CULTO A LA PERSONALIDAD

EN LA CUBA DE FIDEL CASTRO

 

Correo de contacto (profesorcastrocuba@aol.com)

El culto a la personalidad es típico de los peores dictadores que ha sufrido la humanidad: Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Mao, Trujillo y Fidel Castro.

Nota de Manuel Castro Rodríguez: El 14 de agosto de 2013 le envié un correo al dictador heredero, utilizando como intermediarios a varios colaboradores de la tiranía, incluyendo a su hija Mariela Castro Espín, donde expreso:

 

Que Raúl Castro lo explique, por favor

 

Hace cuatro años se reprodujo en Kaos en la Red el artículo ‘A propósito de la declaración de Birán como Monumento Nacional’, que fue tomado del diario Granma, pero ya no está en su página web. ¿Por qué desapareció?

 

Hace más de cuatro años hice una pregunta con relación a ese artículo que nadie me ha respondido. El 7 de febrero de 2009, hice el siguiente comentario:

 

“Entre 1902 y 1931, 700 mil españoles emigraron a Cuba. Entre ellos estaban mis antepasados, asturiano por parte de madre y gallego por parte de padre. A pesar de que trabajaron fuertemente durante toda su vida, pasaron grandes dificultades económicas y lo único que le pudieron dejar a sus descendientes fueron sus principios, la mayor de las riquezas.

Entre esos inmigrantes españoles también se encontraba Ángel Castro Argiz, que no tenía calificación alguna ni riqueza material. El marxismo demuestra que sin explotar a los trabajadores nadie puede convertirse en rico. ¿Ángel Castro Argiz se convirtió en terrateniente sin explotar a los trabajadores? Por favor, que alguien me lo explique.

castroeducacion@yahoo.es

 

Para colmo, según ECURED, la ‘enciclopedia’ dirigida tras bambalinas por el MININT, Ángel Castro Argiz fue “un gran hombre de cualidades con carácter fuerte e impulsor de las grandes ideas de su Galicia querida con grandes y buenos triunfos para su desarrollo en la tierra donde nacieron sus grandes hijos”.

 

Me da la impresión que los compañeros del MININT que atienden a ECURED no se han percatado del diversionismo ideológico presente en esa entrada, donde se le hace apología a un sujeto, Ángel Castro Argiz, que primero combatió con las armas a los mambises y después realizó una condenable actividad explotadora de campesinos cubanos, así como de haitianos, gallegos y asturianos que habían emigrado a Cuba. Por mucho menos de lo que ha hecho ECURED en esa entrada, cientos de cubanos fueron enviados a los campos de trabajo forzado situados en la península de Guanahacabibes, Pinar del Río. ¿O no?

 

Los compañeros del MININT que atienden al Granma debieran analizar a Pedro Álvarez Tabío, el autor del artículo, ya que se refiere al feudo creado por Ángel Castro Argiz como el Birán Castro, lo que se puede inferir que fue el preámbulo del Cuba Castro, el feudo creado por Fidel Castro Ruz siguiendo el ejemplo de su padre.

 

Tienen razón los que después de leer el artículo piensen que Pedro Álvarez Tabío es tremendo ‘chicharrón’, sólo comparable a Randy Alonso.

 

Les muestro a continuación el artículo que desapareció de la página web del diario Granma:

 

A propósito de la declaración de Birán como Monumento Nacional

Pedro Álvarez Tabío | Granma | 6-2-2009 a las 10:14 | 1192 lecturas | 9 comentarios

www.kaosenlared.net/noticia/proposito-declaracion-biran-como-monumento-nacional

 

De las 27 instalaciones del batey original de Birán Castro, se conservan hoy, en perfecto estado de mantenimiento, 11 de ellas, y existe el proyecto de reconstruir al menos dos más

 

Un inmigrante español, nacido y criado en Galicia, llegó un día a un lugar al Norte de la antigua provincia de Oriente, y decidió en el acto que su peregrinar había terminado. Este hombre había llegado a Cuba como soldado del Ejército español que combatía contra los mambises en nuestra guerra por la independencia, reclutado en reemplazo de algún joven de familia pudiente de su aldea gallega natal. Terminó la guerra y, como todos los demás miembros sobrevivientes del derrotado ejército, fue evacuado y enviado de regreso a España. Pero la isla tropical, con su naturaleza exuberante, sus hombres cordiales y sus mujeres espléndidas, le habían mordido implacablemente el corazón, y a ella regresó por propia voluntad muy poco tiempo después. Pasaron más de diez años en los que el joven gallego deambuló por varios lugares de la geografía cubana, buscando el lugar donde establecerse y luchar por la vida. Y no fue sino hasta 1915 cuando llegó a Birán y supo que había arribado por fin a su definitivo destino.

