CRISIS FINANCIERA DE 2008,

INICIO DE LA GRAN RECESIÖN

Un banquero de inversiones

cuenta la verdad sobre la crisis financiera

Cinco años en el limbo

Joseph E. Stiglitz

13 de octubre de 2013

 

Aparentemente, cuando el banco de inversión estadounidense Lehman Brothers colapsó en 2008 y detonó la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, se formó un amplio consenso sobre la causa de la crisis.

 

Un sistema financiero inflado y disfuncional había asignado incorrectamente el capital y, en vez de gestionar el riesgo, lo creó.

 

La desregulación financiera –junto con el dinero barato– contribuyó a una excesiva toma de riesgos. Y la política monetaria sería relativamente ineficaz para revivir la economía, incluso si se lograba evitar el colapso total del sistema financiero con dinero más barato aún. Por lo tanto, sería necesaria una mayor dependencia de la política fiscal (un mayor gasto gubernamental).

 

Cinco años más tarde, mientras algunos se felicitan a sí mismos por evitar otra depresión, nadie en Europa o Estados Unidos puede afirmar que la prosperidad ha regresado. La Unión Europea recién está emergiendo de la recaída en la recesión (y, en algunos casos, de una doble recaída), mientras que algunos estados miembros están en depresión. En muchos países de la UE, el PBI se mantiene por debajo, o insignificantemente por encima, de los niveles previos a la recesión. Casi 27 millones de europeos están desempleados.

 

Algo similar ocurre en Estados Unidos: 22 millones de personas que desean un empleo a tiempo completo no logran encontrarlo. La tasa de actividad en la fuerza de trabajo estadounidense ha caído a niveles que no se veían desde que las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en forma masiva. El ingreso y la riqueza de la mayoría de los estadounidenses se encuentran por debajo de niveles que habían registrado mucho antes de la crisis. De hecho, el ingreso típico de un trabajador masculino a tiempo completo es menor que hace más de cuatro décadas.

 

Sí, hemos hecho algunas cosas para mejorar los mercados financieros. Hubo algún aumento en los requisitos de capital, pero mucho menos de lo necesario. Algunas de las derivadas riesgosas –las armas financieras de destrucción masiva– han sido incluidas en bolsas de valores. Eso aumentó su transparencia y redujo el riesgo sistémico, pero aún se negocia un elevado volumen en opacos mercados no organizados, lo que significa que sabemos poco sobre la exposición al riesgo de algunas de nuestras mayores instituciones financieras.

 

De igual manera, se ha puesto freno a algunas prácticas crediticias predatorias y discriminatorias, y comportamientos abusivos de las tarjetas de crédito; pero todavía sobreviven conductas con el mismo nivel de explotación. Los trabajadores pobres continúan siendo explotados demasiado a menudo a través del sistema de adelantos de efectivo a tasas de usura. Los bancos que dominan el mercado aún obtienen elevadas tarifas por las transacciones con tarjetas de débito y crédito a los comerciantes, quienes se ven obligados a pagar varias veces el precio que toleraría un mercado verdaderamente competitivo. Esto es, sencillamente, un impuesto, en el cual los ingresos enriquecen las arcas privadas en vez de destinarse a propósitos públicos.

 

Otros problemas continúan sin ser tratados y algunos han empeorado. El mercado hipotecario estadounidense aún sigue conectado a un respirador: el gobierno ahora asegura más del 90% de las hipotecas y la administración del presidente Barack Obama ni siquiera ha propuesto un nuevo sistema que garantizaría préstamos responsables con términos competitivos. El sistema financiero se ha concentrado aún más, algo que exacerbó el problema de los bancos que no solo son demasiado grandes y están demasiado interconectados y correlacionados para caer, sino que también son demasiado grandes para ser gestionados y responsabilizados. A pesar de un escándalo tras otro, desde lavado de dinero y manipulación del mercado hasta discriminación racial en los créditos y ejecuciones ilegales de hipotecas, ningún funcionario de alto nivel ha sido responsabilizado; cuando se impusieron sanciones financieras, fueron mucho menores de lo necesario, no fuera a ser que las instituciones sistémicamente importantes pudieran verse en peligro.

 

Las agencias de calificación de crédito han sido declaradas responsables en dos juicios privados. Pero también en este caso lo que pagaron fue una fracción de las pérdidas que causaron sus acciones. Algo más importante aún, el problema subyacente –un sistema de incentivos perversos en el que reciben dinero de las empresas a las que califican– aún debe cambiar.

 

Los banqueros presumen de haber pagado totalmente los fondos de rescate del gobierno que recibieron cuando comenzó la crisis. Pero nunca parecen mencionar que cualquiera que hubiera recibido enormes créditos gubernamentales a tasas de interés cercanas a cero podría haber ganado miles de millones con el mero hecho de prestar nuevamente ese dinero al gobierno. Tampoco mencionan los costos impuestos al resto de la economía –una pérdida acumulada del producto en Europa y EE. UU. que supera largamente los $5 billones.

 

Mientras tanto, resultó que quienes sostuvieron que la política monetaria no sería suficiente estaban en lo cierto. Sí, todos fuimos keynesianas, pero por demasiado poco tiempo. El estímulo fiscal fue reemplazado por la austeridad, con efectos adversos predecibles –y predichos– sobre el desempeño de la economía.

 

Hay en Europa quienes están contentos porque la economía puede haber tocado fondo. Con el regreso del crecimiento del producto, la recesión –definida como dos trimestres consecutivos de contracción económica– oficialmente ha terminado. Pero, sin importar cómo se la mire en busca de resultados significativos, una economía en la cual los ingresos de la mayoría de la gente se encuentran por debajo de sus niveles previos a 2008, aún está en recesión. Y una economía en la cual el 25 % de los trabajadores (y el 50 % de los jóvenes) están desempleados –como ocurre en Grecia y España– continúa deprimida. La austeridad ha fracasado y no hay perspectivas de un pronto regreso al pleno empleo (no sorprende que las perspectivas para Estados Unidos, con su versión más limitada de la austeridad, sean mejores).

 

El sistema financiero puede ser más estable que hace cinco años, pero eso implica un bajo listón: en ese momento, se tambaleaba al borde del precipicio. Quienes se felicitan a sí mismos en el gobierno y el sector financiero por el regreso de los bancos a la rentabilidad y las tibias –aunque difíciles de conseguir– mejoras regulatorias, deben centrarse en lo que todavía resta por hacer. Solo un cuarto del vaso está, como mucho, lleno; para la mayor parte de la gente, las tres cuartas partes están vacías.

 

Joseph E. Stiglitz es profesor en Columbia University y premio Nobel de Economía 2001

¿A qué le temen los banqueros?

Moisés Naím

12 de octubre de 2013

 

Los mayores miedos son el caos financiero mundial por el cierre del Gobierno de EEUU y la desaceleración de los países emergentes

 

Esta es la época del año en la cual las aves que viven en el norte migran al sur y los banqueros de todas partes vuelan a Washington. Son los días de la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales de un sinnúmero de países se instalan en Washington para hablar con sus colegas, con los directivos del FMI y del BM y con los banqueros del sector privado.

 

Para quienes creen que lo que pasa en el mundo se debe a las conspiraciones y maniobras de los ricos y poderosos, este encuentro es una fuente inagotable de especulaciones. Los banqueros que causaron la crisis económica mundial y que, en vez de pagar las consecuencias, se enriquecieron aún más, se reúnen para celebrar sus logros, acordar nuevas estrategias para seguir incrementando sus fortunas y cooptar a los ministros, que en vez de servir al público les sirven a ellos. Esta es la percepción de muchos. Y como todas las teorías conspirativas, se basa tanto en fantasías y exageraciones como en realidades incuestionables. No hay duda, por ejemplo, de que los banqueros gozan de desproporcionada influencia, que sus conductas contribuyeron a la catástrofe económica y que, en general, sus errores no les han costado tanto como al resto de la sociedad, que sigue sufriendo los efectos de sus desmanes.

 

Todo esto es cierto. Pero también es cierto que no todos los banqueros salieron ilesos de la crisis, que los Gobiernos y la sociedad han impuesto nuevas restricciones a los bancos y que en el sector financiero hay una feroz competencia. A JPMorgan, por ejemplo, le van a costar cerca de 11.000 millones de dólares las gigantescas multas que le ha impuesto el Gobierno estadounidense. Más aún, los bancos se enfrentan a un ambiente mundial lleno de riesgos, donde un error de cálculo acarrea inmensas pérdidas. Solo un ejemplo: según el FMI, si las tasas de interés a largo plazo subieran tan solo un 1%, los tenedores de bonos sufrirían pérdidas de 2,3 billones de dólares.

 

De hecho, una de las motivaciones del peregrinaje anual de los banqueros a Washington es obtener información que les ayude a calibrar los riesgos que afrontan. Este año, los temas que preocupan a los banqueros son muy diferentes a los que dominaron las citas precedentes. Antes, el mayor temor era la posible implosión económica de Europa; ahora es la disfuncionalidad política de Estados Unidos. Seguramente, se va a evitar el caos financiero mundial que se generaría si el Congreso de EEUU no aprueba el aumento de la deuda del Gobierno. Pero el miedo a que la economía más importante e interconectada del mundo sufra periódicos accidentes en su gobernanza que le impidan funcionar normalmente ha quedado marcado en las mentes de los banqueros. Otro motivo de inquietud en años anteriores era la falta de crecimiento económico en las economías desarrolladas. Ahora lo es la inminente desaceleración de los países emergentes. Del año 2000 a hoy, estos países (China, India, Brasil, Indonesia, Turquía, etcétera) crecieron en promedio al 6% anual, mientras que EEUU lo hacía al 2%. Ahora la economía del 80% de los países emergentes está creciendo más lentamente. Les vienen años de vacas flacas.

 

Esta desaceleración inevitablemente tendrá consecuencias sociales y políticas. Es posible que arrecien las protestas callejeras que han sorprendido a Gobiernos y políticos de diversos países, y que también se extiendan a otras naciones que todavía no las han padecido. Esto preocupa a los banqueros. Las revueltas, sus causas, sus secuelas y las respuestas que deben dar los Gobiernos en términos de mejoras económicas y reformas políticas aparecen en casi todas las conversaciones, lo cual es otra novedad.

 

Finalmente, una cuestión que surge cada vez con más frecuencia es la desigualdad. En los círculos financieros hay más conciencia de que la inequidad económica, la exclusión social y otros tipos de injusticia ya no pueden ser tolerados o encubiertos como en el pasado. Los banqueros no tienen soluciones para esto. Pero es muy llamativo que en las reuniones donde la principal preocupación es cómo hacer más dinero, ahora aparezca de manera recurrente la preocupación de cómo hacer para que la inequidad no se convierta en una fuente de inestabilidad.

 

No importa si esta preocupación se debe a que hay más conciencia social entre los banqueros o a su miedo a que los estallidos sociales perjudiquen sus negocios. Lo interesante es que un tema que antes no formaba parte de estas conversaciones ahora es omnipresente.

Nouriel Roubini:

Worst Financial Crisis Since the Great Depression

and Worst U.S. Recession in Decades

Julio de 2008

Los restos del huracán

Sandro Pozzi

15 de septiembre de 2013

 

La economía mundial aún sufre los efectos de la quiebra de Lehman Brothers cinco años después

 

Hace hoy cinco años, el suelo de Manhattan tembló en el número 745 de la Séptima Avenida. Al edificio que ahí se alza es donde señalan en los tours cuando los turistas preguntan por el epicentro de la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión. Esa era la sede de Lehman Brothers. Ya hubo un serio aviso unas calles más abajo, en el 383 de Madison Avenue, la torre ocupada por Bear Stearns. Los dos rascacielos lucen ahora colores diferentes, los de sus nuevos dueños, Barclays y JP Morgan. Pero el mundo no se ha recuperado aún de aquel shock.

