EL  PAPEL  DE  LA  JERARQUÍA  CATÓLICA

EN  LA  SOCIEDAD  CUBANA

La tiranía castrista

(Parte I)

 

 

Caricaturas publicadas el 19 de febrero de 1961

en Bohemia, atacando a la Iglesia católica

 

 

El cardenal Jaime Ortega Alamino

denigra a opositores cubanos

y al difunto monseñor Agustín Román

 

 

Régimen militar detiene a

70 Damas de Blanco a una semana de la visita papal

 

 

Monseñor de Céspedes

Andrés Reynaldo

13 de enero de 2014

 

Su legado es palpable en el lenguaje y la práctica de prelados y laicos dispuestos a acompañar a Raúl Castro en el tránsito de la dictadura sin mercado a la dictadura con mercado.

 

Más que ninguno de los obispos que permanecieron en Cuba, más que el cardenal Jaime Ortega y Alamino,  monseñor Carlos Manuel de Céspedes encarnó la contradicción de una Iglesia que estuvo a punto de ser mártir y acabó por ser una amordazada sobreviviente.

 

La muerte de De Céspedes, y el inminente retiro de Ortega, cierran un ciclo para el catolicismo cubano. Ambos apostaron por preservar a toda costa un papel para la Iglesia frente al dictador que arrasó con sanguinario frenesí una estructura eclesial de cinco siglos. Aquello que se haya salvado para hoy habrá que pesarlo un día contra aquello que se perdió para siempre.

 

Sería poco elegante aprovechar la muerte de uno para hacer el obituario de dos. Sin embargo, De Céspedes y Ortega son las figuras emblemáticas de una corriente dominante de nuestra Iglesia que, en aras de promover el diálogo con el verdugo, a veces opta por no escuchar a la víctima. Sus defensores aplauden como preservadora estrategia lo que otros condenan, por lo menos, como ligereza. 

 

De Céspedes fue un hombre culto, bonachón y de una insaciable inteligencia. Tenía, además, esa fibra refinadamente lúdica que en algunos cubanos puede seducir como candidez. Bajo el mínimo techo que la dictadura dejó a la Iglesia, hizo en su momento un encomiable esfuerzo por mantener en pie el Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Brilló en la caridad y la austeridad. Aunque su escritura no consiguió trascender la gran confusión origenista, debe aplaudirse su persistencia en la palabra de la tradición y los Evangelios.

 

En el estéril ejercicio de pronosticar el pasado podemos conjeturar la fértil influencia que este hombre hubiera impuesto a nuestra sociedad y a la Iglesia en un marco de plenas libertades. Precisamente, el espectro de esta potencialidad acusa la complacencia que en muchas ocasiones mostró hacia la dictadura. Cualquiera que fueran sus motivaciones o, si prefieren, sus estrategias, no alcanzan a explicar la perversa lógica de algunas de sus acciones.

 

Se le podía ver en los cócteles oficiales pero nunca se le vio tratando de proteger con la dignidad de la cruz a los opositores pateados por la Seguridad del Estado en el mismo umbral de los templos. En el 2008, publicó en el diario oficial Granma una apología de Ernesto Che Guevara. La primera vez en medio siglo que la opinión de una importante figura católica accedía al órgano de propaganda personal del dictador. Pudo hablar de la Teología de la Liberación o los curas guerrilleros, para citar temas aprobados por la censura. Pero eligió a Guevara, el despótico comandante que presidía entre chiste y chiste los fusilamientos de la crema y nata de la juventud católica.

 

Al igual que otros muchos intelectuales y artistas investidos de la ortodoxia castrista o disfrazados de heterodoxos, coherentes con el libreto dictatorial tanto en la Isla como en Miami, promovió una fraudulenta reconciliación que exige como premisa despojar a las víctimas de su memoria y, sobre todo, de su razón. Con brutal desenfado, afirmó más de una vez que “el desencuentro” entre la Iglesia y la dictadura (por supuesto, él no decía “dictadura”) se debía a un malentendido de “parte y parte”.

 

Su legado es palpable en el lenguaje y la práctica de prelados y laicos dispuestos a acompañar a Raúl Castro en el tránsito de la dictadura sin mercado a la dictadura con mercado. Ahí podemos leer sus finales panegíricos, acarreando el agua de la ambigüedad y la cobardía al molino de unas reformas que, así en su realidad como en su promesa, eleva a la Cuba de Fulgencio Batista a un nostálgico precedente de igualdad, oportunidades y derechos.

 

Para un católico, el castrismo propone una desgarrada lectura teológica. Por encima de la coyuntura política, Fidel Castro introduce el mal radical en nuestra historia. Una descomunal obra en negro que rebasa quizás nuestra posibilidad de recuperación. La dictadura aniquiló la esperanza del cubano en sí mismo y corrompió sus señas de identidad con la fuerza regresiva propia de un deliberado proyecto de exterminio material y espiritual.

 

De todas las instituciones cubanas, ante semejante amenaza, la Iglesia estaba llamada a ser piedra de resistencia, manantial de creadora verdad, ejemplo de sacrificio. De Céspedes, Ortega y otros muchos hicieron lo que pudieron para apartarla de ese camino. Algún día sabremos por qué.

 


Espacio Laical: del lado equivocado en Cuba

Jaime Suchlicki

10 de mayo de 2013

 

La revista Espacio Laical, publicación en Cuba que refleja puntos de vista de la Iglesia Católica, criticó abiertamente en su más reciente edición a los opositores que abogan por mantener las sanciones económicas contra la isla.

 

Espacio Laical insiste que esta posición tiene como objetivo desestabilizar al gobierno cubano. ¡Qué gran contraste con la posición de la Iglesia Católica de Polonia durante la era comunista en Europa! Esa Iglesia fue un bastión de libertad y una fuente de protección y de oposición a las autoridades comunistas. Activistas recibieron protección y refugio en iglesias en Polonia. Como resultado, la Iglesia creció en fuerza e influencia y emergió de la era comunista como la más alta autoridad moral y como la institución más poderosa de la nación.

 

En ningún momento la Iglesia polaca criticó a los opositores. Reservó sus críticas para el gobierno comunista. En ninguna ocasión la Iglesia Católica pidió a otros países que ayudaran económicamente a la dictadura comunista en Polonia.

 

La Iglesia en Cuba parece olvidar que el embargo estadounidense no es la causa de la situación económica en la isla y se hace eco de la propaganda castrista. La causa de la pobreza en Cuba es un sistema que no funciona, ni produce. Al igual que ocurrió en Polonia, el desastre económico fue el resultado del sistema comunista.

 

La Iglesia cubana enfrenta un dilema tanto moral como práctico. Continuar en el presente curso de colaboración con el régimen corre el riesgo de antagonizar a los fieles en la isla. Así mismo, no logrará aumentar su popularidad con los negros, que son los que más sufren y representan la mayor etnia. La Iglesia puede volverse irrelevante en la lucha inevitable que se acerca entre el gobierno y la oposición.

 

Naturalmente desafiar el sistema también conlleva sus riesgos: la Iglesia puede perder sus privilegios limitados, invitar la furia del aparato de seguridad de Cuba, regresando a los días oscuros del comienzo de la revolución, cuando había pocos sacerdotes y poca influencia.

 

A pesar de esto la lección de Polonia es clara. Una Iglesia que luchó al lado del pueblo surgió como una institución fuerte y respetada. El precio que pagará la Iglesia Católica cubana por su colaboración será alto. Los cubanos abandonados y reprimidos por la dictadura comunista por más de medio siglo, desean la ayuda de la Iglesia. El momento de estar del lado correcto de la historia es ahora.

 

Jaime Suchlicki  ocupa la Cátedra Emilio Bacardí Moreau, es editor del Cuban Affairs Journal, y dirige el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami. Autor de Cuba: From Columbus to Castro (2002), y editor junto con Irving L. Horowitz de Cuban Communism (2001).

 

 

Advierte Espacio Laical contra “conspiradores”

Rolando Cartaya

7 de mayo de 2013

 

Estos alentarían “medidas que pueden dañar al pueblo cubano”. El editorial afirma que una mayoría de cubanos rechaza cambios estilo Europa del Este; reclama “estabilidad”.

 

Con un enigmático título borgiano, “Senderos que se bifurcan”, titula la revista católica Espacio Laical el editorial de su segundo número de 2013. Al leerlo, no he podido evitar la tentación de homenajear a otro famoso escritor, James Joyce, e intercalar en cursivas el flujo de mi conciencia. Si prefiere leerlo sin mi descarga incoherente, pulse aquí.


La opinión de Roberto Veiga y Lenier González, redactores de la revista, se inicia justamente con una incógnita, reprendiendo a “algunas personas” (¿será que pidieron el anonimato?) por pedirle (N. del E.: “pedirles”)  a “importantes centros de poder en el mundo” (pero ¿cuántas “X” hay que despejar en esta ecuación?) que desestabilicen (ojo: palabrita puesta de moda por el artículo 1 de la Ley Mordaza) al gobierno cubano y tomen medidas que pueden dañar fundamentalmente al pueblo de la Isla”.


Estas “algunas personas” también estarían pidiendo a los poderosos no identificados (¿y si me niegan la visa para ir a LASA?) “que contribuyan a imponer en Cuba un modelo socio-económico-político que ha demostrado tener luces, pero también grandes sombras (¡no juegues que Rembrandt también era economista!)


Veiga y González admiten que “Cuba tiene muchísimo que cambiar”, pero afirman que “todo indica que la generalidad de los cubanos (¿abrió Gallup oficinas en La Habana?) no desea un cambio al estilo del ocurrido en muchísimos países de Europa del Este” (no sé por qué V. y G. me hicieron recordar una película en la que un grupo de jóvenes cubanos, con tal de irse, se iban hasta para Madagascar).

Agregan que “la inmensa mayoría de los cubanos” (el dato tampoco aparece en la web de la Oficina Nacional de Estadísticas) “no pretende que el país se enrumbe hacia el destino de esa parte del mundo, ni que nuestros cambios sean por medio de una metodología similar a la aplicada allí” (“Tenemos que pensar y repensar cada cosa que hagamos”, dijo Raúl. “Y después, la requetepensamos”, pensó Raúl, pero no lo dijo).


González y Veiga dicen ser abiertos a las críticas desde el exterior, pero inmediatamente advierten a los críticos que “la mayoría de los patriotas cubanos (los demás, por eliminación, deben ser apátridas) que abundan en buena parte de nuestra actual diversidad política, anhelan que lo hagan actuando como amigos que nos acompañan y no como jueces que nos condenan, ni como conspiradores (¡uuuuhh!, ¡esta sí que es una implicación fula!: supuestamente por “conspirar” con EE.UU. a los 75 detenidos de la Primavera Negra del 2003 les repartieron nada más que 1485 años de cárcel) que estén dispuestos a llevarnos hacia destinos inciertos, que no emanen de la voluntad expresa del pueblo (Caballeros, debo tener el alemán de guardia ¿Me recuerdan cuándo fue el último plebiscito libre en Cuba?).

 

Veiga y González aseguran por otra parte que “está comprobado igualmente que han existido y existen personas e instituciones que -sin renunciar a sus preferencias ideológicas, políticas y económicas-- son transparentes” (los otros también tienen preferencias pero deben ser seres muy oscuros, y por eso a veces Espacio Laical  les cierra las puertas de sus “plurales” seminarios y conferencias) “y procuran que sus criterios e intereses participen por medio de un entendimiento y un acuerdo que ofrezca estabilidad a todos” (¡Señores, no hagan olas con eso de que aquí no hay quien viva: el país lo que necesita es eso: ES-TA-BI-LI-DAD!).


“Por otro lado, para que esto sea posible se hace imperiosa una evolución política que sea capaz de ampliar el proceso de apertura entre cubanos con pensamientos patrióticos disímiles” (pero armónicos, que este corito tiene que seguir sonando).


“Es necesario que juntos, y con una intensa participación del pueblo (en esos raticos en que no está haciendo cola), podamos cincelar el presente modelo social (paciencia, que el muro está reduro, pero en 200 años acabamos la obra), con el propósito de adecuarlo a las demandas vigentes de la nación, (de que) sea un producto real de la voluntad general (fe de erratas: la voluntad del General) y se evite así que otros (los malos de la película) -en algún momento, aprovechando determinadas circunstancias- logren imponer un nuevo modelo que responda a intereses parciales (de “grupúsculos”) y hasta puedan pretender secuestrar al país” (a punta de mensajes SMS y huelgas de hambre).

“Para ello resulta obligatorio que la política oficial continúe evitando rigideces. Realmente pueden existir fundamentos que justifiquen ciertas inflexibilidades (¿como los inflexibles trancazos a los miembros de la UNPACU?), pero a esta altura de la historia una hipertrofia (¿más?) de las rigideces puede precipitar al país hacia el abismo (¡Hey, alto ahí, eso es diversionismo: el General dijo bien claro “el precipicio”!).


“Se hace ineludible que el Estado, el gobierno y el Partido Comunista, se dejen interpelar por los criterios y proyectos, nuevos y patrióticos, que abundan dentro y fuera de sus filas, estén dispuestos a darles protagonismo (¡Naa, tú me esta’ engañando!), promuevan una síntesis de todas esas ideas, y faciliten el rediseño de nuestra República” (“Tengan paciencia, que yo me retiro en 2018. Allá ustedes con el que venga atrás”. Fdo. Raúl Castro Ruz).

Nota (imaginaria) de la redacción de E. L.: “Si ves que los senderos se bifurcan, no te comas el millo: ordena 'a retaguardia, mar'“ y toca base en el punto de partida”.

 

 

Laberinto Laical

José Prats Sariol

19 de abril de 2013

 

¿Piensa Espacio Laical que es Granma, donde Raúl Castro y su hermano son inatacables, inobjetables, incorruptibles, inodoros? ¿Es Jaime Ortega distinto al papa Francisco o cualquier cardenal del mundo que recibe críticas, justas o injustas?

 

La revista católica Espacio Laical se halla en un laberinto. Patético, triste tras sus innegables méritos aperturistas. Y para colmo en dos sentidos. La más reciente evidencia confirma el laberinto: que se hunda o redima…

 

Crezca como aquella Vitral que dirigiera Dagoberto Valdés, cuando el obispo de Pinar del Río era José Siro Bacallao; o se enfangue entre boñigas concesionarias, impropias de una fuerte tradición crítica, donde aún brilla la revista La Quincena contra la dictadura de Batista y la actitud arriesgada y valiente de la ACU (Acción Católica Universitaria), de la que formó parte José Antonio Echeverría, líder estudiantil que cayó el 13 de marzo de 1957.

 

Espacio Laical parece no encontrar su hilo. La Ariadna que la conduzca, como a Teseo, hacia la libertad. Toma por donde no es. Se extravía porque para escapar del laberinto —groseramente elemental— se exigen pocos titubeos, mayor resolución, no bañarse y guardar la ropa.

 

Por ahí anda el primer sentido, que por cierto no es el más peligroso. Acaba de ocurrir y da mucha pena. Es una “reclamación” de Espacio Laical al Boletín Oficial del Ministerio de Cultura, donde se duele de que haga eco al bloguero Alejandro de la Cruz, que “difama” a la valiosa publicación en su blog Cubanos en Primer Plano.

 

La “difamación” (¿?) consiste en vincularla a DIARIO DE CUBA y algunos intelectuales de la diáspora. Los editores de Espacio Laical afirman: “rechazamos toda parcialidad”. La demagogia alcanza alturas andinas: ¿Acaso ha dejado de ser católica, de tener su parcialidad? ¿No lo saben los “imparciales” en su laberinto?

 

Lo peor viene ahora. Comienza cuando dice: “Resulta preocupante que una entidad oficial cubana facilite sus espacios para deslegitimar y ultrajar a cubanos que laboran por la estabilidad y el desarrollo del país”. El lenguaje parece salido de una reunión de núcleo del Partido Comunista, con su “preocupante” preocupación —redundancia irónica— y su entusiasta declaración de principios. Pero la inferencia sí que es desoladora: ¿Por qué preocuparse de que un boletincillo de un ministerio venido a menos reproduzca el punto de vista de un sujeto, tal vez inexistente?

 

Ah, sin querer, abren las cortinas. Tienen miedo. ¿Por qué? Nada explican, hasta allí no llega la Arquidiócesis de La Habana, de la que Espacio Laical es su vocero y el cardenal Jaime Ortega su jefe.

 

No salen del laberinto, qué pena… ¿Por qué no revelan la verdad? ¿Por qué no denuncian que en Cuba el simple hecho de que una publicación oficial arremeta contra algo o alguien, no debe ser un error sino una orden bajada del techo del Poder?

 

El insignificante Boletín reproduce la supuesta diatriba. Y Espacio Laical no refuta tan fuertemente el ángulo de apreciación como el hecho de que sea en un órgano oficial. Algo absurdo de pensar en cualquier otro país de América Latina, hasta en la Venezuela chavista.

 

Quizás los editores de la útil revista deban leer la polémica que sostuvieron Gastón Baquero y Juan Marinello en 1944, al alcance gracias al rescate realizado por Amauri F. Gutiérrez Coto —Polémica Literaria entre Gastón Baquero y Juan Marinello (Espuela de Plata, Sevilla, 2005). Ninguno de los dos —desde el diario Información y desde Gaceta del Caribe— tuvieron la menor preocupación sobre las reacciones del Gobierno al enfrentamiento, donde por cierto Baquero destroza elegantemente los argumentos del suave comisario político, de lenta prosa e ideología leninista.

 

Espacio Laical sí está muy preocupada por el qué dirán gubernamental, algo impensable en la Cuba de los 40, donde los comunistas no solo estaban legalizados sino que eran senadores, representantes, ministros…

 

Cuando José Lezama Lima en un editorial de Orígenes rechaza la ayuda económica que le ofrece la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, a cambio de aparecer en el machón de la revista, poco le importa lo que en los boletines puedan decir los funcionarios públicos. Ni siquiera le preocupa perder el humilde puesto de trabajo que allí mismo tenía.

 

Pero Espacio Laical parece habitar —en este aspecto— algún espacio cósmico, rehuir cualquier juicio porque el “pluralismo” —magia con trucos— elimina las parcializaciones, es decir, aplasta el diálogo porque deja de existir la diferencia. Más fácil —y baratico— es considerar como difamación cualquier coincidencia de la revista con las ideas de Rafael Rojas o Yoani Sánchez.

 

Lo más grave viene ahora. Es el segundo laberinto, difícil por sutil. Aunque también sea hijo de una sociedad donde el totalitarismo está tan arraigado que se acepta como a los mosquitos.

 

El último párrafo de la carta dice: “Esta difamación en un boletín del Ministerio de Cultura contra un órgano de la Arquidiócesis de La Habana, que preside el cardenal Jaime Ortega, nos recuerdan momentos difíciles de las relaciones Iglesia-Estado, gracias a Dios superados por dinámicas positivas que tanto bien han traído a la patria cubana. Desde hace muchos años ninguna publicación oficial había sostenido una acusación de este tipo en sus páginas. Recordamos que la difamación es penalizada por nuestras leyes”.

 

¿Estará pensando Espacio Laical que es Granma, donde Raúl Castro y su hermano son inatacables, inobjetables, incorruptibles, inodoros? ¿Es que Jaime Ortega es distinto al papa Francisco, a cualquier cardenal del mundo que recibe críticas, justas o injustas? ¿Cuáles son esas “dinámicas positivas”? ¿Acaso el silencio ante las descalificaciones de disidentes? ¿Y por qué las pueriles amenazas con que cierra la petición?

 

Por supuesto que sus gestores y ejecutores viven en Cuba. Precisamente por ello es que retrato el laberinto: O salen a la libertad —siempre relativa— como Teseo tras vencer al Minotauro, o se quedan dando vueltas tibias, perdidos entre concesiones tácticas y deseos pospuestos.

 

Entrar a las esferas públicas democráticas tiene un camino que Espacio Laical a veces pierde. Quizás Yoani Sánchez sea una buena Ariadna. Quizás aquella Vitral desenfadada y valiente podría quitar pasadizos, recovecos, charcos de bilis o de estiércol… Entonces nadie podrá rebautizarla como Laberinto Laical.

 

 

 

Espacio Laical acusa de “difamación”

al boletín del Ministerio de Cultura

 

 

 

Juegos militares de Espacio Laical

Aleaga Pesant

26 de marzo de 2013

 

El prestigio de una publicación no es incólume; tiene, como todo, sus altibajos. Recuerdo el fiasco del prestigioso diario español El País, hace poco, al publicar fotos donde supuestamente aparecía el difunto Presidente de Venezuela en la cama de un hospital. Ese ejemplo, cercano y sencillo, indica la importancia de la responsabilidad ante lo que se publica.

 

La acreditada revista católica Espacio Laical (la única no oficial autorizada por la dictadura para circular dentro de la isla), ya tuvo su invierno. Hace un tiempo sufrió un pequeño percance ante los ojos de la sociedad civil alternativa. Sobredimensionó el rol del cardenal Jaime Ortega Alamino en la liberación de los presos políticos de la Primavera Negra, pero sobre todo minimizó la actuación de las Damas de Blanco y de miles de ciudadanos comprometidos con la construcción democrática.

 

Ahora, los editores, Roberto Veiga y Lenier González, entran nuevamente al ruedo de las especulaciones e hipérboles, y a “cantar jugada” por adelantado sobre temas que es preferible dejar madurar.

 

Según AFP, la revista católica afirma que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR, ejército, marina, aviación) serán el pivote de una apertura política en Cuba, debido a su implicación con la vida nacional y por ser la institución más fuerte cohesionada y profesional del actual sistema, además de (según los articulistas) no estar directamente comprometida con vejaciones y de gozar del respeto de muchos ciudadanos, y porque es nacionalista y se siente muy comprometida con el desarrollo armónico de la nación.

 

Falso. Las FAR son el cuerpo más corrupto, mediocre y cobarde de la sociedad cubana. Es una milicia personal subordinada a los hermanos Castro, que desconoce conceptos como Nación y Estado, geopolítica y disuasión. El generalato es geriátrico y marcado por la generación de los Castro.

 

La mayoría de los mandos medios solo esperan el tiempo de retiro, para encontrar empleo en alguna tienda recaudadora de divisas o en algún centro donde puedan obtener los bienes que sus veinticinco años de servicio no les proporcionó.

 

Mientras, los mandos jóvenes, de tan adoctrinados en las Escuelas de Cadetes o Camilitos (Escuelas Vocacional Militar Camilo Cienfuegos, EVMCC), controlados y comprometidos por las organizaciones del partido y la juventud comunistas, no han de estar aptos para comprender su misión y responsabilidad ante la nación.

 

Todos, absolutamente todos en los cuerpos armados, temen a la tenebrosa CIM (Contrainteligencia Militar, también llamada popularmente “contra invento y maraña”), la cual controla a los oficiales hasta en las comunidades rurales, donde se hacinan la mayoría de los oficiales menores con sus familias.

 

La sociedad cubana rechaza una institución que obliga a los jóvenes varones, entre 18 y 25 años, a pasar uno, dos o tres años en una unidad militar, perdiendo el tiempo y recibiendo adoctrinamiento embrutecedor. Sin vestuario adecuado, mal alimentados y con pésimas condiciones de vida, los jóvenes conscriptos son chantajeados por sus oficiales. Por esa razón, todos los años cientos de padres recurren a los más increíbles ardides, desde el soborno a la simulación, para que sus hijos evadan el servicio militar obligatorio.

 

El ejército es la institución cubana con menos contactos con sus homólogas del exterior, por el férreo control que los hermanos Castro y su generación ejercen sobre ella, para que no se vea invadida por las nuevas ideas. Luego de la implosión del socialismo real, los soldados desconocen el mundo y los grandes cambios que se han realizado. Están ajenos, en su inmensa mayoría, a las nuevas tecnologías.

 

Sobre su tolerancia es importante hablar. La pantomima de aquellos coroneles orando por la salud de Hugo Chávez, fue solo eso, pantomima. Los militares de fila no pueden entrar a las iglesias o entrar a sitios visitados por turistas o demócratas, so pena de ser expulsados del cuerpo por desobedecer los llamados “ordeno y mando del Comandante en Jefe”, verdadero decálogo de intolerancia e ignominia

 

La doctrina militar de las fuerzas armadas es insostenible en las condiciones de la guerra actual, y no creo que los más brillantes de los oficiales cubanos estén ajenos a esa conclusión. No obstante, ahí están, depredando el erario público. Esa doctrina está diseñada para reprimir al pueblo, no para enfrentar un enemigo externo. Por eso la milicia estuvo y está involucrada en la represión, de manera selectiva.

 

Durante el entierro del líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá, efectivos de la policía política y militares y trabajadores civiles de las Fuerzas Armadas, en especial trabajadores del edificio principal del MINFAR, reprimieron a los demócratas y los detuvieron en los autobuses del ejército, donde fueron conducidos hasta la estación de policía Tarará, en Playas del Este. Pero además, para los faltos de memoria, fueron pilotos de la DAAFAR (fuerzas aéreas cubanas) los que derribaron las avionetas de Hermanos al Rescate, el 24 de febrero de 1996.

 

Los juegos de Espacio Laical a la supra política deben ser más cuidadosos. Muchos creemos en la buena voluntad de su visión. Pero como dice el viejo proverbio, pueden jugar con la cadena pero no con el mono.

 

aleagapesant@yahoo.es


 

Cuba soñada-Cuba posible-Cuba futura:

propuestas para nuestro porvenir inmediato

18 de marzo de 2013

 

Texto elaborado por el Laboratorio Casa Cuba, publicado en la revista católica Espacio Laical.

 

“Quienes integramos el Laboratorio Casa Cuba, de procedencias ideológicas disímiles, partimos de un consenso en torno a cinco pilares que juzgamos cruciales e irrenunciables de cara al presente y el futuro de Cuba: abogamos por la realización de la dignidad humana, que se concreta mediante el ejercicio no-violento de la libertad, la igualdad y la hermandad, por la socialización de la riqueza espiritual y material que seamos capaces de crear, por la consecución de una democracia plena, por la búsqueda de la mayor estabilidad en este proceso de cambios, y por el resuelto rechazo a la intromisión de poderes extranjeros en los asuntos de Cuba”.

 

Instrumentos para afianzar la República en la Cuba de hoy y de mañana:

 

I. Garantizar el disfrute de los derechos civiles, familiares, políticos, culturales, sociales, laborales y económicos.

 

II. Implementar mecanismos eficaces para que todo ciudadano pueda disfrutar equitativamente de esos derechos, y para empoderar a los sectores desfavorecidos.

 

III. Asegurar el derecho a una información universal que sea libre y diversa, amplia y profunda, interactiva y crítica, sin censura ni monopolización. En particular, es imprescindible garantizar la transparencia de la gestión pública y el acceso masivo y participativo a Internet.

 

IV. Garantizar a la multiplicidad social y política de la nación el derecho de escoger diversas formas para auto-organizarse con el propósito de promover sus metas, influir en la opinión y en la acción de la sociedad, así como participar en la gestión pública.

 

V. Que creyentes y practicantes de las diversas religiones, espiritualidades y cosmovisiones existentes en Cuba, puedan promover y sentir públicamente respetadas sus identidades, y auto-organizarse en comunidades con personalidad jurídica propia.

 

VI. Establecer diversos dispositivos para que la ciudadanía pueda controlar activamente el cumplimiento de la Constitución de la República, así como el desempeño de todas las instituciones oficiales.

 

VII. Procurar la mayor autonomía posible del desempeño de las instancias locales, entendidas como espacios comunitarios, con recursos y capacidades de decisión sobre estos, para el ejercicio del protagonismo solidario y la soberanía ciudadana.

 

VIII. Cuando un problema pueda resolverse en las bases -ámbito local, asociativo o de colectivo laboral-, las instancias superiores no deberán intervenir en su solución; las comunidades, asociaciones, empresas y colectivos de trabajadores han de tener la posibilidad de cooperar libremente entre sí para solucionar conjuntamente sus problemas.

 

IX. Derogar todas las normas que establecen discriminaciones entre ciudadanos según sus territorios de origen o residencia –incluyendo las que privilegian a extranjeros por sobre los cubanos-, así como las que proveen la posibilidad de sanciones penales para quienes no cometieron actos criminales (peligrosidad predelictiva: el “estado peligroso” y las “medidas de seguridad predelictiva”).

 

X. Instaurar mecanismos de control mutuo entre las diversas funciones públicas. Separar las funciones legislativa, ejecutiva, judicial y electoral, así como perfilar la cooperación que debe existir entre las mismas.

 

XI. Cada contribuyente debe poder participar en la elaboración y aprobación del destino de los fondos que ingresa al erario público, así como exigir responsabilidades sobre su uso en propósitos sociales bien definidos.

 

XII. Elegir todos los cargos públicos representativos, por medio de elecciones directas, libres, secretas, periódicas y competitivas, entre candidatos nominados directamente por la ciudadanía.

 

XIII. También deberían ser electos siguiendo las reglas anteriores los máximos cargos ejecutivos de la República y de cada localidad.

 

XIV. Limitar a dos periodos la permanencia en los cargos ejecutivos de elección popular, y establecer límites de edad para tales funciones, así como determinar la incompatibilidad de cargos a ser ejercidos por una misma persona.

 

XV. Hacer efectiva la rendición de cuenta -periódica, pública e interactiva- de todos los funcionarios públicos.

 

XVI. Garantizar la realización del derecho del pueblo a revocar todos los mandatos.

 

XVII. Hacer el mayor uso posible del referéndum y del plebiscito, en todos los ámbitos y dimensiones.

 

XVIII. Asegurar eficazmente el derecho al trabajo y las garantías laborales; así como las libertades económicas necesarias, y subordinar la ejecutoria económica a compromisos sociales y ambientales.

 

XIX. Mantener, como derecho, el acceso universal y gratuito a la salud, mediante diversas formas sociales de organización, así como lograr una remuneración justa que esté a la altura de tal desempeño profesional.

 

XX. Garantizar el acceso universal y personalizado a una educación integral y democrática, humanista y diversa, con una remuneración justa para sus profesionales y un involucramiento activo de maestros, estudiantes, familiares y comunidades en la gestión de los planteles y la definición de los programas de estudio; así como a un desarrollo cultural libre y responsable.

 

XXI. Autonomía universitaria y académica, con libertad de cátedra y de investigación, y una participación activa de todos sus actores.

 

XXII. Asegurar vías eficaces para garantizar la participación equilibrada de la diáspora cubana en la vida del país.

 

XXIII. Todo el quehacer social debe cumplir los principios de legalidad, justicia y supremacía constitucional. Los preceptos constitucionales deben ser elaborados y aprobados con la participación protagónica del pueblo.

 

Sumamos nuestro modesto afán a los esfuerzos inolvidables de quienes han peleado y laborado por el triunfo del amor en nuestra tierra, a cuyas voces –un coro plural y diverso- unimos las nuestras, en común contraseña redentora.

 

Sus comentarios, análisis y propuestas pueden ser enviados a la siguiente dirección electrónica: labcasacuba@gmail.com

 

 

 

La crítica como privilegio y como derecho

Rafael Rojas

25 de enero de 2013

 

Quien, con paciencia y hasta resignación, se proponga recorrer todo el periodismo autorizado -impreso, televisivo, radial, cinematográfico y, en la última década, electrónico- hecho en Cuba en los últimos 52 años por lo menos, no encontrará una crítica, por ponderada o sutil que sea, a la institución del partido comunista único y a los liderazgos de Fidel y Raúl Castro. El Partido, Fidel y Raúl han sido y son las tres grandes interdicciones de la esfera pública cubana.

 

Pero ni siquiera un límite tan perdurablemente construido es eterno. Dos libros recientemente editados en la isla, Espejos. Una historia casi universal (2011) de Eduardo Galeano, publicado por Casa de las Américas, y el volumen colectivo Por un consenso para la democracia (2012), editado por la revista católica Espacio Laical, avanzan cuidadosamente en la transgresión de esos interdictos.

 

En el citado libro de Galeano, se puede leer una entrada, titulada “Fidel”, en la que el escritor uruguayo intenta hacer un juicio equilibrado del líder histórico de la Revolución Cubana. La segunda parte de ese juicio, que se presenta como concluyente, es laudatoria y persiste en casi todos los tópicos del irrefutable culto a la personalidad de Castro en Cuba y en la izquierda latinoamericana menos crítica.

 

Dice Galeano que “no fue por posar para la historia que (Fidel) puso el pecho a las balas cuando vino la invasión”, que “enfrentó a los huracanes de igual a igual, de huracán a huracán”, que “sobrevivió a 637 atentados”, que su “contagiosa energía fue decisiva para convertir una colonia en patria” o que “no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria (Cuba) pudo sobrevivir a diez presidentes de Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor”.

 

La primera parte del escrito de Galeano, sin embargo, antes de sus múltiples peros, es, en La Habana o en Montevideo, una crítica al autoritarismo de Fidel Castro:

 

Sus enemigos dicen que fue rey sin corona y que confundía la unidad con la unanimidad. Y en eso sus enemigos tienen razón. Sus enemigos dicen que si Napoleón hubiera tenido un diario como Granma, ningún francés se habría enterado del desastre de Waterloo. Y en eso sus enemigos tienen razón. Sus enemigos dicen que ejerció el poder hablando mucho y escuchando poco, porque estaba más acostumbrado a los ecos que a las voces. Y en eso sus enemigos tienen razón”.

 

Si el texto de Galeano, en la editorial de la revista Casa de las Américas, con todos sus peros, avanza en la crítica al liderazgo de Fidel Castro, el volumen editado por la revista Espacio Laical, se acerca al cuestionamiento del partido único. Sobre todo en las contribuciones de Roberto Veiga González, Armando Chaguaceda, Lenier González, Julio César Guanche y Víctor Fowler la crítica al Partido Comunista de Cuba se mueve entre la reforma del mismo y la búsqueda de nuevas vías de institucionalización del pluralismo político.

 

Hay, sin embargo, una diferencia notable en el estatuto de ambos avances de la crítica. El primero, el de Eduardo Galeano, es un avance de la crítica como privilegio. A Galeano, como antes que a él, a Mijaíl Gorbachov, Juan Pablo II, James Carter, Benedicto XVI y otras celebridades extranjeras, de visita en la isla, se le concede el privilegio de criticar, por su calidad de amigo de la Revolución Cubana, en este caso, desde la izquierda latinoamericana.

 

En el segundo caso, el de los autores del volumen Por un consenso para la democracia (2012), se trata, más bien, de la conquista de un derecho. Una libertad ganada que, de no contar con el respaldo de una editorial de la Iglesia Católica, tampoco habría podido salir de la imprenta. Vale la pena confirmar, una vez más, el hecho de que dos de las plataformas ideológicas desde las que avanza la crítica pública, en Cuba, son la izquierda latinoamericana y el nacionalismo católico.

La Iglesia y la izquierda crítica en Cuba
En este artículo, el socialista cubano Samuel Farber –profesor emérito del Departamento de Ciencias Políticas del Brooklyn College- señala que “la jerarquía católica ha obtenido concesiones institucionales significativas del gobierno. (…) los izquierdistas críticos se encuentran en una posición nada envidiable: ellos dependen, hasta cierto grado, de los espacios que les facilita una Iglesia católica que no comparte sus valores fundamentales y que posiblemente acabe volcándose contra ellos”.
Farber Jerarquia Catolica.pdf
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¿Por qué mintió

el cardenal Jaime Ortega Alamino?

Compruébese cómo miente

el cardenal Jaime Ortega Alamino

en la Universidad de Harvard

En Daily Motion puede verse

la comparecencia completa

del cardenal Jaime Ortega Alamino

Este vídeo demuestra que

el cardenal Jaime Ortega Alamino mintió

con relación a Mons. Agustín Román

 

http://www.martinoticias.com/media/video/12033.html

 

El obispo auxiliar de Miami, monseñor Agustín Román, le preguntó al cardenal Jaime Ortega y Alamino durante el II Encuentro Internacional de CRECED (1997) sobre diálogo y reconciliación.

 

En un debate público en 1997, el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, y monseñor Agustín Román, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Miami, discutieron el significado del diálogo y la reconciliación entre los católicos cubanos en la Isla y el exilio.

 

¿Qué es diálogo y qué es reconciliación para nosotros los católicos?”, le preguntó monseñor Román al cardenal Ortega durante un encuentro en San Agustín, Florida, que reunió a más de un centenar de sacerdotes y laicos cubanos exiliados.

 

No estoy hablando de un proceso de reconciliación nacional”, le respondió el cardenal Ortega. “Reconciliación entre ustedes y aquel familiar o aquel amigo o aquella persona que aquí o allá pensó distinto”.

 

El diálogo, parte del II Encuentro Internacional de la Comunidad de Reflexión de la Iglesia Cubana en la Diáspora (CRECED), fue filmado por un participante. Un segmento de la grabación se encuentra en la página en Internet de Radio y TV Martí.

 

Los comentarios salieron a relucir semanas después que el cardenal Ortega declarara durante un foro en la Universidad de Harvard que monseñor Román le recomendó no mencionar la palabra reconciliación en su primera visita como cardenal a Miami en los años 80.

 

Román me llamó aparte y me dijo: ‘En tus discursos, en tus homilías tú hablas de reconciliación. No menciones esa palabra en Miami’”, declaró el cardenal Jaime Ortega. “Me costó quitarla, pero él conocía mejor el terreno que yo. Pero es terrible (… ) que nosotros tengamos que callar esa palabra que es nuestra, que es propia del cristianismo”.

 

Las declaraciones del cardenal Jaime Ortega Alamino fueron rechazadas rotundamente por miembros del exilio, no solamente porque no hacía ni un mes que monseñor Román había fallecido, sino porque él ejerció un indiscutible liderazgo para estrechar lazos entre los cubanos de dentro y fuera de la Isla.

 

Monseñor Agustín Román, el padre espiritual que podía unir al exilio cubano más allá de las diferencias políticas y generacionales, murió el 11 de abril de 2012 a los 83 años, de un paro cardíaco en la casa parroquial de la Ermita de la Caridad del Cobre, en Miami.

 

Miguel Núñez, presidente de la Archicofradía de la Ermita, entidad laica con miles de miembros, dijo que monseñor Román fue partidario de la reconciliación, pero con la justicia y la verdad.

 

El video demuestra que el cardenal mintió”, sostuvo Núñez. “Monseñor le está preguntando en vivo frente a todos que le explique qué quiere decir con reconciliación. Hay una contradicción que debe ser aclarada”.

 

CRECED se constituyó a comienzos de los años 90 a fin de recoger los criterios de cientos de católicos exiliados en Estados Unidos, America Latina y Europa. Los tres obispos cubanos exiliados que la fundaron, Román, Eduardo Boza Masvidal y Enrique San Pedro, firmaron un extenso documento pastoral para vincular con acciones concretas a los católicos de la diáspora con la Iglesia de Cuba.

 

En la reunión de 1997, se discutió el documento final de CRECED. Uno de los asistentes, Germán Rivas, miembro de la archicofradía, hizo una filmación informal de una hora del evento que fue entregada, en vista de los recientes acontecimientos, a Radio y TV Martí.

 

Lorenzo De Toro, editor y fundador de Ideal, una revista en Miami sobre cultura cubana y valores cristianos, dijo que la palabra reconciliación entre los exiliados puede ser interpretada en diversas formas: reconciliación con condiciones o sin condiciones; reconciliación con quién y para qué.

 

Según Lorenzo, el cardenal Jaime Ortega Alamino debió haber sacado de contexto las palabras de Román.

 

Monseñor quería que si Ortega hablaba de reconciliación explicara qué es reconciliación y con quién”, precisó Lorenzo. “No creo que pueda haber reconciliación con los cubanos que al principio fusilaron y asesinaron, con los verdaderos culpables”, agregó. “No se refiere a las generaciones de cubanos que han nacido bajo ese régimen. Con esa gente sí somos un solo pueblo, desunidos por la maldad de un sistema”.

 

 

¿Quiénes tienen que ser tolerantes

 y demostrar amor fraternal?

Manuel Castro Rodríguez

21 de septiembre de 2012

 

Debemos buscar unas relaciones humanas en que la gente pueda vivir y expresar lo que siente, una convivencia en el amor fraternal”, declaró Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Añadió el arzobispo de Santiago de Cuba: “Tenemos que procurar vivir como hermanos, siendo tolerantes, en medio de la convivencia humana, fraterna”.

 

Este vídeo muestra el ‘amor fraternal’ que siente la tiranía castrista por el pueblo cubano:

¿Se le puede pedir a la niña del vídeo que sea tolerante, cuando ha visto cómo su madre y ella misma son atacadas por las fuerzas represivas del régimen que tiraniza a Cuba desde hace 53 años?

 

El presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba agregó: “Que Dios nos ayude a vivir en el amor y trabajar por esta Cuba hermosa para encontrar juntos la solución de los problemas”. ¿Cuándo la jerarquía de la Iglesia católica de Cuba va a ayudar al pueblo cubano, que es reprimido constantemente por pedir que se le respeten sus derechos como seres humanos? El pueblo cubano ya no tiene más mejilla que poner.

 

La jerarquía de la Iglesia católica de Cuba sabe que “para encontrar juntos la solución de los problemas”, es necesario que el gobierno cubano se siente a dialogar con la sociedad civil cubana. Los firmantes del ‘Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible’: “Demandamos un diálogo nacional, abierto, transparente, pluralista y sin condiciones para poder acometer constructivamente el desafío que nos presenta la actual crisis”. Por cierto, hace un mes y siete días les envié el ‘Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible’, ¿por qué no lo han publicado?

 

¿Hasta cuándo se seguirá derramando la sangre del pueblo cubano? Es responsabilidad de la jerarquía católica cubana solicitarle al régimen de los hermanos Castro que se inicie ese diálogo. ¿O no?

 

 

Dios los cría y Fidel los junta

Alexis Jardines

29 de mayo de 2012

 

Para los cubanos, la peor de todas las opciones es aquella por la que ha apostado la Iglesia.

 

El acercamiento táctico del régimen ―con la mediación del cardenal Jaime Ortega y su grupo de apoyo― al dinero del exilio se llama ahora “reconciliación”. Dentro de este panorama, la oposición política es redefinida, atendiendo al último editorial de la revista Espacio Laical, como “minorías rapaces, presentes en casi todas las partes del espectro político cubano”.

 

La pregunta ante esto podría ser: ¿quieren el Cardenal y sus apóstoles laicos usurpar el lugar de la oposición o desde Villa Marista se intenta recurrir al prestigio de una institución sagrada para agrietar la credibilidad del activismo político? Creo, sin embargo, que tal disyuntiva “tomaría el rábano por las hojas”. Lo preocupante aquí es el reparto ―en proceso― de cuotas de poder que estimula la cooperación y la alianza de la que estamos siendo testigos y que merece un tratamiento aparte.

 

En lo que sigue, repasaré tan solo la cortina de humo que la Iglesia ha levantado a su alrededor.

 

El falso inclusivismo

 

Hay dos poderes que no han dejado de competir por lo que, en términos modernos, pudiera caracterizarse como el acceso al mercado de las almas. El adoctrinamiento sistemático de esas almas es también una práctica esencial compartida por ambos. Lo que define la relación de esas instituciones parece ser, pues, el ganar adeptos y la necesidad de mantenerlos orbitando en torno a sí. Ello se deja sentir, particularmente, en otras prácticas compartidas como pudieran ser, por ejemplo, la compulsión a que el fiel (militante) reconozca sus pecados (autocrítica), los procesos inquisitoriales (purgas políticas), la promesa del Edén (la sociedad comunista sin clases ni Estado).

 

Todo ello es sabido. Pero, en la Cuba de hoy ocurre algo novedoso: la Iglesia comienza a posicionarse políticamente, pero asumiendo la retórica y la lógica del poder revolucionario.

 

“Divide y vencerás”, ha sido la máxima acogida por la Revolución desde el mismo 1 de Enero de 1959, sino antes. La Revolución cubana ―sabido es― necesita de la contrarrevolución, de la imagen del enemigo a tal punto que, de no existir, tendría que inventarlo. En la temprana fecha de 1961, Fidel Castro llegó a la formulación doctrinal de su proyecto, expresada en el conocido mandamiento: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”.

 

El carácter exclusionista de tal planteo salta a la vista: arruina la variedad del panorama político nacional dividiendo a los cubanos, sin más, en revolucionarios y contrarrevolucionarios, de tal manera que los últimos quedan a priori estigmatizados. Esta reducción de toda la diversidad social en general a la disyuntiva “revolucionario/contrarrevolucionario” es esencial para fines de control.

 

En un giro notablemente castrista, el vice-editor de la revista Espacio Laical clasificó recientemente a los cubanos en “nacionalistas” y “antinacionalistas”, con el propósito de tomar las riendas del tema de la reconciliación. Los antinacionalistas quedan, por principio, excluidos del diálogo. “In this new national Universe ―dice el autor refiriéndose ya al proyecto Casa Cuba―, “'the inside' and 'outside', the Revolution and Exile, teleology and pragmatism, have at least the possibility to recognize each other as part of a single and indivisible whole”. Como se ve, se pasa por alto a la sociedad civil y, dentro de ella, a la oposición y a la disidencia, que quedan ahora fuera de este fraterno universo conformado por la Revolución, el Exilio y la mediación sagrada de la Iglesia.

 

Lo curioso de todo esto es cómo se excluye radicalmente a la oposición/disidencia de la propuesta de los seguidores del Cardenal, mientras esta última se identifica con la del Gobierno al punto de hacerse indistinguible: “In that sense, the 'reinvention' of Cuban socialism is not only based on economic functionality, but on a real chance to receive and integrate the growing plurality of subjectivities present in Cuban society”. Sin olvidar, por supuesto, que de esa creciente pluralidad se excluye justo a quienes más han hecho por fomentarla y sostenerla a pesar de la también creciente represión.

 

La posición de Espacio Laical —darle cabida a toda la diversidad nacional (“the entire national diversity”) con el solo rediseño de las mismas instituciones estatales y de la arquitectura del actual Partido Comunista— entraña un gesto manipulador tendiente a promover un falso inclusivismo que justifique a la dictadura.

 

Para la revista laica (y remito aquí también a las intervenciones de sus editores en el Último Jueves de Temas, así como a las más recientes de Roberto Veiga) hay un sector que adopta una actitud de enfrentamiento y aplastamiento del contrario. Esos que quieren destruir al otro, según sostienen Veiga y González, son los antinacionalistas que deben ser excluidos del diálogo nacional.

 

Yo me pregunto: ¿cuál ha sido siempre ―y continúa siendo― la actitud del Gobierno hacia la oposición política? “Destructiva”, sería un calificativo cariñoso. Tal y como hace la propaganda revolucionaria (que cierra los ojos ante la realidad y ante sus propias inconsistencias lógicas), Lenier González sigue hablando de inclusión como si él mismo no hubiera excomulgado, siguiendo la tónica del Cardenal y del propio gobierno, a la oposición política, a la disidencia y a todos los movimientos cívicos y proyectos independientes que claman por una transición pacífica a la democracia (la cual, a diferencia de Iglesia y Estado, debe tener lugar en condiciones de libertad plena y pluripartidismo, única manera de garantizarle a todos los involucrados la igualdad de condiciones).

 

El vice editor, en suma, propone un escenario “of gradual and orderly change, preserving national stability, national sovereignty, social inclusion standards, and works towards a more inclusive and pluralistic society, a scenario without losers, where the Cuban government participates as a facilitator”. Insisto, no es el obvio compromiso con el Gobierno lo que resulta inquietante, sino lo que hay detrás del mismo.

 

Los supuestos de los que parte la reflexión de Lenier, simplemente, son erróneos. “In the XXI century ―nos dice― we are challenged as a nation to expand the horizons of political imagination”. Sin embargo, esto trata de implementarlo desde una perspectiva nacionalista y pre postmoderna, completamente ajeno a los resultados de la ciencias políticas, sociales y culturales en general que, justo en el siglo XXI ―y ya desde la segunda mitad del XX― son incompatibles con tales reclamos y han apostado por lo postnacional, en correspondencia con el nuevo orden mundial y los tiempos que corren.

 

Los cabildeos reconciliatorias también se dejan sentir en las gestiones que el grupo C.A.F.E (por sus siglas en inglés) realiza en territorio norteamericano. El objetivo parece ser el mismo: excluir a los elementos más radicales, es decir, a aquellos que más molestan al régimen de La Habana.

 

Los movimientos tácticos de este grupo están dirigidos a aislar a la parte más beligerante del exilio, mientras suman a las mayorías silenciosas de los emigrados con el ánimo de incidir en las elecciones presidenciales, según la dirección señalada por los jerarcas del Estado totalitario y de la Iglesia católica.

 

Me temo que por ese camino los servicios de inteligencia cubanos terminarán gobernando los EE UU, tal y como lo hacen con Venezuela. Detrás de la campaña por la reconciliación está la idea de que sea el propio exilio (la diáspora o la emigración, según se prefiera) el que le otorgue legitimidad (y dinero) al gobierno de La Habana. O lo que es lo mismo, a los ahora “convertidos” hermanos Castro.

 

Obviamente, la jerarquía católica tiene un particular interés en lavar la imagen de la empresa castrista, en la que está adquiriendo acciones con la bendición de Benedicto XVI. Palabra Nueva también es parte de este plan reconciliatorio. Su director ataca a los que ―según su opinión― insultan y descalifican. Lo que nunca se dice en estos casos es a quién. Y justo ahí está el punto: ¿a quiénes defienden? ¿Qué los hace ser tan intolerantes con el otro y, al propio tiempo, abogar por la reconciliación? ¿Cómo no imaginar una componenda entre Iglesia y Gobierno cuando estamos en presencia de la construcción paulatina de una mentira deliberada: la oposición y la disidencia son agresivos y destructores, gente violenta que quiere aniquilar al otro (nótese cómo se enmascara a la dictadura con la otredad) y, por lo tanto, se muestra incapaz de diálogo?

 

No importa lo que se argumente a su favor, el hecho es que la Iglesia Católica (el Cardenal y sus discípulos) intenta ocupar en el diálogo el lugar de esos cubanos que legítimamente lo han ganado arriesgando su felicidad, sus familias y hasta la propia vida. Esto es un secuestro del espacio opositor y una traición a la libertad y a la democracia.

 

Fue el gobierno dictatorial el que invitó a la Iglesia al diálogo y ésta ahora le paga excluyendo a la oposición. Solo pido que se reflexione al respecto. Los presos de la Primavera Negra fueron puestos en libertad por la presión de las Damas de Blanco que desbordó ampliamente las fronteras nacionales, pero esa victoria se escamoteó cuando Raúl Castro “accedió” a dialogar con el Cardenal para entre ambos repartirse los méritos (uno solicitando y el otro concediendo). Ahora intentan repetir la maniobra: el sacrificio de todos estos años, las muertes, las golpizas, las cárceles, todo se intenta eclipsar con la mediación de la Iglesia que se dispone a recoger los frutos de la lucha opositora y a colonizar la sociedad civil.

 

Y qué decir del viaje a EE UU de Eusebio Leal (leal tanto al Gobierno como a la Iglesia), que dijo: “No estoy aquí accidentalmente, sino buscando y trabajando en la dirección que considero correcta, de que salvados los derechos nacionales y nuestro culto ancestral a nuestra soberanía, se establezca una relación normal entre Estados Unidos y Cuba”.

 

Nótese que ―en conformidad con la operación de blanqueo― se le está dando protagonismo a las figuras más alejadas de la ideología marxista y del aparato policíaco-militar (con especial mención aquí a la infanta Mariela, cuyo coto de caza como todos sabemos es el influyente sector gay). Sin embargo, estos movimientos no apuntan al arrepentimiento ni a la buena voluntad repentina del Gobierno. Solo se trata de negociar apoyo político y financiero con sus propios enemigos históricos (la Iglesia Católica, el exilio y EE UU). Tan perversa es la apuesta.

 

Los parches de Espacio Laical

 

Tras una campaña tan activa a favor de extenderle un cheque en blanco al Gobierno, cabía esperar que la necesidad del lavado de imagen tocara a las puertas de la propia Iglesia Católica y, particularmente, de su representante nacional. El editorial de la revista Espacio Laical, del pasado 21 de mayo, es el esfuerzo más reciente en este sentido.

 

Por tal motivo, no podemos encontrar en él algo realmente novedoso o metodológicamente (y la palabra es de los editores) interesante. Sin embargo, algunos pasajes de esa apología del Cardenal Ortega han llamado mi atención. Sobre éste se dice: “ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba, que suele caracterizarse por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación. Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana [...] no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria”.

 

Diga el lector si no le suena a Raúl Castro hablando de la “gloriosa Revolución cubana” o leyendo la conocida biografía militante de un dirigente que acaba de ser promovido. Tras blandir el currículo político del Cardenal, el editorial agrega: “Todo ello lo ha llevado a conseguir una posición de liderazgo que ha desbordado lo estrictamente pastoral para convertirse en una propuesta de transformación ordenada y gradual del orden nacional”.

 

Lamentablemente, tanto el cubano de a pie como la oposición y la disidencia no se ven representados en este diálogo que incluye solo al Gobierno y sus simpatizantes del exilio. El siguiente pasaje, dirigido contra los excluidos, habla por sí mismo: “cargados de odio, de prejuicios y en algunos casos hasta de escasísima inteligencia política, prefieren derrocar al actual Gobierno y conseguir un triunfo que nuevamente excluya a los adversarios. Este tipo de victoria, por supuesto, podría conducirnos hacia un cambio político y económico, pero no hacia el necesario equilibrio nacional de inspiración martiana, en tanto muchas veces sus promotores parecen empecinados en excluir a todos aquellos que de alguna manera apoyan o han apoyado a la dirigencia de la Revolución. Dicha pretensión podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador. De lo que se trata no es solo de cambiar políticas o incluso instituciones, sino de lograr una solución armónica capaz de enaltecer la cultura cívica cubana”.

 

¿Cómo verían los editores de Espacio Laical que la oposición comenzara a reclamar la devolución de Vitral a Dagoberto Valdés y a cabildear en favor de una presunta promoción del padre Conrado a Arzobispo de La Habana? ¿Por qué ―en lugar de andar especulando con eventos que no han acaecido― no propician el diálogo entre los Castro y esa parte beligerante (que no se aclara si es interna, externa o ambas) y dejan que la política la hagan los políticos?

 

Los que tienen que sentarse a hablar, en todo caso, son justo los que se pelearon entre sí con el advenimiento de la Revolución, es decir, las generaciones históricas de ambas orillas, diálogo en el que nada tiene que hacer la Iglesia. Y estas conversaciones deberían llevar a ambas partes a reconocer que el cubano de a pie (exiliado o insiliado) los sobrevivió y los olvidó definitivamente, que la Cuba de hoy no cuenta con ninguna de las dos ideologías en pugna y que, más allá de la retórica patriótico-nacionalista, lo que nos mueve son las libertades individuales, la prosperidad económica y la recuperación del concepto de familia, destruido por 50 años de comunismo de guerra.

 

El meollo de todo reside en que el Cardenal y su grupo de apoyo, en plena concordancia con los intereses de la cúpula del Gobierno, rechazan la reforma política y abogan por una transición económico-social gradual, encabezada por Raúl Castro. Es por eso que excluyen a la oposición política interna y al anticastrismo externo, ya que la pretensión de los mismos “podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador”.

 

Tales reglas, al parecer, solo están al alcance de la dictadura totalitaria. Cómo se puede llegar a la democracia sin reforma política real ―y no aquella cosmética que apuntala la arquitectura del Estado comunista― es algo que Espacio Laical todavía no ha explicado. Por el contrario, en esta frase, se acerca mucho al mandamiento castrista de Palabras a los intelectuales: “Quienes no consigan la madurez suficiente para alcanzar estos atributos se autoexcluyen de aportar al objetivo principal de nuestro proyecto”. Es decir, o te conviertes o te quedas fuera y te anulamos.

 

Destacaré tan solo un remiendo más de la posición del Cardenal intentado por el editorial: “Igualmente tomamos distancia de los mesianismos políticos, oficiales y opositores, que pretenden autoproclamarse únicos portavoces de la sociedad civil y la vida política nacional”.

 

Es obvio que tras la copiosa crítica al cardenal Jaime Ortega hay que desmarcarse un tanto de la posición gubernamental, sin embargo, seguidamente se desliza la idea que el argumento anterior va dirigido contra las fuerzas que, desde la propia nomenklatura, obstaculizan las reformas raulistas. Esta situación ya la conocemos por boca del propio Gorbachov tropical, quien justifica la trivialidad de sus reformas con giros perestroikos tales como la necesidad de la nueva mentalidad y la lucha contra la burocracia, pero sin mencionar la palabra Glásnost (trasparencia, apertura informativa, libertad de expresión).

 

Si se quiere entender esta “metodología política” que intenta vendernos Espacio Laical hay que reparar en un detalle: los argumentos del Cardenal y sus aliados podrán estremecer a buena parte de la burocracia partidista ―que sin nombres y apellidos no pasa de ser pura retórica― pero jamás se dirigen contra las figuras de Fidel y Raúl Castro. En general, los cabildeos de los grupos de influencia (castrista y orteguiano) indican a una nueva alianza por el poder.

 

Si el argumento de lujo aquí es preservar al Estado socialista para evitar el desgobierno, el caos y el revanchismo durante la transición ¿por qué apostar por el líder y no por las instituciones del Estado? No se olvide que en esta parodia caribeña de la URSS, Raúl Castro no ocupa el lugar de Gorbachov, sino el de Stalin.

 

En lo personal, no me inclino por ninguna de estas dos apuestas. Hay que reconocer que el fin ha llegado y hacerse a un lado o ponerse en función del fortalecimiento de la sociedad civil y de la legalización de los partidos políticos con vistas a elecciones libres que puedan garantizar el desmontaje completo de las estructuras totalitarias. Solo así ―y no porque lo prescriba el editorial de una revista laica― sabremos si Cuba cuenta o no con verdaderos políticos, proyectos y programas capaces de sacar adelante el país.

 

A mí no me cabe ninguna duda que, para los cubanos, la peor de todas las opciones es aquella por la que ha apostado la Iglesia.

 

Una simple moraleja para los orteguianos

 

El gran problema que ha tenido Cuba ―y que viene siendo el nódulo de todos los restantes― es haber mantenido a las mismas personas gobernando durante medio siglo. Trátese de los Castro, los Pérez o los Rodríguez, eso no es lo importante. El gran problema que comienza a tener Cuba es que las mismas personas que la han administrado durante medio siglo intentan ahora diseñar su futuro y decidir el relevo.

 

En medio de todo esto, lo más valioso que tiene Cuba es su gente, no sus instituciones, tampoco el escudo ni la bandera de la estrella solitaria.

