EL MITO DE LA BUENA EDUCACIÓN

EN LA CUBA DE FIDEL CASTRO

José Martí:

Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”.

Antes de que Fidel y Raúl Castro

se apropiaran de las escuelas cubanas

Manuel Castro Rodríguez

Antes de que los hermanos Castro se adueñaran de las escuelas cubanas, en ellas se defendía la libertad de pensamiento, se estimulaba el pensamiento crítico y se educaba en el ideario martiano, ese que nos enseña que “Ver en calma un crimen, es cometerlo” y “El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

 

Cursé la enseñanza primaria en el Colegio Moderno, una pequeña escuela laica –como la inmensa mayoría de los centros educativos cubanos-, ubicada en La Rosalía, un barrio pobre de San Miguel del Padrón, que por una mensualidad de cinco pesos brindaba una excelente educación.

 

Recuerdo con gran añoranza el clima de respeto mutuo que existía en el Colegio Moderno. De mis condiscípulos, en Cuba solamente vive Ana Oviedo, doctora en Medicina, cuyo padre hizo un gran esfuerzo para que ella pudiera estudiar: El papá de Ana vendía periódicos, para lo cual tenía que caminar por todo el barrio bajo el sol o la lluvia.

 

Evoco con gran cariño a mis maestras: América, María, Lourdes, Gladys y Florentina. También recuerdo con gran afecto a la directora del Colegio Moderno, Aleida Pérez Mareque, la cual me llamaba ‘líder’, por dos razones:

 

1- Como mis padres y mis amigos me llamaban ‘Manolo’, yo le hacía recordar a Manolo Castro, el dirigente estudiantil asesinado el año anterior a mi nacimiento.

 

2- Porque en su diario recorrido por las aulas, me veía discutir respetuosamente con mis maestras en las clases de Historia, sobre la ingerencia norteamericana en Cuba, Panamá, Nicaragua, República Dominicana y Guatemala –era la época del derrocamiento reciente de Jacobo Arbenz, debido a la intervención yanqui. Jamás recibí una reprimenda por ello, y frecuentemente era premiado con ‘El Beso de la Patria’, que se realizaba en una ceremonia especial en que se reconocía a los mejores alumnos del Colegio Moderno, al ser seleccionado un estudiante por aula.

 

Florentina me dio clases en 5º (curso 1959-1960) y 6º grado (curso 1960-1961) –desconozco qué pasó con la profesora que habitualmente le había impartido clases a 6º grado-, último curso en que funcionó el Colegio Moderno, ya que Fidel Castro estatizó la enseñanza. Ese fue un período de gran enfrentamiento político; al igual que la inmensa mayoría de los cubanos, yo apoyaba a la Revolución, mientras que mi maestra Florentina mostraba su desacuerdo con el rumbo que la misma había tomado, por lo que aumentó los debates respetuosos que sostenía con ella, pero seguí recibiendo ‘El Beso de la Patria’ y el cariño de Florentina y Aleida. Sí, yo defendía a la incipiente tiranía, pero como nos dice José Martí: “La verdad una vez despierta, no vuelve a dormirse”.

 

Mi maestra Florentina fue la primera persona que me dijo: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero lucharé hasta la muerte para que tenga la oportunidad de decirlo”, aforismo que se le atribuye al filósofo francés François Marie Arouet (Voltaire). En ese momento no lo entendí; cuando al fin pude comprenderlo, ya era demasiado tarde y tanto Florentina como Aleida se habían exilados. Por ello, nunca pude decirles cuánto contribuyeron a sembrar en mí el amor por la verdad, la libertad, los valores cívicos, la legalidad y la justicia, así como la defensa de los derechos humanos, que son cualidades primordiales en una persona honesta.

 

Antes de que los hermanos Castro se adueñaran de Cuba, ocupábamos el tercer lugar en Iberoamérica en educación y salud, como lo demuestran todos los informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como han reconocido varios economistas e historiadores marxistas (Juan F. Noyola, Raúl Cepero Bonilla, Manuel Moreno Fraginals y Óscar Zanetti Lecuona), Cuba era un país con índices crecientes de progreso económico y social.

 

En 1958, con una población de seis millones de habitantes, Cuba tenía un producto interno bruto per cápita de 374 dólares, según el Atlas of Economic Development (1961) de Norton Ginsburg, o de 520 dólares, según otros autores (H. T. Oshima, Felipe Pazos, José F. Álvarez Díaz, Leví Marrero, José M. Illán). Ese mismo año, el ingreso nacional por habitante de España fue de 180 dólares, menos de la mitad del de Cuba en cualquiera de los dos cálculos.

La formación del hombre nuevo

en la Cuba de Fidel Castro

 

La creación de un hombre devoto del Máximo Líder, del cual es deudor de todo por lo que hay que hacerle caso en todo, aunque eso implique renegar de sus seres queridos y matar cuando el Máximo Líder lo considere necesario.

 

Ernesto ‘Che’ Guevara:

El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal”.

 

Pioneros por el Comunismo, ¡Seremos como el Che!

Lo que nos dejó la URSS

Iván García

24 de julio de 2014

 

Aunque hace más de 20 años la URSS desapareció del mapa, la educación en la Isla continúa siendo un celoso albacea de la narrativa soviética.

 

Todavía en los libros de historia universal de escuelas secundarias o preuniversitarias en Cuba, el tema soviético se maneja con pinzas.

 

Se recuerda a su padre fundador Vladimir Ilich Lenin, la epopeya de la Segunda Guerra Mundial con sus 20 millones de muertos (dato viejo, fueron 27 millones y no pocos murieron por un disparo en la nuca de sus propios camaradas o en un tenebroso gulag), y la ayuda desinteresada de la URSS en los primeros años de la revolución verde olivo.

 

A Zoraida, estudiante de tercer año de bachillerato y amante de la historia, cuando le pregunto sobre aquella nación conformada por quince repúblicas europeas y asiáticas, sin apenas tomar aire, me suelta una parrafada calcada de los manuales escolares.

 

“La Revolución de Octubre fue fundada en 1917 por Lenin, y a pesar de las agresiones de naciones occidentales se consolidó como una gran potencia mundial. Fue el país con más muertos durante la Segunda Guerra Mundial, 20 millones (persiste en el error), y tuvo que luchar sola frente a la hordas fascistas. Estados Unidos y sus aliados se vieron obligados a abrir el Segundo Frente en Normandía ante el avance vertiginoso del Ejército Rojo”, responde con ese dejo de orgullo habitual en los alumnos aplicados.

 

No sé cuál será su vocación futura. Pero en ella el Partido tiene un buen prospecto de comisario político. Como deseaba indagar sobre otros aspectos históricos menos divulgados en los medios nacionales, le hice las siguientes preguntas:

 

¿Qué me podrías decir de las brutales purgas de Stalin, que costaron millones de vidas al pueblo soviético? ¿Sabías que la aplicación de la colectivización agrícola provocó hambruna y entre 7 y 10 millones de muertos en Ucrania, llamada Holodomor? ¿Habías leído acerca del pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop donde en una cláusula secreta Hitler y Stalin se repartieron las repúblicas bálticas y una zona de Europa del Este?

 

¿Has leído o escuchado sobre la matanza en el bosque de Katyn por tropas élites soviéticas a militares polacos? ¿Conocías que el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura en 1970, al igual que otros muchos intelectuales, estuvo preso en el Gulag solo por pensar diferente?

 

¿No crees que la URSS fue una nación imperialista, pues ocupó parte de Europa del Este como trofeo de guerra e instauró gobiernos vasallos? ¿Has estudiado sobre la agresión soviética a Checoslovaquia en 1968 o Afganistán en 1979?

 

¿Alguna vez te contaron que por decisión de Fidel Castro y Nikita Jruschov, en Cuba estuvieron emplazados 42 cohetes atómicos de alcance medio que pudieron provocar una conflagración nuclear? ¿Sabías que al igual que Estados Unidos tiene una base militar en contra de la voluntad del pueblo cubano, Fidel Castro sin consultar al pueblo autorizó un centro de instrucción militar con tropas soviéticas y una base de espionaje  electrónico en las afueras de La Habana?

 

A cada una de estas preguntas, la joven respondió con evasivas: “No, no lo sé. No, no lo he leído. O eso no lo hemos dado en la escuela”.

 

Es conocido que el sistema de enseñanza en Cuba intenta apertrechar a sus alumnos de una visión marxista y exaltar a Fidel Castro y su revolución. En temas rigurosamente comprobados, el método utilizado no es mentir, si no reconocer que no se tiene información o no decir toda la verdad.

 

Aunque hace más de 20 años la URSS desapareció del mapa y dijo adiós a su estrafalaria ideología, la educación en la Isla continúa siendo un celoso albacea de la narrativa soviética.

 

Manuel, graduado de Filosofía, reconoce que en sus estudios universitarios de historia no hicieron hincapié en la Perestroika y la Glasnost. “De pasada los profesores encaraban aquella etapa. De Gorbachov se nos dijo que fue un traidor, que desmontó piedra a piedra el poderío y la influencia soviéticos. El enterrador del comunismo. Un paria”.

 

En las estructuras del poder existe un núcleo poderoso que aún recuerda con nostalgia el periodo soviético. El General Raúl Castro, al frente de los destinos de Cuba, es un gran admirador del comunismo ruso. En una de las visitas al apartamento de Juan Juan Almeida, hijo del comandante guerrillero, cuando vivía en Nuevo Vedado, Juan Juan me contó que en la antesala de la oficina del General Castro en el MINFAR, había un cuadro de Stalin, el carnicero de Georgia.

 

En el discurso de viejos aparatchiks, formados en severas escuelas del Partido, sigue latente la Cuba soviética de antaño. Joel, funcionario retirado, añora los viajes a Moscú y las visitas al mausoleo del Kremlin, donde Lenin yace embalsamado. En su casa, en un estante de madera, reposa una colección de libros de Boris Polevoi, Nicolai Ostrovski e Iliá Ehrenburg, entre otros que escribieron sobre las proezas del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patria.

 

Carlos, sociólogo, considera “que la URSS puede parecer periódico viejo, pero no está muerta del todo. La población ya no se acuerda de la carne de lata, la compota de manzana ni los muñequitos rusos. Es en la estructuras del poder donde extrañan la era soviética”.

 

La historia de amor hacia la URSS entre un sector intelectual y político es de vieja data en el país. Muchos que juran ser nacionalistas a pie firme, acusan de anexionistas a las personas que admiran el estilo de vida y las estructuras institucionales de Estados Unidos. Pero donde de veras existe anexionismo, es en el comunismo. No solo importaron la ideología, también pretendieron clonar el modelo soviético en un archipiélago del Caribe a 9.500 kilómetros de Moscú.

 

Y no eran tontos o analfabetos los que aplaudían la teoría de una Cuba soviética. Entre ellos, intelectuales de talla como Nicolás Guillen, Salvador García Agüero y Juan Marinello, miembros del Partido Socialista Popular (PSP).

 

Con la llegada al poder de Fidel Castro, el oportunismo político de los barbudos se acopló al imaginario comunista de hombres curtidos en el quehacer sindical y el proselitismo marxista en diversos sectores académicos e intelectuales de la nación.

 

A pesar de la afinidad del Gobierno cubano con el soviético, entre un segmento amplio de la ciudadanía, la cultura rusa no caló. Tampoco cuajaron su moda y costumbres, sus comidas y creencias religiosas.

 

Lo que la URSS nos dejó fueron algunos cientos de matrimonios entre rusos y cubanos. Y nombres como  Iván, Tatiana, Vladimir, Irina, Boris, Natasha... Poco más.

 

Aunque los añejos dinosaurios políticos traten hoy a cuerpo de rey a Rusia en los medios y, la nomenclatura se esfuerce en reactivar nuevos pactos, el país eurasiático sigue siendo una música lejana y exótica para la gente de a pie.

 

Y es que, por geografía y cultura, los cubanos siguen mirando al Norte.

 

 

La expulsión de los maestros repasadores

Jorge Enrique Rodríguez

23 de julio de 2014

 

Las sanciones contra profesionales pedagógicos empeoran todavía más el sistema educacional. Existen aulas sin profesores y asignaturas sin materiales de estudio.

 

Dos alumnos de la secundaria básica “Desembarco del Granma”, en el Reparto Eléctrico, que no habían reprobado el examen final de matemáticas del recién concluido período escolar, fueron entrevistados por metodólogos de la Dirección Municipal de Educación de Arroyo Naranjo, supuestamente interesados en el hecho de que ambos recibían sesiones particulares de repasos con el fin de optimizar sus rendimientos académicos.

 

Ajenos al trasfondo de las preguntas de rigor, los dos adolescentes confirmaron que dichas sesiones las asumía una maestra de la escuela primaria “XX Aniversario del Desembarco del Granma” —también en el Reparto Eléctrico—, y que sus padres pagaban por ellas. La maestra de quinto grado Berta R. era de las antiguas; de aquellas que todo cubano recordó con añoranza en cuanto el Estado cubano puso en práctica el programa de maestros emergentes.

 

Sin embargo, después de la entrevista a los adolescentes, en un conclave organizado por sus colegas de oficio y con la presencia de cuadros del Partido, se determinó la expulsión definitiva de Berta R. del sistema de enseñanza.

 

Pero, ¿por qué entrevistar a estos dos alumnos en específico? ¿Y por qué la insistencia en indagar sobre sesiones particulares —y pagadas— de repasos?

 

El origen de estas indagaciones puede ubicarse en el reciente escándalo que se desatara como resultado de la filtración y trasiego del examen de Matemáticas para matricular  en la enseñanza universitaria. Escándalo que activó una alarma en el Ministerio de Educación Superior, que ha reiterado su caso omiso a evidentes señales sobre corrupción —y oxidación— en las estructuras educacionales del país.

 

Así, del asunto de la filtración y trasiego de exámenes se pasó al hostigamiento a maestras en activo que ofrecen servicios de repasos particulares.

 

“Estas impugnaciones son contraproducentes con los hechos que vienen sucediéndose en los últimos años”, confirma Nila M., maestra titular de sexto grado en la Escuela Primaria “Guillermo Llabre”, en la Habana Vieja. “Yo estuve varios meses repasando a cuatro alumnos de esta misma escuela, que no tenían maestras titulares en sus grados, pero tuve que abandonar estas sesiones extralaborales porque podía ser expulsada definitivamente de Educación. Solo me hicieron una advertencia como medida, por mis más de 20 años como maestra de primaria.”

 

Cuando la cifra de reprobados en un examen sobrepasa el 35%  por falta de profesionales en el claustro de maestros, Berta R. se pregunta a quiénes responsabilizar. “¿A los alumnos que durante casi todo el curso no tienen maestras? ¿A los padres que no pueden darse el lujo de pagar los servicios de una maestra repasadora?, ¿A las maestras que oportunamente —que no oportunistamente— intentan capear el temporal repasando a estudiantes de otros grados, asumiendo así responsabilidades que el MINED no garantiza? ¿O al Estado que perpetua el relato de un sistema de educación que, además de gratuito, es un ejemplo a seguir?”

 

Estas cuestiones no solo expresan la preocupación de maestras como ella, sino que también atraviesan a la familia cubana toda.

 

Un ejemplo de la crisis del programa estatal de enseñanza es el hecho de que los educandos que cursan el sexto grado de enseñanza primaria no tienen examen final de Geografía (en su defecto realizan un trabajo práctico) porque no existe material de estudio ni herramientas actualizadas para impartir esta asignatura. El MINED no ha podido garantizar siquiera mapas con la nueva división político-administrativa cubana que se venden, sin embargo, en la tiendas Artex y, en ocasiones, en pesos convertibles.

 

Los reportes de la secundaria básica Guido Fuentes, en el municipio Plaza, tampoco dejan lugar a dudas sobre el descalabro del sistema de enseñanza: solo en noveno grado reprobaron el examen final de matemáticas 120 alumnos, de ellos 25 no lograron aprobar la asignatura en las dos oportunidades siguientes —ni en la revalorización ni en el extraordinario— y por ende, deben repetir el grado.

 

Ania Cabrera, madre de uno de los estudiantes repitentes alegaba que durante todo el curso los alumnos no tuvieron maestros de matemáticas y, muchas madres como ella no podían costearse los 5 CUC mensuales, que representan el promedio que se paga por un repasador particular de cualquier asignatura.

 

Existe, aunque las autoridades no quieran entenderlo así, una diferencia obvia entre “comprar un examen” y “pagar sesiones particulares de repaso con el propósito de sostener o elevar rendimientos académicos”. Diferencia que radica en la preocupación de la familia cubana por el conocimiento y la instrucción real de sus hijos, ya sea gratuita o pagada.

 

Y, amén de la injusticia cometida contra los maestros sancionados, tales medidas punitivas acarrearán más problemas. Como puede verse en el caso de la maestra Berta R., pues su expulsión definitiva deja sin una maestra titular el próximo curso escolar de la escuela primaria del Reparto Eléctrico. La sustitución no está garantizada, y por ende habrá de acrecentarse, para el nuevo curso, el mismo dilema.

 

Entristece la conclusión que deja de tarea al Estado un padre como Luis Herrera, quien no puede darse el lujo de costear, para sus dos hijos, un maestro particular: “Este es el verdadero costo de esa educación gratuita del que nadie habla”.

Oscar Casanella,

investigador y profesor universitario,

denuncia amenazas hechas por la policía política

y habla sobre sus condiciones laborales

28 de mayo de 2014

Seremos como seremos

Adoctrinamiento al que son sometidos los escolares  por parte de la tiranía de los hermanos Castro

Parte I

Seremos como seremos

Adoctrinamiento al que son sometidos los escolares por parte de la tiranía de los hermanos Castro

Parte II

Documental Utopía

La chusmería y la mala educación

promovidas por la tiranía castrista

La chusmería: hija bastarda de la revolución

Miriam Celaya

19 de enero de 2014

 

¡“Reagan tiene saya; nosotros pantalones, que tenemos un comandante que le roncan los co…..!” (Consigna revolucionaria popularizada por Felipe Pérez Roque)

 

La Habana despierta temprano y antes de las 8:00 am es un hervidero de voces y movimiento. Trepidan los viejos autos y ómnibus por la ciudad, la gente se aglomera en las paradas y en los contenes, bulle la nueva jornada de supervivencia. Apenas a una cuadra de la céntrica avenida de Carlos III, decenas de adolescentes se apiñan en los alrededores de la secundaria básica “Protesta de Baraguá” dilatando todo lo posible el momento de entrar al matutino. Con independencia de géneros, vivaces, altaneros, irreverentes, casi todos hablan en voz muy alta, gesticulan, gritan de unos grupos a otros, de una a otra acera.

 

Una estudiante pulcramente vestida y bellamente peinada, se empina sobre sus pies mientras se coloca las manos a ambos lados de la boca, a manera de bocina:

 

-       ¡Dayáááán… Dayáááán! ¡Oye mi’jo, no te hagas el loco… Contigo mismo es, ¿qué bolá, qué p…. te pasa?!

 

El interpelado, a media cuadra de distancia, se vuelve hacia la muchacha y echa a reír:

 

-       ¡¿Eh, Carla, ¿cuál e’?, ¿se te pegó el picadillo?, ¿Yandi no te quita la picazón y te hace falta que yo te “arrasque”?!

 

-                      ¡Ayyyy, papi, ya quisieras. Tú no tienes pa´ eso!

-                       

El breve diálogo va acompañado de una gestualidad exagerada, procaz.

 

Dayán se acerca y ambos se saludan con un amigable beso y mucho manoseo. Se integran a un grupo cercano de condiscípulos que parlotean entre sí. Cada tanto, las palabras fuertes vuelan, como los gorriones matinales de los árboles cercanos. Observo atenta el panorama general. El saludo entre estos jóvenes puede ser una nalgada, un beso o una frase gruesa digna de una taberna de bucaneros, dicha con la naturalidad que imprime la costumbre.

 

Me acerco al grupo y me identifico como reportera. Quiero hacerles unas preguntas rápidas y sencillas antes de que tengan que traspasar la cerca de entrada de la escuela, les aclaro que no necesito nombres, que no los voy a grabar y que no les haré fotos si no lo desean. Algunos se alejan un poco, por si acaso, pero quedan lo suficientemente cerca como para escucharlo todo. Ninguno quiso ser fotografiado.

 

¿Dónde aprendieron a expresarte así?, ¿sus mayores se lo permiten en casa y los maestros en la escuela?, ¿han crecido en un medio familiar violento?, ¿qué entenderían ustedes como groserías, o “malas palabras”?, ¿cómo definirían el lenguaje que utilizan?, ¿en alguno de sus libros de literatura o lengua española encuentran ese vocabulario?

 

Tras algunos titubeos, es el propio Dayán quien rompe el hielo. “Na’, mi tía, normal. Todo el mundo habla así y todo el mundo sabe lo que quieren decir esas palabras. En la casa hay que tener cuidado porque los padres se ponen muñecones si uno dice muchas malas palabras; pero ellos sí las dicen como si ná. Los maestros casi nunca se meten en eso. Eso no tiene nada de malo. Mire, en mi casa no hay violencia de esa. A mí  nunca me han dado golpe. Bueno, algún pescozón cuando era chiquito y hacía algo malo, pero ‘normal’, como a todo el mundo”.

 

Enseguida los demás se atropellan para decir y opinar, interrumpiéndose unos a otros. Todos coinciden en que lo que pasa es que en “mi época” no se hablaba así porque había mucho atraso, menos libertad, pero “eso era antes”.

 

Decir palabrotas ahora es “normal”, (todo un adelanto, diríase). Es verdad que en sus libros no hay ese vocabulario, pero los libros son una cosa y la vida real otra; lo mismo pasa, por ejemplo, en la televisión. Indago un poco más y descubro que ninguno de ellos se ha leído jamás una novela. Menos aún conocen de poesía. En resumen, la vulgaridad no es tal para ellos, sino que las expresiones más ordinarias son la norma.

 

El timbre de la escuela avisa que va a empezar el matutino y los muchachos se empujan para entrar mientras ríen divertidos. Yo soy, obviamente, una “temba chea”, una especie de anacronismo pasajero de ese día. Algunos, muy pocos, se despiden de mí antes de darme la espalda y alejarse.

 

Pero así como no todos los jóvenes son vulgares, tampoco todos los vulgares son jóvenes. La epidemia de grosería, que se ha tornado endémica, no es un fenómeno generacional sino sistémico.

 

Por la tarde salgo a la avenida cercana y bordeo el portal lateral del Mercado de Carlos III, por la calle Árbol Seco, donde diariamente los taxistas se agrupan para sus cotilleos entre un cliente y otro. En la ventanita de ventas toman café o se compran alguna bebida para refrescar las abusadas gargantas. A cada momento las groserías salpican las charlas, en especial en las amigables discusiones a toda voz sobre la serie nacional de béisbol o sobre los precios de los automóviles, cuya venta recién comenzó por el Estado. La adolescencia ha quedado muy atrás entre ellos; muchos peinan canas y otros ya no conservan siquiera canas que peinar.

 

Le pregunto a un parqueador septuagenario que cubre el área si esos habituales del portal siempre dicen palabrotas tan gruesas o es solo por la emoción del momento. “Eso es normal aquí. Siempre dicen malas palabras, aunque haya cerca mujeres y niños. Ya no hay respeto. Y si les dices algo es peor, así que mejor quédate calladita la boca”.  Le aclaro que no pienso decirles nada.

 

En realidad, si fuera a reprender a todos los que se expresan con groserías tendría que pasar cada día completo regañando y hubiese recibido más de un gaznatón. En Cuba, hoy por hoy, la corrección de las maneras y del lenguaje se consideran una gazmoñería injustificable: impera el aserismo. Pero, ¿cómo y cuándo comenzó todo?

 

¡Asere, ¿qué bolá?!

 

Cierto que siempre han existido personas ordinarias y mal educadas, solo que en la actualidad la grosería ha invadido la sociedad cubana, al punto que ya no es posible sustraerse de ella. A contrapelo del discurso oficial que pregona sobre la instrucción y cultura de este pueblo, la vulgaridad –como forma particular de violencia– parece haber llegado para quedarse entre nosotros. Desde las palabrotas más gruesas hasta la impudicia masculinísima de orinar en la vía pública y a plena luz del día, la cotidianidad es cada vez más agresiva.

 

Si fuésemos a explicar la historia del imperio de la vulgaridad en la Isla utilizando algunos de los vocablos prosaicos que se han ido incorporando al habla cotidiana en diferentes épocas de estos 55 años a partir del igualitarismo ramplón impuesto como política de estado, probablemente solo un cubano crecido en este ambiente podría entender algo del léxico. Quizás el recuento podría sintetizarse así, y perdonen los lectores, solo pretendo ilustrar el caso:

 

En un principio fue un asere, que asaltó un cuartel con un grupo de ecobios, aunque él salió en pira cuando empezó la balacera. Aquello se puso malito y falto’e frío y los que se salvaron fueron pa’l tanque. Pero como eran unos locotes pinguses, al final ellos y otros moninas que se les pegaron por el camino cogieron el mazo aquí, por sus cojones, le dieron el bueno envenena’o a Batista, que era un punto, y ahí empezó la burumba esta. Se acabaron la fineza y la blandenguería, que aquí todo el mundo es la misma salsa, así que al que le pique que se arrasque, y si no, “tunturuntun”, ¡qué bolá!, ¡y quimba pa’ que suene! ¿Cuál e’?

 

La generalización del mal hablar y la pérdida de las buenas maneras es ya un rasgo distintivo de la sociedad cubana de estos tiempos, al punto que el propio general-presidente, Castro II, ha manifestado públicamente su alarma por tanta chabacanería. La vulgaridad social, esa suerte de hija bastarda que ahora el régimen se niega a reconocer como propia, ha traspasado los límites del populacho y ha llegado a los umbrales sagrados de sus padres. Y los asusta. ¿Qué tal si un día tanta ordinariez descontrolada se convierte en violencia contra el trono?

 

Los diligentes pregoneros, por su parte, han respondido de inmediato al silbato del amo. Lenguaje, ¿Las buenas formas se fueron de viaje?, es un artículo donde la periodista oficial María Elena Balán Sainz, tras lamentarse de las malas formas del habla y de los modales que rigen actualmente en Cuba, en especial entre los más jóvenes, se adentra en un análisis sobre el origen del español hablado en la Isla y su parentesco léxico con otros países de la región, sobre la teoría evolucionista del lenguaje, su importancia en la comunicación humana y de su cuidado, por lo que insiste en que “Aunque aparentemente caiga en saco roto, no podemos dejar la batalla por el uso correcto de nuestra lengua, aunque existan tendencias marcadas en los últimos tiempos al lenguaje popular chabacano, en ocasiones con ingredientes vulgares.”

 

No pudo sustraerse ella misma a los lugares comunes que en Cuba hacen de cada cuestión una “batalla” y donde toda “estrategia oficial” naufraga en estériles campañas, aunque hay que reconocer las buenas intenciones de su artículo. Sin embargo, de su texto parece inferirse que la chabacanería y la vulgaridad surgieron súbita y espontáneamente entre nosotros, sin motivo ni razón alguna, con la misma naturalidad que si fuesen hongos sobre heces de animales en un potrero. Balán Sainz no menciona ni una sola vez la rusticidad soez de las consignas revolucionarias, las palabrotas de los mítines de repudio, la vulgaridad de agredir y golpear a los que no piensan como indica el credo verde olivo, la grosería estimulada y arropada desde el poder para tratar de anular moralmente al diferente.

 

Aquellas aguas trajeron estos lodos…

 

Utilizando ahora mis propias palabras para el recuento, diría que en un principio fue la violencia de una revolución social que alcanzó el poder por las armas; que expropió; que expulsó; que sembró las exclusiones por cuestiones políticas, de credo religioso, de preferencias sexuales; que impuso el igualitarismo, condenó las tradiciones, separó a los hijos del hogar de sus padres para adoctrinarlos, fracturó las familias, condenó la prosperidad, secuestró las libertades, sofocó las capacidades creativas y la independencia de los individuos, estandarizó la pobreza,  empujó a una emigración infinita que nos asuela y mutila. No puedo imaginar mayor vulgaridad.

 

Ahora, cuando ya Cuba parece una tierra arrasada, su economía arruinada y los valores extraviados entre las viejas consignas y las constantes decepciones, el régimen se perturba por la grosería y pobreza del lenguaje, que avanzan proporcionalmente con la crisis general del sistema.

 

Pero en algo tiene razón Balán Sainz, cuando nos recuerda que el léxico es reflejo de la realidad social. A un país empobrecido donde cada día se palpan con mayor acento la frustración, las precariedades de la supervivencia y la tendencia a la violencia, le corresponde un lenguaje pobre, vulgar y violento. Es parte del daño antropológico, tan magistralmente definido por Dagoberto Valdés.

 

¿Habrá soluciones? Por supuesto, pero tampoco serán espontáneas. Solo el final de la grosera dictadura castrista podría marcar el principio del fin del aserismo en Cuba.

 

 

 

Véase una muestra del daño antropológico

Niños que quieren ser ‘jinetera’ (prostituta), ‘yuma’ (extranjero) o dictador

La Edad de Oro (Corto documental, 2013)

Javier Castro

Repaso y repasadores

Rebeca Monzó

15 de octubre de 2013    

 

A partir de los años cuarenta todas las personas que se dedicaban a la enseñanza en Cuba, poseían títulos acreditativos para ejercer profesionalmente el magisterio. En la década de los cincuenta eran muchos los profesores ilustres en nuestro país, reconocidos internacionalmente por sus libros publicados, los cuales se utilizaban como material de estudio dentro y fuera de nuestras fronteras: Valmaña, Baldor, Añorga, por sólo mencionar algunos, libros de texto que aún son usados en muchos de los países latinoamericanos por profesores y estudiantes.

