VATICANO

 

 

 

Más de 87 Damas de Blanco fueron detenidas en Cuba, el día de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II

La policía castrista las arrestó para evitar su asistencia a misa.

El Vaticano ha impuesto un record bastante difícil de igualar: Dos papas han visitado a la peor tiranía que ha sufrido América, la de los hermanos Castro, lo que le ha permitido obtener reconocimiento internacional.

 

Las sotanas de Juan Pablo I y Benedicto XVI

se mancharon con la sangre derramada

por los hermanos Castro

Un vendaval llamado Francisco

Carlos D. Mesa Gisbert

28 de julio de 2013

 

Francisco, a sus 76 años, es un papa del Siglo XXI. Sólo le falta un tatuaje en el brazo para terminar de enamorar a los jóvenes. La Iglesia ha encontrado una oportunidad y él parece dispuesto a aprovecharla a plenitud

 

El futuro de la Iglesia Católica era, y aún es, de pronóstico reservado. La crisis que afronta la institución se agudizó dramáticamente con los espantosos casos de pederastia revelados en los últimos años y con los serios cuestionamientos al manejo de las finanzas vaticanas.

 

Es la punta de un iceberg que tiene cantidad de ingredientes, que van desde la reducción drástica de vocaciones sacerdotales hasta la caída en picada de fieles católicos que, como un río sin dique, se pasan a las filas del cristianismo evangélico.

 

Benedicto XVI tuvo la lucidez de darse cuenta de que por muchas razones no estaba en condiciones de enfrentar el tamaño del reto, y renunció al papado en un acto de la mayor valentía, pero su apuesta era incierta. Todo dependía de en quien recayera la sucesión. Las previsiones se inclinaban por la continuidad de una línea conservadora, hasta que el mundo conoció un ignoto As bajo la manga.

 

El nuevo Papa tenía de entrada tres características que marcaron un cambio significativo; es jesuita, el primero de la historia; es latinoamericano, el primero de la historia y decidió llamarse Francisco, el primero de la historia.

 

En menos de 48 horas sentó diferencias. Fondo y forma son, en un mundo en el que la avalancha mediática manda, igual de importantes.

 

Francisco echó por la borda la tradición, los ritos de emperador coronado, el oro y las piedras preciosas, los zapatos de fina piel, el papamóvil blindado, la residencia pontificia, las comidas especiales... Sólo eso llamó poderosamente la atención a todos.

 

Pronto comenzaron los cambios de fondo. La modificación de los códigos del Estado Vaticano en el ámbito penal, la creación de una comisión que investigara las finanzas de la Iglesia, el endurecimiento con los prelados acusados de proteger la pederastia de muchos clérigos, y un discurso de guerra frontal contra los antivalores de un mundo ahogado en la confusión y el relativismo generalizado.

 

Su llegada a Brasil hizo el clic mágico con los jóvenes. Aún los agnósticos y los ateos reconocen en Francisco un carisma especial. Les cae bien porque tiene buena onda, porque se bajó del pedestal, pero por encima de todo porque hace lo que dice.

 

Juan Pablo II generó una empatía de otra naturaleza. Era un papa que representaba poder, el inmenso poder de los oropeles vaticanos y de una Iglesia jerarquizada y autoritaria. Su fuerza era su carisma personal intrínseco, con un magnetismo incuestionable e intransferible.

 

Francisco no es un personaje mediático en ese sentido, lo es por los valores que representa, lo es por razones antagónicas a Juan Pablo.

 

No es un icono telegénico, sino el ser humano al que puedes abrazar y que es como tú quisieras ser y crees que puedes ser, no como alguien que admiras pero que sabes que nunca podrás llegar a ser.

 

Francisco recupera el mensaje de una Iglesia conectada con los antiguos cristianos, con el santo de Asís, aquel casi panteísta que creía que Dios estaba plenamente conectado con la naturaleza. Imposible encontrar un mensaje más vigente hoy. Pobre no por la celebración de la pobreza, sino por la solidaridad con el otro. Francisco recupera el mensaje más importante del Nuevo Testamento: “Todo aquello que hagas a tu prójimo me lo estarás haciendo a mí”, dijo Jesús. Sólo eso vale los cuatro evangelios.

 

¿Y la teología de la Liberación? Al gurú sobreviviente de la doctrina, Leonardo Boff, le gustaría la reivindicación de un pensamiento católico nacido en la convulsa América Latina de los años 70. Francisco recupera de ella lo esencial, no ya lo que hoy es adjetivo. La opción preferencial por los pobres, la doctrina social, la imbricación entre Iglesia y realidad, sí. El cristianismo revolucionario, la mirada obnubilada que quiso ver la imagen de Cristo próxima al Che y cercana al marxismo, no.

 

Francisco, a sus 76 años, es un papa del Siglo XXI. Sólo le falta un tatuaje en el brazo para terminar de enamorar a los jóvenes. La Iglesia ha encontrado una oportunidad y él parece dispuesto a aprovecharla a plenitud.

 

Pero no nos engañemos, no la tiene fácil. Las estructuras internas de poder suelen ser implacables. El inmovilismo es siempre una tentación porque aparenta ser la roca que le ha dado vigencia al catolicismo durante casi 2 mil años. Hay muchos callos que pisar y eso genera reacciones peligrosas. Hay, finalmente, cambios revolucionarios que hacer sin los cuales el futuro de la Iglesia es negro. Fin del celibato obligatorio, un rol protagónico de las mujeres en el sacerdocio, una actitud más flexible con relación a la sexualidad y una estructura institucional más abierta.

 

Francisco está haciendo brecha y parece dispuesto a terminarla sin temores. Pero su horizonte biológico es limitado. Si su salud lo acompaña tiene quizás una década por delante. Su antecesor ha marcado jurisprudencia, podría tener que dejar el papado si sus condiciones físicas o mentales así lo exigen. La clave está en  que deje marcados lo más rápido posible, como hizo Juan XXIII, cambios que sean irreversibles. 


* El autor fue presidente de la República de Bolivia
http://carlosdmesa.com/ 
Twitter: @carlosdmesag

Mi experiencia con el banco del Vaticano

David Willey

18 de julio de 2013

 

Cuando me mudé a Roma a principios de los años 70, era bien sabido entre los corresponsales extranjeros que podías conseguir un cambio mucho mejor de dólares a liras italianas visitando tu propio banco en el Vaticano, ubicado dentro de la torre medieval, al lado del Palacio Apostólico en la Ciudad Vaticana.

 

Así que mostrando mi pase de prensa subí las escaleras de este extraño lugar sagrado dentro de lo sagrado, donde los únicos clientes esperando en fila sobre el suelo de mármol eran curas y monjas.

 

Escribí un cheque, que el empleado bancario me cambió por efectivo después de comprobar mi identidad.

 

Me entregó un 10% más de liras de lo que habría obtenido de haber hecho la transacción en cualquiera de los bancos comerciales, ya en territorio italiano. Acababa de descubrir mi propio paraíso fiscal.

 

Apreciación divina

 

Así es como empezó mi curso introductorio al sistema bancario del Vaticano. Unos meses después, alguien filtró lo que estaba pasando y ya no pude acceder al santuario financiero de la Santa Sede.

 

Luego tuve la oportunidad de conocer al reverendo Paul Marcinkus, un cura importante originario de Chicago, a quien el papa Pablo VI nombró en 1971 presidente del Banco Vaticano, el “Instituto para los trabajos de la Religión” o IOR por sus siglas en italiano.

 

Pablo VI quería demostrar su aprecio por los esfuerzos del arzobispo como jefe organizador de la primera visita de un pontífice a Tierra Santa en 1964, donde el papa contó con la presencia constante de guardaespaldas y un traductor.

 

Descubrí con sorpresa que el arzobismo no tenía experiencia previa en banca internacional. De hecho, tras su nombramiento fue enviado a la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, para atender un curso de seis semanas que le enseñaría los conceptos básicos sobre las altas finanzas internacionales.

 

Negocios sombríos

 

Durante la década de los años 80, el arzobismo se involucró en algunos negocios sombríos; primero con un banquero vinculado con la mafia siciliana llamado Michele Sindona, y luego con el financiero italiano Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, que finalmente cayó en desgracia acumulando grandes deudas tras sufrir pérdidas de por lo menos US$250 millones del IOR, uno de los accionistas de la entidad.

 

Calvi terminó muerto, colgado de una cuerda bajo el puente de Blackfriars en Londres, víctima de un suicidio simulado.

 

Fiscales italianos trataron de interrogar al arzobispo, no en relación a lo que resultó ser un asesinato de la mafia, sino sobre las pérdidas del Banco Vaticana al tratar de crear empresas ficticias en Bahamas.

 

Pero el rudo arzobispo tuvo éxito al reclamar inmunidad diplomática, refugiándose dentro del Vaticano.

 

Tenía una actitud sardónica en su trabajo. “Cuando mis trabajadores se retiran esperan una pensión”, le dijo una vez a un amigo mío. “No hace falta que diga: ¡Te pagaré en 400 Ave Marías!”.

 

Compromisos rotos

 

El banquero alemán Ernst von Freyberg dirige actualmente el Banco Vaticano.

 

Hoy el Banco Vaticano está nuevamente en el centro de un escándalo. Lo acusan de lavado de dinero y de permitir a no religiosos, e incluso a amigos y empresarios, tener cuentas en lo que equivaldría a un paraíso fiscal en alta mar.

 

El papa Benedicto XVI trató en 2010 de situar al IOR en la buena senda, al crear una autoridad de información financiera para controlar su conducta. Pero las promesas de una mayor transparencia financiera claramente no se materializaron.

 

En 2012 se desató una batalla en la directiva, y Ettore Gotti Tedeschi, entonces un economista italiano al frente del banco, salió airado de una reunión presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, el secretario de Estado de Vaticano, y luego renunció.

 

Gotti Tedeschi es el autor del libro sobre economía titulado “Dinero y paraíso: la economía global y el mundo católico”.

 

Su puesto permaneció vacío durante nueve meses y entonces, poco antes de la retirada del papa Benedicto el pasado mes de febrero, el pontífice nombró director del IOR al banquero alemán, Ernst Von Freyberg.

 

Lavado de dinero

 

Una nueva serie de escándalos han estallado recientemente en el seno del IOR.

 

Paolo Cirpiani, director del banco, y su adjunto Marco Tullio, renunciaron después de que la policía italiana arrestara a un monseñor del Vaticano que solía trabajar como gestor de cuentas en jefe en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que gestiona las posesiones inmobiliarias del Vaticano.

 

El monseñor Nunzio Scarano, a quien la prensa italiana ha bautizado como “Monseñor 500” (porque supuestamente poseía una enorme cantidad de billetes de 500 euros), fue interrogado en la cárcel por denuncias de lavado de dinero, corrupción y fraude.

 

El papa Francisco se ha mostrado escandalizado y enfadado por lo que sucedido tras bambalinas en el IOR y planea una limpieza de la curia romana, el gobierno central de la Iglesia Católica, con una sacudida completa del IOR.

 

El equipo de seguridad de Vaticano ha recibido instrucciones para frenar cualquier intento de inmiscuirse con los documentos del IOR mientras que una comisión internacional de investigación con grandes poderes prepara un reporte secreto sobre las actuales irregularidades financieras, al que únicamente accederá el papa Francisco.

 

El Banco Vaticano es una marca dañada en un momento en el que el pontífice quiere dirigir la atención de los fieles hacia la difícil situación de los pobres en el mundo en desarrollo.

 

Se especula que una de las opciones de Francisco podría ser disolver el IOR y entregar las operaciones del sistema financiero del Vaticano a un banco comercial de confianza.

Cuando la sotana de Juan Pablo I

se manchó con la sangre de Videla

Juan Arias

18 de mayo

 

La Iglesia católica debe aclarar la connivencia que ha mantenido con dictaduras tanto de izquierdas como de derechas

 

En agosto de 1978, en la misa de inicio del pontificado del papa relámpago Juan Pablo I, en la plaza de San Pedro estaba, entre los representantes de los Gobiernos de todo el mundo, el general argentino Jorge Rafael Videla.

 

Roma no vio con buenos ojos la presencia del dictador. El Partido Radical italiano lanzó globos de colores durante la solemne ceremonia con frases contra el general argentino.

 

Yo estaba en aquella plaza. La gente llegaba a abarrotar hasta la Via della Conciliazione. Dio la casualidad que uno de los globos, en el que estaba escrito “Fuera Videla”, cayó durante la misa sobre la cara del dictador.

 

Esa mañana, el diario L’Espresso, de larga tradición liberal democrática, publicó una foto emblemática. En ella aparecían el Papa recién estrenado Juan Pablo I y el general Videla abrazándose. Al separarse, el papa se miraba sorprendido la sotana blanca en la que habían quedado impresas, con sangre, las huellas de las manos del dictador.

 

Aquel papa duró sólo 33 días después de haber descubierto una trama mafiosa en la Banca vaticana dirigida entonces por el obispo americano Paul Mercinkus que acabaría perseguido por la justicia de Italia y que tuvo que huir del Vaticano para no ser encarcelado.

 

A Juan Pablo I le sucedió semanas después el papa polaco Juan Pablo II, que visitó Argentina en 1982, en pleno conflicto de las Malvinas, en el mismo viaje en que antes había visitado Inglaterra.

 

Durante aquel viaje, Wojtyla se encontró con Videla en el avión. El papa había defendido ante los periodistas que le acompañábamos la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la “guerra justa”.

 

El aterrizaje del avión papal en Buenos Aires fue como un presagio de guerra. Justo en el momento de aterrizar, bajo una lluvia torrencial y un golpe de viento fortísimo, el avión empezó a dar bandazos y dentro de él todo empezó a caer en el suelo. Hice con Juan Pablo II cien viajes internacionales y fue la primera vez que tuve miedo. Nos dijeron después que la gente que estaba esperando al papa en el aeropuerto, bajo una lluvia cerrada, empezó a rezar al ver tambalearse el avión.

 

Los militares argentinos recibieron en esa ocasión la comunión de la mano del Papa. Años más tarde Juan Pablo II también visitaría al dictador Augusto Pinochet en Chile. Juntos dieron la bendición a la gente desde uno de los balcones del palacio presidencial en el que había muerto Allende.

 

Dos dictadores, dos sanguinarios, dos amigos de los papas, a los que les gustaba comulgar y que hoy descansan en paz con sus miles de muertos sobre sus conciencias. Hoy el papa Francisco, es argentino, tierra de mártires de una de las dictaduras más crueles de América Latina. Ha habido quien ha querido manchar su imagen acusándole de haber sido tibio con los militares, algo que el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel ha negado rotundamente.

 

Ahora que preside la Iglesia y que pronto visitará Argentina, con Videla ya muerto, el primer papa de las Américas tendrá la oportunidad de hablar con claridad sobre los pecados de la Iglesia en sus no siempre diáfanas relaciones con las dictaduras tanto de derechas como de izquierdas.

 

Francisco ya prometió abrir los archivos vaticanos sobre el nazismo. Ahora debería anunciar la apertura de los archivos vaticanos sobre las dictaduras de Argentina y Chile, entre otras.

 

Jesús decía a sus apóstoles que debían gritar la verdad desde “los tejados” de las casas.

 

La Iglesia no debería tener temor de iluminar las negras sombras acumuladas en el Vaticano y que la perseguían desde Pío XII hasta hoy, para limitarnos a la Iglesia moderna.

 

Los cristianos serios lo están esperando.

Fervor religioso y ánimos caldeados,

en la procesión más importante de Tierra Santa

El papa Francisco preside la Pasión de Cristo

de Viernes Santo

La Iglesia argentina dio la espalda

a la mayoría de los crímenes de la dictadura

Francisco Peregil

23 de marzo de 2013

 

Bergoglio pidió perdón en 2000 por no "haber hecho lo suficiente" entre 1976 y 1983

 

Las aguas del río de la Plata bajaban manchadas con la sangre de los secuestrados que arrojaban desde los aviones militares y la mayoría de los jerarcas de la Iglesia católica argentina parecían dormidos. La siesta se prolongó desde 1976 hasta 1983, los años de la dictadura. Luis Zamora, que ahora ejerce como político opositor al Gobierno de Cristina Fernández, era entonces un abogado de 28 años. “Yo iba los jueves a la plaza de Mayo para manifestarme junto a las madres de los desaparecidos. No me olvidaré jamás de aquel día de 1979 en que nos reprimió la policía de la dictadura. Que te persiguiera esa policía significaba que podías desaparecer para siempre. Salimos corriendo hacia la catedral, que está en la misma plaza. Y cuando nos estábamos acercando cerraron la puerta. Eran las madres de los desaparecidos y les cerraron las puertas. Tuvimos que refugiarnos en el subte [el metro]. Aquello me pareció un símbolo muy directo de la complicidad entre la Iglesia y la dictadura”.

 

“A las pocas semanas del golpe militar más de 60 obispos de todo el país se reunieron para evaluar la situación”, explica Luis Zamora. “Todos convinieron en que en sus obispados había secuestros, desapariciones, despidos por actividades gremiales... Hubo una discusión sobre si se pronunciaban o no. Por unos 40 votos contra 20 optaron por no pronunciarse públicamente y afrontar el problema con gestiones reservadas. Eso significó avalar públicamente la dictadura y tener una carta en el futuro que les permitiera decir: ‘Hicimos cuestionamientos privados o gestiones orales’. Pero a la población le transmitían que ellos apoyaban la dictadura. En todos los actos públicos, en las fiestas patrias… siempre había un obispo o un cardenal al lado de los dictadores. La Iglesia católica bendijo el golpe”.

 

El entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio llegó a pedir perdón en nombre de la Iglesia en el año 2000 por no “haber hecho lo suficiente”. Lo que se comenzó a cuestionar muy pronto es si, además de no hacer lo suficiente, la Iglesia hizo demasiado. O sea, si fue cómplice necesaria en la comisión de ciertos crímenes. El director del diario Página 12, Horacio Verbitsky, sostiene que Bergoglio colaboró en la detención de los jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, secuestrados durante seis meses en 1976. Yorio murió en 2000, pero su hermana Graciela, de 67 años, señaló que Bergoglio mantuvo el doble juego: “Preocuparse [por el destino de los dos jesuitas] y por detrás hacer todas las maniobras necesarias para que los secuestraran”. Tras conocerse el nombramiento de Francisco, Jalics declaró en un comunicado desde el monasterio de Alemania en que se encuentra que ya se había reconciliado con Bergoglio y que para él estaba cerrado el caso. Sin embargo, su mensaje parecía más incriminatorio que exculpatorio. Así que el pasado miércoles, Jalics sentenció tajante en otro comunicado: “Es un error afirmar que nuestra captura ocurrió por iniciativa del padre Bergoglio”.

