LA PSIQUIATRÍA

 

EN LA CUBA DE LOS HERMANOS CASTRO

 

 

 

 

Cuba, líder de suicidios en las Américas

 

Durante gran parte del siglo XIX, todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI, la tasa de suicidio per cápita en Cuba ha sido la más alta de las Américas y una de las más altas del mundo.

 

 

 

 

 

La Revolución y el suicidio

 

Rafael Rojas

 

2 de febrero de 2018

 

 

 

En la historia de Cuba, el suicidio es una constante que la Revolución, en vez de contener, potenció. Ayer Fidel Castro Díaz-Balart, primer hijo del fallecido dictador, se quitó la vida y las connotaciones simbólicas del hecho son inocultables.

 

 

 

Desde hace décadas los estudios sobre Cuba han advertido que el suicidio es una constante en la historia de la isla. Un libro ya clásico, To Die in Cuba (2005), del profesor de la Universidad de Chapel Hill, en North Carolina, Louis A. Pérez Jr., narra en detalle la desproporcionada estadística de muertes a mano propia en esa nación del Caribe, desde el siglo XIX.

 

 

 

La Revolución Cubana, un evento pretendidamente emancipador, que superaría todas las herencias fatales del colonialismo, en vez de contener aquella tendencia, la potenció. Las cifras de suicidio en Cuba, después de 1959, siguen resultando más altas que en el resto de la región e incluyen –lo que es muy revelador– a muchos miembros de la élite del poder.

 

 

 

Suicidas, en la Cuba socialista, han sido los presidentes Carlos Prío Socarrás en Miami y Osvaldo Dorticós en La Habana, los ministros de Trabajo Augusto Martínez Sánchez, de Comercio Exterior Alberto Mora y de Finanzas Rodrigo García. También se suicidó, un 26 de julio de 1980, la heroína de la Revolución, Haydée Santamaría, hermana del principal líder, junto con Fidel Castro, del asalto al cuartel Moncada y presidenta, por dos décadas, de la Casa de las Américas, la institución que coordinó los vínculos con la intelectualidad latinoamericana.

 

 

 

La lista de suicidas cubanos, entre escritores y artistas, es cuantiosa: los poetas Raúl Hernández Novás, Ángel Escobar y Juan Carlos Flores, los narradores Guillermo Rosales, Miguel Collazo y Reinaldo Arenas, la pintora Belkis Ayón, la historiadora Raquel Mendieta… A pesar de la terrible evidencia, el gobierno cubano ha mantenido un negacionismo ideológico que se expresa en la falta de reconocimiento del suicidio como causa de muerte en Cuba.

 

 

 

En las despedidas de duelo y en los medios oficiales o se ocultaba o se decía que el suicidio era contrario a los valores revolucionarios. Cuando se intentó suicidar Martínez Sánchez, el presidente Dorticós dijo que su “conducta era injustificable e impropia”, que “no debió estar del todo consciente” y que “los revolucionarios no tenían derecho a disponer de su vida”, que “solo puede ser sacrificada enfrentando al enemigo”.

 

 

 

Luego, cuando fue el propio Dorticós quien se suicidó, José Ramón Machado Ventura despidió el duelo con palabras similares. El suicidio es visto, en las altas esferas cubanas, como un acto de cobardía, que niega la condición intransigente del sujeto revolucionario. En esa incomprensión tal vez se mezclen los componentes católicos y marxistas de la ideología de Estado en Cuba. San Agustín diagnosticaba el suicidio como “crimen” y Marx –padre de una hija y un yerno cubano, suicidas– decía que era un “síntoma del vicio constitutivo de la sociedad moderna”.

 

 

 

Ahora se suicida el primer hijo de Fidel Castro y son inocultables las connotaciones simbólicas del hecho. Esta vez, los medios oficiales no han velado la noticia, ni la han arropado con sus habituales eufemismos. Fidelito se ha quitado la vida poco más de un año después de la muerte de su padre y en medio de un proceso de sucesión de poderes en Cuba, que podría colocar, por primera vez en casi seis décadas, a una persona no apellidada Castro en la jefatura del Estado.

 

 

 

La depresión de alguien llamado Fidel Castro Díaz-Balart no pudo ser ajena a la historia política de Cuba. Su padre fue el caudillo de la isla por más de medio siglo y él, como primogénito, formó parte de la iconología del poder desde que era un niño. Su madre, Mirtha Díaz Balart, era hermana de Rafael Díaz Balart, representante al congreso y viceministro de Gobernación de la dictadura de Fulgencio Batista, a la que Castro combatía.

 

 

 

Fidel y Mirtha se divorciaron en 1955, en medio de una disputa familiar y política a la vez. Tras el divorcio, el niño de siete años fue enviado una temporada a México, donde su padre estaba exiliado, organizando una expedición militar contra el régimen de Batista. Por lo visto, el hijo fue retenido en México más tiempo del acordado, y Mirtha Díaz Balart y su nuevo esposo, Emilio Núñez Blanco, hijo del embajador de Cuba ante la ONU, tuvieron que viajar al Distrito Federal a rescatar al niño y devolverlo a La Habana.

 

 

 

Cuando triunfa la Revolución, en enero de 1959, el reencuentro entre el padre y el hijo, que estudiaba la secundaria en Nueva York, se vuelve una escena recurrente. El hijo en brazos del padre, uniformado, encima de un tanque, o en pijama, en su suite del Habana Hilton, hablando ambos en inglés para el show de Edward R. Murrow. En los años siguientes, mientras su madre y toda la familia Díaz Balart se exiliaba, en Madrid o en Miami, Fidelito permaneció en Cuba, se doctoró en física nuclear en la Universidad Lomonosov de Moscú y ocupó diversos cargos en la Academia de Ciencias y en la Comisión de Energía Atómica de la isla.

 

 

 

En poco tiempo, aquel entorno confortable en que creció y se formó el hijo de Fidel se alteró profundamente. La larga convalecencia de su padre, entre 2006 y 2016, dio relevancia pública a la nueva familia de Castro, la de sus hijos con Dalia Soto del Valle. Desde la jefatura del Estado, el gobierno y el Partido Comunista, Raúl emprendió una recomposición de la clase política de la isla, que ha favorecido a sus propios hijos, antes que a los de su hermano.

 

 

 

Fidelito, que en algún momento de los años 80 y 90 llegó a alcanzar cierto protagonismo dentro de la política cubana, se volvía ahora una sombra en la Cuba raulista. El cuadro de su depresión probablemente se haya cerrado con el padre muerto, la madre exiliada, un tío al mando en La Habana y otros tíos, en Miami y en Washington, buscando acabar con el régimen político de la isla a como dé lugar.

 

 

 

 

 

 

Reseña de “To Die in Cuba: Suicide and Society de Louis A. Pérez Jr.

 

Caribbean Studies, vol. 34, núm. 1, enero-junio, 2006, pp. 295-299

 

Instituto de Estudios del Caribe. San Juan, Puerto Rico.

 

Louis A. Pérez Jr. 2005. To Die in Cuba: Suicide and Society. Chapel Hill, NC: The University of North Carolina Press. 480pp. ISBN 0-8078-2937-4 (Cloth).

 

Scholars of Cuba have come to expect of Louis A. Pérez work that challenges existing historiography. An early example was his treatment of bandits in Cuba’s 19th century independence wars. More recently he regaled us with “winds of change,” focusing on three major hurricanes of the 1840s, and his fascinating “on becoming Cuban,” embedding Cuba’s late 19th and 20th century nationalism in U.S.-Cuban history. He now takes us into the realm of dying, suicide to be precise, in a monograph fashioned over ten years of research and writing which have fuelled his fascination with the topic.

 

To Die in Cuba begins with a poignant quote: the Lucayans “called it Cuba, the Beautiful Country of the Dead” (p.1). With Spanish conquest, indigenous peoples were killed and succumbed to disease, and an estimated 30,000 chose death by hanging, ingesting poison, eating dirt, and many other means. The legend of Yumurí, where hundreds leapt off a precipice to their death, to escape their pursuers, has endured to symbolise resistance.

 

Pérez explains this is a study of “the Cuban way of death, specifically an examination of the circumstances under which Cubans from the colonial period through the present have embraced the efficacy of suicide as a plausible response to life” (p. 5). His timeframe is from the mid-19th century plantation to the present, in

 

which “the rate of suicide in Cuba has ranked consistently among the highest in the world. It has long been the highest in all Latin America. From the late colonial period into the early republic, under capitalism as well as socialism, men and women in Cuba have killed themselves at a higher rate than people in almost all other countries (p. 5).

 

Suicide has loomed large in the Cuban imagination. Cuba’s national anthem La Bayamesa (1868) rings out Morir por la patria es vivir (To die for the country is to live), heralding Cuba’s 19th century independence struggles. The watchword of late 20th century revolution was patria o muerte (country or death). Voluntary death transcended the heroic to the private. Death by suicide was an accepted response to life’s inadequacies: physical disability, economic hardship, infidelity, violence, despair. Ending life with a sense of dignity was preferable to life without it.

 

Recognising the universality of suicide, Pérez claims that what has made Cuba different is “the frame of reference that appears to have lent general endorsement to the efficacy of suicide as an appropriate solution and that has served to lower the threshold at which this solution enters the realm of the admissible” (p. 8). Selfdestruction could be self-construction, part of national identity and national sensibility, accompanying aspirations to individual and collective fulfilment in epic and adverse times, as well as the inexorable condition of everyday living.

 

Suicide on the Plantation,” “To Die for the Patria”: the Logic of Exemplary Death and the Formation of Nation,” “Life through Suicide,” “A Way of Life, a Way of Death,” “An Ambience of Suicide,” “Patria o Muerte: Living and Dying the Revolution.” The chapters live up to their promise.

 

In Chapter One, the spectre of death on the 19th century plantation is researched through statistics, contemporary accounts, travelogues, poetry and prose. Annual slave mortality rates reached tragic levels: mid-century slave life expectancy after arrival averaged no more than seven or eight years, suicide rates were as high as 20% of all Africans. Physicians reported melancholy, refusal to eat and drink, and death by hanging, especially among the Lumumí. “Escape by flying” signified resurrection, return to Africa, freedom from bondage, pride, honour and selfesteem. A similar story is told of the indentured Chinese, to whom death came swiftly with an estimated mortality rate of almost 50%. Superseding overwork, malnutrition, and tropical diseases, suicide was the largest single cause of death—by hanging, drowning, leaping into cauldrons and furnaces, slashing throats and overdosing on opium.

 

The theme of Chapter Two is heroic, patriotic death in nationformation, fired by sentimental attachment to place, long before patria acquired political meaning and the narrative of sacrifice and duty of death emerged as dominant discourse. Surrender implied dishonour; death was preferable. José Martí famously wrote on the day before his death: “I am everyday in danger of giving my life as my duty” (p. 91). The model of Cuban woman, especially mother, was stoic, discharging the duty of sacrifice as men went into battle. Some went into battle themselves —Mariana Grajales, mother of Generals Antonio and José Maceo was a case in point.

 

Systematic tabulations of suicide began with the republic in 1902, and between 1902 and 1959, when the republic fell to revolution, some 30,000 Cubans were recorded as having killed themselves. Statistical patterns are considered in detail in Chapter Three. The rate increased over the period, especially in the 1930s. Men killed themselves at nearly a 2:1 ratio over women, and whites at 3.5:1 over people of colour. Women committed suicide by swallowing poison at nearly a 2:1 ratio over men; in Havana this tended to be household poison, in rural Pinar del Río tobacco insecticide, in Camagüey cattle tick poison. Men used firearms at nearly a 5.5:1 ratio over women, men usually shooting themselves in the head, women in the heart. The ratio of men to women hanging themselves was 4.5:1, drowning 3.5:1, and leaping to their death 3:1. Suicide was mainly an act of the young: more than 80% of suicides among women were between the ages of 10 and 30, and among men between 10 and 40. Three times as many women were unsuccessful as successful in their attempts —the less lethal means disposable to them were household poisons and wrist slashing which allowed time for life-saving intervention. Rates were higher in cities, and methods differentiated by province: hanging in Havana, burning in Matanzas, and both in Las Villas. Suicides among male agricultural workers peaked in the seasonal “dead” cycle of sugar production, March-September.

 

Chapter Four, which links the export-driven economy to social mores of life and death, opens with a quote which paraphrased reads: North Americans seized control of Cuba after 1898, took Cuba’s sugar and cigars, dispossessed peasants of land, and gave them high quality razors with which to slash their wrists. The spectre was raised of a suicide epidemic, attributed to poverty, unemployment, bankruptcy, loss, domestic violence, and infanticide-homicide. Fernando Ortiz wrote of a disintegrating Cuban society and a propensity to suicide eight times greater in Cuba than in the U.S.

 

Chapter Five highlights how Catholic doctrine against suicide had limited reach, as Catholicism diminished in importance alongside Free Masonry, evangelical Protestantism, and Afro-Cuban religions such as santería. Suicide made sense: the power to die was a last resort. Cartoons and sayings reflected this: me corto las venas (I’ll slash my wrists). Popular boleros sang of suicidal love. Eduardo Chibas literally committed political suicide.

 

Chapter Six documents the continuing legacy of dying for the patria in the revolutionary period, as sacrifice and suicide were fates contemplated in epic struggle. But neither did private suicides end. Revolution was not easy, but rather “a relentless process of struggle and sacrifice, often on a heroic scale, against insuperable odds, in the face of chronic scarcities, shortages, and rationing, against internal mismanagement and external pressure. The effects on morale were often withering…” (p. 353). By the mid-1970s, the suicide rate was back up to 1940s levels. In the 1990s, it increased markedly among the elderly and ranked as the third leading cause of death among youth, attributed to family conflict and difficult socioeconomic conditions. In 1993, youth hit the headlines injecting themselves with aids-infected blood. In 1994, balseros said they preferred to die at sea than stay and die slowly on land. As dreams dissipated, the spectre of suicide haunted the island and exile Cuban American community, a subtext in fiction, theatre, art and cinema.

