DEBATE ENTRE

CARLOS ALBERTO MONTANER

E

IGNACIO RAMONET

SOBRE LA CUBA DE FIDEL CASTRO

Carlos Alberto Montaner Suris (3 de abril de 1943) es un periodista, escritor y político cubano exilado desde hace medio siglo.

 

Ignacio Ramonet Míguez (5 de mayo de 1943) es un periodista español establecido en Francia. Es un ferviente apologista de la tiranía instaurada en Cuba desde hace cincuenta y cuatro años.

 

Véanse estos documentales que son

de la misma época en que se realizó el debate

El comunismo ha defraudado a Cuba

Carlos Alberto Montaner

 

Tras casi cincuenta años de sufrimiento bajo el régimen de Fidel Castro, los cubanos pueden prepararse ya de forma realista para la vida después del comandante. En el momento de escribir esto, el octogenario Castro está muy enfermo, tal vez completamente incapacitado. Cuando muera, ¿sobrevivirá el régimen comunista que creó en 1959? ¿O se convertirá el país en una democracia pluralista, con un sistema económico de mercado y la existencia de propiedad privada, como ocurrió con casi todas las dictaduras del Este de Europa tras la caída de la Unión Soviética?

 

Yo preveo esto último. En América, a principios del siglo XXI, una dictadura en la que no se respetan los derechos humanos, que cuenta con más de trescientos presos políticos –entre ellos, 48 jóvenes por recoger firmas para un referéndum, 23 periodistas por escribir artículos contra el régimen y 18 bibliotecarios por prestar libros prohibidos– no puede sostenerse. La muerte de Fidel Castro será el punto de partida de una serie de cambios políticos y económicos parecidos a los que se produjeron en Europa. Los motivos son éstos:

 

En primer lugar, el liderazgo de Castro no es intransferible. Es un hombre fuerte que ha ejercido personalmente el poder durante casi medio siglo. Aunque su ideología es el comunismo, pertenece a la misma especie antropológica que Francisco Franco en España o Rafael Trujillo en República Dominicana. Y ese tipo de autoridad, basado en una combinación de miedo y respeto, no puede traspasarse. Es verdad que ha escogido a su hermano Raúl como sucesor. Pero Raúl tiene 75 años, por lo que su edad también es una desventaja, como lo son su alcoholismo y su falta de carisma. Lo más probable es que se limite a desempeñar un papel de transición entre la dictadura comunista y la llegada de la democracia.

 

Segundo, el pueblo cubano sabe que el sistema creado por Castro ha fracasado. Se enfrenta cada día a la realidad de que el comunismo ha agravado todos los problemas materiales fundamentales de Cuba hasta el punto de la desesperación. Las carencias en alimentación, vivienda, agua potable, transporte, electricidad, comunicaciones y ropa no pueden compensarse con unos sistemas de educación y de salud muy amplios, pero muy deficientes. Paradójicamente, incluso los propios logros del régimen le incriminan. El hecho de que la isla cuente con una población de un nivel educativo razonable alimenta el deseo de cambio de la sociedad y su insatisfacción con un sistema empeñado en que la inmensa mayoría de los cubanos tenga una vida miserable. Nadie está más ansioso por abandonar el colectivismo igualitario que las legiones de ingenieros, médicos, técnicos y profesores obligados a vivir sin la menor esperanza de mejorar. Esos cubanos educados y frustrados son quienes tratarán de presionar para que se produzcan reformas, dentro de las instituciones comunistas o incluso fuera de ellas.

 

En tercer lugar, llegará un momento en el que Cuba tendrá que enfrentarse a la historia. El país no puede seguir siendo una dictadura comunista, colectivista y anacrónica en un mundo en el que el marxismo ha quedado totalmente desacreditado. Cuba pertenece a la civilización occidental. Forma parte de Latinoamérica, y no tiene sentido que su Gobierno siga manteniendo al país aislado de su entorno, sus raíces y su evolución natural. Al fin y al cabo, las dictaduras de América Latina, tanto las de izquierdas (Velasco Alvarado en Perú) como las de derechas (Augusto Pinochet y los regímenes militares de Argentina, Brasil y Uruguay), han sido sustituidas por gobiernos legitimados en las urnas.

