VENEZUELA


¿Comenzará la Sexta República?

¿Democrática o totalitaria?

Nicolás Maduro, la cara endógena del fascismo

Henrique Capriles le dice a Maduro:

Si usted era ilegítimo, ahora lo es más. Esta lucha no ha terminado”.

Díganos, presidenta Dilma Rousseff:

¿Qué piensa usted de todo esto?

Véanse las denuncias de los diputados opositores

que fueron heridos por los oficialistas

Nicolás Maduro golpea a un diputado

en la Asamblea Nacional de Venezuela

La muerte lenta del chavismo

Mario Vargas Llosa

5 de mayo de 2013

 

PIEDRA DE TOQUE. Al mismo tiempo que el Gobierno de Nicolás Maduro convertía el Parlamento en un aquelarre de brutalidad, la represión se amplificaba y se detenía a funcionarios por votar a la oposición

 

Una fiera malherida es más peligrosa que una sana pues la rabia y la impotencia le permiten causar grandes destrozos antes de morir. Ese es el caso del chavismo, hoy, luego del tremendo revés que padeció en las elecciones del 14 de abril, en las que, pese a la desproporción de medios y al descarado favoritismo del Consejo Nacional Electoral —cuatro de cuyos cinco rectores son militantes gobiernistas convictos y confesos— el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, perdió cerca de 800 mil votos y probablemente sólo pudo superar a duras penas a Henrique Capriles mediante un gigantesco fraude electoral. (La oposición ha documentado más de 3.500 irregularidades en perjuicio suyo durante la votación y el conteo de los votos).

 

Advertir que “el socialismo del siglo XXI”, como denominó el comandante Hugo Chávez al engendro ideológico que promocionó su régimen, ha comenzado a perder el apoyo popular y que la corrupción, el caos económico, la escasez, la altísima inflación y el aumento de la criminalidad, van vaciando cada día más sus filas y engrosando las de la oposición, y, sobre todo, la evidencia de la incapacidad de Nicolás Maduro para liderar un sistema sacudido por cesuras y rivalidades internas, explica los exabruptos y el nerviosismo que en los últimos días ha llevado a los herederos de Chávez a mostrar la verdadera cara del régimen: su intolerancia, su vocación antidemocrática y sus inclinaciones matonescas y delincuenciales.

 

Así se explica la emboscada de la que fueron víctimas el martes 30 de abril los diputados de la oposición —miembros de la Mesa de la Unidad Democrática—, en el curso de una sesión que presidía Diosdado Cabello, un ex militar que acompañó a Chávez en su frustrado levantamiento contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez. El presidente del Congreso comenzó por quitar el derecho de la palabra a los parlamentarios opositores si no reconocían el fraude electoral que entronizó a Maduro e hizo que les cerraran los micros. Cuando los opositores protestaron, levantando una bandera que denunciaba un “Golpe al Parlamento”, los diputados oficialistas y sus guardaespaldas se abalanzaron a golpearlos, con manoplas y patadas que dejaron a varios de ellos, como Julio Borges y María Corina Machado, con heridas y lesiones de bulto. Para evitar que quedara constancia del atropello, las cámaras de la televisión oficial apuntaron oportunamente al techo de la Asamblea. Pero los teléfonos móviles de muchos asistentes filmaron lo ocurrido y el mundo entero ha podido enterarse del salvajismo cometido, así como de las alegres carcajadas con que Diosdado Cabello celebraba que María Corina Machado fuera arrastrada por los cabellos y molida a patadas por los valientes revolucionarios chavistas.

 

Dos semanas antes, yo había oído a María Corina hablar sobre su país, en la Fundación Libertad, de Rosario, Argentina. Es uno de los discursos políticos más inteligentes y conmovedores que me ha tocado escuchar. Sin asomo de demagogia, con argumentos sólidos y una desenvoltura admirable, describió las condiciones heroicas en que la oposición venezolana se enfrentaba en esa campaña electoral al elefantiásico oficialismo —por cada 5 minutos de televisión de Henrique Capriles, Nicolás Maduro disponía de 17 horas—, la intimidación sistemática, los chantajes y violencias de que eran víctimas en todo el país los opositores reales o supuestos, y el estado calamitoso en que el desgobierno y la anarquía habían puesto a Venezuela luego de catorce años de estatizaciones, expropiaciones, populismo desenfrenado, colectivismo e ineptitud burocrática. Pero en su discurso había también esperanza, un amor contagioso a la libertad, la convicción de que, no importa cuán grandes fueran los sacrificios, la tierra de Bolívar terminaría por recuperar la democracia y la paz en un futuro muy cercano.

 

Todos quienes la escuchamos aquella mañana quedamos convencidos de que María Corina Machado desempeñaría un papel importante en el futuro de Venezuela, a menos de que la histeria que parece haberse apoderado del régimen chavista, ahora que se siente en pleno proceso de descomposición interna y ante una impopularidad creciente, le organice un accidente, la encarcele o la haga asesinar. Y es lo que puede ocurrirle también a cualquier opositor, empezando por Henrique Capriles, a quien la ministra de Asuntos Penitenciarios acaba de advertirle públicamente que ya tiene listo el calabozo donde pronto irá a parar.

 

No es mera retórica: el régimen ha comenzado a golpear a diestra y siniestra. Al mismo tiempo que el Gobierno de Maduro convertía el Parlamento en un aquelarre de brutalidad, la represión en la calle se amplificaba, con la detención del general retirado Antonio Rivero y un grupo de oficiales no identificados acusados de conspirar, con las persecuciones a dirigentes universitarios y con expulsiones de sus puestos de trabajo de varios cientos de funcionarios públicos por el delito de haber votado por la oposición en las últimas elecciones. Los ofuscados herederos de Chávez no comprenden que estas medidas abusivas los delatan y en vez de frenar la pérdida de apoyos en la opinión pública sólo aumentarán el repudio popular hacia el Gobierno.

 

Tal vez con lo que está ocurriendo en estos días en Venezuela tomen conciencia los Gobiernos de los países sudamericanos (Unasur) de la ligereza que cometieron apresurándose a legitimar las bochornosas elecciones venezolanas y yendo sus presidentes (con la excepción del de Chile) a dar con su presencia una apariencia de legalidad a la entronización de Nicolás Maduro a la Presidencia de la República. Ya habrán comprobado que el recuento de votos a que se comprometió el heredero de Chávez para obtener su apoyo, fue una mentira flagrante pues el Consejo Nacional Electoral proclamó su triunfo sin efectuar la menor revisión. Y es, sin duda, lo que hará también ahora con el pedido del candidato de la oposición de que se revise todo el proceso electoral impugnado, dado el sinnúmero de violaciones al reglamento que se cometieron durante la votación y el conteo de las actas.

 

En verdad, nada de esto importa mucho, pues todo ello contribuye a acelerar el desprestigio de un régimen que ha entrado en un proceso de debilitamiento sistemático, algo que sólo puede agravarse en el futuro inmediato, teniendo en cuenta el catastrófico estado de sus finanzas, el deterioro de su economía y el penoso espectáculo que ofrecen sus principales dirigentes cada día, empezando por Nicolás Maduro. Da tristeza el nivel intelectual de ese Gobierno, cuyo jefe de Estado silba, ruge o insulta porque no sabe hablar, cuando uno piensa que se trata del mismo país que dio a un Rómulo Gallegos, a un Arturo Uslar Pietri, a un Vicente Gerbasi y a un Juan Liscano, y, en el campo político, a un Carlos Rangel o un Rómulo Betancourt, un presidente que propuso a sus colegas latinoamericanos comprometerse a romper las relaciones diplomáticas y comerciales en el acto con cualquier país que fuera víctima de un golpe de Estado (ninguno quiso secundarlo, naturalmente).

 

Lo que importa es que, después del 14 de abril, ya se ve una luz al final del túnel de la noche autoritaria que inauguró el chavismo. Importantes sectores populares que habían sido seducidos por la retórica torrencial del comandante y sus promesas mesiánicas, van aprendiendo, en la dura realidad cotidiana, lo engañados que estaban, la distancia creciente entre aquel sueño ideológico y la caída de los niveles de vida, la inflación que recorta la capacidad de consumo de los más pobres, el favoritismo político que es una nueva forma de injusticia, la corrupción y los privilegios de la nomenclatura, y la delincuencia común que ha hecho de Caracas la ciudad más insegura del mundo. Como nada de esto puede cambiar, sino para peor, dado el empecinamiento ideológico del presidente Maduro, formado en las escuelas de cuadros de la Revolución cubana y que acaba de hacer su visita ritual a La Habana a renovar su fidelidad a la dictadura más longeva del continente americano, asistimos a la declinación de este paréntesis autoritario de casi tres lustros en la historia de ese maltratado país. Sólo hay que esperar que su agonía no traiga más sufrimientos y desgracias de los muchos que han causado ya los desvaríos chavistas al pueblo venezolano.

Los rugidos de Maduro

Bertrand de la Grange

5 de mayo de 2013

 

En su encuentro de cinco horas y media, Nicolás Maduro y Fidel Castro debieron acordar una estrategia para amedrentar a la oposición venezolana y hacerle renunciar a su movilización contra el fraude electoral.

 

¿De qué hablaron Nicolás Maduro y Fidel Castro en el encuentro de cinco horas y media que sostuvieron en La Habana la semana pasada? Es muy improbable que el viejo comandante haya aconsejado a su pupilo ceder ante las exigencias de la oposición venezolana, que pide un recuento de los resultados de la elección presidencial del 14 de abril.

 

Sospecho más bien que ocurrió todo lo contrario y que los dos hombres acordaron una estrategia para amedrentar a la oposición y hacerle renunciar a su movilización contra el fraude electoral. De las amenazas de encarcelar al líder de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles, el oficialismo ha pasado a la agresión física contra los diputados opositores en plena sesión parlamentaria. Y hay motivos para pensar que las cosas van a ir a peor.

 

Por el momento, la MUD no se ha dejado intimidar. Sus abogados han presentado el jueves una impugnación de todo el proceso electoral ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y han pedido la organización de nuevas elecciones. La oposición ha dado este paso después de fracasar en su intento de obtener un recuento de todos los votos para subsanar las irregularidades denunciadas el día del escrutinio, que dio la victoria a Maduro por un estrecho margen del 1,5% (225 mil votos). El Consejo Nacional Electoral, controlado por los chavistas, ha aceptado una auditoría parcial y su presidenta, Tibisay Lucena, ha repetido varias veces que el resultado era de todas maneras “irreversible”. ¿De qué sirve, entonces, hacer un recuento?

 

La oposición no ha mordido el anzuelo de la provocación lanzado por el oficialismo para atraerla al terreno de la violencia, donde tendría todas las de perder. Ya lo ha dicho sin tapujos la ministra Iris Varela, encargada del Servicio Penitenciario de Venezuela, cuando explicó por qué los diputados de la oposición fueron los únicos heridos en la trifulca del Parlamento: “lo que pasa es que nuestros compatriotas saben pelear mejor porque son hombres de pueblo y mujeres de pueblo”.

 

Los dirigentes de la MUD han optado por la batalla legal, a sabiendas de que no tiene mucho recorrido porque todas las instituciones, sin una sola excepción, están copadas por el chavismo. Sería, sin embargo, mucho peor no hacer nada, sobre todo ante sus electores, que ven cómo el “socialismo del siglo XXI” de Hugo Chávez y de sus herederos está llevando el país a la quiebra, a pesar de su enorme riqueza petrolera.

 

La radicalización del discurso oficialista es un reflejo de la creciente preocupación en la cúpula del poder. Las denuncias absurdas de Maduro sobre la existencia de conspiraciones para asesinarlo —primero, fueron “mercenarios salvadoreños”, y ahora acusa al expresidente colombiano Álvaro Uribe de dirigir un plan para matarlo— no deberían ser interpretadas como una señal de que el exsindicalista ha perdido los estribos. No, es otra cosa, más preocupante aún: es una manera de justificar de antemano las medidas represivas contra la oposición, a la que involucra en esas supuestas conjuras.

 

En una reciente entrevista con el diario francés Le Monde, el presidente bolivariano acusa a Capriles y a la oposición de tener “un proyecto de asalto al poder”, siguiendo el modelo de “Mussolini, Franco o Hitler”. Maduro habla de “un proyecto de extrema derecha” y se presenta como el hombre que garantizará la democracia para “impedir en Venezuela un nuevo Pinochet”. Cuesta imaginar a Maduro reencarnado en un Salvador Allende triunfante e invencible.

 

“Doy la voz de alarma”, dice Maduro a la comunidad internacional. Sin embargo, cuando el ministro español de Exteriores o la Organización de Estados Americanos (OEA) ofrecieron su mediación para facilitar el diálogo entre las partes, el mandatario venezolano soltó una andanada de improperios: Fuera de aquí, canciller español, impertinente”. En cambio, la declaración del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que tildó a Capriles de “golpista” no parece haberle molestado.

 

Los aliados ideológicos de Caracas están preocupados por los acontecimientos en Venezuela. La victoria dudosa de Maduro pone en peligro el liderazgo regional del chavismo, que se sostenía sobre dos pilares: la inmensa popularidad de Hugo Chávez y la gigantesca riqueza de Venezuela, que regalaba su petróleo a los amigos, empezando por Cuba. Sin Chávez, con una economía muy deteriorada y asesorados por los hermanos Castro, los herederos del caudillo podrían ceder a la tentación autoritaria.

¡Hay que subir el precio!

Moisés Naím

4 de mayo de 2013

 

La cruel indiferencia de Brasil ante los ataques a las libertades en Venezuela es notable

 

El precio que pagan los Gobiernos que violan reglas básicas de la democracia ha venido cayendo. Ahora está demasiado barato y es urgente subirlo. Tiene que haber más riesgos y más costos para quienes atentan contra la libertad.

 

Lo sorprendente es que, al mismo tiempo que la impunidad de los autócratas parece reinar, todavía hay Gobiernos disfrazados de demócratas que temen que el mundo descubra lo que realmente ocurre entre bastidores. Hay regímenes autoritarios que hacen sorprendentes esfuerzos para mantener la reputación, la “marca”, de la democracia. Y organizan costosas y arriesgadas maniobras para obtener el “sello de calidad” que confiere el hecho de ser “elegido por el pueblo”. ¿Por qué Vladímir Putin, por ejemplo, monta un tinglado tan complicado de elecciones, rotación de cargos con Dmitri Medvédev y todo tipo de gestos para parecer un dirigente democrático? Podría simplemente declararse jefe de Estado y seguir gobernando de la manera tan autoritaria como lo ha venido haciendo durante más de una década. Y lo mismo ocurre en muchos otros países. De Marruecos a Argentina, de Irán a Ecuador y de Angola a Venezuela, muchos Gobiernos se han vuelto diestros prestidigitadores políticos, que con una mano distraen al mundo con elecciones y otros rituales democráticos mientras que con la otra hacen todo tipo de trampas para concentrar poder, reprimir a los opositores y silenciar a sus críticos.

 

Claro que aún quedan algunos que son más sinceros en su totalitarismo: Corea del Norte, Bielorrusia, Cuba, etcétera. Pero son cada vez menos: el número de países no democráticos cayó de 69 en 1973 a 47 actualmente.

 

Así, la buena noticia es que existe la oportunidad de presionar a los dirigentes pseudodemocráticos que socavan las libertades en sus países; esa oportunidad está ahí para los Gobiernos y líderes de otras naciones que la quieran aprovechar. La mala noticia es que últimamente muy pocos lo hacen.

 

Uno de los ejemplos más ilustrativos de esto es lo que ocurre en América Latina. Durante las cruentas dictaduras que sufrieron muchos países latinoamericanos en los años setenta y ochenta, Venezuela era la democracia que acogía y protegía a los líderes políticos perseguidos por los regímenes militares. Hoy en día, muchos de estos antiguos refugiados están de regreso en sus países y ocupan altos cargos en el Gobierno, el Parlamento o los partidos políticos. Su silencio ante lo que sucede en Venezuela es ensordecedor.

 

La cruel indiferencia de Brasil es quizás la más notable. No se trata de que este país se transforme en el gendarme de la democracia en la región, o que intervenga arbitrariamente en los asuntos internos de los vecinos. Se trata de que de vez en cuando… diga algo. Se trata de que su política internacional refleje los valores de una de las democracias más grandes y vibrantes del planeta. De que exprese públicamente su opinión un país respetado e influyente. Un país cuyos actuales líderes tienen la autoridad moral de quienes han sufrido en carne propia las consecuencias de oponerse a un régimen que recurría a la represión y al castigo como prácticas habituales.

 

Los demócratas del mundo, pero especialmente los de América Latina, observaron con sorpresa y tristeza el estruendoso silencio que mantuvo Lula da Silva durante sus ocho años como presidente frente a las claras violaciones de derechos humanos en Cuba, o frente a las más enmascaradas violaciones a la democracia que perpetraron Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua. Ni una sola palabra. Nunca una observación crítica…

 

La esperanza es que Dilma Rousseff sea diferente. Pero hasta ahora no lo ha sido. Brasil reconoció inmediatamente a Nicolás Maduro como presidente, aun sabiendo que había razones para dudar de su triunfo. Esas mismas dudas hicieron que el propio Brasil estuviese entre los países que días después presionaron a Venezuela para que se auditaran los votos. Maduro aceptó un nuevo recuento. Pero las autoridades electorales lo están haciendo de una manera sospechosamente inadecuada. Un Gobierno seguro de haber ganado no debe tener miedo de contar los votos abierta y rigurosamente. Y un Gobierno democrático no debe impedir que los diputados de la oposición hablen en la Asamblea Nacional. Y menos tolerar que los propios legisladores oficialistas los acallen dándoles en plena Asamblea una paliza que los mandó al hospital.

 

Por favor, díganos, presidenta Dilma Rousseff: ¿Qué piensa usted de todo esto?

 

Sígame en Twitter @moisesnaim

 

 

La técnica de domesticación humana

Carlos Alberto Montaner

4 de mayo de 2013

 

Los chavistas ya están seguros de que son minoría y están convencidos de que tienen poco tiempo para someter a todos los venezolanos a la obediencia, el silencio y el aplauso.

 

Once diputados de la Unidad Democrática fueron golpeados en la Asamblea Nacional de Venezuela. Algunos de ellos, como María Corina Machado, tuvieron que pasar por el quirófano. Le rompieron el tabique nasal y la patearon en el suelo. La fractura de Julio Borges, en pleno rostro, parece que no tiene solución quirúrgica.

 

El Gobierno ha querido presentar la agresión como el resultado de una provocación de los opositores o como una trifulca de las que ocasionalmente se producen en los parlamentos, pero no hay nada de eso.

 

Lo que sucedió en Caracas es mucho más grave. Estamos ante una medida punitiva encaminada a someter a la obediencia a los parlamentarios de la oposición. Es parte de un cruel ejercicio de domesticación.

 

Previamente, el teniente Diosdado Cabello, presidente del Parlamento, el gran domador de caballos, los había silenciado. Como los diputados insistían en hablar y reclamaban su derecho a expresar sus criterios, función para la que habían sido elegidos, Cabello decidió darles unos cuantos fustazos.

 

Esa es la lógica del castrismo en su más pura esencia: al enemigo se le intimida, golpea o encarcela hasta que obedezca. Y si resiste tercamente, siempre es posible fusilarlo como una forma de escarmiento colectivo. Al general Arnaldo Ochoa, por ejemplo, lo fusilaron para mandarles un mensaje a sus compañeros del ejército: el que se mueva, es hombre muerto.

 

En Cuba —que ahora copian los venezolanos del triste bando de Maduro y Cabello— hay distintos anillos represivos.

 

El primero es la advertencia. Un policía se acerca a la casa del ciudadano díscolo y le explica que por el camino que va será echado del trabajo o de la universidad, a menos de que deponga su actitud contestataria y acepte su revolucionario papel de aplaudir dócilmente a los jefes.

 

Si la persona insiste en su actitud rebelde, se toman represalias en sus centros de trabajo o estudio. Es el segundo anillo represivo. Ya Fidel explicó, hace muchos años, y ha sido una regla inflexible, que “la universidad es para los revolucionarios”.

 

Lo mismo sucede con los buenos trabajos o con las prebendas que dispensa el poder a sus paniaguados (autos, viviendas decentes, viajes al extranjero). La buena vida es para unos pocos revolucionarios.

 

Como conductistas extremos, los Castro moldean la conducta de los cubanos con refuerzos positivos y negativos. Dulces para el que obedece. Palos para el que protesta. Muerte para el que se excede peligrosamente. Así han gobernado más de medio siglo.

 

El tercer anillo son los llamados “actos de repudio”. “El pueblo enardecido” insulta, escupe, zarandea y golpea a los ciudadanos desobedientes. La turba penetra en sus casas y lo destroza todo. Si intentan defenderse, entonces entran en acción “las brigadas de respuesta rápida”.

 

Ese es el cuarto anillo represivo: matones armados con estacas que machacan al disidente. Luego la policía acusa a la víctima de escándalo en la vía pública, lo que acarrea pena de cárcel.

 

Por último, el quinto anillo represivo es el formado por las tropas especiales. Son militares entrenados para hacer mucho daño con sus armas de fuego, sus porras o sus puños —son karatekas, judocas, boxeadores—, y no les tiembla el pulso si tienen que matar a golpes o a tiros a los “enemigos de la revolución”.

 

Maduro y su entorno, bajo la dirección de “los cubanos”, van a utilizar fielmente este modelo represivo para controlar a la sociedad venezolana, de manera que no se les escape el poder de las manos. Lo que pasó en la Asamblea Nacional es parte del adiestramiento.

 

La meta es impedir a cualquier costo el referéndum revocatorio que puede convocarse dentro de tres años. Los chavistas ya están seguros de que son minoría y están convencidos de que tienen poco tiempo para someter a todos los venezolanos a la obediencia, el silencio y el aplauso. Por eso están dando golpes y desbravando a los rebeldes. Tienen poco tiempo para juntar el rebaño.  

Obama: Hemisferio ve la violencia,

protestas y ataques a oposición en Venezuela

EFE

3 de mayo de 2013

 

El presidente dijo que hay informes que prueban que Venezuela no observa los principios básicos de “derechos humanos, democracia, libertad de prensa y libertad de reunión”

 

El presidente estadounidense, Barack Obama, dijo en una entrevista emitida hoy por Univisión que el pueblo venezolano merece “determinar su propio destino libre de la clase de prácticas que ya se han desterrado” en gran parte de América Latina.

 

En su entrevista, celebrada durante la estancia de Obama en México, el presidente dijo que hay informes que prueban que Venezuela no observa los principios básicos de “derechos humanos, democracia, libertad de prensa y libertad de reunión”.

 

“Nuestro único interés en este momento es asegurarnos de que el pueblo venezolano es capaz de determinar su propio destino libre de la clase de prácticas que el hemisferio entero ha desterrado en general”, explicó Obama.

 

El mandatario evitó responder si reconoce la legitimidad del presidente venezolano, Nicolás Maduro, que como candidato del chavismo se impuso el mes pasado por un estrecho margen al opositor Henrique Capriles, quien impugnó los resultados.

 

“El hemisferio completo está viendo la violencia, las protestas y los ataques a la oposición”, aseguró Obama, que hoy viajó desde México a Costa Rica, último tramo de su breve gira por Latinoamérica.

 

“Nuestra visión ha sido que el pueblo venezolano debe elegir a sus líderes en elecciones legítimas”, reiteró, asegurando que la postura de Washington no tiene nada que ver con ideologías, ni “tiene sus raíces en la Guerra Fría”.

 

Maduro ha acusado en varias ocasiones, antes y después de las elecciones del pasado 14 de abril, a Estados Unidos de estar detrás de intentos para desestabilizar el chavismo e incluso asesinarlo.

 

Obama dijo que Suramérica y América Central disponen de muchos ejemplos de “progreso económico arraigado en el hecho de que hemos visto un enorme paso hacia la democracia y la libertad”.

 

Como ejemplo, señaló el caso de México, donde dijo que se ha experimentado “una transición pacífica entre partidos después de las elecciones”, así como en los casos de Colombia, Chile o Perú. EFE

Del NO chileno al NO venezolano

Fernando Mires

2 de mayo de 2013

 

En la ciudad donde yo vivo, con excepción de la lluvia y el frío que nunca se van, todo llega, pero todo llega tarde. En la ciudad donde yo vivo hay solo dos salas de cine y las grandes películas no permanecen más de tres o cuatro días en cartelera. En la ciudad donde yo vivo hay pocos habitantes y si uno va al cine encuentra caras conocidas, ávidas de platicar. En la ciudad donde yo vivo, no sé por qué, hay muchos cafés, de modo que cada filme suele prolongarse en una larga conversación. Bajo esas condiciones inapelables vi, en la ciudad donde yo vivo, la película chilena NO (2012).

 

Uno de mis interlocutores esgrimió argumentos sólidos al calor del café. Dejando de lado la excelente ambientación, la brillante actuación de Gael García y la tensión narrativa que recuerda a las mejores escenas de las películas de Costa Gavras, la película NO de Pablo Larraín -así dijo mi interlocutor- no deja de ser problemática desde el punto de vista político.

 

Según su opinión el filme entrega la impresión de que la opción del NO se impuso gracias a una propaganda que supo incluir atributos del marketing moderno propios al modelo “neoliberal”, como si el NO hubiese sido un producto destinado al consumo, una especie de Coca Cola política. Un NO fílmico que dejó de lado una larga historia de resistencia, obviando el significado de tantos actores políticos que cayeron en el camino.

 

Yo contesté que esa no era mi opinión. Afirmé por el contrario que en una contienda política la propaganda debe reflejar no sólo el pasado, sino, además, un deseo de futuro, esto es, un SÍ.

 

El mismo personaje central, el talentoso publicista René Saavedra, un chileno que como tantos regresaba del exilio, vivió un proceso de aprendizaje durante el periodo plebiscitario. En un comienzo, es cierto, su gestión en la franja publicitaria fue meramente técnica, pero ya al final, el mensaje del NO era político cien por ciento. Eso quiere decir que el NO a la dictadura supo presentar un SÍ que surgió del NO: una afirmación surgida de una rotunda negación.

 

En cierto modo René, invirtiendo los términos, transformó el NO a una dictadura que representaba el SÍ de la muerte, en un SÍ de la vida. En cambio, la propaganda de la dictadura levantó la alternativa del SÍ como un simple NO al pasado pero sin dibujar ningún SÍ hacia el futuro.

 

Agregué, a modo de ejemplo, que también la lucha democrática en la RDA de 1989 había comenzado con un SÍ surgido de un rotundo NO.

 

“Nosotros somos el pueblo”, es decir la afirmación, el SÍ, significaba que los “otros”, los post-estalinistas en el poder, NO eran el pueblo. El “nosotros democrático” surgió de un NO a esa siniestra pandilla guarecida detrás del oprobioso muro.

 

El NO del Chile de 1988 significaba también un SÍ a un mundo donde no serás perseguido por tener una opinión, donde podrás salir a la calle sin temor a ser agredido, donde verás crecer a tus hijos en paz y libertad. Porque en la política, un verdadero NO debe contener un SI, de otra manera no es político. Y ese fue, según mi opinión, el mérito de la propaganda del NO chileno.

 

Recuerdo que después de esa discusión de café, alguien me preguntó por ejemplos parecidos y yo respondí que en Uruguay también hubo, durante 1980, un plebiscito ganado en contra de una reforma constitucional promovida por la dictadura, hecho considerado como punto de partida para la democratización que tendría lugar en 1985. Ese ejemplo sirvió a los partidarios del NO chileno para demostrar que bajo determinadas condiciones una dictadura puede ser derrotada mediante elecciones. Como es sabido, el Partido Comunista chileno se opuso a esa tesis y no participó en la campaña por el NO.

 

No obstante, después de la discusión, y ya en mi casa, al observar algunos videos de los acontecimientos que dieron lugar al formidable NO que propinó la candidatura de Capriles al continuismo autocrático representado por Maduro, me di cuenta que el caso venezolano se parece más al ya legendario NO chileno que al uruguayo. Afirmación que me obligará a realizar tres aclaraciones.

 

La primera es que no estoy comparando aquí a la dictadura de Pinochet -en su alto grado de crueldad sólo comparable a la de Videla y a la de los Castro- con el gobierno de Maduro, el cual todavía conserva algunos jirones de democracia, a pesar de las mentiras sin límites que emite el ilegítimo presidente y de la incontenible violencia que destila su segundo de abordo, Diosdado Cabello.

 

No obstante, es necesario recordar que a la hora del plebiscito, muchos chilenos, entre ellos casi toda la clase política, ya habían, como el propio René, regresado al país. Chile vivía, hacia fines de los ochenta, un clima más de tensión que de terror. Y bien, este es el caso de la Venezuela de hoy, donde el Parlamento es violentado, donde hay presos políticos, amenazas, extorsiones, persecuciones; donde la legítima oposición es insultada día a día, y por cierto, donde el gobierno no goza de aprobación mayoritaria.

 

La segunda observación tiene que ver con el hecho que el de Pinochet fue un plebiscito y no una elección como la venezolana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en Venezuela, desde que llegó el chavismo al poder, al ser dividido el país en dos bloques irreconciliables, todas las elecciones han tenido un carácter plebiscitario.

 

La tercera observación deriva de que para sus partidarios, Maduro ganó las elecciones, aunque solo hubiera sido por un uno coma y tanto. Bien, supongamos por un momento que eso sea cierto (algo que el autor de estas líneas llegó a creer antes de que fuera desmentido por la señora Tibisay Lucena del CNE).

 

Más aún, supongamos que en Venezuela no hubo intimidación a los sectores públicos, ni votación asistida, ni adulteración de cédulas, ni monopolización de los medios, ni cadenas televisivas, ni amenazas, ni acarreos, ni votos de “ciudadanos muertos”, es decir, supongamos lo que evidentemente nunca sucedió. Pues bien, aún así, la magra ventaja obtenida por Maduro fue un decisivo NO, un NO no sólo a su persona, sino a su régimen, y sobre todo a su proyecto. Porque ese resultado, aún si fuera el correcto (y no lo es) fue un NO a la revolución chavista.


Me explico: Para cualquier gobierno normal, ganar por un voto basta. Pero si ese gobierno no solo quiere gobernar sino, además, como dice Maduro, realizar una revolución, ganar por un puñado de votos es más que una derrota descomunal. En ese sentido hasta el más tonto de los chavistas debe darse cuenta que con más de la mitad de la población en contra ninguna revolución será posible. El proyecto chavista, aunque no el gobierno, ha llegado entonces a su fin.

 

Visto así, Maduro solo tiene dos alternativas.

 

La primera, transformar el suyo en un gobierno normal y lograr una salida a “la italiana”, es decir, mediante concesiones a la oposición, conformar un gobierno tolerado. De más está imaginar que las fracciones duras del chavismo nunca aceptarán una salida de ese tipo. Esa sería para ellos una traición al legado del presidente muerto.

 

La segunda alternativa es la de transformar al gobierno en una dictadura militar con fachada civil. Ciertos personajes conspirativos, entre ellos Cabello, quien se encuentra en estos momentos destruyendo al Parlamento, apuestan evidentemente a esa posibilidad.

 

Lo más probable entonces es que Maduro intentará la segunda alternativa antes de rendirse a la primera. De este modo Maduro se expone a ser nuevamente “noneado”. Ya lo está siendo. Hasta las encuestas gobierneras destacan que su popularidad va en caída franca, al mismo tiempo que el liderazgo de Capriles, junto a su NO, crece y crece.

 

No nos engañemos: En Venezuela se vive hoy una “situación de doble poder” de acuerdo a la cual, como decía Lenin en 1905, el poder descendente ya no puede gobernar y el ascendente todavía no puede. Esa era, para el sagaz revolucionario, la prueba de la crisis final del zarismo. Esa es también, en Venezuela, la prueba de la crisis final del chavismo. Bajo tales condiciones lo más probable es que Maduro no pasará a la historia como el sucesor de Chávez sino como su simple sepulturero.

 

Pero quizás la diferencia más ostensible entre el fin de la era de Pinochet y el comienzo de la de Maduro es que mientras el primero terminó “noneado”, el segundo ha comenzado así. Creo que este es un caso inédito en la historia política mundial.

 

Todos los gobiernos, hasta los peores, han comenzado su mandato con una luna de miel, recogiendo esperanzas, desplegando optimismo, aclamados hasta por quienes votaron en contra, en fin, envueltos en la aureola radiante de un inmenso SÍ. El de Maduro en cambio, es un gobierno sin SÍ y sin NO. No tiene proyecto, destino ni programa.

 

Analizando las grandes concentraciones populares que acompañaron la épica candidatura de Capriles, se observa todo lo contrario. Demostraciones masivas, con mucha juventud, muchas mujeres, muchos colores, mucho pueblo, salsa, humor e incluso arte. Eso contrastando con las rituales evocaciones al pasado de las demostraciones a favor de Maduro, donde todo era uniforme rojo, música repetitiva, hosquedad e incluso odio. Capriles logró, efectivamente, aparecer como el representante de un NO y de un Sí al mismo tiempo.

 

El Sí a Capriles fue un sí a la división republicana de los tres poderes públicos, no al personalismo. SÍ al futuro viviente, no al pasado mortuorio. Sí a la civilidad, no al militarismo. Sí a la paz, no a la violencia. Sí a la verdad, no a la mentira. Sí al mantenimiento de relaciones diplomáticas con todas las naciones civilizadas del mundo, no a la “alianza estratégica” con una malvada dictadura militar.

 

De acuerdo a la clásica dialéctica hegeliana, el SÍ (tesis) precede al NO (antítesis) lo que dará origen a la negación de la negación (síntesis). De acuerdo a la psicología freudiana, en cambio, el NO precede en cada ser humano al SÍ.

 

En política, al contrario de lo que afirman los dos grandes sabios, el NO y el SÍ han de conformar una indisoluble unidad.

 

Un NO sin SÍ en política es simple nihilismo. Un SÍ sin NO es servilismo. Eso quiere decir que entre el NO político del Chile de 1988 y el NO político que propinó el pueblo venezolano a Maduro en el 2013, hay más que una relación semántica. En ambas negaciones -esa es la idea- yace latente el deseo de un nuevo comienzo. O también, el deseo de leer un nuevo capítulo de esa novela cuyo final nadie conoce ni nadie debe conocer.

