ESPÍAS DE LOS HERMANOS CASTRO EN EEUU

 

 

La red Avispa en contra de la seguridad de EEUU

Los cinco espías cubanos condenados en EEUU

Los cinco cubanos eran integrantes de la Red Avispa, la mayor organización de espionaje en la historia de Estados Unidos, que fue desmantelada en 1998.

El segundo en rango de la Red Avispa era el mayor Ramón Labañino Salazar, el del extremo izquierdo de la foto, que fue alumno mío en la Universidad de la Habana, en la primera mitad de la década del ochenta. Labañino fue sentenciado a cadena perpetua sin derecho a salir, por espiar en dos bases militares en La Florida.

Ellos también son víctimas del castrismo.

El régimen militar de La Habana mantiene una costosa campaña mundial sin precedentes, a favor de los cinco agentes cubanos condenados por conspiración y asesinato. Véase http://profesorcastro.jimdo.com/fusilamientos-en-el-aire/

¿Por qué el régimen de los hermanos Castro no ha dicho una palabra sobre los otros integrantes de la Red Avispa que cooperaron con las autoridades norteamericanas?

 

¿Por qué el régimen de los hermanos Castro tampoco ha dicho una palabra sobre otros espías castristas que han confesado y han sido condenados? Por ejemplo: Ana Belén Montes (véase La ‘Reina de Cuba’, más abajo), Mariano Faget (véase http://www.latinamericanstudies.org/faget.htm), Carlos Álvarez y su esposa, Elsa Prieto (véase http://www.latinamericanstudies.org/alvarez-espionage.htm), y Walter Myers y su esposa Gwendolyn (véase http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/07/16/AR2010071600684.html)

El hombre que acabó con red cubana de espionaje

Wilfredo Cancio Isla

13 de septiembre de 2013

Levy, quien trabajó para Castro, reveló al FBI la existencia de la Red Avispa

 

Edgerton Ivor Levy se ha refugiado en el trabajo, el amor a la familia y el disfrute de las bondades simples de la vida. El hombre que fue pieza clave para el desmantelamiento de la mayor red de espionaje cubano en Estados Unidos en cinco décadas, prefiere estar alejado del acontecer público y trabaja en silencio para dejar testimonio escrito de su experiencia como agente de inteligencia enviado por La Habana.

 

Por estos días acaba de concluir un libro que narra sus vivencias desde que fue captado y preparado por los servicios de inteligencia castrista para venir a Miami con la máscara de un desertor que huye con su familia. Acompañado por su esposa y el hijo de ambos, de 4 años, Levy llegó a Cayo Hueso el 24 de junio de 1993, en un simulacro de salida ilegal desde la base de Tropas Especiales en Jaimanitas, al oeste de La Habana. “Cuando el FBI decidió acabar con la actividad de la red, tenía una gran incertidumbre en cuanto a cómo iba a ser interpretada nuestra participación en estos hechos”, comentó Levy, de 64 años, en entrevista con DIARIO LAS AMÉRICAS. “De ahí que en enero de 1999 opté por comenzar a escribir y dejar aclarado por qué me encontré envuelto en estos acontecimientos”.

 

La misión encomendada a Levy y su esposa, entrenados como los agentes Ariel y Laura, de la Dirección de Inteligencia (DI) cubana, era a largo plazo. Habían recibido entrenamiento técnico y preparación sicológica para asentarse en el área de Miami, sobrevivir por su propia cuenta y emprender las tareas de penetración en la comunidad exiliada. Pero el matrimonio, ambos profesores de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de la Habana, decidió asumir la encomienda como una oportunidad única para escapar de la isla. Y tras el arribo a Estados Unidos, buscó de inmediato comunicarse con el FBI para revelar los verdaderos propósitos de su aparente fuga fantástica a Miami. De manera que las autoridades estadounidenses tuvieron conocimiento del caso desde que Levy entró en contacto con el jefe de la Red Avispa, Gerardo Hernández, a mediados de 1994.

 

Diez de sus integrantes fueron arrestados en la madrugada del 12 de septiembre de 1998, mientras al menos seis escaparon a Cuba. La red estaba integrada por al menos 27 miembros, entre agentes y oficiales ilegales. Con posterioridad, otros dos agentes fueron arrestados y dos más terminaron deportados a la isla. Cinco de ellos fueron condenados a largas sentencias de prisión en el 2001. Levy sostiene que el responsable por el desmantelamiento, arresto y encausamiento de los miembros de la red no es otro que Fidel Castro. “Al ordenar Fidel Castro el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate [en 1996], involucró a miembros de la Red Avispa en ese crimen y el FBI se vio obligado a tratar el caso como una actividad criminal… Eso explica la obsesión de Fidel Castro con este caso y sus promesas de que volverán”.

 

Cuba despliega actualmente una intensa campaña propagandística para la liberación de los cuatro agentes que permanecen encarcelados en Estados Unidos, presentándolos como héroes y luchadores antiterroristas. Pero Levy tiene otra versión sobre lo que constituyó un complejo andamiaje de penetración en el sur de la Florida. “El verdadero objetivo del espionaje cubano en Estados Unidos es el trabajo de penetración e influencia en las esferas de Gobierno, militar, académica, medios de prensa y organizaciones sociales”, manifestó Levy. “Los casos de Ana Belén Montes, la espía sembrada por Cuba en el Pentágono, y el matrimonio de Kendall y Gwendolyn Myers, que por 30 años pasaron secretos del Departamento de Estado a La Habana, prueban del empeño del régimen en vulnerar la seguridad nacional estadounidense”.

 

Según el exagente, desde que inició sus actividades en el sur de la Florida, la Red Avispa dirigió sus principales esfuerzos a penetrar el Comando Sur, mediante la “Operación Surco”, que fue una prioridad planteada por el general de brigada Eduardo Delgado Rodríguez, jefe de la Dirección de Inteligencia, aún antes de que el Comando Sur se trasladara para Miami en 1997. A mediados de 1996, el matrimonio de los agentes Joseph Santos y Amarylis Silveiro -que se declararon culpables y cooperaron con las autoridades estadounidenses- comenzó la realización de un levantamiento operativo del área donde se alzarían las edificaciones del Comando Sur.

 

Ambos agentes habían sido originalmente preparados para trabajar contra la Estación Aeronaval de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, antes de recibir instrucciones de reubicarse en Miami. “Las órdenes y la supervisión correspondían al oficial Hugo Soto”, recordó Levy. Soto, que escapó a Cuba a raíz del desmontaje de la red de espionaje, aparece en los documentos desclasificados por la fiscalía con los alias de Ricardo Villarreal, Horacio y Roco. Levy y Soto se conocían de Cuba y se reencontraron en Miami. Soto había cumplido una misión anterior en México, donde fundó una agencia de turismo con el apoyo monetario de la familia de su esposa mexicana. “La agencia de turismo le permitió trasladarse por América Central para mover armamentos y explosivos”, señaló Levy. “Él me confesó que estuvo vinculado al atentado contra [Luis] Posada Carriles en Guatemala en 1990, pues trasladó las armas y se las entregó a quienes realizaron la acción”.

 

Una vez establecido en Estados Unidos, Levy tenía la orientación de asistir a una reunión el primer y tercer domingo de cada mes en las afueras de una tienda K-Mart en North Miami. Debía ir con un libro bajo el brazo y vestido con una gorra, pulóver blanco, jeans y tenis, y repetir la visita horas después. Cuando ya estaba dudando de que lo contactarían, en mayo de 1994 se produjo su primer encuentro con Gerardo Hernández, quien lo abordó con la contraseña acordada en Cuba. “Yo dejé en Cuba unos yugos que eran un recuerdo de mi padre y él tenía que entregármelos aquí preguntándome si había perdido algo”, relató. Levy mantuvo relaciones con los oficiales ilegales Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Hugo Soto y alias Remigio Luna. No conoció personalmente a ningún agente de la red, aunque supo de la actividad que realizaban algunos de ellos.

 

En 1997, el oficial Ramón Labañino -quien cumple una condena de 30 años- asumió la supervisión del trabajo de Levy. Labañino, un especialista en la penetración de objetivos militares, fue asignado para dirigir la infiltración en el Comando Sur. Entre 1993 y finales de 1996, se mantuvo operando contra la base de la fuerza aérea de Mac Dill, en Tampa, donde se controla y dirige el tráfico aéreo militar de Estados Unidos hacia y desde el Caribe, Centro y Suramérica. “Labañino era un tipo de comportamiento violento y un virulento defensor del régimen. Tuvimos discusiones bien serias en más de una oportunidad y nos amenazaba constantemente con enviarnos de vuelta a Cuba si no teníamos resultados operativos”, explicó Levy.

 

Levy fue instruido por Labañino para penetrar el círculo cercano de los congresistas cubanoamericanos Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, con la tarea de obtener “resultados inmediatos”. “La idea era tratar de llegar a conocer cosas que podían ser utilizadas en contra de los congresistas, como elementos de su vida personal, para desprestigiarlos y socavar la importancia de su labor en la comunidad”, explicó. Al preguntársele si estaría a favor de la liberación de los cuatro agentes que aún siguen presos, respondió: “Cuando me decidí a cruzar el Estrecho de la Florida, arriesgando la vida de mi esposa y la de mi hijo menor, sabía a lo que me atenía. Cuando decidí no prestarme a realizar actividades ilegales en este país, estaba seguro que de haberlo hecho habría consecuencias. Estamos hablando de personas que no fueron obligadas a hacer lo que ellos determinaron hacer y por lo tanto, deben atenerse a sus decisiones”, opinó.

 

Confesó que el peor trauma que le tocó vivir en estos años fue “el sentimiento de inseguridad de lo que podría acontecer y los riesgos a que ha estado sometida mi familia”. “Es algo que ha prevalecido siempre”, afirmó Levy. “El estrés a que estuvo sometida mi familia fue desgarrador”. La pareja dejó detrás a tres hijos, una hembra y dos varones, de matrimonios anteriores. “Afortunadamente, hoy día todos están con nosotros”, manifestó con evidente satisfacción. “Ya tenemos cinco nietos, nacidos en este país de libertad”. ¿Cómo te gustaría que te recuerde la historia? “Como alguien que quiso poner al descubierto las verdaderas intenciones de Fidel Castro hacia Estados Unidos, en detrimento del pueblo cubano”. ¿Y te imaginas en algún momento regresando a Cuba? “Realmente no, pero voy a sentir una inmensa alegría el día que vea renacer una Cuba democrática”.

 

Miembros de la red que cooperaron con Estados Unidos

 

Alejandro Alonso:

Agente Franklyn y 0-5, Residente en Miami. Misión: Infiltrarse en bases militares y organizaciones de exiliados como el Movimiento Democracia. Sentenciado a siete años.

 

Esposos Linda y Nilo Rodríguez:

Alias Los Juniors, agentes Judith y Manolo. Residentes en Miami. Misión: espiar la Base Aérea de Homestead y la Base de la 82 División de Infantería Aerotransportada en Fort Bragg, Carolina del Norte. Sentenciados a siete años cada uno.

 

Esposos Joseph y Amarylis Santos:

Agentes Julia y Mario. Residentes en Miami. Misión: penetrar las redes de computación del Comando Sur. Sentenciados a cuatro años (Joseph) y tres años y seis meses (Amarylis).

 

Esposos George y Marisol Gari:

Agentes Luis y Margot. Residentes en Florida. Misión: observación de la Base Aérea de MacDill (Tampa) e interceptación de correspondencia de cubanoamericanos fichados por la inteligencia cubana, valiéndose de que Marisol era empleada del Servicio Postal en el Aeropuerto de Miami. Sentenciados a siete años (George) y tres años y seis meses (Marisol).

¿Cinco héroes o cinco espías? La verdad sobre el caso “Avispa” contada por uno de sus protagonistas

Edgerton Ivor Levy*

16 de agosto de 2013

 

El espionaje que la Dirección de Inteligencia (DI) cubana ha realizado dentro de Estados Unidos no persigue detener las actividades de supuestos terroristas, como falsamente se afirma a través de la intensa campaña internacional que tiene lugar desde La Habana por la liberación de los cinco espías.

 

El verdadero objetivo es dañar -en toda la dimensión que le sea posible- la seguridad nacional de Estados Unidos y prolongar la permanencia en el poder de la jerarquía castrista.

 

Tuve la certeza de este propósito desde los días en que comenzó mi preparación para venir como agente encubierto a Estados Unidos, a finales de 1991. Estados Unidos es considerado por el régimen como su principal enemigo. De los americanos esperan los mayores retos y contra ellos dirigen sus máximos esfuerzos. De ahí, la particular importancia que dan al trabajo de penetración e influencia en las esferas de gobierno, militar, académica, medios de prensa y organizaciones sociales. Ana Belén Montes, la espía sembrada por Cuba en la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa, y el matrimonio de Kendall y Gwendolyn Myers, quienes por 30 años pasaron secretos del Departamento de Estado a La Habana, dan fe del empeño del régimen en vulnerar la seguridad nacional estadounidense.

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Desde que a principios de los años 90 inició sus actividades en el sur de La Florida, la denominada “Red Avispa” dirigió esencialmente sus esfuerzos en esa dirección. La penetración del Comando Sur, mediante la “Operación Surco”, fue la máxima prioridad planteada por el general de brigada Eduardo Delgado Rodríguez, jefe de la Dirección de Inteligencia, aún antes de que el Comando Sur fuera trasladado para Miami, en 1997.

 

A mediados de 1996, el matrimonio compuesto por los agentes Joseph Santos y Amarylis Silveiro -quienes asumieron su culpabilidad y colaboraron con las autoridades estadounidenses- comenzó la realización de un levantamiento operativo del área donde se alzarían las edificaciones del Comando Sur. Las órdenes y la supervisión correspondían al oficial ilegal Hugo Soto. Ambos agentes habían sido originalmente preparados para trabajar contra la Estación Aeronaval de Roosevelt Roads, en Puerto Rico, antes de recibir instrucciones de reubicarse en la ciudad de Miami, debido al cierre de aquella instalación.

 

Vigilando el Comando Sur

 

Un segundo matrimonio compuesto por los agentes George y Marisol Gari se incorporó al estudio de la situación operativa del área donde se ubicaría el Comando Sur. Con posterioridad se sumó el agente Juan Emilio Aboy, quien había intentado previamente sin éxito, ingresar a la Marina de Guerra de los Estados Unidos. Aboy fue sorpresivamente deportado a Cuba en el 2005.

 

El oficial ilegal, Ramón Labañino, especializado en la penetración de objetivos militares, fue asignado para dirigir este empeño desde finales de 1996. Labañino ya había operado contra el Comando Sur en Panamá durante la segunda mitad de los 80.

 

A mediados de 1993, en su paso hacia Tampa, Florida, Labañino cumplió una misión contra la base de la fuerza aérea de Barksdale, Louisiana, sede de la 2da Ala de Bombarderos del tipo B-52 y donde entonces radicaba el Centro de Mando de Retaguardia del ya inexistente Comando Aéreo Estratégico. Fue a la base de Barksdale adonde fue llevado el presidente George W. Bush al producirse los ataques terroristas del 9/11 y desde allí emitió sus primeros mensajes a la nación ante la tragedia que conmovía a la nación americana.

 

Entre 1993 y finales de 1996 Labañino se mantuvo operando contra la base de la fuerza aérea de Mac Dill, en Tampa, Florida, donde se controla y dirige todo el tráfico aéreo militar de Estados Unidos hacia y desde el Caribe, Centro y Suramérica. Además, en Mac Dill entonces radicaban el Comando de Operaciones Especiales y el Comando Central, mando que tuvo la dirección de las operaciones Escudo y Tormenta del Desierto en el Golfo Pérsico a principios de la década del 90.

 

La directiva de trabajo que la Dirección de Inteligencia le asignó a Labañino decía textualmente: “El objetivo principal es lograr la penetración del Estado Mayor del Comando Sur, el cual comienza a funcionar en la nueva construcción radicada en Miami a partir de septiembre de 1997”.

 

A pesar de todos los esfuerzos que fueron realizados no pudieron lograr sus propósitos y fueron apresados el 12 de septiembre de 1998.

 

Otro de los principales objetivos a penetrar por esta red de espionaje fue la Estación Aeronaval de Key West. La Dirección de Inteligencia decidió asignar la tarea al agente Antonio Guerrero, quien por ser ciudadano americano no confrontaría mayores inconvenientes para lograrlo. Guerrero cumplió antes una breve estancia en Panamá, donde integró la red de ilegales entre 1991 y 1992, acumulando experiencias en el trabajo contra el Comando Sur. Se radicó en Key West a principios de 1993 con la orden de penetrar la Estación Aeronaval. Operó bajo la conducción del oficial ilegal alias Alberto Manuel Ruiz y el código de “Operación Aeropuerto”.

 

La directiva de trabajo establecía: “El objetivo fundamental de la operación es radicar a Antonio Guerrero en Key West a fin de llevar a cabo la penetración y obtención de información de la estación aeronaval que hay en esa ciudad. Por otra parte, la obtención de relaciones que nos puedan suministrar información militar, política, biográfica y operativa, así como estudiar las organizaciones contrarrevolucionarias que pudieran existir en la zona y cumplimentar tareas de estudio de la situación operativa de la cayería, fundamentalmente de Key West”.

 

Documentación incautada

 

Guerrero mantuvo una permanente y constante observación sobre el curso habitual de la vida y las actividades militares que se desarrollaron en la Estación Aeronaval de Key West, y trasladó regularmente información de carácter militar a La Habana, hasta que fue apresado en septiembre de 1998.

 

El oficial ilegal Fernando González es otro de los espías apresados que realizó actividades contra instalaciones militares dentro de Estados Unidos. Durante el cumplimiento de una misión anterior, valorada por sus superiores en la Dirección de Inteligencia como exitosa, González pasó cuatro años residiendo bajo una falsa identidad en la ciudad de Fayetteville, Carolina del Norte, cerca de la que se encuentran las bases de la fuerza aérea de Pope y Fort Bragg, sedes de la 82 División Aerotransportada y del Comando de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos.

