EL  PAPEL  DE  LA  JERARQUÍA  CATÓLICA

EN  LA  SOCIEDAD  CUBANA

La tiranía batistiana

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El cardenal Arteaga y la tiranía de Batista

 

El 10 de marzo de 1952, faltando ochenta días para las elecciones generales, Batista dio un golpe de Estado. “El Cardenal Arteaga envió mensaje de reconocimiento que confirmó después con una visita a palacio, lo que causó sorpresa y desagrado en buena parte de la comunidad eclesial. Pero las Juventudes de Acción Católica se manifestaron inmediatamente contra el golpe mediante un sermón del P. Julián Bastarrica, Consiliario Nacional, y las declaraciones de los presidentes de las dos ramas, doctores Marta Moré y Andrés Valdespino. Este continuó las críticas con sus artículos en Bohemia, la revista de mayor circulación en Cuba y el exterior. El Semanario Católico en un editorial se pronunció así «...El golpe militar supone un salto en el vacío, un paréntesis institucional que no sabemos cuanto durará ni como se cerrará. La hora es grave y explosiva...»47. Durante un acto federado en Guanajay, provincia de Pinar del Río, ante los enardecidos discursos de Valdespino, Amalio Fiallo y Ángel del Cerro, la fuerza pública disolvió el acto a golpes”.

El cardenal Arteaga brinda

con el dictador Batista y su esposa

en el Palacio Presidencial

Carta de monseñor Enrique Pérez Serantes intentando salvar las vidas de

Fidel Castro Ruz y sus compañeros,

después del asalto al Cuartel Moncada

el 26 de julio de 1953

  Santiago de Cuba, 30 de Julio de 1953

Coronel Alberto del Río Chaviano,

Jefe del Regimiento No. 1 "Maceo".

Ciudad.

Muy distinguido amigo:

 

Gustoso me brindo a ir en busca de los fugitivos que atacaron el Cuartel Moncada en la mañana del domingo pasado, y agradezco mucho a Ud. las facilidades que me dé para lograr el noble propósito que Ud. y a mí nos anima en este caso. Asimismo agradezco las garantías que a los fugitivos y a mí nos brinde Ud. para llevar a vías de hecho nobilísimo fin de que aquéllos depongan las armas y vuelvan a la normalidad, llevando la tranquilidad a sus desolados hogares y a toda familia cubana, que está sufriendo preocupada por la suerte de esos muchachos y por la tranquilidad de la República.

 

Prestar este servicio y cualquier otro por arduo que sea, que esté mi alcance, nunca será demasiado para quien está tan obligado como estoy yo, a procurar el bienestar de la familia cubana, y a sacrificar cuanto sea necesario para servir a sus hermanos.

 

Sólo espero que Ud. me haga el favor de facilitarme la manera poder encontrar pronto a los fugitivos, donde quiera que se encuentra con tal que pueda llegar al lugar donde ellos se hallan, o acercarme a ellos a un lugar seguro convenido de antemano. Espero, pues, sus indicaciones para dar comienzo sin más dilación a esta labor.

 

Aprovecho esta oportunidad para felicitar a Ud. una vez más por sus nobles y cristianos sentimientos, por este rasgo propio de un militar altamente pundonoroso, honra y prez del Ejército, digno del alto cargo que desempeña, de tanta responsabilidad siempre, pero de modo especial en estos críticos momentos. Suerte para la República, y suerte grande para Santiago de Cuba contar con un jefe así a la hora presente.

 

Bendiga el Señor esta empresa, y bendíganos a todos. Bendiga la República.

 

Su S.S. amigo y Prelado que le bendice,

 

+ENRIQUE, Arzobispo de Santiago de Cuba

Septembrina 7 (1953) Rumor cardenalicio

Emilio Ichikawa

7 de septiembre de 2012

 

La revista Time saca el reportaje “The Cardinal´s Forehead,” que gira en torno a la noticia dada por el gobierno de Fulgencio Batista sobre la caída del arzobispo de La Habana, cardenal Manuel Arteaga, en sus habitaciones. Time se refirió al régimen de censura establecido por Batista y dio vuelo a los rumores que circulaban por las esquinas habaneras. Bohemia había publicado ya una foto del cardenal con pie alusivo a la herida aparatosa que sufrió en la frente «la noche del 12 de agosto en su palacio de la Avenida del Puerto». Para cerrarla hubo que darle 20 puntos en el Centro Médico Quirúrgico. Time infirió que había mucho más entre líneas, sobre todo si ya circulaba por Miami que agentes de la policía batistiana habían irrumpido en el palacio del cardenal para convencerlo de un trompazo. A la postre, el cardenal Arteaga reapareció en la confirmación —rito católico— del primogénito de Batista. Así quedó planteado el dilema de que si el enemigo rumor era cierto, la censura gubernamental había sido ineficaz para evitar que los cubanos se enteraran, y si era falso, esa misma censura había propiciado que muchos cubanos pensaran lo contrario.