Una red de cabellos asfixia a Maduro

Trino Márquez

2 de mayo de 2013

 

El comportamiento de Diosdado a simple vista carece de explicación racional, si se examina desde la perspectiva de los intereses de Nicolás Maduro. El hombre del Furrial exige que los diputados de la Asamblea Nacional reconozcan a Maduro como el Presidente legítimo del país. Él, mejor que nadie, sabe que tal reconocimiento resulta imposible. Henrique Capriles, el Comando Simón Bolívar y, de forma indirecta, la MUD objetaron el ajustado y sospechoso resultado de las elecciones del 14 de abril. Ese cuestionamiento hasta ahora ha sido fundamentalmente político y jurídico. La Asamblea es un órgano de naturaleza política. Sería una incongruencia incompresible que la representación parlamentaria opositora acepté la legitimidad del heredero de Chávez, sin que se hayan agotado los trámites políticos y legales en el ámbito nacional.

 

Esta clase de controversias no tienen nada de excepcional en las democracias. Forman parte de la rutina. La coronación de Guillermo de Holanda fue objetada por 16 congresantes que se negaron a reconocer la autoridad del nuevo monarca. El jefe del Parlamento los criticó, pero admitió que estaban en su derecho de negarse a admitir al soberano. Asunto concluido. No se le ocurrió amenazarlos con quitarles el sueldo, impedirles que hablaran, o cualquier barbaridad por el estilo. Eso sucede en Holanda y con un monarca. ¿Por qué no puede pasar en Venezuela con el Presidente de una República democrática?

 

El comportamiento autoritario y gansteril del teniente Cabello a quien más afecta es a Maduro. A este le conviene que las aguas vuelvan a su cauce lo más pronto posible. La comunidad internacional puede entender y aceptar que en Venezuela se desaten querellas entre fuerzas políticas contrapuestas. Lo que no puede admitir es que el Presidente de la Asamblea se arrogue atribuciones que no le corresponden y que, por añadidura, están reñidas con la democracia y la esencia del Parlamento, lugar donde, como señala el sustantivo, se parla, habla, dialoga, negocia y se llega a acuerdos. La Asamblea, desde la Grecia clásica, se fundó con el fin de evitar que los conflictos se desborden y pongan en riesgo la paz y existencia de las sociedades.

 

Este rasgo esencial del Parlamento no lo comparte Diosdado quien considera al Parlamento un campo de concentración y a los diputados opositores sus rehenes. Su actitud de pran, de azote de barrio, está afectando seriamente la imagen internacional de Maduro. Este, en vez de proyectarse como el digno sucesor de Chávez, luce como un ser débil, sometido a los designios de un caporal. Incapaz de ponerle límites al hombre que está perjudicándolo. Venezuela debería aparecer en los medios internacionales como la nación que trata de estabilizarse después de la ausencia del comandante y que, a pesar de que los resultados fueron impugnados, activa los mecanismos legales existentes y mantiene el funcionamiento de las instituciones de la República.

 

Esta no es la estampa que se transmite por culpa de Cabello. Las fotografías y grabaciones que circulan por el planeta son las del Presidente de la Asamblea prohibiéndoles hablar a los diputados, la de un matón golpeando salvajemente a Julio Borges, las denuncias bien fundamentadas de esa heroína llamada María Corina Machado. Las necedades de Pedro Carreño, quien carece de talento hasta para ser cínico, no logran desviar la atención, ni confundir acerca de quiénes son los violentos. A Maduro, Diosdado le está colocando un collar de bolas criollas que terminará por hundirlo.

 

¿Cuál es su agenda? ¿Qué es lo que pretende? Trata de pescar en río revuelto, desde luego. Tiene su propio proyecto, que no coincide con el de Maduro. Intenta demostrar que este es un gobierno bicéfalo, y que su cabeza es la más importante. Probablemente se ha creído la historia de que cuenta con el apoyo de la mayoría de los militares y del PSUV para una aventura que lo coloque en la cima del poder más pronto de lo que la Constitución señala. El plan de esperar seis años para ser el candidato del oficialismo le parece muy lejano e incierto. Se da cuenta de que el gobiernito de Maduro es famélico y que su desmoronamiento, en el mediano plazo, lo alejaría de Miraflores. Quizás esté tratando de demostrarles a los cubanos que él sí les garantiza la seguridad que la tiranía caribeña necesita para seguir sobreviviendo. El destinatario final de sus amenazas y abusos no son los diputados, sino los miembros de su propio partido. Pronto veremos qué es lo que trama.

 

Como dice María Corina: Maduro, ¡cuídate de Diosdado!

 

@trinomarquezc

Matonismo

2 de mayo de 2013

 

El Gobierno de Maduro ha escogido el peor de los caminos para resolver la crisis venezolana

 

La brutal agresión sufrida el martes por varios diputados opositores de Venezuela, en plena sesión parlamentaria, a manos de rivales —y guardaespaldas— chavistas muestra ya sin tapujos el rumbo deplorable que han adoptado los herederos de Hugo Chávez tras las elecciones del 14 de abril. Tras violar sus propias leyes y rechazar el legítimo recuento de votos que exige Henrique Capriles, el Gobierno de Nicolás Maduro —que oficialmente ganó por un margen de 1,5 puntos— está escogiendo opciones destructivas.

 

Además de tolerar los ataques físicos —hace dos semanas le abrieron la cabeza a otro diputado—, el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, ha prohibido el uso de la palabra a los representantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en tanto no reconozcan la victoria de Maduro. Ya lo había profetizado el propio Cabello: “Chávez era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos ocurren a nosotros”.

 

En la calle, la persecución política ha comenzado. El general retirado y opositor Antonio Rivero ha sido detenido bajo la acusación de estar vinculado a las protestas poselectorales. Varios dirigentes universitarios están en la mira por “preparar emboscadas contra el pueblo y la patria”. Del acoso no se libra el propio Capriles, a quien la ministra del Servicio Penitenciario ha anunciado que ya tiene lista su celda. El líder opositor ha denunciado que el Gobierno acaba de suspender la entrega de los recursos que le corresponden al Estado de Miranda, del que es gobernador.

 

Las represalias se extienden a los trabajadores. La MUD ha recibido 4.000 denuncias de empleados públicos que han sido despedidos, degradados o amenazados por ser sospechosos de simpatizar con la oposición.

 

Transformado en una caricatura de Chávez —como volvió a mostrar ayer en su extemporánea arremetida contra el ministro de Exteriores de España—, Maduro ha demostrado, hasta ahora, que no está a la altura del cargo. Por ningún lado asoma el pragmatismo que algunos le adjudicaban. Ha escogido el peor de los caminos posibles, porque enfrente no tiene a un candidato, sino a la mitad del país. Nada bueno puede salir de la confrontación.

 

Ante la grave situación que vive Venezuela, la OEA no debe seguir mirando hacia otro lado. Y las democracias latinoamericanas tampoco deben obviar o minimizar estos atropellos.

El chavismo sin Chávez

Gonzalo González

2 de mayo de 2013

 

Es necesario distinguir entre el recuerdo que deja el Líder y lo que pueda suceder con el movimiento político gestado en torno a su figura

 

La muerte del Líder indiscutido ha precipitado la aparición de lo impensado y denostado en las filas del chavismo: “El chavismo sin Chávez”.

 

Hugo Chávez deja una impronta muy fuerte en la política venezolana, eso es innegable, puede ser temprano todavía para precisar la duración y calado de la misma.

 

No pocos consideran que le deben mucho, que fue su líder, que los reivindicó como personas y como sector, que los empoderó y benefició materialmente a algunos y dio esperanzas a otros. En este particular para un segmento no importa que el resultado de su gestión como gobernante contradiga lo que sienten.

 

Es posible que la figura de Chávez se asiente positivamente en el imaginario de un sector amplio de la nación.

 

Es necesario distinguir entre el recuerdo que deja el Líder y lo que pueda suceder con el movimiento político gestado en torno a su figura.

 

La interrogante es si el chavismo podrá perdurar como fuerza política influyente y trascendente, como una suerte de peronismo a la venezolana, si sus herederos tendrán el talento, la capacidad y la habilidad de conservar y preservar el apoyo popular de Chávez o si por el contrario el exacerbado personalismo y verticalismo del movimiento chavista frustraron la aparición de liderazgos con suficiente autoridad para conducirlo, o si prevalecerán sus contradicciones internas y haya fracturas importantes.

 

Por los momentos los herederos han actuado con sensatez en relación al interés supremo de conservar el poder, obedecieron las instrucciones últimas del finado y se han mantenido unidos política y orgánicamente.

 

La sobrevivencia del chavismo organizado como fuerza influyente y relevante pasa por que entiendan que deben cambiar su Proyecto de inspiración totalitaria porque está agotado, de abandonar el tutelaje cubano, de comprender el cansancio y el rechazo creciente de los venezolanos a la manera de gobernar del finado y de reconvertirse en una fuerza auténticamente democrática y moderna, en un movimiento de izquierda democrática.

 

El manejo que hagan de la crisis en progreso determinará en buena medida el futuro del chavismo sin Chávez.

 

Desafortunadamente la forma como el régimen ha gobernado la nación y manejado todo lo relativo al proceso de sustitución del Presidente, incluido el reciente proceso comicial, parece evidenciar una lectura errada de la situación y la persistencia en recorrer el mismo camino fracasado y nocivo para los intereses de los venezolanos y permite predecir desenlaces dramáticos en el futuro cercano, en los que el chavismo lleve la peor parte. La situación actual me recuerda, guardando las debidas distancias, los últimos tiempos de Fujimori.


El poder de los malandros: Parlamento a puñetazos

Eugenio Yánez

2 de mayo de 2013

 

Golpizas contra parlamentarios opositores en Venezuela 

 

La Asamblea Nacional venezolana ha llegado a extremos en estos días que ni en los peores momentos del corrupto senado del imperio romano, golpeando y pateando incluso a mujeres indefensas.

 

En la década de los sesenta del siglo pasado, cuando las guerrillas en las montañas y ciudades sembraban el terror y la violencia en Venezuela, con el apoyo abierto de La Habana a través de “internacionalistas” como los después generales cubanos Arnaldo Ochoa Sánchez, Ulises Rosales del Toro y Raúl Menéndez Tomassevich, entre otros, los cuerpos legislativos del país siguieron siendo ejemplo de conducta civilizada y respeto a la legalidad, y en sus reuniones, donde participaban legisladores del Partido Comunista y otras agrupaciones vinculadas a la lucha armada, se discutía abiertamente, se proponía legislación, y se llegaba a acuerdos, sin que a nadie se le ocurriera que debería golpear a quienes votaban en contra de la mayoría, y mucho menos si se trataba de mujeres.

 

Sin embargo, en estos días todos esos principios elementales de convivencia democrática se han venido abajo en Venezuela, y las salas de la Asamblea Nacional cada vez se parecen más a las calles de la Cuba castrista donde el “pueblo enardecido” arremete contra disidentes de ambos sexos cada vez que los aparatos represivos consideran necesario hacerlo.

 

En honor a la verdad, en vida de Hugo Chávez no se llegaba a esos extremos: el caudillo imponía su voluntad y sus arbitrariedades a gritos, amenazas e insultos, pero no se llegaba a la violencia física en los recintos de la Asamblea. No hacía falta.

 

El gobierno de Nicolás Maduro, proclamado presidente con una exigua minoría que la oposición cuestiona como fraudulenta, y que demuestra la polarización extrema del país, se siente débil y temeroso, y añora la fortaleza con que se comportaba el teniente-coronel de Barinas durante los casi catorce años que ejerció el poder, hasta su muerte. Pero ni el liderazgo ni el carisma se heredan.

 

La oposición se ha negado a reconocer la victoria de Maduro sin un recuento de votos, que el Consejo Nacional Electoral no pretende realizar, pero el oficialismo se las agenció para presentarse como justo vencedor ante los gobernantes latinoamericanos que asistieron o enviaron sus representantes a la toma de posesión del nuevo gobierno el pasado 19 de abril, y los gobiernos del continente que no dieron su bendición al heredero de Chávez tampoco lo rechazaron abiertamente.

 

Henrique Capriles se refiere despectivamente a Nicolás Maduro como el “Gran Enchufado”, y opositores en la Asamblea se niegan a reconocerlo como Presidente. El contragolpe oficialista es brutal.

 

No hay odio más abyecto que el del imbécil que cree cuestionado su poder, escribía André Malraux en La Condición Humana, y Nicolás Maduro es un ejemplo de esa lapidaria descripción, no porque sea un imbécil, sino porque es un mediocre, y siente inseguridad ante los cuestionamientos de la oposición, sabiendo que hubo fraudes en las elecciones, si no de robo de urnas o abiertos pucherazos al estilo del mítico San Nicolás del Peladero, al menos al haberse diseñado por el chavismo un mecanismo electoral para que la oposición nunca pudiera triunfar. En realidad los chavistas desean una Asamblea Nacional como la castrista, donde la unanimidad es la norma.

 

El no reconocimiento público de Nicolás Maduro como presidente por parte de diputados opositores es un reto muy significativo que puede crear tensiones y violencias aun mayores que las ya vividas, pero la solución que se le ha ocurrido a Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea y compinche —por el momento— del flamante nuevo presidente venezolano, de no dar la palabra a los diputados opositores, además de proponer retirarles el sueldo, atropellos que se imponen fácilmente gracias a la mayoría de legisladores oficialistas que no consideran necesario respetar las leyes y las normas de la democracia, llega a extremos que en nada contribuyen a solucionar el problema.

 

En términos de técnicas de negociación, la actitud del oficialismo venezolano en la Asamblea Nacional es un clásico ejemplo de cómo NO se debe proceder cuando se pretende solucionar un conflicto entre posiciones diferentes. Refleja a la perfección los conceptos políticos de personajes como Adolfo Hitler, Idi Amín Dada, José Stalin, Fidel Castro, Kim Jong-un, Pol Pot o Muamar el Gadafi sobre cómo manejar a los que se enfrentan al poder: primer paso, presiones sutiles o intentos de soborno con algún tipo de zanahoria moral o material, siempre que estimule el ego; segundo paso, amenazas abiertas, sin demasiada diplomacia ni lenguaje elegante; tercer paso: violencia física directa sin contemplaciones de ningún tipo, que puede llamarse desfile de camisas pardas, visitas de la KGB o la Stasi, mítines de repudio en plena calle y a la luz del día, revolución cultural, internamiento en campos de “reeducación”, o simplemente el tiro en la nuca en los sótanos de una mazmorra, dejar morir a un prisionero en huelga de hambre, o un paripé de juicio justo y a continuación un fusilamiento “ejemplarizante”.

 

Por ese camino se podrá mantener el poder a sangre y fuego, pero nunca se edificará una nación, independiente del lenguaje incendiario y “revolucionario”: así no se construye una nación donde se respeten el Estado de derecho, las libertades individuales y la convivencia democrática. Una nación donde valga la pena vivir y esforzarse para salir adelante, personal y socialmente.

 

Por ese camino, solamente se podrá desarrollar una “revolución”, y ya sabemos lo que significa y lo que trae por resultado en nuestros días, sea en Cuba, Venezuela, Siria, Irán o Corea del Norte: crisis económica, sociedades divididas, militarismo, intolerancia, caudillos, ineficiencia, miseria, separación familiar, presos políticos, exiliados, odio, violencia.

 

Eso es lo que ocurre cuando llegan al poder los malandros disfrazados de revolucionarios —valga la redundancia.

 

 

¿Puede un gobierno revolucionario

robar las elecciones?

Fernando Mires

1 de mayo de 2013

 

Cuando un gobierno común y corriente roba elecciones, sabe que delinque. Pero cuando un gobierno revolucionario hace lo mismo, cree no delinquir

 

¿Puede un gobierno que se dice revolucionario robar elecciones con absoluta impunidad?

 

Aclaremos: No sólo los que se denominan revolucionarios, muchos otros gobiernos han intentado alterar el curso de elecciones, falsificar votos, cambiar cifras, desconocer resultados. Sobre ese tema hay una larga historia.

 

El ser humano es de por sí trasgresor, aducía Lacan, y si no fuera por las leyes, la policía, las religiones y la moral establecida, muchos darían curso libre a sus pasiones anti-sociales y convertirían la vida colectiva en un infierno. En ese sentido la diferencia entre un gobierno revolucionario y uno que no lo es, es otra.

 

Mientras un gobierno común y corriente puede robar elecciones obedeciendo al impulso de conservar el poder, un gobierno revolucionario roba elecciones de acuerdo a lo que un revolucionario imagina es (o debe ser) un orden superior al que establecen las leyes y la moral pública. Se trata en este caso de un orden que se encuentra situado en el más allá terrenal, en la tierra prometida que toda revolución ofrece, en ese lugar metafísico en donde la utopía revolucionaria se convertirá en dichosa realidad.

 

Entonces, la diferencia es que cuando un gobierno común y corriente roba elecciones, sabe que delinque. Pero cuando un gobierno revolucionario hace lo mismo, cree no delinquir. Todo lo contrario: imagina cumplir un deber asignado por la historia: salvar a la revolución de sus enemigos mortales.

 

El revolucionario, por supuesto, no puede robar como ciudadano común, pero si lo hace en nombre de la revolución, lo hará con la conciencia limpia. Al fin y al cabo un revolucionario sólo acepta comparecer frente al tribunal de la historia y “la historia me absolverá”, dijo Fidel Castro.

 

Si roba las elecciones en un país, un gobierno revolucionario delinque sólo frente a una ley que es propia a un orden de vida inferior al que él aspira. ¿Por qué vamos a desviar el curso de la historia compañeros? ¿Por unas elecciones fortuitas que emanan de las leyes de una burguesía a la que despreciamos? ¿Vamos a entregar el poder a las oligarquías fascistas sólo porque las masas equivocaron provisoriamente el camino?

 

No compañeros, nosotros no somos esclavos de la justicia burguesa y mucho menos de sus mezquinas convenciones. Si vamos a las elecciones es por razones tácticas. Nuestra estrategia en cambio, lleva al socialismo, el futuro de la humanidad. ¿Vamos acaso a poner en juego nuestra estrategia por la mala aplicación de una táctica burguesa en un momento determinado? No compañeros, el futuro es nuestro. Es por eso que, como dijo Fidel Castro en la ciudad de Concepción, Chile: “cuando la revolución toma el poder, ese poder no se entrega jamás”.

 

Lo que a un ser humano común y corriente no le está permitido, le está permitido a un revolucionario, piensa un revolucionario. Pues el revolucionario pertenece a la escala más alta del desarrollo de la humanidad, así al menos lo dijo Che Guevara. Eso significa que a un revolucionario no sólo le está permitido robar, también le está permitido matar en nombre de la revolución. El mismo Che Guevara lo escribió así, y con toda su crudeza: “Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve; a su casa, a sus lugares de diversión, hacerla total (…) Eso significa una guerra larga; y lo repetimos una vez más, una guerra cruel”.

 

Y bien, si a un revolucionario —según el icono de la revolución— le está permitido asesinar a sus enemigos en sus casas y en sus lugares de diversión, robar una elección no pasaría de ser un accidente, un pecado venial en medio de la guerra total que libra cada revolucionario en contra del “enemigo de clase”.

 

Por cierto, no me refiero a quienes hemos participado en una u otra revolución, con resultados negativos o positivos. El torbellino de la historia, según Walter Benjamin, puede arrastrarnos hacia riberas ignotas. No. Me refiero a quienes han hecho de su condición revolucionaria una profesión de fe, una suerte de segunda naturaleza, un modo de ser en el mundo. Me refiero, en fin, a aquellos que han delegado su Yo a un Sobre-Yo (categoría freudiana) y en este caso, a un Sobre-Yo ideológico que los controla y domina en todas las circunstancias de la vida.

 

No hay revolucionario sin ideología revolucionaria y no hay ideología revolucionaria sin el sometimiento del Yo racional de cada uno a las determinaciones que provienen de una moral imaginariamente superior integrada en el aparato de un Sobre-Yo ideológico. Ese Sobre-Yo succiona y aprisiona a las capacidades racionales del Yo, que son, entre otras, las del pensar.

 

Ahora bien, el problema más grave ocurre no tanto cuando el Yo es sometido a un hipertrofiado Sobre-Yo (situación que bien podría llevar y ha llevado a la santidad) sino cuando tiene lugar esa alianza maligna entre las pulsiones afectivas, agresivas y pasionales que cada uno porta consigo (el “Ello” de Freud), con el Sobre-Yo moral e ideológico. En este caso se produce la fusión entre el deseo de delinquir (agredir, transgredir) y los “ideales superiores” o, lo que es lo mismo, el deseo de delinquir adquiere —como en James Bond— licencia ideológica o moral. Producida esta situación es difícil distinguir entre un revolucionario que se convierte en criminal de un criminal que se convierte en revolucionario.

 

Dicho a modo de ejemplo: un asesino en serie puede llegar a ser un héroe en una guerra ya que no sólo se dará el gusto de matar por matar, sino, además, matará en nombre de la patria. Así se explica por qué los criminales más grandes se sienten redimidos cuando actúan en nombre de una “razón superior”.

 

Aún permanecen en el recuerdo, entre otras aberraciones de la historia reciente, imágenes de tropas serbias que usando el falo como arma de guerra, realizaban violaciones en masa en la región del Kosovo, llevando a cabo “limpiezas étnicas” en nombre de la revolución de Milosevic. Sin embargo, ¿no eran esos degenerados, herederos directos del sadismo de Robespierre quien hacía cubrir las calles de París con las cabezas sangrantes de sus enemigos? ¿De los millones de asesinados por “razones superiores” bajo Stalin, Mao, Pol-Pot y otros santones de la hagiografía socialista mundial?

 

Efectivamente, si en nombre de la revolución han sido cometidos crímenes innombrables, robar elecciones, reitero, resulta casi una banalidad, algo que se entiende de por sí. Lo anormal sería entonces que un gobierno que se dice revolucionario no robara (falsificara, adulterara) las elecciones en caso de perderlas.

 

Por supuesto, el lector adivina que estoy escribiendo a propósito de la posibilidad cada vez más evidente de que en Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro ha cometido después de las elecciones presidenciales del 14 de Abril de 2013, uno de los desfalcos electorales más impresionantes de nuestro tiempo.

 

Indicios hay más que demasiados, sólo falta “por ahora”, la prueba final.

 

La sospecha resulta más grande si se tiene en cuenta, además, las condiciones subjetivas que habrían eventualmente llevado a los jefes chavistas a robar las elecciones. Esas condiciones estaban determinadas antes que nada por la designación profética de la presidencia de Nicolás Maduro de acuerdo al testamento político del presidente muerto.

 

¿No habría significado el reconocimiento de la debacle electoral una negación a la infalibilidad de “nuestro Comandante”, el Mesías? ¿No habría sido faltar a la honra del amado caudillo, ser desalojados del poder inmediatamente después de su muerte? ¿Cómo continuar la mitología de quien según el imaginario chavista había entregado hasta la última gota de su vida por la revolución socialista, con una derrota electoral que mancillaría para siempre su memoria? No, los jefes del chavismo no podían permitirse una derrota electoral. Luego, si ella no podía ser evitada durante las elecciones, debía serlo, al menos, después de ellas.

 

Desde el punto de vista penal robar elecciones al pueblo es un crimen horrendo. Desde el punto de vista moral es un signo de absoluta corrupción. Desde el punto de vista religioso es un hecho demoníaco. Desde el punto de vista psicoanalítico es el reflejo de una desviación patológica del más alto grado. Desde el punto de vista clínico es una locura desatada. Sólo desde el punto de vista revolucionario, y en el caso venezolano, necro-revolucionario, el robo de una elección aparecería como un acto legítimo y permisible.

 

Contra ese tipo de perversión múltiple deberá lidiar el pueblo de Henrique Capriles Radonski. Quizás esa es la razón por la cual Henrique dijo: “nuestra lucha es espiritual”.

El “nuevo” chavismo sin Chávez: descomposición y barbarie

María Teresa Romero 

1 de mayo de 2013

Los análisis abundan en torno a la salvaje agresión de los parlamentarios del oficialismo en contra de los de la oposición en la Asamblea Nacional venezolana, que dejaron como saldo nueve heridos entre ellos tres de consideración. A la conocida diputada Maria Corina Machado, actual Coordinadora del Área Internacional del Comando Simón Bolívar, la tiraron al piso y le cayeron a patadas. Al momento de escribir estas líneas, se decía que podría tener dos costillas rotas. Al diputado por Primero Justicia,Julio Borges, le fracturaron un hueso de la cara, el malar, que es el que sostiene el ojo. Ya la semana pasada al diputado William Dávila tuvo que ir al médico quien le cosió seis puntos de sutura en la cara por otra agresión en el Parlamento.

 

¿Por qué llegar a este nivel de violencia que, aunque el chavismo quiso ocultarla evitando su transmisión por el canal televisivo del Estado, sabía que de inmediato sería conocida por la opinión pública nacional e internacional, que se conocerían quienes la protagonizaron bajo la mirada impávida, risas francas y el silencio del presidente de la AN Diosdado Cabello y demás directivos parlamentarios?, nos preguntamos muchos.

 

Se habla de la posibilidad de que se sea una táctica distraccionista de las acusaciones probatorias del fraude electoral del pasado 14 de abril que compromete al Consejo Nacional Electoral  (CNE) que, entre otros periódicos, ya recogió el diario español ABC del 30 de abril bajo el título  “El Consejo Electoral venezolano estuvo implicado en la campaña chavista” (Ver: http://www.abc.es/internacional/20130430/abci-venezuela-fraude-201304292106.html)

 

Otros ven en la barbarie parlamentaria una forma de intimidar a la dirigencia opositora que no cesa en demandar en forma pacífica una auditoria completa de las elecciones presidenciales pasadas y de poner al desnudo las arbitrariedades y caos en la gestión gubernamental. Mientras otros piensan que con la violencia  lo que el oficialismo pretende  es ocultar la profundización de su ineficiencia, particularmente visible en el incremento de los homicidios, la inflación y la carestía de alimentos en el país; la represión y encarcelamiento de líderes opositores, como el general Antonio Riverol;  y las amenazas a más de 4.000 empleados públicos sospechosos de no haber votado por Nicolás Maduro en las presidenciales.

 

También una estrategia bien planificada para que los diputados opositores se retiren de la AN, como lo hicieron en 2005, y así dejar el espacio libre al chavismo para escoger una nueva directiva del CNE. Aun otros se explican la ofensiva como una derivación de las divisiones internas existentes, aunque aún ocultas, dentro del chavismo sin Chávez que ahora (des) gobierna el país.

 

Uno u otro, o todos estos factores pueden explicar la desproporcionada agresión en el Parlamento. Pero lo más importante a tomar en cuenta es que la misma, junto a otros muchos actos de agresión y represión gubernamental de las recientes semanas en contra de la oposición, deja en evidencia varias realidades: que el “nuevo” chavismo en el poder continuará en la línea de radicalización pautada con la dirigencia cubana, y que la descomposición a la que ha llegado el chavismo y  la democracia venezolana es altamente peligrosa. Una situación que, de seguir, bien podría derivar en una especie de guerra civil o en un golpe de Estado militar abiertos, porque hoy ambos existen en forma solapada.


Una situación de tal magnitud es la que debería producir una participación inmediata de organismos multilaterales como la OEA o de un grupo de amigos internacionales que sirvan de mediadores en el conflicto y que garanticen a la sociedad venezolana unas nuevas elecciones realmente justas y transparentes. Sin nuevos comicios, no habrá paz, ni democracia,  ni estabilidad, ni gobernabilidad posible en Venezuela.

¿Qué está buscando Diosdado Cabello?

Alejandro Armengol

30 de abril de 2003

 

Diosdado Cabelllo es la expresión del fascismo poschavista en su forma más cruda y brutal. Pero no solo eso. El exgolpista compañero de Hugo Chávez es también uno de los peores enemigos del presidente venezolano impuesto, Nicolas Maduro. Cabelllo quiere sembrar el caos en Venezuela, generar más violencia y terminar imponiendo una dictadura de izquierda sin cortapisas ni tapujos. Quiere ir más allá del autoritarismo de Chávez y Maduro, e imponer una dictadura militar similar a la que sufrieron hasta fechas relativamente recientes otros países sudamericanos, aunque de signo ideológico contrario.

 

Lo que cuenta aquí no es que Cabello esté actuando como el enemigo solapado de Maduro. Lo realmente importante es tratar de impedir que el caos y la violencia se apoderen de Venezuela. En este sentido, la actuación del diputado Julio Borges resulta ejemplar.

 

Que Cabello se muestre cada vez más como un verdadero enemigo para Maduro no es consuelo ni esperanza. Tampoco algo nuevo. Desde que se supo que era imposible una recuperación de Chávez —pese a las declaraciones sin sentido que sobre su salud emitían sus miembros de gobierno— para muchos venezolanos estaba clara esa amenaza. También para el gobierno de La Habana. Tanto Raúl como Fidel Castro deben haber aconsejado cautela al nuevo gobernante venezolano, durante la reciente visita de este a Cuba.

 

Queda por ver si desde Cuba se pueda evitar la situación de caos que amenaza a Venezuela. En cualquier caso, todos los pronósticos no pueden ser menos que pesimistas. No siempre el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Que Cabello termine por lograr el fin del gobierno de Maduro sería la peor opción para Venezuela. La única esperanza es la actuación ecuánime que hasta el momento está demostrando la oposición parlamentaria. Las declaraciones de Borges, tras nuevamente haber sido golpeado y ultrajado, son de una lucidez y un valor impresionante.

 

Los organismos internacionales deberían comenzar a mostrar algo más que una actitud de indiferencia ante lo que sucede en Venezuela, antes que la situación empeore aún más. Es lamentable no poder tener optimismo alguno al respecto.

Once diputados heridos

tras una trifulca en Asamblea Nacional de Venezuela

Ewald Scharfenberg

30 de abril de 2013

 

Una trifulca en la Asamblea Nacional de Venezuela ha dejado heridos a 11 diputados este míercoles por la tarde. La sesión prometía ser ríspida. Representaba la oportunidad de comprobar si el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, número dos del chavismo, seguiría impidiendo el uso de la palabra a los diputados opositores que no reconocieran previamente, de viva voz, a Nicolás Maduro como presidente de la República.

 

Al llegar, los diputados opositores encontraron que a sus puestos le habían sido retirados los micrófonos. Luego debieron esperar casi tres horas a que los parlamentarios oficialistas, reunidos en junta con Cabello para definir su estrategia para la sesión, acudieran a su sitio.

 

Cuando no se había cumplido ni media hora del orden del día –con la aprobación exprés de una nueva presidenta del Banco Central, y el inicio de la discusión sobre unos créditos adicionales- Cabello impidió que en el debate participaran los diputados de oposición. Estos empezaron a sonar bocinas en signo de protesta e intentaron desplegar una pancarta con la inscripción: “Golpe al Parlamento”.

 

Ese fue el motivo de que diputados de la bancada oficialista embistieran contra sus pares y se liaran a golpes, una trifulca en la que –según versiones- también participaron guardaespaldas de la directiva parlamentaria.


Entre los peor parados estuvieron Julio Borges, líder del Partido Primero Justicia (PJ) y la diputada María Corina Machado, de quien se reporta que habría sufrido una fractura de nariz. El diputado por el Estado de Bolívar Américo De Grazia fue remitido a una clínica. Nora Bracho, Homero Ruiz y Eduardo Gómez Sigala también sufrieron contusiones.

 

El oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) refirió como lesionados a sus diputados Odalis Monzón, Nancy Ascencio, Maigualida Barrera y Claudio Farías.

 

Ahora que la crónica parlamentaria se cuenta por bajas, el incidente de este miércoles –comparable con el histórico “Asalto al Congreso” de 1848 luce como el umbral de la parálisis de la Asamblea Nacional.

 

El presidente del organismo, Diosdado Cabello, ya ha anunciado que retendrá el sueldo de aquellos diputados que persistan en no reconocer el resultado de las elecciones del 14 de abril pasado y la presidencia de Maduro.

Puñetazos y patadas

recibieron los diputados opositores

en la Asamblea Nacional de Venezuela

30 de abril de 2013

Este vídeo muestra en detalle el ataque que sufrieron los diputados opositores por parte de la bancada oficialista.

Ganancias y pérdidas

Alejandro Armengol

28 de abril de 2003

 

Henrique Capriles Radonski rechazó el domingo la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de auditar los resultados de las presidenciales del 14 de abril fuera de los términos planteados por su equipo de campaña.

 

Para el líder de la oposición, la decisión anunciada el sábado por la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, está apegada “a la orden que le dio el PSUV”, el partido de gobierno.

 

Lucena confirmó que el lunes se iniciará el procedimiento para auditar los resultados de las presidenciales, pero rechazó los términos planteados por la oposición porque “no están previstos en el ordenamiento jurídico”.

 

Lo que hará el CNE es tomar una muestra aleatoria de 12.000 de las 16.000 cajas de votación que corresponden al 46% todavía no auditado.

 

La oposición exige entre otras cosas que se cuenten además los votos emitidos de acuerdo al cuaderno de votación, donde se registra el padrón electoral.

 

Todo parece indicar que la polémica electoral continuará por algún tiempo.

 

Ambas partes tienen algo que perder y que ganar en esta confrontación, y por lo tanto contribuirán a mantenerla viva.

 

Para la presidencia impuesta de Nicolás Maduro, la realización de la auditoría, en la forma determinada por el CNE—que de entrada se sabe no alterará el resultado electoral— será una nueva oportunidad para presentar a Capriles como un intransigente y revanchista, que no admite la derrota. Al mismo tiempo brindará un pretexto a los gobiernos de la región para justificar su apoyo al nuevo mandatario venezolano.

 

La oposición, por su parte, mantiene viva con la polémica su acusación de fraude electoral.

 

De momento no es posible augurar que la oposición obtendrá avance alguno por esa vía, en cuanto a posibilidades de lograr un proceso que permita llevar a cabo una decisión democrática, para definir un gobierno legítimo en Venezuela.

 

Lo más probable es que —con el asesoramiento de Cuba— Caracas trate de aprovechar el efecto de desgaste que implica enfatizar una táctica desprovista de posibilidades de éxito.

 

Desde el punto de vista moral, a Capriles lo asiste la razón en su empeño. Pero también hay que considerar que para imponerse en política hay que actuar sobre lo posible.

