LA CUBA DE FIDEL CASTRO EN CHILE

Historia de Chile desde 1961 a 1973

Chile y el MIR

Carta abierta a Mauricio Rojas*

Antonio Sanchez Garcia

19 de octubre de 2014

 

“Esta tragedia y su desenlace me han hecho recordar desde siempre el famoso pasaje de la obra Galileo Galilei, de Bertolt Brecht. Despreciado por su desencantado ayudante, que lo ve pasar cabizbajo luego de haber abjurado ante la Santa Inquisición, escucha que lo acusa con amargura y mordacidad: “pobre los pueblos que no tienen héroes”. Ya sale de escena el sabio pisano cuando se le escucha decir apenas a media voz: “Pobre del pueblo que los necesita”. En un continente que sigue prisionero de sus delirios y en un país que se niega a cauterizar sus heridas, la admonición del Galileo suena más vigente que nunca.”

 

Antonio Sánchez García @sangarccs

 

Los chilenos que participamos de la tragedia que vivió el país a partir de la crisis de los sesenta, el advenimiento del período de la llamada Unidad Popular, el golpe de Estado y la entronización de la dictadura militar le debemos una explicación personal al país. Nada de lo que mi maestro y a quien tuviera el orgullo de acompañar como asistente en su cátedra de Historia Medieval y Moderna en el Instituto Pedagógico Don Mario Góngora calificara como “la más grave crisis existencial de la historia de Chile” sucedió –como quisieran los marxistas, entre los que me contaba y en un papel en cierto modo protagónico, aunque secundario– por las inevitables consecuencias de la lucha de clases, al margen de la voluntad consciente de los hombres. Michel Foucault me reclamó airado una tormentosa tarde de 1975 en que discutíamos en su apartamento parisino, por mi reiterado recurso discursivo “al derrotado pueblo chileno”. “¡Pamplinas!”, me respondió indignado, “la tragedia chilena no se debe al fracaso de ningún pueblo chileno, sino a los graves errores y la monstruosa irresponsabilidad de ustedes, los marxistas…”.

 

Me costó años sacarme la espina de la humillación y comprender a cabalidad el indignado reclamo de Foucault. Tantos, por cierto, como le costara a él mismo comprender que la sabiduría de la teoría crítica, a uno de cuyos representantes –Jürgen Habermas, con quien compartía yo escritorios en el Max Planck Institut de Starnberg, en el sur de Alemania– le debía haber encontrado abiertas las puertas del gran pensador francés, de haberla conocido a cabalidad le hubiera ahorrado mucho tiempo perdido. Desde entonces se hizo carne en mí la conciencia de que los desastres, las tragedias y los sufrimientos que viven las sociedades no tienen lugar por capricho de un espíritu universal y todopoderoso que mueve las palancas de la relojería de los acontecimientos humanos, de los que los hombres seríamos simples marionetas. Esa idea siniestra echada a correr por Hegel, agarrada al vuelo por Marx y utilizada como metafísica coartada moral por todos los líderes totalitarios: desde Lenin a Hitler, culminando en Castro y todos los subproductos del maxismo leninismo caribeño. La culpa no fue de ellos, fue del inexorable espíritu de la historia universal.

 

Para entrar en materia: el MIR, del que fui militante y en el que alcancé cierta relevancia como responsable de su política universitaria, cultural y de medios, junto a Bautista Van Schouwen, durante esos años de antesala de la tragedia, fue sin duda la mejor “y más brillante” expresión –para usar una ingenua calificación de uno de los hijos de su entonces Secretario General, que hoy, en un comprensible pero políticamente desacertado rasgo de amor filial jura lo hubiera acompañado en su inexorable camino al desastre– de esa tradición llamada marxismo leninismo. Usado como instrumento de análisis y brújula de acción práctica en nuestro desaforado propósito –individual, personal, absolutamente ajeno a los del pueblo del que nos sentíamos vanguardia y al que jamás llegamos a influenciar verdaderamente– por aniquilar el llamado Estado burgués y establecer la dictadura proletaria. Valga decir: la dictadura del MIR. Si bien fuertemente influenciada por el guevarismo –lucha armada y revolución permanente– y conectada por lazos de dependencia ideológica y material con Fidel Castro y la Secretaría América, de quienes Miguel Enríquez era, sin la más mínima duda, el hombre dilecto en Santiago. Una ficha privilegiada de Fidel Castro, el tirano, en sus afanes imperiales.

 

La sola constatación del hiato jamás superado entre nuestros delirios marxista-leninistas y la voluntad política consciente de los sectores populares que adherían a las políticas de Salvador Allende, en primer lugar, y a los distintos partidos de la Unidad Popular, en segundo lugar –nosotros, como decimos en Venezuela, detrás de la ambulancia– es prueba palpable y demostrativa de la justeza de la afirmación con que me humillara Michel Foucault: responsable por el delirio que hizo presa a una sociedad hasta entonces relativamente conservadora, prudente y en cierta medida sabia en la prosecución y logro de mejoras colectivas, fueron los hombres y sus partidos. Por entonces profundamente influenciados por el torbellino tropical desatado por Fidel Castro en Cuba, el Caribe y América Latina en su apocalíptica voluntad por aniquilar a los Estados Unidos y dominar el mundo. Suena a película de El Hombre de Acero o Batman, pero Fidel Castro se creía por entontes –y nosotros detrás de él– la personificación de las pulsiones históricas: una voluntad demoníaca, prometeica, aterradora por imponer la tiranía marxista, incluso al precio de un holocausto nuclear. Dejado a su suerte, hubiera lanzado la bomba atómica sobre Washington sin que ni a él ni al Chée Guevara le hubiera temblado un dedo: “Nunca debemos establecer la coexistencia pacífica. En esta lucha a muerte entre dos sistemas tenemos que llegar a la victoria final. Debemos andar por el sendero de la liberación incluso si cuesta millones de víctimas atómicas.” Es una de las perlas de las que por entonces habíamos llegado a sentirnos orgullosos, sin siquiera reflexionar sobre el sentido real de tan monstruosa y apocalíptica amenaza. Como tampoco nos avergonzábamos por otras afirmaciones del Chée, verdadero Santo Patrono de nuestros anhelos miristas: “¡El odio es el elemento central de nuestra lucha! El odio tan violento que impulsa al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una máquina de matar violenta y de sangre fría. Nuestros soldados tienen que ser así.” O esta otra, para demostrar que no hablaba en balde: “…Acabé el problema dándole en la sien derecha un tiro de pistola [calibre] 32, con orificio de salida en el temporal derecho. Boqueó un rato y quedó muerto.” O la que nos parecía una ley mosaica y tratamos de memorizar para que no fuéramos a titubear al momento en que “las papas quemaran”: ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro.” Lo más admirable del Chée nos parecía su absoluta consecuencia entre sus principios y su acción, como lo confesara en un momento de máxima sinceridad ante su progenitor: “Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar.”

 

Nada de todo esto nos era desconocido: al contrario. Sabíamos que retrataba de cuerpo entero al “guerrillero heroico”, caído hacía nada en Bolivia y cuyos pocos sobrevivientes fueran finalmente rescatados por Salvador Allende, que en el colmo de la esquizofrenia propia de la Guerra Fría era, al mismo tiempo, presidente del Senado chileno –un templo de la institucionalidad republicana y democrática, paradigma del conservadurismo regional– y de la OLAS, la castrista Organización Latinoamericana de Solidaridad– que coordinaba los movimientos guevaristas del continente. El más lejano antecedente del Foro de Sao Paulo, institución marco que mantiene la esquizofrenia: es obra conjunta de Lula Da Silva y Fidel Castro y en ella militan extremos aparentemente incompatibles como las FARC colombianas de Timoschenko o el PSUV de Nicolás Maduro y el PS chileno de la Sra. Michelle Bachelet, actual Presidente de la República. ¿Con qué se come ese híbrido?

 

Acabo de leer en El Libero, un blog chileno, una extensa y muy encomiable carta abierta de un ex mirista, Mauricio Rojas, al hijo de Miguel Enríquez, en que trata de hacerle comprender “mejor a tu padre y a quienes nos dejamos llevar por la tentación de la bondad extrema…”. Debo rebatirlo, si bien comparto las apreciaciones generales de teología política con los que intenta explicar las razones de los delirios totalitarios del Siglo XX a partir de los afanes utópicos y mesiánicos fundados en el cristianismo primitivo. En 2002 escribí un ensayo llamado América Latina, entre el delirio y la razón, publicado en mi libro Dictadura o Democracia, Venezuela en la encrucijada –en el que intenté, inútilmente, llamar la atención de los sectores democráticos acerca del pavoroso futuro que nos amenazaba– y aparecido posteriormente en el número 25 de la revista Encuentro de la cultura cubana, en el que traté el marco general de antropología ideológica y cultural en que se insertan los delirios políticos que han saqueado la historia de nuestra región, al extremo que un notable pensador venezolano, Carlos Rangel, en su obra Del buen salvaje al buen revolucionario, publicada y prologada por un admirativo Jean François Revel hace ya cuarenta años, ha llegado a considerar que la historia de América Latina es un fracaso.

 

De allí a considerar que quienes fundaron el MIR, a la cabeza de los cuales Miguel Enríquez y un grupo de estudiantes de la Universidad de Concepción, y quienes los seguimos voluntaria y conscientemente con pasión y devoción extrema, ciega, fanática, disciplinada y militantemente, lo hicimos arrastrados por “la tentación de la bondad extrema” media un abismo absolutamente infranqueable. Si es que es posible pretender montar un partido con el fin de articular una máquina de matar fríamente, empleando la violencia sistemática para desalojar el Estado burgués y montar una dictadura proletaria hasta alcanzar el desiderátum de que algunos de sus líderes encuentren el placer de asesinar que Ernesto Guevara le confesaba a su buen padre, es posible hacerlo desde “una tentación de bondad extrema”. Desde esa insólita perspectiva, la corte de los asesinos seriales del totalitarismo –Lenin, Stalin, Trotsky, Mao, Hitler, Goebbels, Gadaffy, Hussein, los hermanos Castro, el Che Guevara, Kim Il Sun y su descendencia, de la cual tenemos sobradas pruebas del poder de los más cruentos y aterradores asesinatos en la Venezuela del teniente coronel Hugo Chávez – estaría en el cielo, a la diestra de Dios, santificados por esos buenos propósitos que alfombraría la entrada no al Reino de Dios sino al Reino de los infiernos.

 

Comprendo la delicadeza con que Rojas se acerca a MEO**. No sólo hijo de Miguel Enríquez, sino testimonio de lo más representativo de la cultura que la revolución cubana introdujo en los aledaños de la izquierda chilena representados en el MIR: el machismo, el caudillismo, el poder supremo e incuestionable del líder carismático, magnético, seductor y todopoderoso, endiosado al extremo de excusarlo para toda suerte de ruptura con los convencionalismos. Que, por cierto y a ser francos, todos imitábamos. Sin olvidar la necesaria apología de la violencia y la coerción de todo democratismo interno. Un partido discutidor –como diría alguna vez Carl Schmitt burlándose del liberalismo decadente– no sería capaz de aspirar al control del poder total y la aniquilación del enemigo: debía ser un manojo acerado de unanimidad incuestionada. A partir de la voz del amo. Alguna vez, en un exclusivo encuentro de un grupo de dirigentes con Miguel, un miembro del Comité Central comenzó su intervención diciendo “yo pienso”…para ser interrumpido de inmediato y con sorna por el Secretario General que le dijo: “¡aquí el que piensa soy yo!”. Soltamos todos la carcajada, más por desconcierto que por aplaudir la boutade. Miguel Enríquez era el Lenin, el Stalin, el Fidel de nuestro pequeño partido. Como el partido mismo era una caricatura del Estado policiaco y totalitario en miniatura. Una suerte de anticipación de lo que sería el Estado chileno, de hacernos con el Poder: con su líder absoluto e incuestionable, su nomenklatura, su Cheka y todas las perversiones que se derivan de un centralismo absoluto y vertical, personalista y caudillesco y una total inescrupulosidad a la hora de pujar por la obtención de los resultados: una sociedad esclavizada.

 

Son los hechos, desde luego, no las ideas, las consignas o las palabras, que suelen sonar a campanillas celestiales: centralismo democrático, una ficción leninista. En el MIR a nadie se le hubiera ocurrido ni por asomo celebrar elecciones internas, discutir un programa, postular candidatos a desempeñar los cargos de dirección. Los miembros a cargos de dirección eran cooptados por la cúpula, controlados piramidalmente por el jefe supremo, luego de comprobarse su absoluta disposición a someterse a las reglas del funcionamiento interno, mucho más cercanas a las de un grupo conspirativo que a las de un partido democrático. El mismo Carl Schmitt en una de sus obras postreras, El Partisano, reconoce en el revolucionario profesional el arma de destrucción más poderosa inventada por el hombre, como lo demostraran los militantes bolcheviques, capaces de los mayores sacrificios y las más heroicas entregas a la causa, sin un solo cuestionamiento, aunque fracturados interiormente por una suerte de escandalosa esquizofrenia: heroicos en la decisión de enfrentarse y contestar al poder a derrocar, y sumisos y pasivos al extremo en el sometimiento a la disciplina interna. Capaces de matar a sangre fría y bajar la testuz ante cualquiera arrogancia del mandamás del partido. Como quedara trágicamente de manifiesto con el estalinismo. Sin esa disposición, sin esa cultura de la contestación, sin esa entrega absoluta lindante con el suicidio, ninguna revolución hubiera sido posible. Ni la soviética ni la hitleriana. Ni ninguna de las que ensangrentaran el siglo XX y seguirán ensangrentando el Siglo XXI, que las revoluciones, como lo demuestra en estos días el Estado Islámico, no serían posible sin la disposición a la degollina. “¿Tentación de la bondad extrema?”.

 

Escandaliza a las buenas conciencias globales ver en vivo y en directo gracias a la magia de la red a un militante de la Yihad degollando a sangre fría a un pobre rehén arrodillado. Abundan las fotos de Fidel y Raúl Castro junto al Che Guevara atando a un árbol de la Sierra Maestra a un pobre infeliz al que uno de ellos termina disparándole en la sien. ¿Cuál es la diferencia? Quisieron las circunstancias que en Chile no llegáramos a esos extremos, despertando, sin embargo, y en gran parte gracias a nuestras acciones irreflexivas acordadas con nuestros aliados de la extrema izquierda UP y carentes de todo realismo político al monstruo semidormido del Estado en su faceta más represiva y aniquilante. La misma que se pusiera en acción por nuestros ejércitos en las guerras de expansión y conquista del Siglo XIX, en la represión brutal del movimiento popular en el Siglo XX y en un institucionalismo supra partidos del que parecíamos no tener la menor noticia. Tiene razón MEO al valorar la claridad estratégica, la lucidez y el brillo de la intelectualidad dirigente del MIR. A su staff de asesores pertenecía la más alta conciencia de las ciencias sociales marxistas en América Latina. Miguel Enríquez, conocedor profundo de la teoría marxista y fanático admirador del “pelao Lenín”, como solía llamar con su habitual desenfado al más grande de los revolucionarios del Siglo XX, y cuya obra se conocía al dedillo como ninguno de los políticos de la izquierda chilena, supo desde un comienzo que en Chile el enfrentamiento entre el sistema y las fuerzas que pugnaban por su aniquilación se haría inevitable, dada la potencia irrefrenable adquirida por el movimiento popular, la profunda crisis del sistema de dominación, el desentendimiento de los factores políticos del establishment que hicieron posible el ajustado y frágil triunfo electoral de Salvador Allende. Sabía asimismo que el gobierno y la Unidad Popular, así estuvieran devorados por el reformismo, habían llegado demasiado lejos, que las presiones desde La Habana ya eran incontrolables y que habíamos alcanzado ese estadio previo a las tragedias en que la política gangrena al cuerpo social y se encajona en una calle ciega. Ese abismo del que, a esas alturas, sólo el propio Salvador Allende y los sectores más moderados de la coalición gobernante –por darles algún nombre– parecían tener una idea clara. Y cuyo desbarrancamiento no alcanzaron a conjurar mediante un plebiscito o cualquier otra salida política. Si ello hubiera sido posible.

 

Tenía plena razón Foucault al recriminarme mi liviana forma de evadir nuestras responsabilidades personales y escudarnos en “el pueblo” para no reconocer que los principales culpables por la tragedia habíamos sido nosotros mismos. Con nuestro voluntarismo a ultranza, nuestro decisionismo enfermizo y nuestra absoluta incapacidad de análisis objetivo, valiente y sereno de las circunstancias, siempre prontos a citar a Lenin o recordar los fastos del asalto al Palacio de Invierno, como si hubiéramos estado jugando a la revolución rusa. En ese carácter idealista, proyectivo imaginario, lúdico de enfrentar graves responsabilidades histórico políticas el MIR alcanzó grados de verdadero patetismo. En ese sentido, Miguel Enríquez acaparó sobre sus espaldas la mayor responsabilidad por la debacle de su, nuestro partido. En primer lugar, al coartar toda libertad interna e imponer sus criterios a macha martillo. Y cuando la catástrofe rompía todos los diques al ordenar expulsar de sus filas a quienes se asilaran – sin reconocer la absoluta y estrepitosa disparidad de fuerzas y la imposibilidad objetiva de enfrentar a la dictadura con mínimas y racionales posibilidades de una mínima fortuna –contribuyó a que aquellos que seguían su palabra con devoción terminaran encarcelados, torturados e incluso asesinados. Su propia muerte no aligera su pesada carga de responsabilidad y desmiente su supuesta claridad estratégica y brillo intelectual. Como por cierto la de todos nosotros, la militancia, así estuviéramos sometidos al expediente bolchevique de la congelación por asomar atisbos de cuestionamiento interno. En vez de dar un paso al frente encontrándose al borde del abismo, haber ordenado una retirada ordenada y estratégica y haber cuidado de la sobrevida de su militancia hubiera demostrado la ductilidad de un gran líder verdaderamente dispuesto a seguir “la tentación de la bondad extrema”.

 

El tema es de gran envergadura y hasta hoy no ha encontrado la suficiente atención analítica de parte de quienes fuimos protagonistas: ¿qué fue el MIR? ¿Quién fue el MIR? ¿Qué papel jugó en el desarrollo de “la más grave crisis existencial de nuestra historia republicana? ¿Qué nexos nos unieron a Cuba, la Unión Soviética y la grave crisis de la Guerra Fría? ¿Qué papel jugaron los intelectuales en su desarrollo? ¿Sigue abierta la brecha para la acción del castrocomunismo en América Latina? ¿Existen condiciones para la sobrevivencia del MIR, aquel en que MEO quisiera militar para honrar la memoria de su padre?

 

Esta tragedia y su desenlace me han hecho recordar desde siempre el famoso pasaje de la obra Galileo Galilei, de Bertolt Brecht. Despreciado por su fanático ayudante, que lo ve pasar cabizbajo luego de haber abjurado ante la Santa inquisición, escucha que le dice con amargura y mordacidad: “pobre los pueblos que no tienen héroes”. Ya sale de escena cuando se le escucha decir apenas a media voz: “Pobre el pueblo que los necesita”. En un continente que sigue prisionero de sus delirios y en un país que se niega a cauterizar sus heridas, la admonición del Galileo suena más vigente que nunca.

 

*Mauricio José Rojas Mullor (Santiago de Chile28 de junio de 1950) es un político, historiador económico y escritor sueco de origen chileno. Fue parlamentario por el Partido Liberal desde 2002 hasta noviembre de 2008, en que dejó el puesto para hacerse cargo de la dirección de la Escuela de Profesionales de Inmigración y Cooperación (EPIC), organismo dependiente de la Comunidad de Madrid que dirigió hasta septiembre de 2012. En 2014 asumió la dirección de la Academia Liberal de la Fundación para el Progreso de Chile.

 

** Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio (Santiago12 de junio de 1973) es un político y cineasta chileno. Fue miembro del Partido Socialista entre 1990 y 2009, ejerciendo como diputado entre 2006 y 2010 por el Distrito N.º 10. En 2009 renunció a dicho partido para participar como candidato independiente a las elecciones presidenciales de ese año, donde obtuvo el tercer lugar en los sufragios. En 2010 fundó el Partido Progresista, cuyo consejo federal lo proclamó unánimemente en julio de 2013 candidato a las presidenciales de fines de año, donde obtuvo nuevamente la tercera mayoría.

Golpe de Estado

11 de septiembre de 1973

Michelle Bachelet

Cuando Michelle Bachelet, presidenta de Chile, viajó a Cuba, se negó a recibir a una representación de las Damas de Blanco, Premio Sájarov 2005 del Parlamento Europeo.

 

No obstante, la presidenta Bachelet se reunió durante hora y media con el creador de la dinastía comunista, que oficialmente ya no ocupaba cargo alguno en Cuba. Véase lo contenta que estaba la presidenta Michelle Bachelet después de reunirse con el asesino serial Fidel Castro Ruz:

A mediados de esta subpágina puede verse el documental El muro chileno, el cual muestra como los chilenos honestos se percataron de la gran estafa que es el comunismo, mientras que otros –como la madre de Michelle Bachelet- disfrutaron de esa sociedad represiva en grado sumo.

 

En Panamá he comprobado la doble moral de los comunistas chilenos, tenaces defensores del castrismo, utilizando la misma diatriba de ‘gusanos’ y ‘mafia de Miami’ que usan los asesinos seriales Fidel y Raúl Castro. Los comunistas chilenos defienden los derechos humanos para su patria, pero se lo niegan a Cuba. El que lo dude solo tiene que ver el comportamiento de Camila Vallejo.

Jorge Edwards: “Fui un ingenuo en Cuba”

Entrevista: Jorge Edwards | ESCRITOR Y DIPLOMÁTICO CHILENO | ENTREVISTA

Juan Cruz

15 de octubre de 2006

 

Jorge Edwards (Chile, 1931) acaba de presentar la reedición de ‘Persona non grata’ (Alfaguara), que en 1973 hizo saltar la convicción de la izquierda de todo el mundo de que Cuba y la cultura tenían aún una relación de porvenir. Aquí cuenta cómo ve hoy aquella inquietante experiencia diplomática en Cuba.

 

Acababa de caer la democracia chilena y estaba en el poder ya Augusto Pinochet; las expectativas de la izquierda aún tenían sus complacencias en la revolución cubana, a pesar de que había muchos signos de que el idilio entre los intelectuales y Fidel Castro deshacía sus costuras. En ese momento, diciembre de 1973, Jorge Edwards, diplomático chileno que había recibido el encargo de Allende de ser quien abriera la embajada de su país en La Habana, tras años de ruptura, se decidió a escribir Persona non grata, sobre su ingrata experiencia con el régimen que le recibió. El libro fue publicado por Carlos Barral y recibido con una indiferencia gélida que poco después rompieron Octavio Paz y Mario Vargas Llosa, que llamó a Edwards, por este libro, “el francotirador tranquilo”. Pablo Neruda (su jefe en París) le dijo que lo escribiera, “pero no lo publiques todavía, no seas ingenuo”. Lo publicó y ya había muerto, entristecido, el gran poeta. En esta conversación, el autor de El inútil de la familia y premio Cervantes de Literatura, habla de su experiencia en Cuba.

 

Pregunta. ¿Fue usted un ingenuo?

 

Respuesta. Me parece que sí, que había una dosis de ingenuidad en mí cuando fui a Cuba.

 

P. ¿En qué consistía?

 

R. Yo no conocía por dentro ese fenómeno que se llama el socialismo real y que tiene estructuras que se repiten en todas partes con diferentes matices.

 

P. Escribió su libro presa del desencanto. ¿Cuándo se produjo?

 

R. Antes de ir, ésa es la verdad. Yo era en Chile director de un grupo que se dedicaba a analizar las relaciones con todo el bloque comunista, y eso me hizo vivir la invasión de Checoslovaquia, en agosto de 1968. En los días de la invasión, yo hablaba mucho con el embajador checo, que lloraba por lo que estaba pasando. Y lo vi luego y me asombraba cómo defendía la invasión. Fidel aprobó la invasión, y yo me dije: “Pues vamos mal”. Cuando me ofrecieron el cargo de encargado de negocios en Cuba, a principios de 1970, partí con un gusto un poco dubitativo.