 

A pesar de esa declaración, el asunto siguió coleando en Argentina. El pasado jueves el periodista Verbitsky relató que el jesuita Jalics le había revelado en 1999, bajo la condición del anonimato, que “durante meses Bergoglio contó a todo el mundo que Jalics y Yorio estaban en la guerrilla”. Ese dato bastaba en aquella época a los militares para secuestrar, torturar o matar a cualquiera. Y más si la información provenía del superior provincial de los jesuitas, cargo que entonces ejercía el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio negó siempre de forma rotunda haber asociado a Jalics y Yorio con la guerrilla.

 

“Qué dirá la historia de estos pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”, se preguntaba estos días Verbitsky citando el libro Iglesia y dictadura, del fallecido Emilio Mignone. El Vaticano alega que esas afirmaciones son “calumniosas y difamatorias” y que nunca hubo una sola prueba en firme contra Bergoglio.

 

La presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, declaró al conocerse el nombramiento del papa Francisco: “Uno condena a la jerarquía eclesiástica porque fueron partícipes, cómplices, ocultadores, directa o indirectamente. Es una historia muy triste que entinta a toda la jerarquía de la Iglesia católica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia. Bergoglio pertenece a esa Iglesia que oscureció al país”.

 

El 14 de marzo —al día siguiente de la elección papal— el gran referente de los derechos humanos en Argentina, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, escribió un mensaje bastante crítico hacia Bergoglio en el que, sin embargo, le eximía de la acusación más grave: “Es indiscutible que hubo complicidades de buena parte de la jerarquía eclesial en el genocidio perpetrado contra el pueblo argentino y, aunque muchos con exceso de prudencia hicieron gestiones silenciosas para liberar a los perseguidos, fueron pocos los pastores que con coraje y decisión asumieron nuestra lucha por los derechos humanos contra la dictadura militar. No considero que Jorge Bergoglio haya sido cómplice de la dictadura, pero creo que le faltó coraje para acompañar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos más difíciles”.

 

“La actitud de la jerarquía episcopal en la dictadura fue muy difusa y confusa", explica Eduardo de la Serna, coordinador del Grupo de Curas en Opción por los Pobres de Argentina. “Hubo un grupo muy pequeño de obispos claramente opuestos y críticos de la dictadura (Alberto Pascual Devoto, Enrique Angelelli, Eduardo Pironio, Vicente F. Zazpe, Jaime de Nevare, Jorge Novak y Miguel Hesayne); un grupo no muy grande de obispos francamente cómplices (Victorio Bonamin, Adolfo Tortolo…). Creo que la mayoría confundió una serie de elementos: pánico al comunismo que creían que se aproximaba; muchos con una ignorancia en teología soberana entendieron que ‘la autoridad viene de Dios’ y entonces oponerse a la autoridad era oponerse a Dios; otros tenían una pobre idea del mal menor… Lo cierto es que entre unos y otros conformaron un episcopado cómplice o silencioso, callado y temeroso. No hicieron denuncias claras, no levantaron la voz, no se atrevieron a excomulgar —por ejemplo— a los torturadores. Bergoglio no fue Victorio Bonamín, pero tampoco fue Jorge Novak”.

 

Luis Zamora cuenta que acudió en 1979 junto a otros abogados a las oficinas en Buenos Aires del nuncio apostólico Pio Laghi. “Llevábamos muchos informes de gente que había desaparecido en esos tres años de dictadura. Y el nuncio no nos atendió. Su secretario nos dijo: ‘Está muy bien la información que traen, pero ya la tenemos’. Nos fuimos diciendo ‘¡Qué ingenuos somos!’. ¿Cómo podíamos pensar que la Iglesia no sabía todo esto desde el comienzo?”.

 

Hace tres años, Bergoglio se vio obligado a declarar como testigo en un juicio sobre los crímenes de la dictadura. El abogado que lo interrogó en representación de varias familias de víctimas era Luis Zamora. “Tras escuchar su testimonio, no me cabe duda de que Bergoglio entregó a esos jesuitas”, concluye Zamora.

 

Hoy día, sin embargo, soplan nuevos aires en el Vaticano. Desde que se conoció el nombramiento de Francisco han salido a luz varios casos de personas perseguidas por la dictadura a quienes de forma discreta Bergoglio ayudó a salvar la vida. Además, se da por hecho que la primera persona a quien Francisco pretende beatificar es Carlos de Dios Murias, un fraile franciscano torturado y asesinado durante la dictadura. Las encuestas revelan que el Papa es profeta en su tierra. Y no será el Gobierno de Cristina Fernández el que se atreva a ir abiertamente en contra de las encuestas.

Declaraciones de Adolfo Pérez Esquivel

en 2005:

Le pedía al Espíritu Santo

que Bergoglio no fuera papa

En 2005, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz de 1980, declaró que “Bergoglio es un hombre inteligente, es un hombre capaz, pero es una persona ambigua. Espero que el Espíritu Santo ese día esté despierto, y no se equivoque”.

Los teólogos de la liberación

respaldan el inicio del papado de Francisco

Alejandro Rebossio

20 de marzo de 2013

 

Católicos progresistas de América Latina destacan los primeros pasos del Papa pese a su carácter conservador

 

En la Iglesia latinoamericana los sectores progresistas siempre han sido minoría, pero una minoría que creció en tiempos de Juan XXIII (1958-1963) y Pablo VI (1963-1978). Después llegó la condena de Juan Pablo II (1978-2005) y su cardenal Joseph Ratzinger a parte de la Teología de la Liberación, y el retroceso de las comunidades eclesiales de base (CEB) y del nombramiento de obispos renovadores. Sin embargo, referentes como el teólogo brasileño Leonardo Boff y el obispo catalán residente en Brasil Pedro Casaldáliga ahora se ilusionan. Francisco era un cardenal conservador pero moderado, y sus primeros gestos como Papa les despertaron esperanzas.

 

El exsacerdote Boff declaró al semanario alemán Der Spiegel que “hace un par de meses” el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, “aprobó expresamente que una pareja de homosexuales adoptara un niño”. En su columna semanal, Boff ha escrito: “Francisco tiene en mente una iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente, los papas y Ratzinger principalmente ponían sobre los hombros la muceta, esa capita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El papa Francisco llegó sólo vestido de blanco. En su discurso inaugural se destacan tres puntos. El primero: dijo que quiere ‘presidir en la caridad’, algo que pedían los mejores teólogos del ecumenismo. El papa no debe presidir como un monarca absoluto. Según Jesús, debe presidir en el amor. El segundo: dio centralidad al Pueblo de Dios, como destaca el Concilio Vaticano II (1962-1965), pero dejado de lado por los dos papas anteriores en favor de la jerarquía. El papa Francisco pide humildemente al pueblo de Dios que rece por él y lo bendiga. Sólo después él bendecirá al pueblo de Dios. Pide que le ayuden a construir un camino juntos. Por último, evitó todo espectáculo de la figura del papa. No extendió ambos brazos para saludar a la gente. Se quedó inmóvil, serio y sobrio, yo diría, casi asustado. Solamente se veía una figura blanca que saludaba con cariño a la gente. Es un papa que viene del Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive el 60% de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la Curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia”.

 

Casaldáliga, de 85 años, que debió mudarse de pueblo en diciembre pasado ante las amenazas de muerte que recibió por defender a indígenas del estado de Mato Grosso, temía que fuera otro el sucesor de Benedicto XVI. “La elección significa un cambio en la persona del papa. Evidentemente, un papa solo no es la Iglesia, sino que es una responsabilidad de todos”, declaró Casaldáliga, que espera que Francisco adopte medidas importantes.

 

En diálogo con el periódico O Globo, elogió la simplicidad del nuevo pontífice, su espíritu evangelizador y el simbolismo del primer gesto de inclinarse delante de la gente que lo aguardaba en la plaza de San Pedro. Aunque recordó el tiempo sombrío de la Iglesia de Argentina en la última dictadura militar de ese país (1976-1983), se esperanzó con cambios en la curia romana.

 

En El Salvador, el jesuita español Jon Sobrino advirtió en una entrevista al periódico Deia que “Bergoglio, superior de los jesuitas de Argentina en los años de mayor represión del genocidio cívico-militar, tuvo un alejamiento de la Iglesia popular, comprometida con los pobres, no fue un (Óscar) Romero”. Sin embargo, destacó “signos pequeños pero claros” de “la sencillez y la humildad” del nuevo papa y deseó que “crezcan como signos grandes”.

 

Uno de los pocos obispos argentinos que se enfrentó públicamente con el régimen, Miguel Hesayne, elogió a Francisco: “Es austero por seguir los pasos de Jesús. Siempre fue generoso y valiente”. Hesayne negó cualquier “vinculación” de Bergoglio con la dictadura y su supuesta colaboración en el secuestro de dos curas jesuitas: “En la época no era obispo para poderlo publicitar, pero sí los buscó por todos los medios. Es por eso que creo firmemente que (la acusación) es una grave calumnia. Alguien que quería tener una entrevista con Bergoglio el día en que fueron capturados (Orlando) Yorio y (Francisco) Jalics lo encontró en ese momento llorando y decía: ‘Me han secuestrado a Yorio y Jalics’”.

 

El coordinador del Grupo de Curas en Opción por los Pobres de Argentina, Eduardo de la Serna, no se entusiasma tanto, pero rescata que “dentro de las candidaturas que sonaban Bergoglio es Maradona, Messi y Cristiano Ronaldo juntos”. “En el tema de compromiso liberador con los pobres, continúa en la misma línea (conservadora). En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos. No es probable que sea un papa de avanzada. Hay cosas que a muchos preocupan y que no creo que sean para él temas principales, como la comunión de los divorciados, los temas de la homosexualidad y el aborto. Tampoco creo que haya cambios en el papel de la mujer dentro de la Iglesia. En cambio, podemos esperar gestos de cercanía. Bien podría ser que, sin cambiar la doctrina, tuviera gestos de acercamiento a divorciados o aún a travestís. Bergoglio ha lavado los pies de enfermos de sida y bendijo a cartoneros (recolectores informales de residuos). Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida”, declaró De la Serna al periódico Página/12.

 

Víctor Codina, teólogo español que vive en Bolivia, reconoce que su actuación como provincial jesuita de Argentina “no fue fácil tanto por las tensiones eclesiales del posconcilio como por el contexto del proceso militar argentino”. “Su etapa pastoral como obispo y cardenal ha sido muy alabada por su trabajo pastoral, austeridad, sencillez, cercanía a los pobres, atención al clero, profetismo ante el gobierno en momentos clave. Como obispo de Roma seguramente nos sorprenderá no solo con gestos simbólicos con claro sentido evangélico , sino con reformas y tomas de decisiones audaces y proféticas en el crítico momento de la Iglesia actual”, se ilusiona Codina.

 

El sacerdote José Marins y la monja Teolide Trevisán, brasileños que promueven las CEB en toda América, conocieron a Bergoglio y han escrito que lo recuerdan como “un hombre sencillo, al cual uno puede acercarse y hablarle como a un ser humano de carne y hueso”. “Su visión eclesial no ha sido retrógrada. En los temas morales mantiene lo afirmado actualmente por la Iglesia: está contra el aborto, matrimonios gais... , pero condenó a curas que no querían bautizar a los hijos de los que no estaban casados por la Iglesia. Aprobó cambios litúrgicos, pues el Vaticano II dejó a cargo de las iglesias locales algunas adaptaciones en materia. Sabemos que también hay grupos en Argentina que le achacan no haber protegido al jesuita Yorio y su compañero. Otros dicen que nunca se pudo probar que él tuvo culpa en eso. No tenemos elementos para juzgar sobre eso. Lo que a todos nos ha impresionado es que el colegio de cardenales lo escogiera como papa. Lo que vimos: presentarse como obispo de Roma, como el que está al servicio de los hermanos, y no como una autoridad arriba del episcopado; la actitud de hablar de 'nosotros' y no 'yo'; rezar junto con todos la oración que Jesús nos enseñó (Padrenuestro), escoger el nombre de Francisco... Ponemos mucha esperanza en este pontificado”, escribieron Marins y la llamada hermana Teo.

El papa Francisco y los ecos de la guerra sucia

Luis Esteban G. Manrique

19 de marzo de 2013

 

La elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como 226 pontífice de la Iglesia católica ha demostrado una capacidad de adaptación y flexibilidad que sus críticos no asocian por lo general con el Vaticano y que la Iglesia está mucho más unida de lo que se creía.

 

En una institución supuestamente muy dividida entre conservadores y reformistas, el Colegio Cardenalicio se coaligó rápidamente en torno a la figura del hoy Papa Francisco, un jesuita cuya austeridad, encanto personal y habilidad administrativa en una de las archidiócesis más grandes del mundo católico le valió el apoyo decidido de los cardenales que participaron en el cónclave.

 

Para América Latina, su elección va a tener los efectos de una carga de profundidad de efecto prolongado. En términos políticos, el escrutinio universal que ha comenzado sobre el papel jugado por las iglesias regionales durante el último periodo de regímenes militares, que en Argentina concluyó en 1983, va a ayudar a redefinir con mayor nitidez la relación entre la ética católica y la justicia social y el compromiso de la Iglesia con la democracia y los derechos humanos y su propia relación con el poder.

 

Las preguntas son ineludibles: ¿Qué supo Bergoglio sobre la ‘guerra sucia’ de la dictadura? Y algo aún más importante: ¿Qué hizo al respecto? Las respuestas a esas interrogantes tienen grandes lecciones para todos los latinoamericanos, creyentes o no.

 

El papel de la Iglesia latinoamericana

 

El 42% de los católicos del mundo, unas 1.200 millones de personas, viven en América Latina, pero la región solo tiene el 16% de los cardenales que eligieron al nuevo Papa: 19 de 115. La situación era tan desequilibrada que algunos altos clérigos latinoamericanos plantearon abiertamente lo injusto de la situación.

 

En América Latina, la Iglesia mantiene su prestigio prácticamente intacto. Según las encuestas de Latinobarómetro, año tras año es la institución más respetada en la mayoría de los países de la región, aunque ello no signifique necesariamente una estricta adherencia a la doctrina católica o una elevada práctica religiosa. En Argentina, por ejemplo, solo el 20% de quienes se declaran católicos asiste a misa regularmente.

 

Pero las multitudinarias peregrinaciones a los santuarios de la Virgen de Guadalupe en México, de la Virgen de Luján en Argentina o las procesiones del Señor de los Milagros en el Perú dan testimonio de una sensibilidad religiosa a flor de piel.

 

Hoy la región tiene 73 millones de católicos “carismáticos”, como se denomina a los creyentes más comprometidos con un tipo de prácticas religiosas pentecostales. La Iglesia tiene que competir en un mercado religioso cada vez más exigente: hoy solo el 65% de los brasileños son católicos, frente al 90% de 1970.

 

Pero no todo son ritos. Sin autoridad moral, la jerarquía católica tiene una tarea muy complicada para retener a su fieles, sobre todo en una región donde el fervor religioso popular coexiste con la laxitud moral y la violencia. La brecha entre la fe y la moral contradice el principio de que la religión debe ser un código ético al servicio de la justicia social.

 

¿Cuál es la responsabilidad del catolicismo en ese divorcio? Es difícil saberlo: la religión es una cuestión de conciencia individual, por lo que no resulta fácil de juzgar o cuantificar. Pero otra cosa es la Iglesia como institución civil. En el siglo XX, los católicos conservadores buscaron orientación en ideólogos antiliberales como Joseph de Maestre o Donoso Cortés, lo que los llevó a aliarse con dictaduras militares en la defensa de una concepción caduca y anacrónica de la Iglesia y del Estado confesional.

 

El Concilio Vaticano II cambió radicalmente las actitudes políticas de los católicos frente a dictaduras que tuvieron –y pretendieron seguir teniendo– el apoyo de la Iglesia. Brasil es uno de los países que más ha avanzado en esa dirección desde que en los años setenta, bajo el liderazgo de obispos como Paulo Evaristo Arns y Aloísio Lorscheider, la archidiócesis de Sao Paulo se convirtió en una institución líder de la resistencia ecuménica contra lo abusos de los derechos humanos del régimen militar.

 

Algo similar ocurrió en Chile con la Vicaría de la Solidaridad creada por el cardenal Raúl Silva Henríquez, en El Salvador con el arzobispo Arnulfo Romero y en Guatemala con el obispo Juan José Gerardi. En Paraguay en 1969 la Iglesia excomulgó al ministro del Interior y al jefe de la policía del general Alfredo Stroessner en apoyo a las víctimas de su dictadura.

 

La tradición argentina

 

La actuación de la Iglesia argentina durante la dictadura militar (1976-1983) fue distinta. Institucionalmente la Iglesia se mantuvo en silencio y eludió comprometerse debido a una larga tradición de conservadurismo, cautela pública y subordinación al Estado.

 

En un país de gran mayoría católica, hubo católicos tanto entre los izquierdistas que quisieron cambiar el sistema con la violencia como entre los que apoyaron la represión del autodenominado ‘Proceso de Reorganización Nacional’, que utilizó profusamente la terminología y los símbolos de la fe cristiana mientras se entregaba al sadismo y al terrorismo de Estado.

 

El régimen militar hizo gala de su catolicismo en sus documentos fundacionales para intentar subordinar al clero a su propia ideología. Al producirse el golpe de estado, el 24 de mazo de 1976, el vicario castrense, Adolfo Tortolo, por entonces también presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), se reunió con los tres jefes de la junta militar, tras lo cual declaró que se debía “cooperar positivamente” con el nuevo gobierno.

 

El primer jefe de la junta, Rafael Videla, ha declarado reiteradamente en los juicios a los que ha sido sometido que el régimen tuvo las “bendiciones” de la jerarquía católica. De hecho, cuando la CEA se pronunció, lo hizo de manera tan prudente y privada que la junta no se inquietó.

