¿OPOSICIÓN LEAL?

El concepto de ‘oposición leal’ está en correspondencia con el discurso pronunciado por Fidel Castro en junio de 1961: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”.

¿Una sociedad civil “consentida” y “tolerada”?

Rafael Rojas

17 de marzo de 2014

 

En reciente evento en La Habana, Lenier González, editor de la importante publicación católica Espacio Laical, expuso una idea problemática de la sociedad civil cubana. El artículo tiene la ventaja de esclarecer la posición de esa revista sobre el tema crucial de la asociación autónoma y los derechos civiles en Cuba. En buena medida, la posibilidad de una democracia en Cuba depende de cómo los actores sociales y políticos entiendan las relaciones entre la sociedad civil y el Estado. Y la Iglesia Católica y sus intelectuales laicos son y serán actores claves de la transición cubana.

 

La intervención de González parte de un marco teórico anticuado y de una visión unilateral del debate sobre la sociedad civil en medios académicos cubanos. La reducción de la reflexión teórica contemporánea sobre la sociedad civil a dos opciones, la “liberal” y la “gramsciana”, supone una regresión de casi un siglo, según la cual estaríamos inmersos, aún, en la reformulación gramsciana de la teoría de la sociedad civil y el Estado de Hegel que, en resumidas cuentas, fue menos importante para el liberalismo político de los dos últimos siglos que las diversas tesis del contrato social (Hobbes o Rousseau) o las observaciones de Alexis de Tocqueville sobre los usos y costumbres de la sociedad civil norteamericana en La democracia en América (1840).

 

Esa manera binaria de entender el campo teórico de la sociedad civil, que se inspira, en buena medida, en ensayos de Rafael Hernández y Jorge Luis Acanda de los 90 o principios de la década pasada, parte de una premisa ideológicamente preconcebida de alentar una transformación de la actual “sociedad civil socialista”, dotándola de mayor autonomía, y permitiendo la coexistencia entre esa sociedad civil y otra, más desconectada de las instituciones del Estado, que captaría la sociabilidad de las nuevas alteridades civiles surgidas en las dos últimas décadas. La posición de González no se separa, en lo fundamental, de la manera en que algunos académicos de la isla, vinculados en su mayoría al CEA, pensaron esa mutación hace veinte años, desde una perspectiva hegemonista o instituyente, de “abajo hacia arriba”, de inspiración gramsciana o no, que dejaba intacta la estructura política del Estado y que hoy está siendo cuestionada, desde la izquierda, por Jon Beasley-Murray, John Kraniauskas, Benjamin Arditi y otros teóricos del marxismo posthgemónico. 

 

Ese apego a viejas perspectivas teóricas e ideológicas del hegemonismo, que parece desentenderse deliberadamente del proyecto de reforma política, recientemente promovido por Espacio Laical y el Laboratorio Casa Cuba, explica que los referentes del debate estén tan desactualizados –los estudios de Habermas , Gellner, Almond, Verba, Cohen, Arato, y, más recientemente, Powell, Whaites y Edwards, dejaron atrás la vieja dicotomía Hegel-Gramsci- y que se excluya, abiertamente, de dicho debate y de la realidad misma de la sociedad civil a dos de sus componentes fundamentales en la Cuba contemporánea: la diáspora cubana –donde hay autores como Velia Cecilia Bobes, Juan Carlos Espinosa, Damián Fernández, Marlene Azor, Haroldo Dilla o Armando Chaguaceda, con aportes mejor informados teóricamente- y la propia institución católica y su laicado, que han producido distintas intervenciones sobre el asunto, como las de Carlos Manuel de Céspedes, José Conrado, Dagoberto Valdés, Luis Enrique Estrella u Orlando Márquez, que colocan a la Iglesia en el centro de una sociedad civil no estatal.

 

La autorización académica e ideológica del debate sobre la sociedad civil, rigurosamente selectiva, que propone Lenier González, converge, además, con un reposicionamiento político que parece colocarse un paso antes del proyecto Laboratorio Casa Cuba, en el que se proponía una reforma constitucional. En el actual reposicionamiento, se aplica una rígida distinción entre “oposición leal” y “desleal”, que se traslada mecánicamente a la sociedad civil, por medio del deslinde entre una “sociedad civil socialista” –las “organizaciones sociales y de masas”- y otra “consentida” o “tolerada” –las nuevas ONGs- términos que, como es sabido, se aplican a la oposición real cubana, ilegal y penalizada. Los criterios de “lealtad” o “deslealtad” al “nacionalismo revolucionario” –una corriente ideológica específica dentro de la pluralidad doctrinal actual-, concebidos para penalizar a actores concretos, no pueden desplazarse a la sociedad civil sin reproducir el mismo carácter excluyente del sistema político de la isla.

 

La mayoría de los teóricos actuales de la sociedad civil no se define como “liberal” o “gramsciana”, como sugiere González, pero coincide en que una cosa es la sociedad civil en regímenes democráticos y otra en regímenes no democráticos. Pensar la sociedad civil en Cuba, con un mínimo de rigor, exige posicionarse ante el problema de la ausencia de democracia en Cuba, aún desde la izquierda socialista o católica. Si ese posicionamiento se escamotea, como en el texto de González, se corre el riesgo de establecer dicotomías entre una “sociedad civil leal” y otra “desleal”, lo cual es equivocado teórica y políticamente, porque transfiere a la sociedad civil los atributos de una “oposición leal”, cuya función sería muy diferente por ubicarse en la sociedad política.

 

Lo “leal”, referido al “nacionalismo revolucionario” o, incluso, a la “nación”, genera, como comentábamos hace unos días, múltiples equívocos porque justifica la penalización de la oposición real cubana, verificada en la actual Constitución y el Código Penal. Para que haya democracia, ni la sociedad civil ni la oposición real pueden estar penalizadas a partir de orientaciones ideológicas o, mucho menos, morales. En cualquier democracia existen leyes electorales que impiden la intervención de gobiernos extranjeros en el financiamiento de partidos o asociaciones civiles y políticas. Una nueva ley electoral que contemple esos dispositivos jurídicos es suficiente para establecer límites precisos a cualquier violación a la soberanía nacional, sin tener que persistir en la actual penalización de las libertades públicas, que es constitutiva del régimen de partido único e ideología marxista-leninista. 

La oposición leal

Reinaldo Escobar

14 de marzo de 2014

 

Recientemente asistí a un evento académico en la cátedra Félix Varela. La revista Espacio Laical abrió las puertas del antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio para que el público participara libremente en un intercambio de ideas sobre las reformas realizadas por el gobierno cubano. Tendría mucho que decir sobre el alto nivel científico con que fueron abordados los problemas allí discutidos, pero de momento prefiero concentrarme en un detalle que salió a relucir a partir de una pregunta realizada por el colega Iván García.

 

¿Cómo se define la “Oposición leal”? ¿Leales con quién?, inquirió el periodista independiente. A juicio del panelista Arturo López-Levy, este concepto encuentra su antónimo en la apostasía

 

Aunque los colecciono, detesto caer en el facilismo de citar los diccionarios, sin embargo no me queda más remedio que referir la primera acepción del término apostasía como “la renegación de Cristo por aquellos que han sido bautizados”. En un sentido más dilatado es lícito usarlo en una gama muy amplia que va desde la renuncia hasta la traición. Lo malo que tienen los sinónimos es que la equivalencia de significado entre uno y otro depende mucho del contexto.

 

Cuando el académico López-Levy atribuye el adjetivo leal a cierto tipo de oposición y usa apostasía para referirse a quienes se ubican en el polo opuesto del entorno opositor, está trazando una frontera en la que los pertenecientes a uno u otro bando terminan por identificar a los leales como traidores y a los apóstatas como leales… y viceversa.

 

La culpa de semejante confusión no la tiene la semántica, sino la historia.

