CRÍTICA  IZQUIERDISTA

DE   LA  CUBA  DE   LOS   HERMANOS  CASTRO

 

Haroldo Dilla Alfonso:

(académico marxista cubano)

 Para la izquierda, el crimen contra Orlando Zapata Tamayo es un reto. Nada aquí puede ser justificado, y sólo puede ser explicado como la reacción criminal y represiva de una élite autoritaria y decadente que pisotea cada día al socialismo hablando en su nombre, mientras prepara su propia conversión en una nueva burguesía”.

 

Hilda Felipe:

(vieja militante del Partido Comunista de Cuba)

En Isla de Pinos estuve 13 meses. Allí la prisión fue muy dura. Nos tenían en un lugar tan remoto, tan aislado, como a 70 kilómetros de Nueva Gerona. Primero nos llevaron para un gran almacén abandonado, donde las ratas caminaban por los alambres. Allí violaron a una mujer”.

 

Pedro Campos:

(exdiplomático marxista cubano)

Su gobierno-partido-estado, según lo que se desprende de sus propias palabras, enfrenta una oleada creciente de desobediencia pública, de un aumento de la insurgencia pacífica del pueblo, de una variada forma de resistencia no violenta, como resultado de su insatisfacción generalizada con las políticas económicas, sociales y cívicas de su estado corrupto y corruptor”.

 

Isabel Allende:

(hija del presidente Salvador Allende)

Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión.

 

Eduardo del Llano:

(cineasta izquierdista cubano)

La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano”.

 

James Petras:

(académico marxista norteamericano)

Mientras que la mayoría de los países asiáticos y latinoamericanos iban a la zaga de Cuba en los años sesenta, hoy han superado a Cuba en la diversificación de sus economías, el desarrollo de sectores competitivos de fabricación para la exportación y la disminución de su dependencia de un grupo limitado de productos de exportación”.

 

Oscar Espinosa Chepe:

(economista marxista cubano, prisionero del Grupo de los 75)

La transición ya se está efectuando en el lugar más importante, o sea, en el alma y la mente de los cubanos, frustrados y desengañados de tantas promesas incumplidas”.

 

Ariel Hidalgo:

(profesor marxista cubano)

En el Destacamento 47 era raro el día que no escucháramos personas corriendo por los pasillos, los gritos, los sonidos de los golpes y los lamentos de las víctimas”.

 

Canek Sánchez Guevara:

(nieto mayor de Ernesto ‘Che’ Guevara)

Todas mis críticas a Fidel Castro parten de su alejamiento de los ideales libertarios, de la traición cometida en contra del pueblo de Cuba y de la espantosa vigilancia establecida para preservar al Estado por encima de sus gentes”.

 

Rodolfo ‘Fito’ Páez:

(compositor, cantautor y pianista izquierdista argentino)

Un solo muerto es ya una tragedia. Me parece que allí hay que tomar la dimensión de lo que significa una tragedia, un drama (…) Ya aquellos fusilamientos que hubo hace unos años, con la balsa aquella que iba para Miami, y la cantidad de muertos que hay allí en el mar (…) Es muy difícil que un gobierno pueda sostener moralmente tantas muertes”.

 

Miguel Arencibia Daupés:

(abogado socialista cubano)

Pese a golpes de pecho y rasgados de vestiduras, así ha acaecido con el neoestalinismo cubano en estos 53 años de un proceso que casi desde los inicios dejó de ser revolución para involucionar, simulándose la suplantación con imágenes ficticias, vendidas interna y externamente (y cada día menos  compradas  en sendos ámbitos)”.

 

Martín Guevara:

(hijo del hermano menor de Ernesto ‘Che’ Guevara)

si algo no le gusta a Fidel después de no ser el centro de atención constante, es quedar mal, que se sepa la verdad, que se sepa que bebe vinos castellanos de más de 200 euros la botella mientras pide a su pueblo sacrificios numantinos.

 

Oscar del Barco:

(filósofo socialista argentino)

Creo que parte del fracaso de los movimientos ‘revolucionarios’ que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania, Yugoeslavia, China, Corea, Cuba, etc., se debió principalmente al crimen. Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.

 

Antonio Muñoz Molina:

(académico izquierdista español)

Estoy en contra de la dictadura de Castro no a pesar de que soy de izquierdas, sino porque lo soy; ser de izquierdas no me parece que sea alabar a un tirano”.

 

Juan Antonio Blanco:

(académico izquierdista cubano)

El mayor estafador de estos tiempos no es el financiero Bernard Madoff. Ha sido Fidel Castro por más de cincuenta años”.

 

Canek Sánchez Guevara:

(nieto mayor de Ernesto ‘Che’ Guevara)

El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo”.

 

Albert Camus:

(izquierdista francés, premio Nobel de Literatura 1957)

Las tiranías dicen siempre que son provisionales. Se nos explica que hay una gran diferencia entre la tiranía reaccionaria y la progresista. Habría así campos de concentración que van en el sentido de la historia. Pero si la tiranía, incluso progresista, dura más de una generación, ella significa para millones de hombres una vida de esclavos y nada más”.

Socialista uruguayo denuncia al castrismo

 

Los fantasmas que atormentaban a José Martí

Ariel Hidalgo

19 de mayo de 2008

 

Las celebraciones cubanas del 20 de mayo opacan una conmemoración que no debía pasarse por alto: la caída en combate del mentor del alma nacional cubana. La república nacida en 1902, al día siguiente de cumplirse siete años de su partida, no era en verdad la que él soñó, sino la que previó con aprehensión en carta memorable horas antes de desaparecer: la república formal sometida al vecino poderoso con la complicidad de una “especie curial”, “prohombres desdeñosos de la masa pujante”.

 

Pero si bien nunca hubiera consentido con una independencia mediatizada por aquella enmienda impuesta por bayonetas de tropas de ocupación, tampoco habría aceptado poderes absolutos unipersonales con una política violatoria de los derechos fundamentales de los cubanos, algo que también presintió en 1884 en la carta de ruptura con el general Máximo Gómez al expresar su temor a contribuir “a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto” que el despotismo colonial de España, “más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimada por el triunfo”. Si bien no fue consecuencia directa de la colonia, aquel régimen llegó más de medio siglo después, “legitimado” por su triunfo sobre otra dictadura que arrastraba con muchos de los nefastos rezagos de aquella república.

 

Un pequeño volumen publicado recientemente en Nueva York por Carlos Ripoll, el más importante estudioso actual de la vida y obra de Martí, confirma lo que ya muchos intuíamos: que el pensamiento de los derechos humanos en Cuba tiene en José Martí al más importante de sus precursores. Una página completa de este periódico aún sería insuficiente para un recuento de todo lo que Ripoll ha hecho para difundir el pensamiento del maestro, entre otras cosas, innumerables folletos sobre diversas aristas de su pensamiento, muchos de ellos financiados con su propio bolsillo.

 

En esta selección de pensamientos, Derechos humanos, encontramos que Martí destacó “la importancia de abrir la república a todas las ideas” y se opuso a “la república que al desconocer un partido cualquiera”, reprimiría “una expresión de la naturaleza humana”. Fue, en suma, un defensor de los derechos políticos: “Ni rey sobre el derecho político, ni rey sobre la conciencia. Por encima del hombre, sólo el cielo”. Y advertiría en lo que parece una profecía: “¿Haremos los cubanos una revolución por el derecho, por la persona del hombre y su derecho total y negaremos, al día siguiente del triunfo, los derechos por que hemos batallado”?

 

La defensa del “respeto a la libertad y al pensamiento ajenos” constituía una parte tan fundamental de su ideario político que llegaba a llamarle, en la cita con la que Ripoll abre esta selección, “mi fanatismo”. Y agregaba: “si muero o me matan, será por eso”. La defensa de este derecho es muy reiterativo en su obra. En los años 80 del pasado siglo un joven cubano, Francisco Benítez Ferrer, fue apaleado y encarcelado por escribir en un muro este otro pensamiento que ahora Ripoll también recoge: “Me parece que me matan un hijo cada vez que privan a un hombre del derecho de pensar”.

 

Pero hoy en Cuba, no sólo cientos de personas guardan prisión por expresar opiniones diferentes a la línea oficial, sino que también se desconoce el derecho a crear asociaciones independientes, ni qué decir que mucho menos se permitirían legalmente las asociaciones políticas.

 

La certeza sobre este apostolado antecesor de los derechos fundamentales de la persona humana se nos reafirma aún más por la fuerte influencia de los trascendentalistas norteamericanos del siglo XIX, como Emerson y Thoreau, con su prédica de la preponderancia del espíritu por sobre todos los poderes terrenales, la misma línea genealógica espiritual que luego iría a desembocar en Mahatma Gandhi y Martín Luther King, este último el más grande paladín de los derechos civiles en los Estados Unidos. Encontramos la huella de este influjo en incontables frases hoy memorables: “Una idea justa, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”. Con esta convicción comienza su memorable ensayo Nuestra América, que resume en este pensamiento: “Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”.

 

Y sin embargo, este hombre, aún joven --contaba sólo 42 años en su lance final-- desató la guerra que desembocó en el cierre definitivo de la historia colonial de España en América, la guerra que completó, con una última estrofa, el gran poema americano de Bolívar, Hidalgo y San Martín, pero interrumpiendo, lamentablemente, el desarrollo de un pensamiento que habría sido faro de libertad en el mundo moderno, tragedia que hizo brotar este lamento de su amigo Rubén Darío al conocer la noticia: “¡Qué has hecho, maestro!”

 

Pero ahora, 113 años después, nosotros debemos proseguir esa lucha sin odios donde él la dejó en Dos Ríos, para hacer desvanecer, de una vez y para siempre, los fantasmas que ya desde entonces atormentaban su mente, pero por caminos que las circunstancias no le permitieron transitar: los de la paz.

 

infoburo@aol.com

 


La contradicción antagónica

castrismo versus pueblo cubano

¿Cuándo se pondrá fin a esta contradicción antagónica, presidente Mujica?

Manuel Castro Rodríguez

19 de junio de 2014

 

Presidente Mujica, por favor, haga acuse de recibo.

 

Presidente Mujica, un sitio izquierdista mexicano publicó ayer: “Semanario dice que José Mujica le dio a Raúl Castro mensaje de Obama en pro de diálogo”.

 

Presidente Mujica, por lo que he leído, admiro y envidio sanamente a la sociedad uruguaya, ojalá que llegue el día en que la sociedad cubana se le parezca. Es evidente que usted es el gobernante más democrático de América, por lo que nunca he podido entender su amistad con los hermanos que tiranizan a mi patria. No es por desconocimiento, ya que durante un año le estuve notificando sobre la situación vigente en Cuba. Continúo cumpliendo con mi deber moral de informarle de hechos que probablemente usted ignore. Usted y yo tenemos en común que no somos políticamente correctos.

 

Hace casi quince años, el 28 de octubre de 1999, el presidente Bill Clinton firmó la ley que autoriza la venta a Cuba -en efectivo y por anticipado, dado que Cuba es uno de los principales deudores del Club de París- de alimentos, productos agropecuarios y alimenticios, así como medicinas y equipos médicos.

 

En trece años, de 2001 a 2013, Cuba le compró alimentos a Estados Unidos  por 4,7mil millones de dólares. En el 2008, Cuba adquirió alimentos por 710 millones, pero al año siguiente “redujo un 15 por ciento sus importaciones de alimentos desde Estados Unidos como “un reflejo de la crisis que está obligando a la isla a recortar sus gastos”. Después Cuba ha continuado disminuyendo sus compras de alimentos a Estados Unidos, alcanzando sólo 349 millones de dólares en el 2013, debido fundamentalmente a la falta de divisas.

 

Presidente Mujica, el cable publicado ayer en el sitio izquierdista mexicano expresa:

 

Según señalaron las mismas fuentes, Mujica encontró a Castro con una posición ‘favorable’ a la distensión entre La Habana y Washington bajo la ‘condición’ de que no haya ‘imposiciones’ del Gobierno de Obama”.

 

Presidente Mujica, el general Raúl Castro Ruz ha dicho reiteradamente que está dispuesto a  hablar de cualquier asunto con Estados Unidos, siempre y cuando no se discuta el sistema político imperante en Cuba, o sea, la tiranía imperante desde hace 55 años. El dictador designado no ha dado la menor señal de que vaya a respetar los DDHH, todo lo contrario, el discurso de Raúl Castro el pasado 1 de enero demostró que iba a continuar incrementando la represión:

 

la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor… intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial…”.

 

Como respuesta a esta diatriba de Castro II, el profesor marxista Ariel Hidalgo expresó en un artículo publicado el pasado 10 de enero:

 

“Se supone que si un gobernante denuncia públicamente planes desestabilizadores contra su país y dos días después lanza un operativo para el arresto de los supuestos subversivos, los materiales incautados sean de cierto poder destructivo como armas y explosivos para actos violentos, ya sean atentados o sabotajes. Nadie podría pensar que los peligrosos equipos ocupados sean teléfonos y computadoras personales, y menos, juguetes.

 

En un país normal –sobre todo si afronta serios problemas económicos–, el gobierno agasajaría a los emigrados que envían juguetes de regalo a los infantes de su país de origen, con una recepción en la embajada y hasta condecorándolos, o al menos enviándoles una carta de agradecimiento. Nadie podría temer ser arrestado por regalar un juguete a un niño, y quienes se dedicaran a esta hermosa actividad caritativa, esperarían ser premiados con donaciones o préstamos para que continuaran realizando, más ampliamente, esas actividades humanitarias.

 

¿En qué país existe una ley que prohíba llevar la felicidad a los niños? Y si no existe, ¿con qué autoridad se procede al arresto y a la incautación de los regalos? En un país normal no se consideraría una desviación ideológica el derecho de los menores a poseer un juguete decente. Un niño no sabe qué es el ‘neoliberalismo’, pero nadie puede engañarlo acerca de si es bueno o no poder jugar con atractivos juguetes.

 

Presidente Mujica, es innegable que el totalitarismo imperante en Cuba es algo inconcebible 25 años después de la caída del Muro de Berlín. ¿Por qué usted no le propone al general Raúl Castro Ruz que comience por respetar la Declaración Universal de Derechos Humanos, la cual viola sistemáticamente?

 

Presidente Mujica, en varios artículos y llamados apoyé el levantamiento del embargo norteamericano al régimen imperante en Cuba. Los hechos acontecidos en los dos últimos años me hicieron cambiar de opinión. Desde hacía más de medio siglo el régimen de los hermanos Castro no contaba con un reconocimiento internacional similar al que tiene desde que Raúl Castro asumió como dictador designado. A cambio de ello, ¿qué se ha logrado en materia de DDHH? El castrismo ha acrecentado la represión contra los opositores pacíficos.

 

Las supuestas señales de cambio de la tiranía castrista son mensajes para engañar a incautos o a tontos útiles -necesidad de oxígeno para seguir en el poder-, como lo demuestra que desde enero de 2010 se han documentado más de veinte mil casos de personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos.

 

En los siete años que lleva Raúl Castro como gobernante hereditario, se han producido más de 200 casos de muertes y desapariciones, de ellos 166 documentados; 15 homicidios extrajudiciales; 86 presos han fallecido por denegación de asistencia médica; 46 presos se han suicidado; y 4 presos fallecieron por huelga de hambre —probablemente la única forma de protesta que les queda a los prisioneros, por los tratos inhumanos y degradantes a que son sometidos: Orlando Zapata Tamayo, Wilman Villar Mendoza, Yordanis Ballagas Ramírez y Roberto Antonio Rivalta Junco.

 

En el pasado año 2013 se documentaron 6.424 detenciones arbitrarias por motivos políticos. En este año la represión ha aumentado; en los primeros cinco meses se han documentado 4.941 detenciones arbitrarias por motivos políticos: 1.052 en enero, 1.051 en febrero, 813 en marzo, 905 en abril y 1.120 en mayo, denunció en su informe mensual sobre represión la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN). Todo parece indicar que en este mes la represión ha sido mayor.

 

Ni los empresarios extranjeros, ni los empresarios cubanos exilados liderados por Carlos Saladrigas y Alfonso Fanjul —dispuestos a llegar a acuerdos incondicionales con Raúl Castro—, y mucho menos los empresarios cubanos de uniforme verde olivo con grados de general, tendrán en cuenta el bienestar de Cuba.

 

Presidente Mujica, en Cuba no existe una legislación de protección laboral como la que caracteriza a la mayoría de los países de América. Por ello los multimillonarios agrupados en Cuba Study Group y Council of the America’s están haciendo lo imposible para que se levante el embargo: Poderoso caballero es Don Dinero. Vea lo que les espera a los trabajadores cubanos si estos depredadores de humanos invierten en la Cuba castrista. ¿Eso es lo que usted quiere para el pueblo cubano?

 

Presidente Mujica, la comunidad internacional sancionó a Sudáfrica con un bloqueo económico –fue mucho mayor que el embargo norteamericano a Cuba, dado que lo aisló totalmente-, que fue apoyado por el propio Nelson Mandela. ¿Por qué en Sudáfrica sí, pero en Cuba no?

 

Volveré a apoyar la eliminación del embargo norteamericano tan pronto el régimen de La Habana cumpla y haga cumplir los siguientes artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

 

Artículo 9: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

 

Artículo 13:2.  Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

 

Artículo 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

  

Artículo 20:1.  Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

 

Presidente Mujica, el 9 enero de este año se efectuó en La Habana una nueva ronda del diálogo migratorio Cuba- Estados Unidos, donde:

 

La delegación cubana insistió nuevamente en que estos fenómenos no podrán erradicarse ni se podrá lograr un flujo migratorio legal, seguro y ordenado entre Cuba y los Estados Unidos, mientras no se deroguen la política de pies secos-pies mojados y la Ley de Ajuste Cubano”.

 

Aunque esa Ley no es la causa de que los cubanos emigremos -en la última década nacieron cubanos en 138 países-sí estoy de acuerdo en que se elimine –o al menos se modifique sustancialmente- la Ley de Ajuste Cubano (Cuban Adjustment Act, de 1966), por la cual los cubanos reciben una condición migratoria privilegiada en Estados Unidos: permite que aquel cubano que esté un año y un día en Estados Unidos obtiene la Green Card (residencia permanente), con autorización para poder emplearse. Lo mismo pienso de la Ley de pies secos/pies mojados. Ambas leyes no son sustentables moralmente en las condiciones actuales.

 

Presidente Mujica, como nos dice José Martí: Cuando un pueblo emigra, sus gobernantes sobran. Más de dos millones de cubanos hemos emigrado, el 20% de la población de un país que siempre se caracterizó por ser receptor de emigrantes. De acuerdo al reporte demográfico  de 2012, 46.662 cubanos emigraron de forma permanente ese año, la mayor cifra desde que más de 47.000 personas salieran de Cuba durante la crisis de los balseros de 1994. En los últimos años los cubanos han estado emigrando a un promedio anual de 39.000, el promedio más alto en un periodo, similar al de los primeros años en que se instaurara el régimen.

 

Los hermanos Castro, tiranos insaciables que a Cuba han destruido, jamás han tenido un proyecto para beneficiar al pueblo cubano. Su único objetivo ha sido entronizarse en el poder, primero ellos y ahora sus descendientes; pretenden una sucesión dinástica al mejor estilo de Corea del Norte. Para ello necesitan el levantamiento del embargo, que les garantizaría la perpetuidad del totalitarismo, al implementar el modelo chino -la combinación de un Estado policial comunista con una fuerte economía de mercado-, pero les es imprescindible llegar a un acuerdo con Estados Unidos antes que concluya la ampliación del puerto de Mariel, que tiene como punto de mira al vecino del norte. Vea este vídeo.

 

Presidente Mujica, hace cuatro años, gracias al vicepresidente Danilo Astori, quince disidentes cubanos se reunieron con usted en la Torre Ejecutiva. Llamó la atención que en la página web de la Presidencia se publicaron crónicas y fotos de las actividades en las que usted participó ese día, con excepción de su encuentro con los opositores cubanos. Un par de horas antes, los disidentes cubanos se entrevistaron con el vicepresidente Astori, quien los recibió en su despacho en el Palacio Legislativo.

 

Presidente Mujica, los parlamentarios uruguayos son testigos que durante un año semanalmente les estuve informando a usted y a su esposa de las violaciones a los derechos humanos que sufre el pueblo cubano. Por ejemplo:

 

1- Le pedí a usted que viese los vídeos con algunos de los niños asesinados por el régimen que ustedapoya. Presidente Mujica, ¿que sintió usted cuando vio esos vídeos?

 

2- También le solicité que viese los vídeos con algunas de las mujeres golpeadas por el régimen de los hermanos Castro. Presidente Mujica, ¿que consideró usted cuando vio esos vídeos?

 

¿Y usted, senadora Topolansky, qué sintió? Usted no puede alegar que no ha visto los vídeos, porque he perdido la cuenta de las veces que le he solicitado que los viese. Sería inaceptable que una feminista como usted pretendiese invocar que no los ha visto.

 

Entonces, senadora Topolansky, ¿por qué no me ha dicho una palabra de los golpes propinados a una pacífica mujer cubana, que fue desnudada en plena vía pública?

 

Senadora Topolansky, como le he expresado varias veces, en septiembre de 2013 la anciana actriz Ana Luisa Rubio presentó una denuncia en una dependencia policial sobre la brutal golpiza que recibió en su propio hogar, pero no se ha procesado a los denunciados. ¿Por qué usted no le dice a su esposo que les solicite a sus amigos, los hermanos asesinos seriales, que enjuicien a esos sujetos?

 

Senadora Topolansky, como le he dicho en otras oportunidades, los uruguayos que estudiaron en las escuelas de Cuba antes de que Fidel Castro se apropiase de ellas, pueden dan fe de que a los niños se les enseñaba que a una mujer no se le golpeaba ni con el pétalo de una rosa.

 

¿Cuál es el ‘delito’ cometido por esas mujeres que son apaleadas por el castrismo, senadora Topolansky?

 

Senadora Topolansky, las Damas de Blanco protestan llevando flores, desfilando en silencio, vestidas con el color que simboliza la paz; soportando con estoicismo la acción incomprensiva e intolerante de las autoridades. Sobre ellas han caído vejámenes, insultos y actos de violencia, pero su respuesta ha sido el mejor ejemplo de la sociedad a la que aspiramos en Cuba y en cualquier parte del mundo: una sociedad pacífica.

 

Cuba es el único país occidental donde es ilegal ser opositor: marxistas, liberales, socialistas, trotskistas, democristianos y anarquistas han sufrido difamación, ostracismo, destierro, cárcel, tortura y asesinato.

 

Presidente Mujica, usted no pierde oportunidad en hacer apología del régimen de oprobio imperante en mi patria, tiranía denunciada por una gran cantidad de izquierdistas, entre ellos, varios socialistas chilenos. Por ejemplo:

 

1- La senadora Isabel Allende, hija del presidente Salvador Allende, expresó hace cuatro años:

 Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión”.

 

2- El socialista Sergio Bitar estuvo en Cuba hace tres meses. Bitar fue ministro con Allende (1970-1973), con Ricardo Lagos (2000-2006) y en el primer mandato de Bachelet (2006-2010). Fue senador durante ocho años (1994-2002). Bitar, quien ha visitado Cuba cinco veces, declaró en marzo de este año:

Cuando tú entras ya en una fase de declinación en la cual no mejoran las condiciones de vida, no mejoran las libertades, no mejoran los espacios de autorrealización, no mejoran las formas de inserción global y no hay avances en los campos de la innovación, entonces esto no tiene sentido.

Esto no puede ser vestido con un propósito de un socialismo. No hay ningún socialismo humanista que pueda sostenerse conceptualmente desde el punto de vista de las realidades cubanas”.

 

Hasta el cantautor Silvio Rodríguez –fundador de la Nueva Trova y defensor por excelencia del régimen- lo reconoce:

He aprendido que la gente está jodida, muy jodida, mucho más jodida de lo que pensaba… Cuando uno cantaba: ‘Te convido a creerme cuando digo futuro’, realmente uno no pensaba que este era el futuro. Uno pensaba que el futuro iba a ser otro”.

 

Por cierto, un hijo de Silvio Rodríguez, Silvito ‘El Libre’, es uno de los creadores de ¡Háblame!, que es una clara interpelación a Fidel Castro Ruz, un pedido de rendición de cuentas por haber hecho “de un país tan feliz una islita triste” y “porque ha sido el cruel estalinismo el pago al amor y la fe y la esperanza que el pueblo puso un día en este sistema”.

 

¡Háblame! refleja la frustración que sentimos la mayoría de los cubanos. Véase completo, incluyendo la letra, aquí. 

 

Presidente Mujica, hace más de cuarenta años el castrismo decía: “El presente es de lucha, el futuro es nuestro”. Eso es típico del sistema: exige el sacrificio constante en beneficio de las futuras generaciones, privando a la población de un nivel de vida aceptable, mientras que la cúpula gobernante disfruta de los mayores privilegios. ¿Cuántas generaciones pueden aceptar un ‘modelo’ que les prorroga indefinidamente la legítima compensación por sus esfuerzos?

 

Presidente Mujica, la entelequia llamada Revolución cubana ha sido la mayor estafa del siglo XX americano. ¿Por qué usted no les solicita a los hermanos Castro que hagan un plebiscito en Cuba, como lo hizo el dictador Pinochet? Si el régimen imperante en mi patria desde hace 55 años es tan bueno, ganaría ampliamente. ¿Por qué en Chile sí, pero en Cuba no?

 

Presidente Mujica, Ernesto ‘Che’ Guevara reconoció que La Habana era una de las ciudades más ricas y más bellas de América”.

 

Presidente Mujica, en varias oportunidades le pedí que viese los vídeos que demuestran la destrucción física y el daño antropológico causado a Cuba por el castrismo. Recuerde que una imagen vale más que mil palabras. Cada vez más la izquierda rechaza a la gerontocracia estalinista cubana; por ejemplo:

 

Eduardo del Llano, cineasta izquierdista cubano, expone la miseria general entronizada en Cuba con los hermanos Castro:

La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho,es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano.

 

Mario Coyula, arquitecto cubano, director de Arquitectura y Urbanismo de Ciudad de la Habana, alerta:

“La Habana podría terminar, en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudadEl tema de los vientos y de las lluvias fuertes afecta sobre todo hoy las casas precarias, hechas con materiales de pésima calidad, como lata, cartón, de las que hoy existen muchas en todo el país”.

 

Presidente Mujica, usted no puede negar el desarrollo alcanzado por Cuba antes que los hermanos Castro se adueñaran de mi patria, lo cual fue reconocido en 1959 por el propio Fidel Castro Ruz y posteriormente por varios autores marxistas. Por ejemplo:

 

Fidel Castro:

Se decía que si no había una crisis económica, si no había hambre, no era posible una revolución y, sin embargo, se hizo la Revolución”.

 

Fidel Castro:

Que hay clase media, ¿por qué si aquí todo el mundo debiera ser clase media? ¿Por qué si en nuestra patria no debiera existir un solo pobre? ¿Por qué si esta es una de las islas más ricas y fértiles del mundo? ¿Por qué si aquí pueden vivir 30 millones de habitantes? ¿Por qué si Holanda, si Dinamarca, si esos países con más habitantes, con menos tierras, con menos fertilidad, son incomparablemente más ricos que nosotros?

 

Fidel Castro:

tengo la seguridad de que en el curso de breves años elevaremos el estándar de vida del cubano por encima del de Estados Unidos y del de Rusia”.

 

James Petras, académico marxista norteamericano, reconoció:

Mientras que la mayoría de los países asiáticos y latinoamericanos iban a la zaga de Cuba en los años sesenta, hoy han superado a Cuba en la diversificación de sus economías, el desarrollo de sectores competitivos de fabricación para la exportación y la disminución de su dependencia de un grupo limitado de productos de exportación”.

 

Guillermo Almeyra, profesor marxista argentino, admite:

Cuba era el segundo en desarrollo después de la Argentina”.

 

Julio César Guanche, académico marxista cubano,    reconoce que:

En rigor, la década del 40 fue lo más parecido existente en la República burguesa cubana a un Estado de Bienestar.

 

Martín Guevara, hijo del hermano menor de Ernesto ‘Che’ Guevara, denuncia:

si algo no le gusta a Fidel después de no ser el centro de atención constante, es quedar mal, que se sepa la verdad, que se sepa que bebe vinos castellanos de más de 200 euros la botella mientras pide a su pueblo sacrificios numantinos”.

 

Canek Sánchez Guevara, nieto mayor de Ernesto ‘Che’ Guevara, señala:

El sistema político cubanose ha comportado como una monarquíay no sé por qué se le sigue llamando socialismo.

 

El filósofo socialista argentino Oscar del Barco expresó en diciembre de 2005, ya hace más de ocho años:

Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.

 

Izquierdistas españoles como Ana Belén, Pedro Almodóvar, Antonio Muñoz Molina, Víctor Manuel y Jorge Semprún denunciaron hace cuatro años:

Cuba está soportando una feroz y dolorosa dictadura que mantiene al país en la miseria. Una dictadura que en sus postrimerías se muestra despiadada y sorda a las voces que reclaman libertad y democracia. La cuestión cubana es hoy una cuestión de derechos humanos básicos y esenciales. La elección está, sencillamente, entre democracia o totalitarismo”.

 

Haroldo Dilla Alfonso, académico marxista cubano exilado en Chile, expresó hace cuatro años:

 Para la izquierda, el crimen contra Orlando Zapata Tamayo es un reto. Nada aquí puede ser justificado, y sólo puede ser explicado comola reacción criminal y represiva de una élite autoritaria y decadenteque pisotea cada día al socialismo hablando en su nombre, mientras prepara su propia conversión en una nueva burguesía”.

 

Pedro Campos, exdiplomático marxista cubano,señala:

Su gobierno-partido-estado, según lo que se desprende de sus propias palabras, enfrenta una oleada creciente de desobediencia pública, de un aumento de la insurgencia pacífica del pueblo, de una variada forma de resistencia no violenta, como resultado de su insatisfacción generalizada con las políticas económicas, sociales y cívicas de su estado corrupto y corruptor.

 

Presidente Mujica, el castrismo ha superado con creces al criminal Pinochet. Casi todo el mundo reconoce la existencia del holocausto, pero ¿qué nombre tiene lo ocurrido en Cuba bajo los hermanos Castro? Más de cien mil muertes.

 

Presidente Mujica, ¿por qué en la última década nacieron cubanos en 138 países? Porque los cubanos continuamos votando con los pies.

 

Presidente Mujica y senadora Topolansky, como nos dice José Martí: “Ver en calma un crimen es cometerlo”. Entonces, ¿por qué ustedes continúan guardando silencio cómplice sobre las violaciones a los derechos humanos que sufre el pueblo cubano?

 

Presidente Mujica, le reitero que me haga el favor de solicitarle públicamente al general Raúl Castro Ruz que me permita regresar a mi patria, así como a todos los cubanos que estamos en una situación similar.

 

Presidente Mujica, por favor, haga acuse de recibo.

 

REPITO CORREO QUE LE ENVIÉ EL 12 DE JULIO

 

Presidente Mujica, mi vida depende de su ayuda

 

En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.

George Orwell

 

Presidente José Mujica Cordano.

Jefe de Estado y Gobierno de la República Oriental del Uruguay.

 

Estimado presidente Mujica, como usted tiene excelentes relaciones con los hermanos Castro, le pido que me haga el favor de solicitarle públicamente al general Raúl Castro Ruz que me permita regresar a mi patria, así como a todos los cubanos que estamos en una situación similar.

 

Presidente Mujica, aunque el artículo 13.2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece queToda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”, a decenas de miles de cubanos se nos impide entrar a nuestra patria. ¿Eso no es una mostruosidad?

 

Presidente Mujica, ¿por qué el general Raúl Castro Ruz no me permite regresar a mi patria?

 

1- Porque yo divulgo el desarrollo alcanzado por Cuba antes de que los hermanos Castro se adueñaran de mi patria, lo cual es reconocido por varios marxistas, por ejemplo: el profesor argentino Guillermo Almeyra admite que Cubaera el segundo en desarrollo después de la Argentina”.

 

2- Porque yo denuncio algunas de las violaciones a los derechos humanos que sufre el pueblo cubano.

 

Presidente Mujica, usted sabe que en un régimen democrático se respetan los derechos de todos los ciudadanos y no se criminaliza la opinión. Por eso la senadora Isabel Allende, hija del presidente Salvador Allende, expresó hace cuatro años:

 

 Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión”.

 

Presidente Mujica, decidí hacerle esta solicitud a usted dado que:  

 

1- El estado de indefensión en que me encuentro podría hacerme perder la vida. Por negarme a cometer ilegalidades en la estatal Universidad Marítima Internacional de Panamá (UMIP) y luchar para que el pueblo panameño tenga la educación superior que se merece, estoy desempleado desde hace dos años. Estoy haciendo todo lo que está a mi alcance, porque no quiero morirme ahora y lejos de la tierra que me vio nacer.

 

2- Históricamente la izquierda se ha caracterizado por solidarizarse con los oprimidos y mi vida depende de la solidaridad moral internacional. Hago hincapié en que no solicito ayuda monetaria alguna.

 

3- A usted se le considera el líder en asuntos de democracia y derechos humanos en América Latina.

 

4- Hace un mes, el 12 de mayo, usted intercedió ante el presidente Obama por los tres agentes de la Red Avispadieciséis de sus integrantes fueron arrestados desde 1998- que permanecen encarcelados en Estados Unidos, condenados por conspiración y asesinato. El propio Fidel Castro Ruz reconoció implícitamente el 19 de octubre de 1998, el espionaje cubano contra las bases militares norteamericanas:

 

si acaso pudiera interesarnos algo con relación a algunas instalaciones de Estados Unidos próximas a Cuba, serían los movimientos de tropas que pudieran preceder una agresión a Cuba. Pero estamos conscientes de que en este momento no es esa la línea fundamental del gobiernoSí nos podía interesar cuántas tropas se acumulaban en la Florida”.

 

Por cierto, presidente Mujica, el segundo en rango de la Red Avispa era el mayor Ramón Labañino Salazar, que fue alumno mío en la Universidad de la Habana (UH). Labañino –así era como lo llamábamos en la UH- fue sentenciado a cadena perpetua más 18 años –su sentencia fue reducida a 30 años-, por espiar en dos bases militares norteamericanas:

 

a) La base de la fuerza aérea de Barksdale, en Louisiana, donde entonces radicaba el Centro de Mando de Retaguardia del ya inexistente Comando Aéreo Estratégico.

 

b) La base de la fuerza aérea de Mac Dill, en Tampa, La Florida, donde se controla y dirige todo el tráfico aéreo militar de Estados Unidos en el Caribe, Centro y Sudamérica. En ese entonces en esa base radicaban el Comando de Operaciones Especiales y el Comando Central (CENTCOM), responsable de las actividades militares norteamericanas en Asia y el Cercano Oriente.

 

Presidente Mujica, después de esta digresión procedo a explicarle el estado de indefensión en que me encuentro.

 

Aunque mi vida depende de la solidaridad internacional, le reitero que no solicito ayuda monetaria alguna. Jamás en mi familia existió un pedigüeño, la forma en que mis padres me educaron fue el ganarme la vida con mi trabajo. Tengo 65 años, pero con suficiente lucidez intelectual y capacidad de trabajo para laborar un par de décadas más.

 

Sólo conozco dos sociedades: la cubana y la panameña. En ambas predomina la doble moral; muchos la practican, yo no puedo. Para mí es sagrado el respeto a los derechos humanos, los valores cívicos, las normas y la justicia; muchos me han dicho que ese es mi talón de Aquiles. No es que yo tenga vocación de Sísifo, si no que mis padres me enseñaron la importancia de ser consecuente: que haya concordancia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

 

Al poco tiempo de arribar a Panamá, me percaté de la pésima calidad de la educación y de la mediocridad de su clase política.  Es obvio que la primera es consecuencia de la segunda, dado que como nos dice Henry Brougham: “La educación hace a la gente fácil de dirigir, pero difícil de manipular; fácil de gobernar, pero imposible de esclavizar”.

 

Lo peor del pésimo comportamiento de la clase política de Panamá es que 1.363 panameños murieron por hambre desde el año 2002 hasta el 2012, o sea 124 muertos anualmente, aunque durante ese periodo los gobiernos manejaron un presupuesto acumulado de 96 mil millones de dólares, para una población de tres millones y medio de habitantes. Es una vergüenza que en un país con un ingreso per cápita elevado, se produzca la muerte de niños por hambre.

 

Además, en Panamá la explotación de los trabajadores es mayor que en EEUU y los trabajadores han visto reducida su  participación en el producto interno bruto (PIB): de 37,8% en el año 2000 a 30,3% en el 2012.

 

En el año 2007 el Gobierno del PRD-Partido Popular hizo todo lo posible porprivatizarlos servicios de salud; puedo dar fe de ello porque participé en las reuniones que la Comisión Médica Negociadora Nacional (COMENENAL) sostuvo con la ministra de Salud y el director de la Caja de Seguro Social.

 

El Gobierno del PRD-Partido Popular acudió incluso a usar como rompehuelgas a los médicos cubanos que se encontraban en Panamá por la Operación Milagro. Cuando me enteré de ello, le envié un extenso correo a la Primera Secretaria de la Embajada de Cuba con copia a Julio Manduley –asesor de FRENADESO y sobrino de Celia Sánchez Manduley, la persona más cercana a Fidel Castro hasta su muerte en 1980-, protestando por tal hecho:

 

¿El pueblo cubano se sacrifica para que los médicos cubanos sean utilizados como rompehuelgas? Sería la mayor afrenta que Cuba le podría hacer al pueblo panameño, además de que sería una gran afrenta a la memoria de José Martí”.

 

Mi protesta dio resultado: dejaron de usar a los médicos cubanos como rompehuelgas.

 

En un artículo denuncié que el “vicepresidente Rubén Arosemena insiste en contravenir el acuerdo de equiparar el salario de los médicos” y le dije al vicepresidente Arosemena: “Si usted desea saber cómo es factible realizar la equiparación salarial, invíteme a una sesión de trabajo”. Dos años después salió publicado Escándalo envuelve a Rubén Arosemena. A pesar del pésimo comportamiento de este dirigente democristiano, ahora se postuló para ser diputado, pero afortunadamente no resultó electo en las elecciones realizadas el pasado 4 de mayo, donde los democristianos panameños sólo obtuvieron un diputado.

 

De hecho, soy un profesor non grato en el sistema educativo panameño, por negarme a realizar ilegalidades y denunciar la mercantilización existente en las universidades panameñas, que están entre las peores del mundo como muestran todos los informes internacionales; por ejemplo:

 

http://www3.weforum.org/docs/WEF_GCR_Report_2011-12.pdf

 

http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-university-rankings/2012

 

http://www.scimagoir.com/pdf/ranking_iberoamericano_2012.pdf

 

http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-university-rankings/2013

 

http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-university-rankings/2014#sorting=rank+region=+country=+faculty=+stars=false+search=

 

Presidente Mujica, como nos dice Martin Luther King: “Quien acepta la maldad sin protestar contra ella, realmente coopera con ella”. Por ello, al percatarme de la crítica situación de la educación en Panamá me entregué a tratar de mejorarla. Una parte de la sociedad panameña conoce de mis esfuerzos por lograr una mejora radical de las universidades; por ejemplo, hace siete años la Conferencia Episcopal Panameña tuvo la gentileza de invitarme a exponerle mis reflexiones sobre esta temática: durante unas tres horas fueron receptivos a mis argumentos.

 

En varios artículos denuncié la pésima calidad de la  educación y la clase política panameñas, por ejemplo:

 

Analfabetos funcionales, un artículo que me publicó el diario Panamá América el 21 de agosto de 2006, pero no aparece online.

 

Revalorización de la figura del docente, un artículo que me publicó el periódico La Prensa el 2 de septiembre de 2006.

 

Plan de Estudiospublicado en el Panamá América el 14 de marzo de 2007, pero no aparece online.

 

Mercaderes de la Educaciónpublicado en el Panamá América el 4 de mayo de 2007 y reproducido el 8 de agosto de 2007 por la Universidad de Santiago de Compostela, España.

 

Crisis de valorespublicado en el Panamá América el 20 de junio de 2007.

 

Crisis de valores del Ejecutivopublicado en el Panamá América el 11 de julio de 2007, pero no aparece online.

 

¿Quebrará la Universidad Interamericana de Panamá?,publicado en varios sitios digitales y reproducido el 15 de octubre de 2007 por la Universidad de Santiago de Compostela, España.

 

Crisis de valores del Legislativopublicado en el Panamá América el 25 de octubre de 2007.

 

Forjar mejores ciudadanospublicado en La Prensa el 14 de febrero de 2008.

 

Colapso educativo publicado en La Prensa el 16 de abril de 2008.

 

A ‘mazazos’ contra las universidades estatales y privadas, publicado en varios sitios digitales desde septiembre de 2009.

 

Presidente Mujica, probablemente usted conoce la obra de José Martí, el más insigne de los cubanos. He sido formado en el ideario martiano, ese que nos enseña que:

 

La palabra es para decir la verdad, no para encubrirla”.

 

Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado”.

 

De los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos”.

 

El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

 

Ver en calma un crimen es cometerlo”.

 

Presidente Mujica, sufro represión por guiarme porel ideario martiano. En Panamá los mercaderes de la educación y la clase política no me perdonan que haya denunciado su pésimo proceder. En Cuba los hermanos que detentan el poder desde hace 55 años no me perdonan que denuncie las violaciones a los derechos humanos que sufren mis compatriotas; en palabras de Rosa Luxemburgo, que fue asesinada el 15 de enero de 1919 por luchar por el socialismo -aprovecho para invitarlo a que lea la crítica que una gran cantidad de izquierdistas le hacemos al régimen de La Habana:

 

La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. Y no precisamente a causa del fanatismo de la ‘justicia’, sino debido a que todo lo que hay de enriquecedor, de saludable y de purificador en la libertad política, depende de ello y su eficacia desaparece cuando la ‘libertad’ se convierte en un privilegio”.

 

Presidente Mujica, por luchar para que el pueblo panameño tenga la educación superior que se merece, durante más de un año sufrí restricciones alimenticias limítrofes con el hambre -por ejemplo, ingiriendo diariamente casi un cuarto de libra de azúcar que mezclaba con agua. Sé lo dañino que es eso, máxime que fui macrofeto (pesé doce libras), mis antepasados por vía materna –incluyendo a mi madre, mis tíos y mi abuela- fueron diabéticos y un tío paterno murió de diabetes a los 22 años. Pero el hambre es mala consejera. De hecho, esto es la crónica de una muerte anunciada si no recibo la solidaridad moral internacional.

 

Presidente Mujica, me siento en una situación kafkiana, a tal punto que no sé cómo no he perdido la razón. Mi vida depende de la solidaridad internacional que presione al general Raúl Castro Ruz para que me permita regresar a mi patria.

 

Presidente Mujica, prefiero morirme en una cárcel de mi patria, que como homeless en una calle de Panamá.

 

Presidente Mujica, ¿usted no va a interceder para evitar mi injusta muerte?

 

Presidente Mujica, por favor, haga acuse de recibo.

 

Agradeciéndole de antemano su atención y la ayuda que me brinde para salvar mi vida, queda de usted,

 

Manuel Castro Rodríguez.

Identificación panameña: E-8-91740. Usted no sabe cuánto siento no poder darle una identificación cubana, pero ese es uno de los tantos derechos de que somos despojados los cubanos que vivimos fuera de la patria.

Los tiempos agónicos de la “actualización”

Marlene Azor Hernández

2 de diciembre de 2014

 

El menosprecio a la pobreza de la ciudadanía es el rasgo central de las políticas de la actualización. La respuesta ciudadana, huir del país

 

Nadie se atreve en la prensa nacional cubana a hacer un análisis crítico de la información del último Consejo de Ministros[1]. Esta impunidad informativa del gobierno nos ha dejado a merced de una élite que evidencia su incapacidad en cada una de sus apariciones, pero que carece de las contrapartes públicas —más que sanas— para rectificar su rumbo y rendir cuentas para lo que existen: servir a la ciudadanía.

 

Para empezar, no es seguro que se haya logrado un crecimiento del 1,3 % del PIB 2014 —seguramente nos enteraremos hacia diciembre del próximo año—, pero se “piensa” que en el próximo año se logre crecer más de un 4 %, según el ministro de Economía, Marino Murillo. Para un lector informado del sistema económico cubano, esta es otra nueva fabulación del ministro de Economía porque los cambios estructurales[2] siguen ausentes de la agenda. No hay ninguno explícito en el presente informe, a no ser que se siga haciendo política económica a escondidas de la opinión pública.

 

Con un magro “crecimiento” del 0,6 % en el primer semestre de 2014, la estrategia del gobierno cubano fue sumirse en el silencio —a partir de junio de este año— sobre las políticas para salir de tamaño desastre en las condiciones de crisis que vive el país después de ocho años en el poder del “nuevo” gobierno, y mientras tanto, imponerle a los economistas cubanos que la actualización comenzó en 2011, robándose cinco años y medio de “gracia”. Con elecciones libres, ya el General/Presidente y su gabinete de ministros habrían salido barridos del poder.

 

Seis meses después reaparece el gobierno para seguir con la misma improvisación, que nadie sabe adónde va, con consignas de mayor “eficiencia interna” de la economía. Esta “consigna” no se calza con ninguna nueva medida o medidas que la garanticen en el nuevo informe, sino que es el pésimo comodín que utiliza el gobierno cubano para no decir nada. Luego entonces, este pronóstico del 4 % de crecimiento de la economía nacional hay que tomarlo como decía Jorge Luis Borges: “y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad”.

 

La política que se expresa en el informe es el aumento del control de la empresa no estatal, con nuevos impuestos sobre utilidades que ya se habían aprobado en períodos anteriores y un intento de “legalizar” parte de las actividades económicas sumergidas en el mercado negro. El monto de los subsidios estatales a las empresas del Estado disminuye levemente pero no se informa su cuantía. Las cooperativas no agropecuarias continúan con el tiempo agónico para ser aprobadas.

 

El lenguaje críptico y mediocre de la nomenclatura cubana es uno de los males endémicos que arrastra el período de la “actualización”, y que siempre nos recuerda a la nomenclatura soviética de los años 70s del siglo pasado. Para empezar el lenguaje del Granma presenta la información como se “avizora”. Es decir, otear en el horizonte para descubrir algo desde una determinada altura, lo cual hace la información más parecida a un ejercicio de prestidigitación delante de una bola de cristal que la seriedad de un informe económico.

 

Cifras en volúmenes de gastos que nada dicen sobre la satisfacción de la demanda (créditos, subsidios), no hay datos de los resultados económicos por ramas de la economía en 2014 y solo algunas medidas de legalización complementarias sobre las viviendas. No ha habido cambio de mentalidad. Con este pobre panorama de rendición de cuentas, ya sabemos que la próxima reunión del parlamento cubano, el 19 de diciembre, será otra reunión para perder el tiempo y los recursos; para levantar la mano de manera unánime por un presupuesto de 2015 que nadie, a su vez, podrá controlar, como tampoco ninguno de los anteriores. Son los juegos simbólicos del poder cubano —sin contrapartida democrática—, que profundizan la sensación de fracaso de la ciudadanía, año tras año, sin atisbar mejoras para su situación.

 

La cifra necesaria para importar alimentos es la nota más escandalosa del informe y no se explica. Que se pronostique el gasto de $2.194 millones en la importación de alimentos es la evidencia del fracaso de la política agroalimentaria cubana en los últimos ocho años. Cada año se importa más o se gasta más, y lo que no se importa y se produce en el país no cubre las necesidades de la demanda. Ya sabemos que la economía centralmente planificada, planifica no sobre lo que es necesario sino de espaldas a la demanda. El asunto considerado por el General/ Presidente como de “Seguridad Nacional” sigue sin respaldo en la agenda de “la actualización”. Los Lineamientos se cumplen y su contrario porque están redactados de tal manera que usted puede decir lo mismo y lo contrario y sin fechas límites. Eso sí, nos anuncian en el presente informe que se está planeando a “largo plazo”, algo que no necesitan ni los funcionarios ni la ciudadanía porque no se cumplen los planes anuales, a no ser que se utilice como papel higiénico, que como tantos otros productos, siguen por debajo de la demanda en la producción nacional. De nada sirve crecer en la producción de algunos productos si estos siguen muy por debajo de las necesidades primarias de consumo. Esta relación entre la inversión y la demanda nunca se publica, ni se discute en el Parlamento.

 

Un aumento del 9,1 % en los salarios nominales en los sectores de la salud y los deportistas no clarifica cuánto significan en la población económicamente activa, tampoco de la ocupada, y mucho menos, cuál es la capacidad adquisitiva de esos salarios. La pobreza no existe para el gobierno cubano —por decisión— y por eso no aparecen los datos que permitan definirla y cuantificarla al menos con los parámetros internacionales. La “media lengua” del informe se reproduce para decir que crece algo la ocupación, pero oculta el nivel de desempleo abierto y oculto. Es decir, otra “información” que no sirve para nada, ni siquiera para “el entusiasmo”.

 

Un mérito ha tenido este informe para mí: el sacarme una carcajada frente “a la propuesta de Conceptualización del Mo­delo Económico y Social Cubano de De­sarrollo Socialista (sic)” —¡Qué mal gusto este nombre y qué mal escrito, por dios! Este es otro secreto de Estado.

 

Ya sabemos que no es un “socialismo de mercado”, según el exministro José Luis Rodríguez, tampoco se renuncia a la planificación centralmente planificada ni al control de los medios fundamentales y no fundamentales de producción —la tolerancia legal y el intento de control, no la estimulación, es lo que han tenido hasta ahora las formas de producción y servicio no estatal. Nadie sabe quiénes están estudiando el supuesto novísimo modelo, aunque de vez en cuando la dirección dice que lo estudia —hace varios años—, porque los dirigentes cubanos son incapaces de ser transparentes en su gestión y la nebulosa sobre lo que se proponen forma parte de una política expresa para evitar el control ciudadano.

 

Entre silencios, ausencia de datos, desidia, y rutina transcurre el tiempo agónico de la “actualización”. La población no espera mejoras, huye del país por los más disímiles medios, y los que no pueden conforman esa mayoría poblacional sumida en la pobreza y la desesperanza.

 

Vea también:

La “actualización” cubana no garantiza el papel higiénico


[1] Granma, 30/11/2014.

[2] Sobre la palabra también hay que ponerse de acuerdo. Para el gobierno cubano permitir el cuentapropismo y las cooperativas no agropecuarias sería el cambio “estructural” aunque el 85 % de la economía nacional sea estatal y siga mostrando su ineficiencia económica. Para los analistas esto no significa un cambio estructural en la medida en que estas nuevas formas son toleradas pero no estimuladas, con impuestos múltiples y excesivos y la falta de otros derechos económicos con que cuentan las PYMES en países similares en tamaño y población. “Ordenar” una estructura obsoleta y tolerar legalmente algunas formas no estatales de producción no significa cambios estructurales.

 

 

La “actualización” cubana

no garantiza el papel higiénico

Marlene Azor Hernández

2 de diciembre de 2014

 

El General/Presidente se acaba de regalar 5 años y medio de “gracia” para no rendir cuentas de la ineficacia de la actualización

 

En un interesante reportaje sobre la escasez de papel higiénico aparecido en Havanatimes, (27/11/2014), sus autores, Isbel Díaz Torres y Jimmy Roque Martínez, nos describen los mecanismos económicos que impiden la solución del problema. La economía estatal cubana no puede garantizar un solo producto de manera estable y nada tiene que ver con el bloqueo/embargo estadounidense, sino con la gestión de la economía interna. Mañana levantan el embargo y se mantendrán las mismas ineficiencias de la economía cubana, solo que con mayor despilfarro.

 

Lo que Díaz Torres y Roque Martínez nos relatan no es más que la ineficacia de la economía nacional vista a través de un solo producto. Copie y pegue los mecanismos descritos de este artículo y verá como funciona la economía cubana. Planificación por debajo de la demanda, falta de previsión para las piezas de repuesto, importación en el último momento (más cara) y no invertida para sustituir importaciones, comercializadora “recaudadora” como las propias TRD poniendo un 200 % de ganancia con relación al costo del producto y el papel de alta calidad utilizándose para lo que no es necesario se utilice (despilfarro). Esa es la descripción al detalle de la economía centralmente planificada, de la economía estatalizada, y del intento de controlar centralmente la producción de papel sanitario. La fábrica piensa con racionalidad económica, pero los organismos de planificación, comercialización y distribución monopólicos estatales, impiden las medidas económicas racionales. Como dijera el economista húngaro János Kornai: “la economía de la penuria”.

 

La dirección del país y sin consultar con nadie, decide que la economía centralmente planificada, que la propiedad sobre los medios fundamentales y no fundamentales —¿o la fábrica de papel higiénico lo es?— es la voluntad política del grupo que dirige, y así lo han dejado claro, el ministro de Economía Marino Murillo, el General/ Presidente Raúl Castro y José Luis Rodríguez exministro de economía —de la etapa de la “Batalla de Ideas”— que no habrá socialismo de mercado (publicado en el periódico La Jornada y no en Cuba) sino que el “socialismo cubano”, que ha dictaminado la élite política sin consulta popular, es un nuevo socialismo que no se parece a nada y que se está inventando, “sin prisa pero sin pausa”. A  La Jornada,  como a tantos otros de la izquierda internacional, no les parece grave que la ciudadanía siga siendo “cobayo” de la élite política en las más absolutas condiciones de pobreza y todos le extienden un cheque en blanco con una falta de solidaridad imperdonable con el pueblo cubano.

 

Fidel Castro ya dijo que el modelo no sirve y que en realidad, “nadie sabe” cómo construirlo, pero su hermano Raúl, Marino Murillo y José Luis Rodríguez ya se han pronunciado, imponiendo el mismo modelo con algunas pequeñas “curitas”. En este caso, Fidel Castro ha resultado más pragmático que su hermano, aunque se haya demorado 50 años en decirlo y haya “experimentado” en Cuba una tras otra políticas erráticas en la economía nacional.

 

De repente, desde julio de este año y por el discurso oficial, la actualización perdió cuatro años (2008-2011), pero además el año y medio en el poder anterior, cuando asume Raúl la presidencia (agosto 2006), aunque en 2007 habló de cambios estructurales. Es decir, el propio presidente se acaba de regalar un periodo presidencial —5 años y medios— solo para sacar a los anteriores cuadros de todos los mandos y poner los suyos sin hacer ninguna política económica. Creo que “una pausa” de cinco años y medio no es “sin prisa” sino la continuación del inmovilismo. Hay que recordar la consulta popular —aún no publicada— en 2007. Se trata de imponer, una vez más, la política de exigencia del cheque en blanco para la dirigencia del país que tantos descalabros han producido en la historia del último medio siglo en la vida nacional.

 

A partir de julio de este año cambió la historia de la actualización corrigiéndole la plana al economista José Triana, que en conferencia con los cuadros del MININT (abril 2013) precisó que la “actualización” había comenzado en 2007. Ahora todos dentro de Cuba se tienen que pronunciar públicamente contando tres años de actualización y no ocho y medio como es la realidad. Esta simple anécdota refleja la arbitrariedad con la que el gobierno cubano construye la historia nacional a su antojo y sin contrapartida interna.

 

No importa si la élite política se ha regalado ocho años y medio para producir el “crecimiento” de 0,6 % de la economía cubana, cuando la fabulación del presidente le reduce 5 años y medio por decreto, y estableciendo el inicio en 2011 le da más margen a la hora de evaluar sus resultados. Este es el objetivo de la manipulación del tiempo, evitar la rendición de cuentas sobre la propia incapacidad.

 

La ciudadanía bien que lleva la cuenta y eso es lo que pasará a la historia y no “el cuento chino” del actual presidente y de los que inventan disparates para “calmar” a la izquierda internacional.

 

El asunto no es complejo, es sencillo pero los dirigentes cubanos y sus acólitos manipulan la realidad para ganar tiempo, en contra de la vida ciudadana y siguen gastando mucho en propaganda para “confundir” a sus interlocutores internacionales.

 

Eso de “confundir” a los interlocutores internacionales, al menos lo logra con relación a la Dra. Emily Morris[1], que intentando un enfoque “desprejuiciado” en su artículo “Cuba inesperada” nos invade de sus propios prejuicios solo para distanciarse de los análisis de los cubanólogos a los que reduce de una manera simplona a un pensamiento neoliberal.

 

Varios errores epistémicos produce su artículo:

 

1.       Dicotomía entre socialismo y capitalismo sin explicar las ineficacias del “socialismo real” ni la alternativa que podría crearse incluso planteándose, por sus simpatías ideológicas, una cercanía al socialismo.

 

2.       Cheque en blanco a la dirigencia cubana para no declarar hacia dónde van sus políticas económicas y qué se propone.

 

3.       Asimilar a los cubanólogos, entre ellos al profesor Carmelo Mesa-Lago, al pensamiento neoliberal. Le sugiero a la Dra. Morris el libro Cuba en la era de Raúl Castro  del profesor Mesa Lago, y la emplazo públicamente a discutir si los análisis y propuestas del profesor son neoliberales.

 

4.       Evaluar las políticas macro económicas en los últimos 25 años, en sus intenciones y no en sus resultados, “olvidando” el costo popular y el descalabro económico de dichas políticas. No hay un solo dato sobre los costos sociales si no las frases hechas por el discurso oficial “insuficiente salario”, “disminución del gasto público”, etc.

 

Claro, la Dra. Emily no es completamente responsable de la ausencia de datos sobre la pobreza y pobreza extrema en Cuba. Puede buscar en los organismos internacionales y la pobreza no aparece en el caso de Cuba. Ni la CEPAL, ni el PNUD, y si algo encuentra en las páginas de la UNICEF es un dato falso del 4 % de la población en condiciones de pobreza.

 

En realidad, la manipulación del gobierno cubano con las cifras y el tiempo, “confunde” hasta a los simpatizantes mejor formados, pero lamentablemente, este rejuego, produce un discurso que se pretende “científico”, siempre de espaldas a la realidad nacional.

 

[1] La doctora en Ciencias Económicas Emily Morris ha sido investigadora en el Instituto de las Américas, de la Universidad College, en Londres, desde 2012 hasta 2014. En septiembre 2014 se trasladó a Washington para ocupar un puesto de investigadora principal en el Banco Interamericano de Desarrollo. Ella sigue siendo Investigador Asociado Honorario del Instituto UCL de las Américas, de Gran Bretaña. Ha publicado este documentado artículo en New Left Review, una revista de 160 páginas, de circulación bimestral, que se edita en Londres y analiza la política y economía globales, poderes estatales y movimientos de protesta; teoría social contemporánea, historia y filosofía; cine, literatura, arte heterodoxo y estética. Incluye ensayos, entrevistas, comentarios, reseñas de libros y editoriales sobre temas políticos. Publicado en Kaos en la Red ( 24/11/2014) y en el blog de Iroel Sánchez.



Militares a sus cuarteles

Pedro Campos

2 de julio de 2014

 

En todo este desastre que tenemos en Cuba, mucho ha tenido que ver el papel de los militares y sus métodos de ordeno y mando trasladados a la política y la economía.

 

Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento.”

José Martí

 

No pasa un día sin que aparezca en la prensa alternativa cubana y a veces en la oficial, alguna información dando cuenta de importantes decisiones y acciones desafortunadas de funcionarios de alto o intermedio nivel, en cualquier ámbito de la sociedad, sea económico, político o social, detrás de las cuales siempre encontramos a un militar o exmilitar, desde luego, designado.

 

Baste señalar el conjunto de incongruencias que des-componen la “actualización” del modelo económico decididas todas por el general y presidente Raúl Castro y los militares que lo rodean.

 

Lo mismo reparten tierras sin garantías de futuro para los agricultores, que emiten una ley laboral legalizando la explotación asalariada en violación de la Constitución vigente, que organizan planes económicos sobre la base de la disciplina militar, que liberan la venta estatal de autos a precios galácticos, que organizan “cooperativas” desde el Estado, que emiten una Ley de la Inversión Extranjera que luce destinada a vender el país al capital internacional o que firman un tratado de in-seguridad con una potencia imperialista envuelta en luchas territoriales.

 

Todo un contrasentido. Disparate tras disparate.

 

Especialistas y cubanólogos del establishment norteamericanos esperaban mucho de Raúl Castro, sus militares y su “mano fuerte” a fin de “evitar un caos” a la desaparición de Fidel Castro, promover una “transición pacífica”, “impedir una crisis migratoria” y “desarrollar una economía de mercado”. La “actualización” y sus medidas, particularmente la Ley de Inversión Extranjera y la Ley Laboral que la complementan, deben complacer a aquellos iodos. Y desde luego no estoy insinuando ni acusando a nadie de estar haciendo lo que desea el imperialismo. Expongo hechos.

 

Hoy por hoy, los que no vemos salida alguna para nuestras aspiraciones somos los desposeídos cubanos de a pie.

 

El más reciente infortunio ocasionado por los militares al pueblo, nos lo relata el intelectual Esteban Morales, cuando narra las arbitrariedades en torno a los visitantes a la Terminal no. 3 de vuelos internacionales del aeropuerto José Martí en la capital habanera. Nadie responde por las estupideces, pero todo el mundo sabe que la IACC, el aeropuerto y sus inmediaciones están bajo control de los militares, como casi todo lo que alguna importancia tiene en este país.

 

Ciertamente, la causa principal de todo este desastre es el modelo económico y político de tipo estatalista, burocratizado e híper centralizado, implantado en Cuba en nombre del socialismo, que concentra todas las decisiones importantes del país en un grupito de personas, donde el pueblo y los trabajadores estamos para cumplir las determinaciones de esa alta burocracia y nunca para decidir qué hacer, cómo hacerlo, con qué recursos, ni desde luego para elegir los cargos públicos en ningún nivel.

 

En todo este desbarajuste “socialista” mucho ha tenido que ver el papel de los militares y sus métodos de ordeno y mando trasladados a la política y la economía.

 

Es, desgraciadamente, algo bastante presente en la historia de Cuba, desde las guerras de independencia en el siglo XIX, cuando los militares siempre quisieron controlar el poder político, en contra de la opinión de los más lúcidos cubanos como el Mayor General Ignacio Agramonte y el más grande, José Martí, ambos intelectuales amantes de la libertad, la justicia y la democracia, antes que militares.

 

Nunca estará de más recordar algunos renglones de la carta de Martí a Gómez el 20 de Octubre de 1884. “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento. […] ¿Qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General? ¿Los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?”

 

Con gran pesar, los que nos empeñamos en hacer de Cuba un paraíso de la libertad, la justicia, la democracia y el socialismo, bajo la dirección del siempre mismo gobierno de los históricos guerrilleros de la Sierra, hoy constatamos cuánta razón tenía Martí en tratar de impedir el control de los militares sobre los asuntos públicos y de gobierno.

 

El militarismo se irguió sobre la muerte de Martí y alcanzada la independencia de España, en los primeros 30 años de República mediatizada, la mayoría de los presidentes habían sido generales de aquellas guerras. Después continuó el papel de los militares, con Fulgencio Batista en la revolución del 30, su primer Gobierno constitucional en 1940 y luego su dictadura a partir de 1952.

 

Finalmente la lucha por medios militares contra aquel gobierno anticonstitucional, llevó al poder al grupo de militares que hasta hoy detenta el poder en Cuba en nombre del socialismo. Y los medios, una vez más, se impusieron a los fines.

 

De una u otra forma todos estos militares empezaron por defender un régimen constitucional y democrático que terminaron negando, imponiendo su autoridad por la fuerza de las armas.

 

La revolución del 59 que unió al pueblo de Cuba en la lucha contra Batista por la restauración del sistema democrático y la Constitución del 40, acabó frustrando aquellos objetivos en el mismo 1959, cuando Fidel y sus muchachos de la Sierra decidieron mantenerse en el poder, suprimir toda oposición, postergar indefinidamente hasta hoy las elecciones generales y poner en marcha un sistema de gobierno personalista y partidocrático, refrendado en la constitución de 1976.

 

¿Hasta cuándo los cubanos vamos a vivir bajo égidas militares? No equivocarse: no estoy llamando a revueltas, desórdenes, violencias ni nada por el estilo. Ya nos cansamos de todo eso. La violencia engendra más violencia. No más violencia de ningún tipo en la sociedad cubana.

 

Es hora ya de acabar de poner nuestra casa en orden, de democratizar la vida política y económica del país, de que tengamos plena libertad de expresión y asociación.

 

¿Cómo lo vamos a lograr? Hay propuestas de una nueva Constitución, de democratizar el sistema político y económico, liberar internet, que el Gobierno respete la libertad de expresión y asociación, que todos los cargos públicos sean sometidos a elección popular, que exista renovación y revocación, etc. Es tarea de todos los cubanos de buena voluntad, de todas las filiaciones políticas.

 

Pero de algo sí no tengo duda alguna. Cualquiera que sea la solución, implicará el regreso de los militares a sus cuarteles, obra a la que ellos deberán contribuir por el bien de todos, y de ellos mismos.

 

Viva Cuba Libre. Socialismo por la vida.

 

 

¿Por qué no estoy en LASA?

Manuel Cuesta Morúa

21 de mayo de 2014

 

El régimen castrista le impide viajar a disidente cubano

El historiador y portavoz de Arco Progresista ha dirigido esta carta abierta a la  Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA)

 

Mi país, Cuba, persevera en la no normalidad. Es el país que ha tenido, por ejemplo, más representación numérica en los congresos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) al tiempo que ha sido el de menor representación plural en sus debates. Es al mismo tiempo el país que genera más pasiones encontradas en el hemisferio occidental, y el que menos tolera el encuentro de sus diversas pasiones dentro de la isla. Es también el lugar donde, como se solía decir antes en América Latina, la ley solo existe para los enemigos.

 

Por esas tres razones no puedo participar en este congreso de LASA. El pasado año fue el último en el que la Cuba oficial monopolizó los paradigmas del debate sobre Cuba, desde Cuba, en un evento de esta solvencia. En el 2013 pude participar por primera vez, junto a dos entrañables colegas, en este prestigioso encuentro de ideas para abrir, también por primera vez, la posibilidad de que el pensamiento independiente dentro de Cuba fuera reconocido en el mismo espacio en el que por años ha sido reconocido solo el pensamiento orgánico del poder, que a veces suele ser crítico. Parecía que el gobierno comenzaba a aceptar cierta normalidad, al menos en la discusión entre cubanos diferentes que habitan el mismo espacio territorial. Pero su intolerancia al encuentro civilizado de pasiones distintas al interior de Cuba amenaza con revertir el derecho a la diferencia, es decir, el paso a la normalidad. Y entonces usan, con abuso, la ley.

 

¿Cuál de ellas? La que proviene del poder, no de la autoridad. El 26 de enero del presente año fui detenido por el intento de organizar un Foro Alternativo a la II Cumbre de la CELAC. ¿Para qué este Foro Alternativo? Para discutir sobre la Declaración Constitutiva de este espacio sub hemisférico que reúne a Jefes y Jefas de Estado de América Latina y el Caribe, como ocurre en cualquier cumbre que se organiza en el mundo. ¿Qué dice la Declaración Constitutiva de la CELAC? Bueno, que todos los ciudadanos latinoamericanos y caribeños tenemos los derechos fundamentales que debemos tener y que los Estados están obligados a proteger. Excepto el cubano. Por esta excepción en las Américas, estuve cuatro días en una celda, por cuatro días fui interrogado y, luego de liberado, se me impuso una Medida Cautelar que me obliga a acudir todos los martes a una estación policial a firmar mi presencia hasta el día presumible en que se me celebre juicio. Porque estuve detenido por defender lo que se supone promueve el Estado en mi país, saliendo con una acusación de los viejos tiempos de Josef Stalin: “Difusión de Noticias Falsas contra la Paz Internacional”, según el Artículo 115 del Código Penal que pretende disciplinar la opinión a partir de la última Constitución de corte soviético que existe en el mundo: la Constitución cubana de 1976. Dicen las autoridades que mis numerosos textos y ensayos sobre la realidad, fundamentalmente relacionados con el tema racial, amenazan la paz en este mundo.

 

Lo que constituye un pretexto, de una ridiculez pantagruélica, que nadie puede sostener si acude a LASA a hablar de Memoria y Democracia. Precisamente porque organicé un Panel en esta edición 2014 titulado: Cuba: la memoria de la democracia, el gobierno de mi país recuerda que soy un “enemigo de la paz internacional” y me restituye una Medida Cautelar que me había sido suspendida hacía un mes. El martes 8 de abril dejé de firmar en la hoja 378 de la 5ta. Estación de la Policía de La Habana porque se me comunicó que aquella medida quedaba sin efecto. El miércoles 7 de mayo se me cita para hacerme saber que se me restituía la Medida Cautelar, firmando ahora en la hoja 414 de la misma Estación, exactamente dos semanas antes del encuentro de buena parte del pensamiento y la academia hemisférica en la ciudad de Chicago. Una muestra ejemplar de un propósito de poder que exagera en sus evidencias contra el ejercicio consistente de la ley.

 

Pero doy a conocer este testimonio sin quejas. Las ideas tienen consecuencias y el detalle está en asumirlas con carácter. Solo enuncio lo que sigue sucediendo en mi país por debajo de la narrativa pro forma que quiere dar del Estado cubano una imagen inversa a su realidad. Lo importante es el precedente que pone en cautela jurídica al otro, y que podría prolongar la cincuentenaria suspensión de derechos en Cuba con el expediente penal de criminalizar las ideas e iniciativas que provienen del pensar, que solo puede hacerse desde la diferencia. Esta es digamos que mi alerta en la academia.

***************************

Declaración de apoyo a Manuel Cuesta Morúa,

portavoz del Arco Progresista en Cuba

23 de mayo de 2014

 

Los abajo firmantes, provenientes de la actividad académica, periodística, política y cultural nos solidarizamos con el colega Manuel Cuesta Morúa, manifestando nuestro apoyo a su derecho humano a la libertad de expresión y en especial valoramos su valiente labor pacífica junto a otros actores democráticos de su país en la promoción de la apertura política en Cuba.

 

En un claro retroceso en su política migratoria y en demostración de las características cerradas de su régimen político de partido único, el gobierno de Cuba le impide al referente progresista Manuel Cuesta Morúa asistir al congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) que se realiza del 21 al 24 de mayo en la ciudad de Chicago, Estados Unidos.

 

Esta es una nueva represalia del régimen cubano al intento de Cuesta Morúa de organizar un Foro Alternativo a la II Cumbre de la CELAC, por lo cual el 26 de enero pasado fue detenido cuatro días en una celda, interrogado y luego liberado, imponiéndole una Medida Cautelar que lo obliga a acudir todos los martes a una estación policial a certificar su presencia hasta el día presumible en que se le celebre juicio. A Cuesta Morúa se lo acusa del delito orwelliano de “Difusión de Noticias Falsas contra la Paz Internacional”, según el Artículo 115 del Código Penal cubano.

 

El año pasado, luego de la reforma migratoria en Cuba de principios del 2013 que ahora permite a algunos de los opositores pacíficos salir y regresar a su país, Cuesta Morúa pudo participar del congreso de LASA en Washington y para este año había organizado un panel titulado: “Cuba: la memoria de la democracia”.

 

Manuel Cuesta Morúa (La Habana, 1962) lleva 23 años en la oposición democrática cubana. Se graduó en Historia en la Universidad de La Habana en 1986 y ha realizado varios  posgrados. Entre 1986 y 1991 trabajó en varias instituciones oficiales. De 1988 a 1991 en la Casa de África del Museo del Historiador en Habana Vieja, de donde fue expulsado por sus ideas políticas. Ingresa ese mismo año en la Corriente Socialista Democrática Cubana, una organización disidente alternativa al régimen. En 1993 comienza a trabajar también en la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Funda en 1998, junto a otras organizaciones políticas, cívicas y sociales, la Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada y en 2002 el Arco Progresista, que en la actualidad preside y que reúne a organizaciones de naturaleza socialdemócrata hasta entonces dispersas, de dentro y fuera de Cuba. Actualmente, junto a otras organizaciones y ciudadanos, coordina la Plataforma Nuevo País, y junto a otros activistas el proyecto Consenso Constitucional que ha logrado la participación de la mayoría de las organizaciones pro democráticas, cívicas y de derechos humanos dentro y fuera de Cuba. Es miembro también del Comité Ciudadanos por la Integración Racial y ha liderado el proyecto Violencia Cero.

 

Los abajo firmantes, provenientes de la actividad académica, periodística, política y cultural nos solidarizamos con el colega Manuel Cuesta Morúa, manifestando nuestro apoyo a su derecho humano a la libertad de expresión y en especial valoramos su valiente labor pacífica junto a otros actores democráticos de su país en la promoción de la apertura política en Cuba.

 

Graciela Fernández Meijide, Tomás Abraham, Liliana De Riz, Vicente Palermo, Luis Alberto Romero, Beatriz Sarlo, Gerardo Caetano, Ricardo Brodsky, Emilio de Ípola, Jorge Sigal, Rubén Chababo, Daniel Sabsay, María Sáenz Quesada, Manuel Alcántara Saez, Marcos Novaro, Sylvina Walger, Aníbal Pérez-Liñán, Guillermo Rozenwurcel, Juan Octavio Gauna, Claudia Touris, Daniel Muchnik, Héctor Schamis, Patricio Navia, Romeo Pérez Antón, Fernando Iglesias, Lilia Puig, Carlos Gervasoni, Antonio Camou, Gabriel Palumbo, Daniel Pérez, Héctor Leis, Fernando Pedrosa, Sabrina Ajmechet, Aleardo Laría, Pablo Avelluto, Cecilia Noce, Armando Capalbo, Sybil Rhodes, Jorge Streb, Claudia Guebel, Mario Scholz, Ricardo López Göttig, María José Valdez, Carlos Facal, Eduardo Viola, Patricio Gómez Talavera, Sebastián Acha, Leandro Querido, María del Pilar Callizo, Andrés Cañizález, Marianne Kohn Beker, Marino González, Ricardo González Alfonso y Raquel Gamus.

 

 

 

La hora de los bárbaros

Rafael Rojas

11 de mayo de 2014

 

La descomposición del régimen preocupa al autoritario gobierno de Cuba

 

En el pasado congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el primer Vicepresidente y sucesor designado, Miguel Díaz Canel, pidió a los intelectuales y artistas de la isla que no olvidaran que la “disyuntiva es socialismo o barbarie”. La célebre frase de Rosa Luxemburgo en “The Junius Pamphlet” (1916), calificaba, a partir de una idea de Friedrich Engels, la Primera Guerra Mundial como una “regresión al barbarismo”, que amenazaba con aniquilar la civilización. Según Luxemburgo, la única forma de conjurar la debacle era por medio de un socialismo que, a diferencia del bolchevique, no centralizara burocráticamente la vida política con el “espíritu vigilante” y la “virtud del terror”, propios de un partido único, que heredaba elementos despóticos del zarismo.

 

El pasaje de Luxemburgo, como es sabido, inspiró la asociación y la revista Socialisme ou Barbarie, encabezadas por los trotskistas y consejistas franceses Cornelius Castoriadis y Claude Lefort entre 1948 y 1965. Castoriadis y Lefort se opusieron al estalinismo y a la expansión del bloque soviético hacia Europa del Este, desde un socialismo democrático, que adelantó algunas ideas del mayo francés del 68. Si la barbarie a la que se refería Rosa Luxemburgo no excluía los elementos autoritarios del leninismo, ya la barbarie que combatirán Castoriadis y Lefort será tanto el totalitarismo nazi o fascista como el estalinista, el imperialismo capitalista como el soviético.

 

A mediados de la década pasada, Hugo Chávez intentó relanzar la consigna y, más interesado en la retórica que en las ideas, desplazó su significado al “socialismo del siglo XXI”, implementado con notables diferencias por algunas pocas izquierdas gobernantes en América Latina. A la altura del 2006, el socialismo defendido por Chávez era eso, los proyectos políticos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, mientras que la barbarie, según los propios líderes de esos países, no era otra cosa que el impopular gobierno de George W. Bush en Estados Unidos. Chávez, como antes Fidel Castro, utilizaba los conceptos de la ideología para un fin geopolítico concreto: la oposición a Estados Unidos.

 

Ahora, el sucesor designado de Raúl Castro, vuelve a la misma disyuntiva, pero con sentidos notablemente distintos. El socialismo que defiende Díaz Canel es el establecido en los artículos 3º, 5º y 62º de la Constitución cubana vigente, es decir, un régimen “irrevocable” de partido comunista único, ideología “marxista-leninista y martiana” y control de la sociedad civil y los medios de comunicación por parte del Estado. Un socialismo, por tanto, diferente al de Rosa Luxemburgo, Cornelius Castoriadis, Claude Lefort… y hasta Hugo Chávez. La única diferencia entre ese socialismo y el comunismo soviético es que el cubano, en las primeras décadas del siglo XXI, se abre más plenamente al capitalismo de Estado que los trotskistas cuestionaban desde mediados del siglo XX.

 

Pero así como es fácil entender a qué socialismo se refiere Díaz Canel, se vuelve complicado dilucidar el segundo término de la alternativa. Hay que llenarse de paciencia y leer todo el discurso ante el congreso de la UNEAC para advertir que esta vez la “barbarie” a la que se refiere Díaz Canel no es el “imperialismo yanqui” sino un mal endógeno. Un proceso de descomposición ideológica del régimen, que los burócratas llaman, conservadoramente, “pérdida de valores”. El avance del mercado, las nuevas tecnologías y el pluralismo civil está produciendo, junto a una sociedad cada vez más desigual, una cultura popular, sobre todo entre los jóvenes, que rebasa la ideología oficial.

 

Esa es la “barbarie”, según la burocracia cubana: un mundo de reggaeton, celulares, iPods y videojuegos, de moda, consumo, globalización y juventudes deseosas de viajar o emigrar. Una barbarie que, en efecto, está destruyendo desde adentro la civilización comunista construida en Cuba, entre los años 60 y 80. Las élites cubanas entienden la historia reciente de la isla como una lamentable decadencia progresiva del orden comunista, que arranca en los 90 y se agudiza en la pasada década, bajo los efectos de la mundialización, el acceso al mercado, el incremento del turismo y la mayor conectividad entre las comunidades de la isla y la diáspora.

 

Esas élites son conscientes de que la “barbarie” es incontenible, pero piensan que pueden domesticarla por medio de una concepción jerárquica de la sociedad y el Estado. El mercado, piensan a la manera feudal, está bien para pequeños segmentos privilegiados –empresarios, músicos, artistas, burócratas…-, pero no para las mayorías populares, que no pueden traspasar del apartheid de la economía estatal y los organismos del gobierno. Con cierta dosis de capitalismo y nada de democracia –sin libertad de asociación y expresión, ni oposición reconocida por las leyes, ni internet-, sueñan salvar su vieja civilización de los bárbaros del siglo XXI.

 

Habrá que ver si lo logran, cuando llegue la hora de la desaparición biológica de los líderes históricos y de la sucesión de poderes. Apenas en dos años se iniciará un proceso electoral en Cuba que, supuestamente, debería culminar en el traspaso de mandos de Raúl Castro a Miguel Díaz Canel. Si de aquí a entonces no se emprende una reforma constitucional, que abra el sistema político a nuevos liderazgos autónomos, el gobierno sucesor nacerá marcado por un signo autoritario que le impedirá representar la creciente diversidad social del país. Esa podría ser la hora de los bárbaros.

 

 

 

Inversión extranjera sin libre sindicalización

Dimas Castellanos

14 de abril de 2014

 

La ausencia de libertades tan elementales como la libre sindicalización y la libre contratación constituye un retroceso respecto a lo que el movimiento obrero logró hasta la primera mitad del siglo XX.

 

El artículo “Ley dentro de mi casa”, publicado el miércoles 2 de abril en el diario Granma, reconoce que el desarrollo de la economía cubana requiere de un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) que ha sido imposible lograr con las reformas implementadas. De ese fracaso el articulista deduce la necesidad de inyectar capital foráneo. Sin embargo, las múltiples limitaciones contenidas en la recién aprobada Ley de Inversiones Extranjeras, entre ellas la referida a la libre sindicalización, anulan  dicho propósito.

 

El proceso recorrido por la libertad sindical en Cuba comenzó en la colonia con la Ley General de Asociaciones de 1888 y continuó en la República con la promulgación de varias legislaciones obreras. Entre ellas destaca la Ley de las Comisiones de Inteligencia Obrera de 1924 para canalizar los conflictos obrero-patronales relacionados con los embarques de azúcar. Pero su máxima expresión fue el Decreto Ley 798 de abril de 1938 cuyo contenido se recogió en la Carta Magna de 1940: “el derecho de sindicación a los patronos, empleados privados y obreros, el derecho de los trabajadores a la huelga y el de los patronos al paro, el sistema de contratos colectivos de trabajo y estipuló que los problemas derivados de las relaciones entre el capital y el trabajo serían sometidos a comisiones de conciliación integradas por representaciones de patronos y obreros”. Con ella los logros legislativos asumieron rango constitucional.

 

El principio de libertad sindical –unión de los derechos de libertad y de asociación– consiste en el derecho que tienen trabajadores y patronos para fundar sindicatos sin autorización previa. Ese principio se consagró en la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y se reguló en el Convenio 87 de esa institución. Por su relevancia y naturaleza jurídica, la libertad sindical está incorporada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en la  Convención Europea de Derechos Humanos. En el caso particular de Cuba, alcanzó rango constitucional desde 1940.

 

Las diferentes legislaciones laborales emitidas en Cuba después de 1959 se resumieron en la Ley 49 de Código de Trabajo de 1984, cuyo artículo 3, inciso e) declara que  “todo trabajador, acorde con la legislación vigente, tiene derecho a asociarse voluntariamente y constituir sindicatos”. Mientras el Artículo 13 reconoce a “todos los trabajadores, tanto manuales como intelectuales, tienen el derecho, sin necesidad de autorización previa, de asociarse voluntariamente y constituir organizaciones sindicales”.

 

Sin embargo, esos preceptos, en correspondencia con los principios de la OIT y con la historia del derecho laboral cubano, son pura declaración. Los mismos nacieron supeditados al artículo 7 de la Constitución vigente, el cual dispone que el Estado socialista cubano reconoce y estimula a las organizaciones de masas y sociales, “surgidas en el proceso histórico de las luchas de nuestro pueblo” y, por tanto, anula el derecho a “asociarse voluntariamente y constituir sindicatos” como estipula el Código de Trabajo de 1984.

 

Con el objetivo de actualizar el Código de 1984, entre el 20 de julio y 15 de octubre del 2013 se sometió a consulta un nuevo Anteproyecto que incluye a los trabajadores por cuenta propia pero no autoriza la libertad sindical; no recoge el derecho a huelga como se reconoce en los instrumentos jurídicos de la OIT y se refrendó en la Constitución de 1940; no reconoce el derecho de los trabajadores para negociar directamente el salario con los empleadores extranjeros, lo que implica una doble explotación por la agencia empleadora y por la empresa extranjera.

 

Respecto al salario mínimo lo aprueba el Consejo de  Ministros, en vez de establecerse entre trabajadores, empleadores y Gobierno. Por ejemplo laConstitución de 1940, en el artículo 61, planteaba que: “La Ley establecerá la manera de regular periódicamente los salarios o sueldos mínimos por medio de comisiones paritarias para cada rama del trabajo; de acuerdo con el nivel de vida y con las peculiaridades de cada región y de cada actividad industrial, comercial o agrícola”.

 

El Anteproyecto mencionado fue discutido en 69.056 asambleas con la participación de 2.802.459 trabajadores. Dos meses después, fue aprobado por los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y convertido en Ley. Finalmente se creó una comisión de estilo para la redacción final y su publicación en la Gaceta Oficial. Desde ese momento dicho Código constituye un misterio. Lo más sintomático es que en ningún momento del debate de la nueva Ley de Inversiones Extranjeras se mencionó nada relativo a dicho Código ni la CTC ha realizado ninguna reclamación al respecto. Sencillamente se esfumó.

 

Por tanto el Anteproyecto de Código de Trabajo en materia de derechos sindicales se sitúa de espaldas a lo estipulado por la OIT, de la cual Cuba fue miembro fundador en 1919 y es firmante de 76 de los convenios laborales de esa institución, incluyendo el Convenio 87 sobre la libertad sindical.

 

En ese estado de indefensión se aprobó la nueva Ley de Inversiones, en la que los cubanos no solo están excluidos de participar como inversionistas, sino que como trabajadores carecen del derecho de crear sindicatos independientes y, por tanto, entran a una relación laboral en total desventaja al no poder contratarse libremente. Una violación tan abusiva que, si existieran verdaderos sindicatos, podría llevarse ante el Comité de Libertad Sindical, creado por la OIT en 1951 para examinar los alegatos sobre violaciones a los derechos de organización de trabajadores y empleadores.

 

Por lo anterior, tanto el Código de Trabajo de 1984 como su sustituto, el aprobado y esfumado en 2013, representan un retroceso en materia laboral respecto a lo que el movimiento obrero había logrado en sus luchas desde la Colonia hasta la primera mitad del siglo pasado.

 

En esas condiciones, cuando está demostrado el papel que desempeñan los derechos y libertades en la economía y en el desarrollo social en general, la ausencia de libertades tan elementales como la libre sindicalización y la contratación libre de la fuerza de trabajo son obstáculos suficientes para augurar el fracaso en el propósito de atraer miles de millones de dólares para sacar la economía cubana del estancamiento en que se encuentra.

 

 

Un éxito de la narrativa democrática cubana

Manuel Cuesta Morúa

12 de abril de 2014

 

La organización del II Foro Alternativo fue exitoso a pesar del hostigamiento de la policía política a sus organizadores

 

En medio de los preparativos y la coordinación del II Foro Alternativo a la Cumbre de la CELAC, bajo el título de Los Derechos Humanos y las Relaciones Internacionales, que un grupo de activistas de la sociedad civil pretendíamos realizar el 28 de enero con el tema La Declaración Especial de la CELAC en defensa de la Democracia y su incompatibilidad con el sistema de partido único, fui detenido por la policía política.

 

La detención ocurrió el domingo 26 de enero en horas del mediodía en el poblado de Jaimanitas, al noroeste de La Habana. Fui conducido a la Sexta Unidad de la Policía en la localidad de Marianao, y puesto bajo custodia policial durante 40 minutos.

 

Posteriormente fui llevado a la Quinta Unidad de la Policía en la localidad de Miramar, donde fui detenido hasta el jueves 30 en la noche, liberado bajo el cargo de Difusión de Noticias Falsas contra La Paz Internacional y con una medida cautelar que me obliga a acudir a firmar mi presencia todos los martes a la Unidad de la Policía mencionada. El argumento para esa acusación es todo lo que he escrito y publicado sobre todas las cosas posibles ―no recuerdo si he escrito algo acerca de los errores en física de la “revolución”― fundamentalmente sobre temas raciales.

 

Durante la detención me fueron ocupados documentos relativos a la Cumbre de la CELAC, algunos artículos de prensa y una memoria. Mientras estuve detenido se me practicaron prolongados interrogatorios relacionados fundamentalmente con los propósitos del II Foro Alternativo y pude comprobar que mis cuentas personales de Internet han venido siendo hackeadas desde tiempos inmemoriales.

 

Se me abrió asimismo una investigación judicial, que incluyó toma de huellas y de ADN, fotografía, identificación de documentos, toma de declaraciones sobre mis relaciones con ONG extranjeras que siempre asumí, y reafirmé, bajo el concepto de que son relaciones legítimas, abiertas y públicas con organizaciones no gubernamentales a las que tenemos derecho todos los cubanos, y que no consideró en ningún caso como delito.

 

Tres puntos quiero señalar. Primero, y luego de la consabida amenaza, la policía política trató de chantajearme con la oferta de archivar mis relaciones supuestamente peligrosas y espurias, tras una presumible e inmediata liberación el mismo día de la detención, si yo desmontaba personalmente la organización del II Foro Alternativo. No cabe comentar mi respuesta.

 

Segundo, asumí declarar sobre mi relación abierta con ONG extranjeras a pesar de los riesgos penales y políticos que este vínculo entraña en Cuba, porque me parece importante, también en términos políticos, no dejar confusión alguna sobre la naturaleza pública y no secreta de mis relaciones con entidades de otras partes del mundo, único modo de desbaratar el juego y la visión conspirativos que siempre plantea la policía política, y porque creo necesario proyectar con más transparencia este tipo de vínculos que considero legítimos, independientemente de su carácter controversial. Solo el debate público sobre la legitimidad de estas relaciones será eficaz para la legitimación estratégica de las mismas. Yo asumo los costos. Y en la medida que no existe en Cuba figura penal específica que sancione la ayuda externa, creo fundamental asumir los riesgos públicos del debate en el escenario actual de Cuba.

 

Tercero, si bien fui liberado con un cargo ajeno a los motivos de la detención y al proceso penal que se me practicó, considero que en realidad el gobierno pretende juzgarme penalmente por mis vínculos con el enemigo. El cargo impuesto es una estrategia operativa que cumple tres funciones: dejar claro que voy a ser juzgado en algún momento, impedirme salir del país en señal de castigo y respetar los términos temporales de la ley, en un caso publicitado, que no les permitía mantenerme detenido un día más.

 

Quiero concluir con la siguiente consideración. A pesar de que no pudimos realizar el evento, me parece que políticamente fue un éxito. Los costos personales los asumo como propios de la lucha democrática en cualquier lugar. Pueden ser considerados absurdos, pero lo kafkiano forma parte de la política en contextos kafkianos.

 

Obviamente pudo haberse organizado mejor. Pienso, por ejemplo, que delegar en otros participantes parte de la organización, en función de un plan C, podría haber garantizado que acudieran al lugar de la cita más personas. Yo asumí no hacerlo así porque las presiones eran inmensas y las filtraciones involuntarias podrían malograr mi estrategia: impedir que la policía política tuviera conocimiento previo del lugar y le diera tiempo a organizar un acto de repudio u otra estrategia represiva. Al final, las dudas sobre el lugar permitieron, eso creo, que acudieran al menos un grupo pequeño de personas que pudo iniciar cierto intercambio. No fue, claramente, el cuórum necesario. En todo caso asumo como válidas todas y cada una de las críticas de mis compatriotas en torno a la forma en que intenté organizar el evento.

 

Pero el II Foro Alternativo fue un éxito de la narrativa democrática cubana. El mundo no pudo ignorar la existencia y capacidad de la sociedad civil cubana, ni alumbrar la tensión entre una dictadura que quiere continuar nadando sin obstáculos en el mar de democracias globales y la retórica hemisférica. Ciertamente muchas de las democracias en nuestro hemisferio son débiles, pese a lo que nos cuentan los medios. La ausencia de liderazgo es notoria en una región que se niega a conectar los valores fundamentales y las propuestas de integración, tal y como han hecho otros esfuerzos de integración regional, incluyendo África.

 

Por eso la CELAC es y será un fracaso, como nos muestra su ausencia en la crisis venezolana. La lección es que la América de los ciudadanos es la garantía para la promoción y defensa de las libertades fundamentales y de los derechos humanos. De ahí nuestro compromiso para celebrar, en alguna fecha futura, el II Foro Alternativo. Para nosotros solo ha sido pospuesto.

 

El autor es historiador y Portavoz del Arco Progresista en Cuba. Sígalo en Twitter @cubaprogresista

 

 

 

El destierro de Mesa Lago

Haroldo Dilla Alfonso

7 de abril de 2014

 

La elite política cubana sigue manejando a la emigración con los criterios utilitaristas de siempre

 

Hace unos días el periódico Granma —dícese que en estado de aggiornamiento— publicó un sentido artículo firmado por Linet Perera, condenando la edificación de un muro en los contornos de Ceuta y Melilla para impedir el paso de los migrantes africanos hacia Europa. El artículo se titulaba Kilómetros de vallas para cuidar el sueño europeo y en lo fundamental era una crítica a las políticas exclusionistas europeas frente a la migración africana.

 

Aunque me parece que el asunto es mucho más complejo de lo que Granma describe —el tema migratorio es muy complicado en cualquier lugar en que se produzca— yo estoy básicamente de acuerdo con la periodista Perera en su posición crítica de principio. Y agrego que en la política europea hay una fuerte carga de cinismo en el tema migratorio. Pero dudo que el cinismo de los europeos aventaje al de Granma, que denuncia las infamias migratorias en Europa al mismo tiempo que guarda silencio —y eventualmente aplaude— las inmensas felonías que comete el gobierno cubano frente a la migración. Y obsérvese que no digo frente a migrantes extranjeros que quieran entrar a Cuba (no creo que existan muchos candidatos) sino frente a sus propios nacionales emigrados.

 

La pasada reforma migratoria —elevada por algunos emigrados “patriotas y respetuosos” a la altura de epopeya nacional— no solo negó a los cubanos en la Isla el derecho inalienable a transitar y viajar, sino que dejó casi intactas las restricciones que pesan sobre los cubanos emigrados. Y todo parece indicar que el tema ha quedado definitivamente en manos de ese sector duro e intratable que se empeña en levantar muros mayores que los de Ceuta, Melilla y San Diego.

 

A principios de marzo, el conocido académico cubano Carmelo Mesa Lago fue invitado a atender un interesante evento intelectual en Cuba. Los organizadores —en particular la revista Espacio Laical— habían previsto hacerle un homenaje por sus 80 años y hacer un lanzamiento de su último libro sobre la economía cubana en la era de Raúl Castro.

 

La iniciativa era excelente. Mesa Lago es el científico social cubano más prominente de este tiempo. Atesora una carrera académica envidiable, una bibliografía tan extensa como imprescindible y un expertise que lo coloca como perito mundial top en más de un tema. Es el tipo de gente que viste de largo un evento académico, pero que además lo hace con una modestia y una jovialidad inherentes a la grandeza.

 

Mesa Lago es tan discreto que solo poco a poco y por otras vías hemos ido conociendo que el gobierno cubano le negó el permiso para visitar el país en que nació. Es decir que el gobierno, en vez de regocijarse por la visita de una persona de su estatura intelectual y moral, y aprovechar su estancia para que deje su huella en la academia cubana, le impidió asistir al evento y recibir el homenaje que merecía.

 

Creo que algo se hizo en lugar del homenaje previsto, y es positivo que se haya hecho. Pero creo que los participantes del evento prefirieron susurrar ante lo que hubiera merecido una condena explícita y directa, sugiriendo a la clase política y a la comunidad intelectual insular que somos un conglomerado transnacional y que alguien como Mesa Lago tiene tanto derecho como cualquier otro cubano a estar en su patria y opinar en y sobre ella. Perdieron la oportunidad de dar un paso al frente.

 

Lo que muestra esta confirmación del destierro de Mesa Lago es que la elite política cubana sigue manejando a la emigración con los criterios utilitaristas de siempre, y se empeña en separar lo que es una sola sociedad. En esto, como en todos los temas que se relacionan con los derechos civiles y políticos de la gente común, los dirigentes cubanos siguen de espaldas a los tiempos, colocados en el lado oscuro de la historia. Siguen temiendo a las ideas, a las críticas y a las propuestas diferentes.

 

Siguen levantando muros y vallas, mayores y más oprobiosas que las de Ceuta y Melilla, aunque curiosamente invisibles para los locuaces periodistas de Granma.

 

 

La “solidaridad” con Cuba y la indecencia política

Haroldo Dilla Alfonso

24 de marzo de 2014

 

El pluralismo y la tolerancia tienen un límite infranqueable en la indecencia

 

Siempre me ha parecido morbosa la relación afectiva que tiene la mayor parte de la izquierda política e intelectual dominicana con el gobierno cubano. Sea por inercia, por afectividad o por compasión, la mayor parte de los(as) “progres” dominicanos han optado por ser cómplices de una situación que no desearían para su propio país. Incluso contra la que han luchado en su propio país.

 

Ello explica, por ejemplo, que conocidos exfuncionarios letrados cubanos —que no es lo mismo que intelectuales— hayan encontrado en esta media isla una excelente oportunidad para desplegar sus vocaciones en instituciones estatales o políticas —los casos del Archivo General de la Nación, la Fundación Juan Bosch o los partidos de la seudoizquierda aliados al PLD— que reciben fondos públicos.

 

Un caso bien conocido es el de Eliades Acosta, un funcionario cubano que tuvo papeles muy destacados en la represión contra intelectuales cubanos, en su país o en terceros, desde sus altas posiciones al frente de la Biblioteca Nacional José Martí o desde una secretaría del Partido Comunista. A su haber, cuenta con la organización de francachelas represivas contra actividades públicas centradas en intelectuales oposicionistas o sobre temas cubanos que no se avenían con las políticas oficiales cubanas.

 

Para hacerlo, Acosta ha utilizado el conocido recurso de las bandas de paleros que se agrupan en algunos llamados “comités de solidaridad con Cuba” y que boicotean agresivamente las actividades programadas. El caso más conocido —no el único— fue su participación en la feria del libro de Guadalajara en 2002. Allí organizó todo tipo de vandalismos contra los intelectuales cubanos críticos al régimen en la Isla, y en particular saboteó un panel en que prominentes figuras intelectuales continentales —como el muy marcado caso del izquierdista inclaudicable Roger Bartra— arrebatando los micrófonos a los ponentes, cerrando las puertas y reteniéndoles por más de media hora entre insultos y amenazas a cargo de grupos de fanáticos.

 

Destituido de todos sus cargos en Cuba, Acosta no ha encontrado mejor consuelo que asentarse en nuestra media isla a la sombra del Archivo para investigar y escribir con verdadero fervor democrático contra la dictadura… de Trujillo.

 

Pero por muy repulsivo que resulte el historial de Eliades Acosta, siempre hay que sospechar en él algún talento que le sirvió para escalar posiciones en el aparato de control y represión intelectual en Cuba. Y por eso, aunque resulta un demérito compartir cualquier escenario con una persona que posee un record de abusos represivos, no es el peor caso. Nuestro dinero público también sirve para pagar a figuras absolutamente execrables, como es el caso muy señalado de Dario Machado, una de las figuras más despreciables y mezquinas del aparato represivo anti-intelectual cubano.

 

Darío Machado nunca ha sido un intelectual, sino a lo sumo un administrador del aparato ideológico, que durante años tuvo a su cargo la única agencia oficial cubana autorizada a hacer encuestas de temas políticos (la llamada Opinión del Pueblo) y desde esa posición se encargó de mentir y desinformar en nombre de la sociología. Y también desde esa posición ejerció una función de comisario político, intimidando a los investigadores y censurando a las investigaciones. En 1996 fue el peón seleccionado para organizar la represión contra el Centro de Estudios sobre América —el mejor centro de investigaciones sociales que ha tenido el país— y contra cada uno de sus investigadores. Lo hizo con saña y absoluta desvergüenza. Tanta que finalmente resultó inservible para los propios represores, y terminó relegado a funciones burocráticas en uno de los aparatos de control ideológico.

 

Pero a pesar de todo ello, Darío Machado tiene un espacio entre nuestros “progres” e izquierdistas. Unos días aparece hablando de la revolución continental con representantes de la seudo-izquierda aliada a la derecha peledeista en la Plaza Bolívar, otro día disertando sobre metodologías teóricas (justo lo que tenazmente desconoce) con los integrantes de La Multitud, y ahora aparece publicado en el boletín del Archivo General de la Nación (enero/abril 2013).

 

Obsérvese que no hablo en contra de que las instituciones dominicanas inviten y traigan a funcionarios o intelectuales cubanos que apoyen al gobierno de la Isla. Lo creo lamentable, pero ello es parte de un juego pluralista. Lo que discuto es que se gaste dinero público amparando a figuras con historiales criminales en la represión de intelectuales cubanos y que se les promueva como intelectuales. Eso no es solidaridad con el pueblo cubano, ni rigurosidad profesional, sino complicidad inmoral.

 

El pluralismo y la tolerancia tienen un límite infranqueable en la indecencia. Nuestros “progres” e izquierdistas en retirada deben aprenderlo.

 

 

Sin pausa, pero con prisa

Dimas Castellanos

2 de abril de 2014

 

La nueva ley de inversiones, ¿va a dejar fuera a los cubanos residentes en el extranjero? ¿Y contempla a los residentes en la Isla?

 

Con el tiempo en contra, a los múltiples fracasos por recuperar la economía nacional se han unido la inminente pérdida de las subvenciones de Venezuela y la escasa disposición del capital extranjero para invertir en la Isla. La conjunción de esos hechos ha obligado al Gobierno a la introducción de nuevos cambios y a sustituir —sin declararlo— el contraproducente lema “Sin prisa pero sin pausa” por el contrario: “Con prisa y sin pausa”.

 

Como el marco legal para la inversión en Cuba es atípico para empresas que operan con economías de mercado, ante el  nulo efecto que tuvo el Decreto Ley de septiembre de 2013 (mediante el cual se aprobó la Zona Especial de Desarrollo Mariel con el objetivo de atraer la inversión foránea), la necesidad de hacer evidente la disposición al cambio ha conducido, con evidente prisa, a la sustitución de la Ley 77 de Inversiones Extranjeras de 1995 por otra más moderna, flexible y transparente. Una decisión que estaba pendiente desde el año 2012 y que, por tanto, debió tomarse antes de iniciarse la obra del puerto de Mariel y no ahora.

 

A partir de mediados del presente mes de marzo se efectuaron cinco reuniones regionales en las que participaron diputados de todas las provincias, especialistas, funcionarios de los gobiernos municipales y provinciales, representantes de las consultorías jurídicas internacionales y asesores de empresas. En una carrera maratónica entre el sábado 15 y el miércoles 19 del citado mes, en cada una de esas reuniones el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, explicó la política aprobada por el Consejo de Ministros para la redacción del Anteproyecto. A la vez, la prensa oficial dedicó grandes espacios a los reportes, comentarios y entrevistas relacionadas con el tema.

 

La nueva legislación, orientada  a la diversificación y ampliación de los mercados de exportación, la sustitución de importaciones, la modernización, la creación de infraestructuras y al cambio de patrones tecnológicos, reforzará las garantías a los inversionistas, permitirá el carácter prioritario de la inversión extranjera en casi todos los sectores de la economía, la creación de una carpeta de inversiones, la bonificaciones impositivas, excepciones totales en determinadas circunstancias y mayor flexibilidad en materia aduanal, sin que el país renuncie a su soberanía ni al socialismo. Es decir, sin “concesiones ni retrocesos”.

 

A pesar de los aspectos positivos, todo indica que las autoridades cubanas, atadas a la mentalidad que predominó durante el último medio siglo, han determinado que el Anteproyecto en “discusión” emerja preñado de limitaciones y contradicciones.

 

Entre muchas de las limitaciones, uno de los problemas consiste en definir si se brinda o no participación a los cubanos residentes en el exterior; un derecho que nunca se debió prohibir y que resulta una justa reivindicación. Una segunda parte de este problema consiste en si ese derecho se hará extensible a los cubanos residentes en el país. Pues si injusta e injustificada resulta la exclusión de los cubanos como ha ocurrido hasta ahora, sería absurdo y contradictorio que se acepte a los que residen fuera de la Isla y se mantenga en exclusión a los de adentro.

 

Muchos indicios conducen a pensar que ocurrirá esto último. Es decir, que la Ley conservará el excluyente apellido de “Extranjera” para las inversiones, con la inclusión de los cubanos residentes en el exterior. De ser así, su título pudiera ser “Ley de Inversiones para todos, menos para los cubanos que no optaron por irse del país”.

 

De ocurrir así, lo anterior convertiría a la nueva Ley en una inaceptable violación de la Constitución vigente, la que en su artículo 14 reza: “la economía se basa en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”. Es decir, ese pueblo, supuesto propietario, queda excluido por razones de ubicación geográfica del derecho de participar en el proceso inversionista de su país, algo ajeno al derecho, a la cultura occidental de la cual somos parte y contrario a la dignidad humana.

 

Además, se trataría de una decisión sin previa consulta al supuesto dueño, al soberano, para conocer si está dispuesto a renunciar a ese derecho constitucional y limitarse a servir como mano de obra.

 

Según el enciclopedista francés Juan Jacobo Rousseau, la soberanía es el ejercicio de la voluntad general, un poder que se ejerce en nombre del pueblo, pero en Cuba, a ese soberano, previamente limitado a realizar por cuenta propia un listado de actividades casi todas de servicio (carpintero, forrador de botones, desmochador de cocos, carretilleros o vendedores de dulces), se les impide participar como empresarios en pequeñas y medianas empresas.

 

Como puede verse, la nueva ley corrige algunos de los absurdos que han espantado a los inversionistas del suelo cubano, pero a la vez, presenta nuevas contradicciones que lastrarán sus posibles resultados. Si se aprueba en la forma reseñada, la misma será, una vez más, la negación del concepto martiano que falsamente enarbola el Gobierno, pues para Martí el concepto de República era estado de igualdad de derecho de todo el que haya nacido en Cuba.

 

En la realidad, Cuba es el único país de la región donde sus habitantes carecen de un derecho tan elemental como el de participar, en calidad de sujeto en las actividades económicas de su país, a pesar de contar con sobradas iniciativas y formación profesional. Ojalá que, sin pausa, pero con suficiente prisa, se rectifique una arbitrariedad que conduciría a nuevos fracasos, ahora que el tiempo para los cambios está agotado y el contexto nacional e internacional les son adversos.

 

 

Capital internacional para tratar de salvar

el capitalismo monopolista de estado cubano

Pedro Campos

22 de marzo de 2014

 

A propósito de la nueva ley de inversiones extrajeras que prepara el gobierno del General Raúl Castro

 

Se ha anunciado oficialmente una sesión especial del parlamento cubano, para discutir a fines del presente mes de marzo una nueva ley de inversiones extranjeras.

 

La mayor parte de la legislación sobre la actualización, está formada por decretos presidenciales. Por su significado estratégico para el futuro de la nación, ahora se quiere que sea el parlamento el que discuta y apruebe esta nueva ley de inversiones. Interesante.

 

Pero no es ocioso recordar que a ese parlamento se llega a propuesta de la dirección del PCC o sus organizaciones subordinadas, según la vigente anticonstitucional ley electoral, por lo cual es cuestionable su carácter legal, de órgano supremo y representativo de la soberanía nacional, según establece la Constitución (Art. 69). A buen entendedor…

 

De acuerdo con las distintas informaciones que se han publicado, la ley estará dirigida esencialmente  a tratar de promover dichas inversiones en la Zona Especial de Desarrollo de El Mariel, donde se pretende una especie de “zona libre”. Allí, los grandes capitales extranjeros podrían instalar sus maquiladoras  para actuar libre de impuestos y explotar a su antojo la barata mano de obra cubana. Cualquier parecido con las Zonas Económicas Especiales en China, no es pura coincidencia. Copiar ha sido tradición entre los gobernantes cubanos.

 

Pero también, según Granma, los extranjeros podrían invertir en casi todos los sectores de la economía. Indica ese órgano, citando al Ministro de Comercio Exterior Rodrigo Malmierca, que el proyecto legislativo “lejos de significar un retroceso, ofrece mayores garantías e incentivos a la inversión extranjera y asegura que la atracción de capital contribuya de manera eficaz a los objetivos del desarrollo sostenible y a la recuperación de la economía nacional”.

 

Y todos ya sabemos que los términos “economía nacional” y “desarrollo sostenible”, para el gobierno del General  Raúl Castro, están referidos a impulsar a las empresas estatales, no a las de la economía popular, pues como él mismo precisó recientemente: “Nunca debemos olvidar que el sistema económico que prevalecerá en la Cuba socialista, independiente y soberana, continuará basándose en la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y que la empresa estatal es y será la forma principal en la economía nacional, de cuyos resultados dependerá la construcción de nuestro socialismo”.

 

De manera que no hay duda: la nueva ley de inversiones extranjeras buscará salvar de su crisis terminal a la economía  del capitalismo monopolista de estado cubano. Esa mogolla que nos han querido vender por socialismo, donde la gran mayoría de las empresas pertenecen al estado, los trabajadores son asalariados y mal pagados, sin instancias independientes para defender sus derechos laborales, sin posibilidad alguna de influir en la dirección y gestión de las entidades y donde una elite burocrática vitalicia, nunca sometida al voto directo y secreto del pueblo, toma todas las decisiones económicas y políticas.

 

El capitalismo monopolista de estado que ha fracasado en todas partes donde se intentó, en nombre del “socialismo” estalinista, pretende ahora en Cuba que el capital internacional venga a sacarle las castañas del fuego, después de haber dilapidado todo el capital expropiado a las empresas extranjeras; a las nacionales, grandes, medianas y pequeñas y hasta de las cooperativas y mutuales que existían al triunfo de la revolución política de 1959 que cambio el gobierno dictatorial, sin restaurar la democracia y convirtió el capitalismo privado que existía en estatal.

 

Lo que debió conducir a un proceso de socialización de aquellos capitales, donde los trabajadores fueran participando cada vez más en la propiedad, la dirección, la gestión y las utilidades de aquellas empresas “nacionalizadas”, se fue convirtiendo en un mecanismo de centralización absoluta de la propiedad y las ganancias para ser manejadas en función de los intereses y decisiones de una pequeña elite que ha mandado en Cuba por más de medio siglo a base de una combinación de políticas populistas y represivas, denigrando los vocablos socialista y comunista.

 

Por el mal manejo burocrático de la economía de parte de los gobiernos de Fidel y Raúl Castro, toda la enorme ayuda multimillonaria de la ex URSS, todo el gran esfuerzo de los trabajadores cubanos en medio siglo y los grandes ingresos provenientes de la colaboración con Venezuela, no les han bastado para despilfarrar. Ahora quieren enamorar al capital extranjero, especialmente el norteamericano, del cual se divorciaron violentamente, ofreciendo seguridades y beneficios con plenas garantías.

 

Veremos cómo la ley se las arregla, para garantizar a los millonarios extranjeros que sus inversiones no serán de nuevo expropiadas, dilapidadas o no revertidas y al mismo tiempo “no hacer concesiones y no vender el país”. No hay nada como un día tras otro.

 

Sería una extraordinaria ingeniería de alquimia de los gobernantes cubanos, digna de aparecer en el museo a donde pondrán la vaca de mármol erigida en memoria de la célebre Ubre Blanca, aunque el litro de leche prometido por Raúl Castro, espere tiempos mejores.

 

Pero sobre todo, sería prodigioso que logren convertir el Mariel en el “crucero del mundo, donde las naciones respetuosas derraman las riquezas que a su paso han de crear”, sin que se levante el bloqueo imperialista, o ¿van a aceptar respetar todos los derechos humanos del pueblo cubano?

 

Un escrito de julio de 2008, recordaba (1) que el economista ruso E. Preobrazhenski, en su trabajo “Perspectivas de la Nueva Política Económica”  sentenció: “La alianza contra natura entre el estado socialista y el gran capital extranjero fracasa y es reemplazada por una alianza natural entre este último y todas las fuerzas burguesas de Rusia.” La Historia le dio la razón años después.

 

¿Fue simbolismo o ilusionismo que la rada del puerto de El Mariel fuera inaugurada con el atraque de un buque que traía un cargamento de pollo congelado, proveniente de EEUU para el monopolio comercial estatal-militar cubano?

 

Mientras tanto, la débil, limitada, maltratada y maniatada área verdaderamente socialista de la economía, las cooperativas y el trabajo por cuenta propia, no parece que vaya a recibir beneficios tangibles de esta nueva ley de inversiones.

 

Los cubanos ya estamos cansados de los mega-planes del gobierno “revolucionario” a costa de nuestro sudor. La deuda impagable de las próximas generaciones seguirá creciendo. El trabajo libre asociado seguirá encadenado. La burocracia político-militar, sus descendientes y más fieles seguidores seguirán viviendo la “dolce vita”. Los combatientes de las FAR y el MININT tendrán que seguir custodiando el patrimonio de la burocracia, en lugar de defender los intereses del pueblo y la nación cubana. La democratización de la sociedad seguirá siendo un sueño. La represión del pensamiento diferente, de la oposición y la disidencia, seguirán a la orden del día.  Los desposeídos se harán más pobres cada vez y la acumulación de insatisfacciones en todos los sectores seguirá creciendo… hasta un día. Y luego se culpará a la penetración imperialista.

 

El capitalismo monopolista de estado no tiene ninguna posibilidad objetiva de funcionar en el mundo moderno. Se ha demostrado. Pero el brillo del oro ciega. Quien no aprende de la Historia, está condenado a repetir sus errores…y desastres. Sigan, pero no en nombre del socialismo, no en nuestro nombre.

 

Viva Cuba libre. Socialismo por la vida.

 

1-P. Campos. Stalin previno la restauración capitalista. Pero se equivocó en el análisis de las causas. http://old.kaosenlared.net/noticia/stalin-previno-restauracion-capitalista

 

 

El general en su laberinto familiar

Alejandro Armengol

21 de marzo de 2014

 

Raúl Castro tiene la clara intención de perpetuar su clan, pero no parece interesado en dejar a su hijo al frente de esa especie de sultanato caribeño que ha creado

 

No son los Borgia y apenas se ajustan a la comparación con los herederos de Vito Corleone. Ajenos a los excesos —al menos en lo que se conoce de ellos— la comparación con una familia mafiosa vendría determinada por la figura paterna, no por la función de los hijos.

 

Esto no es más que una definición de momento, pero a estas alturas se necesitaría un posicionamiento mayor para afirmar lo contrario.

 

Raúl Castro tiene la clara intención de perpetuar su clan, pero no parece interesado en dejar a su hijo al frente de esa especie de sultanato caribeño que ha creado desde su llegada a la presidencia.

 

No estamos frente a la tradición norcoreana. Hay que recalcar que se trata de una valoración de momento, pero tiempo ha tenido para poner en práctica una sucesión directa acordada, como hizo con él su hermano.

 

Lo que sí roza su núcleo hogareño es a la típica familia disfuncional pequeño burguesa, aunque aquí tampoco se ajusta a la categorización clásica.

 

Más bien es una familia más, con su oveja negra, las diferencias comunes y los hijos que no llegan a la altura de los padres.

 

Es el poder lo que la hace distinta. El poder y el hecho de que, a diferencia de su hermano mayor, no ha ocultado a su familia durante años y no la ha mantenido alejada del gobierno.

 

Pero como en todo análisis de una familia, hay que comenzar por quien la encabeza.

 

A diferencia de Fidel Castro —al que solo la enfermedad y largos años de vida pudieron despojarlo del carisma— la fotogenia de Raúl languideció transcurridos pocos años de su juventud.

 

Al triunfo de la revolución destacó brevemente por su rostro lampiño en medio de tantos “barbudos” y su pelo recogido en una “cola de caballo” ambigua para la época, que produjo más de un comentario ridículo y mal intencionado en un país caracterizado por su machismo.

 

Pero pronto adquirió esa imagen poco agraciada que lo ha acompañado siempre. Fue su esposa, Vilma Espín, la que por un tiempo reflejó una belleza e inteligencia que también pronto opacó la pertenencia al poder y el desempeñar un rol al que se vio obligada.

 

Figura espuria que en ocasiones pareció destinada a una función de “primera dama” que nunca fue (ni Celia Sánchez logró ese papel, pero al menos ejerció una influencia real y aparente), más bien se limitó a un rol protocolar y a dirigir una organización pantalla, la Federación de Mujeres Cubana, que en el mejor de los casos no pasó de ser una agencia de empleos.

 

En otra época, en otro país, quizá Vilma hubiera llegado más lejos. Falleció en el 2007.

 

Mientras que Fidel Castro fue —y en cierta medida continúa siendo— todo un universo, Raúl se limita a él y su circunstancia. Nunca cupo la posibilidad de opacar a Fidel. Raúl es solo un cargo.

 

Sobre el entorno familiar de Fidel hay poco que decir, salvo el chisme de ocasión. De sus hijos, al primogénito siempre lo mantuvo en un papel secundario y en ocasiones lo apartó por completo. De los que tuvo con Dalia Soto del Valle, ninguno ha destacado en puesto oficial. Profesiones diversas apartes, dan la impresión de no ser solo ajenos al gobierno sino también al país. Más cercanos en sus características y modo de vida a cualquier “hijo de papá” de la Cuba anterior a 1959, todo hace presagiar que a la desaparición del padre se embarquen hacia el extranjero, a gastar la fortuna paterna que debe estar situada en bancos internacionales. Quizá en este destino ha influido de forma determinante la madre, pero en última instancia fue el propio Fidel quien prefirió que ningún descendiente lo apoyara, auxiliara o pretendiera sustituirlo. Aquí Raúl también es diferente al hermano, pero con matices.

 

Los hijos de Raúl

 

De los cuatro hijos del matrimonio Castro-Espín, el quedarse cortos es la frase que mejor los define. Las hembras son Deborah (nombre de guerra de Vilma con una “h” al final que denota herencia burguesa y americanización), Mariela y Nilsa.

 

Respecto a Deborah (la mayor, de unos 52 años), lo más notable a señalar es su matrimonio —al parecer infeliz— con Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Hay dos hijos de esa unión. El mayor es Raúl Guillermo Rodríguez Castro —conocido por el sobrenombre de “El Cangrejo”—, ayudante y guardaespaldas principal de Raúl Castro, y la menor es Vilma, ingeniera.

 

Mariela (de 51 años) se desempeña como la cara light de la revolución cubana y en particular a partir de la enfermedad de su tío pasó a desempeñar una función importante en el frente de propaganda del régimen, como defensora de los homosexuales.

 

Con un expediente de sexóloga e investigadora mayormente fabricado, asiste a conferencias y eventos internacionales para proclamar su independencia familiar y defender la nueva política de tolerancia hacia la orientación sexual, puesta en práctica por el gobierno cubano fundamentalmente después del éxito de dos filmes, Conducta impropia y Nadie escuchaba; los testimonios de la represión contra los homosexuales, que se entendió durante décadas del proceso revolucionario, dados a conocer principalmente tras el éxodo del Mariel y la notoriedad alcanzada por la obra del escritor Reinaldo Arenas.

 

De Nilsa (39 años, la menor), puede decirse que su pareja, Julio César Garrandez, fue detenido en el 2012 por corrupción. Este sería la “oveja negra” más conocida de la familia.

 

El hijo del matrimonio Castro Espín es el coronel Alejandro Castro Espín, de 48 años y coronel del Ministerio del Interior. Es el encargado de la labor represiva contra la corrupción, especialmente dentro del mismo gobierno, una de las principales campañas que lleva a cabo el general Raúl Castro desde su llegada al poder.

 

Dentro de las singularidades de esta familia está el hecho de que el actual gobernante cubano tenga no solo de ayudante, sino de guardaespaldas, a su nieto. El hecho denota una falta de confianza absoluta en su entorno, pero también refleja una situación singular. Por lo general es norma en los servicios de protección personal que sus miembros no establezcan una relación afectiva con quienes cuidan. Cabe la pregunta de qué piensa Raúl Castro en el caso de una situación de peligro. Está claro que sería capaz de sacrificar a su nieto para salvar la vida. Este sería el mejor ejemplo de disfuncionalismo familiar, pero no el único.

 

Rodríguez López-Callejas ha sido ascendido a general de brigada. Durante un tiempo circularon rumores de que había caído en desgracia no exclusivamente por las desavenencias matrimoniales, sino por el hecho —documentado por conocedores del entorno familiar de Raúl Castro— de que no solo ha engañado con frecuencia a su esposa, sino también ha abusado física y mentalmente de ella. También se ha hablado en repetidas ocasiones de las discrepancias entre el coronel Castro Espín y el ahora general de brigada.

 

Pero ocurre que al parecer Rodríguez López-Callejas es un buen administrador. A su cargo está no solo el Grupo de Administración Empresarial S. A. (GAESA), la rama de negocios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) sino la supervisión de las obras de ampliación del mega-puerto del Mariel, el principal proyecto del plan económico de Raúl Castro.

 

A través de GAESA, las FAR controlan el 80 por ciento de la economía cubana, y sus empresas incluyen desde hoteles y restaurantes hasta fábricas y servicios aéreos.

 

Al parecer, en Raúl Castro ha pesado más que Rodríguez López-Callejas sea un buen administrador que un mal marido.

 

El valor de un grado

 

Desde 1959 en Cuba impera una dictadura militar. El ascenso de Rodríguez López-Callejas responde a ese hecho. Su actual rango no se deriva de méritos en combate sino evidencia una categoría de poder, y lo convierte en uno de los hombres más poderosos del país. Por encima de general de brigada solo hay tres grados: general de división, general de cuerpo de ejercito y general de ejército. Los dos primeros los tienen los miembros de un reducidísimo grupo. El único general de ejército es, por supuesto, Raúl Castro.

 

Podría argumentarse que el ascenso de Rodríguez López-Callejas es un ejemplo de la imparcialidad de Castro, que antepone los méritos (militares o administrativos) a la familia, pero en este caso estaría marcando un notable distanciamiento respecto a la práctica de favoritismo imperante a partir del primero de enero de 1959.

 

La explicación podría venir en otro sentido. Rodríguez López-Callejas siempre ha sido un preferido de Raúl Castro. En primer lugar porque es hijo de un intimo amigo de los Castro. Su padre, el general de división Guillermo Rodríguez del Pozo, integró el Ejército Rebelde desde la etapa de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra. A ello se une ser el padre del nieto predilecto del gobernante cubano. En tercer lugar vendrían sus capacidades administrativa y la inteligencia que tiene los que lo conocen. Pero también entraría en juego el factor de que Raúl Castro, que ha sido catalogado por amigos y enemigos como un hombre de familia, no deja de ser un machista, que considera a la mujeres como secundarias en el núcleo familiar y tolera el abuso doméstico.

 

La gran incógnita aquí es el coronel Alejandro Castro Espín. Desde hace tiempo también corre el rumor de su posible ascenso a general, pero esto no se ha producido. Por lo pronto, queda claro que Rodríguez López-Callejas se le fue por encima.

 

Demasiado arriesgada es aún la especulación de que este ascenso a uno y no otro podría ser desencadenar algo más que simplemente alimentar la rencilla actual entre ellos, pero tampoco puede descartarse que este nuevo factor altera un inestable equilibrio de poder en un ambiente donde familia, gobierno y país se mezclan y confunden.

 

Quizá la conclusión más importante viene en otro sentido, y es que Raúl Castro prioriza la economía a diferencia de su hermano, pero una economía en manos de los militares. Así quedaría en claro una vez que en Cuba, primero los guerrilleros y ahora los militares son los que están en el poder. Y según Raúl Castro, llegaron para quedarse.

 

 

Lo que dice la gente en la calle

Eduardo Del Llano

11 de marzo de 2014

 

 El trabajador aquí no tiene salario, ni vacaciones, ni retiro, me dijo hace poco un taxista, un tipo de unos sesenta años con aspecto de haber bregado toda su vida. El salario no alcanza, con lo que pagan por vacaciones no se puede ir a ningún sitio, con el retiro no se vive, añadió, para concluir luego: esta gente no me ha enseñado nada.

 

 Hace un par de días un grupo de amigos se quejaba del ostracismo de la papa, el huidizo tubérculo que hace meses no se ve en los mercados, y cuando se encuentra es a precios feroces. Coño, es que lo anuncian con una tranquilidad, es así y ya, y a joderse, gruñía uno, adiós a las papitas fritas. Pero de qué te sorprendes, replicaba otro con humor amargo, no has aprendido nada en tantos años, acabaron con la industria azucarera, cómo no van a desaparecer la papa…

 

 Lo que dice la gente en la calle no es tan alarmante como lo que se da por sentado: que esto se jodió hace rato, que es un infierno tibio, que a los dirigentes no les interesa lo que el pueblo piensa, que la única solución es largarse, que hay que luchar el día y olvidar los proyectos de vida en territorio nacional. Hacemos este tipo de comentarios para que nos escuche cualquiera, no ya los allegados, asumiendo que todo el mundo piensa igual, lo que resulta cada vez más cierto, como en el viejo chiste de “caballeros, si van a hablar bien del gobierno háganlo bajito, que por aquí hay una pila de gusanos y se van a buscar un problema”.

 

 La desigualdad social y la desconfianza de la gente en quienes gobiernan son hoy en Cuba no sólo mayores que en cualquier otro momento de su historia reciente, sino más profundas que en muchos países democráticos, pues en esos siquiera persiste la ilusión de que todo puede cambiar en unos años. En lo que va de 2014, con los absurdos precios de los automóviles, la franciscana escasez en las tiendas, la indigencia informática, el paulatino deterioro del sistema de salud pública, los impuestos y la espada de Dámocles de la unificación monetaria, la impopularidad del gobierno no ha hecho sino aumentar. Demasiado tarde, demasiada desesperanza. Cada vez son menos los que aceptan acrítica e incondicionalmente el discurso oficial, que sigue empleando los tiempos verbales incorrectos: mucho pasado, mucho futuro y turbias gotas de presente; mirados de cerca, esos creyentes resultan ser gente rara, masoquista, robótica… u octogenaria. Se puede y debe defender la izquierda, pero ya es prácticamente imposible romper una lanza por Esto.

 

 Si el gobierno aún tiene una buena carta bajo la manga para hacernos felices de pronto -poniendo Internet barato en todos los hogares, vendiendo Peugeots a precios con tres ceros menos, centuplicando los salarios, eliminando restricciones, dejando en paz a los opositores, inundando los mercados con carne de res a cinco pesos la libra-  que lo haga ya, que nos sorprenda ahora, y todavía puede ser que se gane un aplauso. Y que empiece a nevar.

 

 

Autoritarismo e inopia de una carta abierta

Haroldo Dilla Alfonso

10 de marzo de 2014

 

Decir que el chavismo triunfa con un 60 % es una vulgar mentira que ningún articulista decente se permitiría

 

Las cartas abiertas han sido las hijas venidas a menos del género epistolar. Con las nuevas tecnologías de la comunicación se han masificado. Todo el mundo escribe cartas abiertas, y por eso se ha erosionado la maestría. Y de expresiones literarias han pasado a ser pasquines políticos.

 

Obviamente, una carta abierta no es un tratado académico, ni siquiera un ensayo que obliga a referenciar las ideas. Es algo más ligero. Pero por muy ligeras que sean, siempre se agradecen en ellas veracidad en lo que se afirma y coherencia en lo que se argumenta. Y creo que todo esto falló en la carta abierta dirigida a Rubén Blades, escrita por Guillermo Rodríguez Rivera (GRR) y publicada en su blog por Silvio Rodríguez con tanto cariño que muchos pensaron que era de él.

 

La admonición de GRR a Rubén Blades es un ejemplo de cómo toda una franja de la intelectualidad cubana ha decidido chapotear en la pobreza de la pobreza. Y ha hecho de sus miserias subjetivas una suerte de retiro virtuoso construido de malos cálculos, mentiras y retóricas edulcoradas. No obstante, no por ello esta carta es intrascendente, pues resulta un verdadero monstruo, de esos que genera la razón autoritaria que prevalece en la sociedad transnacional cubana (no solo en la Isla) y que constituye uno de los más serios escollos que enfrentará la futura república democrática.

 

Lo primero que llama la atención en la carta es la maestría de GRR para caricaturizar todo lo que no entiende. Y como no entiende casi nada de lo que afirma, toda la carta es una caricatura. Por ejemplo, se destaca la manera como percibe y trata de explicar lo que es una revolución, sus pertinencias y sus costos, que termina reducida a un pasquín heroico y emotivo sin ningún valor argumental. Y fuera de ella —donde existe una gama de actividades y posicionamientos políticos que ven el cambio de otra manera— simplemente menciona a “las encopetadas damas de la alta sociedad (que) salen a hacerle caridad a los que no tienen justicia”. De manera que para GRR la política aparece dividida en dos bandos: los radicales revolucionarios (entre los cuales me imagino que él se ubica) y los filántropos mojigatos.

 

También lo hace cuando se refiere al complejo binomio mayoría/minoría, y en particular cuando trata a esta última como un subproducto de la propia vida. Pero una minoría no es un residuo desechable, sino una parte del mundo que interpelamos, que merece un espacio y que eventualmente puede convertirse en mayoría. Esa es una regla vital de toda democracia.

 

Toda propuesta política —revolucionaria, reformista o conservadora— es susceptible de ser impugnada, y solo una visión reaccionaria de la vida puede creer que hay algo que no lo pueda ser, y que quien lo haga merece ser excomulgado. Eso fue lo que los atenienses entendieron cuando inventaron la democracia, y lo que los inquisidores medievales echaron por tierra cuando levantaron cánones divinos. Y esto último es lo que defiende GRR asombrosamente en nombre de una revolución.

 

Solo que, y aquí me detengo en los recovecos de la empiria, los conceptos de minoría y mayoría merecen ser tratados con cuidado particular en el caso de Venezuela. Es innegable que Hugo Chávez cultivó una cadena envidiable de triunfos electorales, sobre todo en la época de oro de su proyecto entre 2004 y 2008, pero siempre ganó sobre una minoría consistente superior al 40 %. Pero hace ya un tiempo que no es así, pues la crisis del modelo chavista —acentuada con su muerte— ha ido desgajando los apoyos.

 

Y en consecuencia, decir con GRR que el chavismo triunfa con un 60 % es una vulgar mentira que ningún articulista decente se permitiría, no importa cuan flexible sea escribir una carta abierta a un cantante y publicarla en el blog de otro.

 

En las elecciones presidenciales de 2012 —con Hugo Chávez en la arena— el oficialismo captó el 54 % de los votos; y en las de 2013 algo menos del 51 %, contra algo más del 49 % de la oposición. En todas ellas se usaron cuantiosos fondos públicos en apoyo de los candidatos oficialistas —ello es usual en muchos países de América Latina— pero en la última se usaron recursos inéditos: los provenientes del saqueo de supermercados y del adelanto de las navidades con los consiguientes pagos de regalías. Sin ellos —que marcan un límite acerca de lo que se puede hacer en unas elecciones— ese tenue 1 % se hubiera inclinado probablemente a favor de la oposición. En las elecciones municipales de diciembre/2013 el chavismo logró un poco más de un 49 %, y todo el espectro de oposición algo menos de un 51 %. Y en particular la oposición de la llamada Mesa Democrática arrasó en las principales ciudades del país.

 

Finalmente, es lamentable el desliz ético que implica mirar hacia el lado, como hace esta franja aquiescente de la intelectualidad cubana, y no observar la verdadera situación de la Isla: una economía decrépita, una política desgastada, una sociedad que se empobrece y una población que decrece. En lugar de esta mirada crítica necesaria —compromiso ineludible de todo intelectual— estas criaturas se deshacen en variaciones de un discurso gastado y conservador sobre utopías, peligros externos, narcisismos sin sentidos, y otras bagatelas especulativas. A pesar de que taxonómicamente se ubican en la izquierda, constituyen los ripios en desbandada de un pensamiento autoritario, retrógrado y contrarrevolucionario.

 

Y GRR hace todo esto magistralmente en su breve carta abierta, cuando con una abusiva flexibilidad ética, regresa a la actitud plañidera sobre las intolerancias de Miami (la mejor manera que tienen algunos intelectuales cubanos de no mirar a las intolerancias propias), para lo cual echa mano nada más y nada menos que a aquel incidente en que Oscar de León fue penalizado en el sur de la Florida por cantar en Cuba. Omitiendo que cientos de intelectuales y artistas cubanos no pueden ejercer profesionalmente en su país —en el que nacieron— y algunos ni siquiera pueden visitarlo.

 

La buena noticia es que GRR y sus patrocinadores no son parte de un futuro, sino de un pasado. El futuro está en otro segmento intelectual, que despliega una crítica creativa desde las diferentes esquinas de la producción intelectual, sin los atavismos ideológicos y emotivos de una generación que en algún momento nos dijo algo para quedar hoy sepultada en la inopia, por los tiempos y las costumbres.

 

 

La crisis venezolana y el futuro de Cuba

Ariel Hidalgo

7 de marzo de 2014

 

Lo más probable en este momento es una profunda preocupación en los altos mandos de Cuba. Un régimen que concentra casi la totalidad de bienes de producción en manos del Estado, es incapaz de sostenerse por sí mismo, pues al requerir de un enorme ejército de burócratas para administrar esos bienes es incapaz de controlarlos tan eficientemente como lo hacían antes miles de capitalistas, terratenientes y pequeños propietarios, realmente interesados en la conservación y productividad de todos esos bienes, ya que una propiedad que supuestamente es de todos, no es en realidad de nadie y en consecuencia lo que les interesa a esos funcionarios son las ventajas y el poder que le proporciona ese control. Los “faltantes” y “desvíos” reportados en numerosas auditorías constituyen sólo la punta del iceberg, pues esos auditores son también burócratas y por tanto tan corruptos como aquellos a los cuales auditan. En otras palabras, esa centralización propicia una corrupción generalizada que da lugar a una crisis estructural permanente, la que a su vez genera más corrupción en un ciclo repetitivo en espiral.

 

¿Entonces por qué ha podido mantenerse durante más de medio siglo? No sólo por la represión, sino sobre todo por contar siempre con dos factores: fuentes de sostenimiento económico y válvulas de escape de las presiones sociales. La fuente ha ido cambiando, primero el alto precio del azúcar en el mercado internacional y luego el subsidio soviético. Pero cuando ese precio cayó y el campo socialista desapareció, esa dirigencia se encontró de pronto sin fuente alguna y enfrentó el peligroso “período especial”.

 

¿Por qué no se derrumbó entonces? Por otro factor: la válvula de escape, consistente en éxodos masivos cuando los ciclos de corrupción-crisis alcanzaban su máxima expresión, generalmente cada catorce o quince años: Camarioca, Mariel y finalmente en 1994, tras la protesta del llamado maleconazo, el éxodo de los balseros. A partir de entonces ese recurso también deja de funcionar por la política estadounidense de devolver a Cuba a los refugiados interceptados en alta mar y una vigilancia marítima reforzada. Si suman, a partir de entonces, catorce o quince años más, caemos exactamente en la sucesión raulista.

 

Se recordará la alarmista frase de Raúl Castro de que “estamos al borde del abismo” y la afirmación de algunos académicos de la Isla de que el modelo cubano se ha agotado completamente. Había que buscar entonces un sucedáneo de las válvulas de escape migratorias: las reformas. Se comienza a aflojar las ataduras que frenaban las actividades económicas independientes y a conceder algunas migajas de libertades, pero el objetivo verdadero es crear expectativas de cambios entre la población y evitar la explosión social para mantener el control del Estado-Partido y de la burocracia sobre los principales bienes de producción, como se revela claramente en su reciente discurso en el XX Congreso de la CTC: “la empresa estatal es y será la forma principal en la economía nacional, de cuyos resultados dependerá la construcción de nuestro socialismo”. Al mismo tiempo, había surgido una nueva fuente de sostenimiento: el subsidio petrolero de la Venezuela chavista.

 

Analicemos ambos factores, válvula de escape y fuente de sostenimiento. Mesa Lago, el más prominente conocedor de la economía cubana en la Diáspora, declaró recientemente que muchas medidas tomadas para capear la crisis tienen más bien efectos adversos, que el salario real y las pensiones se han reducido considerablemente y que si el gobierno cubano pierde el subsidio venezolano, es imposible que sobreviva. De ahí que los militares cubanos en Venezuela salgan ferozmente contra los manifestantes. Según dos generales venezolanos retirados, la mayoría de los represores son cubanos, y los propios estudiantes denunciaron que los cubanos “nos atacan de manera vil y salvaje”.

 

Como contrapartida, la oposición busca la alianza simbólica con el héroe nacional cubano: su líder, Leopoldo López, despidiéndose de los manifestantes a la sombra de su estatua antes de entregarse a sus captores, y los estudiantes, disfrazando su imagen de manifestante, con carteles a sus pies y máscara con la bandera tricolor. Si se produce la caída de Maduro y las reformas terminan siendo contraproducentes, no será nada aventurado predecir otra primavera en la isla-llave de las Américas.

 

Infoburo@aol.com

 

 

El General no tiene quien le rectifique

Pedro Campos

pedrocampos313@yahoo.es

4 de marzo de 2014

 

El Coronel de la novela del Gabo no tenía quien le escribiera y luego de mil vicisitudes terminó en la miseria

 

Dijo Raúl el sábado 1 de marzo pasado, en una reunión del Consejo de Ministros, según Granma (1): “No es perfecto lo que hacemos, a veces nos falta experiencia en algunos temas y cometemos errores, por eso cada asunto tiene que estar sometido constantemente a las observaciones críticas”. … “nos hemos acostumbrado a que las indicaciones lleguen de arriba y eso debe cambiar. Los órganos de dirección, desde el municipio de Sandino hasta el de Maisí, tienen que emitir opiniones en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta”.

 

El Coronel de la novela de García Márquez no tenía quien le escribiera, nunca recibió la carta  con la pensión que esperaba y terminó en la miseria. El General Raúl Castro no tiene quien le rectifique su programa de “actualización” y pide a sus cuadros que hagan observaciones críticas. Se queja de que se han acostumbrado a esperar instrucciones de arriba. La miseria del pensamiento burocrático en Cuba, se ha hecho más que evidente.

 

No se pregunta Raúl por qué ocurre esto; pero él lo sabe. Él y la mayoría de sus cuadros son de origen militar, donde se aprende a cumplir órdenes sin cuestionarlas. Él y sus cuadros están acostumbrados a tratar como enemigos a todo el que piense diferente. El sistema político-económico cubano de ordeno y mando, de centralismo sin democracia, el predominio de la mentalidad neo-estalinista en el gobierno,  impiden la crítica.

 

¿Cómo quiere Raúl ahora, cuando ve que su “actualización” se empantana, que sus designados cuadros den opiniones?

 

¿A Raúl sólo le interesa conocer las opiniones de sus cuadros, que no quieren o no tienen qué opinar?

 

¿No le interesan todas las críticas, el montón de propuestas y análisis hechos por la amplia Izquierda Socialista y Democrática cubana que incluye filósofos, economistas, psicólogos, historiadores, juristas, médicos, diplomáticos, militares, escritores, poetas, periodistas y profesionales de todas las ciencias y las artes y de diversas tendencias políticas, formados en el propio seno del proceso revolucionario y regados por todo el país; pero todos excluidos de las palancas de poder?

 

¿No le interesan las modestas  observaciones de la propia prensa oficial?

 

Es evidente que la economía cubana va por el mismo camino del gallo del coronel del Gabo, quien vendió todo lo que tenía y se arruinó para tratar de alimentarlo en función de la pelea que nunca echó, y –al parecer- nuestro General Presidente ha empezado a percibir señales de que todo lo que ha estado haciendo con la “actualización” puede llevarlo a los mismos resultados.

 

Es la consecuencia de rodearse de aduladores y “leales” que no saben o no se atreven a rectificarle nada pues los osados que se han resuelto a decir algo que no le gusta o no le “cuadra”, son licenciados, destituidos o enviados a cumplir “misiones importantes” a buena distancia  donde lo que digan no pueda ser oído por nadie.

 

Es un mal de familia y del sistema que se basa en el monopolio del poder total.

 

Nosotros desde las posiciones del SPD (Socialismo Participativo y Democrático), como parte de esa amplia Izquierda Socialista y Democrática hemos tratado de ayudarle a encontrar el camino, pero nuestras propuestas son olímpicamente ignoradas o contempladas en forma parcial, sesgada o dispersa. 

 

A falta de una concepción integral política-económica y social para enfrentar la situación, los que mandan –gobernar es otra cosa-  en Cuba  hace más de medio siglo, acostumbrados a imponer sus criterios, que han llevado a sus dóciles servidores a aceptar todo cuanto baje de arriba, se encuentran ahora con un vacío de criterios entre sus “cuadros”.

 

Si realmente el Presidente quiere oír algo más que aplausos y alabanzas a sus políticas, va a tener que salirse de sus subordinados y hacer lo que no ha querido: leer, oír, debatir los criterios expuestos por la amplia Izquierda y por los opositores y disidentes a los que ha reprimido en forma  enmascarada, abierta o violenta.

 

Y eso solo puede hacerlo si abandona su vieja mentalidad e inicia un proceso de democratización de la sociedad cubana que permita la libre expresión del pensamiento vario pinto. Tendría que abrir la prensa del partido, la oficial, la única aceptada en Cuba, al pensamiento diferente. Abrir el debate democrático, siempre postergado, sobre el tipo de sociedad que el pueblo cubano desea.

 

En verdad, dudo que lo haga. Pero si lo hiciera, todos los cubanos de buena voluntad deberíamos estar dispuesto a participar.

 

Como el coronel de la novela, que gastaba todo lo que tenía  en alimentar el  polluelo fino,  a costa de sumir su familia en la miseria… el gobierno de los militares está dejando al pueblo sumergido en necesidades, aumentando arbitrariamente los precios, bajando los salarios reales, haciendo descender la producción en todos los órdenes, con  los pa’lantes y pa’tras que no acaban de ofrecer resultados tangibles, todo en función del “triunfo de la actualización” que pretendiéndose socialista, se sustenta en medios y vías neo-capitalistas estatales. Ni fu, ni fa.

 

Con los más recientes pilares presidenciales de la “actualización”: la empresa estatal asalariada “socialista” seguirá siendo el eje de la economía; mientras no se aumente la producción no subirán los salarios y es necesario que la burocracia designada desde arriba obligada y acostumbrada a no opinar, ahora critique, Sr Presidente no hay socialismo, ni prosperidad ni sustentabilidad posibles.

 

Viva Cuba libre. Socialismo por la vida.

 

1- http://www.granma.cubaweb.cu/2014/03/03/nacional/artic03.html

 

 

El huevo y la gallina, otra vez

Dimas Castellanos

4 de marzo de 2014

 

Raúl Castro volvió a tocar el tema de la insuficiencia salarial en el Congreso de la CTC, pero a su gobierno le falta voluntad política para restablecer las libertades ciudadanas

 

En la clausura del XX del Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, el Primer Secretario del Partido Comunista, general Raúl Castro, abordó, entre otros temas, el de la insuficiencia del salario.

 

Según sus palabras, el sistema salarial cubano “no garantiza que el trabajador reciba según su aporte a la sociedad, […] no satisface todas las necesidades del trabajador y su familia, genera desmotivación y apatía hacia el trabajo, influye negativamente en la disciplina e incentiva el éxodo de personal calificado hacia actividades mejor remuneradas, desestimula la promoción de los más capaces y abnegados hacia cargos superiores”.

 

También reconoció Castro que las “pensiones son reducidas e insuficientes para enfrentar el costo de la canasta de bienes y servicios”, y concluyó el tema diciendo que “para distribuir riqueza, primero hay que crearla y para hacerlo tenemos que elevar sostenidamente la eficiencia y la productividad”.

 

El problema salarial ya ocupó un lugar central a partir del 24 de febrero de 2008, cuando Raúl Castro, designado presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, esbozó un programa de cambios que comprendía varias necesidades urgentes, entre ellas: fortalecer de forma sostenida la economía nacional, satisfacer las necesidades básicas de la población, reevaluar progresivamente el peso cubano y recuperar la función del salario.

 

Unos días después de anunciado dicho programa, en un artículo de opinión titulado ¿El huevo o la gallina?, expuse mi criterio acerca de la gran dificultad para su implementación: “solo se puede distribuir lo que se ha producido, el punto de inicio se sitúa en el aumento de la producción, la productividad y la eficiencia. Sin embargo, en el estado actual de deterioro, la mayoría de los cubanos no quieren trabajar por un salario que no guarda ninguna relación con el costo de la vida y donde las promesas de futuro, después del fracaso del modelo vigente, no llenan las expectativas de los productores. Como resultado el punto de partida constituye una contradicción: sin aumento de la producción no habrá mejoría en las condiciones de vida; a la vez, si las condiciones de vida no mejoran la gente no está en disposición de producir”.

 

Transcurrido seis años de aquel momento, nos encontramos en el mismo punto, con la diferencia de que el problema ha empeorado por cinco razones:

 

1-    El aumento de los precios ha generado una disminución considerable del salario real.

 

2-    La demora en hallar soluciones ha agudizado la indisciplina laboral y el desinterés por el resultado productivo.

 

3-    La moral ha continuado deteriorándose.

 

4-    La desesperanza y la apatía se han generalizado.

 

5-    Los trabajadores privados, llamados “cuentapropistas”, obtienen ingresos superiores a los estatales, lo que hace más evidente la insuficiencia salarial y la incapacidad del Estado.

 

Resulta que el salario mínimo tiene que ser suficiente para satisfacer lo que Diego Vicente Tejera —fundador del socialismo democrático en Cuba en la frontera de los siglos XIX y XX— llamó “necesidades naturales”: costos de habitación, vestuario higiénico y decente, y alimentación sana y suficiente, a lo que le agregaba un tercio para cubrir gastos de enfermedad e imprevistos.

 

En su obra Un sistema social práctico, Tejera definió cinco estados sociales: miseria, pobreza, comodidad, riqueza y opulencia. En la miseria ubicaba a los que carecían de lo más elemental para satisfacer las necesidades naturales y en la pobreza a los que disponían de lo estrictamente necesario para ello. De acuerdo a su esquema, no con el salario mínimo —del cual nunca se habla en Cuba— sino con el salario medio, algo más de 460 pesos, es imposible satisfacer dichas necesidades, pues en un núcleo familiar de tres miembros, donde dos de ellos trabajen, se requiere aproximadamente de 2.400 pesos.

 

Esa abismal diferencia entre salario y costo de la vida explica en buena medida el predominio de la moral de sobrevivencia, la corrupción generalizada y la insuficiencia productiva.

 

Ahora, pasado el tiempo, se reitera el dilema del huevo o la gallina: para distribuir riqueza primero hay que crearla y para hacerlo tenemos que elevar sostenidamente la eficiencia y la productividad. Pero resulta que esa verdad de Perogrullo, que funciona en cualquier economía, debido a las distorsiones sufridas en Cuba, no funciona ni funcionará, lo que indica que la solución está en otra parte. La crítica y prolongada crisis de nuestra economía demanda una salida para lo cual hay que tener en cuenta los siguientes requerimientos:

 

1-    Reconvertir la tecnología obsoleta, lo que implica la búsqueda de inversionistas (Si la nueva Ley de Inversiones mantiene la exclusión de los cubanos, no habrá solución.)

 

2-    Cambiar lo que sea necesario en el predominio de la propiedad estatal y el sistema de planificación, dos factores que han conducido al estancamiento en que se encuentra el país.

 

3-    Abandonar el contraproducente esquema de ordeno y mando, donde los trabajadores y la sociedad en su conjunto son concebidos como un medio para ejecutar la política acordada por el partido gobernante.

 

4-    Erradicar definitivamente el subjetivismo y la subordinación a la ideología de las leyes que rigen los fenómenos económicos.

 

5-    Reconocer la insuficiencia de los salarios y proceder a su aumento gradual.

 

6-    Destrabar todo lo que desde la ideología se interpone al avance, incluyendo el derecho de los cubanos a ser propietarios de medios de producción y a conformar un empresariado nacional.

 

Sin al menos esos requerimientos, no habrá solución a la insuficiencia salarial y en consecuencia continuará el declive de la producción y la erogación de millones de dólares para comprar en el exterior lo que se puede producir en el país. Se requiere precisamente de lo que se adolece, de la voluntad política para profundizar las reformas hasta el restablecimiento de las libertades y el resurgimiento del ciudadano.

 

 

¿A dónde va la nación cubana?

Manuel Cuesta Morúa

27 de febrero de 2014 

 

¿Qué sentido tiene eso de revolucionarios y contrarrevolucionarios, cubanos buenos y cubanos malos? Cuba es de todos los cubanos

 

La pregunta básica que parece debemos hacernos todos los cubanos sensatos es precisamente esta: ¿a dónde va la nación cubana?  Casi todo el mundo coincide, para decirlo popularmente, en que estamos seriamente embarcados. Y como del embarque hay que salir de un modo razonable y civilizado, mucha gente, más allá de ideologías, se dan a la tarea de pensar y discutir, leer y releer, y sobre todo de imaginar, los posibles escenarios y los actores previsibles y necesarios que nos posibiliten desembarcar en la playa menos angosta.

 

Hasta donde he podido indagar, leyendo todos los programas alternativos y gubernamentales que me han caído en la mano, la conclusión de todo es una: necesitamos un nuevo país y la refundación de nuestro proyecto nacional. Una conclusión para la que no hay que estudiar mucho si se parte de la más sencilla de las premisas: Cuba es de todos los cubanos.

 

Lo curioso y paradójico es que esta premisa sencilla se olvida de tanto en tanto. Como hemos sido atrapados por procesos políticos muy duros, la gente se acostumbró y dejó impresionar e intimidar, en una acera del conflicto, por la idea de que Cuba pertenece a un grupo “muy especial” de personas que se dan en llamar revolucionarios. Cubanos y extranjeros, todos, hemos aceptado esta clasificación, que puede tener mucha densidad y categoría, pero que no coincide con la cultura y la nacionalidad, que son las dos primeras condiciones de pertenencia a Cuba y a cualquier nación, y por encima de las cuales todo lo demás puede ser daño o beneficio colaterales, según el ángulo de posición.

 

Todavía hoy, después del desgaste casi grotesco de todos los significados más respetables del concepto de revolución  —lo de la Venezuela es de espanto—, mucha gente se pone a la defensiva cuando pide cambios para su país, diciendo que ellos no son contrarrevolucionarios si tienen que enfrentar el ataque psicológico del mentalismo revolucionario. No perciben así que el término contrarrevolución en Cuba puede adquirir ya la misma connotación que el término mambí, peyorativamente empleado por los españoles en el siglo XIX para referirse a los insurrectos cubanos, es decir a los independentistas. Esto vendría a significar que todavía están atrapados por la clasificación de los otros, sin discernir que el poder de la semántica coincide aquí, no tan extrañamente, con el poder de las armas. Y así no se vale. Al menos en el campo de las palabras y de las ideas.  Nos ha faltado en este sentido fuerza mental.

 

Sobre la otra acera del conflicto, entre el mundo oficial y oficioso, aparece también la lógica impresionista e intimidatoria, ya no con una clasificación ideológica  ―al final de la historia Cuba es una de las naciones más débiles ideológicamente, si no confundimos la cosa con el fanatismo―  pero sí con criterios morales: buenos y malos cubanos, plattistas o antiplattistas, clasificaciones todas que intentan posicionar en la arrancada del nuevo reparto del país a los que de algún modo ostentan poder.  Si a los pobres de la isla, que forman legión, se les ocurriera ponerse de acuerdo para clasificar a los de arriba, ¿tendría ello algún impacto en el ámbito político? La pregunta es retórica porque todos conocemos la respuesta. 

 

En todo caso, y más allá de esta discusión, la pregunta fundamental que debemos hacernos para no dejarnos impresionar por nada ni nadie es: quién define qué. Y la nación no la define un grupo autolegido, sino el ciudadano: el único legitimado para tales empresas. Simplemente la revolución como fuente de derecho, tal y como la definió el jurista español Jiménez de Asúa, es una concepción reaccionaria. Lo que tal jurista y sus seguidores pasaron por alto, quizá convenientemente, es que llega el momento en el que las revoluciones se hacen del poder, y ahí, desafortunadamente, no han diferido ni de las formas ni de las justificaciones de los modelos políticos más tradicionales. En muchos casos  —el de Cuba es especial en este sentido—  han revivido modos y fundamentaciones que se suponían sepultadas por la modernidad. Una ironía simpática es que, una vez en el poder, las revoluciones utilizan sin tapujos y profusamente los conceptos de subversión y estabilidad para defenderse de sus adversarios. Los conceptos políticamente menos revolucionarios que podrían existir y que harían aplaudir a Metternich, aquel canciller austriaco del siglo XVIII que logró la confabulación más estruendosa y fina contra la Revolución Francesa.

 

Y este análisis vale para los nuevos clasificadores, que curiosamente provienen del mundo religioso, muy dados al maniqueismo y a la autoconvicción de que ostentan la llave que conduce al juicio moral sobre el resto de los mortales. Una pretensión ciertamente injustificada.

 

Ante la fuerza del diseño criollo de nación, y de su mentalidad de base, me gustaría insistir en una constatación esencial: el ciudadano es el legitimador por excelencia, la fuente de derecho clave, si en verdad queremos evitar el regreso a los Estados de origen más o menos divino.

 

Si nuestra autorreflexión acerca del lugar en qué nos movemos, en torno a quiénes somos, de dónde venimos, y del momento exacto en el que estamos, pierde de vista aquella constatación, desaparece el único criterio orientador que puede conducirnos a la reinvención del país y de la nación sobre bases sólidas, duraderas y estables .

 

Las naciones muy diversas y plurales no maduran ni adquieren coherencia cuando ocultan y apartan al ciudadano. Por ello Cuba se perdió como proyecto de nación y viene terminando en una autocracia más o menos inculta, que a ciencias cierta no sabe qué hacer con el país, aparte de reprimir a sus ciudadanos.