 

En una entrevista con la cadena CNN en Oporto, Portugal, el 19 de octubre de 1998, semanas después de que la Red Avispa fuera desmantelada, Fidel Castro trató de desvirtuar los verdaderos objetivos de la actividad de inteligencia de este grupo. Castro admitió entonces que había enviado espías a Estados Unidos para infiltrarse en grupos exiliados y -según expresó- “conocer las actividades terroristas que desde allí se organizan y se financian contra Cuba. No nos interesan en absoluto informaciones militares de Estados Unidos”.

 

Pero resulta difícil imaginar cómo es que sus agentes pueden luchar contra supuestos terroristas cumpliendo tareas vinculadas a instalaciones militares americanas, contra las cuales dirigen sus operaciones.

 

Arribé a Miami con mi esposa e hijo a fines de junio de 1993 y tras los seis meses iniciales de asentamiento, tuve contactos directos con los oficiales ilegales Soto, Labañino, González y el jefe de la red, Gerardo Hernández, quien llegó en 1994.

 

Sin embargo, toda la información que he citado en este artículo proviene de la documentación que la Dirección de Inteligencia intercambió con sus oficiales ilegales en suelo americano y fue desclasificada como parte de la evidencia presentada en el juicio contra los cinco agentes cubanos. La red de espionaje castrista -valga recordarlo- sumaba más de 20 integrantes. Sólo se recoge aquí parte de sus misiones, pues el espectro de las tareas que cumplían era mucho más amplio.

 

Si como Castro y los personeros de su régimen afirman, los espías vinieron a Estados Unidos para prevenir acciones terroristas contra la isla, ¿por qué no solicitó entonces inmunidad para que sus oficiales operaran bajo las regulaciones establecidas por las leyes de este país?

 

No haberlo hecho ratifica lo que la evidencia presentada en el juicio puso de manifiesto: la Red Avispa tenía otras misiones ajenas a la vigilancia de organizaciones de exiliados en Miami.

 

* Edgerton Ivor Levy fue una pieza clave para el desmantelamiento de la Red Avispa, la mayor organización de espionaje cubano en la historia de EEUU. Siendo profesor de la Universidad de la Habana fue captado y entrenado desde 1991 por la Dirección de Inteligencia cubana para cumplir acciones de espionaje en el sur de La Florida, pero su misión en territorio estadounidense fue informar al FBI. Tiene en preparación un libro testimonial sobre esos dramáticos acontecimientos de su vida.

Agobio amarillo

Alejandro Ríos

12 de septiembre de 2013

 

A punto de cumplirse 15 años del desmantelamiento de la Red Avispa en el sur de la Florida, los ideólogos del régimen cubano han agregado más leña al kitsch socialista, celebrando por todo lo alto una fecha que debiera avergonzarlos, sobre todo considerando que, con la excepción de los cinco juzgados, condenados y apresados en cárceles norteamericanas bajo cargos de espionaje, el resto de los 12 miembros de la red colaboraron con el FBI a cambio de menores condenas.

 

Ahora resulta que se avecina una suerte de campaña internacional que no repercute más allá de ciertos círculos delirantes afines a la dictadura cubana. Basta hacer una somera revisión de la prensa para saber que los llamados “cinco héroes” no ocupan ningún titular de importancia, lo cual resulta patético, no para los personeros del gobierno, entre los cuales figura el espía liberado que ya cumplió su condena y renunció a su ciudadanía norteamericana, quienes cobran por estos menesteres, sino para los artistas de la isla que se ven compelidos a comulgar con la cumbancha de propaganda barata que ya se desencadenó.

 

A un grupo de ellos, encabezados por Silvio Rodríguez y Amaury Pérez, se les acaba de ocurrir que un viejo éxito de la canción americana de los años setenta Tie a Yellow Ribbon Round The Old Oak Tree, de los compositores Irwin Levine y L. Russell Brown, pudiera ser utilizada para sensibilizar al público de Estados Unidos en esta cruzada que busca conmutar la pena de los convictos.

 

La letra de esta canción que hiciera popular en 1973 el cantante Tony Orlando y el dúo acompañante Dawn, parte del folclore norteamericano donde un preso, luego de ser liberado, viaja en ómnibus al encuentro de su amada, solo que no está seguro, luego de tantos años, si ella lo sigue queriendo.

 

Desde la cárcel le había enviado un mensaje de que él pasaría por la carretera frente a la casa y le ruega que coloque una cinta amarilla en el viejo roble si todavía lo acepta. En el hermoso final de la canción, la amante ha rodeado el añejo árbol con cien cintas amarillas.

 

De hecho la canción y las cintas amarillas luego fueron usadas de manera simbólica para celebrar el regreso a sus hogares de militares estadounidenses en contiendas ultramarinas. No se sabe, pues el mundo del espionaje es sumamente discreto por no decir secreto, que agentes encubiertos hayan recibido el mismo tratamiento alguna vez.

 

Silvio Rodríguez, quien disfruta de sustanciales ganancias por los derechos de autor de sus canciones, debiera saber, en principio, que no es práctica común tomar una de otro compositor, sin la autorización expresa o pagos de honorarios, para grabarla y divulgarla mediante un video clip propagandístico de una ideología, que es el súmmum del ridículo, donde la parentela de los espías, con el que se encuentra en Cuba a la cabeza, pasean como zombies por un monte criollo con cintas amarillas amarradas por doquier, mientras se escucha a los intérpretes cubanos haciendo el cover, en inglés con barreras, de la famosa canción.

 

Ha comenzado el agobio amarillo para el pueblo cubano como si ya no fuera suficiente la lucha diaria. Ahora la indigencia hay que mal vestirla de ese color y el amoroso grupo Buena Fe canta en amarillo y se rescata el tema Regresaré, un poema del espía Tony Guerrero musicalizado por Polo Montañez, mientras en el protestódromo del Malecón ya se alistan decenas de intérpretes para homenajear a los agentes castristas. Son los mismos que luego viajan a Miami en busca del billete mientras repiten que nada tienen que ver con la política.

René de vuelta en casa

Tania Díaz Castro

22 de mayo de 2013

 

René González Sehwerert está de vuelta en casa. Ahora son cuatro los topos de la Red Avispa que continúan encarcelados en Estados Unidos. Pero como los comunistas son más caprichosos que un nieto consentido, se niegan a aceptar que quedan cuatro.

 

En definitiva, Fidel Castro preferiría que en vez de cuatro, o cinco, fueran noventa, o cien. Así la propaganda anti yanqui, que paga con dinero del pueblo, sería más intensa.

 

Ahora René, quien ha sido bien sincero y ha confesado que la prioridad en su vida es “…recuperar los años que le separaron de su esposa e hijas”, tendrá que ser agregado en la paupérrima Libreta de Productos Alimenticios de Olguita, su esposa, y podrá constatar, además de los baches de las calles habaneras que descubrió a su llegada, de qué forma tan miserable se alimenta el pueblo, luego de más de medio siglo de régimen castrista, el mismo régimen que lo llevó a estar 13 años en prisión.

 

Seguramente, hasta sentirá nostalgia de la comida de las prisiones norteamericanas y, sobre todo, de su “jaula de oro”, como la llama, pese a haber vivido en libertad supervisada. A no ser que le baste un vasito del insípido yogurt de soya en la cena, y termine por decir que nuestro yogurt es insípido, pero es nuestro yogurt.

 

Como conozco bien el paño, segura estoy de que no tendrá una buena mesada en moneda convertible. La contrainteligencia cubana paga los servicios de espionaje con diplomas que se descoloran con el tiempo y con medallitas que se ponen prietas, por mucho que se guarden en gavetas.

 

Aunque lo hayan nombrado Héroe de la República de Cuba, René es, ante los ojos del viejo caudillo, un fracasado, un espía que falló, que se dejó agarrar. Además, es alguien que ya no hace falta a la guerra de Fidel contra Estados Unidos.

 

Como anciana al fin, me gusta pensar a lo lejos, muy a lo lejos, y veo, así de simple, cómo este pobre hombre, víctima del maquiavelismo de Fidel Castro y del odio visceral que siente por Estados Unidos, vegetará en un apartamento habanero, aumentará de libras por el sedentarismo y los alimentos de pésima calidad, y terminará los días de su vida en un lastimoso anonimato, como ocurre con todos los espías que regresan.

 

Tal vez hasta algún día se arrepienta de haber renunciado a la ciudadanía estadounidense, la que le envidian, y él lo sabe, cientos de miles de compatriotas.

Jefe de Red Avispa critica a espías

que cooperaron con gobierno de EEUU

Redacción Café Fuerte

10 de mayo de 2013

El espía René González muestra el documento que acredita su renuncia a la ciudadanía de EEUU

El agente cubano Gerardo Hernández, condenado a dos cadenas perpetuas por sus labores de espionaje en Estados Unidos, deslizó críticas a los miembros de la Red Avispa que cooperaron con las autoridades federales para reducir sus condenas.

 

En un mensaje de exaltación al agente René González, quien renunció a su ciudadanía estadounidense para permanecer en Cuba, el jefe de la red hizo mención a sus compañeros de misión que se apresuraron a cooperar con el gobierno a cambio de recibir un perdón y “una nueva vida”.

 

“Pudo valerse [René] de los mismos pretextos de quienes muy pronto decidieron declararse culpables y cooperar con las autoridades”, afirmó Hernández en un mensaje enviado desde la prisión federal de Victorville, California, y publicado este viernes en el diario Granma.

 

Hernández consideró que ahora su compañero se convertirá en “un nuevo abanderado” por la liberación de los cuatro agentes que permanecen aún cumpliendo largas condenas en cárceles estadounidenses.

 

González anunció este viernes que el Departamento de Estado aceptó su renuncia a la nacionalidad estadounidense y mostró el documento de pérdida de su ciudadanía durante una conferencia de prensa en La Habana. El lunes había formalizado oficialmente su solicitud ante la Oficina de Intereses (USINT) de Estados Unidos.

 

“Ahora soy sencillamente ciudadano cubano, un patriota cubano”, declaró González a periodistas reunidos en el Centro Internacional de Prensa.

 

El 23 de mayo deberá presentar un informe sobre su situación y una copia certificada del documento de pérdida de nacionalidad ante el tribunal de Miami, lo cual cerrará el caso y podrá permanecer en Cuba.


El líder de la Red Avispa -desmantelada en septiembre de 1998- recordó que tras largos años de separación familiar, René González había logrado reunir en territorio estadounidense a su esposa Olga Salanueva y su hija Irma, y habían pasado solo cuatro meses del nacimiento de su segunda hija, Ivette, cuando fue arrestado por el FBI.

 

Sin mínima vacilación

 

“¿Que hacer? ¿Aferrarse a los principios, dejarlas solas a las tres en un país extraño y enfrentar nuevamente años de separación? ¿O ‘negociar’ y darles lo que pidieran a cambio del perdón y de una nueva vida? En su mente nunca hubo la menor duda, ni en su conducta una mínima vacilación”, se cuestionó Hernández.

 

Hernández, que fue implicado en el operativo para derribar a dos avionetas de Hermanos al Rescate en 1996, opinó que González “cumplió con dignidad cada día de su condena, y salió con la frente tan en alto como cuando había entrado”.

 

González fue excarcelado en octubre del 2011 tras cumplir una condena de 15 años, pero permanecía en libertad condicional en Miami por su condición de ciudadano estadounidense. La jueza federal autorizó su viaje a Cuba para que asistiera a los funerales de su padre, y luego accedió a su petición de permanecer en la isla bajo el compromiso de renunciar a su nacionalidad estadounidense.

 

Se calcula que la Red Avispa -en operaciones en el sur de La Florida- contaba al menos con 25 miembros. De ellos, fueron capturados 14 y siete decidieron cooperar con las autoridades. Salanueva y Juan Emilio Aboy, ambos miembros de la red, fueron deportados a Cuba, y al menos otros seis lograron escapar de la redada del FBI.

 

Siete antihéroes

 

En las campañas propagandísticas por la liberación de sus agentes, Cuba se refiere insistentemente a los Cinco Héroes Prisioneros del Imperio. Sin embargo, hay un manto de silencio sobre las identidades de los “siete no héroes”, cuyas condenas fueron reducidas y se encuentran bajo el programa de protección de testigos de Estados Unidos.

 

La referencia de Hernández al “grupo de colaboradores” es una de las escasas alusiones al tema en los medios oficiales cubanos. Tampoco se ha mencionado el caso del ex agente Edgerton Levy y su esposa, quienes fungieron como dobles agentes y resultaron piezas clave para que el FBI identificara y tuviera bajo supervisión a la Red desde 1995.

 

El mensaje, con fecha del 3 de mayo, no incluyo ni la cantidad ni los nombres de los antihéroes de la red.

 

Hernández saludó la permanencia de González en Cuba y dijo que hoy él y los tres restante agentes prisioneros son un poco más libres.

 

“Hoy cada uno de los Cinco es algo más libre. Parte de nosotros pasea por las calles de esa Isla, y podemos casi respirar su aire, quemarnos con su sol”, dijo.

 

Seguimos siendo Cinco


También aclaró que no debe ahora mencionarse que los prisioneros son cuatro, sino que debe continuar hablándose de los Cinco.

 

“¡Somos cinco y seguiremos siendo cinco! Si hoy tenemos que continuar la lucha no es solo por los otros cuatro, es también por René, porque lo conocemos y sabemos que él no será realmente libre hasta que estemos todos de regreso en la Patria”, concluyó Hernández, de 48 años.

 

En la conferencia de prensa de este viernes, González mostró el mensaje del jefe de la Red Avispa y repitió la misma idea.

 

“Seguimos siendo Cinco, no me considero libre hasta que mis cuatro hermanos, los héroes Antonio, Fernando, Ramón y Gerardo, estén aquí con nosotros”, dijo González. “Voy a luchar por nuestra causa, desde cualquier trinchera”.

 

González participará esta noche, a partir de las 7 p.m., en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana, para presentar el documental Gritos en la pared, que refleja la batalla desplegada por Cuba y el movimiento de solidaridad internacional para lograr la libertad de los cinco agentes.

 

MIEMBROS DE LA RED AVISPA QUE COOPERARON CON EL GOBIERNO DE EEUU

 

Alejandro Alonso, agente Franklyn y 0-5, Residente en Miami. Misión: Infiltrarse en bases militares y organizaciones de exiliados como el Movimiento Democracia. Sentenciado a siete años.

 

Esposos Linda y Nilo Rodríguez, alias Los Juniors, agentes Judith y Manolo. Residentes en Miami. Misión: Espiar la Base Aérea de Homestead y la Base de la 82 División de Infantería Aerotransportada en Frot Bragg, Carolina del Norte. Sentenciados a siete años cada uno.

 

Esposos Joseph y Amarylis Santos, agentes Julia y Mario. Residentes en Miami. Misión: Penetrar las redes de computación del Comando Sur. Sentenciados a cuatro años (Joseph) y tres años y seis meses (Amarylis).

 

Esposos George y Marisol Gari, agentes Luis y Margot. Residentes en Florida. Misión: Observación de la Base Aérea de MacDill (Tampa) e interceptar correspondencia de cubanoamericanos fichados por la inteligencia cubana, valiéndose de que Marisol era empleada del Servicio Postal en el aeropuerto de Miami. Sentenciados a siete años (George) y tres años y seis meses (Marisol).

Juego de espías

Iván García Quintero

6 de mayo de 2013

 

Mientras a cada paso por las calles de La Habana, usted se encuentra un afiche o una consigna por la libertad de los cinco espías, los habaneros nunca han visto el rostro de Ana Belén Montes.

 

Cuando usted camina por las calles de La Habana, lo habitual es encontrarse, cada medio kilómetro, un cartel o una valla publicitaria con los rostros de los espías cubanos presos en Estados Unidos (eran cinco, ahora son cuatro).

 

O un lema de Fidel Castro diciendo “Volverán”. Desde edades preescolares, a los niños se les habla sobre los ‘5 héroes’. Con frecuencia, en murales del sindicato o matutinos laborales, se recuerda la injusta ergástula de ‘los 5 luchadores antiterroristas’.

 

El colmo es que en algunos partidos de béisbol, donde hace 54 años no se emiten comerciales, en una pausa los comentaristas charlan sobre los espías.

 

La gente recibe un desmedido bombardeo informativo sobre el tema. A diez personas les pregunté, para ver hasta dónde conocían sobre el caso de los agentes cubanos presos en Estados Unidos.

 

Onelio, taxista: “Nunca he entendido bien ese asunto. Pero creo que condenar a dos cadenas perpetuas a un hombre es demasiado”. Mireya, oficinista: “Ellos estaban en Estados Unidos para impedir actos terroristas contra Cuba”.

 

Jorge, estudiante universitario: “El gobierno cubano no cuenta la historia completa. Eran doce agentes, siete colaboraron con el FBI y cinco no. Por la actitud de esos cinco, además de condecorarlos como héroes de la patria, las autoridades hacen una incesante campaña por su liberación”.

 

En esa cuerda piensa el resto de los entrevistados. Unos más informados que otros. Los diez dijeron sentirse hastiados. “Esos espías me salen hasta en la sopa. Si hay un concurso de poesía, allí están los poemas enviados por Antonio Guerrero desde la cárcel”, confiesa un bodeguero.

 

Para justificar la constante infiltración de espías al sur de La Florida, el régimen alega razones de seguridad nacional y de lucha contra el terrorismo. Como atenuante a los 5 agentes presos desde 1998 en Estados Unidos (aunque René González ya se encuentra en libertad condicional), se alega que Fidel Castro envió un dossier a Bill Clinton con información recopilada por la Red Avispa, donde se alertaba a las autoridades sobre presuntas acciones terroristas en suelo norteño.

