LA  CUBA  DE  FIDEL  CASTRO

Más de cien mil cubanos han muerto

o desaparecido gracias a los hermanos Castro

Las torturas en la Cuba de los hermanos Castro

 

 

 

‘Gusano’: por una convivencia civilizada

con quienes piensan distinto

Yusimí Rodríguez López

5 de abril de 2014

 

Contra el optimismo ante los cambios implementados por el régimen, el documental de Estado de Sats muestra lo que no cambia: mano dura contra quien piense distinto.

 

Ante la avalancha de negocios privados y prósperos que inundan el país es inevitable la sensación de que Cuba avanza, cambia. Y es cierto, 10 o 15 años atrás resultaba impensable que habría tantos establecimientos gastronómicos cuyos propietarios serían cubanos, cuya categoría podía competir y sacar ventaja a los de propiedad estatal, y cuyos comensales serían sobre todo nacionales.

 

Quién iba a pensar hace unos años que habría salas de navegación en el país y que, a pesar de los precios, habría largas colas de cubanos para entrar. Quién iba a pensar que los cubanos podrían comprar y vender sus casas, sus carros y hasta… viajar fuera del país, sin solicitar permiso para hacerlo. Sí, el país cambia, ¿pero prospera?

 

Justo en esos momentos cercanos al regocijo chocamos con uno de esos documentales incompatibles con las pantallas del cine o la televisión oficial, no para recordarnos los actos de repudio y la violencia sufrida por quienes abandonaron el país en las décadas épicas de la Revolución, como parece ser el propósito de Gusano según sus primeras imágenes, sino para echarnos en cara que todo eso está sucediendo ahora mismo.

 

Gusano no es un documental realizado por extranjeros ni por cubanos testigos accidentales o deliberados de un capítulo de la represión en el país, sino por quienes la padecen. Prácticamente atrincherados, los integrantes del equipo de Estado de Sats se las arreglan para mostrar lo sucedido justo en la entrada de la casa de Antonio Rodiles, sede de Estado de Sats, los días 10 y 11 de diciembre del 2013, cuando se celebraba a nivel mundial el Día de los Derechos Humanos, y que nuestra prensa oficial prefirió ignorar.

 

Si el filme se limitara a mostrar el acto, no de repudio sino “cultural”, para el que fue movilizada la policía, además de los estudiantes llevados allí para protagonizar la actividad, y las detenciones arbitrarias de que fueron víctimas Antonio Rodiles, Walfrido López y Kizzy Macías, no duraría quizás más de diez minutos, ni pasaría de ser un reportajito sobre un suceso aislado, que ni siquiera es el peor episodio de la represión en Cuba ahora mismo.

 

Los hechos, además, no son nuevos para quienes cuentan con acceso a internet o a un correo electrónico donde recibir boletines de la prensa independiente. Fue esa prensa la que llenó el vacío dejado por la prensa oficial. Pero incluso muchos sin acceso a internet, supieron algo de lo ocurrido por Radio Bemba. Por tanto, este Gusano (palabra que desde los inicios de la Revolución ha designado a quienes no son partidarios del régimen) no podía simplemente arrastrarse por la superficie del asunto, sino arrastrarse por la historia y mostrar la represión en Cuba después de 1959.

 

Nuevos repudiadores y la misma intransigencia

 

Los entrevistados en el material viven en Cuba y han sido testigos de la represión o la han sufrido en carne propia, pero no aprovechan esta oportunidad de estar frente a las cámaras solo para narrar sus experiencias. Los reprimidos, como nos recuerda el escritor Rafael Alcides, ya no son los que quieren irse, sino los que se quedan. No podía faltar en este documental el fragmento de aquel discurso donde el eterno líder afirma que “aquellos que no tengan un corazón que se adapte a la idea de una Revolución… no los queremos, no los necesitamos”.  Ahora, esos que no necesitábamos mantienen el país en pie con los envíos de dinero, aclara Alcides.

 

Aunque los repudiadores de antaño han sido reemplazados por una nueva generación dispuesta a quedarse ronca gritando consignas y oprobios, y a golpear si es necesario, sus lemas permanecen inmóviles y enmohecidos. A estas alturas, la gente vitorea a Fidel Castro, cuando no solo dejó de ser el presidente del país, sino cuando además su hermano y presidente actual ha revertido casi todo lo hecho por el eterno líder (sin reconocer sus errores garrafales en la dirección del país).

 

La autoridad moral de Fidel Castro, según un repudiador de nueva generación que perdió la voz durante el acto de repudio a Estado de Sats, se debe a que asaltó el Moncada, vino en el Granma y peleó en la Sierra Maestra. En otras palabras, su capacidad para hacer la guerra, para lograr sus objetivos por medios violentos. Y para engendrarla con sus discursos.

 

Cuando una ve a los cubanos repudiar a sus compatriotas por querer abandonar el país, se pregunta cómo lograban cultivar tanto odio. El exiliado hijo del general Ramiro Valdés dijo en una entrevista que nadie fue obligado a participar en esos actos, que algo análogo debían tener en su interior. Aún si no los alentó, el Gobierno permitió que esas personas actuaran con absoluta impunidad; nadie fue preso ni pagó multas por desorden público, apedrear casas, gritar insultos, agredir físicamente. En el documental, el militar retirado Fernando Dámaso cuenta de un grupo de personas a las que el Partido había orientado salir a dar golpes a quienes querían irse. Sin embargo, nada nos garantiza que sea cierto, porque cualquiera que desee desprestigiar a la Revolución cubana afirmará cosas de esa índole y peores. Pero resulta más difícil creer que quienes tomaban parte en esos actos se organizaran de forma espontánea, que llegaran a los lugares de los hechos, todos juntos, sin orientación ni cita previa, y se marcharan luego sin recibir castigo, y que nada de eso fuera alentado por el Gobierno.

 

Se afirma que es necesario conocer la historia para no repetir errores; según esa lógica, ningún cubano debería participar nunca más en ese tipo de actos. No después de que los otrora traidores, insultados y agredidos por abandonar el país, se convirtieran en traedores de dólares y fueran recibidos como mesías. No después que en el discurso oficial dejaran de ser apátridas para convertirse en ciudadanos que se iban por motivos económicos. Pero la historia y la histeria se repiten; en Cuba sobra ignorancia, además del coraje del que se alardea en nuestros medios oficiales.

 

Nadie se pregunta cuál es el delito de esos cubanos y cubanas a los que reprime. Y de haber un delito, una violación a la Constitución, por qué no están presos. El colmo de esta ignorancia es que una mujer, durante un acto de repudio a las Damas de Blanco, presumiblemente frente a la casa de Berta Soler, grite que de no ser por el 10 de octubre Berta Soler sería esclava. ¿Qué relación hay entre el inicio de la guerra de independencia contra España y la liberación de los esclavos por parte de Carlos Manuel de Céspedes, y el régimen cubano? Algo así como la relación entre José Martí y el asalto al Cuartel Moncada. De tanto escuchar que el 10 de octubre de 1868 marcó el inicio de las luchas revolucionarias en Cuba y que estas culminaron el 1 de enero de 1959, las personas parecen ver en Fidel y Raúl Castro la reencarnación de todos los próceres cubanos.

 

Lo que el régimen no cambia

 

Es bueno que este documental circule cuando acaba de actualizarse la Ley de Inversión Extranjera y se ha incrementado el salario de los médicos. Raúl Castro parece decirnos: “Si el pueblo quiere licencias para abrir negocios privados, que las tengan; si quieren comprar casas y carros, que los compren; si quieren viajar, que viajen, si quieren internet, que la tengan (cara), pero que la tengan; si los deportistas y los médicos quieren ganar un poquitico más de dinero, que lo ganen; si el pueblo quiere libertad de prensa, expresión y asociación…; un momento, al pueblo no se le pueden dar todos los gustos”.

 

Ni siquiera si se trata de derechos reconocidos en la Carta de los Derechos Humanos de la ONU. Quizás uno de los detalles más sutiles y aplastantes de este documental sea el hecho de que mientras Rodiles y sus compañeros están siendo detenidos, bajo ningún cargo, y la cámara de Kizzy está siendo destruida, vemos en pantalla a nuestro presidente actual hacer uso de la palabra en Sudáfrica, rindiendo tributo a Nelson Mandela, “Líder de la Unión y la Paz”, el mismo 10 de diciembre del 2013, elogiándolo como “ejemplo insuperable… respetuosos de su diversidad… con la convicción de que el diálogo y la cooperación son el camino para la solución de las diferencias y la convivencia civilizada de quienes piensan distinto”, sin sonrojarse. ¿Dónde hemos escuchado antes hablar de doble rasero en la política?

 

Cuando se realiza un documental sobre la represión en Cuba puede ser difícil prestar demasiada atención a aspectos como la fotografía, la banda sonora, la dirección de arte. Al menos, como espectadora es difícil concentrarse en ellos cuando los hechos son tan contundentes. Sin embargo, uno de los mayores aciertos del filme es la inclusión del tema “Duro con él” de Carlos Puebla, el cantor de la Revolución, porque la banda sonora de la represión no podía ser otra. Versos como “al que asome la cabeza, duro con él”, “quien piense seguir aquí conspirando a todo tren, que recuerde por su bien que el paredón sigue ahí”, muestran, casi mejor que el propio documental, cómo este Gobierno ha legitimado glorificado la represión, y la absoluta impunidad con que esta ocurre, sin que los ciudadanos tengan la menor defensa contra ella.

 

 

Cómo arreglar el desastre

Verónica Vega

5 de abril de 2014

 

El título alude a la pregunta que cierra el post “Devaluación”, de Yoani Sánchez, acerca de cómo se podrían reparar los profundos y visibles estragos causados por la revolución del 59 a la sociedad cubana.

 

Sin ánimo de polemizar, pienso que hay causas tan innegables como el irrespeto institucionalizado por razones ideológicas, la “meritocracia”, el cultivo intencional de la vulgaridad y la ignorancia con fines de manipulación política. Pero, puesto el dedo en la llaga, la pregunta crucial ahora no es tanto quién tiene la culpa sino cómo remediar el inmenso daño.

 

Más de una vez he oído el criterio lapidario de que sólo la extinción total de las actuales generaciones puede dar comienzo a un gradual saneamiento moral en Cuba. Pero el no poder participar de ese renacimiento le quita a uno hasta las ganas de opinar, ¿no creen?

 

Así que empecé a imaginar qué se podría hacer de existir una voluntad legítima de cambio (no solo del pueblo, claro, sino del mismo gobierno), y estas fueron las premisas que se me ocurrieron:

 

-Salarios acordes a los precios actuales. Cuando cada ciudadano experimente que puede vivir, (no sólo sobrevivir) sin necesidad de desviar recursos, “luchar”, o delinquir abiertamente, irá recuperando el sentido de la ética y apreciando el valor de la honestidad.

 

-Que se valore al trabajador por su capacidad y rendimiento y nunca por su lealtad política. Esto reajustará el orden natural de las cosas y hará que los trabajadores se sientan estimulados, ayudará a desarrollar proyectos y eliminará un mal tan omnipresente en la isla como la mediocridad.

 

-Que se eliminen las degradantes verificaciones basadas en testimonios de directivos de los CDR o miembros del PCC para legitimar el derecho de un ciudadano a obtener una plaza laboral, un viaje o lo que sea.

 

-Que se destierren ipso facto los mítines de repudio.

 

-Que se sancione con todo el peso estipulado por la ley vigente (o se creen y aprueben leyes para este propósito), a toda persona que exprese discriminación a otra por raza, sexo o pensamiento.

 

-Que se reivindiquen oficialmente los sustantivos “señor”, señora, “señorita”

 

-Que todo ciudadano sea tratado con respeto, en cada oficina o institución del país, por parte de cada funcionario o agente de la policía.

 

-Que los maestros y profesores mantengan una conducta y vocabulario apropiados ante los estudiantes, que las visitas no sean anunciadas, que la verdad se haga presencia en los pasillos, las aulas y los lemas…

 

-En los espacios institucionales donde se reúnen jóvenes para consumir reguetón, que se vayan incluyendo otras alternativas de música bailable.

 

-Que se limpien las calles y se pongan multas a los que arrojan desperdicios en la vía pública, por ventanas o balcones.

 

-Que se articulen y apliquen leyes contra la música alta, la violencia doméstica, el acoso sexual, el maltrato a los animales, el abandono de éstos, que se hagan respetar mediante multas las áreas de restricción para fumar…

 

Y un largo etcétera.

 

La mayoría dirá que soñar no cuesta nada, pero pensar y expresar la Verdad puede debilitar la mentira institucionalizada, los malos hábitos asumidos por falta de opciones, temor, apatía.

 

Hace poco, en una reunión de mi CDR, un vecino alentaba a asistir a las reuniones para definir estrategias de convivencia (el pago a la persona que pone el motor del agua y chapea los alrededores del edificio, por ejemplo), y enfatizaba:

 

-Yo no convoco por motivos políticos, a mí no me interesa las ideas políticas de nadie, si las tiene, sino para resolver asuntos que nos afectan a todos los vecinos.

 

Y es que la realidad es más fuerte que las construcciones mentales. A estas alturas, visto y experimentado con creces el descalabro moral y económico, la gente tiene hambre, sino de verdad, al menos de progreso.

 

 

Devaluación

Yoani Sánchez

7 de marzo de 2014

 

Para una célula es difícil mantenerse sana en un organismo enfermo. En una sociedad ineficiente, una burbuja de funcionalidad estallaría. Así mismo, no pueden potenciarse ciertos valores éticos –seleccionados y filtrados- en medio de una debacle de integridad moral. Rescatar códigos de conducta social, implica aceptar también aquellos que desentonen con la ideología imperante.

 

Desde los medios oficiales, nos llaman ahora a recuperar los valores perdidos. Según la versión de comentaristas televisivos, la responsabilidad del deterioro recae fundamentalmente sobre la familia, una parte en la escuela… y ninguna sobre el gobierno. Hablan de mala educación, groserías, falta de solidaridad y extensión de malos hábitos como el robo, la mentira y la indolencia. En un país donde por medio siglo el sistema educativo, toda la prensa y los mecanismos de producción y distribución cultural, han sido monopolios de un único partido, vale la pena preguntarse ¿de dónde ha surgido tal depauperación?

 

Recuerdo que cuando niña nadie se atrevía a dirigirse a otro con el calificativo de “señor”, porque resultaba un rezago burgués. Como el vocativo “compañero” se asociaba a una posición ideológica, muchos comenzamos a llamarnos entonces con nuevas formas. “primo”, “joven”, “oye tú”, “puro”… y una larga lista de frases que derivaron en fórmulas vulgares. Ahora se quejan en la TV de que somos soeces a la hora de dirigirnos a otros, pero… ¿quién empezó ese deterioro?

 

El sistema cubano apostó por la ingeniería social, y jugueteó con la alquimia individual y colectiva. El ejemplo más acabado de ese fallido laboratorio fue el llamado “hombre nuevo”. Ese Homus Cubanis crecería supuestamente en el sacrificio, la obediencia y la fidelidad. La uniformidad era incompatible con las particularidades éticas de cada hogar. Así que para lograrla, a millones de cubanos nos alejaron –siempre que pudieron- del entorno familiar.

