EL TERRORISMO COMO TÁCTICA CASTRISTA-4

 

 

Los hermanos Castro, los mayores terroristas nacidos en América

(Parte IV)

Manuel Castro Rodríguez

Los secuestros aéreos

Fidel y Raúl Castro ordenaron

los primeros secuestros aéreos del mundo

 

Por órdenes de Raúl Castro, terroristas integrantes del M-26-7 secuestraron 2 DC-3 de vuelos nacionales cubanos, para incorporarlos a la Fuerza Aérea Rebelde que radicaba en la Sierra Cristal. Esos aviones fueron posteriormente destruidos por la aviación del régimen tiránico de Fulgencio Batista en sendos raids aéreos.

 

 


La historia olvidada del primer secuestro aéreo

Gerardo Reyes

El Nuevo Herald

8 de abril de 2002

 

Cuando Omara González sintió que a su vida le quedaban pocos minutos, sacó de su cartera un rosario de cuentas de madera que le regaló su padre y se lo puso en el cuello. Uno de los asaltantes que llevaba un brazalete del Movimiento 26 de Julio, le ordenó a los pasajeros que se apretaran el cinturón de seguridad y que doblaran el tronco del cuerpo hacia delante con la cabeza sobre las piernas.

 

En medio de un forzado descenso, el avión Viscount de cuatro turbohélices de Cubana de Aviación se partió en dos y Omara González salió volando por el agujero del fuselaje hasta caer en las aguas infestadas de tiburones de la bahía de Nipe, cerca al pueblo de Preston en la provincia de Oriente, Cuba. Eran aproximadamente las 9 de la noche del primero de noviembre de 1958. El mundo no sabía lo que era el secuestro de un avión en vuelo internacional. La palabra más cercana a terrorismo era sabotaje.

 

En algún lugar de la Sierra Maestra, el comandante Fidel Castro esperaba noticias del desvío del vuelo 495 que había salido de Miami con destino a Varadero y que él había ordenado secuestrar. En el interior de la aeronave, sus compañeros de causa, Edmundo Ponce de León, Erasmo Aponte, Raúl Rolando y Pedro Lázaro Valdés, llevaban pistolas, carabinas, granadas, varios litros de repelente para mosquitos R-33 y otros pertrechos que serían usados en la ofensiva final contra el gobierno de Fulgencio Batista. La encomienda jamás llegó a su destino. Los piratas anunciaron a los pasajeros que su acción “nunca se había producido en el mundo”.

 

Omara González Rodríguez, sobreviviente del desvío y caída de un vuelo de Cubana de Aviación, 47 años después de ese acto terrorista quiso poner la tragedia del vuelo de Cubana de Aviación, -donde murieron tantas personas- en los radares de la historia del terrorismo. Ella y sus familiares creen que un mundo en el que la gente está oscultando en el pasado el origen de las amenazas terroristas de hoy, este episodio tiene que ser rescatado.

 

Por ahora, Omara González Rodríguez espera que el mundo sepa que Fidel Castro fue el primer profesor de los secuestros aéreos, y que a los pocos meses de la tragedia, cuando el Movimiento 26 de Julio llegó al poder, Castro la llamó para justificar la acción en nombre de la revolución.

 

Fidel Castrome pide que le relate qué había pasado. Y entonces me dice:

 

Mira, el sabotaje es así, te tocó a ti y te tocó, yo estoy ahora con una bomba en un cine y mi mamá llega y está ahí, pues le tocó a ella”.

 

González ha presentado su caso ante la fundación Judiciary Watch con la esperanza de que sea anexado como antecedente grave del patrocinio del gobierno de Cuba al terrorismo. En su casa de Coral Gables, acompañada por su madre y un primo hermano que la despidió en el aeropuerto de Miami de la calle 36, esa tarde del primero de noviembre de 1958, Omara relató en frases frenadas por su miedo inconsciente a revivir el drama, las horas de angustia a bordo del Viscount secuestrado.

 

Omara tenía 16 años. Regresaba con su maleta llena de ropa nueva a su casa en Varadero, de donde había salido dos días antes en compañía de su abuelo José Manuel Atanasio Rodríguez y su primo de 12 años Luis Sosa para pasar un fin de semana de compras en Miami. Era un viaje corto y barato. El pasaje de ida vuelta costaba 45 dólares y el vuelo se demoraba 25 minutos. Sólo se necesitaba la visa americana. La tía Julia los esperaba en Miami.

 

En esos años, el sur de La Florida era un hervidero de disidentes y perseguidos de Batista que enviaban armas y municiones a Cuba, algunas veces con el apoyo secreto del gobierno de Estados Unidos, para apoyar a la guerrilla de Fidel Castro.

 

En el negocio de la compra de armas, decía una crónica de la época, los rebeldes veían a Miami como una ama de casa mira al supermercado”.

 

El vuelo de Cubana salió retrasado del Aeropuerto Internacional de Miami, situado entonces en la calle 36. Estaba programado para las tres de la tarde y despegó a las 4:46. Las sillas no estaban entonces numeradas. Como todos querían tener asiento con ventana, González se sentó en la segunda fila, su primo en la primera y su abuelo de 62 años en la tercera. Los últimos en subir fueron el empresario norteamericano Osiris Martínez, su esposa Betty Jane y sus hijos Tony, de dos años, Byron de cuatro y Carl de cinco. Martínez había sido trasladado por una compañía estadounidense a gerenciar una fábrica de papel en Cuba.

