EL  ABISMO  FISCAL  DE  ESTADOS  UNIDOS

La crisis en EE UU siembra dudas sobre la gobernabilidad del país a largo plazo

                           Antonio Caño

14 de octubre de 2013

 

El cierre administrativo entra en su tercera semana

 

Sea cual sea el desenlace de la crisis política que tiene paralizada la administración federal de Estados Unidos y acerca el riesgo de una histórica suspensión de pagos, se ha producido un daño que ya es irreparable: la imagen de ingobernabilidad y zozobra que surge desde la capital de la nación más poderosa del mundo. Incluso si un acuerdo de última hora retrasa por un periodo corto la gran catástrofe, que parece hoy la solución más probable, la estabilidad económica mundial queda amenazada por la incertidumbre constante sobre la capacidad de los líderes políticos norteamericanos de poner en orden su propio presupuesto.

 

La administración pública cumple este martes 15 días funcionando al mínimo. Los monumentos más emblemáticos del país –la Estatua de la Libertad, el Cañón del Colorado y el Monte Rushmore- han reabierto gracias al dinero donado por los estados que los albergan. Dos leyes de urgencia han asegurado que los 800.000 funcionarios en paro cobren sus salarios con efectos retroactivos y que las familias de los soldados caídos en este periodo de inactividad reciban los beneficios que les corresponden. Otros recursos legales de emergencia han permitido que regresen al trabajo parte de los empleados del Pentágono y de otros departamentos cuya ausencia comenzaba a afectar a la seguridad nacional. Pero algunos ensayos clínicos fundamentales, así como otros servicios médicos, inspecciones de alimentos o procedimientos judiciales en tribunales federales continúan paralizados. Esta semana puede cesar la recogida de basura en la ciudad de Washington, cuyo presupuesto debe de ser, por ley, aprobado por el Congreso federal.

 

Por supuesto, todo esto, pese a provocar enormes molestias y un cierto repliegue de la actividad económica –gran parte de la que depende del turismo y del consumo- no es nada en comparación con el abismo de una suspensión de pagos. Como nunca antes ha ocurrido algo similar, nadie es capaz de anticipar con exactitud qué es lo que puede suceder. Lo único que el Departamento del Tesoro ha advertido como un hecho ineludible es que, a partir de la medianoche de este miércoles, se quedará sin dinero para afrontar las deudas y sin instrumentos de ninguna clase acometer los pagos que vencen desde ese día.

 

Lo ideal sería que, haciendo de la necesidad virtud, se aprovechase esta situación para lograr un amplio acuerdo sobre el presupuesto que despejase la incertidumbre al menos durante un año

 

Ante un peligro de tal envergadura, se sigue confiando en que, en el último minuto, se imponga la cordura y se llegue a un arreglo. Esa es la idea que dominaba cuando faltaban 48 días, pero lo cierto es que sigue sin alcanzarse la solución cuando solo faltan 48 horas. En los últimos días se han producido varios movimientos en el Capitolio en procura de un acuerdo, pero la realidad es que, a la hora de escribir esta crónica, ninguno de ellos había fructificado.

 

Desde el estallido de esta crisis se ha pasado, desde el punto de vista de la búsqueda de una solución, por distintas fases, desde la no negociación en absoluto hasta la exigencia de la eliminación de la reforma sanitaria. Barack Obama ha hablado con los líderes de ambas cámaras, juntos y por separado, con los líderes de ambos partidos al mismo tiempo y con los de cada partido. Se ha negociado en ocasiones en la Cámara de Representantes y, recientemente, en el Senado. El presidente ha convocado esta tarde de nuevo a los principales responsables demócratas y republicanos en un último intento de poner fin a esta locura, aunque fue finalmente pospuesta para dar más tiempo a los esfuerzos que realizan los senadores.

 

El obstáculo de cara a ese encuentro es el de siempre desde que esta crisis comenzó: ¿qué puede ofrecer Obama de todo lo que los republicanos piden? El presidente dijo al principio que no había nada que negociar hasta después de que los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes, reabrieran la administración y elevasen el techo de deuda para evitar la suspensión de pagos. Posteriormente, accedió a este tipo de contactos que la Casa Blanca se resiste a denominar negociaciones. Pero en cada una de esas conversaciones ha quedado claro que la oposición quiere algo a cambio de poner fin a la crisis para que el resultado no se interprete como una completa derrota republicana.

 

Lo ideal sería que, haciendo de la necesidad virtud, se aprovechase esta situación para lograr un amplio acuerdo sobre el presupuesto que despejase la incertidumbre al menos durante un año. Algo en esa dirección se estaba tratando en el Senado, donde son mayoría los demócratas. Pero un acuerdo así exige acercar posiciones sobre impuestos y gasto público, temas en los que unos y otros están hoy en las antípodas.

 

Si esa solución ideal no prospera, parece inevitable una salida en falso que prorrogue los recursos presupuestarios unas pocas semanas y aleje la crisis hasta Thanksgiving o Navidad. Incluso esa solución es complicada sin que uno de los dos partidos pague un precio político alto. Pero desde luego que una salida así, no solo no despejaría la alarma internacional, sino que daría argumentos a quienes, como China, defienden la desamericanización del mundo.

 

 

Radiografía de las consecuencias

del cierre administrativo en EE UU

Yolanda Monge

14 de octubre de 2013

 

El Estado de Nueva York decide asumir el coste de abrir la estatua de la Libertad por razones “económicas y simbólicas”

 

La gran fotografía del cierre administrativo, cuando está a punto de entrar en su tercera semana, ofrece una visión de un país con más de 350.000 empleados federales en sus casas y la puesta en marcha de iniciativas estatales para contrarrestar los perniciosos efectos en la economía provocados por la incapacidad del Congreso de llegar a un acuerdo para extender el presupuesto de Estados Unidos.

 

Tras casi dos semanas cerrada, la estatua de la Libertad ha vuelto a abrirse al público después de que el Gobernador de Nueva York y el Congreso estatal decidieran tomar “una decisión poco usual” y aprobar pagar con dinero de las arcas estatales el costo de mantener abierto el monumento. Según Andrew Cuomo, el Estado decidió dar ese paso por razones tanto económicas como simbólicas. No solo su cierre estaba causando un descalabro económico a la ciudad sino que miles de personas veían frustrado su deseo de visitar una de las marcas registradas del paisaje neoyorquino y norteamericano.

