a comprar… lo mismo de siempre. Tiene para dos cuadritos concentrados de sopa con sabor a pollo y para un jabón de baño. De manera que ocho horas de trabajo le servirán sólo para darle gusto al arroz y lograr un poco de espuma en el baño. Pertenece a esa Cuba que aún calcula cada precio a partir de la moneda nacional, a una parte del país que carece de remesas, privilegios, familiares en el extranjero, negocios privados o entradas ilegales.

 

Justo antes de llegar a la tienda para comprar sus cubitos Maggi, se queda mirando a los que toman cerveza en la cafetería. Cada lata de esa refrescante bebida equivale a dos jornadas de trabajo. Sin embargo el lugar esta lleno, abarrotado de parejas o grupos de hombres que hablan alto, beben, degustan algún entremés. Es la otra Cuba, con moneda fuerte, con parientes en el extranjero, con empresas por cuenta propia o alguna entrada económica ilícita. El abismo entre ambas es tal, el divorcio tan mayúsculo que parecen discurrir sin tocarse. Tienen miedos propios, sueños diferentes.

 

Cuando esta semana se anunció el principio de un cronograma para erradicar la dualidad monetaria, los dos países que convergen en esta Isla reaccionaron de forma diferente. La Cuba que sólo vive de sus mísero salario sintió que al fin se le empezaba a poner fecha final a una injusticia. Son aquellos que no pueden siquiera imprimir una foto del día de su cumpleaños, costearse un taxi colectivo ni imaginarse viajando a ningún lado. Para ellos, todo proceso de unificación de las monedas sólo entraña esperanzas, pues ya no podrían estar peor que ahora. El otro país en pesos convertibles recibió la noticia con mayor cautela. ¿A cuánto quedará la relación cambiaria con el dólar o el euro? ¿Cuánto se devaluará el poder adquisitivo de los que hoy viven mejor?… pensó con pragmatismo.

 

En una sociedad donde los abismos sociales son cada vez más insondables y las desigualdades económicas se acrecientan, ninguna medida ayuda a todos, ninguna flexibilización le hace la vida mejor a cada cual. Veinte años de esquizofrenia monetaria han creado también dos hemisferios, dos mundos. Habrá que ver si un simple cambio de billetes podrá aproximar esos dos países que están incluidos en nuestra realidad, acercar esas dos dimensiones. Lograr que la señora que come -casi siempre- arroz con cuadrito de sopa, pueda un día sentarse en la cafetería y pedir una cerveza.

 

 

Infierno habanero: ir al Registro Civil

Gladys Linares

21 de octubre de 2013

 

Sacar una inscripción de nacimiento: paciencia.

Si su apellido está mal copiado: más paciencia.

O espere su propio certificado de defunción.

 

Si usted necesita un documento del Registro Civil debe armarse de paciencia, porque la buena suerte en ese lugar a pocos acompaña. Allí los incidentes son constantes, nadie acude a estas dependencias, a menos que sea imprescindible.

 

“Hay pocos asientos para estas largas esperas, además, casi todos están rotos”, comentaba una anciana que había hecho tres veces la cola por las inscripciones de nacimiento de sus padres, que necesita para legalizar la vivienda, solo así puede solicitar una licencia de reparación. “Si tuviera dinero”, murmura, “todo sería más fácil”.

 

Otra anciana salió muy molesta porque el certificado de defunción de su esposo no aparecía. La empleada había hecho un esfuerzo buscando en aquel desorden de papeles, pero a pesar de eso no lo encontró. La señora, alterada, exigía su documento. Gritaba que no tenía dinero, y que para acogerse a la pensión del esposo el certificado tenía que estar listo dentro del mes posterior al fallecimiento.

 

Certificado de defunción

 

Un empleado se sensibilizó con ella y, para hacerle un certificado nuevo, le pidió la tarjeta de servicios necrológicos que le habían dado en la funeraria, pero al leerla, le dijo: “Señora, aunque su esposo vivía en Diez de Octubre, usted debe solicitar el certificado en Arroyo Naranjo, porque él murió en un hospital de ese municipio”. La mujer salió llorando y exclamando: “¡¿Por qué no me lo dijeron cuando vine la primera vez?! ¡He venido ya tres veces y me dicen que no aparece!”

 

Para actualizar el contrato del teléfono, Roberto debía llevar a la oficina de ETECSA un certificado de defunción de su padre. Con ese fin se presentó en el Registro Civil con la tarjeta de la funeraria. Debía volver a los veinte días a recoger el documento.

 

Transcurrido ese tiempo, regresó a la oficina. Al revisar el certificado, notó que el apellido estaba mal copiado –aparecía Perera en lugar de Pereira-, al parecer porque en la tarjeta la “i” estaba apenas esbozada, pero no tenía el punto. Para subsanar el error, debía presentar una inscripción de nacimiento de su progenitor, y aunque ya la solicitó a Holguín, todavía la está esperando.

 

Otra gran deficiencia de los Registros Civiles es la pésima caligrafía y la dudosa ortografía de quienes transcriben los datos, personas a menudo sin preparación, que a veces deforman las letras al punto de que con frecuencia los certificados son rechazados por funcionarios de otras instituciones, aunque ellos mismos rellenan modelos con errores por el estilo. Lo más grave es que no son los perpetradores quienes pagan por cada error, sino el propio afectado, el usuario, que tiene que volver a pasar por todo el infierno, incluyendo pagar sellos y hacer colas.

 

Algunos opinan que si el oficinista responsable de rellenar erróneamente un certificado estuviera obligado a enmendar su falla y correr con los gastos, sin que se perjudicara el cliente, o si por ejemplo se les sancionara de alguna manera, los errores desaparecerían casi por completo.

 

Cartificado de matrimonio

 

Un amigo, cuyo padre murió hace poco, comenta que para gestionarle la pensión a la madre se dirigió al Registro Civil de su municipio. Pero la certificación de matrimonio de sus padres no estaba allí. Lo mandaron al Registro Civil provincial, donde tampoco aparecía. Después de varias idas y vueltas, le comunicaron que hacía algún tiempo se habían quemado algunos archivos y que quizás el documento que él buscaba se hallaba entre los destruidos por el fuego.

 

Como sus padres estaban casados también por la Iglesia católica, acudió a esa institución y ese mismo día le extendieron una certificación escrita en computadora. Pero cuál no sería su sorpresa cuando no se la aceptaron en la oficina de Seguridad Social. La empleada que lo atendió le aconsejó buscar entre los vecinos algunos testigos de que sus padres vivían juntos. A la madre no le gustó nada quedar como concubina, pero no le quedó más remedio que aceptar o perdería la pensión.

 

Cuando la mamá de Blas, otro amigo, se murió, este comenzó a legalizar la vivienda que ella le había dejado en herencia. A pesar de que su progenitora nació y vivió siempre en Diez de Octubre, Blas tuvo que hacer lo trámites en el Registro Civil de Arroyo Naranjo. Le daba miedo permanecer en el local por las malas condiciones en que se encontraba. Vio que las personas siempre esperaban en la calle, y así lo hizo él también hasta que le tocó el turno de hacer la solicitud.

 

¿Computadoras?

 

Transcurridos los días de plazo, Blas regresó a recoger sus documentos, pero el local estaba cerrado. Esto le pasó una y otra vez, hasta que, cansado de perder días de trabajo, se le ocurrió preguntar en una cafetería cercana. Allí le dijeron que el Registro Civil estaba cerrado porque los techos del fondo se habían derrumbado, pero no sabían para dónde lo habían trasladado, y no aparecía un cartel que informara sobre esta situación.

 

Un joven que hacía la cola para sacar la inscripción de nacimiento de su mamá, comentó: “El carné de identidad en sí es una inscripción de nacimiento, tiene los mismos datos de una. Sin embargo, en Cuba nada más nos sirve para enseñárselo a la Policía”.

 

Un anciano que hacía la cola por segunda vez, le dijo a una empleada: “Esto es un caos. Cuando te entregan los certificados la vista se te nubla con tantos garabatos, y cuando los llevas donde te los piden, no te los aceptan. ¿Por qué ustedes no escriben los datos a máquina?”, a lo que la aludida respondió: “Pero abuelo, las máquinas de escribir no se usan, y computadoras, no tenemos”.

 

 

Palabras al viento

Jeovany Jiménez Vega*

17 de octubre de 2013

 

Que nuestro sector genera el 50% del PIB de este país, que eso representa el ingreso de entre 8000 y 10000 millones de dólares constantes, sonantes y convertibles cada año; que eso es muchísimo dinero, que debería ser suficiente para aumentar en serio el salario del sector que lo produce y que quienes permanecemos aquí lo merecemos tanto como los que salen a misiones de trabajo al extranjero; que nunca entenderé que un prestigioso profesor de Medicina, después de décadas de consagración, gane el tercio del salario de una oficinista de gerencia entrenada en quince días. Todo esto lo dije, hace un par de semanas, cuando pude hablar en la discusión del Anteproyecto de Ley modificativa del Código del Trabajo.

 

Que no se trata sólo de que nuestro salario sea ridículo, sino que es absurdo en este país de precios inmisericordes; que tenemos pacientes que fácilmente nos triplican o centuplican el salario, ya no desde una actividad por cuenta propia, sino incluso desde las pocas labores estatales que vinculan el salario con el rendimiento, o simplemente “luchando” –o sea robando a manos llenas; que ya va siendo hora de que se termine con esta denigrante situación, pues si existe hoy en Cuba un sector que está en condiciones de aumentar sustancialmente el salario de sus trabajadores –aquí no hablo de los ridículos 2 pesos por hora nocturna– ese es de la salud pública. Todo esto lo dije, hace un par de semanas, cuando pude hablar.

 

¿Mi propuesta concreta? Salario básico mensual del recién graduado 800 pesos, que podría ir incrementándose escalonadamente a razón de 150 pesos cada dos años, por ejemplo, hasta llegar a 1.500 pesos al cabo de ocho o diez años de graduado; 100 pesos por cada guardia médica en policlínicos y postas médicas de atención primaria, y entre 150 y 200 pesos en los hospitales terminales dependiendo de la carga de trabajo asumida por cada especialidad; nunca menos de 5 pesos la hora de nocturnidad; 200 pesos por riesgo biológico; 200 por los cargos administrativos y docentes –que pudiera ser mayor en caso de cargos provinciales o ministeriales; 250 pesos por las maestrías debidamente avaladas y 500 pesos por cada especialidad terminada; finalmente sería justo que se pagara la antigüedad pasados quince años de trabajo a razón de 100 pesos cada cinco años (100 los primeros 15 años, 200 a los 20 años, 300 a los 25 años y así sucesivamente) y por último una jubilación que no obligue a alguien que sirvió a su pueblo durante décadas a vivir poco menos que como un mendicante.

 

Por supuesto, este es mi modesto punto de vista, lanzado al éter desde la perspectiva del doliente, ni remotamente desde la del avezado economista. Pero algo me convence de que un sector generador de tanto dinero puede enfrentarlo así holgadamente. Ya lanzaron una tímida seña con el deporte, entonces ¿por qué no con el sector que genera semejante riqueza –que ofrece suficientes garantías de que lo seguirá haciendo– y que es enarbolado al mundo como carta de triunfo? Quienes tomen estas decisiones deben tener muy en cuenta que se trata de un profesional que sabe bien que, caso de aprobarse un salario mensual como este (hablo de unos 150 USD), no sería más de lo que ganaría en el extranjero por varias horas de trabajo bajo circunstancias cualitativamente bien diferentes y a pesar de lo cual –me aventuro a asegurarlo– en la mayoría de los casos no aspira a abandonar definitivamente su país. A ver si no vuelven a caer en saco roto las palabras pronunciadas en asambleas como aquella a lo largo de este país. A ver si sirve de algo esta botella lanzada al mar, estas locas palabras lanzadas al viento.

 

1 USD = 25 pesos

 

* El autor es médico

 

 

Universitarios: la frustración aumenta

Víctor Ariel González

17 de octubre de 2013

 

Sin perspectivas profesionales, un gran porciento de los graduados busca emigrar o dedicarse a labores ajenas a sus estudios

 

Los universitarios cubanos forman una comunidad capaz de captar la realidad de forma brutal: reciben conocimientos útiles de la experiencia universal y les enseñan, teóricamente, cómo hacer las cosas “bien”, para luego tener que lidiar con un día a día muy distinto de sus libros de texto. Ese contraste entre el aula y la calle alcanza un punto crítico al llegar la graduación y, con ella, la vida laboral.

 

En un país lleno de miseria, corrupción y dejadez, ser graduado universitario es bien complicado para aquellos que estén comprometidos con su carrera o se aferren a la imagen del creador honesto que triunfa solo por su talento, sin tener que comulgar con la política.

 

Se hace más difícil aún cuando el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), dictamina el destino de los jóvenes profesionales pasando por encima de los intereses de estos. La Ley del Servicio Social de 1973 obliga a trabajar a los egresados de cursos diurnos en donde el “gobierno revolucionario” estime conveniente, para pagar al Estado una educación que constitucionalmente se decía gratuita. Es común que en este período el perfil ocupacional impuesto aleje al individuo de su verdadera vocación.

 

Que este fenómeno continúe en tiempos donde se están haciendo recortes de empleo resulta incoherente. El Gobierno desinfla plantillas pero todavía se quiere conservar para los egresados la imagen del “Estado que ampara”.

 

Decía un burócrata en una facultad, durante una charla sobre ubicación laboral: “Ustedes tienen la suerte de vivir en un país en donde se les garantiza trabajo cuando terminan el pregrado”.

 

Esto es otro timo oficialista. Lo único que está garantizado es que, si el recién graduado no hace lo que el MTSS dispone, de nada va a servir que el infeliz se haya quemado las pestañas, pues su diploma será inhabilitado y no podrá ejercer su profesión. Ante esto, lo más prudente es tomar la dichosa asignación de empleo (una boleta que parece una citación policial) y pasar los próximos dos o tres años en un sitio donde quizás ni siquiera lo necesitaban.

 

“Aquí no estoy haciendo nada”, relata un antiguo estudiante al hablar del lugar en que “trabaja” hoy, a un año de graduado. Otro dice: “Llego temprano, hago un par de tareas sencillas y me pongo a leer hasta que me voy. No prestan atención a las ideas que uno trae”. Y más allá de lo flaco del salario —un factor muy negativo, sin duda—, muchos no están aprendiendo en lo absoluto o están incorporando prácticas nocivas a la profesión, dado que la ética es asignatura olvidada e impera la filosofía de “producir y entregar” por encima de la calidad y la innovación.

 

La mayoría se resigna a esperar a que termine un Servicio Social que no presta servicio alguno para tomar otros derroteros, o ya están contagiados con el deseo de la emigración, la epidemia más extendida entre los cubanos en estos tiempos del cólera.

 

Y estos son solamente los que consiguen su título; porque existe un por ciento nada despreciable de jóvenes que no llegan al final de sus estudios universitarios justamente por irse del país. Este fenómeno es más abundante en el penúltimo año académico cuando, ante la perspectiva de una profesión ingrata y contando con la ayuda de familiares en el exterior, algunos se dan de baja con muchas asignaturas de especialidad ya vencidas. Con parte del camino trillado, la intención es continuar los estudios en el extranjero.

 

En definitiva, se trata de jóvenes sobre los que gravitan décadas de crisis y que ven el fin de sus problemas en un boleto de avión hacia lo desconocido.

 

Las cifras hablan por sí solas. Decenas de miles son los cubanos que emigran anualmente. Entre ellos los hay universitarios llenos de ideas, de herramientas del conocimiento y también de frustración por no poder ejercer cabalmente su profesión en su propia tierra. Poco o nada tiene esta Isla para ofrecerles.

 


Cuba: ¿el ocaso de las mulas?

Leonardo Padura

16 de octubre de 2013

 

Una pantalla de televisión muestra por el canal de circuito cerrado de la terminal 3 del aeropuerto internacional José Martí de La Habana una escena paradisíaca de algún remanso de la isla, acompañada por un cartel que advierte: “La primera imagen de Cuba”.

 

Pero lo cierto es que para poder ver si quiera el exterior siempre en tinieblas (si es de noche, por supuesto) y caluroso (sobre todo en verano) de la terminal aérea, el recién llegado debe atravesar tres férreos controles (migratorio el primero, aduanales los otros dos) que no resultan precisamente edénicos, y que sirven para advertirle al visitante recién llegado y para recordarle al que regresa a su país de nacimiento (y a veces hasta de residencia) que ha arribado a un sitio donde siempre debe responder preguntas, por más en regla que estén sus documentos y pertenencias: ¿de dónde viene?, ¿en qué vuelo? ¿dónde se va a alojar? ¿lo que trae en el bolso es un equipo de audio para automóvil? ¿cuántas maletas son suyas? ¿trae alimentos? ¿viaja en misión oficial? ¿ya hizo otra importación este año?… entre otras interrogaciones posibles.

 

Túnel de preguntas y controles

 

De todas esas preguntas y de las respuestas que pueda dar el viajero, depende (sumado al trámite del escaneo de las maletas antes de ser puestas en las cintas de recogida) el tiempo que transcurrirá entre el aterrizaje y esa primera visión del mundo exterior cubano, con sus oscuridades, calores y abarrotamientos. Cualquier cubano (residente o no) que haya pasado por un aeropuerto patrio tiene una historia que contar sobre su tránsito por ese túnel de preguntas y controles. La historia de algunos incluye el tiempo (tres, cinco, siete horas) que le llevó atravesarlo, digamos, porque un e-book (lector de textos) pudo ser considerado una laptop, en los tiempos no lejanos en que no se podían entrar impunemente esos objetos a la isla o porque determinado objeto incluido en el equipaje parecía un chorizo, el más peligroso de los productos que los cubanos insisten en traer a casa, a juzgar por la fijación que sobre él existe…

 

¿Cómo es posible -me pregunto y nos preguntamos miles de cubanos afortunados que hemos vivido esa experiencia de pasar bajo el lema de “La primera imagen de Cuba”- que existiendo esos férreos controles y tan gravosas regulaciones aduanales pueda haber personas que se dediquen profesionalmente a importar, en condición de viajeros, productos industriales por los aeropuertos cubanos? ¿Cómo puede ser rentable el negocio de la venta de ropas, zapatos y otros artefactos diversos (plomería, electricidad, etc.) haya florecido hasta el punto de que se ha tenido que decretar su ilegalidad en los puntos de venta de los cuentapropistas amparados en ciertas licencias pues esos importadores y vendedores le hacen la competencia al mismísimo Estado?

 

Como bien se sabe, todo cubano residente en el exterior debe pagar en divisas el precio de sus importaciones que no sean estimadas como objetos de uso personal o sobrepasen los 30 kilogramos libres de impuestos. Como también sabemos los que vivimos en la isla y viajamos al exterior, solo una vez al año el residente cubano tiene derecho a importar productos que no sean de uso personal y pagar en pesos cubanos, pues en las siguientes ocasiones debe hacerlo en moneda fuerte y al final pagar casi el doble del valor del producto importado.

 

La fruta y el árbol

 

Esa regulación aduanal, creada con el fin específico de evitar o desestimular la entrada al país de mercancías que luego serían vendidas en los negocios de los cuentapropistas, al parecer (es mi experiencia personal) solo afectó de modo patente a los cubanos que viajamos con cierta regularidad, los que no nos dedicamos a esos negocios y debemos tener cuidado con el peso de nuestros equipajes, aunque lo importado sean libros (para trabajar o simplemente leer…). Y digo al parecer porque la nueva disposición gubernamental anunciada a principios del mes de octubre prohíbe, de modo terminante, la venta de productos textiles o industriales importados que hoy son vendidos en centenares de puestos, tendederas, ferreterías improvisadas o hasta “atelieres” exclusivos de cuentapropistas. Es decir: se arranca la fruta porque el árbol que las produce siguió creciendo y pariendo a pesar de las restricciones aduanales que debieron secarlo en su raíz… Y vuelvo a preguntarme: pagando las tarifas existentes para la importación de esos productos, más el propio precio de los productos, los billetes aéreos, los impuestos cubanos y todo lo demás, ¿seguía siendo rentable el negocio de las llamadas “mulas” y sus receptores como para que llegara a ser ventajoso, incluso competitivo respecto a todo un Estado centralizado como el cubano?

 

El problema de esa competencia seguramente será resuelto, al menos del modo visible y extendido que existe hoy. El peso de la ley cerrará las puertas de los puntos de venta establecidos (pues ya han cerrado algunos). Pero la solución siempre genera un nuevo problema -como bien sabemos los cubanos, y mucho más, en un caso como este, los cubanos que no viajan-, que en este caso afectará al ciudadano que por diversas razones prefería acudir a estos negocios privados antes que a las tiendas recaudadoras de divisa del Estado.

 

El gran perdedor en este juego comercial va a ser, entonces, ese cubano de a pie que encontraba en los distintos puntos de venta desde la ropa de moda hasta la sifa del lavamanos que no aparecen en las shopings, o que optaba por comprársela al cuentapropista porque le daba mejor precio y calidad. O perderá, al menos, la posibilidad de escoger con libertad, cuando los implicados en todos los puntos de esta cadena encuentren la alternativa para sostener su negocio, tal vez con más riesgos, pero con iguales o mayores beneficios: el mercado negro. Esa alternativa para solucionar un problema también la conocemos la inmensa mayoría de los cubanos, los que viajan y los que no…

 

 

Aprender a bailar o morir en la pista

Yusimí Rodríguez López

16 de octubre de 2013

 

‘Melaza’, del joven director Carlos Lechuga, nos muestra qué malabarismo nos sostiene en pie, y de paso también sostiene a la patria, la ‘revolución’ y el ‘socialismo’.

 

La melaza, llamada también miel de caña, es un producto líquido y espeso derivado de la caña de azúcar. Melaza es además el título de la opera prima del joven director cubano Carlos Lechuga, un filme exhibido durante el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de 2012, y que casi un año después regresa a las salas del país. Con las credenciales de haber ganado varios premios, la cinta fue presentada el jueves 3 de octubre en la Sala 1 del Multicine Infanta.

 

Melaza es también el nombre de un central azucarero “temporalmente” cerrado, y del pueblo construido su alrededor. Allí transcurre la vida de Mónica (Yuliet Cruz) y Aldo (Armando Miguel Gómez) junto a la madre inválida de ella y la hija, de ella también.

 

El filme arranca con imágenes contundentes, que parecen demostrar aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”: la prensa nacional arrojada desde una avioneta, el central abandonado, la pareja protagónica haciendo el amor en el central, sobre un colchón que guardan allí para ese menester.

 

Puede parecer terrible —puede incluso traer a la mente el documental De-Moler, que también mostraba el efecto del cierre de un central azucarero sobre los habitantes del batey— y resulta demoledor.

 

Pero la melaza es un producto dulce, parecido en su aspecto a la miel. Así, como se parece la melaza a la miel, la vida del pueblo tras el cierre del central se parece, o lucha por parecerse, a lo que era antes. El cierre no impide a Mónica levantarse cada mañana, ataviarse con su uniforme de trabajo y atravesar el trillo del cañaveral con sus zapatos de tacón para llegar al central, abrirlo, marcar su hora de entrada, comprobar el funcionamiento de las máquinas para reportarlo, e incluso mantener actualizado el mural con las efemérides.

 

Así, el hecho de que no haya agua en la piscina de la escuela donde Aldo es maestro, no le impide dar clases de natación a sus alumnos de primaria. Que no se vislumbre ninguna guerra en el panorama tampoco impide que los alumnos reciban su preparación militar. Que no haya restaurantes en el pueblo, o que la familia no pueda costearlos si los hay, no les impide comer fuera. La familia coge un mantel, pozuelos plásticos, cubiertos, y hacen un picnic en un descampado.

 

La imagen es casi idílica, alguien dentro del cine ya estaba diciendo que la familia por lo menos hacía picnics, cuando suena un reloj despertador en la escena, y demuestra que la vista engaña. “Ya podemos volver”, dice Mónica. Entonces el espectador descubre que la familia come fuera porque alquila la casa por horas a parejas que van tener sexo. El denominador común de esas parejas es una amiga de Mónica que no alcanza la categoría de jinetera porque allí no hay extranjeros, así es que solo se puede describir como “la putica del pueblo”.

 

Cuando Mónica anuncia que su amiga regresará la semana siguiente para alquilarse con otro hombre, Aldo se alegra. No hay nada irónico en esa alegría; no es un chiste del director. Es parte de nuestra vida cotidiana. Los cubanos hemos ido despojándonos de prejuicios y moralismos hipócritas, sobre todo a fuerza de necesidad. Y puede parecer precaria la existencia de estos personajes pero no: esta es la parte donde la vida les sonríe y son felices. Tienen sus empleos útiles a la sociedad, por los que reciben un salario, tienen esa otra fuente de ingresos, útil para ellos y su familia, y hacen el amor, cuando toca, sobre el colchón que guardan en el central, porque en la casa no disfrutan de la privacidad necesaria. Eso puede ser una vida feliz. Lo duro comienza cuando la policía descubre que están alquilando de forma ilegal, sin tener licencia, y les pone una multa que ni con sus dos salarios juntos, cohibiéndose de comer, pueden pagar. El plazo para pagarla es un mes.

 

Medios hay para reunir el dinero: impartir clases de inglés particulares a los mismos alumnos de la escuela, vender buñuelos en el pueblo. Actividades para las que tampoco tienen licencia, que podrían costarles otra multa, aunque en realidad no son delitos. Delito es lo que están dispuestos a cometer cuando nada más da resultado.

 

Pero no es para reírse. No hay nada risible en esta historia, si acaso, la sonrisa amarga que no podemos evitar al mirarnos en un espejo: esa persona jodida, desconcertada, exprimida, somos nosotros. El hecho de que Melaza transcurra fuera de La Habana no nos aleja a muchos de ella un solo centímetro. En la capital también se vive buscando la forma de delinquir, aunque delinquir es una palabra desagradable que lastima el oído. La palabra delito ha ido perdiendo terreno en nuestro vocabulario. En la mayoría de los casos no se habla de delito sino de “lucha”, de “búsqueda”, de “vivir y dejar vivir”.

 

Cada vez que nuestras autoridades anuncian una nueva ola de lucha contra las ilegalidades, la gente tiembla. Todos. Cualquiera que tenga un niño demasiado grande para recibir leche por la libreta de abastecimiento, pero demasiado chiquito para comprender que ya no le toca leche por la libreta, tiene que recurrir a la bolsa negra. Por cara que se consiga ahí la leche, siempre será más barato que comprarla en CUCs. Cualquiera prefiere pagar veinte o incluso veinticinco pesos por una libra de aceite en la bolsa negra, que un CUC con diez centavos en la tienda. La diferencia no parece muy grande, excepto si lo que quieres comprar es media libra, o un cuarto de libra. Una de las ventajas de la bolsa negra es que puedes comprar hasta donde te alcance el dinero.

 

La bolsa negra nos es tan necesaria como las jabitas de nylon (que también hemos comprado en la bolsa negra cuando el Estado no tiene). Cualquiera que quiera comer carne de res, y no pueda pagarla en CUCs, trata de conseguirla en la bolsa negra, y sabe que depende de que se cometa un delito, que alguien sacrifique una vaca ilegalmente, o se robe la carne de un frigorífico.

 

Nosotros, la patria, la revolución, el socialismo

 

Siete años atrás, escribí un cuento que me valió un premio y la baja de mi centro laboral por pérdida de la idoneidad. Uno de mis personajes vendía recogedores por la calle; en un solar, tuvo que apurar a un cliente para que le pagara. El cliente le gritó “hubieras estudiado para que no tuvieras que estar vendiendo recogedores”. Mi personaje era graduado de periodismo.

 

Esta historia es real. Nuestra realidad es más contradictoria que cualquier ficción. Muchos directores de cine recurren a esa realidad para contar sus ficciones. Lechuga se las arregla para que la suya no termine siendo una caricatura grotesca y poco creíble de nuestra realidad. Lo logra con un guión certero, imágenes eficaces, que no requieren de chistes baratos. Pero lo logra también gracias a las interpretaciones de Yuliet Cruz y Armando Miguel, absolutamente sinceras, desprovistas de estereotipos. Solo así es posible que el espectador se conecte con el drama que sucede en pantalla.

 

La banda sonora de las vicisitudes de esta pareja es una voz que, desde un camión y a través de un altoparlante, convoca a los pobladores “azucareros todos” (aunque el central ya amenaza con no volver a abrir) a un acto para, ante las nuevas medidas anunciadas por el imperialismo, “defender cómo vivimos aquí”.

 

La película avanza y ante ese retrato, no exento de belleza, pero crudo, de nuestra realidad, es casi inevitable preguntarse qué malabarismo sostiene lo que a cada segundo demuestra ser insostenible.

 

Para un grupo de espectadores podrá resultar desalentador que nuestros “héroes” se revuelquen en la mierda. Si al principio no estaban “en nada”, como intenta decirle Aldo al policía, terminan por estar en todo y dispuestos a todo. Pero hay momentos en que el moralismo es un estorbo y la película nos muestra uno.  Mónica lo deja claro: “Aquí o aprendes a bailar, o te mueres en la pista”. Y si algo supone que los cubanos llevamos en la sangre es música, que sabemos bailar o aprendemos rápido. Si en algún lugar no debemos morir es en la pista.

 

La solución para Mónica y Aldo se veía venir. Pero lo importante no es la solución sino como se llega a ella, como se asume. Y como se vive después. Cuando su familia tiene el agua justo debajo de la nariz, y no es agua imaginaria como la de la piscina de la escuela, y usted no puede sacarla a flote, y la solución de su mujer es dejarse meter mano por un tipo…; perdón, exigirle al tipo casi a punta de pistola que le meta mano, usted puede, como el macho que es, mandarla al carajo, recoger sus cosas y largarse. O puede tragar en seco, lavarle la espalda a su mujer y tratar de pasar la página.

 

La película no podía terminar sin el acto de reafirmación revolucionaria, para defender “cómo vivimos aquí”. Los protagonistas lo miran a distancia, sin entender mucho aquello. Es difícil entenderlo después de lo que acaban de pasar. Pero, poco a poco, se integran, y cuando la gente empieza a saltar, les toma su tiempo, aún están confundidos como quien se recupera de un nocáut, pero saltan y se dejan contagiar por eso que se parece a la alegría, más o menos como la melaza se parece a la miel, aunque es más espesa y oscura, casi negra. Hasta la putica del pueblo salta.

 

Ese fue el momento del filme que me hizo reír. Ahí está la respuesta la pregunta: ¿Qué malabarismo sostiene lo que a cada segundo demuestra ser insostenible? Nosotros lo sostenemos. Nosotros somos los malabaristas. Terminamos perdiendo los escrúpulos en aras de mantenernos al borde de la supervivencia, de salvar no la patria, “la revolución” y “el socialismo”, como era consigna en los noventa, sino a nosotros mismos y a quienes nos duelen. Pero cuando vemos que, al menos por algún tiempo, podremos respirar, saltamos y bailamos al ritmo de la música que nos toquen. Y de paso, mantenemos a flote también (las palabras) patria, revolución y socialismo.

 

 

La falacia de las estadísticas

Verónica Vega

10 de octubre de 2013

 

Contaminación ambiental, malnutrición, violencia doméstica… Las estadísticas en Cuba no recogen índices esenciales. Las autoridades las falsean a conveniencia

 

Estando en Francia en el 2011, un profesor que parecía conocer mi país más que una nativa, me hizo esta interesante pregunta: “¿Has conocido a alguien en Cuba que haya muerto de hambre?”

 

Tuve que confesar que no. Pero, ¿pueden solo las cifras expresar la vida?

 

Que la inmensa mayoría de los cubanos no pueda aspirar más que a mantener un cuerpo, aunque se haya apagado la maquinaria de los sueños, para muchos (que no viven aquí), no invalida la utopía socialista.

 

No es un secreto que los números oficiales pueden ser escondidos, alterados, sustraerse al escrutinio y a los cálculos.

 

Sin acceso a registros médicos, por ejemplo, cómo rastrear los estragos del Período Especial, sus secuelas de neuropatía o neuritis óptica por falta de vitaminas. Se afirma que ha ido decreciendo la estatura promedio del cubano y esto es visible en los que ingresan a la secundaria: adolescentes cada vez menos desarrollados.

 

Una persona que trabaja en el hospital Maternidad Obrera de la capital aseguró que nunca había visto tantos niños nacidos con peso insuficiente, también que muchas jóvenes madres están malnutridas y no son pocas adolescentes se ven impedidas a abortar por anemia, pero, ¿cómo acceder a esos datos? Si es que se registran…

 

Según el testimonio de una abogada en el Tribunal Popular Provincial de La Habana no se archivan los índices de violencia doméstica. Este detalle se pierde en la generalidad de “lesiones”, donde si acaso se notará el auge de la criminalidad.

 

Como es de esperar, el racismo tampoco tiene números suficientes para ser tomado en serio.

 

Aquel francés (que jamás había estado en Cuba), aseguró que no tenemos contaminación. Los ríos y arroyos de La Habana, plagados de bolsas de nailon y otras inmundicias, tan negros que no reflejan el cielo, no merecen estar dentro de los datos por los que él se rige.

 

Nóminas que tampoco mencionan a los indigentes, los ancianos que reemplazan el descanso soñado con nuevos empleos o la paciente venta de baratijas. Niñas que ponen fecha de caducidad a su inocencia. Padres que aceleran el término del plazo.  

 

Cómo convencerlo de lo que está detrás de las cifras de médicos graduados. Tendría él que vivir en carne propia las deficiencias del servicio de salud, la escasez de medicinas, la endeble ética de muchos que engrosan esas deslumbrantes filas de uniformes blancos.

 

Cómo explicar con simples números los estragos que ha producido la “educación”, desastre moral que ahora se intenta combatir con spots televisivos demasiado cándidos para la ferocidad de esas generaciones cuya premisa recuerda un eslogan comercial que se usó hace unos años: “Lo mío primero”.

 

En la residencia de Alamar donde se hospedaban los aspirantes a PGI (Profesor General Integral) se detectaron casos con retraso mental, trastornos de dicción y esquizofrenia. A pesar de ello, ningún joven fue descartado, y salieron de ahí como maestros de secundaria.

 

Pero lo peor, lo más intangible, es la incapacidad de pensar, de discernir, que se fomenta desde edades tempranas en los centros de enseñanza, donde la historia de Cuba (reinventada) está convoyada con adjetivos inalterables que los benjamines recitan como versos, mientras héroes y mártires vigilan su obediencia desde bustos y retratos. Donde consignas escritas o habladas dictan férreas directrices al pensamiento.

 

¿Cómo se registrarían las víctimas convencidas de ese fundamentalismo político, que no salen en misiones suicidas para imponer su fe, sino en mítines de repudio a hostigar y hasta linchar si es preciso, a los herejes?

 

Sería casi imposible rastrear el mal hasta el fondo. Por los muchos que emigraron, por los que perecieron por el camino, por los que eligieron el inxilio, callando y asintiendo con ojos bajos, por los que terminaron en las cárceles o en los manicomios. O por los que terminaron olvidando qué eran, encartonados en el personaje oficialista que les da sustento.     

 

En la rigidez de las cifras la vida queda atrapada, estancada. Especialmente el drama individual, que tendría que reproducirse hasta volverse masivo para despertar el interés de los flemáticos estadistas.

 

 

Vivienda en Cuba: un problema aún sin solución

Fernando Ravsberg

7 de octubre de 2013

 

“Nadie de Vivienda ha venido a saber cómo quedo la obra”, “en 10 años es la primera vez que los periodistas se ocupan de los albergados”, “hace 3 meses que terminaron la obra y todavía no tenemos agua”,  “todo ha sido cuento y mentiras”, “vamos a vivir como sardinas”

 

Las albergadas de “La Granjita”, son amas de casa, jubiladas, maestras, estudiantes, trabajadoras de la salud o traductoras de idiomas. Viven con sus familias en un antiguo hotel de parejas y se quejan de la escasa atención que reciben de la Dirección de la Vivienda.

 

El gobierno reconoció que el déficit nacional de viviendas es de 600 mil e informó que construirá apartamentos para los albergados, solo en La Habana harían falta 28 mil para todos los que han perdido sus casas y viven en locales provisionales, seguros pero mínimos.

 

En “La Granjita” ya empezaron las obras pero los beneficiarios se quejan de que los trabajos quedan mal hechos, se roban los materiales, construyen habitaciones sin ventilación, apartamentos sin conexión de agua y se filtran los techos cuando llueve.

 

“Una vivienda adecuada”

 

“A mí se me quemó la casa y nos quedamos en la calle, sobrevivimos gracias a los vecinos que nos dejaban cocinar y bañarnos”, nos cuenta Yoanka Penda y agrega “fue muy duro porque yo tenía 13 años y era madre de un niño pequeño”.

 

La vida fue difícil para ella, después del incendio levantó un rancho de tablas y “el huracán Michel me lo destruyó”. Cuando su hijo se hizo un adolescente se pasó todo el preuniversitario sin salir de la beca los fines de semana porque no tenía donde ir.

 

Le dieron un cuarto de La Granjita hace 10 años y en junio le entregaron un apartamento de 2 dormitorios pero “todavía no tenemos agua, las puertas se están despegando, los techos se filtran, no tengo ventilación y dicen que es una vivienda adecuada”.

 

Asegura la mujer que “tenemos una brigada trabajando y nadie de la (Dirección de la) Vivienda viene a ver cómo van las obras. Por eso nunca quedan bien, las brigadas dejan los trabajos por la mitad y se desaparecen los materiales”.

 

La Dirección Vivienda: “cuentos y mentiras”

 

María del Carmen Linares, es la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Nos cuenta que en La Granjita viven unas 90 personas de 14 núcleos familiares. A pesar de su cargo se muestra irritada con las autoridades de la Vivienda.

 

“Aquí no hay agua, entra un chorrito, no tenemos cisterna ni tanques ni motor. La gente de la Vivienda en cada reunión dice que va a arreglar el problema pero después todo sigue igual, nada se ha hecho, todo ha sido cuento y mentiras”.

 

Con Vivienda acordamos que se construirían “14 apartamentos de 1, 2 y 3 cuartos pero ahora quieren hacer 17 de 2 cuartos y nosotros creemos que si hay núcleos de 8 personas no se les puede dar solo eso porque vamos a vivir como sardinas”.

 

“No hay a quien dirigirnos ni tenemos ningún control sobre los materiales de construcción”, dice y agrega que “nadie de Vivienda viene aquí para nada. La administradora estuvo julio y agosto de licencia y ahora en septiembre tiene vacaciones”.

 

Pan y agua con azúcar

 

Jaqueline Marcos Oviedo, es maestra y lleva ya 3 años en el albergue pero está sin la libreta de alimentos subvencionados porque “cada vez que voy a ver a Juan Alberto Nachi nunca se encuentra y ningún jefe de Vivienda del Cerro sabe su paradero”.

 

“Todas las semanas dejo de dar clases para buscarlo porque necesito mi libreta para sacar los alimentos. Por eso a veces me toca desayunar un pan solo y agua con azúcar” y agrega que “cocino con una balita de gas que me prestan los vecinos o traigo la comida de la escuela para mis hijos”.

 

Marieta Santana tiene 23 años y es graduada en la Universidad de inglés y francés, para ella “fue un trauma venir a un albergue dejando mi barrio, mis vecinos y mis amigos”. Se queja porque la falta de transporte le impide salir, “lo único que he aprendido aquí es a estar dentro de mi casa”.

 

Ella cree que “La Granjita” podría mejorar pero no solo ampliando los apartamentos, “es necesario asfaltar porque esto está lleno de hierbas que solo trae ranas, ratas, mosquitos y cucarachas. Cuando llueve se convierte en un pantano y no hay quien entre”.

 

“Es un desorden”

 

Dulce María Pérez es una jubilada que trabajó 34 años como proyectista, ahora lleva 10 en el albergue, sin esperanzas de recibir un apartamento porque cambiaron el proyecto, ya no está previsto hacerlos de 1 cuarto y ella es una mujer sola.

 

Nos explica que “esto no avanza porque es construye y luego se destruye lo hecho” por falta de planificación. “Lo primero sería hacer un buen proyecto pero aquí empezaron la construcción sin una idea general para los albañales, para la luz o para el agua”.

 

“Lo que hacen es un desorden pero no me preocupa porque yo he podido vivir aquí sin fregadero, sin lavadero, sin lavamanos, fregando y botando el agua para la calle. Yo estoy infartada 2 veces desde que llegue aquí y no voy a coger más lucha”.

 

En “La Granjita” están felices de que al fin la prensa cubana se acuerde de ellos y el gobierno se decida a construirles viviendas. Dulce nos dice que “lo bueno que tiene esto es lo mal que se está poniendo porque hasta que las cosas no revientan no se hace nada”.

 

 

Nos quedamos sin médicos

Leonardo Calvo Cárdenas

4 de octubre de 2013

 

Por estos días se ha encendido la polémica a causa del nuevo contingente de médicos que el gobierno cubano ha exportado a Brasil, a partir de un contrato con las autoridades del gigante suramericano, avalado por la Organización Panamericana de la Salud, OPS. Cuatro mil galenos de la mayor de las Antillas han arribado a Brasil para trabajar en distintas localidades, con el objetivo de atenuar el déficit de profesionales que padece el sistema brasileño de atención médica.

 

Este nuevo contingente se agrega a las decenas de miles de médicos cubanos diseminadas por el mundo ―veinticinco mil tan solo en Venezuela.  En medio del colapso económico que vive la Isla, se han convertido en una de las principales fuentes de ingresos para el gobierno de La Habana. Por su parte, los profesionales y técnicos de la salud cubanos ven estas salidas como la única posibilidad de dejar atrás por un tiempo las pésimas condiciones de trabajo y la bajísima remuneración que deben enfrentar en nuestros derruidos y desabastecidos hospitales, aunque eso signifique apartarse de familias y pacientes.

 

Impacto mediático han generado las múltiples imputaciones y críticas por parte de sectores profesionales brasileños que cuestionan la manipulación de que son víctimas y la injerencia en su espacio laboral, amén de la supuesta incapacidad profesional que se imputa a los médicos que llegan de la Isla.

 

El gobierno de Brasil pagará a las autoridades cubanas por esta mano de obra especializada y los médicos cubanos recibirán una ínfima parte de esos pagos, que constituye mucho más de lo que ganan trabajando en Cuba. Lamentablemente, el gobierno cubano alquila los médicos como si fueran siervos o equipos pesados y de paso alimenta su imagen de paladín de la solidaridad y la cooperación sur-sur.

 

Más allá de los conflictos éticos o profesionales que genera todo esto, sería pertinente analizar las consecuencias que para el pueblo cubano y del sistema de salud de la Isla reviste el convenio.

 

En primer lugar, debemos imaginar lo que significa extraer treinta mil médicos y un número considerable de enfermeros y técnicos al sistema de salud nacional, una simple operación aritmética nos daría la visión de cuántos profesionales y técnicos han sido sustraídos de los 169 municipios del país. Solo con esta última “escalada solidaria”, cada municipio de la Isla pierde veintitrés galenos.

 

Las consecuencias de este lucrativo desenfreno solidario la sufren los pacientes cubanos que deben esperar mucho tiempo por un turno de consulta especializada o por una intervención quirúrgica. Durante los primeros años de la colaboración médica con la Venezuela chavista, las clínicas estomatológicas de varias localidades del interior del país fueron prácticamente mudadas a los cerros y poblados del nuevo aliado suramericano. En el cotizado sistema de atención primaria, los pacientes atraviesan enormes dificultades para ser oportunamente atendidos. Para paliar la ausencia de los médicos exportados en los últimos años, las autoridades cubanas han insertado en las estructuras de salud a una cantidad considerable de médicos latinoamericanos recién graduados que en muchos casos no cuentan con la experiencia necesaria para cubrir los espacios facultativos vacantes.

 

Mientras el gobierno cubano construye decenas de modernos hospitales en pequeñas poblaciones de Bolivia, son muchos los municipios y localidades de aquí que carecen de instalaciones y coberturas adecuadas de salud. Muchos cubanos deben sortear las carencias y dificultades que imponen los problemas de transporte y comunicación para buscar en las ciudades la atención médica especializada que requieren.

 

Baste el ejemplo del municipio Güira de Melena, donde eventualmente he residido, con una población de más de treinta y cinco mil habitantes: carece de hospital y debe compartir con varios municipios el centro asistencial de otro distante casi diez kilómetros. En el barrio capitalino donde resido, actualmente no contamos siquiera con un Policlínico y son varias las noches que pasamos en total desamparo.

 

Los médicos, enfermeros y técnicos que quedan en la retaguardia de esa “solidaridad”, que rinde tan buenos dividendos a los gobernantes (éstos disfrutan de exclusivos, modernos y lujosos centros asistenciales), deben enfrentar la sobrecarga de trabajo en pésimas condiciones y reafirmándose como los galenos peor pagados del planeta.

 

Los gobernantes cubanos continuaran exportando a las personas como lucrativo banderín de su altruismo interesado, sin reparar en que su “dádiva” genere polémica o gratitud. Los trabajadores de la salud seguirán enfrentando las enormes dificultades y traumas de su labor cotidiana con la esperanza de ser exportados a algún lugar donde su trabajo sea mejor valorado y remunerado, mientras los pacientes cubanos llevaran la peor parte de este sistema que parece ser la cosa gratis más cara de la historia.

 

montesinos3788@gmail.com

 


La tierra de promisión se agota

Alberto Méndez Castelló

4 de octubre de 2013

 

El Gobierno pide a los campesinos producir en suelos empobrecidos por décadas de malas prácticas. Ya en los noventa era considerado bueno solo un 15% de las tierras cubanas

 

El general Raúl Castro, en un mensaje enviado a los participantes en el recién concluido Encuentro Nacional de Productores Agropecuarios, dijo: “Urge seguir trabajando para producir en el país todos los alimentos posibles”.

 

En este nuevo empeño del régimen por ahorrar divisas sustituyendo importaciones con producciones nacionales, algo que debió hacerse siempre y pagando precios justos a los productores locales, cabe preguntarse: ¿Qué cantidad de alimentos son capaces de producir hoy, no ya los agricultores cubanos, sino los suelos de Cuba? ¿Con qué costear la regeneración del suelo agrícola cubano?

 

“Este no es un problema que afecta solamente a los cubanos, sino a toda la humanidad. Alrededor del 70% de los suelos empleados con fines agrícolas en todo el mundo están empobrecidos, ya sea por un mal manejo de la tierra o por causas naturales. Tenga en cuenta que según el Instituto para la Vigilancia Mundial, anualmente los continentes pierden unos 24.000 millones de toneladas de capa arable, y recuperarlas, de poder hacerlo, demoraría años y miles de millones en moneda dura”, dijo un ingeniero agrónomo, especialista en suelos, entrevistado a propósito de este reportaje y que solicitó permanecer en el anonimato.

 

Pero, concretamente, ¿en qué condiciones se encuentra hoy la capa cultivable de los suelos cubanos?

 

“Ya le dije, la degradación de los suelos es a escala mundial y como a otros países también nos afecta. Estudios en esta última década revelan que la mayor parte de los suelos agrícolas de Cuba están afectados por diversas causas; unos 2,5 millones de hectáreas están erosionadas; la salinidad y la sodicidad han comprometido la producción de más de un millón, y otros 2,5 millones de hectáreas se encuentran compactadas; esto, unido a un mal manejo del agua y a inadecuadas técnicas en el manejo de los suelos, lleva a la desertificación que ya asciende al 14% del territorio nacional”, dijo el especialista.

 

Este es un problema nuevo, digamos… ¿atribuible a la crisis eufemísticamente llamada “Período Especial”?

 

“De ningún modo. Ya en 1990 Juan José (Dr. Juan José Paretas Fernández) presentó un interesante trabajo en el que abordó este tema. Mire, criticamos el latifundio, el monocultivo y todo lo malo que se hacía en el campo cubano antes de 1959, pero es que después del 59 y hasta ahora mismo seguimos con igual problema. No es que los suelos de Cuba sean malos —que genéticamente no son todo lo bueno que quisiéramos—, es que no fuimos los agricultores que debimos ser, que forzosamente tenemos que ser en los suelos con que contamos si queremos alimentarnos de ellos”.

 

‘Las vacas saben más de la tierra que la gente que las ordeña’

 

Un viejo agricultor, también entrevistado para este reportaje, señalando hasta donde se perdía la vista, dijo: “Esos campos el Estado los está dando en usufructo, pero de poco sirven. Caminando descalzo sobre el suelo hasta un ciego sabe si la tierra es buena, al tacto cualquiera conoce si un terreno es fértil porque no se siente como el cemento o como la arena, sino suave y esponjoso como un estuche de seda”.

 

Y un ganadero, ya octogenario añadió: “Las vacas saben más de las plantas y de la tierra que mucha gente que las ordeña”.

 

El ingeniero les dio la razón. “Salvo honrosas excepciones en el sector estatal y en Unidades Básicas de Producción Cooperativa, solo los campesinos propietarios de tierras rotan sus cultivos sistemáticamente, y esto es una forma de proteger el suelo. En cuanto a la ganadería, no es un secreto que prácticamente todo nuestro ganado va tras la hierba como el de las tribus nómadas, en lugar de nosotros proporcionarles buenos pastos, piensos, henos, ensilajes y agua potable, así, ni la carne ni la leche son posibles”, dijo.

 

¿Cuál es la perspectiva de nuestros suelos? Se habla de escasez de fertilizantes, pero ¿pueden por sí solos los fertilizantes químicos devolver los nutrientes perdidos en nuestros campos?

 

“Los primeros estudios serios, morfológicos, de los suelos cubanos, lo realizaron los doctores Bennett y Allison. Con el resultado de sus investigaciones, en 1928 estos norteamericanos publicaron un libro, Soils of Cuba, acompañado por un mapa escala 1:800.000, muy detallado”, indicó el ingeniero. “Pero de entonces acá ha llovido mucho y millones de toneladas de la capa cultivable de nuestros suelos fueron a parar al mar. Baste decir que la mayoría de nuestros campos están siendo cultivados en el subsuelo superior, porque la capa superficial, el mantillo, ya se perdió por el manejo inapropiado de nuestra tierra”, explicó.

 

“Nacionalmente, y en valores porcentuales, allá por la década de los años noventa del pasado siglo solo el 15% de los suelos de Cuba podían catalogarse de buenos, el 24% de regular, el 47% de malos y un 14% de muy malos. Al menos a esas conclusiones llegó el Dr. Paretas Fernández atendiendo a profundidad, drenaje, salinidad, erosión, topografía, retención de la humedad, fertilización natural, acidez y endurecimiento de nuestros campos. Esto coincide más o menos con las consideraciones del Instituto de Planificación Física, que de los poco más de 6.845 millones de hectáreas de superficie agrícola consideró muy pobres el 22% y solo muy productivas el 7%. Pero, repito, esos estudios datan de finales de la década de los ochenta, fueron publicados en 1990. Hoy la situación es peor”, alertó el especialista. “Óigame, y ni los mejores fabricantes de fertilizantes del mundo se atreverían a asegurar que los químicos por sí solos son capaces de regenerar los suelos”.

 

¿Cómo producir cosechas en tierras baldías?

 

En su mensaje del pasado 14 de septiembre a los productores agropecuarios, también a propósito de sustituir importaciones de alimentos con producciones nacionales, el general Raúl Castro aseguró: “Para ello contamos con los recursos financieros requeridos, los mismos que hoy gastamos importándolos”.

 

¿Usted cree que con lo que ahora el Estado gasta por concepto de importaciones alimentarias, basta no ya para conseguir el autoabastecimiento pleno, sino al menos para alistar nuestros suelos y alcanzar los niveles productivos de los años ochenta?, preguntamos a un economista, por años dedicado a las inversiones agropecuarias.

 

“No lo creo. Nada más reacomodar la agroindustria arrocera y azucarera teniendo en mente no solo producciones costeables sino también la regeneración y conservación de los suelos, y quizás sea esto más importante que las mismas cosechas, equivale a miles de millones de dólares”, dijo.

 

“Solo un ejemplo, con los sistemas de drenaje parcelario en los cañaverales y los de riego ingeniero o de terrazas planas en los arrozales hubiéramos conseguido regenerar millones de hectáreas de suelos empobrecidos y salinos, y de paso, cosechas si no récords, sí cercanas a los estándares mundiales. Pero eso nos lo estaba pagando el campo socialista junto con el arroz y los frijoles que no producíamos aquí, y se acabó con ellos. ¿Quién lo va a pagar ahora, el Estado cubano? ¿Con qué? ¿Con la pequeña parte de las ganancias de las Tiendas Recaudadoras de Divisas y del Turismo que emplea para importar los cada vez menos productos que vende racionados?”, razonó.

 

Las interrogantes del economista, pronunciadas a modo de respuestas, resultan de una lógica imbatible: quien no tiene con qué pagar un fruto extranjero, menos ha de tener para alistar el suelo propio y levantar la propia cosecha. Ver para creer. El círculo vicioso de las promesas incumplidas sigue girando, ahora la consigna es producir cosechas en tierras baldías.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: En 1958, Cuba producía el 75% de los alimentos que consumía y era el principal abastecedor de vegetales a Estados Unidos.

En La Habana existían varios mercados que abastecían de productos agropecuarios y marinos a toda la capital. El Mercado de Cuatro Caminos, ‘La Plaza’, era el principal; también recuerdo los mercados de Guanabacoa, Carlos III, El Vedado y Marianao. Los dueños de los ‘puestos’ iban por la madrugada a los mercados a adquirir los productos, que después la mayoría de la población compraba en la esquina de donde vivía. Siendo niño, cada tres o cuatro semanas iba con mi padre al Mercado de Cuatro Caminos a comprar cangrejos moros, uno de los pocos productos que no era distribuido en el reparto La Rosalía, que era donde vivíamos.

Todo cambió cuando Fidel Castro se adueñó de Cuba.

Fidel Castro dijo el 16 de marzo de 1959:

Para el año que viene estará sembrado en la Ciénaga de Zapata todo el arroz que hoy se importa (…) pienso que es un crimen más que la Ciénaga de Zapata no hubiese sido desecada hace muchos años”.

 

http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f160359e.html

 

Afortunadamente, fracasó la desecación de la Ciénaga de Zapata, ya que la humanidad hubiese perdido el mayor humedal del Caribe y hábitat de aves que sólo se encuentran allí.

Antes de la ‘ofensiva revolucionaria’ declarada por Fidel Castro el 13 de marzo de 1968, consumíamos viandas, frutas, vegetales y pescados frescos; después desaparecieron. Un quinquenio más tarde, empezamos a consumir los insípidos vegetales y frutas importados de Bulgaria.

Hace 46 años, el 30 de octubre de 1967, en La Concepción, zona ubicada a 54 kilómetros de Bayamo (en la antigua provincia de Oriente), Fidel Castro dio inicio a las actividades de la brigada invasora de maquinarias.

http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1967/esp/f301067e.html

Fidel Castro dijo:

A nuestro juicio esta unidad de maquinaria agrícola constituye la más grande unidad de esta índole que se haya organizado en ningún país del mundo (APLAUSOS), o, al menos, no tenemos noticias de que en ningún otro sitio haya operado una unidad de semejante magnitud.

Pero la magnitud que alcanza esta brigada no obedece al deseo de ganar una especie de olimpiada internacional en cuanto a la magnitud de una organización de equipos agrícolas. No. Ha resultado ser de una formidable magnitud, pero es el resultado de una concepción nueva acerca de la forma de usar la maquinaria; es el resultado de la magnitud de los planes que nos proponemos llevar adelante; es el resultado de la necesidad de desbrozamiento de tierra que tenemos en nuestro país todavía”.

 

Según los periódicos de la época, entre 1967 y 1970 fueron arrasadas unas 180 mil hectáreas de bosques y montes. Se arrasó con una gran cantidad de árboles maderables y frutales. Los suelos y la fauna sufrieron bastante. Las ediciones de finales de 1967 del periódico Granma:

un pelotón de zapadores del ejército de Oriente ha dinamitado unos 400 árboles con el objetivo de debilitarlos para que los remolcadores de tanques encuentren menos resistencia”.

Desbrozado totalmente el espeso monte de Dormitorio, en la región del Cauto”.

 

Situaciones similares a las descritas anteriormente han sido bastante comunes en toda la geografía cubana desde hace medio siglo. Por ejemplo:

- El Cordón de La Habana: miles de hectáreas sembradas de frutas y vegetales fueron arrasadas para sembrar café en pleno llano.

- La construcción de embalses en el cauce del río Cauto  produjo la salinización de las tierras cercanas a su desembocadura y la disminución del camarón en el Golfo de Guacanayabo.

- La construcción de pedraplenes ha afectado los ecosistemas marinos.

- La matanza de aves en la Ciénaga de Birama, para consumir su carne en los carnavales de Santiago de Cuba.

- La siembra de cítricos en los humedales del sur de Isla de Pinos.

- Hace unos años un campesino de Ciego de Ávila dijo por Radio Rebelde que el combatía el marabú “echándole petroleo”. ¿Ignora que ese petróleo va a las fuentes de agua subterráneas?

- La introducción de animales que han alterado el equilibrio ecológico: paiches del Amazonas, peces carnívoros por excelencia; búfalos de agua que han destruido los manglares del sur de Ciego de Ávila; el pez claria, que camina y se come cuanto encuentra; etc.

- Desde hace unos treinta años, la bahía de La Habana se encontraba entre las más contaminadas en el mundo, a tal punto que casi no existía vida animal en ella.  Según me explicó en aquella época el capitán Eusebio Vaquero Sendín, inspector del Ministerio de Marina Mercante y Puertos, abuelo materno de mi hijo mayor, existían normas internacionales que les prohibían a los barcos limpiar sus bodegas a menos de una cantidad de millas de distancia de la costa. Sin embargo, como los barcos soviéticos se negaban a cumplir con estas normas internacionales, tampoco se les podían aplicar a los barcos de otras nacionalidades.

- Desde hace unos treinta años, el área de Infanta y Manglar es una de las más contaminadas de La Habana, según las mediciones realizadas por el Instituto de Planificación Física. Según el Ministerio de Salud Pública, los vecinos del área de Infanta y Manglar presentaban mayores índices de enfermedades respiratorias y alérgicas. Lo anterior se debe a la fábrica (antigua Sabatés, fundada en 1860) que la empresa Suchel tiene en el área, cuya chimenea carecía de los filtros imprescindibles para evitar que se contaminara la atmósfera. En casi todas las asambleas de rendición de cuentas del área de Infanta y Manglar, los vecinos protestaban por esta situación.

- En el barrio de Santos Suárez, cerca de la Vía Blanca, era común ver varias calles llenas del detergente que brotaba desde el alcantarillado, debido a la fábrica (antigua Crusellas, creada en 1863) que la empresa Suchel tiene en el área. Era común que en las asambleas de rendición de cuentas los vecinos protestaran por esta situación.

 

¿Algún cubano honesto puede extrañarse de la situación en que se encuentra Cuba?

 

 

Lo que vale un deportista

Yusimí Rodríguez López

3 de octubre de 2013

 

¿Será necesario un éxodo (más) masivo de profesionales para que el Estado decida pagarles como a los atletas?

 

Días atrás, dos hombres conversaban sobre los peloteros cubanos que han “desertado” de las filas nacionales para continuar sus carreras deportivas fuera de la Isla. Uno decía al otro: “Aquí el Estado no puede pagarles lo que ellos creen que valen”.

 

El que hablaba con tristeza es médico. Lo ha sido por más de cuarenta años. Pertenece a esa generación de quienes escalaron montañas para emular a los rebeldes que enfrentaron a Fulgencio Batista, de quienes alfabetizaron y recogieron café. Pero a diferencia de otros de esa generación, que se decepcionaron del sistema, este hombre permanece fiel a lo que aún llama “revolución”.

 

Para alguien como él resulta difícil comprender que un deportista, que debe su formación y logros al Gobierno “revolucionario”, no sea capaz de conformarse con lo que el Estado es capaz de pagarle. ¿Un deportista vale más que él, alguien que se quemó las pestañas para salvar vidas? ¿Qué derecho tiene un deportista a sentirse por encima de un trabajador de la salud o de cualquier profesión más útil que el deporte?

 

“Todo el derecho del mundo”, parece decir nuestro Gobierno, que acaba de aprobar un sistema de pagos y estímulos para los deportistas de alto rendimiento. A partir de ahora, un medallista olímpico ganará 1500 pesos en moneda nacional mensualmente, de por vida; un medallista mundial, 1300 pesos; y un ganador de medalla en Juegos Panamericanos, recibirá un salario de 1200 pesos mensuales. Por su parte, los peloteros que integren la preselección nacional y participen en la Serie Nacional de Béisbol recibirán 1000 pesos en moneda nacional.

 

Hay ahora todo un sistema de reconocimientos y estímulos monetarios en función de los resultados, que incluye a deportistas y entrenadores retirados; algo que tal vez no sea lo que —usando las palabras de nuestro médico— “ellos creen que valen”, pero por lo pronto supera por mucho lo que gana cualquier profesional cubano de otra esfera.

 

Al escuchar las palabras de este médico, cabe preguntarse cuánto vale un deportista. Nuestro Estado parece saberlo muy bien. Aunque ya la misión de los deportistas  cubanos no será demostrar la superioridad del deporte amateur sobre el profesional, sí deberán seguir poniendo en alto el deporte “revolucionario”; el deporte de una pequeña isla de 11 millones de habitantes.

 

Pero para que los logros sigan siendo del deporte “revolucionario”, todas las competencias y eventos deportivos nacionales tienen que seguir en manos del Estado, así como las academias donde se forman los atletas. De la misma forma en que se le negó al vallista Dayron Robles la posibilidad de crear su propia academia de atletismo, no se vislumbra la posibilidad futura de que un particular pueda hacerlo.

 

El Estado no renunciará al crédito por los logros de nuestro deporte, ni a conservar parte de la propiedad sobre los deportistas. Estos ya cuentan con la autorización para contratarse en ligas extranjeras, siempre que cumplan sus compromisos con los eventos nacionales, y mediante contratos que se harán a través del INDER, para que nuestros atletas no caigan “como mercancía”.

 

Varias cosas saltan a la vista al mirar las cifras que cobrarán ahora los deportistas cubanos, que no son tan altas si se tiene en cuenta que 1000 pesos equivalen a 40 CUC, pero resultan envidiables para la mayoría de los ciudadanos, que ganan menos de 20 CUC al mes: ¿Resulta que el Estado sí podía pagar a nuestros deportistas y entrenadores salarios que se acercaran un poco más a lo justo, de acuerdo con sus esfuerzos y resultados? ¿Era necesario que el país estuviera al borde de quedarse sin deportistas para que el Estado no solo soltara el dinero, sino dejara a deportistas y entrenadores el monto total de los premios en metálico que obtengan? Es vergonzoso que hasta el momento, el atleta solo recibiera el 15% y el entrenador el 4%, en los deportes individuales, y en los colectivos entre el 30% y el 50%.

 

¿Será necesario un éxodo (más) masivo de todos los profesionales del país para que el Estado decida pagarles salarios más acordes a la realidad y a sus necesidades?

 

La otra pregunta es de dónde saldrá los fondos para pagar estas cantidades de dinero a los atletas, porque el oficialista periódico Granma no lo aclaró. Muchos compatriotas no parecen preocupados al respecto. “Ahora sí va a mejorar el deporte”, “no van a poder ganarnos en la pelota”, “tú vas a ver ahora cómo se va a poner el deporte en Cuba”, son sus algunos de sus comentarios optimistas.

 

Esa parece ser otra importante misión de nuestros deportistas: darle alegría al pueblo en medio de sus adversidades; que a pesar de los salarios que no duran hasta fin de mes, de la posibilidad de quedar disponible en el trabajo, de la incertidumbre que despierta el futuro del país, cubanos y cubanas puedan sentarse frente al televisor y ser felices con las victorias de nuestros atletas. A ellos les toca no solo entretenernos, sino mantener alto nuestro orgullo nacional. Así es que para qué preguntarse de dónde saldrá el dinero.

 

En otros países, los deportistas generan millones pues la gente no solo paga por ver su desempeño en los estadios, sino por tener camisetas con el número o la imagen de sus ídolos, por usar su misma indumentaria deportiva.

 

A su regreso de México, donde jugó con los Piratas de Campeche, el pelotero de la provincia Granma Alfredo Despaigne contaba que allí los jugadores no reciben dinero solo por los juegos, sino también por concepto de publicidad.

 

En Cuba, hasta el momento no existen mecanismos que permitan a los atletas generar todo el dinero que pudieran. En las calles hay gente con camisetas de los futbolistas Messi o Andrés Iniesta, argentino uno y español el otro, pero nadie lleva una camiseta con la foto de Despaigne o de Frederich Cepeda.

 

¿Serán suficientes el cobro de las entradas a las instalaciones deportivas y los impuestos que supuestamente pagarán quienes sean contratados fuera, para pagar los salarios de deportistas y entrenadores en activo y retirados, además de los premios y estímulos anunciados por el Consejo de Ministros? ¿Tendremos publicidad y camisetas con imágenes de nuestros deportistas, como en las sociedades capitalistas? ¿O se pagará a nuestros atletas con el presupuesto estatal, que es generado por el conjunto de la población?

 

 

 

¿Comenzó “la piñata” en Cuba?

Marlene Azor Hernández

1 de octubre de 2013

 

“¿Créditos a los trabajadores?, ¡pero si esa empresa no existe para este banco estatal!”

 

Seguramente nuestros lectores conocen el proceso llamado “la piñata”. Ocurrió en la Nicaragua sandinista, una vez que perdieron las elecciones en 1990. Se trató del traspaso o la compra a precios irrisorios de propiedades estatales, —terrenos, casas, activos de empresas— directamente a nombre de la cúpula militar y civil del gobierno sandinista, una vez que perdieron las elecciones. Pasaron a ser, y de un día para el otro, de los más altos dirigentes estatales y partidarios, también del ejército, a propietarios privados de bienes estatales.

 

¿Están los militares cubanos de alto rango haciendo lo mismo? También todos conocimos en su momento en Rusia, cómo altos funcionarios de la nomenclatura compraron a precios irrisorios importantes empresas industriales “quebradas” en la nueva Rusia emergente luego de la disolución de la URSS.

 

Parece ser este el movimiento que ocurre hoy, sotto voce entre la más alta nomenclatura cubana, con la misma opacidad de los procesos similares en otros países. Por eso, el trabajo de investigación de colegas como Haroldo Dilla y Miriam Celaya se agradece por su claridad y veracidad.

 

En su reciente artículo, “La conjura de la Divina Pastora”, la periodista Miriam Celaya nos narra el proceso de cierre y traspaso del restaurante La Divina Pastora de propiedad estatal a propiedad cooperativa. En su excelente trabajo de investigación, Celaya nos informa de todos los pasos de este traspaso y al margen de los trabajadores que allí laboraban. Primero los trabajadores percibieron que iban a ser despedidos, luego los convencieron que se convertirían ellos en cooperativistas en el mismo restaurante, y luego vino la exigencia de 116.000 CUC para poder abrir la cooperativa como inversión inicial. Perteneciente al Grupo Gaviota, el restaurante no aparece como empresa realmente existente en el Banco Nacional de Cuba. Por ello, los trabajadores no pudieron pedir ningún crédito para alcanzar una suma de tal magnitud, y les dijeron, —algunos responsables de esa corporación—, que se sometía a “licitación” y que ya habían encontrado un nuevo inversionista para pagar esa suma inicial. El nuevo inversionista es un militar en activo o en retiro, pero pertenece al mismo “cuerpo” de los que controlan y dirigen el Grupo Gaviota.

 

¿De dónde sacó el nuevo inversionista ese monto de dinero? ¿De las empresas de perfeccionamiento estatal?, ¿De la herencia de una buena abuelita que reside en Kuwait? No parece ser el resultado de una herencia, así que es dinero robado a una entidad estatal. ¿Quién controla este traspaso de activos del Estado al nuevo inversor?

 

Cooperativas de “los de arriba”, cooperativas de “los de abajo”

 

Hace pocos días leía en la página web, de Cubadebate un reportaje sobre las cooperativas comerciales de productos agropecuarios de reciente creación. El reportaje no mencionaba la cadena de costos que debían pagar dichos cooperativistas para explicar el aumento de sus precios una vez puesta en marcha las cooperativas. Lo más interesante del artículo fueron los comentarios que aparecen a continuación. Leí alrededor de cincuenta comentarios y no pude continuar por falta de tiempo, pero todos iban dirigidos a pedirle al Estado que fijara los precios máximos porque con el salario estatal no podían alcanzar a consumir lo necesario para la alimentación.

 

Efectivamente, alrededor del 78 % de la población empleada, depende de los deprimidos salarios estatales, lo cual hace comprender las reacciones de los comentaristas.

 

Los cooperativistas explicaban al entrevistárseles, que ellos habían mejorado sus salarios de doscientos y pico de pesos a cuatrocientos y pico de pesos de ingresos personales al mes, y que recibían por ejemplo un producto del campesino a 3,50 pesos la libra y lo vendían en estos mercados a 5,00 pesos la libra.

 

Los comentaristas, sacaban cuentas y denunciaban un 70 % de utilidades pero efectivamente quizás un estudio de los gastos podrían reducir esas utilidades a un porciento mínimo. No estoy justificando los altos precios del mercado agropecuario para los asalariados del Estado, también comprendo la insatisfacción con los precios de las cooperativas de transporte que suben sus precios, pero el monto de lo que deben pagar mensualmente en insumos, licencias, y reparación y compra de piezas de repuesto y sin ser propietarios, explican en gran parte también, la subida de precios.

 

Mi comentario va dirigido a llamar la atención sobre una tendencia que el propio Estado impuso desde los inicios de los años 90, y es a recaudar a través de la circulación y no de la producción, grandes cantidades de dinero a partir de las remesas y de los altos impuestos (IVA) a los productos de las tiendas TRD que son el mercado imprescindible para los productos de primera necesidad en alimentación y aseo pero también siguen siendo el tipo de precios que se fijan para los insumos que deben adquirir los cuentapropistas y los cooperativistas en ausencia de mercados mayoristas reales que no existen o si se les llama así, son mercados “concentradores” pero no mayoristas porque sus precios siguen teniendo una desmesurada carga impositiva como los precios minoristas en CUC.

 

¿Dónde está ese exceso de circulante que dice el Estado existe y con lo cual pretende justificar los desmesurados impuestos sobre el consumo?