 

Íbamos al círculo infantil con apenas 45 días de nacidos, los campamentos pioneriles nos recibían después de aprender las primeras letras, partíamos hacia las escuelas al campo recién terminada la infancia y pasábamos nuestra adolescencia en un preuniversitario en medio de la nada. El Estado creía que podía sustituir el papel formador de nuestros padres, pensó que lograría cambiar los valores que traíamos de casa por un nuevo código de moral comunista. Pero la criatura resultante distó mucho de lo planificado. Ni siquiera llegamos a convertirnos en un “hombre bueno”.

 

La emprendieron también contra la religión, pasando por alto que en sus disímiles credos se transmiten parte de los valores éticos y morales que moldearon la civilización humana y nuestras propias costumbres nacionales. Nos hicieron denigrar a los diferentes, insultar con obscenidades a los presidentes de otros países, burlarnos de figuras históricas del pasado, sacar la lengua o lanzar la trompetilla al pasar por una embajada foránea. Nos inculcaron la “promiscuidad revolucionaria” que ellos mismos ya practicaban desde la Sierra Maestra y nos incitaron a reírnos de quienes hablaban bien, tenían una amplia cultura o mostraban algún tipo de refinamiento. Esto último nos fue enseñado con tanta intensidad, que muchos fingíamos hablar vulgarmente, dejar de pronunciar algunas sílabas o nos callábamos nuestras lecturas, para que nadie se diera cuenta que éramos “unos bichos raros” o potencialmente unos “contrarrevolucionarios”.

 

Un hombre –desde la tribuna- nos estuvo gritando por cincuenta años. Sus diatribas, su odio, su incapacidad para escuchar calmadamente un argumento en contra, fueron las “modélicas” posturas que aprendimos en la escuela. Él, nos infundió la algarabía, la crispación constante y el dedo índice autoritario para dirigirnos a los otros. Él –que creía saber de todo cuando en realidad sabía de muy poco- nos transmitió la soberbia, el no pedir disculpas y la mentira, ese engaño de los pícaros y los timadores que se le daba tan bien.

 

Ahora, cuando el cuadro ético de la nación parece un espejo hecho trizas contra el suelo, llaman a la familia a repararlo. Nos piden que formemos valores en casa y que transmitamos orden y disciplina a nuestros hijos. Pero ¿cómo hacerlo? Si nosotros mismos fuimos moldeados en el irrespeto a todos esos códigos. ¿Cómo hacerlo? Si ni siquiera ha existido un proceso de autocrítica desde el poder, donde aquellos que jugaron a la ingeniería social con nuestra vidas reconozcan lo que hicieron.

 

Los códigos éticos no se recomponen tan fácilmente. Una moralidad devaluada por el discurso público, no puede reponerse de la noche a la mañana. Y ahora ¿cómo vamos a arreglar todo este desastre?

 

 

 

Hora de almuerzo en Cuba

 

Ernesto Pérez Chang

 

6 de febrero de 2014

 

 

 

Llega la hora de almuerzo a interrumpir la jornada laboral. Pudiera parecer  un tiempo para el descanso pero es común que para muchos se transforme en un momento de angustia. Ya son muy pocos los centros de trabajo que cuentan con un comedor obrero.

 

 

 

A tono con la política de sálvese quien pueda, decretada por el gobierno que se ha sabido ajustar muy bien el mejor de los salvavidas, miles de obreros deben salir los mediodías a obrar milagros con el escaso presupuesto que tienen para comprar alimentos.

 

 

 

Desde la comodidad de las oficinas más altas de algún ministerio cubano, cierto funcionario de esos que engordan en los salones VIP de los aeropuertos capitalistas y en los banquetes de lujosas e inútiles reuniones, ha determinado que solo algo más de medio dólar es lo que necesita un obrero para alimentarse a diario, en un país donde una lata de refresco y un pan con salchicha puede costar el doble, incluso más.

 

 

 

Todos los meses, adosado al pésimo salario, al trabajador se le asigna un flaquísimo pago en divisas para que, supuestamente, pueda acudir a los comercios locales. Se le tienen en cuenta solo los días laborables y la suma se ajusta al cambio actual de la moneda: 1 x 25. Un negocio sin dudas redondo para el Estado.

 

 

 

Para los obreros, acostumbrados a cobrar salarios tan bajos que apenas le rinden para los dos primeros días del mes, recibir cualquier suma extra suele ser una bendición, jamás una burla.

 

 

 

Aunque quisieran, no es aconsejable ponerse a sacar cuentas delante de un jefe sobre lo que, según los cálculos ridículos del mismo funcionario VIP, debería recibir un trabajador por todo un año de trabajo para poder mantener a su familia. En estos momentos de profunda crisis, con precios en los mercados estatales que superan hasta diez veces el valor real de los productos, sería una fortuna.

 

 

 

El salario oficial, previsto para treinta días, se queda siempre muy por debajo de la cantidad diaria que necesita una familia de solo tres personas. Ni siquiera se acerca a la cifra mínima de los estándares internacionales para determinar los niveles de pobreza.

 

 

 

Si el Estado calcula unos 13 pesos en moneda nacional solo para el almuerzo de una persona, entonces ¿a cuánto debiera ascender el salario mensual solo para adquirir los alimentos que han de ser consumidos durante el desayuno, el almuerzo y la comida en el hogar?

 

 

 

Precisamente porque conocen lo ridículo de la cifra que han determinado como suficiente, las empresas estatales han acudido a ese verdadero acto de prestidigitación donde la estafa queda enmascarada, sobre todo por la fuerza psicológica que la palabra CUC tiene entre las personas demasiado pobres.

 

 

 

No es raro encontrar obreros, acostumbrados al bolsillo roto, que ven en el magro presupuesto una especie de estímulo a su trabajo. Más cuando los dirigentes de las empresas suelen anunciar la medida del cierre de los comedores como un paso de avance y hasta como un signo irrefutable del fin del Periodo Especial.

 

 

 

Lo peor es cuando, como respuesta a quienes se oponen a la medida, lanzan con sonrisas de placer una comparación con el capitalismo y hasta elogian la eficiencia de un sistema que hasta ayer fuera repudiado.

 

 

 

¿Dónde estamos viviendo?, me pregunto. ¿Para qué tanto hablar de revoluciones durante años? ¿Cómo es que ahora no resulta extremadamente tóxico, sino muy saludable, enviar funcionarios a recorrer el mundo para que aprendan de tales medidas capitalistas con las que pretenden salvar el socialismo?

 

 

 

¿Cómo se le puede explicar al obrero que solo ha sido la pieza más vulnerable de un experimento que no resultó? ¿Cómo dejar de pensar que las medidas para salvar una economía no son más que estrategias para apuntalar una ideología?

 

 

 

Mis padres, siempre tan dispuestos al sacrificio, ya no saben cómo mirarme a la cara cuando dicen que valió de algo tanta convicción. Nadie como ellos para saber que, después de contar y recontar los centavos que se esfuman, es imposible tener fuerzas para vencer.

 

 

 

Aunque a resistir y a luchar hemos aprendido bien, eso sí. Creo que todo el discurso oficial de cinco décadas pudiera resumirse en esa frase tan graciosa pero terrible para nuestras circunstancias actuales: “Donde dije digo, digo Diego”.

 

 

 

Cuando veo llegar la hora del almuerzo en las oficinas, siento pena por quienes se encierran a engullir el sancocho que solo resulta de medio peso convertible, mucho más por quien, para llevar comida a los suyos, debe conformarse con un vaso de agua y una croqueta comprados en la cafetería oscura que está frente al flamante salón donde los camarones al ajillo y la carne de cerdo asada se ofertan, entre sones y sonrisas, por la módica suma de un salario mensual.

 

 

 

Siento pena por la secretaria que aplaca el hambre con buches de café porque debe ahorrar los centavos para los zapatos del hijo o para la fiesta de 15 años que le ha prometido a la niña.

 

 

 

Siento pena por quienes ya no tienen un argumento para convencerme de que ha valido para algo esa extraña fe, dibujada como grietas de abatimiento en el rostro de la gente. Duele a diario y con intensidad creciente.

 

 

 

Duele mucho más saber que la letra, la escritura, va sirviendo de muy poco en estos tiempos pero aun así escribo y escribiré sin que nadie me sostenga la mano. Este es mi único y más preciado recurso.

 

 

Ganaríamos todos

Fernando Dámaso Fernández

7 de enero de 2014

 

Durante el 2013, lo cual parece que continuará en el 2014, se desarrolló la moda de experimentar, de forma piloto, cada medida que se iba a implantar, en algunas de las provincias laboratorios. Desde lo más sencillo hasta lo más complejo han tenido que pasar por este proceso que, en definitiva, lo único que ha hecho es retardar su implementación. Así, cosas más que comprobadas en la práctica de 54 años de fracasos, como que cualquier comercio o servicio privado funciona mejor y más eficientemente que los estatales, han sufrido este absurdo tránsito.

 

Parece que nuestras autoridades, ajenas durante años a los verdaderos problemas del país, inmersas en asuntos de índole internacional, ahora los están descubriendo y, en lugar de utilizar las ricas experiencias de 56 años de República, se han olvidado de ellas. Todo esto que se está restableciendo ahora, después de años de prohibiciones, existía y funcionaba antes: el transporte público, los servicios de acueducto y alcantarillado, la recogida de la basura, la limpieza de las calles, aceras y portales, su mantenimiento y reparación, al igual que con relación a los inmuebles, los servicios de salud y educación, el suministro de gas licuado e industrial a los consumidores, el sistema eléctrico y telefónico, los ferrocarriles, el cabotaje y otros. ¿Por qué perder el tiempo experimentando lo que ya está más que experimentado? ¿O es que alguien, de verdad piensa que este país comenzó el 1 de enero de 1959?

 

Si se continúa, de absurdo en absurdo, dándole largas a la solución de los problemas que diariamente afectan a los ciudadanos, éstos se agravarán y, aunque algunos crean lo contrario, podrán producirse estallidos sociales: la cuerda sólo se puede tensar hasta un límite. Sería conveniente dejar los experimentos para las cosas importantes, y todo el resto de la pacotilla aprobarla y ponerla en práctica sin más dilaciones: los cubanos de a pie lo agradecerían.

 

También sería de agradecer que las momias históricas que aún frenan los cambios, se dieran cuenta de que el tiempo se les acaba, y la conducción real de los destinos del país debe ser asumida por los representantes de las nuevas generaciones, mejor preparados y de mentes más frescas. Estoy seguro que todos ganaríamos.

 

 

¿Bastión o Bastilla?

Reinaldo Escobar

22 de noviembre de 2013

 

A medida que se van conociendo detalles sobre el Ejercicio Estratégico Bastión 2013 van apareciendo dudas y preguntas.

 

Cuando el General de Ejército Raúl Castro Ruz, presentándose como Presidente del Consejo de Defensa Nacional, ordenó iniciar este entrenamiento, explicó (a mi juicio de forma imprecisa) que esto se hacía con el objetivo de estar preparados “para enfrentar diferentes acciones del enemigo”

 

Hasta el momento, ni él, ni ningún otro oficial o funcionario de alto rango, ha querido llamar por su nombre propio al enemigo, ni siquiera los periodistas que escriben sobre el asunto, quienes –como si hubieran recibido una orden-  se han limitado a poner en boca de sus entrevistados frases como: “Hoy es un ejercicio, pero los yanquis son capaces de cualquier cosa…”; “haremos fracasar cualquier aventura imperial” o a lo sumo, alusiones a “nuestro enemigo histórico”

 

No es necesario introducir un micrófono secreto en los salones donde sesionaron el Puesto de Dirección del Órgano de la Seguridad y el Orden Interior o los Grupos de Trabajo o los Consejos de Defensa Provinciales, para saber que en esas instancias, cuando se hacen los planes para “conservar el orden interior” o “para evitar hechos vandálicos”, se habla directamente del nombre propio de otros “enemigos”. Allí ya se precisa qué hacer con los incómodos opositores, quiénes se ocuparán de capturarlos y a cuál sitio deberán ser conducidos, y en caso de que la cosa se ponga fea, cuales habrán de ser las medidas extremas a aplicar.

 

La muy mencionada doctrina militar cubana dice descansar en el principio de “La Guerra de Todo el Pueblo” que nada tiene que ver con la guerra de una parte contra otra parte del pueblo.

 

Una amiga filóloga me sopla al oído que Bastión y Bastilla están emparentados por la misma raíz etimológica. El 14 de julio de 1789 una multitud de parisinos asaltó la infame prisión. Ya los soldados ubicados en el Campo de Marte se habían negado a disparar contra la gente que avanzaba hacia la fortaleza no solo a liberar los prisioneros sino a apoderarse de municiones. El resto es historia conocida. La Bastilla cayó a manos del pueblo. Muchas de sus piedras, fruto de la posterior demolición, fueron usadas para construir el Puente de la Concordia.

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Harold Cárdenas Lema, bloguero oficialista y profesor de la Universidad de Matanzas, critica las últimas medidas tomadas por el régimen. El post de Cárdenas Lema coincide con llamados hechos por otros intelectuales oficialistas.

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Cuba en 3D

Harold Cárdenas Lema

6 de noviembre de 2013

 

“Y el cuervo dijo: nunca más” Edgar Allan Poe

 

Cuba ha cambiado mucho en los últimos años, la isla que durante mucho tiempo estuvo suspendida en el tiempo, además de sobrevivir ha comenzado a moverse. Hay situaciones que ya no pasan inadvertidas y dinámicas que no funcionan igual. Por eso, cuando el Estado anuncia el cierre de las salas de juego y los cines 3D, la respuesta que recibe es una desaprobación general.

 

Ya no basta con gobernar a nombre del pueblo y por sus intereses, los políticos deben recordar qué significa gobernar con el pueblo, teniendo en cuenta su opinión y utilizando canales más transparentes de los que utiliza nuestro Partido para medir los estados de opinión. Las redes sociales y los blogs pueden ser uno de estos mecanismos, pero hacen falta más porque los empoderados de las nuevas tecnologías siguen siendo pocos. En fin, quien haya estado conectado estos últimos días habrá sido testigo de las fuertes críticas que se han hecho a la nota informativa publicada en el Granma el pasado sábado.

 

Lo primero que habría que preguntarse es si este es realmente un tema tan prioritario, mientras nos dedicamos a debatir sobre cine hay muchas cuestiones más emergentes que laceran al país y sin embargo no aparecen en las portadas de nuestros periódicos, ni provocan medidas tan inmediatas.  Como la corrupción en las grandes empresas o la indisciplina social generalizada en tantos y tantos aspectos de la sociedad.

 

Los cubanos tendrán que despedirse del 3D inmediatamente y a partir del 31 de diciembre renunciar a comprar ropa importada, es decir, a partir del 2014 seguimos en 2D y comprando ropa bastante cara y de mala calidad en las tiendas recaudadoras de divisas, o caemos en la ilegalidad, las opciones son pocas. Yo creo conocer a los cubanos, primero pasa un camello por el hueco de una aguja, antes que renunciemos a la tecnología o la ropa barata.

