LA MISERIA EN LA CUBA DE FIDEL CASTRO

Fidel Castro:

“(…) con la ventaja de contar con un país rico, donde se puede sembrar todo el tiempo en el año, un pueblo inteligente y un pueblo entusiasta, un pueblo ansioso de alcanzar un destino mejorlograremos un estándar de vida mayor que ningún otro país en el mundo”.

 

Véase cómo viven los cubanos de a pie

en Gibara, Holguín, Cuba

 

Inhabitable

Agosto de 2013

Fidel Castro:

Que hay clase media, ¿por qué si aquí todo el mundo debiera ser clase media? (APLAUSOS.) ¿Por qué si en nuestra patria no debiera existir un solo pobre? ¿Por qué si esta es una de las islas más ricas y fértiles del mundo? ¿Por qué si aquí pueden vivir 30 millones de habitantes? ¿Por qué si Holanda, si Dinamarca, si esos países con más habitantes, con menos tierras, con menos fertilidad, son incomparablemente más ricos que nosotros?

 

Mendigos

Eduardo Del Llano

22 de octubre 2013

 

Una canción del prematuramente desaparecido trovador Jorge García hablaba de los mendigos nuevos. Comenzaba con una grabación realizada in situ a un percusionista indigente que a menudo se apostaba en la parada de Coppelia a ejecutar su música con latas y tapas de tachos de basura para, con suerte, ganarse unos centavos.

 

 Personas que viven al margen, vencidos, durmiendo en portales y estaciones, existen en toda clase de sociedades. Ahora bien, la nuestra pasó de ser la que más iba a preocuparse por los humildes a mirar a otra parte y fingir que no están ahí; dicho de otro modo, parece que nuestros menesterosos no le importan a nadie. Para cierto discurso, es como si su lastimoso estado fuese exclusivamente culpa de ellos. Y eso es inaceptable porque si el individuo puede darse el lujo de ser mezquino, el Estado no. ¿Para quién queda el bien común si de él se excluye a los incómodos?

 

 En una ocasión presencié cómo los vecinos de un elegante edificio del Vedado llamaban a la policía para que se llevara a un desventurado que llevaba días durmiendo a la entrada del sótano. A ninguno se le ocurrió ayudarle; a todos les molestaba. De mi infancia recuerdo la crueldad con que la gente se burlaba de los locos que deambulaban sin rumbo fijo, hablando para sí, sucios y perdidos. Frente a mi primaria solía pasar una mujer negra de cierta edad –o eso me parecía entonces, tal vez no rebasara la treintena- a la que llamaban Tabaquito; los niños se arracimaban para gritarle y enfurecerla. Ahora, Manolito es un loco joven que pasea por el Vedado cantando y conduciendo un auto imaginario. La gente se burla igual, se cree mejor.

 

 Piden dinero, soportan ferocidad e indiferencia, beben, rebuscan en la basura; los más emprendedores venden latas. ¿Son estos técnicamente mendigos o no? ¿Lo son las mujeres que corren con un niño en brazos hacia el grupo de turistas? ¿Lo son los ancianos que venden maní? En ciertos casos resulta difícil saberlo; con todo y lo dramática que resulta su existencia cotidiana, lo peor no son los pordioseros, sino cuán indistinguibles de ellos nos vamos haciendo los ciudadanos corrientes. Entre un vecino de cualquier cuadra cubana y un pobre diablo que duerme en la calle hay una línea cada vez más fina y desdibujada. La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano.

Cómo viven los cubanos

que no reciben ayuda del exilio

Crisis de la vivienda en Santiago de Cuba

Ocho meses después del huracán Sandy,

damnificada denuncia que

no ha recibido ayuda del Gobierno

Denuncias de otros damnificados por el ciclón Sandy

Buscándote Havana (2006, documental)

Cortometraje de Alina Rodríguez sobre una temática invisible para los medios de comunicación: la vida de los inmigrantes de las provincias orientales de Cuba en asentamientos marginales radicados en La Habana.

Los ‘buzos’ habaneros

Buzos, leones y tanqueros (Documental)

(Parte I)

Buzos, leones y tanqueros (Documental)

(Parte II)

Buzos, leones y tanqueros (Documental)

(Parte III)

Postrada y abandonada

en Palma Soriano, Santiago de Cuba

El Fanguito

Manuel Castro Rodríguez

En el Vedado, cerca de las mansiones donde viven algunos de los miembros de la nomenclatura, se encuentra El Fanguito, una zona marginal que las autoridades eufemísticamente denominan barrio insalubre.

 

Cuando usted llega a la esquina de 17 y 28 debe descender 62 escalones para entrar en El Fanguito, barrio marginal ubicado en las márgenes del río Almendares y habitado por unas mil personas que viven en condiciones insalubres.

 

El Fanguito es un barrio de viviendas precarias, construidas con tablones carcomidos por la humedad, planchas de zinc y tejas rotas, y donde las redes de saneamiento son una utopía.

 

El Fanguito está ubicado en el centro de La Habana, la capital de Cuba. Es uno del centenar de barrios marginales que han surgido después de que los hermanos Castro llegaran al poder hace 54 años.

 

“Cuando el cielo se nubla sobre la capital cubana, los vecinos del barrio El Fanguito ruegan que no llueva demasiado. Es que sus casas de cartón, madera, tejas u otro material afín son muy frágiles para resistir hasta el mínimo desborde del río Almendares.

 

(…) Fuentes oficiales indican que más de 13 por ciento de la población habanera vive en condiciones críticas, esto es, en ciudadelas multifamiliares y en más de 100 asentamientos precarios, considerados focos y barrios insalubres”.

Vivienda en Cuba: el derrumbe que viene

Daniel Benítez

9 de julio de 2013

 

Más de un millón 170 mil casas cubanas, el 39 por ciento del fondo habitacional existente en el país, se encuentra entre regular y mal, según un informe del Instituto Nacional de la Vivienda (INV).

 

El informe gubernamental antecedió al recién concluido período de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde el tema de la vivienda centró buena parte de las discusiones socioeconómicas de los diputados.

 

La Comisión de Industria, Construcciones y Energía del Parlamento señaló en sus conclusiones la urgencia de las labores de recuperación y mantenimiento del fondo habitacional del país, y llamó a priorizar el desarrollo de la industria de materiales de la construcción.

 

Los diputados -indicó la comisión parlamentaria- prestarán especial atención a la construcción de viviendas en los municipios, y a aquellas que se erijan en zonas rurales y montañosas, sobre todo si se realizan mediante esfuerzo propio, con créditos y otras facilidades.

 

Fuentes no gubernamentales cifran incluso en 57 por ciento las edificaciones en mal o regular estado, mientras reflejan que existe un déficit de más de 700 mil hogares.

 

Cifras preocupantes

 

Entre las principales causas del deterioro señaladas en el informe del INV se encuentran el frecuente azote de fenómenos climatológicos, culpables por “afectar de una u otra manera más de un millón de moradas en los últimos 10 años”. Solo el huracán Sandy, que asoló la isla en octubre de 2012, dejó unas 150 mil casas dañadas y más de 17 mil se derrumbaron totalmente en las provincias de Santiago de Cuba y Holguín.

 

Las estadísticas sobre la construcción de viviendas no resultan nada halagüeñas. Cuba construyó apenas 32.103 viviendas en 2012, el 28 por ciento de ellas levantadas con esfuerzo de la población. La cifra revela la caída continuada en la edificación de inmuebles por sexto año consecutivo, luego que en el 2006 se terminaran 111.273.

 

Todo eso a pesar de que el salario promedio en la construcción fue el más alto entre todos los sectores laborales del país, con 580 pesos cubanos mensuales (CUP), unos $24 dólares. (El salario promedio en el país subió a 466 CUP, 11 pesos más que en el 2011).

 

Los resultados del primer semestre del 2013 van por el mismo camino. Según reveló el ministro de Economía y Planificación, Adel Yzquierdo, durante su intervención ante el Parlamento cubano, la construcción de viviendas cayó en un 3 por ciento en lo que va de año y se incumplieron 500 inmuebles en una provincia tan necesitada cono La Habana.

 

Situación tensa

 

Por eso, indicó el ministro, es una necesidad que se cumpla el plan de viviendas en Santiago de Cuba, que está avanzando “pero de manera muy tensa” en medios de las secuelas del huracán Sandy.

 

Yzquierdo también dijo que se observó un decrecimiento del plan de construcción de viviendas por medios propios en un 6 por ciento, pues las personas están utilizando los recursos entregados para reparar sus casas y menos para construirlas. El plan de edificación de viviendas por medios propios es de 13.000.

 

Debido a esta precaria situación, el régimen ha tenido que aplicar urgentes medidas para intentar detener el deterioro tras décadas de inmovilismo en el sector, y de una casi completa paralización en las construcciones y reparaciones.

 

Primero la opción, por fin después de más de cinco décadas, de compra y venta, que ha desatado una ola de anuncios en los más disímiles sitios, incrementando la especulación inmobiliaria con precios exorbitantes (muchas veces sin tener en cuenta el estado constructivo de las locaciones), y luego la entrega de créditos y subsidios para facilitar la “construcción por esfuerzo propio”.

 

Demanda de materiales

 

Pero, ¿puede dinamizar el mercado y lograr ostensibles mejoras? Realmente es poco creíble si se tiene en cuenta que los subsidios no sobrepasan los 80 mil pesos cubanos, -unos 3.200 CUC- para una edificación de 25 metros cuadrados con baño, cocina y pago de mano de obra incluidas, mientras que solo se autorizaron créditos de entre 5.000 y 10.000 CUP para acciones menores.

 

Sin embargo, el país tampoco cuenta con una industria de materiales de la construcción capaz de hacer frente a una mayor demanda, de ahí que solo los subsidiados puedan comprar en establecimientos específicos el cemento P-350, instalaciones sanitarias, pinturas y elementos de plomería y electricidad hasta revestimientos de paredes, entre otros.