 

El origen de la crisis financiera se sitúa en la primavera de 2007, cuando el banco de inversión Bear Stearns advirtió que unas carteras que apostaban en deuda hipotecaria se fueron a pique. El léxico financiero se complicó de golpe, al quedar secuestrado por términos técnicos como subprime (préstamos de baja calidad), credit default swaps (CDS, el seguro que pagan los inversores para protegerse frente a las pérdidas) o mortgage backed securities (MBS, paquetes de inversión a base de hipotecas).

 

Todo estaba bajo control, decía la Reserva Federal. Hasta que Bear Stearns tuvo que ser rescatada un año después, el 24 de marzo de 2008, por JP Morgan Chase con la asistencia del Tesoro. Se optó por esa vía por tratarse de una entidad sistémica, clave para la economía, de las llamadas demasiado grandes para caer. No pasó lo mismo con Lehman Brothers, también hasta el cuello de deuda basura. En su caso no hubo red de seguridad, con lo que acabó protagonizando la mayor quiebra de la historia. Para evitar una suerte similar, Merrill Lynch optó por integrarse en Bank of America ese mismo día. El resto del mundo no tardaría en notar el temblor.

 

Una tras otra cayeron las piezas de un dominó que forzó a los Gobiernos a abrir el grifo de las ayudas para salvar sus sistemas financieros. Washington ofreció asistencia sin límite a las entidades hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, salió en auxilio de la gigantesca aseguradora American International Group (AIG) y después lanzó el salvavidas nada menos que a Bank of America y Citigroup.

 

La Reserva Federal cifra en 12,6 billones de dólares la cantidad que movilizó para estabilizar el sector financiero, lo que equivale a más del 80% del PIB de 2007. Eso sin contar con unos tipos de interés estancados en el 0% desde diciembre de 2008 y tres rondas de estímulos que provocaron que el balance de la Reserva Federal se multiplicara por cuatro en cinco años, desde los 925.750 millones previos a la quiebra de Lehman.

 

Para salvar a la banca —y de paso, la economía— la Administración de George W. Bush creó un programa de asistencia a activos problemáticos (llamado TARP, sus siglas en inglés). El plan contó inicialmente con 700.000 millones de dólares, aunque el desembolso final fue de 418.000 millones. Parte del dinero se dirigió también hacia General Motors y Chrysler, para financiar su reflote. Cinco años después, la parte del plan de rescate correspondiente a la banca tiene unos beneficios de 27.600 millones.

 

Muchas de las instituciones que recibieron ayuda no eran estadounidenses, como Société Générale, BNP Paribas o Deustche Bank. Las ramificaciones del sector financiero provocaron que la crisis se dispersara con rapidez por todo el planeta, afectando especialmente a las economías industrializadas, donde las vulnerabilidades y los excesivos riesgos asumidos por sus bancos quedaron completamente al descubierto. Eso forzó a los bancos centrales a abrir de forma coordinada líneas de liquidez en dólares, porque las cañerías del sistema financiero se quedaron literalmente secas.

 

La crisis financiera provocó la que se considera ya como la primera recesión planetaria: según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB mundial sufrió una contracción del 0,7% en 2009. En las economías avanzadas, el saldo negativo fue del 3,7%, mientras que los emergentes se convertían en los flotadores del crecimiento global.

 

La confusión sobre lo sucedido no se ha despejado del todo. La gran pregunta es qué habría pasado si se hubiera rescatado a tiempo el banco dirigido por Dick Fuld, uno de los villanos de la crisis. Lo más probable es que las cosas no hubieran sido muy diferentes. La bautizada como la Gran Recesión ya había comenzado en EE UU en diciembre de 2007, siete meses antes de la caída de Lehman. Fue la confluencia de varios factores la que la produjo: la concesión de préstamos por parte de los bancos a clientes que no lo merecían, el pobre trabajo de las agencias que ponen nota a la deuda, una regulación financiera laxa y una serie de incentivos públicos que animaron a que se prestara y se pidiera prestado. En otras palabras, el dinero fácil y el aparente exceso de liquidez hincharon la burbuja durante la expansión hasta explotar.

 

Si la desregulación financiera es uno de los factores que provocaron la catástrofe, se puede señalar entonces a varios responsables. El proceso se inició con el republicano Ronald Reagan, que gobernó en los años ochenta, aunque fue con el demócrata Bill Clinton, una década después, cuando se abonó el terreno a los excesos que llevaron a colapso de Lehman. Bajo su presidencia murió la Ley Glass-Steagall, que en 1933 había levantado un muro de separación entre la banca de inversión y la comercial para evitar que se produjera un crash bursátil como el de 1929.

 

También con Bill Clinton cobraron vida nuevas leyes que desregularon los contratos de futuros y forzaron a los bancos a conceder préstamos a propietarios con un pobre historial crediticio. Todo ello sucedió con Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal y fue abrazado después por George W. Bush. El propio Greenspan admitió más tarde que el error fue confiar en que los bancos serían capaces de regularse a sí mismos.

 

Otro de los protagonistas de aquellos días fue Lawrence Summers, responsable del Tesoro con Bill Clinton, y ahora, el preferido de Barack Obama para ponerse al frente de la Reserva Federal cuando expire el mandato de Ben Bernanke a finales de enero. El aniversario de Lehman, de hecho, invita a muchos en Washington a revisitar su trabajo y analizar sus posibles conexiones con la crisis financiera. Si finalmente es propuesto para dirigir el banco central, muchos lo interpretarán como una vuelta al pasado. La candidatura de Summers, de hecho, da pie estos días a examinar si realmente se aprendieron las lecciones del colapso de Lehman y del efecto dominó que tuvo en jaque al resto de la economía mundial.

 

Una de las respuestas a la crisis en EE UU fue la Ley Dodd-Frank, una reforma del sistema financiero destinada a reforzar la supervisión de las grandes entidades y a obligarlas a elevar sus colchones de capital. Cinco años después, los reguladores aseguran que el sistema financiero es hoy más seguro, que el dinero del contribuyente está protegido y que en la próxima crisis las cosas se harán de una manera más ordenada, sin que domine el pánico. Sin embargo, la Ley Dodd-Frank y las nuevas normas internacionales no evitaron que el concepto de demasiado grande para caer siga siendo una realidad. Solo hay que ver el actual tamaño de JP Morgan, convertido en el mayor banco de EE UU, con unos activos superiores a los 2,5 billones de dólares.

 

Las cuatro mayores firmas financieras de EE UU son hoy un 30% más grandes que antes del colapso de Lehman Brothers. La aplicación de la nueva regulación financiera, que busca que los bancos sean más transparentes, va con retraso a escala internacional, mientras en paralelo se debate sobre la necesidad de levantar de nuevo un cortafuegos en el negocio de los grandes bancos, al estilo de la Ley Glass-Steagall, una iniciativa que se topa con el poderoso lobby de Wall Street.

 

Hay pocas dudas acerca de que la exigencia de una mayor liquidez a los bancos permita que tengan más margen para capear el próximo revés. Las pruebas de estrés, como las que realiza la Reserva Federal, están sirviendo para poner freno a lo que gastan los bancos para tener contentos a los accionistas. Además, la regulación financiera cubre ahora a más entidades, y la Fed cuenta con poderes adicionales para actuar. A escala global, el FMI considera que las reformas avanzan en la buena dirección. Pero también dice que la estructura básica del sistema financiero sigue siendo la misma que antes de la crisis y advierte de los peligros que ello supone. En otras palabras: es demasiado compleja y los activos están concentrados en bancos sistémicos, demasiado grandes para caer.

 

Si la repuesta a unos eventos extraordinarios fue extraordinaria, también lo fueron las consecuencias. Al hacer balance de la crisis, la Reserva Federal de Dallas acaba de publicar un estudio en el que revela que la Gran Recesión va a costar hasta 120.000 dólares a cada familia en EE UU, lo que equivale a una pérdida de poder adquisitivo de hasta 14 billones de dólares. Es como borrar de un plumazo casi todo el PIB de la mayor potencia del mundo.

 

La cifra es producto de la pérdida de valor del patrimonio y de la caída de las remuneraciones vividas en los últimos cinco años. La gran duda en este momento, como muestra el mismo estudio, es si la economía de EE UU será capaz de recuperar el vigor previo a la crisis. Si no lo consigue, la Fed de Dallas señala que el impacto será aún mayor. Y todo esto sin contar con el colapso del mercado inmobiliario, donde el precio medio de la vivienda arrastra todavía una depreciación del 25%.

 

Oficialmente, la Gran Recesión acabó en junio de 2009, aunque en Wall Street se tocó fondo unos meses antes. Eso, sobre papel. El ciudadano de la calle lo siente de otra manera. La recesión destruyó 8,7 millones de empleos en EE UU y el total de parados se disparó a 14,7 millones. La tasa de paro alcanzó el 10% en octubre de 2009. Hoy está en el 7,3%, una mejora que se explica por la caída en la tasa de participación (las personas dispuestas a trabajar) hasta el 63,2%, su nivel de 1978. Si estuviera en el 66,5% registrado de media entre 1988 y 2007, según Moody’s, el paro sería del 11,9%. Cuatro años después de la recesión, hay 11,3 millones de parados y 10,6 millones de personas subempleadas —forzadas a trabajar a tiempo parcial— o que se declaran frustradas con las perspectivas laborales.

 

La recuperación del colapso escenificado con el derrumbe de Lehman Brothers está siendo, por tanto, desigual, y la incertidumbre de la opinión pública respecto al futuro de la economía y del sistema financiero persisten en el quinto aniversario. El ciudadano, en EE UU, nota que las cosas empiezan a ir mejor, pero, en general, teme que se quede en un nuevo intento de recuperación, como cuando se habló de los brotes verdes en la primavera de 2009.

 

Durante este tiempo, además, se ha incrementado la brecha entre los que más tienen y los que menos, un problema que se plasma en numerosos estudios publicados en los últimos dos años y que denunció el movimiento Ocupemos Wall Street. El 10% que está más arriba se llevó la mitad de la riqueza generada por la economía. Y si se sube aún más alto, el 1% se comió una quinta parte.

 

Para las rentas más altas, la crisis pasó mucho antes que para el ciudadano medio. Los que más tienen fueron los que más se beneficiaron del repunte de Wall Street, de la mejora del mercado inmobiliario y de tipos de interés por los suelos, por no dejar de mencionar los dividendos que reciben por sus inversiones en empresas que vuelven a ser muy rentables. Los más ricos controlan el 90% del capital que se mueve en el parqué.

 

Esa brecha también se ve a escala global. El FMI advierte de que el desempleo sigue afectando de manera desproporcionada a los jóvenes. Se calcula que hay aún 200 millones de empleos por recuperar en todo el mundo, destruidos por la crisis financiera. La gran dificultad está en cómo desmontar la estructura puesta en marcha para responder a la crisis sin que eso afecte a los emergentes. Hacia ellos se dirigió la liquidez cuando el mundo desarrollado estuvo en dificultades y ahora empiezan a mostrar síntomas de debilitamiento. Es otra evidencia de que las réplicas de la crisis siguen reverberando en una economía global que necesita de los estímulos para crecer y está dominada por la incertidumbre. Por eso, el temor es que la próxima implosión no afecte solo a EE UU y Europa, sino también a Rusia, Brasil y China.

 

 

Resucitar el cortafuegos de la Gran Depresión

Sandro Pozzi

21 de julio de 2013

 

Las propuestas para recuperar la ley Glass-Steagall chocan con la banca

 

Los grandes bancos animaron el arranque de la temporada de resultados en Wall Street. Goldman Sachs dobló el beneficio en el último año, como Morgan Stanley, mientras que JP Morgan elevó los suyos un 31%; Citigroup, un 42%, y Bank of America, un 63%. Todos gracias al negocio de la banca de inversión y a operaciones con acciones y deuda. Pese a superar las expectativas, hay mar de fondo en la banca estadounidense. Esos números corresponden al pasado. Los inversores prefieren mirar al futuro y los toman con cautela, en previsión del impacto que puede tener la nueva regulación financiera.