 

 

Puntos dudosos en el alegato de Espacio Laical

Mario J. Viera

24 de mayo de 2012

 

Tal parece que el equipo gestor de la revista Espacio Laical se considera a sí mismo como el único factor inteligente dentro del panorama político y social de Cuba y capaz de conducir al país por un sendero de armonía, concertación y paz social. Para ellos sus propuestas, sus opiniones, tienen consagración bíblica y, por tanto, única verdad. Al menos esto es lo que se desprende del cotejo del Editorial del número 2-2012 de la revista Espacio Laical publicado bajo el título “El compromiso con la verdad”.

 

Con mucha retórica jesuita, el Editorial es un panegírico a favor del cardenal Jaime Ortega contra el cual, según se alega, “ciertas facciones” intrigan con “el propósito de eliminarle y deshacerse de la línea política que éste ha promovido”. Sin embargo, yo que no cuento con la iluminación bíblica que porta el equipo gestor de Espacio Laical, que soy un simple mortal, tal vez uno de esos que el editorial considera “de escasísima inteligencia política”, me atrevo a señalar algunos puntos dudosos que he visto en el alegato de la publicación del Arzobispado de La Habana y que preside Su Eminencia Jaime Cardenal Ortega.

 

Remontándose a la década de los 80, el Editorial proclama que la Iglesia católica cubana, es decir, Jaime Ortega, “ha venido cincelando una propuesta de diálogo entre todos los cubanos, como metodología imprescindible para avanzar hacia una mayor concordia nacional”. Hay que hacer una observación en cuanto a esta afirmación. Fue en 1976 que se fundara el Comité Cubano Pro Derechos Humanos y es en 1980 que alcanza su definitiva formación dentro de la prisión del Combinado del Este. En 1986 el gobierno castrista emprende una campaña de descrédito en contra de Ricardo Bofill, fundador del Comité, lo que le hace conocido nacional e internacionalmente. En 1988 se funda el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba y a partir de esa fecha comienza el movimiento disidente y opositor de la isla. Hasta ese momento no existía confrontación ideológica destacada entre un sector de la oposición y el gobierno. No obstante, Espacio Laical nos habla de una supuesta propuesta de dialogo tal vez, hipotéticamente entre gobierno y oposición emprendida “hace más de 30 años”.

 

La gestión del cardenal Ortega en esa propuesta de diálogo, asegura el equipo de redacción de Espacio Laical nunca representó “una aceptación acrítica de lo mal hecho por las partes del espectro nacional” según esto, Ortega, “Unas veces en público y otras en privado, ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba”. No lo ponemos en duda, recientemente fue despectivo con respecto a un pequeño grupo que buscando asilo en un templo pretendía elevar una exigencia al gobierno y que fueran arrojados del lugar sin muchas contemplaciones a solicitud del cardenal. Es que para Espacio Laical la oposición dentro y fuera de Cuba se caracteriza “por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación”. Es que los únicos que poseen un proyecto claro y universal para el destino de la nación son los que forman parte del equipo gestor de la revista Espacio Laical según se lo cree ese mismo equipo gestor.

 

Creo, no obstante, que nunca comulgaré con la universalidad de la propuesta de Espacio Laical, si en ella se entiende una amnistía para los usurpadores del poder en Cuba. No puede haber universalidad incluyente entre víctimas y victimarios. No puede haber perdón para aquel que no lo ha pedido.

 

Espacio Laical apropiándose la representación de la Iglesia católica cubana afirma: “Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana, la Iglesia no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria”. Un lenguaje más parecido al del oficialismo no puede encontrarse. Habla de una Cuba libre y soberana para referirse a proyectos, quizá extranjeros, que le dictan a los opositores sus agendas (¿acaso Espacio Laical considera, como considera el gobierno de los Castro, que los opositores son mercenarios?). No critica el embargo de Estados Unidos algo que puede comprenderse dentro de un concepto eclesiástico; condena que no haya un distanciamiento del “bloqueo”, un sofisma muy empleado por el régimen castrista y que hace suyo el editorial. Lástima que los miembros del equipo gestor solo se conformen con el amor hacia una Cuba libre y soberana y no por el amor a una Cuba libre, soberana y democrática.

 

En su apasionada defensa de Ortega, Espacio Laical expresa que “el cardenal Ortega fue la única voz que, desde la Iglesia, condenó, sin ambages, el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y de otros oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, los ataques del comandante Fidel Castro contra monseñor Pedro Meurice y los llamados actos de repudio, entre otros ejemplos”. La única voz desde la Iglesia… sin ambages… Es decir que para Espacio Laical, no hay en Cuba ni siquiera un obispo, un sacerdote que haya tenido el valor de levantar su voz condenando las arbitrariedades del poder, que no sea Jaime Ortega. No puedo evitar la expresión: ¡Bien jodidos estamos entonces! Sin embargo tengo que decir que no recuerdo ninguna declaración de Jaime Ortega condenando sin ambages lo que asegura Espacio Laical, tal vez su condena fue en privado… Lo que si recuerdo fue cuando sin ambages pidió que se orara por la recuperación de la salud de Fidel Castro. No recuerdo nada que dijera sobre la muerte de Orlando Zapata Tamayo o la de Wilmar Villar, como tampoco recuerdo haberle escuchado referirse a la muerte de Juan Wilfredo Soto García, muerto luego de haber recibido una golpiza propinada por la policía.

 

“Además continúa el panegírico, (Ortega) ha tenido un protagonismo destacado en la preparación de todos los documentos episcopales emitidos sobre la realidad del país, y en especial en la preparación de la Carta Pastoral “El amor todo lo espera” (acciones que hoy muchos quieren escamotearle)”. ¿Quiénes se lo quieren escamotear? De acuerdo con la Real Academia, escamotear significa “robar o quitar algo con agilidad y astucia”, entonces: ¿Quiénes son los que pretenden robarle o quitarle con astucia al cardenal su papel en la preparación de la Carta Pastoral El amor todo lo espera? Por supuesto que no se trata de la disidencia o la oposición. ¿Se estará refiriendo a una contradicción, a una puja de liderazgo dentro de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba?

 

Casi adueñándose de la Cátedra de San Pedro, Espacio Laical nos ilustra: “Es necesario reconocer que nuestra realidad es compleja, y que lecturas simplistas y unilaterales de la misma dificultan la aceptación y realización de esa senda de entendimiento nacional”. ¿Entendimiento nacional? No se trata de un entendimiento nacional, no es posible entre aquellos que se empecinan en mantenerse en el poder sustentando un credo excluyente e intransigente y aquellos que pretenden abrirse a la democracia. Nuestra realidad, la realidad de Cuba no es compleja, no es la diversidad de opiniones e intereses puestos en el plano teórico; se trata de la existencia de un poder totalitario que ahoga cualquier empeño de progreso social. Sin caer en el maniqueísmo se pueden precisar dos polos: el Estado represor y la sociedad civil, la segunda, oprimida y castrada por el primero.

 

Es errónea la lectura simplista y unilateral de Espacio Laical que establece que “la solución definitiva para Cuba pasará por una metodología política signada por el encuentro, el diálogo y el consenso” algo que podría ser acertado si se tratara de un Estado en el que prevalecieran los fundamentos de la democracia en un caso de conflicto entre gobierno y oposición como pudiera ser el conflicto en Chile con motivo de las protestas estudiantiles por una educación de calidad y gratuita, o en los Estados Unidos con respecto a los problemas generados por la crisis económica. En Cuba, el gobierno, como ente usurpador e ilegítimo, no posee disposición de encuentro, diálogo y consenso que no sea para el acatamiento de su voluntad como poder y dominio.

 

Aquellos que no coinciden en este criterio laical son los que “cargados de odio, de prejuicios y en algunos casos hasta de escasísima inteligencia política, prefieren derrocar al actual Gobierno y conseguir un triunfo que nuevamente excluya a los adversarios”. Para resolver el conflicto cubano solo queda un recurso: derrocar la dictadura y llevar ante los tribunales a sus personeros más comprometidos. Esto no significa odio, apelar a la justicia de ningún modo significa odio ni carga de prejuicios; esto es inteligencia política. Tender puentes de imposible consenso a la tiranía demuestra una total estulticia política. Es como apunta Guillermo A. Zurga en Diario América: “Los puentes se les tienden a las personas o grupos que se arrepientan de sus actos ilícitos y/o vandálicos que deseen reinsertarse responsable y voluntariamente en la sociedad de un país. Lo demás es demagogia”.

 

Espacio Laical se contradice a sí mismo en cuanto la solución definitiva se fundamenta en el diálogo y el consenso cuando reconoce que “algunas autoridades han expresado públicamente que no consideran la posibilidad de gestionar transformaciones políticas encaminadas a canalizar la pluralidad existente en la nación. Por esta razón, tampoco han apoyado la institucionalización debida de los mecanismos necesarios para realizar ese diálogo nacional que reclama nuestra angustiosa crisis (…) no han faltado altos dirigentes de la burocracia político-partidista dispuestos a obstaculizar las iniciativas ciudadanas que buscan procurar este encuentro” y aduce como ejemplo la “campaña de obstáculos desatada por el aparato ideológico del Partido Comunista contra espacios del Arzobispado de La Habana, con el objetivo de bloquear la participación en los mismos de muchos académicos e intelectuales cubanos”.

 

Refiriéndose al impulso que pretende dar el equipo gestor de la Revista Espacio Laical al “encuentro, el diálogo y el consenso entre cubanos con posiciones políticas disímiles” brindando para ello sus páginas y espacios de diálogo “a cubanos de la Isla y de la Diáspora, de la izquierda, del centro y de la derecha del espectro político nacional” como es el “Diálogo entre cubanos” bajo el tema “La diáspora cubana en el siglo XXI” llevado a cabo por aquellos a los que Oswaldo Payá identificó como los “que gozan del privilegio de tener voz y espacios protegidos”.

 

Fue el denominado Diálogo entre cubanos un encuentro en espacio cerrado y negado la participación de importantes representantes de la oposición interna aunque Espacio Laical asegura que “algunos han estado ausentes, pues no han sido capaces de asumir un quehacer y un discurso bien fundamentado, sereno, propositivo e inclusivo” y los que estuvieron ausentes fueron pare Espacio Laical aquellos que no cuentan con “la madurez suficiente para alcanzar estos atributos, se autoexcluyen de aportar al objetivo principal de nuestro proyecto”.

 

Todas las críticas que ha generado la actitud contemplativa y condescendiente del cardenal Ortega, Espacio Laical quiere verlas como “una guerra contra toda una línea evangélica que aspira a cambios positivos y serenos”,

 

Cristo nos enseñó que a los mercaderes del Templo había que expulsarles con azotes no contemporizar con ellos. No se trata de una línea evangélica la que impulsan los gestores de Espacio Laical. La verdadera línea evangélica es la de denunciar la injusticia, es la defensa de los pobres y humildes que son la sal de la tierra, es saciar a los que tienen hambre y sed de justicia. No se trata de ataques contra la Iglesia católica de Cuba, la Iglesia no es ni Espacio Laical, ni su equipo gestor, ni el cardenal Jaime Ortega. Se requiere, por parte de todos los católicos rescatar a la Iglesia de manos de los mercaderes del Templo y entregarla a toda Cuba, sin tiranos ni demagogos.

 

 

La única opción del pueblo es la libertad

Oswaldo Payá Sardiñas

16 de mayo de 2012

 

El núcleo de la doctrina del cambio-fraude consiste en negar los derechos al pueblo y sustituir los cambios hacia la democracia verdadera por la continuidad del totalitarismo. Supone que la única opción de la sociedad cubana es dar el voto de confianza a Raúl Castro y su gobierno.

 

Es una realidad que la Iglesia en Cuba sirve con amor y sin distinciones al pueblo, ha sido y es un espacio de libertad y tolerancia para todos, mientras el régimen ha negado esa libertad en la sociedad. Por eso consideramos que esas expresiones  políticas de algunos, tan parciales  y alineadas con la doctrina oficial, aunque se emitan desde la iglesia,  no reflejan el sentir de la comunidad católica en su conjunto, pero sí demuestran que hay cierta  falta de comunicación y diálogo dentro de la iglesia y de espacios para contrastar opiniones.

 

El Movimiento Cristiano Liberación nació inspirado en el Evangelio que es la fuente del humanismo cristiano. Aunque no es un movimiento confesional, muchos de sus líderes y  militantes  son miembros activos de la comunidad católica en todo el país o de distintas comunidades cristianas; otros  no se identifican o practican una religión. Nuestra raíz cristiana nos inspira para dirigirnos a ustedes, Obispos, todos los sacerdotes, mujeres y hombres consagrados, pastores de las comunidades, laicos y a todos los cubanos dentro y fuera de Cuba.

 

Estos son momentos de peligros y esperanzas para Cuba. La falta de libertad y derechos mantiene sumergido al pueblo en grandes desventajas. El Gobierno complica la situación porque se niega a la apertura democrática y mientras los cubanos quieren cambios verdaderos y transparencia, se les impone el fraude.

 

En Cuba, la iglesia católica, aunque perseguida, ha estado siempre junto al pueblo y proclamando el Evangelio. La confusión que se ha generado a partir de ciertas posturas políticas, tomadas por quienes se han convertido en los principales y casi únicos voceros y responsables de la imagen pública de la Iglesia, no le hace justicia ni a ella misma ni al pueblo.

 

La confusión se produce porque no es fácil distinguir la misión y la autoridad del Arzobispo de La Habana como pastor, a quien respetamos mucho, de su discurso y su accionar  políticos. Este discurso, que se hace sistemáticamente, se proyecta como la posición de la iglesia y le sirve de plataforma de poder excluyente y privilegiado a un pequeño grupo de laicos que se comportan como  “el partido” en la Iglesia. Esos laicos  se alinean con la doctrina del cambio- fraude generada por el propio régimen y propagada por sus voceros y sus cómplices, mas sabemos que la Iglesia no se identifica con esa ni con ninguna otra posición política. La Iglesia ni tiene, ni es un partido.

 

El núcleo de la doctrina del cambio-fraude consiste en negar los derechos al pueblo y sustituir los cambios hacia la democracia verdadera por la continuidad del totalitarismo. Supone que la única opción de la sociedad cubana es dar el voto de confianza a Raúl Castro y su gobierno.

 

Esta doctrina de la continuidad del totalitarismo tiene, entre otros, los siguientes propósitos:

 

-   Negar la existencia de la oposición, cuando no desprestigiarla y negar que tengamos proyectos y alternativas de cambios pacíficos.

 

-   Presentar sus escogidos como únicos interlocutores posibles y capaces para el diálogo con el Gobierno. Un  único sector, supuestamente independiente, después de negar la existencia de la oposición o descalificarla.

 

-   Sustituir el Diálogo Nacional, que estamos proponiendo, por una negociación en las alturas, excluyente, elitista y sin transparencia.

 

-   Compensar el estado de destierro y humillación de los cubanos de la diáspora con su supuesta inserción en el mismo sistema político, sin derechos, que los condena a su condición de exilados.

 

-   Continuar negando a los cubanos el derecho a salir y entrar libremente a su país, sustituyendo este derecho por lo que llaman transformaciones en las regulaciones migratorias.

 

-   Rebajar la dignidad de los cubanos propagando la injuria de que no quieren, ni merecen derechos políticos, sino que supuestamente, sólo aspiran a vivir mejor económicamente.

 

-   Legitimar y consolidar la desigualdad más despiadada, garantizando los privilegios de los poderosos y su estatus de nuevos ricos al estilo capitalista, mientras condena a la pobreza a la mayoría de trabajadores y desempleados bajo el lema cínico de que “cambios es más socialismo”.

 

-   Atribuirle la condición o calidad de “cambios” a las medidas que facilitan algunos negocios privados,  mientras el régimen insiste en que no realizará cambios políticos, ni  apertura a los derechos.

 

El alineamiento de algunos laicos católicos, no representativos de la mayoría, con esa doctrina o estrategia del Gobierno, les ha dado poder dentro de la Iglesia para dominar publicaciones como Espacio Laical y Palabra Nueva, centros de contenido cultural y eventos. Imponen líneas, determinan a quien excluir o incluir y  actúan como verdaderos comisarios políticos, muchas veces en el mismo estilo represivo del Gobierno. Repiten hasta la saciedad que la oposición no existe  cuando, en verdad, nos tratan como rivales desde la Iglesia e intentan descalificarnos dentro y fuera de Cuba. Lo escandaloso es que se involucran galopante  y directamente, en la legitimación o lavado de cara de este cambio–fraude y que lo hacen comprometiendo la identidad de la Iglesia.

 

No podemos dejar de denunciar el malestar que aun experimentan muchos cubanos, católicos o no, ante las maniobras irrespetuosas y arrogantes del régimen antes, durante y después de la visita del Papa. Larga sería la descripción de los ultrajes sufridos, que van desde la imposición a trabajadores y militantes comunistas de asistir a las misas, hasta la suplantación de los paramédicos de la Cruz Roja por agentes represivos. La mayoría de los opositores pasaron muchos de esos días en calabozos, o confinados en sus casas, vigilados y amenazados. Pero esta, la oposición que según dicen “no existe en Cuba” ha sido la que durante décadas ha luchado abiertamente por los derechos de las personas, la libertad (también la libertad religiosa) y la reconciliación.

 

Es una realidad que la Iglesia en Cuba sirve con amor y sin distinciones al pueblo, ha sido y es un espacio de libertad y tolerancia para todos, mientras el régimen ha negado esa libertad en la sociedad. Por eso consideramos que esas expresiones  políticas de algunos, tan parciales  y alineadas con la doctrina oficial, aunque se emitan desde la iglesia,  no reflejan el sentir de la comunidad católica en su conjunto, pero sí demuestran que hay cierta  falta de comunicación y diálogo dentro de la iglesia y de espacios para contrastar opiniones.

 

La iglesia puede promover el Diálogo Nacional  si dialoga con todos y puede ser mediadora si reconoce y acoge a todas las partes. No le estamos pidiendo espacios políticos, ni que tome posiciones políticas. Hemos luchado pacíficamente por todos los espacios y todos los derechos para todos los cubanos en la sociedad. En la Iglesia hemos tenido y agradecemos, la solidaridad  el acompañamiento espiritual y humano, pero jamás hemos pretendido convertirla en nuestra tribuna ni exigirle en los templos los derechos, cuando sabemos que es el Gobierno quien se los niega y roba al pueblo, porque eso sería confundir a otra de las víctimas con el verdugo. Y la Iglesia, como el pueblo y con el pueblo, sigue siendo víctima de la opresión, pero también casa de todos y antorcha de la esperanza.

 

Las tensiones y las diferencias de opinión dentro de las iglesias, las familias, las agrupaciones y la sociedad son muestra de la intensidad con que los cubanos buscamos una salida, un camino pacífico para lograr los cambios. Nuestro  Inspirados en las virtudes del Padre Varela, a los cubanos nos anima la misma esperanza, sabiendo que estamos unidos en la visión y las metas de esos cambios que son la libertad, la justicia, la democracia y la reconciliación.  La fuerza mayor para lograrlos sólo vendrá del amor y la solidaridad entre cubanos.

 

Ante Dios Nuestro Padre y Señor de la Historia ponemos nuestros propósitos.

 

Oswaldo José Payá Sardiñas

Movimiento Cristiano Liberación

La Habana, 16 de Mayo de 2012

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba

Arnaldo M. Fernández

25 de abril de 2012

 

La maraña gestual entre las jerarquías católica y castrista sugiere una suerte de concordato, interpretado ya como tendiente a «deslegitimar la creciente sociedad civil cubana que demanda una transición democrática». Decía Habermas que «siempre es bueno saber de qué se está hablando, y más aún cuando se trata del problema de la legitimidad (…) De legitimidad sólo hablamos cuando nos referimos a órdenes políticos» («Problemas de legitimación en el Estado moderno», en La reconstrucción del materialismo histórico, Madrid: Taurus, 1981, páginas 243 s).  Así que corresponde a la sociedad civil cubana arreglárselas para acabar de deslegitimar al Estado totalitario castrista, es decir: privarlo de argumentos que avalen su pretensión de orden político bueno y justo. A tal efecto debe superarse una triple tiranía: la tiranía numérica de la mayoría electoral procastrista, la tiranía de la minoría gobernante —emergente de aquella mayoría— sobre la minoría o minorías electorales (perdedoras) y la tiranía de la propia mayoría electoral inerte sobre el pensamiento.

 

Acabar con la tiranía numérica es la clave de la reforma política. El grupo político de Fidel Castro reúne las tres condiciones [conocimiento, coherencia y conspiración] apuntadas por James Hans Meisel (1900-91) para ser elite controlante (The Myth of the Ruling Class, Ann Arbor: University of Michigan Press, 1958, página 4). Así y todo tiene que ser elegida: la mayoría políticamente inerte decide la suerte de las minorías políticamente activas. La sociedad civil cubana tiene que demostrar su aspiración a la democracia por las buenas o por las malas. Esto último se descarta —por mera razón histórica— y no queda más remedio que ir a las urnas para anular la boleta (o por lo menos dejarla en blanco) y deslegitimar al castrismo con los números. Ni huelgas de hambre, recogidas de firmas, videos para el exterior y cosas por el estilo llevarán jamás al cambio político.

 

Estas formas de lucha resultan más bien adecuadas contra la tiranía de la minoría gobernante —en virtud de la regla mayoritaria— sobre las minorías perdedoras. El «magistrado de la historia», Lord Acton (1834-1902), sentenció que «la prueba más segura para juzgar si un país es verdaderamente libre consiste en el quantum de seguridad que gozan las minorías» (Essays on Freedom and Power, Nueva York: Meridian, 1955, página 56). Aunque ese quantum es tan reducido en Cuba que hacer propaganda anti-gubernamental por medios de difusión masiva se sanciona tan duro [de 7 a 15 años] como matar a otro,  luchar por los derechos humanos y libertades fundamentales de las minorías políticas no debe confundirse con la precitada acción estratégica para reforma política.

 

Acaso la tiranía más férrea sea aquella impuesta por la mayoría inerte sobre el pensamiento, porque a la población conformista se suma la intelectualidad rastacuera para tender cercos de opiniones y aun sentimientos políticamente correctos. Aquí mismo la Iglesia católica abre hasta su espacio laical para sostener las pretensiones de legitimidad del Estado totalitario.

 

No hay que alarmarse. Hasta el representante del «imperio» Jonathan Farrar percibió que la disidencia no moviliza a nadie, ergo: se vuelve impotente frente a la tiranía de los números, y soltó que Washington should look elsewhere, including inside the Cuban government, for possible successors to the Castro regime. Si el cardenal y su claque clerical tienen igual percepción, es pura consecuencia lógico-instrumental que se abroquelen con el gobierno para asegurar su espacio eclesial (y laical también), máxime si el gobierno sabe que esta iglesia no puede ir contra la tiranía numérica electoral.

 

Tal jugada de la iglesia católica en Cuba pudiera llegar incluso a pasarle a la Congregación para las Causas de los Santos (Vaticano) el gato de Varela patriótico por liebre de santo Varela y así cuadrar el círculo con el Estado. Sólo que contra esto no se puede despachar ya la crítica a granel, v.g.: «No hay precepto religioso alguno que justifique el maridaje entre la Iglesia católica y un Estado totalitario». Los contenidos de sentido religioso se concilian fácil con los imperativos de agitación y propaganda político-estatal. Jesucristo salió del paso con «al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios» (Mt. 22, 21). No es lícito suponer que nuestro cardenal sea menos astuto. (Continuará).

 

 

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (II)

Arnaldo M. Fernández

25 de abril de 2012

 

La astucia de la jerarquía católica viene de lejos. Luego de enmarcarse en el concordato (1851) entre España y la Santa Sede, la Iglesia católica en Cuba consideró las guerras de independencia como gestas contra la hispanidad y acabó en el bando perdedor. De contra tuvo que encarar el flujo protestante desde EE. UU. La república poscolonial fijó en su constitución (1901) la separación entre Iglesia y Estado (Artículo 26) y aquella tuvo que engolfarse en catolizar al pueblo. Se crearon nuevas diócesis: primero (1903) en Pinar del Río y Cienfuegos; más tarde (1912), en Camagüey y Matanzas. Hacia 1916 el papa Benedicto XV accedía a proclamar la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba.

 

Para 1954, la encuesta ¿Cómo piensa el pueblo de Cuba? (Buró de Información y Propaganda de la Agrupación Católica Universitaria) entre 2,758 adultos de la ciudad y 1,242 del campo arrojó que 96.5% creía en dios y 72.5% decían ser católicos, pero los propios encuestadores acotaban: «Los grandes móviles que hacen a la mayoría de las gentes acercarse a la Iglesia o alejarse de ella, no son nunca de carácter teórico o abstracto, sino de orden concreto y personal» (página 6). Castro lo sabía: «En general se consideraba a Cuba un país católico. Yo no estoy de acuerdo con ese concepto, porque se confunden los términos» («Conversación con los representantes de las iglesias de Jamaica», Bohemia, 18 de noviembre de 1977, página 17).

 

Al llegar Castro al poder, la jerarquía católica tuvo que andar con cautela, porque el arzobispo de La Habana, cardenal Manuel Arteaga y Betancourt (Video en VIMEO), había saludado el madrugonazo (marzo 10, 1952) y alabado a Batista por salir ileso del asalto a Palacio (marzo 13, 1957). No obstante, el obispo Enrique Pérez Serantes (Santiago de Cuba) largó enseguida su pastoral «Vida nueva» para elogiar al «hombre de dotes excepcionales [que] ha escrito en el cielo de Cuba la palabra triunfo», y otra más: «El justo medio», para defenderlo frente a quienes repudiaban los fusilamientos de los criminales de la guerra civil: «Es derecho que le asiste a los Estados y la pena de muerte es válida incluso en el Vaticano».

 

De este modo principió en el catolicismo cubano el estilo de pensamiento a favor de la revolución castrista, pero con las miras puestas en preservar el espacio social de la iglesia. La medida legal apresurada (Ley 11-1959) de anular los títulos otorgados entre 1956 y 1958 por universidades privadas —entre ellas Santo Tomás de Villanueva, Candler, La Salle y La Masónica— dio pie a otro estilo: la crítica impugnadora, que se estrenó con protesta anónima contra la tentativa presunta del castrismo de «barrer la influencia del catolicismo en Cuba» («Complot contra la Iglesia», Excelsior, 19 de febrero de 1959, página 2). Un estilo de pensamiento contrario había bajado de la Sierra. El padre Lucas Ituretagoyena, capellán del II Frente Frank País, allanó el camino hacia el apoyo irrestricto a Castro al conjugar su sacerdocio —«me preocupaba que esos muchachos combatientes, muchos de ellos en peligro de muerte, no tuvieran asistencia espiritual»— con «vivas simpatías por la revolución» (La Quincena*, No. 1-2, enero de 1959). Así quedó planteada la «batalla de ideas» dentro del catolicismo en medio de la revolución castrista: por colisión de al menos tres corrientes de pensamiento. (Continuará).

 

* Órgano de prensa —fundado en 1910— de Ordinis Fratrum Minorum o Franciscanos en Cuba. Dejó de circular hacia marzo de 1961.

 

 

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (III)

Arnaldo M. Fernández

26 de abril de 2012

 

El apoyo de los católicos a Castro discurrió por dos cauces discursivos: defender el espacio eclesial en la revolución y marchar junto a la revolución contra viento y marea. El discurso crítico no se radicalizaría por mera reacción contra la reforma agraria (como suele leerse en la historiografía oficial), sino más bien porque las reformas urbana y de la enseñanza pisaron los intereses creados de la iglesia inmobiliaria y docente. También el discurso defensivo del espacio católico ascendió entonces de lo abstracto espiritual —actor ideológico dentro de la revolución— a lo concreto tangible.

 

Monseñor Evelio Díaz, obispo de Pinar del Río y auxiliar de La Habana, expresó en la circular «La iglesia católica y la nueva Cuba» (Diario de la Marina, mayo 31 de 1959) el beneplácito con la reforma agraria, por orientarse «al mejoramiento espiritual y material del campesinado». El laico Andrés Valdespino (Acción Católica) tachó de cristianos más apegados al interés mundano que a los evangelios a quienes consideraban la rebaja de alquileres y la reforma agraria como ademanes comunistas («El cristianismo de los sepulcros blanqueados» (Bohemia, No. 12, 1959, página 61). Las polémicas siguieron discurríendo y en eso llegó el Congreso Nacional Católico.

 

Quizás no hubo evento más importante de la iglesia en el siglo XX cubano que aquel congreso (La Habana, noviembre 28-29, 1959), pero las interpretaciones se bifurcan: la iglesia buscaba presionar al Estado con «la masiva catolicidad del pueblo» o el Estado convino con la iglesia desmentir así la campaña internacional sobre falta de libertad religiosa en Cuba. Lo cierto es que hasta ese congreso duró el lábil equilibrio entre los poderes espiritual (presunto) y terrenal (efectivo). El obispo de Matanzas, Alberto Martín Villaverde, reiteró la pauta histórica de preservar el espacio eclesial dentro de los poderes constituidos. Su pastoral «Congreso en defensa de la Caridad» (La voz de la iglesia en Cuba, México: Obra Nacional de Buena Prensa, 1995, páginas 91-97) sustentó tanto el credo de libertad en contra de las doctrinas totalitarias como el derecho de la iglesia a realizar su obra salvadora.

 

Del congreso en adelante, las contradicciones entre la iglesia y el Estado se desplegaron hasta desembocar en la Circular Colectiva del Episcopado Cubano (agosto 7, 1960) y su ejemplar tesis de que la iglesia «está y estará siempre en favor de los humildes, pero no está ni estará jamás con el comunismo». Para enfrentar el peligro del «totalitarismo comunista», el obispo Enrique Pérez Serantes (Santiago de Cuba) había aconsejado desde mayo de 1960 «recuperar a Dios para el pueblo cubano [con] campaña nacional evangelizadora» («Por Dios y por Cuba», La Voz de la Iglesia …, ed. cit., página 108), pero el pueblo cubano andaba en otra cosa.

 

Aunque Castro era —según el presbítero salesiano Enrique Méndez— «producto de la educación cristiana de nuestros tiempos» («La ideología de Fidel Castro», Diario de la Marina, febrero 1 de 1959),  su transfiguración en ideólogo de su propia revolución no pasó inadvertida para el cura franciscano Ignacio Biaín:  «El fidelismo es ya en Cuba una realidad para muchos años y dominará todos los cuadros políticos y sociales [Quienes] incitan a la guerra [y] se agarran a ella como remedio para mantener el sistema del pasado, serán execrados por dios y por la historia» («Guerra Civil», La Quincena, No. 10, 1960, página 7).

 

La precitada circular colectiva definió los bandos de católicos disidentes y partidarios de Castro. La jerarquía se libró de Biaín con el simple expediente de mandarlo a Pinar del Río a «cumplir otras responsabilidades», pero el Estado castrista venía adueñándose de la prensa y hacia enero de 1962 concedió a Biaín la sección irregular —que a mediados del mismo año se volvió dominical— «Mundo católico», en el periódico El Mundo. Aquí mismo radicaba el otro único espacio: «Noticias del mundo católico», a cargo del laico Juan Emilio Friguls.

 

Después que la prensa toda acabó por volverse oficial —hacia agosto de 1960— sólo Pérez Serantes y Eduardo Boza Masvidal, obispo auxiliar de La Habana y rector de la Universidad de Villanueva, emitieron pastorales. Todavía para navidad o año nuevo, el episcopado remitió infructuosamente carta abierta al primer ministro y en febrero de 1961 Pérez Serantes sacó otra pastoral, a sabiendas de que la iglesia había perdido la batalla ideológica contra el castrismo y había que tocar con sordina o en el exterior (v.g.: la Operación Pedro Pan).

 

El obispo de Cienfuegos, Eduardo Martínez Dalmau, renunció (marzo 16, 1961) y marchó al exilio, azuzado por el enemigo rumor de que había delatado a revolucionarios antibatistianos. El arzobispo de La Habana, cardenal Manuel Arteaga Betancourt, se atemorizó con Girón y se asiló en la embajada argentina. Al cabo Castro tuvo la ocurrencia de colgar el sambenito de falangista a los curas españoles —y de paso a cubanos— para embarcar (septiembre 17, 1961) a unos 135 a España en el Covadonga. Dizque apenas quedaron 200 sacerdotes en la Isla.

 

La iglesia guardó cautela [¿a la espera de los americanos?] con su esquela dominical Vida Cristiana —oficial desde enero de 1963— y silencio casi sepulcral: una pastoral (1963) de Pérez Serantes por el ciclón Flora y un libro (La Habana: Imprenta Vida Habanera, 1963) que empacó el estudio biográfico de Luis Felipe Le Roy sobre el obispo Gerónimo Valdés y la reseña histórica del padre «origenista» Ángel Gaztelu sobre su parroquia (Espíritu Santo de La Habana).

 

Castro ganó su segunda guerra civil (1960-65) al hilo y terminó con la paciencia de la iglesia. Su dialéctica eclesial dictó, por entre el compromiso y la aprehensión, romper el silencio con tono conciliatorio. Al publicar en Vida Cristiana (abril 17, 1969) el comunicado «A nuestros sacerdotes y fieles» sobre la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 24 de agosto- 6 de septiembre de 1968), los obispos cubanos se preguntaron retóricamente: ¿Quién entre nosotros ignora las dificultades de toda índole que entorpecen el camino que debe conducir al desarrollo? (…) ¿No es éste el caso del bloqueo económico a que se ha visto sometido nuestro pueblo, cuya prolongación automática acumula graves inconvenientes a nuestra Patria?

 

En diciembre de 1969, una entrevista de la revista Cuba Internacional sobre las perspectivas de la iglesia en sus relaciones con la revolución señaló al vocero del ademán jerárquico: monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal, quien acabadito de llegar de Roma había recibido —hacia febrero de 1964 — el visto bueno gubernamental para remplazar al finado Biaín en «Mundo Católico».

 

 

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (IV)

Arnaldo M. Fernández

9 de mayo de 2012

 

El ademán conciliatorio de la jerarquía católica con su pastoral (abril 17, 1969) en contra del bloqueo se considera cierre y salida de la etapa —abierta hacia febrero de 1961— en que la iglesia se abocó a la «reflexión y análisis de una situación de hecho [donde] debía desenvolverse su tarea, la evangelización, en un contexto revolucionario-marxista». Así aparece en las «Respuestas al cuestionario para la revista Cuba Internacional», mecanografiadas por monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal (CMCGM) hacia diciembre de 1969. Sin embargo, los obispos cubanos principiaron hacia 1975 a referirse al mismo lapso como período de «silencio [o] iglesia silenciada» y la noción prevalecería: La voz de la Iglesia en Cuba (México: Obra Nacional de Buena Prensa, 1995) compiló 100 documentos episcopales y saltó de una carta abierta (febrero 11, 1961) del arzobispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serantes, a la precitada pastoral contra el bloqueo. Se emitió una circular del propio Pérez Serantes a los párrocos de Oriente con llamado de recolectar a favor de los damnificados del ciclón Flora (octubre 3, 1963) y elogió al gobierno de Castro por sus gestiones de auxilio y atención.

 

Antes que silenciada o en silencio, la iglesia venía más bien tocando con sordina. El padre Donato Cavero (Iglesia Mayor de Sancti Spíritus) tuvo la ocurrencia de sacar (septiembre 2, 1962) el boletín Vida Cristiana, que no tardaría en oficializarse (enero 20, 1963) como hoja dominical de la iglesia toda. Dizque su predilección por la lógica tomista para discernir entre ciencia y fe se enfilaba contra el Diamat, en tanto los fragmentos publicados de las epístolas de Pablo —como «bendecid a los que os persiguen, bendecidlos y no los maldigáis»— manifestaban la resistencia pasiva contra la revolución de Castro.

 

Por otro rumbo andaba el periódico El Mundo, que en 1960 recurrió al laico Juan Emilio Friguls, a instancia de Leví Marrero, para continuar la sección «Noticias del Mundo Católico», luego de marchar el profesor José Montó Sotolongo, quien venía encargándose de ella desde 1948. Hacia enero de 1962 arrancó otra sección irregular, que pasaría a dominical fija a mediados del mismo año: «Mundo Católico». La jerarquía se desentendió de tal canal de expresión, por donde discurrían artículos anónimos al compás de pa´lo que sea Fidel, pa´lo que sea. El cura comandante Guillermo Sardiñas revelaría allí mismo la identidad secreta a voces del autor a su fallecimiento: «El Padre [Ignacio] Biaín: combatiente revolucionario” (El Mundo,17 de noviembre de 1963). El obituario subrayó que los comentarios del finado sacerdote franciscano sobre el II Concilio Ecuménico Vaticano (1962-65) habían sido «los mejores en cualquier diario del mundo por su clara concepción de la esencia de los debates». Este concilio venía planteando la transfiguración de la iglesia como institución de jerarquías en «pueblo de Dios».

 

A la muerte de Biaín, «Mundo Católico» intentó afincarse como el espacio oficial «Palabras de Vida Eterna» con articulistas reacios a volverse —como acostumbraba el predecesor— contra jerarquía eclesial, quienes enrumbaron por recreaciones del «padecimiento judaico» en Roma bajo Nerón y otros pasajes de esclavización y exilio de los judíos. De aquí parece derivar la tradición exiliar en Miami de equipararse a los judíos lo mismo para condenar la exhibición de una película que para rememorar la guerra civil perdida.

 

El director del periódico El Mundo, Luis Gómez Wangüetmert, solicitó entonces al joven sacerdote cubano CMCGM —acabadito de llegar de Roma— que se hiciera cargo anónimamente de la sección. El gobierno dio el visto bueno y CMCGM emprendió la tarea esquizoide de negar la tendencia crítica de Biaín y apropiarse con cautela de su legado.

 

 

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (V)

Arnaldo M. Fernández

9 de mayo de 2012

 

Moseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal (CMCGM) regresó de Roma a La Habana en la estela reformadora de Juan XXIII (1881-1963) y el II Concilio del Vaticano (1962-65). Dizque había trabado contacto incluso con lecturas bíblicas y maneras litúrgicas de curas vinculados al movimiento obrero. Quizás por ello se estrenó en la sección dominical «Mundo Católico» del periódico El Mundo con el artículo «Las fiestas de San Juan Bosco» (febrero 2, 1964), en el cual deslizó que «no solo el camino de la redención individual del hombre, sino también de la sociedad, [radicaba] en el trabajo técnico, en la superación del obrero». Así mismo, la noción conciliar del «pueblo de Dios» incitaba a dejar atrás tanta jerarquía vertical y entablar el diálogo «horizontal» con la gente de abajo. Los obispos cubanos accedieron a que la sección a cargo de CMCGM fuera «expresión autorizada» del catolicismo. Sólo que ni credo ni institución pueden redimensionarse sin ajustar cuentas con su historia.

 

El meollo no estaba —como había declarado CMCGM a la revista Cuba Internacional— en que la iglesia se viera forzada a proseguir su tarea evangelizadora en contexto socio-ideológico marxista, sino en contexto cubano. Al considerar que «la gran mayoría de nuestra juventud ya (sic) no es cristiana; tampoco es marxista, pero la separación entre esta juventud y la iglesia será cada vez mayor si no repensamos toda la vida de la Iglesia en función de las nuevas situaciones creadas por la revolución», CMCGM pasaba por alto que la juventud cubana jamás había sido cristiana en esencia, sino en apariencia.

 

La indiferencia en Cuba ante el catolicismo instituido no tiene siquiera fundamento único en la tesitura «inconsecuente» de la clerecía frente a las gestas revolucionarias, como discurre por entre los cauces de la historia oficial. También hay claves casi antropológicas, que se rastrearon por lo menos desde Domingo del Monte (1804-53) hasta Jorge Mañach (1898-1961): la identidad sociocultural en la Isla de Cuba pintoresca trae su origen de sectores muy desacralizados y ligados sobre todo a la economía de servicios hasta bien entrado el siglo XVIII. Por fijarse La Habana como foco de vida cotidiana pendiente de las flotas españolas de ida y vuelta, parece haberse forjado el sentido de urgencia y hasta la proclividad al «tumbe», que habría derivado desde engatusar a los marineros próximos a partir, pasando por los empréstitos [por ejemplo: el «tumbe» de Castro a Mikoyán en la Ciénaga de Zapata (1960)], hasta la lucha exiliar por la libertad y la democracia en Cuba con fondos federales de EE. UU.

 

Nada tenían —ni tienen— de sacramentales la vida bohemia habanera y su promiscuidad. Tras la toma de La Habana por la expedición británica (1762) anduvo en coplas que las muchachas habaneras no tienen temor de Dios/ y se van con los ingleses / en los bocoyes de arroz. Junto al apego a placeres terrenales arraigaron tanto el irrespeto a la iglesia y demás instituciones suasorias como la actitud parejera frente a toda jerarquía inflada. No en balde José Victoriano Betancourt (1813-75) puede darse el lujo de Velar un mondongo (1838) y Manuel de Zequeira Arango (l764-l846), de soltar en décima que una sucia negra conga y el Rey de Prusia bailaron el zonzorico. Semejante tren de vida arrastraba por inercia a la corrupción y hasta el clero daría pruebas de dudosa rectitud.

 

Este contexto vital empeoró al desplazarse el eje de la economía desde los servicios a la industria azucarera. En los barracones confluyeron entonces congos y carabalíes, lucumíes y hasta macuas, quienes forjaron en toma y daca religiosidades tan discrepantes que CMCGM no atina sino a inventar —tras la fachada sincrética— que las religiones afrocubanas están «afectivamente vinculadas al catolicismo». Nadie se llame a engaño: sólo por influjo y presión conciliar, CMCGM abogará por el ecumenismo aun sin el garante plenario del clero, que todavía impugnaba, a lo Padre Varela, otras prácticas religiosas como impías o supersticiosas.

 

 

Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (VI)

Arnaldo M. Fernández

10 de mayo de 2012

 

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal (CMCGM) se rindió a la evidencia y rompió en la sección «Mundo Católico» con el habitual discurso tridentino de la iglesia en Cuba: «No se puede introducir a la fuerza en la conciencia humana el Cristo resucitado y glorificado (…) Creer en Cristo significa afianzar la libertad religiosa», largó en «Domingo V después de Pascua» (El Mundo, mayo 3 de 1964). Así el ecumenismo quedó bien plantado sobre bases de libertad, pero CMCGM buscaba pasar entre «la apertura ecuménica imprudente y el aislamiento orgulloso», sin advertir que la libertad religiosa no se compadece mucho con la cautela.  Luego de haber negado al difunto padre francisco Ignacio Biaín en cuanto a la actitud de la iglesia frente a la política, con la declaración de principios: «Tomar partido en estas contiendas profanas, a título de la iglesia, sería embarcar a la iglesia en una aventura que no es suya» (El Mundo, mayo 17 de 1964), CMCGM terminaría pasando de puntillas sobre la historia eclesial para invalidar su argumento de la iglesia apolítica en el debate «¿Puede afirmarse que el pueblo cubano es católico o no?». CMCGM comentó que el obispado cubano «no se han distinguido históricamente por sus dotes para dirigir la dimensión política de la vida de la iglesia» (Temas 4, octubre-diciembre de 1995, página 153). Al menos desde Benito de Spinoza (1632-77) se sabe que la negación también determina.

 

En su «Mundo Católico» CMCGM no dejó de congraciarse con la izquierda: dio entrada a Helder Carmona, arzobispo de Recife, quien denunciaba la pobreza y el desamparo social en Brasil, e incluso al sacerdote y marxista belga Francois Houtart. Ya en su ponencia Diálogo con el ateísmo, para las «jornadas de actualización» (agosto de 1964) en el seminario El Buen Pastor (Arroyo Arenas), CMCGM sentó «que el cristiano solo puede crecer en diálogo con lo diferente [y] no hay ni ingenuidad ni abdicación ni traición cuando se dialoga con el marxismo», que había sido la causa presunta del diferendo (1961) entre la iglesia y el Estado. Todavía en el Seminario Internacional «Iglesia y sociedad en la Cuba actual» (2001), el cardenal Jaime Ortega Alamino explicaría que los obispos cubanos se sintieron entonces atemorizados por el comunismo soviético en Cuba, y la consiguiente reacción del gobierno produjo una situación de crisis. (Te basta mi gracia, Madrid: Ediciones Palabra S., 2002, página 126). Sin embargo, CMCGM fue más bien cínico al reconocer que había redactado el precitado panfleto «montado en el carro» y aconsejar que «no es sabio volver a indagar en las responsabilidades del conflicto de años anteriores entre revolución-religión».

 

En otro panfleto, La vocación sacerdotal en Cuba, precisaría: «Si estuviéramos seguros de la perdurabilidad del socialismo en nuestro suelo, creo que hubiésemos buscado una solución (…) Si tenemos esperanza de que “esto” cambie, nos sentimos tentados de proceder de acuerdo con los criterios del exilio, para evitar que el exilio sea implacable cuando regrese a nuestras playas»

 

No en balde al sobrevenir la desunión post-soviética y entrar el castrismo en recesión, los once obispos cubanos largaron su pastoral El amor todo lo espera (1993) y el Grupo de Investigaciones Socioreligiosas (GIS) del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) urdió que los jerarcas católicos se hacían los polacos y empinaron a una mano de reverendos pro castristas de las iglesias protestantes como artífices de «la nueva teología cubana», centrada en que el socialismo es la antesala del reino de Dios.

 

Al cabo el castrismo ganó la carrera ideológica de fondo y la dialéctica eclesial católica, siempre entre la aprensión y el compromiso, percibió la tendencia sempiterna del Estado totalitario para tomar decisiones que no pueden valorarse acaso de manera distinta a como lo hizo Tom Spalding —en aquel pasaje de Ray Bradbury (El vino del estío, 1946)— tras expresarle su hermano Douglas la preocupación por «el modo como Dios gobierna el mundo»: «Bueno, Doug —dijo Tom— hace lo que puede».

 


Iglesia (católica) y Estado (totalitario) en Cuba (VII)

Arnaldo M. Fernández

11 de mayo de 2012

 

En su panfleto La vocación sacerdotal en Cuba, monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal (CMCGM) tocó la clave bayamesa: «Si la clerecía no difunde entre sus miembros que el sacerdocio no se puede asumir como actitud evasiva, sino como respuesta posible a las necesidades espirituales de la patria, la vocación sacerdotal en Cuba estará condenada a muerte». Así la noción conciliar de «pueblo de Dios» se reajusta como iglesia encarnada por obra y gracia de su clerecía, pero el contexto vital mundano proseguía siendo la Isla de Cuba pintoresca.  La  tensión política cardinal afloraba con  el exilio: la iglesia cubana está en la Isla, pero no puede desentenderse de la comunidad de emigrados, en tanto la iglesia cubano-americana radica en Miami, pero se arroga optar por todos los cubanos, a pesar de ser evidente que sólo cabe alinearse con la feligresía local. CMCGM buscó evadir la falacia de concreción fuera de lugar y llamó a «reconocernos miembros de esta comunidad humana concreta». Para lidiar con ella —los índices de religiosidad se han detectado en el 85% de la población, pero casi todos se acuerdan de Jesucristo ya sólo cuando truena— hilvanó hasta la serie de artículos «Concretando» en la sección «Mundo Católico», a partir del 4 de septiembre de 1966.

 

Antes había eslabonado otra cadena —del 20 de marzo al 29 de mayo de 1966— contra el documental húngaro ¿En seis días?, que desde la «ciencia soviética» echaba tierra y daba pisón a la vía bíblica para llegar a orígenes del universo. El profesor de filosofía marxista-leninista y «libre pensador» católico Aurelio Alonso (Universidad de La Habana) ese bajaría hacia octubre de 1966 en El Caimán Barbudo con «Mundo Católico y Teilhard de Chardin» para enredarse en polémica con CMGM.

 

Esta polémica acreditaría que Alonso —como señaló CMCGM— «confunde fe y sentimiento religioso y fe y teología. Más aún, que confunde fe y filosofía cristiana», pero también que la cautela de CMCGM llegaba despachar la represión secular de la iglesia contra los hombres de ciencia y hasta sus condenas a muerte como simple «tensión» entre ciencia y religión. Para colmo CMCGM soltó que la reacción airada de muchos creyentes ante el pensamiento científico traía su causa de «inocente despiste». A la postre El Mundo sacó hasta una carta anónima de otro «católico común» que demandaba a los obispos no sólo respetar, sino aceptar a incorporar el orden sociopolítico vigente a la prédica y acción eclesial. CMCGM cerró su sección (marzo 5, 1967) con diálogo —real o supuesto— con cierto amigo ateo que entrañaba «un test a nuestra conciencia».

 

El ateísmo oficial se afianzaría con las Tesis y Resoluciones del I Congreso del único partido y hasta se refrendaría en la Constitución Socialista (1976), pero el partido único tiene mucho de iglesia y abandonó con prudencia su tesitura atea en el IV Congreso (1991) para abstenerse incluso de confirmarla en la Constitución reformada (1992).

 

Los Padres de la Iglesia católica pensaron había llegado el apocalipsis predicho al derrumbarse el Imperio Romano. La sobrevivencia de la propia iglesia demostraría hasta qué punto estaban equivocados. El giro actual de la iglesia católica en Cuba hacia el concordato implícito con el Estado totalitario indica que los jerarcas católicos se convencieron ya de que, al venirse abajo el Muro de Berlín, incurrieron en el mismo error de aquellos padres. La persistencia del castrismo puede antojárseles eclesial.

El silencio del Vaticano

ante los crímenes del régimen cubano

Maria C. Werlau

8 de abril de 2012 

 

En su reciente visita a Cuba, el Papa Benedicto no mencionó a las víctimas de los hermanos Castro. No debe sorprender. Durante décadas la Iglesia ha guardado silencio sobre los peores crímenes del régimen en el afán de preservar su influencia y avanzar su misión en Cuba totalitaria.


Se destaca un atropello que involucró a la Iglesia directamente. El 2 de enero de 1981 fusilaron a tres hermanos —Ventura, Cipriano y Eugenio García-Marín, de 19, 21, y 25 años respectivamente— después de que entraran a la nunciatura (embajada del Vaticano) en La Habana buscando refugio. Eran Testigos de Jehová de familia muy humilde. Amenazados con ir a prisión por practicar su fe, el 3 de diciembre de 1980, junto a dos hombres y tres mujeres, penetraron la sede diplomática y solicitaron asilo. Horas más tarde, un equipo de Tropas Especiales del Ministerio del Interior invadió el recinto y los llevó presos.

 

Luego de un juicio sumarísimo, los tres hermanos fueron condenados a muerte supuestamente por haber matado de un disparo al mayordomo de la nunciatura. Semanas más tarde, fueron fusilados. El resto de los participantes en la toma del recinto recibieron condenas de 15 a 25 años. La madre de los hermanos García-Marín y varios parientes fueron sentenciados a 20 años de prisión solo por conocer los planes aunque no habían participado en el hecho. La madre murió en 1992, luego de haber perdido la razón durante su cautiverio, y aún clamando por los restos de sus hijos para darles santa sepultura. Gracias a cierta presión internacional, los soltaron algunos años antes.


Luego se reportó que el mayordomo supuestamente muerto estaba vivo y era un agente de Seguridad de Estado que había fingido sus heridas durante la toma de la nunciatura. (Para más detalles, visite la base de datos de Archivo Cuba).

 

El Vaticano ha mantenido hermético silencio público sobre el caso. Se alega que le dio permiso al régimen cubano para entrar en la sede y capturar a los que pedían asilo.

 

El rastro de sangre de los hermanos Castro es una larga mancha que ha ido creciendo por más de cinco décadas. Los guardacostas cubanos han asesinado niños junto a sus padres cuando intentaban escapar de la isla; los carceleros han matado a golpes a mujeres embarazadas y adolescentes. La cifra de muertes sigue creciendo con las de valientes disidentes que perecen en huelgas de hambre en reto final contra la represión, así como quienes desaparecen en el Estrecho de la Florida tratando de huir y los muchos jóvenes que están muriendo por las terribles condiciones de presidio, encarcelados por delitos económicos que sólo son crímenes en regímenes totalitarios.


La decisión del Papa de legitimar a los asesinos mientras se olvida a sus víctimas es lamentable. La Iglesia debiera exigir decisivamente que cesen estos crímenes y plantarse firmemente por la vida y la seguridad del pueblo cubano.

 

María C. Werlau es Directora Ejecutiva de Archivo Cuba.

Traducción al español cortesía de Archivo Cuba.

 

Este texto fue publicado originalmente en inglés, en The Miami Herald, en la edición del domingo  8 de abril de 2012.

Los papas pasan, el pueblo queda

Fabio Rafael Fiallo

5 de abril de 2012

 

Mussolini, Hitler, Trujillo, Castro: connivencias de la Iglesia Católica con dictadores.

 

En el contexto belicista en que vivía Europa en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Benito Mussolini decide en 1935 enviar un contingente de 400.000 soldados a Abisinia (hoy Etiopía), a fin de consolidar las posiciones de su país en esa región y eliminar los focos de rebelión que brotaban por allí. Nadie podía ignorar que dichas tropas no iban con ánimos altruistas ni evangelizadores, sino con el inicuo propósito de matar africanos mal armados.

 

A pesar del criminal objetivo de aquella expedición, el Papa de entonces, Pío XI, no tuvo reparo alguno en bendecir con solemnidad —haciendo la señal de la cruz en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo— aquellas tropas movilizadas con tan mortíferos designios.

 

Fue así como comenzó una tortuosa trayectoria de connivencia entre las potencias nazi-fascistas del Eje (Alemania, Italia) y el clero romano. Dicha connivencia fue objeto de vaivenes, con el nuevo Papa Pío XII decidiéndose al fin, si bien con un inquietante retraso, a guardar las distancias del Vaticano con respecto a aquella coalición.

 

La complicidad de la Iglesia Católica con un poder criminal en el siglo XX no se limitó al Viejo Mundo. En América Latina, numerosas fueron las ocasiones en que la jerarquía católica se convirtió en aliado de tiranos.

 

Ocurrió, para no citar sino un solo caso (que, por haberlo vivido, el autor de este artículo conoce bien), no lejos de Cuba, en la República Dominicana de Rafael Trujillo. Allí, durante tres largas décadas —y a cambio de concordatos, prebendas y construcción de templos— la jerarquía católica se dedicó con un ahínco bochornoso a cooperar con aquel régimen despótico, movida por una maquiavélica consigna: “Trujillo pasa, las iglesias quedan”.

 

La indolencia de la jerarquía católica ante el padecer de los disidentes dominicanos (llamados “desafectos”) no tuvo límites ni vergüenza, al mismo tiempo que todos los tedeum del mundo no parecían suficientes para honrar al tirano y su familia.

 

Solo al final, cuando la armazón del aparato trujillista comenzó a agrietarse, la Iglesia cambió la chaqueta. Obispos extranjeros recién llegados al país, y por ende exentos de complicidad, decidieron hablar y actuar con solidaridad hacia el pueblo, recordando el deber de todo gobernante de respetar los derechos inherentes a la persona humana.

 

A los cubanos les ha tocado sufrir la misma indiferencia de la jerarquía católica. Una indiferencia que se une a la de estadistas del continente, a la de responsables de organizaciones regionales (en particular la OEA, dirigida por José Insulza), y a la de las Naciones Unidas, cuyo Consejo de Derechos Humanos ha tenido la desfachatez de ofrecerle un asiento al régimen castrista.

 

Y es justamente en esa olímpica soledad de medio siglo donde se encuentra la grandeza, significación y trascendencia del interminable viacrucis del noble y sufrido pueblo cubano.

 

¿Qué resultado concreto se habrá llevado el Papa —a su residencia veraniega de Castelgandolfo— de su visita al feudo de los Castro? ¿Alguna concesión en materia de derechos humanos? No. ¿De apertura política? Tampoco. ¿Podrá pensar que su visita ha servido para hacer avanzar la libertad de expresión en el país? Al contrario: desde que el avión del Papa despegó de suelo cubano, se observa una recrudescencia de los acosos y arrestos de figuras de la disidencia.

 

Lo único que el Papa logró, siendo lo único que pidió cual una limosna protocolar, fue que sea declarado feriado el viernes en que se conmemora la muerte de Jesús. ¡Tamaño éxito!

 

Con un cinismo similar al del clero dominicano durante la tiranía trujillista, Benedicto XVI y sus ovejas obispales podrán argüir para justificar su cobardía: “Los Castro pasan, el Viernes Santo queda”.

 

El martirio cubano no hubiera sido completo sin esa indolencia papal que ha antepuesto burdos cálculos litúrgicos a las obligaciones morales del Evangelio que la Iglesia pretende encarnar y propagar.

 

Que se revuelquen, pues, como lo han hecho tantas veces en tantas latitudes, en los fangos abyectos de la complicidad. Son ellos, esos arzobispos, cardenales y papas prestos a contemporizar con déspotas y autócratas teñidos de sangre humana —sin dignarse a recibir “un minuto”, no más, a Damas de Blanco representantes del honor de todo un pueblo—, son ellos, repito, quienes al fin y al cabo tienen, en términos de imagen, prestigio y vergüenza, todo que perder.

 

A decir verdad, esa indolencia cómplice no habrá cambiado gran cosa al paisaje de desolación que sirve de tela de fondo a la vida en Cuba. Hoy, la Iglesia católica no es ni sombra de lo que antaño fue. Su influencia es más cosmética que real. Basta con ver las iglesias desiertas en Europa, América Latina y el resto del mundo, abandonadas en beneficio del agnosticismo o de confesiones con menos lastre moral y mayor lustre místico, para comprobar que la Iglesia de Roma ha quedado desahuciada por la historia, satisfaciéndose con entrar en componendas de palacio con tal de sobrevivir algunos instantes más.

 

Lo importante de la indolencia papal es que el pueblo cubano sabe finalmente que no podrá contar sino consigo mismo para deshacerse del yugo que lo asfixia desde hace medio siglo.

 

Mientras tanto, por los calabozos del castrismo y las calles de provincia y de La Habana, el disidente cubano deambula solo. Solo con sus pesares. Solo con sus principios. Solo con su conciencia.

 

Y cuando en la Cuba indómita repiquen de nuevo con júbilo las campanas de la Libertad, y los Inácio Lula, José Insulza, Jaime Ortega y el Papa de turno traten de incorporarse a la procesión de la victoria, clamando una solidaridad tan repentina como superflua hacia un pueblo cubano redimido por sus propias fuerzas, ese pueblo de la estirpe de Martí y de Maceo, e inspirado por el sacrificio de Zapata Tamayo y Villar Mendoza, y por el arrojo de Andrés Carrión y de tantos compatriotas más, podrá apostrofarles a esos aliados de la hora 25, con el menosprecio que ellos merecen: “¡No, ya es demasiado tarde!

Apoyo las palabras

de Enrique Patterson y Luis Zuñiga

Los negocios del Cardenal

Iván García

3 de abril de 2012

 

La Iglesia Católica de Cuba controla un fondo inmobiliario amasado a partir de sus asilos de ancianos.