 

Cuando opositores del exilio o del patio apoyan el bloqueo-embargo, incluyendo la ley Helms Burton; cuando reciben apoyo financiero de esa “bestia negra” que es la Fundación Cubano Americana o conversan con el archidemonizado Carlos Alberto Montaner, caen automáticamente en la lista de apóstatas realizada desde la oposición leal. Lo mismo puede ocurrirle a todo aquel que use los micrófonos de Radio Martí, visite la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba (SINA), o se reúna con algún representante del gobierno norteamericano, el único en el mundo que tiene un programa legalmente estructurado para derrocar al gobierno de Cuba. ¡Están traicionando a la Patria!, denuncian desde el bando de la oposición leal.

 

¿Cuál Patria?, responden del otro lado. ¿Aquella que encuentra una sinonimia con la Revolución Socialista, con el partido Comunista, con la mismísima persona de Fidel Castro? ¿Será acaso esa la patria a la que pretenden ser leales quienes figuran en la otra lista? Integrar la oposición leal supone la pertenencia a un grupo de personas que no son insultadas ni golpeadas por “el pueblo indignado”, gente que jamás ha vivido la experiencia de un mitin de repudio, que desde siempre pudieron entrar y salir del país, y hasta dar conferencias en universidades extranjeras. Probablemente nunca fueron despedidos de su trabajo, ni expulsados de sus aulas, ni siquiera han sido visitados por “los amables compañeros de la Sección 21”. Son los que cuentan con un espacio intocable y aspiran a un día ser designados como legítimos interlocutores del poder. La entrada a esa fiesta tiene un alto precio, especialmente tener la prudencia de, una vez aceptados, no importunar al dueño de la casa advirtiéndole que allá afuera hay otros inconformes, con muchas cosas que aportar, reclamar, exigir. Lo políticamente correcto es ignorar a esa plebe que no logra despojarse del nauseabundo olor de los calabozos y mejor aún, desde el prestigio que otorga la condición de intachable académico, acusarlos de apostasía.

 

Una revolución socialista no es una fe religiosa “Revolución y Religión no riman” había advertido el poeta Heberto Padilla. La primera es obra de los hombres, la segunda –tengo entendido- tiene un origen divino. Quienes reniegan de su fe no temen ir al infierno, porque han dejado de creer en su existencia. Los que disienten de las convicciones ideológicas que una vez abrazaron simplemente están ejerciendo un derecho cívico e intelectual que en mis manoseados diccionarios se define como rectificar. Qué decir de quienes nunca creyeron y desde un inicio eligieron un camino diferente

 

Conozco de cerca otra oposición que ejerce una lealtad en nada parecida a la sumisión de las mascotas. Leal a los más apremiantes anhelos de su pueblo, leal a la justicia y a la libertad.

En Cuba es imposible una oposición leal

Orlando Freire Santana

14 de marzo de 2014

 

Atención Espacio Laical: Solo la habrá cuando exista un gobierno que respete el Estado de Derecho

 

En los últimos tiempos se viene discutiendo en los medios académicos cubanos acerca del concepto de “oposición leal”. Lo mismo dentro de la isla que más allá de nuestras fronteras, en eventos donde han coincidido especialistas y estudiosos del tema, este tópico ha salido a la palestra. En esta ocasión nos referiremos a un dossier aparecido en el suplemento digital no. 245, del pasado mes de febrero, de la revista Espacio Laical. Contiene trabajos de los editores de esa publicación, así como de los académicos Armando Chaguaceda, Haroldo Dilla y Rafael Rojas.

 

Lo primero que resalta al adentrarnos en el debate es la necesidad de definir hacia qué o hacia quién va dirigida la lealtad. Y el hecho de que casi siempre la intencionalidad de ese concepto se vincule con el mantenimiento del orden institucional existente en la isla, provoca el lógico malestar entre quienes se oponen realmente al castrismo. No obstante, conviene analizar algunos de los argumentos que sustentan la mencionada intencionalidad.

 

Uno de los más tenaces defensores de la idea de una oposición leal es Lenier González, vice editor de esa publicación católica. Según él, la oposición leal se define por dos atributos. En primer término, “la necesidad de ser leales a un conjunto de actitudes que favorezcan la despolarización del campo político cubano”. Y en segundo lugar, “ser leales al núcleo de ideas que dan fundamento al nacionalismo revolucionario cubano”.

 

La primera de las consideraciones del académico González  se refiere a que la oposición real no vea al gobierno cubano como un enemigo que debe ser aniquilado, sino como un adversario con el que se tienen tensiones y discrepancias, pero con la vista puesta en el imperativo de tejer consensos. Mas, para que ello pueda cumplirse, sería necesario el advenimiento de un “oficialismo leal” que dejara de contemplar a la disidencia política como mercenaria al servicio de una potencia extranjera. Porque, como aseveró el politólogo Armando Chaguaceda en su artículo de este dossier, “no puede haber oposición leal donde no hay un gobierno leal para con las reglas de un Estado de Derecho, bajo un orden que reconozca y ampare tanto a la ciudadanía que le adversa como la que le apoya”.

 

En cuanto a la “lealtad al núcleo de ideas que dan fundamento al nacionalismo revolucionario cubano”, se trata de la obediencia a un discurso que, más allá de la justa aspiración a la independencia y soberanía nacional, se emparenta con la doctrina empleada por los gobernantes para afianzar el control totalitario sobre la sociedad. Y eso, lógicamente, tampoco puede ser aceptado por los verdaderos opositores.

 

Otras ideas apuntan hacia lo perentorio de una lealtad al orden constitucional vigente, teniendo en cuenta que la Constitución de 1976— la matriz de donde procede la actual Carta Magna—, así como la enmienda que refrendó el carácter irreversible del socialismo cubano, fueron “aprobados” por la población.

 

Sin embargo, quienes apoyan la tesis de esta última lealtad obvian el hecho de que ninguna consulta popular es auténtica mientras uno de los implicados en el proceso posea el monopolio de los medios de difusión. Porque una elección o plebiscito genuinos no se circunscriben al momento de la votación. Incluyen también, y en buena medida, la posibilidad de que todos los candidatos u opciones ofrezcan previamente sus puntos de vista a través de la prensa escrita, la radio y la televisión. Solo así será creíble el resultado electoral.

Los amigos de Castro en Miami

Luis Cino Álvarez

14 de marzo de 2014

 

Toman CAFÉ por el levantamiento del embargo y por que se reanuden las relaciones de Estados Unidos con Cuba

 

Siempre he sido uno de los que consideran que el embargo norteamericano, más que perjudicar al régimen castrista, le sirve como justificación para sus desastres, la represión y las violaciones de los derechos humanos. Pero  pienso que ahora es el peor momento para que el gobierno norteamericano levante unilateralmente el embargo y restablezca las relaciones con Cuba, sin exigirle al régimen dar pasos reales hacia la democratización. Sería regalarle a esa dictadura que no ha dejado de serlo, una victoria propagandística, la mayor que haya logrado, y que  muy poco beneficiará al pueblo cubano, si es que lo beneficia en algo.

 

No tengo nada en contra de los que se oponen sinceramente al embargo porque consideran que su levantamiento beneficiaria las vidas de los cubanos, pero me refuerzo más en mi posición cuando veo la clase de personajes que de la noche a la mañana, más atentos al bolsillo que al verdadero calado de las reformas raulistas que no son tales, se convierten en partidarios del levantamiento del embargo, sin exigir condiciones, y abogan impetuosamente por invertir en Cuba. Como el magnate azucarero Alfy Fanjul, con el estandarte familiar en ristre, presto a rescatar y poner a producir para las arcas de la dictadura y el peculio propio, sobre todo esto, los centrales azucareros que el Comandante arrasó.

 

Charlie Christ, gobernador republicano de la Florida entre 2007 y 2011 y actual candidato demócrata a la gobernación de ese estado –el tipo se hizo demócrata luego que se convenció de que la extrema derecha había secuestrado el Grand Ole Party y talentoso que es, hasta lo contó en un libro-, ha cambiado radicalmente su postura sobre el embargo y ahora está a favor de levantarlo. Dice que los agricultores y las empresas de construcción que comercien con Cuba generarán muchos empleos en la Florida. Y digo yo, si hay alguna empresa por el Sunshine State que se dedique a producir equipamiento antimotines y cualquier tipo de adminículos que le sirvan al MININT para reprimir, también.