 

Los medios nacionales manipulan descaradamente el tema. Sucede que el gobierno de Estados Unidos no considera terroristas a los cubanos anticastristas afiliados a diferentes organizaciones en Miami.

 

Los Castro podrán tener motivos de peso al querer penetrar las organizaciones de exiliados. Pero eso se llama espionaje. Si te pillan, debes cumplir una sanción.

 

Otro error de apreciación es suponer que Barack Obama administra Estados Unidos como los hermanos de Birán la isla. Obama no puede inmiscuirse en las sanciones promulgadas por tribunales de justicia.

 

Estados Unidos es un estado de derecho. El presidente no tiene la potestad de alzar el teléfono y llamar a las prisiones donde se encuentran detenidos los agentes cubanos y pedirle al jefe del penal que los libere.

 

Obama es el presidente de la nación, no el dueño de una finca. Los hermanos Castro, en cambio, sí gozan de esos privilegios. Gobiernan el país como si se tratase de un campamento militar.

 

Alan Gross, el contratista estadounidense preso por introducir equipos satelitales a la comunidad judía local, puede ser liberado tras una decisión personal de Raúl Castro.

 

Los medios cubanos no cuentan la historia completa de la Red Avispa. En Cuba, poco o nada se sabe del resto de espías que desertaron y colaboraron con el FBI.

 

Tampoco se aclara si la misión del grupo era evitar acciones subversivas o desestabilizadoras contra Cuba por parte de organizaciones anticastristas de La Florida, por qué varios de sus agentes trabajaban en bases militares estadounidenses y enviaban material clasificado a la isla.

 

En la prensa oficial no salen a la luz determinadas noticias relacionadas con espías. Es el caso de Ana Belén Montes, quien enviaba información secreta de altísimo nivel a los servicios especiales castristas.

 

De origen puertorriqueño, Montes es conocida como la ‘Reina de Cuba’. Una estirada funcionaria de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), que al mejor estilo de los tiempos de la Guerra Fría, enviaba mensajes de radio codificados al régimen cubano.

 

Fue detenida en 2001 y condenada a 25 años, luego de un trato con la fiscalía. Lleva 12 años encarcelada. En la isla no se habla de ella. La ‘Reina de Cuba’ no existe para los cubanos.

 

Según Héctor Pesquera, quien estuviera al frente del FBI en Miami, se piensa que en Tampa, Orlando y Miami, los servicios especiales de Castro en diferentes niveles, universidades y grupos anticastristas, tienen situados alrededor de 3 mil espías.

 

Mientras a cada paso por las calles de La Habana, usted se encuentra un afiche o una consigna por la libertad de los cinco espías, los habaneros nunca han visto el rostro de Ana Belén Montes.

 

Montes no le cuadra al aparato publicitario cubano. La información que manejaba la espía estrella de Fidel Castro no era precisamente sobre vuelos de avionetas que lanzaban octavillas sobre la capital.

 

Era información secreta y estratégica de la inteligencia de Estados Unidos. Una buena pregunta sería saber qué hacían con esa información los servicios secretos criollos.

Conferencia ‘Espías castristas contra EEUU’

Ángel Cuadra

 

 

Conferencia ‘Espías castristas contra EEUU’

Eugenio Yánez

 

 

Conferencia ‘Espías castristas contra EEUU’

Miguel Cossío

 

 

Conferencia ‘Espías castristas contra EEUU’

Andrés Reynaldo

 

 

Conferencia ‘Espías castristas contra EEUU’

Preguntas

Espionaje cubano en el gobierno de EEUU

Scott Stewart*

4 de mayo de 2013

 

El 25 de abril, el gobierno de Estados Unidos anunció que desellaba una acusación formal contra Marta Rita Velázquez por conspirar para cometer espionaje a favor del gobierno cubano. Velázquez, ex abogada asesora en el Departamento de Transporte de Estados Unidos y oficial jurídica de la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID), huyó de Estados Unidos a Suecia en  el 2002 y fue acusada en el 2004.

 

Velázquez aparentemente seleccionó Suecia debido a que ese país no considera el espionaje como un delito político, por lo que está regido por un tratado de extradición con Estados Unidos. Ella y su marido también vivieron en Suecia desde 1998 a 2000, por lo que el país les era familiar.

 

Aunque la acusación Velazquez tiene varios años, ofrece un relato detallado y fascinante de la actividad del espionaje cubano dentro de Estados Unidos. También plantea algunas implicaciones significativas sobre los enormes desafíos que enfrentan las agencias estadounidenses de contrainteligencia.

 

La historia

 

Según la acusación, Velázquez nació en Puerto Rico. Se graduó de la Universidad de Princeton en 1979 con una Licenciatura en Ciencias Políticas y Estudios Latinoamericanos, obtuvo una Licenciatura en Derecho del Colegio de Leyes de la Universidad de Georgetown en 1982 y luego alcanzó una maestría de la Escuela Johns Hopkins de la Universidad de Estudios Internacionales Avanzados en Washington en 1984. Fue contratada por el Departamento de Transporte en agosto de 1984.

El gobierno de Estados Unidos alega que Velázquez fue contratada por primera vez por el Servicio de Inteligencia de Cuba (DGI) en 1983, cuando era estudiante en la Universidad Johns Hopkins. Según los informes, viajó desde Washington a la ciudad de México,  donde se reunió con un oficial de la inteligencia cubana y fue reclutada formalmente como agente. Durante sus estudios en la Universidad Johns Hopkins, el gobierno afirma que Velázquez trabajó como un agente de señalización que ayudó a los servicios de inteligencia cubanos a identificar, evaluar y captar a personas que ocuparan posiciones sensibles de seguridad nacional o que tuvieran el potencial para obtener esos puestos en el futuro.


La acusación afirma que, en esta misión, Velázquez identificó y se hizo amiga de Ana Belén Montes, una compañera de estudios en la Universidad Johns Hopkins, en 1984. Además de su herencia puertorriqueña, las dos estudiantes compartían al parecer un fuerte desprecio por la política de la administración de Ronald Reagan hacia el régimen sandinista de Nicaragua. Velázquez habría dicho a Montes que tenía amigos (los cubanos) que podrían colaborar con Montes en su deseo de ayudar al pueblo nicaragüense.

A comienzos de la década de 1980, se desarrolló un movimiento de izquierdas en muchas universidades de Estados Unidos. El movimiento se opuso a la política de Reagan en Centroamérica, enfocada en la oposición a los sandinistas, el apoyo a los Contra y el respaldo a los regímenes en El Salvador y Guatemala. Este movimiento fue tal vez vez más visible a través de una de las organizaciones más grandes y activas, el Comité de Solidaridad con el Pueblo de El Salvador. El movimiento radicalizó a algunos estudiantes que fueron a trabajar con grupos marxistas en América Latina, como Christine Lamont, quien se unió al Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, y Lori Berenson, quien se mudó a Perú para unirse al Movimiento Revolucionario Tupac Amaru. Según el FBI, el Servicio de Inteligencia cubano también reclutó a estudiantes como Velázquez y Montes de dentro de ese movimiento.


La acusación alega que en el otoño de 1984, mientras Montes trabajaba como asistente en el Departamento de Justicia, Velázquez se la llevó a Nueva York para encontrarse con un amigo que Velázquez le dijo podría proporcionarle una oportunidad para ayudar al pueblo de Nicaragua. El amigo no era otro que un oficial de inteligencia asignado a la Misión de Cuba ante Naciones Unidas. Las mujeres volvieron a viajar juntas a Nueva York, a principios de 1985, y se reunieron con el oficial de inteligencia cubano por segunda vez. En ese momento se dispuso que las dos mujeres viajaran en secreto a Cuba a través de España.


En marzo de 1985, Velázquez y Montes viajaron a Madrid, España, donde fueron recibidas por un oficial de la inteligencia cubana que les proporcionó pasaportes falsos y otros documentos. Seguidamente, utilizaron esos documentos para viajar a Praga, capital de la entonces República Socialista de Checoslovaquia. Una vez en Praga se encontraron con otro oficial cubano de inteligencia que les proporcionó una serie de documentos falsos, así como un nuevo conjunto de ropa. El funcionario cubano se reunió con las mujeres en Praga y luego viajó con ellas a La Habana.


Una vez en La Habana, las mujeres habrían recibido capacitación en temas de espionaje como seguridad operacional y seguridad de las comunicaciones, incluyendo la recepción y cifraje las transmisiones de radio de alta frecuencia. Las mujeres también fueron supuestamente sometidas a la práctica de exámenes de polígrafo y otros métodos de entrenamiento para engañar a los operadores de polígrafo.


Al terminar su capacitación, las mujeres regresaron a Madrid a través de Praga, con sus identidades falsas. Una vez en Madrid tomaron fotografías turísticas de una a otra para apoyar la historia de que habían estado en España y luego regresaron a Washington.


A su regreso a Washington, Montes solicitó un trabajo en la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa (DIA), usando a Velázquez como una referencia de carácter. Fue contratada allí como analista en septiembre de 1985. Montes sobresaldría en la agencia y con el tiempo se convertiría en la mayor analista de Cuba en la DIA. Se desempeñó en ese organismo hasta que el FBI le arrestó en septiembre del 2001. Montes se declaró culpable de conspiración para cometer  espionaje en marzo del 2002 y actualmente está cumpliendo una condena de 25 años en una prisión de alta seguridad de Texas.


El viaje de Velázquez con Montes a La Habana se produjo después de que ella había sido contratada por el Departamento de Transporte de Estados Unidos, en agosto de 1984, y ya había recibido una autorización secreta en septiembre de 1984. En marzo de 1989, Velázquez tomó un puesto como asesora jurídica para América Central con la USAID. Fue asesora jurídica regional para la agencia en Managua, Nicaragua, entre 1990 y 1994, en Washington desde 1994 hasta 1998, y en la Ciudad de Guatemala, de 2000 a 2002.


En junio de 2002, cuando se anunció que Montes se había declarado culpable y aceptó cooperar con el gobierno de Estados Unidos, Velázquez renunció a su cargo en la USAID y se trasladó a Suecia, donde permanece.

 

Inteligencia cubana

 

El caso de Velázquez, cuando se estudia en combinación con los de Montes y Walter y Gwendolyn Myers [espías cubanos en el Departamento de Estado, capturados en el 2009], proporciona una ventana fascinante en cuanto al alcance y la naturaleza de los esfuerzos de la inteligencia cubana dentro de Estados Unidos. Con Velázquez en la USAID, Montes en la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa, y Walter Myers en la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado, los cubanos tuvieron una cobertura increíble sobre la política exterior del gobierno de Estados Unidos y de su comunidad de inteligencia. Incluso después de que Montes fue detenida y Velázquez huyó a Suecia, Myers se mantuvo en el Departamento de Estado hasta su retiro en el 2007.

También es muy interesante que estos tres de estos casos están relacionados con la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins. Velázquez y Montes eran estudiantes en el programa a principios de 1980, y Walter Myers impartió clases allí hasta 1977, después de recibir un doctorado de esa entidad académica en 1972. Volvió a la escuela después de su retiro en el 2007 y trabajó como profesor de Estudios Europeos hasta su arresto en junio del 2009. La escuela es una institución de alto perfil que tiene un historial probado en la colocación de los graduados en los asuntos exteriores de Estados Unidos y las comunidades de inteligencia -y de contratación de ex funcionarios gubernamentales para servir como profesores.

 

Sin embargo, no es el único programa con semejante perfil, y los cubanos es casi seguro que habrían reclutado un agente apropiado del Walsh School de la Universidad de Georgetown, de la Kennedy School de la Universidad de Harvard o de cualquier otro programa si se les proporciona la oportunidad. El hecho de que había tres agentes cubanos de alto perfil que penetraron el gobierno de Estados Unidos y que todos estaban asociados con la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins parece ser una coincidencia increíble. El FBI está probablemente todavía buscando agentes potenciales que Myers podría haber fichado para reclutamiento cuando estudiaban allí entre el 2007 y el 2009.


Al considerar los casos de espionaje, a menudo nos referimos a una antigua KGB soviética de la Guerra Fría -MICE- para explicar las motivaciones de los espías. MICE es sinónimo de dinero, ideología, compromiso y ego. Tradicionalmente, el dinero ha demostrado ser la motivación superior para los estadounidenses detenidos por espionaje, pero como se ve en los casos de Velásquez, Montes y Myers, los cubanos tuvieron mucho éxito en el reclutamiento de agentes estadounidenses por la simple conexión de ideología. Como sucedió con las acusaciones de Montes como en la de los esposos Myers, no hay ninguna indicación en la denuncia contra Velazquez de que ella haya buscado o aceptado dinero de los servicios de inteligencia cubanos por sus actividades de espionaje. Mientras Velázquez y Montes eran de ascendencia puertorriqueña, la contratación de los Myers muestra que los oficiales de inteligencia cubanos no sólo limitan su actividad de reclutamiento entre los hispanos.


Además de la preferencia cubana por agentes ideológicamente motivados, este caso muestra también que el Servicio de Inteligencia cubano es muy paciente y está dispuesto a esperar años para que los reclutados puedan moverse a posiciones clave en el gobierno de Estados Unidos en lugar de centrarse en los resultados inmediatos. Pasaron varios años para Velazquez pudiera conseguir un trabajo con acceso a la información altamente clasificada (top secret). Aunque hay que reconocer que esta es una práctica común con agentes ideológicamente motivados que se reclutan mientras son estudiantes. También está claro que los esfuerzos del espionaje cubano contra Estados Unidos no terminó con la Guerra Fría y continúa hasta hoy.


Quizá la revelación más preocupante del caso Velázquez para los funcionarios de la contrainteligencia estadounidense, es el hecho de que Velázquez no fue capturada debido a un error de funcionamiento o golpe de inteligencia. La única razón por la que fue descubierta fue la detención y confesión de Montes, quien dejó al descubierto sus actividades. Esto significa que su espionaje fue sólido durante los casi 18 años que trabajó como agente cubano en el gobierno de Estados Unidos. Por otra parte, las investigaciones de antecedentes realizados por las autorizaciones de seguridad que se llevaron a efecto con el Departamento de Transporte y la USAID no lograron identificar sus sentimientos antiestadounidenses -incluso la “investigación de campo completo” que se habría realizado antes de ser concedida la autorización top secret.


No es sorprendente que las investigaciones de antecedentes no lograran descubrir las actividades de espionaje de Velázquez. Las investigaciones de antecedentes a menudo son vistas como tareas rutinarias y, por lo tanto, no se les da alta prioridad -especialmente cuando hay tantos otros casos “reales” por indagar. Además, estas indagaciones se realizan mayormente por investigadores contratados cuyos jefes burócratas hacen más hincapié en la velocidad que en la sustancia de la investigación, y así pistas importantes son a menudo ignoradas en virtud del plazo de entrega de los resultados investigativos. De hecho, los contratistas que hacen intento de meterse a fondo en los casos, son acusados en ocasiones
de tratar de ordeñar el sistema en un esfuerzo por adquirir más puntos (la base sobre la cual se pagan los investigadores del contrato) mediante el seguimiento de pistas adicionales y el interrogatorio a personas de interés que no estaban inicialmente mencionadas.

 

Francamente, cuando se trata de investigaciones de antecedentes, la actitud que prevalece es cumplir el trabajo mínimo necesario para marcar las casillas de requisitos previos y obtener la investigación lo más rápido -y superficialmente- posible. Las  investigaciones de antecedentes se han convertido en procesos burocráticos superficiales que carecen de la capacidad para revelar el tipo de información necesaria en función de atrapar a un espía que no quiere ser capturado.


Velázquez no habría tenido que pasar la prueba del polígrafo en la USAID como Montes tuvo que cumplir en la Agencia de Inteligencia del Pentágono. Sin embargo, la parte de la acusación que aborda el entrenamiento para engañar al polígrafo que Velázquez y Montes recibieron durante su primer viaje a Cuba, subraya la limitación de los exámenes de polígrafo -que sólo funcionan muy bien con la gente honesta.


Por último, es interesante examinar estos casos cubanos a la luz de lo que aportan acerca de los grandes desafíos que enfrentan los funcionarios de contrainteligencia de Estados Unidos. Si una pequeña nación pobre como Cuba puede reclutar con éxito tantos agentes y colocarlos durante tanto tiempo en posiciones cruciales dentro del gobierno de Estados Unidos, ¿qué significa este presagio acerca de los esfuerzos y los éxitos de los países mayores o más ricos con agresivas agencias de inteligencia como China, Rusia, Israel y India?

 

*Vicepresidente de Análisis deStratfor, compañía de inteligenciaglobal que se especializa en la publicación de informes en la internet para servir a clientes en áreas diversas de negocios desde una perspectiva geopolítica.  Este artículo fue publicado esta semana por Stratfor.

 

Traducción: CaféFuerte

Sobre espías y terroristas

Pedro Corzo

1 de mayo de 2013

 

Hace unos días la prestigiosa periodista Bernadette Pardo preguntaba qué podía motivar a una persona educada en Estados Unidos a realizar acciones terroristas contra este país, un cuestionamiento muy válido qué también se puede aplicar a individuos que formado en esta sociedad espían en contra de ella y a favor de un gobierno que reprime y violenta los derechos de todos sus ciudadanos.

 

Bien se ha dicho que cada ser humano es un mundo, pero lamentablemente el universo particular de un antisocial como los hermanos Tsarnaev o el del mayor Nidal Malik Hassan, quien asesinó a 13 personas en Fort Hood, Texas, en el 2009, como los de los espías Ana Belén Montes, Marta Rita Velázquez y René González por solo citar unos pocos ejemplos, hacen suponer que enfrentaron procesos mentales que les condujeron a buscar la destrucción de la sociedad que les acogió.

 

El caso de los hermanos Tsarnaev, no son los únicos terroristas con formación estadounidense que han actuado en contra de su país, es muy particular, porque integraban una familia que recibió ayuda desde que arribaron a Estados Unidos, inclusive Dzhojar estudiaba en la Universidad de Massachuset.

