ESCRITOS DE JOSÉ MARTÍ

SOBRE LOS DIRIGENTES DEL PAÍS,

SOBRE LOS GOBERNANTES Y TIRANOS.

 

1875

 

   “... el jefe de un país es un empleado de la Nación, a quien la nación elige por sus méritos para que sea en la jefatura mandatario y órgano suyo; así caen los gobernantes extraviados en los países liberales, cuando en su manera de regir no se ajustan a las necesidades verdaderas del pueblo que les encomendó que lo rigiese.

 

   (...)

 

   (...) pero cuando el Presidente de la República es acusado ante el país, y se admite la acusación, y se reúne al Tribunal para juzgarlo; cuando el acusador disfruta de completa libertad, por más que no perdone medio de herir la administración que no le place; cuando el pueblo tiene el derecho de censurar con sus aplausos los actos del Tribunal que ha de juzgar, la libertad se siente garantizada, hondamente arraigado el derecho, respetado el poder de la nación, consumados y acatados los preceptos de la organización nacional popular.” [1]

 

   “... ¿Puede mantenerse contra el pueblo el poder que se recibe de él?

 

   Cuando ha llegado el plazo que la ley fija para resignarlo, ¿es decoroso pretender conservarlo a toda costa?

 

   El propio decoro es la ley suprema; abandónese a él la autoridad exaltada u ofuscada; prefiera su propia satisfacción a una voluntad injusta; la derrota digna es la mejor victoria; el deber cumplido es el gobierno mejor.” [2]

 

   “... Tolerar es permitir que se haga; pero de ningún modo es hacer lo que se tolera.

 

   Un gobernador puede tener simpatías íntimas por un culto determinado; pero cuando acepta el cargo de gobernador, sobrado difícil para que todos lo entiendan y lo cumplan, acepta con él la Constitución y leyes adicionales que el cargo representa: prohíben estas leyes la contemplación predilecta a culto alguno: la ley no asiste a los actos religiosos, porque la ley es el Estado; el Estado no puede tener principios religiosos, porque no puede imponerse a la conciencia de sus miembros, y el funcionario que lo representa, que es el Estado en cuanto es su funcionario, como el Estado ha de ser indiferente, como él no puede expresar determinada tendencia religiosa; porque no cabe la atención especial a una en aquel que tiene el deber de atender de igual manera a todas.

 

   Y el que acepta la función pública, no puede aceptarla para violar su espíritu. Crea en lo íntimo, pero no viole en lo externo. La conciencia es libre: el acto legal, y más en su más alto representante, debe estar perfectamente ajustado a la prescripción terminante de la ley.” [3]

 

1876

 

   “Una revolución es necesaria todavía: ¡la que no haga Presidente a su caudillo, la revolución contra todas las revoluciones: el levantamiento de todos los hombres pacíficos, una vez soldados, para que ni ellos ni nadie vuelvan a verlo [4] jamás!” [5]

 

1880

 

   “... Ni ha de permitir un pueblo que lo guíen los que desconocen sus verdaderos elementos, ignoran en absoluto el objeto real y la vía útil del país en que nacieron, y en lugar de remover con mano fuerte, a fin de conocerlas y encauzarlas, las entrañas hirvientes del volcán, a riesgo de morir en ellas abrasados,- pretenden evitar la erupción sentándose en la cima, como si en las horas de fuego y de lava fuera bastante a evitar el estrago tan pequeño estorbo: como si, cuando la mejor y mayor parte de un pueblo se levanta, y de las tres comarcas de una tierra, dos mueren por un intento, y la otra lo admira, pudiera ser el esfuerzo sofocado por la algazara descompuesta de un grupo que sólo ha sabido señalar su nombre a merced de conscientes engaños, de mantener promesas que sabía que no habían de ser cumplidas, y de escarnecer y sonrojar a la revolución originaria de su poder ficticio, a la madre gloriosa a quien habían debido la existencia.” [6]

 

   “... Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos.

 

   Los pueblos no saben vivir en esa acomodaticia incertidumbre de los que al amparo de las ventajas que la prudencia proporciona, no sienten en el abrigado hogar las tempestades de los campos, ni en el adormecido corazón el real clamor de un país lapidado y engañado.

 

   Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones; y acarician a aquella masa brillante que, por parecer inteligente, parece la influyente y directora. Y dirige, en verdad, con dirección necesaria y útil en tanto que obedece, -en tanto que se inspira en los deseos enérgicos de los que con fe ciega y confianza generosa pusieron en sus manos su destino. Pero en cuanto, por propia debilidad, desoyen la encomienda de su pueblo, y asustados de su obra, la detienen; cuando aquellos a quienes tuvo y eligió por buenos, con su pequeñez lo empequeñecen y con su vacilación lo arrastran, -sacúdese el país altivo el peso de los hombros y continúa impaciente su camino, dejando atrás a los que no tuvieron bastante valor para seguir con él. La política oportunista, como ahora se llama, pretendiendo erigir en especial escuela lo que no es más que el predominio del buen sentido en la gestión de los negocios públicos; la política oportunista, que no consiste en esperar ciegamente, y a pesar de todo, sino en no impacientarse cuando hay derecho a tener esperanza, no puede ser el loco empeño de fingirlas allí donde no hay razón alguna que las alimente o autorice. La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.” [7]

 

   “¡Oh! ¡qué pobres pensadores los que creen que después de una conmoción tan honda y ruda como la que ha sufrido nuestro pueblo, puedan ser bases duraderas para calmar su agitación, el aplazamiento, la fuerza y el engaño! ¡Qué políticos son esos que intentan elevar a la categoría de soluciones , que para ser salvadoras han de ser generales, y para ser aceptadas han de satisfacer al mayor número, -aspiraciones acomodaticias sin precedente y sin probabilidad de éxito;- que creen que los problemas de un grupo de rezagados, de arrepentidos y de cándidos, son los problemas del país; que en vez de poner la mano sobre las fibras reales de la patria, para sentirlas vibrar y gemir, cierran airados los oídos y se cubren espantados los ojos, para no ver los problemas verdaderos, como si el débil poder de la voluntad egoísta fuera bastante a apartar de nuestras cabezas las nubes preñadas de rayos!

 

   Cuando una aspiración es justa; cuando se la ha alimentado en silencio largo tiempo; y cuando se expone una existencia miserable para lograrla, -para evitar que triunfe una solución que sólo tendría de aceptable la razón que la había engendrado, es necesario favorecer y apresurar el logro del propósito justo. Y así tendremos derecho, como lo tenemos los que alentamos la revolución, a la gratitud de aquellos que podrían justamente mirarnos con odio. ¡No todos los ofendidos tienen pasiones e intereses que les impidan el logro de su intento! Sobre el placer de dar lo justo, ¿por qué no procurarse la utilidad de haber evitado una catástrofe?” [8]

 

   Un puñado de hombres, empujado por un pueblo, logra lo que logró Bolívar; lo que con España, y el azar mediante, lograremos nosotros. Pero, abandonados por un pueblo, un puñado de héroes puede llegar a parecer, a los ojos de los indiferentes y de los infames, un puñado de bandidos.” [9]

 

1881

 

   “... La constitución establece que cuando entre otros casos, el Presidente esté en inhabilidad de ejercer las funciones de su cargo, debe entrar a reemplazarlo el Vicepresidente. No hay ampliación: no hay atenuación: no hay interpretación posible: la frase es neta y seca. Y el Presidente está en verdad en inhabilidad para ejercer las funciones de su cargo. Mas honor, y prudencia, y bien parecer prohíben al general Arthur solicitar la realización de un derecho que la Constitución le concede, ni ocupar en vida de su enemigo el puesto que deja vacante un adversario, de cuya desgracia le viene a él tanto provecho. Pone la honra vallas que ningún código salva. He aquí la ley suprema, legislador de legisladores, y juez de jueces:- la conciencia humana.” [10]

 

1882

 

   “... Se pagan los pueblos más de lo que brilla y apasiona, que de lo que prepara en discreto silencio su ventura: y pasa a los gobernantes a las veces, como a los grandes actores en provincias, que no viendo estimadas las sutiles y admirables labores con que embellecen y vivifican el personaje que crean ante un público inculto, vociferan al fin y gesticulan, por lo que pasan a los ojos de los provincianos por actores que pasman y maravillan. Así los gobernantes, temerosos de ser olvidados o poco atendidos por su pueblo, si se dan a la faena silenciosa de preparar, con lentos adelantos y cuerdos detalles, la victoria definitiva de su sistema de gobierno, interrumpen o comprometen su labor, por no comprometer por su silencio y modestia su poder, con alardes de fuerza o de reforma que alimentan y placen al gusto popular.” [11]

 

   “... La paciencia es la dote de los fuertes. ¿Por qué ha de impacientarse el que nada quiere para sí, sino para su patria, y sabe que obra honradamente? Decía el latino que era harta grandeza haber intentado lo grande. La gloria no cede a los amantes bruscos que corren tras ella y la fatigan, sino a los amantes dignos, que la respetan e intentan ganarse su afecto por sus altas obras.