 

P. ¿Había percibido usted en el 68 las circunstancias que luego complicaron su propia estancia en Cuba?

 

R. Sí. Yo era muy amigo del poeta Enrique Lihn. Me invitó a su casa, a una fiesta, y cuando quise hacer algún comentario me llevó a un lugar discreto. “Habla bajo”. “¡Pero si es una fiesta en tu casa!”. “¡La policía se mete en todo!”. Las cosas que decían [el poeta] Heberto Padilla y [el novelista, autor de Paradiso] José Lezama Lima no eran tan dramáticas entonces, pero en 1970, cuando yo llegué, el clima ya estaba creado. Se había celebrado un congreso cultural, y algunos escritores lo habían dicho en voz alta: “Tenemos miedo”.

 

P. Y ya estaba en marcha el caso Padilla. Usted dice en el libro que Padilla no era muy prudente... ¿Piensa lo mismo hoy?

 

R. Padilla era muy temperamental, tendía a ser escandaloso. Fidel me dijo que Padilla tenía “ciertas ambiciones...”. Hablaba de ambiciones políticas. Padilla tenía ciertas ideas políticas, pero en el fondo era un poeta suelto, no formaba parte de ningún grupo. No era un disidente como los que hay ahora. Era una persona deslenguada, imprudente, muy divertido, y era un ser absolutamente solitario e inofensivo.

 

P. ¿Y fue usted un ingenuo al escribir el libro?

 

R. No tanto. Yo creí que perdí en esos tres meses y medio que estuve en Cuba mucho de la ingenuidad inicial; entendí muchos de los mecanismos y comprendí cosas que me dijo Neruda: cosas del movimiento comunista, en el que nunca milité, aunque estuve cerca... Neruda, por ejemplo, me dijo: “Mira, está muy bien estar en un hotel de Moscú, tomar copas. ¡Pero no hables, es muy peligroso!”.

 

P. Nada más llegar se encontró usted con Castro.

 

R. Sí, un hombre con mucho sentido del humor, de reacciones muy rápidas, con mucho ingenio, mucha vivacidad. Pero me dio la impresión de que tenía una visión muy escéptica sobre el proceso chileno y sobre los chilenos. Me dijo: “Si yo fuera ustedes, nacionalizaría el cobre, pero el socialismo lo dejaría para después”. Y después me dijo, pensando que lo nuestro pudiera desembocar en una contienda civil: “Si ustedes tienen problemas, pídanme ayuda; nosotros seremos malos para producir, pero para pelear sí que somos buenos”.

 

P. ¿Cómo fue evolucionando su relación con Castro durante esos tres meses?

 

R. Comenzó con esa reunión que tuve con él después de un discurso suyo. Fue una relación simpática, divertida; al terminar le dijo a alguien que tenía al lado, del servicio de protocolo: “Consíguele la mejor casa”. Pero las cosas se fueron complicando, con él o sin él. Porque yo hablaba con gente de todos los lados. Y cuando llega a La Habana el buque Esmeralda, de nuestra Armada, ya la relación era bastante molesta.

 

P. ¿Qué pasó en el barco?

 

R. Me llamaron para decir que Fidel quería ir a la recepción que daba el capitán a las autoridades cubanas, y que para ello tenían que inspeccionar el barco. El capitán se negó; el barco es territorio chileno, él es la máxima autoridad, que inspeccionen el muelle si quieren, el muelle es cubano... Puede ir Fidel con su gente, pero no pueden ir armados. Y Fidel acude con 10 tipos que llevan unos pistolones impresionantes. Y entran. Cuando pasan por el guardarropa, un marinero le pide a Fidel la gorra. “Su gorra, comandante”, y Fidel le entrega la gorra, y el chico le da un número. Fidel nos mira, sonriente: “Me tocó el 83”, y nos muestra el número. La situación era muy tensa. Luego, Fidel fue al camarote del capitán, y éste impidió la entrada de la escolta de los pistolones.

 

P. Y tuvo usted luego la última conversación con Castro, la despedida...

 

R. No fue una conversación, fue un reproche. Fidel me acusó de haber sido hostil a la revolución. Yo le expliqué mi postura: muchos en Chile piensan que la solución para mi país es esto. Y yo creo que no: Chile tiene una tradición política en la que no casa lo que sucede en Cuba. Eso no le gustó nada. Y al final, cuando se cerraba la puerta, yo le veía la cara aún, y entonces se levantó, se acercó y me dijo: “¿Sabe lo que me ha sorprendido de esta conversación?”. “¿Qué cosa, primer ministro?”. “Su tranquilidad”. Y cerró la puerta.

 

P. Él esperaba que usted estuviera asustado.

 

R. Él esperaba que yo me cagara entero. Cuando le conté eso a Luis Corvalán, el secretario general del Partido Comunista chileno, me dijo: “Ésa es la flema chilena”. Y me contó historias de militantes comunistas que fueron contratados como economistas en los comienzos de la revolución... Tuvieron problemas con Fidel. Uno le dijo que su sistema agrícola y su política ganadera eran malos; Fidel lo paseaba por el campo, y aún así el economista seguía en sus trece, y Castro lo echó de mala manera...

 

P. ¿En qué se basó para declararle persona non grata?

 

R. Es una metáfora, él nunca hizo esa declaración; es cierto que en una reunión en Casa de las Américas se evocó ese término, en mi contra... Lo que él me reprochó fue que fuera amigo de los escritores disidentes que según él eran enemigos suyos. Me acusaba de haberme acercado a un foco de disidencia. Pero él mismo dice: “Pero también a los otros”. Porque yo, en efecto, me reunía con Nicolás Guillén, con Roberto Fernández Retamar...

 

P. ¿Qué decían los escritores?

 

R. Hablaban de la megalomanía de Fidel. Cuando hablaban de él, nunca decían su nombre. Se tocaban la barba. En una fiesta, cuando ya me estoy despidiendo, en el cumpleaños de Pablo Armando Fernández, Lezama se inclina a mi oído y me dice: “¿Usted ya se ha dado cuenta de lo que pasa aquí?”. Le dije que sí. “¿Y se da cuenta de que nos morimos de hambre?”. El hambre de Lezama era una cosa pantagruélica... Me dijo: “Es de esperar que ustedes en Chile sean más prudentes”.

 

P. Muchos se han ido, otros han vuelto.

 

R. Se fue César Leante, que era castrista cuando estaba allí... Se murió Lezama Lima, se fue Padilla, y después se murió. Yo creo que Padilla se fue muy quebrado por dentro, era un tipo angustiado, bebía mucho; se quedó Pablo Armando; se murió allí Pepe Rodríguez Feo, se quedó Miguel Barnett..., se fue y volvió Lisandro Otero, que era el oponente de Padilla. El ambiente entre lo que podríamos llamar escritores oficiales y no oficiales era pésimo, se trataban mal, se insultaban, no se querían nada... Y el ambiente entre los disidentes era muy bueno, eran muy amigos. Algunos cambiaron, y algunos de los que eran disidentes se hicieron oficialistas, y se fueron y volvieron... Guillermo Cabrera Infante, a quien yo quise mucho, se fue mucho antes; por él y por muchos como él me alegré de haber escrito este libro.

 

P. Qué mundo aquél.

 

R. Ahora bien, qué divertido también. Gente muy ingeniosa, muy fina, con una cultura estética bien refinada.

 

P. Así que también lo pasó bien.

 

R. Mucho. Neruda me hizo conocer a Enrique Labrador Ruiz, un poeta que no había firmado una carta en la que, en 1966, muchos escritores cubanos lo habían repudiado por haber ido a un congreso del Pen Club en Nueva York... A Labrador lo tenían por reaccionario; nos reíamos mucho, siempre tenía gente extraña en su casa. Un día llevé dos botellas de whisky y nos las tomamos entre tres, y luego le llevé tres, y también nos las acabamos entre tres...

 

P. ¿Cómo fue el último día?

 

R. Muy tenso. Me habían llevado a pasear, con mis maletas; me tenían que mostrar algo importante, y lo que en realidad me mostraron fue un balneario absurdo lleno de caimanes, y me hicieron navegar entre ellos. ¡Pensé si me querían tirar a los caimanes! Después volvimos a La Habana a doscientos kilómetros por hora... Yo había estado hablando días antes con Heberto Padilla, y ya Heberto estaba preso, y ese paseo entre los caimanes se produce con Heberto ya en la cárcel. Cuando estoy en el hotel es cuando me llaman y me llevan a un lugar donde hay un montón de soldados con metralleta. Fidel me esperaba. Ahí se produce la conversación final, la despedida.

 

P. Neruda le dijo que no lo publicara. ¿Por qué lo hizo?

 

R. Creía que se iba a armar la gorda en Chile, pero pensé que era bueno que se supieran estas cosas... Luego sucedió lo que sucedió, cayó Allende. Yo quería que el libro saliera con la Unidad Popular en el poder, y lo había entregado en mayo de 1973 a Carlos Barral. Cuando salió a finales de año, le añadí un prólogo, que era un ataque a Pinochet. El libro iba a quedar censurado por los dos lados. Un escritor tiene derecho a publicar sus libros.

 

P. ¿Con qué ánimo lo ve ahora?

 

R. El pasado, la historia. En el libro hay tres países: Cuba, Chile y España. España ha cambiado de manera espectacular. Como Chile, Cuba no ha cambiado. Es la máquina del tiempo.

 

P. ¿Se escribiría hoy igual Persona non grata en ese país que no cambia?

 

R. Parecido, quizá. Lo escribí por solidaridad con muchos que se quedaron, que se fueron, que han muerto. Calificar de gusano a la mitad de la población sólo porque no se esté de acuerdo contigo es muy duro; es una aberración política, y eso es lo que sigo diciendo... Dicen que aún es el libro más detestado por Fidel. ¡Treinta años detestando un libro! El segundo es Los guerrilleros del poder, de K. S. Karol. Todo según un periodista norteamericano.

 

P. ¿Fidel es para usted pasado?

 

R. Para mí es pasado, y para él también. Pero se aferrará al poder hasta que pueda.

 

P. ¿Qué tal se portó Allende?

 

R. Se portó mal porque no quiso escucharme, y quería sancionarme por haberme peleado con Fidel... Era un apasionado de Fidel; no quería llegar a tanto como Fidel, pero quería llevarse bien con él.

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Un testimonio político y literario

 

Lo que despertó mi interés en leer esta obra de Jorge Edwards, fue la lectura del ensayo Un francotirador tranquilo, escrito por Mario Vargas Llosa; texto que menciono más adelante. Sin embargo, pasaron algunos años hasta que decidí leer Persona non grata.

 

Internarse, a través de la lectura, en ese extraordinario trabajo de Edwards es trasladarse a un momento específico de la política y de la literatura en Latinoamérica, en los primeros años de la década de los 70’s; un  período en el que se dieron los desengaños acerca de la Revolución cubana por parte de aquellos intelectuales y escritores que, fascinados por aquel movimiento político liderado por Fidel Castro se volcaron, en un inicio, como admiradores de ese suceso. Esa atracción se dio también en intelectuales de Europa.

 

En la contratapa del libro podemos leer estos comentarios: Este libro de Jorge Edwards es uno de los clásicos verdaderamente vibrantes de la literatura latinoamericana moderna… Puede ser leído como testimonio y también como obra de ficción… Su lenguaje es una amalgama de las virtudes más difíciles: la transparencia con la inteligencia, la penetración más incisiva con una sonrisa… (Octavio Paz).  Un testimonio honesto y valiente. Jorge Edwards fue el primer escritor importante del extranjero en notar que algo había ido irrevocablemente mal en la Revolución cubana. En un tiempo cuando la mayoría de los intelectuales, desde Sartre hasta Susan Sontag, todavía estaban embelesados con el carisma de Castro, él simplemente dijo la verdad. Nunca es demasiado tarde para la verdad, especialmente cuando se la dice con la inteligencia y el ingenio de Edwards. (Hans Magnus Enzensberger).

 

Fue durante el gobierno del Presidente de Chile, Salvador Allende, que Edwards recibió el encargo de ir a Cuba para instalar la embajada de dicho país en La Habana, luego de la ruptura de relaciones entre ambos países. Al leer el libro no he podido imaginar una novela sino un testimonio, obviamente trabajado con el estilo de su autor, que nos muestra las vivencias y experiencias por las que pasó en el tiempo que duró su estadía en la capital cubana y podemos ver, por medio de la pluma del escritor chileno, cómo las cosas fueron cambiando conforme pasaban los días desde su llegada a dicha ciudad.

 

Durante su estadía en Cuba, Edwards empezó a tener contacto con sus amigos literarios, lo cual, como relata, empezó a ser mal visto por las autoridades del régimen revolucionario: […] pues cometí la ligereza de abrir la puerta a estos amigos y dejar entrar con ellos el humos, la gracia cubana, el espíritu poético, elementos sospechosos por antonomasia, […] Es por eso que la declaración que Edwards hizo a un periodista, a poco de su llegada a La Habana, no fue bien recibida. Cuando el periodista lo definió como abogado, él respondió: “Abogado, ¡no!”, le dije: “es cierto que me recibí de abogado alguna vez, pero jamás ejercí la profesión. Antes que abogado y diplomático, soy escritor. Mi única vocación verdadera es esa”. Más adelante añade: […] Mi autodefinición había tocado una llaga que todavía ignoraba… […].

 

A lo largo del texto Edwards hace desfilar una serie de nombres, no sólo de personas que trabajaban para el régimen sino, también, de intelectuales de esos años en La Habana. Uno de ellos es Heberto Padilla, célebre por las protestas que originó a raíz de lo que se considera una autoinculpación obligada por las autoridades del régimen cubano. El “caso Padilla” originó protestas a nivel internacional por parte de los intelectuales. Precisamente, Edwards menciona lo siguiente: Padilla me había dicho, a los pocos días de mi llegada: “No hables nada. No confíes en nadie. Ni siquiera en mí. Pueden sacarme la información en cualquier momento”.

 

El escritor chileno también hace mención de ese desengaño de los intelectuales de izquierda con la Revolución cubana. Edwards escribe: […] Los intelectuales independientes de izquierda, que antes eran los mejores defensores de Cuba, habían empezado a publicar sus reparos a la Revolución. […] La crisis definitiva en la relación con los intelectuales de izquierda, sobre todo con los europeos, se manifestó cuando Fidel aprobó la invasión de Checoslovaquia. Cuba había representado para los europeos la posibilidad de un socialismo libertario, con libertad de pensamiento y de creación. […]

 

En Persona non grata, Jorge Edwards nos hace testigos de las tensiones provocadas por los funcionarios del régimen cubano: la desconfianza, las sospechas, y todas aquellas situaciones que hacían, cada vez más incómoda su situación. Podemos percibir, también, cómo eran vistos los intelectuales y las sospechas que despertaban en el régimen. Así mismo, nos hace participar de sus encuentros con Fidel Castro y de las reuniones oficiales en que participaron, especialmente la ocurrida durante la visita del Esmeralda, buque de la Armada Chilena. Todo ese relato y descripción que hace Edwards nos pinta un cuadro de la situación política y social que envolvía en ese momento a Cuba. Con su pluma introduce al lector en esa atmósfera de incertidumbre y desconfianza.

 

Ya considerado como una persona que no era bien vista por el régimen cubano, Edwards fue llamado a una reunión con Fidel Castro  y el Canciller Raúl Roa. Al respecto, Edwards escribe: […] Trataré ahora de reproducir esa entrevista, que conservo grabada en la memoria, aun cuando me podía fallar uno que otro detalle. Más adelante escribe lo que Castro le dijo en esa reunión: […] Pero ahora tengo que decirle que nos habíamos equivocado con respecto a usted. ¡Porque usted demostró ser una persona hostil a la revolución cubana! […] habría sido una estupidez nuestra no vigilarlo. […] En rigor, debimos haberlo declarado persona no grata, pero no quisimos hacerlo por tratarse de nuestras relaciones con Chile. […] Luego, en su respuesta, Edwards cita: […] Antes que un diplomático soy un escritor, y aquí me he reunido con los escritores cubanos que conocía, que eran mis amigos desde antes, desde que vine invitado por la Casa de las Américas en enero de 1968, y en algunos casos desde mucho antes. […]

 

Acerca de esta última reunión o encuentro con Fidel Castro, Edwards declaró en una entrevista realizada por Juan Cruz y publicada en EL PAÍS.com el 15 de octubre del 2006: No fue una conversación, fue un reproche. Fidel me acusó de haber sido hostil a la revolución. […] Más adelante añade: […]  Lo que él me reprochó fue que fuera amigo de los escritores disidentes que según él eran enemigos suyos. Me acusó de haberme acercado a un foco de disidencia. […]. Las declaraciones de Edwards son como una confirmación a lo narrado en el libro. La entrevista la pueden leer en el enlace que figura en la bibliografía, al final de este artículo.

 

Luego de su salida de Cuba, ya en Barcelona, Edwards cuenta cómo nació el ensayo Un francotirador tranquilo, escrito por Mario Vargas Llosa. En ese extraordinario ensayo, Vargas Llosa escribe acerca de Edwards y de Persona non grata; en él menciona: Simplemente, era un escritor que se ganaba la vida como diplomático y no un diplomático que escribía. La diferencia no es académica, sino real, pues esa prelación, esa jerarquía clara y nítida de uno sobre el otro hizo posible que Jorge Edwards fuera capaz de vivir, primero, y luego escribir y publicar las experiencias que narra Persona non grata. Dicho texto está incluido en el libro Contra viento y marea (1962-1982), Seix Barral, de donde ha sido tomado el texto que he citado. El mencionado libro también reúne artículos y ensayos del mencionado escritor. En dicho libro también están incluidos los textos de las cartas que se originaron por el caso Padilla: la que remitió Vargas Llosa a Haydée Santamaría y la que dirigieron varios intelectuales, incluido Vargas Llosa, a Fidel Castro.

 

Por el testimonio que encierra cada una de sus páginas, Persona non grata se ha convertido en un libro importante en la historia de la literatura latinoamericana. Las citas que se mencionan en este artículo han sido tomadas de la edición 2006 de Aguilar Chilena de Ediciones S.A., sello Alfaguara.

 

Bibliografía:

Persona non grata, Jorge Edwards, Aguilar Chilena de Ediciones S.A., sello Alfaguara, Santiago de Chile, 2006.

Contra Viento y marea (1962-1982), Mario Vargas Llosa, Seix Barral, Barcelona, 1983.

Fui un ingenuo en Cuba, entrevista de Juan Cruz a Jorge Edwards, publicada el 15 de octubre del 2006 en EL PAÍS.com

Una insólita amistad

Rocío Montes

19 de octubre de 2014

 

Una historiadora chilena revive los vínculos que unieron a la dictadura de Franco y la democracia socialista de Salvador Allende

 

Resulta desconcertante mirado desde nuestra época, pero nunca fue un secreto: la dictadura de Francisco Franco en España y la democracia marxista de Salvador Allende en Chile gozaron de estupendas relaciones entre 1970 y 1973, hasta que el golpe de Estado acabó con el Gobierno socialista de la Unidad Popular (UP). “Es un momento en el que se unen los opuestos radicales. Esta historia se produjo en un periodo absolutamente vertiginoso de Chile y de España y entraña una contradicción que es muy difícil de digerir, tanto para la izquierda como para la derecha. Por tanto, se impuso la amnesia, el olvido”, señala la historiadora chilena María José Henríquez, que acaba de publicar en Chile el libro ¡Viva la verdadera amistad! Franco y Allende, 1970-1973 (Editorial Universitaria), una investigación extensa en la que relata pasajes incómodos y exquisitos de esta extraña cofradía.

 

En diciembre de 1972, el presidente Allende realizó una gira mundial que incluyó Naciones Unidas y la Unión Soviética. El Gobierno de Franco, que había concedido a Chile un inédito crédito de 40 millones de dólares, estaba dispuesto a entregar otros 100 a cambio de un gesto complejo, según informó el presidente del Banco Central chileno de aquella época, Alfonso Inostroza. Los españoles pedían que el médico socialista hiciera una parada en Madrid para saludar al Generalísimo frente a un millón de personas en La Castellana. La Administración chilena a esas alturas enfrentaba fuertes problemas económicos y la oferta resultaba tentadora. “Allende dudó mucho”, dice la historiadora. Y su entorno estaba dividido. Por una parte, el Gobierno de la UP necesitaba el dinero: “Presidente, ¡es mucha divisa!”, le decían sus consejeros más pragmáticos. Por otra, la señal política hubiese sido impresentable. “La Guerra Civil y Franco eran un símbolo nefasto para la izquierda chilena. Pablo Neruda era embajador en Francia. La decisión estaba cruzada por muchas consideraciones”, señala Henríquez. Por eso, finalmente, Allende se negó. “He sido un demócrata toda mi vida, no puedo saludar a ese señor”, dijo el mandatario.

 

El interés de los chilenos por establecer vínculos con el franquismo era evidente y pragmático: la UP necesitaba ayuda económica. El franquismo, en tanto, buscaba oportunidades de negocios y promover su industrialización en América Latina a través de Chile. Pero también existía el interés político de mostrar que podía desempeñar un papel en el escenario internacional, evitando que Chile se transformara en Cuba: Europa le daba la espalda a la dictadura española y el Gobierno de Franco pretendía presumir de las mejores relaciones con Allende, uno de los referentes de su continente en aquella época. “La imagen de los dos en La Castellana habría dado la vuelta al mundo. La reacción de Francia, de Reino Unido, habría sido de desconcierto total”, señala Henríquez, doctora en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid y docente de la Universidad de Chile.

 

La relación entre ambos Gobiernos se había consolidado desde 1970 con múltiples gestos que, en buena parte, se explican por el papel que desempeñó el canciller español Gregorio López Bravo, “un hombre que se definía públicamente como un liberal reprimido y que llegó a Asuntos Exteriores en 1969 a subrayar la neutralidad de España en el contexto bipolar y a privilegiar las relaciones comerciales”, explica la investigadora. En septiembre de 1970, ante el triunfo de Allende, una cantidad importante de personas llegó hasta la Embajada de España en Chile para pedir asilo político. “Hubo que pedir refuerzos al consulado de España en Mendoza (Argentina)”, relata ¡Viva la verdadera amistad! El que calmó al embajador español fue el propio López Bravo desde Madrid, que opinaba que no existía un peligro de socialización inmediata. “Tengo la impresión de que las gentes ahí se han alarmado demasiado”, escribió el ministro.

 

En marzo de 1971, López Bravo aterrizó en Santiago de Chile y de inmediato fue recibido por Allende en el palacio de la Moneda. Fue una conversación sumamente cordial. El socialista, en un momento, le sugirió la posibilidad de que España asumiera íntegramente todos los proyectos de desarrollo en el norte de Chile. El ministro español, impresionado, se comprometió a consultarlo con su Gobierno. Pero Allende también habló de otros temas: “Nos quedamos sin técnicos y no queremos ligarnos a un sector del mundo socialista, pasar de un bloque a otro (…). Es fundamental la colaboración de España y latinos”. López Bravo recogió el guante: “España por Chile está dispuesta no sólo a lo que puede y debe, sino a un poquito más. Tenemos distintas soluciones, cosa que las grandes potencias no comprenden”, le señaló el ministro de Franco al socialista Allende, alcanzando una complicidad inmediata. Prueba de ello fue lo que ocurrió por la noche: fuera de todo protocolo, el presidente chileno se personó en la recepción de bienvenida que la cancillería chilena le ofrecía a López Bravo.

 

“Aunque no he sido invitado a esta cena, no pude resistir el deseo de tomar un trago con usted y reiterarle mi intención de mantener con el Gobierno del generalísimo Franco las mejores relaciones”, señaló Allende para explicar su visita. En los meses posteriores, señala el libro, no era raro que el presidente llegara hasta la sede de España en Santiago para tomar whisky con el embajador, Enrique Pérez Hernández.