 

Hace dos semanas, la Reserva Federal aprobaba los nuevos requerimientos de capital. Y a los pocos días, en la víspera de la publicación de los resultados, emergía la primera propuesta legislativa seria para resucitar la ley Glass-Steagall, un texto que estuvo en vigor entre 1933 y 1999 que separaba las actividades de banca comercial de las de inversión. Esa vuelta legislativa está patrocinada por la senadora demócrata Elizabeth Warren, y el republicano John McCain.

 

“La banca tradicional debe ser aburrida”, dijo Warren en la presentación, “el que quiera arriesgar, que lo haga en Wall Street”. La senadora recordó que uno de los objetivos de la última reforma financiera era evitar que los grandes bancos crecieran más, porque esa concentración creaba riesgos. Hoy en día, indicó, las cuatro mayores firmas son un 30% más grandes.

 

La propuesta bipartidista pone en evidencia el encendido debate en EE UU sobre si los reguladores están haciendo lo suficiente para vigilar a los bancos que se consideran demasiado grandes para quebrar. Es como si vinieran a decir que la ley Dodd-Frank, que entró en vigor hace tres años, y Basilea III no fueran suficientes para lograr que los bancos sean más honestos.

 

La Glass-Steagall original se estableció durante la Gran Depresión. Se hizo para evitar que los bancos usaran el dinero de los depósitos para hacer operaciones de riesgo. En 1980 empezaron a introducirse modificaciones en la legislación que la convirtieron en un coladero. La norma fue suspendida en 1999, con el demócrata Bill Clinton en la Casa Blanca.

 

La intención es recuperar algunos elementos de aquella legislación. Al levantar esta especie de muro, explican los senadores, se quiere evitar que las firmas de Wall Street que asumen riesgos excesivos puedan acudir a la Reserva Federal cuando tienen problemas. Eso creará un sistema financiero más seguro, afirman, y protegerá, de paso, al contribuyente y a la economía.

 

Como señala Warren, la Glass-Steagall del siglo XXI espera ayudar así a reducir el tamaño de los megabancos. El problema, como señalan desde el sector financiero, “es que la historia nunca se repite” igual. Es como decir que la próxima crisis será diferente a la de 2008 y que la nueva regulación debe, por tanto, concentrarse en los problemas actuales.

 

Las voces para volver a la era de la Glass-Steagall emergieron hace cinco años, tras estallar la crisis. La ley Dodd-Frank se quedó corta en ese aspecto, y el debate volvió a cobrar fuerza hace un año, coincidiendo con las pérdidas multimillonarias de JP Morgan en un paquete de deuda europea, y con Sandy Weill, el creador de Citigroup, diciendo que era la hora de partir los bancos.

 

Ahora, la iniciativa empieza a tomar forma, pero lo hace tocada, lo que presagia un camino difícil para salir adelante en el Congreso, donde además se vive una profunda división interna. Otros intentos por resucitar la Glass-Steagall se quedaron en eso, en intentos, porque no lograron aglutinar el apoyo suficiente para hacer frente al lobby de Wall Street.

 

Daniel Tarullo, gobernador de la Reserva Federal, acaba de echar un jarro de agua fría a la acalorada discusión entre Wall Street y Washington, al mostrar sus dudas sobre la vuelta a la antigua ley. El problema, insiste el hombre encargado en la Fed de llevar a delante las cuestiones reglamentarias, es otro.

 

Tarullo asevera que la ley no habría evitado la última crisis. El mismo argumento de Jamie Dimon desde JP Morgan, la voz más crítica contra el exceso de regulación. La cuestión está en el grado de separación que se quiere lograr, señala el funcionario, al tiempo que recuerda que Bear Stearns y Lehman Brothers no eran bancos comerciales cuando quebraron. Otros analistas temen que el negocio se vaya hacia firmas más pequeñas menos diversificadas. Timothy Sloan, director financiero de Wells Fargo, apela a esa diversificación para decir que su banco es seguro y que no necesita ser dividido.

 

Warren, la máxima impulsora de la nueva agencia de protección al consumidor en cuestiones financieras, admite que su propuesta “no resuelve todos los problemas” que plantea el “demasiado grande para quebrar”. Pero, como McCain, cree que es un buen primer paso para evitar que las estrategias de riesgo que asumen los grandes bancos no afecten a los depósitos de sus clientes y ni al conjunto de la economía. El debate aún está lejos de concluir.

La quiebra de Lehman Brothers

 

La quiebra del cuarto mayor banco de inversión estadounidense acrecentó la crisis financiera internacional. La directora de análisis de Self Trade Bank, Alicia Jiménez, analiza la situación y la caída de la bolsa.

BBC  The Last Days Of Lehman Brothers

 

The Last Days of Lehman Brothers is a British television film.The drama was inspired by the real events that occurred over the weekend leading up to the bankruptcy of Lehman Brothers on 15 September 2008. Investment bank Lehman Brothers is in trouble after a turbulent six months and the leaders of the three biggest investment banks on Wall Street met at the Federal Reserve Bank of New York. American Treasury Secretary Hank Paulson declares that the company is not too big to fail and that there will be no bailout using public money.

Hace más de cuatro años, el 16 de octubre de 2008, el diario La Prensa me publicó este artículo.

Cambiar la política económica

MANUEL CASTRO RODRÍGUEZ

 

Escribo cuando las bolsas mundiales vivieron una jornada caótica, pese a los mensajes tranquilizadores de los gobiernos. El presidente Bush advirtió que se necesitará tiempo para restaurar la confianza en los mercados financieros. Varios analistas consideran que lo peor está por venir. El presidente de la Reserva Federal dijo que éste es uno de los más difíciles contextos jamás vistos. Para mostrar la evolución diaria de la deuda pública, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos creó el sitio web Debt to the penny (http://www.treasurydirect.gov/NP/BPDLogin?application=np).

 

La última fecha que informa es la del 3 de octubre: La deuda es de 10,2 billones de dólares (10,2 trillones de dólares, en la terminología anglosajona). En dos semanas –del 22 de septiembre al 3 de octubre–, la deuda norteamericana se incrementó en 500 mil millones de dólares, o sea, ¡lo que normalmente aumentaba en un año! Es decir, mientras el Congreso discutía si aprobaba o no un plan de rescate, la Reserva Federal inyectaba liquidez al mercado a una velocidad sin precedentes.

 

Debido a la globalización, esta crisis es peor que la ocurrida en 1929, cuando quebró la Bolsa de Nueva York, que causó un largo período de contracción económica mundial conocido como la Gran Depresión. En 1932, había en Estados Unidos 13 millones de desempleados. El peso de la economía norteamericana en el mundo hizo que la crisis se extendiera al resto del planeta. En ese momento, Estados Unidos representaba el 15% del PIB mundial; hoy, representa el 25%. A inicios del siglo XX, los canales de contagio eran principalmente los comerciales; hoy, debido a la globalización, son muchos.

 

Los depositantes de los bancos norteamericanos comenzaron a retirar sus ahorros: Según The Washington Post, solo el miércoles 24 de septiembre, los fondos cayeron “por lo menos 79 mil millones de dólares, o sea cerca de un 2.6%”. El 29 de septiembre, el Gobierno irlandés anunció que garantizará durante dos años los depósitos en los seis mayores bancos del país. Para evitar que los depositantes retiraran los fondos de los bancos, Angela Merkel, canciller de Alemania, garantiza en nombre del Estado la totalidad de los depósitos bancarios de los ahorradores. También se comprometieron a respaldarlos: Grecia, Austria, Dinamarca y Suecia. En varios países latinoamericanos –México, Argentina y Brasil–, se ha sentido el nerviosismo por la volatilidad de los más importantes mercados financieros. No están claros los efectos que a largo plazo podrían ocurrir en la región.

 

Dominique Strauss–Kahn, director del FMI dijo: “el mundo está globalizado y las consecuencias de la crisis se van a dejar sentir en todas partes”. “Habrá una fuerte repercusión indirecta” en Latinoamérica, donde “esperamos una ralentización del crecimiento bastante sensible”. Explicó que “los precios de los alimentos se han estabilizado, pero a un nivel extremadamente elevado”, y seguirán a ese nivel en 2009. “La crisis puede desatar “hambruna y desnutrición infantil” en Centroamérica y África. Panamá se verá afectada por esta crisis, debido a que Estados Unidos y Europa estarán en recesión; disminuirá la demanda de los países desarrollados; Estados Unidos es nuestro principal mercado de exportación; casi la mitad del PIB panameño se crea en sectores relacionados con el mercado externo; están disminuyendo los precios de algunos commodities, por lo que disminuirá la liquidez y capacidad económica de los países exportadores de los mismos; se reducirá el tránsito por el Canal; los norteamericanos disminuirán sus viajes y la adquisición de viviendas en Panamá; disminuirán las ventas de la Zona Libre; se estima que unos 20 mil millones de dólares del Estado panameño están depositados en bancos estadounidenses. Por cierto ¿por qué el Gobierno no muestra los documentos que prueban dónde están colocados esos fondos?

 

Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía 2001, dijo: “La mayor parte del crecimiento económico que tuvimos en los últimos cinco años estuvo basado en la burbuja inmobiliaria, que ahora explotó”. ¿Cuándo estallará en Panamá? Los datos demuestran que la política económica del gobierno neoliberal de Martín Torrijos favorece a los ricos en detrimento de los pobres. La pobreza se ha incrementado en un 4%. Entre julio de 2007 y julio de 2008, los precios crecieron un 9.6%. En julio de 2006, el costo de la canasta básica era de 202.78 dólares; en julio de 2008, había subido a 255.26, o sea, se incrementó un 25.9%.

 

El Gobierno debiera garantizar todos los depósitos bancarios, estimular la producción agropecuaria y congelar los precios de los artículos de primera necesidad a los niveles existentes cuando empezó a regir el Cair. Además, promover leyes que: establezca los convenios colectivos de trabajo, con vistas a garantizar ganancias razonables a los empresarios y un salario digno a los trabajadores; gravar fuertemente el consumo de bienes suntuarios; eliminar los viáticos y otros privilegios que disfrutan los ministros, diputados y magistrados.

 

La subida al poder de Margaret Thatcher en el Reino Unido, y de Ronald Reagan en Estados Unidos, inició la era del neoliberalismo, con su creencia dogmática en las bondades de la “mano invisible” y la auto corrección del mercado. Alan Greenspan –presidente de la Reserva Federal desde 1987 hasta 2006–, contribuyó a dar rienda suelta a las fuerzas del mercado. Neoliberal confeso, Greenspan permitió que el mercado inmobiliario de Estados Unidos creciera gracias al crédito barato; ahora, el mundo sufre las consecuencias. Se inicia una época en la que deberá buscarse la proporción óptima entre el mercado y la regulación estatal.

Los artículos que les muestro a continuación los publiqué en un blog español el 5 de octubre de 2008.

¡Cómo atenuar los efectos de la crisis financiera en Panamá! (I)

MANUEL CASTRO RODRÍGUEZ

 

Nueva York es el epicentro de la mayor crisis financiera de los últimos ochenta años. Jeffrey Sachs -de 2002 a 2006 fue director del Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas-, nos dice: “En los últimos años, Estados Unidos ha sido más una fuente de inestabilidad mundial que de resolución de problemas en el mundo. Abundan los ejemplos: la guerra de Irak, iniciada por Estados Unidos con falsos argumentos; la obstrucción de los esfuerzos para reducir el cambio climático; la escasa ayuda al desarrollo; la violación de tratados internacionales como los Convenios de Ginebra...”.