 

   (...)

 

   La lucha ha sido empeñada, y la derrota ha sido una victoria. Se siente regocijo narrando las acciones de un hombre sincero y enérgico, que no quiere gobernar a los hombres, si para gobernarlos ha de cortejar sus vanidades, y de ir amoldando la Justicia, -que ha de dar, y no recibir, moldes,- a los intereses y pasiones de los que han de ayudarle en el gobierno.” [12]

 

   “... Ni la política ha de ser arte de escarceos, retazos y tráficos, ni es digno de la confianza de su país el que mira más a parecer bien a sus adversarios, -por su seguridad y gloria de hombre hábil,- que a intentar y realizar todas las mejoras que crea beneficiosas a su pueblo. Avergüenza la pequeñez de los hombres en los tiempos que corren. No ven la vida como un deber, sino como una casa de gozos. La verdadera grandeza es la mayor locura. Ser puro es ser bellaco. Osar lo justo es poner en riesgo a sus conciudadanos. ¡Y no va habiendo más modo de vivir que ceder a toda indignidad privada o pública!” [13]

 

   “... Y en verdad que hay errores saludables. Viene bien que el que ejerza el poder sepa que lo tiene por merced y por encargo de su pueblo, como una honra que se le tributa y no como un derecho de que goza.” [14]

 

   “¿Qué son los pueblos en manos de los políticos de oficio? Estos los mueven como si fuesen escudos de batalla, y se sientan sobre ellos, luego del triunfo, o los ponen en alto, en la hora de la derrota, como banderín de pelear. Están siempre los pueblos como de tránsito y de susto, y no bien se sientan, contentos y generosos, a su banco de trabajo, y suena el mazo en el yunque, y la hoz en el trigal, y hierve el vino en las cubas, y en los lagares el aceite, ya se detienen sierras y martillos, y se acongojan los labriegos, y caen flojos los brazos desmayados, porque tal general, descontento de que no quieren hacer prohombre a su sobrino, da airado con el pomo de su sable en la mesa de gobierno, o tal hombre civil anhela mantenerse en el poder, poniendo en concordia efímera, a capitanes ambiciosos y uniendo en mayoría transitoria a odiadores de bandos diversos, por ser el odio ligamento fácil, tal como si un mendigo quisiese ampararse del frío halando de un lado y otro del cuerpo, para hacerse capa, los míseros harapos. ¡Cuándo habrá de ser que se fatiguen los hombres de esas tierras viejas de ser gobernados por vanidosos logreros! ¡Cuándo, en cruzada urgente y majestuosa, sembrarán de escuelas útiles y prácticas, como misiones de la religión moderna, ciudades y aldehuelas, suburbios y villorrios! ¡Cuándo, con súbito alzamiento del decoro, que echa abajo montañas, y con pujante rebelión pacífica, apartarán de las urnas de votar a diputadillos y a alguaciles, y pondrán en esas copas de salud nombres de gentes sanas y buenas, que den a su tierra patria, zozobrante y congojosa, gobierno digno de hombres!” [15]

 

   “... Un hombre alto, ha de obrar altamente. Ser gobernante de hombres, no ha de venir a quedar en ser su cómplice. Si se ha de deber el triunfo a ocultaciones, a compraventas de decoro, a retaceos de la justicia, a compadrazgos y comadrerías -sienta mejor a un hombre grandioso el honor de la derrota que los regocijos del triunfo.” [16]

 

   1882 “... Bien es que merezca ser echado de la casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de puñal de asesino. Bien es que da miedo y vergüenza que allá en la casa de la ley, cerca de puerta excusada y en noche oscura, ajustaran el jefe del Estado y un salteador mozo el precio de la vida de un bandido. ¿Pues, qué respeto merece el Juez, si comete el mismo crimen que el criminal? Sombra era la del soto en que aguardaban a los trenes que habían de robar los de la banda de James, y sombra la del gabinete de gobierno, en que el guardador de la ley ajustó el precio del caudillo de la banda.” [17]

 

1883

 

   “La libertad ha de ser una práctica constante para que no degenere en una fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas. Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras.” [18]

 

   “... Nada embriaga tanto al hombre como sentirse centro de hombres. Le entran pujanzas divinas, y ya no cabe en la piel de un mercader, ni en el blusón azul de un cosechero.” [19]

 

   “... Un ambicioso, es un criminal. Un caudillo desinteresado, es una gala de los hombres y huésped eterno de la patria.” [20]

 

1884

 

   “¿De qué agonías, y caídas y humillamientos está hecha a veces la victoria!. Y ¿qué mal que presidiera los hombres quien está inquieto en sí!. Porque una cesión al vulgo en cambio de aplauso o puesto, debe ser como una bofetada, y la señal de los dedos enormes debe llevarse siempre en la mejilla.” [21]

 

   Carta reproducida íntegramente.

 

   New York, 20 de octubre de 1884

 

   Señor General Máximo Gómez

 

   New York

 

   Distinguido General y amigo:

 

   Salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido dejarla reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas, -sino obra de meditación madura:- ¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!- Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.

 

   ¡Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos ]os recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra? -Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria: y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto -porque tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida.- El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente.

 

   Ya lo veo a Vd. afligido, porque entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio. Domine Vd., General, esta pena, como dominé yo el sábado el asombro y disgusto con que oí un importuno arranque de Vd. y una curiosa conversación que provocó a propósito de él el General Maceo, en la que quiso, -¡locura mayor!- darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba como una propiedad exclusiva de Vd., en la que nadie puede poner pensamiento ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere ayudar, servil y ciegamente en sus manos. ¡No: no, por Dios!: -¿pretender sofocar el pensamiento, aun antes de verse, como se verán Vds. mañana, al frente de un pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria? La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sólo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.

 

   A una guerra, emprendida en obediencia a los mandatos del país, en consulta con los representantes de sus intereses, en unión con la mayor cantidad de elementos amigos que pueda lograrse; a una guerra así, que venía yo creyendo -porque así se la pinté en una carta mía de hace tres años que tuvo de Vd. hermosa respuesta,- que era la que Vd. ahora se ofrecía a dirigir; -a una guerra así el alma entera he dado, porque ella salvará a mi pueblo;- pero a lo que en aquella conversación se me dio a entender, a una aventura personal, emprendida hábilmente en una hora oportuna, en que los propósitos particulares de los caudillos pueden confundirse con las ideas gloriosas que los hacen posibles; a una campaña emprendida como una empresa privada, sin mostrar más respeto al espíritu patriótico que la permite, que aquel indispensable, aunque muy sumiso a veces, que la astucia aconseja, para atraerse las personas o los elementos que puedan ser de utilidad en un sentido u otro; a una carrera de armas por más que fuese brillante y grandiosa; y haya de ser coronada por el éxito, y sea personalmente honrado el que la capitanee;- a una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una invasión despótica; -a una tentativa armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida, del propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las libertades públicas; a una guerra de baja raíz y temibles fines, cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito -y no se me oculta que tendría hoy muchas- no prestaré yo jamás mi apoyo -valga mi apoyo lo que valga,- y yo sé que él, que viene de una decisión indomable de ser absolutamente honrado, vale por eso oro puro,- yo no se lo prestaré jamás.

 

   ¿Cómo, General, emprender misiones, atraerme afectos, aprovechar los que ya tengo, convencer a hombres eminentes, deshelar voluntades, con estos miedos y dudas en el alma? -Desisto, pues, de todos los trabajos activos que había comenzado a echar sobre mis hombros.

