LA DOLCE VITA DE LA ÉLITE COMUNISTA

Martín Guevara

(sobrino del Che Guevara)

“(…) si algo no le gusta a Fidel después de no ser el centro de atención constante, es quedar mal, que se sepa la verdad, que se sepa que bebe vinos castellanos de más de 200 euros la botella mientras pide a su pueblo sacrificios numantinos.

Canek Sánchez Guevara

(Nieto del Che Guevara)

El sistema político cubano se ha comportado como una monarquía y no sé por qué se le sigue llamando socialismo”.

Fidel Castro Ruz siempre ha predicado como si fuera la Madre Teresa, mientras vive como Vito Corleone. Véanse los vídeos.

Hijo de Fidel Castro se divierte

junto al jet set internacional amante de la nicotina

Antonio Castro y sus 18 hoyos

Haroldo Dilla Alfonso

27 de mayo de 2013

 

La nueva élite emergente en Cuba se distingue de la predecesora por sus medios de vida

 

Cuando leí la noticia sobre la victoria de Antonio Castro en un torneo internacional de golf, no pude evitar pensar en Pierre Bordieu.

 

Bordieu ha sido uno de esos cientistas sociales imprescindibles que escribió sobre varias temas y siempre dijo cosas interesantes. Entre ellas, escribió sobre lo que llamó “la distinción”. Para Bordieu ésta era una suerte de condensación de hábitos de consumo y comportamientos que enmarcan un estilo de vida clasista.

 

Todas las élites han cultivado su propia distinción con arreglo a sus historias y sus poderes. Cuando los guerrilleros de la Sierra Maestra se hicieron del poder, comenzaron a construir la suya. En un principio fue basada en un discurso de austeridad plebeya y antiurbanismo que encarnó en la figura de Ernesto Guevara con su innegable estoicismo y su conocida aversión al baño. Luego, sobrepasada la época épico/heroica, la nueva clase política tomó el gusto a las abundancias del poder.

 

Pero siempre tuvieron que hacerlo guardando ciertas apariencias, a expensas del Estado (nadie tenía bases propias de acumulación) y amenazados por un poder supremo que se encargaba de decapitar a los excedidos, a los escandalosos y a los desleales. Y de cualquier manera, siempre estuvieron limitados por su propia visión del mundo que generalmente confundía la prosperidad con aquello que Marc Bloch llamaba “la abundancia grosera”. Eran gente de grandes comilonas, profundas borracheras, capaces de moverse por el mundo con sus gimnasios personales a cuestas, de llenar aviones con pacotilla madrileña y consumidores incontinentes de sexo, del barato y del caro. Pero eran incapaces de entender la elegancia de un adagio o las diferencias entre los vinos del nuevo y del viejo mundo. No sé si soy excesivamente cruel, pero cuando pienso en ellos siempre me viene a la mente la imagen del último canciller destronado meneando su lipídica humanidad con una botella de cerveza en la mano y los pantalones arremangados, en aquella fiesta campestre cuyo video aún está colgado en internet.

 

Las reformas económicas desde los 90, y en particular desde 2008, han sido tibias en muchos sentidos. Pero no en abrir espacios de consumo y tolerancia a la acumulación a favor de lo que se perfila como una nueva base social del futuro capitalismo cubano: capos del mercado negro, herederos de fortunas políticas, gerentes invocadores de la competitividad, consultores asalariados y merodeadores de la farándula y de las artes.

 

Esta nueva élite emergente se distingue de la predecesora por sus medios de vida. Esta última era una clase rentista que medraba como una lamprea sobre el cuerpo productivo. Los emergentes, aunque dependen de la protección y la asignación estatal (sin ello nadie sobrevive en Cuba), sus poderes económicos provienen en buena medida del mercado. Son ellos (y ellas) los que se pueden beneficiar de la asistencia a los hoteles, de la compra de viviendas y autos, de los viajes al extranjero con visas que solo garantizan cuentas bancarias significativas, así como de otros servicios que se adquieren en el mercado negro a precios exorbitantes, internet incluido. Y sólo son ellos —y quizás esto es lo más importante— los que pueden dar continuos saltos desde lo que es privado a lo que es público, desde los CUPs a los CUCs, desde lo que es negocio a lo que es política. Y siempre obteniendo beneficios diferenciales desde los cruces de esas múltiples fronteras que caracterizan la fragmentada realidad nacional.

 

Y en consecuencia, la nueva élite porta otro conato de distinción burguesa que se impone en las noches de lentejuelas de lugares muy selectos, o en los convites en casas que antes solo poseían los funcionarios consagrados y los embajadores. Es sobre ellos y sus noches de lujo que han escrito varios cronistas de los tiempos, como han sido Lois Parsley y Sandra Weiss. Esta última en un artículo curiosamente titulado “Vuelve el glamour a la Habana” en que describe una hummer anaranjada machacando los baches de las calles de la ciudad.

 

Y es justamente aquí donde entra la figura de Antonio Castro. La indignación de muchos lectores sobre el probable costo del hobby del hijo de Dalia es lógico. Cuba es un país donde la gente discute un dólar con la misma pasión como Robinson Crusoe cuidaba su corral de cabras esquivas. Pero creo que es un asunto secundario, pues cualquier compañía pudo haberle pagado el entrenamiento y hasta haber teledirigido las peloticas de Antonio para que acertaran en los 18 hoyos disponibles. Pues un ganador tan visible como Antonio Castro vale la pena, y por eso su victoria en un torneo de segunda ha sido repiqueteado con más fuerza que si se tratara de Tiger Woods en un Majors.

 

A diferencia de sus hermanos —pálidos de diferentes maneras— tiene un rol público visible. Y a diferencia de sus primos, Antonio Castro se perfila como un ser apolítico. No se le ve promoviendo libros antimperialistas ni conduciendo congas LGTBs, sino fumando puros con un jet set internacional amante de la nicotina. No tiene cargos rimbombantes sino una simple vicepresidencia de la federación de béisbol, que, no obstante, le pone en la mano la llave para administrar la apertura del país al profesionalismo. Y eventualmente hacerse de un equipo, como lo han hecho muchos multimillonarios en el mundo, entre ellos Silvio Berlusconi y Sebastián Piñera.

 

Antonio Castro es definitivamente un hombre de pasarelas, pero eso no lo hace intrascendente. Es una pieza particular de eso que hemos convenido en llamar el Clan Castro. Y como tal, entre hoyo y hoyo, Antonio Castro es parte de un poder fáctico que incidirá en la política cubana por mucho tiempo.

El castrismo ‘se baña, pero salpica’

Roberto Álvarez Quiñones

8 de noviembre de 2013

 

La corrupción es estructural y forma parte ya de la cultura nacional. Fidel y Raúl Castro disponen del patrimonio del país para beneficio de sus familias y de su claque política

 

“Tiburón se baña, pero salpica”. Así dijo de sí mismo el segundo presidente de la naciente República de Cuba, José Miguel Gómez, un muy destacado general de la Guerra de Independencia que, al llegar a Jefe de Estado, robó tanto que el gracejo popular criollo lo bautizó como “Tiburón”.

 

Con su insólita frase Gómez admitió que era corrupto, pero aclaró que no era únicamente él quien se bañaba en dinero, pues “salpicaba” a sus subordinados, algunos de los cuales robaban igualmente al Tesoro de la joven nación. Durante su gobierno (1909-1913) hubo varios escándalos de corrupción y repartición de cargos públicos entre los amigos del Presidente.

 

Un siglo después, en la Cuba de la “moral socialista” la corruptela no solo sigue vivita y coleando, sino que ha escalado a niveles nunca antes conocidos. Tiene carácter estructural  y forma parte ya de la cultura nacional.