 

Mientras la oposición venezolana mantenga su denuncia sobre las ilegalidades realizadas durante el proceso electoral, pero no ponga su empeño solo en este aspecto, tiene posibilidades de mantener su vigencia y el capital político alcanzado durante la elección. Centrarse solo en esta cuestión terminará por perjudicarla, especialmente a Capriles.

 

Si Maduro quiere sacar el máximo provecho a la desventaja que para Capriles implica la batalla —justa, pero quizá a estas alturas ya no tan certera— por un recuento total de los votos, tiene que dosificar el uso de la represión y pararle la jaca a Diosdado Cabello, algo que aún no se sabe si puede hacer.

 

Cualquier nuevo paso de radicalización del proceso venezolano puede resultar potencialmente perjudicial para el actual gobierno venezolano, y en este sentido es más dependiente que nunca de Cuba, a la hora de marcar el rumbo.

 

Lo más probable es que La Habana, y en particular Fidel Castro —la aparente reunión de cinco horas con el líder cubano no solo tuvo como objetivo buscar un apoyo simbólico ante la izquierda— esté recomendando mesura. Lo ha hecho en otros casos, como ocurrió durante el empeño del fallecido general Torrijos por lograr la soberanía del Canal para Panamá, y lo más probable es que lo esté repitiendo ahora. Para los hermanos Castro, la estrategia adecuada es ganar tiempo: dejar que el sentimiento de un triunfo electoral cuestionable se diluya en pocos meses.

 

En última instancia, la prueba de fuego para el gobierno de Maduro será la economía, y no el cuestionamiento de su triunfo electoral.

Denuncia por la que han encarcelado

al general (r) Antonio Rivero

21 de febrero de 2013

La diputada María Corina Machado denuncia

detención del general (r) Antonio Rivero

En un comunicado, la diputada María Corina Machado, coordinadora del área internacional del Comando Simón Bolívar, alertó a la comunidad nacional e internacional sobre la detención en Caracas del general (r) del Ejército, Antonio Rivero, por los Servicios Bolivarianos de Inteligencia Nacional, Sebin.

 

Desde hace varios meses, explica Machado, “el general Antonio Rivero ha denunciado la injerencia del régimen cubano en asuntos de Venezuela”.

 

La diputada recuerda que Rivero fue imputado por la Fiscalía Militar por los presuntos delitos de ultraje a la Fuerza Armada y revelación de noticias privadas o secretas luego que denunciara que personal militar cubano cumplía tareas de planificación y conformación de la organización militar venezolana, además de capacitación y amedrentamiento en dicha institución castrense.

 

Estos delitos están tipificados con penas entre tres y diez años en el ordenamiento jurídico venezolano. En ese momento, al general Rivero le otorgaron medidas cautelares que le prohibían salir del país, presentarse cada 15 días en los Tribunales Militares y prohibición de hablar sobre el caso.

 

El pasado mes de febrero, el general Rivero volvió a denunciar la presencia de más de 300 militares cubanos en Venezuela, y que según sus propias palabras, incidían en las políticas de defensa y organización de la Fuerza Armada, considerándolo una violación a la soberanía nacional. Estos militares cubanos estarían dentro de las instalaciones militares de Fuerte Tiuna, en Caracas, la principal instalación castrense de Venezuela.

 

Machado se pregunta si esta acción contra Rivero es una “retaliación” y hace un llamado de alerta a la comunidad nacional e internacional, a las organizaciones internacionales de Derechos Humanos, para que difundan la información sobre esta “detención arbitraria del general Antonio Rivero, que se conozca la delicada situación que se está viviendo en Venezuela y la ola de persecución en contra de los venezolanos que están exigiendo una auditoría total de los votos de las elecciones presidenciales tan cuestionadas nacional e internacionalmente del pasado 14 de abril y exigiendo que se cumpla con lo que manda la Constitución Nacional y las leyes venezolanas”.

 

Hasta ahora los familiares y abogados de Rivero desconocen los motivos de su detención y las condiciones en las que se encuentra. Rivero fue Director de Protección Civil y actualmente es dirigente nacional del partido Voluntad Popular.

La vida de Capriles y el poder de Maduro

penden de un hilo

Carlos Alberto Montaner

28 de abril de 2013

 

En Venezuela, Iris Varela, Ministra de Asuntos Penitenciarios, una joven y rolliza abogada de mirada fiera y verbo incendiario, ha advertido que ya tiene preparada la celda para encerrar a Henrique Capriles. Se lo creo a pie juntillas.

 

No contenta con maltratar a la cabeza de la oposición venezolana, a quien acusó sin pruebas de consumir alucinógenos y ser el autor intelectual de los nueve asesinatos y 78 heridos, entre ellos el diputado antimaduro William Dávila, severamente lesionado dentro del propio parlamento por los chavistas, de paso maltrató el idioma alegando que el líder de los demócratas tiene ojos “puyúos”.

 

No tengo la menor idea de lo que es un ojo “puyúo”, pero supongo que debe ser algo tan terrorífico como la propia mirada de la señora Varela mientras hace sus acusaciones. Invito a los lectores a que busquen su intervención en YouTube. Es como la niña del exorcista, pero notablemente crecidita en todas las direcciones.

 

De acuerdo con la amenaza de la Ministra, el primer paso es meter en la cárcel a Henrique Capriles por pedir el recuento electoral. ¿A quién se le ocurre sospechar de ese gobierno respetuoso de la ley? Imperdonable.

 

Me imagino que el segundo paso será que otro preso lo asesine en medio de una de las frecuentes reyertas que suceden en los predios de la señora Varela. Ya se sabe que en las calles de Caracas la vida vale muy poco, pero dentro de las cárceles venezolanas no vale absolutamente nada.

 

¿Por qué el acoso a Capriles y, en general, a los dirigentes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD)? Es muy sencillo: en Venezuela todos, gobierno y oposición, saben que Henrique Capriles ganó las elecciones por un clarísimo margen, luego vulnerado descaradamente por las manipulaciones electrónicas, como suponen algunos, o por el simple “arrebatón” clásico de la peor tradición latinoamericana, como alegan otros.

 

En todo caso, lo que está claro, es que Nicolás Maduro perdió. Y perdió, entre otras razones, porque es muy difícil que la mayoría de cualquier sociedad respalde a un grandullón medio bobo que habla con los pajaritos y hace campaña con un nido en la cabeza. Es verdad que la Venezuela parida por Chávez es como un gran circo, pero no tanto.

 

La reacción de la señora Varela, de Diosdado Cabello, del Almirante Diego Molero y del resto de la banda, es la del ladrón sorprendido robando dentro de la casa: tiene que matar para poder escapar. No era ése su propósito inicial, pero debe cometer un crimen mayor para borrar las huellas de otro delito de menor entidad.

 

Por eso Henrique Capriles y su estado mayor cancelaron la marcha del 17 de abril. No querían darle la oportunidad al gobierno de salir a asesinar, acusar de ello a la oposición, y decretar un estado de conmoción social que le serviría de coartada para eliminar las ya raquíticas protecciones constitucionales que subsisten en el magullado ordenamiento jurídico del país.

 

Capriles y su entorno temían lo que se conoce como “la estrategia Reichstag”. El 27 de febrero de 1933 ardió el parlamento alemán y Hitler, tras acusar sin pruebas a los comunistas y lanzar infundios sobre los judíos, pidió suspender las garantías constitucionales y exigió un decreto que le permitiera gobernar a su antojo. A partir de ese punto el nazismo se puso en marcha de manera imparable.

 

“El Flaco” ha hecho bien en renunciar a la falsa auditoría que deseaban imponerle. El camino de la impugnación total de las elecciones tiene pocas probabilidades de llegar a buen puerto, pero puede mantener la vigencia de la protesta por más tiempo. Ya hay unos análisis estadísticos que demuestran el fraude fehacientemente. Hay que divulgar lo que realmente ocurrió.

 

Es posible, claro, que los ladrones, atrapados con las manos en la masa, si no pueden matar, traten de pactar una salida que les garantice la bolsa y la vida. Dice el periodista Rafael Poleo, siempre muy bien informado, que el hombre para gestar ese arreglo es José Vicente Rangel. No lo sé, pero el ilegítimo gobierno de Nicolás Maduro pende de un hilo. Como la vida de Henrique Capriles.

Maduro, el socio incómodo

Maye Primera

27 de abril de 2013

 

El nuevo presidente de Venezuela no tiene el carisma ni los votos que en vida tuvo Hugo Chávez pero tampoco cuenta con el músculo económico que sumó apoyos a favor de su antecesor

 

Aunque los Gobiernos de América Latina hacen esfuerzos por demostrar que, desde su punto vista, nada ha cambiado tras la muerte de Hugo Chávez y el ascenso al poder de Nicolás Maduro, el panorama político y económico de Venezuela ya no es el mismo. No solo porque Nicolás Maduro no tiene el carisma de Hugo Chávez, su mentor político y antecesor. Tampoco porque Maduro no logró capitalizar en las elecciones venezolanas del 14 de abril los votos que sumó Chávez en vida y que constituían el grueso de la herencia política que legó. Si la región corre el riesgo de pagar caro el apoyo que en este momento le están dando a la elección de Maduro en Venezuela, es porque el nuevo presidente heredó el poder pero no la chequera del difunto.

 

Los ingresos petroleros, que en el pasado le granjearon a Hugo Chávez hasta la amistad de sus vecinos más recelosos, no alcanzan para seguir pagándolo todo. Para que Venezuela siga siendo el proveedor solidario de crudo que abastecía, a precios preferenciales, a las naciones de América del Sur y del Caribe. Para que este país, que importa cerca del 80% de todo lo que consume, siga siendo el fiel comprador de las manufacturas y alimentos de sus socios de la Unasur –la Unión de Naciones Sudamericanas-- y del Mercosur –el Mercado Común del Sur.

 

Las reservas internacionales de Venezuela han caído de 30,2 mil millones de dólares a principios de 2011, a 26,3 mil millones de dólares, según cifras publicadas por el Banco Central de Venezuela este 26 de abril. Los recurrentes problemas de liquidez de Caracas se han agudizado y al día de hoy, el país solo cuenta con divisas suficientes para cubrir dos meses consecutivos de importaciones, al ritmo acostumbrado en la última década, y para honrar las deudas con sus acreedores externos.

 

La empresa estatal que financia más del 60% del presupuesto venezolano, la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), confronta problemas de producción. De acuerdo al informe más reciente de la firma venezolana Ecoanalítica, “entre 2009 y 2012, la producción (de Pdvsa) para exportación tuvo una variación negativa de 6,7%”. El precio del crudo venezolano también ha descendido, de un promedio de 103,4 dólares por barril en 2012, a 97,2 dólares por barril al cierre de esta semana.

 

Venezuela fue el último país en integrarse a Mercosur el año pasado y el descenso del precio de su cesta petrolera, se suma a la caída de los precios de las materias primas del grupo: de la carne de Uruguay, y de la soja que producen Argentina y Brasil. La Asociación de Comercio de Brasil (AEB) ya ha previsto que, como consecuencia de esto, el comercio del bloque puede retroceder aún más este año. “Estamos ante un claro momento de pérdida de sinergias entre los países, el bloque requiere una redefinición y una reagrupación", ha dicho el economista jefe de la Fundación Centro de Estudios del Comercio (Funcex), Rodrigo Branco, consultado por la agencia de noticias AFP.

 

Aún antes de que el presidente Hugo Chávez se declarara enfermo de cáncer, en junio de 2011, el modelo económico de su socialismo del siglo XXI confrontaba a lo interno dificultades que él atribuía a la mala fe del capitalismo y que, en su ausencia, han empeorado. Solo en alimentos primordiales para la dieta del venezolano –la harina de maíz, la leche en polvo, la carne, la sardinas, los aceites, el azúcar—la escasez promedia 40%. La inflación que en 2012 se redujo a 20,1% luego de marcar 27,6% en 2011, amenaza con cerrar este año en una cifra cercana al 30%.

 

Ante este panorama económico, la Cancillería de Nicolás Maduro, deberá hacer grandes esfuerzos por mantener en pie los apoyos que han manifestado sus amigos de América Latina y el Caribe al resultado electoral del 14 de abril, y que la oposición venezolana ha calificado de dudosos y ha decidido impugnar. Por honrar la promesa que este viernes hizo el canciller Elías Jaua, de incrementar la cooperación venezolana en el Caribe –un mercado al que Venezuela envía 290.000 barriles de petróleo, de los 3 millones de barriles que produce al día—y por la cual recibió, a cambio, una declaración de todos los presidentes de los países miembros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) para que se respeten los resultados oficiales de las elecciones del pasado 14 de abril en Venezuela, en las que fue proclamado ganador el oficialista Nicolás Maduro. Luego, si las cuentas fallan, aún tendrían la posibilidad de culpar al capitalismo salvaje de la merma de simpatías regionales a favor del socialismo del siglo XXI, pero sin el encanto y el carisma que tenía Hugo Chávez para hacer ver que sus errores de gestión eran responsabilidad de otros.

Los dos grandes líderes de la política venezolana

Fernando Mires

27 de abril de 2013

 

Continuidad y ruptura. Así transcurre la historia, pero no de modo alternado sino, reproduciendo a Trotsky, de modo desigual y combinado, lo que en otras palabras significa que, aún en medio de las más profundas rupturas, el futuro mantiene un hilo de continuidad con el pasado de la misma manera que en los momentos más apacibles de continuidad suelen acumularse contradicciones que llevarán mas tarde a otros momentos de ruptura. Esa es la razón por la cual no pocas veces aquello que comienza como revolución termina convirtiéndose en contrarrevolución. Así ha sido, así es y así será.

 

Para poner algunos ejemplos: Napoleón restauró la estructura de dominación monárquica en nombre de la revolución. Stalin restauró la estructura zarista en nombre del comunismo. Fidel Castro restauró las estructuras de las dictaduras militares latinoamericanas en nombre del socialismo. Mao restauró la dominación de los mandarines (el partido) en nombre de la revolución campesina, y Deng Xiaoping, comenzó a construir el capitalismo en nombre del maoísmo.

 

Fue el mismo Marx quien señaló en su Manifiesto que la burguesía después de haber sido revolucionaria, había entrado a “su forma conservadora de vida”. Los reaccionarios de hoy, quiso decir el darwinista Marx, han sido los revolucionarios del pasado; y es lógico y natural que así sea, pues todo lo nuevo será alguna vez viejo y, por lo mismo, históricamente obsoleto. Es la ley de la vida.

 

Ahora bien, de los ejemplos nombrados podemos, entre otros, destacar tres hechos importantes:

 

El primero es que la ideología que cubre cada periodo histórico no es coincidente con los procesos que objetivamente tienen lugar. Así por ejemplo, el jacobinismo fue la ideología de la modernización política de Francia y el socialismo la ideología de la revolución industrial en países económicamente atrasados como Rusia. En el caso latinoamericano, para no ir tan lejos, hay un episodio clásico que muestra de modo preciso la disociación que se da entre ideología y práctica en los procesos de transformación histórica. No, no me refiero todavía al chavismo. Me refiero al peronismo.

 

La ideología de Perón, como casi todo el mundo lo sabe, era mussoliniana. Pero en lugar de ser construido un orden fascista como en Italia, tuvo lugar en Argentina la incorporación populista de los sindicatos obreros a posiciones de poder, en conjunto con la movilización de las grandes masas, en el marco de una industrialización pre-peronista, socialmente excluyente y políticamente oligarca. Ese ejemplo puede hacerse extensivo al tema del chavismo a partir de 1999.

 

Chávez, como también es sabido, hizo uso y abuso de arcaicas ideologías socialistas, pero solo para cubrir un periodo en el cual se intentó integrar al juego del rentismo petrolero a sectores tradicionalmente excluidos. En cierto modo, mediante la restitución de ideologías obsoletas, fue llevada cabo durante Chávez la transición de la “política de grupos” a la “política de masas”, transición que ya había tenido lugar en diversos países latinoamericanos, pero mucho tiempo atrás.

 

El segundo hecho a destacar es que habiendo sido cumplida una determinada tarea histórica, tales regímenes entran en un inevitable proceso de descomposición, la que se manifiesta de modo moral (corrupción) e incluso de modo ideológico. En el caso venezolano por ejemplo, hoy vemos a quienes ayer fueron iracundos marxistas, referirse a Dios y a la Virgen con una devoción que cualquier franquista envidiaría. Una muestra entre tantas de como “la clase de estado” (Poulantzas) ha entrado a su forma no sólo conservadora, sino reaccionaria de vida. En ese sentido si Chávez representó el momento de la transformación social de Venezuela, Maduro, su hijo putativo, representa el momento de la descomposición reaccionaria del chavismo.

 

El tercer hecho a destacar es que tanto el periodo que ya está terminando, como el que está comenzando, se expresan de modo personalista. El que está terminando, se expresó en la persona de Hugo Chávez Frías. El que está comenzando, se expresa y expresará en la persona de Henrique Capriles Radonski. Eso quiere decir que, si desde una perspectiva cronológica Maduro aparece como continuador de Chávez, desde una perspectiva política su continuador deberá ser Capriles.

 

Chávez y Capriles -no se necesita ser adivino para saberlo- serán considerados por los próximos historiadores como los dos más importantes líderes venezolanos de las primeras fases del siglo XXl. Razón por la cual vale la pena detenernos en el “punto de quiebre histórico” que está teniendo lugar con el descenso del chavismo y el ascenso del -así será quizás llamado- “caprilismo”.

 

Veamos: Aceptando incluso la tesis -muy verificable- de que los avances sociales de la era Chávez fueron inferiores a los que tuvieron lugar en otros países de la región durante el mismo periodo, en Venezuela lo destacable fue la incorporación simbólica del “pueblo” al estado. Eso quiere decir que multitudes de pobres suburbanos y agrarios se vieron reflejados en el espejo del poder estatal. En Chávez, para decirlo en breve, los pobres veían a uno de ellos ejerciendo la presidencia. El chavismo fue –algún día habrá que discutir esa tesis- menos que socioeconómico, un fenómeno cultural e incluso psicológico.

 

En Chile, Brasil, Perú, Colombia y otros países de la región en los cuales tuvieron lugar políticas sociales exitosas, los pobres lograron un mayor bienestar material que en Venezuela, de eso no cabe duda. Pero en Venezuela se sintieron simbólicamente representados en el poder, lo hubieran estado o no. Ese fue, a mi entender, el secreto del auge de Chávez.

 

De esta manera, el primer paso que llevará a Venezuela a la modernidad, el de la incorporación del pueblo al poder simbólico, ya fue dado durante Chávez. El segundo paso, el de la conversión de esa masa social en ciudadanía política activa, deberá ser dado en el futuro próximo por Capriles. O dicho así: mientras Chávez fue el impulsor de la transformación social, Capriles deberá ser, más temprano que tarde, impulsor de la transformación democrática y política de la nación.

 

Esas son las razones por la cuales afirmo que entre Chávez y Capriles, a pesar de todas las rupturas habidas y por haber, hay un hilo de continuidad histórica. Capriles al menos lo ha entendido así.

 

Cuando en sus diferentes discursos Capriles se refirió a la conservación de las misiones, no jugaba al oportunismo electoral. Todo lo contrario; Capriles ha entendido, en contra de las capas más retrógradas del antichavismo, que la creación de un orden democrático pasa por la incorporación social y simbólica de los más pobres y no por su exclusión. Eso no quiere decir -entiéndase bien- que la continuidad histórica que se da entre Chávez y Capriles anula las diferencias entre ambos líderes. Estamos hablando aquí -por si alguien no lo ha captado- de una continuidad en la diferencia.

 

La diferencia entre el momento histórico de Chávez y el que dirigirá Capriles explica a su vez las notables disimilitudes políticas y personales que se dan entre ambos líderes.

 

Capriles, por ejemplo, no es un líder mesiánico ni mucho menos un caudillo militar, como lo fue Chávez. Pero sí es un líder político y democrático como no lo fue Chávez. Cada momento escoge a sus nombres y no los nombres a su momento.

 

El precio de la transformación social chavista ha sido por cierto enorme. No me refiero sólo a la debacle económica que ya se anuncia con sus terribles secuelas inflacionarias y escasez de productos básicos. Me refiero antes que nada a la erosión de las instituciones públicas, a la degradación de la moral ciudadana, a la militarización de la política, y no por último, a la subordinación ideológica del estado venezolano a la dictadura militar cubana.

 

Debido a esas razones, el agotamiento definitivo del chavismo ya estaba anunciado durante Chávez. De modo que nadie faltará al respeto si afirma que Chávez murió justo a tiempo para preservar su imagen redentora. Hasta en ese punto demostró habilidad. Si hubiera muerto un tiempo después, habría tenido que comandar no su muerte sino la del régimen chavista, tarea que endosó a Maduro. Maduro, desde esa perspectiva, es el administrador de un “mientras tanto”, el de la agonía del gobierno chavista.

 

Ahora, visto el tema desde una perspectiva inversa, las tareas que aguardan al inevitable ascenso de Capriles serán enormes. La primera será desplazar del poder a la oligarquía de estado, clase dominante formada durante el largo periodo chavista bajo el amparo del autócrata. Cuando y como cristalizará formalmente ese desplazamiento, nadie lo sabe. Lo único que se sabe es que desde un punto de vista informal, ya ha comenzado. Luego vendrá la democratización del estado, la desmilitarización de la política y por cierto, la reincorporación de Venezuela en la comunidad de las naciones democráticas del planeta.

 

Pero quizás la tarea más difícil del tiempo de Capriles será reconciliar políticamente a la nación, es decir, transformar a quienes hoy son declarados enemigos en adversarios que disputan en buena lid las zonas públicas del poder. Es por eso que en Venezuela reconciliación y democratización son términos complementarios, casi sinónimos. Es por eso también que la tan ansiada reconciliación nunca podrá venir desde el lado del chavismo pues, de acuerdo a la máxima castrista que sustentan sus jefes (Maduro, Cabello, Rodriguez, Jaua) el poder, una vez alcanzado, no se devuelve, aunque sea al precio del fraude. Eso quiere decir que si es discutible si durante el momento de Chávez hubo una revolución social, durante el momento de Capriles tendrá que ocurrir algo muy parecido a una revolución política.

 

Pero seamos sinceros: las transformaciones políticas que esperan a la Venezuela del mañana nunca habrían podido ser pensadas si es que durante Chávez no hubiera tenido lugar la transformación simbólica de las relaciones entre poder y pueblo. El periodo de Chávez fue, como diría Hegel, una astucia de la razón histórica. Chávez, en cierto modo, ha preparado la ruta de Capriles. Ese, reitero, es el hilo de continuidad que unirá a Chávez con Capriles, aunque ninguno de los dos líderes lo hubiera así imaginado y, mucho menos, deseado.

Un limbo para Caracas

Raúl Rivero

26 de abril de 2013

 

No se aprecia la búsqueda de salidas coherentes y negociadas, sino una cadena de denuncias de golpes y contragolpes, militarización de sectores de la economía, represión y amenazas: empezó la caída del socialismo del siglo XXI.

 

Nicolás Maduro tuvo que convertirse en un imitador de Hugo Chávez para llegar a la presidencia de su país. Ahora, después de copiar a uno de sus jefes, tiene que tratar de reproducir el régimen de sus otros mentores, los hermanos Castro, para resistir un tiempo en el palacio de Miraflores.

 

La realidad de ese país sudamericano muestra la acción de un político falso, sin personalidad, improvisado, que liquida los últimos espacios de la verdadera democracia para tratar de instalar el modelo de la dictadura que arruinó a Cuba y ha convertido la libertad en un sueño de más de 50 años.

 

Hay un entramado que sigue un guión escrito en La Habana para que Maduro pueda gobernar sin oposición. Se prepara un proceso contra Henrique Capriles, acusado de promover la violencia en las protestas contra el pucherazo del 14 de abril. En los medios oficiales los altos dirigentes lo llaman abiertamente asesino y fascista. La señora ministra de los centros penitenciarios anunció que le prepara una celda especial.

 

En ese mismo camino, el presidente de la Asamblea Nacional, el teniente retirado Diosdado Cabello, dijo que los diputados que no reconozcan la presidencia de Nicolás Maduro no tendrán derecho a hablar en el parlamento.

 

Los expertos coinciden en que la única forma de salir de la crisis general que padece la nación es mediante la unidad de todas las fuerzas y de los diversos sectores de la sociedad más dividida hoy que nunca en dos mitades perfectamente identificables después de los resultados de las elecciones. Pero Maduro mantiene el tono que aprendió de Chávez y de sus jefes cubanos que es el de manejarse con sus adversarios como una pandilla en un bar del puerto.

 

No se aprecia la búsqueda de salidas coherentes y negociadas. Lo que se puede ver es una cadena de denuncias de golpes y contragolpes, militarización de sectores de la economía, represión, amenazas y esta cifra productora de insomnios y miedos: 3.400 asesinatos en los primeros tres meses de 2013.

 

En Venezuela empezó la caída del socialismo del XXI. Y en este tiempo es imposible montar otra vez el estalinismo tropical de la Cuba de 1959. Maduro tiene que reinventar el limbo.

La oposición venezolana

impugnará las elecciones presidenciales

Ewald Scharfenberg

26 de abril de 2013

 

El opositor Capriles dice que no participará en una auditoría tutelada por el Gobierno del presidente Maduro

 

Otro anuncio nocturno de Henrique Capriles Radonski. Concluido el plazo de 24 horas que se había trazado para aguardar alguna decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) con respecto al inicio de la auditoría de los votos de las elecciones presidenciales del 14 de abril, el líder de la oposición venezolana, que no obtuvo respuesta, hizo saber que impugnará el proceso electoral ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

 

El candidato opositor, derrotado en las elecciones según el resultado oficial por el actual presidente Nicolás Maduro, dijo que tiene presente que el TSJ, como otros poderes del Estado venezolano, están capturados por el Ejecutivo. “Pero esto no se agota aquí, en estos poderes que responden al gobierno”, esbozó una hoja de ruta. “Hay muchos precedentes donde la justicia interna no responde pero al final hay justicia”, añadió.

 

Capriles también dejó saber que la oposición no participará en una auditoría “chucuta” —trunca o corta, en el español de Venezuela— como la que ofrece el CNE, en la que no habría cabida para la revisión de los cuadernos de votación ni acceso a los reportes de desempeño de las máquinas de registro de huellas dactilares.

 

Así se podría estar gestando un escenario en el que el organismo electoral –controlado por el chavismo- haga una inspección rutinaria del sistema electoral, para complacer a la comunidad internacional que así lo espera, mientras que el comando de campaña opositor, peticionario original de la auditoría, se mantendría al margen.

 

“Hay un instrumento que personaliza el voto y ese es el cuaderno de votación, que es donde se marca la huella y se firma”, puso Capriles en perspectiva la determinación de abandonar cualquier proceso de revisión que no incluya ese registro. “Es la constancia más importante de que usted estuvo allí y ejerció su derecho al voto”.

 

Desde que se conocieron los resultados oficiales de las elecciones presidenciales, la misma noche del 14 de abril, Capriles y los miembros de su comando anunciaron que no reconocerían el triunfo del candidato oficialista Nicolás Maduro, por un margen de poco más de 200.000 votos, hasta tanto no se hiciera un recuento “voto a voto”, habida cuenta de numerosas irregularidades que se habrían documentado. La exigencia opositora y la renuencia del gobierno a aceptarla llegaron a encender disturbios callejeros la semana pasada por todo el país. En un intento por aplacar el conflicto y ofrecer un gesto de apertura frente a la presión de la comunidad internacional, las autoridades del CNE acordaron el 18 de abril practicar una auditoría. Pero desde entonces le han dado largas al pendiente, mientras sus voceras más conspicuas aconsejan a la opinión pública no “hacerse expectativas” con el proceso de auditoría.

 

Ahora, la contestación de Capriles y sus seguidores pasa a una fase de índole jurídica, que puede congelar los ánimos de protesta callejeros. En cierto modo, esta deriva refuta las predicciones de los máximos representantes del gobierno, como el propio presidente Maduro, quien apenas minutos antes dijo, ante una asamblea de empresarios en el estado de Zulia (occidente, frontera con Colombia), que la oposición se proponía convocar a una “huelga general indefinida”.

 

Como la noche anterior, el candidato opositor y gobernador del estado de Miranda reiteró su convicción de que el triunfo en las elecciones le fue escamoteado: “El CNE fue quien le dijo a Maduro que fuera presidente, pero el pueblo me eligió a mí”. Reveló así mismo que su objetivo es conseguir que se repitan las elecciones, o en su totalidad, o parcialmente, en mesas donde se constaten irregularidades.

 

Todo esto fue el epílogo de una jornada en la que se vio un repunte de las actividades de los cuerpos de seguridad para desbaratar las conspiraciones que, desde la perspectiva del gobierno, traman atentados contra la estabilidad del país.

 

En horas de la mañana, el ministro del Interior, general Miguel Rodríguez Torres, informó sobre la detención –ordenada por el propio Maduro- de un ciudadano estadounidense, Timothy Hallet Tracy, de 35 años. De acuerdo al funcionario, las investigaciones determinaron que Tracy pertenece a una “organización de inteligencia”, porque tiene entrenamiento en esa materia, “sabe cómo infiltrarse, cómo reclutar fuentes, cómo manejar información con seguridad” y habría servido de enlace con los movimientos juveniles de oposición al gobierno.

 

La captura se habría producido cuando Tracy se disponía a abandonar el país. Testimonios de algunas personas que han conocido al estadounidense en Venezuela, así como de la propia familia de Teracy en Michigan, Estados Unidos, sostienen que se trata de un cineasta documentalista que produjo recientemente un programa para el Discovery Channel.

 

Más temprano, efectivos de la policía política (Sebin- Servicio Bolivariano de Inteligencia) hicieron una redada en un barrio de clase alta al sureste de Caracas, Cerro Verde, y detuvieron a algunos activistas de los movimientos juveniles.

 

También se supo que el reconocido periodista Nelson Bocaranda habría tenido que abandonar el país luego de conocer que se preparaba una medida en su contra. Mediante filtraciones de fuentes privilegiadas, Bocaranda fue quien informó de manera oficiosa sobre la enfermedad y agonía del presidente Hugo Chávez, cuando el gobierno venezolano hacía sus mayores esfuerzos por mantener el hermetismo en torno al comandante.

 

Ahora, el gobierno atribuye a Bocaranda el haber provocado la semana pasada los ataques contra dispensarios médicos gestionados por cooperantes cubanos, ataques de los que no hay evidencias, según reporteros que han acudido a constatarlos. El gobierno publicó avisos de prensa inculpando al periodista, mientras grupos de base afectos al chavismo llevan adelante batidas para recoger firmas en solicitud de pena de prisión para Bocaranda.

 

El auge de las actividades de represión política coincide con el nombramiento, este jueves, del mayor Húgo Carvajal como titular de la Dirección de Contrainteligencia Militar. Carvajal es un exoficial del ejército de perfil misterioso y controvertido. Alguna vez la revista Semana de Bogotá lo llamó “el Montesinos de Chávez”, en comparación con el lúgubre asesor del presidente Alberto Fujimori en el Perú de los años 90.

Capriles acusa directamente a Maduro

de robar las elecciones

24 de abril de 2013

El líder de la oposición venezolana da hasta mañana al órgano electoral para iniciar la auditoría de votos. La cadena pública corta su declaración. Cacerolazo de protesta en Caracas.

Véase cómo asesina

el socialismo del siglo XXI

Los falsos rojos

Cristina Marcano

23 de abril de 2013

 

Nicolás Maduro y su entorno han reaccionado con torpeza tras su exigua victoria en las elecciones de Venezuela. Han iniciado una caza de brujas para detectar a aquellos de los suyos que votaron a la oposición

 

Por pura casualidad la tarde del lunes 15 de abril presencié en primera fila la escena que dio inicio a las protestas de la oposición en demanda de la revisión de los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela. El tránsito en Caracas era milagrosamente fluido y el ambiente tranquilo pero demasiado sombrío para el trópico. Poca gente y escasos coches en las calles como si el domingo hubiera sido prorrogado.

 

De pronto, faltando apenas minutos para la proclamación presidencial de Nicolás Maduro, estalló la acción. Unos 30 militares, felinamente agazapados tras unos arbustos, echaron a correr al tiempo que decenas de jóvenes aparecían gritando consignas y agitando banderas por la ancha avenida hacia la que se dirigía el taxi.

 

Nada extraordinario en la capital venezolana, a no ser por un detalle que llamó mi atención y la del conductor. Habiendo podido impedir que la multitud tomara la principal autopista de la ciudad, con un par de bombas lacrimógenas como acostumbran, los soldados los dejaron hacer y permanecieron alineados al borde, tan solo mirando.

 

Me pregunté si esperaban órdenes de sus superiores para actuar o una reprimenda. ¿Habrían votado disciplinadamente por Maduro o la mitad de ellos lo habría hecho por su rival, Henrique Capriles? ¿Obedecía esa inusual permisividad a que eran traidores o infiltrados, como cataloga el Gobierno a quienes comen de su mano y votan por la oposición?

 

Esa misma interrogante, aplicada a un universo de 19 millones de electores, mortifica desde entonces a un Gobierno sorprendido por el aluvión de votos que recibió la oposición, a un presidente inseguro y errático. Sorprendido por cifras difíciles de digerir y aturdido con las cacerolas, que retumbaron hasta en las barriadas pobres. Ilegítimo para millones y bajo sospecha internacional hasta que se demuestre lo contrario.

 

Lo que iba a ser una gran fiesta para el candidato oficial, confiado en alzarse con un mínimo de ocho puntos de ventaja, terminó siendo un baño de agua helada. Lo que se preveía como una luz verde para la aplanadora chavista y la radicalización de su proyecto político no ha sido más que una exigua victoria con sabor a descalabro.

 

El hechizo de Chávez no funciona igual desde el más allá. Aunque se invoque su memoria, el carisma no es hereditario. Incluso dando por buenas las cifras que las autoridades electorales aceptaron revisar tras cuatro días de protestas, la realidad es que el equilibrio de fuerzas ha cambiado y la hegemonía chavista en las votaciones ya no es tal.

 

Con la desaparición del caudillo se esfumaron miles de votos, disparando una tendencia que se observa desde 2006, aunque no a semejante velocidad. Desde su reelección en octubre pasado, sus discípulos dilapidaron más de 100.000 votos mensuales.