 

González recuerda que cuando la azafata Ana Reina terminó de repartir las declaraciones de aduana, cuatro jóvenes se pusieron de pie y pistola en mano gritaron a los pasajeros que no se movieran. Uno de ellos se apostó en la parte delantera del avión y le apuntó con una pistola en la cara. A los pocos minutos los secuestradores levantaron la alfombra del pasillo delantero del avión, y abrieron una escotilla de la cual extrajeron unos uniformes verde oliva con brazaletes alusivos al 26 de Julio. Según un reporte de la revista Gente, uno de los secuestradores dijo:

 

No se muevan de sus asientos. Estamos haciendo algo que nunca se ha producido en el mundo. Podrán contarlo porque nos apearemos en una pista mejor que la de Varadero”.

 

Los secuestradores se desnudaron hasta quedar en calzoncillos y se pusieron los uniformes delante de los aterrorizados pasajeros. Uno de los piratas, el más agresivo, recuerda González, llevaba zapatos blancos. Desde un comienzo, insistía en que quería tomar el mando del avión. Aparentemente se trataba de Edmundo Ponce de León, expiloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Pero el veterano capitán de la aeronave, Ruskin Medrano, se negaba a cederle el puesto. “Tendremos que matarlo”, escuchó la muchacha. Uno de ellos dijo que le daría un tiro, pero los demás le ordenaron que lo hiciera con cuchillo.

 

Osiris Martínez dice que en sus pesadillas de la tragedia aún escucha el grito de dolor intenso que dio debajo del agua al golpearse brutalmente contra un objeto que le abrió tres agujeros en la cabeza.

 

Quizás por el trauma de ese golpe olvidó lo que ocurrió minutos antes cuando el avión de Cubana de Aviación secuestrado en el que viajaba se partió en dos al caer en la Bahía de Nipe en la noche del primero de noviembre de 1958.

 

Por puro impulso de supervivencia, no porque supiera nadar, Martínez logró salir a la superficie, y cuando ya su boca estaba libre, despidió un chorro de agua.

 

Me salía y me salía agua como si fuera una manguera sin parar”, recuerda Martínez sentado en el sofá de su casa del suroeste de Miami donde vive con su tercera esposa.

 

Finalmente con la garganta libre, sacó alientos de donde no tenía y empezó a llamar como un loco los nombres de su esposa y su tres niños, rogándoles en español, sin reparar que solo hablaban inglés, que le dieran una señal de vida en medio de esa sopa negra de mar oscuro y combustible en la que escasamente flotaba.

 

Como no podía mantenerse a flote, logró asirse a un objeto que brillaba con el resplandor de las luces del cercano pueblo de Preston, al oriente de Cuba. Era una de las puertas del avión Viscount turbohélice que minutos antes un grupo de secuestradores intentaba aterrizar en un pequeña pista del ingenio azucarero de Preston para llevar a Fidel Castro armas, municiones y pertrechos comprados en Miami.

 

En medio de una ordalía demencial de sobrevuelos rasantes por pistas sin iluminación del oriente de Cuba, el avión se quedó sin combustible y se fue a pique en la bahía.

 

Edmundo Ponce de León, otro de los sobrevivientes y a quien testigos y documentos señalan como uno de los presuntos secuestradores del avión, sostiene que la aeronave cayó en la bahía como consecuencia de una confusión que se creó en la cabina.

 

Según Ponce de León, el piloto Ruskin Medrano intentó aterrizar en la pista sin iluminación del ingenio azucarero de Preston pero en su descenso descubrió que había sido bloqueada con unos barriles y debió alzar vuelo.

 

En medio de esa maniobra, la fragata Antonio Maceo, que estaba en la bahía, disparó una ráfaga de balas trazadoras al avión, lo que hizo que el piloto, confundido y nervioso, diera un viraje brusco hacia la bahía donde el Viscount se fue a pique, agregó Ponce de León. Los proyectiles no hicieron impacto en la aeronave, según Ponce de León.

 

Los demás sobrevivientes han declarado que el avión se precipitó en la bahía por falta de combustible.

 

Martínez explicó a El Nuevo Herald que uno de los secuestradores que estaba en la cabina se sentó en un asiento cercano a él y ordenó que se ajustaran los cinturones, porque el avión se había quedado sin combustible.

 

Ponce de León sostuvo que el avión tenía combustible de sobra, tanto así que el vuelo se retrasó en la plataforma del aeropuerto de Miami porque el líquido se salió de los tanques y la compañía de seguros no permitía su salida por cuestiones de seguridad. Empleados de Cubana de Aviación en Miami le dijeron a The Miami Herald horas después del accidente que la aeronave tenía suficiente combustible.

 

Mientras trataba de mantenerse a flote, Martínez se quitó la ropa desgarrada que llevaba y se quedó en calzoncillos, no sin antes sacar la billetera con su identidad impulsado por un presentimiento de que lo fuesen a confundir con uno de los secuestradores.

 

De pronto sintió una mano en el hombro, dice, y se percató que era Juana María Méndez, una pasajera embarazada que tampoco sabía nadar y trataba de salvarse.