 

Desde el pasado domingo, el Estado de Nueva York sacara de su partida presupuestaria dedicada al turismo los más de 61.000 dólares diarios que cuesta mantener abierta cada día la famosa estatua. Según el informe anual de 2012 de la oficina del Gobernador, el Servicio de Parques Nacionales cifraba en 3,7 millones las personas que en 2011 visitaron el enclave donde se encuentra el monumento, generando cerca de 200 millones de dólares y creando 2.000 puestos de trabajo.

 

“Desde el punto de vista económico tenía todo el sentido asumir el coste de la reabrir la estatua, dinero que palidece en comparación con la cantidad que estábamos perdiendo”, declaró Cuomo. Desde que se iniciara el cierre administrativo el pasado 1 de octubre, se han perdido más de 400 empleos relacionados con la actividad económica que se genera en torno a la estatua de la Libertad.

 

Arizona y Dakota del Sur han seguido el ejemplo del Estado de Nueva York y han alcanzado acuerdos en sus Gobiernos para reabrir el Gran Cañón y Mount Rushmore (donde están esculpidos los rostros de varios presidentes de EEUU), respectivamente. Los 401 enclaves de los que consta el Servicio Nacional de Parques se encuentran cerrados, afectando a más de 20.000 empleados y cerca de 715.000 personas que los visitan cada día.

 

Si hace dos sábados, el Pentágono ordenaba que se reincorporasen a sus puestos la mayoría de los 400.000 empleados civiles que habían permanecido en sus casas desde que comenzara el cierre, otras agencias han decidido seguir el ejemplo y ordenar la vuelta al trabajo de sus empleados. La CIA ha anunciado que reclamará que vuelvan a sus oficinas miles de empleados civiles ya que el cierre y la falta de personal puede comenzar a amenazar la seguridad nacional.

 

Al menos un miembro del Congreso, el representante republicano por Carolina del Sur Mark Sanford ha pedido a su personal que vuelva al Capitolio, ya que le parece lo justo después de que la Cámara aprobara que estos trabajadores cobrarían. “Si no fuera así sería como subvencionarles unas vacaciones”, concluyó Sanford.

 

Hasta el momento, el presidente Barack Obama ha puesto su firma en dos iniciativas para que no sean tan perniciosos los efectos del cierre administrativo. Además de ratificar que los 800.000 empleados federales que se vieron obligados a dejar sus puestos de trabajo -o a permanecer en ellos pero sin cobrar- recibirán su cheque, el mandatario también rubricó una ley que garantiza que las familias de los militares caídos mientras cumplían con su deber recibirán las reglamentarias ayudas. En una situación normal, el Pentágono paga 100.000 dólares en los tres días siguientes a la muerte de un soldado pero la atípica situación actual provocó que no exista autoridad para ordenar esos pagos y que las familias de algunos militares fallecidos no pudieran enterrar a sus seres queridos, por ejemplo.

 

Si el cierre administrativo continúa, en la capital de la nación comenzará a acumularse la basura y los agentes que controlan el estacionamiento desaparecerán de las calles. Hasta ahora, la economía de Washington ha estado operando con fondos de emergencia. Pero esta semana esa partida se acaba y los trabajadaores que el alcalde de la ciudad, Vincent Gray, declaró de vital importancia para salvar la cara de la ciudad tendrán que quedarse en casa. La basura será recogida entonces solo una vez cada dos semanas.

 

 

Enfrentarse a la suspensión de pagos

Paul Krugman

 13 de octubre de 2013

 

El presidente podría desobedecer al Congreso y hacer caso omiso del límite de endeudamiento

 

Es posible que los republicanos hayan decidido elevar el techo de la deuda sin poner condiciones (los detalles no están claros todavía). Tal vez este sea el final de su particular táctica de extorsión, pero también puede que no lo sea porque, en el mejor de los casos, solo estamos contemplando una ampliación a muy corto plazo. La amenaza de llegar a ese límite sigue estando ahí, especialmente si la estrategia del bloqueo sigue volviéndose en contra del Partido Republicano.

 

¿Y qué opciones tenemos si tocamos techo? Como podrán suponer, son todas malas, de modo que la pregunta es cuál de las malas opciones haría menos daño.

 

Ahora bien, el Gobierno insiste en que no hay ninguna alternativa, que si alcanzamos el techo de la deuda, la Administración de EE UU dejará de pagar todos sus gastos. Muchas personas, incluso las que apoyan al Gobierno, sospechan que esto no es más que lo que los funcionarios tienen que decir en este momento, que no pueden darles a los republicanos ninguna excusa para restarle importancia a la gravedad de lo que están haciendo. Pero supongamos que es verdad. ¿Cómo sería una suspensión de pagos total?

 

Un informe del Departamento del Tesoro del año pasado indicaba que si se alcanzaba el techo de la deuda, entraríamos en un “régimen de retraso en los pagos”: las facturas, entre ellas las de los intereses devengados de la deuda federal, se pagarían en el orden en que se recibiesen, a medida que se dispusiese de efectivo. Dado que las facturas recibidas cada día superarían los ingresos de efectivo, esto se traduciría en retrasos cada vez mayores. Y esto generaría una crisis financiera inmediata, porque la deuda de EE UU —hasta ahora considerada el activo seguro por excelencia— se recalificaría y pasaría a ser un activo en situación de impago, lo que posiblemente obligaría a las instituciones financieras a vender sus bonos del Tesoro y a buscar otras formas de garantía.

 

La perspectiva da miedo. Hay muchísimas personas —sobre todo economistas de tendencias republicanas, aunque no solo ellos— que han insinuado que el Departamento del Tesoro podría, en lugar de eso, “establecer prioridades”: podría pagar todo lo correspondiente a los bonos, de modo que toda la carga de la escasez de efectivo recayese en otras cosas. Y al decir “otras cosas” nos referimos principalmente a la Seguridad Social, Medicare y Medicaid, que representan la mayor parte del gasto federal que no se dedica a la defensa y el pago de intereses de la deuda.