 

Por último, los reformistas saben que el cambio no sólo es posible, sino deseable. Los dirigentes cubanos, sobre todo los que son más jóvenes que la generación de Fidel y su hermano Raúl, se dan cuenta de que no son héroes de una novela romántica, sino promotores de un sistema absurdo del que todo el que puede se escapa. Y al mismo tiempo saben, porque lo han visto en Europa del Este, que hay vida después del comunismo. Tienen todos los incentivos morales y materiales para contribuir al cambio. Yo predigo un cambio pacífico basado en un acuerdo entre los reformistas del régimen y los demócratas de la oposición, dentro y fuera de la isla.

 

 

El futuro de Cuba está aquí

Ignacio Ramonet

 

Quienes afirman que, después de Fidel, Cuba seguirá los pasos de Europa del Este, se niegan obstinadamente a ver lo que tienen ante sus ojos. El presidente Fidel Castro no está ejerciendo su cargo desde el pasado mes de julio; es decir, hace ya más de seis meses que existe el después de Fidel. Y, sin embargo, no ha ocurrido nada. El régimen no ha caído ni han estallado las tan anunciadas protestas públicas. El sistema ha demostrado que puede funcionar con normalidad en estas condiciones, y las instituciones legales están aguantando el impacto de la retirada de Castro. La situación actual, surgida por el empeoramiento gradual de su salud, ha servido de ensayo general para el día en el que ya no esté vivo. Y, por ahora, el ensayo está saliendo bien y confirma que los comentaristas como usted, que comparan Cuba con Hungría, se equivocan.

 

A diferencia de Hungría, las grandes reformas cubanas no son producto de ideas ajenas impulsadas por tropas extranjeras llegadas en vehículos blindados soviéticos. Nacieron de un movimiento popular en el que se unieron las esperanzas de campesinos, obreros e incluso profesionales de la pequeña burguesía urbana. Es, además, un movimiento que aprovechó el deseo de auténtica independencia nacional (frustrada por la intervención de Estados Unidos en 1898) y el deseo de poner fin a una discriminación racial humillante. Y sigue contando con el apoyo de la mayoría de sus ciudadanos. La muerte de Castro no va a desmantelar un movimiento que ha tardado cientos de años en construirse. Repudiar esta característica nacional es ignorar varias dimensiones esenciales del régimen. Y es no comprender por qué, 15 años después de la desaparición de la Unión Soviética, el sistema cubano sigue en pie.

 

Desde luego, en los años posteriores a Castro, La Habana sufrirá la influencia de los acontecimientos exteriores. El coloso del Norte se encargará de ello. No hay más que ver la sugerencia del Gobierno de Bush de nombrar a alguien que dirija “la transición en Cuba”, como si el país fuera un protectorado colonial. La idea ha escandalizado incluso a algunos miembros de la oposición. Es evidente que Estados Unidos está decidido a mantener una relación equivocada con la isla. Sigue fomentando un embargo que, aparte de hacer sufrir a los cubanos, sólo ha servido que para dar más legitimidad ante los ojos del mundo al régimen que pretende derrotar. La posición de Washington es tan irracional que la propia Administración Bush reconoce que el embargo no se interrumpirá hasta que Fidel y Raúl dejen el poder. Es decir, es un embargo que, más que con un régimen político concreto, tiene que ver con dos personajes determinados. Da una idea del grado de neurosis que dicta la política de Estados Unidos respecto a Cuba.