 

Políticamente, el país es una naranja cortada a la mitad con precisión, aunque sin balance alguno. Maduro lleva el revés tatuado en el ceño, pero actúa con la misma prepotencia de antes, como si su piso político hubiera quedado intacto. El Gobierno sabe, amargamente, que su ventaja se desplomó de 11 a menos de dos puntos en seis meses mientras que la oposición creció cinco.

 

Pero antes que reflexionar a fondo sobre las causas, hay quienes, atemorizados por la posibilidad real de perder el poder, buscan conjurar los fantasmas con el simplismo de la depuración ideológica.

 

Ante el campanazo de los venezolanos, Maduro y compañía han reaccionado torpemente. De manera paranoica y autoritaria. Y, desde hace una semana, propician una cacería de brujas en la Administración pública para detectar a los “falsos rojos”, como algunos denominan a quienes ejercen sus derechos constitucionales.

 

Ha habido reportes de revisión de los teléfonos de agentes policiales y del cateo de escritorios en ministerios en busca de algún rastro de libertad de pensamiento; de despidos y amenazas a empleados públicos, de arresto a militares presuntamente cercanos a la oposición, y surgió una cuenta en Twitter —@cerotraidores— con mensajes como el siguiente: “Esta señorita de la foto trabaja en Petropiar Anzoátegui PDVSA y apoya libremente a Capriles”.

 

Si ese es el camino escogido por Maduro, su Gobierno tiene un arduo e inútil trabajo, que hará más ineficiente una burocracia donde la fidelidad política está por encima del profesionalismo. Salvo contadas excepciones de quienes se niegan a disfrazarse, no podrá identificar a los casi 700.000 “falsos rojos” que le arruinaron la celebración. Y si algún pajarito se lo pudiera decir, esos votos no volverán.

 

Formados en la escuela de polarización de Chávez, sus pupilos no conciben otra manera de relacionarse con la oposición, y sus líderes, que la amenaza y la satanización. Soplan otros vientos, pero siguen anclados a esa dinámica. Y asoman el rostro de lo que va siendo el chavismo sin Chávez: más de lo mismo, pero sin su liderazgo carismático y su olfato político, con la tentación de compensar la debilidad con el uso de la fuerza.

 

Maduro tuvo un agrio estreno. En lugar de exponer sus planes, repartió amenazas a diestra y siniestra. Prohibió una manifestación, censuró a dos televisoras por transmitir en vivo una rueda de prensa de Capriles —“defínanse con quién están, ¿con la patria o con el fascismo?”— y acusó a la oposición de desmanes que nunca ocurrieron como el incendio de centros de salud, desmentido con pruebas por la prensa y ONG. Innecesaria su advertencia de que gobernará con “mano dura”.

 

En medio del desconcierto y las críticas en sus filas, el sucesor ruge con mirada asustadiza y apela al viejo guion de los planes diabólicos de la burguesía para reanimar a sus seguidores sin mayor éxito. No ha sido una reacción aislada. Las damas rojas que presiden la fiscalía, la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Supremo lo han respaldado, como cabía esperar, y adelantaron la posibilidad de enjuiciar a Capriles y miembros de su comando por instigación a la violencia y rebelión.

 

En esta coreografía del poder destacó notablemente el exmilitar Diosdado Cabello, jefe de la Asamblea Nacional, quien mostró su talante al negar la palabra a los diputados opositores si no reconocían a Maduro como presidente. Toda una declaración de intenciones. Pero ninguna amenaza puede ocultar su estremecimiento.

 

Hace un mes pensaban que Capriles se inmolaría y, en cambio, ha salido fortalecido como líder, ganándose el respeto de la masa opositora y, algo clave, el de los dirigentes de la coalición. Ganó esa batalla y otra, que el propio oficialismo le sirvió en bandeja de plata. El rechazo inicial de los poderes a revisar los votos le permitió mostrar músculo y lograr que su reclamo cobrara un tono épico que no habría tenido si hubiera sido atendido de inmediato.

 

A la oposición le tomó años admitir que el chavismo caló profundamente como movimiento, algo que no puede perder de vista. La venda que debería caer ahora es otra. Pero el Gobierno no luce dispuesto a quitársela, preso de su adicción al poder y de sus prejuicios ideológicos.

 

Venezuela tiene por delante un largo mes y un panorama difícil independientemente del resultado de la auditoría. Si hubo fraude, Capriles habrá hecho historia, pero gobernará en condiciones políticas y económicas muy adversas. Si no ¿podrá mantener la moral de sus seguidores y conducirlos asertivamente hacia la próxima gran batalla? En el horizonte brilla la posibilidad de ganar las parlamentarias de 2015 y ejercer un verdadero contrapeso a la presidencia.

 

La ratificación de Maduro le daría cierto aire. Puede seguir cazando fantasmas y embestir a la oposición. Pero difícilmente su precaria ventaja le permitirá radicalizarse e imponer un modelo hegemónico. ¿Podrá controlar ese misterio que son las fuerzas armadas? ¿Confía en la lealtad de sus copartidarios? ¿Logrará derrotar a su gran enemigo, al que ni siquiera pudo vencer Chávez? Ese monstruo de 1.000 cabezas en que se ha convertido el aparato estatal, corrupto e incompetente, que no puede ni con la economía ni con el hampa, seguirá engendrando “falsos rojos” día tras día.

Unasur y su visión de la democracia venezolana

Carlos Malamud

22 de abril de 2013

 

No en vano Ahmadineyad estuvo en Caracas en la asunción de Maduro, y los presidentes de Corea del Norte, Siria y Bielorusia felicitaron calurosamente al triunfador

 

La Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) fue creada en 2008 para suceder a la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN o CASA). El cambio de nombre fue una imposición de Hugo Chávez durante la I Cumbre Energética de América del Sur celebrada en Isla Margarita en abril de 2007. Su mera existencia no ha resuelto el principal problema de la integración regional, como muestra la compleja cohabitación con la CELAC (Comunidad de estados de Latinoamérica y el Caribe). Por eso sigue pendiente la pregunta de qué se debe integrar, América del Sur o América Latina.

 

Pese a los orígenes y contradicciones de Unasur, sus principales impulsores (Brasil y Venezuela) y la mayor parte de sus países miembros, estiman que una de sus mayores virtudes es su capacidad para resolver los problemas regionales sin la presencia tutelar de Estados Unidos u otras potencias europeas. La sola existencia de Unasur constata la mayoría de edad de América del Sur, una región que ya es capaz de actuar por sí misma y en defensa de sus propios intereses. De esta forma, han sido varias las ocasiones en que los 12 países miembros se han reunido de urgencia para tratar algunas de las crisis nacionales en que la estabilidad de la democracia regional se había visto amenazada por algún “golpe de estado” o acción “destituyente”. Ocurrió con Bolivia, con Ecuador, con Paraguay y ahora nuevamente con Venezuela, pero siempre con el mismo guión y el mismo “relato”.

 

El país que ostenta la presidencia pro témpore convoca una reunión de urgencia a la que acuden la mayor parte de los presidentes de la organización. Tras la foto de familia y un encuentro más o menos breve se emite un comunicado que pone de manifiesto la existencia de una posición común en defensa de la democracia en América del Sur. Concluida la Cumbre todo el mundo regresa a su país, salvo el pasado jueves 18 de abril cuando los presidentes volaron de Lima a Caracas para participar en el solemne acto de toma de posesión de Nicolás Maduro.

 

El siempre dicharachero José Mujica definió muy bien la satisfacción colectiva que reinaba en el ambiente ante los logros alcanzados. Por ello calificó de “rápido e inteligente” el respaldo de Unasur a las elecciones presidenciales venezolanas. Según sus palabras se trató de un pronunciamiento que por sus características no tiene antecedentes en América Latina. En el pasado “en el mejor de los casos, se acudía a la Organización de Estados Americanos y difícilmente se lograban acuerdos globales”.

 

En esta ocasión la Cumbre presidencial aprobó una declaración de cinco puntos que comienza ratificando la “vocación democrática” del pueblo venezolano, al que felicita “por su masiva participación en la elección presidencial del 14 de abril” a la vez que “saluda al presidente Nicolás Maduro por los resultados” electorales y su elección como presidente de Venezuela (punto 1º). Una vez constatada la legitimidad del triunfo de Maduro “insta a todos los sectores que participaron en el proceso electoral a respetar los resultados oficiales de la elección presidencial emanados del Consejo Nacional Electoral (CNE)”, la autoridad competente en la materia (2º).

 

Posteriormente se apoya en lo actuado por la Misión Electoral de Unasur en Venezuela y su Declaración del 15 de abril para impartir doctrina. Se da la casualidad que dicha misión electoral estuvo encabezada por el político argentino Carlos “Chacho” Álvarez que desde antes de su llegada a Caracas ya alababa la eficacia, la neutralidad y la legalidad del sistema electoral venezolano. A diferencia de otras misiones electorales que no pudieron realizar su labor, la de Unasur tuvo todas las puertas abiertas. Por ello, los mandatarios concluyeron “que todo reclamo, cuestionamiento o procedimiento extraordinario que solicite alguno de los participantes del proceso electoral deberá ser canalizado o resuelto dentro del ordenamiento jurídico vigente y la voluntad democrática de las partes. En tal sentido, toma nota positiva de la decisión del CNE de implementar una metodología que permita la auditoría total de las mesas electorales” (3º).

 

En la misma línea llama “a deponer toda actitud o acto de violencia que ponga en riesgo la paz social del país y expresa su solidaridad con los heridos y las familias de las víctimas fatales del 15 de abril” e invoca “al diálogo y a contribuir a preservar un clima de tolerancia en beneficio de todo el pueblo venezolano” (4º). Y para ello crea una comisión para investigar “los hechos violentos del 15 de abril” (5º). Se da la circunstancia que tales hechos, según la interpretación del gobierno de Maduro, fueron responsabilidad de la oposición.

 

Sin embargo, Unasur no se ha propuesto investigar las circunstancias bajo las cuales se desarrolló la campaña electoral, ni las denuncias de la oposición, ni las agresiones físicas sufridas por los parlamentarios de la MUD (Mesa de Unidad Democrática) en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, ni que el presidente de la misma, Diosdado Cabello, le retirara la palabra a los representantes opositores sin ningún sustento legal ni reglamentario, hasta tanto reconozcan a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela.

 

La profunda satisfacción con que la mayoría de los presidentes suramericanos analiza los logros de Unasur va acompañada de una total descalificación de las críticas que se le formulan. Por lo general, se afirma, éstas provienen de Europa y Estados Unidos y no tienen en cuenta las peculiaridades de la democracia en la región. Este estado de complacencia no refleja otro hecho preocupante: a diferencia de la incomprensión de los anteriores, quiénes sí entienden perfectamente los mecanismos que rigen el funcionamiento de la democracia en América Latina son países como Rusia, China o Irán. No en vano Ahmadineyad estuvo en Caracas en la asunción de Maduro, y los presidentes de Corea del Norte, Siria y Bielorusia felicitaron calurosamente al triunfador. Por si fuera poco, Alexander Lukashenko lo invitó a visitar su país cuando le fuera posible. Con apoyos como éstos el futuro de la democracia en América del Sur está totalmente garantizado.

Resistencia pacífica

Martín Santiváñez Vivanco

21 de abril de 2013

 

No nos engañemos. No solo los venezolanos comprometen su futuro. Toda Latinoamérica.

 

Henrique Capriles tiene ante sí la disyuntiva histórica de aceptar el triunfo de la maquinaria estatal chavista o denunciar un fraude que ha sido construido lentamente a lo largo de tres lustros de autoritarismo bolivariano. El efecto lógico de rechazar el resultado es movilizar a la oposición y tomar la calle hasta las últimas consecuencias. El chavismo, que nació bajo el amparo del fusil, no vacilará en utilizar la pólvora, y es precisamente este hecho el que deben calibrar los líderes de la oposición.

 

Sin embargo, si la denuncia del fraude se limita al ámbito formal (“queremos una auditoría para recontar los votos”) es probable que la maquinaria chavista conjure sin problemas los reclamos de la Mesa de la Unidad Democrática. El chavismo controla el poder electoral. La revolución del siglo XXI ha tenido mucho tiempo para preparar su respuesta a las eventualidades de una votación ajustada. Por eso, si Capriles no captura la calle y obtiene el respaldo de la comunidad internacional, sus probabilidades se debilitan.

 

Estertores fujimoristas. Algo parecido sucedió durante los estertores del fujimorismo. Cuando el mandarinato compartido de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos obtuvo la rerrelección empleando de manera fraudulenta los recursos del Estado y persiguiendo mediáticamente a los opositores, Alejandro Toledo lideró una coalición que salió a las calles y desconoció el triunfo de Fujimori. Eso, con el tiempo, fue determinante para la recuperación de la democracia. Los populismos son tigres de papel, se derrumban cuando se enfrentan a una organización con objetivos claros que actúa con audacia. El chavismo ha violado todas las leyes electorales, pisoteando su propia Constitución, el equilibrio de poderes y la independencia de las agencias del Estado. La resistencia pacífica está más que justificada.

 

Por otro lado, el ala pretoriana del chavismo, liderada por Cabello, antes controlada por la barrera personalista del líder, hoy adquiere mayor relevancia. El pretorianismo chavista no está contento con los resultados y aspira a copar al movimiento. Esto es comprensible. Maduro ha realizado una de las peores campañas en la historia venezolana. Por supuesto, nadie esperaba un derroche de carisma comparable al del fundador. Pero sí, por lo menos, cierta sindéresis política. Los exabruptos de Maduro han pasado factura al chavismo.

 

El frente interno. Con todo, el nuevo presidente de facto tiene un frente interno sumamente complicado. Capriles consolida su liderazgo (sería un error pensar en reemplazarlo) y la oposición avanza. Además, el pacto entre Maduro y el castrismo puede convertirse en un factor determinante en contra del madurismo si los pretorianos exigen una política más nacionalista, un retorno a las bases, un chavismo autárquico. Los satélites corruptos del chavismo saben que el festín de Baltazar no durará por siempre y buscan prolongarlo a como dé lugar. La cumbre de Unasur es una muestra de hasta qué punto numerosos presidentes sudamericanos todavía se sienten en deuda con el chavismo. La billetera dadivosa de Chávez ha protegido a su delfín en Lima. Unasur, uno de los engendros geopolíticos del socialismo del siglo XXI, ha cumplido su misión al legitimar vergonzosamente la dictadura de Maduro.

 

Un peronismo tropical. Si la revolución bolivariana administra bien la herencia de Chávez a mediano plazo tendremos un peronismo tropical capaz de lograr la alternancia en el poder, cuando no la hegemonía manifiesta. En Latinoamérica, los militares son institucionalistas, su papel relevante en la construcción de las nacionalidades ha creado en ellos la percepción de que son la auténtica clase dirigente, el patriotismo en armas, los “guardianes socráticos”, si empleamos una reciente expresión de Ollanta Humala. El peronismo ha persistido por su entraña popular pero también por ese origen pretoriano que influyó en su capacidad organizativa. No estamos ante un escenario distópico. La militarización del chavismo es evidente. Maduro amenaza a sus rivales con el fusil e inmediatamente clama: “¡Paz!, ¡paz!, ¡paz!”. Esta bipolaridad, como dicen los lemas de campaña chavista, “solo es posible en el socialismo”.

 

Saqueo de Venezuela. Tras esta Cumbre de Unasur es bastante obvio que Correa, Mujica, Dilma Rousseff (Lula), Humala y el largo etcétera de los usufructuarios de la revolución bolivariana (todos fueron apoyados económicamente por Chávez) sostienen con su gesto interesado el saqueo perpetuo del Estado venezolano. El reduccionismo electoral es indefendible. La democracia es mucho más que una elección amañada. Latinoamérica no debe permitir que se consolide el fraude chavista. Solo la audacia salvará a la oposición. Y la resistencia pacífica, constante, apoyada por los demócratas de todo el mundo. Capriles tiene que tomar la calle sin violencia para evitar la prolongación de una dictadura nefasta que ha dividido a todo el continente empleando el dinero negro de la corrupción. No nos engañemos. No solo los venezolanos comprometen su futuro. Lo que de verdad está en juego es la libertad de toda Latinoamérica. Y por esa libertad, como bien nos los enseñó Bolívar, vale la pena luchar.

Un gobierno para dos pueblos

Miriam Celaya

21 de abril de 2013

 

Las elecciones venezolanas del pasado 14 de abril confirmaron los pronósticos de muchas encuestas y opiniones de diversos expertos en temas de política. Que Nicolás Maduro se “ratificara” en el poder no constituyó exactamente una sorpresa, pero el estrechísimo margen de ventaja sobre su rival, Henrique Capriles, sí lo fue… Al menos para él y para los chavistas, que aspiraban a una victoria más convincente después de haber dilapidado profusamente los recursos del Estado en una aparatosa campaña electoral en la que hubo desde un prolongado y dramático sepelio, hasta un pajarito agorero y parlanchín que tuvo la desgracia de convertirse en la envoltura material del alma del difunto Hugo Chávez, para fungir como médium ante el heredero político.

 

De victoria pírrica para el Partido Socialista Unificado de Venezuela han calificado algunos los resultados de los comicios. Para la oposición, al menos hasta el momento en que el Consejo Nacional Electoral informó de los resultados, fue una enorme victoria si se le compara con las elecciones generales del pasado octubre, cuando obtuvo un respetable 44% de los votos. En apenas seis meses de aquellas y a solo pocas semanas de la muerte del caudillo, Capriles remontó la popularidad y ha incrementado en un 5% las filas de sus seguidores, lo que confirma que el chavismo sin Chávez está condenado a la extinción.

 

La mínima ventaja del candidato chavista ha traído como consecuencia el no reconocimiento de los resultados por parte de la oposición y los ulteriores acontecimientos de violencia que se están produciendo, poniendo en peligro la precaria estabilidad y la seguridad al interior de Venezuela. Obviamente, Venezuela se ha polarizado dramáticamente, tal como ocurre en todos los escenarios en que se ha instaurado de forma más o menos prolongada una dictadura de cualquier color ideológico. En este caso, la violencia se ve estimulada desde el propio poder, no solo por la organización de cuerpos de civiles y paramilitares para responder a la inconformidad de los partidarios de la oposición, sino en el lenguaje agresivo y amenazador del presidente que no parece comprender que en lo sucesivo le corresponde la tarea, nada sencilla, de gobernar con el apoyo de solo la mitad de los venezolanos.


Ciertamente, puede asegurarse que en caso de haber resultado ganador Capriles, el sector chavista tampoco hubiese aceptado los resultados. Esto queda demostrado cuando Maduro asegura que “el pueblo votó por él”, lo que sugiere que los más de siete millones que votaron por Capriles son una especie de “no pueblo” para el señor presidente. Así, como era previsto, las elecciones de este abril han abierto el escenario a un país convulso, dividido en dos pueblos: el chavista, a duras penas ganador y ya desgastado en la retórica de las consignas y del pobre desempeño económico de más de una década; y el antichavista, una propuesta nacionalista al menos diferente en tanto propugna el rescate de la economía con la defensa de los recursos de la nación y marca la distancia con el gobierno de La Habana.

 

Por el momento, lamentablemente, solo se están emitiendo señales de violencia. El gobierno de Maduro, juramentado este 19 de abril, había antes anunciado que va a aplicar una política de “mano dura” contra la oposición, a la que califica de “fascista”. Apenas con 1,83 puntos porcentuales de ventaja en las urnas, el mandatario muestra al 100% la voluntad de reprimir a quienes se le oponen. Una tendencia que bien pronto aumentará la presión sobre los ya caldeados ánimos venezolanos.

 

Habrá que seguir con atención el desarrollo de los acontecimientos y los movimientos políticos de los aliados de Maduro en la región, más interesados en continuar parasitando sobre el petróleo chavista que en una solución efectiva de lo que se avizora como un conflicto de consecuencias impredecibles.

 

Por el momento, pudiera decirse que La Habana no parece haber sido muy atinada a la hora de elegir a su nuevo pupilo, ni podrá controlar a Venezuela a través de Maduro, ni éste con la continuidad del chavismo podrá superar el sisma que se ha abierto entre los venezolanos.

 

Hoy los cubanos sabemos que –por fortuna– nunca se cumplirá aquel sombrío augurio que realizara en sus momentos de gloria el hoy defenestrado vicepresidente Carlos Lage, acerca de que Cuba tenía “dos presidentes”, el de la Isla y el venezolano Chávez. Por el contrario, resulta que actualmente Venezuela tiene un solo presidente para tratar de gobernar sobre dos mitades contrarias en un solo país: los que votaron por él mismo y los que apostaron por Capriles. Un resultado que consolida a la oposición y constituye el canto de cisne del socialismo del siglo XXI, algo que nos recuerda que las naciones no se deben fundar jamás sobre las veleidades de las ideologías.

Maduro o el discurso de la mentira

Fernando Mires

21 de abril de 2013

 

Al parecer no hay nadie que le diga que la razón principal por la cual pulverizó en pocos días la herencia electoral del presidente muerto, reside en que sus mentiras han sobrepasado el límite que las contenga. Porque nunca se ha visto en toda la historia de América Latina mentir tanto en tan pocos días como lo ha venido haciendo Nicolás Maduro desde que lo designaron sucesor, como si Venezuela fuera una satrapía hereditaria.

 

Mentir, mentir que algo queda era la divisa de Goebbels. La de Maduro en cambio parece ser la de mentir, mentir, hasta que no quede nada.

 

Desde cuando viajaba a Cuba todos los días está mintiendo. Mintió cuando afirmó que el difunto estaba recuperándose de su enfermedad. Mintió con una firma tan impecable como chimba. Mintió cuando habló de una reunión de trabajo de cinco horas, no respetando siquiera el dolor de quien ya emitía sus últimos suspiros. Mintió al hacerse nombrar ilegalmente presidente de la república. Mintió cuando anunció que no iba a haber un “paquetazo” y a los pocos días hubo dos. Mintió grotescamente con la inoculación de cáncer por medio del “imperio”. Mintió movilizando encuestas de manipulación pública, verdadera plaga venezolana. Mintió cuando anunció que Capriles, incapaz de competir con él, retiraría su candidatura. Mintió inventando desestabilizaciones, conspiraciones, atentados de mercenarios que provenían desde El Salvador y Colombia. Mintió siempre, sin presentar jamás prueba alguna. Mintió incluso a Capriles al aceptar el recuento voto a voto. Mintió y miente, como malo de la cabeza, como si estuviera enfermo de tanto mentir. Todos los días una mentira nueva. Por eso le dicen “mentira fresca”. Willie Colon, cuanta razón.

 

No, no. No fueron fallas técnicas las que lo llevaron a la derrota política. Tampoco su mala oratoria, su falta de ideas, o sus alucinaciones avícolas; ni siquiera sus intentos desesperados por imitar a su padre político. Todos esos son errores pasables, incluso perdonables en alguien que hace sus primeras prácticas en la política pública.

 

No, no. La verdadera razón de su derrota es que a la gente no le gusta que le mientan tanto. “Miénteme” es sólo un bello bolero, pero aunque lo cantó la divina Olga Guillot, a nadie le hace “tu mentir feliz”.

 

No, no. Aceptar mentiras como verdades es igual a ser tomado por idiotas, y eso no lo aceptan ni siquiera quienes habían sido incondicionales chavistas.

 

Como la mentira convertida en sistema termina destruyéndose a sí misma ha sido por lo demás corroborado de modo histórico. Recordemos solamente que si la Perestroika (Reestructuración) de Gorbachov logró imponerse, fue porque iba acompañada de Glasnost, palabra rusa que quiere decir transparencia. La verdad, nunca la mentira es transparente.

 

Detrás de cada mentira hay una verdad pero nunca hay una mentira detrás de una verdad. Esa es la razón lógica y no religiosa por la cual la verdad termina imponiéndose por sobre la mentira.

 

La verdad, por lo menos la verdad a escala humana, corresponde con la realidad gramática que nos rodea. Mentir, en cambio, es des-realizar la realidad por medio del lenguaje. Pero si la realidad es real y no irreal -hablo en sentido convencional y no lacaniano- tarde o temprano desarticulará a la gramática de la mentira, que es irreal y no real. Por lo mismo, como ocurrió con ese edificio de mentiras que era la antigua URSS, la verdad será alguna vez realizada. Por supuesto, no me refiero a las verdades ideológicas, que son simples opiniones, sino a las verdades de hecho.

 

Fue Hannah Arendt quien en su libro “Pasado y Presente” dilucidó el tema de la verdad y la mentira en la política de un modo casi genial. Decía Arendt, y con toda razón, que la política no es el campo de la verdad; y una de las razones por las que no lo es, es que en la política estamos obligados a emitir opiniones, las que al ser opiniones, no son siempre verdaderas (yo diría, en un tono más bajo, “ciertas”). Por eso mismo distinguía Arendt entre verdades de opinión y verdades de hecho. Las verdades de opinión pueden ser, por cierto, respetadas, pero no necesariamente aceptadas y esa es, por supuesto, la razón por la cual sin discusión no puede haber política.

 

Para poner un ejemplo: si alguien dice: “Cuba es un mar de la felicidad”, es una opinión, y quien la emite tiene todo el derecho a hacerlo. Pero si alguien dice, “en Cuba no ha habido nunca perseguidos y presos políticos”, esa es una mentira. Y bien, esa mentira no puede ser transformada en una opinión, porque simplemente es un hecho; una verdad de hecho.

 

Ahora, según Arendt, la intención criminal de las dictaduras reside en querer transformar las verdades de opinión en verdades de hecho, o lo que es igual, en la imposición de un orden según el cual las opiniones no se basan en hechos sino los hechos en opiniones.

 

De la misma manera, si Maduro dice “la oposición está formada por la oligarquía”, es su opinión. Pero si dice, “los más de siete millones que votaron en contra mía son miembros de la oligarquía”, es una mentira de hecho. O también: si él piensa que Capriles es violento, es su opinión. Pero si dice, Capriles ha llamado a la violencia, ha violado la ley y por eso debe ir preso, es una mentira de hecho. Solo así se explica por qué, igual que los dictadores, Maduro confunde sus opiniones, incluso sus deseos, con la verdad de los hechos. Por eso miente, miente sin parar.

 

¿No hay en su entorno alguien que le diga que con tanta mentira está cavando su propia tumba política? La historia del recuento de votos solicitada legalmente por Capriles es un caso ejemplar, uno que si no fuera tan candente podría ser utilizado como paradigmático en un seminario de politología.

 

La verdad, muchos creíamos que los resultados emitidos por la señora chavista Tibisay Lucena del CNE eran los correctos; quizás un par de números más o menos, pero en general correctos. Con mayor razón creímos eso, cuando en la noche del 14 de abril, Maduro se manifestó públicamente dispuesto a que se llevara a cabo el legal recuento.

 

Pero cuando al día siguiente Maduro, rompiendo sus palabras, criminalizó a quienes solicitaban el recuento, olvidando que el propio presidente fenecido había tronado el año 2006 exigiendo un recuento de votos a favor de López Obrador en México (quien perdió por una diferencia de votos mayor a la que “perdió” Capriles) entonces, incluso quienes no creíamos en el fraude comenzamos a pensar que sí, que efectivamente hubo fraude y, por lo mismo, Maduro será un presidente ilegítimo. “El ilegítimo” le dicen ya en Venezuela

 

Más aún; Maduro, con sus mentiras ha terminado por convencer a todo el mundo que ganó gracias a un fraude. ¿Qué es lo que se encuentra oculto en esas cajas repletas de votos? ¿Por qué no se atreve a revelarlo? ¿Qué es lo que se lo impide? ¿No quedarían todos contentos, sobre todo Maduro, si la verdad asomara en cifras aceptadas por todos?

 

Ahora bien, si Maduro no se atreve a permitir el recuento constitucionalmente garantizado de los votos, deberá recurrir no a la fuerza de la política sino a la política de la fuerza. No tiene otra alternativa. Solo así la legalidad gubernamental de Maduro será reconocida. Pero lo será del mismo modo como los cubanos están obligados a aceptar la legalidad de los Castro; o como los chilenos cuando fuimos obligados a reconocer la legalidad de Pinochet, para poder, de ese modo, destituirlo.

El Consejo electoral venezolano siembra dudas

sobre el alcance del recuento

Ewald Scharfenberg

21 de abril de 2013

 

La vicepresidenta del organismo dice que los resultados de las elecciones son “irreversibles” y que no habrá un recuento manual de votos

 

La crisis de gobernabilidad no amaina en Venezuela. La toma de posesión de Nicolás Maduro el viernes como presidente y, sobre todo, el anuncio el jueves por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) de que permitiría completar la auditoría en el total de las urnas de las disputadas elecciones del 14 de abril buscaron, con cierto éxito, desactivar la violencia que quería instalarse en las calles de las principales ciudades del país. Pero en las últimas 24 horas han sido las mismas autoridades electorales quienes se han empeñado en matizar sus propias decisiones y, con ello, ensombrecer el camino de salida de la crisis.

 

La primera señal en ese sentido llegó este viernes, minutos antes de la investidura de Maduro, de parte de la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, quien declaró a los medios que el país no debía hacerse falsas expectativas acerca de los resultados de la auditoría.

 

La vicepresidenta del organismo, Sandra Oblitas –una de las cuatro rectoras electorales cercanas al chavismo, del total de cinco que dirigen el CNE- se explayó este sábado al respecto en la cadena nacional de radio y TV. Calificó de “irresponsables” a quienes siembran “falsas expectativas” y fue tajante al afirmar que para el Consejo “el acto electoral ya concluyó”, que sus resultados serían “irreversibles” y que no existiría tal cosa como un recuento manual de votos. Precisó que lo que se hará será una “auditoría técnica” como muchas otras que ha realizado el CNE desde el 2004 y que, como ellas, mostrará un “error cero” sin incidencia alguna sobre el resultado oficial de la votación. Oblitas recordó además que las partes que puedan tener alguna inconformidad con el resultado deben acudir al Tribunal Supremo Electoral (TSJ).

 

El martes, la presidenta del TSJ, Luisa Estela Morales, ya había adelantado el criterio de que en Venezuela no existe el conteo manual desde 1999 y que, por lo tanto, la solicitud de la oposición por un recuento “voto a voto” constituía “un engaño al pueblo”.

 

Se prevé que el protocolo de la auditoría se defina entre el lunes y el martes de la semana próxima. El anuncio oficial del CNE este jueves dejó en el aire muchos detalles, pero dio a entender que la inspección no abarcará el total de las urnas no auditadas el día de las elecciones, un poco más de 18.000, sino que se limitará a procesar una muestra proveniente de 400 cajas diarias durante 30 días, lo que hace un total de 12.000.

 

Fuentes cercanas al líder opositor afirman que las expresiones de la rectora Sandra Oblitas se ajustan a una interpretación demasiado estricta de las competencias del CNE, ya que aunque la auditoría no rectificará el resultado de las elecciones, sí podría arrojar las evidencias necesarias para su impugnación ante el TSJ. Lo que preocupa a los representantes de la oposición es que Oblitas eluda hasta el momento definirse en torno al asunto de si la auditoría también incluirá el registro de huellas que forma parte del proceso de votación.

 

Mientras la polémica se hunde en un manto de tecnicismos, trascendió que la declaración en la que el CNE aceptaba la auditoría de las urnas no revisadas en las elecciones contribuyó a desbloquear la cumbre extraordinaria de presidentes de la Unión Sudamericana (Unasur), que a esa misma hora se celebraba en Lima, Perú. Según el diario El Tiempo, de Bogotá, durante la reunión convocada para abordar la crisis venezolana el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, con el apoyo de sus homólogos de Chile y Perú, pidió el recuento de votos, al que se oponían los mandatarios de Argentina y Bolivia, Cristina Fernández y Evo Morales, aliados regionales del chavismo. Según el rotativo colombiano, el anuncio del CNE desde Caracas fue recibido con alivio por los presidentes de Unasur.

La dulce derrota de Capriles

Bertrand de la Grange

21 de abril de 2013

 

Las declaraciones y, sobre todo, el lenguaje corporal de los dos contrincantes parecen contradecir los resultados oficiales: el ganador tiene cara de funeral y el perdedor está eufórico.

 

Hay victorias amargas y dulces derrotas. Si no fuera por los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE), nadie diría que el heredero de Hugo Chávez se ha impuesto al candidato de la oposición, Henrique Capriles, en las presidenciales del 14 de abril en Venezuela. Las declaraciones y, sobre todo, el lenguaje corporal de los dos contrincantes parecen contradecir los resultados oficiales: el ganador tiene cara de funeral y el perdedor está eufórico.

 

El rostro crispado y el puño amenazador de Nicolás Maduro contrastan con la entereza manifestada por el correoso gobernador de Miranda, que ha conseguido una votación muy por encima de los pronósticos de las encuestadoras. Además, después de un pulso de cuatro días, con disturbios callejeros y ocho muertos, Capriles ha obtenido finalmente un recuento de los votos, que el CNE se ha comprometido a realizar en treinta días. La oposición ha denunciado más de 3.000 irregularidades y confía en que una revisión de las urnas invierta el resultado final, ya que Maduro ha sido declarado ganador con un margen de apenas 1,7 por ciento.

 

Así que el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) tiene motivos para celebrar. En cambio su adversario, que ha tomado posesión en una ceremonia deslucida y con una representación internacional escasa, empieza su mandato de seis años bajo los peores auspicios. Maduro no tiene nada que temer del CNE, que está controlado por el chavismo y se encargará de no encontrar las pruebas del fraude si las hubiera. El peligro está más bien dentro de su propia agrupación política, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y los grupos de poder que sostienen el régimen bolivariano, empezando por el ejército y la boliburguesía, que se ha enriquecido a la sombra del Gobierno.

 

Nadie se había atrevido a criticar al delfín designado por el propio Chávez, en diciembre pasado, poco antes de ser sometido en La Habana a una última operación por un cáncer que acabaría con su vida. Ahora, empiezan a llegar los reproches por la pésima campaña electoral de Maduro. Sus diálogos con un “pajarito”, supuesta reencarnación del difunto caudillo, y otras invocaciones surrealistas fueron una confirmación palmaria de que el candidato no daba la talla. Chávez suscitaba una verdadera veneración entre sus huestes. Maduro, ninguna, pero se ha beneficiado de la emoción suscitada —una especie de voto póstumo— por la muerte de su mentor.

