ORLANDO  ZAPATA  TAMAYO

El 23 de febrero de 2013 se cumplirá el tercer aniversario del asesinato del activista de los derechos humanos Orlando Zapata Tamayo, después de 85 días en huelga de hambre, reivindicando su condición de preso de conciencia reconocido por Amnistía Internacional y que se le respetase su integridad física, ya que era torturado y golpeado por sus carceleros.

 

El 20 de marzo de 2003 fue detenido Orlando Zapata Tamayo, el preso número 76 de la Primavera Negra, mientras participaba en un ayuno para pedir la liberación de varios compañeros. Fue condenado a tres años de prisión por “desacato a la figura del Comandante (Fidel Castro)”. En la cárcel le fueron agregando otras sentencias que elevaron la condena a un total de treinta y seis años.

Con relación al asesinato por omisión del preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo, el izquierdista Fito Páez declaró: “Un solo muerto es ya una tragedia. Me parece que allí hay que tomar la dimensión de lo que significa una tragedia, un drama (…) Ya aquellos fusilamientos que hubo hace unos años, con la balsa aquella que iba para Miami, y la cantidad de muertos que hay allí en el mar (…) Es muy difícil que un gobierno pueda sostener moralmente tantas muertes. Entonces, la sensación que me da siempre es que un gobierno en crisis lo primero que debería hacer sería estudiar la crisis e intentar resolverla de la primera manera y no empezar a negar, como un niño, que ‘aquí no está pasando nada’”.

Esto no se aguanta más

Orlando Zapata Tamayo, preso de conciencia
Desde el 29 de enero de 2004, seis años antes de que se produjera la muerte de Orlando Zapata Tamayo, Amnistía Internacional lo había declarado prisionero de conciencia.
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Oiga a Orlando Zapata Tamayo denunciando

a la tiranía de los hermanos Castro

Guillermo Fariñas, premio Sájarov del Parlamento Europeo, declaró: “Es muy paradójico porque Orlando Zapata se acercó a la disidencia para combatirnos. Él era plomero en Hotel Parque Central, que se encuentra en plena Habana Vieja, y nosotros hacíamos, entre los años 99 y 2000, reuniones en el Parque Central. A Zapata, como miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas se le dio la tarea de refutar todo lo que debatíamos con las frases manidas de la revolución. Cuando un grupo de presos políticos le mostraron cómo tenían bayonetazos, mordiscos de perros o balazos y le contaban cómo habían sido torturados, él indiscutiblemente, que era una persona honesta, comenzó a girar hacia nosotros y fue capaz en el seno de su comité base de asegurar que todo lo que se decía respecto a la Revolución cubana era una gran mentira”.

Raúl Castro dice despectivamente: “uno que se murió de huelga de hambre”. 

Como nos recuerda el izquierdista Frank Mintz: “En los campos de concentración soviéticos ya en 1923 (en vida de Lenin) las huelgas del hambre de los tolstoyanos eran un motivo de carcajada para los guardias ‘rojos’ que los dejaban morirse sin atenderles”.

Reporteros Sin Fronteras condenó la muerte de Zapata y el silencio de Lula

El 24 de febrero de 2010, al día siguiente de la muerte del activista por los derechos humanos Orlando Zapata Tamayo, el secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Jean-François Julliard, condenó la muerte de Zapata. Además, criticó el silencio de la comunidad internacional sobre la tiranía castrista, en especial, el del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, cuya visita a Cuba coincidió con la defunción del preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo.

 

Sindicalista y víctima de los militares en el pasado, el presidente brasileño Lula, ¿no tiene realmente nada que decir cuando un opositor cubano muere en prisión? Él podría. Debería. Pero en Cuba, tratándose de la ‘revolución’, se prohíben todas las injerencias y se autorizan todas las hipocresías”, expresa el comunicado de Reporteros Sin Fronteras.

 

El secretario general de Reporteros Sin Fronteras reprochó también a aquellos países que una vez superadas sus dictaduras -entre los que nombró a Argentina, Uruguay, Brasil y Bolivia-, han olvidado las violaciones del régimen castrista y han optado por no propiciar cambio alguno.

 

Aquellos mismos que combatían la dictadura en su país, no encuentran aparentemente nada que decir sobre lo que le pasa a Cuba desde hace 50 años. Un régimen a veces atacado de mala manera y defendido por malas razones y víctima de esos mismos que creían conjurar el fin, como si el país debiera desaparecer al mismo tiempo que su actual Consejo de Estado, denuncia Reporteros Sin Fronteras.

 

http://www.europapress.es/latam/cuba/noticia-cuba-rsf-condena-muerte-zapata-critica-silencio-comunidad-internacional-lula-regimen-20100224211753.html

A los catorce días de Zapata haber comenzado la huelga de hambre

Televisión española muestra

hechos relacionados con

la muerte de Orlando Zapata Tamayo

Isabel Allende: “Ojalá Cuba comprenda que el mundo condena a los países que no respetan la libertad de opinión

Mauricio Donoso

20 de marzo de 2010

 

La senadora respalda la declaración de los diputados de su partido en que se emplaza a las autoridades cubanas a liberar a los presos de conciencia

 

Con especial atención sigue la senadora socialista Isabel Allende la controversia que generó la declaración de los diputados de su partido solicitando la liberación de los prisioneros políticos en Cuba.


Mientras el timonel del PC, Guillermo Teillier, cuestionó la “repentina conversión de los socialistas”, el senador ex PS Alejandro Navarro dijo que con la actuación de los diputados, Salvador Allende “debe estar revolcándose en su tumba”.


La hija del ex mandatario respaldó, en cambio, la actuación de sus correligionarios y llamó a alzar la voz para que las autoridades de la isla recapaciten.

  
¿Apoya la declaración de los diputados PS pidiendo libertad a los presos políticos en Cuba?


Si hubiese sido diputada, me habría sumado. Así como hemos condenado el bloqueo comercial que ha sufrido Cuba, nosotros luchamos muchísimo por los derechos humanos y éstos tienen que ser respetados en cualquier circunstancia. Las libertades de opinión, asociación y reunión fueron libertades por las que en el PS luchamos y seguiremos luchando siempre. Ojalá que efectivamente haya una reacción por parte de las autoridades cubanas y comprendan que el mundo condena hoy a las sociedades que no respetan el derecho de la libre opinión.


En el Senado se votó un proyecto de acuerdo promovido por Patricio Walker que condenaba al régimen castrista por lo mismo. Usted no estuvo en la sala, pero ¿cómo hubiese votado ahí?


Habría tenido que verlo en su redacción. Pero creo que hay que quedarse con lo central y ello es que tenemos que hacer un llamado para que esto no siga pasando. Se ha visto al propio Pablo Milanés alzando su voz. Tenemos que sumar a muchos más.


¿La postura de su partido podría afectar la relación con el PC en momentos en que buscan conformar una oposición amplia a Piñera?