 

Implícita o explícitamente, los militares buscaron una neutralidad amistosa de la Iglesia y luego su apoyo a pesar de que entre 1974 y 1983 16 sacerdotes católicos fueron asesinados o desaparecidos. Dos obispos, Ángel Angelelli, en 1976, y Carlos Ponce de León, en 1977, murieron en dos “accidentes” de coche similares.

 

Sin embargo, el 7 de mayo de 1977, la CEA recordó a los miembros del clero que “nuestra misión no es enardecer la posiciones antagónicas”. Por su parte, el arzobispo de La Plata, Antonio José Plaza, defendió la autoamnistía dictada por los militares en septiembre de 1983. El propio nuncio del Vaticano, Pio Laghi, deploraba lo que ocurría, pero no ejerció presión sobre la cúpula militar.

 

Varios sacerdotes, entre ellos Christian von Wernich, un ex capellán de la policía condenado en 2007, fueron cómplices de los torturadores en las cárceles clandestinas del régimen, sea para tranquilizar a los torturadores u oír las confesiones de los condenados, mientras que otros participaron en robos de bebés.

 

Si la Iglesia hubiera abierto vicarías de la solidaridad como en Chile, las desapariciones no habrían podido proseguir. De hecho, en 2000 y de nuevo en 2012, la CEA emitió una declaración solemne en la que se disculpaba ante “Dios y la nación argentina” por no haber cumplido apropiadamente su misión de “proteger su rebaño”.

 

Bergoglio, que fue provincial de los jesuitas argentinos entre 1973 a 1979, se encontró en medio de ese fuego cruzado. En mayo de 1976 la policía del régimen secuestró a dos jesuitas -Orlando Yorio y Francisco Jalics- que trabajaban en las “villas miserias” de Buenos Aires. Estuvieron detenidos durante cinco meses en la siniestra Escuela Mecánica de la Armada.

 

En el libro El jesuita, una biografía-entrevista del actual papa publicada en 2010, Bergoglio asegura que nunca creyó que los dos jesuitas estuvieran involucrados en actividades subversivas pero que por sus labores habían quedado “demasiado expuestos a la paranoia de la caza de brujas”. “La misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme”, cuenta. Se reunió con Videla y el jefe de la Armada, Emilio Massera, para interceder por su liberación. En una de esas ocasiones, sustituyó al capellán militar que oficiaba misa en la Casa Rosada para poder acceder a Videla.

 

Cuando Bergoglio se distanció públicamente del gobierno de Néstor Kirchner, el periodista Horacio Verbitsky, ex militante de los Montoneros y hoy director del Página 12, el principal portavoz del kirchnerismo, le acusó de haber desprotegido a los dos jesuitas para posibilitar su detención.

 

El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que fue torturado y detenido sin cargos durante 17 meses en 1977, ha salido al paso de esas acusaciones diciendo que “hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no”.

 

En términos similares se ha expresado Alicia Oliveira, una ex juez federal y defensora de los derechos humanos, que ha comentado que Bergoglio estaba convencido de que asumir un papel más activo en la denuncia de los abusos podía ser contraproducente para su función de salvar vidas. El propio Jalics ha dado el caso por “cerrado”. De hecho, muchos argentinos creen que si hubiese sido un crítico más activo contra la dictadura, probablemente no habría vivido lo suficiente para ser elegido papa.

El vídeo de la declaración de Bergoglio

en el juicio por el secuestro de dos jesuitas

El 8 de noviembre de 2010, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, hoy el papa Francisco, declaró durante casi cuatro horas como testigo en el juicio oral y público por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA). Los jueces del Tribunal Oral Federal 5 Daniel Obligado, Germán Castelli y Ricardo Farías interrogaron a Bergoglio en presencia de las partes que actuaron en el juicio: fiscales, querellantes y defensores.

 

La declaración de Bergoglio fue grabada en video y luego transcripta e incorporada al expediente y extractada en la sentencia por la que el Tribunal condenó a los represores que torturaban y asesinaban en el centro clandestino de detención manejado por la Armada. Clarín accedió en exclusiva a una copia de la declaración en video, que dura tres horas y cincuenta minutos. En las imágenes se puede ver a Bergoglio y al Tribunal constituido en el Arzobispado.

 

En aquella ocasión Bergoglio fue interrogado sobre el secuestro de los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics quienes estuvieron detenidos en la ESMA y luego liberados.

 

En esa declaración, llevada adelante por Luis Zamora, ex diputado y abogado de organismos de derechos humanos, Bergoglio asegura que se reunió por separado en dos oportunidades con el dictador Jorge Videla y con Emilio Massera-Jefe de la marina- para interceder por los dos sacerdotes jesuitas que estaban detenidos. Los curas Jalics y Yorio fueron liberados luego de cinco meses de haber padecido la tortura en la ESMA.

 

Aquí, un fragmento del video en el que el actual papa Francisco declara que les pidió a Yorio y Jalics, antes de su secuestro, que tomaran recaudos dadas las criticas que por entonces recibían de “algunos sectores” los sacerdotes que hacían trabajos pastorales en las villas y cita el caso concreto del asesinato del padre Carlos Mugica.

El papa recibe a Cristina Kirchner

El cuento del buen papa

Martín Caparrós

18 de marzo de 2013

 

La Argentina se empapó. Mojada está, húmeda de gusto por su papa. Hace días y días que nadie habla de otra cosa o, si alguno sí, lo relaciona: papa y los diputados, fútbol y papado, papas y dólar blú y más papas, sus tetas operadas y el celibato de los papas. La Argentina reboza de gozo, se extasía ante la prueba de su éxito: seguimos produciendo íconos, caras para la camiseta universal. Habemus papam era una voz extraña, y en una semana se ha convertido en un justo lema de la argentinidad: tenemos papa –nosotros, los argentinos, tenemos papa. La figura más clásica de la tilinguería nacional, el Argentino Que Triunfó en el Exterior, encontró su encarnación definitiva: si, durante muchos años, Ernesto Guevara de la Serna peleaba codo a codo con Diego Armando Maradona, ahora se les unió uno tan poderoso que ni siquiera necesitó morirse para acceder al podio. Cada vez más compatriotas y compatriotos se convencen de que era cierto que Dios –al menos ese dios– es argentino.

 

Así las cosas, más papistas que el papa, el nuevo ha despertado aquí cataratas de elogios: que es humilde, que es bueno, que es modesto, que es muy inteligente, que se preocupa por los pobres. Sus detractores, sin embargo, no ahorran munición gruesa: algunos llegaron incluso a decir que era argentino y peronista. Y otros, más moderados, kirchneristamente basaron sus críticas en sus acciones durante aquella dictadura -y discutieron detalles. Como si no bastara con saber que, como organización, la iglesia de la que el señor Bergoglio ya era un alto dignatario apoyaba con entusiasmo a los militares asesinos.

 

Los críticos, de todos modos, no consiguieron unanimidad; algunos dicen que lo que hizo no fue para tanto, otros lo minimizan con un argumento de choque: que él es otro, ya no Jorge Bergoglio sino alguien distinto, el papa Francisco. Suena tan cristiano: el bautismo como renacimiento que deja atrás la vida del neófito; lo raro es que lo dijeron aparentes filósofos tan supuestamente ateos y materialistas como el candidato Forster. Y todos debatieron a qué políticos o políticas locales iba a beneficiar el prelado y su anillo a besar o no besar: me parecen pamplinas.

 

En el terreno nacional lo que me preocupa –lo escribí hace unos días en un diario– es el shock de cristiandad que vamos a sufrir los argentinos. Temo el efecto que este inesperado, inmerecido favor divino puede tener sobre nuestras vidas. No me refiero al hartazgo que a mediano plazo –en dos o tres días– pueda causar la presencia de Bergoglio hasta en la sopa; hablo del peso que su iglesia siempre intenta ejercer, ahora multiplicado en nuestro país por el coeficiente de cholulismo nacional que nos hizo empezar a mirar tenis cuando Vilas ganó algún grand slam, basket cuando Manu Ginobili, monarquías europeas cuando la holando-argentina se transformó en princesa.

 

Lo sabemos: la iglesia católica es una estructura de poder basada en fortunas tremebundas, millones de seguidores y la suposición de que para complacer a esos millones hay que escuchar lo que dicen sus jefes. La iglesia católica usa ese poder para su preservación y reproducción –últimamente complicadas– y para tratar de imponer sus reglas en esas cuestiones de la vida que querríamos privada y que ellos quieren sometida a sus ideas.

 

Así fue como, hace 25 años, se opusieron con todas las armas de la fe a ese engendro demoníaco llamado divorcio, que solo pudo establecerse cuando el gobierno de Alfonsín se atrevió por fin a enfrentar a la iglesia católica -y el mundo siguió andando. También intentaron oponerse a la ley de matrimonio homosexual hace un par de años, pero estaban de capa caída y no pudieron. Ahora, un papa argentino va a pelear con uñas y dientes y tiaras para evitar que un gobierno argentino tome medidas que podrían ser vistas como precedentes por otros gobiernos y sociedades regionales: el nuevo código civil, la fertilización asistida y, sobre todo, la legalización del aborto retrocedieron esta semana cincuenta casilleros. Y eso si no se envalentonan e intentan –como en España– recuperar el terreno ya perdido.

 

Pero peor va a ser para el mundo. El señor Bergoglio parece un hombre inteligente y parece tener cierto perfil vendible que puede ayudarlo mucho en su trabajo. Lo acentúa: cuando decide ir de cuerpo presente a pagar la cuenta de su hotel no está pagando la cuenta de su hotel –que puede pagar, un suponer, con su tarjeta por teléfono–; está diciendo yo soy uno que paga sus cuentas de hotel, uno normal, uno como ustedes. Uno que hace gestos: uno que entiende la razón demagógica y cree que debe hacer gestos que conformen el modo en que debemos verlo. Uno que, además, sirve para definir el populismo: uno que dice, desde una de las instituciones más reaccionarias, arcaicas y poderosas de la tierra, una de las grandes responsables de las políticas que produjeron miles de millones de humildes y desamparados, que debemos preocuparnos por los humildes y los desamparados.

 

Peor para el mundo. En estos días, demócratas y progres festejan alborozados la resurrección de un pequeño reino teocrático: la síntesis misma de lo que dicen combatir. La iglesia católica es una monarquía absoluta, con un rey elegido por la asamblea de los nobles feudales que se reparten los territorios del reino para que reine sin discusiones hasta que muera o desespere, con el plus de que todo lo que dice como rey es infalible y que si está en ese trono es porque su dios, a través de un “espíritu santo”, lo puso. La iglesia católica es una organización riquísima que siempre estuvo aliada con los poderes más discrecionales –más parecidos al suyo–, que lleva siglos y siglos justificando matanzas, dictaduras, guerras, retrocesos culturales y técnicos; que torturó y mató a quienes pensaban diferente, que llegó a quemar a quien dijo que la Tierra giraba alrededor del Sol –porque ellos sí sabían la verdad.

 

Una organización que hace todo lo posible por imponer sus reglas a cuantos más mejor y, así, sigue matando cuando, por ejemplo, presiona para que estados, organismos internacionales y oenegés no distribuyan preservativos en los países más afectados por el sida en África –con lo cual el sida sigue contagiándose y mata a miles y miles de pobres cada año.

 

Una organización que no permite a sus mujeres trabajos iguales a los de sus hombres, y las obliga a un papel secundario que en cualquier otro ámbito de nuestras sociedades indignaría a todo el mundo.

 

Una organización de la que se ha hablado, en los últimos años, más que nada por la cantidad de pedófilos que se emboscan en sus filas y, sobre todo, por la voluntad y eficacia de sus autoridades para protegerlos. Y, en esa misma línea delictiva, por su habilidad para emprender maniobras financieras muy dudosas, muy ligadas con diversas mafias.

 

Una organización que perfeccionó el asistencialismo –el arte de darle a los pobres lo suficiente para que sigan siendo pobres– hasta cumbres excelsas bajo el nombre, mucho más honesto, de caridad cristiana.

 

Una organización que se basa en un conjunto de supersticiones perfectamente indemostrables, inverosímiles –“prendas de fe”–, solo buenas para convencer a sus fieles de que no deben creer en lo que creen lógico o sensato sino en lo que les cuentan: que deben resignar su entendimiento en beneficio de su obediencia a jefes y doctrinas: lo creo porque no lo entiendo, lo creo porque es absurdo, lo creo porque los que saben me dicen que es así.

 

Una organización que, por eso, siempre funcionó como un gran campo de entrenamiento para preparar a miles de millones a que crean cosas imposibles, a que hagan cosas que no querrían hacer o no hagan cosas que sí porque sus superiores les dicen que lo hagan: una escuela de sumisión y renuncia al pensamiento propio –que los gobiernos agradecen y utilizan.

 

Una organización tan totalitaria que ha conseguido instalar la idea de que discutirla es “una falta de respeto”. Es sorprendente: su doctrina dice que los que no creemos lo que ellos creen nos vamos a quemar en el infierno; su práctica siempre –que pudieron– consistió en obligar a todos a vivir según sus convicciones. Y sin embargo lo intolerante y ofensivo sería hablar –hablar– de ellos en los términos que cada cual considere apropiados.

 

En síntesis: es esta organización, con esa historia y esa identidad, la que ahora, con su sonrisa sencilla de viejito pícaro de barrio, el señor Bergoglio quiere recauchutar para recuperar el poder que está perdiendo. Es una trampa que debería ser berreta; a veces son las que cazan más ratones.

El pastor y las ovejas

Gina Montaner

18 de marzo de 2013

 

Una vez más la elección de un nuevo papa ha acaparado la atención del mundo, incluyendo a los más escépticos en materia religiosa. A fin de cuentas, una de las instituciones más antiguas y venerables de la historia –la Iglesia católica– ha demostrado su capacidad para preservar su doctrina y sus rituales más allá de los vaivenes políticos y sociales.

 

En esta ocasión la espectacularidad del escenario de la Plaza de San Pedro vino acompañada de un anuncio que sorprendió a la mayoría de los católicos del mundo. El nuevo papa es primero en todo: el primer pontífice latinoamericano y jesuita que, además, estrena el nombre de Francisco (en homenaje a Francisco de Asís) para presidir la Iglesia.

 

Cuando el cardenal protodiacónico Jean-Louis Tauran pronunció el nombre de Jorge Mario Bergoglio, hasta los más experimentados vaticanistas se llevaron una sorpresa con la elección del arzobispo de Buenos Aires. Se dice que en 2005 estuvo a punto de contar con los votos necesarios para arrebatarle a Benedicto XVI la silla papal, pero este año Bergoglio no figuraba entre los favoritos de las quinielas.

 

Si hasta hace unos días Jorge Mario Bergoglio era un desconocido para muchos fieles, hoy su biografía inunda las redes sociales. En su Buenos Aires natal quienes lo conocen señalan que es humilde, austero y dedicado a los pobres, más preocupado por las carencias de la sociedad que por el boato eclesiástico. Pero en el perfil de este hombre que en la capital argentina es descrito como “santo” también hay zonas de claroscuros.

 

Ningún argentino que vivió de cerca el tenebroso periodo de la dictadura militar desde 1976 a 1983, se libró de la erosión moral que sufrió el país durante la guerra sucia que se cobró miles de desaparecidos. La junta militar puso en marcha una maquinaria de terror y represión contra los militantes izquierdistas que implicaba el silencio o la complicidad de buena parte de la población. Y Bengoglio, como el resto de la nación, no salió indemne de esos años terribles, en los que los desafectos podían acabar en fosas comunes o arrojados al fondo del mar en los vuelos de la muerte.

 

Según una investigación llevada a cabo por el periodista Horacio Verbitsky, el actual Papa pudo haber facilitado la detención de dos jesuitas peronistas cuando presidía la Compañía de Jesús. Alegaciones que Bergoglio ha refutado de manera contundente, asegurando que hizo todo lo que pudo por proteger a quienes en esos tiempos eran perseguidos. En su defensa ha salido el Premio Nobel de la Paz 1980 Alfredo Pérez Esquivel, quien mantiene que el actual pontífice sí ayudó a religiosos que corrían peligro. No obstante, Pérez Esquivel lamenta que en aquel entonces no defendiera públicamente los derechos humanos.

 

Era inevitable que surgiera un debate de esta naturaleza al alcanzar el título más alto de la Iglesia el que fuera arzobispo de Buenos Aires. En todos los países donde un sistema despótico ha amordazado a los individuos, la Iglesia se ha visto en la disyuntiva de tenderles la mano a los disidentes o de hacerle el juego al oficialismo. Si en la Argentina del general Videla muchos se sintieron abandonados por el prelado, salvo en contadas y honrosas excepciones, a lo largo de más de medio siglo la jerarquía eclesiástica en la Cuba de los hermanos Castro se ha limitado a defender tímidamente a la oposición. Hasta el día de hoy, por ejemplo, el arzobispo de La Habana no ha acompañado en sus manifestaciones dominicales a las pacíficas Damas de Blanco, en señal de inequívoco apoyo a la causa de la libertad en la isla.

 

Podría decirse que el papel de la Iglesia es pastoral y no de carácter político, pero incluso entre los propios sacerdotes existen diferencias en lo relativo a la lucha contra las injusticias. Si no, de qué otra manera podría interpretarse la inmolación en Polonia del sacerdote católico Jerzy Popieluszko, que fue asesinado en 1984 por la policía política por su activismo a favor de la disidencia y su vinculación al movimiento Solidaridad. Desde el púlpito, aquel joven cura criticaba abiertamente el régimen comunista y exhortaba a los feligreses a protestar. Hasta el día de hoy, los polacos recuerdan a Popieluszko como un héroe y en 2010 Benedicto XVI aprobó su beatificación.

 

El papa Francisco, que desde su elección ha reiterado su compromiso con los más necesitados, ahora tiene la oportunidad de potenciar en el seno de la Iglesia la defensa de los derechos humanos donde quiera que haya un gobierno dispuesto a pisotearlos. Hay ovejas que vagan huérfanas.

 

www.firmaspress.com

Twitter: @ginamontaner


 

Nuevo papa, política y derechos humanos

Carlos Malamud

17 de marzo de 2013

 

Resulta cuanto menos curioso que el Congreso argentino no suspendiera su sesión tras la elección de un papa argentino. Las autoridades parlamentarias, seguidoras del kirchnerismo gobernante, se negaron a satisfacer la demanda de los diputados que querían ver en televisión al nuevo pontífice. Parece como si de repente un prurito de formalidad hubiera invadido un recinto que en los últimos años se ha caracterizado por la transgresión permanente de las normas, al punto de convertirlo en lo más parecido a un estadio de fútbol.

