CRISIS  DEL  EURO

Mario Draghi: Not time to give up austerity

 

The European Central Bank president is the FT's Person of the Year for 2012. Mr Draghi speaks to Financial Times editor Lionel Barber in his Frankfurt office about fiscal and banking union, the need to continue “painful austerity” and the controls on the ECB's actions.

La liquidez de Draghi va a resultar un farol

Jörg Bibow

3 ENE 2013

 

Las reformas para salvar el euro son tan defectuosas que podrían provocar su desaparición

 

La promesa de Mario Draghi de “hacer lo que sea necesario” ha sido ampliamente aclamada como un acontecimiento clave. Desde entonces, tanto los mercados como la política sobre el euro han actuado partiendo de la premisa de que la supervivencia del euro está asegurada. Lamentablemente, esa es una hipótesis nada segura. Y no solo porque el acuerdo sobre el Mecanismo Único de Supervisión, el elemento más sencillo en cualquier futura unión bancaria, haya demostrado ser todo menos sencillo. El problema es que la estrategia política para superar la crisis, con o sin una promesa de liquidez del BCE en apoyo de la deuda pública, está condenada al fracaso. Las causas subyacentes de la crisis han sido perfectamente mal diagnosticadas y, como consecuencia, su medicación ha sido mal concebida, en tanto que las reformas del defectuoso régimen político del euro están tan mal diseñadas como para asegurar su desaparición definitiva.

 

El miedo primordial de los artífices del régimen de Maastricht consistió en que el derroche fiscal de las naciones carentes de la cultura de estabilidad de Alemania pudiera llevar a Eurolandia a la hiperinflación. Las peores pesadillas del Bundesbank parecieron hacerse realidad cuando las cifras del déficit presupuestario griego fueron revisadas resueltamente al alza en 2009. De manera que el mal llamado pacto que hasta ahora no ha conseguido proporcionar ni estabilidad ni crecimiento se reforzó todavía más, con una disciplina fiscal que en lo sucesivo habría de anclarse en la legislación nacional. Al margen de los daños colaterales ya padecidos, el gran garrote de la austeridad seguirá magullando a la economía de Eurolandia en los años venideros.

 

Lo cual no tiene en cuenta los defectos fundamentales del régimen de Maastricht para la Unión Monetaria Europea y las verdaderas causas de la crisis. Un pecado original fue el de no poner a nadie al cuidado del almacén de la gigantesca economía integrada del euro. No se previó gestión alguna de la demanda en los buenos tiempos, ni prestador de última instancia en los malos. Previsiblemente, la economía de Eurolandia ha demostrado ser propensa a un prolongado estancamiento de la demanda doméstica y a una conspicua dependencia de las exportaciones para su pobre crecimiento, mientras que la gestión de la crisis lo ha sido mediante el método de ensayo y error; y de errores sin fin, al parecer. El segundo pecado original fue el de olvidar en qué consistieron cincuenta años de cooperación monetaria europea, a saber en prevenir el riesgo de devaluaciones monetarias de “empobrecer al vecino”. El euro facilitó la culminación de ese esfuerzo en el sentido de que los tipos de cambio desaparecieron al mismo tiempo que las monedas nacionales. Pero eso solo ha significado que las tendencias en los costes de mano de obra nacionales hayan adoptado el papel de decisivas posiciones de competitividad dentro de la unión. Por lo tanto, la regla dorada de la unión monetaria requiere que las tendencias en los costes laborales unitarios nacionales estén en línea con la tasa de inflación común a la que los miembros de la unión se hayan comprometido, cosa que no han hecho.

 

Una realidad bien conocida es que la tendencia del coste laboral unitario de Alemania se apartó durante tiempo de la norma de estabilidad del dos por ciento, dejándola en cero bajo el régimen del euro. Cuando Alemania se volvió über-competitiva, sus socios del euro perdieron competitividad, del mismo modo que la habrían perdido en caso de una devaluación del marco alemán de un veinte por ciento en tiempos anteriores a la UME. Por desgracia, la UME ha complicado realmente las cosas, ya que las divergentes tendencias en el coste laboral unitario propinaron a la unión de las monedas un choque asimétrico que socavó la política monetaria de “una talla única para todos”. Con una represión salarial y una austeridad mecánica asfixiando a la demanda doméstica alemana, la postura del BCE resultó ser demasiado férrea para el antiguo “enfermo del euro”. Como contraste, la postura del BCE, fijada para acomodarse a la media del conjunto, resultó ser demasiado cómoda para otros miembros de la eurozona, dando como resultado la alimentación de burbujas del mercado inmobiliario y unos crecientes desequilibrios por cuenta corriente. Antes de la crisis, el desorbitado superávit por cuenta corriente de Alemania estaba concentrado en Europa, aproximadamente dos tercios del mismo con sus socios del euro. Los flujos de crédito de Alemania fueron fundamentales al posibilitar que persistieran las divergencias dentro de la zona y que crecieran los desequilibrios. Ahí reside el origen de la exposición de Alemania a los problemas de solvencia en la periferia europea.

