MUJERES EN EL PRESIDIO POLÍTICO EN

LA CUBA DE FIDEL CASTRO

Martha Frayde Barraqué (La Habana, 15 de agosto de 1920), una de las cubanas que más han luchado por la libertad de Cuba, murió el miércoles 4 de diciembre de 2013 en Madrid, España, a los 93 años de edad.

 

En 1946 se graduó de Medicina en la Universidad de la Habana e hizo estudios de posgrado en la Universidad de McGill, en Canadá. Frayde Barraqué fue líder del Partido Ortodoxo y luchó contra la tiranía de Fulgencio Batista. Después del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959, Frayde Barraqué ocupó varios cargos gubernamentales, el último fue el de representante de Cuba ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cargo al que renunció en 1965, inconforme con la traición de Fidel Castro Ruz a los principios democráticos en que se basó la Revolución.

 

Frayde Barraqué se destacó por su lucha contra el régimen totalitario de Fidel Castro. En 1976 fundó con Ricardo Bofill el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, al que pronto se unieron Gustavo Arcos Bergnes y Elizardo Sánchez Santacruz. Su digna postura provocó la furiosa reacción del dictador Fidel Castro, que la hizo condenar a veintinueve (29) años de cárcel, pero la solidaridad internacional que recibió Frayde Barraqué logró su excarcelación, pero con la condición de que se marchara de Cuba, lo cual hizo el 8 de diciembre de 1979.

 

Sobre su relación con Fidel Castro, Martha Frayde Barraqué aseveró: “Los cubanos nos dejamos pisotear por enamorarnos de su personalidad. Fue una especie de anestesia colectiva que nos invadió a todos”. “Yo quería hacer algo grande por mi país (…) y vine a darme cuenta de la deformación del proceso con posterioridad. Fidel Castro nos engaño a todos, empezando por mí. Los visionarios del primer momento fueron la minoría”, agregó. Castroha dejado chiquitoa Batista como dictador, expresó.

 

Hasta el momento de su muerte, Martha Frayde Barraqué fue la principal representante del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en Europa.

Diecisiete destacados intelectuales izquierdistas censuraron enérgicamente al régimen de Castro

y se solidarizaron con la Dra. Martha Frayde

Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Claude Roy, Phillippe Sollers, José Angel Valente, José María Castellet, Juan Goytisolo, Fernando Claudín, José Luis Aranguren, Joaquín Ruiz Jiménez, Rossana Rossanda, Octavio Paz, Norman Mailer, Barbara Probst Solomon, William Styron y Rose Styron.

In a Cuban Prison

Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Claude Roy, Phillippe Sollers, et al.

December 7, 1978

 

To the Editors:

 

The distinguished fifty-eight-year-old Cuban gynecologist, Doctor Martha Frayde, has been sentenced by the Cuban government, during this past year, to a twenty-nine-year prison sentence for espionage. This is tragic. Doctor Frayde has had a distinguished past—as a humanitarian, as a doctor, and as a revolutionary idealist. Her medical career speaks for itself. After graduating from the University of Havana Medical School in 1946, she was awarded a fellowship to McGill Medical School in Montreal. She then became assistant medical director in the Havana hospital, Calixto García. Doctor Frayde has been on the staff of the Saint Antoine hospital in Paris, the Saint Pierre hospital in Brussels, and in 1952 she was elected a member of the American Society of Endocrinology in Miami. In 1959, after the Cuban revolution, Doctor Frayde was appointed director of the National Hospital of Havana.

 

Doctor Frayde was an early supporter of Fidel Castro; they met during the Batista regime. Both Fidel Castro and Doctor Frayde were members of the same left-wing opposition group. Due to her militancy against the Batista regime, Doctor Frayde was arrested by the Batista police in 1957. She escaped prison by fleeing to Mexico where she lived in self-exile until the fall of the Batista regime. After the revolution Doctor Frayde became vice-president for Chinese-Cuban Solidarity and in 1959 she accompanied Fidel Castro on his visit to the United States and Canada. During this period, as president of the Cuban Peace Movement, she decorated Fidel Castro with the order of Lenin. From 1963 to 1964, Doctor Frayde taught gynecology in the Broca Hospital in Paris—during this period she was also a Cuban delegate to UNESCO.

 

After her return to Cuba in 1964, Doctor Frayde voiced her alarm to Fidel Castro concerning his overly close ties to the Soviet Union. By 1965 Doctor Frayde was relieved of all her official posts and she went into private practice. In 1968 permission for Doctor Frayde to leave Cuba to teach at the University of Madrid Medical School was abruptly rescinded four days before her departure. Permission to leave the country was withheld from her “on grounds of national security.” In 1976 Doctor Frayde was placed under house arrest—later her personal possessions and her medical library were confiscated by the government and destroyed. Doctor Frayde was sent to a women’s prison for common criminals—Nuevo Amanecer. In the prison Doctor Frayde suffered from malnutrition and a lack of decent sanitary conditions. As a result of a severe case of stomach poisoning Doctor Frayde was transferred to another prison—Benefica. From there, she was tried and sentenced in secret to twenty-nine years for espionage for the CIA.

 

It is inconceivable that a woman with such an extraordinary revolutionary past as Doctor Martha Frayde—after having honorably expressed her disagreement with Fidel Castro and the pro-Soviet shape of the Cuban revolution and openly requested permission to leave Cuba—would then engage in CIA activities. Concerned intellectuals in Europe and the United States deplore the sinister judicial farce and secret trial to which Doctor Frayde has been subjected and demand that the Cuban government immediately release Doctor Martha Frayde.

 

Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Claude Roy, Phillippe Sollers, José Angel Valente, José María Castellet, Juan Goytisolo, Fernando Claudín, José Luis Aranguren, Joaquín Ruiz Jiménez, Rossana Rossanda, Octavio Paz, Norman Mailer, Barbara Probst Solomon, William Styron, Rose Styron.

Marta Frayde, en su plenitud

Pio E. Serrano

4 de diciembre de 2013

 

Nacida en La Habana en 1920, Marta Frayde Barraqué ha fallecido en Madrid a los 93 años

 

Cuenta Cabrera Infante (Mapa dibujado por un espía, Barcelona, Galaxia Guenberg, 2013, pp. 247-248) que estando reunidos en su casa, en 1965, Oscar Hurtado, Antón Arrufat y Virgilio Piñera, Marta se presenta y dice: “Me alegro de encontrarlos reunidos aquí para decirles algo. ¿Por qué no son ustedes más militantes?” Cuando Virgilio le pregunta qué quiere decir, Marta precisa: “Que sean más activos. Es a ustedes los intelectuales a quienes les toca llevar la bandera de la militancia”. Y al indagar Piñera con sorna: “¿Revolucionaria?” Marta no deja dudas: “No. La verdadera militancia, que es cuestionarlo todo y pedir explicaciones al Gobierno por lo que hace mal”. Ante el desconcierto y temor de los otros, Marta continúa: “Lo que ustedes tienen que hacer es enfrentarse a la realidad […] A que no se atreven ustedes a asumir sus responsabilidades como intelectuales que son […] Hay que pelear. Y si el enemigo no nos deja escoger las armas [y] pelear con las que tengamos en las manos”.

 

Baste esta muestra para presentar el carácter y el temperamento, la lealtad a unos principios de Marta Frayde, siempre irreductible.

 

Nacida en La Habana en 1920, Marta Frayde Barraqué, ha fallecido en Madrid a los 93 años. Ha muerto sin que se cumpliera el deseo que no cesaba de reclamar para sí: morir cinco minutos después de Fidel Castro.

 

Graduada en Medicina (Universidad de La Habana y McGill University, Canadá), perteneciente a una familia de clase media alta, profesionales su padre y su madre, desde muy joven adquirió una conciencia política que nunca la abandonó. Vinculada al Partido Ortodoxo de Eduardo Chibás mantuvo una sostenida resistencia a la dictadura de Fulgencio Batista, al tiempo que se vinculó al Movimiento 26 de Julio y estrechó lazos con su dirigente máximo Fidel Castro.

 

Al triunfo de la Revolución recibió el encargo de poner en marcha el Hospital Nacional y la Escuela de Enfermería adjunta. Posteriormente, fue designada representante de Cuba ante la UNESCO, circunstancia que le valió para estrechar amistad en París con sectores intelectuales y profesionales de la izquierda (Juan Goytisolo, Jorge Semprun, Claude Julien, entre otros) y desarrollar una amplia actividad cultural.

 

Con su regreso a Cuba comienza una etapa de observación y reflexión sobre los cambios que se van produciendo dentro del régimen y que terminan por convencerla de su rendición a la tentación totalitaria. Dotada de un temperamento rebelde no puede callar y da inicio a una abierta actividad disidente. En enero de 1976 funda en La Habana el Comité Cubano pro Derechos Humanos, junto a Gustavo y Sebastián Arcos, Elizardo Sánchez y Ricardo Bofia, entre otros. Encarcelada en 1976 es condenada a 29 años de cárcel. Indultada en 1979, parte hacia el exilio en Madrid, donde funda la sección española del Comité pro Derechos Humanos y dirige su boletín durante cerca de 20 años.

 

Con el tiempo, Marta habría de influir entre sus amigos de la izquierda francesa y española para corregir la visión edulcorada que tenían de la Revolución y mostrarles el giro totalitario al que se precipitaba.

 

En 1987 publica en París sus memorias (Écoute, Fidel, Ed. Denoêl). En 2006 entrega su correspondencia a la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami y ese mismo año deposita su colección de pintura cubana al Lowe Art Museum, de la misma universidad.

 

Unida a su actividad profesional y política, Marta Frayde se mantuvo atenta al desarrollo de las artes plásticas en Cuba. Entre sus primeros amigos pintores se encontraban el joven Wifredo Lam, Carlos Enríquez y Víctor Manuel, a los que se unieron Portocarrero y Milián, Amelia Peláez y Mariano Rodríguez. Cercana a las más prominentes figuras intelectuales del país, mantuvo una continuada amistad con Jorge Mañach y con el grupo Orígenes y su fundador, José Lezama Lima.

 

Contra Marta Frayde no pudieron el hostigamiento de sus enemigos, las dificultades del exilio ni el paso de los años. Firme en su optimismo, no dejó de alentar el surgimiento de una sociedad civil en Cuba, más allá de todo partidismo, de cualquier sectarismo. Soñando siempre con el regreso a la libertad y la democracia. Así vivió y así se ha despedido.

Dra. Martha Frayde

 

 jueves, 31 de enero de 1980

Martha Frayde, castrista de primera hora: 

Sigo siendo una revolucionaria

 

 

Encarcelada por el régimen cubano y actualmente exiliada en Madrid

 

José Miguel Ullan 31 ENE 1980

 

Nacida en La Habana (Cuba) en 1921, Martha Frayde fue una de las participantes más activas en el proceso revolucionario cubano. Amiga de Fidel Castro desde 1950, éste la nombra, al triunfar la revolución, directora del Hospital Nacional de La Habana y presidenta del Movimiento de la Paz. Más tarde es enviada como delegada ante la Unesco. En 1976 es detenida y condenada a veintinueve años de prisión. Finalmente, el 17 de diciembre de 1979, llegaba, en libertad, a Madrid. Ahora, después de un largo silencio meditativo, ha hecho estas declaraciones a EL PAÍS en su domicilio madrileño, las primeras que concede desde que salió de la cárcel cubana Nuevo Amanecer, en las que se reafirma como mujer revolucionaria.

 

Pregunta. ¿Cuándo y en qué condiciones recobró usted su libertad?Respuesta. Tras una serie de negociaciones con la comunidad cubana en el exilio, el 8 de diciembre de 1978 Fidel Castro firmaba un plan de amnistía, mediante el cual quedaba asegurada la liberación de 450 presos por mes. En realidad, ese plan no fue respetado a raja tabla; pero siempre se mantuvo la firme promesa de que las cincuenta mujeres que seguían encarceladas por razones políticas iban a obtener su libertad. Entre éstas, naturalmente, me encontraba yo. Las liberaciones empezaron el 30 de diciembre de 1978. A mí, en cambio, no me llegó la hora tan esperada hasta el último indulto, que fue el 12 de noviembre de 1979 y que pasó a ser efectivo dos días después. Salí con las últimas compañeras que quedaban. Una llevaba presa diecinueve años; las otras, quince y dieciséis. Claro está que en la cárcel los años son determinantes, pero eso no impide que también un período muy corto sea pródigo en tensiones y experiencias extremas.