 

El problema es el siguiente: solo se puede mirar, pensar y concebir a una nación como familia cuando es étnica y culturalmente homogénea. Y esto por ese lapso histórico en el que determinadas naciones pueden protegerse de la invasión de la modernidad, es decir de los derechos y las libertades al interior de las familias patriarcales. Pero cuando en un país es poblado por familias de diverso origen étnico y cultural, y de orientación plural, fracasa como nación si intenta fundarse sobre la dominación de una de sus familias culturales. Eso nos venía ocurriendo desde nuestra llegada al mundo, con lapsus muy pequeños de vida civilizada y moderna, hasta que llegó la familia del Comandante “y mandó a parar”.

 

Desde entonces nuestro proyecto de nación viene languideciendo, y cayendo subrepticiamente en las manos abiertas y reposadas de los Estados Unidos y de España: dos naciones que sí saben lo que quieren y a donde van. Es ciertamente penoso admitir que nuestra derrota como proyecto de nación está por aquí casi completa. 

 

El asunto es tan serio que no deja de asombrarme ver a la elite oficial cubana cómo trabaja con esmero, y sin conciencia clara de lo que hace, a favor del proyecto  Siglo XXI de los Estados Unidos de América. Ignorar que el nuevo puerto del Mariel solo tendría sentido inscrito en la ruta de dominación norteamericana y su nueva redefinición energética, e ignorar que ello se asocia al  progresivo despoblamiento ordenado del país, que nos ata irremisiblemente a los contispados y fiebres de la sociedad norteamericana, solo es posible cuando la información analíticamente evidente es desdeñada por la arrogancia inmadura de quienes pierden dos sentidos fundamentales: el de realidad y el de los límites.

 

Ante estos hechos, ¿qué sentido tienen eso de revolucionarios y contrarrevolucionarios, cubanos buenos y cubanos malos, plattistas o antiplattistas? Madurar es condición necesaria para presentarnos más o menos equipados ante los momentos de crisis. Eso requiere un cambio de lenguaje y el uso apropiado de los términos adecuados a cada momento.

 

Yo, que no le reconozco preeminencia de juicio moral a la elite cubana, cualquiera sea su origen o ámbito, me oriento exclusivamente por el concepto, el valor y el eje del ciudadano para todos los asuntos que tienen que ver con Cuba.  Lo demás, por muy importante que pueda ser, únicamente tiene un valor agregado, si lo tiene, para beneficio de la cultura.

 

 

Sin prisa… y sin resultados

Dimas Castellanos

25 de febrero de 2014

 

La contradicción entre aumentar la producción agrícola y evitar la formación de un empresariado nacional sigue lastrando la entrega de tierras ociosas.

 

En el alegato La historia me absolverá, en 1953, Fidel Castro abordó uno de los aspectos raigales pendientes de solución en el país: el tema de la propiedad agraria. En esa oportunidad anunció como prioridad de su programa la entrega de tierra en propiedad a todos los que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías[1]; un proyecto de corte nacionalista y democrático que tuvo un primer episodio en octubre de 1958, cuando en plena etapa insurreccional se dictó una Ley desde la Sierra Maestra. Una vez tomado el poder, en mayo de 1959 y octubre de 1963 se promulgaron dos leyes mediante las cuales se entregaron títulos de propiedad a unos cien mil campesinos, pero el Estado concentró en sus manos el 70% de las tierras cultivables del país.

 

El nuevo monopolio de la tierra y la eliminación de las instituciones de la sociedad civil relacionadas con la actividad agropecuaria generaron un decrecimiento progresivo de la eficiencia agrícola, mientras alrededor del 40% de las tierras productivas del país devinieron ociosas; una involución que estuvo solapada hasta que Cuba perdió los subsidios procedentes de la Unión Soviética. A partir de entonces el país ha tenido que erogar, de forma creciente, millones y millones de dólares para adquirir en el mercado exterior alimentos producibles en Cuba.

 

Ante la manifiesta deficiencia de la producción agrícola, cinco meses después de ocupar la presidencia del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, el General Raúl Castro, consciente del deplorable estado de la economía agrícola, expresó enfáticamente: “¡Hay que virarse para la tierra! ¡Hay que hacerla producir!” Y agregó que muy pronto se dictarían “las disposiciones legales para iniciar la entrega en usufructo de tierras ociosas a quienes estén en condiciones de ponerlas a producir de inmediato”.

 

Una semana después de su discurso, la Gaceta Oficial de Cuba publicaba el Decreto Ley 259 con ese objetivo. La medida, que por su contenido no podía resolver un problema tan grave, podría haber sido válida si se le hubiera concebido como un primer paso de un largo camino a recorrer, para lo cual se requería de una fuerte voluntad política para encarar el histórico problema de la propiedad agraria en Cuba, agudizado durante el gobierno revolucionario por el fomento del latifundio estatal.

 

Por su contenido, el Decreto Ley 259 de julio de 2008, dictado desde la óptica totalitaria, evadió la raíz del problema. El mismo se limitó a entregar en usufructo pequeñas parcelas de una hasta tres caballerías de tierra infectadas de marabú, y acompañadas de múltiples prohibiciones como la imposibilidad de construir viviendas, almacenes y otras instalaciones y de contratar fuerza de trabajo. Lo absurdo fue que el Decreto-Ley, emitido para atacar una ineficiencia cuya primera causa radica en la incapacidad del Estado para hacer producir la tierra, se limitó a entregar parcelas en calidad de usufructo, es decir, de disfrute de un bien ajeno, mientras el Estado ineficiente se reservó el derecho a conservar la propiedad. Los resultados obtenidos en esas condiciones no se hicieron esperar.

 

Sin embargo, aunque dicho Decreto-Ley carecía de vitalidad para producir el vuelco que reclamaba el deprimente estado de la economía agrícola, su promulgación contenía de forma implícita el reconocimiento de la necesidad de cambios. Su falta consistió en ignorar la tenencia de la propiedad en manos de los productores y mantener supeditada las decisiones económicas a la política. Por sus irrisorios resultados, en un zigzagueante proceso sin la voluntad política requerida, en diciembre de 2012 fue derogado y sustituido por el Decreto-Ley 300.

 

La nueva medida avanzó en algunos aspectos como la permisibilidad para la construcción de viviendas, almacenes y otras instalaciones; brindó determinadas facilidades para la contratación de fuerza de trabajo familiar, trabajadores eventuales y permanentes; y extendió la entrega hasta cinco caballerías, aunque limitada a aquellos que ya poseían en tierras y estuvieran vinculados a entidades con personalidad jurídica: Granja Estatal, Unidades Básicas de Producción Cooperativa y Cooperativa de Producción Agropecuaria.

 

El Decreto-Ley 300 arrastró la decisión de mantener el control monopólico del Estado sobre la propiedad y la supeditación de los productores. En su artículo 11 reza que los usufructuarios pueden integrarse como trabajadores a una Granja Estatal con personalidad jurídica, o como cooperativista a una Unidad Básica de Producción Cooperativa o a una Cooperativa de Producción Agropecuaria, para lo cual “el usufructuario le cede el derecho de usufructo sobre las tierras y las bienhechurías a la entidad a la cual se integra, la que evalúa la conveniencia o no de que aquel continúe trabajando esas tierras”. Además, el Decreto-Ley 300 conservó otras limitaciones como el acceso a insumos y servicios a los no vinculados a las entidades mencionadas, con una desventaja manifiesta para las personas naturales en cuanto al término de duración del contrato. Tales limitaciones pusieron nuevamente de manifiesto la ausencia de voluntad política y la insalvable contradicción entre hacer producir la tierra y evitar la formación de un empresariado nacional.

 

Ante el nuevo fracaso, pero atemperados al eslogan de “sin prisa pero sin pausa”, en enero de 2014 se hizo público el Decreto-Ley 311, que modifica al 300, para hacer extensivo la entrega de hasta cinco caballerías al sector más productivo del campesinado, a las personas naturales vinculadas a las Cooperativas de Créditos y Servicio, los cuales fueron excluidos en la anterior legislación. Sin embargo, la entrega depende de que en el municipio solo existan cooperativas de créditos y servicios; y b) las granjas estatales con personalidad jurídica, unidades básicas de producción cooperativa y cooperativas de producción agropecuarias existentes en el municipio estén ubicadas a una distancia superior a cinco kilómetros del área solicitada.

 

La causa no explícita en la información publicada, consiste en que después de entregadas 1.500.000 hectáreas de tierras ociosas desde que se dictó el Decreto Ley 259 en el año 2008, además de no haberse reportado un aumento significativo en la producción, aún existe alrededor de un millón de hectáreas ociosas de los 6,3 millones de hectáreas con que cuenta el país. El resultado nos recuerda aquella afirmación martiana: “Cuba tiene un potencial enorme y puede ser rica, pero ello es imposible si sus habitantes no pueden ser ricos también”.

 

[1] 1 caballería equivale a 13,4 hectáreas

 

 

Un congreso obrero sin sindicatos

Dimas Castellanos

18 de febrero de 2014

 

El jueves 20 de febrero seremos testigos de un acontecimiento, que por repetitivo no deja de ser insólito. Ese día se iniciará en La Habana un congreso obrero sin sindicatos.

 

Surgidos para defender los intereses de los obreros frente a los patronos, con métodos que van desde las huelgas hasta las negociaciones colectivas, los sindicatos constituyen una expresión de la modernidad. Sus primeras manifestaciones en Cuba tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XIX, en los conflictos en la industria tabacalera, la fundación de los primeros periódicos obreros y la creación de las primeras asociaciones.

 

Aunque ya en 1887 se celebró un congreso obrero, fue a partir de la Ley General de Asociaciones de 1888 que se generalizó. En 1892 tuvo lugar el primer congreso con delegaciones de casi todas las provincias y en 1899 se fundó la Liga General de Trabajadores Cubanos (LGTC), la cual desempeñó un destacado papel en la lucha por la disminución de la jornada laboral y el aumento salarial.

 

En la República, con los derechos-libertades refrendados en la Constitución de 1901, los paros laborales se extendieron por toda la Isla. Desde la huelga de los aprendices en 1902, iniciada contra la exclusión de los aprendices cubanos en las tabaquerías, pasando por la huelga de la moneda en 1907, para reclamar el pago en moneda norteamericana, hasta la de los centrales azucareros de la zona de Niquero en 1912. Resultado de esas luchas, en 1903 se declararon los días feriados; en 1909 la jornada de ocho horas para los mecánicos, operarios y jornaleros empleados del Estado; y en 1910 se promulgó la Ley Arteaga, que prohibió el pago de salarios en los vales o fichas que obligaban a comprar en determinados establecimientos.

 

En las siguientes décadas, con el fortalecimiento y la generalización del sindicalismo cubano aumentaron las huelgas y surgieron nuevas formas de lucha. Por ejemplo en 1924, para canalizar los conflictos obrero-patronales por los embarques de azúcar, se dictó la Ley que creó las Comisiones de Inteligencia Obreraen todos lospuertos del país —con poderes legislativos y ejecutivos—, integradas por patronos y obreros y presididas por el Juez de primera instancia del lugar, cuyas decisiones eran de inmediato cumplimiento.

 

Cinco ejemplos ilustran la fortaleza adquirida por el sindicalismo: La creación en 1925 de la Confederación Obrera de Cuba (CNOC), primera institución de ese tipo con carácter nacional; el decisivo papel desempeñado en el derrocamiento del gobierno de Gerardo Machado en 1933; la huelga de los empleados de la Secretaría de Comunicaciones en 1934, que fue respaldada por otros sectores y terminó con el triunfo; la creación de la Secretaría del Trabajo en 1934; y la huelga de marzo de 1935, que comenzó por una protesta de maestros y estudiantes y terminó con características de levantamiento popular.

 

Esos y otros muchos episodios se concretaron en las legislaciones obreras que comenzaron con el Decreto 276 de enero de 1934 y culminaron con el Decreto 798 de abril de 1938, el Código de Trabajo cubano más avanzado hasta hoy. Esos logros se complementaron con la fundación de la Confederación de Trabajadores de Cuba en enero de 1939 y la promulgación de la Constitución de 1940, la cual refrendó en 27 artículos los derechos individuales y colectivos del trabajo obtenidos en las luchas, desde el salario mínimo hasta el derecho de huelga, pasando por el descanso retribuido de un mes por once de trabajo, la jornada máxima de ocho horas y las semanas de 44 horas de trabajo con pago de 48.

 

En 1945, con medio millón de afiliados, la CTC era la segunda central sindical más grande de la región. Muchas de sus demandas se convertían en leyes. Y se adquirieron locales propios como el edificio de Carlos III, construido por el Retiro de Plantas Eléctricas y arrendado a la Compañía de Electricidad; el Habana-Hilton, construido por el Retiro Gastronómico; un reparto para trabajadores emprendido por el sindicato de Artes Gráficas, y el inició de la construcción del Palacio de los Trabajadores, con aportes de los afiliados.

 

Del golpe del 52 a la ‘CTC-Revolucionaria’

 

El Golpe de Estado de 1952 propinó un fuerte golpe al sindicalismo. Su Secretario General, Eusebio Mujal, ordenó una huelga contra el golpe, pero después de una entrevista con el Ministro de Trabajo retiró la orden a cambio de conservar los derechos adquiridos por los trabajadores, respetar en sus cargos a los dirigentes sindicales y mantener el statu quo de la CTC. El miedo a la fuerza de los sindicatos hizo que Fulgencio Batista dictara algunas medidas de beneficio para los trabajadores, como fueron la prohibición de la mecanización del torcido del tabaco y el aumento del salario mínimo en 1958, para disuadir a los trabajadores de participar en la huelga convocada por el Movimiento 26 de Julio, medida con la cual el salario de los trabajadores urbanos de la capital se elevó a 85 pesos, en otras ciudades a 80, y fuera del perímetro de la ciudad a 75, cuando un peso equivalía a un dólar.

 

Aunque en diciembre de 1958, bajo la dirección del Movimiento 26 de Julio, se celebró la Conferencia Nacional de Trabajadores Azucareros, mediante un Decreto emitido por el recién instalado gobierno revolucionario, el 22 de enero de 1959 la CTC fue disuelta y sustituida por la CTC-Revolucionaria, que constituyó el primer paso en el proceso de desnaturalización del sindicalismo.

 

En el X Congreso de la CTC-R (noviembre de 1959) el candidato para Secretario General, David Salvador, expresó que los trabajadores no habían ido al evento a plantear demandas económicas sino a apoyar a la revolución, y en franca violación del  convenio 87 de la OIT[1] se procedió a la elección de la directiva en presencia del jefe del Gobierno, mientras el Ministro del Trabajo fue investido de las facultades para despedir dirigentes sindicales e intervenir sindicatos y federaciones. En el XI Congreso (noviembre de 1961) por vez primera se postuló un solo candidato para cada puesto y se renunció oficialmente a casi todos los logros alcanzados. Para el XII Congreso (agosto de 1966), la propuesta de su celebración fue sometida al Buró Político del Partido Comunista. En este congreso Lázaro Peña fue sustituido, pero por la decadencia del sindicalismo fue devuelto al cargo en el XIII Congreso (1973) y bautizado como Capitán de la clase obrera, como si la CTC fuera una unidad militar. Finalmente la pérdida de autonomía asumió carácter legal en la Constitución de 1976, en la que se declara que todo el poder pertenece al pueblo trabajador, pero ignorando los logros reconocidos en la Carta Magna de 1940.

 

Derechos y libertades

 

Tres hechos son suficientes para demostrar la ausencia de sindicatos en Cuba.

 

1- En  septiembre de 2010 la CTC apoyó los despidos laborales con un documento que decía: "Nuestro Estado no puede ni debe continuar manteniendo empresas, entidades productivas, de servicios y presupuestadas con plantillas infladas, y pérdidas que lastran la economía", sin mencionar nada respecto a los verdaderos problemas de los trabajadores.

 

2- Durante los preparativos del XX Congreso, el miembro del Buró Político y vicepresidente del Consejo de Estado, Salvador Valdés Mesa, ha reiterado: que entre los principales retos del evento estará definir la real participación de los trabajadores en la gestión económica; que la plataforma económica, política y social de "la revolución" quedó definida en los Lineamientos aprobados en el último Congreso del Partido; y que al movimiento sindical le corresponde movilizar a los trabajadores para materializar esos acuerdos.

 

Finalmente, en el Pleno 93 del Consejo Nacional de la CTC de mayo de 2013, presidido por el Segundo Secretario del PCC, se designó a Ulises Guilarte, primer secretario del PCC en la provincia Artemisa, para presidir la Comisión Organizadora y en consecuencia ser el próximo Secretario General de la CTC.

 

La autonomía al sindicalismo es lo que el oxígeno a los seres vivos. Para que un evento obrero en Cuba se pueda denominar como congreso obrero, hay que comenzar por restituir los derechos y libertades para su existir, funcionar y representar a los trabajadores y no los proyectos de ningún gobierno o partido político.


[1] La OIT, Organización Internacional del Trabajo, agencia especializada de la ONU, cuyos principales objetivos son mejorar las condiciones de trabajo, promover empleos productivos y el necesario desarrollo social, y mejorar el nivel de vida de los trabajadores. La OIT fue fundada en 1920 como una sección autónoma de la Sociedad de Naciones y en 1946 se convirtió en el primer organismo especializado de la ONU. Su sede radica en Ginebra.

 

 

In fraganti

Alejandro Armengol

17 de febrero de 2014

 

No es el exilio cubano de Miami y ni siquiera Washington. Un informe de Naciones Unidas confirma que el gobierno cubano violó el embargo a las armas decretado por la ONU al país asiático. Es más, La Habana actuó con premeditación y alevosía, si vamos a llevarlo a términos legales, ya que el documento plantea que demostrada “una estrategia cuidadosamente planeada para ocultar” la carga.

 

El gobierno de Raúl Castro aparenta encauzar la marcha del país por caminos más civilizados en la arena internacional, pero la propia naturaleza del régimen y sus viejas alianzas y compromisos siguen determinando un rumbo opuesto.

 

Desde un primer momento, el escándalo del carguero Chong Chon Gang puso en evidencia no solo el deterioro económico y político de Corea del Norte, sino también señaló las semejanzas entre los regímenes de La Habana y Pyongyang, así como las similitudes en la situación de ambos países.

 

Incluso para los criterios de la ruinosa flota de carga de Corea del Norte, que suele transportar contrabando y utiliza los buques hasta que se hunden, el intento fallido de llevar armas cubanas a través del Canal de Panamá fue un negocio demasiado arriesgado desde sus inicios.

 

Sólo llevar una bandera de Corea del Norte es suficiente para que un barco genere sospechas de las autoridades portuarias y guardias costeras de todo el mundo. Los barcos norcoreanos siempre están bajo una estrecha supervisión debido a las sanciones de la ONU, que fueron impuestas después de que Pyongyang realizó una serie de pruebas nucleares que comenzaron en el 2006.

 

El hecho es que el buque transportaba armamento oculto y toneladas de azúcar de Cuba, en un aparente pago como trueque por la reparación de los misiles, según el gobierno de Cuba. La realidad es que el descubrimiento se convirtió en una clara señal de lo ansiosa que está Corea del Norte por material bélico básico, pero también lanzó una interrogante: ¿por qué el gobierno cubano, ansioso por brindar una imagen internacional de estabilidad y respeto internacional mutuo, se lanzaba a esta aventura en alianza con uno de los países con peor reputación en el mundo?

 

La respuesta inicial de Cuba, de que el material bélico retenido en Panamá, estaba siendo enviado para su reparación en Corea del Norte resultaba no solo absurda sino ridícula.

 

En primer lugar hay que desestimar que dicho material fuera necesario para salvaguardar la soberanía cubana. Cuba es una isla en el Caribe. No tiene ni el temor ni el pretexto de las fronteras terrestres. No es Bolivia ni es Chile. Ni Venezuela y Colombia. Tener una preparación militar adecuada contra quién. ¿República Dominicana? Quizá la “poderosa aviación” del vecino Haití.

 

El único país que en la zona cuenta con poderío más que suficiente para acabar con las defensas militares del gobierno cubano ya se sabe cual es. Y esa nación es precisamente su mayor garantía de paz. Por décadas Estados Unidos no ha mostrado el menor interés de atacar militarmente a Cuba.

 

Así que, desestimada la necesidad de defensa nacional, se abría entonces la alternativa de que en realidad se tratara de una operación de venta.

 

Para entender la naturaleza de esta venta, hay que tener en cuenta que aunque la red de defensa aérea norcoreana es una de las más densas del mundo, está compuesta por equipos obsoletos, según el grupo de inteligencia militar Jane's Intelligence IHS. De ahí que los equipos cubanos, aunque obsoletos de acuerdo a la tecnología moderna, no por ello son completamente inútiles.

 

Por ejemplo, los misiles SA-2 que transportaba el buque son muy viejos, ya que salieron al mercado por primera vez a principios de la década de 1960, y desde entonces fueron modernizados en varias ocasiones. Sin embargo, un SA-2 iraquí derribó un avión estadounidense F-15E en 1991.

 

Del análisis más elemental de lo ocurrido se desprende que los hechos señalan el aislamiento del gobierno de los hermanos Castro.

 

Ni Rusia ni China. Corea del Norte como aliado ideológico y militar. El hallazgo de las armas no hizo más que poner de manifiesto las afinidades entre Pyongyang y La Habana.

 

La esencia del asunto radica en que la cúpula militar cubana es similar a la norcoreana. Negocios turbios, enriquecimiento ilícito y dictadura sin contemplaciones. Lo demás es propaganda y engaño.

 

Lo que llama la atención es la torpeza con que el gobierno de Raúl Castro manejó el asunto desde el comienzo. ¿A quién se le ocurre pensar que con tanto viaje de delegaciones militares de alto nivel de Corea del Norte a Cuba los radares no estuvieran encendidos? ¿Cómo pudieron imaginar que un barco norcoreano con armas iba a transitar sin problemas por el Canal de Panamá?

 

La única conclusión que cabe es que, para Raúl Castro, el mantenimiento de la cúpula militar es la razón de Estado. Por supuesto que no es nada nuevo, pero una verdadera torpeza por parte de La Habana el recordárselo al mundo.

 

 

Libertad, estabilidad y disidencia

Alejandro Armengol

10 de febrero de 2014

 

El elemento primordial, tanto en las guerras de independencia como en los movimientos de derechos civiles, es la búsqueda de la libertad por encima de cualquier actuación fundamentada en el mantenimiento de la estabilidad. Además de un concepto, estamos ante un plan de acción.

 

El concepto es que la libertad actúa como un valor fundamental de motivación en cualquier pueblo —con independencia de credo, cultura, historia y origen— mientras que el plan de acción se fundamenta en la estrategia para lograr que ese valor y esa motivación se encaminen al éxito.

 

De las declaraciones de los organizadores, que pueden ser más o menos fervorosas pero no siempre efectivas, al logro de la movilización ciudadana, transita la posibilidad de triunfo de cualquier movimiento a favor de la libertad.

 

Una buena formulación del principio de valorar la libertad por encima de la estabilidad aparece en The Case For Democracy, de Natan Sharansky y Ron Dermer.

 

Sharansky, un disidente judíosoviético, dedica las trescientas páginas de su libro a explicar como en una época sólo los disidentes de la desaparecida Unión Soviética y los países de Europa del Este; unos pocos líderes mundiales —Margaret Thatcher y Ronald Reagan— y algunos legisladores —los senadores Henry “Scoop” Jackson (demócrata) y Charles Vanik (republicano)— fueron capaces de poner por delante de otros intereses el ideal libertario.

 

Para Sharansky, la lucha por la paz y la seguridad debe estar vinculada con promover la democracia. De lo contrario, sólo se consigue posponer el problema.

 

Expresa que así ocurrió durante la guerra fría, con la política de la Détente, hasta la llegada de Thatcher y Reagan al poder en sus países respectivos, y de igual manera viene sucediendo en el Medio Oriente.

 

La confrontación, no necesariamente bélica, pero sin dar respiro al enemigo, es la única solución.

 

Sharansky es un activista más que un político (aunque ha ocupado cargos en el parlamento y el gobierno israelí).

 

Ello no le resta valor a sus argumentos, pero obliga a situarlos en el terreno ideológico y no de la política práctica.

 

En su obra quien fuera un conocido disidente defiende tan ardorosamente sus argumentos, que en muchos casos pasa por alto aspectos que contradicen o complementan sus explicaciones. Vistos los hechos con una perspectiva más amplia, la Détente contribuyó a la caída de la Unión Soviética, mucho más de lo que Sharansky está dispuesto a reconocer, y el afán de consumo jugó un papel tan importante como las ansias de libertad —quizá mayor— en la forma rápida en que los ciudadanos soviéticos y de Europa Oriental volvieron la espalda al sistema socialista en la primera oportunidad que pudieron.

 

La falta de libertad les impidió hacerlo antes, pero la escasez de productos de Occidente les hizo correr de prisa al abrazo del capitalismo.

 

El no ceder una pulgada, el no admitir la necesidad de reconsiderar una política de represión feroz, que no admite la menor disidencia, no es algo nuevo en Cuba. Ello no exime a esa actitud de ser una muestra de debilidad del sistema.

 

En gran medida, esa debilidad es consecuencia de los tres pilares en que se fundamenta el gobierno cubano: represión, escasez y corrupción.

 

El exigir una posición incondicional es abrir la puerta a oportunistas de todo tipo, quienes a su vez se desarrollan gracias a la escasez generalizada.

 

Por décadas el gobierno cubano ha caminado en la cuerda floja, con la población controlada entre el uso de una represión casi siempre profiláctica y la ilusión del viaje a Miami, pero siempre bajo el peligro de un estallido social.

 

Si La Habana admitiera un mínimo de cordura, y diera muestras de superar el encasillamiento que ha mantenido por décadas, el peligro de este estallido social disminuiría. Pero por el contrario, lo único que hace es alimentarlo a diario.

 

Detrás de este control extremo, que no permite manifestación alguna de los derechos humanos, hay un fin mezquino. El mantenimiento de una serie de privilegios y prebendas. La represión política actúa como un enmascaramiento de una represión social que ha penetrado toda la sociedad. En última instancia, el régimen sabe que el peligro mayor no es la posibilidad de que la población se lance a la calle pidiendo libertades políticas, sino expresando sus frustraciones sociales y económicas.

 

De producirse un estallido social en Cuba, el régimen lo reprimirá con firmeza. No hacerlo sería la negación de su esencia y su fin a corto plazo. Imposible no usar la violencia. La habilidad del gobierno castrista radica en evitar las situaciones de este tipo.

 

Nunca como ahora el ideal de libertad y democracia para Cuba había estado tan aislado. Los gobiernos latinoamericanos miran para otra parte, la Unión Europea busca esperanzas donde no las hay y Estados Unidos vacila una vez más. Los cubanos, mientras tanto, siguen a la espera. Y en todas partes, mantener la estabilidad de momento se impone sobre cualquier ideal de libertad.

 


 

¿El telón de azúcar o la cortina de hierro occidental?

Manuel Castro Rodríguez

10 de febrero de 2014

 

Aunque los hermanos Castro pretenden hacer creer que los problemas de su régimen comenzaron cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991 y, por ende, desaparecieron sus cuantiosas subvenciones a la economía cubana, no pueden ocultar que  la escasez siempre ha sido consustancial al castrismo, como puede comprobarse en varias ediciones del oficialista Noticiero ICAIC Latinoamericano hechos en la década del ochenta, que pueden verse  al final de ese subdominio

 

Hasta severos críticos del régimen de La Habana pasan por alto que Fidel y Raúl Castro, tiranos insaciables que a Cuba han destruido, jamás han tenido un proyecto para beneficiar al pueblo cubano. Desde que el propio Fidel asesinara la Revolución, apenas transcurridas cuatro semanas de su entrada triunfal a La Habana el 8 de enero de 1959, todo lo que han hecho los hermanos Castro ha sido con el objetivo de entronizarse en el poder, primero ellos y ahora sus descendientes. 

 

Por ello, no me sorprendió la ligera crítica nostálgica realizada por Camila Guzmán Urzúa -nació en Chile, se crió en Cuba, residió posteriormente en Europa y Argentina-, que es la guionista y directora del documental El telón de azúcar (2005) –premiado en el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana en el 2007–, que es una narración de su infancia y adolescencia. Si ahora me refiero a ese documental es porque recientemente se puso como ejemplo del éxodo de los jóvenes cubanos.

 

Hace unos cuatro años pude verlo completo en YouTube. Lo que recuerdo de él que más me gustó por la realidad que refleja, es cuando la profesora o directora de la secundaria muestra una foto y va nombrando uno por uno a los excompañeros de clase de Guzmán Urzúa y los países hacia donde han emigrado. Me hizo recordar que casi todos mis amigos de la infancia y adolescencia se fueron de Cuba, y lo mismo está ocurriendo con los amigos de mis hijos.

 

La expresión ‘el último que apague el Morro’ -hace referencia al faro del Castillo del Morro que se encuentra ubicado en la entrada a la bahía de La Habana- fue creada hace varias décadas, porque unos dos millones de cubanos hemos emigrado a casi todos los confines del planeta, casi el 20% de la población de un país que se caracterizaba por ser receptor de emigrantes europeos. Los cubanos continuamos votando con los pies: la emigración del año 2012 fue la más elevada (46.662) desde 1994 (47.884), y la segunda después de 1980, cuando 125 mil cubanos se marcharon por el Mariel. 

 

Guzmán Urzúa -hija del renombrado documentalista chileno Patricio Guzmán, creador de La batalla de Chile- nació en 1971. Al producirse el golpe militar el 11 de septiembre de 1973, su familia se asiló en Cuba, instalándose en una casa ubicada en una de las mejores zonas residenciales de La Habana. ¿Por qué su madre vive ahí todavía y no retornó a su patria cuando hace un cuarto de siglo volvió la democracia a Chile? ¿Por su amor al comunismo, mientras disfruta de unas condiciones de vida con las que los cubanos de a pie no pueden ni soñar? No son pocos los extranjeros que disfrutan de condiciones similares y defienden al régimen militar cubano, por ejemplo: Carlos Romeo es un chileno que vive en Cuba, escribiendo artículos apologéticos

 

Dos expresiones retratan de cuerpo entero a Guzmán Urzúa. En El telón de azúcar dice “Cuba era como un paraíso”; por supuesto que cada cual piensa de acuerdo a como vive. En los años dorados del castrismo, el cubano de a pie tenía derecho a comprar tres latas de leche condensada al mes, sin posibilidad de obtener leche por otra vía que no fuese el mercado negro. Guzmán Urzúa no tenía ese problema porque su familia podía comprar en las tiendas habilitadas sólo para extranjeros. Tampoco sufrió del apartheid a que fuimos sometidos los cubanos cuando se nos impedía la entrada a los hoteles. Guzmán Urzúa sólo tenía que mostrar su pasaporte chileno para que se les abrieran las mismas puertas que se nos cerraban a los cubanos. Con ese mismo pasaporte se marchó de Cuba en 1990, un año antes de que comenzara oficialmente la debacle bautizada eufemísticamente por el dictador Fidel Castro como ‘Período Especial’

 

Y en una entrevista publicada el 10 de abril de 2009 manifestó: Mira, cuando me avisaron que había entrado en la competencia de La Habana de 2007, me sorprendí positivamente. ¡Encima me premiaron! En 2008 me invitaron de nuevo, esta vez como jurado de la competencia documental. Con esto yo confirmo que se están moviendo estructuras… creo que el socialismo que tenemos allá está pidiendo un cambio, una revolución dentro de la Revolución. Nos debemos la perestroika que no fue”. Camila Guzmán Urzúa pretende ocultar que como señaló Canek Sánchez Guevara, nieto mayor de Ernesto ‘Che’ Guevara: El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo”.

 

 

Vigilar y castigar la discrepancia

Marlene Azor Hernández

3 de febrero de 2014

 

La causa Número 5 del 2014 es otro atropello arbitrario del gobierno cubano

 

En su magnífico libro Vigilar y Castigar, Michel Foucault analiza las técnicas y dispositivos legales, sociales y hasta médicos que utiliza el poder para disciplinar los cuerpos, clasificar y encerrar a los individuos con el objetivo de separar y controlar la población “sana” de la “insana”. Técnicas que analiza a partir del siglo XVIII hasta el XX en las sociedades europeas y específicamente en Francia. Leyendo la causa que se le imputa al activista Manuel Cuesta Morúa, no pude dejar de asociarlo a las técnicas descritas por Michel Foucault.

 

El gobierno cubano muy temeroso frente a la actividad pacífica de los opositores cubanos había declarado antes del inicio del evento de la CELAC que: “La Cumbre era de Estados no de los pueblos”, y con esta declaración del canciller cubano enviaban el mensaje hacia los gobiernos de la CELAC, a las organizaciones internacionales y a los periodistas extranjeros acreditados que no se les ocurriera visitar, conversar, entrevistarse con los opositores cubanos. A pesar de la advertencia cínica de la élite política cubana, de que “los pueblos no tienen voz” en la CELAC, el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, se reunió con la presidenta de las Damas de Blanco Berta Soler, y funcionarios de la delegación de Costa Rica, —nuevo país en el cual descansa la presidencia de la CELAC—, se reunieron con Elizardo Sánchez Santa Cruz, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.

 

Técnicas de represión y control

 

Las razzias son un método que se va volviendo habitual en el proceder del gobierno cubano. Tenemos por ejemplo la del 2003 de la Primavera Negra, un supuesto castigo colectivo ejemplarizante para intimidar y paralizar la acción ciudadana. Después lo volvemos a encontrar con la visita del Papa Benedicto XVI, con la detención masiva de opositores y el bloqueo a sus teléfonos. Luego repiten la técnica alrededor del día 10 de diciembre del 2003, día de festejo de los Derechos Humanos, con arrestos masivos contra los disidentes y ahora lo volvemos a encontrar con la Cumbre de la CELAC. A las Damas de Blanco se las practican todos los domingos en alguna provincia o en varias provincias a la vez. Las razzias se aplican como técnicas represivas de prevención, para paralizar al movimiento opositor. Se les secuestra en plena calle y a la luz del día, se les encarcela por varios días, se les confiscan sus medios de comunicación o se bloquean por la monopólica ETECSA. Las razzias incluyen golpizas discrecionales para humillar, aniquilar la voluntad y doblegar el espíritu y el cuerpo de los opositores y a la vez mostrar de manera ejemplarizante las consecuencias de actuar y pensar como los reprimidos para el resto de la población que observa los atropellos.

 

Después de la Primavera Negra en el 2003 en la cual les impusieron largas condenas a todos los opositores, parecía que el hecho de encausar con delitos específicos a los disidentes había quedado atrás. Se abría la época de los secuestros con nombre y apellidos, encarcelamiento y /o detención de horas o varios días y quizás alguna advertencia policial y eso sí muchos “actos de repudio” y/o asalto directo a las casas de los opositores.

 

Pero la contradicción que se abre con la flexibilización de las leyes migratorias, y el flagrante fracaso de los actos de repudio internacionales coordinados por las embajadas cubanas en los países que visitaban los opositores, les hace volver de nuevo al método de encausar y someter a juicio para amordazar a los opositores más sobresalientes.

 

Es el caso del historiador y activista Manuel Cuesta Morúa. Secuestrado el 26 de enero en la mañana, se le impide participar en el evento del cual es uno de los coordinadores fundamentales: El II Foro en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos a celebrarse en la Habana con apoyo de la organización CADAL. La causa sin embargo que se le instruye es por “Difusión de noticias falsas contra la paz mundial” y según su colega activista Leonardo Calvo Cárdenas[1], el supuesto atentado contra la paz mundial se precisa “bajo el débil argumento de los varios artículos y textos publicados por el opositor y académico sobre la problemática racial en Cuba, los cuales, según los oficiales, distorsionan la realidad cubana y “la obra” de la revolución a favor de la igualdad racial”.

 

La ignorancia o el cinismo de los órganos de la seguridad del estado en Cuba, producen los disparates legales al margen de la propia ley que debieran respetar. Hablar sobre los problemas de discriminación racial en Cuba y no hacer loas a “la obra de la Revolución” significa “atentar contra la paz mundial”. Siguiendo esta lógica tendrían que estar presos por este delito los especialistas intelectuales cubanos Víctor Fowler Calzada, Jesús Guanche, Rodrigo Espina Prieto, Alejandro de la Fuente y Tomás Fernández Robaina, todos publicados en el 2009 en un debate de la Revista Espacio Laical. Roberto Zurbano, también castigado por no seguir el discurso oficial, Dimas Castellanos, Miriam Celaya, Reinaldo Escobar, Juan Antonio Madrazo Luna en un programa de Razones Ciudadanas dedicado al tema. Pero además las asociaciones civiles Cofradía de la Negritud parte integrante de la Red Observatorio Crítico, y todos los miembros del Comité Ciudadano por la Integración Racial.

 

Todas estas personas y asociaciones señalan la política “revolucionaria” de borrar el problema de la agenda de debate público, prohibir su discusión, constatan que las políticas igualitarias no resolvieron el problema porque los afrodescendientes partían de un punto de inicio muy desventajoso y todos coinciden en las diversas formas que adquiere el racismo en el país en el sistema educacional, en los medios de difusión masivos, en la publicidad para el turismo, en la prohibición para los afrodescendientes para ocupar plazas con pagos en divisa y en la mayoritaria población penal afrodescendiente en el país además del acoso policial contra los jóvenes afrodescendientes.

 

En este breve recuento pareciera que los órganos de la seguridad del Estado tienen que secuestrar y encauzar a más de la mitad de la población de la Isla, “Fuenteovejuna, señor”. Sin embargo, la Causa Número 5 sólo es contra el activista afrodescendiente Manuel Cuesta Morúa. La necesidad de reprimirlo para evitar sus salidas al exterior y obligarlo a presentarse frente a sus represores cada semana no es más que otro atropello arbitrario del gobierno cubano contra la libertad de expresión y asociación. Manuel Cuesta Morúa se ha convertido en un símbolo de activismo pacífico, decencia y progresismo. Hagamos todos los esfuerzos necesarios para que no paralicen la acción y el pensamiento de este lúcido líder, activista pacífico de la oposición.

 

[1] Leonardo Calvo Cárdenas “Imputan cargos a Manuel Cuesta Morúa”, enero 31, 2014 en http://www.cubanet.org/noticias/liberan-con-cargos-a-manuel-cuesta-morua/

 

 

“Gusano” y el abuso infantil

Alejandro Armengol

3 de febrero de 2014

 

Hay una ópera que siempre me causa un profundo terror. Está olvidada casi por completo y fue creada por un compositor que pocos mencionan, el checo Hans Krasa. Cuenta las aventuras de dos niños, que cantan para ganar algún dinero que sirva para curar a su madre enferma. Musicalmente es una mezcla con limitado valor de Debussy, Ravel, Berg y Gershwin. La primera vez que se representó fue en un orfanato judío en Praga, en 1942.

 

Lo que me aterra no es la obra sino la historia de sus representaciones. Poco después del estreno, Krasa, un judío, fue enviado al campo de concentración de Terezín (Theresienstadt), considerado la antesala de Auschwitz.

 

Allí Brundibár, que es el nombre de la ópera, fue representada en 55 ocasiones, bajo la dirección de Krasa y con un reparto siempre variable de niños prisioneros.

 

Al terminar la puesta en escena, los nazis escogían entre los pequeños cantantes y mandaban algunos para Auschwitz y el resto quedaba a disposición del próximo espectáculo.

 

Siempre se estaba preparando un nuevo montaje, porque Terezín era un “campo modelo” y no faltaba una audiencia —que en muchos casos incluía a visitantes enviados por los nazis para mostrarles lo bien que ellos trataban a los detenidos— con el entusiasmo suficiente para disfrutar de una jornada de buena música en medio de la barbarie. Nunca faltaron niños tampoco, que sustituyeran a los escogidos.

 

Este es un artículo sobre un hecho trágico, pero no tan trágico como lo que ocurría en Terezín. Tampoco es intento de establecer comparaciones. Sólo intenta, por una parte, destacar ese malsano interés que tanto los dictadores de todo tipo, como los regímenes totalitarios, muestran por los niños. Por la otra quisiera servir de denuncia sobre una forma de abuso infantil que existe en Cuba: enviar a los niños a participar en actos de repudio.

 

Sirve de referencia a esta columna un documental que acaba de dar a conocer Estado de SATS y que se titula Gusano. Es un material elaborado sobre la génesis y el desarrollo de los actos de repudio, y termina enfatizando en uno que, bajo el disfraz de acto cultural, se realizó frente a la sede de este proyecto y contra los miembros e invitados por la organización para un Encuentro Internacional sobre los Derechos Humanos.

 

El Encuentro conmemoró el 65 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se celebró entre los días 10 y 11 de diciembre del pasado año en La Habana. No solo fue interrumpido con este acto de repudio sino culminó con la detención de varios miembros, entre ellos Antonio Rodiles, coordinador de Estado de SATS.

 

Entre otros méritos, Estado de SATS se ha caracterizado por ser un panel de discusión y análisis sobre la sociedad cubana, que no se limita a la necesaria denuncia de los abusos sino va más allá, y busca contribuir a la elaboración de una sociedad civil en la isla. Por ello la participación de intelectuales y artistas es parte básica del proyecto y Gusano es una buena muestra de esa labor: en pocas ocasiones se ve un material con una factura tan bien realizada dentro de las naturales limitaciones que enfrenta la tarea del activismo a favor de la democracia y la lucha por los derechos humanos en Cuba.

 

Hay un aspecto que vale la pena destacar en este documental, y es la denuncia solo a través de las imágenes, del hecho siniestro de llevar a niños a esa especie de aquelarre, que por supuesto ellos no entienden y al que son obligados a convertirse en cómplices inocentes.

 

Ese objetivo moralmente dañino, de empeñarse en destruirle la infancia a quienes no se sabe si en el futuro permanecerán en Cuba o vivirán en otros países, de tratar de convertirlos en repetidores de consignas huecas e inculcarles un afán de protagonismo y participación política que debe ser preservado para tiempos peores evidencia una falta de humanidad total, al estilo de la practicada en la desaparecida Unión Soviética, China, Corea del Norte y Cambodia.

 

Detrás de cada acto de repudio hay no solo un abuso de autoridad y un despliegue de violencia de forma descarnada, cuyos límites son los que imponen quienes controlan la actividad. También constituyen una expresión brutal que evidencia la esencia soez del régimen cubano y sus gobernantes. Tratar de enmascarar esa degeneración humana con una presencia infantil los hace aún más despreciables.

 

El documental Gusano detalla el odio que encierra cualquier acto de repudio, pero además muestra como, al tiempo que niños son convocados a unirse a una algarabía insoportable, por otro lado son apresados ciudadanos que simplemente intentan expresar y discutir sus derechos de forma pacífica. Esa mezcla de terror, chusmería y desprecio hacia los valores ciudadanos más elementales es lo que el gobierno cubano trata de inculcar a las nuevas generaciones, por encima de cualquier declaración hipócrita sobre buenos modales.

 

 

Tecnócratas, curas, izquierdistas

y los campos políticos en Cuba

Haroldo Dilla Alfonso

1 de febrero de 2014

 

Tras décadas con un mismo dirigente, cualquier cambio sabe a esperanza. Lo que está pasando en Cuba, sin embargo, dista de ser un avance hacia las libertades. Se favorece el mercado, hay nuevos participantes, pero el verdadero poder sigue concentrado. Dilla Alfonso practica aquí una lúcida disección de la nueva derecha cubana.

 

La idea de que el régimen político cubano se encuentra en transición no puede ser teóricamente manipulada sin pedir disculpas.

 

No es que la sociedad siga anclada en el inmovilismo ampuloso de la última década de Fidel Castro (1996-2006), cuando al calor de los subsidios chavistas se echaron atrás algunos avances mercantiles y se cerraron las ventanas aperturistas de los noventa. Se mueven variables diversas, unas desde las políticas en curso y otras en sus márgenes, pero nada de ello anuncia una transición política como la que se discutía en los cubículos del Wilson Center en los lejanos ochenta (O’Donnell y Schmitter, 1994). Nada sugiere que se avance hacia una liberalización del sistema político, mucho menos hacia una democratización que tenga como fin último la construcción de una ciudadanía definida desde sus derechos civiles y políticos.

 

Lo que tiene lugar es una lenta y vergonzosa reforma promercado que impacta sobre una sociedad que durante 50 años ha tenido al Estado como casi único actor económico. Y en relación con este cambio se mueve la sociedad, ocupando los nichos que el Estado libera tras su retirada funcional e institucional. Es, visto desde cierto ángulo, el paso de un régimen totalitario que reclamaba el alma de cada uno de sus militantes a otro autoritario que se conforma con la obediencia de los súbditos (Linz, 2000).

 

Justamente el tema que aborda este artículo es un resultado de este proceso: la redefinición de los campos político-ideológicos y la manera como los intelectuales —y en particular los cientistas sociales— se realinean en torno a ellos.1  Esto resulta un proceso insólito en Cuba, donde la política posrevolucionaria funcionó como un sistema monocéntrico que fusionaba —al mejor estilo preateniense— moral y política y, desde la atalaya inapelable del poder totalitario, anatematizaba las disidencias como tumoraciones ajenas a la comunidad.

 

Si queremos pensar este proceso gráficamente, nada mejor que imaginar un sistema de ejes, en que una primera coordenada remite al binomio izquierda/derecha (orientación ideológica) y la otra a la contraposición entre leales y opositores al Gobierno (lealtad política). Hasta los noventa, este sistema era absolutamente binario y concentrado en dos cuartos: el que acogía la coincidencia de izquierda y los apoyos del régimen y, en su lado inverso, el que reunía a la derecha y a los opositores al régimen. No es que fuera exactamente así. Siempre hubo, por ejemplo, personas que desde la izquierda se opusieron al régimen y fueron duramente reprimidas. Pero eran minorías exiguas que desafiaban la apreciación binaria, aunque no podían cambiarla. Por lo general, ser de izquierda en Cuba era ser comunista y activista del Gobierno, mientras que la derecha era opositora y tenía dos caminos: la represión o el exilio. Más que por sus puentes, la sociedad se distinguía por sus trincheras.

 

Lo que ocurre en la actualidad es una serie de desgajamientos y desplazamientos hacia los cuartos que ocuparían una derecha que apoya al régimen y, en su reverso, una izquierda que le hace la oposición. Es decir, que es posible creer en alguna variante socialista y opinar que el régimen cubano debe ser cambiado. Mientras que lo opuesto es también cierto: se puede ser un procapitalista conservador y creer que Raúl Castro merece ser apoyado.

 

Una segunda dinámica es el desplazamiento de los actores dentro de cada cuarto, generando multiplicidades de posicionamientos en cada uno de ellos, de manera que, para poner un ejemplo, dentro de la izquierda crítica u oposicionista encontramos socialdemócratas, republicanos socialistas, anarquistas, neocomunistas, trotskistas y hasta alguno que otro discípulo del Gran Timonel. Mientras que desde el campo tecnocrático se pueden proponer movidas más o menos espectaculares según la manera como se conciba la relación mercado-Estado-sociedad.

 

Hay diversos factores que operan en beneficio de estas tendencias, pero quiero concentrarme ahora en la mutación del eje ideológico dominante. Si hasta fines de los ochenta este eje se circunscribía a la doctrina marxista-leninista, desde los noventa —con todas las transfiguraciones que la política manda— se circunscribe al nacionalismo. Un cambio fundamental, pues si el marxismo-leninismo era una doctrina de interpelación absoluta, el nacionalismo es un significante flotante que admite respuestas más variadas. Cuando se troca al socialismo científico por la patria siempre es más difícil cerrar las puertas y definir aliens.

 

Nada de esto quiere decir que el régimen posfidelista haya devenido un cultivador entusiasta de “cien flores”. Nunca una élite autoritaria se troca pluralista de manera espontánea, y la élite política cubana es un cuerpo unido que sabe cómo garantizar la gobernabilidad. Su presencia intolerante en la vida cotidiana, su control cuasimonopólico sobre los medios de comunicación y su absoluta falta de recatos para reprimir disidencias que le disputen el espacio público lo convierten en un factor obstructivo para la maduración de discursos y de prácticas sociales alternativas, para la constitución de subjetividades y para la articulación del debate público. Y en consecuencia, la incipiente esfera pública dista de ser el lugar en que los actores políticos y sociales interactúan libremente y desarrollan sus estrategias comunicativas. Se trata de un espacio movedizo que se expande y contrae al calor de un clima político dictado por lo que el Partido/Estado acepta y la policía permite.

 

Pero a pesar de su vocación de control autoritario, el régimen cubano está obligado a ser más permisivo que antes, cooptando unos discursos, tolerando otros, resguardando siempre el área pública —“la calle”, gritan las turbas progubernamentales, “es de Fidel”— y sorteando las “situaciones inusuales” que emergen día a día desde una sociedad que despierta. El escenario luce, entonces, complicado y morboso, esto último por aquella ocurrencia de Gramsci sobre lo viejo que no muere y lo nuevo que no nace. Y la sociedad, condenada al ostracismo público, cumple su condena haciendo lo que puede: casi susurrando y multiplicando un quehacer anómico, a un punto tan alto que ha llegado a alarmar al propio general Raúl Castro, quien recientemente llamó al “orden” y la “disciplina” contra lo que, en una pura jerga victoriana, calificaba como un deterioro “de la rectitud y los buenos modales del cubano”.

 

La retinosis tecnocrática

 

Si tuviera que definir una tendencia dominante en el reordenamiento de los campos político-ideológicos, diría que es el escoramiento sistémico a la derecha.2  Y agregaría que el principal factor que empuja en esta dirección es la parca y lenta reforma económica promercado, oficialmente denominada como la “actualización del modelo”.

 

Es una tendencia que tiene sus actores y apoyos en la estrechísima pero decisiva franja de ganadores del ajuste, tales como los miembros de la élite, funcionarios del sector mixto de la economía, capos del mercado negro, artistas prominentes y propietarios de los negocios privados más redituables. Aunque se trata de un sector que no necesita esfuerzos discursivos mayores —su mejor testimonio reside en el espejismo de que el contacto con la nueva economía saca a la gente de la abulia económica de los últimos 20 años—, es a partir de ellos donde encontramos la argumentación más coherente a la que puede acceder la sociedad cubana.

 

Los sistematizadores por excelencia de esta argumentación promercado se encuentran en centros académicos que intentan funcionar como tanques pensantes, oficio precario en un país donde la clase política solo admite consejos por encargo. Y en consecuencia, esta ventajosa cualidad se torna costosa cuando tienen que asumir los filtros que los receptores han establecido para ser admitidos como huéspedes del equipo donde se toman decisiones. La institución más importante que pudiéramos mencionar es el Centro de Estudios de la Economía Cubana, un centro de alta calificación y fuerte fogueo internacional ubicado en la Universidad de la Habana.

 

Este campo, que aquí llamo tecnocrático, se configura desde un discurso globalifílico, en ocasiones ingenuo y vergonzoso. Fija sus pautas virtuosas en principios como la iniciativa privada, la competitividad, la rentabilidad material, la inequidad y el achicamiento estatal. Traslada la meta de la igualdad real a la panacea liberal de la igualdad de oportunidades. Y de manera particular, también blande el gradual abandono del enfoque universalista de los servicios sociales y de la responsabilidad estatal frente a esos derechos, que había constituido la piedra de toque del discurso posrevolucionario. De manera que, en nombre de la individualización del riesgo, está operando la emergencia de un principio de atención focalizada a los grupos en riesgo y una transferencia de los problemas sociales al ámbito privado. Cito a Boves (2013): “[una] nueva orientación de la política social, [que] introduce criterios selectivos que refuerzan la diferencia sobre la igualdad y la uniformidad”.

 

Habría que reconocer que se trata de un tema complejo, debido a que la situación calamitosa del subsistema económico cubano y la pobreza generalizada que de ella se deriva requieren —en la presente coyuntura— cuotas mayores de mercado en su funcionamiento económico, una mayor autonomía de la economía respecto a la esfera burocrática estatal y niveles superiores de eficiencia y competitividad que garanticen esa meta básica de toda economía que se llama reproducción ampliada. Y que ello inevitablemente va a producir niveles mayores de desigualdad en una sociedad donde la equidad ha estado marcada por el estigma de la austeridad plebeya.

 

Entender esto es un síntoma de puro realismo, que no hace a sus sostenedores indefectiblemente derechistas. Pero reconozcamos que parecen serlo. Y es así porque los tecnócratas cubanos están obligados a limitar su discurso al ámbito de lo tolerado. Y por consiguiente no pecan tanto por lo que dicen como por lo que omiten. Y entre lo que omiten se encuentran cuestiones tan sensibles como los costos sociales reales de los ajustes que proponen y, en consecuencia, la forma de organizar a la sociedad para afrontar los embates del mercado.

 

No quiero decir que los tecnócratas cubanos —y específicamente los que actúan desde la academia— desconozcan que un ajuste económico sin los contrapesos de la acción social autónoma y sin la responsabilidad de un Estado democrático constituye un salvoconducto para la traslación abusiva de costos hacia una sociedad fragmentada, desorganizada y sometida a la inacción por un aparato represivo. Los economistas cubanos son personas con altas capacidades técnicas y suficientes experiencias como para entender, por ejemplo, que un mercado laboral “flexibilizado” debe tener como contrapartida —si de democracia y bienestar social hablamos— sindicatos autónomos, o que la reducción de los gastos sociales debe ser mediada por las acciones independientes de consumidores individuales y colectivos. Pero llegar a este punto implicaría pronunciarse en relación con el monopolio del poder que ejerce la élite política cubana. Y los economistas cubanos conocen perfectamente la diferencia que existe entre una verdad técnica y otra verdad política.

 

De manera que aquí se produce una interpretación peculiar de la separación entre economía y política. Pues mientras que el liberalismo económico la proclama en función de una economía libre de las interferencias de la política, los tecnócratas cubanos consienten en ella para hacer a la política invisible desde los debates sobre la economía.

 

Como decía, no se trata de una decisión epistemológica, sino de puro instinto de supervivencia en un país donde cada debate público es como andar sobre un campo minado. Y de ahí el cuidado de los tecnócratas letrados de echar mano a metáforas políticamente consagradas —más como blindajes que como recursos heurísticos—, como son los casos de las experiencias china y vietnamita edulcoradas, que tienen aquí la triple utilidad de proveer un modelo fructífero, amparado en una retórica socialista y organizado desde un sistema político autoritario que garantiza la acumulación y la propia metamorfosis burguesa de las élites. La fascinación por el Doi Moi es otro aliciente para obviar los aspectos peores del ajuste.

 

El camino de los evangelios

 

El otro componente de la nueva derecha cubana no se origina en el mercado, sino que se proyecta desde un pacto de gobernabilidad: la cooptación por el Estado de la jerarquía católica como único acompañante crítico aceptado. Desde la óptica estatal, esta cooptación ha resultado el menor de los males posibles. Es cierto que la clase política cubana ansiosamente desea gobernar sin competencias permitidas, pero al mismo tiempo es una garantía hacerlo con una institución nacionalista e implantada a lo largo de toda la geografía insular, que nunca le va a pedir el poder político —como lo hacen, por ejemplo, las diezmadas falanges oposicionistas— y que calcula sus tiempos en plazos mucho mayores a los que pueden aspirar los inquilinos octogenarios del Palacio de la Revolución.

 

En última instancia, ello ofrece a la élite cubana lo que Scribano (2009) denominaría un mecanismo de soportabilidad moral, inductor de adaptaciones rápidas a las condiciones de contracción del conflicto, lo que se puso en evidencia en varios momentos difíciles en que la Iglesia actuó para desarmar los resortes críticos más peligrosos en 2010. A cambio, produjo algunas concesiones como fueron la liberación (y expatriación) de un centenar de presos políticos, cierta tolerancia ante algunos grupos opositores como Las Damas de Blanco y la admisión de espacios críticos acotados.

 

Para la Iglesia, con su sabiduría de milenios y su impresionante capacidad para adecuarse a las empirias epocales, se trata de un pacto que la obliga a asumir responsabilidades costosas, pero que le da un espacio único de protagonismo político. No es casual que uno de sus más agudos portavoces (Márquez, 2012) haya definido esta oportunidad como “un puente de acercamiento” entre las diferentes fracturas de la sociedad cubana. En un primer plano, para salvar los distanciamientos políticos que ocurren al interior de la isla entre Estado y sociedad, y dentro de la misma sociedad. Pero también entre la isla y su diáspora, lo que la coloca en la interesante posición de ser la primera institución relevante que se plantea la dimensión transnacional de la sociedad cubana.

 

Beneficiada por una autonomía relativa respecto al Estado y con un entramado institucional propio, la Iglesia católica ha podido articular nichos de espacios públicos, política e ideológicamente heterogéneos, pero coincidentes en la idea de que es posible cambiar al régimen cubano a partir de una “transición ordenada”. Y lo que resulta aún más novedoso, ha logrado extender su influencia más allá del ámbito insular, aglutinando a empresarios, académicos y otras figuras de la diáspora, regularmente católicas. La principal puerta de entrada ha sido el dispositivo institucional cultural del Centro Félix Varela, que coordina una serie de cursos de posgrado, al mismo tiempo que prepara algo similar en el área de pregrado, una novedad absoluta en un país donde la enseñanza siempre ha sido considerada una atribución no compartida del Estado. En él se encuentra el Laboratorio Casa Cuba y la revista Espacio Laical, de orientación socialcristiana, que ha servido de plataforma a algunos de los ejercicios críticos intelectuales más interesantes y audaces de los últimos años. Y en particular el documento “Cuba soñada, Cuba posible, Cuba futura”, que ofrece un listado algo críptico y fragmentado pero muy sugerente sobre el futuro político del país.

 

Huelga apuntar que en cualquiera de los aspectos que he discutido antes se pueden encontrar notas distintas —la Iglesia es tan vasta como heterogénea— y muchas de ellas positivas para la aterida sociedad cubana. Pero habría que anotar que esta intermediación eclesiástica en condiciones cuasimonopólicas también contiene peligros mayores.

 

La jerarquía católica cubana —y de eso hablamos— ha sido históricamente un vehículo de visiones societales elitistas y opresivas. Y aunque con el paso del tiempo ha producido un aggiornamento de su discurso y formas de relacionarse con la sociedad —en ocasiones con muestras de solidaridad encomiables—, la jerarquía eclesiástica cubana sigue siendo una matriz ideológica conservadora. Es crítica del capitalismo y sus inequidades —lo que le acerca al discurso oficial cubano— pero lo hace desde una posición precapitalista: se opone al globalismo desde el nacionalismo, a la competencia desde la compasión y al individualismo desde el corporativismo. Y termina blandiendo, al igual que los tecnócratas, pero desde otra acera, un iliberalismo político fundamental que —como anotaba Bartra (2009) para la experiencia mexicana— matiza negativamente su percepción de la democracia como forma de reproducción del sistema.

 

Lo que presenciamos hoy en Cuba es una Iglesia ensayando su reinserción en una sociedad con una cultura laica cimentada a lo largo del siglo XX, primero con la República y luego con una Revolución que, además, enarboló un severo ateísmo llamado científico. Y para hacerlo —y aquí invoco nuevamente su sabiduría—, tiene que prescindir de las aristas más duras de su discurso conservador en temas como la homosexualidad y los derechos reproductivos femeninos. E incluso presentarse en sociedad de la mano de una publicación como Espacio Laical, cuya orientación socialcristiana de izquierda le garantiza una audiencia alta y calificada entre los miembros de la élite intelectual. De manera que, sorprendentemente, la conservadora jerarquía católica cubana aparece asociada al pluralismo, a la convocatoria social amplia y a la formación de espacios de debate desde la izquierda. Siempre bajo la condición de que todos los participantes se atengan al principio de una “transición ordenada” que por momentos apunta más al orden que a la transición.

 

Pero incluso Espacio Laical no puede sustraerse del narcisismo eclesiástico que no considera a la Iglesia como parte de la solución, jamás como parte del problema, sino como la solución in toto. Por eso Espacio Laical (2012), junto a su altamente meritoria proyección como espacio para el debate de casi todos, ha tenido que proclamar que la propuesta de la Iglesia entendida como “metodología de la virtud y la piedad, que se asienta en el mensaje del Evangelio, es el único camino que sacará al país de la crisis actual”. Y cuando un camino es único y además está bautizado por los evangelios, no deja otra alternativa que tomarlo y de paso agradecer.

 

Cuando la izquierda pide permiso

 

Si por izquierda entendemos aquel espacio político que enfatiza la igualdad por encima de otros valores, asume las políticas públicas y al Estado como sus garantes, y ve a este último como una entidad controlada principalmente desde la participación, entonces habría que reconocer que el mundo político cubano, incluido su discurso oficial, sigue siendo izquierdista.

 

La mala noticia es que mayormente se trata de una izquierda autoritaria, en retroceso y socialmente ininteligible. No es casual que el sector encargado de la comunicación ideológica es justamente la facción burocrática rentista que mejor pudiera identificarse con el estalinismo. Sus reticencias a la reforma económica promercado se alimentan de una cosmovisión premercantil, y sus críticas a la “democracia burguesa” son antidemocráticas. Sus integrantes constituyen una masa de “asalariados dóciles del pensamiento oficial” (como los hubiera calificado el Che Guevara en sus momentos) que han ido aggiornándose al calor del propio discurso de la élite y produciendo mudanzas terminológicas desde el marxismo soviético, sin entender que las terminologías no son envolturas de los conceptos, sino estructurantes de ellos.

 

Sin embargo, más allá de esta franja letrada oficialista, aparecen grupos intelectuales que ejercen la crítica desde la izquierda y que han ganado un perfil diferenciado en la esfera pública. Algunas de estas personas organizan su producción desde organizaciones intelectuales protegidas, regularmente adscritas al más permisivo Ministerio de Cultura. Pero otras capean los estragos de la represión desde el sector informal, en medio de difíciles circunstancias económicas. Algunos de ellos han formado una red llamada Observatorio Crítico, cuyo grupo más sólido y avanzado es una plataforma conocida como Socialismo Participativo y Democrático (SPD).3 Y desde estos espacios han intentado propuestas alineadas con el anarquismo, el consejismo, el republicanismo socialista, el socialcristianismo y otras variantes del pensamiento anticapitalista contemporáneo.

 

Aunque sus valoraciones críticas pueden tener muy altos decibeles, generalmente expresan un apego a alguna fórmula endógena de “continuidad revolucionaria” y, en consecuencia, siguen percibiendo a la clase política posrevolucionaria como interlocutora en función del cambio. En este sentido, no se distancian sustancialmente de la visión de la “transición ordenada” de la jerarquía católica. Y por ello, son personas incluibles en este campo los más activos participantes de los debates que promueve Espacio Laical. Pero mientras la Iglesia aspira a un final del túnel más parecido a los evangelios que al Manifiesto Comunista, la nueva izquierda tira del timón hacia una sociedad “más socialista”. Y desde aquí se derivan dos rasgos cruciales que engalanan sus discursos pero esterilizan sus potencialidades políticas.

 

El primero es la obsesiva militancia iliberal de la mayoría de sus intelectuales. Y obsérvese que no hablo de la crítica a las insuficiencias y aporías de las propuesta(s) liberal(es) —lo que es imprescindible desde la izquierda— sino de su rechazo en bloque al liberalismo. Solo que lo imaginan y describen como el doctrinarismo decimonónico y, por consiguiente, libran batallas con gárgolas indefendibles. El liberalismo —es decir la consagración de una serie de libertades y derechos cívicos y políticos que el Estado no puede limitar a su antojo, sino solo cuando este ejercicio pone en peligro los derechos de otros— resultaría una pieza suelta y muy ruidosa del engranaje político de la nueva izquierda. Reclamarlo como componente fundamental del ordenamiento democrático es revisar una tradición teórica, pero es también entrar en los dominios de la policía cubana.

 

Pero reclamarlo, es decir reclamar para Cuba un sistema de libertades, derechos y participación efectiva, no es solo un principio insoslayable de la agenda democrática posible, sino también una condición para que la población cubana pueda defender —desde esas libertades y derechos— los logros sociales revolucionarios de los embates de la acumulación capitalista que se le enciman. Nada es hoy más de izquierda en Cuba que el reclamo de un sistema democrático, del derecho a la organización autónoma, a la libertad de expresión y de reunión, a la huelga y a la manifestación.

 

Si los representantes intelectuales de la nueva izquierda cubana pueden hacer este renunciamiento, y regocijarse de ello, es porque han decidido trocar la necesidad en virtud. Y compensar su falta de comunicación social con el que es indudablemente un vistoso ejercicio académico. Pero aun la academia es un mercado que debe ser satisfecho, y aquí lo hacen agregando otra cuota de puridad ideológica y generando una “fuga hacia adelante”.

 

La nueva izquierda cubana tiene un grave problema. Si el campo tecnocrático tiene al mercado como centro enunciador, y los católicos a los evangelios, los izquierdistas no tienen nada. Ni siquiera tienen, como ha apuntado Guanche (2013), una “edad de oro” revolucionaria a la que remitir retrospectivamente el porvenir deseado. Y por eso han preferido saltar a futuros intensos y provocativos. Y en una sociedad que, repito, no ha logrado resolver el asunto básico de su reproducción material, hablan con denuedo de utopías trascendentales, control obrero, eliminación de la ley del valor y del trabajo asalariado, de la pospolítica, del socialismo del siglo xxi, del pluralismo sin partidos y del Estado que se debe extinguir.

 

Y con ello, no solo evitan mirar hacia la ríspida realidad del país (no hay mejor forma de hacerlo que contemplando utopías), sino que proponen a la sociedad cubana —con una economía arruinada, hastiada de la ideologización trascendentalista, deseosa de algún goce en el más acá— la consecución de metas históricas que casi nadie menciona desde los lejanos días en que los consejistas intentaban tomar el cielo por asalto.

 

Mirando al futuro

 

El panorama antes descrito tiene serias implicaciones para el futuro cubano. Como podrá observarse, los tres campos emergentes que he discutido aquí sufren inhibiciones programáticas drásticas. Y cada uno, por algún motivo, esconde una parte de su argumentación, presentándose ante la opinión pública como imágenes incompletas de sí mismas: los partidarios de la reforma económica como tecnócratas de pintas neoliberales, la jerarquía eclesiástica como pluralista inclinada a la izquierda y los izquierdistas como nihilistas empedernidos.

 

Y es así porque cada uno de estos espacios se abre paso en medio de un sistema autoritario, verticalista e intolerante que impide el despliegue de las opciones ideológicas a partir de un debate público plural y libre. Y les impide madurar como interpelaciones ideológicas —acerca de lo existente, lo bueno y lo posible— que informen a la sociedad cubana y le permitan escoger democráticamente las pautas para su futuro. Las ideologías no se distinguen por la sistematicidad del acumulado de sus ideas —de eso trata la doctrina— sino por su capacidad de interpelar a la sociedad y de conformar subjetividades. Si esta última capacidad no existe, las ideologías permanecen larvadas y sujetas a evoluciones narcisistas y morbosas. Es de eso justamente de lo que hemos estado hablando en este artículo.

 

Otro efecto negativo de esta situación es el desperdicio del capital intelectual de la nación cubana, incluida su dimensión transnacional. Cuba posee un sector intelectual (en el sentido más amplio del término) altamente calificado que trata de vencer la insularidad que se le impone desde el sistema, asomándose a cada intersticio de universalidad disponible desde lecturas profanas o desde la multitud de festivales culturales internacionales que constituyen parte de la liturgia exterior del régimen.

 

Las pésimas condiciones de todo género en que desenvuelven su labor intelectual, sin embargo, lo obligan a vivir en el ostracismo y el aislamiento cuando deciden asumir roles críticos sin distingos. O asumir los distingos como necesidades-de-la-historia y producir lo que Rojas (2006) percibió en los noventa como una suerte de “estetización de la política”. Dicho en otras palabras, un repliegue de los discursos intelectuales hacia la esfera letrada con la consiguiente retracción de una ética del compromiso.

 

Es una pérdida para casi todos, y del tipo de pérdida que nunca se repone. Un grupo musical llamado Habana Abierta, que llena los teatros de la ciudad cuando sus integrantes la visitan, tiene una canción que los jóvenes tararean con placer. En ella se afirma que “la vida es un divino guión”: “Los de la derecha giran a la derecha / los de la izquierda giran a la izquierda / y ya yo me aburrí / de esos viejos viajecitos en círculo / yo viajo recto aunque no soy flecha”.

 

Nada que objetar si no fuera porque —hasta el momento— el viaje recto sigue llevando a los fans de Habana Abierta a Hialeah. Cubanos y cubanas que se van, y que no vuelven porque no viajan en círculos, porque nada es claro en un escenario nacional que luce sin perspectivas. Sin siquiera la posibilidad de imaginar el futuro. 

 

Bobes, Velia Cecilia, La sociedad civil durante y más allá del Periodo Especial, 2013 (en proceso de publicación).

 

“Compromiso con la verdad”, en Espacio Laical, 2012, <http://espaciolaical.org/contens/esp/sd_178.pdf>.

 

Guanche, José L., Cuba: El socialismo y la democracia, Editorial Caminos, La Habana, 2013.

 

Laboratorio Casa Cuba, “Cuba Soñada, Cuba posible, Cuba futura: Propuestas para nuestro porvenir inmediato”, 2013, <http://espaciolaical.org/contens/35/2627.pdf>.

 

Linz, Juan, Totalitarian and Authoritarian Regimes, Lynne Rienner Publishers, Boulder, 2000.

 

Márquez, Orlando, “La Iglesia como puente de acercamiento”, 2012, <http://www.palabranueva.net/newpage/images/stories/2012_5/noticias/lasa_2012.pdf>.

 

O’Donnell, G., y P. Schmitter, Transiciones desde un Gobierno autoritario, Ediciones Paidós, Barcelona, 1994.

 

Rojas, Rafael, Tumbas sin sosiego, Anagrama, Barcelona, 2006.

 

Scribano, Adrián, “Primero hay que sufrir”, en Estudio del cuerpo y las emociones, en y desde Latinoamérica, CUSH, Guadalajara, 2009.

 

1 Por campos políticos-ideológicos (o simplemente campos) entiendo entramados de relaciones que conjugan intereses, prácticas sociales y textos discursivos, desde donde se modelan propuestas ideológicas y se interpela a las personas acerca de cómo organizar a  la sociedad y a la política. Esto último pueden hacerlo desde posicionamientos inclusivos (recuperación y validación de identidades particulares) o con pretensiones sistémicas. Los primeros son cada vez más comunes en la isla —movimientos de afrodescendientes, LGTB, feministas, comunitarios— pero no son el objeto de nuestro interés ahora, sino los segundos, es decir aquellos que plantean formulaciones de organización societal.

 

2 En este punto vale la pena una aclaración. Centraré mi atención en los campos y actores que emergen del propio sistema o de las políticas en curso sin producir rupturas fundamentales con ellos. Ello deja fuera de mi atención a la oposición organizada —agrupaciones políticas, blogueros, grupos de derechos humanos— de muy pobre incidencia en la esfera pública, pero de alto valor simbólico. Este es un tema complejo que merecería más atención de lo que el espacio de este artículo permite.

 

3 Aunque el análisis de grupos particulares rebasa el espacio disponible, valga solo decir que el SPD ha ido avanzando de manera muy positiva no solo en sus formulaciones teóricas y programáticas, sino también en sus enrolamientos públicos con otros sectores de la oposición en pos de metas democráticas. Los miembros del SPD —y en particular su vocero Pedro Campos— han sido frecuentes articulistas de órganos digitales de la izquierda como Kaos en la Red, donde en 2011 publicaron su documento programático más completo: “Propuestas para el avance al socialismo en Cuba”, <http://old.kaosenlared.net/noticia/propuestas-para-avance-socialismo-cuba-sin-socializacion-sin-democrati>.

 

 

El pluralismo sincero nace de dentro

Pedro Campos

31 de enero de 2014

 

A propósito de la II Cumbre de la CELAC en Cuba

 

Culmina la Cumbre de la CELAC en La Habana.  En lo personal felicito la Declaración de La Habana, especialmente por sus referencias a los derechos humanos y a la participación ciudadana, que, espero, no quede en “intenciones”, como uno más de tantos documentos aprobados en tantas conferencias internacionales que, en muchos casos, solo han servido para la politiquería de sus participantes.

 

Desde luego, la misma no recoge los intereses de toda la amplia Izquierda Democrática y Socialista latinoamericana; pero eso no podría esperarse de una cumbre de estas caracteristicas.

 

Vimos aquí junto a Raúl Castro, Presidente del único residuo del “campo socialista” que encabezara la URSS en el siglo pasado, que aparecen Juan Manuel Santos de Colombia quien buscó ingresar en la OTAN, Nicolás Maduro que sucedió a Chávez en Venezuela, un ex guerrillero tupamaro actual Presidente del Uruguay, un millonario capitalista como el Presidente de Paraguay y otros, socialdemócratas, demócratas, algún que otro presidente de corte autoritario, pero con la excepción del cubano, todos elegidos en forma democrática.

 

Una muestra del actual espectro americano que, a pesar de las ausencias de EEUU y Canadá, no dejó espacios políticos sin cubrir.

 

Se trata de las más grande reunión plural que haya tenido lugar en nuestro país, muy lejos de aquellas como los No-Alineados, o las sectarias y ultra-revolucionarias  OLAS u OSPAAL, que promovían la lucha armada en América Latina y África, para independizarse del colonialismo y el imperialismo y correr el riesgo de caer en la esfera de la influencia “soviética”.

 

Era otra época, entonces Cuba contaba con el amplio apoyo multilateral de la desaparecida URSS, la gran potencia mundial que pulseaba con EEUU, por el control del planeta.

 

Hoy, el mundo ha cambiado y el gobierno cubano sabe que debe cambiar o arriesgarse al aislamiento internacional, con todas sus consecuencias. Y sin duda, de entonces para acá,  se han producido  cambios en su política exterior, especialmente los antiguos intentos de reproducir la experiencia armada cubana en otros países.

 

Sin embargo ese pluralismo que se observa en la política exterior, no tiene contrapartida alguna en la situación interna del país, donde el pensamiento diferente y opositor es reprimido abiertamente y las forma de gobierno y estado siguen constreñidas al control del mismo partido, cuya elite político-militar toma todas las decisiones importantes del país, según sus intereses de permanecer eternamente en el poder.

 

Adentro, más sectarismo que nunca. La cúpula dirigente del gobierno-partido-estado no acepta nada que no sea lo que ellos consideren y determinen. Da lo mismo que venga de la disidencia tradicional, que de la amplia  Izquierda Socialista y Democrática, nacida del propio seno del proceso revolucionario y de las mismas fuentes históricas.

 

Para el maniqueísmo gobernante en Cuba, se está con el gobierno o a favor del imperialismo.

 

No obstante, esperamos que de alguna forma el gobierno cubano haga honor a lo que firmó en esta declaración, especialmente en su parte introductoria:  “Fortalezcamos nuestras democracias y todos los derechos humanos para todos; demos mayores oportunidades a nuestra gente; construyamos sociedades más inclusivas; mejoremos nuestra productividad; estrechemos nuestro comercio; mejoremos nuestra infraestructura y conectividad y las redes necesarias que unan cada vez más a nuestros pueblos; trabajemos por el desarrollo sostenible, por superar las desigualdades y por una más equitativa distribución de la riqueza, para que todas y todos sientan que la democracia les da sentido a sus vidas”.

 

Y luego en el punto 1: “Reiteramos que nuestra Comunidad se asienta en… la protección y promoción de todos los derechos humanos, el Estado de Derecho en los planos nacional e internacional, el fomento de la participación ciudadana y la democracia”.

 

Una verdadera vocación pluralista que tenga sinceras manifestaciones externas, solo puede ser producto de una práctica pluralista al interior, valga decir, democrática. El pluralismo sincero nace de dentro.

 

Si el gobierno cubano quiere ganar credibilidad en ese sentido no bastará con que se haya reunido con tantos representantes externos diversos y haya firmado esta declaración de intenciones, necesitará mostrar una vocación similar en el orden interno.

 

No está de más señalar que ésta sería una buena oportunidad para que el gobierno cubano ratifique los pactos de derechos humanos civiles y políticos y económicos, sociales y culturales  de la ONU, que posibiliten otros ulteriores movimientos democráticos en esa dirección, aunque sean dolorosamente paridos, “sin prisa, pero sin pausa”, como acostumbra a decir, el General también Presidente, de los avances de su “actualización”.

 

En lo que dice Raúl que será su último período de gobierno, podría abrir esa puerta si realmente quiere un futuro luminoso para el país y pasar a la historia como algo más que el sucesor de su hermano. Ojalá y así fuera.

 

Bienvenida la declaración de La Habana de la CELAC y esperemos que no quede en letra muerta.

 

Viva Cuba Libre. Socialismo por la vida.

 

 

Zona de paz

Ariel Hidalgo

24 de enero de 2014

 

La propuesta de hacer del Caribe y América Latina una zona de paz, sería loable y digna de respaldar si no fuera por quien piensa presentarla en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños a celebrarse en La Habana los próximos días. ¡Cuántos no hemos deplorado las escaramuzas fronterizas entre países hermanados por sus orígenes, por su historia y sus culturas como fue la de Perú y Ecuador hace no tantos años! Cualquiera se indigna al percatarse de que estos conflictos donde tantos infelices pierden la vida y tantas familias quedan enlutadas, son, o estratagemas para desviar hacia afuera la atención y encubrir los desafueros perpetrados en el propio país, o provocados en defensa de alguno de los grandes intereses en disputas, como en la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay por los intereses petroleros. Y todo se encubre con una gran mentira: “la defensa de la patria”.

 

Pero la dirigencia que anuncia la presentación de esa propuesta estimuló y respaldó por muchos años casi todas las aventuras bélicas emprendidas en esa misma región, envió tropas a países de otro continente y fue punta de lanza, en plena guerra fría, del imperialismo ruso, albergando no sólo tropas de ese país, sino además misiles que pusieron al mundo al borde de la catástrofe nuclear. Cuando finalmente la Unión Soviética se desintegró y fuimos varios cubanos a una conferencia en Moscú auspiciada por un grupo de activistas italianos amigos del pueblo cubano, no sólo condené la presencia en nuestro archipiélago de tropas de las dos principales potencias sino que incluso manifesté mi deseo de que no hubiese ni siquiera tropas cubanas, y de que se declarara a Cuba y el Caribe, zona de paz. Pero yo no había pertenecido nunca a cuerpo armado alguno, ni siquiera cuando fui llamado al Servicio Militar Obligatorio, porque a donde me enviaron fue a la tristemente célebre UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) más que militares, campamentos de trabajo forzado, y a los cuatro meses estaba fugado. Veinte años después, en el presidio político, condené el armamentismo cubano en un artículo que titulé El Militarismo en Cuba, cuya lectura tuve el privilegio de escuchar, trasmitida por Radio Martí, por un aparato de radio clandestino.

 

Mas la dirigencia “histórica” que lleva cincuenta y cinco años en el poder y que llegó a contar con una de las fuerzas armadas más nutridas y apertrechadas del continente, carece de toda credibilidad. El único país con suficiente fuerza moral para ser escuchado seriamente si la propusiera, sería Costa Rica, porque abolió su ejército hace más de cinco décadas y aprobó una constitución que prohíbe la creación de fuerzas armadas.

 

Quienes desconozcan la verdadera naturaleza del régimen cubano creerán tal vez que esos dirigentes han tenido de pronto una experiencia religiosa, como quien cae de un caballo en el camino de Damasco, o que ya aquel aventurerismo ha quedado hace mucho en el pasado, pero los cubanos que hemos sufrido su estilo de política, sabemos que pueden firmar cualquier cosa en cualquier fórum y luego seguir haciendo todo lo contrario sin el menor escrúpulo, como en los célebres acuerdos de Viña del Mar, y que si actualmente se abstienen de actos como aquellos es porque saben ajustarse astutamente a los tiempos y a las diferentes situaciones internacionales. Aunque continúan enarbolando el fantasma de la amenaza imperialista para justificar las nefastas consecuencias de sus absurdas políticas restrictivas, saben perfectamente que con el fin de la guerra fría, ese peligro es inexistente, a no ser por una explosión social que implique peligro de éxodo masivo, del cual sería responsable la propia testarudez de ese régimen. Entonces... ¿para qué el apertrechamiento? Sólo hay una razón: el miedo al propio pueblo. Si quiere ser creíble, hay un solo paso convincente: la desmilitarización.

 

Infoburo@aol.com

 

 

Memorias mutiladas

Rafael Rojas

21 de enero de 2014

 

¿Cómo son reivindicados en La Habana algunos escritores del exilio? Los casos de Jorge Mañach, Guillermo Cabrera Infante, Jesús Díaz y Guillermo Rosales. Y el Premio Nacional de Literatura y el exilio.

 

La guerra de la memoria que, hace veinte años, tras la caída del Muro de Berlín y la descomposición del campo socialista, veíamos instalarse en la cultura cubana, ha llegado, finalmente, a su fase irregular. Lo que entonces era imaginado como la confrontación de dos bandos —dentro y fuera, Isla y exilio, Revolución y Contrarrevolución, comunismo y anticomunismo— está viviendo una acelerada diseminación, que multiplica los ejes del viejo conflicto y rebaja el volumen de los discursos en pugna. Hoy se reivindica a autores exiliados en la Isla y se reconocen a artistas de la Isla en el exilio, pero también se lavan expedientes oficiales u opositores y se mutilan biografías incómodas.

 

En los últimos años se han producido, en la Isla, intervenciones críticas sobre la literatura y el pensamiento de figuras del periodo republicano, como Jorge Mañach, o sobre escritores emblemáticos de la Revolución a principios de los 60 y hasta fines de los 80, que luego se exiliaron y se opusieron al gobierno cubano, como Guillermo Cabrera Infante y Jesús Díaz, que superan los tanteos reparadores de los 90. El impulso de reivindicación de marginados, reprimidos y olvidados se ha movido en el tiempo y ha impactado los debates sobre la implementación de la censura en los 60, el dogmatismo cultural de los 70, las UMAP, la homofobia, el éxodo de Mariel, la neutralización del postmodernismo de los 80 y la diáspora de los 90.

 

En las líneas que siguen, me propongo comentar algunas de esas intervenciones con el propósito de contribuir a la visibilidad que, con frecuencia, se les escamotea. Me interesa también localizar las reacciones oficiales a ese avance del discurso reivindicador, que se abre paso dentro y fuera de la Isla. Incluso en el oficialismo es posible advertir las mutaciones propias de una política cultural que dice suscribir los valores del pluralismo y la diversidad, pero que no renuncia a preservar e imponer el binarismo “revolución/contrarrevolución”, como mecanismo de control del campo intelectual.

 

Lo que falta por decir

 

Desde los 90, el debate en torno a la reivindicación de figuras olvidadas o estigmatizadas en la cultura cubana ha adolecido de dos manías: la edición selectiva y el ocultamiento del proceso de estigmatización. De Jorge Mañach, un intelectual público sin el cual no se puede narrar la historia cultural cubana entre los años 20 y 60, se reeditaron la biografía Martí, el Apóstol (Ciencias Sociales, La Habana, 1990) y una antología de sus ensayos más conocidos, en 1999, por Letras Cubanas, reunida y prologada por Jorge Luis Arcos.

 

A este rescate editorial selectivo, siguió, como siempre sucede, un asedio crítico que se internó en zonas más complejas de la recepción intelectual, con volúmenes como Mañach o la República (2003) de Duanel Díaz o el provocador ensayo “Sin hacer del monte orégano. Jorge Mañach en la filosofía cubana” (2007) de Félix Valdés García, aparecido en la revista Temas.

 

Valdés García iniciaba su ensayo con esta afirmación: “siempre he notado que sobre Jorge Mañach quedan cosas pendientes por decir, que es buscarruidos mencionarlo entre un público interesado en temas de la cultura y el pensamiento cubanos”. Varios investigadores de la Isla (Ana Cairo, Jorge Domingo, Luis Sexto, Marta Lesmes, Salvador Arias, Pablo Guadarrama, María del Rosario Díaz, María Elena Capó…) se han sumado a la recuperación de Mañach, aunque ninguno ha acompañado sus aproximaciones de un relato mínimo del “vilipendio”  o la “satanización” sufridos por el autor de Historia y estilo, para usar los términos de Domingo y Sexto.

 

La aparición del volumen, Más allá del mito. Jorge Mañach y la Revolución Cubana (2012), de Rigoberto Segreo y Margarita Segura, fue celebrada en medios oficiales, como Juventud Rebelde y Cubadebate, la página electrónica del Partido Comunista, como ese “decir lo que faltaba”.

 

Dos motivos comunes en esas vueltas a Mañach son la revaloración de su liderazgo en la Revista de Avance y el vanguardismo cultural de los 20 y 30 y la aceptación de su respaldo a los asaltantes al cuartel Moncada, a la oposición pacífica y violenta al régimen del 10 de marzo de 1952 y al gobierno revolucionario, entre enero de 1959 y el verano de 1960.

 

Durante décadas, el “vilipendio” y la “satanización” de Mañach, alentadas por viejos intelectuales comunistas o marxistas (Alejo Carpentier, Juan Marinello, Mirtha Aguirre, José Antonio Portuondo, Raúl Roa…), por los jóvenes jacobinos de Lunes de Revolución y por flamantes burócratas de la cultura, se basaron en un escamoteo de su papel en Revista de Avance y en la Revolución del 33, en la presentación de su liberalismo y su republicanismo como “conservadurismo” o “reacción” y en el ocultamiento de su apoyo inicial a la Revolución.

 

En el libro de Segreo y Segura esos escamoteos desaparecen, pero se movilizan otros. Los autores comentan detalladamente los artículos políticos de Mañach, entre 1952 y 1960, en Diario de la Marina y Bohemia —textos que han sido estudiados fuera de Cuba por investigadores que, naturalmente, ellos no citan— y concluyen que la actitud de Mañach fue coherente, al apartarse de la Revolución y exiliarse en Puerto Rico. La coherencia estaría dada por un “conservadurismo” o un “anticomunismo”, que explicarían su rechazo al giro socialista en la Isla. Ambos términos son, como sabemos, cuestionables: el primero porque entra en contradicción con la filosofía profundamente liberal y republicana de Mañach y el segundo, porque no se ajusta a la realidad.

 

Mañach nunca fue comunista, pero tampoco fue anticomunista, si por anticomunismo se entiende lo que quería decir a mediados del siglo XX: el rechazo a la existencia del comunismo como partido político y/o corriente intelectual. Mañach fue un gran admirador de José Carlos Mariátegui, a quien dedicó el mejor ensayo, para mi gusto, del homenaje de Revista de Avance al marxista peruano, y se interesó por el pensamiento de intelectuales bien ubicados en la izquierda occidental como Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Edmund Wilson o Lionel Trilling. Pero como el liberal y el republicano que fue, Mañach pensaba que la existencia de un gobierno representativo y de una dotación amplia de libertades públicas y derechos civiles y políticos eran premisas indispensables de cualquier democracia. El abandono de esas premisas, en la Cuba del verano de 1960, hizo insostenible su permanencia en la Isla.

 

Al presentar el liberalismo y el republicanismo de Mañach como “anticomunismo”, estas recuperaciones mantienen viva la segregación de ciertas tradiciones ideológicas del pasado y el presente de Cuba. La memoria opera, por tanto, de manera desdoblada o farisaica, asumiendo como reivindicación lo que, en realidad, es una nueva forma de subvaloración. No es raro que ninguno de esos autores comente, por ejemplo, los múltiples artículos en los que, desde Bohemia, Mañach cuestionó la supresión de libertades, entre el verano y el otoño de 1960, y los pocos, pero igualmente decisivos, que llegó a escribir para Bohemia Libre desde San Juan.

 

No hay, en cualquiera de esos libros o ensayos, un debate sereno y equilibrado, aunque sea crítico, del apoyo de Mañach a la invasión de Bahía de Cochinos, en abril de 1961, ni glosas del proyecto democrático que defendió en su libro póstumo, Teoría de la frontera. Luego de más de medio siglo, las últimas ideas políticas de este intelectual cubano son silenciadas, poniendo en evidencia que la reivindicación de un “Mañach revolucionario” es incompatible con el reconocimiento de la legitimidad de cualquier oposición, violenta o pacífica, en el pasado o el presente de Cuba.

 

Locura y exilio

 

Si las reediciones y revaloraciones de clásicos de la República, como Jorge Mañach, Enrique Labrador Ruiz, Gastón Baquero, Eugenio Florit, Lino Novás Calvo, Carlos Montenegro o Lydia Cabrera, describen un avance del revisionismo en la historia intelectual, la relectura, menos extendida, de autores emblemáticos de la primera etapa de la Revolución, luego opuestos al gobierno cubano, como Guillermo Cabrera Infante, se acerca más claramente a la demanda de pluralismo ideológico, al menos, en el debate historiográfico.

 

Junto a otras intervenciones tangenciales, la mayor apuesta por un regreso de Guillermo Cabrera Infante a la esfera pública de la Isla ha sido realizada por los jóvenes investigadores Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco, en un par de volúmenes recientes: Sobre los pasos del cronista. El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965 (Unión, La Habana, 2010) y Buscando a Caín (ICAIC, La Habana, 2012).

 

El primer volumen preservaba pautas de la lógica del rescate intelectual, dentro de la Isla, como ceñirse a la producción literaria o periodística de Cabrera Infante antes de su salida de Cuba o la falta de referencias y citas adecuadas a estudiosos de la obra del autor de Tres tristes tigres, que viven en el exilio. Pero, ciertamente, la empresa de Velazco y Mirabal implicó una reubicación bastante completa de Cabrera Infante en la cultura cubana de los 50 y principios de los 60. Los autores recorrieron, en detalle, el paso de Cabrera Infante por Carteles y Bohemia, Orígenes y Ciclón, su relación con el viejo comunismo y el 26 de Julio, la fundación y dirección de Lunes de Revolución, Ediciones R, la primera Cinemateca de Cuba y la censura de PM.

 

Ya en Sobre los pasos del cronista era evidente que Mirabal y Velazco habían aprovechado una red de testimonios de intelectuales exiliados vivos, que fueron amigos de Cabrera Infante, como Orlando Jiménez Leal, Fausto Canel, Matías Montes Huidobro, José Lorenzo Fuentes, Nivaria Tejera o Edmundo Desnoes. La reunión de esos testimonios en el segundo volumen, Buscando a Caín, junto a otros, generalmente discordantes, de intelectuales residentes en la Isla, también amigos de Cabrera Infante, como Harold Gramatges,  Pablo Armando Fernández, Graziella Pogolotti, Antón Arrrufat, César López o Abelardo Estorino, escenificaba una batalla por el lugar del escritor en la memoria, que quebraba viejas interdicciones, pero todavía fijaba estereotipos.

 

Para los amigos exiliados y para los propios Velazco y Mirabal, Guillermo Cabrera Infante era inconcebible sin su obra escrita fuera de la Isla, entre 1965 y 2005, o sin su posicionamiento público en contra del sistema político cubano y, específicamente, del gobierno de Fidel Castro. La mayoría de los testimoniantes de la Isla evitaba rigurosamente cruzar la frontera de 1965, borrando cuarenta años de exilio y lo fundamental de la obra literaria de Guillermo Cabrera Infante. Quienes recordaban al exiliado, desde la Isla, no daban importancia a la oposición de Cabrera Infante al establecimiento de un régimen de partido único, ideología “marxista-leninista” y estatalización de la economía y la sociedad, que a un intelectual antiestalinista, como el director de Lunes de Revolución, tenía que provocarle rechazo. El resentimiento, el machismo o la locura podían ser argumentos de mayor peso, que cualquier idea política, en aquellas evocaciones.

 

Esta memorialización del exilio como psicopatología reaparece en un siguiente volumen de Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco, titulado Hablar de Guillermo Rosales (2013), editado recientemente en Miami. Aquí también se escenifica una reyerta por la memoria, pero no tanto entre testimoniantes de la Isla y el exilio como entre los compiladores del volumen, que en el ensayo introductorio “Guillermo Rosales, un arcano”, llaman a una reconstrucción lo más completa posible de la poética y la política del autor de El juego de la viola y Boarding Home, y varios de sus entrevistados, que prefieren evocar, centralmente, al Guillermo Rosales de la revista Mella y enmarcar la vida y la obra del escritor en el exilio dentro de un largo episodio de enajenación y locura, que culminó en su “fracaso” y su suicidio.

 

Víctor Casaus asegura que “la tragedia” de Guillermo Rosales fue “su no realización”, que “su obra no llegó a cuajar”. Podría pensarse que se trata de un juicio estético, pero en realidad es un juicio político: la obra no cuajó porque, según Casaus, Rosales “no fue alguien con una obra conocida”. El veredicto de Eliseo Altunaga también es tajante: “él no triunfó. La mala suerte existe”. Félix Guerra, Silvio Rodríguez, Silvia Rodríguez y Emilio Herrera prefieren recordarlo como un genio loco. Rosales, según ellos, no era revolucionario ni contrarrevolucionario, era una “personalidad esquizo o neurótica” —términos contradictorios que los entrevistados usan alegremente— o “desapegada”, que se perfiló en reacción al conflicto con el padre y la familia, no con la sociedad o el Estado.

 

Norberto Fuentes es, tal vez, el único que le da importancia al medio social y político en la formación de la locura de Rosales, pero el medio al que se refiere no es el de la Cuba totalitaria sino el del Miami anticastrista: al escritor, según su amigo, “le sucedió lo que a todo el mundo en el exilio: se quiso hacer gusano por oficio”. 

 

Afuera o después de la Revolución

 

La mutilación de la memoria se ha convertido en una necesidad discursiva del proceso de recuperación de autores republicanos y exiliados en el campo intelectual de la Isla. Una necesidad determinada por el hecho de que esas recuperaciones, para circular sin mayores obstáculos, deben suscribir el apotegma de la política cultural oficial, que todavía remite al “dentro de la Revolución todo, contra de la Revolución nada” de Fidel Castro.

 

Dado que sigue siendo inconcebible un afuera racional de la Revolución, la ruptura con el gobierno cubano de autores como Jorge Mañach, Guillermo Cabrera Infante o Guillermo Rosales no puede ser plenamente documentada o debe ser atribuida, no a ideas o a convicciones, sino a equívocos, delirios y frustraciones.

 

Es persistente en esas memorializaciones a medias, la imagen, rígidamente binaria, de que la oposición o el exilio representan siempre un “cambio de bando”. Visión obsesivamente polarizada del campo intelectual y político que tuvo sentido durante la Guerra Fría, pero que no siempre es aplicable a los exiliados y opositores de los últimos veinte años. Si en tiempos de los exilios de Mañach, Cabrera Infante y Rosales, romper con el Gobierno e irse de Cuba era apostar al anticomunismo y al anticastrismo de la Guerra Fría, después de 1992, el exilio y la oposición han sido para muchos plataformas de demandas de una transición a la democracia con elementos reformistas, que era minoritaria entre los 60 y los 80.

 

Aquella idea de la democratización cubana surgió en el contexto de las transiciones de Europa del Este y América Latina y, desde un inicio, no se asumió como “contrarrevolución” o “anticomunismo”, ya que muchos de sus promotores habían sido revolucionarios y socialistas que, treinta años después, pensaban que el sistema político cubano estaba agotado y debía reformarse.

 

Las dificultades de recuperación, en la Isla, de la obra intelectual de ese tipo de exiliados, en las dos últimas décadas, puede personificarse con Jesús Díaz. Recientemente, el poeta, narrador y crítico Guillermo Rodríguez Rivera, desde el blog de Silvio Rodríguez, aprovechó un artículo en que objetaba los dos últimos Premios Nacionales de Literatura, concedidos a Leonardo Padura y Reina María Rodríguez, para demandar el rescate editorial de dos novelas de Jesús Díaz. No de toda la obra publicada de Díaz, que no requeriría de ningún esfuerzo editorial por parte del Estado para ser puesta en circulación en la Isla —el Instituto Cubano de Libro, si quiere, puede llegar a un acuerdo con las editoriales Anagrama, Destino o Espasa Calpe para permitir la venta, en Cuba, de las cinco novelas que ese importante escritor publicó en el exilio—, sino solo de dos: Las iniciales de la tierra y Las palabras perdidas.

 

¿Por qué solo esas dos? Porque ambas fueron escritas en la Isla, antes de que Díaz se exiliara y se opusiera al gobierno cubano, primero, desde Berlín, y luego, desde Madrid, donde fundó en 1995 la revista Encuentro de la Cultura Cubana. Según Rodríguez Rivera, esas novelas —a las que llama “la más importante de la Revolución” y  una “juguetona y trágica obra maestra”— deben rescatarse porque fueron escritas antes de que su autor “decidiera abandonar el país y la Revolución”.

 

Rodríguez Rivera habla en primera persona del plural, como juez y parte del poder editorial que decide a quién publicar y a quién no: “si hemos publicado textos de exiliados como Jorge Mañach, Lino Novás Calvo y Carlos Montenegro…, creo que es imposible no reeditar obras como Las iniciales de la tierra…”

 

La frase es precisa: en Cuba se han publicado “textos” de esos autores del exilio porque toda la obra de los mismos —incluyendo la rica ensayística política de ellos tres y, también, de Jesús Díaz— es impublicable por haber sido escrita en el afuera o el después de la Revolución.

 

En un segundo artículo sobre el tema, también aparecido en el blog Segunda Cita, Rodríguez Rivera cuestiona la propuesta de Carlos Velazco y otros jóvenes intelectuales de la Isla de que el Premio Nacional de Literatura comience a ser concedido a escritores del exilio.  Según Rodríguez Rivera, la idea es cuestionable, entre otras cosas, porque los principales autores del exilio ya murieron. Los que aún viven (José Kozer, Nivaria Tejera, Manuel Díaz Martínez, José Triana, Octavio Armand, Abilio Estévez, Orlando González Esteva, Gustavo Pérez Firmat, Néstor Díaz de Villegas, Zoé Valdés, Rolando Sánchez Mejías, Antonio José Ponte, José Manuel Prieto…), casi todos mayores de 50 años, carecen de valor o tienen, como Rosales, la gran limitación de “no ser conocidos”. Como si el desconocimiento de esos autores y sus obras, en la Isla, fuera un evento natural, condicionado por la calidad literaria, y no por la existencia de un Estado que controla rigurosamente lo que se edita y lo que, solo a través de una edición estatal, tiene derecho a circular.

 

El fariseísmo de lo ‘extra-literario’

 

No es extraño que el artículo donde Guillermo Rodríguez Rivera cuestionó los dos últimos premios nacionales de literatura, fuera reproducido en Cubadebate, la página electrónica del Partido Comunista, ni que el exdirector del Instituto Cubano del Libro, Iroel Sánchez, uno de los principales promotores de la sostenida campaña de descrédito contra Jesús Díaz en los medios oficiales de la Isla, lo elogiara en su blog. Sánchez daba la razón a Rodríguez Rivera, cuando este afirmaba que Las iniciales de la tierra era la “más importante novela de la Revolución” y agregaba que, aunque el autor “se había sumado a los que cambiaron de bando en el momento más duro”, “nada de lo que hizo contra la Revolución le quitaba grandeza, valor y vigencia” a aquella novela, escrita en los 70 y publicada en 1987.

 

La lectura de Sánchez es otra evidencia más del fariseísmo que, a veces, se apodera de las operaciones de rescate editorial en Cuba. Quienes han defendido por décadas la idea de una literatura “revolucionaria”, en la que las políticas y las poéticas no estén desligadas de una autoría, proponen ahora, abiertamente, mutilar la biografía de un autor, salvando lo que consideran “revolucionario” del mismo y decretando, desde supuestos criterios estéticos, el olvido o la subvaloración de toda su literatura disidente.

 

Poco importa que el propio Díaz, desde Las iniciales de la tierra, una novela censurada por más una década, prefiriera narrar la Revolución como un fenómeno de su pasado y se abriera, a partir de su siguiente novela, Las palabras perdidas, a la crítica del presente totalitario. Una crítica de su presente que, en muy pocos años, le valió la estigmatización pública de los mismos que lo elogiaban en La Habana de fines de los 80 y que hoy se proponen “rescatarlo”, domesticado.

 

Intervenciones como estas, que intentan modular la presión que ejercen las nuevas generaciones de historiadores y críticos de la Isla, a favor de una plena circulación de la literatura del exilio, ponen al descubierto la médula farisaica de la política editorial cubana. Cada vez es más frecuente escuchar, entre los gestores de esa política, el argumento de que lo “extra-literario” no puede dominar el mercado y la crítica literarias. Pero es que lo extraliterario ha sido siempre constitutivo de todas las literaturas del orbe y nunca ha dejado de serlo en una literatura, como la cubana, caracterizada por fuertes politizaciones gubernamentales o exiliadas, oficiales o autónomas.

 

La protesta contra lo “extra-literario” en el campo literario de la Isla no es más que el subterfugio para la imposición de una sola política en la esfera pública y, sobre todo, en la circulación y reproducción de las ideas. El fariseísmo editorial, en Cuba, se basa en una falsa coartada: la de que no toda la literatura exiliada puede ser publicada en la Isla porque los dueños de los derechos de autor de esa literatura no aprobarían una edición estatal.

 

Lo falso de la coartada no es que los herederos se opongan a que algunas obras y autores del exilio sean editados por el mismo Estado que los calumnió durante décadas. Lo falso es que una edición estatal sea la única manera de poner la literatura exiliada al alcance de los lectores de la Isla. Basta con que el Estado autorice la venta de las grandes obras del exilio, editadas fuera de la Isla, o que libere el uso de internet, para que buena parte de la mejor literatura del exilio llegue a la ciudadanía insular.

 

 

¿Y que reciben los emigrados?

Haroldo Dilla Alfonso

20 de enero de 2014

 

El gobierno cubano sigue viendo a sus emigrados como desprendimientos del cuerpo nacional a los que hay que sacar plusvalía

 

El Nuevo Herald nos brinda un artículo despachado por AFP que vale la pena analizar. Se trata de una de esas piezas analíticas breves que da cuenta de un fenómeno tan complejo como es la emigración cubana.

 

El artículo se detiene especialmente en las opiniones vertidas por un conocido académico cubano y director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de la Habana: Antonio Aja. Creo que lo dicho por Aja es lo que más se ha dicho sobre el asunto hasta el momento en Cuba en el mundo oficial al que Aja pertenece en su calidad de director de un centro tan estratégico como el CEDEM. Compárese, por ejemplo, con el discurso que el canciller Bruno Rodríguez le regaló a un grupo de migrantes “patriotas y respetuosos” en una reunión en New York hace solo par de años y en el que despreciaba olímpicamente cualquier contribución económica de los emigrados al desarrollo del país en la consideración de que Cuba necesitaba mucho más dinero del que los emigrados podían aportar.

 

Pero al mismo tiempo, lo dicho por Aja muestra con crudeza cual es el límite del discurso oficial cubano —y de la práctica consecuente— respecto al tema.

 

Según éste, Cuba es un país de migración (concepto que se aproxima más que nunca a lo que realmente es: una sociedad transnacional) y en consecuencia debe abrir espacios de acción a esta realidad. Aja lo concibe, según El Nuevo Herald, capitalizando a esa emigración, como hacen numerosos países, lo que “significa que pasen un tiempo en Cuba, que trabajen para Cuba, que inviertan para Cuba, es decir que el proyecto (nacional) los tome en consideración. Cuba tiene que tomarlos en consideración” Es decir, que “intervengan en ese proyecto todos los (emigrados) que son capaces de hacerlo”.

 

En otras palabras, el director del CEDEM ofrece a los migrantes “que puedan”, es decir que tengan dinero para ser “capitalizados”, que participen en un supuesto proyecto nacional que la población nacional no conoce, y mucho menos los emigrados. Y estoy seguro que tampoco buena parte de los funcionarios. Y de paso afirma que todo esto es un paso de avance gracias a la reforma migratoria.

 

Estoy de acuerdo en que la reforma migratoria ha sido un paso de avance proceditivo, pero deja las cosas como están —en el mal lugar en que están— en dos sentidos. En primer lugar no crea derecho, sino solo alarga permisos, para la población residente en la Isla. En segundo lugar no modifica sustancialmente el status de desterrados de los emigrados, a los que solo se les permite estar más tiempo de visita, y regresar al país definitivamente si piden permiso y se les concede.

 

Es cierto, como dice Aja, que los migrantes se han convertido en pilares básicos de las economías nacionales. Pero omite algunas consideraciones vitales. Por ejemplo, que los países emisores tratan de utilizar todo el potencial de sus migrantes: capitales para invertir, conocimientos técnicos superiores, relaciones sociales e institucionales, etc. Y que para hacerlo dan a sus emigrados numerosos estímulos, que van desde exenciones fiscales a importaciones hasta aparatosas bienvenidas en los aeropuertos cuando regresan en masa en fechas festivas.

 

Y, sobre todo, que ponen en vigor medidas para integrar a los emigrados a la vida nacional mediante la extensión de los derechos políticos a sus ciudadanos de ultramar: votan y eligen representantes.

 

Desafortunadamente el gobierno cubano sigue viendo a sus emigrados como desprendimientos del cuerpo nacional a los que hay que sacar plusvalía mediante remesas y cobrándole los servicios consulares a precio de oro.

 

Ya no les considera bestias pardas contrarrevolucionarias, gusanos desertores del tren revolucionario. Ahora descubre en ellos un filón de dinero fácil (los dirigentes cubanos sienten pasión por el dinero fácil) y hasta reconoce bolsones de emigrados “respetuosos y patriotas” a los que se invita a reuniones donde, dicen, dialoga la nación con su emigración. Aunque en realidad solo cuchichea el gobierno con sus gavillas de adeptos.

 

Y al resto, a la gran masa de emigrados que sostienen el consumo popular con sus remesas, ahora les invita a ser amigos, solo que dando tan poco y pidiendo tanto, que uno puede asumir que se trata de una amistad muy asimétrica. Que con tales amigos los emigrados pueden prescindir de todas las enemistades.

 


Cuba camina hacia el realismo

Rafael Rojas

20 de enero de 2014

 

La pregunta sobre su giro en política exterior es si será duradero o coyuntural

 

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) se reunirá, por tercera vez, a fines de este mes en La Habana. La presidencia pro témpore de ese organismo, ejercida por el Gobierno de Raúl Castro, no ha sido tan activa como la venezolana o la chilena, pero ha propiciado algunos gestos que pueden ser leídos como el principio del fin de una política exterior prioritariamente volcada al nexo con Venezuela y la promoción del bloque bolivariano. Muy lentamente y envuelto en retóricas continuistas, como las propias reformas económicas implementadas en los tres últimos años, un cambio hacia una política exterior más realista, en relación con América Latina, parece abrirse paso en La Habana.

 

Durante el año que Cuba ha estado al frente de la CELAC, el Gobierno de la isla se ha mantenido al margen de las reyertas habituales del ALBA. No se ha sumado a la ofensiva bolivariana contra la Alianza del Pacífico, ni ha presionado a la candidata y, luego, presidenta electa Michelle Bachelet para que abandone ese foro o abra una negociación con Bolivia para encontrar una salida al mar. Durante el 2013, la relación de Cuba con Brasil se reforzó por medio del préstamo del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de ese país para la creación de una zona franca en el puerto del Mariel y la cancillería de la isla organizó encuentros con empresarios y políticos de México, Perú y Colombia, tres naciones de la Alianza del Pacífico.

 

La Habana ha puesto especial cuidado en mantener buenas relaciones con el Gobierno de Juan Manuel Santos, en Colombia, facilitando las conversaciones de paz entre Bogotá y las guerrillas. A diferencia del Gobierno venezolano de Nicolás Maduro, que desconoció el triunfo del candidato oficialista, Juan Orlando Hernández, en las pasadas elecciones presidenciales, en Honduras, el Gobierno de Raúl Castro, al igual que el de Daniel Ortega, desestimó la acusación de fraude lanzada por la oposición y reconoció al nuevo mandatario hondureño. El giro realista de la política exterior de Cuba ha tenido sus recompensas: condonación del 70% de la deuda con México, créditos e inversiones suramericanas, respaldo a la presidencia de la CELAC.

 

La pregunta sobre si ese giro es permanente o coyuntural se maneja en las cancillerías de la región. El Gobierno y, sobre todo, el partido comunista que lo rige contribuyen deliberadamente a la incertidumbre, manteniendo vivo un sectarismo bolivariano —contrario a la Alianza del Pacífico, a gobiernos calificados como “derecha neoliberal”, a la OEA o a foros e iniciativas que buscan mejorar las relaciones con Estados Unidos o Europa— en los medios de comunicación, especialmente en las páginas electrónicas más adscritas a la ortodoxia fidelista. La contradicción entre una agenda pragmática y un lenguaje intransigente —puesta en evidencia en el último discurso de Raúl Castro en Santiago de Cuba— es una seña de identidad de la ideología oficial desde la convalecencia de Fidel Castro, en el verano de 2006.

 

La beligerancia diplomática en América Latina, como tantas otras cosas, poco a poco va quedando como un atributo del pasado fidelista y chavista de la izquierda regional. Sin Fidel y, sobre todo, sin Chávez, que renovó esa beligerancia en los años posteriores a la Guerra Fría, el latinoamericanismo retoma su tradición más sólida, que proviene, precisamente, de Simón Bolívar y los primeros republicanos hispanoamericanos y se consolida entre fines del siglo XIX y mediados de la pasada centuria, con José Martí, la Revolución Mexicana, el peronismo y el varguismo. Una tradición latinoamericanista que, desde la defensa del acervo histórico y cultural de la región, entiende el continente como una zona republicana, en permanente intercambio y diálogo con Estados Unidos y Europa, África y Asia.

 

La Revolución Cubana, a pesar de su impulso a la descolonización africana y asiática, fue más una ruptura que una continuidad con ese latinoamericanismo, toda vez que propuso abandonar la matriz constitucional republicana por medio de la inscripción de la isla en el bloque soviético. Luego de 1959 en Cuba se produjo un curioso fenómeno, que apenas comienza a estudiarse, por el cual los viejos prejuicios anti-indígenas del nacionalismo blanco cubano se rearticularon dentro de una ideología marxista-leninista que representaba a América Latina y el Caribe como regiones atrasadas e inferiores a Cuba, por su capitalismo subdesarrollado. Así como las élites del periodo prerrevolucionario creían vivir en un país más norteamericano que latinoamericano, las nuevas élites socialistas sintieron que habitaban en el Segundo Mundo del comunismo euroasiático.

 

En los últimos veinte años, esa fantasía se ha disuelto vertiginosamente y hoy los cubanos se sienten más latinoamericanos y caribeños que nunca en su historia. Hugo Chávez y el ALBA ayudaron a ese regreso de Cuba a la región, pero lo hicieron de manera sectaria, entendiendo lo latinoamericano sólo como una parte y no como el todo de la comunidad. La CELAC y su próxima cumbre en La Habana son la mejor evidencia de que es inconcebible un pleno latinoamericanismo sin democracia, ya que sociedades heterogéneas y políticamente plurales sólo pueden integrarse por medio del respeto a la diferencia. Al Gobierno cubano, que no tolera y reprime toda oposición interna, siempre le queda la opción del doble rasero. Reclamar, en nombre del latinoamericanismo democrático, la tolerancia regional de un sistema comunista, y encarcelar o perseguir a quienes, en la isla, exigen los derechos civiles y políticos de que goza cualquier ciudadano del continente.

 

La integración de un régimen comunista, como el cubano, a una comunidad de repúblicas democráticas, como las latinoamericanas, está llamada a generar, en los próximos años, ese constante desdoblamiento. El Gobierno de la isla se ve obligado a justificar la pertenencia de un sistema político de partido único, control estatal de los medios de comunicación y oposición ilegítima a un foro continental de democracias. Los desencuentros entre el discurso y la práctica, el protocolo y la realidad harán cada vez más evidente la necesidad de una democratización de la isla. A la luz de esa contradicción, los jóvenes políticos cubanos, del Gobierno o la oposición, comprenderán más temprano que tarde que, solo en democracia, Cuba podrá aprovechar al máximo las ventajas de la integración regional.

 

 

Por qué ahora apoyo el embargo

Manuel Castro Rodríguez

19 de enero de 2014

 

¿Por qué los hermanos Castro y sus agentes mediáticos diseminados por el mundo pretenden ignorar que la comunidad internacional sancionó a Sudáfrica con un bloqueo –es mucho mayor que  un embargo-, que fue solicitado por el propio Nelson Mandela?

 

Los hermanos Castro pretenden hacer creer que los problemas de su régimen se deben al embargo norteamericano, llamado ‘bloqueo’ por el régimen militar cubano y sus agentes mediáticos. Lo cierto es que Cuba depende de Estados Unidos como nunca antes en su historia:

 

- Estados Unidos es el quinto socio comercial de los hermanos Castro.

 

- Estados Unidos es el principal suministrador de alimentos a Cuba.

 

- Estados Unidos es el principal suministrador de medicamentos a Cuba.

 

- En el año 2012 casi 574.000 personas viajaron a Cuba procedentes de Estados Unidos.

 

- Sólo en el año 2012, entre efectivo y bienes el exilio cubano en Estados Unidos envió a Cuba 5.105 millones de dólares.

 

En varios artículos y llamados apoyé el levantamiento del embargo norteamericano a Cuba. Los hechos acontecidos en el último año y medio me hicieron cambiar de opinión; hace varios meses reconocí públicamente mi error. Volveré a apoyar la eliminación del embargo norteamericano tan pronto el régimen de La Habana cumpla y haga cumplir los siguientes artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

 

Artículo 9: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

 

Artículo 13:   2.  Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

 

Artículo 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

 

Artículo 20:    1.  Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

 

¿Por qué?

 

Desde hacía más de medio siglo el régimen de los hermanos Castro no contaba con un reconocimiento internacional similar al que tiene desde que Raúl Castro asumió como dictador designado. A cambio de ello, ¿qué se ha logrado en materia de DDHH?

 

Las supuestas señales de cambio de la tiranía castrista son mensajes para engañar a incautos y a tontos útiles -necesidad de oxígeno para seguir en el poder-, como lo demuestran las 6.424 detenciones arbitrarias por motivos políticos documentadas  el pasado año 2013.

 

Hace un año Raúl Castro fue elegido al frente de la CELAC, pero no ha dado la menor señal de que piense respetar los DDHH, todo lo contrario, el nivel de violencia física empleada en diciembre de 2013 por los cuerpos represivos y grupos parapoliciales contra pacíficos disidentes fue uno de los más altos en los últimas décadas.

 

La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional comprobó que en diciembre de 2013 se realizaron 850 detenciones arbitrarias y que 179 disidentes fueron agredidos físicamente en 27 actos de agresión; 153 fueron víctimas de los llamados “actos de repudio” en 27 incidentes reportados; y que 153 opositores sufrieron acciones vandálicas, generalmente contra sus hogares, y otras formas de hostigamiento.

 

El pasado 18 de diciembre la ONG Archivo Cuba, www.CubaArchive.org, publicó una lista con más de 200 casos de muertes y desapariciones, de ellos 166 documentados, durante los siete años de mandato que lleva Raúl Castro, o sea, entre 2006 y 2013.

 

En esa lista sobresalen 86 fallecimientos por denegación de asistencia médica en prisión, 46 suicidios de presos y 15 homicidios extrajudiciales. También cuatro presos fallecieron por huelga de hambre: Orlando Zapata Tamayo, Wilman Villar Mendoza, Yordanis Ballagas Ramírez y Roberto Antonio Rivalta Junco.

 

Desde enero de 2010 –año en que comenzó la excarcelación y el destierro de la mayoría de los presos políticos de la Primavera Negra- se han documentado 19.223 casos de personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos.

 

El discurso de Raúl Castro el pasado 1 de enero demuestra que va a continuar incrementando la represión. Castro lanzó una diatriba:

 

la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor… intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial

 

Ariel Hidalgo, profesor marxista cubano, expresó en un artículo publicado el pasado 10 de enero:

 

Se supone que si un gobernante denuncia públicamente planes desestabilizadores contra su país y dos días después lanza un operativo para el arresto de los supuestos subversivos, los materiales incautados sean de cierto poder destructivo como armas y explosivos para actos violentos, ya sean atentados o sabotajes. Nadie podría pensar que los peligrosos equipos ocupados sean teléfonos y computadoras personales, y menos, juguetes.

 

En un país normal –sobre todo si afronta serios problemas económicos–, el gobierno agasajaría a los emigrados que envían juguetes de regalo a los infantes de su país de origen, con una recepción en la embajada y hasta condecorándolos, o al menos enviándoles una carta de agradecimiento. Nadie podría temer ser arrestado por regalar un juguete a un niño, y quienes se dedicaran a esta hermosa actividad caritativa, esperarían ser premiados con donaciones o préstamos para que continuaran realizando, más ampliamente, esas actividades humanitarias.

 

¿En qué país existe una ley que prohíba llevar la felicidad a los niños? Y si no existe, ¿con qué autoridad se procede al arresto y a la incautación de los regalos? En un país normal no se consideraría una desviación ideológica el derecho de los menores a poseer un juguete decente. Un niño no sabe qué es el “neoliberalismo”, pero nadie puede engañarlo acerca de si es bueno o no poder jugar con atractivos juguetes.

 

Desde hace dos años, semanalmente le he informado al Sr. Orlando Márquez Hidalgo, portavoz del cardenal Jaime Ortega Alamino, de las violaciones a los derechos humanos que sufre el pueblo cubano. Y he enviado copia a Mons. Thomas Wenski –de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos- y a la sección del Vaticano que atiende las relaciones con América Latina. Lo mismo he hecho con los parlamentarios chilenos, uruguayos y españoles desde hace seis meses.

  

A pesar de ello, los gobernantes de 33 países de América Latina y el Caribe viajarán a Cuba a participar en la cumbre de CELAC –28 y 29 de enero- y darle otro espaldarazo al régimen militar. Lo mismo hará el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, que ha sido insultado en varias ocasiones por Fidel Castro. Por ejemplo, el 4 de mayo de 2005 dijo de Insulza que “el muy bobito se ha creído que tiene derecho a meterse aquí”.

 

EEUU argumentó en enero de 1962 que el Gobierno de Cuba era incompatible con los principios democráticos de la OEA; una doble moral manifiesta, ya que Guatemala, Haití, Nicaragua y Paraguay estaban gobernados por dictadores de derecha y votaron a favor de la exclusión del gobierno cubano.

 

El 3 de junio de 2009 la XXXIX Asamblea General de la OEA aprobó por consenso que quedaba sin efecto “la Resolución VI adoptada el 31 de enero de 1962…, mediante la cual se excluyó al Gobierno de Cuba de su participación en el Sistema Interamericano”. También expresó que “la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA”.

 

Es obvio que el régimen militar cubano viola sistemáticamente esos principios y la Carta Democrática Interamericana, pero con todos las validaciones que los gobernantes iberoamericanos y el Vaticano les han dado a los hermanos Castro, no albergo la menor duda de que se llegará a un acuerdo antes que concluya la ampliación del puerto de Mariel, que tiene como punto de mira a EEUU, el cual se verá obligado por razones económicas a levantar el embargo a Cuba. Esto lo analizaré en otro artículo; mientras tanto, véase el vídeo.

 

¿Y los DDHH del pueblo cubano? ¿Y quién ha dicho que a los grandes empresarios capitalistas les interesan? Ni los empresarios extranjeros, ni los empresarios cubanos exilados liderados por Carlos Saladrigas y Alfy Fanjul -aparentemente dispuestos a llegar a acuerdos incondicionales con Raúl Castro- y mucho menos los empresarios cubanos de uniforme verde olivo con grado de General tendrán en cuenta el bienestar de Cuba. Poderoso caballero es Don Dinero.

 

Si no hubiese existido la solidaridad internacionalcon el pueblo chileno, jamás Pinochet hubiese aceptado realizar el plebiscito. El dictador tuvo que reconocer su derrota en las elecciones libres y democráticas realizadas en 1990, debido a la presión internacional.

 

Es una falacia que la derrota en Cuito Cuanavale provocara la liberación de Mandela y la derrota del apartheid. En el caso sudafricano se demostró una vez más que “¡es la economía, estúpido!” -la célebre frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992 llevó a la Casa Blanca al gobernador de Arkansas- la que decidió la victoria a favor de los opositores al oprobioso régimen del apartheid.

 

No se puede olvidar que durante dos décadas se realizó una fuerte campaña internacional para poner fin al apartheid. Una de las principales estrategias fue las campañas para que las empresas que tenían negocios en Sudáfrica retiraran sus inversiones del país.

 

En 1970, Caroline Hunter y Ken Williams, dos empleados afroamericanos de Polaroid en Cambridge, Massachusetts, se dieron cuenta de que la empresa estaba suministrando tecnología fotográfica al Gobierno sudafricano para la emisión de las odiadas libretas. Hunter y Williams organizaron un movimiento de trabajadores de Polaroid que obligó a la empresa a poner fin a sus relaciones con el gobierno de Sudáfrica.

 

Bajo la creciente presión, el régimen del apartheid comenzó a reprimir con mayor severidad a los negros sudafricanos. Las noticias de la violencia llegaron a todo el mundo, y ello motivó a los estudiantes universitarios de Estados Unidos a tomar medidas. Se creó un movimiento mundial para presionar a las juntas directivas de las universidades a que retiraran sus inversiones de Sudáfrica. En Washington, Randall Robinson, el fundador de TransAfrica, comenzó un movimiento de protesta frente a la embajada de Sudáfrica. Robinson dijo en el programa de noticias Democracy Now!: “Tres de nosotros fuimos arrestados, seguidos de 5.000 estadounidenses que fueron arrestados por ir a protestar frente a la embajada en los años subsiguientes… Por supuesto que eso ayudó a impulsar en el Congreso la Ley General Contra el Apartheid, aprobada en 1986. Fue así que, finalmente, las inversiones estadounidenses en Sudáfrica comenzaron a caer”.

 

Robinson hacía referencia al proyecto de ley presentado por el congresista Ron Dellums, que fue aprobado con apoyo de ambos partidos. El presidente Ronald Reagan vetó el proyecto de ley, pero ambas cámaras del Congreso votaron para anular el veto de Reagan, e impusieron fuertes sanciones al régimen del apartheid. Robinson agregó: “Y, por supuesto, eso, junto con la presión dentro del país generó las condiciones para que el gobierno sudafricano se decidiera a negociar y, en última instancia, a liberar a Mandela”.

 

La cruel dictadura de los hermanos Castro pasará a la historia junto a los Kim de Corea del Norte como los regímenes totalitarios más longevos que haya conocido la humanidad. Es inaudito que un cuarto de siglo después de la caída del Muro de Berlín sobrevivan estos regímenes.

 

Pero lo peor es que si  no se logra la solidaridad internacional con la justa lucha de los opositores a la peor dictadura que ha sufrido América, el castrismo durará varias décadas más; hasta Corea del Norte será libre antes que Cuba. Y mientras más tiempo pase, más aumentará la destrucción física y el daño antropológico causados a Cuba, y más sangre será derramada.

 
 

Las FAR, un estado dentro de otro estado

Pedro Campos

17 de enero de 2014

 

La Asamblea General del Poder Popular que según la Constitución es el órgano supremo de poder en Cuba, no tiene jurisdicción alguna sobre  el aparato militar, sus cargos principales, negocios, salarios, privilegios, niveles de vida, etc.

 

De que había un estado dentro del estado cubano me enteré a mediados de los 80’, cuando supe que  la CIM, Contra Inteligencia Militar de las FAR, hacía trabajos de espionaje y contraespionaje en toda la sociedad cubana y especialmente contra la propia Seguridad del Estado y la Inteligencia Política subordinadas al MININT.

 

Si alguna duda quedaba, las Causas No 1 y No 2 de 1989 contra el General Ochoa, un grupito de altos oficiales del MININT y el Ministro de Interior, José Abrantes y otros de sus Generales, evidenciaron que el aparato de espionaje de las FAR actuaba contra el MININT.

 

Lo que vino después, la “toma” del MININT por el MINFAR, es historia conocida, aunque solo en parte. Los jefes y oficiales de  la CIM (Contra Inteligencia Militar) y la DIM (Dirección de Inteligencia Militar) fueron nombrados jefes y oficiales a los distintos niveles de todos los órganos del MININT, cuyos jefes y oficiales masivamente fueron licenciados, pensionados, jubilados o enviado a cumplir otras “importantes misiones”.

 

Desde entonces, todo el Orden Interior, la Contra Inteligencia y la Inteligencia, son dirigidas por las FAR. Sus aciertos y errores, a partir de fines de 1989, son de su única incumbencia. Incluidos especialmente el desastre de la RED Avispa y el apresamiento de múltiples agentes cubanos de Inteligencia en las entrañas del Imperio. ¿Errores o traiciones? El resultado ha sido el mismo.

 

Así, algunos que conocí con el rango de General en el MININT, podían ser vistos alquilando sus autos rusos Ladas u ofreciendo alojamientos a turistas en sus casas. Otros, la mayoría, que no tenían Ladas ni casas para rentar, tuvieron que arreglárselas como pudieran, trabajando para otras instituciones del estado que los aceptaran o asumiendo el trabajo por cuenta propia.

 

Coroneles, Mayores y oficiales de menor grado, del viejo MNINT, perseguidos por sus posiciones críticas hacia políticas del gobierno no encontraban empleo, recibían ofertas de trabajos muy poco remunerados o si ponían un negocio por cuenta propia, por alguna “extraña” razón, quebraba.

 

Con la llegada a la Presidencia del General Raúl Castro, luego de la enfermedad de su hermano,  las FAR que ya venían trabajando para independizarse económicamente del estado, se apropiaron de todas las palancas importantes del partido, el estado, el gobierno y la economía; pero aun así, se las han arreglado para mantener su independencia dentro del estado reconocido y constituido.

 

El Buró Político del PCC, el Consejo de Estado y el Consejo de Ministros están plagados de Generales y Oficiales de las FAR. El director del programa de la actualización del modelo económico, Marino Murillo es un ex Coronel de las FAR. El Director del Dpto. Ideológico del PCC desde hace más de una década es un Coronel de las FAR. El plan agrícola más importante de producción de soya lo dirige otro General.

 

El plan económico de mayor importancia asumido por el gobierno de Raúl Castro, el Mega proyecto de El Mariel, está dirigido por el General López Callejas, Director del GAE –Grupo de Actividades Económicas- de las FAR y yerno del Presidente de la República.

 

CUBALSE, la corporación mercantil en divisas que antes pertenecía al Consejo de Estado, pasó a manos de TRD, Tienda de Recuperación de Divisas, corporación mercantil de las FAR que monopoliza el mercado interno de divisas. Otra corporación de las FAR asumió el control de ETECSA, el monopolio telefónico. Gaviota, la empresa turística de las FAR, amplió sus operaciones y no solo controla hoteles e instalaciones turísticas, sino también una compañía de aviación totalmente independiente de Cubana de Aviación, que a su vez está bajo control militar.

 

En los estatutos de la Contraloría General de la Republica, quedó establecido que su ámbito de acción es el civil y que las finanzas de las FAR, no son de su competencia.

 

Me he limitado a mencionar  hechos concretos muy importantes, determinantes. Podrían llenarse varias cuartillas con nombres de instituciones de todo tipo que están siendo administradas o dirigidas por oficiales o ex oficiales de las FAR impuestos por los respectivos órganos superiores.

 

No hay dudas: Todo lo que hoy sucede en Cuba, en cualquier esfera, es decidido por los  militares.

 

De manera que cuando alguien se refiere al estado cubano, debe  tener en cuenta que se trata de un estado controlado por otro estado que es a la vez independiente del primero.

 

Y es independiente porque la Asamblea General del Poder Popular que según la Constitución es el órgano supremo de poder en Cuba, no tiene jurisdicción alguna sobre  el aparato militar, sus cargos principales, negocios, salarios, privilegios, niveles de vida, etc.

 

No juzgo a los oficiales de las FAR, sé de muchos verdaderos revolucionarios, patriotas y comunistas que entregaron y sacrificaron sus vidas por el socialismo que creyeron. En ellos mismos puede estar la fuente que un día contribuya al renacimiento de otra Cuba, democrática, libre, socialista.

 

Hoy las FAR son un estado dentro de otro estado, independiente y a la vez dominante.

 

Viva Cuba Libre. Socialismo por la vida.

 

 

Políticas fallidas

Marlene Azor Hernández

15 de enero de 2014

 

El sentido común de la política es crear políticas públicas que incentiven las mejores respuestas por parte de los ciudadanos

 

No me voy a referir a los referentes propios de cómo creo sería sensato encaminar la economía del país. Voy a analizar la “actualización” en relación a su objetivo de construir un “socialismo próspero y sustentable”.

 

El objetivo central del gobierno cubano en siete años de reformas ha sido organizar un poco el caos institucional, legal y de dirección dejado por el ex presidente Fidel Castro. Objetivo loable, pero enmarcado en la misma estructura y sobre todo con la misma concepción de cómo dirigir la sociedad cubana, no funciona. Me refiero con esto a los ucases. Esta manera militar y/o imperial de tiempos del Zar en Rusia, de conducir la economía, es el primer enemigo de la “actualización”. Los primeros que no tienen claro las señales de la economía o los que no quieren entender esas señales, son los que dirigen el país sin escuchar a la ciudadanía y peor, en contra de la ciudadanía: en cada consigna de “la actualización” se cumple el lado más negativo y no el lado positivo de la ecuación.

 

Un socialismo menos igualitario pero más eficiente

 

En esta consigna, han logrado con todo éxito aumentar las desigualdades en grado sumo y esto es fácil constatarlo al descubrir que somos el país con el salario mínimo y medio más bajo del hemisferio occidental. Haití tiene un salarió mínimo de 89 dólares mensuales y algo más, mientras el salario mínimo cubano es de 10 dólares[1]. Estos datos, unidos al 240 % de impuestos a los productos de primera necesidad y a una cartilla de racionamiento que cubre administrada muy cuidadosamente una semana de alimentación de productos básicos de la canasta individual, nos da el panorama de la miseria generalizada frente a un costo de la canasta básica individual que oscila entre 110-150 CUC mensual. Desde los años 90s los precios de los alimentos en las tiendas en divisa son superiores a los correspondientes en países europeos. ¿Quienes pueden mantenerse en niveles decorosos y hasta suntuosos de vida? Los ganadores de la “actualización”. Estos son los “paladares” exitosos, y/o los alquileres de mansiones de exfuncionarios o militares cercanos a la élite política, o los hijos de esta élite, los dueños de las corporaciones militares que actúan como corporaciones capitalistas incrustadas al estado pero al margen de todo control público, los empresarios de empresas mixtas con capital extranjero, que pueden tener “faltantes” de millones pero no son removidos de sus cargos y no incluyo a artistas de renombre internacional o deportistas porque estos con actualización o no, hubieran tenido las mismas entradas en cualquier otro país. Han mejorado con los “permisos” pero no son los ganadores. Los que reciben remesas también sobreviven bien pero no son los vencedores de “la actualización”. El monto global de las remesas es grande pero no dice mucho sobre el porciento que ha logrado crear microempresas y mantener sus negocios con éxito. Ese dato no existe aún. Tampoco son ganadores los trabajadores de empresas con capital extranjero, como los trabajadores de hoteles y de la rama de turismo. Estos sobreviven bien pero no son los ganadores de “la actualización”. Entonces, observamos una política extractivista de un plus producto desmesurado, por parte del Estado, con relación a las remesas, y una política de super explotación de la fuerza de trabajo varias veces mayor que en cualquier país del hemisferio occidental, que además pretende vender al capital extranjero una ventaja comparativa centrada en la fuerza de trabajo más barata de hemisferio occidental y cada vez más obsoleta en sus niveles de instrucción, debido también a su restrictiva y absurda política contra Internet y su permanente síndrome de “fortaleza sitiada”.

 

Con estas políticas fallidas no se logra la segunda parte de la consigna de “socialismo más eficiente”. Las aperturas a formas no estatales de producción están maniatadas con diversos y fuertes impuestos, dependencias estatales inexplicables y mercados “concentradores” escasos, caros y mal surtidos, que los nueve o doce grupos importadores del Ministerio de Comercio Exterior, demuestran que no pueden o no quieren suplir la demanda. La política que se observa ha sido la de disminuir en un 78 % o más los subsidios a la población y mantener un subconsumo en oferta y en capacidad adquisitiva.

 

Esta política de mantener deprimido el mercado interno sólo abriendo con precios exorbitantes el consumo de alimentos y autos, pero también de ropa, calzado y equipos electrodomésticos, además del ineficiente transporte público y el encarecimiento del transporte privado de taxis en precios en CUC que acaban de expandir a todo el territorio nacional, conduce a provocar la reacción inversa en los trabajadores a lo que se quiere: mayor productividad. No sé a quién se le ocurre que los trabajadores producirán más con llamados al “esfuerzo y el sacrificio”, después de 23 años de desgaste de la crisis más profunda de toda nuestra historia. Si el asunto es ganar tiempo, lo están haciendo con una incompetencia acumulativa que acrecienta el descontento popular y disminuye de manera exponencial la credibilidad del gobierno. Varios economistas de la Isla han llamado la atención hacia la necesidad de fortalecer la demanda y la oferta del mercado interno para relanzar la productividad de la economía, pero la dirección del país se ha quedado estancada en “el socialismo de la igualdad en la miseria” para las grandes mayorías. Ni seguridad alimentaria después de cinco años de transformaciones en la agricultura, ni ampliación del mercado interno porque la capacidad adquisitiva del salario y la oferta restringida, constriñe el ya subconsumo acumulado.

 

Las empresas estatales siguen siendo improductivas y esto lo señala el propio General/ presidente cuando habla de la contracción de la manufactura este año. Los llamados a “esperar” por las transformaciones de las empresas estatales son difusos, no argumentados de lo que se espera y exigen un acto de fe contrario a toda lógica política, vista la crisis generalizada de la cual parte la “actualización”.

 

El país está descapitalizado y necesita de grandes y variadas inversiones extranjeras. Esto se sabe desde el inicio mismo del proceso de “actualización”, pero sólo al octavo año de las reformas se va a proponer una nueva ley de inversión extranjera. Si se mantiene el control monopólico del comercio exterior e interior (sobre todo en los precios de los insumos) y no se descentraliza la inversión extranjera con regulación estatal para que los municipios, las provincias, las cooperativas y los cuentapropistas estén en igualdad de condiciones para importar-exportar sus insumos productos y servicios, la ley será otra política fallida del gobierno.

 

En los años 80s se hizo famosa la consigna del actual Presidente de: “Reconocemos los esfuerzos, pero premiamos los resultados” Aplicando esta consigna a los resultados de la “actualización” le respondemos al actual Presidente: Juzgando los resultados, siguen siendo contrarios a cualquier idea de socialismo, por más difusa y “original” que esta pretenda ser. Si para construir el “socialismo próspero y sustentable” hay que pasar por políticas fallidas en su diseño e implementación y profundamente antipopulares, además de ser ordenadas en ucases inexplicables, así como mantener una fuerza de trabajo cuyo valor fundamental sea su precio miserable, creo que llegarán a entender que la población cubana no se apunta en esa opción. Claro, con la lentitud de reacción que tiene la dirección política del país, de aquí a que se enteren…, la Isla se queda con las personas de la tercera edad y de ellas, con las que ya no se sientan en condiciones de viajar.

 

[1] Ver en el periódico digital Economía.com.ve http://economia.com.ve/salarios-minimos-en-america-latina/

 


El silencio de Yoani

Armando Chaguaceda

14 de enero de 2014

 

Alguna vez (2011), cuando iban cuesta arriba la satanización y apología histéricas a Yoani Sánchez -al punto de ofrendarle posters y guiones cinematográficos-, comenté que lo verdaderamente valioso de Generación Y rebasaba su persona, descansando en la efectividad de su mensaje (como crónica o crítica) frente a una realidad kafkiana e incivil.

 

Y es que se puede discrepar o coincidir con su autora, pero creo que ese blog ha sido un fenómeno mediático y político no sólo (ni principalmente) por la pluma realmente buena de Yoani.

 

Lo es por el contexto en que se forja y difunde, a pesar de todo lo falso y lo adverso que contra ello conspira. Un mundo al revés (post)totalitario, que vibra en la permanente contradicción y mudanza entre una verdad oficial (que es, realmente, ficción) y la autenticidad descarnada y expuesta de los de abajo, la misma que el poder intenta ocultar y descalificar mediante cómplices, velos y mordazas ….

 

Escribo esto cuando algunos amigos toman nota del (ciber)silencio de “La Flaca” y mientras ciertos comentaristas de Facebook bromean sobre su hipotético y pronto destape como agente de la Seguridad cubana. Ante tal hemorragia de oráculos, ratifico mis ideas de hace dos años:

 

Si mañana Yoani se cansa de todo y pasa a cultivar bonsáis, abre una paladar en Centro Habana o, incluso, si apareciese por “las fronteras del deber” (cosa que no creo) ello no invalidará ni un ápice sus contribuciones.

 

Porque, yendo al extremo en la búsqueda de ejemplos que demuestren la tozudez de la realidad, ¿acaso la obra literaria o periodística de los policías ex-disidentes no es hoy sino una sombra de lo que antes hicieron? Ahora mienten mientras quieren contarnos su verdad…antes reflejaban la verdad desde su falseada existencia, al lado de los discursos triunfalistas y aburridas crónicas de la prensa oficial.

 

Además, algo celebrable del accionar de la joven habanera es la forma en que, con relativo acierto, esta filóloga -devenida ícono mediático- sorteó un problema de la cultura y el activismo político cubanos, un padecimiento totalmente independiente del signo ideológico del que lo sufre o propaga: el de la canonización personalista.

 

Que se favorece cuando buscamos mártires o redentores desprovistos de humanidad, sin derecho al error y la duda, vetados para la imperfección o el hastío, capaces de resolver todos los problemas nacionales…..desde la gestión macroeconómica a la acidez de la croqueta, de la ausencia de libertades a la mala calidad del desodorante.

 

Fenómeno, por cierto, no privativo de nuestra condición periférica y (ciber)desconectada, pues basta ver el culto complaciente -expandido por las redes sociales- a ese elfo posmoderno y egocéntrico que es Julian Assange, para entender lo que digo.

 

Por todo eso, porque nunca rendí culto a sus posts y twits ni esperé de ella “orientaciones revolucionarias” veo sin sentido la saturación de demandas y exigencias a esa bitácora y su gestora.

 

El mejor legado de Generación Y es haber desencadenado un espectro plural e imparable de opiniones, mensajes, formatos tecnológicos y nuevos autores que era, hasta el encumbramiento noticioso del fenómeno Yoani Sanchez, prácticamente desconocido.

 

No es que ella sea la madre de la blogosfera criolla –al menos no cronológicamente hablando- pero sí la fundamental impulsora (por afinidad y competencia) de su inserción y resonancia globales.

 

Ahora hay (y almacenan miles de clics, odios y fans por segundo) una maraña creciente de voces y plataformas de izquierda y derecha, oficialistas y opositoras, intimistas o incidentes, que van reforzando y ensanchando los pilares de una todavía precaria esfera pública cubana.

 

Lo esencial es que el mensaje de Generación Y es infinitamente más relevante y poderoso que la frágil persona de su orfebre y, sobre todo, que el estado de sus anhelos, pausas o cansancios.

 

 

Castro o la vejez como mortaja

Alejandro Armengol

13 de enero de 2014

 

Entre todos los dictadores, tiranos, sátrapas y cualquier otro nombre al uso, Fidel Castro ha adquirido el récord de sufrir en vida una mayor destrucción de su imagen.

 

Quizá algún día se sepa si fue un esfuerzo combinado o solo se trató de un plan de su hermano Raúl. Lo más probable es la influencia de diversos factores, desde una al parecer pérfida esposa hasta unos hijos más interesados en vivir bien y comprometer lo menos posible futuro y presente.

 

Lo cierto es que Raúl Castro es el más favorecido con este infortunio de la figura de su hermano mayor. Indudable que para su ascenso era necesario que su hermano descendiera, no solo al deterioro que significa cualquier enfermedad sino a la humillación de una vejez que ha logrado esquivar la ignominia pública pero no el descrédito.

 

Curioso que quien una y otra vez adoptara el nombre de Alejandro, no simplemente como un mote de guerra sino como un destino, termine reducido a la imagen del deterioro y el símbolo de la decadencia.

 

Fidel Castro le está haciendo un favor a sus seguidores. No importa lo que escribe o lo que habla. Lo único que vale es que está ahí. Lo que escribe, cada vez más esporádicamente, no pasa de una simple muestra de torpes banalidades, una interminable regresión de repeticiones destinadas a no decir nada.

 

El célebre slogan “No Castro, no problem” ha resultado ser mucho más que una calcomanía llamativa, para colocar en el guardafrenos trasero del automóvil. Resume una forma de pensar caduca, un círculo vicioso.

 

Si para confirmar que Fidel Castro está vivo, el gobierno cubano no tiene mejores recursos que sacar cada varios meses las imágenes de su asistencia a un evento de poca o ninguna importancia política, su presencia pública ha sido condenada a comentarios de café con leche.

 

Que todas las muertes y resurrecciones de Fidel Castro no sean más que un recurso cansado para alimentar la mitología del líder, matar el poco entusiasmo restante sobre el futuro de la isla y jugar con el exilio y la desilusión de los cubanos, estamos no ante el crepúsculo de los dioses, sino frente a las huellas —cada vez más miserables— del paso del tiempo. Lo que sí cada vez resulta más burdo es todo el entramado alrededor de estas fabricaciones.

 

Durante estos últimos años quienes residen en la isla han sido testigos de una situación anómala: carteles y murales continúan mostrando la imagen poderosa de un caudillo que por décadas los guió, mientras de vez en cuando aparecen fotos y videos de un anciano débil y balbuciente, que para mantenerse en pie siempre necesita del apoyo de uno o dos ayudantes jóvenes —más en la labor de sostenedores que en la función de guardaespaldas.

 

En medio del esfuerzo para lograr la comida diaria, poco tiempo queda para detenerse y pensar por un momento en  esa figura deteriorada.

 

La enfermedad le hizo a Fidel Castro una de las peores jugadas que pudo haber imaginado: no lo mató, simplemente se entretuvo en destruirlo lo suficiente para que quedara convertido en un residuo de otra época.

 

Al reconocer que el caudillo ha logrado sobreponerse lo suficiente —a sus padecimientos y a la edad—, para no ocultarse por completo a la vista pública, no hay que olvidar que ese triunfo de la voluntad lo es por el apego a la vida, y por un resto de vanidad que lo obliga a recordarnos ocasionalmente que sigue vivo.

 

En parte responde al interés en conservar la ilusión de que sigue siendo el guía de un sistema que cada día se parece menos a lo que fue; en parte es una consecuencia lógica de un aferrarse no solo al pasado sino al presente: existe, no todo está perdido para él. Lo demás es la espera, inevitable, de la muerte.

 

Sin embargo, esta permanencia se define más por esos carteles y fotografías, en periódicos, calles y muros de la isla, donde el recuerdo impera.

 

Lo demás, que esa presencia aparezca a veces —y no sea un fantasma sino simplemente un vestigio— se lo debe al hermano. Sin este, al que muchas veces relegó y otras despreció —pero nunca lo suficiente como para apartarlo de su lado—, no sería más que un objeto de estudio, de repulsa o admiración.

 

Raúl Castro se ha convertido en el poder que preserva no al régimen instaurado un primero de enero, sino a los creadores que caos que vino después. Más guardador que guardián.

 

Esta dicotomía esquizofrénica entre el caudillo todo poderoso que fue Fidel Castro, y ese anciano balbuceante e inseguro, no oculta una realidad: el único acto verdadero que queda por cumplir, que será observado en todo el mundo, es la famosa noticia mil veces anunciada de forma anticipada y un funeral de pompa y circunstancia: una revolución ya muerta, que terminará por definirse en un acto fúnebre.

 

 

La revolución socialista no es el gobierno,

ni el estado, ni el partido ni los dirigentes

Pedro Campos

11 de enero de 2014

 

La revolución socialista sigue pendiente en Cuba. Con motivo del 55 Aniversario del triunfo popular sobre la dictadura en 1959

 

La revolución socialista es  el avance del proceso social hacia la democratización y socialización de la política y la economía en la época capitalista; el cambio en las relaciones de producción asalariadas, que caracterizan al capitalismo, hacia el predominio del trabajo libre asociado de tipo cooperativo-autogestionario.

 

Este proceso nace en el seno del capitalismo y se va extendiendo paulatinamente.

 

Las revoluciones políticas en esta época, que generalmente han conllevado cambios de gobierno, no han desembocado en revoluciones socialistas en sentido marxista por las confusiones introducidas por el llamado “marxismo-leninismo”, en verdad su versión estalinista, en torno al papel de los trabajadores, el estado, la democracia, los derechos humanos, el partido, el mercado, la planificación y las relaciones de producción. Esto ha sido ampliamente  tratado en anteriores escritos del autor y de otros muchos socialistas contemporáneos.

 

En Cuba, desde fines del Siglo XIX, ya venían desarrollándose  formas asociativas libres por los trabajadores, como las cajas de ahorro y retiro y el trabajo libre individual. Ya a principios del XX aparecen pequeñas cooperativas  y luego importantes asociaciones mutuales en la medicina, se forman cooperativas en sectores como la pesca, la fabricación de zapatos, la agricultura y el transporte (Ómnibus Aliados) y hasta una cooperativa entre los trabajadores del aeropuerto de La Habana para construir viviendas y mercados para sus trabajadores (ACTIA, Asociación Cooperativa de Trabajadores de la Industria de la Aeronáutica).

 

En 1959 tiene lugar el triunfo de la Revolución Popular, apoyada masivamente por el pueblo cubano. Aunque el Programa del Moncada tenía contenidos socialistas pues promovía el cooperativismo y la participación de los trabajadores en el 30 % de las utilidades de las empresas, el gran movilizador social común que la impulsó fue el propósito de restaurar el sistema  democrático interrumpido por el golpe de estado de Batista en 1952 y la restitución de la Constitución Democrática de 1940, pisoteada por el dictador

 

Los Comandantes  guerrilleros de la Sierra Maestra, encabezados por Fidel Castro, que capitalizaron aquel triunfo popular,  no restauraron el proceso democrático ni la Constitución del 40 y priorizaron un conjunto de reivindicaciones socioeconómicas de amplia demanda popular.

 

Los desacuerdos en el seno del gobierno provisional, el  Movimiento 26 de Julio y el gran frente amplio anti batistiano, no se hicieron esperar. Surgieron así los primeros grupos opositores acusados de contrarrevolucionarios por la dirección guerrillera que, en pocos meses, controlaba todas las palancas fundamentales del gobierno. A partir de entonces toda disidencia fue considerada traición y comenzó la interpretación sesgada sobre derechos civiles y políticos.

 

Las apropiaciones  de haciendas, empresas, mansiones, autos y bienes malversados por altos representantes del gobierno batistiano, seguidas de la Reforma Agraria, concentraron en aquel gobierno ya encabezado por Fidel Castro, una gran cantidad de recursos económicos y tierras que convirtieron rápidamente al estado en el empresario fundamental del país.

 

La burocracia del viejo estado, empezó a ser sustituida por otra “revolucionaria” que debía administrar todos aquellos negocios, ninguno entregado a los trabajadores.

 

La centralización y estatización de la economía y la vida política del país se aceleraron a  mediados de 1960 con los primeros pasos para la formación de las ORI, Organizaciones Revolucionarias Integradas, que aglutinaba a lo que quedaba del 26 de Julio, el 13 de Marzo y el PSP. La dirección quedó formada por los cuadros principales de esas tres organizaciones, con predominio del viejo Partido Socialista Popular, de corte neo-estalinista y los “radicales” del M-26-7.

 

Para entonces, las grandes nacionalizaciones, debería decirse estatizaciones, del gran capital norteamericano, la agudización de las contradicciones con EEUU y el acercamiento económico y militar a la URSS y el Campo Socialista, iban creando las condiciones para una “profundización socialista” del proceso revolucionario cubano en la cuerda tradicional “rusa”.

 

Luego de la declaración del “carácter socialista” de la revolución, en vísperas de la esperada invasión de Girón, la derrota de la agresión y la decisión del Presidente Kennedy de no apoyarla  directamente con las tropas norteamericana, quedó sellado el triunfo de la concepción  “marxista leninista” sobre las otras fuerzas que integraban el proceso revolucionario. Desde entonces EEUU decidió que el mejor aporte del gobierno de Cuba a Occidente, era hundirse por el peso de sus propios errores y no facilitarle caer como mártir en combate contra el gran vecino del Norte.

 

El camino quedó expedito para la implantación de la “dictadura del proletariado” al estilo ruso, el estrechamiento de una alianza estratégica con la URSS y su socialismo “real”, la aplicación de la estatización máxima de la economía y la instauración del control total del gobierno/estado/partido por un grupito autodenominado vanguardia de la revolución, cuyas decisiones eran acatadas incondicionalmente. Situación que perdura hasta nuestros días.

 

La crisis de octubre de 1962, desatada por el establecimiento de cohetes rusos nucleares en Cuba  fue el catalizador que desató el criminal bloqueo norteamericano aún vigente, justificación del gobierno/estado/partido  para todos sus desastres económicos  y políticas antidemocráticas.

 

Fue en el transcurso de ese proceso donde se confundió la Revolución con el gobierno, el partido y sus líderes, pues la adoptada concepción “marxista leninista” del socialismo  lo entendía como la obra de un estado todo-poseedor y todo-decisor, con una vanguardia al frente, que en nombre del pueblo, la clase obrera y el socialismo,  administraba la economía y la política del país.

 

Con aquella centralización del poder político y económico, en lugar de democratizarse la política y de socializarse la economía, ocurrió todo lo contrario: la política y la economía se concentraron como nunca y,  en la práctica, la Revolución de 1959 que podría haberse convertido en una verdadera revolución socialista, se transformó en su contrario. Lo mismo que pasó en todas partes donde se ensayó el entuerto.

 

Nunca la elite burocrática entregó las empresas a los trabajadores. Nombró sub-burocracias  administrativas en todas las empresas estatizadas que siguieron funcionando asalariadamente. “Nacionalizó”  las cooperativas que ya existían. Estatizó las asociaciones mutuales que funcionaban en la medicina. Desactivó las cajas de ahorros de los sindicatos y estatizó sus bienes como el Hotel Hilton que no era propiedad de esa cadena con la que solo había un contrato de administración y pertenecía al sindicato de Gastronómicos de La Habana.

 

Luego de organizar las cooperativas cañeras en las tierras nacionalizadas al capital extranjero en 1960, en menos de dos años las desactivó y las estructuró como granjas estatales, convirtiendo a 100 mil cooperativistas en asalariados. Y para rematar la socialización de la propiedad y la economía que ya que existía en 1959, en 1968 con la llamada “ofensiva revolucionaria” estatizó miles de timbiriches y pequeñas empresas familiares.  

 

Hoy ya no queda duda. Luego de la caída del campo socialista y la URSS y vista la llamada “actualización” con sus medidas de corte neoliberal, su pretendida alianza con el capital extranjero y sus aproximaciones inconsecuentes al cooperativismo y al cuentapropismo, el país no pasó jamás de un capitalismo monopolista de estado, donde un aparato burocrático administra la propiedad estatal, la economía, las leyes, los derechos del pueblo y continúa explotando el trabajo en forma asalariada, pagando sueldos cada vez más miserables a sus millones de empleados.

 

Esa burocracia elitista político-militar autodenominada “gobierno revolucionario” ha ejercido el poder económico y político en forma absoluta, ha hecho lo que ha querido con todos los recursos del pueblo cubano y jamás entregó el poder real ni el formal a los trabajadores y al pueblo, estableciendo un sistema político amañado que la recicla en el poder.

 

Muchos consideran que Fidel Castro “utilizó” el llamado marxismo-leninismo para consolidar su poder personal y otros creen que honestamente pretendió la construcción socialista desde esa formulación. Para mí lo importante ha sido identificar los métodos y sus resultados desastrosos, que evidencian que lo hecho bajo este gobierno de 55 años, nada tiene que ver con el socialismo de Marx. Solo medios y métodos socialistas pueden dar por resultado una sociedad afín.

 

El 1 de enero de 1959 fue el triunfo glorioso del pueblo cubano sobre una dictadura. Lo que vino después se fue disociando cada vez más de la democratización y socialización del poder político y económico que implica la revolución socialista, enunciada y nunca concretada. Hasta hoy.