 

Fue una amistad por conveniencia. La empresa Ford había regresado a Estados Unidos y Chile había abierto una licitación para instalar una fábrica para el ensamblaje de camiones y motores diésel en el país. En la práctica, quien la ganara tenía la opción de ingresar sus productos en el llamado Pacto Andino, que comprendía a 54 millones de personas de la región. Y España movía todas sus fichas para que Pegaso se quedara con el negocio, frente a la italiana Fiat. Fue por eso que en operaciones lideradas por López Bravo, el Gobierno de Franco realizó gestos inéditos con el régimen de Allende: en plenas negociaciones, le regaló el reactor nuclear de Lo Aguirre, en las afueras de Santiago, y en febrero de 1972 realizó un intenso lobby en el Club de París para que Chile lograra renegociar su deuda externa. La discusión fue dura, relata Henríquez, y España se enfrentó incluso a Estados Unidos para defender al Gobierno de la UP: “Vi documentos que demuestran cómo delegados norteamericanos presionaban a los españoles para que no siguieran abogando por Chile”. Pero la operación resultó ser un éxito: Chile pudo renegociar hasta los intereses. Y la noticia, fuera de todos los canales formales, se la entregó el embajador español en Santiago. Fue entonces cuando Allende exclamó en agradecimiento: “¡Viva la verdadera amistad! ¡Viva España!”.

 

En septiembre de 1972, España ganó la licitación con Pegaso. Y según la investigación de la historiadora, se trató de una decisión que pasó directamente por Allende. Lo contó el embajador español en Santiago: “El presidente me dijo: ‘Yo decidí, porque no me vendo al mejor postor”.

 

El acuerdo comercial, que se firmó en diciembre de ese año, contemplaba el crédito comercial de 40 millones de dólares: 25 para la fábrica automotriz y otros 15 de libre disposición. “El 51% lo tenía que poner la CORFO chilena, y el 49%, el Instituto Nacional de la Industria española (INI), pero finalmente el Gobierno de Franco puso el 100% del dinero porque en Chile no había divisa”, relata Henríquez. La situación de la Unidad Popular era tan compleja, señala, que utilizó parte del dinero de libre disposición para comprar cebollas y azúcar. Pero el franquismo, que confiaba en la destreza política de Allende, y no necesariamente en su Gobierno, a comienzos de 1973 comenzó a perder la fe en el presidente: el ambiente político se había radicalizado, el golpe de Estado era más que una sospecha, y hasta la coalición de izquierda estaba quebrada. Probablemente fueron las razones por la que España, esta vez, desechó la propuesta chilena para que Allende visitara Madrid para saludar a Franco. El socialista buscaba respaldos internacionales para hacer frente a la delicada situación de política interna.

 

La alianza franco-allendista no tardó demasiado en desvanecerse. En junio de 1973 quitaron a López Bravo del Gobierno. Y el 11 de septiembre se produjo el bombardeo de La Moneda, la muerte del mandatario chileno y el horror de la historia oficial.

 

¡Viva la verdadera amistad! Franco y Allende, 1970-1973 muestra que el Gobierno socialista apenas alcanzó a utilizar el 7% del crédito español. El resto lo comenzaron a gastar los militares chilenos, que no quisieron reconocer el triunfo de Pegaso en la licitación ni la instalación de la fábrica, que nunca se llegó a concretar. Pese a lo que se podría pensar, la relación entre las dictaduras de Chile y España fue compleja en sus primeros meses: el conflicto por el préstamo escaló hasta el propio Pinochet y Franco, que era uno de los personajes más admirados por el chileno. Luego llegaron a normalizar las relaciones, pero el apoyo del franquismo a la UP nunca se olvidó del todo.

Correo enviado a la presidenta electa Bachelet

El deber moral de la presidenta electa

y de la Nueva Mayoría

Manuel Castro Rodríguez

10 de enero de 2014

 

Presidenta electa Bachelet, hoy se dio a conocer que el dictador Raúl Castro la invitó a la cumbre de la CELAC en La Habana.

 

Presidenta electa Bachelet, por favor, vea los vídeos sobre la destrucción física y antropológica causada por el régimen militar cubano:

 

http://profesorcastro.jimdo.com/destruir-un-pa%C3%ADs/

 

Presidenta electa Bachelet, usted no puede pretender desconocer que su acción de viajar nuevamente a La Habana, sería un nuevo espaldarazo al régimen totalitario imperante en Cuba desde hace más de medio siglo.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que no he podido conocer a mi nieta mayor, porque los hermanos Castro no me permiten entrar a mi patria y a mi hijo no lo dejan salir, porque es médico. ¿Cuál es mi ‘delito’? Denunciar los crímenes de la peor tiranía que ha sufrido América. Como nos dice José Martí: “Ver en calma un crimen es cometerlo”. ¿O no?

 

Presidenta electa Bachelet, usted no puede pretender desconocerque al castrismo se le ha documentado más del doble de muertes que a Pinochet.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que existe una gran diferencia entre una dictadura como la de Pinochet y un régimen totalitario como el imperante en Cuba. Con todo lo criminal que fue el régimen militar chileno, fue una dictadura que pretendió acallar a los opositores y evitar sus expresiones públicas. Presidenta electa Bachelet, usted sabe que el totalitarismo no busca solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentes, el famoso ‘lavado de cerebro’. La obsesión de los regimenes totalitarios –tanto los fascistas como los comunistas- es deshacer todas las barreras existentes entre la vida pública y la privada. No es simple coincidencia que se parezca tanto el saludo de los niños en el castrismo y en el nazismo: son regimenes totalitarios donde los infantes son adoctrinados desde las edades más tempranas. Mis hijos lo sufrieron y pronto lo sufrirá mi nieta.

 

Presidenta electa Bachelet, usted no puede pretender alegar que está desinformada sobre lo que sufre el pueblo cubano, porque desde hace seis meses he venido informándola sobre las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos por parte de la gerontocracia estalinista cubana.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que Cuba es el único país occidental donde es ilegal ser opositor: marxistas, liberales, socialistas, trotskistas, democristianos y anarquistas han sufrido difamación, ostracismo, destierro, cárcel, tortura y asesinato. Como expresó el filósofo izquierdista argentino Oscar del Barco: “Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que la ONG Archivo Cuba, www.CubaArchive.org, publicó una lista con más de 200 casos de muertes y desapariciones en Cuba, de ellos 166 documentados, durante los siete años de mandato que llevaRaúl Castro, entre 2006 y 2013. En la lista sobresalen 86 fallecimientos por denegación de asistencia médica en prisión, 46 suicidios de presos y 15 homicidios extrajudiciales. Afortunadamente, ya en Chile no ocurren hechos como estos. ¿Por qué en Cuba sí?

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que desde enero de 2010 se han documentado19.223 casos de personas detenidas temporalmente o procesadas por motivos políticos.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que se comprobó que 179 disidentes fueron agredidos físicamente en 27 actos de agresión realizados en diciembre de 2013.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que se comprobó que 153 activistas pacíficos fueron víctimas de los llamados “actos de repudio” en 27 incidentes reportados en diciembre de 2013?

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que este vídeo –es de mediados del año recién concluido-

 

http://www.youtube.com/watch?v=thqa6-qi0Hg

 

muestra una de las agresiones físicas sufridas por una pacífica mujer cubana, por parte de las brigadas paramilitares organizadas por orden de Fidel y Raúl Castro.

 

Presidenta electa Bachelet, ¿como usted se sintió cuando vio este vídeo? No le hizo recordar a los fascistas de hace ochenta años. Los hermanos Castro han dejado chiquitos a Mussolini.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que ya ni a cubanos que guardan silencio ante los crímenes del castrismo lo dejan entrar a Cuba, por ejemplo: el 15 de diciembre pasado a una académica cubana que viajó a La Habana para visitar a su madre, de 74 años y recién operada de cáncer de piel, le impidieron entrar a Cuba. “Le llevaba las medicinas que ella necesitaba, pero ni siquiera me permitieron entregar el paquete a mi familia, que me esperaba en el aeropuerto”, dijo la Dra. María Elena Cobas Cobiella, profesora de Derecho de la Universidad de Valencia, en España. La Dra. Cobas Cobiella expresó: “Me sacaron de la fila, me interrogaron tres oficiales y me montaron de nuevo en el avión, como si yo fuera una delincuente”.

 

Los militares cubanos no le dieron explicaciones. “Solo que el Gobierno no me dejaba entrar”, explicó la Dra. Cobas Cobiella. Esto ocurrió aunque en septiembre pasado el Consulado General de Cuba en Barcelona le expidió un nuevo pasaporte “habilitado” –un sello estampado en el pasaporte que le autoriza a entrar a su patria.

 

Conocí a laDra. María Elena Cobas Cobiella cuando ella comenzó a impartir clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de la Habana. Su hermana fue alumna mía. Ambas son excelentes personas, amantes de su progenitora. ¿Cómo piensa la presidenta electa Bachelet que se deben sentir las hermanas Cobas Cobiella?

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe quemurió el padre de Blanca Reyes –sí, la Dama de Blanco que le pedí reiteradamente a usted para que intercediera a fin de que Blanca pudiera despedirse de su padre-, sin que el régimen militar cubano la autorizara a entrar a su patria para verlo por última vez: “El Consulado General de Cuba en Madrid (España), negó a la representante de las Damas de Blanco en Europa, Blanca Reyes, el permiso de entrada a la isla que la disidente había solicitado el pasado 22 de julio para ver a su padre de 93 años, que se encuentra muy enfermo en la localidad cubana de Sancti Spíritus”.

 

¿Cómo piensa la presidenta electa Bachelet que se debe sentir Blanca Reyes? Elladeclaró:La reforma migratoria es una farsa. Yo no he matado a nadie, simplemente pertenezco a un grupo pacífico de mujeres”.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que sin la solidaridad internacional con el pueblo chileno, jamás Pinochet hubiese aceptadorealizar el plebiscito. El general golpista al menos reconoció su derrota en las primeras elecciones libres y democráticas realizadas en 1990. Presidenta electa Bachelet, ¿usted hubiese estado de acuerdo en que después de 17 años en el poder, Pinochet hubiese continuado gobernando introduciendo pequeñas reformas a su régimen?

 

Presidenta electa Bachelet, ¿por qué usted no se solidariza con los cubanos que tenemos que continuar siendo tiranizados por los hermanos Castro, que ya cumplieron 55 años en el poder y sin dar la menor muestra de que vayan a respetar los DDHH? Presidenta electa Bachelet, usted no puede negar que el último discurso de Raúl Castro -1 de enero- demuestra que va a incrementar la represión. El dictador cubano lanzó una advertencia sobrela permanente campaña de subversión político-ideológica concebida y dirigida desde los centros del poder global para recolonizar las mentes de los pueblos y anular sus aspiraciones de construir un mundo mejorintentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonialvender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social… “inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generacionespromover incertidumbre y pesimismo de cara al futurodesmantelar desde adentro el socialismo en Cuba”.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe que la cruel dictadura de los hermanos Castro pasará a la historia junto a los Kim de Corea del Norte como los regímenes totalitarios más longevos que haya conocido la humanidad.

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe queRaúl Castro es un asesino serial. Y que se jacta de serlo:Raúl Castro le recordó a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en enero de 2013: “Nuestras leyes permiten la pena de muerte, está suspendida, pero ahí está, de reserva”. 

 

Presidenta electa Bachelet, usted sabe quesi Fidel y Raúl Castro no se hubiesen declarado de izquierda, hace rato que un tribunal internacional los hubiese condenado por los crímenes de lesa humanidad cometidos.

 

Presidenta electa Bachelet, usted tiene el deber moral de emitir un comunicado público donde le solicite a Raúl Castro que COMO MÍNIMO cumpla y haga cumplir los siguientes artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos:

 

Artículo 9: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

 

Artículo 13:   2.  Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

 

Artículo 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

 

Artículo 20:    1.  Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

 

Presidenta electa Bachelet, eso es lo menos que usted debe hacer si desea conservar la credibilidad de que usted es una demócrata. ¿O no?

 

Nueva Mayoría tiene el deber moral de emitir un comunicado público similar. ¿O para la Nueva Mayoría la Declaración Universal de Derechos Humanos es letra muerta?

 

Parlamentarios, ¿cómo ustedes piensan que se deben sentir los familiares de los cubanos asesinados –incluyendo niños- por el régimen militar cubano?

 

Parlamentarios, ¿cómo ustedes piensan que nos sentimos los cubanos separados de nuestros familiares por el régimen militar cubano?

En Chile, la brújula va sólo de la derecha al centro

Marcelo Cantelmi

21/12/13

 

Michelle Bachelet acaba de lograr una victoria electoral en Chile tan contundente en sus resultados, como relativa en la perspectiva de las grandes transformaciones que alienta. Esa condición ambivalente no es la única que caracteriza la etapa que comienza en el país vecino. Otra más sensible es la que en ciertas miradas anticipa que se estaría en los umbrales de un improbable giro a la izquierda.

 

Ese pronóstico surge de una lectura lineal y simple de la pertenencia socialista de la presidenta electa y, muy especialmente, a partir de sus promesas de aliviar la enorme deuda social que condiciona el futuro de Chile.

 

Lo cierto es que en la superestructura del poder chileno no hay un debate de profundo calado ideológico entre izquierdas y derechas. Esto es así incluso sin perder de vista las convicciones profundamente liberales del presidente saliente Sebastián Piñera o las socialdemócratas de las que nunca renegó la mandataria electa. Si esas etiquetas se mantuvieran en el análisis, sólo servirían para descubrir que l a discusión central en Chile transcurre desde el centro hacia la derecha y viceversa.

 

No hay otro sendero más allá de esos límites y de alguna retórica ocasional.

 

En términos objetivos, Chile es uno de los países más inequitativos del mundo occidental, y el peor del exclusivo club de 34 miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, la OCDE. La nación trasandina experimenta una prosperidad notable que alcanzó nuevas alturas con la gestión de Piñera: crecimiento anual de 5,5% y un desempleo sin precedentes en décadas en torno a 5,7%. Pero e sa bonanza la disfruta poco más de 35% de los chilenos. El sesenta largo restante la observa desde las orillas.

 

Un dato elocuente es que el 31% del ingreso nacional se concentra en un exclusivo uno por ciento de la población.

 

Quienes creen ver espectros rojos de alguna revolución detrás de la denuncia legítima de esos números, deberían recordar que la noción de que los costos sociales del sistema de acumulación deben ser amortiguados, es un principio que llega, calculadoramente, desde el corazón mismo del capitalismo. Si se recorre con mirada neutral la obra de Adam Smith o John Stuart Mill e incluso de David Ricardo, el trio fundante del capitalismo moderno, aparecen advertencias muy concretas sobre que son las autoridades públicas, el Estado, quienes deben corregir los fallos o defectos esperables del comportamiento del mercado.

 

No hay mano invisible en ese planteo como en la versión posmo y ligera actual.

 

A lo que se apuntaba es a que la intervención del poder público es crucial para impedir que la estructura pierda gradualmente control y acabe anarquizada. En palabras más sencillas, desarmar las condiciones que hicieran posible la protesta social y, en fin, las revoluciones que tanto asustan al vértice del poder.

 

La propuesta de Bachelet, menos que un giro a la izquierda que nada indica que esté en su agenda, sería la de una necesaria modernización de la economía chilena en la clave que elevaron hace más de dos siglos aquellos autores. Lo notable es que la alta burguesía chilena haya ignorado esas advertencias de la historia; que Piñera no haya corregido el rumbo. Incluso ahora que se está a tiempo para resolver esos desequilibrios, ese mismo sector enarbola, junto a sus socios del exterior, la mirada escandalizada por los planteos de las nuevas autoridades para generalizar la educación gratuita a todos los niveles y la salud pública. En noviembre, antes de la primera vuelta, el conservador The Wall Street Journal, en una columna casi bizarra alertaba sobre la asociación de Bachelet con el Partido Comunista, describía a la entonces candidata favorita como admiradora de Fidel Castro y advertía sobre los riesgos “de expandir el Estado de bienestar”.

 

Se trató de una notable exageración que ni siquiera respetó la historia. Las deudas sociales chilenas no son sólo culpa de lo que en términos generales se podría incluir como “la derecha” y el esquematismo pinochetista. Sino que también le corresponden y en amplias cuotas a la Concertación por la Democracia, la alianza de socialista y democristianos que durante veinte años gobernó el país tras la caída de la dictadura de Augusto Pinochet. Es cierto que la Constitución heredada de esa tiranía impuso límites a reformas centrales, pero la falta de acuerdo para hacer esos cambios necesarios generó esta otra dualidad de un país modélico por su crecimiento, pero quebrado en su columna social.

 

En Chile, una familia queda destruida económicamente si enferma alguno de sus miembros o, también, si uno de los hijos tiene la fortuna de llegar a la onerosa universidad que sólo puede ser financiada con costosos créditos.

 

Las grandes marchas callejeras de 2011 de estudiantes indignados reflejaron el repudio cada vez mayor a un modelo tan excluyente. Ese rechazo es la fragua no sólo de una furiosa disidencia, sino de emergentes muy polémicos como el economista de derecha Franco Parisi, que quedó en cuarto lugar en la votación de noviembre, y que canalizó parte del disgusto popular con promesas de soluciones mágicas y posiciones de anti política. Es una grave alerta. Esas son las alternativas que se multiplican en Europa y crecerán en Chile si el Estado no asume su responsabilidad para intervenir.

 

Bachelet ganó el poder con un notable 62 por cierto en el ballotage del pasado domingo. Pero aspiraba a triunfar en la primera vuelta y con esos mismos números como condición para imponer sin vallados las transformaciones que propone.

 

El resultado dejó a la derecha amalgamada con 37% de los votos, un número importante y suficiente para que mantenga su identidad y pueda objetar los cambios en el Congreso. Además, menos de la mitad de los 13,5 millones de chilenos autorizados a votar se presentó en las urnas, de modo que el nuevo gobierno arranca con el respaldo de sólo un tercio del electorado. El alimento de esa extraordinaria abstención es la disociación reinante entre las preocupaciones de la mayoría de la población y los intereses de la dirigencia política. En ese sentido Bachelet estará a prueba incluso por sus propios votantes, de ahí la parte relativa de esta victoria que sólo será tal si pone a Chile en una vía real e inevitable de inclusión.

 

 

Chile: ¿Del Estado Económico Liberal al Estado Social?

Fernando Mires

18 de diciembre de 2013

 

El Estado no es el gobierno pero nadie podría negar que el Estado es configurado a través de los diversos gobiernos que se suceden en el historial de una nación. El ejemplo de Chile post-dictatorial así lo demuestra. Porque en Chile, primero a través de la Concertación, segundo, del interregno democrático de la derecha con Piñera, y tercero, desde el panorama que abre el abrumador triunfo de la Nueva Mayoría de Bachelet, no asistimos a una suerte de anárquica sucesión de diferentes gobiernos, sino a un casi perfecto proceso evolutivo.

 

Una evolución que marca el carácter y sentido del Estado nacional post-dictadura. Una evolución que proviene desde el mismo Estado dictatorial, hasta llegar a la conformación de un Estado política y económicamente liberal para culminar en la actual fase en la cual podrían ser erigidos los fundamentos de un auténtico Estado Social. Fundamentos no iguales al de los Estados sociales europeos, pero en algunos puntos, no tan diferentes.

 

Para entender el enunciado expuesto, será necesario establecer algunas precisiones

 

La evolución del Estado post-dictatorial chileno no ha seguido, como ninguna evolución, una línea recta, sino zigzagueante. Eso quiere decir que las formas que predominan en una fase ya se encontraban anunciadas en la fase anterior.

 

En efecto, la dictadura militar solo por ser dictadura constituía un modo de dominación antipolítico y antisocial. Pero en el nivel de la economía era ultraliberal. En cierto modo, la dictadura, para emplear la expresión marxista, liberó a las ataduras que maniataban el desarrollo de las fuerzas productivas, pero al precio de destruir la estructura social y política de la nación. O dicho de esta manera: El llamado desarrollo económico, el que en Chile llaman “el modelo”, fue posible  gracias al extremo subdesarrollo de las estructuras políticas y sociales. Hecho tan conocido sobre el cual no vale la pena insistir aquí.

 

El gran mérito, también el gran ajuste que Chile debe a los gobiernos concertacionistas, fue que estos, manteniendo la infraestructura económica construida durante el pinochetismo, llevaron a cabo, y con éxito, la tarea de liberalizar las relaciones políticas que la dictadura mantenía secuestradas. Así se dio una relación si no armónica, por lo menos más equivalente entre una economía ultraliberal y un estado políticamente liberal, al precio, claro está, del mantenimiento del subdesarrollo social de la nación.

 

Los ex-concertacionistas podrán argüir que sus gobiernos pusieron en práctica diferentes programas sociales. Probablemente es cierto. Pero también es cierto que el llamado crecimiento económico de Chile se dio más en las cifras que en la realidad. El hecho de que el 1% de la población concentre el 30% del ingreso nacional per cápita es ya un escándalo mundial. Pero ese es también, en parte, un legado de Bachelet Primera a Bachelet Segunda. A la última le ha sido ahora encomendada la misión de dirigir la transformación del Estado económico liberal en un Estado Social.

 

En cierto modo se trata de una transición muy parecida a la que tuvo lugar en la Europa de post-guerra gracias al concurso de los partidos socialistas. Precisamente ese ejemplo arroja luces que pueden servir para entender la disyuntiva que enfrentará el gobierno de la Nueva Mayoría.

 

El Estado Social, vale decir, la construcción de una economía social de mercado, fue posible en Europa gracias a que los partidos socialistas subscribieron los principios liberales de la democracia moderna. En otras palabras, el Estado Social europeo fue construido no como negación del liberalismo político sino sobre la base de su existencia. En ese punto hay acuerdo unánime entre los politólogos europeos: el liberalismo político, no el socialismo político, ha sido la condición de desarrollo del Estado Social.

 

A la inversa, un liberalismo político que reposa sobre las bases de un ultraliberalismo económico -como fue el caso de los gobiernos democráticos que anteceden a Nueva Mayoría en Chile- tiende a generar fuerzas centrífugas y por lo mismo a crear un clima de disconformidad que tarde o temprano se manifestará en contra del propio Estado liberal. Dicho en clave de fórmula: no hay una mejor condición para el mantenimiento de un Estado político liberal que una economía social de mercado. A la inversa, no hay mejor condición de desarrollo para una economía social de mercado que un Estado político liberal. O de modo más taxativo: no hay economía social de mercado sin la protección de un Estado político liberal.

 

Podemos entonces deducir la paradoja de que el Estado político liberal, para seguir siendo liberal, debe intervenir en la economía, aunque a los liberales económicos les duela el alma y el corazón. Razón de más para afirmar una tesis teórica que ya comienza a abrirse paso: El liberalismo político y el liberalismo económico no son dos caras de una misma moneda. Son dos monedas diferentes.

 

Una puntual intervención económica del Estado practicada en todas las sociedades modernas no niega el libre juego económico, solo impone determinadas condiciones. Ralf Dahrendorf, uno de los más dilectos representantes de la filosofía política liberal, hablaba en ese contexto de “un cordón sanitario” a ser tendido sobre sectores que no pueden quedar al libre arbitrio del mercado. A esos sectores pertenecen entre otros la educación y la salud. Y bien, son justamente los mismos que habían sido abandonados por las democracias post-dictatoriales chilenas. Tarea ineludible de la segunda Bachelet será, no cabe duda, introducir esos sectores al interior de los espacios protegidos por el “cordón sanitario” al que alude Dahrendorf. Acción que a la vez no puede ser posible sin una reforma tributaria, una de las grandes promesas electorales de Bachelet. Para allá o para acá, el hecho es que el Estado deberá intervenir. Ahí reside el problema.

 

El problema es que el tránsito que lleva de una economía ultraliberal a una economía social no está exenta de peligros. La propia naturaleza de los cambios que se deducen de la intervención del Estado puede llevar -como ha ocurrido en otros países latinoamericanos- a un estatismo parasitario y, en determinados puntos, antidemocrático. El peligro es tanto o más grande si tomamos en cuenta que al interior de Nueva Mayoría hay grupos cuya adhesión a la democracia es más instrumental que conviccional. No solo me refiero a los comunistas, eternos amantes de tantas dictaduras. Me refiero, además, a los admiradores de autocracias militaristas enquistados al interior del Partido Socialista. Y no por ultimo, a algunos ex-estudiantes radicalizados que hoy hacen su legítima entrada en la política oficial levantando las consignas de la llamada “izquierda rabiosa” del pasado siglo.

 

Afortunadamente existe en Nueva Mayoría una franja interna muy consciente de que nunca habría llegado al gobierno si no hubiera estado guarecida detrás de la figura de Michelle Bachelet. A la vez Bachelet debe saber que su gran fuerza proviene de su conexión con el centro político (centro-izquierda, centro-centro y centro-derecha) es decir, que ella está muy lejos de ser una versión chilena y femenina de lo que fue Hugo Chávez en Venezuela, por ejemplo. Chile puede ser bacheletista, pero no ha sido, no es, y probablemente nunca será, un país de la “izquierda revolucionaria”.