 

Me dio un gran susto cuando la vi, y le dije que me iba a hundir a mi también. Ella se soltó y se hundió”, dijo Martínez.

 

La puerta del avión amenazó con sumergirse y Martínez trató de mantenerse a flote infructuosamente abrazando una almohada que pasó cerca. Entonces confió de nuevo en la puerta flotante sin apoyar mayor peso en ella, solo la barbilla, y volvió a gritar desesperadamente.

 

Nadie le respondió. Sobre la bahía caía una tenue lluvia.

 

Se tocaba la cabeza y se preguntaba cómo era posible que estuviera vivo si podía meter sus dedos en los agujeros que tenía en el cráneo.

 

Sobre un ala del avión que quedó inclinada por fuera de la superficie, dos hombres luchaban por no resbalar y caer al mar infestado de tiburones. Martínez sostiene que eran dos de los piratas aéreos. Más tarde los vio lanzarse al mar.

 

Cuando se fueron apagando los últimos quejidos, Martínez escuchó lo que parecía ser un chapuceo de remos. De pie, sobre una canoa rudimentaria iba hacia él un campesino de la región que le pidió que subiera, pero Martínez no tenía fuerzas y se había fracturado la mitad de las costillas por el cinturón de seguridad, que terminó rompiéndose.

 

Finalmente lo logró, pero como el bote tenía en el fondo agua fría de lluvia acumulada, el cuerpo corpulento del hombre de 5 pies 10 pulgadas de estatura que estaba en las aguas tibias del mar empezó a convulsionar, lo que hacia bandear peligrosamente la canoa.

 

“‘Nos vamos a virar, nos vamos a virar’, me decía el guajiro mientras yo temblaba sin control y él me ponía la luz de la linterna en la cara”.

 

La embarcación llegó a las playas de la bahía, adonde luego el mismo barquero llevó a Omara González y a su primo Luis Sosa, otros pasajeros sobrevivientes del avión.

 

El coronel Rodríguez, un primo de Martínez y oficial del Ejército de Fulgencio Batista que combatía en la zona contra los alzados de Raúl Castro, le envió 10 soldados que lo llevaron al hospital de Preston.

 

Con las heridas suturadas y envuelto en un escudo de esparadrapo alrededor de las costillas, Martínez se presentó en el primer piso del hospital a reconocer los cadáveres de su familia.

 

Alrededor del tobillo de una pierna amputada que le mostraron vio una cadena con el nombre de su esposa Betty Haney, con quien planeaba mudarse a Varadero.

 

La reconocí porque yo le había regalado una cadenita con el nombre de ella y dije sí, ésa es mi esposa”, expresó.

 

Los cuerpos de sus tres hijos no se los mostraron por las condiciones terribles en las que estaban.

 

Martínez se quería morir también.

 

A partir de ese instante no sólo ha tenido que cargar con el peso de la pena, ligeramente amortiguado por dosis diarias de antidepresivos, sino con el remordimiento que le producen los recuerdos de su mujer rogándole que no se fueran a vivir a Cuba.

 

Martínez aceptó un cargo de inspector de una gigantesca planta de conversión de bagazo de caña de azúcar en papel en la ciudad de Cárdenas, a pocos kilómetros de Varadero.

 

Le ofrecían un sueldo de $615 mensuales, una muy buena suma para la época, el triple de lo que ganaba en el mismo cargo, en la Bowaters Southern Paper Corporation de Tennessee.

 

A pesar de que había nacido en Cuba, Martínez no conocía Varadero, el lugar que escogió para alquilar una casa en la que comenzaría su nueva vida, lejos de los aletargadas parajes de Tennessee que tanto le aburrían.

 

Llamé a mi esposa y le dije: ‘Vende o regala la casa que tenemos y vente con los niños’”, recuerda Martínez.

 

Ella aceptó a regañadientes y se citaron en Miami. El vendría de La Habana y ella de Chattanooga, Tennesee, con los tres niños.

 

Contagiados quizás por la tristeza de su madre, los niños tampoco querían viajar a ese lugar remoto y extraño donde su papá había encontrado un mejor trabajo.

 

Martínez recuerda que los padres de Betty tuvieron que arrastrar a los niños que lloraban y gritaban hasta el avión que los llevó de Chatanooga hasta Atlanta. De allí tomaron un vuelo a Miami, donde los esperaba Martínez.

 

Los obstáculos que el destino le interpuso a su familia para no viajar a Cuba aumentaron a la llegada a Miami, relató Martínez.

 

Empleados de la oficina de Cubana de Aviación en el aeropuerto se negaron a que la familia abordara el avión alegando que los documentos de Martínez no estaban en regla. Martínez era ciudadano estadounidense. Después de la tragedia, el sobreviviente concluyó que el verdadero motivo de los impedimentos era que algunos de los empleados eran cómplices de la operación.

 

Ellos sabían que iban a poner en riesgo a una familia americana y por eso no querían embarcarnos, quizás no querían niños a bordo, pero sus excusas para no llevarnos eran estúpidas”, dijo Martínez.

 

Al subir al avión de Cubana de Aviación en el Aeropuerto de Miami esa tarde del primero de noviembre de 1958 con sus hijos de 5, 4 y 2 años, Betty le entregó a Martínez una póliza de seguro de vida firmada por ella, advirtiéndole melancólicamente “y con cierta rabia”, recuerda Martínez, que si moría en Cuba que no la enterraran allí.