 

Es por tanto un error histórico y sociológico identificar la pendiente  revolución socialista cubana con el gobierno, el estado, el partido y los dirigentes de la revolución del 59. En todo caso, esa revolución implicaría la expropiación –para beneficio del pueblo trabajador y de todos los cubanos- del poder político y económico del que se han adueñado esa burocracia y su estado centralizado.

 

Viva Cuba Libre. Socialismo por la vida.

 

 

En un país normal

Ariel Hidalgo

10 de enero de 2014

 

Se supone que si un gobernante denuncia públicamente planes desestabilizadores contra su país y dos días después lanza un operativo para el arresto de los supuestos subversivos, los materiales incautados sean de cierto poder destructivo como armas y explosivos para actos violentos, ya sean atentados o sabotajes. Nadie podría pensar que los peligrosos equipos ocupados sean teléfonos y computadoras personales, y menos, juguetes. En un país normal –sobre todo si afronta serios problemas económicos–, el gobierno agasajaría a los emigrados que envían juguetes de regalo a los infantes de su país de origen, con una recepción en la embajada y hasta condecorándolos, o al menos enviándoles una carta de agradecimiento. Nadie podría temer ser arrestado por regalar un juguete a un niño, y quienes se dedicaran a esta hermosa actividad caritativa, esperarían ser premiados con donaciones o préstamos para que continuaran realizando, más ampliamente, esas actividades humanitarias. ¿En qué país existe una ley que prohíba llevar la felicidad a los niños? Y si no existe, ¿con qué autoridad se procede al arresto y a la incautación de los regalos? En un país normal no se consideraría una desviación ideológica el derecho de los menores a poseer un juguete decente. Un niño no sabe qué es el “neoliberalismo”, pero nadie puede engañarlo acerca de si es bueno o no poder jugar con atractivos juguetes.

 

Se supone que en un país normal se considere bueno que la ciudadanía esté informada de lo que pasa en cualquier lugar del mundo y que procure que cada ciudadano posea una computadora con amplio acceso a internet, y si un extranjero distribuye celulares a toda una comunidad, sea honrado con gratitud en la casa de gobierno, se le entreguen las llaves de la ciudad donde se repartieron y se ponga como ejemplo para ser imitado por otros visitantes, y no acusado de espía, encarcelado y condenado a larga condena. Se supone que si en las estadísticas de los organismos internacionales un país aparece en los primeros lugares de acceso de la población a internet, sea motivo de alegría para el primer magistrado y no de profunda preocupación, y si aparece en los últimos, sea motivo de vergüenza y no de secreta satisfacción.

 

Se supone que en un país normal los activistas de derechos humanos no sean acosados por turbas, ni injuriados, ni arrestados, ni condenados al ostracismo, sino protegidos, elogiados públicamente en la prensa nacional, sus instituciones reconocidas legalmente, aunque fuesen independientes del Estado –como debe ser un verdadero comité de derechos humanos–, las puertas de los centros penales abiertas para ellos, se publiquen sus denuncias en la prensa nacional y demás medios oficiales, e incluso se les condecore y apoye generosamente con estipendios por auxiliar al gobierno a mantener a las máximas autoridades informadas sobre los abusos de poder de funcionarios o agentes contra cualquier ciudadano o residente del país y así poder tomar las medidas pertinentes para la corrección y saneamiento de todas las instituciones públicas. En otras palabras, en un país normal no se encarcelaría al mensajero de los desafueros, sino en todo caso, a quienes dieron motivo para que el mensaje se redactara.

 

Y si no es como se supone que sea un país normal en todos los ejemplos mencionados, entonces algo muy anormal, y más que anormal, muy aberrante debe de estar ocurriendo en ese país.

 


Los dilemas y el poco tiempo de la elite política cubana

Haroldo Dilla Alfonso

8 de enero de 2014

 

Tema: Las reformas económicas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro en Cuba están conmoviendo estructuras básicas de la política, lo que obligará a la elite a hacer cambios tanto en sus acuerdos internos como en la manera de relacionarse con la sociedad.

 

Resumen: La elite política post-revolucionaria cubana ha mostrado una sorprendente capacidad para retener su ejercicio cuasimonopólico del poder político. Esa capacidad se pone hoy en jaque debido a los cambios que tienen lugar en la sociedad cubana y que implican nuevas modalidades de cooptación así como de relacionamientos con una sociedad que comienza a cobrar autonomía a partir de la retracción funcional e institucional del Estado en medio de una modesta reforma pro-mercado. Este ARI discute algunas de estas cuestiones tomando como punto de partida el ajuste intra-elite de 2009 y su correlato: el establecimiento de una alianza entre la facción militar predominante y la burocracia rentista.

 

Análisis. Si algún mérito puede adjudicarse a Raúl Castro al frente del Estado cubano ha sido haber evitado traumas mayores tras la desaparición política de su hermano Fidel Castro, quien hasta 2006 fue el centro articulador de todo el sistema político. Pero la gobernabilidad post-Fidel no se ha garantizado a partir de un proyecto de largo plazo, para el que hubiera hecho falta una cuota significativa de audacia, sino de tanteos cuidadosos, donde no han faltado exhibiciones alarmantes de pusilanimidad.

 

Raúl Castro ha demostrado habilidad para comprar tiempo político, pero no para cambiar una situación nacional que agobia el presente y amenaza la viabilidad de toda la sociedad cubana. La economía sigue sin crecer, la apatía social aumenta, la isla se despuebla y el diferendo con EEUU –cuya solución es vital para cualquier paso futuro– sigue en pie. En tales condiciones, su consigna gradualista –“sin prisa pero sin pausa”– es, cuando menos, desconsiderada. Con los subsidios venezolanos soplando a sus espaldas, el general/presidente ha logrado capear las rigurosidades del presente posponiendo decisiones fundamentales que habrá que tomar en algún otro momento, probablemente en peores condiciones que las que existían cuando subió al poder (Dilla, 2006).

 

Fue, por ejemplo, lo que hizo el 2 de marzo de 2009, cuando destituyó de sus cargos al grupo de políticos jóvenes encabezados por Carlos Lage. De un golpe se quitó de encima a un sector de la elite con la que no compartía historia ni oficio, y dio otro paso para disipar la sombra de su hermano, quien se vio obligado a renegar públicamente de los que en algún momento fueron sus más fieles delfines. El coste fue una alianza intra-elite entre los militares y la facción burocrática rentista atrincherada en el aparato del partido único y encabezada por José Ramón Machado, un laborioso y poco carismático aparatchik que gracias a su gran sentido de adaptación había logrado sobrevivir a todos los embates de la política cubana desde los lejanos años 60.

 

Militares y burócratas partidistas sí compartían una historia y una experiencia de conservación apoyada en la unidad de la elite y el mantenimiento de un régimen político monocéntrico y autoritario, y por eso sacaron a la democracia de cualquiera de sus cálculos. También compartían la idea de que era necesario reactivar la economía mediante reformas promercado capaces de captar ahorro externo a través de las inversiones extranjeras. Y coincidían en que para avanzar en este objetivo deberían relajar una serie de controles económicos al interior de la propia sociedad cubana –apertura de espacios para el consumo y para la actividad privada, descentralización de las grandes empresas estatales, etc– e incluso mover, al menos lo imprescindible, la esfera política en materia de derechos individuales para que la economía avance, un ejemplo de lo cual fue la reforma migratoria. Pero también sustentan visiones muy diferentes acerca del mundo y de ellos mismos en él. Y en consecuencia, están animados por racionalidades diferentes.

 

Los burócratas rentistas controlan el aparato del Partido Comunista –un formidable aparato de control social– y es un sector político muy conservador. Fueron los sustentadores del proyecto fidelista de “economía dual” que echó atrás las tímidas reformas económicas de los 90. Admiradores de la planificación centralizada y directiva, solo conciben al mercado actuando en guetos rentables y separados de la sociedad y del resto de la economía, a la que se conectan insuflando excedentes vía la balanza de pagos. Quieren un sector privado nacional controlado por la policía y esquilmado por los inspectores fiscales, donde los cubanos se empleen pero no acumulen. Y una emigración proveedora de remesas que alimenten las tiendas oficiales y le quiten responsabilidad social al Estado. Ven a la sociedad como una masa amorfa –el pueblo– a la que se le exige fe y entrega.

 

El otro sector compuesto por los militares y sus tecnócratas subsidiarios han sido los principales reformadores económicos desde los 90. Apuestan por una reforma económica moderada pero mucho más sustancial y sistémica que sus camaradas partidistas. Y si no son más intrépidos en temas como las privatizaciones y la liberalización mercantil es porque se imaginan a sí mismos como una futura clase dominante que necesita en estos, sus primeros retozos capitalistas, la protección del Estado. Asumen la expansión controlada del sector privado nacional como una virtud, abogan por la descentralización estatal y ven a la emigración como un caudal económico que pudiera ponerse al servicio de la recuperación económica y de su propia conversión burguesa, principalmente mediante inversiones. En sus relaciones con la sociedad, aspiran simplemente a la obediencia de los súbditos.

 

No se trata de un consenso estratégico, porque estrategia realmente no parece haber. El propio nombre dado a la reforma económica –“actualización del modelo”– incita todas las dudas acerca de qué significa actualizar y de qué modelo se habla. El documento que resume todas estas incoherencias es una suerte de shopping list aprobado por el VI congreso del Partido Comunista y donde se estipulan casi tres centenares de propósitos y medidas a tomar, sin que se expliquen cronogramas y concatenaciones.

 

En consecuencia, el consenso sobre metas difusas no implica que exista acuerdo respecto a esos detalles tras los cuales, dicen los franceses, se esconde el diablo. Por ejemplo, hasta donde se debe llegar en la desestatización económica o cual es el mínimo que se debe mover la política para que los arreglos económicos funcionen. O lo que es aún más complicado: el tipo de relaciones que es conveniente mantener con la emigración. El resultado ha sido una marcha penosa, llena de zigzagueos y demoras, en que cada implementación, por modesta que sea, se somete a múltiples experimentaciones y luego es severamente escrutada y derogada si acaso sus resultados sobrepasaran las expectativas. Como si todos en la isla tuvieran, la elite octogenaria incluida, todo el tiempo del mundo.

 

La difícil recirculación


Basta mirar una foto de los componentes de la cúpula de los tres órganos clave de asiento de la elite –Buró Político del Partido Comunista, Consejo de Estado y Consejo de Ministros– para entender que las decisiones sobre la isla dependen de personas de muy avanzada edad. Casi todos muestran historiales impecables de lealtad, que en muchos casos comenzaron a forjarse en las laderas de la Sierra Maestra en los muy lejanos años 50. Pero muy pocos pueden mostrar un pedigrí de eficiencia y maestría en la cosa pública.

 

La defenestración de los delfines de Fidel Castro agravó aún más la situación, que comenzó a ser paliada con la incorporación de figuras en sus sextas décadas de vida, y en particular de Miguel Díaz-Canel, nombrado a principios de 2013 como primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, cargos que se agregaron a su previa condición de miembro del Buró Político. Si efectivamente Raúl Castro concluyera su mandato en 2018 –cuando ha prometido no reelegirse– ello daría a Díaz-Canel un plazo apreciable para consolidar su liderazgo y control sobre una elite que ha sabido hacer de la unidad una condición de reproducción de su proyecto de poder. Si, en cambio, esto no sucediera y el nuevo delfín siguiera la suerte de sus predecesores, entonces el sistema se encontraría en pocos años en una situación de acefalia de imprevisibles consecuencias.

 

El rejuvenecimiento gradual, sin embargo, no ha resuelto otro problema de la elite que se incrementará en los próximos años: la precariedad de sus mecanismos de circulación.

 

Durante toda la época de Fidel Castro muy pocos dirigentes políticos pudieron transitar incólumes por el escenario, y los que lo lograron, fue a cambio de la despersonalización. Si la historia, como afirmaba Pareto, es un cementerio de aristocracias, la historia revolucionaria lo fue de aspirantes. La elite se nutría de cooptaciones de figuras jóvenes afines a las políticas en curso. Pero como las políticas cambiaban de manera caprichosa y ningún político tenia bases sociales propias, los pretendientes terminaban sacrificados públicamente, con cartas autocríticas incluidas. Humberto Pérez, Carlos Aldana, Roberto Robaina, Marcos Portal, Carlos Lage, Carlos Valenzuela, Felipe Perez y Otto Rivero son todos nombres que parecían seleccionados por la fortuna para dirigir un proceso ante el que finalmente sucumbieron.

 

Pero el reto es hoy mayor por otra razón. Desde los 70 el itinerario de las cooptaciones estaba perfectamente demarcado: desde el Estado o desde el partido, que en las cumbres eran la misma cosa, pero en la base divergían. Y se nutrían de momentos constitutivos dados por los congresos partidistas o las elecciones unipartidistas quinquenales. Si ese itinerario no se cumplía era porque Fidel Castro era un permanente escamoteador de institucionalidades, de lo que fue un ejemplo la no celebración de algún congreso partidista entre 1997 y 2011, y que convirtió al Buró Político en una suerte de museo de cera donde se amontonaban cadáveres, biológicos y políticos.

 

Raúl Castro ha restaurado itinerarios y cronogramas (es parte de su intención de gobernar con las instituciones) pero no tiene a su favor una dinámica social controlada y, para decirlo de alguna manera, monodireccional, tal y como monocéntrica ha sido la propia elite postrevolucionaria. En lugar de ese orden “soviético” que tanto admiró el general/presidente en los lejanos 70, tiene que asumir nuevas dinámicas emergidas desde los pactos imprescindibles para mantener la gobernabilidad, desde la economía de mercado o desde la propia diversificación interna de la elite. Todo lo cual obliga a formas diferentes de negociación y cooptación.

 

El primer ejemplo que asoma –y en el que me detengo sólo para ejemplificar– es el pacto no escrito de gobernabilidad que el Estado y la Iglesia Católica suscribieron en 2010, y que ha puesto de manifiesto el mayor pragmatismo de la clase política cuando intuye la necesidad de apoyos externos para conservar su poder. Es cierto que la clase política cubana desea ansiosamente gobernar sin competencias permitidas, pero al mismo tiempo ya no puede hacerlo. Y por ello es un mal menor hacerlo con el apoyo de una institución nacionalista e implantada a lo largo de toda la geografía insular, que nunca le va a pedir el poder político –por ejemplo como hacen las diezmadas falanges oposicionistas– y que calcula sus tiempos en plazos mucho mayores a los que pueden aspirar los inquilinos octogenarios del Palacio de la Revolución.

 

Para la Iglesia, con su impresionante capacidad para adecuarse a las empirias epocales desde una visión milenaria, se trata de un pacto que le obliga a asumir responsabilidades costosas, pero que le da un espacio único de protagonismo político. No es casual que uno de sus más agudos portavoces (Márquez, 2012) haya definido esta oportunidad como “un puente de acercamiento” entre las diferentes fracturas de la sociedad cubana. En un primer plano, para salvar los distanciamientos políticos que ocurren al interior de la isla, entre Estado y sociedad, y dentro de la misma sociedad. Pero también entre la isla y su diáspora, lo que le coloca en la interesante posición de ser la primera institución relevante que se plantea la dimensión transnacional de la sociedad cubana.

 

En la actualidad el pacto Iglesia Católica/Estado se mantiene en un buen momento, pero el inminente retiro de uno de sus arquitectos, el cardenal Jaime Ortega, pudiera replantear los tomas y dacas convenidos. O elevar el diapasón crítico de la Iglesia frente a temas referidos a los derechos cívicos y políticos, lo cual parece insinuarse en el último documento emitido por la Conferencia de Obispos. Sea ésta o no una conjetura válida, es un hecho que la relación con la jerarquía católica es, más que un pacto, un proceso. Y que va a exigir en el futuro nuevas formas de relacionamiento y de cooptación elitista.

 

Por otra parte, según se expanda la actividad económica fuera de los estrictos espacios de la planificación estatal, aparecerán otros actores decisivos (tecnócratas, empresarios) que será necesario asumir, incluso previendo que una parte de ellos serán esos seres transnacionales con un pie en la isla y otro en una de las diásporas más exitosas que se conocen en el continente. Y en este sentido la transnacionalidad de la sociedad cubana por abajo –a través de los múltiples vínculos familiares, de remesas y microinversiones– se verá compensada por arriba por una relación orgánica entre la elite postrevolucionaria en metamorfosis burguesa y la elite emigrada retornando con sus invaluables cuotas de capitales, experiencias y contactos.

 

Algo similar –aunque más íntimo– sucederá con el probable surgimiento de clanes políticos herederos del castrismo en desbandada, y que irán conformando “grupos de poder” fácticos, con bases sociales/políticas propias, con los que habrá que negociar y entenderse. Es probable que uno de estos grupos, y por mucho tiempo el más prominente, sea el propio Clan Castro dadas las posiciones públicas y de poder que sustentan algunos de sus más conocidos integrantes (Dilla, 2012).

 

De las respuestas que se vayan produciendo a estos dilemas dependerá el carácter que tomará el sistema político cubano del futuro. Aunque desde la derecha y desde la izquierda existen posicionamientos críticos a favor de un orden democrático, no hay una presión social efectiva que impida a la elite política tomar sus decisiones sin más acotaciones que sus miedos y sus propias limitaciones ideológicas. Si de preferencias se trata, es innegable que los dirigentes cubanos han apostado por el modelo chino, pero con seguridad faltan condiciones culturales y económicas para conseguirlo.

 

En consecuencia, es probable que el sistema derive hacia desarrollos similares a otras experiencias postrevolucionarias, y en particular hacia su manifestación más formidable en América Latina: el priismo mexicano. Esto pudiera empujar al sistema hacia un tipo de régimen corporativo autoritario –pero más liberal que el actual– con algunos breves espacios de oposición consentida sin posibilidades reales de retar la detentación del poder por la facción militar de la elite y sus tecnócratas allegados.

 

¿Anomia o resistencia?


Lo anteriormente explicado apunta a un problema que se esboza al interior de la elite, pero que se manifiesta con toda su fuerza en la regulación social: la existencia de una suerte de desfase entre la manera como se organiza la institucionalidad y normatividad del sistema político –lo que llamaré régimen político– y la evolución del sistema en general.

 

En Cuba no existe un proceso de democratización, siquiera de liberalización política. No hay indicios que sugieran un proceso de construcción de ciudadanías mediante la creación de derechos, pues incluso allí donde se han eliminado regulaciones terriblemente restrictivas –como sucedió en el ámbito migratorio– no se ha consagrado un derecho ciudadano al libre tránsito, sino sólo un relajamiento de controles y un alargamiento de la permisividad.

 

Lo que ocurre es una lenta y vergonzante reforma promercado que está trocando los contenidos igualitaristas y estatalistas del discurso postrevolucionario, por otros que apelan a la igualdad de oportunidades, la individualización del riesgo y el área privada como gestora del bienestar. Y en su retraimiento –funcional, institucional e ideológico– el Estado va dejando agujeros que son rápidamente ocupados por una sociedad ávida de escapar de la mediocridad de un régimen que daba por prohibido todo lo que no estaba expresamente autorizado. Es, visto desde cierto ángulo, el paso de un régimen totalitario que reclamaba el alma de cada uno de sus militantes, a otro autoritario que se conforma con la obediencia de los súbditos (Linz, 2000).

 

Visto desde una perspectiva relacional, se trata de una transformación del sistema político –cultura política, discursos, relaciones de poder– sin que cambie el régimen, lo que ocasiona numerosas disfunciones que caracterizan la actualidad cubana.

 

Hay un cambio muy sustancial del paisaje público nacional. La elegante Avenida de los Presidentes –uno de los mejores regalos urbanísticos de Jean Claude Forestier a La Habana– es ocupada noche tras noches por mikis, emos, frikis, rastas, repas, punks, vampiros y hombres-lobos, que se reúnen, conversan, eventualmente inhalan y beben, y siguen sus propios rituales totalmente ajenos a las vallas con consignas tremendistas que llaman a la muerte en nombre de la vida. No lejos de ellos, sobre el malecón, se reúnen todas las denominaciones posibles de LGTB bajo la mirada atenta, pero distante, de la policía. Y hacia el oeste –donde se construye la otra Habana de mansiones, edificios inteligentes y empresarios– se despliega todo el glamour de los nuevos ricos y sus herederos.

 

En la atestada y ruinosa Centro Habana un grupo de izquierdistas agrupados en un llamado Observatorio Crítico, cantan cada año la Internacional (cosa que ya nadie hace en Cuba) frente a un busto solitario de Carlos Marx, y se reúnen en un parque dedicado a un anarquista republicano para criticar las reformas procapitalistas del Código de Trabajo. En la misma zona, grupos de activistas afrodescendientes rinden homenaje público a un grupo de mártires negros, al tiempo que condenan a un sistema que consideran racista y elitista. Y la oposición, agrupada en un puñado de organizaciones crecientemente radicales, puede sorprender cualquier esquina de la ciudad con un desfile de mujeres vestidas de blanco o con un mitin relámpago clamando por libertad y respeto a los derechos humanos.

 

Son síntomas inequívocos de una sociedad que cambia. Pero cualquiera de estas manifestaciones públicas es tolerable y asimilable por el sistema. La sociedad cubana –atomizada, sometida a severo controles verticalistas, desconectada de las tecnologías de la comunicación y en extenuante lucha por la sobrevivencia– ha adoptado mayoritariamente una posición expectante, sin grandes riesgos, como acostumbran a decir los cubanos: “resolviendo y escapando”.

 

Más que en los gritos de libertad de los opositores o en el reclamo de más socialismo de los críticos izquierdistas, la población parece reflejarse en lo que recientemente hizo un cantante local que aprovechó un mitin político televisado para exponer un listado de demandas tan empírico como controvertido: clamó por el derecho a comprarse un auto, por la liberalización de la marihuana, por una mejor relación con los emigrados y por elecciones directas para elegir al presidente. Todo en un mismo texto, sin más explicaciones, con una pegajosa guaracha de fondo como siempre resulta el quehacer caribeño. Y evidentemente será así por un tiempo considerable que los cuerpos represivos y sus turbas auxiliares se encargan de resguardar trazando una clara delimitación entre ejercer la disidencia en privado y aspirar al espacio público: las calles, dicen, “son de Fidel”.

 

También aquí la elite post-fidelista juega al corto plazo. Y posponiendo una reforma política inevitable no hace otra cosa que prolongar una situación morbosa, por aquello que Gramsci nos recordaba que ocurre cuando lo viejo no muere y lo nuevo no nace.

 

Y la sociedad se reproduce haciendo lo que puede: casi susurrando y multiplicando un quehacer de resistencia cotidiana disruptivode las normas. En un reciente discurso, y haciendo uso de una jerga victoriana, el general/presidente Raúl Castro lamentó el desorden público y la indisciplina social, que según él estaba implicando un deterioro “de la rectitud y los buenos modales del cubano”. En su diagnóstico se equivocó en tres cuestiones vitales. En primer lugar confundió con anomia lo que en realidad es resistencia individualizada, la única a la que la gente común tiene acceso. En segundo lugar propuso combatir con una campaña moralizante lo que es un resultado social. Y en tercer lugar, omitió que ese resultado se deriva del estropicio que la elite que él representa ha ido creando en el país.

 

En otras palabras, que la filípica moralizante de Raúl Castro lo puso al mismo nivel de los hombres necios que increpaba Sor Juana Inés de la Cruz: condenó el vicio por el que ha estado pagando a lo largo de decenios.

 

Conclusiones: La elite política postrevolucionaria afronta muchos dilemas y poco tiempo. Aunque tiene a su favor la inexistencia de una oposición suficiente para retar su poder, la actual elite es el resultado de un pacto entre dos facciones –militares y burócratas rentistas– que coinciden en la fórmula autoritaria y en la necesidad de cierta apertura pro-mercado, pero disienten en la cuestión clave de cómo organizar la economía y atraer los recursos imprescindibles para el despegue económico. Ello explica el lento y tortuoso curso de la reforma económica, desconsideradamente lento para una sociedad que se empobrece, una isla que pierde población en términos absolutos y una elite la mayor parte de cuyos miembros más influyentes transitan sus novenas décadas de vida.

 

Si la elite política aspira a ser parte de la solución de ese inmenso embrollo nacional por el que atraviesa Cuba, está obligada a actuar audazmente en dos sentidos. En primer lugar, tiene que resolver los problemas que le afectan en cuanto elite: intensificar su proceso de rejuvenecimiento, regularizar los mecanismos de circulación y diversificar sus cooptaciones en la misma medida en que se diversifica la sociedad cubana. En segundo lugar, tiene que redefinir sus relaciones con la sociedad, cada vez más compleja y autónoma.

 

Esto último nos conduce inevitablemente al tema de la liberalización, de la construcción de un clima de derechos civiles y políticos inalienables y de la democracia política. Si la elite persistiera en su actual régimen político monista y autoritario, estaría profundizando lo que hoy constituye uno de los peligros mayores que afronta la sociedad cubana: el desfase entre la dinámica social y la calidad de sus instituciones públicas, la extensión de las prácticas anómicas de resistencia y sobrevivencia y la opción de la emigración como única vía para luchar por un futuro mejor. La persistente crisis que la nación cubana afronta desde fines de los 80 no es simplemente una crisis económica, sino política. Y su solución pasa inevitablemente por la manera cómo la elite postrevolucionaria decida su reconversión en un presente complejo. Un presente en que la sociedad cubana no es la que en enero de 1959 saludaba alborozada la llegada a La Habana de los guerrilleros triunfantes. Tampoco en que la elite se veía a sí misma como vanguardia incontestada y hacía creer a casi todos que había un solo camino que sólo ella conocía.

 

Haroldo Dilla Alfonso

Doctor en Ciencias, historiador y sociólogo cubano residente en la República Dominicana, donde ejerce de consultor independiente.

 

Referencias

 

Castro, Raúl (2013), Discurso ante la VII legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, 7/VII/2013.
Dilla, Haroldo (2006), “Hugo Chávez y Cuba: subsidiando posposiciones fatales”, Nueva Sociedad, nº 205, septiembre/diciembre
Dilla, Haroldo (2012), “Construyendo el Clan Castro”, Cubaencuentro, 25/X/2012.
Linz, Juan (2000), Totalitarian and Authoritarian Regimes, Lynne Rienner Publishers.
Márquez, Orlando (2012), “La iglesia como puente de acercamiento”.

 

 *******************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Un lector me expresó que “en general, me parece una buena descripción de lo que hace Raúl, pero me resulta muy limitado en las predicciones. Omite dejar abierta la puerta a otras tres opciones imponderables: rebeliones militares cuando los Castro salgan de la escena, el rol preponderante de la oposición democrática interna en una evolución abrupta (recuerdo que 40 días antes del colapso del comunismo checoslovaco Havel era un casi anónimo disidente perseguido por la policía política). Y, claro, una evolución diferente a la del PRI: la peruana, cuando Velasco Alvarado fue depuesto. Es posible que cualquier militar audaz admita que la mejor salida de la ratonera es un viraje brusco hacia la democracia y la economía de mercado, como sucedió en Europa del Este o en el Perú de los setenta frente al caos semi peronista que había organizado Velasco”. Le respondí que tenía razón, pero que no quiero ni pensar en “rebeliones militares cuando los Castro salgan de la escena”. Demasiada sangre ha derramado el pueblo cubano.

 

 

Usted también puede comprar un Peugeot

Pedro Campos

7 de enero de 2014

 

Antes del 1 de enero de 1959, una efectista propagada anunciaba: “Usted también puede tener un Buick”. Y era difícil llegar a tener un Buick, para lo cual había que pagar una entrada de varios cientos de pesos cubanos, equivalentes al dólar y letras mensuales que oscilaban entre 100 y 500 pesos.

 

Y digo difícil, mas no imposible, pues muchos profesionales, maestros y asalariados fijos se las arreglaban para adquirir a plazos, sino un Buick, al menos un Chevrolet de 4 o 5 años de uso para  ir a los trabajos y pasear a la familia de vez en cuando.

 

Conozco el caso de una pareja, maestros ambos  de escuela primaria, -cuyos salarios unidos no llegaban a 300 pesos cubanos- que, con mucho esfuerzo, lograron dar una entrada en una concesionaria de autos usados para sacar un Chevrolet de 3 años de uso y pagar una letra mensual de 100 pesos cubanos, durante 2 o 3 años.

 

¿Cómo hacían? Alquilaban el auto a un chofer, de lunes a viernes, de 8 de la mañana a 5 de la tarde, quien lo trabajaba dando carreras a pueblecitos cercanos. Con esas carreras, se financiaban el carro y el chofer y los maestros tenían auto desde las 5 de la tarde hasta el otro día a las 8 de la mañana y los sábados y domingos.

 

Hoy, el generoso  gobierno “socialista”  todo poseedor y todo decisor que administra el capitalismo monopolista de estado cubano, anuncia el fin de la prohibición  de ventas de autos nuevos y usados a la población y nos espeta en la cara: Ahora usted también puede comprar un Peugeot.

 

Este estado, principal empleador –hasta hace poco el único- que también proporciona salud y educación gratuita a sus asalariados para que puedan trabajar con alta productividad y en buen estado físico, paga salarios de miseria entre 300 y 1000 pesos cubanos mensuales, es decir entre 12 y 40 CUC, moneda más o menos equivalente al dólar.

 

Según se ha dado a conocer, un Peugeot del año se ha puesto a la venta por el monopolio estatal, en algo más de un cuarto de millón de dólares, más o menos un cuarto de millón de CUC, o lo que es lo mismo, más de 6 millones, 250 mil pesos cubanos (un CUC = 25 Pesos Cubanos).

 

Conozco un especialista en medicina que gana unos 700 pesos cubanos mensuales. La salud es uno de los sectores mejor pagados por el gobierno-empleador. Este profesional, tendría que trabajar  más de 8900 meses, sin gastar en más nada, para comprarse un Peugeot del año. De manera que trabajaría unos 714 años para terminar de pagar su carro.

 

Otras “ofertas”:

 

Un Geely del 2010, 26 500 CUC = 650 000 Pesos. 928 meses, o sea 77 años.

 

Un Kia Picanto 2011, 38.285 CUC = 957 125 Pesos. 1367 meses, o sea 113 años.

 

Un Hyundai Sonata 2009, 60 000 CUC = 1 500 000 Pesos. 2142 meses, o sea 178 años.

 

Y así por el estilo autos nuevos y de uso VW, Toyota, Renault y otras marcas.

 

La información hasta ahora conocida no precisa formas de pago, si es al contado, si habrá plazos, cuáles serán los intereses.

 

Los comentarios los dejo a los lectores. Me limito a exponer hechos y datos. Pero si me piden una opinión, simplemente diría: Sí, cae otra prohibición absurda más, de tantas que aún quedan; pero con contrafilo criminal, puesto que la economía popular está en crisis debido al modelo estado-centralista asalariado que el gobierno pretende “actualizar”, nunca cambiar.

 

Otra medida que no ataca las causas del desastre, tendente a buscar más dinero para la burocracia y a dar una imagen irreal de liberalización de la economía. Otra afrenta más al pueblo de Cuba, en nombre de un socialismo que nunca ha existido y de una revolución popular que ha sido traicionada.

*******************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: En 1958 el salario promedio mensual en la industria tabacalera era de 359 dólares; en la industria cervecera, 273 dólares; mientras que en la industria azucarera era sólo de 120 dólares.

 

 

Castroviejo

Alejandro Armengol

7 de enero de 2014

 

Si hay algo de cierto en el objetivo del gobernante cubano Raúl Castro, expresado en su discurso del primero de enero en Santiago de Cuba, es el carácter profundamente reaccionario del proceso que acaba de cumplir 55 años.

 

Pero hay algo más y muy grave. La decisión tomada sobre el rumbo a seguir por el régimen, entre la vía china y la norcoreana, se inclina definitivamente por la segunda: Pyongyang en La Habana.

 

Castro dedicó la parte final de su discurso —y a todas luces la única importante— a lanzar una advertencia sobre “la permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejor”. A partir de ese momento, la retórica anticuada que como siempre había manchado su oratoria se hizo más espesa aún: “intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial”; “vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social”; “inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones”; “promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, “desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba”.

 

Como si el supuesto socialismo cubano no estuviera más que desmantelado —al igual que los centrales azucareros— por los propios hermanos Castro.

 

Si fuera verdad que la intención de Raúl fue abrir el desvencijado armario ideológico —y hay que enfatizar la duda, porque quizá todo no fue más que palabras para satisfacer a los “duros” en su día de celebración espuria—, el año comienza muy mal para los cubanos.

 

Porque desde hacía algún tiempo la ideología en Cuba había sido tirada a un rincón, sentada detrás de la mesa cotidiana y encerrada en los días de fiesta. Algo así como la boba de la familia.

 

De pronto Raúl Castro habla de Marx y Lenin y el sempiterno Martí a su uso. Alerta sobre el peligro de estar “favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista”. El general señala la amenaza del “menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales”.

 

Así que nada del anciano Deng Xiaoping, que lanzó la consigna de ¡Enriqueceos! El viejo Raúl Castro nos recuerda que nunca hay que olvidar “que esta es la Revolución Socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes”. Da cuerda al reloj detenido que es el país, pero no lo pone en hora, sino que lo atrasa una vez más.

 

Ni siquiera se atreve a un “neocastrismo”, Es simplemente el Castroviejo de siempre.

 

En un país que se arrastra entre la necesidad de que se multipliquen supermercados, viviendas y empleos, y el miedo a que todo esto sea imposible de alcanzar sin una sacudida que ponga en peligro o disminuya notablemente el alcance de los centros de poder tradicionales, el general al mando opta verbalmente por el retroceso.

 

Por supuesto que las respuestas en favor de las transformaciones habían sido descorazonadoras. El avance económico y las posibilidades de empleo sustituidas por la vuelta al timbiriche.

 

Sin embargo, desde hace años en la esfera cultural se avanza con pereza y temor en un ambiente más laxativo, en que la tensión de la barricada ideológica se ha venido sustituyendo en cierta medida por una distensión programada.

 

¿Se interrumpirá este relajamiento? ¿Una vuelta a la cultura de consignas? El gobernante apela al “compromiso patriótico de la gran masa de intelectuales, artistas, profesores y maestros revolucionarios”, y las palabras tienen el eco tenebroso de los años 70. Raúl Castro recrimina que “no se ha avanzado lo necesario” en la esfera ideológica. Y no es una alerta, sino más bien una advertencia a intelectuales y maestros.

 

De lo que no hay duda, es que esta parte del discurso estuvo dirigida contra los activistas de la sociedad civil, periodistas y blogueros independientes, y grupos como Estado de SATS. Yoani Sánchez y Antonio Rodiles están en la mirilla. Lo han estado siempre.

 

En este sentido, el discurso de Raúl Castro no es una sorpresa. Desde hace semanas, en Cuba y Miami se ha intensificado la campaña contra quienes intentan abrir la sociedad cubana mediante la información y el debate de ideas.

 

De nuevo el régimen está utilizando la represión como otra forma más de distraer la atención de los graves problemas económicos que afectan el país. Una táctica que se repite sin agotarse: la intimidación, ya sea mediante advertencias, arrestos preventivos o encausamientos, y el empleo de turbas para llevar a cabo los tristemente célebres actos de repudios. La eficacia del método se fundamenta en la supervivencia en el poder de quienes los ordenan.

 

Ahora con su discurso Raúl Castro ha dado un paso más allá —o mejor dicho, un paso más atrás— y le ha recordado a escritores y artistas que un cuadro, un poema o una línea siempre son peligrosos en Cuba.

 

 

El debate sobre el bloqueo/embargo

Marlene Azor Hernández

6 de enero de 2014

 

La ciudadanía tiene posiciones encontradas, pero también consenso

 

A partir de enero de 2013, con la flexibilización migratoria, algunos disidentes han podido salir al extranjero y en esta nueva posibilidad han logrado con su gestión un apoyo muy superior de la comunidad internacional hacia los Derechos Humanos en Cuba.

 

La invisibilidad de los opositores al interior del país y la campaña de descrédito y lapidación moral llevada a cabo por el gobierno contra ellos como “mercenarios del imperio” quedó definitivamente fracturada. Esta nueva visibilidad ha reactivado el debate dentro de la comunidad cubana sobre puntos centrales de la agenda de cambios ciudadanos.

 

Entre ellos, la discusión sobre la necesidad o no de levantar el bloqueo/embargo como medida que facilita u obstruye el cambio hacia la democracia. Como ya he señalado en otro momento el léxico es también un aspecto importante de control social en el caso cubano. El término “bloqueo” es utilizado por la dirección política del país y todos los que respetan el discurso oficial. El término “embargo” es utilizado por los que se distancian del discurso oficial y consideran las medidas económicas contra el gobierno, como una serie de restricciones económicas pero no la imposibilidad total de comerciar con EEUU, visto la compra de alimentos y medicinas a partir de 2000, de manera masiva y al contado.

 

El asunto del bloqueo/embargo ha sido tratado extensamente en la literatura producida alrededor del tema Cuba. El enfoque ha sido desde las políticas y contra respuestas entre los dos gobiernos involucrados. Las políticas de asedio de EEUU hacia Cuba a partir del 1959, y las respuestas del gobierno cubano frente a esas medidas.[1]

 

Es indudable que el problema del bloqueo/embargo no moviliza la agenda gubernamental en la arena internacional hasta los años 90. Antes de esa fecha y existiendo desde los años 60 el tema no fue debatido a nivel internacional por el gobierno cubano gracias a los subsidios soviéticos a la economía cubana por el período de 30 años.[2]

 

El ángulo de análisis que sugiero es el de inventariar al menos las dos posiciones encontradas con relación al bloqueo/embargo en los activistas independientes dentro del país. Se han pronunciado a favor del bloqueo/embargo figuras importantes de los grupos opositores. Tal es el caso de Berta Soler, presidenta de las Damas de Blanco, Antonio Rodiles, coordinador de Estado de SATS, Daniel Díaz Ferrer, y Guillermo Fariñas coordinadores de la UNPACU.

 

En un encuentro de Estado de SATS, Antonio Rodiles, Daniel Díaz Ferrer y Guillermo Fariñas discuten sobre el tema.[3] Haciendo una evaluación de la situación del país, con unas reformas de seis años que no avanzan desde el punto económico ni político, acompañadas de un incremento sustancial de la represión violenta contra los opositores, los tres panelistas coinciden en señalar que el embargo de EEUU no se levante en estos momentos sin condiciones, porque el gobierno se oxigenaría con créditos frescos y un incremento sustancial del turismo norteamericano, pero continuaría y aumentaría la represión y la violación de los derechos humanos, privilegiando los estímulos económicos a los órganos represivos, algo que ha estado haciendo en los últimos años.[4]

 

Para estos panelistas la falta de derechos políticos y civiles de hoy, la falta de transparencia económica y política del gobierno, está creando las mejores condiciones para construir un “estado fallido” donde se afiancen los “cacicazgos”[5], la corrupción y se abra la posibilidad de alianzas con el narcotráfico internacional y el negocio de trata de personas.

 

Los tres panelistas reseñan periodos anteriores, a partir de los años 90, cuando el gobierno tomó una serie de medidas de apertura económica hasta el 1997. En esta fecha, el gobierno cambia la política económica y retrocede en las medidas aperturistas por contar con un nuevo socio comercial: Venezuela. Con este país, establece una relación de subsidios parecida a la del ex campo socialista aunque el intercambio comercial sea de un 40 % y con el ex campo socialista fuese de un 85 %.

 

A lo que aluden los panelistas es a la inestabilidad de la política económica del gobierno que demuestra determinada y acotada apertura económica cuando no tiene recursos externos y vuelve a asfixiar y suspender a los actores económicos, sean cuentapropistas o inversores extranjeros, cuando cuenta con una solvencia económica otorgada por algún país que lo subsidie.

 

Por otra parte señalan que el gobierno cubano ha sabido sortear el embargo, no sólo porque compra alimentos y medicinas al contado a EEUU a partir del año 2000, convirtiendo a este país en el quinto socio comercial de Cuba, sino también porque a partir de otros países ha comprado productos norteamericanos, burlando la legislación de ese país.

 

Ante esta experiencia, los tres activistas abogan por condicionar el levantamiento del bloqueo/embargo, al cambio en la política de los Derechos Humanos en Cuba y por eso la Campaña Ciudadana para exigir la ratificación de los Pactos de Derechos Humanos, es la meta privilegiada por la sociedad civil cubana según estos panelistas.

 

Los activistas que se oponen al bloqueo/embargo, y se manifiestan por su levantamiento, fundamentan su reclamo en primer lugar en la ausencia de resultados de esta política de EEUU contra Cuba en el medio siglo. Si esta política intentaba asfixiar de hambre a la población y provocar de esta manera una revuelta popular, no ha obtenido ningún resultado.

 

Argumentan que la penalización es contra la población porque el gobierno no sufre las consecuencias del bloqueo/embargo. También fundamentan la necesidad de levantarlo porque ha sido la justificación permanente para impedir la crítica, el disenso, y castigar de manera permanente la discrepancia.

 

Por otra parte también señalan el carácter extraterritorial de la ley Helms-Burton porque penaliza la transacción de terceros países con Cuba.[6] Una ley extraterritorial que además afecta la soberanía y la autodeterminación de los países.

 

Aunque todos coincidan en afirmar que el bloqueo/embargo no es el primer punto de la agenda de cambios, ni el problema mayor del país, efectivamente son miradas encontradas sobre los costos y los beneficios sobre mantenerlo o eliminarlo con la condición del respeto a los Derechos Humanos, o levantarlo sin condiciones para eliminar todas las justificaciones gubernamentales sobre los problemas de ineficiencia económica y la falta de democracia en el país.

 

Todos coinciden que más importante que las variables externas es “el bloqueo interno” del gobierno contra sus ciudadanos, que con sus políticas demuestra su incapacidad de salir de la crisis de más de 23 años e incrementa la represión. En este “bloqueo interno” como el problema más importante del país, existe el consenso de los activistas de todos los signos políticos.

 

Afortunadamente dependemos muy poco del mundo occidental y no dependemos para nada de las relaciones con Estados Unidos. Me pregunto cuántos países del mundo podrían decir esto.

Yo pienso que Estados Unidos tiene cada vez menos cosas que ofertar a Cuba. Si nosotros exportamos azúcar y Estados Unidos está reduciendo sus importaciones de azúcar, les está reduciendo casi a cero la cuota a muchos países latinoamericanos (…) En cuanto a las posibilidades del turismo, hoy tenemos más demandas que capacidades hoteleras. La supresión del bloqueo sólo a largo plazo implicaría alguna ventaja (…)

Pero bien, hablando con franqueza: las relaciones económicas con Estados Unidos no implicarían para Cuba ningún beneficio fundamental. Si mañana se reanudaran las relaciones con Estados Unidos, habría que ponerse a elaborar planes para nuevas producciones que tuvieran el objetivo de exportarse a Estados Unidos, porque todo lo que nosotros producimos hoy y lo que vamos a producir en los próximos cinco años está vendido ya a otros mercados (…) Los cítricos, gran parte del azúcar, gran parte del níquel y otros productos los exportamos a los países socialistas, que nos pagan precios muchos más altos que lo que nos pagaría Estados Unidos y nos venden más baratos sus productos, y que nos cobran mucho menos intereses por los créditos, y nos renegocian la deuda a 10, 15 y 20 años, sin intereses. ¿Qué vamos a hacer? Hay un dicho campesino que dice que ‘no se puede cambiar la vaca por la chiva’”.

 

Cuba depende de Estados Unidos como nunca antes en su historia. Sólo en el año 2012, los cubanos radicados en EEUU enviaron 5.105 millones de dólares entre efectivo y bienes. El lema de la Cuba republicana “sin azúcar no hay país” ha sido sustituido de hecho en la Cuba castrista por el de “sin exilio no hay país”. Además, el Gobierno de Cuba depende de EEUU, que es su principal suministrador de alimentos y medicamentos.

 

 

La mayor estafa del siglo XX americano

cumple 55 años

Manuel Castro Rodríguez

1 de enero de 2014

 

Según el académico cubano Juan Antonio Blanco: “El mayor estafador de estos tiempos no es el financiero Bernard Madoff. Ha sido Fidel Castro por más de cincuenta años”. Con todo el respeto que me merece mi antiguo profesor de Filosofía, considero que se quedó muy corto en el período de tiempo. Véase el porqué me expreso así.

 

Hoy se cumplen 55 años de la huída del dictador Batista. El 18 de enero de 1959, dos semanas después del triunfo de la Revolución cubana, salió publicada la segunda parte de la Edición de la Libertad de la revista Bohemia, en la que Raúl Castro declaró:  

 

Puedes asegurar que si nosotros logramos hacer cumplir fielmente la Constitución de 1940, habremos realizado una verdadera revolución”.

 

Sin embargo, veinte días después, el 7 de febrero de 1959, Fidel Castro sepultó la Constitución de 1940 -que había prometido restablecer, como se puede comprobar si se lee al final de este subdominio el Manifiesto de la Sierra Maestra- y le quitó al Congreso sus funciones legislativas.

 

A los pocos meses de llegar al poder, Castro comenzó a exportar la subversión armada y a reprimir a sus antiguos compañeros de lucha. Como reconoce Juanita Castro, hermana de Fidel y Raúl: “La gran tragedia de Cuba empezó con Batista y siguió con Fidel”.

 

Castro pasó rápidamente de humanista a totalitarista. Cuba es el único país occidental donde es ilegal ser opositor: marxistas, liberales, socialistas, trotskistas, democristianos y anarquistas han sufrido difamación, ostracismo, destierro, cárcel, tortura y asesinato. El filósofo izquierdista argentino Oscar del Barco señala: “Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.

 

Tanto Fidel Castro como Ernesto ‘Che’ Guevara reconocieron que la Cuba de 1958 era un país que mostraba un buen nivel de desarrollo socioeconómico. Fidel Castro declaró el 23 de enero de 1959:

 

Se decía que si no había una crisis económica, si no había hambre, no era posible una revolución y, sin embargo, se hizo la Revolución”.

 

El 16 de febrero de 1959, un mes y medio después del triunfo de la Revolución cubana,Fidel Castro declaró:

 

“(…) con la ventaja de contar con un país rico, donde se puede sembrar todo el tiempo en el año, un pueblo inteligente y un pueblo entusiasta, un pueblo ansioso de alcanzar un destino mejorlograremos un estándar de vida mayor que ningún otro país en el mundo”.

 

Dos meses y medio después de asumir el poder, el 16 de marzo de 1959, Fidel Castro declaró:

 

Que hay clase media, ¿por qué si aquí todo el mundo debiera ser clase media? (APLAUSOS.) ¿Por qué si en nuestra patria no debiera existir un solo pobre? ¿Por qué si esta es una de las islas más ricas y fértiles del mundo? ¿Por qué si aquí pueden vivir 30 millones de habitantes? ¿Por qué si Holanda, si Dinamarca, si esos países con más habitantes, con menos tierras, con menos fertilidad, son incomparablemente más ricos que nosotros?

 

En octubre de 1964, International Affaires publicó The Cuban economy; its past and its present importance, escrito por Ernesto ‘Che’ Guevara. En español se publicó en Nuestra Industria, revista económica, en diciembre de 1964, con el título Cuba, su economía, su comercio exterior, su significado en el mundo actual, donde Ernesto ‘Che’ Guevara expresó:

 

En 1958 la población cubana ascendía a 6,5 millones de personas con un ingreso per cápita de unos $350 (calculado el ingreso nacional según la metodología capitalista); la fuerza de trabajo ascendía a una tercera parte del total de habitantes y una cuarta parte de la misma se encontraba prácticamente desempleada.


Simultáneamente con un gran derroche de tierras fértiles y la subutilización de la fuerza de trabajo rural, las importaciones de alimentos y fibras textiles de origen agrícola, ascendían como promedio al 28% del total de importaciones. 
Cuba poseía un coeficiente de 0,75 cabezas de ganado bovino por habitante, índice que la situaba únicamente por debajo de los grandes países ganaderos”.

 

El académico marxista cubano Julio César Guanche reconoce que: “En rigor, la década del 40 fue lo más parecido existente en la República burguesa cubana a un Estado de Bienestar.

 

El académico marxista argentino Guillermo Almeyra  admite que en la década del cincuenta Cubaera el segundo en desarrollo después de la Argentina”.

 

Como han reconocido varios economistas e historiadores marxistas (Juan F. Noyola, Raúl Cepero Bonilla, Oscar Pino Santos, Manuel Moreno Fraginals y Óscar Zanetti Lecuona), Cuba era un país con índices crecientes de progreso económico y social.

 

En 1953, Eugene Staley hizo una investigación (The Future of Underveloped Countries, Harper, New York, 1954), para el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano. Staley clasificó a Cuba entre los países de desarrollo intermedio: Argentina, Austria, Cuba, Checoslovaquia, Chile, España, Finlandia, Hungría, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Polonia, Portugal, Puerto Rico, Unión Sudafricana, URSS, Uruguay y Venezuela.

 

Según The Future of Underveloped Countries, los países altamente desarrollados en 1953 eran Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Holanda, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suecia y Suiza.

 

Por ende, Cuba se encontraba en 1953 entre los 31 países más desarrollados del mundo, si se considera que Puerto Rico es un Estado asociado a Estados Unidos.

 

Los residentes en Cuba pueden verificar esta información en el libro Curso de Economía Moderna, edición de 1959, escrito por Paul A. Samuelson, premio Nobel de Economía 1970, que pueden consultar en la biblioteca de la Facultad de Economía de la Universidad de la Habana y en la Biblioteca Nacional –si es que todavía no ha pasado a la interminable lista de libros censurados por el régimen militar cubano.

 

En 1950, atendiendo a una solicitud del Gobierno de Carlos Prío, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) envió una misión técnica presidida por Adam Francis Truslow y compuesta por 17 destacados economistas. Durante varios meses realizaron un estudio de la economía cubana, conocido posteriormente como Informe de la Misión Truslow, que expresa sobre la situación cubana:

 

la impresión general de los miembros de la misión, de observaciones a través de toda Cuba, es que los niveles de vida de los campesinos, trabajadores agrícolas, trabajadores industriales, oficinistas y otros es mucho más alto que los de sus grupos similares en otros países tropicales y que la mayor parte de los países de América Latina”.

 

La Misión Truslow recomendó diversificar la economía cubana; señaló que con excepción del combustible, Cuba poseía los recursos necesarios para ello. En 1949, la industria representó el 15% del ingreso nacional. En 1958, aumentó al 25%, gracias a que se invirtieron 462,4 millones de dólares en la industria no azucarera, desglosado de la forma siguiente: extractiva (120,2 millones de dólares), electricidad (90,0), refinación de petróleo (68,0), papel y elaboración de madera (46,0), metalúrgica (21,3), química (17,2), materiales de construcción (9,8), tabaco y licores (4,5), alimentaria (3,6), textil (1,8) y otras (80,0).

 

El académico marxista norteamericano James Petras reconoce:

 

Mientras que la mayoría de los países asiáticos y latinoamericanos iban a la zaga de Cuba en los años sesenta, hoy han superado a Cuba en la diversificación de sus economías, el desarrollo de sectores competitivos de fabricación para la exportación y la disminución de su dependencia de un grupo limitado de productos de exportación”.

 

Según los principales anuarios internacionales de la época, en la década del cincuenta Cuba marchaba a la vanguardia mundial:

 

Entre los tres países de Iberoamérica –incluye a América Latina, España y Portugal- con mayor consumo per cápita de calorías y proteínas.

 

Entre los tres países iberoamericanos con más bajos índices de mortalidad infantil y analfabetismo.

 

En cuanto a médicos, Cuba ocupaba el primer lugar per cápita en Iberoamérica. Esos galenos trabajaban en Cuba, no en otros países a donde los hermanos Castro han enviado a decenas de miles de ellos con contrato propio de esclavo, inaceptable para los médicos de los otros países subdesarrollados.

 

Entre los cuatro países más urbanizados del orbe.

 

El país con mayor índice de vivienda electrificada y baño propio en Iberoamérica.

 

Antes de que los hermanos Castro se entronizaran en el poder, a Cuba se le conocía como la Perla del Caribe, aunque existían grandes diferencias entre las zonas rurales y urbanas. Como bien señala el historiador izquierdista cubano Dimas Castellanos: Con sus desajustes e injusticias, la Cuba de 1958 estaba en mejores condiciones que la actual para emprender un proyecto de cambios.

 

En 1951 la deuda externa de Cuba era de 68 millones de dólares. Siete años después, en 1958, disminuyó a 48 millones. A pesar de la ayuda soviética -65 mil millones de dólares-, con los hermanos Castro en el poder la deuda externa ha alcanzado niveles que han situado a Cuba como el mayor deudor per cápita en el mundo, con cifras nunca antes vistas.

 

Además de por sus múltiples crímenes, el fracaso socioeconómico del castrismo se pone de manifiesto con las enormes carencias que sufre el pueblo cubano desde hace más de medio siglo en cuanto a alimentación, vivienda, agua potable, transporte y los derechos consagrados por la Declaración Universal de Derechos Humanos.

 

En consumo de carne de res, Cuba ocupaba en 1958 el cuarto lugar en Latinoamérica. Con los Castro en el poder, este alimento prácticamente desapareció de la mesa del cubano de a pie. Hace siete años, en 2007, se autorizó la venta a la población de 227 gramos cada tres meses, o sea, 908 gramos al año, menos de un kilogramo anual. Sólo los hindúes consumen menos carne de res debido a su religión, aunque la India es uno de los principales exportadores mundiales de carne de vacuno.

 

La venta libre de carne de res es monopolio del Gobierno de Cuba, quien la vende a 9,50 pesos convertibles el kilogramo, o sea, la mitad del salario promedio mensual.

 

Más de dos millones de cubanos hemos emigrado a casi todos los confines del planeta, casi el 20% de la población de un país que se caracterizaba por ser receptor de emigrantes. Los cubanos continuamos votando con los pies: la emigración del año 2012 fue la más elevada (46.662) desde 1994 (47.884), y la segunda después de 1980, cuando 125 mil cubanos se marcharon por el Mariel.

 

Cuba pasó a depender del extranjero como nunca antes en su historia. A pesar de la cuantiosa ayuda soviética, se generalizó la miseria que se ha convertido en indigencia, como reconoce el cineasta marxista cubano Eduardo del Llano:

 

La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano”.

 

Al cumplir siete años, los niños cubanos pierden el derecho a recibir leche a un precio asequible; después de esa edad, para poderla tomar dependen de los emigrados: sólo en el año 2012, los cubanos radicados en EEUU enviaron 5.105 millones de dólares entre efectivo y bienes. El lema de la Cuba republicana “sin azúcar no hay país” ha sido sustituido de hecho en la Cuba castrista por el de “sin exilio no hay país”.

 

Además, el Gobierno de Cuba depende de EEUU, que es su principal suministrador de alimentos y medicamentos.


Cuba recibe cien mil barriles de petróleo diariamente, a cambio de más de cuarenta mil profesionales cubanos que prestan sus servicios en Venezuela, con la consiguiente escasez de médicos, enfermeras, dentistas y maestros en Cuba. Esto ha provocado la creciente  comercialización de la medicina en Cuba, como refleja el artículo del 17 de noviembre de 2012 publicado en la revista The Economist.

 

Aunque los hermanos Castro pretenden hacer creer que los problemas de su régimen comenzaron cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991 y, por ende, desaparecieron sus cuantiosas subvenciones a la economía cubana -sesenta y cinco mil millones de dólares-, no puede olvidarse que  la escasez siempre ha sido consustancial al castrismo, como puede comprobarse en varias ediciones del oficialista Noticiero ICAIC Latinoamericano hechos en la década del ochenta, que pueden verse al final de este subdominio.

 

La Habana era “una de las ciudades más ricas y más bellas de América”, reconoció Ernesto ‘Che’ Guevara. Ahora el arquitecto Mario Coyula, director de Arquitectura y Urbanismo de la capital cubana, admite que:

 

La Habana podría terminar, en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad… El tema de los vientos y de las lluvias fuertes afecta sobre todo hoy las casas precarias, hechas con materiales de pésima calidad, como lata, cartón, de las que hoy existen muchas en todo el país”.

 

En cuanto a almacenes, La Habana era el París de América Latina en la década del cincuenta. Véase al final de este subdominio la historia de las tiendas El Encanto, contada por antiguos empleados y apoyada por imágenes de la época, que muestran la categoría tan alta de dichas tiendas existentes en varias ciudades de la Cuba republicana. Aunque mi familia era pobre, nunca se nos impidió la entrada en tienda u hotel alguno, como sí hizo Fidel Castro con la mayoría del pueblo cubano durante varias décadas.

 

A pesar de tantos hechos inobjetables -por ser verificables-, muchos extranjeros continúan repitiendo que el castrismo logró avances muy importantes en salud -el mito de la excelente salud pública- y educación -el mito del excelente sistema de educación castrista-, sin analizar tan siquiera las pésimas condiciones en que se encuentran los servicios de salud y educación a los que tiene acceso el cubano de a pie.

 

Creer ciegamente en algo y mantener una idea frente a otros razonamientos de mayor peso que la nieguen, es terreno de la fe –algo que respeto plenamente. Eso es lo que les ocurre a muchos extranjeros: consideran que la realidad cubana es binaria y que por lo tanto, sólo se puede estar con el castrismo o con el ‘imperialismo yanqui’.


Afortunadamente, mi formación se consolidó cuando conocí el ‘método científico’, que considero es uno de los mayores logros de la humanidad. El ‘método científico’ se resume en:

 

1) El escepticismo (cualquier enunciado está abierto a la duda y al análisis).

 

2) El determinismo (los eventos ocurren de acuerdo a leyes y causas regulares, y no como resultado del capricho de demonios o deidades).

 

3) El empirismo (la investigación debe ser conducida a través de la observación y verificada con la experiencia).


Según la Real Academia Española, una de las acepciones de ‘escepticismo’ es: “Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo”. Esto me hace recordar otra frase que mi padre utilizaba: “Ver para creer”.

 

Debido a la eficaz propaganda del régimen de La Habana, sé que a muchos extranjeros no les es fácil romper los vínculos que los atan a las mentiras del castrismo, sobre todo a aquellos que ni tan siquiera han visitado Cuba, o si lo han hecho ha sido disfrutando los planes de turismo político. Existen muchos extranjeros que desconocen cómo funciona realmente el régimen que existe en Cuba, y consideran que es la única alternativa que tienen los pueblos latinoamericanos. Por ello los invito a que vean los vídeos sobre la destrucción física y antropológica de Cuba.

 

A todos les pregunto: El fraude realizado por Fidel Castro Ruz, ¿no es la mayor estafa cometida en este continente durante todo el siglo XX?

 

Como nos dice José de la Luz y Caballero: “Que otros amen la ira y la tiranía: el cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad”.

 

A todos los cubanos que continúan sufriendo las consecuencias de la mayor estafa del siglo XX americano les deseo muchas felicidades en el año que hoy comienza, tan radicalmente contrapuesto al 1 de enero de 1959.

 

 

Estrepitosa y ridícula derrota ante la mujer

Manuel Cuesta Morúa

1 de enero de 2014

 

Las múltiples derrotas de la llamada Revolución Cubana son tema de inventario. La más visible  -pero menos comentada-  es la derrota estratégica frente a los Estados Unidos. Quiero referirme, no obstante, a una derrota  inexplorada: la  que le propina la mujer cubana.

 

En términos sociológicos,  la Revolución  ha perdido la batalla, resultado del papel específico de la mujer como sujeto clave en el cambio y la mutación de la sociedad. Desde el hogar a la calle, pasando por la escuela, el espacio público y laboral y los códigos sutiles de relacionamiento social, la mujer ha sido una potencia subversiva de un modo que resulta inevitable.

 

La mayor y mejor resistencia a la austeridad de Ernesto Guevara de la Serna la ofrecieron las mujeres. Ellas fueron las que rompieron en los comienzos la misoginia profunda que se instaló desde aquellos orígenes, portando lazos en el pelo, usando sayas cortas y ajustadas, y llevando esas medias largas que seducían desde la más tierna juventud a los machos-jefes.

 

El niño y la niña que acudían a la escuela con perfumes de contrabando, correctamente vestidos y con el pelo cortado, según la moda de los 60s, eran ataviados desde pequeños por la madre popular y común que poco entendía de gestos adustos. La mujer fue la primera cuyos actos propios revelaron, desde la más temprana edad, que los cubanos no podíamos ser como el Che, en la cara misma de sus padres y maridos comandantes, policías o militares. Y con muy buen criterio.

 

La mujer y la hipocresía social

 

Las cocinas repletas del mercado informal, el mercadeo permanente en las sombras, el pregón constante de lo prohibido y la retaguardia, cuando no la vanguardia, de la corrupción  —que en Cuba no constituye un dato moral sino estructural—  tienen a la mujer como centro, suma y compendio. Sin ella, nuestra supervivencia habría sido meramente vegetal; gracias a ella ha sido vital e imaginativa.

 

La contrarrevolución en Cuba —en el sentido técnico, no ideológico, de ir contra el impulso entusiasta, arrollador e irracional de la Revolución— es de género. Por eso la mujer en nuestro país ha sido una sana fuerza conservadora que, paradójicamente, hizo posible aquí una organización del tipo de la Federación de Mujeres Cubanas: una institución de mujeres de estilo burgués y pequeño-burgués dedicada a la filantropía, las tareas de costura y bordado, y al  arropamiento de los hombres que vienen de la guerra o de cumplir las tareas del Partido, enfundadas, eso sí, en un chal: el atuendo por excelencia para mostrar que en términos públicos la mujer cubana no se dedica mucho a la hipocresía social. Es abiertamente burguesa.  

 

Esta subversión de género continúa en la gran sociedad. No olvidemos nunca uno de los hechos sociales más importantes asociado a la mujer cubana: ella es la que más se parece a sus congéneres del mundo occidental desde el momento en que se hace y muestra profesional: elegancia, distancia, buenas maneras, modulación del lenguaje y carrera a las boutiques, como concepto, no siempre como espacio. Por eso, cuando la Revolución ha necesitado a la mujer para el griterío y la chusmería de los actos de repudio ha tenido que acudir a las mujeres-hembras que no han pasado por el refinamiento y la expresión exquisita de las sensibilidades que desarrollan la educación aristocrática y las aulas universitarias. Y constituye un infortunio y un desafío cultural ver cómo las mujeres-hembras listas para la violencia y el alboroto revolucionarios son de mayoría afrodescendiente.

 

Mujer sujeto y objeto

 

Esta distinción es clave: entre mujer y mujer-hembra. La primera es un sujeto, cuando la segunda es un mero objeto. La primera moldea, la segunda sigue; la primera sujeta, la segunda es sujetada; la primera es conservadora, la segunda es sumisa; la primera empuja obras, la segunda es empujada a empujar; la primera hace, la segunda no sabe qué hacer; la primera manipula, la segunda es manipulada; la primera funda la titimanía de los 80s  —un hecho profundamente contrarrevolucionario, y un derecho por supuesto, que unió en la carne y en las noches, como en las épocas típicamente cortesanas, a la gerontocracia con sus hijas generacionales— , mientras la segunda reproduce a la mujer maltratada, capaz de maltratar, a su vez, a otra mujer.  Al final, ambas subvierten, cada una a su manera, el proceso revolucionario.

 

Y  la mujer prosigue su obra positivamente corrosiva por otros caminos. Ante todo, el feminismo. Éste entra con dos variantes contradictorias. El primer feminismo aparece en los años 80s de la mano de la prostitución. A la prostituta pública iniciática de y en la Revolución le pusieron el nombre de Sandra, y le costó la honra y el puesto al periodista que osó escribir sobre ella en Somos Jóvenes, una publicación de la Unión de Jóvenes Comunistas. Sandra es una feminista en acto que tomó conciencia de su cuerpo y lo vendió en el barrio alto de la Revolución para obtener sus ventajas y codearse en sus esferas superiores.

 

Es feminista porque afirma su cuerpo, tiene conciencia de él y lo valora, desplegando con descaro su autonomía frente a los hombres del poder, y su capacidad para dominarlos. Con esta afirmación introduce, en el seno mismo de los hombres rudos, aparentemente serios y dedicados a prepararnos el futuro al canto de la Internacional, el Cabayo de Troya tan caro a las feministas de los años 70, sólo a través de un arma infalible: la seducción. Desde entonces, pocos son los hombres del poder que pueden resistir la tentación de sus Sandras. La Revolución es destruida desde aquí por las mujeres porque esos tipos no pueden cerrar las portañuelas y se desmoralizan puertas adentro frente a esas esposas que han quemado muchas juventudes.

 

Comandante en Jefe, Ordene

 

El segundo feminismo llega más tardíamente a fines de los 80s, en sus formas intelectuales. Pequeños grupos de mujeres que empiezan a leer desaforadamente alguna literatura feminista y a afirmar no sólo el valor del cuerpo y la concepción del placer femenino, sino la autonomía mental frente a los hombres. Y si bien estos grupos no derivan hacia el civismo social, empiezan a desperdigar sus influencias por medios intelectuales y a negar con sus distancias el machismo rural y fálico resumido en la frase épica de Comandante en Jefe, Ordene.

 

Estos feminismos subvierten la revolución porque le quitan, sutilmente, sus dos propiedades fundamentales: la del cuerpo y la de la mente. El espectáculo grotesco de una Revolución que encierra cada cierto tiempo a las Sandras que engendra, para luego revelarse impotente ante 100 Sandras más que conquistan la ciudad es una derrota que ya no puede ser recluida en el barrio de Colón, Centro Habana.

 

Al final, aparece la mujer cívica, bien ilustrada por las Damas de Blanco. Ella cierra el ciclo de una derrota estrepitosa y ridícula que ha puesto a la Revolución a romper la tradición criolla, ciertamente machista pero incapaz de levantar la mano pública para golpear a una sola mujer. Duro desarrollo, y revelador de la falta de sutileza y capacidad psicológicas del poder revolucionario para entender a la mujer cuando, además, la golpea. El machismo revolucionario no logra superar esa concepción que la ve como hembra-reproductora-soldado-del-placer, y reacciona desde el Estado, frente a su rebelión cívica, con las técnicas de la violencia doméstica y primaria que suelen asegurar por un tiempo, al marido despiadado, el control y la dominación de la hembra supuestamente protegida.  Error que culmina con el terrorismo estatal de género por parte de la Revolución. Una  brutal política de Estado, con discurso y todo, que perversamente pone a unas mujeres contra otras y que no dejará nunca de asombrarme en su indecencia, incivilización y cobardía.

 

Cuando en el futuro se esculpa el fracaso de la nación, aparecerá una estatua de mujer desnuda, siempre bella, con un plato lleno en su mano izquierda, atenta con un ojo hacia un libro que sostiene en la derecha, mirando con el otro el esqueleto de un falo arrugado y pisando una boina verde olivo. En su base, la siguiente leyenda: Aquí yace la Revolución.

 

A partir de entonces, los cubanos deberíamos referirnos a Cuba con el gentilicio matria, porque la Cuba cívica tiene madre. Un orgullo, desde luego.    

 

 

 

Regalito de fin de año al ritmo octogenario

Marlene Azor Hernández

31 de diciembre de 2013

 

Paciencia para descubrir “el agua tibia”, nos pide el General/Presidente

 

La buena noticia es que ya los cubanos pueden comprar autos y motos nuevas sin tener que esperar una carta de permiso estatal. La mala noticia es que los precios minoristas están por las nubes, de manera que comprarse un auto en Cuba le cuesta el doble que comprárselo en Inglaterra. Sin dudas, los nuevos autos se lo podrán comprar los altos mandos militares del Partido y del estado, algún que otro artista de renombre internacional y los militares convertidos en empresarios, cuates de los que están dirigiendo el país. Para el primer y tercer sector de los favorecidos, habrá seguramente subsidios, porque eso de ocuparse de la represiva política económica y de la represión de todo un país de 11 millones de habitantes tiene que ser recompensado de alguna manera. Esta presencia tan privilegiada de los órganos de la seguridad del Estado en la vida cotidiana de los cubanos es el primer síntoma de un “estado fallido”.

 

Siempre traduje el halago del ex presidente Fidel Castro cuando decía que el cubano es un pueblo “heroico” a la cantidad de atropellos y de necesidades que sufría el pueblo sin salir a las calles en una explosión popular. Ahora con su hermano en el poder, las cosas están más diáfanas: al “heroico pueblo” hay que tenerlo permanentemente vigilado, intimidado con la ilegalidad arbitraria de los tribunales de “justicia” en contubernio con los órganos de la seguridad del estado, y hay que repartir palos, golpear, secuestrar, con la nueva “estrategia” orientada por el presidente en el último Congreso de los CDRs: “póngale ritmo a la represión” aconsejaría el General. Claro es una nueva estrategia que exige más recursos económicos y que sólo los más renombrados opositores han sufrido hasta ahora. Música en altoparlantes, con músicos cubanos que se prestan para la represión, niños en conga y camarógrafos propinando golpes, y los siempre fuertotes entrenados y bien comidos “segurosos” repartiendo golpes y secuestrando a los opositores. El 2013 nos ha traído, una nueva vertiente del trabajo cederista: “la fiesta de la represión contra los ciudadanos”. No queda dudas, el General octogenario confunde —con algún síntoma de Alzheimer— la construcción del “socialismo próspero” con el “estado fallido”.

 

La labor fundamental del gobierno cubano, juzgando los resultados, ha sido a lo largo del 2013, aumentar las desigualdades económicas (más personas hurgando en los basureros para ver si algo comen) “olvidando” las políticas compensatorias a los sectores perdedores de la “actualización”. Esto sí es una responsabilidad del estado cubano y no del bloqueo/embargo. Otra labor fundamental del gobierno en este año que termina ha sido continuar maniatando a los cuentapropistas y las cooperativas con fuertes y variados impuestos, sin mercados mayoristas reales, y con fuertes dependencias estatales, perdiendo además, la credibilidad en las propias medidas cuando se suprimen de un bandazo las que no le convienen al poder en una típica solución de “botar el sofá”. ¿La agricultura?, bien gracias, obligada a entregar el 70 o 75 % de su producción[1] al estado con precios muy inferiores al mercado y comprando los insumos en moneda dura, cuando los encuentra. Difícilmente el 2014 reduzca la suma de 2 mil millones de dólares en la importación de alimentos, con una política tan torpe con relación a la agricultura.

 

El discurso de clausura del General/Presidente en el Parlamento nos anuncia con un tono optimista —que me sigue recordando la enfermedad de Alzheimer— un pequeño crecimiento debido a que la manufactura no creció, se recibieron menos turistas, y los precios de los alimentos aumentan y se reducen los precios de los renglones exportables. Entonces descubrimos que todos los problemas son exteriores al desempeño gubernamental: la crisis financiera internacional desde el 2008, el bloqueo/ embargo y el incremento de precios de los productos importados. Esta parte del discurso me recordó la frase de Jean Paul Sartre: “El infierno es el otro”, frase que incluye “yo no tengo ninguna responsabilidad”.

 

Seis años después de iniciadas las reformas, no hay ninguna mejoría en el nivel de vida de la población, todo lo contrario, pero el General y su lugarteniente en economía Marino Murillo, nos declaran que se están cumpliendo los Lineamientos como estaba previsto, lo cual nos lleva a la conclusión de que ese programa está diseñado para mejorar la organización de la economía de acuerdo a los gustos de los dirigentes cubanos en detrimento de las necesidades de la población. El presidente nos alerta que los que insistimos en que las reformas tienen que ser más rápidas, el 99 % de la población cubana, lo hacemos con la intención de que se equivoquen, en realidad poca moral tiene esta advertencia con los disparates económicos de los últimos 50 años. Porque lo más simpático de la advertencia es que se siguen equivocando en cada medida a medias, contradictoria, que hay que volver a reformar cuatro años después, o seis, porque los que no han descubierto “el agua tibia” conforman la dirección del país. Once millones de cubanos tienen que esperar porque la cúpula del poder aprenda a manejar la economía y servir de cobayas a los “experimentos”. Ese es el rol que se le destina a la ciudadanía según nuestro “iluminado” Presidente.

 

Claro yo los entiendo, teniendo vacaciones de 36.000 dólares regalados, con su familia en el Hotel Meliá de Holguín[2], en el caso de Marino Murillo y por tres años consecutivos, y en el caso del General/Presidente y sus colaboradores teniendo todas las necesidades resueltas para él y su familia, todo el confort necesario para vivir y trabajar y vacacionar, el General/Presidente y quienes le rodean no tienen ningún apuro. La vida les sonríe a pesar de la incapacidad recurrente que demuestran en los resultados de la “actualización”. Para colmo de despiste gubernamental, el presidente dice muy seriamente que una de las metas primordiales del 2014 es planificar el desarrollo hasta el 2030, a pesar de que las medidas actuales son todas ineficientes. Este acto de prestidigitación, también me recuerda “el futuro luminoso” de los manuales soviéticos, o lo que me han contado produce el LSD. En realidad, la falta de prensa independiente le hace mucho daño al presidente. El General alucina y/o nos toma por tontos, pero no tiene, el pobre, quien le corrija la plana.

 

[1] Razones porque el agro cubano no avanza, 19 de diciembre del 2013, en Havana Times http://www.havanatimes.org/sp/?p=92475

[2] Ver la noticia en http://universoincreible.com/vacaciones-millonarias-del-vice-presidente-marino-murillo-y-familia-en-hotel-melia-de-holguin/

 

 

¡Ya podemos comprar carros!

Haroldo Dilla Alfonso

30 de diciembre de 2013

 

Muchas de las medidas gubernamentales, en los últimos años, se dirigen a fomentar espacios de consumo para la clase media emergente

 

La reciente disposición que autoriza a comprar autos en Cuba, es positiva. Durante decenios los dirigentes cubanos basaron en buena medida su dominación en fragmentar todo: la sociedad, los mercados, la actividad pública, la memoria. De manera que la totalidad sólo se realizaba en el top autoritario que ellos representaban. Y en consecuencia, todo lo que sea desenmarañar la madeja autoritaria del país, es beneficioso para la sociedad.

 

Obviamente que la medida tiene sus aristas conflictivas.

 

La primera se refiere a sus implicaciones ambientales y urbanas, particularmente en Cuba, donde existe un déficit brutal de transporte público, y donde, en consecuencia, el auto privado es percibido como necesidad. En una ciudad como La Habana, por ejemplo, un incremento ligero del parque vehicular va a incidir en embotellamientos, déficit de estacionamientos, insuficiencia de gasolineras y otros problemas propios de una ciudad cuya infraestructura es básicamente la que tenía hace 60 años.

 

En tal contexto habrá que decidir qué hacer con vías como la Quinta Avenida, esplendorosa arquitectónicamente, pero constreñida en términos viales a dos modestos carriles por cada senda. O que edificios derrumbar en la ciudad para hacer parqueos. Si a ello sumamos que muchos de esto autos serán de uso, habría que aceptar que van a sumar sus tubos de escapes a los de sus homólogos soviéticos, para seguir incrementando los niveles de contaminación de una ciudad que ya tiene tramos irrespirables.

 

Obviamente, este panorama hubiera sido diferente si los recursos que se dilapidaron en los caprichos del “máximo líder”, en las guerras extracontinentales, en cavar túneles inútiles y en perseguir medallas de oro en las Olimpiadas, se hubieran invertido en un sistema racional de transporte urbano como los que tienen —con mayores o menores deficiencias— la mayoría de las grandes ciudades latinoamericanas. Pero ya esto es historia.

 

Lo que no es historia, sino futuro, es el propósito de estas aperturas de la “actualización” del General/Presidente. Si observamos las acciones de auspicio más resonantes adoptadas por el gobierno en los últimos años, no es difícil observar que una parte muy grande de ellas se dirigen a fomentar espacios de consumo para la clase media emergente. Lo cual va dirigido a satisfacer a los sectores beneficiados con la apertura (imprescindible si se quiere que esos sectores sigan funcionando como actores económicos) pero también a consolidar una base social para el futuro capitalismo cubano.

 

La liberalización de la venta de autos —como antes de las viviendas, o del acceso a hoteles y celulares, entre otras— no son acciones dirigidas a la población que permanece al margen de la movilidad social y fuera del mercado dolarizado de consumo. Son medidas en beneficio de los sectores que han logrado dar algunos pasos para engrosar la legión de los que los tecnócratas llaman “los ganadores”. Y que en esencia se nutre de tres fuentes: negocios privados exitosos (que en Cuba siempre significa aquiescencia política), corrupción pública y recepción de remesas.

 

En un futuro no lejano veremos nuevos pasos en esta dirección. Una, por ejemplo, pudiera ser la provisión de servicios de cable/TV a precios altos y con paquetes de canales políticamente inocuos. Otra, la provisión de internet en las propias casas, tal y como sugirió recientemente un economista en una charla a altos oficiales del MININT y que curiosamente fue filmada por los equipos del Ministerio del Interior, y colgada sin objeciones en YouTube.

 

Tan interesante como ello es que el economista también invitó a los oficiales del MININT a realizar en esta área su trabajo de control, “exitoso” le llamó. Un síntoma interesante que pudiera indicar el surgimiento de una clase media conservadora que apoyará o no se opondrá al gobierno mientras se regodea en la magia del consumismo. Al menos por el tiempo suficiente para completar esta nueva transición hacia el capitalismo tercermundista que planifican militares y tecnócratas.

*************************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: El Dr. Juan Triana Cordoví, profesor del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana, les dio una conferencia a oficiales del Ministerio del Interior (MININT). Aunque el profesor Triana Cordoví repite el discurso oficial –para lo cual miente reiteradamente-, pretendiendo excluir a Fidel Castro de su responsabilidad por haber destruido la economía más próspera de Iberoamérica, reflexiona sobre la necesidad de que todos los cubanos tengan internet en sus domicilios -aunque el MININT continúe vigilándolos a todos- y realizar otros cambios profundos en Cuba. Tan pronto vi el vídeo me surgieron varias interrogantes:

 

¿Cómo se obtuvo esta conferencia filmada por los equipos del Ministerio del Interior?

 

¿Quién publicó esta conferencia en YouTube?

 

 ¿Por qué esta conferencia ha sido publicada en YouTube?

 

¿Cuál es el objetivo de esta conferencia, donde se llama a realizar cambios profundos en Cuba?

 

¿Qué fin persigue el régimen de La Habana con la amplia divulgación de esta conferencia del profesor Juan Triana Cordoví?

 

Considero que la única explicación es que esta conferencia es para consumo externo –la probabilidad de que el cubano de a pie pueda ver YouTube tiende a cero-, la conferencia va dirigida a los potenciales inversionistas extranjeros, para hacerles creer que se avizoran grandes cambios irreversibles, por lo que su dinero estaría seguro. Téngase en cuenta que no hay nada más cobarde que el dinero: huye rápidamente a la primera señal de peligro.

 

 

“La tortura sicológica fue intensa, permanente. Quisieron borrarle el cerebro”

Lilliane Ruíz

26 de diciembre de 2013

 

Llovía torrencialmente en La Habana. Era el primer día de diciembre y Miriam Leiva llegaba a Cuba portando las cenizas de su esposo y los recuerdos de casi 40 años juntos. Oscar Espinosa Chepe había fallecido después de una larga convalecencia, que compartieron juntos como otras tantas cosas en su vida: el trabajo, el activismo cívico y el amor.

 

Rodeada por los libros y los periódicos que él atesoraba, está ahora la urna de metal, en el pequeño apartamento de donde salió el último marzo en busca de tratamiento médico a España. Para quienes conocieron a este matrimonio es difícil imaginar al uno sin el otro.

 

Cubanet- ¿El dispuso el retorno de las cenizas?

 

Miriam Leiva- Cuando nosotros llegamos al Hospital La Fuenfría, él estaba muy mal. Me dijo: Cuando sea, yo quiero que me incineren y que me lleven para Cienfuegos. La doctora pasaba a verlo varias veces en el mismo día y una de esas ocasiones él, con una fuerza y una claridad tremendas, le dijo: “Doctora, yo quiero regresar a Cuba”. Ella y yo nos miramos, porque en las condiciones que estaba eso era imposible. Y volvió a decir: “Es que es difícil decirlo…Cuando suceda, quiero regresar a Cuba. Porque siempre he querido estar en Cuba”. Y entonces ella le dijo: “No te preocupes que tu mujer ya tiene todo organizado”.

 

Nosotros fuimos en marzo y él falleció a fines de septiembre. El 23 de septiembre.

 

Cubanet- ¿Por qué no se fue antes a mejorar su salud?

 

Miriam Leiva -Le prohibieron salir al exterior y regresar. O sea, teníamos que irnos permanentemente de Cuba. Cuando él salió de prisión en noviembre de 2004 pudo haberse ido al exterior a vivir permanentemente y hacerse tratamiento médico, y me dijo que no, que si no podía regresar a Cuba,  no iba a ninguna parte.

 

Cubanet-¿Qué otra limitación imponía a su vida la licencia extrapenal?

 

Miriam Leiva -Cuando es liberado en el 2004, viene para la casa. Entonces le dicen que no puede volver a sus actividades, que no puede escribir, que no puede hablar. Yo le avisé a la prensa extranjera que Oscar estaba aquí y todos vinieron, todo el que quiso, montones de corresponsales acreditados en la Habana, y él inmediatamente empezó a escribir y hablar.

 

-Como al año y medio lo citó el Tribunal Municipal de Playa para decirle que no podía seguir haciendo las actividades que estaba haciendo, que estaba siendo monitoreado por los “factores” del barrio (Partido, Juventud, CDR) y que informarían sobre su comportamiento. Y sobre la base de eso podían tomar las medidas convenientes y le dieron un documento con unas 11 prohibiciones, entre ellas, que no podía salir de La Habana sin permiso, no podía permutar, tenía que trabajar. Por ahí anda el papel. Son como 10 u 11 prohibiciones que tiene. Y nada, él siguió haciendo lo mismo porque hay una realidad, que él expresa sus opiniones de manera constructiva y para lo mejor de nuestro país, además siempre él y yo les hemos dicho: demuéstrennos que estamos mintiendo. Demuestren que estamos diciendo algo incorrecto. No lo pueden demostrar;  nosotros seguimos.

 

Cubanet- ¿Y este año su salud empeoró?

 

Miriam Leiva -El año pasado en junio empezó con un problema en la pierna, tenía muchos dolores, y después empezó a exacerbarse el problema del hígado, sentirse mal y bajar de peso. Ingresó en la terapia intensiva del Hospital Fajardo, que es donde siempre se atendió, y entonces ahí vieron que el sistema biliar estaba obstruido, parece que eso llevaba tiempo y se fue deteriorando.

 

La solución inmediata era ponerle una prótesis en el conducto biliar por vía endoscópica, o sea mínimo acceso. Pero que esa prótesis dura 2 o 3 meses y hay que volverla a cambiar porque se puede contaminar por la infección misma de los procesos biliares. Entonces tenía que cambiársela. Él tuvo que ingresar en diciembre porque se puso muy mal, y ahí no tenían para el turno y le dijeron que se comprometían a que le iban a tener el turno a principios de enero, no fue a principios, fue a mediados; pero bueno, hubo el turno y el doctor que lo vio en esa ocasión me dijo que el problema era no solo que tuviera ese conducto biliar obstruido, sino que por ese deterioro del sistema biliar él tenía mucha ramificación de los conductos muy dañada y que aquí ya no había otra cosa que hacerle. Quizás en el exterior había otros tratamientos pero en Cuba no había otros recursos, otras posibilidades.

 

Cubanet- ¿Y esta vez le dieron garantías de poder regresar?

 

Miriam Leiva -Ahí fue cuando empezamos a tratar de convencerlo de que fuera al exterior a hacerse tratamiento porque ya ahora sí, si se quedaba en Cuba, era muerte segura más tarde o más temprano. Y costó trabajo convencerlo. Entonces él dijo: si me dejan regresar yo sí voy, y ahí yo me movilicé. Me puse en contacto con distintos gobiernos para ver dónde había posibilidades inmediatas porque bueno, quizás en otro lo habría pero más dilatado. El Gobierno de España -donde hay un desarrollo en hígado muy grande- dijo que sí, que ellos le podían dar la asistencia médica, que todos los demás gastos corrían por nuestra parte. Y yo no pregunté mucho cómo iba a resolver el pasaje pero dije: sí, sí vamos a empezar a hacer los trámites para que le den permiso de salida y regreso. Aquí contestaron que sí, que le iban a dar pasaporte, que podía regresar. En definitiva era evidente que podía regresar…

 

Cubanet- Cuéntanos de Madrid…

 

Miriam Leiva -Yo tenía mucho miedo a que no llegara con vida allá a Madrid; pero bueno, por suerte llegó. Bastante débil, pero llegó. Le saqué  un seguro de viaje y en el aeropuerto lo moví todo el tiempo en silla de ruedas. No tenía fuerzas para caminar. Llegamos un martes y el miércoles por la mañana ya estábamos en el Hospital Puerta de Hierro. Lo ingresaron en Urgencias. Le hicieron todo, los chequeos todos que se hacen para el ingreso y en cuanto hubo habitación disponible, lo llevaron. Después de algunas pruebas, le cambiaron la prótesis. Allá le descubrieron que sobre ese hígado enfermo y ese problema biliar llevaba una hepatitis B que aquí no había sido diagnosticada, y una bacteria que se llama Clostridium difficile. Lo pusieron en aislamiento sobre todo por la hepatitis. Así estuvo días hasta que ya se le quitó el brote de hepatitis y él mejoró. Le comenzaron un plan especial para el clostridium y bueno, fue mejorando. Pero se seguía sintiendo muy decaído, muy decaído. Él tenía la esperanza de que le podrían hacer un trasplante de hígado, pero ya a su edad, después de los 70 años no se realiza. Además de eso estaba muy deteriorado.

 

Cubanet- En Madrid se encontraron los dos maestros…

 

Miriam Leiva -Él dio una conferencia en la Fundación Hispano-Cubana, que es la última grabación  suya. Ese día tenía fiebre muy alta. Después, cuando el profesor Carmelo Mesa-Lago fue allá, nos invitó al hotel donde él estaba. Por e-mail le dijimos que para Oscar sería un esfuerzo grande. Entonces Carmelo y la esposa fueron a vernos, ya nos habíamos mudado para un hostal más pequeño y más  barato. No estaba malo, no me puedo quejar del lugar.

 

Carmelo nos invitó a que fuéramos a su conferencia en la Casa de América y también a otro encuentro en el Instituto Elcano, una institución de análisis de Política Exterior muy prestigiosa en España. Fue muy bonito porque cuando Carmelo terminó las palabras en la Casa de América, cuando ya otras personas habían preguntado, Oscar no sé qué fue a decir de la conferencia de Carmelo y hacer una pregunta. Y antes de contestar Carmelo dijo: “Oscar Espinosa Chepe, que está aquí’. Entonces fue muy bonito, tuvo unas palabras muy bonitas sobre Oscar, lo aplaudieron mucho y fue muy bonito aquello.                                                                                                                        

Cubanet- ¿Empeoró su salud en la cárcel, en la Primavera Negra de 2003?

 

Miriam Leiva -Después del registro que empezó aquí a las 4:30 de la tarde hasta las 3:00 de la mañana, se llevaron a Oscar para Villa Marista. Ya a los pocos días, cuando me dan una visita, creo que pasó una semana, creo que daban una visita a la semana. Una visita de 15 minutos con los oficiales dentro del cuartico y no se podía hablar de otra cosa que no fueran problemas familiares, él ya había bajado mucho de peso. Estaba cetrino, un color típico de cuando el hígado está en crisis. ¿Por qué? Por los interrogatorios tan intensos que hacen en Villa Marista. El gobierno cubano no tortura de forma que se vea físicamente, pero la tortura psicológica es muy sofisticada y muy intensa. Y eso era lo que  aplicaban a Oscar. Entonces sencillamente estaba en una celda con 3 presos comunes, casi no podían caminar porque era muy pequeña, ahí no podían tener nada, ni cepillo de dientes, cuando ellos querían algo tenían que tocar en el metal, para que el carcelero abriera la rejita y dijera -¿qué quiere?-. Los interrogatorios eran cada cierto tiempo, cuando se les ocurrían, cuando querían y sobre todo cuando ellos pensaban que el preso pudiera estar dormido. De manera que no había descanso. Oscar me contaba la conversación, fundamentalmente en el caso de él, por ejemplo: de la forma de pensar de él, que por qué él estaba metido en eso, por qué, que no valía la pena, que en definitiva qué cosa él hablaba de que había que hacer reformas, él le ponía de ejemplo: “si hasta Viet Nam y China están haciendo cambios y reformas ¿cómo en Cuba no se va a poder hacer?”

 

-Finalmente, el día del juicio un interrogador le responde: “Chico, porque nosotros no somos ni chinos ni vietnamitas”. Él seguía exponiendo lo mismo que decía aquí, en la sala de su casa. La intensidad de ese sistema de interrogatorio y la mala alimentación, las condiciones, todo, el estar hacinado en ese lugar…lo deterioró mucho. Por exigencias nuestras lo llevan al Hospital Militar. Allí no le hicieron ni análisis ni nada, me dijeron que porque lo iban a mandar a prisión, y a prisión fue. Lo mandaron para la cárcel de Guantánamo. Un viaje que para todos fue muy fuerte, muy duro, porque los montaron en una guagua, esposados, que no se podían hablar uno a otro, y los fueron dejando por todas las cárceles en el recorrido, hasta Guantánamo que fue la última.

 

 

Cubanet- De Guantánamo fue trasladado….

 

Miriam Leiva -En Guantánamo se puso muy mal. Yo fui para allá. Entonces lo pasaron por fin para el hospital de esa ciudad. En eso empezó a llover  y el hospital atendía nada más que urgencias, y lo pasaron para el hospital de El Cobre, en Santiago de Cuba, que depende de la prisión de Boniato. Ahí le quisieron imponer todas las pruebas médicas que estimaran por dentro y dijo que no. Le dijeron que si no se dejaba hacer las pruebas, lo iban a mandar para Boniatico: la parte de la prisión de Boniato donde están las celdas de aislamiento. Había otros de los 75 ahí en aislamiento. Enseguida me entero de que lo han pasado para Boniatico.

 

Cubanet- ¿Qué pasó en Boniatico?

 

Miriam Leiva -Arranqué otra vez para Santiago, con una médico, familia de nosotros, y el director de la prisión me dijo que los médicos no estaban, que yo no podía hablar con los médicos. Le dije: “Mire, yo lo único que tengo que hacer en mi vida es atender a Oscar Espinosa Chepe y, por lo tanto, me puedo quedar aquí en la prisión, donde a ustedes no les moleste que yo me ponga, me pongo ahí”.

 

En eso apareció un oficial del Ministerio del Interior y lo llamó aparte. Ese hombre no habló en todo el tiempo, nada más que se sentó y cuando había algo de su interés en la conversación,  él llamaba al oficial para afuera y le decía lo que tenía que hacer. Aparecieron los 3 médicos, el jefe médico y dos más. Le explicábamos toda la situación, la médico le explicó sobre Oscar. Fueron a ver a Oscar que evidentemente estaba muy mal y lo regresaron a la parte de los presos del hospital de El Cobre. A él no le pasaban ni periódicos ni nada, lo pusieron en un aislamiento total. No le decían que nosotros habíamos estado allí, que llamábamos 3 veces al día; por la mañana la madre, por el mediodía una hermana y por la noche yo. Lo aislaron completamente.

 

Cubanet -De Boniatico para La Habana…

 

Miriam Leiva -Un día me entero que la tarde anterior Oscar se había puesto muy mal, como a las 3 de la tarde y que llegaron a  las 11 pm y lo montaron en un avión para La Habana y que estaba en el Hospital Militar “C J Finlay”. Eso fue en agosto de 2003. Yo pedí un informe médico. Me decían: “Sí, te lo vamos a dar”, y te lo vamos a dar fue que cuando me reuní con un médico en septiembre, lo que me leyó fue un papel que él tenía que no decía nada apreciable. Era una historia más chiquita que la que yo me sabía, mucho más pequeña. No me decía cómo estaba Oscar en esos momentos, ni por qué estaba allí. ¿Tú sabes lo que es no darte información médica porque no les daba la gana? En marzo del año siguiente me dieron alguna información ante tanta insistencia mía y también por presiones de la comunidad internacional.

 

La tortura sicológica a Oscar Espinosa Chepe fue intensa, permanente, y muy mal intencionado todo. Los presos cuando están en un hospital tienen visita una vez a la semana. Oscar tenía visita una vez al mes y nunca sabíamos cuando iba a ser. Que yo no lo supiera no importaba, pero él, que era el preso, no lo sabía. ¿Tú sabes cuándo Oscar se enteraba? Cuando le abrían la celda. En ese lugar las celdas  son cuartos, es una casa antigua con unos cuarticos. Y él estaba con presos comunes, él sabía que estuvo un tiempo Coco Fariñas porque lo oía, nunca se vieron, o se lo dijeron ahí, no sé. Los presos tenían derecho a televisión, a Oscar nunca le dejaron ver televisión. Cuando vino de Santiago, le quitaron todo, absolutamente todo. Lo dejaron en Villa Marista y yo tuve que ir a Villa Marista a buscarlo. Le quitaron hasta la biblia. Las cartas, las fotos, todo, todo, todo se lo quitaron. Entonces yo tiré ahí todo cuando vine de Villa Marista y todo lo retraté, todo. En la primera visita me presenté con la biblia y le dije: ¿Ni esto puede tener Oscar aquí? Y por eso él tenía la biblia. No podía tener nada que tuviera que ver con su vida, con economía, con Cuba, con nada. Ellos le querían borrar el cerebro a aquel hombre. No le daban ni el periódico Granma. La única vez que le pusieron el televisor - le abrieron la cortina que ponían en la reja de la celda y le viraron el televisor desde allá-, fue cuando el ex canciller Felipe Pérez Roque dijo en televisión que Oscar estaba mintiendo sobre su enfermedad.

 

Cubanet- Miriam, tú estabas experimentando el castigo impuesto por el régimen a Oscar; pero seguiste escribiendo…

 

Miriam Leiva -Sí claro, escribía más que nunca. No paraba. Enseguida coordiné con otras mujeres de los 75 e iniciamos el fuerte movimiento por su liberación.

 

Cubanet-¿Sentiste miedo en algún momento?

 

Miriam Leiva -Mira, yo te voy a decir una cosa: el miedo se siente un momento alguna vez, en determinadas situaciones. Lo que pasa es que el miedo tú lo superas  o no lo superas. Al que no lo supera se le acaban los nervios y de este país se tiene que ir, o se destruye en su casa. Y, bueno, todos los seres humanos sentimos miedo … pienso que he tenido mucho miedo en algunos momentos, pero son segundos, y ya, me pasa y sigo. ¿Te das cuenta? El problema es ese: superar el miedo. ¿Tú sabes lo que a mí más me daba fuerzas? Que no puedo estar ante una injusticia, que me quieran imponer, que me quieran chantajear, y que me estén diciendo cosas que no son verdad. Además, que le estén haciendo daño a una persona que no ha hecho nada malo.

 

Cubanet- Y ahora, ¿cuáles son los proyectos personales de Miriam Leiva?

 

Miriam Leiva -Seguir escribiendo y opinando. Mi compromiso fundamental era traer las cenizas de Oscar. Me quedé dos meses para resolver la certificación de defunción y  hacerme también un chequeo médico, pero no quise prolongar eso porque lo que yo quería era traer las cenizas lo antes posible.

 

 

Una ilusión sin porvenir

Alejandro Armengol

17 de diciembre de 2013

 

En Cuba nunca ha existido socialismo. Fidel Castro, por conveniencia política circunstancial, jugó la carta de situar su gobierno dentro del campo del comunismo soviético

 

Sorprende el afán de los marxistas cubanos por encontrar asideros en un mundo que sobrevive en medio de las ruinas. Habitan un país con un sistema que no llegó a derrumbarse —como ocurrió con el socialismo en Europa Oriental—, pero que lo único que ha logrado es una salvación fragmentada. Alguien con un convencimiento verdadero en la existencia de un porvenir para el socialismo —no viene al caso referirse a los montones de oportunistas— se enfrenta a la paradoja de vivir en una nación cada vez más alejada de este sistema político. Al tiempo que su vida es regida por un gobierno alabado como símbolo de la resistencia anticapitalista, encuentra que mencionar esa resistencia es uno de los pretextos más socorridos para no emprender las transformaciones imprescindibles para salir de la crisis económica y social en que está inmersa la Isla. Al final, la retórica que impide hablar de reformas y cambios —y se limita a señalar una pálida actualización— es un cubo de agua fría que cae a diario sobre los cubanos. Da la impresión que los planteamientos sobre el futuro, que hacen estos supuestos herederos de Marx, resultan más bien una racionalización para justificar el aferrarse al pasado.

 

En primer lugar, en Cuba nunca ha existido socialismo. Fidel Castro, por conveniencia política circunstancial, jugó la carta de situar su gobierno dentro del campo del comunismo soviético. Lo demás son diferencias, matices que vale la pena estudiar y semejanzas bastante conocidas. El comunismo ―tal como se conoce y como se puso en práctica en la desaparecida Unión Soviética― es un sistema malsano por naturaleza, como en su momento lo fue la esclavitud. No tiene ni nunca tuvo salvación. El engendro que llevó a la práctica Vladimir I. Lenin fue el de un sistema totalitario cruel e inhumano. Desde hace largas décadas muchos defensores del comunismo han buscado en las características personales lo que no es más que el fundamento de un programa que desprecia al individuo y encadena a toda una sociedad bajo un mando despótico. En lo que se refiere a forma de gobierno, Stalin no fue ni un desvío torpe y sanguinario, ni tampoco el hijo putativo de Lenin. El estalinismo fue el fruto y el logro de la práctica leninista. Por supuesto que existen diferencias tácitas y estratégicas entre el modelo adoptado por el primero, al inicio de la revolución rusa, y la puesta en marcha después por el segundo de una teoría centrada en la URSS y fundamentada en un nacionalismo ajeno a los planteamientos de Lenin, pero en cuanto a la maquinaria del poder, esta comenzó a edificarse tras la toma del Palacio de Invierno. Hay quizá una paranoia y un antisemitismo propios de Stalin que llenan su biografía, pero sólo en algunos aspectos particulares podrían trazarse diferencias. Lo demás es aplicar al estudio de la historia una de las mejores tramas novelescas jamás creadas: Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

 

Considerar al estalinismo como una desviación del comunismo, y no como el resultado a partir de su esencia, es un argumento repetido una y otra vez en las argumentaciones que muchos marxistas cubanos continúan sosteniendo. Tal asidero ―que ya no resulta conflictivo como años atrás― encierra una esperanza: que en un futuro justificaría trasladar igual tesis a la mayor parte del mandato de Fidel Castro o incluso de su hermano. Así, todo se limitaría a definir el momento de desvío dentro del proceso revolucionario cubano y a partir de ahí hablar de un Fidel o un Raúl similares a Stalin, pero al mismo tiempo salvaguardando el ideal leninista.

 

Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, centralismo democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco condimentado según la astucia de Fidel Castro. No se puede negar que en la Isla existiera por años una estructura social y económica —copiada con mayor o menor atención de acuerdo al momento— similar al modelo socialista soviético. Tampoco se puede desconocer la adopción de una ideología marxista-leninista y el establecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) como órgano rector del país. Todo esto posibilita el análisis y la discusión de lo que podría llamarse el “socialismo cubano”, pero no por ello libra de moverse en un modelo fantasioso.

 

Cuba sigue siendo una excepción. Se mantiene como ejemplo de lo que no se termina. Su esencia es la indefinición, que ha mantenido a lo largo de la historia: ese llegar último o primero para no estar nunca a tiempo. No es siquiera la negación de la negación. Es una afirmación a medias. No se cae, no se levanta.

 

Por eso la pregunta de ¿por qué no se cayó el socialismo cubano? puede ser respondida en parte con otra interrogante: ¿qué socialismo? Y luego complementada con otra más correcta: ¿por qué no se cayó el castrismo? La desaparición de un caudillo no es igual a la de un sistema. En Cuba el PCC nunca ha funcionado como una estructura monolítica de poder real, que actua con una verticalidad absoluta, sino era y es más bien un instrumento de poder del gobernante

 

Son muchas las contradicción en que viven quienes aún defienden una vía socialista para la Cuba del futuro. Quizá la más importante es que la cúpula de gobierno que dice constituir la principal garantía para impedir el establecimiento de un capitalismo, al estilo norteamericano, es a la vez el principal obstáculo a la hora de buscar soluciones de acuerdo a un pensamiento revolucionario.

 

 

¡Abajo el capital! ¡Viva el capital!

Pedro Campos

17 de diciembre de 2013

 

Antes apostaron a la expropiación y estatización total del capital extranjero; ahora piden a gritos que venga capital extranjero a socorrerlos, ofreciéndoles todas las garantías.

 

La economía del estado cubano está en crisis; pero no a consecuencia del bloqueo imperialista o de la caída de la URSS, como acostumbran decir los defensores del “socialismo de estado”.

 

Las razones principales hay que buscarlas en medio siglo de estatismo casi absoluto, en la super-centralización de las decisiones sobre cuánto, dónde y en qué se invertían los miles de millones de rublos de subsidios de la ex URSS y los miles de millones de pesos y dólares producidos por el pueblo trabajador durante todo este tiempo, en la intervención total del estado en la economía con sus monopolios de comercio interior y exterior.

 

También en la propiedad casi absoluta del estado sobre todos los medios de producción, en la expropiación del capital internacional, del de la burguesía nacional alta mediana y pequeña, del de los trabajadores libres individuales y familiares –recordar la “ofensiva revolucionaria” del 68-,  y de los pequeños capitales de las cooperativas, de las instituciones mutuales y de las organizaciones asociadas de trabajadores.

 

Otras causas están en los bajos sueldos de los trabajadores, en el mantenimiento del trabajo asalariado para el estado, en los desequilibrios financieros generados por los altos gastos de las gigantes instituciones estatales, como las Fueras Armadas, la Seguridad del Estado, los aparatos políticos del Partido y sus organizaciones de masas, los entramados de propaganda y divulgación al total servicio del estado/partido/gobierno, el servicio exterior abultado y las campañas internacionales  para generar solidaridad con el gobierno.

 

Todo eso podría resumirse como el resultado fracasado de ese conjunto de concepciones aberradas, arcaicas y dogmáticas que el estalinismo estableció con  el nombre de marxismo-leninismo. Según ello, una elite político-militar determina y administra las leyes, la economía, las formas de vida y todo en la sociedad, en nombre del partido comunista, la revolución, el socialismo y la clase obrera: el llamado socialismo “real”, que nunca lo fue. Donde lo real es la ausencia de democratización y socialización del poder político y económico.

 

Otras veces se ha explicado: mientras no se reconozca el fracaso económico, político y social de ese No-socialismo, no habrá rectificación verdadera alguna.

 

Los defensores del entuerto, que inescrupulosamente ahora tratan de “actualizar” parten erróneamente de identificar la revolución cubana con el gobierno/estado/partido que ha hecho y continúa haciendo tantos disparates en todos los órdenes, “validando” la aseveración de la derecha

 

Internacional sobre la “inviabilidad del socialismo”. Acaso el mejor servicio ofrecido al capitalismo  internacional.

 

Hoy, la economía estatalizada cubana ya no cuenta con el subsidio masivo de la ex URSS, Venezuela está en crisis y ya no puede seguir dando la ayuda de la época de Chávez y los gobiernos amigos de países poderosos como Rusia, China y Brasil ofrecen créditos que hay que pagar.

 

El aparato burocrático del gobierno/partido/estado ha rechazado la opción verdaderamente socialista: no ha querido compartir el poder económico con el pueblo, con todos los cubanos de dentro y de fuera, con los trabajadores.

 

No ha querido darle participación a los trabajadores en la dirección, la gestión y las ganancias de las empresas estatales y no ha permitido la plena libertad del trabajo por cuenta propia y el cooperativista, sujetos a regulaciones, experimentos  y estiras y encoges.

 

Lógicamente, los trabajadores se sienten cada vez menos comprometidos con un estado que solo actúa en función de los intereses de una elitista casta burocrática que sigue decidiendo sobre leyes, inversiones, vidas y haciendas.

 

Ante esta compleja situación y desgarrado en sus propias contradicciones, marchas y contramarchas, ese gobierno/estado/partido ha decidido comprometerse legalmente en matrimonio con el capital internacional para poder subsistir a costa de seguir explotando a los trabajadores cubanos en conjunto con ellos.

 

¡Oh, paradojas de la historia! El gobierno de la “dirección histórica”, ávido de capital extranjero, asegura ahora que no nacionalizará las inversiones extranjeras en El Mariel, el mega-proyecto dependiente del fin del bloqueo/embargo norteamericano.

 

El mismo gobierno que culpó al capital internacional, especialmente al de EEUU, de todos los males de este mundo, que se jactaba de haber “nacionalizado”, en verdad estatizado, todas las inversiones extranjeras, ahora jura y perjura que va a respetar al capital internacional, y pide a gritos, suplica al gran vecino del Norte, que levante las sanciones que impiden a los millonarios norteamericanos regar sus dólares en Cuba.

 

No les importan los riesgos de que las grandes empresas del capital internacional, especialmente norteamericano, se apoderen de las potencialidades y riquezas que atesora la Perla de las Antillas, la Llave del Golfo, el Crucero del Mundo, ofreciendo en bandeja de plata el sudor de los trabajadores cubanos para compartir la plusvalía que puedan exprimirles entre los dos.

 

Algo típico de la posición neoplattista que no puede ocultar la Nueva Derecha Cubana, que se ha apropiado del poder para sí en la Cuba “socialista”. Son los mismos que antes tenían como consigna ¡Abajo el capital!, y ahora gritan: ¡Viva el capital!

 

La vieja derecha tradicional cubana asentada en EEUU, no oculta sus intenciones de restaurar el poder del capital. La Nueva Derecha intenta pasar por liebre, un gato pintarrajeado de rojo, “socialista” pero ahora aquiescente con el capital gringo, que excluye a los viejos capitalistas “pro-imperialistas” –ellos no, ellos son “antimperialistas”-, para que los nuevos ricos y la buro-burguesía, aliada y apoyada económica y financieramente por el capital internacional, puedan sobrevivir al inevitable derrumbe.

 

 

No es nada nuevo, muchos en la Izquierda Democrática y Socialista Cubana, venimos advirtiendo hace muchos años que el estado burocrático solo tenía dos caminos, pactar con los trabajadores y el pueblo cubano o hacerlo con el capital internacional.

 

Lo segundo fue lo que pasó en todas partes en que se pretendió el “socialismo de estado”, donde la casta poderosa y autoritaria se reconvirtió al capitalismo, solo que ahora como nueva burguesía.

 

No es que estemos en contra de las inversiones extranjeras, el asunto es a quiénes beneficiarían éstas y en función de qué tipo de economía estarían, si es para resolver los problemas económicos y financieros de la buro-burguesía y la Nueva Derecha Cubana, o para ayudar al desarrollo de la economía popular y sus empresas medianas, pequeñas y cooperativas.

 

Por su parte, el Presidente Barak Obama, en campaña para recaudar fondos y apoyo para su partido, aseguró recientemente en Miami ante disidentes cubanos que no negociará con el gobierno cubano durante lo que le quede de mandato, al tiempo que hablaba de la necesidad de cambiar la vieja política establecida.

 

El partido demócrata de EEUU, desde ya está  “luchando” el voto cubano e hispano ante la posibilidad de que los republicanos lleven como candidato a las próximas presidenciales a un senador de origen cubano. Si eso ocurriera y ganaran los republicanos…

 

En la alta jerarquía cubana debe haber preocupaciones, interrogantes y diferencias. ¿Qué quiso decir el Presidente norteamericano? Si no hay negociaciones, no se levanta el bloqueo y no vienen las inversiones gringas ¿qué van a hacer con el Mariel, sus tres millones de contenedores y la deuda contraída con Brasil?

 

¿Qué pasos dar para lograr la entrada de capitales norteños, sin arriesgar el poder político? Si este Presidente no levanta el bloqueo, ¿se murió esa posibilidad para los actuales gobernantes cubanos? Y si las próximas elecciones las ganaran los republicanos en EEUU y un hispano de origen cubano llegara a la presidencia ¿qué hacer?

 

Pero ¿alguien del distinguido gobierno de generales le ha preguntado al pueblo cubano qué es lo que quiere?

 

A cada paso, se hace más evidente que Cuba necesita democratizar la sociedad, permitir que todos los cubanos podamos exponer libremente nuestro pensamiento y luchar pacífica y democráticamente por su realización, permitir  la libertad de expresión y asociación, la elección libre y democrática de todos los cargos públicos y el pleno acceso a internet.

 

Sería esa democratización la que posibilitaría el compromiso compartido de todos los cubanos de buena voluntad con un futuro  democrático de paz, justicia y concordia, con todos y para el bien de todos, independientemente de su credo político, religioso, color de la piel o preferencia sexual.

 

Ojalá, los cubanos seamos capaces de hacer prevalecer el diálogo y los intereses del pueblo, sobre los deseos mezquinos de grupos en las extremas.

 

Socialismo por la vida.

 

pedrocampos313@yahoo.es

 

 

El argentino intranquilo

Alejandro Armengol

16 de diciembre de 2013

 

Pedro Robledo tiene la curiosa virtud de estar en el lugar inapropiado en el momento inapropiado. ¿O es todo lo contrario?

 

En marzo de este año Robledo, que es argentino y tiene 21 años, se encontraba en una fiesta en Buenos Aires cuando fue agredido por haber llevado a su novio.

 

El ataque provocó una ola de indignación y repulsa contra la homofobia en su país.

 

Fue entonces que, en su cuenta de Twitter, Robledo llamó “fuhrer” a la presidenta Cristina Fernández. Luego se arrepintió y le pidió disculpas, aunque siguió considerando autoritario al gobierno argentino.

 

De todo esto salió un encuentro entre Fernández de Kirchner y el joven, un artículo de la presidenta elogiándolo, y de condena a la agresión, y una fotografía.

 

La foto resultó una especie de “bendición” fortuita y futura, que acaba de salvar a Robledo de una estancia en un calabozo cubano, pero esto ya es historia actual y la segunda ocasión —al menos hasta el momento— de ese estar en donde no lo quieren.

 

Robledo y Valentina Aragona, miembros de la agrupación Propuesta Republicana (PRO), viajaron a Cuba como turistas, para conocer el país y participar en el encuentro sobre derechos humanos organizado por Estado de SATS, quien meses antes había hecho una convocatoria pública para la realización del evento. Así que no se puede hablar aquí de conspiración, reunión secreta o actividad subversiva para derrocar al gobierno de la isla.

 

Las autoridades cubanas no solo les impidió asistir al evento. Tras elaborar una serie de acusaciones disfrazadas de pretextos para retenerlos, los agentes terminaron presentando un cargo kafkiano: la intención de asistir. No solo se es culpable de lo que se ha hecho, sino también de pensar en hacerlo. La mente te incrimina antes de que muevas un dedo.

 

En Cuba los turistas solo pueden transitar por ciertas zonas, destinadas precisamente a ellos, afirma Robledo que le dijeron los agentes en la isla, que incluso le mencionaron una enigmática “Ley 131312” según declaró en un programa de televisión argentina.

 

“Pero si lo que hice se puede hacer en cualquier parte del mundo”, afirma él que le dijo a la policía política. “Cuba no es el mundo”, le respondieron.

 

Eso tan peligroso, que produjo que él y Aragona fueran escoltados por al menos cuatro agentes hasta la escalerilla del avión de Taca que los llevó de regreso a su país se concreta en acciones muy simples: conversar con los cubanos.

 

Lo que se “puede hacer en cualquier parte del mundo”, fue para el gobierno cubano  motivo más que suficiente para realizar una detención en horas de la madrugada, para engañar a la pareja argentina y decirles que el cónsul de su país en La Habana los estaba esperando para acompañarlos, para el encarcelamiento de ella por varias horas y  para largos interrogatorios a ambos. Demasiadas acciones relacionadas con un fin único: intimidar a cualquier visitante extranjero en Cuba, a fin de que se mantenga con su mojito al sol o a la sombra, pero lejos del fuego político.

 

Al final, fue cuando los cubanos descubrieron la foto de Robledo con la presidenta argentina que la suerte comenzó a cambiar para los detenidos. Antes él había preguntado por cuántas horas permanecería preso. “Horas, no. Semanas”, dice que le respondieron. Una agresión en su país disminuyó el impacto de otra en el extranjero, pero ambas fueron actos de discriminación e injusticia.

 

Ni Robledo ni Aragona son políticos de profesión. Tampoco él tiene apariencia de guerrero y ella es una mujer menuda. Difícil explicarse el peligro que físicamente pudieran haber representado para el gobierno cubano.

 

Robledo tiene una activa presencia en las redes sociales y desde el brutal incidente que lo hizo conocido en Argentina participó en varios programas de televisión. También es columnista invitado en la web Infobae y fue nombrado coordinador del área de Diversidad e Inclusión en la Fundación Pensar, un centro de estudio y análisis. Tanto Propuesta Republicana como la Fundación Pensar están estrechamente vinculadas con Mauricio Macri, gobernante de Buenos Aires y opositor político de Cristina Fernández.

 

En cierto sentido Robledo vendría a ser la versión argentina del español Ángel Carromero, aunque en circunstancias diferentes y con profesiones distintas. A los dos los une ser jóvenes extranjeros que muestran un interés por lo que ocurre en la isla.

 

Aquí el vínculo es aquello que despierta el temor y desencadena la represión por parte del régimen de La Habana: la modalidad de romper el aislamiento a la oposición, no desde una proyección en el exterior sino con la presencia de ciudadanos de otros países en la isla.

 

La mala publicidad que acarrea este tipo de represión no importa al régimen. Más importante para él es mantener el control estricto —en realidad y apariencia— por encima de todo. El resto son palabras huecas, como las de Raúl Castro durante el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica. Declaraciones de momento. Esconder el garrote por un instante.

 

 

La innecesaria y contraproducente

represión contra disidentes

Pedro Campos

pedrocampos313@yahoo.es

15 de diciembre de 2013

 

En el 65 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

 

Son diversas las informaciones sobre la represión del gobierno cubano y sus órganos de seguridad contra la disidencia que pretendía celebrar pacíficamente el pasado 10 de diciembre, el 65 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Al parecer los represaliados estarían entre cien y doscientas personas en todo el país. Están disponibles en distintos sitios de internet, incluidas fotografías y testimonios en videos.

 

El gobierno no las niega, de manera que pueden darse por reales.

 

Fui funcionario del gobierno cubano y trabajé en la esfera de los Derechos Humanos como diplomático en Ginebra a fines de los 80’. Siento un gran dolor interno por estos hechos.

 

No defiendo el programa de los disidentes, pero sí su derecho a expresarse pacíficamente y desde luego no estoy de acuerdo con esa represión que considero violatoria de los derechos humanos de esos ciudadanos. Voy a presentar solamente algunas preguntas para que se las respondan, si quieren,  a sí mismos el Presidente Raúl Castro, los miembros del Buró Político, los Generales de las FAR y el MININT, los partícipes directos en estos actos represivos y los lectores y a compartirles algunas consideraciones generales sobre estos hechos.

 

¿Qué sentido tiene, qué gana el gobierno cubano, qué beneficios recibe, cómo queda su credibilidad internacional  con encarcelar, violar domicilios, secuestrar y hasta golpear a personas que pretendían celebrar pacíficamente esa fecha en Cuba?

 

Creo que hubiera podido ganar mucho más si hubiera permitido estas celebraciones pacíficas.

 

¿A qué teme? ¿Acaso a que unos pocos cientos de personas hablando, oyendo música y hasta gritando consignas desfavorables al gobierno, vayan a ser capaces de movilizar a miles y cientos de miles de personas que salgan a apoyarles y el gobierno sea derribado por una ola popular masiva? Si así fuera, sería el reconocimiento tácito de su derrota política.

 

¿No se da cuenta el gobierno cubano que sus acciones represivas fortalecen el prestigio nacional e internacional de esos disidentes en la era de Internet y los celulares inteligentes, donde ya no es posible impedir  la divulgación internacional y amplia de esos acontecimientos?

 

La consigna “La calle es de los revolucionarios” ¿se debe realizar ganándose el apoyo masivo del pueblo vía políticas populares o “limpiando la calle de disidentes acudiendo a la violencia”?

 

Creo sinceramente que la dirección del gobierno cubano, imbuida del espíritu de la guerra fría, el estalinismo y el autoritarismo militarista, cegada por su incompetencia para sacar el país adelante y por el deseo de mantenerse en el poder a toda costa, es incapaz de razonar adecuadamente y darse cuenta de la cantidad de disparates que está cometiendo en todos los órdenes, económico, político y social.

 

Después de 7 años de “nuevo” gobierno, sus medidas no llegan a la mesa del trabajador, hay crisis en la industria, la agricultura y el transporte, sigue la doble moneda, los precios continúan subiendo y los salarios reales siguen bajando; se evidencia  una estrategia de represión en lugar de la necesaria democratización de la participación popular en los asuntos que a todos competen; y las políticas de “ajustes” económicos, que más parecen terapias de choque neoliberales, ni siquiera contemplan compensaciones para los sectores más desfavorecidos: los jubilados, las madres solteras y los niños de hogares más pobres, al tiempo que los sistemas de educación y medicina se deterioran aceleradamente.

 

Ninguno de los graves problemas que aquejan a la sociedad se resuelve con actos represivos que, más bien, los  complican. Utilizar la fuerza bruta contra una parte de la población es cavarse su propia tumba. Otras veces he abordado el tema. No pretendo dar consejos a nadie. Cada cual es responsable de sus actos. Solo analizo hechos.

 

Esas acciones represivas son, por tanto, innecesarias y contraproducentes.

 

La Izquierda Socialista y Democrática ha presentado propuestas –ignoradas-  en todos los ámbitos de la sociedad, que podrían llegar a salvar lo mejor del proceso revolucionario y garantizar que el imperialismo y la ultraderecha tradicional cubana no puedan enseñorearse en el futuro cubano.

 

El gobierno cubano, con sus acciones de todo tipo, especialmente las represivas, está creando condiciones para un regreso a lo peor del pasado; para que nunca más ningún cubano, ningún latinoamericano quiera volver a hablar de “socialismo” y para una nueva forma de anexión real o virtual al vecino del Norte, que nos desprecia, pero apetece.

 

Por eso es tan importante estratégicamente para el movimiento progresista y socialista contemporáneo, seguir demostrando que ese “socialismo de estado”, ultracentralizado y antidemocrático solo fue un plagio, tanto por sus medios y métodos, como por sus contenidos concretos.

 

El socialismo verdadero, el post/estalinista, el democrático, participativo y de tipo autogestionario va lenta pero sólidamente creciendo entre los muchos trabajadores libres de todos los países, que van rompiendo sus lazos con el capital explotador sea privado o estatal y lo van obligando a tener que compartir el poder político y económico o perecer,  si no lo aceptan.

 

El capitalismo monopolista de estado cubano, disfrazado de socialismo está en crisis y en fase de descomposición. Que se pudra y dé lugar a la barbarie, a un capitalismo trasnochado, superexplotador con un régimen neo fascista, o abra el camino hacia la plena democratización de la sociedad y, en perspectiva, a una verdadera socialización de la economía, depende de todos los cubanos de buena voluntad, estén dentro o fuera del país, a favor o en desacuerdo con el gobierno.

 

Lo último que se pierde es la esperanza.

 

Socialismo por la vida.

 

 

Discusión sobre los Derechos Humanos

Marlene Azor Hernández

11 de diciembre de 2013

 

El debate en “constructos[1] cerrados” es el primer obstáculo para el diálogo nacional y la reconciliación

 

En la reciente entrega digital de la Revista Espacio Laical, se encuentra el debate “Cuba: redimensionamiento de los Derechos Humanos” realizado con un panel de especialistas: el jurista Roberto Veiga, editor de la revista Espacio Laical; el politólogo Rafael Hernández, director de la revista Temas; el jurista Julio César Guanche, ensayista y pensador cubano; monseñor Carlos Manuel de Céspedes, vicario de la Arquidiócesis de La Habana, pensador y ensayista; y el politólogo Arturo López-Levy, académico y activista cubano radicado en Estados Unidos.

 

Felicito a Espacio Laical por incorporar este debate a sus páginas digitales tan necesario e imprescindible en la Cuba de hoy. Viene a sumarse a los debates realizados por otras plataformas cívicas de discusión como Estado de SATS y Razones Ciudadanas sobre el mismo tema. El primer problema que veo en el debate de Espacio Laical, es la invisibilidad sobre esas otras discusiones que se han llevado dentro de Cuba, por otra parte de la sociedad civil cubana, tan válidas como las propuestas que nos ofrece ahora esta Revista y que datan de dos años atrás, aunque se mantienen en la agenda permanente de esas plataformas de discusión[2]. Creo que el debate en “constructos cerrados”, es el primer obstáculo para el dialogo nacional y la reconciliación, con dos implicaciones perversas para el entendimiento ciudadano: por una parte ninguno de estos debates llegan a la ciudadanía por los medios de difusión masivos y por otra parte, existe una incomunicación entre las plataformas de discusión al interior del país que impide la comunicación horizontal y el entendimiento mutuo. Mientras no se reconozca y se dialogue con el “otro”, es más, se demonice su existencia o sencillamente se le invisibilice, poco podrá aportarse al diálogo nacional y a la reconciliación. Los desacuerdos tienen que dirimirse en el diálogo y no en el aislamiento. Como tengo la posición privilegiada de estar al tanto de las discusiones de las tres plataformas ciudadanas que he mencionado, puedo asegurarles que hay muchos más consensos que disensos a dirimir.

 

Una discusión elitista

 

Creo que la discusión en Espacio Laical, es elitista en el sentido que esto tiene para la historiografía contemporánea, es decir se analizan determinadas figuras históricas, se toman como válidos determinados discursos hegemónicos o dominantes pero los subalternos-ciudadanos no aparecen. La categoría de vida cotidiana, central en la historiografía “desde abajo” o en los Estudios Subalternos y el análisis de las estrategias de sobrevivencia, resistencia y negociación de los ciudadanos están ausentes de la discusión. Sin embargo, en los debates de Estado de SATS y Razones ciudadanas sobre el mismo tema, el análisis teórico (Declaración de los Derechos Humanos de la ONU), el análisis jurídico (Constitución, Código Penal, e instituciones) están hechos desde la óptica del ciudadano de a pie en su vida cotidiana y en definitiva en la evaluación de los cambios jurídicos políticos e institucionales desde la realidad de la aplicación de los derechos humanos en Cuba, de los legislados que no se cumplen, de la discrecionalidad en la aplicación de la ley por parte de las propias autoridades, y de la crisis institucional que significa que no exista un respaldo ni legal ni procedimental para que todas las instituciones cumplan las funciones por las cuales existen y entonces se convierte la vida cotidiana en ese calvario de esfuerzo tiempo y obstáculos que transforma el hecho de trabajar en un acto “heroico” a contrapelo de las condiciones existentes: desde lograr transportarse, hasta tener acceso a un servicio estatal, hacer una gestión sobre la vivienda o cualquier trámite de orden civil, mucho peor en el orden penal. Por eso, desde esta perspectiva, la urgencia de los cambios y la radicalidad de los mismos son muy claras y directas en las plataformas de discusión ciudadana de Estado de SATS y Razones Ciudadanas y está muy atenuado en el debate sobre el mismo tema en Espacio Laical. La población está desesperada y son lentos los cambios, pero esto es sólo una frase en uno de los especialistas que debaten la temática en Espacio Laical. Esa es una de las resultantes de analizar la misma realidad desde posicionamientos epistemológicos diferentes, lo que incluye también centrar la solución en que el Estado “otorgue” o la ciudadanía como actor protagónico exija y realice, “sin tener que pedir permiso”.

 

Consensos y disensos, aportes y límites

 

Creo que es valioso el recordatorio de que Cuba ha sido siempre una nación occidental y que nada tiene que ver con la autocracia zarista desde la cual surge el modelo soviético, ni tampoco con los mandarinazgos de China. Desde siempre ha tenido una conformación cosmopolita y un desarrollo occidental antes de 1959, este planteo de Rafael Hernández coinciden con las otras plataformas de discusión ciudadana que rechazan una apropiación del modelo chino o de la nueva autocracia rusa como referentes para el cambio en Cuba.

 

López-Levy por su parte toma como referente los documentos internacionales de Derechos Humanos de la ONU y en ese sentido coincide con las otras plataformas de discusión cívica. Todos coinciden en la necesidad del respeto a los derechos de libertad de expresión, movilidad interna y externa, libertad de asociación y la defensa del habeas corpus como derechos básicos imprescindibles para todos los restantes. En este sentido hay consenso entre las tres plataformas cívicas de discusión mencionadas.

 

El disenso se produce sobre la política de EEUU hacia Cuba, un tema que tiene que ser discutido por la comunidad cubana, pero si sólo se queda en declaraciones de “bandos” no se avanza en el entendimiento mutuo. Razonar en conjunto es la vía de la reconciliación nacional.

 

Otro disenso es en el reconocimiento o no, y en qué cuantía y calidad de los logros sociales y culturales del período revolucionario. Discusión que no debe quedar fuera de la agenda porque no es de la izquierda o la derecha es de los ciudadanos cubanos todos.

 

En esta apretada síntesis he querido sobre todo, llamar la atención sobre la diversidad y calidad de los debates sobre los derechos humanos en Cuba y remito el lector a leer y escuchar los puntos de vista de estas tres plataformas de discusión ciudadana. No obstante la premisa fundamental para comprendernos es la inclusión de todos, el dejar de demonizar al que piensa diferente y sobre todo que este debate que hasta ahora se produce en “constructos cerrados” y no por decisión de los ciudadanos, se abra a los medios de difusión nacional y además cese la incomunicación horizontal de la ciudadanía. Ojalá podamos lograrlo.

 

[1] En la acepción que utiliza Jurgen Habermas de este término.

[2] Estado de SATS convoca para estos días un evento internacional para los días 10 y 11 de diciembre sobre los Derechos Humanos en su sede en La Habana.

 

 

Los que vuelven

Eduardo Del Llano

3 de diciembre de 2013

 

 El domingo 24 vi a Tanya en el Bertolt Brecht, como invitada de Osamu. Cantó tres temas: El desierto y el mar, Sobreviviendo y, naturalmente, Ese hombre está loco. La reacción del público habanero al reencontrarse con la cantante, voz líder del Monte de Espuma de Mario Daly y más tarde solista notoria, allá por los noventa, fue casi orgásmica. Y, naturalmente, todo el mundo se sabía las canciones.

 

 Estuve presente la noche, hace ya algunos años, en que Raúl Torres, recién repatriado, cantó tímidamente algunas piezas en una peña del Fresa y Chocolate. Empezó con un par de canciones compuestas en España, que el público recibió razonablemente bien… hasta que se lanzó con Se fue. De pronto, chicos de quince años que no lo habían visto en su vida conocían la letra y la cantaron con él, y Raúl, que no podía creer lo que veía, me miró con los ojos muy abiertos, descubriendo de esa manera y tras tantos años de ausencia que su obra era parte del patrimonio musical de la nación, no por decreto ni como resultado de una campaña promocional, sino suave y dulcemente como la canción misma.

 

 No se puede seguir viendo como algo ajeno y peligroso el arte y el pensamiento cubanos que no están en Cuba. Es cierto que la relación con los artistas emigrados –y con los emigrados en general, pero ahora hablo de un grupo social concreto- se ha flexibilizado en los últimos tiempos. Por lo menos, con una parte de ellos. Ahora bien, durante muchos años fueron tachados de traidores, sus méritos artísticos y humanos menospreciados y su existencia misma ignorada como si nunca hubieran existido. Las huellas de su paso –libros, discos, videos- desaparecían de la noche a la mañana. La frase clave era hizo declaraciones: aquello significaba que una vez afuera tuvo la osadía de criticar al gobierno y al sistema, por consiguiente no volvía a mencionársele en los medios oficiales.

 

 Me parece estupendo que artistas emigrados regresen a trabajar acá, bien de manera definitiva, bien -como en el caso de Tanya- metiendo primero el dedo gordo antes de considerar siquiera la posibilidad de zambullirse en aguas oscuras. Cada uno tiene sus razones para hacer lo que hace, como las tuvo para marcharse, y tengo por bajo y miserable juzgar lo que se desconoce. Lo importante es que vuelven, que quieren y pueden trabajar aquí después de décadas en que no fue posible. No es difícil enumerar muchas figuras grandes y pequeñas –Celia Cruz tal vez la más conspicua- que no tuvieron la posibilidad de actuar una vez más para su público en su país, que no pasaban –y en demasiados casos no pasan aún- por la radio o la TV nacionales. Como si solo inocuos y correctos tuvieran derecho a ser llamados artistas cubanos.

 

 Kelvis Ochoa, Claudia Rojas, Raúl Paz, Mabel Roche y Lili Rentería, Habana Abierta, Los Orishas, Descemer Bueno, Reynaldo Miravalles, El médico, Issac Delgado, Xiomara Laugart, Iván Latour, Tanya… hay un montón de artistas –músicos, actores, escritores– que vuelven, al menos una vez, para probar el sabor del aplauso en el patio. Por suerte, nos necesitan y nos recuerdan tanto como nosotros a ellos. No importa si han tenido éxito afuera, y de qué calibre; ni siquiera si son hijos pródigos o no. Son hijos, y eso basta.

 

 

Un banco para Cuba

Alejandro Armengol

2 de diciembre de 2013

 

Un ruego recorre las calles de Washington D.C.: Pregúntele al director de su sucursal bancaria. Acuda aunque sea al cajero automático de la esquina. Visite a su prestamista favorito. Por favor, ayude a encontrar un banco para el gobierno cubano.

 

Al paso que van las cosas, el Credit Union del Departamento de Estado va a terminar por hacerse cargo de la cuenta del gobierno de La Habana, afirma el periodista Rui Ferreira.

 

La administración del presidente Barack Obama declaró el miércoles que estaba “activamente” ayudando a la misión diplomática cubana en Washington a encontrar una nueva entidad bancaria dispuesta a administrar sus cuentas para que así pueda reanudar su labor consular.

 

El martes la Sección de Intereses de Asuntos Cubanos anunció que suspendía los servicios consulares, debido a que se había quedado sin banco que le gestionara sus cuentas. A unos pocos días del inicio de la temporada navideña, cuando miles de cubanoamericanos viajan a la isla, el régimen puso en el limbo el procesamiento de visas, pasaportes y cualquier tipo de documento.

 

Lo primero que llama la atención es que el banco había anunciado a La Habana en julio que dejaba de ofrecer sus servicios a las misiones diplomáticas, algo que se había mantenido en el más estricto secreto para dejar que la noticia explotara dos días antes de la celebración del Día de Acción de Gracias.

 

Lo segundo es que, desde el segundo párrafo del comunicado, el régimen de La Habana le echaba la culpa de todo a quien era de esperarse: “Debido a las restricciones vigentes derivadas de la política de bloqueo económico, comercial y financiero del Gobierno norteamericano contra Cuba, ha sido imposible para la Sección de Intereses encontrar hasta la fecha un banco estadounidense o de otro país con sede en Estados Unidos”.

 

Así que el martes por la tarde lo que estaba a la vista era el show de siempre de los hermanos Castro: el anuncio de una crisis. La conocida táctica de negociar desde una posición de fuerza.

 

Por una razón u otra, no es poco lo que el gobierno cubano acaba de hacer. A pocas semanas de que el presidente de este país reafirmara su política de “contactos pueblo a pueblo”, y de que pocos días después el secretario de Estado, John Kerry, repitiera lo mismo, La Habana echa por tierra esa táctica mediante una suspensión burocrática.

 

Lo curioso es que al gobierno cubano le bastó con una tarde de pequeño alboroto. En época de Fidel Castro, ya se hubieran realizado más de una “marcha del pueblo combatiente” frente a la Oficina de Intereses en La Habana.

 

Sin embargo, ahora es ese eterno enemigo de la revolución cubana quien se ha apresurado a decir que hay que buscar una solución.

 

Washington dijo el miércoles que colabora activamente con Cuba para hallar una nueva institución financiera que maneje sus cuentas financieras diplomáticas en Estados Unidos,  de acuerdo a un cable de la AP.

 

El Departamento de Estado señaló que M&T Bank, el banco estadounidense que manejaba las cuentas de Cuba cortó esa relación debido a una “decisión comercial” y que el gobierno estadounidense no tiene el poder de interferir ni ordenar a ningún banco que maneje la cuenta de una misión extranjera.

 

Agregó que la situación de Cuba no es única e indicó que el cierre de las cuentas de una embajada puede perjudicar las operaciones en otros puestos diplomáticos.

 

También es curioso este interés en despolitizar el asunto por parte de Washington.

 

Si bien es cierto que Cuba fue el último país al cual M&T Bank dejó de prestarle servicios luego que decidió no atender más cuentas de misiones diplomáticas, también lo es que el historial de trapacerías financieras del gobierno de la isla no lo convierte en un buen cliente.

 

Precisamente ha sido Estados Unidos quien no solo se ha encargado de descubrir estos manejos turbios, e imponer cuantiosas multas a los bancos, sino es la nación donde el Congreso aprobó una ley que prohíbe al gobierno cubano usar el dólar norteamericano en cualquier transacción comercial.

 

Por supuesto que la diplomacia tiene razones que la honestidad desconoce, y en más de una ocasión su conveniencia ha sido ayudar a un bandido. Así que es posible que en un plazo breve todo vuelva a la normalidad.

 

Caminaba una tarde por Viena, y en un barrio más bien modesto encontré la fachada limpia, pulida y hasta con ornamentos en oro, de un edificio más bien pequeño. Un cartel, también dorado, en lo alto del marco de la brillante puerta anunciaba que se trataba del banco que brindaba servicios a la república rusa y creo que a un par de países latinoamericanos. Traté de ver que había en común entre diversos grupos poderosos y con mucho dinero de esas tres naciones, pero no se me ocurrió ninguno publicable. La próxima vez que visite Austria buscaré el nombre de esa especie de tercer banco, quizá pueda ayudar en algo a los funcionarios cubanos.

 

 

Desnacionalización y hemiplejía moral

Haroldo Dilla Alfonso

25 de noviembre de 2013

 

Los cubanos emigrados siguen despojados de derechos ciudadanos en el país en que nacieron y siguen dependiendo de un permiso del gobierno para poder visitarlo

 

La reciente disposición xenófoba y discriminatoria del Tribunal Constitucional que conmina a quitar la nacionalidad a miles de dominicanos de origen haitiano tuvo la virtud colateral de reunir a lo más valioso de la sociedad dominicana —intelectuales, activistas, personas comunes— en un solo frente de resistencia. Con valentía, estas personas y organizaciones han denunciado a los sectores nazionalistas de la derecha más retrógrada y han afrontado a fuerza de dignidad las amenazas filofascistas que han pedido para ellas la muerte y el ostracismo.

 

Todo ello es admirable. Pero confieso que cuando miro a mi otra condición nacional, de cubano, siento una gran tristeza. Pues la mayoría de esas personas —como también la mayoría del espectro democrático y de izquierda en el país— nunca ha considerado que la condenable expropiación de nacionalidades que planifica el gobierno dominicano es un juego de niños en comparación con la expropiación masiva de derechos ciudadanos que ha practicado el gobierno cubano contra sus emigrados.

 

En cinco décadas más de un millón de cubanos han salido del país. Sus salidas han sido traumáticas, muchas veces acompañadas de turbas agresivas, perdida de los trabajos, expropiación de sus modestas posesiones personales y separaciones familiares.

 

Han perdido sus derechos a residir en la Isla, a tener propiedades en ella e incluso a visitarla. A miles de cubanos les ha sido negado el derecho a visitar el lugar en que nacieron, aún en circunstancias familiares trágicas, de manera que muchos padres e hijos no han tenido otra oportunidad que imaginar sus despedidas finales en la lejanía. Los cubanos emigrados pagan los servicios consulares más caros del mundo, lo que, junto con las remesas con las que sostienen el consumo popular, son una fuente de ingreso importante de la burocracia rentista cubana.

 

Incluso la reciente reforma migratoria del gobierno cubano deja en pie la separación de la nación con su emigración, que es decir de la parte insular de la sociedad cubana con la otra que conforma una de las diásporas más exitosas del mundo. Los cubanos emigrados siguen despojados de derechos ciudadanos en el país en que nacieron y siguen dependiendo de un permiso del gobierno para poder visitarlo.

 

Ciertamente existe una diferencia entre los dominicanos expropiados y los cubanos. Los primeros, regularmente pobres, quedan encerrados en la media isla. Los cubanos, más capacitados, regularmente se ubican con ventajas en las sociedades receptoras y de alguna manera triunfan. Y particularmente en Estados Unidos tienen la posibilidad de obtener un status legal favorable debido a una ley que les favorece. Pero esta es una diferencia diría que circunstancial ante la monstruosidad que implica la desposesión de derechos y la desnaturalización legal y efectiva de los ciudadanos. Y en este sentido, el crimen cometido por ambos gobiernos es el mismo. Igualmente aberrante. Y por ende, igualmente condenable.

 

Las razones que modelan esta hemiplejía moral de los que condenan en un caso y apoyan —o simplemente guardan silencio— en el otro, es la complicidad.

 

En unos casos es complicidad desvergonzada y oportunista, de quienes quieren figurar en un espectro de la izquierda sencillamente porque figurar en él les provee réditos que —por falta de talento o por haraganería— no pudieran tener en otros lugares. Partidos munúsculos aliados al gobierno, fundaciones dependientes de fondos públicos o ripios izquierdistas que aun pululan en organismos estatales, son muestras elocuentes de este segmento insalvable de la fauna política dominicana. No hay remedio con ellos: el fango político es su hábitat natural.

 

En otros casos es una complicidad compasiva. Que nada busca excepto la tranquilidad espiritual y la convivencia con un dispositivo nostálgico que habla de una revolución y una resistencia antimperialista en la que en algún momento fijaron sus esperanzas. Cuando escuchan hablar de Cuba cruzan dedos, pero en realidad nunca hubieran podido resistir la idea de gastarse una vida en medio del régimen que toleran, e incluso elogian, a la distancia.

 

Y curiosamente tampoco hubieran estado dispuestos a tolerar en su país lo que ocurre en Cuba. Porque, y ya dejando atrás el tema de los emigrados, cuando vi en televisión el procaz mitin nazionalista del Parque Independencia no pude evitar la semejanza con las agresiones que todos los días sufren los opositores cubanos de manos de las turbas gubernamentales. Y cuyos métodos y arengas son tan filofascistas como los que oí aquel lunes, con el agregado de que la impunidad les permite ejercer la violencia física contra los contrarios. Y lo hacen.

 

Por todo ello es comprensible que, según el ministro de la presidencia Gustavo Montalvo durante una visita realizada a La Habana, los dirigentes cubanosmostraron apertura hacia la posición expuesta por el Gobierno dominicano”. No podía ser de otra manera.

 

La confluencia de la compasión y el oportunismo ha sido la puerta que ha permitido pasear por los medios académicos y políticos dominicanos a figuras detestables que han protagonizado hechos vergonzosos de represión y coacción contra intelectuales en Cuba.

 

Creo que el movimiento democrático y progresista dominicano —sus personalidades y organizaciones— tienen ante si un dilema. Dejar a un lado la nostalgia y la hemiplejia moral y mirar a Cuba con los mismos principios democráticos y humanistas que les han permitido poner tan en alto la dignidad dominicana.

 

La sociedad cubana lo merece.

 

 

 

La marcha sin rumbo de la izquierda oficialista

Alejandro Armengol

24 de noviembre de 2013

 

En un artículo reciente sobre la polémica generada a partir del cierre de los cines privados en Cuba, el poeta y ensayista Víctor Fowler expresaba: “queda la amarga sensación de que la (vieja) retórica ha sido incapaz de elaborar algún discurso coherente para enfrentar a la (nueva) realidad”.

 

Retirado de circulación el discurso ideológico fundacional, quienes aún defienden el modelo cubano dan tumbos entre lo viejo y lo nuevo, incapaces de definir un rumbo.

Espero que no esté lejano el día en que esa izquierda cubana, oficialista o semioficialista, pueda actuar libremente y echar por la borda a Lenin.

 

Cuando pueda reconocer que la teoría y la práctica política del fundador de la desaparecida Unión Soviética tenía por objetivo crear un estado totalitario habrá dado un paso de avance.

 

Hasta entonces, se quedará en los márgenes, elaborando artículos para consumo fuera de la isla, mientras se mantiene cómplice de un régimen que niega las libertades más esenciales.

 

Poco hay que buscar en el llamado “socialismo del siglo XXI”, que postulaba el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Me cuesta trabajo admitir que las referencias al legado de Mao Tsedong en China y de Ho Chi-Minh en Vietnam que a veces citan signifiquen algo más que citas circunstanciales.

 

Quienes favorecen la idea de un gobierno socialista para Cuba cuentan con ejemplos suficientes en Europa, sin necesidad de recurrir al “fantasma de Stalin” para cargarlo de culpas y tratar de reinventar un pasado sin errores.

 

El modelo político-económico creado por Lenin fue no sólo un fracaso sino una aberración histórica. Pretender salvarlo es imposible. Su negación no es la negación del socialismo, o de un sistema que otorgue la prioridad necesaria a la justicia social.

 

Comprendo las dificultades que tienen los legítimos pensadores de una izquierda cubana a la hora de plantear estos problemas.

 

Hay dos aspectos claves sobre los que se definirán el futuro cubano: mejoramiento de vida de la población y libertad ciudadana.

 

Una gran interrogante es si los dirigentes cubanos cuentan con la capacidad y el valor necesarios para buscar una solución a estos problemas, tras la desaparición de los hermanos Castro. Otras preguntas tienen un alcance más largo. Queda por ver si el destino que aguarda a la isla es el restablecimiento de la democracia o algo similar a lo que ocurre en la  Rusia actual.

 

Aunque en ocasiones formulan críticas válidas sobre la situación imperante en Cuba,  los intelectuales orgánicos que aún quedan rezagados en la isla formulan sus opiniones dentro de un fárrago dominado por una retórica  caduca y maniatados por las cortapisas ideológicas.

 

Algunos por formación y otros por conveniencia, parecen condenados al uso y abuso de los modos de pensamiento y escritura que caracterizaron los años en los que en Cuba imperó un mal llamado análisis marxista o dialéctico de las situaciones, que en la mayoría de los casos se limitaba a explicaciones de acomodo. Ello es patente en el recurrir constante a las citas de autoridad y el no olvidar los socorridos pretextos y justificaciones.

 

El defender un modelo de justicia social —que realmente nunca existió en Cuba tras el 1 de enero de 1959— no implica el suscribir propuestas agotadas. Se puede estar a favor de la educación gratuita, servicios médicos a la población y renglones económicos de propiedad estatal sin tener que andar con las obras de Marx y Engels bajo el brazo. Y mucho menos tener que salvar a Lenin y echarle toda la culpa a Stalin.

 

Los que creen que el problema cubano radica en la forma que se ejerció la propiedad estatal de los medios de producción continúan transitando el camino equivocado. Colocar todos los recursos económicos de una nación en manos del Estado no resuelve los problemas sociales, sino que los aumenta. Hay que buscar soluciones alejadas del tipo de capitalismo o “caudillismo” de Estado que en la actualidad impera en Cuba.

 

Tras el pensamiento y las acciones del actual gobernante cubano no subyace otra ideología, sistema filosófico, social o político, que una retórica, un discurso de énfasis, gestos y lugares comunes, que sabe adaptarse tanto a la grandilocuencia dramática como a la sutil modestia y la ignorancia estudiada, y que trata de sacar provecho tanto de las desigualdades sociales como de apelar a los aspectos más irracionales de la conducta humana.

 

Adoptar este punto de vista no sólo evita los desaciertos cotidianos de discutir si resulta más adecuada una política de cambio bajo presión o sin presión. También facilita la saludable falta de esperanza de no buscar a diario señales de tolerancia o de avances hacia una economía de libre mercado en Cuba.

 

Tratar de conservar las ruinas del llamado “socialismo cubano” y edificar sobre ellas un futuro mejor para la nación es un ejercicio estéril: no se puede salvar lo que nunca existió.

 

 

Cuba y el ajiaco ideológico

Alejandro Armengol

18 de noviembre de 2013

 

El gobierno de Raúl Castro ha logrado algo que parecía imposible durante la época de Fidel: echar a un lado o reducir al mínimo los fundamentos ideológicos y aplicar un pragmatismo que no significa adaptarse a la realidad, como han supuesto algunos, sino todo lo contrario: ajustar esa realidad al propósito único de conservar el poder.

 

Una visitante reciente a la isla se expresaba en estos términos, al referirse al proceso de “actualización” del régimen: “la falta de mensajes oficiales que orienten sobre el proceso o expliquen el significado de los mismos, hace pensar en la falta de un proyecto integral concreto. De hecho más que ideologización ‘orientadora’, para dirigir el proceso, como cabría suponer en un régimen autoritario, hay una completa desideologización”.

 

Sin embargo, lo que a los ojos europeos de la profesora española Sonia Alda es un vacío que “solo puede generar desorientación y desconcierto” —según escribió en un agudo artículo publicado en Infolatam— en la práctica cubana es un acomodo que un día avanza y otro retrocede, pero siempre busca conservar el poder.

 

Contrario a lo esperado por algunos, el agotamiento ideológico del modelo marxista-leninista no desembocó en un desmoronamiento del sistema.

 

Si quienes viven bajo las ruinas del socialismo cubano son sujetos moldeados por una época en que se produjo una amplia distribución de algunos derechos sociales —como tener un trabajo asegurado y el acceso gratuito a los servicios de salud y educación— que con los años experimentaron un cada vez mayor deterioro, son también ciudadanos con un precario entrenamiento para ejercer derechos civiles y políticos, o en general poco preparados para asumir riesgos a la hora de obtenerlos.

 

El gobierno de La Habana ha hecho todo lo posible por mantener esa condición, timoneando de acuerdo al momento pero sin soltar el control del rumbo.

 

En lo que se refiere al aspecto cultural e ideológico, en los años previos al mandato de Raúl Castro el régimen mantuvo dos maniobras para tratar de encaminar el deterioro ideológico: el nacionalismo posmarxista, adoptado como elemento fundacional del proceso, y la despolitización de escritores y artistas.

 

Luego, en los últimos años, ha sido capaz de prescindir de ambos o relegarlos al “departamento de asuntos sin importancia”.

 

Una maniobra puesta en práctica durante la última etapa de Fidel Castro al mando de los asuntos diarios del poder, pero que se vino a emponderar con el gobierno de Raúl y a partir de la “guerrita de los emails”, se ha caracterizado por la transformación definitiva del “intelectual orgánico” en un creador hasta cierto punto neutral, en lo que respecta a una militancia política activa, aunque fiel guardador de los “valores patrios”.

 

Al dar muestras de agotamiento el nacionalismo católico, a comienzos de este siglo, algunos de los portavoces de la ideología oficial iniciaron un desplazamiento hacia el llamado “socialismo del siglo XXI”, propuesto por Hugo Chávez en Venezuela.

 

El problema con esos cambios oportunos —o menor, oportunistas— fue que, desde el punto de vista teórico y fundacional, carecían de solidez y solo sirvieron de espejismos al uso para justificar un acercamiento al poder o al dinero. A ello hay que agregar que, como el lugar que antes ocupaba la teoría lo comenzaron a llenar los medios masivos, el debate se ha permeado de mezclas absurdas.

 

De esta forma, el intentar montar en el mismo carro a Bolívar y Marx, en el mal llamado "socialismo del siglo XXI", no ha resultado más que un disparate que solo unos pocos intelectuales han tratado de justificar.

 

Si bien para sostener estos ajiacos ideológicos, por momentos el régimen de La Habana ha necesitado tanto controlar la lectura como la escritura, también se ha percatado de la existencia de cierta permisividad inofensiva, que no afecta su capacidad de sobrevivir e incluso le brinda cierta publicidad adicional, sobre todo en el exterior.

 

Sin embargo, aunque se han producido avances en Cuba, al analizar los límites de la tolerancia no deja de imperar un panorama sombrío.

 

La razón de ello es que más allá de casos específicos, géneros mencionados y momentos históricos, aún el gobierno cubano, y los intelectuales que lo defienden, fundamentan su política cultural en una administración territorial de la creación y en practicar una aduana política, que permite pasar a unos y a otros no.

 

La publicación de ciertos libros, temas y autores marginados no es lo suficientemente fuerte como para romper la lógica de la exclusión.

 

Frente a este desmembramiento cultural e ideológico, en la actualidad se debaten varios proyectos en la isla, por parte tanto de esa intelectualidad que con diversos matices mantiene cierta cercanía con la posición oficial —hablar de colaboracionismo en la mayoría de los casos es exagerado— como  dentro de esa gama que comprende a la sociedad civil, disidencia, activismo y periodismo independiente, y cada vez es más amplio y complejo. Dichas posiciones merecen un artículo aparte.

 

 

Cuando el Granma regurgita

Haroldo Dilla Alfonso

18 de noviembre de 2013

 

Aplaudido por algunos, un artículo reciente de Granma no implica novedad sustancial ni en lo que dice, ni en como lo dice

 

Yo estoy entre quienes quisieran ver en mi país pasos positivos que permitan a la sociedad cubana rebasar el agujero en que se encuentra, y disminuyan los sufrimientos cotidianos de los cubanos comunes. Y creo que, aunque muy tímidos y no menos fragmentados, hay acciones que merecen considerarse, y sobre todo no-acciones (es decir omisiones de políticas) que también indican el final de una época. Y todo eso es, de alguna manera, bueno.

 

Pero francamente me aturden los analistas que hurgan entre los escombros de la política cubana a ver si descubren finalmente un indicio de transición que les permita palmotear hasta el agotamiento. Y esto acaba de pasar con un artículo de Granma —firmado por su subdirector— que explica las razones de la prohibición de los cines caseros y los timbiriches de venta de ropas. Y en el que los “transitólogos” criollos han ido descubriendo saltos hacia adelante, hechos insólitos y una muestra innegable que, como decía Galileo, a pesar de todo, se mueve.

 

En realidad el artículo de Granma solo es llamativo cuando lo comparamos con el registro histórico de este periódico —uno de los más soporíferos del mundo— pero no hay en él nada sustancialmente nuevo. Por un lado, reafirma la decisión de cerrar los cines y los timbiriches. Por otro, usa una información que nadie sabe de donde salió para mostrar una opinión pública que en lo básico aprueba la medida y solo discute matices de aplicación. Luego, con el estilo empalagoso de los artículos de Granma (¿por qué todos los artículos tienen el mismo estilo de damas ofendidas pero comedidas?) reafirma que no hubo equivocación, pero que la Revolución —magnánima— pudiera reconsiderar algunas cosas. Y finalmente deja claro que lo más importante es “el interés superior de toda la ciudadanía en preservar la legalidad y el orden” (sic).

 

Realmente el problema principal que aquí se discute es cual será el rol de la actividad privada nacional, cuya primera dificultad es que sus actividades aparecen autorizadas una a una. Todo un problema para una sociedad donde hay tantas necesidades productivas y de servicios, y donde al mismo tiempo hay tanta imaginación y energías en una población deseosa de salir del estado de postración en que se encuentra. Y aunque lo razonable hubiera sido sencillamente prohibir lo inaceptable y dejar el resto del campo libre a las iniciativas, ello hubiera ido a contrapelo de como se regula el sistema cubano, prohibiendo todo lo que no está expresamente autorizado. Esa es la clave de la ley y el orden que el articulista reclama como “interés superior”.

 

Cuando esta contradicción entre lo que el mercado reclama y lo que se puede hacer se resuelve a pequeña escala y en temas inocuos, se dejan pasar las transgresiones, y solo implican algunas moneditas para los inspectores estatales. Pero cuando no es así, llegan los conflictos sonados, las algarabías sobre la disciplina social, las regurgitaciones del Granma y los aplausos de quienes gustan saludar las maromas antes de que el maromero las haga.

 

Ello ha pasado, por ejemplo, en el caso de las ventas de ropa, y en particular de ropa usada. Ese es un negocio multimillonario en nuestro continente. En RD, por ejemplo, existen maquilas dedicadas a importar las pacas de tejidos de segunda mano, reorganizarlas y revenderlas. No son, como se imaginan algunos, panaceas comunitarias, sino negocios donde corre mucho dinero, pero que tiene dos virtudes: emplean a mucha gente, sobre todo mujeres, y abaratan los costos de la canasta familiar.