 

Pero la encrucijada existe: Hay, hacia un lado, una amplia vía que conduce al Estado Social. Hay, hacia otro lado, una vía, por el momento más angosta, que conduce al Estado Populista. Entendiendo por Estado Populista lo mismo que entendió hace tiempo el brasileño Francisco Weffort, a saber, un Estado asistencialista, clientelista, dispensador, demagógico, y no por último, autoritario y corrupto, es decir, no una  forma de Estado Social sino algo totalmente distinto.

 

Si durante el segundo gobierno de Bachelet son puestos por lo menos algunos cimientos que lleven a la construcción del Estado Social, ella habrá cumplido con su pueblo. Mas todavía, puede que ese cumplimiento lleve a una ruptura definitiva con el pasado dictatorial. El periodo de la post-dictadura habrá así llegado a su fin y Chile ya no será más el país traumatizado que todavía es.

 

El hecho de que Michelle Bachelet haya derrotado sin contemplaciones a la hija de un general juntista puede ser más simbólico de lo que se piensa. Tan simbólico como será el dictado de una Nueva Constitución. En fin, ya veremos.

Correo enviado el 18 de diciembre de 2013

al presidente del Partido Comunista de Chile

 

Diputado Teillier, el Sr. Lautaro Carmona, secretario general del Partido Comunista de Chile,  no considera que Corea del Norte sea una dictadura. También declaró que “no hubo dictadura” en la Alemania Comunista. Véalo completo, por favor:

 

http://www.cnnchile.com/noticia/2013/12/17/lautaro-carmona-no-hubo-dictadura-en-la-rda

 

Diputado Teillier, ¿cuál es la concepción de derechos humanos que tiene el Partido Comunista de Chile?

 

Diputado Teillier, es una falta de respeto a los demócratas del mundo las declaraciones del secretario general del Partido Comunista de Chile.

Correo enviado a la probable ganadora

de las elecciones chilenas

Por favor, ¿a cuál izquierda usted pertenece, expresidenta Bachelet?

Manuel Castro Rodríguez

13 de diciembre de 2013

 

Expresidenta Bachelet,  la izquierda es conocida por sus luchas destinadas a lograr una sociedad más justa, donde se satisfagan plenamente los derechos sociales básicos -alimentación, salud, educación, vivienda y empleo-, y se elimine todo tipo de discriminación o exclusión. Además, históricamente la izquierda se ha caracterizado por solidarizarse con los oprimidos. Soy de izquierda por convicción y martiano de corazón.

 

El 28 de marzo de 2007 el diario Panamá América me publicó ‘Salud, divino tesoro’. Desgraciadamente, la responsable de la sección de Opinión del Panamá América cambió los signos de puntuación e hizo otras modificaciones, convirtiendo ese primer párrafo en algo ininteligible –es una muestra del pésimo sistema educativo panameño, el peor de la región. Véalo:

http://www.panamaamerica.com.pa/notas/595499-salud,-divino-tesoro

 

El primer párrafo del artículo que envié al Panamá América es:

La frase que escogí para nombrar este artículo, era una de las preferidas por mi difunta madre. A pesar de que la autora de mis días no pudo terminar la enseñanza primaria, ya que desde niña tuvo que empezar a trabajar, su amor por el prójimo y la medicina la llevó a formarse como enfermera en forma autodidacta, y aplicar los conocimientos adquiridos a cuanta persona tocó la puerta de nuestra humilde vivienda, sin cobrar un centavo por ello”.

 

Por cierto, expresidenta Bachelet, el apartheid en salud existente en Cuba desde hace más de treinta años, causante de la muerte de mi madre el 16 de octubre de 1980, ¿no es la negación de los objetivos por los que siempre ha luchado la izquierda?

 

Además, expresidenta Bachelet, en estos enlaces puede ver vídeos donde se muestra las condiciones en que se encuentran los hospitales cubanos:

 

http://profesorcastro.jimdo.com/atenci%C3%B3n-a-la-salud-es-un-desastre/

 

http://profesorcastro.jimdo.com/el-mito-de-la-salud-p%C3%BAblica/

 

También, expresidenta Bachelet, una cuestión aparentemente tan sencilla como trasladar a un enfermo a un hospital situado solamente a un par de kilómetros de distancia, se convierte en un serio problema; por ejemplo, hace veinte años mi tía diabética, Dominga Rodríguez Mesa, falleció en mis brazos porque no dispuse de transporte para poderla trasladar desde la Virgen del Camino al hospital Miguel Enríquez (La Benéfica) -en La Habana, a pocos kilómetros de la Plaza de la Revolución-, ni tenía la insulina que había que inyectarle, mientras que por clientelismo político los hermanos Castro les regalan medicamentos a otros países y la cúpula del poder mantiene a sus perros en aire acondicionado.

 

¿De qué asombrarse, expresidenta Bachelet? Como expresa Martín Guevara, hijo del hermano menor de Ernesto ‘Che’ Guevara:

 

si algo no le gusta a Fidel después de no ser el centro de atención constante, es quedar mal, que se sepa la verdad, que se sepa que bebe vinos castellanos de más de 200 euros la botella mientras pide a su pueblo sacrificios numantinos.

 

Expresidenta Bachelet,para mí es sagrado el respeto a los valores cívicos y la justicia; muchos me han dicho que ese es mi talón de Aquiles. No es que yo tenga vocación de Sísifo, si no que mis padres me enseñaron la importancia de ser consecuente: que haya concordancia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

 

Expresidenta Bachelet, llegué a Panamá el 10 de agosto de 2001, pensando dedicarme a mis asuntos personales. Sin embargo, al poco tiempo ya estaba combatiendo las injusticias: he participado en vigilias y marchas de protesta, hablado en programas radiales y escrito columnas de opinión en tres diarios panameños. Siendo extranjero puedo hacer en Panamá –una república bananera en toda la extensión de la palabra- lo que no puedo hacer en mi patria.

 

Una parte de mis artículos los he dedicado a denunciar la pésima calidad de las universidades panameñas, que están entre las peores del mundo como muestran todos los informes internacionales, por ejemplo:

 

http://www3.weforum.org/docs/WEF_GCR_Report_2011-12.pdf

 

http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-university-rankings/2012

 

http://www.scimagoir.com/pdf/ranking_iberoamericano_2012.pdf

 

Una parte de la sociedad panameña conoce de mis esfuerzos por lograr una mejora radical de las universidades. Por ejemplo, mediante la participación en eventos, artículos que me publicaron los periódicos panameños –el primero, publicado hace más de siete años, se titula ‘Analfabetos funcionales’- y la Conferencia Episcopal Panameña tuvo la gentileza de invitarme a exponerle mis consideraciones al respecto.

 

Mientras que en otros países las universidades son centros de debate, aquí la mayor parte de la comunidad académica permanece callada -haciéndose cómplice del colapso del sistema educativo panameño-, además de que no se solidariza con los 3 ó 4 profesores que hemos denunciado la situación.

 

Expresidenta Bachelet, ni uno solo de los profesores panameños que se autodenominan de izquierda han dicho una palabra al respecto, aunque varios de ellos se doctoraron en prestigiosos centros extranjeros, entre ellos, la Universidad de Nueva York  y la Universidad de Chile. Esos profesores saben que las universidades panameñas son una caricatura de lo que es una universidad, pero como son amigos del rector de la Universidad de Panamá, Gustavo García de Paredes –se le llama el Rector Eterno porque lleva quince años en el cargo, para lo cual se ha violado la ley-, se muestran sordos y ciegos ante las múltiples denuncias que se han hecho y apoyan implícitamente su reelección:

 

www.kaosenlared.net/noticia/retos-universidad-panama-siglo-xxi

 

A esos profesores los he agrupado en la expresión  ‘izquierda’ adocenada, dado que su comportamiento es la negación total de la propia esencia de la izquierda.

 

Expresidenta Bachelet, el escritor izquierdista español Antonio Muñoz Molina explica porqué rubricó la carta abierta ‘Por la libertad de los presos políticos cubanos’ http://firmasjamaylibertad.com/ozt/

 

Firmé esa carta porque estoy a favor de la legalidad democrática y de la universalidad de los derechos humanos, en Cuba o en Birmania. Estoy en contra de la dictadura de Castro no a pesar de que soy de izquierdas, sino porque lo soy; ser de izquierdas no me parece que sea alabar a un tirano”.

 

Canek Sánchez Guevara, hijo de la hija mayor de Ernesto ‘Che’ Guevara, expresó:

 

Todas mis críticas a Fidel Castro parten de su alejamiento de los ideales libertarios, de la traición cometida en contra del pueblo de Cuba y de la espantosa vigilancia establecida para preservar al Estado por encima de sus gentes”.

 

La senadora Isabel Allende respaldó la declaración de los diputados de su partido en que se le solicita al régimen militar cubano que libere a los presos políticos.

 

La senadora Isabel Allende declaró:  

 

Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión.

 

La senadora Allende y los diputados socialistas son consecuentes con lo expresado hace casi un siglo por Rosa Luxemburgo, que fue asesinada por luchar por el socialismo:

 

La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”.

 

La libertad es solamente libertad para los que piensan de otro modo. Y no precisamente a causa del fanatismo de la ‘justicia’, sino debido a que todo lo que hay de enriquecedor, de saludable y de purificador en la libertad política, depende de ello y su eficacia desaparece cuando la ‘libertad’ se convierte en un privilegio”.

 

Expresidenta Bachelet, el comportamiento de algunos que se definen como izquierdistas es la antítesis del pensamiento socialista emancipador, la ‘izquierda’ adocenada panameña es un buen ejemplo de ellos.

 

Expresidenta Bachelet, me duele la tiranía de los hermanos Castro como a usted le dolió la dictadura de Pinochet. Usted perdió a su padre debido a Pinochet, yo perdí a mi madre y a mi tía debido a los hermanos Castro. Que la muerte de nuestros familiares se haya producido de forma diferente, no disminuye un ápice el dolor que usted y yo sentimos. Ahora, además de ver cómo se continúa violando sistemáticamente los derechos del pueblo cubano y se destruye física y espiritualmente mi patria, tengo otro dolor adicional: no he podido conocer a mi nieta porque los hermanos Castro no me dejan entrar a mi patria, y a mi hijo no lo dejan salir de Cuba porque es médico. No existe dictadura buena, expresidenta Bachelet.

 

Me duele que personas que se definen como izquierdistas se confabulen con la peor tiranía que ha sufrido América. Expresidenta Bachelet, su comportamiento al respecto deja mucho que desear. Por ello le pido que me haga el favor de responderme: ¿a cuál izquierda usted pertenece,  expresidenta Bachelet?

 

Expresidenta Bachelet, recuerde que como dijo Marco Tulio Cicerón:

La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio

 

Nota: El que albergue alguna duda de que Panamá es una república bananera en toda la extensión de la palabra, le sugiero que lea este artículo del vicepresidente ejecutivo y gerente general de la Bolsa de Valores de Panamá, que fue publicado hace año y medio, el 13 de junio de 2012, en el diario La Prensa:

 

http://www.prensa.com/impreso/opinion/veinticinco-anos-no-son-nada-roberto-brenes-p/99946

 

Veinticinco años no son nada

Roberto Brenes P.

opinion@prensa.com

 

13/06/2012 - El 9 de junio se cumplieron 25 años de la fundación de la Cruzada Civilista Nacional, el gran movimiento ciudadano para el rescate de la democracia que actualmente tenemos. La Cruzada, ante la venalidad y la cobardía de la clase política en 1987, puso la cara y la calle para enfrentar la dictadura militar. Una dictadura que subió en 1968 y se entronizó por el fracaso de la clase política en sostener y profundizar un modelo democrático.

 

Ahora, 25 años después, advertimos que la democracia panameña está infectada de toda clase de corrupción y desmanes que nos alejan de los ideales civilistas de democracia, justicia y libertad. El sujeto central de la corrupción y el desgreño institucional es la clase política. ¿Será, entonces, que debemos los ciudadanos volver al rescate de la democracia?

 

Ricardo Martinelli no es un engendro de generación espontánea. Nuestro presidente es el último modelo, la versión 5.0 de la clase política criolla, corregida y aumentada. Mucho de lo que Martinelli hace y deshace no lo inventó él. La persecución tributaria de rivales se practica, al menos, desde el gobierno de Mireya Moscoso, la extorsión legislativa por la vía de las partidas circuitales es tan vieja como los circuitos, la corrupción legislativa se gana las palmas con el Cemis de Martín Torrijos, la interferencia política en la Corte la estrena Pérez Balladares, así como las adjudicaciones directas y la persecución al diario La Prensa la estrena el gobierno de Endara desde la posición del premier. ¿O no?

 

Nada de esto justifica a Martinelli. Más bien lo explica. Ricardito explota con más sagacidad, más rudeza y menos vergüenza todas las distorsiones del sistema “democrático” que las cuatro presidencias anteriores fueron acumulando, encima de las muchas fallas que dejó la dictadura y no se han corregido. Alguien recuerda cuantas veces todos nuestros presidentes prometieron derogar las “leyes mordaza” contra los medios? ¿Nos percatamos los ciudadanos de que con cada cambio de gobierno nos viene una reforma tributaria con muchas promesas de austeridad que jamás se cumplen y que siempre pagamos más para financiar una burocracia, creciente, frondosa, pedigüeña, politizada y depredadora de la riqueza nacional? ¿O es que acaso la clase política que con tanto esfuerzo llevamos al poder, pos Noriega, ha hecho algo serio y consistente para darle al panameño siquiera una educación y una salud decente?

 

A la democracia panameña no la asalta ni la abusa un individuo y su banda de turno (que parece ser siempre la misma); la abusa y la asalta un sistema; un oligopolio partidista, organizado para impedir nuevos competidores y protegido por una guardia pretoriana de magistrados y diputados que legislan para protegerse y lucrar mutuamente. El que crea que el problema desaparece en el año 2014, que espere sentado. Más bien, Martinelli el presidente constructor, ha ensanchado a cuatro vías el surco de la corrupción y el abuso y, honestamente, no veo a ningún aspirante político con algún chance de cambiar nada. ¿Cuántos políticos hablan de retomar la separación de poderes? ¿De adecentar las partidas circuitales? ¿De darle autonomía presupuestaria a los poderes del Estado? ¿O emprender una verdadera reforma de la justicia? Todos hablan y se quejan del estilo del Presidente, ¿pero de hablar claramente de resolver las cosas? No lo harán.

 

La Cruzada Civilista nace espontáneamente, encendida por las descaradas declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera. Pero la convicción de enfrentar a la dictadura ya se venía gestando entre los civilistas, por la creciente pérdida de las garantías personales, el deterioro institucional y, sobre todo, ante el deplorable espectáculo que, con rarísimas excepciones, daba la clase política tradicional; una parte muerta de miedo, otra entregada al régimen y otra, racionalizando las actuaciones del Gobierno con excusas de prosperidad económica, paz y seguridad; ¡igualito que ahora!

 

Recientemente, muchos civilistas hemos sido abordados por políticos para acompañarlos a crear, al menos, un grupo común de oposición. Pero, cuando fieles a nuestro instinto, pedimos que la agenda debe empezar por las reformas esenciales y urgentes al sistema democrático y de justicia... fin de la conversación. Nuestra clase política, probablemente, confía que dentro del juego democrático a las fuerzas civiles no les quede más que acatar las reglas. Pero si la ciudadanía no ataja a los políticos y se pasa justificando todo con la bonanza económica, vendrán las versiones 6.0, 7.0 y así, hasta que aparezca un alucinado, que por matar las pulgas envenene al perro.

 

¿Será que regresamos al mismo punto de hace 25 años? ¿Será que no basta con presionar o persuadir a la clase política? Tendremos los ciudadanos que hacernos sentir de otra manera o, quizá, deben los antiguos civilistas y los ciudadanos que aspiran un país mejor militar en la política. Mi entrañable amigo Aurelio Barría ha dejado entrever que podría dar ese salto. Ni la calle ni los empujones ni los insultos y ni siquiera las detenciones son extrañas.

 

¡Y si la cosa va por ahí, allí estaremos!

 

 

 

Correo enviado a la diputada recién electa por

el Partido Comunista de Chile

¿Por qué Camila Vallejo no ha protestado?

Manuel Castro Rodríguez

14 de diciembre de 2013

 

Lic. Camila Vallejo, ante todo la felicito por haber sido electa diputada en unas elecciones democráticas, que mañana concluyen en una segunda vuelta para la presidencia. También la felicito por ser madre, después de haberse graduado en la estatal Universidad de Chile, o sea, en una universidad pública, que se encuentra entre las mejores de América Latina.

 

Lic. Vallejo, en varias oportunidades he escrito en su blog, aunque algunos de mis comentarios han desaparecido. Como le dije, soy un izquierdista cubano que vive en Panamá; como usted ha demostrado un desconocimiento tan grande sobre lo que ocurre en mi patria, le di mi correo para demostrarle que es falso lo que usted ha expresado sobre Cuba, pero usted no me ha escrito.

 

Lic. Vallejo, usted se hizo famosa por organizar protestas de los universitarios chilenos para lograr mejoras significativas. Aplaudí esas protestas que convulsionaron Santiago de Chile, porque las considero justas y practico la solidaridad con las causas justas, independientemente del país que sea. Ese es el deber de un izquierdista, ¿o no?

 

Lic. Vallejo, me ha sorprendido su silencio sobre la represión sufrida este año por dos estudiantes universitarios cubanos en Santiago de Cuba. En enero, hace once meses, el estudiante de Medicina Reinaldo Ferrer Santos denunció acoso. Véalo, Lic. Vallejo, por favor:

Lic. Vallejo, en la primera semana de octubre, hace más de dos meses, fue expulsado del sistema de Educación Superior cubano el estudiante San Miguel Molina Cobas –según se reconoce en el vídeo era estudiante destacado académicamente de segundo año de Medicina. Véalo, Lic. Vallejo, por favor, para que también conozca cómo son los ‘linchamientos’ políticos en las universidades cubanas:

Lic. Vallejo, el estudiante San Miguel Molina Cobas fue expulsado del sistema de Educación Superior de Cuba, por haber declarado:

 

Estoy estudiando una carrera que no sé a dónde va, no tengo fe en lo que estoy haciendo (…) No sé cuál será mi futuro, no se si en algunos años seré ‘idóneo’ o ‘no idóneo’, como le llaman aquí a los desempleados” … el curso pasado “no tuvo nada de calidad. Lo que se impartió, más que una enseñanza médica, fue una enseñanza política”. Véalo, Lic. Vallejo, por favor:

Un ejemplo del daño que su ídolo Fidel Castro

le causa a la izquierda, expresidenta  Bachelet

27 de septiembre de 2013

 

Ampuero: renuncié a las JJCC en el socialismo, en La Habana, en 1976, después de conocerlo a fondo, tanto en su dimensión económica y social como cultural y de libertad individual”.

 

Roberto Ampuero relata su quiebre con el socialismo

http://diario.elmercurio.com/2013/09/27/economia_y_negocios/economia_y_negocios/noticias/129734c3-affe-4470-b9de-4c6e05566f11.htm

 

El escritor y ministro de Cultura fue ovacionado tras su presentación titulada “Creedence Clearwater Revival”:

Ampuero relata su quiebre con el socialismo

 

Prefiero comenzar mis modestas reflexiones con una confesión: me complica llegar a una conclusión inequívoca sobre la razón por la cual algunos países fallan o fracasan. Es como en el caso de las personas: me cuesta entender y, más aún explicar, por qué algunas personas fracasan y otras triunfan en la vida. Me temo que nos internamos en un área donde la mayoría de los análisis pueden incurrir en reduccionismos y esquematismos, puesto que pisamos arenas movedizas donde se confabulan historia, legados, memoria, circunstancias presentes forzosas y fortuitas, frustraciones y anhelos, individuales y colectivos. Siento que corro en pos de una fata morgana: dar con la ganzúa que descerraja la historia y nos conduce ante los principios que rigen su devenir y su alma.

 

Una segunda confesión: para acercarme al tema que nos convoca recurro, por lo tanto, a mi experiencia de vida, que se basa en medida considerable en el hecho de que nací y crecí durante veinte años en un país, el mío, el nuestro, que desapareció -en términos simbólicos- para siempre en 1973; y de que posteriormente viví varios años en una alianza de estados que sucumbió -literalmente- para siempre en 1989.

 

No es fácil haber pasado por esa experiencia: ese Chile que conocí y conocimos, para bien o para mal, ya no está. Tampoco resulta fácil constatar que parte importante de mi juventud transcurrió en un pacto político-mundial que feneció y en un estado que se hizo polvo.

 

Crecí oyendo las canciones de Creedence Clearwater Revival y de Quilapayún en mi adolescencia. Ella transcurrió, al igual que mi infancia, en el antiguo colegio alemán del Cerro Concepción, allá en el apacible Valparaíso de los años sesenta.

 

Influido por el período de efervescencia prerrevolucionaria del Chile de fines de los sesenta-comienzos de los setenta -efervescencia que estudiaron Marx en El Brumario de Luis Bonaparte y Vladimir Ilich Lenin en Estado y Revolución-, no pude seguir navegando con mi ingenuidad juvenil entre Creedence Clearwater Revival y Quilapayún. Para horror de mis padres, abuelos y amigos, ingresé entonces a las Juventudes Comunistas y opté solo por Quilapayún. Dejé de escuchar “Have you ever seen the rain?”, música por lo demás decadente e imperialista, y opté por canciones de estirpe revolucionaria latinoamericana, como La Batea o La Muralla.

 

Pero volviendo al título del libro que hoy nos congrega, hago la siguiente reflexión sobre nuestra falla o nuestro fracaso de entonces: porque ese período en que Chile pierde su capacidad de diálogo y de consenso es, a mi juicio, nuestro mayor fracaso conjunto en el siglo XX y, a la vez, contiene en sí mismo al menos una de las razones de por qué los países fallan o fracasan.

 

Chile entonces no era el peor país de la región, ni su situación, la más desesperada. Tampoco existía en este país una mayoría para realizar cambios profundos en favor de un sistema radicalmente diferente al que teníamos. Pero entonces palpitaba otro weltgeist y el norte lo constituía para muchos la construcción del socialismo. La Unión Soviética llevaba poco más de 50 años de existencia, la revolución fidelista tenía apenas once años, Vietnam guerreaba contra EE.UU., el Che Guevara acababa de morir en Bolivia. Pese a la sangrienta represión comunista en Berlín Este en 1953, en Hungría en 1956 y en Praga en 1968, el socialismo inspiraba de forma directa o indirecta a millones en todo el mundo.

 

Reconozco que yo creí a pie juntillas que el socialismo era la panacea para todos los males, y que generaba justicia, verdadera democracia, igualdad y prosperidad. De pronto esa meta radical adquirió, desde el poder político, un obsesivo sentido de urgencia y la solidez de un dogma irrefutable, desató resentimientos latentes o recién creados, azuzó odios, sembró intolerancia y despertó la peor parte de nosotros, los chilenos. Despertó algo que latía oculto y soterrado en nosotros, y posibilitó una división que no quiero volver a ver nunca más en mi país.

 

Creo que entonces en la izquierda no supimos valorar en su justo término al Chile modesto, pero promisorio y democrático que teníamos. Echamos a Chile por la borda. Lo hicimos con la pasión y la convicción de que debíamos construir una sociedad inspirada en modelos como Bulgaria, Cuba o Vietnam. Veo hoy allí, junto con nuestra incapacidad para reconocernos en nuestra continuidad histórica, nuestra diversidad e insuficiencias, una concepción esquemática y dogmática de la realidad.

 

La confrontación entre una minoría de izquierdas, que aspiraba a un Chile socialista, y una mayoría conformada por el centro y la derecha, opuestas a ello, condujo a la división. A la pérdida del diálogo, al desastre económico y al quiebre nacional y, finalmente, a la irrupción de la dictadura. Ustedes saben, fui adversario de ella y la denuncié públicamente desde el exilio, pero no voy a abordar ahora esa etapa que se inicia el 11 de septiembre de 1973.

 

A diferencia de la mayoría de mis compatriotas, me tocó vivir, desde 1974 a 1982, cuando crucé definitivamente el Muro de Berlín de regreso a Occidente, la realidad concreta y profunda de la utopía que perseguí en la adolescencia.