 

En realidad pasar de ganar alrededor de 250 pesos a 450 pesos, parece desmesurado, pero en el contexto cubano sigue siendo un ingreso irrisorio mensual para satisfacer la canasta básica. Pareciera, que los cálculos de los economistas asesores de la política económica están muy concentrados en los sectores de mayores ingresos y deducen de ellos la política de precios al consumidor.

 

Sin embargo me pregunto ¿Quién en Cuba puede tener el monto de 116.000 CUC para invertir, siendo cubano, si no es alguien muy bien conectado con la actual nomenclatura en el poder? Los casos de “la cuentapropista” que abre un negocio privado con un círculo infantil en las zonas más exclusivas de la ciudad, con una inversión inicial desconocida pero por la zona de residencia ya se distingue su origen, y el militar que invierte en una nueva cooperativa 116.000 CUC, efectivamente no son golondrinas que hacen el verano, pero ambos evidencian un proceso opaco, desigual y de prebendas concomitantes con los altos puestos de la nomenclatura, desde los cuales se utilizan las nuevas reglas de apertura al mercado en Cuba en exclusiva a su favor.

 

Hay un enorme abismo entre las cooperativas de “los de arriba” y las cooperativas de “los de abajo”. ¿Empezó la piñata?

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La conjura de ‘La Divina Pastora’

Miriam Celaya

30 de septiembre de 2013

 

La oscura corporación Gaviota, perteneciente al ejército, hace y deshace sin rendir cuentas a nadie. En el Morro habanero ha despedido a todos los trabajadores de un restaurante tras la llegada de ‘un inversor’, miembro de la casta verdeolivo

 

Un título tan cursi podría parecer sacado de la más mediocre novela negra, sin embargo, se refiere a hechos reales: el restaurante La Divina Pastora, perteneciente a la corporación Gaviota, del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar), enclavado en áreas del Parque Histórico Morro-Cabaña, en La Habana, ha sido cerrado para iniciar un proceso de licitación. Sus trabajadores han quedado “disponibles” en la “bolsa de trabajo”, en espera de una futura “reubicación”. Son las nuevas víctimas de otra conjura de la mafia verdeolivo.

 

Ninguno de ellos vio venir el golpe. Frustrados y profundamente preocupados por la pérdida de sus ingresos y la angustia del desempleo, los 23 trabajadores han dirigido cartas de reclamación a diferentes instancias, incluyendo el Ministerio del Trabajo y Seguridad Social. Hasta el momento no han recibido respuestas.

 

No obstante, muchos de ellos se resisten a asimilar lo ocurrido, sin comprender que la conspiración estaba cuidadosamente planificada en detalle por los jerarcas de uniforme. Hay quienes, ingenuamente, creen que todavía hay esperanzas de solución. Pero la suya es una batalla perdida: desde un principio la suerte estaba echada y su destino sellado. Los intereses económicos de la cúpula militar no se detendrían por nimiedades tales como respetar los trabajos de un puñado de individuos perfectamente prescindibles.

 

La conjura

 

Meses atrás comenzó a rumorearse que La Divina Pastora estaría entre los restaurantes que formarían parte del experimento piloto de las cooperativas no agropecuarias que se proponía desarrollar el Gobierno, inmerso en sus controvertidas “reformas”. En un inicio, los trabajadores se preocuparon ante la posibilidad de que esto provocara un plan de despidos para lograr una mayor rentabilidad y eficiencia, propias de una empresa cooperativa; pero bien pronto se entusiasmaron ante la perspectiva de trabajar de manera autónoma e incrementar los ingresos personales, incluso sin incurrir en el riesgo de las ilegalidades que pululan en todos los establecimientos estatales, en particular los que operan con moneda convertible, como es el caso.

 

Para mayor ventura, “desde arriba” se les aseguró que no habría despidos. Esto disipó las reservas iniciales y provocó las expectativas de los que pensaban que sería un nuevo y ventajoso comienzo en un restaurante de posición privilegiada, justo a la entrada de la bahía de La Habana, en la fortaleza de La Cabaña, al otro lado de la ciudad: una vista panorámica de la capital y una plaza frecuentada por numerosos turistas extranjeros.

 

La primera sorpresa sobrevino cuando en una Mesa Redonda de la TV, dedicada al tema, un periodista declaró que “los trabajadores de La Divina Pastora” no querían cooperativizarse. Atónitos ante semejante calumnia, éstos escribieron al programa, reclamaron al Instituto de Radio y Televisión y elevaron su queja por escrito a las más diversas instancias. Los medios oficiales no rectificaron el error y con el paso de los días incorporaron el incidente como un pequeño desliz involuntario, quizás debido a una desinformación o confusión de los responsables del programa.

 

Poco después el presidente de la corporación Gaviota, en persona, se presentó conciliadora y paternalmente en el restaurante ante los trabajadores y, entre otras cosas, les explicó que la cooperativa sería algo positivo, favorable para todos, y que formaba parte fundamental de las transformaciones económicas que constituían imperativos para el país. Era un plan priorizado del Gobierno, ineluctable. Así, pues, debían elegir a cuatro de ellos, en representación de todos, para que recibieran un seminario acerca de lo que sería la empresa cooperativa y las características del proceso de transformación al nuevo modo de explotación del restaurante.

 

Los representantes elegidos, en efecto, pasaron su seminario y pusieron el mayor empeño en actualizarse sobre el asunto, mientras las expectativas de sus compañeros subían de punto ante la inminencia del cambio.

 

El golpe

 

Un primer impacto contra las ilusiones llegó cuando, en otra reunión, a los empleados aspirantes a cooperativistas se les habló de impuestos y de cifras concretas. Eran sencillamente astronómicas. Según los parámetros que se les impondrían, tendrían que abonar, además de todos los impuestos por disímiles conceptos, 40 CUC por cada metro cuadrado de superficie ocupada, incluyendo las áreas de parqueo, las cuales —por razones obvias— no generan los mismos ingresos que el salón-restaurante propiamente dicho.

 

Y esa era la menor de las cifras que escucharían: para iniciar la cooperativa se imponía que aportaran un adelanto de 116 mil CUC, un monto definitivamente alucinante. Cundió una sensación de irrealidad que se expandió como un cuerpo sólido en medio de la reunión y arrancó un clamor general. Aquello debía ser un error, no podía ser serio. Con seguridad alguien se había equivocado. ¿De dónde podrían obtener ellos una cifra tan elevada de dinero? Pero no, la cifra había sido asignada ya por los especialistas y la directiva de Gaviota. ¡Ah, compañeros, hay que pedir un crédito bancario y acordar con éste los plazos de devolución y los intereses!

 

Se decidió que una representación de los trabajadores iría al Banco a solicitar el préstamo y acordar las condiciones. Nadie quería descorazonarse.  

 

El Minfar: ¿un paraíso fiscal en sí mismo?

 

La amable empleada del Banco no entendía qué era lo que solicitaban aquellas personas. ¿De qué crédito estaban hablando?, ¿sobre qué fondos creían que podían acceder a un préstamo, en especial tan elevado? De hecho, les explicó, La Divina Pastora jamás había ingresado un centavo a las arcas del Banco. Es más, Gaviota misma no había realizado ingreso alguno en todos sus años de existencia, por ningún concepto, como si de una entidad fantasma se tratara. ¿Y entonces, qué podían hacer los trabajadores? La gentil empleada bancaria no sabía; solo conocía lo que no podían hacer: obtener crédito. 

 

Ahora bien, más allá del drama de un colectivo de trabajo, esto lleva a consideraciones de otra naturaleza en un país donde, al menos de jure, se está librando una batalla tenaz contra la corrupción y las ilegalidades, para lo cual el General-Presidente ha creado una implacable Contraloría provista de los más rigurosos registros, que opera a través de un inflexible cuerpo de inspectores en coordinación con la PNR. Los carretilleros, merolicos, pequeños comerciantes y toda suerte de timbiricheros podrían dar fe de los frecuentes operativos e inspecciones fiscales a que son sometidos regularmente y del monto de las multas que se imponen, además de otras reconvenciones ante la menor violación (o sospecha de ella) en que incurran.

 

Pero, asumiendo como cierto que no existen rastros visibles de los movimientos financieros de la corporación “estatal” Gaviota en el Banco (también estatal), si se ignoran sus ingresos e inversiones y sus cuentas son absolutamente desconocidas, ¿cómo se aplicarían a ella los chequeos de contraloría? ¿En virtud de qué derechos supra-constitucionales estaría una corporación militar exenta de escrutinio fiscal? ¿Acaso se podrían considerar sus finanzas como “información sensible” y por tanto, secreta, solo por ser una entidad económica del Minfar, aunque eminentemente capitalista?

 

Y se trata ésta de una corporación que agrupa tanto restaurantes como hoteles en diferentes locaciones turísticas del país, bases de transporte, tiendas y otros establecimientos, es decir, con ingresos significativos, y en la que —además— laboran miles de trabajadores civiles que pagan seguridad social y cobran salarios, vacaciones y otras prestaciones como la maternidad, las licencias médicas, etc. ¿No existe un registro bancario de los cobros e ingresos de ellos por estos conceptos?

 

Sin dudas, hay decenas de preguntas sin respuestas en este como en otros macronegocios de la élite verdeolivo. Sabemos que dicha élite no mercadea con timbiriches. Al menos nadie ha visto a ningún militar de charreteras arrastrando una carretilla de viandas, hortalizas y frutas por nuestras calles, ni vendiendo bisutería u otras mercaderías corrientes en pequeños locales; la humildad solo es buena en los discursos. Todo sugiere que en Cuba circulan tres monedas: dos de ellas visibles, el CUC y el CUP, y una invisible e irrastreable, el capital de los monopolios militares.

 

Por eso no es de extrañar que, ante la evidente incapacidad financiera de los trabajadores de La Divina Pastora, y ante sus quejas y reclamaciones, nuevamente se presentó ante ellos el señor director de Gaviota, esta vez ceñudo, autoritario e investido de todos los poderes, y les espetó sin ceremonias que las cifras asignadas por concepto de impuestos sobre el espacio, así como el capital inicial, “no eran negociables”. Telón.

 

Epílogo

 

A los atribulados trabajadores les fue informado que el viernes 20 de septiembre de 2013 el restaurante quedaría cerrado y se procedería a su licitación. Porque resulta que ya hay (en realidad siempre hubo) un inversor con capital disponible para asumir la “cooperativa”. Como habrán adivinado los lectores, se trata de un miembro prominente de la casta de los ungidos que seguramente no precisó de un crédito bancario ni de una declaración de ingresos para colocar el dinero requerido.

 

En cuanto a los trabajadores, bien, gracias, cada uno en su casa procurando tragar el buche amargo. Quizás se estén preguntando de qué valió que durante años pagaran puntualmente sus cotizaciones al sindicato, que asistieran a las marchas “revolucionarias” convocadas por el mismo poder que ahora los desalojó, y que —procurando “no señalarse”— obedecieran mansamente y sin rechistar cada orientación de las alturas. Por el momento, solo esperan que alguien les explique a qué se refería el presidente de Gaviota cuando les dijo que “nadie quedaría desamparado”.

 

 

El hombre nuevo devora al hombre nuevo

Iván García Quintero

26 de septiembre de 2013

 

Un tipo consagrado al trabajo. Obediente y presto a cumplir cualquier orden de sus superiores sin chistar. Poco dado a las farras y el alcohol

 

La génesis del hombre nuevo cubano era odiar al enemigo, al imperialismo yanqui. Debía ser, al decir de Ernesto Guevara, una perfecta máquina de matar. Escuchar a Mozart o leer a John Locke era un rezago pequeño burgués.

 

Usted puede pensar que la disparatada teoría de intentar moldear el individualismo, sus egos y el alma compleja del ser humano es una exageración o una fantasía del periodista.

 

Pero fue cierto. Se intentó en Cuba. Fidel Castro y sus camaradas, inmaduros y utópicos, embriagados después del triunfo en una guerra de guerrillas, donde 300 barbudos derrotaron a un ejército regular de 8 mil efectivos, se creían capaz de diseñar un arquetipo de hombre que prefiriera trabajar horas extras sin remuneración y no moviera los pies al compás de una rumba.

 

El reto sonaba a disparate. Ni genetistas, ingenieros sociales y políticos cuerdos lo habían intentado. Aunque se conocían ciertas experiencias.

 

Mediante el terror, la Alemania de Hitler y el forzoso experimento ideológico en Rusia, lograron la obediencia colectiva al régimen. Mussolini en Italia disminuyó la delincuencia y arrinconó a la mafia.

 

Stalin logró que los pioneros delataran a sus padres. Y el Führer eliminó del censo a los judíos, gitanos y enanos. Evidencias de que la transformación humana sólo es posible mediante la coacción y el miedo.

 

He sido testigo del fatal ensayo, donde lo más importante era la lealtad a Fidel antes que a tu familia. Por ello me pregunto por qué 54 años después, Raúl Castro se asombra de la indolencia y la vagancia, de los borrachos en las calles, de las groserías cotidianas, de la gente que cría cerdos en su apartamento o escuchan reguetón a todo volumen.

 

La generalizada indisciplina social, pérdida de valores y falta de educación es un producto tangible de la revolución verde olivo.

 

Esas generaciones de cubanos nacidas después de 1959, que no dicen buenos días cuando abordan un taxi, delatan al vecino por envidia, participan en linchamientos verbales y golpizas a los disidentes y se roban lo que pueden en sus puestos de trabajo, son el resultado del intento de amasar y crear un hombre diferente.

 

Somos una especie de Frankesteins. Cuando uno conversa con amigos extranjeros, aquéllos que vienen a Cuba no a tomar mojitos o acostarse con mulatas, su primera preocupación es la devaluación moral del cubano de hoy.

 

Todo lo demás se puede reparar. Cuando hayamos dejado atrás esta larga travesía por el desierto y el manicomio ideológico sea algo testimonial, Cuba recuperará sus encantos arquitectónicos, probablemente la economía despegará, la comida no será un lujo, habrá diferentes partidos políticos, el 20 de mayo volverá a ser el día de nuestra independencia y cada 4 ó 6 años elegiremos a un presidente.

 

Pero recuperar civismo y valores perdidos llevará  tiempo. Demasiado quizás. El perfil de muchos cubanos en este siglo XXI no es halagüeño. Mentirosos, hipócritas, irrespetuosos, oportunistas, expertos en bajezas humanas y hábiles para trepar dentro del status social pisoteando cadáveres frescos.

 

El régimen implantó en la sociedad el colectivismo y la adoración a un líder. Durante un tiempo, escribir una carta a un  pariente o amigo en Estados Unidos fue un delito. O escuchar a los Beatles o vestirse con un Levi’s 501.

 

Decir señor en vez de compañero te encasillaba como un pichón de contrarrevolucionario. El odio enfermizo y retorcido del régimen a los que pensaban diferente, convocó a una multitud enardecida a tirarles huevos y arrastrar por la calle a los cubanos que decidieron abandonar su patria en 1980 por el puerto del Mariel.

 

La insolvencia económica y el mal gobierno han obligado a los hermanos de Birán a trazar piruetas ideológicas y camuflar su radicalismo y ojeriza al exiliado con tal de mantenerse en el poder.

 

Fidel Castro quería cubanos que supieran tirar, y tiraran bien, con un fusil AKM. Pues bueno, eso es lo que tiene.

 

 

La noche de las tijeras largas

Camilo Ernesto Olivera

25 de septiembre de 2013

 

El 25 de septiembre de 1968 se desató una ofensiva contra quienes Castro llamó ‘lumpencitos’, ‘vagos’ y ‘feministoides’. Los ecos de entonces todavía resuenan hoy

 

El 13 de marzo de 1963, durante un acto conmemorativo en la escalinata de la Universidad de La Habana, Fidel Castro expresó: “Por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos combatir (…), muchos de esos ‘pepillos’ vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos, algunos de ellos con una guitarrita en actitudes ‘elvispreslyanas’. Y han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública, a organizar sus ‘shows feminoides’ por la libre (…), todos son parientes, el lumpencito, el vago, el ‘elvispreslyano’, el pitusa”.

 

Luego, Castro añadió: “Que no se crean esos ‘pepillos’ que las calles de La Habana son las de Miami”.

 

También un 13 de marzo, pero de 1968, el propio Castro daba el pistoletazo de arrancada para la denominada Ofensiva General Revolucionaria, operación que dio el tiro de gracia al pequeño y mediano negocio privado y que también mató la vida nocturna en la capital y en todo el país.

 

En los meses finales de 1967, en Checoslovaquia, comenzó el proceso de democratización social recordado como “la primavera de Praga”; algo que encendió la luz de alarma en casi todos los países vinculados al eje soviético.

 

El 21 de agosto de ese año el poder militar ruso ocupó Checoslovaquia y desarticuló al Gobierno de ese país con la anuencia del entonces hombre fuerte del Kremlin, L. I. Brezhnev. Ese mismo año de 1968, en mayo, tuvo lugar la rebelión estudiantil que puso Francia patas arriba.

 

Mientras tanto, en Cuba, durante los meses posteriores a marzo de 1968, el público habitual de los centros nocturnos clausurados deambulaba intentando matar el tedio, Rampa arriba y Rampa abajo. Dar la vuelta a la torre central de la Heladería Coppelia se combinaba con las estancias en la terraza de la cafetería conocida como El Carmelo de 23, cerca de la intersección de esta calle y la Avenida de los Presidentes.

 

Otros lugares frecuentados eran la terraza de la cafetería de N y 21, a un costado del Hotel Capri, los jardines del Hotel Nacional y el área donde se hallaba ubicada, en ese entonces, la Casa de la Cultura Checoslovaca.

 

Un segmento de jóvenes, a los que se denominaba con el calificativo de “enfermitos”, paseaba por La Rampa bajo riesgo. Allí llegaban también los “pepillos” de entonces, con sus apretados pantalones de caqui chino, sus camisas desmangadas con adornos tejidos y las botas de trabajo modificadas. El pelo largo era el privilegiado dolor de cabeza de algunos.

 

Por esos días, el joven poeta holguinero Delfín Prats leía en público su poemario Lenguaje de mudos. El Álbum blanco de The Beatles era escuchado a hurtadillas.

 

Al mismo tiempo, Ana Lasalle y una corte de entusiastas pandilleros “comecandelas”, asolaba el Vedado. La señora actriz y furibunda comunista empuñaba sus tijeras contra melenas y minifaldas. Esas tijeras se hicieron más largas la noche del 25 de septiembre de 1968, hace hoy exactamente 45 años.

 

Alrededor de las 9 de la noche de ese sábado, un cerco policial con efectivos uniformados y de civil cayó sobre la zona. Indistintamente fueron presos desde los transeúntes casuales hasta los proxenetas que asediaban el Hotel Capri, donde en ocasiones se hospedaban marineros griegos o franceses provenientes de barcos anclados en el puerto. Los detenidos fueron clasificados en tres grupos: Homosexuales, Hippies, y la tercera denominación: Conducta impropia.

 

Según cuentan quienes vivieron los hechos, dos de los integrantes del grupo de rock Los Pacíficos fueron detenidos muy cerca de la esquina de N y 23. Aquel grupo, al igual que otro nombrado Los de León (luego Los Kents), eran muy populares por esa época entre los jóvenes seguidores del rock en la zona del Vedado.

 

El grupo Los Pacíficos no sobrevivió a las consecuencias de aquella dura y amarga noche y se desintegró.

 

En su discurso del martes 28 de septiembre, Fidel Castro se refirió a lo acaecido el sábado anterior. Justificó la redada como parte de la ofensiva que se libraba contra las “lacras sociales”. Acusó de manera general a los detenidos como involucrados en la vagancia, el proxenetismo con menores de edad y otros calificativos por el estilo.

 

El domingo 12 de octubre, el periódico Juventud Rebelde publicó un extenso compendio a propósito de la redada ocurrida días antes. El titular rezaba Destruido un sueño yanqui, los chicos del cuarto mundo.

 

Además, aparecían otros textos, al estilo de ¿Cómo pensaban y actuaban las bandas juveniles convertidas en vehículo de propaganda imperialista? También se incluía un reportaje fotográfico, con imágenes de algunos de los muchachos detenidos, bajo el título de ¿Es esto lo que usted quiere para su hijo?

 

En específico, un escrito del periodista Alfredo Echarry apuntaba: “Alentados por los héroes de papel del imperialismo e inspirados en el funcionamiento de sus pandillas juveniles, pretendieron dar una estructura a su desorganización. De inmediato comenzaron a surgir grupos o bandas a los que identificaban con diferentes nombres, entre ellos: The Zids, Los Chicos Now, Los Chicos Melenudos, Los Betts, Los Chicos de la Flor, Los Chicos del Crucifijo, Los del Palo, Los Sicodélicos, Los del Banano…”. Dentro del texto de Echarry, el término “divisionismo ideológico” era el estigma condenatorio.

 

Hoy, 45 años después, los fantasmas de aquella noche de las tijeras largas parecen revivir en los centros educacionales cubanos. La ofensiva “moralizante” del raulismo evoca a los demonios de “la noche de las tres P” y el aciago 25 de septiembre de 1968.

 

Aunque parezca increíble, el terror revolucionario acecha aún, listo para atacar y “meter en cintura” a una sociedad cada día más desencantada e insumisa.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Sufrí la represión de la que se habla en este artículo. Puedo dar fe de que fue mucho peor y duró un par de décadas. Alcanzó su mayor auge después del 13 de marzo de 1968, cuando Fidel Castro decretó la mal llamada ‘ofensiva revolucionaria’ –véase más abajo Fidel Castro nacionaliza los ‘chicheros’.

 

Como en esa época en mi casa casi nunca había con qué cenar –y para mayor desgracia el televisor y el ventilador (abanico) adquiridos antes de que los hermanos Castro llegasen al poder se habían dañado definitivamente y no había cómo reemplazarlos-, casi todas las noches iba a ‘rampear’ –en el lenguaje coloquial de los cubanos significaba pasear por La Rampa, en El Vedado, La Habana.

 

También fui a ‘rampear’ la noche del 25 de septiembre de 1968, pero antes entré a El Carmelo de 23 para merendar algo. Cuando salí de El Carmelo, poco después de las 9 de la noche, me sorprendió que la calle 23 –la vía más concurrida de La Habana- se encontrara vacía; fui caminando en dirección a la heladería Coppelia cuando una señora me dijo: “Mi hijito, vete para tu casa, que están ‘recogiendo’ a los jóvenes”.

 

Aunque no entendía qué estaba pasando, cogí la primera guagua (autobús) que pasó –sin saber cuál era, la cuestión era escapar-, que me llevó hasta el Parque de la Fraternidad, donde cogí una ruta 7 hasta la Virgen del Camino.

 

En la ruta 7 me enteré que también habían ‘recogido’ a los jóvenes que estaban por el cine Payret y el Parque Central. Cuando llegué a mi casa, mi madre se sorprendió que llegase tan temprano; le respondí que estaba cansado, por lo que iba a bañarme y acostarme. Cuando me metí al baño, pude respirar tranquilo, feliz de haberme escapado. Ese fue el momento en que me pregunté ¿por qué había tenido que escapar yo, un estudiante que cumplía cabalmente con todas las tareas asignadas por la Revolución?

 

En los días siguientes me enteré por los testimonios de algunas de las víctimas, de cómo había sido la represión contra los jóvenes que en la noche del 25 de septiembre de 1968 se encontraban en lugares públicos donde la juventud -carente de otro tipo de entretenimiento- acostumbraba a reunirse para conversar. Miles de menores de edad y jóvenes fueron encarcelados, golpeados y humillados, incluyendo a hijos de oficiales de los cuerpos represivos.

 

Les pregunto a los extranjeros que apoyan al régimen militar que tiraniza a Cuba desde hace más de medio siglo: ¿cómo se hubiesen sentido si hubiesen sido encarcelados por el ‘delito’ de ser joven, como les ocurrió a decenas de miles de jóvenes en Cuba?

 

 

Depredadores urbanos

Fernando Dámaso Fernandez

23 de septiembre de 2013

 

Desde hace algún tiempo, preocupado y alarmado por el galopante deterioro de las edificaciones de la ciudad, he dedicado algún tiempo a recorrer algunos de sus municipios: Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y el barrio de El Vedado, en Plaza. Causa dolor y tristeza el estado ruinoso de los que otrora fueran magníficos exponentes de los diferentes tipos de arquitectura, pero más aún, las joyas demolidas, mutiladas, dañadas y transformadas para peor, tanto por las autoridades como por la población, en un alarde de ignorancia, irresponsabilidad, indiferencia y desinterés para con la riqueza urbana, violando todo lo establecido y regulado.

 

Aquí, como en otros casos, las leyes, decretos y disposiciones han sido papel mojado, ignorados por quienes tenían el deber de cumplirlos y hacerlos cumplir: las autoridades constituidas a los diferentes niveles, desde el municipio hasta la nación. El daño ya está hecho y es irreversible y, lo peor de todo es que aún no se le ha puesto coto, a pesar de los últimos intentos tardíos por hacerlo, más de carácter formal que real, que habitualmente son objeto de propaganda por la prensa oficialista.

 

Al igual que muchos ciudadanos, me pregunto: ¿Quién pagará por todos estos delitos cometidos contra el patrimonio de la ciudad? ¿Serán juzgados y sancionados alguna vez, además de los ejecutores directos (administradores, directores de empresas, etcétera), los máximos responsables, que fueron quienes ocuparon los diferentes cargos de dirección durante estos últimos cincuenta y cuatro años? Es correcto y justo sancionar a los ciudadanos que violan las leyes y regulaciones, en cuanto al ornato y las edificaciones, pero sería aún más correcto y justo, también sancionar a los que ordenaron o permitieron (aún sucede) las demoliciones, maltratos, mutilaciones y transformaciones de valiosas edificaciones y otras barbaridades por el estilo.

 

Cuando en un país, el gobierno de turno es el primero en no valorar ni respetar los principales componentes de la identidad nacional, entre ellos la arquitectura, es poco probable lograr que la mayoría de los ciudadanos lo hagan. ¡A río revuelto, ganancia de pescadores! Para exigir, hay que comenzar por dar el buen ejemplo.

 

 

Decenas de techos se vienen abajo

Jorge Olivera Castillo

23 de septiembre de 2013

 

En las últimas semanas se contabilizan nuevas montañas de escombros en La Habana. Al menos una veintena de derrumbes totales y parciales se añaden al desolador paisaje de una ciudad donde la mugre, los despojos de inmuebles en medio de las calles y el penetrante aroma de la orina seca, acentúan los ecos de la marginalidad.

 

Después de las fuertes precipitaciones de estos días, centenares de familias se exponen a una muerte súbita a causa de la desintegración de sus casas o a la difícil convivencia en algunos de los albergues que se encuentran en la periferia de la capital.

 

Los plazos de las soluciones pueden exceder las dos décadas. A propósito de esta realidad, un número importante de albergados terminan en las salas de psiquiatría, en el alcoholismo o asesinados por otro de sus compañeros de infortunio, a raíz de las trifulcas que ocurren regularmente en esos sitios, por los efectos de la miseria.

 

Los cubanos que se empeñan en obtener los recursos para la reparación de sus hogares, deben enfrentarse a una serie de mecanismos que imposibilitan la satisfactoria conclusión de sus proyectos. En una reciente crítica publicada en las páginas del diario Granma, un ciudadano expresaba su malestar por las dificultades para comprar los materiales en los locales que el Estado habilitó en diversos puntos de la ciudad.

 

Aparte de la inestabilidad en la entrada de los recursos, el afectado se queja del acaparamiento y las ventas por la izquierda, a precios excesivos. También alude el caso de la absurda regulación de no permitir la entrada a los camiones con chapa estatal a los llamados “rastros”. Las transportaciones deben realizarse en medios particulares, medida que encarece la operación de compra y venta.

 

De manera obligatoria, los solicitantes tienen que enfrentarse a las redes de corrupción que operan con total impunidad. De lo contrario, están condenados a un prolongado aplazamiento de sus planes. Es casi imposible resolver algún trámite, independientemente de sus características, en los lapsos que indica el sentido común. Para conseguirlo, es preciso convertirse en un eslabón de la larga cadena de ilegalidades.

 

A modo de conclusión, cito el último párrafo del agraviado: “Considero que estas son las cuestiones contra las que debemos luchar, no basta la voluntad y disposición de nuestras máximas autoridades para facilitar el desarrollo del país, si los encargados de implementar las nuevas medidas que se aprueban dificultan su desarrollo o simplemente no le dan seguimiento a su puesta en vigor, sobre todo en un tema tan sensible como la construcción y reparación de viviendas, un asunto complejo y necesario”.

 

Sin tantos rodeos, hay que convencerse de que la cuota mayor de responsabilidad en este desastre nacional, recae en el gobierno. Lo que se necesita para salir del atolladero, es precisamente voluntad de esa cúpula donde abundan ineptos, perdularios, mediocres, pelafustanes y manipuladores.  

 

oliverajorge75@yahoo.com

 

 

La televisión cubana y el castrismo

Manuel Castro Rodríguez

14 de septiembre de 2013

 

En Cuba la primera transmisión de televisión se realizó el 24 de octubre de 1950, a través de Unión Radio y Televisión (Canal 4), propiedad de Gaspar Pumarejo.

 

Apenas un año antes de que se realizara la primera trasmisión, Goar Mestre, propietario de la poderosa CMQ Radio, anunció que en un plazo de tres años su empresa comenzaría a operar la televisión en Cuba. Sus declaraciones desataron una carrera desenfrenada por la primicia, en la que participaron otros dos competidores también provenientes del medio radial: Amado Trinidad, propietario de la RHC Cadena Azul, y Gaspar Pumarejo, dueño de Unión Radio.

 

Goar Mestre apresuró la construcción del inmueble que sería sede de CMQ Radio, donde también planeaba establecer los estudios de televisión. El edificio se llamó Radiocentro y está ubicado en 23 y L, Vedado, La Habana. Al ser inaugurado el 12 de marzo de 1948 era un complejo de radio y televisión, y un cine con capacidad de mil seiscientas cincuenta lunetas -después de 65 años continúa siendo el mejor de Cuba. Fidel Castro le cambió el nombre por Yara.

 

La inversión total se elevó a tres millones de pesos –a la par con el dólar norteamericano en esa época- y fue el primer edificio cubano que tuvo un sistema de aire acondicionado centralizado, con una planta de 280 toneladas.

 

Radiocentro en su momento fue todo un coloso arquitectónico. En palabras del arquitecto Luis Lápidus:

 

La primera concreción plena del Movimiento Moderno se asume convencionalmente expresada en el edificio Radiocentro, de los arquitectos Gastón y del Junco, donde en 1944, se introduce la lectura funcional de cada componente volumétrico y una estética funcional sin deudas con el eclecticismo, en un programa avanzado para la época”.

 

La empresa de Gaspar Pumarejo dio algunos pasos antes de la fecha que marca el inicio de las trasmisiones televisivas en Cuba; por ejemplo, en diciembre de 1946 se realizó el primer control remoto durante la demostración televisiva organizada por María de los Ángeles Santana y Julio Vega, en la que una señal televisiva en circuito cerrado enlazó dos sitios ubicados en diferentes municipios de la capital habanera. De la misma forma, a principios de octubre de 1950, los habaneros vieron imágenes de un juego de pelota en el Estadio del Cerro, que accidentalmente salió “al aire” durante los ensayos en el “Máster Control” para la difusión en vivo de estos encuentros deportivos. Cuando el equipo de control remoto que practicaba las futuras transmisiones, dirigido por Erich Kaupp, regresó al estudio central en la casona de Mazón y San Miguel, en el Vedado habanero, se encontró reunida una multitud que lo aplaudía sin que el equipo de control remoto supiera la razón de esos aplausos.

 

Finalmente, el 24 de octubre de 1950, Gaspar Pumarejo venció el desafío entablado con los hermanos Mestre –en la década del sesenta tuvieron que exilarse en Argentina, donde desarrollaron la televisión de ese país-, pues lanzó al aire la primera señal de televisión comercial en Cuba, a través de Unión Radio Televisión. El presidente de la República, Carlos Prío Socarrás, inauguró la planta desde el entonces Palacio Presidencial. En la noche de ese día comenzaron las trasmisiones oficiales desde los estudios improvisados en la residencia familiar de los suegros de Pumarejo, con un amplio desfile de artistas nacionales y extranjeros, entre los que estaban la estrella del cine mexicano Pedro Armendáriz y la cubana Carmen Montejo, también reconocida en ese ámbito. Una vez estabilizada la operación regular del canal con programación ininterrumpida durante ocho horas diarias, se propuso difundir especialmente los espectáculos deportivos, sobre todo el béisbol.

 

El 11 de marzo de 1951, inició sus servicios regulares el segundo canal televisivo, CMQ TV Canal 6, propiedad de los Mestre, quienes se habían convertido en poderosos empresarios, con un sólido respaldo financiero que les confería un estatus superior al de la mayoría de los propietarios mediáticos de Cuba, y probablemente de la región. Por esta razón, Pumarejo no pudo aguantar el empuje de CMQ Radio y Televisión, y se vio obligado a vender Unión Radio y Televisión.

 

La televisión se extendió rápidamente por toda Cuba a través de la técnica del kinescopio. El 19 de marzo de 1952 se inauguró oficialmente la televisión en las ciudades de Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. En ese año, de  nueve ciudades latinoamericanas que poseían el servicio, cinco eran cubanas.

 

El 2 de febrero de 1953, tuvo lugar la exhibición inaugural del Canal 7 CMBF TV, con la proyección para toda La Habana de la cinta española “El Yugo”. Este canal también era propiedad de los Mestre. El Canal 11 TV Caribe, el único de propiedad norteamericana, comenzó sus trasmisiones en noviembre de 1953 y a los siete meses fue comprado por Telemundo Canal 2, que había sido inaugurado en febrero de ese año y pertenecía a Ángel Cambó. Esta última televisora insertó cambios sustanciales en la práctica televisiva, no solo por las avanzadas condiciones tecnológicas con que contaba, sino también por su estructura y funcionamiento basados en la genuina empresa de medios que hoy se conoce.

 

Si bien al principio la disponibilidad de aparatos receptores era muy reducida, poco a poco los establecimientos comerciales iniciaron diversas estrategias de posicionamiento mercantil, desplegadas a través de concursos, rifas, ventas a crédito y otras múltiples acciones que convirtieron aceleradamente a los espectadores en televidentes habituales.

 

La rápida expansión de la televisión por el territorio nacional y el tipo de programación que ofrecía, toda en vivo, impulsó la formación de personal altamente calificado en las cuestiones artísticas y técnicas. Por ejemplo, el 29 de septiembre de 1954, técnicos cubanos lograron por primera vez en el mundo, la comunicación visual directa a larga distancia, al trasmitir imágenes en vivo de los juegos de las Grandes Ligas entre Estados Unidos y Cuba. La trasmisión se realizó a través de un avión que voló en forma de ocho entre las ciudades de Cárdenas, en Cuba, y Cayo Hueso, en Estados Unidos. Los controles remotos de la primera etapa televisiva cubana abarcaron espectáculos y sucesos de toda índole, pero el deporte fue el más privilegiado.

 

Entre los controles remotos más famosos durante las primeras etapas del Canal 4, se encuentra la inauguración del cine teatro Payret, en septiembre de 1951 y el gran festival de la televisión, desde el Parque Martí, en enero de 1952, ambos en la zona central de la capital. Cuando el canal ya pertenecía al cineasta Manolo Alonso, en febrero de 1952, trasmitió el carnaval habanero y la feria ganadera en Rancho Boyeros, los conciertos de la Orquesta Filarmónica ejecutados en el Teatro Auditorium e, incluso, la celebración de una misa católica en la catedral de la calle Reina. Poco después se trasmitió el básquetbol desde el Palacio de los Deportes –donde ahora está la Fuente de la Juventud- y para julio de ese año, los partidos de balompié entre españoles y cubanos.

 

La programación televisiva de los primeros diez años fue eminentemente comercial. Se utilizaban fórmulas probadas con éxito en la radio y programas norteamericanos importados, y predominaban los espacios humorísticos y musicales. El elenco artístico estaba conformado por los mejores conductores, actores, cantantes y bailarines, quienes frecuentemente firmaban contratos de exclusividad con el sector industrial o comercial.

 

Un mérito de la televisión cubana es haber sido la primera en América Latina, yla segunda en el mundo, en ofrecer las trasmisiones en colores desde 1958, a través del Canal 12 -conocido como Escuela de Televisión-, propiedad del empresario Gaspar Pumarejo, el mismo que había realizado la primera trasmisión televisiva en Cuba.

 

La primera vez que vi TV en colores fue en 1958, en una tienda habanera que lo estaba promocionando. Mi padre me dijo que en tres o cuatro años compraría uno de esos equipos. Pero en eso llegó Fidel Castro al poder en 1959, y acabó con los planes de Pumarejo y otros empresarios cubanos para difundir la TV en colores.

 

No recuerdo que se volviera a hablar de TV en colores hasta 1975, cuando en ocasión del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba -realizado del 17 al 22 de diciembre de 1975- en algunos lugares públicos pusieron TV Panasonic para que la población viera ese evento político.

 

Lejos de mejorar, las condiciones de vida en Cuba se deterioraron como nadie puede imaginarse. Después de la ‘ofensiva revolucionaria’ decretada por Fidel Castro el 13 de marzo de 1968, algo tan elemental como reparar los zapatos o un equipo electrodoméstico –desde hacia varios años no se vendían- se convirtió en una verdadera odisea. El único entretenimiento de mi madre era ver la televisión; cuando se rompió definitivamente el TV Philco de 21 pulgadas comprado a crédito en 1958, mi madre –que nunca le había gustado estar metida en casa de los vecinos- tenía que ir a casa de una amiga para poder ver la novela. Lo peor fue cuando se rompió el ventilador (abanico) General Electric.

 

¿Cómo es posible que todavía haya quienes hablen de los ‘logros de la Revolución cubana’?

 

 

En blanco y negro

Camilo Ernesto Olivera

13 de septiembre de 2013

 

Mientras el mundo avanzaba en colores, la vida y los sueños de varias generaciones de cubanos transcurrieron frente a una pantalla en blanco y negro

 

A mediados de los cincuenta, un televisor Zenith era todo un lujo en las salas de los hogares cubanos. Aquí estaban Unión Radio, captable por el canal 4, CMQ por el canal 6, Telemundo por el canal 2 y el primer intento de televisión en colores se gestaba en canal 12, conocido como Escuela de Televisión. Cuba, junto a México y Brasil, inauguraba la era de la televisión en Latinoamérica.

 

En mayo de 1962, la caricatura de un gorila verde olivo con barba, posesionado del edificio CMQ, circuló en forma de volante. La radio y la televisión pasaban a ser propiedad del régimen. La tenebrosa COR (Comisión de Orientación Revolucionaria) trazaría con mano de hierro la política de transmisiones. Los medios de difusión masiva serían, a partir de ese momento, herramienta ideológica del naciente PURSC (Partido Unido de la Revolución Socialista).

 

Hay quien recuerda la primera aparición de Los Zafiros en el programa Música y Estrellas. Otros más chicos, miraban la larga saga de Los Vikingos o Los Mambises en el espacio Aventuras. En aquella época eran dos series, una a las 7pm y otra a las 7y 30pm.

 

En algún momento entre los 60 y los 70 llegaron de la lejana URSS los televisores Ogoniock. Escaseaban las piezas de repuesto para los televisores americanos, que se iban extinguiendo. Detrás de los Ogoniock arribaron los modelos Rubín y Electrón. Los dos últimos, llegaban a manos de la población con el selector de canales para alta frecuencia (UHF) extirpado. Aquellos televisores rusos, “de bombillos”, soportaron estoicos el calor y la humedad. Cuando se desestabilizaban, los contundentes golpes sobre su cubierta de madera los regresaban a la normalidad.

 

En 1978, los cubanos de Miami regresaron de visita. Las tiendas Cubalse se abrieron a su disposición y los televisores en colores japoneses formaron parte de la oferta. La televisión cubana había transmitido en colores el desfile militar ocurrido en la Plaza Roja de Moscú, por el 60 aniversario del octubre rojo. La entonces flamante estación terrena Caribe captaba la señal satelital.

 

Un año antes, en el verano, la TV se sacudía un poco la monotonía en pantalla y ampliaba las horas de transmisión. El video tape de factura extranjera llegaba por fin.  La mayoría de los programas de factura nacional, incluidas las series dramáticas, eran en vivo.

 

El indigesto realismo socialista permeaba los seriales: La peña del león, El viejo espigón, Oro verde. Una aventura titulada Los incapturables, terminaba su ultimo capitulo con los protagonistas parados en firme frente a cámara, cantando el himno de La internacional. Mientras tanto, en disolvencia rodaban imágenes, en telecine, de la “victoriosa y pujante URSS”. EN esos años, Carlos Gili protagonizaba una vez más la versión televisiva de la novela de aventuras El corsario negro, de Salgari. Enrique Almirante reinventaba al personaje de Robín Hood. El director estrella de aquellas series era un delirante Erick Kaupp.

 

También había debutado la actriz Susana Pérez, en una teleserie  titulada Primavera en Budapest. En 1979 Pérez protagonizó una adaptación televisiva de la novela de Cirilo Villaverde La joven de la flecha de oro. Luego se convirtió en el definitivo primer amor de muchos cubanos, al personificar a la hermosa pero infeliz Martine de Rosas a crédito, versión para la televisión del original de la escritora francesa de la segunda posguerra Elsa Triolet.

 

En el verano de 1978, a las 2 p.m. salió al aire el programa competitivo Para Bailar. En 1979, uno de los premios para la pareja ganadora del concurso anual fue un televisor Caribe. Ese televisor, en blanco y negro, era transistorizado. Ganó la pareja de Rebeca Martínez y Miguel Ángel Masjuan.

 

Esa tarde de domingo, el programa fue sacado del aire abruptamente casi diez minutos antes de lo habitual. Cuando anunciaron el premio, se notaba la atmosfera caldeada. La pareja ganadora del tercer puesto comenzó a protestar y varios amigos y familiares de estos invadieron el set. Lo que no se vio al aire fue la bronca que se armó. El televisor Caribe terminó reventado contra el piso del estudio 19 del FOCSA, en donde se hacía el programa.

 

Una noche del mes de abril de 1980, la TV nacional mostró en el noticiero el video tomado a un grupo de cubanos asaltando la Oficina Consular de Estados Unidos en La Habana. Aquella crisis fue vista por muchos en blanco y negro. Otros, desde la televisión, decidieron fugarse al mundo en colores. Se fueron diluyendo, desde entonces y a través de estos años, Evelio Taillac, Severino Puente, Salvador Blanco, Caridad Ravelo, Ana Lilian Rentería… 

 

A inicios de la década del noventa, las piezas de los televisores rusos comenzaron a escasear. Algunas piezas del Krim 218 y el Caribe se podían conseguir de trasmano en más de 200 pesos cubanos (de los de antes de la devaluación).

 

La mayoría de los cubanos vio el juicio contra Arnaldo Ochoa a través de un televisor en blanco y negro. Se cayó el muro de Berlín y la URSS se diluyó. La crisis aumentaba. El primer tema de conversación, frente a la pantalla del televisor ruso roto, era la fuga. En las noches, batía record de audiencia aquella telenovela titulada Pasión y Prejuicio. Mientras tanto, llegaron los apagones y, en agosto de 1994, “el maleconazo”.

 

Los cubanos de la isla hemos recordado, vivido y soñado, encerrados en blanco y negro, mientras el mundo avanza en colores. Entre las largas peroratas de Fidel Castro y los dibujos animados rusos, se nos fue la vida frente a una TV analógica y monofónica. Ahora, tal parece que tendremos televisión digital con el uso de la norma tecnológica china. Cuba será el único país en toda el área que empleara esa norma. Con el “apagón analógico”, el régimen quiere retardar su definitivo e inevitable apagón político. 

 

 

Militares y cooperantes, beneficiados con casas nuevas

Guillermo Del Sol Pérez

13 de septiembre de 2013

 

Fidel Castro, en su alegato de defensa por los sucesos del Moncada, menciona la necesidad de viviendas que padecían los sectores más bajos de la población cubana, conformada entonces por algo más de cinco millones. Después, ya en la Sierra Maestra, prometió que de triunfar la revolución, cada familia del país dispondría de su vivienda. La afirmación, convertida en consigna, alcanzó gran popularidad.

 

Pero 60 años más tarde, el problema habitacional de los cubanos se ha vuelto infinitamente más crítico que en 1953. Mientras, los índices demográficos han crecido hasta alcanzar casi los 12 millones de habitantes. El Instituto Nacional de la Vivienda, creado por Fidel Castro, superó 30 años de incumplimiento en sus planes.

 

Es corriente y generalizado que dos, tres y hasta cuatro familias ocupen el mismo inmueble, que data de la época republicana. Tres o más generaciones se guarecen a duras penas bajo un mismo techo. Doce o más personas, en ocasiones sin vínculo consanguíneo, se ven obligadas a compartir las interioridades de un mismo hogar, desde cocinas improvisadas hasta el baño, uno solo, para uso colectivo.

 

Después del pasado Congreso del Partido Comunista, se anunció la desaparición del Instituto Nacional de la Vivienda, y fueron autorizadas las construcciones de casas en forma individual, con algún apoyo financiero del Estado. Nacieron los nuevos productores independientes de materiales para la construcción, un respiro para la tan ineficiente industria estatal. Sin embargo, no acaban de aparecer los almacenes con precios minoristas que prometieron como sostén de estos productores particulares.

 

Los únicos abastecedores de materiales para el sector privado se han convertido en la yema del mercado negro. Los intermediarios, en combinación con funcionarios estatales corruptos, aumentan el precio del producto hasta en 40% de su valor real.

 

Rubén Gómez, jefe comercial de la Industria de Materiales de Construcción, reconoció públicamente que de 20 millones de bloques planificados para fabricar por año, solo se producen 2 millones. Y en cuanto a los demás insumos, como ladrillos, losas de piso, cerámicas, azulejos, cubiertas y otros, ni siquiera hizo mención. Se limitó a culpar al transporte por los atrasos en su distribución.

 

De 70 mil viviendas que deben construirse por año, según los planes, solo 16 mil construye el sector estatal, mientras se calcula que los particulares edifiquen entre 8 y 10 mil. En total, unas 25 mil nuevas viviendas por año, en el caso, dudoso, de que se cumpla el plan. Para colmo, de las fabricadas por el Estado, 70%, aproximadamente, se destinan a oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior. El por ciento restante se distribuye entre cooperantes que realizan misiones en el exterior. De modo que posiblemente ni el 5% de estas casas lleguen a los sectores más pobres de la población.

 

Solamente en Santiago de Cuba, el huracán Sandy afectó 17 mil casas. De esta cifra, solo el 41% ha recibido ayuda constructiva. En las cinco provincias orientales, diferentes fenómenos naturales han provocado 22.396 derrumbes totales y 20.710 afectaciones parciales. 4 mil de esos derrumbes continúan sin ser tocados.

 

En la capital, más de 5 mil personas continúan viviendo en albergues. A lo largo de toda Cuba, aún quedan miles de afectados por el huracán Key, de 1985, residiendo en locales de paso, hacinados y en medio de infrahumanas condiciones generales.

 

En Santa Clara, al centro del país, en la zona de mayor desarrollo urbanístico, llamada José Martí, se observa ahora un auge vertiginoso en la construcción de apartamentos. El barrio, que naciera a mediados de los 80, debe poseer actualmente unas 25 mil casas. Pero más del 50% son propiedad de militares, que las reciben gratuitamente. Incluso, cientos de estos apartamentos se encuentran cerrados o alquilados, pues sus dueños poseen otros inmuebles para el día a día.

 

Descrito a muy grandes rasgos, este es el panorama de la vivienda en Cuba, más de 60 años después de la mítica consigna lanzada por Fidel Castro.

 

 

Pez ajeno

Alejandro Ríos

5 de septiembre de 2013

 

Por estos días he leído que los años ochenta fueron promisorios en cuanto al nivel de vida en la isla. ¿Por dónde medir esos pasos de avance? ¿Sería la fábrica austriaca de sorbetos en Alamar o la de zapatos Kiko Plásticos, en la misma región, las que ofrecían cierta esperanza de mejoría alimentaria y de calzado? ¿Tal vez el jamón de agua o los yogurts de leche de búfala, alentados por el “hacelotodo en jefe”, como alternativas nutricionales a la eterna indigencia prodigada por la libreta de racionamiento?

 

Cuando pienso en aquellos días aciagos de tan funesto experimento social, pues me resisto a llamarlo utopía, estoy en La Habana del Este, recién estrenada, hoy Ciudad Camilo Cienfuegos, la última urbanización, digamos obrera, de la república.

 

De diseño circular, con calles interiores y parqueos para que no hubiera tránsito rápido; escuelas, círculos infantiles con techos enjardinados, mercaditos, cafeterías, grandes zonas peatonales y hasta un centro comercial. Esmerado conjunto de edificios y áreas verdes a unos pasos del mar.

 

Era el comienzo de la extensión de la capital por todo el litoral, uniendo a Cojímar, Alamar, Bacuranao, Tarará, y el resto de las playas del este, gracias a la facilidad de comunicación establecida por el túnel de La Habana.

 

El socialismo, sin embargo, trastocaría estos proyectos. En un descabellado afán populista, la población de solares que eran suprimidos por entonces, como el de las Yaguas, se trasladaban íntegramente a ciertos edificios de La Habana del Este y de tal modo se convertían en verdaderas zonas bélicas porque nadie le había indicado a los nuevos inquilinos cómo vivir en comunidad y no en promiscuidad.

 

Hay capítulos famosos de estos zafarranchos. El vecino que subía un caballo por la escalera para que pernoctara seguro y los que vendían inodoros y lavamanos del segundo baño con que contaba cada apartamento de tres cuartos donde comenzaron a vivir decenas de personas hacinadas.

 

La primera vez que acompañé a mi madre al mercado que nos correspondía, me asombró que todos los estantes estaban repletos de pomos de mermelada de mango. Era el producto “liberado” del momento que luego desaparecería para siempre.

 

También me veo en la carnicería, donde empezaron a dispensar los más extraños especímenes marinos, ajenos a los pargos, las chernas y las rabirrubias. Cierto día se vendía una de aquellas rarezas y se acerca esta señora y le pregunta al carnicero qué había “llegado”, pues así nos acostumbramos a preguntar, y aquel señor, sin pensarlo dos veces, le respondió: “picha” y la compañera ofendida le espanta un bofetón y lo amenaza con la bronca de su esposo y el pobre carnicero, sobándose el rostro, repite: “¡Pero ese es el nombre del maldito pescado que viene de no sé dónde!”.

 

Y así se fueron cambiando nuestros hábitos de consumo y urbanidad, mientras la escasez nos corroía el alma. El día de mi graduación de sexto grado en el círculo social obrero de la ciudad llamado Fe del Valle, mi madre me adapta una gastada camisa blanca de hilo que había sido de mi padre. El pantalón azul, también reducido a mi tamaño, fue el regalo de un vecino marinero y el lacito negro, traído de nuestra vida placentera en Hialeah.

 

Al final de la memorable ceremonia, debo haber abrazado a mi madre y escucho cómo la camisa se va rajando a todo lo largo de la columna vertebral, cual zipper imaginario. Luego hicimos malabares para retirarnos del lugar sin que yo diera la espalda.

 

Ciertamente, no creo que haya acontecido una década prodigiosa en aquella isla distante de mis pesadillas.

 

 

La historia de un absurdo

Roberto G. Peralo

4 de septiembre de 2013

 

¿Están locas las vacas o los dueños?

 

Cómo describir semejante espectáculo: una muchedumbre de aproximadamente veinte personas rodeando dos vacas, mirando atónitos cómo les rociaban petróleo y prendían fuego. Las occisas no tenían una rara enfermedad, todo lo contrario, se encontraban muy saludables. Esta es la historia de dos vacas que no estaban locas, no tenían nada que ver con Hatuey ni estaban acusadas de brujería.

 

Momentos antes de presenciar tan desafortunada escena me tropecé con el propietario de esos infortunados animales, un guajiro con el cual me unen lazos familiares, que ama su trabajo, muy alegre y dicharachero.

 

Pero en este encuentro noté disgusto y frustración en su rostro. Me comenta que dos de sus mejores vacas en ordeño habían tropezado con un cable de electricidad que se encontraba en el suelo, debido a una tormenta del día anterior y “las mató al palo”. Iba rumbo a informarles a las autoridades competentes para proceder con lo que está establecido en estos casos.

 

Fue entonces que conocí la realidad de un procedimiento legislado en el país, según el decreto ley 225 esas vacas, que se encuentran en perfecto estado de salud y por cualquier motivo fallecen, deben ser incineradas en presencia de una autoridad competente para que certifique la cremación del cadáver.

 

Cuando presenciaba aquellas 200 libras de carne de res consumiéndose por el fuego, le pregunté a la “autoridad competente”, por qué tenían que desperdiciar el tan necesario alimento. Me explica que los propietarios de ganado mayor solo pueden vender sus reses para que sean sacrificadas y convertidas en carne y demás derivados al Estado, el único autorizado para comercializar dicho alimento. El gestor para esta actividad económica es la Empresa Cárnica (CAN) y la misma solo compra ganado vivo. El ganado que no cumpla este requisito tiene que ser incinerado.

 

El oficio de la ganadería es uno de los más duros y abnegados que conozco. El campesino tiene que estar ordeñando sus vacas a las tres de la madrugada de domingo a domingo. En este oficio no existen los 25 de diciembre, ni los 26 de julio, ni el primero de mayo, ni el 10 de octubre, la palabra vacaciones no existe. Para colmo, hay que estarlas vigilando constantemente porque si se las roban luego hay que pagarlas.

 

Presenciando aquel espectáculo recordé cuando me vi obligado a acudir al mercado negro para comprar 5 libras de carne de res con el objetivo de subirle la hemoglobina a mi esposa, fue en uno de los momentos más delicados del período de su embarazo, la tenía por debajo de 11 puntos, límite mínimo establecido por los médicos porque puede afectar el buen desarrollo del feto. Donde único la comercializan de forma legal es en las tienda de divisa y a un precio prohibitivo para mi economía.

 

Pero el colmo del absurdo es cuando ese campesino que me ayudó a comprar de forma ilegal esa carne, es el que contempla a mi lado como más de 200 libras de res de su propiedad son incineradas. Sus últimas palabras aquel día fueron “¿quién me puede explicar a mí y convencerme que esto es correcto?”

 

¿Cómo es posible que el dueño y propietario de una res tenga que acudir al mercado negro para comprar la carne que está obligado a quemar por ley?

 

Un país donde se tienen que importar 2 mil millones de dólares en alimentos cada año y encontrándose en una crisis económica. ¿Será lógico que una resolución establezca que un alimento tan necesario sea desperdiciado?

 

¿Qué motivación podrá sentir un ganadero para producir con eficiencia alimentos cuando no se siente dueño de sus medios de producción?

 

Es posible que la ley tenga que ver con sucesos conocidos en los que los dueños de las reses las matan bajo el pretexto de un “accidente” para luego comerlas, es posible que la ley tenga algo que ver con higiene, lo que sí no es posible es que se desperdicie algo que este país no tiene.

 

Debemos ir a la causa del problema, que no es el que compra la carne ilegal, ni el que la vende, ni el que se la roba, es que las regulaciones y leyes han creado una madeja que convierte la ganadería en Cuba en algo muy difícil de llevar exitosamente. Llevamos más de 20 años persiguiendo y encarcelando a las personas que violan la ley y el problema persiste. ¿No es más inteligente crear condiciones para que esto no sea necesario?

 

Muchas de estas causas las provocan las prohibiciones y resoluciones que fueron emitidas con un objetivo y en realidad están creando el efecto contrario. Creo que es un buen momento para revisar estas y crear mecanismos para que un guajiro cubano no tenga que presenciar nunca más cómo su sacrificio, su trabajo y su esfuerzo, son consumidos por las llamas.

 

 

La estructura económica cubana

desalienta la iniciativa

Armando H. Portela

1 de septiembre de 2013

 

Los cambios a los que Cuba ha estado sujeta por más de medio siglo han sido tan radicales y con frecuencia traumáticos que alcanzaron a modificar la población, los hábitos sociales, los paisajes, la economía y la concordia entre los cubanos, a tal punto que hoy es un empeño agónico organizar un juego de pelota entre abuelos por causa de una ofensa estúpida –hija legítima de la obcecación y el miedo– que dos azuzados peloteros cometieron hace casi quince años.

 

La isla ha dejado ir el talento, el conocimiento y la iniciativa de más de dos millones de habitantes, la mayoría educados y deseosos de triunfar; ha visto aparecer de la nada la segunda mayor ciudad de cubanos –Miami, la única próspera y habitable–; perdió un millón de hectáreas de cañaverales, un área comparable a la antigua provincia de Pinar del Río, inundó inútilmente valles para tener un agua que persiste en escasear. También encontró petróleo y llenó de feas torres, malos olores y pegajosos residuos una bellísima franja costera –de playas y acantilados, de bosques y plantas únicas en el mundo–, cuyo valor urbanizable excedía a todo el hidrocarburo extraído y empleado en alumbrar a duras penas las miserias de ciudades y pueblos que se desmoronan.

 

Y, como si no fuera suficiente, hoy habla de un brote de cólera con alucinante naturalidad, como si fuera un producto natural del verano, las lluvias y las moscas.

 

Durante los últimos años han cambiado también los pilares de la economía. La isla de azúcar, café y tabaco ya no existe, y no cambió precisamente para una isla de industria moderna y tecnología como machacosamente pedía Leví Marrero.

 

Todo se sostiene de la manera más precaria que es dable imaginar. Como los enfermos en coma, se sabe que está viva por la respiración tenue y el persistente chorro de dinero y mercancías que los cubanos mandan desde el exterior a sus parientes pobres, con lo que se han convertido en el verdadero motor de las reformas del gobierno. En veinte años y partiendo de cero, las remesas se han colocado en el tope de los ingresos del país, libres de gastos, de inversiones y preocupaciones.

 

En honor a la verdad, no todo ha ido cuesta abajo desde que hace veinte años la ex Unión Soviética se quitó de arriba la economía parásita (así la calificó Solzhenitsin con precisión roñosa) de la isla. Algunos sectores han florecido y ofrecen las únicas opciones de ingresos y de empleos apetecibles. El turismo es parte del precario sostén de la nación, la industria del níquel ha crecido hasta colocarse a la cabeza de los principales generadores de divisas, la extracción y refinación de petróleo han prosperado de la mano generosa del fallecido presidente venezolano Hugo Chavez y de la colaboración con empresas extranjeras, mientras que la generación de electricidad, después del exasperante bache de los años del “Período Especial” consiguió reanudar su lento y poco eficiente crecimiento.

 

Otra industria –la farmacéutica– que no se muestra en el mapa, también ha conseguido mejoras, aunque diste mucho de ser la piedra filosofal que puede cambiar el decorado en casa.

 

Un vistazo a las grandes inversiones comprometidas, aquellas que en cierto momento crearon un aura de esperanza, hace levantar las cejas hasta al más crédulo. La refinería de petróleo de Matanzas, el oleoducto, la planta de ferroníquel de Moa, la ampliación de la refinería de Cienfuegos o la reapertura de la de Santiago, todas dependientes de Venezuela, no inspiran ya la misma confianza que antes de enfermarse Chavez. El único de los grandes proyectos que parece saludable es el de la terminal de contenedores de Mariel, una inversión de $800 millones que más parece apuntar al futuro levantamiento del embargo comercial de Estados Unidos que a las necesidades del comercio actual de Cuba.

 

Tampoco hay un sector que lidere el crecimiento y permita mirar confiados hacia adelante. El turismo, la más mentada de las industrias actuales, debe reinvertir en sí misma la mayoría de los ingresos que genera, y la ganancia debe compartirse con los socios extranjeros.

 

Traducido al lenguaje del dinero, el turismo deja un dividendo inferior a los $50 per cápita anuales en Cuba.

 

El níquel, otro sector potente y favorecido por buenos precios, creció incluso en los años más oscuros del “Período Especial”, pero el gobierno tuvo que desmantelar recientemente la obsoleta planta de Nicaro, que aportaba el 15 por ciento de la producción nacional.

 

La prospección de petróleo en el noroeste de Cuba, que prometía hallar hasta 20,000 millones de barriles según burócratas de la isla, resultó un sonado fiasco y las transnacionales participantes, dejando los sueños a un lado, se marcharon juntas como de una mala fiesta.

 

Luego de una inversión inicial en Cienfuegos, que logró sacar del fondo a la refinación de petróleo, la industria ha quedado al 40 por ciento de lo que producía a fines de los años 80. Las mejoras previstas por ahora están en los planes solamente y algunas de ellas con pocas posibilidades reales de terminarse.

 

Acosada por una deplorable historia de crédito, incapaz de producir bienes que generen ganancias serias, atenazada por una anquilosada burocracia que desalienta la iniciativa y la productividad, inútil para producir alimentos y habituada a falsear la realidad como método de análisis, Cuba tiene pocas opciones para dar el salto al mundo moderno mientras persista en mantener el cepo a la libertad y al mercado, que son en definitiva las únicas vías para cortar la sangría de talentos, para sanar los paisajes, restablecer la economía y la concordia. Todo lo demás son espejismos.

 

 

Algunas incertidumbres

Fernando Dámaso

29 de agosto de 2013

 

El ‘modelo’ raulista, la ‘nueva izquierda cubana’ y lo que debería pasar

 

La autodenominada “nueva izquierda cubana”, sin papel protagónico en el socialismo vigente en el país, al tratar de fundamentar su necesaria presencia en el debate económico, político y social actual —lo cual nadie discute—, tal vez por inercia repite ciertos gastados argumentos gubernamentales, bastante ajenos a la realidad histórica.

 

Al referirse a la República, esta “nueva izquierda” da por sentado que era neocolonial, sometida, pseudo, plattista, mediatizada, etcétera, y que solo una exigua minoría vivía bien mientras el resto de la población lo hacía en la miseria, sin educación, servicios de salud ni trabajo, además de que imperaba la discriminación racial y de las mujeres. Las actuales autoridades han sido pródigas en demonizar épocas, hechos y personas. Y más, existen quienes lo aceptan como verdades absolutas y, además, las repiten.

 

En realidad, este cuadro tenebroso no era tan así: Cuba ocupaba primeros lugares en la producción agrícola e industrial, servicios de salud, educación, salarios y derechos laborales, además de poseer uno de los más elevados productos internos brutos de la región, lo cual la convertía en un apetecible destino migratorio para ciudadanos de otros países. Tenía una desarrollada y pujante clase media, y nuestros pueblos y ciudades se encontraban en constante desarrollo, tanto desde el punto de vista económico y urbanístico como de sus infraestructuras. En definitiva, la mayor parte de lo valioso que aún poseemos, se lo debemos a esos años republicanos. Obviar esta verdad —a pesar de la politiquería y de otras insuficiencias y problemas que existían, y que aún no estaban resueltos— es ocultar una cara de la moneda.

 

Al referirse, por otra parte, a los funestos años del socialismo, esta nueva izquierda cubana lo califica de “real”, “autoritario”, “estatalista”, “stalinista”, etcétera, centrando la atención únicamente en estas características deformantes, haciéndolas responsables de todos los fracasos, como si no fuera precisamente el sistema, independientemente de sus aberraciones y de las personas, el que ha fracasado dondequiera que se ha tratado de implantar.

 

Al referirse al futuro, la “nueva izquierda” rechaza el regreso al pasado, suponiendo que pueda producirse algo tan absurdo como volver al capitalismo de la década de los años cincuenta del siglo anterior. Por otra parte, a todos aquellos que proponen abandonar el “modelo” raulista, se les señala como responsables de la posible pérdida de la independencia y de la soberanía (términos cada día más fuera de uso en este mundo globalizado), o de sometimiento al poderoso vecino del Norte, repitiendo, tal vez sin darse cuenta, el discurso oficial: “conmigo o sinmigo”.

 

A excepción de una pequeña elite que detenta el poder y la riqueza, lo único que ha distribuido el socialismo cubano a partes iguales entre la mayoría de la población es la pobreza. Esta es la igualdad que aplauden sus defensores internos y externos. El socialismo cubano ha disfrutado de 54 años de oportunidades fallidas, debido a lo cual es poco probable que la población esté dispuesta a darle más oportunidades en el presente o el futuro.

 

Como se dice popularmente, el modelo castrista “ya consumió su cuarto de hora”. Por lo tanto, las nuevas oportunidades deben corresponder a otros proyectos políticos, económicos y sociales, a los cuales pueden y deben incorporarse todos los ciudadanos que sientan por Cuba, pero sin pretender imponer conceptos estrechos, independientemente de que se denominen socialistas democráticos, participativos, críticos, conservadores, liberales, capitalistas, anarquistas, racionalistas, centristas, descentralizadores, pluralistas, renovadores, etcétera.

 

Es natural que este destape político ocurra después de años de una concepción única ideológica, política, económica y social. De la nueva variedad de componentes, debe salir el plato capaz de satisfacer el gusto de la mayoría de los ciudadanos, pero este plato no puede ser preparado por un único chef, sino que en él deben tener opinión y participación principal quienes lo van a consumir, y debe aportar desarrollo económico, libertades y justicia social.

 

El objetivo es insertarnos en el torrente mundial actual y avanzar con él, por las vías que decidan la mayoría de los ciudadanos en ejercicio pleno de democracia, con la participación de todos, sin nuevos y absurdos experimentos políticos, económicos y sociales, y sin ese nacionalismo que lo único que ha logrado es separarnos a años luz del resto de las democracias mundiales.

 

 

Mientras nada llega

Verónica Vega

26 de agosto de 2013

 

Un amigo francés me confió que al leer mi primera novela, publicada en París en 2010, perdió el deseo de venir a Cuba. El panorama que describe la obra, (el día a día de varios cubanos de a pie en el año 2007), le pareció “infernal”.

 

Tal vez por vivir más hacia adentro que hacia afuera, he tardado en llegar a esa conclusión lapidaria, pero a veces, involuntariamente, recibo flashazos de lo que podría ser la mirada de un turista del primer mundo, y confieso que también me sobrecojo.

 

Por ejemplo, en un acto tan simple como enfrentarme al pan matutino, la frustración al probar lo que parece sólido y se descubre misteriosamente inconsistente. Doble fracaso tras haber superado el impacto de su apariencia, que revela cómo se amasó y coció con amargos pensamientos. Entonces, cómo no recordar aquello que expresó el poeta Khalil Gibrán sobre el “pan hecho sin amor que solo saciará a medias el hambre…”

 

Llega el momento de admitir que el panorama que asustó a mi amigo es incluso peor que el de hace seis años.

 

Salgo a la calle. El agua de lluvia se fermenta en los baches junto a la mugre que jamás se remueve, al detritus de los perros, a las aguas albañales que viajan por efecto del estatismo, en agonía ralentizada, a algún tipo de muerte.

 

Perros famélicos buscan en la basura cada vez más expandida en la hierba, el hedor omnipresente se impregna, se incrusta en la memoria. Un anciano pasa sobre su pudor y su instinto y registra el vientre de un latón desbordado.

 

Las paradas de ómnibus son templos desteñidos y sucios consagrados al dios de la espera. En una, para combatir la vieja y asfixiante sensación de estatismo, escribí en el piso con acrílico blanco: “Espero… que algo pase mientras espero: que algo nazca, algo crezca, que algo se transforme”.

 

Cuando tomaba las notas de mi novela en una parada, en la guagua, en la playa donde buscaba caracoles para las artesanías con que sobrevivía, la idea original era hacer una obra a tres manos: una artista cubana en Múnich, un poeta en Centro Habana, una escritora en Alamar. El proyecto se disolvió porque los otros co-autores lo abandonaron.

 

Al hacerla resurgir con otro título, intenté que ellos también estuvieran en ese itinerario de búsquedas, de aferramientos, de afectos. Cubanos que enfrentan día a día el simple y terrible reto de la nostalgia (en el exilio), o de la supervivencia en Cuba.

 

O los que atrapados en un proyecto de ciudad abortado y olvidado (Alamar), intentamos redimensionarlo con grafitis, performances, lecturas de poesía. Lo importante es seguir, no rendirse, mientras nada llega…

 

Mientras se van amigos, familiares, mientras miramos cómo los bichos abandonan el cuerpo de un animal muerto en la calle. Mientras nos preguntamos si solo se huye de lo que está por descomponerse, por hundirse. Mientras tomo la grave decisión de quedarme por amor a alguien que no podrá irse conmigo. Mientras arrastro en esta decisión a mi hijo que sueña con ser “libre” cuando crezca, con escuelas donde un varón puede tener el pelo largo.

 

No es una novela, es un documental literario.

 

Recorro los escenarios de hace seis años y palpo la vigencia del naufragio: el parque donde solía jugar mi hijo, azotado por la indiferencia y el maltrato. El taller que fue un espacio de reverberación artístico, que nos hacía olvidar el tiempo, salpicado por la lluvia a través de persianas ausentes. El grupo con que entonces compartíamos la vida y el arte, (OMNI-ZONAFRANCA) fue expulsado de esa sede en 2009 por el viceministro de Cultura.

 

Descubrir que hemos estado girando en un carrusel creyéndolo un desplazamiento… ¿Admitir acaso que la solución para quebrar esa gravedad (horizontal), es quebrar la línea, romper el círculo? Porque, como retitulé la novela, reivindicando la frase que oigo desde niña: “Aquí lo que hay es que irse…” Porque “la vida se separa rápido de un cuerpo muerto, en cuanto se detiene el flujo, la reverberación dentro del mecanismo”. Porque Cuba es solo una estación, no un lugar para fundar, para permanecer.

 

Me dejo caer en un muro roto del parque donde todavía oigo la voz infantil de mi hijo antes de que mutara a ese timbre viril que aún me cuesta reconocer. Evito la mirada de la gente que pasa, escurro las lágrimas que resbalan obstinadamente bajo las gafas. Miro el edificio donde viví tantos años, en el hipnotismo paralizante de la espera, en el atropello de sueños, actos, resistencia.

 

Y vuelvo a sentir que ahí, donde debía haber un movimiento de expansión, algo oprime hacia adentro, hacia atrás, hacia abajo. La diástole retenida, estrujada en un puño. La sístole como única alternativa.

 

Estoy a punto de darle la razón a mi amigo, el que perdió el deseo de venir a esta isla, cuando recuerdo lo que vi al entrar al cielo de Cuba, en un avión procedente de Francia.

 

Un país que nunca había visto desde arriba (el viaje de ida fue en un vuelo nocturno), un país que me jalaba como si estuviese cosido a mi ombligo. El dolor como un aura, rodeando a Cuba. La Habana allá abajo, allá lejos, una maqueta dispareja, ¡tan pobre y frágil! Carros viejos, gente desgastada en la intermitencia de la ilusión y la desesperanza. Todo en medio de un crepúsculo cuya belleza cortaba el aliento.