 

   Y no me tenga a mal, General, que le haya escrito estas razones. Lo tengo por hombre noble, y merece Vd. que se le haga pensar. Muy grande puede llegar a ser Vd. -y puede no llegar a serlo. Respetar a un pueblo que nos ama y espera de nosotros, es la mayor grandeza. Servirse de sus dolores y entusiasmos en provecho propio, sería la mayor ignominia. Es verdad, General, que desde Honduras me habían dicho que alrededor de Vd. se movían acaso intrigas, que envenenaban, sin que Vd. lo sintiese, su corazón sencillo, que se aprovechaban de sus bondades, sus impresiones y sus hábitos para apartar a Vd. de cuantos hallase en su camino que le acompañasen en sus labores con cariño, y le ayudaran a librarse de los obstáculos que se fueran ofreciendo -a un engrandecimiento a que tiene Vd. derechos naturales. Pero yo confieso que no tengo ni voluntad ni paciencia para andar husmeando intrigas ni deshaciéndolas. Yo estoy por encima de todo eso. Yo no sirvo más que al deber, y con éste seré siempre bastante poderoso.

 

   ¿Se ha acercado a Vd. alguien, General, con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de mañana?

 

   Pues después de todo lo que he escrito, y releo cuidadosamente, y confirmo, -a Vd., lleno de méritos, creo que lo quiero:- a la guerra que en estos instantes me parece que, por error de forma acaso, está Vd. representando, -no:-

 

   Queda estimándole y sirviéndole,

 

   José Martí [22]

 

   “Otra procesión hubo anoche. No fue por Cleveland, que ha reunido para la fiesta casera a sus hermanas, de las que una ¡qué hermosura! gana su propio pan dando clases de historia: -pero esto no lo hemos de envidiar a los norteamericanos; ni, en verdad, tenemos que envidiarles virtud alguna: Presidente mexicano hay vivo, que fue Alteza en su tiempo, y no ha tenido a menos poner luego, en la calle de México más hermosa, una tienda de menudencias y chocolate: y él vendía, y su mujer ilustre lo ayudaba.” [23]

 

1885

 

   “... Al poder no llegan nunca, de una o de otra manera, sino los que en sí concretan y tipifican uno de los elementos de la nación, que predomina por causas accidentales o esenciales en el momento de su triunfo. Las voluntades no se agrupan, ya para elevar, ya para sufrir, en el poder, sino a quien las representa.” [24]

 

   Sobre el Presidente de EEUU Stephen Grover Cleveland:

 

   “ Tiene la inocencia poderosa de los caracteres primarios, que salen derechamente de la Naturaleza, y deben menos a los hombres que al influjo de su propia originalidad, y a su aptitud para domarlos, mezclando hábilmente la astuta sumisión con que se les halaga al desembarazado desdén con que se les atrae y sujeta: que los hombres y las cosas, esquivos para quienes los solicitan, se apegan, por vil esclavitud instintiva, a quien quiere deshacerse de ellos. Los grandes hombres necesitan ser coquetas. Fácil es, sirviendo a intereses o preocupaciones poderosas, subir a grandes puestos a ser como antifaces o portavoces de las fuerzas que encumbran; mas ¿cómo no admirar, cuando se sabe lo desamparada y sola que anda la honradez, a quien no llega al triunfo en virtud de complicidad con los defectos de los hombres, sino contra ellos? ¿Quién está en el fondo de los pueblos, como en el fondo de los hombres, que, a despecho de ellos mismos, y con voz determinada e imponente, aconseja al oído lo que en las horas de peligro deben hacer, y los echa por el camino de la salvación, en temporáneo arrebato de virtud, que los sostiene y levanta cuando están al borde ya de la caída? (...) ¿Qué hacen los pueblos que no levantan grandes templos a los redentores de los hombres; y colocan en nichos sus estatuas, y componen con ellos un santoral nuevo, y se reúnen en los días feriados a comentar las virtudes de los héroes? ¿Por Iglesia, claman? ¿Por Iglesia que reemplace a la que se va? ¡Pues he ahí la Iglesia nueva!

 

   (...)

 

   Los hombres gustan de ser guiados por los que abundan en sus propias faltas. Véase cómo se apegan con más ardor a las personalidades viciosas, brillantes, que a las personalidades puras, modestas. Sólo en las épocas de crisis, el instintivo conocimiento del gran riesgo y de su incapacidad para librarse de él, les hace aceptar a los grandes honrados. La pureza, de que en lo general carecen, les irrita. En las faltas del que los gobierna, ven como la sanción de las suyas propias. Por una mentirijilla de la conciencia, creen que exculpándolos, se exculpan. Pues que sus pecados no estorban al gobernante para llegar a su alto puesto, no es tan malo el pecar, que el mundo condena y premia. Todos los que han pecado, tienen simpatía secreta por los pecadores. No hay como caer en error para aprender a perdonarlo. Ni hay insolencia mayor que la de la virtud, que con su cara austera, sus vestidos humildes y sus manos blancas, va haciendo resaltar por la fuerza del contraste, las villanerías y mañas criminales de la gente, que cuando la virtud no está cerca no parecen de tanta fealdad, como que, por tenerlas todos por igual, en nadie sobresalen: así es que, en cuanto la virtud asoma, los caminos se quedan sin piedras, porque todos dan sobre ella.

 

   Para el poder, sobre todo, es mal camino la virtud. Los hombres no siguen sino a quien los sirve, ni dan ayuda, a no ser constreñidos, sino en cambio de la que reciben. La autoridad que por su condición de ciudadano en un pueblo de gobierno electoral, o de persona de influjo, reside en ellos, la regatean y escatiman mucho. Todo hombre es la semilla de un déspota; no bien le cae en la mano un átomo de poder, ya le parece que tiene al lado el águila de Júpiter, y que es suya la totalidad de los orbes. Por eso en estos pueblos en que la autoridad reside, cuando no es en cada ciudadano, en cada capataz de ciudadanos, de que hay cuentos, el que aspira a ganar voluntades tiene que rebajar tanto la suya, que no se sabe cómo se pueda, con grandeza de alma, soportar las vergüenzas que acarrea la conquista del poder. El corazón honrado se revuelve a la vez contra los que humillan, para prestar su apoyo, y contra los que en espera de él se humillan.

 

   Pero el que, cuando necesita del influjo de un capataz de votos, inquiere, antes de procurarlo, cuál es su pasión, para halagársela; o su precio, para pagárselo; o su vanidad, para acariciársela; o el puesto que apetece, para empeñárselo; el que, con mayor apego a sí que a su pueblo o al pueblo humano, afloja en la defensa de lo que mantiene, o lo abandona, o lo defiende con más brío, según acomode a aquellos de quienes ha menester para lograr el mando; -el que, sabedor de que la razón es de suyo, como que está convencida de su justicia, confiada y desdeñosa, y la preocupación impresionable y activa, opone a la razón de sus contenedores cuanta preocupación, odio y cizaña encuentra a mano; -el que no ve en sus capacidades intelectuales una misión de abnegada tutela de las capacidades inferiores, sino un instrumento eficaz para perturbarlas y dirigirlas en provecho propio; - el que usa para sí lo que no recibió de sí, y no pone en la humanidad, sino que la corrompe y confunde; - el que no ve a los hombres como hermanos en desgracia a quienes confortar y mejorar, aun a despecho suyo, sino zócalo para sus pies, sino batalla de orgullo y de destreza, sino la satisfacción de aventajar en ardides y fortuna a sus rivales;- el que no ve en la vida más que un mercado, y en los hombres más que cerdos que cebar, necios a quienes burlar, y a lo sumo fieras que abatir;- el que del genio tiene lo catilinario, cesáreo y luz bélica, y no lo humanitario y expansivo;- el que, como lisonja suprema a los hombres, cae en sus faltas y se vanagloria de ellas,- ése tendrá siempre la casa llena de clientes, y entrará en los combates seguido de gran número de partidarios. Blaine es ése.” [25]

 

   “... Sólo son amigos de la patria los que saben deponer ante ella sus iras y sus tentaciones: sólo sirve a la patria el que la obedece. El nombre de la patria es cosa que se roba, y se usa en ocasiones para acusar a los que más la aman. (...) Unos ven para ahora, y son los más, y cuya vista alcanza menos. Otros ven para ahora y para luego, que es como se debe ver en las cosas de los pueblos, para quienes lo presente no es más que la manera de ir al porvenir. Estos que ven para hoy y para mañana, estos que ven lo que está debajo y oyen lo que no se dice; estos que no tienen en su sangre generosa espacio para el odio, y si abaten en guerra a un adversario, se apean de su montura, con riesgo de la vida, a restañar la sangre a que han abierto paso; estos que no guerrean para desolar, sino para fundar; para encender, sino para redimir; para excluir, sino para incluir; para aterrar, sino para juntar, éstos son los únicos que merecen aspirar al triunfo en un pueblo cansado de odio.