 

P. Nada más abandonar la cárcel, ¿qué hizo usted?

 

R. Una vez liberada, me dieron la oportunidad de hacer todos los trámites burocráticos necesarios para arreglar mi salida de Cuba. Yo pude salir rumbo a Estados Unidos o Costa Rica, pero confieso sentirme muy española por mis raíces. Durante mi experiencia carcelarla resultó determinante cuanto le debo a España a través de mis antepasados: mi lengua, mi fe, mi cultura, mis costumbres... Eso, unido a lazos amistosos y familiares, fue lo que me impulsó a elegir España como tierra de asilo. Fui, pues, a la embajada de España en La Habana y allí se me atendió con gran amabilidad y eficacia. Esto fue un miércoles. Al lunes siguiente me llamaban para comunicarme que el Gobierno español me había concedido el visado. Entonces me presenté ante las autoridades cubanas con pasaporte, visado y pasaje. Y tengo que reconocer, como contrapunto a un calvario infrahumano, que allí me dispensaron una acogida correctísima e, incluso, se me dio la opción de que determinase, según mis deseos, la fecha de mi propia partida.

 

El cariño de los amigos

 

P. Reencontrarse libre entre los habitantes de La Habana, ¿qué efecto le causó?R. Cuando uno va a salir de la cárcel siente que a la alegría natural se adhiere un sentimiento de inquietud muy fuerte acerca de la forma en que va a ser recibido en el exterior. Al toparme de nuevo con la gente, esa inquietud se disipó enseguida. Recibí el cariño de los amigos fieles. Y tuve la gran sorpresa complementaria de que inclusive me paraban por la calle personas para mí desconocidas, que me recordaban de mis tiempos de doctora y que me demostraban su alegría y su solidaridad por mi puesta en libertad. Lo que me sorprendió fue esa naturalidad, esa falta de miedo a pesar de la represión del sistema y de todas las leyendas oficiales tejidas en torno a mí. Al mismo tiempo, había algo muy dramático -al menos, para alguien que, como yo, haya luchado siempre con el anhelo de que mi país viviese en paz, desarrollo y felicidad- cuando se me acercaba alguien y me decía: «Ojalá que yo hubiera sido preso político. Eso me permitiría ahora salir de Cuba.» Esto me pareció espantoso. Porque, si hay tanta gente que quiere abandonar su país de manera definitiva, esa es la señal más patente de que el país no marcha bien. Y hay que ver a esa multitud de cubanos que ansiosamente esperan, en los umbrales de las embajadas, el milagro dudoso de un visado. Esa visión me golpeó hondamente la conciencia.

 

P. La pérdida del miedo por parte de la población, ¿es un fenómeno nuevo?

 

R. El pueblo cubano, incluso sometido a la represión, siempre se ha caracterizado por una gran generosidad y por una clara apertura de temperamento en lo comunicativo. No obstante, es verdad que hubo presos anteriores que contaron tan sólo con el apoyo familiar. Hoy, en cambio, esa solidaridad con los presos está a la orden del día. La gente se ha vuelto insensible a la atmósfera fabricada en torno a personas oficialmente consideradas peligrosas para la nación, contrarrevolucionarias, gusanos. Nadie comulga ya con tales ruedas de molino.

 

Un gran esfuerzo de memoria

 

P. ¿Intentaron conectar con usted las autoridades cubanas?R. No puedo decir que sí de manera tajante. Pero abundaron las invitaciones de personas perfectamente identificadas con el régimen, sensibles a la hora de valorar mi estado de ánimo, cuadros intermedios que, a buen seguro, se acercaban a mí para cumplir una misión informativa. Yo sabía eso pero les respondía de manera cordial, sin odio. Sí, yo sé también que el odio ha sido algunas veces para el hombre un mecanismo defensivo, pero yo soy, en ese aspecto, una persona totalmente antirrepresiva El odio no cabe dentro de mí.

 

P. ¿En qué estado llegó usted a España?

 

R. Yo ya sabía, a causa de mi condición de exiliada en México por haber combatido contra el régimen de Batista, lo que significaba dejar el país y aceptar el destierro. Claro, la situación primera fue muy diferente. Una era más joven y estaba convencida de que iba a regresar pronto a su país. Esta partida, en cambio, es más dolorosa, dado que la situación presente en Cuba permite escasas esperanzas. Por eso, al salir hice un gran esfuerzo de memoria. Para aprisionar todos los recuerdos que me podía llevar de mi país: afectivos, históricos, materiales... Así que, cuando llegué a Madrid, me encontraba bastante cansada, física y mentalmente. Llegué muy silenciosa, porque consideré que era mejor asentar un poco mi estado anímico antes de hacer estas declaraciones. En primer lugar quise cumplir con un deber moral muy grande de agradecimiento hacia un grupo de intelectuales europeos, a cuya cabeza sitúo al escritor Juan Goytisolo, viejo amigo mío, por la solidaridad que tuvieron conmigo durante estos años de prisión. No ignoro que algunas personas, entre las que puedo citar a Alejo Carpentier, solían comentar que esta solidaridad exterior era contraproducente y nos perjudicaba a los presos. Eso es puro fariseismo. Yo sé, por haberlo vivido desde dentro, que el eco solidario internacional pesa muchísimo en las decisiones finales de las autoridades cubanas.

 

P. En 1976 es usted detenida bajo la acusación de llevar a cabo actividades contrarrevolucionarias. ¿En qué consistían?

 

R. En criticar cuanto estimaba erróneo. Y luego, harta de predicar en el desierto, en manifestar que deseaba irme de Cuba. Durante años y años se me negó el permiso de salida. Dentro de esa situación desesperada, me uní a diferentes personas; algunas, por lo que supe más tarde, tal vez sí tenían una actividad conspirativa. Eso fue para mí una auténtica novedad. Las autoridades cubanas no lo ignoraban, pero consideraron que había llegado el momento de castigarme por todos esos años de rebeldía y me condenaron a veintinueve años de prisión. Se comprenderá que, en un país democrático, condena semejante no la merece nadie cuyo delito consista en querer abandonar ese país. Y, a mi edad, pues ni que hubiera tenido piel de paquidermo para resistir durante veintinueve años en la cárcel... Pero en Cuba se juega con los años y con la vida humana como si uno fuese un personaje bíblico.

 

P. ¿Cómo soportó la experiencia carcelaria?

 

R. Al llegar a una situación tal, considero que sólo caben dos posiciones: la del suicida -cosa heroica- y la del que sitúa su meta en salir un día. Y yo soy una mujer que creo, como Stendhal, que el que tiene imaginación no se suicida. Además, pienso que de la cárcel hay que salir como sea. Esa fue una lección que aprendí en la lucha anterior contra Batista. Así que puse a florecer mi imaginación para soportar tanto horror. Al principio, a mí me situaron en un cuarto que era de cinco por seis metros. Y allí teníamos que dormir 32 mujeres. Aquello parecía más un hospital de dementes que una cárcel.

 

P. ¿Le quedan grandes posos de amargura?

 

R. No puedo decir que no. Pero soy una mujer optimista, que desea para Cuba una pronta reconciliación nacional. Creo, no obstante, que tengo que empezar a sentirme española por los cuatro costados.

 

P. ¿Y dice adiós a la revolución?

 

R. No. Como tampoco lo han hecho Matos o Franqui. Yo sigo considerándome revolucionaria, tanto en el campo político como en el científico.

 

Palabras de la Dra. Martha Frayde

en el sexto aniversario de la Primavera Negra

 

 

En defensa de Martha Frayde

Juan Goytisolo 10 DIC 1978

 

"Estar preso es estar condenado al silencio forzoso, a escuchar y leer cuanto se habla y escribe sin poder opinar, a soportar los ataques de los cobardes que se aprovechan de las circunstancias para combatir a quienes no pueden defenderse y hacen planteamientos que, de no encontrarme imposibilitado materialmente, merecerían mi inmediata réplica". En un artículo reciente (EL PAÍS, 8 de diciembre de 1978) evocaba el caso indignante de la luchadora independentista puertorriqueña Lolita Lebrón, detenida desde hace veinticuatro años en una prisión federal estadounidense en flagrante violación de los derechos humanos proclamados en la Carta de las Naciones Unidas y nominalmente defendidos, de puertas afuera, por la administración de Jimmy Carter. Hoy quisiera tocar un nuevo ejemplo de injusticia igualmente clara que afecta a otra mujer de conducta revolucionaria intachable: me refiero a la doctora cubana Martha Frayde, recientemente condenada a veintinueve años de cárcel por un presunto delito de espionaje por las autoridades de su país. Martha Frayde, nacida en 1921, titular de la cátedra de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de La Habana, conocida internacionalmente en los medios profesionales por sus cursillos en diversos hospitales y facultades médicas de Canadá y Europa occidental, intervino desde muy joven en la vida política cubana, militando en la década de los cuarenta en el ala izquierda del Partido Ortodoxo, a la que pertenecía, asimismo, Fidel Castro. Al producirse el golpe militar batistiano de marzo del 52, colaboró activamente en la lucha contra el dictador. Militante anti-imperialista, miembro del Comité América Latina Libre y del Comité pro Guatemala, creado en defensa de Jacobo Arberiz, fue detenida por la policía de Batista a causa de sus contactos con la organización clandestina del Movimiento del 26 de Julio, que, paralelamente a la lucha guerrillera en Sierra Maestra, fomentaba huelgas, sabotajes y atentados en los centros urbanos. Obligada a exiliarse, sirvió de enlace, en razón de sus simpatías marxistas, entre el movimiento de Castro y el viejo Partido Socialista Popular de Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez y Aníbal Escalante. Nombrada directora del hospital Nacional de La Habana a la caída, de la dictadura, acompañó a Fidel Castro en su gira por Estados Unidos en la primavera de 1959. Vicepresidenta de la Asociación de Amistad Chino-Cubana, fue elegida presidenta del Consejo de la Paz, y a este título condecoró personalmente al Líder Máximo con la orden de Lenin. Delegada de Cuba en la UNESCO con el rango de ministra. consejera, permaneció en París desde 1962 a fines de 1964. En 1965 regresó a La Habana y fue cesada en todos sus cargos oficiales, reintegrándose en el ejercicio privado de su profesión. Invitada por la facultad de Medicina de Madrid, solicitó en 1967 un permiso temporal de salida de la isla; unos días antes de la fecha fijada para el viaje recibió una llamada telefónica del comandante Abrahantes comunicándole que por orden personal de Fidel Castro, y obedeciendo a «razones de seguridad», no podía abandonar el territorio cubano. En 1970 reiteró su petición de salida de Cuba, esta vez de forma definitiva. Su demanda fue rechazada de nuevo invocando pretextos burocráticos. En junio de 1976 la policía de la seguridad cubana detuvo a Martha Frayde: su piso fue sellado, su automóvil y material médico confiscados, sus muebles y enseres destruidos. Trasladada a la cárcel de mujeres Nuevo Amanecer, en la sección de presas comunes, enfermó gravemente a causa de las condiciones reinantes y obtuvo su traslado a la cárcel Benéfica con el estatuto de presa política. En 1972 fue juzgada secretamente y condenada a veintinueve años de cárcel por un supuesto crimen de «espionaje».

 

Conocí personalmente a Martha Frayde en París, en 1962. Desde su puesto de delegada de Cuba en la UNESCO realizaba una magnífica labor de acercamiento entre los escritores, artistas e intelectuales franceses y la Revolución. Inteligente, apasionada, persuasiva, abierta, fue la mejor abogada de la causa de su país en las horas difíciles de la crisis de los cohetes y supo crear relaciones de amistad y confianza con quienes, como yo entonces, veíamos en una joven revolución llena de promesas el único rayo de luz para los pueblos de habla hispánica, víctimas de la opresión, violencia y rapacidad endémicas de sus propias clases dirigentes, instrumento dócil a su vez de los intereses económicos de las multinacionales y la política hegemónica del State Department.