 

Pérez provides much thought for reflection, not least on whether Cuba is truly so exceptional. Nonetheless, on the evidencemarshalled, and in the absence of comparative study elsewhere, his conclusion is persuasive: “Such is the determination of men and women in Cuba to live life under the circumstances of their choosing and to accept the choice of death as a means toward that end. It has been thus since Yumurí” (p. 390)

 

 

 

 

El suicidio: otro logro de la revolución

Veizant Boloy

5 de junio de 2013

 

El suicidio fue la causa de muerte de al menos cinco personas en los meses de abril y mayo del presente año en el municipio Palma Soriano, Santiago de Cuba.

 

Yurislais Martínez Girón, de solo 25 años, el pasado 28 de abril, sobre las 11 de la mañana, se dio fuego, produciéndose quemaduras de tercer grado. Según familiares y conocidos, el motivo fue la dificultad económica por la que atravesaba.

 

Ronald Doren Cosme, de 33 años, graduado universitario, se disparó con una pistola en la cabeza. Falleció el viernes 3 de mayo en el hospital debido a la gravedad de la herida. Desde hacía un tiempo bebía mucho y reflejaba una inestabilidad en su trabajo.

 

Juan Carlos Vulgo Montalván, de 45 años, el martes 7 de mayo, alrededor de las 3 de la tarde, apareció ahorcado en su vivienda. Testimonios de sus familiares revelan que la vivienda del fallecido quedó en muy mal estado después del huracán Sandy. ingirió

 

Dulce María Galán Jiménez, de 66 años, al mediodía del 14 de mayo fue encontrada muerta en el interior de su casa. Según el médico forense, ingirió fármacos imprudentemente.

 

“Mi hermana se quitó la vida hace 18 días por los problemas económicos que tenía. Vivía de una pensión por discapacitada y estaba a cargo de una nieta menor de edad, tenía solo 55 años, quería trabajar pero debido a su discapacidad le decían que no había trabajo para ella”, afirmó Delina Arias.

 

Estas tragedias no fueron las únicas que ocurrieron en este municipio santiaguero, dónde aún son frecuentes a edades más tempranas, principalmente en el género masculino.

 

El aumento de los suicidios es un tema candente. Llama la atención que en lo que va de año, en esta ciudad se han registrado más casos que en igual tiempo del año anterior. Los métodos más empleados fueron el ahorcamiento, el salto al vacío desde un lugar elevado, por quemaduras, envenenamiento con medicamentos, disparos con armas de fuego (principalmente en jóvenes que contra su voluntad pasan el servicio militar obligatorio).

 

La situación en la que quedaron las provincias orientales después del paso del huracán Sandy, dónde más 100 mil viviendas resultaron destruidas total o parcialmente, para muchos entrevistados constituye unas de las causas que disparó estos tipos de muertes no naturales.

 

Cifras divulgadas por la Oficina Nacional de Estadística de Cuba (ONE) entre los años del 2004 al 2011, indicaron que 12 mil 509 cubanos se quitaron la vida en ese período. Estas estadísticas sitúan a la isla como unos de los países de América Latina con mayor índice de suicidios, reveló un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

 

El suicidio en Cuba está entre las diez principales causas de muerte en el país, y la primera causa de muerte no natural. La razón de que se presenten un menor número de casos es debido a que el médico forense determina la causa de muerte de una persona clasificándola como suicidio o autolesión, frente a otras causas posibles. Prescribir un caso como suicidio puede incurrir en responsabilidad sobre terceros, por tanto, muchos casos se archivan como “accidentes”.

 

veizant@gmail.com

 

 

Suicidios en Cuba. Apuntes para un SOS

Alberto Méndez Castelló

21 de mayo de 2013

 

De cada 2.000 pacientes asistidos en consultas de medicina general por lo menos uno se suicida durante los dos primeros años, 10 intentan suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas suicidas

 

La muerte por su mano resultó la última opción para un joven de 25 años residente en un céntrico barrio habanero; hábil para los negocios, pero que en menos tiempo del que lleva narrar esta historia acabó con sus días.

 

Según dijo la madre, su hijo había comprado una vieja motocicleta modelo ETZ de 250 centímetros cúbicos de cilindrada, de fabricación alemana, en Gerona, Isla de Pinos. Luego de algunas semanas de reparaciones, la motocicleta quedó como nueva. Sin regateos, un comprador pagó 7.000 CUC por ella, esto es 175.000 pesos cubanos en moneda nacional corriente, una pequeña fortuna.

 

Aunque poco después de efectuarse la transacción el joven se lamentaba: “No tengo amigos, mami, la amistad no existe”. Al día siguiente, el joven de marras pendía de una cuerda.

 

“Él salió con el dinero, quería invertirlo en un carro y hacer otro negocio, era inteligente para eso. Entonces una mañana llegó buscándolo su mejor amigo, dijo que estaban vendiendo un moscovich como el que él necesitaba. Pero al otro día mi hijo regresó sin dinero, sin automóvil y con el semblante más triste que usted pueda imaginar. Lo habían estafado. Su propio amigo lo llevó a una encerrona entre jugadores. Amaneció ahorcado, hice la denuncia en la policía pero después toda la familia me obligó a retirarla. 'Ya él está muerto' dijeron, 'pero quedas tú, todos nosotros, y esa gente es peligrosa'. En La Habana hay lugares donde hasta la policía lo piensa dos veces antes de entrar”, dijo la madre.

 

Haciendo un aparte, su esposo comentó: “ahora temo por ella, creo que va hacer lo mismo que él”.

 

No resulta extraño que el marido de esta mujer tema por el posible suicidio de su esposa. Una joven de 33 años, con dos hijos, divorciada y también de padres divorciados, intentó suicidarse prendiéndose fuego. Aunque las quemaduras fueron atroces no murió, pero poco después lo conseguiría ahorcándose. De igual forma procedió una mujer ante el fracaso de su hijo, estudiante de Medicina. Otra señora terminó suicidándose cuando su único hijo, de 17 años, murió en un accidente mientras cumplía el servicio militar. Y un cochero, hasta entonces próspero, concluyó sus penurias empleando la soga de uno de sus caballos. Los cuatreros habían transformado los dos caballos con que ganaba el sustento en carne para la olla.

 

Sin embargo, los suicidios en Cuba no solo son opción de madres atribuladas o negociantes fracasados. El comandante de la Sierra Maestra, Eddy Suñol, que fuera viceministro del Interior acabó suicidándose. Igual camino siguió Haydée Santamaría, heroína del ataque al cuartel Moncada y presidenta de la Casa de las Américas. Y suicidio también cometió el doctor Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República desde julio de 1959 hasta que, con la Constitución socialista de 1976, Fidel Castro ocupó el cargo.

 

Tendencia cubana al suicidio

 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la conducta suicida representa la mitad de todas las muertes violentas en el mundo, traducidas en casi un millón de víctimas cada año, pronosticándose que para 2020 esta cifra puede ascender a un millón y medio. En 2001 las muertes por suicidio superaron en 500.000 a las ocurridas por homicidios y en 230.000 a los fallecidos en las guerras.

Más preocupante resulta que en muchos países el suicidio representa la primera o segunda causa de muerte de jóvenes de entre 15 y 19 años.

 

“Hay semanas que atiendo hasta 10 casos de intentos de suicidio en adolescentes”, dijo a este corresponsal, pidiendo anonimato, una especialista en psiquiatría infantil y juvenil, que ejerce en una pequeña ciudad de apenas 30.000 habitantes en el oriente cubano. Obsérvese que según la OMS por cada persona que logra suicidarse entre 10 y 20 intentan la autodestrucción sin conseguirlo.

 

La necesidad de tomar medidas concretas para reducir la mortalidad por suicidio en Cuba se hizo evidente en el primer lustro de la década de los sesenta del pasado siglo.

 

Desde 1962 hasta 1970 el índice osciló entre 10,6 y 12,6 por cada 100.000 habitantes. Pero ya en la década de los ochenta la tasa de autodestrucción entre los cubanos superaba los 21 suicidios por cada 100.000 habitantes y, aunque en el 2004 el índice descendió a 13,3 por 100.000 habitantes, compárese con el de Argentina —donde en 2008 el suicidio fue la principal causa de muerte entre varones de 15 a 29 años—, que con una tasa de 19 muertes por cada 100.000 personas ocupa el tercer lugar en la región entre las naciones con más elevadas tasas de suicidio.

 

Según cifras del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), de cada 2.000 pacientes asistidos en consultas de medicina general en Cuba por lo menos uno se suicida durante los dos primeros años de haber sido asistido, 10 intentan suicidarse cada año y alrededor de 50 tienen ideas suicidas.

 

Cabe preguntarse: ¿Por qué esa tendencia al suicidio en Cuba si según el Gobierno todos los derechos humanos básicos están garantizados?

 

En su libro Anatomía de la melancolía, ya Robert Burton (1577-1640), definía el suicidio como expresión de un estado depresivo severo. Pero quizás la mejor definición del suicidio llegada hasta nuestros días nos la legó en 1856 Pierre de Boismont: “El suicida es un desdichado o un loco”. Tal concepto más tarde sería clarificado por Sigmund Freud desde el punto de vista del psicoanálisis, definiéndolo como una manifestación del alma inducida por el contexto o el hábitat del individuo.

 

Al conceptuarse el suicidio más que por factores genéticos por la conjunción de un desnormamiento espiritual y material, valga decir por una situación humana donde intervienen el ideal malogrado, la sensación de fracaso y la reacción agresiva, solo el conocimiento de las cualidades distintivas de los que triunfan pueden alejar el lastre de la frustración que conduce a la autodestrucción.

 

Sin horizonte

 

Hace más de 50 años, científicos estadounidenses dieron por sentado que más que la inteligencia es la persistencia lo que distingue la realización de la frustración. “Lo que más a menudo impide al ser humano distinguirse en su trabajo y en su vida personal es la pereza”, confirmaron.

 

Según descubrieron en el Instituto Tecnológico del Illinois hay un método infalible para identificar la inercia. Según esos investigadores, toda persona que poseyendo un buen vocabulario presente una hoja de servicios pobre en realizaciones da una indicación positiva de pereza. Un buen vocabulario indica que se está bien dotado de inteligencia, de aptitudes y actitudes. “Que alguien no adelante provisto de tan fino instrumento, significa simplemente que no se aplica con diligencia”, aseguraron los investigadores.

 

Sosteniendo tal afirmación cual hecho científico comprobado, ahora nos enteramos, nada menos que por medios oficiales, que si los cubanos somos una tribu de holgazanes proclives a la demencia y al suicidio es por nuestra incultura y falta de persistencia.

 

Entrevistada por el periódico Juventud Rebelde para el artículo titulado “Saber concebir y defender los proyectos de vida”, publicado el pasado 5 de marzo, la profesora e investigadora de la facultad de Psicología de la universidad de La Habana Laura Domínguez dijo que los jóvenes cubanos no tienen una previsión del plazo para alcanzar sus proyectos profesionales, en los que no prevén los obstáculos que éstos puedan atravesar o no son lo suficientemente persistentes.

 

Veinte días después el órgano oficial del Partido Comunista, “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado” en Cuba, publicó un artículo revelador ya desde el título: “Instruidos sí, cultos no tantos”, decía Gramma.

 

Puesto que esta sociedad cubana poco persistente y no tan culta, valga decir inepta para conseguir la realización espiritual y material, es fruto de un sistema educacional y socioeconómico regido por el Partido Comunista, solo por comunistas, a quién imputar la falta de buena fe, valor, respeto, tolerancia, laboriosidad y cortesía de nuestros jóvenes, que los hacen vulnerables al fracaso profesional y personal, llevándolos a estados depresivos extremos, como el joven que perdió la vida a causa de una motocicleta sobrevalorada, o la joven que no soportó la pérdida de la familia, o el cochero quien perdió sus caballos a causa de los calderos vacíos.

 

El Partido Comunista, valga decir el castrismo, debía comprender que una nación no se manda como un cuartel, ni como una empresa monopolista; así tal vez los cubanos seremos más saludables sin las tasas de suicidios de las sociedades capitalistas que tanto criticamos.

La psiquiatría en Cuba

Dr. Samuel Martínez Lara

 

Samuel Martínez Lara es un doctor en medicina que hizo curso de postgrado sobre psiquiatría en Estados Unidos. Ex preso de conciencia, uno de los fundadores del Comité Cubano Pro Derechos Humanos en el presidio político. Es también uno de los fundadores y principales directivos del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba. Ha escrito varios ensayos sobre siquiatría y represión en Cuba. Es presidente del PPDHC.

 

En el año 1988, a raíz de la visita a Cuba de la comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas que sesiona en Ginebra, presenté tres trabajos cuya única finalidad era establecer una correlación entre la Psiquiatría y la Psicología del pueblo cubano y la situación de Derechos Humanos en la patria de José Martí. De este modo pretendíamos llamar la atención de la Opinión Publica Internacional y de todas las instituciones humanitarias del mundo, sobre las continuas y sistemáticas violaciones de orden institucional de los Derechos Humanos por parte del gobierno de Fidel Castro. Bajo el titulo “Los Derechos Humanos en Cuba: Perspectivas Psiquiátricas”. “El modelo C-8. Una Aberración Stalinista”. y “El Síndrome del C-8 o Síndrome de la Limitación de la Libertad de Movimiento”, se ofrecía una panorámica sobre la situación de Derechos Humanos en las áreas correspondientes.

 

La proliferación de diversos grupos de Derechos Humanos a partir del Comité Cubano de Derechos Humanos y de distintas organizaciones con un carácter de oposición política a partir del Partido Pro-Derechos Humanos de Cuba, ha traído por resultado un recrudecimiento de la represión por parte de la policía política. El desmantelamiento del Comunismo a escala internacional ha puesto en evidencia el carácter Stalinista del régimen de Fidel Castro. El gobierno cubano continua sentado en el banquillo de los acusados en los Forums Internacionales. El Castrismo llega a su fin. Una pregunta asoma a nuestra mente. ¿Cual es el estado de Sanidad Mental de la Sociedad Cubana actual?