 

Al respecto vale recordar la forma en que ambas Cámaras festejaron la aprobación del default a fines de 2001 o las riadas de confeti que en todos estos años vienen saludando las apariciones presidenciales, especialmente al inaugurarse el período legislativo. En realidad, lo que estaba en juego no era la pasión por las formas y los procedimientos sino actuar en sintonía con las manifestaciones de la presidente Fernández y de una parte importante del oficialismo que recibieron con escaso o nulo entusiasmo la elección de Jorge Bergoglio.

 

Durante el intercambio de opiniones en torno a si suspender o no la sesión, un diputado de La Kámpora, el movimiento ultrakirchnerista, señaló que el nuevo papa había colaborado con la dictadura militar. En los dos o tres primeros días posteriores a la elección de Francisco arreciaron las denuncias de líderes políticos (Luís D´Elía, Juan Cabandié), madres y abuelas de Plaza de Mayo (Hebe Bonafini y Estela de Carlotto), periodistas y medios próximos al gobierno (Horacio Verbitsky y Página 12) contra Bergoglio. Precisamente Verbitsky señaló el pasado fin de semana que la elección del nuevo papa es “una vergüenza para Argentina y Sudamérica”.

 

Los argumentos en contra de Bergoglio se centraban en que había denunciado a dos jesuitas, posteriormente secuestrados por los militares y encarcelados en ese templo del horror que era la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) o en haber participado en el secuestro de un bebé en ese mismo centro clandestino de detención. Estos argumentos admitían algunas variaciones: el papa no había hecho nada por salvar a sus compañeros de orden o había sido sumamente complaciente con la dictadura, a la que no se había enfrentado abiertamente.

 

Las denuncias evidencian el modo en que algunos círculos kirchneristas utilizan los derechos humanos como arma política. El discurso oficial recalca de forma insistente que hay un antes y un después tras la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia, eliminándose de un plumazo la labor pionera de Raúl Alfonsín y de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) presidida por Ernesto Sábato. Los juicios a las juntas militares son minimizados por la sanción posterior de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.

 

La proximidad al proyecto kirchnerista de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo sirvieron para legitimar el discurso oficial, reforzado por los recientes juicios y condenas contra los militares represores. Sin embargo, lo que podía haber sido una propuesta consensuada con el conjunto de las fuerzas políticas de la oposición, o al menos con una parte considerable de ella, comenzando por el radicalismo, se convirtió en el eje de un discurso excluyente y polarizador.

 

Una práctica importante de esa política que tiende a crispar y dividir a la sociedad en partes irreconciliables es el escrache (denuncia pública de un represor, aplicable luego a cualquier enemigo político). En el caso de Bergoglio las denuncias en su contra no son nuevas, ya que el libro de Verbistsky, El silencio, data de 2005. Por eso, y dado el fuerte nivel de enfrentamiento entre los gobiernos kirchnersitas y el ex arzobispo de Buenos Aires, de haber existido pruebas contundentes en su contra éstas ya habrían aparecido y Bergoglio habría sido escrachado hace tiempo. En contra de ese discurso de condena han comenzado a emerger otras voces pertenecientes también al mundo de los derechos humanos pero fuera de la órbita K, como las de Adolfo Pérez Esquivel, Graciela Fernández Meijide o Alicia Oliveira.

 

Ante el curso de los acontecimientos la presidente Fernández optó por viajar a Roma y estar presente en la entronización de Bergoglio, intentando reducir el nivel de enfrentamiento. Pese a ello, la figura del nuevo papa repercutirá de un modo importante en la política argentina. No hace falta que Francisco intervenga directamente. La iglesia católica y sus múltiples seguidores se sentirán más vigilados y respaldados desde el Vaticano y actuarán en consecuencia.

 

El próximo octubre habrá elecciones legislativas en Argentina cuyo resultado es clave para el proyecto reelectoral de Cristina Fernández para 2015. En este juego, con una oposición todavía en estado catatónico, habrá que ver cómo responden unos y otros. De ahí el escaso entusiasmo gubernamental por el nombramiento de un papa argentino, inicialmente sólo reconocido como latinoamericano, un pecado capital en el discurso político rioplatense, tan permeado por un fuerte componente nacionalista. En otro contexto, una manifestación como la anterior habría sido imposible.


 

¿Un papa reformista?

Alvaro Vargas Llosa

16 de marzo de 2013

 

Lejos de Roma, este pastor de sandalias metafóricas que ha preferido siempre la sencillez de la calle al boato de los palacios arzobispales, este ciudadano de a pie que ha hecho su obra en las villas miseria de su país, según dan fe innumerables testigos, puede ser, parecen creer algunos cardenales, el que tenga la suficiente independencia frente al poder concentrado en la Ciudad del Vaticano para sacudir el árbol.

 

Me decía un amigo que el miércoles pasado, al saberse que Jorge Mario Bergoglio era el nuevo Papa, alguien que había leído distintos resúmenes biográficos preguntaba insistentemente en las redes sociales: “Total, ¿es de izquierda o de derecha?”

 

No resulta nada incoherente que un jesuita escape a los moldes estrechos de una definición ideológica y desconcierte por sus aparentes contradicciones: por algo los jesuitas, quizá la orden mejor formada intelectualmente, se han ganado fama universal de espíritus disimulados. Además, ha habido en América Latina jesuitas a los que se percibía como de izquierda y jesuitas a los que se veía como parte del “establishment” de la derecha (además de la compleja historia que une a la orden con el continente). Pero lo cierto es que hay elementos para todos los gustos que apuntan, en el papa Francisco, a una personalidad y una historia más ricas e interesantes de lo que la rápida información periodística ha sugerido en estos días con respecto al ex arzobispo de Buenos Aires.

 

Las denuncias constantes por parte de Bergoglio contra el kirchnerismo, a las que el gobierno argentino respondió con dureza y la izquierda peronista con ferocidad a lo largo de años, parecerían situarlo en la derecha política. Pero su discurso contra el poder, el dinero y el privilegio en la Argentina de los Kirchner tenían un aire más bien a hombre de izquierda: hubieran podido ser pronunciadas, verbatim, por dirigentes del PT brasileño, por ejemplo. Su oposición al matrimonio gay sancionado por el gobierno federal tras la ley del Congreso lo sitúan en el conservadurismo. Pero su respaldo a las uniones civiles decretadas por el intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, algo que Morales Solá recordaba en “La Nación” esta semana, lo colocan del otro lado: fue implacablemente atacado por la derecha católica por eso mismo.

 

La actuación internacional de Bergoglio también combina elementos en apariencia contradictorios. En la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, la gran concentración de obispos del continente que tiene lugar cada cierto número de años, Bergoglio forcejeó tenazmente con la derecha, especialmente el Opus Dei, que quería dejar su huella en el documento final y debilitar la influencia de otras corrientes. En última instancia, se impuso él, que controló ese pronunciamiento como redactor principal. En este sentido, el nuevo Papa parecería estar a la izquierda de la derecha extrema en el espectro eclesiástico. Sin embargo, su defensa apasionada de la ortodoxia doctrinal de la Iglesia, que le valió muchas críticas en su país, especialmente en los cruces de espadas valóricos, lo sitúa en el conservadurismo.

 

Las reacciones internacionales a su elección han reflejado esa dualidad compleja que transmite el perfil público del hoy Papa Francisco. El teólogo suizo de izquierda Hans Kung, un feroz y conocido crítico de Benedicto XVI, celebró la elección de Bergoglio y comparó su espíritu rebelde con el de Francisco de Asís, el hombre pugnaz que se enfrentó a los cardenales que rodeaban a Inocencio III y el humilde que dejó las riquezas de la familia de comerciantes en la que había nacido para hacerse pobre. Pero la prensa de izquierda ha dado amplio espacio a la denuncia proveniente de Argentina que habla de una complicidad de Bergoglio con el secuestro de dos sacerdotes por parte del régimen militar. Complicidad, dicho sea de paso, que muchos admiradores de Bergoglio insospechables de tener debilidad por la junta militar niegan. El propio Pérez Esquivel, Nobel de izquierda conocido por sus denuncias contra la derecha argentina, incluyendo a la Iglesia, ha dicho que no es justa la acusación y que Bergoglio no colaboró con la junta.

 

¿Qué es, pues, exactamente el nuevo Papa? Me atrevería a afirmar que Francisco es un jesuita intelectual, pero un franciscano temperamental, es decir un hombre que desconfía íntimamente del poder. Sus críticas más interesantes contra el kirchnerismo no fueron las que se están recordando en la prensa mundial, por ejemplo en relación con el matrimonio gay, al que se opuso en su momento con claridad, sino las que se referían al abuso de poder, el enriquecimiento fácil, la corrupción y la estridencia prepotente. En ese sentido, desbordó al kirchnerismo por su izquierda, no por su derecha, como cree cierta izquierda peronista. Si se lee con atención el documento de la reunión continental de obispos antes mencionada -que tuvo lugar en Aparecida, Brasil-, se observa una crítica al neoliberalismo que tiene incluso algunas vagas resonancias de la Teología de la Liberación (sin mencionar, por supuesto, esta asociación, que puede no haber sido demasiado consciente).

 

Además de esto, Francisco es un conservador doctrinal, sí, pero, quizá debido a su formación de jesuita, también un hombre en el que la cultura atenúa el dogmatismo. Por eso, por ejemplo, apoyó las uniones civiles de Macri, y por eso la derecha más extrema en Argentina nunca se ha sentido del todo cómoda con él. Ha leído -y enseñado- demasiada literatura para ser un espíritu exageradamente dogmático, como dice la propaganda de sus otrora adversarios.

 

Un tercer elemento, crucial para entender bien qué hizo atractivo para el Colegio Cardenalicio elegir a este hombre de 76 años después de la renuncia de un papa vencido por la edad, es su condición excéntrica. Literalmente excéntrica: estuvo siempre, a diferencia de Leonardo Sandri, el otro cardenal argentino del que se hablaba como posible sucesor de Benedicto XVI, muy distante de la Curia. Distante física y emocionalmente. En un momento en el que la Curia ha visto sus bonos caer en picada por la sucesión de escándalos y las revelaciones -esas que llevaron al propio Benedicto a recusarla crípticamente en las declaraciones de despedida-, la condición marginal de Bergoglio es un atributo. Lejos de Roma, este pastor de sandalias metafóricas que ha preferido siempre la sencillez de la calle al boato de los palacios arzobispales, este ciudadano de a pie que ha hecho su obra en las villas miseria de su país, según dan fe innumerables testigos, puede ser, parecen creer algunos cardenales, el que tenga la suficiente independencia frente al poder concentrado en la Ciudad del Vaticano para sacudir el árbol. Las expresiones duras de Bergoglio, en años recientes, contra “la vanidad” que se ha apoderado de las máximas esferas de la Iglesia apuntan a un espíritu reformista, a una rebeldía desde abajo contra la descomposición en la cumbre.

 

Todo esto tiene implicaciones múltiples, en distintos lugares y de distinta naturaleza, lo mismo espiritual que política e institucional. ¿Qué significa para América Latina en términos políticos, por lo pronto? Implica un papa que le disputa al populismo de izquierda el discurso de la pobreza y la denuncia del statu quo, pero que lo hace desde una posición que no puede confundirse con la extrema derecha, ni por temperamento ni por antecedentes ni por ubicación en el espectro de la propia Iglesia. Lo que no han conseguido ni la izquierda democrática, que ha sido prudente en casa pero ha estado a la sombra del chavismo en temas continentales, ni la derecha, que se siente intimidada a escala regional y practica un cierto seguidismo, lo consigue quizá ahora Francisco simbolizando una alternativa al populismo desde un discurso socialcristiano.

 

Por otro lado, ¿qué auguran estos antecedentes para la propia Iglesia latinoamericana? En cierta forma, nos hablan de una victoria del centrismo tras las épicas pugnas entre la izquierda y la derecha eclesiásticas en esta región del mundo. Después del Concilio Vaticano II, hubo un auge de la izquierda, si podemos llamarla así estirando un poco la liga, en la Iglesia del continente. El símbolo de eso fue la Teología de la Liberación, por supuesto. Su gran momento vino en 1968, cuando, convocada en un inicio por el obispo chileno Manuel Larraín con ayuda del brasileño Helder Cámara, tuvo lugar la conferencia de obispos latinoamericanos de Medellín. Bajo la inspiración del Concilio Vaticano II, que había finalizado pocos años antes, los obispos hicieron en esa conferencia continental una declaración con clara intencionalidad política que partió a la Iglesia en dos. Argumentando que el subdesarrollo conspiraba contra la paz y denunciando la injusticia social como un elemento que conducía a la violencia, parecieron condonar la lucha armada, o por lo menos la opción que tomaron muchos sacerdotes por ella.

 

La reacción era inevitable y ella vio a la derecha de la Iglesia, con el apoyo de Juan Pablo II a partir de su ascenso en 1978, enfrentarse a la Teología de la Liberación. El cardenal Ratzinger, por cierto, fue el punta de lanza de esa reacción desde la Congregación para la Doctrina de la Fe. El resultado cristalizó en la conferencia de obispos latinoamericanos de Puebla en 1979, en la que el cardenal colombiano López Trujillo jugó un papel clave, en coordinación con el Vaticano. Allí se denunció la “manipulación política” de las “comunidades eclesiásticas de base”, un claro ataque a la izquierda eclesiástica. Para la siguiente conferencia general de episcopados del continente, que tuvo lugar en Santo Domingo en 1992, ya la izquierda “liberacionista” estaba derrotada en la Iglesia aun cuando seguía siendo una presencia real, por supuesto, en el continente. Había dejado, a pesar de su derrota, una huella notoria. Aunque dijo que no era “exclusiva ni excluyente”, el documento final habló de una “opción preferente por los pobres”.

 

¿Qué tiene todo esto que ver con Bergoglio? Pues que el nuevo Papa simboliza el escenario posliberacionista, en cierta forma, para decirlo en lenguaje dialéctico hegeliano, la síntesis de la tesis izquierdista y la antítesis derechista (Bergoglio preferiría hablar, más sencillamente, de un regreso a la doctrina original). Es decir: desde la derrota de la Teología de la Liberación, la división en la Iglesia no ha sido tanto entre la izquierda y la derecha, sino entre la derecha moderada o la centroderecha, por un lado, y una derecha pura y dura por el otro. Bergoglio simboliza a la centroderecha en ese espectro, por así decirlo. Otra forma de expresarlo, siempre en términos simplistamente ideológicos, sería: el nuevo papa está a la izquierda de la derecha. Por eso aventuré, en una columna anterior a la fumata blanca del miércoles, que, aunque Bergoglio sería un factor clave si el nuevo papa era latinoamericano, en su fuero interno el papa que había renunciado, Benedicto XVI, preferiría quizá a alguien como el hondureño Rodríguez Maradiaga.

 

Por último, está la gran cuestión: ¿podemos esperar del papa reformas en Roma? Puedo equivocarme pero muchas cosas en este conservador doctrinal que es temperamentalmente un franciscano, políticamente un centrista y curricularmente un hombre de la periferia, excéntrico a la Curia, apuntan a una mezcla de Juan XXIII en su diálogo con la modernidad y de Juan Pablo II en su diálogo con la calle.

 

Dos cosas son urgentes en la Iglesia Católica hoy. Una tiene que ver con esa noción difusa y multiforme que es la modernidad: ¿cómo reconciliarse con ella, adaptarse a ella? La otra es el gobierno de la Iglesia, el aparato político-administrativo que encierra la Curia. Lo primero requiere algo mucho más ambicioso que unas cuantas homilías: acaso un nuevo concilio modernizador como el que convocó Juan XXIII y tuvo que terminar Pablo VI. Pero, por encima de todo, exige una actitud del Pontífice. Pedirle que renuncie de golpe a todo lo que la Iglesia cree no es realista ni serio. Pero pedirle que, con prudencia, inteligencia y firmeza, vaya llevando de la mano a su institución hacia una adecuación de ciertos dogmas que la hagan más libre, incluyente y tolerante no sólo no es pedirle demasiado sino que es el grito de los tiempos que corren. Lo segundo, reformar el gobierno, o sea la Curia, requerirá también una actitud distinta, pero sobre todo independencia frente a la gente que desde el primer instante rodeará al nuevo papa. No necesita Francisco ser un genio administrativo para lograrlo porque la parte operativa la pueden ejecutar otros. Lo que necesita es tener muy claro qué hay que reformar y a quiénes confiar la dimensión práctica.

 

Desde hace mucho tiempo, Argentina sólo produce titulares alrededor del mundo por las malas razones. Qué bueno sería que, además de haberle dado a su país un papa, Bergoglio, hoy Francisco, acabe dándole también a un gran reformista.

 

Cuando les dijo a los cardenales, poco después de ser electo, “que Dios les perdone por lo que han hecho”, quizá Francisco estaba haciendo algo más que una broma.

…a mí me ha entusiasmado que el papa Francisco

Jorge Ferrer

17 de marzo de 2013

 

También a mí me ha entusiasmado que el papa Francisco calzara hoy estos, sus zapatos. Gastados. Con las puntas elevadas al techo, sea cielo o mero artesonado.

 

También a mí me entusiasma, a mí que no soy católico y que de pecados, ay, alguno, toda esta euforia de papado que se vuelve hacia los pobres. Y me entusiasma también que en la historia de la religión que se escribirá en mañana distante, lo de Benedicto XVI con su piar quede como una mera anécdota ante este Francisco que está revolucionando la percepción mediática del papado. Es decir, la percepción.

 

Pero antes de que mi entusiasmo suba peldaños en la escalera del mira-qué-bien-tú, me gustaría que Francisco nos diga que el uso del preservativo previene la extensión del SIDA en esa África que está ahí abajo con su silueta grandiosa de niños panzudos, safaris y madres corajudas y tristes; que los homosexuales no son otra cosa que ciudadanos que tienen una orientación sexual distinta a la mía y a la de Francisco, sea la célibe suya la que sea, que son ciudadanos que merecen gozar de los mismos derechos que cualquier otro; que las mujeres, por último, no son meras acompañantes de los hombres, que son sus pares, y tienen derecho a decidir sobre sus vidas y vientres…

 

Ahí Francisco me vería más entusiasmado que lo que estoy ahora mismo, que lo estoy, con que se llame Jorge Mario, como mi padre, y con que hable y sueñe en la misma lengua en la que lo hago yo.

