PROPIEDADES ROBADAS POR LOS HERMANOS CASTRO

Fachada de un antiguo negocio privado confiscado

La Manzana de Gómez -el primer centro comercial cubano, perteneciente a la familia Gómez Mena hasta que el régimen castrista lo confiscó- abrirá en el 2016 como un lujoso hotel administrado por una cadena suiza.

La neolengua de los hermanos Castro

usa  los  vocablos  ‘confiscar’ ‘expropiar’  y  ‘nacionalizar’,

que significan  robar

 


Los herederos de los que fueron

robados en la década del sesenta

continúan esperando

el pago de sus propiedades

 

 

La mayoría de las

55.636 micro y pequeñas empresas confiscadas

pertenecía a una o dos personas

 

 

En este subdominio no se pretende realizar un inventario de los despojos de la propiedad privada realizados por los hermanos Castro. Por ejemplo, no se analizan las mansiones robadas a la alta burguesía cubana, las cuales están ocupadas por la cúpula castrista y sus amigos extranjeros, en barriadas donde los cubanos de a pie no pueden entrar.

 

Eso es típico de los países donde se establece un régimen comunista, lo cual fue denunciado por el izquierdista George Orwell en su libro Rebelión en la granja, que se muestra en esta versión cinematográfica de 1954

 

A continuación sólo se muestran los más grandes saqueos realizados por los hermanos Castro:

 

El 13 de octubre de 1960, Fidel Castro dictó la Ley 890, mediante la cual: “Se dispone la nacionalización mediante la expropiaciónforzosa de todas las empresas industriales y comerciales, asícomo las fábricas, almacenes, depósitos y demás bienes y  derechos integrantes de las mismas”.

 

El 6 de junio de 1961 Fidel Castro dictó la Ley de Nacionalización de la Enseñanza que suprimió la educación privada. Todos los centros educativos cubanos con sus activos pasaron a sus manos: primaria, secundaria y universitaria. Varias escuelas religiosas pasaron a ser sede de la tenebrosa policía política.

 

El 3 de octubre de 1961 Fidel Castro firma la segunda Ley de reforma agraria.

 

En la primera mitad de la década del sesenta todos los medios de comunicación con sus activos pasaron a manos de los hermanos Castro.

 

La ‘ofensiva revolucionaria’ fue decretada por Fidel Castro el 13 de marzo de 1968. Mediantela ‘ofensiva revolucionaria’ los hermanos Castro se robaron 55.636 micro y pequeñas empresas, incluyendo sus equipos, herramientas, materiales, materias primas y dinero. Entre las 55.636 micro y pequeñas empresas expropiadas por los hermanos Castro están:

 

11.878 comercios de víveres (bodegas).

 

8.101 establecimientos de comida (restaurantes, friterías, cafeterías, etc.).

 

3.130 carnicerías.

 

3.198 bares.

 

6.653 lavanderías.

 

3.643 barberías.

 

1.188 reparadoras de calzado.

 

4.544 talleres de mecánica automotriz.

 

1.598 artesanías.

 

3.345 carpinterías.

La ‘ofensiva revolucionaria’ de 1968

La ofensiva revolucionaria de 1968, 44 años después

Oscar Espinosa Chepe*

27 de marzo de 2012

 

Cuando en Cuba se llegó a pensar en eliminar el dinero

 

La confiscación masiva de pequeños establecimientos, en el marco de la denominada “Ofensiva Revolucionaria”, fue anunciada por el entonces primer ministro Fidel Castro en un discurso pronunciado el 13 de marzo de 1968. Se realizó bajo la consigna de lucha contra el capitalismo y la creación de un “hombre nuevo”. Como resultado inmediato ocurrió un enorme deterioro económico y la disminución extraordinaria en la disponibilidad de alimentos y servicios.

 

De acuerdo con datos publicados por el periódico Granma en marzo de aquel año, se confiscaron 55.636 pequeños negocios, muchos operados por una o dos personas. Entre ellos 11.878 comercios de víveres (bodegas), 3.130 carnicerías, 3.198 bares, 8.101 establecimientos de comida (restaurantes, friterías, cafeterías, etc.), 6.653 lavanderías, 3.643 barberías, 1.188 reparadoras de calzado, 4.544 talleres de mecánica automotriz, 1.598 artesanías y 3.345 carpinterías.