 

Me cociné en mis propias salsas: una con exótica sazón caribeña, la otra con contundentes aderezos alemanes (...).

 

Muchas cosas me impresionaron en la Cuba revolucionaria. Una de ellas fue recorrer, en julio de 1974, barrios enteros de bellas residencias, casonas, mansiones y notables edificios vacíos de habitantes. Me refiero a los repartos de Miramar, el Laguito y partes de El Vedado. Me impresionaron porque aquellas viviendas estaban vacías, “congeladas” se las llamaba entonces, en espera de nuevos inquilinos, que podían ser escolares becados, organizaciones sindicales, diplomáticos extranjeros o la nueva nomenclatura revolucionaria. Digamos que terminaron siendo en gran medida las nuevas residencias de esta última.

 

Esa imagen me conmovió de sobremanera, porque era poderosa y hablaba de una parte de ese país que, de la noche a la mañana, el nuevo poder político había considerado superflua, nociva, antinacional, una cantidad negociable con el poderoso vecino. Esa imagen de soledad y desamparo hablaba también de un traumático quiebre nacional y de la pérdida de diálogo y de la diversidad de una nación, de que alguien, en un momento determinado, había decidido arrojar por la borda a un sector constitutivo, poderoso y determinante de la historia nacional. Lo que uno sentía allí era el silencio, la desaparición de un relato de muchos seres humanos que, por las razones que fuesen, habían dejado de tener la legitimidad para seguir habitando la tierra donde habían nacido.

 

Algo parecido me ocurrió, años más tarde, en Berlín Este, en las zonas fronterizas de la ciudad y de la extinta RDA: allí habían sido incluso demolidas las viviendas cercanas a la frontera interalemana y se había instalado esa gruesa faja de muros, alambradas y campos minados. Todo aquello, la antigua arquitectura cancelada y la imposición de una cicatriz de concreto, sugerían algo más: del rechazo al diálogo y al debate, a la diversidad y a la apertura al mundo; del miedo a las influencias exógenas; de la necesidad de cerrar territorios para imponer una ideología y un sistema que no podía sobrevivir en libre competencia con el mundo exterior, que era el resto del planeta.

 

Quiero subrayar: me hice comunista en el conservador colegio alemán de Valparaíso, y renuncié a las JJCC en el socialismo, en La Habana, en 1976, después de conocerlo a fondo, tanto en su dimensión económica y social como cultural y de libertad individual. Mi conclusión entonces fue básica: ni pinochetismo ni socialismo para Chile. No hay dictaduras justificables. Basado en mi experiencia de piel, yo quería democracia sin apellidos, libertades individuales, respeto a los derechos humanos, un estado pequeño e indispensable, un proceso de correcciones y perfeccionamientos de acuerdo a mayorías y con garantías para las minorías.

 

Rompí entonces con la izquierda porque en el exilio chileno que habitaba en el socialismo real no pude seguir soportando una contradicción profunda e ineludible: la justa demanda para Chile en favor de elecciones libres, derechos humanos, libertad de expresión, pluripartidismo, libre desplazamiento, fin de la policía política y del exilio, por un lado, y la justificación de los regímenes totalitarios de izquierda, por otro. Pronto capté que todas esas demandas tan justas que planteábamos para construir un Chile democrático, ya sea en actos políticos en la isla o detrás del Muro, no podíamos repetirlas en las calles de La Habana o Berlín Oriental porque se volvían provocadoras y atentaban contra el Estado socialista y su partido único, le hacían el juego al imperialismo, e implicaban pasarse a las filas del enemigo. La democracia socialista, compañero, no es formal como la capitalista, y el enemigo fascista siempre está acechando.

 

Al final, la clave está en la libertad humana, en aceptar que no existe el determinismo de la historia, que todo puede ir en una u otra dirección, que las personas y las sociedades son imprevisibles, que lo que queda es destacar y posibilitar la responsabilidad y la libertad de individuos educados e ilustrados, profundizar de modo permanente la democracia, instalar la cultura del diálogo y el debate permanentes y fundamentados, soñar con una sociedad con mayor justicia y oportunidades, consciente de que somos parte de un mundo globalizado sin retorno en el cual desaparecieron los viejos modelos del socialismo estalinista, se reacomodan los modelos de corte socialdemócrata, y los liberales discuten sobre cuál ha de ser la dosis imprescindible de Estado para contribuir a corregir ciertos desniveles.

 

Vivimos en un mundo donde las recetas del pasado no sirven, donde el desafío y la oportunidad están en el conocimiento, la búsqueda de respuestas y la creatividad, donde los paradigmas siguen cayendo, donde “La joven guardia” se hizo vieja, donde hay que derribar los nuevos muros y buscar el diálogo y el debate democráticos, donde hay que tener conciencia plena de los incesantes vientos de cambio en lo político, lo social, lo científico y lo económico, donde hay que transmitir a los jóvenes los riesgos del dogmatismo, del estancamiento del conocimiento, donde no debemos olvidar que tanto la política del avestruz como la de considerarse el centro del mundo son nocivas y paralizantes, donde sigue siendo necesario que caiga esa gran lluvia liberadora de que hablaba Creedence Clearwater Revival para que todo florezca y se renueve.

 

“Creo que entonces en la izquierda no supimos valorar en su justo término al Chile modesto, pero promisorio y democrático, que teníamos. Echamos a Chile por la borda”.

 

“Me hice comunista en el conservador colegio alemán de Valparaíso, y renuncié a las JJCC en el socialismo, en La Habana, en 1976, después de conocerlo a fondo tanto en su dimensión económica y social, como cultural y de libertad individual”.

Diputado Teillier, ¿cuándo el Partido Comunista de Chile va a exigir una disculpa pública?

Manuel Castro Rodríguez

24 de septiembre de 2013

 

Diputado Teillier, cuando se conmemoran 40 años de la muerte del poeta comunista Pablo Neruda, es necesario que su partido reclame esa disculpa pública.

Diputado Teillier, como usted sabe, Fidel Castro no tolera el menor disenso, él impone su pensamiento único al mejor estilo estalinista. Un buen ejemplo de ello es el caso de Pablo Neruda. Aunque Neruda le había dedicado en 1960, el libro Canción de gesta, seis años después Fidel Castro procedió a fusilar la reputación del gran poeta chileno, de extensa militancia comunista. Esto ha sido típico en Fidel Castro, vea:

 

http://profesorcastro.jimdo.com/el-otro-pared%C3%B3n-el-asesinato-de-la-reputaci%C3%B3n-como-estrategia-del-castrismo/

 

Diputado Teillier, la Carta abierta a Pablo Neruda –al final la muestro completa, incluyendo a los firmantes- hecha por intelectuales cubanos jamás hubiese sido elaborada sin que Fidel Castro la hubiese ordenado. En esos años a ningún cubano que estuviese en sus cabales se le hubiese ocurrido realizar un ataque a un comunista de talla mundial. Por mucho menos, el régimen castrista encarcelaba, torturaba, asesinaba, o en el mejor de los casos, condenaba al ostracismo.

 

Además, diputado Teillier, ¿cómo la Carta abierta a Pablo Neruda logró la enorme difusión por todos los confines del mundo?

 

Diputado Teillier, por si le podía caber alguna duda, uno de los principales intelectuales orgánicos del castrismo, Roberto Fernández Retamar, lo reconoce: “Fue en esa atmósfera que la dirección de la revolución cubana estimó que la carta a Neruda, la razón de cuya existencia no fue el viaje de él a los Estados Unidos, podría ser un canal adecuado para la polémica, dado que a su altísimo rango como poeta, Neruda añadía su también alto rango político”.

 

Diputado Teillier, al referirse a los firmantes de dicha carta, Neruda, expresó: “(…) se erigían en profesores de las revoluciones, en dómines de las normas que deben regir a los escritores de izquierda, los que, con arrogancia, insolencia y halago, pretendían enmendar mi actividad poética, social y revolucionaria (…)” .

 

Diputado Teillier, ¿por qué Pablo Neruda nunca volvió a visitar la Cuba de Fidel Castro?

 

Diputado Teillier, ¿es cierto que el Partido Comunista chileno consideró que la Carta abierta a Pablo Neruda era el primer ataque de Fidel Castro contra la organización, por no acatar sus órdenes?

 

Diputado Teillier, el Partido Comunista chileno tiene el deber moral de exigirle a Fidel Castro una disculpa pública, por pretender asesinar la reputación de una de las figuras más emblemáticas de sus militantes.

 

Diputado Teillier, aunque es deber de todo demócrata el condenar la Carta abierta a Pablo Neruda, el Partido Comunista chileno sería el más beneficiado si Fidel Castro se disculpa públicamente por tal villanía. Eso es, diputado Teillier, si la organización política que usted dirige desea que se le crea que ya no es estalinista.

 

 

Carta abierta

de los intelectuales cubanos a Pablo Neruda

 

La Habana, 25 de julio de 1966

Año de la Solidaridad

 

Compañero Pablo:

 

Creemos deber nuestro darte a conocer la inquietud que ha causado en Cuba el uso que nuestros enemigos han hecho de recientes actividades tuyas. Insistiremos también en determinados aspectos de la política norteamericana que debemos combatir, para lo cual necesitamos contar con tu colaboración de gran poeta y revolucionario.

 

|No se nos ocurriría censurar mecánicamente tu participación en el Congreso del Pen Club, del que podían derivarse conclusiones positivas; ni siquiera tu visita a los Estados Unidos, porque también de esa visita podían derivarse resultados positivos para muestras causas. Pero ¿ha sido así? Antes de responder, convendría interrogarse sobre las razones que pueden haber movido a los Estados Unidos, tras veinte años de rechazo, a concederte visa. Algunos afirman que ello se debe a que se ha iniciado el fin de la llamada «Guerra fría». Sin embargo, ¿en qué otro momento de estos años, desde la guerra de Corea, un país socialista ha estado recibiendo la agresión física sistemática que padece hoy Viet Nam? Los últimos golpes de Estado organizados con participación norteamericana en Indonesia. Ghana, Nigeria, Brasil, Argentina, ¿son la prueba de que hemos entrado en un período de armoniosa convivencia en el planeta? Nadie con decoro puede sostener este criterio. Si a pesar de esa situación los Estados Unidos otorgan ahora visas a determinados izquierdistas, ello tiene, pues, otras explicaciones: en unos casos, porque tales izquierdistas han dejado de serlo, y se han convertido, por el contrario, en diligentes colaboradores de la política norteamericana; en otros, en que sí se trata de hombres de izquierda (como es el caso tuyo, y el de algunos participantes más del congreso), porque los Estados Unidos esperan obtener beneficios de su presencia: por ejemplo, hacer creer, con ella. que la tensión ha aflojado; hacer olvidar los crímenes que perpetran en los tres continentes subdesarrollados (y los que están planeando cometer, como en Cuba) ; y sobre todo, neutralizar la oposición creciente a su política entre estudiantes e intelectuales no sólo latinoamericanos, sino de su propio país. Jean Paul Sartre rechazó, hace algún tiempo, una invitación a visitar los Estados Unidos, para impedir ser utilizado, y dar además una forma concreta a su repudio a la agresión norteamericana a Viet Nam. Aunque sabemos de tus declaraciones políticamente justas y de otras actividades positivas tuyas, existen razones para creer, Pablo, que eso es lo que ha querido hacerse, y se ha hecho, con tu reciente visita a Estados Unidos: utilizarla en favor de su política.

 

En ese órgano de propaganda imperialista que es Life en Español (título que es toda una definición: un verdadero programa), su colaborador Carlos Fuentes, cuya firma nos ha sorprendido allí, reseña el congreso a que asististe, bajo el título: «EL PEN: entierro de la guerra fría en literatura» (Agosto 1, 1966). Una de las figuras más destacadas de ese supuesto entierro, se dice, eres tú. De paso, nos enteramos también, gracias a ese artículo, de que la mesa redonda del grupo latinoamericano fue presidida por Emir Rodríguez Monegal, a quien Fuentes llama impertérrito «U Thant de la literatura hispanoamericana» y a quien con igual chatura metafórica, pero con más precisión, cabría llamar «Quisling de la literatura hispanoamericana». Como sabes, a Rodríguez Monegal le ha encomendado dirigir su nueva revista en español (después de fallecido Cuadernos) el Congreso por la libertad de la cultura, organismo financiado por la CIA, según informó el propio New York Times (edición internacional, 28 de abril de 1966).

 

Es inaceptable que entonemos loas a una supuesta coexistencia pacífica y hablemos del fin de la guerra fría en cualquier campo, en el mismo momento en que tropas norteamericanas, que acaban de agredir al Congo y a Santo Domingo, atacan salvajemente a Viet Nam y se preparan para hacerlo de nuevo en Cuba (directamente a través de sus cipayos latinoamericanos). Para nosotros, los latinoamericanos; para nosotros, los hombres del tercer mundo, el camino hacia la verdadera coexistencia y la verdadera liquidación de la guerra (fría y caliente), pasa por las luchas de liberación nacional, pasa por las guerrillas, no por la imposible conciliación. Como la condición primera para coexistir es existir, la única coexistencia pacífica en la que podemos creer es la integral, de que habló en El Cairo el presidente Dorticós: la que garantizara no sólo que no cayeran bombas en New York y Moscú, sino tampoco en Hanoi ni en La Habana; la que permitiera la absoluta liberación de todos nuestros pueblos, los más pobres y numerosos de la tierra. «Aspiramos», como ha dicho Fidel, «a un mundo donde la igualdad de derechos prevalezca lo mismo para los grandes que para los pequeños». No somos demócratas cristianos, no somos reformistas, no somos avestruces. Somos revolucionarios. Creemos, con la Segunda Declaración de La Habana, que «el deber de un revolucionario es hacer la revolución», y que cumpliendo ese deber, y sólo así, nos será dable existir -y coexistir-, dar fin a todas las guerras.

 

No hasta con denunciar verbalmente las agresiones más obvias: no basta con deplorar, por ejemplo, la criminal guerra de Viet Nam: ésta es sólo una forma, particularmente horrible, de la política yanqui. Otros pasos, previos, la han hecho posible. Hay que negarse también a respaldar esos pasos; y llegado el caso, apoyar a quienes, frente a la violencia opresora, desencadenan la violencia revolucionaria.

 

La prueba de que los imperialistas norteamericanos entienden que tu viaje les ha sido ampliamente favorable, es el júbilo manifestado en torno a la visita por voceros norteamericanos como Life en Español y La Voz de los Estados Unidos de América. Si ellos sospecharan que tú habías servido con tu visita a la causa de los pueblos, ¿se hubieran regocijado igualmente? Por eso nos preocupa que hayan podido utilizarla de este modo. Que algunos calculadores se presten a ese papel, mediante prebendas directas o indirectas, es entristecedor, pero nada más. Pero que tú, grande de veras en la profunda y original tarea literaria, y grande en la postura política; que un hombre insospechable de cortejar tales prebendas, pueda ser utilizado para esos fines, lo creemos más que entristecedor: lo creemos grave, y consideramos nuestro deber de compañeros el señalártelo.

 

Pero si tu visita a los Estados Unidos fue utilizada en ese sentido, aunque cabría haber obtenido con ella otros resultados, ¿qué interpretación positiva puede dársele a tu aceptación de una condecoración impuesta por el gobierno peruano, y tu cordial almuerzo con el presidente Belaúnde?

 

¿Qué habrías pensado tú, Pablo, del escritor de nuestra América, de la figura política de nuestra América, que se hubiera prestado a que Gabriel González Videla lo condecorara, y que departiera cordialmente con él, mientras tú estabas en el exilio? ¿Hubieras creído que ello fortalecía los nexos entre Chile y el país de ese escritor? ¿Le hubieras concedido a Gabriel González Videla el honor de representar a Chile, mientras tú, por ser auténtico representante de tu pueblo, estabas desterrado? Por eso no te costará trabajo imaginar lo qué en estos momentos piensan y sienten no sólo los desterrados, sino los guerrilleros que, en las montañas del Perú, luchan valientemente por la liberación de su país; los numerosos presos políticos que, por pensar como aquéllos, yacen en cárceles peruanas -algunos, como Héctor Béjar, muriendo lentamente; los que viven bajo la amenaza de la pena de muerte impuesta en su tierra a los que auxilien a los nuevos libertadores; los seguidores de Javier Heraud, Luis de la Puente, Guillermo Lobatón, cuya sangre se ha sumado a la de los mártires que tú cantaste en grandiosos poemas. ¿Aceptarán ellos que el gobierno de Belaúnde, al imponerte la medalla (a sugerencia de la organización que sea), ha podido hacerlo a nombre del Perú? No son esos gobernantes, con quienes almorzaste amigablemente, sino ellos, quienes ostentan la verdadera representación de Perú. Así como a Chile la representan los mineros asesinados, Recabarren, el Neruda que en el destierro nos dio el admirable Canto General, los grandes líderes populares de ese gran pueblo tuyo y no González Videla y Frei. Este último ha sido escogido por los yanquis como cabeza del reformismo (hasta le dejan mantener relaciones con la URSS), del mismo modo que los gorilas del Brasil, y últimamente de Argentina son cabeza del militarismo: pero unos y otros, con distintos métodos, tienen un mismo fin: frenar o aplastar la lucha de liberación. No son Perú y Chile quienes fortalecen sus vínculos gracias a esos actos tuyos, sino Belaúnde y Frei: el imperialismo yanqui.

 

Porque es evidente, Pablo, que quienes se benefician con estas últimas actividades tuyas, no son los revolucionarios latinoamericanos; ni tampoco los negros norteamericanos, por ejemplo: sino quienes propugnan la más singular coexistencia, a espaldas de las masas de desposeídos, a espaldas de los luchadores. Es una coexistencia que se reserva para la pequeña burguesía reformista, los que quieren marxismo sin revolución, y los intelectuales y escritores latinoamericanos, negados hasta ahora, humillados, desconocidos y estafados. Los imperialistas han ideado una nueva manera de comprar esa materia prima de nuestro continente que es el intelectual. Transportada espléndidamente a los Estados Unidos, es devuelta a nuestros pueblos en forma de «intelectual-que-cree-en-la-revolución hecha-con-la-buena-voluntad y-el-estímulo-del-State Departrnent». La situación real de su país no ha cambiado: lo que ha cambiado es la ubicación del intelectual en la sociedad, o más bien su ubicación con respecto a la metrópoli.

 

Existe en América Latina un estado de violencia permanente que se manifiesta en constantes gorilazos, el más reciente de los cuales es el de Argentina, represión en Guatemala y Perú, carnicería sistemática en Colombia, masacre de manifestaciones obreras en Chile, «suicidios» de dirigentes guerrilleros en Venezuela, intervención armada en Santo Domingo, constante estado de amenaza a Cuba.

 

El intelectual latinoamericano regresa a su tierra y declara engolando la voz: «Ha comenzado la etapa de la coexistencia» ... i No! Lo que ha comenzado es la etapa de la violencia, social y literaria, entre los pueblos y el imperio.

 

El pueblo sigue hambriento, asfixiado, aspirando a una igualdad social, a una educación, a un bienestar material y a una dignidad que no le dará ninguna declaración en Life. Se puede ir a Nueva York, desde luego, a Washington si es necesario, pero a luchar, a plantear las cosas en nuestros propios términos, porque ésta es nuestra hora y no podemos de ninguna manera renunciar a ella; no hablamos en nombre de un país ni de un círculo literario, hablamos en nombre de todos los pueblos de nuestra América, de todos los pueblos hambreados y humillados del mundo, en nombre de las dos terceras partes de la humanidad. La «nueya izquierda» la «coexistencia literaria» -términos que inventan ahora los imperialistas y reformistas para sus propios intereses, como antes inventaron elde guerra fría para sus campañas de guerra no declarada contra las fuerzas del progreso- son nuevos instrumentos de dominación de nuestros pueblos.

 

De la misma manera que la Alianza para el Progreso no es más que el intento de neutralizar la revolución latinoamericana, la «nueva política cultural» de Estados Unidos hacia América Latina no es mas que una forma de neutralizar a nuestros estudiantes, profesionales, escritores y artistas en nuestras luchas de liberación. Robert Kennedy lo admitió claramente en su discurso televisado el 12 de mayo pasado: «Se aproxima una revolución (en América Latina)... Se trata de una revolución que vendrá, querámoslo o no. Podemos afectar su carácter, pero no podemos alterar su condición de inevitable». ¿Qué lugar van a tomar nuestros estudiantes, profesionales, escritores y artistas en esa revolución cuya inevitabilidad subraya incluso el propio Kennedy? ¿El lugar de freno, de retaguardia acobardada y sumisa? ¿Está eso en la línea de Martí y Mariátegui, Mella y Ponce, Vallejo y Neruda? Kennedy propone, como primer «contraveneno» a esa revolución, a la revolución real y revolucionaria –y citamos textualmente–: «El intercambio de intelectuales y estudiantes entre los Estados Unidos y América Latina».

 

Es un evidente programa de castración, que ha comenzado ya a realizarse. Pero ese «veneno» nuestro, esa violencia, es una violencia sagrada: tiene una justificación de siglos, la reclaman millones de muertos, de condenados y de desesperados, la amparan la furia y la esperanza de tres continentes; han sabido encarnarla entre nosotros Tupac Amaru y Toussaint Louverture, Bolívar y San Martín, O'Higgins y Sucre, Juárez y Maceo, Zapata y Sandino, Fidel Castro y Che Guevara, Camilo Torres y Fabricio Ojeda, Turcios y los numerosos guerrilleros esparcidos por América cuyos nombres aún no conocemos.

 

Queremos la revolución total: la que dé el poder al pueblo; la que modifique la estructura económica de nuestros países; la que los haga políticamente soberanos, la que signifique instrucción, alimento y justicia para todos; la que restaure nuestro orgullo de indios, negros y mestizos; la que se exprese en una cultura antiacadémica y perpétuamente inquieta: para realizar esa revolución total, contamos con nuestros mejores hombres de pensamiento y creación, desde México en el norte hasta Chile y Argentina en el sur.

 

Después de la Revolución cubana, los Estados Unidos comprenden que no se enfrentan a un continente de «latinos» ni de infrahombres: que se enfrentan a un continente que reclama su lugar con violencia y para ahora, como sus propios negros, los negros norteamericanos. Después de la Revolución cubana, los Estados Unidos, de la misma manera que «descubrieron» que a nuestro continente le hacía falta la reforma agraria, «descubrieron» también que teníamos una literatura de verdad. El último paso a ese descubrimiento lo han dado al proponer comprar (o al menos, neutralizar) a nuestros intelectuales, para que nuestros pueblos se queden, una vez más, sin voz. Y ya eso no se trata de servirse de personajes desacreditados, como Arciniegas y compañía. Quemaron a los liberales-conservadores, a los reaccionarios, a los agentes de la primera hornada. Ahora tienen que hablar en términos de «izquierda» con hombres de «izquierda», porque si no fuera así no serían escuchados más que por los peores círculos reaccionarios. Están a la búsqueda de quienes, pretendiendo hablar a nombre nuestro, presenten la revolución y la violencia como cosa de mal gusto. Y encuentran, pagando su precio, a esos sensatos, a esos colaboracionistas, a esos traidores.

Nuestra misión, Pablo, no puede ser, de ninguna manera, prestarnos a hacerles el juego, sino desenmascararlos y atacarlos.

 

Tenemos que declarar en todo el continente un estado de alerta: alerta contra la nueva penetración imperialista en el campo de la cultura, contra los planes «Camelot», contra las becas que convierten a nuestros estudiantes en asalariados o simples agentes del imperialismo, contra ciertas tenebrosas «ayudas» a nuestras universidades, contra los ropajes que asuma el Congreso por la libertad de la cultura, contra revistas pagadas por la CIA, contra 134 la conversión de nuestros escritores en simios de salón y comparsas de coloquios yanquis, contra las traducciones que, si pueden garantizar un lugar en los catálogos de las grandes editoriales, no puedan garantizar un lugar en la historia de nuestros pueblos ni en la historia de la humanidad.