 

Mientras que a estas alturas tales datos básicos deberían ser bien conocidos, su lectura oficial únicamente carga las culpas sobre los países deudores. De algún modo, todos menos Alemania perdieron competitividad. Y, de algún modo, el derroche fiscal siempre era el malo principal en esta historia. Una lectura seria de esos hechos sugiere unas exigencias para la resolución de la crisis que desafían de manera directa a la actual estrategia seguida por las autoridades del euro. Básicamente la resolución adecuada de la crisis del euro tiene tres partes, y una vital condición previa. La primera es la de un simétrico reequilibrio interno, la segunda trata de los excedentes de deuda en la zona, y la tercera es la de convertir al defectuoso régimen del euro en otro viable reparando sus fallos de origen. Pero, fundamentalmente, la resolución de la crisis será difícil, si no imposible, sin un fuerte crecimiento del PIB. Pues en una economía en recesión ni siquiera un presupuesto equilibrado impedirá que siga creciendo la ratio de deuda pública, al tiempo que los tipos de interés no pueden ser lo suficientemente bajos mientras el crecimiento del PIB nominal sea negativo.

 

Una austeridad fiscal aplicada mecánicamente es contraproducente cuando se inflige a un sector privado que trata de reducir su endeudamiento y sus efectos multiplicadores fiscales son importantes cuando ni las condiciones monetarias ni las exportaciones pueden proporcionar mucho alivio. En una persecución simultánea por todo el continente, los países europeos están deflactando el uno al otro sus principales mercados de exportación, confiando implícitamente en sus exportaciones extra-regionales para compensar esas persecuciones suicidas. Al forzar el ajuste solamente sobre los países deudores, en los que los excedentes de deuda están naturalmente concentrados, los problemas de solvencia de estos no hacen sino empeorar. Resistiéndose denodadamente al reajuste salarial, Alemania está empujando a sus socios, incluida Francia, a la deuda-deflación.

 

La reforma estructural no está compensando en absoluto a la estrategia de crecimiento. Funcionó con Alemania, y solo con gran retraso, porque Alemania la hacía por su cuenta mientras la economía mundial estaba fuerte. Alemania necesitó de un gigantesco superávit exterior para poder equilibrar finalmente su presupuesto público. Hoy, la economía mundial no está en condiciones de soportar la repetición de ese logro para Eurolandia como conjunto. En resumen, el euro sigue firme en la senda de su disolución. Es solo una cuestión de tiempo el que la liquidez del señor Draghi resulte ser un farol.

 

Jörg Bibow es catedrático de Economía en el Skidmore College e investigador en el Levy Economics Institute del Bard College.

Guillermo Baquero, experto en economía y finanzas, profesor de ESMT, habla sobre la crisis del euro y sus consecuencias.

Crisis de la deuda soberana europea

Sede del BCE en Fráncfort.
Sede del BCE en Fráncfort.

La crisis de la deuda soberana europea, también llamada crisis del euro o crisis de la zona euro, es una crisis financiera actualmente en marcha que ha hecho difícil o imposible a algunos países en la zona euro refinanciar su deuda pública sin la asistencia de terceros.

 

Desde finales de 2009, el miedo a una crisis de deuda soberana comenzó a crecer entre los inversores como consecuencia del aumento de los niveles de deuda privada y pública en todo el mundo, al tiempo que se producía una ola de degradaciones en la calificación crediticia de la deuda gubernamental entre diferentes estados europeos. Las causas de la crisis eran diferentes según el país. En muchos de ellos, la deuda privada surgida como consecuencia de una burbuja en el precio de los activos inmobiliarios fue transferida hacia la deuda soberana, y ello como consecuencia del rescate público de los bancos quebrados y de las medidas de respuesta de los gobiernos a la debilidad económica post burbuja. La estructura de Eurozona como una unión monetaria (esto es, una unión cambiaria) sin unión fiscal (esto es, sin reglas fiscales ni sobre las pensiones) contribuyó a la crisis y tuvo un fuerte impacto sobre la capacidad de los líderes europeos para reaccionar. Los bancos europeos tienen en su propiedad cantidades considerables de deuda soberana, de modo que la preocupación sobre la solvencia de los sistemas bancarios europeos o sobre la solvencia de la deuda soberana se refuerzan negativamente.