 

¿Qué tiene Birán que de tal manera impresionó al gallego Ángel Castro Argiz? Sencillamente dos cosas que de inmediato lo transportaron a su natal Galicia: su verde y su agua. La lluvia, igual que en Galicia, es presencia frecuente en Birán, así como la alta humedad relativa, y como resultado de ello el verdor deslumbrante de los pastos, los arbustos y los árboles, igual que en Galicia, golpea físicamente al visitante. No necesitó más Ángel para sentir que había llegado.

 

Con el tiempo, Ángel Castro creó en Birán un verdadero feudo, un batey completamente autosuficiente para las necesidades de su familia y de su extensa finca de 10 mil hectáreas, entre tierras propias y arrendadas, productora principalmente de caña de azúcar, madera, naranjas y frutos menores. Y en ese feudo, era don Ángel el señor feudal, con la peculiaridad, que ha explicado muy bien su hijo Fidel, de ser un señor feudal generoso y de trato humano y solidario con sus vasallos.

 

Hay que dar por sentado que no pocas cualidades de entereza, laboriosidad, astucia, energía y fortaleza tienen que haber anidado en el carácter de este gallego inmigrante, prácticamente analfabeto, llegado a Cuba, como se dice, con una mano alante y otra atrás, que en menos de 30 años fue capaz de convertirse en gran hacendado y terrateniente, cercado como estaba por las propiedades de poderosas compañías geófagas norteamericanas como la United Fruit y la Cuban American Sugar, capaz no solo de sobrevivir sino de prosperar a despecho de ese cerco implacable, y capaz de fundar una de las comunidades rurales más extraordinarias y singulares en todo el territorio de la República neocolonial.

 

De las 27 instalaciones del batey original de Birán Castro, se conservan hoy, en perfecto estado de mantenimiento, 11 de ellas, y existe el proyecto de reconstruir al menos dos más.

 

De todas estas instalaciones, la más notable es, sin duda, la casa principal. No es, en puridad, la original, pues esta se quemó hasta los cimientos de manera accidental en 1954, dos años antes de la muerte de don Ángel, y fue reconstruida exactamente como era en los años 70 por iniciativa de Celia Sánchez.

 

Con 513 metros cuadrados de cubierta, la gran casa está levantada sobre 76 pilotes de caguairán y otras maderas duras que dejan espacio a un amplio sótano donde dormía el ganado y servía de garaje al equipo automotor. Rasgo distintivo de la casa es la habitación en forma de altillo que compartía don Ángel con su esposa Lina Ruz, verdadero mirador desde cuyas ventanas el dueño podía contemplar todo el paisaje circundante.

 

En Birán se conserva intacta también la Escuela Rural Mixta No. 15, en la que los hijos del matrimonio Castro Ruz aprendieron las primeras letras. Se conservan un barracón y los humildes bohíos de guano de los infelices inmigrantes haitianos que encontraron en la finca de don Ángel trabajo digno y trato humano.

 

Se conservan la valla de gallos, la carnicería, el pequeño edificio para el correo y el telégrafo —el único que no era propiedad de don Ángel––, la nave y taller de carretas, el bar y billar “La Paloma” —única instalación de mampostería— y la casa de la maestra, entre otras construcciones que le conferían al batey su autosuficiencia.

 

Y existían también, para completar esta condición de plena autosuficiencia, una tienda mixta, una panadería y una fonda para los transeúntes del camino real hacia Santiago desde la bahía de Nipe, que atravesaba el batey y cuyas huellas aún se conservan. Estas dos últimas instalaciones son las que serán reconstruidas para acercar más el batey a su fisonomía original.

 

Existen también la acogedora casa de la abuela, levantada al pie del espectacular algarrobo que domina majestuoso el centro del batey, y era la vivienda de doña Dominga González, la madre de Lina, así como una edificación de dos plantas construida para Ángelita, la hermana mayor de los Castro Ruz, que por sus características y funciones adicionales fue conocida como el hotelito.