 

Algunos de nosotros compartimos contigo los años hermosos y ásperos de España, otros, aprendimos en tus páginas cómo la mejor poesía puede servir a las mejores causas. Todos admiramos tu obra grande, orgullo de nuestra América. Necesitamos saberte inequívocamente a nuestro lado en esta larga batalla que no concluirá sino con la liberación definitiva, con lo que nuestro Che Guevara llamó «la victoria siempre». Fraternalmente;

 

Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Marinello, Félix Pita Rodríguez, Roberto Fernández Retamar, Lisandro Otero, Edmundo Desnoes, Ambrosio Fornet, José Antonio Portuondo, Alfredo Guevara, Onelio Jorge Cardoso, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Samuel Feijoo, Pablo Armando Fernández, Heberto Padilla, Fayad Jamis, Jaime Sarusky, José Soler Puig, Dora Alonso, Regino Pedroso, José Zacarías Tallet, Ángel Augier, Carlos Felipe, Abelardo Estorino, José Triana, Mirta Aguirre, Miguel Barnet, Jesús Díaz, Nicolás Dorr, César Leante, Antón Arrufat, Graziella Pogolotti, Rine Leal, José R. Brene, José Rodríguez Feo, Humberto Arenal, Salvador Bueno, Roberto Branly, Luis Suardíaz, César López, Raúl Aparicio, Euclides Vázquez Candela, Luis Marré, Ezequiel Vieta, Rafael Suárez Solís, Loló de la Torriente, Gumersindo Martínez Amengual, Aldo Menéndez, David Fernández, Manuel Díaz Martínez, Armando Álvarez Bravo, Renée Méndez Capote, Jesús Abascal, Gustavo Eguren, Víctor Agostini, Jesús Orta (Naborí), Francisco de Oraá, Noel Navarro, Oscar Hurtado, José Lorenzo Fuentes, Reynaldo González, Joaquín Santana, José Manuel Otero, Rafael Alcides Pérez, Alcides Iznaga, Mariano Rodríguez Herrera.

 

 

Le respondo al diputado Guillermo Teillier

Manuel Castro Rodríguez

13 de agosto de 2013

 

Usted acusa a Rosa María Payá de que “se mete en la política nacional”.

 

http://www.pcchile.cl/?p=7831&utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter

 

Diputado Guillermo Teillier, durante muchos años usted se ha metido en la política nacional de Cuba, apoyando la violación a los derechos humanos del pueblo cubano.

 

Además, como bien declaró la senadora Isabel Allende, que ha demostrado ser una demócrata:

 

Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión”.

 

Diputado Guillermo Teillier, por lo que se expresa en esa noticia

  http://www.pcchile.cl/?p=7831&utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter

 

usted demuestra estar muy desinformado de lo que ocurre en mi patria. Por favor, diputado Guillermo Teillier, lea lo siguiente y dígame su opinión:

 

http://profesorcastro.jimdo.com/oswaldo-pay%C3%A1/

 

http://profesorcastro.jimdo.com/reforma-migratoria/

 

Espero por su respuesta, diputado Guillermo Teillier.

 

Respetuosamente,

 

Manuel Castro Rodríguez.

Izquierdista cubano exilado en Panamá.

Identificación panameña: E-8-91740. Usted no sabe cuánto siento no poderle dar una identificación cubana, pero ese es uno de los derechos que perdemos los cubanos que vivimos fuera de nuestra patria.

Los crímenes transnacionales del castrismo

Pedro Corzo

6 de febrero de 2013

 

Es importante destacar que la violencia que Fidel Castro y en consecuencia su hermanos Raúl, patrocinó por décadas, nunca reparó que los gobiernos que aspiraban derrocar hubieran sido elegidos democráticamente, o fueran dictaduras.

 

Los intereses políticos-económicos de ciertos sectores y la memoria selectiva de otros, han favorecido que la subversión y el terrorismo que la dictadura cubana auspició por años en todo el hemisferio haya ido perdiendo relieve en las relaciones internacionales, sin embargo la visita de Raúl Castro a Chile, permitió evocar los tiempos en los que el castrismo quiso imponerse en el continente a sangre y fuego, y para lograrlo, respaldó con todos los recursos a su alcance, a grupos que practicaban la violencia mas indiscriminada.


Una de estas organizaciones fue el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, cuyos dirigentes fueron entrenados militarmente en Cuba, y que posteriormente se sumaron al Frente Sandinista para luchar contra la dictadura de los Somoza, partiendo un tiempo después para el país austral, donde realizaron numerosos actos de violencia durante y después de la dictadura de Pinochet.


El castrismo consecuente con su proyecto desestabilizador, incrementó su apoyo al grupo insurgente enviando de manera clandestina a Chile, armas de fabricación norteamericana ocupadas en Viet Nam.


En 1986, por la localidad costera de Carrizal, las autoridades chilenas ocuparon aproximadamente 50 toneladas de armas, entre las que había 3500 fusiles M16 y tres toneladas de explosivos plásticos.


Otro de los trágicos resultados que propiciaron las armas y explosivos enviados por Fidel y Raúl Castro fue la muerte del senador chileno Jaime Guzmán, profesor, abogado constitucionalista y colaborador de la dictadura de Augusto Pinochet, asesinado por el FPMR.


Hasta hace muy poco tiempo un número importante de personas ignoraban que el castrismo había estado involucrado en este crimen. También se desconocía que la mayoría de los que participaron directamente en el asesinato estaban refugiados en la isla y que uno de estos, Juan Gutiérrez Fitchman, se había casado con Mariela Castro, una hija de Raúl, el dictador designado.


Gutiérrez fue el responsable nacional militar del FPMR y autor intelectual y logístico de varias operaciones, como la muerte de Guzmán. “El Chele”, como apodan a Gutiérrez, recibió entrenamiento guerrillero en Cuba y según Patricio Melero, presidente de la Unión Democrática Independiente “El nieto de Raúl Castro es hijo del autor intelectual del crimen de Jaime Guzmán”.

 

Se ignoraba que otros individuos que participaron en el atentado, Raúl Escobar Poblete, Marcela Mardones, y Alexis Soto, alias el ‘Rambo’, se encontraban bajo la protección del gobierno de los hermanos cubanos, y que las autoridades chilenas habían reclamado al menos a uno de estos individuos a las autoridades de la isla, recibiendo el silencio por respuesta, lo que determinó que el presidente chileno Sebastian Piñera, abordara el tema con el gobernante cubano durante su estancia en Santiago.

 

Sin dudas que los sempiternos defensores de la dictadura de los hermanos Castro aducirán que Guzmán era una importante personalidad política del gobierno militar y que eso era motivo más que suficiente para el atentado que cobró su vida, obviando convenientemente que el senador fue asesinado después que el país había retornado a la democracia y ejercía constitucionalmente la presidencia Patricio Alwyn.


Bajo el gobierno de Alwyn, primer mandatario chileno electo desde el derrocamiento y muerte de Salvador Allende, se constituyó la Comisión de la Verdad y Reconciliación, responsable de investigar las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura de Pinochet, por lo que era de esperar que las personas involucradas en tales actos fueran procesadas, por lo que si Guzmán tenía alguna responsabilidad, sin duda alguna hubiera sido sometido a un proceso judicial.


Es importante destacar que la violencia que Fidel Castro y en consecuencia su hermano Raúl, patrocinó por décadas, nunca reparó que los gobiernos que aspiraban derrocar hubieran sido elegidos democráticamente, o fueran dictaduras, su propósito era situar a sus aliados al frente de cada país de América Latina para imponer el totalitarismo en cada punto del continente.


El asesinato del senador Guzmán no fue el único auspiciado por Cuba contra un gobierno democrático, como tampoco desembarcos de armas como el de Carrizales estaban exclusivamente orientados a derrocar las dictaduras.


Venezuela, la hoy aliada del castrismo, fue objeto, a pesar de la democracia vigente en ese país, de múltiples agresiones de la dictadura cubana.


Por la playa de Tucacas el general cubano Arnaldo Ochoa desembarcó con armas y hombres. Por Machurucuto hizo otro tanto el general Ulises Rosales del Toro y fue en La Habana en declaraciones al periódico Granma donde Elías Manuit Camero, jefe de la Comandancia FLN-FALN, admitió ser responsable del asesinato del doctor Julio Irarren Borges, hermano del canciller venezolano.

 

También en Venezuela, 1963, las FALN, estrechos aliados del castrismo, cometieron el horrendo crimen del Tren del Encanto, un acto terrorista que fue repudiado hasta por los partidarios de los insurgentes.

Los guerrilleros de la discordia entre Chile y Cuba

Constanza Hola Chamy

BBC Mundo

1 de febrero de 2013

 

Para los ojos de cualquier mortal, era una familia en vacaciones de fin de año. Para los de la Interpol, se trataba de un movimiento sospechoso.

 

La salida de Chile en diciembre pasado de un joven padre y su bebé desató la alerta del personal fronterizo. No era un joven cualquiera, sino el hijo de una de las principales prófugas de la justicia chilena, Marcela Mardones Rojas.

 

Mardones, alias Ximena, y su pareja Raúl Escobar Poblete -alias comandante Emilio- son buscados desde hace 20 años en relación con el asesinato del senador de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Jaime Guzmán, en 1991.

 

Se pensaba que el joven hijo de Ximena iba a reunirse con ella en Argentina, para presentarle a su primer nieto. Pero ése no era el destino final de los viajeros, sino Cuba.

 

Hasta ahora había sólo sospechas del paradero de los prófugos. Pero tras el curioso viaje, que incluyó una travesía terrestre hasta la provincia central de Mendoza, otra parada en Buenos Aires y un vuelo a La Habana, las autoridades chilenas creen haber encontrado el eslabón perdido que conecta el sonado caso con la isla caribeña.

 

Y fue el propio presidente chileno, Sebastián Piñera, quien aprovechó la visita de Raúl Castro a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea (Celac) realizada en Santiago hace poco para plantearle el tema.

 

Lo hizo en una reunión bilateral, a puertas cerradas. Es decir, como asunto de Estado.

 

Asunto de Estado

 

Los dos prófugos formaron parte del Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR), un grupo armado de la izquierda radical chilena que operó en las décadas 80 y 90, el mismo que ejecutó el atentado a Augusto Pinochet en 1986.

 

Escobar es requerido como uno de los dos autores materiales de los disparos que terminaron con la vida del senador y su pareja, por colaborar en el crimen como punto logístico de apoyo.

 

Ambos cuentan con una orden de captura internacional, pero nunca pudieron ser encontrados.

 

Sin embargo, la pista a partir del viaje del hijo de Mardones reactivó las órdenes de captura para que pudiera actuar Interpol, según le confirmó a BBC Mundo el juez de la causa, Mario Carroza.

 

Y esto no fue lo único que reactivó.

 

Aprovechando la visita de los principales mandatarios de Europa y Latinoamérica a la Celac, la UDI hizo una jugada estratégica.

 

Sin escatimar en gastos, publicó insertos en los diarios acusando a los gobiernos de Fidel y Raúl Castro de amparar y proteger a los exguerrilleros y convocó a la entrega de una carta con los antecedentes en la Embajada de Cuba, la cual no les abrió las puertas. Pero salió en todos los medios de comunicación.

 

Con Piñera en persona entregándole los antecedentes a Castro, por primera vez Chile le pedía a Cuba oficialmente cooperar con la causa. Por primera vez el asunto pasaba de judicial a de Estado.

 

BBC Mundo intentó contactar al gobierno cubano para conocer su versión, sin embargo no obtuvo respuesta.

 

Cuba, ¿paraíso de guerrilleros jubilados?

 

Escobar y Mardones no son los primeros en ser ligados a Cuba.

 

En agosto de 2010 Alexis Soto Pastrián (alias “El Rambo”) se presentó en el consulado chileno en la isla para solicitar la renovación de documentos de identidad.

 

Soto, sobre quien también pesa una orden de captura internacional, supuestamente proveyó el auto en el que escaparon los autores del asesinato al senador. Ante los antecedentes del caso, el juez Carroza elevó una solicitud de extradición.

 

“A varios de los frentistas (guerrilleros) se les ha visto y acreditado su presencia en Cuba”, asegura Patricio Melero, diputado y presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido del cual Guzmán fue fundador y militante.

 

Según el diputado, el otro acusado de apretar el gatillo habría llegado a participado como “orador” en una reunión de aniversario de la Escuela Internacional de Deportes y Educación Física, en febrero de 2002.

 

Se trata de Ricardo Palma Salamanca, uno de los guerrilleros que se fugaron en forma espectacular de una cárcel de alta seguridad en 1996, utilizando un helicóptero y con ayuda de sus compañeros del FPMR. Desde entonces se le perdió la pista.

 

Sin embargo, los requerimientos de la justicia o la diplomacia chilena parecían no haber llegado a oídos de sus pares cubanos. Hasta ahora.

 

Todo queda en familia

 

Sin embargo, hay un detalle que hace a los distintos actores en Chile desconfiar de la colaboración de la isla. Y ese detalle tiene nombre: Juan Gutiérrez Fischmann.

 

Gutiérrez fue el encargado nacional militar del FPMR y autor intelectual y logístico de varias operaciones, como la muerte de Guzmán y la fuga en helicóptero. “El Chele”, como lo apodan, no sólo se entrenó y vivió gran parte de su vida en Cuba. También se casó con la hija de Raúl Castro.

 

Si bien ya estaban divorciados cuando se unió a las operaciones del Frente, Gutiérrez integró por varios años el círculo de confianza del actual presidente de Cuba. “El nieto de Raúl Castro es hijo del autor intelectual del crimen de Jaime Guzmán”, le dijo Melero a la BBC.

 

Y a pesar de que Cuba ha negado que Gutiérrez esté en la isla, la hipótesis en Chile es que aun se encuentra allá.

 

Los pasos a seguir

 

Por ahora, el gobierno chileno espera una respuesta concreta a dos peticiones.

 

“Se le solicitó a él y al régimen cubano, que colaboren con los tribunales chilenos, den curso a las órdenes de captura de Interpol y procedan con la extradición de Soto Pastrián”, le aseguró Melero a BBC Mundo.

 

Y si bien las vacaciones del hijo de Mardones ya finalizaron, es bastante probable que se le pidan explicaciones respecto del viaje.

 

“Yo no he tomado contacto con ellos ni nada parecido. No me han presentado ninguna petición para interrogarlos”, le aclara Carroza a la BBC, quien se encuentra esperando el informe de Investigaciones –la policía civil chilena- para evaluar la posibilidad de citarlos a declarar.

 

“Si hay cosas que deban aclararse, me preocuparé de citarlos y que las expliquen”, asegura el juez.

 

JAIME GUZMÁN: EL SENADOR DE LA DISCORDIA

 

El senador Guzmán fue asesinado a tiros a la salida de la universidad donde hacía clases, el 1 de abril de 1991, apenas un año después de la recuperación de la democracia, tras 17 años del gobierno de facto de Augusto Pinochet.

 

Guzmán fue un activo colaborador administrativo del gobierno de Pinochet e ideólogo de la constitución de 1980, que aún rige el país.

 

Además, fue el fundador y militante de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido de la derecha chilena.

Desde Chile, el autor analiza

la asistencia a la cumbre

del asesino en serie Raúl Castro

 

¿Fue la cumbre CELAC-UE un éxito para Cuba?

Miguel Cabrera Peña

30 de enero de 2013

 

Tal vez no sea ocioso dedicar un puñado de párrafos a lo que algunos —incluido un periódico de Miami que se valió de un reporte de AFP— denominan éxito de Cuba en la Cumbre CELAC-Unión Europea.

 

Como es público, en las habituales hipocresías de las instancias presidenciales y sus cancillerías no acaban las resonancias de la diplomacia. Hay otros espacios, organizaciones sociales, coyunturas, expectativas y sectores de opinión que inciden en “lo diplomático” y su imagen. Aquí hablaremos desde Chile, donde se efectuó la Cumbre el 27 y 28 de enero.

 

Por otro lado, no hay que exagerar los elogios que obtiene el país que asume el cargo máximo en una entidad. En este caso el anfitrión de la Cumbre, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, fue quien más alabó el nuevo mandato, pero él ha sido uno de los críticos constantes de La Habana. Y como prosecución de tal actitud no solo auspició todo un acápite de la Declaración Final a la democracia y los derechos humanos, sino que al entregarle el mandato se lo reiteró a Raúl Castro.

 

Tampoco se puede olvidar que por ser Hugo Chávez uno de los padres putativos de la CELAC, y por la necesidad de equilibrio en su momento, Cuba es hoy presidenta de la organización. No cuestionaremos ahora cuál puede ser la utilidad máxima de una Cumbre cuyo contenido radicó en preparar un camino para incrementar las inversiones europeas, pero excluye a dos de los países más ricos del planeta: Estados Unidos y Canadá.

 

Esto para no aludir a otra exclusión, la de Paraguay, un coyuntural violador de la democracia con relación al golpe parlamentario contra Fernando Lugo, si se compara con el medio siglo de tales violaciones en la Isla.

 

Desde antes

 

Desde antes de que Raúl Castro arribara a Santiago, el partido de gobierno Unión Demócrata Independiente (UDI), estableció en el centro comunicacional de la futura Cumbre el amparo que el régimen de La Habana ofrece a un grupo de involucrados en el asesinato en 1991 de Jaime Guzmán, senador de derecha y fundador de la UDI, entre quienes se encuentra un exyerno de Raúl Castro.

 

Reclama la UDI no solo el asesinato de un civil y profesor universitario. Lo realmente grave fue que a este civil se le asesinó cuando ya imperaba la democracia en el territorio austral, es decir, Pinochet había perdido en 1988 el plebiscito que él mismo propuso y la guerra contra el comunismo que había predominado durante su régimen de 17 años —son palabras del mismo general— era parte del pasado. El presidente demócrata cristiano Patricio Aylwin manejaba a la sazón los destinos del país.

 

La demanda de la UDI, que busca la extradición de los presuntos asesinos, contrariaba el objetivo de La Moneda de lograr una Cumbre sin desavenencias ni sobresaltos, que se constituyera en un paso relevante al incremento de las inversiones de la Unión Europea en la zona, que ya alcanzan los 600.000 millones de dólares.

 

La insistencia indeclinable de la UDI, incluso contra los fines de su propia presencia en el gobierno, llegó a un punto en que se habló más de una vez en la prensa de abrir proceso judicial si Raúl Castro llegaba a Chile. El canciller Alfredo Moreno recordó entonces la inmunidad de los jefes de Estado.

 

¿Pudo el hermano del Castro mayor no asistir a la Cumbre? Por supuesto que sí, pero la importancia del cónclave para Cuba resultaba imprescindible, con un Chávez muy grave en La Habana y una Venezuela que puede cambiar y desaparecer así la enorme subvención de Caracas.

 

Algunas fisuras

 

Entre la oposición política chilena, con excepción imaginable de los tres diputados comunistas, el senador Alejandro Navarro y algún otro, reinaba y reina la convicción del derecho de la UDI a reclamar la extradición, aunque la discrepancia estribaba en el momento, o sea, si resultaba razonable en el espacio de la Cumbre.

 

A lo anterior se añadió la insistencia por diversos actores de la prohibición a Rosa María Payá de viajar a Chile para un curso universitario, caso muy sonado en el país austral, pero al respecto no fue la UDI, sino la democracia cristiana, con fuertes relaciones con Osvaldo Payá, cuya muerte se mantiene aún entre el asesinato político y el accidente de tránsito, la que encabezó las denuncias contra La Habana y su falta de libertades.

 

Hasta Guillermo Teillier, líder del Partido Comunista de Chile (PC), entidad cuya credibilidad desciende hasta niveles no medibles por su respaldo a lo que sucede en la Isla, llegó a admitir, ante la crítica cercana a la unanimidad y las preguntas incisivas de la prensa, que no estaba de acuerdo con la negativa contra Rosa María.

 

La crítica desatada en el contexto de la Cumbre fue tal que el más que comedido secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, dijo que La Habana no ha hecho caso a su Comisión de Derechos Humanos, y añadió que nadie ha levantado la voz en el tema.

 

Súmese que en el contexto de la Cumbre continuó ventilándose el polémico acuerdo electoral entre la DC y el PC chileno, donde el no reconocimiento de los derechos humanos en la Isla ocupa un sitio decisivo. De tal manera, líderes de la DC y en particular el senador y presidente del partido, Ignacio Walker, desnudaban con frecuencia y públicamente la situación doméstica isleña.

 

Ante las presiones de la UDI, Sebastián Piñera decide presentar la demanda en la entrevista que tendría en la Cumbre con Raúl Castro, lo cual destensaba vínculos con sus socios políticos que, no obstante, informarán la entrega a las delegaciones visitantes —60 en total— de un documento con las pruebas que señalan a la Isla como refugio de los presuntos asesinos de Guzmán.

 

Desde luego que el anuncio de Piñera sobre lo que haría en la entrevista ocupó las primeras planas de la prensa austral, y no podía ser de otro modo ya que muchos chilenos se sintieron representados y en cierto modo redimidos por lo que acaso sentían como intangibilidad de Raúl Castro.

 

Mientras todo este conjunto de situaciones se expandía hasta la crítica contra Raúl que lanzó Max Marambio en El Mercurio, el diputado y presidente de la UDI, Patricio Melero, extendió siempre sus declaraciones al tema primordial, y en este sentido dijo a DIARIO DE CUBA: “Si Raúl Castro pretende llegar a Chile para blanquear su imagen y tratar de plantearse como un demócrata ante la comunidad mundial, ésta tiene que solidarizar con la causa de los derechos humanos y la democracia en Cuba”.

 

Ciertamente, la alta política se comportó de forma diferente, pero en Chile y en otros muchos lugares se instaló la convicción de los derechos violados de los cubanos y la necesidad de un cambio.

 

En el mismo sentido de Melero dialogaron con este diario, en los días de la Cumbre, el senador demócrata cristiano Mariano Ruiz-Esquide, del temprano Grupo de los 13 contra el pinochetismo; el diputado y miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, Eduardo Antonio Cerda; el senador Patricio Walker; el diputado por Renovación Nacional José Manuel Edwards, cuya esposa es cubana, y su homóloga por el PRO argentino Cornelia Schmidt-Liermann, entre otros.

 

Esta última es impulsora del Grupo Parlamentario de Amistad con el Movimiento Democrático Cubano, que pretende plena “apertura política” y lograr el derecho a elecciones libres y democráticas, según lo establecido en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

 

En estos días, como nunca en democracia según nuestro conocimiento, se difundió de forma continua al régimen de La Habana como una dictadura prácticamente en todos los medios y por los más disímiles actores. Vale afirmar que este clima no se redujo a los círculos políticos, sino que fue mucho más allá. Los debates por las redes sociales se sucedían a diario.

 

Podríamos asegurar que a partir de esta reunión y la temperatura que se generó, La Habana tiene perdida de antemano cualquier batalla en la ONU sobre derechos humanos. Los avatares chilenos aludidos tuvieron el mérito de instalar una profunda certidumbre al respecto.

 

Por encima de los acontecimientos del pasado, incluso quien suscribe no alcanza a explicarse totalmente la particular sensibilidad, esa emotividad perceptible de los chilenos hacia Cuba, con independencia de su posición ideológica.

 

Las protestas

 

Varios eventos se involucraron también en el clima ascensional de críticas a Cuba en los alrededores de la Cumbre, entre ellos el Osvaldo Payá in Memoriam y el Foro de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos, donde la Isla ocupó el eje de numerosos abordajes.

 

En el Foro expusieron el senador Patricio Walker, encargado del tema cubano en la democracia cristiana y otros ya mencionados, así como Gabriel Salvia, director general de CADAL (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina), la diputada Mónica Zalaquett (UDI) y el consejero nacional del Partido Regionalista Independiente, Edmundo Salas, entre otros.

 

Pero el tema cubano en los alrededores de la Cumbre no quedó ahí. A pocas horas del comienzo de la reunión, militantes de la UDI protestaron frente a las rejas de la embajada cubana en Santiago y deslizaron sus demandas por debajo de dicha reja, pues la sede amaneció cerrada.

 

Aquí habría que destacar que la porción de la izquierda chilena que recibe órdenes de la embajada cubana y el Partido Comunista, se enteró tarde o decidió dormir la mañana el 24 de enero.

 

Así, perdieron la oportunidad de formar un show —violencia incluida— contra quienes criticaban a Cuba. En más de una ocasión han utilizado la violencia contra los isleños que se han manifestado frente a la sede diplomática.