 

   (...) Y, no quisiera para ellos guerras fanáticas ni libertades nominales. Yo no quisiera que se asentasen sobre rencores. Yo veo los caminos por que viene nuestro pueblo, y quisiera salirle al paso, para acortarle la jornada, y no ir contra ellos. Si vamos por donde quiere ir nuestro pueblo, vencemos; si no, no.

 

   Otros sabrán otra cosa: yo sé que para atraerse a un pueblo, se ha de hacer lo que le inspire confianza, y no se ha de hacer lo que teme. Cuando se sabe lo que un pueblo teme, y se quiere ganar su voluntad sin engaño y con grandeza, incurrir en los actos temidos es confirmar su miedo.

 

   (...)

 

   (...) Hemos de pelear, si de pelear se ha, de manera que al desceñirnos las armas, surja un pueblo. Si no, no merecemos el honor de llevar las armas en pro de nuestra patria, ni tenemos el derecho de ir a conmoverla. En Cuba, de la experiencia y de la pobreza ha nacido un espíritu de paz que promete acortar la guerra y acelerar la victoria, si una y otra son dirigidas con atención a las necesidades del país y a los derechos fundamentales humanos; no por el capricho celoso y enteco. Quien no tenga en el alma grandezas reales; quien no esté dispuesto de antemano a postergar al bien de su país toda idea de fama o gloria propias; quien no tenga el corazón y la mente tan firmes como la mano, ésta para guerrear, aquélla para precaver, aquél para perdonar a los que yerran; quien confunda con la gran política necesaria para la fundación de un pueblo una política de tienda de campaña o de antesala, ese no entra en la medida de los salvadores.” [26]

 

   “... Nueva York no quiere ver hoy en Grant, ni la Nación agradecida quiere ver, ni en realidad quiso ver nunca, al hombre de armas en quien era vicio ya el mandar, abarcar y arremeter, al Presidente parcial y manejable, al político autocrático e inculto, cuyas faltas alcanzaron siempre a disimular el resplandor de su triunfo y el candor de su ignorancia. Las grandes personalidades son como cimientos en que se afirman los pueblos. Pueblo hay que cierra los ojos a los mayores pecados de sus grandes hombres, y necesitado de héroes para subsistir, los viste de sol, y los levanta sobre su cabeza.

 

   Cuantos errores pudo cometer hombre, en cosas públicas; muchos de los atentados que puede imaginar Presidente de un país libre contra el derecho de su país y el del ajeno, Grant, que tenía apetito de marcha, permitió e imaginó. Él miraba con ansia al Norte inglés; al Sur mexicano; al Este español; y sólo por el mar y la lejanía, no miraba con ansia igual al Oeste asiático.

 

   Mascaba fronteras cuando mascaba en silencio su tabaco. La silla de la Presidencia le parecía caballo de montar; la Nación regimiento; el ciudadano recluta. Del adulador gustaba; del consejero honrado no. Tenía la modestia exterior, que encubre la falta de ella, y deslumbra a las masas, y engaña a los necios. Concebía la grandeza cesárea, y quería entrañablemente a su país, como un triunfador romano a su carro de oro. Tenía el rayo debajo del ojo; y no gozaba en ver erguido al hombre. Ni sabía mucho del hombre; sino de empujar y de absorber. (...)

 

   No era de los que se consumen en el amor de la humanidad, sino de los que se sientan sobre ella.” [27]

 

   “¿Quién es ese hombre extraño, desigual, ignorante de las más elementales leyes de la República y cortesías y agradecimientos de gobierno; desconocedor absoluto de los límites que señalan en la presidencia de un país los derechos personales del gobernante y su autoridad pública; incapaz de entender la relación indispensable en que han de estar los empleos nacionales y los individuos nombrados para desempeñarlos; persona desafiadora y excesiva que pone en la administración de un país, celoso de su libertad y respeto, todo el garbo y desembarazo malhumorado que permiten y aun exigen, en su objeto y constitución especial, las prácticas de la guerra? Grant es ése, que se ha traído las botas de campaña a la Casa Blanca, y yerra. No hay faena más complicada y sutil que la del gobierno, ni cosa que requiera más práctica del mundo, sumisión y ciencia. No basta el mero instinto, sino el conocimiento, o el genio, del detalle; el genio es conocimiento acumulado. Por toda suerte de condiciones habrá sido útil pasar, para ser benigno y justo, según diferentes normas, con los hombres de todas condiciones.

 

   Han de tenerse en grado igual sumo la conciencia del derecho propio y el respeto al derecho ajeno; y de éste se ha de tener un sentimiento más delicado y vivo que de aquel, porque de su abuso sólo puede venir debilidad, y del de aquel puede caerse al despotismo.

 

   Fuera de pensamiento está que el gobernante no viene a la Presidencia para crear, con los dineros de la nación, beneficios a sus relacionados y clientes, ni para dar a su pueblo la forma que a él le place, o adormecer con el desuso o la aplicación equivocada el espíritu de sus leyes, sino para gobernar conforme a virtud, por medio de las leyes que le da su pueblo hechas, sin tomar para sí y los suyos lo que la nación le entrega en custodia y depósito. Obediencia es el gobierno.” [28]

 

   “En la guerra, manda sin soportar contradicción. Mucho ha de querer a quien le contradiga para soportárselo. Poco a poco, los que le rodean, necesitados de su gracia, se hacen una ley de no contradecirle; Rawlins sí le contradecía; por lo que, ya al fin, le irritaba. Impuesta la paz, no cesa de oír, con la conciencia de que las merece, alabanzas mayores que las que oyó jamás hombre alguno, tributadas sin descanso por el pueblo más grande en la paz y generoso en la guerra que habita en su tiempo el Universo.

 

   Entra, pues, en la Presidencia de la República, el sumo puesto político con estos elementos: abominación de la política y rencor acumulado contra los que la representan; complacencia excesiva en su personalidad y hábito y deseo de expansión, conquista y marcha; costumbre lisonjeada de mando absoluto y carencia absoluta del hábito de obedecer; desdén de toda ley minuciosa y progresiva y carrera súbita hecha fuera de la práctica natural y ordenada de las leyes; hábito de verlo todo partir de sí y realizarse por su voluntad y conforme a ella.

 

   Este es el hombre del instinto, que por exceso de persona o apego a la Naturaleza, que puede provenir de sinceridad o de crudez, se niega a beneficiarse con los resultados civilizadores del trabajo del hombre, y, llevado por su fuerza natural, oportunamente servida por la fortuna, a los quehaceres complejos del gobierno, que incluyen en ejercicio minucioso y activo los resultados y averiguaciones más perfectas de la cultura humana, se despedaza contra ella, ya que en un país habituado a ejercitarse y más fuerte que él no puede despedazarla.

 

   (...)

 

   Pensar en sí es propio del hombre; su existencia inevitable y encarnizadamente se lo impone; mas en unos se desenvuelve el pensamiento en sí, a poco que justifique su persona la fortuna, con tenacidad y plenitud odiosas, que en la esfera de la vida común engendra los egoístas, y en la esfera del gobierno produce los déspotas; y otros se miran en sí como una palabra que tienen que comunicar o una indicación que tienen que cumplir, o una caridad que tienen que hacer, y dirigen su vida con el segundo pensamiento en sí y el primero y dominante en el beneficio humano a que han venido, padeciendo ásperamente -como de un delito- mientras no han sacado su elocuencia, su ternura o su energía afuera.” [29]

 

   “Desde el principio obra, creyendo que hace muy bien, conforme a su abominación de la política y su rencor contra los que la representan; y da, en el modo en que lo hace, prueba pueril de su desconocimiento de las leyes y del sentido de decoro que las inspira. Quiere rodearse de consejeros que no sean políticos de hábito, (...) Y mientras Rawlins está en el Gabinete, ladrones y malos consejeros se tienen a la puerta; acechando, sí, más lejos. Luego que Rawlins desaparece, ¿cómo ha de gobernar en tan complicados asuntos quien los desdeña de propósito y nada sabe de ellos? Va, como barco perdido, donde los vientos lo llevan. Al que le da consejo, le frunce el seño y lo rechaza; pero él busca, a pesar suyo, opinión en lo que ignora y necesita saber; por lo que viene a ser, sin sentirlo, esclavo de los que le aconsejan de soslayo, y no como quien da, sino como quien recibe ideas.

