“Corresponsables” extranjeros

¿La voz de los cubanos?

Miriam Celaya

4 de abril de 2014

 

La arrogancia es un rasgo de la personalidad imposible de ocultar para quienes lo padecen. De hecho, es más visible cuanto más el individuo arrogante trata de cubrir su proverbial petulancia bajo un manto de fingida humildad. Lo peor de semejante sujeto, sin embargo, es esa capacidad histriónica que le permite engañar a grupos considerables de personas, en particular a aquellas que necesitan desesperadamente de alguien que hable “por ellos”, o a quienes –desde los antípodas– gozan de la gracia de autoridad.

 

En el caso de Cuba, donde la libertad de expresión, de prensa, de información y de asociación se cuentan entre las mayores ausencias de la sociedad, no es difícil que, de vez en vez, aparezca algún salvador que se autoproclame como “la voz de los cubanos”, lo cual –salta a la vista– delata una insolencia inconmensurable, no solo porque significa la atribución de potestades que nadie le ha conferido, sino porque asume a priori una mentira muchas veces repetida que para algunos necios  se ha convertido en verdad: que los cubanos no tienen voz.  Permítanme, señor Arrogante y su comparsa, enmendarles la plana: los cubanos de Cuba sí tienen voz, de lo que carecen es de medios para hacerse oír. Eso, para no mencionar el elevado número de sordos que existen en el mundo.

 

Pero, claro, siempre aparecerá un adalid resplandeciente –generalmente con credenciales e incluso con pedigrí–, quien desde su infinita sapiencia penetrará rápidamente en los intríngulis más profundos de la realidad cubana y será el único capaz de interpretarla con objetividad porque él, equilibrado y justo, “no está en los extremos del espectro”. Curiosamente, estos especímenes proliferan con particular virulencia entre los periodistas extranjeros acreditados en la Isla.

 

Como no deseo ser absoluta, supongo que los habrá también modestos y hasta respetuosos de los cubanos y de la realidad de la Isla, solo que yo no he tenido el privilegio de conocerlos. Quizás sea una fatalidad personal. Pero, lo dicho, hacer periodismo en Cuba armado con una credencial de un importante medio de prensa y con la relativa seguridad de que tu trabajo será publicado y –¡muy importante!– debidamente remunerado, parece tener un efecto alucinógeno sobre algunos de ellos.

 

Tal es el caso del cuasi cubanólogo Fernando Rasberg, a quien llamaré aquí de manera abreviada “R”, periodista recientemente caído en desgracia con su (ex) patrón, la BBC, quien ha escrito un quejumbroso post a raíz de su desencuentro con el poderoso medio y, ¡oh, sorpresa!, tras muchos años de trabajar como corresponsal en Cuba y cobrar sus emolumentos ha descubierto que “no comparte sus criterios editoriales”, según expone en su blog personal, Cartas desde Cuba www.cartasdesdecuba.com). Inexplicablemente a R le llevó más tiempo conocer los criterios editoriales de la BBC que las interioridades de una sociedad tan controvertida como la cubana.

 

Tanto nos caló R que “intentó ser la voz de los cubanos de a pie, de la gente común”, a través de su blog. Esto lo dice con tal convicción que incluso hay quienes, además de él mismo, se lo han creído. Y, como este señor no se arredra y se ha tomado muy en serio su mesiánica misión, propone que “a partir de ahora quienes tengan interés en seguir debatiendo sobre la realidad de la isla podrán hacerlo a través de mi página personal”. Muy humilde R, de verdad, y deberíamos estar agradecidos… ¿dónde más podríamos hacerlo si no?

 

Yo, confieso, no tengo muy fuerte el estómago, por eso leo los textos de R muy de tarde en tarde, y después paso algún tiempo desintoxicándome. Por ejemplo, me enferman frases como esta: “Tratamos de descifrar las claves del crimen del hospital psiquiátrico, donde murieron una treintena de pacientes de hambre y frío”. En lenguaje cubano, en realidad R. estaba “descubriendo” el agua tibia, porque aquel monstruoso crimen no estaba ni mucho menos cifrado en clave. Para la mayoría de los cubanos y para la totalidad de los periodistas independientes que cubrieron ampliamente la noticia y publicaron serios artículos de opinión sobre el caso, la esencia de los hechos radica en la naturaleza corrupta del sistema, de sus funcionarios y, en particular, en la impunidad de sus artífices y responsables principales: la gerontocracia dictatorial de más de medio siglo. Es decir, la misma a la que R reconoce el enorme mérito de universalizar la salud para los cubanos.