El cardenal Arteaga y el régimen de Batista

Dr. Antonio de la Cova

26 de mayo de 2010

 

La posición de la Iglesia Católica en Cuba ante las dictaduras casi siempre ha sido blandengue, en contraste al desafío demostrado en otros países como Polonia, El Salvador y Chile.

 

El 12 de agosto de 1953, el cardenal Manuel Arteaga y Betancourt fue agredido en su residencia y recibió una herida en la cabeza que requirió 20 puntos para cerrarla. La oposición política corrió la bola que el cardenal había sido agredido por la policía de Batista al irrumpir en su habitación en busca de fugitivos vinculados al asalto al Moncada el 26 de julio de 1953. Arteaga, quien nunca se había identificado con la oposición política, mantuvo silencio respecto a lo sucedido. Sin embargo, dos semanas después, Arteaga ofició la confirmación de un hijo de Batista.

 

El 3 de marzo de 1958, el cardenal Arteaga exhortó, junto con todo el episcopado cubano, un cese a la violencia política. Le pidieron “acreditarse ante Dios” a quienes luego se declararon comunistas ateos, “para preparar el retorno de nuestra Patria a una vida política pacífica y normal.”

 

La exhortación no mencionó a los sacerdotes Guillermo Sardiñas, Angel Rivas, Lucas Iruretagoyena, Cipriano Cabero y otros, que se habían unido a la guerrilla castrista en la Sierra Maestra con el permiso de la Iglesia.

Exhortación del Episcopado en favor de la Paz

Obispos de Cuba

25 de febrero de 1958

 

El Venerable Episcopado Cubano, en la Conferencia celebrada el 25 de febrero de 1958, en el Palacio Cardenalicio, acordó emitir la siguiente declaración:

 

El Episcopado Cubano contempla con profundo dolor el estado lamentable a que hemos llegado en toda la República, en particular en la región oriental. Los odios crecen, la caridad mengua, las lágrimas y el dolor penetran en nuestros hogares, la sangre de hermanos se derrama en nuestros campos y en nuestras ciudades.

 

Cargados de graves responsabilidades ante Dios y los hombres por nuestra condición de jefes espirituales de nuestro pueblo, sentimos la obligación de tratar por todos los medios a nuestro alcance de que reine de nuevo la caridad y termine ese triste estado de nuestra Patria.

 

Guiados pues por estos motivos, exhortamos a todos los que hoy militan en campos antagónicos, a que cesen en el uso de la violencia, y a que, puestos los ojos única y exclusivamente en el bien común, busquen cuanto antes las soluciones eficaces que puedan traer de nuevo a nuestra Patria la paz material y moral que tanta falta le hace. A este fin, no dudamos que quienes de veras amen a Cuba, sabrán acreditarse ante Dios y ante la historia, no negándose a ningún sacrificio, a fin de lograr el establecimiento de un gobierno de unión nacional, que pudiera preparar el retorno de nuestra Patria a una vida política pacífica normal.

 

Cuenten para ello tanto el Gobierno como los demás cubanos llamados a decidir en este importante asunto con nuestras más ardientes oraciones, y en la medida que ello cayere fuera del terreno de la política partidista, con nuestro apoyo moral.

 

Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de La Habana.

Enrique Pérez Serantes, Arzobispo Santiago de Cuba.

Eduardo Martínez Dalmau, Obispo de Cienfuegos.

Alberto Martín Villaverde, Obispo de Matanzas.

Evelio Díaz Cía, Obispo de Pinar del Río.

Carlos Ríu Anglés, Obispo de Camagüey.

Alfredo Müller y San Martín, Obispo Auxiliar.

Circular “QUEREMOS LA PAZ”

Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba

24 de marzo de 1958

 

Al cesar en sus gestiones la Comisión de Concordia, que con laudable espíritu patriótico se había ofrecido a Su Eminencia el Cardenal Manuel Arteaga, Arzobispo de la Habana, para mediar entre las partes en pugna en el doloroso drama nacional, en nuestra condición de ciudadano y de Pastor de la grey católica en esta porción del territorio nacional más terriblemente afectada y durísimamente castigada, creemos nuestro ineludible deber volver a exhortar a unos y a otros a que quieran realizar cuantos sacrificios sean necesarios para dar término a los sufrimientos de la Patria en general y en particular, de esta muy amada y muy poblada región de Oriente, teatro durante largo tiempo de cruentas luchas fratricidas; y para evitar los males todavía mayores que la amenazan en su penoso y harto prolongado martirio.