 

El totalitarismo en Cuba ha ejercido una gran influencia sobre el Psiquismo del cubano lo cual se pone de manifiesto por un cambio brusco y radical del Estereotipo Dinámico del ciudadano. Estos cambios están relacionados con la Estatización de la Sociedad. Los Cambios operados desde el punto de vista económico, político, social y cultural, unido a la represión desatada contra todo tipo de manifestación que no corresponda con la oficial, trae por consecuencia un aumento de las Tensiones Sociales. Esto desde el punto de vista individual se expresa por un incremento del nivel de ansiedad, el miedo constante que el sistema por medio de la represión le inocula al ciudadano lo lleva a la Simulación y a un desequilibrio permanente entre la manera de pensar, el modo de sentir y la forma de actuar, y esto es fuente de trastornos emocionales, desordenes mentales y trastornos de conducta. Es necesario destacar que con el desarrollo del Stalinismo en Cuba se han aplicado métodos con la finalidad de ejercer control sobre la mente humana mediante el constante bombardeo de propaganda cuyo principal mensaje es la infalibilidad del sistema comunista y de la doctrina Marxista-Leninista, la omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia del aparato de la Seguridad del Estado. Películas como “El hombre de Maisinicú” y programas televisivos como “En silencio ha tenido que ser” “Julito el pescador” entre otros, responden a los objetivos anteriormente planteados, de manera que el gobierno cubano está constantemente inoculándole el miedo a sus ciudadanos, bien sea mediante la represión directa (persiguiendo, encarcelando, fusilando, desterrando) o mediante La Represión Indirecta (Propaganda encaminada a ese fin, control absoluto de la vida de los ciudadanos por medio de instituciones creadas para tales propósitos, limitación de todo tipo de libertades propias de un Estado de Derechos). Esto lógicamente repercute sobre el estado de salud mental del pueblo cubano. No es por casualidad que nuestro pueblo exhibe los índices mas altos de alcoholismo, ingestión de psicofármacos, suicidio, divorcio y accidentes automovilisticos de toda su historia.

 

El Alcoholismo en Cuba guarda estrecha relación con el nivel de frustración de la Sociedad Cubana. El individuo en medio de tanta intolerancia social trata de ahogar sus penas en el alcohol. El gobierno cubano, por otra parte, ha llevado a cabo una política de estimular el consumo de alcohol con vista a embrutecer al pueblo y a mantenerlo entretenido.

 

La ingestión de psicofármacos de manera excesiva como ocurre en Cuba expresa el nivel de ansiedad y depresión que presenta nuestro pueblo. Por otra parte, expresa también las dificultades de la Salud Publica cubana de no haber formado en los últimos treinta y dos años una Escuela de Psicoterapia capaz de ofrecer una alternativa mas beneficiosa al consumo de Psicofármacos. En estos momentos en que el país atraviesa por una crisis sin precedente alguno en su historia, ni siquiera hay medicamentos ansiolíticos ni antidepresivos para combatir los estados de Depresión y Ansiedad tan frecuentes entre nuestros conciudadanos.

 

El suicidio en la Cuba de Fidel Castro ha alcanzado dimensiones inconmensurables. Este fenómeno social se debe entre otras cosas a: La gran frustración que sufre el pueblo de Cuba, la gran intolerancia propia de un gobierno totalitario, la generalización del doble standard de la personalidad, fenómeno psicosocial consistente en una franca Dicotomía entre el modo de pensar, de sentir y de actuar, en el que la simulación juega un papel determinante. El estado de desesperación a que está sometido nuestro pueblo determina el alto índice de suicidios. Cada día son más y más los hijos de Cuba que ven menos y menos solución a problemas acuciantes, lo cual determina el Acto Autoquírico. El Ministerio de Salud Pública no ofrece estadísticas reales sobre este tema. La mayor parte de las estadísticas que ofrece el gobierno cubano para los controles internacionales están falseadas.

 

El divorcio esta bastante generalizado en la población cubana, sobre todo en las parejas jóvenes recién formadas. En este fenómeno juega un papel muy importante la carencia de condiciones materiales mínimas para la pareja, como es el factor vivienda. Otro aspecto que contribuye a incrementar el índice de divorcios esta relacionado con las constantes migraciones internas que se producen en el país, lo cual unido a la falta de recursos y posibilidades para que el otro miembro de la pareja pueda trasladarse al mismo lugar donde uno de los dos ha sido designado, determina la ruptura de la pareja después de múltiples sinsabores.

 

El Internacionalismo Proletario, término eufemístico que se emplea para designar la política ingerencista y napoleónica del gobierno de Fidel Castro en los países del tercer mundo, cuyo aspecto mas visible fue la aventura de Angola y Etiopía, entre otros, también es una fuente productora de divorcios.

 

Los accidentes automovilísticos independientemente que tienen su causa en la carencia de piezas de repuesto y mantenimiento inadecuado a los distintos medios de transporte, también expresan el nivel de agresividad del pueblo cubano. Gran parte de estos accidentes se deben a infracciones del código del transito lo cual es expresión del nivel de enajenación mental de nuestro pueblo.

 

Analizando someramente algunos de los males que aquejan a nuestra sociedad llegamos a la inevitable y lamentable conclusión de que, la nuestra, es una sociedad enferma, y es lógico que así sea, por cuanto los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamados por la Organización de Naciones Unidas se violan de manera sistemática en Cuba. El régimen de facto de Fidel Castro conculca los mas elementales derechos y esto repercute sobre la salud mental del pueblo. Los valores políticos están muy por encima de los valores éticos y esto es causa de verdaderos desajustes sociales cuyo único responsable es el gobierno cubano. Recordemos a modo de ejemplo, los sucesos en la embajada del Perú en mil novecientos ochenta y el éxodo del Mariel ese mismo año. Este fenómeno social, por si solo, expresa el nivel de desajuste del pueblo de Cuba, la capacidad vesánica del gobierno de Fidel Castro para incitar a pelear a una parte del pueblo de Cuba contra la otra parte; los famosos Actos de Repudio —verdaderos pógromos fascistas que se realizaron por orientación de los niveles mas altos de la dirección política del país contra indefensos ciudadanos cuyo único delito cometido consistía en querer abandonar el país. El salvajismo, el miedo y la simulación fueron los tres elementos predominantes durante este bochornoso proceso. En estos precisos instantes en que este trabajo sale a la luz, el gobierno cubano está llevando a cabo una forma mas brutal y despiadada de represión; me refiero a la tristemente celebre Fuerza de Acción Rápida que nada tiene que envidiarle a las hordas fascistas de la Alemania Hitleriana, ni a los grupos paramilitares organizados por Benito Mussolini en uno de los periodos mas negros de la historia de la humanidad. Esta fuerza de acción rápida se creó con la única finalidad de reprimir a los activistas de derechos humanos, a los disidentes y opositores políticos dando la apariencia que la agresión efectuada es producto de la incondicional adhesión del pueblo al sistema Castro-comunista. Ya no le queda al gobierno de Fidel Castro otro recurso que apelar a la violencia y a la agresión física para tratar de detener el avance y la pujanza de las ideas democráticas que día a día calan en el corazón de cada cubano.

 

La situación descrita anteriormente, propia de los estados policiacos y regímenes totalitarios en su minuto final condiciona la proliferación de desordenes mentales y trastornos emocionales, expresión del deterioro psicológico y social que el sistema le impone a los ciudadanos.

 

A la luz de este enfoque de la sociedad cubana nos podríamos explicar múltiples afecciones mentales de la Cuba de hoy dando por descontado las otras variantes entre las que no podemos dejar de mencionar las de tipo biológico.

 

Los Estados Paranoides y las Reacciones de tipo Paranoide son muy frecuentes en este tipo de sociedad, ya que en condiciones normales existe una gran desconfianza por parte del individuo hacia la sociedad, predominando la idea de daño y perjuicio. Las relaciones humanas en general e incluso las familiares están determinadas por el factor de tipo político, trayendo por resultado la alteración de determinados valores de tipo ético como la amistad, el matrimonio, la fraternidad, la decencia, etc. Lo cierto es que el cubano de hoy día se siente completamente vigilado y perseguido, además, los medios masivos de difusión bombardean a cada instante mensajes sobre la omnipresencia de la policía política del régimen en todas las esferas de la vida social y personal del ciudadano. Las presiones de este tipo ejercidas sobre el individuo mantienen el terreno abonado para la incidencia de estos cuadros patológicos. Actitudes tales como: “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”. “El primer deber del revolucionario es hacer la Revolución”. “Socialismo o Muerte”. Demuestran el grado de intolerancia a que está sometida la sociedad cubana del presente, y reflejan también el mecanismo en virtud del cual el aplastamiento de la personalidad que tiene lugar en un estado policiaco.

 

La Patoplastia de enfermedades tales como: la Esquizofrenia Paranoide, la Paranoia y la Parafrenia, entidades comprendidas en los Estados Paranoides- están indisolublemente ligadas a la problemática social que exhibe el pueblo cubano. Por otro lado, las llamadas Reacciones Paranoides y Reacciones Psicóticas Agudas son manifestaciones de carácter psicótico y a un nivel reactivo frente a estimulaciones intensas y adversas del medio que inciden sobre un sujeto determinado, desintegrando la estructura de la personalidad del individuo.

 

Si bien es cierto que los investigadores de esta disciplina plantean que debe existir una personalidad Pre-morbida para estas afecciones, no es menos cierto que cada día toma mayor vigencia en estos Cuadros Reactivos la intensidad de la estimulación del medio; por tanto, no es absolutamente necesario para la incidencia de estos cuadros la existencia de una Personalidad Premorbida de tipo Paranoide. Estos Cuadros Reactivos pueden presentarse en Neuróticos, Psicópatas, Retrasados Mentales, Orgánicos de todo tipo e incluso, hasta en sujetos normales; todo depende, repito, de la intensidad de la estimulación del medio (Noxa Psicológica) y de la Estructura de la Personalidad del Sujeto.

 

Los llamados Cuadros Reactivos y Trastornos Situacionales tanto de nivel Neurótico como Psicótico están íntimamente relacionados con las dificultades propias de la existencia, en una sociedad donde la misma, se hace cada día mas difícil, llegando al limite de lo imposible para gran numero de ciudadanos. También guarda relación con estos cuadros los Conflictos Adaptativos que las dificultades existenciales generan. La llamada “Opción Cero”, expresión del desabastecimiento total del combustible, alimentos y diversas materias primas por parte de la Unión Soviética y diversos países de Europa Oriental como consecuencia del derrumbe del comunismo a escala internacional, esto constituye un verdadero desafío para el pueblo cubano, un pueblo muy frustrado y de esperanzas pospuestas. Se ha de esperar múltiples manifestaciones de tipo psicopatológica frente a esta crisis generalizada que sufre el pueblo de Cuba.

 

El nivel de Ansiedad Colectiva que presenta el pueblo cubano se puede percibir en las enormes colas que hacen los ciudadanos para comprar los escasos alimentos para la subsistencia, también se puede observar en las paradas de ómnibus, sobre todo en los horarios correspondiente a la mañana cuando se van para el trabajo, que dicho sea de paso, no importa las dificultades existentes con el transporte, si el trabajador llega tarde es sometido a medida de tipo disciplinaria desde el punto de vista laboral. Durante la tarde también se observa esta Angustia Colectiva en las paradas de ómnibus al regreso del trabajo. Esta Ansiedad Colectiva es responsable del nivel de agresividad que presenta de manera generalizada el pueblo cubano; Es responsable también del desarrollo Neuróticos y Psicopáticos de la personalidad, lo cual unido a un resquebrajamiento de los valores Eticos y Morales, ha traído por resultado la Universalización del Marginalismo en Cuba. La Cultura Solariega se ha generalizado de tal forma que suele catalogarse burgués a toda persona que insiste en mantener patrones de Decencia, Buenas Costumbres y Urbanidad; A pesar de que el gobierno cubano lanza frecuentes campañas de Educación Formal, estas no arrojan el resultado deseado, por cuanto la desintegración moral y espiritual del pueblo cubano es de tal magnitud, que estas campañas se tornan obsoletas e improcedentes. Todo eso constituye un terreno fértil para la incidencia de múltiples Trastornos Psicopáticos de la Personalidad, entidad gnoseologica que tiende a incrementarse en la Cuba de hoy. Esto explica la alta tasa de Población Penal que existe en Cuba, un país en que todo esta prohibido, todo es ilegal y por cualquier motivo encarcelan al individuo o le levantan un acta de advertencia por posible PELIGROSIDAD, lo cual es juzgado por las autoridades cubanas como un Potencial Delictivo. Después de esta Acta de Advertencia el ciudadano puede caer preso sin que necesariamente haya que celebrarle juicio previamente. Esta es la triste realidad a que esta expuesto el pueblo de Cuba; nuestros compatriotas del otro lado del Estrecho de la Florida han sufrido también amargamente los desmanes del Castro-comunismo. Ellos forman parte de un pueblo único e indivisible, y han sufrido lo indecible, primero, para salir o escapar de la patria, acosados y perseguidos por un gobierno que ha desterrado a mas de un millón y medio de sus hijos, en un éxodo masivo que tiende a incrementarse día por día, constituyendo un verdadero genocidio la muerte de Decenas, Centenas, y Millares de nuestros compatriotas que prefieren morir en búsqueda de la libertad antes que vivir en el régimen oprobioso de Fidel Castro. Algún día la historia recogerá este capitulo como uno de los mas negros y tristes del despotismo Castrista. Quienes logran llegar a tierra de Libertad, tendrán que experimentar en mayor o menor medida los Trastornos Psíquicos del Emigrante, estarán obligados a ganarse la vida en un país que aunque los ha acogido como hijos, en muchos aspectos les resulta extraño, indiferente y en ocasiones agresivo. Por ultimo, siempre les quedará la nostalgia del Desarraigo a la Patria y la esperanza de regresar algún día a una Cuba Libre, Democrática, y Soberana.