Nosotros nos jugamos por romper la exclusión en el Congreso y estamos muy contentos de haberlo logrado: han llegado tres diputados a los que les tenemos mucha estima. Pero el PS en esto no puede transar sus valores. Creo que es importante que se levante la voz para decir que en ninguna sociedad puede existir persecución por ideas.

 Su madre, Hortensia Bussi, fue una de las primeras figuras de la izquierda chilena en abogar por mayores libertades en Cuba y lo hizo de cara a Fidel Castro durante una visista a Chile en 1996. ¿Qué sintió entonces?


Ese día estábamos juntas. Fue un discurso que compartimos, incluso lo habíamos discutido con Camilo Escalona y Luis Maira, entonces presidente y secretario general del PS. Pero también hay que ser muy claro de lo que dijo mi madre esa tarde. Esto fue que, conociendo el nivel de adhesión y popularidad que tenía Fidel Castro, no le cabía ninguna duda de que en un sistema de elecciones tendría la adhesión para salir elegido. Dijo, además, que nos parecía mejor un sistema con diferentes opciones por sobre el de un partido único, pero también se refirió a la tremenda injusticia que significaba para el pueblo cubano el embargo norteamericano.


¿El PS debiera mediar para la liberación de los prisioneros políticos en la isla?


Ojalá hubiese capacidad para decir que no deben existir limitaciones a la libertad de opinión. Pero eso no puede dar paso a que se avalen acciones de intervención en Cuba.

¿Cómo enfrentará la elección interna del PS?


Le daré mi respaldo a una lista transversal que se está conformando y que incorporará a sectores que fueron parte de la mayoría, como el tercerismo de Ricardo Solari, para darle una nueva forma a un partido que no supo dar espacios de participación.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez: No, senadora Allende, los hermanos Castro no han comprendido. A pesar de sus declaraciones –que mucho agradecemos-, casi dos años después, el 19 de enero de 2012, murió otro preso político en huelga de hambre, una de las pocas formas de protesta -muchas veces la única- que les queda a los encarcelados opositores al régimen militar cubano, por los tratos inhumanos y degradantes a que son sometidos. Al comenzar el año 2014 existe más de un centenar de presos políticos en Cuba, varios de ellos reconocidos como presos de conciencia por Amnistía Internacional.

Las etiquetas engañosas en Cuba

Amir Valle

2 de marzo de 2010

 

Relato del laberinto político cubano que aparece detrás de la muerte del disidente Orlando Zapata Tamayo

 

La cara oscura del supuesto paraíso que es Cuba ha salido a la luz una vez más y, como siempre, la sensibilidad humana se conmueve ante un crimen: ha muerto en prisión, luego de complicaciones derivadas de una huelga de hambre, el opositor cubano Orlando Zapata Tamayo, prisionero de conciencia según Amnistía Internacional.

 

Habrá quienes, como el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, disminuyan la terrible importancia del suceso (Lula agregó a su ya usual desprestigio esta frase: “Ningún gobierno puede ser juzgado porque uno de sus ciudadanos haga una huelga de hambre”). Habrá quienes viren la cara a lo que sucede en Cuba, igual que viran la cara ante el genocidio de cientos de opositores en Sri Lanka, Sudáfrica, Irán y Rusia, donde también gobiernan “hombres de izquierda”.

 

Morir con 42 años en una cárcel cubana no es sólo un destino triste. Morir por haber tenido el valor de exigir el respeto de los Derechos Humanos en el “paraíso cubano” no es solamente un acto heroico. Y despedirse del mundo exigiendo la libertad de 200 compatriotas presos por haberse opuesto al régimen no es únicamente una muestra de la convicción en que, como diría José Martí, “Cuando se muere / en brazos de la patria agradecida, / la muerte acaba, la prisión se rompe; / ¡empieza, al fin, con el morir, la vida!”. Hay mucho más detrás de esta muerte que el gobierno de Raúl Castro pretende minimizar lanzando sobre Orlando Zapata Tamayo una de sus tantas etiquetas engañosas, esas etiquetas urdidas en la mentira para impedir que el mundo conozca la verdadera esencia fascista, la gran traición que sufrió aquella hermosa Revolución de 1959.

 

No he leído en ningún sitio que se diga que Orlando Zapata Tamayo, como otros millones de cubanos, creyó alguna vez en la Revolución. Todos los que hoy se oponen al gobierno cubano creyeron una vez en las mentiras con las que crecimos las últimas cuatro generaciones de cubanos. Y el hecho de que una isla que siempre, antes de 1959, fue un país receptor de inmigrantes, tenga casi el 20% de su población en el exilio; de que, según encuestas reconocidas por el gobierno de Raúl Castro, la primera aspiración de la mayoría de los jóvenes cubanos sea irse del país y de que la oposición organizada crezca día tras día a pesar de las terribles represalias, es otra muestra de la descomunal  traición perpetrada por un Fidel Castro que en 1959 prometió para todos los cubanos “Pan con libertad y libertad sin terror”.

 

Raúl Castro ha retomado el batón del poder político y, luego de ilusionar a muchos ingenuos con promesas de cambios esenciales en bien del pueblo, ha regresado a los mismos cauces represivos, a las mismas manipulaciones de los conflictos internos y externos que tanto éxito mediático le dio a su hermano Fidel. Y en esa táctica de poder las etiquetas engañosas recobran toda su validez: Cuba es un pueblo absolutamente desinformado de la realidad mundial (una de las promesas no cumplidas por Raúl Castro es abrir el país a la red de información que ofrece la internet) y un pueblo desinformado, ya lo dijo Goebbels, será siempre “una masa fácil de engañar, adoctrinar y manipular”.

 

En otro triste capítulo del servil periodismo cubano, el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, lanza sobre el opositor fallecido Orlando Zapata Tamayo la infamia de que es un “delincuente común”, del mismo modo que, en su momento lanzó calumnias sobre el periodista opositor Guillermo Fariñas, cuando protagonizó una huelga de hambre de ocho meses exigiendo su derecho a tener acceso a internet, o cuando (utilizando toda la fuerza de sus órganos nacionales de prensa monopolizados) catalogó de “mercenarios al servicio del imperialismo yanqui” a los 75 opositores detenidos en la conocida “Primavera Negra”, que fueron juzgados y condenados a penas de hasta más de 20 años por denunciar al mundo los graves problemas de Cuba.

 

En la década del 60, también en las cárceles cubanas y también luego de una huelga de hambre, murió el opositor Pedro Luis Boitel. Ahora muere Orlando Zapata Tamayo. Otros cinco periodistas opositores, en cárceles cubanas, han iniciado huelga de hambre, entre tanto el mundo exige la liberación de los más de 200 presos políticos cubanos que se pudren en las cárceles, entre los cuales, por sólo mencionar a uno de los que han sido apresados bajo el mandato de Raúl Castro, se encuentra el doctor Darsi Ferrer, quien acaba de ser declarado por Amnistía Internacional como “prisionero de conciencia”. El velorio de Orlando Zapata Tamayo fue una muestra de rebeldía popular, a pesar de las medidas de fuerza tomadas por los órganos represivos del gobierno y el mundo se conmueve ante las dolidas palabras de la madre de este opositor, como se ha conmovido ante la lucha de las Damas de Blanco, esposas, hijas y madres de los prisioneros políticos cubanos. Todos ellos, según la propaganda política cubana, son “mercenarios apátridas”. Etiquetas engañosas que pretenden esconder la verdadera cara represiva, siniestra, de la que hoy es la dictadura más larga que ha conocido la historia.