 

Al igual que Carlos Franqui y numerosos intelectuales progresistas cuyo nombre callo por hallarse en la isla en condiciones precarias, Martha Fravde era plenamente consciente de que -como dice la carta de protesta contra su detención, encabezada por Jean Paul Sartre- «los peligros que amenazan a una revolución no son sólo exteriores (reacción imperialista, labor contrarrevolucionaria de la burguesía desposeída), sino igualmente internos (burocratización, totalitarismo, confiscación del protagonismo popular por un pequeño núcleo de dirigentes)». Resuelta a combatir en ambos frentes, no ocultaba sus inquietudes acerca de la paulatina sovietización de la que fue en sus orígenes una revolución profundamente popular y democrática. Recuerdo que en la víspera de uno de mis viajes a Cuba, Franqui y ella me comunicaron un hecho que me llenó de consternación: la recepcionista de la embajada de Cuba en París -una mujer delgada, cabello blanco, riguroso perfil de medalla, con quien había conversado alguna vez y que, al enterarse de mi origen barcelonés, me había hablado de Cataluña con evidente nostalgia- era nada menos que Caridad del Río, madre de Ramón Mercader, el asesino de Trotski. Caridad del Río había sido puesta allí directamente por la KGB, y tanto Franqui como Martha Frayde estaban convencidos de que el Ministerio cubano de Asuntos Exteriores ignoraba totalmente el hecho. La cuestión era grave tanto cuanto corría el riesgo de divulgarse y ser explotada por la prensa sensacionalista y reaccionaria francesa para una posible campaña contra Cuba. Dado el cargo oficial que ocupaban, cualquier intervención personal suya corría el riesgo de volverse contra ellos, y convenimos con Franqui en que el encargado de alertar al servicio diplomático cubano fuese yo. Unas semanas más tarde, en La Habana, solicité una entrevista con Raúl Roa, entonces ministro de Asuntos Exteriores y le expuse la potencial explosividad del asunto. Raúl Roa se mostró sinceramente sorprendido y dijo que se ocuparía inmediatamente de ello. Días después me crucé con Caridad del Río en el vestíbulo del hotel Habana Riviera y pasó junto a mí sin saludarme. El encargo había surtido efecto, e imagino que fue destinada por sus patrones a un puesto de menor exposición y peligrosidad pues desapareció para siempre de la embajada.

 

Volví a ver a Martha Frayde poco antes de su regreso a Cuba. Me pareció vivamente preocupada por las noticias de la creciente represión intelectual y la campaña desencadenada contra los homosexuales, y me manifestó su propósito de discutir de ello con el propio Fidel. Aunque ignoro si esta discusión tuvo lugar, lo cierto es que a su regreso fue «liberada» de todas sus responsabilidades oficiales. Cuando visité Cuba por última vez, en el verano de 1967, junto con los intelectuales y artistas del Salón de, Mayo, Martha Frayde se había convertido en una figura conflictiva, cuyo contacto todo el mundo evitaba para no comprometerse. En un momento en que los intelectuales se encastillaban en un silencio prudente o hablaban de la situación con murmullos, ella seguía expresando leal y abiertamente sus puntos de desacuerdo con la nueva línea de la Revolución. Un viajero que la vio después de haber sido rechazada su primera solicitud de salida de la isla me dijo que llevaba una vida retirada, totalmente entregada a su profesión médica y que «callaba como los demás». Esta fue la última noticia que tuve de ella hasta la monstruosa nueva de su detención y condena.

 

Los procesos por espionaje y «actividades al servicio del imperialismo» son una excrecencia fatal del mal llamado «socialismo» en el poder. Desde el fusilamiento de la vieja guardia bolchevique en los años treinta hasta la reciente condena de los militantes pro derechos humanos en la URSS, la «inteligencia con el enemigo» sigue siendo el expediente favorito del sistema para desembarazarse de quienes, por una razón u otra, disienten del pensamiento oficial. Pero los tiempos han cambiado, la opinión democrática mundial empieza a abrir los ojos y el aparato burocrático soviético-cubano se ha visto obligado a camuflar sus métodos represivos. En lugar de manifestaciones multitudinarias con antorchas para celebrar la ejecución de los «enemigos del pueblo», operan ahora en silencio, en estricta clandestinidad. La noticia del juicio y condena de Martha Frayde llegó a sus familiares y amigos con varios meses de retraso. Ni el secreto inquisitorial estaba tan bien guardado.

 

Como dicen los firmantes de la carta antes mencionada, «es absolutamente inconcebible que una mujer con el pasado revolucionario de Martha Frayde, tras haber manifestado honradamente su desacuerdo con el modelo soviético impuesto a la revolución cubana y solicitado oficialmente el permiso de salida, haya podido entregarse a actividades de espionaje al servicio del imperialismo». Los verdaderos espías y agentes de la CIA no exponen públicamente sus ideas ni piden el permiso de emigración: son, al revés, funcionarios de apariencia modélica, como aquel misterioso y temido señor Castro -ninguna conexión con el Líder Máximo- que, oficialmente encargado de los servicios de seguridad de la representación diplomática cubana en Francia, a fines de la pasada década, apareció un buen día en Washington, tras haber entregado a los servicios secretos estadounidenses la lista completa de los revolucionarios latinoamericanos que recibían sus propias instrucciones en los locales de la embajada. Si de espías se trata, las autoridades de La Habana harían mejor en desconfiar menos de los intelectuales y más de sus mismos agentes.

 

Con ocasión de la próxima visita de Fidel Castro a España, los medios de comunicación y partidos políticos de izquierda tienen el deber moral de plantearle el caso de Martha Frayde, del comandante Huber Matos, del ex embajador Gustavo Arcos, del poeta Armando Valladares y muchos otros presos políticos que combatieron en las filas de la Revolución y son hoy víctimas de su sistema carcelario.

 

La reciente promesa del primer ministro cubano de liberar a 3.000 presos políticos muestra que la presión internacional en favor del respeto de los derechos humanos está dando sus frutos. Dicha presión debe mantenerse hasta conseguir que las personalidades citadas obtengan el permiso de salida de la isla. El tabú político que las envuelve -tan semejante al que cuarenta años atrás envolvía a los presos políticos en la U RSS- ha de desaparecer de una vez. Que nadie nos venga ya con la monserga de la «inoportunidad» del tema o el peligro de «suministrar armas al enemigo». El derecho a la libre opinión exige un acatamiento universal, y pensar lo contrario es proceder -como los testigos silenciosos de los crímenes del estalinismo- a un lamentable y aberrante humanitarismo selectivo.

 

 

Por la liberación de Martha Frayde

Jean-Paul Sartre Michel Foucault, Simone de Beauvoir, Claude Roy, Philiippe Sollers, José Angel Valente, José María Casteller, Juan Goytisolo, Fernando Claudín, José Luis Aranguren, Joaquín Ruiz Jiménez, Rossana Rossanda. 8 OCT 1978

La biografía de Martha Frayde habla por sí misma. Luchadora consciente de que los peligros que amenazan a una revolución no son sólo exteriores (reacción imperialista, labor contrarrevolucionaria de la burguesía desposeída), sino igualmente internos (burocratización, totalitarismo, confiscación del protagonisnio popular por un pequeño núcleo de dirigentes), su vida muestra de modo ejemplar su valerosa decisión de combatir en ambos frentes.Es absolutamente inconcebible que una mujer con el pasado revolucionario de Martha Frayde, tras haber manifestado honradamente su desacuerdo con el modelo soviético impuesto a la revolución cubana y solicitado, oficialmente el permiso de salida de la isla, haya podido entregarse a actividades de «espionaje» al servicio del imperialismo.

Los abajo firmantes denuncian la siniestra farsa judicial de que ha sido objeto y exigen su liberación inmediata por parte de las autoridades cubanas.

 

 

Los derechos humanos en Cuba

Martha Frayde

 

Como defensora de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siempre me ha preocupado acercar sus artículos a la realidad social, en este caso a mi país: Cuba, para que no queden los mismos en teoría intelectual, a sabiendas aún de lo que ha crecido la lucha a favor de éstos. Por ello, cuando me piden que los analicemos me parece que lo más certero es repasar brevemente las violaciones del régimen cubano al articulado de los Derechos Humanos en su referencia a cada uno de ellos.

 

Art. Primero.

En Cuba sólo son relativamente libres e iguales los ciudadanos sometidos a las exigencias del partido único.

 

Art. Segundo.

La religión, las ideas políticas, el origen social, ciertos peligrosos vínculos familiares pueden hacer perder los derechos y libertades a un gran número de cubanos.

 

Art. Tercero.

Los cubanos carecen de seguridad personal y su vida y su libertad dependen de una caprichosa administración de la justicia. Una justicia sometida al poder político y que no reconoce el ejercicio libre de la abogacía.

 

Art. Cuarto.

Los ciudadanos cubanos están forzados a rendir trabajo obligatorio no remunerado, cínicamente llamado "trabajo voluntario" y cuyo incumplimiento implica la pérdida de sus derechos como ciudadanos.

 

Art. Quinto.

Los múltiples testimonios llegados desde las cárceles evidencian que en Cuba se ejerce la tortura y el mal trato en las prisiones. El filme documental de Néstor Almendros, Nadie escuchaba, recoge escalofriantes relatos de ex presos políticos.

 

Art. Sexto.

La legislación cubana desconoce la personalidad jurídica integral de sus ciudadanos en tanto que no participen de los ideales absolutos en que se sustenta el Estado.

 

Art. Séptimo.

Los cubanos no son iguales ante la ley. La nomenklatura vive en un status supralegal. Por otra parte, el Estado proclama que los que se apartan de la ortodoxia marxista-leninista traicionan así la patria y no son merecedores de la supuesta igualdad.

 

Art. Octavo.

Los recursos efectivos ante los tribunales nacionales están viciados de origen en Cuba por el carácter partidario de sus jueces.

 

Art. Noveno.

Las encarcelaciones arbitrarias y las detenciones por figuras delictivas tan imprecisas como "dudosa moralidad", "comportamiento antisocial", "complicidad con el enemigo", "traición a la patria", etc., llenan los expedientes del Comité Cubano. Otro filme documental de Néstor Almendros, Conducta impropia, es una excelente denuncia de esta peculiar conducta policial.

 

Art. Décimo.

No existe en Cuba ningún tribunal independiente e imparcial ante el que los ciudadanos pueden ser oídos públicamente, pues el propio Estado ha generado un aparato judicial que se proclama dependiente de la voluntad hegemónica del partido único.

 

Art. Undécimo.

La presunción de inocencia ha sido borrada de los códigos cubanos y todo detenido debe probar su inocencia, sucediéndose así unas prácticas judiciales que ofendían ya en el siglo xviii los principios racionalistas de Cesare Beccaria.

 

Art. Duodécimo.

Todo cubano está expuesto a las injerencias constantes del estado totalitario y sus organismos ejecutores en su vida privada, su familia, su domicilio, su correspondencia, y su honra y su reputación pueden ser atacadas por los mismos sin que el ciudadano tenga capacidad alguna de defensa o respuesta. La actividad vigilante de los Comités de Defensa de la Revolución, uno por cada manzana, los actos de repudio, las denuncias abiertas en los medios de comunicación y la propia actividad de la policía política del Estado cubano violentan constantemente la intimidad de los ciudadanos cubanos sospechosos de heterodoxia política.

 

Art. Decimotercero.

Los cubanos carecen del derecho a elegir libremente el lugar de residencia en el país y su derecho de salir de su país o de regresar libremente a él están severamente constreñidos por una legislación sumamente restrictiva.

 

Art. Decimocuarto.

El derecho de asilo está impedido para los perseguidos políticos cubanos. Sucesos como los de la embajada de Ecuador en los años 60 y los más recientes en las embajadas de Perú y España, entre otras, ponen de manifiesto cómo el régimen cubano es capaz de violar la inmunidad diplomática y el principio de extraterritorialidad para coartar este derecho. Por otra parte, todas las embajadas de La Habana sufren una custodia permanente por parte de la policía política, no para la protección de los diplomáticos sino para impedir el acceso a las mismas de posibles asilados.