 

Aunque no parece probable que la Casa Blanca vaya a cambiar pronto esa terca postura, otros países latinoamericanos han demostrado estar más que dispuestos a reconocer los avances y las ventajas del sistema cubano. El fracaso generalizado en Latinoamérica de los modelos neoliberales predicados en los 90 ha dado nuevo vigor a la imagen de la isla como modelo social. Nadie puede negar los éxitos del Estado en educación, salud, deporte y medicina, gracias a los cuales está volviendo a ser un punto de referencia para los desposeídos del continente latinoamericano. La estrategia de Washington de aislar a Cuba en el hemisferio ha fracasado. De hecho, la isla no ha tenido nunca tanta aceptación entre sus vecinos como en la actualidad. Néstor Kirchner en Argentina, Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua han expresado públicamente su respeto por Fidel Castro y su solidaridad con Cuba. Y en su mayoría están adoptando soluciones cubanas para algunos de sus problemas sociales. No hay duda de que ese legado sobrevivirá a Fidel Castro.

 

Además, usted pasa por alto las reformas que ha emprendido el propio régimen, que incluyen la apertura a las inversiones extranjeras, la desregulación parcial del comercio exterior, la despenalización de la posesión de divisas extranjeras, la revitalización del turismo, y otras. Aún más importante, los gobernantes han diversificado las relaciones comerciales del país y han firmado acuerdos con Argentina, Brasil, China, Venezuela y Vietnam. ¿El resultado? Durante los últimos 10 años, el crecimiento medio anual del PIB cubano ha sido aproximadamente del 5%, uno de los mayores de Latinoamérica. En 2005, por ejemplo, el país alcanzó el 11,8% (si se incluye el valor de sus servicios sociales), y se espera una cifra parecida para 2006.

 

Por primera vez en su historia, este país no depende de un socio preferente, como había dependido sucesivamente de España, Estados Unidos y la Unión Soviética. Es más independiente que nunca. Con una distinción tan poco frecuente y tan duramente ganada, no parece probable que los cubanos vayan a invertir su rumbo.

 

 

Los cubanos son pobres y están esclavizados

Responde Carlos Alberto Montaner

 

Cualquiera que conozca la historia de Cuba sabe que Fidel dirigió la revolución contra el presidente Fulgencio Batista con el fin de restaurar las libertades en la isla y restablecer la Constitución de 1940, no para crear una dictadura comunista copiada del modelo soviético. La razón por la que el comunismo no ha caído en Cuba, igual que no lo ha hecho en Corea del Norte, es la represión total. Se trata de un tipo de opresión totalmente ligado a un hombre que está muriéndose. Cuando él desaparezca, también desaparecerá gran parte del miedo que su régimen inspira al pueblo.

 

Por encima de las diferencias políticas, todos los seres humanos tienen las mismas aspiraciones. Prefieren la libertad a la opresión, los derechos humanos a la tiranía, la paz a la guerra, y quieren que mejoren sus condiciones de vida y las de sus familias. Eso es así tanto en Hungría como en Cuba. Los cubanos quieren los mismos cambios por los que siempre han luchado los pueblos reprimidos. Y, cuando la muerte de Fidel Castro les de la oportunidad de hacer esos cambios, la aprovecharán.

 

No hay más que fijarse en los hechos. En cubaarchive.org, el economista cubano Armando Lago y su ayudante, María Werlau, han recopilado un balance que explica por qué el régimen de Castro ha obligado a dos millones de habitantes (y sus descendientes) a exiliarse. Con Castro ha habido aproximadamente 5.700 ejecuciones, 1.200 asesinatos extrajudiciales, 77.800 balseros muertos o desaparecidos y 11.700 cubanos fallecidos en misiones internacionales, sobre todo durante los 15 años de guerras africanas en Etiopía y Angola. Lo que va a dejar Castro es un legado de sangre e injusticia, no de solidaridad latina y reforma.