 

Y, por último, la llamada Casa Número 2, construida en los altos del bar “La Paloma” para que fuera ocupada eventualmente por el hijo abogado de don Ángel cuando después de terminar sus estudios universitarios regresara a Birán a hacerse cargo del manejo legal de la finca. Este hijo, sin embargo, nunca llegó a ocupar esa vivienda, pues optó en cambio por hacerse cargo de una empresa mucho más vasta y compleja, que fue la Revolución.

 

Muy cerca de la escuela y la casa de la maestra se levanta el panteón familiar donde descansan los restos mortales de don Ángel, Lina y los abuelos maternos de los hermanos Castro Ruz.

 

Desde hace varios años, el batey histórico de Birán es atendido y manejado por un eficiente equipo de trabajo subordinado a las Oficinas de Historia del Consejo de Estado, como joya principal de su red de sitios de especial relevancia y valor patrimoniales, que incluye entre otros la Comandancia General del Ejército Rebelde en La Plata, el Museo Casa Natal de Celia Sánchez en Media Luna, y el Complejo Memorial del Che en Santa Clara, instalaciones todas declaradas también Monumentos Nacionales.

 

Hoy, al llegar al batey de Birán Castro, el visitante olvida de golpe todo el polvo, el calor y la fatiga del viaje hasta el lugar, envuelto de inmediato por la frescura del aire y el hechizo de un verdor esplendente. Y su asombro se completa al descubrir las muestras inesperadas, insólitas y magníficas de una arquitectura vernácula rural de madera que no tiene paralelo en el país.

 

Por todos estos valores históricos y sociales, por sus excepcionales valores arquitectónicos y paisajísticos, por ser ejemplo supremo de construcciones perfectamente integradas al ambiente, es por lo que la Comisión Nacional de Monumentos ha decidido declarar el batey histórico de Birán Monumento Nacional, decisión en la que también habrá pesado el hecho de ser el sitio natal del Comandante en Jefe Fidel Castro, del General de Ejército Raúl Castro y de sus otros hermanos de padre y madre.

 

El Conjunto Histórico de Birán, situado en el municipio holguinero de Cueto a 72 kilómetros de la ciudad de Holguín y a unos 30 del poblado de Marcané, fue abierto como museo al aire libre en noviembre del 2002, y es visitado cada año por decenas de miles de turistas nacionales y extranjeros que invariablemente quedan cautivados por el singular encanto y la abrumadora belleza del lugar.

 

Porque hoy, el batey de Birán, obra forjada a golpe de amor y tesón por esos dos seres humanos extraordinarios que fueron Ángel Castro Argiz y Lina Ruz González, sigue siendo un lugar realmente mágico.

Primera plana del Granma del 3 de junio de 2013

Rememora que se cumplen 50 años

del regreso de Fidel Castro de un viaje a Rusia

50 años de culto a la personalidad

Wilfredo Cancio Isla

 

La figura de Fidel Castro se ha entronizado en el imaginario popular cubano durante medio siglo. Tanto apologistas como detractores -dentro o fuera de la isla- han vivido estos años atrapados en la omnipresencia de su imagen, en la implacable persistencia de sus discursos y la teatralidad de su gesticulación. Incluso en la larga convalecencia que marca su etapa final, el espectro de Castro mantiene una hegemonía mediática que desborda cualquier comparación con la cobertura recibida por otros moribundos ilustres entre sus contemporáneos.

 

No sería aventurado pronosticar que el culto al ícono de Castro prevalecerá algún tiempo en Cuba, aupado por iniciativas de reafirmación simbólica que se manifiestan con creciente persistencia en los medios oficiales en tanto se esfuma la anunciada recuperación del líder octogenario.

 

En los umbrales de la despedida, el enaltecimiento del enfermo ilustre ha cobrado tintes novelescos.

 

El más reciente de los esfuerzos de adulación es una representación en el llamado “bosque martiano del Ariguanabo”, en San Antonio de los Baños, del encuentro entre Fidel Castro y su hermano Raúl en Cinco Palmas, el 18 de diciembre de 1956. El sitio ha sido conformado por cinco ejemplares del Árbol nacional y dos piedras que -según la descripción publicada- “exponen el diálogo” entre los dos combatientes al reunirse tras el accidentado desembarco por Playa Las Coloradas y la conocida frase de Fidel: “Ahora sí ganamos la guerra!”