 

Esa apropiación masiva de propiedades de pequeños comerciantes y productores estuvo incluso en contradicción con las tesis de que la construcción del socialismo se basaba en la nacionalización de los medios fundamentales de producción, por lo cual hasta muchos especialistas y profesores del Este de Europa presentes en Cuba no comprendían cómo quitar las tijeras a un barbero o la chaveta a un zapatero, podría ayudar a la pretendida construcción del socialismo.

 

La Ofensiva Revolucionaria de 1968 fue la culminación de un proceso de excesos económicos, irracionalidad y aventurerismo político, empezado mucho antes. Puede afirmarse que en el período 1959-1963 se realizaron las grandes confiscaciones y fueron establecidas las bases de la planificación centralizada al estilo soviético. Pronto surgieron dificultades económicas por la rigidez del sistema, lo que en 1962 llevó a tomar medidas severas como la implantación de un férreo sistema de racionamiento de alimentos y todos los demás productos básicos. Además eso ocasionó que entre 1964-1966 se generaran debates en el seno del Gobierno sobre la necesidad de ajustes en la economía y el grado de decisión que debían tener las empresas, aunque todos los criterios coincidían en preservar el supuesto socialismo, la propiedad estatal sobre los medios de producción y la planificación centralizada.

 

Surgieron fundamentalmente dos concepciones: una en favor de la autogestión socialista al estilo soviético, auspiciada por el Dr. Carlos Rafael Rodríguez, un intelectual de prestigio, antiguo dirigente del Partido Socialista Popular, con ideas ligeramente influidas por las corrientes renovadoras que por entonces, con timidez, comenzaban a aflorar en el este de Europa, especialmente en Polonia, Checoslovaquia y Hungría, y en menor medida en la URSS. Este modelo se caracterizaba por cierta descentralización en el marco del plan, concedía a la ganancia un papel importante en la gestión de las empresas, con facultades para que estas crearan fondos propios para el financiamiento de la reposición de medios productivos, otorgamientos de premios por sobrecumplimientos y otros, siempre después de haber cumplido los compromisos con el Estado. Paralelamente, en teoría, se enfatizaba en la utilización de herramientas económicas e instrumentos financieros, como el crédito bancario, políticas fiscales, y elementos adicionales tomados de la economía de mercado, todos con un funcionamiento limitado en la práctica, debido a la camisa de fuerza de la planificación, la falta de aseguramiento de recursos para producir, y una inmensa carga directiva que hacían imposible la toma de decisiones ágiles a nivel de empresa. El modelo de autogestión mantenía la utilización de mecanismos políticos y llamados de tipo moral para incentivar a los trabajadores, pero sin desestimar la motivación material para promover la eficiencia y la productividad laboral.

 

La otra concepción se denominaba sistema presupuestario, aunque también algunas personas la llamaban propuesta “guevarista”, pues su creador y apasionado defensor era el comandante Ernesto “Che” Guevara, ministro de Industrias entonces. Su modelo concebía una mayor centralización económica, con la aspiración de convertir el Estado en una gigantesca empresa, controladora en un alto grado de minuciosidad de la gestión económica nacional a todos los niveles. Para ello, sin soslayar métodos de dirección modernos, copiados de empresas transnacionales capitalistas, privilegiaba los resortes políticos con el propósito de crear el ciudadano comunista, el hombre nuevo, un ser pletórico de virtudes, siempre dispuesto a sacrificios, en aras de la construcción del socialismo y posteriormente del comunismo.

 

Para “fortalecer” la conciencia de los trabajadores, la utopía “guevarista” —actualmente olvidada en Cuba— a la vez que negaba la existencia de categorías económicas objetivas, como el mercado, priorizaba superlativamente los estímulos morales en detrimento de los materiales: pago por sobrecumplimiento de normas, premios y otros. No obstante, debe subrayarse que los excesos económicos cometidos posteriormente a la salida del comandante Guevara hacia su actividad guerrillera en África y Bolivia, donde murió en 1967, aunque pudieron tener determinadas influencias, resulta improbable que el Che las hubiera aprobado por el absurdo radicalismo a que llegaron.