 

El asilo de ancianos de la Iglesia de Paula, en la barriada habanera del Mónaco, no tiene nada que envidiarle a un hostal para turistas. Ahora mismo, los ancianos toman el sol o leen un libro mientras recuerdan el pasado. La atención que reciben por parte de las monjas y el personal médico es de primera. La ropa de cama la cambian diariamente. Desayunan, almuerzan y comen y pueden tomar jugo o leche, de merienda o antes de dormir. Y los fines de semana, las esforzadas monjitas los llevan a pasear en un monovolumen de la entidad religiosa.

 

Todo a cambio de ceder sus casas y sus pensiones a la iglesia.

 

Los hospicios para mujeres y hombres de la tercera edad administrados por la Iglesia Católica, dirigida por el cardenal Jaime Ortega, marcan una diferencia brutal con respecto a sus similares estatales.

 

No muy lejos del Mónaco, en el antiguo Hogar del Veterano, en San Miguel y Agustina, hay un asilo estatal que da grima. Los viejos, sucios y legañosos, se la pasan pidiendo dinero y cigarrillos sueltos. La comida es un sancocho repugnante. Y muchos de los ancianos, con sus achaques a cuestas, mal vestidos y peor calzados, salen a la calle a intentar buscarse un puñado de pesos, recogiendo latas vacías, vendiendo periódicos o cucuruchos de maní.

 

Estos ancianos no están en ese destartalado asilo porque lo desean. El problema, y es la gran diferencia, es que ellos no tienen propiedades para ofrecerle a la Iglesia a cambio de esperar la muerte con dignidad.

 

Las teorías del catolicismo conmueven a cualquier ser humano. Ayudar al prójimo, a los necesitados y a quienes sufren. No está mal. Pero en la práctica, al menos en Cuba, la realidad dista a ratos de esos valores cristianos.

 

Hace dos décadas, Teresa, beata incorregible, después del fallecimiento de su hermana, al sentirse sola y triste, decidió esperar sus últimos días en un asilo de la Iglesia Católica. Eran los años duros del “período especial” y, antes de pasar hambre y penurias, Teresa prefirió donar al Arzobispado su pensión de jubilada y su apartamento de tres habitaciones, dos baños y amplia terraza, en la calle Carmen, a un costado del Paradero de la Víbora (en el actual mercado inmobiliario, el precio de ese apartamento es de unos 25 mil dólares).

 

Una decisión personal que merece respeto. Cada cual decide a quién o quiénes cede sus bienes. El punto es lo que después pueda hacer con esos bienes la Iglesia Católica.

 

A los pocos días de dejar Teresa su apartamento, una brigada de obreros de la construcción del Arzobispado comenzó a repararlo, con materiales de calidad. Según los vecinos, que como en todo barrio están al tanto de lo más mínimo, el apartamento le fue otorgado a una “sobrina” recién casada del cardenal Jaime Ortega, una muchacha que en realidad era la hija de un primo, pues Ortega no tuvo hermanos.

 

Buen regalo de bodas. Luego ella y su esposo se marcharon del país, igual que muchos de los “hijos de papá” que gobiernan en la Isla, y el piso le fue transferido al hermano del esposo de la “sobrina” del cardenal.

 

Recuerden que en Cuba el 60% de las viviendas están en mal estado técnico. Y que un 80% de las jóvenes parejas suelen vivir con cuatro generaciones diferentes bajo el mismo techo.

 

Pero Jaime, el pastor de Dios en la Isla, puede darse tales lujos. No es un caso aislado. La Iglesia tiene un fondo habitacional que suele usarlo a su conveniencia, sin que nadie se lo cuestione.

 

Rebeca, licenciada en enfermería laboró cinco años en un asilo gestionado por la Iglesia. “Fue una jugada calculada. La hice para obtener una casa. Yo dormía en una colchoneta en el suelo de una vivienda pequeña y desbaratada donde residíamos nueve personas. Una monja amiga mía me consiguió un trabajo en un asilo. Y con el tiempo, habló con el párroco a ver si podían cederme un apartamento vacío que tenía la Iglesia”.

 

Cuando usted le pregunta a Rebeca si conoce de alguna donación del Arzobispado a familias cubanas que hayan perdido sus techos debido al paso de ciclones, sonríe: “No, no conozco ningún caso. Las casas casi siempre son repartidas entre el personal civil que trabaja en las instituciones eclesiásticas”.

 

Aunque quizás, para estar a tono con el diálogo fluido que la iglesia mantiene con el general Raúl Castro, el templo del Mónaco cedió un terreno al Estado y en estos momentos una microbrigada levanta allí un edificio de apartamentos.

 

Por supuesto, esos negocios con el fondo de viviendas a su disposición no son prácticas exclusivas de la Iglesia Católica. El Estado lo viene fomentando desde hace 53 años.

 

El régimen dispone de innumerables casas, apartamentos, mansiones, de personas que decidieron emigrar, y reparte ese fondo entre generales, ministros, tecnócratas y asesores, entre otros. Muy pocas de esas viviendas van a parar a los verdaderos necesitados.

 

Mientras en voz baja la Iglesia y el Estado trafican con inmuebles en beneficio de familiares, amigos o fieles, en público pronuncian discursos a favor de los desposeídos.

 

Durante los últimos diez años, varios huracanes azotaron con fuerza la Isla. Todavía muchas familias viven en sórdidos albergues que nada tienen que envidiarles a las duras prisiones.

 

No hay nada más parecido a una autocracia que el Vaticano. La edad de retiro de cardenales, arzobispos y monseñores es a los 75 años, pero suelen estar activos hasta la muerte o hasta que una enfermedad los incapacite. Como en las autocracias, existe corrupción, falta de transparencia e intrigas. El Vaticano ha sufrido diversos escándalos debido a casos de pederastia de algunos obispos en Estados Unidos, Alemania, Irlanda...

 

Ante esto, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han preferido callar. En su visita reciente a México, el papa alemán no se reunió con las víctimas de abusos sexuales cometidos desde los años 40 por el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. A pesar de las numerosas evidencias, gracias al silencio del Vaticano, Maciel falleció en 2008 sin ser procesado judicialmente.

 

La Iglesia Católica mundial necesita urgentes reformas acorde con los nuevos tiempos. La de Cuba no se queda atrás. Está por ver si esa institución milenaria desea cambiar.

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Nota de Manuel Castro Rodríguez. El mismo día que fue publicado este artículo, el 3 de abril de 2012, se lo envié al arzobispado de La Habana, con la siguiente nota:

Considero que debiera investigarse lo que se dice en este artículo. De resultar falso, debiera solicitarse el procesamiento penal del autor por difamación. De resultar cierto, la jerarquía católica debiera explicarle esto al pueblo de Cuba, utilizando todos los medios a su alcance, incluyendo el periódico Granma”.

A pesar del tiempo transcurrido, diez meses, el arzobispado de La Habana no se ha pronunciado. Como decían mis padres: el que calla, otorga.

Tras la visita del Pontífice

Oscar Elías Biscet

1 de abril de 2012

 

No me opuse a la visita del Papa Benedicto XVI a mi país. Aun convencido de que no esperaría palabra de solidaridad con aquellos que llevamos muchos años en la búsqueda de la libertad para la nación cubana.

 

La disidencia en Cuba se enfrenta a un sistema totalitario estalinista con todos los recursos a su disposición para frenar o aniquilar cualquier acto de rebeldía en la búsqueda de los derechos humanos fundamentales de los cubanos. Quienes levantan su voz en contra de la justicia son vituperados y ultrajados en sus medios masivos de difusión.

 

El sistema carcelario, las torturas y el paredón de fusilamiento serían las cuotas obligadas para esos valientes contestatarios.

 

No abundaré en los vergonzosos actos de la jerarquía de la Iglesia Católica cubana. Al llamar a la policía política y expulsar por la fuerza a un grupo de personas que confiaron en su caridad y se refugiaron en su seno para reclamar libertades básicas para sus conciudadanos.

 

Tampoco por la falta de no tributarles misas a los mártires Orlando Zapata Tamayo, Juan Wilfredo Soto, Laura Pollán y Wilmar Villar. Las complicidades de las iglesias cubanas con la dictadura castrista son tan evidentes que solo con su silencio cruel han asesinado durante años las esperanzas de libertades del pueblo cubano.

 

Las palabras de Benedicto XVI durante su estancia en Cuba fueron de mucha precaución para evitar desavenencias con la cúpula castrista.

 

En la misa de Santiago de Cuba, un ciudadano sencillo se lo recordó en alta voz y fue golpeado y detenido por la policía política. Esa muestra de violencia extrema ante su eminencia Benedicto XVI se había realizado a la vista del pueblo antes y durante su visita.

 

En las diferentes homilías en esta visita papal no hubo palabras de aliento para estos valientes pacificadores y perseguidos. Fueron olvidadas las bienaventuranzas de Jesucristo.

 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios.

 

Jesucristo fue un extremista de la filosofía del amor. Dispuso amar al enemigo y orar por los que nos odian. Existen personas con conductas aberrantes condenadas por siempre, como aquellos ángeles que guardan prisión perpetua hasta el juicio final. El evangelio nos recuerda que no debe haber fusión entre el bien y el mal. Los malos deben arrepentirse para el perdón y la reconciliación.

 

En el caso de Cuba deberían salir del poder todos los relacionados con hechos de sangre, como crímenes de inhumanidad y de genocidio, y tomarse medidas que garanticen las libertades básicas de todos los cubanos sin excepciones. Y también el establecimiento de un gobierno provisional con todas las fuerzas democráticas del país. Entonces podremos iniciar un proceso hacia la transición democrática.

 

En varias ocasiones he indicado que la Iglesia Católica cubana puede y debe actuar como mediador en todo proceso de libertad y de democracia para el pueblo cubano. Hoy no lo niego pero sugiero con bondad que primero debe reestructurarse la jerarquía de la Iglesia con personas que den el ejemplo de la prédica cristiana de Pérez Serantes, Pedro Meurice y otros buenos sacerdotes católicos que pudieran llamarse los cardenales del pueblo. Así se recuperaría la confianza en la milenaria institución.

 

Entre los mediadores no olvidaremos a los sacerdotes protestantes y evangélicos. Ellos podrían participar como institución en la formación de un comité de pastores. Esto aseguraría un balance justo y equilibrado en las negociaciones del camino hacia un estado de derecho democrático.

 

Dios es la libertad absoluta. Asimismo es poder, sabiduría, majestad, amor y gloria. Para él, no hay nada imposible. Por esto esperamos y actuamos en él en la promoción para nuestra nación de una sociedad libre donde predomine para el bien de todos su triada básica: cristianismo, comercio y civilización.

 

Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos.

El excomulgado Fidel Castro,

el peor asesino en serie de América,

y Benedicto XVI

Me he quedado estupefacto al ver el recibimiento sumamente cariñoso brindado al genocida Fidel Castro Ruz, que ya no es el gobernante oficial de Cuba. Entonces, ¿por qué se le ha dado este recibimiento en la Nunciatura?

 

La jerarquía de la Iglesia católica ha demostrado que lo que le interesa es ganar espacio político, no la libertad del pueblo cubano.

Cuba 2012: el Pastor, el Lobo-Reliquia

y la Encíclica Divini Redemptoris

Armando F. Valladares

Domingo de Ramos 1 de abril de 2012

 

El 28 de marzo de 2012, las escenas que muestran a Benedicto XVI y su séquito recibiendo cordialmente al sanguinario ex dictador Fidel Castro, en la Nunciatura Apostólica de La Habana, fueron las más dramáticas de la visita papal a la isla-cárcel desde los puntos de vista religioso, pastoral, político, simbólico y de la propia teología de la Historia; las que dejaron el sabor más amargo en los cubanos de la isla-cárcel, sedientos de auténtica fe católica y de plena libertad; y las que más dilaceraron los corazones del rebaño cubano, dentro y fuera de Cuba.

 

Una especie de “santo” comunista

 

Era el Pastor de los Pastores, con su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, y con su Nuncio Apostólico en La Habana, monseñor Bruno Musaro, acogiendo al Lobo de los Lobos casi como si fuera una “reliquia” viviente, una especie de “santo” comunista. Ese encuentro constituyó la realización de una Pesadilla de las Pesadillas, respecto de la cual se especuló durante muchos meses antes de la visita papal, incluyendo rumores de una hipotética conversión, como si se estuviese sondeando y endulzando el ambiente para que los 11 millones de cubanos prisioneros en la isla y los amantes de la libertad en el mundo entero, en la hora de ese encuentro, ya hubiesen amortiguado internamente el natural horror y repulsa que despiertan los grandes asesinos de la Historia cristiana, desde Nerón, pasando por Lenin, Stalin, Mao y Pol Pot, hasta Fidel Castro.

 

Fue un encuentro “muy cordial”, declaró el portavoz vaticano, Federico Lombardi, en conferencia de prensa en La Habana.

 

Servilismo del Nuncio en La Habana

 

Según muestra un video colocado en Youtube por América TeVé - Canal 41, la obsequiosidad demostrada por el Nuncio Apostólico, para no decir el servilismo, llegó a grados inimaginables. El ex dictador apenas acababa de bajarse del vehículo que lo transportaba cuando monseñor Musaro lo recibe, se inclina en una especie de reverencia, y proclama en tono admirativo: ”Señor Comandante, bienvenido a su casa. Yo fui alumno de su queridísimo amigo monseñor Cesar Zacchi”.

 

Es de recordar que monseñor Zacchi fue el encargado de la Nunciatura en La Habana en los primeros años de la revolución comunista e impulsor de la “ostpolitik” vaticana hacia Cuba, obligando a los obispos cubanos a alinearse con el régimen comunista o a callarse. A la salida, el Nuncio lo esperaba en la puerta para desearle: Que Dios lo bendiga”. Y cuando Castro ya estaba bajando las escaleras, literalmente corrió detrás de él para desearle “felicidades”. En materia de servilismo procastrista, el alumno parece haber aventajado al maestro.

 

El Pastor habría tomado la iniciativa del encuentro

 

Lo más desconcertante es que el propio Pastor habría sido quien tomara la iniciativa del encuentro, y no el Lobo en supuesto proceso de “conversión”. Es lo que reveló Fidel Castro, en declaración publicada por el Vatican Information Service (VIS) en su edición en español:”He tomado la decisión de pedir algunos momentos de su tiempo, que sé está lleno de compromisos cuando supe que le habría agradado este modesto y sencillo contacto” (VIS, “Encuentro entre el Papa y el ex presidente Fidel Castro”, 29 de marzo de 2012). Palabras farisaicas y astutas, aparentemente humildes, que dejaban claro quién dio el primer paso en una iniciativa que del punto de vista protocolar no era necesaria.

 

Castro: “Haremos apóstatas, miles de apóstatas”

 

¿Cuál sería el “agrado” que Su Santidad esperaba tener en el encuentro con ese asesino de cuerpos y de almas? Es un misterio. Fidel Castro comenzó fusilando a decenas de jóvenes católicos, que morían como mártires proclamando ”¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!”, gritos que yo mismo escuché, con mis propios oídos, en la siniestra prisión de La Cabaña; hasta que, en la Universidad de la Habana, por estrategia, y no por arrepentimiento o conversión, trazó una maquiavélica rectificación: ”No caeremos en el error histórico de sembrar el camino de mártires cristianos, pues bien sabemos que fue precisamente el martirio lo que dio fuerza a la Iglesia. Nosotros haremos apóstatas, miles de apóstatas” (cf. Juan Clark, “Cuba: mito y realidad”, Ediciones Saeta, Miami-Caracas, 1a. ed., 1990, pp. 358 y 658).

 

Fue a partir de entonces que los condenados a muerte comenzaron a ir al “paredón” amordazados, para silenciar de esa manera sus proclamas de fe y heroísmo. Al mismo tiempo, la “alfabetización” y la “salud” pasaron a ser dos tenazas satánicas de control psicológico, mental y social, así como de inducción a la apostasía, de generaciones enteras de niños, jóvenes y adultos. “Alfabetización” y “salud” que, no obstante, han recibido comentarios laudatorios de las más altas autoridades eclesiásticas, inclusive, del actual Pontífice (cf. Discurso de Benedicto XVI de recepción de las cartas credenciales del embajador de Cuba, Eduardo Delgado Bermúdez, “Le lettere credenziali dell'Ambasciatore di Cuba presso la Santa Sede”, Oficina de Prensa de la Santa Sede, Diciembre 10, 2009; cf. Armando Valladares, “Benedicto XVI: ¿beatificación” del internacionalismo castrista?”, agencia Destaque Internacional, Enero 06,  2010). Estos son otros misterios que hacen estremecer las almas de los fieles católicos cubanos.

 

Pío XI: comunismo, “satánico azote”

 

En ese trágico día 28 de marzo de 2012, sin duda, uno de los más trágicos de la Historia de los católicos cubanos y de la propia Cuba, Benedicto XVI ofreció al ex dictador las Medallas de su Pontificado. El momento de mayor cordialidad captado por los fotógrafos fue cuando el Pontífice tomó con sus dos manos las ensangrentadas manos de Castro, y ambos intercambiaron miradas en lo que parece ser un clima de mutua afinidad.

 

Por una ironía, o quizás, por una señal providencial, en esa misma foto difundida por el propio Vaticano se percibe al fondo y a lo alto, entre Benedicto XVI y Fidel Castro, como si estuviera analizando la escena, un cuadro con el retrato de un Pontífice. Todo indica que se trata de S.S. Pío XI, cuya profética Encíclica “Divini Redemptoris” el 19 de marzo pp., por lo tanto, pocos días antes del trágico encuentro, acababa de cumplir el 75o. aniversario en el mayor de los silencios y de los olvidos. Fue precisamente en esa Encíclica que Pío XI calificó al comunismo comointrínsecamente perversoy como un “satánico azote.

 

En los últimos años, me he visto en la dolorosa obligación de escribir decenas de artículos denunciando la política de distensión del Vaticano con el régimen comunista de Cuba. Artículos redactados invariablemente con palabras respetuosas, ejerciendo mi derecho y mi obligación de conciencia de fiel católico cubano y de ex preso político durante 22 años. Reconozco que esta ha sido tal vez la ocasión en que he tenido más dificultad de encontrar palabras adecuadas para esbozar una conclusión, tal la gravedad de lo ocurrido en la Nunciatura Apostólica en La Habana ese 28 de marzo de 2012.

 

Paternal y providencial ayuda de S.S. Pío XI

 

Opto entonces por recurrir a la paternal y providencial ayuda de S.S. Pío XI, cuya figura de alguna manera se hizo sentir en la Nunciatura Apostólica en La Habana, citando algunas expresiones de su profética Encíclica “Divini Redemptoris” que se aplican de manera sorprendentemente actual a la Cuba de hoy.

 

En una de las frases más lapidarias para quienes en Cuba promueven un diálogo alegadamente constructivo de los católicos con el régimen, Pío XI afirma que “el comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieran salvar de la ruina la civilización cristiana”. Nótese la fuerza de la expresión y las importantes consecuencias que de ella derivan: para Pío XI no es lícito colaborar “en terreno alguno” con una ideología intrínsecamente perversa.

 

“Conspiración del silencio” y “propaganda diabólica”

 

Con relación a importantes medios de comunicación, el Pontífice denuncia “la conspiración del silencio que está realizando una gran parte de la prensa mundial” sobre los crímenes revolucionarios.

 

Paralelamente a ese silencio, los revolucionarios desarrollan “una propaganda realmente diabólica como el mundo tal vez nunca ha conocido” con la finalidad de mostrar las supuestas bondades comunistas.

 

Una “propaganda diabólica” que -según profética advertencia de Pío XI, confirmada en las décadas posteriores con tantos lamentables ejemplos- tenía entre sus objetivos principales difundir el engaño en los propios medios católicos: “Más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas”. Junto con el engaño, viene de la mano la colaboración comuno-católica: “En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad”.

 

“Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios”, señalaba también el Papa Pío XI, en otra consideración de enorme actualidad para la Cuba de hoy. Baste recordar las ilusiones despertadas en ciertos sectores cuando se han dado a conocer recientes documentos del Partido Comunista de Cuba (PCC) y pronunciamientos de los hermanos Castro, incluyendo los rumores sobre la supuesta conversión del ex dictador, con apariencia distensiva -pero con un trasfondo fraudulento, claro está- en dirección a los católicos.

 

¿Comunismo mitigado?

 

A continuación, Pío XI sale una vez más al paso de quienes nunca pierden las ilusiones de encontrar un comunismo mitigado con el cual les sea posible entrar en componendas: “No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones, o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno”. Nótese bien. Esos errores y horrores no son circunstanciales, sino connaturales con dicha ideología. Son “los errores intrínsecos del comunismo, recalca Pío XI.

 

Gigantesco viraje de diplomacia vaticana

 

¿Por ventura no están descritos por S.S. Pío XI, de manera sintética y profunda, tantos ardides de los comunistas contra los católicos en Cuba y en el exilio? ¿Acaso esas advertencias, hechas hace exactamente 75 años, no constituyen hoy una trágica explicación para tantos episodios de colaboración comuno-católica en la Cuba de hoy? Lo concreto es la constatación de un gigantesco viraje producido en la diplomacia vaticana, desde Pío XI hasta nuestros días. Viraje enigmático y desconcertante de la diplomacia vaticana, una de cuyas raíces históricas parece estar, según destacados analistas, en el propio silencio del Concilio Vaticano II con relación al comunismo, lo cual hizo que los Lobos se sintieran en total libertad para diezmar al Rebaño en Cuba, en los países del Este europeo, en Rusia, China y Vietnam.

 

Que la Virgen de la Caridad proteja, consuele y llene de auténtica fe a mis 11 millones de hermanos prisioneros en la isla-cárcel; y que a los cubanos del destierro nos dé fuerzas espirituales para continuar luchando por la libertad de Cuba, con el fuego del Apóstol San Pablo: “combatiendo el buen combate de la fe” y “esperando contra toda esperanza” (Segunda Epístola a Timoteo 4, 7; y Epístola a los Romanos 4, 18-19).                       

 

Armando Valladares. Pintor, poeta y escritor. Estuvo veintidós años en el Gulag de los hermanos Castro. Recibió el Premio Libertad del Pen Club. Fue adoptado por Amnistía Internacional como preso de conciencia. Obtuvo la libertad gracias a la petición que el entonces presidente francés François Mitterrand le hizo a Fidel Castro.

La complicidad entre castrismo e Iglesia

Rafael Rojas

31 de marzo de 2012

 

En Cuba, el proyecto de nación del catolicismo se presenta como extensión o complemento del proyecto oficial. Es un camino que no contribuye a la democratización ni a garantizar el pluralismo ideológico de la isla

 

En la resaca de las tantas visiones promisorias sobre la visita del Papa a Cuba que circulaban desde fines del año pasado, hoy advertimos que los mayores beneficios del paso de Ratzinger por la isla tal vez no haya que buscarlos en Santiago o La Habana sino en Washington y Bruselas. La presencia en Cuba del líder de una iglesia que congrega a más de mil millones de fieles en el mundo tal vez ayude a consolidar el criterio de que la democratización cubana no se abrirá paso por medio de políticas basadas en el aislamiento diplomático de ese país o en sanciones comerciales contra su gobierno.

 

Al igual que en la visita de Juan Pablo II en 1998, la ciudadanía de la isla pudo escuchar a un jefe de Estado que habla de paz y libertad, de sociedad abierta y verdad cristiana. Todos, conceptos ajenos al discurso excluyente y confrontacional que ha caracterizado al gobierno cubano en más de medio siglo de poder. La forma manipuladora con que los medios oficiales enfocaron la visita y los mensajes del Papa y el modo abiertamente represivo con que las autoridades manejaron la seguridad nacional, antes y durante la estancia de Benedicto XVI en Cuba, fue una perfecta negación de esos mismos conceptos, serenamente formulados en las homilías del Papa.

 

De cara a la nueva sociedad que se viene construyendo en la isla, en las dos últimas décadas, la visita papal abre interrogaciones que no pueden silenciarse ¿Qué tipo de ciudadanía acabará constituyéndose en ese país caribeño, si se normaliza la hegemonía doble del Partido Comunista sobre la sociedad política y de la Iglesia Católica sobre la sociedad civil? ¿Qué sujetos políticos moldeará un sistema en el que la institución alternativa al Estado socialista, que cuenta con mayores derechos civiles para la trasmisión de sus valores a la sociedad, es la Iglesia Católica?

 

Hoy se puede hablar de una fe sostenida por dos instituciones autoritarias que saben entenderse

 

Existe la equivocada percepción de que Cuba ha sido y es una nación católica, como España o México, Irlanda o Polonia. El proyecto católico de nación nunca predominó en Cuba por muchas razones que podrían resumirse con la idea del antropólogo cubano, Fernando Ortiz, de que allí la nacionalidad se formó tardíamente, entre mediados del siglo XIX y principios del XX, por medio de un proceso de transculturación que incluyó, por supuesto, diversos cultos religiosos. La religión católica fue la más practicada por los cubanos hasta 1958, pero la Iglesia no era la institución hegemónica de la sociedad civil de la isla antes del triunfo de la Revolución.

 

Hoy los católicos no son mayoría demográfica en Cuba y, sin embargo, la Iglesia es tratada por el gobierno de Raúl Castro como si su feligresía acumulara las bases no representadas por el Partido Comunista. Este último ha concedido al clero católico derechos de asociación y expresión que, por ser negados a la ciudadanía, se convierten en privilegios, que le permiten crecer en condiciones excepcionales. Es cierto que los católicos cubanos han luchado por esos derechos en el último medio siglo, pero no menos que otras minorías de la sociedad, como las que conforman la oposición pacífica.

 

En su loable esfuerzo por abrir la esfera pública de la isla, la Iglesia y sus intelectuales insisten en que el crecimiento de esta institución se debe a que la misma no pertenece a la sociedad política sino a la sociedad civil y que, por tanto, su labor es estrictamente “pastoral”. Sin embargo, no dejan perder oportunidad alguna para presentar la manera en que la Iglesia se relaciona con el gobierno de Raúl Castro como el tipo de oposición leal que deberían practicar todas las asociaciones independientes para ser reconocidas. Nada más político que asumir un tipo de relación con un gobierno como paradigma de toda la sociabilidad de un país.

 

El Papa se vio obligado a declarar que “la ideología marxista ya no responde a la realidad”

 

Habría entonces que empezar por admitir que el crecimiento del catolicismo cubano en las dos últimas décadas no ha sido meramente “natural” o “espontáneo”, sino que ha respondido a la coyuntura histórica del colapso ideológico del marxismo-leninismo en los 90 y a los privilegios concedidos a la Iglesia a partir de esa década. Todavía en los años previos y posteriores a la visita de Juan Pablo II a la isla podía hablarse de la recuperación de una fe reprimida o amordazada. Hoy habría que hablar ya de una fe ideológicamente sostenida por dos instituciones autoritarias, que encuentran un punto de entendimiento en el discurso y la práctica del nacionalismo excluyente.

 

El sentido excluyente de ambos nacionalismos comienza con la representación de toda la comunidad cubana como comunista o católica. Un editorial de Granma de mediados de marzo hablaba de la “Nación cubana”, no de la Revolución o el Socialismo, y presentaba a esta al Papa Benedicto XVI, casi, como un pueblo católico. El embajador de la isla ante la Santa Sede fue más allá y declaró que la “Revolución Cubana y la Iglesia Católica hablaban el mismo idioma porque perseguían lo mismo”. La homologación de discursos entre ambas instituciones fue tan clara en los medios oficiales que el Papa se vio obligado a declarar, antes de su viaje a México, que la “ideología marxista ya no responde a la realidad”.

 

Si lo que el Papa quiso decir era que la ideología oficial cubana no responde a la realidad de la isla, tal vez debió referirse a la ideología “marxista-leninista” o “estalinista” o, incluso, “comunista”. La teoría social e histórica del capitalismo moderno de Marx es, por el contrario, una de las ideologías que más contactos establece con la realidad global del siglo XXI. Lo curioso es que el gobierno tolere el anticomunismo de la Iglesia Católica, mientras subvalora, margina o silencia los marxismos críticos que se posicionan frente a la ausencia de democracia o al avance del capitalismo en Cuba.

 

La elección oficial del catolicismo como alternativa leal posee, además, el inconveniente de facilitar el arraigo de ideas conservadoras sobre la nueva comunidad multicultural que intenta articularse en la isla a principios del siglo XXI. La visión de la Iglesia sobre las alteridades sexuales, raciales y genéricas, sobre los cultos afrocubanos, el aborto y el matrimonio gay, es tradicionalista, por no decir reaccionaria. El gobierno cubano, que históricamente ha demostrado ser también conservador en esas materias, hace acompañar su cautelosa apertura económica de una reevangelización católica que se propone crear una mayoría moral, “obediente en la fe” y “buscadora de la verdad”.

 

El Papa, el cardenal Jaime Ortega, el arzobispo Thomas Wenski y casi todos los líderes católicos, dentro y fuera de Cuba, hablan de un “largo camino de reconciliación nacional” y de una transición gradual, que evite el capitalismo salvaje en Cuba. La pregunta que queda en pie es por qué para evitar ese tipo de capitalismo y avanzar en esa reconciliación nacional es necesario privar a la ciudadanía de derechos civiles y políticos elementales como la libertad de asociación y expresión. No estaría mal que, aprovechando los medios con que ya cuenta, la Iglesia fuera más transparente en la exposición del tipo de capitalismo y el tipo de democracia que desea para Cuba.

 

El catolicismo, como sostuviera el malogrado profesor de la Universidad de Cambridge, Emile Perreau-Saussine, en su póstumo estudio Catholicism and Democracy (2012), no es incompatible con la democracia. Pero sus mayores contribuciones a esta se han verificado cuando ha sabido renunciar a sus linajes antiliberales y anticomunistas y se ha secularizado por la vía del diálogo ecuménico y la convivencia con otras religiones, cultos e ideologías. Los católicos cubanos deberían ganar conciencia en que el crecimiento de su fe en Cuba sólo podrá consolidarse plenamente bajo un clima de tolerancia religiosa, diversidad ideológica y libertades públicas para todos.

 

La visita del Papa Benedicto XVI a Cuba ha sido beneficiosa para la democratización, toda vez que el pueblo de la isla entró en contacto con un líder mundial que trasmite ideas y valores diferentes a los del Estado cubano. Lo que no favorece la democratización de Cuba es que el proyecto de nación del catolicismo se presente como extensión o complemento del proyecto oficial. Lo que, definitivamente, no contribuye al creciente pluralismo ideológico de la isla es que la Iglesia Católica comparta con el Partido Comunista la hegemonía sobre la esfera pública cubana, aceptando la limitación de derechos de las demás asociaciones civiles y políticas del país.

El lema (de la semana)

Enrisco

 

Uno, dos y tres:

 

-A Dios rezando ¡Y con la tonfa dando!

 

 -Cardenal, seguro, a los disidentes dales duro 

 

-Padre Nuestro que estás en Punto Cero, santificado sea tu nombre 

 

-Los CDR están ¡Con la cruz en alto! 

 

-¿Qué se merecen los enemigos del pueblo? ¡Crucifixión, crucifixión, crucifixión! 

 

-Donde sea, como sea y para lo que sea, Cardenal en Jefe ¡Ordene! 

 

-Dios te salve Mariela, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu mente, CENESEX.

 

-Cuando un pueblo famélico y servil reza, la injusticia goza 

 

-Señores materialistas ¡No les tenemos absolutamente ningún miedo! 

 

-La Iglesia: ¡un arma de la Revolución! 

 

-Cuba: atea ayer, católica hoy, fidelista siempre 

 

-Mata que Dios perdona 

 

-Esta calle es de Benedicto XVI, Esta calle es de Benedicto XVI (por dos días)

Entrevista a Fernando Trueba

 

Fernando Trueba: “Me dan pena los cubanos. Tanto aguantar a Castro y encima les cae el papa”.

Can the Pope bring hope to Cubans?

http://www.washingtonpost.com/opinions/how-the-pope-can-help-cubans/2012/03/19/gIQADeM6NS_story.html

 

By Editorial Board, Published: March 19

 

HOW IS CUBA preparing for the visit next week of Pope Benedict XVI? By rounding up dissidents, of course.

 

Four score or so were detained over the weekend, including the leaders and most of the members of the Ladies in White, the group that regularly marches in support of political prisoners. Many were released Monday, but they can expect regular harassment in the coming days. The regime’s practice is to carry out short-term arrests rather than formal imprisonments: According to the Cuban Commission for Human Rights and National Reconciliation, there were more than 600 such detentions in February alone.

 

If Pope Benedict or the Cuban Catholic hierarchy under Cardinal Jaime Ortega is troubled by this, they don’t show much sign of it. So far, the pontiff has not responded to appeals by the Ladies in White and other dissident groups seeking a few minutes of his time during the three days he will spend in Cuba. He has, however, scheduled two meetings with Raul Castro and made it known that he will be “available” if Fidel Castro wishes to meet with him. Cardinal Ortega, for his part, asked police to expel 13 dissidents who were camped in a Havana church last week in an attempt to push the pope to talk to the Castros about human rights.

 

The church’s coldness toward peaceful pro-democracy activists isn’t all that surprising. Since 2009, Cardinal Ortega has become a de facto partner of Raul Castro, meeting with him regularly and encouraging his limited reforms. The church helped broker the release of more than 100 political prisoners and did not object when most were pressured into emigrating to Spain. The cardinal has lobbied in Washington for the relaxation of U.S. sanctions against Cuba; the pope himself gave a speech Friday calling for the lifting of the U.S. trade embargo. Pope Benedict’s visit, the first by a pontiff since John Paul II toured the island in 1998, seems aimed at reinforcing what the church sees as a gradual process of peaceful reform led by the regime.

 

The problem is that, as Raul Castro has made clear, liberal democracy plays no part in his strategy. Rather, he hopes that Cuba will follow the path of Vietnam or China, opening its economy enough to stabilize a one-party regime. That may work for Cardinal Ortega, but it won’t satisfy Cuba’s opposition. Some 750 activists sent a letter to Pope Benedict warning that his visit “would be like sending a message to the oppressors that they can continue to do whatever they want, that the church will allow it.”

 

How could Pope Benedict avoid sending that message? He could meet with the Ladies in White. He also could press the Castros to stop persecuting democratic activists and release those who remain in prison. That should include the American Alan Gross, who is serving a 15-year prison term for delivering computers and satellite Internet connections to Cuba’s Jewish community as a contractor for the U.S. Agency for International Development.

 

The Vatican is right to support change in Cuba but wrong to suppose that it will happen without greater pressure on the regime and cooperation with peaceful opponent

Cardenal cubano, “socio de facto” de Castro

 

Editorial de The Washington Post que puede leerse haciendo clic en el siguiente enlace

 

http://www.washingtonpost.com/opinions/how-the-pope-can-help-cubans/2012/03/19/gIQADeM6NS_story.html

 

El periódico mexicano El Financiero publicó una pequeña traducción del editorial:

http://www.elfinanciero.com.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=10750&Itemid=26

 

Cardenal cubano, “socio de facto” de Castro

Jaime Ortega se reúne regularmente con el mandatario de la isla y alenta sus limitadas reformas. Visita del Papa refuerza proceso, según TWP

 

Washington.- El cardenal cubano Jaime Ortega se ha convertido en un socio “de facto” del presidente de Cuba, Raúl Castro, “reuniéndose con él regularmente y alentando sus limitadas reformas”, aseveró hoy el diario The Washington Post en un editorial.

 

Aseveró que la visita del Papa Benedicto XVI a la isla la próxima semana parece reforzar lo que la iglesia percibe como un proceso gradual de reformas impulsadas por el gobierno cubano.

 

El problema es que la “democracia liberal” no es parte de la estrategia de Raúl Castro, quien espera que la isla siga el camino de Vietnam o China, abriendo su economía lo suficiente para estabilizar el régimen unipartidista, sostuvo el rotativo.

 

“Eso puede funcionar para el cardenal Ortega, pero no va a satisfacer a la oposición de Cuba”, indicó el diario, que afirmó que unos 750 activistas enviaron una carta al Papa advirtiéndole que su visita sería como enviar un mensaje a los “opresores” de que pueden hacer lo que quieran y que la iglesia lo permitirá.

 

La Iglesia Católica ayudó en la liberación de más de 100 prisioneros políticos el año pasado, pero no objetó cuando a la mayoría se le presionó para que emigraran a España, manifestó.

 

El cardenal cabildeó en Washington para flexibilizar las sanciones contra Cuba y el mismo Papa pronunció un discurso el viernes pasado pidiendo el levantamiento del embargo de Estados Unidos contra la isla, indicó.

 

El Vaticano está en lo correcto en apoyar el cambio en Cuba, pero equivocado en suponer que ocurrirá sin mayor presión al régimen y cooperación con los opositores pacíficos”, puntualizó.

 

El diario recomendó al Papa que se reuna con las disidentes Damas de Blanco, presione a Castro para que deje de perseguir a activistas y libere a los que están en prisión, incluyendo al contratista estadunidense Alan Gross.

 

Denunció además el arresto de decenas de disidentes el pasado fin de semana, muchos de los cuales fueron liberados esta semana, pero señaló que los opositores temen hostigamientos en los próximos días.

 

Afirmó que tanto el Papa como el cardenal cubano Jaime Ortega no parecen mostrar mucha preocupación sobre esos asuntos, porque no han respondido a peticiones de disidentes para reunirse unos minutos con el pontífice.

 

El cardenal Ortega, sin embargo, ha programado dos reuniones con Raúl Castro y ha indicado que estará “disponible” si el ex presidente Fidel Castro desea reunirse con Benedicto XVI, sostuvo el diario.

 

Agregó que el cardenal pidió a la policía que desaloje a 13 disidentes que ocuparon una iglesia de La Habana la semana pasada en un intento de presionar al Papa a que hable con los Castro sobre los derechos humanos.

 

20 de marzo de 2012

 

Redactor: Margarita Vega

Orlando Márquez,

vocero del cardenal Ortega,

¿por qué ustedes mienten?

 

El 19 de marzo, el periódico The Washington Post publicó el editorial “Can the Pope bring hope to Cubans?” en el que se critica a la jerarquía, por no haber dado señal alguna de preocupación por la ola represiva desatada en los días previos a la visita papal.

 

2. El 24 de marzo, Mary A. O'Grady, columnista y miembro de la junta editorial de The Wall Street Journal, publicó una columna de opinión titulada “The Pope's Cuba Gamble“, donde critica duramente la actuación del episcopado cubano.

 

3. El 21 de marzo, el Star Tribune de Minneapolis/St. Paul, Minnesota, publicó un editorial titulado “Pope is coming -- time to round up dissidents” (El Papa viene: es hora de apresar a los disidentes), donde se critica a la Iglesia por no alzar su voz en defensa de los detenidos.

 

4. El 24 de marzo, en un artículo titulado “When Good Men Do Nothing“, publicado en The Harvard CrimsonDerek J. Bekebrede critica a la jerarquía por la expulsión de los disidentes de la Iglesia de la Caridad y por no organizar un encuentro del Santo Padre con los que disienten del gobierno.

 

5. El 24 de marzo, en un editorial titulado “Pope’s Visit To Cuba Stirs Hope As Palsy of the Castro Regime Grows More Aggravated“, el periódico digital The New York Sun, heredero del histórico diario neoyorquino, repite las críticas anteriores. 

 

6. El 28 de marzo, en la revista digital Catholic Culture, el conocido comentarista católico Phil Lawler publicó una columna con el título “The Pope in Cuba: too many concessions to the Castro regime?“, en la que compara desfavorablemente la visita del papa Benedicto XVI a Cuba con las de Juan Pablo II a Polonia. 

 

7. El 15 de abril, el conocido blog liberal Daily Kos publicó la columna “ 'Apostolic Journeys' or Trade Junkets?“, que critica la visita apostólica y el papel jugado por el episcopado cubano en las relaciones Cuba-Estados Unidos. 

 

8. El 27 de marzo, William Doino Jr., un probado valedor de la Iglesia católica, publicó un artículo en First Things, la revista religiosa más importante y prestigiosa de  Estados Unidos, titulado “Has the Church Gone Soft on Communism?“. Es una defensa ejemplar a la Iglesia que peregrina en Cuba. Sin embargo, refiriéndose a la solicitud de que la policía sacara a los disidentes de la Iglesia de la Caridad y a la negativa de planificar un encuentro del papa con la disidencia, afirma: Estas decisiones son cuestionables, y la Iglesia debería aceptar la 'corrección fraterna' de los que por tanto tiempo han luchado valerosamente por la libertad en Cuba”. 

 

Orlando Márquez, ¿por qué la prensa castrista defiende al cardenal Ortega?

 

Orlando Márquez, puedo comprender que tanto usted como el cardenal Ortega sientan simpatías por la tiranía castrista, pero ¿por qué ustedes tienen que mentir?

El papa, el cardenal y la policía

Andrés Oppenheimer

 

La visita del papa Benedicto XVI a Cuba empezará en medio de un clima enrarecido: los grupos de derechos humanos están consternados por la reciente decisión del cardenal cubano Jaime Ortega de llamar a la policía para desalojar a trece  disidentesque habían ocupado pacíficamente una iglesia.

 

Según un comunicado oficial de la Iglesia Católica de Cuba, publicado en el diario del régimen cubano, Granma, el 14 de marzo el cardenal Ortega le pidió a la policía que desalojara a los 13 disidentes que se habían refugiado en la iglesia Nuestra Señora de la Caridad de La Habana.

 

Tras su desalojo forzoso por policías antimotines en uniformes negros y armados con lanza gases, los disidentes, incluyendo a un hombre de 82 años, dijeron que fueron golpeados y llevados a una comisaría, donde fueron interrogados durante cinco horas antes de que les concediera libertad condicional. Según dijeron a los periodistas, habían querido entregarle una petición al Papa, y expresar sus demandas de democracia y derechos humanos.

 

¿Qué tan usual que un cardenal llame a la policía para desalojar a manifestantes pacíficos de una iglesia?, les pregunté a algunos de los principales grupos internacionales de derechos humanos y a varios expertos en derecho internacional.

 

Por lo que recuerdo de mi época como corresponsal extranjero durante las dictaduras militares de Sudamérica y América Central, y por lo que he leído sobre lo ocurrido en Polonia y en otras ex dictaduras comunistas de Europa, no se trata de algo muy usual. Mis entrevistados me lo confirmaron.

 

Nunca he visto algo parecido”, me dijo José Miguel Vivanco, director del departamento de las Américas del grupo Human Rights Watch, refiriéndose al pedido del cardenal a la policía. “Es resultado de una obvia subordinación de la jerarquía eclesiástica al gobierno cubano”.

 

Vivanco recordó que en 1977 y 1978, durante el régimen del dictador militar Augusto Pinochet en Chile, cientos de familiares de personas desaparecidas buscaban regularmente refugio en las iglesias para concitar la atención internacional sobre sus demandas. Muchos pasaban largos períodos allí, y jamás fueron desalojados.

 

A ningún obispo chileno se le hubiera cruzado por la cabeza llamar a la policía para desalojarlos”, me dijo Vivanco. “El cardenal chileno Raúl Silva Henríquez solía decir que la Iglesia está allí para dar voz a los que no tienen voz. La Iglesia jamás permitió que los servicios de seguridad estatales siquiera se acercaran a las iglesias”.

 

Javier Zuniga, un funcionario de la organización Amnistía Internacional en Londres, me dijo que el pedido del cardenal Ortega a la policía cubana “no es un hecho muy frecuente’’.

 

La iglesia Católica ha desempeñado un rol muy importante en defensa de las personas que sufrieron dictaduras en Chile, en El Salvador y en otros países”, dijo Zuñiga. “En esos casos, la iglesia se convirtió en el defensor, y acogió en las iglesias a las asociaciones de familiares de presos políticos, detenidos y desaparecidos, que no podían expresarse en otra parte. Eso fue respetado”.

 

Claudio Grossman, decano de la Escuela de leyes de American University y ex director de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, me dijo que “el uso de los lugares religiosos como asilo es una antigua costumbre, y puede considerarse parte del derecho consuetudinario. Desde esa perspectiva, esta actitud causa consternación. Contradice el rol que la Iglesia ha desempeñado tradicionalmente”.

 

Los grupos de defensa de los derechos humanos de Cuba están igualmente consternados. Elizardo Sánchez Santa Cruz, director de uno de los principales grupos de derechos humanos de la isla, dijo a Associated Press poco después del incidente que “no puedo salir de mi asombro” por lo ocurrido.

 

¿Qué ha dicho el cardenal cubano a todo esto? El arzobispado de La Habana respondió a sus críticos con un comunicado el 14 de marzo senalando que “la iglesia escucha y acoge a todos, e igualmente intercede por todos’’, pero que “nadie tiene derecho a convertir los templos en trincheras políticas”.

 

El comunicado agregó que: “Nadie tiene derecho a perturbar el espíritu celebrativo de los fieles cubanos, y de muchos otros ciudadanos, que aguardan con júbilo y esperanza la visita del Santo Padre Benedicto XVI a Cuba”.

 

Mi opinión: La jerarquía de Ia Iglesia cubana ha cometido un gran error. Una cosa es no antagonizar abiertamente al régimen para poder seguir abriendo gradualmente espacios para la Iglesia en un sistema totalitario, y otra cosa muy diferente es llamar a la policía para desalojar a disidentes pacíficos.

 

Cuanto menos, el cardenal Ortega podría haberse quedado quieto, y decirle a la policía: “si ustedes quieren desalojarlos, es una decisión vuestra’’.

 

A menos que haya una sorpresa durante la visita del papa Benedicto XVI —y a diferencia de lo que ocurrió en Chile, El Salvador y Polonia– este episodio contribuirá a que el cardenal cubano pase a la historia como cómplice de los represores, en lugar de como defensor de los oprimidos.

El papa y los herederos de Hatuey

Tania Díaz Castro

 

Hoy el papa Benedicto XVI, la máxima representación de la Iglesia Católica, llegará a Cuba y la dictadura lo recibirá con los brazos abiertos. Pero la mayoría de la población, compuesta por once millones de habitantes, y una de las menos católicas del continente, no parece estar muy interesada en acompañar a los miles de feligreses –y público colocado por el gobierno- que irán a su encuentro.

 

Aunque es cierto que las dictaduras totalitarias de corte estalinista se caen solas, siempre ayuda darles sus empujoncitos. En el caso de Cuba, es eso lo que hacen los disidentes, los opositores pacíficos y los periodistas, independientes que escriben sobre lo que ocultan y callan los caudillos castristas. El Papa ya ha aclarado que no se reunirá con ninguno de ellos; aunque sí ha expresado que estaría dispuesto a hacerlo con Fidel Castro, un ex dictador jubilado por enfermedad, sin ningún cargo oficial y excomulgado desde 1962, para rematar.

 

Algunos tienen la esperanza de que la visita de este Papa pueda ayudar en algo al regreso de la democracia a nuestro país. Pero, ¿alguien se ha puesto a pensar si las religiones, y muy en específico la católica, a través de sus hombres en el poder, se han caracterizado alguna vez por ayudar a los oprimidos que luchan por su libertad?

 

Los Sumos Pontífices de esa monarquía absoluta que es el Vaticano nunca han tenido demasiada influencia en Cuba, ni siquiera en tiempos de la colonia. Tampoco durante los gobiernos democráticos de la era republicana, y muchísimo menos durante los 53 años de dictadura de la familia Castro. Tal vez la historia de esa mala suerte del Vaticano en la isla se remonte a cuando el indio Hatuey, al ser quemado en la hoguera, se negó a aceptar al Dios de los católicos y dijo que no quería ir al cielo, si allí iban también los españoles.

 

Pero tampoco es que le vaya muy bien al catolicismo a nivel mundial. Los católicos son hoy poco más del 17% de la población del Planeta y raro es el mes que no aparece en la prensa mundial la noticia de algún nuevo escándalo de abuso sexual de un sacerdote católico y las maniobras de la Iglesia para ocultarlo. ¿Será acaso porque la Iglesia va contra corriente y sus inflexibles dogmas, lejos de avanzar junto con el desarrollo de la civilización humana y adaptarse a los tiempos, van en contra hasta de algunos derechos humanos que hoy se consideran fundamentales?

 

De más está decir que, después de tantos años de dictadura, los cubanos aspiramos a vivir en libertad. Libertad para pensar, amar a quien nos parezca, opinar, movernos libremente, organizarnos, tener o no tener hijos según decidamos, y creer o no creer en ese Dios, que supuestamente nos castiga si no hacemos exactamente lo que Él nos manda. De esas libertades no es portador Benedicto XVI.

 

Aquellos que se hagan ilusiones de que la Iglesia Católica, opuesta al divorcio, al aborto, a la eutanasia, al homosexualismo, a la investigación científica con células madres y hasta al uso de anticonceptivos, en fin a la libertad plena del individuo, podrá ayudar a cambiar el destino de Cuba, se equivocan y quizás deban recordar al visionario Hatuey.

Ángeles heridos

César Reynel Aguilera

24 de marzo de 2012

 

“Fuera de la Iglesia no hay salvación”. “Dentro de la Revolución, todo, fuera de la Revolución, nada”. Esas dos frases de encierro podrían iluminar muchos de los misterios y ministerios de la próxima visita de su santidad Benedicto XVI a tierras cubanas.

 

Primero fue la idea. Después surgió un perímetro que permitió definir el dentro y el fuera. Una vez deslindado ese territorio —institución, campamento, santuario— llegó la necesidad de defenderlo a como diera lugar, incluso al precio de negar aquella idea, hermosa como un angelito, que estuvo en el origen de todo.

 

Cuando Benedicto XVI arribe a La Habana podríamos estar asistiendo a algo más que a la visita de un jefe de estado, al encuentro entre dos contrarios ideológicos o al peregrinar de un pastor en busca de sus ovejas descarriadas. La llegada de Su Santidad podría marcar, a partir del abrazo protocolar inevitable, el entendimiento y la negociación entre dos instituciones cerradas.

 

La Iglesia Católica y el castrismo tienen mucho más en común que las felicidades pospuestas al paraíso y al futuro luminoso; que el amor utilizado como punta de lanza, o que esa extraordinaria capacidad para lograr que sean otros los encargados de alimentar y vestir a sus feligreses. El castrismo y la Iglesia Católica son dos instituciones cerradas que comparten el mismo agobio ante un mundo cada vez más abierto.

 

Las instituciones cerradas tienen, entre sus muchos defectos, una extraordinaria vulnerabilidad a la corrupción. Esa vulnerabilidad parte de un hecho muy simple: al ser la defensa del perímetro —institución, campamento, santuario— la tarea fundamental, y la razón de la existencia, se hace muy difícil aceptar, investigar o castigar, cualquier actividad que de ser reconocida podría terminar manchando o debilitando eso que hay que defender a toda costa. El resultado son una tolerancia y una desidia que proyectadas en el tiempo se convierten en inmunidad.

 

Los cubanos conocen muy bien la corrupción crónica del castrismo. Unos por razones personales y otros por el hecho de que esa corrupción ha alcanzado unos niveles tan altos que ha llegado a comprometer, o a amenazar, la misma existencia del campamento castrista, algo que ha obligado a la cúpula gobernante a un reconocimiento público y una supuesta lucha. Digo supuesta porque nunca ha alcanzado a reconocer que esa corrupción es intrínseca a la cerrazón del perímetro que se pretende defender.

 

La corrupción dentro de la Iglesia Católica, sin embargo, no es muy conocida por los cubanos no exiliados. La prensa castrista siempre se ha encargado de darle escasa cobertura, o de hacerlo de una forma muy superficial; algo que llama extraordinariamente la atención si se tiene en cuenta que el catolicismo es, para muchos castristas, el único y verdadero enemigo ideológico de la revolución.

 

Durante los años ochenta la Iglesia Católica sufrió, de forma pública y notoria, uno de sus más grandes escándalos de corrupción económica. La quiebra del Banco Ambrosiano, que tenía como principal accionista al Instituto para las Obras de Religión —conocido popularmente como Banco Vaticano— dejó al descubierto, además de pérdidas por un valor de varios millardos de dólares, una trama de manejos turbios, conexiones con la violencia organizada, e inmoralidades dignas de la más exquisita cólera de Nuestro Señor.

 

El director del Instituto para las Obras de Religión en aquel momento, el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, fue procesado judicialmente como cómplice de la bancarrota del Banco Ambrosiano y sólo pudo escapar de la justicia italiana gracias a la inmunidad diplomática reclamada por el Vaticano. A su vez, Roberto Calvi —presidente del Banco Ambrosiano cuando estalló el escándalo— fue hallado, en junio de 1982, colgando de la estructura del puente Blackfriars en Londres. En los círculos financieros y en la prensa se le conocía como el “Banquero de Dios”.

 

Por si fuera poco, a los casos de corrupción e ilegalidad financiera de la Iglesia Católica se sumaron, a mediados de los años 80, otros que desgraciadamente rebasan el reino del escándalo y la podredumbre, para entrar en el infierno del dolor indecible y la condenación de las almas.

 

En el año 1985 el párroco Gilbert Gauthe se declaró culpable de once cargos de abuso sexual a menores ante un tribunal del estado de Luisiana. Aunque ese no fue el primer caso de ese tipo tramitado por una corte estadounidense sí fue el primero que recibió una amplia cobertura mediática que dio lugar, lenta pero inexorablemente, a una ola de denuncias y demandas civiles y judiciales.

 

Muchas de esas demandas se iniciaron en la ciudad de Boston, en el Estado de Massachusetts. En 1992, por ejemplo, el Reverendo James Porter, de la diócesis de Fall River, fue acusado de abuso a menores en cinco estados de la Unión entre los años 1960 y 1970. Eventualmente Porter se declaró culpable de 41 de los cargos imputados. En 1999 el párroco John Geoghan fue acusado de violación de menores, hallado culpable y condenado a diez años de prisión. En el 2002 fue asesinado mientras cumplía condena.

 

Ya desde el principio de esa avalancha de denuncias y demandas legales quedó claro que muchos de los acusados habían sido señalados como pedófilos años antes y la Iglesia no sólo había sido incapaz de ponerlos ante la justicia, separarlos de su oficio, o impedir que actos como los denunciados volvieran a repetirse. No, muchos de esos pedófilos fueron tratados con una discreción y un secretismo que lindan en la protección, el encubrimiento y la complicidad. Fue eso, más que ese sensacionalismo al que la Iglesia intentó culpar, lo que sirvió de catalizador para que muchos abusados dieran el doloroso y valiente paso de salir del anonimato y denunciar algo que ya creían haber rebasado —o tabicado— en sus conciencias.

 

Durante la década de los noventa una enorme cantidad de procesos judiciales por abuso a menores fueron abiertos contra miembros activos o retirados de la Iglesia Católica a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos de Norteamérica. Lo que inicialmente se pretendió presentar como una moda local, en uno de los estados más liberales de la Unión (Massachusetts), se fue extendiendo hasta el punto de convertirse en un fenómeno nacional.

 

De todas esas investigaciones emergieron tres imágenes sobrecogedoras, la primera y la más importante: el dolor de miles de víctimas, católicas en su inmensa mayoría, que vivieron durante décadas con la confusión propia y el desamparo de aquellos en los que ellos —o sus padres— habían confiado; la segunda fue el encubrimiento y la complicidad evidente de una jerarquía católica que —ocupada como siempre ha estado en proteger la institución que representa— fue incapaz de pensar en las víctimas y darle protección a sus feligreses; la tercera fue que los abusos sexuales ocurrieron a todos los niveles de la Iglesia, desde párrocos hasta obispos, pasando por las diócesis, las órdenes religiosas (jesuitas incluidos), las escuelas católicas, los reformatorios y los orfanatos.

 

A inicios del año 2002 el periódico Boston Globe publicó una serie de artículos (que fueron reconocidos después con el prestigioso Premio Pulitzer) encaminados a informar, denunciar y llamar la atención de la opinión pública sobre los casos de abusos sexuales en la instituciones católicas, el encubrimiento de la Iglesia, y las maniobras de ésta encaminadas a controlar el daño económico y moral que se le venía encima.

 

En el año 2004, ante la presión cada vez más creciente de la opinión pública, y de muchos católicos indignados, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB por sus siglas en inglés) comisionó al Colegio de Estudios Criminales John Jay una investigación sobre los casos de abusos sexuales en la Iglesia entre los años 1950 y 2002. Los resultados de esa investigación, que hoy se conoce como el Informe John Jay, se basaron en encuestas —llenadas por las diócesis de la Iglesia Católica en los Estados Unidos— que fueron diseñadas para encontrar, siempre desde el más estricto anonimato de víctimas y victimarios, un estimado, aunque fuera lejano, de los casos de abuso sexuales contra menores de 18 años perpetrados en esas diócesis.

 

Las cifras, a pesar de sólo representar la punta de un témpano, son espeluznantes. 4392 párrocos fueron identificados como abusadores sexuales. De ellos se sabe que 143 cometieron sus actos en más de una parroquia. El número de víctimas reportadas fue de 10,667; de ellas el 22% eran menores de 10 años, el 51% tenía una edad entre 11 y 14 años, y el 27% correspondió a edades entre 15 y 17 años. Un número sustancial de niños muy jóvenes (casi 2000) fueron abusados durante ese período. El 81% de las víctimas fueron identificadas como de sexo masculino.

 

Al momento de su publicación (año 2004) el Informe John Jay estableció un estimado de más de 500 millones de dólares pagados por la Iglesia Católica para resolver las disputas legales relacionadas con casos de abuso sexual en los Estados Unidos de Norteamérica. En el año 2009, sin embargo, el monto de ese estimado aumentó a una cifra cercana a los tres millardos de dólares (http://www.advancedchristianity.com/Pages/CBS/CBS.htm). Esos pagos, por desgracia, distan mucho de representar la cifra tope de una pesadilla ya terminada.

 

Tradicionalmente las leyes estadounidenses han reconocido que un demandante tiene hasta cinco años, después de cumplir los 18, para presentar una demanda legal por abusos sexuales durante su niñez. A mediados de la década de los noventa varios estados de la Unión presentaron propuestas legislativas encaminadas a incrementar ese período hasta una década, o más. En junio del 2009 el Obispo de Brooklyn, Nicholas A. DiMarzio, puso, literalmente, el grito en el cielo y dejó bien claro que si cualquiera de esa nuevas propuestas de leyes —de prescripción de delitos— eran aceptadas, se generaría un devastador efecto dominó en el que varias diócesis tendrían que declarar bancarrota, cerrar iglesias, escuelas, y muchos otros servicios.  

 

A partir de los años ceros la situación de la Iglesia Católica —con respecto a los crímenes sexuales y su encubrimiento— lejos de mejorar empezó a tornarse cada vez más difícil. Una vez más la razón fue esa absurda creencia de estar ante un fenómeno local. De inicio fueron Boston y Massachusetts por ser liberales. Después fueron los Estados Unidos, una sociedad eminentemente protestante que tiene, además, un absurdo trauma con el sexo y una extraordinaria debilidad por el sensacionalismo.

 

Pero, ¿y el mundo?