 

En la referida nota informativa se le reclama a los cines 3D que incluyan un servicio gastronómico. ¿Será resentimiento? Ese valor agregado que estas salas han logrado le resulta imposible o muy difícil a la gestión estatal, yo creía que esa era la intención cuando se organizó el trabajo por cuenta propia: liberar al Estado de una carga innecesaria. O, como dice un colega: ¿El 3D y las salas de juego son “sectores decisivos para la economía cubana”? ¿Me perdí algo?

 

Espero con ansias que llegue ese momento feliz en el que vea que estamos acompañando decididamente el desarrollo tecnológico sin llegar a dar pasos en el sentido contrario. A veces pareciera que el país está siendo dirigido por dos partidos, uno revolucionario y otro conservador, por eso se hace tan importante la participación activa de los cubanos en los acontecimientos que están ocurriendo. No he encontrado a una sola persona en la calle que esté de acuerdo con la medida, cualquier político inteligente sabe que esto tiene un costo político alto, ¿vale la pena?

 

Una vez más, reitero que prohibir es el camino fácil, es botar el sofá por la ventana sin medir las consecuencias, detrás de cada cine cerrado hay personas que han quedado sin trabajo y no se puede esperar que estén muy felices al respecto. Días atrás escribí que la prohibición para vender ropa importada era un paso atrás, ya no me parece tanto así. Aquella y esta medida son simplemente la reacción estatal ante fenómenos que eran impredecibles cuando se autorizaron los trabajos por cuenta propia, pero en vez de prohibirlos, la solución es canalizarlos.

 

Y si esto es difícil, o no se puede, ¿resulta tan difícil que un funcionario de la cara en la televisión nacional explicando cuáles son las variables que influyen sobre este fenómeno y lo hacen tan difícil? ¿Cuándo será el día que veré a un ministro en una rueda de prensa explicando un asunto complicado? En un estado socialista, tiene que haber más comunicación que nunca entre el Estado y el pueblo. Algo me dice que el secretismo nos ha hecho más daño que la fuga de información sensible.

 

Escribir un post criticando algo resulta fácil, quizás existan variables que no conozca y obliguen a tomar esta medida, quizás estoy exagerando un asunto que en lo personal me parece que va más allá del 3D, la ropa o las salas de juego. El punto es que siempre escribimos desde la ignorancia, desde la falta de información porque los encargados de darla son bastante parcos al respecto.

 

La Revolución no depende de las salas 3D, los juegos de computadora o la ropa importada, pero no podemos perder la perspectiva de lo que hay detrás de esto y sí define el futuro de nuestro país. Los políticos que están detrás de decisiones así son los que tienen en sus manos el rumbo del país y dentro de poco ocuparán los principales cargos de dirección, por eso debemos estar atentos y no dejar pasar errores que en el futuro podrían multiplicarse.

 

Todos los días los cubanos hacemos la cola del periódico, escuchamos la radio y vemos la televisión nacional esperando encontrar buenas noticias, que la toma de decisiones nos favorezca. Los últimos años han sido halagüeños en este sentido pero la deuda con nosotros mismos y nuestros sacrificios sigue siendo grande. Yo espero que algún día, como dice la profesora Milena Recio: tengamos decisiones políticas en 3D.

 

 

¡Queremos negociar!

Iván García

8 de noviembre de 2013

 

Los Castro intentan una “diplomacia del béisbol”. Quieren su parte en los millonarios contratos de los peloteros de Grandes Ligas cubanos y, de paso, que les levanten el embargo

 

Antonio Castro, hijo del barbudo que gobernó Cuba por 47 años y sobrino del presidente designado a dedo, dijo a la cadena ESPN que no veía mal “que nuestros peloteros se marchen del país para jugar en la mejor liga del mundo”.

 

Tony Castro, por supuesto, no es disidente ni tonto. Ortopédico de formación, amante de la buena vida, las mujeres bellas y la pelota, creció sin libreta de racionamiento en la Zona Cero. En el patio del complejo residencial donde vive su familia, en el reparto Jaimanitas, al oeste de La Habana, tenía una vaca particular que le daba leche fresca. Tony recibió atención médica de primera y vio en vivo las series mundiales de Grandes Ligas mientras al resto de los seguidores del béisbol en el país se les prohibía.

 

Sus amigos de farras nocturnas aseguran que Tony es un tipo chévere. Y que le gusta jugar al golf, un deporte disuelto por su padre y el argentino Ernesto Guevara por ostentoso, burgués y racista (los caddies eran negros).

 

Un capitalismo de familia

 

En silencio, a Fidel Castro lo han purgado. En las galerías de los nostálgicos de la revolución solo van quedando sus esporádicas Reflexiones, donde el caudillo anuncia desastres atómicos, el fin del capitalismo, o designa a la moringa como el alimento del futuro.

 

Si se observa la cotidianeidad cubana de manera razonable, se llega a la conclusión de que con cada paso de Raúl y sus tímidas reformas, se entierra de manera más profunda “el legado” de Fidel. Ha sido una obra de hechicería política de Castro II mantener la fraseología aburrida y los símbolos ideológicos mientras desmonta el tinglado montado por su hermano.

 

Los hombres de confianza del Comandante en Jefe están en plan piyama o presos. O como Felipe Pérez Roque y Carlos Lage, trabajando en fábricas.

 

De un tiempo acá, los homosexuales son revolucionarios. Las escuelas en el campo fueron una mala idea pues intentaban suplantar a la familia. Los celadores de la frontera nacional abren el portón y dicen que ya todos pueden viajar. También podemos alojarnos en hoteles, comprar cacharros salidos de los talleres de Detroit o viejos Ladas rusos, vender casas y hacer legalmente todos esos negocios que antes se hacían de manera oculta. Todo esto si tenemos dinero, claro.

 

No nos han dicho por qué todo estuvo prohibido durante tantos años. No se culpa a nadie. Pero quienes diseccionan el poder en Cuba, saben que Fidel Castro, promotor de la antigua jerigonza política, se hunde poco a poco en el barro.

 

Hasta su hijo se salta los preceptos paternos. Y anuncia que los otrora traidores, desertores y apátridas del movimiento deportivo cubano son ahora bienvenidos. Seguramente se podrán alistar en futuros equipos nacionales y montar empresas… mientras paguen el fisco.

 

El régimen es ahora un capitalismo de familia. Una tecnocracia. Ya se puede hablar pestes del Gobierno en un taxi o en la bodega del barrio. Pero se va a la cárcel si evaden los impuestos.

 

Tony, por su parte, no se quiere quedar atrás en la repartición del pastel. El ex yerno de Raúl Castro y sus generales de confianza controlan el 80% de la economía real: el petróleo, el puerto del Mariel, el turismo, la exportación de servicios médicos y los negocios recaudadores de moneda dura.

 

Tras las palabras de Antonio no hay farol ni exabrupto. El régimen está enviando un mensaje: quiere negociar con Estados Unidos.

 

Tomando como modelo la diplomacia del ping pong de Nixon en los años 70 con China, Tony intenta seducir al mercado de Grandes Ligas. Tiene bazas a su favor. En 2013 los peloteros que se han marchado, en su conjunto, han tenido su mejor temporada. Si sumamos los salarios de los jugadores cubanos, veremos que se acercan a los 600 millones.

 

Y los sesudos en La Habana sacan cuentas. Si algún día el embargo desapareciera, cientos de peloteros cubanos podrían nutrir las organizaciones de las MLB y… los bolsillos de los jerarcas políticos cubanos.

 

A todos los profesionales, la cuchilla fiscal los gravaría con altos impuestos. Y los ceros en las cuentas bancarias de parientes y compadres crecerían. Por supuesto, para llegar a la danza de los millones y vender el despojo de una nación se necesita que los obstinados gringos levanten el embargo.

 

Diplomáticos castristas gastan las suelas de los zapatos en La Florida, para convencer a empresarios cubanoamericanos de las bondades de una nueva ley de inversiones. Por decimoquinta ocasión, el canciller dice en la ONU que el malo de la película son los yanquis que no desean quitar el “criminal bloqueo” y sentarse a charlar civilizadamente de negocios como todo buen capitalista.

 

En esta piñata en que se ha convertido Cuba, Antonio Castro pretende ser el dueño de la futura pelota profesional. Bueno, por ahora lo es.

¿Reminiscencia capitalista?

Wilfredo Vallín Almeida

10 de noviembre de 2013

 

El socialismo resultaría victorioso sobre ese “capitalismo agonizante”

 

Los acontecimientos vividos a lo largo de nuestra existencia unas veces pueden quedar en el olvido, pero otras dejan profundos recuerdos que no desaparecen nunca. Y esos acontecimientos pueden haber tenido muchas manifestaciones diferentes, ya que pueden estar dados por un hecho, un sueño, una omisión, una frase y hasta un cartel.

 

De los dos últimos mencionados, y que yo creía tener ya muy relegados en la memoria, de súbito me asaltan dos cuando menos lo esperaba: mientras veía un video que un amigo me había hecho llegar.

 

El video en cuestión se refiere a una investigación y varias detenciones que realizó el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) de la Policía Nacional Revolucionaria. Los detenidos resultan involucrados en operaciones fraudulentas cuyo monto es la friolera de 33 millones de pesos.

 

El cartel que me viene a la memoria en ese momento es uno que vi no sé cuántas veces durante muchos años. Se trata de una gran valla que miraba hacia la vía pública en una amplia avenida y que, sobre un fondo blanco tenía unas palabras en rojo que decían: “El futuro pertenece por entero al socialismo.”

 

Es un cartel que ya no he visto más, pero que estuvo presente en la juventud de los cubanos de la generación de los 60 – 70, cuando se daba por sentado que el sistema capitalista estaba en fase terminal y que -¿quién podía dudarlo?- el socialismo resultaría victorioso sobre ese “capitalismo agonizante”.

 

La frase, que también me vino a la memoria junto al cartel, es la siguiente: “El delito es una reminiscencia de la sociedad capitalista y desaparecerá en la medida del avance del socialismo”.

 

Esa frase la leí muchísimas veces en los libros de texto de la carrera de Derecho y en los textos marxistas que los estudiantes universitarios teníamos que estudiar, y examinar obligatoriamente.

 

Viendo esta filmación, que termina con palabras del general de ejército Raúl Castro y donde admite que el robo en el país es gigantesco, a todas las instancias y a todos los niveles (bueno, o a casi todos), y como, por otra parte, creo verla ahora más floreciente y vigorosa que nunca antes en la historia de Cuba, me resta entonces una sola pregunta:

 

¿Qué ha pasado con la tal “reminiscencia capitalista”?

 


La palma real en peligro

Oscar Mario González

10 de noviembre de 2013

 

En Cuba todo está en peligro; todo corre el riesgo de ser arrastrado al infortunio. En tal contexto la palma real no podía ser una excepción.

 

En visita realizada a la provincia de Guantánamo, en el extremo oriental de Cuba, el secretario de la Comisión Nacional de Reforestación, Elías Linares, dijo que entre las tareas prioritarias de la Comisión que preside está la de sembrar más de medio millón de palmas reales en el país.

 

Se trata de duplicar la cifra de 280 mil de estas plantas destruidas el pasado año durante el paso de los huracanes Gustav e Ike, ambos de muy triste recordación para los cubanos.

 

El plan previsto para el presente año, según palabras de Linares, “marcha con lentitud y exige revertirse  en lo adelante con mejor trabajo en los meses de lluvia”.

 

La morosidad está generalizada de modo tal que, no sólo la reforestación de las palmas reales, sino todo lo demás, se mueve con la lentitud propia de lo que se hace con desgano y dejadez. La gente, como se dice popularmente, “no está en ná”. “No se pone pa’ las cosas”. El propio dirigente forestal parece confirmar lo anterior cuando reconoce que “la tarea no ha prendido con fuerza en los diferentes territorios”.

 

Se trata, nada más y nada menos, de que la población está extenuada de oír las mismas cosas durante medio siglo, sin ver resultados. Cincuenta años de convocatorias a la plaza, de sacrificios y privaciones pesan mucho en el ánimo de cualquier individuo.

 

Desde los primeros meses de triunfo revolucionario se habló mucho de la reforestación. La propagada política aludía a la nostalgia del cubano por la desaparición de los grandes bosques que hasta principios del siglo pasado cubrían la mitad del territorio nacional. Los beneficios que al entorno aporta la flora era un argumento convincente para sensibilizar a las personas con la tarea y para culpar a los centrales azucareros yanquis por la desaparición de nuestra riqueza forestal.

 

Pero la ambivalencia propia del discurso revolucionario mientras convocaba al ciudadano para la siembra de árboles,  impulsaba la famosa campaña contra el marabú donde los buldózeres arrasaban con cualquier mata que encontraban a su paso ya fuese un árbol frutal, maderable o simplemente, de beneficio ecológico, deforestando así el país. Hoy día los campos están cundidos de marabú como nunca antes y no pocas variedades de frutas cubanas resultan desconocidas para la mayoría de la población.

 

Sería muy provechoso para nuestro país el éxito de esta campaña de reforestación de la palma real. No poseemos datos de la cantidad de palmas existentes antes del triunfo de la revolución pero los ojos, que en estas cosas no engañan, hablan de una disminución notable. Ello no es nada raro y forma parte de esa tendencia de los últimos cincuenta años de que lo malo se multiplique y lo bueno disminuya o desaparezca.

 

La palma real es nuestro árbol nacional. A su belleza y cubanía le han cantado músicos y poetas de todos los tiempos. Cualquier referencia patria puede ser tan cubana como las palmas, pero nunca excederle en cubanía. Martí hablaba de poner la moral del cubano tan alta como las palmas y la revolución de 1959, cuando negaba enfáticamente ser comunista, proclamaba ser tan verde como las palmas. Más que en el escudo nacional, ella está en el corazón de los hijos de esta tierra.

 

Hay un hecho interesantísimo. Cuba a pesar de ser tan rica en variedades vegetales; de poseer ella sola mayor número de especies que el resto del archipiélago antillano; de contar con otros tipos de palmas más interesantes que la palma real, científicamente hablando, ha elegido a la palma real como su árbol nacional.

 

Ninguna como ella está tan difundida por toda la geografía de la Isla. Se yergue no sólo en el monte sino también en la llanura. Entre los mogotes de Viñales y en el apacible Yurumí matancero. En el árido Guanahacabibes y en el monte firme de Baracoa.

 

Su figura señorea toda nuestra campiña no sólo embelleciéndola, sino beneficiando, desde siempre, al cubano más humilde. Desde el aborigen hasta el hombre de hoy. De la palma nada se desecha, todo encuentra  utilización. La yagua, para el caballete del bohío, mientras que la penca se dedica a la cobija. Las tablas de su tronco, a las paredes, y el palmiche para la ceba del ganado porcino. Hasta  el racimo seco de palmiche se transforma en escoba.

 

En aras de la palma real bien vale cualquier sacrificio. Ellas siempre tienen un saludo de amor para la campiña. Están hechas para reírles a montes y sabanas; parecen moldear el carácter del cubano que, pese a tantas desdichas, mantiene su eterna sonrisa.