 

Los hermanos Castro y los jerarcas de su dinastía se rasgan las vestiduras cada cierto tiempo y lanzan ofensivas policiales y campañas contra la corrupción. Hay hasta una zarina anticorrupción, Gladys Bejarano, con rango de vicepresidenta del Consejo de Estado. Lo que pasa es que cuando Raúl Castro y ella hablan no especifican que se están refiriendo solo a la malversación “por la libre”, no a la autorizada o controlada por ellos. 

 

En la llamada batalla anticorrupción no se toca nunca a los “pejes gordos”. Se juega con la cadena, no con el mono. Este último es la élite dirigente, incluyendo la Junta Militar, los “históricos”, todo el generalato, el Buró Político y las principales figuras civiles del Partido Comunista. La cadena, en tanto, tiene dos niveles:  1) el resto de la burocracia estatal (ministros, directores de empresas y hoteles, funcionarios de turismo, jefes de grandes almacenes, administradores de las “shopping”, etc); y  2) los administradores de bodegas y tiendas, los empleados estatales sin cargo alguno, los agentes policiales y aduaneros y sus jefes, etc.

 

Si las estridentes campañas contra la malversación fuesen de veras al fondo del problema  los Castro y la nomenklatura irían a la cárcel, o tendrían que presentar su renuncia. Habría que desmontar el socialismo, régimen al que le es inherente la corrupción, cual patología  incurable, porque la “propiedad social” no es de nadie y a nadie le duele. Y se puede meter la mano sin problemas, pues los medios de comunicación son igualmente estatales y hay un blindaje total contra el escrutinio público.

 

En las naciones con sólidas instituciones democráticas, independencia del poder judicial y transparencia mediática, los políticos corruptos van a prisión, al menos los más connotados. En Cuba es al revés, quienes más malversan son los que no van a la cárcel.

 

En los tiempos de José Miguel Gómez, y en los gobiernos republicanos posteriores, la expresión de corrupción más común era la de sustraer dinero del presupuesto público  mediante partidas infladas de gastos para obras, o proyectos que se ejecutaban a un costo más bajo, o no existían; o con la creación de cargos en ministerios y otras entidades en los que eran nombrados parientes y amigos que ni siquiera iban a sus oficinas. Era lo que el pueblo llamaba una “botella”.

 

Hoy no hay “botellas”, ni los funcionarios gubernamentales roban dinero de obras no construidas, pero la malversación es muy superior. Al llegar al poder, Fidel y Raúl Castro, como “tiburones” de nuevo tipo, se apropiaron de todo el patrimonio nacional, del cual disponen a capricho para beneficio propio, de sus familias y de la claque política que los sustenta.

 

Gómez escandalizó al país cuando después de dejar la Presidencia de la República se construyó en La Habana un palacete. Pero Fidel tenía 34 residencias, muchas de ellas mansiones millonarias con todas las comodidades y la tecnología más avanzada, ubicadas en valles de exuberante belleza tropical.

 

Como por razones de seguridad nunca se informaba dónde iba a hospedarse el dictador cuando salía de La Habana, durante los 365 días del año en esas residencias  permanecían cocineros, jardineros, empleados de limpieza, guardias, que las mantenían listas por si el comandante iba, aunque fuese una vez al año, o nunca. Cerca de 200 empleados, ociosos, tenía Castro en esas casas privadas, que no importa si eran propias o no, pues él era el único que las podía disfrutar.

 

‘Dolce vita’

 

Por otra parte, si los generales y coroneles con mando de tropas y los jefes de las fuerzas represivas no recibiesen privilegios, y recursos sustraídos del Estado para una vida bien cómoda, el castrismo se vendría abajo. Además, con la Corporación Gaviota S.A. de las Fuerzas Armadas, un emporio turístico empresarial multimillonario de carácter paraestatal, los militares tienen otra fuente colosal de corrupción.

 

Junto con los militares succionan recursos estatales los “históricos”, el Buró Político y toda la cúpula dictatorial. La dolce vita de que gozan supera en años luz el nivel de vida que les correspondería según sus sueldos oficiales, ninguno de los cuales pasa de 62 dólares mensuales (1.500 pesos cubanos).

 

Con cargo al Estado, y autorizado por el dictador, se construyen o remodelan palacetes privados con aire acondicionado y equipamiento tecnológico del mundo desarrollado, con criados, piscinas, enormes jardines y áreas verdes donde organizan banquetes homéricos y  fiestas. Y sin preocupación, pues se trata de verdaderos bunkers protegidos por guardias armados y con altos muros.

 

Además poseen fincas de recreo, clubes y playas en cayos particulares. Gastan miles de dólares en viajes al extranjero, donde incluso compran viviendas o empresas que operan sus hijos y nietos. Disponen de yates y salen a pescar o a pasear por el Caribe o el Mar de las Bahamas, toman el mejor whiskey, tienen antenas para ver la TV estadounidense y mundial, acceso libre a internet y automóviles con chofer equipados con todo. El Estado “proletario” paga las cuentas.

 

¿Le preguntó ya Gladys Bejarano a Mariela Castro, hija del dictador, cómo adquirió la colección de cuadros de pintura originales que por valor de más de 120.000 dólares cuelgan en las paredes de su mansión amurallada?

 

Las ofensivas anticorrupción se limitan a la parte más delgada de la soga. Dada la improductividad comunista y el desabastecimiento generalizado, solo el mercado negro y el “trapicheo” pueden  satisfacer las necesidades básicas de la población. Y ese mercado se nutre de los “desvíos” de recursos del Estado. En las empresas estatales, jefes, empleados y  guardias se apropian de bienes mediante la adulteración de los registros contables e inventarios. Envían informes falsos a sus superiores, quienes a su vez mienten a los de más arriba, hasta llegar al nivel nacional, que miente más aún. Y pulula el hurto subrepticio.

 

Hoy en Cuba sustraer productos de un almacén estatal no es considerado realmente un delito, sino un acto de legítima defensa  que permite “resolver” y subsistir. La gente sabe que los altos dirigentes políticos son los que más recursos malversan y no tienen moral para hablar de corrupción.

 

En fin, el “Tiburón” de principios del siglo XX sería hoy solo un aprendiz de los Castro, quienes al bañarse salpican con fuerza de tsunami a los “hombres nuevos” de los que hablaba  el Che Guevara.

 

 

La nueva clase cubana

Pedro Corzo

27 de mayo de 2013

 

La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo gusta de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus hijos y nietos puedan cursar altos estudios

 

Cuba ante la falta del poder omnímodo de Fidel Castro es gobernada como si fuera una corporación. Se pasó de la dictadura carismática a la burocrática y estos últimos aparte de disfrutar del poder, también son muy entusiastas de las fortunas que del mando pueden derivarse.

 

Este último aspecto es clave para tratar de entender que los eventuales cambios en la isla estarán limitados por los perjuicios que puedan causar en los privilegios de la clase dirigente.

 

La gerontocracia cubana, en particular la que bajó de la Sierra Maestra, junto a los burócratas, antiguos y recientes, han dejado atrás los tiempos en que aparentaban vivir en la austeridad, mientras el pueblo era sepultado en la miseria.

 

Los dirigentes castristas consideran que los peligros que corrieron y los esfuerzos que realizaron para controlar el país por más de cinco décadas, a la vez que se involucraban activamente en las ambiciones imperiales del Comandante en Jefe, deben ser retribuidos, así que han decidido disfrutar de las ventajas materiales que se derivan del poder.

 

La nueva clase cubana tal como describiera lo que ocurrió en su país el yugoslavo Milovan Djila, a fin de cuentas solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas, pero sin la capacidad de crear riquezas que aquellas tenían.

 

La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo gusta de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus hijos y nietos puedan cursar altos estudios, o al menos disfrutar de lo que ellos construyeron encarcelando, matando, y conculcando los derechos más elementales a los ciudadanos que no se plegaron al pensamiento y a la autoridad del nuevo orden que se impuso en la isla en enero de 1959.