 

Ya que hablo de este tipo de personajes, no puedo dejar de referirme a dos de ellos: Hugo Cancio, el traficante de timberos y reguetoneros de Fuego Entertainments que no dice ni pío a favor de que a los músicos exiliados les permitan cantar y tocar en su país; y a Arturo López Levy, académico de la Universidad de Denver, y que es lo más parecido que hay a un agente de influencia del régimen castrista en “las entrañas del monstruo” (va y no lo es, pero dicen que importa más aparentarlo que serlo).

 

Estos dos pejes encabezan un llamamiento para el próximo 15 de marzo a la primera conferencia en Miami de CAFÉ (Cubans-Americans for Engagement).

 

También aparecen en el llamamiento Roberto Veiga y Lenier Domínguez, los editores de Espacio Laical, la santurrona revista del Arzobispado de La Habana que no deja de rogar a Dios por el bienestar los gobernantes cubanos y porque les conceda el tino necesario  para que apuren un poquito, solo un poquito, antes de que todo se hunda, los cambios en la economía timbirichera, lineamientos mediante.

 

López Levy debe haber cuadrado la caja para la conferencia de CAFE con sus carnales Veiga y Domínguez cuando hace unos días estuvo en Cuba para participar  en un evento organizado por la Arquidiócesis de La Habana y  que se celebró en el antiguo Seminario de San Carlos, donde se debatió, dentro de la revolución, cómo si no, sobre los cambios, la institucionalidad y otras paparruchas.

 

Según explica el llamamiento, el aquelarre de CAFÉ en Miami incluirá “paneles con académicos, activistas comunitarios, empresarios y educadores que están por el intercambio”.

 

¿No asistirán también Max Lesnik, Lázaro Fariñas y Andrés Gómez?

 

Uno no tiene que hacer mucho esfuerzo para imaginar desde ya cuanto de manipulación patriotera, sofisma con lagrimitas y chantaje sentimental habrá en este evento de CAFÉ.

 

¡Cuánta hipocresía y oportunismo! ¡Qué asco!

 

luicino2012@gmail.com

Panelistas responden a las preguntas del público

durante la 23ª conferencia anual de ASCE,

celebrada en Miami, La Florida,

del 1 al 3 de agosto de 2013

Cómo se construye una oposición leal en Cuba

Rafael Rojas

23 de febrero de 2014

 

En días pasados, los editores de la revista Espacio Laical, Roberto Veiga y Lenier González, publicaron sendos artículos sobre el importante tema de la construcción de una oposición leal en Cuba. Los textos de Veiga y González fueron comentados críticamente, en Havana Times, por Haroldo Dilla y Armando Chaguaceda, dos reconocidos académicos cubanos, radicados fuera de la isla. Aunque las críticas de Dilla y Chaguaceda adelantaron mis reparos a las intervenciones de Veiga y González, agrego las siguientes observaciones, que podrían servir para completar más las aristas de un debate crucial en Cuba, como el que intenta abrir Espacio Laical. Sin debate sobre la oposición, no hay, de hecho, debate sobre la democracia. Aún cuando se entienda que esa “oposición leal” está por construir, es evidente que en Cuba existe una “oposición real”, que no puede ser borrada del presente o del futuro de la isla. 

 

Coincido con los cuatro autores mencionados y, sobre todo, con los últimos párrafos del escrito de Roberto Veiga, que intentan definir el proceso de construcción de una oposición leal, en Cuba, desde una perspectiva amplia, que se abre, simultáneamente, a mecanismos representativos y participativos de la democracia. Ese enfoque es irrenunciable en estos días, cuando vemos en todos lados, en Estados Unidos y Europa, Egipto y Siria, Venezuela y Ucrania, Rusia y China, una crisis de la representación política que afecta tanto a las modalidades clásicas del liberalismo democrático como a las nuevas variantes –autoritarias o no-, más afirmativas de un rol hegemónico del Estado en la economía, la sociedad y la política. La crisis actual de la democracia sólo puede enfrentarse, con un mínimo de coherencia global, por medio de una articulación de elementos representativos y comunitarios, institucionales e independientes, parlamentarios y participativos.

 

Mi mayor objeción proviene, como en los textos de Dilla y Chaguaceda, de la exposición teórica e histórica del concepto de “oposición leal” que propone Lenier González. La historia reciente de ese concepto en medios académicos e intelectuales cubanos es mucho más compleja y rica y se remonta a los años 90, cuando, a partir de las experiencias de Europa del Este, España, Portugal y América Latina, se instala la idea de una transición pacífica a la democracia en Cuba. Bastaría, por ejemplo, revisar algunos cuadernos editados por el Instituto de Estudios Cubanos, en Miami, o los primeros números de la revista Encuentro, entre 1996 y 1998, para encontrar un uso del concepto de “oposición leal”, referido a la obra de Juan Linz, y aplicable a Cuba, en tanto país que, de acuerdo con trabajos de Jorge Domínguez, Haroldo Dilla, Carmelo Mesa Lago, Marifeli Pérez Stable, Damián Fernández o Eusebio Mujal León, transitaba de un régimen totalitario a uno autoritario o postotalitario. Esas ideas fueron manejadas en Encuentro o Cuban Studies con quince o veinte años de antelación al uso que le han dado más recientemente otros autores, citados por Veiga y González.

 

Lo que más me interesa no es, sin embargo, la primicia en el uso de un concepto sino la mayor o menor profundidad con que lo aplicamos a la experiencia cubana y las formas de inclusión política que podrían desprenderse de dicha aplicación. La idea de una “oposición leal”, en los teóricos de las transiciones de los 90, estaba relacionada con las posibilidades de vertebración de una cultura jurídica bajo un orden no democrático, que permitiera llegar a consensos en torno a las rutas legales y pacíficas del conflicto político. Aunque esas teorías, como observa Armando Chaguaceda, están siendo revisadas hoy, no estaría de más, en un contexto tan desabastecido de debate teórico como el cubano, regresar a las mismas para observar los aciertos y limitaciones con que la oposición real cubana ha intentado asimilarlas.

 

Creo que coincidimos en que una oposición leal, además de aceptar las reglas del juego político establecidas por un régimen, debe respetar la soberanía nacional del país, los métodos pacíficos de resolución de conflictos, el reconocimiento de la legitimidad del gobierno y el Estado de Derecho. Ahora bien, ¿cuál sería, entre todas esas premisas -por no hablar de valores humanos universales, sobre los que es imposible detentar monopolio alguno, como la libertad, la igualdad, la justicia, el bienestar, la felicidad, el progreso...- la que determinaría la lealtad última dentro de la vida política de una comunidad? En cualquier proceso de transición democrática, inclusive en un proceso de transición democrática en un país, como Cuba, sometido a diversas formas de acotación de sus soberanías, la lealtad última, no es al “nacionalismo revolucionario” -que al fin y al cabo es una doctrina gubernamental, derivada de un corpus ideológico y, sobre todo, un relato histórico, bastante específico dentro de la cada vez mayor pluralidad ideológica actual-, sino al orden constitucional. Con más razón en el caso de Cuba, porque su Constitución vigente, la de 1992 reformada en 2002, establece de manera explícita y hasta reiterativa el principio irrenunciable de la soberanía nacional. En Cuba, quien es leal a la Constitución es leal a la soberanía.