 

Culpa usted a Estados Unidos y su embargo de los problemas materiales que sufre el pueblo cubano. Pero su análisis ignora el efecto devastador que tuvieron el colectivismo y la falta de libertades políticas y económicas –no Estados Unidos– en los países del bloque soviético, hasta desembocar en su desaparición. Y las estadísticas sobre el crecimiento económico de Cuba son muy sospechosas. Las cifras oficiales sobre los logros económicos y sociales de Castro tienen tan poca credibilidad que la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe optó por no tenerlas en cuenta cuando recogía sus propios datos sobre los auténticos parámetros de la sociedad cubana. En cuanto a la idea de que la isla es hoy más independiente que nunca, es ridícula, puesto que gran parte del crecimiento económico del que habla está impulsado por los 2.000 millones de dólares al año (unos 1.600 millones de euros) que proporciona Venezuela.

 

Cuando comenzó la revolución de Castro, éste afirmó que todos los males económicos tenían su origen en que EE UU explotaba la isla. Desde entonces, ha dicho que se deben a que Washington no la explota. ¿En qué quedamos? También es una curiosa paradoja del régimen castrista el hecho de que se oponga ferozmente al Área de Libre Comercio de las Américas que apoya Estados Unidos y, al mismo tiempo, exija que se levante el embargo para poder comerciar libremente con ese país. Sin embargo, pese a estas contradicciones, lo cierto es que EE UU es un socio comercial muy importante para Cuba. Cada año, los estadounidenses venden a Cuba alrededor de 350 millones de dólares en productos agrarios, autorizan transferencias de dinero por valor de 1.000 millones de dólares (la mitad de las exportaciones de la isla) y, sobre todo, concede visados de residencia a 20.000 cubanos, con lo que libera al Gobierno de graves presiones sociales. Además, Estados Unidos está ya preparándose para poner fin a las sanciones en cuanto Cuba emprenda la vía hacia la democracia. Ésa no es la conducta de un enemigo implacable.

 

 

El envidiable historial de Castro

Responde  Ignacio Ramonet

 

Incluso aunque Castro fuera tan represivo como dice, la historia ofrece un buen número de ejemplos de pueblos descontentos que se alzaron contra la represión. Desde la antigua Alemania del Este, pasando por Polonia, Hungría y Checoslovaquia, hasta China –para no hablar más que de rebeliones contra el comunismo autoritario–, la gente ha sabido siempre luchar contra la opresión. Sin embargo, en la Cuba castrista no se han producido levantamientos significativos. Cuando el comandante caiga derrotado por la enfermedad, nada indica que los cubanos vayan a alzarse de pronto contra el socialismo.

 

Usted tiene que dejar de observar la isla a través de un prisma ideológico y de tergiversar los datos para que se ajusten a un esquema preconcebido. Ya es hora de que razonemos como adultos. Sus estadísticas, que mezclan el número de combatientes muertos en una vieja guerra (1956-1959) con el de personas ansiosas por emigrar –en su mayoría por motivos económicos–, no demuestran nada. La exageración se convierte en insignificancia.

 

Ninguna organización seria ha acusado jamás a Cuba –donde, en la práctica, existe una moratoria sobre la pena de muerte desde 2001– de llevar a cabo desapariciones, ejecuciones extrajudiciales ni torturas físicas a los detenidos. No se puede decir lo mismo de Estados Unidos en sus cinco años de guerra contra el terror. No existe un solo caso de estos tres tipos de crímenes en Cuba. Al contrario, en cierto sentido, el régimen representa la vida. Ha logrado aumentar la esperanza de vida y reducir la mortalidad infantil. Como decía el columnista de The New York Times, Nicholas Kristof, en un artículo el 12 de enero de 2005, “si Estados Unidos tuviera un índice de mortalidad infantil tan bajo como el de Cuba, salvaría a 2.212 bebés más al año”.