 

Este año ha estado particularmente plagado de alabanzas. El VIII Congreso de los periodistas cubanos le otorgó el Premio Nacional de Periodismo y concluyó con el lanzamiento del libro Fidel periodista en una actividad pública para la que artistas plásticos elaboraron una imagen de su rostro transformado en un tocororo, el ave nacional.

 

La Unión de Jóvenes Comunistas lo proclamó “eterno joven rebelde” y las mujeres federadas realizaron ingresos simbólicos a la FMC en ocasión del 82 cumpleaños del líder.

 

Desde comienzos del 2007, cuando el Colegio de Dolores en Santiago de Cuba fue remozado y reabierto, un aula del segundo piso de la escuela mantiene un pupitre vacío como símbolo del asiento que ocupaba Castro en su época de estudiante. En agosto de ese año también se anunció la restauración de la casa de la calle Rabí número 6, donde vivieron el niño Castro y algunos de sus hermanos mientras estudiaban en la capital santiaguera.

 

El curso escolar 2007-2008 fue dedicado a la figura del guerrillero Ernesto Che Guevara y a las “reflexiones” que el enfermo Comandante comenzó a publicar en marzo del pasado año. Este diciembre se publicó en La Habana una compilación de elogios de personalidades universales bajo el título de Así es Fidel.

 

La exaltación de Castro no ha requerido de esculturas ni de mausoleos para penetrar en las mentes y moldear el comportamiento de los cubanos desde 1959. Tal vez tampoco los necesite ahora. Patria, nación y país han sido revalorizados bajo la égida del caudillo en una isla donde 75 por ciento de sus habitantes nacieron, crecieron o se educaron escuchando el discurso patriarcal y reproduciendo los rituales ideológicos del totalitarismo.

 

Castro ha sido el más hábil manipulador de la opinión pública en la era moderna de la comunicación. Ocupó los micrófonos radiales, acaparó las cámaras de televisión para hablar siete horas consecutivas, inspiró una filmografía que catapultó su aureola mítica (recordar Mi hermano Fidel y otros frutos del documentalista Santiago Álvarez). Desarticuló una cultura periodística de fuerte tradición democrática e implantó un sistema de propaganda gubernamental al servicio de sus palabras, desplazamientos y ocurrencias más inverosímiles.

 

No tuvo estatuas como Saddam Hussein, no ordenó hacer un cetro como Nicolae Ceaucescu ni ordenó aduladoras coreografías como las de Kim Il Sung, pero el culto a su personalidad invadió la vida pública y condujo al mismo fin: forjar la imagen del guerrero invencible, primero, y del patriarca infalible después.

 

“No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones. Los que dirigen son hombres y no dioses”, repitió Castro el primero de mayo del 2003.

 

En realidad, no hizo falta decretarlo para que la deificación de Castro emergiera en el escenario nacional, trazando una parábola que va de la mística revolucionaria -con signos de clara referencias bíblicas- del joven rebelde a la patética adulación en el ocaso del anciano.

 

En los comienzos fue la fábula de los 12 sobrevivientes del desembarco del Granma, que lograron reavivar la bujía revolucionaria en las montañas de Oriente; la imagen del combatiente que alcanzó la victoria a la cristiana edad de 33 años; la escena de la paloma posándosele sobre el hombro ante una multitud en el Campamento de Columbia en 1959, repetida con falso dramatismo, en el mismo lugar, 30 años después; el estratega militar lanzándose de un tanque durante los combates de Bahía de Cochinos; el sobreviviente de más de 600 atentados fallidos, casi siempre neutralizados por la fiera disposición de combate que intimidaba a sus victimarios.

 

El deslumbramiento inicial por el joven rebelde penetró también la música popular y tuvo eco en algunas de las canciones más difundidas de la época. El compositor Eduardo Saborit veía “Un Fidel que vibra en la montaña/un rubí, cinco franjas y una estrella”, en la conocida canción Cuba, qué linda es Cuba (1960), y el trovador Carlos Puebla celebraba en su contagiosa guaracha Y en eso llegó Fidel que se hubiera acabado la diversión en el país gracias a que “llegó el Comandante y mandó a parar”.

 

Sus retratos presidieron desde entonces espacios públicos y privados. La conocida foto del comandante barbudo entrando a La Habana el 8 de enero de 1959 fue muy pronto acuñada e inmortalizada en el nuevo billete de un peso, el de mayor circulación del país. En fechas más recientes, un perfil suyo de los años 80, con algunas canas y el uniforme verde olivo, se adueñó de paredes, fachadas, murales, escuelas, oficinas y funerarias.