 

El informe del INV refleja que en los primeros seis meses del presente año las ventas minoristas de estos materiales fueron superiores a los 650 millones de CUP, y que al menos hasta marzo de 2013 unas 33 mil personas fueron beneficiadas con estas alternativas.

 

En el 2011, por 24 domingos consecutivos, la televisión cubana transmitió el curso  “Con tus propias manos: Cómo construir y mantener tu vivienda”, con el supuesto objetivo de dar “a la población imprescindibles conocimientos sobre las acciones constructivas a realizar para la ejecución de nuevas viviendas o la rehabilitación de las existentes mediante el esfuerzo propio”.

 

Un reto monumental

 

Pero el reto de la vivienda en Cuba es monumental y no podrá resolverse con soluciones a medias, sin liberar totalmente las fuerzas productivas y permitir que la empresa privada entre al negocio de las construcciones.

 

Hace 60 años, el reclamo del derecho a la vivienda era una de las motivaciones de Fidel Castro y el grupo de jóvenes que asaltaron el Cuartel Moncada. El programa del Moncada se hizo luego finalidad gubernamental desde 1959, sin que hasta la fecha pueda hablarse no ya de promesas cumplidas, sino de el mínimo mantenimiento habitacional que impida la destrucción y el derrumbe del patrimonio arquitectónico nacional.

 

En su discurso de clausura de la Asamblea Nacional, este domingo, Raúl Castro admitió que el proclamado crecimiento del 2,3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer semestre del año, “no se nota en la economía de la familia cubana promedio”.

 

Mucho menos se advierte en la situación de la vivienda, que es acaso el mayor obstáculo para intentar imaginarnos la luz al final del túnel cubano.

 

CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS EN CUBA (2000-2012)
2000 – 42.940
2001 – 35.805
2002 – 27.460
2003 – 15.590
2004 – 15.352
2005 – 39.919
2006 – 111.373
2007 – 52.607
2008 – 44.775
2009 – 35.085
2010 – 33.901
2011 – 32.540
2012 – 32.103

Fuente: ONE

 

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Desde hace más de cuatro décadas la escasez de alimentos y viviendas son dos de los principales problemas que afectan al cubano de a pie. Según el Gobierno, a comienzos de 2008 el déficit habitacional ascendía a 600 mil viviendas y necesitaba reparación el 85% de los inmuebles de más de tres pisos.

El profesor Carmelo Mesa Lago estimó en 1997 que el déficit habitacional ascendía a un millón de unidades, por lo que actualmente debe ser mucho mayor, dado que hace siete años, en 2006, se planificó la construcción de cien mil viviendas anuales, pero solo se cumplió ese año y los derrumbes continúan.

En la mitad de las viviendas cubanas conviven hasta cuatro generaciones; la situación más crítica es en la capital, donde el 70% de las viviendas estaba en un estado precario; y unos mil 400 edificios en mal estado son desalojados anualmente por el peligro de derrumbarse.

Desde hace más de una década, las “posadas” (push botton) se utilizan para albergar a personas sin vivienda. La crisis habitacional obliga a muchos divorciados a seguir conviviendo bajo el mismo techo, incluso hasta en el mismo cuarto.

Por mucho empeño que ponga una familia cubana en reparar su vivienda, es imposible que lo pueda hacer si no recibe ayuda de sus familiares y/o amigos que han emigrado.

Luisa M. Medinas Isnaga y su hija Idaisil Rivero Medina de 12 años fallecieron hace un mes, el 2 de junio de 2013, a causa del derrumbe de su casa situada en Antonio Maceo No. 460, entre Rosario y Simón Bolívar, Trinidad, a dos cuadras del centro turístico.

Fidel Castro prometió hace sesenta años: “Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”.

 

Derrumbe en Infanta y Salud,

cerca de la Universidad de la Habana,

provoca la muerte de tres personas

Condiciones en que está el centro de La Habana

Regla: del lado de la bahía y la miseria

Juan Antonio Madrazo Luna

9 de octubre de 2013

 

Lo único que hacen las autoridades es vigilar si estamos criando puercos

 

Muchas personas recuerdan al ultramarino poblado de Regla como un lugar donde se respiraba prosperidad antes de 1959. Para María, una reglana de 70 años: “Hay una cultura particular para el reglano. Regla fue un lugar en el cual teníamos casas como la panadería dulcería Las Tres Cruces, la fábrica de calzado Ayda, la de mosaicos Nuestra Señora del Cobre y la de tejidos Villamar Industrias. En la carnicería Hermanos Valdés o en la bodega de Benigno había oportunidades para todos los bolsillos”.

 

Hoy, el municipio de Regla no cuenta con la Flota del Golfo y desde la Colina Lenin no se ve un solo barco en la bahía. Dentro de sus propios escenarios se encuentran barrios como La Verdolaga, Patilarga, Modelo o 10 de Octubre, Reparto Unión o asentamientos como La Loma. Este último no está en el catálogo de la Habana oficial, es un minúsculo espejo de la mala vida habanera que se esconde detrás de las fachadas de Regla. Para llegar hasta allí hay que hacerlo de la mano de alguien conocido en el lugar.

 

Aquel Liceo

 

Los nombres de muchos de los sitios y figuras de Regla son iconos de La Habana: el santuario de la Virgen de Regla –Yemayá para los creyentes de la Regla de Ocha--, el Parque de la Mandarria, los Guaracheros de Regla, Roberto Faz, el célebre dúo musical de Clara y Mario, los juegos de las potencias Abakuá o el antiguo Liceo de Regla, donde tantas  señoritas de sociedad lograron ser coronadas como reinas del Baile de las Flores.

 

Regla es también cuna de personajes populares como Caridad Bengala, Marlen Pestillo o el Babio, un blanco famoso en el mundo de la guapería. Allí los mulatos tienen su propio linaje, pues los filtros del erotismo pasan por las hijas de Cecilia Valdés. Mientras los blancos viven su en ambiente, seducidos por la guapería y las mujeres negras.

 

En La Loma reina el tambor Enchemiya, el cuarto Famba Sese Ecoy Beromo, donde solo tendrán acceso los iniciados al universo de la cultura Abakua. Es un laberinto, y como granero humano, está montado sobre frágiles puertas de latones viejos y oxidados, cartones, pedazos de tablas, materiales recogidos en vertederos sanitarios, tendederas eléctricas, techos remendados con hojas de plástico, con latas y ondulados de fibrocemento.

 

En La Loma

 

Según Amaury: “Para vivir hemos tenido que crear nuestras propias condiciones. Aquí ha venido gente del gobierno pero no resuelven nada. El delegado del Poder Popular no tiene poder para resolver ningún problema. En La Loma hay muchos niños y personas muy mayores que aun trabajan, y es un peligro la escalera por la cual se entra a este lugar. No hay iluminación. De noche esto es la boca del lobo. Cuando llueve, las casas se inundan de heces fecales. Lo único que hacen las autoridades es ponerle multas a los vecinos y vigilar si estamos criando puercos, o si tenemos el patio sucio”.

 

Odalys Esperanza Valdés Roca es la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución # 3, Jesús Menéndez, circunscripción 17, La Loma. Ella testimonia: “Aquí llevo viviendo 52 años, la edad que tengo, y con una niña de 15 años. Hace unos días, con estas lluvias, vino un tornado que a muchos nos dejó peor de lo que estábamos. En esto que llaman vivienda todo se moja. Me quedé sin taza de baño, pues se me rajó, las tejas las amarré con un cable eléctrico. En la Dirección Municipal de Vivienda no resuelven nada, dicen que porque esto es un barrio insalubre. Pero sólo lo consideran así para algunas cosas, porque, por ejemplo, si no pagas la luz, te la cortan. No entiendo nada”.

 

madrazoluna44@gmail.com

 

 

Pueblos en ruina

Polina Martinez Shvietsova

8 de octubre de 2013

 

Esta odisea comienza en el municipio habanero de Marianao. Para trasladarse  a los pueblos más cercanos a La Habana, por la Carretera Central, hay que hacerlo en camiones, camionetas y almendrones que hacen piquera en la terminal de El Lido. Por 10 pesos, en moneda nacional, emprendes el viaje, que se parece a un purgatorio rodante.

 

La terminal de El Lido no descansa a ninguna hora. El traslado de pasajeros es constante, porque mucha gente se levanta de madrugada para acudir a sus centros de trabajo, y otros van y vienen, debido a los infernales turnos médicos en los hospitales de la capital.

 

Bauta casi se puede considerar parte de la zona metropolitana de La Habana. El territorio, por el sur, alcanza hasta la antigua laguna de Ariguanabo, ahora casi desecada. Por el norte, es ondulado hasta la costa. Importantes vías de comunicación atraviesan el pueblo de oeste a este: La autopista de Pinar del Río, la autopista Panamericana (norte) y la Carretera Central.

 

El pueblo se caracterizó siempre por su masiva emigración hacia los EE.UU. Luego del regreso de estos “comunitarios”, la economía se ha incrementado. Igualmente, de este pueblo provenían muchas de las prostitutas que se introdujeron en la Marina Hemingway durante los años 90.

 

Después de salir de Bauta, le sigue un recorrido por pequeños asentamientos de índole más agraria. En esos lugares se aprecia el total abandono de un sistema de vida. Resulta notable la desidia, la tristeza y la enorme miseria de sus habitantes.

 

Entonces se llega al pueblo de Caimito, que posee una extensión territorial de 239,5 kilómetros cuadrados y más de 30 000 habitantes. Fue fundado en el año 1820. En las cercanas elevaciones del Esperón, en la época de la Guerra de Independencia, existió un hospital de campaña, hoy destruido por la cantera para la  extracción de piedras calizas. Se relata que en estos montes, los piratas que circundaban la zona depositaron grandes fortunas en el norte y sur, y allí yacen todavía, ocultos.