 

Y empiezo a darme cuenta…

 

De que los movimientos telúricos surgen en lo oscuro, en lo invisible. De que ese país ajeno que veo en la televisión se desmiente en las calles, en este parque en ruinas. En carteles desteñidos, en edificios que se desploman, en oficinas donde se respira abulia, en escuelas donde se venden calificaciones y exámenes, donde se murmura el himno nacional por más que desde un balcón o podio alguien exija cantar con entusiasmo.

 

En esos niños escépticos, en esa juventud irreverente, hasta cínica. En las multitudes endurecidas por el hastío.

 

Recuerdo que lo que omite la televisión salta de oído a oído, de celular a memoria flash, a computadora, a CD. De pensamiento a pensamiento. Que el silencio se volvió rumor, reprobación, miradas tácitas. Que ningún maquillaje basta para disimular el desastre.

 

Y concluyo que mi amigo no tiene toda la razón, aun cuando el resultado del impacto (por vista, olfato y sentimiento), se parezca tanto al infierno.

 

Que todavía hay que seguir, no rendirse. Porque algo, no tan lejano como indefinido, lenta e inevitablemente, está llegando por fin.

 

 

 

De cierta manera: La Habana

Juan Antonio Madrazo Luna

23 de agosto de 2013

 

Otra vez he tenido la paciencia de acercarme a De cierta manera (1974), el filme de la cineasta cubana y afrofeminista Sara Gómez. Es un filme maldito que desnuda demasiadas cosas a la vez, continúa siendo un espacio de la memoria que constantemente nos recuerda la marginalidad que habita la sociedad cubana y el precio de la desigualdad que aun con la Revolución están pagando muchas personas.

 

39 años han pasado y el filme nos alerta que todavía los negros y mestizos en su mayoría continuamos con desventaja social, que aun la herida de la desigualdad es un tatuaje que nos marca y la humedad del látigo no ha dejado de filtrarnos los huesos.

 

La Habana no ha dejado de ser la gran incubadora de la marginalidad y lo primero que violenta, al ver el filme, es un cartel que reza: “La Revolución ha terminado con la marginalidad”.

 

Hoy la Habana suele ser más insegura que cuando se exhibió esta joya de la antropología audiovisual. Ni la marginalidad ni las ciudadelas o barrios insalubres, como Las Yaguas, desaparecieron. Hoy Las Yaguas es una gran maqueta que se reproduce en los más íntimos escenarios de esta ciudad.

 

Mientras el Plan Maestro, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que dirige Eusebio Leal Spengler, está empeñado en la restauración de la Habana Borbónica e impone en su franja de acción económica mediante boutiques con precios del primer mundo, las ciudadelas y las cuarterías crecen hacia adentro, siempre distantes de la geografía donde están las oportunidades.

 

La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) solo reconoce la existencia de 60 barrios marginales y 114 focos insalubres, pero son cifras que no responden a la realidad. Desde hace mucho tiempo, la Habana está sintiendo que sus músculos están fatigados, la Habana no aguanta más y los asentamientos son juegos de cinturas que flotan sobre sus ruinas.

 

En esta ciudad, solo basta con asomarse a lugares como La Isla del Polvo, Alturas del Diezmero, El Tropical, Ruta 11, Indaya, Los Pocitos, Carraguao, El Canal, El Plátano, Las Cañas, Atarés, El Casino, Los Bloques y un sinnúmero de asentamientos que se dibujan sobre un mapa de muchísimo silencio para darse cuenta como los seres humanos viven hacinados en cuarterías, como cucarachas, y se reproducen como conejos, mientras la Dirección Provincial de Vivienda cuenta con un fondo habitacional envidiable echándose a perder por más de 20 años.

 

Los asentamientos son lugares sin brillo, donde la administración del Poder Popular siempre tiene garantizada la pipa de ron o de cerveza, para anestesiar el alma de quienes habitan estos sótanos en los que, ni la pedagogía revolucionaria, ni los llamados Talleres de Transformación Integral del Barrio, han logrado modificar el paisaje, pues la guapería es una carta de triunfo. Son paisajes donde el precio de la desigualdad naturaliza las enfermedades psíquicas, el consumo de drogas y la violencia intrafamiliar.

 

Estos son algunos de los demonios que habitan nuestra ecología social, demonios alimentados por la ortodoxia revolucionaria que también apuntaló la marginalidad, al poner fuera del juego a figuras como el cineasta Nicolás Guillen Landrián, a la artista de la plástica Clara Morera, a los escritores Reinaldo Arenas, Lidia Cabrera y Carlos Victoria, a los investigadores Walterio Carbonell y Carlos Moore, al escultor Agustín Cárdenas, a Ediciones el Puente; reprimió las sexualidades disidentes, desmanteló la narrativa discursiva del hip hop para imponer el reggaetón, y hoy continúa penalizando la ecología política.

 

De cierta manera, Barrio Cuba, del desaparecido Humberto Solás, y Buscándote Havana, de la joven realizadora Alina Rodríguez, son algunos de los testimonios audiovisuales que incomodan al poder, pues le dan voz a la otra ciudadanía; desnudan su naturaleza pornográfica y descubren sus límites apenas interrogados por la sociología revolucionaria. Mientras tanto, La Habana no deja de besar sus propias heridas y de enseñar sus partes más escandalosas.

 

madrazoluna@gmail.com

 

 

Ricardo Alarcón: un presidente

sin poder para ejercer la palabra

Agustín Valentín López Canino

14 de agosto de 2013

 

Ricardo Alarcón, ex presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, reveló ante blogueros oficialistas que no se le permitió debatir con el entonces estudiante Eliecer Ávila sobre los viajes al exterior, después del incidente que vieron miles de personas a través de un video en el 2008. “Quedará para la historia, que esta persona que está aquí, le dio como respuesta al tema de la tarjeta blanca, el argumento ese de que si todos los cubanos viajaran chocarían los aviones (…) gracias a la autocensura nuestra, me privaron a mí de mis argumentos y se los regalaron a él (…) para mí fue muy desagradable porque con eso yo me embarqué, moriré con el sambenito ese” declaró Alarcón según el blog.

 

Basándome en la pregunta: ¿Qué poder tiene el Presidente de la Asamblea Nacional en Cuba y desde cuando existe la censura? Reflexiono sobre las declaraciones de desgraciado y pobre Sátrapa. La “revolución” está repleta de miserias y miserables, de cobardes y cínicos, de mentirosos y traidores, de ladinos y aborrecibles esbirros o mejor dicho esa es la esencia con que se ha conformado la “revolución”. Los uniformes verde olivo con que descendieron de la Sierra hoy apestan a cloacas y cadáveres insepultos corrompidos por el vicio del poder y la indiferencia por la justicia.

 

Cada día cuando por disímiles causas se ven obligados al desenmascaramiento ante el acontecer cotidiano y el avance de las fuerzas progresistas contrarias a la “revolución” que buscan libertad, estos miserables intentan justificar sus actuaciones haciéndose pasar por inocentes víctimas. La censura no es nada nuevo, la violación de derechos, la negación de libertades, la práctica de la justicia sometida solo a los intereses del poder ocasionando una barbarie de acontecimientos sobre los humildes, la tergiversación de la verdad al pueblo de Cuba han sido armas predilectas del gobierno del cual Ricardo Alarcón participada con gran autoridad. La censura de la cual se victimiza ocultó los asesinatos de los que se revelaban contra el poder, ocultó las golpizas y el encarcelamiento a hombres y mujeres por pensar diferente, luego de someterlos a sumarísimos y parcializados procesos penales rendidos a la más denigrante servidumbre a la “revolución” donde prevaricaba hasta la misma ley. La miserable vida de las cárceles cubanas y las crueles y degradantes condiciones a que eran sometidos los prisioneros políticos permanecía sepultada por la censura. Es humillante y vergonzoso que uno de sus participantes hoy justifique su perversa y ruin postura después de haber causado tanto daño a la nación.

 

En mis escritos personales he bautizado a cada canciller con alias. Por ejemplo a Robaina con el de robo y vaina, a Felipe Pérez Roque como la Sabandija Pujona, a Bruno Rodríguez Parrilla como la Alcahueta de Burdel y a Alarcón lo había bautizado con el de Babosa con Garras. Siento una inmensa felicidad por no haberme equivocado.

 

Para que la nación deje de ser la letrina de América en que la han convertido, la única alternativa es extirpar el poder que sostiene a todos estos miserables.

 

 

La pesadilla de construir casa propia

Osmar Laffita

13 de agosto de 2013

 

El huracán Sandy, que hace más de un año azotó las provincias Guantánamo, Holguín y Santiago de Cuba, dejó más de 250 mil viviendas destruidas o seriamente dañadas. A ello se le suma el medio millón que, en todo el país, se encuentran en estado regular a malo. Actualmente, hay más de 800 mil casas y edificios multifamiliares en avanzado deterioro. No pocas de estas edificaciones corren peligro de derrumbe, o han sido declaradas inhabitables.

 

Estas cifras dan una idea de cuán grave es el problema habitacional en Cuba. En el año 2006, se construyeron 106 mil casas. Desde esa fecha hasta el presente se ha desacelerado la construcción de viviendas. Cada año se construyen menos. Entre los años 2010 y 2012, el promedio anual de inmuebles construidos no sobrepasó los 35 mil.

 

A mediados de julio, el titular de Economía y Planificación, Adel Yzquierdo, informó a los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular que el plan de construcción de viviendas para el presente año no se cumplirá, “por falta de recursos”, principalmente con respecto a las viviendas que estaban previstas edificar en La Habana.

 

Señaló que en el primer semestre se incumplió con la cifra de viviendas previstas para edificar por esfuerzo propio, debido que los subsidios y créditos concedidos a 176 mil personas (ascendiente a 58,4 millones de dólares), fueron destinados por los beneficiarios a la compra de cemento, viguetas, bovedillas, cabillas, áridos, bloques, lozas, puertas, ventanas, herrajes para los baños y cocinas, que se emplearon para el mantenimiento y mejoría de sus casas.

 

Los establecimientos de ventas de materiales de la construcción administrados por las direcciones de Comercio y Gastronomía de los Consejos de Administración Provincial y Municipal del Poder Popular, permanecen sin oferta de productos la mayor parte del tiempo. Sus empleados, para provecho propio, incumplen con las normas de entrega de productos que se despachan a granel. Alegan que no disponen de medios de pesaje, perjudicando a los que compran estos materiales.

 

Tampoco cumplen con los estándares de calidad exigidos para los productos, aunque los venden por lo general a precios elevados. De la corrupción que ha infectado a la mayoría de las dependencias estatales, no escapan los comerciantes de materiales de construcción. Es común que los productos que no hay en los puntos de ventas, sean ofertados por los revendedores al doble o al triple de su precio oficial.

 

Cuando las personas subsidiadas, que permanecen semanas e incluso meses a la espera inútil de los materiales, reclaman a los empleados por estos escandalosos desvíos, responden que “los materiales no han entrado” y que “eso no es asunto de ellos”.

 

Este desvergonzado y abusivo negocio responde a una alianza en la que están involucrados directivos de la industria de materiales de la construcción, los administradores de los establecimientos estatales y toda una red de intermediarios que compran la mercancía antes de que ésta llegue a los puntos de venta.

 

Los camiones que trasportan los productos salen de las fábricas, pero no llegan cargados a su destino. Descargan en los lugares previamente seleccionados para la red de revendedores que controlan los intermediarios, quienes, además, se ocupan de proponer la mercancía y de su traslado.

 

ramsergandhi@yahoo.com

 

 

La revolución

pudo haberse escapado por la alcantarilla

Manuel Cuesta Morúa

13 de agosto de 2013

 

El turismo revolucionario es una práctica del primer mundo. Como lo es el turismo-turismo. Los revolucionarios del segundo y tercer mundo no tienen ni tiempo ni dinero para pasear por el globo a poetizar la miseria congelada por esas violencias que triunfan en nombre del pueblo.

 

Debo dejar sentado en seguida que primer, segundo o tercer mundos no siguen para mi criterios geográficos. Todos los países los combinan a su manera, y siempre en términos relativos. En Cuba también hay un primer mundillo. De modo que los que se dedican al turismo de la revolución provienen de cualquier latitud, compartiendo todos tres cosas: una ceguera frente a la realidad social, un desprecio antropológico por los pobres que inevitablemente generan las revoluciones y una billetera algo abultada.

 

Pero últimamente me llama la atención un dato: la pérdida de sensibilidad higiénica en los turistas revolucionarios. Porque Cuba es el país sucio del mañana. Me pregunto por eso cómo desde el status de primer mundo se puede defender una revolución mugrienta. Es posible estar del lado de los nacionalismos, los populismos o los indigenismos, con independencia de su calidad aséptica. De las revoluciones antihigiénicas, no.

 

Cuba, la higiene y el turismo revolucionario

 

Quien visite cualquier parte de Cuba debe espantarse, excepto en pequeños pueblos o en pequeñas ciudades como Cienfuegos, por sus olores fétidos. Es como si Cuba se estuviera aventando ininterrumpidamente para evacuar los gases de una digestión lenta, opípara y pesada en virtud de la calidad de los alimentos que ingiere. Solo que en este caso se trata de desechos públicos que quiebran la capacidad media para resistir la putrefacción ambiente.

 

Un país sin baños para viandantes, sin agua ni jabón para lavarse las manos después de una incursión por cafeterías o restaurantes, sin servilletas o papel sanitario en lugares públicos, sin una recogida de basura medianamente eficaz, con portales que acumulan tres décadas de suciedad, con edificios a medio derrumbar que sirven de posadas a jóvenes parejas sin espacios privados para el placer sexual, con ómnibus-baños en la madrugada, con hospitales y policlínicas listos para transmitir infección, todo dentro de un clima tórrido que sintetiza las excrecencias naturales entre el calor y la humedad, un país así no puede atesorar un proyecto de futuro.

 

Lo que distingue a las utopías es la higiene. Si no pensemos en el vocabulario fundador de las revoluciones: en todo momento asocian el pasado que destruyen con lo podrido, intentando comenzar por una especie de higienización de la sociedad para edificar el país pulcro del día después. Todo en ellas parece reducirse a la sanidad y a la higiene: a la higiene mental, la relación difícil de los totalitarismos con la locura se parece a la de la aristocracia con la peste; a la higiene social, la separación y el aislamiento del delincuente son igualmente reacciones patológicas para los constructores de utopías; y a la higiene del cuerpo, pensemos en la obsesión con la salud en un tipo de sociedad que piensa que sus súbditos siempre están enfermos. Estas higienes son básicamente técnicas de control y disciplina totalitarios que no deberían permitirse fisuras. Sin embargo, todos estos ámbitos de trabajo sanitario están colapsados. El número de enfermos mentales no cesa de crecer, la población delincuencial es casi endémica y los enfermos atestan las estadísticas. Del lenguaje, ni hablar.

 

Desarrollo impensable

 

Que las utopías sean improductivas, bueno eso no es un gran problema; las tensiones de la productividad y del consumo son teóricamente extrañas a las revoluciones del futuro. Que son poco imaginativas, pues no importa; la imaginación es un rasgo individual que, en su esencia, amenaza la coherencia y el núcleo rígido de poder de los constructores de pueblos. Lo que sí debería ser una señal alarmante es la suciedad prosaica de la ciudad utópica cubana. Como una muestra de su salubridad su gente debería andar con ropa zurcida, pero limpia; como recomendaba mi abuela.

 

Y lo peor de Cuba no es la hediondez de la faena diaria, sino un tipo de suciedad medieval que se nota en cuatro rasgos: la acumulación de inmundicias, la indiferencia como inmunizada de todos frente al plus desecho de la ciudad, la cercanía de los centros que dicen procesar los detritos a los espacios poblacionales y la ausencia de infraestructura moderna para el reciclaje de la basura. Como en el Medioevo, las sentinas están muy cercas del dormitorio y es fácil la confusión entre agua potable y agua albañal.

 

¿Por qué el turismo revolucionario no se da cuenta que la revolución cubana pudo haberse escapado por la alcantarilla? Llegar a La Habana, Holguín o Santiago de Cuba y tener que beber agua embotellada, vendida a precios inaccesibles para quienes supuestamente se hizo la revolución, debería ser la prueba suprema de que sin higiene es imposible desandar por las pretendidas calles del futuro. También rotas y grasientas.

 

 

Alcoholismo, corrupción y otros demonios

Miriam Celaya

12 de agosto de 2013

 

La sorpresiva divulgación en los medios oficiales de algo que ha ocurrido silenciosamente en ocasiones anteriores (envenenamiento por etanol), pudiera responder a varios factores relacionados entre sí: la conveniencia de cumplir la orientación gubernamental a la prensa acerca de dar cobertura informativa a la “lucha contra la corrupción”, el interés de ofrecer la imagen de un gobierno sensibilizado con lo que acontece en la sociedad, mostrar la presunta efectividad de las instituciones de la salud y del orden interior para enfrentar estas adversidades , aprovechar los hechos como escarmiento moralizante, entre otros motivos que seguramente se me escapan.

 

Por supuesto, noticias como éstas deben divulgarse siempre en la prensa, amén de segundas o terceras intenciones relacionadas con las coyunturas políticas y estratégicas del gobierno, solo que sería mucho más efectivo hurgar en la esencia del asunto y no solamente en su efecto externo e inmediato. Porque de lo que se trata aquí no es del simple caso de personas inescrupulosas que trafican sustancias tóxicas para el consumo de algunos grupos de individuos de los sectores menos favorecidos de la sociedad, sino de la conjunción de muchos males de la realidad cubana actual, expresados en una situación de la cual autoridades y medios oficiales son también parte y corresponsables.

 

Este suceso ocurrido en un barrio habanero nos coloca ante la punta de un iceberg de una crisis generalizada por el descalabro económico, el fracaso de la utopía, la ausencia de perspectivas, la desesperanza y la pérdida de valores. La descomposición general del sistema se refrenda en todas las esferas y niveles de la vida nacional, superando con creces la capacidad gubernamental para enfrentar la crisis. Es la metástasis de un “modelo” mortalmente enfermo, imposibilitado de curar la insalubridad moral de la nación.

 

Esta vez se combinaron la corrupción galopante, la extendida adicción al consumo de alcohol y el bajo poder adquisitivo de sectores muy humildes de la población, factores todos que favorecen el tráfico de diversas sustancias tóxicas, así como de otros productos de índole tanto o más macabra, como el conocido caso del tráfico de grasa humana sustraída del crematorio de Guanabacoa y comercializada como grasa comestible en el mercado ilegal, ocurrido pocos meses atrás, o de la venta de carne de animales robados de laboratorios y portadores de diversas enfermedades. Solo en las deterioradas condiciones de Cuba o en sociedades tan deformes como la nuestra se podrían producir hechos similares.

 

El comercio ilícito de alcohol está ampliamente extendido en la Isla. En la capital, casi la totalidad de los barrios populares cuentan con uno o varios expendedores de estas bebidas, procedentes tanto de alambiques clandestinos como del robo de las redes legales de almacenes y comercios. El gracejo criollo ha bautizado estos brebajes con diferentes nombres que traducen en la norma del lenguaje marginal los efectos de su ingestión: mofuco, risa e’tigre, el hombre y la tierra, chispa e’tren, y otros similares. Se trata de un tráfico y consumo que, si bien siempre han existido, se expandieron a partir de la crisis de la década de los 90’, cuando incluso la cartilla de racionamiento, incapaz de mantener los relativamente considerables subsidios de años anteriores, garantizaba una cuota de ron mensual para cada núcleo familiar.

 

El alcohol afecta la memoria

 

Por eso, pocos cubanos recuerdan aquellas reuniones semanales de los dirigentes del Partido y del Poder Popular, televisadas cada martes, a las que el ingenio popular bautizó como “Reunión de los Gordos” debido al rozagante aspecto de sus protagonistas en contraste con la población enflaquecida y hambrienta, en una de las cuales el entonces Primer Secretario del Comité Provincial del PCC, Jorge Lezcano, expresó cínicamente que “lo que no podía faltar a la población era el ron”. El consumo de alcohol fue, pues, una política oficial destinada a embotar el pensamiento de las masas: alcohol para olvidar las frustraciones en medio de las peores carencias que recuerda la historia cubana de la última centuria.

 

Con el paso de los años no han mejorado las expectativas sociales y se ha incrementado el consumo de alcohol, a la vez que ha disminuido notablemente la edad promedio de sus consumidores. En un país donde la vida ofrece más frustraciones que expectativas no es de extrañar que el alcoholismo haya alcanzado niveles francamente alarmantes.

 

Por ahora, el caso de los beodos de La Lisa ya ha salido de los medios y pronto será olvidado entre efluvios etílicos y otros imperativos. No sabemos si las víctimas sobrevivientes serán los cornudos y apaleados del momento, y como tales, inculpados por el delito de receptación. Tal vez los trabajadores que sustrajeron el alcohol metílico de un almacén propiedad del Estado y los encargados de la dirección y administración del mismo serán los chivos expiatorios más castigados en esta ocasión. Las responsabilidades serán depuradas solo hasta un nivel razonable. De cualquier manera, cada quien volverá a beber lo que pueda y la saga de ilegalidades continuará su marcha indetenible, mientras los máximos culpables de tanto desastre continuarán impunes.

 

 

Evasión, y los motivos

Francisco Castro

8 de agosto de 2013

 

[…] Estuve pensando en la posibilidad real de que esas personas se curen. Bueno no, el alcoholismo no se cura, pero se controla. Además, creo que ellos son demasiado ignorantes como para entender que deben rehabilitarse.

 

¿De qué vivirán? No creo que el llenado de fosforeras cubra sus gastos. Pero están todo el día en la esquina de la farmacia, y siempre bebiendo.

 

Se les nota muchísimo en los rostros la destrucción causada por el alcohol. Tienen en los ojos una expresión de insanidad, que cambia a idiotez cuando llegan –o más bien sobrepasan los límites de ebriedad.

 

Dan lástima. Dejan de ser humanos. ¿Qué miserias en sus vidas los pudo llevar ese estado?

 

Supongo muy poca inteligencia en las personas que caen en adicciones destructivas. Como el cigarro y el alcohol. […]

 

Los recientes acontecimientos de envenenamiento, por el popularmente conocido como “alcohol de madera”, que ha tenido un seguimiento diario por el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, me hicieron escarbar en mis papeles para compartir este fragmento de mi diario personal, escrito el 3 de octubre de 2010, cuando vivía en el barrio La Carolina, del municipio San Miguel del Padrón.

 

Imagino que la gravedad de estos acontecimientos, han dado al traste con la cobertura mediática oficial de que han sido objeto; junto a la no implicación directa –o eso parece, hasta que se demuestre lo contrario- de ningún órgano o institución estatal; y puede pensarse también en la “apoliticidad” del hecho –espanto contra el cual muchos estamos vacunados.

 

Sin embargo, no se han mencionado las razones por las que hechos como este, o como los que describo en mi diario personal, ocurren en nuestro país.

 

No se menciona que el alcoholismo gana terreno con espantosa perseverancia entre los cubanos, sin discriminación de edad o sexo.

 

Y por tanto, no pueden hablar de las causas por las que, cada día, más personas adquieren esta lamentable condición crónica.

 

Yo por supuesto, tengo mi teoría, y es por eso que escribo y comparto estas “reflexiones”. Sencillamente, la evasión.

 

Tengo un familiar que vive en un pueblo del oriente cubano, que destila su propio alcohol. Tiene instrumentos de medición, y es capaz de darle toques distintivos de sabor y aroma con caña de azúcar, mangle rojo, entre otras sustancias.

 

No creo que este familiar mío esté ya enfermo de alcoholismo. Hace muchos años que bebe su propia fórmula, pero no sé qué pasaría si, por alguna razón, no pudiera acceder a esta dosis de evasión.

 

En este mismo pueblo, se prepara una pócima alcohólica conocida como “walfarina”. Muchas de las personas que la consumen, la mayoría hombres, son fácilmente reconocibles. El sudor que transpiran, y el aliento que exhalan, adquieren un hedor característico.

 

Cientos de delitos se han cometido en este pueblo, con el objetivo de conseguir las dosis diarias de walfarina. De la misma forma, la destrucción de familias, y varias muertes, son adjudicadas a la ingestión de este veneno. (Esta historia me parece conocida.)

 

Piensen que, en algún momento de su producción, se utiliza caca de niño. Esto quizás sea un mito. Pero ya sabemos del basamento real que existe en la creación de los mitos.

 

Yo nunca he visto el proceso, al igual que la mayoría de los consumidores de walfarina. Pero todos parecen conocer, y aceptar, la participación de este “producto orgánico” en la elaboración del brebaje.

 

¿Por qué, entonces, siguen envenenándose? Además del bajo precio en el mercado: la evasión.

 

Debemos conocer que “la situación” en el oriente cubano, ha estado históricamente peor que en el resto del país. Se justifica, entonces, que los orientales cubanos tengan más razones para evadirse, y por tanto que el índice de alcoholismo sea más elevado en esta zona del país.

 

No creo necesario hablar ahora de “las razones de Cuba” para evadirse. Los seguidores de este sitio tienen una idea. Y los que no son habituales, aquí tienen para empezar.

 

No estoy en contra de la ingestión responsable de bebidas alcohólicas, el consumo moderado de sustancias alucinógenas, e incluso del cigarrillo, aunque sé que hace daño. Así pensaba en el 2010:

 

[…] muchas veces me he visto tentado por el cigarrillo, por la aureola de sensualidad que lo rodea.

                                                                            

Una vez, sentado en el malecón, extrañé la presencia del cigarrillo, aunque nunca he fumado: no es lo mismo un muchacho sentado en el malecón, mirando el mar, que un muchacho sentado en el malecón mirando el mar, mientras fuma.

 

El cigarrillo entre los dedos. De los dedos a los labios. Una ligera succión. El humo expandiéndose dentro de los pulmones, causando un silencioso placer (que es lo mismo que una silenciosa muerte), y luego saliendo a través de los labios, envolviendo el rostro. Es mucho más interesante.

 

Y luego, la mezcla de sudor, perfume a base de maderas y cítricos, y cigarrillos, resulta en un aroma casi afrodisíaco. […]

 

Pues sí, embriagado de cine negro, pero con los pies en la tierra, yo también me evado de vez en cuando. Sin embargo, creo que mis adicciones no dañan, precisamente, mi salud física.

 

 

 

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Una vez más el periodista uruguayo Fernando Ravsberg pretende ocultar el origen de los males que sufre Cuba desde hace medio siglo. El cubano de a pie está obligado literalmente hablando a comprar en el mercado subterráneo, para poder sobrevivir.

Con respecto a la treintena de enfermos mentales que murieron de hambre y frío, el periodista Ravsberg omite que el ministro de Salud, José Ramón Balaguer -miembro del Buró Político del único partido legalizado y uno de los siete dirigentes a los que Fidel Castro les cedió el poder-, fue “liberado” de sus funciones seis meses después del crimen múltiple del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra), pero nunca dio explicaciones. Véase

http://profesorcastro.jimdo.com/fotos-de-muertos-en-hospital-psiqui%C3%A1trico/

Un año después del crimen múltiple se realizó el juicio, pero como bien denunció el portavoz de la ilegal aunque tolerada Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba, el izquierdista Elizardo Sánchez, el tribunal “no ha llevado a juicio a los máximos responsables de este hecho cruel, pues ahí deberían estar también el ministro de Salud Pública y algún otro alto cargo del Gobierno”. Sánchez añadió que aquello no habría ocurrido si las autoridades sanitarias de Cuba hubieran aceptado en su día la cooperación de la Cruz Roja Internacional, que siempre supervisa con especial cuidado el funcionamiento de los psiquiátricos.

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Un mercado sin alma

Fernando Ravsberg

BBC Mundo, @ravsberg

8 de agosto de 2013

 

11 cubanos han muerto a manos de otros cubanos que vieron la posibilidad de ganar un poco de dinero fácil robando alcohol en su centro de trabajo para venderlo después en el mercado negro. No es la primera vez que ocurre y probablemente no será la última.

 

Durante la crisis de los 90 estuve en un pequeño pueblo de la provincia de Matanzas, donde un vendedor de frituras mató a decenas de sus vecinos y a su propia hija porque sus “proveedores” trasladaron la materia prima en sacos de insecticida.

 

Más recientemente una treintena de enfermos mentales murieron de hambre y frío porque un grupo de bandidos con títulos de médicos y enfermeros vendían en el mercado negro los alimentos que Salud Pública enviaba para los pacientes.

 

Una vez vinieron a la puerta de mi casa a vendernos leche en polvo y cuando preguntamos por su calidad el vendedor nos respondió muy satisfecho: “es de primera, nosotros la sacamos de la escuela especial”, en otras palabras se la robaban a los niños minusválidos.

 

Los especuladores no tienen alma, durante la crisis económica aprovecharon el hambre para vender aves carroñeras como pollo, milanesas hechas de trapo de piso, pizzas cubiertas de condones derretidos en lugar de queso y hasta riñones humanos robados de la morgue.

 

Pero lo cierto es que aun hoy es difícil vivir al margen del mercado negro, es imposible adquirir legalmente madera, acero para rejas, oxígeno y acetileno para reparar la carrocería de un automóvil y a veces “se pierden” de las tiendas la pasta de afeitar, el champú, las colchas de piso o los pañales.

 

Los altos precios y la mala calidad de la ropa y zapatos que venden las redes comerciales del Estado han provocado que florezcan las tiendas particulares abastecidas con prendas que llegan de contrabando desde Ecuador, Miami, Panamá e incluso Rusia.

 

Es más fácil y más barato comprar un aire acondicionado o un televisor en la página web “Revolico”, una página de anuncios clasificados en Cuba, que en las tiendas del Estado. Incluso tienen mejor garantía porque estos particulares temen que se les acabe el negocio si son denunciados por un cliente.

 

De una u otra forma es la ineficiencia del sistema comercial estatal la que nos empuja a todos a los brazos de los especuladores, nadie puede vivir sin caer en sus manos en algún momento para resolver necesidades a las que no hay otra forma de acceder.

 

Pero casos como este nos recuerdan que lo más grave del mercado negro no son sus repercusiones económicas o morales sino los peligros que implica para la vida la existencia de un sector económico tan importante sin el menor control sanitario.

 

En este sentido, una de las grandes ganancias de la apertura económica al trabajo por cuenta propia es que saca de las sombras a muchísimos productores clandestinos y, al hacerlos visibles, le permite a Salud Pública y a otras instituciones realizar los controles pertinentes.

 

Reducir el mercado negro siempre fue una prioridad del gobierno pero el uso sistemático de la policía no ha dado resultado. Ahora parecen proponerse otros caminos como la creación de mercados mayoristas que eviten la escasez temporal de productos.

 

Faltan aún otros pasos importantes, como la creación de tiendas para los autónomos con la variedad que reclama el mercado, con precios competitivos y con las calidades requeridas, una oferta tan atractiva como para garantizar que comprarán allí sus insumos.

 

La reducción del mercado negro o el fin de la escasez no es una garantía de que no habrá más casos como el que Cuba acaba de vivir. En España no faltaba nada en las tiendas cuando vendieron aceite de colza a la gente, provocando miles de intoxicados.

 

Por lo pronto las autoridades deberían revisar el sistema de reclutamiento y formación de sus empresas de seguridad, porque los guardias que sustrajeron el metanol no son una excepción, yo mismo he visto como muchos de ellos dejan robar a cambio de una “comisión”.

 

Si algo positivo se puede sacar de esta experiencia es la investigación paralela realizada por la prensa nacional para informar a la población. Es algo novedoso que podría marcar los primeros pasos hacia el objetivo de convertir los medios en un servicio público.

 

La divulgación periodística es clave, acerca a los cubanos a las causas del problema, les muestra cómo se produce, su costo humano y las consecuencias para los implicados. En casos como estos hacer pensar a la ciudadanía es una labor preventiva de primer orden.

 

 

Change by Attrition: The Revolution Dies Hard

Antonio G. Rodiles

July/August 2013

 

Five years ago, hopes were high among Cuba watchers when Raúl Castro officially succeeded Fidel. There was particularly intense speculation about who would be named the next first vice president of the Council of State. Bets focused on two candidates: Carlos Lage Dávila, a bureaucrat in his late fifties, and José Ramón Machado Ventura, an apparatchik in his late seventies who had been a captain in the guerrilla war that brought the revolution to power in 1958. Which of the two men was chosen, observers theorized, would suggest Raúl Castro’s orientation over the next five years and give a clue about whether Cuba’s course would be Raulista (reformist) or Fidelista (status quo).

 

The answer came when Lage and his friend Felipe Pérez Roque were ousted along with other senior officials. Despite his substantial portfolio—he had initiated a series of reforms that gave standing to small private businesses and had negotiated a supply of subsidized oil from Venezuela—Lage was stigmatized for deviation from communist principles and especially for trying to consolidate a base of personal power. It later emerged that on several occasions he and Roque had mocked the Castros as dinosaurs of a prior age.

 

In 2008, the international context was different from what it is today. Raúl Castro was attempting a modest rebranding of the Cuban government with the signing of the United Nations human rights covenants in New York. Hugo Chávez had become an inexhaustible source of resources and support for the disastrous economy Fidel had bequeathed to his brother. Barack Obama was emerging as the probable next president of the United States whose election would, according to Raúl’s calculations, increase the chances of ending, or at least relaxing, bilateral differences with the US without requiring that too much would have to be given up. The stakes were raised that same year when three hurricanes lashed the Cuban island, depressing its precarious economy even further.

 

Still, despite diplomatic encouragement by the new US administration, the Cuban government gave little evidence that it actually wanted a new dynamic. Clinging to a society totally controlled by State Security and a huge army of informers, the Raulistas instead sent a signal of their own in 2009 by arresting American Alan Gross, a subcontractor for the US Agency for International Development, for allegedly passing satellite phones and computers to members of Cuba’s Jewish community.

 

As the status quo regained its critical mass, Cuba’s democratic opposition increased its activities. Guillermo Fariñas’s hunger strike, activism by the photogenic Ladies in White, and the death of Orlando Zapata Tamayo after his own prolonged hunger strike all combined to create strong internal and external pressure on Raúl’s regime on the issue of political prisoners. A recognition that the situation must be dealt with led the government to enlist the intervention of the Catholic Church as liaison between the regime and the pro-democracy forces.

 

All during these crises, the government maintained that its “reforms of the economic model,” supported by Venezuelan subsidies, would bring about neo-Castroism at an “adequate” pace, without creating social tensions or breaking continuity with the founding principles of the revolution.

 

However, the much-publicized transformations of the economy never happened. Foreign investors have not queued up to invest in the Cuban future. First abject economic dependence on Venezuela (an echo of an earlier dependence on the USSR) and then the death of Hugo Chávez, “the brother from the Bolivarian country,” have upset all the nomenklatura’s rosy scenarios for transition without change.

 

 As it confronts what is likely to be a bleak future without the support of Venezuela, which must now turn inward to deal with its own soaring inflation and the legitimacy crisis of Chávez’s successor, Nicolás Maduro, Cuba needs to look once again and more realistically to the US and to what it would take to get a relaxation of economic sanctions. The release of Alan Gross would be a sign of weakness, but it would at least remove one key obstacle in the way of dialogue.

 

But the regime’s room for effective maneuvers—maneuvers that would give hope for recovery without causing a crisis of legitimacy for the Communists—has narrowed. As all the early expectations created by Raúl Castro fade to black, the government looks for steps it might take to allow Cubans to breathe a little more freely and lower their demands. Relaxing the controls of the iron-fisted travel and migration policy, in hopes of easing the growing shortages suffered by Cubans, is one of the “audacious” steps the regime has taken.

 

It is also naming “new” figures to fill the senior government posts who are actually part of the ancien régime. One of these, Esteban Lazo, was named president of the National Assembly. Symbolizing everything about the system that is old and unworkable, he will take the reins of an assembly that has never had a contested vote, not even on the very trivial issues which that body is allowed to discuss. Lazo is part of a retaining wall to block any initiative that might arise or come to this governing body.

 

Substituting Miguel Díaz-Canel for José Ramón Machado Ventura —as first vice president, and presumptive heir— is an attempt to provide a Potemkin succession. Díaz-Canel, younger, obedient, lacking in charisma, and without his own power base, will depend entirely on the consent of an entrenched military apparatus to keep his post. As in the case of Lazo, his appointment is another indication that the old dynamic has not been discarded but merely given a face-lift. Both men will improve the image of the ruling elite but in no way diminish its power or control.

 

Given the likely governmental schizophrenia that lies ahead —trying to create a narrow opening to the US while also making sure that any change in the upper echelons of government is only cosmetic— the opposition inside Cuba could begin to play a more crucial role. The collaboration among different opposition groups is more cohesive than in the past. The emphasis in recent months has been woven into a campaign called “For Another Cuba,” which demands the ratification and implementation of the United Nations covenants on human rights as the first step in a transition to democracy.

 

How the opposition plays its cards could influence the form the government’s Plan B ultimately takes when all else fails, as it certainly will. In the near term, however, it can be assumed that the government, looking ahead to the end of the Castros, will continue to assign key positions to its most reliable cadres, people who will guarantee that “neo-Castroism” is the only alternative. It will also try to create the illusion that the faces it presents to the world as its new government are not actually Castroistas in sheep’s clothing.

 

This narrative of rejuvenation will, however, require an economy that can afford it. And that is the sticking point: How can a completely disjointed and broken economy be repaired without fundamental change? It is hard to see how such a rescue operation could take place without a huge injection of capital, an injection that today could come only from Cuba’s northern neighbor.

 

The US embargo and the EU’s Common Position are key pieces in the political chess game now taking place behind closed doors in Havana. If the government manages to pull off the magic act of getting the embargo dropped and securing an infusion of resources without first installing the basic reforms that would in effect toss the old regime on the ash heap of history, it would be able to keep its repressive apparatus intact —and we could say goodbye to any dreams of democracy. When I hear several pro-democracy figures advocate an immediate and unconditional end to the US embargo, therefore, I wonder at their naïveté.

 

If on the other hand the international democratic community signals to the totalitarians in Cuba that ratification and implementation of the fundamental rights set out in the UN covenants is the only path to solving the Cuban dilemma, and if it conditions any measure relaxing the economic sanctions on the fulfillment of those international agreements, it will not take long to see results.

 

The Cuban government has not been and is not reckless, despite the provocative behavior it engaged in when it sheltered under the Soviet umbrella. The elite want to maintain power, but not a brief, après moi le déluge power that lasts only for their own lifetime, with family and close friends inheriting a wasteland.

 

The vast majority of the opposition, for its part, continues to hold the line by promoting peaceful change that transitions to a true democracy with the full and absolute respect of individual liberties and that will stand as a moral and political measurement of whatever status quo the government settles on in a desperate attempt to maintain its power.

 

One subtle sign that this change is on the way, even if there is not immediate economic reform or political liberalization, will be the disappearance of the metaphors of combat as Cuba’s lingua franca: “heroic territorial militias,” “socialism or death,” “impregnable bastions,” etc. These clichés represent the necrosis of Castroism; their disappearance will mean that the head has finally gotten the message that the body of Cuban communism is dead.

 

Antonio G. Rodiles, a Ph.D. candidate in physics, is a Cuban activist and founder of Havana’s Estado de Sats project.

 

 

 

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Una cuestión aparentemente tan sencilla como trasladar en La Habana a un enfermo a un hospital situado solamente a un par de kilómetros de distancia, se convierte en un serio problema; por ejemplo, mi tía diabética, Dominga Rodríguez Mesa, falleció en mis brazos porque no dispuse de transporte para poderla trasladar desde la Virgen del Camino al hospital Miguel Enríquez (La Benéfica), ni tenía la insulina que había que inyectarle, mientras que por clientelismo político los hermanos Castro les regalan medicamentos a otros países y la cúpula del poder mantiene a sus perros en aire acondicionado.

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La gravedad del Sistema de Urgencias Médicas

A. C. San Martin Albistur

27 de julio de 2013

 

Ambulancias con 12 horas de demora o que no llegan nunca, desvío de fondos, cifras infladas, robo de equipos, personal con antecedentes penales y timo a los donantes extranjeros: así funciona el Sistema Integral de Urgencias Médicas en la capital

 

En 1997 el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) sustituyó el trabajo socorrista de la Cruz Roja con la creación del Sistema Integral de Urgencias Médicas (SIUM). El objetivo era mejorar la calidad de los servicios de emergencia. El sistema quedó constituido con un Centro Coordinador de Emergencia Nacional, radicado en La Habana y 14 centros provinciales. Los centros dirigen las acciones para responder las demandas, clasificarlas y enviar las ambulancias a prestar el servicio.

 

Las normativas del SIUM establecen 10 minutos entre la llamada de auxilio y la respuesta (envío de ambulancia). En 2008 el diario Granma publicó una nota sobre los “cuantiosos recursos” asignados por el Gobierno para la compra de equipos y piezas dirigidos a perfeccionar el servicio de ambulancias destinadas a urgencias médicas. La inversión proveería a las ambulancias de respiradores artificiales, motores, monitores de vigilancia cardíaca y otros componentes utilizados en las unidades móviles.

 

La grave realidad

 

Con la intención de mejorar el tiempo de rescate y remediar el déficit de personal, las 15 bases de ambulancias habaneras fueron reunificadas en seis. Una de las unidades, Base Centro, enclavada en el municipio Plaza, cuenta con 27 ambulancias de las cuales funcionan solo 12. Con ellas deben prestar servicio a los municipios de Centro Habana, Habana Vieja, Cerro y Plaza que reúnen un total de 569.812 habitantes.

 

De esas 12 ambulancias, dos fueron reservadas para emergencias. Otras cinco fueron convertidas en micro (ambulancias colectivas) para transportar hasta 8 pacientes sentados. Tres fueron destinadas a llevar a los pacientes a consultas (son llamadas “trompos” por sus recorridos de ida y vuelta). Y en la base se encuentran las dos últimas, paralizadas por falta de camillas, lo cual ha sido reportado por los directivos como “fuera de servicio por carencia de personal”.

 

La enfermera Idalmis González Castillo, exdirectora de la Base Centro, expulsada del SIUM la pasada semana por denunciar la corrupción en el sistema de urgencias, accedió a hacer declaraciones para DIARIO DE CUBA.

 

“Están engañando a la gente al decir que tenemos un SIUM preparado, listo para rodar y rescatar personas”, dijo.

 

González aseguró que para los actos públicos convocados por el Gobierno se crea una imagen de efectividad del servicio de urgencias.

 

“Usted quiere ver que llega el Primero de Mayo, sacan las ambulancias del taller y le montan a la gente a como dé lugar y hay que estar en la Plaza… Y cuando se acaba el desfile hay que devolverlas al taller.”

 

Agrega Idalmis que “existen cinco Puestos Médicos de Avanzada (PMA) equipados con todo”. Pero las ambulancias de dichos puestos “cubren las actividades protocolares y las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular”.

 

Pedro García Hernández, conductor paramédico de la Base Centro, declaró que “los equipos de desfibrilación de las ambulancias no tienen baterías. Hay que conectarlos a la corriente para trabajar con ellos porque las baterías de estos equipos están explotadas”.

 

Agregó que los monitores para signos vitales no funcionan en ninguna de las ambulancias. “Solo la 13 y la 26 mantienen el funcionamiento de las plantas de radio”, reveló.

 

“La única ambulancia donde funcionan los equipos es la 20, que tiene una batería instalada por un trabajador, pero se la llevaron para el taller por problemas de chapistería.”

 

Manifestó el paramédico que “los micros están haciendo recorridos largos con los códigos 122 (cólera) y 113 (dengue)”. Y concluyó: “Durante el trayecto los pacientes vomitan y se defecan contaminando a los acompañantes y la tripulación”.

 

Personal no idóneo

 

Robos dentro de los domicilios durante la recogida de los pacientes, demoras en el servicio que han provocado muertes y demandas sin respuestas, son las quejas de los tributarios del servicio que revelan ineficiencia.

 

Luis A. Collazo, exdirector provincial del Centro de Urgencias Médicas, señaló al periódico Granma que el SIUM cuenta con equipos y personal entrenado en el rescate y la asistencia vital. Aunque señaló la existencia de “choferes no idóneos” para las ambulancias.

 

Sin embargo, la idoneidad también parece escasear entre los directivos. Pues el asesor de la dirección provincial, Inocencio Javier Ramírez Cortez, fue invalidado como enfermero al ser sancionado como cómplice de asesinato.

 

El caso más crítico se describe en la demanda 99, expedida el 8 de febrero del presente año. El desvío de la ambulancia hacia un destino sin aclarar favoreció el fallecimiento de Orelis Coipel Fernández, de 28 años, con seis meses y medio de embarazo.

 

El doctor Frank, quien se encontraba ese día de guardia en el Centro Coordinador de Urgencias del SIUM, declaró a DIARIO DE CUBA que dispuso “a tiempo el despacho de la ambulancia para el traslado de la gestante con una crisis de asma aguda”.

 

La ambulancia 12, conducida por Julio César Acosta González, salió de la base a responder la demanda, pero nunca llegó a socorrer a Orelis Coipel, quien fue trasladada al día siguiente hacia el hospital Nacional, donde falleció.

 

Otro directivo, Julio César Acosta, fue ascendido a supervisor aunque posee un largo récord delictivo que incluye robo con violencia y violación de domicilio de forma reiterada, así como un asesinato infringiéndole golpes y corriente eléctrica a la víctima.

 

La corrupción

 

Un directivo del Centro Coordinador de Urgencias provincial que solicitó no ser identificado por temor a represalias, declaró que en 2008 Inglaterra donó 75.000 dólares para informatizar el SIUM. Tal donación estaba destinada a garantizar las comunicaciones directas entre las bases y la dirección nacional. Y también se pretendía implementar un sistema de GPS.

 

En 2010 los ingleses regresaron a la Isla para observar la implementación de la ayuda. Los directivos del SIUM acomodaron entonces un falso Centro Coordinador en el municipio Playa con computadoras inexistentes. Durante la visita, los dirigentes se hicieron pasar por enfermeros y telefonistas.

 

Afirma el paramédico Pedro García que Collazo, el director de entonces, “se retiró y poco tiempo después abrió una paladar”. Y agrega: “En la actualidad existen dos GPS, uno en el carro 1 neonatal y otro en el 36, el móvil intensivo”.

 

Pedro García alega que Nelson Vicente Lobo, quien fue removido de vicedirector de Coordinación a jefe del Departamento de GPS por utilizar las ambulancias para uso personal, “se lleva los equipos para su casa con el fin de repararlos, y no regresan”.

 

“Hay equipos en las ambulancias que están vacíos por dentro”, señala.

 

“La corrupción lleva años en el SIUM”, asegura Idalmis González Castillo. “Durante el último cambio de dirección salieron a relucir 22 trabajadores fantasmas. Ivette Mora Cedeño, Marisela Ortega, Yilian López, eran bajas del SIUM y seguían llegando sus salarios. Con eso no se tomó ninguna medida”, expresa.

 

El doctor Carlos Aragón, actual director provincial, declara al MINSAP 118 ambulancias en servicio. El dato contradice las más de 30 demandas diarias que realiza cada ambulancia con retardo de 12 horas y el aumento en las quejas de la población.

 

Refiere Pedro García que el pasado lunes las deficiencias provocaron una inspección del vicedirector de Transporte del MINSAP quien constató la falsedad de los datos ofrecidos por el dirigente.

 

Mentiras, corrupción, delincuencia y muerte, son las garantías del sistema de emergencias médicas de Cuba. Un servicio de cuya urgencia y profesionalidad podría depender la vida de cualquier cubano.

 

 

Hasta 12 horas para asistir emergencias médicas

Lilianne Ruiz

26 de julio de 2013

 

Cuando la enfermedad asalta a una familia cubana son muchos los que dependen del favor de algún vecino con carro que te lleve al hospital. Por otra parte, los paramédicos y enfermeros del Sistema Integral de Urgencias Médicas (SIUM) dependen del “agradecimiento” de sus pacientes para “resolver” un mejor almuerzo o unos pesos por encima del salario.

 

Juan López (ha pedido aparecer con seudónimo), para llevar a su padre al hospital, llamó al SIUM y estuvo tres horas y media esperando que llegara la ambulancia. La respuesta telefónica que dio el Centro Coordinador fue: Su caso es el primero de la lista pero no podemos resolverle.

 

“Al cabo de ese tiempo ya yo no daba más. Bajé a buscar a algún vecino con carro, alguna vía para poder sacarlo de ahí”, explica López. “El tiempo pasaba y la enfermedad iba evolucionando”.

 

Desde que se activa una emergencia médica, lo estipulado es un tiempo de rescate de 10 minutos. Un joven trabajador de SIUM ha pedido omitir su nombre para ofrecer su testimonio. Le llamaremos X.

 

Es licenciado en enfermería y cuenta que existe un sistema por clave, en comunicación con el Centro Coordinador Provincial de las calles 44 y 17, municipio Playa. La clave 1 significa estar en camino a la demanda. La clave 2 indica la llegada y eso es lo que debería estar entre los 10 minutos. De la 2 a la 3 se está trabajando con el paciente. La clave 4 es el camino al hospital. La 5 significa que ya se entregó el caso y se está listo para tomar otro.

 

“En realidad, nos pasamos hasta 12 horas en recoger a un paciente, pero es que son siete bases en toda La Habana y en ocasiones hay siete u ocho carros (ambulancias) nada más; otras veces 11 ó 12, para toda la provincia. Por ejemplo, la base de Plaza abarca también la demanda de los municipios Cerro, Centro Habana y Habana Vieja. Hay días, como hoy, que solo se trabaja con una sola ambulancia”.

 

La demora experimentada por la población es el resultado de una larga lista de la que se priorizan los casos más graves. Pero desde la posición del enfermero X el trabajo es continuo.

 

“Muchas veces, uno sale a las ocho de la mañana y son las tres de la tarde y no hemos almorzado. La gente ofrece un refresco, alguna merienda, incluso dinero. Otros no tienen nada que ofrecer. Algunos están molestos por la demora y protestan. Ocurre que se notifica un caso con fractura de cadera, pero a los 10 minutos aparece un caso con pérdida de conciencia y la fractura tiene esperar. Si luego aparece una cardiopatía, la fractura de cadera se va quedando rezagada”.

 

Son pocos los cubanos que poseen un auto; ni siquiera se puede decir que al menos un miembro de cada familia posee uno. El salario de un trabajador es tan escuálido que no alcanza para tomar un taxi hasta el hospital cuando se trata de urgencia médica.

 

Hay tres categorías de ambulancias, la intensiva, la intermedia y la básica. Pero X nos comenta que “es posible que una ambulancia de cuidados básicos llegue hasta un paciente grave y solo pueda verificar y llamar nuevamente al Centro Coordinador. Luego mandan una segunda ambulancia que tiene equipo de electro y un desfibrilador, pero no está equipada con ventilador artificial y al paciente hay que entubarlo”.

 

Mi cara de desconcierto le lleva a redondear: “Eso pasa”.

 

El enfermero X trabaja en una ambulancia de terapia intensiva, supuestamente diseñada para asistir los casos más graves de la ciudad. Pero por el déficit de carros, ha tenido que encargarse, incluso, de trasladar enfermos entre hospitales. “He llegado a trabajar con 14 ó 15 casos en un día, no solo de apoyo vital, sino también de lo que aparezca”.

 

Muchos edificios de La Habana, especialmente en la zona del centro, son de varias plantas, con escaleras muy estrechas. Después de un esfuerzo agotador, no hay tiempo de descansar, ni hay un café antes del siguiente llamado. Los del SIUM trabajan 24 horas. Se quejan de las condiciones de trabajo y del menú del almuerzo: “Muchas veces te puedes encontrar con una bandeja de harina con huevo hervido o revoltillo instantáneo, o sopa con arroz. Los Días del Enfermero aparece un pedacito de gordo de cerdo”.

 

Un licenciado en enfermería, del SIUM, trabajando 24 horas y descansando 48, gana entre 740 y 750 pesos mensuales en moneda nacional, equivalente a 30 dólares. “Son como 12 ó 13 guardias al mes. Hay que poner los pies en la tierra, uno tiene que comer y yo tengo una hija. Eso no alcanza para nada”.

 

Como muchos de sus colegas, X aspira a salir de misión médica (fuera del país) para mejorar su situación económica, pero para eso deberá primero dejar las ambulancias y trabajar como enfermero en cualquier hospital.

 

“El SIUM es mi vida, pero llega un curso de superación y no te pueden liberar por falta de personal. Se estanca uno y desgraciadamente el personal de Salud Pública si no se vuelve internacionalista no es nadie”.

 

El sistema también cumple una finalidad política

 

En la Base Nacional del SIUM, con sede en la calle Árbol Seco, del municipio Centro Habana, las cosas pintan diferente. Desde afuera se ve un parqueo con varias ambulancias más modernas. El primer impulso de la reportera es preguntar al personal médico que conversa en la puerta cuántos carros posee el Servicio Nacional y qué tipo de casos atiende. La respuesta de un médico es tajante: “Tienes que venir con un papel de la institución a la que perteneces, a la dirección de este centro, para recibir respuesta a esas preguntas”.

 

Le hago saber que la población se queja de la demora y la calidad del servicio. ‘’La población está muy mal educada. Esto no es un servicio de taxis”, responde.

 

Insisto, invocando el interés ciudadano en el asunto. La respuesta del médico es una mentira lanzada a la cara con cinismo: “No hay conflicto entre los intereses ciudadanos y los intereses del Estado”.

 

El SIUM nacional es el encargado de realizar los traslados institucionales entre provincias, pero fundamentalmente cubren eventos internacionales u otros encargos, como el 1 de Mayo o las Tribunas Antimperialistas. Se destinan al aeropuerto, al Palacio de las Convenciones. Al Parlamento y a toda actividad que tenga que ver directamente con el gobierno. Fueron los empleados de Cruz Roja cubana los que, en la visita a Cuba del anterior Papa, Benedicto XVI, tenían a mano las camillas destinadas a la población que pudiera “enfermar repentinamente”, como se pudo observar mundialmente, en la agresión de un camillero a un opositor pacífico.

 

Los trabajadores del SIUM provincial ven a los nacionales como “gente con poco contenido de trabajo y muy buena atención”. Pero también “filtrada ideológicamente”. Un paramédico del servicio provincial que también ha pedido anonimato explica que “hasta el chofer de la delegación nacional ha pasado cursos de capacitación política. Hay oficiales internos que son de la Seguridad del Estado”.

 

Las ambulancias del SIUM nacional sí están equipadas con todo lo necesario para enfrentar cualquier emergencia. Él mismo pidió ser parte de ese servicio porque “esa gente come bien” y no tiene los problemas del SIUM provincial. “Cuando el pueblo ve esas ambulancias cree estar viendo al SIUM, pero no es así. En esos carros todos los equipos funcionan”.

 

 

Nuevos rescates culturales

Roberto Madrigal

26 de julio de 2013

 

Tal parece que tanto los intelectuales como la cúpula gubernamental cubana se han convertido a la arqueología. No sólo se dedican ya a rescatar a escritores y otros artistas a quienes ellos mismos se habían encargado de borrar del mapa cultural de la isla, sino que ahora también rescatan conceptos y abstracciones.

 

Miguel Barnet llama a que en el próximo congreso de la UNEAC se le dedique esfuerzo al rescate de “nuestros valores”, entre ellos la familia y la escuela. Ya en el reciente congreso de la Unión de Periodistas de Cuba se reafirmó el rescate del valor periodístico primordial que ha regido por los últimos cincuenta y tantos años, la lealtad a los lineamientos del gobierno. Padura, desde su enclave cultural de Mantilla, dedica todo un artículo, lleno de solemnidad, a explicarle al pueblo ignorante los avatares del deporte profesional y la necesidad de restaurarlo mesuradamente en la isla, criticando las decisiones políticas que llevaron a su erradicación, sin aclarar de quién o quiénes fueron esas decisiones. Junto a la familia y la escuela, el deporte profesional parece ser otro de nuestros valores perdidos. Otros no tan afamados intelectuales, que se mueven bastante fuera de la isla, conceden entrevistas y se expresan sobre su quehacer con abstracciones exquisitas, evitando la mención a la ideología y la política con asco lezamiano, casi como si hubieran nacido en un país escandinavo, pero sin que sus preocupaciones existenciales lleguen a niveles bergmanianos. Algunos hablan de la necesidad de abrir un diálogo nacional sobre embelesamientos nunca aclarados. Por supuesto, todos sabemos que hasta Raúl Castro hizo hace poco un llamado al rescate de la familia y la educación.

 

Entre los muchos dislates que nos dispensan obvian muchas interrogantes, convierten a las víctimas en victimarios y eluden las causas de la “pérdida”. Todos se quejan pero ninguno ataca ningún punto en concreto.

 

Yo quisiera que en algún momento mencionaran quiénes fueron los que desde hace muchos años crearon un proyecto social tan importante que implicaba exigir a las personas, y sobre todo a los jóvenes, que no tuvieran ningún tipo de relación con sus parientes que se marchaban de la isla y a los cuales había que llamar por sus nuevos nombres: traidores, contrarrevolucionarios, vendepatrias y gusanos. Los mismos que conminaban a la juventud a denunciar a sus padres si los escuchaban hablar mal de la Revolución, o a delatar a un amigo por expresar una opinión, a que vieran detrás de cada individuo un enemigo. No se atreven a señalar a quienes declararon el deporte profesional como un vicio del pasado que no tendría lugar en la nueva sociedad que muchos de estos nuevos herejes defendieron con vehemencia por tantos años.

 

En su lamento bolchevique no apuntan a quienes desmantelaron un sistema educacional apoyado en instituciones privadas, religiosas y públicas para convertirlo en un sistema único, estatizado y subordinado a los lineamientos ideológicos del nuevo partido comunista (muy diferente del viejo). Que se enorgullecieron de establecer un aparato docente en el cual desde la más temprana adolescencia los jóvenes se tenían que pasar, primero meses y luego el año escolar completo, en recintos rurales, alejados de sus familias, propiciando la promiscuidad y la falta de influencia de adultos responsables. Un sistema en el cual la influencia de los padres, los abuelos y los hermanos quedaba supeditada a la influencia ideológica de los que funcionaban como instrumentos del poder, sin que existiera alguna otra opción. Esa fue “la nueva escuela, la nueva casa, la cuna de nueva raza” que tan desentonada y ridículamente cantó Silvio. A nadie disgustaban entonces aquellas letras, pero sí desaprueban ahora el reguetón.

 

Si ese sistema, que nació bajo la sombra de juicios sumarios y enardecidos gritos de “paredón”, no es lo que estableció los cimientos para poner en marcha el deterioro moral, un sistema que además ha convertido a la mayor parte de la ciudadanía en meros sobrevivientes que no pueden hacer menos que comportarse como tales, con la miopía ética y social que caracteriza a quienes tienen que dedicar su vida a hacer lo que sea para llegar al día siguiente, entonces no me explico lo que puede ser la causa de los males que les atormentan.

 

Le preguntaría a estos alarmados, indignados y enardecidos trotamundos intelectuales y políticos que se han beneficiado todo este tiempo de este engendro, cómo piensan resolver todos estos problemas mientras intentan preservar el esqueleto del sistema. ¿Por decreto?

 

Su arrogancia y prepotencia les impiden ver que la cultura, la moral, la educación y el civismo no están nunca en crisis, sino que son el reflejo de la crisis del tejido social, que es el que sí se resquebraja.

 

 

Si de ‘conducta impropia’ se trata…

Miriam Celaya

26 de julio de 2013

  

El Gobierno hace campaña por la ‘pérdida de valores éticos y morales’ en la sociedad. ¿Pero qué hay de la grosería de entrar en arreglos armamentistas con la dictadura norcoreana?

 

El título alude a un memorable documental que, con seguridad, muchos cubanos de todas partes hemos visto, basado en el descarnado testimonio de quienes sufrieron la arbitrariedad y el terror implantados por el castrismo en la purga desatada unos cuarenta años atrás. Conducta impropia fue una ilegal figura delictiva establecida por el régimen castrista en las décadas del 60 y el 70 del pasado siglo para reprimir lo que oficialmente se consideraran desviaciones sexuales (homosexualidad, “blandenguería”), diversionismo ideológico o todo aquello que pudiesen interpretar las autoridades como políticamente incorrecto. Bajo esa etiqueta fueron presos, defenestrados, enviados a campos de trabajos forzados o sencillamente pasados al insilio, numerosos intelectuales, artistas y gente común y corriente.

 

En su mayoría las víctimas anónimas de esa cacería que se erigió como política de Estado fueron hombres, por cometer el grave delito de usar melenas largas, pantalones demasiado estrechos, no incorporarse a las “zafras del pueblo” o preferir cierto tipo de música, entre otros. Nadie escapaba del riguroso escrutinio de la Inquisición verde olivo y de sus celosos comisarios; cualquiera podía caer en desgracia ante los rígidos parámetros revolucionarios.

 

Con el tiempo, la represión se mantuvo, pero cambiaron los métodos. Algo de lo que antes fuera condenado pasó a ser tolerado y actualmente los esquemáticos guerrilleros se han visto obligados a asumir nuevas poses y hasta a aceptar ciertas diferencias. Sin pedir disculpas por los daños causados, sin admitir aquella persecución sin precedentes ni el atentado contra derechos elementales de las personas libres, ahora ese mismo gobierno simula estar al frente de la defensa de esos derechos, y para demostrarlo promueve campañas, realiza eventos y hasta organiza marchas y festivales.

 

Sin embargo, a raíz del discurso pronunciado por el general-presidente en la reciente sesión de la Asamblea Nacional, en el que anunció una cruzada contra la grosería y las indisciplinas sociales y señaló la “pérdida de valores éticos y morales” que se ha enraizado en la sociedad, vuelven a correr aires de censura por nuestras calles. Algunas personas aseguran que ya se están aplicando multas a quienes profieran “malas palabras” o mantengan actitudes groseras en lugares públicos, que suban a los ómnibus por la puerta de atrás o no paguen su pasaje, que escandalicen y molesten a los vecinos, que arrojen basuras y escombros en la vía, etc. Lo cual, en principio, no estaría del todo mal si no se tratara en realidad de una campaña más, si hubiese algún cubano libre de todos estos pecados como para multar a los pecadores, o si al aplicar las medidas no se incurriese, a la vez, en la vulneración de otros derechos ciudadanos.

 

Por ejemplo, días atrás un adolescente habanero, que aquí llamaré Daniel, residente en el municipio Cerro, regresaba a su casa después de su acto de graduación de enseñanza secundaria. Con el desparpajo y la peculiar idea de libertad propios de su edad, sintiéndose ya sin compromisos con la escuela y bajo el sol inclemente del verano, había subido, doblándolas hasta sus rodillas, las perneras de su feo y ya desvaído pantalón de uniforme amarillo, y traía la camisa medio abierta por fuera del fajín. Despreocupado, caminaba concentrado en la música de los audífonos atronando en sus oídos, por eso lo tomó de sorpresa un hombre que lo detuvo bruscamente en plena vía y, lleno de autoridad, tras exigirle apagar la música y sacarse los audífonos, le ordenó bajarse inmediatamente las perneras del pantalón.

 

De momento, Daniel dudó si el sujeto estaría en su pleno juicio, así que le preguntó quién era y por qué debería hacer lo que le ordenaba. El individuo entonces se identificó, no por su nombre y apellidos, sino como “inspector de menores”, lo acusó de estar usando incorrectamente el uniforme, “un símbolo de la Patria que le había entregado la Revolución” y que por esa causa sus padres podían ser multados y él retenido en un “centro de atención a jóvenes con conductas inadecuadas”.

 

Sin dejarse impresionar demasiado, Daniel le explicó que ya ese no era su uniforme porque, de hecho, estaba regresando de su graduación de secundaria, así que no tendría que usarlo más; que ya iba para su casa y tenía mucho calor después de permanecer largo rato parado al sol en el patio de la escuela oyendo los obligados discursos antes de obtener su diploma, y que él tenía entendido que los símbolos patrios eran la bandera cubana, el escudo nacional y el himno de Bayamo, y no un viejo pantalón que —para más señas— no se lo había dado ninguna revolución sino que se lo había comprado su madre a sobreprecio en el mercado subterráneo, cuando ya no le sirvió más el que “le tocaba por el cupón” en el curso anterior. El hombre persistió en sus amenazas, le exigió su carné de identidad y hasta trató de retener a Daniel por el brazo, ante lo cual el adolescente se sacudió y, ya seriamente asustado, echó a correr hasta su casa.

 

El hecho, rigurosamente cierto, se basa en el testimonio directo del jovencito y de su familia. Pero en realidad, lo importante aquí no es dirimir simplemente si Daniel actuaba de manera correcta o no. Durante muchos años ha sido costumbre entre nuestros adolescentes que se gradúan de diferentes niveles de enseñanza realizar esta especie de rito de paso en el que se desacraliza el viejo uniforme, considerado por ellos —y por generaciones anteriores, ya no tan jóvenes— un símbolo del control que ejercían las instituciones educacionales sobre sus vidas. Es apenas un inocente acto de rebeldía propio de esas etapas de la vida que se traduce en disímiles formas de expresión: desde hacerse estampar sobre las camisas las firmas de los compañeros de clases hasta la rotura intencional del uniforme en tiras que dejan colgar sobre sus cuerpos, sin mayores consecuencias.

 

De lo que se trata aquí, en esencia, es de que ningún funcionario o agente del Gobierno puede tener la autoridad de coaccionar a un menor, sea en privado o en la vía pública, trasgrediendo tanto el derecho de ese adolescente como el de sus padres y demás familiares adultos. La gravedad del hecho es que, con otros matices y en otro escenario, aquí se repiten la impunidad oficial y la indefensión ciudadana, a contrapelo de los supuestos “cambios” que pregona el Gobierno, lo que debería disparar de inmediato las alarmas en la sociedad.

 

Y ya que de multas y de castigos se trata, el Gobierno no está en condiciones de tensar la cuerda. Es a los cubanos a quienes correspondería analizar por estos días qué medidas tomar por la incalificable grosería gubernamental de entrar en arreglos armamentistas con esa otra dictadura del planeta, la norcoreana, engañando al pueblo cubano y ofendiendo al mundo civilizado y a las organizaciones internacionales de las cuales somos miembros. Castro II debe explicar esta y otras muchas violaciones que delatan la falta de valores éticos y morales del Gobierno antes de pretender aplicar medidas coercitivas sobre sus “gobernados”.

 

Habría que incluir también en el análisis la responsabilidad directa de medio siglo de abuso totalitario en la pérdida de ética y de valores morales de la sociedad, sin mencionar la violación sistemática de los derechos ciudadanos a lo largo de todo ese tiempo. Lástima que este mismo gobierno nos haya privado también, con la supresión de las instituciones cívicas, de las herramientas con las cuales pedirle cuentas y hacerle obedecer. Sin dudas, ya está siendo hora del inicio de verdaderas reformas en Cuba, comenzando por las políticas.

 

 

El ruido: La nueva canción protesta

Wendy Guerra

 

24 de julio de 2013

 

Cuba es un piano que toca en el horizonte”.                                                   Eliseo A. Diego

 

Nacimos y crecimos siendo parte de un país colmado de música, vida y sentimiento extrovertido. Los años conviviendo en internados o movilizaciones nos marcaron de tal modo, que nos sentimos con la potestad o el derecho de juzgar abiertamente la vida del otro y gritar a los cuatro vientos, delicados asuntos que en ninguna parte se enuncian -explícitamente- en terreno desconocido, ajeno. Aquellas autocríticas y amonestaciones públicas, el detenido seguimiento de tu privacidad por “entusiastas cederistas destacados” o personas de organizaciones que lo impulsaban o lo impulsan, colaboraron con la pérdida del límite hacia la privacidad. Vivir en eterna defensa de “El enemigo” nos impuso concesiones muy grandes que seguirán teniendo consecuencias. Ordenarte que bajes tus muros para obtener tu panorama doméstico desde la calle, inquirirte sobre tu sexualidad o religión, impedirte la correspondencia con familiares del extranjero (como requisito para pertenecer a ciertas organizaciones), abrirte las cartas y conocer de ti hasta los mínimos detalles, desarma y desarmará de reserva e intimidad a los seres que habitan un país.

 

Cariñosos, comunicativos, exagerados, habladores, cantarines, expresivos; todo eso borda nuestra idiosincrasia, pero invadir al prójimo con nuestra personalidad y nuestro alboroto, la mala conducta o una postura gregaria es ya tan cotidiano como dañino.

 

¿Cómo se van expresando los ciudadanos a través del ruido, el sonido ambiente de todos los días?

 

Te despiertas cada día con una música chillona e indescifrable, creo puede ser una vertiente del llamado Reggaetón lo que interviene la calle: seis menos cuarto de la mañana. El lada blanco de siempre, con potentes bocinas, un muchacho joven espera por mi vecinita de los bajos y ni se plantea que es nocivo compartir su irrebatible “alegría” al amanecer, “el otro” pasó de ser “obsesivo objeto de análisis” para dejar de importar. Ya estamos despiertos. Nadie regaña, nadie pide por favor que baje la música. Alguna mala palabra sale de una ventana, pero, la vida continúa.

 

Los televisores se encienden enseguida. Un aparato que corta lozas para la construcción vecina desgarra el aire. Cada quién sintoniza su radio, la mixtura de voces se ha vuelo sonido aleatorio, las grabadoras alcanzan diferentes decibelios. Abre la bodega y la gente acude a comentar sobre el diario, parece que habrá bronca pero no, el cubano ya discute así. La discusión sube de tono y otra vez se escuchan como si nada los peores malas palabras. Se sacan las mesas de dominó y se formó el ruido de fichas y dicharachos. Los platos sobre la mesa de juego, los vasos y una rumba que tocan sus jugadores ponen el acento a la mañana. ¿Esta gente no trabaja? Todo esto ocurre en un día laborable. ¿Dónde están los controladores de la privacidad? El perro que dejan amarrado en el patio trasero no deja de llorar. Volvieron “Los Pregoneros”, “Pastelitos de Coco y Guayaba”, “Pan de molde”, “Palos de trapear” y “El buen café sin chícharo”.

 

Bajas a la calle. Necesitas buscar algo para el almuerzo. Aterrizas aun más. Los niños juegan (gritándose) por qué... ellos sí están de vacaciones y se expresan como ven hacerlo a sus mayores. Malas palabras. Completo desconocimiento jerárquico. Por fin lo lograron, creo que sí, no hay distinción, parece que ya todos somos iguales. 