 

La idea de una oposición leal al orden constitucional y a las leyes vigentes en la isla implicaría extender el concepto de lealtad más allá de ideologías y afectos, creencias y doctrinas, partidos u asociaciones, preferencias o no por unos líderes u otros, captando la pluralidad real de la sociedad cubana. Además de establecer límites precisos para el consenso, como los que podrían relacionarse con el uso de métodos pacíficos o de la inviolabilidad de la soberanía, una comprensión de lo leal, referida a la Constitución, permitiría fomentar la cultura cívica y el respeto a las leyes, que Espacio Laical y otras publicaciones académicas de la isla han demandado en los últimos años. Esta idea de una lealtad a la Constitución no está, por supuesto, reñida con la legítima apuesta de la oposición real por la reforma o el abandono de esa Constitución. Como sabemos, sin la reforma de algunos capítulos de esa Constitución y del Código Penal vigente, es imposible hablar, ya no de una oposición leal sino de algo anterior a ella: una oposición legal y despenalizada. Sin el reconocimiento de la legalidad de una oposición, en Cuba, difícilmente se podrá asegurar el marco jurídico de consenso que se requiere para institucionalizar el nuevo pluralismo político.

¿Una oposición leal en Cuba?

Haroldo Dilla Alfonso

19 de febrero de 2014

 

El tema de una posible oposición leal (OL) en Cuba parece reclamar un lugar en el debate intelectual cubano. Ahora reaparece de la mano de dos valiosos intelectuales católicos –Lenier González y Roberto Veiga- en dos breves artículos aparecidos en Espacio Laical, y desde el que convocan a la discusión.

 

Es bueno que así sea. Que se debata este asunto y otros tantos que cruzan el presente cubano y van a ser ineludiblemente partes de nuestro futuro como sociedad.

 

Solo que, si aspiramos a un debate calificado sobre cualquier tema, que ayude a remontar nuestro pensamiento social, es imprescindible colocar la discusión al nivel teórico en que se encuentra a escala planetaria.

 

Creo que este ha sido una falencia recurrente de lo que se discute en Cuba, debido a una infinidad de problemas –epistemológicos, políticos e ideológicos- en los que no puedo detenerme ahora. Nos hemos acostumbrado tanto a la idea de que somos excepcionales, que nos permitimos merodear ligeros de equipaje por zonas teóricamente muy densas.

 

Esto es lo que ha estado sucediendo con la discusión sobre OL. Este es un término atractivo políticamente y llamativo conceptualmente como sucede con todo oxímoron. Para Cuba sería un paso de avance político, y como suena ambiguo, se puede usar como si se andara de puntillas por un dormitorio de niños traviesos.

 

Pero desafortunadamente no es una bola de plastilina que podamos moldear según nuestros intereses, sino un concepto. Como tal admite siempre  elasticidades funcionales, pero la flexibilidad tiene un límite en la desfiguración de su sentido. Por ello, hay un principio básico que anima el concepto de OL: su sustantivo es oposición y la lealtad es un adjetivo: la esencia radica en lo primero y los matices en lo segundo.

 

Por consiguiente cuando alguien habla de oposición leal está hablando de una relación política en que la parte aludida aspira a desplazar del poder y aplicar políticas diferentes a la otra parte que detenta el poder. Y que el sistema ofrece vías para hacerlo a partir de sus propios procedimientos. Cualquier partido, de izquierda o derecha, que acepte las reglas electorales en una democracia liberal es una oposición leal.

 

Pero los partidos periféricos que existieron en los regímenes este/europeos, o en México durante la hegemonía priista, no eran exactamente oposiciones leales, sino partidos subordinados, aplastados, caricaturizados.

 

Lo de leal se ha referido históricamente a que la oposición acepta la legitimidad de esos procedimientos, y por consiguiente, también del grupo que detenta el poder establecido. En consecuencia no aspira a derrocarlo, ni a extirparlo como opción política, sino solamente a relevarlo y a mantenerlo fuera del poder todo el tiempo legalmente posible.

 

Creo que Veiga y Lenier –y junto con ellos algunas otras personas que mencionan- han creído hablar de oposición leal, aunque realmente hablaban de otra cosa: de acompañamiento crítico consentido (ACC).

 

Entendiendo esto último como un espacio semiautónomo desde el que intelectuales y activistas pueden hacer críticas sistemáticas a las políticas oficiales y sus efectos, pero sin proponerse un relevo gubernamental.

 

Estos espacios pueden ser diversos y puntuales, pueden ser debido a políticas deliberadas o por faltas de políticas, pueden operar en territorio nacional o en la emigración. Antes el Centro de Estudios sobre América o la Fundación Félix Varela, ahora la revista Temas, el Observatorio Crítico, el Centro de Estudios de la Economía Cubana o CAFÉ han sido o son ejemplos de ACC.

 

Los ACC no indican una democratización –como lo indicaría una oposición leal- sino solamente el surgimiento de espacios menos controlados como consecuencia del tránsito de un régimen totalitario a otro autoritario (justo lo que está pasando en Cuba desde los 90s) en que no se pide el alma a los súbditos, sino solamente la obediencia. Y que puede ser compatible con estos espacios críticos siempre que respeten algunas reglas y no se propongan una convocatoria pública descomedida.

 

La vida de estos ACC es siempre precaria, sometida a presiones que deben afrontar con valentía (y morir en el intento) u ocultando el cuerpo (y bajar muchas veces la cabeza). Al menos que exista un pacto de clara conveniencia que obligue a la clase política a asumir la carga de un acompañamiento crítico.

 

Es este último lo que ha sucedido con la alta jerarquía  católica, incluyendo aquí a su ventana para la comunicación con la intelectualidad cubana: Espacio Laical. Aspirar a que los dirigentes cubanos vayan a designar a los contertulios de los últimos jueves de Temas o a los tecnócratas del CEEC como sus opositores leales es solamente un despliegue desconsiderado de bovarismo intelectual.

 

Tanto para Veiga como para Lenier la noción de Oposición Leal aparece relacionada con valores que la relación debe asumir y al mismo tiempo debe resguardar. Esos valores invocan el desiderátum de una sociedad solidaria, democrática, despolarizada y consensuada. Pero al mismo tiempo insertado en una matriz ideológica que polariza, excluye y rompe consensos: la tradición nacionalista revolucionaria.

 

¿Que pasaría,  por ejemplo, si un grupo de personas deciden que la sociedad cubana debe renunciar a metas socialistas y encaminarse sin sonrojos hacia el capitalismo? ¿O si consideran que los principios de intransigencia nacionalista deben ser cambiados por otras visiones globalistas? ¿Quedan fuera de la oposición leal?

 

La otra cara de este mismo problema es la elite política cubana. Con absoluta honestidad, si se va  a discutir el asunto de la oposición leal hay que comenzar discutiendo el principal obstáculo para que algo así pueda existir en Cuba: la permanencia en el poder de una élite política narcisista, inapelable y que se considera a sí misma como encarnación de la historia y del futuro de la nación.

 

Es una élite que no considera la posibilidad de compartir o renunciar al poder, no reconoce el valor de las minorías, convierte a sus ciudadanos en súbditos y manipula al mismo tiempo que desconoce a la comunidad emigrada, ese componente clave de nuestra sociedad transnacional. Una élite que ha colocado a la nación cubana en su peor momento histórico y hoy ensaya la restauración capitalista mediante su propia conversión burguesa y entregando a la población desprotegida y atomizada a los rigores del capitalismo contemporáneo.

 

Finalmente, creo que la discusión sobre este tema, o sobre cualquier otro, debe pasar por una actualización conceptual acerca de lo que es la sociedad cubana en esta primera mitad del siglo XXI. El uso, por ejemplo, del concepto “pueblo” es una buena vacuna política en Cuba, pero teóricamente en un vocablo equívoco, y una realidad, si la asumimos, que ha cambiado dramáticamente en los últimos años.

 

Nación y nacionalismo no lo son menos, en una sociedad transnacional que ha estado sesgada por la polarización, como resultado de la construcción ideológica binaria sobre los emigrados  que el gobierno cubano comenzó a hacer desde los lejanos 60s. Así de manera casi infinita, nos topamos con la realidad de que según más concluyentes y explícitos parecen ser los términos, mas imprecisos e inútiles resultan.