Los tres asesinatos de Orlando Zapata Tamayo

Haroldo Dilla Alfonso

26 de febrero de 2010

 

Tras 85 días de huelga de hambre, murió el preso político cubano Orlando Zapata Tamayo. Murió asesinado tres veces en pocas horas

 

Nunca conocí en vida a Orlando Zapata Tamayo. Sólo he visto de él una foto colocada de mil maneras en internet. Posiblemente nunca hubiera conocido que existía si no fuera porque decidió hacer una huelga de hambre por razones que aún no conozco bien y murió en su empeño. Es decir, decidió hacer uso del único recurso que le queda a un recluso —la vida— y exponerla para dar una batalla moral ante el estado cubano. Este tipo de hecho no es nuevo. Recuerdo, por ejemplo, que en 1981 un grupo de jóvenes del IRA apelaron al mismo recurso contra la conservadora Margaret Thatcher, y diez murieron. Entonces el Granma contaba cada día los pormenores de las huelgas de hambre y cuando moría algún joven lo reseñaba en primera plana, para consternación e indignación de sus lectores, entre ellos yo. Esta vez, el Granma no ha dicho nada, porque esta vez el Granma es parte de la maquinaria que asesinó tres veces a Orlando Zapata Tamayo.

 

En resumen, no sé exactamente quién era Orlando Zapata Tamayo. Los partes de la disidencia indican que se trataba de un obrero negro de 43 años que fue encarcelado por participar en varias acciones pacíficas no permitidas por el gobierno cubano —entre ellas, el Proyecto Varela que buscaba recoger firmas para promover una reforma constitucional en el parlamento cubano— y que mantuvo una posición vertical en la prisión, lo que le valió maltratos y el alargamiento de su condena de tres años iniciales a una cifra que he leído iba de 25 a 36 años. Según el gobierno cubano y sus relacionistas públicos, cubanos y extranjeros, se trataba de un delincuente común con una hoja de delitos baratos fomentada desde que tenía 22 años, y que posteriormente decidió enrolarse en la disidencia para continuar su carrera delictiva. Es decir, que la víctima pasó de robar carteras a promover un cambio constitucional y exponerse a altas penas de prisión.

 

En realidad, los argumentos del gobierno cubano me resultan muy dudosos. No entiendo cómo un ladrón vulgar de carteras puede pasar de improviso a promover un cambio constitucional exponiéndose de paso a largas condenas de cárcel. Tampoco, cómo un delincuente común y, además, oportunista, se deja morir de hambre, durante un largo proceso en que tuvo 85 días para arrepentirse. Y si estaba preso por los delitos que mencionan, me parece extraña la tremenda cantidad de años que establecía la condena. Tampoco puedo explicarme cómo es posible que alguien se suicide por conseguir, dice el gobierno, un teléfono y una cocina para su celda, aunque fuese una cocina similar a la que tenía Fidel Castro en el presidio de Isla de Pinos cuando fue encarcelado por la bárbara tiranía de Batista por asaltar un cuartel militar en 1953. Es evidente que tantos años sin una opinión pública crítica ha reblandecido el sentido común de los propagandistas del gobierno cubano.

 

Y, finalmente, dudo de lo que dice el gobierno cubano, porque si algo conozco bien es cómo la élite cubana es capaz de manipular la información, mentir e intoxicar a la opinión pública en un país donde no hay fuentes alternativas de comunicación, para conseguir cualquiera de sus objetivos. Es lo que convirtió súbitamente en 1989 a un héroe nacional en un corrupto, aburguesado y abusador, digno del fusilamiento; o a un brillante canciller que era capaz de interpretar como nadie el pensamiento del Comandante en Jefe (cualidad insuperable en una monarquía faraónica) en una soez sabandija envilecida por las mieles del poder.

 

De cualquier manera, para los fines de lo que quiero decir ahora, no me interesa saber quién era Orlando Zapata Tamayo, ni por qué estaba preso. No tengo dudas de que el gobierno cubano nuevamente ha sacrificado la vida de un cubano para dar una demostración de firmeza represiva ante la oposición. Que el gobierno cubano ha permitido la muerte de un recluso. Y que, por consiguiente, el gobierno cubano ha cometido una acción criminal. Cuando el gobierno cubano decidió utilizar al presidiario fallecido como caso prueba para sus forcejeos políticos, decretó su asesinato: el primer asesinato.

 

No es un hecho inédito en Cuba. La naturaleza autoritaria del sistema político cubano incluye entre sus arbitrariedades el uso de casos para producir respuestas ejemplarizantes de cara a espectadores hostiles o poco confiables. Fue lo que sucedió cuando fueron ejecutados los implicados en la Causa 1 de 1989, una pandilla de rateros desaforados pero que legalmente no merecían el fusilamiento. O en 2003, cuando fueron fusilados tres jóvenes, también negros, por intentar secuestrar una lancha para emigrar a Estados Unidos. Los fusilaron 72 horas después de sus apresamientos, en un juicio sumario propio de capitanes generales, sin siquiera permitir una despedida familiar. Y ahora esta muerte consentida que envía un mensaje muy claro a la oposición y al posible surgimiento de otros huelguistas.

 

A la muerte física de Zapata sucedió un segundo asesinato: una avalancha de difamaciones organizada por el gobierno cubano. Utilizando para ello a algunos intelectuales devaluados del patio y a la red de voceros estalinistas que medran en la izquierda mundial, han dicho que la víctima era un preso común (culpable de exhibicionismo, de portar armas blancas, de cometer hurtos, de producir escándalos públicos e incluso de vender drogas a turistas), que exigía privilegios desmedidos para un presidiario, que atacaba a los guardias carcelarios, y hasta que era esquizofrénico y bipolar. De igual manera, no han escatimado esfuerzos para desnaturalizar el hecho, envolverlo en el conflicto Cuba-Estados Unidos y compararlo con no sé cuántas muertes que desgraciadamente ocurren en otras latitudes como Irak y Afganistán. Es decir, para sacar el crimen del escrutinio público en nombre de la defensa de una revolución socialista que hace ya mucho tiempo no es revolución y nunca fue socialista. Es otra técnica: inhibir a los sectores democráticos y de izquierda del planeta agitando el espantajo de la agresión imperialista, como si las muertes que ocurren en otros lugares, como si el bloque/embargo, como si una sola de las conquistas sociales que han ocurrido gracias a la acción del pueblo en el último medio siglo, como si uno solo de esos hechos pudiera justificar el crimen cometido contra Orlando Zapata Tamayo.