 

Las personas hablan muy muy pero muy alto, las voces traspasan paredes. El deporte crea una ola expresiva y expansiva. Los hombres braman, las mujeres chillan. No pasa nada, es solo un “intercambio amistoso”. 

 

En la calle me encuentro con pocos cubanos que controlen el tono de su voz. Si le ruegas a un dependiente que por favor, te cambie la mercancía porque no es lo que buscas, no es el ingrediente que lleva el plato, te mira fijo y te pregunta irónico -haciendo partícipe su malestar al resto de la cola- ¿Tú no eres de aquí? Adáptate o morirás en el intento. La gente está descontenta con los precios, con las dos monedas, con el transporte, con el modo de ganarse la vida y tiene que decirlo de algún modo o explota.

 

Aquí no están permitidas las huelgas, ni las pancartas, mi generación no sabe lo que es pedir permiso al gobierno para protestar un día determinado a una hora específica para hacer saber su malestar, no todo el mundo redacta una carta al periódico oficial y hemos dejado de quejarnos en las reuniones de El Poder Popular. ¿Cuál es el único modo de protestar? El modo inconsciente. Gritando, empujando, maldiciendo en alta voz. Rompiendo objetos o medios estatales. Diciendo malas palabras, agrediendo al que parece conservar cierta educación. Gritos y música alta. Ruido y más ruido para NO PENSAR y NO DEJARTE PENSAR.

 

Algo ha cambiado en Cuba: Te montas en un carro de alquiler (Almendrón) y las personas no dejan de quejarse, no dejan de lamentarse, no dejan de protestar. Es una protesta que parece estallar, pero no estalla. Lo que antes se decía en voz baja por miedo, hoy se grita; se evidencia.

 

Marea el nivel de ruido de los automóviles por las avenidas, suenan y suenan lamentándose tras décadas de reparaciones. Las guagas estruendosas, los camiones ensordecedores... ¡Ay! Llegó la noche “sin su silencio cruel”.

 

Las telenovelas y las películas se trenzan con la música. Una fiesta de Santo con tambores y gritos se escucha en la esquina. Llegan nítidos diálogos entre balcones: “Tírame la llave”, “Sube la jaba”, “acompaña a tu hermana a buscar la vieja y prepárate cuando llegues”. Los adolescentes celebran sus graduaciones, aparece la figura del “DJ” pinchadiscos, deejay, diyéi o disyóqueyen el barrio, ese chico que anda con toda la música del mundo en su mochila y desea que su selección sea escuchada y sentida por todos hasta las tres o cuatro de la madrugada. Nos quedan pocas horas para dormir y recuperarnos, pues como recordarán a las seis menos cuarto aparecerá el hombre del Lada con grandes bocinas y nuevamente tendremos la oportunidad de escuchar el impuesto recital de Reggaetón.

 

Pongo la cabeza en la almohada, deseo hablar conmigo, no puedo. Pongo la televisión y los personajes de la película que veo en penumbra han enmudecido, solo leo los subtítulos, canto bajito para agregarle murmullo al sueño.

 

Como de la nada, salta una mala palabra, quiero decir: Una palabra cotidiana, las antes llamadas: “malas palabras” y de ahí entiendo que se habla de un cuchillo, se rompe una botella en el suelo. La bronca, el llanto, los gritos. Las palabrotas que me han acompañado naturalmente aderezando el día. La policía, la sirena. Los vecinos intervienen, los hermanos mayores, el llanto balbuceado de los abuelos.

 

Este ruido empastado y denso es hoy, sin duda alguna, la gran canción protesta de los cubanos, quienes consciente o inconscientemente, traducen su malestar en bullicio, el golpe en ruidos, estridencia en ofensa y el lenguaje en malas palabras. ¿Dónde quedó nuestra privacidad? ¿Dónde los buenos días? ¿Dónde las grandes canciones que entonamos a coro diciendo lo que sentíamos entonces? ¿Dónde está el verdadero sonido de Cuba? ¿Este es ya nuestro sonido? No puede ser. El sonido de las olas, la música acariciada por guitarras, la clave cantarina y dulce. ¿Quién habla, qué dice, no escucho qué quiere? Poco a poco el ruido ha suplantado el silencio.

 

 

Improductividad y deuda eterna

Roberto Álvarez Quiñones

23 de julio de 2013

 

Cada cubano que nace hoy en la Isla debe $5.328 a la comunidad internacional. Sin los subsidios venezolanos y las remesas familiares, el castrismo colapsaría.

 

Cada afiliado a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), con un sueldo promedio de 20 dólares mensuales, le debe al Club de París 9.052 dólares y, a Rusia, otros $8.000. O sea, cada empleado asalariado en la Isla debe a acreedores internacionales 17.052 dólares. O lo que es lo mismo: 71 años de trabajo, un record mundial absoluto, de ciencia ficción.

 

Hacer este cálculo, simbólico pero elocuente, es sencillo. La CTC cuenta con 3,5 millones de trabajadores y el Estado castrista, en medio siglo de improductividad económica, ha acumulado ya una deuda externa de $59.681 millones.

 

De ese total, según un informe de la Unión Europea, la dictadura cubana le debe $31.681 millones al Club de París. Ese pool occidental de acreedores, creado en 1956, lo integran 19 países de América, Europa y Asia, y su función es la de coordinar formas de pago y renegociación de deudas externas de gobiernos e instituciones oficiales de préstamo. Cuba es el mayor deudor de Latinoamérica y casi quintuplica el adeudo de Argentina ($6.743 millones), y sextuplica la deuda de México ($4.869 millones) con el club financiero.

 

Los restantes $28.000 millones de la deuda cubana los reclama Rusia por las obligaciones contractuales y créditos no pagados a la Unión Soviética durante 30 años de anótalo en el hielo, tovarich. El Gobierno castrista no reconoce la deuda con la extinta URSS y jamás la va a pagar por muchos descuentos y juegos malabares que haga Moscú. Pero no puede eludir el adeudo con Occidente y eso sí es un problema, incluso para cualquier gobierno postcastrista que quiera reconstruir el país.

 

Si algo evidencia la incapacidad de la economía socialista cubana para generar riquezas, y la nulidad de las “reformas” de Raúl Castro, es que cada año las importaciones cubanas superan con mucho a las exportaciones de bienes. Ese déficit comercial crónico genera una deuda externa ad infinitum.

 

Es lógico. Una persona solo puede gastar más dinero del que gana o tiene ahorrado si se endeuda o un alma caritativa paga las cuentas que exceden su capacidad de pago. O hace ambas cosas a la vez. Esto es válido también para las naciones. Cuba produce muy poco y exporta menos de lo que importa. Consecuentemente, no tiene reservas monetarias para cubrir el déficit de su balanza comercial, por lo cual se endeuda y necesita además un mecenas extranjero.

 

El colmo es que como ahora el Gobierno contabiliza como “exportación de servicios” a las subvenciones recibidas de Caracas, desde 2010 asegura que tiene superávit comercial. Falso. Lo cierto es que debido a las escasas exportaciones y el exceso de importaciones la deuda externa cubana ya supera el Producto Interno Bruto (PIB). Antes de la llegada de los Castro al poder, entre 1950 y 1958, la balanza comercial cubana registró superávit, excepto en 1958, que tuvo un déficit de $43,6 millones. En 1953, por ejemplo, el país exportó por valor de $640 millones e importó $489 millones, para un excedente comercial de $151 millones, enorme para el volumen comercial de la Isla entonces.

 

En cambio, desde la proclamación del socialismo en 1961 la balanza comercial ha sido siempre deficitaria, con excepción de 1974, cuando tuvo un superávit de $10 millones. El año record en volumen de exportaciones fue 1989, cuando exportó bienes por valor de $5.399 millones. Pues bien, ese año las importaciones cubanas ascendieron a $8.140 millones, para un déficit de $2.740 millones en la balanza comercial.

 

Tan altos desbalances comerciales explican el extraordinario endeudamiento, pues la casi totalidad de ese adeudo obedece a créditos comerciales recibidos y no pagados por La Habana. Durante tres décadas esos desequilibrios fueron cubiertos por la Unión Soviética, y acumularon una deuda gigantesca. Tras la desintegración de la URSS apareció el chavismo en Venezuela, que se encarga de mantener a flote la economía isleña.

 

La estadísticas de la Unión Europea revelan que en 2010 Cuba le debía $3.200 millones a España, $3.170 millones a China (en divisas convertibles), $2.775 millones a Japón, $1.967 millones a Argentina, $1.856 millones a Francia, y miles de millones de dólares a otros 22 países, incluyendo $1.149 millones a la Rusia postsoviética.

 

No más créditos

 

El problema es que de esa deuda Cuba no paga ni siquiera los intereses acumulados, por lo que el saldo del adeudo sigue creciendo cada año. Por eso el país no recibe créditos y no puede comerciar con decenas de países. Eso, y no el “bloqueo yanqui”, es lo que afecta de veras a Cuba.

 

En 1985 Castro se autoerigió en abanderado contra el pago de la deuda externa de los países del tercer mundo. El dictador organizó conferencias internacionales en La Habana, en las que lanzó la consigna (aplaudida por cientos de izquierdistas) de no pagar ni un centavo más a los acreedores porque eran ellos los que tenían una “deuda financiera y moral colosal” por los 400 años de “explotación colonial y neocolonial” de los países de Latinoamérica, Asia y África.

 

Y desde julio de 1986, Cuba no paga ni la amortización de los préstamos, ni los intereses. El régimen ha llegado a ciertos acuerdos con el Club de París y con Rusia para la renegociación de la deuda, pero luego no los cumple.

 

Con la estrategia fidelista de no pagar la deuda —despilfarrada o incluso malversada por algunos gobiernos corruptos sin beneficio para sus pueblos—, lo único que logró Cuba fue  convertirse en un apestado internacional con el que no se puede hacer negocio. Ningún gobierno la secundó.

 

No se trata de que Cuba deba obtener siempre superávit en su balanza comercial. Es común que ciertas naciones en desarrollo registren déficit comercial, pues necesitan importar tecnología, bienes de capital, materias primas, equipos. Para ello reciben créditos que luego van pagando con el propio crecimiento económico.

 

Pero en una economía centralmente planificada, los recursos tecnológicos y de capital importados no se aprovechan, hay despilfarro, negligencia burocrática, robos masivos en las fábricas, una bajísima productividad e ineficiencia laboral. La economía no crece y los créditos no se pagan. Entonces los proveedores dejan de vender y de prestar dinero.

 

La actual crisis del transporte de pasajeros en la Isla se debe a que el Gobierno dejó de hacer parte de los pagos por cientos de ómnibus que recibió de China y de Bielorrusia, y los acreedores suspendieron los suministros de piezas de repuesto.

 

Tal desastre lleva de la mano a una deuda, que además de externa, es eterna, al punto aberrante de que todo bebé que haya nacido en la Isla mientras usted lee este artículo vio la luz ya marcado por una deuda de $5.328 con la comunidad internacional.

 

La economía castrista está postrada de tal manera que sin los $10.000 millones en subsidios chavistas, y sin los $2.500 millones anuales que hoy aportan los “gusanos” desde el exterior,  los cubanos probablemente vivirían igual o peor que los haitianos.

 

 

Lo que cuesta en Cuba la reparación de una casa

Iván García Quintero

19 de julio de 2013

 

El 85% de los cubanos es propietarios de sus viviendas. Lo difícil y costoso es repararlas

 

Anote. El 62% de las viviendas en Cuba están en regular o mal estado técnico. Por deterioro en las redes hidráulicas, se pierde el 63% del agua que se distribuye. Tomando como botón de muestra La Habana, más del 76% de los edificios múltiples piden a gritos una reparación capital.

 

Ahora crucemos los dedos. Según arquitecto consultado, en el hipotético caso que la capital fuera impactada por un huracán fuerza 5, no menos del 35% del fondo habitacional de la ciudad se desplomaría.

 

Hasta 1989, el Estado era el encargado de reparar edificios o vendía a precios módicos materiales de construcción. Pero esa bonanza hace rato quedó atrás.

 

Ahora el gobierno tiene sus arcas vacías. Y lo mejor que puede ofrecer es arrendar un terreno o un local -solo si eres o aparentas ser partidario del régimen- y usted se las apaña a la hora de construir.

 

El 85% de los cubanos es propietario de sus viviendas. Lo difícil y costoso es repararlas. Debido al alto precio de los materiales de construcción, para cualquier arreglo se necesitan no menos de 500 pesos convertibles (cuc) y 6 mil o más si la reparación es a fondo.

 

Azulejos, pisos o muebles sanitarios de cierta calidad se venden en moneda dura. Y caro. Si vas arreglar un baño mediano, y necesitas 15 metros de azulejos de calidad inferior, debes gastar 150 cuc (172 dólares), como mínimo.

 

Los azulejos de superior calidad cuestan más de 20 cuc el metro cuadrado. Si por ejemplo necesitas 6 metros de piso para el baño, abra la billetera y desembolse 90 cuc (100 dólares).

 

A esto agregue el gasto en tuberías, muebles sanitarios, accesorios y grifos de agua. Por lo cual tendría que pagar entre 280 a 400 pesos convertibles (300 a 440 dólares). Y el pago a los albañiles, que cobran entre 5 y 7 cuc el metro cuadrado de enchape de azulejos.

 

Resumiendo: para reparar un baño de medianas proporciones se debe desembolsar casi 800 cuc (880 dólares). En Cuba, el salario promedio no supera los 20 dólares. Es cuando entran a jugar emails y llamadas a familiares al otro lado del charco, pidiendo dinero para poder sufragar los arreglos en la vivienda.

 

Una vez reconstruido el baño, le sigue la cocina. Después el resto de la casa, también necesitadas de algo más que una mano de pintura. Muchas familias suelen guardar parte del dinero enviado por sus parientes para arreglar sus hogares.

 

Hay personas que no dependen de las remesas familiares. Dueños de paladares o de negocios boyantes y pueden sufragar los gastos de una reparación completa en su casa.

 

Los ministros y jefes militares lo tienen más fácil a la hora de remodelar sus residencias. Compran materiales de construcción de alta calidad en el extranjero y utilizan brigadas de constructores del Estado.

 

Los cubanos de a pie que logran empezar a reparar sus casas deben tener los papeles en reglas. Existe una legión de inspectores estatales -la mayoría corruptos- dedicada a investigar a las personas enfrascadas en obras de reparación, buscando “detectar irregularidades”.

 

Por debajo de la mesa muchos inspectores aceptan dinero, dejan hacer y viran la cabeza hacia otro lado. Hay familias que han perdido sus hogares por derrumbes o los furiosos vientos de un ciclón arrasó su vivienda.

 

Se pasan años pernoctando en destartalados albergues que parecen prisiones. Remberto lleva 18 años viviendo en un deteriorado albergue estatal en la calle 11 y 24, Vedado. “Estoy en una lista, a la espera de que me otorguen un apartamento. Perdí mi casa debido a un derrumbe. He mandado cartas a todas las instancias del gobierno. Y nada”, comenta.

 

Como Remberto, numerosas familias en La Habana. En Santiago de Cuba y Holguín, donde en octubre de 2012 el huracán Sandy dañó 150 mil viviendas y destruyó 17 mil, la situación es aún peor. Ellos ni siquiera pueden soñar con ahorrar dinero para reparar su casa.

 

 

Tres tazas al que no quiere caldo

Alberto Méndez Castelló

15 de julio de 2013

 

¿El que habló el pasado 7 de julio ante la Asamblea Nacional es el mismo que prometió un vaso de leche el 26 de julio de 2007?

 

Vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas que preceden el respeto al derecho ajeno y la decencia”, dijo el general Raúl Castro este 7 de julio en la Asamblea Nacional del Poder Popular.

 

Antes, el general había mencionado algunas de las 191 indisciplinas, ilegalidades, contravenciones y delitos cometidos por los cubanos en los últimos 20 años.

 

El prontuario criminal imputado a la sociedad cubana por el general Castro sería constitutivo de estado peligroso, según la letra y el espíritu del Artículo 73 del Código Penal vigente.

 

Ejercitar la acción penal contra las figuras delictivas o socialmente peligrosas enunciadas por el general el pasado domingo implicaría sentar en el banquillo de los acusados, o advertir de forma oficial, a una cifra cercana al total de la población de la Isla, atendiendo al promedio de edad de los cubanos y a su especial proclividad delictiva, vista a la luz de las ciencias penales cubanas.

 

La nación cubana se encuentra hoy, y desde que el papel de la familia fue usurpado por los comisarios políticos del régimen, en un nivel de frustración como nunca antes se había sufrido”, dijo un sociólogo a este corresponsal a propósito de las palabras del general Raúl Castro.

 

Él se queja por nuestra incivilidad, por nuestro lenguaje marginal, sin recordar las palabrotas que ellos mismos han pronunciado en sus discursos, incluso en círculos diplomáticos donde tan cuidado debe ser el uso del idioma”, explicó un profesor de Literatura.

 

“¿Cómo este hombre va a criticar a los muchachos por tirar piedras? ¿Acaso ya olvidó que fueron ellos mismos quienes enseñaron a los niños a tirar huevos y piedras en los actos de repudio?”, se preguntó una antigua profesora.

 

La respuesta a esa interrogante quizás podamos encontrarlas en las palabras pronunciadas por el entonces comandante Raúl Castro en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1961: “Sepan los cuatro gatos que fomentan la reacción interna que aquí no va a quedar ni donde amarrar la chiva”.

 

Minutos antes, el hoy general, había expresado: “No mataremos los cochinos chicos, no cocinaremos la carne con grasa, sino que sacaremos la manteca para el consumo”.

 

No mataremos las hembras”, agregó, “sino que las criaremos hasta que paran, para que aumenten el número de cerdos en el país y podamos dentro de año y medio tener suficientes cerdos para producir toda la carne y toda la grasa que queremos”.

 

Frente al ataque imperialista sembraremos más maní, soja, girasol y otras plantas que puedan darnos el aceite que necesitamos, siguiendo para estas siembras los planes de desarrollo agropecuarios. Alcanzaremos las metas sembrando cada semilla, cuidando cada mata”. Eso dijo el entonces comandante, hoy general Raúl Castro, hace la friolera de 52 años.

 

Al leer sus palabras uno se pregunta si esta era la misma persona que el 26 de julio de 2007, en Camagüey, pronunció palabras similares, solo que, en lugar de manteca o aceite, refiriéndose a un vaso de leche para todo el que quisiera tomárselo.

 

Y, como todavía en Cuba cuesta muy caro conseguir manteca, aceite y leche (y del precio de la carne de cerdo mejor no hablar), uno se pregunta si el orador del pasado domingo es el mismo del 26 de julio de 2007 y del 26 de julio de 1961.

 

Uno comprende, al recibir una respuesta afirmativa, por qué los cubanos somos tal cual en general, así de chabacanos, ladrones y mentirosos.

 

Y es que no podemos ser de otro modo. “Las conductas elementales en seres humanos se asemejan a la de los animales en situaciones parecidas”, me ha dicho un sicólogo.

 

El criterio del especialista parece irrebatible si por Estado entendemos al que preside todo el destino humano, define, garantiza y hace efectivo los derechos, inicia y asegura los progresos de la colectividad, favorece y encauza la iniciativa individual y, lejos de absorber al individuo, la sociedad civil, los municipios y las provincias, les sirven de sostén, les presta condiciones para el cumplimiento de sus destinos particulares, y concierta y regula su funcionamiento normal.

 

En Cuba yo no he visto tal Estado. Si usted lo ve, venga por mi calle, cuénteselo a quienes un día me vigilan por esto que escribo y al otro día roban harina para completar su salario.

 

 

El bungalow de los Diez Millones

Alberto Méndez Castelló

15 de julio de 2013

 

Aunque oficialmente se le diera partida de nacimiento en La Habana, con fecha 27 de octubre de 1969, la Zafra de los Diez Millones nació aquí, el 14 de julio de ese año. “En el central Antonio Guiteras se efectuó el acto de inicio de la Zafra de los Diez Millones. El comandante en jefe Fidel Castro pronunció el discurso de clausura”, nos dice Cronología de Puerto Padre, publicación del Instituto Cubano del Libro en Las Tunas.

 

Con su discurso del 27 de octubre, Fidel Castro declaró iniciada aquella locura, pero ya por entonces hombres, mujeres, niños y ancianos de esta región llevábamos más de tres meses cortando y alzando cañas.

 

Luego, el propio dictador cortaría caña en Puerto Padre, donde le acondicionaron expresamente un cañaveral que todavía algunos recuerdan como “el campo de Fidel.” Para que pernoctara esa noche, le fue construido un bungalow especial bajo los árboles, en un sitio de ambiente bucólico, junto al río Parada. Aunque destinado a otros usos, el bungalow existe todavía y no pocos le llaman “la casa de Fidel.”

 

“La Zafra del 70 tuvo muchas secuelas. Yo tenía la convicción, desde mucho antes, de que no se podían hacer los diez millones; había estado llevando todas las inversiones, tanto de los centrales como de la caña. (…) El nivel de locura, de desesperación era tremendo porque estaba, además, el compromiso de todos, aun de aquellos que no creíamos que esa meta era posible”. Así he leído en el artículo Zafra de los 10 millones: las lecciones sí van, publicado, el pasado 14 de junio, por el semanario 26, órgano del Comité Provincial del Partido Comunista en Las Tunas, citando a la arquitecta Selma Díaz, quien fuera directora de Planes Regionales en el departamento de Planificación Física del Ministerio de Obras Públicas.

 

A propósito de aquel disparate de pretender producir 10 millones de toneladas de azúcar, yendo contra los pronósticos de los especialistas, el semanario 26 no menciona a los responsables, ni cuantifica el derroche de los recursos humanos y materiales. Sólo dice: “Fue un error de voluntarismo que la realidad demostró crudamente”.

 

¿Error de voluntarismo? En la cosecha de caña que paralizó el quehacer material y espiritual de toda una nación para enyugarla a la fabricación de azúcar, no existió voluntarismo, sino el simple absolutismo demencial de Fidel Castro.

 

Y todavía, hace muy pocos días, su hermano y sucesor, el general Raúl Castro, se quejaba del comportamiento de los cubanos, reconociendo públicamente lo que venimos denunciando desde hace muchos años, o sea, que la moral y cívica son concepciones desterradas por la revolución de la sociedad cubana.

 

No es que ya no seamos capaces de producir azúcar. Es que somos incapaces de comportarnos con la educación, las buenas maneras y la dignidad de nuestros antiguos cortadores de cañas.

 

Los motivos que hacen de los cubanos seres vociferantes e inútiles productivamente, vienen desde lejos, de cinco decenios atrás, y ahora estallan por haberlos ocultado y disfrazado tan larga e indolentemente.

 

Olvidados de sus tenebrosos y ridículos fantasmas, como el de la Zafra de los Diez Millones, y sin patriarcas omnipresentes, los cubanos podrán recuperar las costumbres de sus ancestros. Fabricarán tanta azúcar como demande el mercado y humanamente puedan producir, sin que nadie tenga que derrochar el producto de su esfuerzo construyendo un bungalow para que sirva de hotel al dictador por una sola noche de su vida.  

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: El autor comete un error, el protagonista de El corsario negro fue Frank Negro.  

 

El intermitente a la izquierda

para doblar a la derecha

Wendy Guerra

7 de enero de 2014

 

En Cuba, desde que yo nací, nunca se ha considerado un automóvil como una verdadera necesidad. El que tenía un carro era un privilegiado, señal de estatus, destinado a personas que tenían grandes responsabilidades.


Será por eso que pedirle puntualidad a un cubano es imposible. Los sitios estatales abren cuando abren y si vas a hacer una gestión hay que esperar la guagua, la botella o la alfombra mágica que transporte a esa trabajadora que va a atenderte.


Las guaguas son una visitación milagrosa y las bicicletas chinas crearon más problemas que soluciones. Los carros americanos particulares  (reciclados) que hoy trasladan al pueblo de lado a lado en la ciudad, no son una solución para los trabajadores, aquellos que si pagan 10 o 20 pesos cubanos (dependiendo de la distancia) para transportarse, dejan todo su sueldo en la primera semana de expedición.


¿Cómo llegan los trabajadores a su centro laboral cada día? ¿Por qué el transporte masivo no se ha podido arreglar en Cuba? ¿Por qué aquí un automóvil para un cirujano o un médico de urgencias no es un artículo de primera necesidad?


El Comité Estatal de Precios o quien decida el coste de cada “valor”, multa, agrega, infla los precios, pero no solamente el de los carros. Si vamos a una farmacia en dólares podrán ver cuántos pesos se le agrega a un antibiótico, a un calmante o a unas gotas para los ojos.


Los efectos electrodomésticos valen como un automóvil y un automóvil como un dibujo de Wifredo Lam a inicios de una subasta parisina.


Como ya he hablado en otras ediciones de HABANAME, la comida enlatada en Cuba cuesta tres veces lo que vale en Suiza. Un aguacate adquirido en los “Diplomercados” nos cuesta mucho más que el mismo aguacate adquirido en Japón.


Si decides comprar algo en la tienda MANGO de Cuba, te encontrarás con ropa barata que se paga al valor de ropa de alta costura en NY.


¿Por qué ocurre esto? Como importar es y será asunto enmarañado tras décadas de embargo, se decide arbitrariamente entrar mercancías bautizando el artículo con precios disparatados. El pueblo nunca sabrá cuánto puede valer en realidad un artículo de primera necesidad, no nos dicen el verdadero valor de cada cosa, y tampoco cuánto cuesta traerlo y ponerlo a la venta. ¿Esa información no nos concierne? ¿Qué es hoy para todos nosotros un artículo de primera necesidad si estamos saturados de necesidades primarias?


Mi madre decía que la liberación de la mujer era una lavadora eléctrica que te aliviara las tareas del hogar, pero no, aquí una lavadora eléctrica se vende como si fuera un objeto de lujo.


Hoy, cuando el mundo se asombra del valor de un carro en Cuba, me pregunto si el mundo conoce lo caro que cuesta comer, asearse, transportarse y vestir en nuestra isla en relación con lo que aquí ganamos.


OJO: Las personas que determinen pagar el alto precio de estos autos que tanto nos asombra, no pagará un impuesto para que nos mejore el transporte, no amortizará un impuesto para que los hospitales estén limpios y no pagará el valor de otro auto para que le sea entregado a un médico que recorre a diario seis policlínicos del área a pie. ¿Qué está solventando entonces el que tenga dinero para solventarlo? ¿A qué bolsillo irá el resto de este valor?


La persona que tenga ese dinero será marcado, entrará en una lista de sospechosos pues ¿quién de nosotros puede pagar aquí más de 200. 000  por un automóvil? ¿De dónde vino ese dinero?  Este insultante y evidente juego de falso mercado, desentrenado y desatinado, este afán de conseguir ingresos desmedidos a  última hora partiendo de la aguda necesidad y el desconocimiento mercantil del cubano, duele e indigna. Cuidadito al cruzar tu calle que... alguien que sí tiene el timón fuertemente agarrado, está poniendo el intermitente a la izquierda para doblar a la derecha.

 


Pasear en máquina

Raúl Rivero

5 de enero de 2014

 

Las reformas económicas del régimen han provocado que los ciudadanos de más imaginación y fantasía de Cuba reciban este año 2014 con ilusión y optimismo. Es el caso particular de un hombre de Centro Habana que se benefició cuando el gobierno legalizó 178 oficios. Trabaja como pelador de frutas naturales y tiene ahora el sueño de comprase un Peugeot Exterpert Tepee que le saldrá en 212.940 pesos convertibles (CUC).

 

Con los soñadores no se puede. Nadie debe extrañarse ante el delirio de una muchacha de Pinar Río que vende refrescos en la sala de su casa y aspira a ganar el dinero suficiente que le permita adquirir un Seat, que se vende en la isla por 45 mil CUC. Y hay que escuchar en silencio a los hombres y mujeres que, en Guantánamo, Chambas, Guayos, Colón y Nueva Gerona, sacan cuentas y se ven al timón de un carro.

 

Ellos quieren liberarse de la agonía que es pasar la mitad de la vida en las paradas de guaguas porque la red del transporte público es una ruina vaporosa desde la década del 60. Y se proponen revivir, sin saberlo, una manera inocente, barata y popular que tenían para entretenerse en los atardeceres muchos cubanos en los años anteriores a 1959: pasear en máquina.

 

No hay talanqueras ni nubes negras para los sueños. El totalitarismo miente sin creatividad porque necesita el engaño y la trampa, pero la gente vuela a otras vidas por necesidad y porque mientras más incoherente, cerrada o absurda se presenta la realidad, mayor tiene que ser el delirio y más poderosa la esperanza.

 

El anuncio de la venta libre de automóviles, sin una carta de autorización oficial de los jefes, alcanzó algunos titulares en los sitios donde el comunismo con guaracha todavía despierta curiosidad y en otros espacios controlados por cómplices , amigos y aprovechados.

 

Se le dio algo de relieve en ciertos puntos de Europa donde necesitan que el signo de apertura en Cuba se extienda para justificar sus alianzas y tratados con la dictadura.

 

La verdad es que la venta de autos con el Estado como intermediario principal se produce en un país en el que lo único que se reparte sin limitaciones es la represión y, con una intensidad especial, a los opositores pacíficos, las Damas de Blanco y el periodismo independiente. Una nación sin libertades políticas, sin prensa libre, empobrecido y empantanado.

 

Para el año que viene, después de otros 365 días sin ningún cambio esencial y en atención a los precios que le han puesto a los automóviles, los propagandistas de la jefatura deben de estar pensando en otro golpe de efecto. Se comenta que barajan la idea de anunciar la venta de aviones y helicópteros por la libre a la población.

 

Con esos aparatos la fantasía y los soñadores van a llegar muy lejos.

 


Venta de carros en Cuba:

Sueños de una noche de verano

Emilio Morales

5 de enero de 2014

 

Cuando el gobierno cubano anunció la venta liberada de autos nuevos y de uso para inicios del 2014, muchos cubanos despertaron una ilusión demorada por más de medio siglo. Pero tras despertar a la realidad, con la publicación de las resoluciones, las tarifas impositivas y los precios de los vehículos, el sueño se tornó en desencanto.

 

La ilusión duró lo que un merengue en la puerta de un colegio al conocerse este viernes los listados de precios de las agencias comercializadoras.

 

Lo que parecía ser una de las medidas más renovadoras dentro de las reformas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro se convirtió, de un pestañazo,  en la burla más descarnada de un gobierno a su población.

 

Los ciudadanos cubanos, con un salario medio anual de 466 pesos (CUP) -equivalente a 18 dólares mensuales- están condenados definitivamente a dejar de aspirar a tener un auto. A no ser que el gobierno cubano rectifique la descabellada estrategia de venta que acaba de poner en marcha.

 

¿Puede un cubano comprar un auto a 239,250.00 CUC (más de un cuarto de millón de dólares) que ni siquiera es un auto de lujo, cuando su salario es de 18 CUC al mes?  ¿Cuántos sueldos en pesos cubanos se necesitan para un vehículo corriente de uso que deberá pagar en efectivo?

 

CIMEX, cueva de ineptos

 

Tendría que vivir 1.107 años ahorrando su salario completo para poder comprar un auto a tales precios. ¿Es esta acaso la compensación que prometía el socialismo al final del camino?

 

En Estados Unidos una enfermera con un salario promedio de 60.000 dólares al año no puede darse el lujo de pagar esa astronómica cifra y muchos menos al contado. En cambio, sí puede comprar un Lexus 350 de 43.500 dólares y pagarlo por una letra o una renta (lease) por 450 dólares mensuales. Por cierto, un costo 5,5 veces inferior al precio del PEUGEOT 4008 del 2013 puesto a la venta, en esa misma cantidad, por las autoridades cubanas.

 

Los precios anunciados muestran un desconocimiento profundo del mercado, y de las estrategias de mercadeo y de precios, algo verdaderamente impropio de una corporación que -como CIMEX-  fue pionera del mercado dolarizado y acumula  más de 25 años operando como  líder del mercado minorista en la isla.

 

Evidentemente quienes han manejado la estrategia de precios de estos autos -ya sea a nivel corporativo como de gobierno-  tienen un desconocimiento gigantesco del  mercado y necesitan algunas clases adicionales de economía global. La toma de la corporación Cimex por parte de las Fuerzas Armadas ha cambiado la forma de mercadear los productos de las más de 35 líneas de negocios de la mayor compañía de la isla.

 

Precios inflados

 

Me temo que las reformas han deformado la maquinaria de investigación de mercado y estrategia que siempre tuvo CIMEX. Los nuevos cuadros y especialistas necesitan un reciclaje urgente que les corrija la miopía de mercadeo que a todas luces padecen.

 

La lista de precios que muestra la oferta de autos es  irracional y está totalmente fuera de contexto. El precio promedio de los autos puestos a la venta es de 54,090 CUC, una cifra muy superior al precio promedio de la propiedad inmobiliaria (real estate) en la isla, que es de 31.489 CUC. Una muestra inobjetable de que el monopolio estatal especula más que el sector privado. La diferencia es de un 77,8%.

 

El precio más bajo entre 77 modelos puestos a la venta -según los listados divulgados- corresponde a un BMW del año 1997, con valor de 14.457,60 CUC. Pongamos los pies en la tierra: se trata de un carro con 16 años de explotación, lo que en Estados Unidos llamarían un “transportation”, y nadie pagaría por él  más de 2.500 dólares. Si tomamos como ejemplo este avejentado BMW para ilustrar los desmanes del mercado estatal,  significa que el precio fijado por el gobierno tiene un 458% por encima de su valor real.

 

Las cifras del resto de los autos andan también por las nubes; ningún modelo o marca escapa de la desproporcionada oferta. ¿Cómo es posible que todas estas marcas permitan tan mal negocio? ¿Quién corre con los costos y gastos de semejante disparate? ¿Le interesa realmente al gobierno cubano vender autos nuevos y de uso a la población? ¿Cuantos cubanos de a pie podrán pagar estos carros a precios estratosféricos?

 

Desespero financiero

 

Tan descabellada medida es una muestra clara de que el gobierno cubano está  desesperado, a la caza de nuevas fuentes de financiamiento, rápidas, a toda costa y por cualquier vía. Todo parece indicar que la nueva zona franca del puerto del Mariel ha tenido un mal comienzo y la estrategia de atracción de capitales va a tener que ser cambiada. Los recorridos de altos funcionarios cubanos alrededor del ámbito de “países amigos” (y otros no tan amigos antes) en fechas recientes es un indicio de que hay síntomas de preocupación con el macroproyecto lanzado, y se aspira nuevamente a los capitales que puedan proporcionar estados aliados.

 

En el 2014 la ayuda venezolana podría caer en un 50%, dada las dificultades que enfrenta el gobierno de Nicolás Maduro con la alta inflación y los problemas acumulados desde la era de Hugo Chávez. No son tiempos de  regalar capital sin retorno y La Habana comienza a asimilar esta dura pero aplastante realidad del chavismo transnochado.

 

En este contexto, las reformas raulistas tienen que dar un giro de 180 grados y sus arquitectos deben poner los pies en la tierra si quieren desarrollar seriamente un sistema económico para salir del subdesarrollo y renovar la tecnología de más de medio siglo que todavía mueve la ineficiente y obsoleta industria cubana.

 

Hasta el momento, las estrategias para atraer al tan necesitado capital extranjero han sido torpes y desalentadoras. Los empresarios foráneos interesados en invertir en Cuba deberán agregar ahora en su listado de riesgos los autos adquiridos a precio de Porsche, Ferrari y Lamborghini.

 

Y mientras esta comedia macabra transcurre en el tórrido invierno de la isla, los almendrones seguirán adornando las calles cubanas y el mercado de autos seguirá distorsionado con precios exorbitantes para carros de más de medio siglo y carros nuevos con precios de otra galaxia. Eso sí, algo espectacularmente provechoso y publicitario ha logrado el gobierno a solo 24 horas de sacar a la venta su parque automotor: Cuba se ha convertido en el mercado de automóviles más caro el mundo.

 Documento: Decretos sobre la venta de vehículos a la población

Cubanos podrán comprar autos nuevos sin autorización estatal

Arranca la venta de autos para los cubanos con precios astronómicos

 

 

Raúl Castro en el 2014

Carlos Alberto Montaner

4 de enero de 2014

 

Pese a su discurso, está convencido de que el marxismo y su secuela colectivista han fracasado. Pero el estalinismo le es muy útil para gobernar, y no aceptará reformas políticas

 

Raúl Castro ha iniciado el 2014 con otro discurso lamentable. ¿Por qué el general repite una sarta de tonterías ideológicas en las que ya nadie cree, ni siquiera él mismo? No es fácil saberlo. Raúl, aparentemente, permanece sujeto a la autoridad intelectual y moral de su hermano, pero, a estas alturas, él, la nomenclatura, y casi todo el país, dan por sentado que el Comandante es el principal causante de la catástrofe económica que padecen los cubanos.

 

¿Cómo lo sabemos? Basta ver y escuchar pacientemente la charla que Juan Triana Cordoví, profesor de economía de la Universidad de la Habana, le da a la plana mayor de la policía política con el objeto de defender y explicar las reformas de Raúl Castro. Se trata de una persona del régimen aleccionando a sus compañeros con total autoridad.

 

Pese a su discurso, Raúl está convencido de que el marxismo y su secuela colectivista han fracasado. Acepta que el igualitarismo es contraproducente, y admite, además, que el régimen se dedicó durante décadas a imponer prohibiciones absurdas que han convertido la vida de los cubanos en un infierno.

 

Naturalmente, nada de esto quiere decir que va a aceptar reformas políticas. El marxismo podrá ser un disparate, pero el estalinismo le es muy útil para gobernar.

 

Intentará, eso sí, corregir los desastres económicos producidos por su hermano porque cree que de ello depende la supervivencia del régimen. ¿Cómo? Primero, ha eliminado algunas prohibiciones innecesarias. La dictadura puede admitir la tenencia de teléfonos móviles, la compraventa de casas y autos, la salida y regreso de los disidentes o a la contratación privada en el exterior de algunos atletas. Nada de eso pone en peligro al Gobierno y alegra a las masas.

 

También se propone crear un tenue espacio económico lateral —el cuentapropismo, esa ridícula palabreja— para que la sociedad civil desarrolle pequeñas empresas privadas, casi todas de servicio, que le den trabajo a más de millón y medio de personas que abandonarían paulatinamente las abultadas nóminas del Estado, producirían algunos alimentos y aliviarían la miserable vida de los cubanos.

 

Pero eso no es lo importante. La esencia de la reforma es otra: el Estado, dirigido por militares, se reservará el control y disfrute de unas 2.500 empresas medianas y grandes que forman el corazón del aparato productivo del país. Esa es la parte del león.

 

Es en este espacio económico, dicen los raulistas pomposamente, donde se juega el destino de la revolución. Raúl ha invertido el principio de subsidiaridad: la sociedad civil se ocupará de todo aquello que el Estado no pueda abarcar.

 

Un perfecto disparate. ¿Cómo van a lograr hacer eficientes las empresas estatales al punto de que generen beneficios permanentemente? La fantasía más recurrente de Raúl, un militar convencido de la utilidad de los refuerzos negativos, consiste en suponer que, mediante controles, auditorías, castigos y amenazas, todo ello supervisado por su hijo Alejandro, duro coronel de los servicios de inteligencia, conseguirá el milagro. 

 

Tonterías. ¿Cuánto tardarán Raúl Castro y los raulistas en comprender que el Estado es un pésimo gestor de todas las empresas, las pequeñas y las grandes? ¿Cuándo entenderán que los objetivos y modus operandi de las empresas realmente eficientes son totalmente diferentes a los de los estados?

 

¿Por qué cree Raúl que todas las empresas públicas, en todas las latitudes, suelen acabar siendo focos de corrupción, con plantillas sobredimensionadas, atrasadas tecnológicamente e improductivas? ¿Cuándo admitirán que el sistema comunista no es reformable, como confirmó Gorbachov en los años noventa? ¿O todo lo que desean es morirse mandando y los que vengan detrás que desmonten el error y el horror? ¿Es terquedad, cobardía, convicción, irresponsabilidad o todo eso junto?

 

Elija usted, perplejo lector.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: El Dr. Juan Triana Cordoví, profesor del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana, les dio una conferencia a oficiales del Ministerio del Interior (MININT). Aunque el profesor Triana Cordoví repite el discurso oficial –para lo cual miente reiteradamente-, pretendiendo excluir a Fidel Castro de su responsabilidad por haber destruido la economía más próspera de Iberoamérica-, reflexiona sobre la necesidad de que todos los cubanos tengan internet en sus domicilios, aunque el MININT continúe vigilándolos a todos. Tan pronto vi el vídeo me surgieron varias interrogantes:

 

¿Cómo se obtuvo esta conferencia filmada por los equipos del Ministerio del Interior?

 

¿Quién publicó esta conferencia en YouTube?

 

 ¿Por qué esta conferencia ha sido publicada en YouTube?

 

¿Cuál es el objetivo de esta conferencia, donde se llama a realizar cambios profundos en Cuba?

 

¿Qué fin persigue el régimen de La Habana con la amplia divulgación de esta conferencia del profesor Juan Triana Cordoví?

 

Considero que la única explicación es que esta conferencia es para consumo externo –la probabilidad de que el cubano de a pie pueda ver YouTube tiende a cero-, la conferencia va dirigida a los potenciales inversionistas extranjeros, para hacerles creer que se avizoran grandes cambios irreversibles, por lo que su dinero estaría seguro. Téngase en cuenta que no hay nada más cobarde que el dinero: huye rápidamente a la primera señal de peligro.

 


Discurso de Raúl Castro

choca con la conferencia del profesor Juan Triana

 

 

Cuerpos en venta: Pinguerismo y masculinidad

Abel Sierra Madero

13 de julio de 2013

 

Muchos jóvenes descapitalizados, económica y culturalmente, recurren al sexo para satisfacer sus necesidades básicas y acceder a otros bienes y servicios. En La Habana, entre 2008 y 2009, el autor realizó de manera independiente una investigación sobre el tema. Hablan algunos de sus testimoniantes.

 

En la jerga del mercado sexual cubano, pinguero es el sujeto masculino insertado dentro de la economía informal de placeres ligada al turismo, que se involucra en relaciones sexuales —fundamentalmente con extranjeros— por dinero, bienes materiales u otros beneficios.

 

En cierta medida, el término es correlativo al de jinetera, que se utiliza para la negociación del estigma del término prostituta.

 

Los pingueros aparecieron en la Isla durante los años noventa, cuando la crisis económica generada en Cuba luego de la caída del bloque socialista provocó una apertura al capital extranjero y al desarrollo del sector turístico. Con una situación “excepcional” en que funcionan dos economías —una en dólares estadounidenses o pesos convertibles (CUC), en la que se encuentran los bienes y servicios más importantes, y otra en pesos cubanos de poco poder adquisitivo—, los sectores populares han tenido que poner en práctica otras estrategias de sobrevivencia que muchas veces están en la delgada frontera de la ilegalidad.

 

De esta manera, surgió el término “lucha”. La expresión, utilizada recurrentemente por el discurso oficial, fue resemantizada por amplios sectores populares con exiguos salarios en pesos cubanos, para referirse a sus estrategias cotidianas de sobrevivencia. Estar en la “lucha” le otorga al sujeto social cubano contemporáneo una cierta libertad para moverse en un amplio campo de acciones, más allá de las leyes y de valores éticos y morales. El término “luchador” o “luchadora” sirve para negociar el estigma y la censura que adquieren sus prácticas en el discurso social.

 

Así se define Reinier, un joven pinguero: “Yo soy un luchador. Eso significa que tengo una meta y voy a hacer todo lo que pueda para alcanzarlo, es no tenerle miedo a nada ni a nadie. Yo sé que hay muchas personas que ven mal lo que yo hago, que me ven como un antisocial, como un delincuente, pero me gustaría que me vieran como lo que realmente soy, como una persona que tiene aspiraciones en la vida y que lo hago por ser alguien. Yo vivo sin pena ni remordimiento de ningún tipo, lo único que siempre me ha dado vergüenza es no tener un peso en el bolsillo”.

 

Aunque se acueste con hombres todas las noches, Reinier no se piensa a sí mismo como pinguero o “prostituto”, sino como un sujeto “al que le ha tocado vivir momentos difíciles”. La metáfora de la lucha tiene una función instrumental y sirve para negociar la masculinidad y para tomar distancia del estigma que implica involucrarse sexualmente con hombres.

 

Hombre nuevo y pingueros

                               

El sujeto social cubano ha estado muy interpelado por el discurso de la guerra durante los últimos cincuenta años. El Gobierno articuló una retórica nacionalista que tuvo en el discurso de la guerra uno de sus anclajes fundamentales para el control social y el desarrollo de las políticas. En medio de la Guerra Fría, con un modelo de plaza sitiada a partir de sus diferendos con EEUU, la Isla se vio inmersa en un proceso transnacional de construcción del socialismo —liderado por la URSS y el bloque socialista del Este— que descansó en muchos sentidos en el discurso de la guerra y, especialmente, en el concepto de hombre nuevo.

 

Popularizado en Cuba por Ernesto Guevara en 1965, el concepto de hombre nuevo formaba parte de un proyecto político que planeaba, entre otras cosas, barrer a la burguesía como clase para poder construir un nuevo tipo de sujeto social, “superior”, con una nueva mentalidad y nuevos valores. Asimismo, lo conectaba a la vez con un modelo de masculinidad tradicional y una ideología política proveniente de la teoría de la revolución y la construcción del socialismo en el bloque soviético, que llegó a ser central en la retórica revolucionaria.

 

Las lógicas que se implantaron en Cuba a partir de los años 90, se alejaron cada vez más del marco político y los valores del socialismo, y fomentaron la emergencia de otros más ligados al consumo y a expectativas que nada tienen que ver con la retórica política actual. En ese sentido, el pinguero constituye un correlato que desmiente en gran medida el proyecto revolucionario y su aspiración de crear al hombre nuevo.

 

El sistema político cubano, en virtud del control ideológico, provocó por mucho tiempo que la familia se vaciara de contenido, y que la educación y socialización de niños y jóvenes fuera gestionada fundamentalmente por el Estado. Con la crisis, la función de un Estado paternalista se vio bastante resquebrajada. A partir de ese momento, y con la creciente desigualdad social creada por la economía dolarizada, se puede apreciar un resquebrajamiento también en el terreno de los valores.

 

Ante la crisis, muchas familias, sobre todo las más pobres, tuvieron que readecuar sus expectativas educacionales y formativas y “hacerse de la vista gorda” sobre las acciones de sus hijos, porque ellos mismos tuvieron que involucrarse en las dinámicas de la lucha para poder sobrevivir.

 

Al respecto, Alejandro, un pinguero de veinte años, comenta: “Mis padres no saben nada de esto, no saben en lo que ando, mi mamá sospecha pero no me dice nada, parece que siente vergüenza. Y tampoco le dice nada a mi padre para no disgustarlo. Él piensa que yo vengo a La Habana a hacer negocios, a traer queso y carne para vender, y que estoy enamorado por acá, pero yo creo que es porque no quiere saber, no quiere ni enterarse, porque el queso no da para tanto y yo cuando voy llevo bastante dinero y con ropa nueva y cara”.

 

Para algunos pingueros, el discurso de la lucha no solo es un instrumento de (des)identificación homoerótica y de negociación de la masculinidad, en ocasiones es también un modo de evitar la categoría de trabajador sexual. Entre mis entrevistados no encontré consenso respecto a los términos que sirven para describir sus prácticas. Algunos no se sienten cómodos dentro de la categoría de trabajador sexual, porque ven la “lucha” como algo temporal y alternan con otros oficios y actividades. En cambio, otros sí quisieran ser considerados trabajadores “normales”.

 

Tal es el caso de Roberto: “Esto es un trabajo como otro cualquiera; lo que pasa es que para la sociedad yo soy otra cosa. Si algunos trabajan en la agricultura y otros en la construcción yo no sé por qué yo no puedo pinguear, yo ni sé sembrar ni poner un ladrillo, hago lo que sé hacer para salir adelante y no le hago daño a nadie. Después de todo cada quien hace con su cuerpo lo que quiere y a mí nadie me da un plato de comida. En mi pueblo no hay casi trabajo para los jóvenes, sólo me queda ir pa’ la agricultura, la construcción o meterme a policía, y eso ni muerto, prefiero seguir así”.

 

Para el discurso revolucionario, las prácticas y las dinámicas que acontecen dentro del fenómeno del sexo transaccional constituyen un reto y un desafío al proyecto y a la moral socialistas. Si durante muchos años la erradicación de la prostitución se ostentaba como uno de los logros y conquistas revolucionarias, con su resurgimiento se evidencia que ese marco ha quedado sin respuestas a la crisis y sin herramientas para entender las múltiples intersecciones y variables que se conjugan con este fenómeno.

 

Los pingueros no solo son mirados con reservas por el discurso oficial, sino también por muchos homosexuales, que los ven como jóvenes a los que no les gusta trabajar, sin una configuración homoerótica genuina y sin una clara definición de identidad basada en la sexualidad (Abel Sierra, Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana, Casa de las Américas, La Habana, 2006; Noelle Stout, “Feminists, Queers and Critics: Debating Cuban Sex Trade”, Journal of Latin American Studies, Vol. 40, No. 4, 2008).

 

El pinguero está siempre bajo sospecha, no solo por su ambigüedad y opacidad identitaria, sino también porque significa un reto a la estabilidad de las categorías de trabajo, deseo, placer e identidad con las cuales la cultura ha operado tradicionalmente.

 

La Habana: capital de todos los cubanos

 

La mayoría de los itinerarios y rutinas de estos sujetos están marcados por su relación con la policía. Esto va a incidir no solo en sus modos de actuar, de moverse, sino también en cómo negocian su masculinidad con los clientes. Muchos prefieren permanecer tiempos largos con sus clientes para estar menos expuestos a redadas e interpelación policial y para ganar más dinero. Si bien es cierto que no existe ningún reglamento legal que regule explícitamente la actividad de los pingueros, las autoridades, amparadas en otras leyes —al igual que sucede con las jineteras—, establecen un férreo control sobre los sitios de alta circulación turística.

 

Así, el Decreto 217 de 22 de abril de 1997 sobre las regulaciones migratorias internas para La Habana ha servido de cobertura para multar, encarcelar y deportar a aquellos pingueros y jineteras que no poseen “residencia legal” en la capital. Este decreto, además de imponer una serie de requisitos burocráticos para las personas con interés en residir en esta ciudad —independientemente del lazo de parentesco que hubiera entre el interesado y el propietario de la vivienda—, proponía una especial vigilancia en aquellas “zonas especiales o declaradas de alta signiicación para el turismo”.

 

La ley estipulaba que para todo aquel que “proveniente de otros territorios del país se domicilie, resida o conviva con carácter permanente en Ciudad de La Habana, sin que se le haya reconocido ese derecho, 300 pesos y la obligación de retornar de inmediato al lugar de origen”.

 

Yamel comenta al respecto: “Siempre tengo una reservita de dinero para la policía [...]. Ellos se cuidan bastante, aunque nos extorsionan se cuidan de no recibir ni un peso de la mano nuestra. Están en combinación con los dependientes de los lugares como el BimBom y me han dicho que el dinero se los deje con ellos, que después van a buscarlo. Te amenazan constantemente para llegar a un arreglo y se hacen los difíciles para que uno les suba la parada”.

 

Un sistema altamente burocratizado como el cubano, en el que los funcionarios públicos son muy mal pagados, es propenso a la corrupción y a la informalidad. Existe un mercado informal donde por 30 CUC pueden comprarse los permisos de residencia temporal y renovarse cada 3 meses.

 

Y no solo el Decreto 217 otorgó legitimidad a la policía para realizar detenciones, existen además otras figuras delictivas sancionadas por el Código Penal cubano: “asedio al turismo”, “peligrosidad, etc.

 

La 'mecánica' y la negociación de la masculinidad

 

Existen algunas metáforas populares que recrean las interacciones de los pingueros con los extranjeros. Entre las más interesantes se encuentra “la mecánica”, advertida por la investigadora Gisela Fosado (“The Exchange of Sex for Money in Contemporary Cuba. Masculinity, Ambiguity and Love”, tesis de doctorado, University of Michigan, 2004) durante su trabajo de campo a fines de los años 90. La mecánica conjuga una serie de estrategias que hacen que muchas veces, los pingueros no pidan dinero de antemano a los turistas, sino que desarrollen narrativas que los hagan parecer ante ellos como víctimas del sistema, con proyectos de emigrar o encontrar el amor verdadero.

 

Asimismo, la mecánica influye en las relaciones sexuales y servirá también para negociar la masculinidad. En ese sentido, los pingueros utilizan la penetración como un capital para pedir más dinero o para obtener mejores beneficios. El consentimiento a ser penetrado por el otro foráneo, tiende a empoderar al extranjero de turno, y al mismo tiempo es una estrategia “para ablandarlo y sacarle más dinero”.

 

Sobre esto comenta Andrés: “Yo siempre digo que soy activo y cuando dejo que me penetren les invento una película... que es la primera vez y que lo hago porque de verdad es importante, que es una prueba del afecto. Finjo estar nervioso y hasta los rechazo, me doy un poco de lija para tenerlos ahí. Si no, todo es muy fácil y pierden el interés. La idea es mecanicearlos pa’ que te paguen más y sean más espléndidos. Les hago saber que es que son especiales y que han sido los primeros, que yo nunca lo había hecho antes y así los voy ablandando. Y al final ellos piensan que están acabando”.

 

Resulta interesante la noción de ablandamiento que utiliza este sujeto: un acto que pudiera ser leído desde la subalternidad, se traduce en empoderamiento y “control” sobre el otro. En ese sentido, se describe una acción consciente en la cual la penetración tiene un valor de uso y la masculinidad es “cedida” en virtud de intereses concretos.

 

Insertarse en una relación de “amistad” en la que el dinero no sea el centro de las mediaciones, aseguran algunos, genera mejores dividendos porque los turistas son más “espléndidos”. Según Amalia Cabezas, esto se debe a que una transacción comercial directa cerraría otras posibilidades como matrimonio, viajes, regalos, y confirmaría una identidad como prostitutos que ellos no desean (Amalia Cabezas, “Between Love and Money: Sex, Tourism, and Citizenship in Cuba and the Dominican Republic”, Journal of Women in Culture and Society, Vol. 29, No. 4, 2004, pp. 987-1015).

 

Si bien es cierto que el discurso de la penetración funciona muchas veces como resorte y herramienta de distinción entre los pingueros, y la clasificación a partir de roles sexuales apegados al marco binario de penetrador/penetrado influye en las prácticas y en las interacciones con los extranjeros, la sexualidad de estos sujetos es más fluida y compleja de lo que parece a simple vista. Al respecto, resulta interesante lo que dice Andrés: “En esta vida he aprendido mucho de este mundo y de la calle y también de mí mismo. Antes yo me creía más macho que nadie y me apartaba de todo lo que me oliera a homosexuales, pero para sobrevivir hay que relacionarse con travestis, gais, lesbianas porque los yumas van a buscarnos en esos lugares, donde está ese ambiente. Por mucho que los discriminé tuve que evolucionar para poder sobrevivir”.

 

El testimonio de René, un joven holguinero con una configuración genérico-sexual adscrita a una masculinidad más tradicional, contrasta con la idea sobre los pingueros como sujetos activos, “penetradores” de cuerpos extranjeros. Señala: “Todos quieren penetrarme, hasta la más loca quiere penetrarme, no sé por qué. Los pingueros aunque se dejen penetrar dicen que son activos, siempre buscan una justificación para no decir que son pasivos, aceptar eso es decir que son homosexuales. A veces me canso de esto porque ellos vienen a mí a penetrarme o a que yo los penetre, todo se basa en eso”.

 

René es un mulato de veinte años que nació en Santiago de Cuba. Asegura que el color de su piel ha sido una ventaja en el giro de la lucha: “Ellos vienen con el morbo de estar con los negros y los mulatos, porque dicen que somos más bonitos y calientes que los blanquitos y que un mulato como yo no se encuentra en Europa. Uno me dijo a la cara que quería tener la experiencia de penetrar a un negro cubano”.

 

El testimonio de René se enlaza con una serie de prejuicios que conectan la raza con procesos de “exotización” y mitologización de la masculinidad caribeña (Jafari Allen, “Means of Desire's Production: Male Sex Labor in Cuba”, Identities: Global Studies in Culture and Power, Vol. 14, No. 1, 2007, pp. 18-202; Deborah Pruitt y Suzanne LaFont, “For Love and Money. Romance Tourism in Jamaica”, Annals of Tourism Research, Vol. 22, No. 2, 1995, pp. 422-440). Los procesos de endogamia social que tienen lugar en otros países determinan que, efectivamente, mucha gente no tenga relaciones con personas fuera de sus círculos de clase. Sin embargo, en contextos de turismo, estos sujetos experimentan un cambio de actitud. Amalia Cabezas señala que -aunque la industria turística esté montada a partir de hoteles, comidas, entretenimiento, souvenirs,  entre otras cosas- los turistas pagan sobre todo por una “experiencia”, por un juego de sentimientos. El turismo, dice, es la mercantilización de la experiencia que permite a las personas ejercitar sus fantasías y dejarse llevar en muchos casos por los placeres corporales (Amalia Cabezas, Economies of Desire. Sex and Tourism in Cuba and the Dominican Republic, Temple University Press, Philadelphia, 2009, p. 93). 

                                                               

‘Hay pingueros y pingueros’

 

Los pingueros no conforman una unidad homogénea, sino que existen diferentes tipos de experiencias y gradaciones que influirán notablemente en los modos de interacción con los extranjeros. El tipo de relación dependerá, en gran medida, de la situación económica por la que estén atravesando en cada momento, de los proyectos de vida que tenga cada sujeto, del modo de encarar la sexualidad y de la procedencia social.

 

Para estos jóvenes, la llegada a La Habana parece ser un momento difícil, como le sucedió a Mario: “Yo vine para acá sin nada, tenía sesenta pesos cubanos nada más. Vine en la parte de atrás en un camión como si fuera un animal, llegué negro de churre, vine con unos zapatos prestados y directo pal’ Malecón. Ahí hice treinta dólares y ya empecé a respirar, pero tuve que ahorrar mucho, dejaba de comer, alternaba, si almorzaba hoy no comía, si comía no almorzaba, para tratar de ahorrar un poco y no estar tan presionado”.

 

Estos muchachos, sin redes de amistad creadas, debido a la necesidad de dinero rápido, instauran relaciones más comerciales y tienen tarifas más bajas que perjudican “el negocio”. Andrés explica la diferencia del siguiente modo: “Hay pingueros y pingueros. Están los baratos, los que se van con cualquier cosa, hasta por tres dólares se acuestan con cualquiera, pero esos son mayormente los palestinos[1] que en su vida han visto treinta dólares juntos. No se dan su lugar y nos afectan a nosotros, porque los yumas después quieren coger mangos bajitos, quieren pasar una noche de lujo y pagar una miseria. Pero también los entiendo porque hay quien llega a La Habana sin un medio en el bolsillo y necesita dinero rápido, eso también me pasó a mí. Eso depende mucho del momento que esté viviendo, si debo una semana de alquiler, si debo dinero, me voy por lo que sea con tal de saldar todas las deudas”.

 

Otros, en cambio, aseguran que casi siempre establecen una tarifa previa para interactuar con turistas y que el romance lleva implícita una incertidumbre que ellos no están dispuestos a correr. Algunos, como Ramón, no son tan estrictos en sus demandas y se contentan con determinados artículos, a los que atribuyen un gran valor: “A veces negocio con la ropa que tienen los extranjeros, les cobro algún dinero y les pido alguna ropa. La ropa también tiene su valor, si es de marca yo lo veo como una inversión, y cuando esté atacado la vendo, si es de Dolce & Gabbana o de Diesel o Levi’s aquí esas marcas tienen mucha demanda y más pal campo, cuando yo llego a Camagüey con esos trapos los guajiros se vuelven locos, y a lo mejor no saben si es o no una imitación, yo se las vendo como si se los estuvieran comprando en una Boutique exclusiva”.

 

El modelo de éxito creado a partir de los altos niveles de consumo y de acceso a bienes y servicios, vedados en gran medida a la mayoría de la población, despierta en muchos jóvenes el deseo de imitar a aquellos que, involucrados en este tipo de actividades, hacen ostentación de su poder adquisitivo. Así lo confiesa Alejandro: “Llegué a La Habana en el 2000, tenía diecisiete años. No había estudiado, solo italiano con la ilusión de poder trabajar en el turismo. Mis padres eran obreros y no podían darme lo que yo necesitaba. Como todo joven quería salir, divertirme. Conocía a socios míos que estaban en el mundo del jineteo, los veía con dinero, comprándose motos, ropa buena, manteniendo varias mujeres y yo quería ser como ellos, tener lo que ellos tenían”.

 

Al tiempo que los pingueros participan activamente en una economía de placeres ligada al turismo, también forman parte de la venta de ropa y otros artículos electrónicos como celulares que les dejan los turistas, y luego ellos los llevan a sus pueblos para venderlos en momentos de apuros. Los pingueros son jóvenes con un marcado interés en las marcas y tienen un culto al cuerpo a partir de referentes transnacionales difundidos por estrellas globales del mundo del espectáculo.

 

El impacto de la globalización en la Isla no solo se ha traducido en el desarrollo de una economía emergente ligada al turismo que aporta grandes dividendos a algunas elites y estratos sociales, en complejos procesos de desigualdad social y descapitalización de la mayoría de la población cubana, sino también ha generado una economía de placeres para turistas gays, ajustada a diferentes posibilidades económicas. Paralelamente a la existencia de un mercado sexual barato y callejero en La Habana Vieja y en El Vedado, se ha desarrollado uno exclusivo de pingueros que asisten a fiestas privadas y aparecen en catálogos clandestinos para un público gay internacional con mayor poder adquisitivo.

 

Ángel es un joven capitalino que no “hace la calle”. Su actividad es personalizada y restringida a una reducida clientela de empresarios, intelectuales o artistas extranjeros que desean una experiencia homoerótica con jóvenes cubanos. Sobre estas dinámicas comenta: “Mi tarifa empieza a partir de cien dólares y en un mes puedo llegar a ganar mucho dinero. A veces hay temporadas flojas pero con lo que gano no necesito marcarme en El Vedado ni en ningún lugar. Eso es mejor porque en mi barrio nadie sabe que yo estoy en esto. Yo voy a esas reuniones o fiestas privadas de empresarios y de personajes que no te puedo ni contar. Me llaman al móvil y ya está”.

 

‘Yo soy un hombre independientemente de lo que haga en la cama’

 

Muchos de los pingueros se consideran heterosexuales y ostentan la masculinidad como una entidad inmutable y estática sobre la que no habría ningún cuestionamiento, a partir de establecer una dicotomía entre la conducta sexual en la “lucha” y el deseo sexual. De hecho, algunos vinieron primeramente a La Habana como chulos de sus propias novias, antes de establecer ellos mismos relaciones sexuales con turistas, mujeres u hombres. Luego, las cosas no funcionaron como esperaban y las novias se fueron de la Isla casadas con extranjeros o bien los dejaron solos en “la lucha”.

 

Esta es la experiencia de Reinier: “Nunca imaginé que tendría que acostarme con hombres y mucho menos que iba a vivir de eso. Para mí todo era muy extraño, los hombres besándose, yo no estaba adaptado a esa vida ni a esas formas, fue un impacto muy fuerte, hasta que me acostumbré. Si la homosexualidad no existiera yo me muriera de hambre”.

 

Asegura Reinier que el sexo con hombres no cambió en nada su modo de concebir la homosexualidad, porque la ve como algo ajeno a sus deseos y sentimientos más íntimos, pero, sobre todo, porque sus ideas sobre la homosexualidad están asociadas con la adquisición de una identidad y no con el terreno exclusivo de lo sexual. Esto sugiere otra lectura más allá de lo genital como punto nodal para calificar la experiencia y las prácticas. Para él, la adquisición de una identidad homoerótica lleva implícito un rechazo al sexo con mujeres y está asociada con un proyecto común con un hombre: “Para mí ser homosexual es otra cosa, hay que tener una relación, vivir con un hombre ¿me entiendes? Me acuesto con hombres por necesidad; no por eso soy homosexual porque a mí me gustan las mujeres y en algún momento quisiera formar una familia y tener hijos. Hay amigos míos que sí, que descubrieron en la lucha esa parte y tienen sus compromisos, pero yo no”.

 

Las percepciones que tienen sobre la homosexualidad varían entre estos sujetos. Para algunos, los prejuicios no solo están expresados en términos de género, sino también de competencia económica. Yamel siente una especial aversión hacia los travestis:

 

“A los travestis sí no los soporto, yo pienso que son unos payasos, eso no lo entiendo. Se puede ser homosexual, pero no loca. En este mundo hay mucha competencia y no sé qué le ven a los travestis los yumas, pero lo cierto es que levantan un montón de extranjeros”.

 

El rechazo a lo femenino parece estructurar los discursos de algunos pingueros. Lo femenino parece constituir un sitio de diferenciación y de cotejo de la masculinidad. Yamel afirma: “Yo vine aquí a luchar, no a estar con mujeres como hacen otros; las mujeres son unas chupadoras, te quitan todo el dinero y cuando se te acaba, te la dejan en los callos”.

 

Para algunos, el significado del término hombre está más adscrito a una ética que a la sexualidad en sí misma. Por tal motivo, tratan de distanciarse de los pingueros y establecer otras redes y conexiones. “Muchos homosexuales son más hombres que muchos pingueros”, señala Ángel.

 

“Yo soy un hombre independientemente de lo que haga en la cama, no me gustan esas definiciones, eso me parece cheo, anticuado”, señala Arturo. Y reflexiones similares han sido recogidas por Carlos Ulises Decena (Tacit Subjects: Belongin and Same-Sex among Dominican Immigrant Men, Duke University Press, Durham, 2011) en su trabajo con inmigrantes dominicanos en EEUU, para quienes el macho no solo significa una falta de modernidad y representa relaciones menos equitativas en lo sexual, sino que es visto sobre todo como un obstáculo para la movilidad social.

 

De acuerdo con algunos testimonios recogidos por mí, el contacto con extranjeros, así como la socialización dentro del “ambiente”, han influido en que las nociones de estos sujetos sobre la sexualidad sean más abiertas y modernas. Sin embargo, aunque traten de distanciarse de la configuración del macho, reproducen un modelo “feminizado” de dependencia económica, anclada a una visión del hombre como proveedor. Para algunos, la idea del triunfo se traduce básicamente en ser mantenidos por extranjeros desde el exterior, o salir del país a través de ellos. Otros, en cambio, aspiran a reunir lo más pronto posible el dinero suficiente para montar un negocio que les permita salir de la “lucha”. Sin embargo, la mayoría son jóvenes anclados al presente, con altos niveles de consumo y sin planificación, lo que hace que no puedan subvertir los procesos de subalternidad en los que se encuentran inmersos, porque los resultados económicos de “la lucha” rara vez se traducen en proyectos de vida que puedan cerrar los ciclos de pobreza e inmovilidad social.

 

Epílogo

 

El contexto cubano contemporáneo se ha convertido en un escenario postsocialista neoliberal muy a tono con las políticas globales de recortes de presupuestos en el sector estatal, incluso en sectores como salud pública y la educación, que han sido pilares fundamentales de legitimación política. Con la intención de “actualizar” el modelo económico para preservar la continuidad del socialismo en Cuba, el Estado comenzó “un reordenamiento laboral”, eufemismo estratégico para designar la política de despidos masivos. Aparejado a esto, se ha promovido la emergencia del sector privado en el área de los servicios y la legalización de determinados oficios fuera del mercado de trabajo estatal. Sin embargo, la mayoría de los negocios no están en manos de los sectores excedentes del sector estatal, sino de determinadas élites asociadas con el turismo o con personas que han recibido el capital de sus familiares emigrados. El salario medio, de 450 pesos cubanos, alrededor de 20 dólares, no ha variado en años y se estima que el costo de la vida ha subido en un 20% en los últimos tiempos.

 

En un panorama donde el turismo se ha convertido en un sector económico clave, y se fomentan políticas internas de desarrollo limitado, no es de extrañar que muchos de los jóvenes más descapitalizados, económica y culturalmente, sigan recurriendo al sexo no solo como un modo de satisfacer sus necesidades básicas, sino de acceder a otros bienes y servicios.

 

[1] Definición racista que se utiliza en Cuba para referirse a las personas que provienen de la región oriental del país.

 

Este texto es una versión reducida de “Cuerpos en venta: pinguerismo y masculinidad negociada en la Cuba contemporánea“, publicado en la revista Nómadas, Universidad Central de Colombia No. 38, abril de 2013.

 

Abel Sierra Madero es doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de la Habana (Cuba). Especialista en estudios de género, sexualidad y procesos de construcción de la nación, en 2012 recibió el premio Martin Duberman otorgado por City University de Nueva York, en reconocimiento a su trabajo en el campo de los estudios de género y sexualidad. Actualmente trabaja de manera independiente en Cuba.

Santiago de Cuba en 26

En Cuba: Tener o no tener… hijos

Verónica Vega

12 de julio de 2013

 

Un reciente artículo del periódico Granma aborda la crisis de natalidad que enfrenta nuestro país y expone las medidas implementadas en este sentido por el Ministerio de Salud Pública.

 

Medidas tales como proveer de mayor información a la población fértil, especialmente a la adolescente, sobre la viabilidad de planificar los embarazos y no usar el aborto como método anticonceptivo, causa fundamental de infertilidad en años posteriores.

 

Pautar la concepción mediante contraceptivos confiables, preferiblemente orales o inyectables (más seguros que los dispositivos intrauterinos). El texto también enfatiza la urgencia de que los adolescentes tengan una actitud responsable ante la sexualidad, que incluye el uso de condón para prevenir las infecciones de Transmisión Sexual.

 

Por supuesto que en tales medidas no hay nada reprochable. Lo que me pregunto es cómo podrían adolescentes o personas fértiles en general planificar gestaciones en un panorama económico inmutable.

 

Cómo fructificarán esas disposiciones en un país cuya juventud no puede planificar un salario que no sea simbólico, una vivienda después del matrimonio, un espacio propio para criar sus hijos.

 

Como si la situación demográfica actual no fuese resultado más que de la inconsciencia. Nunca de la decepción, de la imposibilidad. Como si la abrumadora mayoría de los adolescentes no tuviera fijos sus ojos en esa delgada línea sobre el mar y el promisorio “más allá”.