 

 

El castrismo ‘se baña, pero salpica’

Roberto Álvarez Quiñones

8 de noviembre de 2013

 

La corrupción es estructural y forma parte ya de la cultura nacional. Fidel y Raúl Castro disponen del patrimonio del país para beneficio de sus familias y de su claque política

 

“Tiburón se baña, pero salpica”. Así dijo de sí mismo el segundo presidente de la naciente República de Cuba, José Miguel Gómez, un muy destacado general de la Guerra de Independencia que, al llegar a Jefe de Estado, robó tanto que el gracejo popular criollo lo bautizó como “Tiburón”.

 

Con su insólita frase Gómez admitió que era corrupto, pero aclaró que no era únicamente él quien se bañaba en dinero, pues “salpicaba” a sus subordinados, algunos de los cuales robaban igualmente al Tesoro de la joven nación. Durante su gobierno (1909-1913) hubo varios escándalos de corrupción y repartición de cargos públicos entre los amigos del Presidente.

 

Un siglo después, en la Cuba de la “moral socialista” la corruptela no solo sigue vivita y coleando, sino que ha escalado a niveles nunca antes conocidos. Tiene carácter estructural  y forma parte ya de la cultura nacional.

 

Los hermanos Castro y los jerarcas de su dinastía se rasgan las vestiduras cada cierto tiempo y lanzan ofensivas policiales y campañas contra la corrupción. Hay hasta una zarina anticorrupción, Gladys Bejarano, con rango de vicepresidenta del Consejo de Estado. Lo que pasa es que cuando Raúl Castro y ella hablan no especifican que se están refiriendo solo a la malversación “por la libre”, no a la autorizada o controlada por ellos. 

 

En la llamada batalla anticorrupción no se toca nunca a los “pejes gordos”. Se juega con la cadena, no con el mono. Este último es la élite dirigente, incluyendo la Junta Militar, los “históricos”, todo el generalato, el Buró Político y las principales figuras civiles del Partido Comunista. La cadena, en tanto, tiene dos niveles:  1) el resto de la burocracia estatal (ministros, directores de empresas y hoteles, funcionarios de turismo, jefes de grandes almacenes, administradores de las “shopping”, etc); y  2) los administradores de bodegas y tiendas, los empleados estatales sin cargo alguno, los agentes policiales y aduaneros y sus jefes, etc.

 

Si las estridentes campañas contra la malversación fuesen de veras al fondo del problema  los Castro y la nomenklatura irían a la cárcel, o tendrían que presentar su renuncia. Habría que desmontar el socialismo, régimen al que le es inherente la corrupción, cual patología  incurable, porque la “propiedad social” no es de nadie y a nadie le duele. Y se puede meter la mano sin problemas, pues los medios de comunicación son igualmente estatales y hay un blindaje total contra el escrutinio público.

 

En las naciones con sólidas instituciones democráticas, independencia del poder judicial y transparencia mediática, los políticos corruptos van a prisión, al menos los más connotados. En Cuba es al revés, quienes más malversan son los que no van a la cárcel.

 

En los tiempos de José Miguel Gómez, y en los gobiernos republicanos posteriores, la expresión de corrupción más común era la de sustraer dinero del presupuesto público  mediante partidas infladas de gastos para obras, o proyectos que se ejecutaban a un costo más bajo, o no existían; o con la creación de cargos en ministerios y otras entidades en los que eran nombrados parientes y amigos que ni siquiera iban a sus oficinas. Era lo que el pueblo llamaba una “botella”.

 

Hoy no hay “botellas”, ni los funcionarios gubernamentales roban dinero de obras no construidas, pero la malversación es muy superior. Al llegar al poder, Fidel y Raúl Castro, como “tiburones” de nuevo tipo, se apropiaron de todo el patrimonio nacional, del cual disponen a capricho para beneficio propio, de sus familias y de la claque política que los sustenta.

 

Gómez escandalizó al país cuando después de dejar la Presidencia de la República se construyó en La Habana un palacete. Pero Fidel tenía 34 residencias, muchas de ellas mansiones millonarias con todas las comodidades y la tecnología más avanzada, ubicadas en valles de exuberante belleza tropical.

 

Como por razones de seguridad nunca se informaba dónde iba a hospedarse el dictador cuando salía de La Habana, durante los 365 días del año en esas residencias  permanecían cocineros, jardineros, empleados de limpieza, guardias, que las mantenían listas por si el comandante iba, aunque fuese una vez al año, o nunca. Cerca de 200 empleados, ociosos, tenía Castro en esas casas privadas, que no importa si eran propias o no, pues él era el único que las podía disfrutar.

 

‘Dolce vita’

 

Por otra parte, si los generales y coroneles con mando de tropas y los jefes de las fuerzas represivas no recibiesen privilegios, y recursos sustraídos del Estado para una vida bien cómoda, el castrismo se vendría abajo. Además, con la Corporación Gaviota S.A. de las Fuerzas Armadas, un emporio turístico empresarial multimillonario de carácter paraestatal, los militares tienen otra fuente colosal de corrupción.

 

Junto con los militares succionan recursos estatales los “históricos”, el Buró Político y toda la cúpula dictatorial. La dolce vita de que gozan supera en años luz el nivel de vida que les correspondería según sus sueldos oficiales, ninguno de los cuales pasa de 62 dólares mensuales (1.500 pesos cubanos).

 

Con cargo al Estado, y autorizado por el dictador, se construyen o remodelan palacetes privados con aire acondicionado y equipamiento tecnológico del mundo desarrollado, con criados, piscinas, enormes jardines y áreas verdes donde organizan banquetes homéricos y  fiestas. Y sin preocupación, pues se trata de verdaderos bunkers protegidos por guardias armados y con altos muros.

 

Además poseen fincas de recreo, clubes y playas en cayos particulares. Gastan miles de dólares en viajes al extranjero, donde incluso compran viviendas o empresas que operan sus hijos y nietos. Disponen de yates y salen a pescar o a pasear por el Caribe o el Mar de las Bahamas, toman el mejor whiskey, tienen antenas para ver la TV estadounidense y mundial, acceso libre a internet y automóviles con chofer equipados con todo. El Estado “proletario” paga las cuentas.

 

¿Le preguntó ya Gladys Bejarano a Mariela Castro, hija del dictador, cómo adquirió la colección de cuadros de pintura originales que por valor de más de 120.000 dólares cuelgan en las paredes de su mansión amurallada?

 

Las ofensivas anticorrupción se limitan a la parte más delgada de la soga. Dada la improductividad comunista y el desabastecimiento generalizado, solo el mercado negro y el “trapicheo” pueden  satisfacer las necesidades básicas de la población. Y ese mercado se nutre de los “desvíos” de recursos del Estado. En las empresas estatales, jefes, empleados y  guardias se apropian de bienes mediante la adulteración de los registros contables e inventarios. Envían informes falsos a sus superiores, quienes a su vez mienten a los de más arriba, hasta llegar al nivel nacional, que miente más aún. Y pulula el hurto subrepticio.

 

Hoy en Cuba sustraer productos de un almacén estatal no es considerado realmente un delito, sino un acto de legítima defensa  que permite “resolver” y subsistir. La gente sabe que los altos dirigentes políticos son los que más recursos malversan y no tienen moral para hablar de corrupción.

 

En fin, el “Tiburón” de principios del siglo XX sería hoy solo un aprendiz de los Castro, quienes al bañarse salpican con fuerza de tsunami a los “hombres nuevos” de los que hablaba  el Che Guevara.

 

 

Descrédito total

Wilfredo Vallín Almeida

17 de agosto de 2013

 

Existe algo que ni las personas ni los gobiernos pueden perder. Ese algo es el crédito. Cuando éste nos abandona, nuestro prestigio se pierde, así como nuestra capacidad para negociar y emprender empresas y proyectos

 

El crédito, es decir, la confianza que los demás tienen en nosotros, en nuestras acciones y comportamiento probo presente y futuro, es como un cheque al portador que éste está seguro de cobrar aunque el compromiso haya sido hecho en forma verbal y no en un documento escrito y certificado.

 

Cuando en esta época se trae tanto a colación la pérdida de los valores que deberían estar siempre presentes en las personas y en las sociedades, la pérdida del crédito significa una ausencia grave y preocupante en el individuo y en el entorno.

 

Y el crédito se pierde cuando, aunque sea por una vez, somos sorprendidos en una mentira, nuestra palabra no se cumple o los demás se percatan de que aunque sea muy sutilmente, los hemos engañado.

 

Y esto es lo que sucede ahora con el carguero norcoreano detenido mientras intentaba cruzar el canal de Panamá con “armas obsoletas” escondidas en sus bodegas bajo una loma de azúcar cargada…en Cuba.

 

Hay declaraciones, excusas, justificaciones, pero el sol no puede taparse con un dedo.

 

En primerísimo lugar, el “gobierno” norcoreano está lejísimo de cumplir con aquella máxima paradigmática: “El mejor gobierno es aquel que brinda a su pueblo el mejor nivel de vida”.   Las abismales diferencias entre los niveles de vida de las dos Coreas (la del Norte y la del Sur), hablan por sí solas.

 

Un solo ejemplo bastaría para demostrar lo que es Corea del Norte.

 

El hecho de que un jovencito imberbe, casi un adolescente todavía, sin ninguna experiencia de guerra real sea, de la noche a la mañana, elevado al rango de mariscal del ejército norcoreano sólo por ser el nieto de Kim Il Sung, movería a risa cuando recordamos a Montgomery, Zhukov o el mismo Rommel,… pero los resultados de este absurdo pudieran ser catastróficos para ese sufrido pueblo.

 

Pero, en lo que a nosotros respecta, ¿qué hace el gobierno cubano involucrado en todo esto? ¿No es Cuba miembro de la ONU? ¿Desconocen las autoridades cubanas la existencia de la Resolución 1718 de 14 de octubre de 2006 de esas mismas Naciones Unidas que prohíbe la entrega de armas a Corea del Norte?

 

Este desagradable incidente no servirá más que para:

 

a) Agregar una más a las tan desacertadas decisiones que se toman en este país.

 

b) Incrementar el consenso general -acelerado desde la admisión de que ninguno de los congresos del Partido, del 1 al 5, habían cumplido sus acuerdos, consenso que puede resumirse en sólo dos palabras: descrédito total.

RADIO CRISTIANDAD muestra

la verdadera Cuba de Fidel Castro

LA CUBA QUE LOS TURISTAS NO VEN

http://radiocristiandad.wordpress.com/2007/11/30/la-verdadera-cuba-de-fidel-castro/

“Estamos fusilando

a todo el que se oponga a la revolución”

Tania Díaz Castro

27 de junio de 2013

 

A partir de la llegada de Fidel Castro a La Habana, el 8 de enero de 1959 -un día después que Estados Unidos reconociera al nuevo gobierno-, algunos cubanos nos dimos cuenta de que a pesar de un desenfrenado júbilo reinante, una mezcla de miedo y felicidad comenzó a latir en nuestros corazones.

 

¿Acaso Fidel Castro le pasaría la cuenta al pueblo, porque éste, en dos ocasiones, no cumplió con sus expectativas de declarar la huelga general para poner fin a la dictadura de Fulgencio Batista?

 

En agosto de 1957, cuando su guerrilla llevaba apenas cinco meses en el monte, ordenó que el pueblo se declarara en huelga. Pero nada hizo el pueblo. El comercio dinámico del país continuó como siempre, los niños asistieron a clases y las fábricas no dejaron de producir.

 

Luego, el 9 de abril de 1958, el Comandante pronosticó que: “Como las condiciones mínimas indispensables estaban ya dadas”, el pueblo debía provocar el acelerón definitivo del triunfo con una huelga general. Era evidente que el Comandante no veía posible el fin de la guerra con la lucha guerrillera.

 

Entonces ocurrió lo que él no pensó: por segunda vez, el pueblo no le hizo caso. En varias oportunidades había expresado que la huelga general era el centro de su proyecto revolucionario. En una carta, enviada a Carmen Castro Porta, el 17 de septiembre de 1955, le aseguró que lo fundamental de la lucha era precisamente una huelga general.  

 

Aquel 9 de abril, sólo se escucharon algunas bombas, y grupos del Movimiento “26 de julio”, organización liderada por Fidel, realizaron actos terroristas en distintas provincias: el incendio de un aserrío en el pueblo de Sagua la Grande, el asalto a una armería de la Habana Vieja, la toma de la emisora radial en Matanzas, y otros, con un saldo, según se dijo después, de 83 insurgentes muertos.

 

Lo que ocurrió en Cuba, tras la caída de Batista, está por estudiarse con profundidad, desde el punto de vista sociológico. Analizar las relaciones de comportamiento entre el jefe de la revolución y el pueblo, podría arrojar mucha luz a todo lo ocurrido en la sombría realidad de más de medio siglo.

 

Razones hay muchas: El 10 de enero de 1959, se establece la pena de muerte. Fue claro el Che Guevara al decir en la ONU, ante un grupo de periodistas: “Sí, estamos fusilando y seguiremos fusilando a todo el que se oponga a la Revolución”. También Fidel lo repetía en sus discursos. Los cubanos vivían bajo un verdadero terrorismo de Estado.

 

¿Acaso amenazados por no haber cumplido la orden de hacer una huelga general? El saldo de la represión, hasta octubre de 1960, tuvo cifras alarmantes que lo atestiguan: mil doscientos veinte fusilados, diez mil condenados a prisión y cien mil marcharon al exilio.

 

Otra razón que no se olvida es cuando Fidel nombró analfabeto al pueblo y, por esta razón, pospuso las elecciones presidenciales. Su estrategia resultó evidente: demostrarle al pueblo su condición de inferior, porque, si Cuba era un pueblo de ignorantes, ¿cómo podrían votar en las elecciones? Además, ¿qué otros candidatos se habían presentado para gobernantes?

 

Fidel Castro también se ensañó contra su pueblo al fundar, en 1960, un sistema de vigilancia colectiva cuyos orígenes eran nazis, los Comités de Defensa de la Revolución, no sólo para dividirlo, sino para crear desconfianza, enemistad, odio y resentimientos, para que los cubanos se delataran y se hicieran todo el daño posible, gracias a la máxima de Maquiavelo: divide y vencerás.

 

Empleó un modelo económico que en los países socialistas ya comenzaba a fracasar, y así agravó aún más las penurias de los cubanos. Igualmente, creó, en junio de 1961, un terrorífico y represivo sistema de Seguridad del Estado, copia de la siniestra Stasi de la Alemania comunista, para tener bajo control la vida pública y privada, planeando, como espada de Damocles, sobre la cabeza de cada ciudadano.

 

Se trata de la Seguridad del Estado, un organismo que posee sus propios jueces, abogados, instructores de causa, interrogadores, testigos, y celdas tapiadas o “confortables”, según el caso. Allí, cuando el cubano detenido no resulta convencido a la fuerza, termina humillado, rebajado y con su espíritu destrozado.

 

Por ese centro de crueldad han pasado obreros, estudiantes, amas de casa, profesionales, líderes políticos, artistas, escritores, antiguos comunistas, decenas de miles de jóvenes cuyo delito era sólo pretender escapar del país, y activistas pacíficos por los Derechos Humanos, entre ellos, la autora de esta crónica y muchos de sus hermanos de lucha. En ese centro ha sido castigado todo un pueblo.