 

Luego de rebasado Caimito, es cuando aumenta la lucha de los camioneros por conseguir más pasajeros. En  este tramo, los conductores de vehículos apretujan al personal al máximo bajo pésimas condiciones, con un calor asfixiante, para  acrecentar sus ganancias.

 

Llegando al próximo poblado, Guanajay, el paisaje y el ambiente se tornan diferentes. Éste tiene sus características distintivas. Guanajay cuenta desde su fundación con veintiséis puentes, construidos para drenar las corrientes fluviales que por allí corren en época de lluvia. Sin embargo, en la actualidad estos puentes han sido afectados por el sistema ferroviario del nuevo puerto del Mariel, que deberá pasar por la zona. Esto ya ha provocado  muchas inundaciones en el pueblo.

 

Recientemente fue cerrado el único Hospital de Guanajay. Ello provocó la ira del pueblo, que se manifestó públicamente, por lo que  se presentaron las autoridades de Salud Pública del territorio. El gobierno respondió aduciendo que se iba a inaugurar un nuevo Hospital Infantil. Pero la promesa no se ha cumplido.

 

El Teatro Principal de Guanajay está en ruinas. Quien lo conoció de antaño, hoy se entristece. En este municipio había centrales azucareros, y también algunos tejares, que produjeron todos los ladrillos y tejas de sus antiguas moradas en tiempos de bonanza económica. No hay que ser adivinos para percibir cuánta ruina y destrucción prevalecen tanto en este como en el resto de los pueblos periféricos de la capital. Sus habitantes son el rostro de la resignación y la falta de esperanza.

 

 

El Barrio Malo de la Luz Brillante

Tania Díaz Castro

8 de octubre de 2013

 

Le llaman El Barrio Malo de La Luz Brillante, caserío situado al oeste de Santa Fe, en la provincia de la Habana. Dicen sus pobladores, casi todos negros o mestizos (emigrantes de las zonas orientales), que en un principio, hace más de veinte años, las casas, a orillas del mar, se componían de chozas, levantadas a base de palos viejos y materiales encontrados en la basura, y que muy pocos de los que allí residen están registrados en las oficinas del carné de identidad, tampoco sus casas, que, hoy mejor arregladas, no han sido legalizadas por la Dirección de Vivienda.

 

A este barrio regresó hace unos días Claribel, una cubana que había escapado en una balsa hacia Estados Unidos, hace cinco años. Tanta fue mi curiosidad que pedí a una vecina, amiga de su familia, me llevara a conocerla.

 

Tomamos un bicitaxi y atravesamos con mucho temor sus intrincadas, peligrosas y fangosas callejuelas, hasta llegar a la casita donde vive la familia de Claribel, a muy pocos metros del mar. El espectáculo fue deprimente. Es una chica veinteañera, de cabellos alborotados, con cara de muñeca negra Lily y sonrisa contagiosa. Pero en la casita, aún con paredes hechas de tablas rotas y ya con techo de fibrocemento, viven sus padres, hermano y abuelos en plena pobreza, o como ellos mismos me dijeron: sobreviven a duras penas.

 

“No estoy asombrada. Todo lo sabía –me dijo Claribel-. No pueden tomarse ni siquiera un vaso de leche al día. El salario mensual de mi hermano no alcanza ni para medio mes, todavía no han arreglado las calles, no tienen agua potable por tubería, ni baños con servicio sanitario, ni ómnibus para llegar hasta aquí, y lo que es peor, el dinero que les mando tampoco alcanza para que tengan una alimentación propia de personas mayores, porque los productos de las shopping son muy caros. En una palabra: mi familia vive tan mal como cuando llegaron al Barrio Malo de La Luz Brillante, hace unos diez años. Así se llamó desde un principio este barrio porque todos carecían de gas manufacturado para cocinar. Hoy muchos de ellos emplean todavía ese peligroso producto en antiguas hornillas”.

 

No quise despedirme sin antes preguntarles por qué se habían ido de las provincias orientales, y me respondió el abuelo:

 

“Allá, en Santa Cruz del Sur, retrocedió nuestra vida social, porque todo se fue deteriorando poco a poco. Las esperanzas que nos dio la Revolución se evaporaron como fuegos fatuos. El central azucarero “Haití” dejó de producir. Los jóvenes se dedicaron a beber alcohol. Nada funcionaba: ni la panadería, ni el correo, ni el pequeño restaurante. El batey se convirtió en un fantasma, mientras Fidel seguía con sus mismos discursos, comentando las crisis de otros países, sin decir que Cuba estaba más que muerta. Yo, que me sentía orgulloso de mi terruño, cuando nos fuimos, lo dejé todo destruido, como están tantos pueblos olvidados de Cuba”.

 

Antes de irnos, preguntamos por alguna calle asfaltada, para salir de allí, y así evitar los saltos del bicitaxi. No había ninguna. De nuevo en Santa Fe, a pesar de sus calles rotas y sus aceras comidas por la hierba, pensamos que habíamos llegado al Paraíso.

 

 

Los Pocitos, donde habita el olvido

Polina Martínez Shvietsova

8 de julio de 2013

 

El gobierno vende su modelo socio-político como si fuera un boleto para el paraíso. Sin embargo, basta recorrer la zona oeste de La Habana para percatarse de que la realidad no se parece en nada a lo que anuncian.

 

Hay que desandar los municipios de Marianao y la Lisa. Esa zona ofrece a sus propios vecinos y a los visitantes unas circunstancias realmente peligrosas, asfixiantes y crueles. Un ejemplo son asentamientos como el del barrio marginal Los Pocitos, infrahumano e insalubre, donde se hacinan centenares de personas resignadas a sobrevivir en medio de la mayor miseria y podredumbre.

 

Desde hace décadas, Los Pocitos es un barrio marginal, desatendido por las autoridades locales y provinciales. Sin embargo, esto no fue siempre así. Alguna vez, en la historia más antigua de Marianao, el barrio fue atractivo centro de reunión para familias habaneras. Éstas iban allí atraídas por la excelencia de las aguas del Pocito, un manantial del Río Quibú cuyos minerales servían para el tratamiento de enfermedades del estómago.

 

La formación histórica del barrio de Los Pocitos se encuentra en el periodo conocido como la Danza de los Millones, entre 1914 y 1918, un periodo de aumento para el precio del azúcar, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Entonces, se hicieron impresionantes inversiones en obras de urbanización dentro de nuevas áreas de esta zona. Y al mismo tiempo, se fueron rediseñando algunas otras como Coco Solo, Los Quemados, o como los barrios de Buenavista, Pogolotti, La Lisa, La Ceiba, que eran asientos de muchas familias humildes.

 

Con el triunfo de la revolución, se hizo poco o casi nada por el bienestar de esta gente. Al contrario, su bajo estándar de vida se agravó. Debido a la pésima situación económica por la que atravesaban, fueron multiplicándose los barrios de “llega y pon”, tan propicios a las enfermedades y al vicio.

 

Entonces, la falta de un plan urbanístico para Marianao, con sus asentamientos marginales, conllevó a que se produjeran las construcciones de forma anárquica, sin medidas reguladoras que facilitaran el tránsito y procuraran áreas de recreo.

 

Según datos del censo del 2002, en el municipio de Marianao habitaban unas 549.469 personas. Cabe destacar el alto índice de desempleo o el gran por ciento de sus 10mil viviendas que se encontraban en estado regular o malo, por lo que fue necesario realizar un proceso de intervención urbanística del municipio.

 

Muchos habitantes de Los Pocitos son mestizos o negros. Lo cual ejemplifica el alcance de la división clasista en la Cuba actual, que se acentúa particularmente en el problema racial. En este municipio se practica con mayoritario entusiasmo la religión afrocubana conocida como santería. Se conoce que se dan excelentes bailes para los Orishas, en casas y solares. Existen más de 55 babalawos consagrados y unas 30 casas de raíz religiosa. También se practica la religión abbakúa, particularmente en los barrios de Los Pocitos y El Palmar, donde existen tres plantes de diferentes raíces. Además, hay que destacar que existen varias ceibas, donde se depositan brujerías, hechizos, ofrendas para ese tótem natural.

 

En Los Pocitos conviven cinco generaciones de cubanos -muchos “hijos de la revolución”- que han crecido bajo el hacinamiento, la insalubridad, la podredumbre y los delitos comunes. Caminar de día por allí es quedarse sin respiración, por la miseria reinante. Hacerlo de noche, no es aconsejable.

Decenas de miles de cubanos residentes en La Habana nunca han visto salir agua del grifo de la vivienda que habitan

No sale agua del grifo en numerosos hospitales y escuelas. Mis hijos nacieron en  1976 y 1983 en el Ramón González Coro, el mejor hospital gineco-obstétrico de Cuba.  En ambas ocasiones yo tuve que cargar agua para que mi esposa pudiese lavarse al menos, ni pensar en bañarse.

La esquina caliente de Neptuno y Consulado

Polina Martínez Shvietsova

2 de julio de 2013

 

A cualquier hora, la esquina habanera de Neptuno y Consulado muestra un elevado índice de calentura social. Forma parte del barrio Colón, una de las zonas con sitios marginales y conflictivos del municipio Centro Habana.

 

Antes del triunfo de la revolución, a este cruce se le denominó La esquina de la Puntilla, ya que era una zona de prostitución, a la vez que era muy céntrica y muy concurrida, rodeada de cabarets y teatros. En la actualidad, la firma Habaguanex se ha apoderado del lugar. Allí se ha creado un complejo de tiendas especializadas a las que denominan Fornos, y que está integrado por una carnicería, una pescadería, una charcutería, boutiques, perfumería y otros mercados mixtos. Los productos que venden tienen precios exorbitantes para la casi totalidad de los cubanos, incluyendo a profesionales, que ganan menos de un dolar diario. El queso parmesano cuesta alrededor de 50 dólares por kg; el bacalao, cerca de 60; las colas de langosta, 20; la carne de res, 11… Precios que podrían parecer normales en Estados Unidos o Francia, pero son una broma de mal gusto en Cuba.