 

   La vanidad tiene el hígado sensible; tiene artes increíbles la lisonja. El que le adula, le sujeta. No sufre al que no le adula. Todo lo da al que aparenta creer en él, y en su instintiva sabiduría todo lo da, con singular lealtad; hasta el peligro de su propio honor. ¿Qué ha de ser un hombre ignorante en el gobierno, sino la presa natural de los que conocen y halagan sus defectos?

 

   Su complacencia en su personalidad lo expone a que le lleguen a hacer creer que el gobierno es cosa suya, como la nación, que sin él no existiría, y no será cuerda sino se deja guiar de él. Como prolongación de sí mira a todos los suyos, y a cuantos le defienden su persona y voluntades; y como si cumpliese un deber de la nación, no deja pariente, o amigo de pariente, a quien no ponga en buen puesto, de tal modo, que a poco viene a ser llamado su gobierno 'el gobierno de los cuñados'. Por facilidad de admiración los unos, otros por la necesidad de sus favores, acatan sin contradicción y sirven con exceso sus deseos originales, autocráticos, cuando no atentatorios, o los de aquellos de sus lisonjeadores poderosos que se valen de él para abatir a sus enemigos políticos en el Norte, o constituir en capital permanente de poder, y de las elecciones que lo aseguran, el temor del Norte al renacimiento de la guerra en el Sur; y hasta su natural magnanimidad con los rebeldes , que en nadie hubiera sido mayor, se la envenenan, pintándole, como desagradecimiento del Sur, la resistencia legítima de los Estados vencidos a ser tratados con abuso por los empleados del Norte. Hábilmente azuzados su hábito del mando y su falta de costumbre de oír y obedecer, va hasta prohijar un plan inicuo, que a tiempo se descubre e inutiliza, para amordazar la prensa libre que lo censura, instituyendo en Washington un tribunal especial de jueces manejables que conozcan de los 'delitos' de la prensa política en toda la nación.” [30]

 

   “... Y como creo, por lo que hace a mí, que la tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes...” [31]

 

   “... una cosa es partir honradamente la buena fortuna con sus amigos y otra ver la nación como un plato de uso propio, hecho para que se festejen de él los que nos ayuden a ganar un puesto encumbrado.” [32]

 

1886

 

   “El escándalo es donde no pudo sospecharse que tan pronto sería: en el gabinete de Cleveland. Soborno se llama en castellano el recibir paga por abusar de un cargo público en beneficio del que remunera el abuso. El diputado electo por el país para cuidar de sus intereses, no tiene el derecho de servir con su puesto a compañías privadas sino cuando de ellas resulta claramente un bien general e indiscutible para el país a quien debe su puesto, y de quien cobra paga. No tiene el derecho de valerse en servicio de Juan del empleo que ocupa por la voluntad de Pedro, y por el cual le paga Pedro. Y si recibe el diputado dinero o cosa que lo valga o pueda valerlo, por poner su investidura pública y los influjos que vienen con ella al servicio oculto de una compañía que compra al diputado para sí el poder que éste sólo tiene legalmente para las cosas de la nación; si el diputado esclaviza a una compañía su influencia, su juicio y su libertad, que necesitan permanecer desentrabados, y se vale a escondidas de su carácter nacional para favorecer un interés personal del que recibe paga, el diputado es culpable de soborno.” [33]

 

   “... Lo que sí acataré yo toda mi vida es la voluntad manifiesta de mi tierra, aun cuando sea contraria a la mía, no a la voluntad española (...) Azuzar es el oficio del demagogo y el del patriota es precaver. Precaver y desear con toda el alma que sus temores no se justifiquen, y que aunque no nazcan sobre su sepultura las flores de su patria, aunque no sea bastante a atraerlo a su suelo natal el desarrollo lento de libertades incompletas, lleguen éstas a ser tales que el bienestar asegurado por las que disfruten sea mayor que el trastorno que causaría la guerra empeñada para conquistar las que falten.” [34]

 

   “... Era para afligirse porque había muerto Samuel Tilden, famoso en los tribunales por lo sagaz, en la política por lo previsor, en los negocios por lo feliz y en la historia de su patria por haberse negado a disfrutar con la violencia, su derecho clarísimo a la Presidencia de los Estados Unidos, para la cual fue electo en 1880 contra el republicano Hayes, a quien la adjudicó una comisión del Congreso con visible fraude.

 

   (...)

 

   ¿Qué suprema angustia no debió sentir aquel trabajador hecho de sí, aquel hombre de derecho, cuando se vio burlado en la posesión del mayor premio que es dable en la tierra al hombre apetecer, y vio ultrajada la ley pública en él mismo, que ganó su eminencia en defenderla?

 

   (...)

 

   Y ¡todo, todo vino a tierra, a la voluntad de una camarilla infame! Se aceptó como buena la elección falsa del Estado dudoso que debía darle el triunfo: se consumó el robo del puesto sagrado. Muy a borbotones le saltó al gran viejo la sangre en el pecho. Muy amargamente vio pasar para sí y para su pueblo la ocasión de volver a ser grande. Y con mucha crueldad le llamaron cobarde sus amigos, porque no quiso hacer andar sobre sangre su derecho. Pero él se fue a hablar con su hermana canosa, quien vive en una casa que le regalo él de su trabajo, y habló mucho con ella en sigilo en una tarde solemne; y templado en piedad salió de aquella plática con mujer, decidido a perder su derecho al honor más grande a que podía aspirar un hombre en la tierra, si había de costar una sola vida el conseguirlo. ¡A esta abnegación han llamado miedo los que no son capaces de ella! ¡Los que sólo a sí ven en el mundo, y a su engrandecimiento propio! ¡Los que no aman a la patria bastante para posponerle todo amor de sí! ¡Por aquella abnegación se negó su partido a presentarlo de candidato en las elecciones siguientes, para dar ocasión de victoria sin violencia al derecho burlado!” [35]

 

   “En pueblos nuevos, heterogéneos, y por una u otra manera primitivos, a pesar de su apariencia de civilización o de su civilización parcial, presidente puede significar lo mismo que caudillo, e indicar que el que lo es posee en grado culminante la condición característica de su pueblo o la de equilibrar y manejar sus varios elementos.

 

   En países donde la mayoría de los hombres conoce su interés y es capaz de su derecho, el gobierno no proviene de la necesidad de que lo ejerza una criatura superior por sabiduría, ambición o astucia, sino de la imposibilidad material de que todos los humanos gobiernen a una vez, por lo cual se ponen de acuerdo sobre el modo mejor de dirigir sus asuntos y escogen de entre sus filas los que les parecen más capaces de entenderlo y ejecutarlo, o les proponen ideas que creen aceptables y útiles.” [36]

 

   “Sólo resisten el vaho venenoso del poder las cabezas fuertes. El espíritu despótico del hombre se apega con amor mortal a la fruición de ver de arriba y mandar como dueño, y una vez que ha gustado de este gozo, le parece que le sacan de cuajo las raíces de la vida cuando lo privan de él.” [37]

 

 “No mueren nunca sin dejar enseñanza los hombres en quienes culminan los elementos y caracteres de los pueblos; por lo que, bien entendida, viene a ser un curso histórico la biografía de un hombre prominente.

 

   En la elevación de cada hombre, por más que pueda parecer injusta y casual, hay causas fijas y de gran cuantía, ya residan por fuerza original en el encumbrado, ya dominen por fuerza nacional en el pueblo que los encumbra.

 

   Todo gobernante representa, aun en las formas más extraviadas y degradantes del gobierno, una fuerza activa y considerable, visible u oculta; y cae, cualesquiera que sean su poder y aparato legal, cuando esta fuerza cesa, o él cesa de representarla.

 

   No hay en los pueblos cosa más real que sus gobiernos.

 

   Las repúblicas tienen, como excrecencias de su majestad y gusanos de su tronco, sus callejuelas y sus pasadizos, y así como en las horas de tormenta el instinto seguro del pueblo le lleva a elegir por guía al águila que cruza con más serenidad el aire, sucede en las horas de calma, cuando las águilas reposan, que las ambiciones, hábiles de suyo y agresivas, se entran por donde duerme la verdadera grandeza, que sólo da cuenta de sí cuando un peligro digno de ella viene a despertarla.

 

   (...)