 

Felicito sinceramente a Lenier y a Veiga por tan incitadores artículos, y que ahora, como han hecho otras veces tan fructíferamente, hayan abierto las puertas a un debate que tanto necesitamos.

Cuba: los candados de la lealtad

Armando Chaguaceda

21 de febrero de 2014

 

El reciente dossier de Espacio Laical sobre el manido tema de la “oposición leal” trae de nuevo a colación un intercambio que los autores y un servidor sostuvimos el pasado año en Miami. En aquella ocasión, debatí algunos de los puntos de vista de Lenier y Veiga y, en sus antípodas ideológicas, del filósofo Alexis Jardines.

 

En un texto escrito poco después, llamé la atención sobre lo que me parecían aproximaciones sesgadas sobre un tema neurálgico: el del contexto, los actores, escenarios y estrategias de un cambio democratizador en la isla. Mismos que enmarcan el asunto de la oposición leal.

 

En aquellas intervenciones señalé que, dentro de los cambios en curso en la Cuba actual, confluían las expectativas de una sociedad crecientemente mutable, socialmente heterogénea y culturalmente diversa -como resultado de los cambios iniciados en los años 90—; de un Estado que implementa una serie de reformas de gestión y administración y de un régimen político cuyas leyes y mecanismos siguen siendo los del modelo soviético, lo que les hace disfuncionales para lidiar con la creciente complejidad social y nacional.

 

Se trata, en resumen, de una sociedad que cambia de prisa, un estado que se reajusta y un régimen político prácticamente inmutable. Un régimen postotalitario –según la clasificación, a mi juicio insuperada, de Juan Linz- y no otro prototípicamente totalitario –como la infame dictadura norcoreana-; pero tampoco uno meramente autoritario.

 

Siendo este último –el modelo autoritario- el que posibilitaría que la idea de “oposición leal” abandonase el terreno de la retórica y los buenos deseos para concretarse en una realidad legal e institucional, capaz de disputar, lentamente y desde la asimetría, las preferencias ciudadanas.

 

Ya que quienes propugnan la idea de lealtad aluden con frecuencia al caso mexicano, vale la pena recordar que, incluso en la época de apogeo autoritario del régimen posrevolucionario, el opositor Partido Acción Nacional podía aspirar, al decir de un reconocido escritor, a “cuatro o cinco curules en el palacio legislativo cada tres años y una o dos presidencias municipales cada sexenio”. [i]

 

La maquinaria priista que controlaba el parlamento frecuentemente incorporaba –regateándole la autoría- propuestas del PAN en materia de política económica y reforma administrativa.[ii] Y si bien los dirigentes y candidatos panistas eran amenazados, reprimidos y despojados en las elecciones, estos laboraban en las universidades, poseían negocios o, incluso, desempeñaban funciones públicas, como fue el caso del “padre fundador” Manuel Gómez Morín, quien dirigió el Banco de México y la UNAM.

 

En la otra acera, quienes definían las reglas del juego (el PRI) operaba combinando una férrea unidad estratégica y un indiscutible rol de liderazgo del presidente y sus gobernadores con aceitados mecanismos formales e informales de renovación de elites y procesamiento de los disensos, ambos ausentes en el PCC cubano. [iii]

 

En la periferia priista, un grupo de pequeños partidos satélites –dizque de izquierdas- acompañaban, legitimando, al partido hegemónico; dando cuerpo al modelo de “ogro filantrópico” y “dictadura perfecta” que estudiosos y escritores se encargaron de describir a lo largo de sus siete décadas de protagonismo priista.

 

Por su parte, la sociedad mexicana operaba como un crisol de organizaciones populares, sindicales, profesionales, de empresarios que, aun y cuando en su inmensa mayoría participaban del orden corporativo dirigido desde Los Pinos, también podrían negociar demandas frente al partido/estado.

 

En los márgenes del “sistema” permanentemente aparecían figuras, grupos intelectuales, medios de prensa y organizaciones disidentes inscritas, a medio camino, entre la confrontación, la tolerancia y la capacidad de incidencia pública.

 

Cuento esto no para presentar al PRI como una virgen vestal –ahí están Tlatelolco y Atenco para recordarnos lo contrario- sino exponer las evidentes diferencias que existen entre los regímenes postrevolucionarios de México y Cuba.

 

¿Acaso hemos visto, en este medio siglo, a un rector de la Universidad de la Habana defender la autonomía universitaria, pedir la libertad de los presos políticos y marchar con sus estudiantes en una manifestación no autorizada por el gobierno en condena de la represión?

 

Pues así fue en México en 1968, con Don Barros Sierra, rector de la UNAM; quien, sin embargo, terminó su periodo de gobierno sin ser removido por las autoridades. Podría seguir un largo listado pero creo no es necesario.

 

Pasando de lleno a nuestras peculiares circunstancias, no hay que ser un sabio para comprender que el orden legal vigente en Cuba –desde su Constitución al Código Penal- establece una serie de candados legales para cualquier forma de oposición legal.

 

Adicionalmente, la injerencia del Partido (único) y los órganos policiacos impide que algún individuo o grupo opositor haga uso de los derechos ciudadanos para participar en el sistema de Poder Popular, ni siquiera en el nivel de base.

 

En el terreno asociativo, el registro correspondiente  -congelado desde hace años en el Ministerio de Justicia-  y la legislación que le acompaña son auténticos desincentivos para la organización autónoma de la ciudadanía.

 

Si a eso sumamos que la “dirección de la Revolución” define periódica y caprichosamente qué actores (y propuestas) entran en el terreno de lo “políticamente aceptable” incluso dentro del campo popular y revolucionario -como evidencian las experiencias de la delegada tunera Sirley Ávila y los académicos del viejo Centro de Estudios sobre América- creo que se dejan opciones bastante estrechas para combinar disenso y lealtad.

 

Volviendo al dossier de Espacio Laical, creo que esta entrega retrocede (e incurre en flagrantes contradicciones) respecto a postulados defendidos anteriormente por ambos ensayistas. En pasados trabajos e intervenciones tanto Veiga y González han señalado, con toda justeza, la deseabilidad de un espacio para corrientes libertarias, liberales y democratacristianas dentro del futuro político del país. Posturas todas que, rigurosamente hablando, no encajan en el concepto de nacionalismo revolucionario, a menos que estiremos demasiado dicha noción, sacrificando su rigor analítico.

 

Es algo de lo que, por cierto,  ha adolecido buena parte de la producción intelectual realizada en la isla sobre estos temas, confiada en exceso en aproximaciones parroquiales, descontextualizadas y atemporales para los serios asuntos de la política nacional. Si no, revisar nociones como “democracia patriarcal”, “diversidad dentro de la unidad” -dentro de un partido leninista que no tolera a su interior disensos estables y organizados- o “los derechos humanos que defendemos”, las cuales intoxican la producción académica del país.

 

Es sencillo: no puede haber oposición leal donde no hay un gobierno leal para con las reglas de un Estado de Derecho, bajo un orden que reconozca y ampare tanto a la ciudadanía que le adversa como la que le apoya. Si se continúa insistiendo en eso dentro del entorno postotalitario insular ello será, cuando menos, una evitable falta de rigor académico.

 

Pero también puede ser interpretado como una imposición de las preferencias de los autores- que son, en ciertos temas como la innovación participativa y la justicia social, también las mías-; dentro de una cosmovisión sumamente normativa que niega la posibilidad del pluralismo político.

 

De todos modos, hay que agradecer a Espacio Laical esta invitación al debate; esperando que quienes participen lo sostengamos con altura y concreción, sin agredir al otro ni invocar espantajos o piruetas discursivas.

 

En los tiempos que corren, la lealtad se define no en relación a una ideología política o mito fundante, sino a un orden democrático que sea respetado por gobernantes y gobernados, capaz de consagrar, en igualdad de prioridad, la soberanía popular y la nacional. Dentro de este –compatible con el Derecho Internacional y los Derechos Humanos- tiene cabida una oposición pacífica -no terrorista-, ideológicamente plural, articulada con bases y solidaridades ciudadanas -inequívocamente trasnacionalizadas-,  independiente de la injerencia foránea, gubernamental y empresarial. Si se cumplen esas premisas, la expedición de cualquier “certificado de lealtad” queda sobrando.