 

El fotógrafo cubanoruso Cristóbal Herrera -quien registró con su cámara el desmayo de Castro en el 2001 y su estrepitosa caída en el 2004- ha captado para su proyecto Cuba Dura una conmovedora imagen de familia que revela el fenómeno de la intromisión del personaje más allá de los límites de la privacidad hogareña: junto al cadáver del abuelo tendido en una cama aparecen familiares acongojados por la pérdida y, colgando de la pared, una foto tradicional de Castro.

 

Ciertamente, la idolatría popular que acompañó a Castro desde su nacimiento como líder político se sustentó en cierto grado de mesianismo, en la esperanza de una población que entregó ciegamente su futuro a los designios del elegido. Pero la proyección del culto castrista hubiera quedado a medias sin la engrasada maquinaria propagandística que rodeó su ejecutoria política y la pleitesía generalizada de sus colaboradores más cercanos, temerosos de que cualquier opinión propia se interpretase como un desafío a los postulados del líder.

 

La veneración del jefe máximo se convirtió en una carta de crédito a todos los niveles de gobierno, administración estatal o reconocimiento social.

 

“Cuidar a Fidel es cuidar a la Revolución en su conjunto. Fidel es el tesoro de nuestra patria, es el punto coagulante del proceso revolucionario”, afirmaba el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez en el acto por el XX aniversario de la Seguridad Personal del Comandante en Jefe, en 1979.

 

Y agregaba: “El jefe es en sí mismo indefinible, porque nadie sabe en qué momento va a partir, en qué momento va a subir a la Sierra o en qué momento va a tomar el mar para ver cualquiera de las obras de nuestro país”.

 

Las rimbombantes palabras de Carlos Rafael Rodríguez no son ajenas al entorno de exaltación de las virtudes castristas, potenciadas por la prensa estatal en cada aniversario patriótico o cumpleaños del líder.

 

“Es preferible morir por Fidel que vivir sin él”, asegura en un reportaje de Juventud Rebelde el teniente coronel Pedro Socarrás, encargado desde los 17 años de cuidarle las espaldas al mandatario. “Uno se siente grande, se siente un hombre al que no le entran ni los tiros cuando está cerca del Comandante”, acota el oficial Francisco Salgado, también integrante de la guardia personal de Castro.

 

Entrevistada en el 2003, Juana Vera García, su traductora e intérprete oficial de inglés desde 1975, asevera que “Fidel vino del futuro”.

 

“Para mí es el hombre más grande que dio el siglo XX... En él confluyen el filósofo, el pensador, el estadista, el combatiente, el estratega militar, el dirigente político, el conductor del pueblo, el maestro, el artífice de una revolución”, dijo Vera emocionada. Y prosiguió: “Reúne el patriotismo de Varela, la dignidad de Céspedes, el ideal del Apóstol [José Martí], el valor de Antonio Maceo, la audacia de Ignacio Agramonte, la firmeza ideológica de Julio Antonio Mella, la poesía de Rubén Martínez Villena, la honestidad de Pablo de la Torriente Brau, la lealtad de Camilo, la ternura del Che, la vergüenza de Eduardo Chibás, la cubanía de Nicolás Guillén”.

 

La presentación de Castro como hombre síntesis de las glorias de la patria desembocó también en sus presuntas hazañas deportivas.

 

Las guías oficiales de béisbol de la década del 60 registran las “extraordinarias faenas” rendidas por Castro como lanzador, enfrentando incluso a equipos de la serie nacional cubana. “Fidel extrajo el tiempo necesario de sus tantísimas ocupaciones para entrenarse y convertirse en un verdadero serpentinero”, escribió en 1965 el cronista Rubén Rodríguez.

 

El 13 de julio de 1964 juega con equipos de la serie nacional, según lo reseña la prensa deportiva: “Y el Comandante en Jefe se enfrascó en sensacional duelo con los Henequeneros, contando esta vez con el respaldo de los Granjeros. Fidel no permitió carrera limpia y lanzó cinco entradas, tolerando cinco hits y mostrando un control extraordinario al otorgar una sola transferencia mientras ponchaba a cinco”.