 

Después del año cincuenta y nueve, en que fueron intervenidos los colegios privados, se promulgó una absurda ley que “invitó” a los maestros de primaria y enseñanza superior en funciones, a jubilarse con sólo veinticinco años de servicios y el mayor haber percibido, sin importar la edad. Esto y otras causas, en la que los maestros se vieron además depreciados por haberse formado en el capitalismo, hizo que muchos marcharan al exilio, la mayoría se jubilara y muy pocos fueran los que continuaran ejerciendo contra “viento y marea”. Desde entonces, la enseñanza comenzó a deteriorarse y tuvieron que preparar “a la carrera” y en muy poco tiempo, jóvenes del campo, como maestros para llenar el vacío provocado por el propio gobierno: los llamados “Makarenko, al ser formados según los métodos del pedagogo soviético de igual apellido.

 

En la década de los sesenta aún quedaban buenos profesores en muchas de las escuelas y éstos, a su vez, ayudaban a los recién capacitados a superarse, pero los bajos salarios, la falta de estímulos y el deterioro cada vez más evidente de las instalaciones docentes, hicieron que, poco a poco, la deserción fuera apoderándose del sector, sobre todo en la primaria y secundaria. Aún, para entonces, la Universidad contaba con figuras brillantes en su claustro.

 

Otras de las causas que incidió en la baja calidad de la educación fue que los maestros se vieron presionados, para no afectar su propia evaluación, que se basaba en la promoción y no en la calidad, a cometer fraude. Esto hizo que muchos informaran con antelación a sus alumnos las preguntas que saldrían en los exámenes y, en muchas ocasiones, hasta les “soplaran al oído” las respuestas, a fin de obtener ellos una buena evaluación.

 

Muchos padres, ante el deterioro galopante de la enseñanza y la falta de maestros en determinadas asignaturas, decidieron acudir a profesores jubilados para que les repasaran y, en algunos casos, hasta les impartieran las asignaturas a sus hijos. Otros, en mejor posición económica, lograban los mismos resultados con sus hijos, haciéndoles valiosos regalos a los propios maestros en ejercicio. Cada vez más fue decayendo la calidad de la enseñanza y se les perdió el respeto a los maestros, por parte de alumnos y familiares. Después, como puntillazo y para rematar, aparecieron los llamados “maestros emergentes”, preparados en cursos rápidos de baja calidad y corta duración, y la sustitución de profesores por televisores en las aulas. Esto marcó el golpe final a la calidad en la educación.

 

Progresivamente, junto a este deterioro, fueron creciendo en número cada vez mayor, las personas que se dedicaban de forma particular y cobrando, claro está, para mejorar un tanto sus propias economías, los repasadores. Esto fue, hasta la aparición de las nuevas licencias no hace mucho, una actividad clandestina. Ahora existen legalmente los repasadores, pero ya el gobierno le está buscando la “contrapelusa” al ejercicio de esta actividad, queriendo crucificar a los profesores que, estando activos, y sin estar autorizados para obtener licencias, se dedican a ella, arremetiendo contra los mismos a través de los Medios, hablando de falta de ética y de civismo, sin tener la valentía de afrontar y divulgar las causas, fundamentalmente económicas, que han provocado esta situación: los salarios de miseria que reciben, que son insuficientes para satisfacer sus necesidades mínimas como ciudadanos, desestimando que, si una vez más, los maestros se sienten acorralados, volverán a desertar, creando un nuevo vacío en la enseñanza, cada vez más difícil de llenar.

 

Es necesario buscar una salida legal para que se solvente este caos creado, sin perjudicar a profesores ni alumnos y, sobre todo, el futuro de la nación. Los repasadores existen justamente, debido a la cada vez más baja calidad de la enseñanza. Esto es responsabilidad de toda la ciudadanía en general pero, en primera instancia, del Ministerio de Educación y su más alta jerarquía.

 

 

Añoranza por las aulas

Yusimi Rodríguez

8 de octubre de 2013

 

Me impartió clases de física en noveno grado y es uno de los mejores profesores que he tenido. Conste que no lo comparo con profesores mediocres o formados a medias

 

Pertenezco a una de las generaciones afortunadas de este país que contó con buenos profesores, que no solo tenían una excelente formación en cuanto al contenido que impartían y a la pedagogía empleada para hacerlo. Tenían además unas ganas enormes de dar clases.

 

De esos era mi profesor de física. Sus clases comenzaban siempre con un experimento; llegó a hacerlos incluso en el matutino, ante toda la escuela, y eran espectaculares.

 

Nunca voy a olvidar cómo atravesó un condón inflado con una aguja de más de cincuenta centímetros de largo, sin que el condón reventara.

 

Volví a verlo durante el primer año de mi carrera, cuando hice un concentrado laboral de un mes en un preuniversitario en el campo. Fue él quien me reconoció en el comedor, durante esos días fuimos casi colegas.

 

Lo recuerdo leyendo un libro de física en medio de una reunión del sindicato. Leía sus libros de física para no reventar ante las cosas que no entendía: “¿Por qué tengo que ir a buscar a los alumnos al albergue cuando no van a clases?  ¿Por qué tengo que regalarles las notas si no aprueban? ¿Porqué soy responsable de que suspendan si ellos son los que se ausentan y no estudian, mientras yo estoy aquí todos los días temprano, preparo bien mis clases…?”, se preguntaba.

 

Pensé que esas habían sido las causas de que abandonara Educación, cuando me lo encontré dos años más tarde y ya no era profesor. Traía viandas del campo para vender en La Habana. Pero la razón era más simple: “me estaba muriendo de hambre, negra”. Y entonces le brillaron los ojos y me dijo: “tengo unas ganas de dar clases”.

 

Poco después, era profesor nuevamente en una beca. “Es más fuerte que yo”, me dijo cuando volvimos a encontrarnos. Entonces, no lo vi más hasta el año 2000. ¿Dónde? Nada menos que en un curso de masaje. Era el primero para mí, y el tercero o cuarto para él.

 

Algo complementario, porque llevaba más de un año dedicándose al masaje. A mí me interesaba saber de las técnicas que él ya conocía, de los precios, cómo hacer clientela, porque aunque era profesora en un tecnológico, me interesaba tener una fuente de ingresos extra que me hiciera la vida más fácil. Pero de alguna forma terminábamos hablando de Educación, de sus recuerdos, de las ganas que tenía de impartir física otra vez.

 

Hemos seguido encontrándonos a lo largo de los años. Ha sido administrador, planificador; en una época era el ayudante de un chofer que en las vacaciones llevaba a la gente a la playa en una guagua. Ha regresado a las aulas en más de una ocasión, y en más de una ocasión ha vuelto a desertar.

 

Volví a verlo solo unos días atrás. El negocio de los masajes está un poco flojo, pero se ayuda con lo que aparezca. “El problema es que tú puedes ser muy profesional, muy universitario, pero hay que tener claro que del título no se vive, por lo menos aquí”, me dice.

 

Le pregunté si ya se le había curado la nostalgia por el aula, y me respondió: “Nunca”. Pero le entristece el estado de la educación en Cuba. “Se retrocedió mucho con eso de las teleclases, los maestros emergentes, los profesores generales integrales que tenían que impartir todas las asignaturas en secundaria; eso era un disparate, yo no acepté eso.

 

Ahora parece que por fin se dieron cuenta y las cosas van a mejorar, pero hay por lo menos una generación que ya se jodió con ese sistema”.  Le pregunté si estaba dispuesto a volver a impartir clases si las cosas mejoraban, y por un momento volvieron a brillarle los ojos, pero enseguida lo atrapó el pesimismo.

 

O simplemente el realismo: “Ya tengo más de cincuenta años, no sé cuántos tendré cuando las cosas hayan tomado su lugar, pero si mejoran a tiempo… creo que sí, que volvería a dar clases”.

 

Al bajar de la guagua íbamos en sentidos diferentes. Yo, a intentar rellenar un cartucho de impresora; él, a dar un masaje. “Hay que estar donde esté el billete, negra”, fue su frase de despedida.

 

Es uno de los que perdieron el juego, en cierta forma.  Abandonar la vocación de uno es siempre triste, aunque uno se forre de dinero; y más triste aún si ni siquiera te forras de dinero, solo sobrevives. Es también uno de los que se perdieron quienes debieron conformarse con recibir clases de un profesor a medio hacer.

 

No lo culpo. Educación es uno de los sectores que más sufrió con el Período Especial (que no se sabe si ya terminó) y uno de los que más sufre aún. En Educación no hay “jabitas”, no hay “búsqueda”, y la divisa, hay que divisarla de lejos.

 

No será un Héroe del Trabajo en la República de Cuba, pero sí un héroe para su familia, a la que ha mantenido a flote en medio de la(s) crisis. No lo admiro menos que a esos otros profesores que me dieron clases o fueron mis colegas durante mi breve estancia en Educación.

 

A diferencia de mí, y a pesar del salario que no les alcanza, de las condiciones difíciles en las que han tenido que trabajar, de que no dan abasto, de los errores que se han cometido en el sector, siguen de pie en el aula, frente a sus alumnos, sin que les pase por la mente la idea de renunciar. Ellos también son héroes.

 

 

Formar ciudadanos no es tarea de dictaduras

Miriam Celaya

2 de octubre de 2013

 

Las estadísticas oficiales, tan complacientes como engañosas, han motivado reconocimientos internacionales al sistema educacional cubano, pero enmascaran la mala calidad de la enseñanza de nuestros centros de estudios, la insuficiente calificación de los graduados, el promocionismo  como política de Estado y la corrupción general, que contamina a docentes, estudiantes y padres.

 

Cada experimento docente implementado por el régimen se ha visto coronado por el fracaso, sin embargo, las autoridades continúan negando la participación ciudadana en la búsqueda de soluciones a un problema que afecta a la toda la sociedad y que rebasa los intereses políticos de la cúpula.   

 

El maestro revolucionario

 

Contrario a lo que pregona el gobierno, en la etapa republicana se produjeron un desarrollo y una diversificación notables en la educación. También se avanzó en la superación del analfabetismo.

 

Según el censo de 1953, éste alcanzaba un 23% entre los cubanos mayores de 10 años, cifra favorable para los estándares de la época, aunque existía un fuerte contraste entre las zonas rurales (41%) y las urbanas (11,6%), niveles de enseñanza muy superiores a los de numerosos países que hoy se cuentan entre los más desarrollados del mundo.  

 

La Ley de Nacionalización de la Enseñanza (6 de junio de 1961), estableció la enseñanza pública y gratuita y suprimió la educación privada. Con ella todos los centros de enseñanza privada, sus bienes y acciones, pasaron al poder del Estado, encargado desde entonces de los programas docente-educativos.

 

También en 1961, la campaña de alfabetización movilizó hacia zonas rurales a cientos de miles de jóvenes como maestros. El Manual de los alfabetizadores debía orientar a éstos “técnica y políticamente”; en tanto la Cartilla de los educandos contenía “24 temas  sobre cuestiones básicas de la revolución, con definiciones sobre las palabras usadas”. 

 

Fue el inicio del adoctrinamiento de las masas y de los maestros, y el arranque de una tendencia que se haría perniciosa en la educación cubana: la improvisación de “educadores” mediante cursillos breves, sin una verdadera formación ni vocación, a despecho de la larga y rica tradición pedagógica anterior. Había nacido la era del maestro revolucionario.

 

Las escuelas pedagógicas

 

En los 70’ surgieron escuelas pedagógicas especializadas, como el Contingente “Manuel Ascunce” y la Escuela Formadora de Maestros Primarios “Salvador Allende”, para la formación de maestros secundarios y primarios, respectivamente, y a finales de esa década, el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, que en sus años de gloria llegó a graduar profesores de alto nivel con una instrucción especializada en todas las ramas de la enseñanza. 

 

También en los 70’ se generalizaron las Escuelas en el Campo, sistema de internados para los niveles secundario y preuniversitario y de varias especialidades tecnológicas, la política oficial sustituyó el papel de los padres en la educación de los hijos, por el del Estado, asestando un golpe demoledor a la familia como fuente de valores éticos y morales. 

 

A la vez, el proceso docente educativo, subordinado a la ideología oficial, fomentaba la enseñanza de una historia nacional apócrifa  y una falsa identidad cultural en función de la legitimación del poder “revolucionario” y no en la formación de valores cívicos, lastrando con ello la cultura y erosionando los valores nacionales.

 

Pese a sus limitaciones, el sistema de enseñanza logró extender la instrucción a todas las capas de la población, aumentó los niveles de acceso de grupos sociales históricamente desfavorecidos y creó en la población la conciencia de la educación como un derecho, aunque a cambio de un adoctrinamiento ideológico sin precedentes en la nación.

 

Tras la desaparición de la Unión Soviética y de sus subsidios que sostenían los planes educativos del gobierno, la crisis económica de los 90’ provocó altos niveles de deserción estudiantil y el éxodo de miles de maestros y profesores hacia ocupaciones más rentables. Decenas de escuelas en el campo donde se formaba  el “Hombre Nuevo” fueron cerradas, terminando de golpe y en el más estrepitoso fracaso el mayor experimento pedagógico de la historia de Cuba.

 

Ante la crisis

 

En la actualidad no quedan rastros en la Isla de lo que alguna vez  fuera un relativamente desarrollado sistema educacional. En la última década los sucesivos cursos de maestros emergentes, conocidos como “maestros instantáneos”, han agudizado el deterioro educacional.

 

La política oficial continúa asumiendo la educación de toda una nación cual si se tratara de campañas y batallas de guerra y pretende remontar el problema improvisando medidas, como son el retorno de más de 2 mil maestros jubilados a las aulas o la autorización de “repasadores” –generalmente profesores retirados.

 

Los superiores resultados de estudiantes cuyos padres contratan los servicios de profesionales de la educación, demuestran la superioridad de la iniciativa privada. Estas vías de educación “informal”, con sus aciertos y limitaciones, señalan un inicial retorno a la coexistencia de una red de instrucción-educación privada junto al sistema de educación pública al acceso de todos.

 

El mito de la igualdad social

 

Se ha roto el mito de la “igualdad social” al crearse una diferenciación de oportunidades de acceso entre los estudiantes según puedan o no costear estos repasos del sector educativo privado.

 

Uno de los factores que dificulta la recuperación de la calidad de la enseñanza en Cuba continúa siendo la constante emigración hacia el extranjero tanto de maestros y profesores como de miles de profesionales y técnicos que antaño fueron la base esencial de la formación de educandos.

 

Se calcula que solo en los últimos 30 años han emigrado alrededor de 15.000 médicos, más de 10.000 ingenieros y más de 25.000 licenciados, así como un gran número de técnicos medios y obreros calificados, en un proceso permanente de descapitalización que afecta la base docente de numerosas especialidades técnicas. Muchas de éstas incluso han desaparecido.

 

Además de los emigrados, decenas de miles de maestros fueron destinados a los programas educativos “internacionalistas”, despojando muchas aulas cubanas de los docentes mejor calificados, sustituidos por “maestros emergentes”, apenas alfabetizados ellos mismos, con funestas consecuencias para la calidad de la enseñanza. 

 

No es tarea de dictaduras

 

En la actualidad se ha retornado a la formación pedagógica especializada para la educación primaria, carrera de cuatro cursos, con estudios secundarios aprobados, como en las Escuelas Normales de antes de 1959. En la capital, se ha retomado la antigua  sede de los maestros normalistas.

 

Queda mucho camino antes de que se inicie alguna  recuperación del sistema educacional, que debe pasar tanto por la inversión de cuantiosos recursos financieros como por  la participación de todos los actores sociales interesados y por una apertura de formas alternativas de la enseñanza, incluyendo el regreso de la educación privada, laica y religiosa, sin menoscabo de la educación pública.

 

No han faltado las propuestas desde espacios de la sociedad civil para superar en alguna medida los profundos desafíos de la educación de las generaciones presentes y futuras, pero éstas han sido rechazadas por el gobierno.

 

Sin embargo, más temprano que tarde el sistema educacional está forzado a transformarse con los cambios que se están produciendo en la realidad cubana. El crecimiento de sectores independientes acabará influyendo en la renovación de la educación de la nación.

 

Medio siglo de experimentos han demostrado sobradamente que formar ciudadanos no es tarea que corresponda a las dictaduras.

 

 

Buenas y malas palabras

Fernando Dámaso Fernández

16 de septiembre de 2013

 

Las palabras, por decenas de miles, son parte integrante de los idiomas. Sirven para definir y diferenciar los objetos, los elementos de la naturaleza, las personas, los sentimientos, las acciones, en fin, tanto todo lo material como todo lo inmaterial. Constantemente se encuentran en proceso de cambio y, mientras algunas dejan de ser utilizadas, aparecen otras nuevas, en correspondencia con el desarrollo de la humanidad. No existen, como tales, buenas y malas palabras. Esta división sólo depende de cómo, dónde y cuándo se utilizan.

 

En Cuba, en este último medio siglo, se han perdido muchas cosas materiales (la agricultura, la industria, el transporte, las viviendas y otras), y también muchas inmateriales (los valores morales, el civismo, el respeto, la buena educación, las buenas costumbres, la disciplina social, la tolerancia, etcétera).

 

Tratando de rescatar (verbo de moda) algunas de estas últimas, se ha dado un toque de corneta, llamando al combate para restaurarlas en el menor tiempo posible. Como es una característica nuestra quedarnos cortos o pasarnos, me preocupa que, después de quedarnos cortos durante decenas de años, permitiendo su pérdida sin hacer absolutamente nada para impedirlo, a pesar del alerta de muchos ciudadanos, ahora tratemos, pasándonos, de resolver el problema con consignas, compromisos y represión (ya hay quienes claman por multas, castigos en trabajos agrícolas, construcción de caminos, etcétera), que sólo tocan lo superficial, sin ir a su meollo, que se encuentra en el fracaso familiar y escolar, ante la educación y preparación de las nuevas generaciones que iban surgiendo, deslumbrados y ocupados la mayoría por el cumplimiento de los planes faraónicos y las ideas mesiánicas, que exigían la entrega de todo el tiempo disponible en aras de un futuro luminoso que, por cierto, se perdió en el camino

 

Dice un viejo refrán que los errores en la educación se pagan a largo plazo. Aquí está una muestra de su validez: sin educación en el seno familiar y con una deficiente educación en la escuela, los resultados no podían ser otros. Todos estamos de acuerdo en que la situación existente hay que enfrentarla y resolverla, pues atenta directamente contra una sana convivencia social. Es necesaria la educación y la prevención, pero ¡cuidado con los excesos! Nunca nos han dado buenos resultados.

 


¿A dónde van los desconectados?

Elaine Díaz

 

Lily me enseñó que en la segunda clase de Periodismo Hipermedia uno les pide a los estudiantes una reacción. Un dibujo, una frase, tres párrafos, lo que sea. Como profesor, tienes que saber que están vivos, que están… a pesar de. En la primera clase mis alumnos llenaron la pizarra de papeles amarillos con sus demandas. Querían aprender a hacer redes sociales y a trabajar con CMS, querían dominar el periodismo dicen que del futuro y las herramientas, querían combinar la teoría y la práctica. En todos los papeles se repetía una palabra: aprender. Y yo no les creí, porque los alumnos no suelen decir que pasan de todo.

 

Pero cuando siguieron olvidando clamar por los cinco minutos y el fin de la clase, comencé a tomarlos en serio e hicimos un trato. Olvidaríamos la formalidad del programa y la asistencia y aprenderíamos a ser buenos periodistas, con una condición, durante la clase, la situación de Internet en Cuba nunca sería una justificación para no hacer. Les regalaría un lunes de catarsis y allí, durante las horas que fueran necesarias y con un cake y refrescos mediante hablaríamos de la desconexión por todas partes. Después de ese día, haríamos periodismo hipermedia “como si todos tuviéramos un BGAN”. La frase hubiera sido más dramática si ellos hubieran sabido qué demonios era un BGAN.

 

Tendríamos un lunes de herramientas y un jueves de teoría, o al revés. Por equipos, debían buscar una herramienta específica, juguetear con ella y luego enseñársela al resto del grupo. Y la herramienta debía servir para hacer periodismo hipermedia en la Cuba desconectada de 2013 y debía hacernos la vida más fácil.

 

Los muy alumnos hicieron el trabajo al pie de la letra. Trajeron su herramienta y leyeron sus papelitos donde contaban para qué servía. Y los que estaban sentados les hicieron más preguntas de las esperadas. No sé exactamente en qué momento olvidaron sus papeles y comenzaron a contar los tropiezos, las dificultades para comprender dónde se guardaban las hojas de cálculo que generaba Import.io; las posibilidades para monitorear temas específicos y para el periodismo especializado.

 

No sé en qué momento empecé a aprender y a preguntar yo también. Durante algunos segundos, ciertamente, teníamos una conexión de alta velocidad en aquel espacio cómplice lleno de polvo de tiza.

 

La herramienta tenía una aplicación de escritorio. Y los muy estudiantes, en lugar de venir con un mar de justificaciones como corresponde a cualquier alumno listo que solo tenga 40MB de consumo de Internet durante el mes, intentaron descargar la aplicación. Cuando la probaron, la aplicación de escritorio funcionaba con conexión, pero ya habían perdido su cuota del mes. Y allá va el imagínese, profe, tenía 50MB, nosotros usamos toda nuestra cuenta, pero tenemos solo 40; por eso probamos la parte online, pero no la de escritorio. Y Enio, que no está ni en ese equipo, me dice que las ayudó a bajarla, pero que hasta ahí pudieron llegar.

 

Yo solo quería parar la clase y salir corriendo de allí. Quería irme a la cama o llevarlos a la oficina del Ministro de Informática para que viera a treinta alumnos que solo piden aprender, gastar el Internet de todo un mes resolviendo una tarea. Yo solo quería sentarme a llorar de la vergüenza, de la rabia por haber perdido la noción de lo que significa estar desconectado y ni siquiera poder darte cuenta de lo grave que es eso profesionalmente. Pero ni siquiera quedándome allí conseguí aliviar la culpa, aunque apenas tenía 260MB más que ellos y no había una conexión ADSL, o por módem siquiera en casa removiendo la conciencia.

 

Hoy volví a presenciar una repartición de Internet, aunque esta será de apenas cuatro horas. Hoy, como ayer, y como antier, les toca a los mismos de siempre. Hoy perdimos la posibilidad de alfabetizar a un desconectado. Hoy seguimos excluyendo o entreteniendo con intranets a quienes piden a gritos In-ter-net. Quizás las campañas de alfabetización ya pasaron de moda y alguien decretó el fin de la utopía. Quizás es más cómodo lanzar “al pueblo” allá lejos. Pero ya los profesores tenemos que cargar con el remordimiento de ver a los alumnos pagar por la impresión de sus trabajos de clase y la edición de sus productos radiales y televisivos. Si Dios existe, por favor, líbranos de la vergüenza de escuchar en boca de algún estudiante las palabras: “Tuve que pagar 4.50 CUC para hacer la tarea”.

 


Pioneros por el comunismo: doctrina con pañoleta

Miriam Celaya

16 de septiembre de 2013

 

Este curso escolar mi nieto César comenzó en primer grado. Está contento por la expectativa de aprender a leer y a escribir, pero sobre todo anda muy entusiasmado porque pronto va a recibir su pañoleta azul que lo convertirá en otro “pionero por el comunismo”, tal como 28 años atrás lo fue su padre y muchísimo tiempo antes que éste, lo fue esta abuela conflictiva.

 

El lunes pasado, recién llegado de su escuela, me llamó por teléfono: “Abuela, te voy a recitar la poesía que me aprendí y que tenemos que recitar todos los niños de mi aula el día que nos pongan la pañoleta”. Y a continuación su voz fresca y limpia repitió la doctrina rimada en una pésima versificación:

 

   Para mi comandante de dulce sonrisa

 

    Guardo para siempre el sol y la brisa.

 

    Para mi comandante de barba y sombrero

 

    He cortado flores en jardín de enero.

 

    Para mi comandante perdido en octubre

 

    Esta pañoleta azul que me cubre

 

Enmudecí por unos instantes, asimilando el mal efecto, y me sorprendí a mí misma buscando los consuelos más estúpidos del mundo: al menos no se trata de una oda al Innombrable, o al argentino que asesinó impunemente a tantos cubanos… Aunque reconozco que es un consuelo tonto; antes o después, el catecismo revolucionario incluye en el programa a estos dos protagonistas del santoral verdeolivo, y habrá otras malas poesías, y habrá consignas y pérfidos rituales.

 

Enseguida me asaltaron los recuerdos antiguos de mi propia iniciación pioneril, cuando yo tenía los mismos seis años que tiene ahora César y andaba mudando los dientes y feliz por la cercanía de mi pañoleta, para entonces azul y blanca, sobre la blusa gris claro de mi uniforme de primaria. Llegó un fotógrafo a la escuela para retratar a los niños aspirantes a pioneros, sentados por turno en un pupitre en el patio de la escuela, con una enorme bandera cubana extendida como fondo, y en la mano un lapicero, como si estuviésemos escribiendo la planilla de solicitud, aunque apenas alguno de nosotros sabía escribir un poco. Porque entonces era requisito imprescindible aspirar a la organización pioneril y recibir autorización de nuestros padres, que debían firmar esa planilla dándonos su consentimiento, antes de pertenecer a ella.

 

En el lapso de esos 48 años han cambiado algunos detalles. Por ejemplo, en mi generación no era obligatoria la pertenencia a la organización de pioneros, la etapa pioneril se limitaba a los grados de enseñanza primaria, la pañoleta solo se usaba en determinadas fechas y ceremonias y los libros de texto no estaban tan abrumadoramente ideologizados; pero en el fondo el contenido de la organización siempre ha sido el mismo: establecer mecanismos de control social al servicio del gobierno a partir de la manipulación de la conciencia de grandes masas desde edades muy tempranas. Gracias a este método, eminentemente fascista, la mayoría de los individuos quedan sujetos, si no a la ideología propiamente dicha, al menos sí al sometimiento pasivo, a la aceptación.

 

Para los niños, sin embargo, ser pioneros no representa una filiación político-ideológica, como en efecto lo es, sino que la pañoleta es un signo denotativo de pertenencia a una escuela, a un grupo de amigos y condiscípulos que comparten aprendizaje, juegos, intereses comunes. La pañoleta dice que “son mayores”, que ya saben leer y escribir o que están próximos a ese conocimiento. Ellos ignoran que recibirán entre poesías, lecturas, lemas y consignas, el sistemático lavado de cerebro oficial que antes recibieron sus padres y abuelos nacidos bajo este régimen.

 

De hecho, el proceso de “pionerización comunista” se ha envilecido más en los últimos 30 años, tras la ruptura generacional entre los cubanos nacidos poco antes o justo después de la instauración del castrismo, y la casta guerrillera del Moncada, el “Granma” y la Sierra, ocurrida con el despertar al desencanto que se produjo fundamentalmente a partir de mayo de 1980, a raíz de los sucesos de la Embajada de Perú y el éxodo de Mariel. Había finalizado el romance “revolucionario”, y en consecuencia, la conciencia de decenas de miles de cubanos comenzó a independizarse paulatinamente del discurso oficial, en tanto las actitudes públicas se mantenían respondiendo a la convocatoria gubernamental. En lo sucesivo, casi cada cubano que se apartaba del credo castrista empezó a lucir dos rostros y dos “morales” contrapuestas: una “verdadera”, para la vida privada junto a familiares y amigos de confianza; otra “falsa”, para mimetizarse en el colectivo laboral y en la sociedad (en “la masa”) y mantenerse a salvo de la represalia y de las delaciones.

 

Así, la iniciación pioneril como rito que marca el comienzo oficial y socialmente aceptado del adoctrinamiento para la servidumbre ideológica, ha devenido también el punto de arrancada en el ejercicio de la llamada “doble moral” (inmoralidad). Un pacto vil tácitamente aceptado por las partes en virtud del cual el gobierno finge creer que todos los padres cubanos aceptan la militancia “pioneril-comunista” de sus pequeños, a la vez que éstos enseñan a sus hijos a seguir la corriente que indica la doctrina en las escuelas y a repetir versos y consignas de loas al régimen, mientras en casa se sobrevive en la ilegalidad e incluso en el discurso contrario al gobierno. “Esto que ves y que oyes aquí no lo puedes decir en la escuela”, “di eso si la maestra te pregunta, pero en realidad las cosas son de esta otra manera”, indican los mayores. Por último, están los niños que usan la pañoleta de “pionero-por-el-comunismo-seremos-como-el-ché” hasta pocos días antes de emigrar con sus padres en busca de la libertad que no encontraron en su propia tierra. Y con esa práctica, una generación tras otra, hemos estado inculcando en nuestros niños la mentira y la hipocresía como valores para enfrentar la vida.

 

Quizás por eso al escuchar a mi nieto recitándome las estrofas de aquella mala versificación quedé congelada. No obstante, rápida como el rayo se me ocurrió una solución cuando, sorprendido por mi silencio, mi chiquillo me preguntó: “Abuela, ¿por qué te quedaste callada?, ¿no te gustó la poesía?”. “No, lo que pasa es que yo me sé muchas poesías más lindas que esa. Vamos a hacer un trato: te las voy a enseñar”. Quedó encantado. Yo también conozco el poder de los versos, pero no para adoctrinar, sino para enriquecer el alma, para hacernos libres. Ya veremos qué versos calan mejor en el espíritu de mi niño, pero me inclino a pensar que serán los que le recite yo.