 

¿Hubiera conseguido un mejor resultado el otro hombre fuerte del régimen chavista, Diosdado Cabello? Quizás no, pero el exmilitar, convertido en presidente de la Asamblea Nacional y en un hombre de negocios muy próspero, encabeza la campaña de “rectificación” para reconquistar los más de 600 mil votos chavistas que se fueron a Capriles. Por el momento no parece tener ningún plan para resolver los problemas más lacerantes del país: inflación galopante, degradación de la producción agrícola y de las infraestructuras, criminalidad desbocada.

 

Esas no son las prioridades de Cabello. Las suyas consisten en imponer medidas para acallar a la oposición. Ya lo está haciendo en la Asamblea Nacional, donde ha negado el uso de la palabra a los diputados que no reconocen la victoria de Nicolás Maduro. Con esa arrogancia que le caracteriza, el exmilitar había asegurado antes de las elecciones que la desaparición de Chávez era también una mala noticia para la oposición. “Él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos ocurren a nosotros (…), el imponía su liderazgo, su prudencia y su conciencia”, dijo entonces.

 

A Henrique Capriles le va a tocar hilar fino para no caer en las provocaciones del chavismo duro y de sus aliados cubanos, con sus conocidas técnicas de agitación y propaganda para desatar la violencia y atribuir la responsabilidad a los demás. Hasta ahora, el líder de la MUD ha logrado dosificar la firmeza y la prudencia en función de las circunstancias. Con el apoyo electoral de la mitad de la población, Capriles ha movilizado a sus simpatizantes para exigir el recuento de los votos pero, ante las amenazas del Gobierno, prefirió anular la gran marcha prevista para el pasado miércoles.

 

Con ese repliegue táctico, Capriles ha demostrado que tiene la capacidad política de administrar su victoria moral. Y sus esfuerzos para evitar la violencia le están dando réditos ante la comunidad internacional, que observa con cierta preocupación los acontecimientos en Venezuela. No cabe duda de que las presiones amistosas de varios presidentes latinoamericanos, convocados el jueves en Lima para una reunión extraordinaria de Unasur, han llevado a Maduro a aceptar el recuento de los votos. Se trata de una concesión simbólica, es cierto, pero es también un indicio claro del declive de la revolución bolivariana.

“Esto va a terminar francamente mal”

Jon Lee Anderson: “Los sucesores de Chávez y Fidel son hombres grises”

Rocío Montes

20 de abril de 2013

 

El reportero de guerra de The New Yorker y biógrafo del Che Guevara, ha perfilado a importantes personajes políticos de Latinoamérica y sostiene que la izquierda de la región está entrando en una “época menos mística”. “Los nuevos líderes no son exactamente los revolucionarios de antaño (...). No son los que inventaron la llanta, sino los que la parchan”. El periodista mañana llega a Chile.

 

El periodista Jon Lee Anderson nació en Estados Unidos, pasó parte de su infancia en Corea, Taiwán e Indonesia, y desde la revista The New Yorker ha cubierto por casi 15 años algunos de los principales conflictos armados mundiales: Afganistán, Angola, Líbano e Irak. El norteamericano también es un buen conocedor de América Latina: biógrafo de Ernesto Che Guevara, en sus reportajes ha descrito las singularidades del paisaje político de la región y retratado a personajes como Fidel Castro y Hugo Chávez.

 

La última vez que estuvo en Chile fue hace diez años, en 2003. Antes, en 1998, llegó a Santiago para entrevistarse con Pinochet, su círculo y sus detractores para un perfil que tituló “El dictador”.

 

Anderson regresará mañana para ver amigos, sostener conversaciones y participar de la entrega de unos premios de periodismo de la Universidad Alberto Hurtado (UAH). “Chile es un país donde todos siguen las reglas. Una vez, en una zona residencial de Santiago, caminé en la calle en lugar de la vereda. Escuché silbatos, y era un policía que me indicaba insistentemente la acera con el dedo. Fue revelador. Nunca me había pasado eso en otro país, y me imaginaba que algo así podía ocurrir en Suiza, Alemania, pero no en América Latina”, recuerda por vía telefónica desde su casa en Dorset, Inglaterra, en un perfecto español con tono anglosajón, que intercala con palabras locales como “chévere” y “ni modo”. Anderson aprendió castellano en otro de los países donde vivió siendo un niño: Colombia.

 

El periodista conoció de cerca a Chávez en 2001 y se reunió durante varias jornadas con él, cuando trabajaba en el perfil “El revolucionario”. “Chávez es un político en campaña continua, y en cierto modo es así”, escribió para The New Yorker. La última vez que se vieron fue en 2008, cuando Anderson lo acompañó durante varios días e, incluso, pudo realizar viajes aéreos junto al presidente. “Bolívar es la musa política de Chávez (...). Más significativo es que haya hecho de Fidel Castro su modelo contemporáneo y del socialismo su ideal político, y que a los 15 años del hundimiento de la Unión Soviética se haya puesto al frente de la revitalización del izquierdismo que recorre toda Latinoamérica”, escribió en el reportaje “El heredero de Fidel”.

 

En noviembre pasado llegó a Caracas e hizo gestiones para verlo: “Me dijeron que estaba muy cansado por la campaña. Naturalmente estaba muy cansado: casi agonizante”, señala Anderson.

 

¿Cómo se veía a sí mismo?

 

Chávez tenía una noción casi mística de sí mismo y no creía que era mortal. No quiero decir que se endiosó solo porque, hasta cierto punto, eso le ocurre a la gente cuando lo único que ve son hordas alabándole. Es inevitable. Recuerdo su cara cuando le descubrieron el cáncer. El no creía que era posible y tenía un terror a la muerte. Chávez no quería morir y esos dos años fueron terribles para él, porque era un hombre que realmente necesitó más de la vida. No quiso creer que iba a morir...

 

Usted, que conoció bien a Chávez, ¿qué opinión tiene del liderazgo de Nicolás Maduro?

 

En estos últimos meses, sabiendo que Maduro iba a ser el sucesor, pensé: “Van a hacer todo lo posible para no entregar el poder, punto”. Creo que está claro que eso está sucediendo. Maduro es un hombre con cierto carisma y cierta calle, es canchero, aunque dudo que llegue a la talla de Chávez, pero tampoco yo preveía que sería tan volátil y tan poco diplomático en estos últimos días. Maduro ha crispado mucho más el ambiente y no está comportándose como estadista, sino como alguien muy inseguro.

 

Por negarse a recontar los votos.

 

Si fuera cierto que ya es presidente por los pelos, lo quiere volver a comprobar, Maduro debería proceder a un reconteo. Debe hacerlo si quiere apaciguar los ánimos de Venezuela, dejar bien claro a todos que él ganó y echarse al país al bolsillo. Por último, si triunfó por los pelos, debe demostrar que es legal y legítimo, y hacer un esfuerzo mayor para reconciliar a Venezuela. Pero ha hecho todo lo contrario y eso está envileciendo el ambiente aún más. Creo que vamos a ver mayor enfrentamiento y desorden social, y esto va a terminar francamente mal.

 

Da la impresión, por todo este escenario, de que a Chávez no le resultó bien su plan de sucesión.

 

El mismo Chávez intentó decir que el proceso no estaba centrado en su figura; que era la revolución, los bolivarianos, no sé qué... Pero, en realidad, era demasiado carismático y opacaba a todos a su alrededor. En su entorno no había ni un solo hombre con personalidad propia. Con Fidel y otros líderes, hasta cierto punto, sucedía lo mismo. Pero Chávez era aplastante, arrollador. Entonces, Maduro era un tipo fiable y más o menos tenía calle, lo que no tiene Cabello. Pero Chávez trataba al resto, incluso a sus ministros de renombre, como: “Oye, tráeme esa silla”, “oye, has engordado, qué te pasa”. Y enfrente de todo el país. Aplastaba a todos. Era Chávez y después los demás. La conexión entre él y la turba y la muchedumbre era directa.

 

¿En qué situación queda la izquierda latinoamericana sin Fidel ni Chávez?

 

La izquierda latinoamericana entra en una época menos mística, menos mesiánica, de los sucesores y las siguientes generaciones. Nicolás Maduro, obviamente, no es Chávez. Raúl no es Fidel. Tampoco Miguel Díaz-Canel, que lo va a suplantar, supuestamente, en cinco años, tiene el mismo liderazgo que los hermanos Castro. Entramos en una etapa en que los sucesores, de Chávez y de Fidel, por ejemplo, son hombres grises, del gremio. Los nuevos líderes salen de la maquinaria política de estos procesos que han llegado a una especie de institucionalización y no son exactamente los revolucionarios de antaño. Los sustitutos saben reproducir la retórica pero, realmente, son hombres de mantenimiento. Son los recauchadores. No son los que inventaron la llanta, sino los que la parchan. ¡Mire a Putin en Rusia!

 

¿Algún parecido con Latinoamérica?

 

Los nuevos líderes, sabemos, no son demócratas y no han creado sociedades demócratas. En todo lo que fue la URSS, con muy pocas excepciones, se han creado sistemas poco transparentes, dictatoriales, en los que se les votan cada cuatro, cinco años, pero están saqueando los recursos naturales y siguen teniendo países de seguridad. Lamentablemente, es la nueva pauta, y muchos esperan seguir utilizando el lenguaje del socialismo y el antiimperialismo. Es el modelo Putin, y Chávez hizo lo suyo, pero, hasta cierto punto, es un reflejo latinoamericano de lo mismo: recrear alguno de los aspectos del régimen autoritario utilizando las debilidades de la democracia. Entonces, uno depende de la buena fe y de la personalidad del líder que logra imponerse de esa forma para que países se conviertan en lugares sanos y no en lugares pervertidos.

 

¿La muerte de Chávez acelera los contactos de Cuba con Estados Unidos para el poscastrismo?

 

Posiblemente. Hace unos días leí un análisis, que me pareció bien, que decía que, como Cuba no puede depender otra vez en un país que a lo mejor mañana se cae de la manga, el declive de Chávez acelera la necesidad de la isla de abrirse económicamente. Imagino que ellos podrían aprovechar este último período de Obama para intentar emprender una mayor distensión con Estados Unidos, pero todo depende de cómo lo analizan desde la isla. Y si Raúl piensa todavía que debería jugar con los chinos, con los rusos, como para ir manteniendo a Estados Unidos a una distancia, abrirá hasta cierto punto, pero no a la inversión norteamericana y a relaciones plenas.

 

El lunes, el diario oficial cubano, Granma, publicó una inusual entrevista al cónsul de Estados Unidos.

 

Hay señales interesantes y, a la vez, hay más de lo mismo. Si yo fuera Raúl, estaría más interesado en sanear de una vez la relación con Estados Unidos, porque después de Chávez no hay nadie. Lo de los chinos son sólo préstamos con intereses.

 

Usted estuvo en 2008 con Raúl Castro y Chávez. ¿Cuál era su relación?

 

Me dio la impresión de que no era tan buena al principio. Cuando yo los vi juntos, yo vi a Raúl bastante parco con él. Después, en años posteriores, en que Raúl se fue asentando en el cargo de presidente de Cuba, al menos en apariciones públicas hicieron mucho alarde de su simpatía. Pero es famoso, e incluso había un video, que muestra a Raúl en Venezuela y Chávez le arengaba a que subiera a un escenario. Y era obvio que Raúl no quería subir, y cuando subió al micrófono, dijo unas cosas que eran un poco cortantes con Chávez: “Bueno, que no sé qué, ustedes saben cómo es Chávez”. Y trascendió que Chávez no era santo de la devoción de Raúl, sino que de su hermano Fidel, y creo que fue así.

 

Raúl Castro heredó a Chávez.

 

Raúl heredó a Chávez y reconoció, obviamente, la importancia de tenerlo como amigo, ya que era tan regalón con el petróleo. Pero, en realidad, la relación entre Fidel y Chávez era casi como un amor de padre-hijo, esta cosa más mística. A Raúl no le gusta el alarde y a los venezolanos les gusta el alarde.

 

¿Alguna vez habló con Chávez sobre Raúl Castro?

 

No, pero la última vez que estuve con Chávez, en 2008, él me presentó a Raúl. Fue después de que Chávez casi va a la guerra con Alvaro Uribe y me llevó a República Dominicana, donde hizo un show de todo un día con otros mandatarios de América Latina. Acto seguido, volvimos al avión y, con un pie dentro, dijo: “Vamos a Cuba”. Y volamos. Raúl estaba esperando en el aeropuerto junto a Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, los famosos discípulos que luego terminaron tronados.

 

¿Cómo recuerda al cubano?

 

Chávez inmediatamente me presentó. Raúl Castro era como conocer a Yoda, a una esfinge. No revelaba sus emociones y era muy parco y cauto. Chávez era el chico, el jodedor, el gritón, y rápidamente entendí que a Raúl no le gustaba mucho eso. Yo me hice el parco también, el cortés, y después los dos desaparecieron. Yo me fui con el resto del séquito a un lugar donde tenían a los demás. Se supone que íbamos a vernos todos al día siguiente, pero no sucedió. Y nunca supe por qué.

 

¿No piensa escribir una biografía de Chávez?

 

No, de momento no.

 

¿Cuál es su diagnóstico después de las primeras presidenciales sin Chávez?

 

Ha habido una elección reñida, con una diferencia tan cercana entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles, que todo hace pensar que podría haber errores. La situación de Venezuela luce desastrosa. La oposición está en vilo desde hace meses, por la forma en que se ha comportado el oficialismo desde la elección de noviembre, en que Chávez decía estar sano, se hizo de candidato y ganó. Por primera vez la oposición había puesto a un candidato competitivo y, acto seguido, Chávez anunció que tenía que volver a Cuba y el cáncer, finalmente, lo mató. Durante mes y medio tuvimos de interlocutores entre el presidente moribundo y el mundo entero a gente como Maduro, que decía lo que se supone que Chávez pensaba y creía, y daban a conocer su voluntad. Luego está el Congreso: ha tomado decisiones en torno a la misma transición insistiendo en que el sucesor fuera Maduro, aunque, constitucionalmente, debería haber sido el presidente del Parlamento, Diosdado Cabello. La Corte Suprema ahora rehúsa la posibilidad de recontar los votos, creando más duda en torno a la transparencia del proceso. Naturalmente, todo esto no es una situación normal y deja el ambiente lleno de suspicacias.

 

Las instituciones, en definitiva, no están funcionando.

 

El país está muy crispado por la muerte de un mandatario muy carismático, una sensación por parte de la mitad del electorado de que sus sucesores están robando la elección, y una percepción de que las instituciones no se comportan con neutralidad. La situación de Venezuela es color de hormiga y va a ir a peor.

Descenso gradual de respaldo al chavismo

Augurios del chavismo después de Chávez

Ariel Hidalgo

19 de abril de 2013

 

El surgimiento del chavismo en Venezuela había tenido, como caldo de cultivo, el creciente descontento de la población, sobre todo de los sectores más desfavorecidos, ante la indolencia y las erradas políticas económicas de los dos partidos tradicionales durante el período conocido como “IV República”. La corrupción y la explosión popular conocida como caracazo, que motivó la intervención de las Fuerzas Armadas con el resultado de unos 2000 desaparecidos, fueron los dos argumentos del teniente coronel Hugo Chávez para llevar a cabo en 1992 el intento frustrado de golpe de Estado. También las experiencias populistas de militares como Perón en Argentina, Torrijos en Panamá y Velasco Alvarado en Perú, debieron haber ejercido un efecto inspirador. Tras guardar prisión por dos años y ser indultado por el presidente Caldera, Chávez se presenta a las elecciones de 1998 y logra un ascenso arrollador.

 

Con la reforma constitucional de 1999, apoyada por referéndum popular, Chávez declara el inicio de la V República. Suprime el Senado y el cargo de senador vitalicio, reconoce los derechos fundamentales de los ciudadanos, los derechos de los pueblos indígenas, la importancia de la justicia social, la democracia participativa y la protección del medio ambiente. Pero en la primera enmienda, en diciembre de ese año, se aprueba el derecho de reelección de manera continua e indefinida para cualquier cargo de elección popular, lo cual establece la base legal para perpetuar su poder y establecer una dictadura institucional. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos denunció más de una vez a su gobierno por eliminar o amordazar mediante amenazas, aquellos medios de prensa que criticaban su política, así como las figuras opositoras que podían constituir un peligro electoral.

 

Si bien la obra social del chavismo –servicios de salud a los barrios pobres, misiones educativas, establecimiento de supermercados con alimentos subsidiados y la construcción de viviendas para cubrir el déficit habitacional, entre otros– redujo la pobreza según la CEPAL y la ONU, y conquistó así el apoyo de los sectores más necesitados, esto fue realizado gracias al aumento del precio del petróleo, que si en 1998 estaba a 10.6 dólares por barril, en el 2011 había alcanzado los 101 dólares. Se instrumentó, por tanto, una política de subsidios dependiente del petróleo con una cultura clientelar y paternalista.

 

Sin embargo, ese amplio respaldo popular se fue erosionando. En el referéndum constituyente de 1999 el chavismo había obtenido 87,8%. En las elecciones presidenciales del 2006, bajó a 62,8 %. Y en las de 2012, al 55 %. En cambio, la oposición se hallaba en proceso ascendente: en 2006 Manuel Rosales obtuvo 36,8 %, y seis años después el nuevo candidato opositor, Henrique Capriles, obtuvo 44,3%. Tras la última elección, se produce una situación sin precedente: un presidente reelecto que por una enfermedad terminal y luego su desaparición física, no logra inaugurar oficialmente su nuevo período, por lo que se realiza una nueva elección bajo la presidencia provisional del heredero político de Chávez: Nicolás Maduro. Se esperaba que Capriles sobrepasara ya el cincuenta por ciento, pero tras un proceso plagado de irregularidades, se le reconoció oficialmente el 49 por ciento frente a 50,75 de Maduro.

 

¿Cuál ha sido la causa de este descenso gradual de respaldo al chavismo? La política de intervenciones de empresas y de controles de precio provocó la caída de la producción y una notable disminución de las inversiones extranjeras. Desde 2003, un número de 1.168 empresas fueron expropiadas. Estas estatizaciones afectaron negativamente el aparato industrial y manufacturero, por lo que comienzan a faltar productos fundamentales en los mercados. El desabastecimiento, el deterioro fiscal y la inflación, llevaron a una reiterada devaluación del bolívar.

 

A juzgar por el fervor con que las amplias multitudes despidieron los restos de Chávez, podría afirmarse que el chavismo es una corriente que permanecerá existiendo después de Chávez por mucho tiempo, con altas o con bajas. Por otra parte, esa oposición, enfrentada no sólo a alguien de carne y hueso como Maduro, sino al espíritu de un caudillo glorificado en su muerte, tenía que incorporar en su programa algunas de sus iniciativas sociales. Sin embargo, el escenario de un presidente electo con serias dudas de legitimidad, en medio de una economía cada vez más crítica, y una oposición creciente que se lanza indignada a las calles, no augura nada bueno.

 

Infoburo@aol.com

Editorial

La cara fascista

18 de abril de 2013

 

Las tres gratuitas cadenas de Maduro, herencia del padre, en pocas horas, para que el “electo” expresara en su estilo gangoso y repetitivo todo tipo de amenazas que llegaron a la privación del derecho de Capriles a ejercer mínimamente su gobernación hasta la amenaza de hacerlo objeto de medidas judiciales, hasta de cárcel

 

Los sucesos del martes pasado son un alucinante compendio de las características esenciales propias del fascismo puro y duro, el de siempre. Asombroso que se hayan juntado en tal cantidad en tan poco tiempo.

 

Primero, la mentira. Esa que si se repite mil veces se transforma en verdad (Goebbels). Pues bien, el gobierno de Maduro, o el de los titiriteros que lo mueven y que le hacen decir “no” cuando horas antes había dicho “sí”, al recuento de los votos por ejemplo, convirtió una muy razonable y pacífica protesta de millones de venezolanos que solicitaban probidad electoral en un golpe de Estado (sic), con militares presos, represión generalizada, prohibición del derecho inalienable a hacer una marcha que, según los nuevos jerarcas, no tendría otro objetivo que asesinar manifestantes para generar el caos y, no exageramos, la invasión imperial. A esto se agregan acusaciones sobre muertos y heridos que, sin investigación alguna, motivó hasta a nuestra “imparcial” Fiscal a acusar a la oposición de violentista y desestabilizadora, delincuente, pasible de innombrables castigos judiciales.

 

A lo cual habría que añadir toda una sarta de declaraciones, de los más altos y diversos voceros, acusando de los más inverosímiles hechos y propósitos a unos ciudadanos que sólo pedían respeto a sus derechos electorales. Es un clásico y codificado esquema en que, verbigracia, los nazis fueron maestros. Los falsos crímenes de los judíos fueron el necesario preludio para su represión sin límites.

 

Luego la impúdica demostración del poder arbitrario, absoluto, particularmente necesario para un gobierno en marcada caída, literalmente descabezado, mermado flagrantemente su poder popular, con las calles en manos de un adversario crecido y osado.

 

En tal sentido la sesión de la Asamblea, cuya huella gráfica será la cara ensangrentada de William Dávila y donde se produjo uno de los más grotescos abusos de poder parlamentario que recordemos, realizado en el estilo malandro de su presidente, el negarle el derecho de palabra, ad infinitum, a los diputados que no hicieran el acto de fe público y degradante de aceptar incondicionalmente la legitimidad de la Presidencia de Maduro, todavía en espera de una solicitud de revisión legal. Verdadera grosería jurídica, atropello tropero y mafioso.

 

Al cual se suma la destitución sin razones de todos los presidentes opositores de comisiones legislativas. O las tres gratuitas cadenas de Maduro, herencia del padre, en pocas horas, para que el “electo” expresara en su estilo gangoso y repetitivo todo tipo de amenazas que llegaron a la privación del derecho de Capriles a ejercer mínimamente su gobernación hasta la amenaza de hacerlo objeto de medidas judiciales, hasta de cárcel.

 

Para no hablar de las paranoicas y truculentas maldades, y sus respectivos feroces correctivos, que le atribuyó a la oposición, por supuesto teledirigidas por el Imperialismo de siempre, otra heredad del padre. El poder fascista, para ser tal, dominio absoluto de los líderes mayestáticos, debe demostrar su desprecio por las leyes y la opinión. Es el poder de la fuerza y la voluntad el que debe imponerse.

 

Y, como no tenemos espacio para acotar la proliferación de desafueros de esas veinticuatro horas históricas, registremos el más inequívoco de los síntomas fascistas, el uso sin caretas de las fuerzas paramilitares, los motociclistas armados y hamponiles, que tienen días haciendo de las suyas, sembrando el terror entre los disidentes que pretenden abogar por sus derechos. Una verdadera orgía de arbitrariedad y violencia que pareciera intentar cerrar la posibilidad de ese diálogo que las cifras electorales paritarias o la crisis económica y social requiere, y que por lo demás es el deseo de la inmensa mayoría de los venezolanos.

Crónica de un fraude anunciado

General Carlos Peñaloza

 

Nicolás Maduro esperaba que la noche del 14 de abril subiría al empíreo cabalgando la sombra del caudillo de Sabaneta. Jorge Rodríguez le había prometido que con SMARTMATIC no podrían perder. Pero Maduro estaba razonablemente inquieto. Capriles rondaba cerca según las encuestas privadas de Jessy y Schemel, y por eso ordenó que no se publicaran. Jorge Rodríguez insistió que no debía preocuparse porque el sistema estaba blindado y la operación el remolque al final del día pulverizaría a la oposición tal como habían hecho el 7-O.

 

En aquellos momentos de euforia los confabulados contra la integridad del sistema electoral venezolano creían que todo estaba bajo control. Las denuncias de fraude que hicimos personas bien enteradas habían sido neutralizadas. El Grupo La Colina aun respiraba dentro de la MUD y al frente había un glorioso camino abierto a sus maquinaciones con los hermanos Castro. En esos sueños de grandeza para consolidar “El imperio de Fidel” (1) no había atisbos de derrota, solo un frenesí de poder total y absoluto. Venezuela sería otra Cuba y él, Maduro, sería el Virrey con aspiraciones a recibir el cetro de manos de Raúl.

 

Con esta seguridad Maduro no percibió que él era solo una “brizna de paja” en el vendaval. El huracán que se desataría de detectarse el fraude era imposible. Estaba equivocado. La trampa no estaba blindada pese a que mucha gente había creído la historia de SMARTMATIC que el sistema solo transmite al final del día y que no es bidireccional. Eso es una burda mentira para el consumo de personas que no conocen el área de inteligencia telemática ni las tecnologías de punta que existen. Telemática es la interrelación entre telecomunicaciones e informática. El sistema SMARMATIC y la CANTV constituyen un sistema telemático.

 

Esas falsedades que repetían SMARMATIC y el CNE fueron denunciadas pero el gobierno negó el hecho e hizo caso omiso a las acusaciones. Por su parte el Grupo La Colina ha defendido la posición del gobierno sobre este asunto y ha convencido a la MUD que el sistema de SMARTMATIC es honesto, seguro, confiable y blindado.

 

Dos semanas antes de las elecciones del 14 A arribó a los EEUU un nuevo exiliado político huyendo de los cuerpos de seguridad del Estado venezolano. Se trataba de Christopher Bello Ruiz, un ingeniero electrónico experto en seguridad de sistemas de informáticos y en telemática. Ese ingeniero tenía una pequeña empresa privada que había hecho varios trabajos secretos en los computadores de Diosdado Cabello. Una de sus últimas asignaciones fue un trabajo de chequeo ordenado por Cabello dentro de la red de computadores del CNE. En esa actividad Bello detectó la presencia de redes secretas utilizadas para enviar mensajes ilegales. Curiosamente estas redes secretas no incluían a los rectores del CNE y varios de los usuarios clandestinos estaban fuera de las instalaciones del CNE. Bello tomó nota de las claves para monitorearlas el día de elecciones para denunciar el uso ilegal de información que se estaba haciendo.

 

Antes de las elecciones Cabello lo acusó de revelar información personal y dio instrucciones para que el SEBIN y el CICPC empezaran a investigarlo. Bello se enteró que le preparaban una “olla podrida” para desacreditarlo y meterlo a la cárcel y decidió salir del país. Este ingeniero se encuentra en los EEUU y esta solicitando asilo político. Christopher Bello posee información clasificada sobre un fraude realizado el 14A que hará estremecer no solo al CNE o al PSUV sino a toda Venezuela. Esa información esta a buen recaudo y será entregada a las autoridades norteamericanas en caso que a Bello o a mi persona nos ocurra algo a raíz de esta denuncia.

 

El CNE dice que las máquinas solo envían los datos al centro de totalización en teleport luego del cierre de las mesas. Esa es la información que tienen ellos, pero como en el caso del marido cornudo, son los últimos en enterarse. Esta transmisión se hace efectivamente al final de la elección, pero el secreto del fraude radica en la existencia de redes secretas entre las máquinas de SMARMATIC y un control central clandestino en Cuba cuya existencia desconocen los rectores del CNE. El día de las elecciones ese sistema transmite secretamente en tiempo real a través de dos redes dentro de una intranet secreta que tiene un limitado y selecto número de usuarios. La intranet es una especie de Internet privada que tienen los gobiernos y grandes empresas. Una de esas redes que transmite los paquetes de datos con información del voto en tiempo real. Durante el día esos datos no van al CNE sino probablemente a Cuba. En una red ultra secreta un grupo de usuarios privilegiados, que no incluye a los rectores del CNE ni a sus gerentes, se comunican privadamente. Esa red “top secret” es la red cubana. En ella solo hay uno o dos venezolanos con capacidad de acceso.

 

A través de la “red cubana” se transmiten cada hora actualizaciones de los totales de la marcha de la elección. Uno de los usuarios es alguien en el comando de campaña Chavez. Esto implica que ese comando sabe cuantos han votado, como va la elección y cuantos votos lleva cada candidato. Con esta valiosa información secreta e ilegal ese comando puede tomar decisiones para asegurarse el triunfo al final del dia. Mientras se mantuviera el secreto el juego estaba en sus manos.

 

Christopher Bello el domingo 14 usando sus claves logró ingresar al sistema informático del CNE y monitoreó la red cubana obteniendo información sobre la marcha de la votación que me pasó a mí durante el día. Dada la importancia de hacer conocer esa brecha de seguridad del sistema y a la imposibilidad de denunciarla ante las autoridades del gobierno decidí hacerlas publicas a través de mi twitter @genpenaloza. En ese momento consideré que mi deber como ciudadano estaba por encima de la prohibición de difundir esa información antes del cierre. Obviamente una banda de tramposos tenía acceso a la información y era mi deber denunciar ese hecho ilegal.

 

Durante el transcurso del día, hasta las 5 PM Capriles estuvo al frente en ese conteo. A esa hora su ventaja era del 3%. A partir de esa hora Bello me reportó que notaba una insólita explosión de votos de Maduro quien en pocos minutos pasó adelante con casi 9% de ventaja cuando se habia contado 13.600.000 votos. A los pocos minutos hubo un avance noticioso en el cual Jorge Rodríguez visiblemente nervioso decía que ya había votado 13.600.000 personas y que el proceso marchaba bien. Como supo Rodríguez de esa cifra de votantes?

 

Poco antes del cierre de las mesas Bello me reportó que había sido detectado por los sistemas de seguridad del CNE y que su acceso había sido bloqueado. Por fortuna antes de desconectarse logró detectar que estaban reduciendo el margen de triunfo de Maduro que ahora era cercano a 2%.

 

El Ing. Bello esta iniciando los trámites para solicitar su asilo político y ofrece al Comando Bolívar acceso a la información que él tiene. Las pruebas de ese fraude están a buen resguardo. Espero que los directivos de ese comando se comuniquen conmigo a la brevedad posible. El caso de Bello se une ahora al de Anthony Daquin, un ingeniero de sistemas exiliado político. Daquin también tuvo acceso a los sistemas del CNE y a los de cedulación e inclusive viajó a Cuba a entrenarse. Daquin está exiliado en los EEUU y dio declaraciones en CNN antes de las elecciones. Este hecho causó alarma entre los cubanos que controlan el sistema. Ahora Bello confirma las denuncias que he venido haciendo desde hace más de un año. Bello y Daquin están dispuestos a declarar ante técnicos del Comando Bolívar para dar más detalles del fraude y presentar sus pruebas.

 

(1) El imperio de Fidel es mi libro sobre las injerencias de Castro en Venezuela en procura de apoderarse de nuestro petróleo. Está a la venta en Tecnociencia y Las Novedades.

Si los resultados electorales son irreversibles, independientemente de lo que arroje el nuevo conteo de un porcentaje de los votos, ¿para qué se hace?

Oblitas: Los resultados electorales no están sujetos a una auditoria

Sofía Elena Álvarez

20 de abril de 2013

 

La vicepresidenta del Consejo Nacional Electoral manifestó que no se trata de un reconteo de votos, sino de una ampliación de la verificación ciudadana para preservar la paz del país

 

La vicepresidenta del Consejo Nacional Electoral, Sandra Oblitas, señaló este sábado que la fase dos de verificación ciudadana no puede utilizarse para manipular a la población sobre un posible cambio en el resultado de las pasadas elecciones del 14 de abril.

 

Se ha generado una falsa expectativa y que los resultados electorales no están sujetos a una auditoria (...) El poder electoral no va a permitir que se confunda a la población. Esta auditoría se realizará bajo el protocolo del CNE”.

 

Oblitas manifestó que no se trata de un reconteo de votos, sino de una ampliación de la verificación ciudadana para preservar la paz del país.

 

Aquí dimos unos resultados el 14 de abril que son irreversibles. Para el CNE el evento electoral culminó (...) Las auditorías no abordan el resultado electora” precisó.

 

La rectora agregó que quienes tengan inconformodidades con el resultado electoral deben comunicarse con los organismos correspondientes contenidos en la ley.

Ricardo Hausmann, profesor de la Universidad de Harvard y exministro venezolano, explica en Washington a Antonio Caño, corresponsal jefe de EL PAÍS, y Juan Carlos Iragorri, de NTN24, cómo Brasil y Colombia lograron que Maduro aceptara el nuevo conteo de un porcentaje de los votos.

Maduro inicia su presidencia

con denuncias contra la oposición

Ewald Scharfenberg

19 de abril de 2013

 

Mientras recibía la banda de presidente, un estruendoso cacerolazo sonaba en toda Caracas

 

Nicolás Maduro ya es presidente de Venezuela. Juró el cargo este viernes, con tres horas de retraso, ante su camarada y número dos del chavismo, Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional. Presenciaron el acto presidentes y primeros ministros de 14 naciones. Las fuerzas armadas le rindieron honores.

 

Pero las pompas de la ceremonia no pudieron apagar las expresiones de la crisis política que se vive en Venezuela desde el domingo pasado, cuando las elecciones dieron el triunfo a Maduro con 1% de ventaja sobre el opositor Henrique Capriles Radonski, quien se negó a reconocer el resultado y pidió un recuento de votos.

 

Cuando Maduro recibía la banda de presidente, un estruendoso cacerolazo sonaba en toda Caracas.

 

Ni siquiera el nuevo mandatario consiguió eludir el tema, que le acucia personalmente y a la gobernabilidad del país. Inició su discurso de aceptación del cargo pidiendo, frente a muchos de sus colegas que la noche anterior se reunieron en Lima para respaldarlo -y a cuya declaración dio lectura-, que Dios le diera “la sabiduría necesaria para saber tender la mano a quienes no votaron por mí”. A pesar de ese preámbulo, dedicó buena parte de su discurso a denunciar a una oposición que, según el ex dirigente sindical, es xenófoba, racista, saboteadora y golpista. “Hay que desinfectar la sociedad de esos valores que alimentan la violencia”, invitó al país.

 

Tras pasar revista a los acontecimientos de los últimos días, saludó la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de auditar los votos restantes para completar el total de las papeletas depositadas en las elecciones del 14 de abril. Quiso aclarar que la oposición, “todavía no ha impugnado las elecciones” pero a la vez hizo pública su convicción de que sus adversarios no van a reconocer el resultado de la auditoría, “salga lo que salga de allí”.