 

Quienes abogan por priorizar el gasto parecen creer que todo irá bien mientras se paguen los intereses. Déjenme darles cuatro razones por las que se equivocan.

 

En primer lugar, la Administración de EE UU seguirá estando abocada a la suspensión de pagos, incapaz de cumplir con la obligación legal de pagar sus deudas. Se podría argumentar que cosas como los cheques de la Seguridad Social no son lo mismo que los intereses devengados de los bonos porque el Congreso no puede negarse a pagar una deuda, pero sí puede, si así lo decide, aprobar una ley que reduzca las prestaciones. Pero el Congreso no ha aprobado dicha ley y, hasta que lo haga o a menos que lo haga, las prestaciones de la Seguridad Social tienen la misma condición de inviolables que los pagos a los inversores.

 

En segundo lugar, dar prioridad al pago de los intereses reforzaría el terrible precedente que sentamos tras la crisis de 2008, cuando se rescató a Wall Street, pero los propietarios de viviendas y los trabajadores en apuros recibieron poco o nada. Una vez más, estaríamos dando a entender que el sector financiero recibe un trato especial porque, de no recibirlo, puede amenazar con paralizar la economía.

 

En tercer lugar, los recortes del gasto darían lugar a muchas penurias económicas si se prolongasen, por poco que fuese. Piensen en los beneficiarios de Medicare rechazados por los hospitales porque la Administración no paga las facturas.

 

Por último, aunque establecer prioridades podría evitar una crisis financiera inmediata, seguiría teniendo unos efectos económicos devastadores. Nos enfrentaríamos a un recorte del gasto inmediato y comparable aproximadamente al hundimiento de la inversión en vivienda que tuvo lugar tras el estallido de la burbuja, hundimiento que fue la principal causa de la Gran Recesión de 2007-2009. Eso por sí solo seguramente bastaría para conducirnos a una recesión.

 

Y la cosa no acabaría ahí. Cuando la economía de EE UU entrase en recesión, la recaudación fiscal caería en picado y la Administración, incapaz de conseguir préstamos, se vería obligada a aplicar una segunda tanda de recortes del gasto, lo que agravaría la crisis económica, reduciría los ingresos todavía más y así sucesivamente. De modo que, aunque nos librásemos de una debacle financiera como la de Lehman Brothers, seguiríamos expuestos a una crisis económica peor que la Gran Recesión.

 

¿Y hay alguna otra alternativa? Muchos expertos legales opinan que hay otra opción: de un modo u otro, el presidente podría sencillamente optar por desobedecer al Congreso y hacer caso omiso del límite de endeudamiento.

 

¿No sería esto una infracción de la ley? Puede que sí, puede que no; hay diferencia de opiniones. Pero incumplir las obligaciones federales también es una infracción de la ley. Y si los republicanos de la Cámara presionan al presidente hasta ponerlo en una situación en la que tiene que infringir la ley haga lo que haga, ¿por qué no elegir la opción que menos perjudique a Estados Unidos?

 

Eso, por supuesto, causaría mucho revuelo y probablemente muchos problemas legales, aunque si yo fuese republicano, lo que de verdad me preocuparía es entablar una demanda contra el Gobierno para impedir que pague las facturas hospitalarias de los ancianos. Así y todo, como he dicho, no hay ninguna opción buena.

 

¿Y que pasará cuando alcancemos el techo de la deuda, si llega a ocurrir? Esperemos no averiguarlo.

 

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008

¿Washington, hay alguien?

Francisco G. Basterra

11 de octubre de 2013

 

Una superpotencia con tantas dificultades internas difícilmente podrá ejercer de faro global

 

Las llamadas telefónicas a la Casa Blanca son respondidas estos días con un lacónico: les pedimos disculpas pero debido a los problemas presupuestarios no podemos responder a su llamada. ¿Washington, hay alguien ahí? Alguien cuerdo, con sentido común, que entienda que lo que está sucediendo, el intento de secuestro político de la capacidad del Ejecutivo de dirigir la política económica del país, supera con mucho al bienestar de Estados Unidos y afecta a la economía mundial. El líder de la mayoría demócrata en el Senado sugiere que el país, con el Gobierno cerrado por falta de fondos y el peligro que la próxima semana, si no se resuelve la batalla presupuestaria en el Congreso, por primera vez en su historia no pueda hacer frente a sus pagos, se convierta en una república bananera. Y no está ocurriendo en Bruselas, la capital de una Europa demediada y empobrecida que pelea, equivocadamente, por sacar la cabeza de la crisis sacrificando su estado de bienestar, sino en el corazón de la única superpotencia, a pesar de todo, realmente existente.

 

El resto del mundo, que todavía depende de la política, de la economía de EE UU, y del privilegio del dólar como aún moneda única de reserva mundial, asiste impotente a este teatro político, a la espera de ver quién pestañeará primero. Obama, un presidente reelegido dos veces de manera consecutiva, con una mayoría popular muy clara, dominante en el Senado pero no en la Cámara de Representantes, o el Partido Republicano, abducido por la franja lunática del Tea Party para sabotear el proceso legislativo bloqueando el Congreso. Institución con una aprobación raquítica del 9%. Este constante juego a la ruleta rusa no es una manera razonable de gobernar un país. El financiero y multimillonario Warren Buffett ha pronosticado con lucidez el probable desenlace: “Iremos hasta el punto de la extrema idiotez, pero no lo superaremos”.

 

Puede que sea una crisis política prefabricada, como ha denunciado en el Capitolio el secretario del Tesoro, pero pone en peligro la reputación de Estados Unidos en un momento en el que la política exterior de Obama pierde pie. Siria, Irán, Afganistán con una retirada con más pena que gloria, la catástrofe de Irak, el fracaso de la primavera árabe. Y su política interna bloqueada, con la fallidas reformas de la inmigración y el control de armas en manos privadas. La pérdida de credibilidad de EE UU potencia la incertidumbre mundial. Ya no es solo el retraimiento en el ejercicio de su poder militar, sino, como afirma el Financial Times, el cortocircuito producido en su poder blando, que le ha permitido mantener su influencia global.