 

Las preocupaciones se intensificaron a principios de 2010 y posteriormente, conduciendo a los ministros de finanzas europeos el 9 de mayo de 2010 a aprobar un paquete de rescate de 750 000 millones de euros dirigido a asegurar la estabilidad financiera en Europa mediante la creación de un Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).9 En octubre de 2011 y febrero de 2012, los líderes de la eurozona acordaron más medidas diseñadas para prevenir el colapso de la economía de sus miembros. Estas incluyeron un acuerdo por el que los bancos aceptaban una quita del 53.5% de la deuda griega debida a acreedores privados, el aumento del FEEF hasta un importe superior al millardo de euros, y el requerimiento a los bancos europeos de alcanzar un 9% de capitalización. Para restaurar la confianza en Europa, los líderes de la UE también acordaron crear un Pacto Fiscal Europeo incluyendo el compromiso de cada país participante en introducir una regla de oro presupuestaria en sus constituciones. Los políticos europeos también propusieron una mayor integración en la gestión bancaria europea desarrollando un seguro de depósitos, una supervisión bancaria y medidas de recapitalización a escala continental. El Banco Central Europeo ha tomado medidas para mantener los flujos de dinero entre bancos europeos bajando los tipos de interés y proveyendo a los bancos más débiles con préstamos baratos por un importe de hasta un millardo de euros.

 

Aunque la deuda soberana aumentó sustancialmente solo en algunos países europeos, se instaló la percepción de que el problema era compartido por la zona en su conjunto, lo que condujo a la especulación constante sobre la posibilidad de que la zona Euro se quebrara. No obstante, hacia mediados de noviembre de 2011, el Euro se intercambiaba por un precio incluso superior al del bloque de principales socios comerciales de la UE que antes de la crisis, antes de perder algo de terreno como durante los meses siguientes. Los tres países más afectados, Grecia, Irlanda y Portugal, colectivamente sumaban el 6% del producto interior bruto (PIB) de la eurozona. En junio de 2012, también España se convirtió en objeto de preocupación, cuando el aumento de los tipos de interés comenzó a afectar su capacidad de acceder a los mercados de capitales, conduciendo a un rescate de sus bancos y a otras medidas.

 

Para responder a los problemas de fondo y a los desequilibrios económicos la mayor parte de los países de la UE acordaron adoptar el Pacto del Euro, consistente en una serie de reformas políticas dirigidas a mejorar la solidez fiscal y la competitividad de sus miembros. Este ha forzado a los países más pequeños a llevar a cabo más medidas de austeridad para reducir los déficit y los niveles de deuda nacionales. Este tipo de políticas no keynesianas han sido criticadas por numerosos economistas, los cuales demandaron una nueva estrategia de crecimiento basada en el aumento de la inversión pública, financiada por tasas que permitieran el crecimiento sobre la propiedad, la tierra y las instituciones financieras, en particular una nueva tasa sobre las transacciones financieras europea. Los líderes de la UE acordaron aumentar moderadamente los fondos del Banco Europeo de Inversiones para lanzar proyectos de infraestructura e incrementar los préstamos al sector privado. Además, se solicitó a las economías más débiles de la UE que restauraran la competitividad mediante la devaluación interna, esto es, reduciendo sus costes de producción. Se espera que estas medidas reduzcan los desequilibrios de cuenta corriente entre los miembros de la eurozona y progresivamente lleven al final de la crisis.

 

La crisis ha tenido un gran impacto en la política de la UE, provocando cambios políticos en los gobiernos de numerosos países europeos: Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, Francia y España.

El mito de las reformas en Alemania

Holm-Detlev Köhler

4 ENE 2013

 

La buena situación del país es consecuencia de las fortalezas tradicionales de la industria y de las relaciones laborales en las empresas. No tiene nada que ver con la Agenda 2010 que se lanzó a principios de siglo

 

Un fantasma recorre Europa: Alemania va bien porque hizo las reformas estructurales necesarias a tiempo y ahora toca a los países en crisis hacer lo mismo. Así vende Angela Merkel la Agenda 2010 de los años 2003-05, llenando de orgullo a su antecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, que se siente ahora como auténtico artífice del milagro del empleo alemán.El presente artículo pretende desmitificar este discurso tan imponente en dos pasos. Primero aclaramos los verdaderos efectos de las reformas para después analizar las auténticas fortalezas de la economía alemana.

 

Durante dos décadas, Alemania figuraba en la opinión pública como el paciente enfermo de Europa, con altos gastos sociales y costes laborales, un mercado laboral muy rígido y estructuras corporativistas con una amplia participación de los agentes sociales en la gestión pública. Frente a esta situación alarmante el gobierno de Schröder aprobó a finales de 2002 la famosa Agenda 2010, también conocida como reformas Hartz en alusión al presidente de la comisión de expertos Peter Hartz, amigo de Schröder y jefe de personal de la multinacional Volkswagen, condenado en 2007 a dos años de cárcel por varios delitos de corrupción y sobornos al comité de empresa en forma de viajes de lujo a Brasil con prostíbulo incluido a cargo de la empresa.