 

La imagen del atleta genuino quedó tan arraigada desde entonces que cuando la prensa oficial hizo el balance del deporte cubano del siglo XX, el cronista Oscar Sánchez no pudo sustraerse de la mención a Castro entre las figuras imprescindibles: “Al propio Comandante en Jefe en las pistas de atletismo, escalando montañas o tirando al aro de baloncesto, lo que le permitió cultivar los músculos del cuerpo creando a la vez una sólida musculatura del alma”. (Granma, 4 de enero del 2001).

 

Los libros escolares están repletos de menciones a Castro como gran hacedor de la historia nacional y consejero de la niñez. Sólo bastaría con revisar el libro de lectura de primer grado en el sistema nacional de educación. El volumen incluye el poema Fidel, de Mirta Aguirre: Fidel, barbudo, llega primero;/ Fidel ligero/ con sus botazas de guerrillero./ Así en Oriente/ o en Vueltabajo,/ en horas buenas o en horas malas./ En todas partes, Fidel presente:/ en el trabajo/ o entre las balas./ Como si fueran hechos de alas/ sus zapatones de combatiente.

 

Como colofón, el libro incluye la anécdota de un encuentro de Castro con un grupo de pioneros que “lo oyeron con emoción y pensaron que debían ser mejores”. “El niño que no estudia no es un buen revolucionario”, figura como corolario del pensamiento de Castro.

 

El culto de los medios de comunicación, los escribanos oficiales y los servidores cercanos se exacerbaron a medida que las facultades físicas del gobernante comenzaron a declinar visiblemente.

 

“Posiblemente el 13 de agosto sea el día en que más veces se brinda a la salud de una misma persona (...). He visto y oído a creyentes y no creyentes pedir con igual fe por el mismo deseo: salud para el Comandante”, escribía la periodista Arleen Rodríguez por el cumpleaños 76 del dictador.

 

Su entonces médico de cabecera, Eugenio Selman-Housein, se arriesgó a pronosticar en una fecha como mayo del 2006 que Castro tenía “espíritu, salud y fortaleza para vivir hasta 140 años”.

 

Katiuska Blanco, convertida en biógrafa oficiosa, dio a conocer un enjundioso viaje de 574 páginas por la vida de Castro titulado Todo el tiempo de los cedros (2003), libro que abre una etapa de urgente reescritura de la historia familiar y la trayectoria política, luego retomada por Ignacio Ramonet en Fidel Castro, biografía a dos voces (2006).

 

La aparatosa caída del 20 de octubre del 2004 al final de un acto en Santa Clara disparó un frenesí de alabanzas.

 

“Aún en el dramatismo del suceso, un símbolo de combate no podía estar ausente. Su salida de aquel escenario no podía ser en la ambulancia del caído, sino en el auto del guerrero”, relató el presentador de la Mesa Redonda, Randy Alonso, en “El yipi y el guerrero” (Juventud Rebelde, 24 de octubre del 2004).

 

En un inusual Poema Colectivo de las Oficinas del Comandante en Jefe podía leerse: “Vivimos contigo los ciclones de la vida y del tiempo/ y los de la naturaleza que sólo por ti salen vencidos/ sin fantasmas de este suelo./ Sabemos de tu meteorología/ más exacta que la del propio Centro”. Y tras llamarlo “gladiador de la verdad y gigante de la suerte”, concluye el texto: “Qué suerte tenerte con tanta claridad,/ tanta grandeza/ y tanta vida cuidando en todo por siempre nuestros sueños”. (Granma, 23 de octubre de 2004).

 

Una carta firmada por Su Pueblo en ocasión del cumpleaños 79 llega a compararlo con el sol: “Creían los griegos que el sol era transportado por un carro; los egipcios imaginaban que viajaba en un carro de velas al viento. Los cubanos patriotas sabemos firmemente que el sol lleva verde olivo el traje, tiene alma guerrillera de ideales justicieros y botas de incansable escalador de montañas y sueños” (Granma, 13 de agosto del 2005).