 

La parálisis en Washington por la ya crónica crisis presupuestaria le ha impedido a Obama viajar a la cumbre asiática de Bali, donde el presidente chino Xi Jinping, rodeado de sus vecinos que temen la emergencia de Pekín y necesitan la garantía del contrapeso de Washington, se ha paseado a sus anchas. Se pone en duda el reequilibrio hacia Oriente de Estados Unidos, el llamado pivote asiático. Aumenta la alarma: Pekín urge a Washington a garantizar la seguridad de las inversiones chinas, que acumula 1,3 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense. Japón teme que se produzca una revalorización del yen tras un eventual default de EE UU. Una superpotencia con tantas dificultades para encarrilar sus problemas internos difícilmente podrá abarcar el mundo ejerciendo de faro global.

 

Desde 1997 el Congreso no ha aprobado en plazo un presupuesto, y en 74 ocasiones ha sido necesario elevar el techo de la deuda, que hoy asciende al inabarcable guarismo de 17,6 billones de dólares. Peligra la capacidad de EE UU de obtener dinero barato de todo el mundo. Con la amenaza de no autorizar en el Congreso el aumento de ese límite, los verdaderos creyentes en que el Gobierno es el problema y no la solución, han desenfundado este arma de destrucción financiera masiva, a todas luces desproporcionada. Al grito de ¡es la ideología, estúpido! tratan de cobrarse una pieza mayor, el llamado Obamacare, la única muesca hasta ahora del presidente para entrar en la historia, la reforma sanitaria que acabará con la indignidad de tener a 45 millones de norteamericanos sin cobertura de salud. Un dislate.

 

La polarización ideológica con el abandono del centro político ha dejado espacios antes impensables a los extremistas, averiando el sistema de equilibrio de poderes diseñado por los padres fundadores de la nación. El Grand Old Party, los republicanos, ya no son el partido nacional histórico y responsable, conservador, sí, defensor de la libre empresa, posibilista. En su seno ha triunfado una enfermiza aversión por Obama, no le perdonan ser negro y educado; temen su éxito; desde el primer día han buscado su destrucción. God save America de los fundamentalistas.

 

fgbasterra@gmail.com

Una progresista al frente de la Fed

Victoria Carvajal

10 de octubre de 2013

 

Nombran a una mujer progresista al frente de la Reserva Federal y los mercados no caben en sí de gozo. Curioso, ¿no? Janet Yellen sustituirá en enero de 2014 a Ben Bernanke y será la primera mujer en la historia que ocupará el puesto más influyente de la escena económica mundial. Su elección, impuesta a Obama por el ala más progresista de senadores demócratas tras rechazar al candidato del presidente, el más neoliberal Larry Sumers, permite anticipar que se mantendrán los estímulos de la política monetaria a la economía. Yellen, como vicepresidenta de la Fed, ha sido una de las madrinas del programa de compra de bonos en los mercados para inyectar al sistema 85.000 millones de dólares al mes con el objetivo último de estimular el empleo. Que se mantenga esas inyecciones de liquidez, por encima de la trayectoria y de las ideas de Yellen, es lo único que hoy importa a los mercados financieros.

 

Nacida y criada en Brooklyn, en el seno de una familia humilde de origen judío, Janet Yellen, de 67 años, es una mujer hecha a sí misma. “Es una mujer pequeña con un coeficiente intelectual grande”, así la define un colega de la Fed. Forjó su carrera académica en la Universidad de Berkeley, donde formó parte del grupo de economistas contrario al dogma de la eficiencia de los mercados. En la Universidad de Yale fue brillante alumna de James Tobin, el autor intelectual de la debatida tasa Tobin diseñada para gravar el libre movimiento de capitales. Entre 2004 y 2010 presidió la Reserva Federal de San Francisco y fue una de las escasas voces dentro de la institución que advirtió de los peligros de las hipotecas basura y otros complejos instrumentos financieros meses antes del estallido de la crisis en septiembre de 2008.

 

Pese al entusiasmo de los inversores, conviene recordar que Yellen ha sido siempre partidaria de regular mejor los mercados financieros para prevenir abusos o evitar choques financieros que pongan en riesgo el crecimiento. Junto con Mary Joe White, antigua fiscal elegida por Obama para liderar la Stock Exchange Comission, puede hacer un tándem bastante más vigilante con los excesos de Wall Street.

 

Y es que frente a la etapa laissez-faire de la Fed de Greenspan,  la futura presidenta de la Fed ha luchado para que la creación de empleo sea junto con el crecimiento (además de la inflación) uno de los objetivos de la Reserva Federal. Cree que los bancos centrales, en nombre de ese objetivo, deben aprender a vivir con un poco de inflación y no aspirar a eliminarla.

 

De lo que nadie duda es de que Yellen recibe una complicada herencia de manos de Helicóptero Bernanke. Se enfrenta a una Fed dividida entre los contrarios a reducir los estímulos, que ganaron la batalla el mes pasado para sorpresa de los mercados, y los que creen que de no hacerlo pronto la credibilidad del banco central puede verse comprometida. Lo cierto es que la economía de EEUU no termina de recuperarse. Si el año pasado creció un 2,8%, este año la mayoría de expertos espera que el PIB aumente un 1,6%. Sólo el aviso que hizo en mayo Bernanke de la posibilidad de reducir estas inyecciones provocó un vertiginoso aumento de los tipos de interés a largo plazo (bonos a 10 años) que ha dañado la recuperación del mercado inmobiliario nacional.

 

También está en juego la estabilidad de los mercados financieros del resto del mundo, sobre todo los emergentes, que fueron los que más sufrieron la huída hacia activos más seguros que ocurrió en verano cuando se temía que la Fed retiraría sus inyecciones. La nueva responsable de la Fed deberá tener muy en cuenta estos efectos. Es probable que así se lo hagan saber los responsables financieros del G20 que se reúnen próximamente en Washington. Por el momento, casi todos los dirigentes de los bancos centrales de los países emergentes respiran con alivio tras conocer el nombramiento de Yellen.

 

Normalizar la política monetaria de la Reserva Federal no será nada fácil. Veremos si eso que dice Obama de que Yellen “es muy dura y no sólo porque sea de Brooklyn” le ayuda a acertar en la difícil tarea. La recuperación de la economía mundial está en juego.