 

Los mercados financieros internacionales están en un grave problema, porque demasiados bancos han invertido grandes sumas de dinero en el enorme mercado hipotecario de Estados Unidos. Desde que la ‘burbuja’ hipotecaria norteamericana reventó, los bancos no saben cuántos de estos préstamos serán devueltos. Lo que empezó como un pequeño inconveniente a nivel local, se ha extendido internacionalmente.

 

Los bancos ya no saben cuánto valen sus inversiones, lo que hace que estas ‘inversiones’ sean difíciles de vender, provocando que algunos bancos supuestamente seguros se queden sin efectivo. Además, los bancos ya no confían el uno en el otro. No saben qué bancos podrían meterse en problemas y son reticentes a prestarse mutuamente.

 

Esto ha llevado a la casi paralización del sistema financiero global, elevando las tasas de interés y dañando a consumidores y empresas. La crisis crediticia ha provocado el colapso de muchas grandes instituciones financieras, tanto en Estados Unidos como en Europa.

 

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, declaró que “Estados Unidos cuenta con gente talentosa, grandes universidades y un buen sector de alta tecnología. Pero los mercados financieros jugaron un papel muy importante. Representaron el 30 por ciento de las ganancias de las empresas en los últimos años. Quienes manejan los mercados financieros almacenaron esas ganancias con el argumento de que estaban ayudando a manejar el riesgo y a asignar de manera eficiente el capital, razón por la cual, dijeron, ‘se merecían’ esos dividendos tan altos. Pero resultó que no era cierto. Manejaron todo mal. La situación se volvió como una suerte de boomerang en contra de ellos y ahora el resto de la economía tendrá que pagar, a medida que las ruedas de la economía aminoren su velocidad, a raíz de la contracción del crédito. Ninguna economía moderna puede funcionar bien sin un sector financiero vigoroso. De modo tal que el diagnóstico de Obama de que nuestro sector financiero se encuentra en un estado desesperante es correcto. La mayor parte del crecimiento económico que tuvimos en los últimos cinco años estuvo basada en la burbuja inmobiliaria, que ahora explotó. Y los frutos de ese crecimiento no fueron compartidos de forma amplia. En síntesis, las bases no son sólidas”.

 

El presidente de Francia señaló que la actual crisis financiera “es la más grave que se haya dado en el mundo desde los años treinta”. El secretario general de Naciones Unidas declaró: “La crisis financiera internacional pone en peligro al mundo entero”. Según Paul Samuelson, premio Nobel de economía: “Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo”. Barack Obama dijo que es la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión.

 

Ésta es la peor crisis financiera desde que el 24 de octubre de 1929 quebró la Bolsa de Nueva York. Trece millones de acciones no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversionistas, muchos de los cuales habían comprado los títulos con créditos que no pudieron pagar. Como dijo John Kenneth Galbraith, asesor del presidente Kennedy: “El rasgo de la catástrofe de 1929 fue que lo peor empeoraba continuamente. Lo que un día parecía el final de la crisis, se demostraba al siguiente día que sólo había sido el comienzo”.

 

Con el ‘crac del 29’ comenzó un período de contracción económica mundial conocido como la ‘Gran Depresión’. Provocó que se estableciera con facilidad un sistema totalitario como el nazismo: Hitler llegó al poder por medio de elecciones, que ganó gracias al descontento del pueblo.

 

Las primeras medidas que se adoptaron en Estados Unidos y Europa para combatir la crisis del 1929, fueron las tradicionales del liberalismo económico: disminuir los salarios y reducir el gasto público, el crédito y la inversión. Los gobiernos practicaron una política deflacionista, disminuyendo la circulación monetaria, manteniendo el equilibrio presupuestario y la estabilización de la balanza comercial. En todos los países se impuso el proteccionismo, incluso en el Reino Unido se abandonó el librecambio en 1931. Esta política fracasó, ya que se profundizó la recesión y aumentó el desempleo: en 1932, existían en Estados Unidos unos ¡trece millones de desocupados!

 

El peso de la economía de Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la crisis se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar capitales, lo que motivó quiebras bancarias en Alemania y Austria, así como tensiones en la economía británica. La caída de los precios de los productos norteamericanos obligó a los países europeos a rebajar los suyos para hacerlos competitivos y dar salida a sus inventarios. Pero el descenso del poder de compra de Estados Unidos y su posterior proteccionismo afectó negativamente más aún el mercado mundial.

 

El economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) demostró que la crisis había sido provocada por el desplome de la demanda. Propuso la intervención del Estado para estimular la inversión y el empleo, financiar grandes obras públicas e impulsar el consumo, elevando el poder adquisitivo de la población mediante una política fiscal que redistribuyese los ingresos.

 

En ‘Carta abierta al presidente Roosevelt’ (The New York Times, 1933), Keynes subrayó: “Asigno abrumadora importancia al aumento del poder adquisitivo nacional que es consecuencia de la erogación oficial, financiada con préstamos”.

 

En 1932 el demócrata Franklin Delano Roosevelt ganó las elecciones con el 56% de los votos; asumió la presidencia el 4 de marzo de 1933.

 

A propuesta de Roosevelt, el Congreso aprobó unas medidas legislativas pensadas para recuperar al país de los efectos de la Gran Depresión y al mismo tiempo introducir reformas, tratando de prevenir otra depresión y al mismo tiempo beneficiar a los sectores de la sociedad norteamericana más desfavorecidos.

 

Esta legislación, conocida con el nombre de New Deal, produce un aumento sin precedentes del intervencionismo del Gobierno en la economía, planificándola e incorporando el control social, abandonando los principios del ‘laissez faire’. Comenzó la revolución keynesiana o keynesianismo.

 

Dentro de este conjunto de medidas legislativas, se contempla la organización de los obreros, con la aprobación de la National Industrial Recovery Act (NIRA), en su Sección 7ª. En ella se otorga a los trabajadores el derecho de negociar sus convenios colectivos a través de representantes que ellos mismos elijan, sin tener que sufrir intromisiones de los empresarios.

 

En la cláusula 7ª de la NIRA se especifica claramente el derecho de los obreros a formar parte de los sindicatos que mejor convengan a sus intereses, es decir, en organizaciones que no fueran la Company’s Union, o sea los sindicatos patrocinados por los patronos, cuyos resultados y peculiar funcionamiento no satisfacen las demandas de los obreros.

 

No obstante, a pesar de la difícil situación que se vive en el agro americano, en la legislación laboral del New Deal se excluye sistemáticamente a los trabajadores del campo. La única ley que introduce algunas medidas laborales para el campesino norteamericano es la Jones-Costigan Sugar Control Act, aprobada el 9 de mayo de 1934. Esta medida declara producto básico al azúcar y establece un impuesto en el primer proceso de transformación de la remolacha azucarera y de la caña de azúcar.

 

En esta medida legislativa se obliga a los productores a mantener unas condiciones mínimas con respecto a los jornales, y a eliminar el trabajo infantil. Se trata de un intento de mejorar el durísimo régimen de trabajo a que se ven sometidos los trabajadores de las plantaciones, siendo en su mayoría negros.

 

Gran parte de la responsabilidad de excluir a los trabajadores agrícolas de la legislación laboral del New Deal se debe a las presiones realizadas por las organizaciones agrarias que representan a los grandes propietarios, sobre todo a la American Farm Bureau Federation (AFBF). Algunos autores sostienen que los artífices del New Deal tenían miedo de enfrentarse a los poderosos intereses políticos de los grandes terratenientes de los estados del Sur y de California, ya que necesitan su apoyo en el Congreso para poner en práctica la política agraria del New Deal y, cuando finalmente se contempla el tema de los campesinos y su pésima situación, se trata como un problema social y no como un problema laboral, que es lo que en realidad es.

 

En el mes de mayo de 1933 se aprueba la Agricultural Adjustment Act13, la ley en la que se basa la reforma agraria del New Deal, y con la que se pretende mejorar las condiciones de vida de los agricultores. Algunos autores sostienen que con la aplicación de los programas agrarios contenidos en la ley, se promueve el desarrollo de un tipo organizado de capitalismo que protege al sistema.

 

En 1935 se produce un acercamiento de Roosevelt hacia los obreros y campesinos, cuando en el mes de mayo de ese año, el Tribunal Supremo, con el respaldo de los empresarios, anula algunas leyes del New Deal, entre ellas la NIRA.

 

Los patronos dejan de apoyar al Presidente y a su política, debido, principalmente, a que consideran que la oleada de huelgas que se registró en 1934 fue tolerada por el gobierno. Roosevelt, al verse privado de ese vital apoyo, pasa a considerar al movimiento obrero y campesino como las piezas claves para seguir adelante con su programa reformador. Este cambio va a determinar una nueva alineación de las fuerzas dentro del New Deal, en la que salen fortalecidos todos los trabajadores.

 

Muchas de las políticas adoptadas en los primeros cien días del primer New Deal (1933-1934) no tuvieron un impacto inmediato en la economía, bien porque los programas de obras públicas promovidos por las distintas agencias del gobierno federal eran de carácter temporal, representaban una remuneración baja o dependían en buena medida del apoyo de los gobiernos estatales para su financiamiento. Pero la proliferación de organizaciones y planes federales creados y concebidos ad hoc para combatir la recesión redefinió el rol social del Estado e hizo del Gobierno Federal, gracias a la convicción y denuedo de los jóvenes del ala izquierda del Partido Demócrata (los New Dealers), un agente de transformación sociocultural fundamental.

 

Desde 1933 los bancos comerciales norteamericanos tienen prohibidas las actividades bancarias de inversión dentro de Estados Unidos -además de la mayoría de las otras transacciones domésticas relacionadas con acciones y bonos de empresas, aunque desde hace más de una década la Reserva Federal comenzó a suavizar algunas de estas prohibiciones-. Sin embargo, a estos bancos se les permite participar en actividades bancarias de inversión en el extranjero y bancos como el Citicorp, Morgan Guaranty o Bankers Trust compiten fuertemente con los bancos de inversión más especializados.

 

El patrón dólar

 

Del 1 al 22 de julio de 1944 se celebró la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, la cual tuvo como sede el hotel Mount de Washington, en el poblado de Bretton Woods, New Hampshire, en el noroeste de Estados Unidos, donde nacieron las dos principales instituciones económicas de la posguerra, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

 

En Bretton Woods, Estados Unidos se comprometió -en una declaración dirigida al FMI-, a comprar o vender oro en todo momento, al precio de 35 dólares la onza; en base a este compromiso, el dólar era convertible en oro, así como otras monedas a través del dólar. Numerosos países constituyeron sus reservas monetarias, tanto en oro como en dólares.

 

El 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon decidió suspender la convertibilidad del dólar e impuso un impuesto de 10 por ciento sobre todas las importaciones, que se mantendrían en pie hasta que sus socios comerciales se pusieran de acuerdo en revaluar sus monedas respecto al dólar.

 

El acuerdo internacional sobre el realineamiento de las tasas de cambio se consiguió en diciembre de 1971, en una serie de reuniones que se celebraron en el Smithsonian Institution, en Washington. El Grupo de los Diez acordó:

 

  • Aumentar el precio oficial del oro de 35 a 38 dólares por onza.

 

  • En promedio, el dólar fue devaluado alrededor de un 8 por 100 frente a las otras monedas.

 

  • Se permitió la fluctuación de las tasas de cambio en 2,25 por 100 por encima o por debajo de los nuevos valores de paridad; debe recordarse que en Bretton Woods se estableció una banda de fluctuación de 1 por 100.

 

  • Estados Unidos eliminó el impuesto de 10 por 100 a las importaciones que había establecido cuatro meses antes.

 

  • Se mantuvo la inconvertibilidad del dólar en oro, colocando al mundo dentro de un patrón del dólar puro.

 

El presidente Nixon calificó el acuerdo como el más significativo en la historia mundial y prometió que la divisa norteamericana más nunca sería devaluada.