 

Muchos de los hijos y nietos de estos generales y doctores residen en el extranjero disfrutando de los bienes que sus parientes adquirieron gracias a su obediencia y aportes a la dictadura. Otros estudian en universidades de países capitalistas o simplemente viajan sin restricciones de ninguna clase.

 

No faltan los que trabajan en corporaciones extranjeras radicadas en la isla. Buenos salarios, mejores relaciones y un futuro independiente de la política, pero consecuencia de esta.

 

También están los que con espíritu emprendedor han montado negocios propios, lo que obliga a preguntarse de dónde sacaron los bienes para poder tener independencia económica, sin dudas que puede ser a base de talento y esfuerzos, pero también porque una mano amiga les hizo llegar los dólares necesarios para echar a andar el proyecto que promuevan.

 

Por supuesto que hay hijos y nietos de dirigentes cubanos que enfrentan dificultades como cualquier hijo del vecino, porque no cuentan con la generosidad de sus padres o parientes, ya que tuvieron el coraje de condenar el régimen de oprobio que sus familiares ayudaron a construir.

 

La corporación Gobierno de Cuba, Ltd. está presidida por Raúl Castro, y su junta de accionistas la integran generales, dirigentes del partido y doctores, todos muy celosos de sus prerrogativas por lo que están listos para impedir cualquier ajuste que le reste equilibrio al entramado que les garantiza poder, riquezas e impunidad.

 

Es razonable suponer que si bien Raúl Castro exterioriza la mayor autoridad, nunca podrá gobernar al estilo de su hermano, y deberá conciliar sus intereses y criterios a los del resto de su directorio, quienes por lógica política no favorecerán un cambio radical que puede afectar las prerrogativas de que disfrutan.

 

A pesar de la importancia e influencia de cada integrante del entramado principal, no se puede obviar que hasta el momento Raúl tiene la llave de los truenos.

 

A falta de su hermano es el único con capacidad para mantener la casa en orden y por eso es de suponer que sus asociados, más que ningún otro sector en la sociedad, han de trabajar a favor de un proceso de ajustes lentos, sin traumas, que permita la emergencia de nuevos líderes suficientemente comprometidos con el pasado, para que no inicien un proceso de cambio que se sabe cómo empieza pero no cómo termina.

 

En la memoria colectiva de la nomenclatura castrista está presente el proceso que condujo a la extinción de la Unión Soviética por lo que no están dispuestos a permitir que afloren contradicciones internas y conflictos entre poderes que pongan en riesgos sus respectivas sinecuras.

 

Todos están conscientes que el modelo ideológico y político sobre el que decían gobernar ha fracasado, pero también tienen pleno conocimiento que para que el régimen sobreviva sigue siendo necesario que un individuo, solo un individuo, como en la era de Fidel, ostente el verdadero poder.

Rebelión en la Granja, versión cubana

Manuel Castro Rodríguez

11 de mayo de 2013

El jet set castrista

versus el pueblo cubano

En Cuba el golf está al alcance de todos...

los hijos de la gerontocracia estalinista

Antonio Castro Soto del Valle, hijo de Fidel Castro Ruz y Dalia Soto del Valle, se ha proclamado campeón de la quinta edición de la Copa Montecristo de golf, disputada en la paradisíaca playa de Varadero, situada a 140 kilómetros de La Habana, donde todos los visitantes quedan deslumbrados con su mar azul turquesa y arena blanca.

Antonio Castro Soto del Valle nació en 1969, una década después que su padre, el fundador de la dinastía totalitaria, prohibiera el golf en Cuba.

 

Para poder participar en la Copa Montecristo de golf, el hijo del dictador Fidel Castro Ruz tuvo que pagar el equivalente a 150 dólares como cuota de inscripción más otros 800 dólares por las tres noches de hotel. No procederé a analizar cuánto cuesta la vestimenta de un golfista –está entre la más cara de todos los deportes, ya que incluye gorra, playera, pantalón, cinturón, zapatos y guante, todo diseñado y elaborado específicamente para cumplir con las exigencias de elegancia que demanda el juego y el público que acostumbra a asistir a los partidos-, ni los implementos -hierros, maderas, putters, bolsas, tees, bolas, etc., por ejemplo, un palo de golf normal cuesta unos cien dólares y una caja de diez bolas de la más barata cuesta unos cuarenta dólares.

 

Antonio Castro Soto del Valle es médico; en Cuba un galeno gana el equivalente a veintidós dólares al mes, mientras un litro de leche cuesta unos tres dólares. O sea, el hijo del dictador que hace cincuenta y dos años -el 16 de abril de 1961, el día que se proclamó socialista- declaróY por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes (…)” (http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f160461e.html), se gasta en un fin de semana lo que devenga un médico cubano en cuatro años de trabajo.

 

¿Qué deporte puede practicar el cubano de a pie? Aunque el pueblo cubano siempre ha sentido pasión por el béisbol -‘la pelota’, como le decimos los cubanos-, los niños y jóvenes cubanos están jugando más fútbol -en una reciente visita a Cuba de Joseph Blatter, el presidente de la FIFA, declaró que en Cuba “hoy el fútbol es más importante que el béisbol”. ¿Por qué ocurre esto? Además que para el régimen, ‘la pelota’ es un asunto de Estado –no quiere que el pueblo conozca del éxito de los cubanos en el béisbol de Grandes Ligas-, el precio de los implementos para jugar ‘pelota’ es imposible de pagar hasta para un médico especialista o un profesor universitario: un guante cuesta el equivalente a cuarenta dólares, seis dólares una pelota y sesenta dólares un bate de aluminio. Recuérdese que un médico gana el equivalente a veintidós dólares al mes.

 

¿Qué hace la generalidad de los niños y jóvenes cubanos para poder practicar algún deporte? Buscan dos piedras que hacen las veces de portería y cualquier cosa redonda que se pueda utilizar como balón. Esa es la triste realidad del cubano de a pie.

 

Le sugiero al que desee conocer una aproximación a la historia de la entelequia llamada Revolución cubana, que lea el libro escrito por el izquierdista George Orwell, Rebelión en la Granja (en inglés Animal Farm) (1945), que es una novela satírica sobre la situación en la URSS de Stalin, que es lo más parecido a la Cuba de Fidel Castro.

Varadero, vieja costumbre de la familia Castro

Juan Reynaldo Sánchez*

6 de mayo de 2013

 

La imagen de Antonio Castro Soto del Valle como triunfador en un reciente torneo internacional de golf en Varadero me trajo a la memoria estampas del pasado sobre la fascinación de su padre y la familia Castro con el famoso balneario cubano.

 

A fin de cuentas, Antonio no ha hecho más que retornar a jugar golf en un escenario que le resulta extremadamente conocido desde su infancia y que permanece vedado para la inmensa mayoría de los cubanos, a pesar del levantamiento de las restricciones sobre el acceso a noteles y centros turísticos en abril del 2008.

 

Fidel Castro contaba en la península de Icacos con tres casas para su disfrute: una cabaña enclavada en una zona de manglares próxima a Punta Francés; una residencia situada muy cerca del Hotel Internacional, entre las calles G y H, cuyo patio daba directamente hacia la playa (aún destinada a los Castro); y una tercera casa, ubicada en el área del antiguo restaurante Las Américas, expropiedad del magnate Dupont. Esta última constituyó durante muchos años la preferida de la familia Castro, sobre todo de sus hijos.

 

Vacaciones de verano

 

Allí pasaban todo el verano -mes de agosto- sus dos hijos menores, Ángel y Antonio, y con idas y venidas constantes a La Habana sus otros tres hermanos, Alejandro, Alex y Alexis.

 

Eran frecuentemente visitadas las áreas de la dársena de Varadero, la bolera (boliche), la discoteca, el cabaret La Cueva del Pirata y un lugar muy especial: la Marina Gaviota de Punta Francés.

 

Esa marina comenzó con muy pocos recursos. Su jefe es Kike Finalé, un oficial de la Seguridad Personal perteneciente al Departamento Naval, que cuida y mantiene los yates de Fidel Castro en el sur de la Ciénaga de Zapata.