 

En la capital cubana esta enclavado el Hospital Psiquiátrico de la Habana que dirige el Dr. Bernabé Ordaz. El mencionado Hospital tiene salas de pacientes crónicos sometidos a tratamientos de laborterapia, Músicoterapia y diferentes tipos de modalidades terapéuticas que constituyen una verdadera labor de Rehabilitación Psico-social. Por esta razón el mencionado Hospital desde hace muchos años se ha convertido en una vitrina del sistema para exhibir a los turistas que viajan a Cuba, los logros de la Psiquiatría de la Cuba Comunista, y le muestran además, algunas Diapositivas de lo que fue ese Hospital en la época Pre-Castrista, ofreciendo una imagen muy desfavorable del mismo y por ende de la Psiquiatría de la Cuba Republicana. Lo que no presenta el Dr. Ordaz a los turistas extranjeros y a todos los visitantes del Hospital Psiquiátrico de la Habana es la Sala Castellanos y la Carbo Servia o sala de los Procesados. Específicamente este Servicio de Psiquiatría esta dirigido y controlado por el Ministerio del Interior y la Policía Política de Castro. Los profesionales, tanto médicos como paramédicos que trabajan en este Servicio son reclutados por el Ministerio del Interior y la Contra Inteligencia Cubana, y responden exclusivamente a ordenes del Aparato Policiaco, violando así el Juramento Hipocrático y haciendo de este Servicio un verdadero centro de tortura y experimentación de la Policía Política contra los activistas de Derechos Humanos, Disidentes y Opositores Políticos al sistema. Este servicio Psiquiátrico es en realidad una extensión operativa del Cuartel General de la Policía Política de Villa Marista. Este tipo de Servicio, lamentablemente y para desgracia del pueblo cubano, se ha extendido a todas las capitales de Provincias del País. Recientemente la prestigiosa Organización The Freedom House y Of Human Rights que dirige Frank Calzón, publicó un libro titulado “The Politics Of Psychiatry in Revolutionary Cuba”. La Política de la Psiquiatría en la Cuba Revolucionaria escrito por Chales Brown y Armando Lago con la introducción de Vladimir Bukovsky, destacado disidente soviético que denuncio ante el mundo los horrores y abusos de la Psiquiatría como arma contra los opositores políticos en la Unión Soviética y demás países de la Europa del Este y de otras regiones sometidas a la influencia soviética. Este libro constituye una verdadera joya antológica sobre los abusos Psiquiátricos cometidos por el gobierno cubano, lo cual ha sido hasta el momento, una vulgar e inescrupulosa imitación del modelo soviético en la era Pre-Gorbachov.

 

La psiquiatría y los profesionales que en esta rama del conocimiento humano trabajan son constantemente vigilados, asediados y controlados por el aparato de la Seguridad del Estado. La filosofía prevaleciente es que cualquier actitud que se aparte de la línea revolucionaria pro-Castrista debe ser denunciado ante la policía política inmediatamente. Cada Hospital y cada Servicio de Psiquiatría tiene uno o varios oficiales de la Seguridad del Estado que atienden la actividad de Contra Inteligencia en dicho sector. Esto estaría en dependencia de la importancia que la policía política le otorgue al centro en cuestión. Cada oficial del D.S.E. (Departamento de la Seguridad del Estado), tiene a su vez un numero determinado de agentes secretos, que informan constantemente sobre lo que la policía política desea conocer. Es muy triste el papel que la dictadura Castrista le tiene reservado a los Psiquiatras y Psicólogos en nuestra sufrida Patria.

 

Para el momento en que este trabajo se publique, estará celebrándose en la Habana un Congreso de Psiquiatría y Derechos Humanos, lo cual coincidirá también con la celebración del IV congreso del Partido Comunista de Cuba. Si esto no fuera una triste realidad para todos los cubanos, seria motivo de risa por lo inverosímil y ridículo que resulta la celebración de un Congreso de Psiquiatría y Derechos Humanos, precisamente en el País que es el único del Continente Americano que falta por llevar a cabo un proceso Democrático con elecciones libres; precisamente en un país que por varios años consecutivos ha sido cuestionado y sentado en el banquillo de los acusados ante la Comisión de los Derechos Humanos que sesiona en Ginebra de la Organización de Naciones Unidas. Precisamente en un país cuyo gobierno por mas de treinta años se ha caracterizado por ser un violador sistemático e institucional de los Derechos Humanos.

 

Del mismo modo resulta igualmente ridículo y risorio la celebración del IV Congreso del Partido Comunista en un momento en el que el comunismo se ha desmantelado a nivel Internacional.

 

Si yo, en mi condición de cubano, de médico psiquiatra y de opositor político exiliado de manera obligada por el gobierno cubano, tuviera la posibilidad de asistir a ese Congreso de Psiquiatría y Derechos Humanos, y tuviera además la posibilidad de hacer algunas recomendaciones al gobierno de Cuba, a mis compatriotas, y a mis colegas del Congreso, con el objetivo de mejorar el estado de sanidad mental del pueblo de Cuba sin lugar a dudas elevaría las siguientes proposiciones:

 

1ro. El gobierno cubano debe proceder de manera inmediata a la liberación de todos los presos políticos.

 

2do. El gobierno cubano debe proceder a la legalización de todos los grupos de Derechos Humanos, Organizaciones y Partidos políticos que existen dentro del país.

 

3ro. El gobierno de Cuba debe permitir libremente el Flujo y Reflujo de cubanos desde y hacia el país, ofreciendo amplias garantías de respeto a la vida y la integridad de los opositores políticos que deseen regresar. En otras palabras: normalización de las leyes migratorias.

 

4to. El gobierno cubano debe, en un plazo de tiempo prudencial convocar a elecciones libres en todo el territorio nacional y permitir el libre acceso de las organizaciones y partidos políticos de la oposición a los medios masivos de comunicación. Previo a este proceso se debe proceder a la formación de una Asamblea Constituyente integrada por sectores de distintas tendencias filosóficas y políticas de dentro y fuera del territorio nacional.

 

5to. El gobierno cubano debe permitir la supervisión internacional de este proceso lo cual le otorgara legitimidad al mismo.

 

6to. Se deben crear las bases objetivas para la reconstrucción económica y espiritual del pueblo de Cuba sin injerencia de ninguna potencia extranjera que ponga en peligro la soberanía e independencia de la nación cubana.

 

Yo, y todos los cubanos que así piensan, tanto dentro como fuera del país, estamos absolutamente convencidos de que si el gobierno cubano adoptara las medidas propuestas en este modesto y bien intencionado trabajo, se lograría la transición hacia la Democracia sin derramamientos de sangre, sin odios, ni venganzas y seria una SOLUCION A LA CUBANA, inspirada en el pensamiento y en el espíritu de JOSE MARTI: Una Cuba Con Todos y Para El Bien de Todos. Seria además la mejor contribución que pudiera hacer el Congreso de Psiquiatría y Derechos Humanos, así como el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba a la libertad y a la sanidad mental del pueblo cubano.

 

Nota: Este estudio fue originalmente publicado en un libro sobre el estado de los derechos humanos en Cuba, que publicó la IGFM, en Franckfurt, Alemania.

Psiquiatría para el nuevo Estado (1959-1972)

Pedro Marqués de Armas

 

I

 

     Convocada por el Ministerio de Salud y los servicios médicos del Ministerio del Interior (MININT) con el propósito de sentar las bases de la prevención y la asistencia psiquiátrica en Cuba, en estrecho vínculo con los órganos de la Seguridad del Estado, se celebró en La Habana entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1963 la Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas.(1) Cuando esto ocurre, ya varios artículos del Código de Defensa Social habían sido modificados, sobre todo en lo concerniente a la noción de “individuo peligroso”, por lo que además de asegurar la clásica alianza entre psiquiatras y juristas se pretendía fortalecer el consenso entre ésta y el nuevo poder revolucionario.

     

El carácter si se quiere tardío de este encuentro, donde confluyen en curiosa mezcla el estupor frente a las nuevas leyes, el simulacro y hasta el más rancio oportunismo, remitía lo mismo a un pasado reciente “no exento de errores” que a un futuro cercano que tendrá en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) su próxima pero no última expresión. Como en una foto que toma por sorpresa a los actores durante el ensayo, se asiste a ese momento en que la Babel Psiquiátrica es forzada a hablar una sola lengua; esto es, el devenir ideológico de la que fue hasta 1960 una institución más bien moderada, en la que psiquiatras de diversas tendencias se enfrentan a menudo con pasión pero sin desmontar las reglas del juego.

 

     Justo al término de una reunión parecida (Primera Conferencia Psiquiátrica), celebrada en enero de 1962 afín de “conciliar tendencias aparentemente irreconciliables y enfrentar el sectarismo revolucionario y científico”, la Gaceta Oficialhabía publicado un decreto que permitía al MININT declarar el estado de peligrosidad del sujeto, sin que fuese necesario ningún asesoramiento médico y bastando, al efecto, con la declaración de algún miembro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), o de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR).(2) Por supuesto, este decreto llega luego de varias redadas policiales, como la de los días previos a la invasión de Bahía de Cochinos, cuando 20 000 personas fueron arrestadas; la de Matanzas durante el verano; o la del 11 de octubre del mismo año contra pederastas, prostitutas y proxenetas (la famosa “noche de las tres pes”).

 

     En cada una de estas razzias se hizo un uso extenso de la llamada peligrosidad predelictiva (predelincuencia en el nuevo argot policial), sin que se requiriese del aún vigente “asesoramiento psiquiátrico”, inciso añadido a la legislación en 1940 y que se tenía como uno de los logros de la psiquiatría y la jurisprudencia republicanas.(3) Fue para calzar estos operativos que se decretaron las leyes 992 y 993 del 19 de noviembre de 1961, la primera anunciando que “el avance de la Revolución” permitía “establecer nuevos métodos dirigidos a reeducar y rehabilitar delincuentes”, y la segunda autorizando al Consejo de Defensa Social (ya incorporado al MININT) a adoptar medidas en el menor plazo posible.(4)

     

Es después de derrotada la invasión de Bahía de Cochinos que se intensifica el hostigamiento contra los sectores marginados, a quienes se les acusa de robar en las casas de los opositores políticos, curiosamente cuando se borraban las fronteras entre contrarrevolución y delincuencia común. René Dumont recuerda en Cuba: socialismo y desarrollo que el término “lumpenproletariado” se empleó para designar “a los que no querían trabajar ni respetar las leyes revolucionarias”, y relata que tras un discurso de Fidel Castro contra el “parasitismo social”, se usó la poca cerveza que quedaba como “cebo eficaz” para tenderles una trampa: “Cuando comenzaban a entregarla en los bares, la noticia se regaba rápidamente por la ciudad y los desocupados eran los primeros en aparecer. Eran entonces seguidos por un carro de policía y aquellos que no mostrasen un empleo regular eran enviados a trabajar a las granjas. Almorcé con un grupo de estos lumpen en el comedor de una plantación de palmeras en Las Villas, donde fueron concentrados unos 1800 (...) Los que se entregaban decididamente al trabajo tenían la posibilidad de ser rehabilitados, pero los reincidentes, en contrapartida, eran deportados para los Cayos, pequeñas islas donde el régimen de trabajo era bastante más duro y de donde era imposible escapar”.(5)

 

     Esta indistinción entre “vagancia” y “oposición” a las leyes socialistas, expuesta en tono un tanto campechano por el agrónomo francés --quien prefería las granjas de trabajo a las cárceles-- sirvió para legitimar el secuestro y multiplicar los dispositivos disciplinarios; esto es, una invención liberal dirigida a los cuerpos individualmente, ahora en las condiciones de fuerza de un régimen totalitario. Y lo mismo ocurre en cuanto al control de la población como conjunto, marcada, según los nuevos eugenistas, por supuestos vicios y taras del pasado. Entra así de lleno, la población cubana, en los cálculos de una economía de Estado centrada en la estimulación de la natalidad y el matrimonio, de la fuerza de trabajo en el sector azucarero, así como de grandes movilizaciones y movimientos migratorios (tanto externos como internos) que pretenden diseminar e incluso borrar las diferencias de clase y entre regiones. 

 

     Circula entonces el término “salud psicopolítica” que, según claro rasero sociobiológico, equivalía a deslindar entre “el pueblo sano y trabajador” por un lado, y “los gusanos y lacras sociales” por otro. Se trata del eugenismo de siempre, pero aderezado ahora de contenidos sociales, en un contexto donde se procura la liquidación del enemigo de clase (condenado por la historia a desaparecer) y el cultivo simultáneo del Hombre Nuevo.

 

II

 

Como es lógico, la política psiquiátrica de la revolución cubana no se definió de un día para otro. Los primeros proyectos nacionales eran de carácter liberal. En las “Proyecciones oficiales...” publicadas por la junta de la Sociedad de Neurología y Psiquiatría en mayo de 1959,(6) se plantea, por ejemplo, crear dispensarios y hospitales provinciales, convertir a Mazorra en un asilo de enfermos crónicos y, siempre de acuerdo con el Código de Defensa Social, que así lo establecía, construir una clínica de conducta para adolescentes y un manicomio judicial. Todas las propuestas incluidas en el documento, tanto las institucionales como otras de carácter docente, habían madurado sin embargo en las últimas décadas y eran bastante conocidas. Otro objetivo, llegar a una cama por cada 1000 habitantes, respondía por su parte a normativas recientes de la OMS.(7) 

 

     Del mismo modo, el “Plan…” publicado en septiembre del mismo año en la Revista del Hospital Psiquiátrico,(8) y que contó con un apoyo explícito por parte Gobierno y del Ministerio de Salubridad, había sido elaborado varios años antes como parte de las funciones de su autor, Julio Reymondez, al frente de la Liga de Higiene Mental.(9) En este informe se pedía la construcción de dos hospitales “semejantes, aunque más pequeños” (se refiere a Mazorra), una red de dispensarios psiquiátricos a extender por todo el país, así como la creación de clínicas para niños psicóticos y de un centro de investigaciones del cerebro. Reymondez señala además la necesidad de incidir sobre el alcoholismo, la delincuencia juvenil, el divorcio, la prostitución y la homosexualidad, a su modo de ver los problemas sociales y psiquiátricos que más golpeaban a la sociedad cubana. 

 

     En fin, ambos proyectos cifraban sus esperanzas en la “honestidad del nuevo gobierno”, pero eran autónomos en sus demandas. Se menciona en uno de ellos, por otra parte, la “paradoja” de que Cuba contase con una “promoción psiquiátrica comparable por su capacidad con la de cualquier país del mundo” mientras la asistencia “oficial era de las más pobres”.(10) En esto sí había amplio consenso. Como en el significativo reportaje publicado en Bohemia en febrero de 1959, Mazorra era sin duda “una vergüenza nacional”.(11) Pero en lo adelante, se exaltará únicamente el desastre de la asistencia psiquiátrica durante la República, sin referencias a su notable mejoría durante la década de 1940, al tiempo que se omitirá lo primero: que el nivel teórico y la gestión académica se encontraba, al triunfo de la Revolución, en su mejor momento (un nivel que no se ha vuelto a alcanzar), si bien en general por debajo de Argentina, México y Brasil, países que se habían beneficiado al abrir sus puertas a psiquiatras españoles exiliados de sólida formación.