 

A partir del año 2000 el mapa de las denuncias empezó a extenderse por todo el planeta. Hoy día la lista de demandas interpuestas, de demandas en curso, o ya arregladas financiera y moralmente, muestra países de todos los continentes, de todas las culturas y de todas las razas. La magnitud de los daños económicos y espirituales es tan grande que compromete, por primera vez en varios siglos, la propia existencia de la Iglesia Católica tal como la conocemos en la actualidad. A Roma, esta vez, podrían no salvarla los gansos.  

 

Una de las cosas que más llama la atención en todo este asunto es la ausencia — ¿casual?— de demandas de ese tipo en Cuba. Las explicaciones de esa ausencia podrían ser muchas y muy variadas, pasando algunas de ellas por las asunciones y deducciones que resultan inevitables, o necesarias, cuando se analiza el comportamiento de las instituciones cerradas. El único dato de utilidad que tenemos es que el 68% de los curas señalados en el Informe John Jay como pedófilos (o efebófilos) fueron ordenados como tales entre 1950 y 1979; fechas que encajan muy bien con la influencia de la revuelta castrista en la sociedad cubana.

 

¿Cuáles podrían ser las razones de esa ausencia de denuncias en Cuba?  

 

Una explicación posible, aunque extraordinariamente improbable, es que por razones de azar los curas ordenados o enviados a Cuba se portaron bien y no hubo abusos. Digo improbable porque estando en Cuba supe, a nivel personal, de dos casos de familias extraordinariamente católicas, y anticastristas, que se negaron a seguir llevando a sus hijos a la iglesia por sospechas de pedofilia. Una de las madres de esas familias se explicó con una frase memorable: “mi hijo no va a la Iglesia porque sus nalgas son tan sagradas como el Corazón de Jesús”.

 

Otra explicación posible es que el triunfo de la revuelta castrista impidió, a partir del acoso, el encarcelamiento y/o la expulsión de los curas, que los abusos llegaran a alcanzar las cifras que muestran otros países.

 

Por último, existe la posibilidad de que la prevalencia de esos abusos no sea tan importante como su conversión en denuncias; o sea, que en el contexto de una prevalencia estándar o disminuida —lo mismo da— lo que realmente podría diferir en Cuba es que el reconocimiento de esos abusos, y su ulterior conversión en denuncias y demandas legales, estuvo modulado —o está siendo modulado— por factores externos.

 

¿Cuáles podrían ser esos factores?

 

Uno que salta a la vista es el conflicto Iglesia-Castrismo. Para muchos católicos denunciar los abusos sexuales sufridos por ellos, o por sus familias, habría sido darle municiones al castrismo en su lucha contra la Iglesia. Otro es la enorme homofobia que siempre ha sufrido y todavía sufre la sociedad cubana. Si aceptamos que en Cuba el 81% de las víctimas también podrían ser del sexo masculino, estaríamos aceptando que para muchas de esas víctimas hacer una denuncia sería reconocer un acto homosexual, algo que en Cuba todavía es tabú.

 

Por último hay que considerar la posibilidad de que —aunque sea en un número reducido de casos— algunos de esos abusos fueron denunciados pero nunca alcanzaron a ser ventilados públicamente por la llamada “justicia revolucionaria”; ya sea porque las leyes cubanas son muy “relajadas” a la hora de juzgar esos casos, o porque el castrismo decidió sobreseerlos de alguna forma y guardarlos así, denunciados y bien documentados, para su ulterior uso en el juego político contra la Iglesia Católica.

 

La pregunta, entonces, es: ¿Tiene el castrismo en su poder un expediente sobre supuestos abusos sexuales perpetrados por algunos de los miembros de la Iglesia Católica en Cuba? Si la respuesta es negativa podemos respirar aliviados y asumir que el comportamiento errático de la Iglesia Católica cubana, en los últimos años —meses, días—, no se debe a razones de sobrevivencia de la Institución, sino a las malas decisiones de algunos individuos. Ahora bien, o mal, si la respuesta es positiva... que Dios nos coja confesados.

 

Un expediente de ese tipo pondría a la Iglesia en jaque perpetuo y la obligaría a plegarse al castrismo por un largo tiempo. No se trataría, como en el resto del mundo, de denuncias personales y aisladas, de juicios y arreglos entre individuos más o menos vulnerables y una institución poderosa. No, sería un asunto entre estados, con denuncias colectivas y pruebas aderezadas con las escuchas y filmaciones —reales o inventadas, qué más da— hechas por los mismos “kajoteros” (miembros del tristemente célebre departamento K-J de la inteligencia cubana) que después olvidaron, como aviso o “error”, uno de sus micrófonos —casualmente un modelo de los que ellos usaban por allá por los años sesenta— en la casa donde se hospedaría Juan Pablo II durante su visita a Cuba.

 

En una campaña de ese tipo el castrismo estaría dispuesto, quién lo duda, a mostrar los transcriptos —reales o inventados, qué más da— de las comunicaciones interceptadas entre la Iglesia cubana y el Vaticano, para así “probar” el encubrimiento institucional y la complicidad. Además de darle al asunto una dimensión extraterritorial exagerada, con denuncias, de ser posible, hechas también por cubanos exiliados, y con tantos vínculos y alusiones como se pueda a la famosa Operación Pedro Pan. Todo eso aderezado con una agitación internacional a la que se sumarían, con fruición, esos izquierdistas trasnochados que todavía creen en Fidel Castro y esos defensores de la Teología de la Liberación que son tan amigos del castrismo y que el Cardenal Ratzinger se encargó de censurar, o excomulgar, antes de convertirse en Benedicto XVI.

 

En una situación como esa los Papas no irían a Cuba a catalizar la caída del régimen o a evangelizar ateos, irían a negociar discreciones y silencios. En una situación como esa la Iglesia Católica estaría obligada a hacer concesiones inimaginables, como esa de darle la absolución al mismísimo diablo, mientras reza para que ninguno de aquellos niños, otrora maltratados, se convierta en un ángel caído.

El Papa revolucionario

Ángel F. Fermoselle

25 de marzo de 2012

 

Hoy, el Papa duerme, suponiendo que concilie el sueño, en Guanajuato. Y mañana, tempranito, tipo 9.30 a.m., coge su avión privado y se embarca en una bonita aventura, atravesando el Golfo de México, para aterrizar a las 14.00 horas en Santiago de Cuba, justo a tiempo para almorzar.

 

Qué suerte. Seguro que a Benedicto XVI, que tiene aspecto de comilón-en-el-armario, no le faltará su congrí, sus plátanos maduros, su ropa vieja, sus mariquitas. En el Oriente cubano, igual hasta se zampa una malanga y, si tiene suerte, unas hallacas.

 

Mientras, las 70 Damas de Blanco que fueron encarceladas hace una semana y posteriormente liberadas seguirán suspirando por su minuto, uno solo, con el jefe de los católicos del mundo.

 

Pero el Vaticano no cede. Ya ha confesado: no lo concederá. Por muy unitario, por muy singular que sea la suma de esos 60 segundos, por muy irrelevantes que puedan parecer, que no lo son, el Papa no viaja a Cuba para conceder indultos religiosos a nadie, ni siquiera así de breves, y menos aún a quienes le discuten a los Castro su sistema. Y tampoco visita la isla caribeña para que las autoridades cubanas le señalen como antirrevolucionario, que eso en la isla está mal, pero que muy mal visto, de Pinar del Río a la Punta de Maisí.

 

Pero, si juzgamos por lo que se ve, por el programa que sigue, el pontífice está con el régimen. Un régimen que, hace pocos años, expulsaba del Partido Comunista -la mayor afrenta que uno podía recibir- a quienes se confesaran creyentes.

 

Y es que en Cuba solo se puede creer en Fidel. Y eso no es que resulte fácil ni difícil, sino que simplemente es obligatorio. Tan obligatorio como levantarse cada día y, como dicen ellos, "resolver".

 

El Papa, en todo caso, no tiene tiempo -ni siquiera un minuto, que es lo que ellas han rogado-, para conocer a las Damas, que llevan años luchando por la liberación de sus familiares, encarcelados en las cárceles de la isla por el supuesto delito de ejercer una libertad de expresión –naturalmente, contra lo establecido- intolerable en este rincón del Caribe.

 

Hacerle el juego al poder

 

Qué lástima que los líderes religiosos siempre acaben, de uno u otro modo, haciéndole el juego al poder, por muy diabólico que este sea. El régimen de La Habana, a lo largo de su más de medio siglo último, ha conseguido ser todo lo maléfico que se puede aspirar a ser. Y, además, sin arrepentirse. "Hacia atrás, ni para coger impulso", decidió, hace ya lustros, el otro pontífice, el cubano.

 

Pero la isla, con ese atractivo tan único que la singulariza frente al resto del universo, con ese poder e influencia tan tremendos que aún disfruta Fidel, ha seducido al Vaticano, que la ha incluido en el primer viaje a Hispanoamérica del Papa. Qué tendrá, qué tendrá Cuba, que aún convertida por la gracia revolucionaria en uno de los últimos reductos del comunismo mundial, hasta los Papas claudican ante ella.

 

Pero Benedicto no se conforma y, además de probar la comida oriental y de visitar a su delegada en la zona, la Virgen de la Caridad del Cobre, expuesta en su imponente basílica-santuario en la pequeña localidad santiaguera, atravesará la isla para alcanzar la capital.

 

Se verá, con certeza, con un Castro, el pequeño. Pero apuesto a que también se reunirá con el otro. Benedicto XVI no tiene minutos para las mujeres que luchan por las libertades, pero está a lo que el comandante le ordene. Como todo el mundo. Al menos, en la isla.

 

Dios ha muerto

 

La verdad es que era previsible. Este Papa está lejos de levantarle la voz a los dictadores, por mucho que critique con contundencia a los teólogos que buscan explicaciones al mundo espiritual cuando indagan más allá de las teorías convencionales.

 

No deja de resultar curioso que el Papa viaje a Cuba, y se plante ante el inmortal Fidel, solo unos días después de que haya fallecido uno de los teólogos que más defendió la idea de la muerte de Dios, William Hamilton. Si Castro sigue vivo, quizá sea, efectivamente, porque Dios no lo está. De todos modos, ahora este reconocidísimo filósofo de Illinois ya sabe si Dios existió, si vive en La Habana o si nos los inventamos los hombres por pura necesidad. O por aburrimiento. Lástima que ya no podamos preguntarle.

 

El caso aquí en la Tierra es que, después de medio siglo sometiendo a una isla de 11 millones de personas rodeada de tiburones, la Revolución sigue su curso, que consiste en, básicamente, empobrecer al país cada día más y en reprimir, también más si se puede, a los cubanos.

 

Estaría bien que el Papa y la Virgen del Cobre utilizaran su bendita influencia e hicieran un milagro, uno grande, que concluyera con los Castro en un nuevo y ojalá que feliz sendero celestial para que, en vez de esos aguaceros tan bestias que bañan la isla tan a menudo lloviera democracia.

 

@affermoselle

Cardenal Jaime Ortega

denigra a opositores cubanos

y al difunto monseñor Agustín Román

El Papa y la oscuridad de esta primavera

Raúl Rivero

23 de marzo de 2012

 

La crisis mística que ha invadido la vida espiritual de los dirigentes del partido Comunista de Cuba y el fervor oficial que estremece al país ante la visita del Papa Benedicto XVI reafirma este dictado de la experiencia de medio siglo de totalitarismo: todo lo que primero se prohíbe, acaba siendo obligatorio después.

 

Ahí están, como ejemplo, la censura de las canciones de la nueva trova que, sin embargo, se convirtieron más tarde en la banda sonora del socialismo real; o el asunto de la persecución por la tenencia de dólares, imprescindibles hoy para sobrevivir en la isla.

 

De la devastación inicial de la Iglesia católica, la expulsión masiva de sacerdotes y monjas, la intervención de sus escuelas y las campañas en contra de las ideas religiosas (el opio de los pueblos) se pasa de rondón al tiempo de la aceptación en los panfletos gubernamentales en los que se verifican con solvencia las noticias sobre la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre en la bahía de Nipe, hace nada menos que 400 años.

 

Hay anuncios en la televisión estatal, pancartas en las calles, discursos y recados con la orientación de que la gente vaya a recibir al líder de la Iglesia, asista con alegría a las misas programadas y celebre el aniversario de la presencia de la madre espiritual de los cubanos, Cachita para los íntimos y Oshun en el panteón yoruba.

 

La jerarquía de la Iglesia también convoca a los fieles católicos (un 10% de la población) a recibir al Sumo Pontífice con jornadas de oración, misericordia y ayunos. Se confía en la buena voluntad de los feligreses para las sesiones de las plegarias y la compasión. Las del ayuno están garantizada por el Estado que, por estas fechas, conmemora los 50 años de la libreta de racionamiento.

 

Los peregrinos de la región oriental de la isla ya han comenzado a inscribirse disciplinadamente con su nombre y el número del carné de identidad en las listas para asistir a misa. Son las Damas de Blanco y los activistas de la oposición pacífica quienes viven acosados y perseguidos por la policía para impedirles que se acerquen al visitante, tanto en Santiago de Cuba como en La Habana.

 

Ellos no aspiran a un milagro. Quieren que el Papa escuche la voz de la Cuba pobre y cautiva. Piden un minuto para decir la palabra libertad frente al mensajero de Dios.

Amnistía Internacional y CCDHRN

desmienten al cardenal Jaime Ortega

 

El cardenal Jaime Ortega declaró en una entrevista que publica el diario L'Osservatore Romano que ya no quedan presos políticos en Cuba

 

http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false=&path=/news/vaticano/2012/spagnolo/013q12-Entrevista-al-cardenal-arzobispo-de-San-Cri.html&title=%20%20%20El%20abrazo%20cubano%20%20al%20sucesor%20de%20Pedro%20%20%20&locale=es

 

Sin embargo, Amnistía Internacional emitió un documento

 

Cuba: Libertad para cuatro nuevos presos de conciencia

 

http://www.es.amnesty.org/actua/acciones/cuba-libertad-presos-conciencia/

 

solicitando la libertad para cuatro nuevos presos de conciencia, donde señala que “Los siguientes activistas de derechos humanos son considerados presos de conciencia, esto es personas que han ejercido de manera pacífica sus legítimos derechos a la libertad de expresión, asociación o reunión:

 

   Antonio Michely Marcos Máiquel Lima Cruz. Estos hermanos fueron detenidos el 25 de diciembre de 2010 por cantar canciones en las que criticaban la falta de libertad de expresión en el país. Tras un juicio sumario celebrado en mayo de 2011, cumplen condenas de dos y tres años de prisión, respectivamente, por “ultraje a los símbolos de la patria” y “desórdenes públicos”. Antonio Michel podría optar a la libertad condicional por haber cumplido más de la mitad de su condena, pero las autoridades se han negado.

 

Yasmín Conyedo Riverón y su esposo, Yusmani Rafael Álvarez Esmori, detenidos desde el 8 de enero de 2012 por cargos falsos de “atentado” contra un agente del Estado.

 

Los efectos negativos del embargo estadounidense, que en Amnistía Internacional hemos criticado en numerosas ocasiones, no justifican la represión de las libertades fundamentales en un grado que supera con creces lo que permiten las normas internacionales de derechos humanos sobre la protección de la seguridad nacional y el orden público”.

 

Invito a las personas amantes de la justicia y la paz a firmar la solicitud que Amnistía Internacional le dirigirá al régimen militar que tiraniza a Cuba.

 

Por su parte, Elizardo Sánchez -dirige la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional- le dijo a la BBC a comienzos de diciembre que en las prisiones de los hermanos Castro aún había “52 presos políticos por delitos contra el Estado”. Con el indulto de fin de año fueron favorecidos cinco (5) presos políticos, por lo que la cifra disminuyó a cuarenta y siete presos políticos, que sumado a los cuatro nuevos presos de conciencia reconocidos por Amnistía Internacional hacen un total de cincuenta y un (51) presos políticos. ¿O no, cardenal Jaime Ortega?

Olvídense del Papa

Alexis Jardines

 

Nuestro punto de unión: la Iglesia invisible.

Y nuestra divisa fundamental: la libertad de pensamiento.

(Carta de Hegel a Schelling)

 

En el año 1998, cuando Juan Pablo II aun no había abordado el avión de regreso a la Santa Sede, yo fui testigo de lo siguiente: saliendo de un edificio situado en la calle Línea entre 4 y 6 quedé perplejo al ver un camión del ejército y varios guardias que iban arrancando los posters de su Santidad, colgados en cada una de las luminarias del separador central de la avenida. Algún que otro transeúnte y/o vecino se les aproximaba para reprocharlos tímidamente con un «¿por qué hacen eso?»; otros le pedían de favor que les regalaran los afiches, ya que los militares destruían los retratos apenas los retiraban. Los restos paraban todos en la cama del camión. Y lo que es peor, aquellos soldados —visiblemente enfadados— acompañaban sus violentos gestos desmanteladores con improperios dirigidos contra la figura del Papa. No sé por qué pensé en ese momento que expresaban el ánimo de Raúl Castro. Me preguntaba cómo era posible que el hermano de este último hubiera renunciado al uniforme verde olivo para recibir al Pontífice de traje y tan contento como un niño, mientras los guardias de las FAR ejecutaban las ofensivas órdenes de su ministro, a las cuales Fidel no podía estar ajeno. La visita de Juan Pablo II no fue más que una farsa, como lo será la de Benedictus XVI.

 

Para lo único que pudiera servir la próxima visita papal, fuera de los objetivos personales que persiguen tanto Raúl Castro como Jaime Ortega, es para que el pueblo haga catarsis gritando a todo pulmón ¡libertad! en plena Plaza de la Revolución, pero tampoco eso sucederá. Como no tendrá lugar el diálogo entre su Santidad y los disidentes. La antigua Plaza Cívica se rellenará a tope con la chusma voluntaria, militantes de la UJC y del PCC, los presionados por las organizaciones políticas y de masas que no han encontrado una excusa plausible para ausentarse y, por supuesto, los verdaderos católicos. Se transportará buena parte de la muchedumbre desde otras provincias, en esas guaguas escolares amarillas procedentes del “Imperio”. No habrá espacio para el diálogo con los opositores (“grupúsculos contrarrevolucionarios dirigidos desde el exterior por la mafia anticubana”, según la interpretación a la que habrá de acostumbrarse el Papa durante su visita).

 

La otra cara de la moneda es que salvo los fanáticos, los beneficiados y los convencidos gracias a un déficit neuronal, el resto de los que allí se reunirán (con uniforme y sin él) no apoyan al gobierno. En cambio, callarán porque no ven otra opción. ¿Cuál es la verdadera razón del desamparo de los cubanos de la Isla que ningún Papa podrá remediar? La pregunta que me hice aquél día de 1998 en la calle Línea me la sigo haciendo hoy: ¿cómo puedo yo parar este atropello? Tirarme contra el camión de militares era algo ridículo, pero al cabo de 14 años al menos tengo parte de la respuesta. Primero, qué ha fallado: el empalme del pueblo con la oposición y el apoyo exterior al fomento de la democracia.

 

El gobierno cubano parece haber tenido más conciencia de ello que el exilio y que la propia oposición interna. En cuanto a lo primero, se concentró en aislar y satanizar a los opositores, cosa que resultó efectiva, ante todo, gracias al dominio estatal de todos los medios de comunicación (incluyendo aquí los teléfonos celulares y la Internet). Con respecto a lo segundo la victoria gubernamental fue más fácil aun, propiciada por el propio exilio. En primer lugar, si un opositor recibe 50 dólares mensuales del exterior, con ello puede malamente alimentarse y vestirse; en segundo lugar, el dinero recibido no se debe destinar a esos menesteres, amén de que tal modo de pago deja al beneficiario sin capacidad de respuesta ante la acusación de mercenario. En tercer lugar, si los 20 millones liberados cada año por la USAID para el fomento de la democracia en Cuba se quedan mayormente en Miami —sin producir los resultados esperados todos estos años y sin que la propia Agencia al parecer pretenda advertirlo— no parece haber mucho interés, ni en la capital del anticastrismo ni en Washington, en la caída del régimen cubano. Como se ve, las cosas no andan nada bien.

 

En el interior de la Isla la lucha frontal es necesaria, pero no suficiente. Para lograr el empalme del pueblo con la oposición hay que forjar una base de civilidad en la cual el “Pueblo” —categoría nacionalista que alcanza su mayor expresión en los contextos totalitarios— pueda desmembrarse en asociaciones de individuos, mientras la disidencia se estructura a modo de proyectos independientes, centrados todos, desde las más diversas perspectivas, en el debilitamiento institucional. Es decir, la disidencia debe tener como objetivo no el gobierno sino las instituciones del Estado. De ellas tiene que nutrirse, de tal modo que los intelectuales y profesionales en general migren hacia los proyectos independientes, echando —junto a las asociaciones antes mencionadas— los cimientos de la sociedad civil que habrá de acoger a la oposición política. La vía de proporcionar el financiamiento debe ser transparente y legítima. Que los 20 millones de la USAID no llegan a la Isla está mal, sin duda. Pero si llegaran, no habría una base ética y legal sobre la cual plantearse tal ayuda. Ahora bien, si lo que se fomenta mayormente son los proyectos independientes de tipo cultural, académico, medioambiental, de género y un largo etcétera, entonces estamos hablando de algo bien transparente que ocurre todos los días y en todos los países. Obviamente, se trataría de un intercambio, no de una manutención (a lo cual el gobierno cubano se ha acostumbrado desde la era soviética y, al parecer, no quiere renunciar): el financiamiento debe ser reciprocado con resultados.

 

Ese peculiar fenómeno que son en Cuba las ONGs gubernamentales y los proyectos cuasi-oficialistas, obviamente, quedarían excluidos de los proyectos realmente independientes que, desde las más diversas manifestaciones, tienen como línea de trabajo el fomento de la libertad y la democracia.

 

Pasemos al segundo punto que no deja de ser interesante, toda vez que involucra el tema del embargo. El gobierno cubano —entre otras escasas opciones— apuesta para sostenerse, en la era postchavista, por los viajes y las remesas, mientras que la parte más radical del exilio aboga por la prohibición de ambos (durante 5 años) para los recién llegados que, como es natural, la rechazan. Pues bien, si el grueso del financiamiento se dirige a los proyectos independientes de base cívica, más que llenar las arcas del gobierno el resultado sería el fortalecimiento de la sociedad civil. Creo que los defensores del embargo entenderían que ese precio vale la pena pagarlo. En un caso semejante se puede mantener el intercambio y quien menos favorecido saldría sería el gobierno cubano. Ya se han probado las otras variantes y no ha habido una en la que los perjudicados no sean los ciudadanos y los opositores.

 

En suma, el intercambio transparente —de las instituciones extranjeras y de la propia emigración— con los proyectos profesionales independientes, que centran su trabajo en el fomento de la libertad y la democracia, no es sólo la manera de resolver el peliagudo tema de los ingresos a la Isla (viajes y remesas, incluidos) sino de privar al gobierno de la posibilidad de recurrir al argumento del mercenario para con los opositores y disidentes, que podrían lograr sobre esta base la conexión con la ciudadanía y obtener cierta legitimidad y protección (esto último, el entendido que la propia policía les reclamará el soborno). Pero lo más importante es que tal intercambio va a ir estructurando la sociedad civil cubana. Para mí se ha hecho claro que el destino del castrismo está en manos del Internet, de los proyectos independientes combinados con la oposición y de la corrupción socialista (que trasciende ampliamente los límites de la burocracia). Con esa amalgama todo es posible; sin ella habrá más de lo mismo, es decir, un reacomodo, una perestroika (reconstrucción).

 

Hay que cambiar (diversificar) la manera de enfrentarse al gobierno en esta lucha pacífica por la democracia, pero también hay que conocer cuáles son los puntos débiles de aquél para no arar en el mar. Lo que lo mueve todo en la Isla —incluyendo a militantes, policías, generales, doctores, ministros, maestros, estudiantes, jubilados y hasta “las hierbas que pisan nuestras plantas”— es el dinero. Y si algo otro pudiera resultar desequilibrante es la eliminación de los permisos de salida. Así, pues, olvídense del Papa (que ni puede ni quiere ser la solución) y enfóquense en el verdadero problema, pues si la dictadura político-militar todavía está en pie ello se debe no solo a la paciente política norteamericana de la fruta madura, sino a la inoperatividad de la emigración y del propio exilio. Todavía hoy seguimos inmersos en el dilema de optar por el machete de Maceo o la pluma de Martí, cuando lo que necesitamos es sólo un poco de pragmatismo.

El Papa de Fidel y el Papa de Raúl Castro

Ángel Tomás González

26 de marzo de 2012

 

El Papa Juan Pablo II pidió a Fidel Castro que “abriera Cuba al mundo” cuando el líder cubano visitó oficialmente el Vaticano en noviembre del año 1996. Castro respondió que no podía hacerlo “porque tengo una pistola en la sien” dijo, alegando a la hostilidad irreconciliable con Estados Unidos. Su Santidad le respondió, “ábrete al mundo que yo te quito la pistola”. Esta oferta política no llegó a hacerse realidad. Cuba entonces navegaba en solitario en el bote del socialismo. La ex Unión Soviética, su principal aliado político y económico, había naufragado a inicio de los años 90. Abrir la isla al mundo, en ese contexto, tenía el riesgo de desatar un tsunami social que desplomara el socialismo isleño y colocara en situación de riesgo a la nación ante la posibilidad de que ocurriera una intervención militar de EEUU. Castro limitó su movimiento de apertura a levantar el veto que padeció la iglesia durante tres décadas atrás y a concertar una visita oficial del Papa Juan Pablo II. La fecha programada fue enero de 1998.

 

Castro en el año 1994, cuando llegó al aeropuerto de La Habana después de asistir a la Cumbre Iberoamericana celebrada en Cartagena, Colombia, anunció a la comitiva del politburó del Partido Comunista de Cuba (PCC) que acudió a recibirlo la decisión de visitar el Vaticano para invitar al país al Papa Juan Pablo II. La alta dirigencia hizo visible su desconcierto. La figura del Papa estaba asociada al descalabro del socialismo en la comunidad de países del Este europeo. Pero Castro había calculado que el sistema cubano necesitaba enfrentar ese reto político para, entre otros objetivos, desactivar el cerco mediático internacional que auguraba el fin de la revolución cubana. Ello espantaba al capital extranjero en el momento que la isla necesitaba una apertura táctica de inversiones y créditos para sustituir, parcialmente, las importaciones provenientes de Moscú y de la esfumada comunidad de países socialista del Este europeo. Pero a su vez Castro, en el V Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC)-octubre de 1997- pisó el freno al modesto proceso de reformas económicas que había iniciado a partir del año 1993 y volvió a restablecer el credo “en la propiedad estatal socialista”.

 

El líder cubano, el 13 de diciembre de 1997, durante su discurso de clausura de la sesión ordinaria del parlamento cubano, informó a sus compatriotas que el Papa Juan Pablo II visitaría la isla del 21 al 25 de enero de 1998. A muchos cubanos se le fundieron los chips ideológicos después de haber vivido casi tres décadas de confrontación y distanciamiento con las religiones. El asombro popular llegó a la cima cuando Castro, además, anunció que para complacer la petición del Papa se restablecía la celebración de la Navidad, que él había cancelado en el año 1969 “por una razón económica, práctica” y explicó que es la mejor época para la industria del azúcar. Castro además activó el ego nacionalista local al anunciar que “el éxito de la visita del Papa debe ser un éxito del país, de la revolución”. Y para garantizar ese éxito anunció que iría a la televisión para “hablarle a la población sobre el Papa”, afirmó. Al Cardenal y Arzobispo de La Habana se le concedió una intervención, de unos 15 minutos, en uno de los cuatros canales de la televisión para hablar sobre la visita de Juan Pablo II.

 

Fidel Castro, durante su comparecencia de cinco horas en la televisión nacional -16 de enero de 1998– canonizó políticamente al Papa Juan Pablo II al identificarlo como “uno de los mayores dolores de cabeza que tiene al imperialismo” (EEUU), por ser “un crítico del neoliberalismo económico”. Y después de incorporar a Su Santidad a la oposición antimperialista, Castro negó que Juan Pablo II fuera el autor intelectual del desplome del socialismo en el Este europeo. “Le atribuyen un papel muy importante al Papa -señaló- en la desaparición del socialismo y hasta de la URSS. Nosotros sabemos bien lo que pasó allí. El Papa no era el Secretario del Partido Comunista y no presidía el campo socialista”, afirmó. El líder cubano entonces esbozó una media sonrisa y declaró que “hay quienes creen que el Papa va a liquidar la revolución y el socialismo en Cuba”. Castro hizo una pausa de segundos y afirmó, “no conocen al Papa, subestiman su inteligencia, su pensamiento”. Al final de su intervención convocó a los “patriotas, revolucionarios, militantes del partido y pueblo en general” a que asistieran a las misas que oficiará el Papa en las ciudades de Santa Clara, Camagüey, Santiago de Cuba y La Habana. Cinco horas en la televisión bastaron a Castro para inducir el credo entre sus compatriotas de que Su Santidad era el “compañero Papa”. Castro junto con su amigo el escritor Gabriel García Márquez asistió a la misa oficiada por el Papa en la capitalina Plaza de la Revolución donde se improvisó un altar, con techo de lona, distanciado del lugar donde el líder cubano pronunciaba sus extensos discursos.

 

El altar en la habanera Plaza de la Revolución donde oficiará misa el Papa Benedicto VI, el próximo día 28, es de construcción más sólida y está situado al pie de la tribuna que ocupa la alta nomenclatura del Gobierno y el PCC, durante las celebraciones de actos políticos. Esta vez los miles de cubanos que acudan a la citada plaza verán la figura del Papa abrigada por el paisaje de una gigante bandera cubana y la figura de mármol de José Martí, Apóstol de Cuba, gestor de la independencia isleña del colonialismo español. Una estampa que exalta la alianza del Gobierno con las iglesias locales en la tarea de remodelar la nación cubana. La plataforma de ese pacto es la del “nacionalismo responsable”.

 

Hibernación social

 

El país cubano que visita Benedicto XVI –26 al 28 de marzo- está acometiendo una demolición controlada del sistema socio económico y político que rigió en la isla durante casi medio siglo. Es una operación de alto riesgo, un equívoco puede provocar un catastrófico desplome de la nación cubana. El Gobierno conoce que tiene carencia de operarios políticos calificados para ejecutar una complicada remodelación estructural económica, ideológica y social. Por lo que ha optado por conciliar una participación activa de la iglesia católica y protestantes, en la remodelación de la sociedad isleña. Las iglesias locales, sobre todo la católica, durante el proceso de hibernación social que padecieron durante décadas pasadas, ejercieron la política de preparar jóvenes habilitados para operar en un escenario de cambios. El proceso de apertura que está ocurriendo en Cuba, a juicio de analistas, es social, no política ni partidista. Y es en ese escenario donde, por ahora, operan las iglesias.

 

La presencia del Papa Benedicto XVI ha sido anunciada en la isla como visita pastoral, la del peregrino de la Virgen de la Caridad del Cobre –Patrona de Cuba– que asiste a la celebración del 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Patrona de Cuba, reverenciada también como símbolo de la identidad cubana. El Gobierno de Raúl Castro se ha limitado a facilitar a la iglesia la difusión, en medios de prensa oficialistas, la visita de su Santidad. Las autoridades cubanas, al parecer, en la capital se han restringido a convocar la asistencia de militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC) a la misa del Papa, el próximo día 28, en la Plaza de la Revolución.

 

No voy a ir a esa misa en la Plaza de la Revolución, yo no soy religioso”, dijo Marcos, 58 años de edad, ingeniero. Marco es militante del Partido Comunista de Cuba (PCC) y según contó a ELMUNDO.es, en su centro de trabajo reunieron a los militantes del PCC y se “formó tremenda discusión” cuando les dijeron que la “orientación oficialera que tenían que asistir a dicha misa. “Durante casi 40 años me inculcaron la idea de que la religión es mala porque es un instrumento de dominación clasista, que es el opio de los pueblos... ¿Y ahora quieren que vaya a misa? Conmigo que no cuenten”, afirmó Marcos.

 

Durante la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba se contaba el siguiente chiste. Castro y Su Santidad se pasean por el malecón habanero cuando una racha de viento le vuela al Papa su solideo que cae al mar. Castro, en un gesto de cortesía, camina sobre las aguas y recoge el sombrero papal. Al otro día el diario Granma –órgano oficial del Partido Comunista de Cuba- publicó el titular, “Fidel es Dios”. En Roma, el Neuvel Observateur dijo, “El Papa hizo un milagro, Castro caminó sobre el agua”. A su vez, el Miami Herald tituló, “Castro ya no puede ni nadar”. Ahora, con el Papa Benedicto XVI, no hay chistes.

¿Es la libertad de culto

un Derecho Fundamental en Cuba?

Mijail Bonito

23 de marzo de 2012

 

Con la visita de Benedicto XVI saltan a la vista irregularidades legales poco tratadas por los teóricos.

 

Con la visita de Benedicto XVI a la isla saltan a la vista ciertas irregularidades que, aún advertidas por muchos, son poco tratadas por los teóricos. Uno de los cambios relevantes en la Cuba post muro de Berlín fueron las modificaciones a la Constitución, llevadas a cabo mediante la Ley de Reforma Constitucional, publicada en la Gaceta Oficial el día 13 de Julio de 1992. Dicha Ley modificó, entre otros, el artículo Nº 54 de la Constitución de 1976, que establecía:

 

Art. 54. El Estado socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepción científica materialista del universo, reconoce y garantiza la libertad de conciencia, el derecho de cada uno a profesar cualquier creencia religiosa y a practicar, dentro del respeto a la ley, el culto de su referencia.

 

La ley regula las actividades de las instituciones religiosas.

 

Es ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución, a la educación o al cumplimiento de los deberes de trabajar, defender la patria con las armas, reverenciar sus símbolos y los demás deberes establecidos por la Constitución. (Constitución de la República de Cuba, 1976)

 

Por su parte, el Artículo 8 de la Ley de Reforma Constitucional de 1992 modifica el Artículo número 54 de la Constitución, que pasa a ser el Nº 55 y queda redactado de la siguiente manera:

 

Art 55. El Estado, que reconoce, respeta y garantiza la libertad de conciencia y de religión, reconoce, respeta y garantiza a la vez la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar, dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su preferencia. (Constitución de la República de Cuba. 1992)

 

Si bien es cierto que, desde el punto de vista del reconocimiento y respeto del derecho a la libertad de culto o creencia religiosa, esta modificación es un avance importante, pues elimina las limitaciones constitucionales al derecho pre existente (se desprenden de una simple lectura comparativa), en términos jurídicos la no celebración de mecanismos establecidos en la propia Constitución del 1976 para su reforma, convierten al Artículo 55 en inconstitucional. No es la única modificación que presenta estas características en la Ley de Reforma Constitucional de 1992, pero a mi juicio, es la más obvia.

 

La modificación se llevó a cabo mediante la aprobación de los diputados de la Asamblea Nacional, en circunstancias que, según el Art. 141 de la Constitución del año 1976, una reforma constitucional que se refiera "a derechos y deberes consagrados en la Constitución, requiere, además, la ratificación por el voto favorable de la mayoría de los ciudadanos con derecho electoral, en referendo convocado al efecto por la propia Asamblea". El artículo 54, además de consagrar la libertad de conciencia y el derecho a profesar una creencia religiosa, está ubicado en el Capítulo Derechos, Deberes y Garantías fundamentales.

 

El referéndum es un proceso que solo se ha llevado a cabo en Cuba en el año 1976 y que fue omitido en el año 1992. Una reforma constitucional referente a derechos y deberes consagrados en la Constitución, en buena técnica, también se refiere a la inclusión de nuevos derechos y deberes y a cualquier modificación, ya sea positiva o negativa, sobre los mismos.

 

Esto, además de polémico es grave, pues deja en el limbo dicho reconocimiento y posibilita la suspicacia de que se dejó la puerta abierta para una posible marcha atrás en dichos cambios, o peor aún, pone de manifiesto que en Cuba, al no existir controles constitucionales de ninguna índole, se puede llevar a cabo cualquier modificación, aplicación o ejecución contra la Constitución misma, sin un mecanismo que impida o rectifique una violación. La Constitución cubana se convierte en mera formalidad y en un documento a ser irrespetado tanto por las funciones estatales (legislativa, judicial y ejecutiva) como por cualquier funcionario.

 

Pocas discusiones doctrinarias de constitucionalistas cubanos versan sobre el Art. 54 y su reforma. Me consta la capacidad de las profesoras líderes en asuntos constitucionales de la Universidad de la Habana para, al menos, dar por zanjado este asunto. Lamentablemente, la mayoría de los textos sobre estudios constitucionales cubanos que se encuentran disponibles se resumen a la historia, el futuro constitucional y a las comparaciones con la Constitución de 1940.

 

He leído, sin embargo, algunas posturas en la defensa de estas modificaciones. Defensores del procedimiento que se utilizó y que tratan el asunto tomando partido por la constitucionalidad del actual Art. 55 señalan como argumento el siguiente:

 

"Pueden modificarse también por la Asamblea, sin necesidad de su ratificación en un referéndum, los preceptos contenidos en los Capítulos que tratan de la Igualdad (Capítulo V) y los Derechos, Deberes y Garantías Fundamentales (Capítulo VI), siempre que no limiten, restrinjan o eliminen el ejercicio de esos derechos y deberes." [Poyal Costa; Ana La Reforma Constitucional Cubana (12-6-92) y la nueva Ley Electoral (72/92). Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. UNED p- 425]

 

Podríamos encontrar otros argumentos de menor peso teórico, pero lo limitado de este formato nos impide abordarlos, por lo que solamente nos referiremos al más reconocido de ello.

 

Esta interpretación de tenor extensivo plantea una réplica evidente que pudiéramos señalar en dos hipótesis. La primera, la integración de un nuevo derecho al texto constitucional. Obviamente, es mucho más beneficioso para el ciudadano que se reconozca un nuevo derecho que ampliar uno ya consagrado.

 

Si se pudiera incluir un derecho en la Constitución cubana sin necesidad de realizar un referéndum aprobatorio, podría también imponerse cualquier "deber" a los ciudadanos, pues al no estar anteriormente consagrados en la letra constitucional no ameritan el procedimiento del párrafo segundo del Art. 141. Dicho párrafo, como ya vimos, es claro al mencionar conjuntamente deberes y derechos. Por lo tanto, el procedimiento de reforma de ambos debe ser el mismo. Señalo, además, que mi razonamiento es estrictamente jurídico y, en tal caso, no admite como réplica respuestas de índole política como: que nunca se haya hecho tal cosa o que no es el interés del "Estado revolucionario" imponer deberes.

 

En términos constitucionales no es menester dejar la puerta abierta a semejantes inequidades en la relación jurídica que se plantea entre ciudadano y Estado. Por lo tanto, dicha aplicación extensiva, generaría un estado de indefensión innegable del ciudadano ante el actuar estatal, dejando en manos de la Asamblea Nacional del Poder Popular tanto el reconocimiento de nuevos derechos como la imposición sin límites de nuevos deberes.

 

En segundo lugar, si lo que se plantea por los defensores de las modificaciones sin convocatoria a referéndum, es que la Asamblea no convocó porque no se eliminó, limitó o restringió ningún derecho, la misma Ley de Reforma Constitucional echa por tierra esta tesis. En el Art. 9 dicha ley establece el Estado de Emergencia que, al ser declarado, regula de manera diferente el ejercicio de los derechos consagrados en la Constitución. Además deberá promulgarse una Ley que norme qué derechos y en qué forma "diferente" serán ejercidos en la duración de la emergencia. Se limitan los derechos cuando se autoriza al Estado, aunque sea bajo determinadas circunstancias, para que los regule de una manera no especificada en la Constitución. Acá se están limitando los derechos y su ejercicio, aunque sea por una situación de crisis. La asamblea Nacional le pone una limitación a los derechos sin consultar al pueblo mediante referéndum, al instituir el Estado de Emergencia.

 

Espero que los colegas cubanos especialistas en estos temas puedan sacarme del error, sí lo estuviere cometiendo. La no aplicación de lo establecido en el Art. 141 de la Constitución de 1976, al no realizarse un referéndum para la aprobación de un artículo que reconoce un derecho es una inconstitucionalidad, que la Fiscalía General o el Tribunal Supremo Popular deberían analizar en su labor de velar por la legalidad. En buen derecho, en Cuba, constitucionalmente, la libertad de creencia religiosa no es un Derecho Fundamental o continúa con las limitaciones del año 1976. Los eruditos en la Isla deben haber reparado en esto, o al menos tener una razón jurídica que yo no he logrado descubrir. En todo caso, es mejor tener un Estado laico no confesional aunque constitucionalmente defectuoso.

El cielo se va a caer y el papa lo debe saber

Wendy Guerra

20 de marzo de 2012

 

En la primera visita de un Papa a estas tierras, se le agasajó con congas de contenido bíblico y toques de tambor sacro que sincretizaban los deseos de los ciudadanos cada cual en su estilo- de celebrar la santa palabra depositada en tierra caribeña. Su Santidad Juan Pablo II, abrumado por tanta efusividad, exclamó entonces “Sois un auditórium muy activo”, haciendo gala de su facilidad para entender al pueblo desde cualquier estrado.

 

En esta ocasión, la ciudad elegida por los organizadores para comenzar la breve visita de Su Santidad por la isla es la misma donde en 1998, Monseñor Pedro Meurice, Arzobispo Emérito de Santiago de Cuba contara enfáticamente la historia de una comunidad tan enérgica como dolida.

 

¿Será por eso que Benedicto XVI haya escogido púlpito similar a aquel para iniciar su diálogo con los cubanos?

 

Esta pregunta gravita en el pensamiento de muchos que esperan ver resueltos los reclamos formulados por Su Santidad Juan Pablo II, cuando dijo: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Aquella mañana, bajo la suave llovizna, parecía que la gente flotaba sin importarle los lastres de la cotidianidad o los rencores pasados. Por primera vez, otra voz, otra figura simbólica y universal ocupaba el podio, atrayendo para sí, todo el liderazgo que durante muchos años tuvo (en esa locación) el ex presidente Fidel Castro.

 

Fueron días de conciliación y reencuentro con la fe perdida, la naturaleza parecía atenuar los efectos tradicionales del calor y el cansancio de años asistiendo a interminables desfiles de tres generaciones. La Plaza de la Revolución era y no era la misma. Más que sudor corrían lágrimas.

 

Hoy el pueblo no es el mismo. Ni las circunstancias ni las generaciones ni los mitos continúan inalterables en el imaginario popular. Quién hubiese dicho que veríamos en la televisión el mensaje informador, y de paso, evangelizador del Cardenal Jaime Ortega. O que entre la Iglesia Católica y la Presidencia de la República se formulara la liberación de presos de conciencia. La Iglesia, ese lugar al que no debíamos entrar, entra hoy a nuestras casas, a nuestra cotidiana circunstancia. Quién lo diría.

 

Me considero una cubana creyente, pero no suelen gustarme los intermediarios de la fe. No tuve una educación judeocristiana, sin embargo siento las mismas culpas y remordimientos que los educados en la religión católica. ¿De dónde ha salido mi fe? Decidí bautizarme en Toluca, México, en 1993 para no ver afectado mi trabajo en los medios masivos cubanos. La religión siempre ha formado parte de mi vida íntima y espiritual. Así veo yo la relación entre país, política y religión.

 

Por eso espero que los cubanos seamos consecuentes y resolvamos, en todos los estratos sociales, sin exclusiones de alguna índole, nuestros graves y añejos conflictos nacionales, evitando terminar dando quejas a una institución que tiene hoy muchos y graves problemas que resolver, éticos e históricos, que esperan una respuesta tal como la esperamos de las nuestras. Porque si seguimos como vamos el cielo sí se va a caer y el Rey ya lo sabe. Recibamos entonces a Su Santidad Benedicto XVI como lo que es, un divino e ilustre visitante. Porque cuando pasen las celebraciones, ni Pollito Pito, ni Pato Zapato, ni Ganso Garbanzo y mucho menos Gallina Fina, tendrán donde quejarse ni habrán podido apuntalar el cielo.

Iglesia católica admite papel político

 

Dos declaraciones de la Iglesia Católica demuestran que la presión internacional y nacional está teniendo su efecto. La Iglesia admite su involucramiento político en la isla.


EL jueves 22 el Cardenal Tarcisio Bertone, “número dos” de la Santa Sede (Canciller), en entrevista con el diario La Stampa, de Turín, declaró que la visita del Papa Benedicto XVI ayudaría a promover la democracia en la Isla. También rechazo sugerencias de que el Gobierno de Raúl Castro pueda utilizar el viaje papal como herramienta de propaganda.

Las declaración del Cardenal Tarcisio Bertone de que el régimen no está manipulando la visita del papa con propósitos político contradicen el hecho de que la dictadura está presionando a trabajadores a asistir a las actividades y reprimiendo intensamente a la oposición para evitar que esté presente.


Al comenzar su viaje a México y Cuba, el Papa señaló:


“Hoy es evidente que la ideología marxista, en la forma en que fue concebida, ya no corresponde a la realidad” dijo a bordo del avión que lo traslada a América Latina.


El papa Benedicto XVI dijo este viernes que el comunismo ya no funciona en Cuba y que la Iglesia está dispuesta a ayudar a la Isla a encontrar nuevas formas de avanzar sin “trauma”, informó Reuters.


Aun más indicativas del trabajo político de la Iglesia es este aspecto de las declaraciones del Papa:


Al responder a una pregunta sobre su visita a la Isla, donde rige un comunismo de 53 años y está situada a 145 kilómetros de la costa de Estados Unidos, el Papa dijo: “Nuevos modelos debe ser encontrados con paciencia y de forma constructiva (…), nosotros queremos ayudar”.

Estas declaraciones del Papa y del cardenal Bertone han sido hechas a última hora. Son reacciones a las críticas que han circulado sobre el desalojo de opositores de varios templos en Cuba, al silencio ante la petición de la oposición de una reunión con el Papa y a la estrecha relación entre la Iglesia y la tiranía.

Obispo checo apoya lucha contra el castrismo

 

Obispo checo pide la liberación de todos los presos políticos de Cuba

http://www.radio.cz/es/rubrica/notas/obispo-checo-pide-la-liberacion-de-todos-los-presos-politicos-de-cuba

Freddy Valverde

 

21 de marzo de 2012

 

Con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba la próxima semana, el obispo auxiliar de Praga, Václav Malý, envió una carta abierta al gobernante Raúl Castro pidiendo la liberación de todos los presos políticos cubanos.

 

Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, viajará a Cuba para conmemorar el 400 aniversario del descubrimiento de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de los católicos cubanos.

 

Las noticias de los últimos días ofrecen un panorama de tensión en la isla. El fin de semana fueron detenidas, durante unas horas, alrededor de 70 activistas del movimiento disidente conocido como las Damas de Blanco, que recordaban el noveno aniversario del encarcelamiento de los opositores del llamado Grupo de los 75.

 

El obispo auxiliar de Praga, Václav Malý, escribió una carta abierta al líder cubano Raúl Castro para pedirle que ponga en libertad a todos los presos políticos. En recientes declaraciones a la prensa, el obispo Malý recordó las palabras del Santo Pontífice sobre el papel de la política.

 

El papa Benedicto XVI dice que el objetivo y criterio principal de la política es la justicia. Mientras que el legado del Estado es proteger la libertad de las personas y garantizar la convivencia pacífica de la sociedad”, recordó el obispo.

 

Además de la libertad para los presos de conciencia, el alto representante de la Iglesia Católica checa pide al presidente cubano que aplique su autoridad para poner fin al acoso de los defensores de los Derechos Humanos.

 

Dentro de unos días el Papa Benedicto XVI visitará Cuba para llevar un mensaje de paz y esperanza al pueblo cubano. La intervención policial de los últimos días contra personas que de manera pacífica promueven un ambiente libre y democrático en Cuba, restan credibilidad a su invitación al máximo representante de la Iglesia Católica, con el que desea mantener un diálogo abierto y sincero sobre el futuro de la Iglesia y la sociedad”, subrayó Malý en su misiva a Raúl Castro.

 

Antes de llegar a obispo, Václav Malý vivió en carne propia las arbitrariedades del régimen comunista checoslovaco. Fue cercano colaborador del fallecido ex presidente Václav Havel y signatario de Carta 77, el manifiesto anticomunista a favor de los Derechos Humanos.

 

No estoy a favor de la participación activa de los sacerdotes y de los obispos en la contienda política, pero a la vez no es posible distanciarse del todo y decir que se trata de un asunto que no nos incumbe. Todo lo contrario, es algo que nos atañe a todos”, subrayó.

 

Durante su visita a Cuba los días 26 y 28 de marzo, el Papa Benedicto XVI celebrará una Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba y otra en la Plaza de la Revolución en La Habana.

 

La agenda del Sumo Pontífice prevé una visita al Santuario de El Cobre, donde se encuentra la imagen de la Virgen de la Caridad y un encuentro con el líder cubano, Raúl Castro, y los obispos católicos de la isla.

 Una reacción rápida

Sayli Navarro

20 de marzo de 2012     

 

En sus discursos, el Gobierno cubano y la jerarquía católica ignoran totalmente la emergente sociedad civil y la oposición política pacífica y no violenta

 

Atribulada me sentí tras la lectura de la nota aparecida la pasada semana en el diario oficialista Granma, que bajo la rúbrica de Orlando Márquez Hidalgo califica de “ilegítima” la ocupación por parte de trece opositores de la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad.

 

Apruebo la protesta iniciada por nuestros hermanos cubanos, afiliados a la FLAMUR (Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales) y al Partido Republicano de Cuba. Sin embargo, nunca habría escogido el escenario de una iglesia con tal propósito. Tanto el Gobierno cubano como la jerarquía de la Iglesia Católica en la Isla se han unido para tratar de ofrecer al mundo y a Su Santidad el Papa Benedicto XVI una imagen irreal del mapa político de la nación en este momento.

 

Desde el Gobierno quieren mostrar a toda la sociedad cubana abrazada a su partido único; entusiasmada e inmersa en la implementación de sus medidas, planes y estrategias derivados del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba y de su conferencia nacional, celebrada hace dos meses. Las autoridades cubanas pretenden mostrar un país donde todo es armonía y laboriosidad; donde cada ciudadano goza de espacios de libertad, civismo y respeto a sus más elementales derechos; y ninguno es brutalmente reprimido ni privado de su legítimo derecho de movimiento, asociación o manifestación pacíficas.

 

En sus discursos, el Gobierno cubano y la jerarquía católica ignoran totalmente la emergente sociedad civil y la oposición política pacífica y no violenta, que exigen y aman la tierra y la nación donde han nacido y de la que son parte.

 

Ignoran que por nuestro desenvolvimiento sufrimos la intolerancia cruel y arbitraria de los que detentan el poder por más de 52 años sin escucharnos ni consultarnos, así como los excesos de un anacrónico, inhumano y esclavista código penal. La Iglesia y el Estado en Cuba son responsables directos de lo que están denunciando acerca de las intenciones del citado grupo de trece personas que ocuparon el templo católico el pasado 13 de marzo.

 

En este caso fue rapidísima la reacción del vocero del Arzobispado de La Habana, Orlando Márquez Hidalgo. La nota fue firmada el 14 de marzo. No recuerdo algo similar y los sucesos son muchos, escalofriantes y, a la vez, propios para que la Iglesia interceda ante el Gobierno y no guarde silencio.

 

Cuánto nos habría gustado un pronunciamiento inmediato de Márquez Hidalgo cuando el 2 de marzo fuerzas combinadas del Ministerio del Interior en Guantánamo tomaron por asalto violento la vivienda del opositor Rogelio Tavío López, ubicada en la calle Carlos Manuel No. 351, entre 5 y 6 Norte.

 

Después de golpear de forma despiadada a quienes se encontraban en el interior de la casa, los agentes incautaron libros, revistas, discos, tres teléfonos celulares, una laptop… Al final se llevaron detenidos a más de una decena de opositores, entre ellos a Tavío López, quien lleva más de dos semanas en huelga de hambre y permanece recluido en la unidad de Operaciones Policiales, y a Niorvis Rivera Guerra, confinado en la prisión Combinado de Guantánamo.

 

Sus expedientes están en manos de la Fiscalía, que los ha acusado del supuesto delito de “lesiones, desorden público, y actos contrarios al normal desarrollo del menor”. Lamentablemente, todavía no ha habido un pronunciamiento de la Iglesia sobre el caso.

 

Tampoco hubo pronunciamientos por parte de la Iglesia Católica cuando meses atrás se lanzaron gases lacrimógenos contra opositores dentro de una vivienda en la localidad de Palma Soriano, en la provincia de Santiago de Cuba.

 

Desde el 8 de enero permanecen detenidos en la ciudad de Santa Clara la dama de blanco Yasmín Conyedo y su esposo, Yusmani Rafael Álvarez, después de una golpiza que les propinaran una turba dirigida por una “comunista” de la localidad. Para la situación de estos cubanos de a pie tampoco encuentra palabras defensoras la Iglesia cubana.

 

Estos son solo tres ejemplos de lo que ocurre en nuestro país a diario. Ojalá Su Santidad el Papa Benedicto XVI se percate de toda esta componenda y dedique una parte de su apretada agenda a reunirse, al menos, con la representación de diez organizaciones de la emergente sociedad civil y de la oposición política pacífica y no violenta cubanas; y que aborde con Raúl Castro Ruz todos los álgidos asuntos de la realidad nacional.

¿Quién es y a qué juega Jaime Ortega?

Iván García

19 de marzo de 2012

 

Unos ven al Cardenal como un árbitro imparcial. Para otros, juega con la cancha inclinada hacia las posiciones del régimen.

 

Si el papel del Cardenal Jaime Ortega Alamino fue rescatar a la Iglesia nacional de la ignominia y el olvido a la que durante tres décadas la condenó Fidel Castro, entonces su misión ha sido cumplida.

 

La historia de la Iglesia católica después de 1959 es un culebrón de odio y ostracismo dirigido por unos barbudos de verde olivo que veían al clero como aliado natural de la burguesía criolla y enemigo ideológico del carril comunista tomado por la revolución el 16 de abril de 1961.

 

El comandante único expulsó a decenas de monjas y curas del país, nacionalizó escuelas católicas, prohibió publicaciones religiosas y castigó a cientos de devotos, destrozándoles su futuro profesional y académico.

 

Con las misas y festividades apagadas por decreto estatal, las parroquias se vaciaron y sus curas, demonizados, vivieron una larga travesía por un sendero plagado de consignas anticlericales.

 

Un entonces joven Jaime Ortega (Jagüey Grande, Matanzas, 1936), sufrió la intolerancia en carne propia. En 1964 fue obligado a cortar caña y marabú en un campo de castigo de la Cuba profunda.

 

A esos campamentos, conocidos por la sigla UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción), además de religiosos, fueron a parar homosexuales, roqueros y jóvenes indiferentes que no colaboraban en la construcción de la nueva sociedad.

 

Luego, en una de esas inauditas volteretas políticas, Fidel Castro dejó de hostigar a los templos y optó por la estrategia de aliarse con su antiguo adversario.

 

Corría la década de 1990, los años duros del “período especial”, una crisis económica estacionaria que dura ya 22 años, y la URSS con su petróleo, su armamento y los millones de rublos en subsidios que por tubería enviaba a Cuba, dijo adiós a la estrafalaria doctrina marxista.

 

Castro se adaptó a los nuevos tiempos. E hizo de la iglesia y su recién nombrado Cardenal Jaime Ortega un aliado táctico. Aunque no se puede decir que Ortega ha sido siempre un socio cómodo. No.

 

En 1993, cuando los cubanos sufríamos apagones de 12 horas y pasábamos hambre y caíamos enfermos, el Cardenal y la Iglesia católica cubana emitieron un crítico documento, El Amor todo lo puede, que diseccionaba la dura realidad social del país.

 

En sus movidas de ficha posteriores, Ortega ha sido más prudente. Por no decir timorato. Y a pesar de sus posiciones ambiguas, una parte del clero ha seguido haciendo un discurso a favor de cambios sociales y políticos.

 

Recordemos a Monseñor Pedro Meurice, que sin temblarle la voz, en enero de 1998, en una plaza abarrotada de Santiago de Cuba y teniendo de espectadores al Papa polaco Juan Pablo II y a un irritado General Raúl Castro, ofició una misa condenando la falta de libertades en el país.

 

Mientras eso sucedía, el Cardenal consolidaba sus relaciones con el régimen. Se dice que Jaime Ortega, gran aficionado al béisbol, basa su juego a largo plazo. Y que en lo más íntimo considera que tiene destinado un papel, el de salvador de la nación.

 

La hora del Cardenal llegó de forma un tanto inesperada. De carambola. La muerte en prisión, producto de una huelga de hambre, del disidente pacífico Orlando Zapata Tamayo y las vibrantes marchas callejeras de las Damas de Blanco, en 2010, pusieron en jaque al régimen.

 

Por lo que se sabe, no fue iniciativa de Ortega propiciar un diálogo que aflojara la tensión entre las Damas y las autoridades. Partió de Castro II la decisión de utilizar como intermediario a su comodín estratégico.

 

El régimen, en su afán de ignorar a la disidencia y no reconocerla públicamente, utilizó al Cardenal como interlocutor. El General estaba contra la pared. Una fuerte campaña internacional amenazaba con desoír sus reformas económicas, urgentes y necesarias para darle algo de oxígeno a su estancada revolución.

 

El juego de Castro con Ortega resultó exitoso en su intento de lavar la imagen del régimen y coger un poco de aire. Solucionó varios problemas.

 

Para soltar lastre y ganar cierto reconocimiento mundial, autorizó a caminar a las Damas de Blanco sin agobios ni golpizas por la 5ta. Avenida habanera, y excarceló a los prisioneros políticos de la Primavera Negra de 2003. A modo de culminación, gestionó con el canciller español, Miguel Ángel Moratinos, el destierro a España del grueso de los opositores excarcelados.

 

Durante toda esa jugada, Jaime Ortega fue quien dio la cara. Era él quien llamaba por teléfono a las precarias cárceles donde se encontraban presos los opositores para anunciarles su “liberación”.

 

El papel desempeñado por el Cardenal ha sido polémico. Por un lado, disidentes liberados y sus familiares aprueban su gestión. Pero sectores de la oposición y del exilio, condenan su falta de agallas por no plantearle al General Raúl Castro, mirándole a los ojos, la imperiosa necesidad de reformas políticas en Cuba.

 

Algunos opositores ven a Ortega como un árbitro imparcial. Para otros, juega con la cancha inclinada hacia las posiciones gubernamentales. Estos últimos ponen de ejemplo la misa oficiada por la salud de Hugo Chávez en la iglesia de la Catedral, y que no haya sido capaz de celebrar una tras la muerte de Laura Pollán o Wilman Villar (aunque recientemente haya visitado en prisión a Ernesto Borges Pérez debilitado por una huelga de hambre).