 

No dudo que pueda inocularse la fe desde una consulta de fertilidad, pero una vez que la pareja salga de ella necesitará mucho más para cimentar el futuro de ese niño.

 

Si además se considera el detrimento plausible de nuestras escuelas y las borrosas perspectivas que garantiza la educación (con o sin una carrera universitaria), me temo que una actitud realmente responsable en las parejas reduciría aún más la natalidad en la isla.

 

La que se mantiene es justa porque el cubano es en general imprudente, soñador y confía en su eterna facultad de improvisación. Muchos de los embarazos accidentales que por una u otra razón terminan en nacimiento tienen que ver con esa ingenuidad.

 

Recuerdo ahora una niña que conocí, quien al ser preguntada sobre qué quería estudiar, sorprendió a sus padres con esta respuesta: “Yo quiero estudiar extranjera”. Es decir, quería graduarse de extranjera, pues a sus escasos cuatro años había observado la diferencia entre los turistas y los cubanos.

 

Qué triste conclusión (por demás irrefutable), en un ser que recién comienza a percibir su entorno.

 

No es un secreto que un alto por ciento de los matrimonios se separan por conflictos que provoca la convivencia forzada, el hacinamiento, y el prolongado espejismo de empleos que no pueden sostener un hogar. Cuando la miseria entra por la puerta- reza una sentencia popular- el amor salta por la ventana.

 

Como me pasa siempre con la televisión cubana, el artículo de Granma casi logra convencerme de que estoy en otro sitio. En un país donde las condiciones económicas y sociales son idóneas para la reproducción. Solo falta que la gente acabe de darse cuenta.

Certificado de defunción de la revolución cubana

Eugenio Yánez

11 de julio de 2013

 

Cuando lo marginal resulta ser lo cotidiano

 

Si falla en la satisfacción de necesidades de la población y en el cultivo de los valores morales y cívicos de los ciudadanos, ¿dónde están los llamados “logros” de esa estafa todavía llamada revolución cubana?

 

Según las propias palabras de Raúl Castro, los supuestos avances de la economía nacional no se notan todavía en la economía de la familia cubana promedio; la dualidad monetaria —creada por el gobierno— es uno de los obstáculos más importantes para el progreso de la nación; y se nota el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás. Entonces, ¿qué queda de la revolución cubana?

 

He dicho siempre, sin hacer alarde ni poner por delante mi título de Doctor en Economía, que la economía real de un país no se mide por las estadísticas, ni por los coeficientes, ni por los índices, ni por las declaraciones oficiales, sino por los platos servidos en la mesa a la hora de la cena, el tiempo necesario para trasladarse de la casa al trabajo, o lo que le cuesta a un ciudadano reparar el techo de su casa.

 

El precio de una libra de carne, un saco de cemento o un par de zapatos, comparado con el salario real de un trabajador, dice más que la más sofisticada estadística. Los sesudos responderán que si esto o lo otro. Allá ellos: no necesitan responderme a mí, sino a Raúl Castro, que dijo lo mismo con palabras más edulcoradas.

 

El Castro menor habla en público con eufemismos, como todo el lenguaje oficial en Cuba, donde no se dice “muchos”, sino “no pocos”, o no se dice “casi siempre”, sino “no pocas veces”, ni se dice “las cosas andan mal”, sino “las cosas no andan todo lo bien que deberían”, pero al menos no oculta tan inmoralmente las realidades. En eso es más claro que su hermano: Fidel Castro ignoraba los problemas, como si al ignorarlos no existieran.

 

También, con previsión de militar, el general-presidente trata de curarse en salud, y anticipa lo que comentará la prensa mundial sobre sus palabras: “Imagino las noticias en los próximos días de la gran prensa internacional, especializada en denigrar a Cuba y someterla a un frenético escrutinio…”.

 

No es como dice el general. Nadie necesita especializarse en denigrar a Cuba: basta con citar las pocas realidades que ellos mismos reconocen, las pocas cosas que publica su timorata prensa oficialista, o los pocos análisis de sus mediocres apologistas, para saber que las cosas, como dirían ellos mismos, no avanzan como era de esperar.

 

Pongo un ejemplo: entre el Partido y la Juventud Comunista en Cuba debe agruparse entre un 14 o un 15 % de la población, más o menos. Estadísticamente hablando, en un ómnibus donde viajen 100 pasajeros, debería haber entre 14 o 15 militantes o aspirantes del Partido y la Juventud. Para no forzar los números, quedemos con la mitad: al menos deben viajar 7 u 8 militantes o aspirantes. Si se producen indisciplinas sociales en una guagua llena, como hacer sonar música escandalosa, gritar palabras obscenas, o evadir el pago del pasaje, y, como dice Raúl Castro, “todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos”, hay que preguntarse: ¿Qué hacen los militantes o aspirantes del Partido y la Juventud frente a esas indisciplinas? Y, si ellos, que se supone que son la vanguardia de algo, no se sabe de qué exactamente, no hacen nada, ¿qué deben hacer los ciudadanos “satos”, esos que no son militantes ni aspirantes a nada más que a emigrantes o resignados?

 

Véanse algunas de las conductas que define Raúl Castro como “antes propias de la marginalidad”, que “han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad”:  

  • botar desechos en la vía;
  • hacer necesidades fisiológicas en calles y parques;
  • marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas;
  • ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados;
  • conducir vehículos en estado de embriaguez;
  • irrespeto al derecho de los vecinos;
  • criar impunemente cerdos en medio de las ciudades;
  • convivir con el maltrato y destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes;
  • vandalizar telefonía pública, tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de acueductos, señales del tránsito y defensas metálicas de carreteras;
  • evadir pago del pasaje en transporte estatal o apropiárselo trabajadores del sector;
  • tirar piedras a trenes y vehículos, una y otra vez en los mismos lugares;
  • ignorar las más elementales normas de caballerosidad-respeto hacia ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos;
  • uniformes escolares transformados al punto de no parecerlo;
  • profesores impartiendo clases incorrectamente vestidos;
  • maestros y familiares que participan en hechos de fraude académico.

 

Realmente, nada para sentirse orgulloso de “la obra de la revolución”. Pero no pasa nada: los diputados apoyaron unánimemente las palabras del general, y al día siguiente del discurso el periódico “Granma” publicó trece opiniones del “pueblo”, todas apoyando con optimismo lo que se dijo. Y nada más.

 

¿A dónde fue a parar el hombre nuevo? ¿A dónde fue a parar la “superioridad” del socialismo? ¿A dónde fue a parar el sacrificio y el esfuerzo de tres generaciones de cubanos, desde 1959 hasta hoy?

 

Todo eso desapareció bajo el peso de los mítines de repudio, la intolerancia, la represión violenta contra quienes piensan diferente, los insultos, los asesinatos de personalidad, o la política de ver a cualquiera que pensara diferente como agente de la CIA, traidor o mercenario. Esas lluvias trajeron estos lodos.

 

Es fácil ahora culpar a los cubanos de aprovecharse de una supuesta “generosidad” de la revolución. Sin embargo, en cualquier país serio, un gobierno con tal denigrante balance de resultados después de casi siete años de ejercicio, más de seis después de la promesa del “vaso de leche”, de eliminar el marabú, y de declarar la producción de alimentos como asunto de seguridad nacional, lo menos que podría hacer es renunciar y dejar que los ciudadanos elijan a otros que puedan hacerlo mejor.

 

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: En El 18 brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx recuerda la teoría de Hegel según la cual “los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces”, y procede a corregir el aforismo: “Se olvidó de agregar que una vez como tragedia y la otra como farsa”.

El último discurso de Raúl Castro me ha hecho recordar la portada del Granma del 27 de diciembre de 1986 con la declaración de Fidel Castro “Ahora sí vamos a construir el Socialismo”, que provocó el asombro de sus seguidores y la hilaridad de los que nos oponíamos a su tiranía. Como esas palabras fueron pronunciadas veinticinco años después de haber dicho que su revolución era socialista, nos preguntábamos ¿qué se había hecho en ese cuarto de siglo?

Ahora, después que han pasado veintisiete años de que el fundador de la dinastía declarara “Ahora sí vamos a construir el Socialismo”, se aparece el dictador designado con este discurso. ¿Alguna persona honesta puede dudar que los hermanos Castro son unos farsantes que han provocado la peor tragedia ocurrida en América?

La revolución necesita bebés gorditos

Alberto Méndez Castelló

9 de julio de 2013

 

Una doctora y una enfermera fueron sancionadas recientemente, en la oriental ciudad de Puerto Padre, porque dos mujeres residentes en barrios bajo su cuidado alumbraron niños bajos de peso. “Usted pudo hacer mucho más por ellas”, recriminó una funcionaria del Partido Comunista a la enfermera, a quien la dirección municipal de Salud aplicó una amonestación administrativa. La sanción de la doctora consistió en descuento salarial del 10%, durante seis meses.

 

Atendiendo a los indicadores de salud, un parto se produce con bajo peso cuando la criatura pesa menos de 2500 gramos, o sea 5.43 libras. Pero sabido es que en el desarrollo del humano, la dieta juega un papel determinante. Y por causas conocidas, en Cuba es común que existan no sólo niños desnutridos, sino también bajos de estatura.

 

El régimen conoce muy bien esto, pues cuenta con información de primera mano, recolectada por sus investigadores. Pero si tales fuentes le resultaran poco confiables, podría constatarlo en el tomo II de “El Ingenio”, de Manuel Moreno Fraginals, obra de consulta obligada no sólo para el estudio de la industria azucarera, sino también para la comprensión de no pocas hipótesis sociológicas y antropológicas de la actualidad nacional.

 

Moreno Fraginals demuestra que la dieta resultó fundamental en el incremento de la estatura de la población africana traída a Cuba en condiciones de esclavitud, por una razón sencillísima: mientras que aquellos pueblos del África Ecuatorial tenían un nivel nutricional precario, casi sin ingerir proteínas de origen animal, la dieta en las plantaciones cubanas era muy superior.

 

Cada día, en la dieta del esclavo estaban presente 8 onzas (230 gramos) de tasajo, 8 plátanos machos grandes y 18 onzas (518 gramos) de harina de maíz, sin incluir la ingestión diaria de una gran cantidad de azúcar, ya fuera directamente del zumo de la caña o a través de las diversas etapas: guarapo, raspaduras o mieles. “Por ser dueños de hombres y tener que mantenerlos para que trabajasen, los plantadores esclavistas se enfrentaron a los problemas de economía alimentaria con una gran anticipación a los clásicos europeos”, escribe Moreno Fraginals.

 

Hoy no hay esclavitud de látigo y barracón. Pero la alimentación del cubano de a pie es peor que la del esclavo africano en el siglo XVIII. Sólo dos componentes de la dieta diaria del esclavo, 8 plátanos machos grandes y 8 onzas de carne vacuna, cuestan algo así como una cuarta parte del salario promedio nacional en un mes.

 

De modo que si hay niños que nacen bajos de peso, y otros que exhiben insuficiente estatura para su edad, se debe a una razón archiconocida: los padres no consiguen garantizar una adecuada nutrición.

 

Hay familias que para cumplir con otros requerimientos domésticos, incluso se ven obligadas a vender parte de la leche en polvo que el comercio racionado les suministra a precios ¿subsidiados? En Cuba es difícil encontrar un par de zapatos de mediana calidad para un niño, cuyo costo sea menor a cinco pesos convertibles, esto es, más de una semana del sueldo promedio.

 

Pasarán años antes de que las familias cubanas, al sacudirse más de medio siglo de estatismo, puedan alimentar debidamente a sus descendientes y puedan desarrollar su cometido como la primera célula de la sociedad. Para ello, deberán disponer de oportunidades, medios de empleos e ingresos que les permitan satisfacer sus necesidades espirituales y materiales, sobre todo, alimentación adecuada y una vivienda digna.

 

Hemos retrocedido a un estadio inferior al esclavismo, o tal vez incluso al de la comunidad primitiva: somos meros sobrevivientes, gente preocupada sólo por el día de hoy, pues el mañana es un enigma, donde quizá no haya lugar para la esperanza.

 

Mientras, una doctora recibirá su salario de este mes con un descuento de 10 %, por una falta que no es suya, pero que, no obstante, la obliga a llevar menos plátanos a la mesa. No es extraño: donde faltan razones, sobran sanciones, valga decir chivos expiatorios.

 

 

¿Otra vez la bicicleta?

Miriam Celaya

9 de julio de 2013

 

Esta noticia alborota la memoria de los tiempos de hambruna y pedales de los años 90’: en la reunión del Consejo de Ministros del pasado viernes 28 de junio, su vicepresidente, Marino Murillo, promovió el retorno de la bicicleta como una opción atenuante ante el agravamiento de la crisis del transporte público en La Habana. En la reunión se anunció la próxima implementación de un plan urgente para resolver los problemas de movilidad de pasajeros en La Habana, del cual formaría parte el uso de la bicicleta. Se introduciría simultáneamente un programa de reordenamiento del transporte en la capital.

 

Con relación a los ciclos, Murillo aseguró que “se evaluará la aplicación de precios no recaudatorios en la venta de piezas para mantenimiento”, una cuestión nunca solucionada durante la era de la bicicleta en Cuba, cuando el entonces presidente ordenó una compra masiva de dichos vehículos en China –calculada en un millón y medio de artefactos baratos– que fueron distribuidos a precios módicos y con facilidades de pago a trabajadores y estudiantes, tras un estudio de factibilidad más entusiasta que riguroso, y rápidamente comenzaron a sufrir deterioro por el uso sin que existieran piezas de repuesto.

 

Todo indica que ahora la propuesta de reintroducir el añejo vehículo en nuestra cotidianidad será analizada y discutida a otras instancias antes de su definitiva consumación, de manera que es tiempo de comenzar a reflexionar sobre las posibilidades y las adversidades de la bicicleta como opción ante el desastroso servicio del transporte de la capital.

 

Sin carril bici

 

Comencemos por admitir las bondades del ejercicio sano para la salud humana y el aporte a la disminución de la carga contaminante en el medio ambiente, elementos éstos que han determinado el extendido uso de la bicicleta incluso en sociedades tan desarrolladas como las de Holanda, Suecia y Suiza, entre otros países del Primer Mundo. Claro, en éstos están creadas las infraestructuras viales necesarias, que garantizan la seguridad del ciclista y el adecuado flujo del tránsito, además de la disciplina social, una alimentación adecuada, una larga tradición de uso de los ciclos como medio de transporte y bajos niveles de contaminación ambiental que permiten la buena respiración, entre otros factores.

 

El caso nuestro es marcadamente distinto. Si bien en los años 90’ la bicicleta llegó a convertirse casi en la única posibilidad de movilidad, pese a que nunca pudimos contar realmente con la infraestructura necesaria, con las condiciones mínimas de alimentación ni otros ingredientes imprescindibles, lo que incrementó exponencialmente el índice de accidentalidad del tránsito y otros males, en la actualidad el escenario es incluso menos favorable para la reintroducción del ciclo.

 

Uno de los elementos a tener en cuenta es el acelerado envejecimiento de la población que se ha producido en los últimos 20 años, lo que, unido al mal estado de las vías, a la elevada carga de contaminación ambiental de la ciudad, a la deficiente o nula iluminación nocturna y a la inadecuada alimentación, limita el alcance práctico de este medio de transporte.

 

Esto, para no mencionar elementos subjetivos que atentan contra el propósito oficial, como el aumento de la indisciplina social y la apatía en un pueblo que en los 90’ creía estar pedaleando hacia el fin del sistema totalitario en Cuba, en tanto hoy los más aptos prefieren ejercitarse remando sobre el mar o cruzando fronteras a pie.

 

Si se analiza objetivamente, ahora la bicicleta sería, más que un paliativo, otro elemento diferenciador entre los sectores de la población con mayor poder adquisitivo –por tanto, en capacidad para cubrir gastos en transportación privada, ya sea propia o de la red de automóviles de alquiler– y los más desposeídos, sin otra opción que continuar apiñados en el insuficiente y deplorable transporte público o pedalear hambrientos y desprotegidos entre los numerosos baches de la ciudad.

 

Una verdadera reforma

 

Pero no por esto hay que renunciar a la bicicleta. Una opción racional y práctica –aunque demostradamente improbable en este sistema– sería crear a la mayor brevedad y con toda eficiencia las condiciones materiales necesarias antes de volver a lanzar a los cubanos sobre las ruedas de la irresponsabilidad oficial. La otra, mucho más efectiva, sería promover como una opción la creación de cooperativas de ómnibus, con plena autonomía de sus asociados, para que los propios trabajadores del transporte sean capaces de responder con mayor eficacia a la demanda de movilidad de la población.

 

Una reforma de este tipo tendría la ventaja, no solo de promover el auge del transporte en la capital o en cualquier región del país donde se implementara, incluyendo el mantenimiento del parque automotor por parte de los asociados, sino que además estimularía la cultura tributaria sobre la que tanto insiste el general-presidente, a través de los impuestos que aportaría el nuevo sector transportista de ómnibus cooperativos.

 

Correspondería a este último establecer las regulaciones para que gradualmente se produjera la transformación, procurando que afectara en la menor medida posible el precio del transporte, y extender reformas adicionales para el funcionamiento de talleres de reparaciones, bases de transporte, entre otros.    

 

Según fue reflejado en los medios, el vicepresidente Murillo sostuvo en la reunión del Consejo de Ministros que los servicios por cuenta propia están mal atendidos, son caros y en muchos casos los vehículos no reúnen las condiciones técnicas requeridas y añadió que insumos tales como el combustible y las piezas de repuesto que se utilizan por el sector privado son adquiridos en el mercado informal, “cuya fuente principal es el sistema estatal”. Habría que añadir que igual panorama ofrece el sector estatal.

 

Estos males seguirán afectando a éste y a todos los sectores de una economía extremadamente estatalizada hasta tanto el gobierno no se convenza de la necesidad de diversificar más acelerada y profundamente las formas de propiedad en las condiciones actuales de Cuba.

 

Por otra parte, la insistencia oficial en mantener los servicios básicos de transporte de ómnibus públicos absolutamente “bajo un esquema estatal” es una de las causas de la evasión del pago en el transporte y de la apropiación de la recaudación por parte de los trabajadores del sector, y no será superado ni con nuevas formas de organización ni con un aumento de la remuneración a esos trabajadores.

 

Tampoco la compra de combustible mediante el uso de tarjetas magnéticas por parte de los trabajadores por cuenta propia podría disminuir el problema de la venta ilícita del combustible, cadena de corrupción que no se limita a las gasolineras y que no ha impedido el trapicheo de gasolina por parte de los choferes del sector estatal.

 

Como se puede apreciar, el tema es peliagudo y seguramente habrá en próximas reuniones a puertas cerradas, muchas deliberaciones. Una cosa es cierta: ninguno de los convocados al conciliábulo acudirá en bicicleta.

Denuncia de damnificados por el ciclón Sandy

El transporte en Cuba, donde los ajustes no bastan

Fernando Ravsberg

4 de julio de 2013

 

El transporte requiere nuevas inversiones pero de nada servirá si no se elabora una estrategia integral

 

50 años probando sin éxito diferentes sistemas organizativos en el transporte, debería ser suficiente para que Cuba impulse cambios de fondo. Los nuevos “reordenamientos” darán otra vuelta a la noria pero difícilmente lograrán un servicio eficiente.

 

El último Consejo de Ministros reconoció públicamente que el transporte “durante años ha sido inestable, insuficiente y de baja calidad”. El cubano que “coge guagua” cada día dice algo parecido pero utilizando palabras mucho más duras.

 

Los “ajustes al modelo” pueden servir para corregir el rumbo de aquellos sectores que verdaderamente funcionan, pienso en Salud Pública, la Educación o los deportes. Incluso en el turismo, donde se avanzó mucho durante las últimas 3 décadas.

 

Sin embargo, el transporte nunca anduvo bien y durante los últimos años empeora. Pero lo cierto es que ni siquiera fue satisfactorio en tiempos de la Unión Soviética, cuando había dinero para inyectarle inversiones y subvenciones estatales.

 

Entre los muchos problemas que enfrenta, hay una gestión extraña del Ministerio, que compra autobuses chinos pero exige que tengan motores estadounidenses, como si desconocieran que, desde hace medio siglo, existe un Embargo Económico.

 

Cuando el motor de una de esas “guaguas” se estropea hay que comprarlo en EEUU. Se hace a través de empresas extranjeras, enviando la mercancía a un tercer país para reembarcarla a Cuba. Los precios se disparan y los repuestos se retrasan.

 

Además, antes de encargarlos se organizan muchas reuniones entre los comerciales de la importadora cubana y los especialistas del Ministerio, con comités que evalúan un aspecto y lo pasan a otro comité que sospesa otros y lo envía a un tercer comité…, y así durante meses.

 

Mientras, la guagua rota descansa en un taller donde muchas veces le roban sus piezas para venderlas en el mercado negro. Cuando al fin se deciden a comprar, harán falta más repuestos por lo que se reanudan las interminables reuniones de los comités.

 

De esa forma el Ministerio de Transporte ha logrado por momentos paralizar la mitad de los autobuses que circulan en La Habana. Y esto ocurre a pesar de que el país realizó grandes inversiones comprando buses chinos.

 

No cabe duda de que organizar el transporte público en cualquier nación es una tarea compleja, que necesita especialistas, grandes inversiones y constantes subvenciones. Pero se puede hacer porque de hecho funciona en naciones ricas y pobres.

 

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en Cuba desde hace veinte años, escribe: “(…) aquellos sectores que verdaderamente funcionan, pienso en Salud Pública, la Educación o los deportes”. ¿Por qué Ravsberg pretende ocultar la realidad que vive el cubano de a pie? Véase

 

http://profesorcastro.jimdo.com/atenci%C3%B3n-a-la-salud-es-un-desastre/

 

http://profesorcastro.jimdo.com/el-mito-de-la-salud-p%C3%BAblica/

 

http://profesorcastro.jimdo.com/el-mito-de-la-educaci%C3%B3n/

Continuamos avanzando… como el cangrejo

Manuel Castro Rodríguez

2 de julio de 2013

 

Durante la reunión del Consejo de Ministros efectuada el pasado viernes 28 de junio se analizó la actual crisis del transporte –por supuesto, no dijeron que la crisis tiene casi el mismo tiempo que los hermanos Castro en el poder.

 

De acuerdo al Granma:

 

Otro de los aspectos analizados fue el incumplimiento en la transportación pública en ómnibus, ocasionado fundamentalmente por el deterioro del estado técnico de los equipos y la insuficiente gestión del Ministerio de Transporte y las Direcciones Provinciales para garantizar a tiempo el suministro de partes y piezas.

 

A Marino Murillo Jorge, jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo, correspondió explicar la política para el reordenamiento del transporte de pasajeros en La Habana, actividad que durante años ha sido inestable, insuficiente y de baja calidad.

 

El objetivo es identificar las acciones organizativas que posibiliten un incremento de la transportación pública con mayor eficiencia en las condiciones actuales del país. Con ella se avanza en la implementación de los Lineamientos 278 y 283, que fomentan el diseño de nuevas formas organizativas en este sector y convocan a dar una atención priorizada a la transportación de pasajeros.

 

El diagnóstico presentado a los miembros del Consejo de Ministros reconoció la existencia de evasión del pago por parte de los pasajeros y el robo de la recaudación de manera impune por algunos trabajadores de las entidades transportistas. Además, la gestión de las empresas de ómnibus, incluyendo las lanchas de la bahía, es deficiente, a lo que se suma el inestable y limitado empleo del ferrocarril.

 

Por otro lado, los servicios por cuenta propia están mal atendidos, son caros y en muchos casos los vehículos no reúnen las condiciones técnicas requeridas. Los principales insumos para estas labores, tanto el combustible como las piezas de repuesto, son adquiridos en el mercado informal, cuya fuente principal es el sistema estatal, señaló Murillo Jorge.

 

Comentó sobre la congestión en los horarios picos, las vías en mal estado, las paradas de ómnibus sin condiciones adecuadas y el deficiente alumbrado público en dichas zonas.

 

La política aprobada este viernes por el Consejo de Ministros se corresponde con lo refrendado por el VI Congreso del Partido referido a priorizar el transporte colectivo como la forma más eficiente y accesible para la mayoría de la población.

 

Precisó que se mantendrán los servicios básicos de transporte de ómnibus públicos y de ferrocarril bajo un esquema estatal, aplicando formas organizativas que resuelvan la evasión del pago y la apropiación de la recaudación, al tiempo que se introduce un renovado régimen de remuneración a trabajadores y directivos.

 

Expresó que se ha priorizado la organización en cooperativas de servicios complementarios como los taxis ruteros, los ómnibus escolares, el transporte de trabajadores de las entidades estatales y los porteadores privados.

 

Asimismo, se diseñará un sistema de incentivos que incluya bonificaciones, exenciones en materia de impuestos e incluso subsidios, que permita que no incrementen los precios del pasaje.

 

Informó que se promoverá el uso de bicicletas, con el fin de que este medio participe en la movilidad de la población”.

 

Por otra parte, mediante una nota oficial emitida por el Ministerio del Comercio Interior (MINCIN), el régimen dio a conocer una disminución del cincuenta por ciento en la cantidad de huevos que se le vende al pueblo cubano mediante la libreta de racionamiento: “el país aún garantizará las cinco unidades por personas entregadas de manera normada mediante la canasta básica a un costo subsidiado de 15 centavos”.

 

Sin embargo, en la reunión del Consejo de Ministros efectuada el pasado viernes 28 de junio, Raúl Castro Ruz declaró: “Continuamos avanzando y se notan los resultados”.

 

¿Alguien duda de que continuamos avanzando para atrás?

 

¿Alguien duda de que se notan los resultados?

Lo que se fue perdiendo en Cuba

Tania Quintero

1 de julio de 2013

 

Conversando con conocidos, contemporáneos generacionales y emocionales, recordábamos la existencia, en nuestra adolescencia y juventud, de algunos establecimientos y servicios hoy desaparecidos. Algún lector tal vez argumente que así ha sucedido en todas partes, ya que lo nuevo se impone y las cosas cambian; el caso es que aquí no aconteció ningún cambio, sino que simplemente desaparecieron.

 

Comencemos por la bodega de barrio, ese establecimiento hispano-cubano-chino, abarrotado de víveres, útiles para el aseo y la limpieza, confitería, bebidas y licores, donde las familias adquirían lo necesario para sus necesidades diarias, pagándolo al contado o a crédito, a pesar del cartelito de “Hoy no fío, mañana sí”, colocado en lugar bien visible por el bodeguero, quien era el primero en no respetarlo.

 

Además del cartelito, en la bodega existía la “contra” gratuita en aceitunas, alcaparras, sal, azúcar, gofio o caramelos rompe-quijada, según el gusto del cliente. También, la barra de madera dura, con sus racimos de cocos de agua y el cubilete, para los adictos a tirar los dados al consumir una cerveza fría o un trago caliente, acompañados del obligatorio saladito de queso, jamón, camarones secos, anchoas o aceitunas, en este caso, de acuerdo al gusto del bebedor. En el portal, el puesto de fritas (otra desaparición), casa de socorro de quienes gustaban o estaban obligados a comer ligero por las noches: pan con bistec, croqueta, perro caliente, yuca con mojo, etcétera, todo bien servido y barato.

 

Junto a la bodega o cerca de ella, por lo regular, la carnicería, con sus carnes frescas y refrigeradas, seccionadas por tipos para su utilización en diferentes platos: filete, filetillo, palomilla, lomo, boliche, jarrete, costilla de riñonada, faldas de primera y segunda, picadillo molido delante del cliente con la carne escogida por éste, ternilla y el trozo de hueso con tuétano para la sopa o el puñado de piltrafa para la mascota, estos últimos, obsequios al comprador.

 

Otras desapariciones fueron el puesto de frutas, cubano o chino, el primero con sus frutas sanas, limpias y variadas, tanto nacionales como extranjeras, expuestas al cliente, y el segundo, además con variedad de frituras y los sabrosos helados naturales elaborados en sorbetera. El bar de la esquina, con su victrola cargada de discos y ambiente alegre, lugar de reunión de amigos y conocidos, donde se compartían tragos y se conversaba sobre lo humano y lo divino, a veces con el salón de billar aledaño, para practicar el deporte de las bolas y los tacos, tan deporte como otro cualquiera. La cafetería, de ambiente más familiar, con sus sándwiches, medianoches, bocaditos y galletas de soda preparadas con jamón y queso, batidos de todo tipo, jugos y refrescos. El estanquillo de periódicos y revistas, y el sillón del limpiabotas donde, además de adquirir la prensa plana, se lustraban los zapatos con paño sonoro y cepillo rítmico, hasta hacerlos lucir como un espejo.

 

Y hay más. La panadería, con su horno de leña y sus olorosos panes calientes de diferentes tipos, sus galletas, palitroques y coscorrones. En Nochebuena, centro del barrio para asar los cerdos en tártaras chorreantes de manteca. Las mejores instalaciones, con pasteles de queso y de carne.

 

La farmacia, pulcra, iluminada, olorosa, con el farmacéutico que era casi un médico, capaz de indicarnos la medicina para nuestro mal, inyectarnos y hasta regalarnos un trozo de azúcar candy. Después, ampliado su surtido, convertida en Drug Store al estilo norteamericano.

 

Y la quincalla, tienda en miniatura, donde se podía encontrar lo necesario, desde una cuchilla de afeitar, un jabón o un desodorante, hasta el perfume o llavero para el regalo olvidado, además del revelado de rollos y la impresión de fotografías, la venta de billetes de lotería, cigarrillos, tabacos y fósforos y hasta el apunte de la bolita de Castillo, La China y Campanario.

 

La barbería, centro de tortura cuando niños, con la tabla para colocar sobre los brazos del sillón Koken, para elevar nuestra cabeza a la altura de las tijeras del barbero, y después magnífico lugar para compartir, mientras esperábamos nuestro turno para un corte de pelo, afeitado y masaje, enterándonos del acontecer del barrio, además de las noticias nacionales y extranjeras y las opiniones de cada cual, muchas veces motivo de interesantes y sustanciosas polémicas.

 

La tintorería y el tren de lavado de los chinos: la primera, cubana, imprescindible para el buen vestir, donde nos dejaban presentables los pantalones, el saco deportivo y el traje, además de las camisas y guayaberas bien planchadas al vapor y, además, con servicio de recogida y entrega a domicilio, en percheros de madera con su nombre grabado y, como obsequio, el almanaque y el abanico a fin de año; la segunda, para la ropa de cama, manteles y todo lo que fuera de hilo o lino, las toallas y otros ajuares del hogar, hervidos, secados al sol y planchados, entregados en paquetes de papel cerrados con alfileres.

 

Y qué decir del cine de barrio, con su doble tanda diaria y tres los domingos (la matinée), presentando dos películas en cada una (la principal y la de relleno), noticiero, documental, animados y los avances de sus próximos estrenos, olor a creolina, ventiladores en las paredes (más tarde, aire acondicionado) y venta de refrescos y golosinas, tanto en los asientos de luneta como de balcony. Como portero el dueño, en la taquilla su esposa o alguna de sus hijas, y en el proyector un minusválido alcohólico, ya que, al romperse la cinta o quemarse algún fotograma, el auditorio gritaba a voz en cuello: ¡Cojo, suelta la botella!, hasta que se encendían las luces y se restablecía el orden.

 

La lista podría continuar, pero sería interminable. Son cosas desaparecidas, no por el paso natural del tiempo, sino por regulaciones y disposiciones absurdas, que pretendieron crear un país a imagen y semejanza de un estrecho criterio jacobino unipersonal, olvidando a los ciudadanos y sus necesidades, preferencias y tradiciones.

 

Lo terrible es que estas aberraciones sociales fueron aceptadas sin chistar y hasta aplaudidas por muchos, sin que la mayoría nos indignáramos (por utilizar una palabrita de moda) ni hiciéramos nada para evitarlas. Con el paso del tiempo y los cambios que, irremediablemente, sobrevendrán, estos establecimientos y servicios reaparecerán. No serán iguales ni tal vez siquiera parecidos a los anteriores, pero seguro serán mucho mejores y, lo más importante, no podrán ser eliminados nuevamente.

La fiesta del gran fracaso

Eugenio Yáñez

27 de junio de 2013

 

¿Hay algo que celebrar el 26 de julio?

 

El régimen se prepara para celebrar por todo lo alto la efemérides. Jubileo, número redondo, al cumplirse sesenta años del acontecimiento. Fiesta nacional y con proyección internacional, para celebrar por todo lo alto el rotundo fracaso del 26 de julio de 1953.

 

Desde 1959 el castrismo ignoró las celebraciones históricas tradicionales cubanas (24 de febrero, 20 de mayo, 10 de octubre, 7 de diciembre), y convirtió la exaltación del fracaso del 26 de julio en una gran fiesta nacional, con invitados extranjeros incluidos, para proclamar la condición invencible de los vencidos y cimentar el mito de que la verdadera historia de Cuba libre comenzó aquella madrugada de Santa Ana en 1953.

 

Las generaciones más recientes de cubanos en la Isla reciben desde su nacimiento versiones falsificadas de la historia cubana y de los detalles vinculados al fracasado intento. Nunca las exégesis oficiales dirán a los cubanos que de todos los autos que partieron desde la finca Siboney para el insensato ataque al Cuartel Moncada, el único que “se perdió” en el camino fue el vehículo en que viajaba Fidel Castro, uno de los pocos asaltantes criado en Santiago de Cuba; ni que tan pronto como se constató el fracaso del intento —casi al comenzar las acciones— Fidel Castro ordenó la retirada y, como el gran líder que siempre ha sido, fue de los primeros en salir corriendo; ni que, escondido en la Sierra Maestra después de su precipitada huída, al ser descubierto no intentó ni de broma combatir, y de inmediato se entregó.

 

Desde el triunfo revolucionario de 1959, a través de la propaganda sistemática, las leyendas se han enriquecido continuamente en el imaginario popular, del que se retiran narraciones inconvenientes y se exaltan la supuesta visión, sabiduría y convicciones del Comandante. Y se pretende demostrar, además de que el Apóstol José Martí habría sido el autor intelectual de la aventura del Moncada, que desde el inicio el programa político de quienes participaron en el asalto preveía todas las declaraciones, acciones, conductas, posiciones y actitudes mantenidas por Fidel Castro durante los sesenta años posteriores al gran fracaso de 1953.

 

Así ha surgido y crecido el mito del llamado Programa del Moncada, supuestamente delineado y explicado por Fidel Castro en el juicio por los acontecimientos del 26 de julio de 1953. Sin embargo, de sus palabras ante ese tribunal solamente ha quedado la versión reconstruida por él mismo mientras cumplía cómoda prisión —con cocina propia en la celda y permanentes privilegios— con todo lo que de olvido, omisiones y percepciones distorsionadas puedan incluir. De manera que el mito del Programa del Moncada surge de otro mito, un supuesto y extenso discurso reproducido prácticamente con exactitud taquigráfica por su propio autor muchas semanas después.


Sin embargo, aun aceptando ese mito basado en otro mito, las razones para la celebración de supuestos éxitos en estas fechas no aparecen por ninguna parte. Los seis mencionados componentes del Programa del Moncada (tierra, industrialización, empleo, vivienda, educación y salud), vistos no en detalles puntuales, sino en una visión global que abarque los sesenta años de la leyenda, no resultan favorables al castrismo, a pesar de las apariencias superficiales y de los océanos de propaganda vertidos sobre las mentes de los cubanos y del resto del mundo durante seis décadas. Repasémoslos brevemente:

 

De la agricultura “revolucionaria” ¿hay algo que celebrar? El mayor latifundista cubano es y ha sido el estado totalitario, y al mismo tiempo el más improductivo e ineficiente que pueda ser encontrado. Con las tierras cubanas cundidas de marabú, y teniendo que importar más de mil seiscientos millones de dólares anuales para mal alimentar a los cubanos, los logros del Programa del Moncada en la agricultura, además de falsos, son absolutamente bochornosos.

 

De la industrialización podrían señalarse determinadas (e ineficientes) inversiones realizadas en todos estos años, pero a día de hoy lo que ha quedado es una industria azucarera desmantelada, obsoletas fábricas del “campo socialista”, maquinarias de la época pre-revolucionaria que milagrosamente continúan funcionando y chatarra de las fracasadas inversiones diseminada por todo el país. Paradójicamente, las fuentes que más dinero aportan actualmente a las arcas del gobierno no tienen nada que ver con la “industrialización” tan pregonada por Fidel Castro y Che Guevara: turismo, remesas, servicios médicos al exterior, biotecnología.

 

Lo del empleo podría ser un chiste de mal gusto si no fuera tan dramático. Según cifras oficiales, Cuba es ejemplo de pleno empleo. Nunca se menciona el desempleo escondido en las plantillas estatales infladas, ni que el gobierno de Raúl Castro tuvo que detener el cese forzado de casi la cuarta parte de los empleados estatales por temor a una crisis social de incalculables proporciones. El cuento de que el cuentapropismo que surge entre coyundas y arbitrariedades estatales absorbe el desempleo no deja de ser un mito: sólo el 18% de los cuentapropistas tenía vínculo laboral con el Estado antes de incorporarse a sus actuales actividades.

 

¿La vivienda? No hay que discutir cifras ni proyecciones para comprobar “la obra de la revolución” en el sector de la vivienda. Basta con “andar La Habana” y las ciudades y pueblos del interior, preguntarle a los damnificados que han perdido su vivienda por huracanes o derrumbes por falta de mantenimiento en las últimas décadas, o a los que viven en condiciones casi infrahumanas en albergues, entre la promiscuidad y la falta de higiene y condiciones materiales, o a los que se hacinan en barrios marginales en cualquier parte del territorio nacional.

 

¿La educación? Indudablemente, hubo avances espectaculares e importantes con la campaña de alfabetización, la construcción de escuelas, la elevación del nivel educacional de los cubanos, y la ampliación del derecho a la enseñanza en todo el país. Y también hubo catástrofes dañinas, como la destrucción de vínculos familiares y principios morales con la masificación de becas y escuelas en el campo; pérdida de conocimientos de los estudiantes, a los que se negaron o limitaron enseñanzas imprescindibles para aumentar la carga ideológica en sus estudios y carreras; en la formación básica de los estudiantes en sus primeros años, por haber subestimado todo el tiempo la preparación de profesores y recurrir a esperpentos como la “televisión educativa” y los “profesores emergentes” inventados por Fidel Castro; o la demagógica “universalización de las universidades”, que restó rigor, profundidad y calidad a los estudios universitarios en todo el país.

 

Finalmente, la salud pública, la joya de la corona de la dictadura. Negar sus evidentes logros, tanto de carácter científico como social, no solamente sería torpe e injusto, sino también absurdo. Sin embargo, llevar las estrategias de salud pública a los extremos, sin tener en cuenta realidades y posibilidades de la economía cubana, pretendiendo un nivel de salud pública escandinavo basado en un nivel de productividad económica africano o haitiano, además de absurdo, es criminal. Y montar todo ese andamiaje propagandístico y demagógico basado en la sobreexplotación de los médicos y todos los trabajadores de la salud, el desprecio por sus intereses personales, la separación forzada de sus familiares por largos períodos de “internacionalismo”, o privilegiar la atención a extranjeros sobre los nacionales, son hechos que muy difícilmente podrían justificarse en un análisis serio y desapasionado.

 

Entonces, ¿realmente hay algo que celebrar el 26 de julio? Para el régimen, claro que sí. Y los que quieran creer en las bondades de “la revolución”, también dirán que sí. Y están en todo su derecho si viven en una democracia. Los que prefieran analizar resultados y realidades sin marearse con promesas o consignas, podrán decir lo contrario. Y también estarán en todo su derecho, gracias a vivir en una democracia, porque en Cuba no tienen ese derecho a expresar sus ideas si no son las del gobierno.

 

Cada lector podrá decir si tiene algo que celebrar por el 26 de julio, o no.

 

Para mí está claro: la fiesta del castrismo es la fiesta del gran fracaso. Nada más.

El suicidio, otro “logro” de la revolución

Veizant Voloy

6 de junio de 2013

 

El suicidio fue la causa de muerte de al menos cinco personas en los meses de abril y mayo de 2013 en el municipio Palma Soriano, Santiago de Cuba, a 860 kilómetros al este de La Habana.

 

Sobre las 11 de la mañana del 28 de abril, Yurislais Martínez Girón, 25 años, se dio candela, produciéndose quemaduras de tercer grado. Según familiares y conocidos, el motivo principal fue la dificultad económica por la que atravesaba.

 

Ronald Doren Cosme, 33 años, graduado universitario, se disparó en la cabeza con una pistola. Falleció el 3 de mayo en el hospital, debido a la gravedad de la herida. Desde hacía un tiempo bebía mucho y mantenía inestabilidad en su trabajo.

 

Juan Carlos Vulgo Montalván, 45 años, el 7 de mayo, alrededor de las 3 de la tarde, apareció ahorcado en su vivienda. Testimonios familiares revelan que la vivienda del fallecido había quedado en muy mal estado después del huracán Sandy, que en octubre de 2012 causó daños de consideración en Santiago de Cuba y otras provincias orientales.

 

Dulce María Galán Jiménez, 66 años, al mediodía del 14 de mayo fue encontrada muerta en el interior de su casa. Según el médico forense, ingirió fármacos imprudentemente.

 

Delina Arias declaró que hacía 18 días su hermana, de 55 años, se había quitado la vida “por problemas económicos. Vivía de una pensión por ser discapacitada y a su cargo tenía de una nieta menor quería trabajar, pero debido a su discapacidad le decían que no había trabajo para ella”.

 

Estas tragedias no fueron las únicas que ocurrieron en Palma Soriano, donde son frecuentes a edades más tempranas, principalmente en el sexo masculino.

 

En lo que va de año, en ese municipio santiaguero se han registrado más casos de suicidios que en igual período de 2012. Los métodos más empleados fueron; ahorcamiento, salto al vacío desde un lugar elevado, prenderse fuego, envenenamiento con medicamentos y disparos con armas de fuego, principalmente en jóvenes que en contra de su voluntad son obligados a pasar el servicio militar.

 

La situación en la que quedaron las provincias orientales después del paso del huracán Sandy, cuando más 100 mil viviendas resultaron destruidas total o parcialmente, en opinión muchos entrevistados, ha sido una de las causas en el aumento de muertes no naturales.

 

Cifras divulgadas por la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba entre 2004 y 2011, indican que 12.509 cubanos se quitaron la vida en 7 años. Si ese número lo dividimos entre 7, arroja unos 1.787 suicidios anuales, un promedio de 148 al mes. Un informe de la Organización Mundial de la Salud sitúa a la isla como uno de los países de América Latina con mayor índice de suicidios.

 

El suicidio está entre las diez principales causas de muerte en el país, y la primera causa de muerte no natural. Las cifras pudieran ser mayores, porque es el médico forense quien determina la causa de muerte y a él corresponde clasificarla como suicidio o autolesión, frente a otras causas posibles. Pero en Cuba, al certificar un caso como suicidio se puede incurrir en responsabilidad sobre terceros. Por tanto, muchos casos se archivan como “accidentes”.

 

 

Cuba 2030

Jorge Olivera Castillo

22 de mayo de 2013

 

En un informe elaborado a principios de este año por el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, sus siglas en inglés), la oficina de análisis y de anticipación geopolítica y económica de la Agencia Central de Inteligencia, se consigna el paulatino declive de Occidente y el surgimiento de potencias emergentes como Brasil, Rusia, India y Sudáfrica.

 

El estudio revela la aparición de otros cambios estructurales que redefinirán la evolución del mundo.

 

El impacto de redes sociales como Facebook y Twitter, los fenómenos asociados al cambio climático, el aumento del crimen organizado, el agotamiento de los recursos naturales y, sobre todo, la crisis por los déficits en el abastecimiento de agua, aparecen entre los temas más destacados en el documento, que sale a la luz cada cuatro años.

 

En un artículo firmado por el periodista franco-español Ignacio Ramonet, publicado originalmente en el diario Le Monde Diplomatique y reproducido en Granma, no se menciona que el informe en cuestión incluya a Cuba como una pieza de relevancia en el ámbito estratégico regional y mucho menos internacional.

 

No es necesaria una paciente labor intelectual para avizorar un futuro sombrío en Cuba. Con un breve bosquejo de la realidad nacional, se llega a las peores conclusiones. En el 2030 habrá aquí un capitalismo acompañado de serios problemas estructurales.

 

La tardía conexión con los sistemas que rigen las finanzas y la economía mundiales -los que, por cierto, serán más descentralizados, pero igualmente devotos a su perfil mercantilista, basados en la maximización de las ganancias a toda costa- estará entre los puntos desfavorables a enfrentar por los gobiernos que sucedan a la actual dictadura cubana.

 

Lógicamente, también serán más visibles aquí las huellas tercermundistas. Los anillos de pobreza alrededor de las grandes ciudades, en este caso de la capital, el crecimiento de la criminalidad y el tráfico de estupefacientes, constituirán tres desafíos para los que no habrá soluciones duraderas. Es probable que en la Cuba futura exista un gobierno fuerte, como el de Putin en Rusia.

 

Sin referencias democráticas durante un período tan largo, sin entrenamientos ni habilidades en las cuestiones relacionadas con la economía de mercado, será realmente complicado mantener el control, con el objetivo de evitar el caos, cuando llegue la hora del pluralismo político, el libre ejercicio de las actividades económicas y la legitimización de los derechos cívicos y sociales.

 

¿De qué manera se enmendarán los graves problemas de vivienda y los de salud pública?

 

Muchos hospitales tendrán que cerrar por falta de insumos, ausencia de higiene, o para ser demolidos por causa de su deplorable estado arquitectónico.

 

Ni hablar del incremento de los homeless y de, en general, una indigencia que engordará los índices de personas afectadas por el alcoholismo y las enfermedades psiquiátricas.

 

Otro asunto de vital importancia y para el que tampoco habrá paliativos es el relacionado con la balanza comercial.

 

Las deudas atrasadas y las reticencias de los centros financieros internacionales y privados para otorgar créditos a un país con tan bajas posibilidades de cumplir con sus compromisos, refuerzan las tesis que auguran un panorama poco halagüeño.

 

Es casi seguro que para el 2030 tendremos un gobierno elegido democráticamente. Eso no quiere decir que seremos más felices. El capitalismo salvaje nos acecha y sus reglas son determinantes. Habrá que esforzarse por ser competitivos y pedirle a la providencia que nos dé fuerzas y salud.

 

Más que una república, lo que dejarán los gobernantes de ahora es un montón de ruinas y la fatal estandarización de la indisciplina, la doble moral y una extensa cadena de insuficiencias que conducen a ver el futuro con una elevada dosis de pesimismo.

 

oliverajorge75@yahoo.com

Mirada a la Cuba de 2030

Mayte María Jiménez

digital@juventudrebelde.cu

17 de mayo de 2013

 

El país estará viviendo durante las próximas décadas uno de los períodos más complejos en su composición demográfica, según describe un informe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información

 

Fenómenos demográficos tan complejos como la fecundidad, la mortalidad y la migración sirven de punto de partida a un análisis presentado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en el que se proyecta una especie de mirada al futuro de la Cuba de 2030, teniendo presentes las tendencias y situaciones experimentadas por los pobladores de la Isla en los últimos años.

 

Así, por ejemplo, uno de los resultados más preocupantes que salta a la vista es que de los 1,9 millones de personas de 60 años y más con que contaba el país en 2010 se arribará a 3,4 millones en 2030, lo que significa una notable sobrecarga para la Seguridad Social, el Sistema de Salud y las disponibilidades de fuerza de trabajo.

 

Ello se traduce en que el llamado coeficiente de carga o de dependencia, que expresa como incide la población en edades inactivas sobre la que está en edad activa, resulta en la actualidad favorable, y así se mantendrá hasta 2020, pero en lo adelante cambiará su tendencia aceleradamente de manera negativa.

 

De acuerdo con las cifras presentadas, el número de personas en edades activas entre 15 y 59 años disminuirá en más de un millón de personas para ese período, una de las causas fundamentales de la aprobación por el Parlamento cubano de una ampliación del rango de la edad laboral hasta los 65 años los hombres y 60 las mujeres.

 

Según demuestran los resultados de la ONEI, en 20 años Cuba estará arribando a un 31 por ciento de su población con 60 años y más, siendo en ese momento el país más envejecido de América Latina y el Caribe lo que es consecuencia, entre otras causas, del aumento en la esperanza de vida de los cubanos.

 

Datos de las Naciones Unidas corroboran que en 2050 se encontraría entre los 11 países más envejecidos del mundo, con un 38 por ciento de su población en el rango de esas edades.

 

¿Cuestión de tiempo?

 

Aunque el envejecimiento es la cara más visible de la situación que se avecina para Cuba en pocas décadas, uno de los orígenes de la misma es la reducción sustancial de los niveles de fecundidad.

 

De acuerdo con estudios presentados por la ONEI, en Cuba se registrará para 2030 un aumento ligero que llevaría a la tasa global de fecundidad (TGF) de 1,50 a 1,62 hijos por mujer en los próximos 20 años.

 

Esta hipótesis acerca del comportamiento de la fecundidad para cada provincia se desarrolló teniendo presente la evolución perspectiva del indicador tasa global de fecundidad.

 

Para el primer quinquenio de la proyección, sin embargo, se tuvo en cuenta el valor promedio de dicha tasa en 2003–2007. En este caso no se consideró la tendencia de la variable por no tener una clara definición.

 

En tanto, se consideraron incrementos discretos hasta alcanzar la tasa 1,62 hijos por mujer en los próximos 20 años, lo que podría ser más posible de alcanzar, de acuerdo con las transformaciones en el contexto social y económico del país.

 

Se debe señalar que la dinámica de esta variable en Cuba ha seguido una trayectoria peculiar, caracterizada por un descenso pronunciado en la década de los 70 del pasado siglo hasta alcanzar valores por debajo del nivel de reemplazo generacional en 1978, en un proceso asociado a la última fase de la transición demográfica.

 

Esta tendencia al descenso continuó hasta 1981, cuando se alcanzó su valor más bajo del período, con 1,61 hijos por mujer.

 

A partir de entonces la situación se revirtió, y se mantuvo oscilante con valores entre 1,72 y 1,93, hasta inicios de la década de los 90, en que se contrae marcadamente a 1,44 y 1,59, como las cifras más elevadas.

 

El informe indica que aunque el siglo XXI trajo algunas esperanzas en cuanto a la recuperación de este indicador, hasta el presente no hay evidencia de que así sea.

 

En 2003 se constató que el país continuaba transitando por una nueva contracción de su fecundidad. Sin embargo en 2008 se registraron 10 097 nacimientos por encima de los registrados en 2007, lo que puede ser coyuntural.

 

La ONEI significa cómo los cambios en la estructura por sexo y edad de la población, así como en su tamaño, tendrán una significativa incidencia en los servicios, en la economía, así como en el funcionamiento y composición de la familia.

 

Con dinámica demográfica tan peculiar, que pudiera definirse como de crecimiento nulo o con población estable (años en que decrece y en que pudiera crecer, pero siempre en cantidades pequeñas) es necesario mantener un constante seguimiento sobre el comportamiento de las variables que intervienen, con el fin de obtener pronósticos lo más acertados posibles.

 

Al establecer estas proyecciones se constató un incremento de las defunciones como reflejo del aumento del envejecimiento, a pesar del aumento en la esperanza de vida. La migración externa, por su parte, con saldo negativo, se ve también incrementada.

 

Sobre la mortalidad, las investigaciones muestran un decrecimiento expresado en un aumento de la esperanza de vida, con un valor cercano a los 81 años para el caso de las mujeres, y de 76,6 años para los hombres. Para 2030 se pronostica 82,6 y 78,6 años respectivamente en cada uno de los sexos.

 

Cifras entre kilómetros

 

Ha sido frecuente en los últimos años ser testigos de alguna forma de los movimientos poblacionales conocidos como migraciones, ya sea internas o hacia fuera del país.

 

Amigos, familiares y conocidos han sido parte de esta experiencia en la vida de cualquier cubana o cubano, no importa la edad, aunque la mayor tendencia ha sido entre los jóvenes.

 

Según expone la ONEI las migraciones externas se mantendrán en los promedios regulares durante el decenio (2010-2020), y después comenzarán a descender un 25 por ciento por cada nuevo quinquenio.

 

Mientras, la migración interna se mantendría constante en los niveles que muestran actualmente los territorios. Pero, ¿cómo se entiende este comportamiento?

 

Aun cuando esta es la variable de más difícil pronóstico, las estadísticas sugieren que en los últimos años ha mostrado una relativa estabilidad, tanto en el plano interno como en el externo.

 

Para elaborar los resultados, los investigadores trabajaron bajo un principio similar al de la fecundidad, o sea, tomando el valor del saldo total promedio anual de los últimos cinco años para cada territorio.

 

Los cálculos para las provincias se hicieron por separado en las migraciones internas y externas. Se asumió el criterio de que el saldo de las migraciones externas de signo negativo debería mantenerse en los actuales niveles promedio durante los dos próximos quinquenios, y comenzar un descenso del 25 por ciento en lo adelante hasta alcanzar cifras más reducidas para 2030, con valores negativos.

 

El informe se realizó con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, y la participación de especialistas del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), la División de Población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y tomó como punto de partida el año 2010.

 

En el mismo se aclara que los resultados sustituyen a los obtenidos en la proyección elaborada en octubre de 2006, «Cuba. Proyección de la Población. Cuba y sus Territorios», elaborado para el período 2007-2025.

 

Según alertan los especialistas el decrecimiento actual de la población cubana comenzó en el año 2006, y mantendrá esta tendencia con oscilaciones hasta el final del período proyectado (2030). Esta proyección confirma las tendencias que le precedieron, con una diferencia: esta vez los cambios se producirán en un período más breve, lo que requerirá de la sociedad cubana esfuerzos para encontrar soluciones a inmediato y largo plazo.

Los disparatados proyectos de Fidel

Claudia Peiró

21 de febrero de 2013    

 

Durante más de 50 años de ejercicio del poder absoluto, Castro ha sometido a los cubanos a toda clase de experimentos voluntaristas -zafras titánicas, vacas superlecheras, plantas milagrosas- cuyo resultado es el no desarrollo de la isla que gobernó con mano de hierro.

 

En momentos en que una constelación de admiradores a distancia de un régimen bajo el cual jamás vivirían se activan en distintos puntos del planeta para repudiar la presencia de Yoani Sánchez en su primer viaje fuera de Cuba, es bueno recordar que la decadencia de esa nación caribeña se debe mucho más a los disparatados experimentos de Castro que a los efectos de un mal llamado “bloqueo”.

 

Allá por septiembre de 2011, Hugo Chávez -oficiando de vocero- explicó que Fidel se estaba dedicando a la “investigación científica en “un conjunto de temas, sobre todo en producción de alimentos”. “Dirige unos campos experimentales”, agregó, misterioso, sin dar más detalles.

 

La noticia no podía menos que intranquilizar, considerando que el comandante ha usado con frecuencia la isla como campo experimental de los más insólitos proyectos y los más disparatados desafíos a las leyes de la naturaleza; proyectos que, prometía, colocarían a Cuba a la vanguardia del desarrollo.

 

Estas iniciativas iban acompañadas de su correspondiente retórica, campañas informativas, consignas, afiches y toda la parafernalia necesaria para convertir cada ocurrencia de Fidel en una epopeya.

 

Una de las más famosas fue la zafra de 10 millones de toneladas. Era el año 1970 y Castro movilizó todos los recursos humanos de la isla para alcanzar ese número mágico que no sólo abastecería al país sino que lo convertiría en el primer exportador mundial de azúcar. Obreros, estudiantes, profesores, médicos, técnicos, intelectuales… todo el mundo abandonó su puesto de tareas habitual y marchó al campo a cortar caña. La meta no fue alcanzada. En cambio, se logró la parálisis productiva general y una aguda crisis económica.

 

Poco antes, Castro había intentado volcar la economía cubana al cultivo de café. Se inspiró leyendo un libro sobre el tema y desoyendo los consejos de los agrónomos. Por aquel entonces, en los alrededores de La Habana había quintas que abastecían a la capital de frutas y verduras. Fidel ordenó erradicar esos cultivos, arrasando con todo, árboles frutales incluidos, para dar lugar a los cafetales.

 

El resultado fue que La Habana se quedó sin frutas, sin verduras y sin café. Lo relata en Persona non grata el escritor chileno Jorge Edwards, efímero embajador de su país en Cuba (Fidel pidió su salida por el delito de negarse a dejar de frecuentar a intelectuales críticos): “Cafetales raquíticos, abandonados, en lo que había sido el gran proyecto, la gran esperanza del Cordón de La Habana (…). Alguien me dijo que el cinturón de la capital estaba ocupado anteriormente por pequeños propietarios chinos, que cultivaban las lechugas y hortalizas que abastecían a la ciudad. En una arremetida política, el Gobierno había expropiado a estos parceleros, que constituían un enclave ‘capitalista’ y obedecían en su actividad a oscuros estímulos materiales. Desde entonces, la lechuga pasó a ser artículo de lujo, para consumo de diplomáticos y de otros privilegiados”.

 

Su compatriota Roberto Ampuero, que vivió varios años exiliado en La Habana, cuenta en un libro autobiográfico, Nuestros años verde olivo, que, poco después del fracaso de la ruina de los cafetales, Fidel inició la campaña a favor del consumo de pescado: “De la noche a la mañana, se importaron miles de casetas metálicas refrigeradas desde la Argentina (que) se llenaron de golpe de pescados, mariscos y algas, causando alegría y revuelo entre los cubanos, porque ahora sí, tras quince años de penurias, parecía que el racionamiento se acababa de modo definitivo (…). Sin embargo, meses más tarde las casetas no volvieron a recibir suministros del mar (…), algo grave ocurría con ciertos repuestos de la flota pesquera cubana. Corrían a la vez rumores espeluznantes de que el imperialismo, en su eterna lucha contra Fidel, se las arreglaba ahora para espantar los cardúmenes de las costas isleñas mediante una sofisticada tecnología desarrollada por la NASA”.

 

Gracias al atractivo de la refrigeración, los puestos de pescado vacíos empezaron a ser usados como sitios de reunión y hasta nidos de amor…

 

Ubre Blanca fue el nombre dado a otro grandioso proyecto: una vaca que daría 120 litros de leche por día. Fidel en persona supervisaba el proceso en una granja experimental. Mientras el comandante mostraba orgulloso el sitio donde pronto se fabricaría un queso Camembert que haría empalidecer de envidia a los franceses, en la isla escaseaba la leche, incluso para los niños.

 

“El máximo líder -escribe Ampuero- acostumbraba anunciar con entusiasmo desbordante algún proyecto: la pronta inauguración de una nueva fábrica de zapatos de plástico, la creación en escasas semanas de un taller para reparar tractores rusos, la aprobación de planos para un instituto que en un futuro no lejano se especializaría en el cultivo de ostras y convertiría a Cuba en el principal exportador mundial del molusco, o el desarrollo de un revolucionario sistema para la construcción de puentes, que permitiría ahorrar hombres y materiales”.

 

En la lista también hubo una semilla de gandul (un tipo de frijol) que, como los cafetales, crecería casi sin requerir cuidados y una supercerveza de 18 grados de alcohol, sin olvidar la planta nuclear instalada por los rusos que nunca llegó a funcionar y hoy está abandonada.

 

Más tarde, cuando la implosión de la Unión Soviética -hundida por el peso de las ineficiencias acumuladas en décadas de economía planificada- dejó a Cuba a la intemperie, el ingenio de Castro se aguzó aún más: fue el momento de la compra de millones de bicicletas para la locomoción de los cubanos sin nafta y de otras tantas cacerolas eléctricas para hervir el arroz sin gas.

 

Hoy, pese a su retiro del gobierno, Fidel sigue pergeñando iniciativas que sacarán milagrosamente a Cuba del atraso: su último berretín conocido fue la moringa, una planta originaria de la India, que la ONG Médicos Sin Fronteras promociona como fuente generosa de vitaminas.

 

Todo esto sería anecdótico si no afectara la vida cotidiana de millones de cubanos sometida a los caprichos de una persona que, como les respondió Yoani Sánchez a los que la abuchearon en Brasil, utiliza el embargo como coartada para el subdesarrollo en el cual ha hundido a Cuba.

 

La isla importa el 80% de los alimentos que consume y, lo irónico del caso, es que una parte más que considerable proviene de Estados Unidos. No existe bloqueo comercial a Cuba: sólo un embargo unilateral dictado por el Congreso norteamericano que, además, no incluye medicamentos ni comida. Esto explica que el país más denunciado por Castro sea uno de los principales socios comerciales de La Habana, junto con Venezuela, China y España.

 

Los resultados de más de medio siglo de revolución son una soberanía alimentaria del 20%, una zafra que retrocedió a los niveles de principios de siglo (pasado), un 90% de la fuerza de trabajo empleada en el Estado -al menos antes del ajuste iniciado por Raúl Castro- y una inmensa mayoría de la población viviendo en niveles de subsistencia.

Cuba, revolución reinventada (2012, documental)

Cuba 2012 (BBC Documentary)

 

 

¿Paternalismo del Estado?

Roberto Álvarez Quiñones

2 de febrero de 2011

 

El castrismo ha sido un reciclaje ‘socializado’ del esclavismo que imperó en la Isla hasta el siglo XIX.

 

En las últimas semanas el diario oficial Granma ha venido insistiendo en que con los cambios emprendidos por el gobierno de Raúl Castro el Estado socialista cubano dejará de ser paternalista.

 

Serán echados a la calle más de un millón de trabajadores estatales —sin que haya aún un sector privado que pueda asimilarlos— que no recibirán subsidios, se suprimirán gratuidades, se cierran ya los comedores obreros, la libreta de alimentos subsidiados desaparecerá lentamente, se harán más “racionales” los servicios médicos, la educación y los deportes. En el sector cultural no habrá subvenciones para las actividades artísticas. Las empresas no rentables serán desmanteladas.

 

Estas medidas revelan la inutilidad del socialismo. Los Castro, con medio siglo de atraso y con la nación ya en ruinas, admiten que todo fue un “error” y guardan en el closet el discurso ideológico-político igualitario de que el socialismo es superior al capitalismo porque mientras en este último imperan las desigualdades, el desamparo y las injusticias sociales debido a la “explotación del hombre por el hombre”, en el socialismo hay justicia e igualdad para todos, el estado garantiza un empleo estable a cada ciudadano sin el temor a perderlo en una crisis económica cíclica, suministra a todos alimentos subsidiados a bajos precios, y brinda gratuitamente salud, seguridad social, educación, cultura, etc.

 

Pero no examinaremos en estas líneas las medidas raulistas, sino un “detalle” que pasa siempre de contrabando y confunde a no pocos: ¿Ha habido o hay paternalismo en Cuba?

 

Los negros arrancados de África desde el siglo XVI al XIX y llevados en condiciones infrahumanas a Cuba y todo el Caribe para ser vendidos como bestias en una plaza pública eran alimentados por sus propietarios, cuando se enfermaban eran atendidos, los vestían, les daban parcelas de tierras o “conucos” para que sembraran viandas y vegetales  y criaran aves de corral; y los dejaban realizar fiestas, danzar y divertirse. Y todo esto gratis. ¿Era eso paternalismo?

 

El historiador Manuel Moreno Fraginals afirma en su libro El Ingenio, que la alimentación que daban los propietarios a sus esclavos en Cuba satisfacía con creces las necesidades calóricas y proteínicas para cada jornada de trabajo. Cada esclavo —narra Fraginals— consumía diariamente media libra de carne, tasajo, o pescado salado (bacalao), 500 gramos diarios de harina de maíz, además de boniato, yuca, calabaza o fufú de plátano. También comían bolas y tostones de plátano, funche (guisos de maíz), frituras, guisos de quimbombó, viandas con mojos (malangas, plátanos, ñame), chilindrón de chivo, y congrí. Y dos veces al año recibían un pantalón, una camisa, un gorro de lana, un sombrero de yarey y una frazada.

 

A cambio, los hacendados se apropiaban del producto íntegro del trabajo de sus esclavos en jornadas laborales extenuantes. Eran “instrumentos parlantes”, como les llamó el sabio romano Varrón en el siglo I A.C. Los esclavos cubanos eran máquinas de carne y hueso propiedad de un hacendado que podía hacer con ellos cualquier cosa: encadenarlos, azotarlos, y hasta matarlos sin enfrentar cargo alguno ante la justicia.

 

Algo que se le parece bastante es lo que ha ocurrido en Cuba en términos económicos, sobre todo desde que en marzo de 1968 Fidel Castro estatizó los 60.000 pequeños negocios privados que aún operaban en la isla. Desde entonces, el gobierno se apropia del producto íntegro de los trabajadores, que de cierto modo son también propiedad del Estado, el único empleador del país. Por eso es un error creer, como dice la propaganda castrista, que en Cuba la salud, la educación y todos los servicios sociales son gratuitos.

 

Nada es gratis

 

Falso. Son los trabajadores los que subvencionan al Estado y no al revés. Para usar la terminología marxista, los trabajadores pagan esos servicios con la plusvalía generada por ellos, que va toda al Estado. O sea, el gobierno no da a ningún trabajador nada que éste no pague con su trabajo. Y a sus familiares y el resto de la población les cobra con la libertad individual que les cercena.

 

Falso es también que la clase obrera en un régimen socialista no enriquece a ningún “parásito”, como reza la propaganda marxista. No hay un solo caso en la historia en que la nomenklatura comunista dirigente no se haya aprovechado y enriquecido. Y resulta aún peor, porque los capitalistas se enriquecen con las ganancias que producen inversiones y gastos que generan empleos y benefician la economía al aumentar la demanda de consumo, pero en el socialismo los dirigentes se enquistan en el aparato estatal y se enriquecen con el dinero que pertenece al pueblo. Ellos sí que son parásitos.

 

En los 35 países comunistas que han existido ha proliferado una “nueva clase” rica y todopoderosa —que describió en su momento el disidente yugoslavo Milovan Djilas.

 

Mariela Castro, por ejemplo, sólo por ser hija de Raúl reside en una mansión millonaria equipada con la tecnología más moderna y rodeada de muros y de guardias armados; y en las paredes cuelgan cuadros originales de pintores por valor de 185.000 dólares.

 

Al prohibir las libertades individuales, el gobierno comunista no tiene otro remedio que alimentar, vestir y curar, pues la gente no se puede valer por sí misma. La iniciativa privada no existe, como no existía para los esclavos de las haciendas que narra Cirilo Villaverde en Cecilia Valdés, o en las plantaciones algodoneras en el Misisipi del siglo XIX.

 

El Estado comunista impide la existencia de una sociedad civil independiente. Nadie es libre. Nadie puede crear una empresa y generar empleos y riquezas, ni expresarse políticamente, o elegir la educación para sus hijos.

 

Uno de los peores estigmas que tiene el comunismo, y que ya los Castro han anunciado seguirá vigente ad infinitum, es que se prohíbe la formación de capital nacional. Sólo el Estado crea capital, o se asocia con inversionistas extranjeros que lo tienen. Si el Estado socialista suministra cuotas de alimentos subsidiados —que desde los años 90 en rigor son inferiores en cantidad y calidad a las de los esclavos— y ofrece los demás servicios sociales es porque no hay nadie más que lo haga, no por generosidad comunista.

 

En Cuba los trabajadores son tan “instrumentos parlantes” como los del Imperio Romano. No tienen derechos, no pueden votar en elecciones democráticas, ni acceder a internet, televisión, radio y prensa no oficial para enterarse de lo que ocurre en su propio país, sino zumbarse el mejunje propagandístico que cocina el gobierno, dueño de todos los medios de comunicación.

 

El castrismo ha sido hasta ahora un reciclaje “socializado” (llevado a toda la sociedad) del sistema esclavista al que Carlos Manuel de Céspedes puso fin en su hacienda en 1868 al alzarse en armas contra España.

 

 

El presente es de lucha, ¿el futuro es nuestro?

Manuel Castro Rodríguez

12 de septiembre de 2010

 

Como han reconocido varios economistas e historiadores marxistas (Juan F. Noyola, Raúl Cepero Bonilla, Oscar Pino Santos, Manuel Moreno Fraginals y Óscar Zanetti Lecuona), Cuba era un país con índices crecientes de progreso económico y social.

 

En octubre de 1964, International Affaires publicó The Cuban economy; its past and its present importance, escrito por Ernesto ‘Che’ Guevara. En español se publicó en Nuestra Industria en diciembre de 1964, con el título Cuba, su economía, su comercio exterior, su significado en el mundo actual -está disponible en el sitio ARCHIVO CHILE, web del marxista Centro de Estudios ‘Miguel Enríquez’ (CEME). En este artículo Ernesto ‘Che’ Guevara expresa que Cuba poseía un coeficiente de 0,75 cabezas de ganado bovino por habitante, índice que la situaba únicamente por debajo de los grandes países ganaderos”.

 

Blas Roca Calderío –durante varias décadas fue el máximo dirigente de los comunistas cubanos, hasta que le entregó el partido a Fidel Castro- publicó en 1943 el libro Los Fundamentos del Socialismo en Cuba, que tendría dos nuevas ediciones después del triunfo de la revolución, la última en mayo de 1961, donde Roca Calderío expresa:

 

Con los adelantos que ya tiene Cuba, con la fecundidad prodigiosa de su suelo, con los progresos que le ha traído la revolución, con la inteligencia, la vivacidad y el espíritu emprendedor y fraternal de los cubanos, la aplicación de los principios socialistas producirá milagros, transformando esta tierra en unos pocos años en el paraíso del mundo”.

 

Hace más de cuarenta años proliferaban los carteles gubernamentales con el lema: El presente es de lucha, el futuro es nuestro”. Eso es típico del sistema: exige el sacrificio constante en beneficio de las futuras generaciones, privando a la población de un nivel de vida aceptable, mientras que la cúpula gobernante disfruta de los mayores privilegios. ¿Cuántas generaciones pueden aceptar un ‘modelo’ que les prorroga indefinidamente la legítima compensación por sus esfuerzos?

 

El 26 julio de 2007, Raúl Castro pronunció un discurso en Camagüey –la mayor provincia de Cuba-, que despertó una gran polémica por la mención a “un vaso de leche para todo el que quiera tomárselo” que luego fue suprimida de la trascripción que hizo de dicho discurso el periódico Granma –el órgano oficial del único partido legal en Cuba. También fue cortado ese fragmento de la retransmisión que hiciera al día siguiente la TV cubana. Gracias a ContactoCuba.com que grabó el discurso en directo, puede verse el famoso fragmento.