 

     Fue en 1960 cuando comienzan a producirse cambios en la misma dirección de una política de Estado que se radicaliza progresivamente. Así, en enero de este año, durante Segundo Congreso Nacional de la disciplina, un nuevo modelo de asistencia psiquiátrica propuesto por José A. Argaín Ros es elevado al Gobierno. Se trata ahora de promover, en consonancia con “las transformaciones que la Revolución viene desarrollando” (…) “una higiene mental colectiva, popular y social”, en la que pueblo participe de un modo directo (“línea de masas”).(12) Argaín Ros, por entonces señalado por la oposición política como miembro del G-2, proponía --entre otras medidas-- reformar la legislación vigente sobre enfermedades mentales y llevar la asistencia a zonas rurales para erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería. Prácticas de largo arraigo en la cultura cubana, y diferentes entre ellas, fueron echadas en el mismo saco y declaradas ilegales. Alegándose crueles tratos a los enfermos allí recluidos, en 1966 se interviene la conocida Clínica del Alma, sustentada por organizaciones espiritistas y que durante décadas funcionó como alternativa frente a la costosa atención privada y la endeble asistencia pública.(13)

     

Otros cambios en este sentido son los que tienen lugar en la Junta de Gobierno de la Sociedad de Psiquiatría, también en enero de 1960, cuando los psiquiatras más comprometidos desplazan a los de tendencias liberales.(14) Asimismo, los que se efectúan en la Cátedra en virtud de las posiciones asumidas en torno a la Reforma Universitaria, en particular durante el cisma de julio, lo que se tradujo en la separación de sus cargos docentes de los profesores Rodolfo J. Guiral (titular) y Luís Viamonte Cuervo (auxiliar), así como del catedrático de medicina forense Esteban Valdés Castillo, por mucho tiempo ligado a la especialidad.(15) A ello se suma la designación --al año siguiente-- del psiquiatra marxista Diego González Martín, destacado reflexólogo y crítico feroz del psicoanálisis, como Coordinador Nacional de Psiquiatría; esto es, como responsable de la disciplina a nivel ministerial. Es entonces que se publica el aupado manual Psicología (de los autores soviéticos Smirnov, Leontiev, Rubinstein y Tieplov), traducido por el psiquiatra español Florencio Villa Landa, republicano que completó sus estudios en la URSS (donde se exilia tras la guerra civil), y ahora radicado en Cuba luego de haber pasado por México.(16) Será éste el primero de una larga serie de títulos que divulgarán las teorías de Pavlov y Anojin y el consecuente enfoque materialista. Al mismo tiempo se toma el acuerdo, entre el Ministerio de Salud y la dirección del Hospital Psiquiátrico, de solicitar que dos profesores soviéticos “dicten un curso de perfeccionamiento” a fin de introducir la “concepción reflexológica” y “contrarrestar” la formación de los psiquiatras cubanos “basada en distintas escuelas idealistas”. (17)

 

     Estas conferencias, impartidas por I. T. Victorov y por D. W. Isaiev, y más tarde recogidas en libros, no comenzaron en realidad hasta 1963.(18) Entre tanto, tuvieron lugar otras mudanzas no menos radicales: la clausura de Archivos de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y Neurología, que venía publicándose con regularidad desde 1946 y donde colaboran las figuras más destacadas de la psiquiatría norteamericana, francesa y latinoamericana de la época;(19) la reaparición en enero de 1962 de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, ahora en gran tirada y con un editorial que ensalza el tratamiento por medios químicos (“pues sólo puede haber enfermedad en lo corporal”);(20) el viaje a la URSS de una comisión integrada por los doctores Eduardo Bernabé Ordaz, Leopoldo Araujo, Armando de Córdova, José Abdo Canasí y José A. Bustamante “para adquirir nuevas experiencias”;(21) y una de serie ajustes en los planes de estudios que van a incluir ahora la asignatura Psicología Médica, y a propósito de lo cual se orienta la traducción del conocido manual de Semionov.(22)

 

     Así que cuando se declare a mediados de 1963, en una mesa redonda celebrada en el Hospital Psiquiátrico (y en el curso de las conferencias de Victorov e Isaiev), a la reflexología pavloviana como doctrina oficial de la psiquiatría en Cuba,(23) ya estaban sentadas las bases de su sovietización.

 

III

 

     A partir de 1962 fueron cada vez más frecuentes las críticas al psicoanálisis, que ciertamente había influido en la formación de no pocos psiquiatras y psicólogos cubanos formados durante la República, una parte de ellos miembros del Grupo de Estudios Psicoanalíticos.(24) Según la retórica ad usum, semejante a la que imperó en los medios culturales, se podía “militar en cualquier escuela siempre que el contenido fuera revolucionario”. No obstante, las críticas subieron de tono, y de calificar al psicoanálisis como “método no científico” se pasó a definirlo como “mera fantasía que no se eleva más allá de la alquimia y la astrología”.(25) En este ambiente de descalificaciones doctrinarias ocurrieron no pocas enfrentamientos, como los sostenidos entre el psicoanalista Juan A. Portuondo y los profesores soviéticos durante el citado Curso de Perfeccionamiento. No fue infrecuente que mientras se impartían seminarios de psicoanálisis, éstos coincidieran con cursos teórico-prácticos sobre conductismo, dictados por psiquiatras cubanos. Aunque todavía a lo largo de los sesenta se publican algunos textos de orientación psicoanalítica, y se apela a este enfoque incluso en el estudio de diferentes desviaciones sexuales,(26) poco a poco se impuso el silencio. No pocos psiquiatras se apartaron de sus concepciones originales, otros optaron por variantes dinámicas toleradas o por un uso discreto (consentido según el caso) de las técnicas clásicas; mientras otra parte importante tuvo que marchar al exilio a causa, entre otras razones, de la hostilidad laboral.(27) Al mismo tiempo, el psicoanálisis freudiano (junto a la Gestalt, el existencialismo, la psicología clásica, etc.) sería catapultado en los programas docentes al rango de las escuelas idealistas e inviables “desde el punto de vista científico”.(28) A los médicos cristianos, por su parte, se le negó el acceso a la especialidad, salvo si eran protegidos por el propio régimen, patente de la que gozaba el director del Hospital Psiquiátrico de La Habana, Eduardo B. Ordaz.  

 

     Fue hacia 1968 que el escaso margen de tolerancia terminó por extinguirse. Un ejemplo de intervención ideológica en este terreno es la petición que el dirigente comunista Fabio Grobart realiza a Diego González Martín en 1965, para que publique un artículo “cuestionador” en la revista Cuba Socialista. En efecto, “Algunas consideraciones críticas sobre la teoría freudiana” fue escrito con el propósito de disuadir a “los escasos núcleos de freudianos revolucionarios que mantienen sus ideas”.(29) González Martín, que antes de la Revolución ya había tachado al psicoanálisis (en enconada polémica con Roberto Sorhegui) de “superchería”,(30) planteaba ahora la necesidad de valorar al freudismo desde una metodología dialéctico materialista. Pero si evidente es, por la falta de derecho de réplica y en virtud de la progresiva extinción de los psicoanalistas, la posición de fuerza asumida; tanto o más lo resulta la violencia epistemológica. Para González Martín no se trataba sólo de destronar al psicoanálisis como doctrina, sino también al propio inconsciente freudiano, sometiéndoloa una prueba de verdad: “las modernísimas técnicas para el estudio de las microestructuras cerebrales”.(31)

 

IV

 

     No pocos artículos publicados antes de la Revolución tratan del homosexual como individuo enfermo. Al reconstituirse en 1948 la Liga de Higiene Mental, el homosexualismo fue incluido entre los problemas sociales que se debían resolver, sin que los enfoques biológicos al estilo de los primeros años de la República desaparecieran.(32) Por otra parte, el Código de Defensa Social consideraba la práctica homosexual como “estado de peligrosidad”,(33) contemplando al efecto un rosario de medidas preventivas. Con frecuencia la policía intervenía y a algunos homosexuales se les arrestaba; para no hablar de discriminación social, laboral, etc.

 

     Sin embargo, sólo después de 1959 se radicaliza la homofobia. La noción de individuo peligroso, que en Cuba tenía una larga historia, se amplió como nunca antes. A los efectos del biopoder y de las técnicas disciplinarias se suman ahora los de una política de Estado que se apodera de todo el cuerpo social. En estas condiciones, la alianza entre los discursos médicos y jurídicos fue asegurada a través de ciertas maniobras: se la coloca al servicio de viejas leyes acopladas a preceptos socialistas, así como de nuevas leyes de carácter arbitrario. Y lo mismo ocurre a niveles normativos, mediante la presión de la opinión pública, la vigilancia directa en escuelas e internados, y la orquestación de campañas hasta llegar, por último, a las purgas en la Universidad y en varias instituciones culturales (las llamadas “depuraciones”) y a la reclusión forzosa de miles de homosexuales en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). 

   

     Como era de esperarse, la psiquiatría jugó un papel central en este sentido, tanto en la práctica clínica habitual como en el terreno de la asistencia a familias desestructuradas, y, de modo más explícito, en el marco de la psiquiatría forense. Ya en 1959 se propone la realización de un Congreso de Educación Sexual, a fin de lograr “cierta unidad de criterio” para “combatir el homosexualismo y la rebeldía contra el ideal paterno”, mientras al año siguiente, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquiatría, Jorge Viamonte presenta una ponencia titulada “Contribución al estudio de la homosexualidad”.(34) Sin embargo, ambos textos se insertan, o bien dentro de la tradición clínica, o bien como parte del típico reclamo pre-revolucionario a favor del control de la infancia y la adolescencia desviadas, sin que denoten mayor intervencionismo por parte del Estado. No obstante, ya desde 1960 el nuevo estado se había erigido en rector de diferentes instituciones psiquiátricas y sociales muy relacionadas con el control del homosexualismo, entre ellas las prisiones y los reformatorios de menores,(35) al tiempo que el Consejo Superior de Defensa Social era incorporado al Ministerio del Interior. Será después del 11 de octubre de 1961, cuando tiene lugar la conocida “noche de las tres pes.”, que todo acercamiento al problema de la práctica homosexual estará indefectiblemente ligado a los presupuestos de la nueva moral revolucionaria y a acciones de franco carácter represivo, sistematizadas en lo adelante.

 

     Así, la terapia conductual de la homosexualidad cobra fuerza a partir de 1962. Este año el entonces director de la Revista del Hospital Psiquiátrico y uno de los principales promotores de la reflexología soviética en Cuba, Eduardo Gutiérrez Agramonte, publica “Una nueva modalidad del tratamiento de la homosexualidad”.(36) Muchos homosexuales fueron tratados por él y su equipo con el fin de corregir esta “lamentable conducta”. Se trataba de una técnica desarrollada por el investigador checo Kurt Freund, pero adaptada por el médico cubano. Si aquel empleaba como estímulo inhibidor un vomitivo, y dosis subcutáneas de testosterona tras la observación por el sujeto de láminas de desnudos masculinos; éste aplica “un corrientazo en lugar del vomitivo”, al tiempo que suprime la hormona y deja al paciente “elegir la imagen”. La terapia fue calificada de “prometedor aporte cubano a la reflexología” y se aplicó hasta bien entrada la década del setenta.

 

     En 1965, por la época en que se recrudece la represión contra homosexuales y otros “remanentes del pasado”, al instituirse los campos de trabajo (UMAP), la mencionada revista dedicó su página “Avances de la ciencia” a este médico checoslovaco. Al pie de la foto se lee: “El Dr. Kurt Freund es una de las más altas figuras en materia de psicopatología sexual. A sus numerosos trabajos acaba de añadir La homosexualidad en el hombre. Nos honra mostrar la foto de este hombre de ciencia hecha recientemente en el departamento experimental de Praga”.(37) Freund había inventado un curioso medio diagnóstico: un aparato que, conectado al pene, podía captar la respuesta al estímulo erótico masculino.

 

     Tres años después, durante la llamada ofensiva revolucionaria, se produjo una campaña digna de la obsesión de pánico del régimen. En el discurso por el aniversario de los CDR el Máximo Líder denuncia a aquellos que habían comenzado a vivir de “una manera extravagante”, lo que era sinónimo de degeneración moral y llevaría en última instancia a sabotajes políticos y económicos. Días más tarde se denunciaba en la radio a los jóvenes de cabellos largos que “bailan locamente al compás de música epiléptica”. El ataque a las “orquestas de esquizofrénicos” esta vez vino convoyado con un operativo policial contra miembros de sectas afrocubanas.(38) 

 

     La fobia homosexual recobra bríos alrededor del emblemático Congreso de Educación y Cultura, contexto en el que algunos profesionales vuelven a enfilar sus cañones. El psicólogo Jesús Dueñas Becerra, por ejemplo, publica en abril de 1970 “El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales”;(39) mientras una orientación ministerial convoca poco más tarde a una Mesa Redonda sobre Homosexualidad.(40)

 

     Dueñas, actual periodista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, emplea términos como “aberración”, “debilidad caracterológica”, “lacras” y “degeneración sexual”. Después de estos preliminares, expresa sentirse preocupado por “el candente problema de la homosexualidad juvenil”, lo que le motiva a emplearse a fondo en el “terreno social”. El autor expone: “En el municipio de Cruces, núcleo de nuestra ingente labor sociopsicológica, encontramos un círculo de homosexuales que socialmente ocupan un lugar relevante (es decir, la mayor parte de la sociedad en que se desenvuelven desconoce su aberración sexual) y que, sutil y habilidosamente, ocultan para mantener su relativa estabilidad y poder desarrollar sin mayores dificultades cualquier empresa que acometan”. Según el autor, se valían de métodos propios de una “secta secreta”, por cuanto “seleccionan cuidadosamente al joven que debe ser trabajado” (…) “ejerciendo una influencia perniciosa sobre la mente del adolescente, que lleve implícita su rápida deformación”. Entre las tácticas empleadas menciona el “uso de literatura que ensalza al homosexualismo” hasta lograr la “realización del acto sexual con el sujeto cuando las circunstancias estén creadas”. Tras la consumación, continúa, “el nuevo adicto tiene la obligación de contribuir al incremento de la organización atrayendo a una nueva víctima”. Dueñas diferencia entre estos “homosexuales relevantes” y un segundo grupo, “las lacras sociales”, que “solo trata de llegar a los adolescentes por el mezquino interés de satisfacer su aberración sexual en un momento determinado”.