 

Pero, ante otro enorme déficit en su balanza de pagos en 1972, se consideró que el acuerdo ‘smithsoniano’ no estaba surtiendo efecto y que sería necesaria otra devaluación, lo que llevó a que se reanudara a primeros de febrero de 1973 la especulación masiva en contra del dólar, lo que provocó que el 12 de febrero se anunciara una nueva devaluación del dólar de un 10 por 100, pero no se logró una estabilidad en los mercados cambiarios, dado que el 1 de marzo, después de la compra de 3,6 miles de millones de dólares por parte de los bancos centrales europeos para evitar la apreciación de sus monedas, el mercado de divisas fue cerrado nuevamente. Cuando se reabrió el 19 de marzo, las monedas de Japón y de la mayoría de los países europeos flotaban respecto al dólar.

 

La flotación de las tasas de cambio de los países industrializados respecto del dólar se veía en ese momento, como una respuesta transitoria a los movimientos especulativos de capital incontrolables. Pero los acuerdos provisionales que se adoptaron en marzo de 1973 resultaron ser permanentes, y marcaron el final de las tasas de cambio fijos. Los Acuerdos de Jamaica -convenios a que se llegó en enero de 1976 y ratificados en abril de 1978- reconocieron oficialmente la flotación controlada y llevaron a la abolición del precio oficial del oro, además de permitir que cada país escoja el régimen de tasas de cambio que estime pertinente.

 

Una interpretación del derrumbe del sistema aprobado en Bretton Woods es que los otros países se vieron forzados a importar la inflación de Estados Unidos. Para estabilizar su nivel de precios y recobrar el equilibrio interno, tuvieron que abandonar las tasas de cambio fijos y permitir la flotación de sus monedas.

 

El keynesianismo sólo alcanzó plena vigencia después de la Segunda Guerra Mundial, extendiéndose su influencia hasta inicios de la década de los setenta. A partir de finales de los años 70, el Estado y el mercado constituyen dos subsistemas abiertos e interrelacionados en un sistema global en el que el mercado impuso de manera creciente su lógica al Estado. Es decir que de una relación sistémica en la que dominaba la racionalidad formal del Estado, se pasó a otra relación en la que el mercado impuso su lógica sustantiva sobre el Estado.

 

El modelo sistémico en el que prevalecía la racionalidad formal era útil para presentar la relación entre el Estado y el mercado durante los cien años transcurridos de 1870 a 1970. En ese modelo, el Estado se correspondía en Occidente con el Estado-nación de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, cuyo deber era el de mantener las condiciones apropiadas para el crecimiento económico y la prosperidad social. Y también se correspondía con el Estado-nación que a partir de la crisis del 29, y para salir de ella, se adjudica, siguiendo los dictados de Keynes, el deber de controlar la economía, para finalizar en los años 60 transformado en megaestado hacedor apropiado para todos los programas y todas las tareas sociales, es decir, como Estado benefactor.

 

Los gobernantes Ronald Reagan y Margareth Thatcher resucitaron el liberalismo, denominado ahora neoliberalismo, que ha recibido enérgicas críticas hasta de prestigiosos economistas del ‘establishment’ como el premio Nobel Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs, que originalmente lo apoyaron.

 

Como expresa Stiglitz: “El mundo no ha sido piadoso con el neoliberalismo, ese revoltijo de ideas basadas en la concepción fundamentalista de que los mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos eficientemente y sirven bien al interés público. Ese fundamentalismo del mercado era subyacente al thatcherismo, a la reaganomía y al llamado ‘consenso de Washington’ en pro de la privatización y la liberalización, y de que los bancos centrales independientes se centraran exclusivamente en la inflación”.

 

Sergio Ramírez, ex vicepresidente de Nicaragua, nos dice: “El ‘triunfo de occidente’, tal como se proclamó, fue demasiado ruidoso, si ustedes se acuerdan: se llegó aún a proclamar el fin de la historia, bajo el dixit aventurado de que al triunfar occidente, el que había triunfado verdaderamente era el mercado, con lo que el tiempo se detenía para siempre y entrábamos en el paraíso instantáneo, una afirmación un tanto más entusiasta que aquella otra de la sociedad comunista feliz, que demandaba tiempo, o correspondía más bien a un tiempo teórico”.

 

Se puso de moda la palabra ‘globalización’, un concepto que lejos de renovar el internacionalismo vinculado a la ideología socialista, encierra y consolida el capitalismo de mercado único, es decir el mercado producto del neoliberalismo.

 

En el plano de los valores -al igual que la libertad, la igualdad, la fraternidad sobre los que se asientan los dogmas fundamentales de un Estado democrático, del principio de la generalidad de la ley, del reconocimiento de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y del establecimiento de la autonomía de la voluntad individual se produjo el ‘efecto imán’ que sirvió para superar las estructuras feudales y dieron luz verde al Estado democrático liberal clásico-, hoy en el mundo se van progresivamente vaciando de contenido y cediendo campo a la libertad controlada, al individualismo narcisista, es decir, el individuo deja de ser ciudadano.

 

Los años ochenta produjeron algunos cambios sorprendentes en el patrón del movimiento internacional de capitales. Los préstamos hacia los países subdesarrollados fueron restringidos drásticamente, mientras que Estados Unidos, tradicionalmente exportador de capital, de repente emergió como el mayor importador mundial de capital. Las razones de este declive en los préstamos hacia los países subdesarrollados se debieron a la pérdida de la confianza en la capacidad de estos países para devolver sus deudas, la denominada ‘crisis de la deuda’ estranguló virtualmente todos los flujos financieros privados hacia muchos países después de 1982. Las causas del repentino cambio de Estados Unidos a importar capitales son una fuente de discusión. Los optimistas atribuyen la oleada de importaciones de capital a la emergencia de nuevas oportunidades de inversión, mientras que los pesimistas consideran que Estados Unidos modificó su consumo hacia el presente a expensas del futuro.

 

Ralph Bryant, de Brookings Institution, ha estimado que entre 1964 y 1985 el comercio internacional -medido como el conjunto de las exportaciones de bienes y servicios de todos los países, exceptuando el campo socialista- creció a una tasa compuesta anual del 12,4%. Sin embargo, las transacciones bancarias internacionales medidas por Bryant crecieron a una tasa compuesta anual de alrededor del 26%; más o menos el doble de lo que lo había hecho el comercio mundial.

 

Dos factores importantes explican la rápida expansión de las operaciones bancarias internacionales, más allá de lo que requería el crecimiento del comercio mundial. El primero de estos factores es el deseo de los bancos de escapar de las regulaciones nacionales sobre la actividad financiera -y algunas veces impositiva-, trasladando algunas de sus operaciones al extranjero. El segundo factor es político; expresa el deseo por parte de algunos depositantes de mantener dinero fuera de la jurisdicción de los países que los han emitido.

 

La actual ubicación del mercado de capitales y la generalización de los intercambios internacionales vacían de contenido las reglas estatales (fiscales, laborales, etc.). La desregulación de los mercados -siguiendo las directrices de la Escuela de Chicago- activa esta evolución. Impotentes para frenar este fenómeno, los gobiernos no piensan más que en sacar partido para atraer hacia ellos los capitales flotantes.

 

En 1999 los senadores Robert Rubin (asesor de Obama) y Phil Gramm (ex asesor de McCain) impulsaron la derogación de la Ley Glass-Steagall, aprobada casi setenta años antes -tras el ‘crac del 29’-, para ponerle freno a la especulación.

 

La nacionalización de las dos principales empresas hipotecarias de Estados Unidos -Freddie Mac y Fanny Mae-, y que los seis principales bancos centrales del mundo hayan anunciado medidas de control e inyección de capital, pudieran ser los primeros pasos en el fin del neoliberalismo. Es necesario ponerle controles al libre mercado; ¿será posible hacerlo en este mundo unipolar?

 

En oposición al presidente Bush y los líderes partidarios, la Cámara de Representantes rechazó el lunes 29 de septiembre el rescate del sector financiero por 700 mil millones de dólares. En una votación de 228 contra 205, demócratas y republicanos se unieron para impedirlo. El resultado final reflejó el gran nerviosismo de los representantes que no querían apoyar un plan que es impopular entre sus electores. Según fuentes en el Congreso, muchos legisladores han recibido llamadas y correos electrónicos desde sus estados pidiendo que no apoyaran el plan.

 

La mayoría de los que se opusieron fueron del gobernante Partido Republicano. De hecho, cerca de dos tercios del partido del presidente George W. Bush -quien el mismo lunes reiteró el pedido para que la cámara baja del Congreso diera el visto bueno al paquete-, se expresaron en contra de la medida.

 

Uno de ellos, Mike Conaway, explicó su posición señalando que “una intervención masiva del gobierno no es la respuesta para solucionar los problemas de Wall Street”. “No podemos habituarnos al rescate de compañías que toman malas decisiones, en vez de dejar que aprendan de sus errores como todo el mundo”, añadió.

 

El Center for Responsive Politics informó que los miembros de la Cámara de Representantes que apoyaron el rescate recibieron 51% más en contribuciones a su campaña del sector financiero, de seguros e inmobiliario, que quienes se opusieron a la legislación de emergencia.

 

La mayor parte de los demócratas apoyaron el plan, pese a las dudas que tenían sobre un esquema que parece estar diseñado para rescatar a los bancos irresponsables más que a los ciudadanos, a los que se expulsa de sus casas por no poder pagar la hipoteca. Pero los problemas reales aparecieron en el bando republicano, en el que una gran mayoría consideró el plan como una medida antiamericana, que evade las reglas básicas del capitalismo.

 

Manuel Romera, director del Sector Financiero del Instituto de Empresa, en Madrid, opinó que “es absurdo estar en contra del plan. Si hay un crac financiero, los ciudadanos van a perder su empleo, porque el paro depende de cómo vaya el sistema financiero y del nivel de confianza que haya en los mercados financieros”. Según Romera, “estamos llegando a un punto de no retorno. Tenemos un cáncer y hemos de darle oxigeno al cuerpo para que siga respirando, porque si deja de respirar y nos cargamos el sistema, no tiene sentido el intentar curar el cáncer”.

 

El cáncer al que se refiere es “la falta de normativa, de transparencia y lógica en los mercados pero la respiración es tener liquidez para poder seguir pagando a tiempo, tanto las empresas, como los ciudadanos y los bancos”. Pero es precisamente la introducción de normativas lo que molesta a varios de los que se oponen a la medida.

 

A causa de la crisis financiera que sacude a los mercados de Estados Unidos y Europa desde el año pasado, ya se reconoce la necesidad de la intervención del Estado para mantener una economía sana. Es decir, se cuestiona la teoría de Milton Friedman y los Chicago Boys que asegura que el mercado es capaz de corregirse a si mismo. En 1981 el presidente Reagan expresó: “El Estado no es la solución, es el problema”. El presidente Bush ha tenido que renegar de ese principio; dijo: “Con esta legislación fuerte y decisiva, ayudaremos a reiniciar el flujo de crédito, para que las familias estadounidenses puedan cumplir con sus necesidades diarias y las empresas estadounidenses puedan realizar compras, enviar bienes y cumplir con la planilla de pagos. Dejaremos en claro que Estados Unidos es serio con respecto a reestablecer la confianza y la estabilidad en nuestro sistema financiero”.

 

El Washington Post describió la votación en la Cámara como la peor derrota legislativa del presidente Bush. En la campaña electoral, tanto Barack Obama como John McCain exhortaron a los legisladores a que apoyaran un nuevo paquete de rescate. El impacto de la votación de la Cámara de Representantes se sintió en todo el mundo, ya que el valor de las acciones cayó en Asia, Australia y Europa.

