LA PRIMAVERA NEGRA EN LA CUBA DE FIDEL CASTRO

Hace diez años, en marzo de 2003, Fidel y Raúl Castro ordenaron que encarcelaran a setenta y cinco disidentes. Al mes siguiente, del 3 al 7 de abril, en juicios sumarios los hicieron condenar a mil quinientos años de prisión.

También se cumple una década del fusilamiento de tres negros cubanos: Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez.

Carta abierta contra la represión en Cuba

durante la Primavera Negra de 2003

 

El gobierno de Fidel Castro, aprovechando la conmoción internacional generada por la guerra en Iraq, ha desatado la más violenta represión política de los últimos diez años en Cuba. Entre el 18 y el 21 de marzo pasados fueron arrestados 78 opositores pacíficos, los cuales han sido juzgados y condenados a penas de hasta 27 años de cárcel por delitos de conciencia.

     Los abajo firmantes, intelectuales, artistas y políticos del mundo democrático, exigimos al gobierno cubano la inmediata liberación de todos los disidentes y demandamos el cese de la represión contra la oposición pacífica.

 

Firmas extranjeras:

Héctor Aguilar Camín, Marcos Aguinis, Pedro Almodóvar, Antonio Álvarez-Couceiro, Ana Belén, J. J. Armas Marcelo, Montxo Armendáriz Barrios, Rafael Azcona, Carlos Barbáchano, Roger Bartra, Felipe Benítez Reyes, Marta Bizcarrondo, Michel Braudeau, Alfredo Bryce Echenique, Elizabeth Burgos, Juby Bustamante, Javier Campos, Miguel Carmona Ruano, Jorge Castañeda, Adolfo Castañón, Ricardo Cayuela, Juan Luis Cebrián, Eduardo Cerviñol, Bernard Comment, Alain Corneau, Juan Cruz, Corinne Cumerlato, Luc Delannoy, Fernando G. Delgado, Mihály Dés, Agustín Díaz Yanes, Gabino Diego, Jordi Doce, Christopher Domínguez Michael, Jorge Edwards, Antonio Elorza, Hans Magnus Enzensberger, Joaquín Estefanía, Mark Falcoff, Charles Faulhaber, Brenda Feliciano, José Ma Fidalgo, Jean François Fogel, Miriam Freilich, Concha García Campoy, Luis García Montero, José Luis García Sánchez, Antonio García Santesmases, Antonio Gómez Rufo, Ángeles González-Sinde, Juan Goytisolo, Félix Grande, Almudena Grandes, Ismael Grasa, Günter Grass, Gustavo Guerrero, Carmen Gurruchaga, Manuel Gutiérrez Aragón, Diego Hidalgo, Solveig Hoogesteijn, Trinidad Jiménez, Dictys Jiménez Krause, Santos Juliá, Nancy Julien, Enrique Krauze, Monika Krause-Fuchs, Fernando R. Lafuente, Emilio Lamo de Espinosa, Peter Landelius, Jean Claudio Lechin Weise, Joaquín Leguina, Elvira Lindo, Soledad Loaeza, Carlos Malamud, Juan Malpartida, José María Maravall, Javier Marías, Manuel Marín, Emilio Martínez-Lázaro, François Maspero, Ángeles Mastretta, Blas Matamoro, Jean Meyer, Adam Michnik, Juan José Millás, Vicente Molina Foix, Carlos Monsiváis, Rosa Montero, Jesús Munárriz, Antonio Muñoz Molina, Rodolfo Notivol, Maurice Olender, Ernesto Oliveira, Ludolfo Paramio, Luis Pastor, Julio Patán, Teodoro Petkoff, Armando Pinto, Charles Powell, Gloria Pradel, Javier Pradera, Benjamín Prado, Barbara Probst Solomon, Marcel Quilléveré, Sergio Ramírez, Albero Recarte, Rosa Regás, Eugenia Rico, Miguel Ríos, Manuel Rivas, Félix Romeo, Denis Rousseau, Joaquín Sabina, Antonio Sánchez, José Saramago, Rosa María Sardá, Fernando Savater, Fabienne Servan-Schriber, Guillermo Sheridan, Gonzalo Sichar Moreno, Carlos Solchaga, Sergio Staino, Ilán Stavans, Antonio Tabucchi, Hermann Tertsch, Ana Teresa Torres, Maruja Torres, Nadine Trintignant, David Trueba, Fernando Trueba, Julio Trujillo, Fernando Vallespín, Mario Vargas Llosa, Gerardo Vera, Víctor Manuel, Ignacio Vidal-Folch, Luis Antonio de Villena, Juan Villoro, José Miguel Vivanco, Jorge Volpi, Luis Yáñez, Pablo Zinger.

 

Firmas cubanas:

Juan Abreu, José Abreu Felippe, Carlos A. Aguilera, Eliseo Alberto, Ramón Alejandro, Irma Alfonso, Orlando Alomá, Diana Álvarez Amell, Armando Álvarez Bravo, Alberto F. Álvarez García, Antonio Álvarez Gil, Guillermo Álvarez Guedes, Sergio Andricaín, Armando Añel, Alejandro Armengol, Jesús J. Barquet, Víctor Batista, José Bedia, Eduardo Béjar, Juan F. Benemelis, Antonio Benítez Rojo, Beatriz Bernal, Juan Antonio Blanco Gil, Soledad Bravo, Alina Brouwer, Madeline Cámara, José Aníbal Campos, Wilfredo Cancio Isla, Carlos Caso, Eudel Cepero, Flores Chaviano Jiménez, Nat Chediak, Willy Chirino, Enrique Collazo, Armando Correa, Armando Correa Mújica, Jorge Ignacio Cortiñas, Emilio A. Cosío R., Miguel Cossío Woodward, Ma Elena Cruz Varela, Belkis Cuza Malé, Manuel Desdín, Rolando Díaz, Pablo Díaz Espí, Manuel Díaz Martínez, Néstor Díaz de Villegas, Evelio Domínguez Hernández, Raúl Dópico, Paquito D'Rivera, Vicente Echerri, José A. Escarpanter, Carlos Espinosa, Emilio Estefan, Gloria Estefan, José Antonio Évora, Tony Évora, José Luis Fajardo Trabanco, Roberto Fandiño, Jorge Febles, Damián Fernández, Lino B. Fernández, Ramón Fernández Larrea, Jorge Ferrer, Javier Figueroa, Roberto Fontanillas-Roig, Leopoldo Fornés-Bonavía, Martha Frayde, Guillermo Fuentes, Ileana Fuentes, Ernesto Fundora, Andy García, Edmundo García, Manuel García Díaz, Luis Manuel García Méndez, Emilio García Montiel, Héctor García Quintana, Lorenzo García Vega, Antonio Gayoso, Lourdes Gil, Alejandro González Acosta, Roberto González Echevarría, Orlando González Esteva, José Miguel González Llorente, Dominga González Suárez, Antonio Guedes, Germán Guerra, Ernesto Hernández Busto, María Cristina Herrera, Emilio Ichikawa, Daniel Iglesias Kennedy, Alina Interián, Maya Islas, Iraida Iturralde, Andrés Jorge, José Kozer, Andrés Lacau, Julio Larraz, Alberto Lauro, Felipe Lázaro, Humberto López Guerra, Sergio López Rivero, Carlos M. Luis, Pedro Machado de Castro, Eduardo Manet, Bernardo Marques-Ravelo, Baltasar Martín, Dionisio D. Martínez, Dennys Matos, Huber Matos, Pablo Medina, Ana Méndez, Carmelo Mesa Lago, Marcelino Miyares, Carlos Alberto Montaner, Matías Montes Huidobro, César Mora, Francisco Morán, Idalia Morejón, Rolando Morelli, Eusebio Mujal-León, Fabio Murrieta, Osvaldo Navarro, Benigno Nieto, Iván de la Nuez, Eduardo Ojeda, Joaquín Ordoqui, Enrique Patterson, Ricardo Pau-Llosa, Luis de la Paz, Marifeli Pérez-Stable, Gustavo Pérez Firmat, Jorge A. Pomar, Iván Portela, José Ignacio Rasco, Juan Carlos Recio, Lily Rentería, Andrés Reynaldo, Enrique del Risco, Isel Rivero, Miguel Rivero, Mireya Robles, Albita Rodríguez, Annabelle Rodríguez, Antonio Orlando Rodríguez, Arsenio Rodríguez Quintana, Orlando Rodríguez Sardiñas, Teresa María Rojas, Rafael Rojas Gutiérrez, Miguel Ángel Sánchez, Osvaldo Sánchez, Rolando Sánchez Mejías, Enrico Mario Santí, Jesús Selgas, Pío E. Serrano, Rosario Suárez, Juan Suárez-Rivas, Elena Tamargo, Glaydis Triana, José Triana, Jorge Trinchet, Grettel Trujillo, Gustavo Valdés, Zoe Valdés, Ana Valdés, Miranda Crespo, Justo E. Vasco, Jesús Vega, Carlos Victoria, Fernando Villaverde, Eduardo Zayas-Bazán, Rafael Zequeira.