 

     Por último, exhorta a padres y profesores a “velar celosamente por el desarrollo integral de los adolescentes”, y destaca el papel formador de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y del Servicio Militar Obligatorio (SMO). Dichas entidades “deben encauzar desde todos los puntos de vista a la arcilla fundamental que sostiene nuestra sociedad”, por lo que llama a un “compromiso incondicional con esta nueva generación de jóvenes que, históricamente, están destinados a construir la Sociedad Comunista y que encarnan el noble ideal de justicia y solidaridad que iluminó por siempre la fecunda vida del inolvidable comandante Ernesto Guevara de la Serna”.

 

     Por su parte, en la Mesa Redonda sobre Homosexualidad, celebrada en febrero de 1971, y moderada por Martín Castellanos, se harían las siguientes observaciones:

 

1) “La homosexualidad constituye una patología que trasciende los límites de la individualidad y pasa a constituir una patología social por el carácter antisocial que esta actividad conlleva en la mayoría de los casos”.

 

2) “La homosexualidad es un tema complejo y difícil de tratar y requiere un enfoque cuidadoso y preciso como condición previa para abordarlo. Sólo así se podrá entrar en este campo, en el cual aún quedan elementos importantes por descubrir”.

 

3) “La homosexualidad es una enfermedad compleja con graves repercusiones sociales”.

 

4) “El homosexualismo es una enfermedad, es decir, es una condición psicopatológica”.

 

5) “El pueblo siempre rechazó al homosexual. Era el régimen capitalista el que propiciaba la corrupción donde el homosexual se desarrollaba. Hoy día, por nuestra conformación, por una concepción diferente de los valores morales, el repudio es mayor, y a todos los niveles de nuestra sociedad: dirigencia y masas”.(41)

 

     Un análisis de las opiniones vertidas en esta Mesa Redonda, hace evidente cómo se funden en Cuba, en un mismo plano, la enfermedad y el delito, la moral y la ley, y, en consecuencia, la homofobia como elemento cultural (o de mentalidad) y la violencia del régimen. Cuando se señala, por ejemplo, al Código de Defensa Social en lo relativo a algunos artículos establecidos antes de 1959, se dice que fueron éstos los que facilitaron “ese otro aspecto del derecho, el preventivo”, en el cual el gobierno se basó para llevar a cabo “la prevención” de esta conducta, pero también --y he aquí la diferencia-- su “represión más efectiva”.(42) De este modo “el estado peligroso”, sin dejar de ser un estado de presunción que, según la teoría penal apunta al individuo no por lo que hace, sino por lo que podría hacer en virtud de lo que es, o supuestamente es,(43) se convierte sin más en delito y, por lo mismo, en inevitable condena. Tanto más: en una condena que llega de improviso. Y quede claro: sin que se haya efectuado hecho delictivo alguno.


     Es en este sentido que los psiquiatras participantes en el mencionado coloquio “se explican” --siempre remitiéndolo a una ley pre-existente que la Revolución supo perfeccionar, léase acomodar a su propia “legalidad”-- las “detenciones de grandes grupos en las principales ciudades y su internamiento en granjas o zonas de trabajo agrícola, así como su sometimiento, en una oportunidad, a un sistema de trabajo productivo y, en otras, a tratamiento científico”.(44) Curiosa justificación, sin duda, de frente a acontecimientos que supuestamente habían cesado dos antes con el desmontaje de las UMAP. Por un lado, la estrategia de remitir a la genealogía misma del dispositivo penal (pre-revolucionario) como fuente de derecho; y, por otro, ya asegurado este aspecto, el reconocimiento de la Revolución como maquinaria de perfeccionamiento legal, comprometida con el presente y el futuro, y a prueba de toda crítica.  

 

     Ante una operación de tales magnitudes, ¿cómo se efectuaban las distribuciones? ¿Quiénes parecían “más enfermos” como para que se les tratara psiquiátricamente?, ¿y cuáles menos como para que se les sometiera exclusivamente al trabajo “rehabilitador”?. Por supuesto, ante semejante estado de excepcionalidad jurídica, como el que sustenta a los campos de concentración (a estos o cualquiera otro), ninguna de estas preguntan resultan pertinentes.(45) Pero sí a efectos del simulacro y de la hipocresía científicas. En primer lugar, cualquier terapia era válida, como se deduce del que los psiquiatras no sólo se apoyaran, alrededor de su participación concreta en estos hechos, en la reflexología, sino también en el denostado psicoanálisis. En segundo término, y para el caso específico de ciertas granjas de homosexuales (exclusivamente de ellos) establecidas con arreglo a una finalidad terapéutica (no penal, según se afirma, pero en las que también se trabaja en labores agrícolas con carácter obligatorio), el horror se muestra en el hecho de que “el infractor”, a quien supuestamente le estaba permitido “rechazar el tratamiento”, solo podía abandonar la granja cuando a juicio de los psiquiatras se decidiera “que estaba listo para dejarla”.(46) En fin, la posibilidad de una postergación infinita, en dependencia de lo que apreciara el Poder Psiquiátrico en tanto depositario del Poder Revolucionario. Claro está, para escapar al infierno no pocos homosexuales aceptaron el reto de ser tratados y, como recuerda Heberto Padilla en la entrevista que concede para el documental Conducta Impropia, éstos no podían sino hacer el juego, simular que se habían curado de una vez y por todas, y parodiar de este modo tan falaz instrumentación. 

 

     No todo fue, sin embargo, esa variamente mayor del secuestro en medio de la noche, o en playas y descampados. También existieron, según afirman los ponentes, las consultas hospitalarias y los tratamientos ambulatorios dictados por los tribunales. En estos casos, si el estudio psiquiátrico llegaba a la conclusión de que el “infractor podía continuar con sus actividades homosexuales, especialmente la seducción de jóvenes”, se les “permitía escoger” entre el internamiento en una colonia agrícola “para enfermos” o recibir tratamiento en los dispensarios y consultas externas hasta que se estuviese “razonablemente seguro” de que se abstendría de “insinuarse con menores”.(47) Como puede apreciarse, había magnanimidad.

 

V

 

     Pero hay otro frente que no se puede dejar de señalar: la opinión de los ideólogos en esta materia. Veamos el punto de vista de Gaspar J. García Galló, uno de los exponentes más duros de la concepción marxista del “diversionismo ideológico”, en una conferencia pronunciada en 1963 bajo el título Nuestra Moral Socialista.(48) Parte Galló de la idea de equiparar capitalismo a corrupción moral y homosexualidad a una de sus manifestaciones más claras, señalando el carácter “amorfo e inverso” de la alta burguesía cubana. Deja claro que la homosexualidad es un remanente de la antigua sociedad, un “hongo en la podredumbre”, afirma, inevitablemente heredado de la misma, pero condenado a desaparecer según las “medidas sociales vayan cegando la fuente de estas desviaciones”. Hasta aquí se trata, no más, que del socorrido cliché marxista. Pero lo que realmente molesta al intelectual comunista es que se les siga llamando “enfermos” en plena sociedad socialista, y que todavía cuenten a su favor con semejante subterfugio. Y esto no porque no acepte la condición biológica de unos pocos casos, en definitiva curables por medio de terapias hormonales; ni porque no influyan en su génesis factores ambientales como un “entorno femenino” o la “promiscuidad”; sino porque tales “desviaciones de la infancia” solo se agravan y consolidan allí donde la sociedad es dominada por una “clase decadente” y, por lo tanto, porque únicamente aquella es su razón de ser. Que la nueva sociedad tenga que heredar tal legado (“no se puede de la noche a la mañana hacer normales a los viciosos”) es comoquiera una cuestión de tiempo. Pero que en su seno se emplee el calificativo de enfermos y queden aún numerosos homosexuales “en ciertos sectores y en determinadas capas”, principalmente en los medios públicos y artísticos, es a su juicio una cuestión injustificada y más peligrosa. Como también, afirma, la opinión misma de algunos de “estos desviados” que esgrimen la “llamada amplitud de criterio” y justifican así sus “prácticas torcidas”. Evidentemente, se trata de un ataque contra la influencia y el poder  de algunas figuras públicas lo suficientemente significativas como para afectar “el honor nacional”.

 

     A la falsa “enfermedad” de estos sectores, García Galló opone el hecho de que “son muy raros los casos entre campesinos y trabajadores”. Como ocurrió no sólo a la hora de defenestrar a los homosexuales de las instituciones artísticas y universitarias, sino a toda la intelectualidad crítica (o medianamente crítica) del país, la retórica ad usum vuelve a ser la de remitir toda desviación moral y política al pasado, y legitimar las acciones represivas del presente invocando la sanidad y la pureza del pueblo (por ejemplo, Palabras a los intelectuales). Y es que, en su estilo más decantado, el discurso revolucionario no deja espacio para subterfugios. La enfermedad, se la considere o no bajo cualquiera de sus variantes, a estas alturas sólo puede ser un agravante político, un atentado contra la moral socialista. De ahí la tardanza y la hipocresía de la gestión psiquiátrica. De hecho, en la citada Mesa Redonda se reconoce, entre líneas, el fracaso “para lograr algunas modificaciones en sus hábitos externos”, no así “en el aspecto colectivo o social” en el que se logró que “la manifestación pública de esta conducta disminuyera considerablemente”.  

 

     Pero si García Galló asume su papel de ideólogo, sin más, otros funcionarios del régimen retoman el asunto por su lado científico, aceptando --supuestamente-- “su complejidad”. Es el caso de Abel Prieto Morales, quien en 1969 publica en la sección Panorama de la Ciencia de la revista Bohemia, un artículo titulado “Homosexualismo”.(49) No se trata aquí de negar la enfermedad, sino aquellas teorías genéticas y endocrinológicas que, a juicio del autor, la “desculpabilizan”, al favorecer que se le aprecie como una afección inevitable y ajena a la vez a resortes morales. En cambio, y a tono con la opinión de un grupo de expertos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), Prieto se centra en sostener un origen exclusivamente psicosocial de la homosexualidad. Para ello, no escatima apelar a algunos postulados psicoanalíticos, citando incluso a autores occidentales, pero arrimándolos festinadamente al terreno del “aprendizaje”. Se trataría así de un fallo temprano en la asimilación “del papel social masculino o femenino de cada individuo”, lo que a su vez se ve modelado por “circunstancias externas” como el “medio familiar” y el “ámbito social”. En este sentido, si la identificación precoz normal fracasa, o bien por desvalorización del ideal paterno o por dependencia excesiva hacia la madre, es porque existe de hecho una “constelación familiar enfermiza”, un medio en el que, al fin y al cabo --y no hay ambages al decirlo-- “ambos padres son culpables”. En cuanto al ámbito propiamente social, “el contagio creado por los adultos homosexuales” y el influjo negativo de la ciudad con sus “salones” y “espectáculos”, serían los factores etiológicos.

 

     En fin, y como expresa el informe del MINSAP citado por Prieto: “La conducta del homosexual verdadero presenta algunos puntos de semejanza con la adicción a las drogas, como es el hecho de una actividad compulsiva que incluye la tendencia a formar grupos de seguidores y propagadores con seducción de nuevos participantes”. De ahí que la profilaxis sugerida por el autor se reduzca a lo siguiente: 1ro) Que el padre se comporte como tal y la madre tenga dentro del hogar el lugar que le corresponde y 2do) Que no sólo se les reconozca a los homosexuales en tanto focos de contagio, sino que se evite por todos los medios su propagación. Obviamente, en esto consistía la complejidad del asunto.

 

     Pero si hubo un ideólogo mayor, un responsable de la política social de la Revolución y de sus terribles consecuencias, ese fue Fidel Castro. Dejando ahora de lado las implicaciones de la dirigencia en las primeras redadas de homosexuales y prostitutas, y las socorridas alusiones a la oposición y a ciertos sectores de la juventud como “blandos” y “decadentes”, la primera mención explícita a la homosexualidad como fenómeno nocivo para el socialismo, la primera de gran alcance público, tuvo lugar el 13 de marzo de 1963 al conmemorarse el VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial. En su discurso de clausura Fidel Castro expresó(50):

 

   “Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente. 

 

   “Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS) (….) Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa”.”

 

     Como no podía se de otro modo, Castro alude a la medicina y a teorías psiquiátricas, pero para ponerse por encima de ellas. Si la enfermedad en cuestión no existe en los campos, no formando parte por lo mismo de la “naturaleza social” de la Revolución, entones poco sentido tiene su carácter médico-psiquiátrico, aún cuando éste se base en una ficción normativa. Para que sea verdaderamente efectiva, ahora toda norma deberá erigirse más allá de la red clásica que la venía sustentando. Soldados, campesinos y estudiantes revolucionarios la constituyen en si mismos; ellos, a modo de cordón sanitario, la encarnan;  son a la vez lo sano y lo correcto en términos políticos, mientras devienen el brazo ejecutivo de la nueva política social, siguiendo los dictámenes del Máximo Líder y de otros dirigentes.