 

La enfermedad y la prolongada ausencia de los escenarios públicos han desatado obstinadas visiones políticas y actos de fe. La prensa oficial comenzó entonces a ensayar la “versión espectral” sobre el espacio irremediablemente vacío. Un ejercicio de imaginación revolucionaria que la Asamblea Nacional ha refrendado mediante la preservación del sitio para el diputado ausente: desde diciembre del 2006 hasta la fecha todas las sesiones parlamentarias han mantenido en la presidencia “la silla desocupada” del líder que aún vigila e inspira. “El Comandante en Jefe estuvo en la Plaza de la Revolución este sábado, aunque no físicamente, sí de muchas maneras” (Francisco Rodríguez, Trabajadores, 4 de diciembre del 2006). “Miro hacia allá, veo a Raúl y siento que el ausente está allá de todas maneras (...). Porque hay aferramientos que van más allá de la persona. Es como si buscáramos una convergencia sentimental de país, un talismán o resguardo que nos proteja a todos” (José A. Rodríguez, Juventud Rebelde, 2 de mayo del 2007).

 

El trovador Silvio Rodríguez se esmeró en hiperbolizar su voluntad de entrega total al patriarca: “Le regalo todo lo que puedo regalarle, un poquito más de mi música... le regalo hasta mi persona”.

 

El libro sobre la avasalladora presencia de Castro en el sentimiento nacional está aún por escribirse. Las demostraciones que seguirán a su desaparición física en Cuba y en el mundo serán apenas el epílogo de esta tragicomedia criolla de la que todos hemos sido testigos o protagonistas. Valdrá la pena reconstruir la historia del castrismo a través de las ceremonias y los ceremoniales que rodearon la vida de este hombre terco y obsesivo y que todavía están por salir a la luz.

 

Como casi todos los cubanos, tengo fijas en la memoria dos estampas que tal vez deberán conformar ese libro de las devociones ridículas hacia Fidel Castro.

 

La primera es estrictamente testimonial. Durante una visita de grupos universitarios al Contingente Blas Roca en las afueras de La Habana, los jefes del campamento nos mostraron con orgullo la última pieza atesorada para un futuro museo: en una urna de cristal habían colocado una bandeja metálica y un tenedor empleados por Castro para probar una receta con espinaca durante un recorrido por el lugar.

 

La segunda me la contó un geógrafo exiliado que asistió a la reunión para definir el área donde debía construirse el pedraplén de Cayo Coco a fines de los años 80. Mientras los expertos discutían, el gobernante se acercó al mapa desplegado en la pared y pronunció una frase lapidaria, mientras con la uña del dedo pulgar trazaba una línea de conexión entre el cayo y la costa norte de Ciego de Ávila: “Yo creo que debe ser por aquí”. Los científicos y planificadores presentes asintieron, el mapa se conservó con la línea imaginaria marcada por la uña de Castro y el pedraplén se construyó sin cambiar un ápice su improvisada determinación.

Una opositora pacífica cubana, la profesora Martha Beatríz Roque Cabello, nos muestra en este vídeo cómo frente a la puerta de su casa le han puesto un cuadro de Fidel Castro, en el más servil culto a la personalidad y en el más inculto acoso personalizado contra la privacidad y el derecho a la libre opinión.

Lo amarás por sobre todas las cosas

Vladimir Santoya

24 de enero de 2013

 

No hay estatuas, ninguna ciudad o calle tienen su nombre. La veneración de los Castro se hace por otras vías.

 

Quizás uno de los rasgos principales de los sistemas totalitarios sea el culto a la personalidad del líder. Tal exaltación suele ocupar un lugar central en la legitimación del discurso político, declarando las ideas del protagonista del Estado un paradigma a seguir. Solo cuando en la antigua URSS comenzó el proceso de deshielo a través de la perestroika y el glasnost, los medios de comunicación se avinieron a criticar el culto a Stalin y su régimen de terror. Más allá, en la desolada Corea del Norte, Kim Il Sung, guía histórico de la dictadura, posee todavía más de 30 mil estatuas; todos los habitantes del país están obligados a rendirle pleitesía.

 

¿Cómo se da el culto a la personalidad en el régimen de los hermanos Castro? Ciertamente en Cuba no hay estatuas de Fidel o Raúl, ninguna ciudad o calle tienen su nombre. La veneración de los “líderes históricos” aquí se hace por otras vías, más sutiles, más refinadas.

 

Si se llega a cualquier centro estatal, por pequeño e insignificante que sea, basta con alzar la vista para encontrarse un retrato de Fidel. Algunas veces de perfil, otras de frente. Pero siempre mostrando su poblada barba de antaño, ya rala, y su mirada inquisitorial. En ocasiones aparecen también imágenes de Guevara o de Raúl Castro, frases suyas, consignas. (Son pocas las imágenes de Camilo Cienfuegos que aún sobreviven.)