La fiesta del gran fracaso

Eugenio Yáñez

27 de junio de 2013

 

¿Hay algo que celebrar el 26 de julio?

 

El régimen se prepara para celebrar por todo lo alto la efemérides. Jubileo, número redondo, al cumplirse sesenta años del acontecimiento. Fiesta nacional, y con proyección internacional, para celebrar por todo lo alto el rotundo fracaso del 26 de julio de 1953.

 

Desde 1959 el castrismo ignoró las celebraciones históricas tradicionales cubanas (24 de febrero, 20 de mayo, 10 de octubre, 7 de diciembre), y convirtió la exaltación del fracaso del 26 de julio en una gran fiesta nacional, con invitados extranjeros incluidos, para proclamar la condición invencible de los vencidos y cimentar el mito de que la verdadera historia de Cuba libre comenzó aquella madrugada de Santa Ana en 1953.

 

Las generaciones más recientes de cubanos en la Isla reciben desde su nacimiento versiones falsificadas de la historia cubana y de los detalles vinculados al fracasado intento. Nunca las exégesis oficiales dirán a los cubanos que, de todos los autos que partieron desde la finca Siboney para el insensato ataque al Cuartel Moncada, el único que “se perdió” en el camino fue el vehículo en que viajaba Fidel Castro, uno de los pocos asaltantes criado en Santiago de Cuba; ni que tan pronto como se constató el fracaso del intento —casi al comenzar las acciones— Fidel Castro ordenó la retirada y, como el gran líder que siempre ha sido, fue de los primeros en salir corriendo; ni que, escondido en la Sierra Maestra después de su precipitada huída, al ser descubierto no intentó ni de broma combatir, y de inmediato se entregó.

 

Desde el triunfo revolucionario de 1959, a través de la propaganda sistemática, las leyendas se han enriquecido continuamente en el imaginario popular, del que se retiran narraciones inconvenientes y se exaltan la supuesta visión, sabiduría y convicciones del Comandante. Y se pretende demostrar, además de que el Apóstol José Martí habría sido el autor intelectual de la aventura del Moncada, que desde el inicio el programa político de quienes participaron en el asalto preveía todas las declaraciones, acciones, conductas, posiciones y actitudes mantenidas por Fidel Castro durante los sesenta años posteriores al gran fracaso de 1953.

 

Así ha surgido y crecido el mito del llamado Programa del Moncada, supuestamente delineado y explicado por Fidel Castro en el juicio por los acontecimientos del 26 de julio de 1953. Sin embargo, de sus palabras ante ese tribunal solamente ha quedado la versión reconstruida por él mismo mientras cumplía cómoda prisión —con cocina propia en la celda y permanentes privilegios— con todo lo que de olvido, omisiones y percepciones distorsionadas puedan incluir. De manera que el mito del Programa del Moncada surge de otro mito, un supuesto y extenso discurso reproducido prácticamente con exactitud taquigráfica por su propio autor muchas semanas después.


Sin embargo, aun aceptando ese mito basado en otro mito, las razones para la celebración de supuestos éxitos en estas fechas no aparecen por ninguna parte. Los seis mencionados componentes del Programa del Moncada (tierra, industrialización, empleo, vivienda, educación y salud), vistos no en detalles puntuales, sino en una visión global que abarque los sesenta años de la leyenda, no resultan favorables al castrismo, a pesar de las apariencias superficiales y de los océanos de propaganda vertidos sobre las mentes de los cubanos y del resto del mundo durante seis décadas. Repasémoslos brevemente:

 

De la agricultura “revolucionaria” ¿hay algo que celebrar? El mayor latifundista cubano es y ha sido el estado totalitario, y al mismo tiempo el más improductivo e ineficiente que pueda ser encontrado. Con las tierras cubanas cundidas de marabú, y teniendo que importar más de mil seiscientos millones de dólares anuales para mal alimentar a los cubanos, los logros del Programa del Moncada en la agricultura, además de falsos, son absolutamente bochornosos.

 

De la industrialización podrían señalarse determinadas (e ineficientes) inversiones realizadas en todos estos años, pero a día de hoy lo que ha quedado es una industria azucarera desmantelada, obsoletas fábricas del “campo socialista”, maquinarias de la época pre-revolucionaria que milagrosamente continúan funcionando, y chatarra de las fracasadas inversiones diseminada por todo el país. Paradójicamente, las fuentes que más dinero aportan actualmente a las arcas del gobierno no tienen nada que ver con la “industrialización” tan pregonada por Fidel Castro y Che Guevara: turismo, remesas, servicios médicos al exterior, biotecnología.

 

Lo del empleo podría ser un chiste de mal gusto si no fuera tan dramático. Según cifras oficiales, Cuba es ejemplo de pleno empleo. Nunca se menciona el desempleo escondido en las plantillas estatales infladas, ni que el gobierno de Raúl Castro tuvo que detener el cese forzado de casi la cuarta parte de los empleados estatales por temor a una crisis social de incalculables proporciones. El cuento de que el cuentapropismo que surge entre coyundas y arbitrariedades estatales absorbe el desempleo no deja de ser un mito: sólo el 18% de los cuentapropistas tenía vínculo laboral con el Estado antes de incorporarse a sus actuales actividades.

 

¿La vivienda? No hay que discutir cifras ni proyecciones para comprobar “la obra de la revolución” en el sector de la vivienda. Basta con “andar La Habana” y las ciudades y pueblos del interior, preguntarle a los damnificados que han perdido su vivienda por huracanes o derrumbes por falta de mantenimiento en las últimas décadas, o a los que viven en condiciones casi infrahumanas en albergues, entre la promiscuidad y la falta de higiene y condiciones materiales, o a los que se hacinan en barrios marginales en cualquier parte del territorio nacional.

 

¿La educación? Indudablemente, hubo avances espectaculares e importantes con la campaña de alfabetización, la construcción de escuelas, la elevación del nivel educacional de los cubanos, y la ampliación del derecho a la enseñanza en todo el país. Y también hubo catástrofes dañinas, como la destrucción de vínculos familiares y principios morales con la masificación de becas y escuelas en el campo; pérdida de conocimientos de los estudiantes, a los que se negaron o limitaron enseñanzas imprescindibles para aumentar la carga ideológica en sus estudios y carreras; en la formación básica de los estudiantes en sus primeros años, por haber subestimado todo el tiempo la preparación de profesores y recurrir a esperpentos como la “televisión educativa” y los “profesores emergentes” inventados por Fidel Castro; o la demagógica “universalización de las universidades”, que restó rigor, profundidad y calidad a los estudios universitarios en todo el país.

 

Finalmente, la salud pública, la joya de la corona de la dictadura. Negar sus evidentes logros, tanto de carácter científico como social, no solamente sería torpe e injusto, sino también absurdo. Sin embargo, llevar las estrategias de salud pública a los extremos, sin tener en cuenta realidades y posibilidades de la economía cubana, pretendiendo un nivel de salud pública escandinavo basado en un nivel de productividad económica africano o haitiano, además de absurdo, es criminal. Y montar todo ese andamiaje propagandístico y demagógico basado en la sobreexplotación de los médicos y todos los trabajadores de la salud, el desprecio por sus intereses personales, la separación forzada de sus familiares por largos períodos de “internacionalismo”, o privilegiar la atención a extranjeros sobre los nacionales, son hechos que muy difícilmente podrían justificarse en un análisis serio y desapasionado.

 

Entonces, ¿realmente hay algo que celebrar el 26 de julio? Para el régimen, claro que sí. Y los que quieran creer en las bondades de “la revolución”, también dirán que sí. Y están en todo su derecho si viven en una democracia. Los que prefieran analizar resultados y realidades sin marearse con promesas o consignas, podrán decir lo contrario. Y también estarán en todo su derecho, gracias a vivir en una democracia, porque en Cuba no tienen ese derecho a expresar sus ideas si no son las del gobierno.

 

Cada lector podrá decir si tiene algo que celebrar por el 26 de julio, o no.

 

Para mí está claro: la fiesta del castrismo es la fiesta del gran fracaso. Nada más.

Sistematizando la miseria

Miriam Celaya

24 de marzo de 2013

 

Escucho a la vecina del apartamento de los altos dando voces a la de la planta baja: “¡llegó el pollo por pescado… y vence mañana!”. El grito interrumpe mi trabajo y despierta mi memoria: este jueves 21 de marzo se cumplieron 51 años de la instauración de la cartilla de racionamiento, un sencillo adminículo que todavía cumple relativamente sus funciones como instrumento de control oficial, procurando igualarnos en la pobreza.

 

“La libreta”, como popularmente se le conoce, desempeña la doble misión de aliviar las crónicas carencias alimentarias de la familia cubana distribuyendo algunos productos básicos a precios subsidiados, y a la vez, de servir al gobierno como un instrumento más de dominación sobre la sociedad. No es una exageración, la Historia está repleta de ejemplos que ilustran cómo los pueblos despojados de derechos y de la capacidad de producir y ganar su propio sustento, pierden también su condición de individuos libres y, como animales de corral, se someten a la voluntad de quien les procuran lo mínimo indispensable para no morir de hambre.

 

La cartilla, que según las propias declaraciones oficiales provoca gastos astronómicos al Estado en su celo por garantizar al menos una parte de la alimentación del pueblo, es –más que un bondadoso subsidio– una inversión política. En realidad, casi podría asegurarse que de no ser por la cartilla que administra el hambre evitando la hambruna, este país hubiese sido ingobernable.


La importancia que el régimen otorgó al sistema de racionamiento se refrenda en multitud de ejemplos que persisten. Toda una institución administrativa creada para tales efectos, con oficinas municipales –antes OFICODA, actualmente ORC (Oficina de Registro del Consumidor) –, empleados, archivos, almacenes y centros de distribución y venta, encargada de velar porque se cumpla la asignación de consumo exacta para cada cubano, incluyendo la concesión de exiguos productos “extra” para enfermos crónicos validados por certificados médicos, e incluso el control de campañas como la llamada “revolución energética” –con la entrega a nivel nacional y el control del pago de los equipos eléctricos chinos durante uno de los últimos delirios del deteriorado Comandante en Jefe.  


Así, la mal llamada “libreta de abastecimientos”, en cuyos inicios y por varias décadas cubrió una lista considerable de productos racionados, tanto alimenticios como otros de uso doméstico, comenzó a contraerse sin llegar a desaparecer a medida que los efectos del fracaso del sistema se sucedían uno tras otro. Fue, probablemente, el auxiliar más efectivo del gobierno para contener el descontento popular bajo los embates de la crisis de los ´90, cuando se comenzaron a racionar incluso las almohadillas sanitarias femeninas; y en los últimos años, con el advenimiento del “raulismo”, ha sufrido drásticos recortes al mantener subsidiados solo algunos productos básicos, pese a que los cubanos no han recuperado la autonomía productiva y el salario medio no llega a un dólar diario.

 

La cartilla se ha convertido en un documento que forma parte inseparable de cada familia, a tal punto que a cualquier cubano humilde, principalmente del amplio sector de la tercera edad, le preocupa más la pérdida de la cartilla que la de su documento de identidad. Porque no solo se siente parcialmente protegido en sus necesidades de consumo, sino que ésta ha propiciado todo un mecanismo de trueques ideados por la creatividad popular para suplir otras carencias. De esta manera, los productos asignados que algún miembro de la familia no consume son utilizados para intercambiarlos o venderlos y así adquirir otros necesarios. Por demás, también se ha desarrollado un mercado subterráneo, tanto con la certificación ilegal de “dietas” con tarifas fijas como con los productos propiamente dichos, que escapa por completo al control de las autoridades, incapaces de cubrir las necesidades básicas de la población y de eliminar la corrupción que es fuente de subsistencia para la mayoría de los cubanos.

 

La cartilla además ha dado origen a nuevos vocablos y frases que algún día formarán parte del lexicón socialista que alguien habrá de escribir. Solo los nacidos y crecidos bajo un sistema que tiene el discutible mérito de haber sistematizado la miseria, sembrándola como si de una virtud se tratase en la conciencia de una parte significativa de sus víctimas, conocemos el significado de frases que, en buena lid, resultan ofensivas y humillantes para la dignidad de las personas. Quiénes, si no nosotros, sabrían interpretar el lenguaje cifrado de la pobreza estandarizada: plan jaba, pollo por pescado, pollo de población, picadillo de niño, pescado de dieta, lactoso y para viejitos, café mezclado, arroz adicional…; o las ya desaparecidas picadillo extendido, carne rusa, fricandel, masa cárnica, perro sin tripa y otras lindezas por el estilo.

 

Pero en estos tiempos difíciles el sostenimiento de la cartilla por parte del gobierno se hace prácticamente imposible. He aquí que esa herramienta de control debe desaparecer, tal como ha anunciado directa o veladamente el General-Presidente en más de una ocasión, porque –otrora instrumento utilísimo para el gobierno– se ha tornado un lastre insostenible en medio de la crisis final del sistema. Por otra parte, el régimen no puede darse el lujo de despojar de subsidios a una mayoría pobre que escasamente sobrevive con la ayuda de la cartilla. Al menos no puede hacerlo sin pagar un alto costo político por ello, además de la amenaza de enfrentar un probable aumento del descontento y el desorden social. La cartilla, pues, se ha trocado en un bumeran para el sistema.

 

No obstante, la asignación de alimentos se ha seguido contrayendo, como parte del plan gubernamental de eliminar gradualmente los subsidios. En la actualidad, la cartilla es una magra libretita con 10 pequeñas hojas para marcar lo que “le toca” mensualmente a cada persona: 7 libras (lb) de arroz, 3 lb de azúcar blanca, 2 lb de azúcar morena, ¼ lb de aceite, 10 onzas de granos, 11 onzas de pollo que sustituye la antigua cuota de pescado, 1 lb de pollo “de población” o picadillo, 10 huevos, 400 gramos de espaguetis, un minúsculo pan de 80 gramos y, de vez en vez, media libra de mortadella con soya. Los niños de 0 a 3 años reciben una limitada cantidad de compotas y leche en polvo hasta los 7 años, de los 7 a los 14 reciben una cuota de yogurt de soya. Tal es la canasta básica oficial.

El legado de la intransigencia

Miriam Celaya

28 de marzo de 2013

 

‘Salir al paso’, combatir la ‘blandenguería’, la ‘tendencia al individualismo’, la homosexualidad, las creencias religiosas, las ‘desviaciones pequeño burguesas’… ¿Cuánto daño hizo (o hace) a la nación la loada ‘intransigencia revolucionaria’?

 

Digamos que desde hacía tiempo no escuchaba en los medios oficiales la frase maldita, (aunque debo admitir que no soy exactamente una seguidora de dichos medios). De cualquier manera, también los discursos la han estado omitiendo, evitándola con disimulo, como quien elige soslayar en lo posible las expresiones duras del período estalinista anterior a 1989. Sin embargo, hace pocos días, durante la transmisión de un noticiero, una joven y elegante locutora la mencionó y sentí que cayó en mis oídos con la fuerza de una bofetada: “quedó demostrada en la actividad la ‘intransigencia revolucionaria’ que caracteriza a nuestro pueblo”.