 

Las cuatro leyes Hartz consistieron en la creación de Agencias de Servicios Personales en las Oficinas de Empleo (Hartz I); el fomento del autoempleo y los mini-empleos' con sueldos inferiores a 400€ al mes carentes de contribuciones sociales (Hartz II). Las oficinas de empleo se convirtieron en job-centers para sus clientes (parados) (Hartz III). Por último, el sistema de prestaciones por desempleo sufrió una importante reestructuración, reduciéndose los beneficios contributivos y fusionándose el sistema de subsidios para desempleados de larga duración con otras ayudas sociales no contributivas para personas sin ingresos (Hartz IV).

 

¿Cuáles han sido los resultados de la Agenda 2010? El efecto más inmediato y profundo ha sido la dualización del mercado de trabajo con un amplio sector de mini-empleos y empleos subcontratados (más de siete millones de personas) con grandes dificultades de inserción en el mercado laboral regular. Cada vez más personas quedan atrapadas entre empleos por 1€/hora, mini-salarios subvencionados y la vuelta al paro, mientras en el otro mercado laboral la carencia de profesionales cualificados atrae a los nuevos inmigrantes bien preparados y se ha convertido en un serio problema para una economía que gozaba antes del mejor sistema de formación profesional del mundo. Se calcula un porcentaje mayor del 20% de los asalariados alemanes pertenecientes a la categoría de trabajadores pobres, un altísimo valor en el marco europeo y una brecha salarial y social desconocida en la Alemania de la post-guerra. Más desigualdad y más pobreza en medio de una economía boyante es el efecto principal de las famosas reformas.

 

Otros efectos han sido una gestión cara y caótica en los nuevos job-centers con personal no preparado y desbordado por las nuevas demandas; una inseguridad jurídica que ha generado miles de demandas judiciales, más de 50 decretos correctores de errores y dos sentencias del Tribunal Constitucional en contra de artículos de las leyes reformistas. Gran parte de las medidas introducidas han sido abandonadas por defectos jurídicos o por disfuncionalidades prácticas. Así, las famosas reformas estructurales del Gobierno alemán han tenido efectos socioeconómicos, administrativos y jurídicos nefastos y representan la mayor chapuza jamás aprobada por un parlamento de la República Federal de Alemania.

 

¿De dónde viene entonces la relativa buena marcha actual de Alemania? Realmente, la economía alemana contradice las certidumbres más firmemente establecidas de la ciencia económica: no es una economía de servicios, sino industrial. El sector servicios se articula alrededor de un fuerte núcleo industrial; no es, tampoco, una economía de nuevas tecnologías, sino de sectores de intensidad tecnológica media; no es una economía con un mercado liberalizado, antes bien, este se encuentra densamente regulado; además, se trata de una economía con altos costes salariales e impuestos relativamente altos, con sindicatos influyentes y mucha intervención pública.

 

Alemania tampoco deslocalizó las partes más intensivas de mano de obra a países de bajo coste, sino que ha mantenido sectores industriales integrales en su territorio. El fundamento de la fortaleza económica alemana sigue descansando sobre sectores industriales tradicionales' como el de la construcción de vehículos y de maquinaria, la química, la electrotécnica, la tecnología médica, los aparatos ópticos y la protección del medioambiente; todos ellos articulados alrededor de una amplia variedad de grandes y medianas empresas fuertemente orientadas al liderazgo en el mercado global. Esta fortaleza resiste incluso a las malas políticas económicas de los gobiernos y ha permitido a las empresas alemanas reorientar sus estrategias de exportación hacia los mercados emergentes, con China a la cabeza.

 

La fortaleza alemana tiene su fundamento último en unas relaciones laborales cooperativas y en la participación activa de los sindicatos en la gestión de las empresas. Fueron, de hecho, los sindicatos los que convencieron a las empresas a renunciar a la flexibilidad externa o ajuste vía despidos y negociaron una amplia gama de medidas de flexibilidad interna con cálculos anuales de horas de trabajo, sistemas variables de jornada laboral y la exitosa solución del Kurzarbeit. El trabajo corto facilita a las empresas la puesta en práctica de reducciones temporales del tiempo de trabajo para capear los temporales sin deshacerse de su capital humano, mientras las oficinas de empleo subvencionan programas de formación continua y reciclaje profesional, además del 60% del salario de las horas no trabajadas. La negociación colectiva de estas medidas ha sido responsable de salvar alrededor de tres millones de puestos de trabajo desde 2008 y ha sido esta mano de obra retenida por las empresas la que ha permitido la recuperación acelerada de la economía alemana.