 

Los hermanos Tsarnaev no responden al estereotipo del refugiado que vive en la miseria y la opresión y que recurre al terrorismo para denunciar la vida miserable de sus pares o los abusos padecidos por la violencia de tropas extranjeras en territorios ocupados, ellos no contaban con esos factores para intentar justificar la violencia que practicaron contra un país que les acogió generosamente.

 

Por supuestos que entre los terroristas hay que distinguir aquellos que están dispuestos a morir en la encomienda. Por ejemplo, Dzhojar Tsarnaev, se escondió como una rata después de los abominables asesinatos en los que participó, pero el referido mayor Hassan cometió sus crímenes en una base militar, algo que hacia improbable que sobreviviera,

 

La pregunta de Pardo en el caso de los terroristas islámicos quizás tenga respuestas en la conversión de los individuos al extremismo religioso que en personas resentidas puede ser el catalizador que les mute de sujetos gentiles, vecinos afables y amigos cariñosos, en asesinos despiadados insensibles ante el dolor que causan.

 

Las motivaciones del terrorista difieren de las del espía. El terrorista, en particular el suicida, es un iluminado, un enajenado que solo tiene como meta cumplir la misión que le asignan o se autoimpone, por lo regular relacionada con resentimientos ancestrales que pueden transitar por odios étnicos, religiosos y culturales.

 

Los espías anteriormente mencionados no padecen la enajenación de los terroristas. No son desajustados sociales, ni individuos con problemas de integración a la cultura o sociedad estadounidense, son persona que por dinero u otras motivaciones traicionan la nación a la que pertenecen por nacimiento o elección.

 

Ana Belén Montes y Marta Rita Velázquez disfrutaron los derechos y libertades que no tienen los ciudadanos de Cuba, país para el que espiaron, y como colofón gustaron de privilegios y oportunidades que no gozan la mayoría de los ciudadanos en este u otro país. Educación universitaria, trabajos con altos salarios y beneficios importantes.

 

Belén Montes y Velázquez traicionaron el país que les dio todas las oportunidades en beneficio de una dictadura, condición que conocía mucho mejor que ellas René González, que aunque nació en Estados Unidos, creció y se educó en Cuba, lo que le permitió apreciar la realidad de la isla, que no es precisamente a la que tuvieron acceso la espía convicta y la fugitiva, cuando visitaron el régimen del país al cual informaban

 

La afirmación del gobierno cubano de que solo espiaba a los exiliados queda una vez más desmentida con el caso Velázquez, acusada de conspirar con otros para trasmitir al gobierno de Cuba y a sus agentes, documentos e información relacionada con la defensa nacional de Estados Unidos.

 

Pero independiente a que la dictadura viola los derechos de sus ciudadanos y sea una amenaza por su naturaleza agresiva a la democracia en cualquier país, queda la pregunta de por qué personas que han conocido la libertad conspiran a favor de los esclavistas.

 

Que procesos ocurren en las mentes de personas como Belén Montes, Rita Velázquez, Walter y Gwendolyn Myer y René González, solo por mencionar unos pocos, que conocieron la libertad y defienden la sumisión. Dinero, adicción al peligro, ideología, miedo por cualquier motivo.

 

Es más fácil comprender el fanatismo asesino de un terrorista y al mercenario que vende sus servicios, que la estupidez de quien defiende una dictadura de 54 años en la que miles de personas han sido fusiladas, cientos de miles han pasado por las cárceles y cerca de dos millones se encuentran exiliada. Una economía en ruina, un pueblo que vive en la miseria y en plena decadencia de sus valores más trascendentes.

EEUU acusa a una exfuncionaria

de espiar para los hermanos Castro

Marta Rita Velásquez fue notificada

en 2011 de cargos de espionaje

El Departamento de Justicia de Estados Unidos difundió este jueves, 25 de abril de 2013, los cargos criminales contra Marta Rita Velázquez, una portorriqueña de 57 años a la que se acusó en 2004 de espiar para el régimen cubano. Velázquez, que trabajó para el Departamento de Estado entre 1989 y 2002, dejó el país en ese año y en la actualidad vive en Estocolmo, Suecia. El delito del que se le acusa está penado hasta con cadena perpetua en EEUU aunque, según las autoridades suecas, es muy difícil que sea extraditada.

En el comunicado publicado por el Departamento de Justicia no se explica por qué se ha mantenido el secreto de sumario hasta ahora, cuando los cargos se presentaron hace nueve años. El documento detalla que a Velásquez se la considera responsable de reclutar para el servicio de inteligencia cubano a Ana Belén Montes, una ciudadana estadounidense que está cumpliendo una condena de 25 años de prisión tras declararse culpable en 2002 de espiar para Cuba durante los 16 años en los que trabajó como analista para la Agencia de Inteligencia Militar de EE UU (DIA, en sus siglas en inglés).

La ‘Reina de Cuba’

Jim Popkin

27 de abril de 2013

 

Ana Montes hizo mucho daño espiando para Cuba. Pero lo más probable es que no hayan oído hablar de ella

 

Ana Montes lleva 10 años encerrada con algunas de las mujeres más peligrosas de Estados Unidos. Montes, en otro tiempo una condecorada analista de los servicios de inteligencia que residía en un apartamento de dos dormitorios en el barrio de Cleveland Park (Washington), hoy vive en una celda para dos en la cárcel de mujeres de más alta seguridad de todo el país. Ha tenido como vecinas a una antigua ama de casa que estranguló a una embarazada para quedarse con su bebé, una veterana enfermera que mató a cuatro pacientes con inyecciones masivas de adrenalina y Lynette Fromme, “La chillona”, una seguidora de Charles Manson que trató de asesinar al presidente Ford.

 

Pero la vida en la galería Lizzie Borden de una cárcel de Texas no ha ablandado a la antigua niña prodigio del Departamento de Defensa. Años después de que la atraparan espiando para Cuba, Montes mantiene su actitud desafiante. “No me gusta nada estar en prisión, pero hay ciertas cosas en la vida por las que merece la pena ir a la cárcel”, escribe Montes en una carta de 14 páginas a un familiar. “O por las que merece la pena suicidarse después de hacerlas, para no tener que pasar todo ese tiempo en la cárcel”.

 

Ana Montes, como en otro tiempo Aldrich Ames y Robert Hansen, sorprendió a los servicios de inteligencia con sus audaces actos de traición. De día, era una estirada funcionaria GS-14 en un cubículo del Organismo de inteligencia de la Defensa. De noche, trabajaba para Fidel Castro, conectada a la radio por onda corta para recibir mensajes cifrados que luego transmitía a sus contactos en restaurantes abarrotados y haciendo viajes secretos a Cuba en los que lograba salir de Estados Unidos con una peluca y un pasaporte falso.

 

Montes espió durante 17 años, con paciencia y metódicamente. Pasó tantos secretos sobre sus colegas y sobre las plataformas avanzadas de escucha que los espías estadounidenses habían instalado en Cuba, que los expertos del sector consideran que es una de las espías más dañinas de épocas recientes. Pero Montes, que hoy tiene 56 años, no engañó solo a su país y sus colegas. También traicionó a su hermano Tito, agente especial del FBI; su exnovio Roger Corneretto, agente de los servicios de inteligencia del Pentágono especializado en Cuba; y su hermana Lucy, con 28 años de experiencia en el FBI y condecorada por su aportación al descubrimiento de espías cubanos.

 

En los días posteriores a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la oficina local del FBI en Miami declaró el estado de máxima alerta. Casi todos los secuestradores habían vivido cierto tiempo en el sur de Florida, y el FBI quería averiguar como fuera si había alguno más que se hubiera quedado allí. Por eso, cuando un supervisor llamó a Lucy Montes y le pidió que fuera a su despacho, a ella no le extrañó. Lucy era una veterana analista linguística del FBI, acostumbrada a traducir cintas de escuchas y otros materiales delicados.

 

SIn embargo, aquella llamada repentina no tenía nada que ver con el 11-S. Un jefe de grupo del FBI le dijo a Lucy que se sentara. Han detenido a tu hermana Ana, acusada de espionaje, le dijo, un delito que puede castigarse con pena de muerte. Tu hermana es una espía cubana.

 

Lucy no gritó, no salió corriendo sin dar crédito. Al contrario, la noticia le resultó curiosamente tranquilizadora. “Me lo creí de inmediato”, recordaba en una reciente entrevista. “Explicaba un montón de cosas”.

 

Los grandes medios de comunicación informaron de la detención, por supuesto, pero quedó enterrada en las constantes informaciones sobre los atentados. Hoy, Ana Montes sigue siendo la espía más importante de la que menos se ha oído hablar.

 

Nacida en una base del ejército de Estados Unidos en 1957, Ana Montes es la hija mayor de los portorriqueños Emilia y Alberto Montes. Alberto era un respetado médico militar, y la familia cambió a menudo de residencia, de Alemania a Kansas y de ahí a Iowa. Se establecieron por fin en Towson, a las afueras de Baltimore, donde Alberto abrió una consulta psiquiátrica privada que tuvo mucho éxito y Emilia se convirtió en una figura importante de la comunidad portorriqueña local.

 

Montes, con su familia en un centro de entrenamiento del FBI en Quantico en 1989. De izquierda a derecha, su padre, Alberto; Ana; su hermana Lucy; su cuñada Joan y su hermano Tito. / Cortesía de la familia

 

A Ana le fue muy bien en Maryland. Esbelta, estudiosa y divertida, se graduó en el Instituto de Loch Raven con una media de 3,9 (sobresaliente); durante su último curso anotó en el anuario que sus cosas favoritas eran “el verano, la playa... las galletas de chocolate, pasarlo bien con gente divertida”. Pero esa actitud sentimental y bulliciosa escondía una distancia emocional cada vez mayor, un sentido desmesurado de superioridad y un inquietante secreto familiar.

 

De puertas afuera, Alberto era un padre culto y cariñoso con sus cuatro hijos. Pero en realidad tenía muy mal genio y los maltrataba. Alberto “pensaba que tenía derecho a pegar a sus hijos”, diría más tarde Ana a los psicólogos de la CIA. “Era el dueño del castillo y exigía una obediencia total y completa”. Las palizas empezaban a los cinco años, cuenta Lucy. “Mi padre tenía un temperamento muy violento. Nos pegaba con el cinturón. Cada vez que se enfadaba. Desde luego”.

 

La madre de Ana tenía miedo de enfrentarse a su imprevisible marido, pero, al ver que los malos tratos físicos y verbales persistían, se divorció y obtuvo la custodia de los niños.

 

Ana tenía 15 años cuando se separaron sus padres, pero el daño ya estaba hecho. “La niñez de Montes hizo que se volviera intolerante respecto a las diferencias de poder, la llevó a identificarse con los menos poderosos y consolidó su deseo de vengarse de las figuras autoritarias”, escribió la CIA en un perfil psicológico de Montes marcado con la etiqueta de “Secreto”. Su “retraso en el desarrollo psicológico” y los abusos a que la sometió un hombre violento al que relacionaba con el ejército de Estados Unidos “incrementaron su vulnerabilidad a la hora de que la reclutaran unos servicios de inteligencia de otro país”, añade el informe de 10 páginas. Lucy recuerda que, ya de adolescente, Ana era distante y aficionada a criticar. “No nos llevábamos más que un año, pero la verdad es que nunca sentí mucha intimidad con ella”, dice. “No era una persona dispuesta a compartir cosas, a hablar de cosas”.

 

Cuando Ana Montes estaba en tercero en la Universidad de Virginia, durante un programa de intercambio que le había llevado a España, conoció a un guapo estudiante. Era argentino y de izquierdas, recuerdan sus amigos, y a Ana le abrió los ojos sobre el apoyo del Gobierno estadounidense a regímenes autoritarios. España se había convertido en un semillero de radicalismo político, y las frecuentes manifestaciones antiamericanas eran un entretenimiento y una distracción de los deberes. “Después de cada manifestación, Ana me explicaba las ‘atrocidades’ que había cometido el Gobierno contra otros países”, recuerda Ana Colón, otra universitaria que se hizo amiga de Montes en España, en 1977, y hoy vive cerca de Gaithersburg, Maryland. “Estaba ya dividida en dos. No quería ser estadounidense, pero lo era”.

 

Al acabar la universidad, Montes se mudó durante un breve periodo a Puerto Rico pero no consiguió encontrar un empleo que le gustara. Cuando un amigo le dijo que había un puesto de mecanógrafa en el Departamento de Justicia, en Washington, dejó de lado sus reparos políticos. Al fin y al cabo, era un trabajo.

 

Montes hizo una labor brillante en la Oficina de Recursos sobre Privacidad e Información del Departamento de Justicia. Cuando no llevaba ni un año, después de que el FBI examinara sus antecedentes, el Departamento le concedió autorización para manejar documentos muy secretos, con lo que pudo empezar a revisar algunos de los expedientes más delicados.

 

Mientras trabajaba, Montes comenzó los estudios para obtener un máster en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins. Y endureció sus posturas políticas. Desarrolló auténtico odio hacia las políticas del Gobierno de Reagan en Latinoamérica, especialmente su apoyo a la contra, los rebeldes que luchaban contra el Gobierno comunista de los sandinistas en Nicaragua.

 

Montes tenía una gran trayectoria por delante como funcionaria en Washington y estaba estudiando en una de las mejores universidades del país. Pero además iba a asumir otra tarea muy exigente: entrenarse como espía. En 1984, los servicios de inteligencia cubanos la reclutaron como agente.

 

Fuentes próximas al caso creen que tenía un amigo en la Escuela que trabajaba para los cubanos y les ayudaba a identificar posibles agentes. Cuba considera “máxima prioridad” la captación de gente en las universidades estadounidenses, según el exagente cubano José Cohen, que escribió en un ensayo que los servicios cubanos se preocupan por identificar en las principales universidades de Estados Unidos a estudiantes con interés por la política que van a “ocupar puestos de importancia en el sector privado y en la administración”.

 

Montes debió de parecerles un regalo del cielo. Era de izquierdas y simpatizaba con los países acosados. Era bilingüe y había impresionado a sus jefes del Departamento de Justicia con su ambición y su cerebro. Pero, sobre todo, tenía acceso a materiales secretos y era alguien de dentro. “Nunca se me había ocurrido hacer nada hasta que me lo propusieron”, reconoció Montes más tarde a los investigadores. Los cubanos, reveló, “trataron de apelar a mi convicción de que lo que estaba haciendo estaba bien”.

 

Los analistas de la CIA tienen una interpretación algo más siniestra de la captación. Creen que manipularon a Montes para que pensara que Cuba necesitaba como fuera su ayuda, “le hicieron sentirse poderosa y alimentaron su narcisismo”, dicen los documentos. Los cubanos empezaron poco a poco, pidiéndole traducciones e informaciones inocuas que pudieran ayudar a los sandinistas, su causa favorita. “Sus contactos, sin que ella se diera cuenta, juzgaron en qué era más vulnerable y explotaron sus necesidades psicológicas, su ideología y su personalidad patológica con el fin de reclutarla y mantenerla motivada y trabajando para la Habana”, es la conclusión de la CIA.

 

Montes visitó Cuba en secreto en 1985 y luego, siguiendo instrucciones, empezó a presentar su candidatura a puestos de la administración que le permitieran tener mayor acceso a informaciones secretas. Aceptó un puesto en el Organismo de Inteligencia de la Defensa (DIA en sus siglas en inglés), la mayor fábrica de espías militares del Pentágono en el extranjero.

 

En los primeros años, Montes cometió un error al confiar a su vieja amiga de España, Ana Colón, que había ido a Cuba y había tenido una aventura con el guapo chico que le había servido de guía en la isla. Montes le contó asimismo que iba a empezar a trabajar en la DIA. “Me dejó estupefacta”, recuerda Colón. “No entendía por qué alguien con sus opiniones izquierdistas podía querer trabajar para el Gobierno y el Ejército de Estados Unidos”. Montes le explicó que quería trabajar en política y que era, “al fin y al cabo, una chica americana normal”. Sin embargo, días después de la confesión, Montes dejó de hablar con su amiga. Colón la llamó y le escribió una carta detrás de otra durante dos años y medio, sin resultado. Montes no respondía. Colón nunca volció a saber de ella.

 

En Miami, Lucy Montes también estaba asombrada por la decisión de su hermana de trabajar para el Departamento de Defensa. Pero era su hermana, la quería, y tenía tantas ganas de conservar la relación con ella que no insistió. Desde su ingreso en la DIA, Ana era cada vez más introvertida y de opiniones más rigidas. “Cada vez me contaba menos cosas de su día a día”, dice Lucy. Lo irónico era que Ana, entonces, tenía muchas más cosas en común con sus hermanos. Si bien Juan Carlos, el pequeño, era propietario de una mantequería en Miami, Lucy y el otro hermano, Alberto, “Tito”, habían decidido trabajar para proteger Estados Unidos. Tito era agente especial del FBI en Atlanta, donde todavía trabaja y donde está casado con otra agente del FBI. Lucy era analista de lengua española del FBI en Miami, un puesto que ocupa todavía y que con frecuencia incluye casos relacionados con cubanos. El que entonces era su marido también trabajaba para el FBI.

 

De los miembros de la familia, Lucy es la única que ha aceptado ser entrevistada. Ha aceptado hablar por primera vez, cuando han pasado más de 10 años desde la detención de su hermana, para dejar claro lo que piensa de ella. “No estoy de acuerdo con lo que parecen pensar muchos amigos suyos, que lo que hizo tiene una buena excusa, ni puedo entender por qué lo hizo, ni pienso que este país actuara mal. No tiene nada de admirable”, dice Lucy.