 

   Claro está que, en un país de pensamiento, sólo por las sorpresas de la guerra puede subir un hombre inculto al poder; y que, por mucho a que lleguen los manejos ruines de los políticos de oficio, sólo va creciendo al amparo de ellos, ante la opinión, el que la corteja con más prudencia y gracia y no desfigura con la brutalidad del deseo manifiesto sus intenciones de cautivar para sí la simpatía pública; hasta puede decirse con razón que el vulgo prefiere a aquellos en quienes halla sus defectos propios, siempre que no los exhiban con tal desvergüenza que le quite la capacidad de publicar su apoyo.

 

   Y si a ese suave modo y cauta vestidura se une un grano de aquel valer esencial y genuino que lleva a los hombres en los instantes críticos a olvidar su interés por el de una idea generosa, he ahí que la persona política se condensa y consagra, y queda en puesto para las más altas empresas, caso de que los lances de partido, diestramente aprovechados, las lleven hasta ellas.” [38]

 

1887

 

   “Nada hace padecer tanto a un hombre virtuoso, ni le pone más cerca el juicio de la ira, que ver interpretadas por la malignidad o el interés sus intenciones: pero sólo merece gobernar a los hombres quien tiene menos flaquezas que ellos: el uniforme da valor y el gobierno estatura: ya se sabe que el que entra en medio de los hombres, no saldrá a su cabeza sino lapidado: nadie se baje a recoger las piedras, sino échelas con el pie adonde las puedan ver los hombres justos: las piedras del odio, a poco de estar al sol, hieden y se desmoronan, como masas de fango.” [39]

 

   “... Los Presidentes son para unir, no para dividir. En las elecciones próximas, será difícil vencer a este candidato quien hoy todos aclaman porque ha domado el odio.” 40]

 

   “... Agitar, lo pueden todos: recordar glorias, es fácil y bello: poner el pecho al deber inglorioso, ya es algo más difícil: prever es el deber de los verdaderos estadistas: dejar de prever es un delito público: y un delito mayor no obrar, por incapacidad o por miedo, en acuerdo con lo que se prevé.” [41]

 

1888

 

   “Sin las cualidades del hombre, en quien la maldad debe existir como en el pan la levadura, nadie intente gobernar a los hombres, ni ejercer en ellos importante influjo; pero quien emplea su conocimiento del ser humano para reducirlo a su servicio, y no para servirle, más culpable es mientras más hábil sea, y debe ser mirado por la nación como un enemigo público.” [42]

 

   “... Al poder se sube casi siempre de rodillas. Los que suben de pie son los que tienen derecho natural a él.” [43]

 

   “... Céspedes ha organizado el Ayuntamiento, se ha titulado Capitán General, ha decidido con su empeño que el préstamo inevitable sea voluntario y no forzoso, ha arreglado en cuatro negociados la administración, escribe a los pueblos que acaba de nacer la República de Cuba, escoge para miembros del Municipio a varios españoles. Pone en paz a los celosos; con los indiferentes es magnánimo; confirma su mando por la serenidad con que lo ejerce. Es humano y conciliador. Es firme y suave.

 

   Cree que su pueblo va en él, y como ha sido el primero en obrar, se ve como con derechos propios y personales, pero con derechos de padre, sobre su obra. Asistió en lo interior de su mente el misterio divino del nacimiento de un pueblo en la voluntad de un hombre, y no se ve como mortal, capaz de yerros y obediencia, sino como monarca de la libertad, que ha entrado vivo en el cielo de los redentores. No le parece que tengan derecho a aconsejarle los que no tuvieron decisión para precederle. Se mira como sagrado, y no duda de que deba imperar su juicio. Tal vez no atiende a que él es como el árbol más alto del monte, pero que sin el monte no puede erguirse el árbol Jamás se le vuelve a ver como en aquellos días de autoridad plena; porque los hombres de fuerza original sólo la enseñan íntegra cuando la pueden ejercer sin trabas. Cuando el monte se le echa encima; cuando comienza a ver que la revolución es algo más que el alzamiento de las ideas patriarcales; cuando la juventud apostólica le sale con las tablas de la ley al paso; cuando inclina la cabeza, con penas de martirio, ante los inesperados colaboradores, es acaso tan grande, dado el concepto que tenía de sí, como cuando decide, en la soledad épica, guiar a su pueblo informe a la libertad por métodos rudimentarios, como cuando en el júbilo del triunfo no venga la sangre cubana vertida por España en la cabeza de los españoles, sino que los sienta a su lado en el gobierno, con el genio del hombre de Estado. Luego se obscurece: se considera como desposeído de lo que le pareció suyo por fuerza de conquista; se reserva arrogante la energía que no le dejan ejercer sin más ley que la de su fe ciega en la unión impuesta por obra sobrenatural entre su persona y la República; pero jamás, en su choza de guano, deja de ser el hombre majestuoso que siente e impone la dignidad de la patria. Baja de la presidencia cuando se lo manda el país, y muere disparando sus últimas balas contra el enemigo, con la mano que acaba de escribir sobre una mesa rústica versos de tema sublime.” [44]

 

   “... Triunfa de lado la virtud en la política, pero nunca de un modo directo y absoluto; y no está su victoria en la conquista del poder, premio casi siempre del que baja a representar el interés o la pasión, sino en enseñarse con tal constancia y juicio que el gobernante interesado que la acusa y persigue no ose prescindir enteramente de ella. Acosarlo, colgar sobre su cabeza, aparecérsele en sus banquetes.- La virtud, más que bridas, es látigo. Cuando fustiga es útil, y casi impotente cuando guía. Como los hombres no son aún en su conjunto virtuosos, no puede representarlos naturalmente la virtud; a no ser de aquel grado menor y gubernativo, donde algunos políticos a la vez honrados y sagaces, que otorga a la codicia y preocupación lo que exige como premio de no salirle al paso.” [45]

 

1889

 

   “... Es que vivo por mi patria, y por su libertad real, aunque sé que la vida no me ha de alcanzar para gozar del fruto de mis labores, y que este servicio se ha de hacer con la seguridad, y el ánimo, de no esperar por él recompensa. Pero lo que soy, lo soy, y no me deslumbro, ni me desvío, ni cedo por interés alguno de renombre pasajero, o popularidad demasiado costosa, o autoridad futura, a lo que creo que, so pretexto de acelerarla, pone en riesgo, tal vez mortal, la libertad de mi país. Cambiar de dueño, no es ser libre. Yo quiero de veras la independencia de mi patria...”[46]

 

   “... Lincoln lo ayudó, en la época en que se le vieron a Cameron más sus pecados y abusos. Lincoln era hombre, y sabía ser indulgente con los hombres. Perdonar es el modo más leve de pecar.

 

   Lincoln lo salvó cuando la opinión pública, escandalizada al fin, echó a Cameron de la Secretaría de la Guerra: la opinión lo tachaba de estafador del erario, pero Lincoln veía con los dos ojos, y entendió que el que por la estafa e intriga política había llegado a candidato posible para la presidencia del país, no sería sacado de su poder porque se le descubriese intriga más o menos. Y en época de guerra y creación importa sujetar con la bondad a los amigos peligrosos a quienes no se puede vencer. Ese es el hombre de Estado: sagacidad e indulgencia.” [47]

 

1890

 

   “... El hombre de actos sólo respeta al hombre de actos. El que se ha encarado mil veces con la muerte, y llegó a conocerle la hermosura, no acata, ni puede acatar, la autoridad de los que temen a la muerte. El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido y despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente, y monte. ¡La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería! y morir, para que la respeten los que saben morir. No son los admiradores ciegos del prestigio militar los enemigos más temibles de la república; sino los que, en la hora de ser soldados, se niegan a ser soldados. ¡Y eso de soldados no lo ha de decir ningún irrespetuoso de los militares cubanos, porque pelearon sin sueldo.” [48]

 

1891

 

   “... Vio en sí como la grandeza de los caudillos no está, aunque lo parezca, en su propia persona, sino en la medida en que sirven a la de su pueblo; y se levantan mientras van con él, y caen cuando la quieren llevar detrás de sí.” [49]

 

1892

 

   “... El deber del hombre virtuoso no está sólo en el egoísmo de cultivar la virtud en sí, sino que falta a su deber el que descansa mientras la virtud no haya triunfado entre los hombres. No nos ha de importar que los revolucionarios seamos como se debe ser, ni el oficio de un revolucionario de veras, de un patriota que no ve medios pacíficos de poner a su tierra en libertad, está, como el pavo real, en verse los tornasoles de la cola de iris, y abanicar el viento proclamándose hermoso. El deber de un patriota que ve lo verdadero está en ayudar a sus compatriotas, sin soberbia y sin ira, a ver la verdad.” [50]