 

Entusiasmado estoy, sí, que era hora, año, siglo, de más virtud desenvuelta, de más piedad voceada en tono llano, de más darle la espalda a tanta pompa y hasta a aquellos monos zapaticos rojos.

 

Los católicos ya tienen papa. ¡Mi enhorabuena! Ojalá, desde su presunta humildad, ese papa nos haga más grandes a todos.

Un papa del Nuevo Mundo

Francisco G. Basterra

15 de marzo de 2013

 

La Iglesia se ha ido a hacer las Américas con la ayuda inestimable de los cardenales de EE UU

 

Un europeo del Imperio austrohúngaro, Antonin Dvorak, compuso la famosa sinfonía Nuevo Mundo inspirado tras una estancia de varios años en Estados Unidos en la última década del siglo XIX. Hoy el nuevo mundo tiene un Papa latinoamericano. El papado en un audaz movimiento geoestratégico cambia de continente, de Europa a América, a la América hispana, adelantándose a la sentida necesidad de un nuevo orden mundial. Habíamos digerido el desplazamiento del centro de gravedad hacia Asia, pero el traslado no funciona en sentido único. La todavía sorprendente renuncia del papa Benedicto ha provocado un tsunami, de alcance aún desconocido, cuya primera oleada se vio el miércoles por la noche en el balcón central del Vaticano al aparecer el nuevo papa Francisco, argentino, una simple cruz de metal sobre el pecho, con unos gestos inusuales. “Vengo del fin del mundo”, fueron sus primeras palabras a una audiencia asombrada. En solo unos minutos quedó claro que apuntaba el principio del fin de la Iglesia Católica envejecida y anclada en Italia, eurocéntrica, que se abría a los otros, los que hasta ahora contaban poco en el reparto mundial, los más heridos por la desigualdad, ese 1% de la población que tiene lo que el 99% necesita.

 

Resulta sugerente la rápida reacción del presidente Obama felicitándose por el papa de Buenos Aires y compartiendo el júbilo con millones de hispanoamericanos (los hispanos son ya la primera minoría de EE UU), comparada con la falta de reflejos de la España oficial ante el ascenso de un papa iberoamericano. La Iglesia se ha ido a hacer las Américas, con la ayuda inestimable de los cardenales norteamericanos. El papa ya no es solo el obispo de Roma. Desde la óptica de la política internacional este es un significado mayor de la elección del cardenal Bergoglio, jesuita, como el nuevo papa Francisco. El nombre, otra acertada novedad. El Vaticano, aunque un estado minúsculo, no llega a medio kilómetro cuadrado, el madrileño parque del Retiro tiene 1,18 kilómetros cuadrados, ejerce un extraordinario poder e influencia mundiales. La elección de un papa, que no es solo el líder espiritual de los católicos, es una historia de poder, que fascina globalmente a través de la televisión, con enorme repercusión en las redes sociales.

 

Lo sucedido nos recuerda que cada vez menos cosas giran ya alrededor del Viejo Continente, ensimismado en los procedimientos y perdida de vista la insuperable idea de una integración cada vez más estrecha, a manos de una absurda y egoísta, por ineficaz, obtusa renacionalización de las políticas europeas. Reventada la centralidad europea, la llegada del papa 266 de la historia señala algo trascendente desde el punto de vista temporal. Ya está aquí un nuevo mundo con un reparto más equilibrado y generoso de roles. ¿Por qué siempre el presidente del banco mundial tiene que ser un estadounidense y el del FMI, un europeo? Europa se encoge un poco más mundialmente y confirma el peligro de su desaparición paulatina de la pantalla del radar global. Antes de la mitad de siglo, solo un 7% de la población mundial será europea; ya el 80% del crecimiento económico procede de otros continentes. La Iglesia Católica, con más reflejos que otras instituciones civiles, ha decidido abrirse al optimismo, a los más jóvenes en otros continentes, que le den la energía perdida y necesaria para afrontar sus problemas.

 

La más antigua y mayor multinacional del mundo, con 1.200 millones de clientes, 1 millón de empleados, decenas de millones de voluntarios, una red de distribución planetaria, un logo universalmente reconocido, una operación de éxito en los mercados emergentes (Schumpeter en The Economist), ha utilizado su profunda crisis como trampolín para sorprender. El voto de una senado de ancianos cardenales, los hombres de rojo, emitido bajo la severa mirada del Dios todopoderoso y juzgador pintado por Miguel Ángel en el techo de la capilla Sixtina, decantándose por un hombre humilde que recuerda un poco al papa Roncalli, con aspecto de párroco de pueblo, ha hecho soñar por un instante, y no solo a los creyentes, que otra Iglesia es posible; más evangélica, más colegial, más cercana a la original. Han sido creativos: el papa Francisco ha llegado para algo más que gestionar el declive del catolicismo. Rotundo fracaso predictor de los vaticanistas y de los medios de comunicación. ¿Cómo es posible que nadie reparara que el arzobispo de Buenos Aires estuvo a punto en el cónclave de 2005 de cerrar el paso al papado del cardenal Ratzinger? Esta operación de sustitución de un papa que dimite, por su incapacidad de someter a una curia plagada de escándalos, no se puede haber preparado en una semana. ¿Cuánto ha tenido que ver la mano del papa emérito en este desenlace? La Iglesia católica le ha dado la vuelta al mapamundi.

 

fgbasterra@gmail.com

Historia de los Jesuitas

14 de marzo de 2013

César Vidal habla sobre la Compañía de Jesús y los jesuitas. Entrevista a José Miguel Santiago Castelo, subdirector de ABC, que cuenta una anecdótica Misa del Gallo con el papa Francisco.

Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco

14 de marzo de 2013

Luis Herrero entrevista a Paloma Gómez Borrero, corresponsal en Roma; Francesca Ambrogetti, co-autora del libro de conversaciones del cardenal Bergoglio; al padre Ángel, fundador de Mensajeros por la Paz y al monseñor Juan Antonio Martínez Camino, secretario de la Conferencia Episcopal española en Madrid.

Ratzinger y Bergoglio,

dos caras de una moneda ‘papal’

A. Serrano

14 de marzo de 2013

 

Caprichos del destino: Ratzinger fue papa gracias a la renuncia de Bergoglio y ahora Bergoglio es papa gracias a la renuncia de Ratzinger. ¿O es que Ratzinger ha devuelto el favor que le hizo el arzobispo de Buenos Aires?

 

 

En 2005, tras la muerte de la muerte de Juan Pablo II, el cónclave se reunió bajo la cúpula de la Capilla Sixtina para decidir quién sería el próximo Santo Padre. Ratzinger lideró la primera votación con 47 votos, Bergoglio reunió 10, en segunda posición. En la segunda, Ratzinger quedó muy cerca de los dos tercios necesarios en tanto que el arzobispo argentino lograba 35 votos.

 

Tras la tercera votación hubo un receso, en el cual Bergoglio pidió a sus votantes “casi entre lágrimas” que se abstuvieran de apoyarle, para así dar la victoria a Ratzinger, reveló el periodista Marco Tosatti, vaticanista del diario La Stampa. Finalmente, la cuarta votación proclamó un nuevo Padre de la Iglesia: Benedicto XVI.

 

Idas y venidas entre Ratzinger y Bergoglio

 

Después de la elección de Ratzinger, la relación entre ambos parecía buena pero en 2006 se produjeron algunos ‘roces’. Ese año Bergoglio suspendió un viaje al Vaticano, en el que se iba a reunir con Benedicto XVI.

 

El portavoz de Bergoglio cuestionó a Benedicto por un discurso que levantó ampollas entre los musulmanes Nunca se confirmaron las razones de dicha cancelación pero algunos medios recordaron que el portavoz de Bergoglio, Guillermo Marcó, había cuestionado al papa en una entrevista, a causa de un discurso que levantó ampollas entre los musulmanes. Se criticó que Bergoglio no hubiera reprendido a su portavoz por tales declaraciones.

 

No obstante, al año siguiente Ratzinger recibió a Bergoglio y otros tres obispos argentinos, y los medios aseguraron que los cuatro salieron “muy contentos” de la reunión.

 

En diciembre de 2011, Bergoglio presentó su renuncia al arzobispado de Buenos Aires por alcanzar el límite de edad (según la ley eclesiástica, 75 años), y Benedicto prorrogó su mandato dos años más. Fue una deferencia con la que parecía limar las rozaduras pasadas.

 

Al llegar la sorprendente noticia de la renuncia de Benedicto XVI, Bergoglio declaró que su decisión fue “un gesto revolucionario, un cambio en 600 años de historia” y afirmó que “se trata de una decisión muy pensada delante de Dios y muy responsable por parte de un hombre que no quiere equivocarse él o dejar la decisión en manos de otros”.

 

Dos días antes de dejar definitivamente la Santa Sede, Benedicto XVI designó a Bergoglio miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), y agregó así un nuevo cargo al arzobispo en el Vaticano.

 

Sus diferencias: un teológo frente a un hombre de acción

 

Ratzinger y Bergoglio tienen poco en común. Para empezar, diez años de diferencia: el alemán nació en 1927 y el argentino, una década más tarde, en 1936.

 

Dicen que los zapatos es el espejo del alma. Sí es así, los dos Pontífices no podrían ser más opuestos. Bergoglio es un hombre humilde, siempre viaja en transporte público y en clase turista y ha sido el único sacerdote que llegó andando al Vaticano el día en el que le iban a consagrar como cardenal. Cuentan en los medios argentinos que antes de que el cardenal porteño viajara al Vaticano para participar en el cónclave, le obsequiaron con un par de zapatos nuevos porque los que se llevaba estaban muy gastados.

 

Ese poco interés por su calzado contrasta con la afición de Benedicto por sus zapatos rojos, siempre pulcros y bien cuidados. Muchos fueron los que le obsequiaron con distintos modelos, sabiendo el aprecio que sentía por ellos. Incluso se llegó a decir que había calzado unos Prada, algo que el Vaticano finalmente desmintió.

 

Ratzinger ha sido un estudioso interesado en rebatir asuntos como  el limbo; Bergoglio se ha entrometido en política Ratzinger siempre tuvo altas aspiraciones: nacido en Baviera, hijo de un oficial de policía, quiso ser cardenal desde niño, a diferencia de Bergoglio, que nació en el barrio porteño de Flores, hijo de inmigrantes italianos (un trabajador ferroviario y una ama de casa), y antes de ser cardenal fue técnico químico y profesor de literatura.

 

Dicen que el nuevo papa es austero, le gusta comer solo, que tiene un fuerte carácter y que trata de ser claro y suave en el diálogo. A Bergoglio le gusta el tango y es forofo del San Lorenzo; Ratzinger es más exquisito: es un experto pianista, adora a Mozart, y se sintió muy interesado por Dostoievski y el neo-kantismo.

 

Ratzinger ha sido un teólogo, un estudioso interesado en escribir libros y rebatir asuntos como el limbo, la presencia del buey y la mula en el pesebre de Belén o el origen de los reyes magos, y ha sido continuador de la política eclesíastica de Juan Pablo II.

 

Bergoglio, en cambio, se declara ‘misionero’, un hombre de acción que se ha entrometido más de una vez en asuntos políticos por clamar contra la desigualdad social y denunciar la pobreza, lo que le ha llevado a una relación ‘complicada’ con los diversos gobiernos argentinos. Y aseguran que está más en consonancia con la línea de Juan XXIII, que con sus dos antecesores.

 

Por otra parte, Ratzinger siempre fue un firme candidato papal y Bergoglio siempre ha sido considerado un cardenal “de perfil bajo”.

 

Relacionados con regímenes autoritarios

 

En cambio uno y otro papa comparten un pasado empañado por su relación con regímenes totalitarios y autoritarios; los nazis, por parte de Ratzinger (perteneció, siendo adolescente y de forma forzada, a las Juventudes Hitlerianas), y la dictadura argentina, por parte de Bergoglio, a quien acusaron de ‘colaboracionismo’ con la ‘guerra sucia’ llevada a cabo por la misma. Se dice que mantuvo silencio ante las violaciones de los derechos humanos vulnerados entonces e incluso se le llegó a relacionar con el secuestro de unos sacerdotes jesuitas, si bien las acusaciones no generaron ninguna imputación.

 

Ambos pontífices comparten una actitud conservadora en ‘temas calientes’ Ambos pontífices, Francisco y Benedicto, también comparten una actitud conservadora en temas ‘calientes’ como el matrimonio homosexual (Ratzinger lo tachó de amenaza contra la humanidad, y Bergoglio de una iniciativa “movida por el diablo”) o la reproducción (el alemán negó que el preservativo fuera útil para combatir el sida y el italiano se opone rotundamente a la inseminación artificial). Bergoglio es un poco más tolerante con el uso de preservativos (los apoya para evitar el embarazo pero se opuso a su distribución gratuita en Argentina) pero se opone tajantemente a la eutanasia, a la que considera como “cultura de la muerte”.

 

A fin de cuentas, en palabras del cardenal chileno Jorge Medina, todos los papas deben ser “conservadores y nunca liberales en la doctrina de la iglesia”.

¿Quién es el nuevo papa?

13 de marzo de 2013

El papa advierte

del “sufrimiento y la corrupción” en la Iglesia

Pablo Ordaz

23 de febrero de 2013

 

Benedicto XVI advierte a los cardenales: “El diablo ensucia la obra de Dios”

Ratzinger aleja de Roma a un colaborador de Bertone en la banca vaticana

 

Dentro de unos días, las librerías se llenarán de obras urgentes sobre Benedicto XVI, el papa que renunció. Habrá unas que glosen su figura tranquila, la del teólogo que jamás levantó la voz, y otras que busquen el éxito mezclando el aroma del incienso con el de la conspiración. La prisa por llegar a las vitrinas sacrificará irremediablemente la etapa más apasionante de su papado. Estos 17 días que Joseph Ratzinger se ha reservado para enderezar algunos de los renglones torcidos. Libre de todos y de sí mismo, su voz ha clamado contra la corrupción en la Iglesia y su mano no ha temblado al enviar lejos del Vaticano a quienes ya no considera dignos de su confianza. El jueves, cuando el ruido de un helicóptero se confunda con el adiós de todas las campanas de Roma, significará que son las cinco de la tarde y que todo está a punto de terminar.

 

Desde que el día 11, en latín y por sorpresa, Benedicto XVI anunciara al mundo su renuncia —la primera de un papa en siete siglos— sus mensajes, de obra y de palabra, se han vuelto definitivamente claros. En cada encuentro, ante los fieles de a pie reunidos en la plaza de San Pedro o ante los príncipes de la Iglesia, Ratzinger ha insistido, y ayer volvió a hacerlo, en que el “sufrimiento y la corrupción” golpean a la Santa Sede. Y ha pedido mucha atención a los cardenales que dentro de unos días tendrán que elegir a su sucesor. “El diablo”, les ha avisado, “trabaja sin descanso para ensuciar la obra de Dios…”.

 

Lo que llama más la atención es que, en los últimos días, Benedicto XVI ha encontrado fuerzas para revestir sus palabras de acción. Hace un año salió a la luz una carta fechada en julio de 2011 en la que el arzobispo Carlo Maria Viganò advertía al Papa sobre la corrupción en el Vaticano y le pedía apoyo para quedarse en Roma y luchar contra ella. Joseph Ratzinger optó, sin embargo, por no contradecir la decisión de alejar a Viganò —mandándolo a EE UU— que ya había tomado su secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone. Ahora, en cambio, el Papa parece haber alcanzado la determinación que, según sus críticos, le faltó durante su pontificado.

 

En una decisión que los medios italianos consideran como un golpe claro al poder de Bertone, Ratzinger acaba de enviar a Colombia a monseñor Ettore Balestrero, brazo derecho del secretario de Estado en el manejo del dinero de la Iglesia y hombre muy cercano a los sectores más conservadores de la curia.

 

Balestrero, de 46 años, diplomático vaticano y una suerte de viceministro de Exteriores, se había venido ocupando de cuestiones tan importantes como las relaciones con China o Israel y, sobre todo, había formado parte de la comisión que trata de adaptar el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, a las exigencias internacionales contra el lavado de dinero negro, una asignatura todavía pendiente. El nombramiento de Balestrero como nuevo nuncio en Colombia supone su alejamiento de las finanzas vaticanas solo unos días después de que, en otra decisión sorprendente, Joseph Ratzinger designara al alemán Ernst von Freyberg nuevo presidente del IOR. Dos golpes contra Bertone ejecutados en el tiempo de descuento, en un intento de Ratzinger de allanar el camino a su sucesor. En este sentido, se da por hecho que los tres cardenales octogenarios que redactaron, por encargo del Papa, un informe secreto sobre la corrupción en el Vaticano se reunirán en los próximos días con los cardenales menores de 80 años que participarán en el cónclave. Ratzinger desea que, en el momento crucial de elegir al nuevo Papa, los cardenales conozcan los datos que él sopesó en las horas críticas de su renuncia.

 

En la hora de la despedida, Benedicto XVI se reunió ayer con el presidente Giorgio Napolitano, en la víspera de las legislativas, y le dijo que rezará por Italia.

 

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, realizó ayer un duro ataque a los medios que, en los últimos días, han publicado informaciones relacionadas con los escándalos que salpican al Vaticano. Dijo Lombardi: “No falta quien trata de aprovecharse del momento de sorpresa y de desorientación de los espíritus débiles para sembrar confusión y desacreditar a la Iglesia y a su gobierno, recurriendo a instrumentos antiguos tales como la murmuración, la desinformación y, a veces, la calumnia”. Según el portavoz del Vaticano, tales informaciones “a menudo falsas” tratan de “condicionar a los cardenales con vistas al cónclave”.

 

Un cónclave para el que el Vaticano está ya tomando medidas muy estrictas. El secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Juan Ignacio Arrieta, avisó de que si un cardenal intentase entrar a la Capilla Sixtina con un teléfono móvil “le sería confiscado”. La pena para el purpurado que, preso de la emoción, intentase adelantarse a la fumata blanca con un mensaje de Twitter podría llegar a la excomunión.

El Vaticano denuncia “informaciones falsas”

para “condicionar” el cónclave

23 de febrero de 2013

 

El Vaticano ha condenado este sábado informaciones publicadas recientemente sobre supuestos escándalos financieros y sexuales en la Curia romana, que califica de “falsas” y con intención de “condicionar” el próximo cónclave que elegirá al nuevo Papa.