 

Intransigencia revolucionaria, dijo la muchacha, y su rostro, lejos de mostrarse ceñudo y fiero, lucía el entusiasmo feliz de quien alude a un mérito invaluable.

 

Es sobrecogedora la carga negativa de la palabreja y de algunos de sus sinónimos –intolerancia, fanatismo, obstinación, testarudez, pertinacia–, pero comprendo que ninguna palabra es mala en sí misma. De hecho, casi todos nos negamos a transigir en algunas cuestiones esenciales o de principios, sin que ello suponga dañar a los demás y sin que tal actitud encierre una deliberada, insuperable rigidez de espíritu. Sin embargo, el contexto marca las diferencias. En lo personal, me enferma el recuerdo de toda la pesadilla que trajo consigo la práctica de la intransigencia revolucionaria como vehículo de terror y de control social en tiempos que, quizás ingenuamente, preferimos asumir como pasado.

 

Repasemos brevemente algunas formas de expresión de esa estrategia oficial llamada intransigencia, que signó la vida de todos en la Cuba de los Castro y en virtud de la cual cada cubano debía delatar al compañero ante la menor sospecha de que aquel no apreciara suficientemente el proceso y a sus líderes o no mostrara el celo o entusiasmo (también revolucionarios) adecuados en cada circunstancia:

 

“Salir al paso”, incluso a las mínimas manifestaciones de crítica –aunque fuesen veladas o moderadas, que éstas solían ser las más “peligrosas”–, ya fueran dirigidas al gobierno, a las disposiciones oficiales, a un simple militante del PCC, etc.; combatir la “blandenguería”, la “tendencia al individualismo” y ciertas “aberraciones” como la homosexualidad, o azotes tan enraizados y dañinos como las creencias religiosas de cualquier denominación; demostrar claramente el rechazo a las “desviaciones pequeño burguesas” tales como el gusto por los artículos, las modas, la música, etc., de los países capitalistas, en especial de EEUU (pecados que clasificaban como “diversionismo ideológico” y entre los cuales el uso de jeans, escuchar la música rock y tener la melena larga se contaban entre los más graves); y muchas más. Ni qué decir de reconocer algún tipo de opinión política diferente de la línea cuidadosamente monitoreada desde Moscú.

 

El daño pasado y presente

 

Debido a la aplicación de la intransigencia como estrategia al servicio del poder, en la Isla se han producido crímenes como los paredones de fusilamiento, las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), las Escuelas al Campo, la discriminación y hostigamiento a individuos y grupos por motivos de credo religioso o por sus preferencias sexuales, los mítines de repudio en cualquiera de sus diferentes gradaciones –que aún persisten–, la anulación de la sociedad civil independiente y de la prensa libre, y muchas otras variantes diabólicas destinadas a encerrar en el puño de hierro del totalitarismo hasta el menor atisbo de voluntad ciudadana.

 

La intransigencia ha sido la madre de la censura en la literatura, el cine y otras manifestaciones del arte y la cultura, e igualmente ha amordazado la creación y la iniciativa en todas las esferas de la vida nacional. No por casualidad Ernesto Guevara es considerado el paradigma de la intransigencia y de lo que debía ser el “hombre nuevo”.

 

Podríamos hablar de otros eventos desastrosos que nos ha legado la intransigencia a lo largo de nuestra historia, incluyendo ejemplos de todas las etapas anteriores a 1959, pero me temo que el recuento se haría demasiado extenso. Si prefiero referirme a la etapa llamada “revolucionaria” es porque fue después de aquel engañosamente luminoso enero cuando ser intransigente se generalizó al establecerse como política y se convirtió en un rasgo de decoro y de reconocimiento social. Muchos lo aceptaron, otros tantos callaron y todos, absolutamente todos, temieron. Por eso pudo hacer tanto daño.

 

Es así que quedé perpleja cuando una sonriente locutora de apenas treintitantos años de edad pronunció el vocablo maligno, y me estremecí ante el poder regenerativo de la perversidad del sistema que trata de perpetuarse como una costra en la psiquis de ciertos individuos de nuevas generaciones.

 

¿Sabrá esta muchacha cuánto dolor ha producido a la nación el revolucionario intransigente? Desde entonces y en lo adelante, combatir la intransigencia revolucionaria se ha convertido en un punto permanente de mi agenda personal.

 

Perdonen los lectores si tal decisión me hace parecer un tanto intransigente.

Cómo vive un niño discapacitado

en la Cuba de Fidel Castro

Los sin derechos

Los sin derechos (The Rightless)

  20 de junio de 2012

 

El documental Los sin derechos (The Rightless), producido por el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, obtuvo Mención de Honor en la sexta edición de Los Angeles Movie Awards en la categoría Documentary Feature.


Los sin derechos cuenta con la dirección de Daniel Urdanivia y la producción de Pedro Corzo.


El material aborda la situación de los derechos humanos en Cuba, desde el 1 de enero de 1959 a la fecha, además de mostrar diferentes tipos de violaciones, tanto a prisioneros como a ciudadanos comunes.

 

Sus propios realizadores lo califican como una “descripción por medio de testimonios de cómo en Cuba se violan de forma sistemática y permanente los derechos de sus ciudadanos. Las diferentes exposiciones recogen la forma variada, pero constante, a las que recurren las autoridades cubanas para impedir que los ciudadanos hagan uso de derechos como la libertad de expresión e información, la libertad de movimientos, la discriminación racial y los abusos que padecen los prisioneros políticos”.

 

“Hace 7 años, me propuse hacer este documental inspirado en mi propia experiencia, al llegar a Estados Unidos y disfrutar de las libertades que este país te ofrece. Algo totalmente diferente a lo que en Cuba viví. Cuando uno nace y crece bajo un régimen de represión, pocas veces te pones a pensar y te percatas de que hasta tus pensamientos están siendo reprimidos, incluso por tí mismo”, declaró el director de “Los sin derechos”, Daniel Urdanivia en una entrevista a raíz de la premiación.
 

El director también destaca que “eso sucede por el control de la información y la manipulación de la misma. Al salir de Cuba y llegar a los Estados Unidos fue cuando me percaté que en Cuba se violan no sólo los derechos constitucionales sino tus derechos más elementales como el poder expresar libremente lo que piensas. Fue ahí donde comenzó la búsqueda de testimonios y hechos que describieran de una forma más explícita la realidad del pueblo cubano”.

 

Urdanivia revela además, que los principales desafíos que afrontó al concebir este filme no fueron “encontrar las historias ni los hechos, porque esos son innumerables, como a su vez lo son la cantidad de violaciones que diariamente se comenten en Cuba”. Su verdadero desafío fue “crear un documental diferente, un poco más explícito. Y es por eso que decido buscar actores para dramatizar diferentes situaciones y hechos que se reflejan en el documental”.

Hacienda Carbonell

 

Hablemos Press ha subido este vídeo sobre la hacienda Carbonell, que durante las décadas del cuarenta y cincuenta era una próspera empresa agropecuaria del municipio Mariel, en Pinar del Río.

 

En la Cuba de Fidel Castro se transformó en henequenera; hoy languidece, tras un caso de corrupción y “desvío de recursos”.

Soy la otra Cuba

 

A fines del 2009 el director italiano Piernantonio Maria Micciarelli viajó a Cuba con el propósito de observar la realidad cubana. Durante su permanencia de 59 días y más de 7.000 kilómetros recorridos entrevistó a ex combatientes, sobrevivió a un atentado y se reunió con líderes de la oposición, blogueros y periodistas independientes.

 

El resultado fue el documental Soy la otra Cuba, de 84 minutos de duración y la coproducción de Luca Lucini y Raffaello Pianigiani. A través de un personaje que se recrea a sí mismo, Micciarelli se transforma en un explorador nostálgico que sigue los pasos de las tropas revolucionarias en la Sierra Maestra hacia La Habana, donde se encuentra con la crudeza de la vida diaria y la desolación del cubano de a pie, se acerca a la realidad cubana tras medio siglo de dictadura.

Soy la otra Cuba aborda la historia de los últimos años de la Cuba de Fidel Castro y registra testimonios como el del ministro de Cultura, Abel Prieto, y la directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, entre otros.

 

En sus encuentros con más de una decena de representantes de la sociedad civil y el movimiento opositor, Micciarelli entrevistó a Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, y a la bloguera Yoani Sánchez, autora del blog Generación Y. Asimismo dialogó con Dagoberto Valdés, activista católico y director de la revista digital Convivencia, y Elizardo Sánchez, director de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, entre otros.


Sus testimonios coincidieron en mostrar a la variada oposición de Cuba como un frente con ideas a favor de una apertura democrática pacífica y el respeto a las libertades individuales. “Son gente de mucho valor y coraje a pesar de que los cubanos son prisioneros en su propia casa”, dijo Micciarelli.


Durante su estancia en Cuba el realizador estuvo en la mira de la Seguridad del Estado y fue testigo del acoso de grupos de partidarios de gobierno en los alrededores de las casas de los opositores. También sufrió un atentado. Sucedió mientras conducía un automóvil en una autopista al este de la Habana cuando, sospechosamente, el chofer de otro vehículo le cerró el paso a alta velocidad y lo obligó a salir de la carretera.


Al interior del automóvil de Micciarelli iba Pollán, un camarógrafo y el periodista independiente José Alberto Alvarez Bravo.


Desde ese momento la tensión y la paranoia aumentaron. Sabía que era un proyecto peligroso pero era mi historia, real y propia, y debía seguir”, precisó Micciarelli.


El realizador también conoció a agentes infiltrados en la disidencia que quisieron “colaborar” con las entrevistas. Fue el caso de Carlos Manuel Serpa Maceira, el agente Emilio. Serpa era un activo periodista independiente muy cercano a las Damas de Blanco, que informaba para medios de prensa en Miami, como Radio Mambí, Cubanet y Radio y TV Martí.


Regresé a Milán a contar la historia a mis amigos, gente que me conoce desde joven”, comentó Micciarelli. “Les dije que había descubierto otra realidad, una Cuba que está muy lejos de lo que dice el gobierno”. Cuando era joven estaba fascinado con el mito de la revolución, pero estando en Cuba vi otra cara y realidad”, dijo Micciarelli.

 

Soy la otra Cuba es un viaje por Cuba cincuenta años después del triunfo de la revolución, que descubre una realidad muy diferente a la que encarna la Cuba ideal que promocionan los comunistas europeos. Por ello el documental Soy la otra Cuba ha sido prácticamente censurado en la lista de los más importantes encuentros de cine en Europa, debido a que muestra una realidad que incomoda a muchos de sus organizadores, según explicó Micciarelli. En su lugar festivales como el de Venecia han decidido proyectar cintas más cercanas a la propaganda oficial de los hermanos Castro, como Cuba en la era Obama, de Gianni Mina.

 

La galería Langhans, de Praga, proyectó el documental Soy la otra Cuba. La película se exhibió en la inauguración de la exposición Esperando el milagro: la realidad cubana medio siglo después de la revolución, organizada por People in Need, una ONG checa que provee ayuda humanitaria y lleva a cabo proyectos de desarrollo, programas educativos y de derechos humanos en las regiones en crisis alrededor del planeta.

 

La muestra contiene una colección de fotografías del fotógrafo checo Jiří Havrda y algunos poemas visuales del escritor, poeta y fotógrafo cubano Francis Sánchez.

 

El escritor Francis Sánchez reside en Ceballos, Ciego de Ávila, donde nació en 1970. Sus primeros poemas los escribió a los 14 años. Su poemario Revelaciones atado al mástil (1996) fue finalista del Premio Nacional de la Crítica. Fue fundador de la Unión Católica de Prensa de Cuba en 1996.

 

Sus libros de poesía, narrativa y ensayo se han publicado en Cuba, México y España. Está considerado como una de las voces principales de la generación poética que emergió en Cuba a finales del siglo XX. Hace algo más de un año, Sánchez renunció a la oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, lo cual le ha condenado al ostracismo, ya que sus libros no serán editados en la Isla, no puede participar en eventos y puede que tenga dificultades para viajar al exterior.

 

En su último trabajo, que permanecerá expuesto hasta el día 22 de febrero en la Galería Langhans, Francis Sánchez ha convertido la poesía en diseños donde expresa el encierro, el aislamiento y el miedo.

Cuba, as time goes

Documental del cineasta cubano exilado Eduardo Lamora

Fidel los prefiere extranjeros

Martín Guevara

20 de febrero de 2012

 

Martín Guevara es argentino, pero se crió en Cuba, donde su familia se refugió huyendo de la dictadura de Videla (1976-1983). Desilusionado por el castrismo que dejó un país arrasado, hoy vive en España. Está escribiendo un libro sobre la situación en la isla y sobre su célebre tío, Ernesto Che Guevara

 

En Cuba no tenemos libertad de prensa ni de expresión, le respondía Fidel Castro a Barbara Walters, en la primera entrevista que mantuvieron durante la década de los 70. Más recientemente Walters repitió la experiencia de entrevistarlo, pero ya con la URSS caída, el comandante no fue tan altanero en su reivindicación de la intolerancia, intentó explicarse mejor, aunque con similar resultado.

 

Durante los años en que viví en Cuba, Fidel sólo concedía entrevistas a periodistas extranjeros. Es una característica que mantiene tiempo ha: ya en la Sierra Maestra prefería desplegar sus encantos histriónicos frente a los cronistas  foráneos, norteamericanos de ser posible, como cuando para sacar de dudas a sus admiradores estadounidenses sobre su estado físico, concedió una entrevista a Herbert L. Matthews, en vez de a un periodista cubano.

 

Errol Flynn, el famoso actor de películas de Hollywood, llegó a sentirse atraído por la mística revolucionaria, y visitó a los rebeldes en sus campamentos. Fidel trabó amistad con él y sostuvo charlas con fines propagandísticos. Pero no profesaba ese nivel de simpatía por ningún periodista ni artista de la escena nacional.

 

El propio Che Guevara, a través Radio Rebelde, creada por él, atendió a periodistas cubanos que el jefe máximo no deseaba atender.

 

En años recientes he podido apreciar que ha sido entrevistado en más de una ocasión, en un  programa de televisión -al aire en la última década-, pero sin la más mínima incomodidad para el mandatario: No creo que criatura alguna se atreva a llamar periodismo a ese ejercicio de obsecuencia límite.

 

En una ocasión, pude ver a su conductor entrevistándolo, agachado, esbozando la sonrisa que cualquiera pagaría por esconder, una mueca de servilismo indescriptiblemente patética. No tengo nada contra ese trabajador de la información, valoro en su justa medida su trabajo al frente de aquel programa -La  mesa redonda-, que resulta dificil de ver completo desde la pluralidad de las sociedades injustas pero de libre opinión. 

 

Luego fue Frei Betto, un fraile dominico brasileño, que escribió un libro, Fidel y la religión, en el cual a pesar de haber fustigado de mil maneras a todos los religiosos en la isla, el comandante se permitió hacer una loa de la educación que recibió de los Jesuitas. Yo, no estando seguro de la evolución ni de la creación,  pero siendo preferentemente ateo, no daba pábulo a lo que oía. 