 

     En este sentido, hay que destacar el enorme parecido --no una tergiversación, como se ha dicho, sino una amplificación de sus palabras(51) -- entre el lenguaje empleado por Fidel Castro en este discurso de marzo 1963 y el de los diferentes editorial y artículos que, a partir del mismo año, comienzan a aparecer las revistas Mella y Alma Mater,(52) en lo que constituyó todo una escalada represiva que acompañaría no sólo a los procesos de “depuración” en la Universidad y en otros niveles de la enseñanza, sino también a la creación de las UMAP. Además del uso de los mismos y semejantes diminutivos sarcásticos para referirse a la condición homosexual, tienen en común dichas intervenciones el recurso a la animalización del Otro (“lacras”, “gusanos”, “piltrafas”) y rezuman, en consecuencia, idéntico odio hacia quienes expresaban diferencias de credos, de hábitos, de posturas, etc. Acaso en el entonces frecuente término de “enfermitos”, subyace mejor que en ninguno otro la lógica discursiva de la época: aquella que, por el centro, reduce al homosexual y lo convierte en un menor, alguien no apto para defenderse ante la Ley; y que va, por los extremos, desde la pretendida negación de la enfermedad (García Galló) hasta el pretendido abordaje científico (Prieto Morales)

 

     Y es que al devenir “enfermitos”, varios miles de jóvenes cubanos (homosexuales o no) quedaban expuestos a la más cruda intemperie e identificación policial por parte del resto de la sociedad. En principio, ningún recurso legal ni médico-psiquiátrico los ampara, pues, como se dice en los artículos publicados en la revista Mella: “Las enfermedades están siendo extirpadas, y ésta no es una excepción”. Hay, por lo tanto, que “desenmascararlos, ridiculizarlos ante todo el pueblo y si es preciso, como ya se viene haciendo, aplicarles toda la fuerza y el poder del estado obrero-campesino”. Tienen sí, un único asidero que los salve de convertirse en “elementos deleznables”: integrar “las filas del ejército del trabajo, y educarse allí en una actitud distinta, más acorde con la forma de pensar de nuestra juventud.”(53)

 

VI

 

     Para finalizar, la Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátrica merece algunas observaciones, no al margen sino para ampliar un tanto las que ya se han hecho. Pocos documentos de la época muestran mejor que éste cómo se impuso una jerga ideológica y un pensamiento por categorías (“enemigos del pueblo”, “burgueses degenerados”, etc.) que suplantó cualquier noción ética de la diversidad humana, al extender sobre la sociedad nociones abstractas de terribles consecuencias. Estas categorías también se orientan hacia el interior de la Asamblea (“cuestión de principios”, “intereses irreconciliables”, “filosofía de la Revolución”, etc.), a modo de diques que no pueden transgredirse y que frenan de hecho toda crítica, incluso las más gratuitas o no intencionadas, llevándolas al plano del sin-sentido o recluyéndolas en una gramática elemental cuyas claves deben manejar todos los ponentes con idéntica precisión. El distanciamiento, pues, con la realidad, produce un efecto teatral (de teatro bufo) que es lo mejor del documento si no fuera por sus derivas. A ello se suman las cómicas y no menos siniestras peticiones de crear “pueblos mixtos” de obreros y enfermos crónicos, “hospitales de noche” para no interferir en la cadena productiva, y campamentos para la reeducación de prostitutas, convirtiéndolas en costureras y aliadas en la lucha contra el proxenetismo.(54)

     Aunque abundan las intervenciones de carácter “técnico”, el propósito de la Conferencia era sobre todo de orden práctico: regular las intervenciones psiquiátricas y de salud mental, pero estableciendo --sobre todo-- una jerarquía entre los diferentes ámbitos. Hay en la Conferencia tres voces fundamentales: Diego González Martín, como intérprete de los lineamientos marxista-leninistas; el Comandante Ordaz, representante del “humanismo revolucionario” y vínculo directo con el Gobierno; y, el Dr. Oliva, exponente de las labores del Ministerio del Interior. Son justamente las intervenciones de Oliva y sus propuestas, las que ocupan, por decir así, el lugar cimero y articulador de la Conferencia. Se trata de un organismo “intocable” cuyas acciones no sólo se llevan los mayores elogios por una buena parte de los psiquiatras --algunos encargados de velar por el no disentimiento en relación al MININT--, sino que gozan además de determinadas patentes: la pureza de principios, el recurso a la práctica y la experimentación como criterio de verdad (es con “fina intuición revolucionaria” que resuelven el problema de la delincuencia, mientras deslindan entre enfermos y “lacras sociales”), e incluso el derecho al secreto sobre los resultados de su trabajo, así como a elegir exclusivamente a psiquiatras de “probados principios” para que les asesoren en el futuro.(55)

 

     Claro que esta superioridad de la práctica se envuelve en un discurso legal, que genera por cierto algunas fricciones (y sobre todo, confusiones) a lo largo de la Asamblea, todas saldadas sin embargo con arreglo a una legalidad socialista “todavía joven”, a la que asiste el recurso a la improvisación. Mientras los psiquiatras, necesariamente, se mantienen apegados a sus dispositivos --en definitiva las relaciones con el derecho penal son inherentes a la psiquiatría-, una maquinaria de más vasto calado les pasa por encima. Tienen ahora, por fin, todo el apoyo del Estado.

 

Notas:

(1) “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. IV, no 2, abril-junio, pp. 177-400, 1963. (ver ANEXO). 

(2) En las conclusiones de esta Primera Conferencia Psiquiátrica (también conocida como Asamblea Nacional Psiquiátrica, enero de 1962) se expresa la necesidad de “vincular los instrumentos de la disciplina con los empeños de la construcción del socialismo, el incremento de la producción y la defensa de la patria”, aprovechando “los vehículos mismos de la Revolución para desarrollar la prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales”. Una de las ponencias presentadas se tituló “La protección social al enfermo mental” y fue pronunciada por Abdo Canasí, quien realiza un llamado a crear un cuerpo de auxiliares psiquiátricos extensible a todo el país e inspirado en el modelo soviético. Con posterioridad a esta Conferencia, se publica en la Gaceta Oficial(marzo de 1962) un decreto según el cual el Ministerio del Interior podía declarar el estado de peligrosidad de un sujeto sin intervención médica, bastando al efecto con el “asesoramiento de miembros de la CTC, del Sindicato o el CDR”. Se comienza a emplear el término pre-delincuencia, aplicado para señalar una supuesta “proclividad al delito” que incluía figuras como la vagancia, la homosexualidad, el escándalo público y otras alegadas “conductas impropias”. La institución del “estado peligroso” y de los “indices de peligrosidad” ya se recogían en el Decreto Ley 802 del 8 de octubre de 1938. El artículo 48 Código de Defensa Social definía al estado peligroso como “predisposición morbosa congénita o adquirida mediante el hábito que, destruyendo y enervando los motivos de inhibición, favorezca la inclinación a delinquir de un sujeto.” (ver referencias en “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas”).

(3) Código de defensa social. Ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad privativas de libertad y reglamento para su aplicación. La Habana, Jesús Montero, 1946.

(4) de la Cruz Ochoa, Ramón: “El delito, la criminología y el derecho penal en Cuba después de 1959”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, no 2, 2000. (Otra ley en la misma dirección es la número 1155 de 1 de abril de 1964, la cual afirma: “Es necesario como medio de fortalecer la lucha contra elementos antisociales, que aún existen como rezagos de la sociedad capitalista, facultar al Consejo Superior de Defensa Social para decomisar bienes muebles propiedad de personas que sean declaradas en estado peligroso”).

(5) Dumont, René: Cuba: intento de crítica constructiva, 1965, Barcelona, Nova Terra, p. 159-160. 

(6) Proyecciones Oficiales de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría sobre la Organización Psiquiátrica y la Higiene Mental en Cuba, Junta Directiva de la Sociedad, La Habana, mayo de 1959. (Este folleto, al parecer redactado en marzo de 1959, lo firman, entre otros, Jiménez Malgrat, Sagredo Acebal, Fernández de Castro, Argaín Ros, Uriarte Simonetti y Galigarcía Hernández. El “Proyecto de Asistencia Psiquiátrica Nacional” (así se titula la Parte II), solicitaba un presupuesto de 20 millones de pesos a efectuarse en ocho a diez años. Sus proposiciones eran: (1) Creación de un Consejo Nacional de Psiquiatría y Salud Mental que se encargara de la organización y supervisión del resto de las propuestas. (2) Eliminación de la orden judicial como vía de ingreso (aunque manteniendo un breve reporte a las autoridades competentes). (3) Creación de hospitales psiquiátricos provinciales (en Santiago y Santa Clara inicialmente). (4) Demolición y transformación de Mazorra en una colonia o asilo modelo destinado a pacientes crónicos. (5) Construcción de dispensarios municipales (hasta llegar a uno por cada 50 000 habitantes).  (6) Formación de un Servicio Social Psiquiátrico en la Escuela de Servicio Social. (7) Construcción de colonias-hogares para retrasados mentales. (8) Construcción de un Manicomio Judicial, así como de Preventorio de menores, de acuerdo con el Código de Defensa Social. (9) Creación de reformatorios para el tratamiento de la delincuencia juvenil, además de una Clínica de Conducta para adolescentes con “verdaderos” reglamentos y acoplada a los Tribunales de Menores. (10) Establecimiento de un Centro de Orientación Profesional (para selección de profesionales). (10) Establecimiento de un organismo docente encargado de la formación de  psiquiatras psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales. Y (11) Promoción de un programa de Higiene Mental enfocado hacia las principales problemáticas de riesgo).

(7) El 7 abril de 1959 se aprueba la ley no. 211 que disponía (a partir de esa fecha) aumentar en 800 el número de camas del Hospital de Mazorra, aprobándose al efecto un crédito de 17 526.50 pesos. Leyes del Gobierno Provisional de la Revolución, 1959, La Habana, Editorial Lex, pp. 16-17; y Gaceta Oficial, no. 61, abril 8 de 1959.

(8) “Plan de Asistencia Psiquiátrica Nacional”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. 1, no. 2 (Suplemento), julio-septiembre de 1959, La Habana.  (Este informe fue escrito a petición de Eduardo Bernabé Ordaz por el psiquiatra Julio Reymondez entre marzo y abril de 1959. En general se trataba de una reelaboración de planes y textos anteriores de su autor, al frente de la Liga de Higiene Mental desde 1948. El proyecto recibió “una honorable acogida” por parte de Fidel Castro, Manuel Urrutia y del entonces Ministro de Salubridad Julio Martínez Páez. El Plan incluía: (1) La construcción de dos instituciones “semejantes, aunque más pequeñas” en Santa Clara y Santiago de Cuba, lo que permitiría la existencia de una cama por cada mil habitantes, de acuerdo a lo estipulado por la OMS. (2) Construir una clínica de agudos con capacidad para 500 pacientes en la propia Mazorra (ya en construcción), y otras dos con capacidad para 100, en Santiago de Cuba y Santa Clara. (3) Aumentar el número de consultas externas y de equipos de psicoterapia de grupo. (4) Establecer una “red de dispensarios que se extendería por todo el país con su doble tarea terapéutica y práctica”, vinculados a las comunidades y a las escuelas, para llevar a cabo la obra educativa de la salud mental (y se cita a propósito trabajos anteriores de Reymondez, Potts y Fernández de Castro).  (5) Construir dos clínicas para niños psicóticos de 100 camas cada una, en Matanzas y Camagüey. (6) Construir escuelas anexas a las normales para oligofrénicos en cada provincia, de lo que debería ocuparse el Ministerio de Educación (se estima que el 10% de la población infantil necesitaría ir a ellas). Y (7) Crear un Centro de Investigaciones del Cerebro. Este Plan, como el anterior de la Sociedad de Psiquiatría, se nutría de elaboraciones y propuestas que circularon en años anteriores a la Revolución. A partir de ellos se articula la nueva política del Estado en torno a la salud mental, pero sufriendo variaciones sustanciales en cuanto a sus vínculos con el Estado, al centralizar éste toda la gestión sanitaria, lo que dio al traste con el carácter liberal de ambas propuestas.

(9) Reymondez, Julio: “La Liga de Higiene Mental en Cuba”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 8, no 3, 1958, p. 13 (Fundada en 1929, la Liga de Higiene Mental sólo reinició y mantuvo sus labores a partir de 1948. En 1951 Reymondez presentó su Proyecto de Programa).

(10) Proyecciones oficiales…, p. 10.

(11) “El Hospital de Dementes de Mazorra: una vergüenza nacional”; Fabre y Carbonell (fotorreportaje), Bohemia, 1 de febrero de 1959. (Al igual que en 1898 tras el derrumbe del régimen colonial, se toma al asilo de locos como metáfora por excelencia de la descomposición y corrupción del Antiguo Régimen. Se trata del viejo discurso de la frustración cubana, ahora con particular énfasis en la oposición desvergüenza/adecentamiento, dueto que venía cobrando fuerzas desde la década del cuarenta. El Hospital Psiquiátrico de La Habana es convertido en modelo de la nueva política sanitaria. Pero lo curioso es que su conversión en Comunidad Terapéutica y Centro de Rehabilitación Social, así como las transformaciones higiénicas, etc., responderían sobre todo a presupuestos éticos que no se apartan de los del reformismo burgués. Su referencia no es otra que la “reforma pineleana”, con la figura de filántropo encarnando en la persona del Comandante Ordaz, eje de una gestión que liga en lo adelante la institución al Estado y las mejoras realmente conseguidas durante décadas (hasta 1990), a los ideales del turismo revolucionario. Al igual que ocurre en 1898 cuando un grupo de combatientes del Ejército Libertador, encabezado por Lucas Álvarez Cerice, se ocupa de la dirección y reforma del asilo; ahora varios miembros del Movimiento 26 de Julio estarán al frente de las principales gestiones sanitarias del país. Otro ejemplo de ello es la creación en 1959 del Departamento de Investigaciones Psicológicas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigido por Ernesto Che Guevara hasta 1961 y en el que participa el comandante y psiquiatra Humberto Castelló.

(12) ver Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 10, no. 2, abril-junio de 1960, pp. 62-68.  (Para Argaín Ros la enfermedad no está en el pueblo, sino agazapada “entre el pueblo” como “enemigo de clase”. Propone: (1) Crear una Junta o Comisión Nacional de Psiquiatría e Higiene Mental. (2) Reformar la legislación vigente sobre enfermedades mentales. (3) Promover la rehabilitación física y moral del enfermo. (4) Crear nuevos hospitales psiquiátricos (uno por provincia). (5) Crear dispensarios y un sistema de atención por distritos (6) Reestructurar Mazorra (convirtiéndola en una colonia-asilo de crónicos) (7) Construir nuevos reformatorios para menores delincuentes (8) Desarrollar centros de asistencia a oligofrénicos (9) Desarrollar la psicología del trabajo y del control empresarial. Y (10) Llevar la asistencia a las zonas rurales para erradicar el curanderismo, el espiritismo y la brujería, etc. Para ahondar en lo que se concibió como “línea de masas”, ver “Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…”, pp. 187-89).