 

 

 

Carta abierta de escritores

denuncia la represión en Cuba

durante la Primavera Negra de 2003

 

Los abajo firmantes, escritores cubanos residentes en la Comunidad Europea y Estados Unidos, queremos denunciar la ola represiva del régimen de Fidel Castro, que en los últimos días ha mostrado, una vez más, su desprecio por los valores más elementales de la convivencia democrática. El arresto y hostigamiento de un grupo de ciudadanos que disienten públicamente y el bochornoso espectáculo de unos juicios sumarios en los que se pide, incluso, cadena perpetua por simples delitos de opinión llega en un momento en que la Comisión Europea anuncia una “nueva era” en sus relaciones con La Habana y considera a Cuba elegible para integrar el Pacto de Cotonou. Confiamos en que tanto la 59na. Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas como los que abogan por la adhesión de Cuba a los acuerdos del mundo democrático tengan en cuenta estos lamentables sucesos y no pasen por alto a las víctimas de una política cada vez más represiva que pregona hipócritamente su derecho a disentir del nuevo orden mundial al tiempo que reprime los derechos civiles y las libertades básicas de todos los cubanos.

     Condenamos esta brutal agresión y exhortamos a todas las asociaciones de escritores, exiliados y opinión pública europea a presionar a todos los niveles para lograr una contundente condena de la comunidad internacional al régimen represivo de Fidel Castro, que le exija la inmediata liberación de todos los detenidos y presos políticos en general.

     

Firmas de escritores cubanos residentes en Europa:

Juan Abreu, Carlos A. Aguilera, José Aníbal Campos, Víctor Batista, Antonio Benítez-Rojo, Carmen Paula Bermúdez, Almelio Calderón, Roberto Cazorla, Manuel Díaz Martínez, Héctor Febles, Ramón Fernández Larrea, Jorge Ferrer, Orlando Fondevila Suárez, Luis Manuel García, Lorenzo García Vega, Orlando González Esteva, Ernesto Hernández Busto, Daniel Iglesias Kennedy, José Kozer, Felipe Lázaro, Carlos M. Luis, Jacobo Machover, Radamés Molina, Carlos Alberto Montaner, Francisco Morán, Lilliam Moro Núñez, Fabio Murrieta, Manuel Pereira, Jorge A. Pomar, Arsenio Rodríguez Quintana, Rolando Sánchez Mejías, Rogelio Saunders, Pío Serrano, José Triana, Zoé Valdés, Fernando Villaverde.

 

Firmas de apoyo de escritores no cubanos:

Xoan Abeleira, Gonzalo Aguilar, J. J. Armas Marcelo, Adriana Astutti, Esther Aure, Carlito Azevedo, Salim Barakat, Roger Bartra, Jaime Bayly, Ana Becciu, Jorge Belinsky, Gabriel Bernal Granados, Hugo Diego Blanco, Roberto Bolaño, Thomas Brovot, Magda Carneci, Arturo Carrera, Adolfo Castañón, Juan Carlos Castillón, Nora Catelli, Ricardo Cayuela, Israel Centeno, Rubén Chababo, Rafael Cippolini, Victoria Cirlot, Agustí Colomines i Companys, Horácio Costa, Aníbal Cristobo, Reynaldo Damazio, Graziela D'Angelo, Bei Dao, Ademir Demarchi, Victoria De Stefano, Mihály Dés, Octavio Di Leo, Edgardo Dobry, Jordi Doce, Christopher Domínguez Michael, Jorge Edwards, Eduardo Espina, Maribel Espinoza, Carlos Estela, Ute Evers, Florent Fajole, Soledad Fariña, Malva Flores, Rodrigo Fresán, Daniel García Helder, Lilianne Giraudon, Hugo Gola, Renato Gómez, Ramon Guitó i Pons, Paul Guillén, Lars Gustafsson, Patricia Guzmán, Jorge Hernández Tinajero, Ariel Jiménez, Reynaldo Jiménez, José Luis Giménez-Frontín, Enrique Krauze, Sussane Lange, María Rosa Maldonado, Teódulo López, Tedi López Mills, Gemma Lienas, Ernesto Lumbreras, Enric Lluch, Aurelio Major, Juan Malpartida, Floriano Martins, David Medina Portillo, Carlos Monsiváis, Fabio Morábito, Àngels Moreno-Gandia, Jaime Moreno Villarreal, Olga Novo, Ana Nuño, Clara Obligado, Philippe Ollé-Laprune, Yolanda Pantin, José María Parreño Velasco, Julio Patán, Saúl Peña, Susana Peses Wassermann, Armando Pinto, Joan Pla, Benito del Pliego, Armando Roa, Alexis Romero, Angelina Saffe, Mónica Saldías, Daniel Samoilóvich, Gabriel Sampol, Juan Sánchez Peláez, Mercedes Serna, Baskim Shehu, José Carlos Somoza, Eduardo Sterzi, Blanca Strepponi, Mehmed Uzun, Montse Vancells Flotats, Leonardo Valencia, Ángela Vallvey, Adriaan Van Dis, Álvaro Vargas Llosa, Mario Vargas Llosa, Ignacio Vázquez, Cecilia Vicuna, Ignacio Vidal-Folch, Juan Villoro, Eliot Weinberger, Heriberto Yépez, Mónica Zgustova.

Condenados en la Primavera Negra

Sentencia y ubicación actual

 

Fallecidos
Miguel Tamayo Valdés (condenado a 15 años de prisión). Fue excarcelado en 2004 por razones de salud, padecía una miocardiopatía hipertensiva. Falleció en diciembre de 2007 a causa de un paro cardiaco.

Albert Santiago Du Bouchet se suicidó el 6 de abril de 2012.

 

En el exilio

 

España

Adolfo Fernández Saínz (condenado a 15 años de prisión)
Alejandro González Raga (14)
Alexis Rodríguez Fernández, (15)
Alfredo Domínguez Batista (14)
Alfredo Felipe Fuentes (26)
Alfredo Pulido López (14)
Antonio Díaz Sánchez (20)
Antonio Villarreal Acosta (15)
Arturo Pérez de Alejo (20). Luego se trasladó a EEUU
Blas Giraldo Reyes Rodríguez (25)
Claro Sánchez Altarriba (15)
Efrén Fernández Fernández (12)
Fabio Prieto Llorente (20)
Fidel Suárez Cruz (20)
Héctor Raúl Valle Hernández (12)
Horacio Piña Borrego (20)
Jesús Mustafá Felipe (25)
Jorge Luis González Tanquero (20)
José G. Ramón Castillo (20)
José Luis García Paneque (24)
José M. Martínez Hernández (13)
José Ubaldo Izquierdo Hernández (16). Luego se trasladó a Chile
Juan Carlos Herrera Acosta (20)
Julio César Gálvez Rodríguez (15)
Leonel Grave de Peralta (20)
Léster González Pentón (20)
Luis Enrique Ferrer García (28)
Luis Milán Fernández (13)
Manuel Ubals González (20)
Marcelo Cano Rodríguez (18)
Mijail Barzaga Lugo (18)
Miguel Galbán Gutiérrez (26)
Nelson Molinet Espino (20)
Normando Hernández González (25)
Omar Moisés Ruiz Hernández (18)
Omar Pernet Hernández (20)
Omar Rodríguez Saludes (27)
Pablo Pacheco Ávila (20)
Próspero Gaínza Agüero (25)
Raúl Rivero Castañeda (20)
Regis Iglesias Ramírez (18)
Ricardo Enrique Silva Gual (10)
Ricardo González Alfonso (20)
Víctor Rolando Arroyo (26) 

 

EEUU
Ariel Sigler Amaya (20)
Edel José García Díaz (15)
Julio A. Valdés Guevara (20)
Manuel Vázquez Portal (18)
Mario Enrique Mayo Hernández (20)
Nelson Aguiar Ramírez (13)
Pedro Pablo Álvarez Ramos (20) 

 

Suecia
Osvaldo Alfonso Valdés, Suecia, (18)

 

En Cuba

Ángel Juan Moya Acosta, La Habana, (20)
Arnaldo Ramos Lauzurique, La Habana, (18)
Carmelo Díaz Fernández, La Habana, (16)
Diosdado González Marrero, Matanzas, (20)
Eduardo Díaz Fleitas, Pinar del Río, (21)
Guido Sigler Amaya, Matanzas, (20)
Héctor Maseda Gutiérrez, La Habana, (20)
Héctor Palacios, La Habana, (25)
Iván Hernández Carrillo, Matanzas, (25)
Jorge Olivera Castillo, La Habana, (18)
Marcelo López Bañobres, La Habana, (15)
Librado Linares García, Villa Clara, (20)
Margarito Broche Espinosa, Villa Clara, (25)
Martha Beatriz Roque Cabello, La Habana, (20)
Orlando Fundora Álvarez, La Habana, (18)
Oscar M. Espinosa Chepe, La Habana, (20)
Pedro Argüelles Morán, Ciego de Ávila, (20)
Reinaldo Labrada Peña, Las Tunas, (6)
Roberto de Miranda, Ciudad de La Habana, (20)

Félix Navarro Rodríguez, Matanzas, (25)

José Daniel Ferrer García, Santiago de Cuba, (25)

Fusilados y cómplices en abril

Haroldo Dilla Alfonso

8 de abril de 2013

 

Se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, y de subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero

 

En este abril de 2013 se cumple una década de uno de los momentos más deprimentes de la historia postrevolucionaria: la llamada primavera negra. Fue un momento en que Fidel Castro, entusiasmado por lo que asumía como una ola revolucionaria en América Latina y la llegada de los primeros lotes de subsidios venezolanos, decidió erradicar todas las muestras de descontento y oposición que se habían ido acumulando en ese camino de-derrota-en-derrota-hasta-la-victoria-final que él había trazado. El pretexto fue, como ha sido usual desde 1959, cerrar el paso a la amenaza imperialista.