 

El vuelo, que debía salir para Varadero a las 2 de la tarde, despegó alrededor de las cinco como consecuencia de la larga discusión de los empleados con Martínez.

 

Cuando el avión iba a la altura de los cayos de La Florida, recuerda Martínez, unos cuatro o cinco hombres jóvenes se pusieron de pie, sacaron armas y apuntaron a los pasajeros.

 

Entonces se fueron hacia adelante y... se vistieron como de combate. Uno de ellos salió corriendo y entró a la cabina, y entonces en vez de ir a Varadero, que era un vuelo tan corto, desviaron el avión para Mayarí Arriba, en las montañas de Oriente”, relató Martínez.

 

Al llegar a esa zona el avión empezó a buscar pistas de aterrizaje y hacer aproximaciones suicidas, agregó el sobreviviente “Trataron de aterrizar no se cuántas veces, los motores aquellos rugían porque parecían que íbamos a chocar porque ya estaban tocando la tierra”, dijo Martínez. “Hasta que uno dice ‘pónganse los cinturones porque no hay más gasolina’ y entonces explotó el avión. Era que había caído en la playa de la Bahía de Nipe”.

 

Martínez salió de Cuba a los pocos días con la ayuda de Wayne Smith, quien por entonces era funcionario de la embajada de Estados Unidos en Cuba y luego llegó a ser jefe de la Oficina de Intereses de Washington en La Habana.

 

Un mes después, Martínez volvió a Cuba. Esta vez con la idea de matar a uno de los secuestradores que, se había enterado, había sobrevivido.

 

Martínez se consiguió una pistola pequeña y visitó al secuestrador, cuyo nombre no recuerda con certeza. Lo visitó en una casa humilde de Puerto Padre. Su hermano le había ayudado a localizarlo. Pero al ingresar a la casa, se arrepintió de su misión.

 

Aquello era tan miserable, niños alrededor, que yo me olvidé de la pistola en el bolsillo”, relató.

 

Martínez se identificó.

 

El hombre se puso pálido... Hablamos muy poco y me marché”, dijo.

 

Fidel Castro había llegado al poder en enero de 1959 y Martínez no hacía ningún esfuerzo por callar su tragedia. Se la comentaba a quien fuese, afirmando que el gobierno revolucionario le debía una explicación.

 

Un día, recuerda, recibió una carta en su casa. Estaba firmada por Raúl Castro, quien comandaba el Segundo Frente, donde supuestamente dos de los piratas aéreos se reportaron. Castro quería hablar con él sobre el accidente.

 

Yo leí la carta y empaqué mis cosas y me fui de Cuba. Tenía el presentimiento de que algo malo me podía pasar”.

 

 

 

Los pasajeros del fatídico vuelo

Gerardo Reyes

El Nuevo Herald

25 de octubre de 2008

 

Las siguientes son las semblanzas de los pasajeros del vuelo 495 de Cubana de Aviación que cayó en la Bahía de Nipe, en el oriente de Cuba, en noviembre de 1958.

 

* Ruskin Medrano Portuondo -- Piloto. Nació en Santiago de Cuba en 1919. Estudió aviación en Estados Unidos. Trabajó 14 años en Cubana de Aviación. Empezó como operario de la torre de control para la empresa. Luego se hizo copiloto de aviones DC-3 y más tarde piloto. Posteriormente comandó los Viscount de turbina que adquirió la aerolínea en 1956 para cubrir la ruta entre Cuba y Miami. Casado con María Bry. Al momento de su muerte, su hija Patricia tenía 10 años y su hijo Miguel tenía 5. Le sobrevivieron su esposa y ambos hijos. La señora Bry llegó a Miami en marzo de 1961. Los familiares de Medrano lo recuerdan como un hombre ingenioso, de muy buen humor y muy afable que alegraba las fiestas tocando piano. Su reloj fue recuperado. Se detuvo a las 9:13 p.m.

 

* José M. Combarro -- Copiloto. Su cuerpo fue encontrado el 3 de noviembre en la Bahía de Nipe por equipos de rescate de Estados Unidos y Cuba.

 

* Orlando Jiménez -- Sobrecargo. Su cuerpo no fue recuperado. Un informe del vicecónsul cubano Hugg D. Kessler, firmado el 8 de noviembre, señala que presuntamente Jiménez “sobrevivió al accidente y llegó a las montañas para encontrarse con las fuerzas insurreccionales cubanas que rodean el área de Preston”.

 

* Ana Sofía Reyna Ravenet -- Azafata. Nació en 1938. Hija de un contador público. Estudió música en el conservatorio. Era bailarina de ballet y pianista. Su primo, Ricardo Casado, que vive en Estados Unidos, dijo que era una mujer bella y festiva que sorprendió a amigos y familiares cuando cambió su vida artística por el trabajo de azafata. Agrega Casado que el día de la tragedia no le correspondía trabajar pero debió reemplazar a una compañera que se enfermó. Al momento del impacto llevaba en sus piernas al hijo mayor del pasajero sobreviviente Osiris Martínez.

 

* Laurelina Mena González -- Pasajera. Su cuerpo fue hallado flotando en la bahía.