 

Y luego, Zapata Tamayo ha sido asesinado cuando el presidente/general Raúl Castro, haciendo un alarde del más procaz cinismo, lamentó públicamente la muerte de un presidiario a quien su gobierno dejó morir. Ha sido su tercer asesinato en unas pocas horas.

 

Para la izquierda, el crimen contra Orlando Zapata Tamayo es un reto. Nada aquí puede ser justificado, y sólo puede ser explicado como la reacción criminal y represiva de una élite autoritaria y decadente que pisotea cada día al socialismo hablando en su nombre, mientras prepara su propia conversión en una nueva burguesía. En la misma declaración en que impúdicamente lamentó la muerte de su víctima, el general/presidente Raúl Castro afirmó que estaba dispuesto a discutirlo todo con Estados Unidos. Yo diría que también a negociarlo todo, a excepción claro está, de los propios poderes del Clan Castro y sus apoyos militares. Y para llegar a esa meta (tan prosaicamente contrarrevolucionaria) ¿qué importa Orlando Zapata Tamayo?

Los presos políticos no existen en las democracias

Oscar Arias Sánchez

13 de marzo de 2010

 

Quiero sumar mi voz a un coro de indignación que recorre buena parte de nuestra América y del mundo. El pasado 23 de febrero, mientras los líderes latinoamericanos nos encontrábamos reunidos en Cancún, hablando sobre democracia y libertad, murió en La Habana Orlando Zapata Tamayo, opositor del régimen castrista y preso político desde hacía siete años.

 

Una huelga de hambre de 85 días no fue suficiente para convencer al Gobierno cubano de que era necesario preservar la vida de esta persona, por encima de cualquier diferencia ideológica. 85 días no fueron suficientes para mover a compasión a un régimen que se vanagloria de su solidaridad, pero que en la práctica aplica esa solidaridad únicamente a sus simpatizantes.

 

Nada podemos hacer ahora para salvar a este disidente, pero podemos aún alzar la voz en nombre de Guillermo Fariñas Hernández, que desde hace 17 días se encuentra en huelga de hambre en Santa Clara, pidiendo la liberación de otros presos políticos cubanos, en particular de aquellos en precario estado de salud.

 

Sin duda, la huelga de hambre es un arma delicada como herramienta de protesta. Sería riesgoso que cualquier Estado de derecho se viera en la obligación de liberar a sus privados de libertad, si deciden rechazar su alimentación. Pero estos presos no son como los demás, ni Cuba cumple las condiciones de un Estado de derecho. Se trata de presos políticos o de consciencia, que no han cometido otro delito más que oponerse a un régimen, que fueron juzgados por un sistema judicial de independencia cuestionable y que deben sufrir penas excesivas sin haber causado un daño a otras personas.

 

Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país verdaderamente libre, uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una “democracia especial”, pero cada preso político niega en la práctica esa afirmación. Cada preso político es una prueba irrefutable de autoritarismo.

 

A esto se suma el hecho de que se trata de personas con una salud muy debilitada. Y aquí sí es cierto que no importan las razones por las cuales alguien haya entrado en prisión. Todo Gobierno que respete los derechos humanos, debe al menos mostrar compasión ante el estado de una persona débil, en lugar de llamarla “chantajista”.

 

Siempre he luchado por una transición cubana hacia la democracia. Siempre he luchado porque ese régimen de partido único se convierta en un régimen pluralista, y deje de ser una excepción en el continente americano. Estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y condenarla a un infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de Raúl Castro.

 

El Gobierno cubano tiene ahora en sus manos la oportunidad de demostrarle al mundo los primeros signos de esa transición democrática, que desde hace mucho tiempo esperamos. Tiene la oportunidad de demostrar que puede aprender a respetar los derechos humanos, sobre todo los derechos de sus opositores, porque no tiene ningún mérito que respete sólo los derechos de sus partidarios. Si el Gobierno cubano liberara a sus presos políticos, tendría más autoridad para reclamar respeto a su sistema político y a su forma de hacer las cosas.

 

Estoy consciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo tipo de acusaciones de parte del régimen cubano. Me acusarán de inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda, soy un lacayo del imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a callarme cuando la sola existencia de un régimen como el de Cuba es una afrenta a la democracia. No voy a callarme cuando se pone en jaque la vida de seres humanos, por defender a ultranza una causa ideológica que prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad.

 

Óscar Arias es presidente de Costa Rica.

Intelectuales de izquierda uruguayos

condenan “los hábitos estalinistas en Cuba”

25 de marzo de 2010

 

Intelectuales de izquierda: “hábitos estalinistas en Cuba”

 

Carta. Reclaman respeto por los derechos de disidentes

 

El régimen comunista de Cuba “ha perseverado en hábitos marcadamente estalinistas”, afirmó un grupo de intelectuales uruguayos de izquierda que reclama respeto a los derechos fundamentales en la isla.

 

Alma Espino, Álvaro Díaz Maynard, Carlos González, Gerardo Caetano, Jack Couriel, José Manuel Quijano, Judith Sutz y Mario Wschebor, a través de una carta publicada ayer en el diario La Diaria, criticaron al régimen castrista de Cuba por la muerte del disidente Orlando Zapata Tamayo, el 23 de febrero en una prisión cubana tras una huelga de hambre.

 

Caetano dijo ayer en radio El Espectador que la carta surgió “por una indignación compartida” y por la necesidad de “decir lo que uno piensa cuando aquellos que deberían decirlo no lo dicen o, peor aún, dicen cosas que no podemos suscribir en modo alguno”. El historiador cuestionó así las declaraciones del Frente Amplio y el PIT-CNT con respecto a la situación en Cuba.

 

La carta comienza recordando que “varias generaciones estuvieron bajo la influencia de la revolución cubana en lo bueno, y también en lo malo”.

 

Entre lo malo, mencionan “la imposición del partido único” dogmático; el desprecio a la negociación multipartidaria; el “desconocimiento de derechos fundamentales”; y el “encarcelamiento de personas con coraje, que se han atrevido y se atreven a reclamar y se proponen ejercer sus derechos básicos de reunión, de asociación, de opinión y de desplazamiento”.

 

Agregan que el gobierno cubano “ha perseverado en hábitos marcadamente estalinistas, que ni siquiera estaban en vigencia en las últimas décadas de la Unión Soviética”. Y afirman que “las condenas a prisión son severísimas y las descalificaciones (‘gusanos’, ‘traidores’, ‘aliados del imperialismo’) son humillantes”.

 

Los firmantes de la carta aprovechan para recordar que “el contexto de los acontecimientos del presente se compone también por una larga historia de atropellos de Estados Unidos a la isla del Caribe (y a la región)”.

 

Pero el contexto actual también se integra por la construcción sistemática de dictadura pregonada como una forma más perfecta de ‘democracia’, por la alta concentración de poder simuladamente compartido con algunos correligionarios y verdaderamente absoluto para el ‘jefe máximo’, y por las penas draconianas a los ciudadanos llamados ‘conflictivos’, que se atreven a disentir. Y resulta demasiado simple, y hasta de mala fe, justificar el atropello cotidiano de los legítimos derechos del ‘conflictivo’ con la mención del bloqueo del imperialismo”, sostienen los firmantes de la carta.