 

Art. Decimoquinto.

El régimen cubano ha impedido en numerosas ocasiones el ejercicio de la nacionalidad cubana a los ciudadanos que han abandonado la isla y se imponen arbitrarias medidas para que les sea impedida a aquellos que, aún residiendo en Cuba, deseen optar por la nacionalidad de sus mayores.

 

Art. Decimosexto.

La familia, como elemento natural y fundamental de la sociedad, está gravemente amenazada en Cuba por la asfixiante politización de la vida nacional. Situación que ha conducido a la fragmentación irreconciliable de numerosas familias cubanas en unos casos, y en otros a una separación física indefinida.

 

Art. Decimoséptimo.

La definición del Estado cubano impide el derecho a la propiedad privada, individual y colectivamente, y sólo reconoce la propiedad del Estado.

 

Art. Decimoctavo.

El carácter hegemónico del Partido Comunista Cubano, eje articulador del Estado, impide el derecho de los cubanos a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Toda forma de pensamiento no acorde con los principios marxistas-leninistas del Estado es confinado hacia los imprecisos y peligrosos límites de las llamadas actitudes antisociales o la calificación, más insólita aún, de "enemigo de la patria".

 

Art. Decimonoveno.

El pueblo cubano carece del derecho a la libertad de opinión y de expresión, y está impedido de investigar, recibir o difundir opiniones distintas a las de la doctrina oficial. Los medios masivos de comunicación, en su totalidad están en manos del Estado que los somete a una rígida censura a través de los organismos creados al efecto y sometidos sólo al Comité Central del Partido Comunista.

 

Art. Vigésimo.

Los ciudadanos cubanos carecen del derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica. Por citar sólo un caso, la prensa internacional conoció del acoso y asedio a las viviendas de los hermanos Arcos Bergnes por el único delito de estar reunido un grupo de amigos para dialogar en torno al estado de los derechos humanos en Cuba. En cambio, los ciudadanos cubanos están forzados a pertenecer a las llamadas organizaciones de masa, creadas por el régimen para ejercer un minucioso control de la población. La no pertenencia a estas organizaciones implica la automática conversión del ciudadano en un "peligroso sospechoso".

 

Art. Vigésimo primero.

El gobierno se ejerce en Cuba a través de los órganos selectivos controlados por el Partido Comunista, lo que impide que una enorme mayoría de los cubanos pueda ejercer su derecho a participar en el gobierno de su país. Las elecciones en Cuba para los distintos niveles del llamado Poder Popular carecen de autenticidad por ser únicamente promovidas por el Partido Comunista y sus organismos anexos, sin posibilidad de que candidatos con ideologías diferentes a la dominante pueden promover candidaturas propias.

 

Art. Vigésimo segundo.

El ejercicio de una economía estatal y centrada en el poder hegemónico del Partido Comunista, la total propiedad estatal de los medios de producción, y la planificación ejercida únicamente por los criterios personales de Fidel Castro, han convertido al país en un ruinoso fracaso que manifiestamente privan a los cubanos de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

 

Art. Vigésimo tercero.

La actividad laboral en Cuba depende únicamente del Estado y éste selecciona y promueve solamente a los que de manera inequívoca les muestran su fidelidad. El trabajador cubano está sometido a una ilimitada discriminación en su trabajo, tanto de carácter ideológico como religioso. No hay más forma de promoción que la del Estado y éste exige, para su cumplimiento, la servidumbre ante la ortodoxia. No existe en Cuba más sindicato que el promovido por el aparato del Partido Comunista, sindicato único y de afiliación forzosa. El resto de los sindicatos existentes hasta los primeros años 60 fueron abolidos y la mayor parte de sus dirigentes, encarcelados.

 

Art. Vigésimo cuarto.

Los ciudadanos cubanos carecen del derecho al descanso, pues constantemente son movilizados, bien militarmente, o bien por las organizaciones de masa para realizar el mal llamado "trabajo voluntario". Durante el período vacacional, en los fines de semana o durante las guardias nocturnas de los Comités de Defensa de la Revolución, los cubanos consumen la práctica totalidad de su tiempo de ocio.

 

Art. Vigésimo quinto.

La economía estatal de planificación centralizada ha permitido que desde las más altas instancias del poder se hayan cometido gravísimos errores económicos, constatados por investigadores tan objetivos como los profesores René Dumont o Carmelo Mesa Lago. Errores que han afectado gravemente el derecho de los cubanos a la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios. Durante casi dos décadas el régimen cubano contó con los favores de una economía subvencionada por la Unión Soviética, recibiendo más ayuda que ningún otro país hispanoamericano. Los planes faraónicos y disparatados de Fidel Castro, así como su política expansionista en Asia, África y Latinoamérica han impedido que los cubanos alcanzasen un nivel de vida mínimamente satisfactorio.

 

Art. Vigésimo sexto.

La educación generalizada y gratuita en Cuba está sometida a la hegemonía intolerable del Partido Comunista cubano. Los padres cubanos carecen del derecho a elegir el tipo de educación para sus hijos. La instrucción técnica, profesional y superior queda reducida exclusivamente a aquellos estudiantes que aporten un expediente político limpio de toda mácula sospechosa y libre de cualquier sombra de heterodoxia.

 

Art. Vigésimo séptimo.

La vida cultural cubana conoció un sorprendente esplendor en los primeros años de la revolución, pero, a medida que el régimen se enclaustraba más en su rígida ideología, los mecanismos de autocensura y de represión coartaron la libertad de expresión de los creadores. No es de extrañar, pues, el alto número de intelectuales, artistas y científicos cubanos que se han visto forzados al exilio. En Cuba no se pueden proteger otros intereses morales y materiales en el ámbito de la creación intelectual, artística o científica que los que coincidan con la ortodoxia de Estado.

 

Art. Vigésimo octavo.

El derecho a defender el establecimiento de un orden social donde los Derechos Humanos se hagan efectivos ha sido pagado con la cárcel y el enclaustramiento por los miembros del Comité Pro Derechos Humanos en Cuba y de otras organizaciones de fines similares.

 

Art. Vigésimo noveno.

En el ejercicio de sus deberes hacia la comunidad en que viven y basados en el respeto de los derechos y libertades de los demás, son muchos los cubanos que han padecido y padecen cárcel y represión.

 

Art. Trigésimo.

Basado en una defensa de los llamados "derechos reales", el Estado cubano niega el cumplimiento de la totalidad del articulado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Argumentando falazmente que todos los cubanos tienen trabajo, educación y salud pública, sin detenerse a matizar el contenido efectivo de estos bienes, el Estado cubano viola este artículo trigésimo con el que termino mi relación. 

 

 

La década ominosa: Martha y su doble

Juan Goytisolo 31/07/2007

Una reciente conversación con la exiliada cubana Martha Frayde retrocedió las agujas del reloj a un episodio acaecido casi treinta años antes. En EL PAÍS del 8-12-1978 publiqué un artículo de opinión en el que, a raíz de la detención y condena de mi amiga por las autoridades de la isla, evocaba su carrera médica y luchas políticas contra la dictadura de Batista y a favor del Movimiento del 26 de Julio encabezado por Fidel Castro. Delegada de su país en la Unesco con rango de ministra consejera, realizó una magnífica labor de acercamiento entre los escritores, artistas e intelectuales franceses y la Revolución. Me reuní con ella a menudo a lo largo de 1962 y 1963, y su franqueza y libertad de expresión me sorprendieron gratamente: no ocultaba sus inquietudes acerca de la paulatina sovietización de un programa político que en sus orígenes apostaba por las libertades cívicas y vías democráticas. En razón de ello fue cesada abruptamente de todos los cargos oficiales y, de vue! lta a C uba, reanudó el ejercicio privado de su profesión: sus demandas posteriores de un permiso de salida, primero temporal y luego definitivo, toparon con una tajante negativa por motivos "de seguridad". En 1976 fue detenida y condenada a 29 años de cárcel como supuesta agente de la CIA. Conforme sostenía en mi tribuna de EL PAÍS, la acusación era absurda: ¿cómo podía ser espía del enemigo alguien que, como ella, exponía abiertamente su disidencia respecto a la línea oficial?

Mi artículo no mereció réplica alguna de parte del régimen cubano, pero fue la semilla de un relato de suspense y aventuras propios del género policíaco protagonizado por un puñado de amigos y conocidos. Una delegación de la Asociación de Amistad Hispano Cubana, con José María Mohedano y Jaime Sartorius, viajó a la isla unos días después de su publicación. En su primer encuentro con dirigentes y funcionarios del partido, uno de los delegados sacó a relucir mi artículo y preguntó por Martha Frayde. Los anfitriones manifestaron su asombro con perfecta naturalidad. No sabían quién era ni oído hablar del asunto, pero se comprometieron a averiguarlo y a responderles en cuanto obtuvieran datos fidedignos. Las pesquisas no duraron mucho: el día siguiente comunicaron a sus colegas españoles que Martha Frayde no estaba presa, sino que vivía confortablemente en una villa de las afueras de La Habana, en un amable retiro por cuenta del Estado. Sartorius les agradeció la información y! prometió que, de vuelta a España, rectificaría el contenido de mi artículo y pondría las cosas en su lugar.

Sin darse por satisfechos de la aclaración, dos miembros de la delegación, la escritora Fanny Rubio y el periodista Fernando Serra, repitieron la pregunta a Roberto Fernández Retamar en su despacho de Casa de las Américas. La sorpresa del poeta fue idéntica: no entendía cómo yo había podido escribir aquello... Martha Frayde vivía algo apartada, pero en entera libertad... Si querían verificarlo, podían llamarla por teléfono... Su número debía figurar en el listín...

Figuraba, en efecto, y cuando lo marcaron desde el hotel se puso inmediatamente al habla. Eran amigos míos, le dijeron y deseaban una entrevista. Pese a que andaba muy atareada para recibir visitas, se avino a responder a sus preguntas: Juan, claro que sí, qué tal me iba, aunque me había vuelto un poco "gusano", me quería mucho, no sabía quién le había ido con el cuento de que la tenían presa, etcétera. La presunta doctora parecía recitar una lección, y ni la fonética popular habanera ni ciertas incoherencias expresivas respondían al perfil que había trazado de ella en mi artículo: delegada en la Unesco, amiga de Sartre, Simone de Beauvoir, Nathalie Sarraute... Serra le preguntó dónde nos habíamos conocido, y vaciló: "En La Habana". "¿No fue en París?". "Bueno, quizá sí". "Pero ¿no era usted diplomática allí?". Le habló entonces en francés y no supo responder. Manifiestamente, ignoraba la lengua. Al colgar el auricular, mis amigos permanecieron en un estado de incredulidad! rayano en el sonambulismo. ¿Quién era la doble con la que habían hablado? ¿Cómo podía estar al corriente de mi existencia si articulaba mal mi apellido y no tenía la menor idea de la Unesco ni del mundo intelectual parisiense?

Mientras barajaban hipótesis sobre aquel montaje y el probable escenógrafo del mismo, Fernando Serra tuvo la feliz idea de consultar una guía telefónica antigua y dieron con otras señas: Martha Frayde, Calle 19, 255 bajos, Vedado. El número que marcaron no funcionaba. Sólo entonces, al cotejar un listín con otro, advirtieron que el nombre de quien desempeñó el papel de mi amiga no era Frayde, sino Fraide. Excitados por el enigma y la sucesión de ardides tan cuidadosamente hilvanado, se trasladaron a Vedado, y se detuvieron en el 255 de la Calle 19, entre I y J. El piso bajo parecía deshabitado. Como recuerda Fanny Rubio al cabo de los años, los cristales de las ventanas estaban rotos; las plantas de las macetas, secas y acartonadas. Un sello en la puerta aclaraba la razón de tal abandono: la casa había sido precintada por los Comités de Defensa de la Revolución, encargados de la seguridad y vigilancia del barrio. Mientras escudriñaban el lugar en busca de un lábil signo d! e vida, unas vecinas se asomaron a preguntarles: "¿Buscan a alguien?". "A la doctora Martha Frayde". "Está presa", dijo una de ellas, y para romper el silencio que siguió a sus palabras añadió: "Era una 'gusana' tremenda. Se pasaba el día criticando a la Revolución e iba a rezar a la iglesia. Nosotros la teníamos bien chequeada. Por fin la agarraron y está en la cárcel Benéfica".