 

Estos éxitos son un gran legado de Fidel Castro, que pocos cubanos, ni siquiera los que están en la oposición, estarían dispuestos a perder, y que los numerosos latinoamericanos convencidos por líderes populistas en los últimos tiempos anhelan. Los cubanos gozan de pleno empleo, y cada ciudadano tiene derecho a tres comidas al día, algo que sigue sin conseguir Lula en Brasil.

 

Pero a Castro no se le recordará solamente como el defensor de los más débiles y los más pobres. Dentro de 100 años, los historiadores le elogiarán por haber construido una nación unida con una identidad sólida, después de un siglo y medio con la tentación blanca y elitista de alinearse con Estados Unidos por temor a la abundante población negra oprimida. Ellos le recordarán como merece, como un pionero fundamental en la historia de su país.

 

 

El final de un triste capítulo

Responde Carlos Alberto Montaner

 

¿Cómo puede decir que no ha habido levantamientos significativos? Sabe tan bien como yo que sí ha habido resistencia popular al establecimiento de la dictadura comunista. En los 60, miles de campesinos se alzaron en armas en las montañas de Escambray, pero fueron aplastados por el régimen de Castro. Se calcula que el número de presos políticos en los dos primeros decenios de su régimen ascendió a 90.000, y el propio Gobierno reconoce 20.000.

 

Además de esta cuantificación del coste humano de la revolución, cualquiera que desee conocer la crueldad de la represión comunista en Cuba puede leer los 137 informes y comunicados de prensa de Amnistía Internacional sobre el tema, así como los abusos documentados en numerosos informes de organizaciones como Human Rights Watch. El crimen más conocido de la era de Castro es, hasta el momento, el hundimiento deliberado del barco 13 de Marzo, ordenado el 13 de julio de 1994, con 72 refugiados a bordo. De los 41 que murieron ahogados, 10 eran niños.

 

A Castro no se le recordará como una lumbrera ni como un defensor de los derechos humanos. El pueblo cubano recordará la era del comandante con tristeza. Deja como legado un catálogo detallado de cómo no gobernar. Deberíamos tener diversos partidos políticos, no uno solo que es dogmático, inflexible, empobrecedor y equivocado. Deberíamos respetar los derechos humanos.

 

Deberíamos confiar en el método democrático, en el imperio de la ley, el mercado y la propiedad privada, como hacen los países más prósperos y felices de la Tierra. Debemos tolerar y respetar a las minorías religiosas y a los homosexuales, y prohibir para siempre los actos de repudio o los pogromos contra las personas que son diferentes.

 

Tenemos que erradicar de forma permanente el apartheid que impide que los cubanos disfruten de los hoteles, restaurantes y playas a los que sólo pueden ir los extranjeros. Debemos vivir en paz, olvidarnos del aventurerismo internacional que tanta sangre costó en África y en la mitad de los grupos guerrilleros del mundo, inspirados por Fidel Castro.

 

En resumen, con el fallecimiento del comandante debemos esforzarnos en ser una nación normal, pacífica y moderna, no un delirante proyecto revolucionario empeñado en cambiar la historia del mundo.

 

 

Ver la verdad

Responde Ignacio Ramonet

 

Ya que hablamos de terribles violaciones de los derechos humanos, ¿por qué no empezamos por la protección que da todavía hoy Estados Unidos en Miami a dos terroristas confesos, los exiliados cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, acusados de hacer estallar un avión civil cubano el 6 de octubre de 1976 y matar a 73 personas? Un acto que aún no ha denunciado toda la gente de Miami que sigue alimentando viejos resentimientos contra Cuba y que no ha protestado contra las 3.000 víctimas cubanas asesinadas por actos terroristas financiados y dirigidos desde Estados Unidos. ¿Será que hay un doble rasero, un rechazo al mal terrorismo (Al Qaeda) y una aceptación del bueno (anticubano)?