 

* Juana María Méndez Márquez- Pasajera, estaba embarazada. Su cuerpo fue hallado el 5 de noviembre por equipos de rescate de la marina de Estados Unidos. Sobrevivió al impacto pero murió ahogada, según el pasajero sobreviviente Osiris Martínez. Fue enterrada en Preston, fosa número 4751.

 

* Nancy María Méndez -- Hija de Juana María. Enterrada en Preston.

 

* Osiris Martínez Fornari -- Pasajero sobreviviente de ciudadanía estadounidense. Tiene 80 años. Vive retirado en Miami. Su padre era oficinista de la Cuban American Sugar Company, empresa que manejaba el central Chaparra, cerca a Puerto Padre. Martínez Fornari nació en el central. Tuvo dos hermanos. Estudió en el Candler College High School de La Habana. Hizo dos años de estudios superiores de Ingeniería Mecánica en Athens, Tennessee. Fue inspector de calidad de la empresa productora de papel Bowaters Southern Paper Corporation en Tennessee. Luego aceptó el cargo, también de inspector, en la papelera de Cárdenas, Cuba.

 

* Betty June Haney -- Pasajera estadounidense. Esposa de Martínez. Tenía 25 años cuando murió en el accidente. Estudió en el Tennessee Wesleyan College, donde conoció a Martínez. No quería vivir en Cuba porque uno de sus hijos estuvo a punto de morir de disentería en la isla. Pero su esposo le pidió que se mudara de Estados Unidos a Varadero para que lo acompañara en su nuevo empleo en el que ganaría tres veces más de lo que recibía en Tennesssee.

 

* Carl Manuel Martínez Haney -- Hijo de 5 años de Osiris y Betty. Murió en el accidente. Lo llevaba en sus piernas una azafata cuando los secuestradores forzaron al piloto a hacer un último intento de aterrizaje en la pista de Preston.

 

* Byron Rosendo Martínez Haney -- Hijo de 4 años de Osiris y Betty. Murió en el accidente.

 

* Michael Anthony Martínez Haney -- Hijo de 2 años de Osiris y Betty. Murió en el accidente.

 

* José Manuel Atanasio Rodríguez -- Presidente de los productores de caña de azúcar de la provincia de Matanzas. Vivía en una casa situada entre Varadero y Cárdenas. Tenía 65 años cuando murió. Abuelo de la sobreviviente Omara González. Viajó a Miami a visitar a un hijo, según Omara. Quedó con vida después del impacto del avión. Habló con Omara y le dijo que tratara de salvarse pero luego murió. Lo encontraron flotando en el asiento del avión con el cinturón de seguridad puesto. Su cuerpo fue hallado con varias mordidas de tiburón, según un emisario de la embajada de Estados Unidos en el área. Lo sobrevive su nieta Omara y su hija Felicita, pintora de 91 años. Ambas viven en Miami.

 

Omara González Rodríguez -- Tenía 16 años cuando el accidente. Estudiaba en el colegio La Inmaculada de La Habana. Vivía en El Vedado. Viajó a Miami a acompañar a su abuelo y a hacer compras. Estuvo dos días. Al triunfo de la revolución y con la intermediación del director de la revista Bohemia, Fidel Castro se reunió con ella para ofrecerle su versión sobre lo ocurrido. “Castro me pide que le relate qué había pasado. Y entonces me dice: ‘Mira, el sabotaje es así, te tocó a ti y te tocó, yo estoy ahora con una bomba en un cine y mi mamá llega y esta ahí, pues le tocó a ella. Eso es lo que llamo yo sabotaje’”. González es asistente de Rebeca Sosa, comisionada del Condado Miami-Dade. Vino a Estados Unidos en 1960.

 

* Luis A. Sosa- Primo de Omara. Tenía 14 años cuando el accidente. Fue rescatado por un pescador. Estudiaba en Miami. A los 33 años murió en un forcejeo con ladrones que intentaban robarle su automóvil. Sosa se agarró al carro en movimiento y al soltarse se golpeó mortalmente, relató Omara.

 

* Edmundo F. Ponce de León- Nació el 9 de septiembre de 1936. Identificado por funcionarios diplomáticos, sobrevivientes y medios de comunicación de la época como uno de los presuntos secuestradores. Ponce de León sostiene que era un pasajero más víctima del secuestro. Se enroló en la Fuerza Aérea de Estados Unidos donde fue ayudante de carga. Adquirió la ciudadanía estadounidense. Trabajó con algunas entidades del gobierno en Cuba y regresó a Estados Unidos en 1994. Tuvo un negocio de venta de videos en Hialeah. Está retirado. Vive en Miami con su esposa. Tuvo dos hijos.

 

* Raúl Rolando Rodríguez Villegas -- Tenía 22 años. Según el informe del funcionario de la embajada de Estados Unidos enviado al lugar del siniestro, su cuerpo fue hallado dentro del avión el 3 de noviembre vestido con el uniforme verde olivo del Movimiento 26 de Julio. En un obituario de la revista Bohemia es identificado como el jefe del comando secuestrador. “Un muchacho idealista, patriota, que había emigrado desde su nativo Puerto Padre a Miami”, dice el obituario publicado el 19 de abril de 1959. Osiris Martínez sostiene que Rodríguez no murió y que lo visitó en su casa de Puerto Padre para matarlo semanas después de la tragedia, pero al llegar y ver las precarias condiciones en que vivía desistió de su intento.