Decididos a aclarar la verdad, mis amigos fueron a la iglesia del barrio y se entrevistaron con el párroco. Éste les confirmó que conocía a la doctora Frayde y que estaba entre rejas. Dado lo comprometido del asunto, se excusó por no poder procurarles mayor información.

Sin salir de su estado de perplejidad, Fanny Rubio y Fernando Serra contaron lo sucedido a los restantes miembros de la delegación. De vuelta a Madrid, Sartorius no escribió la anunciada réplica a mi artículo, y Fanny y Fernando Serra, después de exponerme la trama de aquella aleccionadora novela de intriga, se dieron de baja de la asociación en la que con tanta ilusión juvenil se habían inscrito.

No referí entonces las vicisitudes de mis amigos para no perjudicar a Martha Frayde y sus próximos, y lo hago hoy con imperdonable retraso. El titiritero que movió los hilos de la farsa goza al parecer de buena salud y ha ascendido por sus grandes méritos a la cúpula del Comité Central del Partido. En cuanto a la escamoteada por sus artes, purgó aún un año de su pena y, poco después de ser liberada, obtuvo su visado para España en diciembre de 1979. En nuestro reencuentro en Madrid le conté por lo menudo los lances de este Retablo de las maravillas, en su nueva y edificante escenografía al servicio de la Verdad Oficial.

Juan Goytisolo es escritor.

Portavoz de las Damas de Blanco denuncia que

el régimen militar encarcela a parejas de opositores

y deja desamparados a sus hijos

21 de marzo de 2013

 

La portavoz de las Damas de Blanco, Berta Soler, denunció hoy en Madrid la situación precaria en la que está encarcelada la también Dama de Blanco Sonia Garro y su marido Ramón Muñoz, tras un año en la cárcel sin que se haya celebrada ningún juicio. Soler señaló que el caso de Garro forma parte de “una nueva estrategia” del régimen castrista que busca desactivar la actividad de opositores enviando a la cárcel a parejas promoviendo así el desamparo de sus hijos y que abandonen sus luchas.

 

El caso de Garro no es el primero y al parecer podría no ser el último, de una serie de casos que forman parte de un plan diseñado por la tiranía castrista para sacarse de encima a opositores muy molestos, usando para ello como estrategia la cárcel y la separación familiar. Soler recuerda el caso de la Dama de Blanco Yelena Garcés, de Palma Soriano, que fue encarcelada en septiembre de 2011 junto con su marido, Miguel Rafael Cabrera, acusados por atentado. Durante el tiempo que permanecieron encarcelados su hijo, un bebé de un año, estuvo alejado de sus padres.

 

Tras el caso de Garcés, también fue víctima de la misma estrategia la opositora Sara Martha Fonseca y su marido. A continuación pasaron por la misma situación la pareja Yusmany Alvarez y Yasmín Conyedo, de Villa Clara. Estuvieron presos cinco meses y alejados de su hijo de 4 años. Esta modalidad de detención, en pareja, continuó luego con el caso de Yovnne Malleza y su esposo Ignacio Martínez. Durante el tiempo en que estuvieron en la cárcel, se mantuvieron apartados de su hijo de 14 años. La estrategia castrista continúa ahora con Sonia Garro y Ramón Muñoz, que tienen una hija de 16 años, pero en este caso el encarcelamiento se está prolongando ya por más de un año.

 

“El gobierno cubano hace esto, -dijo hoy Berta Soler en Madrid- te lleva un día a prisión, no te hace juicio y te bota para la calle cuando quiere”. El régimen, prosigue la portavoz de las Damas de Blanco, “hace un juego adrede, mueve la ficha para presionar a la gente para que cojan miedo y cuando los liberen se vayan de la oposición, pero se equivocan”. Soler pidió la liberación inmediata de Sonia Garro, Ramón Muñoz, Calixto Ramón Martínez y de todos los presos políticos que todavía permanecen en las cárceles castristas.

Sonia Garro:

doce meses de cárcel y en un limbo jurídico

Iván García

19 de marzo de 2013

 

Hace un año, mientras se preparaban las pompas oficiales para recibir al papa Benedicto XVI, tropas élites del Ministerio del Interior irrumpían violentamente en casa de la disidente Sonia Garro Alfonso, en el barrio Los Quemados, Marianao, al oeste de La Habana.

 

Fue un operativo espectacular. Todavía algunos vecinos recuerdan lo ocurrido. “Eran tipos vestidos como las fuerzas antimotines de las películas americanas. Usaron balas de gomas. Empleando una violencia exagerada, detuvieron a Sonia y a su esposo Ramón. Se llevaron casi todas de sus pertenencias. Aquello fue tremendo. Los trataron como si fuesen terroristas”, comenta una señora.

 

El camino hacia la disidencia de Sonia Garro está marcado por la pobreza y el racismo. “En mi infancia, los momentos felices se podrían contar con los dedos de una mano. Soy la décima hija de una familia pobre de doce hermanos. Crecí en un barrio marginal y violento. Nunca tuve juguetes el Día de Reyes. Siempre usé ropas gastadas de segunda mano que alguien por caridad le deba a mi madre. Iba a la escuela con zapatos viejos y rotos, pero con una voluntad inmensa, pensando siempre que estudiando y superándome podría cambiar mi suerte”, me contaba Sonia en 2009.

 

Sufrió discriminación racial mientras cursaba sus estudios de técnica de laboratorio. “Yo viví el racismo en carne propia. Recuerdo que un día quise hacer una reclamación en la escuela, y la subdirectora del centro me dijo, ‘ve a donde te dé la gana, quien le va ser caso a una negra’. Cuando me gradué, con diploma de oro, se hizo una actividad en el teatro Astral. El ministro de Salud Pública iba a entregar el pergamino a los más destacados, y se me acercó un funcionario y me indicó que otra persona iba a recibir el título por mí, porque al tener la piel tan oscura, no quedaría bien la foto. ‘No te ofendas, no es por racismo, pero vas a echar a perder la foto’, me dijo. Nunca recogí ese título”, contaba en aquella entrevista que le hice en su casa.

 

Posteriormente fue expulsada del policlínico donde trabajaba por estar casada con un opositor al gobierno de Fidel Castro. Aprendió a coser en una vieja máquina de los años 50, para ganarse la vida y mantener a su hija Elaine.

 

“Y desde el portal de mi casa, mientras cosía, veía prostituirse a niñas de 13 y 14 años. También contemplé varios accidentes de menores que jugaban sin el cuidado de sus padres. De ahí fue que nació la idea de crear un proyecto comunitario, donde los pequeños pudieran divertirse, jugar y confraternizar entre ellos sin peligro”, expresaba Sonia.

 

El 24 de febrero de 2007 Garro creó el primer centro independiente. En su domicilio. Llegó a tener una veintena de muchachos, entre 7 y 15 años. Era gratis. Y no importaba si los padres eran revolucionarios o no. 

 

“La primera regla fue no hablar de política. Yo organizaba actividades de dibujo y corte y costura, y mi esposo, Ramón Alejandro Muñoz, músico, se encargaba de hacer coreografías de baile y les enseñaba a tocar instrumentos musicales. Los fines de semanas hacíamos fiestas y repartíamos libros infantiles y juguetes. Organizaciones no gubernamentales extranjeras nos ayudaban con materiales y medicinas, también embajadas y personas que a título individual, de forma modesta, nos daban lo que podían”, explicaba Sonia mientras me mostraba fotos de las actividades.

 

Después de esa experiencia inicial, Garro fue por más. Abrió otro centro en el barrio marginal de El Palenque, en el propio municipio de  Marianao. Lo que parecía una acción noble dentro la sociedad, que traería más beneficios que problemas, desató un terremoto por parte de la Seguridad del Estado. ”La respuesta del Gobierno a mi labor social fueron tres actos de repudio y un par de golpizas. El último mitin no funcionó, nadie en el barrio asistió. Se fueron con las manos vacías.” 

 

Ha llovido mucho en estos cuatro años. Sus proyectos comunitarios cerraron debido al acoso de los servicios especiales. Sonia Garro se incorporó entonces a las marchas de las Damas de Blanco. Y también a media decena de mujeres aguerridas, que protagonizaban protestas callejeras reclamando respeto por los derechos políticos y exigiendo democracia.

 

Su esposo Ramón no se quedaba atrás. En mayo de 2010, desesperado porque no sabía dónde se encontraba detenida Sonia, se subió a la azotea de la vivienda, todavía a medio construir, y con un machete comenzó a gritar consignas antigubernamentales. La indignación de este habanero fue grabada y subida a YouTube. Recientemente, desde la prisión Combinado del Este escribió una carta pública.

 

Hace 12 meses que el matrimonio se encuentra en la cárcel. Viven un auténtico limbo jurídico. Oficialmente se les acusa de desorden público y tentativa de asesinato. Pero no existe una fecha para el juicio.

 

Yamilé Garro Alfonso es madre de dos hijos pequeños. Era una simple ama de casa, ahora ocupa el lugar de su hermana en las marchas de las Damas de Blanco. Todas las semanas o cada quince días, según las visitas, se echa al hombro pesadas jabas con alimentos y aseos, unas destinadas a la cárcel de mujeres Manto Negro, otras al Combinado del Este. En su cuarto de un solar del barrio San Leopoldo, cuida también a Elaine, la hija de Sonia y Ramón que pronto cumplirá 17 años.

 

La disidencia contestataria y de barricada es fuertemente reprimida por los tipos duros de la Seguridad del Estado. Raúl Castro no quiere que la oposición tome las calles como tribuna pública  para exigir sus demandas. Sabe el General que podría desencadenar un efecto de dominó entre los cubanos de a pie, cansados de vivir con un futuro entre signos de interrogación.

 

La única manera de presionar al régimen para que liberen a Sonia Garro y Ramón Muñoz es con una fuerte campaña internacional. No queda otra.

Yo acuso al gobierno dictatorial implantado en Cuba

Maritza Lugo desde la prisión Manto Negro

 

Yo acuso, desde este lugar tan horrible, ante todas las organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos; ante las organizaciones defensoras de la democracia, la justicia y la paz; ante las organizaciones religiosas que promueven la libertad; ante los hombres y ante el mundo entero, al gobierno dictatorial implantado en Cuba y a su brazo represivo, la Seguridad del Estado, por las injusticias y abusos que cometen contra el pueblo cubano, la población penal y muy en especial los presos políticos y de conciencia.

 

Yo acuso a los cobardes y miserables que haciendo uso de la fuerza cometen todo tipo de violaciones contra los derechos humanos, sin que nada los detenga cuando se trata de defender una falsa revolución construida y mantenida sobre mentiras e infamias.

 

Yo acuso desde mi cuerpo de mujer indefensa, enferma, con mis hijas pobrecitas sin su madre y armadas mis débiles manos con el rosario de mi fe creyente.

 

Acuso que todos los días tienen a algún país o a alguna persona a quien acusar públicamente solo por darle al pueblo la falsa imagen de que a ellos no hay que acusarlos, por lo que nosotros, los reprimidos, exigimos que los criminales sean sancionados por las tantas victimas que han padecido y padecen en esta patria nuestra.

 

Basta ya de que sigan deteniendo a personas inocentes siempre que se les antoje por el único delito de no estar de acuerdo con el sistema castrista. Basta ya de que sean llevadas a calabozos bajo condiciones inhumanas donde son torturadas física y psíquicamente no solo ellas, sino también sus familiares; después que las mantienen en los calabozos el tiempo que a ellos les convenga, las envían a la prisión a convivir con presos de alta peligrosidad, corriendo todo tipo de riesgo. Basta ya de negar el gobierno dictatorial de que el no tortura y de negar el acceso internacional a las prisiones con el abierto pretexto de no permitir intromisiones internas a su soberanía o de permitir, no solo de acuerdo a su agenda y a trucos que eviten o entorpezcan sean inspeccionados bajo reglas internacionales.