 

El Primer Ministro australiano, Kevin Rudd, exhortó a los legisladores estadounidenses a que aprobaran el rescate. El Primer Ministro dijo: “La decisión del Congreso de Estados Unidos de no aprobar la medida del gobierno estadounidense para la estabilización de los mercados financieros estadounidenses es decepcionante, es un hecho negativo. He hablado esta mañana con el embajador australiano en Estados Unidos y creemos que esta medida o una medida similar será presentada al Congreso de Estados Unidos a fines de esta semana. He hablado con el Primer Ministro británico esta mañana, Gordon Brown. La actitud que adoptaremos y creo que adoptarán otros amigos y aliados de Estados Unidos es exhortar al Congreso estadounidense a que apruebe esta u otra medida similar cuando sea presentada ante el Congreso esta semana. Esto es necesario para la estabilización de los mercados estadounidenses. Es necesario para la estabilización de los mercados financieros mundiales”.

 

Segundos después de que fuera anunciado el resultado de la votación, las acciones en Wall Street experimentaron una fuerte caída. El promedio industrial Dow Jones cayó casi 778 puntos, la cual es su peor caída en un solo día. Las acciones perdieron 1,2 billones de valor el lunes, en lo que se está describiendo como el día más negro de Wall Street desde la caída de 1987.

 

Mientras unos sostienen que no socorrer a estas entidades implica arriesgarse a un colapso generalizado del sistema financiero, otros consideran que socorrer a quienes prestaron dinero irresponsablemente, es enviar el mensaje equivocado. El lunes, los sindicatos de trabajadores realizaron otra manifestación en Wall Street. Entre los oradores estaba Ed Ott, del Consejo Central del Trabajo de la Ciudad de Nueva York, que dijo: “Lo que hicieron ahí fue irresponsable. Y si hacemos que vuelva a funcionar queremos garantías de que alguien vigilará la tienda. Durante 25 años ambos partidos han sido cómplices de socavar nuestras protecciones, bajo el disfraz de la desregulación. Ahora nos han costado decenas de miles de puestos de trabajo, esto es inaceptable”.

 

Los miembros del Congreso, a los que la necesidad de reelección les persigue durante toda su vida laboral, saben que se enfrentarán al veredicto de los votantes en noviembre. Hasta ahora los votantes estadounidenses no han sentido que la crisis les afectará directamente. Pero cuando la situación empeore y la población empiece a ver cómo aumenta el desempleo, entonces ese sentimiento puede cambiar. Se requieren políticas del tipo New Deal del presidente Roosevelt, pero adaptadas a las nuevas condiciones.

 

El rescate financiero de Washington es una tremenda derrota de la doctrina basada en que el mercado resolvía todo, y que pugnaba por reducir el Estado a la mínima expresión.

 

John Irons, director de investigación del Instituto de Política Económica, en Washington, EE.UU., declaró: “Es importante tener en claro que este plan no necesariamente va a hacer que las cosas mejoren a corto plazo. Lo que va a hacer es frenar el desplome”. Añadió: “Es un plan que evitará que las cosas vayan a peor. No va a hacer que las cosas vayan significantemente mejor para la macroeconomía en general, pero va a frenar las enormes pérdidas que se están viviendo en los mercados. Si funciona, veremos que baja el número de bancos que entran en fallida y Wall Street volverá a registrar una actividad normal. La especulación que estamos viendo en estos momentos se detendrá, y se volverá a las operaciones normales”.

 

Irons reconoce: “Ciertamente había alternativas a este plan y elementos que no se han incluido, como la asistencia a los propietarios de viviendas y otros para hacer que la economía en general funcione otra vez. Pero decidieron dejar fuera estos aspectos porque lo que querían era solucionar la actual crisis financiera lo antes posible. Había otras alternativas que hubieran incluido la toma de una mayor participación en el capital de las compañías. Este plan está centrado principalmente en la compra de activos riesgosos de los bancos. Una alternativa hubiese sigo solucionar la actual crisis tomando el gobierno una mayor participación en el capital de esos bancos”.

 

Irons considera que “en el futuro se tendrán que tomar medidas más amplias para evitar futuras crisis. Hemos visto que la desregulación ha llevado a la crisis actual y ha desestabilizado los mercados”.

 

La Cámara de Representantes aprobó el 3 de octubre por 263 votos a favor y 171 en contra la propuesta de rescate cambiada, valorada en 700 mil millones de dólares. (Hace unos meses, Bush se negó a firmar una ley que por cinco mil millones de dólares les garantizaría seguro médico a nueve millones de niños pobres. Sin comentario).

 

La situación obligó a introducir modificaciones que incluyeron recortes impositivos y la garantía de un aumento en el seguro de los depósitos bancarios. El debate en la Cámara de Representantes tuvo lugar poco después de que se publicaran más estadísticas negativas sobre la situación de la mayor economía del mundo; según las últimas cifras, el número de personas empleadas disminuyó en casi 160 mil en septiembre, la mayor caída en más de cinco años.

 

De esta forma, y después de que el miércoles el Senado hubiera dado también su visto bueno a la ley, finaliza el polémico proceso legislativo del plan que prevé comprar a las entidades bancarias los activos ilíquidos que bloquean el mercado crediticio.

 

Sin embargo, la reacción inmediata de las bolsas tras conocerse la noticia procedente de Washington fue de escepticismo. La Bolsa de Nueva York cerró el viernes con un descenso del 1,5% en el índice Dow Jones, a pesar de que la Cámara de Representantes de EE.UU. aprobó el paquete de ayuda financiera, tal y como esperaba Wall Street para registrar un alza. A lo largo de la mañana, el Dow Jones llegó a estar subiendo hasta casi 300 puntos, pero al cierre perdió 157 (un 1,5%). El Nasdaq descendió un 1,48% y el selectivo S&P 500, un 1,33%.

 

A la incertidumbre de si el plan se iba a aprobar la sustituyó otra: cómo va a aplicarse ahora que se ha convertido en ley y que da a Henry Paulson, secretario del Tesoro, unos poderes inéditos sobre el mercado financiero.

 

Un recordatorio de que más allá de la crisis financiera la economía estadounidense continúa enfrentándose a “graves desafíos”, como dijo el presidente Bush en un discurso inmediatamente después de que el plan fuera aprobado en la Cámara de Representantes. Bush reiteró que el plan era necesario para evitar que la crisis financiera se trasladara a la economía real.

 

Ese es el argumento -junto a medidas que favorecen a propietarios de casas y a pequeñas empresas introducidas en el texto por el Senado-, que ha convencido a algunos de los representantes que votaron en contra de la ley el lunes. La Administración ya tiene los medios sin precedentes que pedía. Ahora hay que ver cómo los usa.

 

El presidente Bush dijo hoy sábado que la economía del país tardará un tiempo en notar los beneficios del recién aprobado plan de rescate financiero. Un día después de promulgar el paquete de rescate de 700 mil millones de dólares como ley, Bush les aseguró a los norteamericanos que el Gobierno sería cuidadoso en la aplicación del paquete, destinado a aliviar una crisis crediticia que ha creado turbulencias en los mercados financieros mundiales.

 

“Además de afrontar las necesidades inmediatas de nuestro sistema financiero, este paquete también ayudará a alentar el crecimiento económico de Estados Unidos a largo plazo”, dijo Bush en su discurso semanal radiofónico. “Aunque estos esfuerzos serán efectivos, también se tardará un tiempo en implementarlos”, aseguró Bush. “Mi administración actuará lo más rápido posible, pero los beneficios de este paquete no se sentirán todos de forma inmediata”.

 

Con la recesión golpeando a sus puertas, Europa celebró hoy sábado su primera cumbre de alto nivel en París para enfrentar la crisis financiera, sin un plan de acción a la vista y con notorias divisiones internas.

 

“Tenemos que estar todos de acuerdo para intervenir cuando y donde haga falta, para evitar cualquier riesgo sistémico”, declaró Jean-Pierre Jouyet, secretario de Estado francés de Asuntos Europeos.

 

El director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, declaró por la mañana que esperaba que de la reunión de esta tarde en París saliera “un mensaje de concertación en dirección de los europeos, de acción colectiva, que es más necesaria porque Europa es una construcción más compleja que Estados Unidos”. “La situación en Europa es diferente”, expresó el director ejecutivo del Fondo.

 

El mandatario del FMI añadió que “en Europa hace falta una coordinación (...) Lo que cuenta es que no actúe cada uno por su cuenta, como han hecho ya un poco algunos Estados. Toda acción se debe tomar de forma coordinada. Se debe indicar al mercado y a la opinión europea que los Gobiernos y la UE toman las riendas”.

 

La experiencia del Fondo es que en este tipo de situaciones “la respuesta tiene que ser global”, argumenta y por eso la del presidente francés Sarkozy “que quiere una coordinación de los europeos, que quiere una respuesta colectiva, que quiere evitar que haya una ausencia de solidaridad entre los europeos, es una respuesta adecuada”.

 

El director ejecutivo del FMI afirmó que frente a la crisis financiera mundial “hay que actuar rápido y de forma concertada”. “Europa debe asumir sus responsabilidades, como Estados Unidos lo ha hecho, aunque tal vez un poco tarde”, declaró al terminar un encuentro con el presidente francés. Preguntado de si Europa necesitaba un plan como el aprobado ayer en Estados Unidos, el director ejecutivo del FMI aseguró que “la situación en Europa es diferente”.

 

El director ejecutivo considera que “la situación económica mundial es muy preocupante” y dijo que el FMI va a publicar previsiones “muy sensiblemente a la baja" con respecto a lo que había anunciado, y que además en el sector financiero “las pérdidas se revelan más importantes” de lo anticipado en abril.

¡Cómo atenuar los efectos de la crisis financiera en Panamá! (II)

MANUEL CASTRO RODRÍGUEZ

 

El economista Carlos Quenan, profesor de la Universidad Sorbonne-Nouvelle, explicó: “En lugar de tener 27 respuestas nacionales, se trata de que pueda haber algún tipo de armonización” frente a la crisis. Por un lado, los líderes discutirán “si hay margen de maniobra para desarrollar algún tipo de política anticíclica para enfrentar las tendencias recesivas”. Por otro, Sarkozy buscará “avanzar en conjunto en cuanto a la regulación bancaria, que la Comisión Europea participe de los trabajos" y "mejorar la regulación (bancaria) supranacional, aunque no sea de forma inmediata”. Quenan descartó, sin embargo, que la idea de un plan de rescate europeo pueda cristalizarse.

 

La cumbre de los cuatro países europeos en el G-8 (Francia, Alemania, Reino Unido e Italia) concluyó con varios acuerdos, entre ellos apoyar a las entidades bancarias y financieras para hacer frente a la crisis financiera mundial.

 

En la reunión, convocada por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, participaron la canciller alemana, Angela Merkel, y los primeros ministros británico (Gordon Brown) e italiano (Silvio Berlusconi), además del presidente de la Comisión Europea (José Manuel Durao Barroso), el presidente del Eurogrupo (Jean-Claude Juncker) y el del Banco Central Europeo (Jean-Claude Trichet), para consensuar una postura europea común ante la crisis.

 

En una conferencia de prensa conjunta al término de la reunión, Sarkozy expuso los acuerdos sobre varios puntos: el apoyo a las entidades bancarias y financieras y el compromiso de los jefes de Estado o Gobierno presentes de sancionar a los directivos responsables de las empresas en quiebra. “Cada Gobierno actuará con sus propios medios y métodos pero de manera coordinada con el resto de Estados europeos”, explicó el presidente francés. En caso de intervención pública de un banco en dificultades, los líderes de los países europeos del G-8 se comprometen a que “sus directivos sean sancionados y a que los accionistas soporten el peso de la intervención”.

 

Asimismo, los cuatro países europeos integrantes del G-8 pidieron a la Comisión Europea (CE) “flexibilidad” sobre las ayudas estatales a las empresas. “La aplicación del pacto de estabilidad y de crecimiento deberá reflejar las circunstancias excepcionales en las que nos encontramos”, ha señalado Sarkozy.