 

Con respecto a Zapata, la carta señala que “se ha convertido en el más eficaz cuestionador del poder establecido” en Cuba, “un simple ciudadano con ideas propias, preso de conciencia según Amnistía Internacional (¿cuántas veces recurrimos a ella los uruguayos en los años de la dictadura?), estuvo tan dispuesto a no doblegarse que se dejó morir de hambre”.

 

La carta recuerda palabras del líder Fidel Castro de hace 30 años, cuando refiriéndose a las huelgas de hambre hasta la muerta de presos irlandeses en las cárceles británicas, exclamó en la Unión Interparlamentaria Mundial: ¡Tiemblen los tiranos ante hombres que son capaces de morir por sus ideas tras 60 días de huelga de hambre! Al lado de este ejemplo, ¿qué fueron los tres días de Cristo en el calvario, símbolo durante siglos del sacrificio humano? ¡Es hora de poner fin, mediante la denuncia y la presión de la comunidad mundial, a esa repugnante atrocidad!. Esta frase de Castro está en bronce en la plaza Víctor Hugo de La Habana.

 

La carta termina con un llamamiento a los países de América Latina para buscar una “solución pacífica, democrática y respetuosa de los derechos humanos” a esta situación en Cuba. Y expresa al final: “no callar ante las repugnantes atrocidades y ponerse del lado de quienes, sin más armas que su cuerpo, reclaman legítimamente sus derechos”.

Frente a la muerte de Orlando Zapata Tamayo

 y las libertades en Cuba

Liga Internacional de los Trabajadores

17 de marzo de 2010

 

La muerte del preso cubano Orlando Zapata Tamayo ha provocado amplia polémica internacional. Su repercusión nos lleva a la cuestión de las libertades en el estado cubano y de su naturaleza social

 

La muerte del preso cubano Orlando Zapata Tamayo, luego de una larga huelga de hambre, ha provocado una amplia polémica internacional. Es que las circunstancias del caso y su repercusión internacional han puesto al rojo vivo la actuación del gobierno cubano y qué actitud deben tomar las organizaciones de izquierda en casos como este. Mucho más profundamente, el debate nos lleva a la cuestión de qué es actualmente el estado cubano, como el contexto general dentro del cual debe darse el análisis del caso y la toma de posición.

 

¿Quién era Orlando Zapata Tamayo?

 

La mayoría de las organizaciones de izquierda han salido a realizar una defensa a ultranza del gobierno cubano y a denunciar que su repercusión mediática es una nueva campaña imperialista contra lo que consideran “el último bastión del socialismo”.

 

El primer argumento en este sentido, es que él no era un “preso político” sino un marginal, un delincuente antisocial que aprovechó su condición de preso para presentarse como “disidente” y comenzó a ser utilizado por los medios imperialistas. Pero esta acusación falsifica burdamente la realidad. Por eso, es necesario ver cómo funciona el sistema penal cubano y quién era realmente Orlando Zapata. Porque es a partir de esta cuestión que se empieza a entender la realidad de lo ocurrido.

 

Los órganos oficiales de Cuba y quienes lo apoyan tratan de  mostrar a Zapata Tamayo como un “preso común”, alegando que fue detenido varias veces en los años 90, acusado por delitos como “estafa”, “desorden público” y “agresiones”.  Es sobre esta ficha jurídico-policial que se apoyan los órganos del PC cubano para tildarlo de “delincuente”.

 

El sistema judicial cubano, por las razones que luego veremos, está completamente viciado. Pero vamos a suponer que Zapata Tamayo haya cometido esos delitos por los cuales fue apresado en los 90. Sin embargo, esos mismos órganos oficiales “olvidan” el hecho de que, en diciembre de 2002, no fue detenido por ninguno de esos delitos, sino por haberse trasformado en un opositor al régimen. Granma, periódico oficial del PC cubano, dice que fue liberado bajo fianza el 9 de marzo del 2003 y, según este medio de prensa “volvió a delinquir el 20 del mismo mes”. ¿A que se debió esa última detención? ¿Qué significa para Granma “volver a delinquir”?

 

Un preso de conciencia

 

La última detención se produjo porque, junto con otras personas, realizaba una huelga de hambre en una casa, organizada por la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Luego, Es juzgado y condenado por “desacato, desorden público y desobediencia al Estado” y recibe una larga condena. Desde entonces, venía realizando diversas protestas exigiendo su libertad (y, mientras, tanto mejores condiciones de detención) que culminaron con la huelga de hambre que llevó a su muerte.

 

La Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), encabezada por el abogado y disidente político Elizardo Sánchez, lo reivindicaba como preso político y desde 2004 Amnistía Internacional lo reconocía como “preso de conciencia” (es decir, por sus convicciones y no por delitos comunes), exigiendo su libertad.

 

Es muy probable que Orlando Zapata (o la organización a la que estaba ligado) tuviera posiciones procapitalistas. No tenemos ningún compromiso con sus planteos políticos ni sus ideas. Pero él no fue detenido porque estuviera a favor de restaurar el capitalismo sino por reclamar libertades democráticas en el país. El enfrentamiento real que hubo entre él y el gobierno cubano, y que lo llevó a la muerte, fue que el régimen político no acepta que se hagan actividades contra él.

 

Es necesario preguntarse, que pasó en Cuba, en las últimas décadas para que un obrero especializado, como lo era, en la década del 80, Orlando Zapata, sea condenado a largos años de cárcel sólo por protestar contra el régimen. En segundo lugar, por qué  el gobierno cubano prefirió dejarlo morir antes de hacer ninguna concesión a un preso de conciencia para que no sirviera de “mal ejemplo”.

 

Una actitud que indigna

 

Las circunstancias de su muerte, y la actitud del gobierno de Raúl Castro de negar ninguna responsabilidad indigna a quienes lucharon y luchan contra las persecuciones a los militantes de izquierda y que, en las cárceles de las dictaduras o de los países imperialistas, muchas veces tuvieron que recorrer a este tipo de medidas.

 

También indignan las declaraciones de Lula, presidente de Brasil, que salió a defender la represión del estado cubano y atacó a los que hacen huelga de hambre, comparándolos con “bandidos brasileños”. Lula “olvida” la propia experiencia de lucha del pueblo brasileño contra la dictadura militar y las muchas veces que, en esa época, los presos políticos utilizaron esa herramienta, incluso cuando él estuvo preso.

 

Algo que es más grave aún cuando, actualmente, el imperialismo y los gobiernos capitalistas usan las acusaciones de “criminales” o “bandidos” contra luchas sociales, como las ocupaciones de tierra, y atacan a los activistas obreros, campesinos o indígenas que luchan contra el latifundio y el saqueo de las empresas multinacionales. Al sumarse a estas definiciones en Cuba, Lula le sirve en bandeja a la derecha la posibilidad de usarlo en el resto de los países del mundo.