 

A pesar de las invectivas, Maduro se dijo dispuesto a “conversar con el Diablo, que Dios me perdone, o con el nuevo Carmona”, refiriéndose a Capriles, al que compara con Pedro Carmona, el empresario que ocupa de manera espuria la presidencia de la República cuando Hugo Chávez fue desalojado por 47 horas en abril de 2002.

 

Llamó a valorar, a pesar de su estrecha ventaja, la victoria electoral del 14 de abril, a la que calificó de “histórica y heroica”. Enumeró entre los atenuantes de su merma en el apoyo de los votantes, la desaparición del comandante, el boicot al suministro eléctrico, y la escasez de bienes de consumo, que achacó a una guerra económica de la burguesía.

 

Confirmó que ha recibido cartas de todos los ministros del gabinete ejecutivo en las que ponen sus respectivos cargos a la orden, de modo de facilitar. Agradeció el gesto.

 

Al comienzo del acto, un espontáneo abordó a Maduro en el presidio y le arrebató el micrófono, incidente que mostró una grave brecha en la seguridad del nuevo presidente, quien no dejó de notarlo: “Han podido darme un tiro acá”, dijo minutos más tarde, al reanudar su intervención. El transgresor luego fue identificado como Yendrick Sánchez, un joven del estado de Zulia (occidente de Venezuela) que se dedica a irrumpir en eventos públicos, como ya lo hizo en un mitin de Capriles Radonski. Al momento de cerrar esta nota no se conocía si fue detenido o si se le ha imputado algún delito.

Gobierno y oposición venezolanos

pactan revisar el voto

Alfredo Meza

19 de abril de 2013

 

Ambas partes supervisarán la revisión del 46% de las urnas, que durará un mes

 

Tanto la oposición como el Gobierno de Venezuela se han dado por satisfechos con la decisión del Consejo Nacional Electoral venezolano (CNE) de terminar de contar los votos emitidos en las polémicas elecciones ganadas el domingo por Nicolás Maduro, el delfín del presidente Hugo Chávez. “Aceptamos esa decisión”, dijo el candidato de la opositora Mesa de la Unidad, Henrique Capriles, al tiempo que felicitó a sus seguidores por lo que consideró un logro para su causa.

 

Poco después, el presidente del Parlamento y número dos del régimen, Diosdado Cabello, tuiteó: “Ese 46% de auditoría adicional va a dar los mismos resultados, Nicolás Presidente y el fascista de Capriles va a seguir chillando”.

 

El pasado domingo se abrió el 54% de las urnas, un procedimiento de rutina cada vez que hay comicios en Venezuela. La presidenta del CNE, Tibisay Lucena, ha consentido abrir el resto en aras, dijo, “de aportar a la preservación de un clima de armonía entre venezolanos”. La próxima semana se anunciará la fecha de la auditoría, que se hará en presencia de técnicos de ambas partes y durará un mes. Después de cada tanda, Lucena se ha comprometido a entregar a la opinión pública un informe.

 

Capriles y la presidenta del Consejo Electoral han pedido paciencia para que el proceso se pueda completar sin contratiempos. Ambos parecían estar pensando en los desórdenes callejeros poselectorales en los que murieron 8 personas, 61 resultaron heridas y 250 fueron detenidas.

 

En caso de que la revisión ratifique a Maduro, la oposición podrá recurrir a los tribunales ordinarios, dijo a este diario Ramón José Medina, miembro del equipo de campaña de Capriles. Pero esa posibilidad de impugnar los resultados parte con un plomo en el ala. El miércoles la presidenta del Tribunal Supremo, Luisa Estela Morales, dijo que en Venezuela el voto manual no existe. Además, la Sala Constitucional, que preside Morales, jamás ha tomado una decisión contraria a los intereses del Gobierno y los 32 magistrados que lo componen son fichas del chavismo. “Es obvio de Morales emitió una opinión de fondo sobre un tema que no hemos planteado. Por ello queda inhabilitada. Nosotros la recusaremos en caso de que vayamos al tribunal”, explicó Medina. Será, en todo caso, una lucha larga, “tan larga como el CNE y el Gobierno quieran”, aclara el opositor, "y no estará circunscrita a esas acciones, que tienen pocas posibilidades de éxito".

 

Ya el mero hecho de que se haya producido un resultado tan ajustado (el 1,83%, según la última actualización) es una victoria para la oposición. Hace poco más de un mes, en medio de las épicas exequias del caudillo bolivariano, nadie apostaba por las posibilidades de Capriles, el gobernador del estado de Miranda. El abanderado de la coalición opositora no solo logró remontar casi 20 puntos de diferencia, sino que hizo tambalear los cimientos de un Ejecutivo que partía con todo a su favor.

 

Capriles logró poner contra la pared a un Gobierno que en tiempos de Chávez siempre estuvo a la ofensiva. Apenas se encendió la protesta opositora por el estrecho resultado. Maduro y sus compañeros amenazaron con “radicalizar” la revolución, una advertencia que en el pasado también solía hacer Chávez sin que la sangre llegara al río. Así, por ejemplo, el presidente encargado presionó a los dos canales de televisión de mayor audiencia —Venevisión y Televen— para que “definieran de qué lado estaban”, una directa advertencia para que ambas plantas dejaran de emitir los pronunciamientos de Capriles.

Henrique Capriles: “Esta fue una lucha de ustedes”

19 de abril de 2013

 

Capriles dijo estar complacido de la decisión anunciada por el CNE de ampliar la auditoría ciudadana sobre 46% de las cajas de resguardo que no fueron revisadas el 14 de abril pero lamentó que el Poder Electoral haya actuado de forma apresurada al proclamar “al otro candidato”, y luego “reconocer que teníamos razón al defender nuestros derechos”

 

Henrique Capriles declaró este jueves sentirse complacido de la decisión anunciada por el Consejo Nacional Electoral de ampliar la auditoría ciudadana sobre 46% de las cajas de resguardo que no fueron revisadas el 14 de abril y lamentó que el Poder Electoral haya tenido que actuar de manera apresurada proclamando “al otro candidato”, para luego “reconocer que teníamos razón al defender nuestros derechos”.

 

En intervención realizada, una vez que la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, dio a conocer la decisión de auditoría de verificación, el candidato presidencial felicitó al pueblo venezolano que se contuvo pero salió a la calle de manera pacífica para exigir que se hiciera un reconteo de los votos. “Quiero felicitar a nuestro pueblo. Ésta fue una lucha de ustedes, una lucha porque este camino siga construyéndose”, señaló.

 

Dijo que tenía pensado viajar a Lima para exponer el caso del 14-A ante los mandatarios de Unasur, pero prefirió quedarse al enterarse que el CNE tomaría una decisión. No obstante, “el señor Nicolás salió corriendo para Perú cuando supo que yo iría”, dijo.

 

Cuestionó que el Gobierno pretenda crear una matriz de opinión presentando su reclamo, “que es legítimo, porque son parte de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución”, como actos de violencia y de desestabilización, cuando, aseguró, son precisamente conductas como la del presidente de la Asamblea, las que demuestran que es el Gobierno el que está detrás de la violencia, porque “no le asiste la verdad”.

 

Refutó a Tibisay Lucena quien señaló que el Comando Simón Bolívar no había pedido un recuento de votos y le recordó que desde el pasado domingo 14 de abril ha venido solicitando un recuento de votos y una auditoría ciudadana, debido a una lista de más de 3 mil incidencias el día de la elección, además del estrecho margen que da como ganador a Nicolás Maduro.

 

Al reconocer que la lucha no ha terminado, que tardará unos días, pidió al país “cero anarquía” y los llamó a la paz, a tener paciencia y tolerancia. “Nuestra lucha no es contra el hermano que piensa distinto, no caigamos en provocaciones, no pisemos los peines de un Gobierno profundamente débil”, acotó.

 

Rechazó las denuncias que llegaron de varios estados sobre una “cacería” a empleados públicos que le habrían dado su apoyo el pasado domingo. “No hay manera de que los que están allí, sepan por quién usted votó”, dijo.

 

Pidió al Gobierno parar esta actitud y respetar la manera de pensar de los ciudadanos. “Aquí hay una crisis política y se pudo haber evitado desde el domingo, si quienes toman las decisiones hubieran aceptado” su propuesta de auditoría.

 

Recordó que en el país hay “inamovilidad laboral” por lo que ningún empleado público puede ser despedido. “No se equivoquen (...) aquí no hay leyes maduristas, no hay una Constitución madurista. No nos intimidan las amenazas del Gobierno”, dijo.

 

Dijo que solicitó un informe de los centros hospitalarios que el Gobierno denunció como atacados y “no hay ni un solo reporte de incidentes en los CDI”.

 

Sobre las muertes de las que el Gobierno lo acusa, cuestionó a Maduro: “¿Será que Maduro se acuerda que durante su corto mandato hubo la masacre de Uribana? ¿Se detuvo a ver la persona que estaba muerta en el piso en la avenida Bolívar? ¿Ha dado el pésame a alguno de los familiares que caen producto de la violencia?”.

Venezuela aprueba auditar

todos los votos de las elecciones presidenciales

Ewald Scharfenberg

19 de abril de 2013

 

La presidenta de Consejo Nacional Electoral anunció que el organismo contará los votos de las elecciones

 

Después de un pulso de cuatro días, que incluyó cacerolazos diarios y graves disturbios callejeros, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Tibisay Lucena, anunció que el organismo, con presencia de técnicos de las dos candidaturas, realizará una auditoría de los votos restantes hasta completar el total de los emitidos durante las elecciones presidenciales del pasado domingo.

 

La decisión responde a la solicitud principal de la oposición, cuyo candidato, Henrique Capriles Radonski, quedó en segundo lugar de acuerdo con los resultados oficiales del CNE, que dieron ganador, por un margen de un 1,7% (algo más de 200.000 votos) al oficialista Nicolás Maduro. La oposición, citando diversas irregulares ocurridas durante los comicios, declaró la misma noche del domingo que no reconocería esos resultados hasta que se produjera un recuento “voto a voto”.

 

La negativa de realizar la auditoría, esbozada inicialmente por voceros del CNE y otros poderes públicos, encendió la protesta de los seguidores de Capriles en todo el país. Los disturbios produjeron un saldo oficial de ocho muertes y 61 lesionados, así como 250 detenidos.

 

Lucena hizo el anuncio la noche del jueves por cadena nacional de radio y televisión, a la salida de una reunión de nueve horas con la Junta Directiva del CNE, conformada por cuatro rectoras cercanas al gobierno –incluyendo a la propia Lucena- y un representante de la oposición. De acuerdo con los términos de la decisión, la auditoría tardará 30 días, a razón de 400 urnas diarias. Representa un 46% de las cajas donde se depositaron las papeletas, toda vez que ya se había realizado una auditoría “en caliente” del 54% de los votos el mismo domingo de las elecciones.

 

La rectora principal del organismo quiso recalcar que la determinación se había adoptado “en aras de aportar a la preservación de un clima de armonía entre venezolanos y venezolanas”, y que se trataba de un derecho que desde el inicio de la crisis había asistido a la parte reclamante, solo que “el plazo de la impugnación daba inicio después de la proclamación del presidente electo”.

 

Minutos después, desde la sede de su comando, Capriles Radonski reaccionó favorablemente: “Aceptamos esta decisión”.

 

Felicitó a sus seguidores y al pueblo de Venezuela, a quienes atribuyó el logro, a la vez que les advirtió de que la nueva fase que se inicia “tomará un tiempo” al final del cual, confía, “la verdad no solo saldrá a flote, sino que tendrá consecuencias”.

 

La escueta declaración de la presidenta del CNE no ahondó en detalles técnicos que podrían resultar decisivos para el resultado de la inspección. Capriles, por su parte, dijo que esos detalles se conocerán pronto, pero que la parte opositora insistirá en que la auditoría contraste las papeletas depositadas en cada urna, con sus respectivas actas y cuadernos de votación. Asegura que en las 12000 cajas que serán objeto de conteo “están los problemas que hemos denunciado”.

 

Mientras tanto, instó al presidente electo, Nicolás Maduro, a cesar la persecución en organismos públicos contra supuestos simpatizantes de la oposición, recordando que el propio gobierno ha decretado la inamovilidad laboral. “El país espera diálogo, calma, paz”.

 

Al momento de cerrar esta nota, no se conocía la respuesta del gobierno al anuncio del CNE. El presidente electo, Nicolás Maduro, que debe tomar posesión de su cargo este viernes ante la Asamblea Nacional, se encontraba la noche del jueves en Lima, Perú, en una reunión de Presidentes de la Unión Sudamericana (Unasur) que trata la crisis venezolana.

Venezuela, Chávez-Maduro y el modelo cubano

Maite Díaz González

19 de abril de 2013

 

Hace tres años y dos meses estuvo de viaje Hugo Chávez por el viejo continente; promocionaba una película de Oliver Stone, y organizó una gira de propaganda y legitimación en Europa, tan denostada desde sus tribunas. La Europa decadente, dicen.

 

La política como “representación” en la sociedad del espectáculo. Chávez llegó a la Mostra de Venecia que lo recibió con ovaciones. La ligereza italiana  comienza con adhesiones apasionadas y marchas con antorchas para terminar con la dictadura y el susodicho colgando cabeza abajo deformado y apaleado. La infantilización política en Latinoamérica crea un fenómeno de repetición. De nada sirve la experiencia de Cuba y su falta de derechos y libertades, la destrucción de la sociedad civil, de la economía y de la libertad de la prensa y de los medios de comunicación.

 

Las figuras de los caudillos-dictadores y sus discursos tratan de ocupar el espacio público y las relaciones de los ciudadanos con el Estado para convertirlas en representaciones que oscilan entre  lo cómico y lo trágico casi siempre; se va de un lado a otro del espectro, de las rancheras o los tangos -más al sur- a las cargas policiales y las golpizas de las fuerzas del orden o de ‘los grupos de apoyo’. Las elecciones del domingo  han provocado enfrentamientos con un saldo de nueve muertos, ocho oficialistas y un opositor.

 

Desde Cuba se escuchan los llamados a los cacerolazos de apoyo a los venezolanos de la oposición, Antúnez, desde el miércoles ha llamado a la solidaridad. Los dictadores no cantan boleros;  Cabrera Infante decía que, el cubano, no sabe bailar. Un problema musical que puede ser la falta de oído, un problema de armonía;  se aprende a escuchar, es una disposición reflexiva del espíritu, de la sensibilidad y de la inteligencia, y es la única manera de no repetir los mismos errores.

 

En los mensajes de hace unas horas del líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, leíamos la preocupación por la provocación de la violencia y la manipulación de las masas ensordecidas por la propaganda. Nicolás Maduro se negó a volver a contar los votos. Si la comunidad internacional aceptara la imposición estaría legitimando un proceso electoral que no respeta las reglas de transparencia de las elecciones democráticas.

 

Hoy, en las noticias de Europapress aparece la noticia de un acuerdo:

 

“Tanto Maduro como Capriles se han comprometido a acatar los resultados que arroje la auditoría del cien por cien de los votos, independientemente de a quién otorgue la victoria y, por tanto, el Gobierno hasta 2019”.

 

Queda esperar que en la gestión de la crisis política no recurran al fraude electoral para continuar gobernando. Está en juego la credibilidad de la institución CNE (Consejo Nacional Electoral) y la posterior legitimidad de un gobierno en el que el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro  -formado políticamente en Cuba- fue designado por su predecesor sin mediar una consulta democrática.

Apoye con su firma el reconteo manual de votos

en las elecciones presidenciales de Venezuela

 

http://www.avaaz.org/es/petition/Reconteo_Manual_de_votos_en_Elecciones_Presidenciales_de_Venezuela/?cVtqkeb

 

Es importante el reconteo manual de votos, ya que en las elecciones realizadas el domingo 14 de abril, ha sido proclamado ganador el representante del oficialismo Nicolás Maduro. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), Maduro ganó por un estrecho margen de diferencia al candidato opositor Henrique Capriles Radonski, pero ambos comandos de campaña se adjudican la victoria. Como puede comprobarse en esta página, se ha producido un fraude, por lo que el candidato opositor ha desconocido los resultados hasta tanto no se realice el recuento manual de los votos.

 

El gobierno ha desoído los clamores de la mitad de los electores, que contabilizaron más de 3 mil incidencias solo durante el día de las votaciones, que hacen poner en duda el cerrado resultado final (entre Maduro y Capriles hay un poco más de 1% de diferencia, según cifras del propio CNE).

 

Dentro de las denuncias más importantes destacan los asaltos y hostigamientos de grupos armados en algunos centros de votación del país y las dudas sobre el destino de los comprobantes finales -las papeletas- cuya custodia es responsabilidad del CNE y los militares.

 

La misma noche de la elección, luego de conocido el primer boletín, Maduro ofreció una auditoria del 100% de los votos. Cuando Capriles le tomó la palabra y confirmó el deseo de realizar la auditoria, Maduro se retractó mientras el CNE apresuró la proclamación como presidente, mientras parte del pueblo se volcó a las calles para defender su voto, siendo reprimidos por los militares que asesinaron a siete pacíficos ciudadanos.

 

Por eso le pedimos que ayude a presionar a los lideres del mundo para que se pronuncien a favor de un recuento manual de los votos de las pasadas elecciones.

 

¡Contribuya a que la verdad pueda ver la luz en Venezuela! La lucha por un recuento de votos no garantiza que se ganen las elecciones, pero si sirve como constancia de que la mitad del país no está dispuesta a seguir tolerando las arbitrariedades que ejerce el gobierno. Los más de 7 millones de venezolanos (la mitad de los votantes) exigen el recuento, pero el CNE se niega a hacerlo.

Corto y Profundo – Pregúntele a J.V.

Rafael Poleo

18 de abril de 2013

 

El régimen está acorralado por sus propios errores y se defiende con lo único que tiene: armas, dinero para pagar malandros que las manejen e instituciones capaces de las decisiones más grotescas.

 

Con recursos así sobrevive sin llegar a consolidarse. El creciente rechazo le obliga a usar recursos que resuelven el problema inmediato pero minan sus bases, cual eso de no abrir las cajas, con lo cual ha logrado convencer al mundo de que en ellas había más votos para la Oposición que para el Gobierno.

 

La desconcertante conducta del Presidente de la AN ayuda eficazmente a ese descrédito. Pero el máximo servicio a la Oposición sería encarcelar a sus líderes. En dos meses, el mundo vería un Mandela en Capriles. Son remedios como el mercurio conque antes de descubrir los antibióticos se trataba la sífilis, el cual marcaba al paciente con una extraña coloración azul.

 

Ya en entredicho su origen -eso es irreversible-, tendrá que pagar con un dinero que no tiene reconocimientos como el de España. No podrá contener la escasez y el alza en el costo de la vida, ni inventar divisas. Tendrá que vender el oro y/o PDVSA.

 

En septiembre tiene que pagar deudas milmillonarias y no puede postergar más los contratos colectivos. El fin de año será espantoso. Faltarán el pan y la sal. En fin, no hay problema que no tenga solución, pero el más grave es la incapacidad política, que eso no se cura. ¿Por qué no le preguntan a José Vicente, quien por lo visto es el único que en el oficialismo sabe con qué se come eso?

 

@PoleoRafael

Esta esperanza no es quimera

Luis Ugalde

18 de abril de 2013

 

Quedó en evidencia que bastante más de la mitad de los venezolanos no está de acuerdo con la propuesta gubernamental estatista-partidista. En unas elecciones sin coacción, ni miedo ni uso abusivo del poder del Estado, y con un árbitro medianamente neutral, la ventaja de la opción democrático-plural sería de varios millones de votos. Esa es la realidad que el Gobierno y todos tenemos que reconocer y desde ahí poner los remedios indispensables para sanar al país enfermo. Algunos puntos decisivos:

 

1-Pobreza y economía. El país está atrapado por los alarmantes niveles de déficit fiscal, endeudamiento, inflación, importaciones desbocadas y exportaciones no petroleras raquíticas; escasez de productos básicos, fuga de capitales y de talentos. Estatizaciones improductivas y en quiebra y la empresa privada acosada y sentenciada a muerte por el socialismo del siglo XXI. Ello hace imposible superar la pobreza, pues sin fuerte dinámica empresarial y cuantiosas inversiones no crecerá el empleo productivo de creciente calidad. El régimen ha llevado a la economía a una ecuación económica insoluble. Lo acertado para el gobierno y el país sería la vía del Brasil, que en lo económico significa abrir las puertas con garantías jurídicas a la inversión privada productiva (no a capitales meramente especulativos), estimularla y exigirla. Pero no lo aceptarán, pues para la ideología de este gobierno, la empresa privada es el demonio y la propiedad de los medios productivos el origen y causa de todo mal.

 

2-Sinceración, transparencia y eficiencia de los programas sociales. La ineficiencia gubernamental, la corrupción y el sectarismo partidista, castraron las iniciales buenas intenciones de los programas sociales y de las misiones. Hay que sincerar lo que el sectarismo partidista, la propaganda y la ideología, malamente, ha tratado de disfrazar.

 

En los programas más necesarios y significativos, de educación, salud, seguridad social, no es difícil aumentar su eficiencia, transparencia y universalismo (no partidismo) hacia el logro de derechos consagrados en la Constitución.

 

3-Democratización política. El país requiere señales democráticas claras e inmediatas: la liberación de exiliados y presos políticos; el abuso del Ejecutivo central tiene que atacarse de inmediato con la independencia y contrapeso de los otros poderes públicos, con una sociedad civil activada y con la autonomía de los poderes regionales y locales y la colaboración eficaz del poder central.

 

También la Fuerza Armada tiene que volver desde dentro de sí misma con apoyo de la sociedad y del Gobierno­ a su perdido lugar, importantísimo, que le reconoce la Constitución y reclama la sociedad.

 

4-Reconciliación nacional con acuerdos serios y sostenidos en temas básicos, que sólo con grandes consensos y colaboración tendrán éxito. No es posible seguir seis años más así, ni podemos resignarnos ni desear el fracaso (casi inevitable) del gobierno que nace. Se requiere un gran aliento espiritual de renovación, de reconciliación y de esfuerzo esperanzado, con hechos y políticas concretas. La violencia es una terrible enfermedad que como el cáncer va invadiendo todo. Se ha sembrado odio, descalificación y agresividad en los corazones. Son múltiples las políticas necesarias de educación, de trabajo juvenil y de disuasión de la violencia, pero ninguna como el reconocimiento de corazón de nuestra condición de hermanos que hace sagrada la vida de tu posible asesinado.

 

Reconocimiento no sólo para no matarnos, sino para ser capaces juntos de poner vida donde hay muerte y miseria.

 

5- Presidente educador. El nuevo Presidente por encima de todo debiera ser educador, reeducador político a tiempo completo, con la dignidad de los más pobres por delante y la Constitución en la mano.

 

Esta esperanza no es un delito ni una quimera, es una realidad de vida o muerte para el gobierno que empieza hoy.

 

Es obvio que él y su ala estalinista están obcecados ideológicamente y consideran todo esto como una rendición ante el enemigo antirrevolucionario y la “derecha imperialista”. Pero no hacerlo lo llevará a un suicidio político más pronto que tarde. Por eso, todos los demócratas, con Capriles y la mayoría esperanzada, deben seguir unidos y activados por la vida del país.

Human Rights Foundation

pide salida pacífica a crisis post-electoral

18 de abril de 2013

 

Human Rights Foundation pide salida pacífica a crisis post-electoral y condena anuncios de persecución judicial contra líderes de la oposición; pide a la OEA propiciar el diálogo

 

Human Rights Foundation (HRF) exhorta tanto a los líderes del oficialismo como de la oposición en Venezuela a solucionar la crisis política post-electoral en el país a través del diálogo y por la vía pacífica. En esa medida, HRF condena la agresión física en la Asamblea Nacional a los diputados de la oposición Julio Borges y William Dávila, así como las declaraciones del proclamado presidente electo Nicolás Maduro, de la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, y de la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estella Morales, en las que han prejuzgado públicamente a los principales líderes de la oposición, incluyendo al propio Henrique Capriles, como responsables por los hechos de vandalismo y violencia política producidos el lunes por la noche.

 

“No basta con que gobierno y oposición pronuncien la palabra paz hasta el cansancio, sino que ambas partes deben abstenerse de realizar discursos incendiarios y más bien tender puentes de diálogo para lograr una salida pacífica a la presente crisis”, dijo Garry Kasparov, presidente del Consejo Internacional de HRF. “Creemos que la auditoría y recuento del 100% de los votos es una demanda legítima del candidato opositor dado el estrechísimo margen de su derrota y las condiciones de ventajismo oficialista bajo el que se han realizado todas las elecciones desde que el partido del fallecido presidente Hugo Chávez comenzó a gobernar Venezuela. Corresponde al CNE y al gobierno del PSUV que lo controla propiciar un diálogo honesto y pacífico sobre las posibilidades técnicas de este recuento, en favor de la armonía y la paz del pueblo venezolano”, concluyó Kasparov.

 

En su discurso del domingo por la noche, el candidato oficialista Nicolás Maduro, que fuera declarado ganador con un margen de diferencia de 1,83% de los votos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), expresó su beneplácito en que se realizase una auditoría o revisión del 100% de los votos para despejar cualquier duda sobre la transparencia del proceso. Al día siguiente, la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, evitó referirse al tema y proclamó a Maduro como presidente electo.

 

En respuesta, el candidato opositor Henrique Capriles llamó a Nicolás Maduro “ilegítimo”, convocó a un cacerolazo para la noche del lunes y presentó a la opinión pública más de mil incidencias electorales que, anunció, serían presentadas legalmente ante el CNE en Caracas. Según la Ley Orgánica de Procesos Electorales, el procesamiento de estas incidencias podría llevar a la anulación o repetición del voto en cientos de centros electorales del país, pudiendo afectar así el resultado final de la elección que dio por ganador al candidato oficialista por sólo 272.000 votos, de casi 15 millones de votos válidos. Al mismo tiempo, Capriles convocó a concentraciones pacíficas a las afueras de todas las oficinas del CNE en la nación para el día martes y a una marcha desde su comando de campaña hasta la sede central de CNE para la entrega de las incidencias.

 

Ante el acaecimiento de hechos de vandalismo y violencia política en distintos estados de Venezuela el lunes por la noche, los cuales según la fiscalía habrían producido 7 muertos y 61 heridos, Maduro acusó a los líderes de la oposición de ser responsables por estas víctimas, anunció “mano dura” frente al “fascismo” y el “golpismo”, y declaró que la marcha convocada el día miércoles por Capriles quedaba prohibida. Ante los mismos hechos de violencia, Capriles desvirtuó cualquier responsabilidad de los líderes de la Mesa de la Unidad, pidió que caiga “todo el peso de la justicia” sobre los individuos que hubiesen producido actos de vandalismo o violencia, pidió a todos sus partidarios retirarse de las calles para evitar la violencia a cargo de “infiltrados del gobierno” y suspendió la concentración convocada para el día miércoles con el mismo fin. El día de ayer, Maduro afirmó que el CNE ya había realizado la auditoría del 54% de los votos y que su gobierno acataría la decisión del CNE frente al pedido de la oposición.

 

“Si bien oficialistas y opositores comparten la responsabilidad de propiciar la salida pacífica a esta crisis, esta responsabilidad recae mucho más en Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y los principales dirigentes del PSUV, ya que estos controlan todas las instituciones gubernamentales: desde la policía y las fuerzas armadas, hasta la asamblea nacional, la fiscalía, el tribunal supremo y el propio consejo electoral”, afirmó Thor Halvorssen, presidente de HRF. “Sin embargo, en vez de propiciar una solución pacífica de una legítima demanda ciudadana, el PSUV avaló la agresión física de diputados opositores en plena Asamblea Nacional y parece haber echado a andar toda su maquinaria judicial para reprimir las demandas legítimas de la oposición”, concluyó Halvorssen.

 

El lunes por la noche, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, afirmó a través de Twitter: “Capriles fascista, me encargaré personalmente de que pagues por todo el daño que le estás haciendo a nuestra patria y a nuestro pueblo.” El martes, Maduro se dirigió a Capriles a través de una cadena gubernamental obligatoria: “Tienes que verle la cara a la justicia más temprano que tarde.” El mismo martes, la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, afirmó que debido a que “el pueblo no favoreció” a Capriles como candidato, entonces el decidió “atentar contra el pueblo venezolano”.

 

Finalmente, ayer miércoles, la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estella Morales, prejuzgó que a través de la “presunta instigación a que se haga un conteo manual” de votos, los líderes de la oposición “indudablemente” estaban “incitando a que se comience una lucha de calle sin fin”, por lo que “hay que establecer responsabilidades por un hecho cierto: venezolanas y venezolanos han sido vulnerados físicamente, heridos, y otros venezolanas y venezolanos han muerto”.

 

Por su parte, el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, expresó el lunes su respaldo a la “iniciativa formulada por representantes del gobierno y oposición, sobre la necesidad de realizar una auditoría y un recuento completo de la votación”. Y el martes, reiteró un “ferviente llamado al diálogo, mecanismo esencial para asegurar la gobernabilidad de cualquier país, en un marco de concordia y con pleno respeto al pluralismo”.

 

“HRF aplaude las declaraciones del secretario general Insulza en favor del diálogo plural en Venezuela, y le pide realizar todas las gestiones diplomáticas a su disposición para propiciar este diálogo bajo los principios de la Carta Democrática Interamericana”, afirmó Halvorssen.

 

HRF es una organización sin fines de lucro, independiente y apolítica, que promueve la defensa de los derechos humanos a escala mundial. HRF centra su trabajo en los conceptos entrelazados de autodeterminación y libertad. Estos ideales encuentran su más alta expresión en la creencia de que todos los seres humanos tienen derecho a la libertad de expresión y de asociación con personas de ideas afines. Las personas que viven en una sociedad libre deben recibir el mismo trato y debido proceso de conformidad con la ley y deben tener, asimismo, la oportunidad de participar en los asuntos públicos de su país. De la misma forma, los ideales de HRF están determinados por la convicción de que todos los seres humanos tienen el derecho a estar libres de detenciones o exilios arbitrarios, de esclavitud y tortura, y de la interferencia y coerción en asuntos de conciencia. El trabajo de HRF se funda en el principio de la no violencia.

 

El Consejo Internacional de HRF está presidido por el activista por la democracia ruso Garry Kasparov y se encuentra conformado por individuos que fueron prisioneros de conciencia, tales como George Ayittey, Vladimir Bukovsky, Palden Gyatso, Václav Havel [fallecido], Mutabar Tadjibaeva, Ramón J. Velásquez, Elie Wiesel y Harry Wu.

 

Contacto: Jamie Hancock - Human Rights Foundation, (212) 246.8486, mail: pedro@thehrf.org

Fascismo rojo

Alejandro Armengol

18 de abril de 2013

 

El poschavismo degenera con rapidez y violencia hacia un fascismo rojo. Los que en este momento mandan en Venezuela han decidido acompañar a la estampita, la imagen del fallecido gobernante y esa invocación constante, entre plañidera y soberbia, con la fuerza del matón.

 

Acallar mediante el atropello. Amenazar con encerrar a los que expresan pacíficamente su desacuerdo con un “heredero” que ha llegado despojándose de cualquier disfraz democrático y con la intención de implantar una dictadura total en el menor tiempo posible.

 

El gobierno de Nicolás Maduro no se inicia donde lo dejó Chávez, sino donde lo comenzó Fidel Castro en Cuba: con la amenaza de meter en la cárcel a quien se le opusiera —que la cumplió de inmediato— y una campaña de desinformación destinada a desprestigiar a todo aquel que consideraba un enemigo.

 

Maduro y Diosdado Cabello no han perdido un minuto en dejar en claro que con ellos no hay diálogo y negociación posible: acatar o sufrir las consecuencias. Por supuesto que han recurrido a ese viejo expediente de hablar del peligro de golpe e Estado, incitación al caos y los desórdenes por parte del bando contrario, así como tampoco se han demorado un segundo en lanzar acusaciones de que han sido los opositores pacíficos los responsables de las muertes ocurridas.

 

¿Cuántas veces ocurrieron “sabotajes” en momentos muy precisos en Cuba, la quema de un círculo infantil durante los días del éxodo del Mariel, varias bombas que dieron pie a decretos gubernamentales o a la creación de los órganos de vigilancia en cada cuadra, sin que nunca se supiera quién en realidad había estado tras esas acciones?

 

En ese libreto, que en la actualidad es dictado por La Habana —incluso con más fuerza que durante la época de Chávez— no es de extrañar que ocurran situaciones que de inmediato se utilicen para justificar la represión.

 

En todo ello, no hay originalidad. No lo inventaron los Castro. Existe desde mucho antes, pero nunca se aplicó con tanta eficiencia como durante el fascismo, el gobierno nazi y el comunismo.

 

La acusación por parte de los herederos del régimen de Caracas —próximo a inaugurar oficialmente un nuevo período, pero que ya ha mostrado su cara en la calle— de que son fascistas quienes se limitan a pedir un recuento de la votación, es falsa y torpe.

 

Precisamente lo que está ocurriendo en toda Venezuela es que el régimen —que se continúa y al mismo tiempo se inicia— ya ha dejado bien en claro su disposición de despojarse con rapidez de los aspectos populistas necesarios para ganar en las urnas, y concentrarse en crear e imponer una maquinaria represiva que consolide y perpetúe su presencia.

 

Para Maduro, no habrán elecciones en el futuro, apenas farsas electorales similares a las que por décadas se han celebrado en Cuba.

 

El desastre político que vive Venezuela es un retroceso histórico y social. Si Henrique Capriles prometía dar un paso más allá —y que el superar la etapa neoliberal no fuera una vuelta reaccionaria a la izquierda radical, sino el establecimiento de un gobierno progresista que uniera la justicia social a un clima de inversiones y desarrollo—, Maduro ha comenzado a retrotraer al país a algo nunca vivido en Venezuela: una dictadura como la cubana.

 

No lo está haciendo ni siquiera guiado por un objetivo ideológico malsano, sino por ambición personal. Pero los fines personales no alteran para nada lo peligrosa que se está tornando la situación en Venezuela.

 

Bastan algunas referencias a lo que significó Mussolini para Italia y para el mundo, y mencionar cómo luego el régimen de La Habana ha repetido estas mismas características, para comprobar la forma en que estas ahora comienzan a perfilarse en Venezuela.