 

Aunque la primavera negra es recordada sobre todo por el encarcelamiento sin derecho al debido proceso de 75 activistas opositores, quiero enfocar mi atención en otro hecho: el fusilamiento de tres jóvenes negros por el secuestro fallido de una lancha de pasajeros que brindaba servicios en la bahía de La Habana.

 

Como es conocido, un grupo de once jóvenes participaron en ese acto delictivo el día 2 de abril de 2003, con el propósito de alcanzar las costas de La Florida. Ello implicaba la toma como rehenes de una treintena de pasajeros, incluyendo dos jóvenes extranjeras que se convirtieron para los secuestradores y para la policía en las piezas claves de la negociación. Finalmente la lancha se quedó sin gasolina, lo que movió a los secuestradores a aceptar un acuerdo que solo la candidez puede aconsejar: ser remolcados hasta el muelle de Mariel donde serían reabastecidos de combustible para que pudieran reemprender la marcha al norte.

 

El resultado fue la captura de todos los secuestradores sin que hubieran producido daño físico alguno a ningún pasajero. El día 8 concluyó un juicio sumario en que los detenidos no tuvieron acceso a un abogado de su elección. Tres —Lorenzo Capello de 31 años; Bárbaro Sevilla de 22 años y Jorge Martínez de 40— fueron condenados a muerte, mientras otros fueron sancionados con penas que iban desde prisión perpetua hasta dos años de cárcel. Según la CIDH el estado cubano había procedido a “juzgarles y condenarles sin las debidas garantías procesales”, y entre ellas “por cuanto la tipificación para las ofensas cometidas por las presuntas víctimas (en la ley blandida) no prevé la pena de muerte, sino una pena privativa de libertad”.

 

En el tiempo galáctico de tres días la condenas fueron revisadas por el Tribunal Supremo y por el Consejo de Estado, cuyos miembros se pronunciaron unánimemente por el fusilamiento de los tres jóvenes. Finalmente fueron fusilados el día 11 de abril, sin notificarlo a sus familiares —que estuvieron todo el tiempo confiados en una revocación de la orden— ni permitir una despedida. Es decir que en 9 días transcurridos entre el 2 y el 11 de abril se decidió, apelaciones por el medio, sobre la vida de tres personas, y se procedió a la ejecución.

 

El Consejo de Estado basó su decisión, cito a Fidel Castro en una perorata de 4 horas que sucedió al fusilamiento, en “los peligros potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas inocentes sino también para la seguridad del país —sometido a un plan siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami con el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a nuestra Patria”.

 

Es decir, que según Fidel Castro se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, ni segaron vida alguna, para afrontar las supuestas amenazas del Gobierno americano presidido entonces por George W. Bush; por lo que cabe pensar que se tomó una decisión contra ciudadanos cubanos a partir de las actitudes del presidente americano. Quien por esa vía devino actor legal y político interno de Cuba, y Fidel Castro un vulgar “plattista” que aceptó la fuerza de la injerencia. Y volvió a hacerlo un tiempo después, cuando otros cubanos secuestraron una lancha en la costa norte pero esta vez con hechos violentos más severos, y sin embargo no fueron condenados a muerte porque esa fue la condición que el Gobierno americano puso para devolverlos tras ser interceptados por la guardia costera americana. También en este caso el Gobierno americano impartió justicia y decidió sobre la vida de los ciudadanos cubanos. Y nuevamente los dirigentes cubanos se sumaron al carro del “plattismo”.

 

De subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanosque produjeron un documento plañidero en el que declaraban a “los amigos del mundo” que “para defenderse Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba” y llamaba a repudiar “la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba”. Entre los intelectuales aparecen criaturas que nunca pierden una oportunidad de chapotear en el lodo, como son los casos de Silvio Rodríguez, Miguel Barnet y Amaury Pérez. No faltaron algunos funcionarios ilustrados —llamarles intelectuales hubiera sido una hipérbole imperdonable— como Carlos Martí, Eusebio Leal y Alfredo Guevara. Pero también firmaron figuras de las que uno siempre hubiera esperado, al menos, un retraimiento oportuno, como fueron los casos de Leo Brouwer, Chucho Valdés, Roberto Fabelo, el finado Cintio Vitier, su esposa Fina García Marruz y Marta Valdés.

 

Lo más aberrante del documento es que achaca la ignominia a Cuba, cuando en realidad solo una parte muy pequeña de ella fue culpable. La mayoría de los cubanos no conocieron del asunto hasta que Granma lo publicó, sin versión contrapuesta y siempre bajo el aviso de una macana policial que se agitó en estos días con más celeridad que nunca. Los emigrados, que también son Cuba, y cuya inmensa mayoría no tiene nada que ver con la metáfora de la “Mafia de Miami” tampoco fue parte de esa decisión. Y lo más importante, que también los jóvenes fusilados y sus familiares eran parte legítima de Cuba. En consecuencia, no fue solo una decisión criminal a espaldas de una parte mayoritaria de Cuba, sino también contra ella.

 

Es probable que al paso del tiempo, este hecho esté pesando en las conciencias de quienes decidieron por el fusilamiento sumario de los tres jóvenes negros. Es posible, por ejemplo, que en su deambular como administrador de un hospital sin futuro, Carlos Lage haya pensado en esto, o que lo haya hecho el excanciller cuando redactaba su cartica de arrepentimiento y notó que le faltaba la firmeza de pulso que tuvo cuando firmó la confirmación del crimen. Y es posible que cuando los voceros castrados del autoritarismo miran hacia atrás, también sientan algo de arrepentimiento por haber llamado a los amigos a no sonrojarse frente a la ignominia y el crimen.

 

Es una suerte para ellos que no tuvieron Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez.

 

A ellos, nadie les dio la oportunidad del arrepentimiento.

“La Primavera Negra fue una operación

contra el Proyecto Varela”

Entrevista con Alfredo Felipe Fuentes,

periodista cubano excarcelado

Alessandro Oppes, Reporteros sin Fronteras-España

17 de octubre de 2010

 

   “De los 75 que arrestaron, casi 50 eran personas que tenían peso dentro del Proyecto Varela”

 “Cuando escuchaba emisoras de radio, como Radio Martí y otras, oía expresiones como ‘derechos fundamentales’ o ‘derechos inalienables’. Quería profundizar esos temas”

   “En el proceso –en el mío como en todos los demás– estaba prohibido hacer cualquier referencia al Proyecto Varela”

 

Alfredo Felipe Fuentes, uno de los disidentes de la Primavera Negra cubana recién liberados por el régimen de La Habana, acaba de llegar a Madrid y sus primeras palabras son de agradecimiento para aquellos que han hecho posible su excarcelación y la de sus compañeros: Las Damas de Blanco, la solidaridad internacional, el martirio de Orlando Zapata, “quien supo morir en rebeldía frente a la opresión”, y el “heroísmo de Guillermo Fariñas”.

 

Con 61 años, y a pesar de los sufrimientos ocasionados por las difíciles condiciones de detención, Felipe prefiere pasar por alto la narración de los días transcurridos en tres prisiones, todas de máxima seguridad (Guamajal, en la provincia de Villa Clara; Kilo 5½, en Pinar del Río; y Guanajay, en La Habana) porque está convencido de que, al fin y al cabo, “son cosas muy personales”. Su discurso quiere centrarse sobre el significado político de la pesadilla que acaba de vivir. “¿La Primavera Negra? Fue, simple y llanamente, una operación dirigida contra el Proyecto Varela (proyecto legislativo de iniciativa popular presentado en el año 2001 con el objetivo de realizar un cambio democrático en Cuba, desde dentro de la Constitución), eso sí, disfrazada como una redada normal de disidentes”.

 

¿Por qué cree que “La Primavera Negra” fue una operación contra el Proyecto Varela?

 

Es muy sencillo. De los 75 que arrestaron, casi 50 eran personas que tenían peso dentro del Proyecto Varela. Aunque no todos estuvieran en el “núcleo duro”, quiero decir entre aquellos que –como yo– se encargaban de la recogida de firmas, la mayoría estaban involucrados de forma activa. Los 25 que faltan fueron arrestados para ocultar que era una operación contra el proyecto cívico nacional.

 

Pero en el momento en que se producen las detenciones, el Régimen ya había rechazado las firmas presentadas declarando su nulidad.

 

Eso poco importa porque, de hecho, el proyecto sigue abierto. Llegaron a decir que queríamos cambiar la Constitución, un absurdo. En realidad, una de las críticas que nos hacían desde la oposición era justamente ésa, que nuestra iniciativa se hacía a tenor de la Constitución. O sea que una tergiversación increíble.

 

¿Cómo llegó a cobrar protagonismo en la iniciativa lanzada por Oswaldo Payá?

 

En ese entonces, en 2001, yo llevaba ya diez años metido en la actividad, digamos, civilista. Sí, prefiero utilizar esta palabra, más que los términos usuales de oposición o disidencia.

 

¿Qué era lo que hacía concretamente?

 

Desde ‘91 trabajo en la prensa. Vivía en Artemisa, 60 kilómetros de La Habana, que en Cuba es como si fueran 600. Allí fundamos un centro de derechos humanos. Cuando escuchaba emisoras de radio, como Radio Martí y otras, oía expresiones como “derechos fundamentales” o “derechos inalienables”. Quería profundizar esos temas, y pensé que podía haber mucha gente interesada en conocer más sobre estas cuestiones, tanto que decidí crear, dentro del centro, una cátedra de derechos humanos. Pero antes quería prepararme bien, leer libros, estudiar. Estuve años estudiando.