 

En un país medianamente democrático, ante un escándalo semejante más de un alto funcionario hubiese explotado por los aires. Pues bien, los hechos del hospital psiquiátrico son solo el botón de muestra de la calidad de los servicios de salud que se ofrecen a los cubanos de a pie, los cubanos comunes, que no tienen acceso a las clínicas en divisas ni al CIMECQ, donde se atienden los dirigentes y los ungidos. Por demás, los pacientes con problemas mentales son los más frágiles e indefensos.

 

Si R conociera un pelín más de la historia de Cuba sabría que, aunque insuficiente (como también lo es actualmente), en la Isla hubo salud pública desde los tiempos coloniales, por tanto, no se trata de una innovación castrista. Y había instituciones de salud que la revolución eliminó: yo misma, hija de un obrero calificado y un ama de casa, nací en octubre de 1959 en Acción Médica (Coco y Rabí, Santos Suárez, La Habana), una clínica de la que toda mi familia era “asociada”. Tanto la atención como el servicio allí eran muy buenos.

 

En cuanto a “la baja mortalidad infantil” tan publicitada, muchos especialistas en cifras se cuestionan la veracidad de las estadísticas cubanas. De hecho, éstas son tan veleidosas que no reflejan el número de neonatos que mueren antes de ser inscritos en los registros, porque existe una política oficial que se orienta  a registrar los nacimientos cuando los recién nacidos son sanos y tienen al menos ciertas garantías básicas de supervivencia. Conozco testimonios de padres cuyos hijos han nacido con determinadas malformaciones o padecimientos incompatibles con la vida y han permanecido hospitalizados varios días hasta su muerte, sin haber sido registrados nunca. Oficialmente esos niños jamás nacieron, de manera que transitaron del útero materno al sueño eterno sin los trámites burocráticos de rigor. Así las autoridades  evitan que constituyan un número negativo en las flamantes estadísticas oficiales que se exhiben al mundo. Qué podría importar, si hasta la Organización Mundial de la Salud reconoce los apabullantes logros de la medicina revolucionaria y aplaude emocionada.

 

En cuanto a “la educación universal”, huelgan los comentarios. Todo cubano nacido en este proceso, que ha cursado estudios en décadas anteriores y cuyos hijos y nietos también han sido escolares en Cuba, saben perfectamente del deterioro de la calidad de la enseñanza, de los maestros y de las instalaciones docentes, más acentuado en las últimas dos décadas. Eso, para no hablar del adoctrinamiento y de la segregación de los que piensan diferente a la línea oficial. Si R considera esto un logro, debería saber que también desde tiempos de la colonia en la Isla hubo enseñanza pública y privada, y que desde el siglo XVIII se fundó una tradición pedagógica en nuestro país que duró hasta que el totalitarismo de este gobierno la convirtió en rehén de la ideología y monopolizó, masificó y uniformó, para mal, toda la enseñanza.

 

Por ejemplo, mi nieto César –que cursa primer grado–, aprendió en su escuela quiénes son “los cinco héroes”, Che Guevara y hasta F. Castro; sin embargo, en clases nunca le han hablado de Carlos Manuel de Céspedes, de Ignacio Agramonte ni de ninguno de los padres fundadores de la nación cubana… Mucho menos de las grandes figuras cívicas de la historia de esta nación.

 

Otro asunto sería lo que R llama “la defensa civil más eficiente del mundo”. Esto ya parece alucinación como resultado de una sobredosis… de algo. ¿Qué es exactamente la “defensa civil” para este brillante periodista? La respuesta es un misterio, así que solo podemos especular. ¿Por casualidad se referirá a las espectrales MTT, cuya única “prueba” de existencia es el día de haber que donan anualmente todos los trabajadores estatales de este país y que nadie sabe a dónde va a parar y en qué se emplean esos fondos? ¿O será así como R llama a esa gran masa amorfa agrupada bajo el nombre genérico de “cederistas” que solo sirven para pagar al Estado unos centavos mensualmente y una vez al año encender algunas fogatas en la calle para exhibir el hambre colectiva consumiendo una repulsiva (“revolucionaria”) caldosa? ¿Ignora R que los CDR son hoy por hoy una entelequia, apenas los jirones de la más formidable organización que antaño creó Castro I para vigilarnos y delatarnos unos a otros y que llenó a este pueblo de desconfianza, envidias y rencores?

 

Al criticar a la disidencia y algunos otros males de Cuba, R dice buscar el necesario “equilibrio periodístico” (¡vaya eufemismo!). R sencillamente lanza lo primero que le pasa por la cabeza o le cae en la mano, ya sea una piedra o algo menos noble, lo cual –lejos de lograr algún equilibrio– solo consigue verdades a medias o turbias tergiversaciones. Es lo que ocurre siempre que algún “crítico” ataca los efectos evadiendo cuidadosamente señalar las causas. Así, R juega con la cadena, incluyendo algunos altos eslabones, pero mantiene una prudentísima distancia del mono. Así, cualquiera es equilibrista.