 

Fascismo y Ur-Fascismo

 

El Partido Fascista de Mussolini nació bajo la bandera de que era la fuerza destinada a establecer un nuevo orden social, pero fue financiado por los terratenientes y las capas más conservadoras de la sociedad italiana. En su comienzo, el fascismo fue un movimiento urbano de tendencia republicana, que contaba con un amplio apoyo entre la clase media y que se extendió a las áreas campesinas. El primer gobierno de Mussolini incluyó tanto a ministros liberales como populistas, hasta tener la fuerza suficiente para establecer un régimen totalitario, que subsistió durante 20 años proclamando su lealtad al rey Víctor Manuel III y a la familia real. Sin embargo, cuando el Rey destituyó y encerró a Mussolini, éste reapareció con el apoyo nazi proclamando una nueva república.

 

Mussolini fue en un comienzo un militante ateo que incluso retó a Dios a que lo destruyera como prueba de su existencia, pero no sólo pactó con la Iglesia Católica y reconoció la soberanía del estado vaticano, sino que gobernó con el beneplácito del papa Pío XI, los obispos y la curia romana. A diferencia del nazismo y el comunismo soviético, que no permitieron la menor muestra de disidencia en los terrenos del arte y la cultura, bajo el fascismo italiano fueron toleradas manifestaciones artísticas y literarias que se apartaban del oficial estilo grandilocuente. ¿Quiere esto decir que existió en Italia una mayor tolerancia que en Rusia o en Alemania? Nada de eso, el líder comunista Antonio Gramsci murió en la cárcel, el diputado opositor Giacomo Matteotti fue asesinado por una grupo de rufianes fascistas y el propio Mussolini se responsabilizó del hecho. A su regreso, durante el gobierno establecido en Saló bajo el respaldo alemán, el Duce prometió fusilar a los miembros del Gran Consejo que habían votado en su contra, entre ellos su yerno, el conde Galeazzo Ciano, al que ejecutó por la espalda. Cuando algo realmente amenazaba su poder, el dictador italiano sabía que la mejor manera de resolverlo era por la vía rápida: eliminando al contrario.

 

Desde hace años los cubanos saben cuantas similitudes existenentre el fascismo y el régimen de La Habana. No son simples coincidencias. El gobierno de Fidel Castro siempre ha sido profundamente fascista, sólo que llegó al poder con atraso, en un momento en que tal denominación ya estaba cubierta de ignominia. Umberto Eco enuncia 14 características típicas de la ideología fascista en su artículo Ur-Fascismo. El régimen cubano las cumple a plenitud. Eco dice que es suficiente que una de ellas esté presente para permitir que el fascismo se aglutine a su alrededor. Según el ensayista y novelista italiano, en un sistema fascista no hay lucha por la vida, sino que la vida se vive para la lucha. En tal perspectiva, todo el mundo es educado para convertirse en un héroe. En toda mitología, un héroe es un ser excepcional, pero bajo la ideología del fascismo total, el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo está directamente vinculado al culto de la muerte.

 

Decirle fascistas a los opositores pacíficos venezolanos es un insulto soez. Señalar las similitudes entre el fascismo, el castrismo y ese poschavismo donde la fanfarria, el sainete y el velorio ceden cada vez más el lugar a la fuerza bruta es únicamente advertir de un peligro.

Reprimen a estudiantes que protestaban

Capriles muestra

pruebas irrefutalbles del fraude

Capriles cifra el fraude de votos

en 1,4 millones de papeletas

La crisis política en Venezuela se ha convertido en un cruce de denuncias de fraude y promoción de la violencia difícil de comprobar para los observadores extranjeros. En un intento de avalar su denuncia, Henrique Capriles ha enumerado con detalle algunas de las irregularidades que pudieron cometerse en la votación del pasado domingo, presentando incluso actas que probarían sus quejas, según publica el periódico venezolano El Nacional.

 

El candidato de la Mesa de Unidad Democrática asegura que hubo 535.000 máquinas dañadas, lo que habría afectado a 189.982 votos. Además, según Capriles, en 1.176 centros el candidato oficialista, Nicolás Maduro, sacó más votos que Hugo Chávez.

 

En uno de ellos, incluso, Maduro sacó casi un 1.000% más de papeletas: “¿Quién puede creer que Maduro haya sacado más votos que Chávez, si casi un millón de electores de Chávez votaron por Capriles?», insistió.

 

La Mesa  de Unidad Democrática aseguró tener constancia de la retirada por la fuerza de observadores electorales en 286 centros, lo que significa 722.983 electores que no tuvieron esa vigilancia. Y advierte de que en 564 centros hubo voto asistido, algo prohibido en Venezuela, lo que afectaría a 1.479.774 votantes.

 

Entre otras irregularidades, Capriles destacó que 600.000 personas fallecidas aparezcan en el registro electoral y que en 397 centros se amedrentó a los electores.

 

El candidato de la oposición incluso habló de urnas en las que hubo más votos que electores aparecían en el acta de escrutinio e incluso denunció proselitismo en 421 colegios electorales.

 

“Por eso debe hacerse una auditoría, porque cuando revisa todo se puede detectar el problema. La ley dice que si en una mesa hay una irregularidad, queda anulado en esa mesa”, advirtió Henrique Capriles.

  

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Cualquier conocedor del castrismo sabe que si el Consejo Nacional Electoral de Venezuela informó que el candidato de los hermanos Castro ganó por menos de un cuarto de millón de votos, eso significa que perdió por no menos de dos millones. Véase

 

http://profesorcastro.jimdo.com/venezuela-post-ch%C3%A1vez/

 

Si la oposición venezolana permite este fraude, no sería uno más de los tantos que ha permitido, sería algo mucho peor: comenzaría el desmantelamiento de lo que queda del Estado de Derecho y no volverían a realizarse elecciones, ya que los hermanos Castro no se arriesgarían nuevamente, porque ni Maduro ni ninguno de los otros chavistas goza del carisma de Hugo Chávez.

Excelente intervención de la diputada María Corina Machado, donde le expresa al dictador cubano: “Raúl Castro déle permiso a Nicolás Maduro para contar los votos”.

 

María Corina Machado, diputada a la Asamblea Nacional de Venezuela por el estado Miranda, aseguró que la oposición no va a permitir la entrega de la soberanía al gobierno de Cuba, informaron medios locales.

 

Señor Raúl Castro, déle permiso a Nicolás Maduro para contar los votos, que es lo que pedimos todos los venezolanos”, exclamó la diputada opositora.

 

El propio Nicolás Maduro aceptó contar los votos. ¿Por qué no los cuentan ahora? ¿Por qué se retractó?La respuesta es muy clara: él dijo que tenían que consultarlo”, agregó, antes de responsabilizar de ello a una presunta injerencia cubana.

Veedores internacionales catalogan de

ilegítimo el triunfo de Maduro

Oficialistas atacan manifestación pacífica

en la sede del CNE Maracaibo

A las 12:12 am del martes 16 de abril de 2013, un grupo de más de 15 simpatizantes del oficialismo arremetió con armas largas al grupo de manifestantes pacíficos que se encontraban frente a la sede regional del CNE Zulia. La Guardia Nacional Bolivariana defendió a los manifestantes, tomando la vida de 1 agresor y llevando a 4 detenidos. Los estudiantes huyeron a los edificios cercanos para buscar refugio del tiroteo.

EEUU no reconocerá a Maduro

hasta que haya un recuento

Eva Saiz

17 de abril de 2013

 

El secretario de Estado dice que si se comprueba que ha habido irregularidades durante el proceso exigirá explicaciones

 

El jefe de la Diplomacia estadounidense, John Kerry, ha asegurado que su país aún no ha decidido si reconocerá a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela. Preguntado al respecto durante una comparecencia ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, el secretario de Estado ha asegurado que Estados Unidos no reconocerá a ningún ganador, hasta que se realice el recuento de votos solicitado por el candidato opositor, Henrique Capriles.

 

“Debe haber un recuento”, ha asegurado Kerry. Es la primera vez que el secretario de Estado se refiere al resultado de los comicios venezolanos desde que estos tuvieron lugar el pasado domingo. Kerry también ha advertido de que si se comprueba que se produjeron irregularidades durante el proceso electoral, como ha denunciado la oposición, exigirá “explicaciones serias”.

 

La Casa Blanca también ha emitido su primer comunicado oficial sobre las resultados de las elecciones venezolanas. La nota no alude expresamente a ninguno de los candidatos y hace especial hincapié en que el "Gobierno respete el derecho de reunión y manifestación" e insta a sus ciudadanos a que "eviten la violencia". El Gobierno insiste en la necesidad de que sólo un "recuento transparente y creíble de los votos" podrá garantizar el resultado electoral y ayudando al "avance de la democracia en ese país".

 

El Departamento de Estado ha dejado claro en los últimos días que era necesario realizar el recuento de votos para verificar el estrecho resultado electoral y que ningún candidato debería ser proclamado vencedor de manera oficial hasta que la revisión de las papeletas no hubiera concluido. Kerry ha insistido en esa postura en el Congreso y ha recordado que, “en un primer momento, Maduro apoyó la idea del recuento”. “Otros países y la OEA han pedido también un recuento, así que veremos qué ocurre”, ha señalado el secretario de Estado.

 

Kerry también ha indicado que “es muy dudoso” que EE UU envíe una delegación a la toma de posesión de Maduro, prevista para este viernes. “Las circunstancias en las que se produce son bastante cuestionables”, ha justificado el secretario de Estado.

 

Los 14 años de chavismo han deteriorado las relaciones entre EE UU y Venezuela en el terreno político. La Administración Obama ha optado por mantener una posición de neutralidad en estas elecciones para evitar que cualquier declaración pudiera ser empleada como arma arrojadiza en la campaña electoral. No obstante, hay políticos que han exigido del Gobierno una actitud más firme frente a la retórica chavista. Este miércoles, la congresista republicana de origen cubano, Ileana Ros-Lehtinen, ha instado a Kery a que no legitime “las políticas corruptas de un fiel al chavismo”, en referencia a Maduro.


 

El chavismo se radicaliza

y amenaza con detener a Carriles

Ewald Scharfenberg

17 de abril de 2013

 

Los poderes públicos han anunciado acciones legales para responsabilizar al candidato opositor por su supuesta instigación a desórdenes callejeros

 

“Él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos ocurren a nosotros”, fue lo que dijo del desaparecido Hugo Chávez el número dos del oficialismo y presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello. Pero no lo dijo con nostalgia. En realidad, era una amenaza que profería desde Maracay, capital del estado de Aragua, el pasado 23 de marzo contra la oposición, a la que sugería que mejor habría hecho en rezar por la supervivencia del comandante. “Él imponía su liderazgo, su prudencia y su conciencia, y nos evitaba actuar en muchas ocasiones con estas ideas locas nuestras”.

 

A casi un mes de distancia, Cabello –exteniente del ejército- hace buenas sus palabras. El dique de Chávez ya no está y fluyen las ideas locas. Cabello las pone en práctica desde el martes, cuando, dirigiendo la sesión del parlamento, impidió el uso de la palabra a los diputados de oposición que no declarasen primero reconocer a Nicolás Maduro como presidente electo de la República. El miércoles destituyó sumariamente a los diputados de oposición que estaban al frente de comisiones permanentes del parlamento.

 

El oficialismo venezolano parece haber entendido que, en medio de la crisis política desatada tras las elecciones presidenciales del domingo, en las que Nicolás Maduro obtuvo una magra ventaja del 1% frente al opositor Henrique Capriles Radonski, el ataque es la mejor defensa. Es la llamada “radicalización” que desde el gobierno se agita a conveniencia, más como advertencia que como resultado de una doctrina. El martes en la tarde, por ejemplo, el presidente electo avisaba que, de continuar la protesta violenta por parte de la oposición, “lo que podemos hacer es radicalizar la revolución”.

 

La contraparte del conflicto, liderada por Capriles, dio en las últimas horas muestras de un repliegue. Bien porque se haya convencido de decantarse por la resistencia civil, bien porque necesitara asegurarse que las cosas no se le fueran de las manos, el candidato opositor –y oficialmente derrotado- suspendió una gran marcha convocada para el miércoles, que pretendía llegar hasta la sede principal del Consejo Nacional Electoral (CNE) en Caracas, la capital.

 

Desde el domingo, la oposición demanda una auditoría “voto a voto” de las papeletas depositadas en las urnas electorales, en vista de algunas irregularidades que denuncia y que, a su juicio, ponen en entredicho el resultado oficial de los comicios que, mientras tanto, se niega a reconocer.

 

El retroceso táctico de Capriles no ha dado lugar a una tregua, sin embargo. El gobierno saca cuentas y le ve rédito a la polarización. Así, el presidente electo Maduro- que debe jurarse el viernes ante la Asamblea Nacional para asumir el cargo- se ha negado en redondo a permitir el recuento de los votos, a pesar de que el domingo en la noche aceptó la propuesta. Así mismo, dio a conocer su decisión de desconocer a Capriles como gobernador del estado de Miranda y a cualquier otro gobernador de provincias “que no me reconozca a mí”.

 

Pero la bomba atómica que el gobierno ya prepara y que sin duda llevaría la situación a los extremos, en un país ya escindido, sería la eventual detención de Capriles. Los poderes públicos, ampliamente controlados por el Ejecutivo, ya han anunciado acciones legales para responsabilizar al candidato opositor por su supuesta instigación a desórdenes callejeros. Este miércoles, la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Luisa Estela Morales, ha lacrado el expediente en construcción manifestando que “en Venezuela no existe el voto manual” –con lo que, de paso, sentencia de antemano el reclamo opositor por un recuento de papeletas- y que, por lo tanto, quienes lo exigen habrían “engañado” a los manifestantes, aun sabiéndolo de antemano, “para incitar a una lucha de calle”.

 

El gobierno quiere endilgar a Capriles y a uno de los miembros de su comando, Leopoldo López –exalcalde del municipio de Chacao, verdadera bestia negra para el chavismo, que ya lo logró inhabilitar una vez para postular a cargos públicos- la autoría de los disturbios y sacarlos del camino. Se rumorea que la orden de captura ya está lista y permanece en el Juzgado Sexto de Primera Instancia en lo Penal, con atribuciones para atender casos de terrorismo.

 

Mientras, Maduro se ha dedicado a cultivar otros enfrentamientos. Desde el lunes, viene señalando a Estados Unidos como organizador primario de las protestas. Presentó la que llamó “la primera prueba” de ello, un vínculo desde el website oficial de la Casa Blanca con una petición ciudadana en línea a favor del recuento de votos en Venezuela.

 

El otro frente es el mediático. Durante una cadena de radio y TV el martes, Maduro expresó su convicción de que había llegado “el momento de las definiciones” y exhortó a los medios de comunicación “a definirse y mostrar si están con la patria”, nombrando en particular a dos cadenas privadas de televisión de señal abierta, Televén y Venevisión. Todo ello ocurre en fechas en que, según se había informado, debe haberse completado la venta del canal Globovisión a capitales privados cercanos del chavismo. Los accionistas principales del canal de 24 horas de noticias y abierto crítico del gobierno chavista, había acordado entregar el control de la empresa el 15 de abril a un grupo financiero.

Un «pajarito» también bendijo a Fidel Castro

Guillermo Llona

17 de abril de 2013

 

Como Nicolás Maduro, el dictador cubano tuvo un encuentro místico con una ave durante su entrada triunfal en La Habana

 

«¡Desde la vida eterna nos vigila!», advirtió Nicolás Maduro a sus compatriotas refiriéndose a su antecesor en el cargo. Durante una visita a la casa natal del difunto líder bolivariano Hugo Chávez, el actual presidente de Venezuela también quiso barrer para casa la espiritualidad de sus conciudadanos cuando confesó que el fundador del chavismo se le había aparecido en forma de «pajarito chiquitico». Se supone que de esta manera, post mórtem y transfigurado, Chávez bendijo a su sucesor. En cualquier caso, aquella revelación divina no fue la primera de los revolucionarios latinoamericanos: Fidel se le adelantó.

 

Tras la llegada de Castro a La Habana la noche del 8 de enero de 1959, el líder revolucionario -aún no comunista- dio un discurso durante el que una paloma blanca, de las muchas que a modo de celebración se habían soltado, se posó en su hombro derecho. La paloma, que simboliza al Espíritu Santo en la religión cristiana y al dios Obatalá de la santería -muy popular en la isla-, cargó de misticismo las palabras del nuevo mandamás. En ese momento, se hizo la magia: las palabras de Castro se convirtieron en sermón y aquel mitin en encuentro con la divinidad. «La gente pensaba que Fidel era el enviado de Cristo», contó Juan Almeida, el único comandante negro de la guerrilla que se había hecho con el poder en Cuba.

 

«La gente pensaba que Fidel era el enviado de Cristo»

 

Existen muchas teorías sobre el místico encuentro de Castro con aquella ave -como la que sostiene que habían impregnado el uniforme del barbudo con feromonas de palomo-, pero quizás la más popular sea la que dio a conocer el ya fallecido periodista cubano Luis Ortega. Según contaba este, Luis Conte Agüero, «una especie de sacerdote de la Revolución», entrenó a la paloma blanca para dotar de carisma a la llegada del líder revolucionario a La Habana. «Era una sorpresa que quería darle a Fidel Castro. Fue una noble idea. Aquella paloma, entrenada por él, iba a servir para subrayar el sentido histórico del movimiento. Iba a subrayar el carácter evangélico de la jornada revolucionaria. Sabía que Fidel era supersticioso y que se estremecería ante el milagro de la paloma», escribió Ortega.

 

Pero nada sucedió como Conte Agüero había previsto. En cuanto soltó la paloma, esta voló libre y se perdió en la oscuridad de aquella noche. Y entonces, cuando parecía que la tramoya se venía abajo, ocurrió: «Otra paloma apareció de no se sabe dónde y se posó en el hombro de Fidel. La nueva paloma era todavía más blanca y hermosa que la de Conte. Fue una revelación que dejó al pobre Conte temblando. Lo que él había preparado cuidadosamente como un truco de publicidad, se había convertido en un verdadero milagro», contaba Ortega.

 

«Si tú silbas, yo silbo»

 

Como Fidel, Maduro también tuvo un encuentro místico con una ave. Según aseguró, cuando se encontraba rezando solo en una capilla, apareció un «pajarito chiquitico». «Lo sentí ahí [a Hugo Chávez] como dándonos una bendición, diciéndonos: “Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones”. Así lo sentí yo desde mi alma», contó el actual presidente venezolano en el patio de la casa en la que nació el fundador del movimiento bolivariano, en la ciudad Barinas. Como el «pajarito» empezó a silbar, Maduro hizo otro tanto. «Me lo quedé viendo y también le silbé. “Si tú silbas yo silbo”, y silbé. El pajarito me vio raro, silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue. Y yo sentí el espíritu de él, de Hugo Chávez», aseguró.

 

Desde entonces, y hasta el final de la campaña electoral venezolana, Nicolás Maduro ha recurrido en numerosas ocasiones a la imagen del «pajarito», ya sea de madera sobre un sombrero nicaragüense o vivito y coleando sobre su hombro, para ganarse el voto de los indecisos más supersticiosos. Puro «socialismo mágico».

Ingobernabilidad y crisis institucional

en la Venezuela post-electoral

Maria Teresa Romero

16 de abril de 2013

 

Todo indica que la nueva etapa de la política venezolana iniciada tras las elecciones presidenciales del pasado domingo 14 de abril, no será nada fácil ni para el nuevo gobierno chavista ni para la oposición democrática. Estará signada, aún más que antes, por los conflictos sociales y políticos; será una etapa de permanente ingobernabilidad en la que se pueden colar cualquiera de los grupos militares que hoy existen en nuestras fuerzas armadas.

 

Más que para la oposición y su candidato, con enorme plomo en el ala se inicia esta etapa para el gobierno y su espurio presidente Nicolás Maduro. Y no sólo porque su victoria electoral fue pírrica y cuestionada, demostrando que los venezolanos opositores ya son mayoría en el país, y que si no hubiese sido por el uso y abuso de los recursos e instituciones de Estado, los delitos cometidos el día de las elecciones y la vergonzosa complacencia de la mayoría de la directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE), simplemente el elegido por el difundo Hugo Chávez no se hubiese impuesto.

 

El pesado fardo que carga el gobierno también se debe a que ha optado por la peor de las estrategias para mantenerse en el poder y enfrentar el evidente ascendente de la oposición y del liderazgo de Capriles en la sociedad venezolana: la de la radicalización y el autoritarismo. Se trata de la consabida estrategia política, de la que Hugo Chávez siempre echó mano en sus 14 años en el poder, pero tomada en un momento signado por el descontento generalizado hacia el chavismo y por una economía al borde del colapso.

 

Esto demuestra que Maduro no es Chávez y que el chavismo sin Chávez no tiene una buena brújula que le indique el rumbo a tomar, que pese a todo sí la tuvo Hugo Chávez, quien era un animal político y contaba con autoridad. El sabía cómo manejarse estratégicamente, cuando adelantarse y radicalizarse, y cuando retroceder, mostrarse flexible y abrir el diálogo aunque a la postre no prosperara. Le favorecería más a Maduro, a su legitimidad y gobernabilidad, una actitud democrática, más abierta y serena.

 

El primer error del nuevo gobierno chavista ha sido aferrarse en forma burda al escuálido triunfo negándose a permitir el recuento total de votos solicitado por la oposición y la comunidad internacional, pese a que en sus primeras palabras -después que el CNE hiciera públicos los resultados electorales del domingo- el propio Maduro había avalado la propuesta de su adversario. De modo que al día siguiente de las elecciones, el lunes 15, todos los voceros gubernamentales y la propia Presidenta del CNE, Tibisay Lucena, no sólo rechazaron la posibilidad de abrir la totalidad de las cajas de votación, sino que se apresuraron a proclamar a Maduro como presidente electo en un acto plagado de militares y donde el elegido habló en forma agresiva y amenazante.

 

En segundo error del gobierno de Maduro, ha sido optar por la violencia y la represión en contra de las miles de personas que espontáneamente y en todo el país realizan una lógica protesta pacífica -en su mayoría de cacerolazos- ante el robo evidente de unas elecciones plagadas de delitos e irregularidades electorales. El gobierno sacó la guardia nacional a la calle y ha reprimido muchas de las protestas ciudadanas, mientras que la policía ha allanado casas de algunos dirigentes opositores y apresado a un grupo de estudiantes y de militares presuntamente anti-gobierno.

 

Maduro prohibió la marcha convocada por Capriles para el martes 16 de abril para reclamar el recuento de votos en la sede del CNE y el ministro para Relaciones Interiores y Justicia, G/B Néstor Reverol, ha asegurado que utilizará “toda la autoridad legítima” para no permitir un golpe de Estado provocado por Henrique Capriles y los EE.UU. A su vez, los militantes del PSUV están quemando cajas electorales en forma tan descarada que ya proliferan en los medios de comunicación las fotografías de ese delito y grupos de motorizados de radicales del chavismo amedrentan por las calles de las principales ciudades del país.

 

Es obvio que Maduro, su equipo y sus asesores cubanos han optado peligrosamente por la violencia para evitar el conteo de votos y han llegado a la osadía de meterse con el propio Henrique Capriles, quien no ha hecho sino llamar a la tranquilidad ciudadana y a no caer ante las provocaciones violentas del chavismo, haciéndolo responsable de los 7 muertos, 61 heridos y 135 detenidos que han dejado hasta ahora los enfrentamientos entre opositores y militares. Incluso, han amenazarlo con juzgarlo por traición a la patria, lo que ha encendido aún más en descontento y las manifestaciones populares.

 

Y el último error, al menos hasta ahora, es el enfrentamiento de un modo innecesariamente anti diplomático en contra de todos aquellos gobiernos, organismos multilaterales, partidos políticos y personalidades de la comunidad internacional que se han pronunciado a favor de la exigencia expresada por Henrique Capriles y por el rector del CNE, Vicente Díaz, de que sean auditadas la totalidad de las mesas electorales, la cual ven –con toda razón- como una buena fórmula para aclarar las dudas sobre un posible fraude orquestado por el gobierno en connivencia con el poder electoral venezolano y darle confianza y legitimidad de origen al nuevo mandatario.

 

Sin embargo, Maduro y los suyos han tomado la consabida vía de la confrontación. En consecuencia, están respondiendo con agresiones y amenazas a los comunicados criticos de la OEA, de los gobiernos de España, EE.UU y Gran Bretaña, así como a los de los veedores internacionales invitados a las presidenciales, a los de los partidos políticos, y a las organizaciones internacionales. El gobierno de España, las delegaciones de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) y la de europarlamentarios de los grupos del Partido Popular Europeo (PPE) y del Grupo Europeo Conservador y Reformista (ECR), y los partidos argentinos PRO Nacional y Unión Cívica Radical, fueron los más cuestionados por el gobierno de Maduro que, inclusive, llamó a consultas al embajador de Venezuela en España, Bernardo Álvarez, mientras que amenazaba al gobierno de Rajoi al solicitarle que rectificara a tiempo porque si no tomaría medidas “ejemplares” en todos los órdenes, incluido el económico.

 

En contraste con Maduro y el chavismo sin Chávez, sin duda las fuerzas democráticas y su líder Henrique Capriles Radonski manifiestan una actitud serena y pacifica aun cuando perdieron las elecciones. Han hecho un llamado a la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), la institución religiosa es la más respetada en el país, para que sirva de mediadora en el conflicto que ya muestra una escalada grave y que por tanto podría terminar en un golpe o auto golpe de Estado.

Ni Maduro es Chávez, ni Chávez es Perón

Maye Primera

15 de abril de 2013

 

Con este resultado electoral, Venezuela ha dejado ver el surco de la profunda división política de su sociedad

 

Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. Eso se sabía. Y ahora que Venezuela ha votado en las primeras presidenciales de la era post Chávez, se sabe también que Hugo Chávez no es Juan Domingo Perón. Maduro, el heredero político escogido por el presidente-comandante tres meses antes de morir, ha logrado una victoria estrecha en las presidenciales de este domingo, de apenas 1,7% de ventaja sobre su adversario. Con este resultado, Venezuela ha dejado ver el surco de la profunda división política de su sociedad, en tiempos donde la inminente crisis económica exige reformas y unidad para encararlas. También ha despejado algunas incógnitas acerca de la naturaleza política del “chavismo”, y de sus posibilidad de pervivencia como corriente ideológica de la izquierda local y regional.

 

“El chavismo no pudo sobrevivir sin Chávez. La comparación entre chavismo y peronismo ya dejó de ser válida, porque era muy recurrente”. Es la opinión de Sergio Ramírez: ex vicepresidente de la Nicaragua sandinista, periodista y escritor. Se refiere al movimiento político fundado sobre las ideas y el mito de Juan Domingo Perón, presidente argentina entre 1946 y 1955 y entre 1973 y 1974 que, devenido en corrientes diversas, ha marcado el rumbo de la política contemporánea de Argentina. Eso que ha sido el peronismo, el justicialismo, es lo que ya no será el chavismo ni en Venezuela ni en América Latina, sostiene Ramírez. “Tras el entierro de Hugo Chávez y la emoción que significó su muerte, no parecía que esa inmensa mayoría de seguidores fuera a erosionarse. Pero lo que vemos ahora es un país partido por la mitad. Me preocupa ahora que la cúpula gubernamental no sepa reconocerlo. No se puede gobernar siempre hablando ‘del pueblo’, cuando el pueblo está dividido. Cuando el país se parte de arriba abajo, de cada lado quedan pobres, clase media alta y baja, queda de todo. El supuesto de que los pobres están con la revolución y que los ricos son los enemigos de la revolución es falso”, sostiene el escritor.

 

Maduro recibe el testigo del movimiento y del Gobierno de Chávez en tiempos de crisis económica para Venezuela: de dos devaluaciones consecutivas en menos de un trimestre, de caída de la producción petrolera por falta de inversión, de escasez de alimentos. Y el panorama interno le obligará, por fuerza, a cambiar la política exterior de cooperación petrolera, que tanta influencia dio a Chávez en la región. “Aunque Maduro hubiera sacado más votos, la realidad no permitiría que la política de cooperación con los países del Caribe, entre ellos Cuba y Nicaragua, siga siendo la misma. La situación económica de Venezuela no da para que esa política que Chávez conducía con su liderazgo mesiánico siga siendo la misma. No es que vayan a cortar la cooperación del petróleo de la noche a la mañana, pero la política exterior tiene que cambiar, volverse más pragmática. En cuanto (el chavismo) tenga que escoger entre el mundo exterior y el mundo interior, van a escoger el mundo interior. Maduro no puede tener las pretensiones que Chávez tenía de ser líder mundial y continental”, dice Sergio Ramírez. Ni siquiera dentro de su propio partido ha logrado Maduro imponer su liderazgo: “Con tan pocos votos, él no tiene la credibilidad como para imponer su criterio. Así que vamos a ver a un Gobierno colegiado, donde las decisiones tienen que ser consultadas porque él no tiene suficiente fuerza política”.

 

Los resultados no pudieron ser peores para Nicolás Maduro, opina Carl Meacham, director del Programa de las Américas del Center of Strategic and International Studies, con sede en Washington. “Este resultado deja a Venezuela económicamente mal, porque no se van a poder hacer las reformas que se deben hacer, y políticamente mal, porque hay divisiones dentro de la coalición chavista. El presidente Maduro no tiene un mandato claro para hacer su trabajo y eso va a afectar la capacidad para gobernar en Venezuela”, argumenta Meacham y agrega que, en el plano regional, la gran incógnita es cómo van a reaccionar los países del hemisferio ante el pedido de reconteo de votos hecho por el candidato opositor Henrique Capriles. “¿Lo van a apoyar? ¿Van apoyar la transparencia y la democracia en Venezuela?”, se pregunta.

 

Con la muerte de Hugo Chávez y la estrechísima victoria que logró este domingo Nicolás Maduro, su heredero político, la izquierda radical de América Latina también ha quedado huérfana. “Cuando el señor Chávez murió dejó un espacio vacío muy grande y en la izquierda más radical no se ve que haya ningún individuo que pueda llenar ese espacio. No lo puede hacer Rafael Correa (presidente de Ecuador) ni Raúl Castro (presidente de Cuba), ellos no tienen ni el carisma ni el músculo económico para liderar ese grupo ideológico en el hemisferio. No se ve un liderazgo regional de la izquierda, ya no lo hay”, concluye Meacham.

Un resultado estrecho

que compromete el futuro de Maduro y del chavismo

Carlos Malamud

15 de abril de 2013

 

La intervención de Nicolás Maduro en la noche del domingo, dirigiéndose a sus seguidores para comunicarles la buena nueva de su triunfo distaba mucho de ser uno de los discursos más felices de su vida. El tono de voz y su lenguaje corporal, el gesto de quienes lo rodeaban en el estrado y los gritos y ondear de banderas de sus seguidores situados en el exterior resultaban muy clarificadores del bajo estado de ánimo que embargaba en aquel instante al PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), a sus dirigentes, militantes y simpatizantes. A muchos de ellos les debía resultar difícil de entender como una ventaja de 10 a 15 puntos (o más) al inicio de la campaña, dos semanas atrás, se había reducido a poco más de un punto y medio en un lapso tan corto de tiempo. Y eso sin contar los votos de los venezolanos en el exterior que pueden recortar la diferencia en algo menos de 100.000 sufragios.

 

La sorpresa debía ser aún mayor si estos mismos seguidores habían admitido como ciertos los mensajes de los principales dirigentes chavistas durante toda la jornada del domingo respecto a la alta participación en los comicios. Los mensajes emitidos, sin ningún asidero real, eran una clara maniobra de desinformación en la búsqueda de un doble objetivo prioritario. Éste era, básicamente, desincentivar a los votantes de la oposición a que concurrieran a votar ante un escenario que repetiría el resultado de las elecciones de octubre pasado. Pero simultáneamente, la existencia de informaciones contradictorias dejaba la puerta abierta a interpretaciones más laxas respecto al resultado electoral, con votos que se podrían haber emitido aunque los votantes no existieran. En este contexto llama poderosamente la atención la falta de profesionalidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) que durante toda la jornada del domingo no emitió cifras precisas de participación.

 

El resultado de la elección coloca al gobierno de Nicolás Maduro en una situación muy comprometida, al tiempo que refuerza la posición de Henrique Capriles y de la oposición en su conjunto.En lo que al chavismo se refiere, éste se había mantenido unido gracias al poderoso cemento que supone la vocación de mantener el poder y de tener que ganar las elecciones para poder hacerlo. Este poderoso deseo había acallado las serias divergencias existentes en su seno, que ahora tras esta victoria pírrica, emergerán con más fuerza que nunca. ¿Cuánto habrá que esperar para que se le pidan cuentas a Maduro, dentro de sus propias filas, por la campaña tan lamentable que realizó?

 

Es obvio que un triunfo holgado, por más de 10 puntos de diferencia, no hubiera resuelto los graves problemas económicos y sociales que atenazan al país. Sin embargo, le hubieran dado a Maduro el aire suficiente y la comodidad necesaria como para elegir el camino que estimara más oportuno para llevar a buen término el proyecto de Hugo Chávez. Por el contrario, con este resultado no sólo que tendrá poco donde elegir sino que deberá hacer concesiones a las facciones más radicales de su movimiento, con la esperanza de evitar ataques directos que lo debiliten aún más. Por si todo esto fuera poco, en este contexto tan complicado tampoco podrá nombrar a sus colaboradores directos entre sus hombres más próximos, sino que deberá consensuar su política de nombramientos con los otros grupos chavistas.Evidentemente uno de los grandes triunfadores de la jornada, debido al poco capital político que invirtió en la contienda, fue Diosdado Cabello. Habrá que ver en el futuro cómo se maneja la relación entre los dos máximos dirigentes del estado bolivariano.

 

Por su parte, como ya se ha señalado, tanto la oposición como la figura de Capriles han salido reforzadas tras la votación. Pero lo mismo se había dicho tras la elección presidencial de octubre pasado. Sin embargo, la sensación de desánimo y melancolía que se apoderó de ellos los condujo a la contundente derrota que sufrieron en las posteriores elecciones regionales. El futuro podría favorecer a la oposición si se mantiene unida y activa en defensa de sus posiciones. El próximo 14 de julio se celebrarán las elecciones locales (que deberían haber tenido lugar el 14 de abril) y en septiembre de 2015 habrá elecciones parlamentarias, que podrán ser decisivas para el futuro del país. Por si todo esto fuera poco, en cuatro años se podría convocar un referéndum revocatorio, en el caso de que la oposición tuviera la fuerza necesaria y lo considerara oportuno con sus objetivos de derrotar al chavismo.