 

A partir de 1966 se comenzó a priorizar de forma extrema los objetivos políticos por encima de las realidades económicas. Hubo un proceso de lucha contra las influencias capitalistas en toda la sociedad cubana, desde la economía hasta la cultura. Esto abarcó críticas a los países socialistas europeos por “dejarse permear por el capitalismo”. Ocurrió un cambio radical en la gestión económica, llegándose a eliminar las relaciones mercantiles entre las empresas, y mediante la campana de “lucha contra el burocratismo” se desmantelaron los controles económicos, destruyéndose sin sentido alguno las ricas tradiciones en técnicas contables y de gestión administrativa, acumuladas por generaciones antes de 1959. Se cerraron muchas unidades bancarias y se eliminó el pago de los intereses hasta de las cuentas de ahorro, calificados como “reminiscencias del pasado”. El trabajo voluntario se priorizó de manera que masivamente la población fue obligada a marchar a los campos a realizar labores agrícolas, en planes como “El Cordón de La Habana” para sembrar café, mientras en las fábricas que quedaron funcionando se implantaron los “horarios de conciencia” de más de 8 horas y las “jornadas guerrilleras” de varios días consecutivos, en la mayoría de los casos desorganizadas e improductivas. Quienes dentro del Gobierno señalaron sus preocupaciones sobre la falta de sensatez de las medidas tomadas fueron acusados de desviación ideológica, y en algunos casos, como el autor de este artículo, enviados a realizar trabajo forzado en cuevas y en la agricultura.

 

Asimismo, entre 1966-1970 el plan de la economía se sustituyó por planes sectoriales, modificados constantemente. En el “fragor revolucionario” se suprimieron las fiestas de Navidad, aduciéndose que constituían un obstáculo a las labores de la zafra azucarera, y se transfirieron al 26 de julio para conmemorar el ataque por Fidel Castro al Cuartel Mondada en 1953. Hasta se pensó en eliminar el dinero y sustituirlo por un mecanismo de distribución igualitaria, lo cual afortunadamente no se ejecutó. Este proceso tuvo su momento cumbre en la Ofensiva Revolucionaria de 1968, como señalamos anteriormente, que convirtió el Estado prácticamente en el único propietario en Cuba, con la exclusión de pequeñas cantidades de tierra en manos privadas, aunque bajo un fuerte control gubernamental. En gran parte la proyección de la desastrosa zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar tuvo como génesis esas irracionales concepciones voluntaristas, y con su total fracaso terminó esa superdestructiva etapa de nuestra historia, que Fidel Castro reconoció públicamente como los errores “idealistas” cometidos, y se regresó a los cánones de gestión económica de los países de Europa Oriental, fundamentalmente la URSS.

 

Aquellos colosales horrores todavía afectan la economía y la sociedad cubana en su conjunto. La llamada actualización del modelo económico no es más que una tímida reversión de la arbitraria apropiación estatal de todo el tejido productivo y de servicios nacional. Un fenómeno propulsado por insaciables deseos de poder absoluto y concepciones aventureras que han llevado el país al desastre. Lamentablemente la nueva etapa rectificadora, encabezada por el general Raúl Castro, está todavía lastrada por muchos de los dogmas y fantasmas del pasado, y por consecuencia las verdaderas soluciones urgentemente necesarias continúan sin vislumbrarse, mientras los grandes retos siguen incrementándose.

 

* El autor es un economista marxista cubano prisionero del Grupo de los 75, fallecido el 23 de septiembre de 2013

¿Recuerdan la ofensiva revolucionaria de 1968?

Haroldo Dilla Alfonso*

9 de julio de 2012

 

El informe presentado por Fidel Castro contra los pequeños negocios urbanos constituyó una burda manipulación de la opinión pública

 

El 13 de marzo de 1968, Fidel Castro, en uno de sus kilométricos discursos, anunció al pueblo cubano lo que llamó “la ofensiva revolucionaria”. En realidad no había nada de revolucionario en ella, sino al contrario, fue una medida esencialmente contrarrevolucionaria dirigida a eliminar al sector de la pequeña burguesía urbana. Y con ello eliminar una de las pocas áreas de autonomía social que quedaba en el país tras la brutal estatización de todo lo que se moviera. Después de este paso solamente quedó fuera del sector estatal un área limitada de pequeños campesinos cooperativizados de diferentes maneras, que poseían el 30 % de la tierra y suplían algo así como el 70 % de los alimentos agrícolas de la población cubana.