 

La Secretaría de Estado de la Santa Sede ha publicado un comunicado en el que rechaza los “intentos de condicionar a los cardenales, con vistas al cónclave con la difusión de noticias a menudo no verificadas o verificables y por lo tanto, falsas, con gran daño a personas e instituciones”.

 

Mediante la nota publicada en la página web de Radio Vaticana, la secretaria de Estado recuerda que “la libertad de la Colegio Cardenalicio, cuya misión es la de proporcionar un nuevo papa a la Iglesia Católica, siempre ha sido defendida por la Iglesia, para asegurar una elección basada únicamente en decisiones en pro de la Iglesia”.

 

“A través de los siglos, los cardenales han tenido que hacer frente a múltiples presiones a la hora de elegir pontífice por parte de diferentes poderes, afrontando lógicas de tipo político y mundano”, prosigue la nota de la institución vaticana que preside el cardenal Tarcisio Bertone. En la actualidad, “se intenta alterar a la opinión pública mediante argumentos y valoraciones que no recogen el sentir espiritual que la Iglesia está viviendo”.

 

El portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, también ha arremetido contra informaciones que hablan de intrigas en las altas esferas de la Santa Sede y la existencia de un 'lobby' gay en la Curia, informaciones que ha tildado de “chisme, difamación o calumnia” en una entrevista concedida a Radio Vaticano.

 

“Algunos buscan disfrutar del movimiento de sorpresa y desorientación para confundir y desacreditar a la Iglesia y su gobierno”, ha especificado Lombardi en relación a la situación de crisis generada tras la histórica dimisión del Papa Benedicto XVI.

 

Lombardi además ha denunciado “presiones inaceptables en las últimas semanas para condicionar” el voto de los cardenales que participarán en el cónclave para elegir al nuevo Papa. El portavoz de la Santa Sede ha recordado que se trata de un camino “laborioso” hasta la elección del nuevo Papa, en el que tendrán que afrontar una “nueva prueba”.

 

La prensa italiana había sugerido esta semana la existencia de un ‘lobby’ gay en el seno del Vaticano, que sería víctima de un chantaje urdido con lazos de la “naturaleza mundana”.

 

Estos periódicos, que realizaron, según sus propios términos, “reconstrucciones” de la encuesta ultrasecreta llevada a cabo por tres cardenales sobre el escándalo ‘Vatileaks’, evocaban también intrigas relacionadas con las finanzas de la Santa Sede.

 

Quién antepone dinero, sexo y poder y está acostumbrado a interpretar con esos criterios las diferentes realidades no es capaz de ver otra cosa, ni siquiera en la Iglesia, porque su mirada no examina lo más alto ni lo más bajo de las motivaciones espirituales de la existencia”, ha dicho Lombardi. “El resultado es una descripción profundamente injusta de la iglesia y su pueblo”, se ha lamentado el padre jesuita.

 

Tras el estallido del escándalo Vatileaks el año pasado, el mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, fue condenado en primera instancia por haber filtrado a la prensa documentos confidenciales y posteriormente indultado por Benedicto XVI.

 

Según han admitido expertos vaticanistas, los documentos filtrados por Gabriele, apodado ‘El cuervo’, podrían ser utilizados por unos u otros con el de desacreditar a sus rivales en la curia, el 'Gobierno' del Vaticano. Una situación que podría recrudecerse antes de la celebración del cónclave.

 

Tras la dimisión de Benedicto XVI, que será efectiva el 28 de febrero, un cónclave de cardenales se reunirá para nombrar a su sucesor en una fecha aún no fijada, pero previsiblemente anterior al 15 de marzo.

 

Benedicto XVI, todavía máxima autoridad de la iglesia católica, ha prometido a los cardenales mantener su “cercanía espiritual” tras su dimisión. Joseph Ratzinger ha recordado también a los prelados que “el diablo siempre quiere desprestigiar a la creación de Dios” con “el mal en este mundo, el sufrimiento y la corrupción”.

 

En su primera aparición pública después de una semana de ejercicios espirituales, el Papa recibió en audiencia privada de poco más de media hora al presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, y a su esposa.

 

El Santo Padre, que el próximo jueves hará efectiva la renuncia a su Pontificado, ha asegurado a Napolitano que rezará por Italia y le ha expresado sus mejores deseos para el país, particularmente en estos tiempos. Napolitano ha trasladado al pontífice la gratitud del pueblo italiano por su magisterio y le ha manifestado que su afecto le acompañarán en los próximos años.

Los escándalos ensombrecen el cónclave

Pablo Ordaz

21 de febrero de 2013

 

La protección de los sacerdotes acusados de pederastia y la corrupción en el Vaticano vuelven a aflorar en el momento de la despedida de Benedicto XVI

 

Los dos grandes escándalos que la Iglesia sigue intentando cerrar en falso, la protección durante décadas a los curas pederastas y la corrupción moral y económica de algunos miembros de la curia romana, se acaban de presentar en el zaguán del Vaticano justo en el momento más delicado, la renuncia de Benedicto XVI y la elección del nuevo papa.

 

A las dudas sobre si los cardenales investigados por encubrir a pederastas deben participar en el cónclave se unen ahora las revelaciones, cada vez más explícitas, sobre el contenido del informe secreto sobre el caso Vatileaks —la filtración masiva de documentos papales— encargado por Joseph Ratzinger a tres cardenales octogenarios. El documento, que fue conociendo el Papa a lo largo de 2012, supone —según el diario La Repubblica la confirmación de que destacados miembros de la jerarquía vaticana están implicados en luchas intestinas por el poder, el dinero e incluso el sexo.

 

“Todo gira en torno al sexto y al séptimo mandamiento”. La frase, que el periódico italiano pone en boca de una fuente conocedora del informe, viene a resumir que la comisión de actos impuros y el robo son los pecados, cuando no los delitos, que minan los cimientos del Vaticano. El diario abunda en el conocimiento por parte de Benedicto XVI del contenido del informe —elaborado por los cardenales Jozef Tomko, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz— determinó en gran medida su renuncia. Desde principios de abril, justo después de su viaje a Cuba y México, hasta el pasado mes de diciembre, los cardenales fueron contando al Papa, y solo al Papa, el resultado de sus pesquisas.

 

Según La Repubblica, la comisión cardenalicia entrevistó a decenas de obispos, cardenales y laicos que fueron dibujando la situación actual del Vaticano. Esto es, una confluencia de grupos de poder articulados en función de las distintas congregaciones religiosas o de su lugar de procedencia, pero también de sus apetencias sexuales. Según la investigación, altos jerarcas de la Iglesia podrían estar siendo víctimas de “influencias externas” —una forma suave de decir chantaje— por culpa de “sus vínculos de naturaleza mundana”, o sea, por su relación con los bajos fondos.

 

Y, a partir de aquí, el informe que el Papa tendría guardado en la caja fuerte del apartamento pontificio para entregárselo a su sucesor sube sensiblemente de tono. El diario hace referencia a un escándalo que explotó en 2010 y cuyo protagonista fue Angelo Balducci, de 65 años, gentilhombre del Papa —un club laico relacionado con la curia romana— y por entonces presidente del Consejo Nacional de Obras Públicas con el Gobierno de Silvio Berlusconi. Balducci estaba siendo objeto de una investigación judicial cuando los agentes que le tenían pinchado el teléfono constataron que utilizaba habitualmente los servicios de un nigeriano, Chinedu Thomas Ehiem, de 42 años, cantor de la capilla Giulia de la basílica de San Pedro, para contratar los servicios sexuales de hombres jóvenes.

 

Por su parte, Marco Simeon, es un joven protegido del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y a quien el arzobispo Carlo Maria Viganò —enviado a EE UU tras denunciar la corrupción del Vaticano—- ya relacionó en el pasado con la corrupción económica dentro de los muros de la Iglesia. Pasado el tiempo, el joven protegido de Bertone también fue señalado como uno de los responsables de la caída en desgracia de Ettore Gotti Tedeschi, el anterior presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano. Gotti Tedeschi fue violentamente despedido en mayo de 2011 después de que, durante dos años y medio, intentara sin éxito limpiar las finanzas de la Iglesia.

 

Tras su destitución, y ante el temor de ser asesinado, Gotti Tedeschi, viejo amigo del Papa, escribió un informe —ahora en poder de la justicia— dejando constancia de su lucha infructuosa contra los vicios contables de la Iglesia. La presidencia del IOR quedó vacante nueve meses y no se cubrió hasta la pasada semana. No deja de ser significativo que la última decisión de Benedicto XVI como Papa haya sido la de poner al frente del banco a un alemán, el barón Ernst Von Freyberg. Unas horas después se supo que el joven Marco Simeon había sido destituido al frente de Rai Vaticano. También en el ajedrez vaticano, los peones son los primeros en caer.

 

A los escándalos por el poder, el sexo o el dinero se une el más triste de todos. El que supone la negación de la justicia y el consuelo a las víctimas de la pederastia. La polémica sobre si los cardenales sospechosos de haber ocultado los actos de pederastia deberían abstenerse de participar en el cónclave no hace más que crecer. El asunto, que fue puesto sobre la mesa por la revista católica Famiglia Cristiana y la organización estadounidense Catholics United, solo tenía como objetivo en un primer momento al cardenal Roger Mahony, acusado de encubrir durante sus 26 años al frente de la diócesis de Los Ángeles a 129 sacerdotes acusados de abusos a menores. Pero enseguida el foco se posó también sobre el cardenal primado de Irlanda, Sean Brady, y el cardenal belga Godfried Danneels. Pero no serían los únicos manchados por un escándalo tan grave. En algún momento de sus vidas, el estadounidense Justin Francis Rigali, el australiano George Pell, el mexicano Norberto Rivera Carrera, el polaco Stanislaw Dziwisz y el argentino Leonardo Sandri también desoyeron el sufrimiento de las víctimas. De hecho, uno de los candidatos a suceder a Benedicto XVI, el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, acaba de declarar en la investigación de abusos sexuales atribuidos a sacerdotes de Milwaukee, donde él fue arzobispo entre 2002 y 2009.

 

Los grandes escándalos que Benedicto XVI no supo atajar durante su pontificado se presentan ahora, con su rostro más crudo, en el momento de la despedida.

Fidel Castro, los jesuitas y la educación privada

Víctor Farías

17 de abril de 2012

 

Este artículo no quiere imitar aquellas adivinanzas de antaño en que uno debía encontrar algo en común entre cosas absolutamente disímiles. Por el contrario, aquí se trata de develar directamente algo en lo cual cosas del todo diversas coinciden inesperadamente. El asunto tiene enorme actualidad. Ante todo por la reciente visita del Santo Padre Benedicto XVI a Cuba y las amenazantes presiones oficiales de la dictadura al Episcopado cubano y a la libertad religiosa. Mucha actualidad tiene el asunto porque quisiera dedicar el texto a nuestros estudiantes –secundarios y universitarios– que en marzo inician un año de estudios muy decisivo.

 

Resulta por lo demás siempre estimulante y renovador descubrir hechos relevantes que, por su carácter sorprendente, alteran las aburridísimas y también falsificadas “historias oficiales” haciendo de la historia y la reflexión algo apasionante. El ensayista cubano Carlos Ripoll ha descubierto documentos notables y parte de ellos los reproduce en su libro El otro Fidel Castro y otros ensayos sobre Fidel Castro (New York, 2000).

 

Castro en todas sus entrevistas se ha esmerado en dejar definitivamente en claro que, desde su primera juventud era un convencido agnóstico, rebelde y anticlerical. A Frei Betto le confió sobre su tiempo en los colegios jesuitas Belén (La Habana) y Dolores (Santiago de Cuba) y en particular sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: “Consistían en recluir a los alumnos de ese curso, durante tres días, para conferencias religiosas, meditación, recogimiento y silencio, que era en cierta forma la parte más cruel que tenían los retiros aquellos, porque de repente uno tenía que caer en la condición de mudo absoluto, no se podía hablar, era terrorismo mental por las meditaciones sobre el infierno, el pecado y la eternidad y los ejemplos que se usaban para explicarlos...Todos estos sacerdotes, y los que no habían sido todavía ordenados que ya participaban en la docencia, desde el punto de vista político eran nacionalistas, digamos más francamente franquistas, todos, sin excepción... Aquellos jesuitas eran todos gente de derecha... Su ideología era derechista, franquista, reaccionaria” ( op.cit. p.29).

 

Resulta por cierto curioso que, pese a tanta aversión, el joven rebelde hubiera podido resistir los ocho años que permaneciera en los colegios de Santiago de Cuba y La Habana e incluso poder recordar todavía en los años ochenta el agresivo y militante Himno Ignaciano entonándolo entusiastamente y completo con el ministro de Cultura colombiano Alberto Casas, también alumno de los jesuitas y de paso en Cuba: “Fundador sois Ignacio y General/ De la Compañía Real /Que Jesús con su nombre distinguió./ La legión de Loyola con fiel corazón / Sin temor enarbola la Cruz por pendón. / Lance, lance a la lid fiero Luzbel...” (p.28). Por aquel entonces los jesuitas revestían una piel completamente distinta a la posterior de color progresista y hasta revolucionaria. Por eso, cuando en 1945 el Senador Secretario General del Partido Comunista (o Partido Socialista Popular), Juan Marinello propuso una “Proposición de Ley” que exigía la “Inspección y Reglamentación de la Enseñanza Privada” fundándose en la Constitución Política que, pese al respeto de la libertad de enseñanza, disponía que el Estado estaba obligado a reglamentar e inspeccionar las escuelas privadas. Ante tal perspectiva, los colegios jesuitas en que, poco tiempo antes, se celebraban las victorias de Franco con misas y acción de gracias con el brazo derecho en alto, se sintieron amenazados. Marinello denunciaba que los textos para la enseñanza de la Historia Contemporánea del hermano jesuita Alberto Martínez atentaban “contra la cubanidad, al contener expresiones depresivas de nuestras características psicológicas, se arremete con violencia a la solidaridad humana cuando se admite como bueno el dominio de unos pueblos sobre otros. Y se ataca gravemente a las instituciones democráticas, al hacerse el más encendido elogio de quienes hacen armas contra ellas: Hitler, Mussolini, Franco e Hirohito. No se denuncia la huella religiosa, siempre respetable, sino la marca nazista, fascista y falangista, siempre repudiable...” (p.30).

 

La contraofensiva no se hizo esperar. Surgió en La Habana un movimiento “Por la Patria y por la Escuela”. El Diario de la Marina publicó con grandes titulares un artículo en que calificaba el plan de Marinello como “una maquinación más del partido de la hoz y el martillo contra la Iglesia Católica y un ataque sin tapujos a la libertad de enseñanza” (p.31). Los comunistas no hacen nada que no vaya hacia su fin. No duermen nunca. No durmamos nosotros tampoco, pues la serpiente, como dice nuestra Santa Biblia, se esconde entre las hierbas...”. El Colegio Belén, por su parte, también reaccionó de modo virulento ante la iniciativa comunista y ello coincidió con los últimos meses en que el joven Castro permaneció allí hasta graduarse. El acto más relevante fue el de la graduación en 1945. Fue presidido por Raúl de Cárdenas, vicepresidente de la República, el alcalde de La Habana, representantes del Gobierno de Ramón Grau, parlamentarios, el arzobispo Manuel Arteaga, el viceprovincial de los jesuitas y el Rector del colegio. (p.32-33). En la revista Ecos de Belén apareció una reseña de uno de los graduados: “Llegó por fin el día de la graduación. Esa mañana asistimos graduandos y madrinas, a una misa de Acción de Gracias. Allí, de rodillas ante Dios, dimos gracias, mil gracias, al Maestro Bueno que nos trajo a un colegio donde se enseñaba la ciencia del cielo y de la tierra... La parte espiritual estaba cumplida. Los alumnos de letras de la Preuniversidad, que muy pronto saldrán a defender en la vida pública los principios y doctrinas aprendidos en el colegio denunciaron el Proyecto de Ley presentado al Senado de la República, limitando la libertad de expresión y la libertad de enseñanza...”. Agrega que en la denuncia del proyecto actuó un joven y prominente graduado: “Fidel Castro inicia la segunda parte del acto y explica agradablemente al público expresando cómo la intervención del Estado en la enseñanza privada en los diversos países va desde la más completa libertad, como en los EEUU, hasta la más absoluta concentración como en la Rusia comunista y la Alemania nazi.” (p.32). Los comunistas respondieron de inmediato. En su periódico Noticias de Hoy se podía leer en el artículo “Estupendo Show” en el que alude directamente al posterior dictador: “Los personajes fueron escogidos cuidadosamente entre los pelagatos más profundamente infectados por la propaganda nazi-falangista y después de entregárseles el tema que debían tratar y de indicárseles la forma en que debían hacerlo y los argumentos que tendrían que emplear en la mojiganga ridícula, se les soltó la rienda y allí se dieron a desbarrar de lo lindo aquellos pobres diablos... Fidel Castro se dio un formidable ‘atracón de gofio seco (= panzada de harina tostada muy seca)”.

 

En el Anuario Ecos de Belén se publicó en 1945 una fotografía de Castro con la nota: “Fidel Castro Ruz (1942-1945). Se distinguió siempre en todas las asignaturas relacionadas con las letras. Excelencia y congregante fue un verdadero atleta defendiendo con valor y orgullo la bandera del Colegio. Ha sabido ganarse la admiración y cariño de todos. Cursará la carrera de Derecho y no dudamos que llenará con páginas brillantes el libro de su vida. Fidel tiene madera y no faltará el artista...” (p.58)

 

La historia oficial es una leyenda mal construida. El tiempo y la astucia iban a cambiarlo todo. Al entrar triunfalmente a La Habana, el 31 de diciembre de 1958 [Error, ese fue el último día de Batista en Cuba, pero Fidel Castro demoró su entrada a La Habana hasta el 8 de enero de 1959], Castro y Guevara [Error, Che Guevara estaba en la fortaleza de La Cabaña] hicieron detener la columna frente a los embanderados balcones del Colegio de Belén desde donde la plana mayor jesuita los saludaba efusivamente. Un clérigo, entretanto, había recibido formación militar y luchó junto a una columna en la Sierra Maestra.

 

La madera se había perdido y el artista, con el paso del tiempo, llegó a perder la razón y la razón de ser.