 

Durante 16 años, Ana Montes hizo una labor brillante, tanto en Washington como en La Habana. Contratada por la DIA como especialista en investigación, comenzó una carrera ascendente. Pronto se convirtió en la analista principal de la DIA sobre El Salvador y Nicaragua, y más tarde fue designada analista política y militar jefe para Cuba. En los servicios de inteligencia y en la sede central de la DIA, la apodaban “la Reina de Cuba”. No solo era una de las más avezadas intérpretes de los asuntos militares cubanos que tenía el Gobierno estadounidense --poco sorprendente, dado que tenía informaciones privilegiadas-- sino que aprendió a influir en la política de Estados Unidos (a menudo para suavizarla) respecto a la isla.

 

En su meteórica carrera, Montes recibió gratificaciones en metálico y 10 reconocimientos especiales a su labor, entre ellos in certificado especial que le entregó el entonces director de la CIA, George Tenet, en 1997. Los cubanos también premiaron a su mejor alumna con una medalla, un símbolo privado que Montes nunca pudo llevarse a casa.

 

Se convirtió en un modelo de eficacia, una monja guerrera incrustada en el corazón de la burocracia. Desde el cubículo C6-146A en el cuartel general de la DIA, en la Base Conjunta Anacostia-Bolling de Washington, tenía acceso a cientos de miles de documentos secretos, y solía almorzar en su mesa, absorta en aprenderse de memoria páginas sin fin de los informes más recientes. Sus colegas recuerdan que podía ser simpática y divertida, sobre todo con los jefes o cuando intentaba acceder a una reunión informativa en la que iba a haber secretos. Pero también podía mostrarse arrogante y solía rechazar las invitaciones a actos sociales.

 

Cuando Montes terminaba su jornada en la DIA, comenzaba su segundo empleo en su apartamento de Macomb Street, en Cleveland Park. Nunca se arriesgaba a llevarse un documento a casa. Lo que hacía era memorizar con gran detalle lo que leía durante el día y luego reproducir documentos enteros en un portátil Toshiba. Noche tras noche, durante años, vertió documentos del máximo secreto en disquetes baratos que compraba en Radio Shack.

 

Montes recibía las órdenes como los espías de la guerra fría: a través de mensajes numéricos por onda corta

 

Su técnica era clásica. En La Habana, los agentes de los servicios cubanos de inteligencia le enseñaron a pasar paquetes a otros espías sin que se notara, a comunicarse en clave y a desaparecer en caso necesario. Incluso le enseñaron a fingir ante el detector de mentiras. Según contó ella después a los investigadores, se trataba de contraer estratégicamente los esfínteres. No se sabe si el truco funcionaba, pero el caso es que Montes pasó el detector de mentiras de la DIA en 1994, cuando ya llevaba un decenio espiando.

 

Montes recibía la mayoría de sus órdenes de la misma forma que casi todos los espías desde la época de la guerra fría: a través de mensajes numéricos transmitidos de manera anónima por onda corta. Sintonizaba un aparato de radio Sony con la frecuencia 7887 y esperaba a que comenzara a emitir la “emisora de los números”. Una voz de mujer interrumpía las intereferencias de ultratumba para declarar: “¡Atención! ¡Atención!” y soltar 150 números en medio de la noche. “Tres-cero-uno-cero-siete, dos-cuatro-seis-dos-cuatro,” repetía la voz. Montes tecleaba luego las cifras en su ordenador y un programa que le habían instalado los cubanos convertía los números en texto en español.

 

También se arriesgó a reunirse con cubanos en persona. Cada pocas semanas, cenaba con sus contactos en restaurantes chinos del área de Washington, y aprovechaba para pasarles un puñado de nuevos disquetes por encima de las exquisiteces orientales. También había entregas clandestinas durante sus vacaciones en soleadas islas del Caribe.

 

Montes llegó a viajar en cuatro ocasiones a Cuba, para reunirse con los máximos responsables de los servicios de inteligencia. En dos de ellas, utilizó un pasaporte cubano falso, se disfrazó con peluca y viajó a través de Europa para disimular su pista. Otras dos veces, obtuvo la autorización del Pentágono para ir a la isla en misiones oficiales dentro de su trabajo para el Gobierno. De día tenía reuniones en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana pero luego se escabullía para informar a sus jefes cubanos.

 

En Estados Unidos, cuando Montes necesitaba transmitir un mensaje urgente, tenía un número de busca. Buscaba cabinas telefónicas en el Zoo, la estación de metro de Friendship Heights o la tienda de Hecht’s en Chevy Chase para llamar a los buscas de los cubanos. Había una clave que significaba “Estoy en grave peligro”; otra, “Tenemos que vernos”. Entrenados en las tareas de espionaje por el KGB, los cubanos se fiaban de las viejas herramientas del oficio. Por ejemplo, las claves de busca y las notas de onda corta se escribían en papel con un tratamiento especial. “Las frecuencias y la hoja de consulta de los números estaban en papel soluble en agua”, explica Pete Lapp, del FBI, uno de los dos máximos responsables de investigar el caso. “Un papel que, cuando se tira al váter, se evapora”.

 

El trabajo de espía era solitario. Montes no podía confiar más que en sus contactos. Las reuniones familiares y las vacaciones con sus dos hermanos del FBI y sus respectivos cónyuges, también del FBI, estaban cargadas de tensión. Al principio, los cubanos le bastaban como vida social. “Me daban apoyo emocional. Comprendían mi soledad”, dijo Montes a los investigadores. Sin embargo, al cumplir 40, Montes empezó a deprimirse. “Tenía ganas, por fin, de compartir mi vida con alguien, pero era una doble vida, así que me parecía que nunca podría ser feliz”, confesó. Los cubanos le buscaron un amante, pero, después de un par de días entretenidos, ella se dio cuenta de que no podía ser feliz con un novio “de encargo”.

 

Cuando agentes del FBI registraron el apartamento de Montes en Cleveland Park encontraron su computadora y la emisora que usaba para comunicarse con Cuba. / Matthew Girard

 

El aislamiento de Ana se agravó aún más cuando, por una extraña coincidencia, Lucy empezó a trabajar en el mayor caso de su carrera: un golpe masivo contra los espías cubanos que trabajaban en Estados Unidos. Fue en 1998. La oficina de Miami había descubierto una red de espías cubanos con base en Florida, la llamada “Red Avispa. Con más de una docena de miembros, la Red Avispa estaba infiltrándose en organizaciones de cubanos en el exilio y en instalaciones militares estadounidenses de Florida. Para Lucy, el caso Avispa fue el cénit de su carrera. El FBI le había ordenado que tradujera horas de conversaciones grabadas de espías cubanos que estaban tratando de penetrar en la base del Mando Sur de Estados Unidos, en Doral. Lucy recibió elogios de sus jefes y una condecoración de una cámara de comercio hispana de la región. Pero nunca se lo contó a Ana. Aunque esta última era una de las principales expertas del mundo en Cuba y lo normal habría sido pensar que le iba a encantar saber que su hermana había contribuido al descubrimiento de la red de espías, Lucy estaba convencida de que Ana habría cambiado de tema. “Sabía que no le iba a interesar oírmelo contar ni hablar de ello”, dice.

 

El triunfo de Lucy se convirtió en motivo de desesperación para Ana. Sus contactos, de pronto, se ocultaron. Pasaron meses sin querer hablar con ella, mientras valoraban las consecuencias de la investigación. “Era una cosa que me permitía sentirme a gusto conmigo misma, y desapareció”, contó después a los investigadores. Y con ello, tocó fondo. Empezó a llorar sin motivo, a experimentar ataques de pánico e insomnio. Buscó tratamiento psiquiátrico y empezó a tomar antidepresivos. Posteriormente, los psicólogos consultados por la CIA llegarían a la conclusión de que el aislamiento, las mentiras y el temor a ser capturada habían agudizado unos síntomas que rayaban en el trastorno obsesivo-compulsivo. Montes se aficionó a darse largas duchas con diferentes jabones y a llevar guantes cuando iba en el coche. Mantenía un control estricto de su dieta y, a veces, no comía más que patatas cocidas sin sal. En una fiesta de cumpleaños que se celebró en casa de Lucy en 1998, Ana estuvo sentada con el rostro impasible y casi sin hablar. “Algunos amigos míos pensaron que era una maleducada, que había algo peculiar en ella. Y lo había. Había perdido a su contacto”, explica Lucy.

 

Dentro de la DIA, la analista estrella seguía estando por encima de toda sospecha. Montes había logrado mucho más de lo que habían podido imaginar los cubanos. Se reunía con la Junta de jefes de estado mayor, el Consejo Nacional de Seguridad e incluso el presidente de Nicaragua para informarles sobre la capacidad militar de Cuba. Ayudó a redactar un polémico informe del Pentágono en el que se decía que Cuba tenía una “capacidad limitada” de hacer daño a Estados Unidos y solo podía ser un peligro para los ciudadanos estadounidenses “en determinadas circunstancias”. Y estaba a punto de obtener otro ascenso, en esta ocasión una prestigiosa beca para trabajar con el Consejo Nacional de Inteligencia, un órgano consultivo que asesoraba al director de los servicios de inteligencia y que tenía su sede en el cuartel general de la CIA, en Langley. Montes estaba a punto de lograr acceso a informaciones todavía más valiosas. Su trayectoria de espía habría alcanzado alturas inimaginables si no hubiera sido por un funcionario corriente de la DIA llamado Scott Carmichael.

 

De rostro redondo e incómodamente embutido muchas veces en trajes de las tallas especiales de Macy’s, Carmichael no encaja en el esterotipo del cazaespías sofisticado y educado en Georgetown. Él dice, entre risas, que es “un guardia de seguridad de Kmart”, pero, desde hace un cuarto de siglo, el trabajo de este expolicía del cinturón ganadero de Wisconsin consiste en cazar espías para la DIA.

 

En septiembre de 2000 Carmichael obtuvo una pista fundamental. Una funcionaria de los servicios de inteligencia había ido a ver al veterano analista de contraespionaje de la DIA Chris Simmons y, pese a que representaba poner en peligro su puesto de trabajo, le había dicho que el FBI llevaba dos años tratando en vano de identificar a un funcionario de la administración que, al parecer, era espía cubano. Era un caso etiquetado “UNSUB”, es decir, “unidentified subject”, sujeto no identificado. El FBI sabía que la persona en cuestión tenía acceso privilegiado a documentos de Estados Unidos sobre Cuba, había comprado un portátil Toshiba para comunicarse con La Habana, y alguna otra cosa más. Pero, con tan pocos detalles, la investigación estaba estancada.

 

Carmichael se puso a trabajar en ello. Junto con su colega Karl James, “el caimán”, cotejó varias pistas de las que tenía el FBI con las bases de datos de sus empleados. Los funcionarios de la DIA renuncian a gran parte de su derecho a la intimidad cuando solicitan autorizaciones para acceder a materiales secretos, de modo que Carmichael pudo entrar en los estados de cuentas personales, los historiales médicos y los itinerarios detallados de viaje de muchos de ellos. La búsqueda de ordenador produjo más de 100 nombres posibles. Después de examinar alrededor de 20, apareció en la pantalla de Carmichael “Ana Belén Montes”.

 

Carmichael ya la conocía. Cuatro años antes, un analista colega de Montes en la DIA había dado la voz de alarma, preocupado por sus intentos, a veces excesivos, de tener acceso a información delicada. Carmichael la había entrevistado y había pensado que mentía. “Me había dejado intranquilo”, recuerda. Pero Montes había sabido explicar todos sus actos y Carmichael había dado carpetazo al asunto. Ahora, la pantalla de ordenador volvía a mostrar su nombre, y él se convenció de que debía de ser la espía. “Estaba seguro, completamente seguro de que tenía que ser ella”, dice.

 

El FBI, sin embargo, no lo vio tan claro. El agente responsable, Steve McCoy, le puso peros a la tesis de Carmichael, destacó que muchos otros empleados y contratistas de la administración federal encajaban con las mínimas pruebas circunstanciales que parecían apunar a Montes. Y algunas de las pruebas de Carmichael no tenían sentido.

 

Carmichael reconoció que su teoría tenía lagunas y se recordó a sí mismo que Montes era una funcionaria ejemplar. Además, sabía que desde la guerra fría se había procesado a muy pocas mujeres por espionaje en Estados Unidos. Aun así, estaba seguro de tener razón. Cuando salió de las oficinas del FBI aquel primer día, hizo una promesa. “Recuerdo que miré hacia la DIA y estaba muy cabreado”, dice, años después. “Le dije al caimán que aquello era la guerra. Le dije: ‘Vamos a deshacernos de esa... mujer, y estos tíos no lo saben todavía, pero van a acabar ocupándose de su caso”.

 

Carmichael elaboró el expediente sobre Montes y empezó a dar la lata a McCoy con datos, fechas y coincidencias. Se buscaba excusas para pasar por el despacho del agente del FBI a hablar de Montes e ir rellenando huecos. Y cuando McCoy le ignoraba, acudía directamente a sus jefes.

 

Al cabo de nueve semanas, la incesante campaña de Carmichael dio fruto. McCoy se convenció y convenció a sus jefes para que abrieran una investigación formal. “Fue un golpe de suerte que la DIA nos viniera a decir que sospechaban de Montes”, dice Pete Lapp, el compañero de McCoy en el caso. A pesar de sus diferencias, McCoy asegura que Carmichael merece todos los elogios por su tenacidad: “Él fue el que descubrió el caso y nos proporcionó a la culpable” y, “a partir de ahí, el FBI pudo desarrollar su investigación”.

 

Cuando el FBI tomó cartas en el asunto, asignó más de 50 personas a la investigación y obtuvo autorización de un juez del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, a pesar de su escepticismo, para llevar a cabo registros a escondidas del piso, el coche y el despacho de Montes. Varios agentes la siguieron y la filmaron cuando hacía llamadas sospechosas desde cabinas telefónicas. Lapp utilizó una carta de los responsables de seguridad nacional, una especie de citación administrativa, para tener acceso ilimitado al historial bancario de Montes. Se enteró de que había solicitado un crédito en 1996 en una tienda de CompUSA en Alexandria. ¿Para comprar qué? El mismo modelo de ordenador portátil Toshiba que figuraba en las informaciones originales de antes de empezar la investigación. “Fue maravilloso, maravilloso”, recuerda Lapp. “Fue una labor detectivesca de las de toda la vida”.

 

Sin embargo, no había ningún testigo que hubiera visto a Montes entrevistándose con un cubano, escribiendo mensajes cifrados en el trabajo ni metiendo ningún documento secreto en su cartera. Por eso, Lapp se jugaba mucho con el primer registro del apartamento. Necesitaba pruebas concretas de que montes era espía. Pero no podía permitirse una búsqueda chapucera que despertase sus sospechas. “Han sido siempre mis mayores momentos de tensión profesional, eso de entrar legalmente en la vivienda de alguien pero sin que esa persona lo sepa y con el riesgo de que te puedan descubrir”, dice Lapp, que antes de esta vida había sido policía. “Es como ser un ladrón, legal, pero, si te atrapan, toda la investigación se hace añicos”.

 

Había un elemento añadido de urgencia que era el ascenso pendiente de Montes al consejo asesor de la CIA. Carmichael necesitaba retrasarlo sin que se notara. Con la ayuda del entonces director de la DIA, el vicealmirante Thomas Wilson, se le ocurrió un truco muy sencillo. En la siguiente reunión de personal, alguien debía mencionar de pasada que muchos empleados de la DIA estaban en comisión de servicios en otros organismos, una práctica habitual. Wilson se indignaría y anunciaría que todos los traspasos de personal quedaban congelados. La trampa funcionó. Montes no se enteró de que la moratoria establecida en toda la oficina estaba pensada solo para ella. Docenas de supervisores en otros organismos llamaron a Wilson para quejarse, pero la falsa rabieta consiguió que Montes no fuera a la CIA.

 

Justo cuando la investigación del FBI estaba intensificándose, Ana se enamoró. Había empezado a salir con Roger Corneretto, un responsable de inteligencia que dirigía el programa relacionado con Cuba en el Mando Sur, la instalación militar en la que la red Wasp había intentado infiltrarse. A Corneretto, que era ocho años más joven que Montes, le atrajeron su ambición, sus faldas ajustadas y su cerebro.

 

Corneretto dice que, al principio, le gustó el reto de tratar de conquistar a la “Reina de hielo” de la DIA. “Tardé mucho en lograr que me aceptara y, cuando lo hice, me di cuenta de que no había una avalancha de cariño y simpatía que compensaran su carácter y su inexplicable hostilidad hacia gente que eran buenas personas”, recordaba Corneretto en un reciente correo electrónico.

 

Hoy, Corneretto está casado y sigue trabajando para el Pentágono. Acepta a regañadientes hablar sobre su desgraciada relación. “Nos engañó a todos, a un círculo de gente muy unida, pero yo además estaba saliendo con ella, así que [mi] sentimiento de vergüenza, culpa, fracaso y responsabilidad personal fue indescriptible”, confiesa. Dice que Montes es “una persona que, con toda su formación, se ofreció para hacer el trabajo sucio para un Estado policial y nunca se ha arrepentido” y declara que “nunca podré perdonarla”. dice.

 

A pesar de las obvias posibilidades de obtener información que le ofrecía el novio, los investigadores creen que el afecto de Montes era genuino. Ella se hacía ilusiones de crear una familia y abandonar el espionaje. Pero sus jefes no estaban dispuestos a perder a la persona más productiva con la que contaban. “Soy un ser humano con necesidades que ya no podía seguir negando. Pensé que los cubanos me comprenderían”, reveló posteriormente a sus interrogadores. Sin embargo, a los servicios de espionaje eso les da igual. “Fue ingenua y creyó que le iban a dar las gracias por su ayuda y le iban a permitir que dejara de espiar para ellos”, dice el análisis de la CIA.