 

¿Cuales fueron sus fuentes?

 

Para conseguir los libros, me dirigí a la Asamblea del Poder Popular.

 

En Cuba eso suena a provocación…

 

Lo sé, pero tiene su explicación. Lo hice, para que quedara constancia, en virtud de la Ley 54 de 1985, la llamada Ley de Asociaciones, una norma que supuestamente permite a los cubanos asociarse libremente. En el celebre discurso “la historia me absolverá”, pronunciado durante el proceso por el asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro decía: “todo el mundo podrá reunirse y asociarse”. Y ahora, a nosotros que luchamos por esos derechos, nos acusan de traidores. ¿Cómo congeniar esas palabras de Fidel con la situación que vivimos?, preguntaba yo en esa carta dirigida a la Asamblea del Poder Popular.

 

¿Recibió una respuesta?

 

No, no me contestaron nunca. Por eso me dirigí a la Embajada de España. Con los libros que me proporcionaron, empecé a prepararme. Dije: voy a cubrir este espacio, hace falta preparar observadores de los derechos humanos. Cuando di mis primeras clases, era el año 2001, justo cuando Oswaldo Payá lanzó la idea del Proyecto Varela, al que enseguida me sumé. Trabajando con un grupo de colectores, recogí alrededor de 1.000 firmas: yo era quien las verificaba. Además, junto con cinco personas más, estaba en el Consejo nacional coordinador del Proyecto.

 

¿Cómo reaccionaron las autoridades?

 

Lo primero fue una amenaza suave. Me citó la fiscalía. Cuando llegué, en el despacho estaba presente también el jefe de la Seguridad del Estado del municipio. La fiscal dice: ya has recogido bastantes firmas. Y añade que todo lo que pedía el Proyecto Varela, el pueblo cubano lo tenía ya. Mira, le contesté, yo tengo aquí la Constitución: el artículo 88 dice que la iniciativa legislativa compete también a los ciudadanos, en cuanto recojan al menos 10.000 firmas. Y ella, textual: “A ustedes les ampara la Constitución”. Lo que hice yo fue contar el contenido de ese coloquio en Radio Martí, así que todo el mundo se pudo enterar de que un funcionario público nos decía que nos amparaba la Constitución.

 

Un desafío en plena regla a las autoridades.

 

Pues sí. Efectivamente, a los pocos días me cita el coronel jefe de la Seguridad del Estado de la unidad territorial (que reúne varios municipios). Y me habla muy claro. Quien manda aquí soy yo. Te estoy diciendo que aquí se acabaron las firmas. Y esas clases que estás dando los sábados en tu casa... Yo voy a poner una persona en cada esquina, y tú les tendrás que explicar a los familiares porque acabaron presos. Comuniqué a Oswaldo Payá lo que me había pasado. Él me dice: tú sigue, pero no lo desafíes. Seguí recogiendo firmas, y redacté inmediatamente una denuncia ante la Fiscalía. Conté que el jefe de la Seguridad del Estado me presionó en contra del artículo 88 de la Constitución. El Tribunal Supremo, si nos ajustamos a la ley, tenía que contestarme dentro de 90 días: en tres años no me contestaron.

 

Y tres años más tarde, usted estaba ya en la cárcel.

 

Ya, pero supuestamente no me arrestaron por eso. En el proceso –en el mío como en todos los demás– estaba prohibido hacer cualquier referencia al Proyecto Varela. La sentencia decía: “el acusado mantiene buenas y respetuosas relaciones con el resto de los ciudadanos y carece de precedentes penales”.

 

Pero…

 

Pero me condenaron a 26 años, a pesar de que el fiscal había pedido 15. “Tergiversó informaciones”, es la motivación. Algo que quiere decir todo y nada. Tergiversar, al fin y al cabo, es una palabra muy tergiversable.

No hay peor ciego que el que no quiere ver

Manuel Castro Rodríguez

 

El 18 de marzo próximo se conmemorarán diez años del inicio de la represión castrista conocida por la Primavera Negra, donde setenta y cinco opositores pacíficos –entre ellos veintisiete periodistas independientes-, pertenecientes a casi todo el espectro ideológico cubano, fueron detenidos durante la Primavera Negra de 2003, y condenados a penas de hasta 28 años de prisión, por el 'delito' de informar fuera del control del Estado, lo que provocó protestas en todo Occidente. Véanse:

 

http://www.rsf.org/article.php3?id_article=5249

 

http://www.cpj.org/news/2003/Cuba19mar03na_Sp.html

 

http://www.sipiapa.com/espanol/pressreleases/chronologicaldetail.cfm?PressReleaseID=893

 

http://www.hrw.org/spanish/cuba.html

 

http://www.cidh.oas.org/Relatoria/Spanish/Compren2003/ComPren7203.htm

 

http://www.ifj.org/publications/press/pr/030324cuba.html 

 

La Primavera Negra de 2003 también motivó la protesta de varios intelectuales que siempre fueron aliados incondicionales de la tiranía de los hermanos Castro, como el portugués José Saramago y el uruguayo Eduardo Galeano, quienes publicaron sendos artículos al respecto.

 

José Saramago, premio Nobel de Literatura 2008, quien se consideraba un “comunista libertario”, escribió Ensayo sobre la ceguera, un libro que es una metáfora acerca de cómo el ser humano no ve lo que no quiere ver, de cómo somos renuentes a aceptar todo aquello que se cuestione nuestras concepciones, de ahí la expresión popular “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.

 

En la primavera de 2003, Saramago y Galeano descubrieron súbitamente que Cuba sufre una cruel dictadura que encarcela y asesina a los disidentes. Pero lo peor es que muy pronto ambos se reconciliaron con la peor tiranía que ha sufrido América.

 

 

Cuba duele

Eduardo Galeano

 

Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina.

 

Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan.

 

......

 

Rosa Luxemburg, que dio la vida por la revolución socialista, discrepaba con Lenin en el proyecto de una nueva sociedad. Ella escribió palabras proféticas sobre lo que no quería. Fue asesinada en Alemania, hace 85 años, pero sigue teniendo razón: “La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por numerosos que ellos sean, no es libertad. La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente”. Y también: “Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y una libertad de reunión ilimitadas, sin una lucha de opiniones libres, la vida vegeta y se marchita en todas las instituciones públicas, y la burocracia llega a ser el único elemento activo”.

 

Hasta aquí he llegado

José Saramago

Premio Nobel de Literatura y militante comunista

14 de abril de 2003

 

Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo. Disentir es un derecho que se encuentra y se encontrará inscrito con tinta invisible en todas las declaraciones de derechos humanos pasadas, presentes y futuras. Disentir es un acto irrenunciable de conciencia. Puede que disentir conduzca a la traición, pero eso siempre tiene que ser demostrado con pruebas irrefutables. No creo que se haya actuado sin dejar lugar a dudas en el juicio reciente de donde salieron condenados a penas desproporcionadas los cubanos disidentes. Y no se entiende que si hubo conspiración no haya sido expulsado ya el encargado de la Sección de Intereses de EE UU en La Habana, la otra parte de la conspiración.

 

Ahora llegan los fusilamientos. Secuestrar un barco o un avión es crimen severamente punible en cualquier país del mundo, pero no se condena a muerte a los secuestradores, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo víctimas. Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado.

La Primavera Negra de Cuba

Damas de Blanco

 

En la madrugada del 18 de marzo de 2003, la dictadura militar encabezada por Fidel Castro Ruz lanzó una terrible ola represiva contra periodistas independientes, sindicalistas y pacíficos opositores cubanos.

 

Ante el creciente auge del movimiento opositor cubano, el gobierno optó por la represión, y al amparo de la guerra de Irak, pensando que serviría de cobertura mediática a sus desmanes, lanzó el mayor acto reciente de represión contra la oposición, conocido como las jornadas de La Primavera Negra de Cuba. Cientos de agentes del Departamento de Seguridad del Estado -la policía política cubana- a lo largo de todo el país y de forma sincronizada, allanaron un centenar de hogares, interrogaron a sus moradores, confiscaron sus ordenadores, máquinas de fax, máquinas de escribir, fotos; y finalmente detuvieron a 75 opositores pacíficos, periodistas independientes, defensores de derechos humanos, bibliotecarios y sindicalistas independientes.

 

Del 3 al 7 de abril del mismo año, en una cadena de pseudo-juicios sumarios, setenta y cinco de estos inocentes fueron procesados e injustamente condenados a draconianas penas de prisión que oscilaron entre los 6 y los 30 años. Son los prisioneros de La Primavera de Cuba.

 

Los delitos reales, intolerables para la dictadura: pensar por cuenta propia; escribir sin mandato; discrepar del gobierno en alto; haberse atrevido a pedir firmas para, siguiendo la letra de la misma constitución cubana que lo permite, presentar a votación ante los cubanos una serie de reformas -el exitoso Proyecto Varela; haberse atrevido a escribir, editar y publicar una revista independiente dentro del país- la revista De Cuba. En otras palabras, fueron encarcelados por defender la libertad de expresión, la libertad de pensamiento, los derechos humanos y la democracia, y por promover una petición ciudadana que pide todos estos derechos y libertades.

 

Los delitos atribuidos: ser peligrosos mercenarios al servicio del “imperio del Norte”, conspirar contra la independencia e integridad de Cuba, y un largo etc. de burdos pretextos que serían ridículos de no tener consecuencias tan serias. Cualquier excusa es válida para jueces serviles que interpretan a su gusto una legislación implacable con cualquier conducta que a ojos del gobierno castrista debilite el sistema socialista o favorezca el embargo económico norteamericano.