 

Con la experiencia del 24, el 27 de enero esta izquierda llegó mucho antes que los cubanos que habían solicitado permiso oficial para protestar en la céntrica Plaza Baquedano, donde existe un busto de Martí, contra la presencia de Castro en Chile. Los gritos, groserías y amenazas de dicha izquierda, entre cuyas filas la cifra de cubanos era ínfima (al punto que no pudieron cantar el himno nacional), escogió como uno de sus objetivos a la atractiva periodista Karen Caballero, de Televisión Martí, quien se sintió afectada por tanta ofensa y vulgaridad en su contra, pero a pesar de lo cual hizo su trabajo con entereza y profesionalismo.

 

Gracias a la numerosa presencia policial no hubo encuentros violentos.

 

Errores no forzados

 

Si existe personalidad política incapaz de dar vuelta a la imagen que predominaba en la Cumbre, esa se llama Raúl Castro.

 

No es que no haya tratado de mostrarse simpático. Su problema no reside en la falta de carisma, sino en su ineficiencia estructural para generar simpatía, agravada a los 82 años.

 

En primer lugar, Castro no convocó la conferencia de prensa que se perfilaba como oportunidad para disolver la temperatura reinante en un cónclave al que asistieron 1.300 informadores. La periodista de la televisora del gobierno chileno contó sus carreras para extraerle alguna declaración, y finalmente logró que le dijera un par de ñoñerías sobre la salud del hermano y de Chávez. Además, lo hizo tan lejos del micrófono que obligó al canal a poner subtítulos. Probablemente su nieto, que no se le separa según el canal oficial chileno, le impidió aproximarse. Quién sabe.

 

Si Castro no iba a responder a tanta crítica, lo que nunca debió hacer la delegación isleña fue convocar una conferencia de prensa que movilizó a nutrido grupo de periodistas para el tan esperado momento. Sin embargo, pronto vieron cómo las puertas se cerraban por dentro, solamente con prensa y funcionarios cubanos del otro lado. Cualquier isleño puede adivinar lo que allí sucedió: una reunión del partido. Este error no forzado, para utilizar términos tenísticos, fue criticado también por la prensa.

 

Una empresa como EFE, cuyos periodistas no pueden expresar sus opiniones personales a otros medios, resultó harto condescendiente cuando calificó la convocatoria de “llamativa” y “original” conferencia de prensa.

 

Un extraño regusto quedó en boca de muchos cuando la líder natural de la UE, Ángela Merkel, mostró desdén —o desprecio según se quiera— y le negó el saludo a Castro, en un ámbito donde se camina y se va saludando a todo el que se encuentra. Saludar y socializar aunque sea de forma efímera es el contenido de este espacio protocolario, pero Merkel no saludó a Castro.

 

Sin embargo, restaba al mandatario cubano una última oportunidad para brindar respuesta a las innumerables críticas contra su régimen: el discurso luego de recibir la presidencia de la CELAC. En sus palabras, Castro se dividió entre el ditirambo a Chávez y mostrar a la Isla como campeona de la solidaridad, a lo que endosó una larga digresión sobre cómo combatir la droga, sin que faltara su habitual antimperialismo. Un montón de viejas nociones, en fin, sin espacios para la creación y el avance. Nada dijo sobre las montañas de críticas de que Cuba había y estaba siendo objeto.

 

Tal vez ahora pueda el lector hacerse una idea sobre si fue o no un éxito para Cuba la Primera Cumbre CELAC-Unión Europea.

Cuba, la UDI y el PC

Carlos Peña

 

Lo más notorio de esta semana -inserciones en los periódicos, protestas frente a la embajada, aspavientos de variada índole- fueron los reclamos de la UDI.

 

La UDI reclamaba por la protección que Cuba ha prestado a los asesinos -algunos de ellos confesos- de Jaime Guzmán.

 

¿Tiene razón la UDI al reclamar a Castro -a Raúl, puesto que la herida del tiempo ya derrotó a Fidel- por la protección que ha prestado a los que acecharon primero y dispararon luego contra Guzmán?

 

Una de las reglas más viejas de la ética enseña que ella debe ser universal y nunca depender de circunstancias particulares. Si se reclama castigo por la muerte de Jaime Guzmán en tanto Jaime Guzmán (es decir, en razón de ser él el sujeto que fundó la UDI y con el cual los actuales dirigentes reconocen una relación discipular y de amistad) ese reclamo no posee mayor valor moral. Las reglas de la ética deben ser universales, es decir, aplicarse a cualquier ser humano que se encuentre en las circunstancias del caso. Fue lo que enseñó -no está de más repetirlo- Kant y lo que, en algún sentido, dijo Cristo cuando aconsejó no hacer a los demás lo que no querrías te hicieran a ti (Mateo 7.12).

 

El reclamo de la muerte de Guzmán, entonces, no debe fundarse en los afectos que sus discípulos sienten hacia él (puesto que esos afectos son particulares), sino en el simple hecho de que Guzmán era un ser humano y su vida intangible al margen de su desempeño (harto discutible si se atiende al hecho que justificó un régimen que violó con esmero los derechos que ahora sus amigos reclaman).

 

Es seguro, sin embargo, que hoy día los integrantes de la UDI aceptan lo anterior: la intangibilidad de la vida humana y, como consecuencia, la proscripción de cualquier forma de atentado en contra de ella con prescindencia de las circunstancias. Es probable entonces que reclamen por la impunidad del crimen de Jaime Guzmán no por ser Jaime Guzmán la víctima, sino porque, en su opinión, ningún ser humano merece morir asesinado de la forma en que Guzmán lo fue.

 

Bien.

 

Pero si lo anterior es así (si los amigos y partidarios de Guzmán se han vuelto repentinamente kantianos) entonces deben hacerse a sí mismos un reproche retrospectivo: porque durante décadas esgrimieron circunstancias particulares para justificar o excusar, con relatos y pretextos de variada índole, los crímenes que se cometieron en dictadura, y sólo muy tardíamente (cuando era tan evidente que casi carecía ya de todo mérito, como fue el caso del ministro Chadwick) reconocieron que habían estado, durante casi toda su vida política, respirando y defendiendo un gigantesco error.

 

Así, entonces, cuando la UDI paga insertos en los periódicos, vocifera frente a la embajada de Cuba y hace aspavientos de variada índole, en algún sentido los hace también contra sí misma y la increíble indolencia y el triste papel que sus dirigentes ejecutaron cuando negaban los crímenes de la dictadura, los justificaban o los relativizaban.

 

Y lo que le ocurre a la UDI le ocurre también, al revés, al Partido Comunista.

 

Los comunistas fueron víctimas de la dictadura -se les torturó, hizo desaparecer y, cuando subsistían, se les exilió- de manera que saben en carne propia de qué se trata el abuso. Y cuando reclaman contra los crímenes que padecieron en la dictadura lo deben hacer no en razón de ser comunistas las víctimas, sino en razón de ser simples seres humanos que no merecían, bajo circunstancia alguna, al igual que Guzmán, ser asesinados o desaparecidos.

 

Bien también.

 

Pero si ese es el caso -si los comunistas también se han vuelto kantianos-, entonces, ¿qué explica el silencio que guardan frente a los abusos de variada índole que padecen los cubanos, carentes de la amplia gama de libertades políticas que son propias de la democracia? ¿Por qué lo que era malo de hacer a los opositores a Pinochet, no es malo de hacer a los opositores a Castro?

 

No cabe duda. Cuando se esgrime una razón moral ha de invocarse una condición aplicable a todos (¿verdad, senador Larraín, ministro Chadwick, senador Coloma? ¿Verdad, diputado Tellier?) y no sólo a los amigos.

¡No al tirano!

La campaña #NoalTirano es una iniciativa de exiliados cubanos en Chile, que protestan por la visita del asesino en serie Raúl Castro a la patria de Gabriela Mistral.

Se debe apoyar esta iniciativa de nuestros compatriotas exilados en Chile. Considero que la mejor forma es escribiendo comentarios donde denunciemos con hechos concretos a la tiranía castrista, ya que Chile es uno de los países donde el castrismo tiene más apoyo de los estalinistas que anidan en la izquierda mundial.

 

Como expresa Santiago A. Cantón, en el diario español El País:

 

http://elpais.com/elpais/2013/01/23/opinion/1358965348_070764.html

 

No sabemos qué pasó, pero cuando nos despertamos el zorro estaba a cargo de proteger a las gallinas. El próximo lunes, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, entregará la presidencia pro temporede la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a Raúl Castro, presidente de Cuba. Durante el próximo año, el único presidente de América Latina que no puede mostrar el galardón de haber sido elegido por la voluntad popular tendrá a su cargo vigilar la democracia de nuestra región”.

 

Otorgarle a Cuba la presidencia de un club de naciones donde el voto popular es la única forma para elegir a nuestros gobernantes, es un grave error y envía una señal equivocada sobre el valor del sistema democrático para nuestros países”.

 

Ahora Raúl Castro es el nuevo paladín de la democracia latinoamericana. Da asco tanto servilismo de los gobernantes latinoamericanos.

 

Véanse las denuncias de los familiares y compañeros de algunas víctimas del castrismo:

http://profesorcastro.jimdo.com/fusilamientos/

El muro chileno

Cada año el concurso ETECOM LATAM, promovido por Telefónica, busca reconocer y destacar la calidad de los mejores trabajos universitarios relacionados con la comunicación y la difusión informativa en América Latina. Este año el premio ha sido para María Paz Salas y Mathias Meier, dos jóvenes alumnos de la Universidad del Desarrollo de Santiago de Chile, y su documental El muro chileno.

 

“Para poder titularnos en Chile tenemos que hacer un trabajo de fin carrera. Tanto mi compañero Mathias como yo”, comenta Paz Salas, “queríamos hacer un trabajo audiovisual, así que nos decantamos por hacer un documental con carácter internacional pero que tuviese relación con la historia de nuestro país”.

 

Meier, hijo y nieto de alemanes exiliados en Chile, cuenta el origen del trabajo. “Surgió cuando estaba en tercero de carrera, cuando una profesora me invitó a trabajar con ella sobre una historia poco contada en Chile, la de los 3.000 exiliados que huyeron del golpe de estado de 1971 y la dictadura de Pinochet a la República Democrática Alemana”.

 

Algunos exiliados chilenos “siguen manteniendo esa idea romántica y nostálgica de una miserable RDA

 

Meier viajó junto a su maestra a Berlín en 2009. Su trabajo, durante tres semanas, fue investigar las listas de datos personales que la Stasi (servicios de inteligencia de la RDA) tenía sobre los chilenos que vivieron durante años en la capital comunista.”Mi asombro llegó cuando vi que muchas de las fichas no solo eran de ciudadanos normales y corrientes, sino que había nombres de exministros, diputados y exsenadores del Gobierno de Allende, que habían sido investigados por los servicios secretos de la RDA”.

 

El espíritu periodístico de este joven le llevó a proponer a su compañera de clase, María Paz Salas, a seguir tirando del hilo. Así se embarcaron en esta historia y se pusieron a buscar a esas personas que aparecían en las listas de la Stasi y las razones que las empujaron a huir de “un régimen dictatorial a otro totalitario, pero con otro nombre y otras caras”, cuenta Meier.

 

El resultado de este documental, cuentan ambos premiados, “no ha sido solo rescatar parte de la historia chilena”, sino contar cómo todavía algunos de los exiliados, como es el caso de la madre de la expresidente chilena, Michelle Bachelet, que huyó de la represión militar, “siguen manteniendo esa idea romántica y nostálgica de una miserable RDA”. “Algunos chilenos siguen viviendo con la idea de una tierra que se solidarizó con su causa y los adoptó como ciudadanos, cuando la realidad es que salieron de una prisión para meterse en otra”, subraya Meier.

Carta abierta a Camila Vallejo

Ismael de Diego

6 de abril de 2012

 

Camila:

 

Usted es portavoz de un grupo grande de personas que confían en su integridad y tiene con ellos una enorme responsabilidad, el de haber contraído un compromiso con la verdad y la transparencia. En nombre de esos jóvenes que representa y ya que usted sí goza del privilegio de expresar su opinión libremente, le suplico que se informe con objetividad.

 

Los coches lanza agua, los gases lacrimógenos y demás maquinaria represiva a las que usted está acostumbrada, no son la única forma de represión que existe. En Cuba se aplican otros métodos, en gran medida porque no va dirigida a una muchedumbre que se manifiesta en plena calle y que además responde con violencia, quizás justificada, ante la agresión. Aquí la represión va dirigida principalmente a grupos defensores de los derechos humanos, periodistas independientes, activistas políticos, blogueros, artistas e intelectuales, todas personas de ideas, de ideas incómodas para el sistema, pero de ideas. Personas pacíficas que, hasta la fecha, no han realizado ningún acto público que se asemeje a lo que usted ha experimentado, entre otras cosas, porque no tienen ese derecho. Y es ese, el acto de manifestarse a plenitud en las calles, el mayor temor que mueve al sistema represivo en mi país. Estas personas de las que le hablo son acusadas, en su mayoría, de servir a los intereses de los Estados Unidos. Constituye este el gran argumento acusatorio que esgrime nuestro gobierno y de esa manera se atribuye el derecho de, y le ruego  no se  aburra: intervenir los teléfonos, escuchar llamadas y suspender el servicio de móviles y líneas privadas a su antojo; perseguir hasta la demencia, con agentes uniformados y vestidos de civil, todos los movimientos de su vida privada y pública; intervenir el correo electrónico, regular todo contacto con extranjeros dentro y fuera de Cuba; detener a menudo a la fuerza, encerrar sin acusación por días enteros, en muchos casos sin informar a los familiares; coordinar y alentar turbas civiles para agredir, física y verbalmente a personas violando los más elementales derechos humanos. Así funciona la represión en Cuba.

 

Todas estas medidas fueron aplicadas en un día, aproximadamente a unas 300 personas durante la visita del Papa Benedicto XVI, acusadas de agitación sin ninguna evidencia. Lo sé de primera mano porque fui uno más de los secuestrados por las autoridades, que desde hace un tiempo atrás me vienen aplicando este tipo de acoso enfermizo. Soy cineasta y mi único delito ha sido ser radicalmente honesto en mis principios y criterios e intentar realizar un documental sobre el grupo de punk contestatario Porno para Ricardo. Eso ha sido suficiente crimen para que se me persiga y se me hostigue hasta el punto del secuestro, y recibir amenazas de privación de libertad por parte de oficiales de la Seguridad del Estado durante mi detención. Como era de esperarse, también fui acusado de actuar en nombre de los intereses de los Estados Unidos, cosa que reto públicamente a demostrar.

 

Le recuerdo que la organización de jóvenes comunistas de Cuba, por la que usted ha sido invitada a nuestro país, no es una organización independiente como la suya. Al contrario, es una organización creada por el gobierno cubano para representar sus intereses y también, como es de esperarse, las organizaciones estudiantiles comunistas, son las únicas que tiene permiso para existir en Cuba. Así mismo ocurre con todas las organizaciones sociales que gozan el reconocimiento del Estado, sean obreras, campesinas, tanto intelectuales y culturales como regionales y comunitarias, todas creadas por el Partido Comunista y todas de carácter excluyente. Cuando escucha en sus debates, sus opiniones y visiones, críticas sobre nuestra realidad, en verdad está escuchando la opinión del Partido Comunista, opiniones y críticas permitidas y complacientes. Si quiere objetividad, ahí no la va a encontrar.

 

Espero que comparta la sospecha conmigo de lo extraño que resulta que en toda Cuba no exista un solo movimiento popular que discrepe, aunque sea en un par de aspectos, abiertamente  del gobierno. Ni un grupo estudiantil, de trabajadores de ningún sector de la economía, ni de intelectuales y artistas. De campesinos y obreros, representantes de comunidades, líderes  religiosos. De madres indignadas, despedidos en masa, pensionados miserables, ni siquiera de clientes insatisfechos. No ha existido un solo grupo con reclamos auténticos en 53 años de proceso “revolucionario”, cero manifestaciones legítimas en más de medio siglo, y casi ninguna persona suficientemente elevada moral y éticamente para cuestionar al gobierno. Y eso es muy raro, al menos para el género humano, tan exigente e inconforme por naturaleza. Las únicas excepciones a esta regla, aquellos que sí han luchado por las injusticias reales de este sistema, han sido, invariablemente acusadas de colaborar, actuar en su nombre, de ser asalariados de los Estados Unidos y desacreditados públicamente y con saña en los medios masivos, todos por cierto propiedad del gobierno. Créame que es imposible tanta coincidencia, particularmente en un país donde se viven tantas carencias de todo tipo, tanto de libertades personales, como económicas y espirituales. Algún reclamo auténtico debe haber.

 

Las demandas que se hacen desde el delicado margen de la disidencia no son aspectos que tocan a un solo sector social sino a todos los cubanos. Y hablan de la libertad de viajar fuera de nuestro país sin requerir un permiso especial por parte del gobierno. De permanecer en el extranjero más de 11 meses sin caer en la categoría de “quedado” y perder nuestra nacionalidad y nuestras propiedades. De tener libre acceso a internet y gozar, a la par del gobierno, del acceso a la información noticiosa de nuestra preferencia. Del derecho a la privacidad y a la participación social en todos los niveles sin condicionantes ideológicas. De poder asociarnos y tener una opinión política abierta, sea la que sea, y de que no se encarcele a nadie por su pensamiento. Podría seguir, pero pretendo ser breve. Como ve, no son nimiedades, son todos derechos fundamentales del ser humano y que no dudo, usted y los jóvenes de su país, sí disfrutan.

 

Le recuerdo también que detrás del rostro amable y preocupado de la Revolución Cubana, se esconde una dictadura militar en su más estricta definición. La resistencia durante las sangrientas dictaduras del pueblo chileno y argentino han sido y son un ejemplo para todos los cubanos, de lucha, de integridad y de valor ante la injusticia. Los atropellos de los que somos víctimas actualmente en Cuba, también ocurrieron en su país y son considerados una abominación y condenados en estos días de democracia por muchos sectores, precisamente por haberlos sufrido en carne propia. Justificarlos sería muy irresponsable. Todos conocemos los horrores a los que fueron sometidos estos pueblos en las décadas de los 70 y 80, pero muy poco se conoce en el mundo el historial represivo de esta “Revolución” que persiguió a los religiosos de todas las creencias, se ensañó con furia con los homosexuales hasta llegar a excluirlos de sus ocupaciones, golpearlos y encarcelarlos. Persiguió a todo aquel que escuchara una música extraña o tuviera gustos no comprendidos por el esquema de la época, acusados de “diversionismo ideológico”. Recogió, encarceló, procesó y deportó a sus provincias de origen a miles de cubanos por el infame delito de visitar la capital de su país. Miles fueron despojados de su vida en purgas colectivas acusados de cualquier cargo de moda donde usted podía ser culpable de tener “una risa pequeño burguesa”, “una conducta impropia” o un “pariente quedado” y así ha sido desde los primeros años este proceso revolucionario, cuando fue respaldado por miles de cubanos llenos de esperanzas, que se fueron diluyendo entre torpezas y decisiones arbitrarias.

 

Aún existe una fascinación incondicional por la Revolución Cubana en Latinoamérica, en gran medida por el desconocimiento de nuestra realidad, gracias a que los medios de denuncia han sido eficientemente silenciados a lo largo de todos estos años, tal vez por la generosa actitud con la que se muestra hacia fuera el gobierno de Cuba. He notado la tendencia a idealizar nuestro sistema, quizás porque durante los años que ustedes vivieron bajo la represión fueron perseguidos por ideas que parecían materializarse aquí, creando tal vez una ilusión romántica de justicia. Pero sepa también que esta dictadura encuentra crédito y se justifica con esas complicidades ante su pueblo, y es certificado de credibilidad la inocencia ciega con la que muchos apoyan a este gobierno, sin cuestionamientos esenciales, sin que prime la verdad.

 

Así que le pido, no se deje engatusar por las caras sonrientes y pregunte. Pregunte por la UMAP, por la parametración, por los “actos de repudio” de ayer y por los de hoy, por las brigadas de acción rápida y la condición abiertamente declarada de “vigilantes” de los CDR y sus siniestras “verificaciones”, con menos glamour televisivo pero con igual costo humano. Y ya que quizás a usted sí le den alguna respuesta, pregunte por favor, por el hombre desesperado que gritó solo, no en una manifestación, sino solo, un par de opiniones en la misa que ofició el Papa en Santiago de Cuba y que fue golpeado a puños limpios, no con agua, desaparecido y hasta el sol de hoy nadie sabe dónde está. Y cuando tenga algunas respuestas, acudiendo a su criterio, pregúntese, por mí y por los millones de cubanos que queremos saber, si las cosas no podían haber sido de otro modo.

 

Ismael de Diego

Roberto Ampuero militaba en el Partido Comunista de Chile, cuando se exilió en Cuba tras el golpe de Pinochet. Se casó con la hija de uno de los hombres de confianza de Fidel Castro, lo que lo vinculó a la clase influyente de La Habana. También vivió en Alemania Oriental. Ya alejado del Partido Comunista, en 1999 escribió Nuestros años verde olivo, donde recrea todos los años que vivió en Cuba.

Itinerario de una investigación

Cristián Bofill

 

La novela Nuestros años verde olivo, de Roberto Ampuero, comprueba una tesis que más de un profesional de la historia o de la prensa suscribiría: en algunos casos los ficcionistas se han encargado mucho mejor de abordar algunos capítulos de la tragedia colectiva chilena de las últimas décadas que los periodistas e historiadores. La novela —lanzada en 1999 y que revela desde el terreno de la ficción el mundo del exilio chileno en Cuba— fue el punto de partida de esta serie especial de reportajes. Ampuero es un testigo privilegiado de esa época, ya que la vivió en medio de la alta jerarquía castrista, y con su libro dejó al desnudo una de las falencias de quienes se dedican a dar a conocer episodios que ayuden a los chilenos a conocer su historia. Al contrario de otros temas cruciales —como las violaciones a los derechos humanos o los entretelones del golpe contra Allende, sobre los cuales se han publicado valiosísimos libros y reportajes—, el verdadero alcance de la influencia de Fidel Castro en la política chilena se ha quedado estancado en las versiones fragmentadas e ideologizadas, por lado y lado, de los años setenta y ochenta. Si bien el punto de partida de la investigación de La Tercera era el mundo descrito por Ampuero, el tema se fue ampliando en la medida en que se constató que el peso de Cuba en las generaciones que protagonizaron los conflictos chilenos de las últimas décadas era mucho mayor de lo descrito en la novela.

Un verdugo duerme la siesta en el Barrio Alto

Roberto Ampuero

 

Hace pocos días Fidel Castro afirmó por la televisión cubana que los países que condenaron a su régimen ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas -entre los cuales se encontraban las principales democracias europeas, así como Costa Rica y Argentina- merecen irse por “el inodoro”. El pasado jueves, imitando el tono soez y descalificador de su líder, el ex fiscal de la revolución cubana, Fernando Flores Ibarra, empleó en páginas de este diario el mismo estilo innoble para referirse a mi persona.

 

Por respeto a mi familia, a la opinión pública y a mí mismo no voy a ingresar al terreno de las descalificaciones personales con un hombre acostumbrado a ellas y que cuenta con el triste prontuario, del cual se vanagloria, de haber enviado al paredón a cientos de personas. Todo tiene un límite en la vida y, como aprendemos desde la infancia, hay seres con quienes sencillamente no se discute. Hacerlo es colocarlos a nuestra altura, concederles un favor. Por ello me remitiré sólo a lo sustancial.

 

El estilo empleado por Flores Ibarra retrata de cuerpo entero al régimen castrista: ante la ausencia de argumentos, recurre a la difamación y la ruindad moral para intentar descalificar a quienes piensan diferente. Los opositores son “enemigos en una guerra”, el exilio cubano es “la escoria”, los activistas por los derechos humanos en la isla son “lacayos del imperialismo”, y quienes -como yo- exigen democracia son unos “miserables”.

 

Ningún crítico al régimen de Castro es una figura respetable. Tras 42 años de dictadura, el castrismo no es capaz de mencionar a ni un sólo opositor que considere honorable y merezca el derecho de organizar un partido opositor en la isla.

 

El fiscal, que no desmiente haber ejecutado al menos a un centenar de personas, sale dos años después de la publicación de mi novela “Nuestros años verde olivo” a la palestra pública alegando que él es el personaje Ulises Cienfuegos, y que eso lo perjudica. En verdad eleva su voz en mi contra pues le irrita mi acción pública en favor de la democracia para Cuba y el hecho de que mi novela circule clandestinamente en Cuba. Pero, en rigor, no es cierto que Flores Ibarra sea el personaje de la novela. No lo es, porque no me interesaba describir a una persona real -con la cual, además, dejé hace 25 años de tener un vínculo familiar-, sino crear estéticamente un protagonista revolucionario, un ente de ficción, como fenómeno social.