 

El 25 de mayo de 2001, Lapp y un pequeño equipo de especialistas en entrar en pisos se introdujeron en el apartamento número 20. Montes estaba de viaje con Corneretto, y el FBI registró sus armarios y cestas de la ropa, examinó los libros ordenados en los estantes y fotografió sus papeles privados. Vieron una caja de cartón en el dormitorio y la abrieron con sumo cuidado. Dentro había una radio Sony de onda corta. Buen comienzo, pensó Lapp. A continuación, los técnicos encontraron un ordenador Toshiba. Copiaron el disco duro, lo apagaron y se fueron.

 

Varios días después, un fax protegido de la oficina de Washington empezó a escupir papeles con la traducción de lo que habían encontrado en el disco duro. “Fue nuestro momento eureka”, dice Lapp.

 

Los documentos, que Montes había intentado borrar, incluían instrucciones para traducir las cifras emitidas por radio y otras pistas elementales de espionaje. Un documento mencionaba el auténtico apellido de un agente estadounidense que había trabajado con un nombre falso en Cuba. Montes había revelado su identidad a los cubanos, y su responsable le daba las gracias y le decía: “Cuando llegó, le estábamos esperando con los brazos abiertos”.

 

No obstante, el FBI necesitaba más datos. Quería las claves que sin duda Montes debía de llevar en el bolso. Carmichael quedó encargado de elaborar un plan para que se dejara el bolso en la oficina. Tal como cuenta él en su libro de 2007, True Believer, el complicado plan de Carmichael consistió en un falso fallo informático y una supuesta invitación a hablar en una reunión que se iba a celebrar en otra planta. La sala donde se iba a hacer estaba tan cerca que era posible que Ana no se llevara el bolso, y la reunión era tan corta que no necesitaba cogerlo para irse a comer después.

 

El día de autos, dos técnicos de los servicios informáticos se metieron en el cubículo de Montes a investigar un nuevo y molesto fallo del ordenador. Uno de ellos era el agente especial del FBI Steve McCoy. Cuando los colegas de Montes miraban para otro lado, McCoy metió el bolso en su caja de herramientas y se fue. El FBI copió rápidamente el contenido y devolvió el bolso. Dentro tenía las claves de aviso para el busca y un número de teléfono (con el prefijo de zona 917, de Nueva York) que con posterioridad descubrieron que estaba relacionado con el espionaje cubano.

 

A pesar de todo, sin ningún testigo que hubiera visto en primera persona una entrega de documentos secretos, al FBI le preocupaba que Montes pudiera negociar una resolución que le permitiera salir bien librada. Pero se les estaba acabando el tiempo. Unos aviones secuestrados se habían estrellado contra el Pentágono y el World Trade Center, y, de la noche a la mañana, la DIA se encontró en pie de guerra. Nombraron a Montes jefa de división en funciones, debido a su veteranía. Peor aún, unos superiores suyos que no estaban al tanto de la investigación la escogieron como responsable de un grupo que debía procesar listas de objetivos para Afganistán. Wilson, el director de la DIA, había exigido que se reforzara la seguridad operativa alrededor de ella. Pero ahora quería que desapareciera. Cuba tenía antecedentes históricos de vender secretos a los enemigos de Estados Unidos. Si Montes obtenía el plan de guerra del Pentágono en Afganistán, los cubanos estarían encantados de transmitir la información a los talibanes.

 

A Carmichael se le ocurrió la maniobra definitiva. El 21 de septiembre de 2001, un jefe llamó a Montes de parte de la oficina del inspector general de la DIA para que fuera urgentemente a hablar sobre una infracción que había cometido uno de sus subordinados.

 

Montes acudió de inmediato y la llevaron a una sala de reuniones en la que le aguardaban McCoy y Lapp. McCoy hizo de poli bueno e insinuó en términos ambiguos que un técnico o un informador les había llevado a ella. Montes palideció y fijó la mirada en el horizonte. McCoy quitó importancia a su culpabilidad, con la esperanza de que ella tratara de disculpar con excusas inocentes los contactos no autorizados que había mantenido con agentes cubanos. Pero, cuando Ana preguntó si la estaban investigando y solicitó un abogado, la farsa llegó a su fin “Lamento decirle que está detenida por conspiración para cometer actos de espionaje”, anunció McCoy. Lapp le colocó las esposas y acompañaron a Montes en su última despedida de la oficina.

 

Tenían preparadas a una enfermera, bombonas de oxígeno y una silla de ruedas por si acaso, pero la Reina de Cuba no necesitó ninguna ayuda. “Pensamos que se desvanecería, que se derrumbaría”, dice Lapp. “Pero creo que habría podido llevarnos a los dos a caballo. Salió totalmente tranquila, no diré que ‘orgullosa’, pero llena de serenidad”.

 

Ese mismo día, un equipo del FBI registró el piso de Montes durante horas, en busca de pruebas. Ocultas en el forro de un cuaderno encontraron las claves manuscritas que empleaba Montes para cifrar y descifrar mensajes, frecuencias de radio de onda corta y la dirección de un museo en Puerto Vallarta, México, donde debía acudir en caso de urgencia. Las chuletas estaban escritas en papel hidrosoluble.

 

Para Lucy Montes, la detención de Ana fue humillante. A Tito y ella les preocupó la posibilidad de perder sus puestos en el FBI, y sintieron sucesivas oleadas de indignación. Pese a eso, durante casi una década, Lucy pensó que no servía de nada hablar en contra de ella. “Me pareció mejor ser simplemente su hermana, no juzgarla ni sentenciarla”.

 

Sin embargo, a finales de 2010, Ana se excedió. Desde su celda en una prisión de Texas, escribió una carta llena de furia en la que sugería a Lucy que fuera a ver a un psicólogo para librarse de la ira latente que la inundaba. Semejante hipocresía fue la gota que colmó el vaso. “He pensado que ha llegado el momento de que te cuente exactamente qué pienso de ti”, respondió Lucy el 6 de noviembre de 2010, en una carta de dos folios que mostró a este periodista. “Nunca te lo había dicho porque... me parecía una crueldad, contigo en la cárcel. Pero debes saber lo que nos has hecho a todos nosotros”.

 

Lucy empezaba mencionando a su adorada madre, Emilia. “Tienes que saber que has arruinado la vida de mamá. Cada mañana se levanta destrozada por lo que hiciste y por dónde estás”. No bastó, seguía Lucy, con que su madre “estuviera casada con un hombre violento durante 16 años y criara a cuatro hijos sin ayuda. No, tú has tenido que arruinar sus últimos años, cuando debería poder vivir contenta y en paz”.

 

Luego pasaba a hablar de los más próximos a Ana. “Traicionaste a tu familia, traicionaste a todos tus amigos. Traicionaste a todos los que te querían”. “Traicionaste a tus colegas y tus jefes, y traicionaste a nuestro país. Espiaste para un megalómano perverso que entrega o vende nuestros secretos a nuestros enemigos”.

 

Por último, Lucy deshacía las manidas justificaciones de Ana. “¿Por qué hiciste lo que hiciste, de verdad? Porque te daba la sensación de ser poderosa. Sí, Ana, querías sentirte poderosa. No eres ninguna altruista, no te preocupaba “el bien común”, te importabas tú. Necesitabas tener más poder que otras personas”, era la conclusión de Lucy. “Eres una cobarde”.

 

En las entrevistas, Lucy se niega a disculpar a su hermana. Aunque su difunto padre tenía un genio aterrador, Lucy también recuerda que era un hombre compasivo y con sólidos valores. “Crecimos todos en el mismo hogar, tuvimos los mismos padres, así que no se puede achacar todo a lo que pasaba en nuestra casa”, dice. “Si hay algo que nos enseñó mi padre es el respeto a la ley y la autoridad. A mí no me se pasó jamás por la imaginación que mi hermana pudiera hacer algo semejante, porque no nos educaron así”.

 

En la actualidad, Ana Montes vive en el Centro Médico Federal Carswell de Fort Worth, en una galería de 20 presas reservada para las criminales más peligrosas del país. La podían haber acusado de traición, que implica pena de muerte, pero se declaró culpable de espionaje a cambio de una condena de 25 años. Le quedan aún otros 10 años. “Por lo visto es un ambiente espantoso”, explica Lucy. “Dice que es como estar en un manicomio”.

 

Los servicios de inteligencia y del ejército de Estados Unidos han dedicado años a evaluar las consecuencias de los delitos de Montes. En una vista celebrada el año pasado en el Congreso, la responsable de esa evaluación declaró que Montes fue “una de las espías más dañinas de la historia de Estados Unidos”. La antigua directora del servicio nacional de contraespionaje Michelle Van Cleave explicó a los congresistas que Montes “puso en peligro todos los programas de obtención de informaciones” que se utilizan para espiar a las autoridades cubanas y que “es probable que las informaciones que transmitió contribuyeran a la incapacitación y la muerte de agentes americanos y proamericanos en Latinaomérica”.

 

Las estrictas reglas penitenciarias impiden que Montes hable con periodistas ni otras personas, aparte de unos cuantos amigos y familiares. No obstante, en su correspondencia privada, se niega a pedir perdón. Su labor de espía estaba justificada, dice, porque Estados Unidos “ha hecho cosas terriblemente crueles e injustas” al Gobierno cubano. “Debo guardar lealtad a los principios, no a un país, un Gobierno ni una persona”, escribe en una carta a un sobrino adolescente. “No tengo por qué ser leal a Estados Unidos, ni a Cuba, ni a Obama, ni a los hermanos Castro, ni siquiera a Dios”.

 

Lucy Montes sabe lo que es la lealtad. Cuando Ana salga de la cárcel, el 1 de julio de 2023, ella estará esperándola. Le ha propuesto que viva en su casa durante unos meses, hasta que se organice. “Lo que hizo no tiene nada de aceptable. Pero, por otra parte, creo que no puedo darle la espalda, porque es mi hermana”.

La Red Avispa en Estados Unidos

Juan F. Benemelis

 

Nuestros hombres en Miami

 

La extensión del espionaje cubano contra Estados Unidos fue puesta en la arena pública cuando el FBI desmanteló una red de inteligencia cubana, cuyas ramificaciones y consecuencias en las instituciones oficiales de Washington aún continúan infiriéndose. A pesar de la actitud ambivalente de la administración de Bill Clinton hacia Fidel Castro, para Cuba, la Guerra Fría no se descongeló y sus operativos de inteligencia continuaron laborando en el objetivo de penetrar profundamente las estructuras estadounidenses, como si nada hubiese pasado en el planeta. Los siguientes detalles de las operaciones cubanas descubiertas por los oficiales de contra-inteligencia del FBI a fines de la década 1990, actualizan y desenmascaran la intensidad de esta Guerra Fría regional y muestran la determinación de Fidel Castro de continuarla.

 

A juzgar por el analista cubano Ernesto F. Betancourt, “el 14 de septiembre de 1998, el agente especial del FBI, Raúl Fernández se personó en las cortes de Miami para presentar ante el juez distrital Joan Lenard, una acusación que dio como resultado uno de los casos más originales de espionaje.1 El FBI, tras una prolongada investigación, arrestó a diez individuos en Florida por llevar a cabo labores de espionaje contra los Estados Unidos, a nombre de Cuba. El servicio de investigación criminal de la marina de Estados Unidos (NCIS) formó parte a su vez de las pesquisas. El descubrimiento de la Red Avispa ayudó a enfocar la atención en lo extenso del espionaje cubano contra Estados Unidos.

 

La Red Avispa, integrada por 16 agentes cubanos tenía como cometido espiar agencias oficiales norteamericanas, infiltrar importantes instalaciones militares de los Estados Unidos, como el Comando Sur, el Comando Central (CENTCOM) en Tampa, responsable de las actividades militares en el Cercano Oriente y en el sur y dentro de Asia. El jefe del CENTCOM, general Tommy Franks, ha encabezado las operaciones militares contra los terroristas en Afganistán y en las áreas vecinas. Asimismo, debían introducirse y manipular los grupos anti-Castro en el sur de La Florida. Al desarticularse la red por el FBI, sus miembros fueron acusados de actuar conscientemente como agentes de Cuba, y de conspirar para apropiarse de información de la defensa y la seguridad nacional. De los 16 miembros de la Red Avispa identificados, ocho han sido condenados o se declararon culpables, cuatro escaparon hacia Cuba y el resto comenzó a ser juzgado2.

 

La escuadra de contra-inteligencia externa del FBI, que investiga las operaciones de inteligencia foráneas, llevó a cabo desde 1995 la vigilia y escrutinio directo de los movimientos, teléfonos y residencias de los espías cubanos, mediante el uso de la técnica. Asimismo registraron de forma secreta sus viviendas, monitoreando sus teléfonos de manera permanente.3 Como resultado de toda esta actividad de control se descubrió una vasta red que operaba de concierto con otros agentes clandestinos del gobierno de Cuba.

 

Se detectó que estos agentes ilegales se comunicaban directamente con el gobierno de Cuba notificándole sus actividades, recibiendo instrucciones para cumplir misiones especiales, que luego el “centro” en La Florida las asignaba a otros “sub-agentes”. El FBI descubrió amplias evidencias ilegales en el contenido de tales despachos desde y hacia Cuba, incluyendo datos almacenados en disquetes de computadoras, que se preservaban en las viviendas de los tres dirigentes superiores de la red.4

 

En su acusación criminal contra la Red Avispa, el FBI acotaba que “el grupo compilaba y reportaba información de inteligencia concerniente, entre otras cosas, a las actividades políticas de las organizaciones anti-Castro, instalaciones de defensa, funciones del gobierno incluyendo intentos de penetración a bases militares norteamericanas; participación encubierta en organizaciones anti-Castro, e intentos de manipulación de instituciones políticas y entidades gubernamentales de Estados Unidos a través de la desinformación y la supuesta colaboración”.5

 

Será el propio Castro quien en una entrevista pública, tratando de negar el envolvimiento directo de Cuba en el espionaje contra las bases militares norteamericanas, de forma oblicua lo confirmó en los planes operativos de la Red Avispa: “si acaso pudiera interesarnos algo con relación a algunas instalaciones de Estados Unidos próximas a Cuba, serían los movimientos de tropas” “los movimientos de tropas y unidades importantes se pueden obtener perfectamente por medios radio-electrónicos”. “Sí nos podía interesar cuántas tropas se acumulaban en La Florida para la invasión y cuántos barcos, y dónde podían estar las unidades fundamentales que se emplearían contra nuestro país por mar, por aire”.6

 

La Red Avispa recibía el sostén financiero de Cuba y trabajaba directamente para la Dirección General de Inteligencia del Ministerio del Interior, aunque a todas luces era una operación compartida con la inteligencia militar de las Fuerzas Armadas de Cuba. Las comunicaciones entre los miembros del grupo hacían referencia al Departamento de Información de Inteligencia, citaban como Centro Principal al Ministerio del Interior, y aludían a la DAAFAR a la Dirección de las Fuerzas Aéreas cubana. Por su parte, a la CIA y al FBI los identificaban como Servicios Especiales Enemigos.7

 

Los operativos

 

El FBI concluyó, sobre las bases de los datos incautados, que el espía directivo de la Red Avispa era Gerardo Hernández Nordelo (alias Giro o Giraldo), quien utilizaba la identidad falsa de Manuel Viramontes. Hernández inspeccionaba la infiltración de sus sub-agentes en los grupos domésticos anti-Castro en la zona de Miami (con el objetivo de entorpecer y crear animosidad entre específicas asociaciones y desacreditar a ciertos líderes de la comunidad cubana). Los componentes del círculo prestaban atención especial para mantener en secreto sus identidades y las misiones que realizaban como agentes, estableciendo una táctica muy elaborada para evadir la detección.8

 

Cuando Hernández, el cabeza de la cofradía, fue arrestado en Miami Beach, se identificó como capitán del ejército cubano, que había estado en este país desde 1992. La observación electrónica sobre Hernández arrojó numerosas conversaciones referente a las operaciones de inteligencia, y en su apartamento se encontró un radio de onda corta, computadoras y numerosos disquetes con información comprometedora, grabadoras y equipos fotográficos de alta sensibilidad. En los disquetes había literalmente miles de páginas detallando las conversaciones entre Hernández y el gobierno de Cuba, así como Hernández y el resto de los oficiales de la Red Avispa.

 

El segundo en rango era el mayor de la inteligencia cubana, Ramón Labañino Salazar, nacido en 1963, que utilizaba la identidad falsa de Luis Medina (alias Alán) obtenida con una licencia de conducción a ese nombre. Labañino asumía la función de fiscalizar los planes de penetración y la obtención de información clasificada de las instalaciones militares de Estados Unidos activas en el sur de la Florida. Entre ellas figuraban el Comando Sur (caracterizada por la DGI como uno de los objetivos a priorizar en el área de Miami), la base aeronaval de Boca Chica, en Cayo Hueso, cuya actividad fue reconocida por la inteligencia cubana como de sumo interés para el mando de la fuerza aérea cubana. Gerardo Hernández y Labañino recogían los informes de sus respectivos sub-agentes y les pagaban, y también les instruían sobre las misiones que demandaba Cuba. Hernández recibía órdenes de La Habana que luego adjudicaba como planes a los agentes individuales dentro del teatro de operaciones. Era su responsabilidad asegurar que las misiones y tareas fuesen cumplidas y reportar el resultado a La Habana.

 

Labañino ya había operado en Tampa, en la costa oeste de La Florida, desde 1992, surtiendo de información a Cuba de todo lo correspondiente a los movimientos de la base de la fuerza aérea McDill. Labañino fue destinado a Miami en 1996, con la encomienda de introducirse en el Comando Sur. Su domicilio contenía material similar al de Gerardo Hernández. En una comunicación procedente de la DGI, a fines de 1996, Gerardo Hernández fue instruido para organizar en Miami, bajo la dirección de Labañino, un grupo de sus agentes con vistas a la operación contra el Comando Sur, sugiriendo a los “camaradas Mario (Joseph Santos), Julia (Amarilis Silverio), Gabriel y Antonio Guerrero (alias Lorient)”.9 En la información recuperada de la computadora de Labañino, éste se refería a sí mismo como un “agente ilegal”, que es el sinónimo utilizado en inteligencia para un espía que utiliza una cobertura no oficial. Aunque Labañino se ausentaba con frecuencia del área de Miami, para consumar otras labores de espionaje, el FBI lo mantuvo bajo vigilancia durante dos años, en el curso de los cuales fue filmado en un restaurante de Nueva York, cuando intercambiaba información con un diplomático cubano destacado en la ONU.