 

Y, si le preocupan los derechos humanos, ¿cómo puede negar que Cuba, un país pequeño, es el que más ayuda médica suministra a docenas de naciones pobres en todo el mundo? Hay aproximadamente 30.000 médicos cubanos que trabajan de forma gratuita en más de 30 países.

 

Proporcionalmente, sería como si Estados Unidos enviara a 900.000 médicos al Tercer Mundo. Sólo la Misión milagro, que ofrece operaciones de cataratas gratis a los pobres de Venezuela, Bolivia y Centroamérica, ha devuelto la vista a más de 150.000 personas. ¿Acaso el que una persona pueda ver a sus hijos y los paisajes de su patria no es un derecho humano fundamental? Cuba no acepta que le esté negado a millones de pobres.

 

Es una pena que, mientras observa su país con una mirada llena de reproches encendidos, no vea usted la verdad de lo que ocurre hoy en Cuba ni sepa cómo interpretar la permanencia de su régimen socialista.

 

 

Cuba libre

Responde Carlos Alberto Montaner

 

Siempre existen intelectuales dispuestos a justificar los crímenes. Ocurrió con Stalin y Franco, y ahora ocurre con Castro. Es moralmente incomprensible: aman a los verdugos y odian a las víctimas. ¿Cómo puede el Gobierno cubano respetar la solidaridad con sus vecinos latinos y, al mismo tiempo, no defender los derechos humanos en su propio patio? ¿Dónde está la incompatibilidad entre la solidaridad y la democracia?

 

Juzgar una dictadura que lleva medio siglo siendo incompetente y atroz por las operaciones de cataratas que realiza es el argumento fascista que suelen emplear los apologistas de Franco: su dictadura fue positiva porque los españoles podían comer tres veces al día. Era también el argumento de los racistas en Suráfrica: el apartheid era positivo porque los negros del país no eran tan pobres como sus vecinos. La dictadura de Castro ha sido buena, según nos enteramos ahora, porque ha suministrado médicos al Tercer Mundo.

 

No, todas las dictaduras –como todas las formas de terrorismo– son reprensibles. No olvidemos que Castro llegó al poder con tácticas guerrilleras y terroristas (los habaneros recuerdan a la perfección la noche de las cien bombas en 1958), pero más grave es que la isla ha servido de refugio en el que se reagrupan los narcotraficantes, incluidas las FARC colombianas. ¿Estos intelectuales quieren un régimen como el de Cuba para Francia? Supongo que no. Y, si no lo quieren para Francia ni para sí mismos, ¿por qué lo quieren para nosotros, los cubanos? ¿Es que no tenemos derecho a la libertad y la democracia? Sin embargo, pese a esta triste complicidad, llegará un día en el que saldrán libres los presos políticos, se celebrarán elecciones pluralistas y empezará la reconstrucción material y moral de una sociedad empobrecida artificialmente, cruelmente aterrorizada por la represión y devastada por el totalitarismo estalinista. Después de Castro, Cuba será libre.

 

 

¡Viva Fidel!

Responde  Ignacio Ramonet

 

Los intelectuales importantes siempre han estado de parte de los acosados por la arrogancia de los poderosos enemigos de la Cuba de Fidel Castro. Colocarse en contra de la isla y en favor de EE UU, cuya Administración está acusada de violaciones muy graves de los derechos humanos (torturar a presos, secuestrar a civiles y encerrarlos sin juicio en cárceles secretas, asesinar a sospechosos y crear una prisión en Guantánamo, Cuba, completamente al margen de la ley) por las conciencias respetables del mundo, no es comportamiento propio de un ciudadano medianamente informado. No es ni siquiera una cuestión de actitud intelectual.