 

Es bien sabido que la Reserva Federal, a diferencia de los Bancos Centrales en Europa, tiene un doble mandato: luchar contra la inflación y conseguir el pleno empleo. Es un mandato en buena parte contradictorio pero, a mi juicio, mucho más inteligente que el simple objetivo de mantener la estabilidad monetaria. La gran duda que se plantea tras la designación de Janet Yellen es si va a seguir la línea de su antecesor de dar prioridad al crecimiento, con el peligro de que la inflación pueda aparecer en el futuro, o va a empezar a tomar medidas más prudentes, retirando poco a poco la inyección masiva de liquidez al sistema. Esa es la gran cuestión. En términos americanos la pregunta que se hacen los comentaristas estos días es si Yellen es un “hawk” (halcón), partidaria de la estabilidad, o una “dove” (paloma), que defiende el empleo por encima de todo. Sus declaraciones hasta ahora indican una enorme sensibilidad por el problema de empleo, pero no se descarta que si el nivel de para, actualmente en el 7,3% cayera por debajo del 6,5% sus prioridades pudieran cambiar e inclinarse hacia la lucha contra los posibles peligros de la inflación. Time will tell!

El honorabilísimo saboteador

Paul Krugman

10 de octubre de 2013

 

Había una vez un funcionario del Gobierno que tenía un plan. Estaba convencido de que para solucionar los problemas de la economía había que enviar equipos de saboteadores que obstaculizasen sistemáticamente la producción de todo el país.

 

¿Por qué lo creía así? Eso es lo de menos; por alguna razón, es lo que decía toda la Gente Importante.

 

Así que el plan se puso en marcha, cada vez con más empeño. Al final, los saboteadores estaban causando un daño considerable: los cálculos más optimistas eran que estaban destruyendo alrededor del 3% de la producción nacional. Pero al cabo de tres años empezaron a ocurrir dos cosas. En primer lugar, el Honorabilísimo Saboteador dejó de redoblar sus esfuerzos e incluso empezó a aflojar un poco. En segundo lugar, el sector privado empezó a sortear un poco mejor a los equipos de saboteadores, de forma que logró mitigar en algo el perjuicio que estaban ocasionando.

 

En consecuencia, la economía empezó a crecer de nuevo; de hecho, cuando las fábricas saboteadas consiguieron entrar de nuevo en la cadena, creció algo más deprisa que de costumbre. Y el Honorabilísimo Saboteador se dio un baño de éxito. “Mirad”, decía, “mi política ha triunfado y está claro que mis detractores se equivocaban”.

 

Qué historia tan tonta, ¿no? Sin embargo, tal como explicaba recientemente el columnista del Financial Times Martin Wolf, es punto por punto la historia de George Osborne, el ministro británico de Hacienda. Entonces, ¿de qué va todo esto?

 

Hace poco, el catedrático de economía de Oxford Simon Wren-Lewis, colgó en Internet algunos comentarios acerca del “engaño de la austeridad”. Lo que provocó su irritación fue un artículo de Jeremy Warner, un experto en negocios y economía británico, en The Telegraph. En él calificaba todo el debate sobre la austeridad de polémica entre defensores del “gran Estado” y del “pequeño Estado”.

 

Wren-Lewis plantea que este punto de vista es solo el de un bando. Los que se oponen a la política de austeridad en países con una economía deprimida adoptaron su postura porque creían que esa política agravaría la depresión; y tenían razón.

 

Los defensores de la austeridad, sin embargo, no decían la verdad sobre sus motivaciones. Son palabras fuertes, pero si se observan sus reacciones recientes, queda claro que todas sus afirmaciones acerca de la austeridad expansionista –los abismos del 90% y demás– solo eran excusas útiles a sus planes: desmantelar el Estado del bienestar. Lo cual, a su vez, contribuye a explicar por qué el derrumbe intelectual de sus supuestos argumentos no ha afectado a su postura política.

 

Un punto importante al que llega Wren-Lewis y que yo he mencionado en otras ocasiones es que los que están del lado de la austeridad en este debate no solo son cínicos, sino que además parece que no conciben la idea de que otros puedan argumentar de buena fe. Cuando debatíamos acerca del estímulo, muchos miembros de la derecha –incluidos economistas como Robert Lucas– sencillamente daban por hecho que personas como Christy Romer, la antigua jefa del Consejo de Asesores Económicos del Gobierno de Obama, se inventaban cosas útiles para su fines políticos. Ahora creo que podemos saber por qué lo pensaban: después de todo, es su manera de actuar.

 

Por lo tanto, el debate ha sido asimétrico, y esa es la razón de que mi bando haya resultado indiscutiblemente vencedor en el terreno de los hechos, mientras que sigue siendo derrotado en la esfera política.

Enfrentamiento por la sanidad

Paul Krugman

1 de octubre de 2013

 

Hace una década, en la introducción de mi colección de ensayos El gran engaño, sostenía que el Partido Republicano moderno era un “poder revolucionario” en el sentido que una vez definió nada menos que Henry Kissinger: un poder que ya no aceptaba ninguna de las normas habituales de la política y que estaba dispuesto no solo a adoptar posturas radicales sino a actuar de una forma que perjudicase a todo el sistema de gobierno que la gente creía que entendía. 

 

En aquel entonces, me dieron mucho la vara por ser tan “hiriente”. Lo que se estilaba era criticar a ambos partidos por igual, equilibrar cada columna en la que se decían cosas malas de los republicanos con otra en la que se atacaba a los demócratas e insistir en que cualquier señal de un sistema político disfuncional era producto de un mismo grado de intransigencia en ambos partidos. 

 

Así que ahora nos enfrentamos a la paralización del Gobierno y una suspensión de pagos del Estado en EE UU porque los republicanos se niegan a aceptar la idea de que se debe permitir que la legislación debidamente promulgada entre en vigor y de que solo se debería derogar mediante medios constitucionales. 

 

Ah, y la causa por la cual la gran mayoría de los republicanos están dispuestos a amenazar con el caos es el noble empeño de asegurarse de que decenas de millones de estadounidenses sigan careciendo de una atención sanitaria básica.