 

[i] Enrique Krauze La presidencia imperial, Tusquets, México DF, 1997, pág. 169.

 

[ii] Para ver la incorporación del PAN al proceso legislativo y su participación en elecciones de gobernador ver “La democracia indispensable. Ensayos sobre la historia del Partido Acción Nacional”, obra de Alonso Lujambio publicada por la editorial Equilibrista, México DF, 2009.

 

[iii] Para un estudio reciente sobre tales dinámicas en el entorno regional ver Juan Carlos Villarreal, La formación y características de la elite priista contemporánea: el caso del Estado de México (1996-2012), Toluca, 2013.

LA ‘OPOSICIÓN’ LEAL AL CASTRISMO

Integrantes del grupo CAFE

durante su visita a Washington

Cuban/Americans for Engagement (CAFE) agrupa a los principales agentes de influencia de los hermanos Castro en el mundo académico de EEUU.

¡Pa’lo que sea, Fidel, pa’lo que sea!

Manuel Castro Rodríguez

19 de febrero de 2014


Compatriotas, continúa a todo gas la campaña que viene realizando la ‘oposición’ leal al castrismo, encabezada por la jerarquía católica cubana, el Cuba Study Group y Arturo López-Calleja, alias Arturo López-Levy, líder visible de Cuban/Americans for Engagement (CAFÉ), que agrupa a los principales agentes de influencia de los hermanos Castro en el mundo académico de EEUU.

 

Los cafeteros los invita a expresar su solidaridad con los ‘logros’ de esa entelequia llamada Revolución cubana, que no ha podido avanzar más por el ‘criminal bloqueo imperialista’, ese que impide que EEUU sea el principal socio comercial de la tiranía castrista: EEUU ocupa sólo el quinto lugar, porque EEUU no les da crédito a los hermanos Castro. ¿Ustedes se los darían con su pésimo historial?

 

A pesar del ‘criminal bloqueo imperialista’, los niños cubanos mayores de siete años dependen de los emigrados cubanos en EEUU para poder tomar leche.

 

A pesar del ‘criminal bloqueo imperialista’, sólo en el año 2012, los cubanos radicados en EEUU enviaron 5.105 millones de dólares entre efectivo y bienes.

 

El lema de la Cuba republicana “sin azúcar no hay país” ha sido sustituido de hecho por el de “sin exilio no hay país”.

 

A pesar del ‘criminal bloqueo imperialista’, el Gobierno de Cuba depende de EEUU, que es su principal suministrador de alimentos y medicamentos. ¿No es algo irónico que un cargamento de pollos procedentes de EEUU fuese el que inaugurara la primera parte del megapuerto de Mariel?

 

Los cafeteros pretenden pasar como progresistas, pero han demostrado fehacientemente que son la antítesis de las personas que dicen ser. Históricamente la izquierda se ha caracterizado por solidarizarse con los oprimidos, pero los cafeterosapoyan a los opresores. Pueden ver aquí varios vídeos que muestran las golpizas propinadas a pacíficas mujeres cubanas, pero los cafeteros no las ven: ellos padecen de ceguera selectiva. ALERTO que NO deben ser vistos por niños, ni personas enfermas o susceptibles a las imágenes fuertes.

 

Como el régimen de los hermanos Castro ha sustituido el “yankee go home” por el “yankee come home”, y aprovechando que como el invencible Comandante -que nunca ha combatido- se adueñó de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y destruyó el movimiento sindical más fuerte del área, la Cuba castrista ofrece ventajas comparativas muy apreciadas por empresarios carentes de ética como Alfonso Sanjul: véanse las deplorables condiciones de vida de sus empleados en República Dominicana, propias del medioevo.

 

La unión de los Fanjul con los Castro será una combinación altamente letal para los trabajadores cubanos, carentes de libertad sindical y el derecho a huelga. ¿O no?

 

La jerarquía católica cubana, el Cuba Study Group y los cafeteros saben que Cuba es el único país occidental donde es ilegal ser opositor: marxistas, liberales, socialistas, trotskistas, democristianos y anarquistas han sufrido difamación, ostracismo, destierro, cárcel, tortura y asesinato. Como expresó el filósofo socialista argentino Oscar del Barco en diciembre de 2005, ya hace más de ocho años: “Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.

 

Los invito a ver algunos ‘logros’ de esa entelequia llamada Revolución cubana:

 

Vean las fotos de los pacientes psiquiátricos muertos de hambre y frío en la Cuba castrista

 

Vean la calidad de los servicios del sistema de salud que puede usar el cubano de a pie

 

Vean  el ‘apartheid’ en los servicios del sistema de salud de Cuba

 

Vean por qué después de ciento treinta años sin cólera, Cuba lo sufre oficialmente desde 2012

 

Vean la neuritis óptica y la neuropatía periférica en la Cuba castrista

 

Vean los médicos cubanos, esclavos de bata blanca

 

Vean la calidad de los servicios del sistema de educación que puede usar el cubano de a pie

 

Vean los vídeos de cómo era Cuba y cómo el comunismo la destruyó

 

Compatriotas, no dejen de asistir a la conferencia que darán los cafeteros en Miami, el 15 de marzo. Como nos tienen acostumbrados, los cafeteros no dirán una palabra sobre las violaciones a los DDHH que sufre el pueblo cubano. Por ejemplo, en enero de 2014 se documentaron 79 agresiones físicas, 91 actos de hostigamiento, 89 actos de repudio y 53 actos vandálicos contra los hogares de los disidentes. En enero de 2014 se documentó que 179 disidentes fueron agredidos físicamente, 153 sufrieron actos de repudio y una cifra igual padeció otras formas de hostigamiento como acciones vandálicas en sus hogares.

 

Los cafeteros no dirán una palabra sobre las violaciones a los DDHH, porque ellos están muy bien educados: ellos saben que con la boca llena no se habla. Por eso ni una sola vez han criticado los asesinatos y otras tropelías cometidas por el régimen militar cubano.

 

Compatriotas, esa conferencia que darán los cafeteros en Miami el 15 de marzo es con el objetivo de que ese elimine el ‘criminal bloqueo imperialista’, para que el coronel Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (primo de Arturo López-Calleja, alias Arturo López-Levy) pueda continuar incrementando su fortuna. ¿Qué % recibirá Arturo López-Calleja, alias Arturo López-Levy, que aparece en cuanto medio se hable de Cuba?

¿Gusta café?

Haroldo Dilla Alfonso

30 de abril de 2012

 

No existe la menor intención del Gobierno cubano de ver a los emigrados como ciudadanos con derechos, afirma el autor de este artículo

 

CAFE es el título de una nueva organización cubano-americana. Significa Cuban/Americans for Engagement, un promisorio nombre que parece indicar la voluntad de sus sostenedores para involucrarse en la gestión de acciones y políticas a favor de la comunidad cubana residente en Estados Unidos.

 

No conozco muchos detalles de sus propósitos, ni de cómo se organiza. De una foto en familia junto a un representante legislativo, se habla de 9 personas, regularmente en sus cuartas décadas de vida, profesionales, todos blancos, mujeres y hombres. Algunos de ellos son miembros de familias de la élite insular —política, económica o cultural—, otros han sido comensales predilectos de las actividades de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington y otros poseen status migratorios lo suficientemente flexibles como para poder viajar frecuentemente a Cuba y retornar a Estados Unidos sin contratiempos. Algunas de estas personas han sido contribuyentes de periódicos digitales donde se han expresado sobre diversos temas y en ocasiones han abogado a favor de un apoyo crítico a la “actualización” del General/Presidente, donde, recalco, lo sustantivo es el apoyo mientas que la crítica es un addendum adjetivo. Entre estos periódicos se encuentra Cubadebate, el órgano digital del departamento ideológico del Partido Comunista de Cuba.