 

Pero este negocio sustrae una extensa clientela a las tiendas estatales en divisas —caras y regularmente con pésimas ofertas— y con ello limita una de las áreas en las que la burguesía verde olivo cubana está haciendo su acumulación. Y ese es un límite entendible de la vocación aperturista de la élite. Un supuesto comentario de un lector, reproducido por Granma, se explica por sí solo:

 

“¿cuántos millones de dólares se fugan del país por esas compras que después no se revierten en la población, porque de dónde salen los dólares para comprar en el exterior. Cambian aquí CUC por USD y se los llevan a otro país para comprar, o sea, eso es fuga de capitales”.

 

Y por supuesto que pueden ser millones. Pero lo que el supuesto lector de Granma olvida es que ese dinero no pertenece al Estado cubano, sino a otras personas, que seguramente lo proviene de Miami, que repercute positivamente en términos de empleos e ingresos, y que no se fuga como valor, porque regresa en tejidos, aunque con toda seguridad sí se fuga de los bolsillos de los aguerridos burócratas-haciéndose-burguesía. Reconocer que hay dinero legítimo que pertenece a otros y circula por canales diferentes a los del estado, es una cuestión cardinal para que cualquier reforma de mercado funcione.

 

El tema de los cines particulares es otro. El subdirector de Granma lo explicaba muy claramente: “impedir la promoción de códigos ajenos a nuestros principios y valores como sociedad”. Y como sabemos que la televisión cubana está llena de películas con lo peor de la producción hollywoodense —bombazos, zombis, carreras de carros, asesinos descuartizadores, violencia, consumismo— entonces habría que concluir que los códigos no están referidos a la inmensidad de lo ético, sino a los pasillos estrechos de la política. Pues si peligrosos para el sistema son los hábiles comerciantes compitiendo con las faraónicas TRDs, no lo es menos la proliferación de salas de cine en libertad para exhibir ideologías adversas.

 

En resumen, quien sea feliz aplaudiendo, que lo haga. Pero me parece que el artículo de Granma no implica novedad sustancial ni en lo que dice, ni en como lo dice: dice poco y dice mal. Al menos que creamos que eso de vomitar en público el resultado de las malas digestiones políticas, sea un signo de renovación.

 

 

Rueda de Prensa de Manuel Cuesta Morúa en Madrid

4 de noviembre de 2013

2D

Eduardo Del Llano

12 de noviembre de 2013       

 

 En Viena, en 2005, vi por primera y única vez una película en 3D: Evelin, mi novia de entonces, me llevó a un cine donde exhibían cortometrajes estereoscópicos de veintitantos minutos. Como desde siempre he sido muy sensible a las fluctuaciones de velocidad y los cambios de dirección (las carreteras con muchas curvas o abruptos cambios de nivel, los saltos de un avión me bajan la presión y me dan deseos de vomitar; padezco, además, de un vértigo terrible) entre un viaje por el mundo submarino y un paseo por el cuarto de juegos de un niño escogimos el segundo, que sonaba mucho más inocuo. Grave error: la excursión por el cuarto era desde la subjetiva de un payaso que se subía a un vagoncito y se lanzaba por una montaña rusa… en miniatura, pero que no lo era en absoluto desde la perspectiva del protagonista. Veintiocho minutos después salía del cine tambaleándome, cubierto de sudor frío y jurando que no volvería a ver una película en 3D en mi vida. Y vaya si he cumplido, a contrapelo de invitaciones, ditirambos y filípicas. Por demás, a nivel profesional desconfío de una tecnología demasiado efectista, que ha intentado varias veces transformar la historia del cine sin conseguirlo. En una palabra, puedo pasar perfectamente sin el 3D.

 

 Pero ese es mi problema; jamás se me ocurriría convertirlo en receta y aplicárselo a mis allegados, prohibirles disfrutar de una película en ese formato porque socava la salud o debilita el juicio estético. Es por ello que me sumo a las manifestaciones de desacuerdo con la decisión de cerrar perentoriamente las salas que exhibían obras en 3D. ¿Que no tenían una licencia específica? Bueno, pues a crearla. ¿Que no pagaban el impuesto adecuado? Que lo paguen. ¿Que hay que velar porque el pueblo consuma sólo un arte excelso? Eso es un disparate, una violación de las libertades individuales y una quimera, y la nobleza de las intenciones no cambia nada. El kitsch medra en todas partes, y para mucha gente es el sucedáneo del buen gusto; para tanta gente, de hecho, que uno se pregunta si no sabrán algo que desconoces. En cualquier caso, el punto es que entretenerse como le plazca a cada quien ha de ser una prerrogativa ciudadana, y que el gusto no se rige con el código de las trincheras.

 

 Por demás, cuando se tiene el techo de vidrio es mejor no disparar hacia arriba: las películas que se exhibían en las salas malditas no difieren gran cosa de las que exhibe la TV nacional, y a menudo los cines estatales han programado conciertos ligeros y otros espectáculos bastante alejados de su cometido original, sólo para recaudar algo del dinero que no se consigue proyectando películas en DVD con tecnología vencida. Y es bastante cruel dejar que la gente invierta su capital en un negocio, dejarla entusiasmarse un poco y luego cerrárselo sin miramientos.

 

 Ahora bien, más allá del derecho de la gente a consumir fábulas en las dimensiones que quiera, me preocupa el procedimiento: cerrar los cines independientes, prohibir la venta privada de ropa importada, por sólo mencionar dos de las medidas más recientes e impopulares. Cerrar, prohibir, controlar, sin ofrecer a cambio alternativas mejores o siquiera iguales, que satisfagan la demanda que lo vedado intentaba cubrir. Si eso no es un síntoma alarmante, si no es un retroceso, entonces ¿qué cosa es? La mentalidad que así funciona, la que cree que el país es un niño malcriado al que es preciso reconvenir constantemente, la que opina que es mejor botar el sofá, es lo único que merece ser prohibido si queremos en verdad tener una Cuba más libre y próspera. Porque de eso se trata, ¿no? Esto es, si aspiramos a ser algún día un país en 3D…

 

 Ps: Ha fallecido Teresita Fernández. Fue una gran artista, y todos los cubanos le debemos algo.

 

 

Guerra con presos y brindis con el enemigo

Alejandro Armengol

11 de noviembre de 2013

 

Desde comienzos de este mes se ha incrementado la violencia contra los opositores pacíficos en Cuba. No es simplemente hablar de una mayor represión, porque el acoso y la intimidación a quienes expresan su desacuerdo con el gobierno de La Habana es una constante que desde hace décadas se manifiesta con períodos de mayor o menor intensidad.

 

Sin embargo, los ataques físicos a la disidencia, aunque también están presentes siempre, se intensifican en momentos en que el régimen considera que aumenta el riesgo para su afán de perpetuarse en el poder o en ocasiones en que el control represivo se mezcla con el vandalismo más soez.

 

Algo de ello viene ocurriendo en Cuba. Recientemente detuvieron en Santa Clara a unas 30 integrantes de Las Damas de Blanco y una turba castrista golpeó y pateó dos veces a Guillermo Fariñas.

 

En estos casos, como ha ocurrido con anterioridad, el argumento socorrido del gobierno —si es que se siente obligado a emitir alguno— es decir que es la respuesta espontánea de un pueblo enardecido contra los enemigos del país apoyados por un país enemigo. Afirmar que Cuba es “una plaza sitiada” o que “la nación está en guerra” es parte de ese rosario de lemas ya gastados, pero de los cuales aún saca cierta utilidad el gobierno cubano, sobre todo en medios internacionales.

 

Difícil comprender que una nación está en guerra con otra y al mismo tiempo le compra alimentos a su enemigo, agasaja a los legisladores del bando contrario y celebra subastas de tabacos donde los principales invitados y compradores no vienen de una trinchera sino viajan cómodamente al país anfitrión, para citar algunos ejemplos.

 

Una guerra sin disparos y ataques mortíferos, sin cañones y acorazados. Una contienda donde los únicos “barcos enemigos” que entran en aguas cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación agresora.

 

Cuba está en una “guerra”, dicen quienes gobiernan en Cuba, y no le queda más remedio que encarcelar a los “agentes” que luchan en favor del otro lado.

 

Sin embargo, un buen número de disidentes cubanos han cumplido largas condenas por el solo ‘‘delito” de divulgar análisis políticos y noticiosos  y buscar cambios pacíficos en la isla.

 

Desde hace mucho tiempo los disidentes luchan frente a dos enemigos poderosos: la represión y la inercia. Por décadas el régimen ha alimentado la ausencia de futuro en la población como el medio ideal para alimentar la fatalidad, el cruzarse de brazos y la espera ante lo inevitable.

 

Pero si estas actitudes influyen negativamente en las posibilidades de un cambio democrático, también afectan a la capacidad de la nación para resolver sus problemas por medios propios.

 

Aunque se han producido ciertos cambios económicos, y pequeñas transformaciones en el orden social, la vida cotidiana de los cubanos sigue regida por el desbalance y la inseguridad que produce el permitir hoy ciertas actividades económicas y censurarlas mañana, o al mismo tiempo llevar a cabo acciones represivas contra la libertad creadora y ejercer la discriminación contra ciertos sectores poblacionales, ya sea debido a la raza o las preferencias sexuales de sus miembros.

 

Esta precariedad entre las prohibiciones y lo tolerado en ciertos momentos ha imperado por décadas en la isla. Y por supuesto se ha traducido en un sentimiento de inseguridad que afecta a todos, incluso a quienes ocupan cargos administrativos y de control.

 

 Lo que en cierta época fue delito en Cuba, ahora es permitido. Sin embargo, en esencia la capacidad o el derecho a expresar el deseo de cambiar ciertas leyes, así como aspectos y condiciones sociales ­—o a la sociedad y el gobierno en su conjunto— sigue siendo tan negado en Cuba como cuando esta persecución se expresaba en términos de la lucha de clases.

 

Un ejemplo de esto ha ocurrido en las últimas semanas, cuando el gobierno emitió un decreto que prohíbe a los cuentapropistas la venta de ropa, o más recientemente aún, cuando ordenó el cierre de salas de cine particulares. En ambos casos, se trata de actividades no autorizadas explícitamente por leyes, pero toleradas desde hace algún tiempo. Lo que ayer se podía hacer, hoy no se puede: así funciona un país donde la legalidad en muchas ocasiones se transforma simplemente en una permisividad que se da o se quita arbitrariamente, de acuerdo a los derechos o caprichos de un padre gobierno que ya no se preocupa por alimentar a sus hijos, pero que no deja de castigarlos cuando lo considera necesario.

 

En un proceso que tiene como única razón de existencia el perpetuar en el poder a un reducido grupo, el mecanismo represivo invade todas las esferas de la forma más descarnada, ya sea al cerrar una sala de cine de no más de veinte sillas, dejar los percheros sin ropa o detener a un grupo de mujeres indefensas y caerle a golpes a un opositor pacífico.

 

 

Ustedes y los demás

Pedro Campos

8 de noviembre de 2013

 

No tienen plan, no tienen proyecto que no sea mantener el poder a toda costa y costo. Pragmatismo puro y duro desde el poder total

 

A ustedes: El Presidente Raúl Castro,  la dirección de su gobierno/partido, sus militares de la  “actualización”.

 

La llamada “actualización” que ustedes han puesto en marcha, impuesta al partido y a la sociedad cubana, en virtud del antidemocrático artículo V de la Constitución sobre el papel rector del partido comunista en la sociedad, barnizado  con el sesgado método de la consulta vertical dirigida, no solo se ha hecho  desconociendo y violando los intereses de las mayorías, sino que, a cada paso, ha evidenciado su objetivo principal: fortalecer el monopolio estatal de la política y la economía que una elite político-militar detenta hace más de medio siglo.

 

Son ustedes y los demás. Los demás: todos nosotros, el pueblo, por ustedes explotado, reprimido, humillado, vilipendiado, calumniado, culpado de los desastres provocados por ustedes.

 

No tienen plan, no tienen proyecto que no sea mantener el poder a toda costa y costo.

 

Las medidas de la “actualización” que en algún sentido benefician a los demás, nosotros, el pueblo, tienen un fondo pragmático de beneficios mayores para ustedes y cuando ha resultado que los intereses de ustedes han sido afectados en algo por las nuevas medidas, éstas vienen ya montadas con  limitaciones o de inmediato vienen los retrocesos.

 

Veamos algunos ejemplos que no dejan lugar a duda.

 

La apertura de los servicios de telefonía celular, hoteles para turistas e internet, dieron a las corporaciones militares la oportunidad de recaudar grandes sumas de moneda convertible, CUC, pues todos esos servicios se ofertan solo en esa moneda. Pero al mismo tiempo  estos servicios se han concedido con limitaciones sobre algunos de sus aspectos que, en opinión de ustedes, puede afectar sus intereses.

 

Así la telefonía celular, del monopolio ETECSA controlado ya por los militares, no solo les sirve para conocer las conversaciones de todos los usuarios, sino cuando es del interés de ustedes  dejan  “en apagón telefónico” a los opositores. De Internet ni hablar, además de las páginas “precilladas” que no se pueden abrir por “seguridad nacional”,  dado el precio -prohibitivo para las mayorías-, poco o nada aporta a los demás que no pueden acceder por razones económicas. Hay determinadas instalaciones turísticas que siguen vedadas a los cubanos, como lo son las de algunos cayos que alguna vez, o todavía, fueron o son cotos privados de la alta jerarquía.

 

Las nuevas leyes migratorias, si bien ofertan una apertura en cuanto a las salidas al exterior, el gobierno se ha reservado el derecho de limitarlo cuando lo estime necesario, mientras que siguen vigentes las mismas regulaciones que afectan a los cubanos residentes fuera del país y persisten  los altos costos de los trámites migratorios. No obstante, ustedes han recibido altos ingresos por el cobro de los pasaportes y demás trámites migratorios generados por esa legislación. Dinero cuyo monto y destino -por cierto- nunca se ha informado a la población.

 

La ley sobre experimentos cooperativos no va más allá de los ensayos que están haciendo con entidades económicas que por alguna razón los benefician a ustedes, sea para salirse de empresas irrentables o para “arrendar” alguna que sí  brinda dividendos, como el caso del Restaurante La Divina Pastora, a algún peje gordo del o vinculado al gobierno.

 

El reparto de tierras estatales a privados, les ha servido a ustedes para desmontar muchas UBPC,  Empresa Básica de Producción Cooperativa, que nunca fueron cooperativas ni nada por el estilo y de paso denigrar el concepto  de cooperativismo; entregar las mejores tierras con regadíos y acceso a carreteras a leales y simpatizantes del gobierno, a capitalistas agrícolas que demandaban ampliar sus haciendas, y según informaciones de la propia prensa oficial, posibilitaron a algunos “administradores regionales de tierras” designados por ustedes, lucrar con este reparto que manejaban  a su arbitrio.

 

Dijeron que iban a impulsar el trabajo por cuenta propia para facilitar  empleo a los cientos de miles de despedidos de las empresas estatales, pero nunca han permitido el trabajo libre individual  en todos los renglones, ni a todos los técnicos, ni profesionales y solo recientemente han autorizado a los graduados en los años 60 a ejercer  por cuenta propia. Es decir a los profesionales viejitos de 70 años, cuando ya no pueden. Las limitadas actividades autorizadas están cargadas de impuestos directos e indirectos.

 

Más recientemente, en esta misma dirección, después que permitieron a los vendedores de ropas importar privadamente muchos artículos de Ecuador, México, Panamá, EEUU y Europa, fabricar y adaptar instalaciones, un decreto –y dale con los edictos-  impide que se venda ropa que no sea cocida por los propios vendedores. Algo simplemente insólito que busca eliminar de un porrazo la competencia que exitosamente hacen a los monopolios militares, los vendedores privados.

 

Autorizaron a los maestros a dar repasos privadamente; pero Granma critica los educadores que hacen esa labor al terminar sus clases: “un problema ideológico”.

 

Con la medicina, uno de los pocos logros alcanzados por el pueblo en este último medio siglo, con tal de ganar varios millones para el Estado autoritario controlado por militares, a costa de exportar médicos y profesionales de la medicina mal pagados, no les ha importado que los hospitales y policlínicos hayan quedado con déficit de profesionales y especialistas que convierten en un calvario la atención y el tratamiento de los pacientes cubanos.

 

Más recientemente cierran los cines particulares de 3D y las salas de videojuegos, unos de los pocos entretenimientos en muchos barrios, porque el estado es el que debe decidir cómo la gente debe entretenerse.

 

Na’, que todo lo de ustedes es pa’lante y pa’tras, según les convenga o les parezca. Pragmatismo puro desde el poder total.

 

El más flamante de los “anuncios” gubernamentales sobre la unificación monetaria, parece una nota redactada por un especialista de la desinformación  y la creación del caos, pues en vez de ofrecer confianza y tranquilidad  a  los ciudadanos, ha desatado la especulación y la desesperación entre muchos cubanos sobre sus implicaciones para las economías familiares y especialmente entre, los que tienen algún dinero en el banco en algunas de las dos monedas nacionales.

 

No es ingenua coincidencia que hayan anunciado la “unificación monetaria” cuando también informan del impulso que pretenden dar a la inversión extranjera a propósito del megaproyecto del Mariel. Todo el mundo sabe que el relajo monetario que tiene formado el Estado cubano es un serio problema para atraer  la inversión externa.

 

En fin que ustedes todo lo hacen pensando en ustedes, en sus ganancias, en sus instituciones, en su aparato burocrático. Las consecuencias para los demás, los trabajadores, el pueblo, poco les importa.

 

Ahora apuestan neoplattistamente -¡qué paradoja de la historia!-  a que el capital internacional y especialmente el de EEUU, al que tanto han combatido y culpado de todos los males de este mundo, les saquen las castañas del fuego y vengan sus turistas y millonarios en sus yates de paseo a invertir en Cuba, a comprar haciendas y a jugar golf, con los hijos de la nueva buro-burguesía; y aspiran a fabulosas entradas para el Estado por medio del amplio mercado a través del mega puerto/proyecto de El Mariel, todo bajo control  y para beneficio de ustedes y de sus deseados socios imperialistas.

 

¿Y para los demás qué ofrecen? Maquilas, explotación, prohibiciones, miseria, despedidos, altos impuestos, edictos que no leyes democráticas y nuevo código del trabajo para que los “empleadores” -eufemismo de explotadores capitalistas- decidan, hagan y deshagan con los indefensos trabajadores. Así ofertan un mundo de posibilidades a los inversionistas para que expriman a los trabajadores libremente.

 

¡Vaya comunistas que en lugar de estimular el trabajo libre asociado, promueven y facilitan la libre explotación asalariada!

 

Ustedes se han convertido en una casta que ha traicionado los intereses populares, los ideales democráticos por  los cuales el pueblo se unió para derrocar la tiranía batistiana y las esperanzas socialistas que se despertaron en los trabajadores en los 60.

 

Entre ustedes y el pueblo, por culpa de vuestras políticas antisocialistas, se ha abierto un abismo al parecer insalvable. Nada aceptan que no sea lo que ustedes creen que les beneficia. Ustedes no se han dado cuenta que se han convertido en una Nueva Derecha que desarrolla políticas antipopulares del peor corte capitalista.

 

A ustedes la historia no los absolverá. Pero los que tengan todavía un ápice de pueblo en su corazón, un recuerdo de Camilo, de Girón o la Alfabetización, o de tantas y  tantas otras batallas populares por la Revolución que nos creímos, que pertenece a todos y no a un grupito, tienen todavía la oportunidad de rectificar y oponerse al rumbo  neo-liberal, pro-capitalista, de derecha y de corte anexionista de la “actualización” y de asumir los anhelos populares de paz, democracia, libertad y concordia que ha estado siempre en el epicentro de los intereses populares cubanos.

 

Socialismo por la vida.

 

pedrocampos313@yahoo.es

 

 

 

La prohibición no es la salida

Marlene Azor Hernández

6 de noviembre de 2013

 

No existe una sola medida económica de “la actualización” cabalmente inteligente

 

El domingo 3 de noviembre, Granma publicó una nota del Consejo de Estado, donde hace firme la prohibición de importar ropa y/o revender productos de las tiendas estatales para el sector cuentapropista. Varios analistas[1], ya han señalado todos los pormenores de la medida, sus consecuencias nefastas para todo el mundo, salvo para las corporaciones militares que se ocupan de importar ropa fea, mala y barata con precios altísimos y monopólicos para vender en las tiendas “estatales”. Esta medida como la de cuestionar la ética de los profesores que repasan de manera particular, para completar el salario miserable que reciben en sus puestos de trabajo, y la otra “nueva” de los profesionales con más de 70 años que pueden ahora incorporarse al cuentapropismo, ofrecen más signos sobre los límites de “la actualización” y la ausencia de “cambios de mentalidad”. Habría que agregar los cines privados de 3D, también incluidos en la nueva oleada de prohibiciones.

 

Bajo la metáfora del “orden” descansa una concepción de control férreo de todos los recursos económicos en manos del “Estado”, y coloco la palabra Estado entrecomillas porque la opacidad con la que actúan las corporaciones militares y la falta de fiscalización pública de sus activos, deja en la oscuridad las reales relaciones entre las corporaciones militares y el Estado.

 

Marino Murillo, jefe de la Comisión Nacional de Implementación de los Lineamientos asegura sin bochorno, que la empresa estatal es “socialista” y entonces descubrimos que PEMEX, la petrolera mexicana ha sido socialista desde 1938 cuando se nacionalizó los hidrocarburos en el período de Lázaro Cárdenas. No hacía falta hacer ninguna “revolución” para crear empresas “socialistas” en todos los países del mundo, si seguimos la lógica de Murillo. El “socialismo” hace rato existe en muchos países y ¡no nos habían avisado!

 

No contento con el disparate que no deja de repetir frente a una prensa que aplaude, agrega que la conceptualización de la “actualización” está muy avanzada y como no explica nada más acerca de la conceptualización pareciera decirnos que ahora “sí saben” lo que hacen, aunque la implementación de cada medida económica traiga muchos más problemas de los que resuelve porque nacen mal diseñadas y sin las condiciones de contexto positivas que les permitan florecer.

 

Uno de los problemas raigales del modelo de factura soviética que siguen arrastrando los dirigentes cubanos es el predominio de la planificación centralizada que ellos siguen nombrando “socialista” y la intolerancia a la competencia de las empresas no estatales en relación a las empresas del estado, por lo que cada medida aparece ante los ciudadanos de a pie como la solución de “botar el sofá”[2].

 

La creación de la Zona especial en el Mariel, también arrastra la discriminación para los inversores cubanos residentes en el exterior así como apuesta a crear economías de enclave, mientras prohíbe la inversión pequeña y mediana regulada por el Estado pero directa, con los productores de bienes y servicios estatales y no estatales. Otra medida que privilegia las exclusiones y las prohibiciones.

 

Hace más de tres meses se crearon entre nueve y doce grupos importadores estatales, asociados al Ministerio de Comercio Exterior, multiplicando la burocracia sin demostrar en la práctica las supuestas ventajas de esta flexibilización: los mercados “concentradores” y el mercado minorista siguen evidenciando la ausencia de múltiples productos necesarios para la producción, los servicios y el consumo y los pocos que se encuentran tienen precios con altos impuestos absolutamente desestimulantes para la eficiencia económica: otra solución de “botar el sofá”.

 

La medida de prohibir la importación de ropas y la venta por los cuentapropistas no genera medidas de regulación estatal como debería sino la prohibición. No hay alternativas, la población debe seguir en “harapos”, porque no es una prioridad del gobierno el acceso al vestuario a precios módicos y a ropa de mayor calidad que las que ofrecen las tiendas “estatales”. El consenso popular sobre las soluciones de “botar el sofá” no es más que la evaluación de la incapacidad del gobierno para dar solución a los problemas.

 

A finales de 2010, el economista Juan Triana notaba la ausencia en los Lineamientos “Señalo una ausencia puntual de la que adolece este documento: la omisión del papel de la competencia para el logro de la eficiencia y el crecimiento económico. Sé que es un tema muy polémico, sobre el cual todavía se conservan prejuicios teóricos y políticos en nuestro país. Pero si el propósito es crecer con eficiencia, fomentar la productividad, darle más responsabilidad y facultades a las empresas, las estatales, las cooperativas y las privadas, entonces es necesario hablar de una “política para la competencia” que garantice iguales derechos y oportunidades a todas las empresas. La ausencia de competencia ha sido una de las razones de la debilidad de nuestro sistema productivo y de la endeblez de nuestro sistema empresarial, y se requiere enfrentarla para alcanzar, además, una capacidad exportadora real y sostenible en el tiempo”.[3]

 

Por otra parte, los economistas Pavel Vidal y Omar Everleny señalaban el año pasado: “Una mayor claridad en la estrategia de desarrollo del país y una redefinición más teórica y conceptual sobre el modelo económico, social y político cubano al que aspira el proceso de la actualización, son asuntos aún pendientes de definir. La actualización del modelo cubano se realiza sin una crítica profunda al modelo soviético, al que tanto le debe, y sin precisarse con claridad las pautas del socialismo que se quiere perfeccionar”.[4]

 

Mientras, nuestros dirigentes continúan con sus declaraciones disparatadas frente a una prensa absolutamente complaciente y el juicio popular les sigue dando el premio nacional de inventar, en cada ocasión, las soluciones de “botar el sofá”.

 

[1] Me refiero al periodista Frenando Ravsberg y a los intelectuales Pedro Campos y Alfredo Prieto en artículos publicados sobre la medida. Los dos primeros autores en Havanatimes y el último en el periódico digital 7 DÍAS, dominicano.

[2] La expresión viene de un chiste popular en el cual se narra la llegada del esposo que encuentra a su esposa haciendo el amor en el sofá de la sala con otro hombre. La solución del marido engañado es “botar el sofá”.

[3] Juan Triana en Revista Espacio Laical, año VII, número 25, Enero-Marzo 2011. Dossier “¿Hacia dónde va el modelo cubano?”, 28.

[4] Alejandro Pavel Vidal y Omar Everleny Pérez en “Miradas a la economía cubana” 2012, Introducción en http://espaciolaical.org/contens/31/2630.pdf, 27-28.

 

Nuevos estatutos para la CTC

Rogelio Manuel Díaz Moreno

6 de noviembre de 2013

 

¿Marginar al 90 por ciento de los afiliados?

¿Necesita la CTC nuevos estatutos? ¿Cuál debe ser la participación de los trabajadores de base?

 

Después de la discusión del Código de Trabajo y sin terminarse la saga de este, ha echado a andar otro proceso de definición de pautas en el mundillo laboral cubano. Alguna de esas autoridades nuestras ha decidido que la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) necesita nuevos estatutos.

 

A lo mejor hasta tiene razón, quién sabe. Al menos, yo no conozco los estatutos actuales. Yo pago, no muy puntualmente, la cotización, solo para no buscarme problemas con la administración y poder ir, en el verano, al Círculo Social del que luego hablo tan mal. Como muchos más. Sospecho que sería un estudio escandalosamente interesante averiguar cuántos afiliados actualmente conocen los estatutos vigentes, o les importa conocerlos.

 

El caso es que, en esta perestroika criolla en la que nos conducen sin que sepamos a dónde, le ha tocado el turno de actualizarse a los estatutos de la CTC. Se supone que van a aprobar su modificación en su próximo XX Congreso, en febrero del año que viene.  Yo llevo unos días buscando el anteproyecto de nuevos estatutos en los sitios web de la prensa, de la CTC y del gobierno, y no lo encuentro. Más allá de mis pocas habilidades para encontrar cosas, hoy di con una noticia que explica, hasta cierto punto, porqué mi esfuerzo ha sido estéril.

 

El órgano oficial de la CTC, el periódico Trabajadores, ha ofrecido una amplia cobertura del proceso de este XX Congreso. Y hoy ofrece un dato interesante. El estudio de los nuevos estatutos prevé ser realizado, además de por los obvios altos niveles, por “el 10 % de las secciones de base de cada sindicato en los territorios, que serán 8 mil 41, representativas de las 80 mil 677 existentes en el país.

 

Tengo un amigo que trabaja conmigo en el Departamento, que todavía no quiere creer que vayan a dejar fuera de la discusión al 90%. ¿A quién se le ocurre cambiar los estatutos de un sindicato, sin consultarlo con la mayoría de los interesados? ¿Verdad que es fuerte?

 

Él piensa que es un problema de redacción del periódico, que ese 10% son solo los que han hecho la discusión hasta ahora, que luego les tocará a los demás, o algo así. Es una realidad difícil de meter en la cabeza de alguien, a menos que se comparta un menosprecio total hacia la democracia y la participación libre de ciudadanos en pie de igualdad, en los asuntos propios de su país.

 

Cabe preguntarse cómo habrán elegido a ese 10%. Si escogieron esas secciones al azar, si tal vez las escogieron por ser las secciones más conocidas por su comportamiento y expresiones “políticamente correctas”. Tal vez porque sean aquellas que harán que los cuadros de la región queden mejor a los ojos de sus superiores. Yo no lo sé. En el periódico no dice.

 

Es verdad que cabría pensar que, de extender la discusión al 100%, se ganaría poco. Las pasadas reuniones, por el Anteproyecto de Código de trabajo, fueron mayoritariamente eventos apáticos, montados para auditorios apurados por largarse a sus casas.

 

La directiva de la CTC bien que podía montar un espectáculo más aparentemente participativo que, con el control que tiene sobre la dirección de todas las intervenciones, no iba a arriesgar a nada. Pero está tan enraizado el desprecio a la voluntad de la ciudadanía, que tal vez decidieron no pasar el trabajo de montar el show y de aparentar acatar la voluntad que pudiera expresarse en un acto fingido de debate popular.

 

Además, sería fastidiosa otra vuelta de discusiones con afiliados díscolos, que sólo piensan en reclamar unos salarios que alcancen para vivir decentemente sin recurrir a actos ilegales. Por eso solo se va a discutir, en la totalidad de las secciones de afiliados, otro documento, el que sirve de base al XX Congreso y que satisface los objetivos de los convocadores.

 

Los dirigentes de la CTC han reconocido, si bien solapadamente, los déficits de “liderazgo, la capacidad movilizativa y de organización que tienen nuestros sindicatos” y la pobre calidad que tienen como representantes de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Y esto no lo dicen los malvados periódicos del enemigo.

 

Es una realidad tan fehaciente, que se manifiesta ya hasta en los triunfalistas diarios y sitios de Internet del gobierno, consultables en los vínculos contenidos en este escrito. Al final, las decisiones importantes las toma el Consejo de Estado y quien quiera que dirija las comisiones de nuestro proceso de “actualización de modelo”.

 

Con esta restricción antidemocrática, anticubana y antisocialista, sobre el proceso de discusión de sus nuevos estatutos, la CTC da otro gran paso al interior de un lodazal cada vez más insalvable.

 

 

Las paradojas del canciller cubano

Haroldo Dilla Alfonso

4 de noviembre de 2013

 

El oficio del canciller Bruno Rodríguez es el de tendero: tras su perorata se esconde la prioridad de vender daiquiríes, guayaberas y maracas de colores a los gringos

 

Nuevamente Naciones Unidas ha abrigado el ritual de condenar el bloqueo/embargo que Estados Unidos impone a Cuba. Y aunque se trate de una acción muy poco efectiva, me alegro que haya sucedido pues el bloqueo/embargo resulta cada vez más una impedimenta sin ventajas reconocidas. Y es que el embargo, además de injerencista, ayuda a configurar una situación de excepcionalidad que el gobierno cubano ha sabido aprovechar, polarizando el escenario político interno y manipulando la opinión pública nacional e internacional.

 

Y es en este último sentido hacia donde quiero dirigir mi análisis, tomando como eje algunos giros retóricos del canciller Bruno Rodríguez en su publicitado discurso ante la Asamblea General. Y en particular la manera como el canciller ha echado mano a un recurso eufemístico en que trata de dar un toque humanístico a lo que en realidad es una prosaica necesidad económica. Pero que al final conduce su argumentación a una aporía política cuando explica el bloqueo como un acto “inculto”, en un párrafo que merece un sitial predilecto en la esquizofrenia política castrista. Lo cito:

 

“El bloqueo —dijo— es un acto inculto que impide el libre movimiento de las personas, el flujo de la información, el intercambio de ideas y el desarrollo de vínculos culturales, deportivos y científicos”.

 

En realidad lo que el aterido canciller cubano quiere decir es que no hay turismo. Y aunque del turismo siempre es posible esperar intercambios de informaciones e ideas, esa es precisamente la parte que más aterra a los dirigentes cubanos, para quienes el mejor turismo internacional posible sería el que se desarrolla en los cayos del archipiélago, tan cerca de Dios como lejos de los cubanos comunes. En todo caso los dirigentes cubanos verían con buenos ojos que turistas gringos y ciudadanos cubanos intercambien ideas acerca de la mejor manera de preparar tostones, del punto de hierba buena que lleva el mojito o de las ventajas de los cócteles de ostiones sobre las píldoras de viagra. Pero nada más.

 

Pero como el tema del bloqueo/embargo es presentado como un imperativo humanístico, su discurso no puede cargarse con aditamentos mercuriales. Y por eso el canciller Bruno toma a la globalización por su palabra y habla de derechos humanos, de intercambios de ideas y de flujos de informaciones. Incluso llega a quejarse de las limitaciones que en sus derechos constitucionales sufren los ciudadanos americanos cuando no pueden viajar a Cuba. Pero por mucho que el canciller Bruno trate de parecerse a Thomas Paine, todos sabemos que su oficio es el de tendero y que tras su perorata se esconde la prioridad de vender daiquiríes, guayaberas y maracas de colores a los gringos.

 

Los esfuerzos del canciller Bruno por ser convincente solo tienen forma de realizarse en un hemiciclo de diplomáticos soñolientos. Su discurso nace lastrado por la propia naturaleza del emisor, el gobierno cubano, su carácter autoritario y la forma como manipula los derechos de sus cuasi-ciudadanos. Sus eufemismos retóricos nacen trocados en paradoja. Y las paradojas en cinismo, pues entre las criaturas sobre la faz de la Tierra que no pueden invocar derechos de otros está el canciller Bruno, sencillamente porque representa a un Estado que niega a los cubanos las posibilidades de realizarlos.

 

Ante todo, porque el gobierno cubano limita la capacidad de sus ciudadanos para moverse libremente en Cuba. En primer lugar los movimientos internos de población se encuentran regimentados por un decreto ley medieval. Pero también impide que los cubanos emigrados puedan visitar libremente y moverse dentro de ella, una dinámica que resultaría razonable para una sociedad que ya es claramente transnacional y que en buena medida vive de esa condición. La reciente modificación del régimen migratorio no creó derechos ciudadanos, sino solamente alargó la permisividad, y dejó intacto el extrañamiento y despojo de derechos de los cubanos emigrados.

 

Pero también el canciller Bruno representa a un Estado que impide el libre flujo de la información al mantener a la inmensa mayoría de la población desconectada de Internet (decir que esto ocurre por culpa del embargo es una insidia de sangre fría) y someter a control las publicaciones escritas a las que pueden acceder los cubanos y cubanas. Numerosos libros —algunos de cubanos reconocidos internacionalmente por sus valías intelectuales— yacen en anaqueles inaccesibles en los fondos de la Biblioteca Nacional, y hay casos (que conozco personalmente) de ediciones completas de obras que han sido convertidas en pulpa por sus contenidos ideológicos. Y cientos de obras de lo mejor del pensamiento mundial permanecen fuera del alcance de los cubanos, porque no se publican en el país, donde en cambio se publican todos los panfletos ideológicos que regurgitan los adláteres del régimen.

 

Y finalmente Rodríguez Parrilla es parte de una clase política que cierra y reprime los intercambios de ideas que sobrepasan los estrechos ventorrillos oficialistas y los interesantes pero breves espacios críticos consentidos. Dentro de Cuba —es decir en la Isla y en la Diáspora de nuestra sociedad transnacional— hay una intensa producción de ideas de toda naturaleza que no pueden circular ni ser intercambiadas en la Isla. Creo que una parte muy significativa de la producción espiritual e intelectual de los cubanos permanece alejada de la sociedad debido a las políticas represivas, lo que redunda en el empobrecimiento de todos, afuera y adentro.

 

Volviendo a la imagen anterior, antes que apostar a que los turistas gringos puedan intercambiar con una mesera criolla, me parece mucho más importante que un experto mundialmente reconocido en temas de seguridad social como Carmelo Mesa Lago pueda conversar con los funcionarios cubanos sobre sus ideas acerca del futuro del sistema en Cuba. O que Pedro Campos pueda dirigirse a toda la sociedad para explicarle sus elaboraciones sobre el socialismo democrático. O que pueda hacerlo Siro del Castillo sobre los valores socialcristianos y sus probables pertinencias para la sociedad cubana. O que un sociólogo tan entrenado en los vericuetos del desarrollo latinoamericano como Francisco León pueda ocupar un podio en la universidad. O que Yoani Sánchez haga lo mismo respecto al uso de las redes sociales y su valor para la democracia, y también Cuesta Morúa sobre los muchos temas en que se involucra tan positivamente. Entre muchos otros. No porque sean opositores y críticos, sino porque todos son intelectuales cubanos.

 

Y eso evidentemente no tiene nada que ver con el bloqueo/embargo, sino con la existencia en Cuba de un régimen político autoritario y excluyente que Bruno Rodríguez representa. Un gobierno que día por día, y cada vez contra todas las conveniencias nacionales, conspira contra —lo cito— el libre movimiento de las personas, el flujo de la información, el intercambio de ideas…

 

 

Cuba: para orinar hay que pagar

Alejandro Armengol

4 de noviembre de 2013

 

El proceso que por costumbre y desidia se sigue llamando la revolución cubana siempre se ha caracterizado por los bandazos, el ir de un extremo al otro. En una época el Estado se ocupaba de todo, ahora busca quitarse de arriba aquello que no considera fundamental para su supervivencia. De pronto, los cubanos acaban de descubrir que orinar tiene un precio.

 

Se iniciaba con la vida y terminaba con la muerte. Del primer al último momento el Gobierno siempre aparecía para ocuparse del asunto. Todavía lo hace en cierta medida.

 

Nadie tenía que pagar por un parto o por un ataúd. Por el camino de la vida aparecían todos esos momentos en que se le recordaba al cubano lo afortunado que era, al vivir en un país donde no tenía que preocuparse por un seguro médico que cubriera el nacimiento de un hijo o esa modalidad del entierro y la tumba que se pagan por adelantado y a plazos.

 

Por supuesto que aparentemente había una ventaja económica. Luego el Gobierno se ocupaba de cobrarle de mil maneras al “beneficiado” por los dones recibidos, y las deficiencias que han ido agudizándose con los años –desde tener que llevar la sábana al hospital hasta los pagos subrepticios para lograr un mejor trato o simplemente el servicio que es gratuito pero no se brinda–, pero la filosofía de un Estado protector salía a relucir siempre.

 

Aunque mellada al extremo, esa filosofía sobrevive en los discursos. Sólo que desde hace años tiene otro concepto, la “gratuidad” ha venido a poner un freno. Para el gobierno de Raúl Castro, poner límites cada vez más firmes a lo que se entrega gratuitamente se ha convertido no simplemente en una realidad, sino también un postulado. No se plantea como un principio ideológico, pero en la práctica lo es: una proposición necesaria que sirve de base para justificar el no rendir cuentas por lo que se prometió originalmente pero ya no se cumple.

 

La gratuidad y la falta de control de costos fue por años parte del sistema cubano, sobre todo a partir de la mal llamada “Ofensiva Revolucionaria” de 1968. La entrada gratuita a las actividades deportivas y museos; las guarderías o círculos infantiles que no se pagaban; los teléfonos públicos gratis –y que al mismo tiempo dejaron de funcionar– y las tarifas fijas y mínimas del consumo de gas en La Habana, para citar algunos ejemplos. Con furia partidista, los funcionarios buscaban cómo dar algo más sin cobrar –al punto que por esa época se comenzó a hablar de la eliminación paulatina del dinero– aunque luego aquello que no costaba un centavo desaparecía del panorama. Ser gratis se convirtió en sinónimo de inservible, inútil e inexistente.

 

Alguien puede argumentar que los servicios médicos y educacionales continúan ofreciéndose sin costo en Cuba, pero las deficiencias que enfrentan ambas esferas reflejan no solo una filosofía social sino también una incapacidad para encontrar una solución a los problemas que presentan.

 

Lo que llama la atención es que ese mismo afán que antes imperó en la tendencia a no cobrar existe ahora en la búsqueda de actividades, funciones y servicios que puedan ser entregados a la esfera privada y de los cuales el Estado pase a beneficiarse no como administrador sino como rentista. Y que ese énfasis en ampliar la esfera privada gira, como en otras ocasiones, dentro de un sector muy secundario de la esfera económica.

 

Y así se llega a la última de las “reformas” del gobierno de Raúl Castro, que acaba de descubrir que descargar la vejiga o el intestino debe tener un precio y legalizó el alquiler de los baños públicos como negocios privados.

 

Hay que añadir que lo que acaba de decretar –no confundir con excretar, para evitar chanzas– el gobierno cubano existe en buena parte del mundo. En las ciudades europeas hay diversas modalidades de servicios sanitarios públicos, en que las formas de pago adoptan las más diversas modalidades, desde entregar algún dinero por lo general a un anciano a cambio de un trozo de papel higiénico hasta una puerta que para abrirla hay que introducir una moneda. Y también los hay completamente gratis.

 

Sin embargo, y conociendo el carácter y la inventiva del cubano, la noticia despierta de inmediato la sospecha que estas nuevas licencias abren la posibilidad de que sean utilizadas para la oferta de servicios más amplios, y que junto a urinarios, lavabos e inodoros comiencen a surgir una modalidad de “baños turcos” y dentro de un tiempo conoceremos de redadas en estos nuevos baños públicos, problemas de “jineterismo”, etc. Sin excluir además la posibilidad de la aparición de letreros en contra del Gobierno. Por lo que no solo se abre una fuente de trabajo para el cuentapropismo, sino también se amplía la labor de la policía política.

 

 

Economía bonsai o la inflación que se avecina

Miriam Leiva

30 de octubre de 2013

 

“La discusión sobre la existencia de dos monedas en Cuba se acrecienta.  El tema es de los más controvertidos actualmente y de los que produce mayor disgusto entre la población”.  Esto que escribió el economista independiente Oscar Espinosa Chepe en marzo de 2008 mantiene plena vigencia. El 19 de octubre pasado, el Consejo de Ministros acordó poner en vigor un cronograma de ejecución de las medidas para la unificación monetaria y cambiaria, de acuerdo con el Lineamiento No.55 de la política económica y social, aprobado en el VI Congreso del PCC, según informaron los medios nacionales.

 

Los cubanos cobran sus escuálidos salarios y pensiones en el peso corriente (CUP), pero tienen que adquirir hasta los productos de primera necesidad en las carísimas tiendas estatales de venta en divisas, a razón de 25 CUP por 1 CUC en las casas de cambio (CADECAS). La pensión media mensual fue 249,65 pesos en 2011, y el salario medio mensual  466 pesos en 2012, según la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba. La divisa se obtiene mediante las remesas de los familiares residentes, fundamentalmente en Estados Unidos; trabajos vinculados al turismo o entidades extranjeras; en pequeña escala como estímulo en las empresas estatales, además de actividades ilegales.

 

En el camino hacia la salida de la crisis económica en Cuba y la eliminación de la doble moneda, desde hacía años, Oscar Espinosa Chepe recomendaba la entrega de tierra para la explotación por los campesinos individuales que han demostrado su superioridad a las otras formas de producción. Además, entendía que debían abrirse amplias posibilidades a la iniciativa privada, no sólo a través de un vasto sector cuentapropista, sino también de verdaderas cooperativas, así como de las pequeñas y medianas empresas (PYMES).  Ambas medidas incrementarían la economía personal, al tiempo que contribuirían a volver a emplear  a más de un millón de trabajadores que el gobierno considera superfluo y a liberarlas de los pequeños chinchales con servicios deficientes y difícilmente controlables; disminuir la burocracia, aumentar  la productividad del trabajo, estimular la producción, favorecer el abastecimiento, la disminución de los precios y la calidad de productos y servicios.

 

Entre otras consecuencias nocivas de la dualidad monetaria, Chepe señalaba la doble contabilidad y las distorsiones, al no existir tasas reales de cambio a nivel comercial; fuentes de una elevación notable de los costos de gestión, sin lograrse la determinación  exacta de la situación económica a nivel micro y macroeconómico. Consideraba que la doble circulación monetaria es una consecuencia del desbarajuste que ha sufrido la economía cubana y no podrá resolverse de forma aislada, separándola del contexto de los problemas nacionales.  De hacerse unilateralmente, las consecuencias podrían ser peores, en especial por crearse un proceso inflacionario de significativas magnitudes, con daños relevantes a los sectores sociales más débiles.

 

Por consiguiente, se requiere un proceso de  reformas estructurales integrales, gradual pero constante; que incluya transformaciones radicales de conceptos obsoletos, en especial en relación con la propiedad, incluida la revalorización del salario. La creación de un peso fuerte como moneda única deberá responder al incremento de la oferta de productos y servicios con precios razonables.  Sin embargo, no se podrá lograr solamente a través del incremento productivo, sino también paralelamente deberá actuar una política financiera adecuada que equilibre de forma gradual los ingresos y los gastos de la nación sin causar sufrimientos innecesarios a la población.  Por otra parte, deben crearse condiciones para la inversión extranjera.

 

Los pasos dados por el gobierno en los últimos años incluyen muchos de los aspectos antes mencionados. Sin embargo, las medidas son muy limitadas e insuficientes;  las actividades independientes permitidas son pocas, de escaso impacto en la economía del país y enfocadas a que el privado no pueda crecer, o sea que tenga una “economía bonsái”; se mantiene un férreo control con prohibiciones, altos impuestos, inexistencia de un adecuado mercado mayorista y otras dificultades, al tiempo que se procura su manipulación  mediante cooperativas y la sindicalización.

 

El gobierno anunció que el proceso de unificación monetaria comenzará con  las personas jurídicas y posteriormente se aplicará a las personas naturales. Especialistas calculan que durará 2  años.  Entre los principales problemas están la contabilidad no confiable en una cantidad grande de empresas estatales y la rampante corrupción, que se empeña en descubrir o disminuir la Contraloría General de la República.

 

Al parecer, las autoridades informaron tempranamente  -a fin de moldear el estado de opinión de la población exasperada por los altos precios-  la carencia de CUC y la camisa de fuerza a su creatividad para incrementar legalmente sus escasos ingresos. No obstante, existe gran preocupación entre los cubanos, e incluso las empresas extranjeras asentadas en Cuba, sobre las medidas y el tipo de cambio que se establezca.

 

 

Pagando con la misma moneda: ¿para bien o para mal?

Haroldo Dilla Alfonso

27 de octubre de 2013

 

Si la llamada “actualización” aspira a un mínimo de coherencia, tiene que unificar las monedas

 

El anuncio de que el gobierno cubano se propone eliminar la dualidad monetaria ha suscitado numerosas inquietudes entre pobladores y analistas. Y es normal que así sea, pues incluso desde los balcones de la profanidad es perceptible que se trata de un asunto serio que va a cambiar muchas reglas de juego en el atribulado escenario insular.

 

No se trata de imaginar al mundo cambiando de raíz porque se fundan los dos pesos cubanos. Pero tampoco de ningunear el asunto.

 

Creo que una de las cosas más interesantes que nos dice el Primer Informe del Grupo Consultor de la Sociedad Civil Cubana que recientemente publicó CUBAENCUENTRO (y que todavía no puedo enterarme quienes son) es que la sociedad cubana cambia, según unos para bien y otros para mal. Y que desconocer esos cambios nos expone a imaginar una sociedad que cada vez existe menos.

 

La doble moneda fue una medida de emergencia que la clase política cubana adoptó en los peores momentos de la crisis anonadante de la que ella era responsable. Pero era también un diseño monetario adecuado para una economía como la imaginaba Fidel Castro: una economía dual con un sector dinámico dolarizado y otro desfalleciente de pesos cubanos, pero sostenido con las transferencias del primero vía balanza de pagos. Fue contra lo que conspiraron los militares desde su programa de perfeccionamiento empresarial a lo largo de los 90, y lo que impulsó Carlos Lage con todo fervor fidelista hasta que le tocó la guillotina política.

 

La doble moneda ha continuado existiendo y no en balde. Estudios futuros dirán en que magnitud la existencia de dos monedas y dos economías, con una frontera difusa cuyo cruce siempre genera ganancias diferenciales, ha sido un factor clave de la acumulación originaria de la burguesía emergente que se acuna en los pliegues de la élite política, el mercado negro y la inversión extranjera. Pero en la actualidad resulta disfuncional al mínimo de racionalidad técnica y transparencia que el sistema requiere.

 

Si la llamada “actualización” aspira a un mínimo de coherencia, y a hacer en serio su tarea de restaurar el capitalismo (no importa si la vía china, rusa o antártica) tiene que unificar las monedas. No sé como va hacerlo, lo cual no debe sorprender pues no soy economista. Pero es probable que los propios funcionarios cubanos no tengan una idea clara sobre el asunto. Por el momento es poco lo que se ha explicado, y ni siquiera hay un cronograma aproximado lo que sugiere un lapso prolongado afín a la parsimonia raulista.

 

Una sola moneda no va a producir acceso de la gente al mercado. Solo va a eliminar un impedimento legal para ese acceso. Y ello puede suscitar nuevas frustraciones similares a la que están viviendo los cubanos cuando han entendido que tener el pasaporte no monta a nadie en un avión automáticamente. Pero hay que reconocer que la unificación monetaria va a generar afectaciones innegables, pues de lo que hablamos es de la afectación del precio de una mercancía, el peso, cuya realización condiciona otros precios de mercancías, incluyendo la mercancía fuerza de trabajo.

 

Es también previsible que a corto plazo se genere un movimiento de lavado de dinero, sea colocándole en depósitos bancarios o adquiriendo bienes raíces, en respuesta a la amenaza velada de ajustar cuentas con lo que se denomina el-dinero-mal-habido. Si fuera así veríamos otras dinámicas colaterales de reanimación, camouflages y represión que ya son partes recurrentes del folklor criollo.

 

En fin, un tema para observar, como gusta decir al general/presidente, sin prisas pero sin pausas. Tomen asiento, guarden algunas papeletas para las añoranzas numismáticas y evaluemos que pasa en una sociedad donde desde hace algún tiempo siempre pasa algo… para bien o para mal.

 

 

Doble moneda: el inicio del fin

Alejandro Armengol

23 de octubre de 2013

 

La clave radica en que la dualidad no es sólo monetaria. Tiene que ver con el sistema político adoptado y las aspiraciones sociales dentro de este sistema

 

La dualidad monetaria en Cuba es un problema que hasta ahora el gobierno de la Isla había admitido, pero subordinado, al menos en teoría, a un aumento de la productividad.

 

Esta situación ha cambiado. El Consejo de Ministros acordó “poner en vigor el cronograma de ejecución de las medidas que conducirán a la unificación monetaria y cambiaria”, anunció el diario Granma el martes.

 

La información no precisa una fecha para la puesta en práctica de la medida, que siempre será paulatina, pero especifica que en la primera etapa “los principales cambios se producirán en el sector de las personas jurídicas” o sea las empresas.

 

De esta forma, estos primeros cambios tendrían un carácter fundamentalmente organizativo. Estarían destinados a poner un poco de orden en el caos económico que afecta al país, no solo a nivel de la calle sino entre las empresas: las distorsiones en costos, contabilidad fiscal y política financiera.

 

La doble moneda no solo afecta la economía doméstica del cubano, sino también la economía estatal. Como ha señalado el profesor Carmelo Mesa Lago, la dualidad monetaria “impide conocer con certeza la productividad de las empresas, reduce el tamaño del mercado interno y de las cadenas económicas, y esconde subsidios e impuestos incorrectamente asignados”.

 

Sin embargo, los problemas que representa la doble moneda para los sistemas contables, e incluso para el incremento de la productividad, son solo un aspecto de una cuestión mucho más amplia, donde los aspectos económicos y sociales están estrechamente interrelacionados.

 

La doble moneda surge en agosto de 1994, en el punto álgido de la crisis asociada al llamado “Período Especial”, y se caracteriza por el hecho de que en la Isla circulan dos monedas el peso “nacional” (CUP) y el peso “convertible”. Cuba es el único país del mundo que imprime dos divisas, y al mismo tiempo ambas carecen de valor fuera del país y no aparecen, por ejemplo, en las cajas de cambio en los diversos aeropuertos del mundo.

 

Sin embargo, al tratar de justificar la doble moneda, y explicarla de acuerdo a lo ocurrido en Cuba luego del fin de la Unión Soviética y el campo socialista, se enmascara el verdadero problema.

 

La devaluación real de la moneda cubana, y los métodos empleados para suplir con diversos sistemas de apariencia esta realidad —en un intento de convertir en relativo un problema absoluto—, no se origina en la década de 1990.

 

Es cierto que hace crisis entonces, y que es en ese momento cuando al gobierno no le queda más remedio que admitir que el dinero, en sus diferentes denominaciones (divisa, peso convertible, peso cubano), empiece a moverse más acorde a las reglas que rigen su valor de cambio, aunque siempre de forma controlada.

 

Las dificultades de una moneda más o menos ficticia y devaluada al extremo existían desde décadas atrás. Desde el punto de vista simbólico, y al mismo tiempo práctico, ni siquiera se trata de algo exclusivo de Cuba, sino de una situación propia de los llamados países socialistas y en primer lugar de la Unión Soviética.

 

El concepto de peso convertible no nace en la Isla y mucho menos durante la mencionada crisis. En cualquier hotel moscovita uno encontraba, en 1980 por ejemplo, mercancías valoradas en “rublo dólares”. Es decir, con un valor que no respondía al del dinero que circulaba en las calles de la capital soviética, porque para comprarlas había que tener otros rublos, los adquiridos con dólares norteamericanos.

 

En la URSS y los países socialistas esa doble moneda reflejaba el valor reducido de la moneda nacional frente a otras divisas, al tiempo que le permitía al gobierno negociar en un mercado reducido (el turístico) sin recurrir a una devaluación.

 

Sólo que para los soviéticos y los ciudadanos de Europa del Este, el dinero que recibían por concepto de salario les servía para suplir un buen número de necesidades (aunque de forma limitada), mientras que la divisa era sobre todo un pasaporte a la ilusión: la posibilidad de tener una serie de artículos más o menos comunes en cualquier sociedad occidental, pero para ellos transformados en objetos de ensueño.

 

De esta forma, la dualidad típica de cualquier país capitalista —entre tener o no tener dinero para comprar desde comida a desodorante— era para los soviéticos la disyuntiva entre la capacidad para adquirir el jabón sin envoltura y otro con perfume y etiqueta.

 

Por otra parte, las dos caras del problema son conocidas también en los países capitalistas, aunque con una definición más realista y cruda.

 

En muchas naciones subdesarrolladas y pobres, el valor depreciado de la moneda se asume como miseria, explotación de mano de obra barata y precios bajos. En otras, determinados controles estatales sirven más de pantalla que de control eficiente para mitigar la realidad. Durante décadas, en Latinoamérica se han sucedido gobiernos de estricto control monetario por otros de un liberalismo absoluto, con resultados nefastos en ambos casos.

 

En el caso de Cuba, a consecuencia de la supervivencia del modelo tras la crisis por la desaparición de la URSS, se ha creado una amalgama que hace que el asunto sea más complejo, aunque no menos crudo: el peso convertible o la divisa no son sólo el pasaporte a la ilusión sino también, y en muchos casos, la única vía para satisfacer las necesidades: la opción entre diversos jabones sustituida por la posibilidad de tener el artículo para bañarse.

 

No es que el Estado cubano tenga una enorme deficiencia a la hora de producir artículos de mejor calidad y más atractivos: es que resulta incapaz de producir alguno.

 

La clave radica en que la dualidad no es sólo monetaria. Tiene que ver con el sistema político adoptado y las aspiraciones sociales dentro de este sistema. El problema surge, como ha ocurrido en Cuba, cuando las soluciones políticas sustituyen —o tratan de ocultar— la realidad económica. Las subvenciones del Estado a ciertas mercancías, determinadas industrias y ciertos productos agrícolas —una práctica que también existe en las sociedades capitalistas— funcionan mejor cuando desempeñan el papel exclusivo de mecanismo compensatorio, sin definir el panorama económico.

 

Cuando esas supuestas soluciones políticas —que en la realidad no resuelven los problemas económicos— se ponen en práctica, por lo general traen como consecuencia el fortalecimiento de los mecanismos propios de la economía informal —y la culminación de estos en actividades ilegales como el mercado negro— que si bien deben su razón de ser al Estado (o a la ineficiencia estatal para aumentar la producción), no revierten ganancia alguna en éste.

 

Hasta ahora la dualidad monetaria ha reflejado —mientras que paradójicamente y al mismo tiempo también ha tratado de enmascarar— el problema aún mayor de la doble moral de un Estado que promete y no cumple, mientras aspira a que sus ciudadanos se sientan satisfechos no con la ilusión de la propaganda, sino con el conformismo de resolver a diario. El anuncio de su final, aunque paulatino, muestra un acercamiento más objetivo y pragmático a la realidad cubana.

 

Hay que ver ahora si esa especie de Caja de Pandora, que podría abrirse en los próximos meses, va a culminar con un enfrentamiento real a los problemas económicos —y a la puesta en práctica de las medidas necesarias para resolverlos— o si una vez más estaremos ante a esa especie de “ola marina” —que un día camina para adelante y otro para atrás— que ha resultado en buena medida la “actualización” castrista.

 

 

La oposición leal y el Síndrome de Estocolmo

Marlene Azor Hernández

22 de octubre de 2013

 

Se “olvida” las condiciones específicas de los opositores de todos los signos ideológicos en Cuba y la política del gobierno cubano frente a ellos

 

Hace algunos días el colega Arturo López Levy me envió su artículo “El llamado de Glendower”, publicado en el blog de Emilio Ichikawa. En el artículo, el colega critica a la oposición cubana interna y evalúa los resultados de sus giras internacionales. Le faltó sólo contrastar la posición de los opositores con relación a los “cinco héroes”, con lo cual, hubiera completado la agenda fundamental del gobierno.

 

El error metodológico fundamental del análisis está en que López Levy contrasta lo que debería hacer la oposición, tomando como referente los puntos de la agenda del gobierno cubano o lo que favorecería los intereses del gobierno cubano. Desde este punto de vista, su propuesta es que los opositores deberían comportarse como una oposición leal, es decir, que siendo todos los días reprimidos con “los actos de repudio” y/o lapidados moralmente por el gobierno cubano y sin derecho a réplica, deberían ser leales a sus verdugos. Así, Levy apuesta a que los opositores sufran el Síndrome de Estocolmo a pesar de la violencia moral, psicológica y física contra ellos. Es un contrasentido lógico juzgar a los que se oponen al gobierno a partir de los puntos de la agenda y/o de los intereses gubernamentales. Cuba no es su gobierno y la nación no se reduce a este.

 

Desde el referente equivocado, López Levy juzga la actuación de denuncia de los opositores que han salido al exterior como un error, y la ausencia de propuestas de solución a los problemas del país que sería lo adecuado —desde su punto de vista— para negociar en el exterior. En el primer caso, le parece poco inteligente que los opositores defiendan su integridad física y moral —dentro del país no tienen cómo hacerlo— y a la vez denuncien las condiciones de los derechos humanos en Cuba. En el segundo caso, no se ha interesado el colega López Levy en utilizar el maestro Google para enterarse de los programas políticos de las diversas agrupaciones opositoras cubanas dentro del país, de manera tal que desde una posición superficial y rampante da por sentado la ausencia de propuestas viables y sensatas, unas más, otras menos, de acuerdo a las preferencias y elaboración políticas de cada uno, pero todas serias y bien estructuradas y desde todo el espectro político contemporáneo. Quizás, la única salvedad en la que tiene razón Levy, sea el llamado a una huelga general nacional sin tener las condiciones para esa convocatoria lanzada por el disidente Jose Luis García Pérez (Antúnez). Aunque comparándolo con la “actualización” de un modelo “que no nos sirve ni a nosotros mismos”, según palabras del ex presidente Fidel Castro, Antúnez peca por tomar los sueños por realidad y la élite política cubana peca de incapaz.

 

Se le exige a la emergente sociedad civil cubana una unidad nacional, un arrastre masivo de población y una elaboración de un programa nacional viable y consensuado que ni el gobierno cubano con el control de todos los recursos materiales, militares e informativos logra tener. Es de esta manera que el análisis de López Levy pierde contacto con la realidad.

 

Le critica a la oposición haber ejercido más “la propaganda y agitación” que una negociación de un programa democrático en sus giras. Sigue abstrayéndose el colega Levy de las condiciones represivas en las cuales se desarrollan los opositores y que son cuestiones vitales, —claro, no para el caso del colega López Levy—, a la vez que les pide una postura diplomática como si se tratara de senadores de sociedades “abiertas” o diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en fin, funcionarios en gira oficial de intercambio con sus homólogos extranjeros. Los opositores son individuales o colectivos y de las más diversas posiciones ideológicas, sin embargo desde el prisma de López Levy, cada uno debía llevar consigo un programa “presidenciable”. No sé cómo se le pide a cada opositor que salga a hacer campaña electoral internacional si dentro del país está rotundamente prohibido.

 

Los niveles de cohesión que quiere buscar y no encuentra Levy los puede observar, por ejemplo, —ya que no quiere estudiarse las propuestas más profundas y las campañas de la izquierda, centro y derecha opositoras—, en la adhesión de todos los signos políticos a la “Campaña Por otra Cuba”, impulsada por Estado de SATS.

 

Le critica Levy a los opositores que han salido de gira internacional “no haber influido en la política norteamericana hacia Cuba” en realidad el gobierno cubano con más de cincuenta años en el poder y siendo gobierno tampoco. No se entiende esta exigencia a los que son reprimidos y no tienen el poder de representar a la nación desde el gobierno, ni siquiera desde un partido legal o asociación legal de ciudadanos o simplemente como un ciudadano individual.

 

Por último, López Levy le critica a los opositores cubanos que luego de volver al país no han tenido un impacto multiplicador sobre sus coterráneos y “olvida” de nuevo el colega en qué condiciones desarrollan su actividad los opositores en Cuba.

 

El problema central de toda su reflexión, es que no se analizan a los actores sociales en el contexto en el cual desarrollan su actividad cívica y sobre todo, tampoco, se tiene en cuenta la política de los gobernantes cubanos frente a la oposición de izquierda centro y derecha. Un análisis al margen de estas condiciones produce evaluaciones psicóticas.

 

Un muy serio intelectual cubano, Aurelio Alonso, señalaba en el 2008 que nos gustara o no nos gustara, las Damas de Blanco son nuestras. Y por otra parte, deberíamos preguntarnos si no son el fruto de nuestras propias políticas.

 

Yo agrego como análisis que hay que terminar por definir que los opositores son tan cubanos como la élite gubernamental cubana, que no han sido “fabricados” en ninguna empresa norteamericana y que las causas de su existencia y sus grados de radicalismo, están en correspondencia con la crisis que azota al país hace más de 23 años y en la incapacidad negociadora del gobierno y su intolerancia con respecto a sus propios ciudadanos, desde los discrepantes hasta los opositores.

 

En cuanto a la crítica a Estado de SATS, que se comenta en el artículo del colega Levy, debo aclararle que la palabra SATS no anuncia ningún “explote” social, ni alguna intención de violencia, sino una concentración de energía de los actores sociales antes de salir a escena. Otra vez, si se hubiera ayudado del maestro Google, se hubiera ahorrado su mala interpretación, conociendo la significación del término, que viene del teatro y que es utilizado por dramaturgos como Eugenio Barba. Nada más positivo, pacífico y creativo que el contenido de ese término.

 

Si se trata de demonizar y ridiculizar al “otro”, está claro que la superficialidad y el análisis al margen de las condiciones reales donde ejercen su actividad los opositores de todos los signos ideológicos son los instrumentos idóneos, aunque produzcan —por su falta de realismo político— evaluaciones psicóticas. Esta “alergia” e intolerancia del gobierno cubano y López Levy hacia la diversidad opositora o incluso hacia la diversidad crítica al margen del gobierno es un ángulo de análisis por el que habría que empezar.

****************************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: El Sr. Arturo López-Callejas, alias Arturo López Levy, tiene todo su derecho a defender los intereses de la tiranía castrista, pero no a tergiversar la realidad cubana. Al Sr. Arturo López-Calleja, alias Arturo López-Levy, lo he mantenido informado desde hace más de tres años sobre las violaciones a los derechos humanos que se cometen diariamente en Cuba por parte del régimen de los hermanos Castro, que ni a las madres respeta. Al Sr. Arturo López-Calleja, alias Arturo López-Levy, le he enviado decenas de correos donde le he hecho innumerables preguntas, de las cuales no ha respondido ni una sola.

 

 

Mendigos

Eduardo Del Llano

22 de octubre 2013

 

Una canción del prematuramente desaparecido trovador Jorge García hablaba de los mendigos nuevos. Comenzaba con una grabación realizada in situ a un percusionista indigente que a menudo se apostaba en la parada de Coppelia a ejecutar su música con latas y tapas de tachos de basura para, con suerte, ganarse unos centavos.

 

 Personas que viven al margen, vencidos, durmiendo en portales y estaciones, existen en toda clase de sociedades. Ahora bien, la nuestra pasó de ser la que más iba a preocuparse por los humildes a mirar a otra parte y fingir que no están ahí; dicho de otro modo, parece que nuestros menesterosos no le importan a nadie. Para cierto discurso, es como si su lastimoso estado fuese exclusivamente culpa de ellos. Y eso es inaceptable porque si el individuo puede darse el lujo de ser mezquino, el Estado no. ¿Para quién queda el bien común si de él se excluye a los incómodos?

 

 En una ocasión presencié cómo los vecinos de un elegante edificio del Vedado llamaban a la policía para que se llevara a un desventurado que llevaba días durmiendo a la entrada del sótano. A ninguno se le ocurrió ayudarle; a todos les molestaba. De mi infancia recuerdo la crueldad con que la gente se burlaba de los locos que deambulaban sin rumbo fijo, hablando para sí, sucios y perdidos. Frente a mi primaria solía pasar una mujer negra de cierta edad –o eso me parecía entonces, tal vez no rebasara la treintena- a la que llamaban Tabaquito; los niños se arracimaban para gritarle y enfurecerla. Ahora, Manolito es un loco joven que pasea por el Vedado cantando y conduciendo un auto imaginario. La gente se burla igual, se cree mejor.

 

 Piden dinero, soportan ferocidad e indiferencia, beben, rebuscan en la basura; los más emprendedores venden latas. ¿Son estos técnicamente mendigos o no? ¿Lo son las mujeres que corren con un niño en brazos hacia el grupo de turistas? ¿Lo son los ancianos que venden maní? En ciertos casos resulta difícil saberlo; con todo y lo dramática que resulta su existencia cotidiana, lo peor no son los pordioseros, sino cuán indistinguibles de ellos nos vamos haciendo los ciudadanos corrientes. Entre un vecino de cualquier cuadra cubana y un pobre diablo que duerme en la calle hay una línea cada vez más fina y desdibujada. La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano.

 

 

Apatía y represión

Alejandro Armengol

20 de octubre de 2013

 

Cuando años atrás las cazuelas sonaron en Buenos Aires, en horas barrieron con el gobierno de Fernando de la Rúa. No sucedió lo mismo en la Venezuela de  Hugo Chávez, ni tampoco ahora en la de Nicolás Maduro, donde las protestas han indicado un grado de desacuerdo con el gobierno a veces creciente, pero no sin llegar al grado de una revuelta popular.

 

En La Habana, sin embargo, las marchas de las Damas de Blanco han logrado una amplia difusión en la prensa extranjera, pero también la incapacidad de la población de la isla para apoyar una queja y convertirla en un reclamo masivo.

 

A esta ciudadanía que aún  permanece en calma van dirigidos los actos de repudio, las contra manifestaciones, los golpes, los insultos y las obscenidades.

 

Varios factores conspiran para que en Cuba no ocurra un movimiento de protesta callejera amplio y espontáneo. El primero es que ya pasó. Al principio de la revolución, salieron las amas de casa a las calles de Cárdenas batiendo cacerolas y ollas y gritando: “Queremos comida”. Desde la capital de la entonces provincia de Matanzas el capitán Jorge Serguera envió a los tanques para que avanzaran sobre el pueblo. La intervención del fallecido ex presidente Osvaldo Dorticós impidió que se produjera una masacre. El llamado “Maleconazo” fue otro acto de protesta popular y masivo, pero destinado sobre todo a lograr la salida del país. Diversos actos esporádicos, más o menos con la participación de un sector de la población y en diversas provincias, han sido fundamentalmente por razones económicas, como la reciente protesta de cerca de 200 dueños de coches tirados por caballos en Santa Clara.

 

El segundo factor es que más allá de las simples turbas controladas, el régimen cuenta con tropas adiestradas y equipos de lucha contra disturbios —entre ellos vehículos antimotines—, listos para poner fin a cualquier manifestación popular. A ello se une la existencia de una fuerza paramilitar, que ha demostrado su rapidez y capacidad represora en otras ocasiones, y que de inmediato entraría en combate ante una amenaza seria de insurrección callejera.

 

Pero otro importante factor que demora o impide un movimiento espontáneo de protesta masiva es la apatía y desmoralización de la población. La inercia y la falta de esperanza de los habitantes del país. Su falta de fe en ser ellos quienes produzcan un cambio. El gobierno de los hermanos Castro ha matado —o al menos adormecido— el afán de protagonismo político, tan propio del cubano, en la mayor parte de los residentes de la isla.

 

El exilio como futuro —como alejamiento colectivo para ganar en individualidad— es un aliciente mayor que un enfrentamiento callejero. Más fácil se arriesga la vida en una balsa que en una calle. El desarraigo es preferible a la afirmación nacional limitada al concepto de patria, porque se llega al convencimiento —aunque sea intuitivamente— de que no hay nada en que afirmarse.

 

En primer lugar, la geografía como parte de la política. Puede que las cacerolas se oigan primero en el interior del país, pero deben escucharse en La Habana. La posibilidad de que el estallido popular ocurra primero extramuros obedece a factores económicos: la pobreza mayor en el campo que en la capital. Sin embargo, es un error hacer depender cualquier protesta de un empeoramiento absoluto del nivel de vida de la población. Más bien sería todo lo contrario.

 

Desde el punto de vista económico —y contrario a lo que podría pensarse inicialmente—, un agravamiento general de la situación económica no tiene que ser necesariamente el detonante. Son las diferencias sociales, que se intensifican a diario, las que más fácil prenden la mecha. Por lo tanto, a diferencia de que lo que ocurrió en Argentina, serían los estratos más desposeídos los iniciadores de la protesta. La gente no va a lanzarse a la calle pidiendo libertades políticas —ya ese momento pasó—, sino expresando sus frustraciones sociales y económicas.

 

En caso de producirse un movimiento de protestas populares, y de ser espontáneo, lo más probable es que no contaría con la participación mayoritaria de los miembros de la sociedad cubana más identificados con el rechazo al régimen, porque éstos son al mismo tiempo los que tienen más dólares, ya sea gracias a las remesas familiares, el comercio ilícito o los trabajos por cuenta propia.

 

Otro factor a tener muy en cuenta es la composición étnica. ¿Cuál es el segmento que en la actualidad sufre más privaciones en Cuba? No hay duda que la población negra constituye el caldo de cultivo para un estallido social. Sus miembros son quienes tienen menos posibilidades de recibir dólares del extranjero y también a los que discriminan de los  trabajos en hoteles, restaurantes y transporte de turistas. En igual sentido, carecen en su mayoría de viviendas con la capacidad suficiente para alquilar cuartos a extranjeros, ni poseen automóviles u otros recursos que les faciliten la adquisición directa de los dólares de los visitantes. Hay pocos negros dueños de paladares o propietarios de casas de huéspedes. Como una evidencia más del fracaso del régimen, han vuelto a ser relegados a las esferas tradicionales donde antes del primero de enero de 1959, el triunfo económico y social era un anhelo costoso y renuente. Para la población negra, el bienestar del dólar se limita a quienes se destacan en tres esferas muy competitivas: el deporte, la prostitución y el arte.

 

De producirse cacerolazos en Cuba, el régimen los reprimirá con firmeza. No hacerlo sería la negación de su esencia y su fin a corto plazo. Imposible no usar la violencia. En cualquier caso lleva las de perder. La habilidad de los hermanos Castro radica en evitar las situaciones de este tipo.

 

Fidel Castro logró sortear el “Maleconazo” de 1994 con una avalancha de balsas hacia la Florida. Esa salida está agotada. La represión en su forma más desnuda —arrestos y muertos— no conlleva necesariamente el inmediato fin de un régimen totalitario, pero en el peor de los casos lo tambalea frente a un precipicio.

 

Ningún dictador tiene a su alcance un manual que lo guíe, sino ejemplos aislados: los hay tanto de supervivencia—el caso de China—como de desplome —el de Rumania. El gobierno de Castro cuenta con una sagacidad a toda prueba, ¿pero por qué empeñarse en creer que es invencible?

 

 

 

Cuba: Fortalece monopolio militar

sobre el comercio interior

Pedro Campos

20 de octubre de 2013

 

Recientemente el gobierno de la Nueva Derecha Cubana dictó disposiciones que impiden la venta por privados de ropas y artículos industriales, traídos de fuera del país,  actividad que tomó auge en los últimos dos años a raíz del limitado  impulso dado al trabajo por cuenta propia, por las medidas de la llamada “actualización”.

 

Muchos se preguntan por qué esta “marcha atrás”, que la política oficial trata de explicar como una necesidad de poner orden y disciplina  en el mercado, evitar desvíos de recursos y otras historias parecidas.

 

La explicación es bien sencilla: Las tiendas con divisa que controla el estado, especialmente las TRD que pertenecen al monopolio mercantil de las FAR,  han estado confrontado la creciente competencia que le hacen los miles de comerciantes privados que venden ropas y todo tipo  de artículos industriales en aceras, pasillos, portales y salas de casas particulares en todo el país.

 

Estos artículos, por lo general, son de mejor calidad y más baratos que los ofertados por el monopolio militar del comercio interior en divisa.

 

Es incierto que en su mayoría esos productos provengan del desvío de recursos del estado. Si así fuera, sería muy sencillo acusar a tales vendedores de robo. No se podría negar que algún que otro producto venga de allí; pero todo el mundo sabe en Cuba que toda esa ropa que se vende por esos nuevos comerciantes, vienen de Ecuador, Panamá, EEUU y México fundamentalmente  y en menor medida de Italia, al igual que la mayoría  de los otros artículos industriales.

 

Los viajes a Cuba de la comunidad cubano/americana y el otorgamiento de visado múltiple de EEUU a los cubanos, han dado un impulso inusitado a este intercambio comercial que se sale del control estatal.

 

Esto recuerda, en cierta forma, al comercio bucanero en la época de la colonia, que el gobierno español trataba de impedir para beneficio de su monopolio mercantil.

 

Las nuevas medidas migratorias que posibilitaron la salida al exterior de muchos  cubanos, no han sido utilizadas para abandonar masivamente del país en forma definitiva, como esperaban algunos burócratas y así deshacerse de opositores y gente sin trabajo, sino básicamente  para establecer un amplio puente comercial privado entre  esos países y Cuba, a fin de abastecer al naciente cuentapropismo del mercado interno  que compite exitosamente con el anquilosado, caro, obsoleto y corrupto mercado estatal de ropas y artículos industriales.

 

Una vez más muchos cubanos quedan desencantados con las políticas de la Nueva Derecha Cubana que, en verdad, solo trata de reforzar su capitalismo de estado monopolista y poner en función de sus intereses el naciente capital privado de los cubanos de adentro, el dinero de Miami y el capital internacional.

 

Así funciona el capitalismo monopolista de estado: cuando está ahogándose, afloja las cuerdas de sus monopolios, cuando se siente respirar, las vuelve a recoger. Ya pasó en los 90’, luego de las medidas liberalizadoras que aceleró el Maleconazo el 5 de agosto de 1994, las que paulatinamente fueron “rectificadas y ajustadas”.

 

No hay datos exactos disponibles sobre el número de personas que quedarían sin empleo por estas nuevas arbitrariedades del estado, pero a juzgar por la cantidad de vendedores de ropas  y artículos industriales en algunos barrios de La Habana, pudieran ser miles los que pasarían a formar filas de los sin-trabajo. Y conste, de empleos generados en forma extra-estatal, con recursos que no son del estado.

 

Los máximos representantes de la denominada  “actualización” llaman a liberar las fuerzas productivas, pero en la práctica decretan acciones para impedirla y seguir privilegiando la actividad mercantil de los monopolios estatales.

 

Así, la actualización evidencia una de sus tantas contradicciones, al enunciar su interés en la descentralización estatal y en realidad, dictar regulaciones para restringir  la actividad mercantil independiente de los ciudadanos.

 

Ellos entienden, pero sus propios intereses les impiden aceptar, que sin un comercio interno ampliamente desarrollado, no hay economía  que se expanda.

 

Entonces, ¿qué tan verdad es el supuesto interés de la “actualización” en que se generen otros empleos fuera del ámbito estatal?

 

Hay lugares del interior, donde se informa que decomisan las prendas de vestir que no sean fabricadas por los propios vendedores.  Pero con el sentido autogestionario que -en contraposición- ha generado el monopolio estatal de la economía, pronto veremos a muchos de estos nuevos comerciantes  cambiar las etiquetas originales que vienen en las prendas y ponerle marca “Juan Pérez. Hecho en Cuba”.

 

Un viejo refrán leguleyo expresa: “El que hace la ley, hace la trampa”. A los cubanos, como no hacemos las leyes, no nos ha quedado más remedio que hacer las trampas fuera de las leyes.

 

Ya llegan rumores de que para fines de año se alistan nuevas medidas para controlar la venta de fueloil a los choferes de los almendrones de alquiler y de que se estudia prohibir la venta de discos de música y películas, por  “respeto al derechos de autor”.

 

Es evidente, como muchos planteamos desde las primeras medidas, que la “actualización” plagada de inconsecuencias y contradicciones nunca estuvo diseñada para resolver los problemas de los cubanos, sino para buscar  resolver problemas del estado. Cuando sus acciones, como en este caso, tengan efectos negativos para los intereses de la elite burocrática y sus monopolios, entonces aparecen contra-medidas.

 

Que compre la “actualización” quien no conozca sus verdaderas intenciones. Sigan apretando al pueblo… allá ellos. Cuando sea el pueblo el que apriete no le echen la culpa al imperialismo y a la “contrarrevolución”. Ya lo hemos advertido otras ocasiones: busquen las causas de tanta creciente oposición en sus propias acciones ¿revolucionarias?
—–
Pedro Campos: pedrocampos313@yahoo.es



Déficit habitacional y marginalidad en Cuba

Armando Chaguaceda

20 de octubre de 2013

 

El acceso popular a la vivienda es uno de esos temas que ciertos defensores foráneos de “la obra de la Revolución” mencionan como una de las bondades del esquema de protección social vigente en Cuba.

 

Pese a ello, otras voces “amigas del país”, más objetivamente informadas, mantienen un prudente silencio sobre el asunto, por ser uno de los problemas sociales más graves del país.

 

Y es que si bien es cierto que el estado postrevolucionario aprobó entre sus primeros medidas justicieras la rebaja de alquileres y la concesión de títulos de propiedad a los moradores, también lo es que en las últimas décadas la situación del rubro ha ido agravándose.

 

Hoy, más del 70% del fondo habitacional califica como de regular o mal estado; se construyen poquísimas nuevas casas cada año, incumpliéndose planes constructivos de por sí insuficientes. Es muy común que en una casa convivan, con todos los roces que ello supone, hasta 3 generaciones de cubanos.

 

En lo relativo a la construcción o reparación de viviendas por el Estado, esta ha disminuido en los últimos años. El ritmo constructivo es inferior a las necesidades, por lo que el déficit habitacional se incrementa en correspondencia con una trayectoria ya histórica.

 

El proyecto de construir (de 1960 a 1970)  32 mil apartamentos anuales quedó en una cifra promedio de 11 mil. De 1971 a 1980 elevó la meta a unas 38 mil anuales, pero el promedio anual fue de menos de 17 mil. A partir de 1981 se inició un plan de 100 000 anuales, que  -hasta 1990- no rebasó el promedio de 40 mil.

 

Si bien en 1995 se logró sobrepasar las 40 mil, la cifra descendió paulatinamente hasta que en los primeros siete meses de 2005 sólo se habían concluido 7 300 viviendas. En el 2008 la meta se bajó de nuevo hasta 50 mil, rondando las cifras de los primeros cinco meses el 28% de cumplimiento.

 

Si apreciamos el panorama actual, se constata que se han realizado algunas construcciones estatales -denominadas “viviendas con destino”- en especial algunas de alta calidad destinadas a oficiales del Minint y de las FAR, en barrios de Plaza y Playa, el Casino Deportivo, en los repartos Santa Catalina y La Coronela, entre otras zonas de la capital. Se han habilitado como albergues y viviendas algunos edificios que antes fueron centros de trabajo; pero estos son casos puntuales y no satisfacen en modo alguno la demanda.

 

A la incapacidad constructiva se unen los fenómenos meteorológicos de los últimos años que han derribado o dañado parcialmente cientos de miles de viviendas, la mayoría porque eran de baja calidad -tanto por los materiales empleados como por el cuestionable rigor del proceso de edificación- y porque, además, estos han carecido de mantenimiento durante el medio siglo.

 

Este verano, producto de los aguaceros, se produjeron varios derrumbes en una pequeña zona de Centro Habana: en Escobar entre Neptuno y San Miguel, en Neptuno entre Manrique y San Nicolás y un tercero en Soledad entre Neptuno y Concordia.

 

En cuanto a la recuperación, hay numerosas familias que perdieron sus viviendas al paso de los huracanes que asolaron el Oriente y la provincia de Pinar del Río y que todavía no han logrado recuperarlas. Por todo ello el  déficit habitacional real sobrepasa, según diversas fuentes, el medio millón de viviendas oficialmente reconocido.

 

Después del fracaso del Estado de querer asumir por sí sólo la construcción de viviendas y de acudirse a las llamadas Microbrigadas, actualmente se ha transferido esa responsabilidad a los particulares.

 

Tal decisión deja sin cobertura a la numerosísima población trabajadora que habita cientos de edificios multifamiliares -en zonas como La Lisa o Alamar- mucho más difíciles de reparar con la suma de esfuerzos individuales.

 

Así, los planes de asignar préstamos bancarios y facilitar materiales de construcción a la población para que construya o repare sus viviendas con recursos propios tampoco ha resuelto el enorme déficit habitacional del país.

 

Semejante rehabilitación “por cuenta propia” se confronta con una oferta de materiales escasos, a precios altísimos y de baja calidad, pues en los rastros hay revendedores que adquieren casi todo el material que entra -como las barras de acero (cabillas) y el cemento en bolsa- para venderlos a precios superiores.

 

Sin embargo, también está en curso un celebrable programa de subsidios a gente de bajos ingresos, para que reparen sus viviendas o construyan piezas como cocinas, baños u otra habitación, que concede el poder decisor a una comisión municipal de composición amplia lo que, según algunas opiniones, ha acotado las prácticas de “sociolismo”. [i]

 

A la población empobrecida de la capital hay que añadir el arribo –nunca interrumpido pese a cuestionadas iniciativas legales y operativos policiales- de millares de inmigrantes de las otras provincias, que sobreviven en la urbe a través de disimiles actividades, legales o ilegales.

 

Estos se instalan en edificaciones de pésimo estado constructivo -casi siempre inhabitables- o bien improvisan precarias habitaciones con materiales de desechos en zonas de la periferia de la ciudad, sin servicio de acueducto, alcantarillado ni electricidad, en condiciones de hacinamiento e ilegalidad.

 

Estas poblaciones marginales no cuentan tampoco con la cartilla de racionamiento, lo que dificulta más la sobrevivencia y multiplica el comercio ilegal y el delito.

 

Los barrios empobrecidos que albergan una población en tal situación de marginalidad se dispersan por diversos municipios de la capital.  Tan solo si mencionamos los más notorios, encontramos que en Centro Habana se identifican los barrios de Los Sitios, algunas zonas de Cayo Hueso, el Barrio Chino y San Leopoldo; en La Habana Vieja destacan los barrios de Jesús María y Atarés; en  Arroyo Naranjo se encuentra Párraga; en La Lisa el asentamiento ubicado debajo del puente que colinda con el municipio de Marianao; en Plaza existen El Fanguito y La Timba, en el Cerro el asentamiento El Canal, entre otros. Pero los más famosos son comunidades muy precarias de la periferia de la ciudad y barrios como La Corea, La Cuevita y El Canal en los municipios Cerro, Marianao y San Miguel del Padrón.

 

La agudización del problema de la vivienda en Cuba constituye un serio problema social.[ii] De hecho, es presumible que el notorio incremento de los niveles de violencia en la capital y la proliferación de diversas formas de marginalidad e ilegalidades guarden estrecha relación al incremento de la pobreza y el hacinamiento poblacional.

 

Para combatir y solucionar tales problemas serán necesarios una importante inversión –y no solo una racionalización, como parece preferirse hoy- de recursos en función de mejorar las política sociales (vivienda, salud, educación, recreación) que atienden a esas poblaciones, así como experimentar formas alternativas (cooperativas de construcción y gestión de viviendas, cajas de crédito, etc) que impidan que la ineficacia de las burocracias o la especulación del mercado inmobiliario sean las que determinen, para las mayorías,  el acceso y disfrute de su derecho a una vivienda digna.

 

Meta que solo se alcanzará en la medida que se combata y reduzca, de forma integral y sostenible, la pobreza que afecta a amplios sectores de la población cubana.

 


[i] Uso de influencias y relaciones para obtener y proveer acceso a bienes, servicios y empleos demandados.

 

[ii] Para un vivido y reciente abordaje del tema ver, del periodista Fernando Ravsverg, el siguiente trabajo www.havanatimes.org/sp/?p=91062

 

NOTA:  Agradezco los aportes y comentarios de varios amigos residentes en la Habana, así como de los especialistas Carmelo Mesa y Mario Coyula. 

 

 

 

La Habana: la vanidad de

un Congreso de Economía y Desarrollo

Manuel Cuesta Morúa

16 de octubre de 2013

 

Las últimas acciones del Estado contra los vendedores de ropa demuestran que el mercado informal cubano crece proporcionalmente a la represión y esto es la negación del desarrollo

 

Hasta el 18 de octubre, se celebra en La Habana el Primer Congreso Internacional sobre Gestión Económica y Desarrollo, evento-vitrina que alimenta la ilusión de que, por primera vez, se discuten en el mundo la relación entre economía y desarrollo.

 

A este Congreso asisten representantes de 22 países y más del doble (39) de universidades extranjeras que cubanas (11), más de 200 años después de escrita Las Riquezas de las Naciones de Adam Smith.

 

Todos los meses hay en el mundo encuentros de economía internacionales. Los europeos, más que los norteamericanos, son prolíficos en congresos de economía, a pesar de que están menos obsesionados con el dinero que los Estados Unidos, y no tienen aspiraciones inaugurales.  Pero parece que, a excepción de nosotros, nadie ha advertido el vínculo entre la economía y el desarrollo.

 

Los temas a discutir

 

Una mirada a los temas a discutir nos muestra la vanidad de este Primer Congreso: Contabilidad financiera, auditoría y control interno; Formación económica y superación profesional; Desarrollo local, economía social y solidaria; Cooperativismo como alternativa de desarrollo, y Finanzas internacionales y banca, son los tópicos más destacables…

 

¿Es posible que estos temas vayan a ser discutidos por primera vez en el mundo?

 

La pregunta puede parecer tonta, a no ser que el título del evento sea para impresionar a los observadores con la seriedad cubana en relación con los problemas más acuciantes del mundo. Como si los problemas de fondo en economía estuvieran resueltos en Cuba. 

 

Con esta pretensión, una entre las 221 ponencias, lleva el título: Teoría cubana de los fund-edges (capitales especulativos de alto riesgo): una aproximación crítica. Bien cabría pensar que algún economista cubano intenta sentar cátedra sobre los capitales golondrinas del mercado financiero.

 

Vemos el palpable divorcio entre los temas a discutir y la realidad de la economía cubana.

 

Realidad y fantasía

 

Lo que da combustible a la segunda ilusión: que la economía cubana está en un evidente proceso de modernización y que ya estamos en condiciones de discutir las finanzas internacionales, no en unos talleres de aprendizaje, sino en todo un Congreso. Así lo pensarán muchos visitantes.

 

Existe algo así como un intento de dar cuerpo, propaganda y discurso a lo que, sin nombre oficial, podríamos llamar la Nueva Economía cubana. La prensa, y algunos inversionistas extranjeros se han atrevido a adelantar que Cuba cambia, que avanza a nuevos rumbos económicos, bien diferentes a los que el gobierno cubano seguía hasta hace unos años.

 

Después del adiós a la economía voluntaria de Ernesto Guevara, el gobierno se asoma ahora a la economía real. Así se inventa  el concepto de Actualización del Modelo;  se regresa al tema de la pequeña iniciativa individual; se desruraliza el cooperativismo según los manuales de cierta versión de socialismo, todo envuelto en el viejo juego cubano de la modernización aparente.

 

El juego de las apariencias

 

La primera apariencia tiene que ver con el acceso de estudiantes y profesores al conocimiento mundial; recordemos Infomed, la red informática de medicina que supuestamente iba a elevar los conocimientos de médicos y estudiantes a los primeros niveles en el mundo.

 

La segunda de las apariencias, es organizar eventos internacionales sobre todas las materias posibles, con el propósito de pretender que nos movemos a la vanguardia de las discusiones.

 

El Primer Congreso Internacional sobre Gestión Económica y Desarrollo, podría sustentar una tercera ilusión: la de que el conocimiento previo, sin la experiencia, puede producir el desarrollo deseado, preparándonos de antemano para conducir nuestra propia experiencia económica en un mundo cada vez más interconectado.

 

Este tipo de ilusión ha funcionado en muchos países del mundo, los asiáticos hacen de ella una especialidad que les ha resultado productiva, pero exige requisitos previos que no se cumplen en Cuba. 

 

Lo demuestran los casos de Perú y Brasil, solo la actuación abierta, legalmente garantizada crea un entorno eficaz para las auditorías y los controles contables de las empresas. Con sus tres agregados exigibles: dinero real a través de impuestos, eficiencia en la utilización y asignación de recursos y combate a la corrupción.

 

Represión y desarrollo

 

Esta premisa de modernización económica no existe en Cuba. Más bien las últimas disposiciones  y acciones del Estado contra los vendedores de ropa y artículos industriales enseña que aquel no ha aprendido mucho de economía cuando impulsa cada vez más hacia el mercado informal que crece proporcionalmente a la represión.  Y esta es justamente la negación del desarrollo.

 

Veamos, por otra parte, la política de desarrollo al estilo de China. Como bien dicen algunos economistas, China cuenta con una política para el crecimiento pero no para el desarrollo. Su gestión económica orientada a la exportación la lleva a afinar un tipo de gestión económica e capitalista siglo XIX, que por sí misma no implica desarrollo. Como lo demuestra la creciente desigualdad entre las diversas regiones del inmenso país. 

 

La condición primaria para que la gestión económica signifique desarrollo es la de involucrar a todos los actores reales y potenciales en el crecimiento económico y descentralizando la toma de decisiones.

 

La India hizo esto, con su revolución verde; China no. Y Cuba, imitándola para mal, tampoco conecta gestión económica con desarrollo posible. ¿La prueba? La Zona Económica Especial del Mariel (Shangai como intención en el Caribe) establecida por decreto, y contraria a la Ley y a la implicación popular, es el tipo de progreso económico probable, que pone en práctica una gestión económica típicamente capitalista, de viejo cuño, sin poner en marcha desarrollo alguno.

 

El gobierno del Mariel

 

El gobierno cubano, al que en términos económicos deberíamos llamar cada vez más como el gobierno del Mariel  ―a los demás efectos económicos el resto de Cuba es una Zona Especial de Miami con sus 5,1 billones de dólares de trasiego en personas y mercancías―  ha hecho la peor apuesta estratégica para Cuba. Mariel, si se desarrolla, y yo lo dudo, cogerá fuertes catarros cuando Brasil, China y los Estados Unidos estornuden. Y recemos para que los tres no lo hagan al unísono.  

 

Un Primer Congreso sobre Economía del Hogar y los Derechos de Propiedad, tendría más sentido, y sería de verdad el primero. La fórmula es la siguiente: a menor pretensión, más desarrollo. Y para todos los cubanos. 

 

 

El poder autoritario

Leonel González

16 de octubre de 2013

 

El poder jerarquiza la coacción sobre el consenso y se beneficia de la poca memoria y cultura de la gente. Domina la técnica para la manipulación y control de sus ciudadanos, no importa si está a la derecha o la izquierda

 

El poder jerarquiza la coacción sobre el consenso y  se beneficia  de la poca memoria y cultura de la gente. Domina técnica para la manipulación y control de sus ciudadanos, no importa  si está a la derecha o la izquierda. La instrucción no es obstáculo a esta forma de pensar. Los fascistas alemanes gozaban de la fama de instruidos y cultos.

 

Contribución a una política emancipadora

 

Un príncipe sabio ideará la forma para mantener a todos los ciudadanos, en todas las circunstancias, en situación de dependencia del estado y de élAmenazar con confiscar las propiedades es más eficaz que quitar vidasEs preciso que la población no tenga descanso ni ocio, porque de ahí provienen muchos conflictos, desorden y corrupciónUn príncipe sabio  debe, cuando tenga la oportunidad, fomentarse  con astucia alguna oposición a fin de que una vez vencida brille a mayor altura su grandezaLos príncipes deben ejecutar a través de otros  las medidas que pueden acarrearle odio y ejecutar por sí mismo aquellas que le reportan el favor de sus súbditosLas acciones apoyadas por la religión encontraran menos obstáculos en la sociedadEl poder se mantiene cuando admite una nobleza hereditaria que posea  derechos y cargos  que no pueden conferirse más que a una clase de ciudadanos, pero en este caso, el mejor poder es el que menos se note… Maquiavelo.

 

Para el pensamiento autoritario siempre habrá reyes,… lo único es que debemos denominarlos con otros nombres. Para el pensamiento autoritario el agresor siempre es el otro Para los gobiernos autoritarios, hacer política en la actualidad,  tiene poco que ver  con la búsqueda del interés general y mucho con la decisión de… a quien, a que grupo  se va a beneficiar y a quien se va a perjudicar,… por tanto ocultan que nos saquean, o nos explotan y nos oprimen y desean que solo agradezcamos e idolatremos su gestión y  veamos todo como dádiva generosa que nos ofrecen con su labor sacrificada.

 

Sin dudas la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, pero más precisamente, bien podría decirse…  que es la historia de la opresión. La ideología de las clases dominantes se especializa en manipular términos y ambigüedades para generar falsas esperanzas, sumisión psicológica,  impotencia colectiva y  temor.

 

Después de revoluciones que han costado miles de vida, el capitalismo ha traicionado la libertad, la igualdad y la fraternidad, vaciado la democracia de contenido y trata de convertir al ciudadano solo en consumidor. La creciente desigualdad económica, la concentración de riqueza, efectivamente, tienden a anular la democracia y esos ideales iniciales. Por su parte, el llamado socialismo de Estado, mantiene en esencia la racionalidad del capitalismo, en nombre de un futuro de igualdad y solidaridad inapresable, aplica medios no acorde con los fines,  y menospreciando la democracia  intenta convertir al ciudadano en algo peor, un no-ciudadano.

 

El absolutismo no pierde adeptos en ninguno de los dos sistemas cuando el objetivo del poder es la ambición y no el servicio. El rey, los nobles, los ejércitos, las religiones  y el oscurantismo se han mimetizado con otros nombres. Dios fue sustituido por la historia, el rey por el hombre providencial, el caudillo, los partidos sustituyeron  a la iglesia, los nobles se multiplicaron con otras élites y el ejército amplió sus funciones civiles.

 

El poder -a ambos lados del espectro- y sus múltiples mecanismos de influencia y domesticación pretenden convertirnos en presa fácil de manejar según sus intereses. O llenándonos de ilusiones consumistas e individualistas, o  burocráticas y conformistas en espera de  un futuro luminoso que nunca llega, pero siempre ocultando la realidad.

 

Nada de ello se ha impuesto sin resistencia, pero los mejores ideales y las más humanitarias políticas de liberación no han resistido con efectividad, más bien se han contaminado de los valores del CONSERVADURISMO. La ignorancia, el desconocimiento y la ambición de algunos no fueron controlados por todos.El poder derrotó al proyecto emancipatorio. Los ideales continúan postergándose para tiempos mejores.

 

Alguien ha dicho que la política para algunos en el poder,  es el arte de recordar logros y ocultar fracasos, de desviar la atención de la gente según convenga. Roma gobernó un imperio mediante la fuerza, aplicando el divide y vencerás y el Pan y circo.Maquiavelo dijo que es mejor que los súbditos teman al príncipe a que lo amen. Muchos han gobernado aplicando el quien no está conmigo está contra mí, eliminando sistemáticamente los potenciales adversarios y líderes y estimulando desafíos externos que mantenga a la gente ocupada.

 

Esta históricamente comprobado que los sistemas y gobiernos  que pretenden el control total de la vida de cada ciudadano se caracterizan por coartar la independencia económica, la autonomía política y la cultura de los mismos, por incentivar el conformismo, la insolidaridad entre las clases dominadas y/e intimidar y castigar duramente a los potenciales rebeldes. Prometen fines excelsos, grandiosos, pero ambiguos y brumosos, solo conseguibles a muy, muy largo plazo -lo cual claro, justificaría el monopolio del poder por ese mismo plazo-, aunque son evidentes los  medios que generalmente contradicen esos fines, y la constante divergencia entre la palabra y los hechos.

 

El poder  se beneficia  de la poca memoria de la gente y  domina técnica para la manipulación y control de sus ciudadanos, no importa  si está a la derecha o la izquierda. Esa  técnica tiende a crear  una persona  acrítica, obediente, conformista, socializada según desee el grupo y la clase dominante.

 

Pero las herramientas básicas no son, como creen algunos, la propaganda y la acción de los mass media, aunque estás sean muy importante.

 

Es la debilidad del Estado de derecho siempre sometido a la voluntad del Mesías y la casta gobernante, el control de la subsistencia básica, el control de premio y castigo y la represión silenciosa, cuando es conveniente, abierta, cuando es necesario. También el culto a la acción y el rechazo a la meditación y el pensar. Es la base de la muy antigua estrategia de desacreditar constantemente a la intelectualidad y evitar su unión con los trabajadores.

 

Este sistema, produce una persona, intolerante, rígida, incapaces de lidiar con la ambigüedad  o la incertidumbre, generalmente sumisa, conformista, y fanática, lo mismo en la vida individual que política. Crea individuos manipulados e indoctrinados que repiten como propia la opinión de sus dominadores. Y defienden a capa y espada  la lógica del poder: castigar a quien denuncia el crimen y no a quien lo comete.

 

La instrucción no es obstáculo a esta forma de pensar. Los fascistas alemanes gozaban de la fama de instruidos y cultos.

 

Las premisas básicas de la manipulación,  con el objetivo de lograr una obediencia acrítica y/o la anulación del raciocinio sistemático,  son evidentes enseñanzas de la historia… y son claras.

 

a. -Endiosamiento de  dirigentes. Aumento constante y desmesurado del poder y autoridad de un jefe, un mesías. Se crea una mentalidad dirigida a otorgar al líder todas las virtudes y conocimientos, estableciendo de facto y a veces hasta de jure, que lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo equivocado, son predefinidos en todos los aspectos que afectan los intereses vitales de la sociedad por el propio líder.

 

b. -Establecimiento de un principio absoluto, un valor que anule a todos los demás. Se establecen dicotomías irracionales e innecesarias. La patria, o El estado, o la Defensa, o el Partido, o la justicia, o la solidaridad, se convierten en principios anuladores y prevalecientes sobre todos los demás, sea la verdad, la humanidad, la libertad.

 

c. -Establecer  la sacralidad de una doctrina, Mientras más totalizadora y abarcadora más efectividad. Solo hay un bien, solo hay un camino, solo un destino. Dios, la naturaleza o la historia están con nosotros y solo con nosotros. Fundamentar  la infalibilidad de sus principios logrando que la realidad sea irrelevante o inferior a esta. Intolerancia ideológica. Es esencial que la doctrina privilegie la acción y minimice la importancia de la meditación  con el fin de limitar las posibilidades de  reflexión, cuestionamientos y dudas. La decisión de no compartir el poder  y ejércelo  omnímoda y autoritariamente es la base de la razón cínica de los que lo ostentan, por ello no aceptan argumentos, ni entran en debates y discusiones. Intentan fundamentar  su legitimidad no en su desempeño, sino en sus antecedentes y méritos anteriores.

 

d.- Control de la subsistencia básica y/o la posibilidades para subsistir y desarrollarse. Se acostumbra a dar como privilegio lo que es un derecho y con ello se condiciona el comportamiento de los súbditos.

 

e.- Control de  la enseñanza y la información. El objetivo supremo es instaurar una cultura de la resignación, aceptar lo real como lo racional, lo existente como lo único posible. Parte de ella es el ocultamiento de los hechos reales e históricos que le adversan, la ambigüedad en el uso de informaciones e imágenes sin fechas, sin referencias, sin datos del autor ni del registro o con personas “borradas”  de ellas. Hacen llamar “información periodística” a cualquier opinión no verificada y al  servilismo de sus órganos de prensa. El sistema está diseñado para convertir en victoria glamorosa lo  que no es un desastre inocultable. El objetivo es lograr consenso para la sumisión voluntaria y afianzar las bases para la supuesta legitimidad del poder permanente y los  sucesores designados por este. Se te educa para el sometimiento. No por gusto alertó Martí: “Todas las tiranías tienen a mano uno de esos cultos, para que piense y escriba, para que  justifique, atenúe y disfrace: o muchos de ellos, porque con la  literatura suele ir de pareja el apetito del lujo, y con este, viene el  afán de venderse a quien pueda satisfacerlo. Por casa con coche y bolsa para queridas vende la lengua o la pluma mucho bribón inteligente”.

 

f. -Militarización de la sociedad, del pensamiento y el lenguaje, del sistema de reconocimiento de la realidad y de toma de decisiones. Se anula de esta forma la sociedad civil y sus posibilidades de participar y controlar el poder. Se crean organismos paramilitares, corporativos, que encuadran disciplinadamente a la sociedad con el fin de controlarla y movilizarla para sus intereses. Terror subliminal y selectivo, cuando no desembozado, producto de la hipertrofia de las funciones y tamaño de los órganos de coerción y las insuficiencias y ambigüedades de las leyes. El objetivo es forzar   la sumisión e impedir desafíos a la falsa legitimidad y los sucesores de todo poder permanente, sea  de una persona o un grupo.

 

g.- Castigo inmediato, selectivo o no, a quienes se le enfrentan o simplemente  emiten opiniones o actúan contra sus normas impuestas. Y mucho más castigo oculto, descredito y fusilamiento moral y público,  represalias indirectas como el perder el trabajo, no poder asistir a determinados lugares,  o las posibilidades de ascenso y superación y posibilidad de afectar el futuro de los hijos.

 

Pero, en el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han permitido nuevas herramientas al poder y generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las élites dominantes.

 

Del príncipe de Maquiavelo acá ha corrido mucha agua. Gracias a la biología, la neurobiología, la sociología y la psicología, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser y los grupos humano, en especial  psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos y las colectividades. Las nuevas tecnologías de la información también posibilitan al poder nuevos medios de control.

 

La mayoría del discurso político, la propaganda  o  la publicidad dirigida al gran público está guiada por la emoción y la simplicidad, utiliza discursos, argumentos, personajes y entonación particularmente paternales o infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, otra en la autoridad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad. El autoritarismo paternal también engendra respuesta similar a la obediencia.

 

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamiento. El arma más poderosa en manos del opresor es la propia mente del oprimido. Cuando se decide que la política  es otra forma de hacer la guerra, la verdad, como en aquella, se convierte en la primera baja. 

 

La manipulación y control de sus ciudadanos, no importa  si está a la derecha o la izquierda es fin básico de cualquier gobierno no realmente revolucionario y de algunos que dicen serlo.El poder se mantiene fuerte cuando permanece ajeno al derecho y  la fiscalización popular y enajena a las masas  con la sacralización de un hombre superior o un partido único que les lidera.

 

Las diferencias entre un socialismo primitivo  y autoritario y un capitalismo injusto no son tales para el ciudadano de a pie. Solo los privilegiados en cada sistema o los que no lo han vivido, pueden sostener lo contrario.

No pretendemos reformar el socialismo estatal, sino cambiarlo

Marlene Azor, Pedro Campos, Armando Chaguaceda, Ovidio  D’Angelo,  Andrés Dovale, Claudio Fernández, Hibert García, Jorge O. González, Ariel Hidalgo y otros compañeros

16 de octubre de 2013

 

Los partidarios del SPD defendemos otro socialismo bien distinto; pero no aspiramos a imponer ninguna sociedad específica. Debe ser el pueblo el que decida democráticamente la sociedad en que desea vivir

 

Algunos comentaristas críticos de las posiciones de la izquierda socialista y democrática cubana, asocian a los partidarios del Socialismo Participativo y Democrático (SPD) al interés de “reformar el socialismo de estado”. Para ello, aluden a nuestro apoyo ampliamente crítico a algunas de las iniciales declaraciones del Presidente Raúl Castro  y a ciertas medidas de la llamada “actualización” las cuales, si bien han flexibilizado y reajustado viejas y absurdas regulaciones, en su conjunto no cambian -en esencia- las principales características socioeconómicas y políticas del modelo autoritario vigente.

 

En todo caso; varias de esas medidas tienden a un redimensionamiento del estado centralizado para hacerlo más fuerte, acompañado de una  limitada restauración del capitalismo privado, en contraposición a nuestras propuestas de democratizar la vida política del país y priorizar las formas libres, autogestionadas,  cooperativas y asociativas de producción, las que marchan muy a la zaga de las otras y cuyo sentido socializador carece de la difusión necesaria.

 

No prejuzgamos los fines de tales comentarios, solo pretendemos dejar establecido, una vez más,  que ni nos identificamos con el vigente “socialismo de estado”, ni con sus intentos hegemónicos por reformarlo bajo el manto de una limitada liberalización.

 

Nosotros aspiramos a cambiarlo de forma sustantiva y con una orientación democratizadora.

 

Luchamos por un Socialismo Participativo y Democrático, que tendría que ser sustentable y para el progreso,  por el desarrollo de una nueva sociedad inclusiva, democrática con participación autónoma de los ciudadanos en la toma de decisiones en todos los ámbitos, hacia el predominio paulatino de las formas autogestionarias de producción y gobierno social, en verdadera transición socialista que, por imperio de las condiciones objetivas de desarrollo socioeconómico, no excluye pero tampoco privilegia las distintas formas privadas de producción .

 

Nuestras críticas al modelo vigente, han sido suficientemente claras. No creemos que el socialismo signifique un estado dueño absoluto de los medios de producción, con relaciones alienantes que bloquean formas más democráticas de  cooperación y distribución de los ingresos,  ni con el partido único que deja la política fuera del control social, ni con limitaciones a la libertad de expresión y asociación, ni con enfoques sesgados de los derechos humanos.

 

Expresamente, nuestras propuestas no coinciden con los conceptos de “dictadura del proletariado”, de “partido único dirigente de la sociedad”, de la “propiedad del estado como eje principal de la economía”, ni con todas las formas de monopolio en la economía y la política.

 

Nuestras posiciones quedaron bien establecidas en nuestros principales documentos programáticos: “Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas” (agosto de 2008) y “Propuestas para el avance al socialismo en Cuba” (enero de 2011), presentados al pueblo de Cuba, en ocasión de las convocatorias al VI Congreso del PCC.

 

Que defendamos una sociedad con una democracia que combine formas representativas, participativas, deliberativas y directas que empodere verdaderamente a los ciudadanos y promovamos las formas asociativas de producción como alternativas a la explotación asalariada y la igualdad de derechos -no el igualitarismo-, no quiere decir que pretendamos imponer algún modelo específico de sociedad.

 

Como demócratas convencidos, creemos que debe ser la ciudadanía, por medio del voto directo y secreto, la que determine luego de un amplio intercambio horizontal, deliberativo y con transparencia informativa, -distintos a los insuficientes mecanismos de consulta vertical del actual gobierno, que antes o luego siempre decide-, el tipo de sociedad en que desea convivir, siempre con respeto a los intereses de las minorías.

 

La democracia sin exclusiones a la que aspiramos, para ser verdadera, debe tender cada vez más a la amplia participación de todos los ciudadanos, a la difusión libre de ideas y a la elección de todos los cargos público por medio del voto directo y secreto a partir de candidatos, propuestas y proyectos no predeterminados por superestructuras. Al uso de los referendos y de los presupuestos participativos aprobados por todos los afectados y contribuyentes, con un amplio desarrollo de las autonomías municipales, con representaciones de los verdaderos intereses populares, revocables y no de la manera designada y delegada actual.

 

Aspiramos a un socialismo que defina claramente una tendencia a la eliminación paulatina de todas las formas de explotación de los seres humanos.

 

En tal sentido, deseamos una economía que priorice la socialización de la propiedad y de la apropiación de los resultados del trabajo;  que además del cooperativismo amplio, el trabajo libre asociado, las formas de economía auto y cogestionadas en diverso grado y el trabajo por cuenta propia, personal y familiar, contemple también la pequeña y mediana empresa privadas. Creemos que en las entidades donde se devengue salario, el trabajador debe ser, además, partícipe de las utilidades, de la gestión de la propiedad y poseer formas efectivas para defender sus derechos.

 

Igual, entendemos la necesidad de la inversión foránea, en forma principalmente indirecta y siempre que aporte capital, tecnología y mercado. Cuando sea imprescindible la inversión directa extranjera, deberá estar asociada a empresas nacionales,  y sujeta a macro-regulaciones estatales que garanticen los intereses de la nación y, específicamente, firmarse un contrato colectivo de trabajo  que proporcione a los trabajadores salarios decorosos, protección sobre cualquier forma de discriminación o explotación, participación en parte de las ganancias de la entidad y plenas garantías para el ejercicio de la actividad sindical independiente.

 

El estado debería garantizar y mejorar  los logros alcanzados en la salud y la educación para todos, para lo cual los profesionales y trabajadores  de ambas esferas, así como los ciudadanos beneficiados por esos servicios, deberán tener una real participación en las decisiones  que se tomen a todos los niveles y propiciar el desarrollo de otras formas no estatales que tiendan a socializarlas aún más. Experiencias latinoamericanas en la forma de Consejos de Salud y Educación, que gestionan eficaz y democráticamente las políticas públicas, deberán ser incluidas en cualquier reforma del sector.

 

Los cubanos residentes en el extranjero deberán tener los mismos derechos de los residentes en el país, tanto en lo económico, como en lo social y en lo político, con la única excepción de quienes vean invalidado el ejercicio de estos derechos por ser comisores de algún delito de acuerdo a lo establecido en el Derecho Internacional.

 

En particular, rechazamos toda forma de violencia para conseguir fines políticos y promovemos el diálogo y las vías pacíficas y democráticas para la solución de los conflictos y la búsqueda de una salida a la crisis cubana que no podrá resolverse manteniendo el modelo estatalista -que ha demostrado su inviabilidad en todas partes donde se intentara- o de la imposición de un modelo neoliberal, elitista y enajenador de la soberanía nacional.

 

Por último, mientras reafirmamos nuestro convencimiento de que no es posible el socialismo, sin plena democratización de la vida política del país y sin una política clara dirigida a la amplia socialización de la economía, apreciamos que el partido/gobierno/estado cubano, bajo el denominado proceso de “actualización”, en lugar de avanzar al socialismo, se aleja por emprender un fortalecimiento de las instituciones estatales en todos los órdenes, reforzando el modelo político autoritario de gobierno y el control de las empresas estatales por el aparato burocrático, apoyándose en una limitada restauración del capitalismo privado.

 

El carácter discordante de las medidas y acciones de la “actualización” está llevando a una agudización de las contradicciones entre la elite burocrática y todas las demás capas sociales del pueblo cubano, explotadas directamente a través del trabajo asalariado mal pagado, o indirectamente por  vía de los altos impuestos, la doble moneda y las limitaciones aplicadas por los monopolios estatales al trabajo por cuenta propia, al cooperativista y al capitalista privado.

 

En estas circunstancias, y con vistas a evitar que esas contradicciones se desborden de forma incontrolable, con incalculables consecuencias, los partidarios del SPD llamamos –una vez más- a un diálogo nacional, horizontal, abierto, democrático, sin exclusiones, con participación de los cubanos de dentro y de fuera, de todas las tendencias políticas, que permita encontrar una solución política a la situación actual y abra vías a la sociedad martiana “con todos y para el bien de todos”, que figura en la Constitución.            

 

Sin democracia sustantiva que empodere al pueblo en las cuestiones de gobierno a todos los niveles, sin libertad plena, sin socialización de la economía, no hay patria, nación ni socialismo posibles.

 

 

 

Cuba: niñas prostitutas y mercaderes sexuales

Alejandro Armengol

16 de octubre de 2013

 

Cuba no promueve oficialmente la prostitución en general, y mucho menos la infantil, sin embargo, su enfoque al respecto es hipócrita y mal intencionado

 

El hecho de que extranjeros mantienen relaciones sexuales con niñas cubanas no es una noticia nueva. Durante años se vienen señalando denuncias en este sentido, y el gobierno cubano ha hecho poco —por no decir nada— para evitar que ello ocurra.

 

Hace unos meses una investigación realizada por los diarios Toronto Star y El Nuevo Herad brindó una amplia información al respecto, y obligó a modificar esa caracterización del turismo canadiense como una práctica familiar y común entre matrimonios de edad avanzada o jóvenes idealistas, que viajaban a Cuba impulsados por el atractivo de playa y sol. Un destino relativamente barato y donde se viajaba con el objetivo de conocer una nación singular y alejada de la sociedad de consumo en que se han criado estos visitantes internacionales: un país con dificultades, pero también con ciudadanos sonrientes y con buena música.

 

No es que todos los visitantes canadienses vayan detrás de relaciones sexuales baratas e impunes con menores, pero vale la pena enfatizar en esta realidad triste, que significa el tráfico sexual con niños.

 

Sin embargo, esta realidad no solo tiene que ver con los canadienses. Viene ocurriendo desde hace años.

 

Niñas en Cuba, prostitutas en Londres

 

Un negocio redondo según el vendedor. “Cubanitas” de 11, 12 y 13 años. Había donde escoger. Un vídeo de las niñas jugando y comiendo durante un cumpleaños. Simplemente verlo y señalar las preferidas. Además, la mercancía estaba garantizada. Los compradores podían “probarla” antes de la compra. Si no estaban satisfechos, escoger otra.

 

Solo que los “compradores” resultaron dos reporteros británicos, Graham Johnson y Nyra Mahmoo, y la información aparece en el Sunday Mirror.

 

La prostitución infantil y el tráfico de menores han aumentado notablemente en Gran Bretaña. En diciembre del año pasado, la rama británica de la organización End Child Prostitution, Pornography and Trafficking (Ecpat, UK) alertó que un número creciente de niños extranjeros son obligados a prostituirse. La situación llevó a un juez, Peter Singer, de la división familiar, a instar al gobierno de que introduzca leyes que detengan el comercio internacional de mujeres y niñas. Se estima que unas 1.400 entran al país anualmente y son obligadas a la prostitución.

 

Los reporteros del Sunday Mirror realizaron una investigación que los puso en contacto con Aktham Zuhair Salem Madanat, quien se encontraba en Gran Bretaña alegando ser un iraquí perseguido por Sadam Husein. Madanat era en realidad un jordano que confesó a los periodistas haber sido proxeneta en Miami, tener una casa en Cuba y residir durante diversos períodos en Inglaterra, a lo largo de nueve años. Agregó que nueve meses atrás se vio forzado a dejar Inglaterra y retornar a Cuba, pero que ahora estaba de vuelta en Londres para hacer “negocios”. Tiene nueve visas cubanas estampadas en su pasaporte y había viajado 13 veces a la Isla.

 

Madanat había regresado a Inglaterra con su esposa cubana y cuatro hijos, y todos estaban alojados en el London Park Hotel, que albergaba unos 500 refugiados en busca de asilo. En el lugar operaban diversas bandas dedicadas a la prostitución.

 

Según el Sunday Mirror, Madanat alardeó que podía traer mujeres y niñas de Cuba. Siete en total. Cuatro con edades entre 16, 21 y 22; otra entre 26 y 27, y dos mucho más jóvenes: una de apenas 11 años.

 

Campesinas del pueblo de su esposa “a siete horas de La Habana”, desesperadas por abandonar la Isla a causa de la pobreza. El vídeo fue tomado durante el cumpleaños de una de sus hijas, en su vivienda en Cuba. Había invitado a la fiesta a un grupo de jóvenes del pueblo y ahora usaba la cinta para promover la venta de las jóvenes como prostitutas.

 

“Le doy $200 a los padres y son suyas”, dijo Madanat, según cita el Sunday Mirror. Los familiares tenían la esperanza de que las jóvenes se casaran, encontraran algún hombre rico o al menos pudieran mandarle algunos dólares.

 

Niñas en edad escolar, procedentes de Cuba, Nigeria y Albania son obligadas a prostituirse en Gran Bretaña. Las encierran, golpean y les suministran drogas. Les dicen que tienen que trabajar durante al menos dos años para comprar su “libertad”: la devolución de los pasaportes y la posibilidad de permanecer en el país. Viajan con documentos falsos. Las de más edad vienen con visas de trabajo y hacen pasar a las menores como hijas o hermanas. “La embajada cubana en Londres necesita una carta de invitación de un negocio diciendo que trabajarán como bailarinas o en un restaurante”, afirma Madanat.

 

No era la primera vez que Cuba aparecía en la prensa de Inglaterra vinculada al tema de la pornografía infantil.

 

En 1997 fue arrestado el astro británico Gary Glitter, cuando regresaba de unas vacaciones en la Isla. En el juicio, celebrado en noviembre de 1999, las autoridades inglesas mostraron su interés en conocer lo que hacía Glitter durante sus frecuentes viajes a la Isla, donde tiene una casa. En enero de 2000, luego de cumplir la mitad de una condena de cuatro meses por 54 cargos de posesión de pornografía infantil, Glitter, que en la actualidad reside en España, manifestó que podría trasladarse a vivir en Cuba, con lo que La Habana no sólo se mostró complacida sino que lo invitó a hacerlo.

 

En su informe de 2000-2001, la Ecpat señala los reportes de la existencia de prostitución infantil y tráfico de menores en Cuba, y añade que en el país no se han tomado medidas al respecto.

 

En vez de enfrentar el problema, el gobierno cubano se limita a negarlo o a limitar su alcance. Por ejemplo, en la Consulta sobre Violencia Sexual en la Región de Latinoamérica, celebrada en febrero de 2001 en San José Costa, el régimen de La Habana emitió una declaración, a través de su consulado, reclamando que las alegaciones de que Cuba era una de los países latinoamericanos más afectados por el comercio de explotación sexual de los niños eran “completamente falsas”. Aunque existen leyes severas al respecto, no hay la voluntad de erradicar las condiciones que propician esta forma de abuso infantil, así como tampoco para poner fin a la prostitución. Hasta el momento, las redadas llevadas a cabo esporádicamente han tenido una efectividad muy limitada.

 

Ahora la ministra de Justicia de Cuba acaba de declarar que la prostitución no es un problema social en la Isla, y que los casos de prostitución infantil son “mínimos”.

 

“Cuba tiene… los mecanismos jurídicos que garantizan un enfrentamiento con severidad a estos hechos”, dijo el martes la ministra de Justicia María Esther Reus a un grupo de periodistas en La Habana, según reportaron diversas agencias noticiosas.

 

Sin embargo, una vez más la reacción de La Habana es negar culpas y mirar para otro lado. En Cuba el gobierno lleva décadas practicando una política de permitir en ocasiones y reprimir en otras. La prostitución en general —y en especial la que tiene que ver con menores— nunca ha sido ajena a estos vaivenes.

 

Cuba no promueve oficialmente la prostitución, tampoco niega la existencia de prostitutas en la Isla. Sin embargo, su enfoque al respecto es hipócrita y mal intencionado.

 

Con la llegada al poder, Fidel Castro convirtió en bandera que su revolución significaba el fin de lo que llamó el “burdel del Caribe”. Pero en un giro sin absolución histórica, el país se ha transformado en un centro de corrupción y vicio desconocido con anterioridad, donde la explotación sexual infantil es su aspecto más aterrador.

*************************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Véase cómo Fidel Castro miente con respecto a la prostitución en Cuba

 

 

 

Pirámide invertida y profesionales “cautivos”

Marlene Azor Hernández

15 de octubre de 2013

 

Los profesionales de más de 70 años pueden incorporarse al “cuentapropismo”

 

En la Gaceta Oficial número 027 extraordinaria, del 26 de septiembre de 2013, se regula el trabajo por cuenta propia y los impuestos para cada uno de los oficios permitidos. De un total de 178 oficios permitidos inicialmente, se amplían a 201 y sus correspondientes impuestos. Llama la atención un pequeño acápite que permite la incorporación al cuentapropismo, de los profesionales que se hayan graduado antes del año 1964. Sacando cuentas, los profesionales que hoy tengan más de 70 años, son los que pueden incorporarse al trabajo por cuenta propia, aunque ninguno de los oficios permitidos, incluya un trabajo de alta calificación o de alto valor agregado para decirlo con el término económico.

 

Esta distorsión comenzó desde los inicio de los 90s y no se ha revertido. La profunda crisis económica, resultado de la pérdida de los subsidios soviéticos, produjo una pirámide invertida para los ingresos de los profesionales, resultado de la crisis pero también de las políticas que se implementaron en esa década para paliar la crisis. La inversión extranjera con el Estado y la flexibilización del trabajo por cuenta propia, produjo la paradoja de una singular pirámide de ingresos en la cual los beneficiados fueron, por una parte, la élite empresarial ligada al capital extranjero y algunos oficios permitidos como algunos restaurantes, algunos mecánicos, los campesinos propietarios dedicados a la exportación y los camareros en los hoteles de capital mixto o estatales gestionados en CUC. Los profesionales han sido parte de los grandes perdedores de la crisis y siguen siendo perdedores con “la actualización”.

 

Varios profesionales han alertado sobre las consecuencias de la pirámide invertida. El historiador y antropólogo Jesús Guanche, planteaba en el 2009 que si los profesionales cubanos se comparaban con sus colegas en América Latina y con los países del ALBA, sencillamente los salarios de los cubanos estimulaban no “el robo de cerebro” sino la expulsión de cerebros por los salarios que no permiten la satisfacción de las necesidades mínimas para sobrevivir. Resultado de esta situación los profesionales utilizaban su título para emigrar. El politólogo Rafael Hernández, señalaba a finales del 2010 que la lista de los oficios permitidos era irrisoria, y el economista Juan Triana, comentaba la necesidad de ampliar los trabajos no estatales a las profesiones que podían aportar un gran valor agregado y que de hecho ya se ejercían. Era un error no utilizar todo el esfuerzo de calificación que durante medio siglo propició el país, para luego desaprovechar ese recurso.[1] Y era otro error de política económica “pauperizar” los trabajos del sector no estatal.

 

Por su parte el antropólogo Yenisel Rodríguez, hacia un estimado del salario promedio y su relación con el costo de la canasta básica. Según su estimado, el salario promedio de alrededor de 20 CUC, no podía solventar una canasta básica de entre 110-150 CUC. Los profesionales han tenido aumentos nominales de salario en los últimos años pero la proporción sigue estando entre 22 CUC, 25 CUC, para enfrentar una canasta básica entre 110 y 150 CUC[2].

 

La política del Estado es frenar el éxodo de los profesionales hacia las nuevas formas no estatales, en el entendido que se quedarían sin los profesionales de la educación, la salud, los centros de investigación, e incluso de los tribunales de justicia, todas entidades presupuestadas, pero por otra parte, anuncia que se irán mejorando las condiciones de trabajo materiales con la reparación de centros, hospitales y escuelas siempre, en la medida de los recursos con que cuenta el estado. Esta última, la justificación reiterada para no “cumplir las promesas” sigue siendo el cuello de botella de la actual política económica. De manera tal que los profesionales siguen con ingresos irrisorios para poder enfrentar los gastos de la canasta básica y desarrollando su actividad en las más precarias condiciones materiales.

 

Los economistas tienen razón, los sociólogos no son consultados y los políticos no hacen su trabajo

 

Parece reiterarse en las percepciones sobre los economistas cubanos una suerte de falta de sensibilidad social para observar, decir y corregir los resultados de la aplicación de sus propuestas técnicas de cómo encaminar el desarrollo. Pueden existir algunos con esta mirada insensible hacia las consecuencias sociales de la política de ajuste del gobierno, pero la mayoría reconoce la necesidad de proteger los sectores de la educación pública y la salud como parte de las ganancias de este medio siglo.

 

Lo que el gobierno no hace es convocar a los economistas junto a los sociólogos, psicólogos sociales, y todos los Centros de investigación del país, para un diálogo horizontal entre los especialistas y decisores, y concretar las propuestas económicas de los economistas que me parecen las más sensatas para salir de este impasse de la contradictoria y paralizante “actualización” y por otra parte, diseñar las políticas públicas que contrarresten las consecuencias del ajuste. La declaración hace meses del vicepresidente Díaz-Canel, sobre la manera en que serían consultado los profesionales para fundamentar los cambios económicos y el desarrollo del país, es una de “las promesas no cumplidas”, o parece ser una actividad “secreta” que no llega a las aburridas noticias del Granma ni a la Mesa Redonda que privilegia los problemas del mundo y trata de manera extraordinariamente superficial los temas de política interna.

 

Cuando uno revisa el acumulado de reflexión, análisis y propuestas de los profesionales cubanos, se demuestra la competencia y eficacia de sus análisis y por otra parte los oídos sordos de los políticos cubanos para aplicar sus recomendaciones.

 

La mordaza a las Ciencias Sociales en Cuba, y la censura a sus profesionales, no han impedido la producción de un sólido conocimiento sobre la realidad social y las propuestas alternativas. A pesar de ser uno de los sectores perdedores de la actualización y de permanecer “cautivos” en las empresas estatales presupuestadas, los profesionales cubanos han continuado su trabajo, sean abogados, economistas, médicos, sociólogos, profesores universitarios, investigadores de las diferentes ramas del conocimiento. Sin embargo los políticos cubanos, con su habitual incapacidad, desconocimiento y autoritarismo, continúan desechando el potencial de inteligencia que se ha producido en el último medio siglo, menospreciando las claves de la salida a la crisis y las propuestas de desarrollo para el país que en cada uno de los órdenes han desarrollado los profesionales cubanos.

 

Pecado comercial

Alejandro Armengol

14 de octubre de 2013

 

La anunciada prohibición de la venta de ropa y otros artículos que traen viajeros que visitan regularmente la isla cargados de mercancías, los llamados “mulas”, trae de nuevo a colación un viejo un viejo precepto del régimen castrista: la prohibición del comercio privado, una actividad que debe quedar en manos del Estado.

 

El decreto promulgado la semana pasada afecta potencialmente a más de 20.000 negocios pequeños y sus empleados, de acuerdo a un cable de la agencia Reuters. La información añade que en estos momentos hay 436.000 personas empleadas por cuenta propia, de las cuales alrededor de 100.000 trabajan como empleados de negocios pequeños, de acuerdo con cifras del propio gobierno.

 

Tanto los empresarios como sus empleados y clientes comentaron furiosos sobre la prohibición de ropas en el municipio de Centro Habana de la capital, donde varias docenas de vendedores se habían establecido en un solar yermo para vender ropa, zapatos y ropa interior, añade el cable.

 

Todo hace indicar que el gobierno podría enfrentar el tipo de rechazo que ya ocurrió recientemente en Santa Clara, cuando cerca de 200 dueños de coches tirados por caballos realizaron una protesta por los altos impuestos que terminó de forma pacífica. Actos de este tipo se han producido también en años anteriores en Cuba sin resultados políticos.

 

Detrás de la medida está el interés económico en mantener el control total sobre la actividad comercial, incluso en la esfera minorista, pero también la negativa a modificar un fundamento ideológico básico propugnado por el régimen: no permitir el comercio privado.

 

El mantenimiento de este dogma es una clara muestra de lo limitado que resultan los cambios que el gobierno de Raúl se ha impuesto, lo que el propio gobierno se niega a llamar reformas y denomina “actualización del sistema”.

 

Hasta ahora las limitaciones a cualquier vestigio de “reformismo” venían dadas por la lentitud de los cambios, la ideología relegada casi al olvido. Ahora hay una reafirmación que tiene un efecto práctico, pero es también conceptual.

 

En realidad lo que hasta ahora venía ocurriendo en Cuba era que la población, y en especial estos “empresarios” incipientes y cuentapropistas en general, estaban estirando algunas de las modalidades de trabajo por cuenta propia aprobadas para sacar mayor provecho. Así, por ejemplo, la modista se dedicaba también a vender ropa que le llegaba del exterior, y ofrecer una mercancía más variada y a precios más bajos que las tiendas estatales.

 

Si se miran las fotos de los establecimientos improvisados de venta de ropa en el solar yermo de Centro Habana, que menciona la información de Reuters, no hay más remedio que asombrarse una vez más de la debilidad endémica de la economía que ha establecido el régimen y de la incapacidad para competir sin recurrir a prohibiciones y medidas represivas. Son sitios muy similares a los que el viajero encuentra en Puerto Príncipe, la capital haitiana. ¿Es esta la competencia que teme el Estado cubano?

 

Sí, por dos razones fundamentales. La primera es que el socialismo –al menos como se le conoció y por lo tanto el único que ha existido– no es reformable. Hay un principio fundamental del marxismo que mantiene plena validez: el trabajo privado engendra la pequeña propiedad mercantil y esta a su vez la empresa capitalista. Por ello es que cuando al régimen cubano no le ha quedado más remedio que permitir el trabajo por cuenta propia, hace al mismo tiempo todo lo posible por limitarlo.

 

La segunda razón, y que en cierta medida se desprende de la anterior, es que el incipiente y limitado sector privado en Cuba obedece a un control burocrático, que lleva a cabo muchas de sus decisiones a partir de factores extraeconómicos: políticos e ideológicos principalmente, en el caso de Cuba.

 

Una solución parcial a este problema sería aumentar el papel del mercado y concederle mayor espacio a las actividades legales, de forma legal y dejando la vía abierta a la competencia y la iniciativa individual. Sólo que entonces, el éxito en el mercado tendría un valor superior a la burocracia.

 

Así que de momento no hay indicador alguno que permita considerar que en Cuba se está gestando ni siquiera una pálida creación de un modelo cercano al chino o al vietnamita.

 

Tanto cuando busca grandes inversionistas extranjeros, como cuando mantiene sus monopolios en el comercio exterior y nacional, mayorista y minorista, el régimen de La Habana se empeña en su temor ante la pequeña propiedad mercantil privada y el considerar al comercio privado no solo ilícito, sino pecaminoso, que no debe ser permitido –ni siquiera en forma regulada y pagando impuestos excesivos (ya la aduana había establecido fuertes gravámenes a esta mercancía proveniente del exterior)– porque a la larga desencadena lo que el régimen sigue considerando lo peor –el “mal” en su naturaleza absoluta–, salvo por supuesto cuando son esos mismos miembros del gobierno los que lo practican como explotadores en su modalidad más salvaje: el capitalismo.

 

 

Retinitis tecnocrática

Haroldo Dilla Alfonso

7 de octubre de 2013

 

Un sistema autoritario que fija límites muy claros al discurso público impone un alto costo para la sociedad, pues impide una maduración ideológica

 

Hace unos días el periódico Trabajadores publicó una interesante entrevista a Ricardo Torres, un joven académico del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana que ha logrado realizar una corta pero meritoria carrera profesional.

 

El economista afirma que Cuba requiere una “cirugía profunda”, una agilización del programa de reformas y menciona hándicaps y oportunidades. Para concluir que estamos en un mal momento pero que pudiéramos estar mucho mejor, en lo cual yo estoy básicamente de acuerdo.

 

Como no soy economista, dejo al lector disfrutando la interesante entrevista a Torres para fijar la atención en algunos aspectos que señalizan un grave problema de la sociedad cubana: los discursos públicos recortados hasta hacerse irreconocibles. O, como mínimo, insensatos.

 

La incipiente esfera pública cubana malvive aquejada de esquizofrenia. Excepto los opositores activos —es decir aquellas personas y grupos que aspiran a un cambio de gobierno y lo expresan abiertamente— el resto de la franja crítica existente está obligada, para subsistir, a decir algo diferente, a veces opuesto, a lo que quiere decir. No porque los opositores sean más inteligentes, sino porque ya cruzaron la línea inhibitoria, tras la cual hay invariablemente un policía.

 

Es una situación distintiva de un sistema autoritario, que fija límites muy claros al discurso público. Y que tiene un alto costo para la sociedad, pues ello impide la maduración de las ideologías que deberán cruzar el escenario político futuro. Recordemos que una ideología no es simplemente un cuerpo de ideas más o menos hilvanadas, sino una interpelación social, una interacción con los sujetos a los cuales la ideología va dirigida. Y si esto último no existe —es decir, si no existe un público al cual interpelar— las ideologías políticas no maduran. Y esto sucede a todos los actores actuales en la Isla, sean oposicionistas o sistémicos. Y al propio gobierno, que a falta de competidores serios, se da el gusto de mostrar sus chapucerías doctrinarias sin sonrojos.

 

A los economistas que abogan con denuedo por cirugías mayores, como lo hace Torres, les sucede lo mismo. Pues aún cuando saben que las economías tienen correlatos sociales y políticos ineludibles, no pueden referirse a ellos. No porque sean tecnócratas per se (son más sabios que eso) o fondomonetaristas per se (son más sensibles que eso), sino porque sólo está autorizado un debate sobre la economía, en el que la cuestión social es un daño colateral, y el tema político un campo minado.

 

Por ello sorprende que un profesional de tal calidad prácticamente despache el tema social afirmando que los salarios no alcanzan y que uno de los problemas más importante que afronta la economía nacional es, nada más y nada menos, el “sobredimensionamiento de los servicios sociales o personales, tanto desde el punto de vista de la estructura del producto interno bruto (PIB), como en la de los ocupados”. Es decir que se gasta demasiado en el bienestar social de los cubanos.

 

Ello es de alguna manera cierto. Lo es estadísticamente, cuando se le contrasta con un producto bruto escuálido y que no crece. Y su carga se acentúa porque es manejado con una ineficiencia que ya ha sido señalada por más de un experto internacional. Pero afirmar que el asunto es sencillamente un sobredimensionamiento me parece cuando menos un juicio poco compasivo con una población empobrecida y envejecida, que a duras penas sobrevive con los ripios subsidiados que se le ofrecen.

 

La mayoría de los cubanos viven hacinados o en casas ruinosas porque no hay una política social de construcción de viviendas, y si la situación no es más grave es porque cada vez hay menos cubanos. Hay millones de cubanos y cubanas que se alimentan deficientemente, que se sacan muelas sin anestesia, que no encuentran medicinas para sus dolencias, que son ingresados en hospitales sin agua y con comida propia de penales nigerianos, y cuyos hijos van a escuelas depauperadas con malos maestros pésimamente pagados. Y miles de médicos cubanos son capaces de internarse en el Amazonas, no como Arturo Covas para desafiar las convenciones sociales, sino tras 1.500 dólares mensuales. No creo que entiendan que quiere decir Torres con eso del sobregiro del gasto social. Y creo que se están sintiendo en el alma la brutal reducción de la inversión social que, para poner un ejemplo, ha pasado de cerca de un 20 % en 2005 a algo más del 5 % en 2013.

 

Pero esto pudiera ser un pie de página, si no fuera porque Torres asume una articulación tan plácida como candorosa del andamiaje sociopolítico en torno a la reforma. Lo cito: la reforma “requiere de un programa estratégico coherente, que se conciba y ejecute con la participación activa de los distintos actores de nuestra sociedad: gobierno, ciudadanos, sector productivo, territorios, comunidades, obreros e intelectuales… De esta pluralidad pueden salir grandes ideas y el consenso necesario para labrar con éxito nuestro camino”.

 

Es una retórica bien intencionada, pero nos sirve de muy poco. Ante todo, porque eso que llama “nuestro camino”, no existe. Hay muchos caminos, unos con mayores posibilidades de ser transitados que otros, y que por supuesto llevan a lugares diferentes. Al menos que asumamos al cóctel del nacionalismo conservador con el tecnocratismo promercado como una nueva doxa política, habría que reconocer que los espacios para el consenso son menos que para el conflicto.

 

Ese actor, por ejemplo, que Torres denomina “sector productivo” —un eufemismo vergonzante que designa al empresariado en proceso de aburguesamiento— solo estará de acuerdo con los obreros y los consumidores, en un punto: que la economía funcione. Pero difícilmente unos y otros encontrarán puntos de avenencia cuando tengan que decidir que se debe hacer con el plusproducto que sale de esa economía que finalmente funciona.

 

Y por eso es tan razonable pensar —como suspicaz omitir— que estos trabajadores, jubilados, consumidores, estudiantes, etc, deben tener los derechos suficientes (reunión, asociación, manifestación, huelga) para afrontar los rigores del consenso que Torres se imagina reduciendo gastos sociales. Sin estos derechos a la protesta, sin representación autónoma para negociar, el “programa estratégico” que Torres reclama será parte de la dominación autoritaria y de la expropiación de derechos que sufre la mayor parte de la sociedad cubana. Solo que si antes lo hacía solo el estado por la vía política y burocrática, ahora va a contar con el inestimable concurso del mercado.

 

Por tanto, la discusión sobre el futuro que Torres plantea no solo tiene que ser amplia en su composición —ningún cubano, de la Isla o de la emigración debe ser marginado de este debate contra su voluntad— sino también en su agenda. E incluir cuales son los cambios políticos necesarios para que la recuperación económica no se traduzca en una piñata gansteril en detrimento de los derechos sociales de las mayorías. Es deseable que la sociedad cubana llegue a acuerdos sobre aspectos básicos de su ordenamiento, pero no puede hacerlo en el contexto político actual.

 

No podemos seguir insistiendo en la unidad monolítica aunque sea adornada con toques pluralistas; ni en el consenso fabricado en función de la gobernabilidad autoritaria; ni en las discusiones controladas, como tampoco en el corolario inevitable: la represión de los inconformes. Por muchas razones. Incluyendo entre ellas porque ese régimen autoritario que impide la libertad de opinión y pone bridas al ejercicio intelectual, pone a economistas talentosos como Torres, al servicio del mismo tipo de ajuste que han denunciado durante muchos años como tecnocrático y fondomonetarista.

*****************************************************

Entrevista a Ricardo Torres Pérez

Ramón Barreras Ferrán

8 de septiembre de 2013

 

El doctor Ricardo Torres Pérez ocupa, con solo 32 años de edad, una importante responsabilidad en el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), de la Universidad de La Habana. Su investigación para el doctorado estuvo centrada en un tema de mucha significación: Impacto del cambio estructural en el crecimiento económico de Cuba. Ha impartido conferencias en Japón, Noruega, Suecia, España, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Singapur y Estados Unidos. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Las políticas industriales en la transformación del modelo económico cubano, Economía cubana: ensayos para la restructuración necesaria y Problemas estructurales y cambios en el modelo económico de Cuba, entre otras.

 

Recientemente usted presentó una ponencia sobre el desarrollo industrial cubano en un nuevo contexto. ¿Pudiera resumir algunos de los aspectos planteados sobre ese tema?

 

El objetivo fundamental de esa ponencia fue explicar algunas de las tendencias principales del desarrollo industrial en el mundo y la implicación que estas tienen para las perspectivas de la industria en Cuba. Varias de las lecciones más importantes tienen que ver con la relevancia de la inversión extranjera directa, el comercio y la creación de cadenas de valor a escala global para explicar el desarrollo industrial de países que hasta hace poco tiempo estaban fuera del mapa manufacturero internacional. No obstante, los que mejor lo han hecho, también han puesto en práctica una activa política hacia el sector, creando capacidades endógenas en nuevas empresas. Cuba debe hacer adecuaciones de acuerdo con sus condiciones particulares, pero sería arriesgado pensar que nos podemos sustraer de estas tendencias y aun así aspirar a tener un sector manufacturero viable, que haga un aporte neto positivo a nuestro desarrollo económico.

 

En el más reciente Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) se reiteró que la economía cubana presenta serios problemas estructurales. ¿Qué consideraciones le merece ese asunto?

 

Existen al menos dos perspectivas cuando se trata de hablar de problemas estructurales. Según una corriente de pensamiento económico de gran arraigo en nuestra región geográfica, el estructuralismo “cepalino” (se refiere a la Cepal: Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la deformación estructural de una economía tiene mucho que ver —aunque no exclusivamente— con las características de los sectores que la conforman y sus dimensiones relativas, como por ejemplo: manufactura, agricultura e industria pesada o ligera, y más recientemente, los servicios productivos (finanzas, asesoría legal y técnica…) o las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). El otro criterio se refiere a “estructural” en oposición a “coyuntural”, “superficial” o de corto plazo. Hago esta aclaración porque Cuba tiene problemas estructurales en sentido amplio, es decir, de acuerdo con ambas acepciones. Esto es relevante porque los conceptos deben utilizarse adecuadamente, y muchas veces nos encontramos con el uso y abuso de términos que solo conducen a crear confusión. Nuestra economía, por diversas razones que sería muy complejo y dilatado abordar en este momento, padece en la actualidad de numerosos problemas que están retrasando enormemente su desarrollo presente y futuro, y el bienestar de nuestra gente. Según la primera acepción explicada, podemos decir que la producción material (agricultura, industria, construcción…) está muy por debajo del potencial existente y padece de un severo retraso tecnológico. Esto tiene impactos en el precio real de los alimentos que consumimos, la elevada dependencia importadora y la posibilidad de ofrecer más empleos productivos y bien remunerados, entre otros aspectos. También se observa un sobredimensionamiento de los servicios sociales o personales, tanto desde el punto de vista de la estructura del producto interno bruto (PIB), como en la de los ocupados. Es bueno que se tenga en cuenta que estas actividades, en nuestro caso, solo se sostienen a través de asignaciones del presupuesto. Dentro del segundo concepto, que es más amplio, podríamos mencionar los deprimidos niveles de inversión; el deterioro de la infraestructura física, incluyendo la que tiene que ver con las TIC; el bajo coeficiente exportador; el enorme tamaño de la administración pública para nuestras posibilidades económicas; el insuficiente aumento del salario real que tiene impactos negativos en el consumo; la distorsión de los precios relativos en la economía a partir de la doble circulación monetaria y los múltiples tipos de cambio que operan simultáneamente, y el escaso número de empresas de clase mundial, entre otros aspectos de influencia. Debido a la propia naturaleza de estos elementos y sus interrelaciones, podemos estar seguros de que su solución es una labor a mediano y largo plazo, que requiere de un programa estratégico coherente, que se conciba y ejecute con la participación activa de los distintos actores de nuestra sociedad: gobierno, ciudadanos, sector productivo, territorios, comunidades, obreros e intelectuales… De esta pluralidad pueden salir grandes ideas y el consenso necesario para labrar con éxito nuestro camino. Dicho de otra manera, los retoques cosméticos no nos permitirán acometer esta tarea de forma exitosa. Se requiere una gran dosis de conocimiento y audacia para construir una economía próspera e incluyente.

 

Hay quienes señalan que la implementación de los Lineamientos marcha muy despacio. ¿Cuál es su opinión al respecto?

 

Todo proceso, como el que se vive en Cuba actualmente, genera ansiedad, resistencia de diversos sectores e incertidumbre. Considero que el ritmo actual consigue ser adecuado para algunas tareas, pero en muchos asuntos se puede ir más aprisa. Por ejemplo, las medidas en el sector agrícola fueron muy tímidas al inicio. La mayoría de los especialistas estaba de acuerdo en eso. Nos ha tomado casi seis años para empezar a cambiar algunos de los “cuellos de botella” reconocidos, como la comercialización, la venta de insumos (no resuelto aún) y el status de las UBPC, por citar algunos. El resultado es que la producción de alimentos apenas ha crecido, los precios reales son muy altos, la calidad es insuficiente y todo el mundo está insatisfecho, desde los productores hasta los consumidores. No creo que podamos darnos el lujo de consumir seis años más en otros temas igualmente relevantes. Te menciono cuatro de ellos que son esenciales y en los que se debe avanzar a mayor ritmo: las cooperativas (no existe una ley, estamos a nivel de experimentos), cambios en la planificación y autonomía real de la empresa estatal, dualidad monetaria y multiplicidad de tipos de cambio, e inversión extranjera.

 

Con reiteración se subraya que la economía cubana está en un proceso de actualización. Para una mejor comprensión, ¿qué significa en la práctica?

 

A juzgar por los propósitos declarados del presente proceso de transformaciones, lo que está ocurriendo en el plano económico es más que una actualización. Entiendo que se actualiza algo que funciona, para ponerlo a tono con nuevas exigencias. El modelo económico cubano, teniendo en cuenta los desafíos que enfrenta nuestra sociedad (por ejemplo el demográfico), necesita una cirugía profunda que le permita construir una economía productiva y sustentable social y ambientalmente. Una de las grandes contradicciones de nuestra sociedad estriba en haber logrado la formación de una fuerza de trabajo con niveles de calificación muy dignos para un país en desarrollo, pero que al propio tiempo no es capaz de emplear suficientemente ese potencial para generar riqueza y bienestar. Téngase en cuenta que una economía saludable es una buena garantía para el mantenimiento y la mejoría continua de nuestras generosas prestaciones sociales desde la educación y la salud, hasta el entrenamiento adecuado de nuestros deportistas o el sostenimiento de las enseñanzas artística y especial.

 

En su opinión, ¿cómo puede evaluarse la situación actual de la economía cubana y cuáles son las perspectivas más inmediatas?

 

Nuestra economía está en estos momentos atravesando una etapa de bajo crecimiento, anclada por los problemas que mencioné antes, junto con otros más específicos, como la crisis financiera que sufrió el país entre el 2009 y 2010 y la debilidad de la economía mundial. El ritmo de expansión económica actual es claramente insuficiente para tener un efecto significativo en el nivel de vida de las personas. Tampoco es un buen escenario para comenzar a revertir algunos de los desbalances más importantes. En esta situación se requieren acciones que rompan la inercia en ciertos puntos críticos. Algunas de estas fueron mencionadas anteriormente. Creo que el país tiene un enorme potencial en la creatividad y energía de su gente, pero también algunos recursos claves como un potencial agrícola, minero y turístico deficientemente aprovechado, las fuentes de energías renovables (la caña de azúcar, por ejemplo) y un clima político y económico favorable en América Latina y el Caribe, entre otros muchos. Las perspectivas dependerán de nuestra habilidad para crear un modelo económico que permita que todo ese caudal se exprese a plenitud. En ese caso, no me caben dudas que nos aguarda un futuro muy luminoso.duhurevuvusu
duhurevuvusu

 

 

 

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Aunque discrepo en algunos de los planteamientos hechos por el autor de este artículo, Pedro Campos, se lo envié al presidente José Mujica y a la expresidenta Michelle Bachelet, porque les viene como anillo al dedo a los que como ellos continúan apoyando a la peor tiranía que ha sufrido América.

El autor de este artículo, Pedro Campos, ha militado durante cuarenta años en el Partido Comunista de Cuba, el único partido legal en Cuba.

***************************************************

La vieja izquierda internacional

y la nueva derecha cubana

Pedro Campos

2 de octubre de 2013     

 

El proceso revolucionario cubano siempre ha contado con la solidaridad de  la izquierda internacional en su enfrentamiento a  las amenazas de agresión imperialista y su criminal bloqueo. Los que en Cuba siguen luchando por el avance al socialismo, a una sociedad sin explotadores ni explotados, deben seguir contando con ese apoyo.

 

Sin embargo, parte de esa izquierda Internacional, la Vieja Izquierda que no ha logrado ponerse al ritmo de los nuevos tiempos, parece que no se ha dado cuenta de que ese proceso ha sufrido un estancamiento económico y político, no por causa del bloqueo ni de las amenazas imperialistas, sino a consecuencia de la resistencia a la democratización de la política y la  socialización de la economía del gobierno/partido/estado.

 

Son los que no ven, no quieren ver o no les conviene ver que en Cuba hay un movimiento, encabezado por la misma dirección llamada histórica, con más de medio siglo en el poder, que continúa tratando de perpetuar el fracasado modelo político copiado del ruso neoestalinista, pero con ligeras reformas de corte pro-capitalista.

 

Estas reformas están dirigidas a crear condiciones que le permitan a la elite burocrática y a sus descendientes convertirse en los dueños de las grandes empresas rentables (turismo, biotecnología, comercio) sobre la base de un nuevo compromiso con el naciente nuevo capitalismo nacional pequeño y mediano y el gran capital internacional. Algo parecido a lo que pasó en Rusia.

 

En buen castellano, que por su apego al poder, a  la explotación asalariada de los trabajadores, y su actual impulso/contubernio con el incipiente capitalismo privado nacional y el gran capital extranjero,  los que detentan el poder político en Cuba,  han evolucionado hasta convertirse en una Nueva Derecha.

 

Desde luego, compuesta por personas distintas a la Derecha Tradicional asentada fundamentalmente en Miami; aunque con objetivos muy parecidos: dar amplia entrada al país al poder del capital privado nacional e internacional, y con medios y métodos similares como la reducción del dinero dedicado al capital variable (trabajo), cierre de empresas, reducción de personal y de los salarios, limitación de los derechos de los trabajadores en favor de sus empleadores, y otras bien expuestas en la llamada actualización.

 

Son dos polos capitalistas luchando por el poder en Cuba, entre viejos capitalistas y nuevos aspirantes a serlo que de hecho actúan y viven como burgueses, entre los que fueron expropiados y el poder que los expropió para sí y nunca para entregar los medios de producción a los trabajadores.

 

Y, en medio, una gran masa que no quiere volver al pasado oprobioso bajo control de la Derecha Tradicional ni quiere, tampoco, seguir siendo explotada por esa Nueva Derecha, que se declara  heredera única de la Revolución que hemos hecho entre todos.

 

Y esa actitud de esa parte vieja de la izquierda internacional puede estar motivada por su afinidad ideológica con el neoestalinismo, por  su conveniencia para seguir recibiendo los favores del gobierno cubano, por falta de información o simplemente por un falso concepto de solidaridad revolucionaria.

 

Por eso mismo, no ha comprendido que mucha de la oposición que enfrenta el gobierno de Cuba, no está generada por el imperialismo ni por la derecha de Miami, como quieren hacer ver el gobierno cubano, sus medios y voceros internacionales, sino por su propia acción económica y política, por sus abusivas formas de explotación de los trabajadores y profesionales cubanos, por sus restricciones a la libertad individual, por su modelo antidemocrático de gobierno, por la falta de libertades de expresión y asociación y por sus acciones innecesariamente violentas contra el pensamiento distinto sea de derecha, centro o izquierda.

 

Y desde luego la Derecha Tradicional, apoyada por el Imperialismo, aprovecha mediáticamente todos los errores y violaciones contra los derechos ciudadanos que comete la Nueva Derecha. Pero por el hecho de que la Derecha Tradicional y el Imperialismo, los usen en sus campañas contra el gobierno ya controlado por la Nueva Derecha Cubana, no dejan de ser violaciones a los derechos de los cubanos.

 

No pretendo que ese sector de la izquierda internacional suspenda su solidaridad con el proceso revolucionario cubano, el cual va muchos más allá de los actuales gobernantes coyunturales, convertidos en Nueva Derecha. No. Los luchadores por el socialismo necesitamos que siga y aumente esa solidaridad.

 

Pero esa izquierda internacional si en verdad lo es, tendría que revisar su torcido enfoque sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, y volcar su apoyo hacia la crítica de la izquierda socialista y democrática cubana a la derechización económica y política del actual gobierno, por la realización de verdaderos cambios profundos en dirección a la socialización y democratización y en contra de la represión al pensamiento político diferente ejercida desde el poder del estado.

 

De lo contrario, esa solidaridad seguirá siendo con un estado cada vez más alejado de los ideales libertarios y democráticos  que inspiraron el  triunfo revolucionario en 1959 y que, por tanto, se distancia de los intereses genuinos de todo el pueblo cubano.

 

¿Y la solidaridad con el pueblo cubano, con sus trabajadores, con los reprimidos, que no son el gobierno, ni el partido, ni el estado, dónde quedaría?