 

 

Nuevo curso escolar: más de lo mismo

Eugenio Yánez

5 de septiembre de 2013

 

Promesas y palabrería no resolverán los problemas

 

Acaba de comenzar un nuevo curso escolar en Cuba, con aproximadamente un millón ochocientos mil estudiantes en educación primaria y secundaria, y más de doscientos mil en la universitaria (incluyendo extranjeros).

 

La cifra, de por sí, es halagüeña: es importante que niños y adolescentes puedan asistir a clases en primaria y secundaria en cualquier país. Sin embargo, no puede reducirse la realidad de la educación a cifras y números abstractos, sin mirar hacia los contenidos de estudio y, sobre, todo, a los resultados que se obtienen.

 

La enseñanza en Cuba no pretende formar ciudadanos para el desarrollo del país, sino hombres nuevos que apoyen incondicionalmente a “la revolución”. No quiere estudiantes y profesionales que piensen con cabeza propia (para pensar está el Partido), sino recios militantes que siempre respondan incondicionalmente a lo que demande el gobierno.

 

Los niños cubanos en escuelas primarias y secundarias, desde el primer día de clases, repetirán como robots que están por el comunismo y que serán como Che Guevara. Es decir, que en pleno siglo 21 están por una ideología del siglo 19 que fracasó estrepitosamente en todo el mundo durante el siglo 20, y que desean ser como un extranjero deslucido, tosco y sin los más mínimos sentimientos: supuesto médico argentino, aunque nadie ha visto nunca el título que lo acredite como tal; experto en nada en el gobierno cubano, aunque opinaba sobre todo; que no demostró demasiado apego a la vida familiar, dejando atrás en dos ocasiones esposas o hijos para irse a la aventura; y que si tuvo algunos logros en la guerrilla de la Sierra Maestra no le sirvieron para nada en sus escandalosos fracasos en el Congo y Bolivia.

 

Los pequeños cubanos escucharán en la escuela desde el primer día la cantaleta de cinco supuestos héroes antiterroristas que cumplen injusta prisión en Estados Unidos por espionaje, y aprenderán de memoria sus nombres y sus biografías amañadas. Nunca les dirán que otros miembros de esa Red Avispa cooperaron con la justicia americana, cumplieron condenas leves, y caminan por las calles del “norte resuelto y vital”, viviendo una vida decente.

 

A cambio de ese adoctrinamiento absurdo sobre cinco espías, terminarán algún día sus estudios sin saber siquiera quienes fueron cinco intelectuales cubanos de relieve en nuestra historia, como José Antonio Saco, Francisco de Arango y Parreño, Enrique José Varona, Jorge Mañach, y Leví Marrero. Y convencidos de que el documento más importante de la historia de nuestro país se llama La Historia Me Absolverá, aunque no lo hayan leído, pero sin conocer siquiera una página de las actas de la Asamblea que elaboró la Constitución de 1940.

 

No estudiarán Moral y Cívica ni Urbanidad, escucharán clases de historia tergiversada, y recibirán pobre preparación en Gramática, Redacción y Ortografía, lo que se comprueba perfectamente en castristas rabiosos que comentan en foros digitales de Cubaencuentro y otras páginas en Internet, convencidos de que quienes no compartimos los puntos de vista de la dictadura no somos cubanos y no amamos nuestra patria. Castristas que tampoco saben de esos cinco intelectuales anteriormente mencionados, aunque reciten de memoria fragmentos de discursos de Fidel Castro o estadísticas manipuladas que “demuestran” el extraordinario avance de eso que llaman revolución cubana. Y que, además de incultos, arrogantes y torpes, son sobre todo aburridos, “pesaos”.

 

Los estudiantes de un país son reflejo de la sociedad en que viven y de los valores que se comparten en ese país. El propio Raúl Castro reconoció recientemente el absoluto fracaso y el desastre en la formación de valores morales y conducta de las nuevas generaciones. No puede culpar de eso ni al imperialismo, ni al bloqueo, ni a la Ley de Ajuste Cubano.

 

En un país donde se permiten y alientan mítines de repudio contra quien piense diferente, aplauden que se golpee y acose a mujeres, y utilizan a gritos el lenguaje más soez; donde todos los opositores o disidentes son vistos como mercenarios y agentes del imperialismo; donde se subestima la profesión docente y se le paga una miseria a los profesores, pero se les exige como si fueran sargentos de galera; en un país donde el fraude y la corrupción están presentes en todas las instancias, y a los jefes no les importan las condiciones de vida de la población; donde se promete y no se cumple, pero se aplaude, viviendo en la doble moral; donde la prensa oficial miente descaradamente y los militantes falsean informes para “los de arriba”; donde se niega al mundo la bochornosa existencia de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) en los años sesenta, o el envío de armas a Corea del Norte en abierta violación de sanciones de la ONU; donde siempre se ha apoyado a facinerosos dictadores como Saddam Hussein, Muammar Khadafi, Bashar el Assad, Mengistu Haile Mariam, Manuel Antonio Noriega, los carniceros del Khmer Rojo o la dinastía coreana de los Kim; en un país donde el gobierno “resuelve” diariamente, porque para la nomenklatura todo vale con tal de mantenerse en el poder; en un país como la Cuba de hoy, en ruinas, sin rumbo, esperanza ni proyectos de futuro, lo único que pueden aprender sus estudiantes es a reproducir en su vida personal y social lo que observan todo el tiempo a su alrededor, desde que se levantan hasta que se acuestan.

 

¿Por qué debería ahora ser de otra manera? ¿Por decreto partidista? ¿Porque se dio la orden de que sea diferente? ¿Porque el régimen dice que va a luchar contra el fraude? ¿Porque repiten como cotorras que hay que elevar los resultados de la educación? Más de lo mismo no resolverá los problemas. Nunca lo ha resuelto.

 

No hay que engañarse. La educación en Cuba no ha fracasado: es cierto que no gradúa estudiantes aptos para la vida y los requerimientos del mundo contemporáneo, sino “hombres nuevos” útiles para nada. Sin embargo, eso es lo que se ha pretendido desde el poder, y eso se ha conseguido.

 

Ese es el mayor “logro de la revolución” en uno de los sectores abanderados de la propaganda totalitaria. Ese es el éxito de la educación en la Cuba de los Castro:

 

Las nuevas generaciones de cubanos reducidas al asere, ¿qué volá?

 

 

Nuevo curso, vieja deficiencias

Rebeca Monzo

4 de septiembre de 2013

 

Comenzó el curso escolar 2013-2014 arrastrando, en esta nueva etapa, todas las deficiencias y errores acumulados durante estos últimos treinta años.

 

Después de pasar por el trago amargo de conseguir los uniformes, mandarlos a arreglar, buscar algún otro de un hijo de una amistad que ya no lo use, para tener dos para intercambiar, conseguir los libros y con qué forrarlos, pagar en CUC libretas, pues las que da la escuela no alcanzan, los lápices, la mochila, las medias, las zapatillas o zapatos (la peor pesadilla de los progenitores), toda una inversión en moneda dura, la tarea de mayor responsabilidad, por lo que ella implica, es conseguir matricular a los hijos en una escuela (de las que le corresponden por el área de residencia), que cuente con maestros suficientes, pues el déficit de educadores es tal, que muchas aulas aún no tienen asignado profesor.

 

Cada día son menos los jóvenes que acceden a las carreras pedagógicas, entre otras razones, porque los salarios pagados son insuficientes, y no gozan de las condiciones mínimas ni del reconocimiento social para poder ejercer correctamente su profesión, amén de la carga ideológica que conlleva el ser maestro. Muchos de estos jóvenes, que un día fueron captados, finalmente terminaron por dejar las aulas, para ir a trabajar en el sector turístico o gastronómico, por encontrarlos mucho más atractivos y mejor remunerados. Entonces fueron convocados aquellos alumnos que no lograron puntuación para carrera alguna, y preparados en solo tres meses para ejercer el magisterio, amén de que introdujeron como sustitutos docentes en las aulas los televisores, provocando el sueño y el aburrimiento de alumnos y maestros, sin tener en cuenta que los errores en educación se pagan a muchos años vista.

 

Ahora el gobierno se queja de los tremendos déficits académicos que padecen nuestros educadores y educandos, cosa que impide a estos últimos acceder a las universidades, que dicho sea de paso, también han bajado mucho su nivel académico, debido a que la política y la ideología partidista han estado siempre priorizadas ante la docencia. Ahora mismo, se da el caso de que este curso escolar ha sido dedicado íntegramente a “los cinco héroes”. Para ello, por supuesto, no se ha contado con los profesores ni con los alumnos. Ya se parte desde un inicio a introducir un concepto erróneo, que se presta a confundir a los estudiantes. De nuevo la política por encima de la docencia.

 

Otro aspecto que hay que tomar en cuenta, es que son los padres fundamentalmente y los propios maestros, los que días antes del comienzo del curso, deben, con sus propios recursos, limpiar las aulas y las áreas escolares y, en ocasiones, hasta proveer la pintura con que se adecentarán éstas. Algunos padres, los que cuentan con ciertos recursos económicos, hasta compran ventiladores para asegurar un ambiente más agradable en el aula de sus hijos. Todo esto es ya una práctica común. Una vez más los ciudadanos resolviendo los problemas que corresponden al Estado, quien es el que finalmente se anota, ante la opinión pública, su “pírricos triunfos”, en este caso en la educación, una de las “banderas triunfantes” enarboladas por el socialismo, que está en estos momentos totalmente desgastada y raída.

 

Además, se habla constantemente de recuperar la educación formal, los buenos modales y las buenas costumbres sociales, y yo me pregunto: ¿quiénes fueron los principales responsables de que estas desaparecieran y se destruyeran, inculcando en los adolescentes la promiscuidad reinante en las obligadas becas y escuelas al campo, donde los buenos modales trasmitidos por la familia quedaron replegados, por considerarse conductas pequeño-burguesas?

 

¿Quien ha podido olvidar que fueron los propios profesores quienes, en muchas de las escuelas, en los años ochenta, proveyeron de piedras y palos a los estudiantes, por orientaciones de las autoridades, para reprimir a todo aquel que manifestara abandonar el país? Ahora, a quién debemos culpar de las conductas impropias, la vulgaridad y la marginalidad desarrollada en nuestra sociedad, donde los malos ejemplos han ido de la mano del deterioro económico y social durante casi medio siglo, donde el miedo inducido nos ha llevado a ser cómplices involuntarios con nuestro silencio.

Adoctrinamiento político en la enseñanza:

¿efectivo o no?

Lizandra Díaz Blanco

30 de agosto de 2013

 

No es hasta años después, cuando hojeamos el libro de primer grado con que aprendimos a leer, que nos percatamos en su justa medida del torrente de propaganda a que fuimos sometidos quienes estudiamos en Cuba del 1959 hasta la fecha.

 

Se siente sorpresa, ira, risa, y finalmente preocupación por aquellos que aún no han vivido la epifanía como nosotros, por los que están aprendiendo a leer con ese mismo libro ahora.

 

Por eso sería válido preguntarse: ¿Es efectivo el adoctrinamiento político en la enseñanza cubana? ¿Cuál es el verdadero alcance de la propaganda del gobierno castrista en estas mentes en formación? ¿Cómo reaccionan a ella?

 

La economista Karina Gálvez, quien trabaja como profesora del Instituto Politécnico de Economía, en Pinar del Rio, asevera que la saturación de propaganda política en cada clase ha provocado el rechazo total de los alumnos a cualquier comentario con el más ligero tufo a teque revolucionario.

 

No importa si es contenido de la clase de historia, aclara Gálvez. “Después de años y años de tanta politización tú le puedes preguntar a alguno: ¿quién dirigió el asalto al cuartel Moncada?, y no lo saben.”

 

La profesora, quien comparte cada día con jóvenes de entre 14 y 18 años durante años, da cuenta de la gran ignorancia que padecen los educandos en cuanto a política e ideología. “Puedes encontrarte estudiantes que no tienen ni idea de lo que es el Comité Central del Partido, ni qué es el Buró Político, ni la diferencia entre la Asamblea y el Poder Popular”.

 

El joven Eliecer Ávila, joven activista que durante toda su vida estudiantil vivió la influencia del adoctrinamiento político, asegura que sí es efectivo, “yo diría que es decisivo en la futura conducta que sumen los cubanos cuando ya llegan a la mayoría de edad y tienen la posibilidad de decidir y de votar”.

 

“Porque en eso consiste –opina– en darles un sistema escogido, unas decisiones tomadas, unas verdades por absolutamente ciertas e incuestionables, y eso va formando un mundo muy estrecho de análisis”.

 

Para Ávila los problemas que enfrenta Cuba actualmente tienen que ver con esa limitada visión que les inculcan a los cubanos desde pequeños en la escuela: “Es el arma fundamental que tiene  el gobierno para controlar el comportamiento de los ciudadanos”.

 

Sin embargo, la profesora Gálvez considera que quienes se muestran simpáticos al sistema político lo hacen por “una especie de inercia o de deseos de reconocimiento. “La mayoría de los jóvenes con los que he trabajado no quieren pertenecer a la UJC, porque esto solamente entraña un compromiso de participar en todos los actos políticos, tareas y trabajos voluntarios”.

 

Clases de Debate y Reflexión y reuniones de aula que tiene como tema obligatorio el discurso más reciente del líder político: nadie escapa a la cucharada de jarabe oficial. Unos estudiantes asumen la situación con estoicismo, pronuncian dos o tres frases llenas de lugares comunes sobre “el compromiso revolucionario”. Ayudan así a que el secretario de actas pueda llenar la cuartilla más aprisa y concluya la reunión.

 

Otros, hacen mutis, un silencio de 45 minutos que deja claro al profesor o alumno encargado que les importa un comino “la continuidad de la revolución”. Pero no faltan a quienes determinado tema les despierta la pasión, el sentido de justicia o simplemente le ofende la inteligencia.

 

Para Ávila, la universidad fue un espacio de ruptura: “es muy difícil desprendernos de esa doctrina que ya llevamos muchos años repitiendo. La mayoría lo que hace es repetir un patrón que le fue inculcado y violar esa reglas llega a sentirse como violar reglas morales. Tener inquietudes normales llega a ser un problema moral”.

 

“El esfuerzo que se necesita para romper todas esas barreras es mucho más grande que cuando se sobreentiende desde la educación que todo es cuestionable, todo es perfeccionable.”

 

Sara Marta Fonseca, una habanera de 38 años, miembro de la oposición por herencia y por elección, recuerda que durante su niñez y temprana adolescencia la intolerancia política en las escuelas cubanas alcanzó niveles inhumanos. A pesar de ello, muchos de sus contemporáneos al crecer mostraron una abierta apatía a integrarse activamente a la vida política del país.

 

“Solo los que crecieron en familias que alimentaban el odio pudieron ser realmente adoctrinados,” explica. “El adoctrinamiento funciona en el sentido que las personas cogen mucho miedo a decir lo que sienten”.

 

Incluso con la discreción que piden padres a hijos para evitar ser señalados, la curiosidad y la inocencia echan abajo el falaz discurso político. Por poner un ejemplo, la clase de Historia Mundial dedicada a las causas de la caída del campo socialista en la antigua Unión Soviética, permite al estudiante promedio reconocer a su Cuba reflejada allí. 

 

“Por mucho que el régimen se empeña en adoctrinar a los muchachos, ellos se dan cuenta de que les están diciendo mentiras. Los jóvenes y los adolescentes en lo único que piensan es en salir de Cuba,” acota Fonseca.

 

Muchos se preguntan cómo ha podido el pueblo cubano soportar tantos años de opresión, de falta de libertad básicas, de adoctrinamiento político desde el círculo infantil hasta la universidad e incluso después. Tal vez sean la apatía y las ganas de volar la primera muestra de esa rebelión.

La cartilla cubana “A leer”

Félix José Hernández

4 de julio de 2013

 

Cartas a Ofelia/ Crónicas del adoctrinamiento escolar en Cuba

 

Estimados amigos:

 

Creo que debe de ser importante informar al mundo de cómo aprenden a leer y escribir los cubanitos. Como los padres cubanos no pueden escoger el tipo de educación que desean para sus hijos.

 

Como la politización de la enseñanza llega a niveles elevadísimos en Cuba.

 

Al Sr. Castro Ruz y a su régimen hay que denunciarlos ante todo el mundo democrático, en lo que se refiere a la niñez, mostrando el libro “A Leer”, libro que escandalizaría a cualquier padre del mundo democrático.

 

Sería una buena lectura para los padres venezolanos, así comprenderían algo del “mar de felicidad” en el que según el Sr. Chávez navega Cuba.

 

Si me lo permiten, como fui once años maestro en La Habana, les puedo escribir algunos comentarios:

 

En la primera página, se nos señala que “Todos los materiales de este libro han sido revisados y aprobados por la Subdirección de Español del Centro de Desarrollo Educativo del Ministerio de Educación”.

 

Para aprender la letra “e” se coloca una estrella que lógicamente es roja (pág.20), más adelante una familia realiza trabajo voluntario y así el niño aprende a leer: ¡Mamá! ¡Papá! y ¡Pepe! (Pág.26)

 

Para la “y” se utilizan los símbolos de la patria, la bandera “y” el escudo nacional dibujados (Pág.33)

 

Las primeras frases completas que el niño lee son: ¡La Plaza!, ¡El Pueblo! Aplausos y más aplausos. Vemos y oímos a… (aquí aparece un dibujo representando el busto de Fidel Castro) ¡Viva el Socialismo!

 

Todo esto acompañado de una ilustración de la Plaza de la Revolución llena de pueblo y de banderas rojas. (pág.47)

 

La “f” de fusil, “En manos buenas, un fusil es bueno”(pág.50). Acompañado de una ilustración de un grupo de soldados cubanos que desfilan con las bayonetas caladas y con tanques de guerra en la Plaza de la Revolución (pág.51).

 

En la página 52 un juego de palabras: “vimos, fuimos” y “feliz, felices” con un desfile de milicianos en la ilustración, acompañado de un texto que dice: “el niño fue muy feliz al ver a sus padres milicianos desfilar”.

 

Para aprender la “p”, un “puño” en alto delante de una bandera roja, un niño pionero con una “pañoleta roja” y un verso: “De niño pionero, mañana obrero” (pág.65)

 

Todo esto va trazando las pautas de la vida “normal” de un cubanito, él debe ser pionero, sus padres milicianos, con ellos realizará el trabajo voluntario, etc.

 

A partir de la página 66 no aparece un sólo niño que no esté uniformado de pionero, nuevas ilustraciones lo muestran con los instructores y las banderas rojas. Muchos textos hacen alusión a esto: “El niño y la niña son dos buenos pioneros…” (Pág.66)

 

Una doble página (68-69), muestra el mítico yate Granma en medio de una tormenta en un mar enfurecido, acercándose a las costas de Cuba para “liberarla”. En la página 74 se ven a los expedicionarios con Fidel Castro a la cabeza, desembarcar en un manglar en condiciones difíciles.

 

En la página siguiente el niño aprenderá el texto: “el yate famoso”, “en él vinieron”: (aquí se ven los dibujos representando a Fidel Castro, el Dr. Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro y Juan Almeida, sin los nombres escritos, así el niño aprenderá a identificarlos)… “ y otros valientes a darle la libertad a nuestra patria. Ya somos libres. Todos podemos ir a la playa y pasear en yate”.

 

Un juego de palabras: “verdes – verdad”, hace alusión al color verde del uniforme de Castro y de sus amigos.

 

La última frase del texto pudiera catalogarse de surrealista, ya que se sabe que actualmente las mejores playas y los pocos yates con que cuenta el país, están sólo a disposición de los altos funcionarios del Estado y de los turistas que pagan con dólares.

 

“Cuba, territorio libre de América” (página 82) y “¡Cuba sí, yanquis no!” (Pág.84) con una lustración de un tanque de guerra para aprender la letra “q” de “tanque”, inician a los cubanitos a los lemas de la revolución triunfante y al “antiimperialismo yanqui”.

 

A partir de las páginas 90-91 comienzan las ilustraciones de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, “g” de “guerrillero” y de “gorra” (lógicamente, de color verde oliva).

 

En la página 92 encontramos “ganamos la batalla” y en la 93 un texto que trata de la admiración de un niño hacia una gorra verde, regalo de un miliciano que luchó en la Sierra. Aquí es necesario aclarar a los niños que lucharon contra los “bandidos contrarrevolucionarios”. Esto último no está escrito en el libro, pero el maestro lo tiene en las indicaciones metodológicas que bajan de las instancias superiores.

 

“El guerrillero es valiente”, “guerrero”, “guerra”, con ilustraciones apropiadas para aprender “gu”.

 

Ya aquí la revolución triunfó, se ha explicado desde el desembarco del yate Granma, la guerrilla de la Sierra Maestra en los años cincuenta, hasta la lucha contra los “bandidos” contrarrevolucionarios en los años sesenta, pero a partir de ahora hay que admirar a los que parten a “liberar a otros pueblos”, así encontramos un poema dedicado al Dr. Guevara de la Serna en las páginas 119-120, ilustrado con un dibujo que representa al famoso guerrillero y además con las montañas, fusil, boina y mochila de éste.

 

Se indica que es un “coro cantado” y merece ser reproducido integralmente:

 

Yo quisiera ser como él:

yo quisiera ser,

yo quisiera ser,

como él, como él,

Yo podría ser,

yo podría ser,

como él, como él.

Yo tendré que ser,

yo tendré que ser,

como él, como él,

¿Cómo quién?

¿Cómo quién?

Como el Che.

Como el Che.

Como el Che.

 

Este poema, al igual que muchos otros que abundan en todos los libros de la escuela primaria cubana, dedicados a la gloria de los héroes vivos o muertos de la revolución, fue escrito por la Sra. María Álvarez Ríos, verdadera “educadora” revolucionaria.

 

El último texto del libro habla de José Martí (p.141), acompañado por un dibujo donde Martí está rodeado por niños con trajes típicos de países de la América Latina. El texto invita a seguir el ejemplo de “sacrificio y heroísmo” del que “consagró su vida a la libertad de la patria y por ella murió” y a “luchar como él por la patria mayor: por nuestra América”. O sea que se trata de convencer al niño de que siguiendo los ejemplos de Guevara y Martí, su “futuro glorioso” es el de ¡Liberar a América Latina!

 

Recordemos que el Sr. Castro siempre ha dicho que José Martí es el autor intelectual de su revolución. Además todos los niños cubanos cada mañana antes de comenzar las clases deben jurar con la mano en la frente, exclamando a coro:¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Ché!

 

¡De esta forma aprenden a leer y a escribir los cubanitos y cubanitas!

Granma destapa, ¡ahora!, fraude docente

Miriam Celaya

1 de julio de 2013

 

La reciente publicación por el periódico Granma de otro colosal caso de fraude en la capital habanera (“El daño terrible del fraude”, jueves 27 de junio de 2013, página 3), saca a la palestra un viejo mal que se ha estado enraizando durante mucho tiempo en diferentes niveles de la enseñanza. Esta vez se trata de la sustracción y venta, por parte de dos profesores de un preuniversitario del municipio Arroyo Naranjo, del examen final de matemáticas correspondiente al onceno grado, asunto que –aunque no constituye una novedad– en esta ocasión ha trascendido en la prensa, quizás por el interés de demostrar que “las reformas” también alcanzan al periodismo oficial. Estamos ante un ejemplo del nuevo “periodismo crítico” que pidió el general-presidente en el último congreso del PCC.

 

Sin dudas, resulta positivo que se divulgue un hecho que lacera y corroe la sociedad desde sus cimientos al implicar un sector tan decisivo para la moral colectiva como el de los educadores. Pero lamentablemente todo indica que éste será un caso más en que se lanza el sofá por la ventana al atacar el fenómeno y eludir las causas de esta lacra.

 

Las raíces del mal

 

Como es habitual, el artículo-editorial del Granma arroja tierra sobre los ojos del lector al afirmar que el fraude “se ampara en el finalismo”, y al mencionar como corresponsables de estos hechos a aquellos padres que –conscientes de la pésima calidad de la enseñanza– buscan garantizar a toda costa la promoción académica de sus hijos mediante la compra de los exámenes; así como a que “falla el concepto de la vigilancia y de la exigencia” para evitar que un trabajador de la educación sustraiga una copia de un examen y favorezca con ello un negocio ilícito. Obviamente, en el banquillo faltan acusados.

 

Décadas atrás, los profesores y demás trabajadores del sector no concebían siquiera la posibilidad de vender un examen. De hecho, sus salarios eran lo suficientemente decorosos como para que no consideraran atractiva la posibilidad de ese y otros delitos que hoy forman parte de la cotidianidad. El fraude escolar es, en definitiva, solo una arista dolorosa de la corrupción general del sistema y de la sociedad.

 

Sin embargo, la saga del fraude escolar –y propongo centrarnos solo en este tipo de timo y no en otros igualmente escandalosos– tiene raíces muy profundas, nacidas del “promocionismo” como política de Estado. Una política llamada a demostrar la superioridad del sistema de enseñanza bajo regímenes de ideología marxista, sin importar los medios y estrategias, para conseguir cifras cada vez más elevadas de rendimiento académico. Es decir, cifras que en ningún caso reflejan la realidad y menos aún la calidad de la enseñanza.

 

El fenómeno arranca desde el mismo inicio del proceso, cuando se desarrolló una aparatosa campaña de alfabetización por toda la Isla cuyos resultados, según testimonios de muchos de los adolescentes que entonces fueron “maestros”, son fruto del fraude: ellos mismos escribieron de su puño y letra la “carta a Fidel” que debían escribir sus alumnos como prueba de haber sido alfabetizados.

 

Los que alguna vez fuimos profesores de enseñanza preuniversitaria o tecnológica sabemos que en la década de los 80’ era requisito obligatorio para el maestro, al inicio del curso escolar, la entrega de un documento llamado “compromiso de promoción”. Dicho “compromiso” no solo ataba a los profesores al cumplimiento de una cifra forzada de estudiantes “aprobados” al final del curso, sino también esa cifra era muy elevada, del rango del 95% y a veces más.

 

El profesor que no firmara dicho “compromiso individual”, trazado por la dirección del centro en coordinación con la dirección municipal de educación, era duramente cuestionado a todas las instancias y corría el riesgo de perder su puesto de trabajo. Tal era el listón que establecía el compromiso de éste con la revolución. El maestro dejaba de pensar como pedagogo en tanto tenía que pensar como “revolucionario”, condición primera (y muchas veces única) para ser un educador.

 

En consecuencia, muchos profesores cedían ante la presión y para alcanzar la meta establecida toleraban el fraude estudiantil, en tanto los menos escrupulosos simplemente lo promovían al dictar repasos que contenían exactamente las preguntas y contenidos particulares que serían evaluados, al señalar al estudiante la respuesta correcta en medio de un examen e incluso al corregir los errores de los estudiantes durante el proceso de revisión.

 

Los modos de fraude docente, tanto de alumnos como de profesores, se fueron diversificando y especializando a lo largo de décadas, en particular a partir de los años 90’, cuando se produjo un éxodo masivo de profesionales de la educación hacia otras ocupaciones más lucrativas y miles de aulas quedaron sin maestros, lo que condujo a la concentración de estudiantes para paliar la escasez de educadores calificados, y –más grave aún– a la improvisación de maestros a partir de cursos emergentes, sin tener en cuenta los valores éticos y morales, la vocación ni las capacidades de los nuevos “educadores”, frecuentemente más ignorantes que los propios alumnos a los que debían instruir y formar.

 

Simultáneamente, el Ministerio de Educación estableció normas extremadamente flexibles a la hora de evaluar los resultados académicos con el objetivo de mantener altas estadísticas, una de las vitrinas irrenunciables del castrismo, de manera que el fraude quedó oficialmente institucionalizado. Poco a poco dejó de haber estudiantes que repetían un curso, lo que remontó casi a un 100% la promoción escolar en el período más oscuro y precario de la historia de la pedagogía en Cuba.

 

Exportando el fraude

 

Pero la oficialización del fraude llegó para quedarse y en estos tiempos ha alcanzado incluso ribetes extraterritoriales. Por razones obvias, no existe posibilidad alguna de verificar la obra de los alfabetizadores cubanos que han cumplido “misiones” en intrincados puntos de la geografía latinoamericana ni el número de campesinos alfabetizados en virtud de dichos programas. No es menos cierto que una campaña de alfabetización siempre lleva consigo un contenido humano elevado y positivo: una determinada cantidad de personas logra aprender a leer y a escribir, más allá de los intereses políticos de los gobiernos que las promueven. Pero la experiencia indica que no hay que confiar en las estadísticas populistas ni en los resultados.

 

No obstante, dentro de la sistematización del fraude aparecen aristas más graves. Existen testimonios de médicos/profesores cubanos que en los hospitales de la capital imparten lecciones a miles de estudiantes latinoamericanos y de otros países, después que éstos han pasado un acelerado proceso de “nivelación” para hacerse de un título de bachiller que les permita el acceso a estudios superiores. Un día, dichos profesores cubanos podrán dar fe de la poca o nula preparación y capacidad de muchos de estos estudiantes para asimilar los conocimientos de una profesión compleja y de máxima responsabilidad.

 

Estos estudiantes forman parte de los paquetes que negocia el gobierno cubano para obtener beneficios económicos y estratégicos; por tanto, casi la totalidad de estos jóvenes se convierten en nuevos galenos incluso sin poseer la preparación teórica y práctica indispensable para el ejercicio de la medicina. No sienten la necesidad de esforzarse porque de cualquier manera se graduarán en el tiempo establecido y en su mayoría serán “médicos” por obra y gracia de compromisos políticos e intereses de Estado.