 

1893

 

   “... Al servicio de la patria se sale desnudo, a que el viento se lleve las carnes, y las fieras se beban el hueso, y no quede de la inmolación voluntaria más que la luz que guía y alienta a sus propios asesinos. La patria no es comodín, que se abre y cierra a nuestra voluntad; ni la república es un nuevo modo de mantener sobre el pavés, a buena cama y mesa, a los perezosos y soberbios que, en la ruindad de su egoísmo, se creen carga natural y señores ineludibles de su pueblo inferior.” [51]

 

   “... los que viven de sí, los que en la vida verdadera se han graduado de hombres, ésos se conocen y confían. ¡Defenderán la independencia primero, la república en la independencia, la independencia en la república! Porque no es que desconozcamos nuestros peligros: los peligros de la soberbia y de la aspiración en un pueblo que tuvo esclavos hasta ayer, y los peligros del ejemplo funesto de la gloria personal -que creó mal en una época distinta las repúblicas primeras de América- en esta época nuestra posterior, de otros hombres y otra capacidad política, donde chocaría con el espíritu rebelde de un país más maduro todo sistema o persona que, por concepto incompleto o precipitado de historias ajenas, quisiese prescindir de él.” [52]

 

   “... si hubiese cubano que por apetito de gloria o exageración de su derecho individual faltase con una intentona descabezada al respeto que debe al derecho de los demás cubanos, de cierto merecería la execración de su pueblo, o por lo menos el abandono y la censura. (...) La idea de la persona redentora es de otro mundo y edades, no de un pueblo crítico y complejo, que no se lanzará de nuevo al sacrificio sino por los métodos y con la fuerza que le den la probabilidad racional de conquistar los derechos de su persona, que le faltan con el extranjero, y el orden y firmeza de su bienestar, imposibles en la confusión y rebeldía que habrían de seguir, en un pueblo de alma moderna, al triunfo de una guerra personal, más funesta a la patria mientras más gloriosa.” [53]

 

   “... Los verdaderos héroes, como los hindús ante el Juggernaut, se postran, a que pase por sobre ellos el país, a que la verdad sacrificadora pase por sobre ellos. De la raíces vive el árbol; y la verdad, de los hombres que a los pies de ella caen sobre la tierra. A quien de su pueblo toma pretexto y de su desorden e inactividad, para aspirar a una distinción culpable; a quien sirve a su pueblo con mente que no sea la de darle, sonriendo, el último hilo de las entrañas; a quien, por no parecer vencido en sus propósitos, esconde la verdad que los daña, en cosas de sangre y riesgo de su pueblo, y le estorba con esperanzas mentidas el juicio claro y la solución verdadera, a ése no cuadra más que un nombre: -criminal” [54]

 

1894

 

   “...La censura no basta para remediar los males concretos, sino la censura organizada y activa, el remedio que anda y que se ve, el remedio concreto. Quien ve a su pueblo en desorden y agonía, sin puerta visible para el bienestar y el honor, o le busca la puerta, o no es hombre, o no es hombre honrado. El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice. Es su cómplice el que considera insuficiente o imposible el remedio que pregona, y con la mentira en el alma, continua proclamando el remedio insuficiente e imposible. La tiranía no se derriba con los que la sirven con su miedo, o su indecisión, o su egoísmo, o el odio a la verdadera libertad, que anima y pierde a los mismos que han ganado lauros en la defensa casual o aparente de ella. De hombres de sacrificio necesita la libertad: no es de hombres que deshonren o mermen o abandonen a los que están prontos al sacrificio, al sacrificio racional y útil, al sacrificio de los de hoy, para la ventura de los de mañana. Esa es la agonía, ése es el secreto de las derrotas, ése el misterio de las caídas y tropiezos en la lucha por la libertad. Los que la quieren para servirse de ella, y para su beneficio o triunfo, cierran el paso, por no verse obligados a andar a él, a los que quieren la libertad, a costa de sus vidas, para que sirva a los demás hombres, para que sirva a sus conciudadanos. Los que quieren sacrificarse, tienen por enemigos a los que no se quieren sacrificar; que les tiran piedras, por no verse obligados a seguir tras ellos, a sangrar con ellos, a empobrecerse con ellos, a abandonar como ellos la vida deshonrosa, de humillación y complicidad, de sanción y acatamiento, de presencia culpable y de indigna sonrisa, a los pies de los que consumen el pan y corrompen el carácter de su patria.” [55]

 

   “ Ni con la lisonja, ni con la mentira, ni con el alboroto se ayuda verdaderamente a una obra justa. La virtud es callada, en los pueblos como en los hombres. Partido cacareador, partido flojo. Hasta de ser justo con quienes lo merecen debe tener miedo un partido político, no sea que la justicia parezca adulación; la verdad no anda buscando saludos, ni saludando: sólo los pícaros necesitan tinieblas y cómplices: los partidos políticos suelen halagar, melosos, a la muchedumbre de que se sustentan, a reserva de abandonarla, cobardes, cuando con su ayuda hayan subido a donde puedan emanciparse de ella. Tantos logreros la salen a la libertad, tanta alma mercenaria medra con su defensa, tanto aristo astuto enmascara con la arenga piadosa el orgullo de su corazón, que da miedo -por no parecérseles- hablar de libertad. Lo bueno es fundarla calladamente. Lo bueno es servirla, sin pensar en la propia persona.

 

   De los hombres y de sus pasiones, de los hombres y de sus virtudes, de los hombres y de sus intereses se hacen los pueblos. Los enemigos de la libertad de un pueblo, no son tanto los forasteros que lo oprimen, como la timidez y la vanidad de sus propios hijos. El oficio de los libertadores no es devorarse entre sí, y codearse unos a otros ante la muchedumbre, y mirar hosco al que les cierra el paso, y derretirlo con el fuego de los ojos, y echarlo atrás a uñadas y mordeduras, y ponerse delante, a donde todo el mundo lo vea, como la odalisca que llegó por fin a atraer las miradas del sultán: el oficio de los libertadores no es alquilar elocuencias, pagar plumas, adular a satélites, acaudillar bandos, asalariar hipócritas, encubrir espías, costear vicios, pensionar desvergüenzas: ni ir de oído en oído cosquilleando el patriotismo, mendigando el cumplimiento del deber, ofendiendo a los hombres con la suposición de que es preciso hurgarles o mentirles para que tengan fe en sí propios o en la patria, denunciando puerilmente la labor revolucionaria, que en la idea ha de ser pública y en la acción toda secreta, -es oficio de los libertadores. Los que trabajan para sí o para su popularidad o para mantenerse siempre donde se aplauda o se vea, sin ver el daño que a su patria causen, publicarán su actividad, por no parecer inactivos; hablarán hinchadamente, porque no se les tache de moderados; vocearán a todos los vientos lo que hacen, para que se les premie y se les vitoree, aunque cada palmada que salude su imprudencia sea la señal para la prisión de un hombre bueno o la muerte de un héroe futuro en el patíbulo. Los que no trabajan para sí, sino para la patria; los que no aman la popularidad, sino al pueblo; los que no aman la misma vida, sino por el bien que pueden hacer en ella, ésos, mano a mano con todos los hombres honrados, con los que no necesitan lisonja ni carteo, con los que no sacan de la vanidad su patriotismo sino de la virtud, llevan adelante, aunque de las gotas de su corazón vayan regando el amargo camino, la obra de ligar los elementos dispersos y hostiles que son indispensables a la explosión de la libertad y a su triunfo, -de exaltar las virtudes de manera que puedan más que las tentaciones y máculas de los virtuosos,- de pasar por entre las vanidades erguidas de modo que la hermandad y mansedumbre, y voluntaria humillación, triunfen sobre el susto de los ambiciosos o el rencor de los altivos, -de atraer los factores todos de la patria a la campaña de su redención final, a fin de entrar en ésta con todos, y no con unos contra otros, de juntar en invencible cohorte a los que defienden sin miedo la justicia entera y a los que padecen de una u otra forma de la tiranía: -lo cual requiere más silencio que lengua; lo cual se hace mejor mientras más se lo calla; lo cual es más útil que una política personal y aparatosa, aunque adule menos y corrompa, aunque brille menos.” [56]

 

   “La honradez y la independencia de carácter me han traído adonde estoy, y con ellas me he de mantener, y he de caer con ellas; porque no vale conservarse el puesto donde no se puede estar sin prescindir de ellas. Llevo en el corazón todas las palabras de cariño, y la menor muestra de adhesión y ternura, que he recibido hasta hoy, y la injusticia misma, la codicia, la ofensa de los que me honraron con ellas no las borrará de mi memoria; ni me emancipará de mi deuda de agradecimiento; pero consideraría un robo pagar estas deudas privadas con los caudales públicos, y envilecer el carácter de los empleos de la nación hasta convertirlos en agencia del poder personal, y en paga de servicios propios con dinero ajeno. Ni puede un hombre considerar como su amigo a quien, directa o indirectamente, pidiendo el encomio de otros días le pide que falte a su deber, y ponga su interés por sobre el de la nación.