 

* Pedro Lázaro Valdés Orta -- Según un informe del 3 de noviembre de un funcionario de la embajada de Estados Unidos en La Habana que visitó el lugar del siniestro, el cuartel local reportó que se halló el cuerpo de un individuo que tenía documentos a nombre de Pedro Lázaro Valdés Orta con dirección en 404 SW 5 Ave., Miami. Fecha de nacimiento: 19 de junio de 1936. Tenía ojos café, pelo negro, 5 pies 6 pulgadas de estatura y 145 libras de peso. También se halló una credencial de ayudante de camarero en el Hotel Casablanca en Miami.

 

* Manuel Fernández Falcón - Identificado por los investigadores de la embajada como otro de los secuestradores. Fernández fue hombre de confianza de Manuel “Barbarroja” Piñeiro en el Departamento América en Cuba. Llegó a ser jefe de la Dirección General de Contrainteligencia del Ministerio del Interior, cargo del que fue sacado tras el escándalo de narcotráfico en las altas esferas del poder militar cubano a finales de los años 80.

 

* Erasmo Aponte -- Identificado como secuestrador. Su cuerpo no fue hallado.

 

 

 

Sospechoso del primer secuestro aéreo vive entre nosotros

Gerardo Reyes, Michael Sallah y Alfonso Chardy

El Nuevo Herald

19 de noviembre de 2008

       

Familia revela secreto en secuestro de avión cubano

 

Antes de que el avión se estrellara contra el mar en medio de la noche, Omara González fijó en su mente una imagen que la persigue hace 50 años: los duros ojos del secuestrador y sus zapatos blancos.

 

“Hay cosas que una no olvida”, dijo llorosa, recordando los 14 muertos y 4 heridos del secuestro. “Todavía puedo verlo con aquellos zapatos parado ante la puerta de la cabina”.

 

Mientras la mujer de Coral Gables recuerda las imágenes del incidente que transformó su vida hace medio siglo, ahora enfrenta un inesperado giro del desastre: el presunto secuestrador vive cerca de su casa.

 

Edmundo Ponce de León, que llegó a Miami procedente de Cuba en 1994 sin ninguna dificultad, es uno de los pocos sobrevivientes del famoso secuestro de un avión de Cubana de Aviación el primero de noviembre de 1958.

 

Los expedientes del Departamento de Estado obtenidos por El Nuevo Herald indican que el individuo, de 72 años, y otros cuatro, fueron identificados como los secuestradores del avión a punta de pistola durante un viaje de Miami a La Habana, el primer secuestro internacional desde suelo estadounidense.

 

El avión --secretamente cargado de armas para los rebeldes de Fidel Castro-- se estrelló en las costas de Cuba al quedarse sin combustible. El hecho causó conmoción en Miami y La Habana. Nadie fue acusado del delito.

 

Ponce de León dice que estaba en el avión esa noche pero insiste en que no era uno de los secuestradores. “Estaba en un viaje de vacaciones”, dijo en una entrevista en su casa. “Sólo iba por unos días”.

 

Pero algunos testigos contactados dijeron que él fue uno de los secuestradores que luego se sumó a las fuerzas revolucionarias en La Habana, según los expedientes del Departamento de Estado.

 

El surgimiento de su nombre en el caso representa un nuevo dilema en una de las primeras investigaciones de secuestro de aviones en Estados Unidos, que fue con mucho uno de los más letales.

 

Aunque el caso fue investigado por el FBI y el Departamento de Estado varias semanas, nunca se cerró oficialmente, según los expedientes.

 

Dado que Ponce de León y otros secuestradores permanecieron en Cuba tras el incidente, la fiscalía federal concluyó que no podía encausar a nadie porque los sospechosos estaban fuera de la jurisdicción estadounidense, según los expedientes del Departamento de Estado.

 

Un portavoz del Departamento de Justicia declinó decir si se reabriría el caso. “Simplemente no comentamos sobre si pensamos abrir o reabrir una investigación”, dijo Alicia Valle, portavoz de la fiscalía

 

El suceso prácticamente quedó en el olvido hasta principios de este año, cuando hubo una discusión entre Ponce de León y su hermana sobre la propiedad de la casa de la madre de ambos.

 

Un abogado de la hermana presionó para entrevistar sobrevivientes sobre el secuestro, pero el caso terminó con un acuerdo amistoso.

 

Varios ex fiscales federales dicen que el caso presenta retos para el sistema de justicia debido a las protecciones del proceso debido, pero hay algo que nadie puede discutir: el asesinato no prescribe.

 

“Hay sobrevivientes”, dijo Christopher Bruno, ex fiscal federal en Washington”. Que hayan pasado años no significa que hay que cerrar el caso”.

 

En los días posteriores al incidente, el FBI y el Departamento de justicia dieron prioridad a la investigación del secuestro.

 

Los sospechosos fueron identificados rápidamente, entre ellos Ponce de León, veterano de la Fuerza Aérea de Estados Unidos nacido en Cuba y criado en Nueva York y Miami, donde estudió en la secundaria Edison.

 

El avión de fabricación británica era uno de numerosos que cubrían los vuelos entre Miami y Cuba en una época de relaciones normales entre ambos países.