 

Vaya, a lo mejor yo tenía razón. No, qué va. Puede que la locura del Partido Republicano sea evidente ahora, pero si uno la reconoce demasiado pronto le siguen tachando de poco fidedigno y de partidista.

 

Es cierto que la situación ha cambiado un tanto desde 2003. Por aquel entonces, los republicanos eran radicales pero sensatos: para que se aprobase lo que querían, como las bajadas de impuestos y una guerra basada en pretextos falsos, los partidarios de Bush explotaban el rechazo de aquellos que apoyaban la opinión generalmente aceptada para reconocer la nueva asimetría en la política estadounidense.

 

Hoy día los líderes republicanos son débiles y se encuentran aparentemente indefensos ante los jacobinos estúpidos que piensan que sabotear al Gobierno puede hacer que el presidente se eche atrás en su mayor logro, la Ley de Atención Sanitaria Asequible.     

 

Pero la cuestión fundamental es que ahora estamos en el terreno de la locura política. Los expertos se lanzaron al asunto de Siria con un evidente suspiro de alivio; esa clase de cosa, con todas las monsergas sobre el liderazgo presidencial y demás, era un territorio cómodo. Pero, al menos para EEUU, era en gran parte una cuestión secundaria; el enfrentamiento político, que ahora parece que casi con toda seguridad dará pie a al menos unas semanas de caos, es lo fundamental.    

A la economía de Estados Unidos le queda meses

Niño Becerra: “A la economía de Estados Unidos le queda meses. No puede estar fabricando dinero y que el resto del mundo le compre la deuda”.

What fiscal cliff deal means for global economy

 

European shares rose strongly after a long-awaited deal was secured in US Congress to avoid a fiscal crisis. But what will the deal really mean for the world's largest economy? Leader writer Martin Sandbu talks to the FT's Daniel Garrahan about what to expect in 2013.

Everything You Need to Know About the Fiscal Cliff

The Wall Street Journal

¿Qué es eso del abismo fiscal? ¿Qué quiere decir ‘recortes automáticos del gasto’? ¿Es que tienen programada la economía? ¿Por qué lo hacen? Y ¿cómo es posible que con un déficit del 7,3% del PIB a ellos no les pase nada mientras que en Europa eso significa que no recompra la deuda ni tu tía?

 

Aquí van algunas ideas para explorar este abismo fiscal que puede hundir a EEUU, a Europa y a todo el mundo en una nueva crisis -en el caso de Europa, digamos que solo empeoraría la crisis, si es que eso consuela a alguien.

 

¿Qué es el abismo fiscal?


Es un recorte del gasto público y una subida de impuestos que entran en vigor el 1 de enero. El término ‘abismo fiscal’ fue creado por el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en una comparecencia en el Congreso.

 

Y, en España, ¿qué importa eso?

 

Si EEUU cae en el precipicio, el crecimiento de la eurozona podría reducirse entre 0,5 y un punto porcentual en 2013. Eso, en el caso de España, supondría que 2013 sería aún peor que 2012.

 

Pero ¿por qué existe el ‘abismo’?

 

Porque en Estados Unidos el Congreso -que está formado por el Senado y la Cámara de Representantes- debe aprobar el nivel de endeudamiento del Estado. El Congreso aprueba un nivel máximo y, cuando éste se alcanza, aprueba otro.

 

En agosto de 2011, el Congreso aprobó un aumento del techo de la deuda de 2,1 billones de dólares. Pero los republicanos lograron incluir un apartado en el acuerdo que incluyera un compromiso para recortar el déficit.

 

La clave era acordar un ajuste del déficit de unos 800.000 millones de euros antes del 31 de diciembre de 2012. Si eso no se lograra, entrarían en vigor recortes del gasto por valor de unos 500.000 millones de euros y subidas de impuestos por otros 85.000 millones. Eso es el abismo fiscal.

 

¿Va a recaudar EEUU todo eso en un año con el ajuste?

 

Lo más probable es que no. El precipicio hundirá a ese país en una recesión, así que la recaudación fiscal caerá y los llamados ‘estabilizadores automáticos’ -léase subsidio de paro y ayudas a personas sin recursos- se dispararán.

 

Pero ¿la deuda no tiene nada que ver en esto?

 

Sí, pero por casualidad. El 31 de diciembre de 2012 EEUU alcanza el techo de 12,4 billones de deuda autorizado en agosto de 2011. El Tesoro aún será capaz de usar unos 150.000 millones de euros que tiene en diversos capítulos contables para seguir pagando la deuda. Pero en febrero o marzo necesitará una nueva autorización. Lo contrario sería una suspensión de pagos de la primera economía mundial y el fin del mundo tal y como lo conocemos.

 

A todo esto ¿cuánto es el déficit de EE.UU?

 

En el año fiscal que acabó el 30 de septiembre fue de 1,089 billones de dólares, unos 824.000 millones de euros. Eso supone el 7,3% del PIB.

 

¿Cuál es la evolución del déficit?

 

Positiva. El desequilibrio se redujo en un 16% el año pasado, pese a que la economía no aceleró su tasa de crecimiento. En torno al 30% del déficit es, además, cíclico, es decir, que obedece al bajo crecimiento -que frena la recaudación fiscal- y al alto desempleo.

 

Entonces ¿por qué toda esta histeria?

 

Por política. Hay unos 55 republicanos de la Cámara de Representantes que se oponen en redondo a cualquier subida de impuestos y prefieren dejar que el país caiga por el precipicio. Cuando se habla de déficit, la gente se pone muy moralista, como suele decir el economista de Yale Robert Shiller.

 

El ‘número dos’ de los republicanos en la Cámara de Representantes, Eric Cantor, ha llegado a rechazar financiar ayuda extraordinaria de emergencia a zonas devastadas por huracanes y tornados para no aumentar el gasto público.

 

Pero ¿no ganó Obama las elecciones? ¿Por qué no hace lo que le dé la gana?

 

Porque el presidente de EEUU no puede proponer leyes, solo firmarlas o vetarlas. En este caso, la ley que evite el abismo debe ser propuesta por la Cámara de Representantes y aprobada por el Senado.