 

Para ser intelectual hay que ganárselo. Y el primer paso es informarse y no mencionar el apartheid surafricano e ignorar que no empezó a desmoronarse hasta que sus tropas de élite cayeron derrotadas en diciembre de 1986 en Cuito Cuanavale, el Stalingrado del apartheid, no por fuerzas estadounidenses, sino por soldados cubanos. Eso fue lo que empujó al surafricano Nelson Mandela, un icono de nuestro tiempo, a decir que la revolución de Fidel Castro había sido “una fuente de inspiración para toda la gente amante de la libertad”. También él, como tantos cubanos que llorarán la muerte de su líder, acostumbraba a exclamar: “¡Viva el camarada Fidel Castro!”.

 

¿Algo más?

 

Ambos participantes en este debate han escrito mucho sobre el tirano Fidel Castro, su vida, su legado y su influencia en Latinoamérica.

 

El polémico libro Fidel Castro: Biografía a dos voces (Debate, Madrid, 2006), de Ignacio Ramonet, según su autor es resultado de más de cien horas de entrevistas con el dictador cubano, aunque Ramonet ha sido acusado de inventarse las entrevistas y solo reproducir discursos de Fidel Castro tomados del Granma, órgano oficial del Partido Comunista, único partido legal en Cuba. Desconozco si es cierta la acusación, lo que sí puedo afirmar es que Ramonet ni tan siquiera se tomó el trabajo de verificar la información con los documentos de la época. Además, es inconcebible que un periodista de su experiencia no haya hecho las preguntas imprescindibles para hacer una entrevista objetiva.

 

Journey to the Heart of Cuba: Life as Fidel Castro (Algora, Nueva York, 2001), de Carlos Alberto Montaner, ofrece un juicio crítico del perfil psicológico y el legado político del dictador cubano.

 

Para un análisis de la psique de Castro –y sus hábitos de lectura–, véase al final la reseña literaria que escribió sobre la obra de su amigo Gabriel García Márquez en Chronicle of a Friendship Foretold (Foreign Policy, marzo/abril 2003).

 

En After Fidel: The Inside Story of Castro's Regime and Cuba's Next Leader (Palgrave Macmillan, Nueva York, 2005), el ex agente de la CIA Brian Latell explica cómo la relación entre Fidel y Raúl sigue alimentando los mitos y las realidades de la historia cubana.

 

Jorge Domínguez contempla un futuro sin Fidel Castro en Cuba hoy (Colibrí, Madrid, 2006).

 

El periodista Anthony De Palma hizo Focus on Cuba: Fidel Castro Cedes Power (NYTimes.com, 2 de agosto de 2006), un reportaje fotográfico que captura el drama emocional que suscita la salida de Fidel Castro del escenario político.

 

El cortometraje Bye Bye Havana (Journeyman Pictures, 2005), de J. Michael Seyfer, muestra una imagen de la Cuba que dejará Fidel. Véase un clip

Chronicle of a Friendship Foretold

Fidel Castro

MARCH 1, 2003

 

Vivir para contarla

(Living to Tell the Tale)

By Gabriel (“Gabo”) García Márquez

579 pages, Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2002 (in Spanish)

 

Gabo and I were both in the city of Bogotá on that sad day of April 9, 1948, when [Colombian political leader Jorge] Gaitán was killed. We were the same age [ ... ]; we witnessed the same events; and we were both studying law. At least, that is what we thought. Neither one of us knew the other. No one knew us, least of all ourselves.

 

Nearly half a century later, Gabo and I were talking just prior to a trip to Birán, in Cuba's Oriente province, where I was born early in the morning of August 13, 1926. Our encounter had the feel of an intimate family occasion, when oft-told tales and warm memories tend to dominate, in a setting shared with a group of Gabo's friends and some comrade leaders of the Revolution.