 

Abunda también la prostitución en Neptuno y Consulado. Las jovencitas comienzan a ejercerla desde que tienen 12 ó 13 años. Estas niñas desean vestirse, comer, vivir una vida sin tantas carencias. El barrio de Colón vive sumido en la penuria y la marginalidad. En él hay cada vez más ancianos carentes de suficiente subsidio, hundidos en la mayor pobreza. Abundan las familias disfuncionales, y los discapacitados físicos y mentales.

 

“Tiros” de cocaína

 

En la zona predomina, como hábito extendido, el alcoholismo. Un gran número de pacientes infestados por el VIH/SIDA residen allí. Hay “tiros” de cocaína y prolifera el tráfico de marihuana. Además, crecen la violencia imperante en las calles, y los índices de suicidios. Por aquella zona anduvo el estrangulador que se hacía pasar por inspector de Salud Pública. También hay juego ilícito, con las esquinas repletas de banqueros, numeradores y recogedores. Para toda esta gente sumida en la miseria y la deseperanza, jugar a “la bolita” sirve de entretenimiento, a la vez que constituye la única esperanza para mejorar.

 

Con las “reformas” del gobierno, han surgido muchos cuentapropistas, y se han abierto las casas de alquiler, salones de belleza, cafeterías, bares y restaurantes. Entre estos últimos, cabe destacar uno llamado Mango Habana, ubicado en las calles Industria y San Miguel, donde se puede comer un filete de res por 13 dólares, o sea, casi medio mes de sueldo de un médico.

 

La mayoría de los edificios del barrio está en mal estado. Cuando se comenzaron a remodelar lo que serían las tiendas del Complejo Fornos, Habaguanex solo se ocupó de locales de su interés. Al resto, si acaso, les retocaron fachadas. Fornos recauda una buena suma de dólares cada día para las arcas del gobierno, pero nada les toca a los vecinos del barrio; los beneficios del negocio se sienten en Miramar y El Laguito. La gente del barrio debe contentarse con mirar las vidrieras, parar ver las delicias que jamás han probado y no tienen esperanza de probar.

¿Hijos de quién?

David Canela

27 de junio de 2013

 

Recientemente vi la detención de un mendigo. En realidad, era un indigente.

 

Dos policías se acercaron a interrogarlo. Quizás le pidieron el carnet de identidad, y seguro que no lo tenía, porque los indigentes ya no son personas jurídicas. Pero, ¿qué había hecho? ¿Había agredido a alguien? ¿Había robado algo? Es improbable, ya que los policías ni se molestaron en registrar sus pertenencias. ¿Había traspasado una zona militar, o estaba merodeando en los cotos residenciales de la nomenklatura: Kohly, el Laguito, Siboney, o Atabey? Tampoco. Estaba en una populosa zona de El Vedado, al costado del cine Yara.

 

El viejo pordiosero trató de escabullirse, pero los policías lo agarraron y lo condujeron hasta una guagua vacía, que al parecer estaba cargando a su primera presa de esa noche. El hombre se reviró. Lanzó hacia afuera de la guagua algunas de sus jabas, que había logrado recolectar. Intentó agredir a los policías con las manos, pero éstos se defendieron sin esfuerzo. Entonces, comenzó a gritar y a maldecir, y el ómnibus se fue.

 

Nadie hizo nada. Recogí los paquetes que habían quedado sobre la acera y los puse junto a los otros, por si el viejo regresaba los hallase agrupados. Al momento, otro indigente, mucho más joven, se acercó a revisar el interior de las jabas, pero no encontró nada de su interés. Estaba buscando latas de refresco y cerveza.

 

¿Pero qué hizo el primero? ¿Afeaba “la estética” de la ciudad?, ¿tenía una enfermedad contagiosa? Hace meses recuerdo haber visto a un recolector de latas que estaba durmiendo en el suelo, frente al antiguo Palacio Presidencial. Era viejo, negro, y manco. Algunos turistas sacaron fotos. Se aproximó un policía, lo despertó, y lo ahuyentó del parque.

 

En un país ideal, la policía debiera proteger a los más débiles, y cuidar la integridad física y moral de la sociedad civil, máxime de quienes son honradas e inocentes víctimas. Debería frenar los abusos, no cometerlos. Y si hace cumplir las leyes, que la ley primera sea el derecho a la vida.

 

¿Por qué los policías no escoltan a un trabajador social para que lleve al viejo a un consultorio, a un hospital, a una casa de misioneros, a un comedor social, o a una oficina de estipendios? Si no ha cometido ningún crimen, ¿por qué quitarle la poca dignidad que le queda?

 

Aquí todos somos culpables de algo, a los ojos del gobierno. Unos de robar, otros de comprar lo robado; unos de no trabajar, otros de trabajar sin licencia; unos de proclamar verdades que son tabúes, y otros de escribirlas. Pero, ¿de qué son culpables los menesterosos, sino de haber naufragado en la vida?

 

En Cuba, la pobreza no es un signo de renuncia espiritual, no es un camino a la liberación; es el pantano de la sobrevida. Mahatma Gandhi llamaba “hijos de Dios” a los sudras y a los parias. Y si nuestros parias son los mendigos, indigentes y “buzos” de la calle, entonces tal vez pueda decirse que ellos son los “hijos de Dios” en esta tierra. Ahora falta por establecer de quién son hijos los policías que los maltratan.

Casi nadie quiere parir

Gladys Linares

27 de junio de 2013

 

Julia vive en una vieja casona con sus ancianos padres, su hija, su yerno y un nieto. El año pasado se derrumbó el techo de la sala y de dos cuartos, por lo que la familia quedó confinada a las dos habitaciones que quedaron con techo.

 

Hace pocos días, su mayor angustia era ver a sus padres viviendo en tan difíciles condiciones; sin embargo, hoy lo que más la preocupa es que su hija está embarazada y no ha podido hacerse la interrupción porque todo han sido contratiempos, y para que le hagan una regulación menstrual necesita una “palanquita” o 20 CUC.

 

En épocas anteriores había facilidades para hacerse abortos o regulaciones menstruales, pero a medida que fueron aumentando las advertencias gubernamentales sobre el envejecimiento poblacional, se incrementó la cantidad y la duración de los exámenes requeridos, lo cual ha resultado en que muchas mujeres tengan que llevar a término un embarazo no deseado.

 

También es frecuente que los médicos de la familia intenten persuadir a las mujeres en edad fértil para que se embaracen, lo cual hace a muchos sospechar de una posible orientación del Gobierno para frenar con estos métodos el decrecimiento poblacional, en lugar de estimular la natalidad, como se hace en otros países; o hacer algo por mejorar la calidad de vida de los cubanos para que los jóvenes dejen de huir a cualquier otro país.

 

Según el periódico Granma del 8 de mayo del presente año, la organización internacional Save the Children, que promueve los derechos de la niñez, divulgó que Cuba es el mejor país de América Latina para la maternidad y el trigésimo tercero de todo el mundo. Añade que para emitir este criterio la organización tiene en cuenta distintos factores como el bienestar, la salud, la educación y la situación económica de las madres.

 

Si es así, me pregunto: ¿Hay bienestar cuando conviven hasta tres generaciones en un espacio reducido, sin privacidad? ¿O cuando las parejas viven separadas por falta de vivienda, como sucede en muchos casos?

 

No es poco frecuente que en un núcleo familiar haya un miembro de la pareja que no puede inscribirse en el registro de direcciones, requisito indispensable para estar anotado en la libreta de racionamiento. Si es mujer, procede de otra provincia y además queda embarazada, la situación se complica, pues el recién nacido tiene que ser inscrito en el núcleo al cual ella pertenece, porque la orientación gubernamental es “el hijo, donde está la madre”.

 

La propaganda castrista presenta a los cubanos como personas felices, satisfechas, pero los que enfrentamos día a día la realidad sabemos que esto no es cierto. Las grandes dificultades que afectan a la familia cubana son las causas por las que muchas parejas no quieren tener hijos. Entre ellas están el desempleo, los bajos salarios, la doble moneda, el deterioro de las viviendas, el hacinamiento de varias generaciones y los grandes deseos de emigrar.

Qué nos queda por vender

Yusimí Rodríguez López

24 de junio de 2013

 

‘Se vende’, la última película dirigida por Jorge Perugorría, Premio de la Popularidad en el último festival habanero, es risible, relajante y... olvidable

 

Coloque una protagonista joven, bien parecida y cándida (Nácar, como el jabón, interpretada por Dailenys Fuentes), y una amiga que sea todo lo contrario (en cuanto a candidez) para que el público no se aburra (Yuliet Cruz); agregue el imprescindible personaje del comunista intransigente estancado en sus ideas (Mario Balmaseda), contrastado por la experta en el arte de la supervivencia (Mirta Ibarra); sume tantas escenas de sexo como sea posible en menos de hora y media de película —sin olvidar la escenita de sexo homosexual, que al parecer ya no puede faltar. Al final, tiene usted una película cubana como tantas que hemos visto en los últimos años: risible, relajante y… olvidable.

 

Eso me pareció la película cubana Se vende, del director y actor Jorge Perugorría, último estreno en los cines de la capital. Muchos compatriotas tuvieron la oportunidad de verla, y aplaudirla, durante el último Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. El hecho de que la cinta se alzara con el Premio de la Popularidad en diciembre del 2012 demuestra la fidelidad del público cubano hacia la cinematografía nacional, y su necesidad de ver nuestra realidad reflejada, de alguna forma, en la pantalla. Y sé que habrá opiniones muy distintas a la mía sobre este filme.