 

La ofensiva revolucionaria fue un paso más en el control sociopolítico de la población y en la construcción de un régimen thermidoriano con aspiraciones totalitarias que se consolidaría finalmente sobre la base de los subsidios soviéticos. Fue también otro paso en la represión de todo aquello que parecía extraño a una nueva moral más parecida al ascetismo plebeyo de los movimientos campesinos medievales que a la propuesta marxista. Y que se llevó consigo a todo lo que resultaba diferente de la manera como los nuevos dirigentes percibían la dignidad: homosexuales, críticos, artistas irreverentes, peludos, religiosos, y, por supuesto, pequeños propietarios.

 

Y fue también un arrebato particularmente dañino del sentimiento anti-urbano, en la misma medida en que consideraban a las ciudades como viveros de manifestaciones amorales y al mundo rural como el espacio idóneo para cultivar las nuevas virtudes revolucionarias. Si alguna duda, lean este breve párrafo de un discurso tan homofóbico como antiurbano que pronunciara FC en marzo de 1963:

 

“Muchos de esos vagos… han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides… nuestra sociedad no puede darle cabida a esas degeneraciones. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones. Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia, pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente”.

 

Y de aquí, obviamente, se derivaron prácticas como las movilizaciones agrícolas que nos azotaron por décadas, las escuelas al campo y en el campo que aterrorizaron a las familias hasta hace muy poco tiempo y las fatídicas UMAP que destruyeron vidas y sueños de miles de cubanos. Todo un intento de someter a una población caribeña a un status estoico y monacal del que, lógicamente, la nueva clase política escapaba reservándose íntimos espacios lúdicos dentro y fuera del país.

 

En estos días he revisado de nuevo el discurso que anunciaba la ofensiva revolucionaria. No había vuelto a él desde el día que lo oí, cuando era un adolescente, hundido en una muchedumbre que llenaba la calle San Lázaro. Y leerlo me ha servido para reafirmar mi convicción del valor de la democracia, del debate público y de la prensa independiente. Pues el informe presentado por Fidel Castro (FC) contra los pequeños negocios urbanos —en medio de una perorata de varias horas que incluía observaciones sobre la sequía, la lucha contra el imperialismo y la victoria de los 10 millones de toneladas de azúcar— constituyó una burda manipulación de la opinión pública que solo puede hacerse desde un poder incontestado.

 

El informe de FC se apoyó en un estudio aplicado sobre 6.452 negocios privados —friteros incluidos— y a 955 bares que nunca queda claro si se incluían en la cifra anterior o eran un racimo independiente. Fue realizado por los militantes del Partido Comunista de cada municipio con el apoyo de los frentes de vigilancia de los CDR, lo que obviamente determinó que los resultados fueran construidos de acuerdo con las conclusiones que se querían alcanzar para legitimar la operación. Y en particular aquellas conclusiones que mejor alimentaban las pasiones políticas de la coyuntura. De manera que en el estudio se brindan datos francamente infantiles como precisar que el 66 % de los clientes de los bares y el 72 % de sus propietarios eran “antisociales y amorales” desviados de los propósitos revolucionarios. Afirmaciones difícilmente comprobables, pero suficientes para identificar en los bebedores alegres a enemigos zigzagueantes de la revolución.

 

Por otro lado, en su discurso FC distorsionó la estadística de manera grotesca. Digamos, por ejemplo, que cuando solo un 28 % de los negocios no tenía registro legal, esto se presentaba como “casi un tercio”: o que cuando tuvo que explicar que el 51 % de los negocios tenían buenas condiciones higiénicas, el 40 % regulares y solo un 9 % malas; presentaba el dato como que casi la mitad tenía condiciones higiénicas “no buenas”. Y así sucesivamente, lo que convierte la lectura en una invitación a la risa si no fuera porque tras él se escondía una ola expropiatoria contra trabajadores, contra el “pueblo” que el propio FC definió en su alegato legal de 1953, y contra los pocos espacios remanentes de autonomía social.

 

Y digo expresamente trabajadores, porque hay algo que ni los afanes de los investigadores, ni la manipulación del orador pudieron ocultar: de los 6.542 pequeños negocios analizados en La Habana, el 72 % estaban registrados y pagaban puntualmente sus impuestos, el 88 % de los dueños trabajaban en los negocios y se apoyaban en trabajo familiar, y solo el 31 % de ellos tenían otros empleados. El 73 % de las familias propietarias no tenían otros ingresos, y la abrumadora mayoría tenía ingresos brutos diarios de menos de cien pesos.