 

Así pues, bienvenido sea el editorial que divulga tan lamentable fenómeno, pero la historia sigue estando mal contada. Es de esperarse que pasado algún tiempo el propio periódico publique los nombres de los implicados en el fraude y haga referencia a los juicios seguidos contra ellos y a una condena ejemplarizante, pero nada habrá cambiado. Es una vieja lección bien aprendida, sin necesidad de fraudes: los chivos expiatorios son siempre útiles para cubrir a los egregios culpables, que nunca serán juzgados.    

La ‘fábrica’ de médicos se tambalea

Julio César Álvarez

27 de junio de 2013

 

El Gobierno considera a sus miles de galenos su mejor ejército. Pero la mayoría no cuenta con una formación académica y tecnológica a la altura de otros países latinoamericanos

 

Ninguna de las facultades de ciencias médicas cubanas aparece entre las 300 mejores universidades de América Latina. Sin embargo, las estadísticas aseguran que los índices de salud de la Isla superan a los de los países del área.

 

Según la lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los mejores sistemas de salud del mundo, Cuba ocupa el lugar 39. Para la organización internacional Save the Children, Cuba es el mejor país de América Latina para la maternidad y el trigésimo tercero de todo el mundo.

 

La Isla, siempre según las estadísticas oficiales, también registra la tasa más baja de mortalidad infantil de las Américas, con 4,6 (2012). Tiene, además, 6,6 médicos por cada mil habitantes y los exporta a 70 países.

 

Aún así, el reciente informe de QS World Universities Rankings, no muestra a ninguna universidad médica de la Isla entre las 300 mejores de América Latina.

 

Según dicho informe, Brasil domina la lista universitaria, aunque la OMS ubica al gigante del sur en el lugar 125 de los mejores sistemas de salud del mundo.

 

¿Es posible, entonces, que Cuba marche a la vanguardia en los indicadores de salud en América Latina, y sin embargo quede rezagada en la excelencia académica de sus facultades médicas?

 

Hay cubanos que así lo creen, y hechos que lo confirman.

 

Dos variables claves de una ecuación

 

Para algunos médicos y estudiantes, los índices de salud del país no son directamente proporcionales, en la mayoría de los casos, a la calidad profesional de sus galenos, sino a su cantidad.

 

Pero la fabricación en serie de médicos se traduce no solo en más galenos, sino también en una insuficiente preparación académica de muchos de los egresados.

 

Según Elena, una doctora con diez años de experiencia que ejerce como profesora en un policlínico de la capital, Cuba cuenta con cuatro institutos superiores de Ciencias Médicas, 21 facultades de Medicina y 20 filiales que abarcan todas las provincias del país.

 

“Esto supone dos grandes retos: encontrar los mejores alumnos cada año, y mantener y preparar profesores que estén a la altura de la tarea. En ambos nos tropezamos con graves problemas”, afirma.

 

Para esta galena, a medicina no ingresan los alumnos idóneos de preuniversitario. Muchos de ellos ya consideran la medicina como una carrera de segunda clase, poco remunerada, y muy difícil de aprender.

 

Ante la poca motivación de los alumnos y la necesidad del Estado de seguir produciendo galenos a ritmo de fábrica, los requisitos de selección casi desaparecen.

 

Algunos la escogen para no quedarse sin nada. Acuden a las aulas no solo con un promedio insuficiente para una carrera tan compleja, sino también sin que medie una vocación para la profesión”, explica Elena, que prefiere mantener el anonimato.

 

Tanto es así —dice—, que el promedio actual para ingresar a la carrera es de 77 puntos sobre 100. Con ese promedio no se es un buen estudiante. Para encarar los retos de esta carrera se necesitan, al menos, 90 puntos”.

 

Para uno de los profesores del policlínico de Coco y Rabí, que tampoco quiso identificarse, otro problema que incide en la calidad de la formación de los profesionales de la salud radica en el sistema de calificación.

 

Como en toda la educación superior cubana, el sistema que se emplea en las facultades de medicina es el cualitativo. Pero las evaluaciones no cumplen su objetivo, pues se realizan de manera formal. Esto se traduce en que la mayoría de las veces las calificaciones obtenidas por los estudiantes no se corresponden con el nivel de desarrollo de sus habilidades.

 

A la postre, asegura el galeno, esos hechos tienen una incidencia negativa en el desempeño académico de esos estudiantes, y en su posterior desempeño clínico, en caso de que logren graduarse.

 

La otra variable son los maestros. Sin buenos maestros no hay buenos discípulos. Para ser un buen profesor en una facultad de medicina no basta con ser un buen médico. Hay que ser, parafraseando a un grande de Cuba, “un evangelio vivo”.

 

La falta de profesores calificados y experimentados para hacer frente a la avalancha de alumnos, incide también de forma negativa en el “producto final”.

 

Hay profesores que, por más que se esfuercen, a uno le cuesta trabajo entenderlos. Se nota que les falta el don de comunicarnos las cosas, no como médicos, sino como maestros”, asegura una alumna de primer año, que culmina el curso “sin penas ni glorias”.

 

Muchos docentes también están desmotivados materialmente. Por ejemplo, a un médico contratado para impartir clases tres veces a la semana en un policlínico, le pagan 60 pesos al mes (poco más de dos dólares).

 

Con docentes desmotivados y discípulos mal elegidos, la calidad se esfuma.

 

Medicina y política

 

Las decisiones en el sector no las toma un colegio médico o similar, sino un partido político. Son, por tanto, decisiones políticas las que moldean el universo médico cubano.

 

El Gobierno considera a sus miles de galenos su mejor ejército. La mayoría de ellos no cuenta con una formación académica y tecnológica a la altura de otros países latinoamericanos, como el propio Brasil.

 

Pero en la guerra preventiva contra las enfermedades, que es la estrategia suprema de la medicina cubana, el Estado parece no brindarle mucha atención a la excelencia académica.

 

“¡Zapatero, a tus zapatos! Que los políticos dirijan la política, y los médicos la medicina”, piden por estos lares. Esa parece ser la fórmula para rescatar la excelencia académica, y devolverle a Asclepios su trono perdido en la Isla.

Aprensión con la prensa

Regina Coyula

26 de junio de 2013

 

Todo debe ser cambiado, ¿pero algo cambiará? El periodismo oficial prepara Congreso

 

Sigo las noticias, me enfermo con los periódicos nacionales, despotrico del noticiero de televisión, y más que desprecio, siento conmiseración por lo que se ha convertido Radio Reloj.  Es pertinente mi introducción pues la prensa cubana se encuentra en los preparativos del congreso de la organización de periodistas, UPEC, una de esas ONGO que el gobierno gusta de creer que representan a la sociedad civil.

 

Si en algún sector no se visibiliza el cumplimiento interno del llamado proceso de Actualización del modelo y de los numerados “Lineamientos”, si en algún sector es desoído el llamado del General-Presidente al cambio de mentalidad y a la frase de moda sin prisa pero sin pausa; si en algún sector nada parece cambiar, es en la prensa.  No cambian los directivos, no cambian las políticas.  El secretismo, el triunfalismo, la superficialidad, el lenguaje “culto” —o peor, poético— para no decir nada, configuran un panorama del que el periodismo cubano no quiere, no sabe, o no puede salir.

 

Hasta cuándo el “bloqueo” y la “amenaza Imperialista”, esa nefasta sensación inoculada a toda la sociedad de encontrarnos bajo perenne peligro, para “no dar armas al enemigo”, o el también socorrido pretexto de no ser el lugar y el momento, o no ser la forma adecuada. La prensa ha reforzado la paranoia nacional de que nuestro trabajo, la familia, la vida y la isla misma podrían desaparecer en solo un segundo. Ese sentimiento de precariedad para mantenernos en estado de guerra es una de las innumerables ideas atribuidas a Fidel Castro. Pavlovianamente, los periodistas cubanos se acostumbraron a no rozar temas escabrosos, a no realizar encuestas críticas, a detenerse en seco ante el primer no. Se acostumbraron a realizar los reportajes y artículos que agradaran al jefe, o mejor, a realizar los reportajes que “orientara” el jefe, una manera infalible de agradar al jefe del jefe.

 

No puede culparse a la prensa de la enfermedad social que nos aqueja, pero sí de no asumir compromisos con la sociedad que dice defender, pues de haber existido una prensa atenta, se hubiera podido hacer un diagnóstico temprano, y quizás, solo quizás, encontrar soluciones.

 

Por eso es necesaria una prensa independiente del Gobierno, no esgrimir el pretexto cada vez más desfasado de que no existe prensa libre, pues donde cada órgano de prensa refleja los intereses de sus directivos existe más libertad que donde todos son el mismo y del mismo dueño. Desfasado también porque ese muro ha sido debilitado por la tecnología, que de forma creciente, indetenible y muchas veces instantánea pone al alcance del individuo la información de su interés.

 

Es lamentable y para nada casual cómo desde la propia formación de los futuros profesionales se cercena la creatividad, la curiosidad y el espíritu iconoclasta. No hablo de historia antigua.  Ahora mismo, en la discusión de la tesis de graduación de la Facultad de Periodismo, el estudiante Lázaro Carrasco, con un tema inédito, ha sido irrespetado durante la exposición de su trabajo, por parte de una oponente inquisitorial (fíjense que no digo inquisitiva) y un tribunal cómplice, o cuando menos, indolente.

 

No es la pureza ideológica quien mueve este tipo de actitud, ni siquiera en este puntual caso el móvil es una homofobia trasnochada. Sí debe haber pesado una carta de Carrasco al escritor Reinaldo Arenas, donde confiesa que “en una facultad de Periodismo no te dejan imaginar demasiado”. Demasiado anfibológico para el gusto de los directivos de la Facultad.

 

Si de verdad se creen el concepto de revolución que puede leerse en cualquier esquina, una revolución acontecerá en el próximo congreso de la UPEC, porque si en algún lugar se debe cambiar todo lo que debe ser cambiado —y en este caso se trata de cambiar todo—, ese lugar es la prensa.

La FEU: misión por encargo

Dimas Castellanos

24 de junio de 2013

 

La subordinación a un gobierno, a un partido y a una ideología desnaturaliza a la FEU y niega la historia de la universidad

 

La transmisión diferida de algunos momentos del VIII Congreso de la FEU, celebrado en La Habana entre el 12 y el 14 de junio, trajo a mi memoria la tesis expuesta por el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset en su libro Misión de la Universidad y otros ensayos afines.

 

Entre otros criterios escuché a los delegados decir: “lo que se hace en el Congreso no es lo que se hace siempre”, “tenemos que llegar al estudiante que no comparte nuestro criterio”, “existe una separación entre el presidente de la brigada y la masa estudiantil”, “los estudiantes no aprovechan la instancia de la brigada para expresar abiertamente sus inquietudes”, “nos ha hecho daño el paternalismo”, “a las generaciones anteriores no le planificaban las actividades”.

 

Si a lo anterior se une que la declaración final del evento plantea que “no hay mayor responsabilidad y tarea para los hijos del Alma Mater, que la defensa de la continuidad de la Revolución y el Socialismo”; y que en las palabras de clausura, el vicepresidente del Consejo de Estado, Miguel Diaz-Canel, expresó que “Cuba cuenta con sus jóvenes para defenderla y preservar y continuar la Revolución”, se comprende que la actual misión de la FEU no emerge de su naturaleza e historia, sino de un encargo.

 

Teniendo en cuenta la validez de la tesis de Ortega y Gasset cuando afirma que “la raíz de la reforma universitaria está en acertar plenamente con su misión; que ello significa vivir a la altura de los tiempos y que eso tiene que ser antes y más que ninguna otra cosa la Universidad”; tenemos que convenir que la subordinación a un gobierno, a un partido, a una ideología y a la generación que encabezó una revolución el pasado siglo, desnaturaliza a la FEU y niega la historia de la universidad, como lo demuestra una mirada retrospectiva a vuelo de pájaro.

 

Lucha por la autonomía universitaria

 

En 1842, cuando la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana fue secularizada y rebautizada como Real y Literaria Universidad de La Habana, tuvo lugar una reforma dirigida a igualar los estudios universitarios de Cuba con los de España y a crear cátedras que respondieran a la época.

 

En 1878 las reformas introducidas por los acuerdos del Pacto del Zanjón, le devolvieron el derecho de conferir grados de doctor y le concedieron gran parte de las aspiraciones de los catedráticos e intelectuales. En 1885, se dispuso que cualquier profesor universitario pudiera ocupar el cargo de rector. Y en 1898 los cargos de rector, vicerrector y decano de facultad pasaron a ser electivos por el claustro universitario.

 

En 1899, cuando el alto centro docente pasó a denominarse Universidad de La Habana (UH), se instauró el Plan Lanuza y poco después, para adaptarlo a las necesidades de la época, fue reemplazado por el Plan Varona, que fue la más radical reforma de los estudios universitarios hasta entonces.

 

Los primeros estatutos de la etapa republicana (1910) definían a la universidad como un organismo superior docente, de carácter nacional, con uso de sello propio y autonomía en todo lo que se contrae a su régimen interior; gobernada por un rector, un consejo universitario y un claustro general. Y en  diciembre de 1921, el sabio naturalista Carlos de la Torre y Huerta, al tomar posesión como rector, esbozó un programa dirigido a lograr la autonomía universitaria.

 

En ese contexto, la participación del estudiantado en la depuración del profesorado y en la reforma universitaria se aceleró a raíz de la propuesta de conferir el título de Dr. Honoris Causa a los generales norteamericanos Leonard Wood y Enoch H. Crowder. De esa oleada de protestas emergió la fundación de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), en diciembre de 1922.

 

A partir de ese momento la lucha por la autonomía universitaria ocupó el centro de las luchas de un estudiantado que actuaba con criterios y objetivos propios. Esas actividades se intensificaron a partir de 1922, año en que  el rector de la Universidad de Buenos Aires impartió en el Aula Magna de la UH la conferencia Evolución de las universidades argentinas, que dio lugar a la reforma universitaria iniciada en Córdoba, cuyo eje central era la autonomía y la intervención del estudiantado en el gobierno universitario.

 

En enero de 1923, después que la FEU elaboró un proyecto dirigido a la obtención de la personalidad jurídica y la autonomía de la UH y el Dr. Enrique José Varona propuso una comisión mixta de profesores y alumnos para estudiarlo, al ser aprobado por el claustro general, el rector, estudiantes y profesores marcharon al Palacio Presidencial para entregarlo al presidente de la República, mientras Fernando Ortiz presentaba a la Cámara de Representantes un proyecto de ley para ese fin.

 

Finalmente, en marzo de 1923, el Gobierno dictó el decreto presidencial que consagraba el principio de intervención del estudiantado en el gobierno de la universidad. Un avance reformista impetuoso que desembocó en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes.


A pesar de que en 1925 la Asamblea Universitaria fue disuelta y la FEU ilegalizada, cuando se planteó la prórroga de poderes de Gerardo Machado en 1927,  los estudiantes organizaron una manifestación e hicieron público un manifiesto firmado por el Directorio Estudiantil Universitario (DEU). Tres años después, cuando se produjo la manifestación en que cayó mortalmente herido Rafael Trejo, se creó el DEU de 1930, que lanzó un manifiesto rechazando todo tipo de conciliación con el Gobierno y en 1933 llamó a la insurrección armada y a formar un gobierno provisional.

 

Durante el gobierno de los Cien Días, encabezado por Ramón Grau San Martín, se emitió el Decreto Ley 2059 mediante el cual se puso en vigor la autonomía universitaria, la que quedó sin efecto al fracasar la  huelga de marzo de 1935, hasta su restitución el 9 de enero de 1937. Finalmente, la autonomía universitaria quedó refrendada así en la Carta Magna de 1940: “La Universidad de la Habana es autónoma y estará gobernada de acuerdo con sus Estatutos y con la Ley a que los mismos deban atemperarse”.

 

Apoyado en la utonomía, la FEU participó activamente en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. En 1955 se creó el Directorio Revolucionario, entre cuyas acciones  se destacaron la Carta de México, firmada por José Antonio Echeverría y Fidel Castro, el ataque al Palacio Presidencial y la participación en la lucha guerrillera.

 

Después de 1959

 

En 1959, en lugar de restablecerse la Constitución de 1940 —como se había pronunciado en La historia me absolverá— se reformó para conferir al primer ministro las facultades de jefe de gobierno y al Consejo de Ministros las funciones del Congreso. Todo ello en un  contexto enrarecido por el diferendo de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, de lo que resultó el desmontaje de las instituciones y espacios cívicos que había posibilitado el triunfo revolucionario, entre los cuales estuvo la autonomía universitaria.

 

En el contexto de la crisis generada por la expulsión de un alumno de la Escuela de Ingeniería, que condujo a que la dirección de dicha escuela fuera asumida por los alumnos y profesores  revolucionarios, el Consejo Superior de Universidades, que había sido creado en diciembre de 1960, acometió la nueva reforma universitaria.

 

Carlos Rafael Rodríguez resumió el alcance de dicha reforma en tres preguntas: ¿Qué, cómo y quiénes van a estudiar? El qué y el cómo respondían a la nueva situación creada con el poder revolucionario. En cuanto al quiénes —explicó Carlos Rafael— la nueva universidad será regida conjuntamente por profesores y alumnos, pero aclaró: “en la medida en que la revolución universitaria es obra de una verdadera revolución y que el socialismo preside las transformaciones, no es posible pensar en los profesores y los estudiantes como dos grupos antagónicos… Un profesor de conciencia revolucionaria, orientado por el marxismo leninismo y militante de esa ideología (se refería a Juan Marinello), no necesitará de la presencia vigilante de los estudiantes”. De esa forma, sin ser derogada legalmente, la autonomía  desapareció en 1962.

 

Así, la FEU y la universidad, fuentes importantes de cambio social, quedaron  inutilizadas para esos fines. Ahora, en pleno siglo XXI, con una sociedad estancada y un modelo fracasado, el Gobierno le encarga a la FEU la misión de conservar el pasado,  lo que constituye un intento de anclarse en el ayer, cuando hemos visto que la universidad, desde su fundación estuvo en un proceso continuado de reformas tratando de vivir a la altura de los tiempos.

¿A cuánto el examen, profe?

Rafael Ferro

24 de junio de 2013

  

La educación en Cuba ha sido, por más de cincuenta años, una referencia en otros países, sobre todo del llamado Tercer Mundo. El rostro de nuestro sistema educativo que el gobierno vende al exterior, es bien diferente a la realidad.

 

En estos días de fin de curso, alumnos y padres arreglan cuentas con profesores y directivos; es entonces cuando el ideal de “La educación gratuita cubana” estalla como burbuja de jabón.

 

“No importa que seas malo como estudiante, si tienes dinero para pagar los exámenes, tu problema está resuelto. Cuando yo estudiaba en la universidad, tuve un problema familiar en los días de fin de curso. Un amigo de mi aula me contactó con el profesor de la materia en la que yo tenía más problemas, y ajustamos cuentas. El precio fue de cinco dólares para el bolsillo del profesor”, declara Zajay, egresado de Informática.

 

Pero generalizar casi siempre conduce a la exageración, a la opinión subjetiva. Todavía hay muchos buenos maestros en Cuba, aunque la gran mayoría se ha jubilado.

 

Como política de Estado, se inició, hace más de diez años, la formación acelerada de “profesores emergentes”, teniendo como cantera a jóvenes de diferentes sectores de la sociedad: “En menos de dos años, formaban un maestro nuevo, y para hacer más grande el disparate, se le daba la condición de integral, es decir, el muchacho, recién graduado y sin ningún tipo de vocación, se consideraba listo para impartir varias materias. Era el inicio del desastre que estamos viendo ahora. No se hace un maestro en un día, esta es una vocación que se lleva dentro toda una vida, y que exige vivir aprendiendo, mientras se enseña”. Así opina Cecilia, una maestra jubilada.

 

Por su lado, Sergio, estudiante de secundaria básica, en Pinar del Río, argumenta: “Los días de exámenes no me alarman. Yo espero siempre la llegada de mi tío que vive en el extranjero. Cuando viene, me da el dinero para pagar a los profesores, y todo queda resuelto. En mi aula casi todos los alumnos que tenemos familiares en el extranjero pagamos las pruebas, es más fácil así”.

 

En ese sentido, y como van las cosas, aquella vieja máxima de “Hacer de Cuba un país de hombres de ciencia”, se está escapando por las alcantarillas de esta historia.

 

Hipólito, abogado y ex profesor universitario, comenta:

 

“Hace unos años, yo impartía clases en la universidad de Pinar del Río. En uno de los cursos se presentó una situación bien penosa. Un grupo de profesores vendieron las pruebas finales y la mayoría de los alumnos optaron por comprarlas. La cosa se descubrió mucho después de la graduación. Es cierto que a los culpables se les aplicó la ley, me refiero a los profesores, pero los alumnos siguieron como graduados, y ejerciendo la profesión alcanzada fraudulentamente. Eso nos trae a una realidad bien inquietante: entre nosotros, hay centenares de profesionales que no lo son realmente, y eso tarde o temprano aboca al desastre en cualquier sociedad. El fraude, al igual que el crimen, no paga”.

 

Fin de curso cubano: alumnos y padres sacan cuentas. Profesores y directivos hacen planes para vacaciones, basados en exámenes finales y en dólares por cobrar.

Botando el sofá

Rebeca Monzó

21 de junio de 2013

 

Una vez más el sector de la educación se ve empañado por el escándalo: sustracción y venta de las preguntas para los exámenes de onceno grado. Al parecer se ven involucrados en este delito todos o la mayor parte de los municipios habaneros.

 

No es la primera vez que esto sucede, tampoco ahora los medios se han hecho eco. Como de costumbre, la noticia nos llega a través de alumnos o padres de éstos, cercanos a nuestro entorno, casi siempre vecinos, que se han visto afectados por estos sucesos.

 

Se han producido reuniones de maestros con los padres de los alumnos involucrados en las distintas escuelas, y el planteamiento por parte del profesorado, a mi modo de ver, no ha sido el más correcto y mucho menos eficaz: “No darle dinero a sus hijos para que no puedan comprar los exámenes”. Esto me recuerda el famoso cuento del marido engañado que llega a su casa y ve a su esposa acurrucándose en el sofá con el amante, y enfurecido decide botar el mueble.

 

Una vez más quieren reprimir los efectos, sin analizar profundamente sus causas. Esto viene sucediendo en nuestros centros educacionales hace ya muchos años. No es noticia para nadie, pero el Estado sigue pretendiendo que no ocurre, y continúa ofreciendo cifras estadísticas muy favorables a Naciones Unidas, y los funcionarios de ésta divulgándolas sin tomarse el esfuerzo de verificarlas.

 

Es más o menos la misma política utilizada por los empleados públicos en nuestro país: “El Estado se hace el que me paga y yo me hago el que trabajo”.

 

Mientras el Ministerio de Educación no se decida a poner fin de una vez por todas a este fraude y depurar responsabilidades a todos los niveles, esta situación seguirá repitiéndose y cada vez más la calidad y el prestigio de la enseñanza en Cuba irá decreciendo.

 

Según comentarios populares, muy extendidos para no ser ciertos, ni siquiera la Universidad escapa de este escándalo. Se dice que el recinto se ha visto obligado a enviar las pruebas de ingreso custodiadas por la Empresa TrasVal (Traslado de Valores), que hasta hace poco solamente era utilizada, como su nombre lo indica, para custodiar sumas considerables de dinero y otro tipo valores

 

Si seguimos “botando el sofá” y no denunciamos estas irregularidades y delitos, con nuestro silencio estaríamos contribuyendo aún más a la “caída en picada” hacia el abismo, de algo tan importante y preciado como es la educación y el prestigio de ésta. Recordemos que los errores en este sector se pagan a largo plazo, cuando ya casi no tienen solución.

Se expande la violencia verbal y física

Iván García

21 de junio de 2013

 

Una sicóloga: “El aumento de la violencia parte del lenguaje grosero y cargado de testosterona que a partir del 59 empleó el gobierno de Castro”.

 

Estamos rodeados. Cualquier sitio, ómnibus, escuela, centro laboral o entorno familiar es propicio para una grosería que no pocas veces arranca con insultos y termina en un ring de boxeo.

 

La gente de mecha corta sobra en Cuba. Tipos inflamables que manejan los gestos corporales y el lenguaje como si fuesen una pistola. José Carlos, de 41 años, considera que lo más mínimo puede generar un campo de batalla.

 

Si vas de compras a una tienda debes medir tus palabras. Y tener paciencia. Las empleadas casi siempre están de mal humor. Parecen celadoras de una cárcel. Las que más miedo me dan son las recepcionistas. Cuando no se están pintando las uñas o chismeando por teléfono, te dicen que vengas mañana porque es el horario de almuerzo. Estamos viviendo una epidemia de malos modales. La falta de educación no tiene nada que ver con la crisis económica o la pobreza. Pienso que es una consecuencia de la revolución. Y ahora florece como la mala yerba”, subraya.

 

La violencia verbal y física suele comenzar desde el círculo infantil. Y progresa en la etapa de la enseñanza primaria y secundaria. Así lo piensa Hilda, de 72 años, maestra jubilada.

 

En cuatro décadas de trabajo como maestra, pude observar que la violencia verbal y física en las escuelas creció en los últimos veinte años. Después de la llegada del ‘período especial’, a principios de los 90, la pérdida de valores, intimidación entre alumnos, palabras obscenas y vulgaridades está presente en edades tan tempranas como los 5 o 6 años. Vi niños que sus padres tuvieron que trasladarlos de escuela por el acoso y la violencia de otros niños. Los menores suelen reproducir las conductas que ven en sus casas. A veces los padres se comportaban peor que sus hijos. Actuaban como seres irracionales. Si castigabas al muchacho, se podía desatar un terremoto. Eso y los bajos salarios son dos de los motivos por los cuales muchos jóvenes no quieren ser maestros. Nadie quiere trabajar en un lugar que además de ganar poco dinero te puede traer problemas”, cuenta la experimentada maestra.

 

Y así, dentro de un ómnibus cualquier roce puede provocar un intercambio de insultos subidos de tono. Si se calientan las pasiones, la gente se va a las manos.

 

En muchos centros laborales sucede lo mismo. Algunos gerentes, comenta Arnaldo, se comportan con sus subordinados como capataces feudales. “Trabajo en un centro de elaboración de alimentos para el turismo. Los jefes nos tratan como si fuésemos perros. Cuando intentamos discutir nuestros derechos, te señalan la puerta de salida. No son pocos los directivos que se comportan como si ellos fueran elegidos de los dioses o pertenecieran a una casta diferente”.

 

Una socióloga habanera lo tiene claro. “El aumento de la violencia verbal y física parte del lenguaje grosero y cargado de testosterona que a partir de 1959 empleó el gobierno de Fidel Castro. La vulgaridad se convirtió en sello de la casa. Desde insultos en los discursos hasta lemas coreados masivamente en 1962, a raíz de la Crisis de Octubre, como ‘Nikita, mariquita, lo que se da no se quita’. O ‘Ae, ae, ae la chambelona, Nixon no tiene madre porque lo parió una mona’”.

 

O como aquella nota publicada en Granma, el día en que murió Ronald Reagan, que decía “Hoy falleció quien nunca debió nacer”.

 

Esas conductas antisociales y agresivas de los dirigentes cubanos, que muchas veces convierten el terreno diplomático en una valla de gallos, se ha ido reproduciendo entre la gente a lo largo de 54 años. “No se pueden exigir buenas conductas cuando los que dirigen no la tienen”, considera la socióloga.

 

Dentro de algunas familias, que uno de sus miembros se coma un huevo o un pan que no le pertenece, puede desatar un infierno chiquito. Es habitual que bajo un mismo techo convivan tres generaciones diferentes. Y no es raro encontrar familiares que no se hablan entre sí y cocinan y hacen sus faenas domésticas por separado. Los hijos, las habituales víctimas, tienen como paradigma las ofensas y las broncas entre parientes.

 

El reguetón es otra polea trasmisora de groserías e incitación a la violencia. Un musicólogo capitalino está convencido de ello. “Las letras de la mayoría de grupos de reguetón o hip-hop son chabacanas. Y la moda en los jóvenes es reproducir la forma de vestir de su ídolo reguetonero y también su mensaje, que por lo regular propaga el machismo, la violencia y el culto a la frivolidad y las drogas”.

 

Después de un bailable con una orquesta de timba o un grupo de reguetón, y a pesar del amplio despliegue policial, se ha vuelto normal que se produzcan altercados a punta de navaja.

 

En la Plaza Roja de La Víbora, municipio Diez de Octubre, en determinadas fechas del almanaque revolucionario, acostumbran ofrecer bailes y pachangas. Se montan baños portátiles de madera en las esquinas y hasta después de las dos de la madrugada, la música subida de decibeles con letras groseras no deja dormir a los vecinos. Al terminar el concierto comienza lo bueno. Broncas entre marginales y escaleras o pasillos de los edificios convertidos en baños públicos o fumaderos de marihuana. Y se practica sexo en cualquier recoveco oscuro. Todo un espectáculo.

La cara oculta de la Facultad de Comunicación

Carlos Manuel Álvarez

20 de junio de 2013

 

El tratamiento ofrecido a Lázaro Carrasco, quien incluyó en su tesis una carta a Reinaldo Arenas, muestra cómo opera en La Habana el más alto centro de formación de periodistas

 

En su tesis de licenciatura, Lázaro Carrasco, estudiante de quinto año de periodismo, escribe gratuitamente, sin guía metodológica alguna que lo exija, una carta a Reinaldo Arenas donde revela, entre otras cosas, que en la Facultad de Comunicación (FCOM) del 2013 no dejan imaginar demasiado.