 

La revolución cubana y la restauración

 

Es imposible entender la muerte Orlando Zapata Tamayo sin ubicarla en el marco de un proceso económico social mucho más profundo: la restauración del capitalismo que vivió Cuba desde finales de los años 80 y mediados de los 90, impulsada por el régimen del Partido Comunista.

 

El proceso abierto con la revolución de 1959, es decir la expropiación de las empresas del imperialismo yanqui y de la burguesía cubana y el inicio de una economía planificada centralmente, transformaron a Cuba en el primer estado obrero del continente latinoamericano. La revolución logró avances inmensos en áreas como educación y salud, en la mejora general del nivel de vida de la población y se eliminaron la pobreza extrema y la miseria.

 

Cuba se convirtió en un símbolo de lo que era capaz de lograr una revolución socialista y los dirigentes del proceso, Fidel Castro y el Che Guevara, adquirieron inmenso prestigio y se transformaron en una referencia política para millones de luchadores y revolucionarios del mundo. Sin embargo, desde el propio inicio de la revolución, la dirección castrista se constituyó en una burocracia gobernante que, pocos años después, se integraría en el aparato estalinista mundial, centralizado desde la casta gobernante en la ex URSS.

 

Esta ubicación política  se expresó en el apoyo de Fidel Castro a la invasión del ejército soviético a Checoslovaquia, en 1968, o en su orientación al FSLN, en 1979, después de derrocar la dictadura de Somoza, de no hacer de Nicaragua “una nueva Cuba” (es decir, no avanzar hacia la revolución socialista). Al interior de Cuba, impidió el ejercicio de la democracia obrera y persiguió no sólo a los agentes de los “gusanos” de Miami sino también a sus opositores de izquierda. 

 

A final de los 80 y comienzos de los 90, la restauración capitalista en el Este europeo y la caída de la URSS significaron un duro golpe para la economía cubana, centrada en la exportación de azúcar y su intercambio por petróleo y tecnología con esos países. En este contexto, la dirección castrista comenzó a desarrollar una política de restauración capitalista y de desmonte de las bases del estado obrero. Los pilares fundamentales de una economía planificada (el plan central gubernamental y el monopolio del comercio exterior) ya no existen y la economía cubana funciona según las leyes capitalistas de mercado.

 

La restauración significó la pérdida o el deterioro extremo de la mayoría de las conquistas de la revolución y la vuelta de las lacras que se habían eliminado, o reducido al mínimo, como el desempleo, la prostitución, la marginalidad, la drogadicción y la delincuencia (datos que son reconocidos, incluso, por la propia dirección cubana). El gobierno de Raúl Castro sigue atacando una tras otras las conquistas que restaron: comedores populares, libreta de racionamiento, reducción de los presupuestos de salud y educación. Los sueldos de los sectores obreros de base son miserables, no existe el derecho de huelga ni de organizarse de forma independiente del Estado.

 

Al igual que en China, los capitales extranjeros buscan aprovechar los bajísimos salarios y las condiciones propicias para la acumulación de capital y así extraer ganancias extraordinarias: crecen las inversiones imperialistas de de Europa y Canadá, e incluso de sectores burgueses de Brasil.

 

Una dictadura capitalista

 

A diferencia de lo ocurrido en la ex URSS o en los estados del este de Europa, donde, los responsables del proceso de restauración capitalista (los regímenes y partidos estalinistas) fueron luego después derribados por las masas, el proceso cubano siguió el “modelo chino”. Es decir, las masas no consiguieron derribar los regímenes de partido de los PCs, que continúan a la cabeza del ahora estado capitalista (aunque sigan hablando de “socialismo” y usando su simbología).

 

La mayoría de la izquierda ya empezó a reconocer lo que ocurrió en China, pero se niega a hacer lo mismo con Cuba y la reivindica como el “último bastión del socialismo”. Es cierto que la permanencia de la dirección de los hermanos Castro, la misma que encabezó la revolución, puede generar confusión. También que el reconocimiento de la restauración y la realidad cubana actual resultan dolorosas para quienes vimos en la revolución cubana una gran esperanza. Pero esto no puede nunca justificar la negación de la realidad y, menos aún, una política totalmente equivocada basada en esa negación.

 

La realidad nos indica que hoy en Cuba se da una pésima combinación para los trabajadores. Por un lado, un sistema económico capitalista de explotación, la vuelta de sus peores lacras y una recolonización de la isla, realizada por los imperialismos europeo y canadiense. Por el otro, un régimen dictatorial y antidemocrático transformado en socio, impulsor y defensor de la restauración capitalista y sus consecuencias. En este sentido, el régimen cubano es semejante al chino: los mismos que antes defendían sus privilegios como burocracia, ahora defienden a los nuevos capitalistas y sus negocios a cualquier costo.

 

Una dictadura que impide la libertad de expresión y reprime a cualquier corriente política que discrepa con su línea (cualquiera sea su posición), que según informe de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional - CCDHRN (ligada a la oposición) mantiene no menos de 200 presos políticos. Amnistía Internacional, por su parte, reconocía 58 prisioneros políticos, en 2008. Más aún, en Cuba, no hay procesos judiciales públicos, las audiencias son cerradas, y se puede perseguir en forma implacable a trabajadores como Orlando y condenarlos a 30 años por el “crimen” de “desacato a la autoridad”. 

 

Una dictadura que teme como la peste a la libertad de manifestación: el propio entierro de Orlando fue objeto de un cerco policial en la pequeña ciudad de Banes, sin ningún respeto por el dolor de los amigos y familiares, para evitar que se trasformara en un evento político. Se hicieron más de 60 detenciones en todo el país para que los activistas más próximos a él no estuvieran presentes.

 

Hay otros activistas de oposición que luchan por la libertad de los presos políticos: un disidente, el periodista Guillermo Fariñas entró en huelga de hambre en su casa, en repudio a la muerte de Orlando y por la liberación de otros detenidos. Nuevamente, la respuesta del régimen es decir que no tendría ninguna responsabilidad por su posible muerte y acusarlo de “agente de los Estados Unidos”.

 

Un programa de libertades democráticas

 

En la época que era un estado obrero burocrático ya había un intenso debate sobre Cuba, en la izquierda. Para la mayoría de las organizaciones, la defensa de la revolución implicaba también el apoyo incondicional a la dirección castrista y su régimen. Para la corriente que hoy constituye la LIT-CI, para defender esas conquistas (igual que en la ex URSS o en China) era necesario realizar una revolución política que derrocase a la burocracia e impusiese un verdadero régimen de democracia obrera, porque si permanecía el régimen de la burocracia castrista, se acabaría restaurando el capitalismo, como así ocurrió.

 

En aquel momento, no defendíamos las libertades para los burgueses o pequeño-burgueses que buscaban restaurar el capitalismo. Exigíamos democracia obrera pero no estábamos a favor de dar libertades a las fracciones políticas que querían la vuelta del imperialismo o conspiraban para derribar el Estado obrero, como los “gusanos” de Miami.