 

Más tarde leí un libro de Tad Szulc, periodista de origen polaco nacionalizado norteamericano: el mejor de los documentos que he leído, sin trazos sentimentales, netamente descriptivo y documental. Se trata de una serie de extensas entrevistas concedidas al periodista en La Habana, mientras cualquier periodista cubano se relamía por la milésima de lo que le había sido dado al bueno de Tad.

 

Incluso María Schriver, del clan Kennedy, le hizo una melosa entrevista en 1988, donde él declaraba que el poder lo vivía no sin pesadumbre, ya que su deseo oculto, eternamente postergado, era sentarse a tomar un helado en una esquina, tal como lo comentó alguna vez Gabriel García Márquez. Otro que carecía de carnet de identidad azul, al que Fidel dedicaba horas de entrevistas y charlas. Aunque éste, extrañamente, no era norteamericano como Oliver Stone, a quien concedió una larga entrevista filmada, convertida en conocida pelicula comercial.

 

Parece haberle asistido una fascinación inicial con Estados Unidos que en algún punto pudo haber sufrido una sensible quiebra, tal como lo revelan sus reiteradas visitas a ese país cuando era joven, en detrimento de cualquier país socialista o del tercer mundo, y su inclinación a sentirse refrendado en el respeto de los profesionales, gobernantes o artistas de aquel  país, pretendidamente enemigo.

 

Ernest Hemingway, tras su enfática determinación, dejó claro que no fue mutua la admiración y devoción de Fidel hacia su literatura y fama de aventurero, si bien tuvo una simpática respuesta en los primeros días de la revolución.

 

Recientemente, se presentó un libro de memorias, y se pudo ver a Fidel en una denodada lucha por terminar alguna de las frases que a duras penas comenzaba, mediante titubeos, preguntas difusas, peticiones de aclaraciones absurdas, y toda suerte de incoherencias; no hago una chanza sobre un ser senil, les dejo a ellos las burlas sobre los defectos de las personas, a las que quieren desautorizar. Opino que pudieron resultar patéticas las seis horas que duró la ponencia, con la totalidad de los asistentes asintiendo con la cabeza a cuanta incoherencia saliese de la humanidad ya reducida del amortizado geronte. 

 

Un periodista acreditado al acto, cubano, debió soportar estoicamente una respuesta de diecisiete minutos, con una sonrisa pétrea que con toda probabilidad le causó primero dolor en las comisuras y luego adormecimiento, de modo que cuando Fidel la dio por terminada, el hombre se sentó con una cara idéntica a la que había sostenido en el tramo de balbuceos, durante el cual no voló una mosca. Y lo más probable es que con ese rictus lo haya encontrado su familia al arribo a su hogar, para alejar toda sospecha de la más mínima diferencia de criterio con el Comandante.

 

Desde afuera resulta fácil criticar, y sé que es un universo de dificultades tan sólo percatarse de lo bajo que se llega a caer con esa actitud. Cuando alguien crece en aquella sociedad, donde ese hombre-símbolo lo significa todo, desde la virtud hasta la última palabra sobre el destino de todos  los que allí habitan, resulta dificil discernir entre lo que es instinto de conservación y lo que es adoración ritual.  En cualquier caso, no resulta una situación envidiable.

 

Hoy el país espera impaciente la visita del Papa Benedicto XVI. La feligresía cubana en altísimo crecimiento, no sólo en comparación con la época en que era más que recomendable ser marxista y ateo, sino en comparación también con la era pre revolucionaria, se aviene a un halo de esperanza, sobre la cual me permito mantener mis reservas.

 

¿Cuales serán las expectativas de Fidel?

 

¿Sentirá en los confines de su vida, cargada de actos que confesar, la llamada del sentimiento religioso, tal como lo asegura su hija Alina desde Miami? ¿Querrá limpiar el camino, atravesado de cierta maleza, hacia una eventual entrada en el paraíso?

 

¿O hará una vez más movimientos de agilidad maquiavélica incomparable para situarse entre quienes hasta hace poco eran sus enconados enemigos?

 

Una incógnita inquietante.

 

De lo que sí estoy convencido es de que, para cualquier cosa que termine decidiendo, no eligirá a un prelado compatriota. Será transmitida a través de un interlocutor extranjero. Tanto como lo puede ser un Papa alemán no demasiado familiarizado con el comunismo científico ni con la dictadura del proletariado, aunque sí, como Fidel, conocedor de las excelencias de la buena mesa, de los tronos duraderos y de los excelentes vinos que ayudan a cerrar los tratos más ventajosos.

La Cuba de Fidel Castro

en las pupilas de un venezolano

 

La felicidad

Eduardo Semtei Alvarado

9 de julio de 2010

 

Estuve en Cuba durante dos semanas a finales del año pasado. No llegué a ningún hotel, me alojé en las llamadas Casas Autorizadas de Alojamiento, los precios oscilan entre 20 y 60 dólares diarios, los hoteles son de 4 a 6 veces más costosos, hay libertad de recibir visitantes y son en general menos vigiladas por la Seguridad del Estado. Tuve oportunidad de hablar libremente con numerosas cubanos, abordamos con naturalidad cualquier tema excepto de política interna y sobre Fidel. Nadie habla del caudillo cubano, ni bien, ni mal, están acostumbrados a su perenne presencia, hay resignación y sobre todo temor. Entre los jóvenes hay una total apatía y desesperanza, están desencantados de un régimen que data de la época de sus abuelos, y no les ofrece nada, sienten que no tienen futuro, limitadas posibilidades de diversión y la represión con Raúl se incremento, no en balde Cuba tiene la tasa de natalidad mas baja del continente 1.59, los jóvenes no quiere amarrarse para poder irse. “Cada quien esta para lo suyo” es la frase emblemática para decirte que no les interesa para nada la política, que solo quieren su “mejoría económica”. Los cubanos buscan por todos los medios salir de Cuba, el año pasado estuvo de moda escaparse para el Ecuador, la tarifa del visado en el mercado negro era de 3.000 dólares, y salieron miles.

 

No encontré ni una sola librería en La Habana, con títulos actualizados, aquella promesa y sueño revolucionaria de se un país libre totalmente de analfabetismo no se traduce en nada pues no hay nada que leer, ni donde comprar libros. Las bibliotecas públicas que hay pocas no exhiben mayor diversidad. En todas las tiendas, negocios, estaciones de servicio, mercados se exhiben cantidades asombrosas de bebidas alcohólica, especialmente Havana Club, cervezas Bucanero y Cristal. Hay más ventas de licor por metro cuadrado que en el mismo Higuerote venezolano y a toda hora. En las zonas populares como Centro Habana, Marianao y El Cerro hay tanta o más casas enrejadas que en Venezuela. Hay pequeños robos: prendas de vestir, planchas para ropa, ollas y artículos de esa naturaleza, y los “arrebatadores” se incrementan a medida que la crisis arrecia. La televisión satelital está prohibida y es delito que se puede pagar con elevadas multas e inclusive con cárcel.

 

Aunque no lo crean hay pobreza generalizada, zonas de La Habana como San Miguel Del Padrón o Guanabacoa presentan cuadros desoladores. Que decir de Coco Solo o La Corbata en La Lisa, nada que envidiar a los barrios nuestros, como no es zona turística, tampoco va mucho la policía. Calles en mal estado, cloacas rotas, puertas sin pintar, sin luz suficiente, delincuencia. Numerosos ancianos pululan las calles sin mayores atenciones o cuidados, docenas de dementes deambulan sin rumbo, abundan los borrachitos bebiendo “chispa de tren” o “planchado” y si La Lisa parece un barrio más de Venezuela o de Brasil, los pueblos y ciudades del interior están aún más abandonados, dada la escasez de transporte, la “araña” que es una carreta con dos cauchos de automóvil tirada por un caballo, es parte del paisaje cotidiano.

 

Hay un lugar en la ciudad de La Habana llamada la Zona de Construcciones Modernas, se refieren a las obras hechas bajo el gobierno de Batista hace más de 50 años. Las construcciones nuevas son muy exiguas, básicamente hoteles españoles, y algunas edificaciones de viviendas de mala calidad. Los cubanos, lo arreglan con el sistema “por la izquierda”, es decir con sobornos y actividades ilegales: como vender ropa, hacer dulces, vender tabacos, reparar equipos, limpiar casas, alquilar habitaciones sin permiso, etc. La venta de tabacos con marcas oficiales es masiva, con toda seguridad en las calles se venden por lo menos 10 veces más habanos que en las redes oficiales. Todo el mundo anda buscando “resolver”.

 

En las escuelas se llevan la comida de los escolares, maestros que venden las notas, médicos piden regalos, policías que cobran cuaimas discretamente, en el transporte de alimentos, en los restaurantes, en los mercados cada quien se lleva lo suyo. Todos tienen que “resolver”. El manejo irregular de los alimentos de la dieta diaria es asombroso. No sería temerario decir que la mitad de la población hace una u otra actividad contra el Estado para procurarse el sustento. Los cubanos adoran las series yankees como CSI Las Vegas y los programas de concursos, estos son trasmitidos por los canales oficiales, imagino que dada la ruptura comercial y el embargo tales programas deben ser trasmitidos sin la autorización de sus dueños. Por la “izquierda” se consiguen CD de los últimos estrenos cinematográficos, telenovelas y los programas de la TV en Miami. Hay pequeños talleres privados para reparaciones de artefactos eléctricos, talleres de autos. Un amigo que vive en Cuba fue a uno y le dijeron que regresara luego con más discreción debido a que tenía muchos clientes y eso era irregular y sospechoso, pues podría ser considerado como un incipiente capitalismo.

 

Hay numerosos sitios turísticos para visitar en La Habana, caminar por el Malecón, el Casco Histórico, El Barrio Chino, Quinta Avenida, El Morro Cabaña, La Plaza de Armas, la Catedral, etc. Y las playas son propias del Caribe. Intensos azules y tonos verdosos espectaculares. Arena blanca. La atención es excelente y la seguridad total. Dado que las mejores playas son alejadas de la capital los cubanos no las pueden frecuentar como quisieran, no existe transporte público masivo, solo para el turismo extranjero, para los “yumas”. La llamada Habana Vieja o Colonial está siendo reconstruida lentamente por el arquitecto Eusebio Leal con ayuda europea o venezolana. Entre petróleo, operaciones de triangulación comercial (bombillos, alimentos, maquinaria etc.) y convenios deportivos, médicos de seguridad Venezuela le entrega cada día del mundo unos 10 millones de dólares a Cuba, es decir unos 3.500 millones de dólares anuales, un despilfarro que algún día debe ser juzgado por los tribunales venezolanos. Los médicos que trabajan en Cuba son recién graduados o sin especialización alguna, los mejores son enviados al exterior como forma de obtener divisas. Un médico cubano le cuesta a Venezuela 1.300 dólares mensuales, 300 para el galeno y 1000 para el gobierno de los Castro, si colocamos el dólar a 4,30 un profesional antillano gana 5.580 bolívares fuertes y el mejor pagado venezolano no llega a 4 millones de bolívares viejos.

 

Hay numerosos lugares para el turismo sexual permitido y supervisado por la Seguridad del Estado, como el Salón Rojo del Hotel Capri, la Discoteca Jhonny y El Delirio Habanero, donde abundan “Jineteras” especialmente “palestinas”. En una noche se ganarían lo que 5 médicos de primera durante un mes. En 23 y Malecón de noche tarde esta lleno de los llamados “pingueros” que satisfacen los requerimientos del turismo gay, empiezan a aparecer los primeros transexuales apoyados por Mariela Castro, para las damas europeas también hay “Jineteros”. A Fidel se le atribuye una frase donde decía que Cuba tenía las putas más cultas del mundo. Si una mujer cubana es encontrada con un “yuma” en situación amorosa y no puede demostrar ningún vínculo estable, le pueden dar una “advertencia” que queda registrada en el sistema de la Policia Nacional Revolucionaria , con tres “advertencias” es condena inmediatamente de 1 a 4 años de prisión, esto genera un lucrativo negocio para los policías, quienes cobran por no procesar la “advertencia” o “peligrosidad”, si un hombre cubano es encontrado en la misma situación la policía es menos severa. El carnet de identidad tiene la dirección de habitación del portador, y el nombre de los padres, si alguna autoridad lo requiere y no se es domiciliado en La Habana, será deportado de inmediato a su Provincia, cualquier acto irregular o sospechoso será reportado ipso facto a la Central de la Policía Nacional Revolucionaria. La mayoría de los policías en La Habana provienen de regiones remotas del Oriente de Cuba, las más pobres, son apodados “palestinos”, aborrecidos por la población habanera, ya que son vistos como invasores, que solo vienen buscando una “mejoría económica”. La Policía a diferencia de estas latitudes tiene bastante presencia en las calles, adicionalmente los días que hay rumores de jaleo, sacan a los milicianos a patrullar. Y según Generales venezolanos que han ido a la isla, ya están previstas las movilizaciones de tropa, y arrestos previos de disidentes para el día que se anuncie que “El Caballo” se fue. El sistema de vigilancia con cámaras que giran 360 grados es masivo. Cada dos cuadras en todas las avenidas y calles turísticas de La Habana hay una cámara instalada, los técnicos venezolanos a quienes le pregunté opinaron que seguramente pocas funcionan en razón de las necesidades de materiales para registro, control y archivo. Hay raterismo, estafadores, chulos y delitos de esa naturaleza, que asechan al turismo. Matar una vaca por hambre genera una penalidad más severa que asesinar a un vecino. Hay un respeto total a las señales de tráfico y está generalizado en uso de semáforos inteligentes que fueron donados ¿Adivinen por quien? La policía motorizada controla férreamente el escaso tráfico, y todo lo que mueva

 

Un kilo de carne de res se puede comprar libremente en 12 dólares americanos, más o menos la mitad del sueldo de un profesional universitario como economista o ingeniero. Un coronel retirado recibe una pensión de 750 pesos mensuales, una economista con postgrado en Argentina me dijo ganar unos 600 pesos. Un dólar americano se cambia por 20 pesos cubanos, por lo tanto el sueldo del coronel y de la economista serían en este caso 37 y 30 dólares respectivamente. Un bluejean de mediana calidad 30 USA$. Unos zapatos tenis en promedio estaban a 100 dólares. El trabajo más apetecido y el más disputado, que por cierto la mayoría de ellos entro por recomendaciones o palancas, es el de chofer de vehículos turísticos, empleados de Hoteles. Es obvio que ningún cubano con su sueldo puede comprar tales artículos, excepto los militares y miembros de la Seguridad del Estado, los “cuadros” altos del Partido, gerentes de las empresas del Estado trajeados con sus inconfundibles camisas de rayas con dos bolígrafos en el bolsillo, los cubanos con FE, aquellos que tienen pequeños negocios permitidos, la elite cultural, el “jineteo” y las pequeñas roscas.