 

¿Y qué pasa en la Cámara y en el Senado?

 

Los republicanos de la Cámara están tan divididos entre los que defienden un acuerdo con Obama -unos 170- y los que se oponen -alrededor de 55- que son incapaces de promover nada. Y los demócratas ‘perro azul’ -que es como se llama a los conservadores de ese partido en ese cuerpo legislativo-, que podrían votar con los republicanos moderados, son muy pocos. Así que la Cámara está atascada.

 

Eso hace que la cosa pase al Senado. Ahí los demócratas tienen mayoría. Pero los republicanos cuentan con más de 40 escaños. Y su líder, Mitch McConnell, no va a renunciar a esa minoría de bloqueo.

 

¿Por qué McConnell y el líder republicano de la Cámara de Representantes, John Boehner, no negocian con los demócratas y dejan de lado a los duros de su partido?

 

Porque en ese caso Boehner sería derrocado de su cargo por sus propios correligionarios, y McConnell afrontaría una difícil reelección a su escaño en 2014. En el Partido Republicano actual, sólo hay espacio para moverse a la derecha. Lo contrario es suicidio político. Además, los demócratas harían sangre si los republicanos estuvieran dispuestos a abandonar sus principios de austeridad fiscal.

 

A todo esto, aún no sabemos qué quiere cada uno.

 

Obama quiere que el tipo máximo del IRPF pase del 35% actual al 39,6%. Es el nivel que tenía hasta 2000, cuando EEUU aprobó una drástica bajada de todos los tipos del IRPF, aunque el descenso fue más marcado en el tramo más alto. Fue un recorte temporal, aunque siempre ha sido prorrogado. Ahora, Obama quiere dejar expirar la parte más alta.

 

El presidente también quiere que expire el recorte del IRPF de las plusvalías y de los dividendos, pero de nuevo en las rentas más altas. Y que se mantenga el actual subsidio de paro de 99 semanas. A cambio, quiere recortar el gasto cambiando el sistema de actualización de las pensiones y dejar expirar otra bajada temporal de las retenciones de la Seguridad Social -que es como en EE.UU se llama al sistema público de pensiones- de los trabajadores.

 

Por el lado republicano las cosas no están tan claras. Boehner está dispuesto a aceptar subidas del IRPF, pero quiere que el tipo máximo se eleve a los contribuyentes que ganan como mínimo 400.000 dólares anuales. Pero esa propuesta es inaceptable para sus correligionarios. Incluso llevar el límite a los que ganan un millón de dólares ni convence a los más conservadores. Los republicanos dicen también que quieren reformar el código fiscal estadounidense, que es un monstruo de 72.000 páginas que permite 173 formas diferentes de desgravación. Pero hasta la fecha no han hecho ni una sola propuesta en ese sentido.

 

Y esto ¿va a servir de algo?

 

No. Esto es todo un teatro político. El problema de las finanzas públicas de EEUU es en el medio plazo, es decir, dentro de 10-15 años. Eso se debe a que el sistema público de pensiones y el público-privado de sanidad para la tercera edad fueron diseñados en la década de los sesenta, cuando el 5% de la población de ese país estaba jubilada. Hoy es ya el 20%, y sigue subiendo. Y casi nada del abismo fiscal afecta a esa dinámica.

 

¿Quién va a notar el precipicio primero?

 

Si usted es español, ya debería saber la respuesta. Los parados de larga duración perderán el subsidio, los trabajadores por cuenta ajena verán sus retenciones subir 2 puntos porcentuales, y los médicos que tratan a ancianos verán reducido en un 27% el dinero que les da el Gobierno por ello.

 

¿Qué solución va a haber?


Lo más probable es que no haya solución hasta que los mercados presionen lo suficiente.

Hernán Varela, oficial de riesgo de ALDESA,

habla sobre el abismo fiscal

The fiscal cliff, Okun’s law and the Long Depression

Michael Roberts*

December 27, 2012

http://thenextrecession.wordpress.com/

 

President Obama and the Republican-held US House of Representatives are locked in a battle to find a way to overcome what has been called ‘the fiscal cliff’ that the US economy faces in the New year. The fiscal cliff describes the automatic rise in various taxes and reductions in government spending that will be applied from the beginning of 2013.

 

This is going to happen because there is a range of tax cuts and exemptions that the Bush administration introduced as ‘temporary’ measures and were designed to expire each year unless Congress renewed them. And there are other measures like exemptions from social security taxes for employers in order to keep people at work that also expire, as well as agreed automatic cuts in spending that will be imposed if the President and Congress cannot agree on a plan to control spending and reduce government debt for the rest of this decade.

 

If the fiscal cliff comes into play, it is estimated that it will cause a net increase and taxes and reductions in spending worth over $600bn, or 4% of annual GDP. The fear is that this is such a large hit to an economy growing at only 2% a year in real terms that, if allowed to take place, the US economy will be driven back into recession.

 

What is bad news for the average American household is that both the President and the Congress agree that the government’s annual deficit of spending over revenue and the level of federal government debt must be reduced. The difference between them is only over whether that should be done mainly by tax rises or spending cuts.

 

But even here the difference is minimal: the President does not want the expiring tax cuts to be renewed for those earning more than $250,000 a year while the Republicans want the tax cut to be renewed for all. This makes very little difference to the overall budget saving. It is really aimed at showing an electorate that has just returned Obama to office on a mandate to maintain key government services and make the very rich pay a fairer share that he will keep that promise.

 

Yet removing the Bush tax rate cuts for those earning over $250k a year affects no more than the top 2% of taxpayers. The most likely compromise is around $500k. So no more than the top1% will pay more in 2013 than they did in 2012.

 

Ironically, the Obama administration is proposing a long term budget plan that will mean a larger reduction in the deficit by 2020 than the Republican proposals! That’s because, although the Republicans want larger cuts in government spending, they want much lower tax increases. So, as under previous Republican presidents Reagan and Bush, the budget deficits would be higher than they were under Clinton or would be under Obama.

 

The Republicans want to decimate the main government welfare programmes, the so-called entitlement programmes of Medicare, medicaid and unemployment and social security benefits. These are already insufficient to meet the needs of America’s growing poor, disabled and elderly. Even so, they would save less than Obama plans because the Republicans don’t want to cut defence and home security spending.