 

Finalé es hijo de un conocedor de la zona, ya fallecido, quien cuando Fidel Castro se enamoró de esa zona de playas y cayos del sur de la Ciénaga, lo acompañó en jornadas de pesca submarina en el lugar.


Los Castro Soto de Valle frecuentaban la Marina Gaviota, enclavada en aquellos tiempos en una base de Tropas Guardafronteras.  Contaba entonces con una casa de botes muy rústica, pero donde podían degustarse excelentes pescados y langostas capturados en la misma zona. La marina contaba con uno o dos barcos  de pesca, a bordo de los cuales Antonio y sus hermanos realizaban excursiones a Cayo Piedra del Norte y otros lugares de pesca.

 

Oficiales y suministros


Cuando la familia Castro iba a pasar vacaciones en Varadero se designaba un oficial de la escolta de Fidel Castro para que se hiciera cargo de la seguridad de ellos, y coordinara las visitas y suministros en ese lugar. Esos oficiales eran regularmente Solén Méndez Venero y Juan Picornel Núñez.


La alta dirigencia se volcó a pasar vacaciones familiares en Varadero a comienzos de los años 80. En virtud de la concurrencia de los hijos de Fidel Castro y otros dirigentes al balneario, se tuvo que ampliar  la Unidad de Seguridad Personal. Se designó como jefe de esa unidad al mayor Lorenzo, se remodelaron las instalaciones y se asignaron más recursos, como almacenes para comidas y bebidas, dormitorios, un comedor y bombas de combustible. Todo lo necesario para que, gratuitamente, los hijos del gobernante  y Dalia Soto del Valle pasaran felices vacaciones en la playa más hermosa de Cuba.


Hoy Antonio Castro disfruta del golf en las áreas de su antigua residencia en Varadero. Su triunfo en el Campeonato Internacional Montecristo, a finales de abril, patrocinado por el grupo de empresas de Palmares SA, con el apoyo de Habanos SA, la firma británica Esencia y la corporación Cubanacán.


El campeonato se celebró en el Club de Golf de Varadero, con18 agujeros y 3,5 kilometros de longitud, y con una cuota de inscripción de 150 CUC, que equivale al salario promedio de siete meses para un cubano de a pie. El hospedaje en el Hotel Meliá Las Américas durante los días del evento fue de 810 CUC, unos 19.440 pesos cubanos (CUC).

 

El más consentido


Contrario a lo informado en la prensa internacional, Antonio Castro no es el consentido de mamá y papá. El más consentido es  el menor de los hermanos,  Ángel, el único que no terminó una carrera universitaria y dejó sus estudios cuando concluyó el preuniversitario en la Escuela Vocacional Lenin. Por esa época se le veía merodeando una de las unidades de la escolta de su padre, montando y manejando los autos destinados a la protección del gobernante, hasta que un buen día se conoce de su designación como representante de la Mercedes Benz en Cuba.

Antonio Castro es el único de los cinco hijos de Fidel Castro que estudió la carrera que quería su padre: Medicina. Aunque no son pocos los testimonios sobre su profesionalismo, dedicación y buen trato a los pacientes, lo cierto es que ni él ni ninguno de los restantes Castros Soto del Valle hicieron jamás servicio social en el interior de Cuba y mucho menos cuentan con una misión internacionalista de las que enrolaron a miles de cubanos en Africa y América Latina.


En los últimos años he visto correr versiones en internet sobre la supuesta austeridad de Fidel Castro respecto a sus hijos. Nada más alejado de la verdad. No debemos confundir un régimen de autorización, que pasaba por Dalia Soto del Valle, con las limitaciones, una palabra que nunca se alojó en la vida cotidiana de los hijos del Comandante. 
 
Las influencias formativas de los descendientes de Fidel Castro están dando frutos a la vista de todos. Ellos prefieren los campos de golf, la pesca, el sol y la arena fina de Varadero.

 

*Juan Reynaldo Sánchez fue escolta personal de Fidel Castro entre 1968 y 1994, con grados de teniente coronel. Fue destituido y cumplió prisión en Cuba. Logró abandonar la isla en el 2008 y actualmente reside en Miami. Tiene en preparación un libro sobre su experiencia en la seguridad personal del gobernante cubano.

El cubano de a pie

sobrevive en condiciones infrahumanas

El 26 julio de 2007, Raúl Castro pronunció un discurso en Camagüey –la mayor provincia de Cuba-, que despertó una gran polémica por la mención a “un vaso de leche para todo el que quiera tomárselo” que luego fue suprimida de la trascripción que hizo de dicho discurso el periódico Granma –el órgano oficial del único partido legal en Cuba. Así mismo fue cortado ese fragmento de la retransmisión que hiciera al día siguiente la TV cubana. Gracias a ContactoCuba.com que grabó el discurso en directo, puede verse el famoso fragmento.

El vaso de leche censurado

26 julio de 2007

En Cuba un litro de leche entera cuesta más de tres dólares, precio prohibitivo cuando el salario mensual de un médico es de unos veinte dólares.

  

Los niños cubanos pierden el derecho a recibir leche a precio subsidiado cuando cumplen siete años. Para poder tomar leche, ellos dependen de los más de dos mil millones de dólares anuales que enviamos los emigrados.


En octubre de 1964, International Affaires publicó The Cuban economy; its past and its present importance, escrito por Ernesto ‘Che’ Guevara. En español se publicó en Nuestra Industria, revista económica, en diciembre de 1964, con el título
Cuba, su economía, su comercio exterior, su significado en el mundo actual, que está disponible en el sitio ARCHIVO CHILE, web del marxista Centro de Estudios ‘Miguel Enríquez’ (CEME).

 

En Cuba, su economía, su comercio exterior, su significado en el mundo actual, Ernesto ‘Che’ Guevara reconoce:

 

En 1958 la población cubana ascendía a 6,5 millones de personas con un ingreso per cápita de unos $350 (calculado el ingreso nacional según la metodología capitalista); la fuerza de trabajo ascendía a una tercera parte del total de habitantes y una cuarta parte de la misma se encontraba prácticamente desempleada.


Simultáneamente con un gran derroche de tierras fértiles y la subutilización de la fuerza de trabajo rural, las importaciones de alimentos y fibras textiles de origen agrícola, ascendían como promedio al 28% del total de importaciones. 
Cuba poseía un coeficiente de 0,75 cabezas de ganado bovino por habitante, índice que la situaba únicamente por debajo de los grandes países ganaderos”, reconoció  Ernesto ‘Che’ Guevara.


O sea, se reconoce que antes que los hermanos Castro se adueñaran de Cuba,
el ingreso nacional per cápita cubano (356 dólares) casi duplicaba el de España (180 dólares).


El 16 de febrero de 1959, 
Fidel Castro dijo:


“(…) 
con la ventaja de contar con un país rico, donde se puede sembrar todo el tiempo en el año, un pueblo inteligente y un pueblo entusiasta, un pueblo ansioso de alcanzar un destino mejor, lograremos un estándar de vida mayor que ningún otro país en el mundo”.

Apartheid médico

 

Los hermanos Castro reservan los mejores hospitales, equipos y medicinas para la élite del poder y los extranjeros, mientras que desatienden la calidad del servicio que se le da al cubano de a pie. Tan notable es esa diferencia que frente a la propaganda de potencia médica se ha acuñado también la expresión de apartheid médico con referencia a los nacionales.

 

El pueblo cubano no se cansa de pedir toda clase de medicinas a sus familiares en Estados Unidos y otros países. El cubano de a pie se ve obligado a proveerse de sábanas, toallas, artículos de limpieza, medicamentos y otros artículos cuando ingresa en un hospital.

 

Es indudable que una justa evaluación de la atención a la salud va más allá del número de médicos u hospitales de un país. Requiere ante todo tener en cuenta el estado en que se encuentran los servicios del Estado dirigidos a preservar la salud e higiene de la población.