 

Las draconianas sentencias con frecuencia se basaron en la Ley 88 de 1999, conocida como la “Ley Mordaza”, severamente criticada por su arbitrariedad y la discreción que otorga a los jueces. Según el gobierno, los opositores participaban en las “provocaciones” y actividades “subversivas” lideradas por el jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, James Cason. Sin embargo, la mayoría de los encarcelados no habían visitado nunca esa delegación diplomática, ni mucho menos conocido al señor Cason. Por otro lado, La Sección de Intereses sigue en La Habana, a pleno funcionamiento, y James Cason siguió en su puesto hasta que fue sustituido. El gobierno cubano sabe que nadie se cree sus patrañas, y ni siquiera simuló echar o expulsar al “conspirador en Jefe” de “la conjura” James Cason o cerrar el “centro conspirador” de la sección de intereses.

 

Los tribunales cubanos, que forman parte de la burocracia represiva del régimen, operan sin respetar el derecho a un juicio justo, restringen el derecho a la defensa y violan todas las garantías procesales con las que deberían contar los acusados de acuerdo al derecho internacional de los derechos humanos.

 

Antecedentes: La primavera de Cuba, la oposición florece

 

La ola represiva castrista ocurrió en un momento en que la oposición es fuerte y se hace un hueco en la sociedad cubana. Por eso se denomina La Primavera de Cuba.

 

Los éxitos del Proyecto Varela, que presentó más de las 10,000 firmas exigidas por la constitución para una iniciativa legislativa popular dos veces, pusieron al gobierno cubano a la defensiva. Su primera reacción fue una masiva recogida oficial de firmas para “congelar” la constitución para siempre, una aberración que firmaron supuestamente millones de cubanos, muchos de ellos bajo la presión institucional del régimen.

 

Otro sector de la oposición en pleno auge era el periodismo independiente. En los meses anteriores a la ola represiva, unos valientes periodistas encabezados por Ricardo González y Raúl Rivero, lograron lanzar dentro de la isla una revista independiente -De Cuba. Esto era una gran provocación para la dictadura, que no permite que ningún medio de comunicación cubano escape a su control.

 

En este contexto, la ola represiva puede considerarse en gran medida una reacción del gobierno cubano dirigida contra el Proyecto Varela y el periodismo independiente.

 

Más de la mitad de los encarcelados eran coordinadores del Proyecto Varela, si bien al principal responsable, Oswaldo Payá, quien ya era Premio Sajarov del Parlamento Europeo, el gobierno lo dejó fuera de la cárcel por cálculo político, para evitar darle más prestigio y ayudarle a conseguir un premio Nóbel al que está nominado.

 

Por otro lado más de veinte de los prisioneros son periodistas independientes, lo que demuestra que la intención era golpear a este sector creciente de la oposición, que molesta al régimen.

 

Y sin embargo, la ola represiva fue un evidente error de cálculo. Además de cruel e injusta, la represión fue contraproducente, porque hubo una fuerte reacción internacional de repudio y al mismo tiempo la oposición cubana se ha recuperado y sigue luchando con vigor, pacífica pero valientemente, por la democracia y las libertades.

 

Tras la represión, muchas voces se alzaron para defender a los demócratas injustamente encarcelados. Gobiernos de numerosos países, la Unión Europea, el Papa, organizaciones de defensa de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Reporteros sin Fronteras o Freedom House, intelectuales y artistas, entre muchos otros, alzaron su voz para condenar la arbitraria crueldad y flagrante injusticia de la dictadura castrista.

 


Socialismo o muerte

Oswaldo Payá*

Abril de 2003

 

El Gobierno cubano ha encarcelado a cerca de ochenta defensores de los derechos humanos y periodistas independientes, en una operación represiva de proporciones nacionales. Un día antes de comenzar los bombardeos a Irak, el Gobierno lanzaba una operación de terror que incluye los allanamientos durante muchas horas de los hogares de los pacíficos disidentes. Niños, mujeres y ancianos confinados mientras grupos de una o dos decenas de agentes saqueaban sus casas. Los agentes no dejan un sólo rincón de la intimidad de los hogares sin violar, desde las cartas personales y fotos familiares hasta los recuerdos de familia y todos los libros. ¿Dónde están las balas, los explosivos, los planes subversivos, los mapas de espionaje o las informaciones clasificadas, un plan de secuestro o de terrorismo, dónde una petición de intervención, dónde se ha descubierto una conspiración con el llamado enemigo del norte, dónde una palabra de odio o una ofensa escrita? No encontraron nada de eso. Qué encontraron: algunas computadoras personales, algún equipo de fax, caricaturas de creadores independientes, libros prohibidos, documentos sobre el trabajo y el organigrama de las organizaciones pacíficas, es decir, listas de miembros, planes y recibos de ayuda humanitaria, artículos de prensa, proyectos e ideas sobre los cambios pacíficos y, sobre todo, muchas boletas del Proyecto Varela firmadas por ciudadanos que, apoyados en la Constitución, están pidiendo un Referendo para lograr los derechos fundamentales.

 

¿Quiénes son los detenidos? Líderes que promueven el sindicalismo libre, intelectuales que se atreven a decir lo que piensan y producen ideas libres, periodistas independientes, líderes de organizaciones que promueven los cambios pacíficos hacia la democracia y defienden los derechos humanos. Son más de setenta, entre éstos la casi totalidad de la dirección del Movimiento Cristiano Liberación y cuarenta y dos activistas o coordinadores del Proyecto Varela. Hay que sumar once activistas de este proyecto que habían sido encarcelados en las semanas recientes. La mayoría de los detenidos son activistas o coordinadores del Proyecto Varela. Este proyecto ha sido apoyado por decenas de miles de ciudadanos. Es obvio que una de las causas de esta asonada de terror es el auge del Proyecto Varela entre los ciudadanos. Es esta pérdida de miedo la que hace reaccionar con pánico al régimen. También de esta manera pretenden deshacerse de relevantes figuras del periodismo y de la disidencia y desarticular todo el movimiento cívico dentro de Cuba. Apenas una semana después comenzaron los juicios, calificados por los instructores policiales de sumarísimos. Ninguno de los enjuiciados ha tenido las garantías de un debido proceso. Muchos se enteraron de la fecha del juicio menos de veinticuatro horas antes. Los abogados no pudieron en su mayoría preparar una buena defensa. Se prohibió la entrada a los juicios a los amigos, a la Prensa y a los diplomáticos. Sólo entraron uno o dos familiares cercanos al acusado, los testigos de la Fiscalía y un público selecto, que consistía en agentes del Gobierno. Un gran despliegue de agentes de la Seguridad del Estado impedía que nos acercásemos, los que apoyábamos a nuestros hermanos injustamente juzgados, a los edificios de los tribunales.

 

Se celebraron decenas de juicios simultáneamente en toda Cuba. Centro de las acusaciones: supuesta conspiración para anexar Cuba a EE UU, provocar la intervención armada de esa potencia en Cuba o derrocar al régimen establecido. Los elementos que presentó la fiscalía fueron testigos que difamaron sobre la moral y la conducta de los acusados, es decir, delatores que no faltan en las tiranías. Agentes infiltrados como espías entre la disidencia, que ratificaron las ideas y expresiones que los acusados siempre han hecho públicamente. Además, los trofeos encontrados en los saqueos realizados en las viviendas. Por último, una verborrea fanática, servilista, inconsistente y mentirosa. Muchas afirmaciones sobre supuesta comisión de esos delitos, pero ninguna descripción sobre cómo se cometieron.

 

Sentencias pedidas por la Fiscalía: doce años, quince años, dieciocho años, veinte años, veinticinco años, treinta años de prisión para la mayoría, y cadenas perpetuas para más de una docena de los acusados. Ninguno de los acusados podrá hablar por radio y televisión, a no ser que el sistema de terror lo reduzca psicológicamente para manipularlo. Ni aún así dejarían de tener valor y ser dignos de respeto y admiración, ya que su sacrificio por el pueblo los lleva a ese inmenso riesgo de caer en las manos satánicas de sus verdugos, en total indefensión. Digo esto porque algunos de los acusados, después de varios días confinados en las terroríficas celdas de la Seguridad del Estado, en total indefensión, se han retractado de sus posiciones, en los juicios celebrados. Todo hombre tiene límites para soportar el terror y la tortura psicológica, las amenazas y otros tipos de tortura, esto puede variar de una persona a otra. Pero en este caso lo que no varía es el valor de la causa que defendían todos, la de los derechos de las personas.

 

Esta situación creada en Cuba, dentro del estilo represivo de este régimen, es sumamente grave y peligrosa. Las detenciones y los juicios son totalmente arbitrarias, injustas e ilegales. Pero la dimensiones jurásicas de las condenas pedidas, la descarga de odio contra la disidencia pacífica y la campaña nacional de represión evoca otras situaciones en las que los opositores, miles de ciudadanos, han sido encarcelados en situación de verdaderos rehenes. No es una exageración. Estas condenas de cadena perpetua son una amenaza de muerte para todos los opositores pacíficos cubanos. Lo que ocurre es que, cuando se trata de Cuba, los condicionamientos políticos e ideológicos y las imágenes estratificadas de la supuesta Isla de la Libertad enfrentada al gigante del norte impiden a algunos ver a once millones de seres humanos sometidos a un régimen de «no de derecho» por una oligarquía que, como todas, defiende sus privilegios. Denunciamos este atentado contra la opción pacífica como vía para lograr el inevitable y justo cambio en nuestro país. Ahora que tantas voces se levantan contra la guerra, que nadie quiere, pedimos que nuestro pueblo no sea, una vez más, víctima del olvido y de la hemiplejia moral, quedando solo y recibiendo el silencio de los que en el mundo gritan por otras causas.