 

El Cardenal no se contenta con ser un simple mensajero. Aprovechando los espacios abiertos, el Arzobispado de La Habana organiza conferencias con personalidades del patio o extranjeras, y publica revistas como Espacio Laical, donde se llama al diálogo entre todos los cubanos.

 

Pero pocos logran intuir qué se propone el Cardenal con sus maniobras. A ratos parece un aliado de Castro II y un enemigo de la disidencia interna.

 

Quizás su diplomacia sea muy sutil, pues juega sus bazas con un dúo de autócratas que son conspiradores en estado puro. O, a lo mejor, está jugando en una liga que le queda grande. Si Jaime Ortega es un fantoche o una persona que actúa por el bien de la nación, se sabrá con el tiempo.

 

La iglesia, al igual que el partido comunista, no es dada a la transparencia. El misterio y la maquinación son habituales en su forma de actuar. En eso se parecen bastante.

La Cuba que visitará

el Papa Benedicto XVI

Dagoberto Valdés

De todos los desastres sufridos en este medio siglo de totalitarismo, el más grave y duradero ha sido el daño antropológico.

 

Cuba no es la misma de 1998, cuando Juan Pablo II realizó la primera visita papal de nuestra historia. Su gobierno no es el mismo, aunque esencial y estructuralmente, permanece el mismo sistema. Su Iglesia no es la misma en su funcionamiento y liderazgo, aunque también esencial y estructuralmente, permanece idéntica a sí misma. La oposición política no es la misma; aunque permanecen muchos de los grupos y líderes históricos, una nueva generación se ha incorporado, y ha disminuido la cantidad de pequeños partidos, al mismo tiempo que se forman consensos y alianzas. Creo que lo que más ha cambiado es el resto de la sociedad civil independiente.

 

Al mismo tiempo, el Papa que viene es Benedicto XVI, otra persona y otro estilo de pontificado.

 

Por eso creo que es muy importante acercarse a la Cuba que visitará el Papa. Es una de las formas horizontales de participar en la preparación de la visita. De la cercanía, el conocimiento necesario y la información de que se disponga, serán más o menos asertivos los mensajes y gestos del Sumo Pontífice, y más o menos objetivos los análisis y evaluaciones que se realicen de su viaje.

 

Esta es mi visión de Cuba, justo antes de la visita anunciada y esperada:

 

Visión económica

 

Los cambios económicos comenzados tímidamente no transforman sustancialmente el sistema centralizado y de propiedad predominantemente estatal. El Estado cubano mantiene para sí el monopolio de las principales industrias y empresas. La tierra no se entrega en propiedad, sino en usufructo, y los trabajos llamados por cuenta propia, solo son permitidos en una pequeña lista de oficios medievales.

 

La compra y venta de casas y automóviles es solo un cambio para los que más tienen. La crisis económica es fruto de una economía subsidiada primero por la URSS y ahora por Venezuela. El gobierno no libera las fuerzas productivas y bloquea la iniciativa real, abierta y eficiente de todos los cubanos. Por eso el sistema se muerde su propia cola al no reconocer para todos la propiedad privada, cooperativa y mixta, no aceptar la libertad de empresa ni la posibilidad de inversión tanto de extranjeros como de cubanos de la diáspora.

 

El desempleo aumenta, crece la desigualdad entre los pocos que pueden y los muchos que pierden hasta lo poco que tenían. El pan que falta a la mesa y la libertad, que fue el costo que se pagó durante medio siglo, tampoco regresan. La economía no se hace con ideologías ni con consignas y cosméticos, se hace con economía.

 

Sin embargo, el Papa encontrará un pueblo que quiere levantar cabeza, que no ha perdido la iniciativa y el carácter emprendedor y que reclama cada vez con más fuerza su derecho a la libertad económica con responsabilidad y justicia social. Para unos y para otros podríamos esperar una palabra de aliento ético y fuerza interior de parte del Papa.

 

Visión política

 

El proyecto totalitario de inspiración marxista leninista está agotado. No alcanzó los resultados esperados durante cincuenta años o pacientemente aguantados por los cubanos. Impuso un altísimo costo humano y de reducción de derechos y deberes fundamentales. El paternalismo de Estado transformó al pueblo en masa y cambió a la persona emprendedora en súbdito dependiente que vive en “la cultura del pichón”. Como dijera el inolvidable Arzobispo Meurice en Santiago de Cuba cuando la anterior visita apostólica: “un número creciente de cubanos… han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”.

 

Sin embargo, el Santo Padre podrá encontrar a otro grupo de cubanos comprometidos con la política de su país, con proyectos alternativos para integrar a Cuba en la comunidad de naciones democráticas y prósperas, salvaguardando al mismo tiempo la soberanía ciudadana y la independencia nacional. Para ellos, como para los otros, esperamos un gesto de reconocimiento y una palabra, fundada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, que sintetice la ética y la política como servicio a la nación. 

 

Visión social

 

El Sumo Pontífice encontrará una sociedad que ha sufrido las consecuencias tanto de la crisis económica como del autoritarismo político, por eso ha crecido la desigualdad entre los que tienen acceso a las remesas, o al trabajo en empresas mixtas, o misiones en el extranjero, y la mayoría que no tiene acceso a la moneda fuerte y sobrevive de unos salarios absolutamente insuficientes.

 

El desempleo multiplica la corrupción, el mercado negro, el relativismo moral y el deterioro de los valores y virtudes propias de la identidad del pueblo cubano. El alcoholismo, la prostitución, el exilio imparable, el suicidio y la desesperanza por no tener proyectos de vida viables, son algunas de las puertas por las que los cubanos que lo sufren intentan escapar de la anomia social.

 

Sin embargo, el sucesor de san Pedro podrá encontrar también un subsistente sustrato moral, un sentido de la justicia social y la igualdad de oportunidades, una solidaridad que alivia la pobreza aunque no la cura de raíz y podrá encontrar pequeñas iniciativas de responsabilidad social que sostienen la certeza del poder de recuperación cívica de los cubanos, aún bajo la represión cotidiana. Todo esto, entramado en un creciente tejido de la sociedad civil independiente que se articula mejor gracias al uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Es la Cuba de los proyectos socioculturales autónomos, los blogueros, los periodistas independientes, los grupos de derechos humanos, las reconocidas Damas de Blanco y demás iniciativas.

 

Para confirmar y animar el progreso de esa recuperación social, esperamos recibir palabras y gestos del Papa que reconozcan el pluralismo y la diversidad como riquezas. Y deseamos que el Pontífice predique en Cuba lo que dice textualmente el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La comunidad política está esencialmente al servicio de la sociedad civil y, en último análisis, de las personas y los grupos que la componen. La sociedad civil, por tanto, no debe considerarse un mero apéndice o una variable de la comunidad política: al contrario, ella tiene la preeminencia, ya que es precisamente la sociedad civil la que justifica la existencia de la comunidad política”. (Compendio de la D.S.I. No. 418, p. 231. Librería Editrice Vaticana, 2004).

 

Visión religiosa

 

El Papa encontrará a una Iglesia más diversa, más presente en la vida pública, más misionera, pero que aún no goza de la auténtica libertad religiosa que no es solo libertad de culto, ni unas relaciones basadas en “los permisos” de la autoridad política. Encontrará, además, una mejoría visible y pública de las relaciones entre la alta jerarquía eclesiástica y la alta jerarquía gubernamental, aunque todavía parte de sus hijos fieles sufran por su fe, por las consecuencias de su compromiso social cristiano y por sus opciones políticas. Una Iglesia que todavía aprende la corresponsabilidad, la unidad construida en la diversidad y la inclusión de todos sus hijos que tienen, como es legítimo, opciones políticas, económicas y sociales diferentes. Una Iglesia que aún aprende a ser verdaderamente madre y maestra, mediadora y solidaria con los oprimidos.

 

Sin embargo, el Vicario de Cristo también podrá encontrar la profunda matriz cristiana de nuestra cultura, una religiosidad extendida, personal y comunitaria, una sed de Dios y un hambre de trascendencia y vida plena mientras se construye el Reino de Dios en esta tierra. Para todos sus hijos, y no solo para una parte, la Iglesia debería recibir de su Pastor Universal una palabra de confirmación en la fe, en la esperanza y en la caridad que nos una y nos incluya a todos en la diversidad.

 

Visión antropológica

 

Algo menos visible, menos estudiado, pero absolutamente más importante y decisivo para el futuro de Cuba, podrá encontrar el Papa en su inminente visita. Se trata del protagonista, sujeto y fin de todo lo anterior: la persona humana que es cada cubano y cubana.

 

En mi opinión, de todos los desastres sufridos en este medio siglo de totalitarismo, el más grave y duradero es el daño antropológico. Una persona a la que se le ha bloqueado una gran parcela de su libertad interior, se desmorona por falta del oxígeno para su propia humanidad. Una persona que ve sistemáticamente bloqueada, o suplantada, su responsabilidad individual por el autoritarismo y el paternalismo, deja de crecer y se convierte en un adolescente cívico.

 

El bloqueo de proyectos de vida independientes o comunitarios desmigaja el alma humana y fomenta el desaliento existencial. El bloqueo a la participación personal, libre, responsable, y el bloqueo a los espacios públicos donde esa participación adquiere el carácter comunitario indispensable, provoca un imparable deseo de huir a un exilio externo o a una alienación interna.

 

Sin embargo, el Papa también podrá encontrar personas que han sobrevivido casi milagrosamente y por su propio esfuerzo, a este desastre antropológico. Personas generosas que han entregado toda su vida al servicio de sus compatriotas y del mundo. Personas que se han sanado de este daño interior y trabajan para sanar a otros cubanos de aquí y de la diáspora. Cubanos y cubanas que son libres y que son responsables y son puente y camino para la unidad y la fraternidad de toda la nación, donde quiera que vivan.

 

Como la Iglesia es, sobre todo, experta en humanidad, unos y otros deberíamos recibir del Papa ese suplemento nutricio del espíritu que es la fe en Dios inseparablemente unida a la fe en la suprema dignidad de la persona humana. Ese alimento espiritual que no pone parches nuevos en el tejido dañado de los ciudadanos y de la sociedad civil, sino que renueva por dentro el alma de la nación que sufre, trabaja, lucha, ama y espera en la incomparable Isla verde del Caribe.

 

“Ustedes son, y deben ser, los protagonistas de su propia historia personal y nacional” (Juan Pablo II en Cuba, 1998)

 

La Cuba que visitará el papa Benedicto XVI es una y plural, menos llana y más compleja. No es tan simple. Es, al mismo tiempo, la Cuba de la fe de unos en Dios y en el mejoramiento humano, y también de la desconfianza de otros en el poder de los hombres. Es la Cuba de la esperanza irrevocable de unos, y de la desesperación de otros, que están cansados de esperar y lo manifiestan de cualquier manera. Es la Cuba del amor que nos une y del odio que nos excluye. Es la Cuba que intenta dialogar entre sus hijos diversos y la misma que reprime a los diferentes. Es la Cuba de la dispersión, única como nación, que peregrina en la Isla y en el exilio.

 

Fernando Ortiz dijo que “Cuba es un ajiaco”. Yo diría que sí pero que, en estos tiempos, el tórrida calor de los trópicos hace que la olla esté en candela, aunque a veces parezca en apagón. Sabemos que irremediablemente estamos llamados a salvarnos todos, unos a otros, de la violencia y de la muerte, y a salvar a nuestra casa común, encaminando a Cuba por los caminos de la convivencia fraterna y de la amistad cívica que, según Aristóteles, “es el mayor de los bienes cívicos, ya que con ella se redimirán al mínimo los enfrentamientos civiles”. (cf. www.convivenciacuba.es. Editorial 25).

 

Por eso, creo con el inolvidable Juan Pablo II que no debemos esperar de fuera lo que debemos edificar dentro. No debemos esperar de arriba lo que hay que construir, bloque a bloque, desde abajo. No debemos fomentar ningún otro mesianismo terrenal ni seudo-espiritual que provoque la fuga mundi. Nada se logrará en Cuba sin la persona de cada uno de los cubanos y todo se debe edificar para que Dios y el mundo, incluido el Papa, puedan encontrar un día cercano una nación cubana sana, libre, adulta, responsable, fraterna y solidaria, abierta al mundo e integrada en la comunidad internacional.

 

Eso espero. Para eso vivo, trabajo y he decidido, con la gracia de Dios, permanecer en Cuba.

Caritas in veritate?

Juan Montoro

 

Cuando el pasado 15 de marzo, a petición de las autoridades eclesiales, agentes policiales desalojaron la Iglesia habanera de Nuestra Señora de la Caridad se llevaron, junto con los disidentes, mucho de la confianza que el pueblo y buena parte de la oposición pacífica habían depositado en la Iglesia católica cubana. Al olvido fueron a parar estas palabras de Juan Pablo II: “Aunque los tiempos y las circunstancias cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y sus miserias.”

 

Lo que pide gran parte de la oposición cubana es que Su Santidad Benedicto XVI los escuche, al menos un minuto, otorgando así reconocimiento moral a su causa política, a su libertad y, por sobre todo, a su dignidad personal, violentada cada día por el régimen cubano. Al ignorar este pedido, la iglesia cubana, y la Iglesia católica en general, ignora también las palabras de Juan Pablo II cuando, dirigiéndose a los obispos cubanos en 1998, les dijo: “Pongan todo su empeño en promover cuanto pueda favorecer la dignidad y el progresivo perfeccionamiento del ser humano… Cada vez que han sostenido que la dignidad del hombre está por encima de toda estructura social, económica o política, han anunciado una verdad moral que eleva al hombre”.

 

Es cierto que, no sin dificultades, la Iglesia católica en Cuba ha abierto espacios de reflexión, muchos de los cuales han servido de ensayo y preparación para una futura sociedad civil democrática. Esta labor ha de reconocerse pues resulta singular en el escenario social de la Cuba “revolucionaria”. Es por ello que sorprende la actitud de la Santa Sede y de la jerarquía eclesial cubana de no considerar un encuentro de los opositores con el Papa.

 

¿Cuál es la Cuba que quiere conocer Su Santidad? ¿A qué hermanos quiere escuchar? ¿A quienes condenaron y aún condenan la práctica de la fe religiosa como superstición y “opio del pueblo”, o a quienes reclaman el respeto a sus derechos, los de todo el pueblo y con ello, la libertad religiosa que también aspira a alcanzar la Iglesia católica?

 

El Papa Benedicto XVI sabe quién será su interlocutor oficial en Cuba. Ya en 1996, en su discurso ante los obispos latinoamericanos, se refería así a los regímenes comunistas desaparecidos de Europa del Este: “Precisamente allí donde la ideología liberadora marxista había sido aplicada consecuentemente, se había producido la radical falta de libertad [...] Y es que cuando la política quiere ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca.” De su reunión con el gobierno castrista, entonces, no aprenderá nada nuevo. Ese escenario “demoníaco” en palabras del actual Papa no ha cambiado en Cuba, más bien se ha agudizado dado que el mismo agente que reprime las libertades, se ha convertido hoy en el “garante” de algunos cambios hacia la peor versión de subcapitalismo que podamos imaginar.

 

Si algo sabemos de Benedicto XVI es que reprueba el relativismo inherente al capitalismo liberal en casi todos los ámbitos. En esto no le falta razón, pero ha de saber que el pueblo cubano, al que visitará del 26 al 28 de marzo, sobrevive en un ambiente de relativismo tal que desconoce, en muchos casos, los principios éticos más elementales de la convivencia cívica. La Cuba de hoy, y la de hace muchas décadas, es una tierra sin guías morales ni espirituales, donde la mentira, la hipocresía, la traición y el oportunismo se han instaurado como valores de subsistencia.

 

Ante esa realidad, la mayoría de los grupos cubanos de oposición representan no sólo la alternativa a un cambio político, siempre necesario y saludable, sino también la oportunidad para que en un ambiente diferente al actual puedan retoñar los elementos básicos de una sociedad civil, imperfecta sí, pero plural y respetuosa de la libertad individual, elemento esencial para que fructifique la fe y la buena obra de los hombres.

 

El desalojo de los opositores cubanos del templo de Nuestra Señora de La Caridad, patrona de Cuba, representa simbólicamente lo que ha sido desde 1959 una constante en la sociedad cubana: apagar con violencia y exclusión cualquier voz disidente que suponga una cuota de verdad. Sacarla de casa para no escuchar su palabra, para no ser testigos de su silencio ni sentir su incómoda presencia. Que fuera ésta la actitud consecuente de un gobierno que desprecia y teme a sus ciudadanos no nos sorprendería. Pero que ese rechazo a escuchar viniera de la Iglesia católica nos resulta, cuando menos, decepcionante.

 

¿Cómo espera la iglesia católica despertar la fe verdadera de todos los cubanos si opta por no reconocer su dignidad y sus derechos? ¿Cómo proclamar que “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único” (Juan 3:16) si expulsa de su casa a quien busca refugio para pedir justicia, con una razón que bien sabe que le sobra? En su intento por no caer en trampas políticas, la jerarquía eclesial cubana podría haber caído en una “trampa de la fe”: tomar partido del lado de un poder que la desprecia.

Respuesta al comunicado

del Arzobispado de La Habana

 

La Protesta de Otros Trece

Miriam Celaya

16 de marzo de 2012

 

Final del formulario

Una respuesta al comunicado del Arzobispado de La Habana y a la actuación de la Iglesia Católica.

 

Una nota de prensa, firmada por Orlando Márquez Hidalgo, ha sido publicada en Granma bajo el título “Califica Arzobispado de La Habana ilegítima la ocupación de templo”. Se trata, ni más ni menos, de una auténtica filípica del director de la conocida revista de la Arquidiócesis de La Habana, Palabra Nueva, contra trece disidentes que, según declara la propia nota, permanecen en la iglesia de La Caridad, de la capital, a propósito de la ya cercana visita del Papa Benedicto XVI a Cuba.

 

Dada la importancia que tienen, tanto los hechos que enuncia el señor Márquez  Hidalgo como la propia aparición de la nota en el periódico que, como todos sabemos, es órgano oficial del Partido Comunista de Cuba y, por tanto, un espacio político, hubiese sido valioso y oportuno para todos los lectores conocer otros aspectos relevantes de la noticia. Por ejemplo, en el texto hay referencias acerca de que los demandantes portan “un mensaje” para el Santo Padre, así como “una serie de demandas sociales”, sin que se declare el contenido del mensaje y en qué consisten dichas demandas. Noticiar sin informar es el estilo periodístico que parece compartir la iglesia católica, a través de su vocero, con la prensa oficial. Márquez, por supuesto, asumió que Granma publicaría su regaño contra los malos católicos solo si no contenía precisamente la parte más interesante del suceso. Sin embargo, lo que no obvió la nota del Arzobispado fue una críptica línea dedicada a la posición conciliadora de las autoridades del gobierno, “quienes se comprometieron a no actuar en modo alguno”, algo que nos recuerda que la dictadura cubana anteriormente se ha permitido el derecho de violentar sin miramientos los espacios sagrados del culto, y jamás ha pedido perdón por ello ni ha sido públicamente regañada por las autoridades católicas.

 

Ante la ausencia de detalles, hubo que confiar también en la sagacidad de Orlando Márquez cuando asegura que estamos frente a “una estrategia preparada y coordinada por grupos en varias regiones del país. No es un hecho fortuito, sino bien pensado y al parecer con el propósito de crear situaciones críticas a medida que se acerca la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba”. (El subrayado es de esta escribidora irreverente). Solo faltaría, para un mayor parecido con el lenguaje del Gobierno, asegurar que fueron dirigidos y financiados desde el exterior. Agradezco a Márquez al menos la gentileza de no sucumbir a semejante tentación.   No obstante, ¿quién puede ignorar que los cubanos estamos en situaciones criticas desde hace décadas, no precisamente creadas por nuestra propia voluntad, e incluso sin tener disidentes inoportunos ocupando los templos?

 

Ahora bien, el templo de La Caridad permanece abierto al servicio religioso con la protesta de estos trece dentro. Sin dar a conocer el contenido de las demandas y con los controles que se han establecido a la entrada del mismo,  no se debería afirmar que el recinto este siendo utilizado como “lugar de demostración política publica”. Más bien resulta una posible ratonera para los demandantes tan pronto las autoridades decidan arrancarse la máscara de bondad. También se me ocurre pensar que, acertada o no, tal vez esta sea la vía más efectiva que han encontrado algunos grupos de cubanos para hacerse escuchar, ya que no cuentan —como si tienen la Iglesia Católica y el Gobierno— con medios de prensa para expresarse. El gesto, por sí solo, debería verlo el alto clero cubano como un llamado de auxilio y no como una profanación.

 

Confieso que quizás debido a mi condición de no religiosa me resulta difícil entender algunos presupuestos del discurso oficial católico. O acaso padezco de una suerte de alergia frente a todos los discursos oficiales. Por ejemplo, no entiendo como se puede servir a Cristo, defensor de su pueblo e indudablemente disidente de su tiempo, y a la vez proteger solo a los poderosos. ¿Es que no privilegia la Iglesia Católica cubana a los más sufridos? ¿No son precisamente los disidentes los más necesitados de protección en condiciones de dictadura? ¿Por qué los altos representantes del clero no han dedicado jamás una misa a la memoria de esa cubana tan digna y admirable, Laura Pollán, a Orlando Zapata o a Wilman Villar, y en cambio han hecho fervorosos votos por la salud de ese otro caudillo foráneo y belicoso, Hugo Chávez? ¿Acaso eso no es asumir posturas políticas?

 

Resulta demasiado hipócrita a estas alturas fingir que todo esta bien en Cuba, venga o no el Papa. Es también un embuste pueril negar que la Iglesia sea una institución política y no solo religiosa, que no por gusto ha sobrevivido, poderosa, durante casi dos milenios. La nota del Arzobispado parece responder más a una exigencia oficial de las autoridades del Gobierno que a un sentimiento de verdadera fe cristiana. Y si acaso me equivoco y la fe ordena callar y mirar hacia otro lado; si en virtud de esa fe la visita de Benedicto XVI debe estar rodeada de una solemne coreografía y de un manto que oculte la realidad de nuestro país, no creo que esa sea la fe que necesita Cuba. Y que Dios me perdone.

 

Nota final: Marzo 16. En la noche de ayer, por pedido expreso del cardenal Jaime Ortega, fue desalojado el templo de La Caridad por fuerzas de la policía. Testimonios de algunos de los implicados afirman que fue utilizada la fuerza y los disidentes fueron amenazados y arrastrados. Como se puede comprobar, esto desmiente la supuesta interlocución entre la iglesia y el Gobierno acerca de que éste no tomaría acción alguna contra los ocupantes del templo. El Cardenal Ortega no solo ha vuelto a tomar partido inequívocamente junto al poder, sino que, de paso, ha dejado muy mal parado al director de la revista católica Palabra nueva.

El Papa, Cuba y la de Dios es Cristo

Carlos Alberto Montaner

 

(FIRMAS PRESS) En 1998 Juan Pablo II fue a Cuba. Entonces, hace prácticamente una generación, gobernaba Fidel y la situación, como siempre, era muy crítica. Era el primer papa que visitaba la Isla y el conjunto de la sociedad lo recibió con una mezcla de ilusión y temor. Se le atribuía una gran responsabilidad en el fin de las tiranías comunistas del este de Europa y existía la secreta esperanza de que su presencia desatara un proceso de cambio. En eso consistía la ilusión. El temor, claro, lo generaba la represión del gobierno.

 

Catorce años después, el papa Benedicto XVI viajará a Cuba. ¿Algo ha cambiado? Sí, es otro país y otra generación, pero el mismo gobierno, ahora presidido por Raúl, mientras Fidel, decrépito y enfermo, se entretiene orientando al mundo por internet enfundado en un curioso chándal deportivo. La diferencia fundamental es que ya no hay esperanzas de que cambie el miserable destino de esa sociedad. La dictadura se empeña en mantener los rasgos esenciales de un modelo totalitario, brutal e improductivo, maquillado con algunos vestigios menores de propiedad privada, y ya todo el mundo sabe que el experimento está condenado al fracaso.

 

No obstante, todos ganan y pierden con la visita. La dictadura y Raúl Castro buscan legitimidad y demostrar que el gobierno es abierto y tolerante con cualquier país o institución (la Iglesia Católica es ambas cosas) que no cuestione el modelo político. Pero Raúl tiene a su derecha a unos pocos tipos encharcados en el dogma que no ven con buenos ojos la presencia del papa, y por su izquierda una inmensa mayoría de reformistas que desearían enterrar de una vez ese viejo disparate de difuntos sin flores que es el comunismo.

 

Remover ese avispero no le conviene a la dinastía militar de los Castro. Y lo está haciendo.

 

A la Iglesia Católica le sucede algo parecido. La visita del papa junta y divide al mismo tiempo. Roma y la Iglesia quieren, en primer lugar, divulgar la fe y predicar el cristianismo. Desean ampliar el número de fieles, hoy sustancialmente empequeñecido por la enorme masa de cubanos refugiados en diversas creencias africanas: santeros, paleros, abakuás y otras sectas. Ansían, también, que los dejen enseñar y formar ciudadanos, y que les permitan tener órganos de comunicación para participar en el debate social. Hasta ahora no hay el menor síntoma de que los van a autorizar, pero, mientras tanto, escriben con buena letra para ver si lo logran.

 

En segundo lugar, como buenos cristianos, se horrorizan de las consecuencias del sistema, pero dentro de la jerarquía eclesiástica cubana también existe una amarga división que ahora se exacerba. De una parte están el Cardenal Jaime Ortega y algunos obispos dispuestos a ejercer la compasión con las víctimas, sin tratar de eliminar las causas, a cambio de aumentar la presencia y la influencia de la Iglesia, mientras otros obispos, numerosos curas y religiosos, y los laicos más comprometidos, como las Damas de Blanco, Dagoberto Valdés y Oswaldo Payá, saben que es inútil alimentar ancianos desvalidos y pedir piedad para los presos enfermos, si no se cambia de una vez el modelo político causante de la pobreza y del terror que mantiene las cárceles llenas y a las turbas apaleando a los demócratas en las calles y en sus casas. Para ellos, como para la mayor parte del país, la solución no está en el alivio parcial del mal, sino en su erradicación definitiva por métodos pacíficos.

 

Para la oposición democrática, por último, la visita del papa es una oportunidad única de hacerse oír. Durante 48 horas el mundo, por medio de centenares de periodistas y todos los medios de comunicación importantes, tendrá sus ojos puestos en Cuba. Por eso las Damas de Blanco, casi todas católicas fieles, le han pedido al papa un minuto, sólo un minuto, para que las conforte, como debe hacer el vicario de Cristo en la tierra, porque sufren mucho y les pegan, las encarcelan y las vejan constantemente, y para entregarle un video en el que explican muy claramente las tribulaciones que padecen los cubanos. Por eso, otros disidentes, totalmente desesperados, criticados por algunos de sus compañeros, han comenzado a tomar iglesias, como se ha hecho en varios países de América Latina, porque esos recintos son espacios mínimos de libertad y allí pueden manifestar sus denuncias, al menos por un rato.

 

Supongo que el papa regresará al Vaticano más confundido de lo que llegó a Cuba. Les suele pasar a quienes viajan a esa isla. Habrá que exorcizarla.

¿Misas solo para comunistas?

Manuel Castro Rodríguez

22 de marzo de 2012

 

Arrestos, pueblos y ciudades militarizadas e intromisión gubernamental en las listas de posibles participantes en las misas papales se reportan este jueves desde varias partes de Cuba.

 

El sacerdote José Conrado Rodríguez-párroco de la Iglesia de Santa Teresita de Jesús- reprochó a título personal, las coacciones contra los creyentes que desean encontrarse con el Papa. “Es una muestra de temor infundado (del Gobierno), porque la gente siempre ha respetado los actos religiosos. Es una muestra de miedo”, afirmó el religioso.

 

El sacerdote José Conrado Rodríguez consideró “absurdo e inconsecuente que se impida a algunas personas participar en las misas, mientras a otras parece que se les obliga”.

 

Oswaldo Payá, coordinador del Movimiento Cristiano Liberación, denunció que el partido comunistaobliga a sus militantes a ir a esas misas y que actúen como gran brigada represiva organizada, con órdenes de neutralizar toda expresión de libertad”.

 

El coordinador del Movimiento Cristiano Liberación añadió que en La Habana y Santiago de Cuba hay un “estado de sitio no declarado”.

 

Entre las vías utilizadas para realizar las denuncias está el sistema Háblalo sin miedo

 

http://www.hablalosinmiedo.com/

 

José Daniel Ferrer García -ex preso de conciencia y coordinador de la Unión Patriótica de Cuba- informó que el Gobierno “ha militarizado” las calles de Palma Soriano y Palmarito de Cauto.

 

Hay un despliegue de tropas especiales en las calles de barrios con amplia presencia de opositores”, señaló Ferrer, y citó la zona palmera de La Concepción, donde las “tropas especiales (están) armadas hasta los dientes”.

 

En Holguín la situación es similar. Según el periodista independiente Luis Felipe Rojas, “los laicos han intentado blanquear las listas, para que todo sea lo más tranquilo posible”.

 

En cada guagua irá un ideológico del Comité Municipal del Partido. Los laicos han tenido que entregar las listas al PCC. La Iglesia parece que aceptó ese arreglo”, agregó Rojas.

 

También en Holguín, la periodista independiente Caridad Caballero Batista denunció que fue “interceptada” en la terminal de ómnibus cuando se dirigía a La Habana junto a su esposo.

 

La Seguridad del Estado está revisando las listas de asistentes. Según supe, a los opositores los ponen en una lista separada”, dijo.

 

Al menos cuatro personas permanecen arrestadas en Moa. Algunos disidentes han sido advertidos de que hasta después del día 28 no pueden salir de su municipio de residencia.

 

Hay policías con listas apostados en las entradas de la ciudad”, según la periodista Caballero.

 

En La Habana, donde la misa de Benedicto XVI será el miércoles 28, la policía ha comenzado a “retirarle el carné de identidad a algunos activistas, para que no puedan salir a la calle”.

 

Roberto de Jesús Guerra, director de Hablemos Press, señaló que a los opositores que no están autorizados a vivir en la capital, les están “obligando a irse” a sus lugares de origen.

 

Una fuente del Arzobispado de Santiago de Cuba señaló que desconocía las denuncias presentadas por la oposición.

Cuba: El precio de un minuto

Vicente Botín

18 de marzo de 2011

 

http://www.infolatam.com/2012/03/19/cuba-el-precio-de-un-minuto/

 

Un minuto no es mucho tiempo, pero las Damas de Blanco se contentarían con esos escasos sesenta segundos para exponerle al Papa la situación de los derechos humanos en la isla durante los dos días que va a permanecer en Cuba, del 26 al 28 de marzo. Berta Soler, portavoz del colectivo que agrupa a las esposas y familiares de los presos de conciencia, quiso formularle esa petición directamente al cardenal Jaime Ortega para que se la hiciera llegar a Benedicto XVI. Pero monseñor Ortega se excusó por no poder recibirla y envió en su lugar al canciller del arzobispado de La Habana, monseñor Ramón Suárez Polcari, quien descartó la posibilidad del encuentro con el Papa. “Es muy difícil. La agenda del Santo Padre está muy cargada”, dijo.

 

Apenas unos días antes, el cardenal Ortega había rechazado una petición de las Damas de Blanco, que le solicitaron que celebrara una misa “por los muertos nuestros”, en referencia a los disidentes fallecidos Laura Pollán, Juan Wilfredo Soto, Wilman Villar Mendoza y Orlando Zapata Tamayo. La petición se la hicieron después de que monseñor Ortega concelebrara en la catedral de La Habana, junto con el nuncio del Vaticano en Cuba, Bruno Musaro, una misa por la salud del presidente venezolano, Hugo Chávez, recientemente operado en la capital cubana. La iglesia católica de Cuba evitó condenar la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, en febrero de 2010, y ni siquiera se pronunció sobre la de Wilman Villar, que falleció por el mismo motivo en enero de 2012. En el caso de Laura Pollán, el párroco de la iglesia de Santa Rita de La Habana, donde las Damas de Blanco acuden a misa todos los domingos, ofreció una misa tras su muerte, el 15 de octubre de 2011.

 

Los desencuentros entre la jerarquía católica y la disidencia son frecuentes en Cuba, y se han recrudecido después del anuncio de la visita papal. En una carta abierta a Benedicto XVI, 750 disidentes y activistas de derechos humanos le pidieron que no viajara a la isla porque según ellos “Su presencia en la Isla sería como enviar un mensaje a los represores de que pueden seguir haciendo lo que quieran, que la Iglesia lo va a permitir”. Guillermo Fariñas, uno de los firmantes de la carta, envió también una misiva personal al Papa en la que le pide que se reúna con los disidentes y denuncie los atropellos que se registran en la isla. “De no poder hacerlo – dice el Premio Sajárov de Derechos Humanos–  los opresores ganarían, pues ellos son discípulos de Satanás y no de Dios”. Más adelante, Fariñas escribe que “el rol del Obispo de Roma es estar de parte de las víctimas y jamás apoyar a los victimarios. En una sociedad totalitaria como la que se apresta a visitar, estos papeles están bien definidos: los victimarios son los opresores gobernantes y las víctimas, los oprimidos”.

 

No todos los disidentes están en contra del viaje del Papa a Cuba. Además de las Damas de Blanco, figuras importantes de la oposición, como Oswaldo Payá, también Premio Sajárov de Derechos Humanos y líder del Movimiento Cristiano de Liberación, valoran positivamente la visita de Benedicto XVI a la isla. “Cuba es como una gran cárcel –ha dicho Payá–, y nadie en una cárcel dice que como los carceleros maltratan a los prisioneros tienen que suspenderse las visitas de los amigos y las familias. Eso sería como castigar a las víctimas dos veces”.

 

En medio de la polémica, la jerarquía católica, a través del portavoz del cardenal Ortega, Orlando Márquez, manifestó que el Papa llega a Cuba con motivo del 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la virgen de la Caridad del Cobre y que el objetivo de la visita es “hablar de la reconciliación y de la unidad entre los cubanos”, pero advirtió que pueden surgir presiones que pongan en peligro el diálogo que la Iglesia mantiene con el gobierno de Raúl Castro. “Hay un riesgo ciertamente en este proceso, pues ante la ausencia de otras entidades, grupos o partidos independientes, algunos pueden aspirar a que la Iglesia se convierta en el catalizador de cambios radicales en Cuba”, escribió Orlando Márquez en el sitio digital de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. “Para otros (la Iglesia) se puede convertir en aliada natural del gobierno, y no faltan los que le desean su repliegue y enclaustramiento, aunque tal deseo es más bien variable según coyunturas y acomodamientos circunstanciales”, añadió Márquez, un laico que también dirige la revista diocesana Palabra Nueva.

 

La jerarquía católica de Cuba defiende el carácter pastoral de la visita del Papa y el gobierno, a través del diario oficial Granma, ha señalado que “se sentirá honrado en acoger a Su Santidad con hospitalidad y mostrarle el patriotismo, cultura y vocación solidaria y humanista de los cubanos, en que se sustentan la historia y la unidad de la Nación”. Estos argumentos no pueden silenciar, sin embargo, la realidad del país que va a visitar Benedicto XVI. Durante su viaje a la isla, en enero de 1998, Juan Pablo II, pidió delante de Fidel Castro “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Pero salvo excarcelaciones y destierros de presos de conciencia como moneda de cambio en su diálogo con la Iglesia católica, el régimen no ha modificado su carácter totalitario. Solo durante el pasado mes de febrero, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional documentó 604 detenciones arbitrarias de corta duración por motivos políticos y numerosos actos de violencia y vejámenes especialmente contra las Damas de Blancoincluyendo algunos casos en que fueron obligadas a quitarse las ropas o manoseadas por agentes policiales”.

 

En 1998, el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, ya fallecido, en una homilía delante de Juan Pablo II y del entonces número dos del régimen, Raúl Castro, presentó a los cubanos como “un pueblo noble” y “un pueblo que sufre”, y criticó a “los que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”. Catorce años después esas palabras no han perdido vigencia. Las “reformas” económicas de Raúl Castro y el acercamiento entre la jerarquía católica y el gobierno no pueden disfrazar la verdadera naturaleza de la dictadura cubana.

 

La agenda de Benedicto XVI en Cuba estará muy cargada, sin duda. Pero los disidentes se conformarían con un solo minuto de su tiempo para exponerle la situación de los derechos humanos en la isla. Dice San Mateo que Dios salva siempre a los que acuden a él en el último minuto.


Nota de Manuel Castro Rodríguez: No hubo un minuto para los disidentes, pero sí para recibir con mucho cariño a Fidel Castroque no ocupa cargo oficial alguno- y su familia.

Las dos caras de la Iglesia

Francisco Condis y Troyano

Profesor Honorario de Economía

Universidad de Lovaina

Delegado del CID para Europa del Este

 

Desde que Constantino I (emperador de Roma del siglo IV) viera en el cielo la señal de la cruz y oyera una voz que le decía antes de una batalla decisiva: “con este signo vencerás”, el cristianismo pasó de ser un movimiento espiritual para convertirse en una institución, en una iglesia. Es decir, en instrumento del poder político que, durante toda la historia de la civilización judeo-cristiana (y más allá con las cruzadas contra los moros o la evangelización de la China y la India) se servirá de ella con la complicidad de papas y obispos.

 

A partir de ese instante, la Iglesia tendrá dos caras frente a reyes y déspotas en el poder: una cara de condescendencia y sumisión, otra cara de rebeldía cuando los valores esenciales de la fe están en juego. Actitud ambigua de la Iglesia (incluyendo católicos, ortodoxos y protestantes…) que Hans Küng, teólogo católico suizo, denunciara en sus obras tratando a la Iglesia de “Santa y Prostituta”… Crítica que Küng ha mantenido durante años, incluso ante el Papa Benedicto XVI con quien compartió los honores de ser el segundo teólogo más eminente y joven del Concilio Vaticano II.

 

En una reciente carta abierta a los obispos del mundo, Hans Küng denuncia la actitud de Benedicto XVI frente a los problemas actuales del mundo: pobreza, terrorismo, etc. Con respecto a América Latina él considera que el Papa “ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos “anhelaban” la religión de sus conquistadores europeos”. (Hans Küng. Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo).

 

¿Qué significa para nosotros, pueblo de Cuba, la visita de Benedicto XVI? ¿Qué podemos esperar para nuestra ansiada libertad? ¿Qué “cara” será la que el Papa pondrá a nuestros problemas? ¿La de Pio XII ante el nazismo o la de Paulo VI ante el franquismo, complaciente y solidaria con un “Opus Dei” infiltrado en toda la trama social y económica de la dictadura? ¿O la cara de Juan Pablo II en su visita histórica a Varsovia durante el comunismo, considerada como el principio del fin del comunismo? ¿O la cara que el mismo Juan Pablo II nos puso durante su complaciente visita a Fidel Castro? (porque aquella no fue en realidad una visita al pueblo cubano…).Analicemos.

 

La cara que puso Juan Pablo II a sus compatriotas en Varsovia en 1979 fue decisiva para la caída del comunismo. Lech Walesa, fundador del movimiento sindical Solidaridad en Polonia, recordó el impulso que significó la visita de Juan Pablo II. Era el primer viaje a su patria, un año después de ser proclamado cabeza de la Iglesia católica, y pocos años después de la revuelta de los obreros de Gdansk que terminó con decenas de muertos. En aquella visita, Juan Pablo II concluyó la misa con una oración al Espíritu Santo para “renovar la faz de la tierra”, frase que se convirtió en un lema de lucha contra el comunismo. Hasta sus momentos de silencio (era un gran actor) fueron recibidos con aplausos por una muchedumbre (un millón de polacos) orgullosa de tener un papa polaco. “Más de un año después de pronunciar estas palabras, pudimos organizar a diez millones de personas en huelgas, protestas y negociaciones” dirá Walesa. “Antes habíamos tratado, yo traté, y no pudimos lograrlo”, agregó “Estos son hechos. Por supuesto, el comunismo habría caído, pero mucho después y de modo cruento. Él fue un regalo que el cielo nos dio…” (Entrevista a El colombiano)

 

Claro que el catolicismo y el comunismo en Cuba no tienen la misma trayectoria que en Polonia. Basta con recordar que durante un siglo Polonia no existió como nación (ocupada por la Rusia imperial y ortodoxa) que gracias a su religión y su lengua. Y que fue precisamente la Unión Soviética (Rusia…) quien impuso más tarde el comunismo a los polacos, creando una situación dialéctica de “oposición-transigencia” donde cada cual trataba de ocupar un espacio dentro de la sociedad polaca.

 

En Cuba la Iglesia Católica nunca tuvo esas raíces nacionales simplemente porque la mayoría del clérigo eran (y son) sacerdotes españoles, es decir, vestigios de la colonización…Tampoco tuvo esa tradición protectora del pueblo, salvo cuando Fidel Castro, huyendo del fracasado ataque al Moncada, se refugió entre las sotanas del Obispo de Santiago de Cuba, Pérez Cerantes…

 

Por otra parte, no hay que olvidar que el Gobierno Cubano se ha servido de la Iglesia para sus propios fines políticos (como el caso de Fray Beto…) y que cuando algún sacerdote, como el Padre Loredo (cubano) se atrevió a dar la otra cara de la Iglesia y enfrentarse a la dictadura, lo pagó con más de diez años de prisión y un exilio hasta su muerte…

 

No creo que el Cardenal Ortega pondrá la cara del Padre Loredo frente a Ramirito Valdés, como Benedicto XVI no pondrá tampoco la cara de Juan Pablo II frente al pueblo polaco en Varsovia…Los intereses no son los mismos ni los valores que cada de ellos quiere imponer.

 

Para Ortega, la visita del Papa es sobre todo un apoyo individual de legitimidad dentro de la sociedad cubana y la consolidación de su papel de intermediario ante Raúl Castro. A él no le interesa jugar el papel de defensor de la disidencia, en parte porque le falta el carisma “profético” de un Loredo, en parte porque se contenta del espacio de “libertad” (religiosa) que le permite realizar su función de jefe de la Iglesia Cubana. Es el papel que jugaron durante años los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa en la ex Unión Soviética o la jerarquía española durante el franquismo: condescendencia y abnegación a cambio de privilegios…

 

Ortega sabe que el cáncer cubano está en fase terminal. Apoyar a Raúl en estos momentos con la visita de un Papa que comparte sus valores (y que por tanto no le creara problemas) es un servicio que el rinde al Gobierno cubano y que le servirá tal vez para obtener el cemento de nuevas iglesias, la pintura de sus altares y otros recursos materiales que le permitan aumentar (con la limosna dada a un pueblo hambriento) su número de feligreses…

 

El Cardenal Ortega, al contrario de un Padre Popiełuszko en Polonia (asesinado por los comunistas en 1984) no denunciará jamás los atropellos que sufre el pueblo cubano de parte del Gobierno castrista. El Cardenal Ortega no quiere sufrir la tortura y los años de prisión que el Cardenal Mindszenty sufrió en Hungría por defender a su pueblo contra la tiranía comunista (liberado durante la insurrección de 1956 tras 10 años de prisión y tortura se pasó quince años más encerrado en la Embajada americana). Loredo, Popiełuszko y Mindszenty representan la otra cara de la Iglesia…

 

¿Qué cara Benedicto XVI pondrá al pueblo cubano y qué mensaje traerá? Probablemente el mismo que lleva por todas partes del mundo donde el sufrimiento existe: paciencia y abnegación… Por eso Raúl espera su llegada: para que le diga a los cubanos que el sufrimiento es camino de la santidad y la esperanza de otro mundo compensa las necesidades de hoy…

 

Como dice su antiguo amigo y hoy acérrimo opositor Hans Küng, “Donde está el papa está el pasado”, porque este Papa representa la otra cara de la Iglesia, la del abandono de los valores fundamentales del cristianismo en favor del poder y la opresión.

 

Los cubanos no deben esperar nada de la visita de Benedicto XVI (según la prensa el pueblo lo sabe) porque su visita es para Fidel y Raúl, no para el pueblo cubano. ¿No representa él el poder absoluto de un hombre? Como afirma Küng, “Tras la sonrisa del viejo hombre se muestra el rostro del dogmático impasible, del tradicionalista romano y del frío político de poder”…

 

Esa imagen nos recuerda alguien…

Vídeo y carta enviados al Papa

y al Arzobispado de La Habana

Manuel Castro Rodríguez

 

Las Damas de Blanco envían al papa pruebas de los actos violentos que han sufrido.

Este vídeo fue entregado en la Nunciatura y el Arzobispado de La Habana.

 

Espacio Laical debiera publicar este vídeo, ya que según Roberto Veiga, Espacio Laical es un foro de expresión para “todo el espectro político cubano”. ¿Los editores de Espacio Laical no rechazan los actos violentos que han sufrido esas pacíficas mujeres? “Ver en calma un crimen, es cometerlo”, nos dice José Martí. ¿O no, editores de Espacio Laical?

 

Una representación de las Damas de Blanco entregó este jueves en el Arzobispado de La Habana y la Nunciatura Apostólica un DVD que contiene un mensaje al papa Benedicto XVI e imágenes que prueban los actos violentos a que son sometidas las integrantes del grupo por parte de las fuerzas del régimen y de turbas convocadas por este.

 

El DVD va acompañado de una nota dirigida al cardenal Jaime Ortega y a monseñor Bruno Musaro, nuncio apostólico en Cuba, informó la agencia independiente Hablemos Press.

 

En el texto, las mujeres ruegan a Ortega y Musaro que hagan llegar un ejemplar del video a Benedicto XVI, para que interceda ante Raúl Castro por las Damas de Blanco.

 

En el DVD las mujeres denuncian al Papa los reiterados “actos de repudio” y las agresiones verbales y físicas que han sufrido desde que surgió el grupo, en 2003, para exigir la liberación de los presos políticos.

 

Tenemos fe en que su visita traiga el crecimiento espiritual del pueblo cubano y que Su Santidad intervenga ante el incremento de la represión y las violaciones de los derechos ciudadanos del pueblo de Cuba y, en especial, de las Damas de Blanco, que sufrimos (…) persecución política”, dicen las mujeres a Benedicto XVI.

 

En las últimas semanas las Damas de Blanco han solicitado insistentemente al papa que les conceda aunque sea un minuto de su tiempo en la visita que realizará a Cuba del 26 al 28 de marzo.

 

Por su parte, miembros de la Alianza Democrática Cubana (ALDECU) hicieron pública una carta al Papa en la que denuncian el hostigamiento a la disidencia y la muerte de varios opositorescomo consecuencia de actos de brutalidad” de las autoridades.

 

En lo político, se mantiene el régimen de partido único, junto con una intensa represión”, añade el grupo. El texto está firmado por los opositores Gisela Delgado Sablón, Guillermo Fariñas Hernández, José Daniel Ferrer García, René Gómez Manzano, Iván Hernández Carrillo, Héctor Palacios Ruiz y Elizardo Sánchez Santacruz.

 

Roberto Veiga no puede negar que estos compatriotas son personas muy decentes, que -como debieran hacer todos los cubanos honestos- luchan pacíficamente por derrocar a la peor tiranía que ha sufrido América. Roberto Veiga no puede decir que ellos forman parte de la “oligarquía política de la diáspora”.

 

La Alianza Democrática Cubana alerta sobre “la muerte de varios compatriotas como consecuencia de actos de brutalidad perpetrados por las autoridades y sus agentes”, en referencia a los presos políticos Wilman Villar y Orlando Zapata, fallecidos en huelga de hambre, y a Wilfredo Soto, quien murió tras recibir una golpiza de la policía.

La Caridad asaltada entre curas y policías

Orlando Luis Pardo Lazo

 

Con frecuencia hacían y recibían llamadas usando sus teléfonos celulares

 

Finalmente ha ocurrido el milagro. La prosa de guerra de décadas y décadas de totalitarismo mediático emerge ahora en boca de la Iglesia Católica, otrora enemigo irreconciliable de las sociedades sin Dios.

 

El Comunicado de Orlando Márquez, director de la revista Palabra Nueva de la Arquidiócesis de La Habana, pedido por el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, es el suicidio de una ilusión.

 

Sin llegar a primera plana, pero con la venia del Cardenal Jaime Ortega y el imprimátur del General Raúl Castro Ruz, acaba de quedar obsoleto (incluso estando aún en ciernes) el capítulo cubano de la “reconciliación”.

 

Autor de mil y una columnas democratiformes, Orlando Márquez, no sin hidalguía humillante, ha pagado el precio de informarnos que ya no habrá tal. Al menos no entre los hombres y mujeres vivos ahora. Resquemor antes que reconciliación: en esto, también, fueron sabios nuestros señores de la guerra como fuente verde-oliva de gobernabilidad.

 

Da pena (y pánico) este excentricismo eclesiástico ante una cuestión doméstica de derechos humanos, en una nación que cojea al respecto desde el mismo texto constitucional. Maravillan (y mutilan) las amenazas de una intervención policiaca que arrasaría con la “libertad religiosa” de los cubanos (caerán justos por pecadores: es el dogma ejemplarizante del Estado revolucionario). Da risa (y rabia) la paranoia pacata de verse víctimas de un complot anti-papal. Es miserable (y mediocre) este matrimonio de una institución del espíritu en el altar más materialista —¿militarista?— del mundo.

 

Cuba es un cadalso muy conveniente. Control es catolicidad. Pero Orlando Márquez legitima y, sin saberlo, lapida a su Iglesia. Con esta cópula de fidelidades, comienza a decaer el protagonismo que en los últimos años la jerarquía católica se robó. Las primeras palabras a título de Dios en nuestra prensa oficial son ya una capitulación, más artera que atea. Se le ven las costuras cómplices dictatextuales. La religión luce reducida a terapia de grupo para cubrir “necesidades espirituales y aún materiales”. El templo, como la calle toda, parece no pertenecer a nadie, por ese pecado patrio de no ser suficientemente píos (aunque las intervenciones de la Seguridad del Estado sí sean hermenéuticamente justificadas como performance político o daño colateral).

 

Aplaudiendo somos apabullantemente un pueblo. Pero al primer gesto personal, desaparecemos. O nos desaparecen. Y entonces ya no somos más que extraños en tierra de otros. Peor aún, somos ese Otro conocido e irreconocible: parias imperdonables bajo la aplastante demagogia del poder (que siempre es Uno y no admite el Afuera).

 

De ahí tal vez la barbarie de ese ballet de anuncio-represión entre católicos y comunistas. De ahí también el asco incriminador que en simbiosis lanza a Granma y Palabra Nueva contra unos ocupantes capaces decon frecuencia hacer y recibir llamadas usando sus teléfonos celulares”. En algún bit inverosímil de esa señal de futuro podría estarse incubando hoy la herejía humanista de nuestra libertad.

 

Del post-comunismo al post-catolicismo sólo hay un sms de diferencia.

Obispo Aranguren dirigió el desalojo

en la Catedral de Holguín

Rodeados por el G2 activistas que ocuparon iglesia en Holguín

El obispo Emilio Aranguren dirigió personalmente el desalojo de opositores de la Catedral San Isidoro de Holguín, denunciaron este miércoles fuentes de la disidencia.

 

Yo estaba reportando por teléfono, y el obispo se me tiró arriba y me dio un manotazo para quitarme el teléfono”, señaló el opositor Robiel Cruz Campo, uno de los plantados en la catedral holguinera.

 

Unas 18 personas ocuparon el martes el templo “para exigir la libertad del pueblo cubano”.

 

En otras ciudades del país ocurrieron protestas similares, calificadas por la Iglesia Católica en un comunicado de “estrategia preparada y coordinada” para “crear situaciones críticas a medida que se acerca la visita del Papa Benedicto XVI”.

 

Según Cruz Campo, el obispo Aranguren avisó a los plantados que “su gente” se encargaría de desalojarlos si no abandonaban el templo, y así sucedió.

 

“¿Cómo es posible que nos saquen a empujones de la casa de Dios?”, se pregunta el opositor.

 

El encierro finalmente duró unas ocho horas. Durante ese tiempo, las autoridades religiosas cortaron la electricidad de la Catedral.

 

De acuerdo con la disidente María Antonia Hidalgo, monseñor Aranguren “se portó peor que un policía.

 

En un lenguaje de manifiesta dureza, la nota del Arzobispado de La Habana afirma que “nadie tiene derecho a convertir los templos en trincheras políticas” y califica la protesta de “acto ilegítimo e irresponsable”.

Trece opositores ocuparon

la Iglesia de la Caridad en La Habana

Iglesia de la Caridad

Trece opositores cubanos, entre ellos cinco mujeres, ocuparon un templo católico en La Habana para exigir que sus demandas de apertura política sean atendidas por el papa Benedicto XVI en su próxima visita a Cuba, dijeron este miércoles fuentes de la Iglesia y la disidencia.

 

Ahí están, han presentado una carta a la Iglesia y están esperando respuesta. Ya saldrán, dijo a la agencia AFP el sacerdote Roberto Betancourt, párroco de la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad, en el barrio de Centro Habana, donde los opositores ingresaron el martes en la noche y permanecían este miércoles.

 

El activista Julio Beltrán, del opositor Partido Republicano de Cuba (PRC), indicó telefónicamente que los 13 ocupantes del templo son miembros de esa organización y quieren que sus demandas sean escuchadas por el papa, que visitará la isla del 26 al 28 de este mes.

 

En la oficina del templo varias personas hacían fila este miércoles en la mañana para sacar turnos de bautizos, sin que hubiera presencia policial en los alrededores.

 

El sitio en Internet del PRC señaló que los “plantados” piden “libertad sin condiciones a presos políticos, cese la represión y persecución a opositores al régimen, así como “aumento de salarios y pensiones a retirados acorde con el costo de vida actual”.

 

Según ese sitio, Ramón Suárez Polcari, canciller de la Arquidiócesis de La Habana, que encabeza el cardenal Jaime Ortega, “habló con los amotinados, pero no han llegado a un acuerdo”. El Arzobispado no ha hecho declaraciones sobre el caso.

 

A principios de marzo, Orlando Márquez, el vocero de la Arquidiócesis, alertó que la Iglesia Católica corría el “riesgo” de enfrentar presiones políticas de sectores que quieren que impulse “cambios radicales” en la isla y de otros que desean que se “repliegue” a los templos.

 

Hay un riesgo ciertamente en este proceso, pues ante la ausencia de otras entidades, grupos o partidos independientes, algunos pueden aspirar a que la Iglesia se convierta en el catalizador de cambios radicales en Cuba, dijo Márquez en un artículo de la revista Palabra Nueva.

Otro Papa, otra Cuba y otra Iglesia

Rebeca Monzó

http://www.desdecuba.com/?p=15520

 

El escenario es otro. El visitante también.

 

Cuando el Papa polaco, Juan Pablo II, Karol Wojtyla, visitó Cuba en 1998 encontró a Monseñor Pedro Claro Meurice Estíu como arzobispo en Santiago de Cuba, y en él, la voz cubana que más alto se alzó entre quienes tuvieron tal posibilidad. El Papa del ”Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, fue saludado al menos por ”el león de Oriente” con la descripción más real de Cuba que se pudo hacer: la de un pueblo que ”necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos”, la de ”un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”, la que ”vive aquí y vive en la diáspora”, la del cubano que ”sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá afuera”.

 

Cuando aquel Papa viajero del ”No tengan miedo” visitó Cuba se encontró también con una voz profética descollante dentro de las publicaciones católicas que ya para entonces había cultivado veintidós agudas editoriales, la valiente Vitral, del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa del obispado de Pinar del Río, dirigida por ese otro gran cristiano que sigue siendo Dagoberto Valdés. La misma que declaró en su tirada posterior a la peregrinación papal que quien nos había visitado no era cualquier Papa sino ”el Papa polaco que conoce el nazismo, el comunismo y el capitalismo en su propia carne”, concluyendo entonces en que después de la visita del Papa ”Cuba debe traspasar el umbral y seguir adelante”.

 

Pero cuando el nuevo Papa alemán, Benedicto XVI, arribe precisamente por Santiago de Cuba ya no encontrará ningún león que le reciba. La bienvenida se la darán en su mayoría pastores que lo más que hicieron hace poco fue salvar a unas pacíficas mujeres de las mismas turbas frenéticas que serán enviadas por el régimen para recibir al obispo de Roma, escondidas bajo los mismos pullovers de los fieles. Pastores que seguramente se jactarán de haber conseguido la liberación en 2010 de cincuenta y dos prisioneros de aquel grupo de setenta y cinco de la Primavera Negra de 2003, y de otros más, usurpando con tal arrogancia el verdadero mérito al martirologio de Orlando Zapata Tamayo; al desafío de mujeres exclusivamente armadas con gladiolos, a quienes probablemente este Soberano del Vaticano no de respuesta siquiera a su solicitud de un encuentro; y al Ayuno del Sr. Guillermo Fariñas que ganó por ello el Premio Sajarov 2010 del Parlamento Europeo. Pastores que realmente fueron usados por el régimen para dar salida de negociación a uno de sus más grandes atolladeros luego de la visita de Juan Pablo II. Negociación con la que de paso el régimen calculaba la eliminación de la posición común europea ante sus desmanes, pero echada a perder por el asesinato a Juan Wilfredo Soto García, que dio al traste con las gestiones que el cardenal Jaime Ortega realizaba en esos precisos momentos en favor del régimen, como mandadero suyo por Europa.

 

Cuando Benedicto pase por La Habana para celebrar misa y se encuentre con quienes hicieron caso omiso de las palabras de su predecesor, tampoco estará ya, la voz profética de Vitral, y no porque el régimen directamente haya ejecutado su saña, sino por obra y gracia de uno de los propios pastores que la iglesia puso sobre parte de sus rebaños para distribuir el opio que el régimen necesita le repartan para adormecer al pueblo. Como una victoria del castrismo sobre lo más auténtico del cristianismo cubano el propio obispo de Pinar del Río se encargó de enturbiar para siempre el Domingo de Resurrección del 8 de abril de 2007 al conseguir el anuncio del cese de la revista en su número 78.

 

Como heredero del pensamiento bautista de varios siglos de existencia profeso el sacerdocio universal de los creyentes y comulgo con quienquiera que sustente el señorío de Cristo, a quien puede acceder cualquier persona sin necesidad de intermediarios humanos, como corolario de las creencias. Ser parte de este pueblo radical en la historia de la fe me hace disentir respecto a la denominada infalibilidad del Papa, sea quien fuere quien ocupe su lugar. Por creer así centenares de miles de mis antepasados de fe dejaron su vida en las hogueras que atizaba el Papa de turno. Desde este punto de vista, y en consonancia con el principio del gobierno congregacional que sustentamos las iglesias libres y autónomas, que influyó muchísimo en el origen de las democracias actuales, la monarquía del Vaticano, que concentra plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales en las manos de un solo hombre, constituye el mayor exponente de los totalitarismos. Pero si me sustrajera de mis arraigados principios y adoptara sencillamente la posición de millares de católicos, tampoco esperaría mucho de la visita de este Papa en específico.