 

Como respuesta, su tribunal esgrimió el pasado martes 11 de junio, durante el ejercicio de defensa, un argumento que parecía irrebatible. Meses antes, el estudiante había propuesto su tema, la comisión pertinente lo había aprobado, y finalmente iba a graduarse con una serie de productos comunicativos bastante controversiales: crónicas y entrevistas sobre el cruising. Esto es: los sitios de La Habana donde los gays —con su tradición subversiva y periférica— practican el sexo abiertamente. Carrasco no tenía entonces por qué acusar a la institución, magnánima y tolerante, de literal y ortodoxa.

 

Que la Facultad de Comunicación aceptara semejante atrevimiento, y no censurase un ejercicio de búsqueda en zonas moralmente heréticas y políticamente incorrectas, era ya un privilegio insospechado que él debía tener en cuenta, y, por tanto, no portarse demasiado mal. El tribunal nunca lo dijo, pero le reprochó su ingratitud e inconsciencia. Carrasco no debía olvidar que por cosas menores Arenas había ido a prisión, y que él estuviese allí, defendiendo su tesis, treinta y tantos años después, era una evidencia innegable de progreso.

 

Sin embargo, pagó demasiado caro el tema. Es preferible que la Facultad se siga reconociendo como lo que es, un escenario poco conflictivo, antes que fomente el riesgo y lo deje correr, para luego —pacata y prejuiciada— perpetrar en la hora final un acto de vejación francamente imperdonable. Si la confesión de Carrasco a Arenas no parecía a priori más que un mea culpa imposible de sostener con pruebas físicas, concluido su acto de defensa resultaba todo lo contrario: una dolorosa premonición. Al estudiante le otorgarían cuatro puntos justamente porque se había largado a imaginar, porque había metido las manos en lo sucio, y estaba en el sitio equivocado para ello.

 

Cuatro puntos no parecerá una nota muy alarmante para alguien que desconozca los mecanismos internos de FCOM, donde, al menos en periodismo, solo las tesis extremadamente defectuosas no terminan con la máxima calificación. Cada año, decenas de estudiantes reciben cinco puntos, casi porque sí, sin mucho preámbulo ni brete, con temas infames, temas inventados, investigaciones sin vida real, análisis de asuntos que no merecen un mínimo acercamiento por una sencilla razón: no existen.

 

Cada año, además, otra decena de estudiantes toma sus títulos, incluso con sellos de oro, solo por haberse adentrado en temáticas dóciles, o políticamente incentivadas, no sé, la cobertura de AP durante la Crisis de los Misiles, la campaña mediática de El País contra La Habana, el uso del lead en las noticias de agricultura, y nunca, por ningún lugar, el papel reaccionario del periódico Granma, o del Noticiero Nacional de Televisión dentro de la sociedad cubana, no digamos ya la subordinación total de la prensa al Estado y al Partido. Nadie ve eso nunca (salvo Julio García Luis). La Facultad se lava sus manos y acumula en su biblioteca tesis que solo serán referentes de otras tesis, y estas, a su vez, de otras tesis, sin aplicaciones de los resultados; simplemente estudios de la academia y para la academia, la seudo-teoría por la seudo-teoría, así hasta el infinito o hasta que venga el orden y mande a detener semejante cadáver.

 

Obviamente, si esta es la norma de los cinco puntos, resulta indiscutible que algunas malas notas suponen más mérito que cualquier congratulación. Como me dijera hace poco un maestro que ya se ha ido: “en mis tiempos era casi glorioso recibir cuatro puntos por una tesis dizque disidente”.

 

De ahí que el problema no sea la calificación final otorgada a Lázaro Carrasco. Su nota es más digna que cualquier cinco de mi año (incluido el mío, que, perdónenme, es un cinco muy digno). La verdadera injuria, desde mi punto de vista, fueron los métodos de la oponencia y la posición del tribunal.

 

No hagamos el cuento largo. Carrasco había asomado la cabeza en un sitio peligroso, donde no la asoma ninguno de los estudiantes ni de los periodistas cubanos de hoy. Había una intención y esa intención, que supera todos nuestros provincianos límites, merecía por sí sola cinco puntos, un reconocimiento al esfuerzo. Por si fuera poco, Carrasco escribió con arte, logró testimonios impactantes, husmeó, importunó, partió de cero y regresó con una trama, con una historia.*

 

No había un referente, un método o una experiencia anterior a la que pudiera asirse. En Cuba no existe el periodismo contrahegemónico, no hay nadie que lo haga, podemos pasar lista en nuestras redacciones y el resultado será nulo, todos acumularán una larga experiencia en coberturas protocolares. Carrasco improvisó, salió a flote, trajo algo para mostrar, y si hubo tal mención por parte de sus jueces, entre tantos errores metodológicos señalados, fue tan insignificante que seguramente ninguno de los presentes en su defensa la recordará.

 

Tras varios cambios inconcebibles, le designaron un oponente experto en sexualidad, pero sin mínima idea de periodismo literario. Seguimos creyendo que el contenido es una cosa y la forma otra. Seguimos creyendo que la forma es secundaria, por eso no tenemos contenido. Las negligencias y la injusticia fueron tantas que terminaron reprochándole cuestiones ridículas. Digamos: no devolverle a los entrevistados las grabaciones. Yo quisiera saber qué tradición periodística exige eso, porque ni siquiera la tradición de la Facultad.

 

Casi al final, Carrasco se arrebujó en su silla y respondió, asustado, sin fuerzas, las preguntas inquisidoras del oponente. La oponencia exigía que respondiera sí o no, con monosílabos, e iba mencionando leyes (¿cuántas leyes, me pregunto, habrá violado Gunter Walraff?**), una tras otra, casi imparablemente. Por un momento llegamos a pensar que Carrasco iría preso. Era mucho el tema, y es mucho el prejuicio de los que se reconocen desprejuiciados.

 

No asistieron, al acto de defensa, los contumaces blogueros de la Facultad, no tenían por qué estar allí. Sin embargo, la noticia, el chisme, se ha regado como pólvora por los pasillos de Bohemia. Ojalá me equivoque, pero ninguno de los estudiantes hablará, ninguno buscará a fondo e intentará reconocer las claves del incidente más allá del morbo. Ninguno describirá los rostros indignos que puede mostrar FCOM. Andan demasiado entretenidos con la ocupación en Siria, o con los post mal escritos de Yoani Sánchez. Hablan de vejación y no reconocen la vejación y el engaño delante de sus narices.

 

Pero no me alarma: mi principal problema con Cuba, lo inconcebible, no es que no me entienda con sus mayores, sino que no me entiendo un carajo con la gente de mi generación. Yo ya me gradué, en semanas me largo, y durante cinco años no hice casi nada por cambiar el sino de la Facultad. Me alejé de ella, la di por perdida, sus problemas me parecieron menores, pero este no ha sido un problema menor, y he creído imprescindible mencionarlo. Le entrego, con gusto, mi cinco, mi título y mis elogios a Lázaro Carrasco, todo a cambio de su cuatro, y seguro salgo ganando.

 

En la Facultad hay grandes profesores, hay grandes seres humanos, pero no hay una articulación determinante de sus fuerzas. Hay estudiantes que quieren decir, pero primero, antes de ganarse cualquier nombre, antes de contar los comentarios y las visitas a sus blogs, antes de creerse que están cambiando la realidad cubana, deberán denunciar los pequeños atracos de los cuales son víctimas sus colegas de oficio y generación. Yo he llegado a pensar, tristemente, que la inmensa mayoría de los estudiantes o los recién graduados de periodismo escriben para mirarse el ombligo, o para caerle en gracia a alguien.

 

Hay más que una Copa de Cultura o unos Juegos Caribe en la universidad. No se puede estar todo el tiempo mirando hacia los lados, distraídos con la floritura. Si la Facultad no redimiese lo sucedido el pasado 11 de junio, si sus profesores o sus dirigentes no llamasen a Lázaro Carrasco y revisasen el tema, si los estudiantes no se agruparan y protestaran, todos, absolutamente todos, nos habremos hundido un poco más. Decenas de graduados seguirán abandonando los periódicos, y los profesores valiosos —bien que los conozco— acabarán un tanto más frustrados.

 

Los reductos de luz que sobreviven en Bohemia, no debieran permitir que les arrebaten de sus manos las pocas tesis valiosas, ni que el atrevimiento parezca un pecado. Deberán, con arte y sutileza, luchar contra esa otra zona y reducirla, un cónclave poblado de personas que no saben siquiera que lo pueblan, los conciliadores en su peor versión: el conservadurismo que se cree revolucionario. Yo, con el perdón de mis amigos, o más bien en nombre de mis amigos, en nombre de los profesores que se quedan, y que se baten únicamente con fe, no puedo hacer otra cosa que desearles suerte para que ganen el pulso. Al menos desde septiembre de 2008, hasta junio de 2013, la ortodoxia fue la maza, y fue el poder.

 

* Lo acompañó en el trayecto, justo señalarlo, su tutor Jesús Arencibia.

 

** El bien de social de las investigaciones de Wallraff, bien lo dijo el sabio de Daniel Salas en las clases de periodismo investigativo, era mucho mayor que el mal de las violaciones legales, por lo que sus encubrimientos son, quién lo duda, éticamente permisibles e irreprochables.

Universidades cubanas:

de la aspiración a líderes a la ronda de consuelo

Iván Darias Alfonso

17 de junio de 2013

 

¿Qué pasa y qué debería pasar con la educación?

 

El anuncio reciente de que las universidades cubanas han descendido en la relación que agrupa a las mejores de América Latina debe preocupar a todos. Aunque tal descenso alarma, la lista en sí no es un referente sobre la competitividad de las instituciones del área. Por desgracia, las universidades latinoamericanas generalmente no figuran en lugares privilegiados en los dos más importantes rankings universitarios: el de Shanghái, compilado por la Universidad Jiao Tong, de esa ciudad china, y el del Suplemento de Educación Superior del diario británico The Times. En la más reciente edición de este último, por ejemplo, la primera universidad de Iberoamérica enlistada, la de Sao Paulo, aparece solo en el puesto 158.

 

Brasil ha emergido como una potencia educacional gracias a un modelo que prioriza la investigación por sobre la docencia, similar a varias fórmulas exitosas que repiten universidades norteamericanas, europeas y las del emergente sector asiático. Sin embargo, otras instituciones todavía no han encontrado una solución eficiente para articular una mejor relación entre la formación profesional de los estudiantes y el perfil de investigación de los profesores. En la Isla, este también constituye uno de los problemas actuales del sector.

 

En la enseñanza superior cubana muchos programas de estudio todavía se rigen por criterios desfasados que apuntan a debates ontológicos y epistemológicos ya superados en el mundo occidental y hasta en Iberoamérica. A la academia cubana, al parecer, le ha costado superar el shock filosófico que trajo aparejada la caída del socialismo y, sobre todo, en las Ciencias Sociales y Humanísticas, la única solución ha sido la vuelta al pasado, al punto de no retorno que significó el año 1989. Solo que el impasse ya dura dos décadas y media, tiempo suficiente para haberse puesto al día. Hay que destacar que algunas carreras cuentan con profesores interesados en los fundamentos actuales de sus respectivas especialidades; no obstante, tales enseñanzas no se traducen bien en materia de investigación. Basta toparse con obras ensayísticas publicadas en fecha reciente, que basan la mayor parte de su argumento en teorías y autores previos a 1989 e ignoran la lectura crítica de tales representantes hecha por otros más contemporáneos, incluso del ámbito regional.

 

Otro ejemplo que desconcierta es el de la presencia online de las universidades criollas. Ocurre como en la gran mayoría de webs institucionales de la Isla, que no acaban de entender que un sitio digital implica mucho más que repetir el concepto del “mural del sindicato”, si es que estos existen hoy en los centros laborales o casas de altos estudios. La información en internet sobre las universidades resulta elemental y básica, además de estática, lo que dificulta entender cuán activa e interactiva es determinada facultad, determinado claustro.

 

En un artículo publicado en el rotativo británico The Guardian, el profesor Leandro Tessler, de la Universidad Estatal de Campinas, cita la necesidad del uso del idioma inglés como uno de los factores a considerar por las instituciones latinoamericanas para aspirar a mejores puestos en los rankings mundiales. En su análisis, Tessler critica la confusión entre educación superior y educación universitaria y el hecho de que la gran mayoría de universidades se definan como centros de investigación, aunque muy pocas realicen investigaciones relevantes.

 

Según el profesor brasileño, América Latina continúa siguiendo el modelo propio del siglo XIX, basado en la tradición europea del entrenamiento profesional. Cualquier intento por cambiar tal filosofía ha sido notablemente rechazado por los sectores más conservadores de las sociedades latinoamericanas, no siempre vinculados a la Iglesia Católica, aunque el número de instituciones que aún conservan en su nombre epítetos como Pontificia o Católica, podría justificar lo contrario. Tal vez no pocos rectores latinoamericanos se hayan familiarizado a fondo con las particularidades del Proceso de Bolonia, sin embargo, las discusiones sobre cómo se adaptaría el mercado universitario a esta y otras iniciativas globales, marchan con demasiada lentitud, o aún no han aparecido.

 

Menciono todas estas características del ámbito académico latinoamericano porque las universidades de la Isla pecan igualmente de tal conservadurismo y, como bien comenta Tessler, deberían también asumir el inglés como lengua franca si en realidad desean aumentar la competitividad a escala regional. Pero el uso del idioma no puede quedarse en la versión criolla del “me defiendo”, sino dirigirse hacia un entrenamiento más abarcador que incluya la impartición de cursos en inglés en todas las especialidades, el acceso a bibliografía especializada (casi siempre en ese idioma) y la publicación de los resultados de investigación en revistas académicas indexadas, mayoritariamente disponibles en inglés. Esto último, lo de las publicaciones, validará el potencial e impacto de las investigaciones cubanas, pues por norma los artículos se revisan y discuten por colegas científicos en una tradición que, pese a no pocas críticas (sobre todo en cuanto a la disponibilidad y al acceso posterior de los autores a sus textos), sobrepasan a las publicaciones latinoamericanas,  que no siempre se conciben según los mismos estándares.

 

Hacia la rigidez y el estancamiento

 

En Cuba, las universidades han mantenido la herencia que critica Tessler y que impone límites al conocimiento, no solo debido al lógico adoctrinamiento ideológico sino a las relaciones de poder propias del entorno universitario en el que profesores y catedráticos acumulan demasiada autoridad tanto en la producción como en la distribución del saber. Hay que reconocer que la codiciada plaza de profesor difiere un poco de lo que en Norteamérica se denomina el tenure (profesor titular) y se asemeja más al modelo ibérico en el que los académicos terminan instalados en los puestos “de por vida”, como si se tratara de un funcionario público más. No en balde resulta tan difícil lograr una plaza a contrato permanente en España, Italia o Portugal, pues amén de las complicadas e inflexibles leyes laborales, es preciso esperar porque los “sembrados” decidan jubilarse o fallezcan, para que un joven graduado o un ya avezado investigador-profesor se adueñe de sus plazas.

 

En la Isla, el panorama es similar, máxime si con el ejemplo cercano de la gerontocracia partidista, los viejos profesores están en todo el derecho a no acogerse a la jubilación. No ocurre así en el Reino Unido, Australia, Escandinavia y, en menor medida, en otras naciones de la Unión Europea (Alemania, BENELUX, Austria y Francia), donde el mercado laboral académico aparenta una mayor movilidad y no es casual que en el espacio de una década, un profesor-investigador se haya movido por al menos tres o cuatro instituciones.

 

La gran mayoría de las universidades cubanas se definen como centros de investigación, aunque pocas han logrado mantenerse como proveedores de tecnología y avances para la región, las provincias en las que se ubican, o para todo el país. Parte de la responsabilidad estriba en la difícil relación entre universidades y Gobierno, en teoría el máximo beneficiario del capital humano formado en la Educación Superior. Las autoridades, incluso en la época de relativa bonanza económica en los 80, nunca concibieron una estrategia eficiente y duradera de I+D. Este limitado apoyo estatal no obedece solamente a la férrea guía ideológica, aunque en las universidades, como en cualquier otra institución de la Isla, el PCC determina y rige. Sin embargo, en el actual contexto, en medio de reformas que prometen, pero que se suceden de modo muy lento, mejorar posiciones en los rankings universitarios no es una prioridad gubernamental. Al menos en apariencia, las autoridades siguen apostando por una solución integral salvadora que nunca emergió en 1994 y que hoy, al cabo de casi dos décadas, resulta difícil que aparezca.

 

En esos mismos veinte años, las facultades cubanas han ido formando, siempre en la medida de sus posibilidades, a profesionales a quienes les resulta difícil insertarse en la depauperada economía nacional. A mediados de los 90, con la flexibilización de las restricciones migratorias, muchos graduados en esa década y en las anteriores, descubrieron las posibilidades de formación en otros países y emigraron en un viaje muchas veces sin retorno. Otros optaron por el atractivo de nuevos sectores como el turismo y las empresas mixtas. En la actualidad, el MINTUR forma a su personal en escuelas especializadas, por lo que a cualquier graduado de otra especialidad no afín le será más difícil entrar al sector que en otras épocas. Eso, suponiendo que —profesional al fin y al cabo— se desentienda de modos más oscuros de acceder a plazas, pues con toda la retórica anticorrupción reinante en la altas esferas, no hay que desestimar la idea de empleados corruptos prometiendo villas y castillas hoteleras. De no contar con tales prospectos, muchos graduados universitarios terminarán ingresando en el creciente y más lucrativo sector del trabajo por cuenta propia. Sin embargo, tal elección terminará por justificar cualquier decisión relativa a no optar por una carrera universitaria en los jóvenes que ahora cursan el preuniversitario, pues, como si no fuera suficiente la desmotivación a la cual conducen los actuales programas de estudio, ayuda menos pensar que cinco años más de instrucción no garantizarán un empleo estable y gratificante.

 

El actual modelo de especialidades ha cambiado poco en cuanto a la oferta en los últimos treinta años. Cada cierto tiempo aparecen carreras nunca antes estudiadas en el programa de las facultades y muchos adolescentes de preuniversitario se entusiasman por tales novedades. Mas, tales experimentos carecen de una continuidad y de un plan a largo plazo que también contribuya a un buen futuro profesional. Ha habido otras experimentaciones también lamentables como las derivadas de la “masivización de la enseñanza”, proyecto que creó filiales universitarias en todos los municipios del país sin las condiciones materiales para ello. Siempre será difícil justificar tal diseminación, sin bases materiales e infraestructura, en una movida que ni los países desarrollados se aventuran a realizar. Por el contrario, las discusiones sobre el crecimiento institucional en Occidente, por lo general comienzan por debatir si en realidad el número de universidades debe aumentarse o reducirse.

 

Universidad para todos… los que puedan

 

Tal vez vaya siendo hora de remover todo el sistema de empleo derivado de aquellos planes quinquenales, que nunca aportaron demasiado, y promover a la universidad como un centro de formación diverso, con menos restricciones. Los límites los impone el Ministerio del Trabajo, comprometido por su “política” de garantizar a toda costa una ubicación laboral a cada graduado, algo que, aunque se logre en teoría, no entraña necesariamente una correspondencia entre puesto laboral y especialidad universitaria cursada. Ejemplos sobran y cada año incrementan el anecdotario colectivo sobre ese período improductivo y mal remunerado que todavía llaman Servicio Social, cuando los graduados terminan en lugares que poco o nada tienen que ver con lo estudiado.

 

Existe un modo más bien creativo de solucionar tal problema, como ocurre en el mundo occidental donde el Estado no determina la ubicación, una vez terminada la universidad. Corresponde a los egresados de las facultades procurarse un puesto en el siempre competitivo y despiadado mercado laboral. Ello conlleva a que los profesionales adopten un modelo más flexible en cuanto a combinar lo estudiado con la práctica, siempre y cuando las habilidades aprendidas se adapten a las exigencias del puesto laboral. No se trata de que un ingeniero agrónomo ejerza como neurocirujano, pero sí de buscar experiencias comunes.

 

Por tradición, en la Isla han sido más estrictos a la hora de permitir semejantes desvíos de la norma. Tanto el modelo de ubicación como el de formación, resultan demasiado inamovibles para los estándares internacionales, impedimentos que se justifican únicamente debido a patrones culturales. Para la retórica institucional, por ejemplo, solo alguien con una formación rectilínea en Arquitectura puede ejercer de profesor de tal especialidad. Las trayectorias menos directas se rechazan, digamos la de un graduado de Física que decidió especializarse en materiales de construcción y luego en Ingeniería Civil. La sabiduría popular tampoco es menos sentenciosa y abundan críticas al estilo de “¿cómo me va a enseñar Historia si ese lo que estudió fue Lengua Inglesa?”.

 

En su estrategia para el futuro, las universidades cubanas deben contemplar soluciones que garanticen una formación continua. Muchas la previeron a inicios de los 90, cuando aparecieron innumerables cursos de maestrías a los que entusiastas licenciados e ingenieros se apuntaron, tal vez imaginándolas como boleto hacia una situación laboral más prometedora. Tampoco uno podía culparlos, eran los tiempos de la inversión extranjera y la colaboración económica, y las posiciones en aquellas “gerencias” y empresas mixtas precisaban de postgraduados “competentes”. Además, también florecieron los convenios entre universidades locales y foráneas, gracias a los cuales educarse no solo implicaba el acercamiento a otros enfoques y modelos tecnológicos, sino también rebasar las siempre intimidantes fronteras territoriales de la Isla.

 

Una institución más flexible y abocada a la formación continuada garantizará un mejor uso de la enseñanza superior y su futuro. Con una estrategia a tal efecto, las universidades podrán concentrarse mejor en establecer vínculos regionales y con otras instituciones extranjeras, en explotar mejor el capital humano, eliminar la desigualdad social imperante y, sobre todo, contribuir al desarrollo sostenible del país, un objetivo que parece haber abandonado el discurso oficial que en otro tiempo lo tenía como bandera y consigna.

 

Para llegar allí será necesario derribar no pocas barreras culturales, una vez que en el futuro la ideología pierda la influencia abarcadora que tiene hoy. Y recalco en el adjetivo culturales, porque todavía priman aseveraciones con poca o ninguna base científica que impiden un desarrollo mayor. Por ejemplo, la concepción de que un universitario al terminar domina todos los aspectos de su especialidad y, por tanto, no precisa de superación. Si en las anteriores generaciones muchos, por voluntad propia, se animaban a postgrados y diplomados, en la actualidad aquellos que decidan optar por una especialidad universitaria, merecen un premio mayor que el título que conseguirán al cabo de cinco años, pues solo ellos y sus padres pueden comprender lo que supone vencer el desalentador panorama educacional de la Isla. Para que estos graduados continúen luego con la voluntad de superarse, se precisará de poco menos que un milagro.

 

A menos que contemplen la idea de emigrar, la situación económica actual les deja pocas esperanzas para ejercer como profesionales. Mientras las autoridades sigan empeñadas en priorizar reclamos al estilo de la “defensa de la patria” o la “supervivencia de la revolución”, quienes se gradúen en las universidades criollas seguirán condenados a imaginar un contexto diferente, léase otra isla, en la que pongan a prueba los conocimientos adquiridos. Cuesta creer que el discurso de la plaza sitiada de los iniciales años 90, luego de la desaparición del campo socialista, haya cambiado tan poco en más de dos décadas, pero ahí está, atentando contra la posibilidad de todo un país de salir adelante.

Exámenes de ingreso:

una evaluación de la enseñanza en Cuba

Yoani Sánchez

6 de junio de 2013

 

Ya no están vestidos con uniformes azules y algunos varones hasta muestran la melena de la rebeldía. Ese pelo que ningún profesor les exigirá cortarse —al menos durante las próximas semanas— y que finalmente caerá ante la rasuradora del Servicio Militar Obligatorio. Aún se ven como estudiantes, pero pronto muchos de ellos estarán en un pelotón marchando con un fusil colgado al hombro. Son los jóvenes que justo por estos días terminan su vida escolar en los diferentes preuniversitarios de toda Cuba. Los exámenes de ingreso a la Universidad han quedado atrás y esta semana se ha sabido quiénes alcanzaron una plaza en la enseñanza superior.

 

A las afueras de las escuelas los listados de aprobados y desaprobados hablan por sí solos. El preuniversitario “José Miguel Pérez” —del municipio Plaza de la Revolución— podría ser una buena muestra para explicar la situación. Este centro docente muestra un rendimiento escolar entre los más altos de los preuniversitarios de la capital. Situación que está dada en parte por la composición profesional y económica del barrio, que permite a muchos padres costearle a su hijo los llamados “repasadores” en horario extraescolar. A pesar de esas características, las estadísticas de fin de curso en dicho PRE apuntan más hacia la alarma que hacia la satisfacción.

 

En el mencionado preuniversitario, de 233 estudiantes que culminaron 12 grado se presentaron 222 a los exámenes de ingreso, de los cuales sólo 162 lograron aprobar todas las pruebas. El resto deberá asistir a segundas convocatorias o conformarse con un reprobado. La mayor incidencia de bajas notas estuvo en la asignatura de Matemáticas, en la que sólo 51 alumnos lograron calificaciones entre 90 y 100 puntos. En la boleta de carreras a solicitar se repetían en los últimos puestos las especialidades pedagógicas. “Para garantizar alguna plaza, aunque salga mal en las pruebas”, corroboraban —con cierto impudor— esos potenciales maestros del mañana. 

 

Principio y ¿fin? de un error

 

Los jóvenes que este año terminan la enseñanza media superior son el producto de los experimentos educativos que arrancaron con la llamada “Batalla de Ideas”. Hoy cuentan con una edad entre los 17 y los 18 años, de manera que comenzaron la Secundaria Básica cuando el programa de los Maestros Emergentes ganaba fuerza. Se formaron en aulas donde el televisor y la máquina reproductora de video eran los protagonistas, a falta de profesores lo suficientemente capacitados. En los momentos más difíciles llegaron a contar con al menos el 60% de las clases a través de una pantalla. Arribaron también a la pubertad en medio del aumento del adoctrinamiento ideológico. Si bien es cierto que éste siempre ha sido inherente a la enseñanza de las últimas cinco décadas en Cuba, alcanzó su clímax con posterioridad al caso del niño Elián González. Fidel Castro aprovechó ese hecho a finales de los años noventa para imprimirle una vuelta de tuerca al discurso político en todos los órdenes de la vida nacional.

 

Quienes se graduaron del duodécimo grado hace unas semanas, constituye la primera hornada que no tuvo que ir a los preuniversitarios en el campo. Noticia halagüeña para los propios jóvenes y especialmente para sus padres. No obstante, los reajustes docentes que trajo ese cambio, obligaron a renovar planeamientos de estudio, libros y cuadernos. Los maestros que venían de las llamadas becas tuvieron que acoplarse a las nuevas condiciones. A pesar de las dificultades del anterior régimen de internamiento, estas escuelas en el campo constituían para el personal docente sitios de contacto directo con los campesinos que vendían o intercambiaban mercancía agrícola. De los pocos incentivos para trabajar en un lugar así, estaba el poder llevar algo de plátanos, malanga, carne de cerdo o frutas a la ciudad por un precio mucho más barato que en los mercados de La Habana. La pérdida de ese pequeño privilegio hizo desistir a algunos maestros de continuar en el camino de la docencia.

 

¿Memorizar o cuestionar?

 

Las innumerables horas perdidas en las aulas por inasistencia de profesores, es otro de los signos distintivos de los recién egresados. Hay que agregar el menoscabo del carácter investigativo en la enseñanza de las ciencias, dado el deterioro o ausencia de los laboratorios de química, física y biología. En muchos preuniversitarios se cancelaron prácticamente los experimentos con sustancias químicas, ante el desabastecimiento y el temor que los estudiantes tuvieran acceso a ellas. Las clases de educación física, computación e inglés fueron las grandes perdedoras del éxodo de maestros hacia otros sectores laborales. La educación preuniversitaria enfatizó el aprendizaje memorístico de fechas, nombres, sucesos, sin avanzar en la creación de criterio propio, espíritu cuestionador o capacidad de discernimiento. Los graduados pueden retener en su cabeza años y días importantes de la historia patria, pero no logran formarse una opinión propia sobre lo ocurrido en ellos.

 

La calidad de la grafía, la buena ortografía y el uso correcto del español tampoco se alcanzaron como objetivos docentes. El próximo septiembre llegarán a las aulas universitarias estudiantes con serias deficiencias en esos tres aspectos. Pero eso no significa que vayan a encontrarse ante excesivas exigencias o un programa de estudios que no podrán cumplimentar. Entran a una Universidad muy lejos ya de la calidad docente que una vez exhibió Cuba. En el ranking de Universidades Latinoamericanas de este 2013, la Colina habanera cayó del puesto 54 al 81, otra señal que apunta hacia la urgencia de revisar todo el modelo educativo. El propio nivel escolar de los nuevos ingresos a la enseñanza superior, ha obligado a bajar el listón de la exigencia.

 

El jugueteo con la alquimia del aprendizaje, los sucesivos experimentos marcados más por el voluntarismo que por el análisis científico, la excesiva presencia de la ideología en cada asignatura, el fomento de mentalidades dóciles y no cuestionadoras, el poco acceso de los estudiantes a la bibliografía actualizada (léase Internet) y el fraude escolar como práctica que florece donde se ausenta la ética, están socavando uno de los grandes pilares de la identidad nacional. Ese que está conformado por el conocimiento, la academia y la docencia. Pero no puede remediarse un problema si no se confiesa que existe. Así que mientras se siga hablando en tono triunfalista sobre la educación cubana, ésta continuará hundiéndose en la mediocridad, en el deterioro material y pedagógico.