 

Pero la realidad cambió: Cuba no es más un estado obrero con un régimen burocrático, sino un estado capitalista gobernado por una dictadura. Hoy, el centro de nuestro programa de reivindicaciones para Cuba es de lucha frontal contra la dictadura y por las más amplias libertades democráticas (sindicales, civiles y políticas).

 

Todo revolucionario que lucha contra el capitalismo y por el poder por la clase obrera sabe que hay que diferenciar los distintos regímenes de un estado capitalista. Por ejemplo, una dictadura burguesa de un régimen democrático-burgués. Frente a las dictaduras burguesas, luchamos por las libertades para diferentes sectores sociales.

 

Por ejemplo, en Argentina, en 1976-1982, o Brasil, en 1964-1984, había sectores burgueses opositores a los regímenes dictatoriales. En esos momentos, cualquier militante de izquierda estaba en contra de que esos sectores fueran reprimidos por las dictaduras. En esas situaciones, luchamos por las más amplias libertades democráticas para todas las corrientes opositoras, incluidas las burguesas, para permitir que el pueblo se organice y movilice contra esos regímenes.

 

Eso no significaba ningún compromiso con esas corrientes burguesas o proimperialistas, como el radicalismo argentino o el MDB brasileño, a los que combatíamos políticamente. En esos casos, los revolucionarios llamamos a una amplia unidad de acción, incluso con esos sectores burgueses, para combatir a las dictaduras, pero mantenemos la más absoluta independencia de clase y construimos una alternativa que apunte al poder y a la democracia obrera. Esa unidad de acción responde al hecho que la clase obrera necesita que existan las más amplias libertades democráticas para avanzar en su organización.

 

En el caso actual de Cuba, estamos frente a una situación semejante, más allá de las apariencias y de los discursos. Los revolucionarios debemos luchar por conseguir las libertades democráticas que faciliten la organización de los trabajadores y la lucha para hacer la revolución socialista (quizás, en el caso cubano, debamos decir “rehacer”). Para eso también reivindicamos amplias libertades democráticas, incluso para los opositores burgueses y pequeño-burgueses y repudiamos la represión a los disidentes políticos, como haríamos frente a cualquier régimen dictatorial burgués latinoamericano.

 

Por eso, nuestra posición en el caso de Orlando Zapata Tamayo es que, independiente de las posiciones proburguesas que probablemente tuviera, debíamos reivindicar su libertad y debemos luchar por la libertad de los demás presos políticos y de conciencia que reclaman derechos humanos y civiles en el país. Al mismo tiempo, condenamos lo actuado por el gobierno cubano en este caso y lo responsabilizamos por su muerte.

 

Defender las libertades democráticas en Cuba es la mejor forma de presentar una alternativa contra las maniobras del imperialismo.

 

Muchas veces, el imperialismo, utiliza las campañas de exigencia de libertades democráticas para defender sus intereses políticos y económicos. En ocasiones, eso lo lleva a cuestionar dictaduras. Así lo hizo, por ejemplo, el ex presidente de EEUU, Jimmy Carter, con la dictadura argentina, en sus años finales. Una imagen similar trata de vender hoy Obama. ¿Eso significaba que, porque Carter reclamaba libertades en Argentina, debíamos defender esa dictadura?

 

La izquierda debe levantar más que nunca las banderas democráticas y de defensa de los derechos humanos en Cuba. En caso contrario, lo que hará es dejarlas en manos del imperialismo y de la derecha. Que así van a prestigiarse ante los ojos de los trabajadores y los pueblos del mundo (y del propio pueblo cubano) como los representantes de la “democracia” y, como ya hemos visto, utilizarla a su servicio. Si la mayoría de la izquierda continúa apoyando la dictadura cubana, facilita la política del imperialismo de identificar a la izquierda y el socialismo con la falta de democracia.

 

La restauración del capitalismo ya se ha producido en Cuba, de la mano de la dirección castrista y al servicio de los imperialismos europeo y canadiense. Reivindicar lo actuado por el gobierno cubano en el caso de Orlando Zapata Tamayo (y más en general, toda la acción del régimen) no significa hoy defender (así sea equivocadamente) al “último bastión del socialismo” sino, por el contrario, defender una dictadura capitalista. Defenderla no contra el sistema capitalista y el imperialismo, que ya están de vuelta en la isla, sino contra las necesidades de los trabajadores y el pueblo cubanos. La salida para Cuba es construir una alternativa obrera independiente que enfrente a la dictadura castrista y al imperialismo y que luche por una nueva revolución socialista. 

 

http://www.litci.org

¡Viva Cuba!

Luis Alberto Lacalle*

4 de abril de 2010

 

En la perla del Caribe, la más lamentada pérdida de la Corona española, en el país de la pasada alegría y la actual miseria, en medio de una tierra que fue próspera y que hoy no alimenta a sus habitantes, dos vidas se extinguen de manera muy diversa. Una es la del dictador, la otra la de un héroe.

 

El martes hablé con la madre del héroe, de Guillermo Fariñas. Hace mucho que no veo ni hablo con su carcelero Fidel Castro. Entre esos extremos vitales, se desarrolla el fin del drama más que cincuentenario que ha envuelto a Cuba y a Iberoamérica.

 

Todos hemos sentido en algún momento el reclamo de nuestro cuerpo cuando se demora o se saltea la hora de alimentarlo, de proporcionarle el “combustible” para que pueda seguir funcionando. No es una sensación agradable.

 

Millones en el mundo padecen diariamente esos síntomas por falta de comida suficiente y ni que decir, sana. Algunos luchadores, de muy diversas causas han ofrendado a las mismas, la muerte voluntaria por no ingerir alimentos. No importa hoy qué causas defendían, se trata de una de los más grandes actos de coraje que un ser humano puede llevar a cabo. Quienes practican la ciencia médica han explicado cual es el proceso de la muerte por hambre.

 

Ante todo la sensación que referíamos, ganas primero y angustia después de comer, de calmar el clamor de las entrañas. Luego en una etapa más larga, el comienzo de la búsqueda, por parte del cuerpo, de consumir las reservas que pueda tener. En el plano final, la autofagia, el comerse a sí mismo, el irse devorando, en medio de dolores insoportables, hasta la desaparición de la vida por falta de sustento. Se trata de los más impresionantes casos de dominio de la mente sobre el cuerpo, de la voluntad sobre el instinto de supervivencia. Solamente puede ser comparable a la actitud de quienes bajo las más atroces formas de tortura, callan y resisten. Pocas formas más heroicas de morir que ésta, pues jugársela en un instante, caer abatido en un combate con una muerte rápida, siendo una alta prueba de valor, tiene la misericordiosa ventaja de la rapidez, del tránsito inmediato hacia las sombras de la muerte.