 

La fulana “libreta de comida” todavía existe y ella contempla más o menos lo siguiente: 1,5 libra de pollo por persona por mes (unos 700 gramos ) 7 libras de arroz por persona todos los meses (un libra igual a 454 gramos ), ½ libra de aceite por persona por mes, ½ libra de pasta pppm, 6 libras de azúcar blanca o morena pppm, 1 libra de jabón para lavar ropa pppm, no hay carne de res en la libreta sino para las personas con dietas especiales, 1 libra de sal por persona cada 3 meses, 10 huevos pppm, no se contemplan enlatados de ninguna especie, en oportunidades se distribuyen ½ libra de jamón pppm, los huevos y verduras también pueden ser adquiridos en unas especies de mercados campesinos escasamente dotados en pesos cubanos y CUC, los llamados “Agros”, mayonesas y salsa de tomate no se contemplan y pueden ser comprados en tiendas donde se comercien con CUC. Es imposible que los mercados entreguen la mercancía en bolsas plásticas (javas de nylon), es una odisea encontrar una, es hasta ilegal venderlas, si usted va a Cuba llévese por lo menos 100 “javas” de 30 kilos o más, se lo agradecerán eternamente. Traté inútilmente de comprar hojillas de afeitar, cremas o enjuague bucal. No hay portugueses, es decir no hay panaderías, ni abastos, la abundancia de oferta de productos que estamos acostumbrados en Venezuela, no existen. Cuentan que en el 2008 cuando el petróleo venezolano llegó a 150 dólares Cuba tuvo un cierto respiro. A diferencia de aquí las fotos y afiches de Fidel no abundan. Ahora frases y pensamientos de Fidel, el Ché, Marx y Lenín hay por miles. Una hora de Internet en los hoteles con ese servicio cuesta un ojo de la cara y con una velocidad de morrocoy cojo. 10 dólares la hora y la página de Google tarda 5 minutos en bajar. Los cubanos deben llenar una hoja de seguridad para alquilar las computadoras, los extranjeros presentar sus pasaportes, desde luego que lo que usted escribe será leído por la Seguridad del Estado.

 

Los números oficiales de producción son desoladores. En 1925 Cuba produjo 5,16 millones de toneladas de azúcar, en este año 2010 se estima una producción ligeramente superior a 1 millón de toneladas, la peor en 105 años. De exportador a importador de este rubro. Mayor fracaso no puede haber, y si esto es en azúcar el lector puede concluir con facilidad lo que pasa con en resto de la agricultura y la ganadería y ni decir sobre la producción industrial. No produce casi nada. Cuba importa el 80% de sus alimentos, y la producción agrícola cayo este semestre un 16% por la sequía, el llamado de Raúl de aumentar la producción en el campo ha sido un fracaso. Las exportaciones de Níquel ha empezado a mejorar levemente este año, pero son insuficientes para cubrir el inmenso déficit de la balanza de pagos y la falta liquidez en divisas. Digamos la verdad que comenta todo cubano: Cuba vive de Chávez, del turismo y de las remesas de los cubanos del exterior.

 

Toda la economía está dolarizada, utilizan una moneda, llamada Peso Convertible Cubano C.U.C o Moneda en Divisas, CUC, que supongo será Currency Unit Cuban, aunque nadie sabe que significa en realidad, popularmente le dicen “chavito”, atribuyen su implementacion con las ayudas de nuestro Comandante-Presidente. Un CUC vale aproximadamente 1.25 dólares americanos. Anteriormente existían tiendas para turistas y diplomáticos donde los cubanos no podían comprar. En la actualidad pueden adquirir en las tiendas de divisas, no se acepta moneda nacional. Estas divisas las reciben del exterior unas 500.000 familias cubanas viven de la “FE ” Familiares en el Exterior, es decir unos 3 millones de cubanos reciben dólares o euros, son la nueva clase privilegiada, tienen “fulas”. No se conocen cifras exactas del desempleo dado que el concepto comunista clásico se basa en el pleno empleo. Hay unos 5 millones de trabajadores 4.5 de los cuales son funcionarios del gobierno. La Inteligencia Americana calcula que un poco más de 500.000 trabajan para el Ministerio del Interior. Sus labores son fundamentalmente de “chivatones”. Los cubanos suelen ser muy desconfiados de sus propios vecinos. El resto de los cubanos, trabaja por su cuenta que es decir, no trabaja para nada. Recientemente Raúl Castro declaro que en Cuba sobran 1 millón de empleados públicos. El gobierno empezó a despedir primero a quienes recibiesen ayuda de familiares en el exterior. El transporte público es deficiente, escasean las guaguas, los “almendrones”, carros particulares que hacen de “por puesto” no se dan abasto, en Centro Habana y en el Casco Histórico abundan los bicitaxis y los taxis en moneda nacional son insuficientes, dar o pedir “botella” (cola) es normal, y el transporte interprovincial es más calamitoso aun. La distribución de agua y electricidad en caótica. Más del 75% de las carreteras están en mal estado. Las calles de Centro Habana y el Vedado están siendo asfaltadas, después de décadas, adivinen quien mando el asfalto. Más de la mitad del agua bombeada no llega a sus destino debido a roturas y escapes. No se ha construido ningún acueducto en los últimos 50 años, tampoco se han hecho labores de mantenimiento importantes. Muy pocos tienen computadoras, y en materia de telefonía celular es el menor de toda América, incluso de Haití. El 95% de las vías del tren están en mal estado y la mitad de los vagones deteriorados. Venezuela aprobó un crédito de 200 millones de dólares para que los chinos inicien su reparación.

 

Circulan pocos periódicos nacionales, básicamente el Gramma y Juventud Rebelde, ambos son pasquines, Fidel recibe mas halagos que el otro Castro, incluso hasta sus fotos son siempre mas grandes, las “Reflexiones del Compañero Fidel”, las leen 3 veces en radio y T.V. Todas las estaciones de televisión y de radio tienen explosivas cargas ideológicas permanentemente, el bombardeo es incesante, continúo, atosigante. Es impresionante la cantidad de visitantes oficiales de otros países que son recibidos en La Habana, especialmente de África y del Caribe, prácticamente todos los días el Gramma reseña la visita de algún mandatario, Ministro o delegación. Todos vienen en la búsqueda de ayuda médica, fármacos y convenios deportivos. Los carros en que se desplazan las grandes autoridades, una flota de Mercedes Benz y otra flota de BMW fueron comprados por Cuba mediante intercambio del petróleo que recibe de Venezuela. Fernández Berruecos algo sabrá de los BMW.

 

Los hogares de quienes se fueron de Cuba fueron adjudicados a familias pobres, o enchufados de la Revolución. Como no existe el condominio, casi nadie hace un esfuerzo para ponerse de acuerdo y reparar las edificaciones que se están cayendo. Pero, muchos que se quedaron en las grandes casas en Quinta Avenida, Vedado, Playa y Siboney disfrutan de ingresos superiores a los 2.000 $ al mes por el alquiler de sus habitaciones al turismo, casas que no tienen nada que envidiarle a Prados del Este, grandes neveras, TV pantallas planas, conexión Internet. Son la nueva burguesía. Todos los carros, motos y viviendas son del Estado, pero los cubanos se las arreglan para comprar o vender sus bienes, utilizan para ello la llamada “permuta”, en los registros de viviendas dos cubanos pueden intercambiar sus casas en razón de mudanza, divorcios, casamientos etc. Siempre que no haya intercambio de dinero, de CUC, los bienes pueden ser transados, exactamente lo que contemplan varias de las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional de Chávez, aquí se llama trueque allá en Cuba, donde funciona desde hace 50 años: permuta. Muchos de los carros antiguos originales están negociados a coleccionistas y marchantes del exterior y sólo se espera que desaparezcan físicamente los Castro para finiquitar las operaciones. Aunque usted no lo crea hay un servicio especial de seguridad que usted puede contratar, guardaespaldas, vehículos, cámaras etc. el SPS Servicio Privado de Seguridad.

 

Toda la clase media y profesional que huyó de Cuba, representaba la oposición, la estructura democrática, al abandonar la isla, la maquinaria del Partido Comunista Cubano se apropio de todas las redes sociales, de todo el entramado ciudadano. Si la clase media abandona la lucha democrática en Venezuela como lo hizo en Cuba el chavismo terminará por perpetuarse. Hay que resistir y avanzar, la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las demás como solía decir Wiston Churchill. La inmensa mayoría de los sindicatos, dirigentes políticos, profesores, organizaciones gremiales, organizaciones ciudadanas, provienen de la llamada clase media, de allí la imperiosa necesidad de reconstruir a como de lugar las organizaciones partidistas y de crear nuevas instancias y organizaciones. Cada centímetro que la dirigencia democrática cedió a Fidel fue tomada de inmediato. Eso no puede ni debe ocurrir en Venezuela. En Cuba la población esta ansiosa de vientos de cambios y libertad, pareciera que estos solo vendrán por el relevo biológico de los hermanos Castro, o por la derrota electoral del “sobrino” Chavez en 2012, lo cual seria la estocada final a un sistema perverso. Estimados lectores traté de reunir en este artículo lo más exacto de mis observaciones en Cuba, espero con ello haber contribuido a dar a conocer el Mar de la Felicidad.

esalvarado1000@yahoo.com

Cuba: Socialismo o Muerte

PARTE 1

Cuba: Socialismo o Muerte

PARTE 2

Cuba: Socialismo o Muerte

PARTE 3

Cuba: Socialismo o Muerte

PARTE 4

Cuba: Socialismo o Muerte

PARTE 5

El Legado de Castro

Andrés Oppenheimer

 

Ahora que México califica oficialmente al saliente presidente cubano Fidel Castro de “figura destacada”, Brasil lo llama un “mito” viviente y la prensa mundial hace todo tipo de piruetas semánticas para evitar denominarlo dictador, es hora de analizar desapasionadamente qué tan bueno ha sido su gobierno.

 

¿Pasará a la historia como un hombre fuerte bienintencionado que mejoró las condiciones de salud y educación de su país? ¿O será recordado como un tirano ególatra que se aferró al poder durante medio siglo y dejó a su país más pobre que antes?

 

Un chiste que escuché en las calles de La Habana a fines de la década de 1980 decía que los tres mayores logros de la revolución cubana han sido la salud, la educación y la soberanía nacional, y sus tres mayores fracasos han sido el desayuno, el almuerzo y la cena.

 

Puede que así sea. Pero desde entonces, las cosas en Cuba han empeorado significativamente.

 

Para darle el beneficio de la duda a Cuba, dejemos de lado por un momento los datos que el gobierno isleño considera injustos, como el informe de la revista Forbes según el cual Castro posee una fortuna de u$s 900 millones, o el reporte del Archivo Cubano, de Nueva Jersey, que afirma tener documentados 4.073 fusilamientos y 3.001 muertes “extrajudiciales” en Cuba desde la toma del poder por Fidel en 1959.

 

Y dejemos de lado por un momento la verdad indiscutible de que Castro ha sido -bajo la definición de cualquier diccionario- un dictador.

 

Centremos nuestro análisis sobre las mediciones favoritas del gobierno cubano, como el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, que se focaliza en gran medida en los estándares de salud y de educación de cada país.

 

Según este ranking, Cuba ocupa el sexto lugar en Latinoamérica, detrás de la Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y las Bahamas. En algunos rubros específicos, sale muy bien parada: tiene un 99,8% de alfabetismo adulto y una expectativa de vida de casi 78 años. Es el mejor índice de alfabetismo adulto de la región y el tercer mejor índice de expectativa de vida, después de Costa Rica y Chile.

 

Sin embargo, también es cierto que Cuba ya era uno de los países más avanzados de Latinoamérica antes de 1959.

 

Según el Anuario de Estadísticas de la ONU de 1957, el índice de mortalidad infantil de ese país para ese año -32 por 1.000- era el más bajo de Latinoamérica y ocupó ese año el cuarto lugar en la región -detrás de la Argentina, Chile y Costa Rica- en alfabetismo.

 

Lo que es más, Cuba estaba en el tercer puesto entre los países latinoamericanos en el promedio diario de consumo calórico, según datos de la ONU.

 

Es cierto que era una dictadura de facto cuando Castro tomó el poder y que dependía enormemente de Estados Unidos. Pero casi cinco décadas después, Cuba prohíbe expresamente la existencia de partidos opositores o medios de prensa no gubernamentales, y tiene una enorme dependencia económica de Venezuela y de los casi u$s1.000 millones anuales que envían los exiliados cubanos.

 

Encima de todo eso, los cubanos ganan un promedio de apenas 12 dólares al mes, los subsidios alimenticios del gobierno les alcanzan, con suerte, para dos semanas, tienen un sistema de apartheid que de hecho no les permite entrar a los hoteles y restaurantes frecuentados por turistas y la gente puede ir a la cárcel por leer periódicos extranjeros considerados “propaganda enemiga”

 

Hasta el Índice de Desarrollo Humano de la ONU del 2008, el favorito del gobierno cubano, sitúa a Cuba entre los países más atrasados del mundo en el acceso a teléfonos celulares e internet.

 

Tiene un promedio de 12 usuarios de celulares por cada 1.000 habitantes, comparado con 48 de Haití, 460 de México y 570 de la Argentina. Asimismo, Cuba tiene 17 usuarios de internet por cada 1.000 habitantes, comparado con 36 en Honduras, 70 en Haití, 177 en la Argentina y 181 en México.

 

Mi opinión: Castro siempre ha dicho que los problemas de Cuba se deben al embargo comercial de Estados Unidos. Aunque no me gusta el embargo, no creo en esa afirmación. Todas las dictaduras justifican su existencia citando amenazas internas o externas, y Cuba no es la excepción.

 

Para su crédito, Castro se empeñó en mejorar las condiciones de salud y educación que heredó, pero al precio de imponer una dictadura que ha costado miles de vidas, ha separado a millones de familias, ha empobrecido el país y ha terminado por dejarlo más dependiente que antes en el plano económico.

 

Tal vez la pregunta clave no sea si la revolución de Castro estuvo justificada, sino si valió la pena. A la luz de todas las evidencias, no.

Hospitales en la Cuba de Fidel Castro

Sala de partos en la Cuba de Fidel Castro

Adoctrinamiento en las escuelas

de la Cuba de Fidel Castro

La triste realidad del cubano de a pie

Cuba, ¿de la Dictadura a la Democracia?

Cultura y Libertad:

Un diálogo con Mario Vargas Llosa

Homenaje a Guillermo Cabrera Infante 

Coordinador: Pablo Izquierdo Juárez

Cuba, ¿de la Dictadura a la Democracia?
Mario Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner, Esperanza Aguirre, Rosa Montero, Raul Rivero, Zoe Valdés, Orlando Jiménez Leal, Rafael Rojas, Miriam Cabrera Infante, Álvaro Vargas Llosa, Jorge Quiroga, Javier Fernández Lasquetty, Hugo Llorens, Jorge Moragas, Meritxell Batet, Iñaki Anasagasti, Jordo Xuclá, Fedro Arias-King, Leopoldo Fernández Pujals, Sylvia Iriondo, Mauricio Claver, Blanca Reyes, Elena Larrinaga, Ernesto Gutiérrez Tamargo, Alejandro González Raga, Pedro Pablo Álvarez Ramos.
Cuba de la Dictadura a la Democracia.pdf
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Mentiras y represión en la Cuba de Fidel Castro

Virulo/ Humor sobre la tragedia cubana

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.