 

Varias cosas me entristecen de la cinta. Primero, que sea tan predecible: hasta los momentos en donde uno debe reírse parecen marcados y el público. El poco público que había en el cine Yara cuando entré a verla reaccionaba como animales amaestrados. Segundo: pensar en las cosas de las que hemos llegado a reírnos. Y tercero: que de tan gastadas, no me causaran risa.

 

Todo parece visto antes: el recuento de la historia de Cuba hecho por la protagonista me recordó a la cinta Juan de los muertos. El recuento se inicia a finales de los años 60 y principios de los 70, con el Año del Esfuerzo Decisivo, la zafra de los (no alcanzados) Diez Millones; continúa con los dorados años 80 (no solo dorados porque fue la mejor época de este país, aunque la gente entonces no lo sabía, sino porque fue la década de venderle al Gobierno cualquier cosita de oro que tuviésemos en la casa —por el precio que determinara el Gobierno— para comprar un reproductor de video y cualquier pacotillita que entonces parecía la gran cosa), luego el Período Especial en los 90, hasta llegar a “esto que vino después” que, como dijo Juan de los Muertos, “nadie sabe qué cosa es”.

 

(No sé si los directores de cine se han dado a la tarea de llenar el espacio que falta en los libros escolares de Historia de Cuba, porque en ellos nuestra historia termina con el glorioso triunfo de 1959 y es como si se hubiese detenido allí. Para algunos, en cierta forma, es así.)

 

Mirando la pantalla tenía la impresión de estar ante un collage de lugares comunes, como si hubiera que apostar por ellos para arrancar una carcajada, o al menos una risita, sabiendo que el guión es endeble y los personajes estereotipos. Sucede con la escena del policía “palestino” —como despectivamente llamamos a los orientales—, que por supuesto luchará con uñas y dientes para quedarse en La Habana. Sucede con la voz de la locutora hablando de la moringa —que inspiró una reflexión de nuestro Comandante en Jefe después de un artículo sobre la planta publicado en Granma. ¿O fue el artículo lo que se publicó después de la reflexión? Supongo que el orden de los factores no altera el producto. Lo importante es que está la moringa y que el público se ríe cuando oye la voz de la locutora describiendo los beneficios que ya casi sabemos de memoria.

 

Y está Revolico.com, que todo el mundo en este país conoce, a pesar de que la página está bloqueada —al menos en los centros de trabajo, única posibilidad de conectarse a internet legalmente para cubanos de a pie en el momento que se hizo la película. O sea, hasta hace muy poco tiempo. (Iba a decir que no me creo la rapidez con que la protagonista del filme accede a internet, sobre todo a una página bloqueada como Revolico.com, pero ahora recuerdo que se trata de la oficina del jefe.)

 

Si algo agradezco al filme es el mostrarme, una vez más, cómo se ha ido ensanchando el diapasón de lo que puede mostrarse de nuestra realidad. Habanastation ya había mostrado (aunque ya lo sabíamos) que hay niños ricos y niños pobres en Cuba. Pero la culpa es de la fatalidad de un padre preso. En Se vende, se muestra la precariedad de los sueldos y la miseria de una profesional, pero la culpa no es de nadie.

 

Sé que esa miseria existe, aunque por momentos me pareciera incoherente. Yo, que soy una cubana de a pie, que malvivo de un sueldo, no monto un “almendrón” de diez o veinte pesos si no tengo comida en mi casa, o aunque la tuviera, porque pagar diez pesos por un taxi lo hago tres o cuatro veces al año en caso de extrema necesidad, y me duele por meses. La pobreza, cuando es real, se te cuela hasta los huesos de tal forma que cuando tienes dinero te aterra perderlo, te obliga a contar los quilos. No pude quitarme esa contradicción de la mente, a pesar de que más adelante el personaje interpretado por Jorge Perugorría (Noel) abre el refrigerador de la protagonista y solo encuentra un tomate.

 

Pero los tiempos cambian en este país. Cambian demasiado rápido para esos comunistas, o más bien fidelistas intransigentes que sacrificaron sus juventudes en el altar de la sociedad socialista y el futuro glorioso que prometían nuestros líderes. Había visto antes a ese personaje en filmes como El cuerno de la abundancia y Video de familia —magníficamente interpretado por Enrique Molina—, o sea: patético, desfasado en el tiempo, ridículo. Personaje al que solo le queda la “momificación natural”, como ocurre al padre de la protagonista (Mario Balmaseda) en Se vende. Confieso que esa solución me hizo sonreír. Ahora me pregunto si me habré estado riendo de mi propio padre, que también coreó consignas y las creyó.

 

Sí, ya es posible mostrar todo eso en la pantalla grande sin que se caiga el mundo. Eso es lo que me asusta. Hace veinte años el Gobierno se tomaba el trabajo de llenar un cine con militantes del Partido Comunista de Cuba (perdonen la redundancia donde la palabra “partido” habría sido suficiente) para impedir a los cubanos ver Alicia en el pueblo de Maravillas. No sé qué temía el Gobierno entonces, pero es evidente que ahora no hay nada que temer.

 

Tenemos miseria, sí. Desde hace muchos años los sueldos son simbólicos y sobrevivimos gracias a las ilegalidades. No hace falta ocultárselo a la gente (que de cualquier manera lo vería gracias a los bancos de películas y a las memorias flash), sino que la gente no se pregunte cómo hemos llegado aquí, cómo hemos llegado a esta precariedad y a soportarla, a conformarnos con “sacrificar a los muertos para darle de comer a los vivos”.

 

La pregunta ya no es qué se vende, sino qué nos queda por vender. Decir que alguien vende “hasta cajas de muerto” es obsoleto. Ahora se vende la caja con el muerto adentro.

 

Y mientras estemos entretenidos en nuestra lucha por sobrevivir, y luego nos sentemos a relajar frente a un filme que muestre nuestra “realidad”, y nos de risa, todo está dentro del orden natural de las cosas. Mientras las cosas se muestren de forma tan grotesca y superficial que lleguen a ser poco creíbles, todo está bien. Porque además, tampoco hay que tomárselo todo en serio. Una película es solo una película. Aunque no dudo que ahora mismo, alguien se haya percatado de que la idea no está mal, y esté pensando en vender la bóveda familiar y meterle mano a los huesos de quien esté dentro.

La escasez como represión

Alejandro Armengol

18 de junio de 2013

 

En un proceso que tiene como única razón de existencia el perpetuar en el poder a un reducido grupo, el mecanismo de represión invade todas las esferas de la forma más descarnada, y sin tener que detenerse en los tapujos de supuestos objetivos sociales, que en el proceso cubano desaparecieron o pasaron a un segundo o tercer plano hace ya largo tiempo.

 

En una ocasión, Fidel Castro le afirmó a un oficial de alto rango de la seguridad del Estado cubana que la conducta del gobierno chino en la plaza de Tiananmen demostraba que no sabía como reprimir al pueblo de forma adecuada, y por lo tanto éste se había visto forzado a la “dolorosa y poco placentera” tarea de “eliminar” a miles de sus ciudadanos.

 

Además de la represión preventiva, el régimen se ha valido de otros medios para impedir que los cubanos se rebelen. Uno de ellos, utilizado por décadas, ha sido la escasez. La falta desde alimentos hasta una vivienda o un automóvil ha sido utilizada, tanto para alimentar la envidia y el resentimiento, como en ocupar buena parte de la vida cotidiana de los cubanos.

 

En tal situación, la corrupción y el delito han reinado durante cincuenta años de proceso revolucionario. La escasez actúa a la vez como fuerza motivadora para el delito y camisa de fuerza que impide el desarrollo de otras actividades. No se trata de justificar lo mal hecho, sino de aclarar sus circunstancias. En resumidas cuentas, un análisis marxista de la crisis económica permanente que existe en la isla no debe excluir al mercado negro, la corrupción y el delito como importantes fuerzas de un mercado informal pero poderoso.

 

De ahí que resulte apropiado hablar de dos fuerzas opositoras frente al gobierno cubano. Hay otra disidencia en la isla. No son hombres y mujeres valientes que desafían el poder, porque forman parte del mismo. No gritan verdades, ya que se ocultan en la mentira. Ni siquiera se mueven en las sombras. Habitan en el engaño. Son los miles de funcionarios menores --y algunos no tan menores-- que desde hace años desean un cambio, pero al mismo tiempo no hacen nada por conseguirlo. No por ello dejan de realizar una labor de zapa, por supuesto que para beneficio personal, que perjudica al gobierno.

 

No hay que olvidar que el régimen siempre ha usado a su conveniencia la distinción entre delito común y delito político. En una época todos los presos comunes estaban en la cárcel por ser contrarrevolucionarios, porque matar una gallina era una actividad contraria a la seguridad del país. Muchas veces también a los opositores se les ha acusado de vagos y delincuentes.

 

La escasez también ha sido usada para incrementar la delación y la desconfianza, a partir de la ausencia de un futuro en la población manipulada como el medio ideal para alimentar la fatalidad, el cruzarse de brazos y la espera ante lo inevitable.

 

Mediante las detenciones de disidentes, más o menos breves y a lo largo de toda la isla, cada vez que se produce o se anuncia una actividad opositora pacífica, el gobierno de los hermanos Castro no sólo intenta sembrar el miedo, sino también el desaliento. Los argumentos son gastados, los recursos son viejos, pero la vida es una sola.


Hay que agregar además que al régimen no le basta con castigar a los independientes, quiere matar su ejemplo, enfangar su prestigio.

 

Con su vida fundamentada sobre el principio de la escasez, tanto económica como sicológica, tras el primero de enero de 1959 el cubano vive presa de la corrupción, que detesta y practica con igual fuerza. Desde los primeros fusilamientos hasta la Causa No. 1, es justificación y escape, motivo de envidia y rencor. El régimen de La Habana ha logrado como ningún otro gobierno anterior explotar la dicotomía de la falta de lo necesario para sobrevivir, y la corrupción actuando de respuesta para conseguirlo, como instrumentos represivos.