 

Esta exhortación, despojada de todo sentimiento partidarista, revestida de la más pura y recta intención, la dirigimos de un modo especial a quienes por tener en sus manos las riendas del poder, pueden mejor que nadie dar los pasos conducentes al logro de una solución pacífica a los gravísimos problemas que la patria adolorida está confrontando. Piensen bien todos que cada día que pasa es una batalla más que se pierde; que la pierde Cuba, en el camino de la concordia y de la paz para hoy y para mañana. Los más nobles, los más generosos, los más medularmente patrióticos sabrán, a buen seguro, aquilatar la verdad y el espíritu altamente patriótico y cristiano que este llamamiento encierra.

 

Entiendan todos que este llamamiento es un eco de la voz de Dios, y la expresión genuina de los sentimientos de todo el pueblo cubano, que aborrece el derramamiento de sangre de hermanos, que ansía y ama la concordia y la paz, y que está convencido de que el camino para la consecución de estos nobilísimos fines existe y quizá pudiera fácilmente encontrarse.

 

Quiera el Señor, a Quien de hinojos invocamos, mover los corazones y alumbrar las inteligencias de unos y otros, a fin de que se logre con el sacrificio que todos debemos estar dispuestos a imponemos, la paz definitiva, la que es obra de la justicia y no de las armas.

 

En las maternales manos de nuestra excelsa Patrona, la Santísima Virgen de la Caridad, depositamos confiados este llamamiento.

 

24 de Marzo de 1958

+ENRIQUE, Arzobispo de Santiago de Cuba.

Circular acerca de la explosión del polvorín de El Cobre

Mons Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba

16 de abril de 1958

 

Para tratar de disipar la oscura nube de confusión, que se ha formado en tomo a los últimos sucesos del Santuario Nacional de El Cobre, y para que todos tengan un concepto exacto de lo sucedido, sentimos la necesidad de dirigimos siquiera a nuestros diocesanos para que sepan.

 

Primero. - Que en la relación dada a la prensa, publicada en los periódicos locales, dijimos escuetamente lo siguiente:

 

“La explosión del polvorín, situado a poca distancia del Santuario Nacional de El Cobre, produjo pérdidas en el templo y en los edificios anexos por valor incalculable. Casi todos los grandes ventanales, verdaderas joyas artísticas, puertas y ventanas, casi todos los altares e imágenes fueron totalmente destruidos o seriamente dañados, y, sólo por un verdadero milagro, la Venerada Imagen de nuestra Excelsa Patrona y todo el Camarín de cristal no se han movido ni dañado en lo más mínimo, como si la Imagen de la Madre tan amada contemplara con dolor los efectos de una guerra fratricida, y como para enseñarnos que en Ella debemos confiar. Al dar al pueblo católico de Cuba esta relación, que seguramente hará estremecer las fibras más delicadas del corazón cubano, herido en lo más sensible, de rodillas ante la buena Madre, confiadamente imploramos su protección, pidiendo vuelva sus ojos misericordiosos sobre su pueblo, el pueblo de Cuba, que la ama, que desea vivir en paz, y que ésta, bajada del ciclo, llegue tan pronto, que les sea a todos fácil llegar hasta su trono de El Cobre en testimonio de gratitud y amor”.

 

Segundo. - Que esto fue todo lo que dijimos por escrito y de palabra.

 

Tercero. - Que absoluta y totalmente incierto, falto de todo fundamento de verdad, lo que por algunos voceros de la opinión pública, se nos ha hecho decir, a saber: “Es un acto de barbarie, manos anticristianas lo han perpetrado para ofender la fe religiosa de los orientales”. Otros han dicho otras cosas parecidas e igualmente falsas.

 

Cuarto y último. - Todos los que han estado cerca de Nos saben que tenemos por cierto que los causantes de la explosión no pensaron en manera alguna que del hecho perpetrado por otros fines se produciría el menor daño en el Santuario Nacional.

 

Santiago de Cuba, Abril 16 de 1958.

 

+ENRIQUE, Arzobispo de Santiago de Cuba

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José Martí: El que se conforma con una situación de villanía, es su cómplice”.

Mi Bandera 

Al volver de distante ribera,

con el alma enlutada y sombría,

afanoso busqué mi bandera

¡y otra he visto además de la mía!

 

¿Dónde está mi bandera cubana,

la bandera más bella que existe?

¡Desde el buque la vi esta mañana,

y no he visto una cosa más triste..!