 

Pero la situación en Cuba se deterioraba: los rebeldes de Castro avanzaban y el presidente Batista parecía listo para entregar el poder. El cuatro de noviembre, la noche anterior al vuelo, hubo elecciones para escoger a su sucesor.

 

Durante días, funcionarios de la embajada estadounidenses entrevistaron a los sobrevivientes y testigos que ayudaron a rescatar los cuerpos del mar.

 

Uno de esos sobrevivientes, Osiris Martínez --que hora vive en Miami-- identificó a Ponce de León por una foto que los investigadores le mostraron cinco días después del secuestro.

 

Martínez tiene ahora 81 años. Su esposa y sus tres hijos de 2, 4 y 5 años, murieron cuando el avión se estrelló en el mar. Martínez dice que está seguro de que Ponce de León fue uno de los hombres armados que secuestraron el avión.

 

“No hay ninguna duda”, le dijo al Herald en una entrevista la semana pasada. “Lo reconocí inmediatamente”.

 

Martínez, que ahora dice tener más dificultades para reconocer al hombre en las fotos, dijo que él y otros pasajeros estuvieron en el avión con los secuestradores varias horas.

 

“Los vi cuando estábamos en el avión y los volví a ver cuando saltaron del avión” cuando el fuselaje se partió en el agua.

 

Omara González, que entonces tenía 16 años, reconoció a Ponce de León de las fotos que el Herald le mostró la semana pasada. “Ese es él”, dijo al ver la foto en blanco y negro de los años 50 y otra tomada recientemente. “Puedo ver sus ojos. No los olvidaré mientras viva”.

 

González, cuyo abuelo murió en el incidente, dijo que observó a los secuestradores varias horas.

 

“Todos estábamos en pánico”, declaró en una entrevista. “No sabíamos qué iban a hacer”.

 

Los hombres, que abordaron el Viscount W-755 vestidos con ropa de calle, saltaron de sus asientos unos 20 minutos después del despegue y gritaron que se estaban apoderando del avión, según González y Martínez.

 

Los secuestradores arrancaron un compartimiento del piso y sacaron grandes bolsas llenas de pistolas, ametralladoras y munición, dijo Martínez.

 

Se desvistieron y se pusieron uniformes verde olivo y brazaletes rojinegros del Movimiento 26 de Julio.

 

“Nos dijeron que no nos moviéramos”, recuerda González, que estaba sentada junto a un primo de 9 años.

 

Gonzáles dijo que el hombre que reconoció como Ponce de León tenía zapatos blancos. “No eran tenis”, dijo. “Zapatos blancos”.

 

En lugar de dirigirse a Varadero, en la costa norte de la provincia de Matanzas, el avión se dirigió a la provincia de Oriente, donde planeaba aterrizar en la Sierra Cristal para entregar las armas a Raúl Castro, explicó Martínez.

 

Pero pasaron las horas y llegó la noche.

 

El piloto trató de encontrar una pista pero no pudo dada la oscuridad y lo montañoso del terreno.

 

“El avión subía y bajaba, subía y bajaba”, recuerda González.

 

Martínez dijo que todos los pasajeros, incluyendo a sus hijos, se marearon. “El avión subía casi verticalmente y todas las maletas salían disparadas hacia la parte trasera. Todos estaban gritando y vomitando”.

 

González dijo que en un momento escuchó a a uno de los secuestradores decir que tendrían “que matar al piloto”.

“Aparentemente no estaba haciendo lo que ellos le ordenaron”, dijo.

 

Martínez declaró a los investigadores que los secuestradores trataron de obligar al piloto a aterrizar en 10 ocasiones pero no lograba ver la pista.

 

Poco después de las 9 p.m. -más de cuatro horas después de despegar-- los secuestradores ordenaron a los pasajeros abrocharse los cinturones. “El combustible se agotaba”, recuerda Martínez en una entrevista reciente.

 

Tras chocar contra el agua, el avión se rompió en varios pedazos; algunos de los pasajeros estaban vivos en sus asientos.

 

“Miré a mi abuelo, que estaba en su asiento, y le escuché decir: ‘Sálvate' “, dijo González.

 

Ella y su primo, Luis Sosa, fueron sacados del agua por un pescador mientras flotaban agarrados a una maleta.

 

Martínez fue rescatado por el mismo pescador.

 

Dos de los secuestradores murieron al estrellarse. Sus cuerpos fueron recuperados con sus uniformes y brazaletes. Catorce personas murieron, aunque inicialmente se reportaron 17.

 

Al día siguiente, el embajador de Estados Unidos en Cuba, Earl Smith, ordenó una investigación y solicitó la ayuda de la oficina del FBI en Miami.

 

Citando a las autoridades cubanas, George Southworth, corresponsal de The Miami Herald, reportó que Ponce de León fue uno de los secuestradores.

 

Pero nadie pudo encontrarlo, dijo Wayne Smith, diplomático de la embajada que entrevistó a los sobrevivientes.

 

“No pude comenzar a identificar a ninguno [de los sospechosos]”, dijo Smith, que ahora es profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Johns Hopkins.

 

Sin embargo, Smith entrevistó a un hombre que identificó como el primo de Ponce de León, Carlos Arias Agüero, quien declaró a los funcionarios estadounidenses que Ponce de León “había estado en actividades revolucionarias en Miami”, según los expedientes.