 

Yo acuso que los presos políticos somos tratados de forma totalmente diferente a los demás reclusos, con mayor rigor represivo, aunque la conducta de algunos presos comunes sea indeseable. A los “presos politicos contrarrevolucionarios”, como ellos nos llaman, nos mantienen estrechamente vigilados por los guardias y presos comunes que preparan para esto. Somos más requisados y son mas exigentes con sus mal llamados reglamentos. Las galeras están prácticamente inhabitables por las filtraciones de aguas podridas que caen de los pisos superiores. Los lavaderos se hallan tupidos y las presas tienen que lavar en el suelo. No dan instrumentos ni detergentes para limpiar, teniendo las presas que solucionar sus problemas con sus propios medios, en ocasiones con algunas piezas de vestir. No por eso dejan de exigir y, a diario, pasan inspección para comprobar la limpieza. Si no están de acuerdo les imponen un reporte, lo cual conlleva la posibilidad de que el preso reciba un castigo por ello. La atención médica es pésima y casi nunca hay medicamentos, mientras el gobierno comunista se da el lujo de enviar médicos y medicamentos a otros países. No porque sean buenos los gobernantes cubanos sino por pura propaganda.

 

Basta ya de presentar exteriores de prisiones cuidadas y elegantes como fachada, cuando los seres humanos presos son degradados a extrema penuria.

 

Yo acuso que la alimentación en las prisiones es pésima. Casi todos los días dan arroz con picadillo de soya o macarrones, siempre mal elaborados y en pequeñas cantidades. El gobierno dictatorial se justifica con lo que llama bloqueo, pero lo que hace es inhumano. Se negó a enviar transporte para recoger los mangos que se ofrecían en la finca Baraguá, en el municipio San Miguel del Padrón, donados gratuitamente en cantidad generosa, para los presos que se encuentran recluidos en la prisión llamada Combinado del Este. Lo que hicieron fue montar un diabólico operativo para robarle la finca a mi familia por la fuerza, sin ni siquiera contar con la propia ley de ellos -ya que ni esta los legitimiza para esto- solo porque les molesta que sea la sede de nuestro Partido 30 de Noviembre, que es opositor público y que no reconoce oficialmente al mal llamado gobierno revolucionario. Los familiares se ven extenuados trayendo jabas con alimentos para mal suplir las carencias que afectan al preso y a veces regresan con ellas porque les cambian las visitas sin notificarles, porque no se toman el trabajo de controlar estos cambios a pesar de las abundantes computadoras que poseen para chequear a la poblacion civil.

 

Yo acuso porque en su mayoría salen enfermos físicamente, y así la historia se repite porque somos muchos a los que nos han llevado a prisión en muchas ocasiones. Por eso el gobierno de Castro nos reprime con la ley 88 para prohibir y penalizar que estén reunidas dos personas o más resistiendo con sus opiniones al gobierno castrorrevolucionario.

 

Yo acuso al régimen castrista por las familias cubanas separadas -en muchos países del mundo por causas políticas y por la política económica fracasada del gobierno- que desesperadas huyen de Cuba. El gobierno mal llamado revolucionario lo justifica con el pretexto del “bloqueo y la política injerencista norteamericana'”, pero el pueblo cubano quiere marcharse de su patria agobiada por la infamia y la tiranía, haciéndolo incluso en trenes de aeronaves con destino a otros países como Gran Bretaña y España. O hacinándose 11 mil personas en una embajada como la del Perú.

 

Yo acuso al mal llamado gobierno revolucionario por la ignorancia política y democrática que sufre este pueblo, donde la cultura y educación de masas que tanto propagan engañan a incautos en el mundo. El precio es hacer al cubano un disimulador para subsistir o para fabricar el estado de opinión dirigido al puro estilo nazi copiado de la Rusia bolchevique.

 

A los destinatarios de estas líneas, que se reunirán próximamente en Ginebra, Suiza, en la Comisión de Derechos Humanos sobre el tema de Cuba, se les exhorta a considerar el caso del pueblo cubano maltratado por el gobierno, aunque sé que a ninguna delegación, incluso en una comisión formada por miembros que defienden a Castro, se les va a permitir que me vengan a ver para oír y constatar crudamente esta verdad. Creo que, si hay justicia en el mundo, este gobierno debe ser sancionado por esta y por las muchísimas violaciones que constantemente comete, burlándose del mundo entero.

 

Vicepresidenta del Partido Democrático 30 de Noviembre Frank País, fue detenida por última vez en diciembre del 2000 y su precaria salud en la prisión castrista ha motivado un pedido por parte de congresistas cubanoamericanos a la Cruz Roja para que intervenga con urgencia.

La larga noche: mujeres en

el presidio político cubano

Dora Amador

10 de marzo de 1991

 

Los recuerdos son como cuchillos. Lo que se vio y se vivió allí adentro no se puede olvidar. Está presente, como el peso de una piedra en el pecho, como una herida.

 

Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada o súbitamente baja, como si dijeran en susurro un secreto que no deben revelar, la ex presas políticas cubanas cuentan sus historia. Es una historia de horror e infamia, pero de gran entereza espiritual.

 

El presidio político de mujeres en Cuba ha sido comúnmente ignorado en el exilio. “Creo que es un ensañamiento. Allá en Cuba y aquí”, dice un hombre muy ligado a los asuntos cubanos que trabajó durante 20 años en el Comité Internacional de Rescate en Nueva York, Madrid y Puerto Rico, pero que prefiere mantenerse en el anonimato. “Allá porque se ensañan más. Es un odio bestial en contra de la mujer, aquí porque no se le presta la atención que merece el caso, que es una de las cosas más graves”.

 

“Conocí las condiciones de las presas políticas y eran realmente difíciles”, afirma Hirám Abi Cobas, secretario general del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, quien estuvo 16 meses en prisión y llegó a Miami en febrero. “Incluso eran más difíciles que las nuestras, porque estaban directamente con las presas comunes”.

 

Las cárceles de mujeres conocidas oficialmente son el Reclusorio Nacional de Mujeres en Guanajay, el Castillo de San Severino en Matanzas (donde hay también hombres), el Vivac de Guanabacoa y el de Santiago de Cuba, la Granja América Libre, el Centro de Reeducación para Mujeres de Occidente renombrado Nuevo Amanecer -que las presas llaman Manto Negro porque se rumora que fue construida sobre un cementerio. Pero en Cuba hay un número indeterminado de granjas y lugares de trabajo forzado a donde llevan presas cuyo delito tiene un carácter netamente político, que se intenta ocultar mezclándolas con las comunes.

 

Es imposible saber con certeza el número de mujeres que ha pasado por las cárceles cubanas por causas políticas. Tradicionalmente, las cubanas han participado activamente en la lucha clandestina contra las dictaduras de la isla, como la de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, y han sido encarceladas por ese motivo. Pero nunca las cárceles de Cuba han estado pobladas por tantas mujeres como bajo el gobierno de Castro: “Jamás ha habido un presidio femenino de la magnitud de éste”, dice Juan Clark, autor de Cuba, mito y realidad. “La brutalidad, la masividad, la longitud es lo que lo ha caracterizado. No tiene paralelo en la historia de Cuba, yo diría que ni en toda América”.

 

En El imperio de la ley en Cuba, que fue preparado por la Comisión Internacional de Juristas de Ginebra, Suiza, hace 29 años, aparecen los testimonios de varias ex presas políticas cubanas que son una denuncia de las atrocidades que se cometían contra ellas en el presidio político de Cuba a principios de la década del 60.

 

El libro es, además, uno de los primeros en denunciar las violaciones de derechos humanos en Cuba y el sistema judicial castrista.

 

Casi 30 años después de preparado ese informe, las condiciones son las mismas. De acuerdo con el último reporte de Amnistía Internacional sobre Cuba titulado Cuba, the Human Rights Situation, fechado diciembre de 1990, “el número total de personas encarceladas por causas políticas es mucho mayor que la cifra dada por el Fiscal General (de Cuba)” (a finales de 1990). Se consideran delitos comunes -y no políticos- cargos tales como “asociación, manifestación y reunión ilícitas”, “intento de salida ilegal del país”, “desacato a la autoridad” y “clandestinidad de impresos”, por lo que se puede suponer que hay un número elevado de mujeres en esa cifra que no se pueden documentar.

 

La vida en el presidio de Cuba es horrenda, según testimonios de las ex presas.

 

Aunque los traslados de una prisión a otra son comunes, la situación de los presos no mejora nunca, porque en todas las cárceles son iguales.

 

La alimentación es muy pobre, y es normal encontrar gusanos y gorgojos en la comida, que consiste básicamente de macarrones hervidos, potaje de chícharos, carne rusa enlatada, huevos -considerados lujos en prisión- y pan, nunca fresco. De desayuno se sirve leche o café sumamente aguados. Una práctica común es darles la misma comida por meses, o alimentos que iban a ser exportados, pero que se pudrieron.

 

En todas las cárceles hay carencia extrema de agua. Esta llega por lo general dos veces al día, siempre helada, incluso en invierno.

 

Entre muchas otras cosas necesarias, a las presas políticas apenas se les provee de toallas sanitarias femeninas (llamadas Íntimas en Cuba), algodón o cualquier otro material que pudiera servir de sustituto. Esta prohibido que la familia les lleve.

 

Las condiciones higiénicas en el presidio son de las peores imaginables. Manto Negro, un penal cerrado donde no se ve el sol, está rodeado de pantanos. En el patio, localizado en el centro del edificio, debido a los desperdicios de comida y basura que allí se arroja, hay mal olor y abundantes moscas y mosquitos.

 

En el medio de cada celda hay un pequeño hueco que se usa como servicio sanitario. A este hueco se le conoce como “el polaco”, y las presas cuidan mucho de mantenerlo siempre tapado, ya que en él abundan las ratas, ranas, cucarachas y otros insectos que suben por ahí. Como hay rajaduras en las paredes, en muchas celdas de abajo suelen filtrarse los líquidos de desperdicios y el agua putrefacta de las celdas de arriba.

 

Las visitas son una o dos veces al mes, por una o dos horas. Sin embargo, la guardia la suspende muy a menudo, bien por la política que se sigue en el momento, o por un castigo especial a algunas presas.

 

El recuento diario es a las 5 de la mañana, pero se altera el orden constantemente, y se lleva a cabo varias veces de madrugada, con la intención de torturar a las presas. Las requisas son muy comunes.

 

A continuación, seis mujeres cuentan parte de las experiencias que sufrieron. Aunque todas vivieron bajo condiciones muy similares -tortura síquica constante, traslados arbitrarios, golpizas- cada relato difiere en su dimensión personal. Cada testimonio es un microcosmos, una parte esencial, reveladora, de ese todo atroz que es el presidio político de mujeres en Cuba.

 

 

Georgina Cid: Los disparos iban para adentro

 

“El ser humano tiene la capacidad de sobrevivir y de hacer su mundo no importa en el lugar que esté. Si se piensa fríamente lo que son 17 años en la cárcel, no lo puedes resistir. Yo tenía 24 cuando caí presa. Pero en el juicio no nos preocupaban los años que nos echaron, sino que no nos fusilaran a los hombres que estaban en la causa. Esa era la angustia. Cuando yo caigo presa no se había dado Girón, y no pensaba que el proceso iba a durar tantos años.

 

Los años en la prisión no pasan igual que en la vida cotidiana, normal. Todo es tan rutinario, tan exacto, que lo que marca tus días es un recuerdo, que si el almuerzo, que si vino el agua. Pero llega el momento en que pierdes la noción del tiempo, entonces no te parecen tantos los años. Es como si fuera una noche muy larga.