 

El fiscal no es Cienfuegos. Este luchó en el Ejército Rebelde, mientras que Flores Ibarra se sumó después del triunfo revolucionario al castrismo; Cienfuegos es embajador en la Unión Soviética; Flores Ibarra jamás lo fue; Cienfuegos está casado con una intelectual cubana, Cienfuegos con una empresaria chilena; Cienfuegos tiene cargo de conciencia a ratos por las muertes que ha ordenado, Flores Ibarra, como lo reiteró en la entrevista, no pierde el tiempo en contar el número de sus víctimas; Cienfuegos muere durante un viaje a Madrid en los años noventa y, por lo que veo, Flores Ibarra está vivito y coleando, pero no en el socialismo cubano, que tanto elogia y admira, y que no deja salir a millones de sus compatriotas, sino en el modelo capitalista y neoliberal de Chile. En lo que sí coinciden Cienfuegos y Flores Ibarra es en que ambos han ejecutado a personas y llevan un mote indeleble en la historia cubana: “Charco de sangre”.

 

Es sorprendente que Flores Ibarra, que afirma “no haber perdido un minuto de siesta” pensando en sus víctimas y el dolor de sus familiares, quiera hacernos creer que su prestigio -¡si alguien así puede tenerlo!- se ve afectado por una novela, que no lo menciona, y un personaje de ficción que no es él. No son “Nuestros años verde olivo” y Ulises Cienfuegos quienes constituyen el problema de Flores Ibarra -ojalá el suyo fuese un problema literario-, sino sus centenares de muertos y condenados a cadena perpetua, la mayoría de los cuales tuvieron procesos que no duraron 48 horas. Y Flores Ibarra, de quien hablo públicamente por primera vez y sólo porque él está embarcado en una vasta campaña de descrédito en mi contra, no es un tema para mí, sino más bien para la futura justicia en una Cuba democrática.

 

Yo viví, estudié y trabajé en Cuba, y esa experiencia, reflejada en “Nuestros años verde olivo”, me hizo renunciar a mi militancia comunista. No soy yo el que ofende a Cuba con la descripción de su régimen, sino éste con sus 42 años de existencia. Precisamente porque conocí la isla y a su magnífica gente es que me siento comprometido con la lucha de los cubanos del exilio y la isla por la democracia. La acusación de “malagradecido” es un manido recurso castrista, que Flores Ibarra utiliza para intentar desprestigiarme.

 

Encierra un concepto canino del ser humano: te doy comida, trabajo y adiestramiento, pero te quedas en mi patio y me eres fiel de por vida, o de lo contrario te declaro traidor a la patria. Eso es tan absurdo como acusar de traidores a la patria a Gladys Marín, Volodia Teitelboim o Camilo Escalona por aspirar a transformar el orden imperante en Chile después de haber estudiado, comido, trabajado y consultado a un médico en una posta de Santiago. La entrevista del fiscal es una lección para quienes aún sientan simpatías por el régimen de La Habana, pues revela la mentalidad totalitaria que guía a sus líderes y el desprecio absoluto que sienten por la vida de quienes piensan diferente. Muestra, además, que pese a vivir desde hace años en Chile, Flores Ibarra no ha aprendido nada de la percepción extremadamente crítica que tiene aquí la opinión pública de los violadores de derechos humanos. Por suerte cuento con pasaporte chileno y no vivo en Cuba, de lo contrario, gracias a “Nuestros años verde olivo” y Cayetano Brule, hubiese incrementado el número de ejecutados que no le quitan el sueño al fiscal.

 

Esa entrevista debe enseñarse como texto cumbre del pensamiento totalitario contemporáneo. A quienes pretenden el cambio en la isla -que son millones, de lo contrario habría elecciones libres- el fiscal no les ofrece la posibilidad de organizarse políticamente para competir por las preferencias de los cubanos, sino que les amenaza con balas, corvos y muertos. El régimen está supuestamente en guerra desde hace 42 años y los disidentes son el enemigo. Por favor: la trayectoria de Flores Ibarra es de una perversidad asombrosa: la inició con la ejecución de cientos de personas para imponer el socialismo estatista, la continuó en la diplomacia defendiendo al régimen con el que se identifica, y desemboca finalmente en el barrio alto de Santiago de Chile, en el capitalismo que combate. Aquí goza hoy de las oportunidades que le ofrece la economía chilena, de la libertad de entrar y salir de Cuba -como no puede hacerlo el resto de los cubanos- y se permite el lujo de difamar a un novelista y periodista chileno, que exige algo elemental: elecciones libres para los cubanos.

 

Tal vez coincidimos al menos en dos cosas con Flores Ibarra: La primera, en que ambos financiamos parte de nuestra existencia con recursos que surgen de la economía chilena. Y la segunda, en que ambos sabemos que es preferible vivir en el capitalismo a hacerlo en el socialismo que se construyó con la ayuda de las ejecuciones de quien tiene un apodo escalofriante e imborrable en la memoria de todos los cubanos.

 

Fernando Flores Ibarra “Charco de sangre”

Cristián Bofill

3 de mayo de 2001

 

Fernando Flores Ibarra: “Esas muertes no me quitan el sueño”.

 

El jerarca castrista que envió más opositores al paredón admite apoyo de Cuba al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

 

El poderoso ex embajador de Castro en Francia, Fernando Flores Ibarra, sale al paso de las versiones de su ex yerno Roberto Ampuero sobre la revolución cubana y habla con franqueza inusitada de los cientos de personas que ordenó ejecutar. Además, justifica la decisión de La Habana de armar y entrenar a la izquierda chilena.

 

“La revolución cubana no va a finalizar con Fidel, porque está afincada en vínculos muy sólidos. Sea cual sea la situación, sería tan grande la resistencia que costaría demasiados muertos al enemigo. Y nuestro enemigo no arriesga muertos”, asegura Fernando Flores Ibarra, “Charco de sangre”.

 

El libro es una distorsión de mi vida y de mi país”.

 

Fernando Flores Ibarra entregó a La Tercera una declaración con fuertes críticas personales a Roberto Ampuero, a quien define como “un proxeneta de lujo”, entre otros epítetos. Aquí, algunos extractos de ese texto.

 

-“Nuestros Años Verde Olivo es un tergiversado y muy taimado relato del período que Ampuero vivió en Cuba. Esto me consta porque soy el personaje Ulises Cienfuegos (uno de los pocos nombres que fue cambiado). En dicho libelo, el autor -cual consumado alcahuete- pone en evidencia que carece del más elemental sentido del pudor, amén de decencia y decoro, regodeándose en revelar nombres y hechos que sólo conciernen a quienes un día abrieron las puertas de su casa para darle acogida como yerno, esposo o amigo. Al parecer, Ampuero ignora la existencia del derecho a la privacidad. Y este libro no es más que eso: una historia chismosa y distorsionada de una parte de mi vida, de mi familia y mi país”.

 

-“Ampuero sería hoy un don nadie si no hubiese tenido la suerte de vivir en Cuba. Gracias a la Revolución cubana y a sus suegros tuvo casa, comida y ropa limpia. Con el sustento resuelto, se dedicó a sacar provecho de la nueva beca obtenida. Y una vez concluida la meta de ser profesional, con el título de licenciado bien seguro bajo el brazo, salió de Cuba, dejando atrás dos hijos, uno de ellos de su matrimonio fracasado, de quienes poco o nada se ocuparía en adelante”.

 

-“Su salida de La Habana no fue en nada traumática o plagada de amenazas. Salió como todo viajero común y corriente, con su pasaporte, rumbo a Alemania Federal. Allí, en contra de lo que su libro relata, se mantuvo en amistoso contacto con la Embajada de Cuba. No podía ser de otro modo: aún le era útil conservar un aura progresista, pues no hay que olvidar que en esos años -principios de los ochenta- el socialismo europeo aún no daba señales de descalabro y para un redomado oportunista es imprescindible estar bien con Dios y con el Diablo”.

 

-“Que quede constancia: desde 1995, Ampuero se ha dedicado a usar diversas tribunas públicas para difamar a mi país y a mí mismo sin el menor decoro. Como el respeto es para quienes lo practican, ya es tiempo de romper el silencio”.

 

Fernando Flores Ibarra se ganó el apodo de “Charco de sangre entre 1961 y 1964, cuando se desempeñó como fiscal de la revolución cubana y envió a más de 100 “contrarrevolucionarios” al paredón.

 

Posteriormente, realizó una destacada carrera como embajador de Fidel Castro en lugares como Francia, Yugoslavia, Suecia, Polonia y Ecuador.

 

Respetado y temido en La Habana, Flores Ibarra estaba acostumbrado a guardar celosamente su vida privada hasta la aparición de la novela “Nuestros Años Verde Olivo”, escrita por su ex yerno chileno Roberto Ampuero. En el libro, Flores Ibarra es retratado como el embajador Ulises Cienfuegos, que llega a apuntar con una pistola a la cabeza de su yerno para obligarlo a desaparecer de la vida de su hija.

 

Actualmente de 71 años, Flores Ibarra está jubilado y asegura que no le molesta su responsabilidad en más de un centenar de ejecuciones. Lo que sí lo saca de quicio son las críticas de su ex yerno a la revolución cubana y las revelaciones sobre los años en que fue parte de su familia. “Lo que hizo ese descarado es una canallada, por eso he aceptado por primera vez hablar sobre él en público”, dice el ex embajador, quien se contactó con La Tercera para dar su versión respecto de los hechos relatados en la serie especial “La historia inédita de los años verde olivo”.

 

Casado con una chilena, en los últimos años Flores Ibarra ha estado en numerosas ocasiones en Santiago, siempre manteniendo un bajo perfil, que sólo ahora rompe para fustigar a su ex yerno y defender a la revolución cubana. En las próximas semanas, lanzará a través de ediciones LOM su libro de memorias “Yo fui enemigo de Fidel”. En el texto, dedicado a Castro y que no se aparta un milímetro del discurso oficial cubano, Ampuero no está mencionado.

 

-¿Se identifica usted con el personaje Ulises Cienfuegos de “Nuestros años verde olivo?

 

-El personaje está basado en mi persona. Y mi comentario sobre eso es que Roberto Ampuero es un miserable. Es la primera vez que hablo en público sobre él, pues por asuntos muy personales no había querido nunca salirle al paso.

 

-Usted es conocido por el apodo de “Charco de sangre”. ¿Es verdad que mandó a fusilar a más de 100 personas entre 1961 y 1964 en la isla, cuando Castro desató su más dura represión?

 

-Es posible. No he contado para saber si fue esa cifra, pero ¡nunca me he arrepentido!

 

Esas muertes no me han quitado el sueño. Jamás he dejado de dormir un minuto, ni siquiera en la siesta. ¿Sabe por qué? La mortalidad infantil en mi país es de sólo siete por cada mil habitantes. Es decir, con la revolución le hemos salvado la vida a cientos de miles de niños. También fusilamos gente, aunque no me jacto de eso ni mucho menos.

 

-¿Es cierto que usted condenó al paredón incluso a ex amigos, como Eufemio Fernández?

 

-Sí, como no. Eufemio Fernández era un gángster que había iniciado contacto con traficantes de droga norteamericanos. Conocidos fuimos, pero nunca amigos.

 

-¿Tuvo participación en la ayuda militar cubana a la izquierda chilena?

 

-No. Pero puedo decir lo siguiente: cuando América Latina, siguiendo órdenes de los yanquis, rompió relaciones con Cuba, a excepción de México, nos sentimos con las manos libres para tomar cualquier actitud frente a los países que nos habían despreciado. Pero en la serie de artículos publicados por este diario, hay cosas ridículas. Por ejemplo, eso de que Fidel Castro despreciaba a Allende y que ahora desprecia a Hugo Chávez, es falso. En Chile, sólo intervenimos después de la caída de Allende.

 

-¿Por eso Cuba organizó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez?

 

-Eso no lo niega nadie. Nadie niega que nosotros ayudamos después de que cayó Allende, cuando este país rompió relaciones con Cuba.

 

-El FPMR fue formado por chilenos, en escuelas militares cubanas como la Camilo Cienfuegos...

 

-No conozco eso en detalle. Lo que sí sé es que ayudamos y que dimos instrucción militar y que eso no se lo hemos negado a nadie.

 

-¿Podría Roberto Ampuero viajar a Cuba y dar una entrevista a un diario como lo hace ahora usted en Chile?

 

-No puede, sencillamente porque Cuba está en una situación de guerra. Eso es lo que la gente olvida cuando critica a Cuba. Primero que nos abran la puerta, que nos reconozcan, que no nos manden agentes a poner bombas, que no siga la actividad subversiva en mi país. El día en que todo sea normal en Cuba, entonces el señor Ampuero podrá dar entrevistas. Ahora, sencillamente no podemos darle chances a ninguno de nuestros enemigos. Estamos en guerra.

 

-Pinochet utilizaba el mismo argumento de la guerra al descalificar a sus adversarios.

 

-Entonces en eso coincidimos con Pinochet. Por qué no. Pero en Cuba nadie ha podido mencionar el nombre de un desaparecido, jamás. Nosotros combatimos la subversión y la agresión de la potencia más poderosa del mundo aplicando la ley.

 

-Sus constantes viajes a Chile han despertado sospechas. Se dice que usted estaría preparando acá un refugio para colaboradores de Fidel en caso de que su régimen caiga. ¿Qué tan cierta es esa versión de que las empresas que tiene en Chile pertenecen también a otros involucrados en la represión cubana, para cuando venga la transición y no puedan quedarse en la Isla?

 

-¿Por qué gente como yo no podría quedarse?

 

-Porque usted envió a más de un centenar de personas al paredón ¿Existe esa operación de traslado? Una persona que conoce su relación con Castro asegura que usted es dueño en Chile de una cadena de farmacias y otras empresas ¿Qué inversiones tiene en Chile?

 

-Me da risa oír cosas tan fantasiosas. La revolución cubana no va a finalizar con Fidel, porque está afincada en vínculos muy sólidos. Sea cual sea la situación, sería tan grande la resistencia que costaría demasiados muertos al enemigo. Y nuestro enemigo no arriesga muertos.

 

-¿Qué inversiones tiene usted en Chile?

 

-Yo vivo de lo que gana mi mujer. La pensión que tengo la cobro en Cuba. Consigo el pasaje, pero vivo de mi mujer que es médico y que comparte conmigo su dinero. Además, no nos vamos a quedar en Chile. Tengo la libertad de ir y venir de Cuba cuando quiera.

 

-Usted es una de las personas más odiadas por el exilio cubano ¿No teme un atentado?

 

-Sería mejor morir en un atentado que en una cama. Tengo 71 años ¿Qué me queda? Cinco o seis años de vida.

 

-Hablemos de chilenos influyentes en Cuba ¿Conoce a Max Marambio?

 

-Sí, cómo no. Es una persona cuyas actividades empresariales, creo, siempre han sido lícitas, tanto dentro como fuera de Cuba. Es amigo de Fidel Castro... Pero si se entiende como influyente a alguien que pueda hacer lo que le dé la gana, eso no existe en Cuba.

 

-¿Conoció a Marambio como empresario o como oficial de Tropas Especiales?

 

-Yo lo conocí hace mucho tiempo, pero creo que ya estaba fuera de Tropas Especiales. Lo conocí cuando fundó la corporación Cimex. Y me imagino yo que al momento de empezar a trabajar en eso él dejó de ser oficial de Tropas Especiales. Yo admiro a Max por su inteligencia, por su agresividad en los negocios. No creo que haya hecho nada ilícito, por lo menos en Cuba.

 

-¿Qué le parece que el FPMR haya asesinado al senador Jaime Guzmán y luego secuestrado a Cristián Edwards en 1991, en momentos en que Chile y Cuba negociaban la reapertura de relaciones?

 

-Un principio que tiene que ver mucho con la existencia de la revolución cubana es que respetamos meticulosamente a todos los países -independiente de su posición política e ideológica- que tengan relaciones con Cuba. Bajo el gobierno de Aylwin había un proceso de acercamiento. Yo, por ejemplo, recuerdo que la primera vez que vine a Chile, Pinochet ya se había ido y había un grupo que ponía bombas. Se llamaba el Lautaro, creo. Yo era embajador en Francia, y vine a Chile vine como ciudadano cualquiera a conocer a la familia de mi mujer. En el gobierno chileno se enteraron de mi visita, por lo que me reuní con el ministro del Interior, Enrique Krauss, y el subsecretario Belisario Velasco. El ministro Enrique Correa me hizo una comida. Y todo era para que nosotros los ayudáramos a detener a este grupo. ¡Y no teníamos nada que ver! Eso es una prueba de cómo a veces nos endilgan la responsabilidad cuando no la tenemos en absoluto.

 

-Pero sí tenían todo que ver con el FPMR que en esos años también estaba activo y era liderado por oficiales cubanos retirados. Incluso, uno de ellos, “El Chele”, era yerno de Raúl Castro. ¿Ayudó Cuba a desarticular al FPMR-A?

 

-No tengo una respuesta para eso, pero es posible.

 

-¿Conoció usted a “El Chele”?

 

-Creo que una vez, en una casa en que yo estaba, llegó él y me lo presentaron, no estoy seguro. No recuerdo ni la fecha siquiera.

 

-¿Es un problema de lealtad militar, política o familiar el que Cuba nunca haya colaborado con Chile para detener a los dirigentes del FPMR involucrados en el asesinato de Guzmán?

 

-¿Y cómo podría Cuba colaborar en eso?

 

-Se trata de ex oficiales cubanos, cuya permanencia en Cuba fue comprobada por la policía chilena.

 

-No tengo la menor idea de esa situación. Lo que sí le puedo afirmar es que Cuba, repito, no sólo no interfiere en los asuntos internos en cualquier país con que tenga relaciones, sino que también evitará cualquier actividad que se quiera hacer en su contra desde su territorio.

El ex fiscal cubano Fernando Flores Ibarra, quien ordenó el fusilamiento de un centenar de cubanos en los primeros años de la revolución de Fidel Castro, falleció en Santiago de Chile a los 82 años.

 

Flores Ibarra murió de un paro cardíaco en su residencia de Barrio Alto el pasado 24 de mayo, confirmaron a Café Fuerte fuentes cercanas a su familia. Desde hacía 15 años residía en la capital chilena, donde estaba casado con su segunda esposa, una médica chilena.

 

Conocido por el apodo de “Charco de Sangre”, fue fiscal en los tribunales revolucionarios y teniente fiscal del Tribunal Supremo de Justicia, entre 1959 y 1963. Posteriormente fue designado como embajador en Polonia, Yugoslavia, Ecuador, Francia y Suecia.

 

Pero el momento en que se ganó el apodo peyorativo fue a raíz de la severidad con que juzgó a decenas de acusados en juicios sumarios a partir de 1961.

 

Un hombre temido

 

Fue la época en que se convirtió en un personaje temido, que acostumbraba a insultar incluso a familiares de los enjuiciados y los amenazaba con enviarlos al banquillo de los acusados, de acuerdo con un reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1963.

 

El 3 de mayo de 2001 el diario chileno La Tercera publicó una inusual entrevista con Flores Ibarra en respuesta al libro de memorias Nuestros años verde olivo, del escritor chileno Roberto Ampuero, quien fue su yerno. Ampuero lo retrató como el embajador Ulises Cienfuegos, que llega a apuntarle a la cabeza para que se aleje de su hija.

 

En la entrevista, Flores Ibarra insultó a Ampuero por reflejarlo en su libro, pero no se inmutó ante el apodo Charco de Sangre y admitió que era posible que hubiera condenado a morir a un centenar de personas.

Peronismo a la chilena

¿Qué mostraron los debates?

Francisco José Covarrubias

15 de junio de 2013

 

“La Concertación se está pareciendo cada vez más al peronismo argentino, donde “caben todos”. Desde Menem a la señora K. Desde la derecha hasta la izquierda. Del corporativismo al populismo...”

 

Dos debates en una semana: Una característica común, pero dos realidades muy distintas.

 

Lo común fue la exacerbación de la amistad societaria. Con corbata y guante blanco se intentó seguir al pie de la letra la premisa chilena de que lo confrontacional no vende. “Pase usted, después de usted” fue la condición de ambos debates, lo que los hizo objetivamente fomes.

 

Sin embargo, grandes diferencias afloraron entre ambos.

 

En el debate de la Concertación, cubierta por el “velo de la amistad”, emergieron diferencias irreconciliables.

 

“Se mostraron los matices”, dijo un alto personero de la oposición terminado el programa.

 

¿Matices?

 

¿Son matices el que algunos quieran cambiarlo todo mientras otros consideran que es fumar opio? ¿Son matices el que mientras algunos quieran volver al sistema de reparto en las pensiones otros se opongan a una AFP estatal? ¿Que algunos consideren que Cuba es un modelo y otros condenen enfáticamente la dictadura de Castro? ¿Que haya quienes se opongan a aprobar el matrimonio homosexual y otros los quieran dejar adoptar? Etc., etc., etc.

 

En los 90, en la Concertación efectivamente existieron “matices”. Sin embargo, había acuerdo en los aspectos centrales. A los comunistas, que pensaban distinto, los dejaron fuera. Los humanistas que no se sintieron cómodos, se salieron al poco andar. A los “díscolos” (Girardi y Cía.) los mantuvieron a raya. Y a los intelectuales radicales no los escucharon. Pero el big bang se produjo y, al ritmo del Twitter, cada uno se ubicó en lugares cada vez más distantes.

 

La pregunta obvia es cómo personas que piensan tan distinto pueden estar juntas. Las respuestas son dos. La primera, es la expectativa de poder que genera Bachelet, lo que los alinea a todos detrás. La segunda, es gracias a la miopía de la Alianza y su obstinación por mantener el binominal, lo que ha permitido que se mantengan forzosamente unidos.

 

De esta forma, la Concertación ha construido un barco para todos. Y, como en el arca de Noe, ya subieron los leones, las jirafas, los sapos y las culebras. Le borraron el antiguo nombre “Concertación” y le pusieron “Nueva Mayoría” y están listos para navegar... Pero a diferencia de la historia bíblica, la probabilidad de que logren convivir internamente en caso de llegar al gobierno es baja y -lo que es peor- el destino hacia donde se dirija el arca es completamente desconocido...

 

De esta forma, la Concertación se está pareciendo cada vez más al peronismo argentino, donde “caben todos”. Desde Menem a la señora K. Desde la derecha hasta la izquierda. Del corporativismo al populismo. Católicos y masones. Moderados y radicales. Todos juntos, “en el mismo lodo todos manoseados”, como dice Santos Discépolo en su tango Cambalache. El problema es que el referente argentino no es muy alentador...

 

Y, por su parte, ¿qué mostró el debate de la Alianza?

 

Longueira con Allamand no mostraron diferencias. Sabiendo que la gente de su sector no quiere saber de las peleas históricas, salieron a jugar el partido cuidando en exceso las formas. Pero si se analiza el fondo -al contrario de lo ocurrido el lunes- no solo no mostraron diferencias, ni siquiera mostraron matices.

 

Dos razones explican ese fenómeno. Por una parte, con un modelo económico institucional que hoy está a punto de ser espoloneado, la derecha sale -como históricamente lo ha hecho- unida a cavar trincheras y a enarbolar el gatopardismo (cambiar todo para que todo siga igual).

 

“Trincheras” para seguir defendiendo cosas que ya no defiende nadie en el mundo, como prohibir el aborto terapéutico o el uso de la palabra “gobierno” para referirse a una dictadura. “Gatopardismo” para salir a corregir y perfeccionar un modelo que ha sido absolutamente exitoso, pero que debió haber tenido ajustes antes y a los cuales muchas veces se opusieron tenazmente, especialmente el mundo que representa Longueira. Es de esperar que no sea demasiado tarde, pero para ello hay que ser capaz de convocar al centro político.

 

El segundo factor que explica la similitud entre Allamand y Longueira, el jueves pasado, es la consolidación de un gobierno moderado en lo político y eficiente en lo económico, y de un Presidente que -habiendo pasado el 40% de apoyo- ha dejado de ser un estorbo para las campañas.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.