 

“Tenía razones para creer que Edmundo Ponce de León pudiera haber sido uno de los hombres armados que secuestraron el avión”, afirma el reporte.

 

Pero para entonces los tres presuntos secuestradores que sobrevivieron se habían ido a las montañas, según empleados del hospital que trataron a los heridos.

 

En una entrevista en su casa la semana pasada, Ponce de León --ahora sin vista en un ojo y enfermo del corazón-- dio una versión totalmente diferente de lo ocurrido antes que el avión se estrellara y de como decidió quedarse en Cuba.

 

Dice que subió al avión como turista y que “nunca he tenido un par de zapatos blancos”.

 

Según él, el secuestro ocurrió “sobre Cuba”, no 20 minutos después del despegue, y que durante el vuelo a la isla él no cree que hayan amenazado al capitán, insistiendo en que la mayoría de los pasajeros tenía simpatía por los rebeldes.

 

“No hubo violencia ni hostilidad en el avión”, dice Ponce de León.

 

Pero González dice que ella y los demás pasajeros estaban aterrorizados porque los secuestradores los amenazaron con pistolas y les ordenaron que pusieran la cabeza entre las piernas y se protegieran con almohadas.

 

“Todavía me dan pesadillas”, dice.

 

Martínez dice que el secuestro fue “un acto terrorista. Llevaban armas”.

 

Después que el avión cayó al mar, Ponce de León dice que nadó a tierra con los secuestradores y que después las fuerzas rebeldes lo “tomaron prisionero”. Uno de los presuntos secuestradores era Manuel Fernández Falcón, quien llegó a ser un jefe militar en Cuba.

 

El 29 de enero de 1959, un mes después que Castro tomó el poder, los archivos dicen que Ponce de León era teniente de las fuerzas revolucionarias y estaba “destacado en la Estación de Policía Turística de La Habana como segundo al mando”.

 

Ponce de León dice que nunca fue agente oficial y que después de la revolución era intérprete en la estación de policía.

 

Agrega que se quedó en Cuba porque decidió casarse y que se mudó en 1994 para unirse a su familia en Miami.

 

Aunque entró a Estados Unidos en calidad de ciudadano estadounidense naturalizado, hay expertos que cuestionan cómo lo hizo sin que lo interrogaran sobre algo tan sonado como un secuestro aéreo, aunque haya sido hace varias décadas.

 

“Para eso existen las alertas en la frontera”, dice Bruno, el ex fiscal federal. “De haber ocurrido eso hoy, de ningún modo habría podido entrar”.

 

La fiscalía federal revisó el caso en Miami a principios de 1959 pero decidió no encausar “al menos por el momento”, porque según la documentación Ponce de León y los demás no estaban en Estados Unidos.

 

Ricardo Bascuas, profesor de Derecho de la Universidad de Miami y ex abogado de oficio que revisó los documentos del gobierno a petición de The Miami Herald, dice que se podía encausar a los sospechosos sin que estuvieran en el país.

 

“Se pudo haber considerado toda clase de delitos, como asesinato, agresión física e incluso transporte de armas”, dice.

 

Bruno dice que una razón para abandonar un encausamiento es falta de pruebas, pero como había declaraciones juradas y evidencia en el caso, se pudo haber creado un jurado de investigación.

 

“Yo lo habría hecho”, dice Atlee Wampler III, fiscal federal de Miami a principios de los años 80. “Cuando alguien secuestra un avión se deben tomar medidas. Es algo peligroso”.

 

James Guilmartin, fiscal federal de Miami durante la investigación, murió en 1984.

 

Pero Bruno se pregunta si alguna influencia ajena al sistema de justicia tuvo algo que ver en el caso. Cuba estaba en un estado de turbulencia en ese momento.

 

Aunque Estados Unidos tenía relaciones diplomáticas con el incipiente gobierno de Castro, “uno se pregunta si el caso fue una papa caliente política”, dice Bruno.

 

Muchos altos funcionarios del Departamento de Estado trataban de mantener relaciones con el nuevo gobierno.

 

La única persona que promovía el encausamiento, Earl Smith, el embajador de Estados Unidos en Cuba y firme enemigo de Castro, renunció el 20 de enero de 1959. Los documentos muestran que un mes después la investigación se suspendió.

 

“Hay que pensar en esa época: fue inmediatamente después del triunfo de la revolución”, dice Bruno.

 

Expertos jurídicos dicen que llevar el caso a los tribunales ahora podría plantear retos.

 

“El gobierno sabía donde estaba él”, dice Richard Strafer, abogado criminalista de Miami. “El problema es que un acusado puede argumentar que hubo una demora en el debido proceso”.

 

González, quien dice que todavía está afectada por la experiencia, dice que a Ponce de León había que encausarlo entonces, y ahora. “Tiene que pagar”, dice.

 

“Les destruyeron la vida a mucha gente. Vivimos en Estados Unidos. Si hubiera sido un accidente, eso es otra cosa, pero fue un secuestro aéreo en el que murieron niños pequeños”.

 

Martínez dice que nunca lo contactó ningún fiscal federal. “En todo ese tiempo nadie se me acercó”, dice.

 

Y añade que cree que Ponce de León, con sus dolencias y achaques “está pagando el precio ahora. Está viejo, gordo y enfermo. Ese es su castigo”.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.