 

Cuestiones tales como la recogida de basura, la eliminación de las aguas estancadas, el estado de los acueductos y el alcantarillado, el suministro de agua potable y el saneamiento de las viviendas multifamiliares son factores esenciales en la higiene de una país y en la determinación del grado de cuidado que se presta a la salud. Y es precisamente la acumulación de basura la responsable de la invasión de roedores visibles en muchas ciudades y responsable de las epidemias de leptospirosis que Cuba ha padecido en los últimos años.

 

Es asimismo la existencia de innumerables criaderos de mosquitos la causa del dengue hemorrágico que repetida veces se ha hecho presente en las epidemias de 1981, 1997, 2006 y la casi permanente que existe desde hace unos años, dado que el dengue se ha vuelto endémico.

 

Con relación al cólera, véase esta subpágina.

 

No sale agua del grifo en numerosos hospitales y escuelas. Mis hijos nacieron en  1976 y 1983 en el Ramón González Coro, el mejor hospital gineco-obstétrico de Cuba. En ambas ocasiones yo tuve que cargar agua para que mi esposa pudiese lavarse, ni soñar con bañarse.

 

Hace varios años el marxista James Petras alertó: “Cuba ha exagerado sus programas de ayuda médica al extranjero, proveyendo clínicas nuevas mientras sus hospitales locales se deterioran. (…) Los hospitales carecen de equipos básicos de capacitación y de reactivos químicos en los centros de diagnóstico”.

 

Sin embargo, los hermanos Castro continúan desviando recursos del pueblo cubano para hacer clientelismo político internacional; por ejemplo:

 

1- Anualmente, la ex dama de hierro de la Alemania comunista, Margot Honecker, vive un mes en Cuba. Gratuitamente, recibe atención médica en un centro para extranjeros, así como hospedaje y alimentación en una casa de protocolo situada en una zona donde no puede entrar el pueblo cubano. ¡Cuántos miles de ‘izquierdistas’ extranjeros de clase media disfrutan de privilegios similares! Lo mismo ocurría con Stalin.

 

2- Le regalaron cuarenta hospitales a Bolivia.

 

3- Le obsequiaron más de sesenta centros oftalmológicos a veinte países.

 

El miércoles 13 de enero de 2010, recibí un correo electrónico donde se me informaba que más de veinte pacientes del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra) habían fallecido de frío, al carecer de la alimentación y el abrigo adecuados. Al día siguiente, la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional envió una nota a la prensa extranjera en la que denuncia que “murieron por hipotermia, lo cual es un absoluto contrasentido en un país marcadamente tropical como Cuba”, es “el número más alto de muertes evitables en un hospital cubano en toda la historia republicana”. Véanse las fotos.

 

La gente se enteró primero en la calle; llegó un momento en que toda La Habana hablaba de ello. Cuando ya los rumores se extendían más allá de la capital, el Ministerio de Salud Pública difundió una nota que, en lo esencial, confirmaba lo que se sabía. El viernes 15 de enero de 2010, es cuando el Granma, órgano oficial del único partido legalizado, reconoce que han fallecido veintiséis pacientes psiquiátricos, pero lo atribuye a las bajas temperaturas.


El Granma oculta que en un cercano hogar de ancianos -atendido por las monjas de la Caridad-, nadie murió.

 

El comunicado del Ministerio de Salud Pública anunció una investigación interna y luego un juicio contra los culpables de las “deficiencias relacionadas con la no adopción oportuna de medidas” que habrían evitado las muertes.

 

Tres testigos coinciden en declarar que los pacientes psiquiátricossolo desayunaban un té, almorzaban una pequeña merienda y a las cinco de la tarde recibían una comida liviana, la última del día”.

 

Vecinos del Hospital Psiquiátrico declararon: “Faltan los cristales en las ventanas, no hay colchas y la alimentación es pésima”. Se encuentran “pacientes a medio vestir en el Cupet (estación de gasolina) de enfrente pidiendo limosnas”.

 

El ministro de Salud, José Ramón Balaguer -miembro del Buró Político del único partido legal y uno de los siete dirigentes a los que Fidel Castro les cedió el poder-, fue “liberado” de sus funciones seis meses después del crimen múltiple del Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra), pero nunca dio explicaciones.

 

Un año después del crimen múltiple se realizó el juicio, pero como bien denunció el portavoz de la ilegal aunque tolerada Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba, el izquierdista Elizardo Sánchez, el tribunal “no ha llevado a juicio a los máximos responsables de este hecho cruel, pues ahí deberían estar también el ministro de Salud Pública y algún otro alto cargo del Gobierno”. Sánchez añadió que aquello no habría ocurrido si las autoridades sanitarias de Cuba hubieran aceptado en su día la cooperación de la Cruz Roja Internacional, que siempre supervisa con especial cuidado el funcionamiento de los psiquiátricos.

La ‘dolce vita’ de los Castro

 

En el polo opuesto, la élite del poder y los periodistas sometidos a ese poder disfrutan de privilegios como los denunciados por la BBC: “ahorraría mucho dinero atacar ‘el Síndrome de los Hijos de Papá’, haciendo que estos empiecen a pagar en los cabarets, restaurantes y hoteles, en vez de limitarse a firmar la factura, como si fueran los dueños del local”.

 

La revista norteamericana The Atlantic publicó en noviembre de 2012  Splendor Amid Poverty: Gallery Nights With Cuba's Gilded Elite, que puede leerse completo más abajo en esta subpágina, además de verlo con las fotos correspondientes.

  

The Atlantic  comienza el  reportaje exponiendo las experiencias en La Habana del fotógrafo Michael Dweck con la eterna fiesta de los privilegiados en la capital de Cuba, y dice que su visión sobre esas vidas secretas -que transcurren muy cerca de donde vive la mayoría de cubanos pobres-, constituye un recordatorio de que en el supuesto paraíso comunista existe cualquier cosa menos igualdad.

 

Dweck se conectó en Cuba con círculos frecuentados por artistas como el pintor Roberto Fabelo y el actor Jorge Perugorría, y en ellos conoció también a herederos de la élite gobernante como Camilo, el hijo del Che Guevara, y Alex, uno de los cinco hijos de Fidel Castro. O sea, podemos hablar de los ricos y famosos de la Cuba de los hermanos Castro.

 

Dweck publicó en Estados Unidos un libro de fotografías con título en castellano: Habana Libre, pues según ha escrito el artista neoyorquino en The Huffington Post, estos cubanos “son glamorosos, ostensiblemente acomodados y, sobre todo, libres”. ¿En qué sentido? Lo sugiere más adelante el propio Dweck: “Sus miembros actúan como embajadores de un país que necesita embajadores; viajan libremente, gastan con prodigalidad y viven una vida de relativo lujo”. (Lujo para los estándares a que los hermanos Castro han llevado al pueblo cubano: por ejemplo, un médico gana el equivalente a veinte dólares mientras un litro de leche cuesta más de tres dólares; no se puede olvidar que los niños en el paraíso castrista tienen derecho a recibir un litro de leche a precio subsidiado hasta que cumplen siete años).


El reportaje de The Atlantic capta una escena en la que Alex Castro hojea por primera vez el libro de Dweck en una de las ocho visitas de este a La Habana. El marco es un restaurante privado exclusivo en un suburbio de la ciudad. Mientras Alex asegura que su padre es también un artista, de las palabras, les traen atún ahumado; luego, sushi; después, ceviche; todo, entre botellas de vino blanco frío. 
Una cena como esa jamás la podrá consumir un profesional cubano, ya sea catedrático o cirujano cardiovascular.

 

La redactora Lois Farrow Parshley señala que las fotos en blanco y negro del libro retratan una vida de esplendor en uno de los países más pobres del mundo: se ven modelos sonrientes con copas de Martini, en el asiento trasero de un descapotable; mujeres que juegan mini-golf en el mismo club náutico de donde Hemingway solía salir de pesquería; y a los delfines de Fidel Castro fumando carísimos habanos.