 

El tercer hombre a bordo era Fernando González, que actuaba bajo la adulterada identidad de Rubén Campa (alias Vicky), y era el responsable de fiscalizar y dirigir en la práctica a todos los sub-agentes. Otro de los proyectos de la Red era la manipulación de los medios masivos y electrónicos de comunicación y la opinión pública con llamadas telefónicas anónimas y cartas a los periódicos y a las figuras políticas. Fernando González fue detectado en julio de 1998 despachando el cumplimiento de las tareas de espionaje con Gerardo Hernández, entre otras cuestiones el caso de un agente cubano que había confrontado problemas en Moscú. Los agentes especiales del FBI relataron la manera en que Fernando González describía al “grupo ISRI, dentro de la escuela de inteligencia cubana, y el uso de la sigla M-2 con la cual se identificaba a un país específico.

 

Antonio Guerrero, ciudadano norteamericano cuya familia regresó a Cuba cuando éste era niño, era un empleado civil en la base naval y aérea de Boca Chica, que estaba bajo las órdenes de Labañino, pero que a la vez reportaba directamente a Gerardo Hernández. El encargo de este emisario era de tal importancia que el cabecilla de la red, Hernández, fue designado por la DGI para ir a Cayo Hueso, de ser necesario cada dos semanas, para recoger cualquier pormenor que Guerrero hubiese detectado. Guerrero debía reportar todo movimiento fuera de lo común conectadas con la capacidad combativa de esta base militar, como ejercicios, maniobras y otras actividades.

 

Guerrero obtuvo referencias pormenorizadas de la actividad diaria de la base aérea, incluyendo los tipos de aviones de guerra allí emplazados, su lugar exacto, descripción especificada del interior y exterior de las edificaciones de la estación aérea que se sospechaba estaban preparadas para admitir actividades muy secretas. La detección de los aviones especializados en guerra electrónica que allí se encontraban para realizar misiones de exploración. Asimismo, la dirección de altos oficiales militares asignados a la base. En un mensaje de Cuba a Gerardo Hernández, se le manda a que Antonio Guerrero continuase reuniendo información militar, y al mismo tiempo fomentara nuevas relaciones personales con militares y fortaleciera las que ya había cultivado, con el objeto de lograr una mayor penetración de la base aeronaval.10

 

Uno de los elementos más intrigantes mencionados por el agente del FBI Raúl Fernández, es precisamente el caso de este espía, Antonio Guerrero, que le proveyó a Cuba con las direcciones de cientos de personal militar estacionado en la estación naval y aérea de Boca Chica, indagaciones que podrían parecer de poco uso para los planes de defensa de Cuba, pero muy útiles para un ataque comando contra esa instalación”.11 Betancourt cita al reputado semanario militar Jane's Defense, en su número de 6 de marzo de 1996, donde reporta que desde principios de la década 1990 Cuba entrenaba comandos en Vietnam, precisamente para este tipo de plan. Según la publicación: “La estrategia de La Habana tras tales entrenamientos es atacar las bases de logística de las fuerzas de EEUU, que se preparan para invadir a Cuba. El objetivo político es llevar la realidad de la guerra al pueblo americano”.12

 

Uno de estos oficiales cubanos de inteligencia detenido, René González Sehwerert (alias Castor), era un ciudadano norteamericano que se especializaba en compilar datos que se enviaban inmediatamente a Cuba sobre las particularidades y las actividades de los grupos políticos y humanitarios anti-Castro, así como las de personalidades de la comunidad cubana exiliada. René González se ocupaba de reportar todo lo que pudiese sobre Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Militares y Profesionales por la Democracia, Comando Unidos para la Liberación, Partido Unido Nacional Democrático (PUND), Comisión Nacional Cubana y la Asociación de Pilotos Cubano Americana.

 

René González era también informante del FBI, con la supuesta misión de suministrar detalles del narcotráfico, aunque en realidad constituía un medio de desviar la atención de la contra-inteligencia norteamericana sobre sus verdaderas operaciones, obtener información de las actividades del FBI, sus agentes y el progreso de ciertas investigaciones de interés para Cuba. Mensajes decodificados enviados por la Red Avispa a La Habana se refieren a las actividades de los grupos cubanos exiliados, que luego La Habana los transfería al FBI sin aparentes resultados. En un mensaje de Cuba a Hernández, descubierto por el FBI, la inteligencia cubana sugería que una de las miras de la supuesta cooperación con el FBI era mantener un canal para utilizarlo “en caso de interés para nosotros en una emergencia, para precipitar una acción del gobierno norteamericano contra los grupos cubanos exiliados”.13

 

En 1997, el jefe de la red, Gerardo Hernández, notificó a Cuba que Jorge Más Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) tenía un cáncer terminal. La información le fue proporcionada a Hernández por René González, quien a la sazón estaba infiltrado en el Movimiento Democracia después de haberlo hecho en Hermanos al Rescate. Según revelaciones de El Nuevo Herald, tras la muerte de Más Canosa, la DGI desarrolló un operativo de desinformación para desacreditar esta organización y profundizar las divisiones entre sus figuras principales, mediante la distribución de un volante confeccionado por uno de los espías de la Red Avispa. En un informe recibido por Hernández del “Centro Principal” de La Habana se lee lo siguiente: “como sigue, estoy enviando un nuevo pedido del Departamento M-IX. Esta actividad corresponde a una operación, “Finado”, y en ella se incluye una tarea llamada “correo”.14

 

El suelto, supuestamente enviado por uno de sus directores, proponía que no se votase por Jorge Más Santos puesto que “a él no le interesa la política, su madre no quiere que asuma el liderazgo de la Fundación, no tiene el carisma de su padre, o no habla bien el español”. El volante atacaba a los directores Alberto Hernández, Francisco “Pepe” Hernández, Diego Suárez y Domingo Moreira. El impreso terminaba con la siguiente arenga: Vota por el Finado. Esta “operación finado” comenzó a ejecutarse alrededor del 30 de junio de 1998, precisamente para influir en el próximo congreso de la FNCA, y se envió a un grupo de directores, como Clara María del Valle, Feliciano Foyo, Roberto Martín Pérez, Emilio Vázquez y Mel R. Martínez.15

 

Las investigaciones del FBI concluyeron que Nicolo Hernández (alias Manolo) y Linda Hernández (alias Judith) eran sub-agentes que reportaban también a Gerardo Hernández y disfrutaban de alta confianza y responsabilidad. Este matrimonio, que vivía en New York, fue reubicado en Miami a principios de los 1990, operando bajo la cobertura de un pequeño negocio, propiedad de Nicolo Hernández, de exportación y venta de periféricos de computadoras e instrumental médico. Uno de los mensajes de la DGI se refiere a este matrimonio como “tenientes” que habían trabajado para el gobierno cubano por “numerosos años”, ostentando cargos en la reserva militar. También se les conocía por los “junior” y gozaban de un estatus elevado dentro de la Red Avispa, al punto de saber las identidades de otros operativos de inteligencia en Estados Unidos.

 

Al matrimonio Hernández les fueron asignados proyectos especiales por la inteligencia cubana, incluyendo la vigilancia de dos agentes cubanos ante la sospecha de que podían desertar. Entre otras funciones, a Nicolo Hernández se le situó la tarea de infiltrarse en la Cámara de Comercio Latinoamericana (CAMACOL), mientras que Linda Hernández fue encargada de lo mismo en la organización anti-castrista Alpha-66. Ambos fueron responsabilizados también con investigar las compañías locales de tele-comunicaciones, y entablar relaciones estrechas con ex empleados de la marina de guerra norteamericana, y considerar la posibilidad de reclutar alguno.

 

Los Hernández se hallaban implicados en un plan que comprendía la expedición de miles de cartas anónimas, ficticiamente de cubanos exiliados, de intimidación contra figuras políticas dentro de los Estados Unidos, incluyendo una esquela supuestamente remitida por una figura anti-castrista que amenazaba con comprometer políticamente a un Senador. Al pormenorizar una de tales campañas, la DGI instruía que tenía que ser realizada por los Hernández debido a sus anteriores experiencias en este tipo de proyecto, donde habían demostrado que sabían cómo actuar. Asimismo sugerían que se velase por las medidas de seguridad, como el evitar dejar huellas digitales en la correspondencia, echarlas en diferentes buzones, usar los sellos apropiados, evadir ser vistos al depositar las cartas utilizando camuflajes para no ser reconocidos, y comportarse de manera habitual.

 

Joseph Santos (alias Mario) y Amarilis Silverio (alias Julia) fueron transferidos a Miami con la misión específica de ayudar a Labañino en la infiltración profunda del Comando Sur. La DGI instruyó a que Santos y a Amarilis comenzaran a trabajar de inmediato, a partir de las instrucciones cursadas. Ambos tenían como meta fundamental el espionaje sobre el Estado Mayor de tal comando. Santos era empleado de una compañía de alimentos en Miami, cercana al área militar, y ya había efectuado un estudio preliminar de la situación operativa en el área donde se llevaban a cabo los proyectos del Comando Sur. Otros documentos revelan que la inteligencia cubana realizaba un levantamiento cartográfico de las construcciones y geografía del Comando Sur y sus alrededores.16

 

El 20 de septiembre del 2001, el matrimonio de Gerardo Gari, de 41 años, y Marisol Gari, de 42 años, que operaba bajo los nombres postizos de Luis y Margot, se declaró culpable de ser parte de la “Red Avispa” de espionaje. Los Gari fueron acusados de trabajar estrechamente con el agente Fernando González Llort (alias Oscar). Según el agente del FBI Héctor M. Pesquera, ellos “no fueron arrestados hace tres años porque tuvimos que ser selectivos. Esos arrestos fueron hechos con premura, porque sabíamos que algunos de ellos habían recibido la orden de regresar a la isla; en el caso de estos dos, teníamos la convicción de que no escaparían, como vino a suceder”.17

 

Gerardo Gari nació en Brooklyn pero creció en Cuba. Gerardo Gari fue acusado de intentar infiltrarse en el Comando Sur en Miami, el cual supervisa las operaciones militares en América Latina y El Caribe, para recoger información y transmitirla a la inteligencia cubana. Según el fiscal federal Guy Lewis, Gerardo Gari “era un agente del gobierno cubano muy calificado que recibió entrenamiento en vigilancia y contra-vigilancia, fotografía de micro-punto, comunicaciones clandestinas y explosivos”.18 La pareja se trasladó a Estados Unidos en 1990 donde inició sus actividades de espionaje entre 1991 y 1998. Ambos viajarían constantemente a Nueva York para entregar información a los jefes del espionaje cubano y recoger dinero.

 

Gerardo Gari hizo intentos por trabajar en la base de la fuerza aérea MacDill, en Tampa. A Marisol Gari, cubana de nacimiento, se le inculparía de aprovechar su empleo federal en el Servicio Postal de Estados Unidos en el aeropuerto internacional de Miami para interceptar las cartas recibidas o enviadas de aquellos cubano-americanos blanco del espionaje cubano en territorio norteamericano. Los Gari acopiaron información de miembros de la FNCA y estuvieron involucrados en una operación titulada “Neblina”, enfilada a reunir toda la información de inteligencia posible, que pudiese comprometer el prestigio del director de la FNCA Roberto Martín Pérez. A tales efectos, lograron introducirse en los mecanismos de seguridad en el domicilio y oficina de Martín Pérez.

 

Las autoridades advirtieron que después del arresto de los 10 integrantes de la red, Gerardo y Marisol Gari suspendieron de inmediato sus actividades de espionaje, y en el 2000 se trasladaron al área de Orlando. Allí Gerardo Gari trabajó durante un tiempo para la empresa aeronáutica Lockheed-Martin como probador de equipos.19 La acusación principal contra ellos fue la de espiar en el Comando Sur por medio de un agente plantado, llamado “Gabriel”.20

 

Las técnicas de espionaje

 

El FBI detectó la Red Avispa en el año 1996 y monitoreó sus actividades hasta su arresto el 12 de septiembre de 1998, cuando se procedió a la detención de 10 sus miembros y la expulsión de dos diplomáticos de la Sección de Intereses de Cuba en los Estados Unidos. Uno de ellos el primer secretario Eduardo Martínez Borbonet, por haber realizado actividades de espionaje conjuntamente con la Red Avispa. En el curso de la investigación se conoció que estos oficiales de inteligencia de la red estaban entrenados en medidas de contra-vigilancia para evadir la detección en sus reuniones. El gobierno cubano utilizaría sus oficinas en la ONU en Nueva York, y en la Sección de Intereses en Washington para fiscalizar y dirigir estas y otras operaciones de espionaje en el territorio de los Estados Unidos.

 

Los agentes se valían de identidades falsas, asumiendo el nombre, fecha de nacimiento y número de seguridad social de individuos fallecidos; lo que implicaba la existencia de colaboradores dentro de la estructura burocrática norteamericana. Se obtuvo evidencia de que Gerardo Hernández y sus colegas, aparte de las falsas identidades que utilizaban, disponían de planes para escapar de los Estados Unidos en caso de ser descubiertos.

 

El semanario New Times, de Miami, dijo que el FBI decodificó mensajes cubanos de transmisiones de números entre 1995 y 1998, luego de que penetró subrepticiamente en las casas de los agentes de la Red Avispa, y se copiaron libros de códigos. Entre los mensajes figuraban algunos como: “prioricen y continúen amistad con Joe y Dennis (personal de una base aérea)” u otros como “inicien infiltración de personal”, supuestamente en los equipos de los legisladores Lincoln Díaz Balart e Ileana Ros-Lehtinen.21

 

Según un testimonio de la Corte, Cuba robó las credenciales de dos individuos del sur de La Florida, para proporcionar identidades dobles a dos de sus espías. La falsificación ocurrió luego de que ambos individuos sometieron sus documentos al gobierno cubano con el fin de obtener visas para entrar en Cuba. Así se duplicaron los pasaportes y las licencias de conducción de Osvaldo Reina, un chofer de camión del condado de Broward, y Daniel Cabrera, un empleado de mantenimiento en West Palm Beach. Tales réplicas fueron asignadas a Gerardo Hernández, el jefe de la red, y Fernando González Llort, uno de sus subalternos.22

 

Las comunicaciones entre Cuba y sus agentes fueron dilucidadas sólo después de que el FBI interpretó la escritura secreta de La Habana. Algunos testigos del juicio detallaron grabaciones telefónicas con conversaciones ultra-rápidas en código de Morse, y micro-puntos insertos en cartas o mensajes. Dos de los espías detenidos asumieron nombres de certificados de defunción de niños muertos en California en la década de 1960. Con esas identidades robadas obtenían todo lo necesario para moverse de forma legal: licencia de conducción, ficha de Seguridad Social, tarjetas de crédito.

 

Según declaraciones de José Cohen, un ex oficial de inteligencia cubana que desertó a los Estados Unidos en 1994, el más substancial logro de los Estados Unidos en este caso fue el descifrar los códigos secretos de Cuba, que posibilitó todas las pruebas del caso. Cohen piensa que las pruebas estaban en los viejos códigos que los rusos habían enseñado a los espías cubanos. “Cuba debe estar muy preocupada”, aseveró Cohen, “por todo lo que sabemos el FBI puede descifrar las comunicaciones cubanas con los narcotraficantes. Esto es sólo el comienzo”.23

 

Los miembros de la red utilizaban lenguaje en clave y acentos de otros países hispanos cuando conversaban por teléfono entre sí. La Red sometía un estado financiero rutinario a sus superiores cubanos puntualizando los gastos incurrido por la “base de operaciones”, y el pago a los sub-agentes.24 Se estima que tales actividades de espionaje son subvencionadas por lo que a Cuba proporcionan las operaciones de drogas supervisadas del Departamento de América. En una ocasión para facilitar cobertura a sus fuentes financieras en caso de que se expusieran las mismas, la DGI notificó a Gerardo Hernández que debido al estado económico del país, la dirección de operaciones se había visto obligada a reducir el presupuesto de sus agentes en Estados Unidos.

 

En junio del 2001, el entonces subdirector del Servicio de Inmigración y Naturalización en La Florida, Mariano Faget, de 56 años, quien llegó a Estados Unidos como un jovencito, y trabajó por 34 años en el Servicio de Inmigración, fue encontrado culpable del delito de entregar información clasificada a los servicios de inteligencia cubanos, y condenado por ello a cinco años de prisión. Faget tenía acceso a los expedientes secretos de los desertores cubanos y los que buscaban asilo, incluyendo a ex funcionarios cubanos que vivían en lugares no revelados públicamente. Como parte de las responsabilidades de su alto cargo, Faget recibió en el año 2000 información clasificada sobre un espía cubano que iba a desertar a los Estados Unidos. Minutos después, Faget telefoneó a un amigo que era un contacto directo con la inteligencia cubana, al cual le pasó la confidencia. Su proceso obligó al gobierno de Estados Unidos a expulsar del país a un diplomático cubano que fungía de contacto con Faget, acusado también de realizar labores de espionaje en territorio norteamericano.