   

El vaso de leche censurado

26 julio de 2007

En Cuba un litro de leche entera cuesta más de tres dólares, precio prohibitivo cuando el salario mensual promedio es de unos veinte dólares.

  

Los niños cubanos  pierden el derecho a recibir leche a precio subsidiado  cuando cumplen siete años. Para poder tomar leche, ellos dependen de la ayuda que les envían los emigrados: En 2012 entre efectivo y bienes el exilio les envió 5.105 millones de dólares a familiares y amigos residentes en Cuba. De país receptor de emigrantes, el castrismo convirtió a Cuba en país emisor.

 

Faltando menos de un mes para que se cumplan seis años de ese discurso, ni  Raúl Castro ni ningún otro dirigente del régimen ha mencionado algo sobre “un vaso de leche para todo el que quiera tomárselo”.

 

Aunque los hermanos Castro pretenden hacer creer que los problemas de su régimen comenzaron cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991 y, por ende, desaparecieron sus cuantiosas subvenciones a la economía cubana -seis mil millones de dólares anuales-, es necesario señalar que  la escasez ha sido consustancial al castrismo, como puede verse en varias ediciones del Noticiero ICAIC Latinoamericano que se muestran a continuación:

 

El vinagre está perdido (1989)

Nos casamos y nos divorciamos (1989)

La crisis del transporte urbano (1988)

La escasez de viviendas y los  albergues

Barrio La Coronilla

La escasez de viandas y los agromercados

El hielo está perdido

Debate público con el profesor Jované (I)

Manuel Castro Rodríguez

25 de octubre de 2010

 

Profesor Jované, usted no ha respondido un editorial del Panamá América del 10/9/2010, donde se expresa: “Sería una insensatez continuar alimentando la esperanza de nuestros pueblos con ideologías que solamente han servido para engañar incautos y aumentar su miseria y su frustración cuando reconozcan después de cincuenta años de carencias y sufrimientos que solamente se trataba de una gran estafa”.

 

Sin embargo, Olmedo Beluche –el más cercano colaborador político del profesor Jované y principal dirigente de la agrupación política en formación que se hace llamar Partido Alternativa Popular-, publicó en Kaos en la Red un artículo titulado ‘Cuba, un debate necesario’, en el que expresa: “En Panamá algunos medios de comunicación en seguida abordaron a algunos referentes de la izquierda, como diciendo: ‘si la dirigencia cubana ya admitió su fracaso, ¿qué carajo demandan ustedes ahora?’ Claro que los medios propagandísticos de la burguesía buscan aprovechar a su favor la situación(…)”.

 

Jované, hago mías las palabras del académico Antonio Muñoz Molina cuando expresa: “estoy a favor de la legalidad democrática y de la universalidad de los derechos humanos, en Cuba o en Birmania. Estoy en contra de la dictadura de Castro no a pesar de que soy de izquierdas, sino porque lo soy; ser de izquierdas no me parece que sea alabar a un tirano”.

 

Escribo el 20/10/2010, cuando se cumplen 142 años de que por primera vez fuera cantado en público el Himno Nacional de Cuba. El castrismo dejó morir al preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo -tras 85 días en huelga de hambre-, quien demostró que para él no era letra muerta lo que expresa el himno: “morir por la Patria es vivir”.

 

Jované, durante más de un año le he estado enviando información sobre lo que ocurre en Cuba. Usted jamás ha discrepado; tampoco ha aceptado debatir públicamente conmigo sobre el castrismo, que usted admira a tal punto que lo llevó a firmar un documento apoyándolo en su campaña difamatoria contra el mártir Orlando Zapata Tamayo.

 

El profesor Jované ha demostrado que comulga con los violadores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por supuesto que la ‘izquierda’ adocenada jamás reconocerá que aspira a establecer un régimen totalitario. También Fidel Castro engañó a todos: en reiteradas oportunidades se presentó como humanista y siempre negó que fuera comunista (ver el Panamá América del 16/8/2010).

 

Le estoy enormemente agradecido al pueblo panameño por acogerme, por lo que es mi deber alertarlo de que la ‘izquierda’ adocenada se está arropando en la lucha contra el capitalismo salvaje, enmascarando su verdadero objetivo de instaurar un régimen estalinista.

 

Dado que el profesor Jované no ha tenido la entereza de enfrentárseme en un debate oral, comienzo hoy un debate escrito en que denunciaré lo que se propone la ‘izquierda’ adocenada, la cual utiliza “los medios propagandísticos de la burguesía”. Por ejemplo, Beluche escribe en La Prensa y Jované en el Panamá América. Los invito a que demuestren que es falso lo que expreso en mis artículos.

 

Panameño, ¡ni capitalismo salvaje ni castrismo! Continuará.

Fidel Castro está tratando de reescribir la historia

¿Está caduco el socialismo?

Fernando Ravsberg

9 de septiembre de 2010

 

La frase dicha por Fidel Castro al periodista Jeffrey Goldberg, aceptando que “el modelo cubano no funciona incluso para nosotros”, ha recorrido el mundo y generado enormes especulaciones sobre su significado y alcance real.

 

Unos creen que implica un reconocimiento de que el socialismo está caduco, sin embargo, en ese caso un comunista cubano hubiera hablado del “sistema” y no del “modelo”, que para ellos es la forma en que se organiza el socialismo.

 

Así que la crítica de Fidel Castro parece dirigida al socialismo aplicado en Cuba desde la “Ofensiva Revolucionaria” de 1968, cuando se nacionalizaron todas las pequeñas empresas y comercios, incluyendo a los vendedores callejeros.

 

Es posible que Castro tuviera un lapsus, sin embargo todo parece indicar que está en un periodo de autocritica que implica de hecho un respaldo a las reformas económicas, políticas y sociales emprendidas por su hermano.

 

Puerta abierta para los cambios

 

Es verdad que Fidel Castro podría ser el último cubano en reconocer que el “modelo” es ineficiente pero por tardía su opinión no es menos importante, dado el peso que aún tiene su voz entre algunos sectores de la población y de la dirigencia.

 

Durante los últimos años se debatió mucho sobre diferencias políticas entre los dos hermanos. Raúl Castro emprendió un buen numero de reformas en terrenos delicados como el económico, el político y hasta el de derechos humanos.

 

Para realizarlas no tenía otra opción que cambiar medidas adoptadas por el propio Fidel Castro, entre ellas la desestatización de la agricultura, el acceso a los hoteles, a internet e incluso la excarcelación de los prisioneros de conciencia.

 

Justamente fue durante la salida de los disidentes que Fidel Castro reapareció en público, lo que para muchos implicó un respaldo a la medida, poco tiempo después asumía la responsabilidad por la persecución de los homosexuales y ahora acepta que el viejo “modelo” está caduco.

 

Las reformas económicas

 

Desde que Raúl Castro asumió oficialmente la presidencia en el año 2008, inició una serie de reformas que han ido transformando lentamente el modelo económico cubano, caracterizado hasta entonces por una total estatización económica.

 

En uno de sus discursos acepta que en el socialismo existan diferencias sociales, abre el acceso de los cubanos a los teléfonos celulares, computadores y a los hoteles, donde la cifra de turistas nacionales se disparó hasta alcanzar en el verano del 2009 el 10% de la ocupación total.

 

En la agricultura comienza una reforma agraria que abarca al 50% de las tierras cultivables, quitándoselas a las granjas estatales y a repartiendo las parcelas entre las familias campesinas, que son el sector más productivo del campo cubano.

 

La reducción de personal en las empresas estatales le permitió ampliar el trabajo por cuenta propia como contrapartida y anunciar que también podrían contratar personal, lo cual los convierte en pequeña empresa, algo que había sido hasta ahora una mala palabra en Cuba.

 

Otro estilo de gobierno

 

A nivel político también hubo reformas, dos de los más cercanos colaboradores de Fidel Castro –el vicepresidente Carlos Lage y el canciller Felipe Pérez Roque- fueron destituidos y tras ellos cayeron muchos otros menos conocidos internacionalmente.

 

Desde que asumió la presidencia, Raúl Castro inicia un acercamiento con la Iglesia Católica, de hecho la primera personalidad que recibe oficialmente es al enviado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertoni, con quien envía un mensaje a Washington.

 

La relación bilateral llega a su punto máximo cuando es el cardenal Jaime Ortega quien anuncia la excarcelación de todos los presos de conciencia y la autorización para que las Damas de Blanco realicen manifestaciones públicas, un hecho inédito.

 

Finalmente intenta cambiar incluso el estilo de gobierno, aparece poco en público, apenas habla y apuesta por la institucionalización del país. Una tarea compleja tras 50 años de un liderazgo carismático, realizado a viva voz y de cuerpo presente.


 

Lo que quiso decir Fidel

9 de septiembre de 2010

 

La afirmación del ex presidente Fidel Castro de que el modelo económico cubano “ya no funciona” ha sido interpretado por varios expertos como una autorización para que su hermano Raúl emprenda una serie de reformas.

 

El comentario de Castro, en respuesta a una pregunta de un periodista de la revista estadounidense The Atlantic, es además el reconocimiento expreso por parte del líder cubano de que el país sufre una profunda crisis económica.

 

El modelo cubano no nos sirve ni a nosotros”, señaló el líder cubano al periodista estadounidense Jeffrey Goldberg en una entrevista en La Habana.

 

El reconocimiento del fracaso del modelo económico cubano ha sido recibido con sorpresa en Miami por los grupos del exilio cubano y los expertos políticos que interpretan que es el aval de Fidel a Raúl para sacar adelante ciertas reformas.

 

Se trata de “una señal pública del Líder Máximo para que (el presidente cubano) Raúl Castro emprenda las reformas económicas necesarias” para salir de la crisis, dijo Rafael Lima, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Miami (UM).

 

Tras descartar que se trate de un “ataque de senilidad”, Lima destacó que, por el contrario, la respuesta de Fidel revela que cualquier decisión de calado que se adopte en la isla necesita todavía su visto bueno, “su cuño” de aprobación.

 

Eso sí, prosiguió, “lo que nunca va a decir Fidel es que la revolución ha fracasado”, aunque la crisis económica global y la particular que aqueja a Cuba le obliguen a “ceder en el terreno económico”.

 

Para Andy Gómez, vicerrector del Instituto para los Estudios Cubanos de la Universidad de Miami (UM), la consideración de Castro es, ni más ni menos, la aceptación de “lo que le viene diciendo su hermano Raúl desde 1997, cuando regresó de su primer viaje a China”: que “la economía cubana se caía y había que emprender reformas”.

 

Entonces, agregó Gómez, Fidel rechazó la idea de Raúl con el argumento de que él no iba a convertirse en el Gorbachov de Cuba.

 

Mijail Gorbachov fue el padre de la “perestroika”, que en ruso significa reestructuración, con la que se conocen las reformas introducidas en la Unión Soviética desde fines de los años 80 que condujeron finalmente a la desaparición del bloque del Este.

 

Gómez apuntó que la situación financiera y económica cubana se encuentra en estado de postración y que el Gobierno cubano planea despedir unos 250.000 empleados este año.

 

“El pueblo depende del Estado y el Estado está en bancarrota”, subrayó, para agregar a continuación que no existe “un sistema totalitario en que se haya podido reformar el modeló económico” sin destruir el primero.

 

No obstante explicó que los “planes para reformar la economía en Cuba están avanzado rápidamente” y Raúl Castro pueda “descentralizar la burocracia estatal” que paraliza al país.

 

La gran pregunta, continuó, es si las reformas económicas que se pongan en práctica serán de calado y si van a funcionar.

 

En ese sentido, Gómez manifestó tener serias dudas sobre la viabilidad de éstas, ya que, entre otras cosas, “sin inversión exterior es muy difícil” levantar una economía postrada; una inversión, precisó, que no se fía de un país sin garantía jurídicas como Cuba.

 

David Moreno, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de Florida (FIU), opinó que el reconocimiento de Castro “señala la profunda crisis económica con que se enfrenta la isla”.

 

“La actual crisis económica global ha afectado a muchos de los proyectos del régimen”, especialmente en el sector turístico y en su relación comercial con Venezuela, indicó Moreno.

 

Es un “anuncio personal” de Fidel Castro y “un mensaje del régimen” que busca maneras de emprender una reforma económica, aunque “no está claro cuáles y en qué dirección van a ir esta reformas económicas”, señaló.

 

 

 

Fidel Castro: «El modelo cubano ya no nos sirve

ni a nosotros»

Carmen Muñoz

9 de septiembre de 2010

El ex líder cubano responde así a la pregunta de un periodista sobre si su sistema es exportable hoy día

 

Aunque parezca increíble, Fidel Castro también recula y admite que «el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros». Al menos así lo ha reconocido en una reciente entrevista a la revista «The Atlantic». El periodista estadounidense Jeffrey Goldberg relató ayer en un blog que, durante las conversaciones que mantuvo con el dictador el pasado agosto a lo largo de tres días, le preguntó si todavía creía que el modelo comunista cubano era exportable.

 

Como la respuesta del líder de la revolución castrista —que el pasado julio retomó parte de su vida pública y abrazó la cruzada antinuclear— sorprendió al periodista, se la consultó a la especialista en asuntos cubanos Julia Sweig. Analista del «think-tank» Council on Foreign Relations, con sede en Washington, Sweig acompañó a Goldberg en su viaje La Habana. La experta consideró que el mayor de los Castro no rechazaba las ideas de la revolución, sino que lo interpretaba «como un reconocimiento de que en el modelo cubano el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país».

 

Julia Sweig cree además que Fidel Castro, de 84 años, trata de allanar el terreno a su hermano y actual presidente, Raúl Castro, de 76, para que pueda aplicar las «reformas necesarias frente a lo que seguramente hallará la resistencia de los comunistas ortodoxos dentro del partido». A la cabeza de este inmovilismo se ha situado al propio Fidel Castro, que todavía sigue siendo primer secretario del Partido Comunista Cubano.

 

Al parecer Castro convocó a Goldberg a Cuba para debatir sobre la posibilidad de un conflicto nuclear entre Israel e Irán, con la participación de Estados Unidos. Durante las conversaciones con el periodista estadounidense judío, el ex jefe de Estado condenó el antisemitismo de su aliado iraní Mahmud Ahmadineyad y le instó a «dejar de difamar a los judíos». Castro también criticó su propia actitud durante la crisis de los misiles de 1962, cuando urgió a la Unión Soviética a lanzar armas nucleares contra Estados Unidos. «No merecía la pena», admitió el dictador cubano al periodista estadounidense.

 

Rechazan el destierro

 

En cuanto a los 52 prisioneros de conciencia que el régimen cubano se ha comprometido a «liberar» en cuatro meses para que viajen a España, al menos diez de ellos se niegan a marcharse de Cuba. Desde que Raúl Castro anunció su compromiso a la jerarquía Iglesia católica cubana a finales de junio, 31 disidentes se han trasladado a España. Elizardo Sánchez, portavoz de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, explicó a Efe que esos diez opositores detenidos en la Primavera Negra de 2003 le han comunicado personalmente que se siguen negando a viajar a España.

 

 

 

Fidel Castro: “El modelo cubano ya no funciona”

9 de septiembre de 2010

 

El ex presidente cubano Fidel Castro estimó que el modelo cubano “ya no funciona” para la isla, según la segunda parte de una entrevista que publica hoy en Internet la revista estadounidense ‘The Atlantic’.

 

“El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, respondió Fidel Castro ante una pregunta del periodista Jeffrey Goldberg sobre si seguía creyendo que el modelo cubano era algo que todavía merece la pena exportar.

 

El periodista estadounidense-israelí, quien visitó Cuba a finales de agosto por invitación de Castro, no ofrece en su reportaje más declaraciones del líder cubano sobre el tema.

 

Sin embargo, a continuación cita a la especialista estadounidense en Cuba Julia Sweig, quien lo acompañó en su viaje a la isla, matizando la respuesta del ex jefe de Estado.

 

“(Castro) no estaba rechazando las ideas de la revolución. Lo interpreté como un reconocimiento de que bajo el ‘modelo cubano’ el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país”, explicó Sweig a Goldberg, según aclara en su nuevo reportaje.

 

A juicio de la experta del Council on Foreign Relations, la intención tras las palabras de Castro podría ser la de “crear espacio” para su hermano y actual presidente, Raúl Castro, para que pueda aplicar las “reformas necesarias, frente a lo que seguramente encontrará resistencias de los comunistas ortodoxos dentro del partido y la burocracia”.

 

El regreso de Castro

 

Desde su regreso a la vida pública hace dos meses, Fidel Castro ha dedicado numerosos artículos de opinión, entrevistas de prensa y apariciones públicas a hablar del peligro de una guerra nuclear mundial. Sin embargo, ha evitado cualquier alusión a la situación interna en Cuba o a la política seguida por su hermano Raúl, a quien entregó la presidencia en julio de 2006, por motivos de salud.

 

A los pocos meses de su llegada al poder, Raúl Castro anunció “cambios estructurales y de conceptos” en el sistema económico de la isla, aunque las autoridades cubanas aseguran que no se abandonará el socialismo en pro del libre mercado.

 

Después de medidas iniciales como autorizar el pluriempleo o repartir tierras ociosas entre agricultores particulares, Raúl Castro anunció a principios de agosto que se permitirá a los cubanos abrir pequeños negocios, contratar mano de obra y comercializar directamente determinadas producciones.

 

Cuba planea además construir complejos residenciales con campos de golf, en los que se ofrecerán viviendas en venta a extranjeros, quienes hasta hoy tienen prohibido adquirir casas en la isla.

 

Jeffrey Goldberg, un periodista estadounidense-israelí experto en temas de Cercano Oriente, sostuvo entrevistas con Castro durante tres días, aunque hasta ahora sólo ha publicado dos resúmenes en forma de reportaje con escasas citas textuales del líder cubano.

 

La primera parte

 

Goldberg publicó ya el martes por la tarde la primera parte de sus encuentros, durante los cuales, según el periodista judío, Castro rechazó el antisemitismo del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, un fuerte aliado de la isla.

 

Según Goldberg, Castro reclamó a Ahmadineyad que “deje de difamar a los judíos”. “Castro criticó a Ahmadineyad por negar el Holocausto y explicó por qué el gobierno iraní le haría un mejor servicio a la causa de la paz si reconociera la historia 'única' de antisemitismo y tratara de comprender por qué los israelíes temen por su existencia”, afirma.

 

Según el periodista, Castro le pidió al mismo tiempo que transmitiera al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el siguiente mensaje: “Israel sólo tendrá seguridad si renuncia a su arsenal nuclear, y el resto de las potencias nucleares mundiales sólo tendrán seguridad si ellas también renuncian a sus armas”.

 

Castro insiste en que un eventual ataque de Estados Unidos o Israel a Irán podría desembocar en una guerra nuclear mundial, que traería el fin de la humanidad. El líder cubano estima que el presidente estadounidense, Barack Obama, es el único que puede evitar la guerra.

 

 

 

Fidel Castro reconoce que

el modelo cubano ya no funciona ni en la isla

8 de septiembre de 2010

 

* El histórico líder cubano admite que el sistema comunista no merece ser exportado

 

El “modelo cubano” ni siquiera funciona ya en la propia isla, confesó su histórico líder, Fidel Castro, según la revista estadounidense The Atlantic, que publica una entrevista por entregas en su sitio en internet.

 

“El modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros” confesó Castro al periodista Jeffrey Goldberg de The Atlantic, según la traducción de sus palabras al inglés publicada en la segunda entrega en internet (http://www.theatlantic.com) de la conversación. No se pudo obtener una transcripción oficial en español.

 

El líder que impuso el comunismo hace 51 años en Cuba contestó de esta forma a la pregunta de Goldberg sobre si esa fórmula merecía ser exportada a otros países.

 

Entrevistado a lo largo de varios días por el periodista estadounidense, Castro tomó un tono inusual de arrepentimiento sobre hechos del pasado, según otro extracto publicado el lunes por The Atlantic, una revista de izquierdas.

 

Castro, de 84 años, aseguró a Goldberg que ya no pensaba que valió la pena haber pedido en 1962 al líder soviético Nikita Jruschov, durante la crisis de los misiles, que atacara a Estados Unidos con armas nucleares si era necesario.

 

El ex presidente cubano ha vuelto recientemente a aparecer en la vida pública cubana, particularmente para alertar sobre el peligro de una guerra nuclear en Oriente Medio a causa del pulso entre Israel e Irán. Oficialmente retirado desde 2006, Castro también explicó al periodista estadounidense que en su opinión el presidente iraní mahmud Ahmadinejad no debería negar el Holocausto judío, ni difamar a ese pueblo.

 

Aunque su salud parece aún frágil, el líder cubano habló durante horas con el periodista estadounidense, y lo condujo incluso a visitar el acuario de La Habana para presenciar un espectáculo con delfines. “Nunca he visto a nadie disfrutar tanto un show con delfines como Fidel Castro”, explicó el periodista.

 

El acuario fue abierto por orden de Castro, quien además requirió en un momento dado la presencia de la hija del Che Guevara, Celia Guevara, que trabaja en la instalación, para que diera explicaciones sobre los delfines, siempre según The Atlantic. Castro pareció relajado en todo momento, según Goldberg, quien lo vio comer de forma normal y tomar una copa de vino.

 

El líder cubano estuvo al borde de la muerte en 2006 oficialmente a causa de una serie de operaciones estomacales.


 

 

Fidel Castro: “El modelo cubano ya no funciona

ni siquiera para nosotros”

Mauricio Vicent

8 de septiembre de 2010

 

El ex mandatario admite que el sistema de la isla no es exportable en una entrevista con la revista ‘The Atlantic’

 

Las últimas declaraciones de Fidel Castro han vuelto a sorprender. Y ya se va convirtiendo en un hábito: desde que el ex mandatario comunista reapareció en público hace dos meses, tras cuatro años de reclusión y enfermedad, cada vez el Comandante dispara más alto. Si la semana pasada dejó a más de uno perplejo al reconocer su responsabilidad en la política de persecución a los homosexuales en la década de los sesenta y setenta, ahora Castro ha dado muestras de un increíble realismo al admitir a un periodista estadounidense que “el modelo cubano” no se puede exportar porque “no funciona” ni en la isla.

 

Castro, de 84 años, fue entrevistado la semana pasada en La Habana por el periodista Jeffrey Goldberg, junto a la experta norteamericana en relaciones exteriores Julia Sweig. Fueron más de diez horas de conversaciones y encuentros durante varios días. En ese tiempo hablaron de los temas últimamente preferidos por el líder comunista, especialmente el conflicto arabe-israelí y la posibilidad del estallido de una guerra nuclear si continúan las tensiones con Irán.

 

En un momento de la conversación, los norteamericanos preguntaron a Castro sobre la vigencia del modelo cubano y su posible validez en otros países. Castro, cada vez más por encima del bien y del mal, contestó que tal cosa no era pertinente y añadió: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”. Lo escribió el propio Goldberg en la revista The Atlantic, y tanta fue su sorpresa que incluso le preguntó a Sweig -una reputada experta en asuntos cubanos- cuál era su interpretación a las palabras del ex presidente cubano, que continúa siendo primer secretario del Partido Comunista de Cuba.

 

Según Sweig, Castro “no estaba rechazando las ideas de la revolución” sino que se trataba de “un reconocimiento de que bajo el modelo cubano el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país”. La analista interpretó que con sus declaraciones Castro buscaba “crear un espacio” para que su hermano, el presidente Raúl Castro, pudiera poner en marcha “reformas necesarias, frente a lo que seguramente encontrará resistencias de los comunistas ortodoxos dentro del partido y la burocracia”.

 

La entrevista publicada este miércoles por la revista norteamericana es la segunda de una serie que resumirá los encuentros de Golberg con Castro en la isla, respondiendo a una invitación del ex jefe de Estado. En el primer trabajo Castro criticó al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, por sus declaraciones antisemitas, y le pidió que “deje de difamar a los judíos” y que trate de entender por qué los israelíes temen por su existencia.

Gracias, Fidel, por todo lo que nos has dado…

Andy P. Villa

24 de septiembre de 2012

 

Todo lo que somos y lo que tenemos se lo debemos a la Revolución. Pero, ¿qué somos y qué tenemos?

 

En la década de 1990 había un cartel enorme, espectacular, en la rotonda de la Ciudad Deportiva por la Avenida Independencia (Boyeros), en la Ciudad de La Habana, que decía:

 

“Todo lo que hoy somos y todo lo que tenemos se lo debemos a la Revolución”

Fidel Castro

 

Creo que es la frase más acertada y verídica que haya dicho “El Comandante” en 53 años de mentiras y enormes disertaciones sin sentido, ostentando incluso el récord Guinness al discurso más extenso pronunciado en la ONU.

 

Es cierto que hoy todo lo que somos y lo que tenemos se lo debemos a la Revolución. Pero, ¿qué somos y qué tenemos?

 

- Somos unos de los pueblos más miserables del planeta, al punto de que los turistas que visitan la Isla llevan golosinas y artículos usados para regalarle a sus anfitriones.

 

- Nuestras mujeres, de todos los niveles culturales, tienen fama de prostituirse por unos pocos dólares o por artículos de primera necesidad; siendo el Presidente uno de los que ha contribuido a esa fama, cual vil proxeneta, al decir que las prostitutas cubanas son las más cultas del mundo.

 

- Somos el segundo pueblo del mundo, después de la India, donde las vacas son sagradas. En el caso de Cuba por ser todo el ganado propiedad del Dictador en Jefe, siendo más duramente penado su hurto o sacrificio que el asesinato de otro ser humano.

 

- Nuestro pasaporte cubano genera muecas y desconfianza en los aeropuertos del mundo, al habernos ganado la fama de ser potenciales emigrantes hacia el resto de los países, sin importar mucho si son del primer mundo o del tercero.

 

- Hemos sido el único pueblo del mundo donde sus ciudadanos no han podido, por ley, durante décadas comprarse desde una casa o un terrero, hasta un auto, una computadora, un aire acondicionado, un aparato de recepción satelital, una videocasetera, un teléfono celular y toda una extensa lista de etcéteras.

 

- Hemos sido el único pueblo del mundo donde sus ciudadanos han sido discriminados en su propia patria por el lugar de nacimiento y se les ha prohibido el acceso a hoteles, playas, instalaciones turísticas y de recreación por estar destinadas para el uso exclusivo de los extranjeros o del personal de confianza del Gobierno.

 

- Somos uno de los pocos países del mundo que ha tenido el privilegio de que uno de sus ciudadanos haya viajado por el Cosmos, mientras que es una odisea visitar un municipio colindante por la falta de transporte, o mucho peor aún el trasladarse de una provincia a otra.

 

- Somos el único pueblo del mundo donde los niños, por ley, solo pueden tomar leche hasta los siete años.

 

- Somos el único país del mundo que aunque toda su frontera está rodeada de mar, es difícil consumir pescados o mariscos por las limitaciones o prohibiciones para su pesca, por el temor del Gobierno a que sus ciudadanos huyan del territorio nacional.

 

- Somos el único país del mundo que tiene delegaciones que desaparecen en los eventos deportivos internacionales, afectando la calidad y el desarrollo de los mismos.

 

- Probablemente seamos el único pueblo del mundo que ha comido bistec de frazada de piso, bistec de toronja, pizzas de queso hechas con condones derretidos, papas rellenas solo con papa, croquetas de carne de perro o gato, mermelada de cáscaras de mango y café mezclado con chícharos o garbanzos.

 

- Somos la única nación del mundo que prohíbe escuchar la música de sus más famosos cantantes con reconocimiento internacional, como Celia Cruz y Gloria Estefan.

 

- Somos el único país del mundo que cuando un compatriota triunfa en algún deporte en ligas profesionales es catalogado por su Gobierno de escoria y de traidor a la patria. En la mayoría de los países estos triunfadores son considerados como héroes y ejemplos para los jóvenes.

 

- Somos el único país del mundo que tiene la categoría migratoria para sus nacionales de: “salida definitiva” o “permiso de residencia en el exterior” y que le cobra a sus ciudadanos por los días que permanecen fuera de su patria.

 

- Somos el único pueblo que necesita una visa para regresar a su propio país cuando reside en el exterior, y que un porcentaje de sus ciudadanos está condenado al destierro permanente como mecanismo de venganza del Gobierno.

 

- Tenemos el único sistema judicial en el mundo que detiene, juzga y encarcela ciudadanos que no han cometido ningún delito, por precaución antes de que lo cometan, o por comentar ante una cámara de video que tienen hambre. Y donde todos los ciudadanos son considerados culpables hasta que se demuestre lo contrario.

 

- Somos el único pueblo del mundo donde sus profesionales prefieren ser maleteros, taxistas, porteros o carniceros antes que ejercer la profesión en la que se graduaron.

 

- Somos la única nación donde se mantiene el sistema esclavista en pleno siglo XXI y el mayor anhelo de sus ciudadanos es obtener la carta de libertad de sus amos, llamada: “carta blanca”.

 

- Somos el único país del mundo donde los empleados del Gobierno ganan el equivalente a entre $ 10 y $ 20 al mes, y donde el propio Gobierno les vende los productos de primera necesidad a un precio varias veces superior al precio real en el resto de las naciones.

 

- Somos el único pueblo del mundo que, por ley, cobra los sueldos del Gobierno en una moneda que no es válida en la única red de tiendas existente, propiedad del propio Gobierno.

 

- Somos la única nación del mundo que brinda asesoría y personal capacitado a otros países en renglones en los que no es capaz de resolver las necesidades de su propio pueblo, como en: la salud, la educación, la agricultura, la industria azucarera, petrolera, de generación de electricidad, etc.

 

- Somos el único país del mundo que ha vivido durante más de medio siglo mantenido por otras naciones, sin trabajar ni producir, subsidiado por intereses políticos.

 

- Hemos sido los únicos trabajadores del mundo que hacen en horario extra laboral, en su día de descanso, todo lo que debieron haber hecho en el transcurso de la semana. Lo que se conoce como “trabajo voluntario”.

 

- Somos el único pueblo que el 1 de mayo (día en que los trabajadores del mundo salen a las calles a pedir mejoras laborales) marcha organizadamente para respaldar al Gobierno que le da un sueldo de miseria y despide a cientos de miles de personas, dejándolos sin la posibilidad de mantener a su familia dentro de la ley.

 

- Somos la única nación que ha enviado mercenarios a combatir a otras latitudes sin dividendos para sus tropas, y que ha perdido vidas humanas en guerras donde los soldados no tienen la menor idea de por qué se lucha.

 

- Tenemos el único gobierno en el mundo que ha participado en el narcotráfico como negocio y luego ha fusilado a los que le han hecho el trabajo sucio.

 

- Tenemos el único sistema judicial en este planeta donde todos los actores que participan en un juicio (juez, fiscal, abogado defensor, testigos) están en el mismo bando, excepto el acusado, y son pagados por la misma persona, que también es dueña del Gobierno.

 

- Tenemos uno de los pocos gobiernos en el mundo que difama, secuestra, tortura y encarcela a sus ciudadanos por diferencias políticas.

 

- Somos el único país del mundo donde el presidente comparece ante las cámaras de la televisión para enseñar a cocinar a las amas de casa.

 

- Tenemos el único presidente en la historia de este planeta que ha divulgado a los medios de comunicación conversaciones telefónicas privadas que ha tenido con otro mandatario.

 

- Tenemos el único gobierno del mundo que se las arregla para desaparecer físicamente a sus más importantes figuras políticas para después tergiversar sus ideas y principios políticos, convertirlos en mártires y aprovecharse de su imagen y recuerdo.

 

- Somos el único país del mundo que ofende y denigra a otra nación vecina, mientras que también le suplica para que comercie con él y le ayude económicamente.

 

- Somos el único pueblo del mundo que sus niños, por ley, recibieron durante décadas tres juguetes una sola vez al año y mediante un sorteo.

 

- Tenemos el único gobierno del mundo que asesina en pleno vuelo a compatriotas que tratan de ayudar a quienes arriesgan su vida en el mar por un mejor futuro, y a ciudadanos que huyen en un remolcador hacia la libertad. Cuando lo natural fuera que velara por el bienestar de su pueblo, sus derechos y anhelos.

 

- Somos la única nación que sus embajadas por el mundo tienen la función de vigilar y coaccionar a sus ciudadanos y que les niega asesoría o protección cuando tienen alguna dificultad en el extranjero.

 

- Tenemos el único presidente en este planeta que ha recibido a dos sumos pontífices (papas) y se ha tomado fotos con ellos estrechándoles amistosamente la mano, después de haber reprimido durante décadas a la Iglesia Católica, encarcelado a sacerdotes, golpeado y vejado a religiosos, a los que incluso ha encerrado en campos de concentración y trabajos forzados.

 

- Tenemos el único gobierno del mundo que ha recibido hipócritamente a un ex presidente de Estados Unidos al que insultó, agravió y ridiculizó públicamente cuando ejercía como presidente.

 

- Somos el único país del mundo que su segunda ciudad en cuanto a cantidad de población está fuera del territorio nacional y su capital es conocida como la segunda ciudad de los palestinos.

 

- Somos la única nación que ha involucionado de ser un pueblo trabajador, próspero, educado, valiente, orgulloso de su nacionalidad, a ser una sociedad de ladrones, maleducados, cobardes y miserables que su sueño más preciado es escapar de su patria.

 

- Tenemos el único gobierno del mundo que alardea haber derrotado en menos de 72 horas al ejército del “Imperialismo Yanki” y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de esa nación.

 

- Tenemos el único presidente en este planeta que ha estado a punto de provocar una guerra nuclear por su egocentrismo, que ha organizado guerrillas en varios países y que ha tenido la desvergüenza de comentar que desearía que le dieran el Premio Nobel de la Paz.

 

- Somos la única nación del mundo que tiene más de un 95 % de participación en sus elecciones y donde casi el 100 % de los que participan votan a favor del mismo Gobierno del que huyen a la menor oportunidad.

 

- Somos el pueblo que ha tenido que soportar la dictadura más larga de la historia de la humanidad (53 años) sin posibilidad de cambio político, amparada su inmovilidad por modificaciones a la constitución del país.

 

A pesar de estas 43 vergonzosas realidades, todavía hay personas que agradecen a Fidel Castro por todo lo que nos ha dado y que gritan a viva voz en eventos públicos: ¡Pa lo que sea Fidel, pa lo que sea!

 


Privilegios para militares “revolucionarios” en Cuba

Isbel Díaz Torres

23 de febrero de 2012

 

El esposo de mi vecina, coronel del Ministerio del Interior (MININT), acaba de comprar para su casa una lavadora que en las tiendas cubanas cuesta más de 700 CUC (770 usd).

 

Por supuesto, él no pagó esa cantidad: los militares en Cuba reciben privilegios.

 

Aunque esa realidad no es ni exclusiva de las fuerzas militares cubanas, ni novedosa para los lectores de Havana Times, me parece apropiado dar testimonio de este tipo de “corrupción autorizada,” de la cual no se habló en la Conferencia del Partido.

 

Presumo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el MININT en Cuba reciben un altísimo presupuesto del Estado, pero las cifras son desconocidas por la población.

 

Creo que hasta los diputados de la Asamblea Nacional desconocen el monto que parece ser astronómico.

 

Para colmos, la reciente promoción del oficial Adel Yzquierdo, quien fue jefe de la dirección de Planificación y Economía en las FAR, a ministro de Economía y Planificación, y ahora también a vicepresidente del Consejo de Ministros, augura todavía mejores condiciones para los militares.

 

Por otra parte, la mayor parte de los jóvenes que son reclutados para el servicio militar obligatorio, sobre todo fuera de La Habana, son destinados a trabajar en la agricultura o la construcción durante tres años de sus vidas.

 

Ni las FAR ni el MININT pagan impuestos por el uso de esa fuerza de trabajo, mientras les pagan míseros salarios a los reclutas, y se benefician de sus resultados productivos.

 

Aunque parte del producto agrícola va a selectos agromercados, otra bien sustancial viaja a las unidades militares, las empresas, los hospitales, y los hoteles y casas de descanso, todos para militares.

 

Recientemente mi papá comió varias veces bistec de res (exótico manjar en Cuba) en el Hospital Militar de Marianao, y apenas permaneció una semana haciéndose un chequeo en la sala destinada a los oficiales intermedios.

 

Allí la comida no es igual para todas las salas. ¿La destinada a los generales qué tendrá en su menú? ¿Langosta?

 

Si se tratara de un mecanismo de autofinanciamiento, podría ser parcialmente comprensible, pero lo cierto es que buena parte de los artículos que periódicamente reciben los militares no son consecuencia del trabajo agrícola: muchos son importados.

 

No reciben solo alimentos fuertemente subsidiados, sino también móviles, autos, muebles, y electrodomésticos como refrigeradores, computadoras, lavadoras, televisores, aires acondicionados, y un largo etc. que se suma a sus ya altos salarios mensuales y altos retiros.

 

¿Está el país en condiciones económicas para sostener tal despilfarro, que por demás resta decoro y credibilidad a esas fuerzas militares? ¿Seguimos hablando de un proyecto socialista, o en algún momento “cambiaron el canal”?

 

Como hijo de militar que soy, he visitado los espacios de ocio que ellos han diseñado para sí mismos, y confieso que es indignante ver cómo las lógicas de consumo desenfrenado, insolidarias, elitistas y egoístas, se han entronizado en esos predios.

 

Mientras más altos los grados, mayores los privilegios. Llegan a vivir como verdaderos empresarios capitalistas (muchos de ellos lo son), y su presencia en los más importantes negocios de la isla (cultivos transgénicos, puerto del Mariel, fibra óptica, red de tiendas en divisa, campos de golf, aeronáutica “civil”) es apenas conocida por la población.

 

Asombra ver cómo asumen sus privilegios de manera natural, sin siquiera sonrojarse ante las profundas diferencias que van labrando entre ellos y el pueblo común. Se llaman herederos de los mambises y del Ejército Rebelde, pero olvidan cada día más la austeridad y sacrificio de aquellos hombres y mujeres de nuestra historia.

 

 

Los funcionarios comunistas y…

¿la crisis habitacional?

Augusto César San Martín

21 de septiembre de 2012

 

El gobierno cubano acaba de apoyar en Ginebra el derecho de las personas a una vivienda adecuada, y al parecer en un raro acto de coherencia con lo que dice, reparte lujosos apartamentos y construye nuevos edificios… pero solo para militares y altos funcionarios comunistas. Mientras, las destartaladas viviendas de La Habana marginal se derrumban sobre los cubanos de a pie, aplastándolos a veces.

 

En la capital, donde en el transcurso de este año se han derrumbado varios edificios causando víctimas mortales y continúan siendo evacuados edificios completos a punto de colapsar sobre sus infelices moradores, la entrega de casas a los dirigentes y militares no se detiene. Estos inmuebles son parte de la piñata que organiza el gobierno, quizás como estrategia para mantener fidelidades en estos peligrosos momentos de crisis. Con el tiempo y la ayuda del cargo que ocupan, los astutos jerarcas pasan del usufructo a obtener la propiedad de la vivienda, en ocasiones sin hacer dejación de la anterior.

 

Uno de los ejemplos actuales de esta práctica es el establecimiento de funcionarios gubernamentales en uno de los inmuebles construidos por la empresa Habaguanex, perteneciente a la Oficina del Historiador de la Ciudad, bajo el mando del poderoso Eusebio Leal. Ubicado frente al Malecón habanero, el lujoso condominio de tres plantas, con veinticuatro apartamentos, tiendas y otros servicios, se concibió para la renta a extranjeros. Sin embargo, según los trabajadores de la inmobiliaria el edificio está siendo ocupado por dirigentes del Consejo de Estado y la Fiscalía General, trasladados desde otras provincias del país.

 

Otro ejemplo reciente es el edificio concluido en el pasado mes de julio en la avenida Vento y calle L, en el municipio Boyeros. La edificación de cuatro plantas pertenece al Ministerio del Interior, según los vecinos del lugar. La construcción no se parece en nada a los pocos y horrorosos edificios de microbrigadas que se construyeron en décadas anteriores para los trabajadores. Muestra un lindo diseño arquitectónico y una calidad en el terminado que revelan lo que pudiera hacer el gobierno para la legión de cubanos sin techo que residen en albergues improvisados, algunos desde hace décadas.

 

La meca de estas construcciones parecen ser los edificios que la población ha dado en llamar los “Meliá MININT”, en alusión a los lujosos hoteles de la cadena española. Construidos en zonas selectas de los municipios Playa y Lisa, dan la idea clara del poder del gobierno y de la creciente diferencia de clases.

 

Lujosos apartamentos, cuyo lujo aumenta con la jerarquía militar del afortunado inquilino. Construcciones modernas, para mayor ironía levantadas en muchas ocasiones con la mano de obra de los presos, algo que ciertamente no escasea en la isla, gracias en gran medida a la labor del MININT.

 

Cuentan los que por allí viven que los jerarcas militares que habitan en La Coronela ya comenzaron a ejercer en el barrio la influencia de sus cargos. La Giraldilla, un complejo gastronómico ubicado allí, que comprende restaurante, piscina y discoteca, tuvo que modificar sus horarios ante la protesta de los poderosos nuevos vecinos, a quienes molestaba la música del centro.

 

¿Quién ha dicho que hay un enorme déficit habitacional en el país y montones de cubanos sin hogar? Que les pregunten a los jerarcas del MININT.

 

Mientras, para entretener a la población, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social fue investido con la absoluta -y lucrativa- potestad de entregar viviendas. Atrás quedaron los días de gloria de la archicorrupta Dirección de Vivienda. La demagógica medida debe ser vista por el pueblo como un paso de avance.

 

Pero el nuevo Ministerio repartidor de casas –que si aun no es corrupto, pronto lo será-, solo cumple aplicando los lineamientos del Partido Comunista sobre la construcción de viviendas “por esfuerzo propio”. O sea, entrega a los sin techo pedazos de antiguas bodegas de barrio o almacenes abandonados para que ellos mismos levanten un cuarto, casas destartaladas para dividirlas entre cuatro familias, o terrenos baldíos luego de un derrumbe. En fin, nada de apartamentos nuevos, el “combativo pueblo” debe hacerlo todo “con esfuerzo propio”, como dictan los “lineamientos”.

 

Los cubanos sin hogar deberán seguir esperando años, quizás la vida entera, para salir de los albergues a donde fueron a parar cuando sus viviendas fueron declaradas inhabitable, o se les derrumbó encima después de años de desidia y prohibiciones del mismo Estado que las expropió a los legítimos propietarios.

 

La otra opción para solucionar sus problemas habitacionales podría ser convertirse en altos funcionarios comunistas o montarse en una balsa.

 

acesar2004@gmail.com

 

 

 

 Nota de Manuel Castro Rodríguez: La cifra es mayor aún de lo que señala el autor, Fidel Castro declaró el 7 de junio de 1965: “En los planes de desarrollo ganadero pensamos llegar a alcanzar cifras aproximadas a los 30 millones de litros de leche diarios, en un programa de 10 años. ¿Saben lo que significará eso? Casi cuatro litros de leche per cápita, ¡casi cuatro litros de leche per cápita!”.

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¿Y mi vaso de leche, qué?

Roberto Álvarez Quiñones

6 de junio de 2012

 

Con el doble de población, Cuba produce la mitad de litros de leche que en 1958. Pero antes que liberar las fuerzas productivas, los Castro prefieren pedir limosna a Hugo Chávez

 

Dentro de algunas semanas se van a cumplir cinco años de que Raúl Castro dijo en un discurso memorable que todos los cubanos sin excepción deberían poder tomarse un vaso de leche cuando quisieran, y no solo los niños menores de siete años.

 

El dictador tuvo ese desliz —que recibió una ovación— el 26 de julio de 2007, cuando su hermano Fidel estaba tan delicado aún de salud que no podía guiarlo acerca de qué debía o no decir en público para no “meter la pata” como nuevo jefe de gobierno.

 

Claro, la inmadurez de Raúl no llegó tan lejos como para recordar que en 1958 las vacas en ordeño en la Isla produjeron 960 millones de litros de leche, equivalentes a 2,6 millones de litros diarios, es decir, casi medio litro —dos vasos grandes— de leche para cada uno de los seis millones de habitantes que había entonces en la nación.

 

Pasado ya un lustro desde aquella promesa que hizo Raúl por no estar bien “asesorado”, no solo los cubanos de siete años de edad en adelante siguen sin poder tomar leche, sino que la producción nacional de ese vital alimento, en vez de aumentar, disminuye.

 

Según el Ministerio de Agricultura, en 2011 Cuba produjo 461 millones de litros de leche, la mitad de la producción obtenida en 1958, pero con el doble de población que hace 54 años. Ello significó una caída de un 9,1% con respecto a 2010, cuando se obtuvieron 507 millones de litros. Lo peor es que en el primer trimestre de 2012 se registró una caída adicional de un 8,4% en la producción nacional de leche con respecto a igual período del año anterior.

 

Cuando en su estreno como flamante presidente cubano Raúl Castro aseguró que iba a poner fin a prohibiciones absurdas y flexibilizar los férreos controles estatales para estimular el trabajo por cuenta propia, los medios de comunicación en todo el mundo empezaron a calificar de “reformas” las promesas raulistas, una palabrita que aunque no gusta mucho a la nomenklatura —por su alergia a cualquier cambio real— tampoco le disgusta, pues ayuda mucho a vender la idea de que el régimen se mueve en la dirección correcta.

 

Lo que no dicen los medios fascinados por los “cambios” en Cuba es que ni Fidel ni Raúl Castro cumplen jamás lo que prometen. Hace 47 años el comandante Castro hizo promesas similares. Eso fue a mediados de los años 60, cuando el dictador se autoproclamó sabio genetista y se lanzó a crear nuevas razas de vacas mediante el cruce de toros sementales canadienses importados, de la raza Holstein, de clima frío, con las criollas vacas cebú. En 1965, en un discurso que levantó grandes expectativas, Castro declaró por la TV: “En 1970 produciremos 10 millones de litros diarios y nos bañaremos en leche”.

 

Nacieron así las F-1 y F-2, animales híbridos débiles, muy enfermizos y sin gran valor en leche y carne, a los que por su color negro además se les dificultaba soportar las altas temperaturas y resultaban casi indefensos ante los parásitos tropicales. Nunca se produjeron, no ya los 10 millones de litros diarios prometidos, sino que lo más que se logró, luego de 25 años, fueron 2.8 millones de litros en 1990, último año de las millonarias subvenciones soviéticas.

 

Si a duras penas se pudo mantener el vaso de leche para los niños menores de 7 años fue gracias a los subsidios, y sobre todo porque la Alemania comunista (República Democrática Alemana, RDA) enviaba a Cuba 22.000 toneladas anuales de leche en polvo a cambio de 22.000 toneladas de levadura torula (a partir de la melaza del azúcar), para la alimentación animal. La diferencia en el precio, desfavorable a la RDA, formaba parte de la “hermandad socialista”. Con aquella leche en polvo el gobierno castrista producía 220 millones de litros de leche fluida, equivalentes a 5 meses de consumo nacional

 

Regresando en el tiempo ¿Por qué ahora la producción de leche no solo no aumenta, sino que desciende? Porque el régimen se resiste a abandonar el fuerte estatismo que le garantiza la estabilidad política que les permite a ambos dictadores mantenerse en el poder.

 

Explotación del campesino

 

Pese a las “reformas” que ven algunos, los campesinos cubanos siguen obligados a venderle al Estado, a precios fijos irrisorios, la leche, la carne, el café y otros productos agropecuarios indispensables en la dieta nacional. Aplicando la lógica comunista, el gobierno les prohíbe que comercien directamente sus productos para que no se “enriquezcan” y se “corrompan”.

 

De manera que hoy los campesinos cubanos son los únicos en el mundo —si exceptuamos a los norcoreanos— que no pueden vender libremente al mercado el fruto de su trabajo creador (en China y en Vietnam sí lo hacen), con lo cual podrían obtener una ganancia razonable y justa.

 

Por el contrario, son explotados de forma escandalosa, pues el Estado paga al campesino 10 centavos de dólar (2,53 pesos) por cada litro de leche producido, pero luego lo vende a $2,60 (65 pesos), según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). O sea, a un precio 26 veces superior al pagado al campesino.

 

Obviamente esto mata en la cuna la motivación para sembrar, cuidar y ordeñar vacas y producir alimentos en la fértil isla tropical, que en 1958 producía el 81% de los alimentos que consumía y hoy produce sólo el 19%. Hace medio siglo Cuba tenía 6 millones de habitantes y contaba con 6 millones de cabezas de ganado vacuno. Hoy, con casi el doble de población, dispone de 3,7 millones de cabezas.

 

La falta de incentivo entre los pequeños ganaderos privados explica por qué las vacas en ordeño en el país disminuyeron en 2011 en un 3,7% y el rendimiento de litros por bovino cayó en un 6.2%, de acuerdo con la ONE.

 

Y vale recordar que los “guajiros cubanos”, con menos del 30% de las tierras cultivables del país, producen el 55% de la leche total, mientras las granjas estatales, enormes latifundios que cuentan con el grueso de la masa ganadera nacional, producen sólo el 45%.

 

En fin, que la mejoría de la deplorable dieta de la familia cubana solo será posible cuando se liberen las fuerzas productivas del país, en primer lugar la campesina. Pero los Castro prefieren pedir limosnas monetarias a Hugo Chávez y pagar $3.500 dólares la tonelada de leche en polvo (35 centavos de dólar por litro, pues una tonelada de leche en polvo da 10.000 litros de leche fluida), que es el precio que tiene hoy en el mercado internacional, e importarla, que darle libertad a los cubanos para que la produzcan.

 

Por eso ambos dictadores se niegan a responder a la pregunta de qué hacen en Cuba los millones de ciudadanos que no son niños menores de siete años: ¿Y mi vaso de leche, qué?

Fidel Castro nacionaliza los ‘chicheros’

Manuel Castro Rodríguez

23 de agosto de 2010

 

De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado, de manera clara y terminante”, declaró Fidel Castro el 13 de marzo de 1968.

 

Con ese discurso dio comienzo a la ‘ofensiva revolucionaria’: el castrismo se apropió de más de cincuenta mil pequeños negocios privados, tomando en sus manos la producción y distribución de todos los bienes de consumo y la prestación de servicios. Fidel Castro decretó que era ilegal el trabajo que realizaban los ‘chicheros’, buhoneros, barberos, limpiabotas, plomeros, electricistas, carpinteros, mecánicos, cerrajeros, taxistas y un interminable etcétera.

 

Fidel Castro eliminó a los microempresarios y a los trabajadores informales; a decenas de miles de trabajadores independientes los despojó de lo único que tenían para poderse ganar la vida honradamente y los obligó a trabajar para él: “se llegó a aplicar una ‘Ley contra la vagancia’ que castigaba con la detención a los hombres que no estuvieran vinculados laboralmente”. La ‘Ley contra la vagancia’ no se ha derogado.

 

Dos días después, el 15 de marzo de 1968, Fidel Castro anunció el cierre de todos los bares: “Y en el camino de la ofensiva revolucionaria no solo, queremos expresar, se han expropiado los bares privados, sino que se han cerrado todos los bares estatales, todos los bares”.

 

Durante más de dos años, el pueblo cubano no pudo ingerir cerveza, vino o ron. Sólo la cúpula del poder y sus invitados extranjeros pudieron tomar bebidas alcohólicas hasta que en julio de 1970, después del fracaso de la zafra azucarera, Fidel Castro autorizó la venta de cerveza y ron.

 

Nací un año antes de que se inaugurara la primera televisora cubana en 1950, o sea, diez años antes que en Panamá. Mi familia era una de las más pobres del barrio, por lo que tuve que conformarme con ver la televisión en los hogares de mis amiguitos. En 1958, mis padres compraron un televisor. Al año siguiente, Fidel Castro llegó al poder. Cuando comenzó la ‘ofensiva revolucionaria’, hacía varios años que Fidel Castro había suspendido la venta de televisores, hacía siete años que los principales sectores le pertenecían al castrismo: fábricas, centrales azucareros, bancos, transportes, minería, extracción y refinación de petróleo, exportación e importación, hoteles, almacenes, prensa, radio, televisión, setenta y cinco por ciento de las tierras, etcétera.

 

Como consecuencia de la ‘ofensiva revolucionaria’, reparar un equipo electrodoméstico resultó ser una tarea algo menos que imposible. Cuando se dañó el televisor Philco de 21 pulgadas que teníamos desde hacía una década, estuvimos sin poder ver televisión durante siete años. Lo peor ocurrió cuando se dañó el abanico General Electric: pasaron varios años antes de que Fidel Castro nos vendiera un abanico. ¿Usted se puede imaginar cómo es posible dormir con temperaturas de treinta y más grados, sin un abanico? ¿Comprende cómo sufrieron los niños y sus padres? Con el cinismo que lo caracteriza, Fidel Castro ordenó poner vallas por todas partes con el lema: “Los niños nacen para ser felices”. Con su habitual sentido del humor, el pueblo cubano transformó el lema castrista en: “Los niños nacen para ser felices… y para tener lombrices”.

 

 


Nota de Manuel Castro Rodríguez: El venezolano Eduardo Semtei fue un furibundo chavista y miembro del Comité Nacional Electoral de Venezuela. En este artículo narra lo que vio en Cuba a finales de 2009. Doy fe que las condiciones infrahumanas en que vive el pueblo cubano son peores a las que relata Semtei, aunque comete algunos errores propios de un extranjero. El “mar de la felicidad” fue el nombre que Chávez le dio al régimen cubano.

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El Mar de la Felicidad

Eduardo Semtei Alvarado

7 de julio de 2010

 

Estuve en Cuba durante dos semanas a finales del año pasado. No llegué a ningún hotel, me alojé en las llamadas casas autorizadas de alojamiento, los precios oscilan entre 20 y 60 dólares diarios, los hoteles son de 4 a 6 veces más costosos, hay libertad de recibir visitantes y son en general menos vigiladas por la Seguridad del Estado. Tuve oportunidad de hablar libremente con numerosas cubanos, abordamos con naturalidad cualquier tema excepto de política interna y sobre Fidel. Nadie habla del caudillo cubano, ni bien, ni mal, están acostumbrados a su perenne presencia, hay resignación y sobre todo temor. Entre los jóvenes hay una total apatía y desesperanza, están desencantados de un régimen que data de la época de sus abuelos, y no les ofrece nada, sienten que no tienen futuro, limitadas posibilidades de diversión y la represión con Raúl se incremento, no en balde Cuba tiene la tasa de natalidad más baja del continente 1,59, los jóvenes no quieren amarrarse para poder irse. “Cada quien está para lo suyo” es la frase emblemática para decirte que no les interesa para nada la política, que solo quieren su “mejoría económica”. Los cubanos buscan por todos los medios salir de Cuba, el año pasado estuvo de moda escaparse para el Ecuador, la tarifa del visado en el mercado negro era de 3.000 dólares, y salieron miles.

 

 No encontré ni una sola librería en La Habana con títulos actualizados, aquella promesa y sueño revolucionario de ser un país libre totalmente de analfabetismo no se traduce en nada pues no hay nada que leer, ni donde comprar libros. Las bibliotecas públicas que hay pocas no exhiben mayor diversidad. En todas las tiendas, negocios, estaciones de servicio, mercados se exhiben cantidades asombrosas de bebidas alcohólica, especialmente Havana Club, cervezas Bucanero y Cristal. Hay más ventas de licor por metro cuadrado que en el mismo Higuerote venezolano y a toda hora. En las zonas populares como Centro Habana, Marianao y El Cerro hay tantas o más casas enrejadas que en Venezuela. Hay pequeños robos: prendas de vestir, planchas para ropa, ollas y artículos de esa naturaleza, y los “arrebatadores” se incrementan a medida que la crisis arrecia. La televisión satelital está prohibida y es delito que se puede pagar con elevadas multas e inclusive con cárcel.

 

Aunque no lo crean hay pobreza generalizada, zonas de La Habana como San Miguel del Padrón o Guanabacoa presentan cuadros desoladores. Qué decir de Coco Solo o La Corbata en La Lisa, nada que envidiar a los barrios nuestros, como no es zona turística, tampoco va mucho la policía. Calles en mal estado, cloacas rotas, puertas sin pintar, sin luz suficiente, delincuencia. Numerosos ancianos pululan por las calles sin mayores atenciones o cuidados, docenas de dementes deambulan sin rumbo, abundan los borrachitos bebiendo “chispa de tren” o “planchado” y si La Lisa parece un barrio más de Venezuela o de Brasil, los pueblos y ciudades del interior están aún más abandonados; dada la escasez de transporte, la “araña” que es una carreta con dos cauchos de automóvil tirada por un caballo, es parte del paisaje cotidiano.

 

Hay un lugar en la ciudad de La Habana llamada la zona de construcciones modernas, se refieren a las obras hechas bajo el gobierno de Batista hace más de 50 años. Las construcciones nuevas son muy exiguas, básicamente hoteles españoles, y algunas edificaciones de viviendas de mala calidad. Los cubanos lo arreglan con el sistema “por la izquierda”, es decir con sobornos y actividades ilegales: como vender ropa, hacer dulces, vender tabacos, reparar equipos, limpiar casas, alquilar habitaciones sin permiso, etc. La venta de tabacos con marcas oficiales es masiva, con toda seguridad en las calles se venden por lo menos 10 veces más habanos que en las redes oficiales. Todo el mundo anda buscando “resolver”.

 

En las escuelas se llevan la comida de los escolares, maestros que venden las notas, médicos que piden regalos, policías que cobran cuaimas discretamente, en el transporte de alimentos, en los restaurantes, en los mercados cada quien se lleva lo suyo. Todos tienen que “resolver”. El manejo irregular de los alimentos de la dieta diaria es asombroso. No sería temerario decir que la mitad de la población hace una u otra actividad contra el Estado para procurarse el sustento. Los cubanos adoran las series yankees como CSI Las Vegas y los programas de concursos, estos son trasmitidos por los canales oficiales, imagino que dada la ruptura comercial y el embargo tales programas deben ser trasmitidos sin la autorización de sus dueños. Por la “izquierda” se consiguen CD de los últimos estrenos cinematográficos, telenovelas y los programas de la TV en Miami. Hay pequeños talleres privados para reparaciones de artefactos eléctricos, talleres de autos. Un amigo que vive en Cuba fue a uno y le dijeron que regresara luego con más discreción debido a que tenía muchos clientes y eso era irregular y sospechoso, pues podría ser considerado como un incipiente capitalismo.

 

Hay numerosos sitios turísticos para visitar en La Habana, caminar por el Malecón, el Casco Histórico, El Barrio Chino, Quinta Avenida, El Morro Cabaña, La Plaza de Armas, la Catedral, etc. Y las playas son propias del Caribe. Intensos azules y tonos verdosos espectaculares. Arena blanca. La atención es excelente y la seguridad total. Dado que las mejores playas son alejadas de la capital los cubanos no las pueden frecuentar como quisieran, no existe transporte público masivo, solo para el turismo extranjero, para los “yumas”. La llamada Habana Vieja o Colonial está siendo reconstruida lentamente por el arquitecto Eusebio Leal con ayuda europea o venezolana. Entre petróleo, operaciones de triangulación comercial (bombillos, alimentos, maquinaria etc.) y convenios deportivos, médicos, de seguridad, Venezuela le entrega cada día del mundo unos 10 millones de dólares a Cuba, es decir unos 3.500 millones de dólares anuales, un despilfarro que algún día debe ser juzgado por los tribunales venezolanos. Los médicos que trabajan en Cuba son recién graduados o sin especialización alguna, los mejores son enviados al exterior como forma de obtener divisas. Un médico cubano le cuesta a Venezuela 1.300 dólares mensuales, 300 para el galeno y 1000 para el gobierno de los Castro, si colocamos el dólar a 4,30 un profesional antillano gana 5.580 bolívares fuertes y el mejor pagado venezolano no llega a 4 millones de bolívares viejos.

 

Hay numerosos lugares para el turismo sexual permitido y supervisado por la Seguridad del Estado, como el Salón Rojo del Hotel Capri, la Discoteca Jhonny y El Delirio Habanero, donde abundan “Jineteras” especialmente “palestinas”. En una noche se ganarían lo que 5 médicos de primera durante un mes. En 23 y Malecón de noche tarde está lleno de los llamados “pingueros” que satisfacen los requerimientos del turismo gay, empiezan a aparecer los primeros transexuales apoyados por Mariela Castro, para las damas europeas también hay “Jineteros”. A Fidel se le atribuye una frase donde decía que Cuba tenía las putas más cultas del mundo. Si una mujer cubana es encontrada con un “yuma” en situación amorosa y no puede demostrar ningún vínculo estable, le pueden dar una “advertencia” que queda registrada en el sistema de la Policia Nacional Revolucionaria, con tres “advertencias” es condena inmediatamente de 1 a 4 años de prisión, esto genera un lucrativo negocio para los policías, quienes cobran por no procesar la “advertencia” o “peligrosidad”, si un hombre cubano es encontrado en la misma situación la policía es menos severa. El carné de identidad tiene la dirección de habitación del portador, y el nombre de los padres, si alguna autoridad lo requiere y no se es domiciliado en La Habana, será deportado de inmediato a su provincia, cualquier acto irregular o sospechoso será reportado ipso facto a la Central de la Policía Nacional Revolucionaria. La mayoría de los policías en La Habana provienen de regiones remotas del Oriente de Cuba, las más pobres, son apodados “palestinos”, aborrecidos por la población habanera, ya que son vistos como invasores, que solo vienen buscando una “mejoría económica”. La Policía a diferencia de estas latitudes tiene bastante presencia en las calles, adicionalmente los días que hay rumores de jaleo, sacan a los milicianos a patrullar. Y según Generales venezolanos que han ido a la isla, ya están previstas las movilizaciones de tropa, y arrestos previos de disidentes para el día que se anuncie que “El Caballo” se fue. El sistema de vigilancia con cámaras que giran 360 grados es masivo. Cada dos cuadras en todas las avenidas y calles turísticas de La Habana hay una cámara instalada, los técnicos venezolanos a quienes le pregunté opinaron que seguramente pocas funcionan en razón de las necesidades de materiales para registro, control y archivo. Hay raterismo, estafadores, chulos y delitos de esa naturaleza, que asechan al turismo. Matar una vaca por hambre genera una penalidad más severa que asesinar a un vecino. Hay un respeto total a las señales de tráfico y está generalizado en uso de semáforos inteligentes que fueron donados ¿Adivinen por quien? La policía motorizada controla férreamente el escaso tráfico, y todo lo que mueva.

 

Un kilo de carne de res se puede comprar libremente en 12 dólares americanos, más o menos la mitad del sueldo de un profesional universitario como economista o ingeniero. Un coronel retirado recibe una pensión de 750 pesos mensuales, una economista con postgrado en Argentina me dijo ganar unos 600 pesos. Un dólar americano se cambia por 20 pesos cubanos, por lo tanto el sueldo del coronel y de la economista serían en este caso 37 y 30 dólares respectivamente. Un bluejean de mediana calidad 30 US$. Unos zapatos tenis en promedio estaban a 100 dólares. El trabajo más apetecido y el más disputado, que por cierto la mayoría de ellos entró por recomendaciones o palancas, es el de chofer de vehículos turísticos, empleados de Hoteles. Es obvio que ningún cubano con su sueldo puede comprar tales artículos, excepto los militares y miembros de la Seguridad del Estado, los “cuadros” altos del Partido, gerentes de las empresas del Estado trajeados con sus inconfundibles camisas de rayas con dos bolígrafos en el bolsillo, los cubanos con FE, aquellos que tienen pequeños negocios permitidos, la elite cultural, el “jineteo” y las pequeñas roscas.

 

La fulana “libreta de comida” todavía existe y ella contempla más o menos lo siguiente: 1,5 libra de pollo por persona por mes (unos 700 gramos) 7 libras de arroz por persona todos los meses (una libra igual a 454 gramos ), ½ libra de aceite por persona por mes, ½ libra de pasta pppm, 6 libras de azúcar blanca o morena pppm, 1 libra de jabón para lavar ropa pppm, no hay carne de res en la libreta sino para las personas con dietas especiales, 1 libra de sal por persona cada 3 meses, 10 huevos pppm, no se contemplan enlatados de ninguna especie, en oportunidades se distribuyen ½ libra de jamón pppm, los huevos y verduras también pueden ser adquiridos en unas especies de mercados campesinos escasamente dotados en pesos cubanos y CUC, los llamados “Agros”, mayonesas y salsa de tomate no se contemplan y pueden ser comprados en tiendas donde se comercien con CUC. Es imposible que los mercados entreguen la mercancía en bolsas plásticas (jabas de nylon), es una odisea encontrar una, es hasta ilegal venderlas, si usted va a Cuba llévese por lo menos 100 “javas” de 30 kilos o más, se lo agradecerán eternamente. Traté inútilmente de comprar hojillas de afeitar, cremas o enjuague bucal. No hay portugueses, es decir no hay panaderías, ni abastos, la abundancia de oferta de productos que estamos acostumbrados en Venezuela, no existen. Cuentan que en el 2008 cuando el petróleo venezolano llegó a 150 dólares Cuba tuvo un cierto respiro. A diferencia de aquí las fotos y afiches de Fidel no abundan. Ahora frases y pensamientos de Fidel, el Che, Marx y Lenín hay por miles. Una hora de Internet en los hoteles con ese servicio cuesta un ojo de la cara y con una velocidad de morrocoy cojo. 10 dólares la hora y la página de Google tarda 5 minutos en bajar. Los cubanos deben llenar una hoja de seguridad para alquilar las computadoras, los extranjeros presentar sus pasaportes, desde luego que lo que usted escribe será leído por la Seguridad del Estado.

 

Los números oficiales de producción son desoladores. En 1925 Cuba produjo 5,16 millones de toneladas de azúcar, en este año 2010 se estima una producción ligeramente superior a 1 millón de toneladas, la peor en 105 años. De exportador a importador de este rubro. Mayor fracaso no puede haber, y si esto es en azúcar el lector puede concluir con facilidad lo que pasa con el resto de la agricultura y la ganadería y ni decir sobre la producción industrial. No produce casi nada. Cuba importa el 80% de sus alimentos, y la producción agrícola cayó este semestre un 16% por la sequía, el llamado de Raúl de aumentar la producción en el campo ha sido un fracaso. Las exportaciones de níquel han empezado a mejorar levemente este año, pero son insuficientes para cubrir el inmenso déficit de la balanza de pagos y la falta liquidez en divisas. Digamos la verdad que comenta todo cubano: Cuba vive de Chávez, del turismo y de las remesas de los cubanos del exterior.

 

Toda la economía está dolarizada, utilizan una moneda, llamada Peso Convertible Cubano CUC o Moneda en Divisas, CUC, que supongo será Currency Unit Cuban, aunque nadie sabe qué significa en realidad, popularmente le dicen “chavito”, atribuyen su implementación con las ayudas de nuestro Comandante-Presidente. Un CUC vale aproximadamente 1,25 dólares americanos. Anteriormente existían tiendas para turistas y diplomáticos donde los cubanos no podían comprar. En la actualidad pueden adquirir en las tiendas de divisas, no se acepta moneda nacional. Estas divisas las reciben del exterior unas 500.000 familias cubanas viven de la “FE”, Familiares en el Exterior, es decir unos 3 millones de cubanos reciben dólares o euros, son la nueva clase privilegiada, tienen “fulas”. No se conocen cifras exactas del desempleo dado que el concepto comunista clásico se basa en el pleno empleo. Hay unos 5 millones de trabajadores, 4,5 de los cuales son funcionarios del gobierno. La inteligencia americana calcula que un poco más de 500.000 trabajan para el Ministerio del Interior. Sus labores son fundamentalmente de “chivatones”. Los cubanos suelen ser muy desconfiados de sus propios vecinos. El resto de los cubanos trabaja por su cuenta que es decir, no trabaja para nada. Recientemente Raúl Castro declaró que en Cuba sobran 1 millón de empleados públicos. El gobierno empezó a despedir primero a quienes recibiesen ayuda de familiares en el exterior. El transporte público es deficiente, escasean las guaguas, los “almendrones”, carros particulares que hacen de “por puesto” no se dan abasto, en Centro Habana y en el Casco Histórico abundan los bicitaxis y los taxis en moneda nacional son insuficientes, dar o pedir “botella” (cola) es normal, y el transporte interprovincial es más calamitoso aun. La distribución de agua y electricidad es caótica. Más del 75% de las carreteras están en mal estado. Las calles de Centro Habana y el Vedado están siendo asfaltadas, después de décadas, adivinen quién mandó el asfalto. Más de la mitad del agua bombeada no llega a sus destino debido a roturas y escapes. No se ha construido ningún acueducto en los últimos 50 años, tampoco se han hecho labores de mantenimiento importantes. Muy pocos tienen computadoras, y en materia de telefonía celular es el menor de toda América, incluso de Haití. El 95% de las vías del tren están en mal estado y la mitad de los vagones deteriorados. Venezuela aprobó un crédito de 200 millones de dólares para que los chinos inicien su reparación.

 

Circulan pocos periódicos nacionales, básicamente el Gramma y Juventud Rebelde, ambos son pasquines, Fidel recibe más halagos que el otro Castro, incluso hasta sus fotos son siempre más grandes, las “Reflexiones del Compañero Fidel”, las leen 3 veces en radio y T.V. Todas las estaciones de televisión y de radio tienen explosivas cargas ideológicas permanentemente, el bombardeo es incesante, continuo, atosigante. Es impresionante la cantidad de visitantes oficiales de otros países que son recibidos en La Habana, especialmente de África y del Caribe, prácticamente todos los días el Gramma reseña la visita de algún mandatario, Ministro o delegación. Todos vienen en la búsqueda de ayuda médica, fármacos y convenios deportivos. Los carros en que se desplazan las grandes autoridades, una flota de Mercedes Benz y otra flota de BMW fueron comprados por Cuba mediante intercambio del petróleo que recibe de Venezuela. Fernández Berruecos algo sabrá de los BMW.

 

Los hogares de quienes se fueron de Cuba fueron adjudicados a familias pobres, o enchufados de la Revolución. Como no existe el condominio, casi nadie hace un esfuerzo para ponerse de acuerdo y reparar las edificaciones que se están cayendo. Pero muchos que se quedaron en las grandes casas en Quinta Avenida, Vedado, Playa y Siboney disfrutan de ingresos superiores a los 2.000$ al mes por el alquiler de sus habitaciones al turismo, casas que no tienen nada que envidiarle a Prados del Este, grandes neveras, TV pantallas planas, conexión Internet. Son la nueva burguesía. Todos los carros, motos y viviendas son del Estado, pero los cubanos se las arreglan para comprar o vender sus bienes, utilizan para ello la llamada “permuta”, en los registros de viviendas dos cubanos pueden intercambiar sus casas en razón de mudanza, divorcios, casamientos etc. Siempre que no haya intercambio de dinero, de CUC, los bienes pueden ser transados, exactamente lo que contemplan varias de las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional de Chávez, aquí se llama trueque allá en Cuba, donde funciona desde hace 50 años: permuta. Muchos de los carros antiguos originales están negociados a coleccionistas y marchantes del exterior y sólo se espera que desaparezcan físicamente los Castro para finiquitar las operaciones. Aunque usted no lo crea hay un servicio especial de seguridad que usted puede contratar, guardaespaldas, vehículos, cámaras etc., el SPS Servicio Privado de Seguridad.