Con la Iglesia hemos topado:

polemizando con Alberto Müller

Carlos Alberto Montaner

10 de abril de 2012

 

Escribí un breve artículo, Vaticano Inc (con perdón), y he recibido algunas críticas negativas de viejos y queridos amigos. Una de ellas la escribió Alberto Muller. Voy a responderle por párrafos. Dice Alberto:

 

Ocurre con frecuencia que cuando el Pontífice de la Iglesia Católica visita países o hace declaraciones morales o de corte social que impactan a millones de creyentes y no creyentes, surja más de un supuesto experto vaticanista a increparlo, enmendarlo o aconsejarlo.

 

Curiosa observación. ¿Para hablar de México hay que ser un mexicanista? ¿No tienen derecho los papas alemanes a hablar de Cuba porque no son cubanólogos? No me parecería justo. Pero, por la otra punta, ¿por qué, si el Papa, un alemán, y el nuncio, un italiano, hablan de Cuba y juzgan la actuación de los cubanos, no puedo yo hablar del Papa y del Vaticano?

 

Me sorprende que Carlos Alberto Montaner, al cual respeto con hondura y con el cual comparto dolores y sueños de Patria libre y de un mundo mejor, haya caído en la tentación mediática de convertirse en otro vaticanista de ocasión. ‘Vaticano Inc (con perdón)’ —así titula la nota Carlos Alberto— es un análisis demasiado apresurado y por momentos errático para resumir los DOS MIL AÑOS de una Iglesia Católica que ha cometido, como era de esperar múltiples errores humanos en su largo camino, pero que carga con un mensaje apostólico de amor, de salvación, de perdón humano, de justicia social, de liberación y de obras humanitarias en beneficio de los más pobres en todos los rincones del mundo, que hasta los más acérrimos adversarios del catolicismo no ignoran.

 

No pongo en duda absolutamente nada de esto. Lo matizaría agregando que el aporte cultural e histórico del cristianismo, pese a las barbaridades cometidas por la Iglesia Católica, es mucho más positivo que negativo. No hay nada, pues, en mi breve artículo que contradiga la esencia de cuanto afirma Alberto. No soy anticatólico ni anticlerical.

 

Comparto con Carlos Alberto que en Cuba y en México hubo personas defraudadas porque el Papa no se haya reunido con las víctimas de ciertos atropellos conocidos, pero nadie puede dudar y esto debería decirlo Montaner por respeto con lo acontecido, que en sus homilías en ambos países, el Santo Padre tuvo el coraje de defender públicamente a los desheredados, a los pobres, a los presos, a los exiliados, a los inmigrantes, a los niños, a la libertad, a la verdad, a la familia y no dudo en señalar los males del narcotráfico, la violencia y el fanatismo político que suprime la libertad y no permite la opinión ajena.

 

Todo eso está muy bien, y la semana anterior había escrito una columna favorable al papa que hasta la publicaron en Roma en italiano, pero el punto de partida de este otro artículo era que había personas disgustadas con el Santo Padre, como las Damas de Blanco, porque no había encontrado un minuto para consolarlas. ¿Dónde está el agravio en esa observación?

 

Me parece injusto con el pueblo de Dios, que Montaner afirme que los servicios que brinda la Iglesia Católica a los pobres y a los desheredados, se realicen por una razón de convivencia. Los servicios de la Iglesia Católica, desde los confines del continente africano hasta Haití, pasando por Argelia y los rincones más pobres del planeta, incluyendo Cuba, representan una visión liberadora de amor verdadero con el ser humano y con toda la comunidad de enfermos, necesitados y marginados del mundo.

 

Me temo que Alberto no entendió lo que yo escribí. Voy a repetirlo: “Desde esa perspectiva [la de Vaticano Inc.], la Iglesia Católica es una enorme empresa de servicios espirituales y asistencia social. Los servicios espirituales, esencialmente, consisten en sostener y propagar una forma de convivencia derivadas de las prédicas atribuidas a Jesús de Nazaret, basada en el amor y el perdón que, de acuerdo con las creencias del grupo, permiten alcanzar una placentera vida eterna tras la inevitable muerte física”.

 

Francamente, no entiendo el disgusto. Desde sus inicios, y de manera creciente, el cristianismo, para su gloria, fue una enorme empresa dedicada a diversas variantes del asistencialismo, comenzando por enterrar a los muertos y consolar a los dolientes, hasta, posteriormente, consagrarse a la enseñanza y al auxilio a los pobres, lo que, en su momento, los hizo tan populares que hasta algunos obispos se transformaron en tribunos de la plebe (Christopher Dawson).

 

Tampoco es falso o inexacto que el cristianismo predica una fórmula de convivencia que, de acuerdo con las creencias del grupo, conduce a la salvación eterna del alma, presumiblemente en el cielo. Para los católicos, ¿no es verdad que quien vive de acuerdo con la doctrina de amor y perdón atribuida a Jesús por los evangelistas se salvará e irá al cielo? ¿Dónde está la ofensa?

 

Carlos Alberto cae en un bache histórico como vaticanista novato, cuando hace una alusión crítica a la oración del Credo, promulgado en el Concilio de Nicea (año 325) y modificado en el Concilio de Constantinopla (año 381) y cuya principal finalidad fue fundamentar y enmarcar las creencias religiosas ante el bautismo. Nunca el Credo tuvo la misión de proclamar la justicia humana del reino de Dios.

 

En rigor, ni siquiera soy un vaticanista novato, (no paso de ser un amateur, esto es, alguien que ama el asunto) pero cualquier persona interesada en la historia de las religiones, como es mi caso, sabe que existió un Credo primitivo en el siglo II, basado en las epístolas de San Pablo, hasta que fue sustituido con algunas variantes por el texto promulgado en Nicea en el siglo IV. ¿Cómo cree Alberto que transcurrieron los tres siglos que van desde la muerte de Jesús hasta 325? ¿A partir de qué supone Alberto que los teólogos reunidos en Nicea fijaron un texto que reunía las creencias del grupo?

 

Sin embargo, pasa por alto Montaner que la oración principal del cristianismo por naturaleza teológica, no es el Credo, sino el Padre Nuestro, que tiene como antecedente abarcador el maravilloso y visionario Sermón de la Montaña, que según el evangelista Mateo y el apóstol Pablo, unido a otros teólogos e historiadores consagrados, lo consideran la piedra angular para entender el mesianismo y la justicia del reino de Dios que Jesús se encargó de proclamar.

 

No tengo idea de dónde saca Alberto que la oración principal del cristianismo es el Padre Nuestro y no el Credo, texto que codifica las creencias que convierten en católica a una persona, cuando el Padre Nuestro parece ser una adaptación libre de una oración hebrea, Abinu Malkena, algo perfectamente razonable tratándose de una religión derivada del judaísmo que comenzó a predicarse y discutirse en las sinagogas.

 

Le recomendaría a Carlos Alberto que se leyera Jesús de Nazaret de Benedicto XVI, para que pueda valorar en todo su sentido moral, no solamente el valor de la justicia implícito en las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña y de la Iglesia Católica, sino el significado teológico del Padre Nuestro, porque en ese ‘nosotros’ dirigido al Dios misericordioso que está en el Cielo, está la inclusión salvífica tanto del pecador creyente, como del no creyente.

 

Con mucho gusto leeré esa obra, porque no creo en prohibir libros, y me interesan los puntos de vista de todos, especialmente de quienes no piensan lo mismo que yo, pero me temo que seré immune a la parte teológica. Como agnóstico, no tengo la menor idea sobre la existencia de Dios o de una vida más allá de la muerte. No se me ocurre negar esas posibilidades (ojalá se confirmaran), pero tampoco me es dable suscribirlas porque carezco del don de la fe. Creo, sin embargo, que si Dios existiera con las características que con tan sorprendente certeza le atribuyen los católicos, cualquier cosa sería posible.

 

Después Montaner se entretiene en explicar que el Vaticano es una empresa incorporada, con un ejecutivo de Cardenales y otros Administradores que sirven a mil millones de feligreses en todo el mundo y cuyo gerente general es el Papa, con la ayuda de 740 mil abnegadas monjas, cuyo objetivo principal es ‘salvar almas, en competencia con otras compañías que ofrecen servicios parecidos’.

 

¿Cuál es el problema? La Iglesia Católica, además de creencias, tiene una estructura y unas reglas. Es fondo y forma. Esa estructura y esas reglas, como se trata de una institución romana, tienen la impronta del mundillo pagano donde surgió. Se divide en diócesis y provincias porque así se organizaba Roma. Su jefe es el Sumo Pontífice —el que tira puentes entre Dios y los hombres—, porque así se denominaban los máximos sacerdotes en los ritos paganos. Y resulta que esa estructura está bastante cerca de las empresas multinacionales actuales porque es tremendamente simple y funcional.

 

Así de simple Carlos Alberto define a la Iglesia Católica, sin detenerse en la gigantesca obra humana de la institución y sin tomar en cuenta la importancia histórica y la bondad humana de la Virgen María en la encarnación amorosa de Jesús, por sólo mencionar dos coordenadas salvíficas de la Iglesia Católica.

 

Me parece —con el mayor respeto y afecto que profeso a Montaner— un poco atrevida esta comparación del Vaticano como una empresa incorporada. El Vaticano definitivamente es algo más.

 

Nada de eso se pone en duda en mi texto. No se me ocurriría examinar esos temas, absolutamente ajenos y lejanos. Quienes tienen una visión diferente de María o de Jesús —en lo que no entro— son otros cristianos protestantes, y seis de cada siete personas de cuantas pueblan el planeta que, sencillamente, no son cristianas. En todo caso, aunque resulte poco frecuente analizar a la Iglesia como una empresa, es perfectamente válido hacerlo. Al fin y al cabo, es una organización que tiene ingresos y gastos, y que lucha por aumentar su cuota de mercado y su presupuesto de operación. También tiene empleados, es decir, personas que devengan salarios y reciben beneficios de la institución. ¿No es perfectamente válido analizar a la Cruz Roja como una empresa de servicios sin fines de lucro? En nuestros días, ¿no tienen que rendir declaraciones de impuestos los religiosos, aunque cuenten con algunas exenciones? Desde la perspectiva económica, incluido el aspecto fiscal, la Iglesia Católica (y todas las Iglesias) no son otra cosa que empresas de servicios.

 

Solamente en Estados Unidos, la Iglesia Católica gasta más de 10 mil millones de dólares anuales en educar a 2.6 millones de estudiantes norteamericanos, y uno de cada cinco estadounidense atendido en hospitales, acude a un Hospital Católico.

 

Eso me parece muy bien. Lo aplaudo. Es un buen servicio. Como me parece bien que recogiera los saberes del mundo antiguo y creara las primeras universidades en Occidente. Como me parece excelente que alentara en Oxford, en la Edad Media, el surgimiento de la primera manifestación de la Ilustración.

 

Otro bache histórico de Montaner es cuando analiza como negativo el Pacto de Letrán de Pío XI con el Rey Victor Manuel III y su primer ministro Benito Mussolini, que finalmente dio soberanía al territorio Vaticano y que para muchos historiadores resolvió satisfactoriamente los sensibles problemas territoriales entre el Estado italiano y la Iglesia Católica durante la reunificación italiana.

 

Esa es una interpretación sesgada de lo que dije. En esencia, escribí algo bastante obvio: que una Iglesia tan vieja, amplia y poderosa, una multinacional italiana (de los 265 papas 212 han sido italianos), constantemente tuvo y tiene que hacer concesiones contrarias al código ético que predica. Puse tres ejemplos, pero puedo poner tres mil. A cada uno de ellos Alberto puede alegar que los hombres se equivocan, pero esa respuesta es demasiado elemental para satisfacer un análisis de cierto calado que incluya la pregunta clave: ¿por qué se equivocan? Basta tomar la historia de los concordatos para comprender la enorme cantidad de concesiones que ha hecho la Iglesia para mantener o ampliar sus poderes terrenales. Estoy seguro de que Alberto coincide conmigo en que Concordatos como los sostenidos por el Vaticano con el Tercer Reich de Hitler o con la República Dominicana de Trujillo (que establece que “el Vaticano es una sociedad perfecta”) no son acciones de las que la Iglesia puede estar orgullosa. Como Alberto conoce la historia de la Iglesia Católica, y como trajo a colación el Tratado de Letrán, seguramente no ignora que la reclamación de un territorio soberano en Italia –el Vaticano— está fundada sobre un remoto fraude monumental: la supuesta Donación de Constantino (que nunca existió) del territorio de Roma a la Iglesia Católica.

 

Pero no sigo con el historicismo anticatólico de la nota, porque todo es un poco más de lo mismo. Claro que la Iglesia Católica ha cometido errores durante su historia y es bueno que se señalen, ya que toda institución humana los comete. Sin embargo, cuando estos señalamientos omiten la faceta salvífica y pastoral de la Iglesia Católica, entonces tienden a perder credibilidad y balance, como le pasa a esta nota que comentamos.

 

Alberto, como buen periodista, sabe que los artículos de opinión no deben exceder las 750 palabras. La Iglesia Católica no necesita que yo la defienda. La defiende la historia de Occidente, que no puede entenderse sin ponderar el papel que ha jugado. Lo que le conviene a la Iglesia, en cambio, es que se examine con ojo crítico sus acciones para mejorar humildemente aquello que pueda mejorarse, si es que encuentra algo valioso en los comentarios de quienes se ocupan ocasionalmente de sus cosas. Lo que la perjudica es que los católicos, laicos o religiosos, se sientan agredidos cuando se señalan errores u horrores cometidos por la institución.

 

Según Carlos Alberto los veinte siglos de existencia de la Iglesia Católica se explican por ‘incómodas concesiones para sobrevivir’, en lugar de por los signos de solidaridad humana con los más pobres, con los enfermos y con los pecadores, como divulgara Jesús en su doctrina mesiánica y salvífica.

 

Es cuestión de matices. Alberto piensa que la supervivencia de la Iglesia Católica se explica mejor por su magnífica historia asistencialista que por su capacidad de adaptación a la realidad, lo que en muchas oportunidades la ha llevado a concesiones y actuaciones poco recomendables. Tal vez sea una combinación de ambos factores. No lo descarto. Tampoco lo sé a ciencia cierta porque se trata de un tema abierto y sujeto a opiniones subjetivas.

 

De todas formas, una de las facetas más admirables de la Iglesia Católica y de la cristología contemporánea, que enmarcan con singular genialidad pensadores y teólogos como Jacques Maritain, Teilhard de Chardin y Benedicto XVI, es que todos, creyentes como no creyentes, tienen su puesto en la historia de la salvación por la Gracia de Dios.

 

Eso me complace escucharlo, pero me lleva a hacer una confesión final: cuando, de adolescente, leí al padre Teilhard de Chardin (El fenómeno humano) y me pareció encontrar una forma creíble de aunar la fe y la razón (el Punto Omega), no tardé en descubrir que la Iglesia Católica había prohibido sus libros. Eso acabó de liquidar mi fe en la institución desde el punto de vista intelctual.

 

Me tranquiliza pensar que amigos como Carlos Alberto y hasta adversarios connotados, puedan salvar sus almas por la misericordia de Dios. Demasiado inteligente y buena persona Montaner, para no compartir con él en el otro tiempo histórico infinito y eterno que llegará.

 

Esto me alegra sobremanera.

 

Y más me alegra a mí, querido Alberto. Sería una grata sorpresa descubrir que hay un “más allá” y que, además, está lleno de buenos amigos para continuar debatiendo. Si sucede, te aseguro que abandonaré el agnosticismo. Siempre he sido débil ante la realidad.

 

Vaticano Inc. (con perdón)

Carlos Alberto Montaner

10 de abril de 2012

 

En México y Cuba muchas personas se sintieron defraudadas porque el papa no se quiso reunir con las víctimas de ciertos crueles atropellos. ¿Por qué el papa, en esta oportunidad, esquivó estos encuentros, propios de una institución que tiene entre sus múltiples propósitos compadecer a los que sufren?

 

La razón principal me la explicó un amigo experto en estos asuntos religiosos: “porque el papa –me dijo– es el CEO (el supergerente, para entendernos) de la más antigua multinacional italiana que existe en el planeta, y tiene que balancear cuidadosamente sus compromisos, sus objetivos y los principios que animan a la empresa que él dirige”.

 

O sea, Vaticano Inc, con perdón. Desde esa perspectiva, la Iglesia Católica es una enorme empresa de servicios espirituales y asistencia social. Los servicios espirituales, esencialmente, consisten en sostener y propagar una forma de convivencia derivada de las prédicas atribuidas a Jesús de Nazaret, basada en el amor y el perdón que, de acuerdo con las creencias del grupo, permiten alcanzar una placentera vida eterna tras la inevitable muerte física.

 

Las creencias básicas de los católicos-apostólicos-romanos fueron codificadas en el siglo II en el Credo, una especie de resumen teológico compuesto de doce proposiciones centradas en la divinidad de Jesús. No hay en el Credo la menor alusión a las libertades civiles o a las virtudes de la democracia. Ésas, sencillamente, no eran las preocupaciones principales de los primeros cristianos, ocupados, como estaban, en rebatir los argumentos y las convicciones de otros sectores herejes del judaísmo.

 

Para seguir con el símil, el CEO de esa empresa, el papa, con su headquarter en Roma, cuenta con una Junta de Directores (el Colegio Cardenalicio, hoy compuesto por más de 200 miembros, cuya más importante función es elegir al CEO), algo más de cinco mil gerentes y ejecutivos regionales (los obispos), unos 410 000 empleados (sacerdotes), 55 000 religiosos adscritos a diversas órdenes, y más de 740 000 abnegadas asistentes (monjas).

 

Esta impresionante masa de empleados de la “empresa”, de la que derivan sus salarios y diferentes formas de vida, están geográficamente adscritos a 2 775 diócesis, administran una enorme cantidad de templos, edificios, escuelas y museos de todas clases y, al menos teóricamente, guían o sirven a mil cien millones de clientes (fieles) de los que obtienen su sustento. Como cualquier empresa, el objetivo de Vaticano Inc es ganar y mantener nuevos adeptos (salvar almas ) en competencia con otras compañías que ofrecen servicios parecidos.

 

Para poder llevar a cabo la misión básica de la empresa (propagar la fe religiosa) y mantener la gigantesca estructura que le da soporte, fundamentalmente dedicada a enseñar, ayudar a los desvalidos y administrar los sacramentos, el CEO tiene que balancear constantemente los principios, los objetivos de corto plazo y las obligaciones que le impone la realidad.