 

Curiosamente, solo el 6 % de los propietarios de negocios había solicitado la salida del país.

 

En un país donde ya por entonces la única manera de expresar descontento era con los pies.

 

* El autor es un académico marxista cubano

Fidel Castro nacionaliza loschicheros’*

Manuel Castro Rodríguez

23 de agosto de 2010

 

Fidel Castro decretó como ilegal y capitalista el trabajo de los plomeros, electricistas, barberos, carpinteros, mecánicos, cristaleros, cerrajeros, etc.

 

De manera clara y terminante debemos decir que nos proponemos eliminar toda manifestación de comercio privado, de manera clara y terminante”, declaró Fidel Castro el 13 de marzo de 1968 .

 

Con ese discurso dio comienzo a la ‘ofensiva revolucionaria’: el castrismo se apropió de más de cincuenta mil pequeños negocios privados, tomando en sus manos la producción y distribución de todos los bienes de consumo y la prestación de servicios. Fidel decretó que era ilegal el trabajo que realizaban los ‘chicheros’, buhoneros, barberos, limpiabotas, plomeros, electricistas, carpinteros, mecánicos,  cerrajeros, taxistas y un interminable etcétera.

 

Fidel eliminó a los microempresarios y a los trabajadores informales; a decenas de miles de trabajadores independientes los despojó de lo único que tenían para poderse ganar la vida honradamente y los obligó a trabajar para él: “se llegó a aplicar una ‘Ley contra la vagancia’ que castigaba con la detención a los hombres que no estuvieran vinculados laboralmente”. La ‘Ley contra la vagancia’ no se ha derogado.

 

Dos días después, el 15 de marzo de 1968, Fidel anunció el cierre de todos los bares: “Y en el camino de la ofensiva revolucionaria no solo, queremos expresar, se han expropiado los bares privados, sino que se han cerrado todos los bares estatales, todos los bares”.

 

Durante más de dos años, el pueblo cubano no pudo ingerir cerveza, vino o ron. Sólo la cúpula del poder y sus invitados extranjeros pudieron tomar bebidas alcohólicas hasta que en julio de 1970, después del fracaso de la zafra azucarera, Fidel autorizó la venta de cerveza y ron.

 

Nací un año antes de que se inaugurara la primera televisora cubana en 1950, o sea, diez años antes que en Panamá. Mi familia era una de las más pobres del barrio, por lo que tuve  que conformarme con ver la televisión en los hogares de mis amiguitos. En 1958, mis padres compraron un televisor. Al año siguiente, Fidel Castro llegó al poder. Cuando comenzó la ‘ofensiva revolucionaria’, hacía varios años que Fidel había suspendido la venta de televisores, hacía siete años que los principales sectores le pertenecían al castrismo: fábricas, centrales azucareros, bancos, transportes, minería, extracción y refinación de petróleo, exportación e importación, hoteles, almacenes, prensa, radio, televisión, setenta y cinco por ciento de las tierras, etcétera.

 

Como consecuencia de la ‘ofensiva revolucionaria’, reparar un equipo electrodoméstico resultó ser una tarea algo menos que imposible. Cuando se dañó el televisor Philco de 21 pulgadas que teníamos desde hacía una década, estuvimos sin poder ver televisión durante siete años. Lo peor ocurrió cuando se dañó el abanico General Electric: pasaron varios años antes de que Fidel nos vendiera un abanico. ¿Usted se puede imaginar cómo es posible dormir con temperaturas de treinta y más grados, sin un abanico? ¿Comprende cómo sufrieron los niños y sus padres? Con el cinismo que lo caracteriza, Fidel ordenó poner vallas por todas partes con el lema: “Los niños nacen para ser felices”. Con su habitual sentido del humor, el pueblo cubano transformó el lema castrista en: “Los niños nacen para ser felices … y para tener lombrices”.