 

Toda la clase media y profesional que huyó de Cuba, representaba la oposición, la estructura democrática, al abandonar la isla, la maquinaria del Partido Comunista Cubano se apropió de todas las redes sociales, de todo el entramado ciudadano. Si la clase media abandona la lucha democrática en Venezuela como lo hizo en Cuba el chavismo terminará por perpetuarse. Hay que resistir y avanzar, la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las demás, como solía decir Wiston Churchill. La inmensa mayoría de los sindicatos, dirigentes políticos, profesores, organizaciones gremiales, organizaciones ciudadanas, provienen de la llamada clase media, de allí la imperiosa necesidad de reconstruir a como dé lugar las organizaciones partidistas y de crear nuevas instancias y organizaciones. Cada centímetro que la dirigencia democrática cedió a Fidel fue tomado de inmediato. Eso no puede ni debe ocurrir en Venezuela. En Cuba la población está ansiosa de vientos de cambios y libertad, pareciera que estos solo vendrán por el relevo biológico de los hermanos Castro, o por la derrota electoral del “sobrino” Chávez en 2012, lo cual sería la estocada final a un sistema perverso. Estimados lectores traté de reunir en este artículo lo más exacto de mis observaciones en Cuba, espero con ello haber contribuido a dar a conocer el Mar de la Felicidad.

 

 

Cuba: Socialismo o Muerte

 

La periodista y cineasta izquierdista argentina Claudia Nai, atraída por los cantos de sirenas de la revolución, decide ir a Cuba para conocerla y hacer un reportaje. Como es una persona honesta, Claudia Nai se da cuenta de la gran estafa que es el régimen cubano y termina haciendo un tipo de reportaje muy diferente, reflejando el verdadero rostro del castrismo, la cara que sus apologistas pretenden desconocer.

Cuba: Socialismo o Muerte

(Parte I)

Cuba: Socialismo o Muerte

(Parte II)

Cuba: Socialismo o Muerte

(Parte III)

Cuba: Socialismo o Muerte

(Parte IV)

Cuba: Socialismo o Muerte

(Parte V)

 

Carta abierta a Lázaro Barredo, director del Granma

Luis Alberto García

20 de octubre de 2009

 

Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir al estado de responsabilidad por el paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró.

 

Como no tengo alma de vocero y siento repulsión por los irresponsables que se abrogan el derecho de hablar inconsultamente en nombre del pueblo cubano, los cuales son, desafortunadamente, bastantes, me limitaré a relatar mi situación personal, a sabiendas de que coincide con la de un gran porcentaje de la población cubana. La aritmética –aunque a muchos ya no le parezca debido a tantos forcejeos y convenientes manipulaciones– sigue siendo una ciencia exacta, ajena a subjetividades y por ende una útil aliada a la hora de saber por dónde andamos, en este caso por dónde ando y por donde andan los que quieren sostener que 2 menos dos es 3.

 

A fuerza de neuronas, cuando estas eran imprescindibles para graduarse de la educación superior, obtuve mi título. Luego de 6 años de práctica laboral he llegado a devengar la gloriosa cifra –gloriosa porque es el tope– de 480 pesos. El salario se desglosa, tomando en cuenta un mes estándar, más o menos de la siguiente manera: gracias a un viejo aire acondicionado que trato, válgame dios, de usar lo menos posible, 170 pesos. La vilipendiada libreta de abastecimiento, el tan nombrado “subsidio del estado”, me cuesta –no sé si alguien lo recibirá gratis – alrededor de 150 pesos, que se dividen en las libritas de aceite, el poquito de arroz, los escasos granos, el pan nuestro de cada día, el cafetín, algún que otro jabón una que otra vez, la pasta dental y otras pocas cosillas que constituyen la cuota mía y de mis 2 hijos. A esto le unimos el agua que se paga, el gas que también se paga y las cuotas del refrigerador y los calderos que generosamente el estado “nos entregó”, y por simple aritmética podemos llegar a la conclusión que después que uno paga los “subsidios” del estado, flaco se queda el bolsillo, más bien caquéctico, para afrontar el mar, no, el océano de artículos de primera necesidad que el estado no “subsidia” sino que tiene a bien aplicarle el llamado dos cuarenta, bueno, por ahí me quedé yo, aunque sospecho que ya es mucho más.

 

Resulta, compañero Lázaro, que debemos darle gracias al bondadoso estado por cobrarnos casi el 70 % del magro salario que nos paga para adquirir sus “subsidios”, y de paso –digo yo-, agradecerle también que nos quedemos como pichones con la boca abierta viendo como viviremos el resto del mes con lo poco de dinero que nos quedó luego de adquirir la cuota de alimentos de la libreta, que solo alcanza, con suma austeridad, para mal comer 13 días de los 30 o 31 que tiene el mes. Cualquiera que no fuese cubano pensaría, compañero, que los productos ofertados por la libreta son una especie de regalía del gobierno, pero los del patio sabemos de sobra que los precios de esos productos están en completa correspondencia con los salarios que paga el estado, empleador exclusivo de la fuerza de trabajo. Tomando esto en cuenta yo le pregunto: ¿Quién subsidia a quién? ¿El pueblo al estado con su trabajo mal pagado o, como usted dice, el estado subsidia la alimentación del pueblo? O mejor le preguntaría: ¿De dónde sale lo poco o lo mucho que el estado distribuye si no del esfuerzo casi desinteresado de los trabajadores? ¿O es que usted tiene la peregrina idea de convencernos de que el estado /per se/ es capaz de producir algo más que derroche? Sepa usted, compañero Barredo, pues parece no haberse enterado, que dentro de las características de este pueblo desde siempre han estado el amor al trabajo, la capacidad de sacrificio, ampliamente demostrada, la valentía de asumir retos laborales por descabellados que hayan sido algunos o muchos.

 

Esta isla –revise la historia– ha sido cuna de personas emprendedoras, con amplia inventiva, impregnadas de una pujanza poco común dentro de nuestra zona geográfica, sin chovinismos. Parece que convenientemente ignora que la diáspora cubana dispersa por los cuatro puntos cardinales de este mundo, se caracterizó y se caracteriza por ser una comunidad descollante y en sumo trabajadora. Ganadora del respeto y la admiración de las más disímiles sociedades. Los avances educativos de los últimos 50 años o 45 –con todo respeto y responsabilidad pongo en duda los últimos 5 años– han servido para formar una sólida y capacitada fuerza laboral, envidia de no pocos países. Pero usted pone en duda nuestra inteligencia a contra viento, tratando burdamente de pasarnos gato por liebre. O es que usted, en un ejercicio de pereza intelectual, ignora o quiere ignorar o le conviene ignorar o le orientaron ignorar la verdadera génesis del paternalismo en nuestra sociedad siempre dúctil, que ha respondido a las directrices que vienen invariablemente de arriba como el eco a la voz. Como no somos tontos, al contrario, somos hijos de una revolución que supo desarrollar nuestro intelecto y nuestra suspicacia, al vuelo nos percatamos, por los tiempos que corren, que usted no es más que una mala suerte de vocero. La tesis, sobra decirlo, parte de otros de más arriba, redundancia, o quizás de todos los de arriba que, un poquito por aquí, un poquito por allá y mucho a través de usted, están tratando de enquistarle al pueblo un sentimiento de culpa, de sobra inmerecido. Pero usted, con la superficial semiología de sus síndromes, ha ofendido al pueblo cargándole culpas que no tiene, ni puede tener, si partimos de la máxima que el pueblo es el único soberano. De paso describe magistralmente su síndrome cervical que le impide mirar hacia arriba. Muy fácil es buscar culpables y sobre todo si estos están abajo.

 

¿Tendré yo, simple mortal, que demostrarle a usted que todos esos vicios sociales que describe fueron engendrados a conciencia por un estado que legisló hasta qué tipo de ropa íntima debían usar sus trabajadores? ¿Tengo yo que recordarle que el estado dejó espacio cero a la iniciativa popular? ¿Tengo que invitarlo a ver los ridículos chalecos de parqueadores estatales que adornan la ciudad, como muestra de la omnipresencia de la burocracia?

 

Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir de responsabilidad al estado del paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró y hasta lo utilizó a su conveniencia. Reducir el problema económico del país a los pesados “subsidios” que el estado tiene que aplicar a los alimentos tomando en cuenta que el mismo bondadoso estado sustrae del bolsillo de los trabajadores un gran por ciento del bajísimo salario que el mismo paga, es simplificar la desgracia y, peor aún, abandonar a la clase obrera. ¿Por qué usted, señor periodista, no nos hace un favor a los cubanos de a pie, a la clase obrera en general y nos sirve de portavoz a la inversa? No hace falta escribir artículos, tanto no le vamos a pedir, no es necesario disculparse, eso no es costumbre. Pero bien pudiera ayudarnos a encontrar la cura de otro síndrome por usted no descrito. El síndrome de la hipoacusia al parecer relacionado con la falta de oxígeno que sufren o disfrutan las personas de las alturas. Tomando en cuanta su problema cervical aprovéchelo para conocer y trasmitir las disímiles propuestas que comunistas del mundo real han hecho para combatir esos mismos síndromes de los que usted nos acusa.

 

 

Carta abierta a colegas y amigos

Armando Tomey

6 de septiembre de 2009

 

Colegas y amigos: hace unos instantes me llamaron para convocarme a participar en un teleteatro; el salario es el mismo que se paga en los teleplay, pero éste con bastantes ensayos y grabaciones tiene una novedad, que al parecer se quiere convertir en moda. Hasta la fecha, es normal que los actores acudan a los ensayos por sus medios, pero ahora también nos quieren hacer aceptar, acudir a las grabaciones por nuestra cuenta; los que tenemos carro que nos paguemos el combustible y los que no; ¡en guagua, taxis o a pie! Esto sería algo normal si nuestras condiciones de vida fueran normales; lo que significa ganar un salario normal y en correspondencia con lo que vale nuestro trabajo (aún siendo superior a los de cualquier obrero), que nos permita ser personas normales y no preocuparnos por el transporte. Tenemos que tener mucho cuidado y ser muy firmes para evitar que esta modita se extienda desde los proyectos atípicos, experimentales, cortos, de bajo costo o no se qué tipo de clasificación; hasta las producciones habituales. Me parece muy bien que la televisión cubana trate de ampliar los espacios dramáticos que tan restringidos están desde hace mucho tiempo, pero no nos hace ningún favor al producir uno que otro programa dramático y darnos trabajo imponiendo una política de “tómalo o déjalo”. Está claro que los directores que no pueden dirigir sus proyectos, por tal de realizarlos, aceptan menos que lo mínimo, sin importarles el grado de sacrificio al que deben someter a los actores y resto del personal. Me pregunto si Randy, Taladrid o el resto del selecto grupo de “LA MESA REDONDA” ¿Van en guagua o a pie a su programa? Todos sabemos la respuesta, pues hasta mean en un baño diferente. Lléguense a los baños de los estudios del focsa, o a los propios del ICRT que nos tocan a nosotros; compiten en acumulado de secreciones sólidas y líquidas con cualquier baño de una Terminal o una cervecera en moneda nacional. En Cuba hay una sola televisión y no por decisión nuestra. Hay un solo dueño; pues bien; ese dueño tiene que asumir su responsabilidad y definir si somos una carga o una capa social importante. No nos pueden escamotear lo poco que hemos logrado durante tantos años con planteamientos, quejas, sugerencias, llantos y lamentaciones que hasta ahora son la única vía para tratar de alcanzar algo, como por ejemplo; el derecho compartido con médicos , deportistas pilotos, científicos y otros pocos sectores privilegiados a que se nos autorice comprarnos un auto, justificando los CUC ganados legalmente en un país donde no se nos paga en CUC, y que además exigen acumular una cifra desorbitarte, y para colmo; hacer un papeleo mayor que en “La Muerte de un Burócrata”, pues exigen hasta una carta del comité. También algunos logramos el derecho a tener correo electrónico, por supuesto que sin, ¡INTERNET!, pues somos unos de los pocos países atípicos del mundo en que no se nos permite; creo que Corea Del Norte y nosotros ¿por qué no podemos tener Internet? Responder esa pregunta conllevaría a un análisis muy crítico de la filosofía o la forma autocrática y rígida con que se conduce y dirige nuestra sociedad socialista de la mitad del siglo veinte “SOCIALISMO DE VIEJO TIPO”. Para nada del siglo veintiuno “DE NUEVO TIPO” que tanto alabamos y defendemos par otros en América latina.

 

Pues sí, se trata de luchar por más, no perder nada. ¿Por que después de tantos años trabajando para este organismo, envejeciendo sin recibir nada por la parte de ellos, solo el respeto inherente de parte del pueblo por el hecho de ser exhibido nuestro trabajo, tenemos que coger una guagua para ir a firmar? Los jóvenes artistas que empiezan ahora son candidatos seguros para “Acaballamiento”. Si lo admiten, ya verán lo que les reserva el futuro. ¡No! , si hay que ahorrar, que la guagua la cojan, los dirigentes, ellos existen por nosotros, algunos, los menos; son capaces y sensibles y hasta con muy buenas intenciones nos han defendidos y luchado por nuestras aspiraciones, pero al final… se han rendido o sufren constantemente antes la trituradora gigante, pues tienen que escoger entre conservar el puesto o luchar contra la corriente y perecer. Los dirigentes lo son hasta que los truenen, los artistas perduramos para toda la vida, en el celuloide, en el video o en el recuerdo del público. Si no exigimos respeto de manera conciente, nunca nos respetarán. Convoco a todos los actores y artistas en general que por muy necesitados que estén económicamente, no acepten condiciones leoninas y humillantes de trabajo. Bastante hemos cedido al aceptar que constantemente en series que estamos conveniados, se nos rebaje el salario por incumplimiento “Del Plan”, por motivos siempre ajenos a los actores. Que cuando filmemos en exteriores, no tengamos las condiciones mínimas de estancia y hasta tengamos que hacer nuestras necesidades en los matorrales. Que no comamos en las mayorías de las producciones televisivas, comidas indeseables lo cual se ha convertido en un problema casi generalizado en nuestro país, aunque sea justo reconocer que últimamente nuestras productoras han estado haciendo un esfuerzo discreto para mejorarlo. Que por la poca producción dramática y a pesar de la emigración de tantos actores, los que estamos aquí suframos constantes “baches” y nos quedemos sin trabajo con mucha frecuencia. Para nosotros se ha convertido en una costumbre aceptar con resignación las carencias, regulaciones, medidas; siempre decimos: _ ¿Qué vamos a hacer?…x_ ¡Esto no hay quien lo arregle!… _ ¡Hay que trabajar! De la misma manera, si caemos en la costumbre de acudir a las filmaciones por nuestros medios. ¿Qué nos espera después?

 

Sí, hay que ahorrar. Somos un país sin economía, que lleva muchos años despilfarrando, comprando barredoras de nieve para barrer el polvo; comprando trenes para líneas más anchas que las nuestras, comprando fábricas que nunca se montaron mientras se dejaron destruir las que existían, dejando que el marabú se extendiera por nuestros campos, imponiendo políticas agrarias locas que desestimulaban la producción del campesino, imponiendo cultivos, dejando perder las cosechas en los campos, invirtiendo desmesuradamente en nuevas técnicas y maquinarias, pero acabando con la cultura tradicional de los cultivos, sobre todo en la que siempre fue nuestra primera industria, la azucarera, que hoy por hoy se ha reducido en más de la mitad. ¿Quién podría creer en la zafra del setenta que hoy la mitad de nuestros centrales serían chatarra? En ese entonces se paralizó todo el país para ponerlo en función de la zafra, ni carnavales, ni centros nocturnos ni transporte, centros e industrias cerrados, todo el mundo a cortar caña y ¡Los diez millones van!

 

¡Hay que ahorrar!, pero hay que definir si es más importante encender un estadio deportivo noche tras noche mientras se le apaga el aire a una sala de recuperación de un hospital. ¡Hay que ahorrar!, pero sobre todo hay que rectificar los errores. Ya una vez se hizo una rectificación y fue para mal pues nos hermetizamos y enclaustramos mucho más. La mayoría de los cubanos deseamos otra rectificación, pero para bien. De las cosas buenas que teníamos antes de la revolución, ¡solo queda la arquitectura tambaleante!… ¡Y gracias! pues ese viejo legado es lo mejor de todo lo que queda en pie. (Negación de la negación).

 

No perdamos lo que logramos muy aceleradamente con el triunfo de la revolución, y hablo de la salud y la educación con todas las deficiencias que puedan tener, de la primera ley de reforma agraria que hizo propietarios de sus tierras a muchos campesinos en peligro de desalojo, de la ley de reforma urbana para asegurarle el techo a muchas familias, de los planes de viviendas para obreros que si bien excluía a muchos, solucionaban la situación desesperada de otras tantas familias. Hoy este tema de la vivienda es uno de los problemas más serios de muchos cubanos, hasta tres generaciones comparten un apartamento; no se construyen casas, no se venden, no se alquilan, ¡un callejón sin salida! La salud es gratis pero cada día se nos hace más difícil obtener un buen diagnóstico, una buena atención, hacerse análisis, operarse; conozco casos de pacientes que tras largos días de ingreso han salido de un hospital sin diagnósticos o con diagnósticos equivocados y el precio a veces lamentablemente es la vida. Se han restaurado algunos hospitales pero la mayoría siguen en la suciedad y deterioro.

 

El transporte ha mejorado en la capital pero en provincias ¡a carretones y bicicletas! El transporte ferroviario es un caos, muchos pueblos han quedados desconectados del sistema. El transporte de ómnibus interprovincial también es muy deficiente y el soborno es el que consigue pasajes, mientras los infelices esperan largas horas. Los servicios a la población después de un breve periodo de mejora y eficiencia han vuelto a ser muy deficientes provocando irritaciones y falta de respuesta a las necesidades humanas elementales como sentarse donde hay que esperar o tener donde tomar agua, mear y cagar. Los viejos que trabajaron el tiempo exigido o las viudas, tienen su pensioncita, pero ¡coño! Como tienen que sufrir en las kilométricas colas para cobrar, y los otros clientes que necesiten hacer una operación en el banco en esa fecha, mejor se ahorcan. Cuánto tiene que sufrir el que se le rompe un equipo eléctrico, el que necesita un plomero, un carpintero o un albañil en su casa, pues hasta los oficios han ido desapareciendo y cada día son más caros. Cómo se las arregla el que tiene pocos recursos y con limitaciones físicas debe acudir a un hospital con frecuencia. Hablar de los servicios en nuestro país es hacer un puchero y comenzar a sudar. A todo esto hay que sumarle la mayor desdicha del cubano de hoy “comer”; la libreta de abastecimiento es una gran ayuda para la mayoría de las familias, pero es solo eso, una ayuda, el resto que es la mayor parte, exige proezas cotidianas, que van desde el invento hasta el robo pasando por encima de los que se revientan trabajando honradamente y obteniendo muy poco. Últimamente se está dando un fenómeno muy singular “nadie tiene un kilo”… pero “tampoco hay nada”. Es cierto que aún podemos vanagloriarnos de algunas cosas muy buenas como el hecho de que en Cuba los niños no tienen o no se les permite trabajar, se les exige estudiar y puede que muchos sufran carencias y desigualdades, pero ninguno muere de hambre ni vive debajo de un puente. Pero la pregunta es: ¿Por qué para tener esto, tenemos que renunciar o prescindir de otras tantas cosas?

 

Sí, tenemos que ahorrar, pero hemos desperdiciado y malgastado muchos recursos. Hemos ayudados a muchos países dándoles los que nos quitamos. Quisimos siendo un país pobre encabezar y costear la revolución mundial. Para defendernos de los “yanquis” buscamos cobijas en los “rusos” y bien sabemos que caro nos ha costado ese compromiso. Nos involucramos en muchísimos conflictos bélicos con un alto costo de vidas y recursos, y hoy en día ninguno de esos países practican una política ni similar a la nuestra. Nos olvidamos de elevar el nivel de vida del pueblo y de pensar en sus necesidades y aspiraciones y nos convertimos en el Mesías de internacionalismo proletario. Hoy insistimos en viejas fórmulas fracasadas y seguimos el mismo camino recto, recto, requeterrecto. ¿Hacia dónde?

 

Hay mucho por hacer: Para comenzar hay que reconocer ¿en qué nos equivocamos todos estos años?, y sobre todo darle participación ¡a todos¡ Por eso me gusta tanto el término de Correa (si no es demagógico) de llamar a su revolución; ¡Revolución Ciudadana¡ Y como dice un eslogan: ¡Pongamos los pies sobre una buena tierra! Y tal ves no solo logremos plátano burro y boniato; ¡también, malanga!

 

Nota: No soy en lo absoluto disidente ni pretendo serlo. Mi afiliación política es la lógica, no creo en dogmas políticos ni religiosos. No soy patriota pero amo mi país y nunca he querido abandonarlo. Me encanta opinar, pensar y decir libremente lo que pienso. No vivo como quiero pero pienso como quiero y sobre todo me encanta intercambiar criterios. Me molesta muchísimo que me quieran obligar a creer en la mentira y a hacer lo que me dicen que haga, pero no lo que ellos hacen. Si a alguien les molesta, les perjudica o simplemente les aburren estas parrafadas; por favor comuníquenmelo para no cometer indiscreciones.

 

Un abrazo. Tomey.

 

 

Aclaración sobre carta abierta a colegas y amigos

Armando Tomey

15 de septiembre de 2009

 

Colegas y amigos, uso el mismo término que en la carta abierta, pues a ellos iba dirigida, sin embargo trasgredió esa frontera y se ha difundido de manera inesperada y sorprendente para mí; entre vecinos, desconocidos, centros de trabajo, incluso una actriz me comunicó que fue expuesta en un bloog por Internet y que ha recibido respuestas, ataques... En fin, estoy acostumbrado a recibir elogios o críticas sobre mi trabajo actoral, pero nunca como comentarista, cronista o no sé en que clasificación colocarme pues disto mucho de ser un profesional de las letras. Me jode grandemente que lo que expresé con sinceridad y dirigido a un grupo específico de personas, se haya divulgado y manipulado e incluso utilizado en campañitas fuera y dentro del país.

 

Ante todo, quiero dejar bien claro que no me arrepiento en lo absoluto de mis ideas expuestas y que mi objetivo fundamental era alertar a los actores sobre lo inadmisible, de aceptar condiciones de trabajos que echaban por tierra lo que se había convertido en un derecho nuestro. Ese fue el resorte y di riendas sueltas a una serie de preocupaciones, ideas y cuestionamientos que, puedo afirmar, no me pertenecen a mí solo, sino a muchos de los artistas, e incluso algunos de ellos han sido planteados indistintamente en diferentes foros, asambleas o congresos, con la diferencia de que allí quedaron restringidos al marco estrecho de los mismos. Estas interrogantes considero son la clave o las causantes de muchas deficiencias e ineptitudes en nuestro sector, es por eso que aparecen ligadas a mis severas críticas a la televisión cubana, pues ella es parte de la maquinaria y del complejo andamiaje que absorbe todos los sectores de nuestra sociedad.

 

“No soy el perro que muerde la mano del amo que le da de comer”. A la televisión yo le debo todo lo que soy como artista, hablo del respeto y la admiración que he recibido por parte del público y de mis colegas. Todos sabemos cuánto nos cuesta a los artistas consolidarnos y ganarnos un espacio. Mi primer trabajo profesional en la televisión fue un fracaso y la televisión misma me dio nuevas oportunidades para revindicarme. Fui el primer actor independiente de nuestro país y pionero en la entrada de nuevos actores a ese medio. Compartí la escena con las viejas generaciones y las últimas formadas por la televisión. Soy un privilegiado en el medio, pues soy de los que más trabaja en el mismo mientras muchos colegas, excelentes actores y actrices, han sido desechados, olvidados o puestos a hibernar y otros tantos han emigrado. Considero haber acumulado suficiente tiempo y experiencias en este medio, que me autorizan a pertenecerle, a exigirle y juzgarle. Quiero hacer una salvedad, pues por lo expresado en la carta abierta, temo que se lastimen o juzguen de manera injusta a dirigentes, que como bien dije, eran sensibles, honestos y eficaces pero limitados en gran medida por la trituradora gigante y me refiero concretamente sin mencionar nombres a los que dirigen nuestra productora de Koly. Durante diez años han realizado las mejores producciones dramáticas de nuestra televisión, y sabemos cuán limitados están de recursos, transportes, combustibles, técnica e incluso hasta de guiones, pues tal parece que a los guionistas no se les paga lo suficiente y no quieren escribir. ¿Qué los diferencia? Que hablan con sinceridad y exponen lo que tienen, pero eso no es suficiente para producir una serie. El batido lleva: leche, hielo, azúcar y fruta. Si le falta un componente es otra cosa pero no es batido. Por no respetar ese concepto nuestras producciones se hacen agónicas. ¿Ustedes conciben que un grupo de actores para producir una serie tuvieron que hospedarse en un campismo que no tenía ni agua, por momentos ni para tomar, más los mosquitos y el frío?. Esa serie es: “Mucho Ruido” ¿Excelente verdad? Y todo porque la productora no tenía presupuesto para hospedar en un lugar decente a un colectivo de la televisión cubana.

 

¿Es lógico que en un exterior (filmaciones fuera del estudio), en la destartalada e incómoda guagua de maquillaje, sus trabajadoras hagan pipi en una lata por no caminar doscientos metros por un trillo incómodo dentro del monte en busca del baño improvisado? Sin embargo, en esa misma serie para asombro nuestro, la alimentación fue muy buena. Hablo de “los Villalobos”. No quiero poner más ejemplos, no se trata de denigrar la televisión, se trata de que quienes tienen que ver con ella, entiendan que tienen que cambiar el concepto. Hace unos cuantos años un dirigente del estado, nos dijo a un grupo de artistas __ Ya le dimos dinero a la televisión, ahora miren a ver qué van a hacer..., y yo le respondí __Bueno y cuando se vuelvan a romper las cámaras y los autos, ¿nos van a dar más dinero?... Ahí esta el meollo del asunto. La televisión es incosteable y no se quiere buscar una fórmula para que genere ganancias. El estado la subsidia por su importancia como medio de difusión y sobre todo por su función política, como propaganda, divulgación, educación... y entretenimiento, dentro de este último entra el deporte, que según la importancia de los eventos ocupa espacios primerísimos. Pero nosotros los actores, músicos, humoristas, bailarines, ¿en qué lugar o escalón estamos? ¿Cuántos minutos ocupamos en la pantalla al día? Compárenlo con los noticieros, informativos, revistas, mesa redonda, educativos. Hace unos cuantos años no era así. La novela era diaria y había dos aventuras, teatros ICR, cuentos, comedias, humorísticos, policíacos, dramatizados infantiles fijos. ¿Cuantos espacios hemos perdidos?

 

Si comparamos la televisión con el ICAIC, para buscar un paralelo o modelo a seguir, los que conocemos los dos medios sabremos definir muchas diferencias en muchos aspectos y no hablo solo de lo material, también del respeto, la consideración. Es cierto que son dos medios con dinámicas diferentes, pero la televisión debe encontrar su camino en lo que se refiere a nosotros los artistas, pues que tal vez no le ha puesto suficiente empeño.

 

Para concluir, los ofendidos, los que me acusan de reaccionario y los que aún no salen de su asombro por una cartita escrita por un simple ciudadano de este país que lo único que ha querido es ser honesto y desahogar acumuladas inquietudes, insatisfacciones y desavenencias, les recuerdo que la función mas importante del ser humano “es pensar”. No debemos alarmarnos ni escandalizarnos porque alguien emita un criterio diferente o equivocado. Aspiro a que un día, expresarse y discernir también sea una costumbre para todos los cubanos.

 

Un saludo. Tomey

 

 

El futuro es hoy (Documental, 2009)

Sandra Gómez

La vivienda: instrumento de dominación castrista

Lázaro González

 

La penuria de la vivienda para los obreros y para una parte de la pequeña burguesía de nuestras grandes ciudades modernas no es más que uno de los innumerables males menores y secundarios originados por el actual modo de producción capitalista. No es una consecuencia directa de la explotación del obrero como tal obrero por el capitalista”.

Federico Engels

 

Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”.

Fidel Castro

 

 

Necesaria introducción

 

Los temas centrales de la agenda cubana se refieren sin dudas a los Derechos Humanos que el régimen de La Habana por mas de medio siglo ha sustraído de la agenda social, en tanto el castrismo es un sistema que se sostiene y reproduce sobre un esquema de reproducción de la pobreza estructural.

 

Existen tres factores clave en el ejercicio de ese poder:

 

  • ·       Férreo control político sobre la sociedad, que crea una sociedad “civil” artificial y subordinada mediante todo tipo de organizaciones fractales, que restringe a las personas a la categoría de individuo, impidiéndole alcanzar el status de ciudadano.

 

  • ·       Monopolio absoluto sobre la información y el acceso a ella.

 

  • ·       Estratificación de la sociedad y los individuos en un sistema de castas.

 

Los problemas de la vivienda y la alimentación, solo por mencionar los de mayor impacto social sin desconocer la importancia de otros muchos, son formas de expresión concreta en que el castrismo ejerce su poder.

 

El embargo es empleado por la eficiente maquinaria propagandista del régimen como el causante de todas las limitaciones materiales en que agoniza el país. Cuando se revisan las múltiples causas que esgrimen las autoridades para justificar el dantesco panorama de la vivienda y la urbanización en Cuba, el déficit de materiales y equipos de construcción, la falta de fuerza de trabajo, las debilidades del proceso inversionista, y la burocracia de los estratos medios e inferiores, siempre están presentes en los informes oficiales.

 

Y no deja de ser cierto que estos factores están presentes, limitando y distorsionando cualquier programa al respecto; pero la pregunta que no formulan nunca el Ing. Fidel Figueroa de la Paz, Ministro de la Construcción, y Víctor Ramírez, Presidente del Instituto Nacional de la Vivienda, es ¿por qué no hacerlo de otra forma? No se llega a tales posiciones en la nomenklatura castrista haciendo tales formulaciones, y ellos lo saben bien.

 

El presente trabajo que se pone a la consideración de los rigurosos lectores de Cubanálisis no pretende en modo alguno reflexionar sobre la evolución histórica de las ciudades y pueblos de Cuba, en tanto hábitat de una parte mayoritaria y creciente de la población cubana.

 

Tampoco se inserta en la línea de investigación de urbanistas, inversionistas y planificadores urbanos que lo tienen como objetivo central de su trabajo.

 

Nuestro objetivo, por consiguiente, se limita a exponer sucintamente algunos temas no frecuentemente tratados por los especialistas que residen en la isla y en el exterior. Por tanto no es un trabajo sobre urbanismo, sino sobre un conjunto de factores, muchos de ellos no de naturaleza urbanística per se, que en términos de Planificación Estratégica deberán ser tomados seriamente en consideración en el diseño y ejecución de los programas concretos que permitan enfrentar, adecuada y sustentablemente, el enorme reto de restablecer y conformar un hábitat humano para las presentes y futuras generaciones de cubanos.

 

Por alguna razón que desconozco, las personas que analizan los múltiples aspectos de la realidad cubana, colocan en un segundo plano el tema de la vivienda en particular y el hábitat del cubano en general.

 

Las crisis periódicas de calabazas, boniatos y plátanos en los agro-mercados cubanos, las tartufadas de los hermanos Castro, un concierto de músicos mediocres, una foto trucada o no en PhotoShop, o un articulo desaparecido en un periódico cubano, acaparan titulares en los medios de información y desgastan en ocasiones a especialistas en sus análisis

 

I

 

En los últimos años Cuba ha estado sufriendo el azote de frecuentes y poderosos huracanes, que han agravado en medida considerable el deplorable estado del fondo habitacional de la isla. Hanna, Gustav, Ike y Paloma, solo en el 2008, dañaron parcial o totalmente cerca de 600 mil viviendas en Cuba. Una evaluación económica de los daños emitida por el gobierno cubano cuantifica en aproximadamente 10 mil millones de dólares las perdidas materiales.

 

Aunque todos pudimos apreciar, con la respiración entrecortada, las devastadoras imágenes de los daños provocados por los fenómenos atmosféricos, la cifra de 10 mil millones de dólares contabilizados como pérdidas materiales son estimaciones que carecen de fundamentación contable y económica. Nadie en Cuba conoce los costos reales de una simple teja de asbesto-cemento [material altamente cancerigeno que sigue siendo priorizado en Cuba como elemento de cubierta, entre otros usos, cuando el mismo ha sido vetado en la mayoría de los países como material de construcción].

 

Y la anterior afirmación sobre control de costos no tiene el propósito de desacreditar el informe gubernamental, aunque quede expuesta su inconsistencia; sino aclarar que la actual estructura de costos y gastos sustentada en tres monedas se erige en uno de los factores clave a resolver en cualquier programa de construcción y reacondicionamiento de las ciudades y pueblos de Cuba, como tendremos ocasión de examinar en su momento.

 

II

 

Se ha estimado en unas 600.000 viviendas el déficit en Cuba al concluir el año 1958. Información difícil de verificar y que considero excesiva, pues ubicaría en torno a un 9% a la población sin vivienda, lo que no se corresponde con las observaciones de los últimos años de la década del 50.

 

Los programas de ejecución de viviendas contaron con muy baja participación estatal durante todo el periodo pre-revolucionario, no existiendo una institución gubernamental dedicada a ello. Sin embargo, en una enjundiosa comunidad vertebrada en el mercado inmobiliario, la ciudadanía por una parte, las entidades constructoras e instituciones financiero-crediticias, desempeñaron el rol central en la construcción de viviendas en este periodo.

 

El castrismo lo sabía y no podía permitir que agentes ajenos a su control continuaran desempeñando un rol crucial en tan importante esfera de la vida socioeconómica del país.

 

Es muy interesante, pues estudios de la época demuestran que incluso segmentos de bajos ingresos de la población tenían acceso a ese mercado inmobiliario, en tanto el precio final de las viviendas y los gastos y costos de proyectos, equipos y materiales de construcción se ubicaban claramente por encima del punto de equilibrio de la actividad, como bien ha explicado Dimas Castellanos.

 

Castellanos expone un ejemplo contundente de ello:

 

Por ejemplo, en 1949 el costo de una vivienda de mampostería, placa, piso de mosaicos o de terrazo, con 2 cuartos, baño intercalado, sala, comedor, cocina, portal y patio alrededor, como las que -mediante la lotería nacional- sorteaba entre sus suscriptores la Revista Resumen, estaban evaluadas en 4 mil pesos

 

No obstante, la realidad no era idílica y la calidad de la vivienda para los sectores de menores ingresos era baja. En la foto que ilustra este trabajo, tomada de Google Earth, se puede apreciar la popular “Esquina de Cuatro Caminos” así como el Mercado Único de La Habana. La populosa intersección se conforma en la confluencia de las calles Monte, Belascoaín y Cristina.

 

Cientos de pequeños y medianos negocios ocupaban las plantas principales de las edificaciones, generalmente de dos plantas, ofreciendo cualquier variedad de productos y servicios a precios muy populares. Dos cines, el Esmeralda y el Cuatro Caminos, que proyectaba películas de estreno. Dos grandes tiendas por departamentos como la original y legendaria “Casa de los 3 kilos”, de Zabala, y el “927”. Esta ultima con precios inferiores a Fin de Siglo y El Encanto, ofrecía productos de altísima calidad con una atención al cliente de primer nivel.

 

Pero, sin dudas, el centro comercial más importante del área era el Mercado Único de La Habana, o la Plaza de Cuatro Caminos, como la población la denominada. En el lado del mercado que daba para la calle Cristina existía una estación de ferrocarril y una planta beneficiadora de los productos agrícolas.

 

Las segundas plantas de los edificios del área generalmente estaban ocupadas por casas-apartamentos de tres y hasta cuatro cuartos, disfrutando además de amplios balcones y patios interiores. Generalmente eran habitados por los propios dueños de los negocios de la zona. No obstante, también se comenzó un proceso de construcción de edificios con apartamentos muy modernos, con todas las comodidades conocidas en la época. En la zona también se encontraba Larrea, un edificio de 7 u 8 plantas que fue celebre en las páginas de la crónica roja por el caso de la “descuartizada”.

 

Sin embargo para los trabajadores de muy bajos ingresos existían las opciones de alquilar un apartamento o un cuarto en uno de los numerosos “pasajes” o “solares” que existían, y muchos de ellos hoy aun perduran en una suerte de estática milagrosa. Los denominados “pasajes” eran pequeños apartamentos generalmente de un cuarto pero con baño propio, en tanto que en los “solares” los vecinos tenían que compartir baños comunes.

 

La inmensa mayoría de las personas que vivían en ellos eran personas que emigraban del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Sin dudas, se daban expresiones de marginalismo, pero como cultura predominante prevalecían la honradez, la sencillez y los deseos de prosperar mediante el trabajo.

 

Cada edificación contaba con un “encargado”, representante del dueño, que generalmente vivía en el lugar y velaba tanto por el orden cívico como por el mantenimiento del inmueble. Entre 3 y 10 pesos mensuales era el costo de la renta.

 

Numerosas familias luego de su primera etapa en esta zona, se mudaban a apartamentos con mejores condiciones en el Cerro, Santos Suárez y Luyanó, entre otras áreas adyacentes.

 

Castellanos ha calculado que en ciudades del interior como Bayamo y Güira de Melena un trabajador con un salario mensual entre 80 y 100 pesos podía comprarse una casa de madera con techo de tejas y piso de cemento, con baño y un cuarto.

 

Con el crecimiento de la clase media en la Ciudad de la Habana, comenzó un fuerte movimiento urbanístico en las zonas de Fontanar, Víbora Park, el Reparto Eléctrico, y el Casino Deportivo. Comenzó la expansión al este de la Bahía de la Habana con la creación del reparto Alamar, que cobijara anos mas tarde a la nefasta y militarizada Ciudad Escolar “Luis Augusto Turcios Lima”. Ahí fue donde vi por primera vez a solo un metro de distancia a Fidel Castro, quien llego repartiendo caramelos para explicarnos que nos iban a mudar para una escuela en el campo.

 

Como la oferta de inmuebles para todos los segmentos de ingresos generalmente estaba por encima de la demanda, existía la capacidad de seleccionar de acuerdo al poder adquisitivo de cada persona el lugar donde deseaba vivir.

 

Jean Lamore, un investigador francés de los primeros anos de la Revolución indico que “una encuesta de la OIT arrojaba que el promedio de los alquileres pagados por los cubanos antes de las medidas de Fidel Castro, representaban la cuarta parte de los ingresos familiares”.

 

Si estas estimaciones fueran ciertas, estaríamos en presencia de un hecho que por si mismo demuestra la solidez del mercado inmobiliario en la década de los anos 50 y de manera indirecta la prosperidad de una economía donde la capacidad crediticia de sus ciudadanos estaba acorde con lo que hoy en día, más de medio siglo después, se consideran estándares crediticios muy favorables.

 

El propio Fidel Castro, en su alegato en ocasión de los sucesos del Moncada, lo corrobora: “…dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos;…”

 

III

 

Si la alimentación es la primera prioridad individual de la existencia física, la vivienda en Cuba se erige como la prioridad de carácter social, en tanto constituye un bien básico y es, por tanto, un tema de alta sensibilidad social. Muy temprano lo entendió lo que luego conoceríamos como castrismo, el que implementó las medidas correspondientes para convertirla en eficaz instrumento mediante el cual, conjuntamente con otras acciones, transformar en reos del poder a la población.

 

No se puede entender el problema de la vivienda en Cuba sin considerarlo como uno de los mecanismos mediante el cual el castrismo ejerce su poder.

 

La vivienda en Cuba no es por consiguiente un problema de planificación urbana, técnico-constructivo, materiales y tecnologías constructivas. No es tampoco un problema de fuerza de trabajo ni de equipos especializados, y ni siquiera de financiamiento. El problema de la vivienda en Cuba es eminentemente de naturaleza política, aunque todos los elementos antes mencionados y otros conformen parte de él.

 

En 1959 se implementa la rebaja en un 50% de los alquileres para quienes pagaban hasta 100 pesos mensuales, y en un 30% para quienes pagaban más de 100 mensuales, medida de enorme aceptación por los estratos bajos y medios de la sociedad, pero de un meridiano corte populista y no popular, porque inmediatamente se contrajo la inversión en el sector inmobiliario, con lo que comienza el proceso de decrecimiento de la disponibilidad de nuevas viviendas.

 

En este periodo se implementaron otras medidas, como la denominada Ley de Solares Yermos, que obligaba a los propietarios de tierras inactivas a venderlas al gobierno, supuestamente con el objetivo social de construir viviendas mediante el recientemente constituido Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda.

 

La Ley de Reforma Urbana es promulgada el 14 de octubre de 1960, formando parte del paquete de medidas para controlar el poder económico del país, una vez que el político se consolidó en el transcurso de 1959.

 

Una parte significativa de la población aspiraba a ser propietaria de las viviendas que ocuparan, por modestas que pudieran ser. Y este legítimo sentimiento popular lo emplea oportunista y convenientemente el castrismo en dos direcciones.

 

Por una parte, las medidas que instrumenta la ley garantizan en el plano político un masivo respaldo popular al gobierno revolucionario; mientras que por la otra despoja a los propietarios de sus inmuebles y les concede una ridícula pensión vitalicia como compensación, con lo cual elimina el poder económico de potenciales enemigos. Jugada maestra del arsenal castrista que hipnotiza a unos y neutraliza a otros.

 

Alguien ha hecho notar que la mayoría de los propietarios de las viviendas y edificios eran pequeños inversionistas que habían obtenido esos activos luego de capitalizar sus ahorros, y que constituirían su fuente de ingresos para el momento posterior a la jubilación.

 

La Ley de Reforma Urbana permitió que aproximadamente un millón de familias cubanas se convirtieran en propietarios de las viviendas que habitaban, abonando en plazos de entre 5 y 20 anos el 50% del precio de la misma. Medida de gran impacto popular, con grandes réditos políticos y con cero costos para el gobierno.

 

Sin embargo, el indudable beneficio de ser propietario de su vivienda no vino excepto de leoninas condiciones que ponen en tela de juicio el carácter de legítimo propietario del inmueble. Ahora el flamante propietario no podría vender ni rentar la vivienda o parte de ella. La “talanquera” revolucionaria mostraba desde sus inicios su efectividad en conducir a los ciudadanos hacia la categoría de individuo. Nunca ha sido más explicita y brutal la política castrista, a pesar de que expertos en el tema continúen obnubilados con el populismo castrista.

 

En el caso de los pasajes, solares y cuarterías, muy comunes en muchas zonas de la capital, particularmente alrededor del Mercado Único, los mismos fueron expropiados en beneficio del estado, sin indemnización para sus propietarios.

 

En las zonas rurales del país, donde el clásico y tradicional bohío dominaba mayoritariamente el hábitat humano, se procedió paulatinamente a la creación de micro repartos en una suerte de reconcentración campesina.

 

El problema de la vivienda en Cuba no puede ser analizado aislado de otras acciones del castrismo. La concentración de la población campesina en pequeños pueblos, donde efectivamente las condiciones de las viviendas eran incomparablemente superiores, perseguía no solo el objetivo de reforzar el consenso popular en torno al gobierno de los siempre potencialmente díscolos campesinos, sino ante todo separarlos de su cultura natural de existencia asociada al cultivo agrícola.

 

En el proyecto castrista no había espacio para el campesino aislado, sino para las grandes granjas estatales al estilo soviético. Se transforma así al campesino en obrero agrícola mediante su relocalización, y se le ubica como mano de obra en los planes agropecuarios del Agricultor en Jefe.

 

La Ley de Reforma Urbana no fue más que una encubierta nacionalización de los bienes inmobiliarios, que cerró definitivamente el espacio a la iniciativa privada a este sector. Ejecutada, además, con el propósito de incrementar el apoyo popular, es una muestra típica del comportamiento castrista.

 

Deseo dejar constancia del carácter apócrifo de las pensiones vitalicias a los propietarios de inmuebles expropiados, porque algunos estudiosos las han considerado como una remuneración justa que no dejaba desamparados a los antiguos propietarios.

 

Las pensiones de entre 150 y 600 pesos mensuales no eran erogadas por el estado, sino que se extraían de los fondos congelados en cuentas bancarias de estas personas hasta el momento de su fallecimiento. Por otra parte, el derrumbe del valor real del peso cubano, que al dictarse las medidas expropiatorias estaba a la par con el dólar norteamericano, hundió en la penuria económica a muchas de estas personas, ya de edad relativamente avanzada, y los condujo a una proletarización forzada o a la emigración.

 

IV

 

En el transcurso de la década que va de la promulgación de la Ley de Reforma Urbana [1960] a la Zafra de los 10 Millones [1970], la población cubana creció en mas de 1.5 millones de habitantes [12.3%].

 

Durante el periodo no se ejecutaron significativas inversiones en viviendas, salvo en áreas montañosas y las vinculadas a los ambiciosos y todos fracasados planes agropecuarios que condujeron a la reconcentración de los campesinos individuales.

 

El Censo de Población y Viviendas [1] ejecutado en 1970 mostró palmariamente los primeros signos de deterioro del fondo habitacional y el crecimiento del déficit de viviendas.

 

Mientras que de 1959 a 1963 se habían construido por el estado 85.4 miles de nuevas viviendas, en el periodo 1964-1970 descendió a 43.9 miles. De acuerdo con Atienza [2004], el peso relativo de las viviendas en la capital desciende de un 55% para el periodo 1946 a 1959, a un 25% para el 1959-70.

 

El desarrollo de proyectos en las zonas rurales, incluyendo los territorios montañosos, no estuvo inspirado solamente por razones de justicia social. El escenario natural donde Fidel Castro desplegó sus operaciones insurreccionales debía ser incorporado con medidas populistas al curso del discurso revolucionario, y así cerrar las posibles bases sociales a posteriores intentos insurreccionales.

 

En las zonas como el Escambray, donde los programas castristas no surtieron el efecto deseado, sencillamente se reconcentró a la población a 600 kilómetros de distancia, como ocurrió con la fundación del pueblo “modelo” Sandino.

 

El incremento demográfico y la priorización de construir viviendas en el interior de país, a lo que habría que añadir las emigraciones internas, determinaron que el gobierno lanzara un nuevo proyecto en las zonas urbanas, con más fuerza en la capital del país, donde las tensiones habitacionales eran mayores, basado en el esfuerzo propio de los necesitados de vivienda.

 

Como en tantas ocasiones pasadas y posteriores, el nacimiento del Movimiento de Microbrigadas fue presentado rimbombantemente como modelo para el mundo para la solución de los problemas habitacionales.

 

De esa manera el castrismo ejecutó uno de sus propósitos más definidos, pero también más vergonzosos, al emplear una necesidad humana vital, como es la vivienda, en un mecanismo de obediencia y sumisión incondicional.

 

El ejército de microbrigadistas se convirtió en una fuerza laboral para acometer cuanta tarea ordenara el Supremo en Jefe. Porque ese hombre que, espoleado por la necesidad de una vivienda, está a la orden para cumplir cualquier misión que se le encomiende, también sabe que la vivienda de su familia le será otorgada en una asamblea de trabajadores de su centro de trabajo por méritos laborales, horas de trabajo voluntarias, marchas del pueblo combatiente, guardias cederistas, y acatamiento y sumisión. No hay espacio para el ciudadano, solo para el individuo incondicional subsumido en un sistema de castas. [2]

 

Lo anterior ha sido claramente reconocido por investigadores oficiales: “Quedaría entonces que la ubicación de las personas en cuanto a situación de habitabilidad funcionaría como una expresión resumida de las posiciones de ventaja o desventaja en la jerarquía social, y que buena parte de la trayectoria recorrida en este sentido, es decir movilidad ascendente o descendente es equivalente a mejoría o no en la situación del hábitat, dependiendo en buena medida de las posibilidades que ofrece la política social, al favorecer el alcance progresivo de calidades dignas de existencia, a todos por igual o sólo a algunos grupos”. [Núñez Moreno-2007]

 

Mediante la promulgación de la Ley General de la Vivienda en 1988 e innumerables disposiciones complementarias posteriores, el castrismo actualiza el marco jurídico y perfecciona su sistema de control sobre los bienes inmobiliarios. Los poseedores de un titulo de propiedad de la vivienda que habitan se convierten en rehenes de un sistema de restricciones que transforman sus anhelos y esperanzas en letra muerta. [3]

 

V

 

Después de 56 años que Fidel Castro afirmara que “Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”; y a 49 de haberse promulgado la Ley de Reforma Urbana, las estadísticas oficiales recogen un déficit de 600,000 viviendas, que algunos autores elevan a un millón.

 

Confirmando la estimación anterior, Víctor Ramírez, actual Presidente del Instituto Nacional de la Vivienda, en el elusivo lenguaje que caracteriza a la nomenklatura cubana, expuso ante los diputados en la pasada sesión de la Asamblea Nacional que de cumplirse el plan de ejecución de viviendas del año [50,000], el país solo cubriría entre un 5-7% del déficit acumulado [entre 714 mil y 1 millón de viviendas].

 

Considerando que se ha estimado que en el año 1958 el 9% de la población no tenía acceso a una vivienda, 51 anos después la obra de la Revolución Cubana muestra -siguiendo las estadísticas oficiales-, un 8.9% de personas sin viviendas, que la sencilla observación común del hacinamiento y calidad de vida de la población la mueven al alza.

 

Solo en la capital del país el 42% de las viviendas están en mal o regular estado, y 24,000 de ellas se encuentran en estática milagrosa.

 

Igualmente las autoridades gubernamentales reconocen, sin sonrojarse, que el 85% del fondo habitacional necesita ser objeto de labores de reconstrucción o renovación, y que en el 60% de los hogares cubanos pueden convivir hasta cuatro generaciones.

 

Reconocen igualmente que el 10% de las viviendas son irreparables, y que 43% del fondo se encuentra en malas o regulares condiciones.

 

Asimismo admiten que el 8% de la población vive en barrios marginales, ciudadelas, solares, y en viviendas en precario estado.

 

En tanto, la población flotante de Ciudad de la Habana, a pesar de las férreas medidas contra las corrientes migratorias internas, supera fácilmente las 30 mil personas anuales, en estimados muy conservadores: estas cifras deben ser sustancialmente peores. Basta recorrer las calles de Centro Habana, el Cerro, y los asentamientos ilegales que crecen incontroladamente en la periferia de la ciudad, para conformarse una idea mas ajustada a la dramática y explosiva realidad.

 

Muy cerca de la casa del actual presidente cubano, en lo que es el vertedero municipal de Playa, más conocido por “el Bote”, se encuentra uno de esos asentamientos, donde numerosas familias han levantado, con los materiales de desechos que encuentran en el propio basurero, sus precarias viviendas.

 

Quien se adentre en “el Bote” podrá encontrar los desechos médicos y de laboratorio de las instituciones de salud de la zona, como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, el Instituto Finlay, el Instituto de Medicina Tropical, y el Centro de Monoclonales. Sin comentarios.

 

Decenas de miles de personas malviven hacinadas durante años en los denominados albergues temporales, verdaderos barracones coloniales, luego que sus viviendas se derrumbaron, y sin esperanzas ni certezas de ninguna índole.

 

El impacto social y demográfico de estas realidades es incalculable y se muestra claramente en el descenso de la natalidad, la marginalidad, la promiscuidad, el abuso domestico, las tasas de suicidio, y el aumento de la criminalidad: expresiones todas de la fase decadente y desintegradora del castrismo.

 

Un dato sumamente revelador del nivel de frustración popular se aprecia en el denominado plan de viviendas de la CTC, que tiene un programa aprobado de 10,000 viviendas, pero se han concluido menos de la mitad, porque las personas que se inscribieron para trabajar en el plan ya no se motivan ni para construir su propia vivienda. Es la crisis del empleo de la vivienda como instrumento de dominación y control social del castrismo.

 

Entre las alternativas que el gobierno ejecuta se encuentran las denominadas “petro-casas”. La prensa nacional anuncia a bombo y platillo una serie de inversiones en marcha, gracias a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), con la construcción del segundo complejo residencial en el país con la tecnología de las "petro-casas".

 

Estudios realizados confirman que el policloruro de vinilo es un material cancerigeno, pero el populismo y la propaganda castrista no se detienen en ello. [4]

 

Sin respuesta para la construcción de nuevas viviendas al ritmo requerido, preparan ambiciosos programas de rehabilitación del deteriorado fondo habitacional. Unas 250,000 denominadas acertadamente “acciones” constructivas están previstas a ejecutar para el presente ano.

 

Miles de millones de dólares invertidos en la industria de materiales de construcción están cubiertos por las malas hierbas, o laboran al 20-30% de la capacidad instalada.

 

La producción de ladrillos se continúa realizando en las mismas condiciones infrahumanas de principios del siglo XX.

 

Plantas de prefabricado como la GP-70 de San José de las Lajas, que costó cientos de millones de rublos, jamás se pudo poner en fase de producción, entre otras razones porque el sistema electro-energético de la misma tenia un ciclo de generación continua que consumía mas combustible que una termoeléctrica tradicional.

 

El gigantismo y la estandarización, extrapolados de los soviéticos, que empleaban falsos conceptos de economías de escala, llevó a emplear tecnologías constructivas de elevadísimos costos en cemento, acero, equipos especializados y energía, a lo cual habría que añadir no solo los gravísimos problemas de filtraciones de cubiertas, entre otros, sino el empobrecimiento del entorno arquitectónico.

 

Solo a partir de la segunda mitad de la década del 90 Cuba comenzó a emplear elementos aligerados, pero limitados a las obras para el turismo.

 

En la propia sesión de la Asamblea Nacional citada, un diputado insiste en potenciar el desarrollo de la industria local de materiales de construcción, a los efectos descentralizar los suministros, disminuir los costos de transportación, y abaratar los presupuestos de ejecución de obras. Probablemente el diputado, por su juventud, no conoció que en cada localidad cubana existían industrias, muchas de ellas artesanales, que cubrían la demanda de cualquier tipo de material de construcción, y que fueron borradas del tejido económico del país por el castrismo.

 

Como expresión de la política oficial respecto al problema de la vivienda, los electores cubanos representados por sus diputados pueden aquilatar los derroteros de sus anhelos y esperanzas: “la más elemental evaluación económica permite comprender fácilmente que el país no tiene dinero ni materiales para proponerse hoy empeños superiores”. [Tomado de las conclusiones de la comisión parlamentaria]

 

Y si quedara alguna duda al respecto, Héctor Rodríguez, jefe del Departamento de Construcción e Industria del Comité Central del Partido, en el mas ortodoxo estilo stalinista-machadista sentenció: “Hay organismos a todos los niveles para que se cumplan las ordenanzas”.

 

Más claro ni el agua, Papá Estado no puede seguir alimentando a los pichones que engendró. El llamado a sálvese quien pueda esta dado.

 

Notas:

               

  • ·       Los censos poblacionales son poderosos instrumentos de diagnostico que son ejecutados en todas las naciones del mundo para trazar las políticas convenientes; pero la forma fascistoide en que se realizó perseguía el objetivo de construir un registro central de los individuos y sus circunstancias, que sería empleado con fines de control y represión; de esta manera se institucionalizó el sistema de control a la población, complementado con otros programas de coerción social. No olvidar que la presentación del carné de identidad actualizado era requisito primario para realizar cualquier gestión, ya fuera para trabajar, mudarse, obtener la libreta de abastecimientos. Fue además la base estadística primaria para conformar los registros militares. La primera versión del carné de identidad, que estuvo activo por varios años, era un pequeño libro, donde además de los datos de las personas, contaba con numerosas hojas para ir registrando los lugares donde había vivido y donde había trabajado. En un sistema que combina armónicamente lo peor del totalitarismo y la dictadura como es el castrismo, todas las decisiones significativas son tomadas por Fidel Castro. Siendo el carné de identidad un tema estratégico en el sistema de control y coerción social, Fidel Castro encarga de esa tarea a un individuo altamente calificado y con enorme experiencia en el tema, que desde la década del 40 se desempeñaba como el falsificador de los documentos de identidad –pasaportes incluidos- del antiguo Partido Socialista Popular. Entre las misiones especiales que cumplió fue el enmascaramiento del Che Guevara

 

  • ·       Algunos investigadores afirman que el financiamiento para las inversiones de los edificios construidos por el movimiento microbrigadista estaba a cargo de las correspondientes entidades a las que pertenecían las mismas. Ante todo, hay que aclarar que existían dos estructuras a las que eran asignadas las brigadas de microbrigadistas: el Movimiento de Microbrigadas, subordinado al Poder Popular, con una estructural provincial, municipal y por zonas; y el sistema de empresas constructoras de viviendas, generalmente subordinadas al Ministerio de la Construcción. El financiamiento para las obras, en todos los casos, corría a cargo de la correspondiente Dirección de Inversiones, excepto los casos de las obras destinadas al MINFAR, MININT y Consejo de Estado.

 

  • ·       Un resumen del conjunto de prohibiciones a los propietarios de vivienda puede ser apreciado en el trabajo de Esmeralda Rodríguez Campos: “¿Quien posee las viviendas en Cuba?”.

 

  • ·       Las petrocasas y los peligros del uso del PVC. Las Chavoviviendas: nuevo logro “robolucionario”.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: La casa de paredes de ladrillo y techo de concreto donde vivía con mis padres tenía sala, dos cuartos, baño, cocina y un patio cementado. Estaba situada en Gabriel, entre Primera y Segunda, La Rosalía, a dos cuadras de la Virgen del Camino, una de las zonas más transitadas de la capital de Cuba. El alquiler que mis padres pagaban desde la década del cuarenta era de apenas doce pesos con veinte centavos. La Ley de Reforma Urbana promulgada al año siguiente de que los hermanos Castro se adueñaran de Cuba no nos benefició, ya que mis padres continuaron pagando la misma cantidad y ya el nuevo dueño –léase los hermanos Castro- no tenían responsabilidad alguna con el mantenimiento de la vivienda, con el agravante de que durante varias décadas desaparecieron del mercado cubano los materiales imprescindibles para ello: pintura, arena, cemento, etc.

 

 

Socialismo o muerte, valga la redundancia

Raúl Rivero

2 de enero de 2009

 

Anoche, en una de esas angustiosas llamadas de Año Nuevo para escuchar a la gente querida y lejana, el hermano de un amigo mío le decía a éste desde La Habana: «Ramón, lo que pasa es que este país, Cuba, está muerto».

 

El hombre, un ex combatiente de Sierra Maestra jubilado, que sobrevive con las remesas que le envían sus familiares desde España, y que se pasó la juventud al servicio de Fidel Castro, remató la frase con este comentario: «Está muerto, pero nadie lo acaba de enterrar».

 

La metáfora, con todo su trasfondo patético y su mensaje de tedio cardinal, retrata la fatiga con la que los grandes sectores de la ciudadanía cubana reciben el amanecer de los 50 años de socialismo con pachanga. Un ritmo sabrosón de negros santiagueros (que inventó el músico Eduardo Davidson), deformado por el acompañamiento obligatorio de un acordeón soviético, primero, y de un cuatro venezolano ahora, al final.

 

Es cansancio de exportación. Desaliento y desidia porque en la experiencia de tres generaciones de hombres y mujeres, después de medio siglo de promesas y anuncios de planes fantásticos y triunfalistas, hay una sensación de clausura y atolladero, de desconcierto y falta de brújula, acompañada por la certeza: la materia pura de la pobreza sin esperanza.

 

Esa es la realidad del hombre de la calle, de la gente de bicicleta china como único vehículo, de la cartilla de racionamiento, del peso cubano (24 por un euro); es la realidad del cubano de a pie que ve a los turistas como diosecillos y que sigue, desde su casa desvencijada, la función de teatro que trasmite la televisión estatal y que reseñan los panfletos del Partido, publicados con cabeceras de diarios. Es el desplazamiento en escena de un grupo de dirigentes que ha envejecido delante de las cámaras. Con las entradas y salidas al golpe de los mismos uniformes (hoy apenas disimulados por guayaberas y trajes mal cortados), sus gestos, los discursos, el papeleo, las estadísticas, las consignas roncas por la repetición y desleídas por el uso, desnudas en el casco y la mala idea.

 

Se trata de un agotamiento que produce una reacción natural de quejas y lamentos, pero que no puede -o casi no puede- pasar de ahí porque ese proceso de cierre y empobrecimiento sistemático está protegido por la algazara de la propaganda. Y, sobre todo, por la maquinaria (más discreta) de la policía política y su aparato de represión científica, uno de los dos organismos estatales que funcionan con cierta eficacia -el otro es el Ministerio de las Fuerzas Armadas.

 

Así es que después de 50 años de penurias, hambres, golpizas y candados, guerras fantasmas y reales, cinturones apretados y ausencia de cinturones, el panorama de Cuba traduce ese sentimiento de capitulación que la mayoría recibe con críticas de baja intensidad, chistes, ironías y candelas internas. Otros se van. Usan las pericias de la picaresca, gestiones legales o, sencillamente, desafían al mar y a los tiburones en una balsa… Como se dice allí, le dejan una raya al Comandante y salen al exterior a rehacer sus vidas.

 

Hay, sí, una tercera parte de la sociedad que se enfrenta a pecho descubierto con la dictadura. Hablo de los partidos y grupos de la oposición pacífica. Los periodistas independientes, los bibliotecarios, los activistas de derechos humanos y las Damas de Blanco, una agrupación de mujeres que trabaja por la liberación de sus familiares presos. Son 55 los que siguen condenados después de una razzia policial en la primavera de 2003 en la que 75 cubanos fueron lanzados a los calabozos con penas de hasta 28 años.

 

Coincidiendo con este aniversario redondo -50 años desde el triunfo de la Revolución- y entre el júbilo de la izquierda cerrera (que cenó en Nochevieja con amigos), amanecieron, un día más, en las más de 300 cárceles cubanas, 209 presos políticos.

 

Nadie puede creer que el viaje hasta el desencanto ha sido fácil. Comenzó con una fiesta. Con la alegría de más del 95% de los seis millones de cubanos que vivían en la isla en 1959.

 

Los viejos que arrastran hoy patologías y vicios de mando por el arruinado territorio nacional, hace medio siglo (llenos de juventud, fusiles, barbas, crucifijos y collares de santajuana) entraron triunfales en los pueblos y ciudades, porque hicieron una guerra de 24 meses contra la tiranía de Fulgencio Batista y Zaldívar, un general negado, durante siete años, a bajarse de la silla presidencial.

 

Dirigía, enfundado en una colección de trajes dril 100 y con un leve olor a colonia inglesa, un régimen corrupto, producto de un golpe de Estado, que llegó a asesinar a más de 3.000 cubanos. La guerrilla fue recibida como una bendición en aquel Año Nuevo.

 

Nadie imaginaba entonces que el líder rebelde -un abogado de 33 años llamado Fidel Castro Ruz, que había mostrado indignación por la interrupción violenta de la vida democrática en Cuba- iba a multiplicar por siete los siete años que estuvo en el poder el dictador que le precedió.

 

El libertador no iba a mostrar sólo sus habilidades para multiplicar. Pronto lo haría también para dividir. A los pocos meses de su llegada al poder, comenzó un proceso de división y encono entre las familias -así, en estos momentos el 20% de la población cubana está fuera de las fronteras del país.

 

El único presidente electo en democracia que permaneció en Cuba y murió allí, hacia 1968, fue el doctor Ramón Grau San Martín, un agudo profesor universitario. Él clavó con una frase el trabajo de demolición que comenzó enseguida Fidel Castro. Le preguntaron su opinión sobre la gestión gubernamental del revolucionario y el viejo médico dijo como una exhalación: «Durante años, muchos malos políticos trataron de acabar con el país y no pudieron. Este hombre lo ha conseguido en poco tiempo». Esa labor de destrucción tiene que ver con el estado de la economía nacional. El abandono de las tierras que debían producir alimentos y producen desolación. Con el control del Estado y su gestión diabólica sobre cualquier dominio que genere riquezas.

 

Se relaciona con la indigencia de la agricultura cubana, atacada cada año por intensos y erráticos ciclones temporales, pero que tiene su enemigo mayor en el huracán estacionario que es la torpeza enciclopédica con que el Estado la maneja. De modo que en ese país donde uno dejaba caer una semilla y crecía un árbol, según los guajiros de otros tiempos, el Estado socialista no alcanza a producir ni el 15% de los alimentos que necesita la población.

 

Entonces, mientras la jefatura criolla y sus amigos de América y Europa empeñados en convalidar su inmovilismo, lloran en los foros internacionales por las presiones del embargo comercial norteamericano, Cuba le compra a Estados Unidos (en este año del 50 aniversario, por ejemplo) productos alimenticios por valor de más de 720 millones de dólares. El rechazo visceral debería ser contra el bloqueo que le impone el gobierno a los 11 millones de cubanos de la isla. Un sitio donde hay que vivir con un salario de entre 6 y 12 euros al mes y en el que un aguacate se vende por 12 pesos.

 

El cuadro es el de una sociedad enferma, crispada, pobre y dividida. Una nación sin pan, sin sueños, sin libertad y como un barco al pairo. Un país que vivaquea en una corriente de abulia, en el que el anuncio de reformas, que se enseñan y se esconden a conveniencia de los magos del asilo de ancianos, produce sólo un poco más de indiferencia.

 

Cuba no ha muerto, como dijo ayer el hermano de Ramón desde La Habana. Está paralizada. Asiste al velorio del Frankestein del socialismo tropical, espantoso en su media rueda. Y nadie quiere afeites para esa cara. Ni remedios para su corazón de estopa.

 

 

Gracias, Fidel

Lázaro González

18 septiembre 2008

 

Gracias, Fidel por secuestrar el sueño y las esperanzas de una nación.

 

Gracias por mostrarnos como el analfabeto aldeano de tu padre actuó como mercenario de una potencia colonial contra los cubanos que luchaban por la independencia de la Patria.

 

Gracias por las trampas, traiciones y negocios sucios mediante los cuales tu padre se hizo un poderoso terrateniente y cacique en tu Birán fundacional. Gracias porque Don Ángel exploto hasta el límite humano a “sus” trabajadores y ejerció el derecho de pernada con cuanta mozuela empinaba sus pechitos inocentes.

 

Gracias porque tu progenitora en lo que hoy llamaríamos jineterismo profesional sonsacó al gastado Ángel con sus traslucidos vestiditos. Gracias por las trampas que hizo con su compinche Pino Santos cuando Doña Maria Luisa exigió el divorcio y la parte que le correspondía.

 

Gracias por ser un hijo bastardo con un nombre que te endilgaron en honor al otro compinche de tu padre, el haitiano aquel que traficaba esclavos para las plantaciones de tu padre, que consideraste inapropiado para tus designios alejandrinos: Fidel Hipólito; y creo que tuviste razón al menos una vez en tu vida, pues eso de Hipólito no va con la cultura nacional.

 

Gracias por mandarle a la edad de 14 años una carta al presidente de los Estados Unidos pidiéndole 10 dólares y mostrándole tus ambiciones geopoliticas-bisneras con eso de las minas de hierro y la II Guerra Mundial. Gracias por romperte la nariz contra un muro para demostrarnos que todo lo que saliera de tu mollera ambiciosa y ubicua se estrellaría una y otra vez contra la realidad más testaruda que tú.

 

Gracias por ser un pandillero en la universidad en vez de un estudiante de leyes con el dinero que le esquilmabas a tu padre resultado de la explotación a sus esclavos. Gracias por ser socio del comunista Alfredo Guevara y de los anticomunistas de la universidad; gracias por lo de Manolo Castro. Gracias por romper narices siempre y cuando estuvieras convenientemente respaldado y con suficiente publicidad positiva. Gracias por no poder explicar cómo lograste tu título de abogado y como no podías ni mantener a tu mujer y a tu hijo del dinero que debías ganar con el sudor de tu frente. Gracias por pasar tu luna de miel en Miami y vivir en Nueva York con carro de lujo a costa de tu cuñado.

 

Gracias por tu heroica historia de Cayo Confites. Gracias por las enseñanzas del Moncada. Gracias por la conspiración que envió al matadero a decenas de valiosos jóvenes que no tenían ni idea de lo que tenías planeado. Gracias por estar siempre a buen recaudo de cualquier bala mal intencionada o de cualquier deprimido que te incrustara un balazo de Garand entre ceja y ceja. Gracias a tus alianzas con todos y todo lo que te pudiera reportar algún beneficio presente o futuro. Gracias porque de esas alianzas salió un Flavio Bravo que manda a un Sarria a rescatarte en el lomerío mientras dormías. Gracias por las vacaciones en la Isla de Pinos donde pudiste escribir lo que se te ocurrió sobre tu intervención en el juicio por los sucesos del Moncada. Al menos hoy podemos constatar que 55 años después tenemos más argumentos para asaltar Punto Cero y enviarte a la Corte Internacional de la Haya por crímenes de lesa humanidad.

 

Gracias por aceptar cualquier dinero no importa cual fuera el bolsillo que se abriera. Gracias también por el Granma y gracias por demostrarnos que un fracasado pretendiente a político ambicioso y despótico no tiene lugar en un sistema democrático por lo cual solo tiene el camino de la guerra. Gracias porque la guerra es un medio para satisfacer tu ambición de protagonismo único y absoluto.

 

Gracias por realizar una conspiración en un país extranjero para invadir por la fuerza de las armas otro país. Gracias por la valentía y arrojo mostrado en el Granma y tus correrías por la sierra. Gracias por la sabia precaución de tener un refugio a cada paso que dabas mientras la tropa a pecho descubierto disparaba sus fusiles contra los aviones. Gracias por mandar a Camilo y al Che para Occidente para quitarte presión de arriba. Gracias por ensayar con Raúl en II Frente lo que ibas a hacer con Cuba después. Gracias por multiplicar tu tropa como los panes y los peces delante del al menos ingenuo Herbet Mathews. Gracias por Frank País, por Ramos Latour, por Humbolt 7. Gracias por la Huelga del 9 de Abril, por Fontan. Gracias por eliminar al Directorio, a los demócratas, anti demócratas y nacionalistas. Gracias por subordinar al disciplinado ejército del PSP. Gracias por eliminarlos a todos.