 

Esta ola represiva es un intento definitivo por aniquilar el camino pacífico para el cambio y preparar al país para la confrontación y el caos, como si ésta fuera la única alternativa a este orden sin derechos. Esto se expresa en su consigna de «socialismo o muerte». Algo que debería ofender a los socialistas. Pero también es una sentencia de muerte. Los cubanos no queremos apoyo para hacer la guerra, ni el apoyo de la guerra, ni de intervenciones para lograr la democracia. Pero sí la solidaridad mundial para que no aplasten a los que construyen la paz y son los primeros en transitar el camino de la paz hacia la reconciliación y los derechos. Al terminar este artículo me informan que el fiscal del Tribunal de Santiago de Cuba ha pedido la pena de muerte para José Daniel Ferrer García, el líder del Movimiento Cristiano Liberación en esa provincia. Sus acciones han sido todas pacíficas y sin ofensas, sólo ha trabajado intensamente en el Proyecto Varela. Hacemos un llamado urgente a todas las personas de buena voluntad para que levanten su voz para salvar la vida de este pacifista.

 

*El autor, premio Sajarov del Parlamento Europeo, murió en julio de 2012 en un hecho no esclarecido, por lo que el 11 de diciembre de 2013 el Parlamento Europeo solicitó una investigación “internacional e independiente” sobre las circunstancias de su muerte

Declaración de Ramona Copello, madre de Lorenzo Enrique Copello, uno de los tres cubanos negros que los asesinos en serie Fidel y Raúl Castro Ruz ordenaron que fusilaran el 11 abril de 2003, por el delito de secuestrar una embarcación para poder emigrar, sin que nadie resultase lesionado.

Los tres jóvenes se entregaron sin oponer resistencia alguna

Ocho años después de apoyar los fusilamientos de 2003,

Silvio Rodríguez dice estar arrepentido de tal villanía

 

Una nota y unas décimas de Silvio Rodríguez en su blog Segunda Cita (desaparecidas posteriormente pero visibles aún en Cubadebate) lo muestran como opuesto a la pena de muerte, a pesar de haber firmado la carta que apoyaba los fusilamientos de los tres jóvenes negros, que intentaron secuestrar una lancha para irse de la Cuba de Fidel Castro en 2003.

 

Café Fuerte explica que la carta buscaba aplacar las críticas de la comunidad internacional por las largas condenas a 75 disidentes pacíficos y los fusilamientos de los tres jóvenes, sometidos a juicio sumario.


Si me hubiera pasado por la mente que aquella carta podría manipularse para hacerla ver como cómplice de los fusilamientos, jamás la hubiera firmado”, dice Silvio en debate abierto con José Pertierra.

Intelectuales, políticos y artistas cubanos y extranjeros condenaron los juicios por delito de conciencia en Cuba, que serían conocidos como la Primavera Negra de 2003

 

Carta abierta

 

El Gobierno de Fidel Castro, aprovechando la conmoción internacional generada por la guerra en Irak, ha desatado la más violenta represión política de los últimos diez años en Cuba. Entre el 18 y el 21 de marzo pasados fueron arrestados 79 opositores pacíficos, los cuales han sido condenados a penas de hasta 28 años de cárcel por delitos de conciencia.

 

Los abajo firmantes, intelectuales, artistas y políticos del mundo democrático, exigimos al Gobierno cubano la inmediata liberación de todos los disidentes y demandamos el cese de la represión contra la oposición pacífica.

 

Firmas de personalidades cubanas

 

Juan Abreu, José Abreu Felippe, Ricardo Acosta, Juan M. del Águila, Carlos A. Aguilera, Eliseo Alberto, Ramón Alejandro, Irma Alfonso, Orlando Alomá, Diana Álvarez Amell, Jorge Luis Álvarez, Armando Álvarez Bravo, Alberto F. Álvarez García, Antonio Álvarez Gil, Guillermo Álvarez Guedes, Sergio Andricaín, Armando Añel Guerrero, Alejandro Armengol, Jesús J. Barquet, Víctor Batista, Eduardo Béjar, José Bedia, Juan F. Benemelis, Antonio Benítez Rojo, Beatriz Bernal, Juan Antonio Blanco Gil, Alina Brouwer, Malena Burke, Madeline Cámara, José Aníbal Campos, Humberto Calzada, Hugo Cancio, Wilfredo Cancio Isla, Jorge Carrigan, Carlos Caso, Eudel Cepero, Flores Chaviano Jiménez, Nat Chediak, Willy Chirino, Ramón Colás, Enrique Collazo, Armando Correa, Miguel Correa Mújica, Jorge Ignacio Cortiñas, Emilio A. Cosío R., Miguel Cossío Woodward, María Elena Cruz Varela, Belkis Cuza Malé, Manuel Desdín, Maite Díaz, Pablo Díaz Espí, Manuel Díaz Martínez, Rolando Díaz, Néstor Díaz de Villegas, Evelio Domínguez Hernández, Raúl Dópico, Paquito D'Rivera, Jorge Ebro, Vicente Echerri, José A. Escarpanter, Carlos Espinosa, Gloria Estefan, Emilio Estefan, José Antonio Évora, Tony Évora, José Luis Fajardo Trabanco, Roberto Fandiño, Ana Julia Faya, Jorge Febles, Damián Fernández, Lino B. Fernández, Mercedes Fernández Arnais, Ramón Fernández Larrea, Joaquín Ferrer, Jorge Ferrer, Javier Figueroa, Roberto Fontanillas-Roig, Leopoldo Fornés-Bonavía, Martha Frayde, Ileana Fuentes, Guillermo Fuentes, Ernesto Fundora, Patricia García, Andy García, Edmundo García, Manuel García Díaz, Luis Manuel García Méndez, Emilio García Montiel, Héctor García Quintana, Reinaldo García Ramos, Lorenzo García Vega, Antonio Gayoso, Lourdes Gil, Belmaris González, Sauro González, Alejandro González Acosta, Yomar González Domínguez, Roberto González Echevarría, Orlando González Esteva, Yara González-Montes, José Miguel González Llorente, Dominga González Suárez, Antonio Guedes, Germán Guerra, Mariela A. Gutiérrez, Amaury Gutiérrez, Warren Hampton, Julio Hernández, Ernesto Hernández Busto, Alcibiades Hidalgo, María Cristina Herrera, Emilio Ichikawa, Daniel Iglesias Kennedy, Alina Interián, José Iraola, Maya Islas, Iraida Iturralde, Andrés Jorge, José Kozer, Andrés Lacau, Julio Larraz, Boris Larramendi, Alberto Lauro, Felipe Lázaro, Ivette Leyva Martínez, Humberto López Guerra, Rafael López Ramos, Sergio López Rivero, Irene López Kuchilán, Carlos M. Luis, Justo Luis, Pedro Machado de Castro, Eduardo Manet, Ofelia Marín Hudson, Baltasar Martín, Osmin Martínez, Gerardo Martínez, Dionisio D. Martínez, Bernando Marqués-Ravelo, Dennys Matos, Huber Matos, Pablo Medina, Santiago Méndez Alpízar (Chago), Ana Menéndez, Adriana Méndez Rodenas, Carmelo Mesa Lago, Berta Mexidor, Norma Miranda, Marcos Miranda, Marcelino Miyares, Carlos Alberto Montaner, Matías Montes Huidobro, César Mora, Juan Luis Morales, Francisco Morán, Idalia Morejón, Rolando Morelli, Marcia Morgado, Eusebio Mujal-León, Fabio Murrieta, Osvaldo Navarro, William Navarrete, Benigno Nieto, Iván de la Nuez, Alexis Núñez Oliva, Enrique O'Farrill Julien, Eduardo Ojeda, Ernesto Olivera, Joaquín Ordoqui, Antonio Orlando, Mario Parajón, Omar Pascual-Castillo, Enrique Patterson, Ricardo Pau-Llosa, Luis de la Paz, Gina Pellón, Marifeli Pérez-Stable, Gustavo Pérez Firmat, Nicolás Quintana, Juana Rosa Pita, Jorge A. Pomar, Pedro Portal, Iván Portela, Vladimir Ramírez, José Ignacio Rasco, Juan Carlos Recio, Manuel Francisco Reina, Lily Rentería, Andrés Reynaldo, Alejandro Ríos, Enrique del Risco, Isel Rivero, Ena Curnow, Dolores M. Koch, Nereida García-Ferraz, Joel Hernández, Yeimi Ramírez Díaz, Laura Luna, Julio César Séneca Martínez, Taiyana Pimentel, Salvador L. González, Miguel Rivero, Mireya Robles, Albita Rodríguez, Milena Rodríguez Gutiérrez, Annabelle Rodríguez, Arsenio Rodríguez Quintana, Orlando Rodríguez Sardiñas, Irela Roldán Pérez, Teresa María Rojas, Rafael Rojas Gutiérrez, Omar Santana, Miguel Ángel Sánchez, Osvaldo Sánchez, Rolando Sánchez Mejías, Enrico Mario Santí, Pío E. Serrano, Jesús Selgas, Juan Si González, Rosario Suárez, Juan Suárez-Rivas, Elena Tamargo, Nivaria Tejera, Gladys Triana, José Triana, Jorge Trinchet, Grettel Trujillo, Pavel Urkiza, Gustavo Valdés, Zoe Valdés, Ana Valdés-Miranda Crespo, Justo E. Vasco, Jesús Vega, Aurelio de la Vega, Marisela Verena, Carlos Victoria, Fernando Villaverde, Eduardo Zayas-Bazán y Rafael Zequeira.