 

CAFE emerge en momentos en que el Gobierno cubano ha declarado que hará una reforma migratoria y en que intenta reformular sus relaciones con la comunidad cubana emigrada. Como he anotado en otros lugares, ello está dirigido a mejorar la imagen externa del régimen político, a ganar apoyos económicos de los emigrados (remesas e inversiones) para una “actualización” que hace agua por muchos lugares y articular un lobby anti embargo/bloqueo que al menos logre levantar la prohibición a los americanos de viajar a Cuba, un recurso indispensable para el despegue del turismo. No creo que exista la menor intención del Gobierno cubano de ver a los emigrados como ciudadanos con derechos. Solo los ve utilitariamente, como remesadores, pagadores de servicios y probablemente inversionistas.

 

No sé cuáles son las intenciones más íntimas de los sostenedores de CAFE, que por el momento no parecen ser muchos, pero creo que la aparición de esta organización no puede ser sustraída de ese contexto: a él, al menos en primera instancia, se debe. Y si es así, creo que CAFE ha venido a ser parte del problema y no de la solución, sencillamente porque está andando un campo minado con la alegría inepta de un cachorro de elefante.

 

El comunicado de CAFE inicia su exposición argumental relatando una visita a la oficina de un senador cubano-americano vinculado al Tea Party, y al que dejaron claro que no lo asumían como representación política. Por lo que la visita debe entenderse como una forma de explicar a la opinión pública que serán otros congresistas no cubano-americanos los medios que CAFE utilizará para hacer lobby. Luego visitaron al Departamento de Estado donde instaron al funcionario que los atendió a adoptar “una concepción más amplia de los contactos pueblo a pueblo” y evitar concepciones estrechas que ligan estas estrategias a la subversión política. Todo lo cual significa un espaldarazo a las políticas de Obama en un tema que obviamente sobrepasa las relaciones específicas entre las comunidades cubanas a ambos lados del canal de la Florida.

 

En lo personal estoy de acuerdo con todo esto, y con el rechazo a la Ley Helms Burton. Diría que fue un tour político nada novedoso, pero saludable. Sencillamente no objetable. Los problemas comienzan en el otro lado de la gestión, cuando los integrantes de CAFE visitaron la Oficina de Intereses de Cuba en Washington.

 

Con absoluta transparencia detallan cuatro puntos tratados con el funcionario que aquí les atendió. Y quien, imagino, debió haber tenido la entrevista más cómoda de toda su carrera, más placentera que los bembés de La Colmenita. Pues en verdad lo que los visitantes le dijeron es lo que todo funcionario cubano siempre quiere oír. Y todo ello a pesar de que el principal obstáculo para una relación saludable entre las comunidades cubanas dentro y fuera de la Isla, es la política antinacional, excluyente y discriminatoria del Gobierno cubano.

 

Veamos los cuatro planteamientos según CAFE:

 

1. Una apertura del Gobierno cubano a las inversiones de cubano-americanos en los sectores de pequeña y mediana propiedad. Totalmente música celestial, a lo que al final se puede decir que si no se hace es por culpa del embargo.

 

2. La eliminación de las restricciones de viaje a la Isla impuestas a grupos sociales específicos, entre ellos los balseros, y médicos que han abandonado misiones en el exterior. Parcialmente música celestial: lo de los médicos quedaría para una meditación más profunda en el futuro.

 

3) El precio excesivo de trámites de pasaporte, permiso de salida y viajes que encarecen abusivamente la posibilidad de una relación más activa entre la comunidad cubana en el exterior y la Isla. Más música celestial. Obsérvese que ni siquiera se objeta el permiso de salida, por lo que según CAFE los cubanos deben pagar menos por la violación de su derecho al libre tránsito.

 

4. Un llamado a la eliminación de los prejuicios existentes hacia los cubano-americanos que dificultan una relación más activa entre éstos y las instituciones de la Isla, en áreas como el intercambio académico, educacional y cultural. Todo un concierto de música celestial.

 

Lo planteado por CAFE, cualquiera que sea la buena motivación de sus sostenedores, está a muchas leguas de distancia de todo lo que es importante en este campo. Lo está de los problemas reales que exigen una solución integral inseparable del reconocimiento de plenos derechos de tránsito a los cubanos de todos los lados. Lo está de los documentos diagnósticos más avanzados emitidos por instituciones, un ejemplo de lo cual es el contundente informe “La diáspora cubana en el siglo XXI” del CRI-FIU. Y lo que pudiera ser aún más paradójico, lo está posiblemente de las propias decisiones del Gobierno cubano en su intento lampedusiano para cambiar algunas normas migratorias.

 

Creo que, al margen de enfoques políticos particulares, nada es plausible en la relación del Gobierno cubano con la emigración si no aborda la cuestión clave de los principios de ciudadanía que establecen el derecho de todo cubano a viajar libremente y a regresar a su país de nacimiento, al menos que haga renuncia expresa a la nacionalidad cubana. Es un tema denso y lleno de resentimientos de ambas partes y por eso creo aceptable la idea de un cronograma explícito que produzca una reconstrucción gradual ciudadana en este campo, pero dejando claro para todos las metas, los plazos y los compromisos.

 

No es ni política, ni moralmente aceptable confundir nuestros derechos ciudadanos con la rebaja de aranceles o con la posibilidad de un empresario de invertir en la economía cubana. Admitir, siquiera por omisión, que el Gobierno cubano usa el tema migratorio como un mecanismo de control político; y que desde él reparte castigos muy dolorosos y recompensas mezquinas, es francamente imperdonable.

 

Creo que los sostenedores de CAFE se han colocado de la peor manera en un tema muy complicado. Vale la pena que mediten sobre el futuro complejo de un gran espacio transnacional (no es de otra manera) que se llama sociedad cubana.

 

Realmente lo necesitamos.

¿Tan desinformado está el Cuba Study Group?

Manuel Castro Rodríguez

20 de febrero de 2014

 

Sr. Carlos Saladrigas:

 

Un exilado cubano en EEUU me dice que el secretario ejecutivo del Cuba Study Group recientemente estuvo en un programa de Al-Jazeera, donde defendió la posición de que a la Cuba castrista se le saque de la lista de los países que promueven el terrorismo. Otro exilado cubano en EEUU me informó que hace unos meses un integrante del Cuba Study Group estuvo en el Center for Strategic Studies, en Washington, también defendiendo la posición de que a los Castro se les saque de la lista de los promotores del terrorismo.

 

Sr. Saladrigas, ¿cuál es el concepto de terrorismo que tiene el Cuba Study Group?

 

Sr. Saladrigas, invito al Cuba Study Group a que conozca el terrorismo como táctica castrista y vea las imágenes correspondientes.

 

Sr. Saladrigas, ¿el Cuba Study Group también desconoce el caso del buque Chong Chong Gang, que intentó pasar un contrabando de armas cubanas por el Canal de Panamá, que pudo poner en peligro la vida de los habitantes de las ciudades de Panamá y Colón, además de violar el embargo militar impuesto por la ONU a Pyongyang? ¿Acciones como esa no contribuyen a promover  el  terrorismo, Sr. Saladrigas?

 

Sr. Saladrigas, puede ver aquí vídeos que muestran las golpizas propinadas a pacíficas mujeres cubanas, por parte de los paramilitares creados y dirigidos por el régimen comunista. ALERTO que NO deben ser vistos por niños, ni personas enfermas o susceptibles a las imágenes fuertes. Por favor, les solicito encarecidamente a los integrantes del Cuba Study Group que estén en condiciones de hacerlo, que vean estos vídeos que demuestran que el castrismo es una versión actualizada del fascismo.

 

Además, Sr. Saladrigas, ¿el Cuba Study Group igualmente desconoce que el Archivo Cuba ha documentado 166  muertes y desapariciones ocurridas bajo el mandato de Raúl Castro, o sea, desde el 1 de agosto de 2006 al 15 de diciembre de 2013? 