 

Agrega la autora que como él mismo reconoce, Dweck tuvo “la suerte de tener suerte”, pues en Cuba, tomar fotos de la familia gobernante o reportar sobre sus vidas personales está prohibidoen el Índice mundial de Libertad de PrensaCuba ocupa el lugar 167 de un total de 178 países; pero es un lugar donde el capital social puede ser una moneda más fuerte que el peso, y uno tiene que conocer a la gente indicada para poder ver ese lado de su sociedad.

 

Farrow Parshley dice que ella pudo ver el otro lado cuando fue a Cuba en enero de 2010 y se hospedó en una casa parecida a una barraca, donde el hijo de 14 años acababa de abandonar su cuarto para que sus padres pudieran alquilarlo; el padre, que hizo un postrado en ingeniería en Rusia, ganaba veinte dólares al mes.

 

Un funcionario del gobierno cubano que habló con ella a condición de que no revelara su nombre le aseguró que con el salario del cubano medio, menos de veinte dólares al mes, es casi imposible sobrevivir. La periodista recuerda que entonces no tenía ni idea de que, a pocos kilómetros de distancia, otros cubanos tenían colgados en las paredes de sus dormitorios originales de Matisse –él y Picasso son reconocidos como los principales pintores del siglo XX; en el siguiente enlace  http://www.henri-matisse.net/  puede informarse sobre él.

 

En América Latina se conoce como ‘oligarquía’ al grupo de familias que posee los medios de producción más importantes del país. Existen diferencias entre las oligarquías panameña y cubana; veamos algunas.

 

La oligarquía panameña está integrada por unas ochenta familias. La oligarquía cubana está constituida por una sola familia: la de los Castro. La oligarquía panameña tiene el poder político, porque es la propietaria de los medios de producción fundamentales. La oligarquía cubana –léase Fidel y Raúl Castro-, posee de facto la mayoría de los medios de producción, porque desde hace cincuenta y cuatro años tiene el poder político, obtenido mediante las armas y conservado por medio de un Estado policial.

 

La izquierdista antropóloga e historiadora venezolana Elizabeth Burgos ha estado vinculada a Cuba desde la década del sesenta. Como bien asevera Burgos: “el único verdadero logro de la revolución cubana es su sistema represivo”.

Sobrino del Che Guevara acusa a Fidel Castro

Splendor Amid Poverty:

Gallery Nights With Cuba's Gilded Elite

SEP 5 2012

 

A photographer's inside look at the secret lives of Havana's super-rich, just down the street from its many poor, are a reminder that this supposed communist paradise is anything but equal.

 

HAVANA, Cuba -- On a recent, dark Havana night, the breeze blew the ocean spray over a crumbling sea wall along the city's seaward road as New York photographer Michael Dweck took a seat across a dockside table from Alex Castro, one of Fidel's sons. Alex is balding and solid; in Dweck's photos, part of a larger project to document Cuba's upper crust, the young, hulking Castro sits with his chin in his hands.

 

Dweck had arrived at the restaurant, a small open air patio with bare lightbulbs hung from buoys, after several wrong turns through the blackened streets of a western suburb. It was a private sort of place, the kind with no signs and several bolts on the front door, popular with “the family,” as the Castros are called around here.

 

“My father,” Alex told Dweck in an interview, “is an artist with words. Very good words.” He himself is not so verbose. Dweck hunched a little nervously as Alex flipped through a book of Dweck's photos that captured Alex's friends and family in various intimate arrangements. “It's the first time he's seen these,” Dweck told me. Waitresses brought out rounds of seared tuna, sushi, and ceviche between bottles of chilled white wine. Alex cruised through the pages, lingering on the shot of his brother's ex-girlfriend posing semi-nude, flipping past the interview quoting him saying that in Cuba, “everyone can better themselves, even without financial resources.”

 

In the photos, models with martini glasses laugh in the back of an open convertible, women play mini-golf at the yacht club where Hemingway used to fish, the Castro boys smoke cigars. The glossy black and white images document Cuba's most privileged -- artists, musicians, models, and filmmakers -- portraying lives of splendor in one of the poorest countries in the world. This was Dweck's eighth visit to Cuba, this time for the opening of his show, Habana Libre, for which his shots of Havana's elite were displayed at the Fototeca de Cuba Museum. Dweck is the first American photographer to have a solo exhibit in Cuba since the embargo began 52 years ago. “I've had the chance,” he said, “to see what most Americans, most Cubans for that matter, will never get a chance to see.”

 

He didn't just mean his intimacy with the communist leader's family, although that's been a part of it. Dweck has talked with Alex about visiting Dweck's house in Montauk, and Fidel is said to display, hanging over his bed, a portrait of a nude woman from one of Dweck's previous projects. In Cuba, taking pictures of the ruling family or reporting on their personal lives is prohibited; in the Press Freedom Index, Cuba ranked 167 out of 178. This is a place where social capital can be a stronger currency than the peso, and you have to know the right people to see this side of society.

 

As Dweck says, he “was lucky to get lucky.” He stumbled into his entrée after a chance meeting his very first week in Cuba in 2009, when a well-connected British expatriate invited Dweck to a lavish evening affair. “I wandered into the party,” Dweck said, “and by the time it ended at 3 a.m., I knew I had stumbled into this hidden world.” Dweck wound up renting an apartment in Havana, a 13th floor hideaway with wrap-around terraces in the last modern building built in Cuba, a stacked tower finished in 1960. Camilo, Che Guevera's son, lived several floors down. Dweck made friends quickly (who doesn't like being told they're interesting and beautiful?) and threw two dinner parties, where he continued to meet Havana's well-heeled crowd. Before long, it was as if he was one of them.

 

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Havana's reigning social scene is remarkably welcoming, even to an American. This city is perhaps one of the last places where upper-crust bacchanalia of this sort are open to whoever shows up; although Cubans are some of the warmest people in the world, the hospitality here is mostly because you don't hear about these parties unless you're the kind of person who would already be invited.

 

My first time in Cuba, I was not that type of person, and neither were the Cubans I met. I arrived in Havana on an old Russian Yakovlev, a plane with springs sticking through the seats and duct-tape holding up the paneling, and stayed at first in a concrete, barracks-like building with a family whose 14 year-old son had vacated the room so his parents could collect rent on it. The father, who holds an engineering graduate degree from Russia, makes $20 dollars a month and is saving up in hopes of one day sending his son away.

 

Later that week, in January of 2010, I hailed a 1954 Chevrolet taxi, literally held together in places with wire and twine, and set off across the city looking for farms. When the Soviet Union collapsed, the loss of its sugar subsidies brought the Cuban economy to its knees. On the island, the early 1990s are now referred to as the “Special Period,” a bleak time when the average Cuban lost 10 pounds. The country's cats suffered far worse, and a native species of anaconda was eaten into extinction. Urban farms, often considered a liberal idea, were introduced on the island not out of ideology but out of grim necessity.

 

I found one of Havana's largest urban farms in a neighborhood of Centro Habana that had the bombed-out, worn-down feeling of a war zone. Crumbling concrete apartments loomed over slender rows of baby corn. A stray chicken foot lay sprawled in the dirt near the carrots. At the Ministry of Agriculture, a spokesperson told me that in the early 1990s, the government created a system to renovate rundown buildings (of which there are plenty) into arable plots. The produce from these 3,810 city farms is subsidized and sold locally -- the only way many people can afford vegetables.

 

A Cuban governmental official spoke with me on the condition of anonymity. She told me the salary of the average Cuban, under $20 U.S. dollars a month, is almost impossible to survive on. I had no idea then that, a few miles away, people were living with original Matisse prints in their bedroom.