(13) Fue intervenida el 2 de febrero de 1966 tras una campaña de descalificación que comenzó un año antes en el periódico Adelante de Camagüey. De modo que la propuesta de Argaín Ros de erradicar el espiritismo y la brujería, se materializa con la ilegalización de estos centros. Se trató, por otra parte, de una tarea orientada por el Ministerio de Salud que corrió pareja con la construcción, entre otros, del Hospital Provincial Psiquiátrico “Comandante René Vallejo”, para lo cual se contó con el trabajo de los pacientes de Mazorra. 

A la vez, el espiritismo es convertido en objeto de estudio, un ejemplo de lo cual encontramos en el artículo “Aspectos culturales y psiquiátricos de una secta de espiritistas de cordón”, de Luís Calzadilla. Se trata de un análisis clínico y psicológico de diez pacientes que profesaban estas creencias, y que concluye que la mayoría de ellos tenían alteraciones psíquicas o trastornos de personalidad, sugiriéndose la realización de estudios de neurofisiología y antropología para conocer mejor el funcionamiento de la secta y llegar a “conclusiones definitivas” (Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1971, vol. IV, no 2, pp. 21-35). 

De manera oficial, el espiritismo fue declarado ilegal en 1963. Curiosamente, el nuevo impulso dado a la psiquiatría transcultural durante los años sesenta y comienzos de los setenta coincide con la prohibición de prácticas médicas de procedencia espiritista, santera o congo-espiritista. El mayor artífice de la psiquiatría transcultural cubana, José Ángel Bustamante, aparece por ejemplo en Acerca de un personaje que unos llaman San Lázaro y otros Babalú Ayé, documental de Octavio Cortázar y Luis Rogelio Nogueras, pronosticando el fin del culto de San Lázaro por formar parte de una “superestructura ideológica” que, como reza el adagio marxista, terminaría por desaparecer una vez consolidado el “nuevo modo de producción”.

(14) Los cambios más significativos son los que se producen en la Junta de Gobierno de la Sociedad Cubana de Neurología y Psiquiatría entre 1960 y 1963. Implican el ascenso de figuras como José Galigarcía Hernández, José A. Argaín Ros, Leopoldo Araujo y Armando de Córdova. Por su parte, dentro de la Escuela de Psicología se destaca, sobre todo, el ascenso de Diego González Martín, designado además en 1961 Coordinador Nacional de Psiquiatría y Responsable de la Comisión Psiquiátrica Nacional del Ministerio de Salud Pública. González Martín jugó un papel destacado tanto en la Conferencia Nacional de Psiquiatría (1962) como en la Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas (1963).

(15) Ver: Dr. Francisco Lancís y Suárez: Estudios históricos y médico legales, Gregorio Delgado, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, no. 76, 1991; y Desarrollo histórico de la cátedra Patología y Clínica de las Enfermedades Nerviosas y Mentales de la Universidad de la Habana (1906-1961), Gregorio Delgado, Cuadernos de Historia de la Salud Pública, no. 84, La Habana, 1998.

(16) Smirnov A. A; Leontiev A. N; Rubinstein, S. L; y Tieplov B. M: Psicología, La Habana, Imprenta Nacional de Cuba, 1961 (traducción: Florencia Villa Landa).

(17) ver referencia en “Editorial”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. IV, no 3, julio-septiembre, 1963. (Esta decisión fue tomada 1961).

(18) El Seminario, como también se le llamó al Curso de perfeccionamiento, no comenzó hasta mayo de 1963. Durante años la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana recogerá en sus páginas dichas conferencias. En 1965 se publica en forma de libro Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría, I. T. Victorov, Ministerio de Salud Pública, La Habana; y al año siguiente Bases teóricas de los problemas centrales de la psiquiatría infantil, D. W. Isaiev, La Habana, Editorial Revista del Hospital Psiquiátrico de la Habana.

(19) El último número de Archivos de Neurología y Psiquiatría es el correspondiente a enero-marzo de 1961. Terminaba así una empresa que se inició en 1946 y que llegó a publicar 11 volúmenes.

(20) Tras casi un año sin publicarse, la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana reaparece en enero de 1962 (vol. III, no 1). El “Editorial” en cuestión expresaba que, “siendo uno de los adelantos más notables en los últimos años el tratamiento de las enfermedades mentales por medios químicos, y esto no es de extrañar pues sólo puede haber enfermedades en lo corporal, en lo físico-químico”, se decidía la publicación de un dossier sobre los nuevos fármacos (p. 1). Esta insistencia de tipo doctrinal, no meramente técnica, muestra muy bien el determinismo de corte materialista que comenzaba a abrirse paso.

(21) Ver referencias en Primera Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas (ANEXO).

(22) Aunque algunos cambios en la estructura de la docencia psiquiátrica se dictan ya entre abril y mayo de 1959, a fin de separar las especialidades de psiquiatría y neurología, y de introducir un curso de Psicología Médica en el segundo año de la carrera, un semestre de Psiquiatría en el cuarto y un internado rotatorio de varios meses en último; lo cierto es que los mismos no se hicieron en principio con arreglo a las tesis de la psicología soviética. Estos sólo se imponen de modo progresivo a partir de 1961. (Ver “Editorial”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, abril-junio de 1959, vol. 9, no 2, p. 55). Por su parte, la reforma docente presentada Galigarcía en enero de 1960, en el Segundo Congreso Nacional de Psiquiatría, proponía “la formación integral, filosófica y humanista de lo nuevos agentes de salud mental,  como lo contempla la Revolución”.

(23) “Editorial”, Eduardo Bernabé Ordaz, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1964, vol. IV., no 3, p. 460.  

(24) El Grupo de Estudios Psicoanalíticos se estableció en 1955 bajo reconocimiento de A. P. I (Ginebra). En diciembre del mismo año se constituyó en Sociedad Psicoanalítica de Cuba, presidida por José Ángel Bustamante O’Leary. Tal vez la primera crítica oficial al psicoanálisis fue la que tuvo lugar en una mesa redonda celebrada en el Hospital Psiquiátrico de La Habana el 29 de abril de 1962, y que coordinara Eduardo Gutiérrez Agramonte (ver, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1962, vol. III, no 3). 

(25) Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1964, vol. V, no 1, p. 53-66. 

(26) ver por ejemplo “La falta de la figura paterna y la transformación del rol femenino”. F. Escardó, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. VIII, pp. 313-320, 1967; y, “El afeminamiento en el niño”, Psicología y Educación, octubre-diciembre, 1965. 

(27) Marchan al exilio los neuropsiquiatras Rubén Darío Rumbaut (1960), Jorge Picaza Benítez (1961), Esteban Valdés Castillo (1961), Frisso Potts (¿1961?), Oscar Sagredo Acebal (1962), Ofelia Esquivel Rodón (1964), José N. Gurri Garrido (1964), Julio Reymondez (1966), Julio Feijoo (1966), René de la Huerta (1969), Bautista Pérez Sanz (¿1969?), Héctor Wiltz Lancís (1970), entre otros. También los psicólogos José Ignacio Lasaga (1961) y Juan A. Portuondo (1971).

(28) Programa de especialización en Psiquiatría, MINSAP, La Habana, 1986.

(29) González Martín, Diego: “Algunas consideraciones críticas sobre la teoría freudiana”, Cuba Socialista, Mayo, 1965. 

(30) González Martín, Diego: “Sí, la Obra de Freud es una Superchería Reaccionaria”, La última hora, año 3, no 15, enero de 1953. (La polémica entre González Martín y el psiquiatra de formación psicoanalítica Roberto Sorhegui se extiende a otros textos de ambos autores, y tuvo lugar justo cuando comenzaba a formarse un importante núcleo de orientación psicoanalítica en el seno de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología. En esta época, en los Partidos Comunistas de todo el mundo, había una posición contraria al psicoanálisis, que incluía presionar directamente a aquellos miembros del partido que tuvieran formación psicoanalítica. En Cuba el Partido Socialista Popular (PSP) sufragó la revista Medicina Reflexológica, coordinada entre otros por González Martín, publicación de muy breve existencia cuya aparición coincide con este clima de enfrentamientos).

(31) González Martín, “Algunas consideraciones críticas….”.   

(32) Ver, por ejemplo, Cinco ensayos sobre la vida sexual, de José Chelala Aguilera, La Habana, 1959. Este ginecólogo y periodista médico de la revista Bohemia tenía entre sus principales preocupaciones “el auge de la homosexualidad” no sólo en los centros de reclusión sino también en la población general. Propuso en varias ocasiones el control de artistas homosexuales y llegó a aceptar el empleo de la psicocirugía (lobectomía) como tratamiento de la homosexualidad. Aunque Chelala basó su gestión eugenésica en medidas fundamentalmente sociales, estas eran igualmente radicales. A través de este autor conocemos que no pocos homosexuales fueron tratados en Cuba “sin éxito” mediante esterilización quirúrgica, implantación de testículos, uso de hormonas, electroshock y rayos X. Chelala apunta en este libro que todo niño debe ser estudiado, vigilado y orientado psicosexualmente en cada etapa de su vida por padres, maestros y médicos.

(33) Código de defensa social: ley de ejecución de sanciones y medidas de seguridad privativas de libertad y reglamento para su ejecución, La Habana, Jesús Montero, 1946. Reformado en 1951 por José A. Martínez, el código penal no consideraba la homosexualidad un delito, pero sí un estado de peligrosidad con sus correspondientes medidas de seguridad. Del jurista José Agustín Martínez puede consultarse: El homosexualismo y su tratamiento. Asociación Nacional de Funcionarios del Poder Judicial (Cuba), México, Ediciones Botas, 1947).

(34) Reymondez, Julio: “Higiene Mental”, Revista del Hospital Psiquiátrico, vol. I, abril-junio, 1959, pp. 3-11; y Viamonte Abreu, Jorge:  “Contribución al estudio de la homosexualidad”, Archivos de Neurología y Psiquiatría, vol. 10, no. 2, abril-junio de 1960, p. 7.

(35) El 11 de enero de 1959, un psiquiatra, Leopoldo Araujo Bernal, toma posesión del Centro de Orientación Infantil, organismo rector de la atención social y judicial de los menores de edad Cuba. Muy pronto, Araujo es presentado como Jefe del Departamento de Orientación y Rehabilitación de Menores del Ministerio de Bienestar Social, antesala de los Centros de Evaluación de Menores, entidad de enorme trascendencia en la criminalización de la infancia y la juventud durante las décadas de 1960 y 1970. 

(36) Gutiérrez Agramonte, Eduardo: “Una nueva modalidad del tratamiento de la homosexualidad, Revista Cubana de Medicina, vol. 1, no 1, enero de 1962, pp. 79-86.

(37) “Avances de la ciencia”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. VI, no 1, 1965, p. 61.

(38) Thomas, Hugh: Cuba: la lucha por la libertad 1858-1970, t-3, 1974, Barcelona, México DF., Ediciones Grijalbo, pp. 1828-1829.  

(39) Dueñas Becerra, Jesús: “El homosexualismo y sus implicaciones científicas y sociales”, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, vol. XI, no 1, enero-abril 1970, pp. 53-62.   

(40) Mesa Redonda sobre la Homosexualidad/Palabras al folleto: Eduardo B. Ordaz Ducungé. Moderador: Martín Castellanos Martínez. Ponentes: María Elena Solé, Magaly Casell, Noemí Pérez Valdés, Gerardo Nogueira Rivero, Bartolomé Arce Gutiérrez. La Habana, MINSAP, 1972, 51 p. (Suplemento especial de la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana).

(41) De la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974 (Resumen de Special Supplement, Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana, 1972; traducción al castellano de Francisco Morán). 

(42) De la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974. 

(43) Foucault, Michel, “La evolución de la noción de “individuo peligroso” en la psiquiatría legal”, en La vida de los hombres infames, Las Ediciones de La Piqueta, Ediciones Endymion, Madrid, 1990, pp. 262 y 263.

(44) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974.

(45) Agamben, Giorgio: “El campo de concentración como nómos de lo moderno”, en Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos, 1998, pp. 211-229. 

(46) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974. 

(47) de la Vega, Gabriel: “Round Table Discussion of Homosexuality”, Psychoanalytic Quarterly, 43:160, 1974.

(48) García Galló, Gaspar Jorge: Nuestra moral socialista, Secretaria de Divulgación, Consejo Provincial, SNTEC, La Habana, 1963, ver en particular el acápite “Los perversos sexuales. Los `enfermos’ y `enfermas’, pp. 41-43. Ver del mismo autor la conferencia: El diversionismo ideológico, La Habana, Hospital Psiquiátrico de La Habana, MINSAP, 1979. 

(49) Prieto Morales, Abel: “Homosexualismo”, Bohemia, no. 113, 1969, pp. 108-109 y 113.

(50) Fidel Castro Ruz, Discurso pronunciado en la clausura del acto para conmemorar el VI Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1963, en El Mundo, no 20, 599, 14 de marzo de 1963, pp. 5-6. (De modo igualmente explícito, se extiende sobre el asunto en estos términos: “Por ahí anda un espécimen que debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces, andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes (…) Claro que no chocan contra la Revolución como sistema, pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios (…) Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvisprelianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.”).

(51) Ernesto Juan Castellanos: El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos, www.criterios.es (Conferencia leída por su autor el 31 de octubre de 2008, en el Centro Teórico Cultural Criterios, La Habana).

(52) Entre los artículos en cuestión, citados por Ernesto Juan Castellanos, ver: “Unos `liberados’ atados a las peores lacras del pasado”, Mella, no 219, 11 de mayo de 1963, p. 3; “Editorial”, Alma Mater, no 22, 16 de diciembre de 1963, p. 2; “Los desviados se esconden tras la noche”, Mella, no 291, 28 de septiembre de 1964, p. 9; “Los vagos se disfrazan de enfermitos”, Mella, no 293, 5 de octubre de 1964, p. 9; “La gran batalla del estudiantado”, Mella, no 326, 31 de mayo de 1965, pp. 2-3; “Nuestra opinión”, Alma Mater, no 49, 5 de junio de 1965, p. 2; Enrique A. Jane: “El mundo de los diferentes”, Mella, no 340, 6 de septiembre de 1965, pp. 6-8.

(53) citado en El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos… pp. 7-17.

(54) Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…, p. 193, 220 y 243.

(55) Conferencia Nacional de Instituciones Psiquiátricas…, p. 192, 193, 212, 248, 272, 295, 367, 382, 384 y 385.

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.