 

* Este artículo fue publicado en el diario Panamá América, pero desapareció de la edición online

 

 

Edición Extraordinaria - La Habana, Jueves 13 de Octubre de 1960

Año LVIII - Tomo Quincenal Número XIX

 

EXPROPIACIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA EN CUBA

 

De la expropiación al ‘paraíso fiscal’

Alberto Méndez Castelló

3 de abril de 2014

 

Buscan inversión extranjera porque hace 55 años expropiaron a los cubanos y necesitan que siga el ‘apartheid’

 

Por voto unánime, como suele votar tan sui géneris parlamento, este sábado la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la nueva Ley de la Inversión Extranjera. Entre los sectores priorizados por la nueva ley se encuentran el agrícola y forestal, las industrias alimentarias, de energía y minas, azucarera, siderúrgica, ligera, química, electrónica, farmacéutica y biotecnológica. También el comercio mayorista, la salud y el turismo.

 

A los inversionistas extranjeros se les eximirá del pago de impuestos sobre las utilidades por un período de 8 años a partir de su establecimiento en Cuba. Concerniente a la recién aprobada ley, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera Rodrigo Malmierca dijo a los diputados: “Su atracción es plantearse como objetivos el acceso a tecnologías de avanzada, la captación de métodos gerenciales, la diversificación y ampliación de los mercados, la sustitución de importaciones, el acceso a financiamiento externo, la creación de nuevas fuentes de empleo y la captación de mayores ingresos”.

 

Extrañan estas palabras de Malmierca a estas alturas. Sabido es que hasta que “llegó el Comandante y mandó a parar”, como dice la canción de Carlos Puebla, en Cuba existían las tecnologías más avanzadas de la época, métodos gerenciales eficientes, diversificación de mercados, accesos a financiamientos externos e internos, y una muy pujante clase media levantada sobre los ingresos nacionales, valga decir, sobre la inteligencia y el sudor de los cubanos.

 

Cierto es también que en Cuba existían obreros y campesinos en estado de necesidad, pero tampoco resultaba extraño ver a un estibador portuario o a un mecánico competente en un automóvil descapotable… Hasta que llegó el Comandante y mandó a parar lo que, ahora, urgentemente quieren poner en marcha. “El descarrilado carro de la oferta y la demanda, el de su Majestad, El Mercado”, como dijo un comerciante expropiado.

 

Si el pasado sábado en Cuba aprobaron una ley para incentivar la inversión extranjera, es porque el 13 de octubre de 1960 aprobaron otra, no ya para promover el capital foráneo, sino, para arrancar del suelo de la Isla tanto al inversor extranjero como al cubano. Poco antes, en agosto del propio 1960, ya habían procedido con la expropiación forzosa de las empresas de servicios públicos y los centrales azucareros propiedad de empresas y compañías norteamericanas. Y más tarde, en marzo de 1968, durante la llamada “Ofensiva Revolucionaria”, como si fuera poco lo expropiado hasta esa fecha, también expropiaron desde minúsculas bodegas hasta los cajones de los limpiabotas.

 

La Ley 890, puesta en vigor el 13 de octubre de 1960 para hacer desaparecer la empresa privada en Cuba, enunciaba en su primer Por Cuanto: “La obra creadora de la Revolución, en sus múltiples aspectos, está basada fundamentalmente, en el pleno desarrollo económico de la nación”.

 

Remitiéndose al primer enunciado, así expresaba el segundo Por Cuanto de la Ley de Nacionalización de Empresas: “Es evidente que ese desarrollo no puede lograrse sino mediante la planificación adecuada de la economía, el aumento y racionalización progresiva de la producción y el control nacional de la industria básica del país”.

 

Así dijeron los expropiadores, ahora transformados en promotores de inversiones extranjeras. Y, por esas razones de incongruencias históricas, valga decir morales, es útil recordar lo que expropiaron, tan parecido a lo que por estos días, urgen de los capitalistas para que pongan sus dineros.

 

Un abecedario de expropiaciones

 

En Cuba las empresas fueron expropiadas por grupos, según las letras del abecedario, y nada menos que de la A a la Z:

 

Grupo A: Ingenios Azucareros. Fueron expropiados 105 centrales, la mayoría de ellos propiedad de cubanos, que iba del Central Bahía Honda, S.A., operadora del central Bahía Honda, hasta el número 105: Central Unión, S.A., operadora del central Unión.

 

Grupo B: Destilerías: 18, desde José Arechabala, S.A., hasta Destilería San Miguel, S.A.

 

Grupo C: Bebidas Alcohólicas: 6, de Ron Bacardí a Cervecería La Antillana.