 

De la misma manera, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que obliga a mantener el déficit público por debajo del 3%, se aplicará teniendo en cuenta “las circunstancias excepcionales en las que nos encontramos”, resaltó el presidente francés.

 

Los países europeos del G-8 también acordaron que para que los bancos europeos estén en igualdad de condiciones con los del resto del mundo, las reglas contables sobre la clasificación de los activos en el balance bancario se modifiquen “para tener en cuenta la duración de la detención de estos activos por parte de los bancos”. Respaldaron la convocatoria “lo antes posible” de una cumbre internacional para la “refundación del sistema bancario internacional”.

 

El presidente francés encontró en el director ejecutivo del FMI un aliado para lograr “una coordinación de los europeos”, y sus palabras llamando a la respuesta conjunta de los países europeos está más en la línea de lo propuesto por Sarkozy que en la actitud de reserva mostrada por Merkel.

 

La intención era lograr un consenso europeo antes de la reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales del G-8, la semana próxima, en Washington. La idea de crear un fondo europeo de rescate bancario similar al aprobado por Estados Unidos, ventilada por Francia, fue descartada ante la férrea oposición de Alemania y la reticencia del Reino Unido.

 

Varios grandes bancos europeos al borde de la quiebra -debido a la crisis de créditos hipotecarios de alto riesgo (‘subprime’) en Estados Unidos-, tuvieron que ser nacionalizados parcial o totalmente en los últimos días. Entre los bancos asistidos figuran el belga-holandés Fortis, el franco-belga Dexia y el británico Bradford & Bingley.

 

Francia se convirtió en la primera gran economía europea oficialmente en recesión, un problema que amenaza también a las principales economías del Viejo Mundo.

 

Alemania se niega a utilizar el dinero de los contribuyentes para rescatar a los banqueros que cometieron errores. Michael Glos, ministro de Economía de Alemania dijo: “Ya no hay más confianza en los bancos. Ésa es la causa principal de la crisis financiera. Pedirle al gobierno que arriesgue el dinero de los contribuyentes (...) parece injustificable”.

 

Holanda propuso esta semana crear fondos nacionales de rescate bancario en Europa con hasta 3% del Producto Nacional Bruto (PNB) de cada país, por un total de 380 mil millones de euros (US$525.500 millones) entre los 27 países.

 

El director ejecutivo del FMI, que ha reiterado su apoyo a la iniciativa estadounidense de rescate financiero, “por ser un plan global”, afirmó antes de la reunión que “hay que reformar el funcionamiento, la arquitectura del sistema financiero mundial”. La iniciativa de ese cambio corresponde a las grandes potencias del G-8 junto con otros países para “poner en marcha los elementos de la supervisión que hace falta”, dijo al tiempo que ha garantizado que en ese proceso “el FMI cumplirá con su papel”.

 

Como expresó hace más de una década, Judy Shelton, de la Universidad de Stanford: “El sistema monetario existente actualmente no es en absoluto un sistema; es un cártel monetario operado malamente por un pequeño grupo de ministros de Finanzas que representan losintereses de los países industrializados más poderosos”.

 

Esta crisis no puede sorprender a nadie. Han pasado trece (13) meses desde los primeros síntomas de la crisis financiera hasta el día en que el gobierno de EE.UU. acudió al rescate de los dos gigantes hipotecarios que gestionan el 50% de los créditos de vivienda de las familias norteamericanas.

 

Éste es un resumen del proceso de turbulencias en los mercados de crédito que ya dura más de un año:

 

Año 2007:

 

14 de marzo.- La Asociación de Bancos Hipotecarios revela que el número de impagos en el sector hipotecario en EE.UU. alcanza su punto más alto en siete años (unos seis millones de contratos por 600 mil millones de dólares).

 

27 de marzo.- Los precios de la vivienda registran su primera caída interanual desde 1996.

 

2 de abril.- New Century suspende pagos.

 

18 de abril.- Citigroup reconoce pérdidas por más de 5 mil millones de dólares en el primer trimestre.

 

18 de julio.- Quiebran dos fondos de inversión del banco estadounidense Bear Stearns.

 

1 de agosto.- Bancos estadounidenses como Wells Fargo y Wachovia endurecen los requisitos para conceder préstamos tras comprobar que unas 70 firmas hipotecarias están en bancarrota.

 

3 de agosto.- American Home Mortgage, el décimo banco hipotecario de EE.UU., declara suspensión de pagos.

 

9 de agosto.- El BCE inyecta en el mercado 94.841 millones de euros y la Reserva Federal 24 mil millones de dólares.

 

10 de agosto.- La Comisión de Valores de EE.UU. investiga las cuentas de las firmas de Wall Street (Goldman Sachs, Merrill Lynch y Bear Stearns). Homebanc declara la bancarrota.

 

13 de agosto.- El BCE, la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) y el Banco de Japón inyectan dinero para aumentar liquidez.

 

31 de agosto.- George W. Bush tranquiliza a inversionistas y entidades financieras. La crisis hipotecaria eleva el Euribor al 4,661%, el mayor nivel en siete años.

 

14 de septiembre.- El banco británico Northern Rock, el quinto del país por hipotecas concedidas, se desploma en la Bolsa de Londres.

 

17 de septiembre.- Merrill Lynch recorta la plantilla de su filial hipotecaria de alto riesgo.

 

18 de septiembre.- La Fed recorta medio punto las tasas de interés. Los procesos de ejecución de hipotecas abiertos en EEUU se duplican en un año.

 

16 de octubre.- Adam Applegarth, presidente ejecutivo del Northern Rock, banco hipotecario del Reino Unido, dimite por la crisis de la entidad. Su valor en Bolsa cae en dos meses de 3 mil a 500 millones de libras.

 

6 de diciembre.- Bush anuncia un plan para aliviar la crisis hipotecaria al que podrán acogerse 1,2 millones de personas.

 

12 de diciembre.- La Fed, el BCE y los bancos centrales de Inglaterra, Suiza y Canadá acuerdan un plan para afrontar la liquidez.

 

 

Año 2008

 

15 de enero.- Citigroup, primer banco estadounidense, cierra 2007 con la peor cuenta trimestral de su historia. En tres meses pierde 10 mil millones de dólares.

 

17 de enero.- Merrill Lynch anuncia pérdidas de 9.830 millones de dólares en el cuarto trimestre.

 

18 de enero.- Bush propone un plan para reactivar la economía dotado con 145 mil millones de dólares.

 

21 de enero.- Caen las bolsas mundiales ante el temor a una recesión de la economía estadounidense.

 

22 de enero.- La Reserva Federal recorta un 0,75% las tasas de interés, hasta el 3,5%, la mayor rebaja en 25 años.

 

17 de febrero.- El Gobierno británico nacionaliza el Northern Rock.

 

7 de marzo.- La Fed inyecta 100 mil millones de dólares en el mercado.

 

17 de marzo.- Bear Stearns pierde en unas horas de cotización casi el 90% de su valor, después de que JP Morgan acordara comprarlo a un precio de dos dólares por acción.

 

18 de marzo.- La Fed baja un 0,75% las tasas hasta el 2,25% y la tasa de descuento a los bancos al 2,5%, para atajar la crisis.

 

1 de abril.- El UBS, el mayor banco de Suiza, anuncia pérdidas de 7.740 millones de euros.

 

8 de abril.- El FMI calcula que las pérdidas derivadas de la crisis ascienden a 600 mil millones de euros. El BCE adjudica 15 mil millones de dólares y la Fed otros 50 mil millones en una operación conjunta.

 

15 de mayo.- Barclays, el tercer banco del Reino Unido, anuncia una caída de su beneficio tras sufrir una depreciación de sus activos de 1.006 millones de libras.

 

11 de julio.- IndyMac Bank, el segundo banco hipotecario estadounidense, pasa a ser controlado por las autoridades federales.

 

13 de julio.- La Fed y el Tesoro de EE.UU. anuncian medidas para salvar a Fannie Mae y Freddie Mac.

 

17 de julio.- Merrill Lynch anuncia pérdidas por 6.603 millones de dólares en el primer semestre.

 

22 de julio.- El banco Washington Mutual, uno de los mayores prestamistas de EE.UU., anuncia pérdidas de 4.466 millones de dólares en el primer trimestre.

 

26 de julio.- El Congreso de EE.UU. aprueba ayudas al sector hipotecario de 3.900 millones de dólares.

 

5 de agosto.- La Fed mantiene el tipo de interés al 2%. El grupo francés Société Générale anuncia una caída del 63% en el primer semestre y rebaja el valor de su cartera de activos.

 

6 de agosto.- Freddie Mac anuncia pérdidas de 972 millones de dólares en el primer semestre.

 

6 de septiembre.- Medios de comunicación estadounidenses anuncian la inminente nacionalización de Fannie Mae y Freddie Mac para proteger el mercado, lo que supondría la mayor intervención gubernamental de la historia de EE.UU.

 

14 de septiembre.-Bank of America anuncia la compra de Merrill Lynch por 44 mil millones de dólares.

 

15 de septiembre.-Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión del mundo, se declara en quiebra.

 

16 de septiembre.-Wall Street sufre la mayor caída desde los atentados del 11-S, un 4,42% por la quiebra de Lehman Brothers y la venta de Merrill Lynch.

 

17 de septiembre.-La Reserva Federal salva a la aseguradora AIG con una inyección financiera de 85 mil millones de dólares.

 

18 de septiembre.-Los seis grandes bancos centrales (Banco de Japón, FED, BCE, Banco de Canadá, Banco de Inglaterra y Banco Nacional Suizo) se unen para acometer una inyección de liquidez en dólares conjunta para apaciguar la crisis financiera. El Lloyds TBS compra por 15.372 millones de euros el Halifax Bank of Scotland, mientras que el banco Morgan Stanley busca un socio para fusionarse y sortear la crisis financiera.

 

19 de septiembre. -La Reserva Federal, el Tesoro y el Congreso de EE.UU. anuncian un ambicioso plan económico para frenar la crisis. Bush aboga por la intervención gubernamental en los mercados. Las bolsas de todo el mundo reciben con importantes subidas en los valores la noticia. En la Bolsa de Madrid, el IBEX-35 cierra con la mayor subida de su historia.

 

23 de septiembre. -El secretario del Tesoro de EE.UU., Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, instan al Congreso a aprobar rápidamente la serie de medidas de rescate financiero para evitar un agravamiento de la crisis o una recesión.

 

25 de septiembre. -Demócratas y republicanos llegan a un acuerdo de principios para aprobar el plan para frenar la crisis financiera. Sin embargo, apenas unas horas después, el acuerdo quedó bloqueado por la oposición de un grupo de políticos republicanos.

 

29 de septiembre. -El Congreso rechaza el plan de rescate durante la primera votación con 228 votos en contra y 205 a favor. La Bolsa de Nueva York baja un 6,71% al cierre ypierde más de 748,21 puntos, la mayor caída de la historia del mercado.

 

1 de octubre. -El Senado de Estados Unidos aprobó por 74 votos a favor y 25 en contra el paquete de rescate al sistema financiero, patrocinado por la Casa Blanca.

 

3 de octubre. -La Cámara de Representantes aprobó el 3 de octubre por 263 votos a favor y 171 en contra la propuesta de rescate cambiada, valorada en 700 mil millones de dólares (480 mil millones de euros).

 

3 de octubre.-El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, promulgó la ley del controvertido paquete de 700 mil millones de dólares, diseñado para aliviar la situación del sistema financiero. El mandatario estampó su firma, poco después de que la Cámara de Representantes aprobara una nueva versión del plan. Bush elogió la acción del Congreso, la cual -dijo- impidió que la crisis en Wall Street se extendiera a todo el país.