 

Simplificando, un empresario alemán aprovecha los momentos de coyuntura económica expansiva para invertir en nuevos equipamientos y tecnologías, que le permiten mejorar la productividad de su empresa y la competitividad de sus productos, y pacta con los sindicatos medidas de reducción de jornada y de formación continua en tiempos de crisis, que le permiten retener mano de obra cualificada. Mientras, un empresario español contrata en épocas boyantes mano de obra barata a través de contratos temporales, lo que no le permite mejorar ni en productividad ni en competitividad, y después opta por el despido masivo y se aprovecha de la crisis para exprimir a los empleados restantes. Por eso, la productividad aumenta en Alemania en tiempos de crecimiento y desciende durante las crisis. Justo lo contrario que en España, donde los pocos trabajadores que quedan deben trabajar mucho más que antes.

 

En la década anterior a la crisis, los costes laborales nominales por unidad producida crecieron en España un 30% (igual que en Grecia y Portugal). En Alemania el aumento fue de un 1,8%. La tasa de inflación fue en España constantemente superior a la media europea; en Alemania fue inferior, lo que implica una ganancia relativa en competitividad. En fin, mientras España se emborrachaba de una burbuja con dinero fácil, Alemania sufría la modernización constante de su base productiva y la costosa incorporación de la economía del este. El milagro alemán es, por lo tanto, consecuencia de las fortalezas tradicionales de la industria y de las relaciones laborales alemanas y no tiene nada que ver con las supuestas reformas de principios del siglo. Realmente, el único acierto de los recientes gobiernos alemanes ha sido la introducción de un paquete de estímulos económicos al inicio de la crisis y el aumento de la cobertura del Kurzarbeit.

 

En resumen, el resto de Europa puede aprender mucho de los empresarios alemanes y bastante de sus sindicatos, pero nada de sus políticos y banqueros.

 

Holm-Detlev Köhler es profesor titular de Sociología de la Universidad de Oviedo.

¿Qué aflige a Europa?

Paul Krugman

4 MAR 2012

La mayor parte de lo que la gente sabe sobre la crisis europea no es cierto y las historias falsas están contaminando el discurso económico de EE UU

 

Las cosas están fatal en Lisboa, Portugal, donde el desempleo se ha disparado por encima del 13%. Las cosas están todavía peor en Grecia, Irlanda, y podría decirse que también en España, y Europa en su conjunto parece estar volviendo a caer en la recesión. ¿Por qué se ha convertido Europa en el enfermo de la economía mundial? Todo el mundo sabe la respuesta. Por desgracia, la mayor parte de lo que la gente sabe no es cierto, y las historias falsas sobre las tribulaciones de Europa están contaminando nuestro discurso económico.

 

Si leemos un artículo de opinión sobre Europa —o, con demasiada frecuencia, un reportaje de prensa que supuestamente se atiene a los hechos— lo más probable es que nos encontremos con una de dos historias, que yo distingo como versión republicana y versión alemana. Ninguna de las dos se corresponde con los hechos.

 

La versión republicana —es uno de los temas centrales de la campaña de Mitt Romney— es que Europa está en apuros porque se ha esforzado demasiado en ayudar a los pobres y a los desafortunados, que estamos observando los últimos estertores del Estado del bienestar. Por cierto, que esta historia es una de las eternas cantinelas del ala derecha. Allá por 1991, cuando Suecia atravesaba una crisis bancaria provocada por la liberalización (¿les suena?), el Instituto Cato publicó un jactancioso informe en el que afirmaba que esto demostraba el fracaso de todo el modelo del Estado del bienestar. ¿He mencionado ya que Suecia, un país que sigue teniendo un Estado del bienestar sumamente generoso, es en la actualidad uno de los países más productivos, con una economía que crece más rápidamente que la de cualquier otra nación rica?

 

Pero hagamos esto de modo sistemático. Fijémonos en los 15 países europeos que usan el euro (dejando a un lado Malta y Chipre), y clasifiquémoslos según el porcentaje del PIB que gastaban en programas sociales antes de la crisis. ¿Destacan los países GIPSI (siglas en inglés de Grecia, Irlanda, Portugal, España, Italia) por sus Estados del bienestar excesivamente grandes? No, no lo hacen. Solo Italia se encontraba entre los cinco primeros, y a pesar de ello, su Estado del bienestar era más pequeño que el de Alemania. De modo que los Estados del bienestar excesivamente grandes no han sido la causa de los problemas.

 

A continuación, la versión alemana, que es que todo es cuestión de irresponsabilidad fiscal. Esta historia parece encajar con Grecia, pero con ningún otro país. Italia registraba déficits en los años anteriores a la crisis, pero eran solo ligeramente más altos que los de Alemania (la elevada deuda italiana es el legado de las políticas irresponsables que siguió hace muchos años). Los déficits de Portugal eran considerablemente más pequeños mientras que España e Irlanda presentaban, de hecho, superávits.