 

En septiembre de 2000, Joseph Ratzinger, quien todavía no era Benedicto XVI, sino precisamente el cardenal al frente de la Congregación del Vaticano para la Doctrina de la Fe, versión actual de la sanguinaria Inquisición, refrendó la Declaración Dominus Iesus, que dio vuelta atrás a casi todo lo avanzado por el tan progresista Concilio Vaticano II. Considero que este anticipo a su pontificado ya brindó los puntos cardinales que retrogradamente sigue actualmente la Santa Sede. En aquel momento reacciones adversas, que no debieran olvidarse, no se hicieron esperar, baste citar, apenas en el ámbito religioso, comenzando desde el propio catolicismo, al reconocido teólogo suizo Hans Küng; a Setri Nyomi, secretario general de la Alianza Reformada Mundial; a George Carey, arzobispo de Canterbury y líder de la Iglesia Anglicana; a Tom Best, miembro del Equipo de Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias; a Anfred Koch, representante de los luteranos alemanes; y a una multitud plural de voces de líderes evangélicos pertenecientes a iglesias radicales sin jerarquía, como yo.

 

Si nos atenemos tan solo a las palabras del famoso teólogo brasileño Leonardo Boff, citado por cierto con frecuencia por los medios cubanos, pero no en estos días, el discurso de Ratzinger no solo es específico al romanismo, sino a todos los totalitarismos contemporáneos. Muchas voces disidentes al gobierno poseen expectativas respecto a esta visita, pero el régimen ha dejado claro en sus editoriales que este Papa Benedicto XVI es invitado suyo, y claro, también de la iglesia, una iglesia paradójicamente más comprometida con el sistema desde la visita de Juan Pablo II, como demuestra el vacío dejado por Meurice, y la censura a Vitral. Es el gobierno cubano sin dudas quien más espera de la visita de este Jefe de Estado, y no hay razones para pensar que se le decepcione, al fin y al cabo Hitler esperó también de Pío XII y no se equivocó.

Amargos frutos de “ostpolitik” vaticana

Sergio F. de Paz

5 de marzo de 2012

 

DESDE LA ISLA-CÁRCEL DE CUBA, 750 OPOSITORES ADVIERTEN: EL VIAJE PAPAL PUEDE SER UTILIZADO POR EL CASTRO-COMUNISMO

 

LOS AMARGOS FRUTOS DE LA “OSTPOLITIK” VATICANA

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Índice

1. Persecución religiosa en la Cuba de hoy

2. Nuncio en La Habana niega audiencia a opositores

3. “Ostpolitik” vaticana: un ¿”pacto con el diablo”?

4. ¿De una “Iglesia de mártires”, a una de “traidores”?

5. Mártires vivos de la fe y “ostpolitik” vaticana

6. No se puede transigir con el comunismo

7. Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia,

¿esperanza o autodemolición?

8. ¿Reconciliación entre el bien y el mal?

9. Autoridades eclesiásticas: “silencio cómplice”

10. Súplica a la Virgen de la Caridad del Cobre

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La entidad Cubanos Desterrados, de Miami, se adhiere a la lúcida carta que 750 opositores y disidentes cubanos acaban de enviar a S.S. Benedicto XVI, respecto de su visita a la isla-cárcel de Cuba del 26 al 28 de marzo próximosi.

 

1. Persecución religiosa en la Cuba de hoy

 

En el histórico documento, esos pacíficos y valientes opositores de la tiranía comunista manifiestan que sin lugar a dudas estarían “muy gustosos de recibirlo en nuestra Patria, si el mensaje de fe, amor y esperanza que nos pueda traer, sirviera también para detener la represión por la que están pasando los que quieren asistir a la Iglesia”.

 

El grupo de opositores justifica su preocupación por el hecho de que, aún después de haberse anunciado la visita papal, continúa la persecución policial y psicológica contra los fieles católicos, y ellos narran en su carta varios hechos recientes. Se comprende enteramente esa preocupación si se considera que el régimen comunista no cesó la represión, siquiera como un maquillaje cosmético, ante el anuncio de la visita papal. Y se justifica el recelo que los firmantes de la carta manifiestan a continuación a Benedicto XVI:

 

“Su presencia en la Isla, sería como enviar un mensaje a los represores, de que pueden seguir haciendo lo que quieran, que la Iglesia lo va a permitir; ya que a pesar de conocerse de su visita desde hace algunos meses, esto no ha sido óbice para que se incrementen -desde el poder- las detenciones y el castigo con violencia hacia actuaciones religiosas, políticas y sociales. ¡Que la Divina Trinidad ilumine su mente para que le permita tomar una correcta determinación! Amén.”ii.

 

2. Nuncio en La Habana niega audiencia a opositores

 

En ese sentido, causó profunda tristeza entre los fieles católicos de la isla y del destierro la revelación efectuada por la ex presa política Martha Beatriz Roque, respetada y respetable figura de la oposición en la isla-cárcel, una de las inspiradoras de la carta a Benedicto XVI, de que durante un mes solicitaron una audiencia al Nuncio Apostólico de la Santa Sede en Cuba, monseñor Bruno Musaro, para entregarle la carta, pero no obtuvieron ninguna respuesta.

 

En momentos en que las puertas de las prisiones se abren para recibir nuevas levas de presos políticos, las puertas de la Nunciatura Apostólica se cierran herméticamente a esos miembros del rebaño cristiano que no querían otra cosa sino hacer llegar una súplica al Pastor de los Pastores. El episodio del portazo podrá pasar a la Historia de los atribulados fieles católicos cubanos como uno de los más amargos de ese interminable vía crucis de más de medio siglo.

 

Los firmantes de la carta no tuvieron entonces otro recurso a disposición sino enviar el mensaje por e-mail a su alto destinatario y, posteriormente, a diversos medios de comunicación.

 

Constata el periodista Juan O. Tamayo, de El Nuevo Herald, de Miami, que esa respetuosa pero firme carta constituyó “la más reciente expresión por parte de esos disidentes cubanos a quienes les preocupa que la visita del Papa sólo sirva para legitimizar al gobierno de Raúl Castro y hará poco o nada para mejorar la situación de los derechos humanos”. Y el episodio de la Nunciatura Apostólica que acaba de ser narrado no hace sino aumentar la dramaticidad de esas preocupaciones.

 

3. “Ostpolitik” vaticana: un ¿”pacto con el diablo”?

 

Por su parte, el periodista Victor Gaetan, corresponsal internacional del National Catholic Register, escribe que en su visita a Cuba Benedicto XVI podrá dar continuidad a la estrategia de la diplomacia vaticana de “evitar diligentemente cualquier confrontación política con el régimen de Castro, al tiempo que colabora con La Habana para combatir el embargo norteamericano y apoya las reformas económicas anunciadas por el gobierno”.

 

Según el referido periodista, el esquema que se está aplicando en Cuba es el de la llamada “ostpolitik” impulsada por el Vaticano en tiempos de la Guerra Fría, con relación a los regímenes comunistas del Este europeo.

 

No obstante, tal como constata Gaetan, así como en Europa la “ostpolitik” no dejó de traer problemas de credibilidad a la Iglesia, también puede estar trayéndolos ahora y traerlos en una Cuba post-castrista. En ese sentido, advierte el periodista católico:

 

“El riesgo que corre la Iglesia en el contexto de un futuro post-Castro es el de ser severamente censurada por haber hecho un pacto con el diablo”iii.

 

4. ¿De una “Iglesia de mártires”, a una de “traidores”?

 

Ese riesgo fue claramente percibido por el entonces arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, quien durante el colaboracionista Encuentro Nacional Eclesial Cubano, realizado en 1986, constató crudamente el concepto que tantos fieles católicos de la isla habían pasado a tener de sus Pastores: “Nos consideraban una Iglesia de mártires y ahora algunos dicen que somos una Iglesia de traidores” (cf. La Voz Católica, Arquidiócesis de Miami, 14 de marzo de 1986, p. 15).

 

5. Mártires vivos de la fe y “ostpolitik” vaticana

 

Sobre la “ostpolitik” vaticana, mártires vivos de la fe, como los cardenales Mindszenty, Stepinac y Slipyj mostraron en su momento, de manera respetuosa, pero firme, sus objeciones a esa estrategia de aproximación diplomática y diálogo con los regímenes comunistas.

 

Hace algunos años, el lanzamiento en Roma de las memorias del fallecido cardenal Casaroli (“Il martirio della pazienza”, Einaudi Editore), quien fuera secretario de Estado de la Santa Sede e impulsor de la llamada “ostpolitik” vaticana, hizo revivir polémicas en torno de este delicado tema. Una de las voces más críticas fue la del cardenal eslovaco Ján Korec, nombrado cardenal en 1991 y uno de los más importantes testimonios vivos de la “ostpolitik” en Checoeslovaquia. En entrevista al periódico “Il Giornale”, el purpurado la calificó como una “catástrofe” para la Iglesia de ese país pues “liquidó” con la actividad de los católicos que resistían al comunismo a cambio de “promesas vagas e inciertas de los comunistas”. Del lado comunista todo no pasó de una “farsa”, la cual “continúa hoy en China, Corea del Norte, Cuba, Vietnam”, añade el cardenal Korec.

 

Sobre la alegada eficacia de dicha política para lograr la libertad de las naciones comunistas, el Cardenal Korec preguntó: “¿Por qué entonces China continúa siendo la misma China, Vietnam continúa el mismo Vietnam y Cuba, sobre todo, sigue siendo la misma Cuba?” (“I martiri dell'Est - L'Ostpolitik di Casaroli danneggiò i cattolici - Intervista con il cardinale slovacco Korec”, Il Giornale, Italia, 18 de julio de 2000). Doce años después, las palabras del Cardenal Korec continúan con una crucial actualidad.

 

6. No se puede transigir con el comunismo

 

También respecto de la “ostpolitik” vaticana hacia Cuba y de las relaciones del Episcopado cubano con el régimen comunista, la entidad Cubanos Desterrados ha editado o contribuido a difundir numerosos documentos, inclusive libros. Entre esos documentos, nos permitimos citar: “Respetuosa y filial súplica de los refugiados de Miami al Padre Común de la Cristiandad”, 1987, por ocasión de la visita de S.S. Juan Pablo II a Miami; “¿Hasta cuándo las Américas tolerarán al dictador Castro? Dos décadas de progresivo acercamiento comuno-católico en la isla-presidio del Caribe”, Miami-Nueva York, 1990; “Cuba comunista, 1997: vergüenza de nuestro tiempo y de nuestro continente - Dramáticos aspectos de la isla-cárcel en vísperas de la visita papal”, Miami, 1997; “Cuba comunista después de la visita papal - Temas candentes de la actualidad religiosa y política de la isla-cárcel”, de la Comisión de Estudios Por la Libertad de Cuba, Miami, 1998; un libro en el cual se analizan respetuosamente las alocuciones papales en la perspectiva de la “ostpolitik” vaticana.

 

7. Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?

 

En los pronunciamientos de la entidad “Cubanos Desterrados” sobre la dolorosa colaboración eclesiástica con el comunismo cubano, la entidad ha tenido como obras de referencia numerosos escritos del intelectual brasileño Profesor Plinio Corrêa de Oliveira, que dedicó su vida a la denuncia de la infiltración izquierdista en los medios católicos. El pensamiento del referido autor ha tenido una influencia decisiva en los exiliados cubanos, entre otros motivos, por el hecho de que el “Diario Las Américas”, de Miami, publicó durante décadas numerosos artículos de su autoría. En especial, cabe resaltar el estudio “Acuerdo con el régimen comunista: para la Iglesia, ¿esperanza o autodemolición?” (1963). En la referida obra, el Profesor Corrêa de Oliveira desarrolla la tesis de que “la Iglesia no puede aceptar una libertad que implique callar sobre los errores del régimen comunista, creando en el pueblo la impresión de que Ella no los condena”. A lo largo de la Historia, explica el mencionado autor, no existe un ejemplo de presión más completa en su contenido doctrinal, más sutil y polimórfica en sus métodos, más brutal en sus horas de acción violenta, que la ejercida por los regímenes comunistas que están bajo su yugo. Por ello, delante de un Estado totalmente anticristiano, no existe otro medio de evitar esta influencia sino instruyendo a los fieles sobre todo lo que ese régimen tiene de malo y perverso, destacando la necesidad de la propiedad privada, respaldada por dos Mandamientos de la Ley de Dios: el 7o. y el 10o.

 

Por ocasión de la publicación de este estudio, Plinio Corrêa de Oliveira recibió carta laudatoria de la Congregación de Seminarios y Universidades, en la cual se refería a su persona como “merecidamente célebre por su ciencia filosófica, histórica y sociológica”, y al contenido del estudio como un “eco fidelísimo” de las enseñanzas papales.

 

8. ¿Reconciliación entre el bien y el mal?

 

La Sra. Sylvia G. Iriondo, una de las figuras más destacadas del destierro cubano en los Estados Unidos, acaba de publicar en el Diario las Américas, de Miami, un contundente análisis sobre la peregrinación de católicos exiliados a Cuba, organizada por la Arquidiócesis de Miami, por ocasión del viaje de Benedicto XVI a Cuba.

 

La Sra. Iriondo revela que la lista de candidatos fue entregada al régimen de La Habana para ser analizada por los censores cubanos, y se suprimieron o vetaron los nombres de potenciales peregrinos que hubieran manifestado la menor crítica al comunismo cubano. Lo cual es un indicio de cómo el gobierno comunista continúa actuando con brutalidad, inclusive en los bastidores, para intentar mantener un control ostensivo o camuflado de los más mínimos detalles durante la visita papal.

 

Comenta también la Sra. Iriondo: “El nombre dado, 'peregrinación de reconciliación', constituye de por sí una distorsión de la triste realidad cubana, cuyo problema no radica en la 'reconciliación' entre cubanos del exilio y de la isla -que somos un solo pueblo- sino que emana de la imperiosa necesidad del establecimiento de un estado de derecho, con justicia y libertad, que tenemos el deber de defender y el compromiso de lograr”.

 

9. Autoridades eclesiásticas: “silencio cómplice”

 

La Sra. Iriondo concluye diciendo que “a cambio de algunas concesiones que ratifican precisamente la naturaleza totalitaria del régimen, han antepuesto intereses por encima de sagrados principios. Resulta incompatible con los valores cristianos de la religión por la cual murieron tantos mártires cubanos ejecutados en el paredón de fusilamiento exclamando 'Viva Cristo Rey', la forma en que autoridades eclesiásticas se han pronunciado o dejado de pronunciar en la isla, prefiriendo el silencio cómplice a la proclamación de la verdad”iv.

 

10. Súplica a la Virgen de la Caridad del Cobre

 

Desde el exilio, la entidad Cubanos Desterrados, al tiempo que reafirma su incondicional obediencia a la Iglesia y al Papado en los términos estipulados por el Código de Derecho Canónico, defiende como enteramente lícito el derecho y el deber de los fieles católicos cubanos, de la isla y del destierro, de oponerse respetuosamente a las orientaciones de la diplomacia vaticana y del episcopado cubano, que ya llevan décadas de aplicación en Cuba, en la medida en que discrepen de la línea tradicionalmente adoptada por la Iglesia con respecto al comunismo, y en la medida en que sus amargos frutos han revelado ser, parafraseando al cardenal Korec, arriba citado, una “catástrofe” para la vida de la Iglesia cubana y de la sociedad cubana en general.

 

Por fin, Cubanos Desterrados eleva a los Cielos una súplica a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, para que no permita que el régimen comunista manipule la visita papal, para que fortalezca en la fe a los cubanos que sufren en la isla, y para que pronto llegue el día de la liberación de nuestra querida Patria.

 

El autor es director de Cubanos Desterrados

 

Notas:

 

i Juan O. Tamayo, Disidentes advierten al Papa sobre visita a Cuba, http://www.elnuevoherald.com/2012/03/02/1141787/disidentes-advierten-al-papa-sobre.html#storylink=cpy

 

ii Carta Abierta al Papa Benedicto XVI, http://media.elnuevoherald.com/smedia/2012/03/01/16/52/1mWFwo.So.84.pdf.

 

iii Victor Gaetan, How the Catholic Church is Preparing for a Post-Castro Cuba, http://www.foreignaffairs.com/articles/137303/victor-gaetan/how-the-catholic-church-is-preparing-for-a-post-castro-cuba?page=show

 

iv Sylvia G. Iriondo, “¿Ir a tanta vergüenza? Otros pueden. ¡¡Nosotros no podemos!!”- José Martí, http://www.diariolasamericas.com/print.php?nid6232&origen=1

La novena estación de su calvario

Reinaldo Escobar

 

En el noveno aniversario de la Primavera Negra del año 2003 y en el entorno de la próxima visita a Cuba de Benedicto XVI, la policía política cubana ha recrudecido sus actividades represivas contra las Damas de Blanco.

 

Resulta cuando menos paradójico que la Seguridad del Estado actúe como si tuviera la convicción de que las autoridades eclesiásticas no van a protestar. Da la impresión de que se ha producido o se está produciendo un entendimiento entre el gobierno y la iglesia católica, en el cual la policía tiene las manos libres para reprimir y los religiosos amplían sus prerrogativas en lo relacionado al culto.

 

Habrá más procesiones, más permiso para reconstruir templos, seminarios y conventos, a cambio del compromiso de mirar solo hacia el cielo.

 

Por suerte la fe no depende de estas torpezas. La que saldrá lastimada a largo plazo será la influencia de la iglesia católica en un futuro sin dictadura. En la novena estación de su calvario Jesús cayó por tercera vez. Ya Judas lo había traicionado, ya Poncio Pilatos se había lavado las manos, ya Pedro lo había negado tres veces antes de que cantara el gallo.


Bromas y solideos

Yoani Sánchez

27 de febrero de 2012

 

Ante la visita del Papa a Cuba en este 2012, la dosis de cinismo nacional conspira contra el entusiasmo que despertó la de Juan Pablo II

 

Enero de 1998 fue momento de descubrimiento y creatividad, de escenas inéditas y rezos en voz alta. Juan Pablo II nos visitó y en la Plaza de la Revolución —punto rojo de la Cuba atea— ofició una homilía donde pronunció más de una docena de veces la palabra libertad. Pero más allá del rito y la liturgia, a nivel de la calle y de la gente, la vida se mostraba también en ebullición. La producción de chistes se disparó. Una verdadera avalancha de bromas e historias satíricas tomaron como protagonistas tanto al propio Papa como al entonces presidente Fidel Castro. Justo cuando creíamos que la picardía nos había abandonado y los rigores económicos del “período especial” habían trastocado nuestra sonrisa en un rictus, renacía la guasa y la risotada. Hasta Pepito, el eterno niño pícaro de nuestros cuentos, reapareció en escena para sorpresa de quienes pensaban que se había largado durante la crisis de los balseros. A la diestra del báculo papal y a la siniestra del guerrillero de verdeolivo, una cabecita de pelo hirsuto se mofaba de lo humano y lo divino, de lo milenario y lo inmediato.

 

Sin embargo ahora, a pocas semanas de que aterrice Joseph Ratzinger en esta isla, el cauce de nuestros sarcasmos parece agotado y seco. Solo una ridícula y manida broma ha estado dándonos vueltas. Bufonada tosca que indaga sobre el parecido entre el ministerio de la Agricultura y el Vaticano. Sin meditarlo demasiado, los sondeados responden “Sí… ya sé. Que en 50 años solo han producido cuatro papas…”. Clara alusión al desabastecimiento de ese tubérculo, tema que por estos días genera conversaciones, rumores y hasta extensos reportajes en la televisión oficial. La pregunta a hacerse es si este empobrecimiento satírico es una medida de las pocas expectativas en torno a la llegada del máximo representante de la Iglesia católica, si el humor se puede usar en este caso como termómetro. O se trata más bien de un proceso de desgana que recorre nuestra sociedad y que se resume en la frase “nada va a cambiar, nadie va a lograr que las cosas cambien”.

 

A finales de los años noventa, Karol Wojtyla nos movió a la esperanza. Pero en este 2012, la dosis de cinismo nacional conspira contra el entusiasmo. Ya sabemos, por ejemplo, que aquella frase de que “Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, se quedó en la hermosa intención de un Papa polaco. En los casi tres lustros entre una visita y otra, la iglesia ha ganado espacios en la vida pública de nuestra nación. Pero su jerarquía ha debido hacer para ello concesiones que han decepcionado a parte de la feligresía, a laicos y hasta a algunos ilusionados ateos. Cuando se indaga entre los sacerdotes sobre los pasos cuidadosos y lentos que ha dado la iglesia cubana, responden siempre con la frase: “Hemos sobrevivido dos milenios a pesar de peores dificultades, no podemos apresurarnos ahora”. Pero la vida de un país, la existencia de varias generaciones de sus hijos no puede proyectarse ni edificarse en plazos de miles de años, al ritmo de un eterno incensario que oscila.

 

La Iglesia católica ha ganado espacios en la vida pública de la nación cubana

 

Juan Pablo II afirmó que “el hombre es el primer camino de la Iglesia” y la defensa de los derechos humanos es la piedra angular de esa premisa. En el caso de Cuba y ante la evidencia de que otros espacios de libertades ciudadanas están prohibidos y satanizados, los templos y seminarios deberían asumir un papel menos cauteloso. La negociación entre el Gobierno cubano y el cardenal Jaime Ortega para la excarcelación de los presos políticos de la Primavera Negra, no concluyó —como se esperaba— con un aumento del prestigio de la Iglesia hacia adentro de la isla. Más bien levantó cuestionamientos y críticas, incluso entre los familiares de los propios liberados. En parte, porque en la mesa donde se coció ese pacto faltó la voz de las Damas de Blanco, que llevaban siete años presionando desde las calles por traer a casa a sus esposos condenados en marzo de 2003. El Gobierno cubano eligió al interlocutor menos incómodo para entregarle los rehenes, escamoteó el papel de quienes habían logrado llevarlo hasta allí bajo el peso de la denuncia. Las estrategias milenarias se tropiezan —a veces— con esas zancadillas de lo perecedero, con la malicia de lo fugaz.

 

El Papa llegará a un país donde la jerarquía eclesial ha logrado ampliar sus instalaciones, abrir un nuevo seminario, crear una cátedra de discusión de temas sociales para invitados muy selectos. Una nación donde ya nadie es expulsado de su trabajo o centro de estudio por rezar el padrenuestro y donde la televisión oficial transmite la misa del Gallo y otras tantas homilías. Pero también encontrará a un cardenal al que se le ha pasado la edad del retiro, a un presidente que hace un lustro superó los ochenta y a un pueblo donde escasean los jóvenes, ya sea por la emigración o por la baja natalidad. Viene en un momento de flexibilizaciones económicas y de radicalización del discurso político, de expectativas comerciales y desengaños ideológicos. Su visita, sin duda, no estará precedida de ese torbellino de esperanza, curiosidad y humor que logró arrancarnos Juan Pablo II. Pero quién sabe. Quizás ni el mismísimo Pepito de nuestras bromas ha podido adelantar las sorpresas que nos traerá Joseph Ratzinger. Por mi parte, sueño con que en la atea y excluyente Plaza de la Revolución proponga que “Cuba se abra a Cuba”.

Lech Walesa insta al Papa a defender

a los que luchan por la libertad en Cuba

8 de marzo de 2012

 

Su Santidad

 

Papa Benedicto XVI

 

Vuestra Santidad,

 

dentro de más de diez días Cuba va a vivir unos momentos extraordinarios. Los cubanos que viven en la Isla y los que desde hace anos viven en la emigración, se van a encontrar en su tierra natal para escuchar atentamente las palabras de Vuestra Santidad.

 

Pensando en esta visita excepcional, regreso en mi memoria al año 1979, cuando con su primer viaje apostólico vino a Polonia nuestro Compatriota Juan Pablo II. Esta peregrinación despertó en nosotros, los polacos, no sólo la esperanza sobre los cambios, pero, por sobre todo libró la voluntad de actuar. La plegaria de Juan Pablo II, pronunciada en la Plaza de la Victoria en Varsovia: “Que descienda Tu Espíritu y renueve la faz de la Tierra. De esta Tierra.”, muy rápidamente ha dado frutos. Un ano mas tarde en la ciudad de Gdañsk nació Solidaridad -un movimiento social pacifico, que a Polonia le abrió el camino hacia la libertad. No tengo dudas de que sin la fuerza de las palabras del Papa, sin Su presencia, no hubiera sido posible el nacimiento de la Solidaridad.

 

Hoy día, nosotros los polacos somos libres. Sin embargo el comunismo y la tiranía que quebró en la mayoría de los países de Europa, continúa siendo impuesta a muchas naciones. En el mundo millones de personas permanecen en el sufrimiento a causa de la violación de los derechos humanos. Uno de estos países es Cuba. Su sociedad no está gozando de las libertades ciudadanas, iguales a las de las sociedades en los países occidentales. Las personas que en Cuba se pronuncian en defensa de los irrevocables y fundamentales derechos humanos y reclaman la justicia social, terminan encarcelados y perseguidos.

 

Las autoridades de Cuba no quieren conversar con su propia nación, que quisiera poder influir en las transformaciones que ocurren en la Isla.

 

Sin embargo yo conservo la esperanza sobre que la visita de Vuestra Santidad va a contribuir a los cambios positivos en la vida de la Nación Cubana. Le suplico a Vuestra Santidad de interceder por los que, a causa de sus convicciones, caen en las prisiones. Le ruego a Vuestra Santidad a que tome la defensa de estos cubanos que reclamando la libertad se arriesgan con las persecuciones y vejaciones.

 

Confío que la visita de Vuestra Santidad va a abrir un nuevo capítulo de la historia de Cuba y que las autoridades de este país van a comenzar el dialogo son la sociedad cubana. Tengo la esperanza que el mensaje de Su visita va a ser el amor y la solidaridad con toda la Nación Cubana.

 

Solidario con Cuba,

 

Lech Walesa

 

La ciudad de Gdañsk, el 8 de marzo del 2012.

En Cuba la dialéctica

de una Iglesia santa y pecadora

Pedro Pablo Arencibia

25 de agosto de 2010

 

La Iglesia la conformamos todos los bautizados, incluyendo hasta lo que ya están al lado del Señor (no sólo la doctrina católica afirma eso sino también la teología Calvinista). En la Iglesia Católica cubana hay de todo como en todo colectivo humano. La Iglesia es Santa por su fundador pero pecadora por los que la conformamos aunque todos estamos llamados a la santidad. En la jerarquía Católica en Cuba después del triunfo de la Revolución ha habido también de todo: desde personas muy valientes como los obispos: Enrique Pérez Serantes, Eduardo Boza-Masvidal, José Siro González Bacallao, Pedro Meurice, etc., hasta individuos como el Cardenal Jaime Ortega y Alamino quien levantó expectativas en laicos, sacerdotes y en sus hermanos en el Episcopado y ha sido una de las mayores decepciones de la Iglesia cubana.

 

Cuando el Cardenal se retire (nació en 1936) dejará en Cuba una Conferencia de Obispos Católicos muy diferente a la existente hace 20 años, que si bien no era como la que había en los primeros años de la década de los 60s del pasado siglo XX, tampoco era mayoritariamente plegada al régimen como lo es hoy.

 

Para cambiar la correlación de fuerzas desfavorables que tenía la tiranía dentro de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba a principios de los años 90s a la favorable que tiene hoy, la tiranía ha contado con el apoyo de personas del laicado católico y de la propia jerarquía católica. Al que dude de ese cambio, le recuerdo el Mensaje de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba El Amor Todo lo Espera fechado en 1993 y el muy fuerte documento de trabajo de un nutrido grupo de sacerdotes reunidos en la basílica de Nuestra Señora Caridad del Cobre titulado Cuba. Su pueblo y su Iglesia de cara al comienzo del tercer milenio fechado en septiembre de 1999 donde se analiza El síndrome de indefensión aprendida o "no se puede hacer nada" que tiene el pueblo cubano. La edad de retiro obligatorio a los 75 años, según el Código de Derecho Canónico, y el fallecimiento de algunos de los obispos ha facilitado las maniobras del régimen. Una de las maniobras del régimen para cambiar esa correlación se puede ejemplificar con lo ocurrido en la Diócesis de Pinar del Río.

 

Muy cercano ya el retiro de Monseñor José Siro González Bacallao como Obispo de Pinar del Río, muchos feligreses pensaban que el próximo Obispo sería “el padre Manolo” cuyo nombre es Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal, hermano de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, pero con ideas un tanto diferentes a las de su controvertido hermano (Por cierto, las relaciones entre el Cardenal Ortega y Monseñor Carlos Manuel no son desde hace un tiempo muy buenas); el Padre Manolo era el asesor de la famosa revista Vitral, cuyo Director era Dagoberto Valdés Hernández, y del Centro de Formación Cívica y Regiliosa de la Diócesis de Pinar del Río,CFCR, centro que se destacó por la formación cívica y ciudadana y cuyos materiales y labor eran muy del desagrado del régimen. Dejar al Padre Manolo en Pinar del Río como Obispo sería continuar la obra de Monseñor Siro en cuanto a Vitral y el CFCR.

 

Pues bien, en una jugada de ajedrez político, promueven activando sus resortes e hilos al “padre Manolo” como Obispo de Matanzas donde el laicado no tiene líderes tan relevantes como el laicado pinareño en lo concerniente a la preocupación por lo social y posteriormente eligen como Obispo de Pinar del Río a Monseñor Jorge E. Serpa, sacerdote que sólo hacía nueve años que estaba en Cuba, en la Arquidiócesis de La Habana, y que es de la línea del Cardenal Ortega.

 

Monseñor Serpa ha destruido toda la labor cívica y social de su antecesor Monseñor José Siro, veamos: Comenzó eliminando una pensión de 20 CUC mensuales a personas de la tercera edad que habían sido antiguos maestros de escuelas religiosas o que escribían para la revista Vitral o hacían otras labores dentro de la Iglesia y tenían muy dificil situación económica. Dagoberto Valdés tuvo que renunciar y también muchos de los trabajadores y colaboradores de Vitral y del Centro Cívico después que el apadrinado de Ortega tomó posesión de la Diócesis y exigió cambiar la línea de la revista Vitral. Monseñor Serpa desintegró la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares y al CFCR, objetivos a destruir durante años de la Seguridad del Estado. La Hermandad fue fundada por el expreso político Ricardo Urrutia y apoyada por Monseñor José Siro al igual que el CFCR, del cual Monseñor Siro, que es como le gusta que le llamen, era Rector. Hoy el Obispado de Pinar del Río no es el lugar acogedor para los fieles y el servicio de distribución gratuita de medicamentos para todos los necesitados sin diferenciar credo ni ideología ya no existe; al régimen siempre le molestó que hubiera otra institución que ofreciera medicina y gozara de alta estima en la población. Sin embargo, hoy en el Obispado de Pinar del Río son frecuentes las visitas de funcionarios del Partido Comunista de Cuba y del Poder Popular para ver al Obispo.

 

El Obispo Jorge E. Serpa ha dicho que nadie que le busque problemas con el gobierno trabaja con él en la Iglesia. Tal es así, que hasta el padre Vicente Cabrera Delgado, quien dice homilías nada agradables a la dictadura, apenas visita el Obispado y es enviado a los templos donde haya que hacer reparaciones y reconstrucciones para mantenerlo alejado de la ciudad de Pinar del Río. El mencionado sacerdote denunció públicamente que la Seguridad del Estado le había enviado a una mujer para que lo enamorara. El Obispo Serpa le increpó que si él tenía pruebas para afirmar eso. El P. Vicente es una piedra en el zapato del régimen y del Obispo Serpa; otros sacerdotes han cambiado la actitud que tenían hacia el régimen, quizás no tanto por el voto de obediencia como por aquello del libro del Eclesiastés de que todo es vanidad.

 

En días recientes apareció en Internet una declaración de la dirección de la revista Espacio Laical titulada La mediación deberá seguir su curso inalterable, como respuesta a una Carta de 165 opositores cubanos a Benedicto XVI donde los opositores le muestran al Santo Padre su desacuerdo de cómo ha interactuado parte de la jerarquía católica cubana con la tiranía de los Castro. En la declaración de la revista digital se lee

 

Se ha tratado de un quehacer evangélico que ha buscado, en la medida de lo posible, la atenuación del dolor y del sufrimiento de un grupo de cubanos que se encontraban en prisión, así como de sus familiares.”

 

Ese quehacer evangélico se ha tardado mucho en aparecer, pues esos presos políticos de la Primavera Negra llevan más de 7 años encarcelados. Por otra parte, ¿dónde estaba ese quehacer evangélico de esa parte de la jerarquía católica cuando Zapata estaba muriendo en una huelga de hambre pidiendo que cesaran las salvajes golpizas sobre él y los demás presos y que se les tratara como personas? ¿dónde estaba la preocupación por el quehacer evangélicos durante décadas de sufrimientos de todos nuestros presos, incluyendo los presos políticos de hoy que no son de la Primavera Negra del 2003? ¿dónde estaba la preocupación por el quehacer evangélicos respecto a todos los fusilamientos de la década de los años 70s hasta hoy, incluyendo los tres últimos fusilamientos correspondientes a personas que no derramaron ni una sola gota de sangre?

 

En la declaración de Espacio Laical se escribe:

 

“Por otro lado, si de algo puede mostrar credenciales nuestro Episcopado, es de haber mantenido, a lo largo de muchos años, su independencia y autonomía respecto a centros de poder localizados dentro y fuera de Cuba. De ello nos sentimos orgullosos muchos católicos cubanos.

 

No es cierto que el Episcopado cubano haya sido independiente y autónomo; la obediencia a muchas de las normas dictadas por el régimen y concretamente su relación subordinada a los dictados de la Oficina de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba lo demuestra. El Episcopado ha tenido sus grados de libertad respecto a los que tiene la esclavizada población cubana de la isla, pero el Episcopado cubano no ha sido independiente ni autónomo. Unos ejemplos: ¿Por qué durante décadas no se pudo hacer procesiones en las calles? ¿Por qué a las diócesis que no cuestionaban al régimen se les dejaba celebrar una procesión o tener una presencia en la radio de una vez al año, mientras a las diócesis que cuestionaban al régimen no se les dejaba?

 

En la declaración se hace abundante uso del lenguaje utilizado por la tiranía y equipara a la llamada Oposición radical con el régimen. El régimen durante décadas ha humillado a aquella parte del Exilio cubano que ha querido dialogar con él, pues han tenido que pedir como favor lo que le corresponde por derecho y si hay alguien que no muestra sumisión, la prepotencia de la dictadura no tarda en aparecer; con aquellos que la tiranía sabe que no aceptarán su política de “ordeno y mando “sencillamente no dialoga con ellos. A los que dialogan bajos sus términos, la dictadura les da ciertos privilegios que en cualquier parte del mundo libre y democrático son derechos de los nacionales del país. La tiranía reclama que las negociaciones entre ella y el gobierno de los EE.UU. deben hacerse en plano de igualdad, pero no es capaz de hablar en plano de igualdad con su pueblo y en particular con la Iglesia y su jerarquía y de eso lo sabe muy bien el Cardenal Jaime Ortega y Monseñor Dionisio García Ibañez que en un “diálogo” (donde usurparon el papel de una de las partes) cambiaron su primogenitura por un plato de lentejas a cambio de sacarle las castañas del fuego a la dictadura totalitaria en un momento donde se podía pedir y lograr mucho más que el cambio de la condena en Cuba por el destierro de los Prisioneros de Conciencia de la Primavera Negra del 2003. A cambio de ese exiguo beneficio, el Cardenal se ha convertido de vocero y cabildero de la dictadura Castrista en los EE.UU., desarrollando una agenda claramente política.

 

La declaración en otro de sus párrafos dice:

 

La presión ha estado presente por más de 50 años y no ha logrado cambiar nada. Esta carta responde a la política del odio, que desvirtúa la realidad interna del país presentándola como un escenario binario de buenos y malos, eclipsando los necesarios matices que se imponen para describir, con un mínimo de seriedad, los complejos procesos sociales y políticos que tienen lugar actualmente en la sociedad cubana.”

 

La madre de esas excarcelaciones ha sido precisamente las presiones a las que ha estado sometida la tiranía entre las que se encuentra la presión política internacional de la Unión Europea por la muerte de Orlando Zapata Tamayo en febrero de 2010 y la represión contra Las Damas de Blanco y Las Damas de Apoyo desde febrero de ese año hasta junio y la posible muerte de Guillermo Fariñas. Otra de las presiones que han llevado a que la tiranía llame en su auxilio a la Iglesia han sido las necesidades económicas producto de la falta de liquidez de la dictadura provocadas fundamentalmente por su ineficiente sistema económico y el no acceso a financiamiento norteamericanos y a fondos del Acuerdo de Cotonou debido a los acuerdos de la Posición Común que pide un mejoramiento en Cuba del respeto a los Derechos Humanos. La tiranía tiene el convencimiento que con los viajes de turistas norteamericanos a la isla mediante la aprobación del Proyecto de Ley HR 4645 (que contiene una cláusula de aprobación de créditos norteamericanos a la dictadura) y los fondos del Acuerdo de Cotonou podrá salir adelante sin ceder en represión y control política sobre Cuba y los cubanos.

 

El odio no ha estado presente en la Carta de los 165 a Benedicto XVI basta leerla.

 

La realidad del país la conocemos todos los cubanos muy bien y en particular los opositores a la tiranía de dentro del país que han firmado esa carta a Benedicto XVI que es la misma percepción de la realidad cubana que tienen todos los presos desterrados a España gracias a la pésima “negociación” de la jerarquía católica con la tiranía: El régimen no ha cambiado nada ni está dispuesto a cambiar. Lo que se ha “logrado” en la mal llamada negociación de la jerarquía católica con el régimen cubano es lo que hubiera deseado la dictadura totalitaria en marzo del 2003: expulsar de Cuba a todos los opositores más relevantes. Gracias a España y a la Iglesia lo ha logrado 7 años después.

 

No estoy en contra de las gestiones para excarcelar a TODOS los presos políticos cubanos pero que ellos sean los que decidan ya excarcelados si se quedan en Cuba o si se van del país y hacia qué país se irán, pero nunca negociar con ellos como monedas de cambio para satisfacer una agenda política en la que la jerarquía católica está haciendo un triste papel, ya que en su papel de cabildera de la tiranía en los EE.UU. ha negociado mejor que en su papel de “mediadora” de los presos políticos cubanos en la que las injustas leyes por las cuales fueron encarcelados quedaron intactas esperando por los próximos encausados .

 

Por último, deseo señalar que es de muy mal gusto que el CONSEJO ARQUIDIOCESANO DE LAICOS DE LA HABANA decida quienes son los buenos y malos cubanos de una manera soberbia y excluyente.

 Un recuerdo abominable

Alberto Benegas Lynch (h)

2 de agosto de 2010

 

Las canalladas parecen no tener límite. Del 3 al 10 de octubre de 2005 a poco de haber asumido como Papa Benedicto XVI, envió a Cuba al entonces Arzobispo de Génova Tarcisio Bertone quien, después de entrevistar a Fidel Castro, públicamente elogió “su notable lucidez” y “su solidaridad” en el contexto de la “necesidad de apoyar a los pobres” y subrayó que “en Castro hay un espacio creciente para escuchar a Dios” y que “no ha dejado de dar un buen ejemplo”.

 

¿Puede concebirse un cretinismo moral más repugnante por parte de quien a poco andar Benedicto XVI lo designó Cardenal y Secretario de Estado del Vaticano y quien es doctor en Teología y doctor en Derecho Canónico? ¿Es posible que el Cardenal Bertone condene a la muerte, a la tortura, a la miseria y al sufrimiento más atroz al pueblo cubano a manos de una yunta de tiranos desde hace más de cinco décadas? ¿Es este el sentido de la misericordia, el amor al prójimo y el respeto recíproco propagado a los cuatro vientos desde las alturas de la Iglesia Católica Apostólica Romana? ¿Hay algún dato adicional a los aportados por los, Carlos Alberto Montaner, Armando Valladares, Huber Matos de nuestra época para sacudir a los Judas insertos en la Iglesia de Cristo? ¿Es esa la manera de retribuir y acompañar a un pueblo en gran medida religioso donde muchos frente al pelotón de fusilamiento de los esbirros castristas exclamaban (y exclaman) Viva Cristo Rey?

 

En la antigua Grecia, cuando el gran escultor Fidias pretendió cobrar sus emolumentos por la terminación de Atenea, la diosa de la sabiduría de doce metros de altura en el Partenón, se le dijo que dado que la escultura estaba en lo alto del monte Olimpo y que por ende solo se veía el frente, el no podía pretender la cobranza por toda la escultura, a lo que Fidias respondió que la parte de atrás “la ven los dioses”. Las declaraciones infames a que nos venimos refiriendo, entonces recogidas por muchos medios orales y escritos, fueron públicas pero también y principalmente “la ven los dioses”.

 

Es de gran importancia tener presente en la memoria hechos de esta naturaleza al efecto de saber quién es quién en este mundo. El antes mencionado Armado Valladares, después de la visita de Bretone a la isla-cárcel cubana escribió un muy difundido y sustancioso artículo titulado “El pastor bendice al lobo” donde denunciaba la patraña de marras. Tal vez Valladares ha sido lo único realmente rescatable de las Naciones Unidas, ya que el Presidente Reagan lo designó Embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de ese organismo internacional en Ginebra. En su libro Contra toda esperanza, Valladares -quien ha estado preso 22 años en el Gulag cubano- escribe que “algún día, cuando toda la historia se conozca con detalles, la humanidad se horrorizará como lo hizo cuando se conocieron los crímenes de Stalin”. En verdad, no resulta necesario conocer con más detalles las masacres castristas para condenar con todas las fuerzas a este régimen siniestro.

 

Huber Matos en sus memorias tituladas: “Como llegó la noche” nos dice respecto al aparato instalado en tierras cubanas que “destruir seres humanos es su oficio” porque como escribe Montaner en Viaje al corazón de Cuba, allí “es legal matar a los opositores”.

 

Nuevamente fue el Cardenal Bertone a Cuba enviado por el Vaticano en febrero de 2008 a raíz de lo que declaró fue “una invitación particularmente cálida de las autoridades civiles” y esta vez se entrevistó con el otro sicario (Raúl Castro) sobre quien destacó “su misión al servicio del país” y le deseó “votos de éxito” y aprovechó para rememorar y alabar a Monseñor Cesare Zacchi, el nuncio en el primer tramo de la revolución comunista que tercamente insistía en “los profundos valores cristianos de Fidel Castro”.

 

Y no se trata solo de los Castro, sino de todos los que los han rodeado como artífices y cómplices del drama cubano. Hace algunos años se publicó un artículo, del que estas líneas escribe, titulado “Mi primo, el Che” (Guevara Lynch…la familia no se elige, se eligen los amigos, conocido aforismo que solía repetir mi padre que aplicaba con énfasis a este caso) donde mostraba el perfil de ese otro asesino glorificado por idiotas morales de muy diversa calaña. Hoy los hermanos Castro deciden liberar algunos pocos presos políticos para aliviar la presión de valientes opositores y para engatusar a los distraídos en cuanto a que el sistema cambiará mientras que se ajustan las clavijas de quienes quedan en la isla y se confirma la bota hedionda de los criminales en el poder.

 

Ahora Chávez -el bufón del Orinoco- gran admirador del comunismo cubano y de la autocracia iraní decidió romper relaciones diplomáticas con Colombia (en presencia de Maradona, otro apologista de la tiranía castrista) con la intención de ocultar la denuncia del gobierno de este país en cuanto a que Venezuela está albergando guerrillas de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas: mil quinientos terroristas en ochenta y siete campamentos venezolanos comprobados en base a innumerables documentos ampliamente difundidos por la mayor parte del periodismo independiente del mundo.

 

Además del socialismo español, el Unasur manejada por otro admirador de Cuba y de Chávez y, piloteada por quien fuera gran amigo de Salvador Allende, la inefable OEA, trascendió que el Vaticano también ofrece sus servicios de mediador en este conflicto. Se puede conjeturar la eventual inclinación de los tres primeros, pero esto último no deja de agregar cierta preocupación si la intervención la administra el Cardenal Bertone en su calidad de Secretario de Estado del Vaticano, a menos que la mediación opere en la dirección constructiva, sensata y muy oportuna con que en su momento lo hizo el Cardenal Samoré en épocas de Juan Pablo II, que evitó una absurda y suicida guerra con los hermanos chilenos después que la Argentina recibiera el fallo arbitral adverso de la Corona británica. En estos instantes se agrega a la lista de oficio la mandataria argentina con pronóstico parecido a los tres primeros candidatos y los interrogantes que suscita el cuarto.

 

Por su parte, el coronel Chávez decidió transformar la denuncia colombiana en una amenaza de conflicto armado al imponer “el estado de alerta máximo” y reunir tropas en la frontera con Colombia, lo cual incluye armamentos provistos últimamente por los rusos. Busca afanosamente parapetarse en chivos expiatorios para salir del colosal marasmo en que el mismo ha sumido a su pobre país.

 

Como ha señalado el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma -quien se desempeña en el cargo a pesar de los ataques permanentes del aparato totalitario chavista- “la ruptura de relaciones con Colombia es para disimular no solo que el gobierno de Venezuela apaña la guerrilla colombiana, sino para distraer la opinión de la corrupción del gobierno, la inflación, el desabastecimiento y la andanada contra la libertad de prensa”. Algunos dignatarios de la Iglesia adelantaron su opinión favorable al régimen del “socialismo del siglo XXI de la república bolivariana”, lo cual trae a la memoria el recuerdo abominable de las antedichas visitas a Cuba en representación del Vaticano.

¿Cuáles son los objetivos

de la jerarquía católica cubana? (I)

Manuel Castro Rodríguez

28 de junio de 2010

 

El 30 de julio de 1953, cuatro días después de que Fidel Castro asaltara el cuartel Moncada, el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Enrique Pérez Serantes, le pidió garantías al jefe militar para ir a buscar a los asaltantes que habían logrado escapar, “con el nobilísimo fin de que depongan las armas y vuelvan a la normalidad”. El 3/1/1959, dos días después de producirse el triunfo revolucionario, monseñor Pérez Serantes alertó mediante una circular arzobispal: “Queremos y esperamos una república netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar con plenitud la riqueza de los derechos humanos”.

 

Las tensas relaciones Iglesia-castrismo alcanzaron su clímax el 17 de septiembre de 1961, cuando el Obispo Auxiliar de La Habana y otros ciento treinta sacerdotes fueron expulsados de Cuba por disentir de la incipiente tiranía.

 

Desde la realización del Encuentro Nacional Eclesiástico Cubano en 1986, se observa un cambio en la actitud de la jerarquía católica: prácticamente se limitó a reprocharle al castrismo que había institucionalizado el ateísmo, promovido el derecho al aborto y obstaculizado las celebraciones religiosas, y buscó insertarse en la sociedad totalitaria. Una de las honrosas excepciones fue monseñor Pedro Meurice Estío, arzobispo de Santiago de Cuba desde 1970 hasta 2007.

 

Monseñor Meurice dijo en la homilía que pronunció el 24 de enero de 1998, dirigiéndose a Juan Pablo II: “Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida (…) Le presento, además, a unos cubanos que han confundido la Patria con un partido, la Nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”.

 

Un año después, monseñor Meurice declaró: “Mientras el pueblo sufra alguna injusticia o limitación, por pequeña que sea, la Iglesia debe hacer de esas necesidades y dolores de su pueblo un punto cardinal del contenido de sus relaciones con el Estado. De lo contrario, la Iglesia solo reclamaría lo que pudiera ser considerado como sus derechos institucionales o concernientes a su vida interna, pero, para los seguidores de Jesucristo, estas demandas nunca pueden estar separadas de los derechos de la gente”.

 

Hace nueve años, el 6 de julio de 2001, Juan Pablo II les dijo a los obispos de Cuba en visita ‘ad limina’: “Me complace saber que desde entonces han mejorado algunas cosas de particular valor para Ustedes como son, por ejemplo, la recuperación de la fiesta de la Navidad, la posibilidad de realizar algunas procesiones -que forman parte de la rica piedad popular-, una mayor participación de los católicos en la vida del País (…) Hay, sin embargo, otros aspectos que aún no han obtenido un resultado satisfactorio (…) quiero recordar que el hombre ha sido creado libre y, al defender esa libertad, la Iglesia lo hace en nombre de Jesús, que vino a liberar la persona de toda clase de opresión (…) Cuando Ustedes, como Obispos católicos de Cuba, reclaman justicia, libertad o mayor solidaridad, no pretenden desafiar a nadie, sino que cumplen su misión (…)”. Continuará.

 

 

¿Cuáles son los objetivos

de la jerarquía católica cubana? (II)

Manuel Castro Rodríguez

5 de julio de 2010

 

Escribo el 23 de junio de 2010, cuando Oswaldo Payá -Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación y Premio Sájarov del Parlamento Europeo-, declaró: “tampoco es justo con el pueblo de Cuba, ni con la fiel y sufrida Iglesia en Cuba, que es parte de pueblo, que algunos pastores acepten el papel de ser interlocutores únicos del gobierno aquí en Cuba, aceptando y practicando así la condición de exclusión que impone el propio gobierno, en el momento en que los cubanos queremos cambios con transparencia, derechos y que se le respete al pueblo lo que es del pueblo: la libertad. Esa que Dios da y que nadie puede quitarnos”.

 

Miles de cubanos han perdido la vida porque no se resignaron a carecer de libertad. El último fue el preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo, a quien el régimen dejó morir el 23 de febrero de 2010, después de una huelga de hambre que duró 85 días. En varias oportunidades las Damas de Blanco fueron arrastradas, golpeadas y retenidas

 

http://www.youtube.com/watch?v=BikTMfYr0Xs&feature=related

 

Todo esto provocó el repudio internacional, unos cincuenta mil ciudadanos de todo el mundo firmaron una carta abierta ‘Por la libertad de los presos políticos cubanos’ (http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/) y amplios sectores de la izquierda condenaron a la gerontocracia estalinista cubana.

 

El castrismo estaba contra las cuerdas, necesitaba ganar tiempo y disminuir el rechazo internacional; acudió a la jerarquía católica: Raúl Castro se reunió con el cardenal Jaime Ortega el 19 de mayo de 2010. De los doscientos opositores pacíficos encarcelados, sólo se ha logrado la liberación condicional de Ariel Sigler -está paralizado de la cintura hacia abajo-, y casi desapareció la presión internacional. Hace treinta y dos años se efectuó un diálogo entre el castrismo y la comunidad cubana en el exterior: se obtuvo la liberación de ¡tres mil seiscientos presos políticos!

 

Del 16 al 19 de junio se celebró la X Semana Social Católica, con el objetivo de promover el diálogo entre los cubanos. “Los invitados y delegados son laicos que trabajan en la Pastoral de sus respectivas diócesis”, declaró Orlando Márquez, portavoz del arzobispado de La Habana. No explicó porqué participaron varios especialistas de las instituciones oficiales gubernamentales, pero ni uno solo de los católicos residentes en la patria que disienten públicamente del castrismo. ¿Qué tipo de diálogo promueve la jerarquía católica?

 

La Organización Mundial Contra la Tortura le envió una carta abierta a Raúl Castro en que “manifiesta de nuevo (…) que estas deplorables condiciones de detención y la ausencia de una atención médica adecuada en las cárceles cubanas constituyen un ejemplo de tratos crueles, inhumanos y degradantes”. ¿Por qué la jerarquía católica cubana no ha constituido algo similar a la Vicaría de la Solidaridad creada en Chile durante la dictadura de Pinochet, que documentaba e informaba de las violaciones de los derechos humanos que ocurrían durante el régimen militar chileno?

 

Juan Pablo II expresó en su homilía realizada en Santiago de Cuba: “La Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas ante la corrupción del poder político o económico”. ¿Las asumirá la jerarquía católica cubana?

El Cardenal y el huelguista
Dora Amador

21 de abril de 2010

 

Hace tiempo me molesta la pompa de la jerarquía eclesial. No está exenta de lucha interior esa molestia. Es parte de mi Iglesia, a la que amo.

 

¡Ay, pero si Dios me diera la gracia de no rechazar tanta prosopopeya! Conocí a un sacerdote bueno, todo humildad. Lo hicieron obispo y cuando lo veo ahora no lo puedo creer. Es otro desde su elevación al trono: los gestos, la mirada, su caminar, sin contar con el gorro, llamado mitra episcopal, la afectación al sentarse y al levantarse de la silla acolital, qué lejano me parece del pueblo de Dios sentado en los bancos, mirándolo. Es como una obra teatral. El arzobispo de Miami, John C. Favalora, que acaba de renunciar gracias a Dios, tiene un gesto muy particular que me ha llamado siempre la atención: en el altar de pie, recuesta su frente sobre su mano colocada en el báculo. Permanece así bastante rato con los ojos cerrados, y me pregunto, qué estará pensando, a lo mejor está rezando porque no puede más. Especialmente con la comunidad cubana en la diáspora miamense, que él parece no soportar. No digo que al cardenal cubano le pase lo mismo, no he tenido la oportunidad de verlo en todo su esplendor. Y no le presto atención a los comentarios malsanos.

 

Nunca le he escrito al Cardenal Ortega, excepto cuando fue elevado al trono cardenalicio en 1994, y llena de ilusión y orgullo me dirigí a él, pidiéndole a Dios que lo guiara. Mi oración no fue escuchada o, como siempre, Dios tiene caminos que nosotros no comprendemos.

 

Advierto que lo que sigue es fuerte. Cito partes de la entrevista aparecida en el último número de la revista diocesana Palabra Nueva, y después le hago preguntas o breves comentarios sobre lo expresado por él. Dios sabe cuánto tiempo he callado, Dios me sondea, conoce mi corazón: sólo quiero decir la verdad. Comienzo:

 

Jaime: “Creo que un diálogo Cuba-Estados Unidos sería el primer paso necesario para romper el círculo crítico en que nos encontramos. Al comienzo de su gestión el presidente Raúl Castro propuso a los Estados Unidos este diálogo sin condiciones y sobre todos los temas, incluyendo los derechos humanos, y ha repetido su propuesta en más de una ocasión. En su campaña política presidencial, Barack Obama también indicó que cambiaría el estilo al uso y buscaría ante todo hablar directamente con Cuba. En esos momentos crecieron las expectativas del posible encuentro entre ambos países. Sin embargo, después de llegar al poder, el nuevo presidente norteamericano ha repetido el viejo esquema de gobiernos anteriores: si Cuba hace cambios con respecto a derechos humanos, entonces los Estados Unidos levantarían el bloqueo y se abrirían espacios para un diálogo ulterior. Si bien se dieron pasos importantes que modificaron algunas medidas contraproducentes impuestas por el anterior gobierno, con el tiempo se alteró la propuesta preelectoral. De nuevo la antigua política prevaleció: comenzar por el final. Estoy convencido que lo primero debe ser encontrase, hablar y en el avance del diálogo se darían pasos que puedan mejorar las situaciones difíciles o superar los puntos más críticos. Este es el modo civilizado de enfrentar cualquier conflicto”.

 

Dora: El primer paso necesario para romper el “círculo crítico” en que nos encontramos es el diálogo del gobierno de los hermanos Fidel y Raúl Castro con el pueblo cubano, específicamente con la oposición, que tanto desprecias. El diálogo debe ser entre cubanos, Jaime, desviar la problemática hacia un enemigo exterior es una coartada a la cual ya se le ha caído la máscara. Lo expresó muy claramente la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuando afirmó que el gobierno de La Habana no quiere que le levanten el embargo, pues se le acabarían las excusas para justificar el desastre al que ha llevado a Cuba. Siempre que EE UU ha buscado un acercamiento, Fidel Castro se ha encargado muy hábilmente de impedirlo, pruebas hay de sobra, incluyendo estas últimas de asesinar a Orlando Zapata después de torturarlo y golpear y arrastrar a las Damas de Blanco, además de encarcelar al estadounidense Alan P. Gross.

 

En cuanto a la propuesta de Raúl Castro –cuando se creyó al mando del régimen cubano– de dialogar “sin condiciones, incluso de derechos humanos” con Estados Unidos, bien sabemos que su hermano le enmendó la plana. Fidel dijo que habían malinterpretado a Raúl. Jamás se ha vuelto a proponer tal diálogo.

 

¿Por qué no mencionas los cambios prometidos por Raúl “estructurales y de conceptos” cuando le dijo al pueblo que se expresara sin miedo, con plena libertad, sobre los problemas que aquejaban a Cuba para empezar a resolverlos? ¿Cómo no mencionas que aquellas reuniones maratónicas en las que los cubanos hablaron y se ilusionaron fueron burladas y lo que ha seguido es represión, golpe y más prisión?

 

Jaime: La acción de la Iglesia dentro de la sociedad pertenece al orden de los derechos y el derecho a la libertad religiosa está reconocido claramente en la Constitución vigente en Cuba. Es dentro de ese propio marco constitucional, según su misma identidad y su modo propio de proceder, que la Iglesia Católica despliega su misión en Cuba en por del bien común.

 

Dora: ¿Y los otros derechos, por ejemplo, los humanos, por los cuales Jaime da muestras de no interesarse en lo absoluto? ¿De qué “bien común” hablas Jaime?

 

Tengo ahora que contar una anécdota que en su momento me pareció cruel, hoy supera toda realidad. Cuando Juan Pablo II iba a a Cuba en 1998, el director para América Latina del diario católico francés Le Croix, fue a la sala de redacción de El Nuevo Herald para entrevistarme. Fue un honor para mí que me eligiera junto a Dagoberto Valdés para presentar las dos realidades católicas cubanas –la isla y el exilio– antes de la llegada del Papa a la isla. Le pregunté al periodista francés qué pensaba que haría la Iglesia después de la visita del Papa, si cobraría fuerza para enfrentarse al gobierno y aceleraría la libertad. Su respuesta me pareció de un cinismo que apenas pude digerir. Ha permanecido en mi memoria para siempre.

 

“Nada”, me dijo el director de Le Croix. “La Iglesia no va a hacer nada que le impida afianzarse bien en el poder, y eso solo lo hace mientras permanezcan las cosas iguales. A la Iglesia no le conviene que el gobierno castrista caiga”. Por supuesto, ahora sé a qué se refiere. Excluyo de esta agenda maligna a obispos, a curas, a laicos, a religiosos y religiosas buenos, que los hay, es la mayoría. Pero no tienen el verdadero poder eclesiástico. Entiéndase a quién me refiero: al cardenal, al obispo José E. Serpa, de Pinar del Río, a Alfredo Petit y compañía, ¡Ah! Y al párroco de Santa Rita, Monseñor Félix Pérez Riera, miembro de la Seguridad del Estado de acuerdo con un querido sacerdote que visita Miami a menudo, y que he confirmado por medio de otras fuentes.