 

Cada cual es libre de pensar y actuar como lo estime conveniente, pero a lo que nadie que se considere de izquierda tiene derecho es a desconocer  las violaciones a los derechos ciudadanos que practiquen los gobiernos, aunque éstos se autodenominen  revolucionarios, socialistas o de izquierda, cuando en verdad hacen políticas de derecha; y mucho menos a tratar de descalificar a quienes critican esos quebrantamientos.

 

Si alguna duda quedara, el actual anteproyecto de Código del Trabajo que trata de imponerse a los trabajadores por medio de la oficial CTC, -nada que ver con la de Lázaro, Jesús y Aracelio, obreros, negros y  comunistas, verdaderos defensores de los intereses de los trabajadores contra el capital antes del triunfo del 59-, es una muestra clara de la defensa de los derechos de los empleadores, léase explotadores estatales o privados del trabajo asalariado, a costa del despojo de los derechos de los obreros, sin siquiera una sola alusión a que sean los trabajadores los que administren, posean o dirijan sus centros de producción o servicios.

 

La Derecha Tradicional y la Nueva Derecha, representan en Cuba el pasado, los tiempos de la Guerra Fría, el enfrentamiento entre las dos grandes potencias EEUU y la URSS. El futuro no les pertenece. Nuevas oleadas de jóvenes y viejos luchadores por el socialismo, por la democratización del sistema, por la liberación de las fuerzas productivas, por la libertad individual, por la libre expresión y asociación están enfrentando a esa Nueva Derecha que, al igual que la Tradicional, con sus políticas pondrían a Cuba al borde de la anexión real o virtual al vecino del Norte.

 

Los derechos humanos, son eso: humanos. No son de derecha ni de izquierda y su violación debe ser condenada por la izquierda donde quiera  que sean transgredidos, ¿o van a caer en las mismas políticas de doble-rasero que critican en la actuación del imperialismo?

 

Socialismo por la vida.

 

pedrocampos313@yahoo.es

 

 

¿Comenzó “la piñata” en Cuba?

Marlene Azor Hernández

1 de octubre de 2013

 

“¿Créditos a los trabajadores?, ¡pero si esa empresa no existe para este banco estatal!”

 

Seguramente nuestros lectores conocen el proceso llamado “la piñata”. Ocurrió en la Nicaragua sandinista, una vez que perdieron las elecciones en 1990. Se trató del traspaso o la compra a precios irrisorios de propiedades estatales, —terrenos, casas, activos de empresas— directamente a nombre de la cúpula militar y civil del gobierno sandinista, una vez que perdieron las elecciones. Pasaron a ser, y de un día para el otro, de los más altos dirigentes estatales y partidarios, también del ejército, a propietarios privados de bienes estatales.

 

¿Están los militares cubanos de alto rango haciendo lo mismo? También todos conocimos en su momento en Rusia, cómo altos funcionarios de la nomenclatura compraron a precios irrisorios importantes empresas industriales “quebradas” en la nueva Rusia emergente luego de la disolución de la URSS.

 

Parece ser este el movimiento que ocurre hoy, sotto voce entre la más alta nomenclatura cubana, con la misma opacidad de los procesos similares en otros países. Por eso, el trabajo de investigación de colegas como Haroldo Dilla y Miriam Celaya se agradece por su claridad y veracidad.

 

En su reciente artículo, “La conjura de la Divina Pastora”, la periodista Miriam Celaya nos narra el proceso de cierre y traspaso del restaurante La Divina Pastora de propiedad estatal a propiedad cooperativa. En su excelente trabajo de investigación, Celaya nos informa de todos los pasos de este traspaso y al margen de los trabajadores que allí laboraban. Primero los trabajadores percibieron que iban a ser despedidos, luego los convencieron que se convertirían ellos en cooperativistas en el mismo restaurante, y luego vino la exigencia de 116.000 CUC para poder abrir la cooperativa como inversión inicial. Perteneciente al Grupo Gaviota, el restaurante no aparece como empresa realmente existente en el Banco Nacional de Cuba. Por ello, los trabajadores no pudieron pedir ningún crédito para alcanzar una suma de tal magnitud, y les dijeron, —algunos responsables de esa corporación—, que se sometía a “licitación” y que ya habían encontrado un nuevo inversionista para pagar esa suma inicial. El nuevo inversionista es un militar en activo o en retiro, pero pertenece al mismo “cuerpo” de los que controlan y dirigen el Grupo Gaviota.

 

¿De dónde sacó el nuevo inversionista ese monto de dinero? ¿De las empresas de perfeccionamiento estatal?, ¿De la herencia de una buena abuelita que reside en Kuwait? No parece ser el resultado de una herencia, así que es dinero robado a una entidad estatal. ¿Quién controla este traspaso de activos del Estado al nuevo inversor?

 

Cooperativas de “los de arriba”, cooperativas de “los de abajo”

 

Hace pocos días leía en la página web, de Cubadebate un reportaje sobre las cooperativas comerciales de productos agropecuarios de reciente creación. El reportaje no mencionaba la cadena de costos que debían pagar dichos cooperativistas para explicar el aumento de sus precios una vez puesta en marcha las cooperativas. Lo más interesante del artículo fueron los comentarios que aparecen a continuación. Leí alrededor de cincuenta comentarios y no pude continuar por falta de tiempo, pero todos iban dirigidos a pedirle al Estado que fijara los precios máximos porque con el salario estatal no podían alcanzar a consumir lo necesario para la alimentación.

 

Efectivamente, alrededor del 78 % de la población empleada, depende de los deprimidos salarios estatales, lo cual hace comprender las reacciones de los comentaristas.

 

Los cooperativistas explicaban al entrevistárseles, que ellos habían mejorado sus salarios de doscientos y pico de pesos a cuatrocientos y pico de pesos de ingresos personales al mes, y que recibían por ejemplo un producto del campesino a 3,50 pesos la libra y lo vendían en estos mercados a 5,00 pesos la libra.

 

Los comentaristas, sacaban cuentas y denunciaban un 70 % de utilidades pero efectivamente quizás un estudio de los gastos podrían reducir esas utilidades a un porciento mínimo. No estoy justificando los altos precios del mercado agropecuario para los asalariados del Estado, también comprendo la insatisfacción con los precios de las cooperativas de transporte que suben sus precios, pero el monto de lo que deben pagar mensualmente en insumos, licencias, y reparación y compra de piezas de repuesto y sin ser propietarios, explican en gran parte también, la subida de precios.

 

Mi comentario va dirigido a llamar la atención sobre una tendencia que el propio Estado impuso desde los inicios de los años 90, y es a recaudar a través de la circulación y no de la producción, grandes cantidades de dinero a partir de las remesas y de los altos impuestos (IVA) a los productos de las tiendas TRD que son el mercado imprescindible para los productos de primera necesidad en alimentación y aseo pero también siguen siendo el tipo de precios que se fijan para los insumos que deben adquirir los cuentapropistas y los cooperativistas en ausencia de mercados mayoristas reales que no existen o si se les llama así, son mercados “concentradores” pero no mayoristas porque sus precios siguen teniendo una desmesurada carga impositiva como los precios minoristas en CUC.

 

¿Dónde está ese exceso de circulante que dice el Estado existe y con lo cual pretende justificar los desmesurados impuestos sobre el consumo?

 

En realidad pasar de ganar alrededor de 250 pesos a 450 pesos, parece desmesurado, pero en el contexto cubano sigue siendo un ingreso irrisorio mensual para satisfacer la canasta básica. Pareciera, que los cálculos de los economistas asesores de la política económica están muy concentrados en los sectores de mayores ingresos y deducen de ellos la política de precios al consumidor.

 

Sin embargo me pregunto ¿Quién en Cuba puede tener el monto de 116.000 CUC para invertir, siendo cubano, si no es alguien muy bien conectado con la actual nomenclatura en el poder? Los casos de “la cuentapropista” que abre un negocio privado con un círculo infantil en las zonas más exclusivas de la ciudad, con una inversión inicial desconocida pero por la zona de residencia ya se distingue su origen, y el militar que invierte en una nueva cooperativa 116.000 CUC, efectivamente no son golondrinas que hacen el verano, pero ambos evidencian un proceso opaco, desigual y de prebendas concomitantes con los altos puestos de la nomenclatura, desde los cuales se utilizan las nuevas reglas de apertura al mercado en Cuba en exclusiva a su favor.

 

Hay un enorme abismo entre las cooperativas de “los de arriba” y las cooperativas de “los de abajo”. ¿Empezó la piñata?

 

 

Oscar Espinosa Chepe falleció hoy lunes a las 7 de la mañana en Madrid. Tuvo toda la atención medica posible, pero serias enfermedades ya no podían ser superadas. Murió tranquilo, deseando regresar a su patria, CUBA, y con la añoranza de continuar entregando todos sus esfuerzos por el progreso y la democracia de nuestro país”, escribió Miriam Leiva, su esposa, en su página de Facebook.

Chepe: “Hice en cada momento

lo que mi conciencia me dictó”

Dimas Castellanos*

23 de septiembre de 2013

 

Una de las figuras centrales de la oposición cubana, acompañó a la revolución desde antes del triunfo y terminó condenado a 20 años en las cárceles castristas. El economista independiente Oscar Espinosa Chepe, fallecido en Madrid, hace balance de su vida y sus ideas en esta entrevista.

 

La siguiente entrevista tuvo lugar en La Habana, en 2009.

 

Se habla de Chepe como economista o periodista independiente, pero se conoce poco de otros aspectos de su vida ¿Cómo fueron tus primeros años, tu entorno familiar?

 

Nací en Cienfuegos. Mis padres, de orígenes humildes, llegaron a ser comerciantes del giro de farmacias. Mi madre también tenía negocios de inmuebles y junto a mi padre llegó a poseer una droguería en sociedad con otras personas. Tuve una niñez feliz, pero siempre me interesé por la historia, la política y la justicia social; interés estimulado por mi padre, quien fue miembro del antiguo Partido Comunista y participó en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, causa por la que sufrió prisión. Durante los estudios de bachillerato establecí contactos con miembros de la Juventud Socialista (JS) y otros estudiantes, con los cuales participé en actividades de protesta contra la dictadura de Batista, como la huelga azucarera de 1955, cuando los estudiantes íbamos a las asambleas de los trabajadores a alentarlos para que se unieran al paro. En esas actividades conocí a dirigentes sindicales que pertenecían al Partido Socialista Popular (PSP).

 

¿Sufriste alguna consecuencia por esas actividades?

 

En 1957 fui acusado de hacer un sabotaje en Cienfuegos, en el cual yo no había participado, pero me encarcelaron y juzgaron en el Tribunal de Urgencia de Santa Clara. En ese juicio me defendió quien después fuera Presidente de la República, el Dr. Osvaldo Dorticós Torrado. Salí absuelto, pero bajo la amenaza del Jefe de la Policía de Cienfuegos de que tenía que irme de la ciudad. Por esa razón vine a La Habana y comencé a estudiar en un colegio metodista llamado Candler College, donde proseguí mi actividad política, razón por la cual a principios de 1958 fui expulsado del centro.

 

¿En qué organización política militabas en esa época?

 

Estuve en el movimiento estudiantil vinculado al Directorio Revolucionario 13 de Marzo hasta el triunfo de la revolución. Entonces, cuando se reorganizó la JS, que era la organización juvenil del Partido Socialista Popular, empecé de nuevo mis vínculos con esa organización. Fui su presidente en Cienfuegos y miembro del Comité Provincial en la antigua provincia de Las Villas, hasta que se produjo la integración de las organizaciones juveniles en la AJR, en la que llegué a ocupar el frente de propaganda en el Comité Provincial en Las Villas y a integrar el Comité Nacional. En esta organización participé en la creación de los comités de base en Cienfuegos, incluso en zonas rurales donde habían alzados contra el Gobierno.

 

Recuerdo que un dirigente campesino con quien participábamos en esas tareas, Juan González, más tarde perdió la vida en una emboscada. Mucho después, cuando ya estaba en el Comité Provincial, uno de nuestros choferes también murió en otra emboscada; se llamaba Héctor Martínez, un joven humilde de origen campesino y como todos nosotros, lleno de ilusiones. Fue una etapa muy triste en la que los cubanos nos enfrentamos en una guerra que no tenía sentido, porque era entre hermanos. Después el Gobierno de forma cruel desalojó de las montañas a muchas familias, con la pérdida de sus tierras y pertenencias bajo el pretexto de que cooperaban con los alzados en armas. Con esas familias se crearon pueblos fantasmas en Pinar del Río y en otras provincias. Fue una etapa sangrienta en la que se impuso el odio. Duró varios años y solo salió victorioso el totalitarismo, al implantar el miedo en la sociedad. Los cubanos en su conjunto, incluidos los que arriesgaron sus vidas por un ideal, salimos derrotados.

 

¿Hubo en esa etapa algún hecho significativo que te dejara marcado?

 

Hubo muchos. Recuerdo en Cienfuegos las primeras milicias que fueron a combatir al Escambray. Yo estaba en un batallón que mandaron para Cayo Loco, donde se encontraba el remanente de la Marina de Batista, que estaba bajo sospecha. También recuerdo el entusiasmo, porque en aquella época la revolución tenía un apoyo abrumador. Otro hecho muy emocionante fue la Declaración de la Revolución como socialista. Yo estaba hablando en una asamblea de la AJR en Sancti Spiritus y en ese momento venía un montón de gente por la calle con banderas rojas gritando ¡Viva la revolución socialista!, y era que Fidel Castro había proclamado el carácter socialista en La Habana, en vísperas de Girón. Al otro día, cuando muy temprano se conoció del desembarco por Girón, me subieron a un jeep sin saber para dónde iba y era para proteger con ametralladoras calibre 30 el aeropuerto de Santa Clara. Yo iba como una especie de Comisario, con milicianos que no tenían mucha experiencia, pero con una disposición total al sacrificio. La misión era proteger ese lugar estratégico, poco distante de la Ciénaga de Zapata, de los ataques de la aviación. Por suerte no pasó nada. Esos momentos nos marcaron, creíamos que íbamos a convertir a Cuba en un paraíso y abrumadoramente el pueblo estaba lleno de esperanzas. Había una confianza total en el futuro, en los líderes, en especial en Fidel, en el Che, en Raúl. Para muchos de los que procedíamos de la JS la referencia mayor era Raúl Castro; sabíamos que él había estado en la JS. Eran tiempos de un enorme entusiasmo e ingenuidad, sentimientos transformados posteriormente en una colosal frustración.

 

Después de esa primera experiencia en el movimiento juvenil ¿militaste en alguna otra organización política?

 

Milité en las Organizaciones Revolucionaria Integradas (ORI), llegué a ser Secretario de núcleo en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), donde era Jefe de Departamento cuando se estaba formando el Partido en el seno de las ORI. Allí estaba Antero Regalado, un viejo líder campesino y otros dirigentes que eran altos funcionarios del INRA.

 

¿El INRA era en aquel momento algo como un Gobierno paralelo?

 

Sí, sí, era un Gobierno, incluso las Zonas de Desarrollo Agrario eran casi repúblicas y los jefes de esas zonas eran los que confiscaban la tierra, eran jerarcas con un poder tremendo. En la Dirección de Planificación de los Abastecimientos, donde yo trabajaba, al principio pusieron a un latinoamericano como responsable, pero el hombre resultó un desastre, y como no había más nadie, me pusieron a mí de Jefe. Yo tenía unos 21 o 22 años y mis conocimientos se limitaban al bachillerato. En aquella época recuerdo que al poco tiempo quitaron del INRA al Ingeniero Santos Ríos. El Presidente era Fidel Castro, pero en la práctica ese señor era el que dirigía el organismo; entonces lo quitaron y nombraron a Carlos Rafael Rodríguez, como presidente del INRA, y me pusieron en un cargo que yo no quería, porque sabía que no tenía conocimientos, mi objetivo entonces era estudiar economía en la Universidad de la Habana. Además, había unos planes especiales de Fidel Castro que solo él controlaba. A las tres semanas de terminarse el Plan del año se aparecían los enviados de los proyectos de Fidel con otros planes y entonces se desbarataba toda la planificación al desviarse los recursos… aquello era una locura.

 

¿Después de eso ocupaste algún otro cargo dentro del Gobierno?

 

Después pasé a la JUCEPLAN. Allí hicieron cambios de funcionarios y le pidieron personal a Carlos Rafael. Entre los que seleccionaron estaba yo. Fui a trabajar en el sectorial de la agricultura como Jefe del Departamento del Plan de Abastecimientos para la Agricultura y la Pesca. Trabajaba por el día y estudiaba economía por la noche en la Universidad de La Habana, hasta que se crearon los Equipos de Investigación Económica. Entonces me escogieron para trabajar en el equipo de Ganadería.

 

Unos meses después de haberse creado esos equipos parece que Fidel Castro decidió que algunos pasaran a trabajar directamente con él, siendo ubicados en la calle 11, cerca de donde vivía Celia Sánchez. Allí hacía lo que me mandaban, me pusieron en lo de la inseminación artificial, que fue una locura, porque un plan de inseminación se supone que se haga para un lote de vacas escogidas con determinadas características y aquello era inseminar a cuantas vacas aparecieran. Al mismo tiempo fui al campo y me di cuenta del desastre que había. Los propios guajiros y los dirigentes del INRA en el Escambray me enseñaban que aquello no iba bien. En ese tiempo tuve la oportunidad de comenzar a leer a algunos economistas del campo socialista. De los soviéticos recuerdo a Liberman, y a los polacos Oskar Lange, W. Brus y M. Kalecki, que planteaban críticas dentro del marco del socialismo.

 

Yo empecé a darme cuenta de muchas cosas y trabajando con Fidel Castro, comprendí que algunas cosas carecían de racionalidad, como la liquidación del estímulo material que ya el Che había propugnado, la destrucción sistemática de la contabilidad y los controles económicos y en particular la confiscación masiva de la propiedad privada. Fui espectador de la polémica entre el Che Guevara de un lado, que defendía el Sistema Presupuestario de Financiamiento, que era una monopolización de toda la economía, y Carlos Rafael Rodríguez de otro, que mantenía posiciones de autogestión, más lógicas y flexibles, aunque, como descubrí después, también impracticables en un sistema disfuncional. Teóricamente Carlos era brillante, pero además astuto y no sostenía la polémica directamente con el Che, sino a través de terceras personas. El Che era un hombre que con su teoría económica estaba totalmente equivocado, la historia se encargó de demostrar su error, y hoy en Cuba ni se menciona el Sistema Presupuestario.

 

Ante esa situación yo expuse mi criterio en el equipo, lo defendí y por eso me llevaron a una reunión para convencerme de mis “concepciones erradas”. No me convencieron y entonces me llevaron a una discusión con José Llanusa Gobel, que en aquel momento era Ministro de Educación y persona muy cercana a Fidel Castro.

 

¿Qué ocurrió en esa reunión?

 

Tuvimos una discusión fuerte, él queriéndome convencer y yo cada vez más fortalecido con mis ideas por las propias cosas que él me decía, como esa de construir el comunismo y hasta suprimir el dinero. Yo le preguntaba: ¿sobre qué base económica y qué conciencia? Yo le aceptaba que tenía que haber estímulos morales, pero al mismo tiempo que había que pagarle más a la gente, en concordancia con la cantidad y calidad del trabajo realizado, que es lo que últimamente ha estado diciendo Raúl Castro. Llanusa me dijo que yo estaba muy mal.

 

Al poco tiempo compraron un toro en Canadá que parecía un elefante y nos mandaron un recado para que fuéramos a verlo. Allí estaba Fidel, impresionado, dándole vueltas al toro. Después se comprobó que lo habían dañado, parece que le sacaron mucho semen antes de venderlo, tanto que lo perjudicaron. Estando allí llegó Llanusa y se puso a hablar con Fidel; nosotros nos fuimos, pero al otro día por la tarde llegó Fidel con la escolta a nuestra oficina y empezó a decirme cosas ofensivas: nosotros sabemos con quién tú andas y con quién te reúnes. Yo le dije, mire Comandante, a usted le han informado mal, yo no me reúno con nadie ni ando con nadie, yo le estoy diciendo a usted lo que me enseñaron en la Universidad de la Habana. Él tomó aquello como una falta de respeto y se puso violento. Yo solo le dije la verdad, mis puntos de vista se fundamentaban en lo estudiado en la Universidad, donde nos impartían clases muchos profesores soviéticos e hispanos-soviéticos y donde El Capital de Carlos Marx era nuestro texto básico. En modo alguno, en aquel momento, yo deseada oponerme a su proyecto, pero no podía callarme ante tantos dislates y políticas disparatadas, que entre otras cosas estaban en flagrante contradicción hasta con las concepciones marxistas.

 

¿Pero eso tuvo alguna otra repercusión?

 

A los dos o tres días me llamó la jefa del Equipo y me dijo que tenía que irme de allí. Eso fue en julio de 1967, me sacaron y hasta enero de 1968 estuvieron enviando el salario a mi casa. En ese tiempo se produjo el juicio a “la microfracción”. Entonces el secretario del Partido en La Habana, de apellido Betancourt, me citó para preguntarme lo que yo creía del juicio a “la microfracción”, porque los planteamientos de los acusados casualmente coincidían con algunos de los que yo había hecho. Después me preguntó si seguía pensando igual. Le dije “sí, si yo le digo a usted que cambié, lo estoy engañando. ¿Usted quiere que yo lo engañe?”. Me dijo “entonces te vamos a mandar a hacer una acción heroica para que te reformes, porque lo que pasa es que tú nunca has trabajado duro”.

 

Me mandaron a sacar guano de murciélago en varias cuevas como La Jaula, en el camino que va para la Escalera de Jaruco, en Quivicán y en Pinar del Río, donde me enfermé, por eso me sacaron de allí y me mandaron a trabajar en el Cordón de La Habana, con brigadas de personas sancionadas por haber cometido delitos comunes. Aquello era humillante para mí, porque yo me consideraba un revolucionario. Fue una etapa muy dura, pero yo seguía en la revolución, seguía pensando que eran errores que se cometían y que había que soportarlos hasta que se corrigieran, pero el tiempo pasaba y no se resolvía nada.

 

¿Cómo fue posible que después de eso trabajaras en el servicio exterior?

 

Pasados casi dos años de castigo le escribí a Carlos Rafael Rodríguez y también a Osvaldo Dorticós, que me conocía de Cienfuegos. Entonces un buen día Llanusa me llamó y se disculpó conmigo; me dijo que se había cometido un error enorme y que él nunca mandó a hacer lo que hicieron, que si quería que trabajara con él. Le dije que no, que con él no trabajaba. Me preguntó ¿dónde quieres trabajar? Le respondí que en el Ministerio del Azúcar con Miguel Ángel Figueras, un licenciado en economía que había sido profesor mío y que era viceministro de ese ramo. Cogió el teléfono y lo llamó e inmediatamente comencé a trabajar en ese Ministerio, pero realmente yo estaba muy decepcionado.

 

Un día fui al Centro de Asistencia Técnica (CAT), que coordinaba Humberto Knight, quien un poco receloso me preguntó si quería ir para allá. Le dije que sí, porque siempre admiré a Carlos Rafael Rodríguez, que era quien dirigía esa dependencia. Carlos Rafael era un hombre muy inteligente y educado; provenía del antiguo Partido Comunista. Empecé a trabajar como un simple auxiliar, pero confeccioné una metodología para evaluar el trabajo de los especialistas extranjeros y fui felicitado por los organismos superiores. Entonces Carlos Rafael me llamó para que se la explicara. Cuando comenzamos a hablar, yo le digo: “Doctor, usted fue Comisionado en Cienfuegos al final de la revolución del 33”, y él me pregunta: “¿Cómo tú lo sabes?” Se quedó mirándome y exclamó: “Ah, ¿tú no eres hijo de Oscar Espinosa?”.

 

Resulta que mi papá me había narrado que una vez participó en la creación de un Soviet, lo cogieron preso y lo mandaron para La Habana. Entonces Carlos Rafael, que tenía funciones dentro del gobierno de los Cien Días, lo ve y le dice: “Ven acá cómo tú vas a estar preso en la revolución”. Y mi papá le respondió: “Esto no es revolución, esto es una mierda”. Lo ofendió, en ocasiones mi padre era algo agresivo, y el Partido Comunista en aquellos tiempos era extremadamente arrogante y sectario. Carlos Rafael me hizo ese mismo relato durante la conversación y me decía: “¡Tu papá era del carajo! ¿Tú no serás igual que él?”

 

En resumidas cuentas, me quedé a trabajar con él, a unos metros de su oficina en el Palacio de la Revolución, en la atención a las relaciones con Checoslovaquia y a Hungría. Después, también comencé a ocuparme de los vínculos económicos y científico-técnicos con Yugoslavia. Debo reconocer que en las oportunidades que pude estar al lado del Dr. Rodríguez, como lo llamaban respetuosamente en el exterior, aprendí mucho, sobre todo en lo concerniente a sus opiniones antidogmáticas y abiertas al diálogo; opiniones reservadas a círculos estrechos de personas por la posición que él ostentaba. Esto sin poner en duda nunca su posición de convencido marxista.

 

¿Qué hacías allí?

 

Atendía las Comisiones Intergubernamentales y ocupaba las secretarías en esas comisiones. Además, discutía con la parte extranjera el establecimiento de Acuerdos, Condiciones Generales de Cooperación y Convenios Estatales de Crédito, algunos con poderes especiales de Gobierno, algo raro pues nunca pertenecí al PCC, una condición casi básica para participar en este tipo de negociaciones. Después nos mudamos para Primera y B, en el Vedado, y estando ahí empecé a viajar. El primer viaje fue a Hungría en 1973, lo hice con Carlos Rafael. Por cierto aquello fue tremendo, había una cantidad enorme de documentos a suscribir y cuando fui a revisar la mitad de los documentos no se habían firmado, los tenían que firmar Carlos Rafael y Miklos Ajtai, vicepresidente del gobierno húngaro. Pensé que aquello iba a ser del carajo, sin embargo, hablé con Carlo Rafael abiertamente y le dije lo que había pasado. Me dijo “no hay problemas, ven para acá”, y se pusieron los dos a firmar después que había pasado el acto de las firmas y la televisión.

 

También estuve muchos años de secretario de Checoslovaquia y participé en muchas sesiones con vicepresidentes del gobierno cubano. Por ejemplo con José Ramón Fernández, con Ricardo Cabrisas y otros altos dirigentes. Mi departamento atendía también la parte comercial de las empresas del Comité Estatal de Colaboración Económica. Tenía una relación laboral buena, pero pienso que no se me aprobaba como Jefe de Departamento por el problema que había tenido con Fidel Castro.

 

¿Qué es lo que no se aprobaba?

 

No estaba nombrado, era un cargo del Comité Central, yo lo ejercía pero no estaba nombrado. Estuve así como diez años, viajando, negociando millones de rublos y después iban los ministros y vicepresidentes a firmar. Se hacían diferentes negocios, por ejemplo los jóvenes que se mandaron a Checoslovaquia, a Hungría a trabajar. Me refiero a los cooperantes. Todos esos documentos yo los negocié, incluso en el caso de Checoslovaquia los discutí con un viceministro checo. Pero eso no funcionaba bien. Lo que ocurría era que aquí le decían a los muchachos que no podían traer esto y lo otro, que solo podían recibir una cantidad de coronas y el resto se las tenían que dar al Gobierno. Así y todo, los muchachos estaban locos por irse para allá. Además, los checos y los húngaros manifestaban que aunque nuestros jóvenes eran muy enamorados y se fajaban mucho, a la hora de trabajar eran superiores a los de otros países.

 

¿Hasta cuando estuviste en ese tipo de trabajo?

 

Atendiendo Hungría y Checoslovaquia estuve hasta 1984, entonces me designaron Consejero Económico en Belgrado, Yugoslavia. Tenía una oficina y una gran autonomía. Esas cosas siempre crean fricción con el embajador, pero laboralmente no tenía problemas. Comenzó la Perestroika y yo expresé que estaba de acuerdo con Gorbachov. Entonces un yugoeslavo me hizo un acercamiento que yo, aunque lo informé al centro de la Seguridad que había allí, no lo puse en conocimiento inmediatamente del embajador, me demoré algunas horas. Ellos aprovecharon esa situación y la tomaron como pretexto porque me querían sacar, ya Fidel había estado allí en una visita que hizo a Belgrado y me había visto y por la cara que puso fue evidente que no le gustó mi presencia. Entonces, cuando voy a Cuba de vacaciones, en abril de 1987, me dijeron que no podía regresar. Me manifestaron que querían preservarme, que el enemigo me quería hacer daño. No me dejaron regresar ni a recoger las cosas. A mi esposa, Miriam, que también era diplomática a cargo de los asuntos de cultura, prensa y deportes, sí la dejaron regresar a recoger nuestras pertenencias y siguió trabajando en el MINREX, pero a mí me sacaron del sector y me enviaron a trabajar al Banco Nacional.

 

Allí, en calidad de especialista, atendí empresas del Poder Popular y del Ministerio de Comercio Interior y empecé a hacer planteamientos acerca de la necesidad de hacer reformas. En marzo de 1992 me citaron a una reunión en la que sacaron hasta el problema con Fidel. Me dijeron que cómo iba a estar planteando cosas que se habían discutido en el último Congreso del Partido. Yo les expresé que yo no tenía por qué aceptar lo acordado en el Congreso, que no era militante del Partido, y empecé a discutir con cifras tomadas de la misma institución. Entonces me sacaron del Banco y remitieron para un banquito que está cerca de mi casa a llevar papeles sin importancia, donde tú y yo nos conocimos. Bueno, poco a poco empecé a hacer artículos a máquina y a repartirlos por todas partes, a los amigos. Ahí tú tuviste el contacto conmigo. También compañeros de Payá comenzaron a tener vínculos conmigo. Los papeles que hacía a máquina, tú me ayudabas más tarde a reproducirlos en computadora. Entonces se fue ampliando el círculo de conocidos y empecé a tener un programa por Radio Martí que se llamaba Hablando con Chepe, hasta que caí preso en 2003, fui a prisión y me condenaron a 20 años.

 

¿Qué efecto tuvo esa condena en una persona como tú que había dedicado toda su vida a la revolución y al socialismo?

 

Fue muy duro, incluso hubo un momento muy delicado para mí, fue cuando me trasportaron para Guantánamo a cumplir la sanción. Hasta el gobierno de Batista hubiera sido más limpio en la forma en que me juzgaron, las acusaciones eran mentiras. Fueron tan burdos que me las dieron por escrito: que si yo era agente de los norteamericanos, cuando todo el mundo sabe que nunca he estado de acuerdo con la política de Estados Unidos hacia Cuba; que si tuve reuniones con varios congresistas norteamericanos, cuando ellos sabían que lo que yo le había planteado a esos congresistas era que quitaran el embargo. Eso fue una cosa realmente terrible. He llegado a la conclusión de que yo he seguido la línea revolucionaria y que es el Gobierno el que ha estado en contra de esa línea, que se ha convertido en inmovilista, conservador y contrarrevolucionario, que no es ni nacionalista, porque en práctica ha dañado la identidad nacional, ha empujado a irse del país a millones de cubanos, y una parte considerable de la población que queda en la Isla anhela también marcharse.

 

¿Sientes odio hacia alguna de esas personas que te hicieron daño?

 

No, yo trato de evitar el odio, porque te bloquea la inteligencia. Hay que buscar un punto reflexivo para tratar de entender, pues hay algunas cosas que no son fáciles de comprender. Yo he llegado a la conclusión de que en Cuba no puede haber una salida a la crisis sin la reconciliación. Esa es la única vía que tenemos los cubanos, como pasó en España, como pasó en Chile. Por supuesto puede haber justicia —justicia para todo el mundo—, pero Cuba no tiene ninguna posibilidad de resolver sus problemas, si no es sobre la base de un compromiso nacional y de la reconciliación. Hay que buscar un compromiso. Mi idea es que podemos iniciar un proceso de diálogo que pueda terminar, como pasó en los años 30, con una nueva Constitución que se parezca en su espíritu lo más posible a la de 1940. Ahora, la situación es tan grave que hay que tomar una serie de medidas como son el acceso de los campesinos a la tierra, ampliar el rango del trabajo por cuenta propia, permitir la pequeña y mediana empresa y después una Constituyente que siente las bases como se hizo en el 40 donde participaron conservadores, cristianos, comunistas, liberales, todo el mundo. Esa es mi propuesta.

 

Pero antes sentiste odio ¿Eso significa que has evolucionado?

 

Sí, hubo una etapa… Tengo que reconocer que yo provengo de las filas comunistas, donde se hablaba de la lucha de clases y que de cierta forma se pregonaba el odio, pero yo he superado todo eso, me he dado cuenta de que eso no lleva a ninguna parte, que no te permite analizar, porque partes de una serie de prejuicios y llegas a un análisis parcializado. Por supuesto soy un ser humano y tengo sentimientos, me han perseguido bastante y puede ser que en algún momento, en algún análisis que haya hecho, me haya dejado ganar por ese tipo de sentimiento. Trato de evitarlo, incluso en mis trabajos, y no me acomplejo por eso, he juzgado a algunos dirigentes cubanos en términos positivos cuando han expresado cosas que considero acertadas. Por ejemplo, el discurso de Raúl Castro el 26 de julio de 2007 lo sigo considerando un discurso realista y lo he dicho, incluso mucha gente me ha atacado por eso y por muchas más cosas que se he manifestado sobre personas que no son precisamente amigos míos. Creo que debo seguir por esa línea, para que el odio y los prejuicios no me cieguen al hacer los análisis. Hay una norma que trato de seguir, no sé si lo logro siempre, y es tener el corazón muy caliente y la mente fría.

 

¿Ocurre que cuando las revoluciones llegan al poder y se convierten en fuente de derecho, los propios revolucionarios terminan siendo víctimas?

 

Estoy consciente de eso, pero eso no es revolución. Aquí lo que ha habido es un asalto al poder por una gente que quiere el poder sobre todo, eso no lo califico de revolución. El hecho de que alguna revolución haya tenido violencia, no quiere decir que toda revolución tenga que usar la violencia. Ha habido muchas revoluciones en distintas esferas de la vida de los seres humanos que han sido de avance, de desarrollo, de progreso. Yo no asocio la revolución necesariamente con la violencia.

 

¿Lo ocurrido te ha llevado a alguna rectificación en tus ideas?

 

A la conclusión que he llegado es que las distintas doctrinas no dan la verdad absoluta. Creo, por ejemplo, que las concepciones que defienden bien la propiedad privada o bien la propiedad social, no son contradictorias y pueden coexistir. Hay muchos países en el mundo donde existe la propiedad pública real —no como en Cuba donde eso es una ficción— y al mismo tiempo existe la propiedad privada, hay mercados, hay competencia; o sea, que se pueden compatibilizar las dos cosas. Las sociedades más exitosas en el mundo son las que han empleado este modelo, de una forma u otra.

 

Por ejemplo en el índice de desarrollo humano del PNUD en niveles de vida, en riqueza por habitante, en transparencia, en índices muy bajos de corrupción, están esas naciones como Holanda, Noruega, Suecia, Finlandia, Canadá, Dinamarca, cada una con sus peculiaridades, porque eso no se puede calcar. Ese es el camino.

 

Ahora mismo, primero con la caída del Muro de Berlín y después con esta crisis económica mundial, se ha demostrado que ni el individualismo ni el estatismo extremo tienen soluciones. Hay que ir en busca de una sociedad donde esté la propiedad privada, porque el deseo de reconocimiento social y de tener éxitos materiales, dentro de determinadas regulaciones y controles puede ser altamente beneficioso; pero al mismo tiempo es útil la propiedad pública, porque en muchos sectores los niveles de ganancia no son muy atractivos para la iniciativa privada y ahí el Estado tiene que jugar un papel más importante. Actividades que, aunque no den réditos altos, hay que hacerlas, como la educación, la salud pública, y otras ramas donde el Estado tiene que estar presente por la razón apuntada o por motivos estratégicos. Me refiero, por supuesto, a un estado democrático.

 

¿Te defines como marxista?

 

No, yo diría francamente que no. Porque incluso a Marx, cuando se le preguntó si era marxista dijo que no. Marx es un hombre que hay que estudiarlo en su tiempo. Los problemas del siglo XIX no son los de hoy. Pedirle a Marx soluciones para los que tenemos actualmente es un error. Incluso algunos de sus planteamientos no se cumplieron. Rosa Luxemburgo, su seguidora, en su análisis de la teoría marxista, reconoce que la Teoría del Empobrecimiento Absoluto de la clase obrera no funcionó; la proyección de que el socialismo iba a triunfar primero en Europa Occidental, donde había una clase obrera más numerosa y desarrollada, tampoco funcionó. No creo que Marx quisiera convertirse en un pitoniso. Hay un solo texto donde habla de futuro que es en la Crítica al Programa de Ghota, por eso yo no soy un marxista, me parece un absurdo.

 

Yo creo que el mundo necesita una serie de soluciones que no se pueden buscar ni en el siglo XIX ni en el XX, hay que desarrollarlas ahora, incluso instituciones que fueron tan valiosas en el siglo XX como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias. Varias concepciones, válidas en el pasado, hoy con el avance indetenible de la globalización, la ciencia y la tecnología, son obsoletas. Necesariamente se impondrán novedosas formas de pensar e interactuar en el mundo. Creo que la cooperación internacional asumirá un rol mucho más importante que hasta el momento. A su vez habrá mejores posibilidades para combatir la ignorancia, el hambre y la miseria a escala planetaria, así como los retos para la vida humana de carácter medio ambiental. Estoy seguro que este proceso llevará al fortalecimiento de la Organización de la Naciones Unidas, dándosele a esta institución muchas más facultades.

 

Fuiste excarcelado bajo ‘licencia extrapenal’. ¿Qué es eso?

 

La “licencia extrapenal” por enfermedad significa que puedo volver a prisión cuando se considere que me he curado; cosa que es absurda porque mis enfermedades son crónicas. Ellos me citaron al Tribunal Provincial del Municipio Playa dos años después de salir de prisión para recordarme eso, para decirme que no puedo salir de La Habana sin permiso, que tienen una Comisión en el barrio que me está supervisando y en función de lo que diga, yo puedo regresar a la cárcel. Aquí arriba de mi apartamento, en el número ocho, hay una oficina de la Seguridad del Estado, que pienso está monitorearme. Incluso no me dejan salir al exterior. Han aplicado políticas diferentes con las distintas personas, a algunos de los liberados sí les han dejado salir. Yo pedí ir para Estados Unidos, pero me lo negaron. Incluso he sido invitado a eventos en Polonia, Puerto Rico y otros lugares y, aunque he efectuado todos los trámites establecidos, nunca recibí la autorización para salir: la famosa Tarjeta Blanca.

 

¿Cómo estableciste la relación entre economía y política?

 

No se pueden separar. En eso Marx sí pudiera tener algunos elementos positivos, él decía que las relaciones de producción son la base de una sociedad y yo sigo creyendo que es así, sin negar que haya una interacción entre la base y la superestructura. Yo creo que si hay más libertad económica, va a haber más libertad política. En eso Fidel Castro está claro, él se niega a que haya alguna apertura económica porque sabe que una cosa lleva a la otra, eso sería inevitable. Los norteamericanos tienen enormes restricciones en el comercio con Cuba, no dan créditos, hay que pagarle antes de que lleguen las mercancías, no compran nada, hay que utilizar barcos extranjeros. Sin embargo, con todos esos obstáculos, ya Estados Unidos está por lo menos en la cuarta posición en el comercio con Cuba, por lo tanto eso va a tener influencia. Si existiera más libertad, nos sentiríamos más dueños de nuestro futuro, eso le daría un impulso a las luchas por las libertades políticas, a la creación de un propicio tejido económico.

 

La Ley de la Entrega de la Tierra en Usufructo está llena de cortapisas y eso no es por gusto; está bien pensada para que la gente no se sienta propietaria, por lo tanto yo sí creo que hay un nexo muy grande entre política y economía. Cuba es un país con un entorno geográfico y tradiciones sociopolíticas mejores que China, pero aún en China, con las transformaciones económicas, la gente empieza a luchar; ahora mismo con esta crisis y el cierre de empresas las protestas allí son enormes, ni que decir de Rusia. La libertad es también un elemento de producción. Yo defiendo esa tesis, en la medida que la competencia juega un papel más importante hay más libertad de movimiento, de pensamiento, para poder escoger la mejor variante en un mundo cada vez con mayores opciones, donde el diálogo y el debate responsable y civilizado son indispensables para lograr un desarrollo sólido y sustentable.

 

¿Desde tu punto de vista cuáles serían los obstáculos principales para un cambio en Cuba?

 

La primera es la voluntad política de ir avanzando de forma gradual. Yo empezaría por la agricultura, dándole la tierra a la gente, dándole facilidades para que puedan pagarla, donde la gente pueda asociarse sobre la base de la voluntariedad. El Estado puede mantenerse en determinadas áreas, en eso no hay una contradicción. Y bueno… cuánto va a ser el área privada y cuanto el área pública, eso lo dirán los resultados y las condiciones concretas. Yo creo que la actividad pública puede ser eficiente en la educación, la salud pública y otros sectores. Antes de la revolución en Cienfuegos los estudiantes venían de la escuela privada a la pública en la enseñanza secundaria y no lo hacían porque fuera gratis, sino porque tenía más calidad. Pero al mismo tiempo se puede permitir la enseñanza privada con determinadas regulaciones, como lo era antes de 1959.

 

Cuando tuve que venir para La Habana lo hice para una escuela privada; de todas formas el Estado hacía exámenes de comprobación. No se puede caer en extremos. El extremo estatal cayó con el Muro de Berlín y el extremo neoliberal ha caído con la crisis actual. Ahora Obama quiere garantizar el seguro de salud a más de 40 millones de norteamericanos y mejorar la educación pública, por eso lo están calificando de socialista, eso es una tontería. Hay que promover las iniciativas privadas, son un decisivo factor de avance social y desarrollo económico, pero con determinadas regulaciones para evitar las ambiciones desmedidas, el enriquecimiento indebido.

 

¿Le das algún peso a la política norteamericana en los problemas de Cuba?

 

Yo sí creo que la política norteamericana tiene una responsabilidad en todo esto, y grande. Yo siempre he expresado que el gobierno cubano ha tenido dos grandes aliados: la Unión Soviética dio un apoyo económico inmenso al régimen, pero desde el lado político han sido los Estados Unidos, con su proceder equivocado, quienes han beneficiado al totalitarismo. La política de aislamiento y embargo ha sido oxígeno para los sectores más conservadores dentro del Partido y Gobierno.

 

En 2003 se publicó tu libro ‘Crónicas de un desastre’ y en el 2007 se publicó ‘¿Revolución o involución?’ ¿Existe una relación directa entre ellos?

 

Existe una relación directa, son recopilaciones de artículos que expresan mis puntos de vista acerca de la génesis del drama cubano, las concepciones de cómo salir de la crisis y propuestas para la reconstrucción nacional, en un marco de reconciliación que deje a un dado los odios que por tanto tiempo han envenado a los cubanos. Se diferencian en épocas, Crónicas de un desastre comprende una época y ¿Revolución o involución? comprende otra. Yo diría que contienen una maduración del pensamiento, logrado por la meditación, el diálogo con otras personas, incluidas algunas con las que no coincido en variadas cuestiones, y los largos años de enfrentamiento al totalitarismo. Por ejemplo en el último libro hay una serie de artículos que hice sobre las Metas del Milenio, adoptadas por la ONU. Ello me llevó a realizar una significativa recopilación de datos, de estudios de la historia de la teoría económica cubana que demuestran que la Cuba de antes no era un desastre, como señala la propaganda oficial. Investigando he llegado a la conclusión de que efectivamente había serios problemas que lastraban el progreso nacional, pero Cuba había avanzado de 1902 a 1958 a pesar de los gobiernos y no por la voluntad de los gobiernos.

 

La sociedad civil cubana avanzó en la educación y la salud pública. En esta última tenía en aspectos importantes una situación superior a países europeos, con indicadores como el número de médicos por habitantes, la esperanza de vida, la mortalidad infantil. Tanto en educación como en la salud había avances comparables con Europa, no con América Latina, donde los únicos países que se podían comparar con Cuba eran Chile, Argentina, Uruguay, quizás Costa Rica. Cuba no empezó en 1959, independientemente que después se hicieron grandes esfuerzos y que en la medicina y educación se llegó a favorecer a sectores que estaban marginados antes de 1959, sobre todo en zonas rurales. Lamentablemente, hasta esos avances, logrados por los esfuerzos del pueblo, están inmersos actualmente en un proceso de involución al carecerse de la indispensable sustentación económica.

 

En el prólogo a ‘Cuba, ¿Revolución o involución?’, Carmelo Mesa Lago dice: los documentados trabajos de Oscar Espinosa han inspirado e influenciado la obra de muchos economistas cubanos en el exterior. ¿Qué significa para ti esa afirmación y cómo ha sido tu formación para alcanzar ese nivel de profesionalidad?

 

Bueno a mí me enorgullece que una persona que admiro tanto y que pienso que es el mejor economista cubano vivo, que trabaja para organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo, haya realizado esta evaluación sobre mi trabajo, eso para mí es algo muy alentador. Lo que yo he hecho es buscar datos, información, resumir, investigar sobre las propias cifras oficiales, buscando sus falsedades. Utilizar datos de CEPAL, de Naciones Unidas, de revistas extranjeras, de la prensa. Si vas a mi casa, vas a encontrarte miles de recortes de periódicos y revistas como El País o ABC, El Mundo, El Nuevo Herald, The Economist e incluso de factura oficial como Granma y Juventud Rebelde, que se dedican a hacer análisis de economía y también de hechos sociales, históricos. Me gusta mucho la historia, lo que más me gusta es la historia, soy un fanático de ella, siempre tengo un libro a mano. Muchas veces veo paralelos en la historia de Cuba, muchas cosas parecen repetirse, por ejemplo la obcecación de España por no hacer reformas, por mantener una posición inmovilista, esa posición de no hacer nada en aquella época se convirtió en una de las causas fundamentales de las guerras de independencia. Y ahora aquí está sucediendo una cosa parecida, la obcecación del gobierno cubano hace que se cierren todas las puertas. Hasta ahora no hay peligro de estallidos, pero nadie sabe si esta situación se mantendrá.

 

Tus trabajos contienen recomendaciones de importancia, pero el Gobierno, que es quien puede implementarlos, no los tiene en cuenta. ¿Qué importancia tiene tu labor?

 

Yo me conformo con leer mis artículos por la radio extranjera y que alguien los escuche. Me conformo con saber que algunas personas los reciben por internet, o los leen en periódicos editados en el exterior. Que algunas entrevistas que doy para la televisión de otros países llegan aquí, gente que te dice, ¡te vi en la televisión! Estoy conforme con las copias que generosamente reproducen los amigos. Es el comienzo, estoy seguro que todo cambiará para mejorar. Un tiempo atrás no teníamos internet, ahora con muchas dificultades la tenemos, quién sabe si el día de mañana también la pueda tener en mi casa.

 

¿Consideras que esa semillita en un momento determinado pueda germinar?

 

La idea es esa, hay que sembrar para el futuro, quizás yo lo vea o no lo vea, pero modestamente estoy tratando de colaborar de forma independiente, porque tú sabes que no pertenezco a ninguna organización. Algunas veces me piden una colaboración y la doy, al que no la quiera no se la doy, y participo así dando mis ideas. Hago lo que puedo, incluso pienso, como tú dijiste, que mi trabajo puede ser útil al propio Gobierno y ojalá sirva para conducir a Cuba hacia la democracia, yo no tengo inconveniente en eso, ojalá, y sin aspiración personal alguna.

 

¿Para ti cuál es la Cuba deseable y cuál la Cuba posible?

 

Para mí la Cuba deseable es la que trazó en líneas generales la Constitución de 1940, me parece que esa Cuba responde al deseo expresado por José Martí de una “república con todos y para el bien de todos”.Ese es mi ideal de Cuba, donde sean compatibles las aspiraciones individuales, incluyendo la propiedad privada, la existencia del mercado como herramienta importante de distribución de los recursos, la competencia, las posibilidades de superación; con una participación pública importante que complemente la iniciativa privada, siempre sobre la base de un control democrático; que existan debates, partidos políticos, pero que no haya que esperar las elecciones para la toma de decisiones. Esas características las considero posibles. No creo que sea un sueño, es algo que otros han logrado y me pregunto por qué nosotros no podemos también obtenerlo con tesón, con inversiones fuertes en la educación, en la cultura, que preparen el terreno para avanzar hacia ese destino. Yo creo que en la historia, el pueblo cubano ha mostrado tener motivaciones, aspiraciones y puede llegar a eso.

 

¿Qué acontecimientos dejaron una huella profunda en tu persona?

 

Algunas cosas han dejado huellas profundas de forma positiva o de forma negativa en mi persona. La victoria del primero de enero de 1959 me hizo soñar con muchas cosas, para terminar en una enorme frustración nacional. Fue un día que nunca podré olvidar. Mi trabajo en el movimiento juvenil, luego como diplomático tratando de obtener ventajas para mi país. Siempre he cumplido con mi deber, con mi conciencia. Quizás con equivocaciones, pero siempre con la mejor voluntad de hacer algo útil para Cuba. En cuanto a aspectos negativos también hay hechos que me han marcado. En 1967 me expulsaron de los equipos de Investigación Económica y me enviaron a recoger estiércol en las cuevas y a trabajar con delincuentes; en 1987 me sacaron del sector de las relaciones exteriores; en 1992 fui expulsado del Banco Nacional; botaron a Miriam, mi esposa, de su trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, precisamente por continuar conmigo. Otro golpe de una potencia terrible fue cuando me detuvieron en 2003 y condenaron a 20 años de cárcel, en condiciones infrahumanas. Todo eso fue muy duro, pero bueno, gracias a la vida, a Dios, no sé a qué, siempre me levanté, aunque no fue fácil.

 

Cuando falleció tu madre estabas en la cárcel…

 

Mi madre falleció unas semanas después que salí de prisión. Pude estar con ella, ya estaba muy mal, una parte del tiempo estaba inconsciente, sufriendo mucho. Ella fue un ejemplo de trabajo, de tesón, de lucha y además muy tolerante. Nunca fue comunista, siempre rechazó esos conceptos. Ella era creyente, pero era tolerante. Jamás, aún en la etapa en que yo milité en los grupos marxistas, se opuso; respetó mi decisión como la respetó cuando decidí oponerme al totalitarismo.

 

¿Te sientes realizado?

 

Yo me siento realizado, siento que hice algo por mi país, que en determinado momento me fue difícil porque he recibido la incomprensión de muchos compatriotas, pero también se recibe la cosecha. El pueblo toma conciencia y muchos compatriotas se incorporan al movimiento de oposición, muchos intelectuales, gente valiosa. Creo que el objetivo de la sociedad que quiero, de reconciliación nacional, ese concepto que lleva tantos años conmigo, está triunfando y eso realmente es reconfortante.

 

¿Tienes amigos y/o enemigos?

 

Yo no considero a nadie mi enemigo, aunque algunos sí me consideran un enemigo. Yo no odio a nadie, yo he desechado el odio, porque el odio no te deja pensar. Como ser humano puede ser que en determinado momento me enfurezca y la ira me gane, pero siempre trato de desechar eso. Tengo muchos amigos, personas que realmente estimo, incluidas algunas con las cuales tengo puntos de vista distintos. Tú mismo eres una de esas personas, algunas veces hemos discutido, confrontado nuestras ideas, pero seguimos amigos. Hay personas en el exterior con las que nunca he hablado personalmente pero que llevo años hablando por teléfono: economistas, especialistas, periodistas. Así tengo muchas personas que me ayudan, que quieren apoyarme en mi lucha.

 

Tu madre era católica ¿sus creencias tuvieron alguna influencia en ti?

 

Mi madre fue católica, muy creyente, pero jamás quiso imponerme sus creencias. Mi padre fue comunista pero terminó siendo un creyente católico. Después él se fue de Cuba y murió en Nueva York. En sus últimos años rechazó totalmente este sistema y murió como creyente, católico, muy, muy creyente. Era un hombre inteligente, incluso cuando era comunista me puso a estudiar en una escuela primaria metodista, la Eliza Bowman, dirigida por misioneras norteamericanas, de las cuales conservo excelentes recuerdos. Cuando no era creyente me aconsejaba estudiar la Biblia, porque la consideraba muy valiosa. Después conocí a otros comunistas que pensaban igual. Por ejemplo a Carlos Rafael Rodríguez, que conocía la Biblia muy bien y la citaba bastante. Está la historia de Juan Marinello, en una oportunidad le preguntaron que si se quemaba su biblioteca qué libros iba a rescatar y respondió: la Biblia.

 

Haciendo una valoración de tu vida ¿consideras que debes de cambiar algo o estás conforme?

 

Estoy conforme con todo lo que he hecho en mi vida. Me siento muy orgullo porque hice en cada momento lo que mi conciencia me dictó. Cuando trabajé con Fidel Castro pude hacer lo que hacía todo el mundo y no hubiera tenido ningún problema, pude mantener una posición oportunista y aceptar todo lo que se decía allí. También cuando me sacaron del trabajo de relaciones exteriores pude haberme adaptado, tenía hasta una posición laboral muy buena, incluso firmé muchos documentos a nombre del Gobierno, aunque no era militante del Partido. Se me envió a diferentes países como asesor, a Granada, donde estuve con Maurice Bishop, a Corea del Norte, donde estuve con Kim Il Sun. No tenía necesidad de buscarme ningún problema, pero mi conciencia me dictaba otra cosa y ellos me tomaron como si fuera enemigo y me llevaron a esta posición.

 

Después de todo tengo que agradecerles, con las persecuciones y el acoso me llevaron a comprender que la situación cubana es imposible de resolver con tibias reformas, sino que se necesita un cambio radical de todo el disfuncional sistema que ha conducido la nación al desastre. Yo soy hijo de la burguesía, porque mi familia tenía dinero, mi madre tenía una compañía farmacéutica, propiedades en Cienfuegos y en La Habana; todo eso yo lo dejé de lado y me uní a la revolución sin ningún interés material. No me uní a la revolución por un interés ni de clase ni de nada, sino por la justicia social y amor sincero a mi país.

 

He llegado a la conclusión de que la democracia es fundamental, es un arma política, un arma social, un arma económica. La democracia y la libertad son componentes indispensables para el desarrollo de una nación en todos los campos; el respeto a la soberanía individual, en un marco legal democrático es uno de los factores determinantes para el avance de los pueblos. Yo pienso que una de las grandes ventajas de la sociedad norteamericana y de otras sociedades es que han sabido mantener un equilibrio y un poder de autocrítica por generaciones.

 

¿Qué figuras de nuestra historia han tenido influencia en tu formación?

 

Hay personalidades de nuestra historia en las cuales encuentro referencias insustituibles. En primer lugar Félix Varela, cuando uno lo lee se pregunta, pero ¿cómo este hombre en esa época podía decir tales cosas? Porque no es lo que dijo, sino cuando y con qué visión lo dijo. Otra figura es Martí, personaje cimero en la historia de Cuba, sin soslayar a genios militares y políticos como Antonio Maceo y Máximo Gómez. No se puede olvidar al tercer descubridor de Cuba, a Don Fernando Ortiz, que es una piedra angular de la cultura cubana, un hombre que en oportunidades rechazó tentadoras ofertas políticas porque quería mantenerse al margen de los partidos, y poder realizar sus análisis sin ningún compromiso. Juan Gualberto Gómez, un hombre que de esclavo llegó a ser una personalidad extraordinaria. Enrique José Varona…, hay incluso algunas figuras que habrá que rescatar con independencia de que hayan cometido errores, como es el caso de algunos autonomistas que jugaron un papel importante en la formación de la conciencia nacional, porque muchos de ellos, de forma astuta, utilizaron las limitadas libertades que dio el gobierno español para crear las condiciones que después permitieron a los luchadores por la independencia demostrar que ya no había otra alternativa que la separación total de España. Está Jorge Mañach y también Ramiro Guerra, uno de los textos más importantes que se han editado en Cuba es su libro Azúcar y población en las Antillas. La lista de hombres extraordinarios que ha producido nuestra pequeña isla es enorme.

 

¿Deseas agregar algo?

 

–Creo que lo dicho es lo fundamental, eso es lo que puedo decir.

 

* Una versión previa de esta entrevista, realizada en abril de 2009, fue publicada entonces en la revista Con Todos.

 

 

Un Tian’anmen fragmentado con rostro de mujer

Marlene Azor Hernández

18 de septiembre de 2013

 

La violencia de género como política oficial de la “Revolución cubana”

 

Las políticas oficiales de los Estados se miden por sus leyes sus instituciones y sus prácticas. El Estado cubano practica sistemáticamente la violencia contra las mujeres aunque no existen leyes que la respalden pero sí los órganos de la seguridad del Estado y la policía son las instituciones encargadas de la práctica diaria de la violencia con total impunidad. Para asistirla en sus atropellos, estas instituciones se apoyan en las llamadas organizaciones de masas como los CDR. Estos últimos siguen siendo baluarte importante en el encuadramiento disciplinario de la población y la violencia contra los ciudadanos.

 

El foco central de la represión son los disidentes, pero dentro de ellos, el objeto preferido de la violencia son las mujeres. Desde el 2003 las Damas de Blanco son el blanco semanal de la represión, primero porque desfilaban pidiendo la excarcelación de sus esposos, hijos y familiares presos en la Primavera Negra. Igual hacían las madres y abuelas de la Plaza de Mayo frente a la dictadura argentina. Luego, lo han seguido haciendo porque desfilar e ir a misa los domingos pidiendo libertad y derechos humanos es un derecho ciudadano y tampoco está prohibido en ninguna ley cubana, pero las calles cubanas pertenecen a los órganos de la seguridad del estado (de manera discrecional, no legal) que manejan de manera impune, cual capataces de la finca, los que pueden desfilar, pronunciarse y/o sencillamente discrepar.

 

A las Damas de Blanco las golpean, las arrastran por el suelo, las pinchan con extrañas agujas, les retuercen los brazos hasta fracturarlos y esto ocurre cada domingo de nuestras vidas. Las arrestan y las llevan a lugares remotos y las sueltan en lugares que ni saben ellas donde se encuentran, escenas similares a las de cualquier dictadura latinoamericana. Las arrestan por largos períodos sin causa o las secuestran por algunas horas, o de un día para otro. No puedo concluir más, que el gobierno le tiene mucho miedo a las mujeres “no sumisas”.

 

No sé cómo al general/presidente se le ocurre criticar las indisciplinas sociales y la pérdida de valores si los gestores y propulsores de este estado de violencia generalizada e impune es responsabilidad de su gobierno.

 

El objetivo central de mi reflexión hoy es la escandalosa y brutal golpiza propinada a la actriz Ana Luisa Rubio, de 62 años de edad por su actividad disidente. Los recursos para acallarla, que hacen peligrar su vida, se asemejan a los métodos fascistas: Un grupo de niños es alentado por la “brigada de acción rápida” a que haga ruido y golpee la puerta de la casa de la actriz. Ana Luisa abre la puerta para pedir un poco de silencio y una decena de personas mujeres y hombres comienzan a golpearla sin dejarla regresar a su puerta y la golpean hasta dejarla sangrando en el suelo. Nadie la ayuda, nadie la socorre para levantarse, sólo sus compañeros, cuando ella logra levantarse a duras penas y puede avisar, la llevan al Hospital. Ana Luisa reconoce a dos vecinos y al coordinador del CDR zonal y con ayuda del activista e intelectual Antonio Rodiles va a hacer la denuncia a la estación de policía más próxima, cuando sale del Hospital. Los demás propinadores de la golpiza son desconocidos. Nos enteramos por su blog Aramusa28, que no es la primera vez que la asaltan, la golpean y los culpables quedan impunes. En el 2004 la golpiza la postró en una silla de ruedas, y ha sido arrestada varias veces. Los policías se ríen de ella y la envían al Hospital psiquiátrico cuando va sola a hacer sus denuncias. Todavía ningún médico, felizmente, ha hecho algún certificado con trastornos mentales, pero en algún momento obligarán a algún médico a declararla “loca”.

 

Ana Luisa no puede poner las denuncias en la policía contra sus agresores, no se la aceptan cuando va sola, o si lo logra, no le dan el comprobante de la denuncia y los motivos no aparecen, es algo que “nunca existió”. Sencillamente no hay mecanismos para que pueda inculpar a los sucesivos esbirros. Cuando ha sido asaltada en su casa, una patrulla de policía observa los atropellos y cuando termina “el acto de repudio” con golpiza incluida entonces se retiran sin tomar parte de la acción: la policía está presente para proteger a los esbirros.

 

Las fotos de los resultados de la golpiza están en su Blog Aramusa 28.

 

Yo soy Ana Luisa Rubio también, porque en 1996, cuando el actual presidente pronunció su contrarrevolucionario discurso contra los investigadores del CEA, también decidí que tenía que ir a la Plaza de la Revolución sola a pedir justicia. Si hubiera estado al corriente de otros atropellos me hubieran visto acampar en la Plaza o recibir las mismas golpizas que le hacen a la actriz. Yo soy Ana Luisa Rubio también porque como ella, si estuviera en Cuba, fuera a los eventos de Estado de SATS, de Espacio Laical, a los últimos jueves de la Revista Temas, o a los Foros anuales de Observatorio Crítico, estaría en la Comisión Aponte aunque no sea afrodescendiente y seguramente no sería bien recibida porque no me pliego a los límites del discurso oficial, sería miembro de la Cátedra de la Mujer, no de la FMC ni de los CDR, y participaría en los debates de Razones Ciudadanas.

 

Los esbirros y los que tienen la misma mentalidad, arguyen que por discrepar y salir a la calle: “esas mujeres se lo buscan”, la misma mentalidad retorcida de los violadores. El gobierno cubano, necesita mujeres obedientes y sumisas, recluidas en sus casas al abrigo de los policías, “segurosos” y cederistas violadores. La violencia de género es una política oficial de la “Revolución cubana” al margen de la ley y con total impunidad. Desde el 2003, el gobierno cubano practica un Tian'anmen dominical y cotidiano, con rostro de mujer.

 

Yo soy una mujer cubana, y por eso, soy también, Ana Luisa Rubio.

 


El artista, la Revolución y las cuerdas amarillas

Armando Chaguaceda

16 de septiembre de 2013

 

Una nueva campaña -inundar la isla y el ciberespacio con Cintas Amarillas alusivas a la liberación de los Cinco (u Cuatro) prisioneros cubanos en EEUU- generó, desde su arrancada en días pasados, una aguda polémica.

 

En las redes sociales, sus partidarios enfatizaban las bondades de la iniciativa –que presentaban como ciudadana, al ser impulsada personalmente por René Gonzáles, el único de los agentes liberados tras cumplir su condena- mientras otros comentaristas lo consideraban otro ejemplo de propaganda oficial.

 

Vale la pena reconocer que, en situaciones como esta, sobran las visiones simples o inocentes. En esta campaña se mezclan la agenda política del gobierno cubano -con su enorme aparato de movilización y propaganda puesto en acción- con la decisión personal -y diversa- de los adherentes.

 

Esta última reúne tanto a quienes gustan de congraciarse con el Gran Hermano -por su doble condición de patrón y policía- como personas honestas que consideran injusta la prolongada ausencia de estos cubanos, separados por más de una década de sus familias.

 

De tal forma la razón de estado, el cálculo pragmático y la nobleza humana coinciden en campañas como la de las Cintas Amarillas.

 

Sin embargo, creo que la misma no puede ser definida, simplemente, como una acción ciudadana, por varias claras y comprensibles razones.

 

En primer lugar, porque, además de tener todos los recursos del estado a su disposición, bajo el orden vigente existe un escasísimo margen para el disenso público de los ciudadanos desinteresados u opuestos a la campaña y a los argumentos que le sustentan.[i]

 

Pero -y acaso eso sea lo más importante- porque incluso quienes apoyan el reclamo por los agentes presos, tienen poca oportunidad para añadir autónomamente contenidos -más allá de la mera experimentación estética- y para matizar con sus puntos de vista el repetido discurso oficial sobre la “Gran Injusticia cometida con estos luchadores antiterroristas cubanos.”

 

Así, en ocasión de esta iniciativa, estudiantes, comunicadores y simples ciudadanos podrían lucir, con más o menos swing, los mentados lazos y las gastadas consignas…pero no tendrían chance de desconocer las directrices de la campaña.

 

Además, la expansión de las redes sociales ha permitido que quienes pueden acceder a Internet –aun en un entorno comunicacional y político tan controlado como el cubano- estén expuestos a un mayor flujo de información, diversa y en tiempo casi real, que rebasan las interpretaciones oficiales.

 

Así, en tanto los promotores de la campaña habitan el ciberespacio algunas horas, es presumible que acceden a esas posturas e informaciones alternativas. Dicho de otro modo: saben más de lo que aparentan y sus posturas no son atribuibles a la desinformación.

 

Por ello resulta sintomático que muchos de los entusiastas encintados hagan mutis ante situaciones similares, cometidas en territorio cubano, como la prolongada prisión del contratista estadounidense Alan Gross. Gross es una persona enferma, retenida en las cárceles de la isla por introducir tecnología de comunicación para grupos opositores; cuya esposa y anciana madre han pedido reiteradamente al presidente Raúl Castro, como acto humanitario, su indulto.

 

Pues bien, si se estableciese un rasero que ponga en igualdad de condiciones (y juicio) la actitud de ambos gobiernos (Cuba y EEUU) respecto a estos prisioneros, con arreglo a los principios humanistas y cívicos que sustentan las iniciativas ciudadanas a nivel global, los adherentes a esta campaña deberían, al menos, interesarse con proporcional vehemencia por la vida del anciano estadounidense.

 

Es algo que cualquier activista entendería como un asunto de elemental coherencia identitaria; y que, al menos quien escribe estas líneas, no ha visto abrazar dentro del coro pro-liberación de los Cinco (u Cuatro) prisioneros.

 

El atrevimiento del músico Robertico Carcassés

 

Sin embargo, volviendo al terreno de la campaña y sus impulsores, la lógica del poder controlador y excluyente parece no aminorar. Ahora, cuando el compositor e intérprete Robertico Carcassés se atrevió en una transmisión en vivo por la TV cubana, a acompañar su legitimo reclamo por los presos y por el fin del bloqueo con no menos pertinentes pedidos de reconciliación entre compatriotas y de cambios en la isla, las reacciones alérgicas de algunos de los entusiastas impulsores son, cuando menos, alucinantes.

 

Le acusan, al peor estilo funcionarial, de “no utilizar el sitio y lugar correcto” para expresar sus ideas…desconociendo que las convocatorias, contenidos y estructuras establecidas en Cuba para el debate ciudadano están creadas para que operen como correa de transmisión de ideas en un único sentido: vertical -como ordenes de la jerarquía a la población, como información, queja y petitorio de las bases hacia arriba- , pero nunca horizontal –entre públicos conectados entre sí por medios vibrantes y autónomos, dentro de la esfera pública.

 

Mostrando una doblez impresionante, los hoy censores de Robertico son los mismos que aplauden a artistas contestatarios como Calle 13 o las Pussy Riot, cuando estos utilizan cualquier foro -en tono frecuentemente más subido que el del criollo- para lanzar reclamos políticos, provocando (dicho sea de paso) el agrado particular de quien esto escribe.

 

Estos ángeles/demonios le señalan al creador que ha sido “oportunista”…olvidando que ha expresado anteriormente esas mismas ideas (http://www.telegrafo.com.ec/cultura1/item/cuba-es-una-isla-de-musicos-y-todos-se-sienten-artistas.html ) y que la obra que ha impulsado con sus colegas (https://www.youtube.com/watch?v=1417HqISEx0&noredirect=1) es un ejemplo de experimentación artística y de búsqueda de mayores márgenes de autonomía, dentro de un estadocentrismo políticamente dominante  y culturalmente asfixiante.

 

Se olvida, procaz y olímpicamente, que libertad con cortapisas no es libertad…y que eso lo dijo, hace casi un siglo, una comunista alemana que murió por sus ideas de justicia y gobierno popular.

 

Ahora que el cantante ha sido sancionado -y previsiblemente barrido de las instituciones y cartelera oficiales, lo que en Cuba equivale a desaparecer del mapa cultural- el desenlace evidencia un problema neurálgico que, repetido hasta el cansancio por décadas, debería mover la conciencia de quienes persisten en avalar campañas como esta, otorgándoles un cariz ciudadano: la autonomofobia del estado cubano.

 

El problema, señores y señoritas, es que son los funcionarios de ese estado quienes interpretan y establecen –ley y fuerza mediante- QUE/QUIEN ES (y QUE/QUIEN NO ES) una persona y propuesta dignas de la condición “revolucionaria”.[ii]

 

Eso alcanza a los modos y los contenidos de toda crítica, sugerencia, iniciativa ciudadana….sea un foro de debate estudiantil, una besada masiva en la vía pública o una siembra de plantas en un terreno baldío.

 

Menciono estos tres ejemplos no alusiva o metafóricamente: fueron iniciativas de cubanos comprometidos con una vida más feliz, plena y libre, en el aquí y ahora de su patria, alejados de los fondos de la CIA y las veladas en la SINA, que los agentes del estado cubano abortaron -con su mezcla de sanciones profilácticas, complicidades de colegas y presiones brutales- en años pasados.

 

Este tema da tela para cortar…y seguro será motivo de discusión durante algún tiempo. O quizá no, pues tal vez la maquinaria del ostracismo -reforzada por la insolidaridad gremial- quiebre las energías del artista…engrosando la sangría de talento que cada día asesina el futuro del país.

 

Pero incidentes como este al menos sirven para dejar cada vez más claro algo: si eso que llamamos Revolución es –como creo- un legado contradictorio de mito y creación, censura y resistencia, opresión y libertad, auténticamente hecho por el pueblo y espuriamente administrado en su nombre, hay que revisar de qué lado nos ponemos en coyunturas como esta. Cuando, tras el lirismo de unas Cintas Amarillas, es posible advertir en toda su crudeza, las Cuerdas que sujetan las mejores esperanzas y voluntades del país.

 

El conservadurismo y las ideologías de derechas avanzan rampantes en el país, junto a la censura estatal y la lógica mercantil que someten a la creación cultural.

 

Sería magnífico que, incluso desde las coordenadas de la Revolución –entendida como promesa legitima de justicia, democracia y soberanía populares- emerjan reclamos frente mamarrachadas y barbaridades como estas.

 

Pero si, aún sabiendo, se elijen los silencios y los peros tantas veces esgrimidos, entonces ya no hay nada que hacer: es cuando se abandonan los predios, confortables o ingenuos, de la utopía para habitar, llanamente, los de la complicidad y el cinismo.

 

[i]* Los pioneros -niños pequeños sin plena conciencia política- y, más directamente, sus padres –imposibilitados de sostener una negativa libre de sanción- fueron compelidos a llevar el símbolo amarillo a las aulas.

 

[ii]** Ver al respecto el corto “Pravda”, musicalizado con un tema de Los Aldeanos, en  http://www.youtube.com/watch?v=w7irxBbHFEc

 

 

Carcassés: ¡qué bueno canta Ud!

Haroldo Dilla Alfonso

16 de septiembre de 2013

 

Que un cantante use una tribuna en un espacio público, y ante miles de espectadores, para pedir reformas políticas, es otro mundo

 

Cuando dos noches atrás, en un hotel de la frontera dominico/haitiana, escuché a Roberto Carcassés cantando en el recital masivo por los agentes cubanos presos en Estados Unidos, lo primero que se me ocurrió fue que estaba perdiendo agudeza auditiva y confundiendo deseos con realidad.

 

Las cámaras, estrictamente concentradas en el escenario, no me permitieron observar las reacciones de los asistentes. Ni de los que estaban en la primera plana: familiares de los agentes presos, altos funcionarios y unas chicas que parecían como puestas allí para mostrar alegría. Ni del resto del público que se desplazaba por una plaza que antaño fue un elegante paseo y hoy es una explanada del peor gusto con la una estatua vejatoria dedicada a Martí. Pero estoy seguro que si entendieron en medio del bullicio, debieron sentirse en otro mundo.

 

Porque, que un cantante use una tribuna en un espacio público, y ante miles de espectadores, para pedir reformas políticas, es otro mundo. Al menos un mundo diferente al de los espectáculos totalitarios, del nacionalismo chabacano y de las liturgias enfermizas que ha practicado el gobierno cubano por décadas. En unos casos, a pulso, y en otras mezclando el discurso con la música, buena y mala.

 

Carcassés, arropado por el contagioso estribillo de “Quiero, acuérdate que siempre quiero”, pidió libertad para los cubanos presos y para María —que imagino puede ser cualquiera que esté preso(a)— el fin del bloqueo y del autobloqueo, la libertad de información para poder tener una opinión y la posibilidad de elegir al presidente. No pidió derrocar al gobierno, ni sonrió a Estados Unidos, ni dio la razón a los disidentes, a los que solo quiso equiparar en derechos a los militantes. Un principio básico de toda democracia y del sentido político común en el este siglo XXI.

 

Carcassés no presentó un programa político coherente antigubernamental, y eso fue lo mejor. Se limitó a decir dos o tres cosas que la abrumadora mayoría de los cubanos desean, y que no pueden decirlo porque carecen de la oportunidad de la tribuna o de sobrevivir después de la tribuna. Su grupo escenificó en público lo que está pasando todos los días en la Isla: la emergencia de situaciones de resistencia al poder autoritario que sigue pidiendo lealtad a cambio de pobreza, inseguridad y corrupción. Y que los dirigentes cubanos se obstinan en llamar malos hábitos en algunos casos y mercenarismos en otros.

 

Por todo esto, hay que saludar este gesto valiente de Carcassés y sus acompañantes, que esa noche cantaron por todos los cubanos, de adentro y de afuera, de derecha y de izquierda, politizados o apolíticos.

 

En principio la prensa ha reportado las algabarabías de los burócratas infecundos y algunas acciones coactivas administrativas. Temo que se produzca una escalada, pues la clase política cubana parece decidida a demostrar que frente a la crítica no autorizada, solo caben la represión y la violencia, desde los medios oficiales o en convivencia con ellos. Una violencia ejercida por una clase política que se comporta como un ejército de ocupación. Y que ya parece constituirse —junto con las casas en ruinas, los salarios miserables y los hospitales cayéndose a pedazos— en parte del paisaje nacional.

 

 

Besando a la rana apropiada

Haroldo Dilla Alfonso

26 de agosto de 2013

 

La sociedad cubana comienza a vivir de manera visible dos formas diferentes de acceso a la educación

 

Desde hace unos días circula por la web —Revolico incluido— el anuncio de una guardería infantil privada en La Habana. Su dueña se llama Zulema Rosales y supuestamente es la hija del General Rosales del Toro. Esto último no puedo confirmarlo, pues no conozco a esta persona, ni a la familia del General, ni al General. No sé si son buenas o malas personas, si son trabajadoras o haraganas o si son honestas o no. Por tanto, nada de esto es una valoración personal.

 

Tampoco hace falta que lo sea, pues sea hija de quien sea, habría que asumir que Zulema Rosales es una persona afortunada, pues la guardería reside en una casa espaciosa de dos niveles del reparto Kohly. Un barrio que siempre estuvo protegido, primero por haber albergado a una clase media alta que encontró refugio en sus buenas condiciones ambientales, sus calles retorcidas y los entornos ajardinados. Luego porque esas mismas casas fueron repartidas a los nuevos miembros de la clase política, quienes siguieron gozando de la misma intimidad vecinal, pero apuntalada por guardias y cierres de calles de lo que fue desde entonces un suburbio segregado y misterioso de la ciudad.

 

La página web y otras informaciones de la guardería indican perfiles varios que van desde servicios regulares hasta cuidados por horas, todo con el personal más calificado, de manera que el cliente “sentirá la satisfacción de ver el desarrollo en la educación de sus pequeños”. Alguien comentaba que el costo es de 85 CUC mensuales por pequeño, lo que de ser así ubicaría la tarifa en un nivel medio alto en América Latina. Pero cerca de cuatro veces el salario medio cubano.

 

La noticia mueve mis reflexiones en dos direcciones.

 

La primera se refiere a lo que significa traspasar la actividad anunciada a manos privadas. Pues de lo que hablamos no es del simple cuidado de niños, sino de una actividad de educación inicial. Un tipo de actividad educativa que no es obligatoria, pero sí conveniente y que en Cuba se define para niños desde 0 a 6 años. Y la actividad educativa se ha proclamado durante décadas como un espacio público —más estrictamente, estatal— y cuyo acceso igualitario, universal y gratuito ha sido un punto fuerte del consenso social.

 

Obsérvese que no objeto a priori una u otra manera de concebir la provisión del servicio educacional. Obviamente yo tengo mis convicciones y preferencias al respecto, pero eso no es ahora lo importante. Lo que es importante es que se están transfiriendo pedazos de la responsabilidad pública al sector privado, sin que exista un mínimo de transparencia sobre el tema para que la sociedad cubana pueda decidir lo que quiere en debate abierto y plural.

 

Y en este sentido la guardería de Zulema es solo un caso entre muchos otros, que incluye la existencia de escuelas privadas sostenidas por organismos internacionales a la que asisten en tropel alegre las crías de los nuevos ricos. De manera que la sociedad comienza a vivir de manera visible dos formas diferentes de acceso a la educación. En la parte de arriba, los hijos de los ganadores netos de la restauración capitalista en planteles y guarderías privadas; y en una muy extensa parte de abajo los herederos de la pobreza, en un sistema educacional en ruinas, con maestros mal pagados y pésimas instalaciones. Unos van más para arriba y otros van más para abajo.

 

Esta privatización vergonzante en que se restaura el capitalismo negándolo y jurando lealtad a un sistema decrépito al que los dirigentes cubanos —curiosamente al igual que los neoliberales— se obstinan en llamar socialismo, es la peor de las privatizaciones. Entre otras razones, porque se realiza sin normas claras que establezcan los requisitos infraestructurales, éticos, de personal y metodológicos imprescindibles para que alguien pueda asumir por su cuenta la provisión de educación. Más que una normación, lo que existe es una permisividad, pues esta guardería infantil se instala a la sombra del reglamento medieval que autoriza el trabajo privado en el cuidado de niños. Pero, ¿que pasaría si al amparo del permiso para cuidar enfermos, alguien —con los misma fortuna que Zulema— decide fundar una clínica?

 

La segunda reflexión se refiere a la suerte y sus circunstancias. Pues si algo hay que reconocerle a Zulema es su peculiar buena suerte. Tiene suerte en tener a su disposición una casa de dos plantas, ajardinada y en un barrio exclusivo, en un país donde la gente común más afortunada conseguía un apartamento en Alamar tras trabajar durante varios años construyendo edificios para todos los fines que se les ocurrieran al comandante. Es afortunada en tener internet, una página web y un correo electrónico en un país donde el servicio, se dice, no se oferta en los hogares. Es una bienaventurada neta (¿y nata?) de poder adquirir juguetes, muebles y televisores de plasma en una sociedad atenazada por la pobreza. Y ha tenido mucha, mucha suerte en que le permitan un negocio particular de legalidad tan discutible en un país donde multan y persiguen ancianos que rellenan fosforeras y a la exdelegada Sirley Avila por vender mangos de una mata de su propiedad. Reconozcamos que es suerte, pero no cualquier tipo de suerte, sino la predestinación que acompaña a los chicos de la élite postrevolucionaria.

 

Y es que un caso como el de Zulema habla del verdadero sentido de la actualización “sin prisa pero sin pausa”, un proceso de restauración capitalista en beneficio de una élite en transformación burguesa. Y que como tal requiere del estado para poder realizar su acumulación originaria a sus expensas y de paso protegerse de los competidores externos.

 

Todo eso son Zulema Rosales y su guardería. No es simplemente cualquier suerte, repito, es la que se deriva de su posición social. Y cada vez más, posición clasista. Y por ende una suerte clasista que atesora nuestra burguesía en formación.

 

Es curioso que en una de las paredes de la guardería hay un papel tapiz que hace alusión al cuento El Principe Rana de los hermanos Grimm. El texto, en inglés, advierte que antes de llegar a la rana apropiada que se convierte en príncipe al influjo de un beso de amor, hay que besar a muchas ranas.

 

Zulema Rosales no tuvo que hacerlo. Desde el principio pudo besar a la rana apropiada.

La generación que debía obedecer

Alejandro Armengol

19 de agosto de 2013

 

Cuentan que a principios de la década de los años 1960, la época en que Fidel Castro solía acudir por las noches a revisar o preparar la portada del periódico Revolución, sucedió esta anécdota.

 

Una noche, tras terminar Fidel su labor de editor en jefe, Carlos Franqui, entonces director del diario, bajó la escalera que llevaba a su oficina y le dijo a varios reporteros: “Suban, suban, para que conozcan a Fidel”.

 

Uno de ellos no respondió y se quedó sentado.

 

Comenzaba a subir de nuevo la escalera Franqui, cuando se dio cuenta de la ausencia.

 

“¿Qué pasa Rine? ¿No quieres conocer a Fidel?”

 

Entonces Rine Leal, que continuaba tras su mesa y había vuelto a escribir a máquina, como si nada estuviera sucediendo, le dijo con voz pausada y expresión inquieta.

 

“No, no. No tengo ningún problema con conocer a Fidel. Lo que me preocupa es que él me conozca a mí”.

 

De haber tenido igual oportunidad por los años 70, no hubiera mostrado una reserva igual a la de Rine y mucho menos declarar una previsión tan peligrosa. Veía a Fidel con relativa frecuencia, pero nunca nadie me lo presentó. Una noche intenté acercármele, durante media hora avancé lentamente en medio del grupo que lo rodeaba y pensé haber logrado eludir con mi disimulo la vigilancia de dos de sus escoltas. Fue entonces que un tercero, al que no había visto, se limitó a decirme: “Hasta aquí”. Nunca más volví a intentarlo. Comprobé lo que mucho antes Rine logró intuir: era peligroso tratar de estar cerca de Castro.

 

¿Castro? Confieso que esta distinción impuesta en Miami me resultó ajena por muchos años y sólo ahora no me molesta. Si empalagoso es el oír el “Fidel” o el “nuestro querido Fidel” de los adulones en la isla, tampoco me entusiasma un “Castro” que quiere anular cientos de frustraciones en el exilio enfatizando con ira un apellido. Hoy puedo mezclar ambas palabras a mi antojo, dueño al menos de la forma de nombrarlo, sin practicar la fidelidad de la isla ni el anticastrismo del exilio histórico.

 

Fidel fue una presencia frecuente —a veces venía una o dos veces por semana, en ocasiones pasaban un par de meses sin verlo— en la Plaza Cadena de la Universidad de La Habana cuando yo luchaba por graduarme de físico nuclear y luego de psicólogo. Luego esas visitas fueron distanciándose más, pero antes de que esto ocurriera decidió limitar los temas de aquellas “conversaciones”, que con frecuencia se extendían por varias horas. Nada de política internacional dijo un día, “porque luego lo dicho por él en aquel lugar se interpretaba como la posición oficial del gobierno”.

 

Esa reserva inicial marcó el comienzo de un distanciamiento. Poco a poco se encerró más y más en su despacho de la Plaza de la Revolución y en sus visitas programadas o “sorpresivas” y en las actividades políticas en las cuales consideraba indispensable su presencia.

 

Sin embargo, a punto de iniciarse la década del 1980 —que cambió por completo al país con el éxodo del Mariel— todavía contemplaba a veces su caravana de jeeps por la avenida 26 en el Vedado, rumbo a la calle 23 para doblar a la izquierda y dirigirse hacia Miramar y la zona de las playas, avanzando a poca velocidad y respetando los semáforos. Él sentado al frente en uno de los vehículos. Pienso que mi generación fue la última que conoció a un Fidel más o menos cercano, pero en muchos de nosotros esa cercanía personal nunca logró disminuir el hecho de que estábamos obligados a aceptarlo.

 

Cuando Castro finalmente muera, creo que podré recuperar la imagen de un Fidel de poco más de 50 años, que es la que domina mi vida de adulto en Cuba, y también la del gobernante joven que marcó mi niñez y adolescencia. Pero en ambos casos, estos recuerdos solo serán un asidero para volver a mi propia juventud y nunca una añoranza de una época heroica.

 

Quienes el primero de enero de 1959 éramos niños, nacimos bajo un signo hasta cierto punto siniestro: no somos los hijos de la Revolución —que vinieron después—, sino sus hijastros.

 

Por capricho o necesidad de la que nos enseñaron era nuestra segunda madre —la tan traída y llevada patria cubana— fuimos entregados a un padre putativo, dominante y despótico, también sobreprotector y por momentos generoso, al que tratamos no sólo de complacer sino de obedecer siempre. No nos quedaba otra alternativa fue siempre nuestra justificación.

 

Vinimos al mundo con un destino injusto: ser una generación puente. Nuestro pecado original fue no nacer lo suficiente temprano para participar en la lucha revolucionaria, ni lo suficiente tarde para vivir en el “mundo glorioso del comunismo”.

 

Nunca tuvimos derecho a la vana ilusión de la infancia feliz de la pañoleta de pionero ni al miedo real de la pistola terrorista oculta bajo la camisa. Nuestro destino vulgar se caracterizó por el aburrimiento: el trabajo productivo y la guardia nocturna con el fusil sin balas.

 

Lo primero que nos quitó la revolución de Castro fue el derecho a la adolescencia. Mientras los jóvenes en todo el mundo quemaban banderas norteamericanas, desafiaban el poder establecido y fumaban mariguana, nosotros —pelados y obedientes— marchábamos bajo el sol ardiente y fingíamos una moral estoica y una entrega absoluta a unos ideales que nos habían impuesto sin nuestro consentimiento.

 

No puedo entonces abrigar emoción alguna por un Fidel heroico y rebelde. Me justifica la esperanza de que mi sentimiento es compartido por millares, que como yo recordamos con desprecio al gobernante que nos prohibió a los Beatles, obligó a tener el pelo corto e impuso la insoportable estupidez de considerar que el vestir un pantalón vaquero —“pitusas” los llamábamos entonces— era una provocación ideológica.

 

Se hizo todo lo posible para impedirnos la posibilidad de equivocarnos con una apariencia viril, de luchar en uno y otro bando. Cuando llegamos a la edad de matar y morir impunemente, las guerras habían concluido, se limitaban a una opción para escogidos y estaban distantes aún las conquistas africanas plagadas de corrupción y sacrificios inútiles (fue el exilio quien vino a librarme de participar en ellas).

 

Cuando cumplí la mayoría de edad estaba vigente la Ley del Servicio Militar Obligatorio, el permiso de salida permanente del país vedado para los jóvenes y la enseñanza convertida en un ejercicio de chantaje que obligaba a demostrar no sólo una callada obediencia sino también una participación activa en las “tareas de la revolución”.

 

A mi generación le fue imposible ver en Fidel al joven rebelde, apoyado o rechazado por decisión propia, sino admitirlo como un dios natural, impuesto por la historia convertida en religión de las masas. Sus largos y fatigosos discursos leídos con desgano pero con apariencia de interés en reuniones y “plenos estudiantiles”, donde se “discutían” las oraciones pronunciadas por el Comandante en Jefe para concluir sin disensión alguna que todas eran perfectas, con las comas bien colocadas y los puntos —especialmente el punto final— apuntando siempre al corazón del enemigo.

 

Fuimos maestros de la espera. Nos enseñaron a dominar el arte de la paciencia: un futuro mejor, un cambio gradual de las condiciones de vida, un viaje providencial al extranjero. Nos enseñaron también a no arriesgarnos, a no creer en el azar, a resignarnos a la pasividad.

 

Todavía a veces seguimos esperando. Por eso la incredulidad ante la noticia de la gravedad de Fidel. Hemos hecho todo lo posible para cumplir nuestro destino sin su presencia. Si hemos podido desterrarlo de nuestras vidas, el día que fallezca debemos tratar de olvidar su muerte lo más rápido posible. No lograrlo sería otra frustración. Intentarlo al menos nuestra mayor esperanza.

El diálogo constructivo y los peligros de la injusticia

Marlene Azor Hernández

14 de agosto de 2013

 

Los mecanismos represivos contra la ciudadanía son el mayor “tabú” del debate nacional

 

En las elementales tácticas de negociación, se suele utilizar tres tipos de posturas: la persuasión, la cooptación y el alejamiento y/o ruptura. Es valioso colocarse en la postura de ganar-ganar como condición del éxito de la negociación, y estas técnicas facilitan los intercambios y pueden obtener resultados positivos para las partes incluidas. Si alguna de las partes insiste en llevarse todo el resultado positivo, y condenar al otro a la derrota, la negociación es un fracaso al corto y mediano plazo, es decir es condenada a la derrota definitivamente.

 

La postura negociadora de proponer un diálogo constructivo es muy valiosa y facilita la comprensión de los diversos intereses en juego. Sin embargo, puede ser grave como postura si no tiene en cuenta a los excluidos de la negociación.

 

Conozco a muchos intelectuales y activistas cubanos que mantienen esta postura frente al gobierno como la manera más adecuada para lograr respuestas positivas a sus demandas y coincidiría con ellos plenamente si no excluyeran los derechos de los demás y sobre todo si no hicieran silencio frente a los mecanismos represivos contra ellos mismos y contra los demás.

 

El silencio sobre los mecanismos de represión cotidiana del gobierno cubano es verdaderamente alarmante[1]. Los mecanismos de control represivo sólo son denunciados por los “demonizados” por el discurso oficial, y los “demonizados” resulta, que sí son solidarios entre ellos. En las revistas y periódicos que consulto sobre la realidad nacional, y producidas dentro del país, el tema de las formas de violencia del Estado contra sus ciudadanos no aparece, como tampoco el tema de la indefensión ciudadana.

 

Ni los desmanes del sindicato oficial y los funcionarios contra los trabajadores, ni los desmanes de la policía, ni los desmanes de la policía política. Por eso la vulnerabilidad de todos los ciudadanos frente al Estado. Por eso también la existencia y proliferación de los actos de repudio que siguen siendo cotidianos y silenciados, pero también la arbitrariedad de despidos, exclusiones, discriminaciones, mal trato, humillaciones y prepotencia de funcionarios y policías. Los mecanismos para defenderse de todas estas arbitrariedades están tan burocratizados y son tan desgastantes que las víctimas de los atropellos prefieren seguir su vida en otra parte, porque sencillamente no existen ni mecanismos jurídicos ni políticos ni civiles viables para intentar la demanda de justicia. En Cuba, las víctimas de violencias cotidianas de policías secretos o públicos o de los funcionarios no tienen la posibilidad de ser resarcidas en sus derechos o son los casos tan excepcionales que no permiten remitirse a ninguna regla. La dirección política del país no quiere hacer la conexión de todas sus formas de violencia contra la población y las indisciplinas sociales, la pérdida de valores, la precariedad de la vivienda y los salarios miserables.

 

Situación alarmante, repito, cuando los órganos de la seguridad del estado se han hecho tan visibles y casi rectores de la vida cotidiana de la ciudadanía a partir de los años 90s. Están en el despido de algún trabajador porque se les busca implicaciones políticas, están en los tribunales por asuntos de pareja por lo mismo, están cuando un intelectual ligado a las instituciones publica algo en el exterior que no coincide con el discurso oficial, están cuando un delegado municipal, pintor de renombre internacional, menciona la posibilidad de pensar en el pluripartidismo. Están detrás de un permiso para salir a una beca, para lograr un trabajo que dé acceso a la divisa, y están detrás de cualquier puesto de delegado del Poder Popular o persiguiendo alguna pancarta que pide más socialismo y abajo la burocracia. El partido “dirige” pero su brazo ejecutor en la vida cotidiana y civil, son los órganos de la seguridad del Estado.

 

Esta aberración de la vida civil cotidiana no aparece en ningún análisis publicado, en ningún panel de ninguna revista y por supuesto invisible en una presa desinformadora de la realidad cubana, salvo por los intelectuales y activistas disidentes y algún pronunciamiento puntual frente a un hecho, no existen análisis de estos mecanismos múltiples de violencia y de indefensión ciudadana.

 

Hacer silencio sobre las violencias contra otros ciudadanos es quedarse también sin solidaridad cuando somos perseguidos y víctimas de la represión del gobierno. El silencio y la falta de solidaridad con los que son víctimas de las violencias estatales podrían ser por un desconocimiento de los hechos precisos, pero eso no justifica el silencio. La acumulación de las diversas acciones represivas y sus mecanismos de funcionamiento son de conocimiento público, notorio y popular porque no han cesado de producirse a lo largo del último medio siglo en el país.

 

La exigencia al gobierno de una prensa que refleje las realidades del país es un paso importante para luchar contra las violaciones y la impunidad de los funcionarios, de la policía y de los órganos de la seguridad del Estado. Los resultados del reciente Congreso de la UPEC son un golpe demoledor contra la ciudadanía, y no veo análisis ni exigencia de los intelectuales públicos sobre tan inmovilista resultado. Tan masiva y recurrente es la indefensión ciudadana frente al Estado que pareciera una situación que ya está “naturalizada” en el imaginario social.

 

No sólo las Damas de Blanco y los activistas de la UNPACU y todos los demás disidentes han sido los objetivos preferidos de la violencia estatal. La violencia y la represión tienen larga data en la Revolución cubana y sólo los afectados, y cuando pueden, logran narrar los desmanes, y hacer oír su voz.

 

Esta falta de solidaridad ciudadana es una de las razones que ha creado la impunidad de funcionarios y policías contra la ciudadanía. Creo que no se hubiera producido el cierre de la revista Pensamiento Crítico, ni el caso Padilla, ni los parametrados, ni el caso CEA, ni los centenares y miles de violencias cotidianas que se producen por parte de las autoridades si los ciudadanos hubieran sido entre sí solidarios, o en el caso de los intelectuales si hubieran cerrado filas frente a los atropellos que han sufrido y siguen sufriendo los propios colegas. Creo que los execrables actos de repudio hubieran desaparecido de la escena nacional si toda la ciudadanía hubiera cerrado filas solidarias contra esos atropellos.

 

Las solidaridades han sido dignas pero muy pocas y eso habla de una postura de “sálvese quien pueda” de un individualismo insolidario y vergonzoso que no tiene que esperar por el desarrollo de las relaciones de mercado para entronizarse como una postura común y automática. La mentalidad de “sálvese quien pueda” existe hace rato en Cuba y no tiene que ver necesariamente con las carencias y la monetarización de las relaciones sociales y mucho menos con las relaciones de mercado que son ínfimas y están aún secuestradas.

 

Proponer una postura de diálogo constructivo no puede silenciar los mecanismos represivos cotidianos e intactos, no puede eludir el tema, so pena de convocar a un diálogo con importantes y definitivos déficits éticos. Entonces, una postura cívica positiva y loable tiene el peligro de convertirse en su contrario.

 

[1] Sólo conozco estudios sobre los mecanismos de control y represión en Cuba, hechos por intelectuales extranjeros o cubanos de distintas generaciones residentes en el exterior. Además de los valiosos testimonios de los reprimidos.

 

 

ECURED: los fieles y los difuntos

Haroldo Dilla Alfonso

12 de agosto de 2013

 

ECURED no solamente peca por omisión, sino también por comisión

 

Es usual que aparezcan portales virtuales con aspiraciones a convertirse en enciclopedias. En ocasiones funcionan como archivos documentales de altísima calidad. Por eso no es extraño que también suceda en nuestra Isla, y aparezca, por ejemplo, ECURED. Y con esa pasión irrefrenable que tienen los cubanos a sonar como José Martí y a vivir cada pedacito de la vida con ínfulas trascendentales, ECURED se anuncia como “un espacio de conocimientos con todos y para todos, desde Cuba y con el mundo”. Y modestamente remite su nombre a la noción de ecúmene.

 

Y creo que puede fundamentalmente hacerlo cuando trata con temas o personas que por sus contenidos y formas de actuación públicas pueden guardar distancias de los escabrosos temas políticos. Pero ECURED, por su contenido y por sus procedimientos, se enreda en sus propósitos cuando entra en el campo en que las ideas barruntan la contemporaneidad, y por tanto cobra un sentido político. Se inserta en esa práctica de contiendas binarias que caracteriza a la política cubana, y no puede asumir la noción que proclama de totalidad ecuménica, ni siquiera de campear imparcialmente en nuestra sociedad transnacional. Y por eso su administrador se ocupó en cierta ocasión de revalidar su dimensión militante —anticolonial, dijo— lo que ha llevado al portal a ser otro momento de la exclusión y del enfrentamiento maniqueo. ECURED no es un puente, sino una trinchera. No es parte de la solución, sino del problema.

 

Como no soy experto en tecnologías informáticas, menos aun en diseños de portales, no me detengo en estos temas más que para decir que se trata de una página extremadamente lenta, precaria y muy poco atractiva. Aún con una buena velocidad de banda ancha, hay que esperar para que aparezca en pantalla o pase a otra página interna. Su página principal es un batiburrillo de consejos para la vida, alabanzas a Hugo Chávez, noticias diversas, y curiosidades para adolescentes poco avispados. Sus textos parecen sacados de aburridos currículos académicos, y sus artículos están tan mal redactados que provocan rechazos espontáneos.

 

No sé hasta donde estas oquedades formales son culpa del “bloqueo imperialista” o de la incapacidad de sus artífices, pero presumo que siendo esto un proyecto absolutamente gubernamental —no sería posible de otra manera en Cuba aunque su administrador se rasgue las vestiduras diciendo que es colaborativo y descentralizado— la Isla merecía una vitrina un poco más sofisticada. Y si sus sostenedores quieren seguir creyendo que hacen algo alternativo, deben al menos hacerlo con más gracia, siquiera para que los lectores puedan imaginar de mejor manera al mundo prometido.

 

Pero si fuera solamente una página fea y lenta, pero estuviera realmente guiada por una motivación ecuménica, yo pasaría por alto los inconvenientes y aplaudiría sus contenidos. Solo que, como decía antes, ECURED es un remanente de esa “batalla de ideas” que los tecnócratas cubanos han dejado al puñado de funcionarios más o menos letrados que viven en —y de— la ideología.

 

Los pensadores sociales que aparecen en ECURED son de dos tipos: difuntos y fieles. Con los primeros es más permisiva, y los difuntos, paulatinamente se van ganando el derecho a ser considerados como parte de la ecúmene de ECURED. Figuras anatematizadas por la política cultural oficial —sea porque en algún momento mantuvieron algún perfil crítico o cultivaron alguna “ideología burguesa”— tienen ahora su espacio en ECURED. Pero solo tras subordinarlos, tamizarlos, hasta hacerlos digeribles. Foucault diría disciplinarlos.

 

Mi amigo Lichi Diego parece un novelista de fantasías, cuando en realidad fue un crítico político de primer orden y mayores quilates. Jorge Mañach no tuvo mejor suerte y su último muy fecundo año en Río Piedras solo lo pasó, según ECURED, dando conferencias sin mencionar una obra de tan altos vuelos como Teoría de la Frontera. Al gran Moreno Fraginals le despojaron hasta del buen humor. La vida creativa de Jesus Díaz llega hasta 1987 cuando publicó “las iniciales de la tierra”, pues tras eso, “en sus últimos años, se convirtió en un activo colaborador de la maquinaria propagandística contra Cuba a través de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, sostenida con fondos del gobierno norteamericano”.

 

Pero el principal problema está con los vivos.

 

Siempre refiriéndome a los cientistas sociales más apegados a la contemporaneidad, la primera cualidad que ECURED impone es que estas personas vivan en la Isla. Los científicos sociales exiliados-emigrados que tengan la suerte de seguir vivos deben conformarse con ello y no aspirar a aparecer en ECURED. Digamos, para hurgar solo en la parte más consagrada, que no aparecen personalidades como Carmelo Mesa Lago, Alejandro Portes, Silvia Pedraza, Marifeli Perez Stable o Eusebio Mujal, cubanos y cubanas cuyas obras llenan anaqueles. Pero tampoco la miríada de pensadores que de esa misma generación o más jóvenes, incursionan espacios privilegiados de la creación cultural y académica en los dos mundos, el viejo y el nuevo.

 

Solo vi un nombre de un cientista social vivo y emigrado: Rafael Rojas. Pero no fue incluido sin más —como Rafael lo merece por su obra consolidada— sino para sostenerlo por las bridas mientras lo llenan de los más vulgares insultos que indican que ECURED no solamente peca por omisión, sino también por comisión. Y que de paso carece de las sutilezas necesarias que hacen evitable la blasfemia.

 

Pero son también trágicas las omisiones de pensadores “insulares” que se ubican en un espacio que va desde críticos estrictamente académicos que mantienen una adscripción fundamental al sistema hasta toda la pléyade de figuras intelectuales que se ubican en el activismo político opositor.

 

En el primer caso es notable la ausencia —para citar un ejemplo— del sociólogo Juan Valdés Paz. Se trata de un agudo pensador social cubano que reside en La Habana, un auténtico erudito, autor de varios y renombrados libros y cuya lealtad política al sistema cubano no se discute. Solo que Valdes Paz ha ejercido su adhesión desde posturas críticas muy agudas y dignas. Un caso que nos sirve para entender la debilidad de un poder político que es incapaz hasta de asumir en su regazo a quienes ven en él una virtud que debe ser mejorada.

 

Otros nombres —Cuesta Morúa, Reinaldo Escobar, Dagoberto Valdés, Dimas Castellanos, Miriam Celaya o Espinosa Chepe, entre otros— no aparecen a pesar de tratarse de personas ampliamente conocidas en el mundo interesado en los temas cubanos. Y no solo por sus activismos opositores, sino también por sus análisis de la realidad nacional desde los ángulos diferentes de sus disciplinas. De ese campo solo aparece Yoani Sánchez, pero más cubierta de improperios que Lucifer en una misa dominical.

 

Y si Valdés Paz y Cuesta Morúa no aparecen no es porque no tengan méritos de sobra, sino porque en este campo que nos ocupa ECURED solo admite a los muy fieles. De manera que es la fidelidad, y no la cualidad intelectual, el criterio decisivo para estar dentro o fuera. Lo que explica, que ECURED desestime el tremendo caudal de producción académica e intelectual producida en la diáspora cuando tiene el menor sello crítico (e incluso cuando no lo tiene) y consagre a los cortesanos ideológicos que revolotean en torno al gobierno cubano. Basta revisar las páginas de ECURED para comprobar que en los espacios dedicados a la sociología, la politología y el pensamiento filosófico predominan personas que carecen de aportes significativos al pensamiento social cubano. E incluso que arrastran pedigrís represivos contra personas e instituciones intelectuales, como son los casos de Eliades Acosta, Thalía Fung, Isabel Monal, Miguel Limia, y Enrique Ubieta. Además de prominentes figuras del clan Castro como son Alex y Mariela —el linaje obliga— el primero presentado nada más y nada menos que como un reputado camarógrafo y fotógrafo.

 

No sé si la inclusión tan poco envidiable de Rafael Rojas en ECURED fue anterior o posterior a un artículo que este escribió en El País quejándose de las omisiones y desviaciones del portal. Le denominó algo así como policías del recuerdo, y según Rojas ECURED era una página web parcializada y partidarizada. Creo que Rojas tenía razón. Y lo que es peor, la sigue teniendo.

 

Lamento mucho que mi amigo Rafael haya acertado. Y creo que él también lo lamenta. Ojalá se hubiera equivocado, y que ECURED fuese un puente entre todos los espacios que componen hoy la sociedad transnacional cubana. Un puente no exento de debates, pues no somos iguales, pero puente al fin y al cabo, y no la trinchera que es. Eso la hubiera hecho efectivamente alternativa, si de alternatividad a la exclusión y a la intolerancia se tratara. Pero ECURED ha apostado por seguir siendo parte del mismo problema. Y continuar digiriendo su pesada carga de fieles irrelevantes y difuntos disciplinados.

 

Solo a manera de chiste final, quiero recordar a los lectores que si desean leer algo sobre Ángel Castro, el papá de Fidel y Raúl, pueden ver su entrada en ECURED. Les cito una oración tan reñida con el decoro como con la sintaxis castellana: “un gran hombre —dice ECURED— de cualidades con carácter fuerte e impulsor de las grandes ideas de su Galicia querida con grandes y buenos triunfos para su desarrollo en la tierra donde nacieron sus grandes hijos” (sic).

 

¿Algo les recordó a Pyongyang?

Cuba y el precio de la apatía en política

Pedro Campos

12 de agosto de 2013

 

El precio de desentenderse de la política es el de ser gobernados por hombres peores” – Platón

 

Empiezan en Cuba las discusiones del nuevo Código del Trabajo. No basta con opinar, con expresar lo que creemos en las reuniones verticalistas que se desarrollarán. Todos debemos exigir que el proyecto final sea sometido a referendo nacional, libre y democrático, puesto que se trata de un asunto que nos compete a todos.

 

Desgraciadamente en Cuba, a consecuencia de la política de exclusión del gobierno, muchos dirán: “no me importa lo que ahí se apruebe. Todo lo de este gobierno me es indiferente”.

 

Grave error. El código del trabajo tiene que ver con todos los ciudadanos.

 

Recientemente mi amigo y compañero de luchas por el Socialismo Participativo y Democrático, Félix Sautié publicó una crónica sobre la desmotivación que percibe en algunos sectores de la sociedad cubana en relación con la participación en los procesos de cambios que tienen lugar en nuestro país. Y no solo respecto a las modestísimas transformaciones de la “actualización”, sino a los procesos socioeconómicos y culturales generales que sufre Cuba.

 

Efectivamente, tiene él mucha razón en que no pocos ciudadanos optan por desentenderse de todo ante la imposibilidad de poder influir realmente en esos procesos, los cuales el estado-gobierno-partido trata de controlar como si fueran de su propiedad privada y no competencia de todos y cada uno de los ciudadanos que después vamos a sufrir las consecuencias.

 

Y es que, desagraciadamente, tanta decepción acumulada por los fracasos ante los grandes esfuerzos del pueblo cubano y los pocos avances concretos en el nivel de vida de las mayorías sacrificadas, han terminado por convencer a muchos de que no vale la pena decir ni hacer nada.

 

La misma burocracia se encargó de propalar el dicho conformista y contrarrevolucionario: “esto no hay quien lo arregle; pero no hay quien lo tumbe”.

 

Y es precisamente la forma en que se gobierna Cuba hace medio siglo, la que no crea actores políticos sino espectadores, pues todo se ha decidido desde arriba con abuso de los decretos presidenciales.

 

Quiénes han actuado, proponiendo que se gobierne de otra manera, han terminado todos aplastados por la maquinaria gubernamental, silenciados y excluidos, en el mejor de los casos, cuando no presos o exiliados; mientras que la “política de cuadros” se ha encargado de promover a los leales.

 

La llamada “dirección histórica” que controla el país, el gobierno, el estado y el partido, desde hace más de 50 años, secuestró la política para sí, y desde entonces, todos los que se atrevieron a tratar de difundir, no ya de hacer, otras políticas diferentes a las suyas, sea en la economía o en otras áreas de la sociedad, fueron y siguen siendo tildados de “contrarrevolucionarios”, “agentes del imperialismo” y toda esa ensarta de maniqueas manipulaciones típicas de los gobiernos de corte neo-estalinista.

 

Y es que existe una relación directamente proporcional entre un gobierno autoritario, como el cubano, y una débil participación popular en las decisiones.

 

No podemos olvidar que el autoritarismo y la falta de democracia en Cuba tuvieron su origen en las condiciones militaristas concretas en que triunfó la revolución del 59, en medio de la “guerra fría”, cuando el socialismo predominante era ese estatalista y centralizado, todo lo cual posibilitó que se mostrara la personalidad autoritaria del líder.

 

Un factor decisivo, en ello, fue que el pueblo depositó ciegamente toda su confianza en él, se conformó con la postergación indefinida de las elecciones democráticas y aceptó primero la “justicia social” que demandaban los comandantes de La Sierra.

 

Eso no quiere decir que fuera el pueblo el culpable, sino que de su nobleza y entrega, se valió el autoritarismo que aún gobierna Cuba. Los máximos responsables de esa apatía que se observa en no pocos cubanos, no son los que no participan, sino quienes han impedido e impiden la participación, la cual restringen a dar opiniones en el “lugar, tiempo y espacio” que deciden los de arriba.

 

Pero no podemos resignarnos a que la gente no participe, no opine, no busque formar parte de las decisiones, porque si no estaremos condenados a tener siempre gobiernos autoritarios.

 

Bertolt Brecht expresó: “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

 

Si queremos salir adelante, si queremos salir del estado actual de cosas en que se encuentra el país en lo económico, político y social, tenemos que actuar, romper la apatía de los que han perdido las esperanzas, incentivar la participación, la emisión de opiniones, el combate a las violaciones de los derechos de los demás, a las imposiciones, al autoritarismo y desde luego luchar, por todas las vías pacíficas posibles por la libertad de expresión.

 

Cada cubano debe reconocerse libre de expresar lo que entienda, no importa lo que otros consideren, no importa que existan absurdas disposiciones que impidan la libre y respetuosa expresión.

 

Cada cubano tiene derecho a exigir su participación en las decisiones, más allá de los debates, que a todos nos conciernen, a reclamar en todos los lugares posibles, en todas las tribunas, en todas las reuniones, su derecho a expresarse libremente, a que las leyes no se sigan dictando como decretos y a que se sometan a la consideración y votación de todos, a referendo popular.

 

De nosotros, de todos nosotros depende que sigamos viviendo bajo un esquema de opresión generalizada, de un estado cuya elite burocrática toda lo controla y decide.

 

Y nadie venga con absurdas acusaciones de que estamos llamando a la subversión, ni nada por el estilo. Estamos llamando al pueblo a exigir pacíficamente su participación en las decisiones. ¿O de qué socialismo se está hablando?

 

Los trabajadores y el pueblo todo, por su importancia, deben exigir que el código del trabajo sea sometido a referendo popular.

 

La apatía en política cuesta muy cara.

 

Socialismo por la vida

—–

Pedro Campos: pedrocampos313@yahoo.es

El mandato del pasado marca a Cuba

Rafael Rojas

5 de agosto de 2013

 

Fidel y Raúl legarán un país distinto al que intentaron construir entre 1961 y 2006: capitalista, autoritario, desigual, atrasado, heterogéneo y donde cualquier religión tendrá más proyección que el marxismo-leninismo

 

¿Qué Gobierno de la Tierra no es contradictorio en este enrevesado siglo XXI? Todos los son, aunque sus contradicciones sean más de método que de espíritu. Las contradicciones del Gobierno no democrático cubano, que encabeza el octogenario Raúl Castro, parecen ser, sin embargo, del segundo tipo: ideológicas, más que políticas. Políticamente, las élites de la isla saben adónde quieren ir —un régimen autoritario de mercado, en el que el honor y la fortuna de sus líderes máximos sean intocables—, pero ideológicamente no saben cómo llegar.

 

Una simbología contradictoria se ha adueñado del lenguaje del poder cubano. Los dirigentes dicen que hay que “cambiar la mentalidad”, abandonar el paternalismo estatal, hacer a los ciudadanos más autónomos —al menos económicamente— y a la prensa más crítica e independiente. Pero también dicen que en Cuba la moral pública está degenerando, como consecuencia del desgaste del control social, la “perdida de valores”, el avance del mercado, las nuevas tecnologías, la democratización mediática, la cultura popular y las alteridades civiles. En síntesis, los gobernantes cubanos aspiran al absurdo de un capitalismo con moral comunista y/o católica en el Caribe.

 

Las contradicciones del Gobierno de Raúl Castro no son de método: la hoja de ruta hacia un capitalismo de Estado ya está trazada y, a diferencia de los años noventa o los primeros de este siglo, no habrá marcha atrás. El estrecho margen de posibilidad de una reforma política, que complete el tránsito de un régimen totalitario a otro autoritario, también se abrió: reelección limitada, relevo generacional, separación del Estado y el partido y, eventualmente, mutación de este último, de entidad única a entidad hegemónica. Nada impide ni amenaza el proyecto sucesorio de las élites cubanas, desde adentro o desde afuera.

 

A falta de otra opción, la comunidad internacional no rechaza ese proyecto y piensa que con el mismo se logra la integración de la isla a las redes globales. El país que sostiene la política menos amistosa hacia Cuba, Estados Unidos, acaba de dar una significativa lección de rebasamiento de la lógica de la guerra fría. Luego de que el Gobierno cubano fue descubierto en un intento de transportar subrepticiamente material bélico, por el canal de Panamá, bajo unos sacos de azúcar en las bodegas de un barco norcoreano, Washington restó importancia al incidente y llamó a privilegiar el marco de entendimiento bilateral, abierto con el diálogo migratorio entre ambos Gobiernos.

 

La propia administración de Obama observa con interés los cambios que se producen en La Habana

 

¿Qué impide entonces, al Gobierno cubano, avanzar políticamente hacia la meta trazada por sus propios dirigentes? Por un lado, el tiempo: el tránsito al autoritarismo debe producirse en los próximos años, mientras vivan los dos líderes máximos, sin amenazar la unidad del bloque hegemónico. El tiempo de la reforma es corto, pero tampoco debe acelerarse, al punto de poner en riesgo la sucesión en vida de las dos principales figuras de la generación histórica. Una coyuntura clave, por lo pronto, será la que se abra entre 2017 y 2018, con las próximas elecciones legislativas y ejecutivas.

 

Pero no solo es el tiempo, también es la ideología. Los gobernantes cubanos están decididos a no dar marcha atrás, esta vez, pero siguen sin saber de qué manera reemplazar simbólicamente la ausencia de Fidel. Entre 1959 y 2006, siempre tuvieron a mano el vínculo carismático de Castro con las masas para suplir cualquier incoherencia. Ahora prefieren la opacidad, el hermetismo o los discursos fríos, breves, insípidos y ambivalentes, como el de Raúl el pasado 26 de julio en Santiago de Cuba.

 

Allí Castro no se refirió al escándalo del Chong Chon Gang —tuvo que ser su hermano convaleciente quien lo aludiera, en una carta, acusando de calumnia a quienes no han hecho más que relatar la realidad: que Cuba transportaba a Corea del Norte armas ocultas bajo unos sacos de azúcar—, pero aseguró que en la isla el relevo generacional ya está en curso. Solo que poco antes había afirmado que la revolución cubana seguía siendo joven, como 60 años atrás, cuando Fidel y sus hombres asaltaron un cuartel del ejército, con el fin de realizar un programa democrático que ellos mismos declararon superado en abril de 1961, al iniciar la transición socialista.

 

Todas las incoherencias teóricas —reclamar a estas alturas la vigencia de un programa político, cuyo primer punto era el restablecimiento de la Constitución de 1940 y el Estado de derecho liberal— o prácticas —decir que están por el desarme nuclear y transportar misiles ocultos a Corea del Norte— de la dirigencia cubana, tienen como trasfondo la falta de resolución ideológica que se requiere para echar a andar, junto con la discreta apertura económica, una reforma política que dé, finalmente, el salto a un régimen autoritario de partido hegemónico. Una reforma que ya ha sido contemplada por esos líderes, pero que astutamente postergarán hasta el último minuto.

 

El comercio de armas con Corea del Norte es una buena evidencia de la presencia de viejos lazos

 

Los gobernantes cubanos constatan que la favorable situación internacional que los rodea responde a las expectativas generadas por las medidas de los últimos años y se empeñan en presentar esa atmósfera como lo que no es: un triunfo de sus ideas. Todos los Gobiernos europeos y latinoamericanos, incluidos los del ALBA, los alientan a continuar por el camino de las reformas. La propia Administración de Obama ha declarado, en varias ocasiones, que observa con interés los cambios que se producen en Cuba y responde positivamente a pasos de La Habana, como prueba la reciente decisión de conceder a los cubanos visas por cinco años, con múltiples entradas, acordada tras el diálogo migratorio entre ambos Gobiernos.

 

Para Fidel y, en menor medida, Raúl, que siguen imaginándose como jerarcas de la vieja izquierda mundial, tanta expectativa de cambio no es buena. El reto que enfrentan, en el último tramo de sus vidas y su poder, es el de impedir que el desmontaje del sistema que están operando entreabra la puerta de una transición democrática que refunde la historia de Cuba. Ante el temor de que esa refundación certifique un saldo negativo de su prolongado poder, se proponen revestir de continuidad simbólica el cambio real.

 

Si todo sale como han previsto, Fidel y Raúl legarán una Cuba bastante distinta a la que intentaron construir entre 1961 y 2006. Una Cuba capitalista, no totalitaria sino autoritaria, desigual, atrasada, heterogénea y donde pesará más cualquier religión que la filosofía marxista-leninista. Una Cuba más parecida a la Rusia de Putin que a la Unión Soviética de Brezhnev, que les sirvió de modelo entre los años sesenta y ochenta. Esa será la Cuba que los sobrevivirá, pero ellos habrán muerto sin renunciar a una ideología que desmontaron, en la práctica, al ocaso de sus vidas.

 

La resurrección meramente simbólica del programa del Moncada o el real comercio de armas con Corea del Norte son buenas evidencias de que el mandato de los Castro proviene del pasado. Un pasado que se manifiesta lo mismo en la distorsión de un proyecto democrático, como el de julio de 1953, o en la perpetuación imaginaria de la guerra fría, de la mano de Pyongyang, pero que, al final, adquirió su mayor deuda con el viejo comunismo totalitario del siglo XX. Al legar una Cuba discordante con ese modelo, los Castro pueden estar incubando una aporía que pesará sobre la política cubana del siglo XXI.

 

La aporía se resume en el hecho de que los dos únicos gobernantes que habrá tenido Cuba, probablemente, en 60 años consecutivos, gravitarán como un referente ideológico sobre las futuras generaciones de cubanos, gracias a haber dejado un sistema social, económico y político diferente al que intentaron construir. Buena parte de las reacciones que generará esa Cuba capitalista y subdesarrollada, en las próximas décadas del siglo XXI, se mirará, para bien o para mal, en el espejo de aquel fallido intento de un socialismo en el Caribe.

¡Socialismo o Miami!

Martin Guevara*

2 de agosto de 2013

 

Todo el que hubiese vivido en Cuba y cualquier país del mal llamado campo socialista el tiempo suficiente y hubiese visto de cerca a los elementos que se auto denominaban comunistas, sabría que en cuanto se acabasen las ganancias para denominarse de esa manera se irían pitando de la isla más rápido que un telegrama.

 

Lo sabíamos porque sencillamente jamás fueron comunistas, ni nada que se le parezca. Tampoco yo soy comunista ni pretendo hacer una loa a los militantes de la igualdad social, pero es cierto que generalmente están expuestos a todos los peligros, y dispuestos a ir contra viento y marea con sus denuncias. Gente temeraria.

 

Estos a que me refiero, el 99,9% de los que se autoproclamaban comunistas para obtener prebendas, ya fuesen ventajas, puntos, cargos, bienes materiales traducidos en coches rusos dependiendo la calidad según llegara el alcance de sus largas lenguas, accesos a casas, viajes, alimentos y sobre todo el temor de sus congéneres, ese 99,9% no eran en absoluto temerarios, sino todo lo contrario.

 

Muchos sabíamos que llegado el momento en que ya no fuese negocio seguir denunciando gente o gritando a voz en cuello “Viva Fidel” o “Socialismo o Muerte”, se esfumarían tan rápido como el amor de los viudos jóvenes.

 

Lo que no podía yo imaginar es que tuviesen el descaro tantos de ellos de emigrar precisamente a Miami! y lo que resulta peor es que en muchos casos pretendan que encima sea bajo la condición de exiliados.

 

Gente que ha hecho un amplísimo espectro de daños, y no precisamente como decía la canción de Silvio y Pablo en el grupo de experimentación sonora del ICAIC, “Cuba va” en una estrofa aquello de “por amor se está hasta matando, para por amor seguir trabajando”, sino que era por odio. Por cobardía.

 

Verdaderos esbirros que causaron muertes, encarcelamientos, suicidios, exilio, muchísimo dolor, tienen el tupé de solicitar plaza en condición de desterrado a la mismísima tierra de pecado.

 

Aún cuando no sean de mi círculo de semejantes, me pregunto cómo se sentirán todos los que tuvieron que enfrentar la humillación, la cárcel, el ostracismo sencillamente por desear vivir en el capitalismo, sencillamente por expresar ese deseo de manos de los que hoy arriban a sus vecindarios como disidentes de la Revolución.

 

Alabo la muestra de civismo de la gente de aquella ciudad, la cual todos los que nos criamos en Cuba estábamos seguros porque así se nos instruyó, que estaba habitadas exclusivamente por asesinos fascistas, al no arrastrar a uno por uno a todos estos híbridos del humano con el porcino, y depositarlos en la costa con una balsa construida sobre el neumático de un camión para que regresen a su tan amada Revolución.

 

De esos esbirros no tuve oportunidad de conocer a más de alguno debido al círculo en que de vez en cuando me veía obligado a formar parte.

 

Sin embargo como todo ciudadano sí que tuve alrededor hordas de toda esa otra masa de alcahuetes, delatores, chivatos, simuladores, pretenciosos, que buscaban ventajas denunciando a sus vecinos, a sus propios amigos y familiares en ocasiones, porque estos no comulgaban al cien por ciento con los lineamientos del Comandante, o porque escuchaban una emisora de rock desde Miami, o porque habían comprado un vaquero Levi’s en el mercado negro invirtiendo el salario íntegro de un mes, o porque hacían inocentes y veladas críticas al sistema, a los dirigentes, a las instituciones, o porque no asistían a los trabajos voluntarios, o porque eran católicos, o porque eran abacuás, o porque eran testigos de jehová y no gritaban con suficiente bríos las consignas revolucionarias, o apagaban el televisor en medio de un sempiterno discurso de Fidel, o porque vendían frutas, caramelos, maní o helado caseros.

 

Y también muchas veces porque eran personas agraciadas, con cierto éxito en las relaciones humanas, eso hacía que muchos cederistas sin demasiada gracia ni atributos se movilizaran especialmente contra ellos.

 

Personalmente conozco incluso casos de personas que juraban ser la mar de revolucionarios, eran de la Juventud Comunista, y aunque jamás se los vio denunciando algo mal hecho por los poderosos, si que les pudo ver en demasiadas ocasiones “embarcando” a los más débiles.

 

Y conozco algunos de ellos que incluso se aprovecharon de un sistema amorfo, atípico, que les prohibía a todos los ciudadanos nacidos en su propio suelo, estar al frente de una empresa, sin embargo sí se lo permitían a extranjeros que tiempo atrás, antes desear probar las mieles del dinero fácil sin competencia, habían manifestado afinidad con la Revolución, y junto con ellos a sus cónyuges.

 

Sé de gente así que ocasionó doble daño, uno por delatar a tantos compatriotas, y otra por sembrar una semilla más de la putrefacción con la instauración de una nueva tipología de diferenciación de clases sociales en Cuba, la de los nuevos ricos.

 

Hoy personas así no sólo han “traicionado” a la Revolución a la que decían defender con su sangre hasta las últimas consecuencias (sobre todo mientras les proporcionase ese impresionante oasis de placer inalcanzable para los comunes y mucho menos para los descontentos, los lumpens, los inadaptados), sino que lo han hecho yéndose precisamente, con todo lo grande que es el planeta, nada más ni nada menos que a Miami, la ciudad del deseo inconsciente colectivo de todo cubano.

 

Y como recibí no pocos palos traicioneros de esta gentuza, y hoy veo no sin algo de satisfacción como huyen como ratas del barco averiado mientras aún está amarrado en puerto, me permito decir, expresar, declarar, manifestar, exclamar, eructar, vomitar:

 

PUAJJJJJ!!!!

 

* El autor es hijo del hermano menor de Ernesto ‘Che’ Guevara

Lamentable discurso del General/Presidente

Marlene Azor Hernández

29 de julio de 2013

 

La señal más importante para los funcionarios y para ámbito internacional, es que la dirección política del país, imita el movimiento del cangrejo

 

Con su proverbial falta de liderazgo y su pragmatismo revestido de la fuerza bruta, nuestro General/Presidente, nos regala un discurso el pasado 26 de Julio, que bien podría haberse pronunciado treinta años antes, en ocasión de alguno de los más de 15 huracanes que han azotado la Isla en su último medio siglo.

 

Un homenaje al “mito fundacional”, tomado con pinzas y que no le dice nada al 80 % de la población cubana, una referencia al último huracán, con promesas que no se cumplen y un recordatorio a todos los presentes de que la unidad, descansa en la fuerza militar del ejército. Ni el más mínimo atisbo de democracia, porque lo más importante es conservar el poder intacto, no perdón, me confundí, la “unidad nacional”.

 

Adam Przeworski nos recuerda una reacción de los burócratas autoritarios ante la incertidumbre de la democratización que se aplica al caso cubano “La única lección que extraen de sus fracasos del pasado, es que se precisa cierto grado de represión adicional hasta que las cosas se encaminen. Para ellos, racionalidad y democracia son mutuamente excluyentes”[1]. También señala que la democratización significa para estos burócratas una derrota ideológica, psicológica y política: aborrecen la incertidumbre que no les permite comandar el mundo desde su propia racionalidad y a voluntad. De ahí, desde esta mentalidad, el Presidente proyecta en su discurso, el futuro de la ciudad de Santiago: “una ciudad cada vez más bella, higiénica, ordenada y disciplinada”. Una mirada tan militar como su propio cargo.

 

Nuestro General/Presidente, nos ha regalado un discurso para turistas. Para todos los turistas en tanto visitan un país detenido en el tiempo, un país museo con ofertas inusuales que mezclan el yate Granma remozado, con mojitos, placeres y sexo —que no se permiten en sus países de origen— y que es en lo que se ha convertido la “excepcionalidad” cubana. Nosotros los cubanos nos comprendemos de otra manera, pero eso no cuenta para la mirada del turista común ni se incluye entre las preocupaciones del Presidente.

 

También es un discurso para los turistas amigos del gobierno cubano que como ha sido tradicional, respaldan al gobierno y hacen loas inmerecidas a sus líderes históricos, pero se olvidan del pueblo cubano que es sólo un buen telón de fondo o peor, lo hacen responsable de las experiencias caudillistas después de 1959. Una izquierda que no pierde la oportunidad para seguir llenándose de lodo ante los ojos de los ciudadanos cubanos.

 

Ya en estos próximos días tendremos los nuevos chistes populares sobre el Chong Chon Gang que el Presidente “olvidó” mencionar, o el contrasentido de la portada del Granma con una foto del consejo de ancianos bajo el título “Esta sigue siendo una Revolución de jóvenes como lo fuimos el 26 de julio de 1953”, y que debo confesar, me arrancó una carcajada mañanera.

 

Bajo este discurso inmovilista, los execrables “actos de repudio” no cesan. La violencia física y verbal continúa en el mejor espíritu de las dictaduras latinoamericanas. La misma violencia y el mismo silencio sobre su accionar. Paralelo al acto homenaje, varias casas de disidentes fueron asaltadas y sus dueños detenidos en la zona oriental del país. Dos realidades simultáneas y paralelas en el mismo territorio y sobre el cual se pretende guardar el mayor silencio, que es el cómplice de la impunidad.

 

Desde su proliferación en los años 80, este detestable recurso represivo del Estado se ha incorporado a la cultura política cubana. Digo que se ha incorporado porque faltan demasiadas voces nacionales decentes para que el detestable método sea desterrado definitivamente de las prácticas políticas cubanas. La violencia del Estado contra sus ciudadanos, que las envejecidas neuronas del presidente octogenario cubano no logran conectar con las indisciplinas sociales, con la pérdida de valores, con los salarios miserables y la ausencia de derechos cívicos y políticos, no aparece en las reflexiones de sus responsables. Es imposible que un cerebro octogenario logre discernir su propia obra en el descalabro nacional. Uno comprende que a esa edad, debería tener el pudor de retirarse, y pasar a entretener a los bisnietos cosa en la cual, seguro, sí obtendría algunos resultados.

 

El relevo, al que alude el Presidente en su discurso está igualmente desacreditado: ha sido seleccionado por el Consejo de Ancianos, y no sometido a votación popular, domesticado, repetitivo y falto de iniciativa personal para que nada se mueva hasta 2018. La erosión de la figura de Díaz-Canel, ya está en marcha. Por la tendencia observada hasta ahora, parece que “la actualización” se encamina como cambio fundamental, a reconocer cada vez más el descalabro nacional y a colocar “parches remendones” pero no soluciones a los problemas más graves acumulados en los últimos 23 años.

 

Yo agregaría al análisis de Adam Przeworski, que los burócratas autoritarios necesitan un poco más de represión hasta que las cosas se encaminen de acuerdo a sus gustos y mientras, en un tiempo que imaginan inmortal, conservan sobre todo el cinismo de pretender que sus intervenciones públicas tienen algo de credibilidad.

 

El Maestro Galileo, me diría: pero se mueve y yo le respondería: en efecto, la dirección política cubana, insiste en imitar el movimiento del cangrejo.

 

[1] Adam Przeworski “Algunos problemas en el estudio de la transición hacia la democracia” en Transiciones desde un gobierno autoritario (Buenos Aires: PAIDOS,1988) 97

El problema de la información

Haroldo Dilla Alfonso

29 de julio de 2013

 

Tras el asunto de la prensa se esconde otro problema más acuciante: la circulación de información en un sistema que tendrá que ser inevitablemente más abierto

 

En un artículo anterior me he referido a los problemas insolubles que enfrentan los dirigentes cubanos cuando tratan de “actualizar” el sistema totalitario e ineficientey que ahora debe dar paso a un capitalismo tercermundista en beneficio de unos pocos ganadores, entre ellos, ellos mismos y sus descendencias.

 

Para hacerlo, es lo que argumentaba antes, deben mover una serie de piezas que han sido pivotes claves de la gobernabilidad de la Isla, o al menos resultados inevitables de ellas: la corrupción generalizada en un mundo donde los salarios no alcanzan para sobrevivir, el cinismo político para afrontar el encuadramiento forzoso y la doble moral y los juramentos de lealtad (desfiles multitudinarios incluidos) mientras se espera por la visa que permite ensayar una nueva vida —o al menos disfrutar un pedazo de ella— en los predios del “enemigo histórico”. Una serie de prácticas técnicamente anómicas que delatan la extensión de una resistencia popular fragmentada, de corto plazo pero tenaz.

 

El recientemente concluido congreso de la Unión de Periodistas de Cuba es un ejemplo de ello. Todos los analistas coinciden —incluso los adictos al ditirambo— en que se trata en lo fundamental de lo mismo, parafraseando al borracho del cuento, lo mismitico del congreso pasado: arengas por una prensa más combativa y critica, pero que al mismo tiempo debe seguir siendo un baluarte leal de una revolución que hace medio siglo expiró y de un socialismo que nunca existió. La exaltación de la prensa como un fiel instrumento del Partido Comunista —un organismo auxiliar de la élite postrevolucionaria para perpetuar su poder inapelable— y al servicio del pueblo, un significante flotante que se rellena periódicamente según los intereses en juego.

 

Y como ha sido habitual por cinco decenios, la exposición a la crítica periodística de una serie de temas que han incluido los autobuses que no se detienen en las paradas, los cronogramas incumplidos de los ferrocarriles, las croquetas a medio freir, el robo de harina en las panaderías, los borrachos que orinan en las calles y las rupturas de ese gran sofisma que se llama la cadena puerto-transporte-economía interna.

 

Creo, sin embargo, que hay algo que varía y que vale la pena tomar en cuenta. Tras el asunto de la prensa se esconde otro problema más acuciante: la circulación de información en un sistema que tendrá que ser inevitablemente más abierto. Pues, aun cuando los dirigentes cubanos —ancianos y menos ancianos, militares y civiles— no han contemplado la democracia como opción, sí pueden entender (al menos los que aún poseen alguna capacidad para entender la vida) que un sistema de economía más abierto y de inevitable mayor permisividad, implica otros actores autónomos, y estos actores necesitan información. Y la información en un sistema autoritario con dosis crecientes de mercado, y que al mismo tiempo va renunciando a sus compromisos con el acceso universal al bienestar, no puede ser administrada como lo fue en el sistema de planificación centralizada precedente. Si los nuevos actores necesitan información para tomar decisiones, hay que brindarles de alguna manera esa información.

 

Y en tal contexto, como anotó un conferencista al congreso al referirse a lo que eufemísticamente llamaba “las regulaciones externas a la prensa”, el mensaje periodístico deviene más formal y menos creíble “…lo que complica el accionar de la prensa, pero también la credibilidad del Estado, del Gobierno, de las autoridades, y de la propia Revolución”.

 

Es a esto a lo que se refería el vicepresidente Díaz-Canel cuando en un par de ocasiones se refirió al tema, a lo que agregaba otro factor de primera importancia: el arribo inevitable de Internet, a partir de lo cual los blogs independientes dejarán de ser simples temas de analistas foráneos. Y el hecho de que nuestra sociedad transnacional tiene otras fuentes de información allende los mares. Y sea porque es más joven, o más instruido, o ambas cosas, el segundo-al-mando logra entender que el mundo al que aspira a gobernar no está incluido en el corto plazo atiborrado que vislumbran —desde sus infecundas ancianidades— los contertulios de José Ramón Machado Ventura.

 

Pero de cualquier manera, nada induce a creer que en sus conclusiones del Congreso el vicepresidente Díaz-Canel llegara a plantear algo diferente, si exceptuamos el anuncio de una oscura comisión que trabaja para reformular políticas al respecto. No hay en su discurso el menor asomo —como tampoco en los alegatos más críticos en el Congreso— al delicado y controvertido tema de la libertad de prensa.

 

Y ha sido así porque el delfín de la gerontocracia sabe que cualquier manejo independiente de información es subversivo para un sistema que sigue pretendiendo —de manera cada vez más irreal e ineficiente— un manejo totalitario de la sociedad. El sistema y sus administradores se debaten entre la necesidad de agilizar lo suficiente la información para que la economía de mercado funcione, y nunca hacerlo más allá de ciertos límites funcionales al sistema de dominación sociopolítica. Y entre uno y otro imperativo hay un umbral que reclama un mínimo de credibilidad, que es justamente lo que reclaman los maltrechos intelectuales orgánicos del sistema.

 

Obviamente, algún lector podrá advertirme que los chinos y los vietnamitas han logrado resolver este problema sin afectar los pilares del control político autoritario. Y es cierto, al menos por el momento. Pero chinos y vietnamitas han tenido a su favor dos variables que no existen en Cuba. La primera es una dinámica económica que facilita la inclusión al mercado —aun de manera subordinada— a un ritmo superior al crecimiento del descontento, lo que genera expectativas superiores a las frustraciones. La segunda que unos y otros son animados por una cultura de largo plazo donde la obediencia a la autoridad es un principio irrenunciable.

 

Y en Cuba no contamos ni con una, ni con otra condición. Y con lo que sí contamos es con plazos muy cortos para poder recomponer todo lo que se ha descompuesto en los últimos cincuenta años. Y entre ese todo, el asunto de la información restringida que hace al mundo que describe, decía un conferencista, menos y menos y creíble.

La relación salario-corrupción

Dimas Castellanos

29 de julio de 2013

 

A los bajos salarios, los cubanos respondieron con actividades alternativas; a la ausencia de sociedad civil, con la vida sumergida; a la falta de materiales, con el robo al Estado; y al cierre de todas las posibilidades, con el escape al exilio

 

La experiencia, avalada por las ciencias sociales, enseña que el interés es un motor insustituible para el logro de objetivos. En el caso de la economía, la propiedad sobre los medios de producción y el monto de los salarios influyen decisivamente en el interés de los productores. Cuando ese interés desaparece como ocurrió en Cuba con el proceso de estatización, la impedimenta para ser propietario y/o recibir salarios en correspondencia con sus aportes, obligó al cubano a buscar fuentes alternativas para subsistir mediante la apropiación de la supuesta propiedad de todo el pueblo.

 

Esa conducta, prolongada durante demasiado tiempo, devino componente de la moral, es decir, en normas admitidas socialmente hasta su generalización en toda la sociedad. A los bajos salarios los cubanos respondieron con actividades alternativas; a la ausencia de sociedad civil, con la vida sumergida; a la falta de materiales, con el robo al Estado; y al cierre de todas las posibilidades, con el escape al exilio. Acciones expresadas con el mismo discurso del siglo XIX, pero ahora no para abolir la esclavitud ni alcanzar la independencia, sino luchar para sobrevivir. Una conducta recogida en la expresión popular: “Aquí lo que no hay es que morirse”.

 

Ante esa realidad la respuesta gubernamental se concentró en la represión: policías, vigilancia, restricciones, inspectores e inspectores de los inspectores, expulsiones, condenas y encarcelamientos. Acciones sobre los efectos sin tener en cuenta que las soluciones pasan por el reconocimiento y la acción sobre las causas.

 

En la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio pasado, el Primer Secretario del PCC, Raúl Castro, expresó que la implementación de los Lineamientos requiere de un “clima permanente de orden, disciplina y exigencia en la sociedad cubana y que el primer paso es hurgar en las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno a lo largo de muchos años. A ello añadió: Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”. Enumeró las manifestaciones negativas, de todos conocidas, entre ellas, que “una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado”, para concluir que: “Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera, privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos reconocer que no siempre ha resultado suficiente”. Y reconocer que “hemos retrocedido en cultura y civismo ciudadanos”.

 

A pesar de lo declarado, faltó reconocer que las subvenciones recibidas del exterior, basadas en relaciones ideológicas y por tanto ajenas a las leyes económicas, fueron inútiles para promover el desarrollo y que en su lugar, esa “ayuda” solapó la ineficiencia del modelo cubano, hasta que el derrumbe del campo socialista develó la falsedad de las bases en que se sustentaba. En ese momento, en vez de enrumbarse definitivamente hacia la conformación de una economía propia y eficiente, el Gobierno se limitó a introducir cambios coyunturales en espera de mejores tiempos, hasta que las nuevas subvenciones, provenientes de Venezuela, permitieron detener las reformas.

 

El intento de ignorar que el sistema interrelacionado de elementos que conforman la sociedad sufre mutaciones permanentes, las cuales cuando no son atendidas a tiempo obligan a reformar toda la estructura social, ha caracterizado al gobierno de Raúl Castro, quien dotado de suficiente voluntad política para conservar el poder, pero sin la necesaria para emprender reformas estructurales, decidió profundizar los cambios dirigidos a lograr una economía propia y eficiente, pero subordinados al mantenimiento del poder, lo que explica las limitaciones y los fracasos del empeño. En medio de esos esfuerzos, las reñidas elecciones presidenciales celebradas en Venezuela a principios del año 2013, dispararon la alarma sobre la fragilidad de las subvenciones provenientes del país sudamericano, lo que ha puesto a la orden del día, sin posibilidad de retroceso, la imperiosa necesidad de profundizar las reformas iniciadas.

 

Sin embargo, tanto las primeras medidas implementadas, como las más recientes, al producirse en ausencia de una sociedad civil con capacidad para influir en ellas, ha determinado que el sujeto de los cambios sea el mismo que arribó al poder en 1959, el cual por su prolongada duración tiene intereses que defender y es responsable de todo lo bueno o malo ocurrido; una característica que le impide actuar como lo podría hacer un movimiento que arriba al poder por vez primera. Por esa razón el alcance, la dirección, la velocidad y el ritmo de los cambios han respondido a la conservación del poder.

 

Inmerso en la contradicción de avanzar sin reformas estructurales, el Gobierno está enfrentando el inmenso obstáculo que significan los desajustes ocurridos en el sistema social durante décadas. Entre ellos el efecto dañino que ha tenido la desproporcionada relación entre los salarios y el costo de la vida, así como su reflejo en la corrupción imperante.

 

El salario real debe ser, al menos suficiente para la subsistencia de los trabajadores y sus familias. De acuerdo a esta exigencia el salario mínimo permite la subsistencia, mientras los ingresos por debajo de ese límite marcan la “línea de pobreza”. Desde 1989, cuando un peso cubano equivalía a casi nueve de los actuales, la tasa de crecimiento del salario comenzó a ser inferior a la tasa de aumento de los precios, lo que explica, que a pesar de haberse producido aumentos en el salario nominal, la capacidad de compra ha disminuido, al punto que resulta insuficiente para sobrevivir.

 

Con el salario promedio mensual, alrededor de 460 pesos (menos de 20 CUC), no se pueden cubrir las necesidades básicas. Un estudio realizado en dos núcleos familiares, compuesto de dos y tres personas respectivamente, arrojó que el primero ingresa 800 pesos y gasta 2391, casi tres veces más que el ingreso; el otro ingresa 1976 pesos y gasta 4198, más del doble de lo que ingresa. El primero sobrevive por la remesa que recibe de un hijo que radica en Estados Unidos, mientras el segundo no declaró como adquiere la diferencia. Esa desproporción constituye la principal causa [de] que, ante la pérdida de la función del salario, la familia cubana se haya dedicado masivamente a buscar fuentes alternativas de ingresos para sobrevivir, en la mayoría de los casos mediante actividades al margen de la ley.

 

Como solo se puede distribuir lo que se produce, el Gobierno se enfrenta a una compleja contradicción. Los cubanos, desmotivados por salarios que no guardan relación con el costo de la vida no están dispuestos a producir y sin aumento de la producción no pueden mejorar las condiciones de vida. La solución no está en llamados ideológicos ni en que el pueblo le salga al paso al pueblo, sino en reconocer al Estado como el causante principal de esa anomalía y en consecuencia descentralizar la economía, permitir la formación de una clase media, destrabar todo lo que frene el aumento de la producción, hasta ser posible la unificación de las dos monedas que permita proceder a una reforma salarial. Todo ello implica profundizar las reformas hasta dotarlas de un carácter integral, lo que incluye, por supuesto, el restablecimiento de las libertades ciudadanas, algo que hasta ahora el Gobierno se ha negado.

Raúl Castro, el Chapulín Colorado

y los buenos modales

Haroldo Dilla Alfonso

22 de julio de 2013

 

Como si no le fuera suficiente a los cubanos el vivir subalimentados, ahora también tienen que cargar con el mote de desaliñados

 

El pasado discurso del general/presidente Raúl Castro (RC) en la Asamblea Nacional —en que anunció una cruzada contra “…el ambiente de indisciplina que ha arraigado en nuestra sociedad”— es, a primera vista, impertinente y cínico. Pero nada de ello omite que resulte funcional al proceso de transformaciones que los dirigentes cubanos han programado en su “actualización”. O al menos un intento de serlo, pues en este caso, como en otros relacionados con la información y las tecnologías, la élite política cubana anda tropezando a cada paso con la irrealizable quimera de querer cambiar cosas que inevitablemente hay que cambiar, pero evitando sus consecuencias inevitables. Como quien chapotea en un lodazal y aspira a tener los zapatos lustrosos.

 

Ante todo, debo decir que me parece cuando menos poco congruente que el presidente de un país en situación económica calamitosa y en franco proceso de despoblamiento, dedique un discurso clave en un lugar clave, según la institucionalidad cubana, a quejarse de que los ciudadanos a los que gobierna digan malas palabras, hablen alto, echen basura en las calles y no usen adecuadamente los uniformes escolares. Pero sobre todo me parece totalmente improcedente que lo haga en un momento tan crítico en que la gente vive al borde de la sobrevivencia porque —según confiesa— los proclamados logros económicos de su gobierno no acaban de entrar en los hogares. Eso de vivir subalimentados ya es suficientemente grave como para tener que cargar de paso con el mote de desaliñados.

 

Pero aunque lamentable, no es sorprendente, porque la élite política cubana siempre ha estado inclinada a socializar sus errores, y hacer descansar las culpas de sus estropicios en las víctimas de ellos. Y ahora RC recurriendo a una frase preferida del Chapulín Colorado, llega a afirmar que “se ha abusado de la nobleza de la revolución”. Y con sus alegatos parece querernos decir que en lo adelante, hay que contar con su “astucia”.

 

RC nos explica lo que ya sabíamos: que existe un clima generalizado de anomia en la población cubana. Y sabemos que no es una casualidad histórica, ni una herencia de la “república-mediatizada-y-neocolonial”, sino una creación del propio sistema postrevolucionario del que el General/Presidente fue siempre segundo al mando, y primero desde hace siete largos años. La anomia ha sido para la población cubana una reacción cínica a lo que fue una política cínica. En otros casos el contrapeso perfecto para sobrellevar la erosión de los mecanismos sociales de regulación. Y finalmente también un recurso político de simulación para una población a la que se le prohibía organizarse y emprender sus propias acciones colectivas, fuera de las estructuras obligatorias oficiales.

 

La palabra familia —y la alegoría a ella como mecanismo de control y educación fallido— es mencionada varias veces en el discurso. Pero la erosión de la familia como institución fue una política dictada desde el Palacio de la Revolución, primero cruzándola de conflictos políticos y promoviendo separaciones. Y luego sustrayendo a los hijos de la atención hogareña, y queriendo suplantar esta función con una parafernalia de escuelas en/al campo que disfrazaba de convivencia martiana lo que realmente era aglomeración insalubre y promiscuidad. El General/Presidente tiene derecho a criticar el resultado, pero no parece decoroso que guarde distancia de sus causas.

 

Lo mismo ocurre, para citar otro caso, con el desorden urbano. Ello es el resultado de lo que fue originalmente un sentimiento visceralmente antiurbano de los nuevos dirigentes cubanos, quienes incluyeron en sus formatos mentales de austeridad plebeya la satanización de la ciudad y en particular de La Habana. Fue la misma élite que fundamentalmente está hoy en el poder, la que organizó ferias ganaderas en los jardines del Capitolio, transformó mansiones de alto valor arquitectónico en cuarterías, y luego se desentendió de las regulaciones urbanísticas que habían estado vigentes desde 1863. Fue ella la que sometió a “crítica destructiva” los primeros proyectos de viviendas populares en el este de La Habana y los sustituyó por ese almacén mal atendido de gente que se llama Alamar, la que destruyó el brioso proyecto del “arquitecto de la familia” de la reprimida Habitat-Cuba, la que arruinó los proyectos comunitarios de los 90s que hubieran dado una nueva vida a la ciudad.

 

Pero el discurso de RC no está dirigido a producir una autocrítica histórica que hubiera resultado más creíble y políticamente más digna, sino a tratar de remediar una situación que hoy constituye un obstáculo para el proyecto de restauración capitalista, que es en esencia lo que propone la “actualización”. El capitalismo en serio funciona con una masa de población seriamente disciplinada. Y en ese proceso de disciplinamiento el estado tiene una función crucial, por lo que RC ha entendido que tiene que recuperar cuotas significativas de lo que Bauman ha llamado “el temor oficial” para contrarrestar la marejada ingobernable de anomia social.

 

Con un diagnóstico equivocado, y sin llegar a la raíz de los problemas, dudo que la cruzada funcione, pero aún así me parece positivo que se hable del asunto. Lo que me parece lamentable es que se haga, culpando a las víctimas de este estropicio monumental. Tal y como hacían los hombres necios de Sor Juana Inés de la Cruz: se pasaron la vida pagando por el pecado que condenaban.

Las revoluciones no son educadas

Manuel Cuesta Morúa

19 de julio de 2013

 

Preferí esperar unos días antes de comentar un tema que considero más importante que las reformas económicas mismas para la reconstrucción necesaria de la nación cubana. El tema es el de los valores. Y si los editores me hacen una concesión, dedicaré al menos un par de trabajos más a tratar el asunto.

 

Pensé leer en algún momento un texto, un editorial, un comentario o algo similar de parte de las diversas autoridades espirituales del país que al menos tienen una voz pública concedida, en relación con el discurso sobre la decadencia dicho por Raúl Castro Ruz en la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

 

Nada en el cuarto. La supuesta preocupación de los diversos sectores que administran las almas y tienen una porción de poder en la sociedad parece estar conectada con las necesidades de la mesa de los cubanos y con el precario tejido del mundo empresarial: Dios a los negocios. Y en una falta de visión estratégica mínima, a casi ninguno se le ocurre vincular la falta de comida con la pérdida de valores, ni apreciar que, a efectos del bienestar social, el alimento moral va primero. ¿En principio no fue el verbo? Intuyo incluso que a estos le podría resultar raro que alguien sugiera un tipo de relación entre códigos morales y productividad nacional.

 

Sin embargo están vinculados. Y no solo, ni principalmente, por el tema de la corrupción. Me atrevo a recomendar un texto magnífico que ayudaría a entender las conexiones entre estos ámbitos. El vals de las éticas, del pensador francés Alain Etchegoyen es casi un manual para quien quiera comprender por qué las sociedades desmoralizadas tampoco comen. Bien, como mínimo. Pensemos tan solo que nada es más importante para el mundo de los negocios que la buena fe, concepto que proviene de los mundos morales del cristianismo.

 

Me extrañó por eso un discurso público del llamado poder revolucionario en torno al tema. Confieso que no lo esperaba y que soy escéptico en cuanto a sus motivaciones. Y explico mis razones.

 

Las revoluciones no son educadas. O peor. Las revoluciones son mal educadas. Miren si no como los revolucionarios son capaces de dar lo mismo un homenaje que un acto de repudio en Ginebra, en Colón, provincia de Matanzas, o en Nueva York. Y sin educación no hay posibilidad de inculcar valores de ninguna clase. Que la institución dedicada a la enseñanza lleve el nombre de Ministerio de Educación equivale a confundir nomenclatura y propósito. Creo por eso que un tipo de mega desastre moral se avecina dentro o en los aleros del poder, llevando a la astucia de la razón a una fuga hacia delante para intentar evitar el baño o las salpicaduras. Recordemos el affaire Guevara, el cineasta, o los crecientes rumores de inmoralidad en el centro mismo de la Central de Trabajadores de Cuba. Esa que se dedica a consolar a los empleados ante la realidad de los despidos.

 

El problema crucial es que las revoluciones no generan valores sobre los valores que destruyen. Esa es una tarea imposible. El paradigma moral de la educación pública cubana, ser como el Che, —Che para sus amigos— ha sido burlado en cada generación sucesiva con evidente desenfado, casi descaro. De hecho, si las primeras generaciones instruidas a finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado se acercaban al ideal, no era porque estuvieron cumpliendo la moral incipiente de la revolución, sino porque eran niños y niñas educados que respetaban lo que le dijeran padres, abuelos y aquellos buenos maestros. En la medida en que ese concepto de respeto a los mayores fue degenerando, decaía con la misma fuerza la imitación del modelo revolucionario. Estoy diciendo lo que digo: las posibilidades de los valores revolucionarios dependieron siempre de la solidez de los valores burgueses. La revolución francesa se salvó por dos razones ajenas a su dinámica: la primera es que sus ideales fueron elaborados en la mesa de la Ilustración, no imaginados por Robespierre; la segunda es que uno de los hombres más admirados en su historia, Napoleón, fue un contrarrevolucionario a quien se le ocurrió un proyecto excelente para salvar el espíritu igualitario de 1789: un código civil que se deshizo de todo el lenguaje entre ampuloso y vulgar de los revolucionarios. Entonces Francia, sin reyes y más igualitaria, readquirió sus antiguos modales aristocráticos, que perduraron y perduran más allá de la rebelión anti burguesa de Mayo de 1968.

 

Del resto de las revoluciones ni hablar. Una revolución que dura, como la mexicana o la cubana, destruye valores sin crear aquellos que los puedan sustituir. México pudo irse salvando porque contaba con un Octavio Paz o un Carlos Fuentes que a su manera expresaron el triunfo de la contrarrevolución y con ello la salvación de parte de los ideales originarios de la Revolución Mexicana. Pero la llamada Revolución Cubana no pudo generar a su contrarrevolucionario de talla, decente y de buenas maneras, aunque había gente con estatura, para detener la máquina productora y reproductora de sus excesos, salvando así cualesquiera que fueran sus ideales iniciales.

 

El problema es doble: la violencia y el lenguaje

 

Como todos sabemos bien y sufrimos a diario, la violencia es indecente por partida doble: no le gustan los argumentos ni se basa en argumentos. Su relación con los demás no tiene racionalidad moral y tiende a destruirlos al primer conflicto. Y el lenguaje típico de ella, que es el otro y mismo rostro de la violencia, solo es capaz de expresar las necesidades reductoras de la revolución en un círculo vicioso entre matar al enemigo y destruirlo con sonidos guturales y palabras soeces.

 

Y el asunto es estructural. Sin violencia y reducción ruda y vulgar del lenguaje no hay revolución. Recordemos que el lenguaje de la revolución cubana se alimenta de dos fuentes: la rudeza del habla rural y la dureza de la marginalidad. Cuando se escucha la conga revolucionaria uno se espanta por su lenguaje, pero entiende que sin esos términos el proceso iniciado en el 59 hubiera durado lo que un merengue en la puerta del colegio. Cuando se atiende al discurso oficial nos enredamos entonces entre metáforas violentas como las de las cargas al machete, la del planazo o el darle duro al enemigo. Frente a estas metáforas, ¿cuál es el poder de la lógica, del más simple silogismo o del pensar complejo? Me he preguntado siempre por qué la mayoría de los físicos no son revolucionarios. Una respuesta se encuentra en la complejidad de su lenguaje. La otra, en que la mayoría es gente decente.