 

El calendario político en el corto y medio plazo servirá para poner a cada uno en su sitio. El futuro del proyecto bolivariano, y con él el del chavismo como movimiento político y sentimiento popular, dependerá de los logros oficialistas y su capacidad para no cometer errores. Ahora bien, a la vista de lo ocurrido durante la campaña electoral esto suena bastante problemático. No se trata sólo de no equivocarse, también hay que acertar en la conducción económica y en este terreno es donde aparecen los mayores nubarrones. Algunos de los sectores más radicalizados del régimen ya han ofrecido las recetas para salir de las actuales dificultades: más intervencionismo estatal y mayor dirigismo. Es evidente que con estas recomendaciones la industria petrolera, y con ella el resto de la economía nacional, no se van a recuperar. Y si el sector petrolero no se reinventa, de dónde saldrán los recursos para hacer más sostenibles los proyectos sociales. Ésta es la gran disyuntiva de Maduro y los suyos y la gran oportunidad de Capriles y la oposición. Nada será fácil en una coyuntura interna cada vez más complicada. Mientras tanto han resultado significativos las primeras felicitaciones recibidas por Maduro, ya que ellas resaltan la naturaleza de sus alianzas internacionales.

¿Comenzará la Sexta República?

Manuel Castro Rodríguez

14 de abril de 2013

En Venezuela han existido cinco repúblicas, las primeras cuatro antes que Hugo Chávez asumiera el poder.

 

La Cuba  de los hermanos Castro interfiere en la política venezolana como nunca lo hiciera Estados Unidos ni otro país. Una vez fallecido Chávez y con una sociedad polarizada como nunca antes –una diferencia de solamente un 1,5 % entre los dos candidatos de las elecciones celebradas hoy, 14 de abril de 2013-, el pueblo venezolano deberá crear una sexta república, una república que no sea dirigida desde La Habana.

El pueblo cubano envidia al venezolano. Mientras que en Cuba no se realizan elecciones desde hace sesenta y cinco (65) años y las Damas de Blanco son arrestadas cuando acuden a misa, el pueblo venezolano realiza elecciones periódicamente y con absoluta libertad toma partido por el candidato que desee. El pueblo venezolano puede salir a las calles –en Cuba las calles son de Fidel- vistiendo los colores que quiera, apoyando a quien decida. El pueblo venezolano puede expresarse libremente, sin que eso implique que se le difame como “mercenario al servicio del imperialismo” o “vendepatria” o, peor aún, se le condene a veintiocho años de prisión como les ocurrió a los periodistas de la Primavera Negra. Si usted fuera cubano, ¿no envidiaría al pueblo venezolano?

 Capriles:

Es momento de actuar con disciplina y razón.

Yakary Prado

15 de abril de 2013

 

El líder opositor instó a sus seguidores a no dejarse llevar por la emoción en sus protestas. Reveló que conversó con el secretario de la OEA y jefes de estado del continente, a quienes habría reafirmado su posición: “creemos que ganamos estas elecciones y estamos pidiendo una verificación”, remarcó

El líder opositor Henrique Capriles envió un mensaje de calma a sus seguidores y pidió tener disciplina, en momentos en los que consideró las acciones deben guiarse con “disciplina y razón”.

 

Pidió no ceder a la emoción del momento y reiteró su llamado a la presidenta del Consejo Nacional Electoral: “es usted quien debe respetar al pueblo, yo estoy diciéndole al pueblo que aquí ha pasado algo”, dijo.

 

Aseguró además que habló con el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, sobre sus denuncias. “Le decía mi posición, como a otros jefes de Estado que han mandado comunicaciones de respaldo por protocolo, pero me han llamado a preguntarme sobre la situación”.

 

Reiteró que no pretenden desconocer voluntad del pueblo. “Creemos que ganamos las elecciones y exigimos que se verifiquen los votos”. 

 

 

Desconcierto chavista

 

La ajustada victoria de Nicolás Maduro abre un escenario inédito en Venezuela

 

Esta vez hubo sorpresa. La ajustada victoria de Nicolás Maduro sobre Henrique Capriles en las elecciones del domingo en Venezuela ha provocado el desconcierto en las filas chavistas y abre un panorama inédito en 14 años de revolución bolivariana.

 

Apenas 200.000 votos, 1,5 puntos, separan al ungido de Hugo Chávez (50,66%) de su rival (49,07%), cuando las encuestas le otorgaban una ventaja de entre 10 y 15 puntos. No solo eso: la participación, cercana al 79%, es muy similar a la registrada en los comicios de octubre de 2012, cuando Chávez obtuvo 10 puntos sobre Capriles. Es decir, ha habido un claro trasvase de votos chavistas al candidato opositor.

 

Esgrimiendo más de 3.000 denuncias de irregularidades, la oposición se niega a reconocer los resultados y ha exigido un recuento voto a voto. A pesar de ello, Maduro fue proclamado ayer mismo ganador oficial, sin esperar siquiera a que el proceso haya concluido formalmente.

 

Se comprende que el estupor reine en el gobernante Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). A falta del carisma del caudillo, Maduro contaba con todo lo demás: la bendición de su mentor, el clima emocional generado por la desaparición de Chávez, los recursos económicos del Estado y la apisonadora de los medios de comunicación controlados por el poder. Lo que parecía que iba a ser un paseo triunfal para Maduro se quedó en salvar los muebles. Y lo que se perfilaba como la inmolación de Capriles en su segunda carrera presidencial es, en la práctica, una victoria moral. El gobernador del Estado de Miranda se ha batido a fondo en una lucha desigual.

 

Capriles se encuentra en una buena posición. Semejante caudal de votos le confirma como la alternativa al chavismo, siempre que la oposición no repita los errores del pasado y mantenga su estrategia de unidad. Y en manos de su rival queda la dura tarea de enderezar un país polarizado y castigado por la inflación, el declive de la industria petrolera, el desabastecimiento, los cortes de luz y la criminalidad galopante. Con su personalidad arrolladora, Chávez mitigaba el descontento. Desaparecido el caudillo, la oratoria ya no basta. La población va a exigir soluciones.

 

En el chavismo los cimientos empiezan a cuartearse. Al presidente del Parlamento, Diosdado Cabello, le faltó tiempo para exigir “una autocrítica profunda”. Cabello, aspirante a suceder a Chávez, pide que se busquen las fallas “hasta debajo de las piedras” para no poner en peligro “el legado del Comandante”. El dardo apunta, directamente, a Maduro.

 

Frente a las felicitaciones de Rusia, China y sobre todo de Cuba, que depende del petróleo venezolano, en el mundo se ha impuesto la prudencia. La OEA ha anunciado su respaldo al recuento de votos exigido por la oposición, una declaración adecuada después del silencio que los Gobiernos latinoamericanos han guardado ante las violaciones a la Constitución y las anomalías del proceso venezolano.

 

 

Venezuela: incertidumbre democrática

después de las elecciones

Armando Chaguaceda

15 de abril de 2013

 

Nunca lo previmos quienes seguíamos la contienda electoral venezolana: la pírrica victoria del candidato oficialista a la presidencia de Venezuela fue una verdadera sorpresa para adversarios y adeptos.

 

Pese a usufructuar todo el capital simbólico del recién fallecido líder Hugo Chávez, a utilizar la inmensa maquinaria y los dineros del estado y contar con la parcialidad del ente electoral, Nicolás Maduro no ganó, como él predecía, por 10 millones de votos. Ni siquiera confirmó mi pronóstico de una ventaja de 7 puntos porcentuales para su candidatura.

 

Al revés, obtuvo que el voto chavista descendiera, en comparación con el pasado 7 de octubre un 8,37%. Mientras el candidato opositor Henrique Capriles, ignorado por los medios públicos y con muchos menos recursos que su contrincante, remontó un 10,30% consolidándose como líder de la mitad del país que adversa al proyecto chavista.

 

Debido al ventajismo oficial, el candidato Capriles planteó una estrategia de votación en sus seguidores repartida a lo largo del día.

 

El objetivo era neutralizar la llamada “Operación Remolque” que tan buenos resultados había dado a la opción oficialista en las pasadas presidenciales, mediante la cual comparaba a mitad de la jornada la lista de personas que habían votado con diferentes bases de datos de políticas sociales, para ir a buscar a quienes no habían ejercido el sufragio.

 

Desde horas de la tarde los resultados eran inciertos y apretados. Al parecer -según información de fuentes fiables- en algún momento de la tarde Capriles iba delante por unos 3 puntos, que se acortaron al pasar las horas.

 

Los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) entraron a la sala de totalización, permaneciendo más horas que de costumbre, y todo se asemejaba demasiado a aquel 2 de diciembre de 2007 (Referéndum Constitucional) en el cual el oficialismo cosechó su primera derrota.

 

Para los países del ALBA parece que, por el momento, los envíos de petróleo venezolano no estarán amenazados, aunque los márgenes de maniobra y legitimidad del chavismo, en la arena regional, queden seriamente cuestionados.

 

La demora del CNE, las reuniones del Alto Mando en el Ministerio de Defensa, la tensión y el silencio en las calles…los cohetes en barrios chavistas…los rumores de victoria opositora difundidos desde twitter….. Todo estaba confuso, apretado y nada decidido.

 

Luego Maduro, en su discurso desde el Balcón de la Patria, repitió su característico triunfalismo sin reconocer que la mitad del país le adversa.

 

Para colmo, estableció una analogía fatal -aunque muy real- entre su voto cerrado y el del mandatario Felipe Calderón hace unos años, ignorando que entonces la izquierda mexicana (con todo derecho) pidió un recuento de votos, que le fue negado.

 

Al parecer eso lo desconoce Maduro, quién dijo ahora que la izquierda azteca aceptó tranquilamente los resultados, intentando legitimar con analogías internacionales su apretada ventaja.

 

Por lo que enseguida provocó en varios amigos –que debatíamos en Facebook- la siguiente reflexión: ¿si entonces dijimos que era injusto que a los opositores mexicanos se les negara ese derecho (negativa que puso un velo de sospecha sobre la elección) entonces ahora no es justo que sostengamos una actitud y reclamo similares para con los venezolanos? Eso se llama coherencia democrática.

 

Al final, la foto que nos presentó el CNE en la medianoche del 14 de abril otorgó un 50.66% a Maduro y un 49.07 % a Capriles. Resultado que llevó al Rector del CNE, Vicente Díaz, a solicitar la auditoria ciudadana. Sabiendo que la ventaja oficialista podría cambiar cuando se agreguen los votos provenientes del extranjero, en donde tradicionalmente gana la oposición.

 

Este ha sido el proceso electoral más breve e intenso de todos los vividos por Venezuela desde 1999. Pero también el más cuestionado por las irregularidades del día de votación: más de 3000 hechos, que abarcan el acoso a votantes y fiscales, el robo de urnas, las propagandas de funcionarios oficialistas frente a los centros de votación.

 

Así, creo, es hora de pedir para la democracia de Venezuela lo mismo que en México pedimos para quien, en 2006, compitió contra los poderes dominantes: hay que realizar el conteo de votos y el esclarecimiento de los ilícitos, limpiando el resultado final.

 

La demora del CNE, las reuniones del Alto Mando en el Ministerio de Defensa, la tensión y el silencio en las calles…los cohetes en barrios chavistas…los rumores de victoria opositora difundidos desde twitter….. Todo estaba confuso, apretado y nada decidido.

 

Y, allende a las elecciones, hay que acompañar a los venezolanos para que logren construir, entre todos, un país donde no haya cabida a la exclusión: ni la social- heredada de gobiernos prechavista- ni la política, acumulada en estos 14 años.

 

Esta ha sido la mejor votación obtenida por la opción no chavista desde 1998, lo cual matemáticamente los ubica como la primera opción de poder para la siguiente cita electoral.

 

Por último, los resultados debilitan la autoridad de Maduro a lo interno del movimiento bolivariano, lo cual puede anticipar crisis a lo interno de sus fuerzas.

 

Para los países del ALBA parece que, por el momento, los envíos de petróleo venezolano no estarán amenazados, aunque los márgenes de maniobra y legitimidad del chavismo, en la arena regional, queden seriamente cuestionados.

 

Cuba, por su parte, no tendrá que apretar el paso en sus reformas económicas, aunque debería comprender que la actuación de sus funcionarios como agente interno de la política venezolana no ha sido suficiente para calzar a Maduro, a la vez que ha quedado expuesta por las denuncias opositoras sobre la asesoría militar y de inteligencia del gobierno de la Habana.

 

 

Venezuela entra en un limbo político

Luis Prados

15 de abril de 2013

 

El régimen proclama presidente a Nicolás Maduro sin esperar a un nuevo recuento de los votos como exige la oposición

 

Venezuela entró el lunes en un limbo político. La contestada victoria del candidato chavista Nicolás Maduro sobre el candidato opositor, Henrique Capriles, por menos de 300.000 votos, según los datos oficiales del controvertido Consejo Nacional Electoral (CNE), consagra la división de los venezolanos en dos mitades y pone fin al proyecto hegemónico de la Revolución Bolivariana. La crisis política se agudizó por la tarde cuando el CNE proclamó presidente electo por los próximos seis años a Maduro, el gran derrotado moral de estas elecciones, sin esperar al recuento de los votos que exige la oposición. En algunos barrios de Caracas estalló entonces una ensordecedora cacerolada con los ciudadanos haciendo ruido con todo lo que tenían a mano. También hubo grupos de opositores que bloquearon el tráfico en la autopista que cruza la capital de este a oeste.

 

La proclamación es considerada precipitada e ilegal por la oposición. Capriles había anunciado horas antes que había enviado una solicitud al CNE para que impidiera que se llevase a cabo. Anunció que de producirse la “cobarde” proclamación de Maduro, éste se convertirá en “un presidente ilegitimo y espurio”. El líder opositor insistió en que no cejará hasta que se cuenten todos y cada uno de los votos. Maduro “seguirá encargado de la presidencia, pero los venezolanos tienen derecho a conocer la verdad”, añadió.

 

El CNE informó de los últimos datos de las elecciones con el 99,17% de los votos escrutados. La ventaja de Maduro sube al 1,7%, con 7.559.349 votos a su favor (55,756%) frente a 7.296.876 (48,98%) de Capriles. Una mínima diferencia que aún podría reducirse cuando se cuenten los votos de los 100.000 venezolanos que viven en el extranjero. Vicente Díaz, el único miembro no chavista de los cinco rectores del CNE, pidió una auditoría de las actas electorales sobre la que aún falta una decisión del tribunal electoral. La ley permite que se revisen el 54% de los votos, medida a la que Maduro no se opuso en la noche electoral.

 

El secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, manifestó el lunes su apoyo al “recuento completo” de los votos y ofreció la ayuda del organismo para llevarlo a cabo. En el mismo sentido se pronunció el Gobierno de EE UU. La presidenta del CNE, Tibisay Lucena, calificó esas iniciativas de “injerencias en la soberanía nacional”.

 

La reclamación opositora, basada en más de 3.000 irregularidades acreditadas, siembra de dudas el futuro inmediato del país. Estaba previsto que el nuevo presidente jurase su cargo ante la Asamblea Nacional el próximo día 19. “El recuento de los votos puede llevar semanas y más que dar un vuelco al resultado reducirá más la diferencia entre los dos candidatos. Lo probable es que acabe en una impugnación ante el Tribunal Supremo”, opina el analista Manuel Felipe Sierra. El último candidato que no reconoció un resultado fue Rómulo Betancourt, uno de los padres de la democracia venezolana, en 1958 cuando la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.

 

También genera incertidumbre la capacidad de Maduro para gobernar en estas condiciones un país que atraviesa una complicadísima situación económica. “No podrá gobernar como si no hubiera pasado nada contra la mitad del país. Tiene que entablar un diálogo urgente con la oposición y abrirse a la inversión privada. Es un presidente muy débil y debe dar un cambio radical. Aferrarse al radicalismo sería un desastre”, afirma Armando Durán, exembajador en España.

 

La sensación de derrota entre los chavistas es indisimulable y ya han empezado a producirse movimientos internos que cuestionan el liderazgo de Maduro. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ha dicho que los resultados obligan a una profunda “autocrítica” y ha señalado en su cuenta de Twitter uno de los éxitos de Capriles al lamentar que algunos chavistas se dejaran seducir “por la derecha perversa”. Buena parte de los casi 700.000 sufragios más logrados ahora por Capriles respecto de las elecciones del pasado 7 de octubre se deben al trasvase de votos de sectores pobres a su candidatura.

 

“El proyecto hegemónico bolivariano ha muerto”, afirma César Miguel Rondón, conductor del programa de radio de mayor audiencia del país. “Los chavistas apostaron todo en la campaña a la deificación de Chávez y fallaron. Maduro actuó como el médium de una sesión de espiritismo nacional que fracasó”, añade Manuel Felipe Sierra.

 

Pese al abuso inmisericorde de los recursos del Estado a su favor y de los medios públicos, Maduro perdió más de 600.000 votos en comparación con los obtenidos por un Chávez ya gravemente enfermo en los comicios de octubre.

 

La victoria moral de Capriles refuerza su liderazgo de la oposición de una manera indiscutida y abre definitivamente una nueva página en la historia política de Venezuela.

 

 

Razones de rector del CNE para no asistir

 

El rector del CNE Vicente Díaz no asistió al acto de proclamación de Nicolás Maduro, debido a que antes había exigido una auditoría completa de los comicios, pero el ente electoral no se ha pronunciado

 

El rector del Consejo Nacional Electoral Vicente Díaz no asistió este lunes al acto de proclamación en el ente electoral de Nicolás Maduro.

 

A través de Twitter @VicenteDz: “Pedí al CNE que se decidiera la auditoria del 100% antes de la Proclamación. No se ha decidido aún, por eso no participare en ese acto”,

 

Luego de que la presidenta del CNE Tibisay Lucena diera los resultados, Díaz pidió una auditoría completa, pero el Poder Electoral no se ha pronunciado ante esta exigencia.

 
 

Capriles pide que

se suspenda la proclamación de Maduro

Ewald Scharfenberg

15 de abril de 2013

 

El candidato opositor pide protestar hoy con ollas y cacerolas y convoca a una gran manifestación si no se recuentan los votos

 

El candidato presidencial de la oposición venezolana, Henrique Capriles, ha pedido este lunes que se suspenda el acto previsto para hoy de proclamación del ganador de las elecciones del domingo.  “Hemos enviado al Consejo Nacional Electoral (CNE) una comunicación solicitando responsablemente, en ejercicio de nuestro derecho, que no exista un acto de proclamación”, dijo Capriles en una declaración pública, en referencia al acto convocado para proclamar la victoria del oficialista Nicolás Maduro.

 

Capriles ha pedido al pueblo venezolano que se movilice en el caso de que Maduro se proclame hoy presidente, que saquen sus ollas y cacerolas y que “le den duro”. “Este país piden orden y paz, y yo soy un constructor del progreso”, ha asegurado el candidato opositor, y ha añadido que si el miércoles el CNE no atiende las demandas de recontar los votos, encabezará una manifestación que acudirá a la sede de la institución para pedir formalmente que se revise el proceso.

 

Mientras iban en aumento las denuncias procedentes de distintas regiones del país sobre papeletas electorales desechadas en la vía pública –evidencia indispensable para un eventual recuento-, en la misma proporción se multiplicaban las incógnitas sobre el efecto práctico que tendría la negativa de la oposición y de Capriles a aceptar los resultados de las elecciones presidenciales del domingo hasta tanto no se abran todas las urnas. ¿Entra Venezuela en un limbo político?

 

El oficialista Nicolás Maduro fue proclamado ganador por el Consejo Nacional Electoral (CNE) la noche del domingo con una ventaja de poco más de uno por ciento sobre un total de 15 millones de votos. El estrecho margen y un registro de más de 3.200 irregularidades durante todo el proceso alentaron al comando opositor a exigir una auditoría de todos los votos, de modo que, en palabras de Capriles Radonski, “no queden dudas”.

 

La oposición solicitó también la permanencia de los “acompañantes” internacionales que asistieron a los comicios, para garantizar las condiciones adecuadas para el recuento. El título de “acompañantes” fue acuñado por el CNE para recalcar la reducción de sus potestades frente a las tradicionales veedurías electorales. El grueso de los acompañantes acreditados fueron representantes de partidos y organizaciones sociales aliadas del chavismo, junto a enviados de los gobiernos regionales agrupados en Unasur, el foro sudamericano que ahora preside el venezolano Alí Rodríguez Araque, ex Canciller de la República. A nombre de estos últimos, el jefe de la delegación de Unasur, el ex vicepresidente argentino Carlos Chacho Álvarez, exhortó a respetar los resultados oficiales y a tramitar cualquier reclamo “debe ser canalizado dentro del ordenamiento jurídico vigente”.

 

Durante el discurso triunfal de Maduro la noche del domingo, en el Palacio Presidencial de Miraflores, el nuevo mandatario aceptó el reto de auditar todos los votos, de forma manual. Sin embargo, este lunes el Jefe del Comando de Campaña de Maduro –y ex presidente del CNE-, Jorge Rodríguez, le enmendó la plana a su propio candidato al aclarar que su disposición “no es para contar manualmente”, sino para certificar que “lo que está totalizado es lo que se encuentran en las papeletas de resguardo”. A la hora de redactar esta nota, fuentes cercanas al CNE constatan que en el ente comicial no estaría dispuesto a aceptar el recuento total.

 

En ese caso, a la oposición le quedaría introducir un recurso ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), como el propio CNE, ampliamente dominado por magistrados que obedecen al oficialismo. El CNE, mientras tanto, se aprestaba a proclamar a Maduro como presidente electo la tarde de este lunes, con miras a su juramentación el próximo viernes en la Asamblea Nacional.

 

Durante la jornada de votación se difundieron numerosas denuncias de irregularidades, que fueron desde testimonios de supervisión del voto individual en las casillas por parte de seguidores del gobierno, a intimidación por grupos de base oficialistas, entre otros. La agrupación de organizaciones no gubernamentales Red de Elección Ciudadana recopiló 665 denuncias sólo el domingo, en un día en el que también el gobierno admitió que forzó un apagón de media hora en el servicio de Internet para, según dijo, evitar el hackeo de cuentas y sitios gubernamentales.

 

Apenas transcurridas 24 horas desde los controvertidos comicios, se agregan las versiones de destrucción del material electoral en custodia de las fuerzas armadas. Sobre este tema llegaron varias denuncias desde estados como Barinas, Bolívar y Zulia. Las urnas y las papeletas deben permanecer en poder de los efectivos militares del Plan República hasta su entrega al CNE, según la normativa vigente. En 1995, las fuerzas armadas de entonces resguardaron votos y actas durante 90 días, mientras cursaba un reclamo que a la postre dio tres gobernaciones de provincias a candidatos de oposición, entre los que se contaba el actual gobernador del estado de Zulia, Francisco Arias Cárdenas, compañero político y de armas de Chávez. Pero, dada la íntima implicación de los militares con el régimen actual, persisten dudas fundadas sobre la integridad de los votos en su poder.

 

 

Trifulca en Barinas

por aparición de boletas en la vía pública

15 de abril de 2013

 

Policía lanzó gases lacrimógenos y perdigones para dispersar a la multitud, que exigía se auditaran las boletas halladas en la vía, a lo que se negaron las autoridades electorales


Fuertes protestas tenían lugar desde esta mañana en la ciudad de Barinas, al occidente de Venezuela, tras el hallazgo en la vía pública de dos cajas con boletas de las elecciones presidenciales realizadas ayer.

 

Las boletas fueron halladas por una ciudadana que transitaba por la troncal 005 de la Carretera Nacional Barinas-San Cristóbal. Según trascendió, el material pertenecía a un centro electoral ubicado en las cercanías.

 

La ciudadana Indira Fernández avistó el material en la vía y inmediato alertó a las autoridades regionales, mientras resguardaba en su vehículo las cajas.

 

En la zona comenzaron a congregarse pobladores, incluyendo tres diputados, que exigían la presencia de autoridades electorales.

 

Al sitio se presentó un oficial que pretendió llevarse las cajas, pero le fue impedido por la muchedumbre, que pasadas de las 10 a.m. ocupaba al menos dos kilómetros de esta importante arteria vial ubicada a la entrada de la capital barinesa.

 

Luego se presentó la Fiscal Superior, Raquel Pérez y la directora regional del CNE, Génesis Pérez, a quienes los legisladores solicitaron la auditoría de las boletas encontradas.

 

Ante la negativa de las autoridades se caldearon los ánimos de los manifestantes, por lo que fue necesaria la actuación de la Policía del estado y contingentes militares que lanzaron gases lacrimógenos y perdigones para dispersar a la multitud.

 

En medio de la escaramuza efectivos policiales violentaron la camioneta Gran Vitara color verde de la ciudadana Fernández e incautaron el material.

 

La presencia del Fiscal Nacional 61, Ricardo Sosa y el Fiscal 11 del Ministerio Público de Barinas, Giancarlo Iamartino, lejos de calmar la situación, recrudeció el conflicto entre las fuerzas públicas y los manifestantes que a esta hora se mantienen en las calles de la entidad a la espera del pronunciamiento oficial del CNE. Se desconoce el número de lesionados y detenidos por estos hechos.

Capriles no reconoce la victoria mínima de Maduro

Luis Prados

15 de abril de 2013

 

La noche electoral venezolana se convirtió en una suerte de thriller político. Después de cinco horas de angustiosa espera, el controvertido Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció la victoria del heredero de Hugo Chávez, el presidente encargado, Nicolás Maduro, por el 50,66% de los votos frente al 49,07% logrado por el candidato opositor, Henrique Capriles, con el 99,12% de los sufragios escrutado. La mínima diferencia, que la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, subrayó que marcaba una “tendencia irreversible”, fue rechazada por Capriles, quién exigió “que se cuente uno por uno todo los votos”. “El derrotado hoy es usted y su Gobierno, señor Maduro”, clamó el líder antichavista. “Yo no pacto con la mentira ni con la corrupción”, añadió. Los datos oficiales confirman la división de los venezolanos en dos mitades irreconciliables y siembra de incertidumbre el futuro del país.

 

La última batalla ganada oficialmente por el líder bolivariano después de muerto se resolvió por tan solo 234.935 votos, (7.505.338 para Maduro frente a 7.270.403 de Capriles) después de una crispadísima campaña electoral en la que el abuso de los recursos del Estado por parte del partido del poder alcanzó nuevas cotas de desprecio a la formalidad democrática. Maduro no tuvo empacho en celebrar una conferencia de prensa transmitida en directo por las televisiones públicas en medio de la jornada electoral.

 

Capriles basó su rechazo al resultado en 3.200 irregularidades acreditadas por la oposición durante la jornada electoral. “No luché contra un candidato sino contra el abuso del poder”, subrayó. “Esta lucha no ha terminado. Le digo a Venezuela que esto es un mientras tanto hasta que se conozca la verdad”, afirmó.

 

El “candidato de la patria”, como llamaba la propaganda oficial a Maduro, habló ante sus partidarios desde el Palacio de Miraflores, en el centro de Caracas, poco después del anuncio de los resultados. “La burguesía creyó que había llegado el final de la historia de la Revolución de Bolívar del Siglo XXI”, se arrancó, “pero Chávez sigue ganando batallas”. “La lucha continúa”, clamó. Más tranquilo, dijo que estaba dispuesto a hablar con Capriles y que el candidato opositor le había llamado por teléfono para que hiciera un llamamiento a la tranquilidad de los ciudadanos. También aseguró que no temía a una auditoría del proceso electoral y que su victoria era tan legítima como las conseguidas por George W. Bush en su primer mandato en 2000 o el ex presidente de México, Felipe Calderón, en 2006, que también obtuvieron resultados muy cortos sobre sus rivales políticos. Homenajes a su mentor aparte, Maduro definió la nueva etapa que ahora comienza como la de la “eficacia y honestidad absolutas”.

 

Sus palabras no podían disimular la decepción entre sus partidarios. Pese a basar toda su campaña en el recuerdo de Hugo Chávez, Maduro ha dilapidado buena parte del capital político de su padre político. En las elecciones del 7 de octubre, el líder bolivariano logró cerca de 600.000 votos más que su sucesor. La campaña de Maduro estuvo plagada de errores como confundir ciudades y Estados de su propio país y no tuvo más argumento que la lealtad al líder fallecido, convertido por la propaganda del Gobierno en un santo de devoción popular. La participación fue del 78,71%, ligeramente inferior a la registrada el pasado 7 de octubre cuando un Chávez gravemente enfermo se impuso a Capriles (55% contra 44%).

 

Aunque la jornada discurrió sin graves incidentes, las horas de espera de los resultados hicieron subir la tensión al tiempo que portavoces chavistas y de la oposición aseguraban ser los vencedores y no se descartaba la posibilidad de incidentes violentos en la calles. Para las primeras horas de la noche, las redes sociales ardían. Fuentes de la oposición informaron que durante ese tiempo, tuvo lugar un pulso entre los dos bandos, el CNE y otros poderes del Estado. Añadieron que Capriles mantuvo una reunión privada con el alto mando militar sobre las 10 de la noche.

 

El buen resultado de Capriles, casi un millón más de votos que el 7 de octubre, debe mucho a un cambio de estrategia respecto de los comicios anteriores. El líder opositor logró sacar de la depresión a sus partidarios tras aquella derrota y la debacle de diciembre en las elecciones regionales, empleando un tono mucho más agresivo. Esta vez no tuvo miedo a hablar de la posibilidad de un fraude y pidió a sus bases que multiplicaran los esfuerzos para no perder un solo voto y vigilaran la limpieza del proceso en los colegios electorales.

El presidente encargado y candidato del castrismo, Nicolás Maduro, ganó este domingo por un estrecho margen las elecciones presidenciales, informó la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena.

 

Según la funcionaria, Maduro, designado por el fallecido mandatario Hugo Chávez como su sucesor, con la información del 99,12% de las mesas electorales, Maduro obtuvo 7.505.338 millones de votos, para un 50,66%. O sea, el oficialismo perdió un millón de votos en relación con las elecciones ganadas por Chávez en octubre, hace tan solo seis meses.

 

El candidato opositor, Henrique Capriles, recibió 7.270.403 votos, para un 49,07%.

 

La participación en los comicios fue del 78,71%.

Venezuela y la “democracia” de Unasur

J. Eduardo Ponce Vivanco 

14 de abril de 2013

 

Hoy es el fraude del chavismo contra la victoria moral de Capriles y la mayoría de venezolanos. Aunque gane, solo un milagro le permitiría llegar al gobierno y liberarlos de la dictadura del Agente Maduro, antiguo recluta de la inteligencia cubana, según demostró Carlos Alberto Montaner (YouTube Hernando, testimonio de exagente de inteligencia cubana). Así, bajo el puño de los hermanos Castro y los trinos del pajarito Chávez, Venezuela apuraría su marcha hacia el abismo que la espera.

 

Maduro significaría la implantación más dura del castrismo en Venezuela y el fortalecimiento de la dictadura comunista en Cuba. Funcionarían como una confederación, como el núcleo subversivo del sistema regional articulado en Unasur. La riqueza petrolera en manos de la inteligencia cubana y sus discípulos de Caracas, más el activismo del Foro de Sao Paulo, potenciarían a los Estados clientes y los movimientos izquierdistas para expandir y perpetuar el socialismo en Sur y Centroamérica.

 

Indigna que, sin saberlo, los peruanos participemos en esta tragicomedia a través de una misión de Unasur, organizada por el Consejo dirigido por nuestro presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Escúchenlo:

 

El presidente Pro Tempore del Consejo Electoral de Unasur, Francisco Távara, explicó que la Misión de Acompañamiento Electoral dará fe del desarrollo de las elecciones”(...), y destacó que los procesos electorales desarrollados en Venezuela enriquecen la cultura democrática de la región, dan señas “inequívocas” (sic) de transparencia a la comunidad internacional, fortalecen los valores cívicos de los pueblos y ratifican la plena vigencia de las instituciones democráticas y el respeto a los derechos humanos” (www.unasursg.org)”.

 

Este panegírico desaforado garantiza que no habrá una pizca de imparcialidad en el único mecanismo no venezolano que “acompañará” (no observará siquiera) el ajusticiamiento electoral de Capriles. ¿No es indigno que el Perú lidere esta barbaridad? ¿No es vergonzoso que Távara prevarique, adelantando opinión y presentando los abusos electorales del chavismo como inequívocamente transparentes? (Como la primera autoridad que anticipó su conformidad con la llamada “reelección conyugal” será una pieza importante para el apoyo de Unasur a una eventual candidatura de la señora de Humala).

 

Desde Caracas, el Coordinador de la Misión de Unasur, el uruguayo Wilfredo Penco, hizo hincapié en la capacidad tecnológica y transparencia del proceso electoral venezolano al cual calificó de estar en la vanguardia de América Latina. Se preguntó -¿con cinismo?- “si hay otro país en Latinoamérica en capacidad de convocar y realizar en tan solo pocas semanas un proceso electoral” (fuente: www.unasursg.org).

 

Unasur es el corsé regional concebido por Chávez y Lula para desplazar a la OEA, y sustituir el predominio norteamericano con el suyo, bajo el cómodo paraguas de la llamada Comunidad Sudamericana de Naciones, gerenciada por Alí Rodríguez, exministro de Energía y Canciller de Chávez, y guerrillero comunista (Camarada Fausto) hasta los años 80. Visiten www.unasursg.org y comprueben su impúdica propaganda al fraude castro-chavista que, como borregos, los países sudamericanos convalidaremos bajo la Presidencia temporal del Perú.

 

Vean la manipulación que hemos patrocinado. En general, son los acuerdos sobre cláusulas democráticas los que regulan las misiones electorales y las sanciones a los miembros de organizaciones internacionales. Pero como la cláusula de Unasur (Protocolo de Georgetown, 2010) no está vigente por falta de ratificaciones suficientes, los cancilleres aprobaron el Estatuto de un Consejo Electoral que decide sobre misiones electorales, invocando el Tratado Constitutivo de Unasur que no habla de misiones electorales ni dice una palabra sobre sanciones como las impuestas ilícitamente a Honduras y Paraguay.

 

Patético. Así solo se construyen democracias de pacotilla.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.