 

Me acuerdo de cuando Girón. Nos pusieron las ametralladoras apuntando para las celdas desde la azotea. Y nos lo dijeron, lo sabíamos: si atacaban, los disparos iban a ser para adentro, para nosotras. Yo empecé a conspirar a los 18 años. Estuve seis años en la lucha contra Batista. En el 59 fui a trabajar en la Embajada de Cuba en Holanda, pero enseguida me di cuenta del carácter represivo de la revolución. Pedí permiso para regresar al país, era abril de 1960. Yo no trabajaba con ningún grupo en específico, pero me sentía más a gusto con el grupo de Aureliano Sánchez Arango, en la Triple A.

 

Se nos acusó de conspirar contra los poderes del estado. Nos ocuparon unas armas en la casa, que habían pertenecido a mi hermano, que murió asilado en la Embajada de Haití. Al otro me lo fusilaron.

 

Cuando cogieron a mi hermano me llamaron para un interrogatorio especial. Ellos querían que confesara y que trabajara para ellos. Yo tenía miedo, porque adoro a mi familia. En aquellos momentos yo les dije ‘estoy dispuesta a darles mi vida por la de él, porque es mi hermano, y porque vale más que yo, además es más necesario que yo, mi vida yo se las doy. Pero lo que ustedes me piden (que se convirtiera en delatora para que no fusilaran a su hermano) yo no lo puedo hacer. Él tampoco me lo perdonaría si lo hago’.

 

Se dieron hasta el lujo de decirme ‘para ver si le salvamos la vida’, ni siquiera que se la iban a salvar. Un chantaje. Igual hicieron con mi padre. Ya le habían dado tres infartos cuando cayó preso por última vez. Yo estaba cumpliendo un castigo de seis meses sin visita, sin ver a nadie. A los 20 días me dieron el recado de que mi padre estaba preso. Él tenía un tratamiento muy riguroso para el corazón y no le dieron la medicina. Mi prima le llevó la medicina, pero los guardias le dijeron que no, que se la llevara. Ella se la llevó, y al salir de la cárcel, cuando se acabó la visita, el murió.

 

En esos 17 años yo conocí a miles de mujeres que cayeron presas por problemas políticos.

 

Cuando empezó la ley del trabajo forzado de las mujeres, al principio me negué a aceptar esa orden, después fuimos. Estábamos en Guanajay. Fue un momento muy duro para nosotras. El reto era no obedecer. Empezó una guerra sicológica. Y el castigo era meternos con las presas comunes. Nos trajeron pared con pared a nuestro pabellón a las peores presas comunes: asesinas, de todo. Nos dijeron que si no salíamos a trabajar nos iban a poner a convivir con ellas.

 

Yo me acuerdo que cuando caía presa una jovencita, uno sentía los gritos, porque las demás presas la estaban violando. Era algo terrible. Muchas de las personas que estaban allí eran seres humanos a quienes les teníamos mucha pena, mucha lastima. Eran personas que no estaban bien de sus facultades, habían asesinado, tenían hábitos de vida que no eran los nuestros, era una parte de la vida que la mayor parte de nosotras nunca habíamos visto. Casi todos los días había violencia, entre ellas mismas se herían. Algunas se suicidaban. Todo lo veíamos allí.

 

Las cosas en la prisión eran cambiantes, de acuerdo con la política. El mismo guardia que te daba un galletazo un día recibía la orden de tratarte mejor y te preguntaba que como te sentías, que si necesitabas algo, todo dependía de la política.

 

Yo, a pesar de todos mis dolores y de todo lo que hemos pasado en el presidio político cubano, digo que hay que pasar por encima de todo eso para conquistar la democracia, la libertad y el respeto para el pueblo de Cuba, donde quepan todas las opiniones, todas las creencias.

 

Yo no puedo llevar mi sufrimiento personal a la solución del problema de Cuba. Ese problema nunca se va a solucionar así, con la violencia, con rencor, con odio. Hay que pasar tabla rasa sobre todo. Buscar una solución pacifica.

 

Yo no digo que perdone todo, yo digo que entierro mi dolor, paso por arriba de él, porque Cuba vale más que mi dolor”.

 

Georgina Cid salio de prisión en 1978, el mismo año en que salio Orlando Castro, ex preso político que cumplió 18 años en prisión y con quien se casó en La Habana unos meses antes de salir para Miami en 1979. Cid trabaja actualmente en las oficinas administrativas del condado de Dade. Ella y su esposo fundaron Libertad y Vida, un grupo de apoyo a los activistas de derechos humanos en Cuba.

 

 

Luisa Pérez: Aprendí que la indignación supera el miedo

 

“Yo fui juzgada 14 meses después de ser detenida. En ese tiempo me trasladaron de prisión con violencia tres veces.

 

Recuerdo un Día de las Madres, que nos sacaron normalmente, como si fuéramos a ver a la familia, y cuando llegamos al salón de visita entró un grupo de milicianos y nos sacaron arrastradas, a patadas, a golpes y nos metieron en unos vehículos de traslado. Todo esto delante de nuestras madres y familiares que estaban allí en la calle, viendo aquello y dando gritos.

 

Supe 15 meses después de estar condenada que tenía una condena de 12 años. Cumplí 11. El juicio fue en La Cabaña, me mandaron para Guanajay. Me acusaron de atentar contra los poderes del estado. Yo había participado activamente en la lucha contra Batista y me encontraba en México exiliada. Cuando triunfó la revolución regresé a Cuba. Fui a la Sierra Maestra a dar clases, pensé que en el área rural podría apreciar mejor los logros revolucionarios, pero allí me di cuenta de que todo estaba muy controlado, había mucha represión. Renuncié y regresé a La Habana, me incorporé al Movimiento 30 de Noviembre, en la lucha clandestina. Fui detenida.

 

Hubo un momento en la prisión de Guanajay, durante la década del 60, en que habían cerca de 2.000 mujeres encarceladas por causas políticas. Yo tenía 25 años cuando caí presa. La prisión me marcó. Yo no escogí esa situación, pero me alegro de haberla vivido. Aprendí que la indignación supera el miedo. Cuando tenía mucho miedo pensaba que ya vendría la indignación, que generaría fuerza. Y la justicia de la causa por la que allí estábamos, sobre todo eso, y eso se lo expresé a la dirigencia de la prisión.

 

Estábamos enterradas en vida, relegadas al olvido. Pero la situación te va dando fuerza, sobrevivíamos con un sentimiento de dignidad humana, porque se hace una decantación de valores y cuando ya estás sin nada, a veces sin agua que tomar, sale una gran fuerza.

 

Cuando construyeron el pabellón de celdas tapiadas en Guanajay yo me quejé. Entonces, como castigo, me metieron en una. Estuve dos años incomunicada, sola.

 

Pero en esas celdas tapiadas buscábamos la forma de comunicarnos unas con otras. Eran muy chiquiticas: se dormía en el suelo. Cada una tenía una especie de mortero de concreto en el suelo y nos subíamos en el borde para poder alcanzar el huequito por donde metían la comida, y por allí hablábamos con las otras que estaban en las demás tapiadas.

 

El ser humano tiene una fuerza muy grande, mientras más me maltrataban, más fuerza tenía. Aquello era algo monstruoso. Yo me decía: ellos no pueden conmigo, no pueden, no van a poder. Yo soy un ser humano.

 

Una vez estuve 65 días seguidos sin bañarme, comiendo comida helada, yendo al baño de hombres.

 

Uno de los castigos era ponernos con las comunes. Una vez nos pusieron a 45 políticas entre 600 comunes. Esas presas comunes tan pronto gritaban paredón contra nosotras como al otro día se volvían contra ellos y decían que estaban con nosotras.

 

Allí vimos cosas horribles. Una se ahorcó una noche. Constantemente se aplicaban cucharas hirviendo para quitarse los tatuajes. Era una situación dantesca, porque era día y noche.

 

Una de las torturas era poner los altoparlantes muy alto con La Internacional. Eran altoparlantes inmensos a todo volumen y los tenían horas y horas. Yo empezaba a caminar de un lado para otro en la celda, me imaginaba que estaba en la calle y que iba de tal lugar a tal lugar de La Habana. Era una forma de higiene mental, para conservar la razón.

 

A veces te daban algo de leer y te regresaba a una vida un poco más normal, y ese era parte del plan, para que recordaras lo que habías perdido.

 

Pero, ¿qué es mi dolor y mi condena comparada con la de Mario Chanes de Armas o la de Ernesto Díaz Rodríguez? Lo mío no es nada al lado de lo que ha pasado allí la gente y lo que está pasando”.

 

Luisa Pérez cayó presa el 4 de noviembre de 1960 y salió de la cárcel en 1971. Llegó a Miami en 1978. Actualmente es directora de la Biblioteca de Grapeland Heights, del Sistema de Bibliotecas Públicas de Miami-Dade. Pérez ha realizado labor investigativa sobre el presidio político cubano.

 

 

Hilda Felipe: Fuimos el chivo expiatorio

 

“Me detuvieron dos veces. La primera vez estuve 90 días en Villa Marista, presa en una celda oscura sentada en el suelo, porque no había ni una silla. Allí fui sometida a interrogatorios. Yo no dije quienes iban a mi casa ni nada. Además, descubrí que ellos no sabían tanto. La gente habla por un problema sicológico, ellos no saben tanto como te hacen creer.

 

Entonces me mandaron para la casa, pero en mayo me volvieron a detener. Fue en 1968. Fidel dijo que yo tenía la cabeza caliente. En total estuve como dos años presa, tres en prisión domiciliaria.

 

En Isla de Pinos estuve 13 meses. Allí la prisión fue muy dura. Nos tenían en un lugar tan remoto, tan aislado, como a 70 kilómetros de Nueva Gerona. Primero nos llevaron para una gran almacén abandonado, donde las ratas caminaban por los alambres. Allí violaron a una mujer.

 

Conmigo estaba una panameña que había ido para Cuba ilusionada con la revolución y le pasó lo que a todo el mundo. Éramos sólo nosotras dos en aquel lugar tan desolado a donde nos mandaron. Nos levantábamos y no teníamos nada que comer. No nos enviaban comida, y estaba prohibido que nos fuéramos de allí, que fuéramos al pueblo. A veces caminábamos hasta 10 kilómetros hasta el lugar más habitado.

 

Los campesinos a veces nos daban comida. Recuerdo que nos bañábamos con un cubo en un río. Blanca Soto, la panameña, era experta en robar yuca, y comíamos yuca, un huevo o papa hervida. Andábamos siempre vagando con un saquito, recogiendo cosas, agarrábamos a veces un pollo, lo matábamos y lo hervíamos, sin sazón ni nada. Allí nadie nos vendía nada, porque todos tenían mucho miedo.

 

Se me cayeron las 10 uñas de los pies, no sé por qué, parece que me faltó algo allí, siempre estuve enferma.

 

Yo había dejado a mis tres hijos al cuidado de mi mamá. Tenían nueve, 14 y 17 años. Es horroroso, pensar que mis hijos tenían a su madre y a su padre en la cárcel. Quien le está hablando no es una contrarrevolucionaria, es una persona que luchó día a día para que Fidel Castro tomara el poder, que eso es lo más indignante, y lo más infame de todo.

 

Mi esposo, Arnaldo Escalona, era jefe de las páginas políticas del periódico Hoy, uno de los fundadores del órgano del Partido Comunista de Cuba, éramos personas muy conocidas dentro de las esferas políticas de Cuba.

 

Yo me formé en las luchas sindicales, a los 18 años era secretaria general de una sección que tenía 470 trabajadores en una fábrica de textil, la Esttsen. De ahí pasé al Partido Socialista Popular. Mi madre era comunista, y para mí era muy fácil convertirme a las ideas del Partido Comunista. Junto a Martha Frayde, Victoria Rodríguez, Vicentina Antuña, Natalia Bolívar y otras fundamos el Movimiento de Mujeres Oposicionistas Unidas, salimos a la calle a pelear, era la primera vez que se juntaban mujeres cubanas de todas las tendencias en contra de la dictadura de Fulgencio Batista.

 

Yo tenía una vida muy intensa, muy llena de luchas. Fui miembro del PSP hasta el triunfo de la revolución en el 59. Ahí conocí a mi esposo.