 

Firmas de personalidades extranjeras, incluidos izquierdistas destacados

 

Héctor Aguilar Camín

Asdrúbal Aguiar

Marcos Aguinis

Pedro Almodóvar

Pedro Altares

Antonio Álvarez Couceiro

Montxo Armendáriz

Rafael Azcona

Roger Bartra

Carlos Barbáchano

Ana Blandiana y otros 60 miembros de PEN Club Roumain

Ana Belén

Felipe Benítez Reyes

Marta Bizcarrondo

Michel Braudeau

Soledad Bravo

Louise Brissette

Alfredo Bryce Echenique

Enma Bonino

Elizabeth Burgos

Javier Campos

Miguel Carmona Ruano

Jorge Castañeda

Adolfo Castañón

Silvia Castillo-Winter

Ricardo Cayuela

Juan Luis Cebrián

Israel Centeno

Eduardo Cerviñol

Eduardo Chamorro

Bernard Comment

Alain Corneau

Corine Cumerlato

Juan Cruz

Mihály Dés

Luc Delannoy

Fernando G. Delgado

Agustín Díaz Yanes

Gabino Diego

Jordi Doce

Christopher Domínguez Michael

Jorge Edwards

Fernando Luis Egaña

Antonio Elorza

Hans Magnus Enzensberger

Joaquín Estefanía

Mark Falcoff

Chales Faulhaber

Brenda Feliciano

José María Fidalgo

Jean François Fogel

Miriam Freilich

Concha García Campoy

Luis García Montero

José Luis García Sánchez

Antonio García Santesmases

Antonio Gómez Rufo

Angeles González-Sinde

Luis Goytisolo

Juan Goytisolo

Félix Grande

Günter Grass

Almudena Grandes

Gustavo Guerrero

Ramón Guillermo Aveledo

Carmen Gurruchaga

Manuel Gutiérrez Aragón

Liliane Hasson

Diego Hidalgo

Solveig Hoogesteijn

Sofía Imber

Trinidad Jiménez

Santos Juliá

Nancy Julien

Enrique Krauze

Monika Krause-Fuchs

Fernando R. Lafuente

Emilio Lamo de Espinosa

Peter Landelius

Jean Claudio Lechin

Joaquín Leguina

Elvira Lindo

Soledad Loaeza

Claudio López Lamadrid

Claudio Magris

Carlos Malamud

Juan Malpartida

Víctor Manuel

José María Maravall

Javier Marías

Manuel Marín

Emilio Martínez Lázaro

Tomás Eloy Martínez

François Maspero

Ángeles Mastretta

Blas Matamoros

Jean Meyer

Adam Michnik

Juan José Millás

Carlos Monsiváis

Rosa Montero

Vicente Molina Foix

Jesús Munárriz

Antonio Muñoz Molina

Maurice Olender

Ernesto Olivera

Ludolfo Paramio

Luis Pastor

Yolanda Patín

Julio Patán

Teodoro Petkoff

Anita Phelps Tovar

Charles Powell

Javier Pradera

Gloria Pradel

Benjamín Prado

Barbara Probst Solomon

Armando Pinto

Marcel Quillévéré

Manuel Rafael Rivero

Sergio Ramírez

Beatrice E. Rangel

Alberto Recarte

Rosa Regás

Eugenia Rico

Miguel Ríos

Manuel Rivas

Denis Rousseau

Félix Romeo

Fanny Rubio

Joaquín Sabina

Adolfo Salgueiro

Rosa María Sardá

Fernando Sánchez Dragó

Fernando Savater

Guillermo Sheridan

Gonzalo Sichar Moreno

Carlos Solchaga

Sergio Staino

Ilan Stavans

Antonio Tabucchi

Gustavo Tavares

Hermann Tertsch

Ana Teresa Torres

Maruja Torres

Nadine Trintignant

David Trueba

Fernando Trueba

Julio Trujillo

Fernando Vallespín

Mario Vargas Llosa

Gerardo Vera

Ignacio Vidal-Folch

Luis Antonio de Villena

Juan Villoro

José Miguel Vivanco

Jorge Volpi

Luis Yáñez

Pablo Zinger

Intelectuales y artistas cubanos

que apoyaron los fusilamientos de 2003

 

Como de todo hay en la viña del Señor, un grupo de intelectuales y artistas cubanos apoyaron los fusilamientos de 2003. Llama la atención que al menos cuatro de los que apoyaron estos crímenes se habían declarados públicamente como católicos: Fina García Marruz, Eusebio Leal, Amaury Pérez y Cintio Vitier.

 

Alicia Alonso (bailarina)

Miguel Barnet (escritor)

Leo Brouwer (músico)

Octavio Cortázar (cineasta)

Abelardo Estorino (escritor)

Roberto Fabelo (pintor)

Pablo Armando Fernández (escritor)

Roberto Fernández Retamar (escritor)

Julio García Espinosa (cineasta)

Fina García Marruz (poetisa)

Harold Gramatges (músico),

Alfredo Guevara

Eusebio Leal (historiador)

José Loyola (músico)

Carlos Martí (poeta)

Nancy Morejón (escritora)

Senel Paz (escritor)

Amaury Pérez (cantautor)

Graziella Pogolotti (escritora)

César Portillo de la Luz (músico)

Omara Portuondo (cantante)

Raquel Revuelta (actriz)

Silvio Rodríguez (cantautor)

Humberto Solás (cineasta)

Martha Valdés (cantautora)

Chucho Valdés (músico). Hijo del gran músico exiliado Bebo Valdés, quien ha declarado que no volvería a Cuba mientras haya una tiranía. Después de residir durante medio siglo en Suecia, ahora Bebo Valdés vive con su hijo Chucho en España.

Cintio Vitier (escritor).

Cuando la suerte acompaña

Tania Quintero

20 de marzo de 2007

 

Castro y el presidio político. A propósito de la Primavera Negra de marzo de 2003

 

Fidel Castro ha sido un gran afortunado. Hijo de un gallego dueño de tierras en el Oriente de Cuba, pudo estudiar en escuelas católicas privadas y a cargo de padres jesuitas. No tuvo problemas para matricular la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana: si fuera en estos años, no habría podido hacerse abogado, porque tenía antecedentes “subversivos” —y ahora, según él mismo ha dispuesto, “la universidad es para los revolucionarios”.

 

Sus biógrafos aseguran que en sus años mozos alternó el pandillerismo con acciones cívicas que iban desde la organización de reuniones y manifestaciones callejeras, hasta la publicación de denuncias en los principales periódicos y revistas de la época.

 

Castro siempre supo sacar provecho de las ventajas democráticas ofrecidas por una sociedad donde existía libertad de prensa y de asociación. Precisamente esas libertades le posibilitaron erigirse como líder opositor, porque si no hubiera sido por los medios de comunicación, nadie habría sabido quién era aquel oriental que se adaptó tan pronto a vivir en La Habana.

 

El golpe de Estado de Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, tampoco impidió a Fidel Castro continuar con su meta de llegar al poder por cualquier vía. Aunque era dictatorial el gobierno que ese día se instaló en el país, Castro no tuvo mayores dificultades para nuclear a casi un centenar de jóvenes de distintas provincias, reunir dinero y armas, y entrenarse en terrenos de las afueras de la capital. Actividades bien distintas a las que hoy realizan en Cuba los grupos disidentes, caracterizados por su pacifismo.

 

Lo demás es conocido: el 26 de julio de 1953 comandó el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, con muertos y heridos en ambos bandos. Salió ileso. Unos días después, el 1 de agosto, un militar negro lo encontraría en una chabola en las afueras de Santiago de Cuba. Antes de 1959 había en la Isla militares pundonorosos: ello explica por qué este hombre no lo mató ni lo maltrató. Lo arrestó con el decoro del que hoy carecen algunos uniformados en las penitenciarias cubanas.

 

Si un cubano intentara hacer hoy lo que hizo Fidel Castro en 1953, sería matado sin contemplaciones. Si fueran varios, todos habrían sido fusilados. ¿O es que ya olvidamos lo que hicieron con el general Arnaldo Ochoa, Tony de la Guardia y los otros acusados de narcotráfico en 1989, un delito que no conlleva la pena de muerte en ningún Estado de derecho?

 

Por preparar y dirigir el asalto a un cuartel militar, Castro recibió una sanción de 15 años, benigna si la comparamos con los 18, 20, 25 y 28 años a los que condenaron a 75 opositores pacíficos en abril de 2003. Pero como la suerte siempre ha estado de su lado, Castro sólo cumplió 22 meses. El 15 de mayo de 1955, él y sus seguidores salieron en libertad incondicional del Presidio Modelo de Isla de Pinos, gracias a una amnistía general concedida por Batista, militar que pese a su fama de sanguinario no solamente preservó la vida de Castro sino impidió que le pusieran una mano encima.

 

Prisión infecunda

 

Las condiciones en que cumplen sus largas penas los presos políticos cubanos en la actualidad no tienen nada que ver con las que cumplieron en Isla de Pinos los asaltantes al Moncada. A ellos les permitieron permanecer juntos en una espaciosa celda común. El único aislado fue Fidel Castro, por ser considerado “el cabecilla”.