 

   Yo conozco de veras, sin necesidad de hincapiés ni recomendaciones, las capacidades y méritos de mis amigos, y de los que no piensan como yo; y de entre unos y otros escogeré los servidores del país, sin olvidar a quien por su valer tenga derecho a servirlo, ni ceder al cariño de un lado o a la amenaza tácita de otro. ( Párrafo de novela).” [57]

 

1895

 

   “... Quien piensa en sí, no ama a la patria; y está el mal de los pueblos, por más que a veces se lo disimulen sutilmente, en los estorbos o prisas que el interés de sus representantes ponen al curso natural de los sucesos. De mí espere la deposición absoluta y continua. Yo alzaré el mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora.” [58]

 

1885 - 1895    

 

   “Ni odio contra los que no piensan como nosotros. Cualidad mezquina, fatal en las masas, y raquítica e increíble en verdaderos hombres de Estado, ésta de no conocer a tiempo y constantemente la obra e intención de los que con buen espíritu se diferencian en métodos de ellos!.” [59]

 

Relación de notas.

[1] Artículo en “La Revista Universal”. México, 21 de mayo de 1875. Tomo 6. Página 206.

[2] Ídem. 8 de julio de 1875. Tomo 6. Página 264.

[3] Ídem. 7 de agosto de 1875.Tomo 6. Página 297.

[4] Tengo dudas acerca de la exactitud de esta trascripción. Creo que por el sentido de la frase debería decir: “serlo”. En mi criterio significa que los hombres no se vean obligados a ser soldados nuevamente y a realizar una revolución para echar del poder a un nuevo caudillo devenido en Presidente. Es lo que Martí define como la revolución contra todas las revoluciones.

[5] Artículo “Alea Jacta Est.”. El Federalista. México, diciembre 7 de 1876. Tomo 6. Página 360.

[6] “Lectura en la reunión de emigrados cubanos en Steck hall”. Nueva York, 24 de enero de 1880. Tomo 4. Página 191.

[7] Ídem. Página 193.

[8] Ídem. Páginas 201 a 202.

[9] “Carta a Emilio Núñez.” New York, 13 de octubre de 1880. Tomo 1. Página 162.

[10] “Carta al Director de La Opinión Nacional.” Nueva York, 20 de agosto de 1881. Tomo 9. Página 26.

[11] Ídem. 21 de enero de 1882. Tomo 14. Página 356.

[12] Ídem. 4 de febrero de 1882. Tomo 14. Página 363.

[13] Ídem . Página 364.

[14] Ídem. Página 369.

[15] Ídem. 4 de febrero de 1882. Tomo 14. Página 373.

[16] Ídem. 17 de febrero de 1882. Tomo 14. Página 387.

[17] Artículo “Jesse James, gran bandido.” En La Opinión Nacional, Caracas, 1882. Tomo 13. Página 241.

[18] “Carta al Director de La Nación.” Nueva York, 19 de enero de 1883. Tomo 9. Página 340.

[19] Ídem. Página 341.

[20] Ídem. Diciembre 21 de 1883. Tomo 9. Página 488.

[21] “Carta al Director de “La Nación”. Nueva York, Junio 7 de 1884. Tomo 10. Páginas 68 a 69.

[22] “Carta al General Máximo Gómez.” Nueva York, 20 de octubre de 1884. Tomo 1. Páginas 177 a 180.

[23] “Carta al Director de La Nación.” Nueva York, 27 de noviembre de 1884. Tomo 10. Página 129.

[24] Ídem. Marzo 13 de 1885. Tomo 10. Página 168.

[25] Ídem. Marzo 15 de 1885. Tomo 10. Páginas 187 a 190.

[26] “Carta al Sr. Enrique Trujillo Director de El Avisador Cubano.” Nueva York, 6 de julio de 1885. Tomo 1. Páginas 181 a 183.

[27] “Carta al Director de La Nación .” Nueva York, Agosto 3 de 1885. Tomo 13. Páginas 81 a 82.

[28] Ídem. Páginas 106 a 107.

[29] Ídem. Páginas 107 a 109.

[30] Ídem. Páginas 110 a 111.

[31] “Carta a J.A. Lucena” Nueva York, 9 de octubre de 1885. Tomo 1. Página 185.

[32] “Carta al Director de “La Nación”. Nueva York, Diciembre 5 de 1885. Tomo 13. Página 148.

[33] “Carta al Director de La Nación.” Nueva York, febrero 12 de 1886. Tomo 10. Página 379.

[34] “Carta a Ricardo Rodríguez Otero.” New York, 16 de mayo de 1886. Tomo 1. Página 192.

[35] “Carta al Director de La República.” Nueva York, 12 de agosto de 1886. Tomo 13. Páginas 299 a 301.

[36] “Carta al Director de La Nación.” Nueva York, Diciembre 8 de 1886. Tomo 11. Páginas 124 a 125.

[37] Ídem. Diciembre 15 de 1886. Tomo 13. Página 155.

[38] Ídem. Páginas 156 a 157 y 157 a 158.

[39] Ídem. Julio 8 de 1887. Tomo 11. Páginas 234.

[40] Ídem. Página 235.

[41] “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868.”, en Masonic Temple. Nueva York, 10 de octubre de 1887. Tomo 4. Página 221.

[42] La presidencia de los Estados Unidos. “Carta al Director de “La Nación”. Nueva York, 27 de febrero de 1888. Tomo 11. Página 410.

[43] Roscoe Conklin. Ídem. Abril 25 de 1888. Tomo 13. Página 181.

[44] Artículo “Céspedes y Agramonte.” En El Avisador Cubano. Nueva York, 10 de octubre de 1888. Tomo 4. Páginas 359 a 360.

[45] “Carta al Director de La Nación.” Nueva Yok, Noviembre 2 de 1888. Tomo 12. Página 89.

[46] “Carta a Gonzalo de Quesada.” Nueva York, Noviembre 12 de 1889. Tomo 6. Página 120.

[47] “Carta al Director de La Opinión Pública.” Nueva York, 8 de julio de 1889. Tomo 12. Página 273.

[48] “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868 en Harman Hall.” Nueva York, 10 de octubre de 1890. Tomo 4. Página 252.

[49] Artículo “San Martín.” En “Álbum de El Porvenir”. Nueva York, 1891. Tomo 8. Página 233.

[50] Artículo. “ Los cubanos de Jamaica en el partido revolucionario.” De Patria, Nueva York, 16 de junio de 1892. Tomo 2. Página 24.

[51] Artículo “¡Vengo a darte patria! Puerto Rico y Cuba.” De Patria. Nueva York, 14 de marzo de 1893.Tomo 2. Página 255.

[52] Ídem. Páginas 256 a 257.

[53] Artículo “Persona y Patria.” De Patria. Nueva York, 1 de abril de 1893. Tomo 2. Página 281.

[54] Artículo “¡Para Cuba.!” De Patria. Nueva York, 4 de noviembre de 1893. Tomo 2. Página 411.

[55] Artículo “El año nuevo.” De Patria. Nueva York, 5 de enero de 1894. Tomo 3. Página 25.

[56] Artículo “ La Revolución.” De Patria, Nueva York, 16 de marzo de 1894. Tomo 3. Páginas 75 a 76.

[57] Apuntes. En “Cuadernos de Apuntes No. 18 (1894)”. Tomo 21. Páginas 407 a 408.

[58] “Carta a Federico Henríquez y Carvajal.” Montecristi, 25 de marzo, 1895. Tomo 4. Página 111.

[59] “Fragmentos de Apuntes, No. 94.” New York, entre 1885 y 1895. Tomo 22. Página 58.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.