 

Vimos el triunfo de la revolución por la que habíamos luchado tanto y nos empezamos a percatar de las injusticias, de la falta de legalidad. Hablábamos con Lázaro Peña, con Blas Roca, con Carlos Rafael Rodríguez, les decíamos ‘la gente está preocupada, qué es lo que está pasando’. Y ellos, los del gobierno, optaron por convertir aquello en una supuesta conspiración. Nos convertimos en una especie de chivo expiatorio. Nos acusaron de diversionismo ideológico, de trabajar para la CIA, todos esos clichés que usan.

 

En un discurso muy secreto el 1ro. de octubre de 1967, Fidel dijo que había buenos comunistas y malos comunistas. Nosotros éramos los comunistas malos, y éramos, dijo, una pequeña facción. Por eso la llamo la microfacción. Y ahí metió a todo el mundo que quiso. De octubre a diciembre detuvieron a muchas personas.

 

Yo salí de la cárcel en el 70 y mi esposo en el 72. Nos fuimos incorporando a la lucha por los derechos humanos. Hubo un viejo hábito en La Habana de acudir a Arnaldo para quejarse de que no se respetaban los derechos civiles, sindicales, políticos, humanos. Mucha gente nos iba a ver, y los aconsejábamos. Era entonces la lucha por la legalidad socialista. Allí se reunían Ricardo Bofill (presidente del Comité Cubano pro Derechos Humanos), Elizardo Sánchez (secretario general de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional). Era el año 74, 75, nos agrupábamos por instinto y hacíamos cosas, todavía no tenía nombre la organización, después se llamaría Comité Cubano pro Derechos Humanos”.

 

Hilda Felipe logró salir de Cuba junto a su esposo y sus hijos por el Mariel en 1980. Aquí fundó el Comité Pro Derechos Humanos de Cuba.

 

 

América Quesada: La presa política es libre en prisión

 

“Cuando me detuvieron y me llevaron para la Seguridad del Estado en Matanzas me metieron en una celda donde estaban escritos los nombres de los fusilados en las paredes.

 

Estuve allí sin asearme, haciendo mis 'necesidades' en una lata cuatro días, durmiendo en una colchoneta sanguinolenta, llena de insectos en el piso. Alguien me dijo que si se apagaba la luz que no me asustara, que era que allí se había ahorcado un preso. Era para 'trabajar' tu mente síquicamente con eso.

 

Después me tuvieron dos meses incomunicada, y más tarde me pasaron a la Fortaleza del Castillo de San Severino, que es una de las prisiones más severas de Cuba. Ahí tuve una de las experiencias más horribles.

 

Fue traída a la celda una joven llena de tierra de pies a cabeza. Tenía un olor terrible.

 

La mujer llegó llena de pavor. Cayo rígida arriba de la cama. La Seguridad del Estado la había sumergido en el agua, una mujer que estaba enferma, que padecía de ahogo. La cogían por el pelo y la sumergían una y otra vez, hasta que quedaba exhausta, sin respiración, y así le hicieron tres o cuatro veces. Después abrieron un hueco en la tierra y la enterraron allí, por 24 horas enterrada en aquella parte de la costa sin darle alimento ni nada. Caridad Vega se llamaba. Ya murió.

 

Después del Castillo de San Severino pase al Reclusorio Nacional de Mujeres en Guanajay.

 

Lo que más me asombró al llegar allí, al primer pabellón, fue ver infinidad de mujeres pegadas a las rejas, con esas miradas, diferentes por completo a las que puedas ver en una persona angustiada en un momento transitorio de la vida.

 

Tenía 28 años cuando caí presa. Me condenaron a 20 años de prisión, cumplí 14. Me detuvieron el 4 de enero de 1964. Hacía cuatro años que estaba trabajando en la clandestinidad, en el Movimiento de Recuperación Revolucionaria.

 

Cuando se me hizo la requisa en mi casa, me incautaron un documento, que es un vaticinio que había escrito en 1957 (en una visión) sobre lo que iba a suceder en Cuba. Predije todo lo que iba a pasar; y también que Castro sería derrotado por un militar joven que traería la democracia a Cuba. Ellos leyeron el papel y se burlaron de mí en el interrogatorio, me preguntaron si no había visto en mis predicciones que me iban a meter en la cárcel. Y les contesté que si lo que estaban haciendo conmigo acaso no era prueba de la militarización y la represión que vaticiné.

 

Un día, como al año de estar presa, me sacan de la cárcel sin decirme para donde me llevaban. Y así, a boca de jarro me encuentro el tendido en la sala de mi casa. Y cuando pregunto que quién está tendido ahí me dicen que es mi madre.

 

Fue un encuentro terrible, algo tan doloroso en mi vida. Estuve nada más que unas horas allí con la vigilancia de dos custodios que no me dejaban mover. Me prohibieron ir al cementerio.

 

Posteriormente me llevaron también sin decirme nada al velorio de mi padre, pero papá estaba en una funeraria, no en la casa. Y entonces, faltándome dos meses para salir de la cárcel también se muere mi hermano, a quien yo quería mucho. Mis tres hermanas están en Cuba, yo estoy aquí en Miami, sola.

 

El que no ha pasado por la prisión no puede saber la dimensión que tiene la resistencia humana para enfrentarse a la carencia, a no disfrutar las cosas que proporciona la vida, como una familia, un cumpleaños, una boda, el desarrollo de un hogar, algo tan elemental.

 

El presidio te priva de la dicha. Yo estaba en la plenitud de mi vida. Tenía 30 años cuando caí presa. Pero sucede que tu problema se hace pequeño en comparación con otros, con tantas tribulaciones de las demás compañeras. A la vez que llegas al presidio formas parte de una gran familia. Y si estuviste confundida en algún momento y dudaste de lo que hiciste, al llegar allí sabes que verdaderamente existe una razón. Veías tanta canallada que sabías que estabas allí por una causa generosa y justa.

 

El preso, la presa política, donde verdaderamente se siente libre es estando en la prisión, porque es donde se puede manifestar. Para mi no hay mayor alegría que poder dejar el testimonio de que mujeres cubanas supieron tener muy en alto su valor y su coraje para defender la libertad de mi país”.

 

América Quesada llego a Miami en 1980 por el Mariel. Actualmente es gerente general de una tienda por departamentos. Quesada dedica parte de su tiempo libre a entrevistar con su cámara de video a ex presas políticas cubanas como ella.

 

 

Lidia González: Nadie se puede imaginar lo que es aquello

 

“A las seis de la mañana tocaron a la puerta como si fueran bestias. Eran cinco, vestidos de civil, entraron gritando, registrándolo todo. Me acuerdo de que el niño empezó a llorar. No me dejaron ni cambiarme de ropa. Me trataron muy mal.

 

Cuando llegué a la estación de policía de Zanja y vi aquello, era una puercada. En los cinco días que pase allí cogí piojos. Allí todo el mundo tiene piojos, nadie se puede imaginar lo que es aquello.

 

Me metieron en un cuartico, un calabozo. Empecé a gritar para que no dejaran al niño allí. Entonces a mi nuera le pusieron una multa de 300 pesos y la dejaron ir, y el niño no cogió presidio. Yo me puse muy mal, me tuvieron que llevar a emergencia al médico, vi que el policía le hizo una seña y me inyectaron. Entonces me alteré más, grité, les dije que yo estaba allí por defender los derechos humanos, que despertaran a la realidad.

 

A los cinco días nos hicieron el juicio, tardísimo en la noche, sin abogado ni nada. A mi me condenaron a nueve meses, a mi esposo a un año y a mi hijo a siete meses. A mi esposo y a mi hijo los mandaron para el Combinado del Este, a mí   para el Manto Negro. Cuando yo vi a Manolito con su padre esposado en la jaula empecé a llorar, a rezar. No me quiero acordar, los tres en la misma jaula para la cárcel.

 

Nos habían condenado por “clandestinidad de impresos”. En mi casa se hacía el periódico Franqueza, el director era Samuel Martínez Lara (presidente del Partido pro Derechos Humanos de Cuba), Hirám Abi Cobas (secretario general del partido) el editor. Teníamos tres máquinas de escribir y así, escribiéndolo con papel de carbón sacábamos el periódico con todas las violaciones (de derechos humanos) que nos llegaban. Logramos sacar seis. No era clandestino, porque tenía los nombres y la dirección de mi casa, que era donde estaba la redacción. Yo era la encargada de entregarlo en las embajadas y las oficinas de prensa extranjeras.

 

En el registro me cogieron los periódicos que quedaban y documentos del partido, la petición de plebiscito y la recogida de firmas.

 

Cuando llegué al Manto Negro me esperaban con un acto de repudio las mismas presas comunes. Allí detecté que Tania Díaz Castro estaba trabajando para el aparato de la Seguridad del Estado. Ya yo tenía mis pequeñas sospechas desde antes. Tania no me recibió en la cárcel como una compañera, sino como si fuera su peor enemiga.

 

Me di cuenta que nunca decía nada en contra del penal. Decía que aquello era “una beca con candado”. Cuando yo criticaba la comida en el comedor, Tania me preguntaba que cuándo yo me la había comido mejor en Reina y Lealtad, que en su casa no se alimentaba como allí, que aquella comida estaba buena, decía todo esto sobre todo cuando estaban las guardias delante.

 

Tania me quiso encausar en prisión, me quiso complicar creándome un caso.

 

Ella era muy amiga de la directora del penal, el día de su cumpleaños recuerdo que le dieron tremenda fiesta, al amanecer llegó a su celda. A ella nunca la torturaron nada en prisión. Tenía todo tipo de privilegios, ella andaba suelta por allí. Tuve muchos problemas con ella. Mi criterio personal es que Tania era una infiltrada desde que empezó en el partido.

 

Un día nos fuimos a las manos, ella trató de complicarme allí adentro, le hablaba mal de mí a la directora del penal, siempre me estaba echando. Y le pregunté que qué clase de activista de derechos humanos era ella. Me contestó una barbaridad, una grosería.

 

Aquello es un infierno. Las peores asesinas andan sueltas allí, y son a las que la policía respeta. Las decentes que han caído presas por causas políticas las tienen encerradas 24 horas. Pero las comunes andan sueltas por los pabellones, gritando, peleándose entre ellas. Se cortaban, se picaban. Vi como una le cortaba el cuello a otra. Allí no se duerme, ellas andan deambulando toda la noche, es una tortura síquica para sacarnos de quicio.

 

Un día, cuando estaba de visita la Cruz Roja, la directora del penal me dijo que no fuera a pedir que me entrevistaran, y yo le dije que por qué no, para que vieran la clase de potencia médica que era Cuba. Grité, me dio una crisis de nervios, y me vieron los de la Cruz Roja. Yo tenía una intoxicación que no se me quitaba con nada y no me daban medicamentos.

 

Me habían puesto al lado de una que le habían echado 30 años porque había matado a su hija. Tenía una cuchilla; muchas tienen cuchillas, no sé de dónde las sacan.

 

Después la sacaron y pusieron a Rita Fleitas. A Rita le habían echado nueve meses como a mí. La habían condenado por haber ido a ponerle una ofrenda floral a José Martí y por haber leído un comunicado allí. Cuando salimos de la prisión, Rita, María Elena Ballo, su hija y otras mujeres fundamos el Comité Humanitario de Mujeres de Cuba, para ayudar a las presas políticas. Yo pedí la legalización al Ministerio de Justicia, pero sabía que no me la iban a dar.

 

He venido con un dolor muy grande en el corazón porque tuve que dejar a mi hija allá a merced de ellos. Tiene 23 años, es activista de derechos humanos y el esposo tiene cargos de peligrosidad. A mi hija le pueden hacer cualquier cosa, son capaces de todo”.

 

Lidia González fue detenida el 23 de enero de 1989 y liberada el 31 de octubre de ese mismo año. Llegó a Miami junto a su esposo, su hijo, su nuera y su nieto en septiembre de 1990. González y su familia se asilaron en 1980, junto a 10.800 personas en la Embajada del Perú, donde permanecieron dos años. Salieron con la promesa del gobierno cubano de que se irían del país enseguida, pero no sucedió así: se vio viviendo en la calle, sin trabajo y acosada por la Seguridad del Estado durante 10 años.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.