 

‘Somos uno’

 

Últimamente abundan la fraseología más reciente del mayor de los Castro, como el concepto que diera de la palabra revolución en el año 2000 y que muchos cubanos recitan casi de memoria.

 

Poco después de anunciarse su retirada del poder por problemas de salud, la principal avenida de la capital, la calle 23, se llenó de afiches con su figura. Una de ellas apenas mostraba el contorno de su rostro de perfil, su cara cubierta de banderas cubanas y, en letras bien gruesas, la leyenda: “Somos uno”.

 

Un simple análisis de esta propaganda política sugiere la excepcionalidad de una figura convertida en mito, una figura que en teoría encarna las aspiraciones del pueblo y de toda la nación. También se ve diariamente dicha figura en la presentación de los noticieros de televisión, junto a la de su hermano, así como en otros espacios televisivos transmitidos con regularidad.

 

Un lugar donde el culto se lleva a cabo más abiertamente son las librerías. En muchas de ellas, particularmente las que venden libros usados, se encuentran ejemplares de las más largas entrevistas que ha concedido, de lo que ha pensado o escrito sobre temas tan disímiles como la ciencia, la agricultura, la educación o el deporte.

 

Así, Fidel Castro resulta una especie de todólogo —tal y como alguna vez lo calificó el politólogo cubanoamericano Jorge I. Domínguez—, un líder cuya opinión debe ser escuchada o llevada a la práctica en cualquier tema o materia sin la menor dilación.

 

Por la misma fecha en que buena parte de la población cubana ansiaba leer la novela de Leonardo Padura El hombre que amaba a los perros, de la que todavía hoy es difícil conseguir ejemplar, salían a la venta sendos libros de memorias de Fidel Castro, bellamente editados y encuadernados, con una calidad de papel rara vez vista en las ediciones de libros nacionales. En una entrevista concedida al diario español El País, Padura aseguraba que la salida de su novela se había retrasado en Cuba por falta de papel. Había pocos recursos para la demandada ficción, pero muchos para las memorias de Castro.

 

Alimentos, consignas, espías

 

La devastada economía del país llega a sustituir alimentos por consignas. En muchas de las bodegas expendedoras de alimentos racionados, en los estantes donde deberían estar los productos, se exhibe su figura o la de otro “líder histórico”. En una de ellas aparecen Fidel y Raúl Castro alzando la mano sobre letras bien grandes: “La Revolución seguirá adelante pujante y victoriosa”. En establecimientos en estado ruinoso, donde reina la suciedad y la falta de pintura, el cartel termina resultando una burla.

 

Pero a la imagen de Castro le ha surgido en los últimos años un competidor: los rostros de los cinco espías de la Red Avispa presos en EE UU ocupan un lugar cada vez más predominante en centros públicos, murales de escuelas y vallas de las principales avenidas de la capital. En su denodado esfuerzo por dar a conocer el caso a todo el que visita Cuba, los cinco agentes le roban cada vez más protagonismo iconográfico al líder máximo. Pero a pesar de la machacona propaganda, muchos cubanos no se han aprendido bien el nombre de “los cinco”. Más bien al contrario: debido al bombardeo permanente, a la gente no le interesa hablar sobre el caso.

 

Donde el culto a la figura del mayor de los Castro encuentra mayor éxito es en el sistema educativo. En una enseñanza todavía bastante escolástica, los textos de historia hacen uso de un acoplamiento doctrinal entre la figura de José Martí, mártir de gran veneración, y Fidel Castro. Esa forzosa y construida conexión encuentra su más acabada expresión en aquellos versos de Nicolás Guillén que sentencian: “Te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió”, obviando las grandes diferencias ideológicas que separan a estas dos figuras y acudiendo a resortes puramente nacionalistas para legitimar un régimen que en su esencia traiciona los más sagrados postulados martianos.

 

A pesar del afán por cincelar y mostrar una figura sin máculas, el evidente fracaso de la élite en su cada vez más desesperado esfuerzo por retrasar lo inevitable (la transición hacia un Estado de derecho) hacen que esta intensa propaganda produzca el efecto contrario. Es visible la despolitización y enajenación de una buena parte de la juventud cubana actual. Basta asomarse a la calle G o conversar con muchos de ellos para notarlo. Ese proceso habla por sí solo del futuro que le espera a los líderes históricos cuando desaparezcan definitivamente del escenario nacional.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.