Educación. Dogma y libros de textos

Fernando Dámaso

27 de marzo de 2013

 

Recorrer los libros de texto utilizados en la enseñanza cubana en este último medio siglo es realizar un recorrido por el dogmatismo y la manipulación, en aras de imponer un modelo fracasado.

 

El sistema educacional cubano, impuesto por el Estado sin tener en cuenta los deseos y las preferencias ciudadanas, es paternalista y manipulador con el objetivo de asegurar, mediante la gratitud, el sometimiento. Comienza desde el círculo infantil y llega hasta la universidad y, con un alto contenido político e ideológico, trata de sembrar en los educandos los denominados “valores nacionales y socialistas”, en contraposición a los rechazados “valores ajenos y capitalistas”. Un componente fundamental para lograr estos objetivos, lo constituyen los libros de texto. En ellos, además del contenido específico de cada materia docente, se introducen, con carácter obligatorio para su aprobación, edición y uso, los conceptos políticos e ideológicos del “modelo”. La carga principal aparece en los textos de lectura y de historia, pero también, de forma menos directa, en los de otras materias, incluyendo los de matemática.

 

En los primeros años de la enseñanza, el proceso se realiza de forma sutil y, al parecer, inofensiva, haciendo hincapié en hechos y personajes históricos “aprobados”, mediante relatos y leyendas asequibles a las mentes infantiles, centrando la atención en los principales participantes de las luchas clandestina y armada, presentándolos como los continuadores de la etapa independentista, los grandes héroes que pudieron llevarla a término. Esto se amplía con “la alegría y felicidad desbordantes”, entronizadas en nuestros campos y ciudades por el nuevo régimen establecido, con imágenes de niños y adultos sonrientes, enarbolando la bandera nacional, como complemento gráfico de los textos.

 

En los siguientes años de la enseñanza primaria, la carga política e ideológica se incrementa, manipulando los hechos y personajes históricos a conciencia e, inclusive, los descubrimientos e invenciones en el campo de la ciencia y de la tecnología, ponderando los que corresponden a ciudadanos y países política e ideológicamente afines, en detrimento de los que no lo son.

 

Aquí ya hacen su aparición, aunque aún de forma “light”, las figuras de Marx, Engels y Lenin, vinculándolas a Baliño, Mella, Villena y otros socialistas cubanos, y se habla del socialismo, tratando de situar a nuestra principal figura histórica —José Martí— cercana a esta corriente filosófica, utilizando para ello algunas expresiones y pensamientos generales sacados de contexto, obviando los que directamente la rechazan.

 

Proliferan también las alabanzas a los países socialistas y a sus logros, principalmente a la extinta Unión Soviética, y se les otorga la condición de “hermanos”. El tema latinoamericano se encuentra presente en las figuras de sus principales próceres, encabezados por Bolívar, y se promueve ampliamente el antiimperialismo y la crítica al capitalismo.

 

En la enseñanza secundaria, ya los libros de texto poseen un enfoque político único, más en la línea “hard”, dando por sentado que la única filosofía y economía válidas son la marxista-leninista, y el mejor sistema el socialista. Los textos son más trabajados y dogmáticos, y se da preferencia a las interpretaciones nacionales de los fenómenos políticos, económicos y sociales, utilizando para ello el pensamiento de Fidel Castro, el cual se introduce dentro de las diferentes materias docentes, además de multiplicarse con el estudio obligatorio de sus discursos e intervenciones.

 

(Recuerdo un examen de matemáticas de mi hijo donde cada problema planteado iba acompañado de una consigna política, lo cual generó comentarios adversos en muchos estudiantes, y en algunos padres al saber de ello, llegando la dirección de la escuela y sus dirigentes políticos a defender esta aberración, al pedirse una explicación al respecto. La única inocente resultó ser la vieja maestra, la cual no tuvo nada que ver con lo que habían introducido en la hoja del examen.)

 

En la enseñanza preuniversitaria, hasta hace algún tiempo solo posible de cursar en centros establecidos en áreas rurales, por el “supuesto principio martiano” de combinar “el estudio y el trabajo rural”, los libros de texto utilizados responden a la formación del denominado “hombre nuevo” y, por lo tanto, se cargan de criterios dogmáticos absurdos, refrendados por los profesores, cuestionados por muchos estudiantes, quienes establecen comparaciones con las difíciles condiciones en que viven, separados de sus familiares, amigos, vecinos, centros culturales, etcétera, y obligados a permanecer en un medio ajeno, alejados de pueblos y ciudades, durante la mayor parte del tiempo, bajo un régimen casi militar.

 

En la enseñanza universitaria, conociendo que es una etapa donde los adolescentes son difíciles de domesticar y tienen tendencias a cuestionarlo todo, se trata de imponer el pensamiento dogmático bajo el principio de que “la universidad es para los revolucionarios”, fomentando un clima de intolerancia política e ideológica. Los libros de texto responden plenamente a esta concepción, ahora desde supuestas concepciones modernas, acordes con los nuevos tiempos y los cambios que se han producido, tanto en la economía como en la política y en la sociedad. Para ello se utilizan los textos que comparten o son cercanos a la ideología del “modelo”, descartando aquellos que le son críticos o totalmente descalificativos.

 

En los últimos tiempos, condicionado por los cambios producidos en el mundo y en la misma sociedad cubana, muchos libros de texto han sido revisados y actualizados, eliminando de ellos referencias y ejemplos obsoletos, así como tratando de cambiarle la envoltura al marxismo-leninismo por una más atractiva, denominándolo “martiano” y, últimamente, hasta “bolivariano”. Sin embargo, su esencia sigue siendo la misma.

 

Recorrer los libros de texto utilizados en la enseñanza en Cuba en este último medio siglo, es realizar, conjuntamente con un viaje al conocimiento, un recorrido por el dogmatismo y la manipulación, en aras de tratar de imponer un “modelo” económico, político y social fracasado.

La Cuba que se nos fue

Tania Quintero

18 de marzo de 2013

 

Las ruinas y el abandono de la ciudad donde naciste duelen. Pero más duele la falta de respeto y ética de sus habitantes. Antes de llegar el comandante y comenzar a destrozar, La Habana, como toda Cuba, se caracterizaba por la decencia y el buen hablar y vestir de los cubanos, al margen de su categoría social y económica.

 

Los pobres daban los buenos días y sabían comportarse cuando iban a una tienda, al médico o a ver un abogado. Los negros eran aún más cuidadosos a la hora de expresarse y relacionarse con el resto de su comunidad. Había personas descarriadas, chulos, marihuaneros y ladrones. También asesinos, cuyos crímenes quedaban reflejados en las páginas de la crónica roja de periódicos y revistas o en el programa de Joseíto Fernández, trasmitido todas las mañanas por una popular emisora y donde el intérprete de La Guantanamera, cantando, narraba los últimos sucesos sangrientos.

 

En las seis provincias que entonces conformaban la República de Cuba, existían barrios marginales. Había analfabetismo y prostitución. Parecía que Fidel Castro y su revolución le iban a dar un vuelco de 180 grados a la situación. Los cubanos pensábamos que el barbudo iba a eliminar lo malo y dejar lo bueno que había en la isla cuando llegó al poder. Después de la campaña de alfabetización en 1961 y de su interés por convertir el deporte, la educación, la salud y la biotecnología en vitrinas propagandísticas, las transformaciones positivas se estancaron. Todo empezó a dar marcha atrás.

 

Luego de 47 años dirigiendo los destinos de Cuba (1959-2006) como si fuese el mayordomo de una finca particular, Castro no fue capaz no ya de desarrollar la agricultura, la ganadería, la pesca, la industria y la economía en general, sino de hacer de los cubanos unos ciudadanos más cultos y refinados que antes de 1959.

 

Un ejemplo. De las escuelas públicas fueron suprimidas asignaturas que a primera vista podrían parecer secundarias, pero no lo eran: música, dibujo, caligrafía, trabajo manual, cocina, costura, economía doméstica, moral y cívica. Los guerrilleros no se distinguían por su nivel cultural, por sus reglas de urbanidad ni su sensibilidad humana. El día que decidieron politizar la educación y adoctrinar al alumnado, desde kindergarten a la universidad, comenzó a engendrarse una generación que sí, sabe leer y escribir, pero se expresa mal, con un vocabulario limitado y una dicción pésima.

 

Esto se percibe mejor cuando escuchas hablar a un argentino, peruano o colombiano y lo comparas con un cubano. Da igual que sea un funcionario estatal, un miembro del partido o un disidente. Descubres que los cubanos están cortados por la misma tijera. Tiene su explicación: son más de cinco décadas escuchando discursos y ‘teques’, leyendo la monótona prensa oficial, viendo los desactualizados telediarios. A la hora de hablar, es similar el tono desagradable de la voz y la gesticulación de unos y otros.

 

El Capitolio Nacional, en el corazón de la capital y actualmente muy fotografiado por turistas, fue testigo de grandes duelos políticos, protagonizados por oradores e intelectuales de renombre como Salvador García Agüero, negro y comunista, y Orestes Ferrara, italiano que luchó por la libertad de Cuba. Los dos han sido tirados al saco del olvido.

 

Imperdonable un país sin memoria. Hoy, a muy pocos jóvenes les interesa conocer su pasado. Lo de ellos es bailar reguetón, hacer el amor y tratar de irse del país.

 

Es lógico. Es el resultado de la mediocridad en la que llevan 54 años viviendo. A partir de 1959, los hombres de verde olivo no solamente fusilaron a decenas de ‘contrarrevolucionarios’, también ejecutaron la decencia. Impusieron la vulgaridad y la chabacanería. El lenguaje panfletario lo mismo es utilizado por una portavoz del castrismo que por una opositora de nuevo cuño. Representan la Cuba del presente, tan poco original y creativa. Tan alejada de aquella otra. La que para siempre se nos fue.

 Sistema Nacional de Educación (SNE)

2012

Cubamatinal

 

 I- Antecedentes:

 

Si bien es cierto que el SNE se encuentra totalmente extendido en todo el territorio nacional  -con acceso teórico en condiciones de igualdad para todos los estudiantes-; tiene sin embargo como limitante la mediación político-ideológica del Estado en el proceso docente-educativo de manera tal que los criterios educativos de la estructura estatal, priman sobre la voluntad educativa de los progenitores y los resultados académicos alcanzados por el estudiante.

 

Estas acciones coordinadas de adoctrinamiento político comenzaron de forma pública desde el año 1961, ocasión en que sobre la base de la “Campaña Nacional de Alfabetización”, las cartillas para aprendizaje de la lectura y escritura  estaban diseñadas para el logro de una profunda penetración doctrinal a favor del sistema de gobierno recién implantado.

 

Las prácticas de utilización de los textos escolares como vía de adoctrinamiento político, se han mantenido hasta nuestros días. Más adelante en el informe enlazamos a un artículo que analiza la utilización de la propaganda política en la programación ideológica de los niños del segundo grado de la Enseñanza General Obligatoria en Cuba.

 

Para ello el Estado ha instrumentado mecanismos legales:

 

 

 

  • Para poder cursar desde la enseñanza Secundaria Básica al Bachillerato o Enseñanza Técnica Media, es necesario aprobar una “Evaluación Político-Moral”, que se basa en la asignación subjetiva de calificaciones según el entusiasmo y correspondencia con las “Tareas Políticas”.

 

 

 

El funcionamiento del SNE a partir de un cuerpo de leyes y directrices del Estado (que regula la formación de los educandos dentro de rígidos parámetros Político-Ideológicos), sin posibilidad de elección sobre el sistema educativo por el que transitarán los niños y jóvenes, viola los derechos de niños y jóvenes a una educación libre y la libertad de los padres para escoger la educación de sus hijos. Según los términos del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

 

II- La Educación durante 2012:

 

Durante todo el año 2012, que incluyó el segundo semestre del año lectivo 2011-2012 y el primero del año lectivo 2012-2013; no se ha constatado ningún tipo de medidas; ni en la elaboración de planes y programas, libros de textos e instrucciones técnicas al personal docente, a los efectos de desmontar el sistema de adoctrinamiento escolar. Mas bien la tendencia es reafirmar esta vieja práctica doctrinaria.

 

Por otra parte, -aunque por motivaciones ajenas a la práctica cotidiana del SNE- han disminuído, sobre todo en las provincias occidentales del país las “Escuelas en el Campo”. Este tipo de institución, así como las movilizaciones de estudiantes de Enseñanza media a la agricultura para ejercer trabajos no remunerados y en condiciones de riesgo durante períodos que fluctúan entre un mes y 45 días (condicionantes además para obtener una evaluación político-moral positiva),  han sido señaladas -entre otros muchos aspectos- al estado cubano por parte del (30 de mayo a 17 de junio de 2011). A continuación un pequeño extracto:

 

Examen de los informes presentados por los Estados partes en virtud del artículo 44 de la Convención de Ginebra para los Derechos del Niño.

Observaciones finales: Cuba

G- Medidas especiales de protección (artículos 22, 30, 32 a 36, 37 b) a d) y 38 a 40 de la Convención)


Explotación económica, incluido el trabajo infantil

 

50. El Comité expresa preocupación por que en el Código de Trabajo del Estado parte no se prohíban todos los tipos de trabajos peligrosos para los niños, y que el Estado parte aún no haya ratificado el Convenio sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación (Nº 182) de la OIT.

 

51. El Comité recomienda al Estado parte que ratifique el Convenio sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación (No. 182) de la OIT, y revise su Código de Trabajo, a fin de armonizarlo.

 

a) Importancia de ciertos indicadores para la imagen del estado totalitario

 

Al margen de la importancia de la enseñanza como proceso para la reproducción de la cultura, el acervo social, la técnica y las ciencias en general; la imagen de dichos indicadores tomados como bandera de “logros” durante muchos decenios, se concretan en un indicador  reconocido por el Sistema de Evaluación Global de ONU; nos referimos al Indice de Desarrollo Humano.

 

Durante mucho tiempo, el referido Índice solo contemplaba un indicador complejo de salud -Vida larga y saludable-, así como la Educación en sus acpectos más elementales de extensión social. Tiempo después, cuando la soledad de los referidos índices comenzó a demostrar su cortedad para medir el “Desarrollo Humano” se incluyó un nuevo indicador, a saber; “Nivel de vida Digno” reflejado por los ingresos percápita de la población calculados a partir del Producto Interno Bruto (PIB), que será objeto de análisis en el Capítulo Economía de este Informe.

Donde el sistema educativo se refleja con un objetivo práctico e inalienable:

 Por otra parte, los reportes estadísticos sobre resultados del SNE cubano son desde antaño muy poco creíbles, sobre todo en aspectos relacionados con la promoción escolar y la muy promocionada calidad de la enseñanza. Aunque en sentido general es cierta la extensión del sistema educacional con las limitantes anteriormente señaladas.

 

A los reportes esdatísticos disponibles hasta fecha de hoy (cierre del curso 2011-2012)  se puede acceder desde los siguientes enlaces y en diferentes formatos para mayor facilidad de los lectores:

 

 

Sólo para señalar un ejemplo de incongruencia de reportes estadísticos con la realidad contrastada, incluso en otros informes y discursos oficiales, tomaremos como base de análisis la tabla de reporte sobre personal docente y su calificación Tabla 18.8 .

 

Para acceder a los datos de la imagen, pero en formato PDF, pulse sobre este enlace

 

 Como puede observarse se reporta la calificación de los docentes frente a un aula, en los diversos tipos de enseñanza, diferenciando a los docentes graduados universitarios de los que no lo son.

 

Se utiliza una categoría imprecisa que se denomina “certificación” y se termina por informar que el 100% del personal docente del país se encuentra “certificado” de lo que puede decucirse que la totalidad del personal frente a las aulas tiene formación como docente.

 

Es evidentemente un falseamiento de la realidad que data de largos años. Uno de los problemas fundamentales que ha confrontado la educación cubana ha sido el permanente déficit de docentes, con énfasis en la Enseñanza Media General. Todo ello a pesar  de los esfuerzos mediante la creación de Institutos Superiores Pedagógicos en todas las provincias del país.

 

Sólo que,  como medidas de “emergencia” se institucionalizaron de forma permanente diferentes vías para la formación “emergente” de maestros y profesores; contribuyendo de esta forma a simular una cobertura docente inexistente.

 

El último plan de formación de maestros y profesores “emergentes” -el cuarto en cincuenta años según nuestros datos- ha vuelto a llevar a las aulas a jóvenes adolescentes de practicamente las mismas edades que los educandos. Todo ello en la enseñanza más compleja -Enseñanza Media- y sin que los “profesores y maestros emergentes” tuvieran el mínimo de preparación académica, que se suponía suplieran las clases televisadas.

 

Por cierto que esta modalidad de clases por televisión ya demostró su inconsistencia en el anterior experimento de finales de los años sesenta, principios de los setenta para ese segmento de estudiantes.

 

Algunos reportes de prensa directamente desde la isla desmienten la capacidad de estos docentes para enfrentar la enseñanza, alertan sobre el alto grado de corrupción que se ha extendido en la docencia y que se traduce en la venta de notas, exámenes etc.

 

Nada de extrañar en las condiciones actuales de corrupción del país y mucho menos  en un sector de bajísimos salarios que no estimulan el ejercicio de la profesión, que por demás continúa bajo el dictado salarial del llamado “tridente” vinculado a resultados de promoción y la antigua práctica generalizada de exigir altas cifras promocionales por parte de las autoridades docentes. Que data de principio de los años setenta del pasado siglo, cuando la Secundaria Básica en el Campo “Vanguardia de La Habana” en Isla de Pinos reportara el primer “ciento por ciento de promoción” en esa modalidad de enseñanza.

 

b) Reportes de prensa sobre problemas en el SNE durante 2012:

 

 

III- El problema de la calidad en la enseñanza:

 

A pesar de las promociones de tipo propagandística de la enseñanza cubana, es contrastable un descenso de la calidad motivada por la priorización de la masividad, la carencia notoria de profesores calificados, -pues muchos han emigrado hacia otras áreas de mejor nivel de remuneración- y el atraso tecnológico.

 

Este último acápite condicionado por motivaciones de tipo políticas; pues el estado cubano ve en la libre comunicación y difusión de la cultura un enemigo potencial a su estructura de gobierno.

 

Por ello la población cubana se encuentra entre las de menor acceso en el mundo a Internet. El estado por su parte ha creado una “Intranet” que persigue sustituir desde páginas preelaboradas por los censores políticos la rica diversidad  del intercambio informativo.

 

Como parte del derecho a la Libertad de Expresión, se reconocen por los documentos rectores  de ONU, el Derecho a la Búsqueda de Información y a su Libre Difusión por cualquier medio de expresión.

 

En el período monitorizado por el Observatorio Sociológico de la ONG CENINFEC se han verificado numerosas violaciones de ese derecho, tanto en el orden colectivo de la población cubana –con un incremento del índice de marginación con relación a otros países de su entorno- así como de individuos en el orden particular.

 

En el pasado reciente el Estado cubano argumentó que las dificultades del acceso de la población a Internet, estaban motivadas por el embargo de los Estados Unidos de América, (que impedía el acceso al Cable Submarino de comunicaciones que pasa cerca de Cuba) y que ello obligaba al acceso a través de satélites, generando un gasto insostenible para la ampliación del servicio. Creando una Intranet nacional limitada que filtra la información, según criterios oficiales.

 

Desde febrero de 2011, Cuba cuenta con un cable de Fibra Óptica tendido entre Camurí (zona de la Guaira) en Venezuela y la playa de Siboney en Santiago de Cuba (zona oriental del país) con una capacidad de 640 Gigabytes/s, es decir 3000 veces superior a la capacidad existente en Cuba antes de la llegada del Cable que a un costo de 70 millones de dólares fue financiado por Venezuela. Ver enlace: Cuba mantiene el bloqueo de internet a la población a pesar de disponer un cable de fibra óptica.

 

Sin embargo las limitaciones de la población para el uso de Internet se mantienen, ocupando en el ranking de naciones miembros de ONU la posición número 107 en cuanto al uso individual de internet, así como  la posición número 151 con el 0.0 % para banda ancha desde una línea fija; y el 169 con el 0.0 % para banda ancha desde un celular, según el Informe Comisión Internacional de Banda Ancha para el Desarrollo Digital de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).

 

Las alegaciones públicas  del Estado cubano han oscilado entre encauzar a algunos funcionarios vinculados al tendido y puesta en marcha del Cable (alegando corrupción mediante cobro de comisiones), hasta declarar que la política del estado mantendría la limitación de Internet solo con acceso desde organismos públicos.

 

El Derecho a la Información  y la libre comunicación se ha visto también afectado en este período, pues toda noticia, comunicación u opinión que difiera de la oficialmente mantenida por el Estado cubano es catalogada como “actividad enemiga” y a tales efectos se ha establecido una política oficial que declara como “terroristas cibernéticos” a todos aquellos ciudadanos que desde dentro de Cuba ( con sus grandes limitaciones) y desde el exterior participan de páginas Web, Blogs o Redes Sociales con criterios diferentes a los oficiales .

 

a) Las vías sociales de educación; mediante el acceso a los progresos científico-técnicos y la libre expresión cultural

 

La Libre Expresión Cultural está íntimamente ligada al Derecho de Información. No existe Libertad Cultural, si previamente el sujeto de la cultura –el ciudadano- no accede a la información; incluido gozar de los beneficios del Progreso Científico y de sus aplicaciones.

 

Los anuncios oficiales  en el período que se analiza, sobre el “levantamiento de la censura o prohibiciones culturales” en los Medios de Difusión Masiva de Cuba, quedan intervenidos por la anunciada “libertad” del productor para proceder a la autocensura.

 

Un movimiento de la Sociedad Civil; las Bibliotecas Independientes, han sido duramente fustigadas. Siendo como son pequeñas unidades de información, con pequeños fondos y muchas veces operadas por personal sin calificación específica como Bibliotecarios, se ha tratado por todos los medios de hacer desaparecer el movimiento, que en muchos casos apoya el trabajo comunitario que son incapaces de efectuar las pequeñas bibliotecas escolares de los centros educativos.

 

Algunas noticias como la continuidad en la detención de agentes sociales de entidades culturales (bibliotecarios, informadores sociales, periodistas de opinión etc.) , así como “visitas preventivas” de la policía política, nos permiten afirmar que el conflicto del Estado cubano con la parte de su población que ha decidido ejercer sus Derechos amparados por los diferentes instrumentos de ONU, pretende ser resuelto por la vía policial y no mediante el diálogo por parte del Estado.

 

De esta forma el SNE seguirá siendo un sistema de formación en retroceso si no se toman medidas de modernización urgentes, pues no se puede concebir la educación sólo como un proceso a ajecutar en las aulas, sino como parte de un todo social.

 

Alguna medidas, pecan de tibieza, como la de autorizar la categoría de trabajadores por cuenta propia a “repasadores”, es decir personas -muchos de ellos maestros- con formación, para en horario extracurricular retomar los contenidos recibidos en el aula.

La secundaria en Cuba: Ver para creer

Verónica Vega

11 de diciembre de 2012

 

Los acres comentarios que desató el post de mi colega Yenisel Rodríguez, “La doble sesión como régimen carcelario en la educación secundaria”, sinceramente, me sorprendieron.

 

Ante todo, percibo en ellos la ausencia de experiencia de primera mano en el asunto. Pero también la mojigatería a usar palabras duras como reacción a un largo entrenamiento en términos épicos y eufemismos.

 

Cuando mi hijo estaba en la secundaria, ese era justo el comentario entre las madres que se aglutinaban al mediodía en la parte trasera de escuela, todas enarbolando cacharros donde les llevábamos el almuerzo.

 

Las puertas cuyos cristales rotos reemplazaban dispares tablas dispuestas chapuceramente, los empujones para mirar por el espacio que nos dejaban buscando a nuestros hijos entre la masa de adolescentes que descendía por la escalera, y la ansiedad de ambas partes, completaba una escena deprimente.

 

El ala abierta de la puerta era obstruida por una mesa y uno o dos profesores cuya función era velar que los muchachos no fueran a huir, y que la entrega fuese lo más veloz posible. Sí, al menos a primera vista aquello hacía pensar en algún centro de reclusión.

 

Las rejas instaladas desde hace varios años en todos los puntos de salida de las escuelas secundarias también denotan que se necesitan cuidados especiales para evitar la evasión de los alumnos, algo que no ocurría cuando yo cursaba la enseñanza secundaria.

 

Como tampoco fui testigo en mis tiempos de estudiante de persianas arrancadas o puertas violentamente rotas, algo usual en estas escuelas cuyas reparaciones cíclicas apenas duran.

 

Pero esto es sólo la cáscara del problema. La agresividad de las jóvenes generaciones deja su rastro no sólo en los cuerpos de las instalaciones educativas.

 

El éxodo de personal docente experimentado, la improvisación de maestros que denotan absoluta incompetencia, el uso de profesores virtuales que desde un televisor no pueden establecer diferencias ni evaluar el nivel de atención o comprensión, las aulas hacinadas donde los muchachos llegan a sentir claustrofobia, las pésimas condiciones de mesas y sillas que provocan en muchos malformaciones en la columna, y hasta el estado de los baños y sus emanaciones irrespirables, son parte de la degeneración de la educación en Cuba.

 

El drama que no captan las estadísticas

 

He conocido niños que, al pasar de la primaria a la secundaria, el cambio (de ambiente y de sistema) les resulta insoportable. Niños que se deprimen, rechazan la escuela, somatizan la ansiedad y desarrollan trastornos de salud y hasta de personalidad.

 

La sobrina de una amiga, estudiante brillante en la primaria, que adoraba a su maestra, al pasar a séptimo grado reaccionó con una profunda crisis depresiva que requirió la intervención de psicólogos. Incluso se creyó que perdería el curso o algo peor: que no se adaptaría nunca.

 

Los que arremeten contra el texto de mi colega juzgan seguramente por sus recuerdos de lo que fue la enseñanza en Cuba. Si yo hablara sólo por mi experiencia de estudiante, aparte de objetar contra el adoctrinamiento, no tendría mayores quejas.

 

A los déficits mencionados se añade el flojo programa de estudios actual, donde la gramática es ambigua y la literatura está ausente, física, química y biología amalgamadas en un bodrio llamado ciencias naturales del que no sacan idea clara de ninguna de las tres, un cuaderno martiano que no abren en todo el curso y una “educación cívica” que sólo despierta confusión y apatía.

 

La doble sesión fue sólo una medida para aliviar un problema en las calles que desencadena otros, ¿menos visibles? Recuerdo que muchos de los comentarios de los que fui testigo entre esas madres en el horario de almuerzo, versaban sobre lo que ya habían “desaprendido” sus hijos. Desde la ortografía hasta los buenos modales, pasando por la merma de conocimiento en asignaturas básicas.

 

En las escuelas secundarias, durante el horario de clases, es muy difícil acceder a las aulas, pero yo tuve la oportunidad de subir a la de mi hijo por razones diversas. Recuerdo que el escándalo de los alumnos era tal, que la maestra y yo teníamos que dialogar a gritos.

 

Ese es el ambiente en el que se mantienen durante ocho horas. En los lapsos de receso el nivel de ruido es peor, y los pasillos apenas pueden contener a una marea de adolescentes ávidos de descargar su exceso de energía. En las frecuentes festividades, se ponía un potente equipo de audio que atronaba todos los pisos de reguetón, por varias horas. Incluso se le pedía a los alumnos (por la izquierda) dinero para pagar al dueño del equipo.

 

Cuando mi hijo estaba en séptimo grado la profesora puso, como entretenimiento, una película de horror que le causó pesadillas por días. Claro que hablé con la jovencísima maestra, pero insinuarle que aquello era antipedagógico estaba más allá de su pobre comprensión.

 

Estando ya él en noveno grado su profesor de ciencias, que se encontraba en estado de embriaguez (y dentro de la escuela) golpeó a unos alumnos y fue por esto sancionado. En los meses que siguieron, el aula, sin ningún docente al frente, era un hervidero de indisciplina. Varios estudiantes se entretenían lanzando con fuerza una pelota de baloncesto a todo inocente que se mantuviera en su asiento, ignorando el peligro. Claro que esto provocaba constantes trifulcas.

 

“¿En qué lugar van a estar mejor los chicos que en las escuelas?”, pregunta una lectora. En centros donde reciban al menos, la educación que recibimos sus padres. En escuelas que no sólo sirvan para “contener” lo que más temprano que tarde se desatará en las calles.

 

Y para los que no creen en dramas intangibles, los que sólo aceptan estadísticas, ya hay casos que vienen directamente de estas secundarias: el del joven profesor que mató accidentalmente a un alumno cuando le lanzaba una silla a otro, el de la alumna que se cayó de un piso alto durante un trabajo voluntario, el de los adolescentes que fueron encerrados en un closet, amordazados y con la boca llena de papel, por “profesoras generales integrales”, en una secundaria de la Habana Vieja…

 

Y sin duda muchos más que fluyen subrepticiamente y en unos años ayudarán engrosar esos índices (que jamás nos informan), de profesionales incapaces, de delincuencia, de accidentes, de alcoholismo y drogas, de abuso sexual, de abortos, y, claro está, de exilio.