 

Otros dos cubanos, Ricardo Villareal (alias Horacio) y Remigio Luna (alias Remi o Marcelino) también ejercían actividades de dirección y funciones de inspección sobre grupos de agentes que formaban parte de esta red de inteligencia cubana. Pero estos dos últimos, también abandonaron el territorio de los Estados Unidos.25 El agente del FBI Herald Hector Pesquera no quiso revelar cuántas personas habían sido vinculadas a la denominada Red Avispa. Según Pesquera, Cuba retiró de Estados Unidos por lo menos cuatro agentes cuando se desmantelaba la red porque pensaron que el FBI iba a actuar de inmediato contra ellos. Asimismo, agregó Pesquera que aun existen otros agentes operando en el país pero que el FBI está al tanto de ellos, vigilando sus actividades ilegales.26

 

Otros teatros de actividad para los operativos de la DGI en Estados Unidos incluían la América Central y los países del norte sudamericano, como Panamá, Colombia, Chile y Venezuela. Pese a lo vasto de tales operaciones de espionaje, los medios de prensa y comunicación electrónica de Estados Unidos no se hicieron mucho eco de las mismas.

 

Los pilotos de la muerte

 

René González Sehwerert nació en Chicago en 1956; desde el siglo pasado su familia había emigrado a Estados Unidos, retornado a Cuba y emigrado de nuevo en repetidas ocasiones. A la edad de cinco años, González retornó a Cuba con sus padres entrando en el ejército cuando tuvo edad militar. En la década 1970 estuvo destacado en Angola sirviendo en la fuerza aérea. En 1991, González, que era piloto instructor de la fuerza aérea cubana, fue enviado a formar parte de la Red Avispa con el alias de Castor. González fingió una huida al robarse un avión y aterrizar en los Estados Unidos. Luego residiría con su esposa en Miami desde 1996.

 

René González desarrolló amistad con algunos líderes del exilio. Se hizo miembro activo del Movimiento Democracia y se unió a la organización Hermanos al Rescate como piloto voluntario, que era su objetivo a infiltrar. Allí se transformó en uno de sus pilotos regulares, junto a otros de los espías, Juan Pablo Roque (alias Germán), que también se infiltró en Hermanos al Rescate.

 

Por su parte, Roque recibió entrenamiento de piloto en la Unión Soviética durante la década 1980, y allí se casó con la hija de un general soviético que luego abandonó cuando se cansó de la vida en Rusia. En 1992 Roque, de 35 años, mayor de la Fuerza Aérea de Cuba que había sido entrenado por la inteligencia militar, supuestamente decidió abandonar el país y aparentemente nadó a través de la bahía de Guantánamo hasta alcanzar la base naval norteamericana. Luego de su traslado a Miami, Roque se infiltró en la organización Hermanos al Rescate.

 

En Miami, Roque contrajo matrimonio el 1 de abril de 1995 con Ana Margarita Martínez, una secretaria ejecutiva madre de dos hijos, como parte de su “leyenda” para legitimarse en Estados Unidos. Roque había conocido a Ana Margarita en un grupo de estudios bíblicos en una iglesia bautista e inició una intensa conquista, y según los documentos de la corte en una comunicación secreta a La Habana, se refirió a Martínez como la “viuda casadera”. Una de las razones por la cual Roque, presionado por Cuba, decidió establecer relaciones con Ana Margarita Martínez se debía a que “quería independizarse de sus tíos y salir de su casa. El elemento de discordia en esa casa era su primo Denayf, quien también vivía en la casa. Denayf era agente del FBI. Una vez que se separó de ellos, cortó el contacto por completo.27 Conforme a criterios de Ana Margarita Martínez: “yo era perfecta para él debido a mi ingenuidad”.28 En sus comunicados a Cuba, Roque se mostraba impaciente con su misión en Miami, debido a que deseaba reunirse con una amante que había dejado en Cuba.29

 

Para fortalecer su “leyenda”, Roque escribió un texto autobiográfico en el exilio y se mezcló con la élite principal de la oposición y sus líderes. Un párrafo del libro de Martínez-Montané ilustra el método de Roque: “Juan Pablo, como quien dice, se dedicó de pleno a la tarea de meterse a todos en un bolsillo, de ganar su confianza, adoptar el lenguaje, y caminó airoso sobre la cuerda floja de la línea dura de la “vieja guardia”, congraciándose hasta con los más recalcitrantes. Hasta documentó su vida en la Cuba de Castro en un libro, titulado Desertor, y publicado por la poderosa organización de cubanos exiliados que cabildean en Washington, la Fundación Nacional Cubano Americana”.30

 

La versión generalizada por Roque es que supuestamente cayó en desgracia con el propio Fidel Castro al demostrar solidaridad con la perestroika. Asimismo, sus hermanos, Alejandro, que era el más joven y Raúl, ambos pilotos de combate, habían tratado de escaparse de la isla unos años atrás, hecho que fue frustrado y que les costó sentencias de cárcel por “traición”, y esto conllevó a que en lo adelante lo mantuviesen bajo vigilancia, prohibiéndole volar.31

 

Asimismo, cuenta Ana Margarita que Roque tenía paranoia de que nadie supiera su dirección y no trataba de conseguir trabajo. Roque desempeñó varios trabajos normales sólo para encubrir sus actividades, “y aunque no pudo conseguir otro trabajo por varios meses, a veces llegaba a la casa con dinero en efectivo. En otras ocasiones recibía otros pagos por dibujar mapas detallados y proveer información militar. Lo veía dibujando por horas en la elaboración de estos mapas”.32

 

“Alguien le presentó a Juan Pablo a José Basulto, el presidente y cofundador, junto con Billy Shuss, de Hermanos al Rescate. Según Basulto, Roque fue el que demostró interés en un principio a venir a participar en Hermanos al Rescate. “Era extraño que Roque, recién llegado, tratase de ponerse en contacto conmigo. Pero yo lo acepté”. Con la ayuda de Basulto, Roque comenzó a trabajar por su cuenta como entrenador personal para personas adineradas”.33

 

En cierta ocasión Roque le confesó a su mujer que era colaborador del FBI. Roque y René González mantenían un ojo vigilante, reportando las actividades de esa organización a Cuba y al FBI, el cual ignoraba que estaba ante dobles agentes.34 Las informaciones que ambos pasaban al FBI tenían como objetivo perjudicar y desacreditar a Hermanos al Rescate ante las autoridades norteamericanas. Según Margarita, René González y Juan Pablo Roque muchas veces se hablaban en ruso y ella no entendía lo que estaban diciendo. Cuanta ella cómo un día, de forma inesperada, Roque se ausentó durante una semana en la cual no la telefoneó, sino a través de René González. El obstáculo era que existía un aparato de identificación de llamadas en el teléfono, el cual hubiese reportado su localización que, a todas luces tenía que ser la Sección de Intereses de Cuba en Washington.35

 

Entre los documentos sometidos por la fiscalía como evidencia figuraban mensajes secretos por computadora y radio entre los espías y sus jefes en La Habana, donde se relacionaban los esfuerzos de los agentes de Castro para sabotear a Hermanos al Rescate y aprovechar la oportunidad para derribar en pleno vuelo a los pilotos de esa agrupación.

 

En diciembre de 1995 y enero de 1996, el gobierno cubano, utilizando la inteligencia brindada por Roque y González, comenzó a planificar una operación para derribar los aviones de la organización Hermanos al Rescate. El jefe de la red, Gerardo Hernández, le proveyó a La Habana del plan de vuelo de los aviones de Hermanos al Rescate antes de que fuesen abatidos, y ordenó a René González y a Juan Pablo Roque de que no volaran misiones en esos días.36 En un mensaje, La Habana indicaba que “bajo ninguna circunstancia (agentes) Germán y Castor deben volar con Hermanos al Rescate u otra organización entre los días 24, 25, 26 y 27 de febrero de 1996”.37 Roque desapareció el viernes 23 de febrero de 1996. Esa misma tarde, el gobierno cubano arrestó a 150 disidentes dentro de la isla.

 

Ese día, José Basulto decidió volar sobre el Estrecho de la Florida en busca de balseros por si acaso la reciente represión hubiese forzado a escapar. Salieron tres avionetas del aeropuerto de Opa Locka, luego de registrarse el plan de vuelo con la Federación de Aviación de Miami, la cual a su vez remitió la información a Miami. El primer aparato, el Cessna N2506, fue abordado por Basulto, y los esposos Iriondo; Carlos Costa y Pablo Morales se montaron en el segundo, mientras Mario De la Peña y Armando Alejandre lo hacían en el Habana DC.38

 

Lo que continuó se halla ampliamente documentado. A las 2:57, en pleno vuelo, Basulto comunicó a La Habana su posición en aguas internacionales; La Habana respondió que ese espacio aéreo estaba activado militarmente. De inmediato despegaron dos MiGs cubanos que se abalanzaron sobre las avionetas. El gobierno norteamericano había puesto en alerta sus dispositivos electrónicos sobre el Estrecho de la Florida, en especial el Comando de Defensa Norteamericano (NORAD). En la base aérea de Homestead dos cazarreactores F-15 se pusieron en alerta ante el despegue de los aviones cubanos. A las 3:21 los MiGs cubanos derribaron el primer aparato, a las 3:28 el segundo corrió la misma suerte, mientras Basulto, con una maniobra logró evadir la muerte retornando a Miami, donde expresó que “Estados Unidos sabía lo que estaba pasando”.39

 

El criterio de Basulto es que el plan de Cuba falla al no poder derribar la tercera avioneta y existir entonces testigos, pues el propósito era utilizar a Roque (ya en Cuba) como si hubiese desembarcado de una de ellas, para que se declarase “arrepentido” en la televisión que las intenciones de las mismas eran bombardear a La Habana, versión que sería corroborada en Miami entonces por René González.40

 

El juicio contra la Red demostró que el derribo de los aviones no resultó un incidente fortuito, sino una trampa cuidadosamente planificada para desacreditar y desmantelar una organización de pilotos cubanos exiliados, Hermanos al Rescate, que se dedicaba a salvar los balseros cubanos que intentaban cruzar el Estrecho de la Florida. Tanto los sistemas de radares norteamericanos como las autoridades de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) dictaminaron que ese incidente había ocurrido en aguas internacionales.41 Atendiendo al testimonio de Jeffrey Richardson, jefe del escuadrón de radares de la base aérea MacDill, el cual testificó en el juicio de la Red Avispa, los datos de los sistemas de radares de la fuerza aérea cubana que han sido mostrados internacionalmente difieren tan dramáticamente de los norteamericanos, que los datos cubanos tienen que ser fraudulentos.42

 

Roque apareció tres días después en la televisión cubana comentando que había retornado a su patria. Una sorprendida Ana Margarita Martínez contempló en la televisión cómo Roque le relataba a un periodista que lo único que echaba de menos en Miami era su Jeep Cherokee”.43 Roque fue ascendido a teniente-coronel del Ministerio del Interior, el 2 de diciembre de 1996, con un alto cargo en el Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana. El 7 de mayo de 1999, la Fiscalía General de Estados Unidos presentó cargos de conspiración para cometer asesinato contra varios de los espías cubanos, entre ellos in absentia Juan Pablo Roque, alias “Germán”.44

 

Ana Margarita Martínez estableció demanda contra Juan Pablo Roque por haber sido inducida fraudulentamente a contraer matrimonio para establecer una cubierta para su misión clandestina a favor del gobierno cubano; y contra el gobierno cubano por agravio intencional por el cual Cuba es responsable de agresión y violación sexual premeditada cometida por Roque contra su persona, cada vez que ella y Roque sostenían relaciones sexuales. Una corte de Miami le otorgó a Martínez $27.2 millones de dólares de compensación a adjudicarse de los fondos financieros cubanos congelados en bancos norteamericanos, como resultado del embargo comercial. Ella publicó un libro, Estrecho de traición, y legalmente anuló su matrimonio con Roque. Por su parte, los familiares de las víctimas de los aviones derribados fueron compensados igualmente con $100 millones de tales fondos congelados.45

 

El desenlace

 

La administración norteamericana de Bill Clinton trató de restar importancia al ángulo del espionaje militar de la Red Avispa, centrando el caso en el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. Pese a los criterios “no desfavorables” a las intenciones de estos agentes, expresados por los generales Charles Wilhelm y Edward Atkeson, testigos de la defensa, el jurado no tomó en serio sus opiniones y votó por condenar a los miembros de la Red Avispa.

 

El gobierno de Castro lanzó una enorme campaña nacional e internacional, muy parecida a la de Elián González, con vistas a presionar a Estados Unidos sobre el caso de los espías cubanos arrestados. La Habana reclama que sus agentes nunca tuvieron entre sus objetivos espiar instalaciones militares estadounidenses y sólo se dedicaban a informar de las actividades de los grupos exiliados. El arresto de los últimos espías, los esposos Gari, y de Ana Belén Montes, no sólo determinó que La Habana pusiera fin a su campaña de recabar apoyo internacional, sino que ridiculizó los criterios de ambos generales sobre la incapacidad de la inteligencia cubana por penetrar las bases militares norteamericanas.

 

Los matrimonios Nicolo Hernández con Linda Hernández, y Joseph Santos con Amarilis Silverio llegaron a un acuerdo con la Fiscalía y fueron excluidos del proceso y sancionados en juicios apartes a las penas mínimas de tres años y medio, elegibles para una rápida liberación, y con el derecho a formar parte del programa de protección de testigos. Joseph Santos y Amarilis Silverio fueron utilizados como testigos de la Fiscalía, y sus testimonios ayudaron a la presentación de cargos contra los otros espías, por conspirar para asesinar a los pilotos del grupo de exiliados Hermanos al Rescate. Joseph Santos detalló al jurado el entrenamiento de espía que recibió en Cuba y su labor de espionaje clandestino sobre el Comando Sur. Asimismo el matrimonio de Gerardo Gari y Marisol Gari también decidió cooperar con la Fiscalía y sus deposiciones sirvieron para el encauzamiento de los principales cabecillas. Junto a Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero Rodríguez fueron convictos de conspiración para espiar, mientras Fernando González y René González enfrentaron cargos menores.

 

Carlos Cajaraville, un ex agente de la contra-inteligencia cubana que residía en Miami, expresó que “la campaña de Cuba para liberar a los cinco espías es la manera que tiene el gobierno cubano para enviar un mensaje a sus espías en el exterior, incluyendo sus 50 operativos que el FBI sospecha se hallan actuando en los Estados Unidos. El gobierno cubano está preocupado de sus otros espías y esta es una campaña para expresarles que no están solos”.46

 

El jefe de la red, Gerardo Hernández, le expresó al oficial investigador de que el hecho que viviese de forma encubierta no representaba un peligro a los ciudadanos de este país, sino un esfuerzo para proteger a su país de los actos terroristas de individuos que operaban contra Cuba. En su alegato final, Gerardo Hernández se incriminó al reconocer lo siguiente: “es cierto que durante años algunos de los acusados tuvimos en nuestro poder documentos de identidad falsos, pero su único objetivo era garantizar nuestra seguridad”, y seguidamente “los mensajes de alta frecuencia que escogieron revelar como evidencia son sólo una ínfima parte de todos los que interceptaron”.47

 

El principal acusador, Caroline Miller, calificó la explicación de Gerardo Hernández como demasiado conveniente, argumentando que una misión anti-terrorista no era base para una sentencia menor.48

 

Gerardo Hernández Nordelo fue sentenciado a dos cadenas perpetuas por conspiración por espiar y por el cargo de asesinato premeditado en la muerte de 4 pilotos cuyos aviones civiles fueron derribados por MiG cubanos en el espacio internacional, en 1996. Ramón Labañino Salazar fue sentenciado a una cadena perpetua sin derecho a salida por espiar dos bases militares en el estado de la Florida. René González Sehwerert fue condenado a 15 años de prisión, y Fernando González Llort a 19 años de prisión.49

 

Notas.

 

1. Ernesto F. Betancourt. Backgrounder on arrest of Castro’s Pentagon spy. 23/09/2001.

 

2.   .J. Michael Waller, Vivitos y Coleando. Insight Magazine, 2001.

 

3.   The Latin American Times, June 2001, Volume 16, Number 5, pp. 1-5.

 

4.   The Latin American Times, Ob. cit.

 

5.   The Latin American Times, Ob. cit.

 

6.   Granma, Nacionales. La Habana, 06/22/2001.

 

7.   The Latin American Times, Ob. cit.

 

8.   The Latin American Times, Ob. cit.

 

9.   The Latin American Times, Ob. cit.

 

10. The Latin American Times, Ob. cit.

 

11. Ernesto F. Betancourt. Ob. cit.

 

12. Idem.

 

13. The Latin American Times, Ob. cit.

 

14. El Nuevo Herald, 12/22/2000.

 

15. Idem.

 

16. The Latin American Times, Ob. cit.

 

17. El Nuevo Herald, 1 de septiembre del 2001.

 

18. Idem.

 

19. The Orlando Sentinel, September 5, 2001.

 

20. The Miami Herald, September 1, 2001.

 

21. Agencia EFE, Washington, 26 de septiembre, 2001.

 

22. The Miami Herald; February 9, 2001.

 

23. The Miami Herald. January 15, 2001.

 

24. The Latin American Times, Ob. cit.

 

25. The Latin American Times, Ob. cit.

 

26. EFE, Miami, EE.UU., 10 de julio, 2001.

 

27. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Estrecho de traición. Ediciones Universal, Miami, Florida, 1999, p 49.

 

28. Time, July 2, 2001.

 

29. Idem.

 

30. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 25.

 

31. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 48.

 

32. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 53.

 

33. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. pp 59-60,65.

 

34. The Miami Herald, February 24, 2001.

 

35. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. pp. 61-63.

 

36. Los Angeles Times, July 18, 2001.

 

37. Agencia EFE, Washington, 26 de septiembre, 2001.

 

38. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 80.

 

39. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 83-85.

 

40. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 99.

 

41. EFE, Miami, EE.UU., 12 de diciembre, 2001.

 

42. The Miami Herald, May 16, 2001.

 

43. Time, July 2, 2001.

 

44. Ana Margarita Martínez y Diana Montané. Ob. Cit. p 117.

 

45. Time, July 2, 2001.

 

46. The Miami Herald. July 9, 2001.

 

47. Granma digital. La Habana, 27 de marzo, 2002.

 

48. AP, Miami 11-27-2001.

 

49. Idem.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.