 

Pero sin lenguaje no hay valores. Llamo lenguaje al discurso revolucionario por incapacidad para darle otro nombre a la articulación de un habla específico. En puridad, las revoluciones son la eliminación de todo tipo de lenguaje para sustituirlo por la articulación bien estructurada, como en la cubana, de la violencia verbal y de la violencia física. No por gusto las revoluciones crean una paradoja a simple vista inexplicable: en ellas el lirismo adquiere una altura tal que confunde a quienes la observan bien de cerca en sus acciones cotidianas y prosaicas.

 

En este sentido, la poesía de Silvio Rodríguez —vivo en un país libre, cual solamente quiere ser libre—enmascara la vulgaridad social, la palabra gusano viene aquí a la mente, y sublima la retórica demagógica y eufemística de un poder —¿hay un eufemismo menos imaginativo que el de libreta de abastecimiento?— que no fue capaz de comunicar ni una sola idea trascendental. Cuando desaparecen la poesía y la retórica, los únicos momentos en los que las revoluciones viven más o menos en paz, ¿qué queda? La queja por unos valores destruidos, el intento, bastante hipócrita por cierto, de recuperarlos desde una ficción aristocrática que no va, o no debería ir, con los revolucionarios, y el espanto del hablar popular que traduce en todos los niveles la ausencia de ideas y de imaginación.      

 

¿Pero no habíamos quedado en que el lenguaje de ayer era el de la burguesía en decadencia, bien retratada en la película Memorias del Subdesarrollo? ¿Por qué suponemos que el discurso público del reggaetón no es el mismo discurso privado de los revolucionarios? Un revolucionario decente es un disidente inconfeso.

 

Algo huele mal. Parece que reivindicar el hablar y las maneras del burgués, lo único que permanece después del desastre de toda la gestualidad revolucionaria, es la operación retórica equivalente a los campeonatos de golf ganados en el seno mismo del castrismo decadente. Esa sería una movida creíble si viniese acompañada de la crítica profunda de la revolución misma. Todo lo demás es como culpar al pueblo de ser culpable por ser el pueblo. Una culpa transferida a un mal lugar, narrada tardíamente y que nos hace lucir como estúpidos: se nos quiere hacer creer que los Castro hicieron ayer el viaje de Galicia a Cuba para encontrarse en medio de la nada vulgar.

No hay cambio de mentalidad

Marlene Azor Hernández

15 de julio de 2013

 

El más reciente disparate de la dirección política cubana: la propiedad estatal como sinónimo de propiedad social

 

“En Cuba existe y existirá la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción” dijo el domingo 7 Marino Murillo en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Hemos tenido que esperar siete años para enterarnos que “los cambios estructurales” propuestos por el presidente Raúl Castro, no significan más que “la actualización” de un sistema que ha probado no funcionar por más de 50 años. Pero como en Cuba no hay democracia pues uno puede escuchar los disparates diarios repetidos por los ecos de una prensa obediente y sumisa, o será ¿desinformada? No hay evaluación crítica de la nueva política.

 

El primer disparate, que ahora se renueva, es que la propiedad estatal es lo mismo que la propiedad social. Más de medio siglo de discusiones y de práctica económica han demostrado que la propiedad estatal no es del pueblo sino de los que dirigen el estado, pero la ignorancia o la arrogancia de los que dirigen el país, sin contraparte política interna, les permite erigir sus “verdades” en voluntad nacional y al margen de toda la experiencia acumulada en el “socialismo real”. Este es uno de los ejemplos de cómo la falta de democracia económica y política, pospone los intereses del desarrollo y de los súbditos, perdón, del pueblo, en espera de que los que dirigen el país “aprendan” a dirigirlo.

 

Aún, la clase política cubana no ha aprendido que la planificación centralizada es un fracaso y que la planeación indicativa democrática es la que hizo a los países como Francia, Japón, Bélgica, Holanda, Noruega y Suecia, alcanzar grandes niveles de desarrollo a partir de la posguerra. Esta experiencia no se quiere comprender, si no más bien insistir en que el socialismo es el partido único, la falta de democracia ciudadana y la empresa estatal parasitaria, una trinidad nefasta. “La economía de la penuria” como diría János Kornai. La cúpula dirigente del país sigue aferrada a la visión de los manuales soviéticos con el agravante de la ausencia de democracia para corregir un nuevo rumbo errático.

 

Con su habitual falta de transparencia, los dirigentes hablan de los medios “fundamentales” en manos del Estado sin explicar qué se entiende por ello. No nos queda más remedio, por la falta de explicación, que deducir una comprensión de “fundamental” como sinónimo de “mayoritaria”, y por eso, se da por sentado que las formas privadas y cooperativas actualmente confinadas a pocos rubros y asfixiadas por impuestos, precios arbitrarios estatales y controles directos por parte del estado es todo lo que se pretende hacer para “socializar” la producción. Estas formas no estatales absorben sólo menos del 20 % de la población empleada del país. Nadie ha sometido este “modelo” al escrutinio popular, porque ya se sabe que la visión de los dirigentes cubanos es que el pueblo no comprende, es bruto y hay que explicarle, por lo tanto se toman las decisiones que afectan su vida sin consultarles. Hay que reconocer que hay una mínima mejora: si antes nunca se daban explicaciones, ahora el presidente propone explicarle a los ciudadanos cada cinco años lo que se ha hecho. Una explicación post festum que imposibilita la participación popular. Pero ya conocemos que la “participación popular” es pura retórica para la complacencia discursiva de los que dirigen el país.

 

La doble moneda y el discurso de “la buena pipa”

 

Vuelve el tema de la doble moneda y continúa la política de no resolverlo. No se acaba de comprender “el cuello de botella” que representa para la productividad y se le analiza a la inversa. No se producen procesos inflacionarios si se aumentan los salarios y se aumenta la demanda. El verdadero “cuello de botella” está en que el estado quiere seguir manteniendo el monopolio estatal del comercio interno y externo y que los costos de la crisis siga siendo pagada por la población y por los familiares que envían las remesas. Las políticas de austeridad no dan resultado, la crisis reciente en Europa lo demuestra todos los días, pero los dirigentes cubanos viran la cabeza hacia otro lado y siguen persiguiendo una política de austeridad 23 años después de la crisis más profunda de su historia. El tema continúa con una visión monopólica estatal de la economía, con una prohibición sobre los monopolios capitalistas pero dejando intactos los “socialistas”. Una distorsión de precios que invisibiliza el derroche y la ineficacia en primer lugar de la empresa “socialista”. Mientras no se estimule la demanda y se aumenten los salarios no se logrará el aumento de la productividad del trabajo ni podrá contarse con índices económicos fiables. La doble moneda es el obstáculo mayor de la productividad.

 

La producción y los servicios en volúmenes

 

Tampoco han aprendido los dirigentes cubanos que evaluar la producción y los servicios en volúmenes cuantitativos esconden toda la ineficacia de la política económica. Se puede decir el monto de pesos otorgados en créditos que eso no dice nada sobre si la demanda está siendo satisfecha aunque sea mínimamente. Se puede decir los volúmenes de producción de los materiales de construcción, que nada dice con relación a las producciones que no se cumplen en esa rama, ni en qué sentido esa producción se relaciona con la demanda. Una información cualitativa, podría ser evaluada en relación a la demanda y por lo tanto servir de índice para corregir las políticas en curso. De la manera en que hoy se informa es el mismo modelo soviético de los años 70s que los planes de producción se cumplen en volúmenes pero no llegan a la mesa del trabajador. El ex presidente Fidel Castro basó todos sus discursos largos y muy aburridos, en las toneladas de todo lo que se producía y se produciría en el futuro, para luego de 50 años concluir que “el modelo no nos sirve ni a nosotros mismos”. En esta manera de evaluar la producción y los servicios, tampoco hay cambios de mentalidad.

 

La virtud hegeliana

 

La nueva campaña en contra de las “indisciplinas sociales” mantiene la vieja mentalidad de que la virtud y la honestidad se dan como valores sociales al margen de las condiciones de la vida cotidiana, con una visión hegeliana digna de los cuentos de hadas. Han dejado que la población viva durante 23 años en condiciones de “jungla”, sin derechos económicos y políticos, maltratados, humillados, violando las leyes o de espaldas a ella, sin posibilidades de ganar su sustento de manera honrada y ahora sostienen la visión de una “consciencia” que lo resolvería todo. Basta crear consciencia con el discurso político para llevar de nuevo a la ciudadanía hacia los valores deseados.

 

Sin un cambio radical en las condiciones de vida cotidianas, y esto implica una democratización económica y política radical, los llamados a la honestidad seguirán siendo “cantos de sirena”.

 

Pobres nuestros dirigentes, no se permiten cambiar la mentalidad.

El hombre de Raúl llega a Miami

Alejandro Armengol

15 de julio de 2013

 

Dos declaraciones, de dos funcionarios con jerarquías muy diferentes y pronunciadas en los dos sitios más disímiles, dan cierta pista sobre los actuales objetivos económicos y políticos del gobierno cubano, aunque con La Habana la aritmética a veces falla, y uno más uno puede ser cualquier cosa.

 

La primera de las declaraciones es del vicepresidente Marino Murillo. La ofreció a un grupo de corresponsales de la prensa extranjera en Cuba, el martes de la pasada semana.

 

“En la formación del Producto Interno Bruto la empresa estatal socialista va a seguir siendo determinante... con un poco más de eficiencia”, dijo Murillo.

 

La segunda corresponde al cónsul general de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, Llanio González, y fue dada en Miami.

 

“El país está en un proceso de grandes cambios, no solo desde el punto de vista de actualización del modelo económico, sino también de lo que se llama la institucionalización. Hay muchas leyes nuevas que se están estudiando. Va ha haber una nueva ley de inversión extranjera donde, por supuesto, van a estar incluidos los cubanos”, dijo González.

 

Muchos pensaron que Raúl Castro, una vez en el poder de forma permanente, desarrollaría un modelo similar al chino. Sin embargo, una mirada hacia atrás no permite muchas esperanzas en este sentido.

 

En los años 90, que fue el momento de mayor liberalización económica, las Fuerzas Armadas Revolucionarias iniciaron una gran expansión de sus actividades económicas, pero sin inclinarse a llevar a cabo un proceso de reformas de mercado sino a buscar la financiación de sus propias fuerzas, y de paso el enriquecimiento o al menos la mejora del nivel de vida de los oficiales.

 

Años atrás podía argumentarse que Fidel Castro era el elemento de freno a la ampliación de este proceso, pero en la actualidad los motivos que frenan el desarrollo económico trascienden el simple marco de la gestión y tiene un aspecto político fundamental.

 

Ahora caben menos dudas de que cuando Raúl habló de “reformas estructurales” se refería más a factores organizativos que a una ampliación sustancial del limitadísimo sector de la producción y los servicios por medios privados.

 

El centro de la reforma raulista —o “actualización”, como prefiere llamarla el gobierno— es poner fin a la quimera igualitaria que siempre fue más una consigna que un objetivo sincero desde que Fidel Castro llegó al poder en 1959. Sólo que este fin del igualitarismo no se fundamenta en un reparto amplio de posibilidades para desarrollar iniciativas económicas, sino en un reparto de parcelas de beneficios.

 

Al clausurar la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 7 de julio de 2013, el gobernante Raúl Castro volvió con la vieja cantinela de la “vigencia de la ley de distribución socialista” y a repetir un viejo dogma: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. Es de nuevo el empleo sistemático de esquemas, opiniones y análisis pasados de moda, pero de ortodoxia comprobada: ¡Por favor, olvídense de la Crítica al Programa de Gotha! Cuba no va a lograr un verdadero desarrollo sino se despoja de prácticas económicas obsoletas.

 

En última instancia, hasta ahora la “actualización” que lleva a cabo el gobierno cubano se asemeja más a la creación de un Estado mercantilista que al establecimiento de un capitalismo de Estado. Y aquí es donde entra a jugar la segunda declaración, la del cónsul Llanio González. La Plaza de la Revolución está dispuesta a mostrarle una ventana a determinados inversionistas cubanos, pero sin que ello signifique abrir la puerta. El escenario ideal para este planteamiento es por supuesto Miami. No solo porque es en esta ciudad donde realmente existe la posibilidad de encontrar exiliados con los recursos necesarios —el planteamiento de que ya cubanos residentes en Europa lo están haciendo no pasa de ser una referencia anecdótica—, sino porque aquí también ya hay lo que vendría a ser un modelo a seguir: las agencias de viajes. Estas agencias son negocios capitalistas, que singularmente cumplen con normas establecidas de común acuerdo por dos países que son antagonistas políticos. El objetivo actual del gobierno cubano es buscar la forma de que en otras esferas económicas, del sector de los servicios, se repita un esquema similar. Es decir, ampliar el negocio. Por supuesto que para ello se necesitan cambios no solo en leyes cubanas, sino también estadounidenses, pero la hoja de ruta ya existe.

 

Así que Murillo habla de la “empresa estatal socialista”, determinante en la economía, pero en la práctica este limitado sector empresarial no va a jugar un papel tan clave solo en función de su productividad, sino que será bajo el respaldo de un engranaje mayor de control social, político y económico, al que desde hace años La Habana ha incorporado al exilio.

Aumenta la insurgencia popular pacífica en Cuba

Pedro Campos

14 de julio de 2013

 

Respuesta a parte del discurso de Raúl Castro en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 7 de julio pasado

 

Estas son palabras textuales del Presidente, según Granma:

 

Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás…Así, una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, además en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de recursos forestales, incluyendo en el magnífico Jardín Botánico de La Habana; el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas, el asedio al turismo y la infracción de lo establecido en materia de seguridad informática…Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de   palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad…Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas; prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras…Igualmente, se evade el pago del pasaje en el transporte estatal o se lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de muchachos lanzan piedras a trenes y vehículos automotores, una y otra vez en los mismos lugares; se ignoran las más elementales normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos, mujeres embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el enfrentamiento ciudadanos….Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza, donde los uniformes escolares se transforman al punto de no parecerlo, algunos profesores imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos de maestros y familiares que participan en hechos de fraude académico… Es sabido que el hogar y la escuela conforman el sagrado binomio de la formación del individuo en función de la sociedad y estos actos representan ya no solo un perjuicio social, sino graves grietas de carácter familiar y escolar”.

 

Presidente, efectivamente, todas esas manifestaciones están presentes y en aumento. Los partidarios del Socialismo Participativo y Democrático lo hemos venido señalando en distintos artículos hace varios años; pero para nosotros, no tienen la connotación que Ud. les otorga, se deben a otras causas y, desde luego, demandan otras soluciones diferentes a más orden, disciplina y exigencia.

 

Para usted la causa de todo eso es la “nobleza de la revolución”, la ausencia de mano dura, de más represión; no el desastre económico, político, social y moral que nos ha traído más de medio siglo de capitalismo monopolista de estado, arropado de socialismo, de “dictadura del proletariado”, de gobierno unipersonal y unipartidista concentrador de la propiedad y las decisiones, donde el único derecho de los ciudadanos ha sido el de “trabajar en agradecimiento y fidelidad para complacer a quiénes le dieron todo y liberaron a Cuba de la satrapía batistiana y la explotación imperialista”.

 

No se percatan de que están jugando con fuego, o lo atizan deliberadamente. Prefiero creer que el Presidente es de los que no se percatan, aunque a los efectos prácticos da igual

 

Su gobierno-partido-estado, según lo que se desprende de sus propias palabras, enfrenta una oleada creciente de desobediencia pública, de un aumento de la insurgencia pacífica del pueblo, de una variada forma de resistencia no violenta, como resultado de su insatisfacción generalizada con las políticas económicas, sociales y cívicas de su estado corrupto y corruptor.

 

Pero no. Ustedes ven allí al pueblo maldito, malagradecido, mal educado, marginal, soquete que no ha sabido aquilatar los sacrificios que han hecho ustedes por su felicidad y lo culpan de las consecuencias de los errores por Uds., cometidos y, arriba, lo amenazan desde el poder absoluto: O aceptan nuestro orden o les reprimimos.

 

¡Qué falta de consideración y de respeto con el pueblo que les dio su apoyo incondicional! ¡Qué equivocados están! Los gobernantes no están para juzgar al pueblo. Es al revés.

 

Siempre tendrá que haber un orden, pero el que consensuemos entre todos, de forma democrática. No el impuesto, no el del cuartel sobre la República.

 

Confirma Ud., sin quererlo tal vez, algo que ya hemos planteado: la buro-burguesía político-militar-empresarial que administra para sí el poder económico y político en Cuba se enfrenta no solo a sus asalariados que explota inmisericordemente, sino también a todas las otras capas y clases de la sociedad cubana, a todo el pueblo cubano.

 

Repasemos algo de lo expresado en ese discurso y lo que hemos expuesto nosotros.

 

Para Ud. la gente roba al estado. Para nosotros es el estado cubano el que se ha estado apropiando del sudor de sus asalariados, del de los campesinos, del de los trabajadores por cuenta propia, del de los profesionales, intelectuales y artistas, etc. a través de menguados salarios, abusivos impuestos y la doble moneda, no obstante las gratuidades elementales mínimas actuales. Y los que producen la riqueza simplemente aplican la ley de “justa compensación”: se apropian de parte de lo que Uds. les sustraen injustamente.

 

Donde Ud. ve construcciones ilegales de vivienda, nosotros apreciamos autogestión del pueblo para tratar de darse un techo, ante la ausencia de una política oficial efectiva que facilite y genere la cantidad de viviendas necesarias.

 

Cuando Ud. menciona el hurto y sacrificio ilegal de ganado, nosotros pensamos en todas las regulaciones y leyes estatales que han inhibido la producción de carne y leche, en la disminución de la masa ganadera a consecuencia del monopolio estatal de la venta de carne y, sobre todo, en las necesidades insatisfechas de la población que hoy duplica la del 59, pero con la mitad de cabezas de ganado de entonces.

 

Lo que califica Ud. de vandalismo contra los espacios públicos, la telefonía, el tendido eléctrico y telefónico, las alcantarillas, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las carreteras, para nosotros son muestras de desasosiego, de “sálvense quien pueda”, de incertidumbre, de precariedad de la vida, de decepción, de abandono, del propio caos creado por Uds., en fin evidencias -en distinto grado y nivel- del descontento y la rebeldía que late en las venas del pueblo, ante la indefensión y la ausencia de posibilidades legales y democráticas de luchar por sus derechos. ¿Se olvidan que el 26 de Julio también saboteaba la electricidad y el acueducto en la época de Batista, por cierto con acciones más violentas y destructivas?

 

Lo que para Ud. es evasión del pago del transporte y apedreamiento de ómnibus y trenes, es para nosotros un preludio del extremo a que pudiera llegar la reacción popular masiva cuando su impaciencia desborde los límites humanos permisibles de la desesperación ante la impotencia de no poder satisfacer sus necesidades básicas, en este caso el transporte, cuya solución su gobierno no ha sido capaz de encontrar y no por falta de sugerencias.

 

Para Ud. la escuela y la familia no están jugando el papel que deben. Pero ¿de quiénes son las escuelas, quiénes han sido los ministros de educación, quiénes han impuestos sistemas educacionales que olvidaron los buenos modales, los derechos humanos y civiles, rechazaron la moral, la éticas y la democracia por “burguesas” y priorizaron la exaltación de los métodos violentos de lucha para conseguir sus propósitos?

 

¿Qué, sino las políticas estatales que generaron el odio a los que se iban; las “internacionalistas” que separaron familias por años; la creación de contingentes para trabajar en otras provincias por largo tiempo; la destrucción de los patrimonios familiares; el maniqueísmo divisor entre revolucionarios y contrarrevolucionarios; las exclusiones por razones políticas, de raza, preferencia sexual o religiosa, incluido el uso de la violencia contra opositores pacíficos y homosexuales, practicadas con mayor o menor intensidad en distintos momentos y otras, son las responsables de la división y el desastre en que se encuentran los lazos de la familia cubana?

 

Respuestas similares podríamos dar a cada una de las acusaciones que lanza contra el pueblo. De todas, los únicos responsables son Uds., la llamada dirección histórica, a la que el pueblo se confió, sin reservas y, en nombre del “socialismo” ha hecho trizas el país.

 

No es que defendamos la chapucería, la chabacanería, las malas costumbres y conductas, es que todas son hijas naturales de tantas prohibiciones, regulaciones, exclusiones e imposiciones a las que el pueblo cubano ha sido sometido. ¿La gente nació así, hace esas cosas porque genéticamente son malas? ¿O ya olvidaron una de las máximas de Marx: el hombre piensa según vive? La miseria engendra miserables. El odio, odiosos y la violencia, violentos.

 

No saben acaso que la gran mayoría del pueblo que critican, nació después de la llegada de Uds. al poder. ¿No sirve ese pueblo, criado bajo su tutela? ¿O son Uds. los que no sirven al pueblo y el pueblo está demandando otro gobierno, otro modelo? Piensen.

 

Si hubiéramos callado, si no hubiéramos señalado estos problemas antes de que llegaran a su estado actual, analizado sus causas y propuesto soluciones, lo cual venimos haciendo -desde dentro- hace muchos años, pero con examen y sugerencias socialistas más concretas a partir del IV Congreso del PCC en 1991, no tendríamos moral para hablarle así de frente.

 

Pero lo peor que vemos en este discurso es la persistencia en pretender resolver estos problemas desde la imposición del orden, la disciplina y la exigencia y del llamado deliberado a un aumento de la represión contra ese pueblo humilde que busca sobrevivir como puede, partiendo de que lo que ha habido es flojera por parte de la “revolución” que Uds. siguen, equívocamente, identificando con los que han creado todo el desastre actual.

 

Muchas veces se ha planteado desde distintas posiciones en la amplia Izquierda Socialista y Democrática, que Uds. se empeñan en desconocer: de lo que se trata es de cambiar el absurdo sistema estatalista burocrático; democratizar el sistema político; liberar la economía, el comercio interno y externo de todas las trabas y monopolios estatales; socializar la propiedad a través de la auto y la cogestión de las empresas, promover el desarrollo amplio del cooperativismo; dar verdaderas posibilidades al trabajo por cuenta propia, a la pequeña y mediana empresa; liberar al campesino de todas las regulaciones abusivas; aprobar una nueva ley de impuestos estimulante de la producción; eliminar la doble moneda y otras que haría innecesariamente extenso el artículo, expuestos en nuestros programas y artículos.

 

Pudiera callar, dejarlos y no advertir que están en el camino equivocado, ese bárbaro que conduce a un inevitable enfrentamiento de incalculables consecuencias contra la mayoría del pueblo. Pero por principio me niego a toda violencia y aspiro a que los graves problemas que aquejan a la nación cubana, se resuelvan pacífica y democráticamente.

 

Es inocultable que algunos en esa “dirección histórica” parecen dispuestos a correr todos esos riesgos, incluida una eventual intervención extranjera aprovechándose de una descabellada represión masiva, antes que reconocer el fracaso de su “modelo” estatalista centralizado y entregar el poder al pueblo y a los trabajadores.

 

Tales preferirían provocar una agresión externa, para que quede ante la historia, “que fue el imperialismo quien impidió el triunfo definitivo de su revolución socialista” y no sus propias limitaciones. ¿Habrá algo más anexionista? ¿Se prestaría a tamaña barbaridad toda la alta oficialidad de las FAR?

 

Me recuerdan a los españoles cuando las guerras de independencia: prefirieron rendirse ante EEUU, y no ante el pueblo cubano que los había derrotado en la manigua.

Pero ya, a esos extremistas pocos les creen sus cuentos. Y la historia ya se está encargando de demostrar lo evidente: ni les interesa el socialismo, ni el pueblo, solo sus caprichos y por sus caprichos no vamos a morir más cubanos.

 

Ustedes mismos tendrán que reconocer su incapacidad y abrir nuevos espacios hacia la democratización y la socialización de la política y la economía, ante la continuación de la resistencia popular pacífica por diferentes vías; pues contrario a sus deseos, el grueso de las Fuerzas Armadas y el MININT, que son parte y carne del pueblo sufrido, no se va a prestar al jueguito macabro, traidor y retroactivo de reprimir al pueblo masivamente.

 

Gracias Presidente, por sus esclarecedoras palabras y me disculpa por la personalización; pero es su discurso.

 

Socialismo por la vida.

“Esperando a Godot”

o la reconversión de la “nomenclatura”

Marlene Azor Hernández

11 de junio de 2013

 

La discusión que debe abrirse es: ¿cuáles políticas nos acercan al modelo keynesiano y cuáles nos dirigen al capitalismo “salvaje”?

 

El que dude sobre la transición al capitalismo en Cuba, es cuando menos ingenuo. Lo demás, es la nebulosa ideológica sobre un supuesto “socialismo” que se predica desde el discurso oficial y con el cuál negocian de diferentes maneras los diversos grupos de la emergente sociedad civil cubana con todo el derecho que les asiste. Las posturas van desde la negación del “socialismo” hasta su cuestionamiento ideológico en la variante estalinista, y cada posición va acompañada de las propuestas alternativas de cada grupo, para producir el bienestar, crecimiento y desarrollo de la nación en todos los órdenes.

 

No me voy a referir a las diversas maneras de entender “el socialismo”, ni desde el punto teórico ni en el imaginario social en Cuba. Me parece más productiva la discusión sobre la sociedad que se está desarrollando a partir de las políticas económicas en curso, aunque tengo la íntima convicción de que cada cubano tiene una visión distinta del “socialismo”: liberales del “Estado mínimo”, liberales socialdemócratas, social cristianos, socialistas democráticos y anarquistas. Todas estas corrientes están presentes en la sociedad civil cubana y todos se pronuncian sobre el “socialismo” y el capitalismo de diferentes formas. En la parte oficial, están los estalinistas de “línea dura” y los pro reformas y/o nuevos tecnócratas empresarios en el poder con una concepción de “socialismo” difusa e inasible. Seguramente hay otros grupos, pero esos son los que se pueden observar desde la opacidad del régimen político cubano.

 

La discusión que a mi modo de ver debe abrirse, es cuáles políticas nos acercan al modelo keynesiano y cuáles nos dirigen al capitalismo “salvaje”. No hay manera de hacer una economía algo eficiente sin la propiedad privada sea esta colectiva o individual. No estoy haciendo un dictamen al margen del marxismo sino analizando el resultado de las experiencias del “socialismo real” desde el pensamiento y las categorías económicas de Marx. Las experiencias de todas las economías estatales han mostrado su incapacidad para hacer un desarrollo mínimamente autónomo y/o sustentable. A esta conclusión llegó el expresidente del país, Fidel Castro, cuando confesó 50 años después de su propia experiencia: “el modelo no nos sirve ni a nosotros mismos”. Creo que se demoró demasiado y esa es su responsabilidad personal.

 

Bastante se burló de los economistas cubanos a los que comparó con los “fanáticos del béisbol, que discuten en las esquinas”[1]. Estoy señalando sólo una ocasión de los largos períodos “negros” que han tenido que pasar los economistas cubanos frente a las políticas económicas del Gobierno, desde los años 70 en lo adelante. La autocracia “socialista”, selecciona a sus colaboradores de acuerdo a sus intereses de turno.

 

Apostar al nivel de vida de la población a partir de los subsidios exteriores hace mucho más vulnerable a la población y al Gobierno que aplicarse en la inserción mundial con determinadas ventajas comparativas que seguramente algunas tendremos. Todas las formas económicas colectivas e individuales reproducen la división del trabajo capitalista en su interior so pena de reproducir formas de intercambio de “trueque” que bien funcionaban en la comunidad primitiva, pero que son impensables en una economía a gran escala y por lo tanto compleja. ¿Debe ganar lo mismo la persona que limpia y el médico? Esto es simple división social del trabajo capitalista.

 

Hasta el momento, es el mercado y las políticas correctivas de los Estados los que han demostrado mayores resultados en el crecimiento económico y el bienestar de sus poblaciones, con políticas de equidad social y justicia social. Cualquier proyecto de sociedad debe pensarse en sus posibilidades de auto-sustentación.

 

La clave del modelo a discutir, pasa entonces, por las políticas de redistribución de la riqueza y la democratización del poder político y económico y no por los tipos de propiedad que tienen que ser individual y colectiva, privada y pública. No es una discusión de futuro, el presente de la política gubernamental está decidiendo por todos.

 

Consenso anti-monopólico y descentralización económica

 

Creo que existe un consenso bastante amplio sobre la necesidad de diversificar las dependencias económicas externas e internas. Con relación a las dependencias externas hay una línea de actuación gubernamental evidente y positiva. Sin embargo, la política económica interna sigue manteniendo un monopolio del comercio interior y exterior que obstruye el desarrollo de las formas no estatales emergentes sean las microempresas individuales, las cooperativas y tanto las agrícolas como de servicio. También obstruye la responsabilidad de las empresas estatales, permitiendo su irrentabilidad, ineficiencia y perdonando sus impagos. Si antes todos decían “cumplir” los planes, lo que ha cambiado ahora es que casi ninguna empresa estatal cumple, pero publicar los incumplimientos aunque saludable, no soluciona los problemas si solo se les exige “mayor esfuerzo”.

 

Creo que era correcto no lanzar a la calle, en dos o tres meses, a casi dos millones de empleados estatales, pero tampoco se observa en la política en curso los mecanismos para facilitar el desarrollo de las formas no estatales: se les asfixia con numerosos y altos impuestos se les sigue controlando en gran parte su gestión, y se mantienen muchas de las dependencias estatales anteriores y/o nuevas, entre ellas el monopolio del comercio interior y exterior que impide a las nuevas empresas no estatales comerciar directamente con sus socios exteriores, sean cubanos o extranjeros y encontrar precios diferentes a los “recaudatorios” oficiales y de esta manera no sólo depender de los precarios mercados mayoristas que carecen mayoritariamente de los insumos necesarios. Esto es un “cuello de botella” que lentifica y obstruye los fines del crecimiento económico.

 

También existe un amplio consenso sobre la necesidad de grandes inversiones extranjeras en la economía cubana. El asunto es entonces, si las inversiones se canalizan sólo a través del Estado, o si se permite que también pequeños capitales puedan invertir en el país. Y no estoy hablando de las remesas, sino de una ley de inversiones que permita la inversión de pequeños y medianos capitales desde el exterior, no sólo de las grandes y millonarias inversiones a las que aspira el Gobierno.

 

Hasta ahora las reformas sufren de una lentitud inexplicable, o solo explicable porque la “lógica” de las reformas quiere privilegiar la reconversión de sus funcionarios en las empresas estatales hacia los nuevos empresarios “socialistas” que necesitan y conservando la mayor cantidad de los recursos y las decisiones. No se puede subordinar el ritmo de crecimiento del resto de la economía a esta reconversión, que lo único que prepara es a la “nomenclatura” para el siguiente paso: los más listos y con mayores conexiones nacionales e internacionales, intentarán convertirse en los nuevos millonarios nacionales en dos décadas más. Eso me recuerda la transición al capitalismo en Rusia.

 

Hasta ahora, el consenso antimonopólico sobre la economía interna no se encuentra en el Gobierno sino en la sociedad civil, y la descentralización económica sigue siendo un “chiste popular”.

 

Habrá quien diga que tal reconversión es difícil y por ello lenta. Efectivamente lo es, si las decisiones se concentran en un número mínimo de personas y si además se pretende proteger los intereses de los sectores en el poder y su base social fundamental: la nomenclatura.

 

Hasta ahora y cinco años después del inicio de las reformas, se está favoreciendo una conversión al “putinismo” y no a un modelo nórdico. La discusión pública y la presión de la sociedad civil al Gobierno definirán si Cuba será un Estado de Bienestar o transitará hacia el capitalismo “salvaje” con un nuevo “Putin” caribeño.

 

La democratización económica y política continúa posponiéndose por parte del gobierno, y la población, está en la misma posición de los personajes en la obra teatral “Esperando a Godot”.

 

[1] Discurso de Fidel Castro el 26 de julio de 1993.

 

 

Cuba: Raúl vs. Fidel

Martín Guevara*

8 de junio de 2013

 

Creo que lo mejor que podía pasar en Cuba es lo que está pasando con los tímidos pero significativos cambios de Raúl, con algunas variantes que cualquier disertante introduciría desde luego, pero ello no dota al General de Ejército precisamente de autoridad moral para hacerlos, ya que Raúl no fue un disidente ni siquiera un actor más del proyecto marxista leninista, en el Buró Político ni en ninguna instancia de la “Involución”.

 

En su favor cuenta el hecho de que el contraste que existía entre las FAR, la cual era su coto experimental, y casi cualquier otra organización en cuanto a la adhesión de los pies en la realidad, en cuanto a simpatía reflejada en el afecto del pueblo.

 

Era algo palpable cada día, era frecuente ver un teniente coronel de las FAR durmiendo en una guagua de vuelta a casa absolutamente despreocupado de su entorno, incluso sintiéndose protegido, o en su side-car dando un aventón a cualquiera en el barrio, sin embargo ver lo mismo, incluso unos tres grados militares más abajo, en el MININT o en cuadros ministeriales o del PCC comportaba sencillamente una entelequia.

 

Además las FAR depredaban lo que producía. Vivieron en una realidad diferente al resto del país, más saneada económicamente durante gran parte de todos aquellos años de subvención soviética, sabían producir lo que precisaban en viandas, avituallamiento, enseres de primera necesidad, por supuesto no en industria de tipo semi ni pesada, ni armamentista.  Yo mismo trabajé en una empresa como civil de las FAR y me place atestiguar esto.

 

Ninguno de estos cambios está hecho en contra de Fidel como algunos quieren que parezca, para tener un novísimo líder, un flamante revolucionario, el disidente Raúl.

 

Esto es un plan en el que Raúl toma el riesgo como figura que comanda el cambio, de quedar para la posteridad bien, regular o pésimo, eso se verá con el devenir de los acontecimientos, pero Fidel se reserva un sitio ya perenne en la Historia, de líder excesivamente cruel para algunos, de dictador personalista para otros o de un espectro que se mueve desde lo pseudo hasta lo revolucionario, para sus simpatizantes.

 

El hecho de que yo aplauda a Raúl por hacer lo que estimo lo más correcto en el estado de las cosas, no borra su historia en absoluto. El hombre que te eliminaba si planteabas simpatía por otra letra del abecedario que la “A”, es el mismo que ahora asegura que su política es la “Z” y te conmina inquietantemente a simpatizar con ella.

 

Pragmatismo mediante, está muy bien, pero claro, muy serio no es. Como cuando su autocrática más profunda al acordar el fusilamiento a su amigo y subordinado Arnaldo Ochoa, por no percatarse él como su responsable inmediato en absoluto de los trapicheos que se le adjudicaron de manera muy poco transparente en un juicio sumarísimo y repleto de irregularidades, fue aquel “Me miré en el espejo y vi lágrimas en mis ojos!” que nos dejó atónitos a tantos, ya que todos esperábamos un “lo siento por no haber sido vigilante”, o un “yo que soy su inmediato superior tengo la máxima responsabilidad por sus actos, me inmolo o pongo mi cargo a disposición” o bien “este harakiri lo dedico a la hinchada que me ve por la TV”.

 

Bueno la verdad es que eso no lo esperábamos nadie. Raúl no era japonés.

 

Y por favor que no se preocupe nadie por los futuros cargos o puestos, ya los obsecuentes de turno tienen todo copado desde hace buen rato.

 

La nieta de Mao es una de las mujeres más ricas de China, la hija de Dos Santos es la mujer más rica de Angola, el hijo de Fidel gana torneos de golf en Varadero contra jugadores ingleses, la hija de Raúl cada vez pide más visas para entrar a EEUU, al final nos harán sospechar que las revoluciones se hacen para cambiar de manos el vil y sin embargo tan perseguido y ponderado metal.

 

Veremos de aquí a unos lustros en que andan los grandilocuentes “Patria o muerte” de ayer y de hoy (de hoy ya cada vez menos), veremos si estarán en la Sierra Maestra o en el Escambray combatiendo esta vuelta al capitalismo, esta vil traición, o si estarán montados en el dólar como aquellas hijas y nietas de aquellos dirigentes acérrimos, del mismo modo que hoy lo están en el poder.

 

Porque tengamos bien claro una cosa, lo que define el ser de izquierdas, el ser progresista, contestatario, no es la autodenominación, como todo en la vida es una cuestión de hechos no de palabras, quienes ostentan el poder reprimiendo y viviendo a cuerpo de rey son la derecha lo pinten como lo pinten, y quienes de alguna manera intentan equilibrar esa balanza, son todo lo demás, aunque como con el ardid del poli bueno y el poli malo, ahora habrá quien intente hacernos ver que Raúl liberó a Cuba de las garras de Fidel.

 

* El autor, sobrino de Ernesto ‘Che’ Guevara, se crió en Cuba.

Un futuro de caos y violencia

Alejandro Armengol

24 de abril de 2013

 

No es siquiera noticia. Cuba continúa atravesando una situación difícil y el impulso bajo el cual el mandato de Raúl Castro inició una serie de reformas limitadas ha desaparecido. Aferrarse a la ilusión de que el régimen pueda sucumbir en un futuro cercano es apostar por la fantasía. No es así. El proyecto revolucionario está agotado, pero los mecanismos de supervivencia permanecen y siguen intactos. Sin embargo, este afán de sobrevivir está generando un caos y una violencia que atenta no sólo contra la población en la isla sino hace dudar sobre un mejor destino para la nación.

 

Cuba sigue siendo una excepción. Se mantiene como ejemplo de lo que no se termina. Su esencia es la indefinición, que ha mantenido a lo largo de la historia: ese llegar último o primero para no estar nunca a tiempo. No es siquiera la negación de la negación. Es una afirmación a medias. No se cae, no se levanta.

 

Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, centralismo democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco condimentado según la astucia, primero de Fidel Castro y ahora de su hermano.

 

No se puede negar que en la isla existiera por años una estructura social y económica —copiada con mayor o menor atención de acuerdo al momento— similar al modelo socialista soviético. Tampoco se puede desconocer la adopción de una ideología marxista-leninista y el establecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) como órgano rector del país. Todo esto posibilita el análisis y la discusión de lo que podría llamarse el “socialismo cubano”.

 

Sin embargo, este análisis es sólo una fracción necesaria a la hora de comprender una realidad simple y compleja a la vez.

 

En los últimos años han ocurrido hechos que evidencian que hay cubanos que se muestran dispuestos a realizar actos violentos ―o no saben controlar sus pasiones e instintos― y reaccionan ante los estímulos más simples. Ese es el sector de la población que se presta a participar en actos de repudio, donde son guiados y controlados por un grupo de agentes represivos. No alcanzan siquiera el grado de profesionales de la violencia: son simplemente matones de ocasión.

 

En un futuro más o menos cercano, tras la desaparición de los Castro, de este estrato de la población cubana saldrán los pandilleros, extorsionistas, abusadores y hasta asesinos que muy probablemente servirán para suplir la demanda de delincuentes y personas violentas a ser empleadas por los diversos grupos dedicados a las actividades ilegales que se espera y teme florezcan en la Isla.

 

No es un florecimiento de hechos delictivos el único peligro que acecha respecto a estos seres sin escrúpulos que en la actualidad encuentran satisfacción y provecho en participar en los actos de represión.

 

El problema principal es la existencia de un grupo poblacional acostumbrado a vivir bajo un régimen totalitario, que de pronto va a encontrarse incapaz de vivir en libertad, con las responsabilidades que este hecho atañe. Esos que golpean hoy serán los inadaptados de mañana.

 

Enfrentar la necesidad urgente de crear los medios que posibiliten los cambios, para que el cubano devenga en un individuo capaz de enfrentar los retos y beneficios de un Estado democrático y una sociedad civil, es tan apremiante como discutir las bases económicas y políticas de la nación del futuro. Conocer cómo piensan y actúan las personas que por demasiado tiempo han sobrevivido en un país en ruinas abarca un universo más amplio que las discusiones políticas.

 

Lo que se ha estado fraguando durante los últimos años en Cuba es un escenario extremadamente volátil, que hasta ahora el Gobierno ha logrado controlar con represión y promesas.

 

Esta situación sin salida lleva a un aumento de las posibilidades de un estallido social. De producirse esta fragmentación violenta ―y con independencia del resultado de la misma― el uso del caos y la fuerza como solución de los problemas se convertiría en un patrón de conducta adoptado por una parte de la población de la isla, que limitaría o impediría el avance social.

La incapacidad de auto-renovación

del “socialismo estatal” y las tareas de la izquierda

Pedro Campos y Armando Chaguaceda

22 de abril de 2013

 

Obligada la izquierda socialista a poner en primer plano la lucha por la democratización del sistema político, para poder defender libremente sus ideales.

 

Resumen: Stalin asesinó a Trostki, Bujarin, Zinoviev , Kamenev y Tomsky, prominentes miembros del Buró Político de la época leninista por discrepar de su línea ultracentralista y antidemocrática. La Perestroika de Gorbachov fue sepultada por un golpe de estado de los tradicionales neo-estalinistas, propiciando la restauración del capitalismo en Rusia. En China el propio Partido Comunista había iniciado años antes la rehabilitación del viejo régimen de explotación. En Cuba, el capitalismo de estado instaurado en nombre del socialismo trata de reforzarse con apoyo del capital nacional y extranjero. Las modestas y positivas modificaciones del gobierno de Raúl Castro son insuficientes para motorizar una renovación socialista. Las propuestas de la izquierda socialista y democrática son tenidas en cuenta solo limitadamente y la más importante ni rozada por los “lineamientos” aprobados por el VI Congreso del PCC. Por nuestras posiciones, muchos hemos sido represaliados en distintas formas y se trata de vincular nuestros análisis y sugerencias a los del enemigo imperialista para tratar de desprestigiarnos. Las conclusiones son obvias: En Cuba, el viejo y fracasado modelo de socialismo de estado, tampoco da señales de estar dispuesto a auto-renovarse y más bien como en China, sus tradicionales defensores aspiran a “desarrollar la economía del país a partir de una restauración capitalista controlada por el Partido”. La intolerancia a los cambios, el sectarismo oficial y el control total del partido-gobierno sobre todas las palancas económicas, políticas, sociales y mediáticas hace prácticamente imposible una verdadera discusión para una renovación socialista en nuestro país. Esa resistencia a los cambios, es lo que hizo, en la URSS y en otros países socialistas, llevar el péndulo político al extremo contrario. Serán ellos y únicamente ellos, los que obstaculizan todas las propuestas de la izquierda democrática y socialista, los responsables de la restauración capitalista en Cuba y su anexión real o virtual a EE:UU. Como la incapacidad del “socialismo de estado” para auto-renovarse se está demostrando también en Cuba, a la izquierda socialista y democrática cubana no queda más alternativa que poner en primer plano la lucha por la democratización del sistema político, a fin de poder defender libremente sus ideales, como ha hecho el Laboratorio Casa Cuba.

 

Contenido:

 

Durante los primeros años del Poder Soviético en Rusia, después de la muerte de Leinin, Stalin asesinó a Trostki, Bujarin, Zinoviev, Kamenev y Tomsky, prominentes miembros del Buró Político del Partido Bolchevique de la época leninista, acusándolos de traición al poder soviético, por discrepar de su línea ultra-centrista y antidemocrática y por proponer reformas consideradas desviaciones capitalistas por el georgiano.

 

Miles de cuadros del Partido y las Fuerzas Armadas corrieron la misma suerte o fueron enviados a la Siberia, a realizar trabajo forzado en los campos de concentración.

 

En los 60´, Nikita Jrushov realizó una severa crítica del culto a la personalidad de Stalin en el XX Congreso del PCUS, intentó una reforma económica y una distensión en las relaciones internacionales que, a la postre, le costaron el cargo de Secretario General y su condena al ostracismo.

 

Dos décadas después, bajo la dirección de Mijail Gorbachov, la URSS inició un proceso de renovación –Perestroika- que fue sepultado por el golpe de estado de los tradicionales defensores del modelo neo-estalinista, coyuntura que aprovecharon Boris Yeltsyn, las fuerzas liberales y todos los que querían cambiar aquel entuerto, por algo más aceptable para las mayorías. En apenas medio año, el sistema vigente fue desmontado.

 

El resultado es conocido: la restauración del capitalismo ruso con todas sus consecuencias. Con una primera fase neoliberal, encabezada por Yeltsyn, asociada a la corrupción, la privatización y la merma del poder del estado y luego, otra autoritaria, donde se recuperan usos y símbolos del nacionalismo y estatismo rusos, con Putin al timón. En ambas con no pocos “capitalistas” y “demócratas” surgidos de la burocracia “socialista” ahora a cargo de la nación.

 

En China, el propio Partido Comunista Chino desde mucho antes, bajo la dirección del pragmático Den Siao Ping, comenzó un franco camino hacia la restauración capitalista, tratando de mantener un disfraz socialista.

 

Hoy nadie tiene duda de que China es una potencia capitalista más: exporta productos y capitales, anda a la caza (en Asia, África, Latinoamérica, y hasta en los centros capitalistas de EEUU y Europa) de mercados, empresas y recursos naturales; depreda el medio ambiente, participa en el reparto geopolítico de esferas de influencia y en la carrera armamentista y consagra la hegemonía (real y simbólica) del mercado capitalista.

 

Así, el intento socialista estatalista chino tampoco se renovó, sino que evolucionó hacia más capitalismo privado, bajo un régimen autoritario.

 

En el seno del proceso revolucionario cubano se ha estado discutiendo siempre sobre la forma de dar continuidad a la revolución de 1959. Primero, entre quienes priorizaban la restauración democrática –con más o menos contenidos redistributivos y justicieros- y aquellos que apostaban a un estado fuerte que dirigiese reformas sociales. El líder de la Sierra, con los segundos se impuso.

 

Los comunistas cubanos, que lo acompañaban e impulsaban, olvidaron que Marx no estaba de acuerdo en sacrificar libertad por justicia, y que la revolución popular del 59 se había hecho para restablecer el orden democrático interrumpido por Batista. Ellos -y la propia dirección revolucionaria- pronto “olvidaron” aquella promesa de “libertad con pan, pan sin terror” enarbolada por el máximo líder en sus primeros discursos después del triunfo (1).

 

Luego, escogido el camino hacia el “socialismo” tipo estalinista, deslindadas las fuerzas de quienes insistían en restablecer la democracia vulnerada en 1952 (pero ampliándola, -en diverso grado- con niveles y formas de participación popular, conquistas sociales y soberanía nacional inéditos dentro de la República burguesa) y las que –en general- rechazaban el traslado a Cuba de aquella experiencia “comunista”, las discusiones en el seno de las organizaciones que apoyaban el gobierno giraron en torno a la implantación de un modelo de inspiración soviética de economía y política centralizadas.

 

Fue en ese contexto donde se desarrolló la polémica entre el Che y Charles Betheleheim (comunista belga, partidario de la autonomía de las empresas y una mayor racionalidad en la conducción macroeconómica, con uso de la ley del valor y formas de participación de los trabajadores) y la sostenida entre los promotores filo-jruschovianos del Cálculo Económico (encabezados por Carlos Rafael Rodríguez) y los voluntaristas/idealistas del Sistema Presupuestario de Financiamiento (dirigidos e inspirados por el Che).

 

Pero finalmente no emerge, ni una cosa ni la otra, sino un estado dueño y señor, todo-poderoso, híper-centralizado, encabezado por el líder conocido, hasta que en 1975 el Primer Congreso del 2do Partido Comunista establece nuevas directrices para la sociedad y se vota la Constitución en 1976, una cuasi-copia de la neo-estalinista vigente en la URSS.

 

En lo económico, lo aprobado en el 75-76, conllevaba varias fases que iban de la centralización a una mayor descentralización de las empresas y las regiones (2).

 

Pero en 1986, en el 3er Congreso del PCC, cuando ya tocaba avanzar a la descentralización y a la autonomía de las empresas y muchos cuadros del partido y trabajadores en las bases clamaban por la concreción de las medidas previstas en el SPDE (Sistema de Dirección y Planificación de la Economía), el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Primer Secretario del Partido y Comandante en Jefe, decretó la “Rectificación de errores y tendencias negativas”.

 

Era su reacción preventiva, –envuelta en apelaciones al ideario del Che y a las sanas energías populares, imbuidas del idealismo de izquierda-, ante la posibilidad de que ocurriera en Cuba el proceso de renovación que estaba teniendo lugar en la URSS y en parte del “campo socialista”. En un discurso fueron eliminados el SPDE y la JUCEPLAN, Junta Central de Planificación, encargada de llevar a la práctica lo aprobado en el 1er Congreso del PCC en 1975.

 

Desde entonces, se produjo un regreso pleno a la excesiva centralización de las decisiones, fueran económicas, políticas o de otro tipo. Se celebraban asambleas generales de todos los dirigentes empresariales con el líder para dar orientaciones directas, se formaron los Contingentes de trabajadores en las ramas económicas principales, que eran dirigidos personalmente por Fidel a través de Jefes designados y servirían también para “enfrentar” eventuales protestas y volvía la época de costosos macro-experimentos, como los del plátano micro-jet.

 

Esta situación se acentuó con el llamado “Periodo Especial en tiempo de paz” luego de la caída de la URSS y el campo socialista, cuando la subsidiada economía cubana cayó, lógicamente, en bancarrota. Entonces aumentó la desesperación popular. Las salidas del país, como fuera posible, crecieron masivamente. La culpa fue a parar al imperialismo y su amenaza real fue hiperbolizada, para justificar las medidas de excepción. La filosofía de “en plaza sitiada: toda disidencia es traición” se hizo más presente que nunca.

 

En vez de acelerar las reformas al sistema, la dirección del país, desoyendo las opiniones y anhelos de sus militantes, sus ciudadanos y sus intelectuales (expresadas en el debate nacional convocado en la antesala del IV Congreso del PCC en 1991) trató de sustentar el modelo centralista sobre medidas de austeridad y mecanismos represivos.

 

No fue sino hasta la revuelta del 5 de agosto de 1994 en el Malecón habanero, que se impulsó la ejecución de un paquete de reformas económicas que se estudiaban y algunas empezaban a aplicarse, pero siempre en forma limitada y oscilante. Las cuales, luego, fueron retiradas o modificadas, cuando aparecieron Chávez y el petróleo salvador.

 

Aquellas medidas, llamadas en su momento un mal necesario, no llevaron a un cambio sustancial del modelo económico burocrático-centralizado, mientras que nada significativo se modificó en el sistema político.

 

Esta situación ha persistido hasta que, luego de la enfermedad del líder histórico, el nuevo gobierno de Raúl Castro empezó a estructurar lo que ha dado en llamar “la actualización” del modelo económico, -una nueva versión ampliada de aquel paquete truncado a fines de los 90´-, política ratificada por el posterior VI Congreso del PCC.

 

La misma procura una mayor eficiencia del aparato productivo del estado, a partir de una racionalización de las estructuras y el personal y una centralización/descentralización relativa de la utilización de los recursos y las finanzas del estado, según conveniencias de la alta burocracia.

 

Como necesidades del estado, -para desprenderse de actividades que considera improductivas, para generar empleos y mejorar sus finanzas por la vía de los impuestos-, se plantea una apertura limitada al trabajo por cuenta propia, al pequeño y mediano capital nacional y al gran capital extranjero y en menor medida la inserción subordinada de algunos tipos de cooperativas –en experimento-, siempre bajo estricto control del estado monopolista.

 

Además, el gobierno de Raúl Castro ha puesto grandes esperanzas en el turismo norteamericano y en servir de puente (Mariel) entre el mercado norteamericano, el suramericano y parte del asiático, para tratar de reflotar su economía, a la espera del levantamiento del bloqueo estadounidense.

 

Desde nuestro punto de vista, un grave error estratégico, pues no creemos que tal levantamiento sea posible sin que antes se produzca un cambio democrático en el sistema político, algo a lo que no parecen dispuestos los llamados históricos. En todo caso confiar el desarrollo del “socialismo” a la cooperación económica con el imperialismo, y mantener las restricciones a las libertades y derechos ciudadanos, parece tan ilógico como neo-plattista.

 

El comercio exterior, el mercado mayorista y la mayor parte del minorista, siguen bajo administración de los monopolios estatales, más allá de una racional y necesaria regulación nacional, deseable y comprensible por razones de planificación y soberanía. Todo, manteniendo en lo esencial el control estatal centralizado de la economía y sus empresas tradicionales, sean rentables o no, produzcan para la exportación o el consumo nacional, funcionen con esta o aquella moneda.

 

Las modestas y positivas modificaciones del gobierno de Raúl Castro incluyen que los cubanos puedan acceder a los hoteles, a la telefonía celular y a salidas al extranjero según la nueva ley migratoria, derechos todos absurdamente conculcados por el anterior gobierno, a tenor con “la lucha de clases y el enfrentamiento al imperialismo”. En resumen, pasos celebrables, pero excesivamente demorados, lentos y, aun, insuficientes.

 

En la esfera política, se liberaron los presos que quedaban del llamado grupo de los 75, pero los encarcelamientos sistemáticos de opositores y el acoso a cualquier tipo de manifestación del pensamiento y activismo autónomos (con independencia de su signo ideológico) se mantienen en un alto nivel. La represión ha cambiado sus modalidades, pero no su esencia.

 

Se ha realizado una apertura a la diversidad sexual y cultural, pero se mantiene la censura y represión sobre el pluralismo político, el cual constituye una característica lógica y natural de una sociedad compleja y madura como la cubana.

 

Pero esos pequeños pasos, todos ralentizados por la burocracia, son muy poca cosa para poder motorizar una verdadera renovación socialista. Lo hecho hasta ahora puede tributar más bien a una restauración capitalista, a una especie de variante tropical de lo ocurrido en la China autoritaria.

 

Es preciso recordar que “la actualización” fue precedida por un debate limitado y de tipo vertical en el seno del Partido Comunista y la sociedad cubana, que se abrió desde que el dirigente principal del proceso revolucionario dijo en la Universidad de la Habana en el 2005 que la revolución podrían destruirla los propios revolucionarios, sino resolvían los graves problemas de corrupción y burocratismo.

 

Participando como han podido y sobre todo desde medios alternativos (3), dada la limitada presencia de espacios de participación que brida el sistema centralizado, las fuerzas renovadoras de izquierda han venido presentando una serie de propuestas para una salida democrática y socialista de la crisis.

 

Las sugerencias han abarcado todo el espectro económico social y político, pero el Partido-gobierno solo las ha acogido limitadamente y no ha posibilitado su divulgación, ni discusión en el partido ni en la sociedad. Muchos de sus promotores, en lugar de ser estimulados, hemos sido represaliados en diversa forma; demostrando esto que no solo se reprime en Cuba a la disidencia tradicional y que el móvil de tal proceder no es, como insiste la propaganda oficial, tener vínculos probados con gobiernos extranjeros.

 

Ninguna figura de la izquierda renovadora (política, intelectual) del país o del mundo fue invitada siquiera como oyente, al VI Congreso del PCC. La medida económico-social más importante demandada por la izquierda socialista, -la participación directa de los trabajadores en la dirección, la gestión y en parte de las utilidades de las empresas estatales-, ni siquiera fue rozada en los llamados “lineamientos”.

 

Personal de los órganos de la seguridad del estado y de los aparatos de control de la información, fueron encargados de impedir la publicación de los artículos escritos por la izquierda democrática surgida del propio seno revolucionario, en cualquier órgano de la prensa nacional, de limitarnos el acceso a los espacios alternativos y de acosarnos y calumniarnos con comentarios tendenciosos y acusaciones falsas donde quiera que intentáramos publicar.

 

Compañeros nuestros fueron cesados en sus trabajos, cambiados a posiciones con menores posibilidades de influencia, licenciados tempranamente de las FAR y el MININT y a otros le fueron cerradas sus cuentas en las redes informáticas.

 

En casos extremos, se ha intentado desmontar la realización de actividades de la izquierda con la amenaza del uso de la “ira popular” o la acusación de una descabellada “infiltración de agentes de la CIA” en las mismas.

 

Algunos medios de la izquierda internacional, como Rebelión -presumiblemente bajo presión del gobierno cubano- dejaron de publicar a los cubanos de la izquierda crítico-propositiva. En otros como en Kaosenlared, ha aumentado bruscamente la presencia de oficialistas y defensores a ultranza del modelo estatalista, para tratar de opacar la fuerte presencia internacional de la izquierda silenciada dentro de Cuba.

 

Recientemente, el Laboratorio Casa Cuba, un grupo de intelectuales jóvenes entre los que hay comunistas, republicanos socialistas, anarquistas y católicos, hizo público un documento abogando por un debate nacional sobre aspectos básicos de la vida política del país desde posiciones francamente democráticas y socialistas.

 

Hasta hoy, la respuesta del gobierno-partido ha sido la callada, pero su aparato de desinformación y desprestigio en los medios digitales alternativos, arremetieron contra sus propuestas tratando de identificarlas con “el enemigo”.

 

Aplican la lógica goebbelina-beriana: “La NED es una institución del gobierno norteamericano, la NED brinda financiamiento a la revista digital Cubaencuentro, el ex director de Cubaencuentro comenta positivamente las propuestas del Laboratorio Casa Cuba. La conclusión es clara: El LCC está vinculado al gobierno norteamericano”. Es uno de los métodos que han usado siempre contra la izquierda democrática y socialista, los fascistas y los estalinistas en todas partes del mundo, en todas las épocas.

 

Se ha hecho evidente que la burocracia dominante no desea compartir el poder real, el económico y el político, con los trabajadores ni con el resto del pueblo y, en cambio, prefiere colaborar en la explotación de los trabajadores cubanos con el capital nacional y extranjero a cambio de apoyo económico para continuar indefinidamente libando “las mieles del poder”

 

Las conclusiones son obvias: en Cuba, el viejo y fracasado modelo de socialismo de estado, tampoco da señales de estar dispuesto a una verdadera renovación y más bien como en China, sus tradicionales defensores aspiran a “desarrollar la economía del país a partir de una restauración capitalista controlada por el Partido”.

 

De esta forma se estaría buscando crear las condiciones para que, una vez desaparecida la “dirección histórica”, se pueda transitar a un capitalismo autocrático, tipo ruso, donde la democracia liberal y los derechos ciudadanos se vean acotados por la hegemonía de un partido nacionalista y sus elites aliadas, con la complacencia de las trasnacionales y demás potencias imperialistas.

 

Para la dirección tradicional del partido-gobierno, todo lo que no provenga de sus directrices, va contra ellas. Todo lo que no sea lo que ellos crean, es tildado de servir al imperialismo. Cualquier demanda democrática y de derechos conculcados por el modelo estatalista, venga de donde venga, “solo sirve al enemigo”.

 

Igual, las conquistas populares alcanzadas en salud, educación y deportes, las cuales deben ser preservadas de movidas privatizadoras y que se deben a la entrega y al sacrificio de millones de ciudadanos honestos, son presentadas como obra de la burocracia gobernante a la que el pueblo debe rendir culto.

 

La intolerancia a los cambios del modelo sustentado en el partido único y su control absoluto sobre casi toda la propiedad, sobre el sistema jurídico, sobre las fuerzas armadas, de seguridad y orden interior, sobre el sistema de organizaciones políticas paragubernamentales y sobre todos los medios de divulgación, hace prácticamente imposible una verdadera discusión para una renovación socialista en nuestro país.

 

La incapacidad del “socialismo de estado” para auto-renovarse se está demostrando también en Cuba.

 

Esa resistencia a los cambios, es lo que hizo, en la URSS y en otros países socialistas, llevar el péndulo político al extremo contrario.

 

Desde la izquierda socialista hemos tratado de hacer nuestro aporte. Hemos llamado a un debate leal y democrático, por las vías posibles y también “en la forma, lugar y momento correctos”, como tanto defienden el actual gobierno y sus partidarios. Se nos ha respondido una y otra vez con portazos en la cara.

 

En nuestro país, la consigna tácita de la propaganda oficial sigue siendo: “con la revolución o contra la revolución”, identificando la revolución, con la dirección del gobierno/partido; “con Cuba o con el imperialismo norteamericano”, identificando a Cuba con la dirección del gobierno/partido. Dos disparates que no dejan salida: o se está con el modelo fracasado (hasta la debacle), o se es cómplice del imperialismo.

 

Pero para los socialistas democráticos cubanos el asunto está claro: ni una, ni la otra.

 

En sus campañas difamatorias contra esa amplia izquierda democrática cubana, tratan de presentar nuestras críticas como correspondientes a las posiciones del enemigo imperialista, para acusarnos de contubernio con el mismo, obviando que nuestras propuestas de soluciones nada tienen que ver con el capitalismo y que hemos rechazado intentos de acercamiento de entidades del gobierno de los EEUU (como consta en testimonios disponibles en prensa), mientras sostenemos posturas críticas sobre las políticas exterior e interna de las principales potencias capitalistas. A la vez que sostenemos debates sobre nuestras diferencias con representantes de la ideología liberal, en las formas que corresponden a un intercambio cívico.

 

Los únicos responsables de que Cuba termine en el capitalismo mondo y lirondo, y de una u otra forma anexada real o virtualmente al Imperialismo Norteamericano, serán los que desde las altas esferas del gobierno-partido, se resisten a los cambios necesarios que demandan el pueblo, la izquierda y todos los patriotas cubanos partidarios de la democratización del sistema político y de la socialización de la propiedad.

 

Semejante actitud refuerza, en amplios sectores de la población, la idea de la incorregibilidad del socialismo, de la imposibilidad de alternativas de izquierda a la crisis vigente y de superioridad de los valores democráticos del modelo liberal y, por extensión, del capitalismo.

 

Con esa intolerancia, con ese sectarismo, con esos niveles de represión contra todo lo que no sea progubernamental, es prácticamente imposible -por mucho que queramos y por mucho que lo intentemos- cualquier entendimiento o colaboración con los actuales gobernantes.

 

Simple: ellos no quieren, no les interesa. Se creen todo-poderosos, infalibles y eternos.

 

No somos reacios al encuentro con representantes del partido-gobierno para sostener un diálogo serio sobre el futuro de Cuba; es más, lo hemos buscado insistentemente, pero solo nos envían gente de la seguridad, sin autoridad para discutir cuestiones políticas. Todos nuestros escritos y nuestras propuestas son del conocimiento de la dirección del Partido. Pero muchos en la izquierda socialista, ya hemos perdido las esperanzas de que tal encuentro sea posible.

 

No criticamos ni nos oponemos a los que, en la diversa izquierda cubana, insisten en que es posible avanzar a una renovación socialista desde las actuales estructuras políticas y gubernamentales. Ojala y fuera posible. Desearíamos de todo corazón que ello sucediera, que nuestro diagnóstico (basado en la dura realidad y la experiencia histórica y personal) fuera errado.

 

Pero creemos que primero los actuales gobernantes necesitarían reconocer el fracaso pleno del modelo estatalista y aceptar que todo el sistema de concepciones, métodos y estructuras en que se fundamentó debe ser democráticamente transformado.

 

No es posible avanzar en nuestras demandas socialistas mientras siga vigente el modelo actual de capitalismo de estado, de control absoluto del partido/gobierno sobre la economía, la política, la información, las elecciones, el sistema jurídico y demás instituciones que deben responder al pueblo y no a un grupo de personas.

 

Y por supuesto, los cambios que defendemos desde esa izquierda diversa, no son, como dicen desde las oscuras filas de los encapuchados del gobierno, para restablecer el capitalismo en Cuba, ni para que la derecha de Miami y el imperialismo se apropien de nuestro país, -como sí lograrán ellos con su abulia, cerrazón e intolerancia-, sino para que sean el pueblo y sus colectivos laborales y sociales, los que decidan, quienes elijan a los encargados de ejecutar las políticas aprobadas por los referendos populares, hagan y aprueben las leyes y determinen sobre la apropiación y distribución de los resultante del sistema de producción.

 

Pero no dejamos de reconocer el derecho de todos los cubanos, no importan sus pareceres políticos ni el lugar donde se encuentren, a asociarse, a expresarse abiertamente y a participar en la vida política, social y económica del país. La libertad es para todos, o es mentira.

 

Así que, pese a la incomprensión de algunos al respecto, nuestra postura supone la necesidad de que todas las expresiones de la sociedad y política cubanas se puedan exponer libremente, con apego a derecho; y que sea en ese contexto donde los socialistas nos ganemos, con persuasión y sin trancazos, la confianza de la ciudadanía para impulsar un programa democratizador, justiciero y defensor de la soberanía nacional y popular.

 

¿A qué teme el partido-gobierno? Si están tan seguros de contar con la amplia mayoría que siempre ha votado por ellos en las elecciones, no tendrían que preocuparse por la libertad de expresión y asociación ni por el desarrollo de elecciones plenamente libres y democráticas.

 

Por eso pensamos que la lucha por la democratización de la sociedad debe pasar al primer plano en las tareas de la izquierda socialista cubana, como bien ha hecho el Laboratorio Casa Cuba. Nos vemos obligados a ello, por las circunstancias y la actitud sectaria del partido/gobierno.

 

Hay que cambiar el modelo, pero no parece posible desde arriba, desde las estructuras del viejo sistema. Será necesario trabajar por la democratización desde abajo, en las bases, en los barrios, en los centros de trabajado, desde la prensa alternativa, luchando cada espacio de participación popular en cada ocasión, en cada lugar donde sea posible, para cambiar aspectos de la Constitución, de la ley de procedimiento penal, de la ley electoral, de las leyes que sostienen el monopolio político y económico del estado-partido-gobierno.

 

Rechazamos toda injerencia extranjera en nuestros asuntos internos; pero de la misma forma que los revolucionarios cubanos hemos sido solidarios con otros pueblos del mundo, nada de extraño tiene que la comunidad internacional se solidarice con los reprimidos en Cuba.

 

No abogamos, ni mucho menos, por acciones violentas, ni nada por el estilo. Todo lo contrario, siempre desde posiciones pacificas, constructivas, integrales. El socialismo verdadero, el natural, no el impuesto, el humanista, el democrático, el de la solidaridad humana, el inclusivo, solo podría lograrse por métodos afines, nunca por imposiciones absurdas.

 

La izquierda democrática y socialista cubana en su conjunto, si quiere que algún día sus ideas se publiquen en Cuba y se puedan extender por todo el caimán verde, si quiere poder luchar libremente por sus ideales, debe dejar atrás todo tipo de sectarismo y subordinar sus intereses a las luchas generales del pueblo cubano por la plena restauración de la democracia, en toda la extensión de su acepción: poder del pueblo.

 

No a la “democracia” controlada por los poderosos, los que controlan el capital, particulares o estatales, los que exploten al pueblo. Sí a la democracia real, directa, en la que sea el pueblo el que decida sobre todos los aspectos que le conciernen.

 

Sin democracia, no hay socialismo posible.

 

Notas:

 

1- Ver http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f240459e.html

 

2-Ver Resoluciones del 1er Congreso del Partido sobre el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía y también el más reciente texto de Carmelo Mesa Lago , “Cuba en la era de Raúl Castro”, publicado en 2012 por la editorial Colibrí.

 

3- Foros ciudadanos en casas y comunidades, páginas webs de la izquierda internacional, blog de colectivos autónomos, algunos (contadísimos) espacios de debate de instituciones oficiales, sobre todo del mundo cultural.

Fusilados y cómplices en abril

Haroldo Dilla Alfonso

8 de abril de 2013

 

Se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, y de subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero

 

En este abril de 2013 se cumple una década de uno de los momentos más deprimentes de la historia postrevolucionaria: la llamada primavera negra. Fue un momento en que Fidel Castro, entusiasmado por lo que asumía como una ola revolucionaria en América Latina y la llegada de los primeros lotes de subsidios venezolanos, decidió erradicar todas las muestras de descontento y oposición que se habían ido acumulando en ese camino de-derrota-en-derrota-hasta-la-victoria-final que él había trazado. El pretexto fue, como ha sido usual desde 1959, cerrar el paso a la amenaza imperialista.

 

Aunque la primavera negra es recordada sobre todo por el encarcelamiento sin derecho al debido proceso de 75 activistas opositores, quiero enfocar mi atención en otro hecho: el fusilamiento de tres jóvenes negros por el secuestro fallido de una lancha de pasajeros que brindaba servicios en la bahía de La Habana.

 

Como es conocido, un grupo de once jóvenes participaron en ese acto delictivo el día 2 de abril de 2003, con el propósito de alcanzar las costas de La Florida. Ello implicaba la toma como rehenes de una treintena de pasajeros, incluyendo dos jóvenes extranjeras que se convirtieron para los secuestradores y para la policía en las piezas claves de la negociación. Finalmente la lancha se quedó sin gasolina, lo que movió a los secuestradores a aceptar un acuerdo que solo la candidez puede aconsejar: ser remolcados hasta el muelle de Mariel donde serían reabastecidos de combustible para que pudieran reemprender la marcha al norte.

 

El resultado fue la captura de todos los secuestradores sin que hubieran producido daño físico alguno a ningún pasajero. El día 8 concluyó un juicio sumario en que los detenidos no tuvieron acceso a un abogado de su elección. Tres —Lorenzo Capello de 31 años; Bárbaro Sevilla de 22 años y Jorge Martínez de 40— fueron condenados a muerte, mientras otros fueron sancionados con penas que iban desde prisión perpetua hasta dos años de cárcel. Según la CIDH el estado cubano había procedido a “juzgarles y condenarles sin las debidas garantías procesales”, y entre ellas “por cuanto la tipificación para las ofensas cometidas por las presuntas víctimas (en la ley blandida) no prevé la pena de muerte, sino una pena privativa de libertad”.

 

En el tiempo galáctico de tres días la condenas fueron revisadas por el Tribunal Supremo y por el Consejo de Estado, cuyos miembros se pronunciaron unánimemente por el fusilamiento de los tres jóvenes. Finalmente fueron fusilados el día 11 de abril, sin notificarlo a sus familiares —que estuvieron todo el tiempo confiados en una revocación de la orden— ni permitir una despedida. Es decir que en 9 días transcurridos entre el 2 y el 11 de abril se decidió, apelaciones por el medio, sobre la vida de tres personas, y se procedió a la ejecución.

 

El Consejo de Estado basó su decisión, cito a Fidel Castro en una perorata de 4 horas que sucedió al fusilamiento, en “los peligros potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas inocentes sino también para la seguridad del país —sometido a un plan siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami con el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a nuestra Patria”.

 

Es decir, que según Fidel Castro se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, ni segaron vida alguna, para afrontar las supuestas amenazas del Gobierno americano presidido entonces por George W. Bush; por lo que cabe pensar que se tomó una decisión contra ciudadanos cubanos a partir de las actitudes del presidente americano. Quien por esa vía devino actor legal y político interno de Cuba, y Fidel Castro un vulgar “plattista” que aceptó la fuerza de la injerencia. Y volvió a hacerlo un tiempo después, cuando otros cubanos secuestraron una lancha en la costa norte pero esta vez con hechos violentos más severos, y sin embargo no fueron condenados a muerte porque esa fue la condición que el Gobierno americano puso para devolverlos tras ser interceptados por la guardia costera americana. También en este caso el Gobierno americano impartió justicia y decidió sobre la vida de los ciudadanos cubanos. Y nuevamente los dirigentes cubanos se sumaron al carro del “plattismo”.

 

De subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanosque produjeron un documento plañidero en el que declaraban a “los amigos del mundo” que “para defenderse Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba” y llamaba a repudiar “la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba”. Entre los intelectuales aparecen criaturas que nunca pierden una oportunidad de chapotear en el lodo, como son los casos de Silvio Rodríguez, Miguel Barnet y Amaury Pérez. No faltaron algunos funcionarios ilustrados —llamarles intelectuales hubiera sido una hipérbole imperdonable— como Carlos Martí, Eusebio Leal y Alfredo Guevara. Pero también firmaron figuras de las que uno siempre hubiera esperado, al menos, un retraimiento oportuno, como fueron los casos de Leo Brouwer, Chucho Valdés, Roberto Fabelo, el finado Cintio Vitier, su esposa Fina García Marruz y Marta Valdés.

 

Lo más aberrante del documento es que achaca la ignominia a Cuba, cuando en realidad solo una parte muy pequeña de ella fue culpable. La mayoría de los cubanos no conocieron del asunto hasta que Granma lo publicó, sin versión contrapuesta y siempre bajo el aviso de una macana policial que se agitó en estos días con más celeridad que nunca. Los emigrados, que también son Cuba, y cuya inmensa mayoría no tiene nada que ver con la metáfora de la “Mafia de Miami” tampoco fue parte de esa decisión. Y lo más importante, que también los jóvenes fusilados y sus familiares eran parte legítima de Cuba. En consecuencia, no fue solo una decisión criminal a espaldas de una parte mayoritaria de Cuba, sino también contra ella.

 

Es probable que al paso del tiempo, este hecho esté pesando en las conciencias de quienes decidieron por el fusilamiento sumario de los tres jóvenes negros. Es posible, por ejemplo, que en su deambular como administrador de un hospital sin futuro, Carlos Lage haya pensado en esto, o que lo haya hecho el excanciller cuando redactaba su cartica de arrepentimiento y notó que le faltaba la firmeza de pulso que tuvo cuando firmó la confirmación del crimen. Y es posible que cuando los voceros castrados del autoritarismo miran hacia atrás, también sientan algo de arrepentimiento por haber llamado a los amigos a no sonrojarse frente a la ignominia y el crimen.

 

Es una suerte para ellos que no tuvieron Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez.

 

A ellos, nadie les dio la oportunidad del arrepentimiento.

Tres escándalos por torpeza

Marlene Azor Hernández

13 de marzo de 2013

 

Tres casos que se producen por la indefensión de los ciudadanos cubanos frente al sistema legal en Cuba, la criminalización de la información y una creciente represión política

 

En los dos últimos meses se han presentado tres escándalos internacionales responsabilidad de la torpeza de los órganos represivos cubanos. Los tres escándalos son el resultado de una política de Estado expresa y errática: los actos de repudio a la bloguera Yoani Sánchez, las declaraciones de Carromero sobre la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepero y la reciente declaración de ocho escritoras cubanas contra la violencia de género en Cuba centrándose en el caso del escritor Ángel Santiesteban y olvidando “de paso” la represión contra las Damas de Blanco.

 

Son tres casos que se producen por la indefensión de los ciudadanos cubanos frente al sistema legal en Cuba, la criminalización de la información al margen de los canales oficiales y para oficiales del Estado cubano y una expresa y creciente represión política contra los que disienten del estado de cosas en el país.

 

Que el embajador de Cuba en Brasilia, o que las embajadas cubanas de los países que visita Yoani estén orientando directa o indirectamente la trasnacionalización de los actos de repudio (hubo también una convocatoria, bajo los auspicios de la embajada cubana en México, para los nuevos actos de repudio durante la visita de Yoani Sánchez a este país), habla de los métodos del gobierno cubano para internacionalizar sus métodos de represión internos sin tener en cuenta que el mundo fuera de sus fronteras tiene los más variados canales de información y posibilidades de réplica, algo desconocido en la Isla para la inmensa mayoría de la población cubana “desconectada” de Internet y sometida a la prensa monopólica estatal.

 

Los métodos burdos contra la bloguera disidente han resultado felizmente, en que sea recibida en el Congreso de Brasil y por el canciller de la República Checa en su gira por varios países. Yoani es, gracias al acoso gubernamental cubano, una sólida figura internacional. No creo que esta era la intención de la internacionalización de los actos de repudio. En buen criollo: “el tiro les salió por la culata”.

 

Con relación a las declaraciones de Carromero, me parecen ciertas, en primer lugar por la indefensión ciudadana ante el sistema legal cubano, subordinado si el caso tiene que ver con “lo político” al Ministerio del Interior. Esta es la razón más importante: la discrecionalidad de los aparatos de la seguridad cubana y la subordinación de los tribunales de justicia a sus mandatos es lo que cuestiona la credibilidad de la justicia cuando el caso tiene que ver con “lo político”.

 

En segundo lugar porque hacer esas declaraciones ponen en peligro la vida de Carromero que ya declaró frente a notario que “si algo le pasara en su integridad física no es casual”. En tercer lugar porque la opacidad de los métodos de la seguridad cubana y los arrestos arbitrarios sin presentar causas, la incomunicación de los reos por largos períodos presos arbitrariamente y la lapidación pública contra los disidentes no tiene ninguna contra respuesta posible ni legal ni civil y ocurren todos los días en Cuba. ¿Existen actos de golpizas y violencia contra los disidentes documentados en videos en los lugares de los hechos? Sí. ¿Por qué desconfiar de un actor de primera línea de un evento que siempre hemos conocido con la interferencia de los aparatos represivos del Estado cubano? ¿Por qué desde el primer momento aparece la información de un “lada rojo” en los mensajes de Jens Aron Modig, el sueco durmiente?

 

Si los tribunales de justicia cubanos tuvieran alguna credibilidad para juzgar a los disidentes podríamos tener el derecho de duda sobre las declaraciones de Carromero, pero todas las represiones cotidianas contra los disidentes nos muestran la indefensión y la vulnerabilidad de los ciudadanos cubanos frente a “la legalidad socialista”.

 

Si los políticos españoles no respaldan a su ciudadano no es más que la muestra de un partido en el poder que ha variado radicalmente su postura con relación al gobierno cubano. La diplomacia entre gobiernos se desentiende de sus ciudadanos en Cuba y en España. No porque sea rutina se tiene que banalizar.

 

La declaración de las ocho escritoras cubanas contra la violencia de género me parece loable en su intención de luchar contra la violencia de la mujer, pero me parece un acto de desinformación total parcializar su demanda con el ejemplo concreto del caso del escritor Ángel Santiesteban. Casualmente este caso presenta una gran cantidad de irregularidades judiciales y extrajudiciales y coincide con el mismo tiempo en que el escritor cubano Ángel, comienza a publicar en su blog “Los hijos que nadie quiso” sus posiciones de rebeldía política muy molestas para las autoridades cubanas, precisamente por ser un escritor laureado dentro y fuera de Cuba. Un caso de violencia doméstica presentado en el 2009 y engavetado por improcedente, se reactiva mucho tiempo después a partir de la postura crítica del escritor[1].

 

La rebeldía explícita en Cuba se paga con la cárcel.

 

La falta de información en la Isla, ha producido la desinformación sobre el caso y las escritoras cubanas han parcializado su declaración, difundida en varios blog de comisarios políticos reconocidos, entre ellos el de Enrique Ubieta.

 

Peor ha sido que las escritoras hayan “olvidado” a las Damas de Blanco, y que no las consideren mujeres por su posición política. Esta discriminación y parcialidad hace que una loable intención de luchar contra la violencia de género, se convierta en un panfleto político parcializado y demerite su buena intención inicial. La solidaridad selectiva en el movimiento feminista cubano y su doble rasero para juzgar las injusticias pone al descubierto el déficit de información y la prohibición del estado cubano de que se hable de las Damas de Blanco como mujeres cubanas con derechos a pronunciarse y a manifestar pacíficamente en un país en el que las leyes y el aparato represivo se mezclan en un maridaje turbio, discrecional y arbitrario.

 

¿Pueden las Damas de Blanco presentar una denuncia por maltratos golpizas y arrestos arbitrarios en el sistema legal cubano? ¿Lo pueden hacer los disidentes?

 

Si las feministas cubanas no saben las respuestas a estas preguntas o creen que viven en un Estado de Derecho, entonces “la desconexión” con la realidad es galopante.

 

Y créanme, yo soy una feminista consciente y hace muchísimos años.


Ironías de la Historia: De enero de 1959

a enero de 2013

Oscar Espinosa Chepe

15 de enero de 2013  

 

Catorce días después del 54 aniversario del triunfo de la llamada revolución, entró en vigor la Ley Migratoria que flexibiliza la salida de los cubanos hacia el exterior en busca de un futuro mejor.   Quienes tenemos más edad, recordamos las escenas de júbilo de los primeros días de enero, cuando la ciudadanía se volcaba a las calles en apoyo de una revolución que prometía un futuro feliz con mejores condiciones sociales, libertad, equidad, independencia y soberanía para nuestra sufrida isla.

 

Hasta muchas familias residentes en el extranjero, fundamentalmente en Estados  Unidos, optaron por regresar a la Patria, dejando atrás sus progresos en otras tierras, pensando que con sus sacrificios ayudarían a la sociedad que estábamos convencidos que lograríamos construir.  Hoy, a más de medio siglo de ese momento de júbilo, la esperanza de los ciudadanos renace en Cuba, pero motivada por la posibilidad de abandonar en masa la tierra que los vio nacer, asfixiados por un clima de frustración y desesperanza; ahora más, ante el miedo  de que lo peor todavía está por llegar, ante la amenaza de que la subvención de Venezuela, como pasó con la soviética, pueda terminar o disminuya con la desaparición del caudillo venezolano Hugo Chávez.

 

En estas dramáticas circunstancias, el gobierno ha optado por reabrir una válvula de escape, en esta ocasión legal, para disminuir las crecientes tensiones sociales, que incluye al personal de la salud, que desde hace tiempo muestra su disgusto por la situación existente en el sector.  Un ejemplo de ello fue la carta suscrita en 2012 por un numeroso grupo de médicos, incluidos muchos profesores, que prestan servicios en el Hospital Calixto García, donde señalan la lamentable situación asistencial, condiciones laborables pésimas y el precario nivel de vida que enfrentan por los bajos salarios.

 

Por supuesto podrían existir otras causas para este giro en la política migratoria.  El gobierno ha sido incapaz de llevar acabo la reestructuración de la fuerza laboral de las empresas estatales y reubicar a 1,3 millón de empleados sobrantes.  El trabajo por cuenta propia, con las limitaciones y prohibiciones impuestas, no ha podido absorber esa enorme cantidad de personas, que constituye el 23,0% de la fuerza de trabajo ocupada.  Sin esa reestructuración, resulta imposible la reorganización de los centros laborales y el incremento de la producción, así como elevar las paupérrimas tasas de productividad, lo cual impide un sano crecimiento de la economía,  fortalecer la moneda nacional y  por lo menos detener el continuado deterioro del salario real. Objetivos que, si pudieran alcanzarse, permitirían la eliminación paulatina de la dualidad monetaria y sus dañinos efectos.

 

A la vez, la salida masiva de más cubanos al exterior podría también incrementar los ya altos niveles de remesas, actualmente calculados en 2 mil millones de dólares anuales por algunos especialistas, a lo que se agregan más 2 mil millones en productos enviados a las familias cubanas desde el exterior.  Esas remesas ya se han convertido en un sostén primordial para la economía cubana, y de ser ciertas las cifras, actualmente en cuanto a ingreso neto sobrepasan a las exportaciones de bienes y hasta los ingresos netos por turismo, actividad que como se sabe está lastrada por una elevada ineficiencia y una gran dependencia de las importaciones. Así, el gobierno parece querer implantar el modelo de dependencia al recibo de remesas, imperante en varios países de Centro América y el Caribe.

 

También hay que recordar que luego de las medidas tomadas por el presidente Barack Obama se estima que están llegando alrededor de 600 000 visitantes cubano-americanos anualmente, habiéndose convertido en uno de los principales flujos de visitantes, con una dinámica que posiblemente superará a la principal fuente actual de turistas: Canadá.   Esto sin tener en consideración que Obama en su segundo mandato podría flexibilizar más los viajes de los norteamericanos a Cuba, hoy limitados a visitas culturales, deportivas, y de carácter religioso o académico.

 

El estado parasitario cubano, ante el temor de que pudieran cortarse el cordón umbilical que alimenta la economía cubana desde Venezuela, posiblemente está optando por convertir  Cuba –y de hecho ya está sucediendo- en una economía subsidiada desde Estados Unidos a través de las remesas y otras dádivas.  No resulta una mera especulación que las consignas de mayor independencia y soberanía, enarboladas al principio de la revolución, se conviertan en mayor dependencia respecto a Estados Unidos, en momentos de regresión social en todos los sentidos, incluida la identidad nacional, debido a tantos años de crisis y desesperación colectiva.  Quizás el presidente John Quincy Adams desde su tumba sonría  al constatar que sus soñados objetivos y su teoría de la fruta madura están más cerca que nunca de lograrse, asombrado de que la ayuda proceda de donde menos se esperaba.   Esta afirmación podría calificarse como  exagerada, pero de hecho ya cerca de dos millones de cubanos residen en ese país.  Cantidad que se incrementará por la Ley Migratoria que si bien dará cierto grado de libertad a los cubanos, también tendrá efectos colaterales nocivos, al acelerar el proceso de descapitalización humana y profundizar la seria crisis demográfica que sufre Cuba.

 

Por supuesto, no todos los cubanos que deseen marcharse podrán hacerlo, debido a no poseer los recursos financieros, equivalentes a muchos meses de trabajo, en un país donde el salario medio mensual no llega al equivalente de 20 dólares. Asimismo, quienes consigan pasaportes  tendrán que superar las trabas para obtener visados.

 

No obstante, si se tiene en cuenta que, a pesar de los innumerables obstáculos impuestos por el gobierno para salir del país, el Saldo Migratorio Externo en el período 2002-2011 fue de -347 419 personas, según cifras oficiales, ahora con la flexibilización de los mecanismos de emigración, los cubanos desesperados por evadirse sabrán salvar las dificultades.

 

El círculo se cierra. De un ambiente de esperanza en el futuro existente en 1959, en enero de 2013 los cubanos votan con los pies y demuestran el fracaso de un proceso que prometió todo, pero ha convertido Cuba en una nación pordiosera y parásita, cada vez más a merced de la influencia extranjera.

Percepciones de un izquierdista español en Cuba

Pablo Iván Rovetta Romero

20 de agosto de 2012

 

Tras una estancia de un mes en Cuba, Erasmo, a quien ya considero un amigo, me propone contar mi experiencia en un artículo para Havana Times. Como lector habitual de la web la idea me hace ilusión, aunque no sé muy bien qué podría aportar más allá de las impresiones subjetivas de un extranjero que trata de descubrir qué hay de cierto en el “socialismo” cubano…

 

La Brigada

 

    Aterrizo en el Aeropuerto José Martí la noche del 3 de julio, con otros 6 compañeros/as. Nos reciben miembros del ICAP, que nos ayudan a pasar por las aduanas los equipajes y los 150 kilos de material (sanitario, deportivo, de papelería) que envía la Asociación de Amistad Hispano-Cubana Bartolomé de las Casas, desde Madrid. Un autocar prácticamente vacío nos conduce a nuestro destino: el Campamento Internacional Julio Antonio Mella (CIJAM) en la provincia de Artemisa.

 

    Una cantidad abrumadora de emociones me recorre cuando, a través de la oscuridad de las carreteras, voy viendo las primeras casas, los primeros pueblos. “Estoy en Cuba”. Cuba, la “esperanza del mundo”. El país en el que prácticamente todas las izquierdas del mundo ponen su fe, su corazón y su energía. El país que llevo tiempo planeando conocer, tratando de entender a través de todo lo que cae en mis manos. Ya se ven los primeros carteles de propaganda…

 

    Nos alojan en el campamento de forma bastante improvisada. El resto de brigadistas llegaron hace dos días, y todo el programa ya ha empezado. Los murales del Ché, de Martí, de los 5 y demás iconografía de la revolución cubana nos deja claro dónde estamos. Un amigo, emocionado, me comenta: “por fin estamos pisando tierra socialista”. Yo no estoy tan seguro… A ver qué me encuentro.

 

    Al día siguiente nos levantan a las 5.45 de la mañana. Por los altavoces suena un gallo, y una serie de canciones que nos acompañarán en cada despertar: el Guajira Guantanamera (que acabaremos odiando por pura repetición), Yolanda, Fusil contra fusil, La Victoria de Sara González, etc.

 

    Desayunamos un café, un huevo duro y un pedazo de pan seco (con suerte con mantequilla o mayonesa) antes de hacer un matutino y partir hacia el trabajo en el campo. Nos meten en un carro tirado por un tractor que nos lleva a los españoles/as hasta la cooperativa del pueblo de al lado, Guayabal, donde nos toca arrancar malas hierbas a mano durante toda la mañana.

 

    Me pregunto cómo funcionará la cooperativa, si será de modo democrático con voz y voto de los trabajadores/as. No me da tiempo a preguntarlo, pero pronto comprenderé que en Cuba prácticamente nada escapa al control estatal y a una jerarquía verticalista…

 

    Somos la Brigada Europea José Martí de trabajo voluntario, un programa de “solidaridad” con Cuba, que realmente es una actividad política de tantas en las que Cuba trabaja la imagen que tiene que mostrar al mundo. El objetivo es acercarnos a la “realidad cubana” (la realidad oficial, claro), para que después hagamos en nuestros respectivos países militancia a favor del gobierno castrista.

 

    Estaremos en la brigada hasta el día 20. Las primeras dos semanas nos toca el trabajo voluntario en la cooperativa, las tierras del CIJAM o el autoconsumo del campamento. No es un trabajo matador, cuatro horas y media no demasiado duras, salvo por el sol omnipresente y el calor sofocante.

 

    Por las tardes, tenemos la suerte de conocer Cuba… a través de conferencias en el salón de actos del campamento. Es cierto que hubo conferencias interesantes, al menos para quienes venimos de otro país, pero eran completamente oficialistas. Y no hace falta ser demasiado avispado para darse cuenta de que hay… lagunas. Y preguntas incómodas que son esquivadas y, realmente, quedan sin respuesta. ¿Será cosa de los ponentes o un patrón común en el funcionamiento de esta islita?

 

    Las noches son prácticamente shows para turistas. Vienen grupos a tocar música cubana, la gente bebe ron que compra en la tienda (más barato que en la calle), cervezas Bucanero o mojitos del bar. Cuando acaba la música en directo, la noche continúa con reggaetón y decenas de turistas/brigadistas bailando y festejando. Buen ambiente…

 

    El CIJAM es una pequeña burbuja. Toda la simbología del régimen está concentrada en él, entre los murales de los barracones, las banderas, los discursos y la música. Es un escaparate de lo que mucha gente espera encontrar en Cuba.

 

    Sé que hay todo tipo de personas en la brigada. Sé que muchas personas vienen como yo, algo escépticos, a ver que se encuentran. Sé que otras creen firmemente en el discurso oficial, en Fidel y en el Partido, pero al menos son coherentes con su propia moral comunista.

 

    Sin embargo, no puedo evitar tener la sensación de que muchas personas vienen atraídas por la simbología, que les importa más la estética, el significado abstracto de lo que están haciendo, que la realidad del pueblo cubano. Y el CIJAM ofrece eso.

 

    Ofrece poder sentirse emocionado de cantar la Internacional en varios idiomas, con el puño en alto, bajo las palmeras y las banderas cubanas. Ofrece poder hablar de solidaridad entre pueblos, de héroes revolucionarios. Ofrece sentirse partícipe del que suele considerarse el último país socialista digno (lo cual no es difícil teniendo en cuenta cuáles son los otros)… Y ofrece todo esto sin tener que enfrentarse a la no tan bonita realidad cubana.

 

    En medio de este espectáculo político/turístico, no podía faltar el homenaje a los 5 héroes cubanos prisioneros del imperio. El día 5 del mes lo pasamos ahí, y desde luego nos tocan los actos por la libertad de los 5. La madre de René va a venir a visitarnos y contarnos su experiencia, así que el director del campamento nos pide a la brigada española que hagamos algo.

 

    No sabemos muy bien qué hacer, y él nos indica que debe ser una interpretación, un teatrillo o algo así. Inventamos algo medio improvisado la tarde anterior, y en el momento de la representación descubrimos que, por arte de magia, la interpretación que nos pidieron hacer ha sido idea nuestra y la representamos “en la Puerta del Sol todos los días 5 de cada mes”.

 

    Llevo poco tiempo en Cuba y ya me parece agotador el tema de los 5. Sin olvidar la tragedia que supone para las familias, desde luego, me parece que el Estado cubano necesitaba nuevos héroes con los que fomentar el nacionalismo frente a un proyecto que hacía aguas cada vez más claramente…

 

    Montan una exposición sobre los 5 en el CIJAM, y nos cuentan que van a exponerla por toda Cuba… incluso en las cárceles. Me salta un chip en el cerebro… ¿cómo coño puedes ir ante personas a las que tú tienes presas y hablarles de la condena injusta de los 5? ¿Tan cínico puede llegar a ser el gobierno cubano?

 

    Unos compañeros y yo vamos viendo demasiadas cosas que no nos cierran.

 

    El argumento para justificar  el partido único y las instituciones de masas únicas es la homogeneidad monolítica del pueblo cubano en torno al proyecto revolucionario, pero basta hablar con varias personas para darse cuenta de que esto no es así. 11 millones de personas, 11 millones de realidades. Quizás esa homogeneidad estuviese más presente durante el fervor revolucionario, pero 50 años después, con nuevas generaciones, no me lo creo. Lo siento.

 

    Los precios nos vuelven locos. Vemos productos baratísimos en moneda nacional, suponemos que subvencionados por el Estado, pero la primera vez que entramos a una tienda en divisa casi nos caemos de espaldas.

 

    ¿Cómo puede un litro de leche costar más que en Madrid? ¿Hasta qué punto son de “segunda necesidad” productos como un champú o una cuchilla de afeitar? Todo se vuelve más desquiciante aún cuando nos enteramos de que un cubano/a gana menos de 20 dólares al mes (algo que en las charlas de la brigada no nos comentan). ¿De quién es la culpa de esto? ¿Del gobierno? ¿Del bloqueo? ¿De la pobreza y escasez de recursos de país?

 

    No entendemos Cuba.

 

    Escuchamos comentarios a cubanos que nos van dejando caer cosas: autores prohibidos (que no están prohibidos, ojo, “simplemente” no los venden en librerías), Seguridad del Estado, actos voluntarios que no parecen tan voluntarios…

 

    A veces salimos del CIJAM con la brigada. Nos llevan a La Habana, a Artemisa y 3 noches a Pinar del Río. Nos movemos en autocares chinos Yutong escoltados por la policía. No creo que la policía nos escolte por nuestra seguridad en uno de los países más tranquilos de América, pero ahí está. ¿Su función? Detener el tráfico cubano, apartar de nuestro camino a cubanos y cubanas para que lleguemos a tiempo y sin problemas al acto del día. Nos da vergüenza y cabreo…

 

    En cada lugar nos reciben como a una importante delegación. En La Habana una orquesta militar nos espera para hacer una ofrenda floral a José Martí en el Parque Central. En las otras zonas, sale siempre a recibirnos un dirigente local del Partido, un representante de la comunidad, algún estudiante extranjero que cante una canción y una orquestita que nos toca Hasta Siempre, Guajira Guantanamera y, con suerte, Chan Chan y El cuarto de Tula, las que a veces parecieran ser las únicas cuatro canciones compuestas en la isla…

 

    En Pinar del Río nos llevan a ver una fábrica de tabacos, un círculo infantil y un CDR. La primera es decepcionante: gente trabajando por unos pocos dólares al mes ante un retrato de Fidel, sin tan siquiera rotaciones de turnos o poder de decisión. No es una cooperativa, no es una fábrica colectivizada.

 

    Es la misma lógica de producción capitalista, enajenada, con la diferencia de que la función del capitalista la cumple el Estado. No creo que esos trabajadores/as estén menos alienados que en el mundo capitalista…

 

    En el círculo infantil la sensación es diferente. Una guardería, muy bien, muy accesible. Los niños y niñas nos reciben con un teatrillo de bailes y dibujitos para tocar la fibra sensible de los brigadistas.

 

    Me parecería una guardería normal, decente, si no fuese por los enormes retratos de Fidel y Raúl que encontramos en la entrada, o los carteles de “Saludamos el 26 de julio” que, supongo, también han puesto voluntariamente los críos de 3 y 4 años…

 

    La noche en el CDR fue quizás una de las mejores experiencias. Nos llevaron a los que debían ser los mejores comités de Pinar del Río, donde nos recibieron unos viejitos y viejitas encantadores con frutas, agua de coco, música y conversaciones.

 

    El CDR, si realmente funciona como dicen, parece una de las instituciones con más potencial que he encontrado en Cuba aunque, como todo, con una parte tenebrosa: la vigilancia estatal dentro de cada cuadra y cada edificio…

 

    En ocasiones discuto (siempre desde el cariño) con compañeros/as de la brigada. Me frustro. A veces parece imposible ser crítico con un gobierno de izquierdas, del que casi automáticamente se presupone que todo lo hace con buenas intenciones y pensando en el pueblo…

 

    Parece que en Cuba no hay nada que reprochar. Lo bueno hay que agradecérselo al gobierno, lo malo son “errores bienintencionados” o es siempre culpa de terceros… La realidad cubana simplificada en la bipolaridad entre “revolucionarios” y “gusanos”. A veces me sorprende la capacidad que tiene la izquierda para desmontar la sutil propaganda capitalista, y lo ciegamente que cree en la obvia propaganda cubana…

 

    Todo se justifica con que el resto del continente está peor, todo se justifica con que “esto en España también pasa”… Pero España es capitalista, es contra lo que lucho, y si el país que pretende mostrarse como alternativa tiene derecho a cumplir los mismos “errores”, ¿para qué coño lucho?

 

    Dos semanas y media de brigada han sido una experiencia confusa… Cuba me despierta muchas dudas, no termino de entender nada. Veo cosas buenas y cosas malas. ¿Lo bueno será tan bueno y lo malo tan malo?

 

    No puedo terminar sin hacer mención a la gente encantadora que trabaja en el campamento y sus alrededores; a Yordán, el taxista del pueblo vecino, que nos acogió como amigos de toda la vida; a los jóvenes estudiantes de relaciones internacionales que, aun convencidos del sistema, vinieron a darnos su opinión más sincera del país…

 

    La segunda parte de mi viaje me resolverá muchas cuestiones: en La Habana me esperan redactores de Havana Times y miembros del Observatorio Crítico, para mostrarme la otra cara de la moneda, el otro discurso cubano de izquierda…

 

 

 

Marlene Azor: Otra de las firmantes del diálogo con Raúl Castro

Observatorio Crítico de Cuba

31 de julio de 2012

 

   Esa política migratoria nos convierte en rehenes de una política invisible públicamente pero que se aplica de manera discrecional y nos deja a los emigrados sin derecho alguno de réplica o de ejercicio de nuestros derechos ciudadanos. A pesar de obligar a todos los que vivimos afuera a mantener actualizado un pasaporte cubano para poder entrar ala Isla, de nada vale tenerlo –y bastante caro que cuesta- porque puedes ser detenido en el aeropuerto y ser expulsado del país sin permitirte entrar. Esa política discrecional y no pública, sin derechos es lo que produce el exilio.

 

Uno de los temas menos tratados en las reflexiones sobre la transición del socialismo cubano ha sido quizás las numerosas dinámicas profesionales y aportes del caleidoscopio de cientistas sociales de la isla. Pocas experiencias de los años de la profundización de la institucionalidad real socialista cubana y su posterior crisis son conocidas y la crítica de izquierda a las políticas estatales de aquellos momentos y los actuales no es muy tenida en cuenta en nuestro país. A continuación la Red Protagónica Observatorio Crítico comparte una entrevista concedida por la destacada investigadora, profesora e intelectual Marlene Azor Hernández, cuyas vivencias y opiniones conforman un prolífico y consecuente marco de análisis de las realidades pasadas y actuales de la sociedad cubana.

 

- Observatorio Crítico: ¿Dónde naciste y viviste la niñez y primera juventud? ¿Algún recuerdo especial del terruño personal en aquellos tempranos años?

 

- Marlene Azor: Nací en la ciudad de La Habana y crecí en Centro Habana. Mi infancia y mi primera juventud las recuerdo muy feliz. Tuve la suerte de tener unos padres amorosos, atentos, que además me regalaron unos valores de base que me han servido toda mi vida: la honradez, la disciplina, la perseverancia y la seguridad en mi misma. Tuvieron la lucidez de inculcarnos a mis hermanos y a mí, el gusto y la responsabilidad por la independencia personal. Fueron padres muy ocupados en la salud y la educación de sus hijos y de una calidad humana excepcional.

 

Los recuerdos más hermosos de esa época son en la playa Santamaría donde pasábamos las vacaciones. Desde ese entonces he tenido una relación con el mar como una prolongación de mi cuerpo. Estando en París, extrañaba mucho el mar y paseando por la ciudad me sentaba en las fuentes, a escuchar el agua caer, y cerraba los ojos imaginando estar en el mar del Caribe.

 

- OC: ¿En que centro educacional cursaste el preuniversitario?

 

- MA: Lo cursé en el instituto de La Habana José Martí. Para mí fue una época de efervescencia cultural. Estudiaba francés en la escuela nocturna de idiomas de la Manzana de Gómez y gracias a mis compañeros de clase descubrí la poesía de Paul Eluard, Rimbeau y nos íbamos muy a menudo a la cinemateca a ver cine francés de la Nouvelle Vage. También me inscribí en un curso libre de Historia del Arte impartido por el profesor Oscar Morriña, en el Museo de Bellas Artes que supo despertar en mí el interés y el conocimiento necesario para disfrutar del arte. Gracias a mis compañeros de estudio y sus padres también pude leer en esa época a Walt Whitman, “El viejo y el mar” de Hemingway, aprender a apreciar la música barroca, “el cante jondo” a degustar el ron cubano y desde entonces nació mi afición a las tertulias. Los sábados me iba a la Plaza de la Catedral a visitar a mis amigos grabadores y luego podíamos en esa época merendar en el Patio o comer tostones y masitas de puerco fritas con mojitos en la Bodeguita del Medio. También conocí en esa época la pintura de Servando Cabrera Moreno, mucha música clásica y leí el poemario de Heberto Padilla “Fuera del Juego”. Me pareció una poesía poderosa, lúcida y rebelde y sólo muchos años después me enteré del proceso estalinista que le hicieron.

 

Empecé en la Escuela de Letras y cursé dos años antes de ser seleccionada para ir a estudiar a la URSS. Esos dos años también fueron de un maravilloso enriquecimiento cultural y mis profesores y compañeros de estudio me facilitaron unos conocimientos y unas vivencias también muy positivas.

 

- OC: En el año 1981 te graduaste de Licenciada en Comunismo Científico en la Universidad Lomonosov de Moscú. Cuéntanos sobre tus experiencias sobre la teoría sociopolítica del real socialismo soviético y de la academia que la producía.

 

- MA: A nivel vivencial fue una experiencia muy valiosa y productiva, a nivel académico tuve mi primera crisis existencial. Estudié en la Lomonosov, en Moscú, y eso me permitió tener acceso a la ciudad.

 

Lo que pude disfrutar de la cultura rusa era lo mejor que se producía en teatro, cine, los museos de arte o las casas de los escritores como Tolstoi y Chejov. Los estudiantes rusos me conmovieron por su nobleza y su lirismo. Con ellos descubrí ese mundo fascinante de la cultura rusa. Sin embargo, a nivel académico, salvo dos profesores que impartían lógica formal, y materialismo histórico, el resto me parecía una pérdida de tiempo. El profesor de materialismo histórico nos enseñaba más mientras más se alejaba del programa. Te mencioné mi primera crisis existencial porque el esfuerzo de aprender el ruso era ya un desafío, pero lo peor es que comprendí recibiendo esas clases que la teoría cerrada en sí misma que me enseñaban absolutamente ajena a la realidad y sin ningún conflicto ni contradicción, era un atraso con relación a mi formación. Mi madre tuvo que viajar a la URSS por cuestiones e trabajo y me encontró en pleno llanto, desesperada, y me quiso llevar de vuelta a Cuba. Yo, por el miedo a quedar mal con “la tarea” que me habían encomendado decidí quedarme hasta el final pensando que tendría tiempo con mi edad de mejorar mi formación más tarde en Cuba. Mi disciplina en esa época pesó más que mi lucidez rebelde.

 

- OC: En la Cuba de finales de los ´70 comenzaba la institucionalización del experimento socialista bajo la tutela de la URSS, sin embargo la segunda ya llevaba un largo camino recorrido conviviendo con sus paradojas. ¿Cómo congeniaste ambas realidades en los años que viviste en la URSS y cuales fueron tus consideraciones llegado el momento de la vuelta a Cuba, precisamente la etapa del inicio del fin soviético?

 

- MA: En realidad conocí muchos chistes sobre el sistema soviético estando allí, y eso me informaba de una mirada popular muy crítica del sistema, pero becada y sin posibilidades de viajar por mi cuenta ni acceder a otra bibliografía que no fuesen los manuales –no se podía encontrar otros autores marxistas en la biblioteca- no pude hacerme una idea precisa de la magnitud de problemas que acumulaba esa sociedad.

 

- OC: ¿Existió un Comunismo Científico de la crisis real socialista soviética?

 

MA: Yo creo que el pensamiento más lúcido se desarrolló con la Perestroika. Mientras estuve estudiando sentí una sociedad apagada con una fuerte crítica soterrada. En el 1988 me enviaron a una pasantía de seis meses a la Lomonosov, una especie de actualización de los profesores de marxismo de todo el campo socialista, y entonces observé una sociedad despierta, movilizada y una profundidad de análisis en todas las publicaciones desconocidas para mí. Ellos decían de sí mismos que eran un pueblo acostumbrado a que siempre otro pensara y decidiera por ellos, una crítica a los mesías y a la falta de democratización en la discusión y en la participación en la toma de decisiones del pueblo soviético.

 

- OC: Mucho/as de los que vivieron aquella época, incluso en la misma URSS, la han venido recordando años después con una mezcla de sentimientos que va desde la nostalgia hasta el odio, pasando por lo filial y hasta lo romántico. ¿Se te revuelve alguna parte de la memoria o el análisis al pensar en tus vivencias soviéticas?

 

- MA: Ya te mencioné que entrar a esa cultura estando allí fue un hallazgo y la calidad humana e intelectual de mis compañeros rusos es algo que recuerdo con mucha gratitud. Pero en el 88 cuando estoy en la pasantía, también tuve que asistir a una reunión en el que las generaciones de cubanos que en ese momento estudiaban en la Lomonosov planteaban todos los problemas que veían del sistema soviético en cuestión, similares a los de Cuba. Regresando ala Isla supe de la censura y represión que sufrieron esos estudiantes que se les hizo regresar antes de terminar sus estudios y que luego en Cuba se tuvieron que insertar en los trabajos que encontrasen porque habían sido enviados por una necesidad del país que de pronto dejó de existir. Siempre me ha parecido un cinismo mayor hablar de “daños colaterales”, en las guerras que emprende EEUU o fruto de las políticas publicas del gobierno cubano. Todos los que estudiamos en la exURSS, a partir de la Perestroika fuimos rechazados, comandados por aquella lamentable frase célebre de Fidel Castro: “Ahora el veneno nos viene del Espíritu Santo”, y los egresados éramos vistos como portadores del veneno.

 

- OC: Bien, llegas a Cuba en 1981. ¿Qué pasó entonces?

 

- MA: Soy de las generaciones que se van a estudiar a finales de los años 70s y cuando regresamos todavía no estábamos demonizados. Empiezo en enero de1982 a trabajar enla Universidad de la Habana en la Facultad de Filosofía e Historia. El claustro de profesores que me rodeaba en mi departamento había sido formado por cursos cortos y habían sido seleccionados por su pertenencia al partido de distintas ramas de la economía. No tenían una formación sólida y sospechaban de los que veníamos formados enla URSS. Luego a partir de 1986 nos miraban con mucha suspicacia como si la eterna sospecha hubiera tenido razón. Estaban muy contentos con el viraje contra la Perestroika a nivel nacional. En 1990 se permite la reapertura de la carrera de sociología cerrada también a finales de los años 60s, y empiezo a impartir simultáneamente sociología política y teoría política.

 

- OC: La asignatura de Comunismo Científico fue insertada en los planes de estudio casi a todo lo largo y ancho del sistema educativo cubano. Sólo se salvaron los grados primarios y secundarios. La teoría de una realidad que se negó a sí misma en la URSS, y que no viviste, entró en crisis a pocos años de estar tú de nuevo en Cuba. ¿De que forma lograste hacer converger ambos fenómenos desde tu posición de estudiosa y profesora universitaria?

 

- MA: Desde que entré a dar clases comencé una lectura de todo lo que se había escrito sobre esas experiencias. Sin mis amigos intelectuales en Cuba no hubiera podido acceder a esa información que era invisible en las bibliotecas. Mi intención era aterrizar esa teoría a la realidad histórica. Fruto de esos esfuerzos personales y de otros colegas cambiamos el programa en1987 a Teoría Política, que era una asignatura que explicaba las políticas públicas dela URSS, China, de las llamadas “democracias populares” europeas, historiando los períodos de estabilidad y de cambios. Yo al menos explicabala Revolución cultural china y sobre Cuba historiaba las polémicas sobre la economía y sobre la enseñanza del marxismo por manuales que se llevó a cabo en los 60s. Al explicar el sistema electoral cubano por ejemplo no tenía que hacer una crítica. Sólo con explicarlo se hacía evidente la imposibilidad de tener candidatos alternativos u otras propuestas a las emanadas de la dirección del país. Sólo explicando la estructura y los procedimientos de selección de los candidatos mis estudiantes se quedaban boquiabiertos. Algunos de esos procedimientos de selección han cambiado para seguir en lo mismo.

 

- OC: ¿Habían, hay, diferencias entre los marxismos-leninismos soviético y cubano?

 

- MA: Considero que sí las hay. Salvo la Revista Cuba Socialista que era una copia fiel de los manuales soviéticos en su enfoque, lenguaje, temas y las formas de tratarlos, la producción de las Ciencias sociales en la Isla siempre fue menos sectaria y mucho más heterodoxa que la Ciencias sociales soviéticas. Creo que el núcleo de la Revista Pensamiento Crítico hizo un aporte importante al difundir todo el pensamiento de izquierda más actualizado de los años 60s y creo que el CEA en los años 90s aportó también otra mirada más avanzada y más flexible de las posibilidades de analizar la realidad cubana, también la Revista Temas en los años 90s. El problema que ha tenido el pensamiento más avanzado de las Ciencias Sociales cubanas ha sido la imposibilidad de analizar los problemas estructurales y de procedimiento del sistema cubano. La crítica ha sido más a problemas puntuales, o a temas culturales sin tocar los ejes que estructuran el sistema. Esta visión global es algo que le debo a la mejor tradición del marxismo y la sociología. Mientras exista la represión y la censura al pensamiento crítico sistemático las Ciencias Sociales y ahí incluyo la economía la filosofía, la politología, las ciencias jurídicas, la sociología, la antropología y hasta la historia, poco pueden servir a los cambios actuales y futuros. En primer lugar porque la censura no ha dejado un acumulado al cual asirse para explicar la realidad y en segundo lugar porque las condiciones de censura y represión no han cambiado para permitir un análisis sistemático de cada aspecto de la realidad.

 

Hice hace unos meses un ejercicio de enunciar los 21 temas que no se discuten en la academia cubana porque estaba enfrascada en un intercambio muy provechoso con un amigo intelectual que reside en la Isla. Me detuve en el número 21 pero puedo seguir la lista de manera sustancial. Y son todos los que tienen que ver con los resultados de las políticas públicas en todos los órdenes: económico, cultural, político, social, jurídico, etc. Esta falta de análisis sistemático y de poder contar con un acumulado reflexivo –sólo muy parcial, fragmentado y siempre bajo censura- de la sociedad cubana en todos los órdenes es lo que produce ignorancia y embrutecimiento ciudadano crecientes por la imposibilidad de una producción intelectual consistente y continua y por la imposibilidad de su socialización. Si lo que das es “circo”, pues se consume “circo”. La fragmentación de los temas y la discontinuidad en el estudio diluye la posibilidad de un pensamiento sistemático y con posibilidades de acumulación del conocimiento. Esto se refleja en la mala formación en las Ciencias Sociales en el país y en el bajo nivel de la crítica social argumentada.

 

Si se hubiera permitido la libertad del conocimiento y su uso, la inmensa mayoría de los problemas actuales de Cuba ya se habrían resuelto-talento y conocimiento hay- o estarían en vías de solución, con un consenso y participación ciudadana de un pueblo que alcanzó masivamente el noveno grado. Todo depende de una política cultural y educativa y como éstas están conectadas con la información y la socialización del conocimiento pues ya ves que hay muchas políticas públicas implicadas.

 

- OC: Caracterízanos brevemente la significación práctica –social- de la concepción del materialismo histórico marxista-leninista en los socialismos soviético y cubano.

 

- MA: Me parece que el materialismo histórico soviético lo que nos legó fue una mirada del progreso siempre ascendente, las supuestas leyes naturales de la historia, el paradigma del desarrollo del capitalismo mundial con su ética productivista, una mirada blanca urbana y masculina muy parecida a los valores de la modernidad que fueron deconstruidos en los 80s en los propios centros del capitalismo, en la discusión que se ha conocido como Modernidad/Postmodernidad.

 

Con respecto al marxismo cubano lo novedoso fue el desarrollo de una corriente marxista con énfasis en la liberación cultural que significó una heterodoxia en su momento con relación al marxismo soviético. Pero esta vertiente cultural cuya principal figura es Fernando Martínez Heredia, no tenía en cuenta los condicionamientos económicos y políticos de la emancipación cultural, de manera tal que se convirtió en una filosofía normativa del “deber ser” sin analizar sus condiciones de posibilidad y por ello influyó en el pensamiento cubano pero no logró articularse con la sociedad y esto quiere decir que no logró convertirse en propuestas concretas para alejarse del modelo soviético y analizar desde el punto de vista marxista cuales eran las reales relaciones económicas y de poder del socialismo histórico cubano. Entonces como marxismo dejó de ser una teoría de transformación social para parecerse más a la postura hegeliana del fin realizado con el Estado prusiano de su época.

 

- OC: ¿Por qué tu vínculo con la sociología?

 

- MA: Fue el marxismo occidental que estudié el que me enseñó a “desencantar” la realidad como diría Max Weber, por lo tanto mi encuentro con los fundadores de la Teoría sociológica Durkheim, Weber, Parsons, Merton, etc., fue un paso para mí natural. Aunque el Parsons de “El sistema social” siempre me pareció demasiado “normalizador” de las relaciones sociales pero toda la sociología de la estratificación social de sus sucesores me permitió hacer análisis fructíferos. Luego descubrí a Pierre Bourdieu, a Michel Foucault, y significaron un acervo fundamental en mi visión sociológica y global, que no “estadocéntrica” de los problemas sociales.

 

- OC: Poco o nada se conoce sobre la sociología cubana anterior a 1959 y tal vez nada sobre la posterior a esa fecha. Al igual que lo que sucede con la antropología, podría parecer que Cuba no es tierra de cultivo para estas dos ciencias sociales. ¿Cómo se inserta una graduada de Comunismo Científico en la URSS de los ´80 en este aparentemente desierto panorama?

 

- MA: Otra vez gracias a las lecturas que me facilitaban mis amigos intelectuales cubanos accedí a todo el marxismo occidental desconocido para mí y a todo el pensamiento progresista que analizó las experiencias de los Socialismos de Estado. Por otra parte también leí desde el Capital de Marx hasta Parsons, Weber, parte dela Escuela de Francfurt todo eso por mi cuenta y sigo agradeciendo a mis amigos. Si la sociología y la antropología no han florecido ha sido por todo lo que acabo de señalar sobre la posibilidad de acceder a la información necesaria sobre la realidad y sobre los autores no publicados en el país, y poder hacer investigaciones sin tener que contar con un permiso del partido y no sólo hacerlas a pedido de este. Mientras las investigaciones sociológicas sigan siendo consideradas “secreto de estado” no se puede desarrollar ni la antropología, la sociología y las restantes Ciencias Sociales.

 

- OC: ¿Qué lugar le tocaba a la sociología en la trinidad institucional presente en el título “Facultad de Filosofía, Sociología e Historia” en los años ´90?

 

- MA: La Sociología siempre fue una hermana menor cuando empezó de nuevo en los 90s.Conviví con las primeras cuatro generaciones de sociólogos formados en los 90s y fueron para mí -en una parte importante- estudiantes muy inquietos por el conocimiento con preguntas muy enriquecedoras, estudiosos y rebeldes como deben ser los estudiantes universitarios, conocí y en algunos casos dirigí sus trabajos de tesis de licenciatura y eran investigaciones interesantísimas que quedaron sepultadas si aún existen, en la biblioteca de la Facultad.

 

Yo sigo pensando que no había que comprar el paquete completo de la ayuda soviética. Si se importó esa manera de hacer las Ciencias Sociales es por la poca ilustración de la dirigencia cubana o porque además posibilitaba encuadrar una producción y un pensamiento para hacerle sólo loas al sistema cubano y a los países del sistema soviético del mismo tipo. Creo que hubo una intencionalidad política expresa porque intelectuales que desarrollaran otro marxismo existían y fueron censurados.

 

- OC: Aún está presente en muchas mentes cubanas aquel discurso de Fidel de 1998 en la escalinata de la Universidad en el que dio todo su apoyo en las elecciones de la FEU a la ya extraña figura política de Hassan Pérez Casabona. ¿Cuáles fueron, según tu opinión, los principales aspectos en la relación universidad-sociedad en la Cuba de los ’90?

 

- MA: Bueno, sobre Hassan sólo supe que le dieron la licenciatura sin terminar, no llegó a cuarto año que entonces hubiera sido mi alumno, sino que en tercero le regalaron la licenciatura porque era el nuevo “golden boy” de Fidel. Así que lo conocí de oídas y por la información que te comento. No creo que merezca más líneas.

 

- OC: En el año 1999 emigras a Francia. ¿Cuál es el trasfondo de esa decisión?

 

- MA: Con todo el itinerario de formación que te he comentado en 1995 decido escribir una tesis de doctorado con todo el conocimiento acumulado sobre las “Experiencias históricas de los Socialismos de Estado”. La tesis tenía un capitulo dedicado a los debates marxistas occidentales sobre esas experiencias desde 1917 a 1990. Luego reseñaba el debate sobre Modernidad y Postmodernidad en lo concerniente a esas similitudes entre el capitalismo y el socialismo histórico con el paradigma moderno del capitalismo mundial y luego sistematizaba las encrucijadas económicas, sociales, políticas e ideológicas de ese tipo de sistema, avalados por pensadores marxistas y no marxistas.

 

En 1996 defendí la tesis en un tribunal que dirigía Talía Fung y para bochorno de ese tribunal, de diez personas, siete se pusieron a dormitar durante la defensa. De pronto, Carmen Gómez ya fallecida se despertó y levantó muy agitada preguntando por Lenin: “¿Y Lenin dónde está?”, frente a lo cual levanté el mantel de la mesa de discusión para ver si lo veía escondido a Lenin. Talía la mandó a callar pero esa fue la tónica del espectáculo, más propio de los Muppets Show que de una defensa de doctorado. Saliendo dejé en claro que no me defendería por segunda vez en ese tribunal y me hicieron esperar otro año y finalmente volví a defender en 1997.

 

El segundo tribunal tuvo dos militares y tres civiles. Los militares solo negaban todo lo que yo decía con la cabeza. De los civiles uno se quedó dormido durante la defensa, otro se iba a un viaje saliendo del ejercicio de defensa y otro supe que votó a mi favor. Ninguna de las dos defensas fueron unánimes, siempre hubo intelectuales decentes, además de obtener 11 avales positivos, pero en ambas me censuraron políticamente y las razones para no darme el doctorado fueron en ambos casos risibles. Tenían un terror –que aún se mantiene hoy- en ver las similitudes de aquél sistema con el nuestro. A partir de aquel momento y desde la primera defensa me convertí en un personaje “apestado” para las instituciones y sus funcionarios y decidí que no tendría más lugar en la Universidad y me fui. Mis colegas solidarios aunque temerosos por mi actitud, tampoco pudieron hacer nada para eliminar ese halo de “maldita” que me rodeó desde entonces. Me harté de la censura y la represión al pensamiento revolucionador –desde la perspectiva de la Escuela de Francfurt y no desde la visión oficial del gobierno cubano- y decidí buscar nuevos horizontes donde pudiera ser libre para pensar y expresar mis pensamientos siempre argumentados.

 

- OC: Háblanos de tus experiencias profesionales en Francia y México.

 

- MA: En Francia hice de todo lo que corresponde a cualquier emigrado de a pie pero a la vez defendí una Maestría en Sociología que ya había concluido en La Habana en coordinación con la Universidad Autónoma de Barcelona a la que entré inmediatamente después de ser suspendida por segunda vez en el doctorado. Luego hice una DEA (Diploma de Estudios Avanzados) en París VIII en Sociología porque en Francia como en otros países europeos te exigen otro año más de estudios después de la Maestría y antes del doctorado. Es un año en el que vences 12 materias y presentas una tesis. Inmediatamente después de concluirla me pidieron asumiera un curso de Iniciación a la Sociología. Como no era profesora a tiempo completo sólo me pidieron dos veces y no vi la posibilidad de ser contratada a tiempo completo. Sin eso tenía que hacer otros trabajos para poder mantenerme y tampoco era posible hacer un doctorado sin un sustento estable. Vine a México y comencé a estudiar todo lo relativo al desarrollo del capital humano en las empresas porque podía impartir cursos de capacitación en las empresas y eso me mantuvo hasta entrar hace un año y meses en un doctorado en la Universidad Autónoma Metropolitana en el Distrito Federal. En eso México es un país maravilloso y mejor que Francia. Sin importar la edad y mi condición de extranjera me otorgaron una beca para estudiar.

 

- OC: En los últimos años se ha venido generando un amplio y rico universo de creación por intelectuales cubanos emigrados, entre los cuales destaca Haroldo Dilla, otrora investigador y director de estudios latinoamericanos del desaparecido Centro Estudios sobre América (CEA). En sus más recientes publicaciones digitales Dilla utiliza en diferentes momentos dos polémicos términos insertados, aunque no solamente, en el histórico conflicto cubano-estadounidense: diáspora y exilio. ¿Qué consideraciones te merecen estos dos conceptos?

 

- MA: Yo te diría que diáspora desde el punto de vista etimológico es la dispersión de una comunidad cultural por el mundo y en eso tiene razón Haroldo en señalar la dispersión de los cubanos por el mundo aunque la política oficial sólo se preocupe, hable y se pronuncie por la emigración hacia los EEUU. Al resto nos coloca en el mismo saco o nos menciona de pasada sin ninguna incidencia en nuestros destinos. Es la política migratoria cubana la que nos hace exiliados, porque una vez que nos marchamos del país perdemos todos nuestros derechos ciudadanos incluso a regresar si discrepamos de la política en curso o de la anterior del gobierno cubano. Esa política migratoria nos convierte en rehenes de una política invisible públicamente pero que se aplica de manera discrecional y nos deja a los emigrados sin derecho alguno de réplica o de ejercicio de nuestros derechos ciudadanos. A pesar de obligar a todos los que vivimos afuera a mantener actualizado un pasaporte cubano para poder entrar a la Isla, de nada vale tenerlo –y bastante caro que cuesta- porque puedes ser detenido en el aeropuerto y ser expulsado del país sin permitirte entrar. Esa política discrecional y no pública, sin derechos es lo que produce el exilio.

 

- OC: En la página inicial de la revista digital Cubaencuentro aparece una encuesta a los lectores en los cuales se mezclan esos dos conceptos de la siguiente forma: “Intelectuales en la diáspora, ¿crees que un escritor exiliado debe publicar y distribuir sus obras en Cuba?”. Desde tu triple posición de intelectual y escritora que vive fuera de Cuba, ¿cómo analizas esta problemática?

 

- MA: Creo, como dice el escritor Leonardo Padura, que la cultura cubana es una, se haya producido dentro o fuera del país y esas barreras a los intelectuales de adentro y afuera no es más que el fruto de una confrontación entre dos estados que se traslada a los ciudadanos cubanos por el síndrome de “fortaleza sitiada” y por la intolerancia del gobierno cubano a las diferencias ideológicas. Ha sido una política histórica contra los intelectuales que se van y se pronuncian de manera crítica sobre la realidad cubana el considerarlos “enemigos” de la nación y aunque ahora esa política ha cambiado, aún sigue con muchas exclusiones porque sólo empieza a descongelarse. Hay que pasar de los intelectuales muertos que se publican a los que están vivos y no son sólo cubanoamericanos.

 

- OC: En tu opinión, ¿qué tipo de sociedad civil existe en Cuba?

 

- MA: Existe una sociedad civil emergente de todos los signos ideológicos y muy plural en sus contenidos. Activistas culturales, sociales y políticos con formas de asociación, la mayoría ilegales, porque el registro de asociaciones se congeló en 1996 fecha a partir de la cual no hay posibilidades de inscribirse y antes de eso las que no profesaran una posición ideológica clara a favor del socialismo estatal cubano tampoco se podían inscribir. A veces la explicación de estas limitaciones por la política norteamericana hacia Cuba me han llevado a pensar que tenemos una independencia demasiado limitada –habría que luchar por una tercera- y una soberanía inexistente, porque la soberanía se basa en los derechos de los ciudadanos y aunque esté en el papel de la Constitución no se cumplen más que en los derechos sociales muy deteriorados desde la crisis de los noventas.

 

OC: ¿Estarías de acuerdo con la idea de que, a la luz de lo acontecido en los últimos años, se está haciendo necesaria una reformulación de la concepción de “ciudadano” que trascienda las fronteras del real socialismo cubano?

 

MA: Una real concepción de ciudadano en sus dimensiones civiles, políticas y sociales no ha existido nunca en la historia de Cuba en la plenitud de esas tres dimensiones. Antes de la revolución la dimensión social fue olvidada por lo cual sólo una parte de la población podía participar y tomar decisiones como ciudadanos porque no existía una mayoritaria integración social. Sin integración social también dejas al margen a todos los que no pueden acceder a las condiciones mínimas para ejercer una ciudadanía civil y política.

 

La Revolución cubana privilegió los derechos sociales pero prohibió los derechos civiles y políticos subordinados a una lógica similar al pensamiento dominante de la izquierda del siglo XX. Ese pensamiento hegemónico de la izquierda internacional y nacional del siglo pasado demonizó los derechos liberales como el derecho a la libertad de expresión, asociación, movilidad interna y externa, libertad de información entre otros, entendidos como derechos burgueses que había que eliminar. La participación política fue entendida en el caso de Cuba como una movilización permanente con fines sociales, políticos y económicos, pero esta concepción de la participación ciudadana que no puede incidir ni en la toma de decisiones ni en el control de las decisiones de los elegidos no permite ni aportar ni controlar nada. Los elegidos son representantes de los intereses del gobierno cubano pero no hay reales mecanismos que permitan la agregación de demandas.

 

Los derechos civiles no se reconocen ni por la legislación penal ni por la civil (estoy hablando de una sobresaturación ideológica de ambas legislaciones que todo lo subordinan a los intereses del socialismo y esta interpretación sobre el socialismo ha sido la establecida por el gobierno). Si cada sector interesado en el socialismo tiene una imagen distinta de sociedad, la que se aplica en la legislación civil y penal es la fijada por el gobierno. Es una visión autoritaria de izquierda que llevó al derrumbe a las experiencias de los socialismos “reales” y por la censura y represión dentro de la izquierda impidió el surgimiento de propuestas alternativas.

 

- OC: ¿Cómo definirías la responsabilidad y el posicionamiento políticos, específicamente de izquierda, en esa potencial reformulación? ¿Qué papel le otorgas a los intelectuales y artistas cubanos en este proceso?

 

- MA: Considero que el pensamiento de izquierda cubano ha quedado muy rezagado por las razones que he mencionado y hoy a pesar de esfuerzos muy valiosos sigue atascado más en la crítica de lo que existe y menos enfocado a las propuestas de cambio. Creo que hay que diferenciar entre la izquierda académica y la izquierda activista. La primera se pronuncia por la socialización del poder político y económico pero no aterriza de qué manera hacerlo en la realidad cubana. Los activistas tienen análisis mucho más profundos sobre los problemas estructurales del Socialismo de Estado cubano, pero sus propuestas siguen siendo en muchos sentidos generales. No hay propuestas de izquierda alternativas a las instituciones, procedimientos y cambios jurídicos que debería acometer el país en dirección a un socialismo deseado. Es decir aunque las propuestas de los activistas son mucho más aterrizadas, lo son más en la propuesta de mecanismos económicos y casi nada en los ámbitos políticos y civiles. Creo que los activistas de todos los signos políticos tienen en común la demanda de los derechos de libertad de asociación, expresión, movilidad e información, pero la agenda de los grupos liberales tiene más claro el tipo de instituciones, de derechos, y los cambios jurídicos deseados. Esto tiene que ver con un acumulado histórico que ha padecido la izquierda y que recién los activistas están plateándoselo. Incluso en América Latina hay mecanismos de pensamiento y acción de la izquierda más avanzado que en Cuba.

 

- OC: Tu opinión sobre lo que un artículo reciente del blog digital Diario de Cuba llama “uno de los acontecimientos más interesantes en la escena política cubana (…) la aparición de proyectos alternativos de índole no abiertamente política, sino cultural, social, de pensamiento. Se trata de proyectos que critican prácticas institucionales y dan voz a sectores hasta ahora excluidos del debate social”.

 

- MA: Coincido con esa opinión aunque para mí los grupos que están referidos en el artículo son diferentes. Unos más centrados en los cambios culturales de la racialidad, lo transgénero, la ecología, una nueva cultura ciudadana otros con mayor profundidad sobre la sociedad deseada. Hay en sus discursos valores, intereses y propuestas de derechos e instituciones latentes o explícitas. Una mirada más profunda y detallada revelaría propuestas diferentes de la sociedad deseada y eso mostraría una madurez consciente superior a la señalada por el autor del artículo.

 

- OC: ¿Hasta que punto puede concebirse la aparición de estos universos de grupos o instituciones alternativos y blogs digitales en Cuba como un fenómeno “democrático”? ¿Necesita Cuba una democracia paralela y/o enfrentada a la real socialista?

 

- MA: Es indudable la importancia de todos estos nuevos actores sociales y culturales para una ampliación y enriquecimiento de la democracia cubana. Cuba necesita una democracia paralela a la real existente porque por ahora los mecanismos son los mismos que han imposibilitado la incidencia de la ciudadanía en las decisiones, en el control y en el resultado de las decisiones. Sigue siendo una democracia de la minoría, excluyente de los intereses derechos y aspiraciones de la mayoría, aunque el Granma se empeñe en decir lo contrario y el discurso oficial también. Las estructuras creadas y los procedimientos establecidos para la democracia política en Cuba están diseñados y funcionan para otorgar democracia a la elite política y militar del país.

 

- OC: ¿Crees que es posible la conformación en Cuba de un paradigma democrático de izquierda alternativo y eficaz en la interpelación tanto del experimento estatista socialista como de la realidad del poder capitalista?

 

- MA: Me parece que es posible y más aún imprescindible. Los obstáculos están en la intimidación permanente a todos los que cuestionan el orden actual y hacen propuestas alternativas pero la desventaja histórica de la cual parte la izquierda cubana por las razones que ya he mencionado deben ser solucionadas so pena de vaciar de contenido y de influencia un proyecto de izquierda alternativo para nuestro país. La izquierda en Cuba no está en el poder.

 

- OC: Recientemente has generado análisis sobre las prácticas intelectuales de izquierda internacionales y sus reflexiones respecto a la experiencia real socialista cubana. ¿Podrías destacarnos algunas ideas al respecto?

 

- MA: Publiqué un artículo en la revista mexicana Nexos en enero del 2011, donde me dedico a analizar a los intelectuales de la izquierda internacional que apoyan al gobierno de Cuba y entienden la realidad del país a través del discurso oficial. Esos intelectuales “ciegos” lo que hacen es “olvidarse” del pueblo cubano y de paso desprestigiar las ideas socialistas de emancipación social. Creo que hay intereses en juego. Ellos utilizan su apoyo a Cuba para sus intereses políticos personales y el gobierno cubano para los propios. El pueblo cubano es un telón de fondo que no les interesa. Es un pacto de caballeros entre elites.

 

- OC: Entre las nuevas reflexiones dentro, fuera y sobre Cuba existen algunos niveles en los que se puede observar cierta tendencia a un “análisis del desmontaje” de la etapa civilizatoria actual. En tu opinión, ¿dónde termina la destrucción y el desmontaje y comienza la construcción en la visión de una Cuba futura?

 

- MA: Todo depende de la capacidad de la ciudadanía para pensar y actuar en la dirección deseada y exigir los cambios. No hay desmontaje en Cuba, salvo la reducción de las gratuidades y sin el apoyo de la ciudadanía. Basta ver los resultados del debate de los lineamientos del partido. Desde el gobierno lo que hay es una articulación nueva a un modelo que apunta a China y Vietnam y no a los países nórdicos. Por lo tanto la izquierda debe resistirse a esos cambios sólo en la liberalización económica y proponer alternativas. Algunas existen pero no han sido escuchadas por ahora, por ejemplo el incremento sustancial de las cooperativas urbanas además de las agrícolas.

 

Demasiados años de crisis no superada y la falta de discusión de alternativas y de cambios en la situación del país, ha hecho inclinar el péndulo político hacia una democracia liberal y una economía de mercado como aspiración de las mayorías y de los activistas de muchas tendencias. Hay muchas cosas que rescatar de la democracia política liberal y complementarla con otras formas de democracia directa, a la vez que se piense las maneras de financiar los derechos sociales adquiridos, tripartita, bipartita o estatal (por el estado, las empresas y los individuos) y las reformas a las leyes y las instituciones. Lo que queda claro para todas las tendencias ideológicas es la necesidad de los cambios estructurales de la sociedad cubana. Si eso es el desmontaje, efectivamente es la tendencia mayoritaria. En cuanto a la construcción de la Cuba futura las agendas concretas no gubernamentales aún están muy poco desarrolladas y esto tiene que ver sobre todo con la falta de democracia interna. La Cuba del futuro depende de los ciudadanos y no del Estado.

Cuba y su “paradigmático” sistema jurídico

Miguel Arencibia Daupés

20 de julio de 2012

 

Ninguna dictadura, aunque se reclame de “dictablanda” y autojustifique en rol de representación histórica, puede tener como ámbito de existencia institucional lo que la mayoría de las corrientes politológicas actuales conceptúan como Estado de Derecho.

 

Y esto es porque su tendencia natural será contravenir principios jurídicos universalmente reconocidos e incluso a interpretar y aplicar las normas nacionales, no dentro del más recto sentido en que las aprobara conscientemente la ciudadanía ni con la objetividad adecuada a cada momento, sino mera y burdamente como lo necesite el núcleo hegemónico para mantenerse empotrado y aumentar su poder.

 

Pese a golpes de pecho y rasgados de vestiduras, así ha acaecido con el neoestalinismo cubano en estos 53 años de un proceso que casi desde los inicios dejó de ser revolución para involucionar, simulándose la suplantación con imágenes ficticias, vendidas interna y externamente (y cada día menos compradas en sendos ámbitos).

 

Por ello es lamentablemente risible e irónico que, según el diario Juventud Rebelde (24.05.12), “prestigiosos investigadores internacionales calificaron a nuestro sistema jurídico como paradigma para Latinoamérica y el Caribe”, durante el VI Encuentro Internacional Justicia y Derecho, desarrollado en Cuba hace algunos días.

 

Desconfío del grado de conocimiento real que el oficialismo les haya permitido obtener. De seguro, los cancerberos en función ensalzaron algunas cuestiones positivas y obviaron incontables pésimas realidades. Olvidándose, por ejemplo, de  mencionar que lo mismo un ex Fiscal General de la República que otros muchos especialistas han reconocido públicamente y desde hace tiempo lo necesario de reformar el sistema penal cubano, por solo mencionar aquí una parte del “paradigmático” sistema jurídico.

 

Sin profundizar en los primeros años del proceso en que se sustituyó la Constitución de 1940 por un invento de tránsito constitucional, alargado por 17 años como igual fueran pospuestas las elecciones  a todos los niveles, hay que señalar que los derechos ciudadanos de la constitución de 1976 han sido en la práctica mediatizados unos y olímpicamente anulados otros. Precisamente a través de las normativas que debieron implementarlos correctamente.

 

Derechos ciudadanos

 

En Cuba, la mayoría de los derechos ciudadanos están recogidos dentro de la  Constitución que aprobó el pueblo, pero únicamente como convidados de piedra. Repasemos.

 

En lo atinente al derecho de asociación, es necesario decir que las  fundamentales organizaciones no gubernamentales (ONGs) son paradójicamente,  las creadas por el mismísimo gobierno/Estado-partido. En cada caso, única de su tipo: las denominadas demasas (CDR, FMC), estudiantiles (UPC, FEEM y FEU), profesionales (UNJC, ANEC, UPEC, UNEAC, ANAP, etc). Y  alguna que otras “escapadas”, como la ANIPLANT (sobre animales y plantas) y de amistad, basadas en la diversidad de origen multinacional del cubano y en el hermanamiento con ciudades foráneas, promovido estatalmente. Absolutamente todas “orientadas” permanentemente por los órganos políticos y de la Seguridad.

 

Estando prohibidas cualesquiera otras que dupliquen sus objetivos. Y sobre todo, las que no se alineen dentro del marco político/ideológico establecido unipartidistamente. O te integras a las realmente gubernamentales  o no lo puedes hacer en otras.

 

El derecho de reunión para los ciudadanos se materializa con las reuniones  de esas “ONGs”.

 

Igualmente sucede con el derecho de libre sindicalización. Al pie de la letra se sigue el axioma leninista de que en el “socialismo” los sindicatos deben únicamente servir para la educación de los trabajadores y como poleas de trasmisión de lo que imponga el Partido/Estado.  Por lo que, para la burocracia en el poder,  basta y sobra  con la Central de Trabajadores de Cuba.  En tanto la clase trabajadora la ve como otro órgano estatal más que, del sudor proletario, cobra y basta.

 

De libertad de manifestación, nada. Las manifestaciones se promueven centralmente, de lo contrario, con celeridad, la policía política y/o las fuerzas de respuesta rápida del Partido y sus ONGs, te apalean y arrastran. Y terminas, como mínimo, con una imputación penal de alteración del orden público que te hace merecedor de un tiempo fuera de circulación.

 

Todo lo discurseado sobre la libertad de prensa al inicio del proceso se fue por las cloacas. Salvo una minúscula luz en los últimos dos años, toda ella ha sido oscuridad. La censura de prensa en Cuba es antológica. Los medios han sido creados y/o mantenido bajo captura del Partido/Estado y de sus ONGs. Habiéndose penalizado fuertemente hasta con 30 años de prisión los intentos periodísticos de la oposición  a través de medios alternativos, acusados de “mercenarismo”.

 

Acerca de la libertad de expresión, millones de cubanos se preguntan qué es. Claro que su ignorancia se compensa con la de aquellos que des-mandan y no conocen lo que es la sociedad civil.

 

Existe el derecho a la Educación pero no se deja a los ciudadanos (padres y alumnos) escogerla. Y la denominada pública (y atea), que es única, adolece de una enorme imposición (trabajo político- ideológico) sobre nuestra infancia y adolescencia… Y juventud,  ya que la autonomía universitaria solo se ve como páginas históricas  de los tiempos del insigne Julio Antonio Mella.

 

Sobre migración qué esperar si, en una reciente entrevista periodística en el exterior, el Presidente de la Asamblea Nacional contestó que la nueva legislación se había demorado porque regulará situaciones muy complejas, ya que muchos cubanos “idos” ahora quieren regresar. Tal disparate se asemeja a la respuesta  que dio en la UCI acerca de que no todo el mundo puede volar,  porque se formaría un tranque en el cielo que no lo arreglaría ni Dios.

 

 Así que a la sinarquía no le han escocido demasiado las críticas al concepto ilegal e inmoral de “abandono definitivo”, a la denominada carta blanca, el increíble lucro dimanante de la actividad migratoria, las forzosas cartas de invitación. Ni al inconstitucional Decreto 217 del Consejo de Ministros acerca de la migración interna. No le quita el sueño que se diga que Cuba es una cárcel para residenciarse o viajar dentro y fuera de ella.

 

Del derecho ciudadano a elegir y ser elegido, más vale ni hablar.

 

Para cerrar aquí el capítulo de estos derechos, es de precisar que nuestra politología “revolucionaria” marca como cuasi subversiva la Carta de los Derechos Humanos de la ONU y altamente molesto todo lo que se le relacione.

 

Por ello sus reglamentos, suscritos a fines del 2007, aún no han sido ratificados; evitándose así tener que acoger los preceptos que no podrían obviarse dentro de la legislación nacional. Es más,  este es un asunto impublicable por los medios  de prensa cubanos. Fueron suscritos a fin de que el mundo lo sepa y se nos abra, sobre todo con esos capitales que desaforadamente estamos buscando y no llegan.

 

Los deberes ciudadanos sí se mantienen muy estructurados. Casi militarmente, para que los cumplan todos los de abajo y la mayoría de los del medio.

 

En la cosa Penal

 

Sentado tenemos que nadie puede ser sancionado si no es por cometer un delito de los establecidos previamente al acto perseguible en el Código. Sin embargo,  en éste se incluyó el “índice de peligrosidad”, por el que, sin cometer delito, puede cualquiera  ser privado de libertad por años.

 

También, como en cuanto al Enriquecimiento Ilícito, se ha hecho omisión de los principios de Derecho de que la inocencia se presupone, mientras no se pruebe lo contrario  y  de que quien acusa corre con la carga de las pruebas. “Revolucionariamente”,  se presupone la culpabilidad y el que posee tiene que probar que ha obtenido legalmente. En Cuba no puede silenciarse intimidades personales o familiares para tales cuestiones y, para secretos, solo aquellos que se determine desde lo más alto.

 

Asimismo parece no importar que la casi unanimidad de los juristas del patio repruebe todos esos “paradigmáticos” ejemplos, tenidos por la casta directriz como críticas puramente leguleyistas. Mientras,  la oficialista Unión de Juristas de Cuba no se ha pronunciado al respecto, al menos públicamente.

 

En cuanto a los tribunales, cabe señalar que inexpertos jóvenes recién graduados de Derecho se han visto obligados a ser jueces profesionales durante su servicio social so pena de inhabilitar sus títulos en caso contrario.

 

Supuestamente, los jueces solo deben obediencia a la Ley. Pero no es excepcional que sean cuestionados y “orientados” en determinados casos de algún “especial interés o razón de Estado”.

 

En lugar de un siempre perfectible sistema de jurados sin mecanismos de comprometimiento que puedan obstruir la mayor imparcialidad, a la burocracia convino y estableció la soviética cooptación de los jueces legos, con períodos de larga duración y prorroga, permanentemente alineados al  Estado-Partido. Por supuesto, designados  a propuesta de sus enunciadas “ONGs”.

 

Los abogados de cualquier materia pertenecen obligadamente a consultorías y bufetes, disfrazados pero realmente estatales.

 

Los defensores están impedidos de aparecerse o de acceder a las investigaciones hasta que no se imponga al acusado (y detenido) una medida cautelar dentro de los siete días (y, eventualmente…). Se creería que para los mandantes esto no tiene trascendencia aunque haya un  amplio consenso nacional en contra de ello según el mencionado ex Fiscal General de la República.

 

Para los cubanos son cosas de filmes extranjeros que el detenido tenga el derecho a su inmediata llamada telefónica o a no  contestar los  interrogatorios policiales si no está  su abogado; o que, en ellos, los menores de edad siempre tengan que estar acompañados por uno de sus padres  u otro adulto cercano que los represente. Incluso que exista un órgano de defensa público.

 

¡Qué improcedencia que las medidas cautelares de prisión preventiva sean dispuestas por las Fiscalías protagonistas en las mismas investigaciones y no por un Juez o Tribunal de Garantía, y que sean impuestas como regla general y  extendidas por meses y meses!

 

Además, después de una preventiva de ese tipo, con cierta extensión, es casi imposible ser absuelto. Los tribunales “saben” que deben imponer siquiera una multica porque… ¨¿¡qué no diría el preso, sus familiares y el público en general !?

 

Contrario a lo que debe ser, los instructores pertenecen a la policía y no a la Fiscalía General, y las prisiones para civiles son dirigidas y custodiadas por agentes militares del mismo organismo de los captores/investigadores y no por funcionarios de Justicia como en la inmensa mayoría de los demás países. Se dice popularmente que en nuestro verde caimán todo tiene que entrar (y salir) por el aro del MININT.

 

Por supuesto, muchas veces se rebosan los centros penitenciarios cubanos (14 antes de de 1959, ahora más de cuatrocientos), entonces, se les “sugiere” a los tribunales que apliquen otras medidas no privativas de libertad. Y los motines en las prisiones jamás son publicitables.

 

En tanto en Cuba no se ha actualizado el Código Penal para acoger tipologías de los tiempos cambiantes en lo que a ciencia y tecnología respecta, como en la rama de la Informática, y se dan cotidianas aplicaciones arbitrarias por distintas autoridades.

 

Por lo mismo, nuestro país sigue siendo  de los pocos en el mundo en que está vigente la sanción de pena de muerte. En lo cual solo se tiene una frágil moratoria y porque otra cosa no resultaba conveniente a nuestra imagen en el exterior.

 

Delitos políticos

 

Es sermón cotidiano lo de que “en este país no hay presos de conciencia o políticos”, ya que todos esos miles de procesados y sancionados han sido y son contrarrevolucionarios mercenarios; contando siempre con antecedentes de delitos comunes o, por lo menos, es lo que se informa. Sobre todo cuando fallecen por huelga de hambre.

 

Por eso debe ser que lo mismo se les aplica hasta 30 años de cárcel que -en una semana, sumarísimamente- se enjuicia y fusila, para ejemplarizar, a los tres que solo crearon peligro (y no daños) en el secuestro de la lanchita de Regla. O se  obvia enjuiciar a los que hundieron el remolcador 13 de Marzo, con más de cuarenta personas ahogadas, en su mayoría mujeres y niños, que únicamente pretendían abandonar el territorio nacional.

 

Una pregunta para concluir

 

Después de la rápida e incompleta panorámica efectuada en este trabajo, ¿ustedes creen que “prestigiosos juristas”, en sus sanos y conscientes juicios, puedan calificar nuestro sistema jurídico de “paradigmático” para región alguna del mundo?

 

La Habana, 20 de julio de 2012

El doble rasero utilizado

por el Poder “reaccionario”

es el mismo que el utilzado

por el Poder “revolucionario”

Miguel Arencibia Daupés

1 de marzo de 2012

 

http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/9825-cuba-campa%C3%B1as-medi%C3%A1ticas-y-dobles-raseros.html?tmpl=component&print=1

 

Hace poco y aquí mismo, en Kaos, Santiago Alba insistía en que, “por principio los medios alternativos deberían reununciar a reproducir los procedimientos propagandísticos y de manipulación que denunciamos en el enemigo”.  En otras palabras: que la izquierda debería aplicar en este terreno una ética diferente a la que emplea la derecha, para la que los fines justifican los medios. Y eso no sólo por ética sino también porque “nuestras mentiras, al contrario que las suyas, sencillamente nos desacreditan”. 

 

Que los revolucionarios convertidos en Jefes de Estado apliquen esa lógica del fin jusitica los medios y aplique, como los Jefes de Estado reaccionarios, el doble rasero para medir situaciones similares, ha sido y es, desgraciadamente, una constante a lo largo de la historia que ha desacreditado a esos movimientos revolucionarios. 

 

Es hora ya de meter fin a una tal perversión del ideal emacipatorio y de aplicar el mismo rasero para informar y juzgar lo que ha sucedido y sucede en el ejercicio de los Poderes que se proclaman revolucionarios.  Es por ello que reproduzco a continuación el artículo que me ha llegado de Cuba sobre las campañas mediáticas y los dobles raseros.

 

Ninguna de las partes se puede sacar del potaje.

 

El gobierno cubano mantiene una permanente denuncia sobre campañas mediáticas que en su contra han seguido especialmente la Unión Europea y los Estados Unidos. Y, entre los argumentos con que se defiende, los acusa de doble rasero para medir situaciones similares. Eso es absolutamente cierto. Mas también lo es que el denunciante actúa igual.

 

Por un lado, la UE y EE.UU. claman contra las tristísimas muertes de opositores prisioneros o detenidos como las de Orlando Zapata en el 2010, del villareño Soto en 2011 y recién la del joven Wilman Villar, en Cuba; en tanto, obvian las cárceles secretas aceptadas a EE.UU. en sus territorios y los secuestrados mantenidos en ellas o en la Base de Guantánamo; y no se pronuncian sobre los tres mil muertos y cinco mil heridos ocasionados en décadas pasadas por los actos terroristas de organizaciones extremistas radicadas en los EE.UU. (Claro que visto desde la ética que sea tan solo una o comparativamente menos muertes no absuelve de la criminal esencia.)

 

No obstante, la dirigencia cubana muy crítica de aquello, no es proclive a reconocer que los mismos países acusadores de la vieja Europa se han adherido a las 19 resoluciones de condena al boicot/bloqueo estadounidense a Cuba.

 

Así las cosas…

 

Para evitar los dobles raseros

 

Se debe enjuiciar moralmente las muertes que propicia en altamar la Ley de Ajuste Cubano, y debe seguirse exigiendo justicia por el sabotaje de un avión en pleno vuelo que causó la muerte de 76 personas. Igualmente debe hacerse con hechos como el del remolcador 13 de Marzo hundido por los remolcadores Polargo 2 y 5 en 1994 a 7 millas de la bahía de la Habana, donde perdieron la vida 41 personas; principalmente, mujeres y niños. Por el que –sea por dolo o culpa, presente hasta en un simple accidente de tránsito- al parecer nadie se ha enjuiciado nunca en Cuba. Así como reconocer el gobierno cubano lo alevoso de haber volatilizado con misiles lanzados por dos poderosos aviones de combate Migs 29 sendas avionetas Cessna desarmadas, que habían notificado al control aéreo cubano su rumbo. Cuando pudieron ser amarizadas fácilmente y estando en entredicho si se encontraban o no fuera de aguas territoriales.

 

Por otra parte, analistas e historiadores sobran para recordar que las autoridades cubanas (mismas desde hace 52 años) no debieran aludir a extranjeras interferencias en los asuntos internos de Cuba, mientras ellas siempre han caminado por el mismo trillo. No es posible que se hable bolcheviquemente de internacionalismo proletario para la exportación de violencia (entrenamiento y apoyo en general a guerrillas, promoción y respaldo a otros movimientos insurreccionales e intervención en conflictos bélicos nacionales entre bandos) y de criminal subversión únicamente para lo que acomete el adversario.

 

Mediciones distintas han existido en temas de Historia en cuanto a la imposición de bases militares soviéticas, “aceptadas” a la luz (o sombra) del Pacto de Varsovia por gobiernos “comunistas” impuestos en los países de Europa del Este. Raseros disímiles se han usado para invasiones del imperialismo soviético. Por ejemplo, a Hungría, Checoslovaquia y Afganistán. El caso de este último país es patético: en su momento, se justificó por el mando cubano –teniendo la presidencia pro tempore de los No Alineados– la invasión dela URSSy ahora –como también debió hacerse en la otra- se repudia la de EE.UU. y otros aliados europeos. Según la uniprensa cubana, antes los talibanes eran terroristas fundamentalistas, hoy son patriotas.

 

Lo de Checoslovaquia fue de donde dije digo, digo Diego. Habiéndose antes justificado por Fidel Castro televisivamente la llegada de los tanques a Praga en 1968 porque no se podía aceptar su “reaccionario” desgaje del llamado Bloque Socialista; al quebrarse la empatía política con Gorbachov, se declaró que las hasta entonces repúblicas soviéticas eran soberanas de separarse de ese Estado multinacional.

 

En sus momentos, se han aceptado golpes de Estado dirigidos contra gobernantes de distintos países, cuando debieron execrarse como bien se hizo con la defenestración del presidente Zelaya en Honduras.

 

Caso contrario, de presidente a presidente se le envía una carta en febrero de 1992 a Carlos Andrés Pérez, con muestras de agradecimiento por su ayuda a Cuba, de solidaridad y desagravio por la anticonstitucional asonada militar dirigida por Hugo Chávez. Sin embargo, recientemente se celebró en Cuba un aniversario del frustrado golpe de Estado. Lo que es catristamente comprensible: después ha sido Chávez quien viene sosteniendo la derruida economía cubana. (Y pobres de nos si la salud o el electorado le pusieran a él un traspiés en el eleccionario octubre venidero).