¡Con nuestros hijos no!

Yoani Sánchez

15 de junio de 2013

 

Hace apenas tres semanas varios activistas cubanos visitamos Estocolmo, para participar en el Internet Freedom Forum. Los mejores momentos de nuestra estancia allí no sólo fueron durante las sesiones en el evento tecnológico, sino también a lo largo del programa de actividades paralelas. Resultó sumamente interesante la visita a la organización no gubernamental ECPAT que se enfoca en el combate contra la pornografía, la prostitución y el tráfico infantil. Como suele ocurrir, la explicación de su labor nos llevó a reflexionar sobre la incidencia de hechos tan condenables también en la realidad cubana. Lo primero que nos saltó a la vista fue la ausencia de una entidad u ONG que se dedique específicamente a ese tema dentro de la Isla. Al menos hasta donde los ciudadanos sepamos, aunque no es de dudar que ante el Examen Periódico Universal en la ONU, algún grupo oficial se haya autotitulado defensor de las víctimas de depredadores sexuales.

 

Si el muro del malecón habanero hablara… nos contaría de todos esos jóvenes entre 16 y 18 años que ofrecen su cuerpo a los turistas por unos cuantos dólares. Aunque los hay aún más niños en el comercio de la carne, justo en esa franja de edad la desprotección jurídica es total, pues la legalidad imperante en Cuba los considera adultos. De esa manera quedan al margen de cualquier estadística y del consiguiente programa de prevención y amparo que ofrecen organismos internacionales como la UNICEF. Los casos de adolescentes forzadas sexualmente por padrastros, tíos, hermanos mayores o familiares cercanos, abundan en los pueblos cubanos. Una muchacha de doce, trece o catorce años embarazada por un adulto, se percibe como algo común especialmente en las zonas rurales del país. Ni hablar de las relaciones carnales entre profesores y alumnas de secundaria y preuniversitario, que han pasado a formar parte de la normalidad de nuestra existencia.

 

Recientemente el canadiense Jaime McTurk fue condenado en Toronto por varios delitos sexuales contra niños en Cuba, incluyendo algunos de tres años. La historia no se ha publicado en los medios nacionales, aunque el depredador estuvo 31 veces en nuestro país entre 2009 y 2012. No resulta creíble que unas autoridades migratorias tan diestras en detectar si un cubano puede entrar o no a su propio país y unos oficiales de aduana entrenados para encontrar una laptop o un teléfono móvil en el equipaje, no se hayan dado cuenta de que algo estaba mal con ese señor. Triste también que siendo este uno de los males que aqueja a nuestra sociedad, ni siquiera se permita a los padres alarmados conformar un grupo de denuncia ciudadana contra pedófilos y además brindar apoyo solidario a las víctimas de estos criminales. En medio de tantos temas sociales que está tocando la incipiente sociedad civil de esta Isla, como la dualidad monetaria, los bajos salarios, la necesidad de reformas políticas y partidistas, urge que abordemos también un problema tan sensible. ¡Con nuestros hijos no! habría que decirle a todos esos abusadores foráneos y nacionales.

Comenzó la temporada de derrumbes

Augusto César San Martín Albistur

11 de junio de 2013

 

El primer derrumbe de la temporada de lluvias rompió la inercia hace una semana, en un edificio ubicado en la calle Montoro número 7, entre Carlos III y Lugareño, municipio Centro Habana.

 

Sin lamentar pérdidas humanas, el lunes sobre las 9:30 de la noche, los vecinos del edificio de seis apartamentos escucharon un estruendo en el piso superior. El techo de la vivienda de Roberto Arce, comenzó a desplomarse en ausencia del propietario que había abandonado el apartamento por el peligro de derrumbe.

 

El martes en la mañana los vecinos llamaron a los bomberos después de que nuevos desplomes de concreto sucedieron a los del día anterior. Mientras se llevaban a cabo los trabajos de evacuación, otro desplome sorprendió a los bomberos. El miércoles, un nuevo derrumbe puso en peligro la vida de los obreros que apuntalaban el edificio, sin tener que lamentar mayores consecuencias.

 

Autoridades del gobierno y la administración, se presentaron allí el martes en la mañana. Los dirigentes dispusieron la evacuación de las seis familias. Cinco para un albergue ubicado en la escuela tecnológica Estrella Roja, ubicada en el Guatao. Uno de los residentes fue internado en un asilo.

 

El gobierno dispuso camiones para el traslado de las pertenencias de los damnificados hacia lugares de resguardo, donde permanecerán, los del primer piso, hasta la demolición de la estructura superior del edificio.

 

Milagros González González, vecina del apartamento E del primer piso, declaró que “el lugar del albergue es inaccesible. Debo caminar 3 kilómetros por el fango para salir de allí”.

 

Félix Oscar, hermano de Milagros, explicó que el edificio estaba declarado con peligro de derrumbe desde el año 1984. “Nosotros reconstruimos la escalera cuando se derrumbó hace 17 años. Ya casi habíamos terminado la reconstrucción de la casa, con baño nuevo y mira ahora esto”, expresó.

 

Las autoridades se encuentran en alerta. Después de las intensas lluvias se espera una sucesión de derrumbes en consideración del deterioro constructivo de la capital. Según un funcionario vinculado al tema han “comenzado a establecer reuniones de alerta ante la posibilidad de derrumbes”.

 

En el 2012, sucesivos derrumbes afectaron a la capital, cobrando la vida de al menos 10 personas.

Memorias de la escasez apremiante

Alejandro Ríos

5 de junio de 2013

 

Mariela Castro hace sus necesidades fisiológicas y justo a su alcance aparece el socorrido rollo de papel sanitario. “¿Por qué será –se pregunta sola en el ambiente impoluto de su retrete– que el enemigo vuelve a utilizar la dichosa escasez del susodicho para denigrar las virtudes de un sistema al servicio del pueblo?”.

 

Ella y sus descendientes tampoco reparan en la falta de almohadillas sanitarias porque no han tenido que emplear trozos de algodón enrollado, que solían aparecer en las farmacias locales, si la suerte era pródiga, o toallitas primorosamente lavadas y hervidas para lidiar con los incómodos días del mes.

 

La insólita escasez y las incomodidades que conlleva parecen ser consustanciales a la dictadura del proletariado y sus derivados sociales. Si no, véase lo que ya acontece en la República Bolivariana.

 

Ahora mismo, la pasta de dientes vuelve a irregularizar su presencia en el mercado cubano y eso que ya solo se vende en moneda convertible. Antes se “garantizaba” aquel engendro dentífrico (un tubo gris sin marca ni razón) cada cierto tiempo por la infame libreta de racionamiento y aprendimos la técnica de aplanar el continente para extraer la última pizca y luego abrir el tubo e introducir el cepillo y raspar vestigios de la pasta en sus paredes.

 

Por supuesto que el bicarbonato también sirvió para estos menesteres, así puro, humedecido, y hasta el jabón Nácar, fabricado para deslavar la piel. Podrán imaginarse el aciago sabor de su espuma grasienta en la boca.

 

Yo diría que es en estas necesidades personales, apremiantes, donde más repercute el golpe perturbador de la escasez, pues la falta de comida interfiere en la capacidad de reflexionar por cuenta propia.

 

Hubo un tiempo cuando ya las astillas de jabón no podían asirse, por diminutas, entonces se hervían y aquel sancocho nauseabundo se vertía en un molde ideado al efecto y, al final de la artesanal jornada, contábamos con otra pastilla para seguir bañándonos.

 

En la comedia Moscow on the Hudson, Robin Williams interpreta a un ruso cirquero que decide desertar durante una visita a Nueva York y lo hace nada más y nada menos que en la tienda Bloomingdales. Al principio del filme lo vemos padeciendo penuria en Moscú, haciendo cola, paradójicamente, para comprar el esquivo papel sanitario, un cuadro onírico en el mundo occidental.

 

Es de agradecer esa revelación del director Paul Mazurszky para los incrédulos, así como al escritor colombiano Héctor Abad Faciolince quien, recientemente, ha sacado a relucir, en uno de sus artículos, el mal hábito de los regímenes socialistas de no ocuparse de garantizar el papel sanitario, considerando que el cuerpo humano tiene el defecto de no autohigienizarse, como es el caso de otras especies.

 

En su comentario Abad Faciolince echa mano de ejemplos recurrentes de esa carencia como los de Cuba y Venezuela, y ya sabemos la simpatía irrestricta que suelen manifestar los intelectuales latinoamericanos por la revolución de los Castro.

 

Ahora mismo la burocracia cubana, en sesiones, advierte que más del 22 por ciento del agua que se bombea en la isla se pierde por roturas de alcantarillado y salideros en las casas. Mi hermana me decía, recientemente, que hoy le parece imposible el desafío que debió acometer durante tantos años de su vida, bañándose con un balde de agua.

 

Recuerdo el hogar de un amigo donde se recibían periódicos extranjeros impresos en una suerte de papel biblia y de cómo en el baño colgaban de un clavo, prolijamente cortados en cuadrados perfectos, aquellos diarios de ideogramas asiáticos que resultaban más suaves para las premuras higiénicas que el áspero Granma.

Represión y culeros

Alejandro Armengol

3 de junio de 2013

 

No hay que hacerse ilusión alguna sobre un relajamiento del control político bajo el gobierno de Raúl Castro. El régimen busca sembrar el desaliento junto al miedo. Los argumentos pueden no ser convincentes y los recursos empleados se caracterizan por su falta de originalidad. Pero al policía no le interesa convencer sino persuadir y la falta de imaginación es una de las reglas del oficio.