 

Jaime: El hecho trágico de la muerte de un prisionero por huelga de hambre [Orlando Zapata Tamayo] ha dado lugar a una guerra verbal de los medios de comunicación de Estados Unidos, de España y otros. Esta fuerte campaña mediática contribuye a exacerbar aún más la crisis. Se trata de una forma de violencia mediática, a la cual el gobierno cubano responde según su modo propio.

 

En medio de esto ¿qué puede hacer la Iglesia por el bien común? Ciertamente su misión le impide sumarse simplemente a una de las dos partes enfrentadas, con propósitos políticos de desestabilización de un lado, y con el consecuente atrincheramiento defensivo de otro. Lo que nos corresponde como Iglesia es invitar a todos a la cordura y a la sensatez para que se pacifiquen los ánimos.

 

Dora: Para escándalo de la Iglesia, el Cardenal dice aquí que el propósito de “Estados Unidos, España y otros” es “desestabilizar” al gobierno. La prensa internacional lo que ha hecho es reportar lo que sucede en Cuba. Las imágenes televisivas hablan por sí solas. Dice el prelado además que el gobierno cubano se atrinchera, “defensivamente”. Esto, sencillamente, es el colmo del cinismo. Que la prensa internacional reporte sobre la muerte de Orlando Zapata por huelga de hambre, que las cámaras de televisión capten y se vea en todo el mundo cómo son golpeadas, arrastradas, insultadas, empujadas dentro de guaguas a mujeres católicas por marchar pacíficamente portando gladiolos a la salida de una misa en protesta por sus familiares presos, que a eso le llame el Cardenal “campaña mediática” contra Cuba, eso es ser perverso, es estar del lado de la mentira, es dar un testimonio anticristiano.

 

Si lo que le corresponde como Iglesia es invitar a la cordura, y no sumarse a una de las partes le aclaro: una de las partes es el pueblo cubano, no la prensa internacional “desestabilizadora”. ¿Por qué no se pone de parte del pueblo cubano, monseñor?

 

Jaime: Esta disposición conciliadora, aunque parezca mostrarse infructuosa, es la misma que repetimos en el caso de Guillermo Fariñas, el otro ciudadano cubano que se ha sumado a este modo de protestar: pedirle que abandone la huelga de hambre.

 

Dora: No hay límite a la cobardía, no la hay. ¿Por qué no le pide al régimen totalitario y asesino que libere a los 24 presos políticos enfermos, que es lo que pide Guillermo Fariñas en vez de pedirle a éste que abandone la huelga de hambre? ¿Qué habita en su corazón, Jaime Ortega? Usted es un anticristiano si no se pone del lado de los enfermos presos, si no le exige al gobierno cubano que los libere. Por su mente no ha pasado, ¿no es cierto? Cobarde.

 

Jaime: Después de los dolorosos actos de repudio ocurridos con ocasión del éxodo de El Mariel en 1980, pensaba que éstos no retornarían más a nuestra historia nacional. En aquella ocasión, los obispos nos entrevistamos con un alto funcionario del gobierno que, tras escuchar nuestras consideraciones sobre esos actos, nos dijo: “pueden irse tranquilos, estos actos tienen que acabarse y será muy pronto”. En efecto, los actos de repudio desaparecieron poco después en aquella ocasión. Pero con sorpresa vimos que algún tiempo después estas acciones comenzaron a aparecer de nuevo en la escena nacional, y también entre cubanos del sur de la Florida frente a otros cubanos de pensamiento diverso, o artistas procedentes de Cuba, etc. No debe quedar en nuestra historia como pueblo este tipo de intolerancia verbal, y aún física, como rasgo característico del cubano.

 

Dora: Dime Jaime, ¿cuándo en Miami el gobierno ha lanzado una turba contra los cubanos de la isla? ¿Cuándo los han golpeado, arrastrado por las calles, encerrados en guaguas y llevados  a presidio? ¿Dime, Jaime? Me sigue costando trabajo aceptar lo que mi querido Juan Pablo II llamó “el misterio de la iniquidad”, que cobra vida en ti.

 

Jaime: La misión de la Iglesia es siempre la de la comprensión y la misericordia.

 

Dora: ¿Las tuviste conmigo, con Dagoberto Valdés, con Oswaldo Payá, con tantos otros y otras que han acudido a ti buscando apoyo ante la represión, la negativa de entrada al país de ciertos exiliados? ¿Las tuviste cuando no celebraste una misa por Orlando Zapata y sí de inmediato por la salud de Fidel Castro, como ha dicho Guillermo Fariñas? ¿Tienes misericordia con el pueblo cubano en la diáspora o en la isla? “Ama a tu enemigo, ora por quienes te persiguen”. Ese es el mandato del Señor. Estoy segura que todos te perdonamos. Nos tenemos que perdonar. Pero eso no impide que te diga la verdad.

 

Arrodíllate ante el sagrario, Jaime, como te ha pedido públicamente la Dama de Blanco Alejandrina García de la Riva. Arrodíllate y mira bien a Cristo, que el color púrpura cardenalicio que llevas puesto debe ser símbolo de la sangre que estás dispuesto a derramar como mártir por la Iglesia. Ponte del lado de las víctimas, fariseo cubano, y no de los victimarios. Entonces podrás decir que eres cristiano.


Guillermo Fariñas: “Soy un seguidor de Cristo”
Dora Amador

 

 Cuando llamé al hospital donde está ingresado en Santa Clara Guillermo Fariñas anteayer, 19 de abril, pensé que el huelguista católico tenía una formación religiosa más profunda, me equivoqué. Lee la Biblia casi al azar, sin el orden litúrgico diario que dicta la Iglesia, pero la conoce bien: las Sagradas Escrituras están muy vivas en su conversación. Y aquí digo algo que me llena de inmensa satisfacción: “Coco”, como le dicen con cariño todos, no conocía o no recordaba la frase de Jesús “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos”, del Evangelio de Juan. Yo se la cité y le pregunté si él estaba consciente de que estaba dando su vida por amor. No me respondió. Mi percepción la confirmé cuando en el programa A mano limpia de esa noche quiso citar la frase, que sé le impresionó y le dijo a Oscar Haza: “Jesús dijo que es un placer dar la vida por sus amigos”. Algo diferente sucedió anoche, 20 de abril, cuando de nuevo conversando con Haza citó correctamente la frase y recomendó la lectura del Evangelio de Juan capítulo 15, versículo 13. Esto me causó tremenda alegría, porque vi lo importante que había sido para él que una periodista lo llamara –de tanta prensa internacional que lo llama diariamente– para preguntarle sólo sobre su fe, su vida espiritual. Fariñas buscó el pasaje que le mencioné hasta encontrarlo. Y después dijo: “Ahora más que nunca doy la vida”. Conste, él me evangelizó a mí. Porque no se trata de saber sino de vivir. No de tener conocimiento, sino experiencia de Cristo. Él, como San Francisco –así se lo dije– es un Cristo vivo.

 

Más importante que todo lo anterior me pareció el hecho de que daba por sentado, como algo muy natural su decisión de declararse en huelga de hambre y de sed en solidaridad con Orlando Zapata Tamayo, y para que pusieran en libertad a más de 20 prisioneros políticos que se hallan en grave estado de salud.

 

Era la primera vez que hablaba con Guillermo Fariñas y fue impresionante. Hubo dos cosas muy elocuentes: mi silencio involuntario, a veces súbito porque no sabía que decir ante tanta sabiduría. Me confirmó el gran respeto que me inspira, quedé muy conmovida ante sus respuestas. La sencillez al expresar su fe, que le brotaba con toda naturalidad me enseñaron cuan arraigado está Dios en su corazón.

 

Conozco a Fariñas desde hace tiempo, su obra periodística y su actividad dentro de la oposición. Seguí muy de cerca su huelga de hambre de 2006 exigiendo el libre acceso de los cubanos a Internet.  ¿A quién se le ocurre poner su vida en peligro (y la puso de verdad) para que todos los cubanos pudieran entrar a Internet? A Guillermo Fariñas Hernández, un Cristo viviente. Lo digo con plena conciencia de la magnitud de la frase.

 

Los fundamentos de su fe se hallan en sus dos abuelas, la paterna: Eusebia Key Zanoreti, y la materna: Modesta Cabeza Cabeza. Ambas se la inculcaron desde niño. Y esa hermosa raíz permaneció viva en su corazón de adolescente y joven, muy dentro de sí, en silencio, incluso creyendo en los postulados marxistas de la revolución.

 

 Puede nombrar dos veces en las que estando en momentos muy difíciles invocó, como le habían enseñado sus abuelas, la protección de Dios. Una fue en Angola, cuando estuvo a punto de morir en el frente de batalla, y la otra fue cuando estudiaba en la Unión Soviética. “Le pedía a Dios en secreto. La religión estaba muy reprimida, si entrabas a una iglesia o si demostrabas alguna creencia te condenaban para siempre”.

 

 ¿Cuándo comenzó a ver la mentira de la revolución? “El primer gran golpe fue cuando vi a tanta gente asilada en la embajada del Perú, yo no me podía imaginar que tantas personas se quisieran ir de Cuba”, dice. “Yo comienzo a dilucidar… Después fue cuando el caso de Ochoa, en 1989 nos movilizan para cuidar las casas de los altos dirigentes, y resulta que ellos practicaban el capitalismo…. el consumismo, los hábitos burgueses que tanto se nos enseñaba que eran del capitalismo, ellos eran los primeros en tenerlos, los altos dirigentes de la revolución eran los burgueses, lo vi”.

 

 Fue en esa época, entre 1989 y 1990 que leyó por primera vez la Biblia completa, de principio a fin. Y comienza a profesar su fe abiertamente. “Iba a la iglesia, a misa, me sentaba allí a oír. No tenía miedo, aunque sabía que se vivían dramas terribles por sólo entrar a una iglesia”.

 

 Ahora los pasajes que más le llaman la atención dice que son los de Jesús con Pedro… “Leo la Biblia todos los días, los evangelios, pero mi huelga de hambre se basa en Isaías, capítulo 58, que es donde habla del ayuno”.

 

 Al hospital donde está ingresado lo han ido a visitar dos sacerdotes de la iglesia católica: el obispo de Villa Clara Mons. Arturo González Amador y el padre Philip Cutajar, misionero maltés responsable de la pastoral de la salud en Villa Clara y párroco de la iglesia La Pastora, en Santa Clara. Ambos, comenta Fariñas agradecido, se han mostrado muy cercanos a él, le han llevado “la paz cristiana”, su compañía y su respeto, y le impartieron ya el sacramento de la unción de los enfermos.

 

 De la iglesia evangélica fue a visitarlo el pastor bautista Homero González Carbonell y el pastor metodista Jordi.

 

 ¿No le tiene miedo a la muerte? “Soy un seguidor de Cristo y creo en la vida eterna, en la resurrección… La misma vida y muerte de Jesucristo, que murió por la redención de la humanidad es lo que más me inspira: amo incluso a quienes nos reprimen, a quienes nos odian, porque si los odio, sería igual que ellos, no podemos profesar odio a nadie”.

 

 Pero usted sufre, Fariñas, ¿cómo puede soportar tanto sufrimiento físico? Me refiero a los sudores, las bajas súbitas de presión, las infecciones que lo debilitan, se tiene que sentir muy mal.

 

 “En esos momentos pienso en los sufrimientos de Cristo, y me da fuerza. Los médicos no se han atrevido a darme un diagnóstico, pero sí me han dicho que va a haber un momento en que las bacterias que viven en los intestinos van a invadir masivamente mi cuerpo y ningún antibiótico va a poder matarlas… Yo quisiera que tras mi muerte no hubiera derramamiento de sangre, porque el Señor, en la Santa Biblia, en los evangelios, nos enseña que hay que perdonar”.

 

 Y usted perdona a sus asesinos.

 

 “Por supuesto. Lo importante aquí es que para ser fuerte hay que ser justo, como nos enseñó el Señor, día a día buscar la justicia, la paz. Nosotros no necesitamos ni pistolas ni ametralladoras ni cohetes. Muriendo se vence”.

 Guillermo Fariñas Hernández, inspirado por Isaías, tu luz despunta como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanza la justicia y detrás de ti va la gloria del Señor.

 

El te guía incesantemente, te sacia en los ardores del desierto y llena tus huesos de vigor; eres, Coco, como un jardín bien regado, tu corazón, como una vertiente cuyas aguas nunca se agotan.

 

Reconstructor de una patria en ruinas, reparador de brechas insondables, tu morada es la morada de Dios.

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes

hace apología del asesino en serie

Ernesto Che Guevara

Véase http://profesorcastro.jimdo.com/fusilamientos/

 

El 12 de junio de 2008, el vicario general de La Habana, monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal, expresó públicamente su admiración por el asesino en serie Ernesto Che Guevara, en ocasión del ochenta aniversario de su nacimiento, que se conmemoró el 14 de junio de 2008.

 

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal -profesor del Seminario de San Carlos y exsecretario de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba- expresó en el artículo Breve aproximación personal al Che Guevara, publicado en el órgano oficial del Partido Comunista -único legal en Cuba: “Casi todo en el Che debería ser contemplado a la luz de su opción coherente y radical por los pobres; de su pasión por lo que solemos llamar ‘justicia social’. Tan coherente y radical, tan acerina fue su pasión, que lo llevó a la ofrenda de su propia vida. Y cuando un hombre entero llega a esos extremos, las discrepancias con él adquieren otro tono, pues tal hombre merece, no solo respeto, sino también admiración entrañable”.

 

Las declaraciones del vicario general de La Habana provocaron respuestas indignadas de diferentes sectores del exilio cubano. Por ejemplo, una destacada activista católica publicó en el diario El Nuevo Herald


De Céspedes, fariseo letrado

Dora Amador

 

Hombre hipócrita, de mala intención y catadura, eso se quiere decir en el habla popular el término fariseo. Como significante cristiano, es peor, porque fueron los fariseos los que condenaron y crucificaron a Jesús. Como Cuba y la Iglesia son mis dos pasiones –cito al sacerdote letrado cubano, miembro de la Academia Cubana de la Lengua–, mi conciencia no me permite ignorar en silencio el ultraje a la Iglesia y a Cuba de Mons. Carlos Manuel de Céspedes, gran admirador del Che Guevara.

 

La situación de la Iglesia en Cuba, es una situación normal, completamente normal, como puede ser en cualquier otro país católico y mejor que en muchos”, afirmó monseñor De Céspedes en una entrevista que le hizo Amaury Pérez Vidal en el programa de televisión que dirige, Con dos que se quieran. Quise leer la transcripción de la entrevista completa, que publica siempre la página web comunista Cubadebate.

 

Qué pena que no mencionó ni una sola vez a Cristo ni le interesó aprovechar –como dice Pablo que es deber de todo cristiano, a tiempo y a destiempo– la magnífica oportunidad de llegar a todo el pueblo de Cuba para sabiamente evangelizar, anunciar la Palabra de Dios. De Céspedes no pudo, su ego, de proporciones cósmicas, no se lo permitió, sólo se anunció a sí mismo, con bombo y platillo.

 

Sí habló mucho de su conocimiento de latín y griego, de sus estudios de teología, sus maestrías y doctorados, su profesorado en el Seminario ad náuseam, su cultura, de eso sí habló mucho. Pura vanagloria. La Iglesia y Cuba, dijo, son sus dos pasiones, ¿Qué Iglesia? ¿Qué Cuba?

 

Monseñor miente y lo sabe. ¿Por qué? Para no buscarse problemas con el régimen, he ahí la complicidad con el mal, la banalidad de su vanidad se hace cómplice de la infamia castrista.

 

¿Es normal en un país católico que no haya escuelas ni universidades católicas? ¿Es normal que el Cardenal sea copartícipe, por ejemplo, de la desdicha de los ex presos políticos en España, presionando a los presos y a sus familiares para que se fueran al destierro? ¿Es normal que un cardenal acepte hacer eso con el Estado, sabiendo que sus actos son anticristianos? El Cardenal y Monseñor de Céspedes son fariseos y letrados, los mismos que Jesús condena en los evangelios.

 

Decir que la situación de la Iglesia en Cuba es normal y “mejor que en muchos países” no debía dar motivo de ira, porque ya sabemos cómo son los jerarcas católicos cubanos (algunos, debo decir, porque hay muy buenos curas y religiosos entregados por completo a la obra de Dios, no del demonio). Pero es inútil intentar desprenderse de esto que sucede en la Iglesia: su rechazo a toda o todo activista de derechos humanos, de los opositores, la mayoría cristianos que han buscado a veces palabras de consuelo, refugio en esa Iglesia que los ha traicionado, como Judas, son las 30 monedas de los automóviles, las comodidades de que gozan los que dirigen esa institución lamentable. Pero el Espíritu de Dios es más fuerte y ya Jaime Ortega se va, y la generación de Monseñor De Céspedes también está pasando, es la de los Castro. Confío mucho en la juventud cubana católica, que renovará la faz de esa Iglesia.

La comunión del diablo

Andrés Reynaldo

El Nuevo Herald.

19 de junio de 2008

 

“Suele decirse que las naciones tienen los gobiernos que se merecen. Por mucho que uno se resista a estas simplificaciones, no cabe duda de que llevan algo de verdad. Al menos en el caso cubano. Hay un sórdido sedimento en nuestra estructura profunda que aún le da raíz al castrismo (…) En ese panorama de desenfrenada abyección se inscribe un reciente artículo sobre Ernesto Che Guevara, en realidad una apología, de monseñor Carlos Manuel de Céspedes, publicado en Granma”.

 

“Durante años, la Iglesia Católica ha solicitado a las autoridades un espacio en los medios. Tras la visita del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, esta posibilidad cobró cuerpo. Algunos nos preguntábamos de qué podrían hablar los representantes de la Iglesia sin irritar el estrecho marco de expresión oficial. ¿Hablarían de los presos políticos? ¿De la ausencia de libertades? ¿De las violaciones de los derechos humanos? Bueno, era una incógnita que ahora Carlos Manuel nos despeja inequívocamente: van a hablar de lo mismo que habla la dictadura, con la misma entonación, la misma gramática y el mismo desprecio por la más elemental decencia”.

 

“Carlos Manuel recuerda que una vez Juan Pablo II dijo que el Che le inspiraba respeto, puesto que había luchado en nombre de los pobres. En esa anécdota, nuestro culto prelado parecía buscar una patente de corso. Ignoro si la cita está sacada fuera de contexto. Sea como sea, si Karol Wojtyla dijo eso del Che cometió un error imperdonable. Se olvidó de quién era el Che y, peor aún, se olvidó de quién era él. Se olvidó de los mártires de la Iglesia polaca. Se olvidó del padre Jerzy Popieluszko. Y se olvidó de Cristo…”.

 

“…Uno pudiera conformarse con que la Iglesia volcara todas sus energías en una angélica misión pastoral, haciendo la vista gorda a los desmanes de la dictadura. Incluso hasta sería explicable que su papel se rebajara a una mera gestión inmobiliaria. Pero, obviamente, gente como Carlos Manuel está jugando otro juego. Y ese juego huele a azufre”.

 

“…Asco dan estos curas que chupan la bota de su verdugo. Asco da también el silencio de los obispos de la isla. ¿Cuál es el miedo? ¿Cuál es la mordaza? Si la dictadura y el Vaticano están de luna de miel, ¿tenemos que lavarles las sábanas? (…) En el altar del Che, Carlos Manuel ha oficiado misa. Que el Señor se apiade de su alma”.

La Iglesia católica y la Revolución cubana
La Iglesia catolica y la Revolucion cu
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¿Cuáles son los objetivos de la jerarquía católica cubana? (I)

Manuel Castro Rodríguez

Artículo publicado en el periódico Panamá América, el 28 de junio de 2010.

 

El 30/7/1953, cuatro días después de que Fidel Castro asaltara el cuartel Moncada, el arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Enrique Pérez Serantes, le pidió garantías al jefe militar para ir a buscar a los asaltantes que habían logrado escapar, “con el nobilísimo fin de que depongan las armas y vuelvan a la normalidad”. El 3/1/1959, dos días después de producirse el triunfo revolucionario, monseñor Pérez Serantes alertó mediante una circular arzobispal: “Queremos y esperamos una república netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar con plenitud la riqueza de los derechos humanos”.

 

Las tensas relaciones Iglesia-castrismo alcanzaron su clímax el 17/9/ 1961, cuando el Obispo Auxiliar de La Habana y otros ciento treinta sacerdotes fueron expulsados de Cuba por disentir de la incipiente tiranía.

 

Desde la realización del Encuentro Nacional Eclesiástico Cubano en 1986, se observa un cambio en la actitud de la jerarquía católica: prácticamente se limitó a reprocharle al castrismo que había institucionalizado el ateísmo, promovido el derecho al aborto y obstaculizado las celebraciones religiosas, y buscó insertarse en la sociedad totalitaria. Una de las honrosas excepciones fue monseñor Pedro Meurice Estío, arzobispo de Santiago de Cuba desde 1970 hasta 2007.

 

Monseñor Meurice dijo en la homilía que pronunció el 24/1/1998, dirigiéndose a Juan Pablo II: “Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida (…) Le presento, además, a unos cubanos que han confundido la Patria con un partido, la Nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”.

 

Un año después, monseñor Meurice declaró: “Mientras el pueblo sufra alguna injusticia o limitación, por pequeña que sea, la Iglesia debe hacer de esas necesidades y dolores de su pueblo un punto cardinal del contenido de sus relaciones con el Estado. De lo contrario, la Iglesia solo reclamaría lo que pudiera ser considerado como sus derechos institucionales o concernientes a su vida interna, pero, para los seguidores de Jesucristo, estas demandas nunca pueden estar separadas de los derechos de la gente”.

 

Hace nueve años, el 6/7/2001, Juan Pablo II les dijo a los obispos de Cuba en visita ‘ad limina’: “Me complace saber que desde entonces han mejorado algunas cosas de particular valor para Ustedes como son, por ejemplo, la recuperación de la fiesta de la Navidad, la posibilidad de realizar algunas procesiones -que forman parte de la rica piedad popular-, una mayor participación de los católicos en la vida del País (…) Hay, sin embargo, otros aspectos que aún no han obtenido un resultado satisfactorio (…) quiero recordar que el hombre ha sido creado libre y, al defender esa libertad, la Iglesia lo hace en nombre de Jesús, que vino a liberar la persona de toda clase de opresión (…) Cuando Ustedes, como Obispos católicos de Cuba, reclaman justicia, libertad o mayor solidaridad, no pretenden desafiar a nadie, sino que cumplen su misión (…)”.

¿Cuáles son los objetivos de la jerarquía católica cubana? (II)

Manuel Castro Rodríguez

Artículo publicado en el periódico Panamá América, el 5 de julio de 2010

 

Escribo el 23/6/2010, cuando Oswaldo Payá -Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación y Premio Sájarov del Parlamento Europeo-, declaró: “tampoco es justo con el pueblo de Cuba, ni con la fiel y sufrida Iglesia en Cuba, que es parte de pueblo, que algunos pastores acepten el papel de ser interlocutores únicos del gobierno aquí en Cuba, aceptando y practicando así la condición de exclusión que impone el propio gobierno, en el momento en que los cubanos queremos cambios con transparencia, derechos y que se le respete al pueblo lo que es del pueblo: la libertad. Esa que Dios da y que nadie puede quitarnos”.

 

Miles de cubanos han perdido la vida porque no se resignaron a carecer de libertad. El último fue el preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo, a quien el régimen dejó morir el 23/2/2010, después de una huelga de hambre que duró 85 días. En varias oportunidades las Damas de Blanco fueron arrastradas, golpeadas y retenidas http://www.youtube.com/watch?v=BikTMfYr0Xs&feature=related

 

Todo esto provocó el repudio internacional, unos cincuenta mil ciudadanos de todo el mundo firmaron una carta abierta ‘Por la libertad de los presos políticos cubanos’ (http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/) y amplios sectores de la izquierda condenaron a la gerontocracia estalinista cubana.

 

El castrismo estaba contra las cuerdas, necesitaba ganar tiempo y disminuir el rechazo internacional; acudió a la jerarquía católica: Raúl Castro se reunió con el cardenal Jaime Ortega el 19/5/2010. De los doscientos opositores pacíficos encarcelados, sólo se ha logrado la liberación condicional de Ariel Sigler -está paralizado de la cintura hacia abajo-, y casi desapareció la presión internacional. Hace treinta y dos años se efectuó un diálogo entre el castrismo y la comunidad cubana en el exterior: se obtuvo la liberación de ¡tres mil seiscientos presos políticos!

 

Del 16 al 19 de junio se celebró la X Semana Social Católica, con el objetivo de promover el diálogo entre los cubanos. “Los invitados y delegados son laicos que trabajan en la Pastoral de sus respectivas diócesis”, declaró Orlando Márquez, portavoz del arzobispado de La Habana. No explicó porqué participaron varios especialistas de las instituciones oficiales gubernamentales, pero ni uno solo de los católicos residentes en la patria que disienten públicamente del castrismo. ¿Qué tipo de diálogo promueve la jerarquía católica?

 

La Organización Mundial Contra la Tortura le envió una carta abierta a Raúl Castro en que “manifiesta de nuevo (…) que estas deplorables condiciones de detención y la ausencia de una atención médica adecuada en las cárceles cubanas constituyen un ejemplo de tratos crueles, inhumanos y degradantes”. ¿Por qué la jerarquía católica cubana no ha constituido algo similar a la Vicaría de la Solidaridad creada en Chile durante la dictadura de Pinochet, que documentaba e informaba de las violaciones de los derechos humanos que ocurrían durante el régimen militar chileno?

 

Juan Pablo II expresó en su homilía realizada en Santiago de Cuba: “La Iglesia está llamada a dar su testimonio de Cristo, asumiendo posiciones valientes y proféticas ante la corrupción del poder político o económico”. ¿Las asumirá la jerarquía católica cubana?

 

 

El cardenal timorato

Andrés Oppenheimer

Abril de 2010

 

El líder de la diócesis de La Habana pide a lo cubanos un poco de cordura en una situación difícil

 

Después de años de bochornosa pasividad, el líder de la Iglesia Católica de Cuba, cardenal Jaime Ortega, empieza a manifestarse un poco más explícitamente en contra de los más flagrantes abusos de la dictadura cubana. Lo hace muy tímidamente, y muy tarde.

 

Ortega hizo declaraciones inusualmente fuertes en una entrevista publicada por la revista oficial de la Iglesia cubana Palabra Nueva. Ortega, de 73 años, dijo que Cuba está pasando por “una situación muy difícil” y que existe un creciente “denominador común fundamental en casi todos los opinantes: que se hagan en Cuba los cambios necesarios con prontitud para remediar esta situación”.

 

En la entrevista, el cardenal se refirió al reciente escándalo internacional provocado por la muerte de Orlando Zapata Tamayo, un preso político que murió tras una huelga de hambre de 85 días. Ortega repitió pedidos anteriores realizados por la Conferencia Episcopal Cubana, que demandaban que el Gobierno respetara la vida de los presos de conciencia, y le pidió a Guillermo Fariñas, un disidente que está siendo alimentado por vía intravenosa desde que dejó de comer en febrero, que abandone su huelga de hambre.

 

Según el cardenal, el rol de la Iglesia cubana es el de “invitar a todos a la cordura”. Según el cardenal, “el hecho trágico de la muerte de un prisionero por huelga de hambre ha dado lugar a una guerra verbal de los medios de comunicación de Estados Unidos, de España y otros. Esta fuerte campaña mediática contribuye a exacerbar aún más la crisis. Se trata de una forma de violencia mediática, a la cual el Gobierno cubano responde según su propio modo”.

 

¿Violencia mediática?, me pregunté cuando leí esas líneas. ¿Está acusando el cardenal a los medios internacionales por informar sobre la muerte de una persona por una huelga de hambre tras estar cumpliendo una condena por expresar pacíficamente sus ideas? ¿Está acusando el cardenal a los periodistas extranjeros por informar sobre el caso de Fariñas, quien dejó de comer para llamar la atención mundial sobre otros presos de conciencia que están a punto de morirse en sus celdas por falta de atención médica?

 

¿Está acusando el cardenal a los medios internacionales por señalar que Cuba tiene más de 200 presos políticos? ¿Acusa el cardenal a los periodistas por señalar que, a diferencia de Estados Unidos en la prisión de Guantánamo, Cuba no permite que el Comité Internacional de la Cruz Roja visite las cárceles cubanas?

 

Intrigado, llamé a Fariñas para preguntarle cuál era su reacción a las declaraciones de Ortega. Según Fariñas, las declaraciones del cardenal “son tímidas, porque Jaime Ortega, de entrada, fue preso político, y sabe cómo lo maltrataban ahí, cómo lo golpeaban, cómo trataban de quitarle las ideas los mismos que hoy están en el poder”.

 

¿Por qué cree que Ortega es tan tímido?, le pregunté a Fariñas. “Porque la jerarquía de la Iglesia Católica no quiere perder las prebendas que le ha dado el Gobierno cubano, como el permiso de hacer seminarios, los espacios que les han dado en las radios, y en ocasiones en la televisión. No podemos decir lo mismo de los prelados en el interior del país”, dijo.

 

Fariñas concluyó que “la Iglesia puede hacer una carta condenatoria con más fuerza que la que hizo” y que debería referirse a los actos de repudio contra las Damas de Blanco.

 

Mi opinión: no me extrañaría que Ortega haya publicado esa entrevista en la revista de la Iglesia porque se siente presionado por sus propios súbditos a tener una actitud un poco menos timorata.

 

Por mis propias entrevistas con obispos y sacerdotes cubanos en el pasado, me consta que muchos de ellos consideran que el cardenal ha sido un freno a los esfuerzos por defender más vigorosamente las libertades fundamentales. Ellos, y Fariñas, tienen razón.

 

La Iglesia católica latinoamericana tiene una larga historia de sacerdotes que han defendido los derechos civiles y humanos y, en algunos países como Chile y El Salvador, han pagado por ello con golpizas, prisión y hasta con sus vidas. Ortega, por el contrario, pasará a la historia como un cardenal que no cumplió con la misión de defender a los oprimidos. Sus nuevas declaraciones son bienvenidas, pero no es un hombre que me despierte gran admiración.

Con Cristo o contra Cristo

Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba

23 de diciembre de 1960

 

No escribimos por el simple hecho de escribir, y menos por el de combatir o molestar.

 

Por nuestro Dios, por nuestros hermanos, por nuestra patria empuñamos honesta y virilmente nuestras armas, la de la verdad y de la justicia, calzando el suave guante del amor, que deseamos sea siempre nuestro distintivo.

 

Actuamos, como lo hemos hecho siempre, totalmente libres de extrañas influencias, consagrados al exclusivo servicio de Dios y de la patria, "pro aris et focis", como decían antes.

 

Escribimos ahora, como escribíamos hace dos años, como hemos escrito siempre, con energía y sin temor, pues pudiendo no hemos sabido callar nunca frente a una injusticia, y esto lo saben y lo recuerdan todos los que no sean advenedizos, desmemoriados o sectarios.

 

Escribimos tantas llamadas Pastorales, por ser ya el único y costoso vehículo de publicidad, que se nos ha dejado, para el cumplimiento de nuestra labor pastoral, ya que ahora la prensa, el radio y la televisión constituyen un lujo exclusivamente reservado a los que nos combaten.

 

El que otra cosa diga, piense o escriba, dice mal, piensa peor y escribe al revés; pero ya se sabe de sobra que cada cual da de lo que tiene, si no da de lo ajeno.

 

Es cierto que combatimos el comunismo, como otrora hemos combatido el capitalismo materialista; y no seríamos dignos del nombre de cristiano y de sacerdote si, pudiendo hacerlo, no lo hiciéramos, porque así nos lo dicta nuestra conciencia, en contra de la cual no estamos dispuestos a actuar sean cuales fueren las armas que se esgriman contra nosotros y quienquiera que las esgrima, ni las amenazas que se nos lance o los epítetos más denigrantes para caracterizar nuestro nombre. Para nosotros, a estas alturas, si alguna vez en la vida ha existido, la hora de temer ya pasó

 

Combatimos el comunismo, no por espíritu contrarrevolucionario o partidarista, ni por motivos simplemente económicos o sociales, sépase de una vez: lo combatimos, porque con ello sabemos que prestamos un servicio positivo, mientras cumplimos también con un deber sagrado. Sabemos, en efecto, que a la hora presente no hay en el mundo más que dos frentes, que se encuentran cara a cara. Uno, compuesto por los que están en armonía con Dios, los cuales están dispuestos a dar su vida a Dios y por Dios. El otro frente lo integran todos los que, consciente o inconscientemente, tratan de eliminar a Dios y borrarlo enteramente de la vida humana: éstos son los superhombres (ellos se lo creen) que se bastan a sí mismos. Nuestra Iglesia ha enarbolado la bandera del primer frente desde hace 2000 años; el comunismo viene enarbolando la del segundo, desde hace muy pocos años. La Iglesia enarbola la bandera de Cristo; los comunistas, la de Marx. Como se puede ver, no es la Iglesia la que ha ido a buscar a su enemigo.

 

Con la Iglesia, que sabe bien lo que hace, y nunca por capricho hemos condenado a su debido tiempo las injusticias sociales cometidas por el capitalismo materialista, a ciencia y paciencia de los que pudieron y debieron impedirlas. Si el comunismo se redujera a una viril reclamación de un orden más justo de la sociedad a favor del pueblo necesitado e indefenso, nunca hubiera sido condenado por la Iglesia, ni tendríamos nosotros nada que decir en contra de él; antes bien, estuviéramos a su lado, como estamos al lado de la Iglesia, la cual mucho antes que el comunismo condenó enérgicamente el capitalismo liberal en defensa, como siempre, del necesitado, del maltratado. Pero condenamos el comunismo por motivos de orden superior, como una exigencia de la verdad y de la justicia, emanadas del Evangelio; lo condenamos, porque ataca sin piedad la religión con el decidido propósito de destruirla y porque tiene marcado empeño en destruir la estructura social sin dejar nada en pie.

 

Combatimos el comunismo, porque debemos aspirar a que las ocho bienaventuranzas, la Carta Magna del Evangelio, no sean letra muerta, y sí los sólidos pilares que sostengan la complicada estructura del edificio humano en todos los aspectos de la vida, ya que por sí sola no puede sostenerse, ni aun con la ayuda del brazo fuerte y del cerebro aún más fuerte de sus miembros más conspicuos.

 

Combatimos el comunismo, porque amamos la libertad, y porque nos asusta sólo pensar que vaya a haber un solo amo, y que éste sea el Estado. Repudiamos la esclavitud de donde quiera que venga.

 

Queremos ser regidos por la sapientísima voluntad de Dios, porque sólo con ella y por ella puede limpiarse la conciencia de los humanos del temor, del odio, de la codicia, de la venganza y de todo lo demás que, lejos de ennoblecer, envilece y degrada al hombre, haciendo de él el más temible y el más repugnante de todos los seres que pueblan la tierra.

 

Queremos ver la voluntad de Dios, y no el materialismo sin Dios, rigiendo los destinos del mundo, cuya renovación ansiamos y por ella luchamos, conforme al plan divino, pues cada día estamos más convencidos de la verdad que encierran estas palabras: "Los hombres deben escoger entre ser gobernados por Dios, o condenarse ellos mismos a ser regidos por tiranos". La disyuntiva es: el amor o el látigo.

 

Estamos bien convencidos de que nuestro destino es obedecer la dirección de Dios, mediante la observancia plena de su Santa Ley, y que el verdadero combate hoy en el mundo no se realiza precisamente entre las diversas clases sociales ni entre las razas. El combate es a brazo partido entre Cristo y el Anti-Cristo. A escoger, pues, cada cual a quien prefiere tener por Jefe.

 

En esta era tan alejada de Dios y tan descristianizada, bajo el poder del mal en gran parte, se impone imperiosamente una revolución, no del estilo de las corrientes, más o menos efectivas y efectivas, más o menos recomendables; se impone dar vigencia a la gran revolución del espíritu, la que trajo Jesucristo, la única que puede triunfar del imperio de la materia y de todo lo que de ella nazca. Lo único que puede defender nuestro hemisferio y aun el mundo entero en esta hora crucial en que confrontamos el mayor peligro, es el armamento ideológico, no el desacreditado de las arenas al uso, sean o no nucleares, cuya existencia acusa manifiestamente un retroceso en el camino de la civilización cristiana. Es necesario el armamento siempre vigente de la justicia y la caridad.

 

Y con nosotros tienen que aprestarse a la lucha, si no quieren sucumbir, todos los que no hayan renegado de Dios, ni de su santa Ley, aunque no sean católicos. En particular, deben luchar a nuestro lado codo con codo, los que aspiran a vivir la vida del Evangelio. Con nosotros, los patronos honestos. Con nosotros, los trabajadores que desean ver reconocidos y respetados sus derechos humanos; pero, de un modo particular, de nuestro lado, los católicos disciplinados, los de ortodoxia bien probada, los que lo sean de verdad, los que no padezcan confusión respecto al capitalismo y al comunismo. De nuestro lado, con la Iglesia, todos los que sepan y quieran anteponer los valores perennes del espíritu a los deleznables de la materia; todos, en una palabra, los que prefieran el amor al odio, el perdón a la venganza, la justicia y la caridad a todos los bienes terrenos.

 

Desechando el capitalismo caduco, y declaradas insuficientes las soluciones pobres que el comunismo ofrece, se impone presentar y abrazar la única solución válida, estudiando y difundiendo y aplicando la ponderada y sabia doctrina social de la Iglesia, desconocida de la inmensa mayoría de los improvisados sociólogos, que se han destapado, que presumen saberlo todo y pretenden amaestrar a todos y anatematizar a todos los que le salgan al paso o no se plieguen a su imperio y todo en nombre de la libertad y de no sabemos cuantas otras cosas, nada más que porque ellos tienen derecho a estar en la oposición, porque ellos pueden combatir, porque actuando con el despotismo con que lo hacen, están fomentado (así parece que lo entienden) la perfecta unidad de la familia cubana, que en realidad han venido a dividir. ¡Curioso!

 

Mas, para actuar como es debido, es indispensable que cada cual empiece por renovarse a sí propio, triunfando de sus concupiscencias, desterrando su ignorancia lo posible porque Dios reine en sus corazones; y que los que no queremos ser testigos y menos provocadores de la hecatombe social, que amenaza al mundo entero, no miremos tanto a lo que nos divide de los demás sectores ideológicos, cuanto a lo que nos une; ya que se impone la más estrecha unión; y porque todos necesitamos de los demás en la ardua faena de robustecer nuestro frente, para no ser barrido por el otro, más o menos alineado ya en orden de combate.

 

Por lo que en particular toca a los católicos, sepan que ha llegado ya la hora de demostrar la capacidad de nuestra resistencia y la de nuestra preparación para la lucha.

 

Se está, de hecho, librando ya abierta batalla contra la religión de Cristo, que es la nuestra; y al estilo de siempre, se han conjurado los magnates del otro frente y sus secuaces, y se prestan todos a luchar contra el Señor y contra su Cristo"; ni más ni menos, como ayer, como siempre.

 

Los budistas, los confucionistas, los mahometanos, los judíos y otros similares a éstos nada tienen que temer, al menos aparentemente; porque abiertamente la guerra no se ha desencadenado contra ellos: por razón de su credo religioso, al menos por ahora, nadie les molestará.

 

También nos dejarían a buen seguro en paz a nosotros, si abominásemos de Cristo y de su Vicario en la tierra; y hasta seríamos muy celebrados y aplaudidos, si tuviésemos la desgracia de ingresar en las filas de los apóstatas. Los irreligiosos, los indiferentes y los ateos gozan todos de franquicia en el campo de la agresión, y son libres para hacer de su capa un sayo, y para vivir como les venga en gana.

 

Para combatir nuestra religión cristiana cuánto esfuerzo realizado, cuánto dinero invertido, cuánta propaganda, y a veces infame, cuánto papel gastado, cuánta tinta perdida, qué empeños dignos de una causa noble, sana y fructífera, qué campañas de descrédito, cuánta literatura insana y hasta sucia, Y todo, en nombre de la libertad, en nombre de la cultura, en nombre del pueblo. ¡Quién lo iba a pensar, y menos a decir!

 

Y nadie ha podido probar jamás que la doctrina cristiana, tal como la Iglesia la enseña, no sea sublime y excelsa; nadie, que su moral no sea Purísima y necesaria para vivir recta y honestamente.

 

Es, por el contrario, cosa de todos sabida que los maleantes de todos los tiempos, que los viciosos y corrompidos, y los mismos traidores, han tenido necesidad de despojarse, antes del ejercicio de sus faenas, del manto de la moral cristiana, o, como quiera que sea, vivir al margen de la misma para actuar a su talante, libres de trabas; porque el Decálogo y los Evangelios con la rigidez propia de la armadura cristiana son arreos que aprisionan demasiado, que no dejan flexibilidad para ciertas actividades ni válvulas de escape. Esto no quiere en manera alguna decir que no siga siendo verdad aquello de que "ni son todos los que están, ni están todos los que son", pero esto como una excepción. Nadie asimismo puede en verdad decir que los triunfos del comunismo, y sus llamadas conquistas se deban a la eficacia y a la bondad de los principios de su doctrina materialista y atea, sino al poder brutal de la fuerza, férreamente impuesta y mantenida a sangre y fuego en todas partes sin tregua y sin piedad.

 

Como valeroso y pundonoroso soldado, cuyo decidido y firme amor a la patria no lo comprueba en la vida muelle de los cuarteles, ni en las vistosas paradas militares, sino en el arrojo, en el campo de batalla, en el fragor de la lucha cara a cara al enemigo, midiendo con él sus armas, su valor y su destreza; así el buen soldado de Cristo, revestido del valor propio de los cristianos de los tiempos heroicos, quiere decir de todos los tiempos, debe reconocer que ha sonado su hora, y que con las armas de la fe y de las buenas obras dentro de su pecho, no debe ser inferior en arrojo al mejor soldado de cualquier ejército. Todo el mundo sabe que la vitalidad de la doctrina católica es el arma mejor para combatir con los ideales del comunismo; pero, eso sí, a base de una vivencia netamente cristiana, no a medias, enfocada a la justicia social y al mejoramiento de las masas.

 

Sólo los muy egoístas y los muy ciegos se conforman con el mundo tal como ahora se encuentra, aunque el número de los ciegos al menos, va disminuyendo a ojos vistas. Entre los inconformes, que son muchos, algunos quisieran cambiarlo a espaldas de Dios y sin cambiar en nada la naturaleza humana; el resultado es confusión, amargura, guerra, nueva esclavitud; esto lo estamos viendo todos los días. Otros están pacientemente esperando que sea un tercero el que comience, y el resultado ha sido frustración y retroceso: un viaje hacia el caos.

 

Con reformadores de este jaez no se ve camino de la consecución de lo que se pretende y necesita; y si no queremos arrastrar el mundo desastre total, se impone con la mayor urgencia crear un nuevo tipo hombre, vaciado, desde luego, en el molde del Evangelio; crear un nuevo tipo de estadistas y de política, y un nuevo tipo de gobernantes, cerrando la puerta a toda improvisación de personas y métodos.

 

A decir verdad, y sin salimos de nuestro marco, reconocemos que los Gobiernos al uso corriente, salvo raras excepciones nos parecen gastados y fuera de tiempo; y por contemporizar demasiado, por falta visión unas veces, por falta de autoridad otras, y por sectarismos no pocas, han vivido y han gobernado muy frecuentemente a espaldas de Cristo y al margen de la realidad, contribuyendo a crear y a aupar elementos indeseables en todos los órdenes, sin pensar que iban deslizándose por un plano inclinado, el cual terminaba en una sima, donde estaba en acecho lo inesperado. ¡Infelices!

 

En todo caso, nos parece también que estos gobernantes han probado de sobra con hechos su insuficiencia, la de ellos y la de sus plataformas de gobierno, para dar solución a los gravísimos problemas planteados en toda la América Latina especialmente: problemas de escasa alimentación, de habitación inhabitable para seres humanos, de cultura pobre y aun paupérrima en todos los aspectos, de falta de higiene y falta de todo, menos de miseria y de abandono; lo que hemos denunciado repetidas veces de palabra y por escrito, aunque algunos lo ignoren.

 

No iban a ser, pues, éstos los dirigentes, y menos los renovadores, que los pueblos necesitaban y siguen necesitando para su bien, y para impedir el avance arrollador de los ideales cuidadosamente elaborados por sistemas avanzados, como el comunismo, en un medio tan propicio saturado de microbios, que en realidad se impone destruir.

 

Esta misión aunque algunos no quieran creerlo, está por sí reservada a la Iglesia, preocupada siempre por el bienestar espiritual, moral material de sus hijos, en favor de los cuales no ha hecho rnás, porque ordinario en otras manos estaban los recursos necesarios para tamaña empresa. Por eso de nuevo insistimos en la necesidad de que los cristianos todos, y con ellos los hombres de buena voluntad, se impongan deber ineludible de unirse en un mismo propósito y de sembrar y cultivar y distribuir con fervor y con entusiasmo la sencilla sana y fecund del Evangelio, y el conocimiento de la sapientísima doctrina social de 1a Iglesia, debiendo, por supuesto, ser los católicos los primeros en vivir nuestro cristianismo integralmente, en ser Evangelios vivientes, antes de que sea demasiado tarde.

 

Si Dios está con nosotros, decía San Pablo, ¿quién podrá contra nosotros? Sin duda, Dios quiere estar con nosotros, con los que le buscan y le aman, y aun lo quisiera también con los que le rechazan; pero no queramos utilizar a Dios para nuestros propósitos, en lugar de dejar que Dios nos utilice para los suyos. Hágase, Señor, tu voluntad, digamos. Y que nos dé la paz, la paz que él nos trajo, la que se basa en la Verdad y la Justicia.

 

Estamos terminando este escrito pocas horas antes de la celebración del grandioso acontecimiento de la entrada en el mundo por una cueva de Belén, del Salvador, del Redentor, del Libertador, del Príncipe de la Paz, al cual con fervor pedimos quiera renacer en nuestro corazón, en los de nuestros gobernantes y en los corazones de todo nuestro pueblo de Cuba, para la felicidad de todos, que tanto anhelamos.

 

Para todos el mensaje de Amor y Paz, que nos trajo el Salvador

 

Santiago de Cuba, 23 de Diciembre de 1960.

Carta abierta del Episcopado

al Primer Ministro Dr. Fidel Castro

4 de diciembre de 1960

 

La Habana, 4 de Diciembre de 1960

 

Dr. Fidel Castro Ruz

Primer Ministro de la República

Habana, Cuba

 

Señor:

 

Graves sucesos ocurridos en los últimos tiempos nos han decido dirigimos colectivamente a Ud. para tratarle acerca de la situación la Iglesia en nuestro país.

 

No habíamos querido escribirle antes oficialmente sobre estos temas, porque la Iglesia, que es y se siente madre de todos los cubano sea cual fuere su filiación política, no deseaba que ningún documento suyo pudiese ser interpretado como expresión de una actitud partidaria, que no cuadraría bien con su misión, esencialmente religiosa y sobrenatural; pero, dado el giro que van tomando las cosas en Cuba en relación con la Iglesia, nuestro deber de pastores nos obliga a exponer públicamente una serie de hechos que nos han producido un profundo pesar

 

Ya en el pasado año tuvo la Iglesia, en distintos momentos, ser motivos de preocupación, como cuando, a pesar de las reiteradas declaraciones de Ud. en que se sostenía el carácter no comunista del Gobierno, supimos que en los textos de adoctrinamiento revolucionario se enfocaban diversos problemas históricos y filosóficos con un criterio netamente marxista y que numerosos profesores encargados de dicho adoctrinamiento aprovechaban sus conferencias para defender abierta las ideas comunistas y para denigrar las doctrinas y la obra de la Iglesia.

 

Estas preocupaciones vinieron a agravarse cuando publicamos el pasado mes de agosto una Circular Colectiva, en que se alababan medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario en beneficio de humildes, pero se señalaba el peligro que representaba para nuestra patria el auge de la ideología comunista.

 

El mismo día que fue publicada, se detuvo a varios sacerdotes por el delito de haberle dado lectura en las Iglesias, y se amenazó a otros con represalias populares si se atrevían a leerlas.

 

Si antes había habido más bien ataques aislados a los Obispos sacerdotes y organizaciones católicas, a partir de este momento p decirse que comenzó una campaña antirreligiosa de dimensiones nacionales que cada día se ha ido haciendo más virulenta.

 

Se han organizado mítines en muchos pueblos en que se ha insultado y vejado a los sacerdotes, a ciencia y paciencia de las autoridades locales.

 

Han sido clausuradas casi todas las horas católicas de radio y televisión.

 

Se ha injuriado y calumniado a los Obispos y a prestigiosas instituciones católicas por medio de los periódicos y las estaciones de radio hoy casi totalmente bajo el control del gobierno, y al mismo tiempo ha impedido la publicación o difusión de los documentos que en defensa de la Iglesia han suscrito las organizaciones seglares católicas, así como de las últimas pastorales del Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba.

 

Se han formado, con la simpatía y el calor de las autoridades, asociaciones llamadas católicas, que parece que tienen como fin, no el propagar la doctrina de la Iglesia, sino el combatir a la Jerarquía.

 

Agentes provocadores han interrumpido en muchas ocasiones los actos religiosos en nuestros templos, sin que haya caído ninguna sanción sobre ellos.

 

Destacados voceros del Gobierno han declarado públicamente, distintos momentos, que ser contrario al comunismo equivale a ser contrarrevolucionario y no ha habido jamás una refutación oficial de esta tesis.

 

Todos estos hechos, y otros más que no enumeramos por no hacer demasiado largo este documento, podían acaso ser atribuidos, tratando d echar las cosas a buena parte, a criterios personales de ciertos funcionarios, o a consignas de ciertos grupos políticos, y no al gobierno mismo.

 

En días pasados fuimos, sin embargo, dolorosamente sorprendidos por las palabras pronunciadas por Ud., en su condición de jefe de gobierno, desde la escalinata de la Universidad de la Habana.

 

Podemos, desde luego, suponer que las críticas que allí se hicieron contra los “colegios de los privilegiados”, no se dirigían a las escuela católicas, ya que en ellas reciben educación y enseñanza miles y miles de niños y jóvenes de familias modestísimas, corno lo prueba e hecho de ser muchas de ellas gratuitas o semi-gratuitas, y de existir e todas las demás un elevadísimo porcentaje de alumnos que disfrutan de becas totales o parciales, con más razón todavía tenemos que pensar que tampoco se atacó a nuestros colegios cuando se habló de “esos centros’ en que se predica el odio contra la Patria y el odio contra el obrero y el campesino, porque nos costaría mucho trabajo creer y que ningún miembro de Gobierno sea capaz de lanzar gratuitamente una calumnia burda.

 

Pero no podemos pasar por alto las críticas que allí se dirigieron nuestros heroicos curas de campo y a la Universidad de Villanueva.

 

Villanueva no es, como se ha afirmado el otro día, “una Universidad de Yanquilandia” sino una Universidad católica y cubana, una de la Iglesia cuyo profesorado está formado casi íntegramente por cubanos, y en que el aporte extranjero se halla representado por un grupo reducidísimo de padres agustinos, que no vinieron a este país para lucrar con su trabajo, sino servir a Cuba y a invertir en ella el dinero que les habían donado en otros países,

 

Más grave todavía para el prestigio de la Iglesia es que, con injustamente hiriente, se llame “botelleros” a abnegados sacerdotes  que desempeñan una ejemplar labor espiritual y social en los ingenios, causa de las retribuciones que recibían de ciertas empresas, para su propio sostenimiento, para sus trabajos de apostolado y para sus obra caridad, porque quien esto afirme está sosteniendo públicamente la utilidad de la religión, al considerar la actividad de los sacerdotes equivalente a la de quienes inmoralmente recibían dinero sin trabajar. No conocemos, por otra parte, un solo caso de un capellán de un central que hubiera actuado como instrumento de explotación de los obreros, y sí de muchos casos en que los capellanes defendieron los derechos de los trabajadores, poniéndose inclusive al frente de ellos en momentos de huelga.

 

Cuando se nos atacó personalmente a nosotros pudimos callar porque, si como hombres teníamos el derecho a exigir una reparación, como obispos teníamos el deber de perdonar. Pero cuando se lastima y hiere a nuestros hijos espirituales, no actuaríamos como legítimos pastores de la grey que nos ha sido confiada si no saliéramos en defensa de sus derechos y de su honra.

 

Queremos también insistir aquí en la grave injusticia con que, en varios momentos, se nos ha acusado públicamente de estar a la órdenes de fuerzas internacionales o potencias extranjeras, cuando es, por el contrario, bien sabido de todos que la Iglesia ha defendido siempre sin vacilaciones, en público y en privado, el derecho del pueblo de Cuba a su soberanía política y al pleno desenvolvimiento de sus capacidades económicas, y que el Episcopado no ha tenido jamás otra meta en sus actuaciones que el servicio de la Iglesia y de Cuba. Es innecesario recordarle, Sr. Primer Ministro, que la Iglesia ha enseñado siempre como norma fundamental de la conducta humana la primacía de los valores del espíritu sobre todos los intereses de orden material, y por ello la Jerarquía Eclesiástica Cubana, siguiendo el ejemplo de los cristianos de todos los tiempos, está dispuesta a sacrificarse sin temor alguno y a perderlo todo antes que claudicar en sus principios.

 

Por lo demás, los Obispos de la Iglesia Católica tenemos por norma inquebrantable tratar siempre con el máximo respeto y con cristiana caridad a todos, amigos o adversarios, y aun a nuestros gratuitos detractores; y cuando defendemos, aunque sea con la mayor energía nuestros principios, sabemos guardar la debida consideración a las personas que no piensen como nosotros.

 

Esperando, pues, que por parte del gobierno se tomen las medidas necesarias a fin de que cesen los repetidos ataques de que se está haciendo objeto a los católicos, queremos reiterarle, Sr. Primer Ministro, la seguridad de nuestras continuas oraciones para que el Señor le ilumine de modo que los pasos que dé el Gobierno que Ud. preside vayan encaminados al bien de esta Patria cubana, a cuyo pleno engrandecimiento hemos consagrado todos nuestros esfuerzos, sacrificios, y desvelos.

 

Atentamente,

 

Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de la Habana

 

Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba

 

Evelio, Arzobispo Coadjutor y Admor. Apostólico de la Habana

 

Carlos, Obispo de Camagüey

 

Manuel, Obispo de Pinar del Río

 

Alfredo, Administrador apostólico de Cienfuegos

 

José, Obispo Auxiliar de la Habana

 

Eduardo, Obispo Auxiliar de la Habana

 

Manuel, Vicario Capitular de la Diócesis de Matanzas

Circular “Por Dios y por Cuba”

Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba

Mayo de 1960

 

Deber pastoral. - Fieles a nuestro sagrado deber pastoral de mirar por el cuidado, la alimentación y la defensa de la grey, que se nos ha confiado por el Jefe Supremo de la Cristiandad, el Vicario de Cristo, nos sentimos obligados a dirigirnos hoy a nuestros amados diocesanos para recordarles, o para darles a conocer, si necesario fuere, la línea de conducta que deben seguir en estos momentos, que no dejan de encerrar algo de confusión, y serias preocupaciones para muchos, los cuales están ciertamente esperando una orientación de parte nuestra.

 

Al hacerlo así, estamos seguros de prestar un buen servicio a la Iglesia y a la patria, nuestros dos grandes amores, objeto constante de nuestros desvelos y de nuestras ansias.

 

El enemigo está dentro. - Empezarnos diciendo que los campos están ya deslindados entre la Iglesia y sus enemigos. No son ya simples rumores ni aventuradas afirmaciones, más o menos interesadas o amañadas. No puede ya decirse que el enemigo está a las puertas, porque en realidad está dentro, hablando fuerte, como quien está situado en propio predio.

 

No en vano algunos mis avisados, de percepción más fina, andaban hace ya algún tiempo, alarmados y cautelosos, disponiéndose a luchar con los que tratan de imponer, sin mis ni mis. el pesado yugo de la nueva esclavitud, porque el genuino cristiano, a fuer de tal, no sabe ni quiere vivir sin libertad. No hay que olvidar que a los nuestros de todos los tiempos y de todos los lugares, desde Roma a Budapest, les ha parecido siempre mejor perderlo todo, y hasta derramar su sangre, que renunciar a la librea de la libertad propia de los hijos de Dios.

 

El Comunismo alerta. - Es por demos sabido que hoy el gran enemigo del Cristianismo lo es el Comunismo, siempre vigilante, siempre alerta, pronto siempre a caer sobre la presa, yendo directamente y por encima de todo a lo suyo, el Comunismo que, erguido o en cuelillas, es fácil descubrirlo en todas partes, y en todas partes está, aunque no falten aun entre los nuestros, algunos incautos, inocentes o extremadamente prudentes que se aferran a negarlo, y aun llevan a mal que no todos piensen como ellos.

 

Doctrina de la Iglesia. - Esta, que es obligatoria para todos los católicos, es en este punto clara y terminante, y se encierra en pocas palabras, aunque a ella se han dedicado extensos documentos pontificios. “El Comunismo, dice el Papa Pío XI en la Encíclica DIVINI REDEMPTORIS, es intrínsecamente perverso”. Aduciremos tan sólo algunas de las razones de esta rotunda y tajante afirmación, consignadas en el mismo documento.

 

Materialismo dialéctico. - La primera y principal es que el Comunismo se funda sobre el materialismo dialéctico de Marx, aunque oculto bajo apariencias a veces seductoras. Ahora bien, la doctrina del materialismo enseña que no existe más que una sola realidad, la materia con sus fuerzas ciegas; por lo tanto, todo en el mundo es materia que evoluciona, y, la misma sociedad no es más que una apariencia y una forma de la materia.

 

Comunismo ateo. - La segunda, que es conclusión necesaria de la primera, si la materia lo es todo, no hay lugar para Dios, no existe diferencia entre materia ni espíritu, ni entre cuerpo y alma, ni sobrevive alma a la muerte, ni, por consiguiente, puede haber esperanza alguna de la vida futura. Esto supuesto, se explica que el Comunismo se proclame ateo.

 

De lo dicho se sigue que el Comunismo, lo mismo que la materia, es la negación de todos los valores humanos, los cuales en este la sistema carecen de la base espiritual que eleva al hombre y lo coloca por encima de lo puramente orgánico.

 

En el Comunismo, el hombre, reducido a un ser totalmente material, carece de libertad y de freno moral contra el asalto de las pasiones más bajas, que no se aquietan por ninguna consideración simplemente humana.

 

Creemos baste lo dicho para comprender con cuanta razón ha sido el Comunismo condenado como intrínsecamente perverso, sin necesidad de decir que niega la existencia el vínculo matrimonial y su indisolubilidad, niega el derecho de propiedad y tantas otras cosas hasta trata de subvertir todo el orden social desde sus fundamentos, con la pretensión de formar una nueva humanidad sin Dios y sin su santa ley sumergida en un mar de odios y rencores.