 

Ah, y los países que no pertenecen al euro parecen capaces de registrar grandes déficits e incurrir en grandes deudas sin enfrentarse a ninguna crisis. Reino Unido y Estados Unidos pueden obtener préstamos a largo plazo con unos tipos de interés en torno al 2%, y Japón, que está muchísimo más endeudado que cualquier país europeo, incluida Grecia, solo paga un 1%. En otras palabras, la helenización de nuestro discurso económico, según la cual nos faltan uno o dos años de déficits para convertirnos en otra Grecia, es un completo disparate.

 

Entonces, ¿qué es lo que aflige a Europa? La verdad es que la historia es fundamentalmente monetaria. Al introducir una moneda única sin las instituciones necesarias para que la moneda funcionara, Europa reinventó a efectos prácticos los defectos del patrón oro, defectos que desempeñaron un importante papel a la hora de causar y perpetuar la Gran Depresión.

 

Más concretamente, la creación del euro fomentó una falsa sensación de seguridad entre los inversores privados, y desencadenó unos movimientos de capital enormes e insostenibles hacia países de toda la periferia europea. Como consecuencia de estas entradas de capital, los costes y los precios aumentaron, el sector industrial perdió competitividad, y los países que tenían un comercio más o menos equilibrado en 1999 empezaron a registrar grandes déficits comerciales. Luego paró la música.

 

Si los países periféricos siguieran teniendo su propia moneda, podrían recurrir y recurrirían a la devaluación para restaurar rápidamente la competitividad. Pero no la tienen, y eso significa que les espera un largo periodo de desempleo masivo y una deflación lenta y demoledora. Sus crisis de deuda son básicamente un subproducto de este triste panorama, porque las economías deprimidas provocan déficits públicos y la deflación magnifica la carga de la deuda.

 

Ahora bien, el entender la naturaleza de los problemas de Europa no beneficia especialmente a los propios europeos. Los países afligidos, en concreto, no tienen nada excepto malas alternativas. O bien sufren el dolor de la deflación o toman la drástica medida de abandonar el euro, lo cual no será políticamente factible hasta que, o a menos que, todo lo demás fracase (un punto al que parece estar aproximándose Grecia). Alemania podría ayudar si suprimiera sus políticas de austeridad y aceptara una inflación más elevada, pero no va a hacerlo.

 

Sin embargo, para el resto de nosotros, enderezar a Europa supondría una gran diferencia, porque las falsas historias sobre Europa se están utilizando para promover políticas que serían crueles, destructivas, o ambas cosas. La próxima vez que oigan a la gente citar el ejemplo de Europa para exigir que destruyamos nuestros programas de protección social o recortemos el gasto para hacer frente a una economía profundamente deprimida, esto es lo que necesitan saber: no tienen ni idea de lo que están hablando.

 

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008

World facing worst financial crisis in history, Bank of England Governor says

The world is facing the worst financial crisis since at least the 1930s “if not ever”, the Governor of the Bank of England said.

Sir Mervyn King was speaking after the decision by the Bank’s Monetary Policy Committee to put £75billion of newly created money into the economy in a desperate effort to stave off a new credit crisis and a UK recession.

Economists said the Bank’s decision to resume its quantitative easing [QE], or asset purchase programme, showed it was increasingly fearful for the economy, and predicted more such moves ahead.
Sir Mervyn said the Bank had been driven by growing signs of a global economic disaster.
“This is the most serious financial crisis we’ve seen, at least since the 1930s, if not ever. We’re having to deal with very unusual circumstances, but to act calmly to this and to do the right thing.” 