 

Si en Cuba existiera un atisbo de democracia, desde hace años los hermanos Castro hubieran sido eliminados del poder. En primer lugar, por ineptos. Repetirlo es un lugar común, pero la repetición no nos salva del asombro.

 

Una información aparecida en el sitio digital Havana Times da a conocer, al menos para los que vivimos en el exilio, que las madres cubanas se ven obligadas a volver a utilizar los culeros desechables o pampers.

 

“Casi toda la canastilla del bebé se compra en las tiendas en divisas a un precio exorbitante teniendo en cuenta que el sueldo básico es de 250 pesos (10 CUC)”, explica Mercedes González Amade.

 

Mientras el bebé es pequeño, cabe la posibilidad de que puedan utilizarse los culeros desechables, ya que la información de Havana Times especifica que cuando la talla es chica el paquete trae de 20 a 30 culeros. Pero según aumenta la talla aumenta el precio y disminuye la calidad. Por lo tanto las madres tienen que recurrir a coger los culeros usados, quitarles el relleno, lavar lo que queda y ponerlos a secar.

 

“Una vez seco, por donde se le sacó lo que comúnmente también llamamos “tripa” (el relleno), se introducen dos culeros de tela doblados en cuatro y, si por casualidad la parte que antes tenía el pegolín pierde su efecto, usamos dos alfileres”, explica González Amade.

 

Tener que recurrir a esta solución es algo típico de una cultura de la pobreza, donde la necesidad obliga a una adaptación de las mercancías de acuerdo a una situación de miseria. No hay “bloqueo imperialista” que justifique este uso. Cualquier pretexto ideológico no es más que cinismo. Por décadas el régimen cubano se aferró al argumento del futuro para desviar cualquier mirada crítica sobre el presente. Ahora todo se reduce a un “sálvese el que pueda”.

 

Si Fidel Castro proclamó que el Estado se haría cargo de todo, desde la enseñanza superior hasta la fabricación de helados, lo que persiste en la actualidad es un desbarajuste total, en que coinciden sedes universitarias en provincias artificialmente construidas con ancianos vendiendo cucuruchos de maní, niños que piden a turistas —en internet hay más de un video que lo muestra— y hombres y mujeres que sobreviven con oficios de hambre.


Cuando resultó demasiado evidente que el gobierno cubano no era capaz de satisfacer las necesidades más elementales, no se optó por otra solución que el trasladar el problema a la familia.

 

Este es, en última instancia, uno de los “triunfos políticos” del régimen en los últimos años: que los familiares —sobre todo los que vive en el exterior— se encarguen del sostenimiento de los menos favorecidos, en especial niños y ancianos. No solo se tiró por el caño una igualdad y una cacareada justicia social defendida por años, sino también todo el entramado económico y social propio de cualquier país, desde el sistema de pensiones hasta la oferta de trabajo.

 

La diferencia con Cuba es que quienes causaron el destrozo se presentan ahora como los capacitados para enmendar el desastre, con concesiones a cuenta gotas y decretos leyes a paso de tortuga: la función de gobierno en manos de gente que actúan como componedores de bateas, arregladores de bastidores y vendedores de latas, con la particularidad de que, a diferencia de quienes en el pasado recorrían las calles ofreciendo estos servicios menesterosos, ellos se enriquecen.

 

Claro que para actuar con la impunidad que siguen desplegando, no basta el engaño: necesitan reprimir realidades y quejas, alentar la envidia y mantener el desamparo.

 

El régimen cambia las leyes y normas con el objetivo de perpetuarse. Estos cambios son fundamentalmente en esferas de la vida cotidiana. Lo que en cierta época fue delito en Cuba, ahora es permitido. Durante el gobierno de Fidel Castro se impuso el criterio de no guiarse por una mentalidad empresarial, preocupada por el rendimiento y las ganancias, sino lograr ventajas económicas como resultado de los objetivos políticos. Raúl Castro parece ser todo lo contrario: el hombre que quiere que “las cosas funcionen”. Sólo que nadie sabe cómo va a lograrlo y la eficiencia continúa siendo una frontera y no una conquista.

 

Pero en esencia, la capacidad o el derecho a expresar el deseo de cambiar ciertas leyes, así como aspectos y condiciones sociales, o a la sociedad y el gobierno en su conjunto, sigue siendo tan refrenado en Cuba como cuando esta persecución se vestía del ropaje de la lucha de clases.

Mendigos que viven en un túnel,

Palma Soriano, Santiago de Cuba

“Entre las ruinas de mi derrumbe”

Veizant Boloy

20 de mayo de 3013

 

Ivón Lemus Fonseca anda por las calles buscando cartones y tablas para las paredes de su casa. Para esta mujer de 56 años, discapacitada y con enfermedades crónicas, la esperanza de vivir con dignidad se desvaneció desde el mismo momento en que La Tormenta del Siglo, en 1993, arrasara con su vivienda y todas sus pertenencias.

 

En ese momento me quedé sin cocina ni baño. Con ayuda de amigos, levanté con tablas y cartones mi vivienda y usé papel de techo como cubierta”, afirmó.

 

Lemus Fonseca y su familia ya conocen lo que es un desalojo. La apatía de las instituciones responsabilizadas con resolver su situación, la obligó a ocupar una vivienda en el año 2007 junto a su hija Ivón Cabrera Lemus y a su hijo Osniel Lemus Fonseca, en ese momento un menor de edad de 13 años.

 

Durante 7 meses ocuparon la vivienda de unos propietarios que salieron definitivamente del país. De allí fueron desalojados, a la fuerza, por la Policía y el Departamento de Enfrentamiento a las Ilegalidades de la Dirección Municipal de Vivienda.

 

Tuve que volver a las ruinas de mi derrumbe. En varias ocasiones sufrí el robo de lo poco que tenía”.

 

Durante casi 20 años, Lemus Fonseca informó de su situación a través de denuncias y reclamaciones, a diversas instancias del gobierno, entre ellas a la Dirección Municipal y Provincial de Vivienda de La Habana y a la Asamblea Provincial del Poder Popular.

 

Una funcionaria del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social le respondió en una carta: “Con respecto a la carencia de los efectos electrodomésticos y artículos del hogar no podemos ayudarle, usted es beneficiaria de 133 pesos moneda nacional por seguridad social”.

 

La última carta recibida del Consejo de Estado consigna: “Es cierto que durante casi 20 años usted ha sido uno de los 20 casos sociales más críticos del municipio. Lo sentimos por usted y su familia pero deben seguir esperando”.

 

Hoy, Lemus Fonseca es opositora al gobierno. Es un ejemplo más de una cubana a la que se le arrancó el derecho a vivir como un ser humano. Por ser Dama de Blanco, no tienen acceso al plan de subsidio para la construcción de su vivienda, le niegan los materiales para construir y no le dan albergue. Las frías cartas procedentes de las instituciones gubernamentales avalan esta verdad.

 

veizant@gmail.com

Ramón vendiendo

lo que encuentra en la calle y en la basura

Súplicas de un mendigo

Fermín Zamora Vázquez

25 de abril de 2013

 

El mendigo Ramón Cedeño Matos, de 78 años de edad, nos comenta que para poder alimentarse, husmea la basura para trasladarla a la antigua zapatería que se encuentra en Corrales entre Cárdenas y Agramonte, municipio Habana Vieja, y vender algo de lo que extraiga para tener unos centavos. La policía corrupta se burla de él. Ramón explica:

 

En varias ocasiones me han tratado de desalojar del lugar, he sido conducido para la Unidad Policial; de favor he pedido que me internen en un hogar de ancianos para no tener que pulular por las calles ya que no tengo familia, pero solo se burlan de mí rompiéndome mis bienes que con tanto sacrificio busco para poderme sustentar.”

Este es el lugar que Ramón usa como casa

Sistematizando la miseria

Miriam Celaya

24 de marzo de 2013

 

Escucho a la vecina del apartamento de los altos dando voces a la de la planta baja: “¡llegó el pollo por pescado… y vence mañana!”. El grito interrumpe mi trabajo y despierta mi memoria: este jueves 21 de marzo se cumplieron 51 años de la instauración de la cartilla de racionamiento, un sencillo adminículo que todavía cumple relativamente sus funciones como instrumento de control oficial, procurando igualarnos en la pobreza.

 

“La libreta”, como popularmente se le conoce, desempeña la doble misión de aliviar las crónicas carencias alimentarias de la familia cubana distribuyendo algunos productos básicos a precios subsidiados, y a la vez, de servir al gobierno como un instrumento más de dominación sobre la sociedad. No es una exageración, la Historia está repleta de ejemplos que ilustran cómo los pueblos despojados de derechos y de la capacidad de producir y ganar su propio sustento, pierden también su condición de individuos libres y, como animales de corral, se someten a la voluntad de quien les procuran lo mínimo indispensable para no morir de hambre.

 

La cartilla, que según las propias declaraciones oficiales provoca gastos astronómicos al Estado en su celo por garantizar al menos una parte de la alimentación del pueblo, es –más que un bondadoso subsidio– una inversión política. En realidad, casi podría asegurarse que de no ser por la cartilla que administra el hambre evitando la hambruna, este país hubiese sido ingobernable.

 

La importancia que el régimen otorgó al sistema de racionamiento se refrenda en multitud de ejemplos que persisten. Toda una institución administrativa creada para tales efectos, con oficinas municipales –antes OFICODA, actualmente ORC (Oficina de Registro del Consumidor)–, empleados, archivos, almacenes y centros de distribución y venta, encargada de velar porque se cumpla la asignación de consumo exacta para cada cubano, incluyendo la concesión de exiguos productos “extra” para enfermos crónicos validados por certificados médicos, e incluso el control de campañas como la llamada “revolución energética” –con la entrega a nivel nacional y el control del pago de los equipos eléctricos chinos durante uno de los últimos delirios del deteriorado Comandante en Jefe.  