 

 

La doble sesión como régimen carcelario

en la educación secundaria

Yenisel Rodríguez Pérez

30 de noviembre de 2012

 

Cada año se incrementa el trato carcelario a los estudiantes cubanos de todas las edades. A los estudiantes primarios se les expone a un adoctrinamiento feroz, a los universitarios se despolitiza y a los estudiantes técnicos se les trata como a delincuentes.

 

La doble sesión en la educación secundaria forma parte de dicho tratamiento carcelario. Es un régimen escolar que obliga a los estudiantes a permanecer cerca de ocho horas dentro de una misma aula. De esta manera se les secuestra la posibilidad de socializarse de manera autónoma en los espacios públicos de la ciudad en horario diurno. Una vez más la escuela se suma a la estructura represiva del autoritarismo burocrático.

 

A principio de este siglo comenzaron a eclosionar pandillas en los centros urbanos de todo el país. La mayor parte de éstas estaban integradas por estudiante secundarios. En aquellos momentos la gran mayoría de los estudiantes preuniversitarios permanecían internados.

 

Los adultos y los burócratas se aterrorizaron al ver como la calle se “atomizaba” en horario laboral con la carcajada desafiante de estos adolescentes. La doble sesión fue la solución que encontraron al problema.

 

Aunque la intención de purificación social de la doble sesión se mantiene oculta, se hace evidente a todas luces el contenido antieducativo de la misma.

 

Hoy la disminución del gasto social ha obligado al Estado cubano a eliminar casi por completo los internados preuniversitarios. Esto reduce la eficiencia carcelaria de la doble sesión de la educación secundaria. Ahora las calles son “tomadas” por adolescentes de 15 a 18 años. Muchachos de mayor compostura física y más radicalizados en la negación de la demagogia oficial y el autoritarismo estatal.

 

Los presupuestos no alcanzarán para extender la doble sesión a los recién fundados preuniversitarios no internados. Ya se hace insostenible el costo de la merienda escolar que se ofrece en las secundarias para retener a sus estudiantes.

 

Los conflictos acumulados emergerán intensificados en cualquier momento. Sobre todo cuando se enfrentan de manera tan ineficaz e irresponsable. Un Estado autoritario en retirada implica grandes costos sociales. La experiencia carcelaria que viven actualmente los estudiantes secundarios cubanos es una muestra de dicho costo.

 

Solidaricémonos con ellos.

Por el mal camino

Iván García

29 de noviembre de 2012

 

La crisis en la enseñanza primaria es ya devastadora. Ser maestro en Cuba es ‘la última carta de la baraja’

 

Tengo una hija de 9 años que, debido al poco rigor en la educación primaria, su madre y yo nos hemos visto obligados a invertir más tiempo y dinero del deseado en consolidar sus conocimientos.

 

Cuando cursaba el primer grado, su maestra, de 18 años, con deficiente formación pedagógica, aplicaba castigos corporales a los alumnos cada vez que perdía la paciencia. Los maltratos se sucedían con frecuencia. La muchacha era vulgar y colérica. Además, tenía escaso nivel cultural y poca o ninguna vocación magisterial.

 

Reiteradas quejas a la directora de la escuela y cartas enviadas al Ministerio de Educación por parte de algunos padres provocaron el traslado de la maestra a otro colegio. Lo lógico hubiera sido haberla expulsado de la enseñanza. Pero la falta de maestros primarios en Cuba llevó a las autoridades educacionales a no tomar medidas drásticas.

 

Mi hija llegaba a casa temerosa, por los gritos, golpes e insultos de su maestra. Empezó a rechazar la escuela. Apenas progresaba en lectura y aritmética. Después de su jornada escolar, la madre o yo repasábamos dos horas diarias con ella.

 

Por 10 cuc —la mitad del salario de un profesional en Cuba— contratamos a una experimentada maestra primaria, ya jubilada, con el objetivo de elevar la calidad de la educación de la niña. Aparte, pagamos 3 cuc mensuales a una profesora de inglés.

 

La situación con mi hija no es una excepción hoy en Cuba. Diría que es la norma. Infinidad de familias tendrán historias semejantes de quejas que contar acerca de la pésima gestión del profesorado.

 

Según la prensa oficial, existe un déficit de 14 mil profesores en la enseñanza primaria y secundaria. Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en la Isla, ha publicado en su blog que se requiere de gran habilidad para escribir un artículo de 1.400 palabras sobre la escasez de maestros y no mencionar ni una sola vez los bajos salarios que éstos devengan.

 

El retroceso de la calidad educacional en el país está íntimamente ligado a los sueldos ridículos. Un maestro no gana más de 500 pesos. No recibe dinero extra en divisas. Y su reconocimiento social ha caído estrepitosamente. Cuando un joven escoge la carrera pedagógica, casi siempre es porque ha fracasado en su intento de aprobar exámenes de ingreso en otras licenciaturas consideradas más “prestigiosas”.

 

Ser profesor es la última carta del mazo. Muchos varones optan por estudiar en cursos docentes relámpagos como vía de escapar al servicio militar. No es raro ver a un antiguo maestro de primaria fregando platos en un hotel de lujo o preparando pizzas caseras en un negocio privado.

 

Un buen maestro es uno de los más valiosos aportes al país, algo que no suele recoger el PIB. ¿Quién no recuerda las soberbias clases de historia o literatura de un profesor virtuoso? Los buenos profesores nunca se olvidan y no solo se les agradece por lo aprendido, sino también por la forma en que nos enseñaron. Detrás de grandes profesionales y de seres humanos honestos, siempre está la mano de un gran maestro.

 

Ya esa etapa va quedando atrás. Ahora mismo, en la patria de Félix Varela, José de la Luz y Caballero y María Luisa Dolz, entre otros destacados pedagogos, ser maestro es algo trivial. Un oficio de último recurso para no engrosar las estadísticas de desempleados.

 

Si en Finlandia, nación europea a la vanguardia mundial en la educación, a los maestros de más nivel los sitúan en la enseñanza primaria, en Cuba sucede todo lo contrario. Las estadísticas reflejan que en la Isla hay más de un millón de graduados universitarios. Miles de técnicos. Cero analfabetos.

 

Es loable. Un logro de Fidel Castro. Con sus manchas: la enseñanza está altamente ideologizada. Y en el nivel superior, si usted muestra abiertamente sus discrepancias políticas, lo pueden echar a la calle.

 

En sus tímidas e incompletas reformas económicas, Raúl Castro debería contemplar una mejora importante del salario a los maestros primarios y secundarios.

 

Un oficial del MININT o las FAR devenga unos mil pesos mensuales. Además, disponen de teléfono móvil pagado por el Estado. También pueden adquirir artículos a precio de costo en tiendas exclusivas para oficiales. Y todos los años se van de vacaciones a villas castrenses a precios muy asequibles. El club de generales goza aún de mayores prerrogativas. En cambio, los maestros cubanos ganan sueldos miserables y su labor no es reconocida por el Gobierno.

 

La baja calidad educacional ya recoge sus frutos. Profesionales mediocres, con faltas de ortografía y uso incorrecto del lenguaje. Jóvenes sin civismo y adolescentes desmotivados.

 

El retroceso cualitativo se pudiese frenar si el Estado dignificara la profesión de maestro y su rol en la sociedad. De lo contrario, la crisis educacional continuará agudizándose. Por ese camino vamos.

La salud y la educación en Cuba

Yoani Sánchez

La educación en Cuba: los cambios que necesita.

Karina Gálvez

 

La autoridad reposa, en primer término sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables”.

Antoine de Saint-Exúpery, “El Principito”

 

Es cierto que los cambios son siempre un reto y aceptarlos depende en gran medida de la flexibilidad de las mentalidades. Pero su efecto y el modo en que se produzcan determinan la actitud con que estos cambios son asumidos: se participa en ellos o se rechazan.

 

En los últimos tres años, se manifiesta una intención de cambiar la situación de facilismo en que estaba (o todavía está) la educación escolar cubana. Exámenes de ortografía para universitarios y profesores, disminución significativa de las clases televisadas, aumento del nivel de exigencia en exámenes de ingreso y cambios en el sistema de evaluación en todos los niveles de enseñanza. Debemos reconocer que estos cambios han influido en la actitud de estudiantes que ahora saben que deben esforzarse más para alcanzar lo que antes era quizás más fácil.

 

Pero, ¿por qué no nos sentimos más satisfechos los que participamos en el sistema?

 

Es de suponer que un mayor nivel de exigencia contraríe a los estudiantes porque tienen que hacer un mayor esfuerzo, o a los profesores que deben hacer un mejor trabajo, o a los dirigentes que deben asumir mayores responsabilidades. Pero, en sentido general, la contrariedad no significa incomodidad o insatisfacción para quien comprende la importancia de la educación de una nación. Así, hablando en sentido general, quien se incomoda por tener que estudiar más, se alegra al sentir la compensación de una mejor preparación para la vida y al saborear el aumento de sus conocimientos, así como la justicia en las evaluaciones que hace que prevalezca el que más se esfuerza. El profesor, que pudiera incomodarse por tener que trabajar más, se siente compensado por los resultados de su trabajo y la justa valoración del mismo, por el respeto de los estudiantes, que, ante mayor exigencia, prestan más interés. Los padres, que son los responsables de la educación de sus hijos, prefieren la exigencia que los hace esforzarse, a la dejadez que les facilita el camino hacia la mediocridad. Estas son las actitudes más humanas. Aún cuando existan personas que prefieran la comodidad, la falta de exigencia o la mediocridad, no creo que esto sea lo más común en Cuba.

¿Qué es lo que todavía provoca, e incluso ha aumentado, la insatisfacción de estudiantes y profesores cubanos?

 

Sobre esto todos podríamos emitir criterios y tener ideas todas diferentes. Pero creo que hay elementos que se repiten en el sistema de educación cubano y que, ante los cambios implantados, ponen más al descubierto contradicciones propias de cualquier sistema totalitario:

 

La formación profesional de maestros y profesores

 

¿Quiénes dan clases en Cuba? Por una parte, muchos hemos contado alguna vez con un maestro o maestra que marcó nuestra vida. Que supo hacernos descubrir potencialidades y talentos y que nos formó para enfrentar los retos de vivir éticamente. Esos todavía viven y trabajan en Cuba, gracias a Dios. Ellos comprenden mejor lo importante que es la exigencia y la pueden asumir con responsabilidad y entrega, aun cuando sienten la falta de condiciones y no reciben la remuneración justa. Pero lamentablemente no es la mayoría de los educadores cubanos, la que presenta estas características.

 

El carácter masivo de la educación en Cuba ha provocado que la misma sea asumida, en su mayor parte por: los llamados “maestros emergentes”, que solo recibieron ¡seis meses! de preparación para ser tales y que ahora no pueden enfrentar el reto de una instrucción más especializada; profesores emanados de un sistema poco exigente y que durante mucho tiempo subvaloró la profesión (se exigía bajo índice académico para acceder a carreras pedagógicas); titulados como máster o doctores con muy poco nivel de preparación en su especialidad y mucho menos nivel de cultura general; egresados de la enseñanza superior, para la cual, la formación ideológica ocupaba el lugar primordial en el currículum, o simplemente, egresados de las especialidades, sin ninguna preparación pedagógica, e incluso con muy poca práctica en su especialidad. Estos educadores rechazan los cambios en el sistema educativo porque no tienen la preparación necesaria para enfrentar el reto.

 

Es importante reconocer que, aunque cada cual es responsable de su vida profesional, muchos han sido víctimas de un sistema cuyo principal objetivo es formar servidores para su continuidad y no hombres y mujeres libres y bien instruidos según sus vocaciones y talentos. “Si el país necesita maestros, pues maestros”. Ahora pasamos de aquella campaña para que todos fueran universitarios, a la campaña de que necesitamos agricultores y hombres de oficio. En otro tiempo, los que tenían vocación para labrar la tierra y para ejercer oficios, se vieron enrolados en la enseñanza universitaria, en profesiones que no le eran afines, pero que otorgaban el ansiado título. Ahora los que tienen vocación para profesiones universitarias, deben conformarse con la formación para ejercer oficios y labrar la tierra. Ni las profesiones han sido o serán bien ejercidas, ni la tierra ha sido o será bien labrada, ni los oficios bien ejercidos, hasta que estemos en una sociedad que valore plenamente la vocación de la persona como fuente de riqueza material y espiritual.

 

Reglamentos rígidos y de características medievales

 

En muchos filmes de la época medieval hemos visto y nos hemos escandalizado con los reglamentos de colegios religiosos: varones y hembras separados, maestros castigadores, prohibición de noviazgos, etc.

 

Sin embargo es tan escandaloso como eso, leer los reglamentos escolares para la enseñanza secundaria y preuniversitaria de este siglo XXI en Cuba. Por solo citar algunos ejemplos: el pelo de los varones debe medir dos milímetros en el frente y uno detrás; los pantalones deben estar ajustados hasta las rodillas y ampliarse a partir de esa zona no sé cuántos centímetros, la saya de las hembras debe estar 4 centímetros o menos por encima de la rodilla, no puede usarse relojes porque todos no tienen, etc.

 

Me pregunto si es tiempo de ocuparse de los centímetros que mide el pelo en medio de la crisis de valores esenciales que vivimos en Cuba. Me pregunto si la violación a la libertad personal puede llegar hasta las decisiones más personales como el largo del pelo. Me pregunto si esconderlas elimina las diferencias sociales.

 

La enseñanza secundaria (entre séptimo y noveno grado, o sea, adolescentes entre 12 y 14 años), mantiene además un sistema de estancia de los estudiantes en el centro durante todo el día, que constituye un atentado a la potestad de la familia sobre los hijos y a la salud de los niños y de los profesores. Teníamos antecedentes de esto en las llamadas escuelas en el campo, pero pensamos que todo cambiaría al ir despareciendo estas. En secundarias, los estudiantes y profesores deben permanecer en el centro todo el día, con clases en las sesiones de la mañana y la tarde. Tienen un horario de almuerzo, pero no es permitido a los estudiantes, en esa hora, ir hasta la casa o a almorzar fuera de la escuela. El Estado brinda una “merienda escolar” consistente en un pan con salchichas o con una lasca de jamón, o de queso, o con una hamburguesa de una masa mixta (no conozco los componentes), solo una de estas opciones al día, según las existencias, acompañado de un vaso mediano de yogurt de soya.

 

Según un sondeo pequeño entre padres cuyos hijos están en estas enseñanzas, la explicación que funcionarios y directores de centros dan sobre este sistema, no pasa de las siguientes afirmaciones:

 

- “Es lo que está establecido”. Me pregunto: ¿por quién, sin contar con padres y maestros?

 

- “No queremos que los niños estén en la calle, porque pueden sufrir accidentes o incidentes desagradables”. Me pregunto ¿cómo puede la escuela en una hora evitar esto? ¿encerramos a los niños para que los delincuentes tengan más espacio?

 

- “Es que somos responsables de lo que le ocurra al niño”. Me pregunto: ¿Cuándo dejaron los padres de serlo?

 

- “Es que algunos niños no tienen qué almorzar en sus casas”. Me pregunto: ¿cuándo reconoció el gobierno que hay niños pobres en Cuba, cuyos padres no pueden garantizarle el almuerzo? Me pregunto también ¿qué van a hacer con los que no tienen desayuno o cena? ¿Deben dejar de almorzar los que pueden para expresar su solidaridad con los que no pueden? ¿No sería más educativo enseñar a los que pueden, a compartir el almuerzo?

 

- Y hasta una respuesta increíble: “La merienda escolar tiene los nutrientes necesarios para cualquier adolescente” ¡por favor!

 

Esta situación no solo afecta a los estudiantes que permanecen en este tipo de enseñanza tres años. También, y en mayor medida, afecta a trabajadores de la enseñanza, que pueden estar en el caso de una profesora que conozco y me dijo: ¡yo llevo diez años sin almorzar! La diferencia es que los adultos sí son responsables de su vida y pueden decidir cómo vivirla.

 

Es de reconocer que hay lugares en que se flexibiliza este reglamento, que lo cumplen, pero tienen en cuenta las necesidades y condiciones del centro de estudio. Esto sucede donde los directores y maestros, arriesgándose a ser sancionados, tienen primero en cuenta al estudiante y a los padres, como debe ser, éticamente hablando. Son directores que no admiten que les exijan responsabilidad por un reglamento con el que no están de acuerdo y defienden su derecho a decidir.

 

Otros centros, cuyos directores no son más que repetidores de la política establecida, sin ninguna autoridad para tomar decisiones, intentan poner en práctica todo al pie de la letra, incomodando a estudiantes, profesores y padres.

 

Este tipo de norma, con restricciones milimétricas, aplasta a la persona, viola su integridad personal, agrede su privacidad y no reconoce el derecho de la familia a decidir sobre la alimentación y la libertad de sus hijos.

 

Las condiciones materiales de los centros educacionales

 

Los problemas materiales que enfrenta toda la población cubana, también se sufren en Educación. Edificaciones en un lamentable estado de conservación, falta de mesas, sillas y materiales escolares son dificultades comunes en las escuelas en Cuba. Recientemente supe de un padre que decidió reparar la silla de su hija en su aula de primaria, al conocer que la niña se había caído hacia atrás ya dos veces y tuvo que aceptar que la maestra le dijera: “las sillas no pueden sacarse de la escuela porque se pierden, voy a confiar en usted. Pero mire a ver, porque no quiero chapucerías, no puede usar alambres ni cables para amarrarla”.

 

Algunos centros mantienen buenas condiciones en cuanto a la edificación, pero las condiciones de hacinamiento o la falta de agua corriente, los convierten en lugares peligrosos para la salud. Baños sucios, alimentos mal elaborados, dificultades para beber agua o lavarse las manos.

 

Y algo más grave, reconocido por la ministra de Educación, es la falta de maestros en este curso, que provoca una sobrecarga en los horarios docentes e incumplimiento de los mismos, así como falta de asignaturas y clases en algunos grados.

 

Por otra parte, la evaluación profesoral es más rígida mientras que los salarios se mantienen estáticos en medio de una disminución significativa del poder adquisitivo. Al igual que la mayoría de los trabajadores cubanos, los maestros y profesores, no pueden solucionar los problemas cotidianos de alimentación, transporte, vestido, calzado o vivienda, con el salario que perciben. Esto hace más vulnerables al soborno (disimulado en el mejor de los casos)a personas que posiblemente en condiciones normales actuarían con justicia.

 

Los profesores en general sufren la falta de confianza de estas instancias que deciden confeccionar exámenes que son conocidos por los profesores solo en el momento en que se aplican a los estudiantes, suponiendo que esto disminuye la posibilidad de fraude. Considerando que los profesores que han atendido a esos estudiantes durante todo el curso, evaluando su desempeño y sus conocimientos, serán capaces de cometer fraude académico en el examen final. Las inspecciones son, en ocasiones, agobiantes y humillantes.

 

¿Mejor entonces que no se hubieran hecho los cambios?

 

Por supuesto que no. Los cambios son buenos. Buscar la eficiencia en el sistema educativo es loable. Pero no se pueden hacer cambios sin tener condiciones para asumirlos.

 

La exigencia en las evaluaciones solo es justa si los contenidos han sido transmitidos con calidad y con amplitud de miras. Para aumentar la exigencia hace falta centrarse en lo interno de la persona, en su actitud, en sus capacidades y potencialidades y respetar la libertad personal, educando, tal cual es el deber de toda educación, para la responsabilidad y la vida en sociedad. Las condiciones materiales facilitan la vida. Cuando no puede lograrse tener las mejores condiciones no se puede actuar como si existieran.

 

En Cuba hoy las tensiones de la vida cotidiana son muchas, la falta alimentos, de dinero, de transporte, de vivienda, la burocracia que transforma en un problema lo que puede ser una simple gestión, las prohibiciones injustas y absurdas. Todo esto lo sufrimos alumnos, padres y profesores, dirigentes y trabajadores de la Educación. Aliviaría mucho la tensión que no tuviéramos que sufrir la imposición de reglamentos absurdos, el intento de igualarnos a todos en la posición más inferior y las exigencias sin asegurar las condiciones mínimas para lograrlas.

 

Al final, los cambios, que pueden tener resultados positivos en cuanto a nivel escolar y formación profesional, se pueden diluir en actitudes de cansancio y dejadez ante la imposibilidad de cumplir con todo lo establecido. Un control y una exigencia por encima de las posibilidades reales de ser observados, dejan de serlo sin más.

 

Es hora de que la Educación en Cuba, si quiere cambiar, elimine la rigidez de los reglamentos escolares, de manera que establezcan una disciplina que realce los valores de la vida, eduque en la libertad y la responsabilidad, y cree las condiciones mínimas para la creación y la iniciativa, dejando a un lado el paternalismo despersonalizante.

 

Es hora de que a los cubanos se nos reconozca el derecho a una educación pluralista y personalizada, diversa, que asegure distintas opciones y la posibilidad de ser elegida por la persona y la familia.

Más de medio siglo de experimentos pedagógicos

Fernando Dámaso

31 de octubre de 2012

 

La constante del sistema educacional ha sido anteponer la ideología a la docencia

 

Para nadie es un secreto que la instrucción pública, en la etapa colonial, era un verdadero desastre: los que deseaban aprender, si sus familiares poseían recursos para ello, debían hacerlo preferentemente en las instituciones privadas existentes y, los estudios secundarios y universitarios, en los institutos, la Universidad de La Habana o en el extranjero.

 

Al término de la Guerra de Independencia, durante la Primera Intervención Norteamericana, se produjo un cambio total, reorganizándose y desarrollándose la enseñanza primaria, bajo la dirección del notable pedagogo norteamericano Alexis Everett Frye y del educador del mismo origen Mathew Hanna, pasando de las 904 escuelas y aulas públicas existentes a 3.567. La enseñanza secundaria y universitaria también fue totalmente reorganizada, bajo la dirección de Enrique José Varona, uno de los intelectuales cubanos más eminentes.

 

Durante los años de la República, este sistema de instrucción pública moderno se perfeccionó y desarrolló, lográndose que abarcara prácticamente a todo el país, con escuelas y centros de enseñanza urbanos y escuelas, aulas y maestros rurales. Debido a que la población cubana siempre fue mayoritaria en pueblos y ciudades (70%), y minoritaria en las áreas rurales (30%), se logró reducir el analfabetismo general al 23%, cuando en la mayoría de los países de América Latina era superior al 50%. A estos logros también contribuyó la enseñanza privada, cuyos centros existieron en la mayoría de las ciudades y pueblos. Todo el personal docente, a partir del año 1940, era titulado de alguna de las Escuelas Normales de Maestros o en Pedagogía, lo que aseguraba una elevada calidad de la instrucción, tanto en la primaria, como en la secundaria y universitaria. Claro está, aún todo no estaba resuelto y existían problemas y dificultades, muchos de ellos derivados de los vaivenes de la situación política, pero la instrucción, en general, se encontraba en el camino de un desarrollo sostenido, lo que hacía ocupar a Cuba uno de los primeros lugares en Latinoamérica.

 

Con la instauración a partir de 1959 del nuevo “modelo” económico, político y social, se produjeron grandes cambios, dirigidos más a asegurar el carácter masivo de la instrucción en plazos cortos, que la calidad. Una de las primeras medidas fue centralizar la preparación de los docentes en las montañas de la Sierra Maestra, en un lugar conocido como Minas de Frío, argumentando que al prepararse en condiciones extremas serían mejores personas y maestros, descartándose su formación en las Escuelas Normales establecidas, equipadas para ello y con años de experiencia.

 

Fracasado el experimento, se trasladó la preparación a las residencias abandonadas por sus dueños y ocupadas en Miramar, adaptadas aceleradamente para este fin, apareciendo las denominadas “maestras Makarenko” (por la aplicación del cuestionable método del pedagogo soviético de igual apellido). Estas maestras, unido a la eliminación de la enseñanza privada, al éxodo de docentes en desacuerdo con el “modelo” que se estaba instaurando, a la discriminación por cuestiones políticas, religiosas y de preferencias sexuales, y a la jubilación propuesta a todo maestro con más de 25 años en ejercicio, asegurándole el cobro del 100% del salario más alto recibido, “porque —según el ministro de turno— las nuevas generaciones no podían ser educadas por maestros formados en el capitalismo” (la cual fue aceptada por muchos, al sentirse menospreciados), constituyó el primer golpe mortal dado a un sistema de instrucción, que había demostrado su calidad y eficiencia, y que solamente necesitaba incrementar los recursos para su ampliación y desarrollo.

 

Sin lugar a dudas, en estas decisiones primaron más las conveniencias políticas e ideológicas que las docentes, tratando de crear el denominado “hombre nuevo”. En estos años, es de destacar la masiva campaña de alfabetización que, en un año, concentrando grandes recursos humanos y materiales, eliminó el analfabetismo, algo que, de todas maneras, con el ritmo con el que se venía desarrollando su reducción, se hubiera producido en un plazo no superior a 10 años, sin tantos costos económicos y sociales.

 

Con esta fuerza docente mal preparada, independientemente de los esfuerzos y dedicación de importantes pedagogos, se promocionó el carácter masivo de la educación, pretendiendo que todos los cubanos, jóvenes o adultos, cursaran estudios universitarios, despreocupándose totalmente la enseñanza de los oficios. Además, se repitió el error de Minas de Frío, trasladando la mayoría de los centros de enseñanza secundaria y todos los de preuniversitario a zonas rurales, obligando a los estudiantes a un régimen interno de trabajo y estudio, separados de sus familiares y de su entorno social, argumentando que, en estas condiciones, “estudiarían más y mejor y aportarían a la economía.

 

Para tratar de fundamentar esta teoría, se estableció la obligatoriedad de alcanzar altas notas y el 100% de promoción en cada curso, lo cual trajo como consecuencias, la disminución de las exigencias en pruebas y exámenes y hasta el fraude docente, para lograrlo. En este ambiente de mentiras compartidas entre alumnos y maestros y promiscuidad (muchos profesores tenían casi la misma edad que sus alumnos), desaparecieron valores éticos y morales, y se produjo el deterioro de la conducta social, que nos acompañan hasta nuestros días.

 

Más recientemente, ante la carencia de maestros, por jubilación natural de los más viejos y alejamiento de otros de la docencia, debido a la pérdida de la estima social, bajos salarios, discriminaciones y difíciles condiciones laborales, se pretendió sustituirlos con maestros preparados en cursos acelerados, escogidos masivamente entre los alumnos de más bajas calificaciones en los centros educacionales (los de mejores calificaciones aspiraban a ser universitarios), los denominados “maestros emergentes” quienes, introducidos en el proceso docente, redujeron aún más la calidad de la instrucción.

 

Este proceso fue acompañado por la utilización de medios audiovisuales (clases grabadas transmitidas por televisión) que, como complemento a las impartidas por los maestros, hubieran resultado beneficiosas, pero como sustitutas de los mismos no funcionaron, pues los alumnos, sin ningún tipo de supervisión, les hacían caso omiso, dedicando el tiempo a otras actividades de interés personal.

 

La realidad existente obligó a muchos padres a tener que pagar “maestros repasadores” particulares, para asegurar que sus hijos aprobaran los cursos. Debe señalarse, que muchos de los centros docentes actuales funcionan en viejas instalaciones, afectadas por los años y la falta de mantenimiento, otros en viviendas adaptadas al efecto y algunos en instalaciones mal construidas, casi todos con deteriorado mobiliario y escasos medios auxiliares. Esta situación, como es de suponer, no se aplica a los centros donde estudian extranjeros, los cuales poseen los mejores profesores y todos los recursos necesarios, ya que, aparte de la proclamada solidaridad, responden fundamentalmente al proselitismo político. Igual sucede con los designados para mostrar a los visitantes.

 

En los últimos años, más por necesidad económica, ante la improductividad de las labores de los alumnos y su alto costo de mantenimiento, y el fracaso de su esgrimida razón docente, las secundarias en el campo y los preuniversitarios regresaron a los pueblos y ciudades, para beneplácito de alumnos y familiares, pero ya el mal estaba hecho: varias generaciones de cubanos fueron utilizados como conejillos de Indias en este fracasado experimento social. También, últimamente, se ha tratado de reducir el acceso a las universidades, potenciando la preparación de obreros calificados y técnicos medios necesarios al país, lo cual encuentra el rechazo de muchas familias, formadas durante años en el ideal de que sus hijos fueran universitarios, aunque después carecieran de oportunidades para aplicar los conocimientos adquiridos y tuvieran que emigrar.

 

Este embrollo docente, que ahora se trata de desenredar, padece del mismo mal inicial que lo generó: anteponer la política y la ideología a la docencia. Las principales autoridades de la educación, no se cansan de repetir que el objetivo de la misma es “preparar estudiantes patriotas” (entendiendo por “patriotas”, a los adictos incondicionales al “modelo”), cuando en realidad el objetivo principal de la educación debiera ser preparar ciudadanos instruidos. Es cierto el carácter masivo de la educación en Cuba, pero lo de su calidad no es más que un cuento chino.

Doctor Humberto López Morales: “La educación en Cuba está anclada en un pasado terrible

Yanet Pérez Moreno

13 de mayo de 2011

 

Entrevista al doctor Humberto López Morales, cuya obra es referencia obligada en los estudios sobre la lengua española

 

Humberto López Morales nació en La Habana, pero a los 19 años agarró “sus bártulos” y se marchó a Madrid, desilusionado de las promesas hechas por Fidel Castro. Era el año 1959. Hoy se siente un “ciudadano del mundo hispánico” y dice que dos son sus patrias. La del trabajo, “porque haces contacto con gente de todas partes”. Y la física, Cuba, a la que mira sin nostalgia ni tristeza, aunque le gustaría volver “cuando la situación sea otra”.