Announcing its decision, the Bank said that the eurozone debt crisis was creating “severe strains in bank funding markets and financial markets”.
The Monetary Policy Committee [MPC] also said that the inflation-driven “squeeze on households’ real incomes” and the Government’s programme of spending cuts will “continue to weigh on domestic spending” for some time to come.
The “deterioration in the outlook” meant more QE was justified, the Bank said.
Financial experts said the committee’s actions would be a “Titanic” disaster for pensioners, savers and workers approaching retirement. Sir Mervyn suggested that was a price worth paying to save the economy from recession.
Under QE, the Bank electronically creates new money which it then uses to buy assets such as government bonds, or gilts, from banks. In theory, the banks then use the cash they gain to increase their lending to businesses and individuals.
By increasing the demand for gilts, QE pushes down the interest rate yields paid to holders of these and other bonds. Critics of the policy say it pushes up inflation and drives down sterling.
The National Association of Pension Funds yesterday called for urgent talks with ministers to address the negative impact of lower gilt yields on pension funds. Joanne Segars, its chief executive, said QE makes it more expensive for employers to provide pensions and will weaken the funding of schemes as their deficits increase. “All this will put additional pressure on employers at a time when they are facing a bleak economic situation,” she said.
Ros Altman, of Saga, said the latest round of QE was “a Titanic disaster” that would increase pensioner poverty. As well as fuelling inflation, she said, falling bond yields would make annuities more expensive, “giving new retirees much less pension income for their money and leaving them permanently poorer in retirement”.
The MPC also voted to keep the Bank Rate at its historic low of 0.5 per cent, another decision that hurts savers. Yesterday, protesters outside the Bank’s headquarters smashed a giant piggy bank to symbolise the situation of pensioners and others forced to raid savings to keep up with the rising cost of living.
Asked about the plight of savers, Sir Mervyn said it was more important to support the wider economy than to support them. He suggested that savers would not be helped by deliberately pushing the British economy into recession. Yesterday’s decision was the first move on QE since 2009, during the global credit crisis, when the Bank injected £200 billion into the economy.
Some analysts believe that this round of QE could be less effective than the previous one, forcing the Bank to create even more money this time.
Michael Saunders of Citigroup, forecast that there could be as much as £225 billion more QE by next year. “I think they will do lots more QE,” he said. “It’s both that the economy is weak but also that the MPC’s view is that QE is not a very powerful tool, or rather it takes a large amount of QE to have much effect on the economy.”
The Bank is supposed to keep inflation near a target of 2 per cent. Inflation now stands at 4.5 per cent, and the Bank admitted it is likely to hit 5 per cent as soon as this month. The Bank’s own research shows that as well as stimulating the economy, QE pushes up prices.
Sir Mervyn insisted that yesterday’s move was still consistent with the 2 per cent inflation target, saying that the slowing economy means inflation could actually fall below that mark “by the end of next year or in 2013”.
The Governor insisted that the MPC’s decisions had been the correct response to events. “The world economy has slowed, America has slowed, China has slowed, and of course particularly the European economy has slowed,” he said. “The world has changed and so has the right policy response.”
City traders took heart from the Bank’s move to boost growth, with the FTSE 100 rising 3.7 per cent to 5,29, its biggest two-day gain since 2008.
The Bank’s decision came after mounting political pressure from ministers worried that Sir Mervyn was not reacting urgently enough to the darkening global economic outlook.
George Osborne, the Chancellor, welcomed the Bank’s move, saying: “The evidence shows that it [QE] will help keep interest rates down and boost demand and that will be a help for British families.”

El remedio de la eurozona empieza por Alemania

GORDON BROWN 

28/08/2011

 

Comprendo bien la actitud desafiante que hoy vemos en Alemania cuando se enfrenta a la crisis en la que está sumida la eurozona. El enfado alemán es obvio y está bien fundado.

 

Tiene que ser parte en la solución del problema, puesto que ha sido parte integrante de él

 

La crisis no se puede resolver sin la disponibilidad de un eurobono común

 

Durante los últimos 10 años, mientras España, Irlanda, Portugal y otros países disfrutaban de la fiesta de unos bajos tipos de interés, los alemanes redujeron sus salarios, soportaron duras reformas estructurales y pasaron por la dolorosa prueba de cinco millones de desempleados en un esfuerzo por modernizar sus industrias. Sus sacrificios les han llevado a tener un amplio superávit comercial y un aumento del 80% de sus exportaciones a China.

 

Ningún otro país hubiera podido mantener al mismo tiempo los costes de integrar a 16 millones de personas de Europa del Este en un Estado unificado, o de unirse al euro a un tipo de cambio tan poco competitivo, y, sin embargo, haber reconstruido incluso la fuerza exportadora del país.

 

Alemania tiene ahora la economía más fuerte de Europa, y Angela Merkel y el pueblo alemán merecen que se les elogie por sus logros exportadores. Pero si esa fuera la única historia que contar, entonces el remedio a la actual crisis sería sencillo: seguir el ejemplo alemán: austeridad, y, si eso falla, todavía más austeridad.

 

Hace tres años, cuando la crisis financiera empezó a golpear, el Gobierno alemán, como el resto de Europa, definió rápidamente el problema como anglosajón, echando la culpa a Estados Unidos y a Reino Unido. Un año más tarde, cuando la crisis financiera se había transformado en una crisis económica general, los alemanes se replegaron a un territorio todavía más seguro, más familiar, redefiniendo la crisis mundial no como financiera sino como fiscal, una crisis de déficits y de deuda.

 

Como resultado de ello, Alemania ha negado tener culpabilidad alguna en lo que ha ido mal. Realmente, si puede argüir que no es la fuente del problema puede justificar resistirse a adoptar costosas medidas para resolverlo.