 

Fue decididamente contra derecho la intervención de la OTAN en Libia. Eso es una cosa, y otra que trataran de pasarnos a Gaddafi como el propio Alá o Mahoma redivivo. Cuando hasta en un reciente artículo (El odio divide a la Libia post-Gaddafi, de 4.11.11) del colaborador extranjero Simba Rosseau, publicado en el principal periódico oficialista (Granma) se comienza reconociendo que el coronelísimo de la Gran República Árabe Libia Popular y Socialista (¡Ni los soviéticos la conceptuaban así!) había “gobernado a su país con mano de hierro durante cuatro décadas” (sic).

 

Si el Granma no es de las publicaciones que hace recaer únicamente en los autores la responsabilidad emergente de los contenidos de sus trabajos, sino que se solidariza con ellos, entonces se reconoce por ese libelo que el difunto fue mantenedor de una tiranía. Un sátrapa, que impartía justicia ad libitum, importó grupos étnicos para conformar organizaciones paramilitares leales a su persona, se había convertido en uno de los más grandes millonarios del mundo e, incluso, nombró monárquicamente sucesor a su hijo Islan? Como en Siria, Hafez-al Assad a su hijo el oftalmólogo Bashar. Como Kim il Sun, a su hijo y éste al generalillo de 28 años suyo, en la mazmorra denominada Corea del Norte. Todas ellas dinastías de facto. Parte del Grupo de 11 países más Siria que votó en la Asamblea General de la ONU contra una resolución aprobada por 137 Estados. ¡Que desbalance!

 

Y es que a los gobernantes “socialistas” (y sus nada desinteresados allegados) que en el mundo son les sucede como a los monos cuales los indígenas, para cazarlos vivos, fijan en un cocotero una calabaza que contiene cacahuetes. El mono acude, mete la mano, coge los cacahuetes y cierra el puño. Entonces no puede retirar la mano, lo que ha cogido lo mantiene prisionero. Tal les ocurre con el poder a los caudillos y sus cancerberos.

 

Siguiendo con los raseros…

 

Se refutan premiaciones otorgadas a críticos del gobierno como Yoanni Sánchez y opositores como Osvaldo Payá y Guillermo Fariñas. Y se trata de borrar de toda memoria humana, documental o electrónica que la más alta condecoración de Cuba, la Orden José Martí, fue otorgada a genocidas como Mengistu Haile Marian y (¡nada menos!) que a Heng Samring, de los khameres Rojos que exterminaron a tres millones de conciudadanos. (Por cierto, actualmente los jefes genocidas supérstites de esa banda criminal están en el banquillo de la Corte Internacional Penal).

 

Se denuncia las extremas sanciones a cinco de los diez agentes de inteligencia cubanos apresados en EE.UU. en 1998. A dos, Gerardo y René, por infiltrarse en organizaciones terroristas de origen cubano, los otros tres por penetrar (o intentarlo) instalaciones militares norteamericanas (los restantes cinco agentes cubanos apresados negociaron sus condenas, y cumplieron entre 4 y 7 años).

 

No obstante, en la primavera negra del 2003 se enjuiciaron y condenaron a enormes penas (hasta 25 y 30 años) a 75 personas (15 X 1, como se hizo con los asaltantes al Cuartel Moncada), disidentes calificados de mercenarios, por escribir como periodistas o poseer bibliotecas independientes; que fueron liberados en fechas recientes (aunque muchos desterrados contra su voluntad a España) gracias a la presión internacional y la mediación de la Iglesia católica.

 

Por cierto, casi todos con serios problemas de salud, surgidos o agravados en la prisiones; siempre lejanas de sus provincias de origen, lo que dificulta las visitas de familiares y comunicaciones con abogados. Por supuesto, nada de las posibilidades de acceso a Internet u otras actividades de que disfrutan los reos en cárceles norteamericanas, inclusive las de alta seguridad.

 

Se ha de estar contra toda pena capital. Por eso debemos declararnos en conformidad con que se haya condonado las penas de muerte a dos mercenarios terroristas extranjeros pese a que con bombas en hoteles y otros centros públicos, en 1998, hayan creado conmoción dentro de la población y el turismo, causado daños materiales de consideración y (lo peor) la muerte de Fabio Di Celmo, un joven italiano; así como heridas e incapacidades a varios nacionales.

 

Por lo mismo, es imposible comprender que se haya fusilado en 2003 -mediante juicio sumarísimo que duró, incluida la ejecución, una semana- a tres jóvenes negros cubanos que, intentando secuestrar la lancha de Regla para emigrar hacia los EE.UU., crearon una situación de rehenes, de peligro, pero no les causaron daño físico alguno.

 

Aquellas penas de cárcel y estas muertes provocaron gran disgusto hasta en la izquierda mundial, ocasionando el distanciamiento de muchísimos amigos del régimen.

 

Repudiamos la violenta represión a nuestros hermanos los Indignados de Grecia, España, EE.UU., Gran Bretaña y de cualquier país, que el oficialismo cubano se encarga diariamente de exponer detalladamente por todos sus medios. Mas recuerdo que el Gobierno cubano justificó el asesinato de dos mil seiscientos manifestantes (mil en una sola noche de junio de 1989) en su inmensa mayoría jóvenes estudiantes u obreros, en la Plaza de Tiananmen, y ha estado acallando sistemáticamente todas las víctimas fatales de las constantes represiones a campesinos y proletarios en China y otros países con mandatarios adeptos al cubano.

 

Como de igual forma es de cabrearnos con la represión hacia las Damas de Blanco, Sara Marta Fonseca y su familia y a tantos, principalmente apresados y condenados, por cuestión de conciencia. Lo que es una constante en Cuba. En ocasiones, más de quinientos en una u otra situación, en solo un mes.

 

Es de rechazar cuantas organizaciones paramilitares crean los dominadores en otros países, pero también las variadas formaciones de igual tipo implantadas en Cuba a los efectos de que no aparezcan la policía y el ejército como involucrados en múltiples iniquidades. Así como la tenebrosa urdimbre de vigilancia y delaciones entre vecinos, compañeros de trabajo y hasta familiares, que el Partido y los órganos de la Seguridad cubanos han estado construyendo desde los inicios del proceso. Unas y otra utilizadas de diferentes maneras y para disímiles cosas… Con el consiguiente deterioro de la ética, las relaciones interpersonales y del normal desarrollo de las virtudes humanas.

 

En Cuba, hasta 1958 había unos 14 centros penitenciarios, hoy son más de cuatrocientos, y cientos de miles los cubanos que han pasado por ellos en este medio siglo.

 

¡Qué bueno que el Consejo de Estado, ante la prevista visita del Papa a Cuba, tomó la decisión de indultar a 2 900 presos! Se ha dicho que ello se repetirá en los próximos años. Desde 1959, algo tan positivo en la materia tratada nunca se había hecho. Permite avizorar algo de luz dentro de un largo y oscuro túnel. Confiemos que para ello no haya que esperar siguientes visitas de éste o sucesores papas, ni otros 52 años.

 

“Costos y ganancias”

 

A lo interior del país, la campaña mediática contra una sinarquía de más de cinco décadas se viene utilizando por el grupúsculo geronto-histórico para tratar de levantar los ánimos revolucionarios de un pueblo que ha estado sufriendo una aguda desideologización, así como un fuerte incremento de la frustración ciudadana por imposibilidad de que esa cúpula siquiera se acerque a las expectativas de una decepcionada población en cuanto a la naturaleza, velocidad y profundidad de los cambios que se precisan, al menos, a fin de aliviar las condiciones de vida y frenar el mayúsculo éxodo, principalmente juvenil.

 

Así, los llamados a unirse en defensa de la Patria (editoriales en la prensa, desmesurados libros, vallas, marchas, mítines en los centros de trabajo o estudio y conciertos mediante), sirven al grupo gobernante principalmente para intentar una pizca de reconciliación con la mayoría de a pie; o, por lo menos, para que se desvíe un tanto la vista de las múltiples insatisfacciones ciudadanas, que una casta burocrática (¿o clase imprevista?) ya no puede aminorar. Con todo lo cual ésta solo consigue mantener la extendida simulación dentro de la ciudadanía.

 

En lo exterior, se constata que la imagen del gobierno cubano sufre evidentemente fuerte deterioro, ya que un amplísimo espectro del progresismo y la izquierda mundiales sí definitivamente se ha bajado del tren de la “Revolución”. Otros –cada vez menos– no ven o no quieren ver porque necesitan un soporte espiritual después de la caída del mal llamado campo socialista; y dicen hoy apostar por la “actualización de un modelo”, sin contabilizar los debe y haber para calcular hacia donde nos llevan estas reformas. Algunos que sí prevén y lo comentan a la baja, se abstienen de criticar públicamente, aplicando el relativismo de que el gobierno cubano –pese a todo- no es tan malo como los otros y, por demás, es el mayor referente antiyanqui en el orbe.

 

Hasta en la meca del capitalismo mundial, pensadores revolucionarios como Noam Chomski, Howard Zinn, críticos acérrimos del sistema de su país, han mantenido sus cátedras universitarias en centros de alto relieve y han escrito o investigado lo que han deseado. En Francia, ha sido igual con Edgard Morín o el joven de ascendencia árabe Salin Lamrani, profesor de una universidad parisina, amigo acrítico del gobierno cubano. Michael Moore ha realizado cuantos documentales bien ácidos contra el american way of life ha querido. Un Oscar obtuvo otro largometraje (visto en la Mesa Redonda) que apremiaba a la persecución criminal contra los fraudulentos políticos y grupos financieros del primer nivel de la nación.

 

Aquí, en Cuba, eso es impensable. Un escrito contra la corrupción (cuyo combate es proclamado parte principal de la política oficial) puede ocasionar como recientemente a un catedrático todo un viacrucis. O un grafitti, quizás algunos volantes, pueden dar lugar a años de privación de libertad.

 

Pese a determinadas señales novedosas, el núcleo de poder cubano -beneficiado con mendrugos de reconocimiento por una solidaridad, dentro y fuera del país, que se debe únicamente al hacer y al sacrificio del pueblo, no de su privilegiada clase enriquecida- sigue justificando, como desde hace 5 décadas, los enormes y sostenidos déficits de libertad y democracia, con el enfrentamiento al imperialismo norteamericano. Puro Plattismo.

 

Nada justifica lo del Trinquenio Gris -siempre inacabado- contra los artistas y escritores. Nada justifica convertir la isla en una cárcel donde, solo como mero ejemplo: teniendo su hijo, nuera y nietos en Argentina, se le prohibió desde 1994 y hasta el pasado año emigrar a la Dra. Hilda Molina. Todo por renegar de sus condecoraciones, sellos, órdenes, medallas y el carné del partido y renunciar a su cargo de directora en el Centro Internacional de Restauración Neurológica. Este caso motivó incluso desavenencias entre los Kirchner y Fidel Castro durante la Cumbre Iberoamericana en Argentina.

 

Nada fundamenta legal ni moralmente, mantener la tarjeta blanca (carta de libertad la llama el pueblo); que, a pesar de anuncios y re-anuncios, no acaba de expirar, porque todo tiene que ser “paulatinamente” y no tan rápido como se construye un nuevo mausoleo en el cementerio de Santa Efigenia.

 

El Ministerio de la Informática y las Comunicaciones, así como el Centro de Estudio Martianos son algunos ejemplos de “filtros” para evitar el apropiado saber de las gentes, y darles solo lo que se estime conveniente. En Cuba, la información no canalizada por los medios oficialistas y la posibilidad de arribar a conclusiones personales a partir de ella son cuestiones consideradas peligrosamente subversivas.

 

En las escuelas los niños y adolescentes tienen que adorar a Fidel (ahora, también a Raúl), ingresar y mantenerse como pioneros y repetir constantemente que quieren ser como el Ché. No pueden exclamar, por ejemplo, que como Martí, Ghandi, Jesucristo, Espartaco, Buda, Rosa Luxemburgo, o la Madre Teresa de Calcuta.

 

Quien esto escribe, en la enunciada campaña mediática, no toma partido por bando alguno, ni acepta polarización entre ellos, ya que las manzanas de uno y otro árbol tienen lombrices. Como tampoco se aviene al muy interesado chovinismo que se trata permanentemente de insuflar a los cubanos, puesto que la Patria es Humanidad y las fronteras no son más que convenciones impuestas por los dominadores, para resguardar su poder y propios intereses.

 

Por encima de toda bandera (paradójicamente para los patrioteros, la nuestra fue enarbolada por primera vez por el anexionista Narciso López), himno e ideología está la vida y la felicidad de cada persona.

 

¿Qué hacer?

 

Si la reconocida derecha internacional hoy utiliza los tumores que Cuba tiene, la solución no es la grandilocuencia politiquera de la cripto-derecha cubana, sino producir los cambios necesarios para abolir el aberrante socialismo de Estado (en puridad capitalismo monopolista de Estado, cual Martí calificó iluminadamente de esclavitud de los trabajadores por parte del funcionariado) y emprender un camino de liberación individual y de extendida autogestión, participativo, inclusivo,… realmente democrático. Con respeto de todos los derechos humanos, de los que se cumplen actualmente y de los muchos y primordiales que no. Con una verdadera socialización del poder.

 

Cuando esto se cumpla, las campañas por vitriólicas que sean, y vengan de donde vengan, colisionarán –no contra frases, mítines, piramidales libros y conciertos epopéyicos ni justificaciones ahistóricas, sobredimensionadas o tergiversadas– sino contra verdadero e inexpugnable muro de moral, humanismo, justicia social, democracia, ética y…Libertad.

 

Tratemos de comenzar a lograrlo en este primer año de la Era Acuario...

 

Miguel Arencibia Daupés es un jurista cubano, que durante más de tres décadas militó en el Partido Comunista de Cuba.

 


Los disparatados proyectos de Fidel

Claudia Peiró

21 de febrero de 2013

 

Durante más de 50 años de ejercicio del poder absoluto, Castro ha sometido a los cubanos a toda clase de experimentos voluntaristas -zafras titánicas, vacas superlecheras, plantas milagrosas- cuyo resultado es el no desarrollo de la isla que gobernó con mano de hierro.

 

En momentos en que una constelación de admiradores a distancia de un régimen bajo el cual jamás vivirían se activan en distintos puntos del planeta para repudiar la presencia de Yoani Sánchez en su primer viaje fuera de Cuba, es bueno recordar que la decadencia de esa nación caribeña se debe mucho más a los disparatados experimentos de Castro que a los efectos de un mal llamado “bloqueo”.

 

Allá por septiembre de 2011, Hugo Chávez -oficiando de vocero- explicó que Fidel se estaba dedicando a la “investigación científica en “un conjunto de temas, sobre todo en producción de alimentos”. “Dirige unos campos experimentales”, agregó, misterioso, sin dar más detalles.

 

La noticia no podía menos que intranquilizar, considerando que el comandante ha usado con frecuencia la isla como campo experimental de los más insólitos proyectos y los más disparatados desafíos a las leyes de la naturaleza; proyectos que, prometía, colocarían a Cuba a la vanguardia del desarrollo.

 

Estas iniciativas iban acompañadas de su correspondiente retórica, campañas informativas, consignas, afiches y toda la parafernalia necesaria para convertir cada ocurrencia de Fidel en una epopeya.

 

Una de las más famosas fue la zafra de 10 millones de toneladas. Era el año 1970 y Castro movilizó todos los recursos humanos de la isla para alcanzar ese número mágico que no sólo abastecería al país sino que lo convertiría en el primer exportador mundial de azúcar. Obreros, estudiantes, profesores, médicos, técnicos, intelectuales… todo el mundo abandonó su puesto de tareas habitual y marchó al campo a cortar caña. La meta no fue alcanzada. En cambio, se logró la parálisis productiva general y una aguda crisis económica.

 

Poco antes, Castro había intentado volcar la economía cubana al cultivo de café. Se inspiró leyendo un libro sobre el tema y desoyendo los consejos de los agrónomos. Por aquel entonces, en los alrededores de La Habana había quintas que abastecían a la capital de frutas y verduras. Fidel ordenó erradicar esos cultivos, arrasando con todo, árboles frutales incluidos, para dar lugar a los cafetales.

 

El resultado fue que La Habana se quedó sin frutas, sin verduras y sin café. Lo relata en Persona non grata el escritor chileno Jorge Edwards, efímero embajador de su país en Cuba (Fidel pidió su salida por el delito de negarse a dejar de frecuentar a intelectuales críticos): “Cafetales raquíticos, abandonados, en lo que había sido el gran proyecto, la gran esperanza del Cordón de La Habana (…). Alguien me dijo que el cinturón de la capital estaba ocupado anteriormente por pequeños propietarios chinos, que cultivaban las lechugas y hortalizas que abastecían a la ciudad. En una arremetida política, el Gobierno había expropiado a estos parceleros, que constituían un enclave ‘capitalista’ y obedecían en su actividad a oscuros estímulos materiales. Desde entonces, la lechuga pasó a ser artículo de lujo, para consumo de diplomáticos y de otros privilegiados”.

 

Su compatriota Roberto Ampuero, que vivió varios años exiliado en La Habana, cuenta en un libro autobiográfico, Nuestros años verde olivo, que, poco después del fracaso de la ruina de los cafetales, Fidel inició la campaña a favor del consumo de pescado: “De la noche a la mañana, se importaron miles de casetas metálicas refrigeradas desde la Argentina (que) se llenaron de golpe de pescados, mariscos y algas, causando alegría y revuelo entre los cubanos, porque ahora sí, tras quince años de penurias, parecía que el racionamiento se acababa de modo definitivo (…). Sin embargo, meses más tarde las casetas no volvieron a recibir suministros del mar (…), algo grave ocurría con ciertos repuestos de la flota pesquera cubana. Corrían a la vez rumores espeluznantes de que el imperialismo, en su eterna lucha contra Fidel, se las arreglaba ahora para espantar los cardúmenes de las costas isleñas mediante una sofisticada tecnología desarrollada por la NASA”.

 

Gracias al atractivo de la refrigeración, los puestos de pescado vacíos empezaron a ser usados como sitios de reunión y hasta nidos de amor…

 

Ubre Blanca fue el nombre dado a otro grandioso proyecto: una vaca que daría 120 litros de leche por día. Fidel en persona supervisaba el proceso en una granja experimental. Mientras el comandante mostraba orgulloso el sitio donde pronto se fabricaría un queso Camembert que haría empalidecer de envidia a los franceses, en la isla escaseaba la leche, incluso para los niños.

 

“El máximo líder -escribe Ampuero- acostumbraba anunciar con entusiasmo desbordante algún proyecto: la pronta inauguración de una nueva fábrica de zapatos de plástico, la creación en escasas semanas de un taller para reparar tractores rusos, la aprobación de planos para un instituto que en un futuro no lejano se especializaría en el cultivo de ostras y convertiría a Cuba en el principal exportador mundial del molusco, o el desarrollo de un revolucionario sistema para la construcción de puentes, que permitiría ahorrar hombres y materiales”.

 

En la lista también hubo una semilla de gandul (un tipo de frijol) que, como los cafetales, crecería casi sin requerir cuidados y una supercerveza de 18 grados de alcohol, sin olvidar la planta nuclear instalada por los rusos que nunca llegó a funcionar y hoy está abandonada.

 

Más tarde, cuando la implosión de la Unión Soviética -hundida por el peso de las ineficiencias acumuladas en décadas de economía planificada- dejó a Cuba a la intemperie, el ingenio de Castro se aguzó aún más: fue el momento de la compra de millones de bicicletas para la locomoción de los cubanos sin nafta y de otras tantas cacerolas eléctricas para hervir el arroz sin gas.

 

Hoy, pese a su retiro del gobierno, Fidel sigue pergeñando iniciativas que sacarán milagrosamente a Cuba del atraso: su último berretín conocido fue la moringa, una planta originaria de la India, que la ONG Médicos Sin Fronteras promociona como fuente generosa de vitaminas.

 

Todo esto sería anecdótico si no afectara la vida cotidiana de millones de cubanos sometida a los caprichos de una persona que, como les respondió Yoani Sánchez a los que la abuchearon en Brasil, utiliza el embargo como coartada para el subdesarrollo en el cual ha hundido a Cuba.

 

La isla importa el 80% de los alimentos que consume y, lo irónico del caso, es que una parte más que considerable proviene de los Estados Unidos. No existe bloqueo comercial a Cuba: sólo un embargo unilateral dictado por el Congreso norteamericano que, además, no incluye medicamentos ni comida. Esto explica que el país más denunciado por Castro sea uno de los principales socios comerciales de La Habana, junto con Venezuela, China y España.

 

Los resultados de más de medio siglo de revolución son una soberanía alimentaria del 20%, una zafra que retrocedió a los niveles de principios de siglo (pasado), un 90% de la fuerza de trabajo empleada en el Estado -al menos antes del ajuste iniciado por Raúl Castro- y una inmensa mayoría de la población viviendo en niveles de subsistencia.

********************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Sufro de ‘pie de atleta’ -infección en los pies causada por hongos-, porque en mi época de estudiante secundario me obligaron a realizar labores agrícolas con el agua hasta las rodillas. Desde joven tengo escoliosis sacro lumbar -lesión que afecta las vértebras que conforman la parte inferior de la espalda-, porque en el Cordón de La Habana me exigieron cargar en parihuelas improvisadas las enormes rocas que sacábamos de la tierra, para que las mujeres pudieran sembrar café caturra -una variedad de café que según Castro convertiría a Cuba en el principal exportador mundial del aromático grano- y árboles frutales –servirían como ‘cortinas rompe viento’ para proteger las matas de café caturra. No se obtuvo los resultados pronosticados por Castro y pasados 2 ó 3 años dejó de existir el Cordón de La Habana, pero mi columna vertebral tiene más curvas que la Carretera Central de Cuba.

A los delirios de Castro también se les debe que diera la orden de que se trabajara para desarrollar las vacas enanas, de que trajeran búfalos de agua de Viet Nan –según Castro producían más y mejor leche que las vacas y se alimentaban con menos pasto- y la importación del pez claria -con este depredador se ha puesto en peligro el equilibrio ecológico de Cuba.

Samuel Farber y la crítica socialista

 

de la realidad cubana

 

Entrevista por Armando Chaguaceda

 

22 de enero de 2012

 

Entrevista al historiador y politólogo Samuel Farber, autor de Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assessment.

 

Poca gente logra mantener, a lo largo de su vida, un sano compromiso político que combine la fidelidad a ciertos principios éticos o ideológicos, el destierro de los dogmas, y el cultivo de la capacidad para leer —sin anteojeras— la realidad. Samuel Farber es una de estas personas. Historiador y politólogo, profesor universitario y militante socialista, Sam es una voz autorizada para comprender —desde un marxismo crítico— la realidad económica, cultural y sociopolítica de la Cuba posterior a 1959 y otear, con mapa preciso de actores y escenarios, la del futuro. Ha ejercido su derecho a la voz para, dentro y fuera de la Isla, defender activistas sociales y denunciar represiones políticas.


Ahora que su nueva obra, Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assessment, ha sido acogida con éxito y polémica en variados foros académicos y culturales de EEUU, Samuel Farber accede a compartir sus opiniones con los lectores de CUBAENCUENTRO. 

 

En tu libro haces hincapié en la capacidad de acción del liderazgo cubano para elegir los rumbos del proceso y construir un modelo afín al soviético, sin que esta elección fuese una mera derivación del acoso imperialista, o los conflictos internos. ¿Pudieras ahondar en las causas y consecuencias al respecto?


Samuel Farber (SF): A raíz de la Ley de Reforma Agraria de mayo de 1959, Washington decidió que era necesario derrocar al Gobierno revolucionario de Fidel Castro. Los preparativos para lograr esa meta a través de la violencia armada comenzaron a finales de dicho año y cuajaron en un plan sistemático de acción encubierta en marzo de 1960. Pretender que EEUU decidió derrocar a Fidel Castro porque éste se convirtió en un dictador es risible, dado el apoyo que el imperialismo norteamericano ha brindado a todo tipo de dictadores y a las masacres de cientos de miles de personas, como ocurrió en las campañas anti-comunistas en Indonesia en la década de los sesenta. El Gobierno norteamericano también ha apoyado a regímenes comunistas cuando le ha convenido, como en el caso de la Yugoslavia de Tito después que este rompió con Stalin a finales de los cuarenta. Lo que determinó la política norteamericana hacia la Isla fue que Estados Unidos no pudo permitir que uno de los países latinoamericanos bajo su control económico y político, especialmente uno tan cercano como Cuba, se “saliera del plato” y actuara como un estado verdaderamente soberano e independiente.


También es sumamente ingenuo pensar, a la usanza de muchos liberales norteamericanos, que el Gobierno revolucionario adoptó el comunismo porque la política norteamericana lo “forzó” a ir en esa dirección. Eso presume que los líderes revolucionarios no tenían ideas políticas propias y que sus mentes habían sido, en términos de ideología política, una tabula rasa. De hecho, durante 1959 hubo una lucha ideológica dentro del Gobierno revolucionario entre los liberales como Roberto Agramonte y Elena Mederos, los antiimperialistas radicales como David Salvador, Faustino Pérez y Marcelo Fernández, y el ala procomunista encabezada por Ernesto “Che” Guevara y Raúl Castro, aliados en aquel momento con el PSP (Partido Socialista Popular) de los viejos estalinistas cubanos. La creciente y abierta hostilidad norteamericana contribuyó significativamente a la victoria de la tendencia procomunista, pero eso no quiere decir que Washington fue quien determinó los propósitos e ideas del liderazgo revolucionario. Estos líderes tenían su propia visión política de la realidad que determinó lo que ellos consideraron como las respuestas apropiadas al peligro del Norte, y especialmente a lo que ellos vieron como la forma óptima de organización social y política. En fin, como Ernesto “Che” Guevara declaró al semanario francés L'Express el 25 de julio de 1963, “nuestro compromiso con el bloque del Este de Europa fue cincuenta por ciento el fruto de presiones externas y cincuenta por ciento el resultado de nuestra libre opción”.

 

Al describir el sistema político cubano expones su prolongada apuesta por una movilización y participación carentes de control democrático y el rol limitado que se asigna al Poder Popular en la toma de decisiones. A partir de semejante legado político institucional, ¿cuales serian los elementos a tener en cuenta (como aporte o error) para una eventual reforma socialista democrática del orden vigente en la Isla?


SF: Quizás la contribución más importante que el régimen cubano ha hecho a la historia del comunismo en el poder ha sido su énfasis en la participación y movilización de la gente, especialmente durante el largo período que Fidel Castro estuvo a la cabeza del Gobierno. Sin embargo, es imprescindible distinguir entre la participación y el control democrático. Todo tipo de participación que carece de control popular democrático —lo que necesariamente incluye el debate libre y la libertad para organizarse políticamente— es inevitablemente una forma de manipulación. Si tomamos el famoso lema del movimiento de 1968 en Francia, “nosotros participamos, ustedes participan, ellos lucran” y cambiamos la palabra “lucran” por “mandan”, obtendremos el slogan perfecto que describe a Cuba desde el establecimiento del pensamiento único.


Los métodos utilizados durante el período previo al VI Congreso del Partido Comunista, que tuvo lugar en abril de 2011, son un ejemplo ilustrativo del asunto en cuestión. Como sabemos, el PCC organizó cientos de reuniones a través del país para que la gente formulara sus quejas y sugerencias. Al analizar estas reuniones veremos que fueron eventos de gente atomizada por el poder del partido: no tenían contacto con gente que asistía a reuniones similares en otros lugares, y mucho menos tenían la posibilidad de organizarse independientemente entre ellos para formular e impulsar sus propias demandas. De las miles de opiniones que obtuvieron, los lideres comunistas fueron los que escogieron las que ellos consideraron útiles y apropiadas en las reuniones de la cima gubernamental, celebradas el 19 y 20 de marzo del 2011, un mes antes del sexto congreso. Estos métodos se asemejan a los que utilizan las grandes empresas capitalistas, especialmente aquellas donde no hay sindicato ni convenio colectivo de trabajo, donde los capitalistas recurren a métodos “consultativos” como, por ejemplo, el buzón de quejas y sugerencias donde los patronos escogen lo que ellos consideran conveniente para aumentar las ganancias, mantener la “paz social” y prevenir la entrada de un sindicato auténtico, lo cual significaría la organización independiente de los trabajadores. Por estos motivos considero que cualquier reforma política auténtica del sistema imperante en la Isla debe comenzar por abrir espacios independientes para la auto organización de la gente fuera del control del partido y de las llamadas organizaciones de masas, para oponerse a todas estas en cada ocasión que sea necesario. Pero esto no va a ocurrir con el beneplácito de los que están en el poder; tendrá que ser un cambio impuesto por la presión popular desde abajo.

 

Dentro de los capítulos de la obra, criticas en varias ocasiones la existencia tanto de un “turismo revolucionario” como de cierto relativismo político y cultural (sustentado en una retórica sofisticada) con que simpatizantes foráneos del Gobierno cubano buscan interpretar y justificar sus acciones. ¿Cuáles serían, a tu juicio, la “salud” y el impacto de semejantes posturas dentro del actual debate en torno a la realidad cubana? ¿Cómo se relacionan con las proyecciones de un reformismo oficial (de académicos de la Isla o vinculados a su Gobierno) aparentemente más interesado en acompañar los cambios promercado que una redefinición de la justicia social o las políticas de participación?


SF: El “turista de la revolución”, tan bien analizado por el escritor alemán Hans Magnus Enzesberger en su libro sobre la “industria de la conciencia”, es a veces un idealista bien intencionado, otras veces un descarado al que le gusta disfrutar de unas vacaciones tropicales gratis, y a veces, en lugares como Estados Unidos —donde la izquierda ha sido históricamente débil— es gente que siente que políticamente es un cero a la izquierda en su propio país, pero a las que el Gobierno cubano halaga y la hace sentirse importante. En la mayoría de los casos es el erario del Estado cubano, extraído del trabajo del pueblo, el que costea la mayor parte de los gastos de esas visitas. El “relativismo” de ese turista no es el relativismo cultural de antropólogos como Franz Boas —un esfuerzo serio y erudito para entender culturas ajenas, aun cuando a veces lo consideremos equivocado— sino un recurso retórico barato para justificar lo injustificable que con mucha frecuencia demuestra una increíble ignorancia de la sociedad cubana. Durante la investigación para mi libro más reciente descubrí un artículo de la ensayista Susan Sontag, publicado por la revista norteamericana Ramparts en abril de 1969 (Some Thought on the Right Way (For Us) to Love the Cuban Revolution), donde afirmaba, entre otras barbaridades, que muy poca gente sabía leer y escribir en la Cuba prerrevolucionaria. Obviamente, la señora Sontag desconocía la prensa cubana y la circulación masiva y la gran influencia política que revistas como Bohemia habían tenido en el pueblo cubano antes de 1959.


Pero ha habido “turistas” que se han rebelado contra sus anfitriones del Estado cubano. El infame caso de la “confesión” del poeta Heberto Padilla en el 1971 provocó la denuncia indignada de la misma Sontag así como de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, entre otros intelectuales y artistas. La condena de los 75 disidentes y la ejecución de tres jóvenes negros que trataron de apoderarse de una lancha para huir del país en 2003 destapó una ola de críticas muy fuertes al régimen a través de todo el mundo, incluyendo las de José Saramago, Premio Nobel de Literatura, y las de Eduardo Galeano, el conocido escritor uruguayo, aunque estos se reconciliaron con el Gobierno cubano más adelante. Es justo notar que ni el uno ni el otro repudiaron sus protestas de 2003.


Ahora estamos presenciando —y esto es mucho más importante— lo que quizás sea el principio del fin del “turista de la revolución” y el comienzo de otro tipo muy diferente deturista de la transición”. Carlos Saladrigas, un capitalista cubano de la Florida y líder del Cuba Study Group, que aglutina a un número de cubanoamericanos acaudalados, visitó recientemente la Isla y anunció su disposición de invertir en Cuba a condición de que el Gobierno cubano instituyera una serie de cambios legales los que, por cierto, son concebibles en la Cuba de hoy. La Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), en cooperación con la Iglesia Católica cubana, ha establecido un programa de Administración de Negocios en la capital. Ya hay economistas de la Isla que se pronuncian a favor de la “economía de mercado” (sin llamarla por ese nombre) y del modelo sino-vietnamita. Ellos son parte de un tráfico universitario con universidades extranjeras que incluye a académicos del Norte que son parte del nuevo “turismo de la transición”. Es importante notar de paso el papel que juegan los comunistas liberales y reformistas de la Isla. Ninguna de las ideas y temáticas que ellos exponenespecialmente aquellas en que se hacen cómplices y guardan silencio sobre la ausencia de democracia política y económica— obstaculiza de manera alguna el establecimiento de un sistema tipo sino-vietnamita en Cuba. Dadas estas tendencias, me pregunto cuántos años faltan hasta que lleguen a la Isla misiones del Fondo Monetario Internacional, o una nueva “misión Truslow” con un Informe sobre Cuba del Banco Mundial, quizás en 2021, setenta años después del original de mediados del siglo veinte.

 

Una de las posturas que te distinguen de otros analistas es que logras mantener, con igual vehemencia que la denuncia a las deformaciones estalinistas implantadas en nombre del socialismo, una condena a la política de embargo/bloqueo mantenida por sucesivas Administraciones estadounidenses contra la nación y pueblo cubanos. ¿Pudieras fundamentar, de forma concreta, tu postura respecto a esta última?


SF: Como dije anteriormente, la política exterior de Estados Unidos no está defendiendo la democracia o los derechos humanos en Cuba o en cualquier otra parte del mundo. Desde ese punto de vista, el bloqueo económico de la Isla es simplemente el instrumento principal de esa política para doblegar al Gobierno cubano a costa del bienestar del pueblo en general. Estados Unidos no tiene el derecho de imponer su sistema económico y socio-político sobre otros países. Esto no tiene nada que ver con que el régimen cubano merezca apoyo o no. Es el pueblo cubano el que debe decidir soberanamente, sin presiones de potencias extranjeras, el orden económico y político de su sociedad. Al mismo tiempo, dado el peso aplastante del Leviatán cubano, es muy positivo que organizaciones internacionales auténticamente independientes de cualquier gobierno extranjero y con autoridad moral y credibilidad política, como Amnistía Internacional, defiendan desinteresadamente los derechos humanos denunciando las numerosas violaciones que el régimen ha cometido a través de muchas décadas.


Es también cierto que desde un punto de vista puramente pragmático, el bloqueo ha sido un fracaso total. Además, le ha permitido al régimen cubano pretender por muchos años que los problemas económicos en la Isla han sido mayor, o exclusivamente, el producto de la hostilidad norteamericana. A través de esa maniobra ideológica, el Gobierno ha tratado de ocultar que su sistema burocrático y centralizado ha sido un verdadero desastre económico, lo que creo demostrar en mi nuevo libro, Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assessmentbasado en gran parte en numerosos ejemplos publicados en la misma prensa cubana. En la esfera política, el bloqueo norteamericano le ha facilitado al Gobierno recurrir a la “unidad monolítica” como un requisito para la defensa contra la agresión extranjera. Esta se ha convertido en la principal justificación ideológica del sistema una vez que el “socialismo” de tipo soviético se vino abajo en medio de un desprestigio político e ideológico total.


Es muy dudoso que el régimen pueda sostener su cohesión interna y legitimidad política si Estados Unidos eliminara el bloqueo inmediata e incondicionalmente, como yo creo que debe hacerlo. Sin embargo, hay un enfoque muy influyente que favorece la reducción gradual del bloqueo pero solamente a cambio de concesiones políticas del Gobierno cubano. Ese enfoque ha tenido poco impacto en la realidad —por ejemplo, la reciente liberación de presos políticos negociada por la Iglesia católica y los Gobiernos de Cuba y España tuvieron poco o nada que ver con la liberalización de los viajes y remesas a Cuba decretadas por Obama en 2009. Y cuando lo analizamos a fondo, vemos que muchas de las premisas implícitas del supuesto intercambio son muy perniciosas. Una buena parte de la prensa liberal norteamericana así como muchos disidentes “moderados” mantienen que la abolición del bloqueo debe depender de las acciones liberalizadoras y democratizadoras del Gobierno cubano. La contraparte de esta noción es la idea proclamada por muchos de los apologistas del régimen cubano que cualquier liberalización o democratización en Cuba debe depender de la eliminación del bloqueo. La lógica política de ambos enfoques implícitamente excluye la noción de la acción unilateral por cada uno de los gobiernos. La premisa de las acciones unilaterales que propongo es que el bloqueo debe ser eliminado porque, en primer lugar, no tiene justificación moral o política y, en segundo lugar, porque no funciona. Este imperativo político, moral y práctico no tiene por qué depender de lo que haga o no haga el Gobierno cubano. Por otra parte, son los cubanos, apoyados por organizaciones internacionales verdaderamente independientes, los que tienen todo el derecho a protestar, movilizarse y demandar cambios democráticos en la Isla independientemente de lo que haga o no haga Washington.

 

En la Introducción de tu libro —en lo que considero una expresión de honestidad y compromisos poco comunes— señalas el deseo de que la reflexión política e histórica que desarrollas pueda apoyar a las nuevas voces emergentes que en Cuba promueven un socialismo democrático. ¿Pudieras dar tu opinión sobre los desafíos que ves para estos actores y el valor que pueden tener en un escenario de cambios en la Isla?


SF: La mejor cosa que ha ocurrido en Cuba en los últimos años es el brote de una nueva izquierda que aboga por una auténtica democratización de la sociedad sin contubernios con el fetiche del mercado —es notable la similitud estructural del dogmatismo neoliberal con el dogmatismo estalinista— y mucho menos con la Sección de Intereses de Estados Unidos. Esta nueva izquierda todavía involucra a relativamente poca gente y es débil. Pero esa debilidad puede ser ventajosa si facilita la reflexión y clarificación política.


En un artículo reciente en Havana Times (“Balbucea la nueva izquierda cubana”, 11 de enero de 2012), Erasmo Calzadilla identifica las varias razones por las que la nueva izquierda no constituye una alternativa política al régimen cubano. No creo que ese sea el problema principal que esa izquierda confronta hoy por hoy. Mucho más importante es que se oriente hacia los problemas que confrontan los cubanos de a pie (de hecho muchos artículos publicados en HT reflejan ese interés). Para la izquierda en la Isla, la tarea inmediata no es contender por el poder central sino encontrar la manera de alentar la resistencia a muchos de los cambios que acabarán por aumentar la pobreza y vulnerabilidad de la gente, como la pérdida de prestaciones sociales y el desempleo masivo. Comprendo que la conciencia de la nueva izquierda tiene, como la describe Calzadilla, “mucho de ambientalista, de Queer, de buena onda solidaria (también con las especies), de religiosidad panteista.” Pero considero que si la nueva izquierda se limita a esas preocupaciones se volvería irrelevante a lo que se avecina en la Isla. La política, como la naturaleza, aborrece el vacío, y si una nueva izquierda revolucionaria y democrática no responde a la crisis y necesidades populares de la transición, fuerzas nefastas, como se ha visto en muchas otras partes del mundo, ocuparán ese espacio político para promover sus propósitos.


A medida que el Gobierno elimina el subsidio universal y lo limita a los más pobres, es muy posible que estos últimos acaben siendo estigmatizados como ocurrió en Estados Unidos con los recipientes de asistencia social o welfare. Como un gran número de los pobres, y probablemente la gran mayoría de los empleados públicos desplazados que no van a conseguir nuevos empleos van a ser negros y mulatos, esta situación va a acabar por crear un aumento significativo del racismo. La transición que se avecina en Cuba también va a causar una división entre los trabajadores de los sectores “ganadores” de la economía (turismo, industrias extractivas como el níquel), y los de los sectores “perdedores” (empleados públicos, la manufactura “no competitiva”). Qué mejor tarea para la nueva izquierda que tratar de fomentar la unidad de ambos sectores a través de la defensa concreta de los intereses de todos. Un sindicalismo —que probablemente tendría que ser clandestino— basado entre los “ganadores” que defendiera también los intereses de los trabajadores en los sectores económicos “perdedores”, fortalecería la unidad entre estos y aquellos y de esta manera aumentaría el poder político de los sindicatos y el potencial para la transformación social y política del país.


También existe en la Isla una crítica principalmente de tipo cultural que le es aceptable a los elementos menos cavernícolas del régimen porque en realidad no representa ninguna amenaza para el control político del Gobierno. Esa tendencia es visible en muchas de las actividades patrocinadas por Mariela Castro y CENESEX que, aunque puedan tener un valor positivo, también pueden desviar la atención de la acción política necesaria para, por ejemplo, protestar y confrontar la brutalidad policíal contra los gays y travestis.


A pesar del desprestigio que las ideas del socialismo han sufrido por las acciones del Gobierno, creo que hay un izquierdismo latente en muchos cubanos que se dan cuenta, por lo menos intuitivamente, que los valores de igualdad y solidaridad son críticos para una vida digna y decente. No es necesario sacrificarse ni a los fetiches del mercado y al individualismo de “sálvese quien pueda” y “la peste el último”, ni al fetiche de la “unidad monolítica” del partido único.

 

Samuel Farber nació y se crió en Marianao, La Habana, Cuba; ha participado en la política socialista por más de cincuenta años.  Su último libro, Cuba Since the 1959 Revolution. A Critical Assessment, apareció en el otoño de 2011, publicado por Haymarket Books.

Los trabajadores cubanos después de la Revolución

Samuel Farber*

7 de diciembre de 2011

 

La huelga general que tuvo lugar inmediatamente después de que Batista abandonó el país en las primeras horas del 1o de enero de 1959, no fue una acción clasista, sino una acción nacional convocada por Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio. Prácticamente toda la población apoyó la huelga, incluyendo los burgueses cubanos y la clase media que todavía disfrutaban de su “luna de miel” con el gobierno revolucionario.

 

La huelga de enero de 1959 fue la póliza de seguro de los rebeldes contra cualquier golpe de Estado que hubiera tratado de impedir que ellos lograran la victoria total. La huelga se convirtió en una fiesta nacional cuando, durante toda una semana, decenas de miles de personas se alinearon en las calles para saludar a Fidel Castro y al Ejército Rebelde en su lenta procesión desde el oriente de la isla hacia La Habana.

 

Poco después explotó una gran ola de conflictos laborales y huelgas a través de todo el país que expresaron las frustraciones políticas y económicas de la clase trabajadora que había estado reprimida durante los años de Batista, así como las expectativas que había generado la Revolución.

 

Entre los muchos conflictos laborales hubo paros en 21 centrales azucareros por demandas de salarios. Los trabajadores despedidos de los ferrocarriles y aquellos que habían perdido su trabajo en una fábrica de papel que había cerrado en las cercanías de La Habana realizaron una huelga de hambre. Empleados de la Compañía Cubana de Electricidad, una empresa estadounidense, declararon una huelga de brazos caídos para demandar un aumento de salario de un 20 por ciento, y 600 trabajadores que habían sido despedidos de la compañía en los dos años previos se reunieron en el Palacio Presidencial para demandar ser reincorporados a sus puestos.7

 

Fidel Castro y el gobierno revolucionario intentaron resolver los innumerables problemas laborales que afrontaron durante este período afincados en una posición fuerte y clara a favor de los trabajadores. Medidas tales como la reducción sustancial de los alquileres urbanos, decretada en marzo de 1959, contribuyeron al desarrollo del radicalismo distributivo que caracterizó los primeros años de la revolución.

 

Como cualquier observador inteligente, Fidel Castro debió de haberse percatado que ese radicalismo era la clave del gran apoyo popular que el gobierno revolucionario había obtenido. En varias ocasiones, como expuse en el Capítulo 1, él había expresado su preocupación con respecto al tipo de conciencia que predominaba en la clase trabajadora. Quizás para anticiparse a los tiempos difíciles que se avecinaban, él trató “educar” a las masas para que le entregaran su confianza y dependieran del régimen en lugar de que lo apoyaran en la medida a la que les cumpliera con satisfacer sus necesidades.

 

A pesar de su gran temor de perder el control de la clase trabajadora, y muy aparte del temor que le tenía a la inestabilidad económica, Fidel intentó desalentar las huelgas. Su gobierno convenció al nuevo movimiento sindicalista revolucionario, dirigido por David Salvador, un ex-comunista que se hizo líder del sector obrero del Movimiento 26 de Julio en la lucha clandestina contra Batista, para que apoyara los esfuerzos de Fidel en esa dirección.

 

Por su lado, los comunistas, que todavía mantenían una relación distante del gobierno, intentaron empujarlo en una dirección más radical. Aunque el PSP voluntariamente evitó llamar o incentivar las huelgas, incluso en los primeros días de la Revolución, adoptó la posición de que cuando las huelgas eran necesarias y justas ayudaban a la Revolución en lugar de dañarla. 8

 

La fricción entre Fidel Castro y el PSP aumentó cuando aparecieron reportes que varios comunistas habían apoyado algunas incautaciones “espontáneas” de tierras. Como respuesta, en una entrevista televisada el 19 de febrero de 1959, Castro claramente advirtió que toda persona implicada en la ocupación de tierras antes que se decretara la Reforma Agraria se consideraría como involucrada en una conducta criminal y perdería los beneficios de la ley. 9 Tres días después los comunistas se replegaron y acordaron “que era necesario poner un alto a las anárquicas incautaciones de tierra.”10

 

Poco después de que Batista huyó del país, los revolucionarios sindicalistas, muchos de los cuales estaban asociados con el Movimiento 26 de Julio y eran los mas numerosos y respetados, tomaron las riendas de los sindicatos. Los nuevos líderes procedieron rápidamente a purgar a todos los partidarios de Eusebio Mujal –los burócratas “Mujalistas” que habían colaborado con la dictadura batistiana.

 

Rápidamente lanzaron una vigorosa campaña organizativa, que aumentó significativamente el ya considerable, aunque burocrático y corrupto, movimiento sindical. Y durante la primavera, se celebraron elecciones en cada local sindical del país seguidas por elecciones a nivel provincial y nacional. Esto resultó ser la expresión más importante de la democracia autónoma de base de todo el período revolucionario.

 

Los candidatos asociados con el Movimiento 26 de Julio ganaron abrumadoramente mientras que los comunistas solamente lograron un 10 por ciento de los puestos sindicales (aunque algunos de los candidatos del Movimiento 26 de Julio que salieron electos eran simpatizadores comunistas). Los resultados de las elecciones sindicales de esa primavera resultaron ser muy congruentes con los resultados de una encuesta que el PSP condujo en 1956 sobre su influencia política en los sindicatos.

 

Azuzados por los resultados electorales, los comunistas decidieron dedicar un mayor esfuerzo para aumentar su influencia en la clase trabajadora organizada, lo que, como era de esperar, provocó muchos conflictos con sus oponentes políticos dentro de los sindicatos. Aún así, las elecciones, celebradas a principios de noviembre, de los delegados al X Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba, que se celebró más tarde ese mismo mes, produjo resultados muy similares a los de las elecciones de la primavera.

 

Era claro cuando el Congreso comenzó, que la delegación comunista recibiría una paliza y sería excluida de la dirigencia de la confederación laboral. En ese momento Fidel Castro intervino de manera tal que el Congreso acabó aprobando una dirección diferente. Si bien hubieron sindicalistas comunistas reconocidos que se quedaron fuera de la planilla de la directiva, los llamados elementos unitarios del Movimiento 26 de Julio cercanos a los comunistas y dirigidos por Jesús Soto recibieron las posiciones predominantes y de control.

 

Una vez que concluyó el Congreso, el Ministerio de Trabajo, bajo el control de Fidel Castro y apoyado por los líderes comunistas sindicales y los elementos “unitarios” cercanos a ellos, comenzó a eliminar un gran número de líderes sindicales que habían resistido la influencia comunista, acusándolos de “mujalistas”.11 Las purgas se realizaron a través de comisiones y de mítines controlados y cuidadosamente organizados de antemano.

 

En lugar de realizar nuevas elecciones, cerca del 50 por ciento de los líderes sindicales, que en su mayoría pertenecían al Movimiento 26 de Julio y que habían sido elegidos libremente en las elecciones nacionales y locales de 1959, fueron destituidos. Muchos fueron perseguidos y también encarcelados.

 

Cuadros veteranos del PSP y sus colaboradores “unitarios” asumieron la dirigencia sindical. Fidel Castro y su gobierno revolucionario disfrutaban de tanto apoyo en 1959 y en 1960 que si se hubieran realizado nuevas elecciones cualquiera de los candidatos apoyados por él y su gobierno hubieran ganado sin lugar a dudas.12

 

Pero desde la perspectiva a largo plazo del líder cubano, la celebración de nuevas elecciones le hubiera permitido a los sindicatos mantener su autonomía. Las purgas le permitieron convertir a los sindicatos en una mera herramienta política en el momento en que él empezaba a acercarse políticamente a la Unión Soviética y a los comunistas cubanos.

 

En agosto de 1961, menos de dos años después del crucial X Congreso de la CTC, el gobierno aprobó una nueva ley que alineó la naturaleza y funciones de los sindicatos cubanos con los del bloque soviético. Conforme a la nueva ley, los objetivos principales de los sindicatos eran ayudar a lograr los planes de desarrollo y la producción nacional; promover la eficiencia y la expansión de los servicios públicos y sociales; mejorar la dirección de todos los sectores de la economía y llevar a cabo la educación política. 13

 

Unos años después se elaboró una Declaración de Principios y Estatutos Sindicales de la CTC sobre las funciones y deberes de los sindicatos como agentes del gobierno para imponer disciplina productiva. Los sindicatos debían establecer emulaciones socialistas y trabajos voluntarios, aplicar estrictamente la ley laboral, cuotas de trabajo, escalas salariales, y disciplina laboral; promover el aumento de la producción; mejorar la calidad de esta; reducir los costos y mantener los equipos; desarrollar conciencia política; y expandir las instalaciones culturales, deportivas y recreativas. 14

 

Finalmente, los sindicatos fueron consolidados en un número menor de sindicatos nacionales a los que pertenecían todos los trabajadores de una industria dada sin que importara el tipo de trabajo que desempeñaran. Su afiliación al sindicato era supuestamente “voluntaria”, una ficción convenientemente aceptada por algunos observadores foráneos que, de alguna forma, no notaron o reconocieron la gran presión coercitiva para unirse a las “organizaciones de masas” que existe en un estado monopartidista.15

 

El XI Congreso de la CTC que se realizó en noviembre de 1961, no podía ser más diferente del que se había realizado dos años antes. La unanimidad sustituyó ahora a la controversia. Sin permitir ninguna oportunidad para que los candidatos compitieran por el voto, todos los líderes fueron seleccionados por aclamación. No fue sorprendente que el viejo estalinista Lázaro Peña retomara la posición de secretario general que había desempeñado durante los años cuarenta bajo el gobierno batistiano.

 

Para ahorrar en costos de producción, el XI Congreso también acordó renunciar a los beneficios que muchos sindicatos habían ganado en las luchas anteriores a la Revolución. Así, se aprobó la jornada de ocho horas, añadiendo una hora más de trabajo a los sindicalistas que ya habían obtenido la jornada de siete. Los nueve días de paga por enfermedad, que anteriormente se cobraban automáticamente, sólo se le pagarían a aquellos que pudieran probar que estaban realmente enfermos. El pago extra de un mes que se realizaba como bono de fin de año también se eliminó.

 

Aunque a un nivel abstracto se podría argumentar a favor de algunos de estos cambios en un nuevo orden socialista, aquí se impusieron desde arriba con poca o ninguna discusión. No hubo confrontación alguna entre los cambios propuestos y los puntos de vista opuestos a estos de un gran número de trabajadores que no podían expresarse abiertamente, ni organizarse en apoyo de lo que pensaban.

 

Indudablemente los beneficios que los trabajadores habían obtenido de la Revolución, junto con el fervor revolucionario que prevalecía en el país, facilitaron en gran medida la habilidad del gobierno parar establecer su visión del papel que los trabajadores y los sindicatos debían desempeñar bajo su versión del socialismo.

 

Aún el drástico cambio de liderazgo que se implementó en el Congreso de 1961 no puso fin al proceso de borrar todas las huellas de un sindicalismo independiente. De los diecisiete líderes sindicales nacionales en 1959, solo cinco se mantuvieron en la dirección de los doce miembros “electos” a la conclusión del congreso de 1961. Pero cuando en 1966 concluyó el XII Congreso de la CTC, solo quedaba un miembro del Comité nacional de 1961. De los 25 dirigentes de las federaciones laborales de 1961, solo uno seguía en su puesto en 1966.

 

Después de 1961, varios líderes importantes de la CTC fueron removidos y otros fueron asignados, no por la propia CTC, sino por el Buró Político del Partido,16 sin el menor intento por mantener la formalidad y las apariencias. En todo caso, el cambio radical en el personal directivo en tan corto plazo de tiempo fue una reflexión auténtica del no menos drástico cambio que había ocurrido en el carácter y funcionamiento de los sindicatos cubanos.

 

De hecho los líderes revolucionarios fueron políticamente muy francos sobre los cambios que implementaron en los sindicatos. El Vice Premier Raúl Castro declaró que “ayer” los sindicatos habían tenido que luchar continuamente para lograr ciertas ventajas, para obtener un poco más de las ganancias de los magnates, pero que la tarea que actualmente enfrentaba la CTC y los sindicatos era incrementar la producción, reclutar trabajadores voluntarios, incrementar la disciplina laboral, buscar mayor productividad, y mejorar la calidad de la producción.17

 

Como parte de una verdadera campaña “educativa,” implementada durante los primeros años de la década de los sesenta, “nuevos” líderes comunistas como Fidel Castro, junto con miembros de la “vieja guardia” comunista como Blas Roca, se dedicaron a repetir continuamente esas mismas ideas. 18

 

Como es de esperar, el carácter de los convenios colectivos de trabajo también cambió. En 1962, el Ministro de Trabajo publicó un modelo de convenios colectivos con instrucciones de cómo implementarlos a través de varios sectores de la economía. Este modelo seguía casi al pie de la letra las regulaciones soviéticas de convenios colectivos de trabajo publicados en 1947. 19

 

Con respecto al derecho a la huelga, hay que señalar que durante los primeros cinco años después del triunfo de 1959, se aprobaron varias leyes para regular los conflictos laborales. La Ley de Justicia Laboral, aprobada en 1964 y promulgada al comienzo de 1965,[20] no decía nada sobre el derecho a la huelga, siguiendo la teoría estalinista de que como los trabajadores eran los dueños de los medios de producción, ellos no podían hacer huelga contra ellos mismos.

 

En realidad el derecho a la huelga sólo se había mencionado de manera explícita en los reglamentos que se pusieron en práctica hasta 1960. En junio de 1961, Ernesto “Che” Guevara había sugerido la idea de que los trabajadores cubanos deberían acostumbrarse a vivir en un régimen colectivo y, por lo tanto, no podían realizar huelgas.21 Así que no resultó sorprendente que la ley de 1964 no mencionara las huelgas, ni tampoco la Constitución “socialista” de 1976, aunque la Constitución pre-revolucionaria de 1940 había declarado explícitamente en su artículo 71 el derecho constitucional a la huelga.

 

Ciertamente el principal objetivo general de la ley de 1964 fue fortalecer la disciplina laboral e incrementar la productividad. La ley seleccionó para castigar no solo a los trabajadores que fueran hallados culpables de crímenes económicos como el fraude, sino también a aquellos que mostraran señales de haraganería, vagabundeo, ausentismo, falta de puntualidad y respeto a los superiores, o que dañaran los equipos.

 

La ley estableció una escala de violaciones con tres grados de castigo: penalidades ligeras, moderadas y serias. Las penalidades ligeras iban desde una simple advertencia hasta un pequeño descuento del salario. El castigo moderado incluía una rebaja seria de salario así como la transferencia a un trabajo diferente en el mismo lugar. Las penalidades serias iban desde el traslado a otro lugar de trabajo que podía estar situado lejos de la familia, hasta la pérdida del empleo. 22

 

A mediados de 1969, un poco más de diez años después del triunfo de la Revolución, el Ministerio de Trabajo anunció que el gobierno estaba preparando reglamentos para crear un “expediente de trabajo,” o tarjeta de identidad laboral que cada trabajador cubano tenía que portar. Los líderes de los sindicatos oficiales no discutieron el borrador original; al final les dieron la oportunidad de contribuir con ideas sobre cómo implementar los reglamentos después de que se convirtieron en leyes en septiembre de 1969.

 

El expediente laboral o la “biografía del trabajador,” como lo llamaba el Ministro de Trabajo, incluía los méritos del trabajador, como por ejemplo, el sobrecumplimiento de las metas de trabajo o de horas extras sin paga alguna, así como los deméritos tales como el ausentismo, la negligencia en el manejo de los equipos, y el incumplimiento de las normas.Este expediente también llevaba un record de las sanciones o castigos impuestos por cualquier organismo disciplinario o tribunal. 23

 

A pesar de todos los mecanismos de control que introdujo durante los sesenta para lograr que los trabajadores cubanos fueran más productivos, el gobierno consideró que no eran suficientemente efectivos: el ausentismo aumentó a finales de los sesenta y alcanzó hasta un 20 por ciento de la fuerza laboral hacia fines de 1970. El 15 de octubre de 1970, el Ministro de Trabajo Jorge Risquet, quien se había formado políticamente como miembro del viejo PSP, propuso la Resolución 425, que de hecho era una ley contra la vagancia y el desempleo y que ordenaba colocar a los trabajadores no productivos en campos de trabajo.

 

Desde el punto de vista del gobierno, esto era preferible a la prisión, pues los campos de trabajo lograban el doble propósito de contribuir a la producción y aislar a los “vagos” para evitar que ejercieran alguna influencia sobre los otros trabajadores. Antes de ser aprobada como ley, el gobierno la presentó para ser discutida públicamente, para obtener, supuestamente, la opinión de los trabajadores, pero en realidad el propósito era crear una campaña del gobierno sin interlocutores apoyando los objetivos y procedimientos de la ley propuesta. La campaña logró incorporar unos 100 mil hombres a la producción, lo que a fin de cuentas era uno de los objetivos principales de la legislación propuesta.

 

Finalmente el 15 de marzo de 1971 el gobierno decretó la Ley contra la Vagancia. Según esta ley, todo los hombres entre la edad de 17 y 60 años debían trabajar una jornada laboral completa. Todo aquel que, sin justificación, faltara o dejara el trabajo durante 15 días o más, o fuera amonestado al menos dos veces por su consejo laboral, sería clasificado “en un estado pre-criminal de holgazaneria” mientras que aquellos que reincidieran en el ausentismo serían acusados por “el delito de holgazaneria”.

 

Las sanciones iban desde el arresto domiciliario hasta el internamiento en un centro de rehabilitación con trabajo forzado por un período que podía fluctuar entre uno y dos años. La ley también prolongó el período de encarcelamiento e incluso autorizó la pena capital por delitos graves tales como “sabotaje económico”. En cada caso los tribunales considerarían cuestiones como la edad, el expediente de trabajo y labor social que el acusado había realizado anteriormente, así como factores personales y familiares que pudieran haber afectado la conducta del culpable. 24 No sabemos hasta qué punto la ley se llevó a la práctica.

 

En ese entonces se hizo saber que la ley contra el ausentismo y los “vagos” había estado en estudio durante un buen tiempo antes de que fuera propuesta a finales de 1970 y aprobada como ley en la primavera de 1971. El preámbulo de ésta había sido escrito tan temprano como en el año 1968, pero no se decretó entonces porque los líderes del gobierno creyeron que se debían cumplir ciertos prerrequisitos antes de que se pudiera implementar con éxito.

 

Según el Ministro de Trabajo, estos prerrequisitos incluían (1) la erradicación total del sector privado, con la excepción de las pequeñas fincas, de forma que fuera imposible esconder el estatus laboral de una persona; (2) la creación del registro personal para cada trabajador, que se inauguró en 1969; y (3) un censo de población para tener la información exacta de la mano de obra por región, zona, y cuadra. 25

 

Notas:

 

7.     Hugh Thomas, Cuba: The Pursuit of Freedom (New York: Harper and Row, 1971), 1196.

 

8.     Blas Roca, “Huelgas o ‘no huelgas,’” Hoy, 10 febrero 1959, 1.

 

9.     Fidel Castro, Discursos para la historia (Havana: Imprenta Emilio Gall, 1959), 1:137.

 

10.   “Declaraciones del PSP: El PSP pide a los campesinos que impidan por si mismos las ocupaciones de tierras; Considera innecesaria y peligrosa la Ley 87,” Hoy, 22 febrero 1959, 1.

 

11.   Si tal suposición fuera correcta, esta mostraría a Mujal como teniendo muchísimo mas apoyo en la clase obrera que los que apoyan al régimen cubano jamás han admitido. Desafortunadamente, algunos científicos sociales que estudian a Cuba se han hecho eco de lo que el gobierno cubano ha mantenido en ese sentido. Vea, por ejemplo, Linda Fuller, Work and Democracy in Socialist Cuba (Philadelphia: Temple University Press, 1992), 47–56.

 

12. Marifeli Pérez-Stable, The Cuban Revolution: Origins, Course and Legacy, 2nd ed. (New York: Oxford University Press, 1999), 72–73.

 

13. Ley 962, 1 de agosto, 1961, en Gaceta Oficial (edición especial), 3 de agosto, 1961, citado por Roberto E. Hernández and Carmelo Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” en Revolutionary Change in Cuba, ed. Carmelo Mesa-Lago, (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1971), 212.

 

14. “Declaración de principios y estatutos de la CTC,” El Mundo, July 6, 1966, citado por Hernández and Mesa-Lago in “Labor Organization and Wages,” 212.

 

15. Un buen ejemplo de la incapacidad de entender la realidad del sindicalismo cubano se puede hallar de nuevo en Fuller, Work and Democracy in Socialist Cuba, 43–44.

 

16. Jorge I. Domínguez, Cuba: Order and Revolution, Cambridge, Ma.: The Belknap Press of Harvard University Press, 1978, 271–72.

 

17.   Raúl Castro, Revolución, January 23, 1963, citado por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 212–13.

 

18. Fidel Castro, “Los buenos y los malos dirigentes obreros,” discurso del 15 de junio, 1960, reproducido en Diario Granma, 10 junio 2010, www.granma.co.cu/2010/06/10/nacional/artic03.html; Blas Roca, “El nuevo papel de los sindicatos bajo el socialismo,” Hoy, 28 febrero 1962, reproducido en Granma, 16 junio 2010, 3; and Blas Roca, “La disciplina en el trabajo,” publicado como “Aclaraciones de Blas Roca,” Hoy, 1 julio 2010, y reproducido por Granma, 1 julio de 2010, 3.

 

19. Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 218–19.

 

20. Ley 1166, 23 de septiembre, 1964, publicada en la Gaceta Oficial, 3 de octubre, 1964, citada por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 219–20.

 

21. Ernesto “Che” Guevara, Revolución, 27 de junio de 1961, citado por Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 220.

 

22. Julie Marie Bunck, Fidel Castro and the Quest for a Revolutionary Culture, University Park, Pa: The Pennsylvania State University Press, 1994, 136–37.

 

23. Hernández and Mesa-Lago, “Labor Organization and Wages,” 237–38.

 

24.   Bunck, Fidel Castro and the Quest for a Revolutionary Culture, 158–59; Carmelo Mesa-Lago, Cuba in the 1970s. Pragmatism and Institutionalization, Revised Edition, Albuquerque, New Mexico: University of New Mexico Press, 1978, 95.

 

25. Maxine Valdés and Nelson P. Valdés, “Cuban Workers and the Revolution,” New Politics 8, no. 4 (Fall 1970): 44. Estos autores se basaron en la información que apareció en el Granma del 10 de septiembre de 1970.

 

* El autor nació y se crió en Marianao, La Habana, Cuba. Participó en la lucha contra la tiranía de Batista, a través del movimiento estudiantil de la segunda enseñanza. Durante más de medio siglo ha sido una figura destacada del socialismo internacional.

 

CUBA SINCE THE REVOLUTION OF 1959

A Critical Assessment

Copyright Samuel Farber 2011.

(www.haymarketbooks.org)

 

 


La Pravda de nosotros

Armando Chaguaceda

4 de octubre de 2011

 

En la entrega anterior abordamos la existencia de un arte crítico y comprometido con las realidades de la Cuba actual, en la figura del dúo de Hip Hop Los Aldeanos. En esta ocasión nuestra mirada se dirige sobre el trabajo de Eduardo del Llano.

 

Del Llano es un reconocido guionista y escritor cubano, quien (bajo el lúdico y autogestivo sello de Sex Machine Productions) encabeza un grupo de artistas comprometidos con la  creación de audiovisuales críticos, satirizando de forma reflexiva sobre la realidad nacional.

 

Toda la serie gira alrededor de las peripecias del personaje Nicanor O’Donnell, un intelectual cubano, crítico y patriota, quien debe lidiar indistintamente con los conservadurismos familiares, la mercantilización de la vida cotidiana, la simulación pública, la censura de prensa y las visitas de los agentes policíacos.

 

En uno de sus últimos trabajos, titulado “Pravda” (término ruso que significa verdad y alude al periódico del Partido Comunista, publicación principal de la URSS de 1918 a 1991)  Nicanor es un admirador de la gesta del Moncada, génesis de la revolución cubana de 1959.

 

Nicanor es apresado y sometido a un interrogatorio kafkiano por hacer “pintadas clandestinas” con banderas y consignas revolucionarias del Movimiento 26 de Julio. El corto, musicalizado con un tema del dúo de Hip Hop Los Aldeanos (que puede verse en  http://www.youtube.com/watch?v=w7irxBbHFEc) es un reflejo excelente de las relaciones entre arte, activismo y poder en la Cuba actual.

 

Los diálogos reflejan la apropiación del nacionalismo y el patriotismo como patrimonio estatal  (Nicanor- “Yo soy un patriota” /Agente- “Si, eso es lo que dicen todos, como si hubiera una patria para cada uno”/ Nicanor- “¿Y no la hay…?”/ Agente- “No, es una para todos… la que te toca”).

 

La sospecha oficial respecto a cualquier manifestación de autonomía y la arbitraria clasificación de las iniciativas ciudadanas, al margen de lo que formalmente reconoce la ley (Agente- “¿Por qué llevas varias noches saliendo a escondidas a pintar banderas y vivas al 26 en los muros del Vedado?”/Nicanor- “ya le dije…me interesa mantener vivo el significado primigenio, el ritual del acto”/Agente- “El modus operandi…”/Nicanor- “Si así lo quiere, aunque el término me parece un tanto viciado por el uso… mire esas consignas siempre aparecieron clandestinamente”/Agente- “¡Antes de la Revolución… para protestar contra la dictadura… siguiendo su lógica usted las pinta porque es un disidente, porque establece un símil entre …/Nicanor- “¿Un disidente que hace grafitis con las consigna del régimen que se supone detesta?/ Agente- “¡A nadie le entran esos ataques patrióticos a las tres de la madrugada! /Nicanor-“A mí sí”/ Agente- “Pues no es normal”/ Nicanor- “Que no sea normal no lo hace subversivo”/ Agente- “Eso lo decido yo”/ Nicanor- “¡Vaya, yo creía que lo decidía la ley!”.

 

A quienes desconocen las dinámicas internas de control político vigentes en Cuba por medio siglo puede parecer surrealista el diálogo. Sin embargo este expresa de manera casi exacta los argumentos de agentes del poder al confrontar activistas y creadores autónomos.

 

Cualquiera que tenga una experiencia de interacción con esos agentes (y con su cultura política) testimoniará que sostener una propuesta critica desde la izquierda puede conllevar el calificativo de ser “agentes subversivos” o, cuando menos,  “manipulados por el enemigo”.

 

Las iniciativas autónomas son “acciones desestabilizadoras de la CIA” o los llamados a un socialismo participativo y la autorganización popular una “cosa que está bien para otros países, pero aquí no, porque aquí la Revolución ya se hizo. Y si alguien osa defender su pertenencia sincera a alguna corriente de izquierda, los agentes le contestarán que “ser de izquierda en Cuba es defender las ideas de Fidel y Raúl”, cerrando de forma poco dialógica tan amable conversación.

 

Pero la gente suele ser terca cuando, además de creer en la causa que defiende, percibe orfandad en la postura que le confronta.

 

Como colofón el creador, en un acto de transparencia transgresora frente al poder, Nicanor le anuncia al interrogador: “El sábado que viene voy a hacer otro grafiti, de hoces y martillos, con la frase Todo el Poder a los Soviets”.

 

Creo que en esa frase se condensa la voluntad, libertaria y patriota, de un arte critico empeñado en insistir, a despecho de aquellos “palos que nos dio la vida” anunciados por la lírica criolla.

 

Y que por esta apuesta, como por muchas acciones cotidianas decentes y solidarias de médicos, maestros y gente común, permanece vivo (aunque herido) el legado de una Revolución, a despecho de las fuerzas oscuras que lo asesinan con sus actos.

 

 


De regreso al punto de partida

Dimas Castellanos

23 de noviembre de 2011

 

Con sus desajustes e injusticias, la Cuba de 1958 estaba en mejores condiciones que la actual para emprender un proyecto de cambios.

 

Todas las sociedades requieren cambios. Cuba, atrapada en el pasado durante medio siglo, requiere no sólo de cambios, sino de grandes cambios. En los últimos tres años el Gobierno ha dictado algunas medidas importantes, pero esa importancia no radica en su alcance —bastante limitado por cierto— sino en la necesidad gubernamental de emprender transformaciones y en la ruptura del inmovilismo que caracterizó las últimas décadas.

 

Lo paradójico es que las recientes medidas constituyen simultáneamente una marcha atrás y a la vez un avance. Una marcha atrás porque después de un camino equivocado en el que se transitó contra la lógica de la historia, caminamos ahora hacia la Cuba de 1958. Un avance, porque ante el tiempo perdido, la salida de la crisis pasa por el regreso al punto de partida, para desde allí corregir el rumbo. El hecho concreto es que, la Cuba del 58, con sus desajustes e injusticias, estaba en mejores condiciones que la Cuba de hoy para emprender un proyecto de cambios. De ahí que el regreso constituye un avance que permitirá retomar un rumbo que nunca se debió perder. Veamos algunas de las medidas dictadas desde el año 2008.

 

1- El Decreto Ley 259 de 2008, que dispone la entrega de tierras en usufructo constituye un retroceso respecto a la primera y segunda ley de reforma agraria, dictadas en 1959 y 1963 respectivamente. Estas dos leyes, al liquidar el monopolio latifundista de la tierra, pudieron haber sido la base para la formación de una clase media nacional y de una economía diversificada. Sin embargo, el giro hacia el totalitarismo malogró esas posibilidades. La casi totalidad de las tierras volvieron a convertirse en un gran latifundio estatal. Entonces, cuando resultado de la mala administración y de la pérdida de interés de los productores esas tierras fueron cubiertas por las malezas y el marabú —y cuando el país tiene que comprar en el exterior el 80% de lo que consumimos—, el Gobierno se vio obligado a dictar el decreto mencionado, mediante el cual se entrega 1 caballería de tierra en usufructo; disposición que habrá que modificar hasta homologarla con la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963, que entregó hasta 5 caballerías en propiedad.

 

2- La reforma laboral, regulada por el Decreto Ley 276 de septiembre de 2010, constituye el reconocimiento del fracaso de la política de "pleno empleo", mediante la cual se mantuvieron infladas las plantillas laborales con el fin de exhibir ante el mundo la "superioridad" del sistema cubano, en contra de toda lógica económica. Ahora este decreto deja sin empleo a más de un millón de trabajadores, que representa el 20% de la fuerza laboral, una cifra muy superior al 1,7% declarado en el año 2009 y también al desempleo que existía antes de 1959.

 

3- El Trabajo por Cuenta Propia, incluyendo las últimas modificaciones introducidas por el Decreto Ley 284 de septiembre de 2011, aumentó de 178 a 181 las actividades permitidas, incluyendo la flexibilización para la contratación de mano de obra en algunas de las actividades. Un listado de permisibilidades, que en buena medida se reduce a legalizar lo que ya existía, mientras ignora el fomento de pequeñas y medianas empresas. Si la ampliación del trabajo por cuenta propia tiene como objetivo brindar empleo a una parte del millón y medio de trabajadores que están siendo despedidos y generar producciones y servicios que el Estado es incapaz de crear, entonces habrá que anular ese listado y en su lugar definir solamente las pocas actividades que no se permiten. De lo demás se ocupará la iniciativa ciudadana, que ha dado sobradas muestras de su potencialidad, mucho más en un país como Cuba, de tan alta instrucción. Por tanto, el presente decreto tendrá que volver a ser modificado hasta aproximarse a lo que existió hasta 1968, cuando el Gobierno, con la Ofensiva Revolucionaria, trató de eliminar todo vestigio de propiedad privada.

 

4- En el año 2011 se dispuso el Decreto Ley 292, que estableció las regulaciones para la transmisión de la propiedad de vehículos por compra-venta o donación entre cubanos que viven en la isla y extranjeros residentes permanentes o temporales. También el Decreto Ley 288, similar al anterior, que permite la compra-venta o donación de inmuebles. Otra medida reciente está dirigida al arrendamiento de barberías y peluquerías, aunque los inmuebles continuarán como propiedad del Estado. Todas estas disposiciones legales quedan por debajo de lo que existía en esos ámbitos antes de 1959, cuando los autos, las viviendas, las barberías, las peluquerías y cientos de miles de establecimientos de producción y servicios eran propiedad de los ciudadanos y podían disponer de ella libremente.

 

A lo anterior hay que añadir la corrupción generalizada que resultó del camino equivocado. Al eliminarse la pequeña propiedad y las verdaderas cooperativas, las empresas estatales devinieron estaticulares[1], provocando el surgimiento de una inmensa red sumergida de producciones y servicios que, al no poder contar con suministros de materias primas, herramientas y piezas de repuestos, generaron el hurto generalizado, conocido en el argot popular como escapar, luchar y resolver, que designan las acciones para sobrevivir. Una anormalidad potenciada por la insuficiencia de los salarios, que ha convertido a la corrupción —que hasta 1958 se limitaba esencialmente a la esfera político-administrativa— en la moral de sobrevivencia que hoy predomina.

 

Sin embargo, ese regreso al pasado constituye un avance en relación al presente. Retrocederemos hasta el punto donde se torció el rumbo, para ver si desde allí y a pesar del retraso y del daño antropológico ocasionado, podemos enrumbarnos nuevamente. Una posibilidad que depende de la profundización de las medidas para acercarnos lo más posible al punto de partida. Pero depende también de la creación de la construcción de una estructura social que garantice la participación de los cubanos en las decisiones y de una concepción de la propiedad en la que convivan y cohabiten sus variadas formas, pues la propiedad, sea individual, familiar, cooperativa o estatal, tiene la función social de movilizar las potencialidades e iniciativas de las personas para producir. En fin, se requiere, una vez situados en la arrancada, la reconversión de los cubanos en ciudadanos.

 

[1] 'Estaticular', termino que acuñé en 2001 para designar la combinación de la propiedad del Estado y las ganancias del particular.

Sólo una nueva revolución podrá evitar la catástrofe

Ariel Hidalgo

16 de octubre de 2011

 

La solución de todos los problemas está en darle poder al pueblo, en confiar en el pueblo y no en quienes han hundido al país en la bancarrota y lo han arrastrado al borde de un explosivo desastre

 

Revolución es cambiar lo que debe ser cambiado

Los Aldeanos

 

En el 2005 Fidel Castro advertía -y se recuerda muy reiteradamente hoy-, que la Revolución sólo puede ser derrotada desde dentro. En primer lugar hay que decir que, en realidad, ya hace mucho tiempo que esa revolución fue derrotada por la corrupción que desde sus raíces se infiltró desde que esa burocracia asumió el control de todas las riquezas del país. Ya en 1963 él mismo se quejaba en un discurso de la inoperancia de algunos administradores nominados desde arriba por la cúpula del nuevo Estado revolucionario para dirigir las nuevas empresas: “Cuando quitaron al dueño y pusieron administrador allí, pusieron un perfecto vago que no atiende a nadie; el otro era un capitalista que defendía sus intereses, y éste es un vago que no está dispuesto a defender los intereses de nadie”. Por otra parte, y en segundo lugar, decir que esa burocracia se encuentra hoy amenazando al socialismo, es un eufemismo. No puede ser amenazado lo que nunca existió. Lo que esa burocracia está poniendo en peligro es algo mucho más grave, lo único que nos ha quedado todos estos años, la esperanza, porque las antiguas clases opresoras ya habían sido derrotadas y el todo poderoso Estado centralizado ha mantenido, hasta hoy, una estructura factible de ser reconvertida en un sistema participativo autogestionario, pero una vez que esa burocracia se transfigure en mafias empresariales al servicio del gran capital, será como retornar nuevamente a la situación precedente al proceso revolucionario, pero sin las condiciones subjetivas que dieron lugar a su inicio.

 

Hoy el alto nivel de la corrupción en el seno de esa burocracia y la capacidad de ésta para bloquear aquellas reformas que atentan contra sus intereses, dan cuenta de una peligrosa fuerza social de gran poder que, si bien puede ser frenada por la alta dirigencia mediante amenazas y purgas, no la puede exterminar, ni impedirle, en última instancia, su avance hacia sus objetivos de clase, una trayectoria que pasa por la desaparición de la propia dirigencia histórica y la descentralización de las empresas estatales, hasta alcanzar la privatización de los medios de producción bajo la égida de esa nomenclatura trasmutada en mafias empresariales capitalistas. El primer paso hacia esa meta ya ha sido dado con la concesión de la autonomía empresarial contemplada en los famosos Lineamientos. El último paso –si tenemos en cuenta la absoluta falta de escrúpulos que ese ambicioso sector ha demostrado-, sería la alianza con los carteles de la droga que ambicionan el uso del territorio cubano como trampolín hacia el mercado norteamericano. Será entonces inevitable que se imponga el escenario del terror en los medios de comunicación por los asesinatos y desapariciones de periodistas y activistas cívicos, y las guerras en las calles entre carteles rivales.

 

En 1980 yo alertaba en un libro que me costó la cárcel -en la época en que era profesor de Filosofía marxista y publicaba artículos en las principales publicaciones del país-, cómo la burocracia, un monstruo engendrado por el propio sistema de Estado centralizado, llegaría a devorar lo que pudiera haber quedado en Cuba de revolución cubana, y explicaba este mecanismo así: “Si el Estado, en representación de toda la sociedad, controla los medios de producción, para cumplir tan magna tarea requerirá de un extenso cuerpo de funcionarios pequeños y medios que descentralicen esa función y sirvan de intermediarios entre ese Estado y los medios de producción. El control directo sobre éstos, lo ejercerán, por tanto, esos funcionarios, y como el Estado no es más que un instrumento de quienes controlan esos medios, ese control directo y relativamente independiente por parte de los gerentes los convertirá, de representantes del Estado, en verdaderos controladores del Estado” [1].

 

Esta idea venía elaborándola desde algunos años antes.A mediado de los setenta expuse, en ocasión de dirigir los seminarios de preparación de profesores de Estudios Socio-Económicos del Regional Marianao, una teoría sobre la causa del desviacionismo chino en la época en que la dirigencia cubana había puesto en la mirilla al lideratode ese país. Pero en realidad aquellas reflexiones, basadas en la tesis del carácter determinista de la Base Económica, era aplicable a todos los regímenes del Campo Socialista de Europa y Asia, pues a fin de cuentas el modelo era uno solo: el centralismo monopolista de Estado que los intelectuales han dado en mal llamar “socialismo real”. Exponía entonces que aun cuando el PC, como destacamento de vanguardia respondiera realmente a los intereses de los trabajadores, éstos no tenían el control directo de los medios de producción sino a través de varias instancias intermedias: ellos supuestamente controlaban el PC, el PC al Estado y el Estado al sector de directores administrativos de las empresas. Y en las empresas nos encontrábamos nuevamente con los trabajadores, esta vez bajo la dirección de esos administradores, por lo cual se cerraba el ciclo por donde mismo había comenzado.

 

Podría cuestionarse que el Partido represente realmente los intereses de los trabajadores, pero lo que no puede ser cuestionado es que en esas empresas los trabajadores están sometidos a los administradores. Con todo, vamos a suponer que el PC cumple realmente su misión histórica de vanguardia del proletariado. Y entonces se impone una pregunta: ¿Quién controla realmente a quién? ¿Los trabajadores a los administradores o los administradores a los trabajadores? La respuesta es tan obvia que hasta un niño pequeño podría responderla. Pero para contestarla ciñámonos a los presupuestos marxistas. Los eslabones de esa cadena que supuestamente establece que los trabajadores son los dueños de los medios de producción, pertenecen al campo de la superestructura política: el Partido y el Estado, mientras que el eslabón que lleva a demostrar que, por el contrario, son los trabajadores quienes están sometidos a los administradores y que éstos son los verdaderos controladores de esos medios, pertenece a la Base Económica: las empresas. Y entre Base y Superestructura… ¿qué determina en última instancia sobre qué? Si vamos a aceptar los presupuestos marxistas, tenemos que responder que es la Base la que determina sobre la Superestructura. No sólo resulta que los enlaces entre los trabajadores y los medios de producción como supuestas propiedades de aquéllos, son tres: del trabajador al Partido, del Partido al Estado, y del Estado al cuerpo de administradores, sino además que esos tres enlaces son elementos de la Superestructura, mientras que el control directo que esos administradores ejercen sobre esos medios se inscribe en el campo de la Base Económica. Y si la Base determina en última instancia sobre la Superestructura, entonces el control directo que esos administradores ejercen sobre esos medios les otorga un poder incomparablemente mayor que el que presuntamente ejercerían los trabajadores a través de formas indirectas, atravesando varias instancias de la superestructura política. Lo determinante, lo real, no está ni en el Partido ni en el Estado, sino en las empresas, donde se encuentran los medios de producción.

 

Entonces vamos a abstraernos de todo lo demás. ¿A quiénes nos encontramos en las empresas? Pues a administradores y a trabajadores de base, y la pregunta que habría que hacerse ahora es la que Lenin usara para definir a una clase social: ¿Qué lugar ocupa cada cual con respecto a los medios de producción? Es evidente que la que reina aquí y controla esos medios de producción es la burocracia, compuesta de funcionarios nominados desde arriba, mientras que los trabajadores, abajo, quedan totalmente subordinados a sus decisiones y son los que laboran en esos medios por un salario, pago que según definición del propio Marx, es el precio de una mercancía, la fuerza de trabajo. Mirada las cosas bajo esta óptica, la burocracia aparece aquí como una nueva clase dominante. El Estado y el Partido podrán tener la potestad de decidir, individualmente, la suerte de muchos de esos burócratas, pero esa burocracia en conjunto, actuando como clase, termina imponiendo sus decisiones sobre el Estado y el Partido. Es más, si un alto dirigente del Estado o del Partido, creyéndose con poderes omnímodos, tomara decisiones que atenten contra los intereses de esa clase, tendría los días contados en el cargo, a no ser que encarne los intereses de otra clase, la de los oprimidos, y actúe revolucionariamente para revertir el proceso y otorgar por primera vez en toda la historia, el poder al pueblo.

 

En conclusión podría decirse que quienes diseñaron este modelo, o nada sabían realmente de marxismo, o el marxismo era para ellos no otra cosa que una retórica para adormecer a las masas y justificar, mediante una atractiva ideología, el control de todas las riquezas del país, el sometimiento del pueblo y la imposición de una nueva forma de explotación de los trabajadores. ¿Será, quizás por eso, que quién expuso estas ideas en los 70 y luego las plasmó en un libro, fuera no sólo echado de su cátedra de Filosofía del Preuniversitario Manolito Aguiar de Marianao y expulsado de un curso de post-grado, sino además, encarcelado, sentenciado a ocho años de privación de libertad, sus escritos condenados a ser “destruidos mediante el fuego”, e incomunicado durante más de un año en una estrecha celda tapiada a la cual, para llegar, había que trasponer siete puertas de hierro? ¿No es en realidad ese miedo a las palabras de un hombre, más revelador sobre lo que realmente estaba ocurriendo en Cuba?

 

Lamentablemente las conclusiones de ese libro han sido corroboradas por los acontecimientos posteriores y sobre todo por el alto nivel de corrupción que no puede ser erradicada por más purgas que se hagan. Hoy, al cabo de más de treinta años de escribirse, un corresponsal español acaba de expresar en un reportaje: “Los políticos cubanos parecen subestimar la fuerza y la decisión de los burócratas, primero creyeron que no osarían enfrentar a los «históricos» y ahora piensan que pueden quebrar su resistencia sólo con acciones legales” [2]. Hoy podemos afirmar que si esa dirigencia no ha parado el mal de forma drástica es sencillamente porque no tiene suficiente poder como para hacerlo. De lo contrario habría que aceptar que en realidad no quiere hacerlo, ya que lo que le interesa es un aparato de obediencia ciega, una lealtad que esa burocracia sabe cobrar muy bien.

 

Como quiera que sea, los altos dirigentes tendrán que tomar muy pronto una drástica decisión, porque el modelo se encuentra totalmente agotado, ya que la burocracia bajo un Estado altamente centralizado, es permanente generadora de corrupción; la corrupción genera crisis, y la crisis, más corrupción. Por ese camino no está ya muy lejos el día en que se produzca la debacle y la explosión social. Esa dirigencia histórica podrá crear las condiciones para restablecer viejas relaciones de producción ya superadas en la que esa burocracia se transfiguraría, sin tapujo alguno, en una nueva burguesía explotadora, o decidirse a encabezar una nueva revolución que traspase ese poder real, de manos de los burócratas a manos de los trabajadores, pero lo que no puede hacer es cruzarse de brazos en espera de que el maremoto social les pase por arriba. Si se decide por la primera opción o permanece fosilizada jugando a un cambio ficticio con medidas cosméticas, entonces los intelectuales y militantes realmente revolucionarios serán los que tendrán ante sí dos alternativas: o dejar de ser revolucionarios y cruzarse de brazos para evitar todo riesgo personal mientras observa cómo el país se hunde en el abismo, o decidirse a asumir la gloriosa misión histórica que la época le ha puesto por delante y evitar el caos, la explosión social y probablemente hasta una intervención militar extranjera.

 

Dos experiencias históricas en que se encaminó el proceso por una vía de reformas sociales de reivindicaciones populares, aunque de corta duración por la intervención militar de las fuerzas del Pacto de Varsovia, fueron los de Hungría y Checoslovaquia. Tan temprano como 1956 los húngaros se liberaron de la dictadura estalinista sin disparar un tiro – la violencia popular sólo se ejerció más tarde contra los tanques rusos -, sino que fueron agentes de Seguridad quienes dispararon contra la multitudinaria manifestación de estudiantes del 23 de octubre. Como consecuencia, se les unieron soldados, policías y trabajadores. ¿Quiénes habían iniciado aquel proceso? Pues numerosos militantes comunistas –los únicos autorizados entonces para criticar-, que ya desde meses antes, cuestionaban la política oficial en las propias reuniones partidistas y en la prensa. Pero luego se empezó a criticar al régimen en universidades y tertulias, y el Congreso de Escritores Unidos denunció lo que calificó de “régimen de tiranía”. Tras la manifestación de octubre se crearon consejos obreros y campesinos en diferentes centros de trabajo como fábricas y minas. Los consejos campesinos redistribuyeron las tierras. Comenzaron a federarse y crearon una República de Consejos. En Checoslovaquia, durante el congreso de la Unión de Escritores de junio de 1967, un pequeño grupo de escritores, entre ellos también militantes comunistas como Milan Kundera, Ludvik Vakuli y Pavel Kohout, emitieron fuertes críticas contra la cúpula partidista y cuestionaron el supuesto derecho del Partido Comunista a regir la sociedad. Aunque se tomaron medidas contra los más críticos, la ola de descontento entre intelectuales y miembros del Partido condujo el 5 de enero del 68 al reemplazo del Secretario General del PC, Novotny, por un dirigente más moderado, Alexander Dubcek, quien alentado por la creciente ansia general de reformas, decretó la libertad de prensa y movimiento en lo que llamó “socialismo con rostro humano”… hasta que los tanques rusos entraron en Praga.

 

Pero en Cuba no hay tanques rusos que puedan entrar, y si se asimilan estos ejemplos históricos triunfantes pero abortados desde el exterior, no habrá quien pueda frustrar los ideales del pueblo si se desarrollan, como en esos casos, pacíficamente.

 

Lo único que podría detener esa marcha hacia el tenebroso abismo del caos total, del imperio de mafias empresariales y de los carteles de la droga, sería realizar a tiempo una nueva revolución social. La solución de todos los problemas está en darle poder al pueblo, en confiar en el pueblo y no en quienes han hundido al país en la bancarrota y lo han arrastrado al borde de un explosivo desastre, y en particular, en dar a los trabajadores el control de los medios de producción. Revolución no es permanecer fieles a una dirigencia fosilizada y a un modelo que tiende a generar corrupción en todos los niveles, sino cambiar lo que debe ser cambiado. Pero como la burocracia se aferra al poder y la dirigencia histórica se niega a conceder ese traspaso porque significaría la pérdida de gran parte de su poder, sólo una nueva revolución podrá abrir ese camino. Si Raúl Castro anunció en diciembre del 2010 que estábamos al borde del abismo, hay que decir que también estamos al borde de una nueva revolución a la que hoy esa dirigencia histórica teme, revolución, si es posible, no mediante una explosión social, sino para evitarla. Pero si la dirigencia histórica no procede inteligentemente y no la encabeza ella misma desde arriba, la revolución se hará desde abajo y esa dirigencia será barrida y en el peor de los casos, por un tsunami social devastador. Para evitar ese desastre que ya se avecina como una locomotora rugiendo por la selva, los militantes, los intelectuales, los estudiantes y todos los cubanos que realmente amen a su patria, deberán cumplir la misión histórica de tomar su lugar y conducir al país por los cauces de una nueva república donde la concordia, la paz y la prosperidad, se extiendan por todos los rincones de esta tierra como los rayos de una nueva aurora.

 

[1] Cuba, el Estado Marxista y la Nueva Clase, pag. 37, editado en Miami en 1988. Estando su autor en prisión, a alguien se le ocurrió este título que resulta paradójico si tenemos en cuenta que justamente demostraba que el modelo que existía en Cuba, nada tenía que ver con el marxismo, aparte de lo poco apropiado de calificar así a un Estado, como hablar de “Estado aristotélico” o “Estado cartesiano”.Su nombre provisional era, simplemente, El Estado, y estaba escrito para ser leído por intelectuales de izquierda y militantes del Partido y la Juventud Comunista.

 

[2] Fernando Ravsberg : “La burocracia pone en peligro a toda Cuba”.

 

 

 

La izquierda y su relación con la revolución cubana

Marlene Azor Hernández

3 de enero de 2011

 

El presente texto se propone analizar las posiciones epistemológicas de la izquierda internacional que hoy elabora un discurso sobre la revolución cubana. Me refiero a los intelectuales (periodistas y académicos) o militantes de partidos de izquierda de América Latina, Europa y Estados Unidos que hacen balances en la actualidad sobre la revolución cubana. Son corrientes múltiples de la izquierda: marxistas y neomarxistas, socialdemócratas, trotskistas, anarquistas, y lo que podemos diferenciar como una nueva izquierda antiautoritaria, que se define más por su oposición al autoritarismo que por una línea ideológica inscrita en las diversas corrientes tradicionales de la izquierda.

 

La reducción ex profeso

 

Los intelectuales que analizan la experiencia de la revolución cubana a través de sus máximos líderes consideran que hacer una biografía de los grandes personajes protagónicos y de sus gestas militares agotan la lectura de la realidad que pretenden explicar. Ésta es una manera decimonónica de entender la historia.

 

Desde la Escuela de los Annales en la segunda década del siglo pasado esta manera de discursar sobre la historia quedó en entredicho, y ha tenido contrapropuestas por las generaciones sucesivas de esa escuela y por los marxistas y neomarxistas agrupados alrededor de la publicación New Left Review. Los estudios culturales desde la década de los ochenta también participan en comprender la historia desde otras perspectivas.

 

Los autores de dos biografías recientes de Fidel Castro, a través de las cuales se pretende entender el proceso histórico cubano de los últimos 50 años, “olvidan” visualizar la historia también desde las estrategias de resistencia, desde las percepciones de los subordinados. El periodista alemán Volker Skierka (Fidel, 2002) declara al final de su biografía que la figura de Castro no podrá ser entendida sino cuando mueran las generaciones de sus contemporáneos. Deberá pasar mucho tiempo para hacer una valoración “imparcial y justa” de su figura. Sin duda, poco provecho encontrará este “lector” ideal de las futuras generaciones, por el vacío espectacular de conocimiento e información que este enfoque nos propone. Si existen muchas “pasiones encontradas” sobre la revolución cubana y su histórico líder, ¿por qué no convertir en objeto de estudio también las razones, tendencias, orígenes y percepciones disímiles de “las pasiones encontradas” y no sólo de las elites gubernamentales o institucionales de adentro y afuera de Cuba?

 

Ignacio Ramonet, sociólogo de origen español (Fidel Castro, 2006), en uno de los apéndices finales de su libro elabora una cronología de “Fechas clave en la vida de Fidel Castro y de la Revolución cubana” haciendo una similitud entre figura histórica y proceso histórico, y en la sinopsis de la contraportada también se ratifica que entender a esa figura es entender el proceso histórico cubano. Igualar el máximo líder con el proceso histórico como si fueran lo mismo, o leer el proceso histórico a partir de una figura, da un resultado en sus respectivas biografías de justificar las posturas de la figura histórica, y dejar fuera del análisis el resto de la realidad. Entonces, paradójicamente, intentando tener una posición solidaria con la revolución cubana, repiten la exaltación del “culto a la personalidad” como si la izquierda fuera incapaz de aprender de la experiencia histórica acumulada.

 

Si el pensamiento de izquierda pretende ser eficaz en lo que critica y más en lo que propone como alternativa, dejar afuera del análisis a la inmensa mayoría de los actores internos y externos (no gubernamentales), ignorando sus percepciones, sus historias y sus luchas, es un “olvido” que nos conduce a perder lo más preciado de la experiencia histórica cubana: aprender. Las biografías son plausibles, pero lo que no es posible hoy es pretender comprender un proceso histórico a través de la biografía de una sola figura, por muy protagónica que haya sido.1

 

Desde este enfoque “las masas” y “el pueblo” siguen siendo palabras para rellenar el telón de fondo de la historia, cuyas voces no merecen atención, sino una opaca presencia desdibujada para resaltar la figura del “héroe”.

 

Entender y escribir sobre el proceso revolucionario cubano por su discurso oficial2

 

Encontramos este enfoque en los textos escritos como homenaje a los 50 años de la revolución cubana3 en autores como Néstor Kohan, Atilio Borón, Emir Sader, Manuel Cabieses Donoso, Paul Estrade, Víctor Flores Olea, Pablo González Casanova, Gianni Miná, entre otros.4

 

La primera limitación de este enfoque es no hacer la distinción entre los conceptos de revolución y régimen político, la segunda es leer la realidad cubana como “la revolución permanente”. Con la primera limitación se identifica como lo mismo la rebelión y la toma del poder, los cambios anticapitalistas en la sociedad, la institucionalización del poder y el funcionamiento de sus instituciones, las políticas económicas disímiles, las igualdades y desigualdades sociales, todo ello visto desde la posición de la elite del poder. Otros muchos estudiosos de la experiencia hacen un distingo entre los dos conceptos permitiendo un conocimiento más preciso de la realidad, pero es una minoría poco conocida en el panorama de la izquierda.5

 

La segunda limitación da por sentado que el proceso histórico se mantiene idéntico en la adhesión, entusiasmo, transformación, participación real y sacrificio voluntario de la población cubana que sólo es posible leer en el órgano oficial del Partido Comunista Cubano, el periódico Granma, pero que no da cuenta de un proceso de cristalización del poder en las instituciones estatales y políticas después de la primera década de la revolución cubana, ni de sus implicaciones. Las consecuencias prácticas son un profundo desconocimiento del proceso histórico por parte de la izquierda que toma “un deber ser” por la realidad y retrasa el aprendizaje necesario de la experiencia y las solidaridades pertinentes.

 

Como corolario de este enfoque, se le pide recurrentemente a la población cubana que siga resistiendo en las condiciones que vive, en favor de “continuar siendo un ejemplo” para el resto de los movimientos sociales que luchan por mejorar sus respectivos universos, pero la solidaridad con relación a esa población a la que piden resistir, a los diferentes grupos que la conforman, a sus expectativas, desesperanzas y luchas, está ausente. Resultado práctico de esa postura es la indefensión y vulnerabilidad de numerosos grupos de jóvenes de izquierda en la isla que son hoy la vanguardia real de ese proceso en sus discursos, en sus prácticas civiles y culturales, que han logrado sobreponerse al desarme y la desesperanza, para reivindicar más democracia en lo político, económico, cultural y social, conservando una orientación transformadora revolucionaria (Chaguaceda, 2010). Ellos, los más necesitados de solidaridad internacional por parte de la izquierda, no cuentan con ningún apoyo y son todos los días censurados o reprimidos de distintas maneras por las diferentes instituciones oficiales cubanas. Sencillamente, para los autores de esta perspectiva de análisis, no se concibe que existan otras voces de izquierda que no sean gubernamentales porque se toma el discurso oficial como la única verdad de izquierda para entender la realidad cubana.

 

También existe la postura arbitraria de hacer coincidir revolución e institucionalidad. La revolución dura mientras dura su poder constituido. En esta acepción el concepto de revolución se vacía de su contenido transformador, de ruptura y cambio radical, para acotarlo al contenido de una elite en el poder, que se autoproclama revolucionaria en su discurso y mantiene en el tiempo una estructura y funcionamiento de sus instituciones (no importa de qué tipo) sin cambios sustanciales.

 

Un conocedor mínimo del proceso cubano puede distinguir de manera evidente la década de los años sesenta de la década de los setenta, procesos distintos no sólo con relación a una institucionalización de diferente tipo sino también en las percepciones, imaginarios y prácticas de los actores sociales, modelos de sociedad que se instauran y los niveles de vida alcanzados. Lo mismo es necesario apuntar para los años ochenta y para los últimos 20 años de crisis no superada si tomamos como parámetros los índices de 1989, último año de apoyo soviético a la economía cubana.6

 

¿Qué aprendió la izquierda del derrumbe del “socialismo real”? ¿Cómo fue posible una transformación tan súbita hacia el capitalismo sin resistencia alguna de millones de soviéticos, que asistían masivamente a los numerosos desfiles convocados y estaban organizados en grandes organizaciones políticas y de masas? Hay múltiples razones para explicarlo, pero me detengo sólo en dos.

 

La sociedad soviética —como la cubana aún hoy— estaba estructurada en una pirámide jerárquica de funciones extraordinariamente vertical, cuyo principio de ordenamiento era el llamado “centralismo democrático”. En la práctica, era la primacía de los órganos superiores —estatales y partidistas— sobre los inferiores y de los ejecutivos sobre los representativos, concentrando la toma de decisiones en un número muy reducido de personas, las cuales tenían toda la potestad para orientar, detener, desautorizar toda iniciativa que no coincidiera con su percepción de lo “correcto o incorrecto”. En segundo lugar, la sociedad civil estaba organizada a la manera de “las poleas de transmisión”, como conjunto de organizaciones para obedecer las órdenes superiores y responsables de coartar toda iniciativa y autonomía que no viniera orientada desde “arriba”. Una sociedad con instituciones de este tipo produce una ciudadanía desarmada que no sabe cómo organizarse y reivindicar sus intereses, una vez que los superiores cambian y se reconvierten en los nuevos capitalistas, por lo que el aprendizaje de la organización y defensa de sus derechos debe recomenzar desde cero. Es la experiencia por la que han pasado todas las sociedades ex socialistas de Europa Oriental y la antigua URSS.

 

Paradójicamente, esta supuesta institucionalidad de “izquierda” genera el desarme ciudadano, la apatía mayoritaria y el giro del imaginario social hacia la aspiración idealizada de instituciones, derechos y mecanismos de las sociedades capitalistas, en el entendido de que éstas funcionan, en contraposición a una realidad que no pueden cambiar y les asfixia.

 

Los autores que leen la realidad cubana a través de su discurso oficial se refieren a la burocratización para decir que ése ha sido un problema en las experiencias del socialismo de Estado del siglo XX, pero ignoran sus expresiones dentro de la revolución cubana. Ésta es la postura de Atilio Borón en una obra reciente7 donde analiza la experiencia cubana citando los discursos de sus máximos líderes, para evitar cualquier análisis. Expone todos los errores que no debe repetir la izquierda ni el socialismo del siglo XXI —con los cuales coincido—, pero no describe cuáles de esos errores siguen presentes en la experiencia cubana y se abstiene también de analizar sus consecuencias prácticas.

 

Una postura semejante sostiene Klaudio Katz en un libro reciente8, pero al menos este autor nos ofrece dos breves análisis sobre la posible evolución del proceso cubano y la agenda pendiente a realizar. Los peligros de la restauración capitalista en Cuba no se hallan…“tanto en los pequeños mercados, el comercio informal y el trabajo independiente, como en las conexiones internacionales de las elites interesadas en comandar un modelo socialdemócrata (concertado con Europa) o un esquema autoritario (afín al precedente chino)”.9 Reconoce así que quienes están trabajando en una u otra opción son las elites políticas cubanas y que el proceso de restauración ocurrido en los países ex socialistas ya está en marcha o que se avizora un capitalismo de Estado como en China.

 

En relación con la agenda pendiente del proceso cubano, señala que el único antídoto efectivo frente a la desidia y la apatía, es la participación popular en un sistema político crecientemente democratizado, con debates más abiertos, alineamientos políticos más diferenciados, libertades sindicales y medios de comunicación modernizados, yo agregaría más plurales. Desconocer la realidad burocratizada de la sociedad cubana y apostar por la ética incólume de la dirigencia cubana y del funcionariado que le acompaña (una honradez sin tacha frente al erario público y una vocación raigal democrática) que uno puede encontrar en sus discursos pero no en sus prácticas,10 son los defectos de esta agenda.

 

Reconocimiento a los avances de la revolución con análisis y balances

 

En esta línea se inscriben autores como Hans Jurgen Burchardt11, Claudia Hilb12 y Daniel Barret. El primero analiza el sistema económico cubano y constata la repetición de las estrategias de desarrollo y crecimiento económico del sistema copiado de la ex URSS, con un crecimiento extensivo en la primera etapa hasta inicio de los ochenta y un decrecimiento, estancamiento y crisis hasta la actualidad. Reconoce el avance de los desarrollos sociales de la revolución mientras sostuvo un crecimiento económico extensivo —lo llama el primer Estado de bienestar en América Latina— pero constata que, a pesar de mantenerse como voluntad política, hay una precariedad creciente de esos servicios desde la crisis de los noventa. Alerta sobre la necesidad de cambios estructurales para salir definitivamente de la crisis y poder mantener los logros sociales adquiridos. “El mayor problema del socialismo tropical, a pesar de condiciones externas sumamente desfavorables, es que se bloquean desarrollos internos”.13

 

Para el autor es posible resolver el doble desafío de no aplicar políticas neoliberales y conservar los avances sociales alcanzados, con mayor responsabilidad en su sustentabilidad por los propios actores internos y, a la vez, democratizar paulatinamente todo el sistema económico y político, logrando la autonomía de la sociedad civil frente al Estado.

 

Los análisis de Burchardt abren de nuevo la discusión: ¿anticapitalista o un Estado de bienestar que ya sería capitalista? El asunto es plantearse si se prefiere una población en la miseria con servicios sociales precarios, con salarios que no le permiten alcanzar la canasta básica14 y una elite autoritaria que no permite la participación ciudadana en las decisiones y en las críticas a las políticas en curso (o a la falta de políticas en curso), o una transición hacia una sociedad con las propiedades que nos describe Burchardt. Las desigualdades ya están en marcha y son estructurales (sociales y territoriales).15 Sería necesario plebiscitar este asunto con toda urgencia, aunque no creo que la elite esté dispuesta a hacerlo. El principio de la redistribución del ingreso y los servicios al margen de la rentabilidad, que ha sido el único ingrediente económico anticapitalista real en Cuba, hoy es fuertemente criticado por la propia dirigencia cubana16 que enaltece al pueblo “heroico” cuando es obediente y no hace críticas a su actuación, pero a lo largo de los 50 años y a pesar del enorme avance educativo masivo, sigue considerando al pueblo y sus intelectuales, incapaces e ignorantes si se refieren a la política y a la economía del país. Parece ser una situación sin salida y, lo peor, siempre al margen de la sociedad.17

 

Claudia Hilb18 propone una tesis para explicar el prolongado silencio de la izquierda democrática latinoamericana con relación al régimen político cubano. Ella entiende que el proceso de cambios estructurales y la expansión de los servicios sociales universales, así como la igualdad social desde la primera década del poder revolucionario, es concomitante con la necesidad comprendida por su núcleo dirigente de controlar la totalidad social; pero nos alerta que si ambos procesos deben darse como condición para lograr esos avances, no se puede seguir soñando con una sociedad igualitaria que tenga el costo de reproducir formas de dominación, sumisión y control opuestas a los ideales de una sociedad libre y emancipada.

 

Analiza las formas de control de la totalidad y el proceso de sometimiento y adaptación que producen: la conversión de la participación inicial entendida como valor social, en el temor, la adaptación y la simulación cotidiana entendida por los actores sociales como estrategias de sobrevivencia. Evalúa los niveles de desigualdad generados desde la crisis de los noventa y compara la parte más pobre de la población cubana con los habitantes de las villas miserias en su país, para concluir que si el cubano “está un poquito mejor”, ese resultado, con el costo concomitante en relación a la sumisión que se le exige, no puede ser la aspiración de ninguna fuerza de la izquierda democrática.

 

Los dos autores hacen análisis críticos, del tipo de instituciones que conforman el régimen político cubano. Burchardt lo compara con los rasgos del neopatrimonialismo, que resulta una de las variantes en que se rutiniza el carisma comprendido según la tipología weberiana. Hilb, por su parte, clasifica al régimen cubano de totalitario analizando los mecanismos de sumisión y control hasta el nivel reticular.

 

Exponente de la corriente anarquista, el uruguayo Daniel Barret19 hace un análisis de la síntesis construida por la propia elite revolucionaria entre Partido-Estado-Nación-Fidel Castro-antimperialismo-socialismo, núcleo discursivo que —a su entender— impedirá a la izquierda no anarquista —o incluso a algunos de ellos— enfrentar los retrocesos del proceso cubano y su lógica interna de represión sistemática a toda disidencia frente a las posiciones oficiales.

 

La izquierda internacional ha dejado en el silencio —salvo raras excepciones— las carencias elementales de la vida cotidiana de la población cubana y el fardo asfixiante de prohibiciones para su actuación civil,20 y eso lo constata Daniel Barret. Cuando se pronuncian, le piden a la población cubana un modelo sacrificial de conducta y de perpetua e incondicional lealtad a la elite dirigente cubana, cual sumisión totémica, que bien se abstendrían de proponerlo a los movimientos sociales y grupos políticos en sus respectivos países.

 

Este autor reconoce la existencia de las agresiones norteamericanas de distinto tipo, pero señala que la sobreevaluación de esta variable ha permitido a la dirigencia cubana crear el síndrome de guerra permanente al interior del país con sus respectivos niveles de control, vigilancia y represión interna. Barret refiere la polémica en torno a la ola represiva de la primavera de 2003 y constata que esos sucesos produjeron una fuerte fisura en el alineamiento exterior de la izquierda con Cuba.21 Para él, lo decisivo del devenir de Cuba se juega en los niveles político e ideológico en los que la autogestión de la población no vendrá nunca de la elite del poder sino de una ruptura de las bases populares con las estructuras establecidas, para crear organizaciones libres, voluntarias y horizontales, única posibilidad de retomar el control de sus propias vidas y la lucha por sus intereses.

 

A manera de conclusión

 

La izquierda internacional ha privilegiado un discurso sobre la revolución cubana acotado a la solidaridad con el gobierno y con sus máximas figuras, desechando el análisis de los procesos económicos, políticos, sociales y culturales al interior del país, o leyéndolos a partir del discurso oficial. La mayoría, enalteciendo la figura del líder máximo en una repetición desenfrenada del culto a la personalidad, otros, defendiendo a Cuba desde el discurso oficial del gobierno cubano en sus relaciones internacionales (el ejemplo de Cuba para los movimientos de los años sesenta y setenta o en el plano de una nación siempre agredida por Estados Unidos) y considerando el interior de Cuba como una caja negra imposible o innecesaria de descifrar. Así la solidaridad con la población cubana ha quedado en el telón de fondo de la historia, y el pensamiento cubano de izquierdas (no gubernamental) dentro y fuera de la isla ha sido condenado al ostracismo, la negación, o el “disciplinamiento” con el tipo de solidaridades de los “simpatizantes” de la revolución cubana. Sólo en los últimos años algunas voces de izquierda se distancian del discurso oficial y hacen un análisis al exterior e interior de la realidad cubana y sólo ellos, la izquierda democrática y antiautoritaria, constatan y lamentan el largo silencio desastroso o la ceguera persistente del resto de la izquierda internacional.

 

Marlene Azor Hernández. Candidata a doctora en sociología por la Universidad de París VIII, Saint Denis, Francia. Ha sido docente en dicha universidad, así como en la Universidad de la Habana (Cuba) y la Universidad Anáhuac (México). Sus artículos han aparecido en revistas científicas de Cuba, España y Francia.

 

1 Los dos autores se distancian de las políticas represivas de la primavera de 2003 y de la pena de muerte ejecutada a tres jóvenes negros que secuestraron una embarcación para salir del país en la misma época. Salvo en relación a estos acontecimientos, los dos autores no contrastan sus opiniones con otros enfoques sobre la revolución cubana.

2 Entiendo por discurso oficial la narración sobre el pasado y el presente del proceso histórico de la revolución cubana, elaborado por sus dirigentes.

3 Textos reunidos en dosier especial en la revista Casa de las Americas, número 254, enero-marzo 2009, La Habana, Cuba.

4 Otras personalidades como Noam Chomsky, José Saramago y Eduardo Galeano, han defendido desde la misma postura a la revolución cubana, considerándola como una caja negra: hacia dentro no se hacen análisis de la realidad cubana. Hacia fuera la isla ha sido asediada por su opción socialista y antiimperialista —lo cual es cierto— pero al desconocer la realidad interna del país toman el discurso oficial por la realidad y obvian la creciente marginalidad y pobreza de la población, “la pesadilla” de la vida cotidiana en Cuba.

5 Ver al respecto Hilb 2010, Burchardt 2006 y Barret 2009.

6 Según cifras consensuadas y relativamente públicas, el 15% de la población cubana recibe remesas familiares que le permiten tener un consumo superior al resto de la población sin relación con el trabajo. Un aproximado del 40% (en cifras optimistas) de la población logra o por remesas o por estar insertos en empresas mixtas: capital privado-Estado o por actividades comerciales ilícitas, unos estándares de vida semejantes a la década de los ochenta, que era un consumo decoroso y modesto, el resto, el 60% de la población, no ha podido ver la recuperación a los niveles de los años ochenta.

7 Cfr. Borón, 2008, pp. 112-138.

8 Cfr. Katz, 2008, pp. 84-87, 111-113, 206 y 207.

9 Ibíd., p. 112.

10 Llama la atención la reciente expulsión del Partido de un intelectual probado en su fidelidad como Esteban Morales por haber escrito un artículo sobre la corrupción en Cuba como el mayor peligro que enfrenta hoy la revolución. El tema es demasiado peligroso para las elites del poder. ¿Y qué decir de las sucesivas generaciones de dirigentes desbancados del poder pero ninguno en prisión? O fusilados como el caso de Ochoa y Patricio de la Guardia o en puestos de base. ¿Serían corruptos y/o reformadores? La falta de libertad de prensa y el “pensamiento único oficial” no permite deslindar de qué se trata realmente, pero estos supuestos “delincuentes” de “cuello blanco” siguen libres.

11 Cfr. Burchardt, 2006, pp. 59-73, 178-195.

12 Hilb, 2010.

13 Burchardt, op. cit., p. 191.

14 La “libreta” (cartilla de racionamiento) cubre la nutrición de 10 días, marcialmente administrada y sin incluir todos los productos de primera necesidad. El resto se debe adquirir en los mercados agropecuarios a precios libres y en las tiendas en divisa, con precios que incluyen un impuesto de 240% sobre su costo real.

15 Según cálculos de Mesa Lago, si la diferencia entre los salarios más elevados y los más bajos era, en salarios oficiales, de 4.5 a 1 en 1989, las diferencias extremas entre ingresos serán de 829 a 1 en 1995, y de 12,500 a 1 en 2002. A esta cifra se añade que, en 2001, el 10% de la población ubicado en lo alto de la escala de ingresos obtenía un ingreso 199 veces superior al que obtenía el 10% de la población ubicado en el escalón más bajo. Citado por Claudia Hilb, p. 124. Ver Espina, 2008 y Dilla, 2005.

 

16 De la dirigencia histórica, Ramiro Valdés “regañó” sin más a la población cubana a la que comparó con pichones que esperan con el pico abierto la manutención por parte del Estado (septiembre 2009). Ya el presidente Raúl Castro (2008) se ha pronunciado por la necesidad de eliminar la “libreta”, se ha dejado de subsidiar los comedores para los trabajadores, se refuerza el elitismo “blanco” para acceder a la enseñanza superior, con exámenes más “exigentes” que impidan el acceso a un nivel de enseñanza que ha sido universal, y en diciembre se comenzará a despedir a un millón 200 mil empleados por un Estado que es el único empleador real en Cuba.

17 ¿”Modelo Chino”?, ¿“modelo socialdemócrata”? o “patrón de acumulación actual”: el Estado negocia con el capital internacional y enajena de la población cubana grandes franjas de territorio y de recursos, la opacidad de su gestión impide conocer cuántos de esos recursos se desvían a cuentas personales o a negocios grupales. Además su segundo renglón de ingresos son las remesas de los emigrados y todo lo redistribuye centralmente a niveles de subconsumo. Ninguno de los tres es anticapitalista.

18 Hilb, 2010.

19 Barret, 2009.

20 Seguridad alimentaria, precariedad de la vivienda, del abasto de agua, el hacinamiento, la precariedad del transporte y todas las prohibiciones para resolverlos.

21 Las posiciones en contra de estos actos del gobierno cubano lo plantean intelectuales como Noam Chomsky, Michael Albert, Naomi Klein, Wallerstein, Saramago y Galeano, aunque James Petras y Heinz Dieterich Steffan se apresten a desacreditar sus posturas o a repetir las razones de “seguridad nacional” del Estado cubano intentando llamarlos al orden de la lealtad incondicional, única postura que admite y exige el gobierno cubano de sus amigos. Otros muchos artistas progresistas de Europa y América Latina se distanciaron definitivamente de la revolución cubana, entendida como apoyo a su gobierno.

 

 

Bibliografía

Barret, Daniel (2009), Cuba, el dolor de ya no ser, Caimán Libertario Ediciones, Montevideo.

Borón, Atilio (2008), Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?, Editora Luxemburg, Buenos Aires.

Borón, Atilio (2009), “La Revolución cubana: de modelo a inspiración”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Burchardt, Hans J. (2006), Tiempos de cambio: repensar América Latina, Fundación Heinrich Böll, San Salvador.

Cabieses Donoso, Manuel (2009), “Cuba te queremos”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Chaguaceda, Armando (2010), La campana vibrante. Intelectuales, esfera pública y poder en Cuba, Cuaderno de Trabajo 37, Instituto de Investigaciones Histórico Sociales, Universidad Veracruzana.

Dilla, Haroldo (2005), Justicia social y re-territorialización en Cuba, ponencia presentada en el evento “Gobernanza y justicia social en Cuba: pasado presente y futuro”, FLACSO México, en http://www.focal.ca/pdf/cuba_Dilla_justicia%20social%20re-territorializacion%20Cuba_July%202005.pdf

Espina, Mayra (2008), “Viejas y nuevas desigualdades en Cuba”, en revista Nueva Sociedad, número 216, julio-agosto, Buenos Aires.

Estrade, Paul (2009), “La prueba por los ciclones: una prueba más”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero marzo, La Habana.

González Casanova, Pablo (2009), “Cuba: la revolución de la esperanza (palabras para un aniversario)”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Flores Olea, Víctor (2009), “Presencia de Cuba revolucionaria en América Latina”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Hilb, Claudia (2010), Silencio, Cuba. La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución Cubana, Editorial Edhasa, Buenos Aires.

Katz, Klaudio (2008), Las disyuntivas de la izquierda en América Latina, Editora Luxemburg, Buenos Aires.

Kohan, Néstor (2009), “¡Salud a la Revolución cubana por los próximos cincuenta años de combate!”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Martín, Jorge (2009), “Cincuenta años después: ¿Hacia dónde va la revolución cubana?”, en revista Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, Madrid.

Miná, Gianni (2009), “La América Latina de hoy, hija de la resistencia de Cuba y de la utopía del Che”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Sader, Emir (2009), “Cuba a los ojos del mundo”, en revista Casa de las Américas, número 254, enero-marzo, La Habana.

Skierka, Volker (2002), Fidel, Ediciones Martínez Roca, Barcelona.

Varios autores, Corriente socialista el militante (publicación bimestral), diciembre 2008-enero 2009, Argentina.

Un debate pendiente

Laura Di Marco

4 de abril de 2010

 

La adhesión de varios intelectuales del campo progresista al reclamo por los derechos humanos en la isla es una señal de que las posiciones críticas empiezan a ganar lugar en el pensamiento de la izquierda argentina

  

Como si se tratara de una religión o de una madre (“Madre patria y madre revolución”, cantaba el trovador Silvio Rodríguez), criticar la situación de los derechos humanos en Cuba -y sobre todo, hacerlo en público- fue y sigue siendo un lugar incómodo para la izquierda argentina. Incomodidad que el grueso del progresismo democrático resolvió, durante varias décadas, esquivando un pronunciamiento y refugiándose en un silencio que hacía ruido y que parecía sugerir que la situación en la isla no podía ser, de ninguna manera, una prioridad frente a las calamidades provocadas por el capitalismo.

 

La misma izquierda que no habría dudado en sentar una posición airadamente crítica frente a determinadas violaciones -la represión, la ausencia de libertades civiles y públicas, la prohibición de abandonar el país o el fusilamiento a disidentes- si se hubieran perpetrado en un país no amigo, frente a Cuba enmudecía inexplicablemente.

 

Sin embargo, y aunque silenciosas, muchas grietas se fueron abriendo durante los últimos años en aquella larga luna de miel, y mucho más aceleradamente en los últimos días, cuando un grupo de intelectuales progresistas y reconocidos defensores de los derechos humanos -insospechados de alineaciones a la derecha- quebraron el tabú “progre” y salieron a condenar abiertamente la falta de reconocimiento de derechos humanos básicos en la isla.

 

Terminar con la indiferencia

 

La declaración “El ejercicio de los derechos no es delito”, casi sin precedentes en el universo de la izquierda argentina, fue impulsada por la ONG Cadal, a propósito del séptimo aniversario de la llamada primavera negra cubana: el fusilamiento, en 2003, de tres secuestradores de una lancha que pretendían llegar a Estados Unidos, y el encarcelamiento posterior de un grupo de 75 disidentes, entre ellos el poeta y periodista Raúl Rivero. Fue entonces cuando el portugués José Saramago dijo la recordada frase “hasta aquí llegué”, en referencia a su apoyo a Cuba.

 

“Es que ese ‘hasta aquí llegué’, de algún modo, está representando hoy a muchos intelectuales que reconocen que la igualdad y la libertad deben ir necesariamente de la mano”, dice la doctora en Ciencias Políticas María Matilde Ollier, una de las firmantes de la declaración de Cadal, que exhorta a los gobiernos democráticos latinoamericanos a terminar con la indiferencia y a condenar a Cuba por mantener encarceladas a personas que buscan ejercer sus derechos.

 

La reciente muerte de Orlando Zapata Tamayo, reconocido como un “preso de consciencia” por Amnistía Internacional, que se agregó a la lista de heridas en la relación entre Cuba y la izquierda local, parece haber ayudado a disparar hacia afuera el debate que ya se mantenía hacia adentro.

 

El ex fiscal de las Juntas Julio César Strassera, Graciela Fernández Meijide, Beatriz Sarlo, Vicente Palermo, Emilio de Ipola, Marcos Novaro, Guillermo O’ Donnell, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff y Claudia Hilb son algunos de los firmantes de la condena. Muchos de ellos se han sentido siempre y se siguen reconociendo hoy dentro del campo de la izquierda intelectual. Su firma estampada en un documento que le exige a Cuba respetar los derechos humanos es una señal de que la fidelidad y el silencio empiezan a dejar lugar a posiciones críticas en el pensamiento de izquierda de la Argentina.

 

Otra señal es la aparición del libro ¡Silencio, Cuba! La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución cubana (Edhasa), escrito por la socióloga y ex presidenta del Club de Cultura Socialista Claudia Hilb. También, las exhortaciones de Vicente Palermo en el sentido de que el progresismo vernáculo se debe un debate serio, audaz y abierto sobre el significado del proyecto revolucionario tal y como se encarnó en el régimen castrista. O, incluso, los reproches entre renombrados intelectuales por haberse quedado callados frente al caso de la médica Hilda Molina, cuando el gobierno cubano la retenía con el increíble argumento de que su cerebro “pertenecía a la revolución”.

 

¿Señales de que el pensamiento de izquierda está madurando y puede ahora mirar con ojo crítico incluso sus sueños de juventud?

 

Un poco en broma, un poco en serio, Emilio de Ipola, esposo de Claudia Hilb, dice que “nos estamos preparando” para enfrentar la catarata de críticas que, imagina, disparará el grueso de la izquierda todavía alineada en la defensa de los logros igualitarios de la revolución, en nombre los cuales permite casi todo.

 

Hace un año estaba en un Congreso de Sociología y, después de criticar el hecho de que en Cuba no se respetara el ejercicio de la ciudadanía, entendido en un sentido amplio, me respondieron diciendo que en los dos primeros años la revolución había logrado mucho más que otros países en toda su historia. Entonces, yo respondí: está muy bien, ¿pero qué hicieron en los otros 48?”. Profesor de la UBA e investigador del Conicet, De Ipola cuenta que hoy frena al interlocutor que llama “gusanos” a los disidentes -le recuerda al término “ratas” que usaban los nazis para rotular a los opositores- y que muchos lo han acusado por eso de estar “pagado por el Banco Mundial”.

 

Militante marxista en su juventud y dedicado, desde hace décadas, a la historia del pensamiento, Carlos Altamirano también suma una reflexión que hace lugar a la crítica: “Hay, al menos, un sector de la izquierda intelectual que no quiere seguir practicando el doble estándar por el cual hay víctimas buenas de la represión estatal y víctimas malas, disidentes contra el autoritarismo que son héroes en un país, y otros que no merecen siquiera ser registrados, a menos que sea como delincuentes”.

 

Atacar al que critica fue un mecanismo usado por los intelectuales de izquierda para evitar, primero, recabar información seria sobre cómo era realmente la situación en la isla -disposición a conocer los hechos, digamos-, para luego, eventualmente, pronunciarse.

 

La influencia hipnótica de Fidel

 

Es obvio que Cuba y la figura de Fidel Castro ejercieron un hechizo difícil de desarmar para la izquierda. Pero ¿por qué?

 

Palermo asegura, por ejemplo, que condenar la situación de los derechos humanos en la isla equivale, para muchos, a impugnar la totalidad de la experiencia revolucionaria, que por muchos años fue una referencia de ética política, y también un refugio seguro. Pero que hoy se ha vuelto, según el politólogo, un “refugio peligrosamente totalizante”.

 

La tesis que sostiene Hilb en su libro es que, para los intelectuales de izquierda, fue muy difícil disociar el proceso de igualación de condiciones -llevado adelante, efectivamente, durante la primera década de la Revolución- de la conformación de un régimen de dominación total. Eso, sumado al fuerte carisma de Fidel Castro.

 

La influencia hipnótica del líder revolucionario siguió, incluso en su ocaso, como cuando viajó a la Argentina para la asunción de Néstor Kirchner y, sobre las escalinatas de la Facultad de Derecho, mantuvo en vilo a una nutrida audiencia, en su mayoría universitaria, que lo aplaudió durante más de dos horas.

 

Precisamente, el corrimiento de escena de Fidel, reemplazado por su hermano Raúl, es otro de los datos de la actualidad que podrían haber habilitado el ejercicio de la crítica.

 

Tal vez sea, como sugiere Marcos Novaro, que a muchos argentinos -y no sólo a la izquierda- les gusta la idea de explicar los propios fracasos como efecto secundario de una perversa voluntad imperial, que provoca todo tipo de desgracias en quienes se atreven a rebelarse. Tal vez, por todo esto, hablar de Cuba en Argentina es como hablar sobre nosotros mismos.

 

Lo cierto es que mientras algunas voces de crítica empiezan a hacerse oír, para buena parte de la izquierda sigue siendo muy difícil alzar la voz contra los atropellos del régimen y no sentir al mismo tiempo que “se le está haciendo el juego a la derecha”.

 

Para ellos Cuba es hoy una verdad incómoda y la discusión política sobre el tema, un debate pendiente.

 

 

 

¡Silencio, Cuba! La izquierda democrática

frente al régimen de la Revolución Cubana

Claudia Hilb 

Edhasa, Buenos Aires, 2010, 144 páginas.

Lucas G. Martín

 

¡Silencio, Cuba!, anuncia al comienzo del libro su autora, Claudia Hilb, indaga una “dificultad”, la dificultad que ha tenido largamente la izquierda democrática latinoamericana para tomar posición frente al régimen de la Revolución Cubana. Dificultad para reconocer crímenes que en otras latitudes y otros tiempos hubieran sido denunciados sin peros ni dilaciones y, en el fondo, según propone la profesora Hilb como hipótesis central de su libro, dificultad para comprender, en el régimen cubano, el carácter indisociable de la igualación de condiciones y la reorganización total de la sociedad bajo el control implacable de un poder concentrado. La buena noticia es que el libro de Hilb contribuye a desanudar las razones de esa dificultad a través de un análisis documentado y metódico, paciente y matizado, que muestra con una prosa cuidada el modo en que dominación total e igualación (no la igualdad) se tejieron en un solo proyecto a lo largo de la primera década revolucionaria.

 

El ensayo se ordena en tres capítulos. En el capítulo 1 la autora analiza el proceso de igualación de condiciones y el proceso paralelo de concentración de poder llevados a cabo en las dos olas igualadoras (1959-64 y 1966-70). Las rápidas y profundas reformas de colectivización y estatización de la primera década, nos cuenta Hilb, generan una profunda igualación de las condiciones: aumento de pensiones y salarios, disminución de los alquileres, mayor acceso en los servicios de salud y educación y reducción de la brecha entre ciudad y campo. Ese será el fruto, por cierto, de la progresiva monopolización, por parte del Estado, de la totalidad de la producción y la provisión de bienes y servicios, incluidos los salarios. Tan radical transformación derivará en la desorganización económica: el Estado es incapaz de gestionar eficazmente la totalidad de los resortes de la economía que ahora domina, lo que se agrava por la emigración de trabajadores especializados, técnicos y profesionales, y por la ausencia de incentivos para los trabajadores. Pese a todo, la escasez resultante obligará a un racionamiento que, según relata la autora, será organizado de manera igualitaria.

 

Paralelamente a este dificultoso proceso de igualación, se llevaba adelante un proceso implacable de concentración del poder en un partido único y, en última instancia, en la figura de Fidel Castro. Una diversidad de medidas, y siempre con la intervención de Fidel, obran para subordinar el movimiento estudiantil, el movimiento sindical y las vanguardias culturales, y para purgar las organizaciones estatales, partidarias y revolucionarias. Así fue que, desde muy temprano (1959) la acusación de traición cayó de manos de Fidel sobre los más populares y conspicuos líderes y defensores de la Revolución. Y quienes hasta un momento antes habían sido compañeros de ruta, no hallaron otro destino que el “[s]ilencio, [el] ostracismo, [el] exilio o [la] cárcel”.

 

En el capítulo 2, Hilb analiza el desplazamiento que se da en la población cubana desde una adhesión voluntaria y entusiasta a la Revolución hacia la realización de gestos mínimos de apoyo necesarios para lograr el acceso a recursos indispensables, en el marco de un “sistema capilar y vertical de control social” en cuya cima encarna el poder, siempre, Fidel Castro. Es destacado el rol jugado por los Comités de Defensa de la Revolución que, en cada cuadra, lugar de trabajo o de estudio, ejercen primero presión e influencia y, luego, un control prácticamente policial de los niveles de adhesión o desafección; y por las organizaciones sindicales, que promueven mayor productividad y trabajo voluntario y gratuito a la vez que legitiman la pérdida de las conquistas y derechos laborales y la militarización de la producción. El cuadro se completa con el relato de las alternativas de trabajo obligatorio y gratuito o de bajísimo costo, fruto de la represión de la disidencia y el control social, como los traslados de familias enteras a pueblos de trabajo bajo vigilancia o la persecución y el confinamiento a campos de trabajo forzoso de homosexuales, religiosos y hippies, bajo tutela de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (¡entre 25 y 30 mil confinados en tres años!).

 

Finalmente, en el tercer capítulo, Claudia Hilb despliega su interpretación sobre los nudos que se han tejido en Cuba para sostener en el tiempo un régimen de dominación total surgido de una revolución antidictatorial. La autora pone al lector ante la degradación del deseo de igualdad y libertad y su mutación a una igualación en el miedo, producto de la imbricación del poder y la ley corporizada en la figura de Fidel Castro. En el recorrido de estos últimos análisis, el lector puede apreciar las diferentes formas en que la igualación en el miedo se articula como principio de acción, como sostén, de un régimen profundamente conservador: en la ausencia de todo derecho por fuera de la unidad del poder y la ley en la voluntad de Fidel, en la sustitución de la virtud por el miedo ante la imposibilidad de forjar la nueva conciencia para el hombre nuevo y en la necesidad de la población de recurrir a la ilegalidad para la supervivencia —necesidad que reproduce así el miedo a la vez que exige, siempre por temor, dar muestras “externas” de adhesión, generando lo que los cubanos llaman una “doble moral”—.

 

Aquí, retomando la senda abierta por C. Lefort y M. Abensour, Hilb aborda a un mismo tiempo la cuestión de la revolución moderna y el enigma de la servidumbre voluntaria de Etienne de La Boétie. Podemos ver en esta interrogación una de las preguntas clásicas de la teoría política moderna y afines a la tradición republicana: ¿por qué hay dominación y no libertad?, pregunta que Hilb reformula una y otra vez a propósito del régimen castrista: ¿qué queda del deseo emancipatorio, de igualdad y libertad, de la Revolución?

 

En ¡Silencio, Cuba!, Claudia Hilb pone en blanco sobre negro la difícil realidad del pueblo cubano en medio siglo de Revolución y, particularmente, la inextricable dificultad para romper el largo silencio de la izquierda democrática latinoamericana. El relato de la negación de derechos humanos por fuera del poder, la persecución de homosexuales o hippies, los campos de trabajo, los pogroms, las purgas y los juicios con autoinculpaciones à la Moscú, entre otras realidades opresivas, vuelven estruendoso ese silencio. Y lo mismo puede decirse cuando leemos sobre los destinos de grandes nombres de la Cuba revolucionaria, desde Huber Matos a Pablo Milanés o el general Arnaldo Ochoa, desde Heberto Padilla a Haydée Santamaría o Carlos Franqui, Jesús Díaz o Raúl Rivero.

 

La profesora Hilb desmonta la coartada sobre la que se ha sostenido ese silencio. Lo hace a través del ejercicio de un pensamiento original y sin ataduras, ajeno a la aplicación a la realidad de conceptos, clasificaciones o evaluaciones preconcebidos, y distante de las interpretaciones más habituales. Pone en evidencia el proyecto constructivista y regeneracionista de la sociedad que ligó la igualación de condiciones a la destrucción de poder plural y a la concentración del poder, la ley y el saber de la Revolución en la figura de un solo hombre, Fidel Castro. En efecto, tras recorrer las páginas de este libro, el argumento de que la concentración del poder es el precio del beneficio de la igualación social —ese “sí, pero...” que obturó durante décadas cualquier debate y que resistió aun tras la profunda crisis que sufrieron los cubanos luego del derrumbe (del apoyo) soviético— ya no se tiene en pie.

 

En suma, ¡Silencio, Cuba! es un texto necesario y potente, fruto de una preocupación política e intelectual y de un trabajo de investigación asumidos con honestidad intelectual —plasmada, visible aunque no únicamente, en el uso de la primera persona—, que retoma ese legado de responsabilidad que la izquierda democrática que abrazó el sueño de la Revolución ha asumido progresivamente y que, en este caso, toma la forma de un libro, que es una palabra para romper el silencio sobre Cuba y un llamado al debate sincero, responsable y, como nos previene Claudia Hilb hacia el final del libro, urgente, en vistas de la necesaria y difícil transición por venir, transición de un sueño devenido pesadilla hacia la vigilia de la democratización

Intelectuales de izquierda uruguayos

condenan “los hábitos estalinistas en Cuba”

25 de marzo de 2010

 

Intelectuales de izquierda: “hábitos estalinistas en Cuba”

 

Carta. Reclaman respeto por los derechos de disidentes

 

El régimen comunista de Cuba “ha perseverado en hábitos marcadamente estalinistas”, afirmó un grupo de intelectuales uruguayos de izquierda que reclama respeto a los derechos fundamentales en la isla.

 

Alma Espino, Álvaro Díaz Maynard, Carlos González, Gerardo Caetano, Jack Couriel, José Manuel Quijano, Judith Sutz y Mario Wschebor, a través de una carta publicada ayer en el diario La Diaria, criticaron al régimen castrista de Cuba por la muerte del disidente Orlando Zapata Tamayo, el 23 de febrero en una prisión cubana tras una huelga de hambre.

 

Caetano dijo ayer en radio El Espectador que la carta surgió “por una indignación compartida” y por la necesidad de “decir lo que uno piensa cuando aquellos que deberían decirlo no lo dicen o, peor aún, dicen cosas que no podemos suscribir en modo alguno”. El historiador cuestionó así las declaraciones del Frente Amplio y el PIT-CNT con respecto a la situación en Cuba.

 

La carta comienza recordando que “varias generaciones estuvieron bajo la influencia de la revolución cubana en lo bueno, y también en lo malo”.

 

Entre lo malo, mencionan “la imposición del partido único” dogmático; el desprecio a la negociación multipartidaria; el “desconocimiento de derechos fundamentales”; y el “encarcelamiento de personas con coraje, que se han atrevido y se atreven a reclamar y se proponen ejercer sus derechos básicos de reunión, de asociación, de opinión y de desplazamiento”.

 

Agregan que el gobierno cubano “ha perseverado en hábitos marcadamente estalinistas, que ni siquiera estaban en vigencia en las últimas décadas de la Unión Soviética”. Y afirman que “las condenas a prisión son severísimas y las descalificaciones (‘gusanos’, ‘traidores’, ‘aliados del imperialismo’) son humillantes”.

 

Los firmantes de la carta aprovechan para recordar que “el contexto de los acontecimientos del presente se compone también por una larga historia de atropellos de Estados Unidos a la isla del Caribe (y a la región)”.

 

Pero el contexto actual también se integra por la construcción sistemática de dictadura pregonada como una forma más perfecta de ‘democracia’, por la alta concentración de poder simuladamente compartido con algunos correligionarios y verdaderamente absoluto para el ‘jefe máximo’, y por las penas draconianas a los ciudadanos llamados ‘conflictivos’, que se atreven a disentir. Y resulta demasiado simple, y hasta de mala fe, justificar el atropello cotidiano de los legítimos derechos del ‘conflictivo’ con la mención del bloqueo del imperialismo”, sostienen los firmantes de la carta.

 

Con respecto a Zapata, la carta señala que “se ha convertido en el más eficaz cuestionador del poder establecido” en Cuba, “un simple ciudadano con ideas propias, preso de conciencia según Amnistía Internacional (¿cuántas veces recurrimos a ella los uruguayos en los años de la dictadura?), estuvo tan dispuesto a no doblegarse que se dejó morir de hambre”.

 

La carta recuerda palabras del líder Fidel Castro de hace 30 años, cuando refiriéndose a las huelgas de hambre hasta la muerta de presos irlandeses en las cárceles británicas, exclamó en la Unión Interparlamentaria Mundial: ¡Tiemblen los tiranos ante hombres que son capaces de morir por sus ideas tras 60 días de huelga de hambre! Al lado de este ejemplo, ¿qué fueron los tres días de Cristo en el calvario, símbolo durante siglos del sacrificio humano? ¡Es hora de poner fin, mediante la denuncia y la presión de la comunidad mundial, a esa repugnante atrocidad!. Esta frase de Castro está en bronce en la plaza Víctor Hugo de La Habana.

 

La carta termina con un llamamiento a los países de América Latina para buscar una “solución pacífica, democrática y respetuosa de los derechos humanos” a esta situación en Cuba. Y expresa al final: “no callar ante las repugnantes atrocidades y ponerse del lado de quienes, sin más armas que su cuerpo, reclaman legítimamente sus derechos”.

Los tres asesinatos de Orlando Zapata Tamayo

Haroldo Dilla Alfonso

26 de febrero de 2010

 

Tras 85 días de huelga de hambre, murió el preso político cubano Orlando Zapata Tamayo. Murió asesinado tres veces en pocas horas

 

Nunca conocí en vida a Orlando Zapata Tamayo. Sólo he visto de él una foto colocada de mil maneras en internet. Posiblemente nunca hubiera conocido que existía si no fuera porque decidió hacer una huelga de hambre por razones que aún no conozco bien y murió en su empeño. Es decir, decidió hacer uso del único recurso que le queda a un recluso —la vida— y exponerla para dar una batalla moral ante el estado cubano. Este tipo de hecho no es nuevo. Recuerdo, por ejemplo, que en 1981 un grupo de jóvenes del IRA apelaron al mismo recurso contra la conservadora Margaret Thatcher, y diez murieron. Entonces el Granma contaba cada día los pormenores de las huelgas de hambre y cuando moría algún joven lo reseñaba en primera plana, para consternación e indignación de sus lectores, entre ellos yo. Esta vez, el Granma no ha dicho nada, porque esta vez el Granma es parte de la maquinaria que asesinó tres veces a Orlando Zapata Tamayo.

 

En resumen, no sé exactamente quién era Orlando Zapata Tamayo. Los partes de la disidencia indican que se trataba de un obrero negro de 43 años que fue encarcelado por participar en varias acciones pacíficas no permitidas por el gobierno cubano —entre ellas, el Proyecto Varela que buscaba recoger firmas para promover una reforma constitucional en el parlamento cubano— y que mantuvo una posición vertical en la prisión, lo que le valió maltratos y el alargamiento de su condena de tres años iniciales a una cifra que he leído iba de 25 a 36 años. Según el gobierno cubano y sus relacionistas públicos, cubanos y extranjeros, se trataba de un delincuente común con una hoja de delitos baratos fomentada desde que tenía 22 años, y que posteriormente decidió enrolarse en la disidencia para continuar su carrera delictiva. Es decir, que la víctima pasó de robar carteras a promover un cambio constitucional y exponerse a altas penas de prisión.

 

En realidad, los argumentos del gobierno cubano me resultan muy dudosos. No entiendo cómo un ladrón vulgar de carteras puede pasar de improviso a promover un cambio constitucional exponiéndose de paso a largas condenas de cárcel. Tampoco, cómo un delincuente común y, además, oportunista, se deja morir de hambre, durante un largo proceso en que tuvo 85 días para arrepentirse. Y si estaba preso por los delitos que mencionan, me parece extraña la tremenda cantidad de años que establecía la condena. Tampoco puedo explicarme cómo es posible que alguien se suicide por conseguir, dice el gobierno, un teléfono y una cocina para su celda, aunque fuese una cocina similar a la que tenía Fidel Castro en el presidio de Isla de Pinos cuando fue encarcelado por la bárbara tiranía de Batista por asaltar un cuartel militar en 1953. Es evidente que tantos años sin una opinión pública crítica ha reblandecido el sentido común de los propagandistas del gobierno cubano.

 

Y, finalmente, dudo de lo que dice el gobierno cubano, porque si algo conozco bien es cómo la élite cubana es capaz de manipular la información, mentir e intoxicar a la opinión pública en un país donde no hay fuentes alternativas de comunicación, para conseguir cualquiera de sus objetivos. Es lo que convirtió súbitamente en 1989 a un héroe nacional en un corrupto, aburguesado y abusador, digno del fusilamiento; o a un brillante canciller que era capaz de interpretar como nadie el pensamiento del Comandante en Jefe (cualidad insuperable en una monarquía faraónica) en una soez sabandija envilecida por las mieles del poder.

 

De cualquier manera, para los fines de lo que quiero decir ahora, no me interesa saber quién era Orlando Zapata Tamayo, ni por qué estaba preso. No tengo dudas de que el gobierno cubano nuevamente ha sacrificado la vida de un cubano para dar una demostración de firmeza represiva ante la oposición. Que el gobierno cubano ha permitido la muerte de un recluso. Y que, por consiguiente, el gobierno cubano ha cometido una acción criminal. Cuando el gobierno cubano decidió utilizar al presidiario fallecido como caso prueba para sus forcejeos políticos, decretó su asesinato: el primer asesinato.

 

No es un hecho inédito en Cuba. La naturaleza autoritaria del sistema político cubano incluye entre sus arbitrariedades el uso de casos para producir respuestas ejemplarizantes de cara a espectadores hostiles o poco confiables. Fue lo que sucedió cuando fueron ejecutados los implicados en la Causa 1 de 1989, una pandilla de rateros desaforados pero que legalmente no merecían el fusilamiento. O en 2003, cuando fueron fusilados tres jóvenes, también negros, por intentar secuestrar una lancha para emigrar a Estados Unidos. Los fusilaron 72 horas después de sus apresamientos, en un juicio sumario propio de capitanes generales, sin siquiera permitir una despedida familiar. Y ahora esta muerte consentida que envía un mensaje muy claro a la oposición y al posible surgimiento de otros huelguistas.

 

A la muerte física de Zapata sucedió un segundo asesinato: una avalancha de difamaciones organizada por el gobierno cubano. Utilizando para ello a algunos intelectuales devaluados del patio y a la red de voceros estalinistas que medran en la izquierda mundial, han dicho que la víctima era un preso común (culpable de exhibicionismo, de portar armas blancas, de cometer hurtos, de producir escándalos públicos e incluso de vender drogas a turistas), que exigía privilegios desmedidos para un presidiario, que atacaba a los guardias carcelarios, y hasta que era esquizofrénico y bipolar. De igual manera, no han escatimado esfuerzos para desnaturalizar el hecho, envolverlo en el conflicto Cuba-Estados Unidos y compararlo con no sé cuántas muertes que desgraciadamente ocurren en otras latitudes como Irak y Afganistán. Es decir, para sacar el crimen del escrutinio público en nombre de la defensa de una revolución socialista que hace ya mucho tiempo no es revolución y nunca fue socialista. Es otra técnica: inhibir a los sectores democráticos y de izquierda del planeta agitando el espantajo de la agresión imperialista, como si las muertes que ocurren en otros lugares, como si el bloque/embargo, como si una sola de las conquistas sociales que han ocurrido gracias a la acción del pueblo en el último medio siglo, como si uno solo de esos hechos pudiera justificar el crimen cometido contra Orlando Zapata Tamayo.

 

Y luego, Zapata Tamayo ha sido asesinado cuando el presidente/general Raúl Castro, haciendo un alarde del más procaz cinismo, lamentó públicamente la muerte de un presidiario a quien su gobierno dejó morir. Ha sido su tercer asesinato en unas pocas horas.

 

Para la izquierda, el crimen contra Orlando Zapata Tamayo es un reto. Nada aquí puede ser justificado, y sólo puede ser explicado como la reacción criminal y represiva de una élite autoritaria y decadente que pisotea cada día al socialismo hablando en su nombre, mientras prepara su propia conversión en una nueva burguesía. En la misma declaración en que impúdicamente lamentó la muerte de su víctima, el general/presidente Raúl Castro afirmó que estaba dispuesto a discutirlo todo con Estados Unidos. Yo diría que también a negociarlo todo, a excepción claro está, de los propios poderes del Clan Castro y sus apoyos militares. Y para llegar a esa meta (tan prosaicamente contrarrevolucionaria) ¿qué importa Orlando Zapata Tamayo?

Memorias al Rojo Vivo (I)

Ariel Hidalgo

14 de diciembre de 2009

 

Mi familia, que había participado activamente en la lucha contra la dictadura, se desilusionó desde los primeros años con el curso tomado por el proceso revolucionario y partió al exilio. Yo, impedido de tomar el mismo rumbo por la edad militar, fui llamado a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Luego estuve tres meses fugitivo, fui atrapado y encarcelado. Y cuando la UMAP fue disuelta y fui liberado, me encontré prácticamente solo. Hasta mi novia, con quien tenía planes de boda, había partido. En todo ese tiempo había leído y reflexionado mucho. Me había entusiasmado aquella gran proeza de la campaña de alfabetización y veía muy positivo que los servicios de atención médica y educación extendidos hasta los lugares más recónditos del país, se hubiesen puesto al alcance de todos. Por otra parte, lo que más me molestaba era la imposición de un modelo cultural unidimensional donde determinadas manifestaciones artísticas, religiosas o filosóficas eran censuradas, o incluso estilos de vida, mirados con menosprecio. Si te gustaba la música americana, o eras religioso, o usabas el cabello largo o pantalones estrechos, te calificaban de “pequeño burgués”. Me sentía como un ateniense entre espartanos, o como un científico renacentista en medio de amenazas inquisitoriales. Y a pesar de todo tomé la determinación de permanecer en el país. Consideraba que había que luchar por lo que uno creía y que el proceso podía corregir en la marcha todo aquello que consideraba como desviaciones y errores, pero que había que hacerlo desde dentro. Y me integré de lleno a las organizaciones de masa y al trabajo educativo.

 

Siendo en los años 70 Secretario General del sindicato en mi núcleo de trabajo de escuelas obrero–campesinas de Marianao, Ciudad Habana, pude comprobar que el papel de las secciones sindicales, agrupadas en la CTC, era casi exclusivamente el de movilizar a los trabajadores en las diferentes tareas y actos convocados por el Partido, o como se decía entonces, “poleas de transmisión del destacamento de vanguardia”. Era lógico pensar que si los trabajadores eran finalmente los dueños de fábricas, bancos, comercios y centros de servicios como se decía en discursos, círculos de estudio, conferencias y por todos los medios de difusión, no había que defenderlos ya de sus antiguos patrones capitalistas. Sin embargo, yo escuchaba constantemente entre mis alumnos quejas que reflejaban evidentes contradicciones entre las administraciones y los operarios de los diferentes centros laborales.

 

Por entonces estudiaba Licenciatura en Historia en la Universidad de La Habana, publicaba artículos historiográficos en varias revistas sobre el movimiento obrero y el desarrollo de las ideas sociales y políticas en Cuba, y mi libro Orígenes del Movimiento Obrero y del Pensamiento Socialista en Cuba se incluía como bibliografía suplementaria en casi todas las carreras de letras en las universidades del país, por lo que estaba muy familiarizado con las diferentes doctrinas y propuestas socialistas y anarquistas de los albores de la República, algunas bajo la influencia de revolucionarios españoles, en particular de Madrid y Barcelona. Pero sobre todo me habían llamado la atención las referencias de José Martí -numen de varias generaciones de revolucionarios cubanos-, acerca de estas ideas, en específico su crítica al ensayo La Futura Esclavitud de Herbert Spencer, quien condenaba la tendencia de la sociedad hacia un sistema caracterizado por “el despotismo de una burocracia organizada y centralizada” [1].. A diferencia del inglés, sus reflexiones no las hacía desde un plano de adversario ideológico liberal, sino de alertar sobre posibles peligros de una sociedad “socialista”, como el probable encumbramiento de una casta de burócratas y el surgimiento de una nueva forma de servidumbre para el ciudadano. “De ser esclavo de los capitalistas…-advertía- iría a ser esclavo de los funcionarios” [2].. Luego volvía a referirse a esos peligros en carta a su íntimo amigo Fermín Valdés Domínguez, a quien elogiaba por sus simpatías hacia los movimientos de lucha por la justicia social, pero añadía que, no obstante, “los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa” [3].

 

En 1979 mientras estudiaba un post-grado en Filosofía Marxista impartía la misma asignatura en el 12 Grado del preuniversitario Manolito Aguiar. Las preguntas que surgían, tanto entre mis alumnos como entre mis condiscípulos, me llevaron poco a poco a un replanteamiento sobre lo que en verdad estaba ocurriendo en el país y fui sacando mis propias conclusiones. El dueño de una fábrica, de un comercio o un banco, no es un asalariado, y si lo fuera, sus principales ingresos no le llegan de salario alguno sino de las utilidades y es él el que determina quién administra su propiedad. Pero en el caso de los trabajadores cubanos, ¿cómo concebir un propietario cuyo único derecho es recibir de su empresa un exiguo salario, y ni siquiera tiene la facultad de elegir a sus propios administradores? Por el contrario, se ve sometido a una administración impuesta desde altas esferas y que por tanto tiene facultades y poderes de la que él carece. Aplicando la definición leninista sobre clases sociales de “grandes grupos humanos que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan con respecto a los medios de producción”, se me revelaba con claridad la diferencia entre ambos grupos. Los trabajadores eran, nominalmente, los propietarios, pero lo determinante no era la propiedad, sino la posesión directa sobre esos medios y esa posesión la ostentaba otro grupo humano.

 

¿Cómo habíamos llegado a esa situación? Como en el capitalismo los trabajadores no podían por sí mismos lograr el control de las riquezas, necesitaban de un Estado revolucionario encargado de expropiar a las clases poderosas, pero una vez que esos medios pasaban a manos de ese Estado, éste requería de un ejército de funcionarios capaces de asumir el papel que antes desarrollaban capitalistas y terratenientes para hacer que dichos medios se pusieran en función de los trabajadores, y una vez que estos funcionarios asumían ese control, se generaban nuevos intereses y nuevas relaciones de producción. Independientemente de la buena o mala voluntad de la máxima dirigencia, una vez creado ese nuevo estamento, ya era incapaz de controlarlo, porque aún cuando oficialmente estuviera bajo la fiscalización del gobierno y del Partido, estos dos últimos pertenecían a la esfera de la superestructura política, mientras que esa burocracia era parte de la nueva base económica, y como en última instancia la base determina sobre la superestructura y no a la inversa, ese gobierno y ese partido eran incapaces de detener la corrupción y las arbitrariedades de esa burocracia, por muchas fiscalizaciones, auditorías e investigaciones que realizara para detener desvíos y faltantes de productos de un inmenso tráfico clandestino. Podían destituir a diez, cuarenta o cien funcionarios, pero en general, no podían prescindir de decenas de miles que en conjunto conformaban ese poderoso sector.

 

Esto implicaba la necesidad de una segunda revolución, pero esta vez muy diferente, porque si antes se habían expropiado a miles de grandes propietarios privados, ahora se trataba de uno solo, el Estado; o dicho de otra forma, el Estado, que hasta ahora había sido depositario de riquezas pertenecientes al pueblo, debía delegar esas funciones en los colectivos de base. El pueblo debía convertirse, de propietario formal en propietario real.

 

Los apuntes fueron tomando forma de libro y aún no tenían título –aunque sabía que la palabra “Estado” era clave- cuando se desataron la crisis de la Embajada del Perú y el éxodo masivo del Mariel. A mí particularmente me repugnaron los excesos de los que entonces fui testigo: turbas que secuestraban en plena calle a personas que habían decidido vivir fuera del país para colmarlos de improperios y ensañarse en ellos, algunas veces casi hasta el borde del linchamiento público, y el asedio o allanamiento de sus hogares sin importar que dentro hubiesen niños o ancianos. Aquellos hechos no me hubieran impactado tano si no hubiera sido porque en la mayoría de los casos se realizaban con la tolerancia y hasta el beneplácito de las autoridades cubanas, algo que violaba, incluso, leyes fundamentales de la propia Constitución Socialista aprobada cuatro años antes. Supuestamente yo debía, como profesor de una asignatura política, encabezar los actos de repudio contra profesores o alumnos de mi centro que tomaban la determinación de emigrar, decisión que yo consideraba un derecho legítimo aún antes de leer la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Muy por el contrario, me solidaricé con algunos de mis vecinos que yo sabía eran personas decentes. Para mí el hecho de que hasta hace poco se hubieran recibido con tanta condescendencia a las personas exiliadas en los primeros años y ahora se tratara como a criminales a quienes tomaban la misma determinación, no tenía ni pies ni cabeza.