 

Con la fe de las almas ausentes,

hoy sostengo con honda energía,

que no deben flotar dos banderas

donde basta con una: ¡La mía!

 

En los campos que hoy son un osario

vio a los bravos batiéndose juntos,

y ella ha sido el honroso sudario

de los pobres guerreros difuntos.

 

Orgullosa lució en la pelea,

sin pueril y romántico alarde;

¡al cubano que en ella no crea

se le debe azotar por cobarde!

 

En el fondo de obscuras prisiones

no escuchó ni la queja más leve,

y sus huellas en otras regiones

son letreros de luz en la nieve...

 

¿No la veis? Mi bandera es aquella

que no ha sido jamás mercenaria,

y en la cual resplandece una estrella,

con más luz cuando más solitaria.

 

Del destierro en el alma la traje

entre tantos recuerdos dispersos,

y he sabido rendirle homenaje

al hacerla flotar en mis versos.

 

Aunque lánguida y triste tremola,

mi ambición es que el sol, con su lumbre,

la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!

en el llano, en el mar y en la cumbre.

 

Si desecha en menudos pedazos

llega a ser mi bandera algún día...

¡nuestros muertos alzando los brazos

la sabrán defender todavía!...

 

Bonifacio Byrne (1861-1936)

Poeta cubano, nacido y fallecido en la ciudad de Matanzas, provincia de igual nombre, autor de Mi Bandera

José Martí Pérez:

Con todos, y para el bien de todos

José Martí en Tampa
José Martí en Tampa

Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir.

Escudo de Cuba

Cuando salí de Cuba

Luis Aguilé


Nunca podré morirme,
mi corazón no lo tengo aquí.
Alguien me está esperando,
me está aguardando que vuelva aquí.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Late y sigue latiendo
porque la tierra vida le da,
pero llegará un día
en que mi mano te alcanzará.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.

Cuando salí de Cuba,
dejé mi vida dejé mi amor.
Cuando salí de Cuba,
dejé enterrado mi corazón.

La sociedad cerrada que impuso el castrismo se resquebraja ante continuas innovaciones de las comunicaciones digitales, que permiten a activistas cubanos socializar la información a escala local e internacional.


 

Por si acaso no regreso

Celia Cruz


Por si acaso no regreso,

yo me llevo tu bandera;

lamentando que mis ojos,

liberada no te vieran.

 

Porque tuve que marcharme,

todos pueden comprender;

Yo pensé que en cualquer momento

a tu suelo iba a volver.

 

Pero el tiempo va pasando,

y tu sol sigue llorando.

Las cadenas siguen atando,

pero yo sigo esperando,

y al cielo rezando.

 

Y siempre me sentí dichosa,

de haber nacido entre tus brazos.

Y anunque ya no esté,

de mi corazón te dejo un pedazo-

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Pronto llegará el momento

que se borre el sufrimiento;

guardaremos los rencores - Dios mío,

y compartiremos todos,

un mismo sentimiento.

 

Aunque el tiempo haya pasado,

con orgullo y dignidad,

tu nombre lo he llevado;

a todo mundo entero,

le he contado tu verdad.

 

Pero, tierra ya no sufras,

corazón no te quebrantes;

no hay mal que dure cien años,

ni mi cuerpo que aguante.

 

Y nunca quize abandonarte,

te llevaba en cada paso;

y quedará mi amor,

para siempre como flor de un regazo -

por si acaso,

por si acaso no regreso.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Y si no vuelvo a mi tierra,

me muero de dolor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

A esa tierra yo la adoro,

con todo el corazón.

 

Si acaso no regreso,

me matará el dolor;

Tierra mía, tierra linda,

te quiero con amor.

 

Si acaso no regreso

me matará el dolor;

Tanto tiempo sin verla,

me duele el corazón.

 

Si acaso no regreso,

cuando me muera,

que en mi tumba pongan mi bandera.

 

Si acaso no regreso,

y que me entierren con la música,

de mi tierra querida.

 

Si acaso no regreso,

si no regreso recuerden,

que la quise con mi vida.

 

Si acaso no regreso,

ay, me muero de dolor;

me estoy muriendo ya.

 

Me matará el dolor;

me matará el dolor.

Me matará el dolor.

 

Ay, ya me está matando ese dolor,

me matará el dolor.

Siempre te quise y te querré;

me matará el dolor.

Me matará el dolor, me matará el dolor.

me matará el dolor.

 

Si no regreso a esa tierra,

me duele el corazón

De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”.

Como expresó Oswaldo Payá Sardiñas en el Parlamento Europeo el 17 de diciembre de 2002, con motivo de otorgársele el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia 2002, los cubanos “no podemos, no sabemos y no queremos vivir sin libertad”.