 

Pero, de acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales, Alemania prestó casi 1,5 billones de dólares a Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia. Al comienzo de la crisis los bancos alemanes habían hecho el 30% de todos sus préstamos a los sectores privados y públicos de esos países. Todavía hoy esa categoría de préstamos es equivalente al 15% del volumen de la economía alemana.

 

Añadamos a eso la profunda implicación alemana en el despilfarro del crédito inmobiliario norteamericano (la mitad de los activos subprime se colocaron en Europa), así como en la especulación inmobiliaria europea, y tendremos claro que allí donde tenían lugar las fiestas, los bancos alemanes habían suministrado la bebida. La única fiesta que se perdieron, como ya dijo en broma un comentarista, fue la del esquema Ponzi de Bernie Madoff.

 

Como resultado de ello, los bancos de Alemania son hoy los que tienen un coeficiente de endeudamiento más alto que cualquiera de las economías más avanzadas, hasta dos veces y media más que sus competidores bancarios estadounidenses, según el FMI.

 

De hecho, preocupados por el impacto que pudieran tener las pruebas de resistencia en su credibilidad, los reguladores de la banca alemana han sido hostiles a tener que pasar por los mismos requisitos de comprobación y de contabilidad del capital acordados para todos los otros países de la eurozona, y uno de los Landesbank -bancos regionales alemanes de titularidad pública- llegó al extremo de retirarse del test la víspera de que se hicieran públicos los resultados.

 

Pero ¿por qué debiera preocupar eso a Alemania, que es competitiva, fiscalmente sólida y económicamente robusta? Porque por toda Europa las pobres condiciones del sector bancario se están convirtiendo en un riesgo para la recuperación y la estabilidad. Los bancos alemanes, como los demás bancos europeos, dependen de la obtención de fondos a corto plazo, y, en los próximos tres años, esos ya débilmente capitalizados y escasamente rentables bancos tienen que recaudar 400.000 millones de euros de los mercados, una cantidad que es cerca de un tercio de toda la deuda de la eurozona, estimada en 1,4 billones de euros.

 

Hace pocos días le tocó a Francia -calificada, como Alemania, con AAA por las agencias de calificación crediticia- enfrentarse a la presión de los mercados, debido a su alto grado de exposición a la periferia del euro. Cada país tiene sus propios problemas, pero, a medida que la crisis se desplaza hacia el núcleo de Europa, también Alemania podría encontrarse con que su otrora indiscutible imagen se convierte en un bastión financiero en tela de juicio.

 

A corto plazo Alemania hará bien en apoyar la recapitalización bancaria a escala europea, algo de lo que ella misma se beneficiará. Pero también ha llegado el momento de que reconozca que tiene que ser parte integrante en la solución del problema, puesto que ha sido parte integrante del propio problema.

 

Por supuesto que nadie debe esperar que Berlín transfiera un amplio porcentaje de su riqueza a los países más pobres de la Unión Europea en la misma escala en la que operan otros Estados federales -Estados Unidos, Australia y otros-, pero debe persuadirse de que la crisis no se puede resolver sin la disponibilidad de un eurobono común, una legislación en favor de una mayor coordinación fiscal y monetaria, y un papel del Banco Central Europeo que le lleve un paso más lejos que el de ser el guardián de la baja inflación, asumiendo un segundo papel de prestamista de último recurso.

 

Al final, Alemania tendrá que ponerse de acuerdo en un mecanismo común para que Europa pague su salida de la crisis. Su reciente incapacidad para actuar desde una posición de fuerza pone en peligro no solo al país mismo sino a todo el proyecto del euro, que Alemania ha empleado décadas en desarrollar.

 

Gordon Brown, miembro del Partido Laborista en el Parlamento británico, fue primer ministro de 2007 a 2010 y canciller del Exchequer de 1997 a 2007.

Holanda acusa a Francia y Alemania de causar la crisis presupuestaria de la eurozona

El ministro de Finanzas, Kees de Jager, dice que la deuda actual se originó después de que las dos grandes economías de la UE ignoraran en 2003 el Pacto de Estabilidad

ISABEL FERRER | La Haya 01/09/2011

Francia y Alemania comparten la responsabilidad por la crisis que afecta a la eurozona. Según Kees de Jager, ministro democristiano holandés de Finanzas, las dos grandes economías de la UE "abrieron en 2003-2004 la compuerta que ha generado los problemas actuales". "Ese año presentaron un déficit presupuestario nacional que superaba el límite del 3% regulado en el Pacto de Estabilidad. A partir de entonces, otros países dejaron de acatar las normas fiscales", ha dicho durante un encuentro con la prensa extranjera destacada en Holanda.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.