 

La otra vida que se apaga es sin lugar a dudas la de un hombre excepcional, transcendente e importante, todas características con sentido negativo y dañoso. Fidel Castro es el hombre que más influencia tuvo en el continente americano en el siglo XX y las últimas consecuencias de su acción e ideología aun continúan envenenando el continente y nuestros países. Todos, en nuestra juventud, allá por fines de los cincuenta nos entusiasmamos con su aventura de Sierra Maestra, le aplaudimos, fuimos a verle a la Explanada, parecía un paradigma de heroísmo en nombre de la libertad. Poco duró el engaño confesado por aquellas grabaciones tantas veces escuchadas.

 

Acusado de comunista, repetía “Campaña canallesca” para confesar poco tiempo después “He sido y seré marxista leninista”. Y luego, con el clásico ritual de las tiranías la saturnina costumbre de devorar a los hijos. Camilo [Cienfuegos] “desaparecido” en vuelo, el Comandante Huber Matos -aun gallardo en su resistencia actual- cumpliendo 25 años de presidio. El joven dirigente estudiantil Luis Boitel, primero entusiasmado por la revolución luego desilusionado por su falta de democracia, encerrado por ello en un calabozo con orden de que sólo se volviera a abrir cuando hubiera muerto de hambre y de sed, como ocurrió.

 

Paredón y dictadura para Cuba, atraso y hambre para el propio país, sometimiento a la URSS como colonia y pieza de ajedrez del duelo de la guerra fría. Terrible, pero hay más. Si el daño se hubiera circunscripto a la isla sería una más de las dictaduras que ha conocido América.

 

El envenenamiento del alma de miles de jóvenes en toda la extensión continental, el haber sembrado instrucción subversiva, el haber enseñado a matar, a secuestrar, a conspirar contra las instituciones libres, a despreciar las “libertades formales” o “burguesas” que forman el corazón de la convivencia en democracia, vaya si lo sabemos en nuestra tierra.

 

La destrucción de la convivencia nacional desde 1963 y su consecuencia natural de la dictadura que soportamos tiene un nombre: Fidel. En vano el Che aconsejó que en el Uruguay no se usara otra arma que la del sufragio. No, había que “latinoamericanizarse” en el peor de los sentidos, bajar hacia lo peor del continente en la desvariada creencia de que “lo peor era lo mejor”. ¡Cuantos muertos y torturados deben de figurar en esa cuenta maldita! Espantoso peso que condenará para siempre a quien sembró vientos que trajeron tempestades para otros, nunca para él, que se extingue lentamente pero en la seguridad de su feudo, en la cama, pero seguramente que sin paz…

 

Ya se agotó de hambre una vida, la de Fariñas va en ese camino. Nuestro parlamento, mayoría del Frente Amplio mediante, se niega siquiera a considerar una declaración ante la heroicidad de la resistencia, de las Damas de Blanco, de los que “ni se callan ni se van”, los héroes cotidianos hostigados por la policía, perseguidos en sus barrios y casas, encarcelados por tener un libro prohibido, por juntar firmas de acuerdo con la constitución castrista, por querer leer, hablar y votar como seres humanos libres.

 

Pero si hay algo cierto, seguro, acerca del final de este drama es que así, de esa manera, podremos gritar “¡Hasta la victoria, nunca!”

 

* El autor fue presidente de la República Oriental del Uruguay

Debate público con el profesor Jované (III)

Manuel Castro Rodríguez

8 de noviembre  de 2010 

 

Profesor Jované, en su último artículo usted expresa: “Pese al escozor que esto causa en algunos elementos de los sectores dominantes, cuyas plumas a sueldo (…)”.   Jované, ¡usted está en la obligación moral de decir quiénes son esas “plumas a sueldo”!   Pero no sólo decirlo, sino demostrarlo. Aunque usted lo anhela, no estamos bajo un régimen castrista, donde a los opositores se les difama acusándolos de ser pagados por el imperialismo yanqui. Miles de cubanos han sufrido prisión y torturas por ello.

 

Jované, si usted no demuestra quiénes son esas “plumas a sueldo”, quedaría al descubierto lo que le ocurriría a la sociedad panameña si la ‘izquierda’ adocenada tomara el poder: calumnias, prisión y torturas para todo aquel que osase disentir.

 

El castrismo dejó morir a Orlando Zapata Tamayo el 23 de febrero de 2010, después de 85 días en huelga de hambre reivindicando su condición de preso de conciencia reconocido por Amnistía Internacional desde 2004, exigiendo no vestir el uniforme de preso común y que terminaran las golpizas y torturas.

 

“Ya asesinaron a Orlando Zapata Tamayo, ya acabaron con él.   La muerte de mi hijo ha sido un asesinato premeditado”, denunció Reina Tamayo. Siguiendo el típico modelo estalinista, el régimen convocó a sus seguidores para que firmaran un documento difamador del último mártir cubano. El académico izquierdista Haroldo Dilla escribió: “A la muerte física de Zapata sucedió un segundo asesinato: una avalancha de difamaciones organizada por el gobierno cubano. Utilizando para ello a algunos intelectuales devaluados del patio y a la red de voceros estalinistas que medran en la izquierda mundial, han dicho que la víctima era un preso común (…)”.

 

Jované, usted y otros sujetos se unieron a varios partidarios de la narcodictadura y firmaron el documento mentiroso que ofende la memoria del mártir Orlando Zapata Tamayo.  Utilizo la palabra ‘sujetos’ porque mi formación martiana me impide llamar ‘personas’ a quienes apoyan a un régimen asesino que reprime a unas damas que marchan pacíficamente, con gladiolos en las manos. Véase el vídeo (http://www.youtube.com/watch?v=BikTMfYr0Xs&feature=related).

 

Profesor Jované, en varias decenas de artículos denuncié las consecuencias de las políticas neoliberales. Por ejemplo, sólo en el Panamá América: 21/8/2006, 9/11/2006, 2/12/2006, 28/2/2007, 14/3/2007, 22/3/2007, 28/3/2007, 12/4/2007, 17/4/2007, 4/5/2007, 20/6/2007, 20/10/2007, 5/11/2007, 7/1/2008, 19/4/2008, 6/10/2008, 16/10/2008, 30/10/2008, 20/7/2009, 3/8/2009, 5/10/2009 y 10/5/2010. Por el contenido de mis artículos, fui amenazado con ser deportado a Cuba, por lo que le hice una carta abierta al entonces presidente Martín Torrijos (6/6/2007).

 

Jované, usted es muy ‘selectivo’ en sus denuncias. Uno de los sectores donde más daño ocasiona el capitalismo salvaje es en la educación. ¿Qué razones tiene usted para continuar guardando silencio cómplice sobre lo que acontece en la Universidad de Panamá? Además, la agrupación política en formación que se hace llamar Partido Alternativa Popular apoya implícitamente la reelección de Gustavo García de Paredes (www.kaosenlared.net/noticia/retos-universidad-panama-siglo-xxi).

 

Profesor Jované, usted está convencido de que el castrismo es el modelo a seguir. Su comportamiento demuestra que se está arropando en la lucha contra el neoliberalismo, enmascarando su verdadero objetivo de instaurar un régimen estalinista. ¿O no?   Continuará.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.