 

The Obama proposals protect entitlement programmes and instead propose significant reductions in services in so-called discretionary spending like education, defence and general services like national parks, environment etc. For example, mental health services have been slashed under previous administrations and, as a result, seriously ill and dangerous people are carrying out more acts of mayhem like the Connecticut school massacre. And yet both sides plan more cuts in federal spending in these areas, while state budgets have already been annihilated.

 

Discretionary spending by the federal government is now at an all-time low and is set to go further. It will mean that the federal government will not deliver decent public services for Americans in this decade and beyond. It recalls the famous aphorism of radical Keynesian economist JK Galbraith of 1960s America’s ‘private affluence and public squalor’. Only now, even private affluence has dissipated for most Americans.

 

A shoddy compromise will be reached between Obama and Congress that will leave America’s pensioners, disabled, sick, unemployed and working poor worse off through this decade. So it was disturbing to read in Paul Krugman’s NY Times column that he was agonising over whether Obama should accept a deal that ‘protects’ Medicare and social security payments at the price of reducing the protection of pensions and tax thresholds from annual inflation by switching the indexing from the consumer price index (CPI-U) to what is called the chained index (C-CPI-U).

 

U stands for urban consumers, 87% of Americans. The chained index has risen more slowly than the standard index because it tries to account for substitution of cheaper alternatives in the shopping basket. The impact of using the chained CPI would be to reduce annual increases in pensions and tax thresholds by 5% over 12 years, hitting living standards for average American households six times more than the rich. Over a course of an average retirement, future pensions would be reduced by 10%.

 

Some Keynesians appear ready to take this shoddy deal. Moreover, as Democrat economist Larry Summers revealed in a recent article in the FT, they do not even advocate a proper progressive income tax system where you pay a higher rate as your income rises or increased corporate tax, now at it lowest since 1945. Summers merely wants to tax inherited wealth a bit more and close various tax avoidance loopholes. None of these measures would help provide sufficient revenue to preserve government services or deliver greater ‘fairness’. (see How to fix a costly and unjust tax system, FT 16 December 2012)

 

And the debate between Obama and the Republicans over how to reduce government spending and debt has nothing to say on how to get the US economy growing faster and unemployment down. The sad truth is that if the US economy could expand in real terms by 3-4% over the rest of this decade, government deficit would narrow and debt would stop rising as a share of GDP enough to sustain pensions and Medicare in real terms and avoid the fiscal cliff. But there are no proposals on how to do that.

 

Federal Reserve Chairman Ben Bernanke, now safe in his job after Obama’s election victory, has pushed on with a new programme of quantitative easing (QE) by intending to buy more government and mortgage bonds until unemployment falls from its current 7.9% rate to 6.5%. The Fed’s own estimates reckon that this would not be achieved until mid-2015, given weak economic growth. But even 6.5% would be a much higher rate than existed prior to the crisis in 2007, which never rose above 5%. To achieve even 6.5% by 2015 would require that the average job growth of the last year of 220k a month is sustained. If that monthly rate fell to 150K, the 6.5% target would not be met until 2018! Either way, US capitalism cannot restore employment to pre-crisis levels for the foreseeable future.

 

Okun’s law argues for the obvious relationship between real GDP growth and employment growth. A new paper finds that since the exit from the Great Recession, there appears to be a change in the relationship from prior to the crisis. Employment is currently 2.7% below where it should be. This is further proof that we are in a Long Depression different from normal slumps since the 1960s. There has been a permanent change in the magnitudes of Okun’s law for the US and it seems that 3m jobs have been lost forever. (Ferrara and Mignon, An assessment of the US jobless recovery through a non-linear Okun’s law).

 

Neither Monetarist nor Keynesian measures have provided solutions that raise the growth rate or restored employment back to pre-crisis levels. As a result, the austerity measures that are planned in any agreement on the fiscal cliff will not stop the government debt ratio rising – the purpose of the fiscal cliff.

 

The fiscal cliff is not some shock to the economy outside the control of policy makers. The decision to impose automatic spending cuts and tax rises is that of politicians, both Republicans and Democrats. There is no need to do it or introduce any further reductions in the real incomes of average households and public services.

 

As mainstream economist, turned radical, Jeffrey Sachs, put it in a recent article in the FT (Today’s challenges go beyond Keynes, 17 December 2012), “Unlike the Keynesian model that assumes a stable growth path hit by temporary shocks, our real challenge is that the growth path itself needs to be very different from even the recent past.”

 

Such a growth path requires a sharp rise in investment and a long-term strategy, says Sachs. He decries the failure to produce such a strategy by America’s political elite and argues for cooperation between government and the capitalist sector to do it. But while the profitability of investment in the productive capitalist sector decides employment and incomes of the majority, the Long Depression will continue until profitability rises sufficiently. So Sachs’ proposal is just as utopian as monetarist or Keynesian solutions to the current Long Depression.

 

*Michael Roberts works in the City of London as an economist.

Oro, dólar y crisis en Estados Unidos

13 de agosto de 2011

El 15 de agosto de 1971, hace casi cuarenta y tres años, Richard Nixon ordenó que a partir de ese día el dólar dejaría de ser convertible en lingotes de oro para gobiernos y bancos centrales extranjeros con el solo requisito de presentarse ante la Reserva Federal. Casi como una imposición, la divisa estadounidense debía pasar a ser el activo en el cual los países de todo el mundo ahorrarían sus reservas internacionales.

Un largo trayecto se recorrió desde entonces, no exento de tropiezos, pero probablemente nunca como ahora el dólar había caído bajo un tan elevado nivel de sospecha acerca de sus virtudes como reserva de valor. La crisis de la economía estadounidense desatada a partir de 2008, sin precedentes desde la década del 30 del siglo pasado, sumado a las fabulosas cifras de emisión de dólares de la Reserva Federal para contrarrestar la sangría en el valor de activos de bancos y grandes corporaciones, terminó minando la confianza en la aún considerada moneda fuerte.

Entrevista a Katiuska King, ministra de Política Económica de Ecuador, quien participó de la reunión de Unasur en Buenos Aires.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.