 

¿Cuál debe ser fa actitud de los católicos? - Nuestra actitud, fidelidad al Papa. Por tanto, fieles a sus enseñanzas siempre:

 

Con el Comunismo, nada, absolutamente nada, Ante las repetidas condenaciones, procedentes de la autoridad suma del Catolicismo, nos vemos en la imperiosa necesidad de recomendar y aun de conminar a nuestros diocesanos (y si cabe a todos los cubanos) no quieran en manera alguna cooperar con el comunismo, o ir del brazo con el mismo; más aún, deben tratar de alejarse de este implacable y prepotente enemigo del Cristianismo cuanto puedan, y no dejarse impresionar por frases o promesas mis o menos disimuladas o halagüeñas, siempre falaces y taimadas, ni tampoco por la astucia que el Comunismo despliega al tender fa mano, que con tanto garbo sabe brindar a los católicos, ya que todo esto no es en realidad mis que una bien estudiada estratagema para mis fácilmente cazar incautos.

 

Queremos dejar constancia de que distinguimos entre comunismo y comunistas. Para éstos personalmente no debemos omitir nada de cuanto en su favor podamos hacer, practicando así el mandamiento divino de la caridad.

 

Todos habrán de tener muy presentes dos cosas: la primera, que no puede de parte nuestra haber concesiones en cuanto a los principios; ]a segunda, que los enemigos de la Iglesia, principalmente el Comunismo, conocen bien lo que se proponen, y persiguen bien sus objetivos sin debilidad ni titubeos.

 

Doctrina social de fa Iglesia. - Bueno fuera que siquiera los católicos pusiesen empeño en conocer la doctrina social de la Iglesia, la cual da solución satisfactoria a todos los problemas planteados en el campo económico y en el campo social; y se enterarían con cuanta razón comunistas sinceros y naturalmente honrados, al conocer esta doctrina, hubieron de exclamar: “ésta sí es verdadera solución a la cuestión social”.

 

La parte material. - Aunque de ésta no nos ocupamos hoy, siquiera directamente, déjesenos, sin embargo, decir que la Iglesia ha reclamado siempre una más justa distribución de los bienes materiales. Nadie ha exclamado a favor del necesitado como ha exclamado la Iglesia, a la cual ojalá se le hubiese restado más atención por los poseedores de los bienes y por los detentores de la cosa pública. Muchas veces hemos dicho y repetimos hoy que para que los hombres no fuesen de peor condición que los brutos animales (como en realidad lo son en algo en muchas partes del mundo), alguien debiera saber con qué recursos cuenta cada familia para hacer frente a las necesidades de la vida, no suceda que haya seres humanos que al amanecer de un nuevo día no cuenten con un bocado de pan que llevar a la boca para ellos y para sus hijos, sin saber a quien dirigirse para remediar un estado de miseria que pone a muchos al borde de la desesperación. Esto es sencillamente inhumano y cruel: y espectáculo tan bochornoso debiera avergonzarnos a todo, lo mismo que el repugnante hacinamiento en que aún viven muchísimas familias no lejos muchas veces de suntuosos palacios.

 

En éste, como en otros puntos, es digno de loa el Gobierno de la Revolución por su solicitud a favor de las clases sociales tan necesitadas y tan abandonadas y lo consigamos muy complacidos.

 

Y no vaya nadie a pensar que por el hecho de haber expulsado a Dios, le va a entrar con la nueva luz del sol el pan de cada día, ni siquiera que va a tener más facilidad para adquirirlo, pudiendo, al revés sucederle que se quede sin plan y sin Dios.

 

Renovación de la vida cristiana.

 

Queremos a Dios: lo necesitamos. - Lo más grave de todo es que el comunismo, lo mismo que el materialismo tienen marcado empeño en que todos naveguemos con los ojos vendados por el mar de la vida, sin brújula y sin piloto, que es lo mismo que condenarnos a vivir sin esperanza, sin fe y sin amor, desconfiando de todo y de todos.

 

El materialismo y el comunismo arrojan a Dios de todas partes; pero es el caso que, al menos los católicos, no nos avenimos a vivir sin Dios, ni sin su santa Ley, sin la cual cualquier otra, obra de los hombres, carece de sólido fundamento: legislar sin Dios es fabricar sobre arena.

 

Queremos a Dios en todo: - A Dios queremos en todo, en todas partes y en todo momento. Queremos a Dios en el centro del hogar presidiendo la sociedad doméstica. Queremos a Dios en la escuela, en los tribunales de justicia, en el palacio legislativo, en los centros económicos y comerciales, en la industries, en el campo, en el hospital y en la cárcel. ¡Pobres presos y pobres enfermos sin Dios!

 

Queremos a Dios en todo, porque se lo merece, porque tiene pleno derecho a estar en todo y en todas partes, porque lo necesitamos todos continuamente. Queremos, por fin, a Dios, porque sin Dios, ¡el caos!

 

Sin Dios no hay paz. - Es mucho lo que amamos la familia, mucho lo que amamos la justicia y la honestidad de vida, es mucho lo que amamos la patria, para no suspirar porque de todas estas cosas tan caras a nuestro corazón sea Dios el sostén, como es el principio y el fin; y más, sabiendo que los hombres, aun los más grandes y los mejores intencionados, son por si solos incapaces de evitar el espantoso derrumbe social que amenaza al mundo, como igualmente lo son de sacar la sociedad, que se haya atascado, del atolladero en que haya podido meterse.

 

En realidad, ¿quién a espaldas de Dios podrá propiciar al pensar y al querer de todos la verdadera y necesaria unidad para el bienestar social” Sin la ayuda de Dios, ¿quién podrá armonizar los tantas veces encontrados intereses humanos, sobre todo si se rompen las compuertas de las naturales concupiscencias? ¿Quién si no Dios?

 

Expulsado Dios de la vida social, ¿dónde encontrar la paz tan hambreada por los individuos y las naciones? ¿Dónde?

 

Y, no obstante, la paz, la paz verdadera, está al alcance de la mano. Para alcanzarla es necesario y basta dar media vuelta a la derecha... porque nos encontramos al momento con Cristo, que es “nuestra paz”. Todo lo demos es perder el tiempo. ¿Quién no lo sabe?

 

La mejor arma, el Decálogo. - Para obtener esta paz, usemos la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza. Que cada hombre lleve dentro de sí mismo un policía empuñando fuertemente el arma del DECALOGO. Y, por lo mismo, que no se encuentre ninguno en ninguna parte, hábil para empuñar en la calle las armas inventadas por los hombres para matar hombres y destruir propiedades. ¡Qué horror!

 

El retorno a Dios. - Para lograr tan nobles propósitos, se impone movilizar las fuerzas todas de los que quieren vivir con Dios, y como Dios manda, empezando por sacudir el sopor, que invade a muchos, despreocupados de lo que más importa y de lo que está pasando a su alrededor, mientras el enemigo no se da punto de reposo.

 

Es, pues, absolutamente necesario que la vida toda, individual, social y nacional gire alrededor de Dios, y que todos practiquen su santa Ley, que a todos obliga por igual. Se impone el retorno a Dios, cuyo vacío es muerte y con nada ni con nadie puede llenarse. Es necesario recristianizar la sociedad, impregnando el ambiente del espíritu del Evangelio, único recurso para evitar el derrumbe social.

 

Ignorancia religiosa. - Para practicar la Ley de Dios y vivir como corresponde a un cristiano, robusteciendo continuamente nuestra fe, se requiere sólida y bien fundada instrucción religiosa, cuya falta resulta un poderoso aliado de los enemigos todos de la Iglesia. Para el Comunismo en acecho y en marcha, las masas de campesinos y ciudadanos desnutridos material y espiritualmente, resultan el mejor campo para sus actividades netamente ateas.

 

Cada hogar, una catequesis. - Para remediar la alarmante escasez de sacerdotes y de catequistas, es imprescindible convertir cada hogar en una catequesis doméstica, donde a los niños desde la más tierna edad se les enseñe todo lo que necesite saber un buen cristiano, además de practicar al lado de sus padres (lo que debe hacerse siempre aunque haya abundancia de sacerdotes) y junto con ellos los fundamentales deberes religiosos, de alabar, bendecir y dar gracias a Dios, práctica que nunca se olvida y se lleva en el corazón, como se lleva y se ama a esta primera maestra que es la propia madre.

 

Mas, puesto que en no pocos hogares los jefes de familia no siempre están suficientemente capacitados para dar cumplimiento a este deber primordial, en nombre de Dios hacemos un ferviente llamamiento a aquellas personas, mejor preparadas, a fin de que en sus propias casas, o en otro local adecuado, reúnan a los niños y aun a personas mayores para impartirles la conveniente instrucción religiosa, cuidando de que nadie se quede sin ella. Nos estamos refiriendo principalmente a los múltiples lugares del campo y aun de las ciudades, donde esta labor es de mayor urgencia.

 

La catequesis, el problema de más actualidad. - Algunos elocuentes testimonies corroborarán esta afirmación. La sociedad, afirma Pío XII, está necesitada de urgentes y enérgicos remedios; pocos, sin embargo, tan urgentes como la difusión del catecismo. “El catecismo, ha dicho Pío XI, es la primera de todas las obras de Acción Católica. La individual, ignorancia religiosa es la mayor mancha de las naciones católicas”. León XIII ha escrito: “El campo de batalla en que ha de decidirse si la sociedad ha de ser cristiana o pagana, es el aula del catecismo”.

 

En el siglo pasado decía Thiers, contemplando los desastres de la Comuna de París: “Es necesario que volvamos catecismo”; de Víctor Hugo es esta confesión tan importante: “Merecerían ser encarcelados los padres que mandan a su hijos a escuelas donde se diga abiertamente: aquí no se enseña catecismo”. Por fin, para abreviar Montalembert en la alta resulta Asamblea Francesa, dijo: “No hay término medio entre Socialismo y el catecismo. Hoy diríamos, Comunismo.

 

Labor gratísima a Dios. - Sepan de antemano estos apóstoles de Cristo que la labor catequística es gratísima a Dios Nuestro Señor, ya que “lo más divino de las obras humanas, es enseñar a otros el del cielo”. Sepan asimismo que, si pudiendo no lo hacen, quizá tengan que oir un día de labios del mismo Jesucristo las terribles palabras: “apártate de mí... porque tuve hambre y no me diste de comer..... No sólo tendremos que dar cuenta muy estrecha a Dios del mal que hayamos hecho, sino también del bien que, pudiendo hacer, no hicimos. Piensen y mediten despacio estas palabras nuestros amados diocesanos.

 

Coordinación de trabajo. - Deseamos ardientemente que estos centros catequísticos se pongan en contacto con sus respectivos Párrocos, de los cuales obtendrán el material catequístico necesario, que Nos les daremos si lo necesitan. Podrán igualmente dirigirse directamente al Director de la Obra Catequística, el Pbro. Pedro Meurice, Canciller del Arzobispado. Por fin, ninguno deje de informar al menos trimestralmente de la labor realizada.

 

Feliz augurio. - Iniciamos sin demora esta campaña evangelizadora, que ha de ser bendecida por Dios y por su Santísima Madre, Ntra. Señora, la Virgen de la Caridad, bajo cuyo patrocinio la ponemos.

 

Si todos se aprestan a actuar lo mejor que cada cual pueda y sepa, sin que nadie quede ocioso, sólo Dios sabe el cúmulo de bienes de todas clases que vamos a alcanzar de su divina mano, más que generosa, extremadamente pródiga.

 

Que nadie deje de enrolarse en esta campaña del bien, aun a costa de algún sacrificio, que Dios ha de querer recompensar con el ciento por uno, quizás hasta en bienes terrenos. Así se trabaja plenamente por Dios y por Cuba.

 

Apremiante llamamiento. - De los sacerdotes, de los religiosos v religiosas esperamos una cooperación decidida, rápida y constante. La esperamos de todos los organismos del elemento seglar católico, que deberán movilizarse con el mayor entusiasmo.

 

Bendiga la obra y bendiga a todos los colaboradores el Señor y la Virgen de la Caridad.

 

Santiago de Cuba, Mayo de 19ó0

Discurso  Congreso en defensa de la Caridad

Mons. Alberto Martín Villaverde, Obispo de Matanzas

Noviembre de 1959

 

Este Congreso, que debió haberse llamado Congreso Católico en defensa de la Caridad, era necesario, porque hoy como nunca, se pretende arrancar del hombre hasta la idea de Dios, y sin Dios, se quita la única razón del verdadero amor entre los hombres.

 

Si nos arrancan a Dios del corazón, si nos dicen que no tenemos un Padre común de la humanidad, si nos dicen que no tenemos Padre, entonces no somos hermanos, entonces somos extraños unos para otros, entonces el hombre está frente al hombre en la lucha por la vida, entonces el egoísmo se levanta como principio, la ambición como meta, las pasiones corren al desenfreno, la injusticia triunfa, y la ley de la existencia es la ley del más fuerte.

 

Sólo Dios nos hace hermanos, sin distinción de razas ni de clases. Ante Dios no hay negros ni blancos, ni obreros ni intelectuales - sólo hay hijos, y todos somos iguales ante su amor de Padre, y como Padre nos manda amarnos como hermanos, sin odio de razas ni de clases, en un inmenso abrazo fraternal.

 

Pero en este siglo se ha querido educar a los pueblos sin Dios, y el resultado ha sido de terribles proporciones. Mirad, lo diré brevemente: en este siglo sólo existen, en resumen, dos filosofías: la filosofía del materialismo y la filosofía del reino de Dios. Se predicó el materialismo y se sembró el odio; nosotros predicamos el reino de Dios y sembramos el amor. Se predicó el materialismo y se sembró la injusticia y el atropello -, nosotros predicamos el reino de Dios y sembramos la justicia y la caridad.

 

Que escojan, pues, los pueblos: o el reino de Dios y ser hermanos con hermanos en justicia y amor, o el reino del materialismo y unos contra otros en la ley del más fuerte. O con Dios en el amor, o contra Dios en el odio. No hay término medio, la vida no permite el término medio. Hay que definirse totalmente. Y el pueblo católico de Cuba ha escogido: el pueblo católico de Cuba quiere ser un pueblo que tiene padre: Dios, y que no reniegue de su madre: la Virgen de la Caridad.

 

Esa Virgen Mambisa, de cuyo seno brotó la Patria, bajo cuyo manto se cobijaron nuestros luchadores, la que brillaba al sol de Cuba sobre el pecho de nuestros libertadores, y pasando del pecho al corazón, ha fundido su amor con la sangre de los hijos de los que nos dieron Patria, que son estas nuevas generaciones de corazones cubanos, y en cada uno de ellos tiene la Virgen de la Caridad un altar hecho de amor, de entusiasmo y de esperanza. Sí, con Dios y con la Virgen siempre, hacia el futuro, sin que nos falte su luz y su amparo de madre.

 

El pueblo de Cuba sabe que el pueblo que reniega de Dios y de la Virgen se suicida. Y por eso se ha reunido en este grandioso Congreso, para decirle al mundo que ya hemos escogido: que tenemos Padre, que tenemos Madre-, que queremos amor, que queremos patria; que no queremos a los que arrancando a Dios siembran la desunión y el odio, sino que queremos a Dios y con Dios ser hermanos, y con Dios la justicia y la caridad para todos.

 

Caridad es amor, justicia es equilibrio. Caridad y justicia es la prosperidad de los pueblos. Pero caridad y justicia verdaderas. Y la caridad y justicia verdaderas es la caridad y justicia de Cristo. Por eso en la historia del mundo hemos visto que todas las otras soluciones que no se apoyen en Cristo declinan hacia extremos desastrosos. Y porque amamos a Cuba, no queremos para ella los extremos de desastres.

 

Queremos la justicia social pero cristiana, la que responde a la recta conciencia según Dios. El Catolicismo quiere Injusticia social pero cristiana, porque si quitamos cristiana, quitamos las leyes de Cristo, la enseñanza y la moral de Cristo, la luz de Cristo, la rectitud de conciencia que pide Cristo, y sin eso, toda justicia social pierde su base, se llena de injusticias y ella misma corre a su ruina.

 

Unas inmensas gracias a todos, y un aliento. Esto no es fin, es principio. Esto es constancia, esto es fe inquebrantable. Este Congreso es un grito de fe y de amor que no muere en el mundo, que no muere en Cuba, sino que al contrario renace con más pujanza cada vez.

 

Cuba que tiene fija su mirada en la estrella de su bandera, quiere que esa estrella sea en verdad un símbolo de la Virgen, de la Virgen que es la Estrella del Mar y la Estrella de la Mañana. Cuba quiere izar su bandera en el mástil de la Cruz de Cristo, porque sabe que cuando esta Cruz avanza, avanzan con ella todas las civilizaciones, y cuando esa Cruz es abatida, avanza la tempestad de la sangre y del odio, Cuba quiere su bandera, su bandera en la Cruz de Cristo, mástil de amor, asta de la Esperanza, y ponerle por estrella un corazón luminoso: el corazón de María de la Virgen de la Caridad.

 

CREDO SOCIAL CATÓLICO

 

Creemos en los derechos naturales y en la dignidad del hombre como persona humana.

 

Creemos en el derecho del hombre a una vida decorosa y digna y en la obligación universal de la justicia

 

Creemos en los derechos de los padres en la educación de sus hijos y en el deber social de divulgarla cultura

 

Creemos en la santidad del matrimonio y de la vida familiar y en la dignidad de los hombres.

 

Creemos en la obligación moral del amor a la patria y en la primacía del bien común.

 

Creemos en el derecho de la Iglesia a realizar su obra salvadora y en la noticia como base de la vida internacional

 

Creemos en la libertad del hombre en contra de las doctrinas totalitarias.

 

Creemos en la fraternidad humana y en la Caridad como centro de la vida cristiana.

 

Creemos que Dios ha otorgado a los hombres derechos fundamentales que corresponden a exigencias, esenciales de la naturaleza humana, y, ninguna persona, institución o sociedad puede lícitamente ignorarlos o violarlos.

CREEMOS EN LOS DERECHOS NATURALES DEL HOMBRE.

 

Creemos que toda sociedad bien organizada debe basarse en el respeto sagrado a la persona humana, considerada en sus aspectos esenciales, que van desde la vida y la integridad física hasta la honra y la libertad personal, sin olvidar el derecho de asociarse para fines lícitos sin interferencias extrañas, y el de gozar responsablemente de una recta libertad de expresión; y condenamos todas las prácticas o procedimientos que legítimamente tiendan a disminuir o vulnerar estos derechos personales.

CREEMOS EN LA DIGNIDAD EMINENTE DE LA PERSONA

 

Creemos en el derecho de todo hombre a disfrutar de ingresos que le permitan mantener dignamente a su familia, educar satisfactoriamente a sus hijos, habitar en un hogar confortable y poder enfrentarse si angustias económicas a la enfermedad y la vejez, y afirmamos que es deber gravísimo de los cristianos, tanto en la vida privada como en la pública, procurar que se lleve a la práctica cuantas medidas tiendan garantizar eficazmente este derecho; y condenamos como anticristiana la actitud de anteponer el egoísmo del lucro personal a las necesidades fundamentales del prójimo.

CREEMOS EN EL DERECHO DE TODO HOMBRE A UNA VIDA DECOROSA Y DIGNA

 

Creemos que debe existir la propiedad privada, pues la experiencia histórica enseña que cuando el Estado se convierte en el único dueño de los bienes de producción, los derechos más elevados de la persona humana van desapareciendo inexorablemente ante el poder sin límite de quienes rigen la vida económica de los ciudadanos; pero al mis tiempo queremos que la propiedad privada sin excepción alguna, cumpla a plenitud su función social, y que, manteniéndose el necesario respeto al derecho ajeno, se facilite lo más posible el acceso a ella a todos los hombres para que los bienes materiales no se acumulen en manos unos pocos, sino que se distribuyan amplia y equitativamente entre todas las clases de la población.

CREEMOS EN EL CONCEPTO CRISTIANO DE LA PROPIEDAD.

 

Creemos que la justicia obliga por igual a todos los hombres, sea cual fuere la posición que ocupen o la clase social a que pertenezcan, y que tiene validez universal el principio moral que nos ordena: no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti.

CREEMOS EN LA OBLIGACIÓN UNIVERSAL DE LA JUSTICIA.

 

Creemos que los bienes culturales han de ser puestos al alcance de los miembros de todas las clases sociales y que hay que procurar con especial empeño elevar el nivel educacional de los grupos más necesitados.

CREEMOS EN EL DEBER SOCIAL DE LA DIFUSIÓN DE LA CULTURA.

 

Creemos en el derecho de los padres a enviar a sus hijos a escuelas que respondan a su ideología religiosa y a sus preferencias en materia educativa, y afirmamos que la Iglesia tiene el derecho de fundar y mantener colegios que satisfagan estas legítimas ansias de los católicos.

CREEMOS EN LOS DERECHOS DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE SUS HIJOS.

 

Creemos que la familia es la célula básica de la sociedad y que ha de favorecer cuanto contribuya a su estabilidad y a su fecundidad material y moral, han de condenarse cuantas medidas o procedimientos tiendan a propiciar la disolución del matrimonio, la violación de sus fines esenciales y la destrucción o empobrecimiento de la vida de familia.

CREEMOS EN LA SANTIDAD DEL MATRIMONIO Y DE LA VIDA FAMILIAR.

 

Creemos que todos los hombres son iguales ante Dios, sin que importe la raza o grupo social a que pertenezcan, y condenamos como opuestas a las normas del Evangelio las faltas de justicia o caridad que puedan someterse contra una persona por razón de su condición social o el color de su piel.

CREEMOS EN LA IGUALDAD DE LOS HOMBRES DE TODAS LAS RAZAS Y CONDICIONES SOCIALES.

 

Creemos que las actitudes de odios o desprecios al extranjero contrarias al espíritu de Cristo, pero afirmamos que, respetando y amando a los hombres de todos los países, el cristiano debe amar de un modo preferencial a la nación que la Providencia quiso otorgarle como Patria.

CREEMOS EN LA OBLIGACIÓN MORAL DEL AMOR A LA PATRIA.

 

Creemos que el cristiano debe poner siempre el bien común encima de sus intereses personales o de los intereses de su familia partido o su clase social, y que debe aspirar a que nadie pueda aventajarlo en fidelidad en el cumplimiento de sus deberes ciudadanos y en generosidad al servicio de la Patria.

CREEMOS EN LA PRIMACÍA DEL BIEN COMÚN.

 

Creemos que todos los seres humanos están llamados a conocer, amar y servir a Dios, y que la Iglesia en todas partes debe poder cumplir a plenitud su misión de hacer llegar el mensaje del Evangelio a todos hombres.

CREEMOS EN EL DERECHO DE LA IGLESIA A LA REALIZACIÓN DE SU OBRA SALVADORA.

 

Creemos que el Estado tiene el derecho de encauzar las actividades privadas en favor del bien común, pero sin vulnerar por ello derechos esenciales de la persona humana, la familia, las organizaciones particulares y la Iglesia, como se hace en los Estados totalitarios.

CREEMOS EN LA LIBERTAD DEL HOMBRE, EN CONTRA DE LAS DOCTRINAS TOTALITARIAS.

 

Creemos en la igualdad moral de todas las naciones, grandes y pequeñas, y en la necesidad de que las relaciones entre ellas no se basa en la fuerza y la violencia, sino en el respeto sagrado al derecho de cada una a la afirmación plena de su soberanía política y al total desarrollo sus potencialidades económicas.

CREEMOS EN LA JUSTICIA COMO BASE NECESARIA LA VIDA INTERNACIONAL.

 

Creemos que todos los hombres son hermanos hijos de un mismo Dios. que es nuestro Padre común, sean cuales fueren su nacionalidad, su raza, su clase social o su ideología religiosa o política, y que por todos ellos se derramó en el Calvario la sangre redentora de Cristo.

CREEMOS EN LA FRATERNIDAD HUMANA.

 

Creemos que todos los mandamientos de la Ley que Dios ha dado a los hombres pueden resumiese en dos preceptos esenciales: ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.

CREEMOS EN LA CARIDAD, CENTRO DE LA VIDA CRISTIANA.

Aclaraciones

La Reforma Agraria y el Arzobispado de Santiago de Cuba

Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba

21 de julio de 1959

 

En el periódico local, Sierra Maestra, aparecieron el sábado último unas declaraciones nuestras sobre la Reforma Agraria, las cuales estimamos necesario aclarar y ampliar para evitar tergiversaciones.

 

Primero. - Dijimos que aprobábamos la Reforma Agraria, y la aprobamos en cuanto ella tiende a redimir al campesino del estado deplorable en que se encuentra, más que de pobreza, de verdadera miseria en muchísimos casos, en esta tierra privilegiada, en la cual nadie debiera sentir el zarpazo del hambre.

 

Segundo. - Dijimos asimismo que felicitábamos y felicitamos al líder máximo revolucionario por la inspiración que ha tenido y el marcado propósito que mantiene de llevar la revolución y sus benéficos efectos al campo económico, no deteniéndose, como era generalizada costumbre, en el político, tratando de esta manera de servir los intereses vitales del pueblo en la parte material.

 

Tercero. - También dijimos y repetimos que nada de lo enumerado era óbice para que la Reforma Agraria, como obra humana al fin, estuviese exenta de defectos, de los cuales, algunos de bulto, pero que pueden ser fácilmente subsanados a tiempo, habiendo, como tenemos derecho a pensar que hay, el mejor deseo de acertar, de construir y no destruir sin verdadera necesidad.

 

Cuarto. - Nada dijimos del éxito de la dicha Reforma Agraria, ni de la forma de llevarla a cabo. Nada del éxito, que depende de muchos y variados factores, por carecer de elementos precisos de juicio en materia tan complicada, deseando, eso sí, que esta Reforma Agraria no corra la mala suerte de otras similares que a ésta han precedido en otros países. Nada de la forma, que no encontramos todo lo ajustada que quisiéramos con miras al mejor resultado, coincidiendo por ello en algunos puntos con personas muy autorizadas por su capacidad y por su honorabilidad, las cuales, habiendo estudiado la ley de la Reforma Agraria cuidadosamente, la rechazan tal como está redactada, precisamente por defecto de forma.

 

En todo caso, expertos conocedores de la doctrina comunista, divulgada en Cuba para cubanos, descubren en la referida Reforma Agraria tanto parecido, o afinidad dicen algunos, con el pensamiento de los discípulos fieles y disciplinados de Moscú, que llegan a sospechar que éstos y los redactores de la Reforma Agraria han bebido en la misma fuente, que no es, así afirman enfáticamente, la del Evangelio ni la de las Encíclicas sapientísimas de León XIII o Pío XI. El Dr. Castro, ajeno a buen seguro a las orientaciones moscovitas, ha de saber perfectamente que esta orientación no favorece en nada el éxito de la Revolución.

 

Dicho esto, nos permitimos añadir que, de tener una miaja de autoridad para ello, aconsejaríamos se tratase de llevar adelante la Reforma Agraria en plan de la más perfecta armonía entre las partes interesadas, sin estridencias y sin provocar derrumbes, innecesarios para la construcción del grandioso edificio económico felizmente ideado, a cuya construcción habrían de contribuir, a buen seguro, los que hoy se sienten justamente alienados y amenazados. Con ello saldríamos ganando todos, aunando voluntades, sumando y no restando; y. los inconformes, que de sobra sabemos quienes habrían de ser, no debieran importar a la Revolución triunfante, que mira tan sólo al bien común, al bien de Cuba, y a la estabilidad e incremento continuo de la economía y del bienestar del pueblo.

 

Por último, por si pudiere servir de algo, repetimos lo que dijimos el 13 de Enero en documento público, dirigido a los nuevos gobernantes:

 

“Es necesario hacer que el campesino ame la tierra, y se sienta bien en el campo, que muchísimos aborrecen hoy. Poco importa dar un pedazo de tierra (aunque se dé en pleno dominio, decimos hoy) al que no la ama, al que aborrece el campo”. La solución de este problema es más práctica, que teórica; y hay que resolverlo.

 

Santiago de Cuba, 21 de Julio de 1959.

 

+Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba.

La Reforma Agraria Cubana y la Iglesia Católica

Mons. Alberto Martín Villaverde, Obispo de Matanzas

5 de julio de 1959

Publicado en la revista Bohemia.

 

Acerca de los problemas puramente técnicos que pueda suscitar la Reforma Agraria no le toca opinar a ningún obispo. Esto queda para los entendidos en economía y en agricultura. Pero en relación con sus aspectos sociales, por estar muy ligada a conceptos fundamentales de la filosofía cristiana de la vida, sí cabe a los pastores de la Iglesia expresar su opinión.

 

He aquí algunos principios básicos que, unidos a las exhortaciones del Sr. Obispo Auxiliar de La Habana y el Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba, pueden servir para orientar a los católicos en asuntos de tanta actualidad.

 

1) Todo el mundo tiene derecho a ser oído por el Estado cuando cree que van a ser lesionados sus intereses y a que se tengan en cuenta sus objeciones y criterios; y en la exposición privada o pública de los mismos, siempre que se lleve a cabo dentro de los límites que la moral y las leyes exigen, ha de verse un elemento necesario a todo régimen democrático bien ordenado, que es el debate libre que sirve para canalizar pacíficamente la multiplicidad de las opiniones.

 

2) Las leyes de carácter general que benefician a las grandes mayorías de un pueblo, deben llevarse a cabo tratando de causar el menor daño posible a los intereses de las minorías; pero a la hora de tomar posiciones, y cuidando de no herir ningún derecho legítimo, es lícito dar leyes encaminadas al bien común aunque para ello no haya más remedio que exigir ciertos sacrificios materiales a unos u otros grupos de la sociedad.

 

3) Los bienes materiales no representan los más altos valores de la vida humana, puesto que por encima de ellos están los bienes espirituales sobrenaturales, pues, como enseña Santo Tomás, hasta la vida moral se dificulta cuando los hombres no tienen debidamente satisfechas las necesidades más elementales.

 

4) El estado clasista es el que no se ocupa más que de defender a una clase social dada, sea de los trabajadores o la de los propietarios y esta concepción del Estado es anticristiano. Pero no por ello ha de pensarse que el Estado debe colocarse en una posición intermedia, equidistante por igual de unos y de otros. El Estado, según los principios cristianos, debe ocuparse de procurar el bien de todos, pero atendiendo de un modo especial a las clases más necesitadas; y así decía el Sumo Pontífice León XIII en la encíclica “Rerum Novarum”: “En el proteger los derechos de los particulares, débese tener en cuenta principalmente los de la clase ínfima, y pobre, porque la clase de los ricos se defiende por ,sus propios medios y necesita menos de la tutela pública, mas el pobre pueblo, falto de riquezas que lo aseguren, está peculiarmente confiado en la defensa del Estado.

 

5) Esto significa, en el caso concreto de Cuba, que el Estado tiene la obligación de velar con especialísima preferencia por los campesinos, que constituyen la case más desheredada de nuestra sociedad, y ésta debe ser meta suprema de la Reforma Agraria elevar el nivel de vida de nuestro campesinado.

 

6) Debe tenerse también cuidado, y por análogas razones, de que las disposiciones legales que atañen a la propiedad causen los menos trastornos posibles a los pequeños propietarios, cosa que tenemos entendido que ya está siendo tenida en cuenta por el gobierno.

 

7) Como ha dicho Su Santidad Pío XII: “La Iglesia defiende el derecho de la propiedad privada, derecho que ella considera fundamentalmente intangible. Pero también insiste en la necesidad de una distribución más justa de la propiedad y denuncia lo que hay de contrario a la naturaleza en una situación social donde, frente a un pequeño grupo de privilegiados y riquísimos, hay una enorme masa popular empobrecida”. (Discurso de Marzo 11 de 1951). La distribución de la riqueza actualmente existente en Cuba no vacilamos en considerarla como un grave mal, al que deben ponerse enérgicos remedios, por exigirlo así la justicia social.

 

8) Los contratos de arrendamiento y de aparcería no son de por sí injustos, a no ser que las cifras de la renta o la participación en las utilidades fueran desproporcionado en relación con el valor de la tierra; pero hay que declarar públicamente que la sociedad ideal desde el punto de vista cristiano es aquella en que la propiedad se haya multiplicado lo más posible. A este propósito ha dicho Su Santidad Pío XII: “Entre todos los bienes que pueden ser objeto de la propiedad privada ninguno es más conforme a la naturaleza según enseña Rerum Novarum, que la tierra, esto es, la finca en que habita toda una familia y de cuyos frutos saca íntegramente, o al menos en parte, lo necesario para vivir. Y en el espíritu de la Rerum Novarum está el afirmar que, regularmente, sólo la estabilidad que radica en un terreno propio, hace de la familia la célula vital y más perfecta y fecunda de la sociedad” (Pío XII: Discurso de 1o. de Junio de 1941). Esto significa que es profundamente cristiana la idea de hacer propietarios de su tierra al mayor número posible de agricultores, y a ello puede contribuir la presente Reforma Agraria.

 

9) El ideal comunista de que, tarde o temprano, las tierras lleguen a pertenecer todas al estado, se halla en contradicción con los principios cristianos, porque tiende a hacer del hombre un esclavo de la autoridad pública. En la evolución que siga en el futuro la Reforma Agraria Cubana deberá, pues, evitarse cuidadosamente que el campesino vaya a caer en una excesiva dependencia del Estado, que prácticamente anule el derecho de propiedad que la Ley concede. Esperamos que, por el contrario, el control tutelar estatal sobre la propiedad que aparece actualmente en la Ley, y que a muchos parece necesario en el momento inicial de la Reforma Agraria, se haga en el futuro cada vez menos rígido, teniéndose como meta educar y ayudar al campesino para que en el mañana sepa hacer un buen uso de su propiedad. En este punto hemos recogido con satisfacción ciertas declaraciones recientes del Primer Ministro de la República en que se expresa que las cooperativas no serán en modo alguno un paso hacia la colectivización de la tierra, sino un modo de hacer más eficaz el trabajo de los campesinos sin llevarlos por ello a la pérdida de la libertad.

 

10) Por todos estos motivos, y aun cuando existen puntos discutibles en la ley recientemente aprobada por el Consejo de Ministros, debemos alegramos como católicos de que haya Reforma Agraria, y hemos de pedirle a Dios que ilumine a quienes han de llevarla a cabo para que cumpla plenamente su finalidad esencial, que es procurar a nuestros campesinos una vida más decorosa, brindándoles ese “pan con libertad” de que ha hablado tantas veces en sus discursos el doctor Fidel Castro.

 

11) En el modo de llevarse a la práctica la Reforma Agraria, exhortamos de todo corazón a cuantas personas hayan de intervenir en ella para que procedan con la mayor ecuanimidad en todos los momentos, a fin de evitar que, con ocasión de los profundos cambios que habrán de verificarse en nuestro país, surjan, de una parte o de otra, actitudes violentas que puedan crear odios anticristianos entre los miembros de unas y otras clases sociales. Y al mismo tiempo que esperamos que el gobierno use de una gran prudencia en los pasos que haya de dar para llevar ante la Reforma Agraria, hemos también de recordar las palabras señor Obispo de La Habana cuando, dirigiéndose a los ricos, les que adoptasen una actitud de patriótica generosidad ante la Reforma Agraria, sacrificando incluso algunos de los que ellos pudieran considerar sus legítimos derechos, en aras del bien común de la Patria y derecho de sus hermanos más necesitados a vivir una vida más con su condición de seres humanos.

 

Alberto Martín Villaverde

Obispo de Matanzas.

La Iglesia Católica y la Nueva Cuba

Mons. Evelio Díaz, Obispo Auxiliar y

Administrador Apostólico de la Habana

31 de mayo de 1959

 

En pasados y aciagos días, por ventura ya idos, que tan hondamente afectaron a nuestra Patria, a ruego de los angustiosos campesinos de nuestra Diócesis, de Pinar del Río, brotó de la abundancia de nuestro herido corazón de Pastor cubano aquella sentida oración por la Paz que, como pronto vimos, interpretaba el sentimiento profundamente cristiano de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, que sin cesar, cuando nuestra tierra parecía cerrada a toda esperanza de paz y armonía entre los hermanos, elevaba su,, preces al cielo en demanda de auxilio y remedio a tanto dolor y angustia. La oración hecha clamor nacional, en alas de la más viva fe y firme esperanza fue ciertamente oída; y hoy la Patria, lo podemos decir con el más profundo rendimiento de gracias a Dios y a la Patrona de Cuba, N. S. de la Caridad del Cobre, goza de la paz tan vivamente anhelada e incesantemente pedida. No en balde nuestra Patria goza de tan hermoso y augusto Patrocinio. No en balde, quien es símbolo virginal de la maternidad más pura y hermosa, quiso un día, en la aurora de nuestra nacionalidad, llegar a pasos de luz naciente a nuestras playas sobre las azules aguas y sentar sus reales entre las palmas de las verdes laderas orientales.

 

En esta hora renaciente de la Patria, urgida de tantas y esenciales reparaciones nacionales, nada más necesario y oportuno que hacer un llamamiento a la conciencia y al patriotismo de todos los cubanos para que los fundamentos de esta nueva era de la Patria, se fragüen en los principios sólidos y permanentes de la justicia, de la libertad y sobre todo del amor, principios esencialmente cristianos, formulados por el evangelio en ese doble precepto de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”.

 

Si los cristianos, haciéndose acreedores de tal nombre, se penetraran profundamente de todo lo que importa y obliga ese doble precepto -regla de oro de los más altos quilates de la conducta humana- cederían generosamente, sin resentimientos tacaños y egoístas frente a los intereses que el bien común requiere. Es hora de despertar a luces nuevas y necesarias de la Patria. Los más, que hasta el presente han vivido, o mejor dicho sobrevivido, en las más precarias e inconfesables condiciones, afectados hasta la raíz de su decoro y dignidad de hombres, llaman con la voz fuerte, justa y sincera de la verdad a los menos, que han venido disfrutando de toda comodidad, abundancia y sobreabundantes riquezas, reclamando la función social de las mismas.

 

Piense el que todo le sobra, si tiene el concepto cristiano, si puede vivir con la conciencia tranquila frente al dolor, la miseria Y el abandono de sus innumerables hermanos, a quienes todo les falta. Es por lo que a la luz de los principios cristianos no podemos menos que alabar y bendecir a todos los que contribuyen a que sea una realidad feliz ese necesario y magnífico propósito, fundamental pilar de bienestar común que, con la confianza puesta en Dios, esperemos sea la nueva Ley Agraria, de cuya realización depende en gran parte el futuro próspero de nuestra Patria.

 

Que todo cubano sea dueño de su casa y de la tierra que trabaja, que todo cubano y todos los días pueda ganar honradamente su pan, y a todo el que no esté en condiciones de ganárselo, désele el pan de cada día.

 

Nosotros que nacimos, y después nos tocó regir espiritualmente una provincia eminentemente agrícola, como la de Pinar del Río, palpamos con el más vivo dolor, más de una vez, en nuestras visitas Pastorales miserables y angustiosas condiciones sociales de nuestros campesinos.

 

Creemos que nuestra actual Reforma Agraria en su noble propósito, entra de lleno dentro del espíritu y sentido de la justicia social cristiana, tan claramente planteada Y definida por el Pontificado romano, sobre todo desde León XIII en su Encíclica “Rerum Novarurn”, que bien puede considerarse como el código de la justicia social cristiana ratificada por Pío XI en su Encíclica Cuadragésimo Anno y confirmada, dicha justicia social, en múltiples escritos y rnensajes por Pío XII. Recuérdese en confirmación de lo que venimos exponiendo, la viva actualidad de las palabras de este llorado Pontífice en su discurso del 10 de Junio de 1941.

 

“La propiedad familiar de la tierra es lo más conforme con la naturaleza”.

 

“Entre todos los bienes que suelen ser objeto de propiedad privada. ninguno es más conforme a la naturaleza, según las enseñanzas de la “Rerum Novarum”, que el terreno, la posesión en que habita la familia y de cuyos frutos saca en todo o parte de que vivir. Y espíritu de la “Rerum Novarum” es afirmar que, por regla general, sólo la estabilidad que radica en un terreno propio, hace de la familia la célula vital más perfecta y fecunda de la sociedad, pues reúne admirablemente con su progresiva cohesión las generaciones presentes y futuras”.

 

En el momento actual, ciertas leyes ya aprobadas, demandan por parte de algunos, sacrificios y privaciones; pero para asentarlos en este sacrificio, habla de nuevo Pío XII en “Optatissima Pax”, 18 de diciembre de 1947 y dice:

 

“Pero al mismo tiempo todos deben comprender que la crisis social es tan grande hoy, tan peligrosa para el porvenir, que es necesario que todos y cada uno, y especialmente los que más tienen, antepongan el bien común a los provechos y utilidades privadas. Y antes que nada urge la pacificación de los espíritus trayéndolos al acuerdo fraternal, a la comprensión”.

 

La Reforma Agraria en sus justas intenciones y en su necesaria implantación en nuestra Patria se ajusta fundamentalmente al pensamiento de la Iglesia en cuanto a su principio de Justicia Social.

 

Su realización compromete la conciencia de todo cristiano, que, como tal, deponiendo todo interés egoísta y personal, debe contribuir al “interés del bien común” generosa y pacíficamente, como buen cubano y mejor cristiano.

 

31 de Mayo de 1959

 

+EVELIO DIAZ

Obispo Auxiliar de S.E. y Admor. Apostólico de La Habana

Carta Circular  “Al PUEBLO DE CUBA”

Obispos de Cuba

18 de febrero de 1959

 

No en vano se dijo en fecha memorable que de los revolucionarios dependía que la Revolución cuajara o triunfara definitivamente: los que ganaron la guerra habrían de ganar la paz. Con innegable autoridad se añadió aquella misma noche, por quien hablaba con el respaldo del pueblo entero de Cuba, que los únicos que podrían hacer fracasar su magnífico triunfo eran los mismos revolucionarios.

 

Los Arzobispos y Obispos católicos de Cuba somos de los que mantienen la llama viva de la esperanza. No vemos razón para desconfiar de los que se presentan tan bien intencionados.

 

Pero se están barajando en el sector educacional conceptos equívocos que a la larga podrían crear confusión en la mayoría católica del pueblo de Cuba.

 

Decimos en “la mayoría”, porque recientes estadísticas, hechas con todo rigor científico, han dado para Cuba un 95% de católicos, y un 5% de protestantes y adherentes. Nos creemos en el deber de orientar a esa mayoría de nuestros fieles, a la vez que saludamos y nos dirigimos con benevolencia a las otras minorías de cubanos.

 

Lo propio nuestro es asentar ciertos principios generales, de los que Uds. mismos puedan sacar consecuencias prácticas.

 

Es la familia la célula primordial de la sociedad; el derecho a educar a los hijos corresponde en primer lugar a los padres, como una consecuencia de la generación natural. Dejen los gobernantes de todos los países que los padres de familia cumplan su misión, por sí mismos o por los colaboradores que libremente escojan, porque los derechos de los padres de familia son anteriores a los derechos del Estado.

 

Felizmente la Constitución de la República de Cuba se hace eco de este clamor de la naturaleza y declara en el articulo 44: “Los padres están obligados a alimentar, asistir, educar e instruir a sus hijos... La Ley cumplimiento de estos deberes con garantías y sanciones

 

A mayor abundancia, ¿no ha sancionado Cuba el párrafo tercero del artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (Naciones Unidas, 10 de Diciembre de 1948) que estipula: “Los padres tienen derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”?

 

No podemos olvidar aquel solemne fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América, citado por el Sumo Pontífice Pío XI en su Encíclica “Divini Illius Magistri”: “La teoría fundamental de la libertad sobre la que descansa todo el gobierno de la Unión excluye toda potestad general del Estado para establecer un tipo uniforme de educación de la juventud. Obligándola a recibir la instrucción en las escuelas públicas solamente. Porque el niño no es una criatura del Estado: quienes lo crían y dirigen tienen el derecho, junto con el alto deber, de educarlo y prepararlo para que cumpla todas sus obligaciones”.

 

Pero ¡qué difícil es sacar las últimas consecuencias de doctrinas tan claras! En Noviembre de 1957 recibía el Papa Pío XII, al Primer Congreso Internacional de Escuelas Privadas de Europa. Y decía ante aquella magna asamblea: “El Estatuto que un país reserva a la escuela libre refleja con bastante exactitud el nivel de vida espiritual y cultural del país mismo.

 

Con frecuencia en efecto, la libertad, admitida en teoría, es de hecho limitada y aun combatida, a lo más. es tolerada, cuando el Estado se cree poseedor en materia de enseñanza de un verdadero monopolio”.

 

Esto es, queridos hijos, lo que nos inquieta en estos momentos.

 

¿Será cierto que de espaldas a la mayoría católica abrumadora del pueblo de Cuba se gesta una reforma educacional que desconoce estos principios fundamentales de Derecho Natural? ¿Serán ciertos los rumores de unificación escolar, las amenazas de control estatal excesivo, las exigencias de títulos de capacidad negándose en la práctica la facilidad de obtenerlos; el desconocimiento de los procedimientos internacionales de equiparación; la negación de los derechos adquiridos y el efecto retroactivo anticonstitucional de leyes que parecen inmediatas?

 

Da lugar a estos rumores el hecho sensible de que faltan representaciones de los Padres de Familia y de los educadores de enseñanza privada en los organismos directores de la reforma.

 

Afirmamos una vez más que confiarnos en el recto criterio de lo gobernantes delegados del pueblo de Cuba; pero también exhortamos mismo pueblo y en especial a su mayoría católica, que tanto ha luchado por la liberación nacional, que sepa exigir de sus gobernantes que no traspasen los límites de la función educadora del Estado: vigilar, proteger. defender, promover y hasta suplir la iniciativa privada en la enseñanza: pero nunca absorber la enseñanza privada.

 

Pero hay un campo donde tiene especial aplicación esta doctrina radiante de la libertad de enseñanza. El 95% de los cubanos son católicos; el 95% de los cubanos reclaman la libertad: no quieren seguir condenados a la ignorancia en materia religiosa. Hemos sacudido otros yugos, para permitir que siga éste, el más pesado e intolerable. No insistimos en derechos de grupos religiosos aunque sean mayoritarios; no acudimos al origen divino de esos derechos; nos basamos en los derecho de los ciudadanos libres de Cuba.

 

El pueblo de Cuba en el año de la liberación se sentirá defraudado si no consigue que en la escuela privada y en la escuela pública se enseñe a los niños cuyos padres lo pidan, la religión que ellos profesan.

 

Y lo han de conseguir, porque no se ha dicho en balde que el pueblo es el que manda; lo han de conseguir, porque el precepto constitucional de separación entre la Iglesia y el Estado no significa que el Estado cubano sea ateo o enemigo de cualquier religión establecida legalmente en la República, sino que es neutral en materia religiosa, en señal de lo cual se lleva en el Ministerio de Justicia un registro de religiones.

 

No se cierren los ojos a hechos patentes del mundo actual. En Brasil se ofrece enseñanza religiosa en las escuelas públicas de acuerdo con 1a voluntad de las familias, aunque no existe unión oficial entre la Iglesia y el Estado que es neutro en materia religiosa, según la Constitución.

 

En Bolivia el líder del Movimiento Nacional Revolucionario, Paz Esténsoro, sancionó en 1956 la reforma educacional incluyendo en 1a misma la enseñanza religiosa “de acuerdo con las aspiraciones y derechos de la mayoría del pueblo”.

 

Guatemala acaba de establecer en 1958 la enseñanza optativa de la religión en las escuelas públicas.

 

Tienen enseñanza de religión en las escuelas públicas casi todos los países de América: Colombia, Ecuador, Perú, Estados Unidos (en algunos estados), etc.

 

El ejemplo de Francia es aleccionador por ser la cuna del laicismo extremo. Francia tiene señaladas horas para la Religión en los primeros grados de las escuelas primarias; Francia permite a los Capellanes enseñar Religión en algunas escuelas oficiales secundarias.

 

Egipto prescribe la Moral, la Religión y la Cívica para la enseñanza primaria. La religión en las escuelas del Estado es el Corán y el Cristianismo: ambos se enseñan, según lo piden las familias. Lo nuevo de 1958 ha sido obligar a las Escuelas Privadas a enseñar también el Corán para los alumnos musulmanes que las frecuentan, dejando el cristianismo para los alumnos cristianos. El Estado paga a los profesores musulmanes de las escuelas privadas.

 

Polonia firmó el 8 de Diciembre de 1956 un acuerdo entre la Iglesia y el Estado. Se puede enseñar Religión en las escuelas primarias y secundarias del Estado, como materia optativa y a petición de los padres de familia. Se ha publicado ya el reglamento del acuerdo. El Ministerio de Instrucción Pública ha recomendado que se respete la libertad de conciencia de los alumnos y de los padres de familia.

 

En cambio en Hungría el gobierno de Janos Kadar anuló la ley que permitía la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Es la tendencia de los gobiernos Comunistas.

 

Y ahora preguntamos al Gobierno y al pueblo de Cuba: ¿Al lado de quién se alínea Cuba en estos momentos? Los ojos del mundo están fijos en nosotros; a la propaganda e información católica norteamericana, canadiense, europea, sudamericana, se debe en gran parte el cambio favorable que se va notando hacia la revolución cubana en sus aspectos más sorpresivos: justicia, reforma agraria, planteamientos económicos y laborales, etc. Véase el magnifico editorial de “América”, revista católica de New York. Estas mismas agencias tienen noticias de lo que se hace en Cuba en el plano educacional. Cuando pedimos nuestros derechos, no estamos solos; nos respalda la opinión pública y la prensa nacional y extranjera.

 

Ejemplo aún más concreto de ataque a la libertad de enseñanza es la desdichada Ley Once.

 

Se la ha calificado de inconsulta, festinada e inarticulado. Se ha dicho que los enemigos de la revolución no hubieran hecho otra cosa que la Ley Once, si trataran de crear dificultades insolubles. Lo menos que puede decirse de ella es que está exigiendo una revisión total.

 

La Ley Once tiene varios tristes privilegios; el más trágico es el de introducir una profunda división entre los jóvenes cubanos a los 13 días de la liberación nacional.

 

La Ley Once mezcla confusamente Universidades y estudiantes de muy distinto prestigio nacional e internacional sanciona por igual a maculados e inmaculados; no equipara, sino rebaja; no premia a los combatientes de la liberación, como se premia en todas las naciones a los veteranos de las guerras: es negativa en todos conceptos. El Gobierno y el pueblo de Cuba no pueden permitir que se diga en el mundo que existe una Ley Once.

 

La justicia pide que se examine cada caso; que se cierre la Universidad que se pruebe venal; que se anulen las notas compradas. los títulos regalados; pero la misma justicia prohibe que se tire el fango de la deshonra indiscriminadamente a alumnos, a profesores, a examinadores, a miembros de colegios profesionales... a nuestra prestigiosa Universidad Católica de Villanueva.

 

Nos consuela, queridos hijos, ver que estáis en pie, en defensa de vuestros derechos, sabed que delante de vosotros están todos los Arzobispos y Obispos Católicos de Cuba.

 

La Habana, 18 de Febrero de 1959

Firmado:

 

+Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de La Habana.

 

+Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba.

 

+Alberto, Obispo de Matanzas.

 

+Evelio, Obispo de Pinar del Río.

 

+Carlos, Obispo de Camagüey.

 

+Alfredo, Obispo Auxiliar de La Habana.

El justo medio
Homilía

Enrique Pérez Serantes

Arzobispo de Santiago de Cuba

29 de enero de 1959

 

Cuba entera, pero muy particular Oriente, han contemplado con espanto el número ingente de crímenes que impunemente y a sangre fría se han cometido en estos dos últimos años. Cuesta creer y dar por cierto lo que aquí sabemos, y aún no lo sabemos todo, porque cada día vamos sabiendo algo nuevo. Miles de hombres, principalmente jóvenes, han sido cruelmente masacrados. Con saña, insospechada en la mente y en los corazones de cubanos, han sido torturados y vilmente mutilados muchos de nuestros jóvenes por el hecho de ser simpatizadores de movimiento revolucionario, ignorando que al menos en ciertos ambientes no había uno solo que no lo fuera. Las cunetas de nuestras carreteras y muchos caminos ofrecieron muchas veces el espéctaculo macabro de cadáveres de nuestros jóvenes asesinados y abandonados, A algunos los sacaron de sus casas para llevarlos directamente al lugar del tormento y de la muerte.

 

Últimamente en las páginas de un periódico capitalino pudimos contemplar con horror una sala de tortura provista de los más refinados instrumentos que los servidores del crimen utilizaban para martirizar a sus víctimas. Cuántos hogares enlutados por estos crímenes, que ríos corrieron y aún corren de lágrimas, cuántas angustias y cuánto llanto en esta tierra, en la que nadie hubiera creído que se cobijaban hombres capaces de tanta maldad, hombres tan sin piedad, tan gratuitamente criminales.

 

De estos sucesos poca o ninguna cuenta dieron a los ciudadanos del mundo entero. Queremos creer que este silencio se debió a la falta de información; pero eso sucedía entonces, porque ahora ya nadie puede llamarse a engaño.

 

Y son muchos los que precisamente ahora se han estremecido al tener noticia del fusilamiento de algunos de los llamados criminales de guerra; y están temblando, poniendo el grito en el cielo, al anuncio de nuevas ejecuciones. Este proceder, según ellos, no es cristiano, afirmando que, al parecer, estamos aún en el Viejo Testamentodonde se decía que “ojo por ojo y diente por diente”.

 

Estos a buen seguro habrán leído, como hemos leído todos, que no pasarán de 400 los que posiblemente serán condenados a muerte, incluyendo los ya ejecutados, como presuntos culpables de 20,000 muertes en toda Cuba. ¿Son muchos?

 

Somos en realidad amantes de la justicia, y reconocemos el derecho que asiste a los Estados a decretar la pena de muerte, la cual está en vigor en muchos de ellos, incluyendo el Estado mismo de la Ciudad del Vaticano, y no ha siso nunca abolida en ninguno de los Códigos militares; con todo, quisiéramos que ningún hombre fuese condenado a la pena capital, y con la Iglesia encomiamos la conducta de aquel que ha perdonado al asesino de su hermano, en virtud del mandato de Jesucristo de amar a nuestros enemigos.

 

Por eso es que, animados de estos sentimientos cristianos, nos permitimos aconsejar al líder máximo del Movimiento Revolucionario que, a los títulos de esforzado paladín de la libertad, merecedor de figurar en la misma línea avanzada de los más geniales, valerosos y humanos revolucionarios de América, desde la inmensa altura de la gloria, en buena lid conquistada, quiera nimbar su frente con la aureola refulgente de la clemencia, tratando de que se reduzcan cuanto sea posible las sanciones y que se mitiguen, creando para ello un clima de generosos perdón. La madres, las esposas y las hijas de los infelices acusados no olvidarán jamás su espíritu magnánimo, y se lo habrán de agradecer; y el pueblo de Cuba, gran perdonador, de corazón sensible, admirador entusiasta del gigante de la Sierra Maestra, habrá igualmente de aplaudir y bendecir ese gesto gallardo. No se eche en olvido que “no es mejor fama del juez riguroso, que la del compasivo”.

 

Esta misma súplica nos tomamos la libertad de dirigir al Primer Magistrado de la Nación, y a todos los encargados de administrar justicia en hora crítica y decisiva para el futuro de Cuba. De ello no tendrán a buen seguro que arrepentirse jamás. El nuevo árbol de la libertad y su compañero, el de la justicia social, no necesitan ciertamente ser regados con más sangre para crecer frondosos y lozanos. De todos modos cúmplenos reconocer que sí es verdad que en los primeros días del triunfo, en medio de una serenidad y ecuanimidad que muchos no esperaban, se impuso el espíritu abiertamente justiciero, el cual hubiéramos querido menos severo para bien aun del mismo Movimiento revolucionario; con todo, las sanciones penales aquí aplicadas a los llamados criminales de guerra, no superaron, ni aun igualaron en dureza a las aplicadas en otros lugares en análogas circunstancias por hombres altamente responsables, cuales eran los jefes supremos o sus representantes en las naciones que se reputan las más civilizadas del mundo. Esto sin contar que este espíritu justiciero seguramente ha sido parte no despreciable para que no hubiese que deplorar los ingentes males que suelen amenazar en estos casos.

 

Por fin, cualquiera que sea el curso de los acontecimientos. quisiéramos que sobre ninguno de los acusados de delitos de guerra recayese mayor sanción penal que las que sus culpas demandan, que éstas sean debidamente estudiadas y aprobadas por tribunales saturados del espíritu de justicia y de humanos sentimientos, conscientes de estar integrados por cubanos, que van a juzgar a sus hermanos, cubanos también como ellos, y que con la medida que midieren habrán de ser medido. Ardientemente deseamos todos que en esto y en todo el proceso revolucionario brille siempre el espíritu de justicia, acompañado también en todo momento del espíritu de piedad, tan hermoso, tan constructivo y tan conquistador de voluntades.

 

Para que todas estas virtudes crezcan lozanas y embalsamen con su cristiano perfume nuestras Instituciones en este nuevo régimen, que nos ha traído la Revolución, distinta de todas las demás por sus propósitos de restauración radical, quiera Dios que en sentido netamente cristiano, como se necesita, y no sólo político al uso, elevemos todos nuestras preces al Altísimo, depositándolas en las manos maternales de la que es Patrona de Cuba por ser la mayoría de los cubanos.

 

Santiago de Cuba, 29 de Enero de 1959.

 

Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba.

************************************************************

Nota de Manuel Castro Rodríguez: Además de hacerse cómplice de la mentira publicada por la revista Bohemia sobre los veinte mil muertos –su propietario y director reconoció que Bohemia inventó los veinte mil muertos, invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa”-, con esta homilía el arzobispo de Santiago de Cuba le dio luz verde a los fusilamientos. En una época en la que los obispos tenían una influencia decisiva sobre los laicos, no resulta extraño que si Mons. Pérez Serantes toleraba los fusilamientos, el resto de los católicos los aceptara masivamente.

El triunfo de la Revolución cubana de 1959 fue muy bien recibido por la jerarquía católica. El acto que se realizó en la noche del 1 de enero de 1959, en el parque Céspedes, en Santiago de Cuba terminó con las palabras del arzobispo Enrique Pérez Serantes, que publicó como pastoral con el título de Vida Nueva.

 

Monseñor Pérez Serantes expresó esa noche: “(...) alabando a Castro y sus valiente seguidores, y que a la vanguardia de todo movimiento patriótico han sido los caracteres con los cuales la Divina Providencia ha escrito en el cielo de Cuba la palabra triunfo, en virtud del cual el Jefe Máximo del Movimiento ha podido llevar de Oriente a Occidente el laurel de la victoria extraordinariamente resonante (...) Esta victoria resulta algo inaudito y poco inteligible para los que confiando mucho en sí mismos no depositan confianza alguna en Dios ni en la Virgen Mambisa, nuestra excelsa patrona (...)”

Historia e historiografía de la Iglesia en Cuba (1959-1976)
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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.