 

Para tener una idea de cómo pasó esos 22 meses, basta leer el libro La prisión fecunda, del periodista Mario Mencía, o visitar el Museo de la Revolución en La Habana. Si no la han quitado, ahí puede verse una foto donde aparece un Fidel Castro joven y rozagante, vestido de civil a pesar de su condición de preso, hablando con un guardia del presidio. Y al fondo de la imagen, se aprecia un estante con libros.

 

En su amplia y ventilada celda, el futuro “máximo líder” tenía una cocinilla eléctrica. Ni en esas condiciones se privó de comer sus platos preferidos. Se cuenta que una vez protestó porque no le permitieron tener un pequeño refrigerador: actualmente ni siquiera un ventilador portátil le permiten tener a los presos políticos en sus calurosas, oscuras y pestilentes celdas.

 

Castro también tuvo en Isla de Pinos lo suficiente para mantener limpio y pulcro el espacio asignado tras las rejas: no soporta la falta de aseo. Después de cocinar y limpiar, el tiempo lo invertía en leer los libros que amigos y familiares le hacían llegar; escribir cartas de amor a Naty Revuelta y redactar documentos con instrucciones políticas dirigidos a Melba Hernández y Haydeé Santamaría, dos de sus colegas en el asalto al cuartel Moncada y quienes, por ser mujeres, sólo cumplieron siete meses en Guanajay, prisión que pese a su antigüedad sigue siendo una de las mejores de Cuba.

 

¿Por qué?

 

¿Por qué Fidel Castro, que tan bien la pasó cuando fue prisionero político, permite que se maltrate a los cubanos encarcelados por el “delito” de tener la valentía de discrepar públicamente de su autoritario régimen?

 

La mayoría de los casi 300 presos políticos cubanos tienen el doble y más de la edad que Castro tenía cuando permaneció 22 meses en presidio. Los presos políticos no han tenido juicios con las garantías procesales que tuvo Fidel Castro en la Audiencia de Santiago de Cuba, en octubre de 1953 (por su condición de abogado, le autorizaron hacer su propia defensa). Los presos políticos no han llegado a los calabozos con la misma salud y alimentación del asaltante y posterior guerrillero.

 

Maltratar como lo hacen, física y psíquicamente, a los presos políticos —y las consiguientes secuelas que esos maltratos dejan en sus familiares— constituyen delitos que algún día tendrán que ser juzgados.

 

Mientras, tengamos presente que si los militares de Batista hubieran actuado como lo hacen hoy determinados miembros del Ministerio del Interior, difícilmente Fidel Castro hubiera podido hacerse con el sillón presidencial y gobernar ininterrumpidamente durante 48 años. Gracias, claro, a la ausencia de libertades, la censura y la represión.

 

 

 

Recuerdos de una catástrofe

A propósito de la Primavera Negra:

¿Existe en Cuba la tortura?

Héctor Palacio

16 de marzo de 2007

 

Eran las seis y tanto de la tarde del día 20 de marzo de 2003, cuando se aparecieron en mi casa decenas de oficiales de la Seguridad del Estado. Venían acompañados de fiscales, jueces, “testigos de los Comités de Defensa de la Revolución”, y un grupo paramilitar llamado “Factores”. Esos que se brindan por miedo y prebendas, para hacer el juego sucio y ayudar a llevar a inocentes pensadores a las terribles cárceles de mi ensombrecido país.

 

En unas horas, se llevaron en grandes sacos de nylon casi todo lo que había en la casa. Lo más doloroso, más de 1.500 libros de la biblioteca independiente que preside mi esposa Gisela. Entre esos peligrosos volúmenes, estaban las obras de José Martí, la Constitución de la República y una variada colección de literatura prohibida por el gobierno totalitario de La Habana. ¡Un crimen intelectual inexplicable ante un mundo cada vez más civilizado!

 

Ya en la noche, incomunicado, me encontraba entre las temibles celdas del cuartel general de la Seguridad del Estado. A mi lado, tres acusados de tráfico de drogas, todos muy violentos, en un pedacito de oscuridad donde apenas si podíamos caminar. Así transcurrieron unos pocos días, con interrogatorios día y noche en los que me anunciaron hasta el paredón de fusilamiento, la cadena perpetua, lo que le pasaría a la familia… para quebrantar mi voluntad.

 

De pronto, sin abogados, ni recurso alguno, fuimos sometidos a un juicio sumarísimo, sin estar en tiempos de guerra. La petición de cadena perpetua podía ser, mas sabrá usted. El juicio fue una farsa. Todo estaba coordinado: el tribunal, los jueces, la fiscal, los instructores y parte del público, así como aquellos miserables testigos que decían llamarse agentes infiltrados de la Seguridad del Estado.

 

Aquella masacre política

 

Horas después, nos llevaron a las prisiones de mayor rigor: unos fueron para el oriente de la Isla, otros, como fue mi caso, para cárceles de occidente. Eso sí, lo más alejado posible de la familia, que con esta situación han sido sancionadas también indirectamente; más en un país donde no existe transporte público, ni hoteles para los cubanos, ni seguridad para los que nos oponemos a la dictadura.

 

Allí fui instalado en una celda tapiada, llena de insectos, ratas, etcétera, sin asistencia médica e incomunicado con el exterior. La temperatura a veces superaba los 45 grados. Toda era delirante. Al pasar los meses, sin sol, sin movilidad, se me fue quebrantando la salud. Ahí comenzó la otra parte del problema. Fui ingresado en varios hospitales, donde poco a poco me diagnosticaron más de doce enfermedades irreversibles, muchas muy graves.

 

Casi cuatro años después, el gobierno me otorgó una licencia extrapenal por mi deteriorado estado de salud. Ahora estoy en mi casa, apenas puedo caminar, no encuentro la solución médica para mis padecimientos; no existe en este país. Además, me han negado la historia clínica de los dos años y ocho meses que permanecí ingresado, muchas veces entre asesinos, tuberculosos, locos…

 

Lo más doloroso es que, aun siendo inocentes, quedan en las cárceles crueles e inhumanas 59 hermanos de aquella masacre política, una vergüenza para los gobernantes cubanos. Treinta y uno de estos opositores pacíficos están en muy mal estado de salud. Los integrantes de la Causa de los 75 tienen además su primer mártir, Miguel Valdés Tamayo, muerto de un infarto después de haber sufrido el primero en las mazmorras de la Isla.

 

He brindado muchos testimonios a la prensa y medios de comunicación internacionales, y también a la prensa independiente cubana, contando estas terribles vivencias. Lo que más me asombra es la pregunta que siempre hacen los periodistas al final: Palacios, ¿existe en Cuba la tortura?

Las condenas y los odios perpetuos

Raúl Rivero*

11 de noviembre de 2013

 

El totalitarismo tiene, en su variado inventario de enemigos que respiran el aire de Cuba y se mueven en aquella geografía, un sitio particular, un espacio aparte para los cubanos que fueron encarcelados con largas condenas en el año 2003, durante la llamada Primavera Negra, y que, después de las liberaciones del 2010, se han negado a salir del país.

 

Se percibe un ensañamiento, una obstinación por tenerlos bajo algunas de las categorías de sus arsenales de castigos. Por hacerles sentir que, aunque no se vean obligados a estar listos para los recuentos de presos en algunas de las 300 cárceles de la nación, tengan que acostarse a dormir convencidos de que el Estado les reserva para el momento que lo estime oportuno un camastro de cemento, una reja mohosa, un candado chino y una indescifrable y empercudida cuchara de aluminio borroso.

 

El periodista y escritor Jorge Olivera, condenado a 20 años, colaborador de diversos medios de prensa desde La Habana y autor del conocido blog Cenizas Alumbradas tiene una reflexión especial sobre el asunto.

 

“Es oportuno aclarar”, dice, “que aunque ninguno de los condenados en los juicios sumarios de 2003 se encuentra tras las rejas, me refiero a los que optamos por quedarnos en Cuba, la condena no ha expirado. Los precarios límites de la libertad penden de una Licencia Extrapenal que no anula el dictamen de la fiscalía. O sea que el régimen puede ordenar un retorno a la prisión sin tener que recurrir a un nuevo juicio”.

 

Olivera ha publicado seis libros fuera de Cuba, obtuvo una beca en la Universidad de Harvard en 2010 y no le permitieron viajar. Es presidente del Club de Escritores de Cuba y miembro de honor del PEN inglés.

 

El caso del autor de Sobrevivir en la boca del lobo y Huésped del infierno es la reproducción de la reiterada torpeza de los represores: matar al mensajero. Olivera, uno de los fundadores del periodismo independiente a finales de la década de los noventa del silo pasado, asume su ostracismo sin dejar contar y de opinar sobre lo que pasa en la escena cubana.

 

El rastro del rencor y la represión sigue hasta los economistas Martha Beatriz Roque y Arnaldo Ramos Lauzerique, el doctor Oscar Elías Biscet y los activistas y dirigentes de grupos opositores como José Daniel García Ferrer, Félix Navarro, Librado Linares, Iván Hernández Carrillo y Ángel Moya, entre otros ciudadanos.

 

Los jefes del régimen actúan como si la soberbia y la noción de propiedad privada que tienen sobre el territorio nacional les impidiera aceptar que esas personas decidieron permanecer en la tierra donde nacieron para continuar con una labor que, algunos de ellos, han realizado por más de 20 años. Y aseguran que la van a seguir.

 

* El autor es periodista y poeta. Fue condenado a 20 años de prisión durante la Primavera Negra de 2003.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.