 

Grupo D: Jabones y Perfumes: 3, Crusellas, Sabatés y Mennen de Cuba.

 

Grupo E: Derivados Lácteos: 6, desde Cía. Lechera de Cuba hasta Cía., de alimentos.

 

Grupo F: Fábricas de Chocolates: 2, Cuba Industrial y Comercial (La Estrella) y La Ambrosía Industrial.

 

Grupo G: Molinos de Harina: 1, Molinera Oriental, S.A.

 

Grupo H: Fábricas de Envases: 8, de Envases Industriales y Comerciales, S.A., hasta Pérez y Hermanos, S.A.

 

Grupo I: Fábricas de Pinturas: 4.

 

Grupo J: Químicos: 3.

 

Grupo K: Metalurgia Básica: 6.

 

Grupo L: Papelerías: 7.

 

Grupo M: Lámparas, 1.

 

Grupo N: Textiles y Confecciones: 61, desde Mascot, S.A., hasta Textilera Ticana, S.A.

 

Grupo Ñ: Molinos de Arroz: 16.

 

Grupo O: Productos Alimenticios: 7.

 

Grupo P: Aceites y Grasas: 2.

 

Grupo Q: Almacenes de Víveres: 47, desde J. Pérez, S.A. hasta Imp. Rodríguez, S.A.

 

Grupo R: Tostaderos de Café: 11.

 

Grupo S: Droguerías: 3.

 

Grupo T: Tiendas por Departamentos: 13.

 

Grupo U: Empresas de Ferrocarriles: 8.

 

Grupo V: Imprentas: 1.

 

Grupo W: Circuitos Cinematográficos y Cines: 11, desde Espectáculos Teatrales, S.A., hasta el Cine Santa Catalina.

 

Grupo X: Construcción: 19, desde Concreto Caribe hasta Transporte de Asfalto Ortega.

 

Grupo Y: Electricidad: 1.

 

Grupo Z: Marítimo: 13, desde Operadora Marítima Unión hasta Terminal Oriental de Puertos.

 

“No expropiaron más, porque se les acabaron las letras del abecedario para agrupar las empresas”, recuerdo que un día dijo un viajante de los jabones Crusellas a mi padre.

 

Como broma, el comentario del viajante pasa, pero el lector acucioso no pasará por alto, y no con una sonrisa, un hecho incuestionable: todo lo que en Cuba falta hoy y desde hace muchos años, lo producían o lo servían esas empresas expropiadas.

 

“La insensatez de negar la propiedad privada condujo a la ruina material y espiritual que hoy vivimos los cubanos. Y ahora los comunistas, después que hicieron improductiva la agricultura, la industria, el comercio, la banca y la sociedad toda en Cuba, sueñan con que sean los inversores extranjeros quienes les saquen las castañas del fuego, y, como si no fuera suficiente la permanencia del desvarío y del odio por la propiedad del cubano, pretenden continuar haciendo negocios con los capitalistas extranjeros, manteniendo a los cubanos cuales siervos de un feudo”, dijo un sociólogo a este corresponsal.

 

Según palabras del ministro Malmierca reseñadas por el diario Juventud Rebelde el pasado domingo, “en los negocios con inversión extranjera no habrá libre contratación de la fuerza de trabajo, por lo que se mantendrá la figura de la entidad (estatal) empleadora”.

 

Nada, que el Gobierno comunista proseguirá haciendo negocios con los capitalistas extranjeros, y los cubanos de a pie “que se las arreglen como puedan”, dijo un trabajador por cuenta propia.

 

Valga solo un ejemplo de cómo funciona el socialismo en Cuba. Mientras la nueva Ley de Inversión Extranjera exime a los capitalistas del pago de los impuestos sobre las utilidades por un período de 8 años, los trabajadores por cuenta propia en la modalidad de Cuidador de Baños Públicos y Taquillas solo estarán exentos por un año del pago de arrendamiento del local, que es de hasta 500 pesos mensuales. Y de los impuestos ni hablar: cuota mínima, 60 pesos al mes y desde el primer día en que comenzaron a fregar urinarios e inodoros.

 

Sí, bienvenidos los inversores extranjeros, pero en igualdad de derechos con los cubanos, estén donde estén. ¿O es que acaso continuará el apartheid?

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.