 

Hace muchos años, la obra de López Morales es referencia obligada en los estudios sobre la lengua española. Apasionado de su labor como lingüista, desde 1994 ocupa el cargo de secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española y entre sus flamantes proyectos está el Diccionario de americanismos.

 

En el transcurso de esta charla, da su punto de vista sobre la educación en el mundo hispánico, incluida Cuba; la influencia del español en Estados Unidos; los pormenores de su estudio del léxico disponible en Hispanoamérica y España; y la edición de “sus cuadernos” para la Cuba del futuro.

 

¿Qué hizo que se marchara de Cuba definitivamente?

 

Humberto López Morales (HLM):Había cursado en la Universidad de la Habana los dos primeros años de Filosofía y Letras. Era a finales del Gobierno de Batista. Se cerró la universidad por mucho tiempo. Mi padre me decía: “Aquí estás perdiendo el tiempo. Vete a España y termina allí tu carrera”. Me convenció y vine por primera vez a estudiar. Después, en unas vacaciones de Navidad, volví a Cuba, para estar con mis padres, y fue cuando cayó el Gobierno anterior y subió el Gobierno de Castro.

 

Yo era un joven con veinte años y estaba muy ilusionado con lo que prometía la revolución: que iba a haber reforma agraria, justicia social… Les dije a mis padres que me quedaba en Cuba, que quería ayudar a la revolución. Mi padre me dijo: “Pero qué vas a ayudar tú, si no eres nadie. Tienes que volver a España. Termina allí la carrera”.

 

Me quedé un año, si acaso, porque me di cuenta que no era lo que yo creía, y decidí seguir el consejo sabio de mi padre. Entre tanto, como me quedaban tres años y después el doctorado, ya iba viendo la evolución de lo que iba pasando en Cuba y podía cambiar de opinión. Eso fue lo que hice. Cogí mis bártulos y vine.

 

Usted es uno de esos cubanos notables que hay regados por el mundo. ¿Qué se siente cuando no se es profeta en su tierra, cuando el éxito se disfruta en otro lugar? ¿Hay otras cosas que compensan eso?

 

HLM: Estoy encantado de la vida. España es mi segunda patria. Me sentí un poco más raro en los ocho años que viví en Estados Unidos, trabajando en universidades norteamericanas. Sentía que estaba haciendo mi trabajo lo mejor posible, estaba ayudando a mucha gente, pero no tenía verdaderamente ningún tipo de alegría especial. Por eso, cuando me surgió la primera oportunidad de ir a Puerto Rico como profesor visitante, fui encantado: aquellos eran de los míos. Estaba trabajando, enseñando y luchando con gente mía. Y eso me daba una satisfacción muy grande.

 

Ese año se convirtió en dos, y después, en veinte más. Donde más he enseñado ha sido en la Universidad de Puerto Rico, donde estuve 22 años, hasta que me jubilé y vine a Madrid.

 

No soy una persona nostálgica. No tengo nostalgia en absoluto de Cuba. No he ido porque no he querido. Me han invitado varias veces, la Universidad y también la Academia Cubana de la Lengua. Allí tengo colegas, amigos queridos que están al margen de la cosa política. Estamos en la misma onda, de los libros, las investigaciones…

 

De vez en cuando surge alguna que otra cosita. Por ejemplo, que hacen alguna bibliografía de un tema que he trabajado, y mi nombre no aparece. Pero supongo que será por despiste. Porque, por otro lado, la Academia Cubana me ha hecho académico correspondiente, me ha dado su diploma. Querían que yo fuera a buscarlo y dije: “No, si en eso consiste, no tendré el diploma”. Entonces, me lo mandaron.

 

¿Que me gustaría algún día volver, cuando la situación sea otra? No diría que no. Iría, además, con el mejor de los gustos, pero nostalgia y tristeza no he sentido nunca.

 

Entonces llega uno realmente a ser ciudadano del mundo, o a sentirse verdaderamente madrileño, por citar su caso…

 

HLM: Más bien ciudadano del mundo hispánico. Madrileño no me siento. Claro, tampoco me siento ajeno a esta cultura. Llevo muchos años aquí, mi padre era español… La gente que trabaja en estas cuestiones intelectuales tenemos dos patrias importantes: la patria del trabajo, porque haces contacto con gente de todas partes del mundo, que son una especie de familia o de paisanos, y después está la patria física.

 

¿Ha colaborado con algún proyecto cubano?

 

HLM: No. Ellos han colaborado y siguen colaborando con algún proyecto mío en España. Uno sobre disponibilidad léxica y allá harán el caso de Cuba, según las pautas que he dado, porque es un proyecto internacional. Ha sido un trabajo de varios años, monumental, que he dirigido de principio a fin.

 

Y también tengo otro trabajo sobre la enseñanza del español en el mundo hispánico. Ahí también hay una colega cubana que trabaja con nosotros. La cosa es al revés: yo no estoy colaborando con ningún proyecto cubano, en mis proyectos panhispánicos o, incluso, internacionales, sí hay personas de Cuba.

 

Hace unos años, usted comentó que existía un gran atraso en el estudio de la enseñanza del español, de manera general. ¿Ha habido progresos en este sentido?

 

HLM: No ha habido mejoría, al contrario. He viajado por toda Hispanoamérica, he hablado con maestros… De ahí surgió el proyecto de la Fundación Comillas, a ver si algo se puede hacer en el mundo hispánico, incluyendo a España, donde la enseñanza del español es fatal. Todos están anclados en un pasado memorable. Todavía algunos maestros de tercero o cuarto grado están haciendo que los niños hagan unos ejercicios tan absurdos como: “Subraye en azul el sujeto y en verde el predicado”.

 

Eso no sirve absolutamente para nada. El niño tiene que aprender a leer, a hablar y a escribir, y después aprender la gramática. Una persona culta no solamente debe aprender a hablar y escribir muy bien, sino que también debe poder pensar sobre su lengua, y para eso necesita unas palabras específicas para nombrar las cosas y entendernos como personas civilizadas. Eso está lejísimo de hacerse.

 

Hubo momentos en que Francia era la reina, la que estaba más avanzada y adelantada en todos los estudios de enseñanza de la lengua materna. A principios del XIX, París era el sol que alumbraba la cultura. Eso ya ha pasado. Ahora son Estados Unidos. Hay unas escuelas estupendas que están trabajando muchísimo para enseñar la lengua materna como debe enseñarse. No hay que enseñar cosas sobre la lengua, hay que enseñar la lengua. Eso requiere unos saberes, unos materiales.

 

Todavía tengo la ilusión de que eso algún día pueda cambiar. Por eso tenemos ese gran proyecto de Comillas. Hemos hecho un análisis de la situación actual de todos los países americanos y España, por ejemplo, en cuanto a la formación de los maestros. La conclusión es que las escuelas normales tienen que cerrarse todas. Son inútiles. No es una idea mía. Acabo de confirmarlo. Están ancladas en un pasado remoto. Están enseñando lo de hace 40 años. Así no se va a ningún sitio.

 

También hemos hecho unos análisis in situ: de disponibilidad léxica, riqueza léxica, madurez sintáctica, coherencia discursiva, cohesión… para ver cómo funciona la cosa en escuelas públicas. Los resultados están siendo catastróficos, como no podía ser de otra manera. Los estudiantes tienen una pobreza léxica absolutamente increíble.

 

¿Cuándo se publicarán los resultados de este estudio?

 

HLM: Se va a publicar, supongo, dentro de un año. Se va a llamar “Libro blanco de la enseñanza del español en el mundo hispánico”. Va a ser una bomba terrible, porque da vergüenza ver lo que se está haciendo. No están siguiendo las pautas, porque en muchas ocasiones los que están al frente de estas cuestiones no tienen ni idea de lo que es la enseñanza del español.

 

¿Cuál es la solución que se propone a este gran problema desde la Asociación de Academias?

 

HLM: Ese libro va a dar una cantidad importante de pautas para un futuro inmediato, con respecto a la formación del profesorado, a los programas de estudio, a los libros de texto… Si eso pudiera ser seguido por un impulso gubernamental que lo apoyara, a lo mejor podríamos hacer algunas cosas. Pero, tal y como están las cosas ahora, me temo que eso se va a quedar en un libro muy interesante, atrevido y actualizado. Nosotros no podemos ir más allá.

 

Usted tenía planes de editar unos cuadernos sobre Cuba, una suerte de borradores que puedan servir algún día, cuando cambien las cosas en Cuba…

 

HLM: Sí. Estoy preparando, y voy a publicar con mi dinero, tres cuadernos que van a tener que ver con lo que creo que debe ser el futuro de la enseñanza preuniversitaria y universitaria cubanas, y también los aspectos culturales. Lo tengo muy avanzado.

 

Si algún día la cosa cambia, van a tener que poner sobre la mesa una serie de cosas y cambiarlas, porque ese sistema educativo es tan variante, absurdo, arcaico, mal llevado. Eso no puede seguir así de ninguna manera. Estos cuadernos los voy a sacar quizás dentro de un año. Si algún otro colega quisiera unirse para hacer los aspectos económicos, etc., es bienvenido.

 

Son textos útiles, pues cuando se produzca lo que tendrá que producirse, la gente tendrá que tener unos borradores, unos documentos de donde partir. Hay que hacer unos cambios brutales para poner la enseñanza al nivel actual en ese momento. Pues ahí hay una cantidad de sugerencias contundentes, en el sentido de que están razonadas. El primer cuaderno podrá salir para septiembre, y lo voy a presentar en Miami y Nueva York.

 

Suele hablarse de una creciente vulgarización de la lengua en Cuba en los últimos años. ¿Comparte ese criterio?

 

HLM: De eso no te puedo decir, no tengo la menor idea. Sí sé que, atendiendo a los planes de estudio, esa educación está anticuadísima, anclada en un pasado terrible. No está peor Cuba que otros países hispanoamericanos. Hay problemas añadidos, de profesores que no van mucho a las clases, que no enseñan con mucho entusiasmo, a menos que el padre le dé más dinero para que dé unas clasecitas aparte. Me han hecho todo tipo de cuentos. Será verdad o no, pues no lo sé. En lo que me meto es en que la educación en este momento en Cuba es abstrusa, y eso no se puede hacer más en ningún país sensato.

 

Cada día es mayor el flujo entre cubanos de ambos lados del Estrecho de la Florida. ¿Conoce de alguna investigación sobre la “contaminación” de las normas lingüísticas de ambas orillas?

 

HLM: Tengo un libro que se llama Los cubanos en Miami. Lengua y sociedad, que aborda esos temas. La situación está cambiando a pasos agigantados, en un sentido positivo y otro negativo.

 

A medida que pasa el tiempo y se hacen investigaciones para ver, en caso de que todo cambiara, cuántos cubanos regresarían a Cuba, cada día son menos los que dicen que volverían. Esas son cosas para mí incomprensibles. La realidad es que, por el contrario, la lengua española está ganando mucho, por la cantidad de cubanos que hay y porque tienen empresas muy importantes —allí se maneja muchísimo dinero cubano—. Pero quizás no por una preocupación por la lengua, sino porque la cuestión económica indica que cada vez más se necesita personal bilingüe. Solamente en la Florida hay 200 empresas españolas, que necesitan personal bilingüe y la ventaja grande es que ganan más que los monolingües.

 

Los padres y los mismos chicos que son ya adolescentes se han dado cuenta que vale cuidar las dos lenguas, porque a la hora de llegar al mercado laboral, van a estar en unas condiciones espléndidas si manejan bien las dos, si no tendrán otros puestecitos menores. Eso está pasando en Estados Unidos. Todo indica que el bilingüismo y, consecuentemente, la vitalidad del español van a seguir. Uno de los grandes temores era que el español se fuera convirtiendo en una lengua de la casa. Eso ya no es así.

 

Como lingüista, ¿podría explicar en qué consiste el aporte del Diccionario de americanismos para el conocimiento del español de América Latina?

 

HLM: Se está pensando en hacer un gran diccionario de americanismos desde el siglo XIX. Había diccionarios hechos por una sola persona, que por mucho que supiera no podía abarcar todo el continente. El estudio del léxico en América, hasta hace muy poco tiempo ha sido un desastre. Ha habido muy buenos diccionarios de gentilismos. Entonces empezamos a trabajar en eso, a buscar dinero y entusiasmar a la gente. Nos costó como diez años. Hemos trabajado mucho y hemos hecho un diccionario no solamente muy rico en materiales, como ningún otro jamás ha existido: tenemos 70.000 entradas, 120.000 acepciones. Es muy rico lexicográficamente. La técnica de diccionarios dialectales es lo último que existe, lo más reciente.

 

De la parte del español de Cuba, ¿tiene alguna anécdota?

 

HLM: No. Creo que hay pocos diccionarios como esos en Cuba, porque no pueden comprarlo, evidentemente, pero algunos académicos sí lo tienen. Han salido artículos y la gente conoce en Cuba que ha salido ese diccionario. Pero Cuba está muy bien representada. Hay una cantidad importantísima de cosas de Cuba, salvo algunas que ha mandado a quitar la Academia de Cuba porque no le ha interesado. Son temas de tipo político y han dicho que eso no se usa. Y claro, lo que digan las academias, eso va a misa. Yo tengo mis dudas, pero la máxima autoridad sobre cubanismos es la Academia Cubana.

Del hombre nuevo al jinetero postcomunista

Enrique Collazo Pérez

Otoño de 2009


Cuba siempre ha sido una isla impúdica y hedonista, al decir del historiador y ensayista cubano Rafael Rojas. En los tiempos de la conquista y la colonización de América, la Isla asumió la función de proveedora del sistema de flotas metropolitano que, con base en Sevilla, partía hacia tierra firme continental. De este modo desempeñó un papel muy importante en el proceso de acumulación capitalista en Occidente, contribución que a partir del siglo XIX se acrecentó con el apogeo del sistema de plantación. Las tripulaciones de aquella flota que fondeaba en el puerto habanero dos veces al año demandaban, además de vituallas para seguir viaje hacia Europa o América, diversión, ocio, cachondeo, o sea, una vía de escape tras los largos meses de navegación, el escorbuto y la carencia de compañía femenina. Podría decirse que desde entonces se fue fraguando entre los isleños una manera de pertenencia a esa cultura marinera y húmeda, relajada y carnal, sensual, que los propios peninsulares, pese a su catolicismo inquisidor, asimilaron encantados, aplatanándose rápidamente.

 

Tal y como expresó el narrador y ensayista cubano Antonio Benítez Rojo, “el Caribe es el reino natural e impredecible de las corrientes marinas, de las ondas, de los pliegues y repliegues, de la fluidez y las sinuosidades”. La Isla fue concebida finalmente por los extranjeros en general como un lugar mágico donde todo podía suceder, un lugar de tránsito, de enriquecimiento veloz y de placer sin límites.

 

Este signo distintivo del pueblo cubano abarca a todos sus integrantes, sin distinción de género o raza. Es algo consustancial a la cubanidad y que funciona tanto dentro de los límites insulares como en el exilio miamense, mexicano, español o canadiense, pues el emigrado cubano acarrea su jolongo cultural doquiera que vaya. Sin embargo, un país de cultura básicamente hispano-africana concibe al hombre como dueño y señor supremo, mientras que la mujer debe cumplir todas las tareas domésticas, y atender al marido, a los niños, a los enfermos y ancianos de la familia. La atención al marido incluye la disponibilidad sexual, claro. Por tanto, el liderazgo en la seducción y las artes amatorias es atributo exclusivo del hombre. Prácticas semejantes en cualquier mujer –al menos antes de la crisis de los noventa– se consideraban una falta grave y concitaban el repudio de la sociedad en pleno.

 

Un pensador tan idolatrado por generaciones de cubanos como el héroe nacional José Martí, durante su estancia en Estados Unidos sufrió serias contrariedades debido al relativo nivel de emancipación que para la fecha ostentaba ya la mujer norteamericana con respecto a la latinoamericana: “¿Pero dónde está la casta franqueza, la sabrosa languidez, las cariñosas miradas, la tierna dulzura y la suave gracia de nuestras mujeres del sur?”. Martí no pudo ocultar su desajuste funcional con respecto a ese tipo de mujer moderna, que percibió fría, calculadora, independiente; demasiado viril. Martí, a quien el tema de las mujeres representó un conflicto permanente, llegó a decir, en un rapto de frustrado machismo caribeño: “Y tantas cosas buenas como pueden hacerse en la vida. ¡Ah! Pero tenemos estómago y ese otro estómago que cuelga y que suele tener hambres terribles”.

 

O sea, que el Homo cubensis se distingue desde tiempos remotos por ser un tipo masculino con un apetito voraz hacia las mujeres, un conquistador infalible de sus corazones con una labia muy persuasiva, infradotado para la monogamia, insuperable en las distancias cortas y en la improvisación, así como un experimentado gozador que suele someter a las hembras con quien copula, atributos que además expresa con orgullo y, que más allá del estereotipo, devienen su marca de identidad.

 

Sin embargo, durante la dictadura castrista estos atributos del macho caribeño se han potenciado en grado superlativo, traspasando los contornos acuosos de la Isla para proyectarse a escala global como mito plenamente aceptado por las sociedades de Occidente. Valdría la pena preguntarse: ¿por qué?

 

Las razones se hallan en causas de origen económico, moral, educativo y cultural. La colectivización de corte estalinista a que fue sometida la sociedad cubana supuso la reducción drástica de las libertades individuales, así como la disolución de la familia tradicional y de todos los valores que la sustentaban, incluyendo la religión. Los barbudos, tras su llegada a La Habana, abjuraron del catolicismo y bajaron a todos los santos del altar, para colocar en él La Revolución, considerada icono supremo del sacrificio por la patria. Todo el acervo de usos, costumbres y hábitos enraizados en la ética pública insular, así como ciertas normas morales tácitas, sufrieron un severo proceso de desgaste por la feroz embestida del ateísmo estatal, el cual persiguió al clero católico afincado en la Isla, fundamentalmente español. Aquel basamento ético, sustentado en el catolicismo, al menos desde el punto de vista formal, representaba una suerte de código de moralidad mínima, cumplimentado por la mayoría de los machos tropicales, quienes solían atenerse tácitamente a sus postulados.

 

Quiere esto decir que, aunque en la Cuba capitalista había hombres bígamos encubiertos, quienes sustentaban muchas veces dos y más familias simultáneamente, además de ligues ocasionales, se trataba de individuos que, por regla general, guardaban un comportamiento de moralidad aparente de cara a la sociedad. El propio padre del dictador Castro fue un ejemplo elocuente de esta práctica, presente lo mismo en las zonas rurales que en La Habana.

 

Otro de los elementos que contribuyó a perfilar el nuevo hombre machista-leninista, y que consiguió dar el tiro de gracia a los remanentes de moralidad de la Cuba republicana, fue la institucionalización, a partir de 1971, de la Escuela en el Campo, para los adolescentes de 12 a 18 años de edad. En estas escuelas, ubicadas por lo general en lugares de difícil acceso –de ahí que sus alumnos pasaran a veces semanas sin visitar sus hogares–, convivían aproximadamente 600 varones y chicas; en jóvenes en plena explosión hormonal, y con profesores que muchas veces no superaban demasiado la edad de sus educandos, el libertinaje sexual –”amor libre” se le llamó– no se hizo esperar, con su secuela de abortos, embarazos indeseados y madres adolescentes, enfermedades de transmisión sexual, maestros sancionados, etc. En una sociedad donde casi todo estaba prohibido, y en medio de una sabana aislada de la civilización, no resultaba extraño que ocurrieran excesos, donde a veces llevaban la voz cantante los propios profesores. Los estudiantes que preñaban no eran expulsados; no ocurría lo mismo con las estudiantes preñadas.

 

Quizás el factor más importante que acabó de cuajar el macabro experimento de crear una nueva especie de hombre fue la acelerada desvalorización de la cultura del trabajo en toda la sociedad. El ancien cuban male, al margen de su implicación inveterada y sistemática en más de un lío de faldas e incluso con más de una familia, fue educado en valores que asignaban al trabajo, al aprendizaje de un oficio o a alguna habilidad laboral, una importancia capital, por el hecho de que el trabajo constituía, si no el único, el más socorrido medio para ganarse la vida con honradez. De tal suerte que aquellos donjuanes, más allá de sus aventuras amorosas, incluso de ser padres de hijos de distintas madres, solían adjudicar a su empleo una importancia fundamental, pues era, a fin de cuentas, la fuente de ingresos que les permitía cubrir los gastos que demandaba su promiscua vida, en un país donde aún la mujer no se había incorporado mayoritariamente al mundo laboral.

 

Sin embargo, al nuevo hombre guevarista-castrista se le privó de los medios e instrumentos de trabajo para su sustento, que pasaron a ser propiedad del Estado omnipotente y redentor. Ya no se trataba de formar hombres libres y cívicos capaces de ganarse la vida honradamente mediante el despliegue de sus iniciativas y capacidades en pos de su beneficio personal y del bien común, sino de crear un nuevo individuo obediente y amoral, sin ambiciones personales y subordinado a los intereses de la colectividad. Hasta el desmembramiento de la Unión Soviética, en 1991, el poder cubano, gracias al monumental subsidio soviético, mantuvo a flote la indigente economía cubana: hacía como que pagaba a sus obreros, campesinos y trabajadores intelectuales, mientras éstos hacían como que trabajaban, tal y como ha expresado el político cubano Carlos Alberto Montaner. La situación daría un giro de 180 grados durante la crisis de los noventa, en que aquel Estado todopoderoso tuvo que abstenerse de dar lo que podía, pues cada vez disponía de menos recursos. De esta forma, sus súbditos, privados una vez más de la libertad de echar a andar un pequeño negocio –el impulso liberalizador fue refrenado a partir de 1996– con el cual eludir la crisis, tuvo que buscarse la vida como mejor pudo; y he aquí que muchos jóvenes se vieron impelidos a prostituirse, o sea, a convertirse en jineteros y jineteras, es decir, en personas que sacan la máxima rentabilidad de su propia energía libidinal y ofrecen favores sexuales a cambio de algún bien material muy escaso en la Isla o de divisas en efectivo.

 

Así, el Pene cubensis –hacemos abstracción deliberada aquí del comportamiento de este fenómeno en las jóvenes cubanas– pasó de ser un instrumento concebido por los nuevos mambises del siglo XXI como signo inequívoco de virilidad masculina, y por lo tanto vehículo para proporcionar placer –normalmente– a la mujer cubana, en herramienta de trabajo fundamental; una suerte de llave de los truenos capaz de resolverlo todo, de conseguir divisas y otros bienes y favores con que sobrevivir, incluso a la hora de emigrar a tierras lejanas.

 

Tales conductas, asumidas y toleradas de un modo u otro en el plano macro-social, incluso por el mismísimo poder, sirvieron de fuente de inspiración a despabilados cronistas musicales como David Calzado, quien con su famoso tema “El Temba” reflejó mejor que cualquier estudio sociológico la necesidad de los jóvenes de los noventa de entablar relaciones íntimas basadas no ya en el amor o el deseo sino en la imperiosa necesidad de supervivencia. El estribillo se aconsejaba a la novia de un cubano: “Búscate un temba que te mantenga / pa que tú goces / pa que tú tengas”.La letra no tiene desperdicio, y algunas de sus partes merecen ser reproducidas: “Qué es eso de matrimonio / yo solamente puedo ser tu novio, tu novio… / Te quiero conformar pero tú quieres ser mi esposa… / Con qué te voy a dar lo que tú quieres conquistar / si es imposible darte lo que pides… / Búscate un temba que te cuide día y noche / hasta que te compre un coche… / Así que te mantenga, te suministre lo que no tengas y que te llene de prendas, / pa que te ponga una buena vivienda”.

 

O sea, el hombre cubano post-comunista, condenado por su propio Gobierno a carecer de los medios económicos legales que le permitirían ganarse la vida decentemente y gozar de un cierto nivel de riqueza material junto a su futura esposa –Cuba tiene la más alta tasa de divorcios del mundo: 70 por cada 100 matrimonios–, propone a su novia perpetua que se prostituya con un hombre mayor –la letra en ningún momento alude a que sea un extranjero, aunque se sobreentiende– pero solvente y en condiciones de darle una vida con bienestar. Aunque no aparece explícitamente, se deduce que el joven cubano, por su parte, se reserva el derecho de hacer otro tanto con las turistas extranjeras; o sea, en resumen: que su novia, por un lado, y éstas, por el otro, le mantendrían. Una, además de untarle con lo que saca de su jineteo, le ama con la lujuria y la entrega pasional a la que está acostumbrado culturalmente, mientras que la otra le surte materialmente, incluso pudiera llegar a rescatarle de la prisión insular para devolverle a la vida en libertad en cualquier sociedad de Occidente.

 

Cuba, a partir del derrumbe del socialismo real, diversificó su perfil político como exportadora de revoluciones –en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, etc.– para devenir, además, potencia sexual de rango internacional en los albores de la globalización.

 

Debemos convenir que, en materia de comercio sexual, la degradación y la decadencia acompañan tanto al oferente como al demandante. Asimismo, en todas las latitudes y en todas las épocas históricas han existido y existirán chulos, proxenetas, gigolós, hombres que se consagran a este innoble quehacer. Sin embargo, cuando estos comportamientos se masifican, deviniendo medio de vida de una cantidad cada vez mayor de jóvenes que no pueden ganarse la vida decorosamente y cuya única posesión es el cuerpo que habitan, estamos ante un inequívoco indicador del grado de descomposición moral de la sociedad.

 

Curiosamente, el apareamiento ocasional con la extranjera, que conserva en la Isla los derechos que le asisten por denominación de origen, obra el milagro de conferir por ósmosis parte de los mismos al jinetero, al menos mientras le acompaña.

 

El Estado cubano niega a su pueblo el ejercicio de derechos civiles, políticos y económicos tales como realizar por cuenta propia ciertos oficios y profesiones, impidiendo así el despliegue de la libre iniciativa económica. Frente a este drama cotidiano que frena el desarrollo de la creatividad personal y coarta la libertad, la población se enajena, encontrando en el sexo y la promiscuidad la única vía de escape. Tal comportamiento, en no pocos casos, asegura además una mínima supervivencia en medio de una crisis económica permanente.

 

La economía cubana tiene un marcado carácter parasitario. Sin subsidios es incapaz de sobrevivir; o sea, sin el ahorro externo generado en las mismas sociedades cuyos valores desprecia y considera moralmente inferiores. Y he aquí que manadas de turistas occidentales acuden al Parque Jurásico Castrista a purgar sus pecados como criaturas consumistas. Una forma típica de redimirse en el paraíso del sexo y la desinhibición es ligarse un joven cubano que vive de la prostitución, pues no tiene otro horizonte de realización en su sociedad. Éste, luego de proporcionar placer y lujuria ilimitadas a las extranjeras, es recompensado de inmediato... y a veces hasta recibe remesas mensuales, las cuales acaban fraguando o siendo indicio de matrimonios de conveniencia.

 

Un elevado por ciento de los jóvenes que se consagran a esta actividad son negros o mulatos. La implicación negra en la prostitución se explica por la situación de marginación extrema que soporta este sector de la población, y también por los propios tópicos racializados de sexualidad de las turistas, que contemplan al negro o al mulato como objetos sexuales perfectos, por el primitivismo de sus instintos. A tal punto ha llegado esta situación, que el fenómeno del jineterismo se ha convertido en un componente básico para definir y marginar aún más a la población negra y mestiza.

 

Tal situación expresa la podredumbre de un régimen que, paradójicamente, desde que accedió al poder consideró cualquier forma de prostitución como una lacra social que erradicar. Fidel Castro, quien tiene por cónyuge a una esposa reclusa, a la cual en escasas ocasiones y sólo en épocas muy recientes se ha visto en público, se ufanó en su día de que las prostitutas cubanas poseen un nivel de instrucción universitario, mientras el Ministerio de Turismo publicita la Isla como el paraíso de la pasión y el amor caribeños.

 

La frustración de los jóvenes cubanos va en aumento, lo cual hace que emigren; no por estrictas razones económicas, como sucede en el Tercer Mundo, sino por la falta de libertad para encauzar sus vidas de manera independiente, pues el régimen les impide concretar sus iniciativas en pro de su progreso y bienestar personal.

 

Está claro que ningún otro Gobierno del mundo, salvo el de Corea del Norte, es dueño de prácticamente el 100% del tejido económico, y por tanto responsable único de las condiciones de vida de sus gobernantes. La ausencia de libertades, la coacción ideológica y la represión selectiva terminan por distorsionar gravemente los comportamientos sociales, que encuentran en la mentira, la simulación y la doble moral el único reducto libre de la opresión política.

 

El más grave problema que se deriva de esta situación se afrontará durante la ardua etapa de refundación nacional y el complejo proceso de reconciliación, pues el crecimiento del producto interior bruto debe sustentarse no solamente en un capital humano cualificado, sino en valores de responsabilidad, orden, cultura del trabajo, capacidad de acción colectiva, ahorro y civismo, que constituyen la base de la libertad y la prosperidad. La libertad y la economía de mercado necesitan reglas y controles implantados por la sociedad que se beneficia de sus ventajas. Empero, para el jinetero cubano post-comunista, habituado a vivir de la gozadera derivada de ejercer una actividad ciertamente parasitaria que se basa en el engaño y la rapiña, entrenado en resolver lo más inmediato para sobrevivir un día más y fogueado en el arte de luchar en la calle, le resultará extraordinariamente difícil la integración en una nueva sociedad basada en las libertades, así como en determinados deberes y responsabilidades ciudadanas.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.