 

The night of our conversation I went over the images engraved in my memory: “They killed Gaitán!” was the recurring cry of April 9 in Bogotá, where I had traveled with other young Cubans to organize a congress of Latin American students. While I stood perplexed, the people dragged the assassin through the streets, and a multitude set fire to businesses, offices, and apartment buildings. A few people carried pianos and wardrobes, as in processions, above their heads. Someone shattered mirrors. Others attacked street ads and canopies. Those further away bellowed their frustrations and pain from side streets, flowery terraces, or smoking walls. One man vented his feelings by dealing blows to a typewriter; to save him this extraordinary effort, I threw the machine in the air, and it smashed to pieces as it struck the pavement. While I spoke, Gabo listened, likely confirming his certainty that, in Latin America and the Caribbean, writers have had little to create, because reality far surpasses any imagined story. Perhaps the challenge has been to make that reality believable.

 

As my tale concluded, I learned that, in a revealing coincidence, Gabo had been there as well, and perhaps we had walked the same streets and lived the same shocks, wonders, and urges that led me to become one more in that river suddenly overflowing from the hills. With my relentless curiosity, I asked, “And what did you do during the Bogotazo?” Unflappable, ensconced in his surprising, vivacious, wayward, and exceptional imagination, he answered me, categorical, smiling, naturally skillful with his metaphors, “Fidel, I was the man with the typewriter.”

 

I've known Gabo since always, and the first time could have been in any one of those instants or territories of that verdant, poetic, Garciamarquezian geography. As he himself confessed, he carries on his conscience my “addiction to quick-read bestsellers, as a purification method against official documents.” To which one might add his responsibility in convincing me not only that I would want to be reincarnated as a writer, but that I would want to be one like Gabriel García Márquez -- with that obstinate attention to detail that supports, like a philosopher's stone, all the credibility of his dazzling exaggerations. Once he even asserted that I had eaten 18 ice cream scoops, a statement that, as one can imagine, I protested with great vigor.

 

I recalled later how, in the initial draft of Of Love and Other Demons, a man had ridden on an 11-month old horse, and I had suggested to the author, “Look Gabo, add two or three more years to that horse, because at 11 months it is only a colt.” Later, upon reading the published novel, one remembers Abrenuncio [de] Sa Pereira Cao, whom Gabo recognizes as the most notable and controversial doctor in the city of Cartagena de Indias at the time of the narrative. In the novel, the doctor sobs as he sits upon a rock along a path next to his horse, which in October was to reach 100 years of age but whose heart suddenly exploded on a final trip. As one would expect, Gabo transformed the age of the beast into a prodigious circumstance, an incredible event of irrefutable veracity.

 

His literature is convincing proof of his sensibility and unending adherence to the origins --that is, his Latin American inspiration and loyalty to truth-- of his progressive thought.

 

I share with him a scandalous theory, one that is likely sacrilegious among academics and doctors in letters, about the relative nature of words in language. The intensity of this belief equals that of my fascination with dictionaries, especially the one he gave me upon my 70th birthday, a true jewel that adds famous phrases from Latin American literature following each definition, as examples of good usage. Also, as a public man forced to compose speeches and narrate events, I share the illustrious writer's delight in searching for the precise word, a sort of mutual obsession that is unappeasable until the phrase is just right, faithful to the sentiment or idea we wish to express, even as we remain firm in the belief that it can always be improved. I admire him above all when, if the exact word does not exist, he invents it with ease. How I envy that license of his!

 

And now appears [...] his autobiography [Living to Tell the Tale], the novel of his memories, a work that I imagine as nostalgia for the thunder of 4 o'clock in the afternoon, that instant of lightning and magic that his mother Luisa Santiaga Márquez Iguarán would long for, far away from Aracataca -- an unpaved village of torrential, unending downpours, and of alchemy and telegraphs and turbulent, sensational loves that would populate Macondo, the small village of 100 solitary years that carried all the dust and spells of Aracataca. Gabo has always sent me copies of his manuscripts, still unfinished, in the same generous and humble gesture with which he sends drafts of his books to others for whom he cares, as a sign of our old and deep friendship. This time he sends himself, with sincerity, candor, and fervor, revealing a man with cosmic intelligence and the kindness of a child, a man of tomorrow, a man whom we thank for having lived that life to tell it.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.