 

Cuba's newspapers have trumpeted the Arab Spring as sister revolutions (“Together we will triumph!”), but there's been no mention of Occupy Wall Street. Since 2008, President Raul Castro has cautiously introduced some pro-market reforms -- people can now own their own homes, small businesses, and even employ other Cubans who are not their relatives -- but, so far, the masses remain poor and the elites removed. A one-legged man hawking CDs to tourists on a street near the Fototeca Museum where Dweck's photos were displayed said he didn't believe Cuba, or the fates of the rich, would ever change. “They say about us, if we eat, we eat,” he said of the ruling class. “If we don't, we don't.” That he was willing to say such a thing to a foreigner at all speaks volumes about how much Cuba has opened.

 

Nevertheless, in a country supposedly founded on egalitarian ideals, the Cuban select is as gilded as ever. At the Biltmore Yacht Club, where Ernest Hemingway (known around here as El Papa') used to fish, I spent a lazy afternoon drinking mojitos on lounge chairs, while Toby Brocklehurst, Dweck's initial contact, expounded on the low price of lobster in Havana and the stupidity of the U.S. embargo. “Cuba is harmless,” he told me between drinks. “What are they going to do, attack you with cocktail sticks?”

 

In fact, the relative paucity of resources in Cuba (and the divisions between rich and poor) was evident long before I reached the island itself. Back in the Miami airport, people pushed mountains of luggage wrapped in lime-green anti-theft plastic slowly toward the check-in desk. It would be wrong to call them bags, per se; on my flight, there were boxes labeled as medicina, tires, spare engines, 33 inch LCD TVs, fishing rods, and an electric guitar. Just getting to Cuba is “una misión” as the woman behind me in line told me, and one not taken lightly. For families still in Cuba, these American relatives can be a lifeline.

 

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How, you can almost hear Karl Marx asking from the grave, did an ostensibly communist country become so riven by disparity? The simplest answer may be that Fidel Castro's struggle for power was never truly a “peasant revolution.”

 

As a young man Fidel actually joined the Partido Ortodoxo, an anti-communist political party. The CIA told the U.S. Senate in 1959 that “we believe Castro is not a member of the Communist party,” and, as late as 1961 American political scientists were still arguing over his status as a communist. Castro himself repeatedly denied an affiliation throughout his rise to power; it wasn't until after U.S. President Eisenhower refused to support Castro's presidency that he began to develop a relationship with the Soviet Union. Although a half-century of politically charged rhetoric and rhetorically defended politics have obscured this history, Fidel Castro's interest in politics was never really Marxist.

 

Before taking power, Fidel referred to nationalization as a “cumbersome instrument,” and pledged to not nationalize the sugar industry. He even wrote in Coronet Magazine in 1958 that he was fightingfor a “genuine representative government.” But after taking power, it didn't take long for Castro to change his tune. Immediately after U.S.-backed President Fulgencio Batista fled, Fidel, apparently worried about consolidating his position, arrested some of his most important former comrades-in-arms. Castro's former brother-in-law, Raphael Diaz Balart, said of Castro's motivations at the time: “He was just in that moment an opportunist leader who wanted to promote himself.”

 

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Half a century later, the Castros are still here, firmly at the top of the ruling class. Looking at Dweck's photos, it's clear the glorious revolution left Cuba's classless society with a few people on top of the pile.On the evening of Michael Dweck's grand opening, Alex Castro, as well as Che Guevara's son Camilo, wandered upstairs with a few armed bodyguards, where his own photo was waiting to stare back at him. Later, another of Fidel's sons, Alejandro Castro, joked to Dweck, “Thanks for making me famous.”

 

The translated title of the show was “Free Havana,” an irony that had a few of the patrons chuckling to themselves. But Dweck insisted his project was never meant to be political. As an artist, he says he wants to pursue the seductive, and as anyone clued into the tropes of Havana nights could tell you, Cuba is a sinuous, sexy place. Dweck captured scenes of nostalgic romance, a simplified glimpse of an aristocratic world that, as anyone who has watched the Edwardian-era English aristocrats in Downton Abbey knows, can be disturbingly easy to glorify. Perhaps it was Dweck's sincerity in this process that enabled him to win the friendship and trust in the high places that he did. (A more cynical take would be that the Castros are just happy to finally have a little good publicity.) But in a country where most people refuse to go on record disparaging the regime for fear of retaliation, a project like his can't escape politics.

 

“The well-off Cuban artists I met and photographed seemed the embodiment of the hopes of their poorest neighbors,” Dweck wrote in a recent op-ed in the Huffington Post. “I know what you're thinking, that'd be like calling the Kardashians 'signs on the road to America's recovery.'“ This is different, Dweck says, because his subjects show what the island could be, which in some ways is all the more tragic. “It shows Cubans who are talented and privileged,” he said. “It gives them something to be proud of.” Although lauded in the art world, Dweck's book has attracted criticismfor the conspicuous absence in its pages of the “real” Cuba, where, as one Amazon reviewer put it, “no one is free.”

 

At the crowded opening, after waiters handed out 700 rounds of gazpacho shots and many more of liquor, the lights flickered off in one of Havana's frequent blackouts. The party continued in darkness, undisturbed. “Eso sea Cuba,” someone laughed. “This is Cuba.” The subjunctive tense, used in Spanish to connote uncertainty about the future, was unmistakable.

 

Viviana Limpias, deputy representative of the United Nations Children's Fund in Cuba, told Dweck in an interview, “There's very little the privileged class has that everyone else doesn't have, except money.” After the gallery closed, everyone retired to a four-story penthouse after-party. Men in linen suits and white crocodile-skin shoes gathered around the billiards table. Jack Bruce, the bassist of the 1960s British rock band Cream, found the hors d'oeuvres (I wanted to ask, but didn't, if he knew that Fidel had once outlawed the Beatles). The models piled into a velvet-lined hammock. By the time the black-tie clad waiters served the second course and we lit another round of cigarillos, I wasn't so sure Ms. Limpias was right. As Dweck himself would tell you, part of framing a shot is knowing what to leave out.

Li Wei, la concubina

que arruinó a la elite comunista china

9 de marzo de 2011

  

Pekín ha censurado una investigación sobre Li Wei, una concubina que amasó una fortuna supuestamente a cambio de favores sexuales a una quincena de altos cargos de la élite comunista que hoy se encuentran entre rejas.

 

“Nepotismo público, el sueño chino” titula en su último número la revista económica “Caijing” con el rostro en portada de la ya conocida como la “Madame Butterfly” de China, y que ha desaparecido de la edición electrónica del quincenal por orden de la todopoderosa maquinaria de censura del régimen. “Hemos tenido que suspender la publicación de ese artículo”, señaló a Efe uno de los redactores de “Caijing”, aunque todavía está disponible en vínculos como: http://tinyurl.com/6yffzn6.


El motivo es que esta refugiada vietnamita con sangre francesa, de 48 años de edad, era el común denominador de unos quince altos cargos del Partido Comunista condenados a pena de muerte o cadena perpetua por casos de corrupción en los que se implicaron por ella.
A pesar de las campañas anticorrupción del régimen, el caso de Li Wei “aporta un atisbo sobre cómo se compra el poder entre bambalinas”, explica a Efe David Bandurski, responsable del China Media Project de la Universidad de Hong Kong.


El caso fue censurado porque no se trata de un suceso aislado sobre el cual las autoridades puedan aplicar un castigo ejemplar, y además, “todos los casos de corrupción por encima de las alcaldías se censuran. Están sujetos a otras restricciones”, agrega.


Entre las “víctimas” de Li figura el ex presidente de la petrolera estatal Sinopec Chen Tonghai, el ex gobernador de Yunnan Li Jiating, sentenciado a muerte por corrupción en 2003, o el teniente de alcalde de Pekín Liu Zhihua, responsable de preparar los Juegos Olímpicos y condenado por aceptar millones en sobornos. Li se ha convertido en el paradigma de las nuevas concubinas o “er nai”, que ya no se conforman con lujos, un apartamento y un deportivo, sino con hacerse con activos en sectores clave de la segunda potencia económica.
Los sociólogos explican cómo Li Wei despierta admiración y respeto por encarnar el “sueño chino”: sus activos de 2.000 millones de dólares están repartidos en 20 empresas de sectores como el del tabaco, inmobiliarias, publicidad, petróleo y bolsa.