 

¿Cuánto durará la crisis? Según Martin Wolf, editorialista neoliberal del Financial Times: “Veinte años si tenemos suerte, o menos de diez si las autoridades actúan con mano firme”. Nadie sabe exactamente lo que ocurrirá, como reconoció el ex presidente Clinton. Probablemente, la crisis se profundizará, ya que nadie conoce cómo tratarla; el Secretario del Tesoro admitió que no sabe cuánto dinero se necesita. En los bancos norteamericanos, de los 6,84 billones en depósitos bancarios, sólo hay disponible 0,27 billones de dólares en efectivo.

 

En varios países latinoamericanos -México, Argentina y Brasil-, se ha sentido el nerviosismo por la volatilidad de los más importantes mercados financieros. Los efectos que se podrían experimentar en la región a largo plazo aún no son lo suficientemente claros.

 

Desde hace tiempo fue denunciada la especulación inmobiliaria, que es el origen de esta crisis. Con tal de obtener ganancias, los bancos prestaron sin tener en cuenta la capacidad de pago; cuando explotó la ‘burbuja’ inmobiliaria, el valor de las ‘subprime’ (hipotecas basura) se desplomó. ¿Cuándo estallará en Panamá?

 

Varios analistas consideran que lo peor de la crisis está por venir. El presidente de la Reserva Federal estadounidense dijo que éste es uno de los más difíciles contextos jamás vistos. Hay quienes consideran que esta crisis es peor que la del ‘crac del 29’, debido a la globalización.

 

Panamá se verá afectada por esta crisis, debido a que:

 

Su principal mercado de exportación es Estados Unidos.

 

Disminuirá la demanda de los países desarrollados.

 

Casi la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) está relacionado con sectores del mercado externo: transporte, almacenamiento y comunicaciones.

 

Si continúan las pérdidas en las bolsas mundiales, así como la baja en los precios de las materias primas, disminuirá la liquidez y capacidad económica de los países exportadores de estas materias. Se está viendo con el petróleo, que está reflejando la desaceleración de la economía estadounidense y mundial con una caída por debajo de los cien dólares por barril, y con los minerales y metales.

 

Estados Unidos está en recesión; se puso fin al período más largo que ha tenido una economía en la parte expansionista del ciclo.

 

Francia está en recesión; Europa ha dado señales claras de que se encamina hacia una recesión.

 

Disminuirá la cantidad de mercancías que pasan por el Canal de Panamá. Si se agudiza la caída del consumo en Estados Unidos, disminuirá su comercio exterior.

 

Como en Estados Unidos está en riesgo el empleo, disminuirá el turismo norteamericano y la adquisición de viviendas en Panamá.

 

A pesar del crecimiento económico sostenido de los últimos años, la pobreza sigue aumentando en Panamá. Los datos demuestran claramente que el modelo de crecimiento panameño favorece a los ricos en detrimento de los pobres: La pobreza en Panamá se ha incrementado en un 4%.

 

El Gobierno tampoco toma las medidas necesarias para atenuar los efectos de esta crisis sobre los sectores pobres.¿Por qué Martín Torrijos no promueve una ley que establezca los convenios colectivos de trabajo, con vistas a garantizar unas ganancias razonables a los empresarios y un salario digno a los trabajadores? ¿Por qué no estimula la producción agropecuaria, para poder alcanzar la soberanía alimentaria?

 

Las hipotecas de alto riesgo, revendidas a bancos y cajas de ahorros de medio mundo, han actuado como vehículo contaminante en todo el sistema financiero y han obligado al gobierno de Estados Unidos, neoliberal y contrario al intervencionismo a acudir al rescate de las firmas hipotecarias, Freddie Mac y Fannie Mae, ante el riesgo de contaminación que existía sobre la banca comercial.

 

Las quiebras bancarias que se han producido debiera ser motivo de reflexión para nuestros políticos, que permanecen callados.  

 

Además:

 

  • Los depositantes en los bancos norteamericanos han comenzado a retirar sus ahorros: Según el Washington Post, sólo el miércoles 24 de septiembre, los fondos cayeron “en por lo menos 79 mil millones de dólares, o sea cerca de un 2,6%”.

 

  • Una parte considerable de los recursos monetarios del Fondo Fiduciario, la Autoridad del Canal de Panamá, la Caja del Seguro Social y de los bancos panameños están depositados en bancos estadounidenses.

 

  • En los bancos norteamericanos “hay aproximadamente 6,84 billones de dólares en depósitos bancarios. 2,6 billones de esa suma no están asegurados… De los 6,84 billones en depósitos bancarios, el total de efectivo disponible en los bancos es de sólo 0,27 billones de dólares”.

 

  • En Panamá ciertos bancos están incentivando la adquisición de tarjetas de crédito.

 

  • El ciudadano de clase media tiene demasiadas tarjetas de crédito.

 

  • El crédito al consumo en Panamá ascendió a 4,4 billones de balboas, lo cual es 661 millones más que el año pasado: creció un 17,8%,

 

  • Las hipotecas llegaron a 4,4 billones de balboas, 527 millones más que el año pasado: creció un 13,6%.

 

  • Los depósitos de los individuos locales terminó en 17,3 billones de balboas, lo cual es 2,6 billones más que el año pasado: creció un 17,8%.

 

  • En Panamá no se protege al depositante, cuando ocurren quiebras bancarias. Recuérdense las quiebras de Banco Disa, Estrella Mar, etc.

 

El lector debe preguntarse si está preparado para cuando la situación afecte directamente a Panamá. Es recomendable que:

 

  • Actúe con prudencia, adquiera lo imprescindible, no sea un comprador compulsivo.

 

  • Aprenda a controlar sus compras, no tenga tarjetas de crédito.

 

  • Proteja su dinero, no tenga depósitos en bancos privados.

 

  • Si puede, compre terrenos, oro o Letras del Tesoro de Estados Unidos -son consideradas la inversión financiera más segura. 

Joseph Stiglitz en el World Business Forum Nueva York 2010

“...parte del problema se debió a que el diagnóstico fue erróneo...”.

Entrevista con Nouriel Roubini: Marx, Bush y otra recesión

15 de agosto de 2011

 

Economist Nouriel Roubini says the risk of a global recession is greater than 50 percent, and the next two to three months will reveal the economy's direction. In an interview with WSJ's Simon Constable, Roubini also says he's putting his money in cash. “This is not the time to be in risky assets,” he says.

 

Nouriel Roubini, el economista de la Universidad de Nueva York que predijo la crisis financiera global, afirma que el riesgo de otra recesión global es mayor a 50% y que los próximos dos o tres meses revelarán la dirección de la economía.

 

En una entrevista con Simon Constable de The Wall Street Journal, el economista habla de la economía mundial, le da la razón a Karl Marx y culpa al ex presidente George W. Bush de provocar la actual crisis fiscal de Estados Unidos. A continuación, partes de la conversación:

 

WSJ: Estamos viendo problemas fiscales en Estados Unidos, problemas de deuda soberana en Europa, tensiones en el sector bancario allí y una economía coja aquí. ¿Qué podemos hacer para que la economía crezca?

 

Roubini: Probablemente muy poco. Estamos en un proceso de doloroso desapalancamiento global porque la crisis empezó con demasiada deuda privada y apalancamiento y ahora tenemos demasiada deuda pública y apalancamiento además de la privada. Y este continuo proceso de desapalancamiento significa que se tiene que gastar menos en los sectores privado y público para ahorrar más. Esto implica que va a haber una tendencia de crecimiento bajo par en la mayoría de las economías durante muchos años. Y ahora hay un creciente riesgo de que haya no sólo un crecimiento económico lento sino que puede haber una recaída en la recesión. Para evitar esto y otro cataclismo financiero, probablemente necesitemos más flexibilización de la política monetaria por parte de los bancos centrales.

 

WSJ: La Fed ha dicho que mantendrá las tasas de interés cerca de cero durante los próximos dos años, hasta mediados de 2013. ¿Será suficiente?

 

Roubini: Probablemente no y Bernanke anunciará más relajamiento cuantitavivo (QE) en Jackson Hole. Hay una serie de opciones. Habrá alguna variante de relajamiento cuantitativo. Mantener las tasas cercanas a cero es un paso, comprar más bonos del Tesoro es otro, tratar de influir directamente en las tasas a largo plazo es otro… hay una combinación de políticos, tal vez un QE3, un QE4, quizás un QE5 si estamos cerca de una depresión.

 

WSJ: Si nadie quiere tomar prestado, ¿qué ayuda ofrecen las tasas bajos?

 

Roubini: Es cierto, la política monetaria y liquidez no pueden resolver los problemas de solvencia y crédito. Lo único que se puede hacer es tratar de reducir la probabilidad de una recaída en la recesión, es decir, evitar lo peor. Si el canal del crédito está roto las medidas no van a funcionar y esa liquidez extra puede ir a unas mayores reservas.

 

WSJ: Usted pinta un cuadro sombrío. ¿Qué pueden hacer los gobiernos y las empresas para hacer que la economía vuelva a crecer?

 

Roubini: Las empresas globales no están haciendo nada, no están ayudando... Afirman que hay un exceso de capacidad y por eso no contratan, porque no hay demanda final. Pero hay una paradoja y eso crea un círculo vicioso, si no contratan trabajadores no hay ingresos por trabajo, no hay confianza por parte de los consumidores, no hay suficiente consumo, no hay demanda final.

 

Y en los últimos dos o tres años esto ha empeorado porque ha habido una redistribución masiva de los ingresos del trabajo al capital, de los salarios a las ganancias, las desigualdades entre los salarios y los patrimonios han crecido, y la propensión marginal al gasto por parte de un hogar es mayor que la de una empresa, porque las empresas tienen una alta propensión marginal a ahorrar comparadas con un hogar. Esta redistribución de ingresos y patrimonio hace que el problema de la excesiva falta de demanda agregada empeore.

 

Karl Marx tenía razón, llegado un punto, el capitalismo puede autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y eso es lo que sucedió. Pensamos que los mercados funcionaban. No están funcionando. Y lo que es individualmente racional es que cada empresa quiere sobrevivir y prosperar, y eso significa recortar costos laborales aún más. Mis costos laborales son los ingresos laborales y el consumo de otros. Por eso es que es un proceso de autodestrucción.

 

WSJ: Los problemas fiscales que EE.UU. tiene en este momento, ¿de quién es la culpa?

 

Roubini: Obviamente, es la culpa de George Bush. Cuando Obama asumió el poder, heredó un déficit presupuestario de US$1,2 billones (millones de millones)... y cuando Bush llegó al poder, había un superávit de US$300.000 millones. ¿Cómo pasamos de un superávit de US$300.000 millones a un déficit de US$1,2 billones, un cambio de US$1,5 billones en nuestra condición fiscal? Decidimos recortar los impuestos pero no pudimos hacerlo en 2001-2003, gastamos US$2 billones en dos guerras que no se podían ganar, duplicamos el gasto discrecional... añadimos prestaciones sociales como beneficios de Medicare para comprar medicamentos y luego tuvimos un enfoque laissez-faire para la supervisión de la regulación financiera, causamos la mayor crisis financiera de la historia, lo que implicó un enorme incremento del déficit porque teníamos el déficit de la recesión y teníamos el costo fiscal de rescatar a las instituciones financieras. Por lo tanto, tuvimos cinco factores que llevaron a que pasáramos de un enorme superávit a un enorme déficit. Y él heredó dos guerras en el exterior y la peor crisis financiera y económica, y ahora le echan la culpa a él.

 

Eso es lo que pasó. Destruimos nuestra sostenibilidad fiscal antes de que llegara al poder. Teníamos armas y mantequilla y bajos impuestos. No funciona. Si quieres armas y mantequilla, debes tener altos impuestos durante guerras. No puede ser de esta forma... Él heredó el desastre, él heredó un desastre total. Tuvimos suerte de que esta Gran Recesión no se convirtió en otra Gran Depresión. Y necesitamos otro estímulo para eso. El problema fue que el estímulo no fue suficiente, no que fue demasiado.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.