 

Sr. Saladrigas, ¿asimismo desconoce el Cuba Study Group que el régimen de los hermanos Castro persevera  en hábitos estalinistas, que ni siquiera estaban vigentes en las últimas décadas de la Unión Soviética?

 

Sr. Saladrigas, desde enero de 2010  –año en que comenzó la excarcelación y el destierro de la mayoría de los presos políticos de la Primavera Negra- se han documentado  19.223  casos de personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos.

 

El nivel de violencia física empleada en diciembre de 2013 por los cuerpos represivos y grupos paramilitares contra pacíficos disidentes fue uno de los más altos en las últimas décadas; a pesar del carácter cerrado de la forma de gobierno, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional comprobó que aparte de las detenciones,179 disidentes fueron agredidos físicamente en 27 actos de agresión; 153 fueron víctimas de los llamados actos de repudio en 27 incidentes reportados; y 153 opositores sufrieron acciones vandálicas, generalmente contra sus hogares, y otras formas de hostigamiento.

 

En 2013 se registraron 6.424 detenciones arbitrarias por motivos políticos sin orden policial.

 

En enero de 2014 se documentaron 1.052 detenciones. Predominaron los secuestros policiales, en los que las autoridades ni siquiera informaron del paradero de los detenidos ni les permitieron mantener contacto con abogados o familiares.

  

En enero de 2014 se documentaron 79 agresiones físicas, 91 actos de hostigamiento, 89 actos de repudio y 53 actos vandálicos contra los hogares de los disidentes.

   

Se documentó que en enero de 2014, 179 disidentes fueron agredidos físicamente; 153 sufrieron actos de repudio y una cifra igual padeció otras formas de hostigamiento como acciones vandálicas en sus hogares.

 

Sr. Saladrigas, ¿el Cuba Study Group también desconoce las últimas denuncias hechas por la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU)?

 

Sr. Saladrigas, usted sabe mejor que yo que la información es poder. ¿Cómo es posible que los empresarios integrantes del Cuba Study Group estén tan desinformados sobre lo que ocurre en Cuba?

 

Sr. Saladrigas, ¿cómo es posible que estando tan desinformados sobre lo que ocurre en Cuba, los integrantes del Cuba Study Group se den el tupé de opinar sobre lo que ocurre en nuestra patria?

 

Sr. Carlos Saladrigas, por favor, haga acuse de recibo.

 

Agradeciéndole por anticipado su atención, queda de usted,

 

Profesor Manuel Castro Rodríguez

¿Oposición leal?

Haroldo Dilla Alfonso

10 de junio de 2013

 

Vale la pena recordar que oposición leal no es una oposición que se limita a amortiguar los desbalances de los titulares y a adornar sus gestiones

 

Un indicador de cómo se mueven las cosas en Cuba es la manera como algunos intelectuales han comenzado acariciar la idea de la oposición leal.

 

El concepto ha merodeado con alguna insistencia el espectro de los intelectuales críticos sistémicos. Es decir aquellos intelectuales que adoptan posiciones críticas frente a aspectos relevantes del funcionamiento del sistema, pero entienden que es dentro de él —y con su clase política— como podrán conseguirse los cambios que consideran imprescindibles para alcanzar los objetivos de una sociedad mejor. Son los partidarios de una “transición ordenada”, una fórmula bien intencionada pero equívoca que en ocasiones puede llevar a tanto orden que la transición casi luce como argumento para gringos incautos.

 

Creo que la primera vez que leí sobre la conveniencia de una oposición leal en Cuban (al menos en la actual coyuntura) fue en un texto de Espacio Laical, la institución contemporánea que, dentro del sistema, ha llevado más lejos las propuestas de cambios políticos. Estaba firmado por Lenier González (un analista fino, para quien la creación de un régimen bipartidista de oposición leal hubiera constituido un primer paso —ya definitivamente desaprovechado según el autor— para la creación de un sistema pluralista).

 

Desde ahí el concepto ha continuado revoloteando con menos éxito en las plumas de otros analistas menos ilustrados hasta que el director de la Revista Temas, Rafael Hernández –un hombre locuaz y con buena prensa- lo volvió a blandir en una malhadada entrevista y de la que cito un párrafo:

 

“A fin de cuentas, el 80 % de los problemas de que habla esa disidencia antisocialista son analizados y discutidos en Cuba de manera pública, por mayorías —y minorías— que no comparten ni las soluciones ni el estilo político de aquella; y que en muchos casos, asumen el papel de una oposición leal, dentro de las propias filas de la revolución, en espacios que es necesario seguir democratizando entre todos, como parte central del nuevo modelo socialista”.

 

El párrafo no permite muchas precisiones. Al final Hernández no nos dice cual es el 80 % que todo el mundo discute y cual es el 20 % que solo discute la oposición, y si ese 20 % es o no relevante. Tampoco sabemos cual es el estilo político de la oposición que “mayorías y minorías” no comparten, pues en esa oposición abundan proyectos y estilos diferentes. No podemos imaginar la propia posición del director de Temas cuando habla de “las filas de la revolución” y del “nuevo modelo socialista”, dos términos confusos que han servido por igual para castigar rebeldes que para seducir incautos. Y finalmente no queda claro quienes estamos incluidos y quienes excluidos de la esperanzadora categoría “todos”, supuesta, según Rafael Hernandez, a democratizar la Isla.

 

Pero el párrafo nos sirve para apreciar hasta que punto los “críticos sistémicos” —siempre encerrados en la dilogía trágica del ser y del deber ser— pueden efectivamente ofrecer ideas innovadoras en muchos temas, a excepción de los que atañen a la política en sentido estricto. O, si se quiere retomar el hilo del párrafo citado, a ese 20 % de los temas que los opositores tratan y maltratan en sus aislamientos y precariedades pero también en sus sobradas valentías.

 

En este punto me detengo en algunas precisiones elementales. Ante todo, vale la pena recordar que oposición leal no es oposición estólida. Es una oposición que acepta las reglas de la constitución del poder que detenta su contendiente; pero una oposición que no se limita a amortiguar los desbalances de los titulares y a adornar sus gestiones. Es una oposición que aspira al poder y por consiguiente a desplazar al gobierno establecido. Y ya en el poder, puede aspirar a realizar cambios sustanciales al sistema, siempre que lo hagan según las normas y procedimientos reconocidos como legítimos.

 

Eso, y no otra cosa, es oposición leal. Imaginar —desde esta óptica— que exista en Cuba una oposición leal es un desatino monumental. Los intelectuales como Rafael Hernández llaman oposición leal a otra cosa, a una suerte de ejercicio de consultas sobre detalles y de tolerancia de algunas críticas. Sería más bien un acompañamiento leal y para esa función ya los dirigentes cubanos designaron a la alta jerarquía católica: tan nacionalista conservadora como ellos y que nunca le va a disputar el poder político. Creer que esa función sería llenada por los contertulios de los Últimos Jueves de Temas es un desenfreno de goce onanista.

 

No creo que el sistema político cubano avance hacia la formación de una oposición leal como la imaginaba Lenier González.

 

Sin presiones externas considerables y con una élite básicamente unificada bajo la hegemonía del estamento tecnocrático/militar, el sistema se podría orientar hacia otras formas de estructuración, como una suerte de corporativismo autoritario y monocéntrico al estilo chino. Pero permitiendo mayores espacios de libertades tuteladas para la franja crítica sistémica, tal y como hicieron los priistas en su etapa postrevolucionaria.

 

Obviamente hablo aquí solo de tendencias. Por diversas razones pueden incrementarse las contradicciones intraélites y las insatisfacciones sociales (si los mecanismos de cooptación funcionaran con déficits mayores) y todo ello puede conducir a clivajes políticos que finalmente provoquen una transición hacia un sistema democrático cuyos signos políticos específicos dependerán de las correlaciones de poder, los pactos, las rupturas y esos muchos sortilegios de la política que no se resuelven con fórmulas sencillas. Como esta bagatela de una oposición consentida y consentidora.

Seleccione idioma

José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.