El nombre de Li, 1,65 de altura, rostro ovalado y larga melena circula por las redes sociales locales tras poner al descubierto la idiosincrasia de la economía y la política chinas, basadas en una red de amiguismos o “guanxi” destinada a lograr rápidamente enormes cuantías de dinero de forma fraudulenta. Li es descrita en el reportaje como una atractiva mujer de piel clara, con gusto por la ropa llamativa y como una “máquina carente de sentimientos”.


La vietnamita se refugió con su padre en China con 7 años y fue en la provincia suroccidental de Yunnan donde empezó a vender cigarrillos y a utilizar su belleza hasta encandilar a Zheng Shaodong, funcionario de la policía de Cantón, que le concedió en 1996 dos permisos falsos de residencia en China.


Su olfato para los negocios atrajo a su futuro marido, el responsable provincial de tabacos, a través del cual conoció al gobernador Li Jiating, que convertido en su amante concedió a la joven en 1993 fondos y cuotas de exportación de tabaco a cambio de que ella obtuviera la residencia para su hijo en Hong Kong. Divorciada y con inversiones en dos firmas, Li Wei mantuvo relaciones con Du Shicheng, secretario del Partido en Shandong, a través del cual llegó a ser la magnate provincial del ladrillo e iniciar en 2002 sus inversiones en Pekín.
Fue Du quien le presentó a su amigo, el entonces presidente de Sinopec, Chen Tonghai, quien también mantuvo una relación Li, y a la que agasajó con millones de acciones de las subsidiarias de la petrolera estatal y 200 gasolineras en Pekín.


Entre su red de protectores, se encontraba su amigo Wang Yi, vicepresidente del órgano regulador bursátil de China, por el que obtuvo pingües beneficios en los parqués locales.


La mayoría de sus amantes están ahora encarcelados por el testimonio de la propia Li, quien no dudó en exponerlos y en entregarse para conseguir una pena indulgente. Li fue condenada por un simple delito de evasión de impuestos en 2006 y salió a principios de este año de la cárcel, según “Caijing” antes de cumplir su condena, por el temor de las autoridades a que publique su diario, en el que podría implicar a cargos de mayor rango. Con la mayor parte de sus activos extranjeros intactos, Li Wei reside ahora en Hong Kong. Según datos oficiales, más de un 90 por ciento de los funcionarios condenados por corrupción en China tienen amantes.

La «dolce vita» de los Chávez

Ludmila Vinogradoff

10 de marzo de 2013

 

Sin rubor ni tapujos, sus hijas cuelgan en las redes sociales las fotos de sus viajes y sus citas con los famosos

 

Le gustaba llevar relojes de marca del tipo Patek Phillip y trajes de firma a la medida, mientras predicaba por televisión su «socialismo siglo XXI» y abrazaba a los niños y ancianos para conquistar el corazón de los desposeídos. En los 14 años que gobernó a Venezuela, Hugo Chávez no se privó de ningún placer mundano como son los innumerables viajes que hizo alrededor del planeta, hospedarse en los hoteles más caros, tener vehículos y llevar joyas costosas.

 

Así lo relata a ABC el sastre Giovanni Scutaro, quien en los primeros años de su gobierno le cambió sus trajes sencillos de «liquiliqui» (traje típico llanero de cuello Mao) y uniforme militar por conjuntos de última moda de cachemir, corbatas de seda y finas camisas de marca española. Los zapatos también de firma.

 

La influencia del apellido Chávez ha dado luz verde para gastar Su numerosa familia compuesta por sus padres, seis hermanos, cuatros hijos y varios nietos y una larga lista de sobrinos y ahijados, tampoco quiso quedarse atrás. La influencia del apellido Chávez les ha dado luz verde para gastar a manos llenas el presupuesto público. Sus preferencias especialmente por los entretenimientos y espectáculos «Made in USA» han contrastado con el discurso «antiimperialista» de su líder.

 

Sin ningún rubor ni tapujo, las hijas Rosinés y María Gabriela han colgado sus fotografías en las redes sociales mostrando cómo disfrutan de la vida privilegiada por llevar el apellido presidencial. En sus viajes al exterior se codearon con la élite política y artística internacional. No se perdieron ningún estreno de artistas como Justin Bieber o Madonna, mientras el común de los venezolanos no sueña con esas banalidades ni viajar en primera clase porque tiene los dólares restringidos por el control de cambio de la oficina de CADIVI.

 

María Gabriela tiene debilidad por los coches de carrera María Gabriela, la hija predilecta del líder, también tiene debilidad por los coches de carrera. Con fondos de la petrolera estatal financió al piloto criollo Pastor Maldonado en los circuitos de la F1.

 

Estos caprichos elitistas han sido criticados por la base chavista, especialmente por los 17.000 damnificados que esperan en refugios desde hace dos años que les den una vivienda.

 

Predicar para otros

 

El diputado opositor Carlos Berrisbeitía estima que Chávez habría gastado más de 350 millones de dólares en sus viajes al exterior durante 14 años, en los que siempre llevó una nutrida delegación incluyendo a su familia. «Ningún otro jefe de Estado del continente americano ha derrochado tanto».

 

La «familia real» como denominan a los Chávez en Barinas, era una familia humilde que surgió prácticamente de la nada y que nunca aplicó la prédica del mandatario de que «ser rico es malo». Tal vez pensó que eso era para los pobres y que el ejemplo no empieza por casa.

 

«Ningún otro jefe de Estado del continente ha derrochado tanto» Lo cierto es que la prensa extranjera estima que Chávez ha dejado una herencia incalculable para su familia. Las cifras hablan de unos 2.000 millones de dólares, una fortuna que habría amasado la familia presidencial, según publicó hace dos semanas Jerry Brewer, presidente de la ONG Criminal Justice International Associates (CJIA) de Virginia del Norte.

 

Al pie de monte andino está situado Barinas, de 35.200 kilómetros cuadrados con una población de 800.000 habitantes, estado natal de Chávez , convertido en el feudo de su familia porque lo ha gobernado su padre Hugo de los Reyes y su hermano mayor Adán en estos 14 años de era chavista. Al parecer la fortuna sólo ha tocado la puerta del clan presidencial en Barinas, pues éste figura entre los estados más pobres de Venezuela.

 

El feudo de 45.000 hectáreas de la «familia real» en Barinas incluye una fortuna de 17 fincas, 10 vehículos tipo Hummer, residencias veraniegas, joyas con esmeraldas, rubíes y relojes de oro de 24 kilates, ropa de marcas como Coco Channel. Lo dice el diputado Wilmer Azuaje que los conoce como la palma de su mano.

 

El patrimonio familiar alcanza un valor de 535 millones de dólares, de los cuales 265 millones de dólares están depositados en cuentas bancarias en el exterior, afirma Azuaje.

 

La madre, Elena Frías, ha cambiado mucho de estilo desde que su hijo ascendió a la Presidencia. Sus fotografías la delatan. De mostrarse como una mujer humilde y sencilla al comenzar el gobierno ha pasado a ser una señora encopetada y enjoyada cuyo rostro muestra a la legua que ha pasado muchas veces por el quirófano.

 

La ostentación de Elena Frías casa con su carácter fuerte y lleno de temple. Es la madre del que ideó «la revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI». Lo muestra la crónica «En busca de la mamá de Chávez» en la Antología de Crónica Latinoamericana Actual, editado por Alfaguara. En el año 2008, la cuenta bancaria de Elena contaba con 16,3 millones de dólares, que ahora deben haber aumentado, según el diario mexicano La Razón.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.