 

A “la disidencia” sí la fustiga, ¡y de qué manera! Es lo que ocurre cuando, desde su confort, R se cuestiona las finanzas que recibe esa misma disidencia que –como debería saber en tanto experto analista de la realidad cubana– es expulsada de sus centros laborales y de estudios y muchos de cuyos miembros carecen de otros medios de vida y de trabajo. A la vez, para R –como para el régimen cubano– resulta obvio que toda “la disidencia” está financiada por el gobierno estadounidense: al parecer, tienen pruebas de ello. Sin embargo, no conozco de algún disidente encarcelado por estar “al servicio de una potencia extranjera”. ¿Quién se podría creer que la satrapía verde olivo permitiría la existencia de tantos “mercenarios” cuando por el mínimo hecho de protestar o escribir un cartel antigubernamental muchos cubanos han sido reprimidos brutalmente o están encarcelados?

 

Pero siempre los seres humanos tenemos algo en común. He aquí que yo tengo mis coincidencias con R: tampoco soy “políticamente correcta”. Es más, algunas personas creen que no soy correcta en lo absoluto. Aunque sospecho que no tenemos el mismo concepto de lo que es “político” o de lo que es “correcto”. Por ejemplo, R dice que en su blog “analizamos las debilidades de la disidencia” (porque en su infinito pudor R abusa del plural de modestia y sustituye el “yo” por un humilde “nosotros”, un vicio muy común entre los oradores de la nomenklatura). Yo también a veces he criticado algunos postulados o programas opositores, fundamentando por qué no los comparto, lo cual no significa que no los respete, no apoye su lucha contra el régimen y por la democracia o no reconozca sus valores. Porque si de equilibrio se trata, atacar a la disidencia –el eslabón más débil de la cadena política en Cuba– es lo más fácil del mundo. No darle la oportunidad de réplica es, sencillamente, indecente.

 

Cierto que, como en todas las comunidades o grupos humanos, no todos los miembros de la disidencia son un ejemplo de virtud u honestidad, pero eso tampoco implica que la oposición sea un pozo de detritus. R ni siquiera reconoce valores a los grupos o individuos que por muchos años han estado haciendo un serio y creciente trabajo cívico al interior de la sociedad y gozan de gran prestigio tanto en sus comunidades como en el exterior de Cuba.

 

Manipular las informaciones, tergiversar y fragmentar la realidad para adecuarla a su antojo y desbarrar contra sectores e individuos que no tienen la posibilidad ni los medios para defenderse y que se encuentran en total desventaja frente a la dictadura más larga de este hemisferio, es oportunismo y mediocridad, pero sobre todo, es inmoral y anti-ético.

 

Por último, si, como afirma R, “el jefe diplomático de EEUU en Cuba recomendó al Departamento de Estado” leer su blog “para comprender la situación real” de nuestro país y tal cosa se reveló a través de “un cable secreto” filtrado por Wikileaks”, lo felicitamos sinceramente (a R, claro, porque el Departamento de Estado no tendría con ello más que otra interpretación oblicua de un extranjero que medra con la situación cubana). No hay dudas de que todavía R le podrá sacar otras ventajas a su innegable habilidad para venderse como especialista de los temas que escribe. Allá quienes le den crédito o le paguen por ello; es sabido que todos los espectáculos tienen su público. Llama la atención, sin embargo, que R considere como bueno el reconocimiento que le llega del gobierno que él suele condenar debido a que mantiene el “criminal bloqueo” contra la Isla y, por añadidura, nos financia a nosotros, la tenebrosa disidencia mercenaria. ¿Se peina o se hace los papelillos? Quizás ni lo uno ni lo otro; más bien el incidente halaga profundamente su vanidad y constituye todo un regalo para su arrogancia, de ahí el regodeo.

 

Creo que ya me he extendido demasiado. Habrá quienes opinen que tanto esfuerzo no valió la pena, habida cuenta que un refrán muy sabio reza: a palabras necias, oídos sordos. Yo he preferido por esta vez recurrir a otra sentencia: quien calla, otorga. Estos personajes sinuosos pueden llegar a ser muy dañinos. Por demás, mis lectores habituales saben que esta escribidora se caracteriza por la ausencia de folículos pilosos en la lengua, rasgo que molesta a más de un individuo. ¡Qué se le va a hacer!, me cuesta mucho permanecer callada ante las desvergüenzas. Chovinismos aparte, me escuece en especial tanta verborrea barata de un extranjero a quien, en definitiva, no le duelen Cuba, los cubanos, ni sus males. En lo que a mí respecta, si este señor fuese la voz de los cubanos, más nos valdría que guardase discreto silencio.