 

El resultado fue mi expulsión, no sólo de mi cátedra como profesor, sino también de la Universidad como estudiante, e incluso mi salida definitiva del Ministerio de Educación. A todo esto siguió un registro de mi vivienda durante varias horas por agentes de Seguridad del Estado -algo muy traumático para mi esposa y mi pequeña hija-, la ocupación del manuscrito y mi detención en el centro de Villa Maristas. Pero no fui procesado y mi detención duró sólo tres días. En ese momento mi libro sobre el movimiento obrero se estudiaba, incluso, en la Escuela Nacional del Partido. No hacía mucho había sido galardonado por la Universidad de Panamá debido a mi ensayo José Martí y las Pretensiones de Predominio Yanqui sobre el Istmo de Panamá. Y aunque no se me había permitido viajar a ese país para recibir el premio, había sido honrado con un acto en el teatro Mella como el más destacado miembro de la sección de Literatura de la Brigada Hermanos Saiz junto a los dos galardonados de las secciones de Pintura y Música y habíamos recibido las felicitaciones de los más prominentes figuras de la cultura cubana, como Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso y Roberto Rodríguez Retamar entre otros.

 

Durante tres días seguidos, un mayor que se hacía llamar Roberto Ricard mantuvo conmigo una discusión bastante sosegada sobre mis diferencias. En general parecían alarmados de que yo hubiera realizado la crítica del sistema político cubano aplicando la propia metodología marxista. Le dije que yo no creía ser el único, sino, todo lo más, el primero, y que detrás de mí, más tarde o más temprano, vendrían otros muchos.

 

[1] Herbert Spencer: “La Esclavitud Futura”. http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/derecho/spencer/3.html.

[2] José Martí: “La Futura Esclavitud”. Obras Completas, Edit. Nacional, t. XV.

[3] José Martí: Carta a Fermín Valdés Domínguez, Nueva York, mayo 1894.

 

 

Memorias al Rojo Vivo (II)

Ariel Hidalgo

27 de diciembre de 2009

 

En un manuscrito que había ido tomando forma de libro a fines de los 70, yo había llegado a la conclusión de la necesidad de una segunda revolución. Consideraba que los medios de producción habían pasado de unas manos a otras, pero no a las de los trabajadores, sino de capitalistas y terratenientes al Estado centralizado con el encumbramiento de una nueva casta de burócratas. No se trataba simplemente de corregir el rumbo, sino de dar un timonazo tan radical como fue el proceso inicial que transformó la gran propiedad privada en estatal. Mas la cuestión no era ya centralizar, sino descentralizar, no se trataba ya de estatizar ni de privatizar, sino de convertir las riquezas realmente en propiedad social, delegando todos los medios en los trabajadores de base para que éstos los controlaran directamente sin intermediarios burocráticos. Tras mis desacuerdos con las prácticas de repudiar a los que en 1980 decidían emigrar, fui expulsado de mi cátedra de Marxismo, sometido a un registro de Seguridad del Estado en mi domicilio con la consecuente ocupación del manuscrito fui arrestado y entrevistado en Villa Maristas por un oficial que se me daba a conocer como “Mayor Ricard”, con quien discutí mis diferencias y me informó que quedaría definitivamente expulsado del Ministerio de Educación. Para mi sorpresa, fui liberado a los tres días.

 

Inmediatamente destruí todos los escritos que pudieran considerarse críticos del sistema y comencé a trabajar en labores de construcción junto con muchos de mis antiguos alumnos que aún allí, paleando arena y gravilla, seguían llamándome “Profe”. A lo largo de más de un año recibí las visitas de uno que otro “amigo” que venía a hacerme alguna propuesta de operaciones ilícitas. Las rechacé todas, por supuesto, a pesar de mis precariedades. Nadie podría incriminarme en una causa común como un delincuente “vulgar” a pesar de que la inmensa mayoría del pueblo participaba en tráficos ilícitos. Pero no estaba tampoco dispuesto a resignarme a permanecer diez o quince años en la construcción esperando el día venturoso en que se produjese un gesto de conmiseración de quienes yo consideraba más culpables que yo. Reinicié los apuntes de mis ideas y no me abstuve de exponerlas verbalmente a todo aquel que consideraba en condiciones de asimilarlas. Finalmente, en el amanecer del 19 de agosto de 1981 reaparecieron en mi vivienda para hacer un nuevo registro, ocuparon los nuevos escritos y me llevaron nuevamente a Villa Maristas.

 

Ya no vería al Mayor Ricard sino a un teniente que no le interesaba debatir ideas sino saber quienes más conocían la naturaleza de ese manuscrito y si existían copias. No le dije que había logrado salvar una copia enviándola a mi familia en Estados Unidos. Allá se publicaría años después con un título que posteriormente yo consideraría inadecuado: Cuba, el Estado Marxista y la Nueva Clase, inadecuado porque llegaría a considerar que lo que existía en Cuba y en los demás países del llamado Campo Socialista no era la materialización de los ideales de Carlos Marx, sino más bien los de Hegel, quien había considerado al Estado como la encarnación de Dios en la tierra y por tanto estaba supuestamente destinado a absorber todas las instituciones de la sociedad civil. “La acción del Estado consiste en llevar la Sociedad Civil, la voluntad y la actividad del individuo, a la vida de la sustancia general, destruyendo así, con su libre poder, éstas subordinadas, para conservarlas en la unidad sustancial del Estado” [1].

 

No hubo en Villa discusiones teóricas. Sólo en el último interrogatorio, cuando le dije que no perseguía el regreso de Cuba al capitalismo, me preguntó airado: “¿Qué es lo que quiere Ud. entonces para Cuba?” Y respondí: “Pues una sociedad donde los obreros de cada fábrica, los dependientes de cada comercio, los empleados de cada banco, los maestros de cada escuela, etc, etc, puedan elegir libremente a las administraciones de sus respectivos centros”. Me miró con ojos muy abiertos y me gritó: “¡Ud. está loco, completamente loco!” Y al día siguiente me envió para un manicomio.

 

No era una sala psiquiátrica cualquiera aquella del Hospital Psiquiátrico de La Habana, más conocido como Mazorra, sino un espacio cerrado con muros y barrotes a donde llevaban a los reclusos con problemas mentales de todo el país. Esa convivencia con tantas personas desquiciadas, convictas por asesinatos, violaciones y otras barbaridades sin que ninguna autoridad se atreviese a entrar allí, era lo que hacía de la Sala Carbó Serviá un verdadero infierno. Un par de veces me sacaron para hacerme algunos test mentales y el diagnóstico fue “trastorno de la personalidad”, nada grave, por lo que a los diez días fui enviado a la fortaleza de La Cabaña.

 

La Cabaña era entonces una prisión de tránsito, donde los presos nuevos esperaban ser llevados ante un tribunal. Pero en mi caso no esperaron al juicio. Al poco tiempo trasladaron a once presos considerados como los más bravos por sus protestas y huelgas de hambre. Yo, que jamás había protestado ni había ayunado un solo día, era uno de ellos. Ninguno de los otros diez podía entender por qué yo había sido incluido en ese grupo. Nos llevaron a la prisión Combinado del Este, pero no a una celda normal o a una galera cualquiera con los demás presos políticos, sino incomunicados en un área especial.

 

El recibimiento no fue nada agradable. Una columna de guardias nos esperaba a la entrada de una edificación de una sola planta para desnudarnos y escoltarnos hasta cada una de nuestras respectivas celdas a donde sólo nos permitían llevar nuestra ropa interior y una toalla. El Destacamento 47, con 99 celdas tapiadas, sin camas y sólo una llave de agua y un agujero para las necesidades, era el lugar a donde llevaban a los condenados a muerte y a reos muy peligrosos que no podían convivir con otros sin riesgo de “hechos de sangre”. Algunos llevaban allí dos o tres años en total aislamiento. Cuatro rejas había que abrir para llegar al interior de una de esas celdas sin contar las puertas de madera que a lo largo de los tres pasillos ocultaban a la vista de quienes los caminaran, los calabozos tapiados con planchas de hierro. Como era un edificio rectangular, a diferencia de los demás edificios en forma de U, uno de los once, Jacinto Fernández, que en otro tiempo había sido fundador de lo que entonces fue el DIER, antecedente de Seguridad del Estado, lo calificó como “Rectángulo de la Muerte”, nombre con el que se conocería luego en las denuncias internacionales.

 

Aquellos cubanos que jamás hayan estado internados en una prisión de su país desconocen una arista muy importante de su realidad social. Aunque existen, como en todas partes, personas honradas y sensibles entre oficiales y carceleros, había también personas corruptas y abusivas, solo que por las características particulares de una prisión, el abuso de poder es más marcado y frecuente. Sin embargo, el Destacamento 47 parecía reservado exclusivamente para ser custodiado por el segundo tipo de hombres, y en general, en cualquier lugar de la prisión donde se realizaran aquellos actos vergonzosos, como golpizas, por ejemplo, daba la impresión de que eran conocidos y tolerados desde los altos mandos. El gobierno cubano siempre negaría la existencia de violaciones de derechos humanos en sus cárceles, y ni siquiera reconocería que habían existido cuando años después procesara y condenara a varios altos oficiales en el famoso caso del 89, la mayoría de los cuales se sabía, habían sido responsables indirectos de muchos de aquellos actos, como si no fuera lógico que al aceptar de hecho que aquellos oficiales, habiendo practicado la corrupción y el abuso de poder mientras gozaban de tanta autoridad en el Ministerio del Interior y en particular en Cárceles y Prisiones, no se reconociera también la posibilidad de que aquellas violaciones se hubiesen cometido. En el Destacamento 47 era raro el día que no escucháramos personas corriendo por los pasillos, los gritos, los sonidos de los golpes y los lamentos de las víctimas. Por muchos años, ya en libertad, cualquier carrera estrepitosa que escuchara por algún pasillo cercano, me sobresaltaba y me alteraba. Debo reconocer, no obstante, que en mi caso particular, durante mis años en el Combinado del Este jamás me pusieron una mano encima, ni siquiera en la época en que se conocía de mis actividades sistemáticas de denunciar aquellos hechos. Hubo siempre un trato mutuo de respeto entre mis carceleros y yo.

 

A los 21 días de incomunicación nos entregaron algunas de nuestras pertenencias, como libros, cuadernos y plumas y nos juntaron de dos en dos en cada celda. Me tocó por compañero Jacinto Fernández, acusado de espía por sacar información de violaciones de derechos humanos por vía diplomática. El 25 de diciembre me llevaron en un carro jaula al tribunal para juicio y pude ver por primera vez a mi esposa, aunque desde lejos. Me acusaban de “revisionista de izquierda”, se leyeron algunos fragmentos para demostrarlo y sugirieron que yo estaba sembrado el veneno en mis alumnos con mis ideas. Luego me llevarían la sentencia a mi celda. Se me condenaba a ocho años de cárcel por propaganda enemiga, “y en cuanto a sus obras, destrúyanse mediante el fuego”.

 

¿Por qué tanto ensañamiento? ¿Por qué se me aislaba sin explicarme nunca la razón y se ordenaba quemar todas mis obras? El manuscrito no había sido distribuido por las calles; una copia enviada al extranjero cuando consideré inminente mi detención, nunca fue publicada, ni antes de ser arrestado, ni mientras estuve en prisión; y el original fue encontrado en una gaveta de mi escritorio.¿Dónde estaba, pues, la propaganda enemiga por la que era juzgado? La razón sólo podía ser una: Hasta entonces la dirigencia cubana podía enfrentar cualquier crítica de “derecha” e incluso de izquierda, siempre que se fundamentara en presupuestos sociológicos tradicionales. Para esa dirigencia bastaba simplemente con oponerles una lógica diferente, ajena por completo a los parámetros “burgueses”. Pero no le era fácil contrarrestar una crítica basada en su propia lógica y que por tanto estremecía desde la misma ideología marxista los cimientos argumentales de la lealtad al oficialismo entre sus propias filas. El libro, por tanto, no se había escrito para ser leído en el exterior por personas con una formación cultural totalmente ajena a esa realidad, sino dentro del país, por militantes del partido y de la Juventud Comunista, por académicos oficialistas, por militares y dirigentes de organizaciones progubernamentales. Se trataba, en pocas palabras, del primer trabajo crítico del sistema estatal centralizado de la nueva Cuba desde una óptica marxista, donde se demostraba el surgimiento de una nueva clase social dominante a partir de la definición leninista y donde se ponía de manifiesto que en el nuevo sistema la ley económica era la apropiación, por parte de los burócratas designados desde las altas instancias, de parte del plusproducto para ser intercambiada mediante el trueque tácito. Con palabras más llanas, “te resuelvo hoy para que tú me resuelvas mañana”. En conclusión, se demostraba que el modelo establecido en Cuba nada tenía que ver con socialismo ni con marxismo.

 

Un día logró llegar hasta muy cerca de mi celda un preso que decía haber oído de mí y quería conocerme. Su nombre era Elizardo Sánchez Santa Cruz. Había sido profesor de la Universidad de La Habana pero había sido cesanteado bajo acusaciones de inclinaciones sinoístas. Luego, aquella noche, hablamos de celda a celda, casi a gritos y según dijo iba a ser trasladado a la prisión de Boniato en Santiago de Cuba. Me pareció un hombre inteligente y de elevada cultura política. A la mañana siguiente ya no estaba allí.

 

Un día nos mandaron a salir con nuestras pertenencias y nos enviaron a las galeras de presos políticos. Habíamos permanecido en el Destacamento 47 un año y veinte días. Sólo uno de los once permaneció allí, Jacinto.

 

Unido a los demás presos de lo que se conocía como “nuevo presidio político” -el que había surgido con posterioridad al indulto del 78-, comencé a realizar varias actividades: impartiendo clases a los menos instruidos, asistiéndolos como auxiliar de enfermero y participando en un taller literario. El sistema penitenciario permitía la visita de instructores literarios que organizaban concursos. Un cuento mío resultó ganador frente a otros competidores del Combinado del Este. Supuestamente debían llevarme a la Prisión Occidental de Mujeres para competir a nivel nacional, pero Seguridad vetó mi participación a pesar de que el cuento nada tenía que ver con política.

 

Se ha propagado la creencia de que el movimiento de los derechos humanos en Cuba nació por los años 70 tras la liberación de los condenados en la llamada causa de la Microfracción, principalmente de ex militantes del Partido Socialista Popular. Pero independientemente de esos posibles antecedentes, el movimiento surge realmente, ya organizado, en octubre de 1983 en la propia prisión del Combinado. Un día de ese mes fue llevado al piso que ocupaban los presos por motivos políticos, uno de aquellos microfraccionarios, Ricardo Bofill, recientemente encarcelado en su tercera causa, esta vez por enviar misivas de denuncias a organismos internacionales. Los firmaba a título personal con su propio nombre y me decía que lo seguiría haciendo desde la cárcel de ese modo, a diferencia de lo que hasta entonces se hacía en el presidio de usar sólo seudónimos para evitar la represión. Bofill consideraba que era indispensable dar la cara para que los documentos tuvieran credibilidad. Aunque decirme aquellas cosas parecía como una invitación, porque decía tener contactos para sacar los escritos de la prisión y luego enviarlos al extranjero, no me decidí en los primeros momentos. Pero en mi conciencia me pesaba la suerte del compañero que había dejado atrás en el Destacamento 47 en pésimas condiciones sin que yo hiciera nada por su suerte. Por eso, finalmente, acepté sus servicios. No sólo me ofreció sus contactos, sino que incluso se dispuso a redactar conmigo la denuncia. Al finalizar la carta dirigida a la opinión pública internacional, firmamos los dos con nuestros nombres e inmediatamente después, para mi sorpresa, escribió debajo estas palabras: “Comité Cubano Pro Derechos Humanos”, y agregó, al lado de su nombre y el mío, los títulos respectivos de “presidente” y “vicepresidente”.

 

No le di importancia a aquello, no anoté la fecha como un día memorable. Para mí era sólo un acto humanitario que hacía por un amigo. Pero sin saberlo, aquel documento fue noticia en muchos medios: un grupo de derechos humanos había nacido por primera vez en Cuba.

 

[1]Frederic Hegel: Filosofía del Derecho.

 

 

Memorias al Rojo Vivo (III)

Ariel Hidalgo

10 de febrero de 2009

 

Debido a un manuscrito crítico del centralismo de Estado predominante en el país, yo había sido encarcelado y condenado a 8 años de cárcel por “propaganda enemiga” bajo acusación de “revisionista de izquierda”. Luego había conocido en la prisión Combinado del Este a Ricardo Bofill, antiguo miembro del Partido Socialista Popular (PSP), condenado anteriormente en la famosa causa de la “microfracción”. Ahora, en octubre de 1983, en su tercera prisión por sus denuncias enviadas a la comunidad internacional, me había ofrecido sus recursos para sacar una información sobre el caso de un compañero incomunicado en las peores condiciones y habíamos firmado ambos con nuestros nombres verdaderos el documento que luego circularía en el exterior del país y que llevaba, como apéndice, la noticia de la existencia en Cuba del primer comité de derechos humanos.

 

Inmediatamente envió un mensaje a la prisión de Boniato a Elizardo Sánchez, y luego se comunicó con Gustavo Arcos Bergnes, asaltante del Cuartel Moncada, incomunicado en “Los Candados”, calabozos de los sótanos del edificio 3 donde estábamos recluidos. Gustavo era uno de los hombres más idealistas y puros de la historia insurreccional. Había quedado cojo por una bala en la columna durante el ataque al Moncada, fue fundador del Movimiento 26 de Julio en Las Villas y uno de los principales organizadores de la expedición del Granma, en la que no se le permitió embarcar por su defecto físico y quedó al frente del movimiento en México. Desde ese país enviaría cargamentos de armas a la Sierra Maestra. Tras la caída de la dictadura fungió como embajador de Cuba en Bélgica. Pero sus discrepancias con el nuevo modelo instaurado en Cuba lo llevaron por dos veces a prisión. En los años 90 hasta su muerte, se convertiría en la figura más emblemática del Movimiento de Derechos Humanos en Cuba.

 

En muy pocos días, un pequeño grupo de media docena de hombres constituiría el núcleo original de donde surgiría, con los años, el amplio diapasón de organizaciones del movimiento disidente integrado por miles de hombres y mujeres en todo el país. La represión no se hizo esperar. Bofill fue incomunicado casi inmediatamente y toda la guarnición militar en un operativo devastador en todo el piso 4, habitado por presos políticos, arrasó con bolígrafos, lápices, plumas, cuadernos, libros y hasta el más mínimo pedazo de papel, lo cual nos dejó arrinconados y reducidos casi a nada, entre la represión policiaca y una población penal que nos veía como causantes de su actual infortunio.

 

La versión gubernamental sobre los llamados disidentes, o como se diría luego en las calles, “la gente de los derechos humanos”, sería la de “elementos contrarrevolucionarios” alentados y pagados por el imperio para socavar los cimientos de la Revolución. Pero al menos puedo afirmar, categóricamente, que los que comenzamos en prisión ese movimiento, no sólo no recibíamos paga de nadie, sino que estábamos prácticamente desnudos y a merced de la represión de la policía política. Nada teníamos que ganar excepto la satisfacción de ayudar a quienes no tenían cómo defenderse de los atropellos, y nada que perder, excepto una celda de la que habríamos estado dichosos de no volver a ver jamás. Los propios agentes de Seguridad del Estado infiltrados en las filas disidentes saben muy bien que ese movimiento no puede ser juzgado en blanco y negro, que no es un bloque monolítico y que como en todas partes, hay todo tipo de personas con una gran variedad de posiciones ideológicas. Las motivaciones eran diversas. Una gran mayoría había apoyado en sus inicios el proceso revolucionario y muchos de ellos pensaban que los ideales democráticos y libertarios por los cuales se había luchado habían sido traicionados y se había impuesto, en su lugar, una nueva dictadura. Confundían el guión con la puesta en escena. Si la realización práctica había sido un desastre, entonces había un vicio de origen en la teoría, y no sólo Marx se equivocaba sino todos los teóricos socialistas. En consecuencia, habían dado el bandazo hacia el otro extremo. Se consideraban neoliberales y admiraban a la Thatcher y a Ronald Reagan. Unos pocos en cambio, creíamos que esa escenificación nada tenía que ver con el guión al que se atribuía sino a otro muy diferente. Las iniciales discusiones sostenidas entre Bofill y yo en la cárcel, serían el germen de la contradicción ideológica posterior del movimiento disidente.

 

Sin embargo, un movimiento de derechos humanos, por su naturaleza, no es de izquierda, ni de derecha, ni de centro, sino de arriba, esto es, está por encima de todo el esquema unidimensional de las referencias políticas. Lo que nos unía a todos era, justamente, el carácter universal del ideal de derechos humanos. Todos luchábamos por un estado de derecho, aunque algunos de nosotros queríamos ir más allá, hacia un estado de satisfacción plena de los derechos.

 

Después de un largo período de incomunicación, Bofill fue excarcelado, pero como no sabíamos si en realidad había salido directamente al extranjero, realizamos una votación entre los miembros del Comité en el Combinado, a la sazón doce miembros, y fui elegido como “presidente interino”. En realidad pronto supimos que estaba en su casa de Guanabacoa y no demoraría mucho en agrupar a algunos antiguos compañeros de Microfracción. Elizardo Sánchez, ya liberado, era parte de este grupo. En realidad quedarían creadas tres secciones del Comité: la que dirigía yo en prisión, limitada sólo al Combinado del Este, la que dirigía Bofill en las calles, limitada todavía a Ciudad Habana y otro grupo en el exterior del país, integrado fundamentalmente por mujeres, donde estaba mi hermana, dirigido por Hilda Felipe, ex miembro del PSP y esposa del líder comunista Arnaldo Escalona, también microfraccionario, quien años después moriría en Miami sin abjurar jamás de sus ideales de justicia social.

 

Inmediatamente comenzó a darse en prisión algo así como la maqueta o ensayo de lo que se produciría más tarde en todo el país. Siguiendo el ejemplo del Comité y bajo su influencia, comenzaron a constituirse distintos grupos según los diferentes intereses e inclinaciones: uno de escritores, Asociación Disidente de Artistas y Escritores de Cuba (ADAEC) que creó una revista mensual clandestina, El Disidente. Escrita a mano, se confeccionaban tres o cuatro ejemplares por número, circulaba de mano en mano y llegó a tener 64 páginas, un record en toda la historia del presidio político. La Junta de Autodefensa de Religiosos Perseguidos (JARPE), realizaba sus cultos diarios con gran número de prisioneros. Y finalmente un grupo de lucha cívica, la Liga Cívica Martiana, crearía la revista Aurora, con menos páginas que El Disidente, pero con mayor número de ejemplares circulando no sólo en la prisión, sino también en las calles y algunos, incluso, llegando al exterior del país. Decenas de presos se integraron a estas actividades de una u otra forma, pero yo era partidario de mantener al segmento del Comité de la prisión, como un núcleo selectivo y establecí como norma imponer a cualquier aspirante un período de prueba de seis meses. Como algunos fueron liberados, nunca pasaría de doce miembros efectivos.

 

Mi idea entonces era que si se creaban en todo el país grupos semejantes, podía llegar a darse un renacimiento de la sociedad civil cubana con una autorganización de la población para impulsar pacíficamente los cambios hacia una sociedad participativa y autogestora. Ya se sabe, por supuesto, al cabo de más de veinte años, que aunque luego las cosas tomaron un rumbo parecido, el resultado no sería el esperado, pero no porque la idea no fuera buena, sino por otras circunstancias que yo no había previsto entonces.

 

Adoptamos, igualmente, una nueva metodología. Cuando se presentaba alguna situación arbitraria que merecía ser denunciada, no la dábamos a conocer de inmediato al extranjero, sino que pedíamos hablar con las autoridades. Cuando un preso acudía a nosotros quejándose de algún abuso, les planteábamos el problema y ellos, para evitar que el hecho trascendiera, regularmente lo resolvían, por lo que ya no había necesidad de denunciarlo. Lo ideal era que se hubiera procedido siempre de esa forma y tengo entendido que por un tiempo así procedería luego Elizardo Sánchez. Incluso pensábamos que las autoridades, no sólo de la prisión sino incluso del país, debían agradecernos que realizáramos aquel trabajo de detectar y notificar todo lo que en el país estaba marchando mal y que indisponía a mucha gente. ¿Quién perjudicaba más a la dirigencia? ¿El que denunciaba el hecho o el que lo cometía? Sin embargo, había males que eran muy difíciles de corregir porque intentar hacerlo iba contra los intereses de una burocracia corrupta. Cuando las autoridades del penal vieron que íbamos adquiriendo gran influencia entre la población penal, cortaron la comunicación.

 

Por entonces se produjo una ruptura entre Bofill y Elizardo Sánchez, quien se separó y creó la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. El hecho provocó escisiones tanto en la sección de La Habana como en la del exterior. Como los ánimos estaban caldeados, para evitar lo mismo con la sección del presidio, tuve que hacer una concesión. Algunos compañeros redactaron un texto de adhesión al grupo de Bofill donde se satanizaba a Sánchez como agente de Seguridad del Estado. Yo no estaba de acuerdo con esos términos pero quedé en minoría diez contra dos. Los que perdimos accedimos a firmarlo pero haciendo constar en documento aparte nuestro desacuerdo. El tiempo nos dio la razón, pues ninguna de las acusaciones pudieron probarse y finalmente la causa real de la ruptura había sido simplemente una discrepancia de métodos, la misma que me llevaría a separarme a mí mismo dos años después.

 

Durante los años 87 y 88 la actividad de derechos humanos había tomado tal fuerza que el caso se llevó a la Asamblea General de Naciones Unidas, numerosos periodistas y representantes de organizaciones internacionales de derechos humanos viajaban a Cuba para solicitar vernos. Algunos lograron entrevistarnos y se permitió entonces que Amnistía Internacional, la Cruz Roja Internacional y algunos miembros de Human Right Watch, visitaran algunas prisiones y entrevistaran a algunos de los miembros del Comité en el Combinado. Mi caso, en particular, suscitó el interés en muchos círculos de izquierda fuera del país. Algunos intelectuales como Noam Chomsky, Paul Sweezy y Margaret Randall, pidieron mi liberación, así como varios intelectuales y militantes de izquierda de América Latina.

 

Varias veces me habían sacado de mi celda para ser entrevistado por algunos de esos periodistas, pero en una de esas ocasiones me encontré con dos hombres que luego comprendí no venían con esa función sino simplemente a traerme un mensaje del entonces Ministro del Interior José Abrantes. El recado era escueto pero tajante: jamás se me daría la libertad a menos que decidiera salir del país. Lo tomé muy en serio, pues conocía varios casos de presos recondenados con nuevos encausamientos, algunos de los cuales habían muerto en prisión. Por eso, cuando fueron a comunicarme que estaba incluido en una lista de presos cuya liberación solicitaba el Cardenal O’Connor de Nueva York, acepté realizar todos los trámites migratorios. Para septiembre del 88 se esperaba la llegada a Cuba de una Comisión de Naciones Unidas que tenía prevista una visita al Combinado del Este. Un mes antes, en la tarde del 4 de agosto, fui sacado de una celda, vestido de civil y llevado en un jeepe hasta Río Cristal donde se realizaron los últimos trámites legales. Cuando en la medianoche salí de allí en un ómnibus hacia el aeropuerto de Rancho Boyeros, ya estaba legalmente fuera de Cuba.

 

Al año siguiente varios oficiales del Ministerio del Interior fueron condenados a prisión, entre ellos el propio Abrantes, quien no saldría jamás con vida de la cárcel.

Cuba: ¿Reformistas vs. talibanes?

Pablo Stefanoni

15 de marzo de 2009

 

¿Cómo leer los últimos acontecimientos de Cuba? Como en un súbito regreso a la Guerra Fría, los expertos de izquierda y derecha salieron a intentar descifrar los escasos y crípticos mensajes emitidos por el gobierno y, sobre todo, por el aún Comandante en Jefe, quien pese a titular sus columnas con el humilde rótulo de “reflexiones”, ocupa las primeras planas de los noticieros, los diarios y los mailing de las embajadas, sea para hablar de la crisis económica mundial, de política local o de temas más cotidianos como los “errores” de la selección cubana de béisbol (si consideramos las reflexiones de estos últimos días).

 

La izquierda fidelista internacional quedó tan descolocada que, o eligió balbucear una serie de frases tan generales como evasivas o prefirió, en contados casos, tomar el toro por las astas y admitir -como el editor del site Rebelión Pascual Serrano- que “los amigos de Cuba nos encontramos sin fuerzas ni información para explicar la institucionalidad cubana”. Y no es para menos: hasta el día anterior a su destitución – que incluyó una condena por “indignos”, por aprovecharse de unas mieles del poder por el que no lucharon y haber creado ilusiones en el enemigo- el vicepresidente Carlos Lage y el canciller Felipe Pérez Roque eran las caras más conocidas del régimen fuera de la isla, después de Fidel y Raúl Castro, además del nexo privilegiado con gobiernos afines y políticamente importantes como Bolivia y Venezuela. Al punto de que se los percibía como los emergentes del recambio generacional que, sea por decisiones políticas o leyes de la biología, tarde o temprano deberá producirse. Obviamente, la ola de destituciones demorará algún tiempo esa infalibilidad histórica.

 

Las destituciones fueron un baldazo de agua fría que recordó purgas –que aún generan explicaciones diversas y contrapuestas- como la del general y héroe de la Revolución Arnaldo Ochoa, al parecer simpatizante de la Perestroika y muy popular en Cuba, fusilado “con mucho pesar” por el gobierno en 1989, después de admitir en un juicio televisado, cargado de clichés moralistas, haber participado del tráfico de cocaína, marfil y diamantes, tejiendo vínculos con Pablo Escobar y aprovechando las misiones militares en Angola. O la del ex canciller, joven estrella y niño mimado de Fidel, Roberto Robaina, hace diez años, que terminó trabajando en el Parque Metropolitano de La Habana y hoy, según sus palabras, sólo se dedica a pintar.

 

Años antes, en 1992, Carlos Aldana –acusado de querer ser el Gorbachov cubano- sufrió la maldición de los “número 3”, considerados por los analistas y diplomáticos sucesores “naturales” de los hermanos Castro.

 

“Esta purga me recuerda un poco la furia con la que Raúl eliminó a la gente del Centro de Estudios sobre América en el ‘96. Era una cuestión de control. Raúl puede hablar de reformas cuando él lo considere conveniente, pero que no se atrevan otros a hacerlo. De nuevo, creo que es una cuestión de control y no necesariamente de oposición sustantiva a dichas ideas”, opina el profesor del Brooklyn College y autor de The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered, Samuel Farber.

 

La falta de pruebas -o el hermetismo sobre ellas- en las acusaciones lanzadas por Fidel y el tono de confesión inquisitorial de las cartas de Lage y Pérez Roque admitiendo los “errores” y jurando lealtad a la revolución, a Fidel y a Raúl, dibujaron una imagen brezneviana de secretismo burocrático cuestionable en el siglo XX pero casi imposible de justificar para las izquierdas del siglo XXI. Las preguntas vinieron solas: ¿los cubanos no tienen derecho a saber cuáles fueron los terribles delitos que mandaron a su casa y extinguieron en un abrir y cerrar de ojos el poder de dos referentes de la revolución?, ¿si cometieron delitos no deberían ser juzgados en el marco de la institucionalidad cubana?, ¿era necesaria la excomunión además de ser excluidos de todos sus cargos en el gobierno y en el partido?, ¿qué garantiza que no haya muchos más funcionarios usufructuando las “mieles del poder” en un país en el que oficialmente el poder no tiene mieles sino puro sacrificio?

 

La tesis que más circuló en la prensa internacional es que las destituciones de Lage y Pérez Roque y una decena de altos funcionarios claves es una victoria del ala aperturista de Raúl frente al ala conservadora de los “talibanes” proFidel. Es cierto que, desde su llegada al poder, después de la renuncia del líder máximo en 2006, Raúl fue desarmando la institucionalidad paralela del Grupo de apoyo al Comandante en Jefe y su Batalla de las Ideas, un proyecto que además de duplicar instituciones y mostrar una dudosa eficiencia, conllevaba una dosis de voluntarismo –financiado con préstamos blandos venezolanos-- con el que los militares cercanos a Raúl no simpatizan. Pero Lage parece estar lejos de ser un talibán comunista con urticaria al mercado y a la propiedad privada. En un artículo en La Jornada de México, un participante de una reunión en los años ‘90 entre Lage y un grupo de senadores mexicanos del hoy oficialista PAN, recuerda al entonces responsable de las políticas económicas del período especial posterior a la caída de la URSS como un “Chicago boy” por su “vehemente defensa de la apertura comercial” cubana, que moderó de inmediato su discurso ante una visita sorpresiva de Fidel.

 

En la misma línea, el anticastrista radical Carlos Alberto Montaner dice haber escuchado decir al entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari y a otra media docena de cancilleres y jefes de Estado que “Lage es el futuro”. Y agrega que en esa época, los difíciles años 90, “parece que Lage, en privado, cuando conversaba con los políticos extranjeros, coqueteaba con las ideas democráticas y se vendía como el Adolfo Suárez caribeño”. Tampoco el ahora ex canciller P. Roque parecía ser el “talibán” de la época de asistente de máxima confianza de Fidel y “a los ojos de muchos políticos y diplomáticos extranjeros, incluido el canciller español Ángel Moratinos, se había transformado en un “reformista”. ¿Por eso fueron acusados de haber ilusionado al enemigo? Una versión es que Robaina cayó luego del pinchazo de una llamada telefónica en el que el ex canciller español Abel Matutes le decía “Mi candidato [para la transición] siempre has sido tú”.

 

Pero estos datos tampoco avalan la tesis contrapuesta de parte de la derecha de Miami –obnubilada por su odio a los Castro- de un golpe de los conservadores contra los aperturistas. La simpatía de Raúl Castro por el Doi Moi (renovación vietnamita), que considera al mercado una conquista de la humanidad y no del capitalismo, y propicia una suerte de capitalismo de Estado con control monolítico del poder por el Partido Comunista y las Fuerzas Armadas, no es ninguna novedad. Con una economía de comando de tipo soviético completamente agotada –lo que provoca, entre otras cosas, la ociosidad de gran parte de las tierras y la necesidad de importar masivamente alimentos- la apertura económica está de uno u otro modo en la agenda de todas las fracciones, el problema parece radicar en que la alianza entre los militares capitaneados por Raúl Castro y los burócratas del PCC comandados por el vicepresidente José Ramón Machado Ventura (políticamente conservadora y económicamente aperturista, con su ritmo y su estilo) no confiaba en los dirigentes defenestrados. “No voy a permitir que gente como tú jodan esta revolución tres meses después de que desaparezcamos los más viejos”, le habría dicho Raúl a Robaina al momento de su destitución.

 

Como recuerda el ex investigador del Centro de Estudios sobre América (CEA), Haroldo Dilla, la elite cubana no fue nunca muy permeable a las nuevas generaciones. Y recuerda un dato adicional: Pérez Roque y Lage construyeron un vínculo con Hugo Chávez que los llevó a llamarlo “Presidente de Cuba” y proponer una utópica federación cubano-venezolana que habría chocado con la escasa simpatía de los altos militares cubanos por el socio rico venezolano. Estos militares –que hoy controlan las empresas más eficientes y rentables de Cuba y hacen alarde de su capacidad de gestión “combinando la organización capitalista con los principios socialistas”- buscan crear una institucionalidad más eficiente y perdurable en el ámbito interno y diversificar las relaciones en el externo. No fue casual la sucesión de visitas de presidentes latinoamericanos en los últimos meses, y el acercamiento a Lula, posible mediador en una –aunque sea limitada-- mejora de las relaciones con Washington en el contexto de la administración de Omaba y del progresivo debilitamiento del lobby anticastrista de Miami y la permeabilidad o incluso adhesión explícita de los cubano-americanos más jóvenes, además de los propios empresarios estadounidenses, al fin del bloqueo. En este marco, la vieja guardia de la Sierra Maestra busca asumir ella misma, con racionalidad burocrática-empresarial, la tarea de la transición y no dejarla en manos de “arribistas”. Y a la vista de sus “reflexiones”, Fidel optó -como con Robaina o Aldana- por bendecir los recambios y excomulgar a los caídos en desgracia. Una pista la dio el politólogo Atilio Borón después de una reunión con el Comandante en Jefe (Clarín, 12-3-09): “Está muy preocupado por el impacto de la crisis en toda América Latina, porque cree que todo el proceso de cierto desplazamiento hacia al centroizquierda o la izquierda de los últimos años va a estar comprometido por una crisis que va a golpear muy fuerte en la región. Fidel es muy buen lector de la coyuntura. Teme que venga un reflujo de derecha en el contexto de la crisis y, luego de haber pasado el periodo especial con la caída de la URSS teme otro momento así”.

 

Pero, en la misma lógica de las purgas stalinistas y posestalinistas, los desplazamientos de funcionarios no se hacen a medias; es necesario destruir hasta el extremo su credibilidad ante la sociedad para condenarlos al ostracismo. Como advirtió el investigador francés Vincent Bloch, la corrupción generalizada -desde minucias hasta hechos de mayor escala- atraviesa a toda la sociedad cubana, y constituye una forma efectiva de control social. Al no existir medios lícitos que garanticen la sobrevivencia (y a veces ni siquiera el mero cumplimiento de las obligaciones laborales) sin hacer algo que puede ser definido en un momento u otro como “ilegal” –que la ironía cubana llama “inventos”- los cubanos tienen una permanente espada de Damocles sobre sus cabezas. Y las propias élites pueden también ser víctimas de esta lógica: basta escarbar en cualquier expediente para demostrar la “indignidad” de hasta minutos antes meritorios dirigentes revolucionarios. El paso siguiente es la “confesión” con fórmulas echas: inculpación y juramento de lealtad eterna.

 

Con la batalla ganada, sólo falta formalizar la nueva correlación de fuerzas en el VI congreso del Partido Comunista Cubano en 50 años. Pero la transición que buscará combinar apertura económica y control político ya comenzó. Para ello, los militares –y sobre todo, la Vieja Guardia- parecen más confiables que unos más imprevisibles jóvenes bolivarianos.

 

 

 

La Gran Estafa

Juan Antonio Blanco

29 de diciembre de 2008

 

El mayor estafador de estos tiempos no es el financiero Bernard Madoff. Ha sido Fidel Castro por más de cincuenta años

 

Es cierto que todo proceso político convoca a una mezcla de genuinos creyentes con elementos oportunistas e inescrupulosos. Sin olvidar el modo en que contribuyeron las circunstancias históricas de la época, sería inapropiado menospreciar el papel jugado por las habilidades de este personaje para atraer personas o multitudes colmadas de buenas intenciones. Muchos todavía no se han enterado, o no tienen siquiera idea, de la magnitud del engaño del que han sido víctimas. Otros no desean enterarse. Es duro llegar a la vejez habiendo extraviado el sentido de la existencia y perdido el tiempo de vida en pos de una farsa. Se requiere lucidez y coraje para admitir el error y ser leal a valores humanistas permanentes en lugar de a aquellas instituciones, líderes y consignas que se apropiaron de ellos.

 

Aun cuando otras muy graves acciones se le imputan al todavía Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, es pertinente, en el cincuenta aniversario de su ascenso al poder absoluto, repasar su récord como estafador de primera línea.

 

Entre los timados se encuentran:

 

Aquellos luchadores contra el dictador Fulgencio Batista que no siendo comunistas creyeron arriesgar su vida para restablecer y hacer cumplir a plenitud la Constitución de 1940 -socialmente la más avanzada de la región en aquel tiempo- siendo después de 1959 brutalmente encarcelados, fusilados o desterrados, cuando denunciaron el nuevo rumbo que se imprimía al proceso.

 

Los religiosos, a los que persiguió y discriminó a pesar de que él ostentó crucifijos y rosarios en la Sierra Maestra y asistió a misa de acción de gracias en los primeros días de enero de 1959.

 

Los que lo siguieron apoyando, aun después de declararse marxista leninista en 1961, creyendo que implantaría un socialismo “diferente” y libertario, siendo luego reprimidos, políticamente excluidos o socialmente marginados.

 

Los nacionalistas cubanos, a quienes se presentó como paladín de la soberanía frente a la ideología anexionista –simbolizada, al nacer la República, por la aceptación de la Enmienda Platt y la instalación de la Base Naval de Guantánamo- para luego ceder el uso del territorio nacional a diversas bases militares soviéticas desde 1962 hasta el 2002 e imponer la cláusula constitucional de 1976 que obligaba a la eterna alianza con la URSS.

 

El pueblo, al que prometió “libertad con pan y pan sin terror”, fórmula de la que hasta hoy sólo garantizó el último componente después de tres reformas agrarias, la creación del Cordón de La Habana, la Brigada Invasora Che Guevara, el Cordón Lechero, las UBPC, los organopónicos urbanos y los experimentos con Ubre Blanca.

 

La familia cubana, a la que prometió que no se vería dividida nunca más por la necesidad de emigrar, para luego escindirla y enfrentarla por motivos ideológicos, lo que en una sociedad sin libertades y signada por la escasez crónica alentó sucesivas olas migratorias a las que impuso el destierro mediante la “salida definitiva del país”.

 

Los países y empresas -socialistas y capitalistas- a los que solicitó créditos y recursos, que nunca tuvo la intención de pagar, por un monto similar o superior al estafado por Madoff.

 

Los funcionarios, académicos e intelectuales cubanos que creyeron- cuando se transformó la geopolítica mundial al caer la URSS- en su disposición a reorientar el país hacia un socialismo democrático, participativo y eficiente, siendo luego anatematizados por sus propuestas aperturistas al rebasarse lo peor de la crisis.

 

Los organismos multilaterales, a los que nutre de estadísticas manipuladas que ocultan los actuales niveles de pobreza, retraso y desigualdad existentes en Cuba así como el actual desastre de la educación y salud pública en la isla.

 

La opinión pública latinoamericana, a la que sigue presentándose como líder de la “heroica resistencia al feroz bloqueo yanqui” cuando el “país enemigo” es hoy su quinto socio comercial y principal suministrador de alimentos a la isla, que hoy importa alrededor del 80% de sus necesidades en ese campo.

 

Los liberales norteamericanos, a los que ha hecho creer que el embargo se ha mantenido sólo por las gestiones políticas del exilio, cuando él, para asegurar su vigencia, ha saboteado en varias ocasiones y de forma deliberada diversas posibilidades reales de distensión con Washington.

 

Los académicos, periodistas, políticos, artistas y escritores de cualquier latitud geográfica o ideológica, a quienes ha hecho creer que todavía existe una Revolución Cubana, próxima a cumplir 50 años de edad, cuando el proceso que triunfó en 1959 fue sustituido hace varias décadas por una sociedad posrevolucionaria y totalitaria.

 

El país que despertó aquel primero de enero de 1959 funcionaba, prosperaba, expandía sus clases medias, y ocupaba un lugar cimero en la región por sus índices de urbanización y consumo, así como por tener avanzadas tecnologías de comunicaciones y una amplia infraestructura y transporte. También contaba con una sociedad civil compleja y vibrante. Incluso algunos de los significativos problemas sociales existentes (desigualdad de oportunidades, índices de analfabetismo y mortalidad infantil, racismo, elevado desempleo, corrupción administrativa) eran en aquel momento de menor magnitud a los que entonces mostraban muchos otros países latinoamericanos y del Caribe. Los desafíos estructurales –excesiva dependencia de Estados Unidos para el comercio, inversiones y tecnologías- requerían nuevas políticas de diversificación económica enmarcadas en un plan de desarrollo nacional, en un país donde el capital nativo había crecido hasta el punto de que ya comenzaba a ser exportado.

 

Lo que esperaba el pueblo no era que una camarilla de supuestos iluminados destruyera los mecanismos de creación de riquezas, centralizara todo el poder y suprimiese el pluralismo y la democracia. Se creía haber luchado para que el proceso revolucionario, tras poner fin a la dictadura batistiana, hiciera valer la soberanía nacional entendida como la libérrima expresión de la voluntad popular. En cambio, Fidel Castro trajo a Cuba la variante totalitaria del socialismo de Estado no por razones dogmáticas ni con el afán de equilibrar la balanza frente a Estados Unidos, sino por ambiciones y egoísmo personales que sólo pueden ser satisfechos con el disfrute de un poder totalmente centralizado y omnímodo. Fue por ello que sustituyó la soberanía popular por su poder absoluto y el pluralismo por el imperio de sus caprichos personales.

 

No hay que esperar por la Historia para juzgar el legado de Fidel Castro. Las nuevas generaciones de cubanos – incluidos los hijos de muchos de los dirigentes históricos del proceso de 1959- han emitido ya su voto con los pies. No se marchan sólo porque el presente es insoportable sino porque no creen que la isla tenga porvenir bajo el sistema actual. No ven la viabilidad del país después de sacrificios innombrables e incontables pagados puntualmente por sus padres y abuelos. Quieren, simplemente, escapar del paraíso prometido a sus antecesores hace cincuenta años. Desean vivir en libertad y disfrutar las oportunidades que ofrece una sociedad moderna que refleje el cambio de época que hoy experimenta la humanidad. Su proyecto personal no es vegetar hasta hacerse viejos en una burbuja de totalitarismo y retraso en medio del siglo XXI.

 

Fidel Castro se apropió -para servir sus propios fines- de los legítimos sueños, sacrificios y esperanzas de millones de personas que alguna vez depositaron su fe en él. Estafa y robo de tal magnitud es imperdonable y no admite comparaciones. No sólo ha arruinado por medio siglo al país, sino que todavía representa hoy el principal obstáculo a cualquier cambio, sea humanitario o sustantivo, para abrir las verjas del futuro.

 

A todos los afectados de uno u otro modo por este personaje, les deseo un feliz 2009.

Life After Fidel

Samuel Farber

Edited by John Feffer

May 7, 2008

 

The new Cuban leadership is contemplating neoliberal economic reforms but democracy is still off the table.

 

Fidel Castro’s official resignation as head of the Cuban state, although expected, was a turning point that has raised major questions concerning Cuba’s future. His younger brother Raúl, who now officially assumed the highest position in the country, had already “temporarily” replaced the commander in chief on July 31, 2006 after Fidel Castro stepped aside due to a serious illness, the nature of which was declared a state secret.

 

The decision of Cuba’s rulers to appoint 77-year-old José Ramón Machado Ventura as Raúl Castro’s successor, was surprising but revealing. Most observers, including this writer, expected the appointment of Carlos Lage, a medical doctor still in his fifties, who is reputed to be a moderate and who, for several years, has had a major role in the conduct of the Cuban economy. Instead, the Cuban rulers appointed a political hard liner who has been dedicated to preserving the ideological purity of the system. He also helped to further consolidate the power of the military in the top echelons of the government, thus allowing a status-quo succession to ensure the greatest possible continuity of the system.

 

There are political differences in the leadership and intelligentsia on the question of political and economic change that pose questions regarding their future relations with the dominant military circles. At the same time, there have been recent signs of new protests emerging from below that may confound elite plans. And there is pressure from the outside, particularly the United States, that will undoubtedly have an important impact on any political transition in the island.

 

Social Decay

 

The political discussions on Cuba’s future are taking place against the backdrop of considerable social decay. In an important speech delivered at the University of Havana in November of 2005, Fidel Castro had already pointed out that corruption had become so widespread that he feared that it could destroy the revolution from within. Much of this corruption is the outcome of great economic hardship. Although there have been significant material improvements, particularly in the delivery of electricity (blackouts have almost disappeared) and most recently in Havana’s urban transport, the country has not fully recovered from the severe economic crisis brought about by the collapse of the Soviet bloc.

 

Health and education, the areas that witnessed the greatest progress since the early years of the revolution, were very hard hit by the crisis. There has been an ongoing serious shortage of teachers primarily due to the low salaries prevailing in that sector. Among the results of the crisis in Cuba’s educational system has been the replacement of teachers by televised classes and the growing importance of privately paid tutoring, a trend that was noted with concern by the newspaper Juventud Rebelde on March 30. There are major shortages of medicines and medical supplies in clinics and hospitals serving the general population (as distinct from the medical facilities available to the political elite and in the system of medical tourism). The medical crisis has become aggravated by the oil-for-doctors exchange with Venezuela, which created a shortage of general practitioners in the otherwise highly regarded family doctor program, as well as among the specialists to which these patients are referred.

 

In addition, the official ration book covers no more than half of peoples’ food needs. The rest must be obtained in the expensive free market priced in convertible pesos (that are even more expensive than the dollar.) The UN’s Economic Commission for Latin America (ECLA) has estimated that 62% of Cubans have access to hard currency (in greatly varying amounts) while 20% of the island’s urban population is at risk of not being able to cover its minimal basic needs (Cuba is currently 75% urban). It is then no wonder that theft, particularly of state property (including even parts of power transmission lines) and all kinds of hustling have become a way of life for large numbers of Cubans. Lately, the Cuban press has reported on a growing number of incidents that suggest a more generalized social breakdown beyond utilitarian law breaking and corruption. These range from school truancy, alcoholism, and the decline of public civility to more dangerous incidents such as unprovoked attacks on urban buses traveling through poor neighborhoods and unprecedented instances of “hooliganism” at sports events.

 

Raul’s Reforms

 

In the short term Raúl Castro is trying to increase his popular support and legitimacy by granting liberalizing reforms to remove current restrictions, particularly on the economic life of the country, while maintaining a tight political rein to prevent any degree of democratization of Cuban society. This seems to be his highly discretionary and selective response to the popular demands that were made after he called for an open and frank national discussion in his speech of July 26, 2007.

 

This is not the first time that such a call has been made in the island. Something similar happened in the period preceding the Fourth Communist Party Congress in 1991. In that instance, however, the official press frequently published the proposals made at workplace and community meetings, although with little or no practical effect. Some Cubans have described this type of institutionalized venting as the “culture of the elevator” – proposals are sent up to the authorities and their answers come down without people being able to act laterally. In other words, people are forbidden from organizing independently with each other outside of official channels to prevent them from directly confronting and demanding solutions to their problems from the people in power.

 

Thus, Raúl Castro has already removed the ban on the purchase of cell phones, computers, and other domestic electrical appliances and agricultural implements and supplies. He also removed the ban on Cubans staying in tourist hotels and renting automobiles. However, these concessions only benefit those Cubans who have access to hard currency. Raúl Castro has removed the cap in state salaries and is also likely to ease requirements to allow more Cubans to become self-employed in the service sector in the cities. He has also begun to distribute to individual peasants some of the large amounts of unused state lands, a good part of which became available with the dramatic shrinkage of the sugar industry. Such a measure, if it were to be considerably extended, may open a Pandora’s Box with important political consequences. He is expected, in the near future, to relax the harsh restrictions on traveling abroad, and reduce if not eliminate the exorbitant amounts of money, homes, and personal property that Cubans have to give up in order to be allowed to emigrate. Overall, he will maintain his own style of rule limiting the frequency of political demonstrations that interrupt work routines, delegating instead of micro managing, and curtailing the sudden and arbitrary improvisations in the economy. In other words, Raúl will try to establish “normal” ruling class bureaucratic rationality to replace Bonapartist and charismatic chaos and disorder.

 

Should Raúl survive his older brother, or if the military continues to maintain its current supremacy after the death of Fidel, the Cuban rulers will likely adopt a variant of the Vietnamese and Chinese model that Raúl so greatly admires. This model would entail an opening to the capitalist market economy under the rule of an autocratic one-party state mostly controlled by the military. The material basis for such a model already exists with the dominant economic role that the Cuban Armed Forces, often in conjunction with foreign capital, have been playing at least since the early 1990s after the collapse of the Soviet Union. The army has been coordinating its economic activities through a corporation called GAESA; one of its holdings, Gaviota, is probably the single biggest tourism enterprise in Cuba. High-level army officers have been running other major sectors of the economy such as the sugar industry. It is significant that Raúl Castro recently promoted another old timer, Major General Julio Casas Regueiro, to minister of defense. Casas oversaw the perfeccionamiento empresarial (enterprise improvement), an efficiency drive based on capitalist organizational methods, in companies run by the military (the same methods have also been used in many civilian enterprises). The army’s economic activities have created a significant stratum of army technicians and managers, “businessmen in uniform,” who together with their equivalents in the civilian joint ventures with foreign capital, constitute the principal social base for the possible emergence of a Sino-Vietnamese type model in Cuba.

 

Liberal Communists vs. Talibanes

 

For some time, a liberal Communist tendency supported by the majority of intellectuals, academics, and artists on the island has been functioning in a very careful fashion and is likely to continue to play a role in the foreseeable future. Recently, this group made its presence felt at the congress of the UNEAC – Artists and Writers Union – that took place in early April. This tendency tends to favor an opening to the market, not along neo-liberal lines but more like the moderate market reforms tried in Eastern Europe before the collapse of Communism in the 1980s and even earlier. In addition to these economic reforms, the liberal Communists would also like to see a number of democratic reforms and a more pluralist Cuba, perhaps even including open political tendencies within the Cuban Communist Party. These views are published and predominate in venues of relatively small circulation such as La Gaceta de Cuba, Temas, Revolución, and Cultura.

 

Although these democratic reforms would not be acceptable to a future “Sino-Vietnamese” ruling group, the market liberals and the market autocrats may cement at least a temporary alliance, as the introduction of the market is bound to bring about liberalization in the social realm. This might include reforms that are under active consideration and might soon be announced such as fewer restrictions on traveling abroad, greater freedom for small businesses, the right to rent, buy, and sell one’s home, and greater access to the Internet even if limited by censorship. Any material concessions that such a regime is able to give to the educated groups (the social basis for the liberal Communist currents) will prolong the life of such an alliance.

 

To be sure, the hard-line Fidelistas are bound to resist further liberalizing changes in the economy, and will fight against any effort to democratize the polity. In Cuba they are called the Talibanes, and include people like Felipe Pérez Roque, the former chief of staff for Fidel Castro, who is now foreign minister. The main centers of Taliban power have been the Grupo de Apoyo (Support Staff) for Fidel Castro and among sectors of the Communist Party apparatus, particularly in the provinces, involving individuals that were personally cultivated by the commander in chief. The Grupo de Apoyo, constituted by such figures as Carlos Valenciaga, Fidel Castro’s personal secretary, has been marginalized by Raúl Castro. Jokingly referred to as the huerfanitos or little orphans, they played a key role in Fidel Castro’s “Battle of Ideas.” This “battle” involved not just political and ideological struggles accompanied by massive demonstrations, but also the implementation of economic projects that often deviated from pre-established plans and usurped the powers and functions of the government’s departments and ministries.

 

The Talibanes have no political future as long as the army under the leadership of Raúl Castro, or whoever eventually succeeds him, remains united and is able to deliver important economic reforms over the short term that can increase its legitimacy and popularity among the population at large. China’s transition is a good example against which to compare the role of the Talibanes: their equivalents were the “Gang of Four” types who stood for the old Stalinist system. They were no match for Deng and what he promised: an improved standard of living and relief from Mao’s endless mobilizations and arbitrariness.

 

Political Trenes

 

Like in many of the post-Communist transitions that have taken place since the late 1980s, there is little significant political support in Cuba today for a collectivist economy and society popularly controlled from below in an open democratic polity. The political landscape seems to be limited to three main views: two of these support the rule of the one-party state while differing on whether and how much Cuba should open itself to a market economy. A third view, influential among intellectuals and academics, does support the liberalization and democratization of society but within the context of a turn toward the market short of neoliberalism. Nevertheless, the public mood in Cuba is such that even though growing numbers of people might think that capitalism is the best system to produce goods and services, they will ferociously defend the free public health, education, and other social services they won in the early years of the revolution.

 

The ample histories of transitions to capitalism suggest that a capitalist transition in Cuba is highly unlikely to take even a relatively benign form. Instead, we are highly likely to witness “shock therapies” and sharp reductions of “welfare state” institutions and spending enforced by the dictatorial rule of the army in partnership with foreign and nascent domestic capital. We can also expect a substantial U.S. role in the internal affairs of the island with its IMF-type structural adjustment, privatization, and austerity policies and its devastating effect particularly on black Cubans and the poor. The possibilities of a fourth view, that of democratic anti-capitalist politics, lie in the popular opposition to such a type of transition.

 

Recent events in the island suggest the emergence of a trend in that direction. The year 2007 may have witnessed the beginning of a transition from the politics of individual complaint –that gained particular currency with the crisis provoked by the collapse of the Soviet bloc in the early 1990s– to the politics of collective resistance. The year began with the protest of many Cuban intellectuals and artists against the public reappearance of three individuals associated with the most repressive cultural policies that purged numerous prominent intellectuals and artists in the darkest period of the 1970: Luis Pavón Tamayo, Armando Quesada, and Jorge “Papito” Sergueras. The protest was politically limited since it never challenged current censorship nor raised questions about who had given orders to these repressive cultural functionaries back in the 1970s But the protest was quite unusual for Cuba since it started spontaneously through email and allowed artists and intellectuals to flex their political muscles independently of the control of the one-party state. The government managed to contain the protest, but the protesters succeeded in obtaining an official reaffirmation of the current relatively tolerant cultural policies.

 

Since then, a number of events have occurred that confirm that something new is brewing in the country. In September 2007, several hundred students openly demonstrated at the University of Oriente in Santiago de Cuba to protest poor living and educational conditions as well as lack of security for women students. The student protest must have been quite serious since the government found it necessary to hold a large official counter-demonstration in Santiago de Cuba, in early October, reaffirming support for the regime. There are unconfirmed reports that many protesters were expelled from the university but the government-controlled media has maintained total silence on the matter. In January 2008, a near-riot broke up a meeting at which government officials informed employees of foreign companies that they would be taxed for the under-the-table hard-currency salary supplements that they received from their foreign employers. The workers were particularly indignant because the Cuban government was already collecting their hard-currency salaries from these companies and then paying them in pesos.

 

In early February, on a video widely distributed through the Internet, students at the elite Information Science University, located at what used to be the Soviet listening post at Lourdes, were shown confronting Ricardo Alarcón, the president of Cuba’s National Assembly. They were protesting travel restrictions, their inability to visit tourist facilities in Cuba, the inequitable effects of the dual currency system, a lack of information about the candidates for the official parliamentary elections and their positions, and the censorship preventing access to search engines such as Yahoo. The students were raising libertarian democratic demands from an explicitly revolutionary standpoint. In his disingenuous response, Alarcón argued that most people in the world lacked the means to travel and if everyone could travel there would not be enough resources to accommodate all this demand. He deliberately confused the issue of the legal and political right to travel with whether people could afford to do so. He also omitted the fact that in Cuba, for exclusively political reasons, some people had more right to travel than others.

 

The U.S. Role

 

For almost 50 years, U.S. imperialism has enforced an economic blockade that has violated Cuba’s right to self-determination and made life considerably worse for the Cuban people. The blockade has also provided an anti-imperialist rationale to the regime that has helped to insure its survival. The end of the Cold War vastly reduced Cuba’s importance to American foreign policy, as witnessed by the virtual absence of Cuba from practically all strategic analyses of the international threats and challenges facing the U.S. government. Nevertheless, the Castro regime has stoked invasion fears whenever it has found it convenient for domestic and foreign consumption to divert attention from domestic scandals, as when he imposed heavy prison sentences on 75 peaceful dissidents in the spring of 2003.

 

Several decades have passed since the United States seriously contemplated an invasion of the island. Nevertheless, the U.S. government, and the Bush administration in particular, has continued to follow a bullying policy of ever-growing harassment with the goal of worsening conditions in the island, thereby hastening the collapse of the regime from within and obviating the need for a U.S. invasion. At the same time, it has harbored terrorists such as Luis Posada Carriles and Orlando Bosch —responsible for the death of 73 innocent civilians in the bombing of a Cubana airplane near Barbados in 1976— and attempted to buy itself political support inside the island. Current U.S. government strategy toward Cuba seems to be based on the notion that individuals and groups on the island who support U.S. policies and interests would come to power with the aid of the U.S. government and their Cuban-American associates in south Florida. These people would then implement a “democratic” capitalist transition in Cuba. Aside from the fact that such a transition would actually require a vicious dictatorship, it belongs to the quite discredited political fiction genre that predicted that U.S. troops would be greeted as liberators in Baghdad.

 

Since the collapse of the Soviet bloc, the policy of economic blockade and political harassment has been primarily maintained for electoral and political considerations rather than by the will and desires of the American corporate class, which in fact has been showing increasing interest in doing business with Cuba. Numerous corporate leaders and important politicians – particularly those from the midwestern and western farm states already selling hundreds of millions of dollars a year in food and processed goods to Cuba under the “humanitarian” exceptions to the blockade granted in November 2001 – have visited the island in recent years. This increased interest has been reflected in Congress. During the younger Bush’s years in office, Congress came close to approving legislation with Republican support that would have dealt serious blows to the blockade, and Bush successfully lobbied to get it off the agenda. Some of these legislative proposals are likely to be approved by the new Congress that will be elected in November 2008. Whether or not they will end up being vetoed by whoever becomes the new President, remains an open question.

 

Meanwhile, a “Sino-Vietnamese” style transition in Cuba, especially if it is eventually headed by a leader with a last name other than Castro, is likely to split the Cuban right-wing in Florida, and thereby undermine the principal political support for the U.S. blockade. At that point, the island leaders are likely to invite the south Florida Cuban-American capitalists to come, invest, and enrich themselves in Cuba provided they stay out of politics. This would replicate what the Chinese government has done with the overseas Chinese businessmen and the order that Putin has imposed on the Russian business oligarchy.

 

The prospects for a post-Castro Cuba are worrisome, whether it turn towards a “Sino-Vietnamese” model or toward the continuation of the present order (even with liberalizing changes). Progressive Americans can help to improve the possibility of a democratic, humane, and socialist transition in Cuba by demanding the immediate restoration of full U.S. economic and political relations with the island republic. To do this, it is not necessary to create illusions about the nature of the Cuban regime. In fact, it would be counterproductive because it would undermine the credibility of the forces struggling for a change in U.S. policy. The normalization of relations with Cuba would advance the cause of self-determination of nations and would also be a good, practical alternative to an almost fifty-year old failed policy of economic blockade and political harassment. There cannot be a better time to bring up and press for this change than the election year of 2008.

 

Samuel Farber was born and raised in Cuba. His most recent book is The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered (University of North Carolina Press). He is a contributor to Foreign Policy In Focus (www.fpif.org).

Rafael Rojas: «El problema de Cuba es un conflicto entre cubanos y el papel de EE UU está sobrevalorado».

Paulina Fernández de Castro

5 de mayo de 2006

 

Rafael Rojas, historiador y ensayista cubano, exiliado en México, ganó el XXXIV Premio Anagrama de Ensayo por su libro Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano, que en estos días comenzará a circular en librerías iberoamericanas y que será presentado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el próximo 19 de mayo.

 

A sus 40 años, Rojas es autor de más de diez libros, entre los que podríamos mencionar dos de los más polémicos: Un banquete canónico (México, Fondo de Cultura Económica, 2000) y José Martí: la invención de Cuba (Madrid, Editorial Colibrí, 2001).

 

Desde 2002 ha compartido con el poeta Manuel Díaz Martínez la dirección de la revista Encuentro de la Cultura Cubana y pronto cumplirá diez años como profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).

 

En su oficina, en esta importante institución de la ciudad de México, conversamos sobre su trabajo intelectual, el libro premiado, la izquierda mexicana, Encuentro —cuya codirección, después de cuatro años, concluirá en el próximo número 40— y, naturalmente, sobre el pasado, el presente y el futuro de Cuba.

 

Me gustaría iniciar esta plática, llamando la atención sobre el hecho de que en México, el país donde usted vive desde hace quince años, su trabajo más conocido no tiene que ver con Cuba, sino con la historia mexicana y latinoamericana del siglo XIX…

 

Es cierto. Cuando vine a estudiar a El Colegio de México, en 1991, recomendado por Manuel Moreno Fraginals, traía un proyecto de tesis doctoral relacionado con la historia intelectual de la República (1902-1959), pero tuve que descartarlo por la centralidad que tenían los temas mexicanos en el programa de doctorado.

 

Desde los años en que estudiaba en El Colegio comencé a investigar y escribir sobre la historia de las ideas políticas en México y América Latina, sobre todo, en el siglo XIX. Luego, cuando en 1997 fui contratado por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), continué esa vertiente historiográfica.

 

El resultado de ese trabajo son unos cuantos libros de corte académico, como mi tesis doctoral Cuba mexicana. Historia de una anexión imposible (2001), que ganó el Premio Matías Romero de Historia Diplomática; La escritura de la independencia. El surgimiento de la opinión pública en México (2003), publicado por Taurus, y varias coautorías con historiadores mexicanos como Enrique Florescano, Josefina Zoraida Vázquez y mi colega José Antonio Aguilar.

 

El último de esos proyectos fue un libro a cuatro manos, con el historiador italiano Antonio Annino, sobre la historiografía de la independencia de México, que aparecerá este año en el Fondo de Cultura Económica.

 

Sin embargo, sus colaboraciones en periódicos y, sobre todo, en revistas como ‘Vuelta’, ‘Nexos’ y, luego, ‘Letras Libres’, generalmente han tratado sobre el problema político cubano…

 

Al principio no fue así. En los noventa, mis colaboraciones en esas revistas eran, fundamentalmente, reseñas y artículos sobre temas históricos y teóricos de México y América Latina. En realidad, yo comencé a intervenir con cierta regularidad en el debate cubano a partir de la creación de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, en 1996, a la que Jesús Díaz me invitó a colaborar desde el primer número, y, sobre todo, a raíz de la aparición de dos libros míos en 1998, en los que intenté establecer una posición pública, coherente con mi biografía y mis ideas.

 

Me refiero a Isla sin fin (Miami, Ediciones Universal) y El arte de la espera (Madrid, Colibrí). Fue entonces cuando mis colaboraciones en medios mexicanos empezaron a centrarse, no sólo en temas de historia y política de Cuba, sino también en cuestiones literarias de la Isla y la diáspora. Sin embargo, esas intervenciones a las que te refieres han sido menos asiduas en México que en España o en Miami.

 

¿A qué se debe eso?

 

Supongo que a varias razones, más allá de que sean periódicos de Miami y Madrid, como El Nuevo Herald, Encuentro en la Red y El País, donde he colaborado regularmente en los últimos cinco años. México, en cambio, y, en menor medida, el medio universitario norteamericano, son los espacios donde desarrollo mi trabajo académico.

 

Por otro lado, es un hecho que en Estados Unidos y España existen menos prejuicios y estereotipos sobre la cuestión cubana que en México. Buena parte de la opinión pública mexicana sigue viviendo bajo el chantaje simbólico del gobierno de Fidel Castro y es incapaz de separar el tema cubano de la compleja relación que experimenta este país con Estados Unidos.

 

Pero usted mismo se ha referido al papel de intelectuales de izquierda como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín y Roger Bartra, abiertamente críticos del castrismo…

 

Sí, sigo pensando que luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, una zona importante de la izquierda intelectual mexicana, involucrada en la propia transición a la democracia que se ha vivido en México, tomó distancia del régimen de partido único y caudillo perpetuo que encabeza Fidel Castro. Un régimen que, con razón, esos intelectuales ven como una versión extrema, es decir, totalitaria, del autoritarismo príísta.

 

El problema es que, en México, como en la mayoría de los países latinoamericanos, el rechazo creciente a la ausencia de libertades públicas y a la represión de opositores pacíficos en la Isla se ve siempre inhibido, para su expresión, por la persistente y eficaz manipulación que el castrismo hace del tema cubano en la política interna de este país. La premisa fundamental de esa manipulación es presentar a los críticos del sistema político de la Isla como cómplices o asalariados de Washington.

 

Esa fue la principal acusación contra usted en la Feria de Guadalajara de 2002.

 

Esa ha sido, ya no la principal, sino la única descalificación a que apela el régimen de Fidel Castro contra cualquier opositor, viva donde viva y piense como piense, desde 1959. En la lógica perfectamente binaria que nutre ese régimen, viejo artefacto de la Guerra Fría, un opositor al gobierno castrista es, en realidad, un enemigo de la nación cubana, aliado del “imperialismo yanqui”.

 

En Guadalajara, sin embargo, la campaña de difamación, dirigida no sólo contra Encuentro y Letras Libres, sino contra la nueva política hacia la Isla que intentaba desarrollar Jorge Castañeda, no surtió efecto por el respaldo de la intelectualidad mexicana a nuestras posiciones.

 

Y aquí no estoy pensando tanto en esos intelectuales que, con razón, tú defines como de izquierdas sino en otros, muy importantes y de varias generaciones, como Gabriel Zaid, Enrique Krauze, Guillermo Sheridan, Adolfo Castañón, Christopher Domínguez Michael o Jesús Silva Herzog Márquez, que se reconocen, como sus maestros Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas y Octavio Paz, en la gran tradición del liberalismo mexicano.

 

Revisé la prensa habanera en los días posteriores al anuncio del Premio Anagrama de Ensayo de este año y sólo encontré una crítica en el diario electrónico ‘La Jiribilla’, escrita en lenguaje descalificador, sobre la Introducción a su libro ‘Tumbas sin sosiego’.

 

No es una crítica. Es, como dices, una burda descalificación que sólo se ocupa de rebatir cuatro oraciones de un mismo párrafo, en una Introducción de 42 páginas, de la cual sólo aparecieron fragmentos de un primer borrador en El Nuevo Herald. Ese es el tipo de lectura envilecida que retrata, con la mayor fidelidad, la histeria del poder en Cuba.

 

En La Habana hay una soldadesca de panfletistas electrónicos, instruida para reaccionar contra cualquier crítica al régimen que recojan importantes publicaciones de Estados Unidos, Europa o América Latina. Esas milicias de la Internet hablan religiosamente de las “verdades de la Revolución” y de las “mentiras del Imperio”.

 

A mí, por el contrario, me interesa la historia como crítica, como secularidad, es decir, el ejercicio de la memoria como un acto de profanación, en el sentido que ha dado recientemente Giorgio Agamben a ese término. Al fin y al cabo, el enterramiento y la profanación son los dos rituales básicos de la conciencia histórica.

 

Se nota que una de las cosas que más irrita a sus críticos es que usted hable de “guerra civil” y no de “revolución” y “contrarrevolución”, que trate por igual a uno y otro bando y que disminuya el papel de Estados Unidos en el conflicto…

 

Permíteme aclarar algo. En mi libro sí se habla de Revolución, y así, con mayúscula. Ese concepto, que está desde la primera palabra del subtítulo, lo asumo en la acepción más moderna que ha alcanzado en historiografías como la norteamericana, la francesa, la rusa y la mexicana.

 

En Cuba, qué duda cabe, se produjo una Revolución encabezada por una juventud sumamente plural —católica, socialista, liberal, agrarista, nacionalista— que, en esencia, deseaba un país más justo, más soberano, pero también más democrático, con libertad de asociación, de expresión y de culto, gobierno representativo y elecciones regulares.

 

El impulso de aquel movimiento revolucionario, todavía en los años sesenta y ya bajo el control personal de Fidel Castro, generó un importante cambio social y una vertiginosa modernización cultural que facilitó las conexiones del campo intelectual de la Isla con las vanguardias occidentales de la época.

 

Sin embargo, como es sabido, entre fines de los sesenta y principios de los noventa, esa creatividad fue ahogada por la ortodoxia marxista-leninista y desde 1992 hasta la fecha se mantiene restringida por una nueva ortodoxia: la del nacionalismo revolucionario en su tosca versión castrista. De manera que en mi libro se maneja un concepto histórico y, por tanto, perecedero, de Revolución, con el fin de distinguir ese proceso, ya agotado, de las formas de control estatal que asociamos con el totalitarismo comunista y el caudillismo castrista.

 

Por otra parte, mi libro no trata sobre esa que, en efecto, considero la guerra civil cubana, sino sobre la polarización del campo intelectual que se produjo después de 1959 y sobre la forma en que aquel conflicto ha sido procesado por medio de la literatura y la historiografía, en la Isla y en la diáspora. Pero como en la Introducción debía esbozar el concepto de guerra civil, aproveché la mejor bibliografía sobre el tema, escrita dentro y fuera de Cuba, que, por fortuna, tenía a la mano, gracias al extraordinario dossier “La Primera Oposición Cubana”, incluido en el número 39 de Encuentro.

 

Quien lea ese dossier difícilmente puede resistirse a considerar que en Cuba, entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta, se produjo una guerra civil, y que quienes se opusieron a la radicalización comunista del proceso, impulsada por Castro, eran, en su mayoría, partidarios de una Revolución que no destruyera las bases institucionales de la República.

 

Nadie niega que el papel de Estados Unidos en el conflicto fue importante, pero aquellos opositores, como los de ahora, no eran marionetas de la CIA y, como es sabido, muchos de ellos, tras el desastre de Bahía de Cochinos, se sintieron traicionados o defraudados por Washington, aunque continuaran admirando la democracia norteamericana.

 

¿Quiere decir que fue un conflicto entre cubanos?

 

Sí. Me gusta insistir en que el problema de Cuba, entonces y ahora, es, ante todo, un conflicto entre cubanos porque me interesa la democratización del pasado como vía de acceso a algún futuro republicano. En esa democratización debe quedar claramente reconocida la autonomía y la legitimidad, en tanto agentes de la historia nacional, de los opositores y exiliados cubanos, con independencia del método de lucha que hayan escogido.

 

En otras latitudes, esta discusión sería absurda: ¿qué historiador francés, ruso o mexicano que se respete pondría en duda la pertenencia a la historia nacional de los guerrilleros de la Vendée, los “blancos” o los cristeros?

 

Por otra parte, la sobrevaloración del papel de Estados Unidos en ese pasado y, sobre todo, en el presente de la Isla, es uno de los recursos más valiosos de legitimación con que cuenta el castrismo, ya que al presentar el problema nacional como un conflicto entre La Habana y Washington, y no como una pugna de 50 años entre cubanos demócratas y totalitarios, justifica la dictadura como una necesidad defensiva, descalifica a la oposición y al exilio como títeres de un actor foráneo y, de paso, pretende avanzar, excluyendo a la disidencia y a la diáspora, en una posible negociación con ese vecino que supuestamente tanto odia.

 

El gobierno cubano sigue utilizando el calificativo de “mercenarios” para referirse a los disidentes de la Isla…

 

Sí, como sigue utilizando el de “gusanos” o el de “mafia cubanoameriana” para referirse a los exiliados. En Cuba se ha desarrollado todo un idioma de la exclusión y el odio, similar al estudiado por Víctor Klemperer en su libro La lengua del Tercer Reich, y que ha motivado un reciente artículo de Duanel Díaz Infante en estas mismas páginas.

 

En muchas de las entrevistas que le hicieron a raíz del anuncio del Premio Anagrama usted se refirió a una “sensación de cementerio” en la cultura cubana contemporánea…

 

Sobre eso mejor hablamos después que leas el libro.

 

Vicente Verdú, uno de los miembros del jurado, dijo que no había votado a favor de su premio porque el libro le pareció, por momentos, una guía telefónica…

 

Sí, escuché esas declaraciones de Verdú, a quien leo y admiro desde hace años. Su libro El planeta americano, que ganó el Premio Anagrama en 1996, es una excelente radiografía de la cultura contemporánea en Estados Unidos y, aunque te sorprenda, comparto no pocas de sus ideas sobre el capitalismo de ficción.

 

En realidad, no me ofende ni me molesta que comparen mi libro con una guía telefónica porque algo de ese modelo bibliográfico de los directorios y las enciclopedias tiene Tumbas sin sosiego. Mi libro intenta, de algún modo, dibujar un mapa o una estantería personal de la cultura cubana, como un gesto de testimonio ante la fragmentación, el canibalismo y la mezquindad en que vivimos.

 

Lo que no entendí, en las supuestas declaraciones de Verdú —digo “supuestas” porque sólo las reportaron dos libelos electrónicos de extrema izquierda, leales a Castro—, es eso de una “mala” guía telefónica. Las guías no son buenas o malas, sino completas o incompletas. Cuando una guía es mala es porque está incompleta. Me gustaría saber, según Verdú, quién falta en la mía.

 

Pero más allá del muy respetable juicio del autor de El estilo del mundo, el editor Jorge Herralde aclaró, desde un inicio, que el premio había sido concedido por mayoría, lo que quiere decir que, por lo menos, 4 de los 6 miembros del jurado votaron a favor. ¿Por qué esos libelos, como Rebelión y La Jiribilla, siempre ávidos de escarnio, no le preguntan a Fernando Savater, a Salvador Clotas o al propio Herralde qué piensan de mi libro?

 

Antes de esta conversación me comentó que en días pasados se cumplieron cuatro años de la muerte de Jesús Díaz, a quien está dedicado su libro.

 

El 2 de mayo se cumplieron cuatro años de esa ausencia, terriblemente inoportuna, costosa y, para quienes estuvimos más cerca de él, todavía traumática. En este tiempo, sin embargo, la revista Encuentro, que él fundó hace una década, ha experimentado una gran profesionalización y ha incrementado su prestigio dentro y fuera de la Isla, como puede constatarse en los tres últimos números.

 

El décimo aniversario de la publicación será celebrado en el número 40, de esta primavera, con un dossier sobre las principales revistas producidas por el exilio, en el último medio siglo, coordinado por el escritor Jorge Ferrer, y con un homenaje a uno de nuestros directores: el poeta Manuel Díaz Martínez.

 

Diez años representan la madurez para una revista como Encuentro, por lo que en la nueva etapa que ahora se inicia deberán introducirse cambios en la estructura directiva de la publicación, que contribuyan a sostener la calidad y la pluralidad alcanzadas. Uno de esos cambios será el término de mi periodo como codirector, con el fin de dedicarle más tiempo al trabajo académico y, a la vez, renovar los criterios editoriales de la revista.

 

¿Algún proyecto en el futuro próximo?

 

Actualmente estoy terminando un libro sobre los discursos de la tierra y la sangre en la cultura cubana del siglo XIX, titulado Motivos de Anteo. Después, quisiera aprovechar el año sabático que me corresponde, por mi trabajo de diez años en el CIDE, para escribir una breve historia intelectual de Hispanoamérica, con motivo del bicentenario de la crisis del imperio borbónico.

 

Como sabes, el origen de las naciones hispanoamericanas es uno de esos raros procesos de la historia moderna que puede ser fechado: la primavera de 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden España y los súbditos de la Corona, en estas tierras, amanecen sin Rey y no tienen más remedio que inventar las soberanías nacionales. Me gustaría dedicar un libro a ese bicentenario, el más importante para América Latina a inicios del siglo XXI.

 


Plantados. El cuerpo

como territorio de resistencia y afirmación1

Elizabeth Burgos

Diciembre de 2005

 

La rebelión contra el proceso revolucionario en Cuba empezó en el mismo año 1959 y rápidamente adquirió el perfil de guerra civil. El enfrentamiento entre el núcleo moderado y democrático, que abarcaba amplios sectores del Movimiento 26 de Julio, y el núcleo radical bajo influencia marxista que se apoyaba en el antiguo Partido Socialista Popular (PSP), hizo que la lógica de la violencia ocupara nuevamente el espacio de lo político. Los últimos focos de resistencia no serán exterminados hasta 1966.

 

El Ejército cubano desencadenó una campaña de contrainsurgencia equiparable a la empleada por los ejércitos continentales. La experiencia más cercana a la cubana es la guatemalteca. Allí, la guerra se cobró entre 120.000 y 200.000 víctimas a lo largo de 34 años. En Cuba, duró sólo cinco. En Guatemala, miles de campesinos indígenas huyeron del teatro de operaciones hacia México; en Cuba, el Gobierno organizó el desplazamiento masivo de poblaciones campesinas, confinándolas en los «pueblos cautivos», técnica usada después en Nicaragua contra la población misquita. Se ignoran las cifras precisas del conflicto cubano. El Gobierno, contrariamente a su indudable talento propagandístico, esta vez prefirió el secreto, aunque admite hoy haber destinado 1.000 millones de dólares2 y movilizado 100.000 hombres3, entre «milicianos» y ejército regular, para aplastar a doscientos grupos de rebeldes diseminados a lo largo de toda la Isla, ocasionando 3.000 víctimas mortales, entre muertos en combate y fusilados. El Gobierno sólo reconoce 295 bajas propias4. Según las fuentes de la oposición, las filas de la insurgencia llegaron a ascender a 7.000 combatientes5.

 

En Cuba, al guerrillero anticastrista, el discurso oficial, experto en la perversión del lenguaje, lo calificó de «bandido», término que permite toda clase de medidas represivas: desde ejecuciones sumarias hasta torturas. La campaña militar fue llamada Lucha contra Bandidos (LCB). Prueba de lo encarnizada que fue esta guerra («Desde la época de los mambises, no se había combatido con tanta violencia en el territorio cubano»6) es que todos los jefes cubanos de la guerrilla anticastrista cayeron en combate o fueron ejecutados, mientras que, en América Latina, a excepción del Che Guevara, la mayoría de los comandantes guerrilleros han sobrevivido.

 

Simultáneamente al desarrollo de la guerrilla anticastrista en Cuba, en varios países de América Latina, influenciados por el mito de la Sierra Maestra, se desencadenaron guerrillas procastristas impulsadas y financiadas por Cuba, invocando la redención del campesinado latinoamericano, pese a que fueron guerrillas de élites universitarias e intelectuales, y no lograron captar a las masas campesinas. Mientras, en Cuba, la guerrilla anticastrista era eminentemente campesina, integrada por muchos antiguos guerrilleros contra Batista. Fue Cuba el único país donde fraguó el modelo de guerrilla castrista teorizado por Ernesto Che Guevara, ya que los campesinos se sentían concernidos, tanto por los conflictos derivados de la Reforma Agraria, que a muchos condenaba a convertirse en empleados de granjas estatales y no en propietarios, como debido a sus profundas creencias religiosas. La fe cristiana estaba profundamente enraizada en los campesinos cubanos y ello se pudo observar en su comportamiento en prisión. Esta profunda sensibilidad religiosa se halla en lo esencial de su actitud frente a las autoridades carcelarias. La corriente de los democratacristianos, rotundamente anticomunistas —sensibilidad política a la cual pertenecen la mayoría de los «plantados»7—, estaba animada, de la misma manera que en los comunistas, por un nacionalismo radical, de vocación revolucionaria, y por una similar voluntad de cambio social. Pero los oponía la defensa de la democracia y el respeto a la propiedad privada.

 

Los sobrevivientes

 

La noción de «plantado» se nos reveló durante una encuesta que realizamos sobre la rebelión armada surgida inmediatamente después de la toma del poder por Fidel Castro, y es en esta categoría de «plantados» donde nos centraremos.

 

Los excombatientes de nuestro muestreo, sobrevivientes capturados con las armas en la mano, que hoy se encuentran en Miami, son en su mayoría de origen campesino. Todos portan secuelas de heridas recibidas en su vida de combatientes, o infligidas durante su cautiverio. Algunos se desplazan con dificultad, con la ayuda de muletas o en silla de ruedas. Los que todavía ejercen un oficio, trabajan como jardineros o artesanos. La inmensa mayoría de los que cayeron prisioneros fueron sometidos a la pena capital. Los pocos sobrevivientes, tras haber purgado largos años de prisión, hoy forman parte de la heterogeneidad del exilio.

 

Durante el largo período en prisión aparece la figura del «plantado». Sobrevivientes de una lucha feroz —traumatizados por el dolor de los compañeros muertos, muchos de los cuales eran sus propios familiares, pues, en muchos casos, los grupos de «alzados» los constituían familias enteras—, se negaron a todo compromiso con las autoridades carcelarias. A la categoría de plantados se sumaron prisioneros de origen diverso: excombatientes campesinos, profesionales, estudiantes, etc., dando lugar a una solidaridad poco común entre personas de tan variado origen social y profesional.

 

Todos compartían la decisión de oponerse a los carceleros, empeñados en doblegarles la voluntad haciéndoles admitir el plan de rehabilitación que se les ofrecía, a cambio de mejoras de las condiciones carcelarias y de no ser sometidos a castigos físicos.

 

Sin poder recurrir a la justicia o a la opinión pública, el «plantado» sólo contaba con su propio cuerpo como único espacio de desafío y de resistencia.

 

Infinitamente castigado, el cuerpo será el territorio por excelencia en donde se dará el enfrentamiento con el poder, a la vez que será el espacio estratégico desde donde se entablará una lucha en aras de salvaguardar la identidad.

 

Esto nos remitiría a una reflexión sobre:

 

La tradición de la violencia política y la presencia de la idea de la revolución en el panorama cubano, ya manifiestas con anterioridad a 1959, de manera que esta circunstancia constituiría, para algunos historiadores, el fermento sobre el que se asienta el período republicano del país.

 

La manera en la que esta tradición de violencia política irrumpió en el propio seno del sector revolucionario, desde la toma del poder por Fidel Castro en 1959. ¿Por qué individuos que participaron en la resistencia armada a la dictadura, y que, animados del mismo espíritu revolucionario, nuevamente se enfrentaron con las armas al régimen castrista para, finalmente, continuar su lucha en la prisión en una situación sin salida alguna, con las únicas armas de la ética?

 

Y, en último lugar, la naturaleza misma del «plantado», en tanto que resultado de la confrontación violenta entre dos visiones opuestas de la revolución, donde una de ellas resultó perdedora. Pero es también, y sobre todo, el resultado de un sistema carcelario que les fue impuesto desde el principio, construido sobre lo arbitrario, la venganza y una rara voluntad de humillación. Estos métodos coercitivos que intentaban hacerles admitir un modelo de sociedad considerado por ellos como inadecuado para el desarrollo del país, los colocaron en la categoría de inadaptados al sistema, de modo que la opción que les quedó fue la de entregarse a una doble operación a primera vista contradictoria.

 

El uso del cuerpo como espacio de resistencia significaba también poner en peligro la propia integridad corporal, cuando la función del «yo-mismo» tiende más bien a la preservación de la «imagen del cuerpo», indispensable a la integridad del yo. Como si los «plantados», a través del sufrimiento del cuerpo que les infligían los carceleros, a veces llevado al límite de lo soportable (largas huelgas de hambre, golpizas y toda clase de agresiones), hubiesen encontrado el medio de resistir a la aniquilación del yo8.

 

La prisión y el cuerpo como única arma contra la aniquilación

 

Los sobrevivientes encarcelados fueron en su mayoría profundamente creyentes. Es legítimo asociar a ello —además de la defensa del honor, del orgullo y la lealtad a sus camaradas caídos— el resurgimiento de un simbolismo cristiano del sufrimiento del cuerpo, tal como los «plantados» lo practicaron.

 

Para los cristianos, el cuerpo está hecho a la imagen de Dios; así, todo cuerpo es sagrado. Como en Cristo, es a través del dolor que se alcanza la resurrección. El cuerpo es, a la vez, fuente de dolor y de plenitud; la última se alcanza gracias al dolor sufrido.

 

Rápidamente, conocí en la prisión una importante modificación de la naturaleza de mi fe. Al principio, me aferré a Jesucristo, quizás por miedo a perder la vida porque podía ser fusilado. Pero esta forma de acercarme a Él, por humana que fuese, me pareció del mismo modo utilitaria, incompleta. Y poseído de dolor cuando veía a esos jóvenes con tanto coraje caminar al paredón gritando «¡Viva Cristo Rey!», comprendí en una súbita revelación que Cristo no estaba ahí solamente para que yo le suplicara que me salvara del fusilamiento, sino también, si ello llegase, para conferir a mi vida y a mi muerte un valor ético que les devolviese su dignidad. Sin embargo, desde 1963, los condenados a muerte descenderían amordazados a la ejecución. Nuestros verdugos tenían miedo de esos gritos. No podían tolerar una postrera exclamación viril de quienes iban a morir9.

 

Nótese cómo la identificación con Cristo y con la fe, así como con la dignidad y la virilidad constituyen una configuración no sólo de la defensa del yo, sino igualmente de la aceptación de la vida y la muerte como unidad indisociable. En el grupo que entrevistamos, todos habían pasado más de veinte años, incluso treinta años en prisión: uno sólo entre ellos, «no cumplió sino 15 años» (sic).

 

Estos testimonios, tratándose de cubanos, siempre propensos a recuentos heroicos, contra toda expectativa, privilegian particularmente la experiencia de sus largas estadías en prisión y las vicisitudes que sufrieron durante el cautiverio. El recuento del período en prisión constituye una especie de configuración de un todo. Como si este preámbulo fuese indispensable con tal de poder corporeizar el relato. En el momento de la rememoración, el repaso de la prisión, de la condición de «plantado» y de la guerra contra el comunismo, se ajustaban en una sola historia. Si hoy aceptan contar su vida, es en nombre de los que cayeron en combate o sucumbieron a los atropellos en prisión. Estos antiguos guerreros, que profesan, no obstante, en la actualidad, el principio de la no violencia, enarbolan también con orgullo la resistencia no violenta librada, sin desfallecer, frente a los vencedores, salvajemente ensañados para doblegarlos y, por la fuerza de la humillación, pisotear la dignidad de la persona en su intimidad.

 

Cierto es que en esa época vivíamos en una agonía cotidiana. Hicimos la elección de sobreponernos a este infierno por medio de la única afirmación del espíritu. (…) Porque vivimos y sufrimos por los hombres que vendrán. No trabajamos por la muerte, sino por la vida10.

 

El «plantado» es, por tanto, un vencido desde el punto de vista del mundo exterior. Por el contrario, para sí mismo, esta cualidad lo inviste de una dimensión heroica, íntima, que puede compartir sólo con sus semejantes, esos que han consumado las mismas proezas: proezas demasiado humanas, demasiado humildes, demasiado dolorosas para tener el esplendor de los gestos históricos. Sin embargo, esos irreductibles fueron prisioneros que no tuvieron la suerte de gozar de cualquier solidaridad internacional, y a quienes el poder no consiguió doblegar.

 

Desde los primeros tiempos en prisión, se tejió un lazo único. Jamás persona alguna, ni siquiera nuestros padres, nos vio tan humillados y vulnerables; con ninguna otra persona sentimos tanto el precio de la conciencia, conciencia convertida en la palabra, en la actitud, en pura presencia, sin beneficio material para reconfortarnos. Nosotros somos esos que sufrimos nuestra miseria de hombres y la incansable agresión de nuestros congéneres, pero, todavía, esos que marchamos juntos, esos que compartíamos con una sonrisa el último mendrugo de pan. Jamás persona ha conocido una intimidad tan fuerte, tan pura, como dos prisioneros. A través del horror y la muerte, ellos marcharon, se hablaron y descubrieron el sentido del prójimo. Vivieron cada instante sabiendo que les podía ser arrancado súbitamente11.

 

La dimensión heroica del «plantado» se alimentó de un ingrediente donde intervino la resistencia física, pero asimismo, y ante todo, la salvaguarda del honor. Una solidaridad infalible los adhirió como un solo cuerpo. Después de todo, la muerte era el inexorable horizonte de cada día, y su proximidad nos era familiar. Pero, por encima de cualquier cosa, yo formaba cuerpo con los míos12.

 

Nunca un comentario. Mantener un comportamiento ético se tradujo en la ausencia de comentarios desagradables o críticas respecto a otros «plantados». Algo raro entre los grupos de exiliados donde, producto de su misma condición, reina con frecuencia una atmósfera de sospecha y discordia. Se diría que en los «plantados» existe un pacto de solidaridad sin falla.

 

El carácter minucioso de su recuento es también, en la misma medida, estremecedor: el registro de las peripecias soportadas durante esos largos años en la cárcel, persiste en su memoria con una acuidad notable si se tiene en cuenta el tiempo que ha pasado desde entonces. Ciertos aspectos revisten un carácter particular al extenderse en un tiempo tan largo, y están relacionados con dos emplazamientos singularmente emblemáticos de su historia.

 

En primer lugar, la estancia tan penosa en La Cabaña, antigua fortaleza española que domina el puerto de La Habana, transformada en prisión política.

 

Fue en este otrora fuerte colonial donde Ernesto Che Guevara ubicó su cuartel general para ejercer la primera tarea que le fue encomendada desde su arribo a La Habana en 1959: la aplicación de la pena de muerte instaurada por el Gobierno revolucionario, en principio, contra los funcionarios del Gobierno de Batista comprometidos con crímenes sangrientos.

 

La Cabaña fue, para algunos, el comienzo del cautiverio; para otros, el fin. Era en La Cabaña donde se hacía la selección entre los que iban a vivir y aquellos que serían sentenciados a muerte. Recuentos de ejecuciones de los que, conducidos en la mañana al tribunal, no regresaban. Luego, la espera angustiosa del momento en que llegaría también su turno.

 

Era por la noche, a las 9:00 p.m., o un poco después, cuando estallaban las salvas de las ejecuciones. Las secuencias de horror tenían lugar en el fondo del foso. (...) En el silencio de la oscuridad, y debido a las condiciones acústicas del foso, las salvas se desataban con una espantosa claridad. Con un disparo, percibíamos cuando la luz se encendía. El eco de los pasos se acrecentaba a intervalos regulares: el pelotón arribaba. Ruido del motor: el furgón del condenado a muerte afirmaba su marcha. Apertura de la puerta: escuchábamos cómo descendía. El instante que parecía prolongarse más tiempo: cuando lo ataban al poste. Último grito del ajusticiado. Voz del comandante. Salva. Y, las detonaciones del tiro de gracia. En Cuba, se continuaba a veces fusilando con uno, dos, tres tiros de gracia, tantas veces como fuera necesario. El pelotón se retiraba. Escuchábamos cómo arrastraban los cuerpos13.

 

Condenados a treinta años de prisión, fueron castigados por haberse negado a vestir el uniforme destinado a los prisioneros comunes: fue a raíz de este hecho que surgieron las primeras manifestaciones que los convirtieron en «plantados». Muchos pasaron hasta siete años sin recibir visitas, sin ver el sol, en un calabozo tapiado, en la soledad absoluta, con la sola vestimenta de un calzoncillo, y como cama una plancha de cemento; castigados por haber rechazado plegarse al «plan de rehabilitación». El candidato a la rehabilitación usaba un uniforme diferente, similar al de los presos comunes, y se comprometía con los guardianes a mantener el orden en la prisión. Tal colaboración consistía lo mismo en ayudar a los oficiales a hacer el conteo, dos veces al día, de los encarcelados, que en someter a los prisioneros políticos en cualquier incidente que se presentase. De la otra parte, el candidato aceptaba ser reeducado para comprender la teoría, la práctica y las bondades del régimen14.

 

Las huelgas de hambre15 duraban varios meses, sin que se supiera fuera de la cárcel. Las golpizas eran sistemáticas durante la inspección de las celdas, así como la destrucción de las escasas pertenencias que poseían.

 

Luego, para los que lograron evadir el paredón, hubo la prisión de Isla de Pinos. Este presidio, construido durante la dictadura de Machado, podía recluir miles de prisioneros. Aquí, los convictos eran sometidos a trabajos forzados. La concentración de miles de presos políticos en un edificio único convertía el lugar en un objetivo militar estratégico, pues, de producirse un desembarco del exterior, estos miles de hombres podrían acrecentar las fuerzas invasoras. Para evitar este peligro potencial, los recintos de los cuatro pabellones circulares fueron tapizados de explosivos (el muy sensible C4, que podía explotar en cualquier momento), con un dispositivo listo para volar la prisión en caso de necesidad. Durante años, los prisioneros vivieron perennemente bajo la amenaza de perecer, ya que la detonación del mecanismo podía producirse de manera involuntaria.

 

Sistema carcelario. Condenar y castigar

 

En América Latina el uso de malos tratos a los prisioneros, particularmente en el momento de su arresto, es un hecho frecuente, así como que los prisioneros políticos sean casi siempre sometidos al interrogatorio previo, término que designaba, con el mismo propósito, a la tortura en Francia antes de 1789, con la finalidad de obtener confesiones. Este estado de cosas ha sido ampliamente documentado por los organismos competentes. Sin embargo, a pesar de las largas penas, incluyendo la pena capital que enfrentan los disidentes en Cuba, desde el principio de la Revolución, este país es mantenido fuera de ese campo de estudios en el ámbito internacional. Tres razones, entre otras, pudieran explicar por qué esta excepción con Cuba:

 

1] El control absoluto que el régimen ejerce sobre la información actúa como un agente disuasorio ante cualquier intento de investigación académica al no disponerse de datos ni de estadísticas fiables.

 

2] La generalizada aceptación de la versión oficial que, para despojar de cualquier legitimidad a cualquier criterio opuesto a los intereses del régimen, atribuye el origen de las críticas al Gobierno de Estados Unidos de América. El resultado nos conduciría a aceptar la presunción de que las organizaciones humanitarias reconocen dos categorías de víctimas, donde una de ellas sería excluida de los derechos humanos universales. Podemos, sin duda, ver en esta aberración la influencia de la extraordinaria empresa de seducción puesta en práctica por La Habana, durante décadas, para conquistar el favor de las élites intelectuales.

 

3] La manera en que los abusos son practicados en Cuba no buscan disuadir por medio del terror, sino obtener el compromiso del prisionero del régimen [el verdugo que busca la complicidad de la víctima]. Los sistemas punitivos, dice Foucault, se colocan en una cierta «economía política del cuerpo»16.

 

Si bien el sistema represivo instaurado por la Revolución se inspiró en gran medida en el español ejercido durante las guerras de independencia —en particular, el del conocido general Valeriano Weyler, quien implementó el desplazamiento masivo de la población campesina, lo mismo que los campos de reclusión—, y si bien el régimen castrista igualmente aplicó métodos similares para impedir la colaboración de los campesinos con los insurgentes, Cuba es también tributaria de las técnicas sofisticadas de tortura, de los métodos propios al sistema de internamiento y de campos de trabajo practicados en los países del Este.

 

En efecto, Cuba estableció con la URSS desde el comienzo de la Revolución, acuerdos de cooperación —entre otros— en los campos de la represión y, particularmente, con la antigua República Democrática Alemana17. Se trata de métodos que no dejan huella: el uso de la luz día y noche para hacerle perder al prisionero la noción del tiempo; el pasar desnudo de una cámara fría a otra caliente, etc. Un exprisionero nos contó que al término de ese tratamiento, se volvió completamente loco. Se sentía asaltado por monstruos: todavía hoy, cuando habla de ello, es presa de estremecimientos. Tenía pesadillas cuando estaba despierto, pues se le impedía dormir. Lo más penoso entre lo que nos cuentan es cuando se les obligaba a hundirse hasta la cabeza en inmensas tinas, a las que se destinaban

los excrementos de toda la prisión. O cuando se regaba a los prisioneros con el agua en la que se lavaban las bayetas de la limpieza. (En los últimos tiempos, gracias a la popularización de las técnicas para captar imágenes, hemos sido testigos del empleo de métodos semejantes —sometimiento de los prisioneros a tratamientos cultural y moralmente inaceptables, humillaciones múltiples, contactos con excrementos, infracción de las creencias religiosas— por los ejércitos de ocupación en Irak, en la tristemente célebre prisión de Abu Graim).

 

En el penal de Isla de Pinos, los cuerpos de los prisioneros fueron literalmente sumergidos en una dinámica de las fuerzas en juego, las del poder: sus cuerpos fueron marcados, sometidos a suplicios, para obligarlos a someterse. No pueden devenir útiles a la Revolución sino en la medida en que se convierten en cuerpos sometidos, capaces de admitir la servidumbre ideológica. Es la aplicación de una «verdadera tecnología del poder sobre el cuerpo».

 

La instauración de la pena de muerte, ausente en los restantes países del continente, (en Guatemala existe, por inyección letal, en los casos de violación de menores seguida de asesinato), permitió al régimen no tener que poner en práctica la desaparición de los prisioneros. Los que eran capturados durante el combate eran fusilados sistemáticamente sin juicio previo, gracias a la Ley 948 que autorizaba las ejecuciones sin necesidad de juzgar al cautivo. Algunos, hechos prisioneros estando heridos, o en tanto que miembros de la resistencia urbana, fueron juzgados y fusilados o condenados a largas penas de reclusión.

 

La característica fundamental del régimen es no permitir la disidencia. Para ello el poder establece un sistema de «rehabilitación» obligatoria, consistente no sólo en dominar el espíritu, sino en obtener de los que disienten un compromiso con el régimen y una aceptación de sus métodos. La característica de toda tiranía, nos dice George Devereux, es obtener signos de afecto y «pruebas» simbólicas del «libre consentimiento» de las víctimas con los métodos indignos a los cuales se les somete. Bajo el régimen de Stalin no sólo se le exigía a los acusados confesar sus «crímenes», sino también aplaudir la pena de muerte y convertirse en colaboradores. La Inquisición exigía la confesión del hereje, pero también, su reintegración «espontánea» a la Iglesia antes de ser quemado vivo18. (Una precisión: jamás los «plantados» en el transcurso de las entrevistas hicieron comentario ni reproche alguno con respecto a los prisioneros que se plegaron al régimen de rehabilitación).

 

Los que rechazaban plegarse a los deseos del poder conocían sistemáticamente castigos corporales, humillaciones de todo tipo, e incluso, prolongaciones de la pena. Fueron estos alargamientos la causa de las huelgas de hambre, que se extendían más allá de lo humanamente soportable: algunos murieron. Cuando un prisionero arriba al término de su pena de veinte o treinta años y ve su condena dilatada en cinco o siete años más, hay una razón para la desesperanza.

 

¿Cómo definir el modelo penal cubano?

 

Se trata de un modelo que funciona en coherencia con el modelo de sociedad entronizado en Cuba a partir de 1959. Hay que considerarlo en el esquema de una nueva «moral», de una nueva «ética», que se sustenta por el ejercicio de la pena de muerte. Es una concepción autoritaria que establece los límites de la legalidad y de la ilegalidad, a partir de una racionalización de la represión; es también —ciertamente—, el resultado de una alianza con la experiencia tomada de los soviéticos y adaptada a la filosofía autocrática que sostiene al régimen. Su divisa, «con la Revolución, todo; contra la Revolución, nada», presupone para el poder revolucionario la posibilidad ilimitada de castigar a cualquier individuo considerado como contrarrevolucionario.

 

Entre las modificaciones y transformaciones institucionales instauradas en Cuba a partir de 1959, existen, en primer lugar, las modificaciones del sistema carcelario, pues éste constituye un elemento de disuasión primordial. La pena de muerte y las largas condenas, los castigos corporales, los malos tratos frecuentes, cuando el prisionero no ha rendido la intimidad de su conciencia, no persiguen un objetivo correctivo sino represivo, y son modelados en función de la resistencia que opone el prisionero a su redención/reducción. Irreductibles, los «plantados» se convirtieron en el blanco mayor de la represión carcelaria, por su indocilidad y por su feroz defensa de la libertad.

 

Me sentía verdaderamente feliz de ser parte de ellos. Su generosidad espontánea me reconfortaba. Una nueva confianza, la desaparición del miedo (...) Era como si hubiese puesto el pie en el único territorio libre de Cuba. Se podía discutir de todo sin temor a ser hecho prisionero... ¡Estábamos ya en la prisión! Pese a la probabilidad de la ejecución, ésta nos parecía tolerable19.

 

Mientras que el vencido niegue su participación afectiva con aquel que lo oprime, conservará un sector de su yo protegido, en el que, parafraseando a Zenón, «aún siendo esclavo, todavía es libre»20.

 

La punición física continúa siendo, no obstante, la parte encubierta del sistema represivo cubano. El régimen se vanagloria de no haber practicado nunca la tortura, y de haber observado un estricto respeto de los derechos humanos. El castigo se dirige al cuerpo, pero actúa en el corazón, el pensamiento, el espíritu. El objetivo es convertir al disidente en cómplice. Los sobrevivientes de esta guerra, capturados, encarcelados y condenados a gravosas sentencias, se negaron a la «rehabilitación» que el régimen les ofrecía a cambio de mejores condiciones en la cárcel. A pesar de las múltiples aflicciones de su cuerpo, mantuvieron su posición de «plantados» para no devenir cómplices: el peso de los muertos se los impedía. El término «plantado» expresa en castellano la idea de un árbol plantado, inamovible, cuya presencia altera el espacio. Los «plantados» se confirieron esta dignidad pues, aunque habían fracasado colectivamente en su objetivo de impedir la instauración de una nueva dictadura en Cuba, rechazaban en el plano individual comportarse y, aun menos, admitir su condición de derrotados. Ser «plantado» significaba también permanecer leal a la memoria de los que habían caído en combate o que fueron más tarde ejecutados. «No se habla nunca de esos que murieron, hay muchos que están sepultados. No se sabe y no se sabrá. Todos mis amigos están bajo tierra», exclamaba entre lágrimas un antiguo campesino de la guerrilla21.

 

El «plantado» designa una categoría legítima entre los exprisioneros políticos cubanos. Sin embargo, en el universo heterogéneo del exilio cubano de Miami, los «plantados» constituyen un sector poco visible; si bien entre ellos los lazos que los unen acusan una experiencia vivida en común y no la pertenencia a una condición social, política o económica. Para los «plantados», hay un «nosotros» nacido de una acción compartida, de una misma visión, una misma creencia, una misma sensibilidad frente a la adversidad. Es preciso subrayar que esos hombres tuvieron en común el que pasaron muchos años de su vida juntos; de hecho, los mejores años de su juventud. A pesar de los sufrimientos que los marcaron, los «plantados» se consideran todavía hoy en lucha por la libertad. Es por ello que los prisioneros políticos cubanos, heridos en su carne, no son solamente los testigos de un horror. Encarnan la fidelidad a la esperanza. No colocamos en primer lugar el mal del que fuimos víctimas, sino el bien en el cual debemos vivir para ser auténticamente hombres22.

 

Pero, tal vez, el sentimiento que hoy más los aqueja es la indiferencia, la ausencia de reconocimiento del combate que libraron ellos y sus compañeros caídos por la libertad. Una gran tristeza traslucen sus palabras. Estiman que ellos, también, en la misma medida que el resto de los latinoamericanos, ameritan ese reconocimiento por haber luchado contra una dictadura; la más feroz de cuántas han azotado el continente. Un reconocimiento que, quizás, debería provenir, en primer lugar, de parte de los propios cubanos. Otorgarles el espacio que les corresponde en la historia a estos primeros resistentes, que supieron ver, antes que la mayoría de sus compatriotas y que el resto del mundo, la verdadera naturaleza del régimen, es una condición mayor en aras del reencuentro entre los cubanos.

 

1 Resumen de una ponencia presentada en la «Jornada de historia de las sensibilidades», que tuvo lugar en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París, el 10 de marzo de 2005. Agradezco a los exprisioneros que aceptaron narrarme sus experiencias, fuente e inspiración del presente trabajo; en particular a Mario Chanes de Armas, Eusebio Peñalver, Lino B. Fernández, Pedro Corzo, Ernesto Díaz Rodríguez, Miguel de Sales, Jorge Valls, José Otero Estrada, Ricardo Bofill, Agapito Rivera, Teodoro González, Nicolás Pérez Argüelles, José Fernández Vera, José Guzmán, José Antonio Albertini, Paco Talavera, Javier Denis y a tantos otros.

 

2 Ver, con este propósito, la introducción de Carlos Aldana, en Fuentes, Norberto; ob.cit.

 

3 Incluso, batallones de niños participaron en esta guerra, como lo cuenta Norberto Fuentes, el periodista oficial y único autorizado a acompañar al Ejército en tal campaña, en «novelas-reportajes» inspiradas en su experiencia.

 

4 Datos obtenidos de la introducción de Fernández, Juan Carlos; Todo es secreto hasta un día (Ed. Politica, La Habana, 1976), título que hasta el día de hoy es el mejor documentado, proveniente de Cuba, sobre el tema.

 

5 Entrevista en Miami a Lino Fernández, dirigente del MRR, en enero de 2004.

 

6 Encinosa, Enrique; Escambray, la guerra olvidada; Editorial SIBI, Miami, 1989.

 

7 De «plantarse» en sus posiciones; prisioneros que rechazaron plegarse al plan de rehabilitación.

 

8 Ver Devereux, Georges; «La renonciation à la identité: défense contre l’anéantissement»; Revue française de psychanalyse; enero-febrero 1976, tomo XXI, nº 1, pp. 101-143. «La adaptación a una sociedad patológica es un signo de patología», íd., p. 105.

 

9 Valladares, Armando; Mémoires de prison; Albin Michel, París, 1985, p. 29.

 

10 Valls, Jorge; Mon ennemi, mon frère. Cuba 1952-1984, Gallimard, París, 1989, p.160.

 

11 Íd., p.173.

 

12 Íd., p.173.

 

13 Íd., p.158.

 

14 Íd., p. 163.

 

15 Sobre los testimonios acerca de las huelgas de hambre y la experiencia en la prisión, ver: Márquez Trillo, Manuel; El precio del coraje; sin referencia, Miami, 2003; Pardo, Ángel; Cuba, memorias de un prisionero; sin referencia, Miami, 1992; Díaz Rodríguez, Ernesto; Rehenes de Castro, Miami, Linden Lane Press, 1995; Presidio político cubano, XXX aniversario de la clausura del presidio de Isla de Pinos, Rodes Printing, Miami, 1998.

 

16 Foucault, Michel; Surveiller et punir, Gallimard, París, 1975, p.30. (Las comillas son del autor).

 

17 Como aparece demostrado en la investigación inédita de: Ehlert, Gerhard; Staadt, Jochen y Voigt, Tobias; Die Zusammenarbeit Zwischen dem Ministerium für Staatsicherheit der DDR (MfS) und den Ministerium des Innern Kubas (MININT); Universidad Libre de Berlín, junio, 2002.

 

18 Devereux, George; «Psychanalyse et histoire, une application à l’histoire de Sparte», in Annales; nº 1, janvier-février, 1965, p. 33.

 

19 Valls, Jorge; ob. cit., p. 148.

 

20 Devereux, Georges; ob. cit., p. 34.

 

21 Entrevista a Paco Talavera; Miami, 14 de enero de 2004.

 

22 Valls, Jorge; ob. cit., p. 161.

 

 

 

 

Moldeando la arcilla humana:

reflexiones sobre la igualdad y la revolución

Claudia Hilb*

Noviembre de 2005

 

Naturam expelles furca, tamen usque recurret

Horacio

 

La polémica desatada por la carta de Oscar del Barco ha reafirmado algo que, en realidad, ya sabíamos: una nítida línea divisoria separa, entre quienes hemos sido de diversas maneras y en diversos grados partícipes de la violencia política en los sesenta y los setenta, a quienes consideramos que debemos asumir una responsabilidad por el destino terrible de esa experiencia, por las muertes a las que condujo, de aquellos que consideran que fueron, simplemente, las víctimas injustas de una guerra justa, y que sólo les cabe reflexionar acerca del porqué de lo que consideran una derrota, derrota de ellos mismos y del campo popular, por supuesto.

 

Quienes consideramos que debemos asumir una responsabilidad por el destino terrible de esa experiencia no solemos creer que lo que debe pensarse de esa experiencia deba pensarse en términos de una derrota. Es más, solemos preguntarnos bastante acerca de cual hubiera sido nuestro destino si el campo al que pertenecíamos hubiera triunfado –como triunfó la Revolución cubana, que tanto iluminó nuestras ilusiones en esa época. Quienes consideramos que debemos asumir una responsabilidad por el destino terrible de esa experiencia no nos sentimos responsables de haber encaminado a otros hacia una muerte por calcular mal la disposición de fuerzas, no nos sentimos responsables de haber querido el Bien pero de haber fracasado en nuestro intento. Nos sentimos responsables de haber querido un Bien que, de la manera en que lo concebíamos, hoy creemos que sólo podía conducir al Mal. Ésa, creo yo, es una diferencia esencial que la reacción a la carta de Del Barco ha vuelto a sacar a la luz con nitidez.

 

Es posible que la reflexión acerca de por qué el Bien que quisimos sólo podía conducirnos al Mal tome entre nosotros caminos diversos y divergentes; no estoy segura por mi parte de que seguiría el camino que toma Oscar Del Barco, que es la afirmación del No Matarás como principio fundante de la comunidad. Pero no es de eso que quiero hablar acá. Lo que querría hacer aquí es participar de esa reflexión poniendo el punto en un tema que, desde hace un tiempo, me inquieta particularmente, que es el del anudamiento de nuestra idea de una sociedad mejor con la idea de la realización de una igualdad plena. El bien que quisimos, diría yo, fue la igualdad. ¿Qué relación había –esa es la pregunta que quiero hacerme- entre ese bien que quisimos, la manera en que lo imaginábamos, y aquello que hicimos e impulsamos para lograrlo? ¿Qué habría sido de nosotros, de nuestras vidas y de nuestros valores, en el caso de que no hubiéramos sido derrotados, en el caso de que las organizaciones de las que formábamos parte o a las que apoyábamos hubieran triunfado? Quiero dejar de lado la pregunta acerca de si pensando como pensábamos y actuando como actuábamos hubiéramos podido triunfar: la imagen de revolución victoriosa en la que nos reconocíamos era la revolución cubana, que había triunfado, y la revolución vietnamita, que lo estaba haciendo. Quiero decir: más allá de los “errores y equivocaciones” que algunos se contentan con reconocer y atribuir a esas organizaciones, más allá de los “errores y equivocaciones” hubo otras organizaciones que, con ideas similares a las que nosotros apoyábamos, triunfaron. En una palabra: no fueron las ideas que llevaron al fracaso de la revolución en tanto tal. Hubo, con esas mismas ideas, revoluciones realizadas.

 

En la carta con la que Héctor Schmucler interviene en el debate abierto por la carta de Del Barco, Schmucler señala que no se trata sólo de poner en discusión los caminos para alcanzar la revolución –los métodos- sino de poner en duda la idea misma de revolución. De eso se trata, en efecto. De preguntarnos no sólo acerca de los medios sino acerca de los fines (y la Revolución como comienzo absoluto de una nueva humanidad era fin, y no medio) –y cuando hayamos interrogado los fines probablemente podamos volver sobre los medios, para descubrir que entre aquellos fines que ahora revisamos, y los medios –el asesinato de Rotblat y Groswald, para permanecer en la carta de Del Barco- podemos volver a establecer una conexión inextricable.

 

La Revolución Cubana representó, entiendo, la realización más cabal de aquello que anhelábamos. Es por eso que no me parece ocioso retornar sobre ella. Hace pocos días, en un bar al lado de la sede Centenario de la Facultad de Ciencias Sociales en Buenos Aires, me puse a leer uno de los diarios viejos con que están adornadas las paredes. Dio la casualidad de que se trataba de la primera plana de La Razón del 3 de enero de 1959; relataba los sucesos revolucionarios en Cuba. Además del de Fidel Castro aparecían en esas noticias dos nombres: el de Alberto Mora, que según contaba el diario lideraba la huelga general estudiantil, y el de Eloy Gutiérrez Menoyo, comandante del Ejército Rebelde y, señalaba el artículo, antiguo combatiente de la guerra civil española, que lideraba si mal no recuerdo la entrada de una columna del Ejército Rebelde a La Habana. Quiero recordarles que Alberto Mora, quien fuera amigo de Heberto Padilla y del grupo que dirigió El Caimán Barbudo en su primera época, comandante revolucionario y ministro de Comercio Exterior de la Revolución, cayó en desgracia hacia fines de los ‘60, en el juicio a la microfacción, y que profundamente deprimido terminó suicidándose pocos años más tarde. Y que Eloy Gutiérrez Menoyo se sumó pocos años después de la revolución a la revuelta del Escambray, y que pasó cerca de veinte años preso. ¿Qué habría sido de nosotros, vuelvo a preguntarme, si aquella revolución que anhelábamos se hubiera realizado? Es probable que cualquiera de nosotros, que fuimos exiliados internos y externos, opositores a la Dictadura aquí, en Cuba podríamos haber sido Mora o Gutiérrez Menoyo, o que de haber tenido el coraje y aún si no hubiéramos tenido el talento, podríamos haber sido Raúl Rivero ahora, Heberto Padilla antes, Virgilio Piñera, Jesús Díaz, Armando Valladares, Pedro Luis Boitel, Marta Frayde o tantos otros perseguidos, exiliados, torturados, asesinados por el régimen revolucionario. Tal vez también podríamos haber sido sobrevivientes, como lo fueron los artistas e intelectuales acallados a fines de los ‘70, resurgidos a la palabra al calor de la crisis de los ‘90. ¿Hubiéramos sido ellos, o hubiéramos sido los otros, los que por miedo optaron definitivamente por callar públicamente, cultivando con amargura esa marca registrada cubana que los propios isleños han optado por denominar la doble moral? No es imposible tampoco, por cierto, que algunos hubierámos acompañado lealmente a Fidel Castro durante cuatro décadas de régimen totalitario (aunque en Cuba hubo pocos revolucionarios relevantes de la primera hora que lo hicieron) –o tal vez, quién sabe, alguno de nosotros hubiera sido Fidel o Raúl Castro.

 

¿Qué representó Cuba para nuestros anhelos, porqué lo que anhelábamos resultó en lo que es? ¿Porqué, incluso, pasados cuarenta años, sigue siendo Cuba en la izquierda argentina un tema casi tabú, a punto tal que cuando escribo “cuatro décadas de régimen totalitario” tengo que refrenar yo misma el impulso de suavizar la denominación? Creo que, en el destino de la Revolución Cubana, se pone de manifiesto de una manera especialmente flagrante que aquello que anhelábamos –una sociedad radicalmente igualitaria- sólo podía imponerse bajo la forma de un régimen totalitario, bajo un régimen de terror. Es porque Cuba anuda, en el destino de su revolución, lo mejor de nuestras esperanzas –el igualitarismo- bajo la peor forma política moderna –el totalitarismo- que creo que vale la pena desentrañar en ella el destino malogrado de nuestras utopías de justicia.

 

La enseñanza de la Revolución cubana, quiero sostener entonces, es que una sociedad radicalmente igualitaria sólo podía imponerse bajo la forma de un régimen totalitario. Les propongo, para argumentar en esta línea, que aceptemos la mejor versión imaginable de Fidel Castro: la de un revolucionario decidido a realizar, en su país, la igualdad de la manera más radical. Así observado, el régimen fidelista se muestra como la expresión más cabal de la definición que da Arendt de la ideología: es la puesta en obra de la lógica de una idea, de la idea castrista de la sociedad deseable. La deseabilidad de esa sociedad está fuera de discusión: la Revolución triunfante es el origen de toda legitimidad, y el sentido de esa Revolución se ha concentrado en las manos exclusivas de un hombre. Ese hombre posee la imagen de la sociedad que pretende modelar, y posee el poder para intentarlo; quién se oponga a su decisión de modelar la sociedad según esa idea deberá ser apartado: es así que la disputa por el sentido de la Revolución entre los revolucionarios se salda, a través de cuarenta años, en asesinatos, persecuciones, ostracismo y prisión para las voces disonantes, desde la primera voz del comandante revolucionario Huber Matos hasta la actualidad. Y la renuencia de los hombres comunes a ocupar el lugar que la Revolución igualitaria les asigna se salda nuevamente, desde entonces y hasta ahora, en ostracismo social, pérdida del empleo, persecución, exilio o prisión.

 

La materia humana es una materia poco dispuesta a dejarse moldear por una voluntad particular que, pretendiendo encarnar el Todo pone en obra la lógica de una idea; llámese individuo moderno, llámese singularidad, llámese egoismo, llámese pluralismo, la experiencia de la revolución nos muestra que para ordenar duraderamente los sentimientos y pasiones singulares en función de una idea de una comunidad idealmente organizada no alcanza con apelar al hombre nuevo, a los estímulos morales, a la realización del socialismo; hace falta represión, cada vez más represión, y hace falta el ejercicio total del poder.

 

Por mi parte, no tengo dudas de que la revolución cubana ha impuesto, más allá de las distorsiones introducidas en los últimos años, niveles de igualdad inéditos en América. Es allí, en el punto nodal de nuestra idea de justicia como igualdad, que se explica, creo yo, la increíble resistencia de la izquierda a poder pensar la naturaleza de ese régimen. El régimen cubano –como, de alguna manera, el despotismo descripto por Montesquieu- sólo ha podido sostener malamente la igualdad obtenida bajo la forma de un gobierno totalitario, al costo de la libertad, de la participación, de la expresión de la voluntad popular, de la búsqueda de la felicidad tal como la entiende gran parte de los cubanos. Malamente, digo, porque se trata además de una igualdad de bajísimo piso si la comparamos ya sea con nuestras expectativas revolucionarias o con las experiencias socialdemócratas exitosas (y tanto menos costosas en vidas y libertades), igualdad de bajísimo piso que ha sido sostenida al precio, también, de un fracaso económico recurrente en el que no puedo detenerme aquí, pero que es inseparable de la naturaleza de un régimen que no puede enarbolar otro estímulo, otro principio de acción, que el miedo. La realización revolucionaria de la igualdad, núcleo de nuestras utopías, se mostró inescindible del terror.

 

Tomando, insisto, la imagen más favorable del proyecto revolucionario cubano, Cuba nos alecciona acerca del resultado al que conduce el intento de realizar una utopía que pide lo imposible a los hombres y mujeres de nuestro mundo –que les pide que se conciban como piezas de un proyecto colectivo cuya cifra está en posesión del poder, que les pide que sean actores voluntarios, activos, de una idea que les es impuesta- y que, al pedirles lo imposible, sólo puede realizarse bajo la forma de un régimen de dominación total y de terror, que obliga a los hombres y mujeres modernos a ser lo que ellos no son, pero que deberían ser, y de lo que cualquier utopía modeladora de la humanidad, lejos de convertirlos en ello, sólo puede alejarlos: Cuba nos muestra un régimen que, con el propósito de convertir a los hombres en el motor de un régimen post-capitalista, solidario, ajeno al individualismo y al egotismo del sujeto moderno los transforma en materia inerme de la lógica de una idea.

 

Bajo esta lente, la observación de la experiencia cubana nos deja como lección principal no la lección banal de la deriva burocrática de cualquier sistema centralizado, sino ante todo la lección de la deriva totalitaria de un igualitarismo radical sostenido desde la cúpula del poder político. Ahora bien, si reconocemos que la deriva totalitaria es inseparable de la ambición de instalar, contra viento y marea, un igualitarismo radical, que en otras palabras la vocación de conformar una sociedad sin diferencias sólo es posible al precio de la supresión violenta de toda singularidad, supresión organizada desde un punto de mira que observa la sociedad desde su vértice, entonces debemos revisar de manera radical no sólo los medios, sino preguntarnos también acerca de los fines que perseguíamos. Si la revolución designaba la instalación de una comunidad radicalmente igualitaria sostenida sobre un hombre nuevo debemos, como decía antes, revisar radicalmente la idea de revolución. Si además hacemos el diagnóstico de que este proyecto suponía modelar a la masa humana en un sentido que exigía a la vez suprimir todo resurgimiento de las diferencias, y confiar a un equipo restringido la tarea de modelar esa masa, caemos además en la cuenta de que el proyecto, además de terrorífico, era autorrefutatorio (y acá sí volvemos a la deriva burocrática y diferenciadora de los regímenes totalitarios): el proyecto, decía, además de terrorífico era autorrefutatorio porque bien cabe preguntarse: ¿qué disponía al modelador a estar exento de los vicios de la masa a modelar? ¿Quién le había otorgado –quién nos había otorgado- el brevet de profeta ascético?

 

El ascetismo revolucionario, muchas veces férreamente cultivado entre los integrantes de las organizaciones armadas en los ‘60 y ‘70, ese ascetismo cuya imagen emblemática era el Che Guevara, era inseparable del ideal del hombre nuevo: de un hombre genérico que expresa la más alta de las capacidades humanas, que ha trascendido el egoismo y el individualismo y que encuentra en la dedicación al Bien común la más alta felicidad. Extraña figura, terrible figura, la del asceta revolucionario moderno, que lejos de apartarse del mundo, como el estoico, se propone actuar sobre él para transformarlo a su imagen y semejanza. Para ello, empero, tendrá que lograr que los hombres, por la convicción o por la fuerza, se conviertan en aquello que deben ser: en hombres nuevos. No todos los militantes revolucionarios fueron, de hecho, ascetas revolucionarios –aunque sin duda algunos estuvieran cerca de serlo. Pero el discurso redentista del ascetismo revolucionario y de la transformación del hombre en hombre nuevo brindó el horizonte que hacía pensable y justificable el proyecto de moldear la arcilla humana –de moldear la arcilla, y de descartar el material inservible.

 

La deriva de la Revolución cubana nos alecciona, y con esto concluyo, que la figura del asceta/ profeta revolucionario, que actúa violentamente sobre el mundo para moldearlo en conformidad con la idea, se prolonga necesariamente en la figura del líder totalitario: dadas las características de la materia, que tiende a retomar la creatividad de su forma singular, dadas las características de una materia que muere y se renueva, la tarea revolucionaria de moldear la arcilla humana no tiene fin. La revolución, para ser tal, es necesariamente revolución permanente.

 

*Socióloga y expresidenta del Club de Cultura Socialista.

Ponencia presentada al Encuentro Internacional Política y Violencia, Córdoba, 3 y 4 de noviembre 2005.

 

No quiero hablar acá de eso por diversas razones: en primer lugar, porque creo que los caminos divergentes que tomemos contribuirán a que podamos ir circunscribiendo el asunto común. En segundo lugar, porque luego de leer la respuesta demoledora y regocijante de Oscar a la pedantería frívolamente erudita de los autores de Conjetural ni se me ocurriría tratar de poner esto, ni nada, supongo, en discusión con él.

 

Claudia Hilb, noviembre de 2005

 


La primera oposición

Rafael Rojas

15 de septiembre de 2005.

 

Desde el siglo XIX, las grandes empresas políticas de la nación cubana han sido obra de varias generaciones. Martí organizó la guerra de 1895 con varios veteranos de la contienda anterior, como Gómez, Maceo, García, Estrada Palma y Masó. Los jóvenes revolucionarios del 33 admiraban profundamente a Enrique José Varona, a Juan Gualberto Gómez y otros políticos e intelectuales de la generación martiana.

 

El movimiento democrático contra la dictadura de Batista involucró, además de a ortodoxos, auténticos, miembros del 26 de Julio y del Directorio Estudiantil Revolucionario, a viejos revolucionarios de los 30, como Porfirio Pendás, Justo Carrillo y Aureliano Sánchez Arango e, incluso, a veteranos de la última guerra separatista como Cosme de la Torriente y Carlos Mendieta. Ambos, líderes de la Sociedad de Amigos de la República que impulsó el “diálogo cívico”, en 1955, y logró la amnistía de los presos del Moncada.

 

El movimiento democrático contra la dictadura siguiente, la de Fidel Castro, siete veces más larga y costosa que la de Batista, también ha sido obra de varias generaciones. Hoy la oposición cubana cuenta con líderes nuevos, dentro y fuera de la isla, pero algunos de los iniciadores del anticastrismo democrático, como Manuel Ray Rivero, miembro del 26 de Julio, ministro de Obras Públicas del primer gobierno revolucionario y líder del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), y José Ignacio Rasco, fundador de la Democracia Cristiana e integrante del Frente Revolucionario Democrático, en 1961, aún viven y respaldan a la disidencia y al exilio.

 

El castrismo, en tanto régimen totalitario, se basa en la idea de que es inconcebible una oposición legítimamente nacional y democrática. Una oposición así, según la ideología en el poder, es “antinacional”, “anexionista” y, por lo tanto, carece de derechos y de historia. La primera oposición cubana, sin embargo, conformada, mayoritariamente, por revolucionarios cubanos de los años 50, espera por una reconstrucción histórica que le devuelva sus arraigados valores democráticos y nacionalistas.

 

Los primeros líderes del anticastrismo (Manuel Antonio de Varona, José Miró Cardona, Justo Carrillo, Aureliano Sánchez Arango, Carlos Márquez Sterling, Manuel Artime Buesa, Manuel Ray Rivero, José Ignacio Rasco...) provenían, originariamente, de asociaciones pacíficas de la recién nacida democracia cubana: el autenticismo, la ortodoxia, la democracia cristiana... Aquéllos que, como Ray, Felipe Pazos o Raúl Chibás, se sumaron al 26 de Julio y secundaron algunas de las demandas radicales de 1959, eran partidarios resueltos de la Constitución del 40 y de la democracia representativa.

 

La actividad opositora de esos políticos, dentro y fuera de la isla, fue, de algún modo, la continuación, por otros medios, de una revolución originaria: aquélla que deseaba, al mismo tiempo, justicia social, soberanía económica y democracia política para Cuba. Por esa revolución, aquellos políticos se opusieron a Batista y, en cuanto dio señales claras de gravitación hacia el comunismo, también se opusieron a Castro. Todos aquellos políticos tenían una formación intelectual sólida y muchos de ellos, como Varona, Miró o Márquez Sterling, descendían de reconocidos linajes patrióticos y republicanos.

 

La alianza con Washington, concertada por aquella oposición, fue un medio, no un fin, una necesidad, no un deseo. Frente a un gobierno totalitario, que ponía bajo control estatal la economía y la sociedad, que se integraba al bloque soviético y que disponía de un ejército, unas milicias y una policía gigantescos y eficaces, los demócratas cubanos de 1960 y 1961 no tenían más alternativa que buscar el apoyo de Estados Unidos. Lo dramático de la historia es que, con toda la dignidad del mundo, recabaron ese apoyo, pero nunca lo recibieron plenamente.

Carta del filósofo izquierdista Oscar del Barco

 

http://www.clubsocialista.com.ar/scripts/leer.php?seccion=otras_publicaciones&archivo=16

 

Señor Sergio Schmucler:

 

Al leer la entrevista con Héctor Jouvé, cuya transcripción ustedes publican en los dos últimos números de La Intemperie, sentí algo que me conmovió, como si no hubiera transcurrido el tiempo, haciéndome tomar conciencia (muy tarde, es cierto) de la gravedad trágica de lo ocurrido durante la breve experiencia del movimiento que se autodenominó “ejército guerrillero del pueblo”. Al leer como Jouvé relata suscinta y claramente el asesinato de Adolfo-Rotblat (al que llamaban Pupi) y de Bernardo Groswald, tuve la sensación de que habían matado a mi hijo y que quien lloraba preguntando por qué, cómo y dónde lo habían matado, era yo mismo. En ese momento me di cuenta clara de que yo, por haber apoyado las actividades de ese grupo, era tan responsable como los que lo había asesinado. Pero no se trata sólo de asumirme como responsable en general sino de asumirme como responsable de un asesinato de dos seres humanos que tienen nombre y apellido: todo ese grupo y todos los que de alguna manera lo apoyamos, ya sea desde dentro o desde fuera, somos responsables del asesinato del Pupi y de Bernardo.

 

Ningún justificativo nos vuelve inocentes. No hay “causas” ni “ideales” que sirvan para eximirnos de culpa. Se trata, por lo tanto, de asumir ese acto esencialmente irredimible, la responsabilidad inaudita de haber causado intencionalmente la muerte de un ser humano. Responsabilidad antes los seres queridos, responsabilidad sin sentido y sin concepto ante lo que titubeantes podríamos llamar “absolutamente otro”. Más allá de todo y de todos, incluso hasta de un posible dios, hay el no matarás. Frente a una sociedad que asesina a millones de seres humanos mediante guerras, genocidios, hambrunas, enfermedades y toda clase de suplicios, en el fondo de cada uno se oye débil o imperioso el no matarás. Un mandato que viene de afuera, desde otra parte, sino que constituye nuestra inconcebible e inaudita inmanencia.

 

Este reconocimiento me lleva a plantear otras consecuencias que no son menos graves: a reconocer que todos los que de alguna manera simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP, en la FAR o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones. Repito, no existe ningún “ideal” que justifique la muerte de un hombre, ya sea del general Aramburu, de un militante o de un policía. El principio que funda toda comunidad es el no matarás. No matarás al hombre porque todo hombre es sagrado y cada hombre es todos los hombres. La maldad, como dice Levitas, consiste en excluirse de las consecuencias de los razonamientos, el decir una cosa y hacer otra, el apoyar la muerte de los hijos de otros y levantar el no matarás cuando se trata de nuestros propios hijos.

 

En este sentido podría reconsiderarse la llamada teoría de los “dos demonios”, si por “demonio” entendemos al que mata, al que tortura, al que hace sufrir intencionalmente. Si no existen “buenos” que sí pueden asesinar y “malos” que no pueden asesinar, ¿en qué se funda el presunto “derecho” a matar? ¿Qué diferencia hay entre Santucho, Firmenich, Quieto y Galimberti, por una parte, y Menéndez, Videla o Massera, por la otra? Si uno mata el otro también mata. Esta es la lógica criminal de la violencia. Siempre los asesinos, tanto de un lado como del otro, se declaran justos, buenos y salvadores. Pero si no se debe matar y se mata, el que mata es un asesino, el que participa es un asesino, el que apoya aunque sólo sea con su simpatía, es un asesino. Y mientras no asumamos la responsabilidad de reconocer el crimen, el crimen sigue vigente.

 

Más aún. Creo que parte del fracaso de los movimientos “revolucionarios” que produjeron cientos de millones de muertos en Rusia, Rumania, Yugoeslavia, China, Corea, Cuba etc., se debió principalmente al crimen. Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara. No sé si es posible construir una nueva sociedad pero sé que no es posible construirla sobre el crimen y los campos de exterminio. Por eso las “revoluciones” fracasaron y al ideal de una sociedad libre lo ahogaron en sangre. Es cierto que el capitalismo, como dijo Marx, desde su nacimiento chorrea sangre por todos los poros. Lo que ahora sabemos es que también al menos ese “comunismo” nació y se hundió chorreando sangre por todos sus poros.

 

Al decir esto no pretendo justificar nada ni decir que todo es lo mismo. El asesinato, lo haga quien lo haga, es siempre lo mismo. Lo que no es lo mismo es la muerte ocasionada por la tortura, el dolor intencional, la sevicia. Estas son formas de maldad suprema e incomparable. Sé, por otra parte, que el principio de no matar, así como el de amar al prójimo, son principios imposibles. Sé que la historia es en gran parte historia de dolor y muerte. Pero también sé que sostener ese principio imposible es lo único posible. Sin él no podría existir la sociedad humana. Asumir lo imposible como posible es sostener lo absoluto de cada hombre, desde el primero al último.

 

Aunque pueda sonar a extemporáneo corresponde hacer un acto de contrición y pedir perdón. El camino no es el de “tapar” como dice Juan Gelman, porque eso -agrega- “es un cáncer que late constantemente debajo de la memoria cívica e impide construir de modo sano”. Es cierto. Pero para comenzar él mismo (que padece el dolor insondable de tener un hijo muerto, el cual, debemos reconocerlo, también se preparaba para matar) tiene que abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado Montoneros. Su responsabilidad fue directa en el asesinato de policías y militares, e incluso de algunos militantes montoneros que fueron “condenados” a muerte. Debe confesar esos crímenes y pedir perdón por lo menos a la sociedad. No un perdón verbal sino el perdón real que implica la supresión de uno mismo. Es hora, como él dice, de que digamos la verdad. Pero no sólo la verdad de los otros sino ante todo la verdad “nuestra”. Según él pareciera que los únicos asesinos fueron los militares, y no el EGP, el ERP y los Montoneros. ¿Por qué se excluye y nos excluye, no se da cuenta de que así “tapa” la realidad?

 

Gelman y yo fuimos partidarios del comunismo ruso, después del chino, después del cubano, y como tal callamos el exterminio de millones de seres humanos que murieron en los diversos gulags del mal llamado “socialismo real”. ¿No sabíamos? El no saber, el hecho de creer, de tener una presunta buena fe o buena conciencia, no es un argumento, o es un argumento bastardo. No sabíamos porque de alguna manera no queríamos saber. Los informes eran públicos. ¿O no existió Gide, Koestler, Victor Serge e incluso Trotsky, entre tantos otros? Nosotros seguimos en el Partido Comunista hasta muchos años después que el Informe-Krutschev denunciara los “crímenes de Stalin”. Esto implica responsabilidades. También implica responsabilidad haber estado en la dirección de Montoneros (Gelman dirá, por supuesto que él no estuvo en la Dirección, que él era un simple militante, que se fue, que lo persiguieron, que lo intentaron matar, etc., lo cual, aun en el caso de que fuera cierto, no lo exime de su responsabilidad como dirigente e, incluso como simple miembro de la organización armada). Los otros mataban, pero los “nuestros” también mataban. Hay que denunciar con todas nuestras fuerzas el terrorismo de Estado, pero sin callar nuestro propio terrorismo. Así de dolorosa es lo que Gelman llama la “verdad” y la “justicia”. Pero la verdad y la justicia deben ser para todos.

 

Habrá quienes digan que mi razonamiento, pero este no es un razonamiento, es el mismo que el de la derecha, que el de los Neustadt y los Grondona. NO creo que ese sea un argumento. Es otra manera de “tapar” lo que pasó. Muchas veces nos callamos para no decir lo mismo que el “imperialismo”. Ahora se trata, y es lo único en que coincido con Gelman, de la verdad, la diga quien la diga. Yo parto del principio del “no matar” y trato de sacar las conclusiones que ese principio implica. No puedo ponerme al margen y ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, o a la inversa. Yo culpo a los militares y los acuso porque secuestraron, torturaron y mataron. Pero también los “nuestros” secuestraron y mataron. Menéndez es responsable de inmensos crímenes, no sólo por la cantidad sino por la forma monstruosa de sus crímenes. Pero Santucho, Firmenich, Gelman, Gorriarán Merlo y todos los militantes y yo mismo también lo somos. De otra manera, también nosotros somos responsables de lo que sucedió.

 

Esta es la base, dice Gelman, de la salvación. Yo también lo creo.

 

Lo saludo.

 

Oscar del Barco

Revolución cubana no es democrática ni comunista, dice nieto del Che

17 de octubre de 2004

 

México.- La revolución en Cuba “no fue democrática” y tampoco es comunista ahora, “sino un vulgar capitalismo de Estado llamado también ‘fidelismo’”, afirmó el nieto del guerrillero Ernesto “Che” Guevara, Canek Sánchez Guevara.

 

En una carta y una “autoentrevista” que publica hoy el semanario mexicano “Proceso”, Canek criticó duramente el “mesianismo” de Fidel Castro y la pérdida de rumbo que hizo de la revolución, pasando “del joven revolucionario al viejo tirano” que “falsificó” un ideal.

 

“La revolución parió una burguesía, aparatos represivos dispuestos a defenderla del pueblo y una burocracia que la alejaba de éste. Pero sobre todo fue antidemocrática por el mesianismo religioso de su líder”, señaló.

 

En sus escritos, Canek desnuda uno a uno los puntos que han ido alejando a la revolución cubana de su propósito original, como “la criminalización de la diferencia”, mediante la “persecución de homosexuales, hippies, librepensadores, sindicalistas y poetas” y la instalación de una “burguesía socialista (...) fingidamente proletaria”.

 

La revolución hace años falleció en Cuba: hubo de ser asesinada por quienes la invocaron para evitar que se volviera contra ellos, tuvo que ser institucionalizada y asfixiada por su propia burocracia, por la corrupción, por el nepotismo y por la verticalidad de la tan mentada organización: el Estado ‘revolucionario’ cubano”, dijo.

 

Además, no dudó en calificar el régimen de Castro como una dictadura y acusó al dirigente de traicionar los ideales iniciales de la revolución, reseñó EFE.

 

En efecto, Fidel liberó a Cuba de la gangsteril dictadura batistiana, pero con su obstinada permanencia sólo logró volverse, él mismo, dictador”, aseveró.

 

Todas mis críticas a Fidel Castro parten de su alejamiento de los ideales libertarios, de la traición cometida en contra del pueblo de Cuba y de la espantosa vigilancia establecida para preservar al Estado por encima de sus gentes”, agregó.

 

El nieto mayor del Che Guevara señala que la represión que se vive en la isla, con la “vigilancia perpetua sobre los individuos” y “la prohibición de las asociaciones que puedan hacer al margen del Estado” no es sino “un vulgar capitalismo de Estado” que, según él, morirá con Fidel.

 

Seamos honestos, un joven rebelde como fue Fidel Castro, en la Cuba de hoy, sería inmediatamente fusilado, no condenado al exilio”, aseguró.

 

Sánchez Guevara remata diciendo que el marxismo en Cuba es “sólo una asignatura escolar” y que desde las ideas de Marx es desde donde “puede verse en su conjunto el estrepitoso fracaso de un ideal falsificado”.

 

El nieto mayor del Che Guevara nació en Cuba, tiene 30 años y posee la ciudadanía mexicana. Actualmente vive en Oaxaca y es escritor y diseñador gráfico. Su madre es Hilda Guevara, la primogénita del guerrillero.

 


Esplendor y ocaso del azúcar en Cuba

Oscar Espinosa Chepe

7 de enero, 2003

       

La agroindustria azucarera marcó durante siglos a la nación cubana, por constituir su base económica e influir en el carácter y hasta en el léxico de su pueblo como bien demostró Manuel Moreno Fraginals en su monumental obra “El Ingenio”.

 

La caña de azúcar fue introducida en Cuba durante el mando de su primer gobernador español, Diego Velázquez (1511-1524). A partir de ese momento se cultivó, y se fabricaron mieles y alguna azúcar para el consumo de los vecinos. Hacia fines del siglo XVI el azúcar empezó a ser exportada en pequeñas cantidades.

 

Su producción careció de importancia hasta que la ocupación británica de La Habana en 1762 estimuló el comercio. Después de 1791 la revolución de Haití destruyó la industria azucarera en ese país, que era el principal suministrador de azúcar en el mundo, e hizo que muchos colonos franceses se trasladaran a Cuba, lo que impulsó su avance.

 

Durante la época napoleónica los puertos cubanos fueron abiertos al comercio extranjero, se estimuló la importación de esclavos y la colonización por medio de inmigrantes. Los hacendados cubanos se beneficiaron de los mercados azucareros de Estados Unidos de América y Gran Bretaña.

 

Arango Parreño y otras ilustres personalidades jugaron un papel importante en el desarrollo de la industria azucarera por su esforzada labor en defensa de la libertad de comercio para Cuba, así como en la aplicación de los adelantos de la ciencia y la técnica. Ello no sólo tuvo relevantes implicaciones para este sector, sino también en el desarrollo cultural en su conjunto.

 

Gracias a esto, la producción de azúcar entre 1800 y 1840 más que se triplicó, y en las dos décadas siguientes se duplicó. En 1868 llegó a 720,250 toneladas métricas, el 28.57 por ciento del total mundial.

 

El auge de la industria estuvo acompañado por una gran dependencia respecto al mercado norteamericano, el cual a mediados del siglo importaba el 54 por ciento de todo el azúcar vendido. A partir de 1877, el porcentaje se mantuvo sobre el 80 por ciento hasta finales de siglo, cuando llegó a alcanzar más del 90 por ciento. Esto originó la singular situación de que Cuba, como colonia española, dependía políticamente de Madrid pero económicamente estaba ligada a Estados Unidos de América.

 

La Guerra de Independencia, iniciada en 1895, provocó la destrucción de gran parte de la industria. Si en 1894 se llegó a producir más de un millón de toneladas métricas de azúcar, al final de la guerra, en 1898, sólo se alcanzaron 259,331 toneladas.

 

La independencia permitió la reorganización de la industria azucarera sobre bases más ventajosas, al desaparecer la inseguridad en el porvenir político y asegurarse el mercado norteamericano. Esto quedó reflejado en el Tratado de Reciprocidad Comercial suscrito el 11 de diciembre de 1902, que si bien benefició el desarrollo azucarero también consolidó las características monoproductora y monoexportadora de la economía cubana y su conversión en un apéndice azucarero de Estados Unidos.

 

En este escenario, la abundante irrupción del capital norteamericano trajo consigo una impactante recuperación. Ya en 1905 se produjeron un millón 200 mil toneladas de azúcar, cantidad superior a cualquier volumen alcanzado en tiempos de la colonia.

 

Con posterioridad, la industria azucarera se desarrolló con cierta estabilidad, beneficiándose de su prioridad en el mercado norteamericano. En 1919, a causa de los efectos de la Primera Guerra Mundial, el precio del azúcar se disparó, lo que provocó una prosperidad que parecía no tener límites. Sucedió lo que entonces se conoció como la “Danza de los Millones”. Al influjo de esta situación, en 1919 se hizo la primera zafra de más de cuatro millones de toneladas, por lo que Cuba llegó a tener una de sus mayores participaciones en la producción azucarera mundial (26.09 por ciento).

 

Pero la danza terminó. La cotización del azúcar se vino abajo repentinamente y, si en 1920 la zafra tuvo un valor superior a mil millones de pesos, cifra astronómica para aquella época, su monto no sobrepasó los 275 millones de pesos en 1921. La economía se derrumbó y sobrevino un crack bancario que arruinó a miles de propietarios cubanos y condujo a la quiebra de muchos bancos nacionales.

 

La Danza de los Millones trajo otras consecuencias a la economía cubana. El alza desmesurada de los precios del azúcar en el mercado mundial incitó a otros países a desarrollar sus propias industrias, ya fuera a base del cultivo de la remolacha o la caña de azúcar, incluidos los Estados Unidos de América y áreas bajo su dominio, como Puerto Rico, Hawai, Filipinas e Islas Vírgenes. Por ello, a mitad de la década de los años 1920 comenzaron a surgir problemas para vender la producción cubana, lo que creó importantes excedentes.

 

Esos fenómenos fueron previstos tempranamente por ilustres patriotas como Manuel Sanguily, Enrique José Varona y Salvador Cisneros Betancourt, quienes alertaron sobre los inconvenientes de atar la economía a un solo producto y un solo mercado, pero lamentablemente nunca fueron escuchados.

 

Posteriormente, a pesar de que se realizaron esfuerzos por diversificar la economía, ésta se mantuvo atada a la producción azucarera, con etapas de bonanza cuando los precios estaban altos en el mercado mundial, y de fuerte depresión cuando caían. Asimismo, su gran peso en la economía la marcaba significativamente con su actividad en la época de zafra y la paralización en el “tiempo muerto”. Tampoco puede olvidarse que desde finales de la Guerra de Independencia fue un factor de alta concentración de tierra entre pocos propietarios, o sea, de latifundio.

 

Con el triunfo de la revolución en 1959, grandes esperanzas se suscitaron sobre el desarrollo de la economía. En primer lugar, se esperaba que la diversificación dejara atrás la alta dependencia respecto al azúcar y, por otra parte, se daba por seguro la eliminación del latifundio. Este sentimiento fue estimulado por la Primera Ley de Reforma Agraria, del 17 de mayo de 1959.

 

Esas expectativas no se cumplieron. Cuba siguió el camino azucarero, ligada a los mercados del Este de Europa. El latifundio se mantuvo, ahora con ropaje estatal. La confiscación de los centrales azucareros y las plantaciones, en lugar de promover la eficiencia, provocó todo lo contrario.

 

Los rendimientos agrícolas se mantuvieron muy bajos, a pesar de los grandes consumos de fertilizantes y otros insumos, así como las altas tasas de mecanización. Peor sucedió con el rendimiento industrial de la caña procesada que bajó a niveles significativamente inferiores a los logrados antes de 1959.

 

Por otra parte, muy poco se realizó en cuanto a la diversificación de los productos de la industria azucarera. Se hizo caso omiso a los retos que ya eran visibles a mediados del siglo XX por el surgimiento de una serie de edulcorantes sintéticos, a los que se añadieron otros productos, como el sirope de maíz, los cuales con su competencia iban desvalorizando el azúcar en los mercados internacionales. La estrategia seguida por las autoridades se basó exclusivamente en el alto precio que hasta fines de los años 1980 pagó a Cuba el bloque soviético, lo cual, al parecer, llevó a pensar que esa coyuntura favorable persistiría por siempre.

 

Con la llegada del “período especial” a inicios de los años 1990, por la desaparición de las subvenciones, la industria azucarera tuvo que enfrentar las realidades del mercado sin poder transformarse, al carecer del financiamiento necesario para acometer esa tarea. La ineficiencia se acrecentó y disminuyó la producción a volúmenes que en los últimos años no han sobrepasado los cuatro millones de toneladas, con niveles de rendimiento agrícola de 35 toneladas métricas por hectárea, cuando la media mundial sobrepasa las 60 toneladas, según la FAO, y con rendimientos industriales que en muchos años no han superado el 11 por ciento, mientras el promedio de los últimos diez años antes de 1959 fue de 12,74 por ciento.

 

La combinación de una agroindustria ineficiente, que en los últimos 12 años se ha descapitalizado aceleradamente por falta de reposición de los equipos y de mantenimiento, unido a la ausencia de una reconversión destinada a hacer frente a los requerimientos del mercado, como lo hicieron otros países azucareros dedicando esfuerzos a la producción de alimentos para el ganado, cogeneración eléctrica, combustibles como el gasoalcohol, y una gran variedad de otros derivados, han causado la bancarrota de la industria azucarera.

 

Ahora, cuando se plantea que solamente quedarán 71 centrales elaborando azúcar y 14 mieles de los 156 existentes en el país, se demuestra falsa la aseveración oficial de que esta medida se debe a la baja actual de los precios del azúcar en los mercados mundiales, pues en realidad es consecuencia de la ineficiencia acumulada durante años, así como de la falta de previsión.

 

El cierre definitivo de 71 centrales únicamente logrará minimizar las pérdidas económicas que se ocasionaban, pero la producción que se genere en los centrales mantenidos en funcionamiento continuará siendo irrentable.

 

El colapso de la producción agroazucarera desarrollada durante siglos mediante la ardua e inteligente labor de muchas generaciones ha sido ocasionando por la falta de previsión y la mala gestión ejecutada durante decenios.

 

FUENTES:

 

1. El Ingenio, Manuel Moreno Fraginals

 

2. Azúcar y Población en las Antillas, Ramiro Guerra

 

3. Problemas de la Nueva Cuba, Colectivo de Autores, 1934

 

4. Trabajos publicados e inéditos del autor

Izquierdas y derechas

César Leante

30 de marzo de 1983

 

Meses atrás, en un reportaje sobre escritores latinoamericanos exiliados en España, la periodista que me entrevistaba me preguntó: “¿Se considera usted de izquierdas o de derechas?”. Inmediatamente, sin pensarlo dos vedes (y creo que hasta con un poco de pasión), le contesté que de izquierda. Fui sincero, pero me doy cuenta de qué obré como por un reflejo condicionado. Quizá la respuesta necesitaba ser matizada. Mas el caso es que toda mi vida he estado adscrito a la izquierda. Tengo más de cincuenta años y creo que desde los quince de algún modo he militado en organizaciones que querían cambiar radicalmente el mundo, o las he apoyado. Desde niño, en mi hogar (un hogar de neta cepa anarquista), el término revolución era tan natural como el sol.

 

Continuando con esta emergencia infantil, del mismo modo que cuando iba al cine a ver una película de vaqueros inmediatamente me preocupaba por saber quién era el bueno y quién el malo, así durante muchos años identifiqué al burgués con el derechista y al revolucionario con el izquierdista. Ahora sé que no es así, y lo siento, porque antes todo era muchísimo más sencillo, transparente.

 

En este western, sus papeles se confunden y no pocas veces representan lo contrario de lo que aparentan.

 

Tal sucede, con cierta izquierda radicalísima latinoamericana (y no sólo en ese continente).

 

Tan extrema es que acaba defendiendo lo que la ultraderecha: si los fascistas soportaron el Estado totalitario de Mussolini y los nazis el Tercer Reich de Hitler, la izquierda marxista (por lo menos la más rabiosa) hace suya la defensa de la llamada dictadura del proletariado, que como la historia ha probado sólo nominalmente es del proletariado, y en verdad la preposición que le cuadra no es de, sino sobre, contra o cualquier otra semejante.

 

¿Se puede ser de izquierda y apoyar una dictadura abominando la libertad? Pienso que no, pienso que es un monstruoso, contrasentido. Sin embargo, de hecho ha ocurrido así. En todos los países donde domina la izquierda marxista-leninista (y bueno es recordarlo, lamentándolo, en el centenario de la muerte de Karl Marx) la libertad ha sido suprimida.

 

¿Puede entonces autoproclamarse de izquierdas alguien que ampara el estrangulamiento de la libertad, que dice sí a las dictaduras? Recientemente se ha acusado a los disidentes de los regímenes totalitarios marxistas-leninistas de haberse pasado a la derecha, de haber traicionado, desertado de sus convicciones por abandonar sus países.

 

¿Es así, o, por el contrario, se trata de un rescate? Si determinada izquierda es opresión, ¿negar esa izquierda no es una forma de asumir la verdadera?

 

( ... ) De izquierdas es, en suma, el que quiere para los pueblos, en palabras de Fidel Castro, “libertad con pan, pan sin terror”.

 

César Leante es un escritor cubano que en la década del cincuenta militó en la Juventud Socialista y luego en el Partido Socialista Popular (comunista). En octubre de 1981 solicitó asilo político en España.

Seleccione idioma

José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.