 

Es verdad que la empresa, según proclama, está primordialmente sostenida por valores morales, pero ¿qué hace cuando otras fuerzas (los gobiernos totalitarios, por ejemplo) ponen en peligro la supervivencia de la estructura que le permite difundir la fe religiosa que ellos profesan y le proporciona los medios para continuar predicando?

 

Por solo citar tres ejemplos, ése fue el dilema de Pío XI cuando pactó en Letrán con Mussolini y sus fascistas la creación del Estado Vaticano. Ese fue el conflicto de Pío XII con Hitler y los nazis, con quienes contemporizó o enfrentó tibiamente, hasta donde pudo, temeroso de que un zarpazo los aniquilara. Eso, en alguna medida, explica las magníficas relaciones entre Roma y el franquismo español, por lo menos durante los primeros 30 años de una dictadura que se proclamaba nacional-católica.

 

¿Cuándo comenzó este enredo entre el catolicismo y los poderes terrenales, entre los valores y un pragmatismo, a veces, amoral? Empezó a fines del siglo IV, cuando el emperador romano Teodosio I estableció que esta vertiente cristiana (había otras) era la religión oficial y única del imperio, y quien no la acatara sería declarado “loco y malvado”.

 

A partir de ese momento, la Iglesia Católica fue segregando una estructura muy romana acorde con su objetivo de servir al Estado, con los inconvenientes y compromisos que ello conlleva. Han pasado casi dos mil años y no ha podido sacudirse ese primer abrazo. Todavía hoy, el 17% de los cardenales son italianos. Hubo épocas recientes en que eran más de la mitad.

 

Tal vez es imposible mantener una empresa tan vieja de esas dimensiones sin hacer incómodas concesiones que le permitan sobrevivir. Lo de “París bien vale una misa” también se puede leer por la otra punta. Para dar misa a veces hay que ceder ante París.

 

Es triste.

Acceso Secreto - El Vaticano (2011)

Jesuita, que fue maestro de Fidel Castro en Cuba,

muere a los 91 años de edad

Ana Rodríguez-Soto

Catholic News Service

28 de abril de 2010

 

MIAMI (CNS) Fue maestro de Fidel Castro. Y después, su antiguo alumno lo forzó a salir de Cuba.

 

Pero el padre jesuita Amando Llorente, que en una ocasión concibió la idea de crear una orden religiosa de pastores, reunió a sus ovejas una vez más en el exilio, y reestableció la Agrupación Católica Universitaria en Miami.

 

Y pasó el resto de su ministerio sacerdotal “en la formación de católicos para la iglesia”, como él mismo lo expresó, parafraseando al patriota cubano José Martí que dijo: “quien construye patria construye hombres”.

 

El padre Llorente, que contaba con 91 años de edad, murió mientras dormía, el 28 de abril, en su residencia que da vista a la bahía Biscayne, casa de retiro Juan Pablo II, en donde los miembros de la agrupación se reunían, lugar en donde se le da la bienvenida a la gente con una estatua de San Pedro pescador que prueba sus redes.

 

La Misafuneral se había programado para el 3 de mayo en la iglesia Gesu de Miami.

 

La agrupación, conocida en inglés por las siglas de ACU, es una comunidad de vida cristiana para varones que son graduados de universidad y profesionistas. Su espiritualidad se basa en los principios de formación jesuita y consagración mariana. Su meta es ayudar a sus miembros a que obtengan un equilibrio cristiano en su trabajo profesional, vida de oración, vida familiar, vida social y servicio apostólico.

 

Fundada en Cuba en 1931, la agrupación fue el trabajo de vida del padre Llorente, desde que ocupó el cargo de director espiritual en 1952, cuando el fundador había muerto. El grupo cuenta con capítulos en Orlando, Washington, Atlanta y San Juan, Puerto Rico, y su membresía no está limitada a hispanos.

 

Por medio de la agrupación, el padre Llorente no solamente pudo llegarle al corazón de los varones miembros, sino también a su familia respectiva.

 

“Sabíamos que el padre Llorente no era eterno, pero ¡qué triste fue la noticia!” dijo Clarita Baloyra de Miami. “Y qué gozo para él de regresar al Padre, de la misma manera como San Ignacio lo hizo, tal como lo quería”.

 

“Para nuestra familia, el padre Llorente tuvo más de un papel. Fue padre, abuelo, sacerdote, director espiritual, amigo”, dijo Mariano Pérez. “Ayer, nuestra hija de 8 años de edad dijo que había perdido a su mejor amigo; y eso es cierto. En verdad representaba a Cristo, en todos estos papeles entre nosotros, y llevó a nuestra familia mucho más cerca de Él”.

 

El padre Llorente nació en Mansilla Mayor en la región leonesa de España, el 24 de agosto de 1918. Asistió a la escuela preparatoria jesuita en Carrión de los Condes de Palencia y, tras el ejemplo de su hermano mayor, Segundo, que era jesuita misionero en Alaska, ingresó a la orden de los jesuitas, después de su graduación.

 

Después de completar sus estudios de filosofía en Burgos, España, fue enviado a Cuba para enseñar en el afamado Colegio de Belén, de 1942 a 1945. Fue allí en donde conoció a un estudiante de escuela preparatoria, de nombre Fidel Castro.

 

Algunos creen que los dos mantuvieron correspondencia, incluso después del exilio; pero el padre Llorente permaneció mudo acerca del tema. Prefirió, dijo, “hacer historia y dejar a otros que la escriban”.

 

Dejó Cuba para continuar sus estudios de teología en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid y el colegio Heythrop en Londres, en donde fue ordenado sacerdote el 8 de septiembre de 1948, fiesta de Nuestra Señora de la Caridad.

 

Asignado de nuevo a Cuba en 1950, había sido seleccionado para ser director de Belén, pero los planes cambiaron y fue asignado, en lugar de eso, como director de la Casa de Retiro el Calvario en la Habana.

 

Viéndose forzado a salir de Cuba en 1961, continuó en su servicio como director de la Agrupación y de la Casa de Retiro Juan Pablo II, hasta su muerte.

La amnesia del Vaticano

Maria C. Werlau

17 de marzo de 2008

 

La reciente visita a Cuba del cardenal Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede, deja claro nuevamente que el Vaticano peca de un profundo y siniestro olvido ante los crímenes del castrocomunismo. Entre innumerables aberraciones se destaca el silencio de la Iglesia Católica con respecto a los fusilamientos y asesinatos o los largos y viles encarcelamientos de líderes religiosos católicos y de otras denominaciones. Pero un incidente en particular llama la atención por ser la nunciatura en La Habana, sede diplomática del Vaticano, el escenario que dio pie a una gran injusticia. Con el caso de los hermanos García-Marín Thompson, fusilados de 21, 25 y 19 años respectivamente, se escribe uno de los capítulos más infames de la historia de una Iglesia Católica que rehúsa denunciar los atropellos de la dictadura castrista. La triste historia emerge de informes de organizaciones internacionales y el desgarrante testimonio de Ricardo Bofill, uno de los fundadores del movimiento de derechos humanos de la isla, quien sirvió prisión con los hermanos y los acompañó hasta su noche final.

 

Los hermanos Cipriano, Eugenio y Ventura García-Marín Thompson fueron fusilados en 1981 en la prisión-fortaleza de la Cabaña, en La Habana, meses después de su captura en un intento de salida del país, lo que no es “ilegal” en casi ninguna parte del mundo. De procedencia muy humilde, eran miembros de los Testigos de Jehová, congregación muy perseguida por el gobierno cubano por someterse sólo a Dios. Al menos uno había sido preso político, pero los tres habían recibido varias advertencias de que serían encarcelados por violaciones a la “ley de peligrosidad”. Después de intentar el asilo político en la embajada del Vaticano durante varias semanas, el 3 de diciembre de 1980 los tres hermanos junto a dos hombres y tres mujeres forzaron la puerta de la Nunciatura y solicitaron asilo. Horas más tarde, un equipo elite de tropas especiales del Ministerio del Interior asaltó la embajada. Curiosamente estaban al mando del coronel Antonio de la Guardia, quien años después fuera fusilado por el mismo régimen al que servía entonces, el monstruo que devora a sus propios hijos.

 

Todos los refugiados fueron apresados y los hermanos llevados a la sede de Seguridad de Estado en Villa Marista. Allí trataron de obligarlos a filmar un video inculpándose con falsedades, a lo cual se negaron valientemente. Después de un juicio sumarísimo, el fiscal Carlos Amat les anunció sentencia de muerte, acusados de haber matado a un empleado cubano de la embajada. Una madrugada meses más tarde, las autoridades de La Cabaña, donde habían sido encarcelados, sacaron a los tres de sus celdas y se presume que fueron fusilados, aunque nunca se confirmó su suerte o paradero.

 

El gobierno cubano sostuvo que los refugiados estaban armados con una pistola, pero varios testigos insistieron que estaban desarmados y así lo aseveraron los tres hermanos hasta su día final. Luego se supo que el supuesto muerto, quien trabajaba en la embajada bajo contrato de la empresa estatal CUBALSE, era agente de la inteligencia cubana. Había usado sangre falsa para efectuar el plan ingeniado para entrampar a los refugiados. Después de su supuesta muerte, se comprobó que vivía muy saludable en el reparto Fontanar de la Habana. Los otros refugiados fueron sentenciados a prisión entre 15 a 25 años, pero puestos en libertad ocho años después cuando el caso recibió atención internacional. La madre de los tres jóvenes también pagó con años de prisión política.

 

En 1988, un equipo enviado a Cuba por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en una misión histórica, tomó el testimonio de la señora en la residencia del embajador de España. Se vieron forzados a esta inusual cita luego de que el gobierno cubano le prohibió asistir a las vistas oficiales de la Comisión en el Hotel Comodoro de La Habana. En los años noventa, el relator especial para Cuba de Naciones Unidas, Karl John Groth, pidió sin éxito al gobierno cubano en varias ocasiones que le devolvieran los restos a la familia. La madre murió en 1992 aún clamando “los huesitos” de sus hijos para su entierro digno.

 

La acción del gobierno cubano, acostumbrado a tales excesos, no sorprende especialmente meses después del éxodo del Mariel. Pero sí deja mucho que desear la Iglesia, supuesta protectora de los necesitados, aparte de que fue su sede diplomática la violada. Existen versiones encontradas sobre si el nuncio dio o no permiso al gobierno cubano para penetrar la sede y llevarse a los refugiados. Lo que está muy claro es que posterior a los hechos la Iglesia hizo mutis y sigue sin condenar este y muchos otros crímenes contra el pueblo de Cuba.

 

María C. Werlau es directora ejecutiva del Proyecto Verdad y Memoria de Archivo Cuba.

mariacwerlau@gmail.com

www.ArchivoCuba.org  

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: Cuando ocurrieron los hechos aquí relatados, el Nuncio Apostólico en Cuba era Mons. Giulio Einaudi, que se desempeñó como tal desde 1980 hasta 1988. Al recordar esa época, Mons. Giulio Einaudi dijo que “hubo una buena relación con el doctor Felipe Carneado –el responsable entonces del Comité Central del Partido Comunista para las relaciones con la Iglesia–. Casi cada día nos reuníamos para analizar las cosas cotidianas de la Iglesia; es decir, la posibilidad de tener más sacerdotes y religiosas, facilidades para importar literatura, abrir otros lugares de culto, etc.”.

http://www.aciprensa.com/noticias/ex-nuncio-en-cuba-puede-haber-una-transicion-sin-violencia-en-la-isla/#.UQgpAfJdCSp

 

A pesar del tiempo transcurrido, ni Mons. Giulio Einaudi ni otra autoridad eclesiástica se ha referido al fusilamiento de los hermanos Cipriano, Eugenio y Ventura García-Marín Thompson, que fueron detenidos en la sede diplomática del Vaticano en La Habana, por lo que debían encontrarse bajo la protección del Nuncio Apostólico en Cuba: Mons. Giulio Einaudi.


Si el Vaticano NO le dio permiso al régimen de los hermanos Castro para entrar en la sede y capturar a los tres hermanos que pedían asilo, ¿por qué el Vaticano no ha denunciado este repudiable hecho, nunca antes visto en América?

 

Si el Vaticano le dio permiso al régimen de los hermanos Castro para entrar en la nunciatura y capturar a los hermanos Cipriano, Eugenio y Ventura García-Marín Thompson, solicitantes de asilo, ¿el Vaticano no debe ser condenado por Naciones Unidas?

 

No puede haber un cubano honrado que no reconozca la necesidad de erradicar la cultura de odio imperante desde hace más de cincuenta años. ¡Demasiada sangre y lágrimas ha derramado el pueblo cubano!

 

He perdido la cuenta de los mensajes que le he enviado al arzobispado de La Habana, denunciando las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en Cuba. Orlando Márquez Hidalgo, vocero del cardenal Jaime Ortega Alamino, no muestra interés alguno en que se proteja al indefenso pueblo cubano de los crímenes castristas.

 

Veo con horror cómo el castrismo sigue sembrando odio, sin respetar la soberanía de la persona humana. Mientras esto ocurre, la jerarquía católica -en el mejor de los casos- continúa guardando silencio cómplice, por lo que tendrá una gran cuota de responsabilidad si llegara a producirse un masivo derramamiento de sangre.

El padre Llorente cuenta de Fidel

Emilio J. López

EFE

7 de junio de 2007


MIAMI.-- El jesuita español Amando Llorente, que fue profesor y mentor de Fidel Castro en el colegio Belén de La Habana, confía todavía en que en cualquier momento el líder cubano se arrepienta públicamente y pida perdón por sus pecados.

 

Llorente, que vive en una residencia de los jesuitas en Miami, explicó a Efe que si Fidel Castro, “en algún momento de lucidez”, le llama o le comunica su expreso deseo de que viaje a la isla para encontrarse con él, entonces irá “inmediatamente” para confesarle.

 

“Lo primero que haríamos sería darnos un abrazo tremendo, reírnos recordando las aventuras que tuvimos juntos, que fueron innumerables y muy bonitas”, después, continuó con tono severo, le diría: “Fidel ha llegado el momento de la verdad”.

 

El sacerdote recupera el tono pensativo mientras desmenuza anécdotas y experiencias compartidas en el colegio Belén antes de que, por culpa de aquel alumno predilecto, tuviera que abandonar Cuba con los jesuitas en 1961.

 

Oriundo de León (España), Llorente afirma que su mayor anhelo espiritual es “absolver a Fidel Castro”, porque “tengo los poderes para perdonar pecados a todos, y cuanto más pecadores, mejor”.

 

Eso sí, se trata de un absolución condicionada. Castro debería primero “pedir perdón públicamente, porque sus pecados no son sólo personales,” y “arrepentirse de todo el mal que ha hecho”.

 

“Quiero salvar esa veta buena de Fidel que está sepultada”, insistió el sacerdote que un día de 1945 escribió al pie de su fotografía en el libro escolar del colegio de Belén de La Habana: “Fidel Castro, madera de héroe, la historia de su patria tendrá que hablar de él”.

 

Según su antiguo profesor, fueron aquellos, quizá, los años más felices de la vida de Fidel Castro, los que coincidieron con su ingreso como interno en el colegio de Belén, donde llegó a ser el mejor alumno del centro.

 

Por contra, su hermano menor, Raúl Castro, fue un pésimo estudiante, hasta el punto que a los tres meses de iniciado el curso escolar el director, por medio del sacerdote español, le comunicó a Fidel la conveniencia de que su hermano abandonara el colegio.

 

Paseaban juntos el jesuita y Fidel por el campus del colegio cuando el segundo, en un arranque de sinceridad, se detuvo y le dijo al sacerdote: “Yo ya sé, padre, que mi hermano no vale para nada”, recuerda Llorente.

 

Fueron tres años en los que Fidel forjó una amistad inquebrantable, colmada de aventuras y vivencias “íntimas, auténticas, todo generosidad, sin buscar nada a cambio”, con el joven jesuita de 24 años que impartía clases de literatura.

 

El sacerdote español devino en mentor y amigo íntimo de Fidel, un muchacho que hasta entonces “no se había sentido querido por nadie”, lleno de “complejos y traumas” por saberse hijo “bastardo”, apuntó.

 

Si yo no le hubiera conocido a usted, a mí nunca me hubiera querido nadie y no habría tenido ilusiones”, escribió Castro a Llorente. Pero a pesar de eso lo botó de Cuba.

 

Fidel Castro es fruto de la relación extramatrimonial que su padre, Ángel Castro, mantuvo con Lina Ruz, quien entró a trabajar en la casa de éste como sirvienta en los primeros años de la década de 1920.

 

Contaba ocho años y medio Fidel cuando fue bautizado, y hasta después de 1940 su padre no obtuvo el divorcio de su primera esposa, María Luisa Argota, y pudo contraer nuevas nupcias con Lina Ruz.

 

Una condición, la de hijo ilegítimo, que le convirtió en un muchacho “distinto”, con “brotes paranoicos”, y que generó en él un “sentimiento irrefrenable contra la sociedad”, según Llorente, quien recordó que era un “muchacho al que no le importaba estar solo”.

 

Estudiaba y leía mucho”, con especial predilección libros sobre los conquistadores españoles y escritos de los líderes del nazismo y el fascismo, como Hitler, Mussolini y José Antonio Primo de Rivera, explicó el sacerdote.

 

Conmigo cantó el “Cara al sol” veinte mil veces y con el brazo en alto, ¿qué te parece?”, indicó divertido el sacerdote español.

 

Para Llorente, Fidel Castro se “torció” en Sierra Maestra, desde donde se enfrentaba a las tropas del presidente cubano Fulgencio Batista, al que derrocó en 1959.

 

Él (Fidel Castro) me confesó en la sierra que había perdido la fe y yo le respondí: ‘Fidel, una cosa es perder la fe y otra la dignidad’”, comentó Llorente, quien llegó en diciembre de 1958 a Sierra Maestra haciéndose pasar por ganadero para entrevistarse con el guerrillero y constatar si la revolución era de signo comunista.

 

Ante la interpelación del padre Llorente sobre si la revolución en marcha era de carácter comunista o humanista, Fidel Castro exclamó: “Padre, de dónde voy a sacar el comunismo si mi padre es más franquista que usted!”, recordó el jesuita.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.