Cuba y los “corresponsables” extranjeros

Hernán Alberro

31 de enero de 2014

 

Los miembros del movimiento cívico cubano llaman “corresponsables” extranjeros a los periodistas acreditados ante el gobierno de Cuba, porque rara vez cubren noticias que estén fuera del ámbito oficial. Este mote siempre me pareció demasiado fuerte, pero en vista de la cobertura realizada por la prensa argentina, y en buena parte también la latinoamericana, acreditada ante la Cumbre de la CELAC en La Habana, vale la pena analizarlo un poco mejor.

 

El profesor de la Universidad Austral, Fernando Ruiz, suele decir que el periodismo es una de las dos profesiones evidentemente democráticas, en el sentido de que ni el periodismo ni la abogacía pueden ejercerse bajo una dictadura. Por supuesto, no voy a entrar aquí en el rol de los abogados, pero sí me interesa analizar el de los periodistas.

 

Está claro que donde no existe libertad de expresión no puede existir periodismo, ya que esta profesión por naturaleza debe ejercerse en un marco de libertad y debe tener siempre presentes al menos dos claves: está para servir a la ciudadanía y siempre debe ser un perro guardián del poder. Estas dos claves son en realidad una misma cosa, ya que al vigilar al poder (político, económico, social) cuida los intereses de los ciudadanos a los que busca informar. Y es por estos motivos que jamás el periodismo puede conformarse con lo que informa una sola voz, en especial cuando esta voz es precisamente la de quien detenta el poder.

 

En los últimos días en Cuba se realizó la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con la participación de casi la totalidad de los jefes de estado de la región. Consiguientemente, participaron más de 400 periodistas acreditados, varios de ellos enviados desde la Argentina. Estos últimos enviados especiales tenían el objetivo de cubrir las actividades de la CELAC con un especial interés en los temas que incumben a nuestro país y las actividades de nuestra Presidente. ¿Pero allí terminaban sus obligaciones? ¿Puede un periodista de un país democrático llegar a una dictadura e irse sin informar sobre nada de lo que sucede en dicho país?

 

En los días previos al comienzo de la cumbre y aún hasta el momento actual, cuando ya casi todos los mandatarios extranjeros han regresado a sus países, los miembros del movimiento cívico cubano sufrieron una muy fuerte represión por parte del régimen de los hermanos Castro. Esto llevó a organizaciones internacionales como Amnistía Internacional a lanzar un comunicado de alerta exigiendo que “las autoridades cubanas deben detener su campaña de represión contra opositores y disidentes y permitir la celebración de actividades pacíficas durante la segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño (CELAC)”.

 

Al momento de lanzar este comunicado, el lunes 27 de enero, se habían registrado 43 casos de personas detenidas y al menos 18 advertidas de no viajar a la capital cubana. En la mayoría de los casos se trataba de personas que habían confirmado públicamente su participación en el II Foro Democrático de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos, organizado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina con sede en Buenos Aires, junto a instituciones locales que son permanentemente perseguidas por el régimen castrista. Entre otros, el objetivo de este Foro era dar voz a estos cubanos que permanentemente son asediados y que jamás tienen espacio en los medios de prensa locales (todos dependientes del Partido Comunista Cubano).

 

Todos los medios argentinos acreditados ante la CELAC recibieron la información del acoso del cual eran víctimas los activistas pacíficos, ya sea a través de CADAL, Amnistía Internacional o incluso de algunas agencias de noticias internacionales que se dignaron a cubrir estos hechos. Sin embargo, ninguno de los medios argentinos acreditados ante la CELAC, ninguno de los periodistas enviados especialmente a Cuba, dedicó ni una línea a este atropello a los derechos humanos.

 

Podemos criticar a nuestro gobierno por no haberse reunido con miembros de la oposición pacífica cubana, como sí lo hicieron el gobierno de Costa Rica y el de Chile. Podemos criticar a nuestro Canciller por haber hecho un cambio tan radical de ser un férreo defensor de la democracia a pasar a ser un “cómplice de dictaduras” que él mismo criticaba. Claro que, para poder hacer esa crítica, como ciudadanos necesitamos de la información que deberían habernos brindando los periodistas acreditados en Cuba.

 

Si nuestros periodistas consideran su trabajo cumplido simplemente por haber cubierto el evento al cual fueron y no haber ido un poco más allá, no haberse solidarizado con los sufrimientos de sus colegas en la isla, entonces de algo podemos estar seguros: nuestra democracia está más frágil que nunca, y los cubanos los seguirán considerando “corresponsables”.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.