 

Gracias por comprar al Ejército de Batista. Gracias por decir esto y hacer aquello en las negociaciones de fin de las escaramuzas. Gracias por llegar a La Habana 8 días después de la huida de Batista.

 

Gracias por la paloma blanca y por el “Vamos bien, Camilo?”. Gracias por Camilo, por los pilotos, por las galeras de La Cabaña, El Príncipe y el Presidio Modelo. Gracias por los paredones, gracias por el Escambray y Sandino. Gracias por el G2, la Umap y los CDR. También por la milicias y el Servicio Militar Obligatorio, gracias Fidel. Gracias por los Tribunales Revolucionarios y el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados. Gracias por los miles de fusilados, decenas de miles de condenados a 20, 25 y 30 años.

 

Gracias por las becas, por las escuelas al campo y en el campo. Gracias por la destrucción de la familia cubana en tanto célula de la nación. Gracias por introducir la denuncia, el odio ideológico y la ruptura en la familia; gracias por separar a padres y madres de sus hijos, enfrentar a hermanos, a amigos. Gracias por la destrucción de los más auténticos valores de la cultura nacional y sus máximos representantes. Gracias por el destierro y exilio obligado de millones de personas comunes.

 

Gracias por tu lucha contra la burocracia, los contadores y los controles económicos. Gracias por la columna mecanizada “Ernesto Che Guevara”, el Cordón de la Habana, Ubre Blanca, la central electronuclear de Juragua, la Ciénaga de Zapata y la voluntad hidráulica. Gracias por los salideros, por las pipas de agua, por el vertimiento en las calles, ríos y subsuelos de aguas albañales y contaminantes industriales. Gracias por la claria y la soya, el cerelax y el picadillo texturizado. Gracias por la Libreta de Abastecimientos, el carnet de identidad y la tarjeta blanca. Gracias por los tres juguetes al año y muchas más gracias por eliminarlos junto con el Día de Reyes. Gracias por los pioneros, la FEEM, la FEU, la CTC y sus sindicatos; gracias por la UJC y el PCC, gracias igualmente por los planes de preparación para el ingreso y la universidad para los revolucionarios.

 

Gracias por la sovietización de Cuba, por el cálculo económico, la Junta Central de Planificación, la carne rusa y Lorek y Bolek. Gracias por el vodka, el ruso como lengua obligatoria en muchas carreras universitarias y por la peste a oso siberiano de los sobacos peludos de las bolas.

 

Gracias por la Crisis de Octubre, la base de San Julián y la base de Lourdes. Gracias por no pagarles un rublo a los bolos y destinar a causas más dignas de tus ambiciones de Alejandro Tropical los billones de rublos que te dieron durante 30 años.

 

Gracias por Siria, Argelia, el Congo, Mozambique, Angola, Namibia, Chile, Bolivia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador y tantos otros como pudiste. Por las madres, esposas e hijos llorando el cubano caído defendiendo tus ideales en tierras extrañas. Gracias por todos aquellos miles de guerrilleros y/o agitadores que entrenaste como perfectas maquinas de matar para reproducir tus ambiciones imperiales bajo la filosofía que el odio al enemigo es un factor en la lucha. Gracias por los 1, 2, 3 muchos Viet Nam que luego de ensangrentar al mundo pobre concluyeron en estrepitosos fracasos y siempre hay un perspicaz que te acusa de colaborar con el imperio en ello a costa de tu protección; y gracias por convertir al neurótico fracasado de Ernesto Guevara en ídolo de esperanzas.

 

Gracias por las Causas 1 y 2; gracias por un Ochoa y un Tony de la Guardia. Gracias por un Abrahantes que luego de 30 años cuidando personalmente tu pellejo lo encerraste por 20 años y para que no sufriera un trauma le obsequiaste un infarto.

 

Gracias por Elián, por la Batalla de Ideas y por la Revolución Energética. Gracias por la conjuntivitis hemorrágica y el dengue. Gracias por los apagones. Gracias por descapitalizar la planta industrial del país y extinguir la industria y cultura azucarera junto con la malanga, la calabaza y las vacas. Gracias por la aridez y salinidad de los suelos, por la pangola y el gandul y por Rosafe Signet y los F-1, F-2, Taíno y tantas y tantas nuevas especies que resolverán el problema alimentario mundial. Gracias por la pasta de Oca y el chícharo con café. Gracias por suprimir esos malos hábitos alimentarios de desayunar café con leche y pan con mantequilla. Gracias por los camellos y Alamar, San Agustín, Alberro, Abel Santamaría; pero también por Cocosolo, la Timba, la Corea, Palo Cagao, El Fanguito y cuanto barrio marginal hay intra y extramuros de la ciudad.

 

Gracias por las reformas agrarias que convirtieron a los campesinos en sub-asalariados, razón principal de la desaparición de tanto mango, guayaba, calabaza, boniato, quimbombó, maíz, carne, leche, queso, café y todo aquello que el cubano considera como parte de su cultura culinaria.

 

Gracias por el hombre nuevo, tu máxima creación luego de más de 60 años de luchas y desvelos por tu pueblo y al primer chance se monta en cualquier objeto flotante o volador que lo conduzca a por lo menos 90 millas de Punto Cero. Gracias por los miles de muertos y desaparecidos; por los sucesos de Río Canímar y el remolcador 13 de Marzo. Por el dolor de Taismarys Agüero que no le permiten ir a ver por última vez a su madre agonizante. Gracias por el sufrimiento eterno de una madre en una orilla y un hijo en la otra. Gracias por el desencuentro desgarrador y sin esperanzas. Gracias Fidel.

 

Gracias por la Primavera Negra, por Biscet, por las Damas de Blanco; pero también por Hubert Matos, Chanes de Armas y tantos otros miles que fueron maltratados, ultrajados, condenados a largas y penosas condenas en condiciones infrahumanas en las celdas de Villa Marista, el Pitirre, el Combinado del Este, Kilo 8 y otras cientos más. Gracias por extender tus prisiones más allá de las fronteras nacionales que atrapan en la maraña de tu chantaje a todos los que pudieron escapar de la isla cárcel.

 

Gracias por la libertad de expresión. Gracias por el Granma, por Juventud Rebelde, Trabajadores. Gracias por Cubavisión y Telerebelde. Gracias por la UPEC y la UNEAC; gracias por el realismo socialista y el absurdo estético. Gracias por ser el Bloguero en Jefe.

 

Gracias por declarar a Birán Monumento Nacional para que jamás olvidemos donde se incubaron estos delirios de emperador tropical vitalicio, fruto de un gallego ladrón y mercenario y una precoz oportunista jinetera. Gracias por irte pudriendo lentamente en una cama, bien lejos de tus escenarios grandiosos.

 

Gracias, Fidel, por todo lo que nos has dado. Gracias por todas tus enseñanzas y lecciones que jamás la nación cubana y el mundo olvidaran. No es posible recopilarlas todas por el momento, será tareas de varias generaciones de estudiosos de tu vida y tu obra; pero valdrá la pena, porque será el monumento para que la civilización moderna comprenda y particularmente los pobres de este mundo, qué no se debe de hacer.

 

Gracias, Fidel, por hacernos comprender que no puede haber odio ni venganza en nuestros pechos, pero habrá memoria histórica y justicia. Gracias a tus enseñanzas, Cuba y la nación cubana encontrarán definitivamente el camino de la democracia, la esperanza, la libertad, la reconciliación y la alegría de vivir.

 

Por todo eso Fidel, ¡gracias!

Cuba y los elefantes (2008, documental)

Socialismo o muerte

Oswaldo Payá*

Abril de 2003

 

El Gobierno cubano ha encarcelado a cerca de ochenta defensores de los derechos humanos y periodistas independientes, en una operación represiva de proporciones nacionales. Un día antes de comenzar los bombardeos a Irak, el Gobierno lanzaba una operación de terror que incluye los allanamientos durante muchas horas de los hogares de los pacíficos disidentes. Niños, mujeres y ancianos confinados mientras grupos de una o dos decenas de agentes saqueaban sus casas. Los agentes no dejan un sólo rincón de la intimidad de los hogares sin violar, desde las cartas personales y fotos familiares hasta los recuerdos de familia y todos los libros. ¿Dónde están las balas, los explosivos, los planes subversivos, los mapas de espionaje o las informaciones clasificadas, un plan de secuestro o de terrorismo, dónde una petición de intervención, dónde se ha descubierto una conspiración con el llamado enemigo del norte, dónde una palabra de odio o una ofensa escrita? No encontraron nada de eso. Qué encontraron: algunas computadoras personales, algún equipo de fax, caricaturas de creadores independientes, libros prohibidos, documentos sobre el trabajo y el organigrama de las organizaciones pacíficas, es decir, listas de miembros, planes y recibos de ayuda humanitaria, artículos de prensa, proyectos e ideas sobre los cambios pacíficos y, sobre todo, muchas boletas del Proyecto Varela firmadas por ciudadanos que, apoyados en la Constitución, están pidiendo un Referendo para lograr los derechos fundamentales.

 

¿Quiénes son los detenidos? Líderes que promueven el sindicalismo libre, intelectuales que se atreven a decir lo que piensan y producen ideas libres, periodistas independientes, líderes de organizaciones que promueven los cambios pacíficos hacia la democracia y defienden los derechos humanos. Son más de setenta, entre éstos la casi totalidad de la dirección del Movimiento Cristiano Liberación y cuarenta y dos activistas o coordinadores del Proyecto Varela. Hay que sumar once activistas de este proyecto que habían sido encarcelados en las semanas recientes. La mayoría de los detenidos son activistas o coordinadores del Proyecto Varela. Este proyecto ha sido apoyado por decenas de miles de ciudadanos. Es obvio que una de las causas de esta asonada de terror es el auge del Proyecto Varela entre los ciudadanos. Es esta pérdida de miedo la que hace reaccionar con pánico al régimen. También de esta manera pretenden deshacerse de relevantes figuras del periodismo y de la disidencia y desarticular todo el movimiento cívico dentro de Cuba. Apenas una semana después comenzaron los juicios, calificados por los instructores policiales de sumarísimos. Ninguno de los enjuiciados ha tenido las garantías de un debido proceso. Muchos se enteraron de la fecha del juicio menos de veinticuatro horas antes. Los abogados no pudieron en su mayoría preparar una buena defensa. Se prohibió la entrada a los juicios a los amigos, a la Prensa y a los diplomáticos. Sólo entraron uno o dos familiares cercanos al acusado, los testigos de la Fiscalía y un público selecto, que consistía en agentes del Gobierno. Un gran despliegue de agentes de la Seguridad del Estado impedía que nos acercásemos, los que apoyábamos a nuestros hermanos injustamente juzgados, a los edificios de los tribunales.

 

Se celebraron decenas de juicios simultáneamente en toda Cuba. Centro de las acusaciones: supuesta conspiración para anexar Cuba a EE UU, provocar la intervención armada de esa potencia en Cuba o derrocar al régimen establecido. Los elementos que presentó la fiscalía fueron testigos que difamaron sobre la moral y la conducta de los acusados, es decir, delatores que no faltan en las tiranías. Agentes infiltrados como espías entre la disidencia, que ratificaron las ideas y expresiones que los acusados siempre han hecho públicamente. Además, los trofeos encontrados en los saqueos realizados en las viviendas. Por último, una verborrea fanática, servilista, inconsistente y mentirosa. Muchas afirmaciones sobre supuesta comisión de esos delitos, pero ninguna descripción sobre cómo se cometieron.

 

Sentencias pedidas por la Fiscalía: doce años, quince años, dieciocho años, veinte años, veinticinco años, treinta años de prisión para la mayoría, y cadenas perpetuas para más de una docena de los acusados. Ninguno de los acusados podrá hablar por radio y televisión, a no ser que el sistema de terror lo reduzca psicológicamente para manipularlo. Ni aún así dejarían de tener valor y ser dignos de respeto y admiración, ya que su sacrificio por el pueblo los lleva a ese inmenso riesgo de caer en las manos satánicas de sus verdugos, en total indefensión. Digo esto porque algunos de los acusados, después de varios días confinados en las terroríficas celdas de la Seguridad del Estado, en total indefensión, se han retractado de sus posiciones, en los juicios celebrados. Todo hombre tiene límites para soportar el terror y la tortura psicológica, las amenazas y otros tipos de tortura, esto puede variar de una persona a otra. Pero en este caso lo que no varía es el valor de la causa que defendían todos, la de los derechos de las personas.

 

Esta situación creada en Cuba, dentro del estilo represivo de este régimen, es sumamente grave y peligrosa. Las detenciones y los juicios son totalmente arbitrarias, injustas e ilegales. Pero la dimensiones jurásicas de las condenas pedidas, la descarga de odio contra la disidencia pacífica y la campaña nacional de represión evoca otras situaciones en las que los opositores, miles de ciudadanos, han sido encarcelados en situación de verdaderos rehenes. No es una exageración. Estas condenas de cadena perpetua son una amenaza de muerte para todos los opositores pacíficos cubanos. Lo que ocurre es que, cuando se trata de Cuba, los condicionamientos políticos e ideológicos y las imágenes estratificadas de la supuesta Isla de la Libertad enfrentada al gigante del norte impiden a algunos ver a once millones de seres humanos sometidos a un régimen de «no de derecho» por una oligarquía que, como todas, defiende sus privilegios. Denunciamos este atentado contra la opción pacífica como vía para lograr el inevitable y justo cambio en nuestro país. Ahora que tantas voces se levantan contra la guerra, que nadie quiere, pedimos que nuestro pueblo no sea, una vez más, víctima del olvido y de la hemiplejia moral, quedando solo y recibiendo el silencio de los que en el mundo gritan por otras causas.

 

Esta ola represiva es un intento definitivo por aniquilar el camino pacífico para el cambio y preparar al país para la confrontación y el caos, como si ésta fuera la única alternativa a este orden sin derechos. Esto se expresa en su consigna de «socialismo o muerte». Algo que debería ofender a los socialistas. Pero también es una sentencia de muerte. Los cubanos no queremos apoyo para hacer la guerra, ni el apoyo de la guerra, ni de intervenciones para lograr la democracia. Pero sí la solidaridad mundial para que no aplasten a los que construyen la paz y son los primeros en transitar el camino de la paz hacia la reconciliación y los derechos. Al terminar este artículo me informan que el fiscal del Tribunal de Santiago de Cuba ha pedido la pena de muerte para José Daniel Ferrer García, el líder del Movimiento Cristiano Liberación en esa provincia. Sus acciones han sido todas pacíficas y sin ofensas, sólo ha trabajado intensamente en el Proyecto Varela. Hacemos un llamado urgente a todas las personas de buena voluntad para que levanten su voz para salvar la vida de este pacifista.

 

*El autor, premio Sajarov del Parlamento Europeo, murió en julio de 2012 en un hecho no esclarecido, por lo que el 11 de diciembre de 2013 el Parlamento Europeo solicitó una investigación “internacional e independiente” sobre las circunstancias de su muerte

   

 

 

Socialismo o Muerte, valga la redundancia (Parte I)

(1959-1970) 

Enrique Collazo Pérez

 

Desde el triunfo de la revolución los dirigentes económicos del Estado y el propio Castro han impuesto conscientemente giros muy bruscos en la orientación de la política económica en Cuba. Los mismos han descrito una especie de movimiento pendular entre la promoción de una ‘nueva’ conciencia comunista, por un lado, y la implantación de algunos mecanismos dirigidos a una tibia reanimación de la relación mercantil, por otro.


Puede decirse que durante más de cuarenta años, la economía cubana se ha visto sumida en esta suerte de dilema existencial, lo cual, como podrá deducirse, ha provocado graves y profundas alteraciones de naturaleza estructural en todo el tejido económico insular. La economía política es una ciencia sujeta a leyes que poco tienen que ver con la voluntad de los hombres y cuando se intenta violentar los postulados básicos sobre los que se asienta el funcionamiento de cualquier espacio económico, el coste que ello acarrea es de magnitudes extraordinarias y suele costar muchos años enmendarlo eficazmente.

En los años de 1959 y 1960 se sentaron las bases para la supresión del capitalismo y la desaparición del mercado. La colectivización de los medios de producción fue en aumento en 1959 y cobró impulso a lo largo de 1960. Se expropiaron refinerías de petróleo, centrales azucareras, bancos, compañías de teléfono y de electricidad, así como las grandes industrias nacionales y empresas de transportes y servicios, tanto de capital nacional, como norteamericano. Hacia fines de 1960 todo el comercio interior mayorista y el comercio exterior, la banca y la mayor parte de los transportes, la industria, la construcción y parte del comercio minorista, así como más de la tercera parte de la agricultura estaban en manos del Estado. La rápida transferencia de propiedad abolió el sistema capitalista y produjo la desaparición de los mecanismos de mercado; como resultado, la producción y distribución de bienes y servicios dejó en parte de estar determinada por las leyes de la oferta y la demanda.


Al repudiar el mercado, se basculó entonces hacia un modelo de economía planificada. Sin embargo, el plan adoptado era de matriz soviética, excesivamente centralizado y había sido rígidamente aplicado sin adaptarlo a la economía cubana, monoproductora y en vías de desarrollo. Las decisiones económicas fueron impuestas por la dirección política sin consultar al organismo creado para su implementación, la JUCEPLAN. La colectivización de la tierra y el sistema de acopio desarticularon el flujo de abastecimiento del campo a la ciudad y comenzaron a escasear muchos productos, razón por la cual se introdujo desde 1961 la cartilla de racionamiento. De ahí que hacia 1963 el fracaso resultara notorio, tanto en relación con la estrategia de desarrollo basada en una industrialización rápida con diversificación agrícola, como en el modelo adoptado.


De este modo, en 1964 se decidió mantener el énfasis en la industrialización pesada y volver al azúcar como pivote del desarrollo. En la polémica desatada en torno a la adopción de modelos alternativos de organización económica triunfó la propuesta guevarista, la cual preconizaba que primero era necesario lograr el desarrollo de la conciencia para después implicarse en el fomento de la riqueza material. Presidida por esta utopía de naturaleza tan disparatada como inviable, se pusieron en vigor barbaridades económicas tales como diversas gratuidades públicas y la famosa Ley 270 que prescribía la jubilación con el 100% del salario para los trabajadores de las empresas que cumplieran una serie de requisitos en el ámbito de la ‘emulación socialista’.


Entre 1966 y 1970 se radicalizó este modelo cuyos momentos más notables fueron la ‘ofensiva revolucionaria’ de 1968 y el rotundo fracaso de la Zafra de los Diez Millones de 1970. Mediante la ofensiva se expropió a cientos de miles de pequeños propietarios de establecimientos de comestibles, de talleres de reparación de zapatos, relojerías, imprentas, quincallas, estudios fotográficos, talleres de artesanos, peluquerías, bares, expendios de carbón, etc. El Estado cubano se adjudicó el compromiso absoluto de la producción y distribución de todos los bienes de consumo, enorme tarea que estaba muy lejos de encarar y administrar con eficiencia. El fracaso de la zafra produjo un daño devastador en la economía nacional, pues todos los escasos recursos con que contaba el país se pusieron en función del logro de aquella meta.


Ambas catástrofes económicas frustraron los objetivos de la estrategia de desarrollo basada en el azúcar, mientras que el modelo de organización económica tampoco funcionó, tal y como había pasado en 1963.

 

 

Socialismo o Muerte, valga la redundancia (Parte II)

(1971-1985)  

Enrique Collazo Pérez

 

Después del sonado fracaso de la zafra de 1970, y bajo la consigna de ‘a convertir el revés en victoria’, el gobierno cubano se vio obligado a imprimir un giro radical en su política económica y a concederle mayor importancia a los incentivos de carácter material para estimular el crecimiento económico y la eficiencia. También se consolidaron los lazos de dependencia con la Unión Soviética, principal socio comercial y financiero de la Isla durante esa etapa.


En líneas generales esta etapa se caracterizó por el pragmatismo económico y la institucionalización político-administrativa. Los descalabros económicos provocados en la década pasada y una buena reprimenda soviética indujeron a los dirigentes cubanos a introducir un mínimo de orden en la administración económica. La responsabilidad por el voluntarismo económico no recayó en su máximo inspirador, como era de esperar, sino en los jefes subordinados a los cuales se les tachó de idealistas al suponer que la actitud de una minoría de vanguardia era representativa de toda una sociedad. De modo que ahora se trataba de ser realistas para no caer en los mismos errores.

Mientras que en los años setenta se acometieron tareas de institucionalización en todo el país, en los ochenta fueron introducidas algunas medidas liberalizadoras en la agricultura, los servicios y la vivienda, además de realizarse una reforma general de salarios. Meses después del masivo éxodo del Mariel se crearon los mercados libres campesinos, en los que los pequeños agricultores privados podían vender sus excedentes agrícolas, después de cumplir sus obligaciones con el Estado, a precios libremente fijados por la oferta y la demanda.

Entre 1980 y 1981 el gobierno también legalizó el empleo autónomo en oficios tales como peluqueros, sastres, jardineros, taxistas, fotógrafos, electricistas, carpinteros y mecánicos, junto a profesionales como ingenieros, arquitectos, médicos y dentistas. Todo esto redundó en un mejoramiento de las condiciones de vida de la población. No obstante, desde 1982, el gobierno contradijo su objetivo de mejorar la oferta y la calidad de los servicios al lanzar un desproporcionado ataque contra aquellos trabajadores autónomos y pequeños agricultores que consideraba que estaban haciéndose ‘ricos’, con lo cual, los correctivos aplicados al empleo autónomo y a los pequeños empresarios redujeron el alcance que pudo tener esta medida liberalizadora.


En el ámbito estatal de la economía, en esta etapa se instauró de nuevo la planificación central como principal mecanismo económico. Desde 1972 Cuba había pasado a formar parte del mercado común de los países socialistas (CAME), disfrutando de la cláusula de nación más favorecida. La exigencia principal de los soviéticos pasaba porque Cuba adecentara su administración económica, adecuándola a los sistemas del resto de los países del bloque. Para ello, se instauró el sistema de dirección y planificación de la economía, el cual se inspiraba en el modelo de tímida reforma económica introducido en la Unión Soviética en 1965. Entre los objetivos más importantes de aquél estaba la descentralización de las empresas del Estado, la total sustitución de la financiación presupuestaria por la autofinanciación y la utilización de los beneficios como principal indicador de los resultados de gestión, entre otros.


Asimismo, en 1978 fue incorporado de nuevo el presupuesto del Estado, tras haber sido abolido durante casi una década. Además, se crearon los mercados paralelos de víveres, ropa y electrodomésticos, con el fin de reducir la demanda de consumo y aumentar la oferta de artículos, entre otras medidas que buscaban introducir racionalidad y coherencia en el tejido económico del país. Todas estas medidas produjeron una reanimación económica sin precedentes, hasta tal punto que muchos denominan a aquella etapa como ‘los felices 80’. Sin embargo, todo aquel relativo bienestar y elevación del consumo social e individual no fue resultado de una elevación de la productividad y la eficiencia económicas en Cuba, sino que era generado por una relación de intercambio comercial y asistencia crediticia con la Unión Soviética de carácter extraordinariamente generoso.

Desde principios de los setenta se aceptó un grado mucho mayor de integración y dependencia de la URSS con el fin de obtener una ayuda indispensable para rescatar a la economía insular del desastre de 1970. A lo largo de estos años los precios soviéticos del azúcar fueron cuantiosamente más altos que los precios del mercado mundial, así como los del níquel, pues aquellos lo pagaban a más del doble de su precio mundial. Por otro lado, los soviéticos pagaban a Cuba en moneda dura por todo el petróleo que ella lograra ahorrar respecto a la cuota convenida. La combinación de estos espléndidos subsidios reportó un formidable beneficio para la economía cubana que vivió aquellos años de vacas gordas muy por encima de sus capacidades reales de generación de riqueza.

La subordinación hacia la URSS se consolidó durante esta etapa, reforzada por los subsidios a los precios y los créditos comerciales, de ahí que la porción soviética en el total de transacciones de Cuba creciera de 51,7 a 70,5% en 1970-85. El excesivo peso que significaba esta ayuda para la URSS, que ya comenzaba a sufrir graves dificultades económicas internas, asociado al enorme e incontrolable déficit comercial de Cuba, provocó por tercera vez la bancarrota del estilo de desarrollo de la Isla y de su modelo de administración económica.

 

 

Socialismo o Muerte, valga la redundancia (Parte III)

(1986-1993) 

Enrique Collazo Pérez

Esta etapa representa la vuelta a la improvisación y el caos de los años 60, al voluntarismo y a las movilizaciones masivas para tratar de alcanzar determinadas metas económicas. Existe una frase que expresa muy bien el violento golpe de timón a que sería sometida de nuevo la economía cubana y fue pronunciada por Castro en la clausura de una sesión de la Asamblea del Poder Popular en 1986. Aquella expresión, dirigida a su propio hermano y al pueblo entero sentenciaba: ‘Ahora sí vamos a construir el socialismo’. La frase causó una mezcla de estupor y rabia en la población que se preguntaba ‘¿qué cosa habíamos hecho entonces desde 1961?’ Era el enunciado de barricada bajo el cual se inscribía el Proceso de Rectificación de Errores y tendencias negativas, o dicho en otras palabras, una vuelta a los postulados anti-mercado de los 60.


Castro expuso que el proceso de liberalización económica había provocado una corrupción y un derroche generalizados, lo cual generaba además de desigualdades, una ‘mentalidad capitalista’ que debilitaba el espíritu revolucionario de ‘las masas’. Por otra parte, la descentralización económica entrañaba delegación del poder, algo que Castro se resistía a compartir desde siempre, con lo cual, al pronunciar aquella cínica e infeliz frase quedó echada la suerte que correría el país a menos de tres años de la desaparición del bloque comunista europeo.

Mientras, a 9550 kilómetros de distancia, se iniciaba otro proceso de signo contrario, presidido por una liberalización económica y una apertura global de toda la sociedad. Era la Perestroika de Mikhail Gorbachev. En 1989 visitó Cuba y se marchó sin la menor duda de que el revulsivo anti-mercado de Castro y su reforma del socialismo soviético llevaban un inevitable curso de colisión.

Realmente la expectativa inicial era que el Proceso de Rectificación (PR) encontrase un punto intermedio entre los errores idealistas del modelo impulsado por Guevara y Castro en 1966-1970 y los ‘errores economicistas’ de 1976-1985. Sin embargo, el colapso del bloque soviético determinó en gran medida su rápido fracaso, en lo cual también tuvo que ver mucho su irracionalidad económica. Las políticas del PR desmantelaron todas las herramientas inherentes al sistema de dirección y planificación de la economía. De igual modo, redujeron los incentivos materiales, fomentando los morales, reintrodujeron el trabajo voluntario, las brigadas de construcción con disciplina militar y las movilizaciones masivas en la agricultura bajo el patrocinio de un disparatado Programa Alimentario de carácter autárquico que perseguía la autosuficiencia, pero que fracasó en 1992.

Otras medidas adoptadas fueron la abolición de los mercados libres campesinos y la aceleración del proceso de integración de las pequeñas fincas privadas en cooperativas estatales. La eliminación de las actividades de los pequeños fabricantes privados, propietarios de camiones y vendedores ambulantes, la restricción a la construcción, venta y alquiler de viviendas privadas y la recentralización de la toma de decisiones.

Las políticas de colectivización contra los agricultores privados tuvieron un efecto catastrófico en la producción agrícola, mientras que las políticas gubernamentales alternativas no fueron capaces de aumentar la producción. El Estado prometió que el vacío dejado por la eliminación de la actividad privada sería cubierto a partir de la implantación de una serie de mecanismos alternativos. Sin embargo, el sistema de acopio siguió siendo ineficaz y las granjas estatales no consiguieron aumentar la producción, el mercado paralelo desapareció y se reforzó el racionamiento de todos los bienes de consumo.

No cabe duda de que en la etapa de 1986-1993 la economía cubana se sumergió en la peor crisis de su historia. Este progresivo deterioro fue resultado de la caída del bloque soviético y del desmembramiento de la URSS en 1991. No obstante, el descalabro económico comenzó en 1986 cuando se inició el PR y mucho antes de la desaparición del campo socialista. Al mismo tiempo, es posible que el PR contribuyera a frenar la caída del socialismo en Cuba, aunque por otro lado su naturaleza anti-mercado desempeño un papel negativo en la crisis de 1991-1993. En definitiva, actualmente se carece de un programa económico coherente y de una estrategia viable para rescatar a Cuba de la crisis permanente en que se encuentra.

Durante las sesiones del 4º congreso del partido en 1991, sumidos en lo más profundo de la crisis, soportando innumerables carencias y tras la convocatoria librada por el gobierno para debatir los problemas de la sociedad, -’llamamiento’ que realmente devino callamiento- muchos cubanos esperaban que Castro viera con buenos ojos la reintroducción del mercado libre campesino pero él se opuso enérgicamente a esa medida. Tendría que ocurrir la estampida de los balseros en agosto de 1994 para que el gobierno se decidiera a reabrir este mercado, junto con la promulgación de otras medidas tales como la despenalización de la tenencia de dólares y las nuevas regulaciones para permitir el trabajo por cuenta propia, que ya venían aplicándose desde finales de 1993 ante la devastación económica que sufría el país.

 

Socialismo o Muerte, valga la redundancia (Parte IV)

(1994-2001) 

Enrique Collazo Pérez

 

Ni las economías más sólidas de los países capitalistas desarrollados serían capaces de soportar las bruscas sacudidas a que ha sido sometida la economía cubana en los últimos 40 años, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una estructura económica con un grado muy elevado de dependencia de los mercados exteriores. Pero, como ha quedado patente, tal estructura no ha sido gobernada conforme a leyes y a procedimientos científicos, sino que por el contrario ha sido presa de los caprichos y la voluntad de un solo hombre empeñado en perpetuarse en el poder. Tampoco el tema del embargo norteamericano contra la Isla sirve para justificar el descalabro en que se halla sumida su economía, pues la causa de esta situación se encuentra en factores de índole interna.

Con el fin de retener el poder, a partir de la grave crisis de 1993 comenzaron a implementarse un conjunto de medidas que apuntaban de nuevo en la dirección del mercado y se planteaban detener el declive económico, disminuir la inflación y el déficit fiscal, restaurar el valor del peso y promover el crecimiento, reduciendo al mínimo el peligro de desestabilización del régimen. Con todo ello se admitía tácitamente la incapacidad de la economía socialista por sí sola para solventar la crisis.

Las medidas adoptadas fueron la legalización del dólar, la transformación de las granjas estatales en un nuevo tipo de cooperativas, la autorización del empleo por cuenta propia en un número restringido de actividades, un conjunto de medidas fiscales para reducir el déficit presupuestario y el excedente monetario y la apertura a las inversiones extranjeras, entre otras. Fue un remedio de difícil asimilación para la dirigencia, pero indispensable para conservar el poder y sólo con ese propósito se aceptaron sus costos: una disminución temporal del control estatal de la economía, un número creciente de ciudadanos que se buscaban la vida por cuenta propia -legal o ilegalmente- y un aumento de las desigualdades sociales.

Hacia 1996 y en medio del debate económico que suscitaron tales reformas se llegó a la conclusión de que, o se ampliaban las medidas liberalizadoras, o se detenían: era una coyuntura parecida a la que precedió a la Rectificación, salvo que ahora además se proponía una apertura política. A fines de 1995 Castro decidió aparcar la liberalización cuando señaló: ‘toda apertura nos ha traído riesgos. Si hay que hacer más reformas, las haremos. Por el momento, no son necesarias’. Desde entonces, las reformas han quedado sometidas a múltiples controles estatales, regulaciones y restricciones progresivas, además de retrocesos, todo lo cual ha impedido su potencial desarrollo y a veces provocado su declive. Lo cierto es que el régimen se implicó a regañadientes en un cambio para que al final, todo siguiera igual, con el aval de que haber sobrevivido a lo peor de la crisis le permitió reconstituir el sistema político sin mayores riesgos.

Con el fin de recuperar gradualmente el control absoluto sobre la economía, el Estado cubano ha llevado a cabo una política dirigida contra los pequeños empresarios y trabajadores autónomos por medio de la imposición de un abusivo régimen fiscal, la promoción de campañas que generan envidia y hostilidad hacia ese sector y una competencia desleal en contra de ellos. Castro se queja de los elevados ingresos de los autónomos, no obstante, no se refiere a por qué ocurre esto y es precisamente por la bifurcación estructural y monetaria de la economía mantenida por el gobierno que genera esta situación. Por otra parte, las ‘joint ventures’ en Cuba disfrutan de facilidades extremas para la remisión de sus utilidades, mientras que al sector informal se le aplica un sistema impositivo que grava hasta el 90% de la ganancia bruta, lo cual es una flagrante discriminación hacia los propios cubanos.

Hasta donde ha permitido el Estado, las reformas han tenido resultados positivos y han promovido una recuperación económica, pero éstas no han logrado, después de ocho años, recuperar el nivel anterior a la crisis. Asimismo, una vez que el gobierno consiguió los objetivos que se proponía, descartó seguir avanzando en la dirección del mercado, pues ello aumentaría la fuerza del sector privado independiente al concentrar más poder económico, lo que a su vez hubiese significado una pérdida de poder político. De ahí que Castro se oponga firmemente a la reforma orientada al mercado, incluso a su variante china, por motivos tanto ideológicos como sociales -desigualdad, corrupción, erosión del fervor revolucionario- así como por la descentralización de la toma de decisiones y delegación del poder político que tal reforma implica, lo cual le presentaría un reto al omnipresente Estado cubano.

La oposición a las reformas de mercado esta limitando la magnitud del nuevo sector privado emergente, así como la eficacia de su funcionamiento, con lo que ralentizará, cuando no evitará, el logro de un grado de recuperación económica razonable. Con ello Castro pone de manifiesto una vez más la indiferencia que siente por el bienestar material de su pueblo. Resulta absolutamente irracional que se conciba retornar de nuevo a las etapas de 1966-70 y 1986-93 en las que se demostró fehacientemente la extrema ineficiencia del Estado, mucho más en ausencia de un generoso subsidio como el ruso, aunque esta actitud del gobierno hace pensar que los líderes del gobierno alientan la falsa expectativa de una plena recuperación y que por ello ya no es necesario continuar en el camino de la reforma.

Los beneficios de un proceso de retroceso de las reformas desde la perspectiva de Castro serían retomar el control de la actividad económica, lo cual facilitará el control político, social e ideológico. Estos beneficios probablemente satisfagan a Castro y a la dirigencia, sin embargo, sólo serán ilusorios a corto plazo hasta que afloren de nuevo la ineficiencia y los problemas de productividad que genera la propiedad absolutamente estatal. Esta claro que para superar de forma rigurosa y radical la crisis estructural de la economía cubana es indispensable suprimir su carácter dual el cual limita la conexión general del área de inversión extranjera -en dólares- con el resto de la actividad económica -en pesos cubanos. Solo así se podrá conseguir el aprovechamiento óptimo de la inversión extranjera y la base a partir de la cual debería diseñarse una política industrial especialmente dirigida a fomentar sus vínculos con la economía nacional.

Realizar un pronóstico de cuál va a ser el rumbo que adoptará la política económica del gobierno cubano en el resto de esta década es un misterio para todos por cuanto la prioridad uno del régimen continúa siendo retener el poder a cualquier precio. A lo largo de la década de los noventa el proceso de recentralización de la toma de decisiones y el ocaso de la planificación central se han visto agravados por la ausencia de un modelo de organización económica y la desaparición del bloque soviético. Como en 1966-1970, Castro ha tomado el control pleno de las riendas de la sociedad y toma decisiones cruciales improvisando sobre la marcha, como buen guerrillero, y sin un conjunto objetivo de mecanismos de planificación económica. De lo que se trata es de saber si después de la paralización de las medidas liberalizadoras y sin haber podido superar los indicadores macroeconómicos del año precrisis de 1989, el gobierno será capaz de mantener por más tiempo su política inmovilista sin volver a sufrir una crisis de proporciones aún mayores de la de 1993.

La revolución de los bueyes

Miguel Cabrera Peña

29 de agosto de 2003

 

Prácticamente desde 1959 la sociedad cubana empezó a desmarcarse de los adelantos tecnológicos mundiales, una de las causas de su actual estado

 

Cuando Eric Hobsbawn escribía su afamada Historia del siglo XX, desde luego no siempre pensaba en Cuba ni en los cubanos. Si bien es cierto que el acontecer isleño en 1959 dejaría su polémica huella en la pasada centuria, lo que resulta difícil observar, aun con lupa, es la marca que sus décadas postreras imprimieron sobre la mayor de las antillas.

 

Meditando sobre la globalización, Hobsbawn se preocupa por cierta dicotomía donde “curiosamente el comportamiento privado humano ha tenido menos problemas en ajustarse al mundo de la televisión satelital, el e-mail y las vacaciones en las islas Seychelles” que las instituciones estatales.

 

Si se dejara fuera de análisis lo que atañe al Estado, se observaría una de las pocas manifestaciones de la postmodernidad que se mantiene alejada de la polémica, y es lo que Hobsbawn denomina “ajustarse”, que en traducción más precisa significaría, en verdad, acomodarse. Porque la globalización en este sentido consiste en la posibilidad de usufructuar los logros de la ciencia y la tecnología, facilitar la vida, desconocer las distancias y las demoras que monopolizaron toda la historia previa. Es, en fin, disfrutar algo que, incluso en naciones todavía subdesarrolladas como Chile, están al alcance de importantes masas poblacionales, más allá, por cierto, de lo que aquí se denomina clase media.

 

Pero claro que el historiador judío no pensaba en ese momento en los cubanos, en quienes ni siquiera se puede medir el problema del comportamiento frente a los medios tecnológicos comunes en la vida actual. Y no se puede medir porque, sencillamente, no existen como hecho social.

 

Cualquiera recuerda la persecución que desatara la policía cuando los cubanos, quizá con mayor acento en la capital, intentaban captar canales de televisión extranjeros mediante antenas que, como el primer camión-balsa en la historia, no hacían más que mostrar su tremenda capacidad de invención. Con el despojo de la antena venía, desde luego, la multa.

 

Cuando el régimen cubano prohíbe al común de sus gobernados acceder a la tecnología, no sólo le hace la vida más áspera y difícil, sino que extrae al país de su tiempo, lo arrincona en el pretérito y en gran medida lo desculturiza. La historia es mucho más que el gran escándalo. Ella se repliega y acuna en el hecho menor, diario, vecinal, donde se cuecen y encadenan realmente los acontecimientos, donde se hace, rehace y se selecciona, con vocación inacabable, también la cultura.

 

Cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos no posee Internet y apenas alguna vez lo ha visto, cuando el niño no se acostumbra desde pequeño a lidiar con la tecnología, desaprovechando así esa rara habilidad que tiene para averiguar y entender los goznes de ciertos aparatos, cuando no se familiariza y juega con ellos, empieza su vida en desventaja, en un mundo que para avanzar ya se sabe que ha de ser competitivo. Es el país el que prácticamente desde los inicios del actual proceso quedó en desmedro, en menor poder —diría tal vez un sociólogo— respecto a sus iguales en el mundo.

 

Un teléfono celular, más allá de su obvia conveniencia, constituye un resorte de primer orden para la economía, una herramienta de utilidad diaria, al igual que el correo electrónico. Esto es una verdad de Perogrullo, pero la trascendencia perjudicial en la senectud de la sociedad cubana es que estos desfases, acumulados, podrían perjudicar en el porvenir democrático a amplios sectores sociales que en su momento se les privó de esa tecnología.

 

Desde luego que el británico Hobsbawn no pensaba en los cubanos cuando habla de vacaciones en las islas Seychelles. En un país todavía lejos del primer mundo como Chile, las estadísticas indican que centenares de miles de ciudadanos viajan cada año en sus vacaciones al extranjero. Esto se suele observar con cierta banalidad, como mera complacencia de las solicitudes del cuerpo, acaso como esnobismo.

 

Ir de vacaciones al extranjero no únicamente se traducirá luego en una productividad mayor, como sucede generalmente cuando se laboran jornadas inferiores a las ocho horas, sino que ayuda a acopiar una experiencia, escrutar una realidad otra, un conocimiento que, individualmente, pero sobre todo a escala social resulta positivo.

 

Curiosamente, en el ámbito en que el socialismo real se venía abajo, un obrero europeo dijo a la prensa que él viviría en el comunismo cuando ello le permitiera viajar una o dos veces al año fuera de su país, “como yo siempre hago”, añadió. Estas expectativas nunca han existido en el proceso cubano y no debe dudarse de que por aquí también palpitan las razones del retraso visceral, infranqueable de la revolución.

 

Motivo de broma, dentro y fuera de Cuba, se convirtió la idea, echada a volar casi en los portales del siglo XXI, en torno a que la sustitución de los tractores por los bueyes en el trabajo agrícola aseguraría al país muchas ventajas. Era una de las salidas propagandísticas a la dura crisis. Pero con esto, además de enajenar al cubano de una tecnología incluso vieja, se le intentaba persuadir de que ese anacronismo enriquece y es digno de loa.

 

Sólo en un país donde no exista conciencia de semejante ausentismo al llamado de la actualidad, se puede aceptar como “normal” que luego de 44 años el régimen todavía compare el 2003 con lo que sucedía antes de 1959. De algún modo, esta terca renuencia en responder al presente se mete en la psiquis, coacciona, estorba como la maleza. Habrá que andar, cuando la vereda se abra, a paso largo, manera única de medir la anchura de los tiempos que corren. Pero antes de este momento ineludible, habrá que cambiar, de forma drástica, el sentido de la política actual, pues es aquí, por supuesto, donde late el corazón de nuestra angustiosa letanía.

 

 


La infernal lucha por la supervivencia del cubano

 

El mercado negro

Corinne Cumerlato y Denis Rousseau

11 de septiembre de 2000

 

Una forma sutil del régimen para ejercer el control político

 

Sin el mercado negro, los cubanos no lograrían sostenerse. “Es una fuente de vida, un cordón umbilical”, reconoce Laura mientras compra leche en polvo para su hija que acaba de cumplir ocho años y ya no tiene derecho a la ración mensual a precio subvencionado. Si tuviera que comprarla en el supermercado, gastaría la mitad de su salario ($5,80 el kilogramo).

 

En la calle, es mucho más accesible. El mercado negro no surgió súbitamente en el momento del Período especial en tiempos de Paz decretado por Fidel Castro al día siguiente de la desaparición del muro de Berlín.

 

Todos juran por lo más sagrado que fueron los propios soviéticos los que introdujeron en la isla ese comercio poco ortodoxo. Pero para paliar la penuria y las insuficiencias del mercado estatal, los cubanos desarrollaron rápidamente un gran sentido para resolver sus problemas. Hombres, mujeres, niños, de todas las edades, de todo color, recorren las ciudades y los campos en su bicicleta a la que le han adosado una caja plástica que muchas veces contiene tesoros insospechados. Discretos, pero sin precauciones excesivas, van de puerta en puerta, toman nota de los pedidos de cada familia, proponen los productos que tienen en el almacén y revenden al detalle lo que desvían de los almacenes del Estado.  En cualquier lugar, en cualquier momento, un intercambio clandestino.

 

En el mercado negro se encuentra de todo. Artículos alimentarios, pero también pintura, alcohol, herramientas, piezas de repuesto, material de computación... Incluso hasta accesos piratas a la Internet, revendidos a $30,00 al mes en vez de los $260 que cobran los suministradores autorizados. La maniobra es muy sencilla: un empleado del suministrador de acceso le dice cuál es el login y la palabra clave de conexión de un abonado oficial que, por su parte, se desesperará de no poder conectarse durante largas horas a pesar de haber pagado el acceso a la web, que sin duda alguna es el más caro del mundo. Con un poco de paciencia, y una buena red de amigos para encontrar el contacto capaz de obtener lo que uno quiere, más temprano que tarde el negocio se realiza, cualquiera que éste sea... Los precios en práctica son por supuesto más caros que los del mercado subvencionado, pero, a cambio, mucho más ventajosos (inferiores en un 30 por ciento aproximadamente) que los del mercado en dólares.

 

Este tráfico ha adquirido una amplitud tal que demuestra sin lugar a dudas la perversidad de un régimen que ha reducido a sus ciudadanos a las situaciones más extremas. “El Estado nos convierte en ladrones”, admite sin vergüenza alguna un artesano carpintero que no puede obtener en el mercado en pesos los suministros que necesita para su trabajo. Como él, la mayoría de los cubanos, remunerados en pesos y por lo tanto imposibilitados de obtener mercancías que se venden únicamente en dólares, se pagan ellos mismos a su manera, y ésa es su forma de venganza.

 

Esa es la razón principal del apego, a primera vista incomprensible, manifestado por los cubanos por sus empleos tan mal pagados. Un trabajo es, ante todo, una posibilidad de aprovisionarse, primero directamente o desviando, y estableciendo después una red de comercialización y de intercambio. Un alto empleado de Havana Club, la filial de ron cubano de Pernod-Ricard, contó el descubrimiento hecho por casualidad de un tráfico a la salida de una destilería. A un guardián le habían despertado sospecha los salideros de líquido en una bicicleta: pues bien, los obreros llenaban de alcohol todo el marco metálico de sus bicicletas. ¡Al parecer esas armazones pueden contener varios litros de ron! Los procedimientos no siempre son tan ingeniosos, aunque siempre tienen una nota de ingenio: un agujero hecho en el techo de una cervecería en La Habana, por donde se sacaban los barriles de cerveza, o camiones de productos alimentarios asaltados por bandidos en bicicleta. El gerente europeo de un gran hotel nos confió: “Estamos convencidos de que se llevan dinero gracias a una manipulación del sistema de computación: pero hasta ahora no hemos podido descubrir cómo lo hacen...”.

 

Según un estudio llevado a cabo en 1997 por el ministerio de Economía y Planificación, el mercado negro absorbía el 26 por ciento de los gastos familiares contra el 24 por ciento en las bodegas del Estado, 10 por ciento en las tiendas en dólares y 40 por ciento en el mercado campesino. Según el Financial Times, el peso de esta economía subterránea sería de hecho dos veces más importante que el de la economía legal. Las autoridades cubanas no ocultan que el alcance del fenómeno amenaza con comprometer los esfuerzos de recuperación llevados a cabo en las empresas del Estado, en las que tratan de imponer serios controles y de formar sus cuadros con una conducta más rigurosa. 

 

Para el muchachito, el placer de una flauta de pan.

 

Peor todavía, el Partido ve, no sin razón, que esos tráficos minan los fundamentos de la ética revolucionaria, y lanzan la responsabilidad del mismo sobre sus enemigos tradicionales. “Los yanquis y los contrarrevolucionarios centran sus principales esperanzas en esos engendros convencidos de que después de haber devorado a la URSS... nos arrastrarán a la desmoralización”, denuncia el sindicato oficial, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). El cubano de la calle, por su parte, no se deja convencer. El sabe perfectamente que las jerarquías del régimen están al abrigo de las penurias porque disfrutan de ventajas materiales, de fuentes de aprovisionamiento y de servicios privilegiados. Con un gran pragmatismo, él simplemente ha adaptado su lenguaje a las reglas de la decencia revolucionaria. La palabra ladrón desaparece prudentemente del vocabulario corriente. El revendedor se convierte en bisnero, adaptación local de businessman, si bien de un tipo muy particular. El comprador, por su parte, se define como el que tiene que “resolver”. “Quien roba a ladrón (entiéndase el Estado), tiene cien años de perdón”, reza un dicho popular.

 

Sin embargo, la ética revolucionaria no es la única que sufre por el comercio ilícito. La salud de los cubanos también. Los refrescos son gasificados con nieve carbónica de extinguidores de incendio; se le aplica un toque de perfume a la tapa de barras desodorantes fabricadas con productos totalmente indeterminados. Las pizzas se meten en el horno cubiertas con preservativos molidos, como si fueran queso. Las frituras son condimentadas con insecticidas mortales... “En el mercado negro se venden productos industriales, medicinas, material médico, piezas de repuesto para equipos electrodomésticos o automóviles que son imposibles de fabricar por medios artesanales”, declaraba en marzo de 1977 el semanario Tribuna, que se felicitaba por el desmantelamiento de cuarenta y seis depósitos clandestinos, seis fábricas ilegales de utensilios de plástico y dos talleres de quincallería.

 

A pesar de las reiteradas amenazas de sanción, de llamados a la movilización de los Comités de Defensa de la Revolución para controlar el fenómeno en los barrios, el régimen tolera esos tráficos que sirven de válvula de escape a la tensión social que las escaseces pudieran engendrar. Permite también ejercer una forma sutil de control político, cerrando los ojos cuando le conviene, reprimiendo al individuo que trabaja ilegalmente en el mismo momento en que éste manifieste demasiado abiertamente su descontento. De esta manera se ha instaurado una especie de pacto tácito. La impunidad a cambio de una colaboración de fachada con el régimen.

 

La pesadilla del agua y de los cortes de electricidad

 

Pero no basta con regresar a la casa después de haber conseguido trabajosamente un poco de arroz o de garbanzos para preparar la comida. Hace falta que, a la hora de cocinar, haya un poco de agua, gas, electricidad o luz brillante para el fogón... La historia se repite... “La falta de agua y electricidad marca como un reloj fatal las horas de nuestra vida cotidiana”, denuncia un editorial de la revista católica Vitral. “Todos debemos vivir como suspendidos de un hilo, para saber si hoy llegó el agua o si no han cortado la electricidad”. La falta de agua, una pesadilla más tormentosa todos los días.

 

Hubo un tiempo -por supuesto muy lejano, antes de la revolución- en que La Habana estaba orgullosa de su acueducto, uno de los primeros y más modernos de América Latina. Los recursos naturales de agua dulce eran abundantes, estiman los especialistas del Instituto Nacional de Recursos Hidrológicos. Con 13.200 millones de metros cúbicos existentes, las necesidades actuales podrían estar ampliamente cubiertas. Pero no es así. En el mejor de los casos, el agua llega a las cisternas de las casas un día sí y otro no. El 50 por ciento del agua bombeada en los lagos artificiales o en los mantos freáticos se pierde durante su traslado debido al estado catastrófico de las canalizaciones. El 80 por ciento de la red nacional necesita reparaciones. Resultado, en este país tropical donde se suda desde la mañana, la ducha se convierte en un lujo a pesar de los barriles, palanganas, tanques y tuberías caseras que se amontonan en azoteas, pasillos y escaleras.

 

En cuanto al gas de cocina, la situación es igualmente mala. Las amas de casa de La Habana tienen la costumbre de dejar las llaves del gas abiertas todo el tiempo: el silbido del gas les avisa de que pueden empezar a cocinar. Una explosión, de vez en cuando, también indica que se esperó demasiado...

 

Los cortes de electricidad, por su parte, son en principio planificados según un calendario publicado cada semana en la prensa local. Estos cortes son destinados a ahorrar el combustible que hace funcionar las centrales termoeléctricas. Con la misma idea de ahorrar energía, a los cubanos les está prohibida la compra de planchas, calentadores eléctricos o equipos de aire acondicionado.

 

Según el día de la semana, los diferentes barrios de las ciudades se sumergen por turno en la oscuridad durante tres o cuatro horas seguidas. Los refrigeradores se paran, no hay agua fría, no funcionan los ventiladores, el tufo húmedo de los trópicos se aferra a los cuerpos y los espíritus agotados. Las calles llenas de baches, recorridas por ciclistas sin luces, y peatones fantasmas, se convierten en otras tantas trampas para el automovilista sin experiencia. De cuando en cuando, en los barrios residenciales, las luces señalan las casas de los privilegiados -extranjeros o dirigentes- que disponen de una planta eléctrica. El apagón se ha convertido en un miembro más de la familia cubana, del que se habla cada mañana con el vecino. Porque además de los apagones programados, también se producen “sorpresas” según las averías diversas y variadas que no dejan de ocurrir en la red o en las centrales donde la mayoría de los equipos provienen de la ex URSS o de la antigua Checoslovaquia. En octubre de 1999, en algunos barrios de La Habana hubo cortes de electricidad de seis horas seguidas... En ocasiones, la corriente se iba de forma intermitente: cuatro horas por la mañana, tres horas al mediodía, y dos horas por la noche. Suficiente para desesperar a cualquiera. No obstante, las autoridades afirman que para el verano del 2000 los cortes de electricidad programados deben desaparecer.

 

A nadie se le ha olvidado los apagones interminables -hasta de 20 horas-  del verano de 1993. La mitad de la población, obligada a dormir en la calle en busca de un poco de fresco porque los apartamentos se convierten en verdaderos saunas, estuvo a punto de volverse loca. Los cortes de electricidad eran tan numerosos y seguidos que los cubanos ya no hablaban de apagones, sino de alumbrones... “En esa época”, escribe el corresponsal mexicano Homero Campa, “la crisis fue tal que parecía que la capacidad de resistencia de la población estaba a punto de agotarse y el gobierno a punto de ser derrocado...”. El régimen no ha olvidado la lección. Desde entonces, dosifica sabiamente los inevitables apagones según las temporadas y los acontecimientos nacionales. En general, los cortes son menos frecuentes y menos duraderos durante los meses más calientes, y tampoco se va la luz cuando el presidente cubano recibe a invitados de categoría, como durante la Cumbre Iberoamericana de La Habana en noviembre de 1999.  

 

El transporte: a pie, a caballo, o en bicicleta

 

El vehículo motorizado, ya se trate de un Lada sin aire acondicionado o una simple motocicleta con un sidecar, es un lujo reservado a los buenos soldados del socialismo. Ni pensar en comprar un automóvil -de segunda mano, por supuesto; los autos nuevos son inaccesibles- sin autorización previa de las autoridades. Los cuadros del Partido o de las sociedades mixtas disfrutan de la ventaja incomparable de tener un vehículo de trabajo y cupones para la gasolina. Para los demás queda el autobús, la bicicleta, o la botella, versión local del auto-stop. El carretón de caballos vuelve a revivir: carretones con bancos adosados llevan a las familias hacia las playas de La Habana los fines de semana y hacen las veces de minubús en los barrios de la capital y en las provincias.

 

Durante los últimos diez años se han distribuido más de un millón de bicicletas para paliar la grave crisis del transporte. El propio Fidel Castro le ha dedicado un elogio muy personal: “La revolución es como la bicicleta, ¡tiene frenos pero no marcha atrás!”. En Cuba, tampoco tiene luces ni cambio de velocidades. Importada de China, y después ensamblada en Cuba, de un peso muy hiperrealista socialista, la pequeña reina se convierte, si es necesario, en el medio de transporte familiar. No es raro cruzarse con una bicicleta en la que van un matrimonio y sus dos niños...

 

El mal estado de las calles, la falta de iluminación urbana y la imprudencia de los ciclistas que se enganchan a los camiones y guaguas, son la razón de numerosos accidentes. Según las estadísticas oficiales, constituyen las principales causas de un tercio de los accidentes mortales que se producen en el país. En el primer semestre de 1999, treinta y cinco ciclistas resultaron muertos en la carretera y muchos miles fueron víctimas de accidentes de menor magnitud. Si bien presentan menos riesgos, los transportes en común son muy aleatorios. La Dirección Provincial de Transportes de La Habana enumeró en Tribuna del 13 de diciembre de 1998 algunos de los problemas que hacen que los viajes en autobús sean tan difíciles: de los 500 autobuses existentes, 300 no podían funcionar por falta de piezas de repuesto. De los 70.000 litros de combustible necesarios cada día para el funcionamiento de los autobuses, regularmente faltan 20.000. De los cincuenta itinerarios creados, el servicio efectuado sólo cubre entre el 45 y el 79 por ciento de lo previsto.

 

Así pues, el cuadro es: una espera interminable y un trayecto difícil para el desgraciado pasajero que no tiene otra opción que tomar el autobús.

 

De unos treinta metros de extensión, capaces de transportar a unas trescientas personas a la vez, el autobús habanero, bautizado con el nombre de “camello'” debido a las dos jorobas que recubren los ejes del semi-remolque que lo arrastra, se ha ganado un puesto en la picardía popular de los cubanos. El trayecto en “camello” merece, según los cubanos, la misma advertencia que difunde la televisión pública antes de la película del sábado por la noche: “Atención: escenas de violencia, sexo y lenguaje de adultos”.

 

Por lo duro de las condiciones del transporte, los cubanos han reducido sus desplazamientos a lo estrictamente necesario y apenas salen de sus barrios. “Ni siquiera tenemos fuerza para ir al cine”, dijo Raquel, que todos los días tiene que tomar la guagua para ir de Santos Suárez, donde vive, a su trabajo en el barrio Playa... “El otro día paseé con mi marido por el Malecón: fue como si hubiésemos ido a Venecia”, dijo sonriente. “Hacía años que no pasábamos por allí”.

 

Ir de una ciudad a otra es una verdadera proeza. Calixto, un muchacho cubano, llamado de urgencia para que fuera junto a su madre a punto de morir en Sancti Spiritus, en pleno centro del país (350 kms. al este de La Habana) necesitó cuarenta y ocho horas para llegar allí en autobús. Y ni qué decir que siempre tuvo la prioridad debido a la circunstancia excepcional de la gravedad de su madre.

 

La práctica corriente aconseja sacar el boleto con unos quince días de anticipación, si uno quiere tener la suerte de salir el día previsto (en esto también, el mercado negro puede hacer milagros). Ni la hora ni el día de salida están garantizados. El tráfico ferroviario es muy escaso y a muchas ciudades de provincia el ferrocarril sólo llega una o dos veces por semana. Queda el auto-stop, horas y horas de espera en los cruces de las vías importantes. Ancianos, hombres, mujeres, niños, bebés, esperan pacientemente bajo el fuerte sol. Fuera de la capital, los vehículos que circulan son poco numerosos: autobuses y autos de turistas, algunos camiones y Ladas de empresas estatales o de administraciones públicas. Estos últimos deben detenerse obligatoriamente cuando un funcionario vestido de amarillo, ubicado en cada cruce estratégico, les hace señales para que lleven uno o más pasajeros de los que allí esperan.

 

Pero generalmente, la gente se amontona en las plataformas de los pocos camiones que recorren las destruidas carreteras. A veces, una vaca errante se atraviesa delante del vehículo: se produce el choque. En 1999, sin contar autos y camiones, nueve buses interprovinciales chocaron con animales en la vía, según dan a conocer estadísticas oficiales.

 

Algunos aseguran que los animales son azorados hacia la carretera por los campesinos, que de esa manera pueden desollar al animal que de otra forma no tendrían derecho a tocar, aunque fuesen los dueños del mismo. Vivir cada día en esta isla del socialismo tropical, es llevar a cabo una verdadera guerra de guerrilla contra la adversidad. El menor gesto anodino, la menor gestión, la menor necesidad vital -comer, alumbrarse, curarse- se ha convertido en una misión de combatiente. El alojamiento es uno de los puntos más negros de esta infernal lucha por la supervivencia.

 

 

“Socialismo o muerte” valga la redundancia

Xavier Rubert de Ventos

4 de julio de 1990

 

Pese a esta apostilla que acompaña ya en muchas calles de La Habana al omnipresente y necrofílico eslogan oficial. Pese a las viejas carencias, las nuevas colas y los interminables apagones, que el ingenio habanero llama ya “alumbrones”. Pese a la advertencia rusa de que desde enero próximo van a exigir el pago del petróleo en divisas convertibles y la compra del azúcar a precios de mercado. Pese al evidente deterioro de la retórica del internacionalismo, del altruismo oficial y del heroísmo por decreto que ha agotado a los mayores y que suena ya a chino a los jóvenes. Pese a las procesiones de la Virgen del Carmen, que se transforman espontáneamente en manifestaciones y aconsejan al régimen anular una visita del Papa cuyos efectos no podría ya controlar. Pese a los acontecimientos en el Este europeo y en Centroamérica que van transformando a Cuba en una isla no ya geográfica, sino incluso histórica: último bastión del comunismo como lo fue del imperio español. Pese a la inquietud de los altos oficiles de vuelta de Angola, para quienes el caso Ochoa muestra que la revolución está empezando a devorar incluso a sus hijos uniformados... Pese a la entereza, también, de los cucarachas disidentes que ni la cárcel ni el acoso permanente han conseguido amedrentar. Pese a un exilio, en fin, que desde Madrid o Miami empieza a descubrir que el anticomunismo como seña de identidad va siendo ya tan anacrónico como el propio comunismo...Pese a todo ello y mucho más, el régimen cubano puede durar. Puede durar ese delirio barroco de organizar la vida y espiar el alma de sus ciudadanos hasta el límite de decretar el precio del perejil, el grado de desviación de un pensamiento, la voluntariedad de las brigadas de trabajo o la inclinación justa de los tejados. Un delirio que más que prefigurar una sociedad sin clases nos retrotrae a la tradicional relación del cacique con sus subordinados al estilo del Fernando de Sarmiento o Doña Bárbara de Gallegos. Un patroncito que nada les quita, claro está (eso de la plusvalía es muy posterior), sino que funda su poder en lo que magnánimamente concede: en su capacidad de obligarles con su infinita generosidad y prepotencia. A cambio de eliminar otros monopolios, el régimen ha establecido así el monopolio del don. Nadie puede comprar una casa, un saco de abono o un coche: es Castro quien todo se lo procura.

 

¿Pero cómo puede sostenerse aún este sistema, fuera ya de todo contexto ideológico e histórico? Varios son los factores que se conjugan para favorecer este mantenimiento residual. Internos ante todo: los mecanismos de la represión capilar, barrio a barrio, montada sobre el principio de que cada uno es el guardián de su vecino; la inercia y la propia complicidad que acaba generando esa servidumbre voluntaria por la que se acepta el mal vivir a cambio de poco trabajo y nulo riesgo; el miedo de los más sensatos a que eso de socialismo o muerte no sea sólo una redundancia, sino también una advertencia de que, al menor intento, Castro está dispuesto a usar el Ejército para llevarse al país por delante. Pero también favorece su mantenimiento la propia torpeza de los americanos, que con sus maniobras de acoso refuerzan en la isla la falaz identificación de nacionalismo y castrismo. Y puede aún sostenerlos -o esto esperan al menos- la nueva ayuda china y las inversiones turísticas españolas, con las que pretenden reconvertir el país en campamento para veteranos de Afganistán o asilo para refugiados polares de Canadá. Un paraíso de vacaciones montado sobre el principio del apartheid a fin de que el turismo no contamine la pureza revolucionaria de los cubanos.

 

¿Y si a pesar de todo las nuevas reservas turísticas se retrasan o no alcanzan a sustituir las divisas, la energía o el grano subvencionados que a partir de enero dejarán de fluir de la URSS? La imaginación de Castro se crece ante las dificultades: para tal caso tiene ya previsto un autárquico período especial en tiempo de paz basado en la reducción del consumo, la ruralización del país y su práctica vuelta a una economía de subsistencia: cada uno con su huerto y su gallina. Con lo que se reforzarían los dos rasgos que más aproximan el castrismo a las tradicionales dictaduras latinoamericanas: su carácter caciquil y su vertebración en torno del Ejército. A ello apunta ya, en todo caso, el reciente nombramiento de dos militares (los generales Escalona y Batista) para presidir la Asamblea Nacional del Poder Popular y los Comités de Defensa de la Revolución.

 

La cosa, decíamos, puede durar: lo que no puede ya es crear, desarrollarse, inventar. El proyecto que cautivó el entusiamo de un pueblo y la imaginación de una época es incapaz de concitar hoy los mínimos de adhesión para atreverse a enfrentar un referéndum o unas elecciones.

 

“¿Pero cómo puedes decir esto?”, me responde un alto oficial castrista. “¿No has visto, chico, la enorme manifestacíón espontánea que se ha armado para denunciar la agresión de Tele Martí?” “También asistí”, contesto, “a la de Managua cuatro días antes de que los sandinistas perdieran las elecciones.” “Fue tan espontánea como impresionante... “Sí”, insisto, “a todos nos seducía la imagen del gallito sandinista plantando cara al bravucón americano. Pero resultó que las gallinas y polluelos del país optaron por descargarse de tan heroico empeño y tanta misión histórica.” “¿Ironías con el heroísmo de los compas sandinistas ... ?” “No, al coritrario. Y sobre todo desde que tuvieron la gallardía de querer revalidar el poder absoluto conquistado con las armas por el poder sólo relativo que dan las urnas. ¿Por qué no probáis vosotros esta nueva forma de heroísmo?”.

 

El amigo del Comité Central pone cara de póquer. Está claro que la revolución ha perdido vocación experimental. Lo que fue vanguardia se ha transformado en anacronismo; la valentía, en bravata, y la imaginación en dogmatismo. Aquel símbolo de toda una generación aparece ahora como mera arqueología política, y el temido efecto-contagio de su ejemplo se muta en efecto-repulsión y en espantajo. De ahí seguramente que los americanos opten por no intervenir directamente en la isla. Y no sólo por los costes humanos que para ellos supondría. Es también por los beneficios disuasorios que tiene el propio espectáculo de la descomposición castrista. Es más: nada tan bueno como un par de años de angustia y carestía progresivas para dejar a un país perfectamente desmoralizado, si no desangrado, listo para una rápida y eficaz portorriqueñización.

 

Está claro que ningún cubano, esté donde esté, piense lo que piense, puede apostar por tal salida. ¿Pero hay alguna alternativa a esta gradual pauperización social y descomposición política culminando en un eventual baño de sangre? ¿Y hay personas interesadas y dispuestas a apostar por ella? He hablado en La Habana con ministros y disidentes, con jóvenes contestatarios y con representantes eclesiásticos, con diplomáticos soviéticos y con representantes de la Seguridad del Estado. Me he entrevistado con legendarios tripulantes del Granma y con héroes de Sierra Maestra, con dirigentes del Comité Central y con representantes de las Juventudes Comunistas. He visto también a los exiliados en Miami, Bruselas o Madrid. Y en todas partes, en todas, he descubierto el deseo de emprender una transición hecha por los cubanos mismos, y el temor de que la actual resistencia numantina sólo conduzca a que el cambio se haga a sus espaldas, y a sus expensas. La conciencia, en definitiva, de que el régimen que estableció las bases de la independencia nacional puede acabar siendo un obstáculo para su propia continuidad y consolidación.

 

Existe, pues, un verdadero Frente Amplio convencido de que hay que empezar inmediatamente, y desde dentro, a apaciguar una ideología que se está haciendo histriónica, a sincerar una economía cuyo parecido con la realidad va siendo pura coincidencia y, en definitiva, a normalizar la política a través de las urnas. Sólo así, piensan, se podrá mantener la dimensión social y nacional que tuvo la revolución, asegurar una transición sin temor al revanchismo e incluso asumir la posibilidad de que Castro tenga un papel o alcance una legitimidad en el marco de unas elecciones democráticas. Al fin y al cabo, un gallego que entró en La Habana por su pie y no detrás de los tanques rusos debería poder inventarse una salida mejor que la mayoría de los jerarcas del Este europeo.

 

Y sólo entonces, tal vez, habría tenido razón Fidel cuando dijo: “La historia me absolverá”. Pues para conseguir esta absolución no basta comparar el desarrollo de Cuba al de Bolivia o Ecuador (cuando en 1959 tenía la isla, todo lo mal repartida que se quiera pero tenía, una renta per cápita doble de la española) o haber mejorado la sanidad y la educación (en base a una descomunal deuda a los soviéticos) caso tanto como el control y la indoctrinación de la gente. Aunque siempre habrá, no lo dudo, quienes piensen que vale la pena montar un Estado policial para hacer avanzar la educación -justo como otros creen que vale la pena la parafernalia de la guerra de las galaxias para hacer el test de nuevas vacunas o inventar nuevos materiales.

 

En cualquier caso, sólo una transición desde dentro y desde ya podría evitar el sacrificio de la población y el borrón y cuenta gringa a que concude el fundamentalismo cómplice en que están enzarzados los dinousaurios del castrismo y del exilio -a esos que habría que ir pensando ya en llamar los castroides y los miamoides.

 

Sé que eso de una alianza objetiva entre los sectores más duros de La Habana y de Miami puede sonar a especulación académica. Pero no es ninguna casualidad que en los círculos oficiales de Cuba exista una mejor disposición a dialogar con los abanderados del exilio anticomunista que con los pacifistas o defensores de los derechos humanos de la isla. “Las cucarachas de aquí”, me dicen, “son peores que los gusanos de allá”. ¿Y quiénes son estas cucarachas? Pues disidentes como Gustavo Arcos o Elizardo Sánchez, que desde la cárcel o al borde del linchamiento no dejan de aconsejar al extranjero que se levante el bloqueo de alimentos y medicinas, y que no se acose aún más a Castro. “No se trata de pedir cabezas o responsabilidades, me dice Gerardo Sánchez, “sino de acabar con el mito sin suplirlo por el luto. Es difícil, lo sé, pero más dificil lo tiene Fidel: se trata de un ateo que está esperando un milagro”.

 

La mayor paradoja, sin embargo, es que un milagro mayor aún está efectivamente al alcance de los cubanos por poco que sepan abrir entre todos el proceso democratizador. Un milagro que permitiría a Cuba, y en pocos años, no ya cambiar de dependencia, sino conquistar una verdadera autonomía y aun la hegemonía en toda el área, incluida Florida. El propio drama de la diáspora habría resultado, a fin de cuentas -felix culpa-, una verdadera bendición, por poco que tengan el coraje, la sensatez y la imaginación para hacer que el enorme capital sin país de la comunidad de Miami vuelva a ese bravo país sin capital que es Cuba. ¿Qué no podrá hacer esta nación si el flujo económico de Miami (tal vez mayor que el propio PNB actual de Cuba) no pretende ya arrollar la isla y se pone al servicio de su desarrollo; si todo el potencial de la comunidad de Miami deja de soñar en la Cuba de hace 30 años y se pone a colaborar en la del futuro?

 

El imperio había querido hacer de Cuba “una plantación sin fisonomía”, una mezcla de balneario y puerto franco, de casino y de burdel. Frente a ello, y antes de culminar en despotismo y dependencia, la revolución supuso una liberación nacional y también una cura de caballo: una tan dura como necesaria puesta en realidad. Y es esta realidad la que se ofrece hoy como una magnífica base para un desarrollo más justo y también más esplendoroso del que nunca conoció la isla. Basta para ello que el dogmatismo de los unos no se alíe a la nostalgia de los otros para transformar la isla en una patética redundancia que acabe descomponiéndose, como en el soneto de Góngora, “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”.

 

O esto por lo menos es lo que pienso al abandonar la isla, cansado pero no desalentado, y sintiendo que, de algún modo, también yo soy cubano.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.