 

Así, la mal llamada “libreta de abastecimientos”, en cuyos inicios y por varias décadas cubrió una lista considerable de productos racionados, tanto alimenticios como otros de uso doméstico, comenzó a contraerse sin llegar a desaparecer a medida que los efectos del fracaso del sistema se sucedían uno tras otro. Fue, probablemente, el auxiliar más efectivo del gobierno para contener el descontento popular bajo los embates de la crisis de los ´90, cuando se comenzaron a racionar incluso las almohadillas sanitarias femeninas; y en los últimos años, con el advenimiento del “raulismo”, ha sufrido drásticos recortes al mantener subsidiados solo algunos productos básicos, pese a que los cubanos no han recuperado la autonomía productiva y el salario medio no llega a un dólar diario.

 

La cartilla se ha convertido en un documento que forma parte inseparable de cada familia, a tal punto que a cualquier cubano humilde, principalmente del amplio sector de la tercera edad, le preocupa más la pérdida de la cartilla que la de su documento de identidad. Porque no solo se siente parcialmente protegido en sus necesidades de consumo, sino que ésta ha propiciado todo un mecanismo de trueques ideados por la creatividad popular para suplir otras carencias. De esta manera, los productos asignados que algún miembro de la familia no consume son utilizados para intercambiarlos o venderlos y así adquirir otros necesarios. Por demás, también se ha desarrollado un mercado subterráneo, tanto con la certificación ilegal de “dietas” con tarifas fijas como con los productos propiamente dichos, que escapa por completo al control de las autoridades, incapaces de cubrir las necesidades básicas de la población y de eliminar la corrupción que es fuente de subsistencia para la mayoría de los cubanos.

 

La cartilla además ha dado origen a nuevos vocablos y frases que algún día formarán parte del lexicón socialista que alguien habrá de escribir. Solo los nacidos y crecidos bajo un sistema que tiene el discutible mérito de haber sistematizado la miseria, sembrándola como si de una virtud se tratase en la conciencia de una parte significativa de sus víctimas, conocemos el significado de frases que, en buena lid, resultan ofensivas y humillantes para la dignidad de las personas. Quiénes, si no nosotros, sabrían interpretar el lenguaje cifrado de la pobreza estandarizada: plan jaba, pollo por pescado, pollo de población, picadillo de niño, pescado de dieta, lactoso y para viejitos, café mezclado, arroz adicional…; o las ya desaparecidas picadillo extendido, carne rusa, fricandel, masa cárnica, perro sin tripa y otras lindezas por el estilo.

 

Pero en estos tiempos difíciles el sostenimiento de la cartilla por parte del gobierno se hace prácticamente imposible. He aquí que esa herramienta de control debe desaparecer, tal como ha anunciado directa o veladamente el General-Presidente en más de una ocasión, porque –otrora instrumento utilísimo para el gobierno– se ha tornado un lastre insostenible en medio de la crisis final del sistema. Por otra parte, el régimen no puede darse el lujo de despojar de subsidios a una mayoría pobre que escasamente sobrevive con la ayuda de la cartilla. Al menos no puede hacerlo sin pagar un alto costo político por ello, además de la amenaza de enfrentar un probable aumento del descontento y el desorden social. La cartilla, pues, se ha trocado en un bumeran para el sistema.

 

No obstante, la asignación de alimentos se ha seguido contrayendo, como parte del plan gubernamental de eliminar gradualmente los subsidios. En la actualidad, la cartilla es una magra libretita con 10 pequeñas hojas para marcar lo que “le toca” mensualmente a cada persona: 7 libras (lb) de arroz, 3 lb de azúcar blanca, 2 lb de azúcar morena, ¼ lb de aceite, 10 onzas de granos, 11 onzas de pollo que sustituye la antigua cuota de pescado, 1 lb de pollo “de población” o picadillo, 10 huevos, 400 gramos de espaguetis, un minúsculo pan de 80 gramos y, de vez en vez, media libra de mortadella con soya. Los niños de 0 a 3 años reciben una limitada cantidad de compotas y leche en polvo hasta los 7 años, de los 7 a los 14 reciben una cuota de yogurt de soya. Tal es la canasta básica oficial.

Mendigos en Cuba

Wharhol P

21 de marzo de 2012

 

Últimamente cuando llega la hora del noticiero nacional de televisión, lo pongo a todo volumen, para escucharlo mientras realizo alguna faena en casa.

 

Así no pierdo el tiempo viendo noticias que se hacen retóricas, y que por lo general se basan o en lo bien que marcha la agricultura, o el crecimiento que ha habido en la cría de cerdos, o en la incansable lucha por la liberación de nuestros Cinco Héroes presos en el imperio.

 

Hace un par de días, escuché una noticia en la que se criticaba a Estados Unidos por tener en sus calles a muchas personas desamparadas.

 

Me causó risa. Y al mismo tiempo cierto malestar, pues a mi modo de ver, el autor o la autora del reportaje vive en otro mundo, o va en auto al trabajo, o hace mucho no camina por las calles de La Habana.

 

Lo cierto es que no hay necesidad de ir al corazón de la ciudad para encontrarse con vagabundos, e incluso, personas desequilibradas mentalmente.

 

También en muchos de nuestros municipios hay personas de cualquier edad mendigando por las calles, sentados en bancos o aceras, en espera de un ser caritativo que les ayude con alguna moneda.

 

Sugiero que antes de hacer este tipo de reportaje se debe andar las calles, y no tirar piedras al vecino, que como todos sabemos nos supera en tamaño y población.

 

En nuestras noticias he escuchado que todo lo malo proviene del Norte, supongo que allí, cada año muchas personas mueren de hambre y sin trabajo.

 

Que los niños norteamericanos no gozan de ningún privilegio ni protección, y que la mayor violencia se gesta en ese monstruo del que muchos políticos, y no políticos, cubanos hablan, pero del que poco el pueblo conoce poco, pues muchos no tenemos ni tendremos la posibilidad de pisar esa tierra.

 

Mucho menos tener acceso a una Internet libre, donde cualquier sujeto podría buscar información y así conocer con más profundidad el asunto.

 

Así seriamos más libres y lo que nos interesaría saber lo buscaríamos personalmente, y no lo que ellos quieren hacernos ver a través de un noticiero, que en su media hora de duración no encuentro que sea ni muy abarcador, ni muy informativo.

 

Creo que los cubanos de aquí deberíamos tratar de resolver nuestros problemas y no hacer comparaciones.

 

Supongo que en todos los países del mundo haya personas en las calles. Lo único que hay que hacer es tomar carta del asunto y de alguna manera prestar ayuda.

 

Pero eso está en manos del Estado, que es el que supuestamente tiene el financiamiento para ayudar a los desposeídos.

 

Me gustaría mucho saber si la mayoría de los dirigentes de mi país andan a pie.

 

Pues si así fuese, rápidamente se darían cuenta de cómo anda la gente del pueblo y el camino al que nos va conduciendo la revolución, que por cierto no me resulta nada satisfactorio, pues entre la suciedad de las calles, los mendigos y la decadencia de toda índole, no me resulta agradable pensar a dónde iremos a parar.

 

Y para corroborar dicha situación, dejo estas imágenes, tomadas en tan solo una mañana en mi querida Habana.

Risita, un mendigo especial y diferente

Tania Díaz Castro

14 de abril de 2005

 

Risita no se parece en nada a esos otros mendigos que deambulan por las calles ruinosas de La Habana portando imágenes de santos, preferiblemente San Lázaro, y narrando tristes historias familiares.

 

Risita es algo especial. Lo vi el otro día cuando lo echaban a caja destemplada de la puerta del hotel Plaza, en Neptuno y Monserrate, lo que se dice el corazón habanero, como si fuera un apestado. Otras veces lo he visto en el vestíbulo del teatro García Lorca, a la entrada del cine Payret, o rodeando a turistas en el café al aire libre del hotel Inglaterra. De todas partes lo echan.

 

Risita fue payaso de circo y de televisión.

 

Quienes lo ven más a menudo dicen que ya no le hace gracia a nadie. Más flaco que un güin, todavía lleva una pelotita roja en la punta de la nariz. Dicen que está chiflado. Sin embargo, insiste en buscarse algunos chavitos (los que representan dólares a la tasa de las casas de cambio) en plena calle, sin temor a nada.

 

Lleva puestos unos zapatos gastados más grandes que sus pies, unos pantalones bombacho, una camisa de grandes flores y su sempiterna pelotita roja en la punta de la nariz. Peluca no necesita. Sus cabellos son pelusas descoloridas. Tampoco necesita arrugas en el rostro porque las tiene, y a motones.

 

Risita es ya un viejo. Un mendigo. Y aunque sea diferente y algo especial porque intenta hacer reír con gestos, chistes e historias absurdas, lo echan de todos los edificios públicos que frecuenta en busca de algunos chavitos para comer caliente.

 

Cuentan que fue boxeador y que ganó numerosas peleas. Que un mal día para él fue lanzado por encima de las cuerdas del ring y que milagrosamente no se rompió ni un hueso. Abandonó los guantes, pintó de rojo una pelotita de ping-pong, se la colocó en la nariz y se presentó en un circo como payaso, donde a veces hacía de todo: desde darle de comer a un viejo león cascarrabias hasta servir de ayudante en los trucos de los magos.

 

Cuando se acabaron los circos cubanos, un poco después del triunfo del castrismo, se dedicó a amenizar cumpleaños infantiles. Ahora eso está prohibido en Cuba. Como no vive en París, en New York o en Londres, lo acosa a cada momento la policía.

 

Pero Risita vive en otro mundo. Seguramente no ha experimentado aún ese duro golpe que se siente cuando nos descubrimos viejos ante el espejo. Se niega a ser un vulgar mendigo que pide sin ofrecer nada a cambio. Además, no le importa que en su barrio le griten loco.

 

Será payaso hasta morir.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.